La letra de cambio

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PRÁCTICA NOTARIAL
LA LETRA DE CAMBIO
ALBERTO
DE LA
VEGA LÓPEZ
Oficial de Notaria – Alcalá de Henares (Madrid)
E
l presente artículo no aspira a profundizar
en el estudio pormenorizado de la letra de
cambio sino a clarificar algunos conceptos
básicos de la misma que sirvan de reflexión a la
hora de su tratamiento en nuestros despachos,
no sin antes hacer una reseña a sus orígenes y
su evolución hasta nuestros días, remarcando su
estrecha relación con la función notarial.
LA LETRA DE CAMBIO HASTA NUESTROS DÍAS
La Letra de Cambio, es considerada el primer título valor de pago de la historia, hay constancia que ya en el antiguo Egipto, por el año
3200 a.c., se utilizaban tablillas de arcilla grabadas a modo de letras de cambio como instrumento de pago, y se cree que los griegos, que ya
dominaban la técnica de cheques y transferencias, hicieron uso de las mismas. A pesar de ello,
no puede detallarse con precisión su origen,
unos creen que los templarios en las cruzadas ya
empezaron a hacer uso de ellas, pero otros muchos apuntan que la letra de cambio, en su concepción más afín a la actual, nace como consecuencia de las relaciones entre comerciantes del
medievo para facilitar el tráfico del crédito y del
dinero, no obstante la letra de cambio, hasta adquirir las características de hoy día, ha tenido
que evolucionar de forma considerable.
A partir del siglo XII, en Europa, se da la
problemática que cada ciudad-estado, reino o
señorío feudal, contaba con su propia moneda,
lo que dificultaba enormemente las relaciones
comerciales a la hora de realizar grandes transacciones, y por otro lado, la Iglesia tenia censurada la percepción de intereses en los contratos
de mutuo (préstamo). Ante dicha situación los
banqueros de la época, empiezan a utilizar el
“contrato de cambio” o compraventa de moneda, el cual evitaba el transporte físico de dinero,
y a su vez, les permitía cobrar intereses camuflados bajo la teoría del justiprecio, que si admitía unos tipos de cambio que implícitamente
incluían dichos intereses.
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Dichos contratos, se materializaban ante
Notario y se denominaban “instrumenta ex
causa cambii”, al cual le acompañaba un acto
privado por el que el librador ordenaba pagar a
su librado el importe de la letra, a través de la
“lettera di pagamento”. En la Italia medieval,
principalmente los Notarios genoveses y venecianos, la denominaban “lettera di pagamento
notarialle”, y confeccionaban actas para su intervención, las cuales no se entregaban al tomador, sino que se enviaban directamente por
correo al girado. La intervención de estos fedatarios, -según los “cartulari di notari publici”
(precursores de los actuales protocolos notariales y del término cartular)-, estaba destinada a
hacer notar ciertos requisitos relativos a la perfección del negocio cartular para la plena seguridad del destinatario.
La suma de los dos documentos en uno
solo, da origen a la primitiva letra de cambio
que hoy conocemos, al unificarse en un único
documento el reconocimiento de deuda y el
mandato de pago. Para completar el éxito de
dicho documento, se crea una forma de trasmisión, el “endoso” o “contenta”, por el cual, el
tenedor puede ponerlo en circulación y así evitar muchas remesas de dinero y poder saldar en
un solo acto varios negocios jurídicos.
El documento público “instrumenta ex
causa cambii”, pasa a ser un documento privado “letra de cambio”, prescindiéndose así de la
función de los notarios en la fase de emisión
que es relegada a la fase final, pero únicamente cuando se produce la falta de aceptación y/o
de pago de la misma. Ante dicho incumplimiento y como requisito imprescindible para poder
reclamar el pago o emprender las correspondientes acciones legales, el tenedor debía manifestarlo ante notario mediante la correspondiente acta de protesto notarial, la cual contenía los detalles relativos al contrato de cambio,
así como las circunstancias y consecuencias de su
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incumplimiento. Era común en dicha época,
que otros mercaderes se hicieran cargo de la
aceptación o del pago de la letra por el honor
del librador cuando el notario pregonaba públicamente la letra por encontrarse el librador
fuera de la plaza de destino de la letra, puesto
que la piedra angular de los mercaderes del momento era el cumplimiento puntual de sus obligaciones y la buena fama. Hoy día, tras la promulgación de la Ley 19/1985, de 16 de julio,
Cambiaria y del Cheque (en adelante L.C.Ch.), el
protesto no es necesario que sea un acto notarial (art. 51 de la L.C.Ch.).
La letra cambiaria, como hemos visto ha
ido evolucionando, de ser un contrato de cambio para evitar el transporte
de numerario, a ser hoy día
un título valor completo,
abstracto, formal, ejecutivo
y a la orden. Su éxito e importancia práctica, legislativa y dogmática se encuentran hoy día mermados por
la desconfianza que sufrimos, porque resulta incompatible con el comercio,
porque el mercado interbancario no funciona y por
la creación de círculos viciosos que tan acertadamente
describió D. Miguel Ángel
Fernández
Ordóñez
(Gobernador del Banco de
España) al decir que “los
consumidores no consumen, los empresarios no
contratan, los inversores no
invierten y los bancos no prestan...”, de cuyo círculo al parecer nadie escapa. Podríamos hablar
de crisis cambiaria, que coincide y no fortuitamente con esta recesión, por lo menos hasta
que cambie esta tendencia y se recupere la con-
fianza, cuyas ventajas como medio de pago y financiación, transmisible (endoso), fuera de la
intervención bancaria y con garantía ejecutiva,
se ponen en tela de juicio por las propias entidades financieras que la ven como un problema, con unos costes de manipulación y comprobación muy elevados, y cuya protección jurídica
no consideran suficiente.
LA LETRA DE CAMBIO,
CONCEPTOS PRÁCTICOS
El concepto de letra de cambio, siguiendo a
Álvarez del Manzano, se podría definir como un
documento extendido en forma legal por el
cual una persona (librador),
ordena a otra (librado), que
pague o se obligue a pagar,
a la orden o a un tercero
(tomador), una determinada cantidad de dinero, bien
en el mismo punto, bien en
otro distinto al de la expedición del documento, que
puede ser avalada (avalista), y que además para facilitar su circulación como
medio de pago se puede endosar (endosante y endosatario).
La letra cambiaria,
ha ido
evolucionando,
de ser un contrato
de cambio para
evitar el transporte
de numerario,
a ser hoy día un
título valor
completo, abstracto,
formal, ejecutivo
y a la orden.
La letra de cambio,
cuyo modelo se aprobó por
la Orden de 30 de junio de
1999 del Ministerio de
Economía y Hacienda (BOE
de 16 de julio de 1999), se
encuentra regulada por la Ley 19/1985, de 16
de julio, Cambiaria y del Cheque. Dicha ley no
exige que su emisión sea en impreso oficial, no
obstante, las disposiciones fiscales vigentes
condicionan su carácter ejecutivo a que dicha
Reproducción facsimilar de una letra de cambio girada en Medina del Campo que data de 1553.
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letra se emita en papel timbrado de la clase
que corresponda a su cuantía (art. 37 del RD
1/1993, de 24 de septiembre, por el que se
aprueba el texto refundido de la LITP y AJD).
Este modelo presenta un inconveniente, y es su
reducido tamaño, sobre todo a la hora incluir
una diligencia, o lo que es peor, de encontrar
un sitio a la maléfica pegatina de seguridad
como algunos la califican; para resolver dicho
problema de espacio y poder formalizar sucesivas declaraciones cambiarias, el art. 13 de la
L.C.Ch. establece que se le podrá incorporar un
suplemento por medio de una hoja adherida
en la que quede totalmente identificada la
misma.
La creación de la letra de cambio tiene un
presupuesto que es la existencia de una relación contractual anterior que genera un derecho de crédito a favor de uno de los contratantes consistente en el pago de una cantidad
de dinero, y se acuerda que el medio de pago
será mediante la emisión de la letra de cambio,
de hecho es importante hacer constar en las
constituciones de hipoteca cambiaria que las
letras emitidas son «derivadas de relaciones
económicas existentes entre las partes comparecientes, no destinadas a la obtención de fondos reembolsables por el público, tratándose
de operación individual y no de emisión en
serie. …», (ver Resolución de la DGRN de 19 de
junio de 2009, BOE num. 179, de 25 de julio del
mismo año).
Para que puedan cumplir su función, es imprescindible reparar en las formalidades contenidas en el art. 1 de la L.C.Ch.. Si la letra de cambio carece de alguno de estos requisitos, dicho
documento no se considerará letra de cambio,
salvo en los casos comprendidos en el art. 2 de
la citada ley, no obstante, pueden incluirse en la
letra de cambio otro tipo de cláusulas complementarias o no esenciales sin que perjudiquen
la validez de la misma, como las de domiciliación de la letra, la de aceptación parcial y la de
intereses, u otras que pueden ser simultáneas o
sucesivas, y que pertenecen a su ciclo normal,
de las que podríamos destacar la aceptación, el
endoso y el aval.
- La Aceptación es el acto formal por el cual
el librado, con su firma incondicionada se
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obliga a pagar la letra de cambio a su vencimiento, es decir, admite el mandato de
pago del librador.
- El Endoso es la cláusula o declaración por
la cual el acreedor cambiario o endosante
(que coincide con el tomador, si es el primero), trasmite totalmente y de forma incondicional la propiedad de la letra a otra
persona, el endosatario o nuevo acreedor.
Si el librador escribió en la letra de cambio
“no a la orden”, la letra no se puede endosar. Existen otra clase de endosos como
el endoso en blanco, de apoderamiento,
de garantía de retorno, y si no se ajusta a
los requisitos propios del endoso se considerará como una simple cesión ordinaria
de crédito.
- Y el Aval es la declaración realizada por el
avalista/s, cuya finalidad es garantizar el
pago de la letra, por su totalidad o por
parte de su importe, si así se estipula. El
avalado/s, a falta de indicación se entiende que es el librado o aceptante, y en su
defecto, el librador.
La acción cambiaria puede ser directa, cuando es contra el aceptante o sus avalistas, o de regreso, cuando es contra cualquier otro obligado.
Los arts. 58 y ss. de la L.C.Ch. se refieren a la extensión de la responsabilidad cambiaria así
como la prescripción de dichas acciones.
EL PROTESTO NOTARIAL
Es el acto que tiene por finalidad acreditar
ante Notario, en tiempo y forma, que la letra de
cambio fue presentada oportunamente para su
aceptación o para su pago, es decir, recoger a
instancia del tenedor del título los hechos que
la ley considera como presupuesto ineludible o
conditio iuris para el nacimiento de las acciones
cambiarias, ya que la sanción por la falta de
protesto es la pérdida de la acción cambiaria de
regreso.
El levantamiento de protesto notarial
puede ser sustituido por una declaración firmada por el librado en la propia letra de cambio
en la que conste su negativa a aceptar o pagar
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Ejemplo de Letra de Cambio:
ANVERSO
Donde se libra o emite la letra.
#000.000# €
euros
29 07 2009 07/01/2010, “a la vista”, etc…
Datos del “Tomador” y en su caso añadir “no a la orden” para excluir el endoso.
CANTIDAD EN EUROS ———————————
———————————
En caso de existir domiciliario,habitualmente
la entidad bancaria donde se domicilie la letra,
y deberá rellenar el campo siguiente.
0000 0000 00 0000000000
/AMOS En su caso “sin gastos”, “sin protesto”, etc… de la aceptación
Datos del librado
El que emite la letra.
DEL LIBRADO/S
(el obligado al pago)
REVERSO
Datos del Avalado
Datos del Endosatario
Firma del Avalista
Espacio libre para consignar
(Fecha en que se presta el aval)
(Lugar y Fecha del endoso)
Datos del avalista
Firma del Endosante
Datos del Endosante
Espacio libre para consignar
la letra. Podrá también ser exigido el protesto
notarial mediante su indicación expresa en el
clausulado de la letra, o bien, se podrá excluir
con la cláusula “sin gastos” o “sin protesto”, en
este último caso, en el que a pesar de estar excluido el tenedor decida realizarlo, los gastos
correrán de su cuenta, excepto en el caso que
la cláusula procediere de un endosante o de un
avalista que podrán ser reclamados a todos los
firmantes. A este respecto habrá de tenerse
igualmente en cuenta el art. 204 del
Reglamento Notarial en cuanto que “Los derechos y gastos notariales de la contestación
serán de cargo del requirente, pero si su extensión excediera del doble del requerimiento o
otro aval, endoso, diligencia,
pegatina de seguridad, etc.
Espacio libre para consignar
otro aval u otro endoso. otro
aval u otro endoso.
notificación iniciales, el exceso será de cargo
del que contesta”.
El art. 51 de la L.C.Ch. establece que si el
protesto notarial es a consecuencia de la falta de
aceptación, este se deberá realizar en los plazos
fijados para la presentación a dicha aceptación o
en todo caso en los ocho días hábiles siguientes,
el cual eximirá de la presentación al pago y del
protesto por falta de pago; y si es a consecuencia de su falta de pago, tanto si su pago es a
fecha fija o a cierto plazo desde su fecha o desde
la vista deberá hacerse en uno de los ocho días
hábiles siguientes al del vencimiento de la letra
de cambio. En caso de suspensión de pagos, de-
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claración de quiebra o concurso del librado,
haya este aceptado o no, o del librador de una
letra no sujeta a aceptación, la presentación de
la providencia teniendo por solicitada la suspensión de pagos o del auto declarativo de la quiebra o concurso, bastará para que el portador
pueda ejercitar sus acciones de regreso.
En el acta de protesto, el Notario habrá de
reproducir la letra y notificárselo mediante cédula/s al/os librado/s en los dos días hábiles siguientes. Hasta las catorce horas del segundo
día hábil al de la notificación, podrá el librado
comparecer en la Notaria para examinar la
letra, aceptarla, pagarla con los gastos de protesto, -en cuyo caso el Notario admitirá el pago,
y le hará entrega de la letra con diligencia en la
misma y en el acta de haberse pagado y cancelado el protesto-, o hacer manifestaciones congruentes con el protesto formalizado. Pasado
dicho plazo, el Notario procederá a la devolución de la letra al tenedor con copia del protesto, dentro de los cinco días hábiles siguientes.
En cuanto al computo de los días laborables, en virtud del RD 45/2007, de 19 de enero,
el buen criterio del legislador incluyó en el art.
204 del Reglamento Notarial, “A estos efectos
no se considerarán días laborables los sábados”,
pero lamentablemente fue declarado nulo por
la famosa Sentencia de 20 de mayo de 2008 de
la Sala Tercera del Tribunal Supremo. Por tanto,
a día de hoy, los sábados, pese a que la mayoría
de los despachos notariales se encuentren cerrados y sea imposible contestar, siguen siendo
días laborables, obligando al Notario a conceder una prorroga y excluir el sábado de dicho
cómputo, o evitar notificar los días jueves y viernes para evitar tal vacío legal.
LA CANCELACIÓN
Antiguamente, nuestros padres y abuelos,
no se atrevían a adquirir nada si no contaban
con el dinero suficiente, y si era de mucho valor
el propio vendedor tenía que financiar parte
del precio y aplazar el pago, lo cual estaba generalmente representado con letras de cambio.
Hoy no concebimos la idea de comprarnos algo
de especial valor sin el respaldo de una entidad
financiera que nos facilite un préstamo/crédito
para su adquisición, y esto es debido a la liberalización del movimiento de capitales y compe-
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tencia entre entidades bancarias que allá por
los años ochenta se empezó a generalizar con el
uso de los préstamos y créditos hipotecarios, lo
que reactivó en gran medida el consumo.
Esto trae a colación la importancia de saber
distinguir entre acciones personales y acciones
hipotecarias, las primeras son aquellas que tienen por objeto garantizar un derecho personal,
es decir, es el medio por el cual el acreedor
puede exigir el cumplimiento de una prestación
obligacional nacida de un contrato, al deudor. Y
las acciones hipotecarias nacen del derecho real
de hipoteca para la realización del crédito sobre
los bienes hipotecados, es decir, se interrelacionan el derecho de crédito garantizado y el derecho real de hipoteca, constituyéndose este último como garantía del primero.
El art. 128 de la LH y el art. 1.964 de nuestro Código Civil establecen que “la acción hipotecaria prescribirá a los veinte años, contados
desde que pueda ser ejercitada”, teniendo en
cuenta que dicha acción prescribe a los diez
años en caso de hipoteca naval (art. 49 de la Ley
21 de agosto 1893, de Hipoteca Naval), y a los
tres años en caso de hipoteca mobiliaria y prenda sin desplazamiento (art. 11 de la Ley 16 de
diciembre de 1954 sobre hipoteca mobiliaria y
prenda sin desplazamiento de posesión); “y las
personales que no tengan señalado término especial de prescripción a los quince años”, no
obstante, en Navarra, la Ley 1/1973, de 1 de
marzo por la que se aprueba la Compilación del
Derecho Civil Foral de Navarra, establece en su
artículo 39 que “Las acciones personales que no
tengan establecido otro plazo especial prescriben a los treinta años, con independencia del
plazo de prescripción propio de la garantía real
que se hubiere constituido.”. Estos preceptos se
aplican a las hipotecas y a las condiciones resolutorias en garantía de precio aplazado, siempre y cuando no se hubiese establecido un
plazo concreto de duración de dichas garantías
(art. 82 párrafo 5º de la LH), que en caso de establecerse caducarían automáticamente transcurrido el plazo convenido. Por consiguiente,
transcurridos dichos plazos se podrá cancelar
por caducidad hipotecas y condiciones resolutorias a instancia del titular (causahabientes o representantes legales) de cualquier derecho inscrito sobre la finca afectada mediante instancia
privada con firma legitimada del titular regis-
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tral, sentencia firme o por
constar en escritura pública,
siempre que dentro del año
siguiente no resulte del
mismo que han sido renovadas, interrumpida la prescripción o ejecutada debidamente la hipoteca.
De igual modo es muy
importante que a la hora de
identificar letras de cambio,
bien por representar un pago
aplazado en cualquier reconocimiento de deuda, permuta o transmisión, generalmente garantizado
con condición resolutoria a los efectos del art.
11 de la LH, estas habrán de quedar totalmente
identificadas (vencimiento, serie, número, importe, etc.), incluso incorporar fotocopia de la/s
misma/s para mas seguridad, por la vital importancia a la hora de proceder a su cancelación.
¿Cómo podríamos cancelar si no dicha garantía
personal, si las letras de cambio no se encuentran debidamente identificadas en el documento donde se estableció? Desde luego no por exhibición, porque el Notario no podrá acreditar
fehacientemente que las cambiales que le sean
mostradas sean aquellas, no hay una conexión
clara entre las letras y el crédito, por tanto, para
su cancelación, será necesario el otorgamiento
de la correspondiente carta de pago del acreedor -donde declarará que dichos títulos no han
sido puestos en circulación-, instar el pertinente
procedimiento judicial, o esperar a su prescripción. También se podrá cancelar por confusión
de derechos (art. 190 del RH).
En cualquiera de los casos citados, excepto
en el de prescripción y el relativo al art. 190 del
RH, y tan importante como su identificación, -así
lo manifiestan diversas resoluciones de la DGRN,
es que dichas letras deberán ser inutilizadas (art.
156 de la LH, y 211 del RH), lo que podremos realizar mediante el estampillado en las mismas
de la palabra PAGADO. Esta necesidad de su inutilización y retirar del tráfico jurídico las letras
de cambio es aplicable tanto para su cancelación
(total o parcial), como a la hora de su renovación o sustitución de unas letras por otras, todo
ello en interés del propio deudor, porque no se
duplican las letras a las que puede verse obligado a pagar; del acreedor, porque no se expone a
una cancelación de la deuda
mediante la utilización de los
títulos antiguos; y de los posteriores tenedores de las mismas, porque no deben estar
en circulación.
A diferencia de la condición resolutoria que garantiza el pago del precio aplazado, (ni que decir tiene que
cuando sean varias fincas y
estén afectas a la condición,
habrá de distribuir la parte
del precio aplazado del que
responda cada una de ellas), la hipoteca cambiaria garantiza el pago de las letras de cambio y demás efectos comerciales endosables
que no estén destinados a la obtención de fondos reembolsables por público, tratándose de
operación individual y no de emisión en serie.
La constitución de hipotecas para garantizar
títulos transmisibles por endoso o al portador,
deberá hacerse por medio de escritura pública
(hipoteca cambiaria), así comienza el art. 154
de la LH, el cual recoge igualmente la necesidad de identificar además de las circunstancias
propias de las de constitución de hipoteca, las
relativas al número y valor de las obligaciones
que se emitan y que garanticen la hipoteca. En
este caso, el Notario deberá extender diligencia en las letras de cambio emitidas, haciendo
constar que el pago de las letras ha quedado
garantizado con la hipoteca constituida por
medio de la correspondiente escritura de
Constitución de Hipoteca Cambiaria, en la
cual, habrá de tener en cuenta la cláusula de
intereses excesivos (usura), y que se encuentra
afectada recientemente por la Ley 2/2009, de
31 de Marzo.
Para terminar, vuelvo a insistir en la importancia de la necesidad de la inutilización de
las letras de cambio cuando se produce su cancelación, renovación o sustitución, y así queda
reflejado en múltiples y variadas resoluciones
de la DGRN, por citar algunas de ellas la R. de
16 y 17 de abril de 2009, (BOE de 12 mayo de
2009), R. de 31 de mayo de 2003 (BOE de 8 de
julio de 2003), R. de 23 de enero de 2008 (BOE
de 14 de febrero de 2008), R. de 19 de junio de
2009 (BOE de 14 de febrero de 2008), entre
otras muchas.
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