Presentación de la Semana Vocacional 2014

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Equipo de Trabajo Nacional
de Animación Vocacional
«Semana Vocacional 2014»
En continuación con el lema del curso
Siguiendo con la campaña anual general de Pastoral Juvenil “Atrévete, confía y vive”,
proponemos como lema y motivo central de la Campaña Vocacional 2014 el slogan “Confía”, a
través del que queremos trabajar dos núcleos de interés: la vocación y la confianza.
Si a lo largo del primer trimestre hemos trabajado el “atrévete” ahora nos toca el “confía”. La
imagen del joven sobre la cuerda nos invita a pensar en que esa cuerda sobre la que nos
podemos atrever a caminar está bien anclada. Por eso en el cartel se puede ver que la cuerda
está atada a un árbol, el árbol de la vida en el que está presente Jesús, Don Bosco… Así la
vocación se nos presenta como una cuestión de fe y de confianza.
La confianza, respuesta del creyente y del llamado a
la confianza previa depositada por Dios
La confianza religiosa en Dios, aparece, por remontarnos en algún momento de la
historia, en la credibilidad que el Pueblo de Israel da a la promesa de Dios: la tierra
prometida, el juramento de fidelidad por parte de Dios a la casa de David, la
permanencia de Dios a pesar de las dificultades y abandonos, firme y fiel a su promesa.
En la historia del pueblo de Israel, tal y como aparece reflejado en la Biblia, lo que
parecía el final de la fe fue la ocasión para dar un salto (confianza) hacia adelante. El
exilio, el destierro, la destrucción de Jerusalén y el templo… fueron ocasión de poner a
prueba la fidelidad a Dios, porque había confianza en que Él seguía fiel a su pueblo.
Frente a la confianza en Dios, se situaba la posibilidad de integrarse en un nuevo
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ambiente, cultura, formas sociales, perdiendo la fe y la confianza. En cambio, el “resto”
de Israel que mantuvo su confianza en Dios se convirtió en signo en medio de los otros
pueblos.
Los profetas fueron quienes mantuvieron viva esta confianza en Dios, pese a que todo
alrededor invitaba al abandono, al mismo tiempo que purificaban esta confianza de
ilusiones falsas. La verdadera confianza se apoya en Dios, no en las ilusiones.
Un terreno purificado de ilusiones y nostalgias es el apropiado para que germine la
confianza del hombre en Dios. Es aquí donde surge una ALIANZA NUEVA con Dios, que
se convierte en invitación a la confianza en la palabra de fidelidad que Dios da. La
promesa de Dios, que radica en su palabra y no en el comportamiento o la respuesta
del hombre, no puede dejar de ser fiel.
Con estas claves, podemos leer la historia de los personajes que confían en Dios. Un
modelo: Abrahán, que abandonó todo confiando en la palabra de su Señor. Y un caso
complejo, pero revelador, pese a todo, por su “modernidad”: Job, que no es modelo
de paciencia, sino de creyente en el Dios que se le manifiesta diverso a como había
sido conocido, y que pide aceptar el misterio, viviéndolo en confianza en el Dios vivo,
que está por encima de cualquier intento falso o insuficiente de solución: la confianza,
para mantenerse –es el caso dramático de Job- no necesita negar la experiencia, la
cual, por su parte, ha de leerse lúcidamente y aceptarse con valentía.
Esta experiencia espiritual bíblica, supone la clave de lectura del Nuevo Testamento,
en clave de confianza en Dios, que se revela en Jesucristo, enviado del Padre, que
confía y enseña a confiar en Dios. “Dios eligió lo necio del mundo para confundir a los
sabios, lo débil para confundir a los fuertes, lo vil, lo despreciable, lo que es nada, para
anular lo que es; para que nadie se gloríe delante de Dios” (1 Cor 1, 27-28). El creyente
cristiano confía en Dios, porque descubre que con la vocación recibida, la misión
encomendada, Dios mismo ha depositado su confianza en él.
Confío en Dios, porque Dios antes, confía en mí, y me ha elegido, llamado y enviado
por la vocación que me ha dado. Así llegamos también a nuestra propia experiencia de
confianza en Dios, en la vida conforme –confiados- a la que nos ha llamado, por
vocación. Con esta clave, qué bien se entienden los distintos creyentes, confiados en
Dios por tener su confianza primero: María, llamada a ser Madre de Dios; los
discípulos, llamados a instaurar el Reino de Dios;
Por el contrario, la desconfianza en Dios, explica la realidad del pecado como negativa
a confiar en Dios y a abandonarse a él, pretendiendo construir partiendo de sí mismo
e independientemente de Dios. Esta oposición, desconfianza, no es sólo a la primacía
de Dios, sino también a su corazón, en oposición a los que son objeto de su amor,
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negándose a dejarse amar por Dios, quien a pesar de nuestra negativa, no deja de
confiar en quien se aleja de Él, y lo sigue esperando (cfr. Lc 15, hijo pródigo).
El grado máximo de confianza en Dios se expresa en que puede incluso exigirse la
renuncia a la vida por fidelidad a Dios, en el martirio. Por eso Jesús es el modelo de
confianza en Dios, hasta la muerte, con la lógica de las bienaventuranzas:
“Bienaventurados seréis cuando os injurien, persigan y, mintiendo, digan todo mal
contra vosotros por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será
grande en los cielos. Pues también persiguieron a los profetas antes que a vosotros”
(Mt 5, 11-12).
La bienaventuranza del cristiano, del creyente, del llamado, se basa en la confianza en
una promesa. Los que son declarados “dichosos” en las bienaventuranzas no lo son en
virtud de su situación, sino como consecuencia de la voluntad de Dios, su promesa, de
reservarles el reino.
En la semana vocacional que presentamos bajo el lema “Confía”, se pueden desarrollar
todos estos aspectos, que sin duda nos pueden ayudar a tomar conciencia de lo que
supone la base de toda vida creyente: Dios ha confiado en mí creándome y confía en
mí dándome una historia en la que desarrollar un proyecto. Ahora la cuestión se
convierte en la respuesta que demos a esta invitación: ¿Confío en Dios como Él confía
en mí?
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