Intervención del Sr. Ministro en la reunión del Consejo de

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INTERVENCIÓN DEL SR. MINISTRO EN LA REUNIÓN
INFORMAL DEL CONSEJO DE SEGURIDAD CON VÍCTIMAS
DEL TERRORISMO
Martes, 21 de octubre de 2015
Excelentísima
Embajadora.
Señor
Ministro,
Embajadores, víctimas y representantes de víctimas que nos
acompañan, señoras y señores.
Les
invito
a
que
por
un
instante
evoquen,
evoquemos, un lugar. No tiene porque ser un lugar especial,
lejano o exótico. Puede ser la parada donde tantas veces
hemos esperado el autobús. O la entrada del colegio donde
hemos dejado a nuestros hijos antes de retomar nuestra
jornada. O un bar de barrio donde nos reunimos con nuestros
amigos. Un lugar tan imbricado en el tejido de nuestra vida que
muchas veces ni reparamos que existe, pero que da sentido a
nuestra existencia.
Difícilmente se nos ocurriría pensar que esa esquina, o
esa calle, o esa plaza por donde transcurren nuestras vidas
podría ser la última imagen que vieran nuestros ojos, o los ojos
de los seres que más queremos. Apenas podríamos imaginar
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que en cualquiera de esos lugares anónimos y cotidianos
nos aguardara el rostro del terror, una mano apretando el
gatillo sobre nuestra nuca, una bomba adosada a los bajos
de un coche que estalla a nuestro paso o al paso de un
familiar o de un amigo.
Y sin embargo, fue en uno de esos lugares anónimos,
cotidianos, en una estación de ferrocarril del País Vasco, en el
norte de España, donde una madre vio por última vez a su hija.
Fue un 27 de junio de 1960. A las siete de la tarde de ese día
Begoña Urroz pereció abrasada al estallar una bomba en una
maleta depositada en una consigna. Begoña Urroz era un bebé
de 22 meses. Fue la primera de las 850 víctimas causadas por
la banda terrorista ETA.
Veinte años más tarde, también en un lugar anónimo y
cotidiano, al arrancar su coche para ir a dar clases a la
Universidad, Juan de Dios Doval, un político de la Unión de
Centro Democrático, fue asesinado con dos tiros por ETA.
Juan de Dios era mi compañero y mi amigo de la infancia,
juntos compartimos clases y recreos en el colegio San Ignacio
de Loyola, en San Sebastián. Juntos compartimos ideales y
nos embarcamos en la vida política. El dio su vida por esos
ideales. Muchos seguimos viviendo para contribuir a que
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sean realidad en la España democrática y en paz por la que
él se sacrificó.
Como también dio su vida por ese ideal Miguel Ángel
Blanco, un joven concejal cuyo secuestro y asesinato, en julio
de 1997, marcó el inicio de una nueva era en la España
democrática. Recuerdo que ese día estaba reunido en casa
con un grupo de amigos, esperando el fatal desenlace. Una
hora y media antes de que nos comunicaran que Miguel Ángel
Blanco había sido asesinado, el Director General de la Policía,
quien se encontraba entre nosotros, nos advirtió que era
seguro que le iban a matar.
¿Por qué?, preguntamos. Porque los amigos de los
terroristas ya han comenzado a descorchar las botellas de
champán en sus tabernas, respondió.
Horas más tarde, los amigos de los terroristas, ebrios de
sangre, se tenían que enfrentar a miles de ciudadanos que,
pacíficos y serenos, les gritaron a la cara que eran unos
cobardes y que no les tenían miedo y que su impunidad
llegaba a su fin. Ese fue el legado de Miguel Ángel Blanco, su
don a todos los españoles.
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Al dar su joven vida, muchos españoles, incluyendo
muchos ciudadanos del País Vasco, por vez primera
perdieron su miedo. Ese fue el principio del fin de ETA.
Frente a su terror, frente a su culto a la muerte, los
españoles, sin distinción de ideologías o credos, les
respondimos a los terroristas con nuestro amor a la vida,
con el valor y con el peso de la ley, con el poder de la
palabra
y con la firmeza de nuestras convicciones
democráticas. Con esas armas, con todas ellas, pero sólo
con ellas, les hemos vencido.
He mencionado los nombres de tres víctimas de una
manifestación del terrorismo, el de ETA, que ha marcado la
vida de generaciones de españoles. ETA, hoy en estado
terminal, es una manifestación especialmente sangrienta e
insidiosa de una hidra con múltiples cabezas, entre las
cuales, en nuestro tiempo, el terrorismo yihadista ocupa
un lugar de infame privilegio.
Terrorismo yihadista que se cobró 3.000 víctimas
mortales aquí en Estados Unidos y 190 en Madrid. Casi cada
día los periódicos nos estremecen con las atrocidades de ISIS,
Boko Haram, Al Qaeda, de las que nos van a hablar nuestros
invitados hoy.
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Pero no estamos hoy aquí para concederles a los
terroristas, además, el privilegio de nuestra atención. No se lo
merecen. Estamos aquí para honrar y conmemorar a sus
víctimas. Estamos aquí para decirle al terrorista que pone
una bomba o aprieta un gatillo por la espalda que no es un
héroe.
Los héroes son las víctimas. Ellos son el ejemplo para
nosotros y para las generaciones que nos sigan. Por ello es tan
importante que nos guíe su memoria. Y, para ello, hemos de
preservarla y perpetuarla. Porque es con las memorias de las
víctimas, con el coraje y templaza de sus familiares y seres
queridos, con las que tejeremos el relato de vida, de libertad y
de esperanza que debemos oponer al relato de muerte, de
desolación y de totalitarismo que los terroristas nos pretenden
imponer.
Por eso estamos aquí. Por eso España ha abierto por
vez primera las puertas del Consejo de Seguridad para que las
víctimas puedan hablar y ser escuchadas. Queremos que su
voz llegue a todos los rincones del mundo. Lo queremos
porque
su voz es la más autorizada para deslegitimar el
discurso terrorista. Su sufrimiento nos muestra el verdadero
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rostro del terrorismo, el rostro inhumano del odio y del
desprecio por la vida.
Queremos que la voz de las víctimas contribuya a
generar un relato alternativo del terrorismo y anular las
supuestas motivaciones políticas o sociales que puedan alegar
los terroristas. Los terroristas no son soldados de una
causa. Son criminales. El terrorismo es un totalitarismo
destructivo que tiene el objetivo de acabar con el pluralismo y
crear sociedades homogéneas, cerradas e intolerantes. Las
víctimas nos ayudan a reducir el atractivo del discurso terrorista
y a movilizar a la sociedad en su contra.
La voz de las víctimas debe contribuir a reducir la
radicalización y el reclutamiento en las sociedades o
comunidades más vulnerables y afectadas por el terrorismo.
Las víctimas nos ayudan a combatir la propaganda de
incitación a la violencia y de glorificación de los actos
terroristas más crueles.
En esa lucha desigual, pero justa, de la palabra
contra el terror, es esencial implicar a la sociedad civil en
nuestra estrategia. El caso España es ilustrativo, pues uno
de los factores del debilitamiento de ETA fue su pérdida de
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apoyo social gracias al activismo de las víctimas. Hemos
presentado
esta
perspectiva
en
todos
los
foros
internacionales sobre lucha contra terrorismo. Y estoy seguro
de que hoy la veremos confirmada al escuchar en este foro la
voz de las víctimas ante el Consejo de Seguridad.
En esta implicación de la sociedad civil contra el terrorismo
juegan un papel esencial las mujeres. Por eso el Presidente del
Gobierno de España presidió el pasado 13 de octubre una
sesión del Consejo de Seguridad dedicada a la resolución 1325
sobre “Mujeres, paz y seguridad” que destaca el doble papel de
víctimas del terrorismo y de protagonistas activas en lucha por
la paz. En el caso de España, las mujeres han liderado la
reacción social frente al terrorismo y estuvieron presentes en la
fundación de las primeras asociaciones de víctimas del
terrorismo. Creo que los testimonios que nos disponemos a
escuchar hoy confirman su ejemplar combate, que es el
nuestro. A ellas les doy la palabra….Muchas gracias.
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