LA RESPONSABILIDAD DE LOS ESTADOS Y DE LOS INDIVIDUOS EN EL DERECHO INTERNACIONAL Por Nelson Socha M1. 1. La responsabilidad de los Estados: algunos antecedentes2. Hasta mediados del siglo XIX la doctrina jurídica había casi ignorado el tema de la responsabilidad de los Estados. Sólo se habían hecho reflexiones aisladas sobre la responsabilidad a propósito de aspectos particulares del derecho internacional. Este tema entrañaba especial dificultad dada la idea imperante sobre el estado la cual tendía a colocarlo por encima de las realidades humanas y del derecho. Hasta ese momento las referencias particulares al tema de la responsabilidad de los estados se circunscribía temas específicos como las causas justas de la guerra, las represalias, el arreglo pacífico y los derechos y deberes de los Estados, entre otros temas. A lo largo del siglo XIX se elaboraron normas sobre responsabilidad internacional por parte de los tribunales de arbitramento que operaron en diversas clases de conflictos sobre todo en materia económica. La doctrina empieza a hacer una sistematización dogmática de las instituciones internacionales en materia de responsabilidad, donde se va evolucionado de concepciones basadas en la culpa y otros principios del derecho civil hacía la constatación objetiva de la violación. En 1840 el juez alemán Heffter publica su obra “El derecho internacional europeo en el presente” donde se intenta el primer análisis doctrinal de los principios de la responsabilidad internacional. Triepel publica su obra en 1899, y culmina este período con el aporte fundamental de Dionisio Anzilotti en “Teoría Generale de la responsabilità dello in diritto internazionale”, allí se plasmó la práctica de la época y se abandonó en definitiva cualquier idea de culpa y de punición en la responsabilidad internacional. La Conferencia Internacional celebrada en La Haya en 1930 para codificar el derecho internacional no logró su objetivo con el tema de la responsabilidad internacional. En la 1932, en el curso de la Academia de derecho internacional de la Haya, Hans Kelsen propone reintroducir la concepción de la “criminalización” de la responsabilidad internacional. Luego las atrocidades del Segunda Guerra, inspiraron los principios de Nüremberg y el inicio de una responsabilidad criminal internacional. Sir Hersh Lauterpacht introduce esta noción en la obra titulada “International Law. A treatise”. En 1949, el tema fue incluido para ser codificado por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas. Desde entonces el tema ha estado sometido a estudio de dicha Comisión. En 1967 los trabajos derivan a considerar sólo la responsabilidad de los estados, se abandonó la de otros sujetos del derecho internacional, como la de las organizaciones internacionales, y no se consideró la responsabilidad de los individuos. Ello se explica porque en ese momento también se encontraba en elaboración el proyecto de crímenes contra la paz y la seguridad. 1 El autor es abogado miembro del equipo de la Corporación Viva la Ciudadanía Cfr. Rodríguez Carrión, Alejandro. “Lecciones de Derecho Internacional Público”. Madrid.Tecnos. 2002, Pp. 317 y ss. Aurelio Pérez Giralda. “El Proyecto de la Comisión de Derecho Internacional sobre responsabilidad de los estados, al final del camino” Conferencia en la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia. 2001. www. reei.org 2 Fruto de este trabajo, el proyecto de 1980 reconceptualiza la responsabilidad para definirla en términos puramente objetivos al prescindir del elemento daño, según consta en el artículo primero que sobrevivió a todas las reelaboraciones posteriores. El largo proceso de elaboración estuvo atravesado por la tensión entre dos visiones opuestas en materia de responsabilidad internacional, la bilateralista y la comunitarista. Tras cuarenta y seis años de labores, cinco relatores y treinta y dos informes, en 2001 la Comisión de Derecho Internacional (CDI) presentó a la Asamblea General un Proyecto de 59 artículos sobre la responsabilidad internacional de los Estados por hechos internacionalmente ilícitos, el cual fue incorporado a una resolución declaratoria de la Asamblea General ( 56/83 de 2001). El nivel de disenso en muchas materias no permitió la convocatoria a una conferencia internacional para aprobar un instrumento vinculante y por esta razón el documento fue aprobado mediante un instrumento declarativo. 2. Principios sobre la responsabilidad internacional de los Estados3. La Resolución 56/83 de Asamblea General cumplió parcialmente la función de codificar los principios y normas consuetudinarias en materia de responsabilidad internacional de los Estados. Aspectos importantes no alcanzaron consensos para ser incluidos y otros constituían aspectos de desarrollo progresivo y no una simple recopilación codificadora. Aún así, se recogen importantes principios y normas en materia de responsabilidad internacional de los Estados. Se exponen a continuación los principales principios y normas contenidos en dicho instrumento. 2.1 Todo hecho internacionalmente ilícito genera responsabilidad. El artículo del proyecto de código sobre la responsabilidad de los Estados aprobado en la mencionada Resolución 56/83 (en adelante proyecto de código) estableció en su artículo primero “que todo hecho internacionalmente ilícito de un Estado da lugar a la responsabilidad internacional de éste”. Con lo cual uno de los principios más profundamente arraigados en la práctica y en la jurisprudencia internacionales encontró expresión concreta. Según esto todo comportamiento de un Estado, toda acción u omisión atribuible a un Estado que el Derecho internacional califique como jurídicamente ilícito, origina la responsabilidad internacional del Estado. Dicho principio había encontrado lugar en la jurisprudencia de la Corte Permanente de Justicia Internacional cuando sostuvo en su sentencia relativa al asunto de la Fábrica de Chorzow: «es un principio de Derecho internacional, e incluso un concepto general del Derecho, que cualquier incumplimiento de un compromiso entraña la obligación de efectuar una reparación» (CIJ., Serie A, n.° 17, 1928, p. 29), (Citada por Carrillo Salcedo). En la existencia de dicha norma radica la existencia misma del ordenamiento jurídico internacional y de ella deriva el carácter jurídico de las obligaciones de los sujetos internacionales. La negación del principio de responsabilidad internacional reduciría a la nada al Derecho internacional, ya que se negaría igualmente la obligación de los sujetos internacionales de comportarse de conformidad con las normas jurídicas internacionales. El ordenamiento internacional, si quiere serlo y quiere ser derecho, requiere un principio jurídico de responsabilidad, este principio afirma la existencia de dicho 3 Cfr. Carrillo Salcedo, Juan Antonio. “Curso de Derecho Internacional Público”. Madrid. Ed. Tecnos. 2001. Pp. 179 y ss.; Rodríguez Carrión. Op.Cit. Pp. 319 y ss. ordenamiento y responde a la necesidad de que los Estados observen y cumplan reglas de conducta en sus relaciones. En la práctica de las relaciones internacionales, en esta norma abstracta y en muchas normas especiales, este principio se encuentra vigente. Como consecuencia de ello los miembros de la comunidad internacional y todos los Estados pueden actuar con la convicción de que si un Estado cualquiera ha incumplido una obligación internacional y ha cometido un hecho internacionalmente ilícito, aquellas pueden pretender hacer valer las consecuencias de una responsabilidad internacional (artículo 1º.). De otro lado los hechos lícitos también generan responsabilidad internacional, la llamada responsabilidad objetiva, la cual requiera siempre del elemento daño y por lo tanto puede entrañar la obligación de reparar. En este caso, al no mediar con anterioridad una obligación los hechos adquieren relevancia jurídica por la existencia del daño el cual da pie a la deducción de la reparación. Por su parte los hechos ilícitos no siempre produce daño sobre bienes de otro Estado pero siempre producen responsabilidad internacional. Son cada vez más las obligaciones existentes en derecho internacional referidas al trato de los propios nacionales, donde se protegen valores generales de la comunidad internacional, como sucede por ejemplo con los tratados de derechos humanos y los convenios internacionales del trabajo de donde no se deducen daños para los demás estados. 2.2 Hecho atribuible a un Estado. El hecho ilícito se atribuye como perteneciente o realizado por la persona jurídica del Estado. Pero no se habla de imputación dado que este término se reserva para la vinculación con los hechos de manera más personal, como en la imputación en derecho penal. Atribuido el hecho al Estado surge el deber de cesar en el hecho, dar seguridades de no repetición, y la obligación de reparar. 2.3 Irrelevancia de la licitud o ilicitud del hecho en el ordenamiento interno. Ello es así, tanto en posición activa como pasiva. Un estado, recurriendo a su propio derecho, no puede pretender deducir responsabilidad internacional de otro estado; de la misma manera ningún estado puede alegar normas de derecho interno para sustraerse de sus obligaciones internacionales. (art. 3º de la Res.) Este principio se encuentra afirmado desde hace décadas en la jurisprudencia de la Corte Internacional de justicia en diversos casos. Tal exclusión de eximentes basados en el derecho interno, configura un dualismo radical entre las normas de derecho interno y las del derecho internacional, que contrasta con el dualismo moderado de la Convención de Viena sobre la nulidad de los tratados cuando violan manifiestamente normas esenciales del derecho interno. 3. Elementos constitutivos del hecho internacionalmente ilícito. Los elementos constitutivos del hecho ilícito son el elemento subjetivo o el comportamiento atribuible al un Estado, y el elemento objetivo o violación de la obligación de derecho internacional. Si falta alguno de estos elementos no surge la situación que da lugar a una responsabilidad internacional (art. 2º.). 3.1 Elemento subjetivo o comportamiento atribuible al Estado Esto quiere decir que al Estado como persona jurídica se le atribuye la responsabilidad por hechos que involucran acciones, decisiones u omisiones de su propios órganos (art. 4º.) Esto se da porque el Estado es directamente responsable de sus hechos ilícitos ante el derecho internacional, o porque resulte implicado en el hecho ilícito de otro Estado. Para la Corte Internacional de justicia es una norma bien establecida y de carácter consuetudinario que el comportamiento de cualquier órgano del Estado debe considerarse como un acto de ese Estado. Se consideran, también, hechos del Estado los comportamientos de personas o entidades que no siendo órganos del Estado ejercen atribuciones del poder público (art. 5). Además se establece un presunción de actuación en calidad de órgano del Estado para los agentes del Estado aunque exceda su competencia o contravenga las instrucciones (art. 7º). En otros casos, personas particulares y actividades privadas pueden comprometer la responsabilidad del Estado cuando de hecho actúa por instrucciones o bajo la dirección o el control de ese estado (art. 8). También se compromete la responsabilidad de Estado cuando personas o grupos ejercen de hecho atribuciones del poder público en ausencia o en defecto de las autoridades oficiales y en circunstancias que requieran del ejercicio de tales atribuciones (art. 9). De otro lado hechos por completo particulares generan responsabilidad para el Estado, si estos fueron posibles por la omisión o negligencia de este y pudo con su acción haberlos evitado. De todas forma se mantiene el principio de no responsabilidad del Estado por todos los hechos que se cometan en su territorio (Corte Internacional de Justicia, Asunto del estrecho de Corfú), pero su responsabilidad comienza si se establece que no prestó debida vigilancia, o si ocurrido el hecho no ha mostrado diligencia para su represión. Fuera de lo anterior, se consideran hechos del Estado todos los que el Estado reconozca y acepte como propios (art. 11). Se consideran hechos del Estado el comportamiento de un órgano perteneciente a un movimiento insurreccional que llegué a convertirse en el nuevo gobierno del Estado (art 14). Respecto al resultado final de la insurrección las normas consideran tres supuestos: en primer lugar, que el movimiento insurreccional es derrotado, en cuyo caso el gobierno no será tenido por responsable de los hechos ilícitos realizados por el movimiento, por tratarse de una situación que escapaba a su control y ante la que realizaba acciones para tratar de controlar. En segundo lugar, se da la victoria final del movimiento insurreccional y se constituye en el nuevo gobierno del Estado, se da una continuidad del Estado, y el nuevo gobierno asume la responsabilidad de los hechos atribuibles al gobierno derrocado, más los hechos internacionalmente ilícitos atribuibles al movimiento insurreccional. En tercer lugar, el movimiento insurreccional se constituya en gobierno de un nuevo Estado en parte del territorio, sea merced a la secesión de dicha porción del territorio o logrando la cesación del dominio colonial sobre este; el gobierno del nuevo Estado será responsable de los hechos internacionalmente ilícitos cometidos en el territorio del nuevo Estado con anterioridad a su triunfo atribuibles al movimiento insurreccional; el gobierno del Estado en cuyo territorio se ha producido la secesión o la de la potencia colonial será igualmente responsable de los hechos ocurridos en la totalidad del territorio originario y que le fueran atribuibles al mismo. Un Estado puede ser responsable de los hechos internacionalmente ilícitos realizados por los órganos de otro Estado, pudiendo distinguirse cuatro supuestos diferentes: a) Que los hechos hayan sido realizados por los órganos a su disposición por otro Estado (art. 6). En este caso la capacidad de decisión sobre el órgano debe tenerla el Estado receptor para eximir al primer Estado de responsabilidad en la medida en que escapa de los controles y las instrucciones de éste. b) Que un Estado preste ayuda o asistencia a otro Estado en la comisión de un hecho internacionalmente ilícito, cuando el Estado que presta la ayuda o asistencia (art. 16) 1o hace con conocimiento de las circunstancias del hecho y además este hecho sería igualmente ilícito si lo cometiera el Estado que presta la ayuda o asistencia. c) Un Estado que dirige y controla a otro Estado es responsable de los hechos ilícitos realizados por los órganos del Estado que es dirigido y controlado (art. 17). De la misma forma un Estado es responsable de los hechos internacionalmente ilícitos de otro Estado que actúa coaccionado por el primero (art. 18). d) No es posible establecer de manera clara la ocurrencia de la figura de la inducción a actos ilícitos por tratarse de entidades soberanas y por tratarse de personas jurídicas, pero si es posible aceptar la figura cuando hace referencia a la inducción de un Estado en relación con personas o grupos de personas. 3.2 La violación de una obligación internacional o elemento objetivo De acuerdo con el artículo 12 del proyecto de Código es necesario establecer el elemento objetivo del ilícito constituido por la violación de una obligación internacional. La violación de una obligación internacional se produce cuando la conducta del Estado no está conforme con lo que de él exige una obligación internacional. Dicho artículo habla de violación de una obligación internacional, independientemente del origen de esta obligación, significando con ello que da igual que el fundamento de la obligación se encuentre en una norma convencional, consuetudinaria, en un principio general del derecho o, incluso, en un acto unilateral del Estado. No tiene cabida en el derecho internacional una figura similar a la responsabilidad extracontractual del derecho interno, tampoco se les aplica a los Estados la diferencia entre responsabilidad penal y responsabilidad civil. Con relación al tiempo, se establece en el proyecto (art. 13) que el Estado debe hallarse vinculado por dicha obligación en el momento en que se produce el hecho. Se trata de una garantía contra la aplicación retrospectiva o retroactiva del derecho, y una correcta aplicación de las normas que eviten inseguridad jurídica y vulneración de derechos adquiridos. El proyecto diferencia entre hechos internacionalmente ilícitos de carácter continuo y consumado. En el supuesto de un hecho de carácter no continuo, es decir, que se consuma con su realización, la violación de la obligación «tiene lugar en el momento en que se produce el hecho, aunque sus efectos perduren» (art. 14.1) y en ese momento preciso hay que verificar la vigencia de la obligación. De otra parte, en los hechos ilícitos de carácter continuo la violación «se extiende durante todo el tiempo en el cual el hecho continúa y se mantiene su falta de conformidad con la obligación internacional» (art. 14.2), en este caso no incide el que los efectos del hecho ilícito continúen. La violación puede tener carácter compuesto o simple (art. 15.1), es decir puede darse mediante una serie de acciones u omisiones, definidas en su conjunto como ilícita, y la violación tiene lugar cuando se produce la acción u omisión que, tomada con las demás acciones u omisiones, es suficiente para constituir un hecho ilícito. Cualquier intento de codificar y desarrollar progresivamente la responsabilidad internacional tenía que hacer referencia a la cuestión de la incidencia de la violación de una obligación de carácter universal, es decir con efectos erga omnes, y por lo tanto especialmente grave en materia de responsabilidad internacional. Una completa regulación de la materia no fue posible, pero se aprobó el artículo 40 donde se contempla un capítulo especial para la responsabilidad internacional generada por una violación grave por parte de un Estado de una obligación que emane de una norma imperativa de derecho internacional general. Donde se considera violación grave si implica el incumplimiento flagrante o sistemático de la obligación por el Estado responsable. El proyecto no pudo hacer la enumeración de esas normas imperativas, ni siquiera a modo de ejemplo. En consonancia con la idea de obligaciones erga omnes, los artículos 42 y 48.1 proveen la invocación de la responsabilidad por un Estado que no haya sido directamente lesionado por la violación de la obligación y en el artículo 41 se establece que la violación grave de este tipo de obligaciones tiene consecuencias jurídicas para todos los Estados de la comunidad internacional. 4. Consecuencias del hecho internacionalmente ilícito. El Proyecto establece un marco general para regular la relación de responsabilidad, es decir, la situación en la cual se desarrollan las consecuencias del ilícito (arts. 28-39). Las normas de este marco general deben aplicarse en caso de no existir norma especial (lex especialis) aplicable al caso, de la misma manera sus vacíos pueden ser llenados con la aplicación de otras normas de Derecho internacional en materia de responsabilidad (art. 56). Cuando se trata de violaciones graves de obligaciones emanadas de normas imperativas de Derecho internacional general, además de las consecuencias normales de la violación de una obligación, se derivan consecuencias para todos los Estados de la comunidad internacional (art. 41), las cuales pueden ser cooperación para poner fin a la violación, no prestación de ayuda o asistencia para su mantenimiento, ni reconocimiento de la situación creada. La existencia de un hecho internacionalmente ilícito no afecta la continuidad de la obligación (art. 29). Ello se expresa en la exigencia del cese de la violación de la obligación y las garantías de no repetición, lo cual da cuenta de la continuidad de la obligación pese a su violación. En esta misma dirección la violación de una obligación por una de las partes no la exime de su cumplimiento en el futuro, pero puede dejar en manos del Estado lesionado la decisión de tomar la contramedida, en caso de ser posible, de dar por terminado el tratado. 4.1 Obligación de poner fin al hecho. Tratándose una situación ilícita y lesiva, la primera consecuencia es el cese de la actividad lesiva es la primera consecuencia lógica de la determinación de la existencia de un hecho internacionalmente ilícito. 4.3 Obligación de ofrecer seguridades y garantías de no repetición. La solicitud y el ofrecimiento de garantías y seguridades de no repetición constituye una de las conductas exigidas por los Estados ante los hechos ilícitos de otros Estados. 4.4 Obligación de reparar integralmente. La reparación integral es una forma de resarcimiento en la que la reparación debe borrar, en la medida de lo posible, todas las consecuencias del acto ilícito y establecer la situación que hubiera existido si dicho acto no hubiera sido cometido (art. 31). Por supuesto que ello depende de que el restablecimiento de la situación anterior resultara posible y que no entrañe una carga desproporcionada con relación al beneficio que se recibiría con ello comparándolo con la indemnización (art. 35). Se entiende dentro del perjuicio todo el daño material, como moral causado por el ilícito. 4.5 Reparación por equivalencia o indemnización. Cuando es imposible restituir la situación anterior al hecho, tiene lugar la reparación por equivalencia o indemnización. La indemnización debe cubrir todo daño susceptible de evaluación financiera, incluido el lucro cesante (art 36). Pero en los casos de daño solamente moral, la reparación moral o satisfacción puede resultar suficiente, y este puede consistir en un reconocimiento de la violación, una expresión de pesar, una disculpa formal, o cualquier otra modalidad adecuada, pero se aclara que no deberá ser desproporcionada con relación al perjuicio y no adoptará formas humillantes para el estado responsable (art. 37). En las relaciones internacionales constituyen formas usuales de satisfacción la simple declaración de un tribunal de haberse producido la violación de la obligación o el propio reconocimiento del Estado autor de haber cometido un hecho internacionalmente ilícito y la presentación de disculpas verbales o escritas. 5. Responsabilidad del Estado por violaciones a los derechos humanos4 Dada la irrupción de individuo en el derecho internacional como sujeto de derechos, es decir, como destinatario de obligaciones estatales, en materia de tratados de derechos humanos se yuxtaponen dos tipos de relaciones, de un lado, la relación de los Estados con los individuos nacionales o extranjeros, y del otro las relaciones de los estados entre sí y con toda la comunidad internacional. Por tal razón se ha dicho en forma reiterada que las obligaciones dimanadas de dichos tratados constituyen obligaciones erga omnes y de acuerdo con ellos el Estado es el único responsable, y el individuo es un sujeto pasivo destinatario de la norma y de las acciones de reparación que determinen las instancias internacionales creadas en ellos. La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sido reiterativa en que los Estados acusados de violaciones a los derechos humanos concurren a la Corte como sujetos del derecho internacional de los derechos humanos y no como sujetos de acción penal, y el objeto de los procesos es deducir la responsabilidad del Estado y en caso darse, amparar a las víctimas y ordenar las reparaciones que fueren necesarias. De los tratados de derechos humanos se deriva la obligación general o primaria de respetar y proteger los derechos de las personas contra acciones u omisiones que pueda entrañarles violaciones a tales derechos; tratándose de una obligación erga omnes, la sola situación de la violación acarrea per se o ipso facto la relación de responsabilidad del Estado, sin entrar a considerar la existencia del daño o de la culpa. Se trata de una interpretación que parte de considerar que la obligaciones de Estado en esta materia constituyen una obligación objetiva o absoluta. Por su parte, la obligación de reparar, una vez se haya deducido una responsabilidad internacional del Estado, constituye una obligación secundaria o derivada. En cuanto a los elementos de la situación de responsabilidad estatal, el elemento objetivo o la conducta ilícita del Estado es, de acuerdo con la jurisprudencia de la CIDH, toda forma de ejercicio del poder público que viole estos derechos, es decir, se debe determinar si la violación resulta de la inobservancia de las obligaciones de “respetar” y “garantizar” tales derechos. 4 Cfr. Del Toro Huerta, Mauricio Iván. “La Responsabilidad del Estado en el marco del derecho Internacional de los Derechos Humanos”. www.bibliojurídica.org/libros. En esta medida le son atribuibles al Estado las violaciones derivadas de actos de sus órganos internos, ejecutivos, legislativo y judicial, sean federales o locales, lo mismo de sus funcionarios independientemente de su rango, sin consideración al carácter legal o ilegal de tales actos en el derecho interno. También le son atribuibles al Estado los actos violatorios de personas privadas o particulares que de hecho actúen por encargo o con complacencia de un gobierno o de otros órganos del Estado, o cuando exista negligencia en la prevención, represión y/o reparación de la violación. Respecto al elemento subjetivo de la responsabilidad, la CIDH ha enfatizado los criterios de unidad del Estado en sus componentes territoriales y orgánicos, de un lado, y la continuidad del Estado en sus sucesivos gobiernos, del otro. También ha indicado que la responsabilidad se da por las acciones u omisiones del cualquier poder u órgano independientemente de su jerarquía. Los órganos legislativos del Estado pueden dar lugar a responsabilidad internacional del Estado cuando dictan medidas que violen los derechos y libertades reconocidos en las convenciones sobre derechos humanos, y cuando omitan las medidas necesarias para adecuar el derecho interno a las obligaciones internacionales contraídas. En algunos casos la expedición de algunas normas constituye una violación per se de la Convención, tan evidente y contundente, que hace parte de la reparación y de la continuidad en las obligaciones contraídas retirar dichas normas de los ordenamientos jurídicos internos. En caso de actos judiciales del Estado se reconocen varios supuestos en el cual se puede producir la violación de las obligaciones internacionales. Esta se puede dar por actos o decisiones judiciales incompatibles con una normas internacional de derechos humanos, los cuales pueden ser violaciones en el contenido de la decisión judicial o violación al debido proceso en el trámite. Otra situación que da lugar a violación es la denegación de justicia o violación del derecho de acceso a ella. 6. Responsabilidad por violaciones al derecho internacional humanitario5. El derecho internacional humanitario se aplica cada vez más contra personas concretas, y al mismo tiempo en beneficio de personas individuales, y en este medida ha sido y puede ser objeto de acciones judiciales y punitivas por parte de tribunales internacionales o de tribunales nacionales en actuaciones a nombre de la humanidad como ser verá en el acápite correspondiente dichos tribunales y a la jurisdicción universal. Esta búsqueda de las responsabilidades individuales no quiere decir que el derecho internacional humanitario no siga siendo parte del primer estrato del derecho internacional que se aplica entre Estados. En las estructuras normativas primarias o tradicionales se pueden atribuirse infracciones a Estados, por lo cual las medidas para poner término, reprimir y corregir esas violaciones del derecho se dirigen contra el Estado responsable de ellas. 5 Cfr. Revista Internacional de la Cruz Roja. No. 846. Marco Sassòli: “La responsabilidad del Estado por violaciones al derecho internacional humanitario”. Las consecuencias interestatales de las infracciones se encuentran expuestas también en normas sobre la responsabilidad de los Estados que fueron codificadas por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas en el 2001 y que fueron aprobadas mediante resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2001, como ya se vio. Esta codificación de las llamadas normas secundarias de derecho internacional resulta aplicable a todas las violaciones de todas las normas primarias, excepto que exista norma especial aplicable al caso. En esta medida la codificación aporta importantes elementos para hacer aplicable el derecho internacional humanitario, aunque, también hay que decirlo, el derecho internacional humanitario prevé lex specialis para muchas materias. Muchos mecanismos propios de derecho internacional humanitario detallan o modifican normas generales sobre la responsabilidad del Estado y que sólo pueden comprenderse en el marco de dicho derecho. Esto no obsta para que los mecanismos generales contribuyan también a su observancia. Los tribunales internacionales han aplicado normas generales sobre la responsabilidad del Estado para atribuir o no ciertas violaciones del derecho internacional humanitario a un Estado en particular, lo cual ha sido benéfico para su aplicación ya que si se sostuviera que el derecho internacional humanitario sólo puede aplicarse por sus propios mecanismos, esta rama del derecho sería menos obligatoria y tendría grandes deficiencias. La Comisión de Derecho Internacional ha abandonado el concepto de sistema autónomo de derecho para el derecho diplomático y para el derecho internacional humanitario. Sin embargo tales ámbitos del derecho internacional guardan sus propias especificidades de tal manera que ellos deben garantizar un mínimo de contactos entre los Estados, independientemente del avance o retroceso de las relaciones entre los Estados involucrado en un eventual conflicto. Son varios las normas especiales que especifican situaciones en el ámbito del derecho internacional humanitario y que se diferencian de la codificación general en materia de responsabilidad de los Estados. Por razones del espacio se recurre a mencionar por vía de ejemplo como en el derecho internacional humanitario están totalmente prohibidas las contramedidas consistentes en conductas que afecten a las víctimas de la guerra, las cuales, a su vez, están permitidas de manera general en la codificación, pero se impone el criterio de la ley especial y sólo resultan aplicables la disposición del derecho internacional humanitario. De otro lado por ley especial los Estados asumen la responsabilidad del comportamiento de los miembros de sus fuerzas armadas, incluso cuando éstos actúan a título particular, cuando esto no esta contemplado en las normas generales sobre responsabilidad Cada vez menos los Estados son los únicos actores en la escena internacional y menos aún en los conflictos armados. Las normas sobre la responsabilidad del Estado codificadas se dirigen a los Estados, por ello el impacto de estas nuevas normas en la búsqueda de un mayor respeto del derecho internacional humanitario no debería sobreestimarse, en especial si se las compara con el desarrollo notable de los mecanismos de prevención y represión dirigidos a individuos. Dicha codificación, sin embargo, clarifica muchas cuestiones importantes sobre la aplicación del derecho internacional humanitario y, por lo tanto, pueden contribuir a mejorar la protección de las víctimas de la guerra por parte de los Estados. En la dura realidad de muchos conflictos actuales, los Estados siguen desempeñando un importante papel directo o indirecto. Las nuevas normas no permiten excusarse con argumentos como la "mundialización", "Estados en quiebra" o "elementos incontrolados". En virtud de las normas generales sobre atribución de hechos ilícitos contenidos en la nueva codificación su responsabilidad no puede ser soslayada. Además, las infracciones tienen consecuencias no sólo humanitarias para las víctimas, sino también jurídicas para el Estado responsable, fuera de esto mediante mecanismos combinados del derecho internacional humanitario y de las normas generales sobre la responsabilidad de los Estados, todos los demás Estados están facultados y obligados a actuar cuando se cometen esas violaciones, y para ello pueden acudir instituciones mundiales y zonales. La codificación sobre la responsabilidad del Estado, aplicado a violaciones del derecho internacional humanitario, nos recuerda que todos los Estados pueden reaccionar lícitamente y aclara, en cierta medida, lo que los Estados deberían hacer en derecho. Si bien la voluntad política es necesaria, la necesidad de respetar y hacer respetar el derecho internacional humanitario cada vez más no es un asunto de política, sino más bien de derecho. 7. Responsabilidad Internacional Penal de los individuos. 7.1 Los tribunales de la post-guerra. Dado el un conjunto de tratados sobre derechos humanos y libertades fundamentales, son las personas, hace un tiempo, destinatarias centrales de principios, normas, y mecanismos de protección de bienes fundamentales. Tal cúmulo de derechos no basta para hacer de las personas sujetos de derecho internacional, para ello que sea así se requiere que sean dotadas de la capacidad para actuar ante instancias internacionales (capacidad activa) y que pueda ser sujeto de responsabilidad internacional por sus actuaciones (capacidad pasiva). Son varias las experiencias e instituciones que el desarrollo del derecho internacional integró para la búsqueda de la responsabilidad internacional penal del individuo. De un lado los Tribunales de la post-guerra, los tribunales ad-hoc de los años 90s, la Corte Penal Internacional establecida en el Estatuto de Roma de 1998, y la jurisdicción universal. En la historia del derecho internacional la capacidad pasiva del individuo para ser responsable por actos contra el derecho internacional apareció primero que la capacidad activa, pero la evolución de la capacidad pasiva ha sido más lenta. Primero surgieron los tratados internacionales de derechos humanos y derecho internacional hmanitario y sólo posteriormente surgieron los tribunales que pudieran aplicar dicho derecho. En el siglo XX, el tratado de Versalles consagró por primera vez en 1919, la posibilidad de castigar los criminales de guerra de la Primera Guerra mundial y de manera concreta al Kaiser de Alemania Guillermo II. En esta oportunidad tal cometido no pudo ser llevado a cabo pero constituyó un importante precedente en el derecho internacional. Tras la Segunda Guerra, en agosto de 1945, esta situación experimento un cambio radical, las potencias aliadas firmaron un acuerdo para el procesamiento y posible castigo de los mayores criminales de guerra de las potencias europeas del Eje. Se buscaba conocer la responsabilidad individual por crímenes contra la paz, crímenes de guerra, y crímenes contra la humanidad. Para esto se instituyó el Tribunal de Nüremberg y el Tribunal de Tokio. Se trató de un Tribunal de vencedores, con jueces nombrados por ellos, lo cual les indicaba una finalidad en sus actuaciones, y los limitaba al no poder investigar a los crímenes cometidos por autoridades de sus propios países. Dicho Tribunal también ha sido cuestionado por no atenerse a los principios penales de la legalidad previa en materia de delitos y de penas. Si bien tales cuestionamientos aciertan en materia específica no alcanzan a descalificar el papel del Tribunal de Nüremberg. Se dicho respecto a los cuestionamientos que los crímenes de guerra se encontraban suficientemente tipificados en los tratados que regulan las armas y usos de la guerra, y que en dichas normas no es posible establecer normas concretas sobre punibilidad dado el disímil tratamiento en materia de penas que cada Estado aplica. Este Tribunal afirmó que el individuo también es destinatario de los deberes y normas del derecho internacional y que los crímenes contra el derecho internacional son cometidos por hombres concretos. 7.2 La jurisdicción universal de los tribunales ordinarios de los Estados. Al lado de la experiencia de estos tribunales de vencedores, se estableció la primera etapa de la institución conocida como jurisdicción universal, la cual en principio, se ocupaba de crímenes también cometidos en la segunda guerra. Más adelante algunos tratados internacionales establecieron una competencia universal permanente para conocer de ciertas conductas. Mediante este figura los tribunales ordinarios de las potencias Aliadas comenzaron a ejercer en nombre de la comunidad internacional la jurisdicción universal con respecto a los crímenes de lesa humanidad y de guerra cometidos durante la Segunda Guerra Mundial fuera de sus territorios y contra personas que no eran ciudadanos suyos ni residentes en esos territorios. Más adelante algunos Estados mantuvieron en virtud de su derecho interno la jurisdicción universal sobre tales delitos. En cincuenta años Australia, Canadá, Israel y el Reino Unido ejercieron alguna vez tal jurisdicción, y lo hicieron únicamente respecto a crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Más adelante el ejercicio de la jurisdicción universal sobre delitos graves comprendidos en el derecho internacional cometidos con posterioridad a la guerra ha sido limitado, aun cuando casi todos los Estados son partes en al menos cuatro tratados que conceden a los Estados Partes jurisdicción universal sobre delitos internacionales. Sin embargo hay que señalar unos cuantos usos notables y paradigmático de dicho facultad judicial en los últimos años, que no alcanza a consolidar, de todas formas una tendencia fuerte en el comportamiento de los Estados. Hoy día puede decirse que la jurisdicción universal es una institución en crisis en el derecho internacional, luego de algunas reformas legales regresivas en Bélgica y Alemania. La idea de soberanía predominante hacía que los tribunales de un Estado sólo tuvieran jurisdicción sobre las personas que habían cometido un crimen en su propio territorio. Con el paso del tiempo y la evolución del derecho internacional se ha ido reconociendo que los tribunales pueden extender sus competencias hacía una jurisdicción extraterritorial, mediante diversos instrumentos legales. Según una definición muy común, el principio de universalidad se basa en la suposición de que algunos crímenes son condenables de manera tan universal, que sus autores son enemigos de toda la humanidad y, por lo tanto, cualquier nación que arreste a los autores puede castigarlos de conformidad con su legislación aplicable a esos crímenes. Con arreglo a este principio, todo Estado tiene derecho a apresar y juzgar a una persona por determinados crímenes definidos internacionalmente. La aplicación de la jurisdicción universal, que es en derecho internacional una excepción al principio general de jurisdicción territorial, fue reconocida inicialmente para los crímenes como piratería y comercio de esclavos. Desde entonces, el principio se ha extendido y se aplica también a los crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y crímenes de genocidio. Disposiciones relativas a la jurisdicción universal con respecto a los graves crímenes de guerra son claramente reconocidas por lo que atañe a las infracciones graves contra los cuatro Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 y del Protocolo adicional I del 8 de junio de 1977. Las legislaciones nacionales desde entonces, conforme a los Convenios de Ginebra, aprobaron leyes en las que conceden a sus propios tribunales la jurisdicción universal con respecto a los crímenes de guerra. En la mayoría de los países de la Commonwealth, el mecanismo de represión se ha incorporado en leyes relativas a los Convenios de Ginebra, también, en Canadá (1965) y la India (1960) Otros Estados han aprobado leyes en las que se prevé la jurisdicción universal con respecto a los crímenes de guerra sin referencia alguna a los Convenios de Ginebra. Algunos Estados incluso han otorgado a sus tribunales la jurisdicción universal cuando se trata de crímenes de guerra perpetrados en los conflictos armados no internacionales. La elaboración de leyes nacionales ha permitido a los tribunales locales juzgar a los presuntos criminales de guerra basándose en la jurisdicción universal, particularmente, en casos de la Segunda Guerra Mundial y los conflictos armados en ex Yugoslavia o en Ruanda. Con respecto a los crímenes de lesa humanidad, a diferencia de las infracciones graves contra los Convenios de Ginebra de 1949 o del genocidio, no se ha incorporado en tratado alguno la definición ni el reconocimiento del principio de jurisdicción universal. Sólo el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional vino a fijar de manera clara el contenido normativo de los delitos de lesa humanidad. El crimen de apartheid ha sido reconocido por más de cien Estados Partes como crimen de lesa humanidad (Art.. I) y con lugar para el ejercicio de jurisdicción universal (Art. IV). La Convención de 1984 contra la tortura, establece que los casos más graves pueden incluirse en la categoría de crímenes contra la humanidad. Ahora bien, como la tortura como acto aislado está sujeta a la jurisdicción universal, es lógico deducir que la practica generalizada y sistemática de la tortura - o sea, la tortura como crimen contra la humanidad - está sujeta, también, al principio de jurisdicción universal. Algunos especialistas opinan que los crímenes de lesa humanidad, al igual que los crímenes de guerra, son en principio delicta juris gentium (expresión utilizada por el tribunal en el caso Eichmann), y por lo tanto todos los Estados deben tener interés y obligación en castigarlos. Con respecto al crimen de genocidio, se ha considerado a menudo como la forma más grave de crimen de lesa humanidad. Frecuentemente en las legislaciones nacionales no se hace distinción entre estos dos tipos de delitos, se estima que el crimen de genocidio es una forma particular del crimen contra la humanidad. Este crimen se sitúa, pues, en el mismo nivel que los otros dos tipos de infracciones contra el derecho internacional, con lo cual se abre camino a la jurisdicción universal para prevenir la impunidad sobre delitos de la mayor preocupación por parte de la comunidad internacional. Es así como en el artículo 6 de la Convención contra el Genocidio se prevé la competencia de un tribunal penal internacional encargado de juzgar este tipo de delito, además de la competencia de la jurisdicción territorial. Así mismo, la Convención no impide explícitamente a terceros Estados que, basándose en la jurisdicción universal, enjuicien a personas sospechosas de haber cometido crímenes de genocidio. Por esta razón y por tratarse de un crimen de derecho consuetudinarios, además de la competencia territorial, es posible predicar la competencia de la jurisdicción universal. Muchos Estados que han aprobado leyes sobre el genocidio también han concedido a sus tribunales la jurisdicción universal con respecto a las infracciones que corresponden a la definición que figura en la Convención de 1948. 7.3 Los tribunales ad-hoc de la Ex-Yugoslavia y Ruanda En los años 90s, se establecieron dos Tribunales ad-hoc para juzgar los crímenes cometidos en la ex Yugoslavia y Ruanda. Tras la desaparición de ex Yugoslavia la comunidad internacional, por fin sensible a las atrocidades cometidas, aceptó el establecimiento de un Tribunal Penal Internacional para ex Yugoslavia, instituido en virtud de las resoluciones 808 y 827 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobadas los días 22 de febrero y 25 de mayo de 1993. Por otra parte, un segundo tribunal fue constituido para juzgar las violaciones del derecho internacional humanitario cometidas en Ruanda, de conformidad con la resolución 955 del Consejo de Seguridad, del 8 de noviembre de 1994. Estas jurisdicciones son independientes, pero presentan muchas semejanzas e incluso nexos institucionales muy estrechos. Antes de 1993 ya se había propuesto el establecimiento de un tribunal penal internacional para juzgar los crímenes de guerra cometidos por los Estados en Vietnam o para enjuiciar a Saddam Hussein, responsable de la agresión irakí contra Irán . Desde 1993-1994, se han formulado varias propuestas para instituir tribunales ad hoc que juzguen a los criminales de guerra en Chechenia, Burundi o Zaire (actual Congo). Incluso recientemente se previó procesar a Pol Pot, responsable del genocidio camboyano. 7.4 La Corte Penal Internacional El Estatuto de la Corte Penal Internacional es fruto de este largo proceso en la evolución de las normas internacionales. El proceso de decisión política y redacción tardó más o menos unos cincuenta años. Para evitar el ejercicio de justicia de vencedores o la erección de tribunales en órganos ejecutivos o asamblearios de las Naciones unidad , se reafirmó la necesidad de mecanismos de justicia internacional que representarán a toda la comunidad internacional. La evolución en materia de jurisdicción universal y el establecimiento de los dos tribunales ad-hoc han contribuido enormemente en la dirección deseada a pesar de sus limitaciones. La competencia de la Corte es restringida pero resulta notable. Desde los trabajos preparatorios se dijo que se ocupará sólo de los “crímenes más graves, de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto”6 (preámbulo y artículos. 1º y 5º.). Dicha competencia se circunscribe a cuatro (4) clases de conductas, a saber: el crimen de genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra, y el crimen de agresión. En el proceso de discusión y elaboración del Estatuto se consideró la a inclusión de otras conductas, las cuales fueron finalmente descartadas. Se consideró extender la competencia de la Corte delitos como el tráfico de drogas, terrorismo y delitos contra la Naciones Unidas y su personal7. Los delitos relativos a las drogas no se incluyeron, entre otros argumentos, con el criterio de que no tenían la gravedad de los delitos que se quería fueran de competencia de una Corte Penal Internacional y devaluaría el concepto de delitos de su conocimiento y la congestionaría. El delito de terrorismo no se incluyó porque su definición no era precisa. Y los delitos de contra la ONU y su personal, si bien sólo fue eliminada al final del proceso, siempre se manifestaron dudas aludiendo a la inclusión de dichos ataques en otros delitos y a que la situación del personal de las Naciones Unidas en zonas de conflicto no era diferente a la del resto de la población8. En el proceso de elaboración del Estatuto se resolvió, después de un importante debate de expertos, incluir dentro de la competencia del Estatuto conductas proscritas en los tratados internacionales de manera expresa y otras que hacen parte del derecho consuetudinario. Además se exigió que las conducta constituyera una amenaza a la paz y a la seguridad internacionales. El genocidio y los crímenes de guerra están contenidos de manera clara en el derecho internacional existente, con sólidas bases en los tratados y con definiciones suficientemente claras. El crimen de agresión y los crímenes contra la humanidad, existen de tiempo atrás en el derecho internacional pero carecen de bases convencionales y de definiciones uniformes9. Con relación a los delitos de lesa humanidad el Estatuto de la Corte vino a solucionar estas dos falencias. La competencia es restringida por las altas calificaciones de las conductas para entrar en la competencia de la Corte, en efecto el Estatuto (artículos 5 a 8) establece un umbral exigente para que un conducta pueda ser conocida por la Corte. A esto hay que agregar el carácter subsidiario y complementario de la Corte respecto a la jurisdicciones nacionales de los estados parte, la cual conlleva una limitación adicional para las funciones de la Corte en beneficio de la actuación preeminente de las administraciones de justicia estatales. 6 Ambos, Kai. “Hacia el establecimiento de un Tribunal Penal Internacional permanente y un código penal internacional”. En Revista de Derecho Público de la Universidad de los Andes. Número 10. p. 107 * 7 Ibid P.p. 108 y 121. 8 Informe de la Comisión de Derecho Internacional (CDI) citado por Kai Ambos p. 121 y 126. 9 Ibid. P. 109. Con este umbral alto se recoge las opiniones expresadas por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas y por diversos expertos en el sentido de asignar a la Corte una competencia reducida pero significativa, ya que su extensión podía traer dificultades en su aceptación por muchos países, “a mayor cantidad de conductas bajo esa jurisdicción, menor será el número de países que querrán aceptarla”. De tal modo que la competencia de la Corte es “una salida de compromiso entre lo políticamente posible en lo inmediato y los objetivos legales a largo plazo”10. La calificación establecido para el delito de genocidio en el Estatuto, y de acuerdo con la Convención contra este crimen, resulta de los elementos del tipo. Dentro de estos se incluye un dolo específico, que es el objetivo mismo de los atentados contra la vida, la integridad de miembros del grupo o contra las condiciones de existencia del grupo, los cuales deben realizarse dentro del propósito de destruir total o parcialmente al grupo en cuanto tal. Respecto a los crímenes de lesa humanidad, se exige que las conductas para ser calificadas como tales deben ser cometidas como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y que el autor conozca dicho ataque. Esta definición es equivalente a las graves violaciones a los derechos humanos de acuerdo con la doctrina tradicional sobre la materia11. Los crímenes de guerra para entrar bajo la jurisdicción de la Corte se exigirá que se cometa como parte de un plan o política o como parte de la comisión en gran escala de tales crímenes. Y se confecciona un listado de conductas de acuerdo con lo establecido por el derecho internacional en general, incluyendo conductas del derecho consuetudinario y del derecho internacional de los tratados. El Crimen de agresión no ha logrado definirse como delito después de la segunda guerra mundial por las implicaciones políticas que ello traería para las potencias tanto para el ejercicio de las funciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como para la competencia de la Corte Internacional de Justicia de la Haya. Una resolución de la ONU de 1973 no logró clarificar el punto12. A lo largo del proceso de elaboración del Estatuto de la Corte el punto ha sido ampliamente debatido y se aceptó incluirlo dentro de la competencia de la Corte, y trasladar a la Comisión Preparatoria la elaboración de las definiciones y los elementos del crimen para ser aprobados por la Asamblea de Estados Partes siete años después de la entrada en vigencia del Estatuto. En sentido estricto el crimen de agresión es un crimen de guerra de aquellos que se refieren a la conducción de las hostilidades (jus bellum) pero referido al acto genérico y principal de dar inicio a una guerra internacional. La Corte Penal Internacional tendría competencia sobre las personas autores o participes de dicho crimen, mientras la Corte Internacional de Justicia de la Haya seguirá conociendo de las responsabilidades del Estado. Desde el punto de vista temporal la Corte adquiere la competencia sobre los actos cometidos después de la entrada en vigencia del Estatuto. Para los Estados que se hagan 10 Triffterer, O. y Bassiouni. Citados por Ambos. p. 107. Buergental, Thomas. “Internacional Human Rights: in a nutshell” St. Paul (Minn), West Publissing Co. 1995. P.p 98-99. 12 Resolución AG33314 (XXIX) de 1974. 11 parte del Tratado después de su entrada en vigor, la competencia de la Corte se inicia en el momento en que el Estatuto entre en vigor respecto de esos Estados. Un vez el Estatuto entre en vigor cualquier estado Parte, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el Fiscal de oficio, provocar el inicio de las actuaciones de la Corte para admitir un caso. La admisión del caso la hace la Corte a través de la Sala de Cuestiones Preliminares. Se requiere, desde el punto de vista territorial y persona, que el acto haya sido cometido en el territorio de un Estado parte, incluyendo buques o aeronaves, o el autor sea nacional de uno de dichos Estados. Además se requieren de una serie de valoraciones, con base en pruebas, sobre la actuaciones de la justicia y sobre la situación del Estado, que lleven a la Corte a la convicción que no tuvo voluntad para actuar o no esta en capacidad para hacerlo.