Hablemos de Economía - Faea - Universidad Nacional del Comahue

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Hablemos de Economía
Hablemos de Economía
Humberto Zambon
EDUCO
Editorial de la Universidad Nacional del Comahue
Neuquén – 2012
Zambon, Humberto
Hablemos de economía. - 1a ed. - Neuquén:
EDUCO - Universidad Nacional del Comahue, 2012.
268 p. : il. ; 23x16 cm.
ISBN 978-987-604-287-1
1. Teorías Económicas. I. Título.
CDD 330.1
EDUCO
Director: Luis Alberto Narbona
Departamento de Diseño y Producción: Enzo Dante Canale
Departamento de Comunicación y de Comercialización: Mauricio Bertuzzi
Tapa: Enrique Silberstein según Dani Varela (Neuquén, 2012)
Imágenes interior: Gentileza Diario “La Mañana Neuquén”.
© 2012 – EDUCO – Editorial de la Universidad Nacional del Comahue
Buenos Aires 1400 – (8300) Neuquén - Argentina
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio,
Sin el permiso de EDUCO.
Dedicatorias
En memoria de Enrique Silberstein
INDICE
1- Introducción
1.1- Enrique Silberstein y su sentido del humor
1.2- Las “Charlas económicas” de Enrique Silberstein
1.3- ¿Qué es el excedente económico?
1.4- Los oráculos económicos
1.5- Las distintas teorías económicas
1.6- ¿Qué es el mercado?
Pág. 11
Pág. 15
Pág. 19
Pág. 23
Pág. 27
Pág. 31
2- Hablemos de los Economistas
2.1- Luca Pacioli y la partida doble
2.2 -Tomás Mun y la balanza de pagos
2.3- Los aportes teóricos de William Petty
2.4- El mercantilismo de Von Hornick
2.5- Quesnay y el primer modelo económico
2.6- Malthus y el problema de la población
2.7- Adam Smith y el liberalismo económico
2.8- ¿Qué es el liberalismo?
2.9- David Ricardo y la división internacional del trabajo
2.10- La ley de Say
2.11- Silvio Gesell y la política monetaria
2.12- Veblen y la sociedad de consumo
2.13- Michal Kalecki y la demanda efectiva
2.14- Michal Kalecki y el ciclo político
2.15- Keynes y la igualdad ahorro e inversión
2.16- El multiplicador keynesiano
2.17- Minsky, el más famoso de los economistas desconocidos
2.18- Para luchar contra la desocupación
2.19- Las leyes de Nicholas Kaldor
Pág. 35
Pág. 39
Pág. 43
Pág. 47
Pág. 51
Pág. 55
Pág. 59
Pág. 63
Pág. 67
Pág. 71
Pág. 75
Pág. 79
Pág. 83
Pág. 87
Pág. 91
Pág. 95
Pág. 99
Pág. 103
Pág. 107
3- Hablemos de la Economía Mundial
3.1- Breve historia de la moneda
3.2- ¿Qué es la inflación?
3.3- La inflación no es una sola
3.4- Bodino, Hume y la teoría cuantitativa de la moneda
3.5- El efecto Ponzi
3.6- La política económica y la crisis de los años ’30
3.7- La curva de Phillips
3.8- Laffer y la bandera conservadora
3.9- La tasa Tobin al ataque
3.10- Los Chicagos Boy’s
3.11- ¿Qué es el F.M.I.?
3.12- La Unión Europea y el comercio intraindustrial
3.13- ¿Otra vez la Alianza para el Progreso?
Pág. 111
Pág. 115
Pág. 119
Pág. 123
Pág. 127
Pág. 131
Pág. 135
Pág. 139
Pág. 143
Pág. 147
Pág. 151
Pág. 155
Pág. 159
3.14- ¿Qué fue el Plan Brady?
3.15- Los economistas aterrados
3.16- El futuro del Euro
3.17- La sombra de Keynes
3.18- La situación económica de Grecia
Pág. 163
Pág. 167
Pág. 171
Pág. 175
Pág. 179
4- Hablemos de la Economía Argentina
4.1- La economía que Belgrano y Moreno querían
4.2- Los modelos de crecimiento argentino
4.3- La crisis de 1890
4.4- La historia de la moneda argentina
4.5- El pare y arranque de la economía argentina
4.6- Prebisch y los términos del intercambio
4.7- El tipo de cambio
4.8- La historia de las retenciones
4.9- Marcelo Diamand, un economista heterodoxo
4.10- Lo que dicen las cifras de los censos industriales
4.11- La autonomía del Banco Central
4.12- El capital extranjero y el desarrollo argentino
4.13- La enfermedad Holandesa
4.14- La inflación importada
4.15- Los precios de exportaciones y las presiones internacionales
4.16- La limitación externa
5-
Pág. 183
Pág. 187
Pág. 191
Pág. 195
Pág. 201
Pág. 205
Pág. 209
Pág. 213
Pág. 217
Pág. 221
Pág. 227
Pág. 231
Pág. 237
Pág. 241
Pág. 245
Pág. 249
Hablemos de otra Economía posible
5.1- Tomás Moro y la utopía
5.2- Roberto Owen y el nacimiento de la Economía Social
5.3- El año de la cooperación
Pág. 253
Pág. 259
Pág. 265
Nota preliminar
En los primeros días de junio del año 2010 vino a visitarme el
economista y amigo Claudio Scaletta para contarme que asumía la
responsabilidad como editor del suplemento económico del diario
La Mañana del Neuquén y a pedirme una posible colaboración. De
esa conversación nacieron estas páginas semanales que se vienen
publicando ininterrumpidamente desde entonces. Está de más
decir que son escritos periodísticos, con las urgencias propias de
ese carácter, por lo que en ellos no se puede buscar ni la
originalidad ni la profundidad que se espera encontrar en los
trabajos académicos, que tienen otros lectores y otro objetivo.
Emprendí ese compromiso por dos razones:
En primer lugar el convencimiento de que la auténtica
democracia, la democracia representativa, requiere ciudadanos
informados sobre los temas que se deben resolver. En particular, la
política económica y los conceptos teóricos que están detrás
afectan -y mucho- a la vida cotidiana del ciudadano y a su futuro.
Parafraseando el conocido dicho sobre la guerra y los militares,
podríamos decir que la economía es algo muy serio como para
dejarla en manos de los economistas. Por eso los ciudadanos
necesitan información y conocimientos que le sean comprensibles.
Como sostuvo Arturo Jauretche, “en economía no hay nada
misterioso ni inaccesible al hombre de la calle”.
Una segunda razón es el dominio intelectual que todavía ejerce
la teoría económica ortodoxa y la concepción neoliberal, no solo
en el ámbito académico sino también sobre la opinión pública, a
través de su presencia cotidiana en los medios de prensa masivos
como diarios y televisión. Lo que es una visión teórica particular de
la teoría y política económica, sujeta a la verificación práctica de la
experiencia, se la presenta como “la única verdad científica”. Los
resultados en nuestro país luego de veinticinco años de política
ortodoxa (1976-2001) y los logros de las medidas heterodoxas en la
última década no parecen hacer mella en la “verdad de dogma” del
pensamiento único. Me parece importante que haya muchas voces
que disientan públicamente con el mismo.
En otras palabras, se trata de desmitificar, en la medida que lo
pueda hacer una modesta columna periodística de provincia,
conceptos que se procuran imponer a la opinión pública. En este
momento histórico, en que los pueblos latinoamericanos parecen
encontrar un camino conjunto de liberación, unión y cambio, no
tengo dudas que se está librando una lucha cultural donde todo
aporte, por pequeño que sea, es útil.
Una vez que la columna se estaba publicando, Enzo Dante
Canale de EDUCO, editorial de la Universidad Nacional del
Comahue, me propuso reunirlas en un libro. En forma
independiente, el lic. Pablo Ala Rué, director del Departamento de
Economía de la Facultad de Economía y Administración, conversó
conmigo sobre la posibilidad de llevar a cabo un proyecto similar.
La presente publicación, que reúne la mayor parte de las columnas
publicadas entre junio de 2010 y noviembre de 2011 –no en el
orden cronológico en que han aparecido- es el resultado de esas
propuestas. A los tres, Claudio Scaletta, Enzo Dante Canale y
Pablo Ala Rué, así como al periodista Roberto Aguirre, mi
agradecimiento por la confianza y la colaboración prestada.
Un último recuerdo al maestro Enrique Silberstein, cuyas
charlas económicas de los años ’60 estaban inspiradas en las
mismas razones que motivaron las presentes, que fueron pensadas
como un pequeño homenaje a su memoria.
Neuquén, enero de 2012
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
1 – Introducción
1.1 – Enrique Silberstein y su sentido del humor
Enrique Silberstein fue uno de los economistas más lúcidos que
dio Argentina a mediados del siglo XX. Se recibió de contador y
doctor en ciencias económicas estudiando en Rosario y en La
Plata, aunque su carrera académica transcurrió en la Universidad
de Buenos Aires y en la del Sur. En la primera fue Prosecretario
General cuando Arístides Romero fue Secretario General, una
época de esplendor para la universidad argentina; también fue
asesor de rectorado y el síndico e impulsor de EUDEBA.
En la Universidad Nacional del Sur fue profesor. Los que
tuvimos la suerte de ser sus alumnos nunca lo vamos a olvidar:
muy grande (no solo intelectualmente, sino también físicamente:
alto y muy robusto), enfundado en trajes oscuros invariablemente
manchados de tiza y ceniza del infaltable cigarrillo, alejado de toda
formalidad y con sencillez convertía en accesibles y familiares,
inclusivo hasta amenas, las abstracciones formales de la teoría
económica.
Su fuerte era la escritura; prolífico, escribió de todo (economía y
literatura, tanto cuentos y novelas como obras de teatro) y todo de
gran nivel. De todas formas, uno de sus principales aportes fueron
las “Charlas Económicas”, columna diaria en “El Mundo” a
principios de los años ‟60, que hizo la delicia de miles de lectores.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Esas charlas fueron luego recopiladas y editadas por A. Peña
Libros en 1967.
Escribió por lo menos once libros sobre economía, además de
las charlas económicas. Publicó “Dialéctica, economía y
desarrollo”, “Keynes”, ”Los economistas”, “Los ministros de
economía”, “Marx, su pensamiento económico”, “De La Torre y
los frigoríficos”, “Porque Perón sigue siendo Perón: la economía
peronista”, “Vida y milagros de nuestro peso”, “Los destructores
del capitalismo”, “Los asaltantes de caminos” y “Piratas,
filibusteros, corsarios y bucaneros” . Sus cuentos fueron
recopilados en dos libros bajo el título “Cuentos de corrientes y
Paraná” (primera y segunda parte) y su novela se tituló “El
Asalto”, que fue llevada al cine en 1960, con Alberto de Mendoza
y Egle Martin. Las obras de teatro fueron: “Necesito diez mil
pesos” y “La historia de la guita”.
Casado con la poetiza neuquina Irma Cuña tuvo dos hijas.
Murió en Buenos Aires en 1973, con poco más de 50 años y
cuando todavía se podía esperar mucho de su madurez intelectual.
Con gran sentido del humor, solía bromear sobre sí mismo y
sobre su profesión (que es también la mía). Respecto a la primera,
se presentó a sí mismo, en la contratapa de uno de sus libros,
como “¿Es un economista literato? ¿O es un literato economista? ¿O qué?
Aunque algunos dicen que ni esto”. Respecto a su profesión,
posiblemente basado en el dicho francés que todo empresario que
se precie necesita cuatro balances: uno para demostrar al fisco que
no gana nada; el segundo para los bancos y financistas, mostrando
una situación floreciente; un tercero para los accionistas, con una
ganancia normal: lo suficientemente alta para que dejen sus
ahorros en la empresa pero relativamente baja para que no
pretendan aumentar sus dividendos y, finalmente, un cuarto para
él, para saber como diablos va la empresa. Silberstein escribió:
“Comprender como el mismo balance de una misma firma en una misma fecha
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
puede tener valores totalmente contradictorios es algo tan difícil de explicar que
mejor es pasar a otro punto. (O bien, es tan fácil de explicar que lo mejor es
pasar a otro punto)”.
De sus charlas económicas tomamos algunos párrafos dedicado
a las ciencias económicas:
El contador
Aunque originariamente el contador era quien contaba, ahora ya no cuenta
más, porque para eso están las máquinas de calcular que han sido compradas
porque el contador lo aconsejó, así como aconsejó que se comprasen las
máquinas … electrónicas. De esto no debe concluirse que el contador sea un
vendedor de máquinas. Aconsejó estos gastos para mejorar la organización
administrativa interna de la empresa (sea pública o privada) y para llevar un
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
mejor control de las operaciones, con lo que se reduce y simplifica la labor de
auditoría que realizan los contadores. Pero de esto no debe entenderse que el
contador-organizador le quita trabajo al contador-auditor, cuya función es
revisar los registros en libros que efectúa el contador, que tiene a su cargo la
dirección de la contabilidad. Las funciones de estos tres tipos de contadores (el
organizador, el auditor, el ejecutivo) atienden principalmente a lograr que la
empresa opere eficientemente. Si así sucede, se presentan problemas impositivos
que son resueltos por el contador-asesor impositivo. Si así no sucede y la
empresa opera con pérdidas o dificultades financieras, se recurre a los tribunales
pidiendo convocatoria de acreedores o quiebra, en cuyo caso el juez sorteará un
síndico que, por supuesto, será un contador. Además, cuando hay que certificar
fehacientemente el monto de una deuda en la justicia, el juez designa a un
perito, que, ¡Oh sorpresa! Es un contador. Después hay gente que se sorprende
porque la Facultad de Ciencias Económicas es la que tiene mayor cantidad de
alumnos inscritos.
El auditor
Si bien el auditor es quien escucha, el sentido que nos interesa es el que se
refiere a quien controla la contabilidad… La función del auditor es revisar
todas y cada una de las operaciones que se realizan, siguiéndolas a través de
distintos registros contables en una tarea tan detallada y aburridora que
generalmente está a cargo de los “juniors”, que son los pibes que acaban de
ingresar en la firma de auditores con su flamante diploma de contador público
o de licenciado de administración, o de bachiller comercial, o de pariente del
gerente. Porque lo importante para tal tarea no es el título, sino la paciencia,
paciencia que sólo pueden tener un tipo que empieza a trabajar y cree que
trabando hará carrera. El auditor “senior” está en las grandes cosas, sea en la
presentación del balance, en la organización de la empresa, en los problemas
inherentes a la estructura jurídica o financiera, en los problemas financieros. Su
función es hablar, es opinar; de oyente a pasado a ser hablante. Cuando más
difícil hable, mejor se cotiza; y si lo mismo lo dice en inglés, sus honorarios son
astronómicos, expandiéndose su fama por doquier. Hasta que aparece otro
auditor que habla más difícil y más en inglés.
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1.2 Las charlas económicas de Enrique Silberstein
Ya hablamos de Enrique Silberstein y de sus “Charlas
Económicas”, que se conocieron a principios de los años ‟60.
Según contaba el propio autor, “la suerte de las primeras „Charlas
Económicas‟ fue variada. En unos casos dejaron de aparecer por desaparición
del vehículo transmisor (caso de „Esto Es‟ y „Vea y Lea‟). En otros, por
violento raje debido a presiones de entidades empresarias que veían en su
supresión una manera de defender la libertad –la libertad de ellos, por
supuesto- (caso de „La Razón)”. Hasta que recalaron –como columna
diaria- en el diario “El Mundo”, en el que lograron verdadera
trascendencia. Finalmente, en 1967, muchas de ellas fueron
recopiladas y editadas por A. Peña Lillo.
Mi generación gozó con su lectura. A pesar del medio siglo
transcurrido mantienen toda la frescura y la actualidad que solo
conservan las cosas buenas y, cuando las releo, siento el mismo
placer de entonces. Aunque en la presentación del libro se
anunciaba un segundo tomo con las charlas no incluidas en el
primero, creo que nunca fue editado. Y el primero y único tomo
está agotado y es muy difícil de conseguir. Por esa razón deseo
compartir unas pocas líneas con ustedes: si las leen con una sonrisa
será el mejor homenaje que podemos ofrecer a la memoria de
Enrique Silberstein.
¿Qué es “en trámite”?
Trámite es cada uno de los pasos que hay que recorrer para terminar un
asunto, y “en trámite” significa que los papeles y documentos que representan
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
algo (una jubilación, un crédito, una licencia, un pleito) están siguiendo los
carriles preseñalados. Claro que el hecho que sigan los caminos que han sido
indicados por quienes organizaron el sistema de movimiento de los papeles no
quiere decir que el papel se mueva. Sólo quiere decir que el papel debería estar
moviéndose, que teóricamente está pasando de una oficina a otra, de una
persona a otra; pero la verdad es que no se mueve un pito. Porque si en algún
sitio se puede todavía palpar la existencia de conceptos pregalileanos es en esto
de estar en trámite. Porque estar en trámite es el antimovimiento, es la quietud
absoluta, es el reposo en su estado más puro, más prístino. Zenón de Elea
demostró que el movimiento no existía, y la dicotomía afirma que es imposible
recorrer una distancia, porque para recorrer una distancia primero hay que
recorrer la mitad de esa distancia, luego la mitad de la restante, luego otra vez
la mitad de lo que queda, y así sucesivamente. De modo que siempre queda
una distancia por recorrer; o sea que el movimiento es imposible. El estar en
trámite está totalmente de acuerdo con esta paradoja. Pero no sólo apoya el
criterio de Zenón, sino que teniendo en cuenta que estar en movimiento significa
no estar en ninguna parte, puesto que siempre se está pasando a otro sitio,
apoya la idea de que la flecha no puede moverse, pues si se mueve no está en
ningún lado, y si está en algún lado no se mueve. Así, cuando un papel está
en algún sitio no se ha movido, y si se ha movido no está en ninguna parte y es
imposible encontrarlo. Los matemáticos creen que la solución de las paradojas
de Zenón, la de la flecha en movimiento y todo lo demás, está en la concepción
del infinito de Cantor. Ilusos de ellos. La solución del movimiento-reposo está
en el “en trámite”, que indica que todo está como estaba entonces y como
seguirá estando. Porque el movimiento no existe. Por lo menos para los
papeles.
¿Quién fue Cantillón?
Cantillón escribió lo que se considera el primer tratado sobre Economía, ya
que su “Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general” apareció en
1755. Trata de casi la totalidad de los temas económicos en forma articulada y
sistemática, y es anterior al libro de Adam Smith, quien lo publicó en 1776.
De tal forma se puede decir que se conoce el apellido del iniciador de la
Economía. La macana es que no se sabe ni su nombre, ni su nacionalidad, ni
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su ocupación, ni nada… hasta no se sabe en que lengua se escribió el libro ni
donde se imprimió. Porque si bien la primera edición aparecida en francés dice
traducida del inglés, la edición original no existe. Se sabe, sí, que era un
banquero muy audaz, que le gustaba la buena vida y las mujeres, que era muy
deshonesto, no teniendo inconvenientes en engañar a sus socios o a su mujer, a
quien desheredó. Se sabe que actuó en Francia en época de John Law, cuando
éste estaba en el máximo de su poder. Se aprovechó de los negocios que pudo
hacer a la sombra de Law, y cuando palpitó que todo se venía abajo, como
cualquier argentino que se respete, mandó su fortuna al exterior
distribuyéndola entre Londres y Amsterdam. Cuando empezó a especular
contra Law, éste lo mando llamar y le dijo que si estuviera en Inglaterra le
aceptaría la oposición, pero como estaba en Francia, si se hacía muy el loco lo
iba a mandar a la Bastilla. Cantillón dijo que sí, que cómo no, y se la picó a
Londres. Allí se dio la gran vida, hasta que un criado lo mató, robó lo que
pudo y prendió fuego a la casa. Esto es lo que se sabe del aparente fundador de
la Economía. Que tiene un apellido español, nacido aparentemente de familia
irlandesa, que escribió en francés o en inglés un libro que no se sabe donde se
imprimió. Ahora uno entiende la Economía. Sus conceptos e ideas son tan
claros como el origen y nombre de su fundador”.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
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1.3 - ¿Qué es el excedente económico?
La idea del excedente económico estaba instalada en los
economistas clásicos de fines del siglo XVIII y las siete décadas del
XIX. Luego desapareció de la literatura económica hasta que en los
años ‟50 del siglo pasado lo rescató Paul Baran. Baran fue un
destacado economista norteamericano (aunque nacido en Rusia, se
radicó desde muy pequeño en ese país) y que junto a Paul Sweezy y
Leo Huberman publicaron la revista Monthly Revew que se
convirtió en vocero de los sectores progresistas del país del norte1.
El libro más conocido de Barán es La política económica del
crecimiento (publicada en castellano por el Fondo de Cultura
Económica, 1959), en el que define al excedente económico como
la diferencia entre lo producido por el trabajo humano y el
consumo que debe realizar el productor (y su familia) para poder
subsistir.
Fíjense ustedes que en una economía de subsistencia no hay
excedente económico. Es lo que ocurrió al menos durante los
primeros 90.000 años de la existencia como especie del homo
sapiens, que en grupos nómades salió de África y se distribuyó
sobre toda la tierra. Dedicado por entero a recolectar frutos o
cazar animales comestibles, cuando se producía un enfrentamiento
con otro grupo no tenía sentido tomar prisioneros, ya que el
producido por el trabajo del capturado alcanzaba sólo para la
1
La revista fue publicada en castellano en Buenos Aires por Liliana
Martín e Irene MIzrahi, que apareció entre julio de 1963 y junio de 1966,
fecha del golpe del general Onganía.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
subsistencia del mismo: o se los incorporaba como iguales o –lo
más probable- se los mataba (y, de existir necesidad, se los comía).
Recién cuando el hombre aprendió a domesticar animales y
plantas aumentó la productividad de su trabajo y apareció el
excedente económico. Se volvió sedentario, radicándose a la orilla
de los ríos o lagos; a partir de este momento tuvo sentido hacer
trabajar al semejante para apoderarse del excedente que podía
generar, dando lugar al nacimiento de la esclavitud.
Simultáneamente a este hecho, para los vencedores fue necesario
organizarse para mantener a los esclavos como tales y asegurar que
trabajasen y, también, para establecer las formas de distribución de
ese excedente. Aparece la división social del trabajo, el desarrollo
del estado y del poder policial y militar y de las normas jurídicas
que regulan las relaciones entre los hombres.
Con el excedente económico aparece también la posibilidad que
un grupo de hombres subsista sin verse obligado a la producción
material de los bienes necesarios para ese fin, pudiendo dedicar su
tiempo al arte o al conocimiento. Es el nacimiento de la
civilización.
Para el conocimiento de una sociedad interesa responder a los
siguientes interrogantes 1) ¿Cómo se genera el excedente
económico? Es decir con que técnicas y con que relaciones sociales
se produce; 2) ¿Cómo se distribuye el excedente? y 3) ¿Cuál es el
destino que se da a ese excedente?
Con respecto al primer interrogante, las técnicas de producción
y las relaciones sociales entre los hombres (por ejemplo, hombres
libres y esclavos) están íntimamente asociadas. En Alejandría, en el
siglo I, Herón desarrolló una aplicación de la fuerza del vapor
creando juguetes autopropulsados; ni a él ni a sus contemporáneos
se les ocurrió utilizar esa energía para ahorrar trabajo humano,
como se hizo en Inglaterra el siglo XVIII dando comienzo a la
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
revolución industrial: en la civilización antigua el esclavo era tan
barato que no tenía sentido reemplazarlo por otra fuente
energética.
Es importante saber la forma que adquiere la distribución del
excedente. En principio, con el modo de producción esclavista,
son los hombres libres quienes lo usufrutuan, pero cambian la
manera de participación de los distintos sectores que componen la
sociedad, dando lugar a diferentes civilizaciones con sus propias
características distintivas, como fueron la sumeria, la del antiguo
Egipto, Grecia, Roma, los mayas o los incas.
El destino del excedente ha sido, en general, el consumo de las
clases sociales dominantes. En algunas civilizaciones, ese excedente
ha sido tan grande que, superado largamente las necesidades de
subsistencia de aquellas, parte del mismo fue dedicado a consumos
permanentes o a destinos no productivos pero de largo plazo,
como fue la erección de las pirámides egipcias o mayas o las
imponentes catedrales europeas.
El primer sistema que le dio un destino productivo al excedente
fue el capitalismo. Desde sus comienzos, la posición en la escala
social estaba dada por la acumulación individual de capital, de
forma tal que los primeros capitalistas eran austeros y trabajadores,
tratando de consumir sólo lo necesario y acumular la mayor
cantidad posible. Como el objetivo era maximizar la ganancia, la
introducción de una innovación tecnológica que disminuyera
costos le daba al innovador una posición privilegiada, hasta que se
divulgaba y desaparecía la ganancia adicional y quedaba abierto
para una nueva innovación que repetía la historia. El capitalismo se
caracterizó por revolucionar permanentemente a los medios de
producción, elevando en progresión geométrica la productividad
del trabajo humano.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Hoy existe la posibilidad de generar un excedente económico
tan grande que con pocas horas de trabajo diario de todos los
adultos se podría asegurar una vida digna y confortable para todos
los habitantes de la tierra.
La realidad es otra. La situación mundial es muy distinta: por
ejemplo, los 225 habitantes más ricos del planeta tienen una
riqueza mayor que el ingreso anual del 50% de la población más
pobre. Mientras unos pocos nadan en la abundancia otros sufren
desocupación, marginación e imposibilidad de acceder a bienes
materiales y culturales básicos.
La irracionalidad de esta situación es evidente. Se hace
imprescindible crear otros modos de producción, es decir, generar
nuevas reglas de distribución del excedente económico que
permitan lograr, a nivel mundial, una sociedad más equitativa.
Paul Baran
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
1.4 – Los oráculos económicos
Hubo una época en que los dioses se ocupaban de casi todo:
desde los fenómenos naturales a la historia y decidían el éxito o
fracaso de los pueblos. Naturalmente, al hombre le preocupaba el
futuro, por lo que los sacerdotes encargados de conversar con los
dioses o interpretar la voluntad de ellos respecto al porvenir
ocupaban un lugar privilegiado en la escala social. Así aparecieron
los oráculos, algunos famosos como el de Delfos. Con el tiempo,
los conocimientos científicos dieron una explicación racional y la
voluntad de los dioses fue perdiendo terreno para concentrarse en
algunos problemas específicos.
En la actual sociedad de consumo, donde “la panza es reina y el
dinero dios”, según la definición discepoliana, el lugar de los
sumos sacerdotes –en su función de adivinar el futuro- fue
ocupado, no podría ser de otra forma, por los economistas. Pero
no cualquier economista, sino los economistas del establischment,
que pertenecen a la ortodoxia neoliberal y que son
permanentemente consultados por la “prensa seria” y demás
medios de comunicación.
Cuando en la antigüedad los sacerdotes se equivocaban en sus
pronósticos, el culpable nunca eran ellos sino el rey o los pueblos
que, con su conducta, habían hecho modificar la decisión divina.
Lo mismo pasa con los economistas, que –según ellos- nunca se
equivocan: las diferencias entre lo pronosticado y la realidad se
debe a que el gobierno no ha seguido sus consejos de política
económica o porque el Mercado, especie de Zeus contemporáneo
23 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
que decide con omnipotencia sobre las relaciones económicas de
los hombres, así lo dispuso.
Es interesante seguir las predicciones de nuestros consultores
famosos. El periodista Roberto Novarro hizo una recopilación de
las predicciones para los años 2001 y 2002 (revista Veintitrés, 3-103) de donde extraemos las siguientes:
A principios del año 2001, el último de la gestión de De la Rúa
y de la convertibilidad, Miguel Ángel Broda auguraba que “se
renovará gradualmente el flujo de capitales… el PBI crecerá al
6,5%” (se refería al cuarto trimestre, que en realidad cayó un 5%),
mientras que Jorge Ávila (en Ámbito Financiero del 19/1/01)
aseguraba que era un “escenario propicio para una fuerte
recuperación. Enero ha sido el piso de la caída. A partir de febrero
debería darse una importante recuperación”; Martín Redrado
garantizaba que “El riesgo del default fue eliminado con el blindaje
financiero” (BAE, 19-2-01) completado por Abel Viglione (“El
blindaje … genera condiciones para la recuperación económica”
en El Cronista, 12-2-01) y por Manuel Solanet (“Argentina va
camino a la recuperación”, Ámbito financiero, 2-2-01); con mayor
precaución, Daniel Artana la dejaba para fin de año (Ámbito
financiero, 19-2-01). Y por encima de todos ellos estaba Domingo
Cavallo que garantizaba que “los depósitos están seguros. Invito a
la gente a poner otra vez la plata en los bancos” (Clarín, 23-8-01).
Año 2002. Luego de la profunda crisis económica, social y
política que vivió nuestro país, con el abandono de la
convertibilidad y el default, con el dólar estabilizado alrededor de$
3, comenzó un largo período de crecimiento económico. Nuestros
adivinos pronosticaban “en el mejor escenario el dólar a $5 y la
inflación mayor al 175%; en el peor, dólar a $ 20 e inflación al
1100% anual” (Broda en La Nación) mientras que para Jorge Ávila
“no habrá ni moneda ni bancos por dos generaciones; esto termina
en una hiperinflación” (CitiEconómica 31-5-02) y según Manuel
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Solanet “el sistema financiero se va a quedar con pocos o ningún
depósito” (El Cronista, 22-4-2002).
Luego de 2003 se instaló un período de alto crecimiento
económico merced a políticas heterodoxas y a una situación
internacional favorable. Pero nuestros augures económicos se
negaron a aceptarlo y continuaron con sus presagios agoreros: “es
sólo el rebote” y, ante la persistencia de la bonanza, “es un
veranito, luego viene la caída”; ante el canje de la deuda, con
importante quita, del año 2005 se aseguró “el fracaso de la
propuesta; el país va a quedar aislado del concierto internacional,
sin inversión ni salida económica….”. Cuando se renacionalizó el
sistema previsional salieron denunciaron la violación a la propiedad
privada y a predecir que con esta medida se “destruye el mercado
de capitales locales y con ello la inversión futura” (Ricardo López
Murphy), mientras Jorge Ávila lo calificaba la como “una
catástrofe”.
Ante esta suma de fracasos alguien podría sentirse sorprendido
y cuestionar el por que los consultores siguen utilizando un
andamiaje teórico que mostró incapacidad para interpretar la
realidad social y, en consecuencia, no puede ser apto para predecir
tendencias futuras y, también, como es posible que se los siga
consultando y escuchando. Pero todo tiene su explicación: son
funcionales al interés del poder económico.
Pero no es un mal sólo argentino. Decía el historiador Eric
Hobsbawm: “El éxito de los pronosticadores de los últimos treinta
o cuarenta años, con independencia de sus aptitudes profesionales,
como profetas ha sido tan espectacularmente bajo que sólo los
gobiernos y los institutos de investigación económica siguen
confiando en ellos, o aparentan hacerlo”.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
1.5 – Las distintas teorías económicas
Uno puede preguntarse cómo, si la economía es realmente una
ciencia, ante un mismo problema se pueden plantear respuestas
distintas e, inclusive, generar enconados debates entre economistas
provenientes de diferentes escuelas.
Lo que ocurre es que cuando se intenta pensar sobre la realidad
social que nos rodea, nos encontramos con un entramado de
relaciones entre personas, instituciones y objetos con múltiples
influencias recíprocas, donde todo parece tener que ver con todo;
una concatenación de causas-efectos, según el decir de Federico
Engels, que hace muy difícil poder desentrañar y entender lo que
realmente pasa. El camino para procurar una explicación comienza
con determinar cuáles son los elementos realmente importantes y
dejar de lado, es decir, hacer abstracción, poner entre paréntesis, a
todos los demás; a continuación, con esas variables principales, hay
que determinar las relaciones que existen entre ellas y su
comportamiento ante modificaciones externas o internas; es decir,
crear un modelo ideal o abstracto que nos permita desarrollar una
teoría lógica sobre el funcionamiento de la sociedad.
Para que una teoría sea aceptable y útil para explicar un
fenómeno debe cumplir con dos requisitos: que los supuestos en
que se basa (es decir, cuales son las variables realmente
importantes y cuales se dejan de lado, así como el escenario en que
las mismas se mueven) se ajusten a la realidad que quieren explicar
y, en segundo lugar, que no exista contradicción lógica en la
construcción mental que se hace a partir de esos supuestos. La
realidad, es decir, la experiencia concreta, dirá si el resultado al que
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
se llega coincide con lo previsto; en otras palabras, si la teoría en
cuestión puede considerarse o no como valedera para explicar esa
realidad y resulta útil o no para entender su funcionamiento y,
eventualmente, para tratar de actuar sobre ella. Claro que el
conocimiento es acumulativo, por lo que toda teoría debe ser
considerada como provisoria, susceptible de ser mejorada o,
simplemente, dejada de lado.
Esto no se aplica sólo a las ciencias sociales. Por ejemplo,
Aristóteles explicó el funcionamiento del cosmos con un modelo
simple, que partía del supuesto de que la tierra era el centro del
universo, como indica el sentido común, y que la bóveda celeste, el
sol, la luna y los demás astros, estaban en esferas concéntricas que
giraban en torno a la tierra. Por eso, para los griegos, la esfera era
el símbolo de la perfección, propia del cielo. La teoría aristotélica
no explica del porque hay astros (como el sol, la luna y los
planetas) que van cambiando su trayectoria a lo largo del año, cosa
que solucionó Ptolomeo, un griego alejandrino, incorporando
varias esferas no concéntricas entre la tierra y la bóveda celeste,
que sí era una esfera cuyo centro era nuestro planeta; con esta
teoría se pudo predecir la posición de los astros visibles en
cualquier momento y se convirtió en un instrumento insuperable
para los navegantes y viajeros. Sin embargo, luego de los viajes y
descubrimientos de los siglos XV a XVII, se puso en duda la
explicación; Copérnico rechazó el supuesto de la tierra como
punto fijo del universo y lo trasladó al sol, alrededor del cual
giraban la tierra y los demás planetas, concepción que la iglesia
rechazó como contraria a las enseñanzas de la Biblia y al sentido
común, declarándola falsa y herética. Como desde el punto de vista
práctico ambas teorías daban una explicación satisfactoria y
resultaban útiles para las necesidades de los navegantes,
coexistieron durante siglos, hasta que se terminó de imponer la
coperniana; eso hasta que el supuesto del sol como fijo tampoco
resultó correcto y hubo que abandonarlo a favor de teorías más
complejas.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Entonces, según los supuestos que se hagan, se podrán
desarrollar distintos modelos o teorías –inclusive antagónicas- para
explicar un mismo fenómeno. La experiencia dirá cual es verdadera
o, mejor dicho, cual se acerca más a la realidad; será –lógicamentela que parta de supuestos adecuados a esa realidad. Por ejemplo,
los monetaristas parten del supuesto, propio de la ortodoxia
clásica, de que la economía de mercado en equilibrio tiende a la
ocupación plena de todos los recursos; en esas condiciones, si el
estado aumentara el gasto público financiado con emisión
monetaria, como la oferta de bienes no puede aumentar porque no
hay recursos desocupados disponibles, la consecuencia sería un
aumento generalizado de los precios; conclusión: la emisión
monetaria siempre produce inflación. Esto sería cierto siempre y
cuando se cumpliera en la realidad social el supuesto de ocupación
plena, cosa que no ocurre en el capitalismo, en particular el
maduro, donde la regla general es la existencia de desocupación.
La validez de una teoría depende, repetimos, de la solidez y
concordancia de los supuestos con la realidad y de que la
construcción mental realizada a partir de los mismos no contradiga
a las leyes de la lógica. El lenguaje en que se desarrolla una teoría
es secundario; puede ser la prosa común, la utilización de gráficos
–que son muy útiles para la visualización de un fenómeno y para la
enseñanza- o el simbolismo matemático, que da precisión a la
exposición, cosa que no puede hacerse con el lenguaje habitual;
por esta razón las ciencias, a medida que profundizan su
conocimiento, tienden a utilizar más y más herramientas
matemáticas. Y sobre esto cabe una aclaración: existen corrientes
contemporáneas de pensamiento económico que se centran en la
forma matemática, olvidando que se trata solamente de un
instrumento, que la economía es y será siempre una ciencia social y
lo que realmente importa es la realidad.
En conclusión, ante explicaciones distintas sobre problemas de
economía o de política económica lo primero que hay que
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
preguntarse es que supuestos fundamentan cada posición y cuál es
su concordancia con la realidad social en cuestión. Pero también es
importante tener en cuenta que muchas veces la controversia, más
que diferencias entre ideas, esconde enfrentamientos de intereses
concretos.
Nicolás Copérnico
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
1.6 - ¿Qué es el mercado?
El mercado es una organización social en la que entran en
relación comercial los oferentes y los demandantes de bienes y
servicios, es decir los productores o vendedores con los
consumidores o compradores. Se trata de relaciones sociales entre
personas. Mucha gente, en particular socialistas, cometen el error
de identificar mercado con capitalismo. Esto no es correcto: el
mercado es una institución social anterior al capitalismo y que,
según la experiencia del siglo XX y lo que teóricamente se puede
inferir, lo va a trascender. Es preciso insistir que es una creación
social y que nunca debería convertirse en un ente por encima de la
sociedad, con poder para dominarla.
Existe mercado cuando hay división del trabajo y producción
para intercambiar con otros agentes anónimos. Existió mercado en
la sociedad esclavista, como la griega o romana, y también en las
sociedades precapitalistas. Lo que sucede es que con el capitalismo
la mercancía, y por lo tanto el mercado, ha tomado un lugar central
y dominante en la sociedad. Todo tiende a convertirse en
mercancía. Por ejemplo la fuerza de trabajo, que es la capacidad
humana de transformar la realidad, que es parte de la esencia de
nuestra especie, se ha convertido en mercancía y por eso se habla
del mercado de trabajo y de su precio, el salario.
Los bienes que por esencia son bienes públicos, que deberían
ser libres y gratuitos como el aire, se han vuelto mercancías: la
educación, la salud, el servicio de seguridad, el derecho a la
vivienda tienen sus respectivos mercados y precios. Inclusive la
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
muerte, como ceremonia y como lugar en un cementerio, ha sido
sometida a la ley del mercado.
Para esta sociedad no importa el ser humano sino que sólo
existen productores y clientes. Las necesidades que no se traducen
en demanda monetaria no interesan; la producción y los servicios
son para quienes pueden pagarlo. El estado pareciera estar sólo
para castigar a aquellos que amenazan lo más sagrado: la propiedad
privada. Recientemente hubo un caso patético que muestran lo que
es la ausencia de un estado comprometido con el bienestar social:
Richard Verone, trabajador norteamericano desocupado de 59
años, se sintió enfermo y vio que la única forma de conseguir
tratamiento médico y alimento era estando preso; entonces robó –
simulando estar armado- a un banco un dólar; obtenido el magro
botín, se sentó a espera que la policía lo llevara detenido.
Esta exagerada centralidad del mercado en el capitalismo ha
tenido su justificación teórica con el liberalismo económico. Adam
Smith, en el siglo XVIII, verificó el carácter objetivo del valor de
cambio de las cosas y trató de demostrar que el mercado es el
perfecto asignador de los recursos productivos; en consecuencia,
debía dejarse al mercado actuar por su cuenta, en total libertad, sin
interferencias –como podría ser la del estado- para lograr un
óptimo social.
El discurso de Adam Smith es racional. Uno puede discutirlo,
creerlo o rebatir sus argumentos; puede decir, por ejemplo, que
logar el óptimo presupone condiciones y supuestos que no se dan
en la realidad social; inclusive puede argüir, con fundamento, que
los ejemplos históricos muestran que esa perfectibilidad del
mercado es un mito.
Pero la justificación teórica del mercado dio un paso más. Y en
este paso tuvo importancia Friedrich von Hayek, que en 1944
publicó Camino de servidumbre y en 1960 Los fundamentos de la libertad.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Para este autor, toda planificación económica, aún la más leve,
lleva necesariamente al totalitarismo y a la pérdida de las libertades
personales; ese camino hacia la servidumbre comienza cuando se
lanza la idea de “justicia social” o de “justicia distributiva”, que,
según él, tiende a desmantelar al mercado libre y termina
conculcando las libertades económicas y personales. Von Hayek, y
sus seguidores, confunden Libertad (así, con mayúscula) con
“libertad de empresa” y la pretenden convertir en sinónimo de
propiedad privada.
Ese pensamiento se institucionalizó en el llamado
“neoliberalismo” y se convirtió en el pensamiento dominante de
toda una época. Fue el pensamiento único. Más que de una
concepción ideológica, como el liberalismo económico de Adam
Smith, se trata de una especie de religión, donde el Mercado ocupa
el lugar de divinidad suprema. El Mercado –para el neoliberalismoestá por encima de los hombres y de la sociedad y, como toda
divinidad, nunca se equivoca; siempre decide el mejor camino y el
mundo que resulta de sus decisiones es el mejor mundo posible.
Los argentinos, después de la larga experiencia que se extendió
por más de una década, conocemos bien lo que significa el
dominio absoluto del mercado, sostenido por neoliberalismo, y
cuales son sus consecuencias. Como dijo el presidente Kirchner al
asumir en mayo del 2003 “sabemos que el mercado organiza
económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que
el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y
abandona”.
En resumen, el mercado es una institución social que cumple
una finalidad económica pero que las consecuencias sociales que
resultan pueden entrar en colisión con los objetivos de las
mayorías democráticas e, inclusive, pueden llegar a ser desastrozas.
Entonces es la sociedad, corporizada por el estado, quien debe
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
intervenir, regulando su funcionamiento y encausando los
resultados.
Hace unos años Horacio Rieznik, ex sub secretario de industria
de la Nación, escribió sobre este tema unas líneas que me
parecieron impecables: “El hombre opera sobre la naturaleza
utilizando sus propias leyes, para protegerse y evitar o limitar los
desastres naturales (incluyendo a las enfermedades) y para
utilizarlas en su provecho y aumentar su confort. Para ello aplica
regulaciones (pararrayos, diques, caminos pavimentados, agua
corriente, cloacas, estructuras antisísmicas, etc.) y hoy en día trata
de protegerla mediante la ingeniería ambiental. No deja operar
libremente a las leyes naturales porque sería avasallado por ellas.
En forma idéntica se debe actuar sobre el mercado, utilizando la
leyes de la economía para prevenir que su libre acción conduzca a
calamidades tan perversas como las que fácilmente se observan en
la naturaleza y para gozar de un alto nivel de vida”.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2 - Hablemos de los Economistas
2.1 – Luca Pacioli y la partida doble
Fray Luca Pacioli fue un franciscano que se dedicó a las
matemáticas: las enseñó, fue uno de los primeros en preocuparse
por el cálculo de probabilidades, escribió obras de divulgación y
trascendió históricamente por ser el inventor de la partida doble;
por esta última razón es considerado como el fundador de la
contabilidad moderna. Nació en 1445 y murió en 1517 (aunque
algunas fuentes sostienen que fue en 1514).
En 1494 publicó “La Summa” de aritmética y proporciones,
que es considerada la primera enciclopedia de matemáticas pura y
aplicada, que tiene el enorme mérito de estar escrita en lengua
vulgar, lo que hizo asequibles los conocimientos a todo el mundo.
Se trata fundamentalmente de una obra de divulgación, aunque
tiene algunas ideas originales, como la partida doble para la
contabilidad, que él consideraba una rama de las matemáticas
aplicadas.
Trasladado a Milán, se hizo amigo de Leonardo da Vinci y con
su colaboración publicó “La divina proporción”, dedicado a la
relación aurea, conocida desde la época de los pitagóricos, que da
Vinci bautizó como “el número de oro”: dados dos números, a y
b, si la proporción entre ambos (a respecto a b), es igual a la
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
proporción entre la suma de los dos y el número a, estamos ante
una divina proporción; en la notación convencional se escribe así
(a+b):a::a:b y se lee: “a+b” es a “a” como “a” es a “b”. El valor de
la relación es 1,61803… Ese valor se da en forma aproximada en
numerosas relaciones que se pueden establecer en la naturaleza,
por ejemplo en las caracolas o en el cuerpo humano, comparando
la altura de una persona con la distancia entre el suelo y el ombligo.
En geometría, las diagonales de un pentágono regular se cortan
según la razón aurea; si se cumple con los lados de un cuadrilátero
refleja la perfecta armonía; este último tiene, además, varias
propiedades interesantes, por ejemplo, si a un rectángulo que
cumple con la proporción aurea se le saca un cuadrado, el nuevo
rectángulo que queda también la cumple. Para Pacioli fue la
confirmación de que la matemática está indisolublemente ligada a
la belleza y a la simetría y esta relación ha dominado las artes desde
el renacimiento. Representa la figura proporcionada y armoniosa;
es una relación tan natural en el hombre que, sin darnos cuenta,
está presente continuamente en el mundo contemporáneo. Hagan
una prueba: tomen un libro cualquiera y midan su tapa (alto y
ancho) y hagan la división; tendrán una aproximación al valor del
“número de oro”; lo mismo con una tarjeta de débito o crédito
cualquiera. Y podríamos dar muchísimos ejemplos más. El libro
“La divina proporción” se publicó en 1497, con ilustraciones y
esquemas de da Vinci (“¡No tenés ilustrador!” debe haber pensado
el bueno de fray Lucas).
Pero volvamos a lo nuestro. En la “Summa” escribe: “Como es
bien sabido, quien quiera dedicarse al comercio y operar con la
debida eficiencia necesita fundamentalmente tres cosas… La
principal de ellas es el dinero… La segunda cosa que se precisa
para el tráfico mercantil es ser un buen contador y hacer las
cuentas con gran rapidez… La tercera y última cosa necesaria es la
de registrar y anotar todos los negocios de manera ordenada, a fin
de que se pueda tener noticias de cada uno de ellos con rapidez”.
Y, como parte de las matemáticas aplicadas, desarrolla los
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
principios de la contabilidad: los libros necesarios y –como gran
aporte- los principios de la partida doble. Se le asigna también el
invento de las fichas móviles de contabilidad, tan usados en la
administración moderna.
El fundamento de la partida doble es –como casi todas las cosas
importantes- muy simple: se reduce a los siguientes principios: 1No hay débito sin crédito ni crédito sin débito; 2- Se debitan los
aumentos del activo, disminuciones del pasivo y los gastos. A la
inversa, se acreditan las disminuciones del activo, aumentos del
pasivo y los ingresos o ganancias; 3- La suma de los débitos es
siempre igual a la suma de los créditos.
Con el uso de la partida doble se evitan errores, se dificultan las
adulteraciones y se facilita enormemente los controles. Toda la
contabilidad desde el siglo XVI esta basada en ella, ya sea que se
usen los grandes y pesados libros del siglo XIX, la contabilidad
mecanizada popularizada en el siglo XX y también en la
contemporánea computarizada.
La partida doble denuncia cualquier error de números y
omisión, como bien sabe cualquier persona que haya trabajado en
contabilidad y tenido que buscar esos “tres malditos centavos que
impiden cerrar el balance”. Y sobre esto hay una ley de Murphy:
“El tiempo que se necesita para encontrar esa diferencia es
inversamente proporcional al plazo que tiene el contador para
entregar su trabajo”.
El invento de Lucas Pacioli tuvo diversos reconocimientos.
Quizá el más importante sea el de Max Weber, quien sostuvo que
el capitalismo moderno fue posible por dos razones: por la
aparición de la ética protestante y por el descubrimiento de la
partida doble.
De todas formas, creo que el mejor homenaje que he escuchado
es el que involuntariamente le hizo hace unos años Guillermo
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Ferreri, profesor de contabilidad de la Universidad del Comahue.
Mientras conversábamos en un pasillo de la Universidad le
pregunté sobre que novedades importantes había en su
especialidad y él, muy serio, me respondió: “Desde Lucas Pacioli
en adelante… ¡Ninguna!”
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.2 – Tomas Mun y la balanza de pagos
Luego de la conquista de América España recibió un flujo
constante de oro y plata, primero por el saqueo y luego por la
explotación de las minas, trabajadas por el sistema de mita, que
sometía a la servidumbre temporal a los pueblos originarios. Ese
flujo de riqueza convirtió al reino español en la primera potencia
mundial, mirada con envidia por el resto de los países europeos
que, en principio, asociaron la grandeza nacional con la cantidad de
metal precioso acumulado. Se llegó a prohibir la salida de oro y
plata y se pusieron trabas a la importación de mercaderías para
evitarla. Se creó así una escuela de pensamiento denominada
metalismo, que dio lugar a otra, más evolucionada, que se conoce
como mercantilismo, cuyo principal exponente es Tomás Mun (15711641).
Un precursor fue Francis Bacon (1561-1626), un gigante
intelectual de la época, que se opuso a la acumulación metálica
como finalidad, sobre lo que escribió “el dinero es como el
estiércol: no es bueno a no ser que se desparrame”. Además, y
según parece, fue el primero en utilizar el concepto de “balanza
comercial” para determinar el resultado neto del comercio con el
resto del mundo.
Tomás Mun fue director de la Compañía de las Indias
Orientales, una de las principales empresas de la época, y estaba
interesado en defender los negocios comerciales de la misma con
el exterior. Escribió en 1620 el “Discurso del comercio de
Inglaterra con las Indias Orientales” y luego “El tesoro de
Inglaterra mediante el comercio exterior”, publicado
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
póstumamente por su hijo en 1664. Aquí defiende el hecho de
importar materias primas para luego, con valor agregado local,
exportarlas: “Así, si contemplamos los actos de un labrador en la
siembra, cuando arroja el grano abundante y bueno en la tierra, lo
tomamos más por un loco que por un labrador; pero cuando
pensamos en su tarea en la época de cosecha, que es el final de sus
esfuerzos, descubrimos el mérito y pingüe producto de sus actos”.
El instrumento que desarrollaron es la Balanza Comercial
(exportaciones menos importaciones de bienes y servicios) que
forma parte de la Balanza de Pagos. Esta última se divide en dos
capítulos: el primero, la Cuenta Corriente, que incluye a la
exportación e importación de mercancías, los ingresos y egresos
por los servicios como fletes y seguros, a los pagos y cobros por
intereses, dividendos y regalías y a las transferencias de los
residentes de un país a otro (ítem que tiene gran importancia en
algunos países latinoamericanos por la gran cantidad de emigrantes
que trabajan en el exterior, especialmente en Estados Unidos). El
segundo capítulo es la Cuenta Capital, que registra las entradas y
salidas de capital.
La regla de funcionamiento de la Balanza de Pagos es: los
ingresos de dinero (exportaciones, entradas de capital, etc.) son
positivos y las salidas (importaciones, salidas de capital) son
negativos. En general, si la Cuenta Corriente es positiva, la Cuenta
Capital es negativa y viceversa; la diferencia entre los valores
absolutos de ambas se manifiesta en el aumento o disminución del
oro y las divisas que posee un país (las reservas monetarias).
Tomás Mun escribió: “…no es la gran cantidad de oro y plata
lo que constituye la verdadera riqueza de un Estado, ya que en el
mundo hay países muy grandes que cuentan con abundancia de
oro y plata y que no se encuentran más cómodos ni son más
felices”. Y para lograr la grandeza precisó: “El medio normal de
aumentar nuestra riqueza y tesoro es mediante el comercio
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
exterior, por lo que debemos seguir siempre esta regla: vender cada
año más a los extranjeros de lo que consumimos de ellos en
valor… Manteniendo esta norma en nuestro comercio, podemos
estar seguros de que el reino será enriquecido anualmente en
doscientas mil libras, que nos llegarán como tesoro, porque esta
parte de nuestra producción que no vuelve a nosotros en
mercancías debe volver necesariamente a casa en tesoro”. Esta fue
la norma del imperialismo inglés (y de todos los imperialismos):
exportar capital (cuenta capital negativa) que se compensa con
exportaciones mayores que las importaciones (cuenta corriente
positiva) que asegura trabajo y ganancias a la actividad local.
En nuestro país, durante mucho más que cien años, las
importaciones superaron a las exportaciones (cuenta corriente
negativa) por lo que se debió compensar con ingresos de capitales
(préstamos o inversiones extranjeras) lo que generó, a su vez,
intereses y remesas de utilidades que agravaron aún más el carácter
negativo de la cuenta corriente, obligando a un mayor
endeudamiento en un círculo vicioso de dependencia y
endeudamiento que explotó en el año 2001.
La situación se agravó especialmente durante dos períodos:
1976-1983 y 1991-2001. En el primero de ellos, para combatir a la
inflación se liberó a la economía y se estableció la “tablita”
cambiaria de Martínez de Hoz, que fomentó las importaciones y
castigó a la industria nacional, aumentando el endeudamiento y
extranjerizando la economía, hasta finalizar con la crisis de la
deuda de 1983. En la segunda, Domingo Cavallo (con Menem y
luego con De la Rúa) trató de hacer algo parecido, pero con un
mayor grado de liberalismo explícito, como fue la experiencia de la
convertibilidad. El resultado final fue también parecido, pero en
este caso con una crisis mucho más profunda y dolorosa.
La crisis del año 2001 produjo una gran devaluación del peso,
permitiendo reconstruir la industria y crecer las exportaciones
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
mientras que el mismo mercado limitaba las importaciones. En los
años siguientes, el mantenimiento de un tipo de cambio favorable
permitió conservar una cuenta corriente positiva, disminuyendo el
endeudamiento y aumentando las reservas monetarias del Banco
Central, en coincidencia con los consejos que dio Mun en el siglo
XVII.
¡Como debemos lamentar los argentinos que ni José Martínez
de Hoz ni Domingo Cavallo jamás hayan leído a Tomás Mun!
Tomás Mun
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.3 – Los aportes teóricos de William Petty
La monumental obra Historia Crítica de la Plusvalía de Carlos
Marx2 se inicia con estas palabras: “William Petty es el fundador de
la moderna economía política. Su genio y su originalidad son
incontestables”.
Petty (1623-1687) fue un inglés de origen relativamente
humilde, dotado de gran inteligencia y de una mente inquieta, sin
límites en el objeto de su conocimiento. Lo muestra claramente
los hitos de su vida: a los 23 años, siendo estudiante, inventó una
máquina de copiar que fue utilizada con éxito; dos años después se
doctoró en física y, al cabo de otros dos años, de profesor de
anatomía y de profesor de música, además de interesarse y estudiar
matemáticas. Inicialmente, como medio de vida, ejerció la
medicina y llegó a ser (1651) el médico personal de Oliver
Cromwell, el poderoso líder que comenzó la revolución burguesa
en Inglaterra. Luego de la invasión y conquista inglesa de Irlanda,
por influencia de Comwell fue el encargado de levantar el plano
topográfico de esas tierras, tarea que le llevó los años 1655 a 1658,
pero como el pago de sus honorarios se hizo con tierras, volvió de
Irlanda convertido en un rico terrateniente. A partir de entonces,
sin preocupaciones sobre su bienestar económico, pudo dedicarse
a lo que realmente le gustaba: estudiar, escribir y fomentar todo
tipo de conocimiento científico; frecuentó a los principales
intelectuales de la época y fue discípulo y amigo de Hobbes, uno
2
La Historia Crítica de la Plusvalía es una historia del pensamiento
económico que fue editada por Carlos Kautsky entre 1905 y 1910. Suele
presentarse como los tomos IV y V de El Capital.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
de los creadores de la ciencia política; fue uno de los fundadores de
la Royal Society y en 1661 fue nombrado “sir” por el rey.
Educado en las ciencias naturales, fue partidario de la
utilización del método inductivo en economía y de la constatación
estadística de los desarrollos. En este sentido, fue un precursor de
la contabilidad nacional y, en el plano teórico, puede considerarse a
Kalecki como su continuador en el siglo XX. Petty escribió “…en
vez de no usar más que palabras comparativas y argumentos
intelectuales, he resuelto expresarme en base a números, pesos y
medida; usar sólo argumentos con sentido y considerar sólo
aquellas causas que tienen un fundamento visible en la naturaleza”.
Escribió varios libros. El primero fue el Tratado de impuestos y
contribuciones (1662), que es considerado el primer estudio tributario
sistemático; entendía que el estado, además de las funciones
tradicionales (defensa, justicia y seguridad) debía mantener las
escuelas y colegios y financiar la atención de los necesitados; tenía
también funciones económicas, en particular el mantenimiento de
caminos, vías fluviales y puertos, es decir, la estructura necesaria
para fomentar y desarrollar la industria y el comercio. Quería un
gobierno centralizado y fuerte pero austero ya que “el mundo
rechaza ser mal gobernado”; sobre esto escribió que “Una
población escasa es realmente pobre. Una nación con ocho
millones de habitantes será más del doble de rica que otra
igualmente de extensa pero que no tenga más que cuatro millones,
pues los gobernantes –que constituyen la carga principal- pueden
ocuparse lo mismo de un número mayor o menor de individuos”.
Respecto a los impuestos, entendía que el ciudadano debía
pagarlos conforme a sus posesiones y riquezas; también aconsejaba
aplicar altos impuestos a la importación cuando se tratara de
productos que se fabricaban en el país.
Otras de sus obras fueron Palabras a un prudente (1664), Anatomía
política (1676) y Algunas palabras sobre el dinero (1682), en el que
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
desarrolla la teoría cuantitativa de la moneda y el concepto de
velocidad de circulación del dinero.
Introdujo muchos conceptos novedosos que ahora son usuales
en la economía, tales como la idea del pleno empleo, el equilibrio
presupuestario, la teoría del valor-trabajo, el estudio de la renta
diferencial de la tierra y la idea de que el capital no es más que
trabajo anterior acumulado.
Fue el primero en estudiar los distintos sectores de la economía
y vio como se puede analizar una sociedad observando la
ocupación de sus habitantes; percibió que el progreso se
manifestaba con el desplazamiento poblacional desde agricultura
hacia la manufactura y los servicios, como el transporte, comercio
o servicios personales; en los años de 1940 Colin Clark desarrolló
esta idea y le dio carácter de ley: el desarrollo económico implica la
disminución de la importancia relativa del sector primario en
beneficio, primero,
del crecimiento del sector secundario
(industria transformadora) y luego el terciario (servicios), medido
tanto en ocupación como en participación en el PBI.
La visión de Clark es correcta desde la óptica de los países
desarrollados, pero hay que tener cuidado cuando se lo pretende
aplicar a los países pobres. En estos, la tecnología importada para
las actividades agrícolas ha producido el desplazamiento de masas
de personas hacia las ciudades, que subsisten como vendedores
ambulantes, abriendo puertas de taxis, lustrando botines, o
realizando tareas o intermediaciones totalmente superfluas. Estas
actividades son consideradas por la contabilidad nacional como
“servicios”, lo mismo que la investigación científica, la enseñanza o
la producción cultural. Pero, evidentemente, no son comparables.
Por esa razón, en un país con poco desarrollo industrial el tamaño
excesivo del sector servicios no es un índice de progreso sino todo
lo contraria: señala pobreza y subdesarrollo.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Volviendo al comienzo, tradicionalmente se otorga a Adam
Smith el carácter de padre de la ciencia económica. Un viejo adagio
latino decía que “paternidad siempre incierta” lo que, debido a los
análisis del ADN, quedó desactualizada para los seres humanos;
pero no ocurre lo mismo para las ciencias sociales, así que, sin
negarle méritos intelectuales a Smith, luego de ver los aportes
realizados más de un siglo antes por el actualmente casi ignorado
William Petty, podríamos asegurar que ese título de padre es, por
lo menos, discutible.
William Petty
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.4 – El mercantilismo de Von Hornick
El mercantilismo es una especie de escuela del pensamiento
económico que floreció entre los siglos XVI y XVIII. El trasfondo
histórico que lo explica es el enriquecimiento de España gracias a
las riquezas que, en forma de oro y plata, provenían de América y
la convirtieron en la gran potencia hegemónica de la época.
Como los demás países no tenían posibilidad de descubrir y
colonizar nuevos mundos lo suficientemente desarrollados para
poder esquilmar los metales preciosos que hubieran acumulado, el
único camino para enriquecerse era obtener parte de la riqueza que
España recibía. Como quitársela por las armas no era posible (no
olvidemos que España era la principal potencia económica, política
y militar), el camino era venderles más y más productos a cambio
de metal. Y esa es la esencia del mercantilismo: un estado nacional
que regule el comercio y la actividad, que impida importar
productos extranjeros, excepto que sean imprescindibles, y que
logre exportar la mayor cantidad de bienes para asegurar la entrada
de metal en beneficio del soberano. El fundamento de esta política
intervencionista y las reglas prácticas para aplicarlo, conforman lo
que conocemos como pensamiento mercantilista.
Los grandes beneficiarios del mercantilismo fueron Inglaterra y,
mucho menos, Francia y otros países continentales. Mientras estos
desarrollaban manufacturas y comercio, entre los españoles se
impuso el criterio que hacer dinero trabajando o comerciando era
indigno de hombre nobles, con ese desprecio hacia el dinero que
es un lujo que solamente los muy ricos se pueden dar. Conclusión:
cuando se acabó el flujo de oro y plata que venía de las colonias,
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Inglaterra desarrollaba el capitalismo y comenzaba con la
revolución industrial y España se transformó, durante siglos, en un
país pobre de Europa.
Un importante teórico del mercantilismo fue el austriaco Felipe
Von Hornick (1683-1712) que escribió, en forma anónima el libro
“Austria sobre todos, siempre que quiera”, donde desarrolla la tesis
que se resume así: Es preferible pagar por un artículo dos pesos que queden
en el país que un peso que se vaya al exterior.
Uno de los problemas que veía estaba relacionado con las
señoras „bien‟, que siempre querían estar a la moda, con modelos,
joyas y perfumes importados; creía que “sería beneficioso que
mandásemos a la moda femenina al diablo, que es su padre”.
Sin embargo, lo que tuvo trascendencia del libro no fue su
opinión sobre la moda femenina sino el resumen, en nueve reglas,
de los principios del mercantilismo. A continuación van algunas de
ellas, transcriptas textualmente, a título de muestra: 1- Que cada
pulgada del suelo se use para la agricultura, la minería o las manufacturas, 2Que todas las materias primas que se encuentren en un país se utilicen en las
manufacturas nacionales, porque los bienes acabados tienen un valor mayor
que las materias primas (¡Que diría de nuestras exportaciones de
granos en bruto!) (…) 4- Que se prohíban las exportaciones de oro y plata
y que todo el dinero nacional se mantenga en circulación (hoy diríamos que
se combata la fuga de capitales, se castigue a quienes eluden
impuestos en los mercados paralelos de divisas y se persiga a los
„arbolitos‟ y „cuevas financiera‟ que lo hacen posible); 8-Que se
busquen constantemente las oportunidades para vender el excedente de
manufacturas de un país a los extranjeros, en la medida necesaria, a cambio de
oro y plata (es decir, que se organicen misiones comerciales, que se
participe de ferias, que se otorguen facilidades comerciales y
financieras para la exportación, etc.); 9- Que no se permita ninguna
importación si los bienes que se importan existen de modo suficiente y adecuado
en el país.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En el siglo XVIII Inglaterra –gracias a la política mercantilistaera la principal potencia emergente, gran exportador de
manufacturas y en condiciones de desafiar política y militarmente
a España. Entonces, sus políticos y pensadores, en particular
Adam Smith, llegaron a la conclusión de que el mercantilismo
estaba totalmente equivocado. Que había que liberar al comercio
internacional y al interno, dejando que la “mano invisible” del
mercado lograra el óptimo económico. En otras palabras, dejar
que Inglaterra se siguiera enriqueciendo con su exportación de
manufacturas y que los demás países (con industrias incipientes y,
por lo tanto, más caras) no pudieran competir con ella. Es el
nacimiento del liberalismo económico.
Los Estados Unidos no se dejaron convencer. En el siglo XIX
Alexander Hamilton y Abraham Lincoln, entre otros, fueron los
abanderados del proteccionismo que permitió industrializar al
noreste este de esa nación y convertirla en la potencia del siglo XX;
claro está que cuando lo lograron, se convirtieron en adalides de la
“libertad de comercio” para seguir beneficiándose. Algo parecido
sucedió en Alemania y en los demás países europeos.
También los habitantes del tercer mundo, más vale tarde que
nunca, estamos aprendiendo sobre el camino que hay que seguir
para lograr el crecimiento económico; es mediante la integración
en espacios supranacionales y con un estado que oriente y defienda
a la producción de nuestros países, aunque esa política disguste a
los organismos internacionales y a nuestros economistas liberales.
Es que el mercantilismo (debidamente actualizado) –que Adam
Smith creía haber matado con sus argumentos intelectuales en
1796- en el mundo actual goza de muy buena salud: por ejemplo,
los subsidios a la agricultura en Europa, Estados Unidos y Japón,
que tanto perjudica comercialmente a los países emergentes ¿No
son, acaso, aplicación de los principios mercantilistas?
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.5 – Quesnay y el primer modelo económico
En 1616 William Harvey descubrió la circulación sanguínea
(intuida genialmente por el español Miguel Servet setenta años
antes); es decir, como bombeada por el corazón un stock de
sangre, que cuantitativamente cambia más o menos lentamente,
permite mantener vivo a un organismo animal. Posiblemente
inspirado en este hecho, casi un siglo y medio después un medico
francés, François Quesnay, procuró demostrar como la circulación
económica permite mantener vivo al organismo social. Se trata del
famoso tableau économiaue publicado en 1758. Fue el primer modelo
económico conocido.
Quesnay era médico del rey, vivía en Versalles pero se codeaba
con la crema intelectual de su época; inclusive escribió dos
artículos en la famosa Enciclopedia de Diderot y D‟Alembert
sobre su verdadera especialidad, la que realmente le atraía, que era
la economía.
Observando la realidad social de su época vio que la población
de Francia se podía dividir en tres clases sociales: el rey y su corte,
que conformaba la nobleza; los campesinos, que con su trabajo
creaban nueva riqueza y que conformaban la clase productiva, y los
artesanos y los mercaderes que vivían en los pueblos
(denominados burgos, de ahí la denominación de burgueses) que
lo único que hacían era transformar las materias primas que
producían los campesinos: no creaban nueva riqueza sino que se
limitaban a transformar o transportar lo que producían los
campesinos, por lo que los llamó clase “estéril”.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Su idea era explicar como era que esa sociedad funcionaba, con
una cantidad fija de dinero, produciendo riqueza y
reproduciéndose a sí misma en el tiempo.
Veamos un ciclo productivo completo. Al comenzar los señores
tienen todo el dinero (dos unidades monetarias), los campesinos
han levantado sus cosechas, reservando lo que necesitan para
volver a producir en el próximo ciclo y para su propio alimento,
mientras que los artesanos y mercaderes están listos para comerciar
sus productos. Los señores compran su alimento anual a los
campesinos pagando una unidad monetaria y los productos
elaborados (ropa, muebles, armas…) a los artesanos y
comerciantes, pagando con la otra unidad monetaria. Con el dinero
recibido, los campesinos compran herramientas, muebles y otros
productos elaborados. En esta etapa, los mercaderes y artesanos
tienen las dos unidades monetarias; con una compran a los
campesinos sus alimentos para el nuevo ciclo y, con la otra, las
materias primas para reponer los bienes vendidos. El ciclo está por
terminar: los campesinos tienen las dos unidades monetarias, con
las que pagan a la nobleza –dueña de la tierra- su renta. Y estamos
como al principio, con las dos unidades monetarias en poder de la
nobleza. Y vuelta a empezar un nuevo ciclo, semejante al anterior y
al posterior.
Muchos interpretaron que Quesnay tenía profunda simpatía por
los agricultores y ganaderos, los verdaderos productores de
riqueza, mientras que despreciaba a los artesanos y mercaderes,
integrantes de la incipiente burguesía, a quienes llamó “clase
estéril”. Pero no era así: el médico-economista era consciente que
pertenecía a esa clase y que defendía sus intereses; por ejemplo,
sostenía que los impuestos debían ser pagados por aquellos que
realmente producían la riqueza, los que trabajaban el campo, y no
por los mercaderes y artesanos, que se limitaban a transformarla. A
esos burgueses no les interesaba los calificativos (o
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
descalificaciones verbales) sino que les importaba eran sus
intereses, en este caso que no tocaran sus riquezas con impuestos.
Se pueden sacar más deducciones de la tabla económica de
Quesnay. Por ejemplo, si eliminamos a la nobleza y nos quedamos
sólo con campesinos por un lado y artesanos y mercaderes por
otro, el modelo sigue funcionando sin ningún problema; al
contrario, con una ventaja: hay más bienes para distribuir entre
esas dos clases: implicaría un progreso, un aumento de la riqueza
per cápita. Claro que Quesnay, como médico de la corte, no podía
sacar esa conclusión, o al menos, expresarla. Podemos imaginar
cual hubiera sido su destino si lo hubiera hecho. Él murió en 1774,
rodeado de las comodidades y privilegios de la corte.
Quince años después de su muerte otros se encargaron de sacar
esa conclusión, la de eliminar a la nobleza, y la aplicaron –guillotina
mediante- en forma literal. A este caso se podría aplicar lo que
sostenía Keynes en 1936: “tarde o temprano son las ideas y no los
intereses creados los que ofrecen peligro, tanto para mal como
para bien”.
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François Quesnay
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.6 – Malthus y el problema de la población
Thomas Robert Malthus (1766-1834), al ser designado en 1805
profesor de “Historia moderna y economía política”, se convirtió
en el primer profesor de economía que se conoce. En realidad no
se sabe si era bueno dando clase o si era “un plomo”, como suelen
calificar los estudiantes a sus profesores de economía. Pero en
realidad esto no tiene mayor importancia, porque no trascendió
por ser docente sino por sus estudios sobre la población.
Resulta que el padre de Malthus era un caballero inglés muy
culto que, junto con un grupo de amigos, se habían convertido en
admiradores y difusores en Inglaterra de las ideas de la Ilustración,
que en el siglo XVIII estaba en boga en Francia y que culminarían
políticamente con la revolución de 1789. La Ilustración fue una
concepción totalmente optimista: creían ciegamente en el poder de
la razón y en las posibilidades de progreso indefinido.
En cambio el hijo, que había sido ordenado como sacerdote
anglicano, no compartía ni el racionalismo ni el optimismo paterno
y, mucho menos, el escepticismo religioso que caracterizaba a la
Ilustración. Polemizó con su padre y los amigos de éste sobre el
futuro de la humanidad y, alentado por ellos, publicó en 1798 su
libro “Ensayo sobre el principio de la población”.
Para Malthus la capacidad de crecimiento poblacional es más
grande que la capacidad de la tierra para garantizar la subsistencia
de todos los habitantes. El instinto a reproducirse es muy fuerte;
en base a los datos provenientes de Estados Unidos (territorios
amplios poco poblados y en los que los colonos no tenían
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
limitaciones alimenticias) calculó que la población, sin limitaciones
a sus instintos, se duplicaría cada 25 años (lo que implica una tasa
de crecimiento del 2,8% anual, que parece bastante adecuada a la
experiencia histórica). Eso no ocurría en el viejo continente por un
conjunto de obstáculos, que denominó privativos y destructivos.
Los obstáculos privativos provienen de la razón (el hombre
razonable se limita a tener los hijos que puede mantener), de la
restricción moral (abstinencia sexual) o de conductas viciosas. Los
destructivos son las consecuencias de la sobrepoblación: miserias,
hambre, pestes y guerras.
En el año 1801 se hizo en Inglaterra el primer censo de la
población, que mostró la existencia de una explosión demográfica,
por lo que Malthus y su libro saltaron a la fama.
En realidad, a la evolución de la población mundial la podemos
dividir en etapas muy claras:
1)
Durante milenios las tasas de natalidad y de
mortandad fueron muy elevadas y casi iguales (la diferencia
entre ambas determina la tasa de crecimiento poblacional).
2)
A finales del siglo XVIII, con el comienzo de la
revolución industrial, aumentó la productividad del trabajo,
mejoró la alimentación y, a partir de allí, se desarrolló la
medicina y se popularizaron las medidas de higiene que
trajeron aparejado la disminución de la tasa de mortandad,
manteniéndose alta la de natalidad y, por lo tanto, la de
crecimiento poblacional. Este crecimiento contemporáneo a
Malthus se debió a la disminución de la mortandad.
3)
A medida que la riqueza ha crecido se han
producido cambios en los hábitos y en conceptos morales y
sociales: en el siglo XX se fue aceptando el control de la
natalidad como una necesidad social y de realización familiar,
de forma tal que las tasas de natalidad fueron paulatinamente
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
disminuyendo y, con ellas las tasas de crecimiento
demográfico.
4)
En las sociedades desarrolladas ambas tasas
(natalidad y mortandad) volvieron a encontrarse: por ejemplo,
en Europa la tasa de crecimiento vegetativo de la población es
del orden del 0,2% anual y, en algunos casos, inclusive
negativa.
De todas formas el problema poblacional existe: La tasa de
crecimiento global para el período 1950-2000 fue estimada en
1,78% anual. Hay que tener presente que para el año 1000 la
población total del planeta fue estimada en 310 millones, que
pasaron a 790 millones cuando se inició la revolución industrial; en
el año 1900 esa población se había más que duplicado (1.650
millones) para llegar a 2.500 millones en 1950 y a 6.070 millones al
inicio del nuevo milenio. En la actualidad somos casi 7.000
millones. Una idea clara del crecimiento explosivo de la población
se puede tener pensando que hace cuarenta años era la mitad de la
actual.
Malthus ha tenido una gran influencia en las generaciones
siguientes: David Ricardo utilizó su concepción como base para la
teoría clásica del salario; posteriormente Darwin lo tuvo en cuenta
para su teoría de la evolución basada en la selección natural, que
revolucionó a las ciencias biológicas. Después de la segunda guerra
apareció con fuerza el neomaltusianismo y la lucha por el control
de natalidad por parte de las Naciones Unidas, política que tuvo
particular éxito en países sobre-poblados como China e India.
También el famoso informe “Los límites del crecimiento” del Club
de Roma de 1972 está impregnado de maltusianismo.
Según las Naciones Unidas (Fondo de la Población de la
ONU), la meta que se han propuesto es llegar a una estabilización
de la población mundial para el año 2075 en unos 10.200 millones.
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Cabe una reflexión: si a nivel global (y a nivel interno de cada
uno de los países) la distribución del ingreso fuera más equitativa,
la riqueza generada año por año alcanzaría para una vida digna de
todos y de cada uno de los habitantes de la tierra; con el
conocimiento técnico actual todos los pueblos deberían estar
incluidos en la cuarta etapa, con alto nivel de vida y baja tasa de
natalidad. Con lo que el problema poblacional mundial actual es,
en gran parte, un problema de equidad distributiva.
Thomas Robert Malthus
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.7 – Adam Smith y el liberalismo económico
Adam Smith (1723-1790) fue un filósofo y economista escocés
que escribió “Teoría de los sentimientos morales” y también “Una
investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las
naciones”, que se la conoce por el título abreviado de “La riqueza
de las naciones”, que resultó ser el primer tratado completo sobre
el tema económico, razón por la cual se lo ha denominado “el
padre de la economía”; por el contenido de esta obra es también
considerado como el fundador del liberalismo económico. Lo que
hoy nos proponemos es explicar, de la forma más sencilla posible,
lo que significa esta corriente económica.
Existe una fábula que permite explicar en forma muy sencilla el
razonamiento de Adam Smith y los fundamentos del liberalismo
económico: supongamos una sociedad individualista de cazadores
donde cada uno busca su propio bienestar y que viven de la caza
de ciervos y de castores. Toda mañana cada cazador toma su arma
y debe elegir: o bien va a la montaña a buscar ciervos o enfila para
el río para buscar castores. No puede ir a los dos lados, por lo que
el bien que no puede obtener mediante la caza lo debe conseguir
mediante el trueque, intercambiando los sobrantes que traiga de su
expedición.
Si suponemos que al cabo del día, con 8 horas de trabajo
efectivo, obtiene en promedio 4 castores ó 2 ciervos. Es decir,
podemos decir que cada ciervo le lleva 4 horas de trabajo y que
cada castor le insume 2 horas. Hay un solo tipo de cambio de
equilibrio posible: cada ciervo vale dos castores ó, lo que es lo
mismo, cada castor equivale a medio ciervo. Piensen ustedes
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
cualquier otra relación: por ejemplo uno a uno; los cazadores
obtendrían un castor con dos horas de trabajo y, mediante el
cambio, también un ciervo con el equivalente a esas dos horas;
conclusión, todos tratarían de cazar castores y obtener por trueque
a los ciervos. Sobrarían castores y faltarían ciervos, los precios de
los primeros caerían y subirían el de los ciervos, hasta alcanzar al 2
a 1 del equilibrio.
La conclusión primera de Adam Smith es que los bienes (las
mercancías) valen en función del tiempo de trabajo humano
insumido. Es decir, el trabajo es la fuente de valor y las horas de
trabajo socialmente necesarios para producirlos son los que
cuantifican ese valor.
Esta es la teoría del valor-trabajo, que fue aceptada sin
discusión por todos los economistas hasta el último tercio del siglo
XIX, época en que se desarrolló la teoría valor-utilidad. Entonces
los economistas se dividieron en dos bandos: los que aceptaban la
primera y los neoclásicos, seguidores de la segunda. Como el
debate teórico terminó en empate, ante la imposibilidad de tirar
penales, la economía académica archivó el problema del valor y se
dedicó a otros temas.
Pero el valor-trabajo no es la única conclusión que se saca de la
fábula de Smith: fíjense que los cazadores optan por ir al monte a
buscar ciervos o al río a cazar castores sin que nadie se lo mande;
las cosas ocurren como si hubiera una mano invisible que
determinara cuantos deben cazar uno u otro para que se satisfaga
en forma óptima las necesidades de la comunidad: es que si
hubieran mayor cantidad de castores que los requeridos bajaría su
precio relativo respecto al de los ciervos, por lo que a los cazadores
–tratando de maximizar su beneficio- les convendría cazar ciervos,
con lo que aumentaría la cantidad ofrecida, haciendo bajar el
precio hasta que las cantidades coincidan con las requeridas y el
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
precio con el del equilibrio. El mercado es el encargado de
lograrlo: es el óptimo asignador de los recursos.
Esta sociedad de cazadores no necesita autoridades, al menos
desde el punto de vista económico. Haría falta solamente para
asegurar el orden, la justicia y la propiedad de las herramientas y
bienes que tiene cada cazador. Si tuvieran la peregrina idea de
elegir a un “jefe” para que planifique donde debe ir cada cazador
(si al río o a la montaña), la comunidad tendría que mantener a ese
jefe (que seguramente, en forma rápida, pedirá una secretaria para
que lo ayude y un asesor –posiblemente un economista- para que
colabore en la toma de decisiones) que, en el mejor de los casos,
acertará con la distribución que determina el mercado, por lo que
ese gasto es inútil; pero muy probablemente no acierte con la
mejor asignación, lo que producirá desvíos y daños, por lo que al
costo de mantener al jefe y su séquito hay que agregar el costo de
la ineficiencia económica.
Es decir, la conclusión de Adam Smith (del liberalismo
económico) es que cada uno individualmente busca su mayor
beneficio y, con esta forma egoísta de obrar, el mercado actúa
como una mano invisible asignando de forma óptima los recursos
existentes, logrando el mayor bienestar para todos; ni el estado ni
nadie debe interferir en la economía.
Claro, puede decir cualquiera de ustedes, eso sería válido para
una economía de pequeños propietarios de sus herramientas
(artesanos), donde hay mercado transparente con muchos
compradores y vendedores (competencia perfecta) y donde las
mismas herramientas se adecuan a cualquiera de las actividades
posibles (perfecta movilidad del capital), pero la realidad social no
es así. Y tendrían razón, ya que hay algunos que tienen la posesión
exclusiva de los medios de producción y muchos que lo único que
poseen es su fuerza de trabajo, por lo que se ven obligados a
venderla a cambio de un salario; y no todos son iguales, sino hay
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
unos pocos que dominan el mercado y pueden fijar precios y
condiciones.
Es decir, hay falta de correspondencia entre los supuestos
básicos tenidos en cuenta por Adam Smith (supuestos que son los
del liberalismo y también del neoliberalismo) con la realidad de la
sociedad contemporánea; por esa razón, esa teoría presenta
deficiencias para explicar la realidad y la política económica
asentada en ella termina siempre fracasando. Pero esa es otra
historia. Lo que acá nos propusimos es explicar que es el
liberalismo económico. Y la fábula de los ciervos y castores lo hace
en forma sencilla y clara.
Adam Smith
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.8 - ¿Qué es el liberalismo?
Ya hemos hablado de Adam Smith y del liberalismo
económico. En realidad, este pensamiento reconoce antecedentes
previos y se ha desarrollado dentro de un conjunto ideológico
mucho más amplio, el del liberalismo filosófico y político, del que
es conveniente y necesario diferenciar.
Se suele considerar como fecha de nacimiento del liberalismo a
1690 (86 años antes que la publicación del libro de Adam Smith)
con la edición del trabajo de John Locke “Segundo tratado del
gobierno civil”, que es la consecuencia directa de la evolución del
pensamiento occidental a partir del humanismo del Renacimiento.
La concepción liberal parte del principio de que existen
derechos naturales inherentes a la persona humana, que son
anteriores y superiores a toda organización social: son los derechos
a la vida, a la libertad, a la propiedad, que son inalienables y que
hacen a la esencia misma del ser humano. A este ideal liberal le
debemos, en gran parte, la vigencia actual y mundial de los
derechos humanos.
En el plano político, Locke suponía que inicialmente el hombre
vivía en absoluta libertad con el uso irrestricto de sus derechos
naturales y que, para resguardarlos, constituyó la sociedad civil con
un gobierno en el que delegó expresamente parte de sus poderes.
Pero aquellos poderes no delegados continúan siguen siendo de los
individuos, por lo que el estado no puede avanzar sobre ellos. Es
más, el hombre tiene el derecho a rebelarse contra el estado si este
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
pretende avanzar por encima de los límites de las facultades
delegadas y, de esta forma, se vuelve tiránico.
Los primeros liberales, Voltaire en particular, sostenían que el
egoísmo es el motor de la conducta humana; eran individualistas,
dando prioridad a la defensa de los derechos personales como la
libertad personal (que sólo debía ser restringida para conservarla),
la seguridad y la propiedad. En general desconfiaban de las masas
incultas, por lo que estaban alejados del ideal democrático.
La democracia moderna tiene su origen teórico en Rousseau
(1712-1778) que en su obra “El contrato social”, al igual que
Locke, suponía la existencia de un estado natural original donde, a
diferencia es este último, allí existía la igualdad y no se conocía a la
propiedad privada; este estado idílico se rompió cuando algunos
pretendieron apoderarse de bienes; entonces los hombres, en
defensa de sus derechos, hicieron un contrato social por el cual se
sometieron a las decisiones colectivas tomadas por mayoría. Es
decir, para los liberales el hombre mantiene todos los derechos no
delegados expresamente y ninguna decisión mayoritaria puede
afectarlos; para Rousseau la soberanía, que es indivisible, ha sido
delegada en la sociedad civil y el hombre debe acatar las decisiones
mayoritarias, aunque vayan en contra de sus intereses.
El divorcio inicial entre liberalismo y democracia se puede
confirmar leyendo la historia de nuestro país. Los hombres que
hicieron la Argentina moderna en la segunda mitad del siglo XIX
eran profundamente liberales pero nada democráticos. Por
ejemplo, en la elección de Sarmiento como presidente, sobre
doscientos mil habitantes que tenía Buenos Aires votaron unos
quinientos; otro ejemplo: Tomás Eloy Martínez en su libro “El
sueño argentino” cita una nota editorial de “La Nación” (el órgano
periodístico típico del liberalismo de la época) de junio de 1888,
que acompaña un artículo de José Martí sobre la elección en
Estados Unidos, que dice “Únicamente a José Martí, el escritor
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
original y siempre nuevo, podía ocurrírsele pintar a un pueblo, en
los días adelantados que alcanzamos, entregados a las ridículas
funciones electorales, de incumbencia exclusiva de los gobiernos
en todo país paternalmente organizado”. Aunque hay que
reconocer que, en general, el liberalismo político y el ideal
democrático han confluido a partir del siglo XX.
El liberalismo económico es contemporáneo al liberalismo
filosófico y al político y, en general, sostenidos por los mismos
pensadores. Pero no son lo mismo.
El liberalismo económico nace en Francia con los fisiócratas y
se consolida en Inglaterra con Adam Smith. La idea básica es que
existen leyes naturales que rigen la producción y distribución de los
bienes, que los hombres –cada uno en su egoísmo individual
buscando su propio interés- logran la óptima asignación de los
recursos, por lo que el estado debe abstenerse de intervenir. Es la
frase famosa de los fisiócratas “dejad hacer, dejad pasar, el mundo
camina solo” o el concepto de “la mano invisible” que gobierna las
relaciones sociales de producción, según Adam Smith.
En el siglo XX, así como el liberalismo político confluyó con el
ideal democrático, el liberalismo económico se separó del
filosófico y político. Para imponer la llamada “libertad económica”
no tuvieron inconvenientes en avasallar la democracia y los
derechos humanos sostenidos por los principios liberales. Pruebas
al canto: en el cono sur de América, el Chile de Pinochet y la
Argentina de Videla y Martínez de Hoz fueron ejemplos de
liberalismo económico puro, pero nada del otro.
Esta separación trae problemas en la terminología. Por ejemplo,
en nuestro país a los conservadores se los llama “liberales”,
pensando en el liberalismo económico, mientras que en Estados
Unidos a los conservadores se les denomina “conservadores” y el
término “liberales” se reserva para los progresistas. Aunque lo que
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
importa no es la denominación sino entender que significa
realmente cada término.
John Locke
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.9 – David Ricardo y la división internacional del trabajo
David Ricardo (1772-1823) fue un autodidacta cuya única
formación económica previa fue la lectura del libro de Adam
Smith; de todas formas, dotado de una gran inteligencia y
capacidad de análisis, merced a sus profundas reflexiones se
convirtió en uno de los principales exponentes de la llamada
escuela clásica. Perteneciente a la burguesía industrial inglesa
intervino activamente en política y participó en las polémicas de su
época, defendiendo los intereses de su clase.
En el plano internacional observó que los países tenían distintas
ventajas productivas, provenientes de sus climas y provisión de
recursos naturales diferentes, así como de diversos niveles de
acumulación de capital y formación de recursos humanos, lo que
les permitía producir algunos bienes con costo (medido en horas
de trabajo) mucho menor que otros. Si cada país se especializara en
producir aquello para los que tiene ventajas absolutas o relativas
(Argentina granos, Brasil café y productos tropicales, Chile salitre y
cobre…) e intercambiara los excesos producidos por aquellos
productos para los que no tiene ventajas, con las mismas horas de
trabajo obtendría muchos más bienes que si intentara producirlos
todos dentro de sus fronteras. Es decir, con la especialización
productiva y el intercambio de bienes todos estarían en mejor
situación económica, una especie de pirinola donde siempre sale
“todos ganan”. Es el fundamento de la “división internacional del
trabajo” y del libre comercio mundial.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Como escribió Schumpeter “los defensores ingleses del
librecambio postulaban la universalidad de su argumentación. Era
para ellos eterna y absoluta sabiduría, válida en todo tiempo y
lugar; el que se negara a aceptar el librecambio había de ser un
necio o un truhán. O ambas cosas a la vez”. Realmente el
razonamiento de Ricardo es impecable, pero se trata de una
fotografía donde no se tiene en cuenta al factor tiempo y a la
posible evolución de las ventajas relativas de los distintos países. Si
se hubiera aplicado al pie de la letra la división internacional del
trabajo en la época de Ricardo, cuando el suyo era el único país
que había comenzado con la revolución industrial, Gran Bretaña se
hubiera convertido en el exclusivo exportador de manufacturas
para todo el mundo, mientras que el resto se habría limitado a
producir alimentos y materias primas.
Así lo entendió, por ejemplo, el alemán Friedrich List (17891846): consideraba que la industrialización era el único camino que
tenían los pueblos germanos para salir de la pobreza, por lo que el
estado debía intervenir para desarrollarla; la industria incipiente no
podía competir con las manufacturas importadas, por lo que se
debía establecer un sistema de protección hasta el momento en
que, desarrolladas, pudieran exportar en igualdad de condiciones
que las extranjeras. Fue uno de los primeros tratados a favor de la
protección económica en el comercio exterior.
Las ideas de Ricardo y de List son parte de un largo y viejo
debate: librecambio o proteccionismo, donde hay muchos aportes
teóricos interesantes, pero más que intercambiar ideas se discute en
función de intereses concretos de clases sociales. Curiosamente,
todo empezó en Inglaterra con el tratamiento de la llamada “ley de
granos”: los terratenientes británicos querían protección para la
producción agraria local, que mantuviera intacta sus rentas ante la
amenaza de importaciones baratas de alimentos y materias primas
desde el exterior; los industriales, por el contrario, encabezados por
David Ricardo, reclamaban libertad de comercio para importar
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
insumos baratos y exportar al mejor precio sus productos. Triunfó
el libre cambio. A partir de entonces en el resto del mundo hubo
un cambio de roles: los terratenientes y productores de materias
primas se convirtieron en librecambistas (para colocar sin
problemas sus productos en el extranjero e importar bienes
industrializados baratos) mientras que los incipientes industriales
exigían protección para desarrollar sus industrias.
Por ejemplo, la guerra de Secesión en Estados Unidos fue entre
el sur, productor de algodón y tabaco con mano de obra esclava
que exportaban a Inglaterra y querían manufacturas baratas (era
librecambistas) y el Noreste que iniciaba el proceso de
industrialización y necesitaba mano de obra libre (convertida en
jornaleros) y protección para su desarrollo. Ganó el norte y
Estados Unidos se convirtió en potencia industrial.
Alemania, con el gobierno de Bismarck, aplicó un fuerte
proteccionismo, lo mismo que Francia, con algunas interrupciones;
Japón es un caso especial, donde fue el estado directamente quien
desarrolló al capitalismo industrial. Y se pueden dar muchos más
ejemplos más de los países que hoy son desarrollados en función a
la protección inicial a sus industrias.
En nuestro país tuvieron hegemonía política los terratenientes
de la pampa húmeda, por lo que se optó por la inserción en la
división internacional del trabajo y, lógicamente, por el
librecambio: nos considerábamos orgullosamente “el granero del
mundo”, con una economía basada en el “crecimiento hacia
afuera”; hasta entrado el siglo XX la única industria que
prosperaba era la relacionada con la exportación primaria. La crisis
de los años ‟30 y la segunda guerra mundial mostraron la
precariedad de ese modelo, que ya había encontrado el límite
superior en su crecimiento con la puesta en producción de todas
las tierras aptas.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
La industrialización es más que una determinada producción de
bienes; significa la incorporación de técnicas y de conocimientos
en permanente cambio: es la modernización de la sociedad y la
posibilidad de dar trabajo productivo a la población que por
razones tecnológicas libera el agro. Sin industria “sobramos” la
mitad de los argentinos.
La industrialización en nuestro país, como objetivo político, se
inició en 1946 con fuerte resistencia de la oligarquía; a pesar de ésta
y de las fallas y errores que tuvo (como la dependencia excesiva del
mercado interno) logró sobrevivir, inclusive a las políticas
neoliberales aplicadas entre 1976 y 2001. Todavía hoy es la opción
para el desarrollo económico y humano argentino, y es posible
avanzar en él con una política económica adecuada basada en 1)
tipo de cambio favorable, para lo que es imprescindible las
retenciones a las exportaciones tradicionales; 2) profundización de
la integración económica en el Mercosur ampliado y 3) fuerte
intervención estatal. La opción es esa o la vuelta atrás, como
pretenden los muchos que –en función de sus intereses personalesañoran nuestra inserción en la división internacional del trabajo.
David Ricardo
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.10 – La ley de Say
Después que Quesnay presentara su modelo económico
inspirado en la circulación sanguínea se desarrollaron muchos
otros esquemas que tratan de mostrar en forma simplificada cómo
funciona el proceso económico; es decir, explicar como el sistema
hace posible la producción y distribución en forma continua de
bienes y servicios, manteniéndose a sí mismo en el tiempo.
Posiblemente el más sencillo, que conocen todos los estudiantes de
introducción a la economía, consiste (suponiendo una sociedad
cerrada y sin presencia del estado) en separar a los agentes
económicos en dos sectores: por un lado como productores
(aportando el trabajo, el capital, alquilando la tierra u organizando
la producción), que llamamos “las empresas”, y del otro lado a
ellos mismos, pero esta vez como consumidores, que
denominamos “las familias”. Las empresas pagan a las familias, a
cambio de sus aportes para la producción, los sueldos y jornales,
intereses, rentas y ganancias y con ese dinero “las familias”
compran a las empresas los bienes producidos, en un movimiento
circular y continuo. Si a ese flujo lo medimos en el momento de la
compra-venta tenemos el valor monetario de la producción final
de bienes y servicios (Producto Bruto Interno) que es igual al total
bruto de las remuneraciones de los factores de la producción
(Ingreso Nacional Bruto).
En base a ese esquema Juan Bautista Say (1767-1832) pensó
que todo aumento de la producción viene acompañado de un
aumento equivalente del ingreso de los productores (en sueldos,
ganancias…) que, al recibir el pago, van a destinar a comprar
bienes por ese mismo valor. Él escribió en 1803: “Un producto
71 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
terminado ofrece, desde ese mismo instante, un mercado a otros
productos por todo el monto de su valor. En efecto, cuando un
productor termina un producto, su mayor deseo es venderlo, para
que el valor de dicho producto no permanezca improductivo en
sus manos. Pero no está menos apresurado por deshacerse del
dinero que le provee su venta, para que el valor del dinero
tampoco quede improductivo. Ahora bien, no podemos
deshacernos del dinero más que motivados por el deseo de
comprar un producto cualquiera. Vemos entonces que el simple
hecho de la formación de un producto abre, desde ese preciso
instante, un mercado a otros productos”.
Juan Bautista Say
En otras palabras, está diciendo que “la oferta crea su propia
demanda”, que es la forma en que habitualmente se enuncia a la
llamada Ley de Say.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Esta ley hace al fundamento del liberalismo económico y está,
explícita o implícitamente, en sus argumentos y modelos; con
competencia perfecta y sin intervención estatal se está en el mejor
de los mundos: no es posible la sobreproducción de mercancías ni
las crisis; además, como los agentes económicos buscan maximizar
sus ingresos, no habría tampoco desocupación de mano de obra ni
de capital.
Primero Carlos Marx en el siglo XIX y luego Keynes, cuando se
estaba en plena crisis de los años 1930, fueron grandes críticos de
la ley de Say. Es que esta ley sería válida si el objetivo del sistema
económico fuera exclusivamente la satisfacción de las necesidades
del hombre, es decir, el consumo: no tendría sentido guardarse
dinero sino que se gastaría íntegramente. Pero en el capitalismo no
es así; el objetivo del quehacer capitalista es obtener ganancias y su
gasto en inversión está guiado por ella. Si en un momento dado la
posibilidad de ganancias es insuficiente, prefiere demorar su gasto
para más adelante, para tiempos mejores. No lo invierte, pero
tampoco lo consume, porque en este caso dejaría ser capitalista. Lo
que hace es atesorar y no gastarlo (por ejemplo, comprando
dólares para guardar “bajo el colchón” o depositándolos en un
“paraíso fiscal”).
Supongamos un flujo circular de mil pesos. Si en un momento
dado alguien atesora cien, las compras se reducirán a novecientos
pesos; las empresas (que han fabricado por $ 1.000) venden por
$ 900, ven aumentado su stock en $ 100. Las cuentas de la
contabilidad social cierran sin problemas: gasto en consumo e
inversión $ 900 + inversión en stock $ 100 = $ 1.000, que es lo
producido. Pero en este caso no se trata de un aumento de stock
voluntario sino resultado de la disminución de las ventas: la
reacción de las empresas será disminuir la cantidad producida, por
ejemplo a $ 900, lo que implica menos trabajo insumido y menos
ganancias: los ingresos de “las familias” ha disminuido ahora a
$ 900, mientras que es probable que sus integrantes quieran gastar
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
menos, tanto porque las ganancias han disminuido como porque
los tiempos son malos y hay incertidumbre respecto al futuro. Por
ejemplo, supongamos que gasten solo $ 850 de los $ 900 recibidos:
vuelven a aumentar los stocks no deseados y, por lo tanto, la
fuerza de trabajo contratada y las ganancias percibidas: es un
proceso acumulativo de disminución de la inversión y del ingreso,
una recesión y crisis.
Kalecki, contemporáneo de Keynes, mostró que las
fluctuaciones económicas son inherentes al sistema y, coincidente
con este último, veía que lo normal era una demanda efectiva
insuficiente para absorber toda la producción. Para evitar la
recesión y la desocupación era necesario que el estado con su gasto
y con las inversiones públicas complemente a la demanda privada
que, sola, es incapaz de lograr la ocupación plena de los factores
productivos. Después de la segunda guerra todos los gobiernos,
temerosos de una vuelta a los años ‟30, practicaron la política
keynesiana, desarrollando “el estado de bienestar”.
Eso hasta la crisis del petróleo. A partir de los años ‟70
reapareció con fuerza el liberalismo económico y, en la teoría, la
supuesta vigencia de la ley de Say (por ejemplo, en la llamada
“economía de oferta”). Sin embargo, con la crisis financiera del
año 2008 los mismos países adalides del equilibrio presupuestario y
de la absoluta libertad de mercados salieron, con déficit fiscal y
endeudamiento público, a salvar a sus bancos y a estimular a la
economía real. Hoy, comparado con su producto bruto interno, en
Estados Unidos el déficit fiscal supera al 11% y el endeudamiento
público al 93%.
De la Ley de Say muy pocos se acuerdan.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.11 – Silvio Gesell y la política monetaria
Silvio Gesell (1862-1930) fue un economista germano-argentino
que tuvo trascendencia en su época y que actualmente se lo
recuerda fundamentalmente porque Keynes lo ha considerado uno
de sus predecesores intelectuales y lo tenía en alta consideración.
En el capítulo 23 de la “Teoría General” Keynes escribió: “Creo
que los pensamientos de Gesell serán en el futuro más importantes
que los de Marx”.
Gesell vino a la Argentina en 1887 y se quedó veinticuatro años.
Su tercer hijo, nacido en Buenos Aires, Carlos, logró renombre por
haber sido quien fundó y desarrolló el conocido balneario
bonaerense Villa Gesell. Durante su estadía en nuestro país, Silvio
se dedicó a estudiar la evolución y los continuos problemas que
presentaba el sistema monetario argentino (y les aseguro que
material no le faltaba; algún día hablaremos acá de la historia de
nuestra moneda) y sobre ese tema publicó tres libros: “El sistema
monetario argentino; sus ventajas y perfeccionamiento” (1893),
“La cuestión monetaria argentina” (1898) y “La plétora monetaria
argentina de 1909 y la anemia monetaria de 1898” (1909).
En 1911 volvió a Alemania. A pesar de ser un liberal entendió
que sus conocimientos podían ser útiles a su país, especialmente en
un período de grandes transformaciones, como ocurrió después de
la primera guerra mundial; así, en 1919 aceptó ser ministro de la
efímera República Soviética de Baviera, por lo cual fue encarcelado
y juzgado, aunque posteriormente liberado.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En Alemania continuó sus estudios monetarios, publicando sus
trabajos más conocidos: “El nuevo orden económico natural por
libre-moneda y libre-tierra” y “El dinero debe ser un medio de
cambio y nada más”. A su posición intelectual la podernos calificar
como de “liberal-utópico”: partiendo del egoísmo individual del
hombre actual procuraba construir una economía natural
productiva lejos de la especulación financiera. El arma con que
contaba era la política monetaria.
Es sabido que el dinero tiene diversas funciones: 1) es una
unidad de cuenta, es decir, al fijar un precio a cada bien permite
convertir en homogéneos a los bienes diferentes (heterogéneos),
solucionando así el problema con que la maestra de primer grado
nos machacaba: “no se pueden sumar manzanas más peras”; le
podríamos haber respondido: “convirtamos todos a pesos y los
sumamos”. Sin esta función no habría contabilidad, ni economía,
ni negocios ni mundo moderno. 2) Es un medio de cambio o de
pago. Sin dinero tendríamos que recurrir al trueque, con los
inconvenientes que este genera. 3) Es un patrón de pagos futuros,
lo que permite el desarrollo del sistema financiero. 4) Es una
reserva de valor; es decir, uno lo puede ir guardando para
comprarse en el futuro un auto o una casa; o simplemente, ahorrar
pensando en el mañana. Muchas veces estas funciones las cumplen
distintas unidades monetarias: especialmente durante los períodos
de alta inflación era usual utilizar al dólar como unidad de cuenta
(hoy todavía se lo usa para valuar los inmuebles) aunque los pagos
se hagan en pesos. Y, como todavía se sigue haciendo, se usa al
dólar para ahorrar, como reserva de valor.
Gesell proponía que el dinero dejara de cumplir la cuarta
función, la de conservar el valor en el tiempo. Consideraba que el
dinero se había hecho para ser gastado y, de esta forma, mover
todo el sistema económico. Había que lograr que el público se
desprendiera del dinero, que no lo guardara y para eso propuso un
sistema que castigaba a quien atesorara afectando el punto que más
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
sensible y que más le duele al hombre: el bolsillo. Propuso la
creación de los billetes que al dorso tuvieron muchas casillas donde
al cabo de cierto tiempo (las fechas estarían impresas en el billete)
los poseedores del dinero debían concurrir a una oficina pública a
comprar una estampilla y pegarla en el casillero correspondiente,
sin la cual el dinero perdía totalmente su valor. Pensaba que el
tener que pagar para mantener la moneda, además de tomarse el
trabajo de comprar la estampilla y pegarla, iban a ser suficiente
disuasivo para hacer que la gente gastara todo su dinero.
Un tiempo después Keynes, ya entrados los años ‟30 y en plena
recesión, vio que uno de los males de su tiempo era la elevada
preferencia por la liquidez de la población: ante la incertidumbre
del futuro el público prefería gastar lo menos posible guardando el
efectivo, lo que agravaba la situación de todos. Conductas que
podrían ser acertadas en el plano individual eran totalmente
perjudiciales vistas colectivamente. Y pensó que la idea de Gesell
de castigar el atesoramiento monetario iba por el camino correcto,
y por eso sus elogios en la “Teoría General”.
El proyecto de Gesell no se llevó a la práctica. Pero la economía
encontró otro método, mucho más cómodo, económico y
eficiente para lograr el mismo objetivo: la inflación. La pérdida del
valor adquisitivo del dinero equivale a un costo por el
atesoramiento, como quería Silvio Gesell. Y no afecta solo al peso:
también al dólar o al euro, aunque los argentinos no nos hayamos
enterado y se siga ahorrando en estas monedas.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Silvio Gesell
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.12 – Veblen y la sociedad de consumo
Thorstein Veblen nació en Wiscosin, Estados Unidos, en 1857
y murió en 1929. Escribía en forma muy irónica y ácida; inclusive,
quienes han estudiado sus obras dicen que es difícil separar lo que
escribe en serio y lo que es broma; deja reflexionando al lector si lo
que quiere es explicar algo o tomarle el pelo. De todas formas sus
conocimientos fueron universales y resultó un erudito en filosofía,
historia, antropología, psicología, matemáticas y, lógicamente, en
economía.
Dicen que por su actitud personal parecía despreciar a todo el
mundo y que a todos trataba en forma despectiva, por lo que no es
extraño que haya sido un individuo solitario y que generara
enormes resistencias personales y hasta enemistades en sus lugares
de trabajo. Cuentan que, como hablaba en voz muy baja, los
alumnos se quejaron de que en sus clases no lo escuchaban, a lo
que él respondió que no se preocuparan, que si lo llegaban a
escuchar seguro que no lo entendían.
Fue un crítico ácido del capitalismo. No como Carlos Marx, que
lo criticó por la explotación y la alienación que generaba pero que
reconocía sus grandes méritos, en especial el progreso técnico que
había logrado, y proponía la superación dialéctica del mismo, en
una negación que conservara lo positivo. En cambio, para Veblen,
el capitalismo es una forma de barbarismo primitivo y sus
creaciones no son valiosas en absoluto.
Es considerado como uno de los fundadores de la escuela
institucionalista, que bajo la influencia de la teoría de la evolución
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
de Charles Darwin y del pensamiento positivista del fin del siglo
XIX, hace un abordaje evolutivo de las instituciones económicas;
entre las instituciones incluye los hábitos y las rutinas de conducta
en determinado momento histórico. Veblen rechazaba los
principios de la economía clásica y de la neoclásica, dominante en
los ambientes académicos de su época; en particular el supuesto
del hombre económico, un ser racional e individualista que busca
maximizar la utilidad. Para él, por el contrario, el hombre es
absolutamente irracional y busca el status social sin mucho respeto
a su propia felicidad ni a la de sus semejantes.
Fue un crítico despiadado de la sociedad norteamericana de su
tiempo.
Su principal obra es la “Teoría de la clase ociosa”. Para Veblen
la característica del capitalismo occidental es el de las sociedades
bárbaras donde el status se manifiesta con el derroche consumista;
“la posesión de riqueza confiere honor; es una distinción
valorativa” y el consumo ostentoso (término inventado por él) es
la forma de mostrarlo. No importa la utilidad del consumo sino lo
que ella implica como posición social: por ejemplo, cubiertos de
plata y no de acero, aunque estos últimos son más eficientes y
prácticos; la concurrencia a restaurantes de moda, aunque sean más
caros y de menor calidad que otros, comprar ropa por su marca y
no por la utilidad que presta. Sería un buen ejercicio pensar cuanto
podría escribir Veblen sobre la actualidad de nuestro país, donde,
según dice Mempo Giardinelli en su novela “Que solos se quedan
los muertos”, cuando recuerda la visita de Onganía a la Sociedad
Rural en carroza, “entre el aplauso y la admiración de los
estancieros, los dueños de la tierra y los estúpidos educados para la
frivolidad del medio pelo, para el sueño del auto nuevo y el Rolex
de oro, para la apariencia y el culto de las modas, para la
irresponsabilidad de los fatuos y para la tontería y la ignorancia.
Nos educaron en la apología de la imbecilidad…”
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Posiblemente tomó de Saint Simon la definición de clase ociosa
como opuesto a la clase productiva. La primera está dedicada al
consumo como forma de ostentar riqueza y, por lo tanto, su status
social; desprecia a lo productivo y se interesan especialmente por
cuestiones teóricas y abstractas. Es decir, el ocio, para Veblen no
es estar tirado en el pasto mirando los pajaritos y las nubes, como
podríamos pensar cualquiera de nosotros, sino pasar el tiempo sin
hacer nada productivo, tanto por considerar indigno el trabajo
material como por ser una forma de manifestar capacidad
pecuniaria sin necesidad de transpirar para sobrevivir. Pretenden
ser intelectuales y sus ocupaciones preferidas son la educación, la
guerra, el gobierno y las cuestiones religiosas. Sus integrantes son
profesores, militares, magistrados, políticos, gobernantes,
sacerdotes, deportistas profesionales,… pero todos ellos, tanto
intelectuales como políticos, buscan la distinción pecuniaria a sus
esfuerzos.
Fue muy crítico con su propio sector, el académico.
Consideraba que el saber siempre ha sido utilizado para
impresionar y engañar a los ignorantes y que la liturgia universitaria
recurre a fetiches para legitimar su privilegio: togas, birretes,
colación de grado, tesis,… Claro que el establishment universitario
no permaneció pasivo: de su primer trabajo, en la Universidad de
Chicago, lo expulsaron acusado de tener relaciones sexuales con las
alumnas; del segundo, en la Universidad de Stanford, fue obligado
a renunciar por sus críticas a la sociedad y en el siguiente, en la
Universidad de Missouri, no pudo ascender más allá de docente
auxiliar.
Después de muerto fue reconocido y valorado por su crítica a la
sociedad de consumo. De su aporte como economista dice
Enrique Silberstein que “últimamente se ha producido un renacer
en el estudio de Veblen. Aunque ya no desde el punto de vista
económico sino sociológico. Esto es, los economistas consiguieron
sacárselo de encima. Por eso ahora lo miran con cierta simpatía”
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Thorstein Veblen
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.13 – Michal Kalecki y la demanda efectiva
Casi todo el mundo conoce de nombre a Keynes y sabe que
produjo una revolución en la teoría y en la política económica.
Pero casi nadie (inclusive estudiantes de economía) sabe que
Michal Kalecki llegó a las mismas conclusiones fundamentales tres
años antes que aquel. Por lo que la teoría keynesiana debería
llamarse, por lo menos, teoría de Kalecki-Keynes.
En defensa de la honestidad intelectual de Keynes hay que decir
que no conocía la obra de Kalecki, sino que se trató de un hecho
más –bastante habitual en la historia de la ciencia- de elaboraciones
similares totalmente independientes, como respuesta a las
necesidades objetivas de la época.
Kalecki fue un matemático y economista polaco que reunía
todas las condiciones para no trascender: escribía en polaco, una
lengua marginal para el conocimiento científico universal, era
pobre, judío y marxista. En cambio Keynes pertenecía a un país
central, era rico e intelectualmente muy conocido y, además, era
profesor de una de las universidades más prestigiosas del mundo.
La versión de Kalecki de la demanda efectiva y sus
consecuencias parece superior a la de Keynes, ya que no depende
de algunos supuestos dudosos que este último ha heredado de la
teoría neoclásica. Kalecki abandona el supuesto de competencia
perfecta y el de los rendimientos decrecientes y, en lugar del
“hombre económico” abstracto con su propensión a consumir y
su conducta dependiente de la tasa de interés para maximizar las
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
ganancias, aparecen las clases sociales con sus comportamientos
típicos.
Parece importante que el público interesado en los problemas
económicos conozca alguna de las conclusiones teóricas de
Kalecki.
Es sabido que el producto bruto de un país (PBI) está formado
por los bienes y servicios producidos durante un año, los que son
utilizados para el consumo o para la inversión; por otro lado, el
ingreso nacional bruto equivale a la suma de sueldos y salarios más
las ganancias obtenidas (el concepto de ganancia tomado en
términos amplios, que incluye rentas e intereses ganados).
Es decir, tenemos: SUELDOS Y SALARIOS más
GANANCIAS por el lado del ingreso y CONSUMO DE
TRABAJADORES más CONSUMO DE CAPITALISTAS más
INVERSION por el lado del gasto. Se puede suponer que el total
de sueldos y salarios es aproximadamente igual al consumo de los
trabajadores, por lo que podemos eliminar ambos conceptos. Nos
queda que
GANANCIAS = CONSUMO DE
INVERSION DE LAS EMPRESAS
CAPITALISTAS
+
Los empresarios tratan de maximizar sus ganancias, pero el
importe preciso no lo pueden decidir ellos sino que resulta del
funcionamiento del mercado. En cambio, sí pueden decidir cuanto
consumen y cuanto invierten. Es decir, el segundo miembro de la
igualdad anterior determina el monto de la primera. O, en otros
términos y en palabras de Kalecki, “los trabajadores gastan cuanto
ganan y los capitalistas ganan lo que gastan”.
Repetimos, los capitalistas no pueden decidir su ingreso. Pero sí
pueden decidir cuánto gastan en consumo personal y cuanto
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
invierten en capital; por lo tanto, la decisión del gasto es la que
determina –en última instancia- cual va a ser su ganancia.
Cuando su gasto es insuficiente, disminuyen las ganancias,
cierran las empresas, hay desocupación y quiebras, como en los
años ‟30 (que es lo que tenían presente Keynes y Kalecki) y
repetido en tiempos mucho más recientes (que es lo que tenemos
que recordar los argentinos); en este caso la demanda efectiva es
insuficiente. Y aquí tiene que intervenir el estado para –con su
gasto- tratar de restablecer el equilibrio.
También Kalecki demostró matemáticamente que cuanto
mayor es la proporción del ingreso de los trabajadores en la
distribución del producto total, mayor es el nivel del producto. Es
decir, para crecer económicamente un país, debe distribuir
equitativamente su ingreso. Parece elemental, porque el
crecimiento de la producción requiere mercados crecientes que la
absorban, pero no es de comprensión tan inmediata. ¿Se acuerdan
cuando el Ministro de Economía era López Murphy y propuso
bajar los sueldos para superar la crisis? Además de ser
políticamente inviable hubiera sido un disparate económico:
hubiera agravado la situación y adelantado la crisis, que finalmente
ocurrió.
Aunque Kalecki nunca reclamó nada y admitió la importancia
de Keynes en el desarrollo de la teoría económica, el
reconocimiento, tarde, pero le llegó. A partir de los trabajos de
Joan Robinson y otros economistas, la comunidad científica
conoció su labor y su anticipación a Keynes. Y algo que es más
importante: sus ideas y aportes a la teoría económica ocupan un
lugar creciente en los distintos desarrollos teóricos de los
“poskeynesianos”, mucho más cercanos a la realidad que la teoría
académica tradicional.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Michal Kalecki
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.14 – Michal Kalecki y el ciclo político
El economista polaco Michal Kalecki ha trascendido
fundamentalmente por su anticipo a la teoría con que Keynes
revolucionó a la teoría económica. Pero este no fue su único logro.
Dotado de una mente brillante y de un poderoso arsenal teórico,
analizó problemas económicos que todavía estaban en germen y
que se manifestarían muchos años después. Por ejemplo, en 1933
publicó un artículo en los que alertaba sobre las limitaciones
externas en un desarrollo industrial orientado hacia el mercado
interno, como ocurrió en nuestro país veinte años después, con el
“pare y arranque de nuestra economía”. También alertó sobre los
riesgos de recurrir al capital extranjero para evitar los problemas en
la balanza de pagos, cosa que los argentinos verificamos en carne
propia.
Pero aquí queremos referirnos a otra anticipación de Kalecki.
En 1943, en Inglaterra, cuando todavía no había terminado la
segunda guerra, publicó un artículo que tituló “Los aspectos
políticos del pleno empleo”, basado en su propia experiencia en la
discusión con los asesores financieros, las organizaciones
empresarias y los políticos de su época, a los que no podía
convencer de cosas evidentes, por lo que escribió que no era que
“no creyesen en su economía, con lo pobre que es. Pero la
ignorancia obstinada es normalmente una manifestación de
motivaciones políticas subyacentes”, que es lo mismo que debe
haber pensado la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó
del Pont, luego de sus presentaciones en el Congreso Argentino.
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Cuando existe depresión y altos niveles de desocupación y la
opinión pública clama por una solución, el camino es el gasto del
estado, ya que los incentivos al sector privado (disminución de la
tasa de interés, menores impuestos) resultan insuficientes. La
recuperación debe venir de la mano del gasto público. Kalecki
decía que son conocidos los mecanismos de política económica
para lograr la recuperación y mantener una situación cercana a la
ocupación plena. Pero el grave problema era “vender” esas ideas
políticamente.
Según Kalecki, los sectores privilegiados, por ejemplo las
entidades que nuclean a las grandes empresas y los grandes dueños
de la tierra, temen a la intervención del estado en procura del pleno
empleo por diversas razones, que analiza detenidamente. La
primera es el miedo a la interferencia del gobierno y a la pérdida de
poder que este significa; les gusta que “se busque la confianza de
los empresarios y del mercado”. La segunda es el temor al
relajamiento de la disciplina laboral; el agotamiento del “ejército de
reserva” de trabajadores desocupados fortalece al poder sindical y
da fuerza a los reclamos de mayores salarios reales y de mejores
condiciones de trabajo. En tercer lugar está la preocupación por las
políticas igualitarias y de redistribución del ingreso que acompañan
a la mayor intervención estatal. De acuerdo a su experiencia de los
años ‟30, decía que el único aumento del gasto estatal que los
privilegiados aceptan sin oposición es el armamentismo. Cosa que
la historia de nuestros tiempos puede corroborar.
El problema adicional es que una política de ingresos para
combatir la desocupación viene acompañada de presiones
inflacionarias. Como se demostrara años después, con la “Curva de
Phillips”, un aumento en algunos puntos en la tasa de inflación es
el precio a pagar por una disminución de la desocupación, o –a la
inversa- el incremento de la desocupación es el costo de cortar la
inflación.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Por todas esas razones, con la recuperación económica empieza
una campaña desempolvando mitos como el del equilibrio
presupuestario o la ineficiencia estatal, se denuncia el exceso de
gasto público y las presiones inflacionarias y se reclama el ajuste
de las cuentas públicas para parar la inflación.
Según las palabras de Kalecki, el ciclo político funciona así:
“Durante la depresión, ya sea bajo la presión de las masas o incluso
sin ella, se emprenderá una inversión pública financiada mediante
el endeudamiento para impedir el desempleo a gran escala. Pero si
se intenta aplicar este método a fin de mantener el alto nivel de
empleo alcanzado en el subsiguiente auge es posible que se
confronte una fuerte oposición de los dirigentes empresariales. Como
ya se ha discutido, el pleno empleo perdurable no goza en absoluto
de sus simpatías. Los trabajadores estarían fuera de control y los
capitanes de la industria estarían impacientes de darles una lección. Más
aún, el incremento durante la recuperación presenta desventajas
para los pequeños y grandes rentistas y los hace sentirse cansados
del auge. En esta situación, posiblemente se forme un poderoso
bloque entre las grandes empresas y los intereses de los rentistas, y
posiblemente encontrarán más de un economista que declare que
la situación es manifiestamente poco sólida. La presión de todas
estas fuerzas, y en particular de las grandes empresas –por lo
general con influencia poderosa en los departamentos
gubernamentales-, inducirá probablemente al Gobierno a volver a
la política ortodoxa de reducción del déficit presupuestario.
Vendrá después una depresión en la que la política de gastos
volvería otra vez a su sitio”. Y vuelta a empezar.
Ayuda a que el ciclo político sea una realidad la falta de
memoria colectiva de la sociedad, que tiende a sepultar en el olvido
los malos momentos. Muchos de los que en la Argentina de hoy
protestan por la situación actual y reclaman por un ajuste del gasto
del estado han olvidado los años previos a 2001, cuando no
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
podían dormir por la deuda impaga en el banco, por la sombra de
la quiebra sobre sus empresas o por el temor a perder el empleo.
Es responsabilidad de todos, en la democracia, evitar la
repetición del “ciclo político”. Y para ello sería útil una jornada
colectiva de rememoración, ya que –como decía la reconocida
economista inglesa Joan Robinson- “con la mayoría de los
problemas de hoy en día, las respuestas económicas son sólo
cuestiones políticas”.
90 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.15 - Keynes y la igualdad ahorro-inversión
Keynes publicó su obra, hoy clásica, “Teoría General de la
Ocupación, el Interés y el Dinero” en 1936, pero la situación
internacional y la segunda guerra iniciada tres años después dejaron
su difusión masiva para la postguerra. En castellano la primera
edición del Fondo de Cultura Económica fue en México en 1943;
en 1947 apareció “Introducción a Keynes” del argentino Raúl
Prebisch, mientras que la conocida “Guía de Keynes” de Alvin
Hansen, que fue utilizada por muchas camadas de estudiantes para
entenderlo, fue publicada en inglés en 1953, con primera
traducción al castellano en 1957.
Esta introducción de fechas tiene que ver con mi experiencia
personal; mis estudios universitarios transcurrieron en los años „50,
cuando Keynes era una novedad que todavía que no había
terminado de digerirse y generaba grandes resistencias en el cuerpo
de profesores educados en la ortodoxia económica. Uno de los
temas que más se discutían era la igualdad ahorro-inversión,
planteada inicialmente por Michal Kalecki y (en forma totalmente
independiente y sin conocer el trabajo del anterior) popularizada
por la obra de Keynes.
Resulta que para la ortodoxia, y para el sentido común, el
ahorro y la inversión son dos fenómenos económicos
independientes y realizados por actores diferentes: por un lado
quienes ahorran, que lo hacen reemplazando un consumo actual
por uno futuro y recibiendo a cambio una retribución denominada
interés, que venía a ser el precio por esa abstinencia; por el otro,
los empresarios, que necesitan capital para invertir y toman sus
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
decisiones comparando la tasa de ganancia prevista con la tasa de
interés. Ambas, entonces, tanto el ahorro como la inversión,
dependerían de la tasa de interés; la primera como una función
creciente: cuanto mayor la tasa de interés más grande es el
incentivo para ahorrar; la inversión, en cambio, como decreciente:
cuanto mayor la tasa menor el monto invertido.
El mercado financiero, lugar donde se encuentran ahorristas e
inversores –oferentes y demandantes de dinero, respectivamentedeterminaría la tasa de interés que iguala la cantidad efectiva de
ahorro e inversión. Cuanto mayor sea el ahorro más baja será la
tasa de interés y, por lo tanto, mayor la inversión (y el crecimiento
de la economía). Por otro lado, si aumentaran las inversiones
aumentaría la cantidad demandada de ahorros y, por lo tanto,
subiría la tasa de interés, incentivando por su parte las decisiones
de ahorro.
Pero llegaron Kalecki y Keynes y dijeron que eso no es así. Que
la igualdad ahorro-inversión se da siempre, con independencia del
mercado financiero. Inclusive el primero llegó a decir que el interés
no tiene más que una importancia marginal en la determinación de
la inversión y que se la podía dejar de lado en un modelo
simplificado; para Keynes no; para él la tasa de interés cumple un
importante papel en la determinación de la inversión, pero no tiene
nada que ver con la igualación de ésta con el ahorro.
El razonamiento es el siguiente. El total de bienes y servicios
producidos por una sociedad durante un lapso dado (por ejemplo,
un año) es igual al ingreso en concepto de sueldos, intereses, rentas
y ganancias de las personas que componen esa sociedad; si, por
razones de simplicidad, suponemos una sociedad donde tanto el
estado como comercio exterior tienen muy poca importancia, los
bienes y servicios producidos se pueden destinar o bien al
consumo (alimentos, ropa, servicios personales, etc.) o a la
inversión (tanto en construcciones, máquinas y herramientas como
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
en aumentar el stock, incluyendo en este rubro a todos los
productos no vendidos). Como el total de bienes y servicios
producidos es igual al ingreso durante ese lapso, se da la igualdad:
Ingresos
(sueldos, ganancias, intereses, alquileres)
Consumo + Inversión
Ambos suman lo mismo: Ingresos = Consumo + Inversión.
Si restamos en ambos lados el importe del consumo, nos queda:
Ingresos – Consumo = Ahorro
Inversión
Es decir, el ahorro es siempre igual a la inversión. Si se incluyera
el estado y el comercio exterior, el esquema se complica un poco
pero se mantiene siempre la igualdad del ahorro total (privado,
público y externo) con la inversión.
Esta igualdad no es un acto de magia: se da por la misma
definición del ahorro (igual a ingreso menos consumo) y de la
inversión (como consumo más inversión es igual al ingreso, la
inversión es ingreso menos consumo); en realidad se trata de lo
que los lógicos denominan una tautología.
Hay que tener en cuenta que la división ortodoxa entre
ahorrista e inversores no se da necesariamente en la práctica, ya
que quienes ahorran son, fundamentalmente, las mismas empresas
que invierten (utilidades no distribuidas y fondos de amortización y
de reserva) y los empresarios, con las ganancias distribuidas, que
las reinvierten en la misma o en otra empresa para obtener más
ganancias; pero, independientemente de ello, en los hechos la
igualdad ahorro=inversión se da siempre porque, realizada la
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
inversión, el ingreso crece hasta que el ahorro la iguale. Es el efecto
multiplicador del que hablaremos en otro momento.
Las consecuencias para la política económica son grandes.
Según la teoría ortodoxa, asumida por el neoliberalismo, lo
importante es el ahorro: como los que más ahorran son los ricos, la
concentración de riqueza va a aumentar el ahorro y permitir más
inversión y crecimiento; es el argumento que se utilizó en Estados
Unidos para bajar los impuestos a las grandes fortunas. En cambio,
para la versión de Keynes y de Kalecki, lo importante es el gasto: si
hay desocupación hay que generar inversión, que el ingreso va a
crecer para que aparezca el ahorro. Es más, cuanto más igualitaria
sea la distribución del ingreso mayor va a ser el consumo y por
tanto el estimulo para que haya más inversión.
Y otra cosa más. El ahorro es una virtud a nivel individual: una
persona precavida no gasta el total del ingreso sino que guarda algo
para una emergencia o para el futuro. Pero a nivel
macroeconómico no es necesariamente una virtud: un ahorro sin
inversión (el atesoramiento de dinero, o el incremento del capital
financiero dedicado a la especulación, por ejemplo) reduce el gasto
y, por lo tanto, disminuye el producto, perjudicando a toda la
sociedad.
En resumen, para que haya bienestar económico hay que
gastar. Y como dijo Enrique Silberstein, “desde este punto de vista
la esposa es keynesiana en estado puro, puesto que sostiene el
criterio de que el dinero se ha hecho para gastarlo. Y no sólo lo
sostiene teóricamente, sino que lo realiza en la práctica”.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.16 – El multiplicador keynesiano
Hoy el concepto de multiplicador del gasto es de uso
generalizado, pero no siempre fue así. El que lo usó por primera
vez fue R. F. Kahn en 1931; Kahn fue un discípulo de Keynes que
también se convirtió en un economista destacado dentro de la
llamada Escuela de Cambridge y lo denominó “multiplicador del
empleo”. Posteriormente, en 1936, Keynes lo generalizó y lo
popularizó como “multiplicador del gasto”.
John M. Keynes
La idea es muy simple: la gente consume de acuerdo al ingreso
que tiene y si el ingreso aumenta también lo hace el consumo (al
revés ocurre si el ingreso disminuye); esto se puede expresar así:
“el consumo es una función directa del ingreso”. Si aumenta el
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
ingreso de una familia de muy bajos recursos, es probable que el
consumo aumente en el mismo importe, pero a medida que se
avanza en la escala social, los aumentos del ingreso se traducen en
incrementos menores del consumo, de manera que –como
promedio general- podemos hablar de una proporción menor al
100%; digamos, como simple ejemplo, de un 80%.
Esto significa que si el ingreso de una comunidad aumenta en $
100 mensuales, los que lo reciben van a aumentar su gasto en
consumo y como promedio en $ 80; a su vez, los que perciben
esos $ 80 van a gastar $ 64, que también van a gastar el 80% ($
51,20) y así sucesivamente. En este ejemplo, la proporción en que
aumenta el consumo por cada peso de aumento del ingreso es de
0,80 (ochenta centavos, o, lo que es igual, el 80%) lo que significa
que aumenta el ahorro en 0,20. Con ese dato y partiendo de una
suba inicial de un peso, los sucesivos incrementos del ingreso
nacional por aumentos del consumo serán:
1 + 0,80 + 0,64 + 0,512 + ….
Se puede demostrar matemáticamente que la suma de esos
infinitos sumandos (1 + 0,8 + 0,64 +…) es de 1 dividido 0,20, lo
que es igual a 5 (el divisor es uno menos 0,8). Este el multiplicador
keynesiano; en este caso un aumento de $ 100 en la inversión
pública, por ejemplo, se traduce en un aumento del ingreso
nacional de $ 500. (Si el aumento promedio del consumo fuera de
0,60 por cada peso de aumento del ingreso, el multiplicador sería 1
dividido uno menos 0,60, es decir, 1 dividido 0,40, lo que es igual a
2,5 veces).
Como el ingreso nacional de una economía cerrada (donde no
existe comercio exterior) está formado por el consumo más la
inversión más el gasto público, mientras que el consumo depende
del nivel del ingreso, al proceso del multiplicador se lo puede
visualizar de la siguiente forma:
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Un aumento de la inversión o del gasto público implica un
aumento por el mismo importe del ingreso nacional, que genera un
aumento del consumo por lo que aumenta el ingreso y vuelve a
aumentar el consumo que implica aumento del ingreso que genera
aumento del consumo… Es un proceso circular y acumulativo
que se visualiza en el sector derecho del gráfico. El mismo efecto
multiplicador –en una economía abierta al comercio exterior- tiene
un aumento de las exportaciones.
Claro está que si en lugar de aumentar el gasto, este
disminuyera, el proceso sería el mismo pero en sentido negativo:
disminuye el gasto – disminuye el ingreso – disminuye el consumo
– disminuye el ingreso – disminuye el consumo… Es lo que ocurre
con los ajustes, como los que le están imponiendo a Grecia y a
otros países europeos.
Sin embargo, la inversión no es independiente del ingreso
nacional, como aparece en el esquema anterior, sino que el
aumento del ingreso implica un incremento de la demanda global,
por lo que los empresarios quieren aumentar su producción
elevando el nivel de inversión, generando un movimiento circular
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
acumulativo (aumenta el ingreso - aumenta la inversión – aumenta
el ingreso – aumenta la inversión -…)similar al anterior entre
consumo e ingreso, que se lo conoce como el principio del
acelerador.
Eso lo pensó Paul Samuelson, autor del más famoso de los
manuales de economía de la posguerra (“Curso de economía
moderna” con primera edición en 1948, que reemplazó al manual
que se utilizara desde principios del siglo XX: “Principios de
Economía” de Alfred Marshall); Samuelson habló del
“supermultiplicador”, operando simultáneamente el multiplicador
keynesiano con el acelerador:
Como se ve, el efecto amplificador de un gasto autónomo es
muchísimo mayor, tanto si aumenta como si disminuye. En el
primer caso implica crecimiento económico; en el segundo menos
inversiones y desocupación.
Esto explica el efecto positivo que tuvo para toda la economía
argentina el gasto permanente que significó la implementación de
la Asignación Universal por Hijo o, en el otro extremo, las
consecuencias que trae aparejado los ajustes que se están exigiendo
actualmente a los países europeos endeudados y la virulencia de las
protestas populares contra el mismo.
98 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.17 – Minsky, el más famoso de los economistas
desconocidos
Con estas palabras, “como el más famoso de los economistas
desconocidos”, definió un periodista norteamericano especializado
en economía a Hyman Minsky, nacido en Chicago en 1919 y
fallecido en 1996. En realidad, ha sido injustamente relegado y, por
lo tanto, es relativamente desconocido. Pero en los años recientes
se ha despertado un súbito y merecido interés por leer y discutir
sus trabajos, en lo que es una especie de “revancha post mortem”
frente a los ideólogos del neoliberalismo que lo condenaron al
ostracismo intelectual.
Nació y estudió en el centro del neoliberalismo, reconocido por
ser la cuna de los llamados “Chicago boys”, pero siempre rechazó
como una ilusión la supuesta estabilidad capitalista.
Tempranamente (1974) escribió que “una constante fundamental
de nuestra economía es que el sistema financiero oscila entre la
robustez y la fragilidad y esa oscilación es parte integrante del
procesos que genera los ciclos económicos”. En los años ‟80,
cuando estaban de moda las teorías de los “mercados eficientes”,
se opuso a la liberación económica y a la desregulación; defendió la
intervención de un estado fuerte que controlara la economía, lo
que le significó el enfrentamiento con los intereses de Wall Street y
con el discurso de los “popes” del pensamiento único. Inclusive
von Hayek y Friedman lo ridiculizaron y mientras estos recibían el
premio Nobel, Minsky era relegado al olvido.
Coincidía con Kalecki al sostener que “la inestabilidad es una
imperfección inherente al capitalismo de la que este no puede
99 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
escapar”. Pero mientras el polaco centraba la explicación de la
inestabilidad en la inversión productiva, especialmente debido al
lapso que media entre las decisiones de inversión y la maduración
de las mismas, para Minsky la inestabilidad está en el sistema
financiero: en buenos tiempos los inversores asumen riesgos, hasta
asumen demasiados. La prosperidad está acompañada de una
euforia especulativa. En un momento, la liquidez que generan sus
activos no alcanza para pagar las deudas contraídas y tienen que
vender, con lo que comienza una espiral de baja de los precios en
los distintos mercados. La diferencia entre ambos está básicamente
dada por el momento en que escribieron: el primero al finalizar la
segunda guerra, cuando los países centrales vivieron el auge del
capitalismo industrial y productivo; el segundo, cuando comenzó la
globalización y la especulación financiera suplantó a la inversión
productiva como principal actividad.
Minsky clasificó a las empresas en tres grupos: 1- la “cubierta”,
cuyo grado de endeudamiento no afecta su normal
desenvolvimiento y puede pagar sin problemas las cuotas de capital
e interés de sus deudas; 2- la “especulativa”, cuyo flujo de caja
permite pagar los intereses pero no podría afrontar la devolución
del capital: necesita permanentemente refinanciaciones; y 3- la
“Ponzi”, cuyo flujo normal de caja no alcanza a cubrir los intereses
de la deuda, por lo que requieren una financiación cada vez mayor.
Escribió, muchos años antes de la presente crisis, que el
capitalismo actual pasa necesariamente por las siguientes fases:
1Aparece una perturbación en un sector de la
economía, como puede ser una baja de la tasa de interés, un
conflicto político en países productores importantes de un
insumo crítico, como el petróleo, etc.
2Los precios del sector empiezan a subir, al principio
en forma casi imperceptible.
100 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3Hay crédito fácil; grupos ajenos al sector,
“forasteros”, entran al mercado atraídos por los aumentos de
precio.
4Se recalienta el mercado: los precios suben
aceleradamente y hay escaseces; las ganancias fáciles atraen a
mucha gente (comprar para vender y hacer la diferencia). El
mercado se llena de “bobos” que serán las principales víctimas
de la próxima crisis.
5Euforia. Hay analistas que aseguran que la
prosperidad continuará por mucho tiempo y los medios de
comunicación lo divulgan; inclusive todos conocen las historias
de personas que se enriquecieron en muy corto plazo.
6Los expertos en el mercado tienden a realizar los
beneficios y a retirarse del mismo.
7Se hace público ese retiro y se produce el estallido:
la euforia es reemplazada por el miedo. Todo el mundo quiere
“irse” y los precios caen porque no encuentran compradores.
Esta anticipación hizo que ahora, ante la crisis mundial, el
periodismo especializado volviera a analizar y comentar sus
escritos; inclusive se ha popularizado el concepto de “momento
Minsky”, que ocurre cuando los inversores sobre-endeudados se
ven obligados a vender sus inversiones, inclusive las sólidas, para
poder pagar sus obligaciones: se producen grandes pérdidas en
todos los mercados, cada vez más deudores no pueden cumplir
con sus obligaciones y los bancos centrales deben prestar mucho
dinero para apuntalar los bancos y evitar el efecto “dominó” en
todo el sistema económico.
Una de las propuestas más originales y poco conocidas de
Minsky fue la convertir al estado en “empleador en última
instancia”. Implicaría emplear a toda persona que lo pidiese,
abonando el sueldo mínimo, pero como trabajo y no como
subsidio. Las tareas a desarrollar serían la limpieza de calles,
construcción de viviendas, atención de niños, etc. Se crearía así una
101 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
red social de seguridad para evitar que los salarios bajen y eliminar
al trabajo irregular. Buscaba terminar con la peor lacra del
capitalismo contemporáneo: la desocupación.
No buscaba la implementación del socialismo, como más de
una vez lo acusaron, sino –lo mismo que Keynes- procuraba que
“el capitalismo funcione mejor”.
Hyman Minsky
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.18 – Para luchar contra la desocupación
En La nota anterior hablamos del economista norteamericano
Hyman Minsky y, al final de la nota, como al pasar, mencionamos
su propuesta de convertir al estado como contratista en última
instancia de la mano de obra, como forma de combatir a la
desocupación. Creo que puede resultar interesante profundizar
este tema.
No se si Minsky es el creador del concepto de “capitalismo con
rostro humano”, pero es una expresión que utilizaba a menudo en
sus conferencias y, evidentemente, es el objetivo de la política
económica que tenía en mente. Como buen keynesiano, quería un
estado grande y fuerte, que con su intervención garantizara la
buena marcha de la economía. En este marco está su propuesta
tendiente combatir uno de los principales males del capitalismo, la
desocupación.
La idea es muy simple y la desarrolló en un artículo de 1986.
Había que crear una demanda de mano de obra permanente, de
forma tal que todo aquel que desee trabajar con salario mínimo
obtiene empleo inmediatamente, sin depender de las expectativas
de ganancias presentes o futuras, como ocurre con la empresa
privada. El único que puede hacer esto es el gobierno. Proponía
que todos los fondos que se gastan en subsidios para el desempleo
y fomento directo o indirecto del empleo, gasto grande y de
dudosa eficiencia, fueran unificados para implementar el CUI
(Contratista en Última Instancia), generando auténtico trabajo,
público o social, acompañado de formación de la mano de obra.
103 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
La propuesta encaja dentro de la misma línea que la de Keynes
(1936) cuando sostenía que, cuando hay desocupación, sería bueno
que se contratara a la mitad de los desocupados para que hagan
pozos durante todo el día y a la otra mitad para que los tape
durante la noche (con lo que justifica el gasto improductivo para
salir de la crisis, como es el gasto militar, por ejemplo) o la de
Kalecki (1944), que defendía el gasto estatal para subvencionar el
consumo privado como una de las vías para lograr el pleno
empleo. La de Minsky parece más racional.
El objetivo del CUI no es solamente paliar las consecuencias
humanas y sociales de la desocupación sino que, además, es una
forma de combatir el trabajo informal y la sobreexplotación laboral
(ya que siempre el trabajador tendría la opción de trabajar para el
estado), actuaría como un piso para las remuneraciones en la
empresa privada y, fundamentalmente, se trata de un gasto que –
por la situación de los beneficiarios- iría íntegramente al consumo,
actuando como un intensificador de toda la actividad productiva.
¿Cómo se financiaría el CUI? Minsky no se detiene mucho en el
tema, pero considera que puede ser mediante un aumento de los
impuestos (a los altos ingresos personales o a la riqueza), mediante
la emisión de bonos internos o, en última instancia, con déficit
presupuestario estatal que, sostiene, no es necesariamente
perjudicial. Según Keynes (y Minsky), lo que realmente importa es
el equilibrio fiscal a largo plazo y no el coyuntural o de corto plazo,
que puede ser superavitario o deficitario.
La primera de las críticas que recibió este proyecto es la
posibilidad que de lugar a una inflación salarial. Según los
economistas norteamericanos Mosler y Wray, que estudiaron
independientemente uno de otro su posible implementación, este
peligro no existe; para el primero, “al fijar los salarios pagados bajo
este programa de CUI en un nivel que no desestabilice los
mercados de trabajo existentes –esto es, en un nivel cerca del nivel
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
mínimo prevaleciente- se puede esperar una considerable
estabilidad de los precios”; para el segundo, podría darse un
aumento de precios, pero “este salto único –no importa lo grande
que sea- no es inflación ni, mucho menos, inflación acelerada”.
Más delicado es el problema de su posible incidencia en los
déficits fiscal y externo. A Minsky el problema no le preocupó
demasiado, posiblemente porque, como norteamericano, pensaba
en su país y para este, en su carácter de emisor de moneda
mundial, el problema es relativo. Creo que si Minsky viviera hoy
pensaría que frente a los enormes déficits paralelos generados para
salvar al sistema financiero y dar utilidades al complejo industrialmilitar, aumentarlos un poquito para mejorar la situación de la
población, sería bueno; pero es una suposición que no puedo
probar.
En los demás países la respuesta no es tan simple: como el CUI
tiene un efecto multiplicador sobre toda la economía, aumentarán
105 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
los recursos impositivos y, a medida que disminuya la
desocupación bajará también el gasto por ese concepto, por lo que
no es fácil estimar el impacto final en el déficit fiscal. Por otro
lado, su implementación (al aumentar el producto y las
importaciones) puede crear o incrementar el déficit externo, en
particular si se trata de países importadores de alimentos. El
economista mexicano Julio López Gallardo, en un libro reciente
(“La Economía de Michal Kalecki y el Capitalismo Actual”),
desarrolló un modelo simple para ver su efecto sobre ambos
déficits (fiscal y externo), pensando en su país; su conclusión es
que “se puede inferir que no existe garantía alguna de que los
precios sólo mostrarán un salto de única vez y que no se generará
un proceso inflacionario si se implementa el plan del CUI. No se
puede negar que es posible alcanzar la estabilidad de los precios –
mediante una disminución del tipo de cambio real… o mediante
otras opciones-, pero la inflación aparece como una posibilidad
real”. Es un tema muy delicado, en el que hay que evitar las
generalizaciones y estudiar cada realidad en forma detenida, con un
análisis de sintonía fina.
Pero merece la pena hacerlo, ya que la de Minsky es la única
propuesta seria, al menos que yo conozca, para hacer efectivo, para
todos, el derecho constitucional al trabajo.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2.19 – Las leyes de Nicholas Kaldor
La productividad de un sector se define con el cociente entre el
producto total y la cantidad de trabajo insumido, este último
medido en horas.
En 1949, recién finalizada la segunda guerra, un economista
holandés –Verdoorn- se dedicó a estudiar la reconstrucción
industrial de su país y verificó que la tasa de crecimiento de la
ocupación industrial era aproximadamente la mitad que la tasa de
incremento de la producción industrial. Por ejemplo, si la
ocupación manufacturera venía creciendo al 4% anual, la
producción lo hacía al 8%. El cociente entre ambos porcentajes
(que en nuestro ejemplo da 0,5) técnicamente se lo denomina
elasticidad empleo-producción. Luego este economista pasó a
estudiar otros casos en diversos países y encontró la repetición del
mismo fenómeno, con resultados que variaban entre 0,41 y 0,57,
con un valor medio aproximado a 0,45. Estas cifras indican que el
crecimiento industrial estaba acompañado por un importante
aumento de la productividad o, desde otro punto de vista, significa
que la industria presentaba rendimientos crecientes a escala: al
aumentar la ocupación industrial el aumento de la producción es
más que proporcional.
Verdoorn siempre dudó que esos resultados se pudieran
generalizar. Pero en 1966 Nicholas Kaldor, un importante
economista británico (aunque nacido en Budapest pero
nacionalizado y educado en Inglaterra), rescató el trabajo del
primero y lo formalizó en lo que se conoce como leyes de Kaldor.
107 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En realidad, el tema se discute desde hace muchos años. En
1776 Adam Smith dio un famoso ejemplo de la fabricación de
alfileres, comparando la producción de un solo obrero haciendo
todas las tareas que requiere su elaboración con lo que resulta de
aplicar la división del trabajo dentro de un taller. Esa división del
trabajo, y la especialización correspondiente, da como resultado un
impresionante aumento de la productividad del trabajo. Luego, en
1928, Allin Young verificó la existencia de rendimientos crecientes
a nivel macroeconómico aunque, coincidiendo con Adam Smith,
cree que están condicionados por el tamaño del mercado.
Lo que ocurre es que, al aumentar el nivel de la producción la
fábrica puede aumentar la división y la especialización en el
trabajo, la mecanización y el proceso de aprendizaje,
incrementando la productividad del trabajador. Pero sus efectos no
se limitan a los aspectos internos de la firma, sino que se extienden
por fuera, en lo que se conoce como “economías externas”: el
crecimiento industrial, por sus encadenamientos hacia atrás y hacia
adelante, afecta positivamente a toda la economía, permitiendo la
incorporación del progreso técnico, mientras crea la necesidad de
mejor infraestructura, de formación de mano de obra y de
educación en general, con un alto efecto multiplicador. El
crecimiento industrial genera un proceso circular de causa-efecto
que tiene carácter acumulativo; el cambio cuantitativo (cantidad
producida) produce cambios cualitativos en toda la economía, que
se traducen en un aumento de la productividad.
Con sus observaciones, Kaldor formuló tres leyes que se
pueden expresar, en forma sencilla, así:
1ª Ley: Cuanto más rápido crece la industria, más rápido crece
la economía en general.
2ª Ley (que llamó de Verdoorn): A mayor crecimiento
industrial, mayor crecimiento de la productividad del trabajo
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
(aprovechamiento de las economías internas y externas y del
progreso técnico).
3ª Ley: Cuanto más rápido sea la expansión del sector
manufacturero, más rápido será la transferencia de trabajo desde
otros sectores (como la agricultura) y mayor será la productividad
general de toda la economía.
Para Kaldor el progreso técnico y el desarrollo económico son
un proceso circular y acumulativo. Para él, los países desarrollados
alcanzaron ese estatus mediante la industrialización, mientras
crecía la brecha entre esos países y los de la periferia: sin industrias
manufactureras en expansión no hay desarrollo. Sería imposible un
proceso de modernización y desarrollo basado exclusivamente en
las actividades primarias; y mucho menos si se tratara de
actividades de “enclave”, como la explotación petrolífera.
En estos últimos ocho años el producto industrial argentino
creció a tasas mayores que el producto total mientras que el
aumento de la productividad general es evidente, con cifras
relativas muy similares a las que encontraron en su momento
Verdoorn y luego Kaldor. Nuestra experiencia podría presentarse
como una prueba más del cumplimiento de sus leyes. Por esa
razón molesta, cuando uno mira la historia de nuestro país en
forma retrospectiva, la existencia de numerosos sectores que
miraron negativamente a la industria naciente, llamándola
despectivamente “flor de ceibo”; que fueron los mismos sectores
que creyeron haber entrado en el primer mundo, primero con la
dictadura y luego con Menem, porque crecía el sector servicios, en
particular los financieros, mientras se producía la
desindustrialización del país. Y que son los mismos sectores que
hoy reclaman una “libertad de comercio”, retiro del estado de la
economía y eliminación de las retenciones a la exportación, que
terminaría con el actual proceso de reindustrialización y desarrollo.
109 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En resumen, Kaldor enseña que sin desarrollo industrial no hay
desarrollo económico alguno.
Nicholas Kaldor
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3 - Hablemos de Economía Mundial
3.1 – Breve historia de la moneda
Adam Smith creía que el cambio de mercancías era inherente a
la naturaleza humana. No es así; han existido muchas sociedades
cuyos productos del trabajo humano se distribuían sin necesidad
de intercambio o mercado, como ocurrió en algunas civilizaciones
precolombinas o en Europa feudal, en la alta edad media. Pero
inclusive en esas sociedades existía la posibilidad de un
intercambio con otros grupos sociales, en forma esporádica o
permanente. El problema que se plantea en estos casos es como
valorar relativamente dos productos diferentes a intercambiar;
fíjense que si se trata de un universo de tres productos necesitamos
conocer 3 relaciones de intercambio; si fueran 4 productos son las
6 relaciones y si fueran 5 se requieren 10 pares de valores; la
cantidad de valores relativos crece mucho mas rápido que el
número de productos factibles de cambio. Así, se puede verificar
que la cantidad necesaria a conocer es igual al número de
productos (n) multiplicado por ese número menos uno (n-1) y el
resultado dividido por 2, de forma tal que si se trata de un total de
100 productos necesitamos conocer 100x99/2 igual a 4.950
relaciones de intercambio. Una enormidad.
Por eso surgió la idea de tomar uno de los productos como
unidad de medida del valor de todos, de forma tal que habiendo
100 productos distintos necesitamos saber solamente 99 valores.
Este fue el nacimiento de la moneda en su primera función: la se
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
servir como unidad de cuenta o de valor de todas las mercancías.
El producto que se eligió dependió de cada pueblo y estaba
relacionado con la actividad habitual del mismo; se utilizaron, por
ejemplo, los granos de café en América Central o, en el caso de los
primitivos habitantes de la zona romana que eran ganaderos,
eligieron ese bien, el “pecus”, de donde hemos heredado en
nuestro idioma –vía el latín- varias palabras referidas al dinero,
como peculio o pecuniario.
A la primera función, la de común denominador de valores,
pronto se agregó otra, la de intermediario en el intercambio: el
trueque, que se simboliza como M-M (mercadería contra
mercadería), se desdobló en un cambio de mercadería por dinero y,
luego, con el dinero, se obtenía el bien buscado, M-D-M, lo que
facilitó enormemente a la actividad. El metal precioso, oro o plata,
es el producto ideal para esta función: tiene poco peso en relación
a su valor, es divisible sin alterar el mismo y no es perecedero, ya
que se mantiene inalterable en el tiempo. Esta última cualidad
permitió sumar una nueva función al dinero: la de depositario de
valor, ya que es un medio que permite ser conservado para
compras y pagos futuros.
Para facilitar el comercio, los reyes decidieron acuñar discos
que garantizaban una cierta cantidad de metal precioso. Nació así
la moneda propiamente dicha, que de un lado tenía la imagen del
rey que garantizaba el valor y en el anverso la cantidad de metal y
el lugar de acuñación (la ceca); por esa razón a las dos faces de las
monedas se denominan “cara” y “ceca”. Pero hecha la ley hecha la
trampa: inmediatamente aparecieron quienes se dedicaban a limar
prolijamente los bordes de las monedas, por lo que a esos discos se
les agregó estrías que impidiera ese trabajo. Como tradición,
muchísimas monedas lo mantienen en la actualidad.
Otro fraude común, esta vez en manos del rey, fue poner
menos metal precioso en la aleación (se llama “ley”) de la moneda
112 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
que el indicado en la misma. Esto fue habitual en el siglo III y IV,
durante la decadencia romana. Un emperador, Septimio Severo,
famoso por este manejo le dijo a sus hijos en el lecho de muerte:
“enriqueced a los soldados y podéis burlaros de los demás”,
consejo seguido escrupulosamente
por muchos gobiernos
americanos en el siglo pasado.
La incomodidad y el riesgo de transportar metal precioso
llevaron a que se depositara el mismo en entidades especializadas y
la gente se movilizaba con los recibos correspondientes. Fue el
nacimiento de la moneda de papel, sin valor intrínseco en sí pero
que valía por lo que representaba: el oro o plata depositada. Era un
símbolo del metal.
Al principio como excepción, pero luego cada vez con mayor
asiduidad, por razones especiales se suspendió la convertibilidad
del billete en metal y viceversa. En este caso el billete –que se
denomina papel moneda- deja de ser el símbolo del valor metálico
y circula exclusivamente por orden legal; mantiene su valor
adquisitivo por la confianza del público en que va a seguir siendo
aceptado por ese valor. En la actualidad, y en el mundo, ya no
existe dinero de papel convertible en metal.
En el plano internacional y hasta el siglo pasado rigió el patrón
oro. Después de la segunda guerra se reunió una conferencia
internacional (Bretton Woods) para ordenar el sistema monetario;
Keynes propuso crear un Banco Internacional que efectuara las
compensaciones originadas en el comercio mundial mediante una
moneda de cuenta, el Bancor. Estados Unidos se opuso y, como
prácticamente todo el oro estaba depositado en ese país, que
también era el único país acreedor importante de las demás
potencias, logró que el dólar se convirtiera en la moneda
internacional. El dólar, a su vez, tenía una convertibilidad
declarada con el oro.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
La masa de dólares emitidos y circulando en todo el mundo
creció de tal forma que si los poseedores de los mismos hubieran
reclamado su convertibilidad en oro, Estados Unidos no hubiera
estado en condiciones de satisfacerlo y se hubiera declarado en
“default”. Por eso, en 1971, declaró unilateralmente la
inconvertibilidad del dólar.
Durante los años ‟90 nuestro peso era convertible en dólares.
Venía a ser una especie de símbolo del dólar. Pero, por su parte, el
dólar era un símbolo de nada, por lo que –por carácter transitivoel peso también venía a ser símbolo de nada. ¡Vaya la novedad!
podría exclamar un ahorrista argentino del año 2001, pero esa es
otra historia.
Volviendo a Estados Unidos, el dólar inconvertible siguió
siendo la moneda internacional por excelencia. El hecho de ser un
país emisor de una moneda aceptada por todo el mundo es un
privilegio enorme. Es lo que le ha permitido tener dos déficits
paralelos muy grandes, el fiscal y el externo, y seguir siendo la
principal potencia mundial. Y duplicar su base monetaria a raíz de
la crisis del año 2008 sin que el Fondo Monetario Internacional
protestara.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.2 - ¿Qué es la inflación?
La inflación es un alza generalizada de precios. No se trata de
un mercado aislado, como puede ser la carne o, en invierno, los
tomates u otra verdura, sino todos los precios en conjunto, aunque
no necesariamente deben hacerlo al mismo ritmo. Reiteramos:
aumento general de precios o, desde el otro punto de vista y que
en la práctica es lo mismo, disminución del valor de la moneda.
Este tema es recurrente en la conversación cotidiana de los
ciudadanos, en la discusión política y, también, en la teoría
económica, donde no hay un acuerdo definitivo sobre su
naturaleza y sobre como combatirla. Inclusive durante épocas en
que fue oficialmente declarada “muerta” continuó presente en la
memoria colectiva como un espectro dispuesto a aparecer en
cualquier momento. Y, desde hace un siglo, en el mundo, siempre
reapareció.
Algunos economistas la han visto como un fenómeno
puramente monetario y su tratamiento lo limitan a ese aspecto; de
ahí su nombre de “escuela monetarista”. Otros, como los
estructuralistas, la ven como un proceso de desequilibrios
sucesivos en la economía real.
Lo cierto es que el proceso inflacionario genera mecanismos de
defensa en los agentes económicos: los empresarios tienden a
aumentar los precios cubriéndose de aumentos posteriores; los
trabajadores piden aumento nominal en sus sueldos para tratar de
mantener el ingreso real mientras que los receptores de intereses y
rentas tratan de indexar los suyos. Es decir, la inflación agudiza la
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
lucha de las clases sociales por la distribución del ingreso. Si no hay
una fuerza externa al proceso económico (acuerdo en la sociedad
civil o intervención del estado) que regule y controle esa
distribución se corre el riesgo que la inercia del proceso lo vuelva
acumulativo: a medida que aumenta la inflación, los incrementos
de precios de bienes y factores se ajustan en forma creciente y a
plazos cada vez menores, generado así una espiral inflacionaria
que, en el caso extremo, puede convertirse en hiperinflación. De
todas formas, como ha dicho el premio Nobel Tobin, “la inflación
deja que esta lucha continúe y ciega, imparcial y apolíticamente
reduce todos sus resultados. Hay métodos peores de resolver las
rivalidades y los conflictos sociales entre los grupos”.
El economista argentino Marcelo Diamand ha insistido en que
inflación en economía es un concepto similar a fiebre en medicina.
Está señalando a un síntoma y no a una enfermedad. Y así como
no tendría sentido que un médico tratara de “curar la fiebre” sin
preocuparse de las causas que la motivaran, en la teoría y política
económica se debe partir del principio de que no hay un solo tipo
de inflación sino que es preciso en cada caso identificar cuales son
los factores que generan los desequilibrios de la economía real que
la causan y, en función de ello, aplicar las medidas que
correspondan.
Si bien el problema inflacionario es del siglo XX, la historia ha
registrado este tipo de fenómenos desde muy antiguo. Cuando
existía una mercancía como unidad monetaria, por el ejemplo el
oro, el valor intrínseco del bien-patrón garantizaba el valor de la
moneda acuñada y, por lo tanto, la estabilidad del sistema. Sólo
podría haber inflación si se presentara alguno de los siguientes
casos:
1- Disminución de la cantidad del bien patrón incorporado en
la moneda sin modificar el valor nominal (por ejemplo,
incorporando menor peso en oro que el indicado).
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2- Disminución del valor del bien patrón.
El primer caso se dio durante los siglos III y IV, en plena
decadencia del imperio romano, convirtiéndose en la primera
inflación documentada de la historia. Esa inflación se debió a que
el gasto para el mantenimiento del imperio y sus enormes fronteras
requerían cada vez más recursos y, para obtenerlos, se recurrió a la
disminución de la ley de la moneda imperial (proporción del metal
noble en la aleación). Como el envilecimiento de la moneda
romana continuó, los precios aumentaban en consonancia y,
aunque en el año 301 el emperador Diocleciano emitió “edicto de
máximo”, penando con la muerte a quien aumentara los precios,
estos, muy testarudos, continuaron creciendo.
El segundo caso se dio en la Europa del siglo XVI. La causa
fue el aumento en la cantidad de metal precioso proveniente de
América (el circulante se quintuplicó en el viejo continente),
primero por el saqueo de las civilizaciones precolombinas y luego
por la explotación de las minas, principalmente del Alto Perú, con
un costo de extracción mucho menor. El crecimiento de la
cantidad de moneda a un ritmo muy superior que el de la oferta de
los otros bienes y la disminución del valor intrínseco del metal
generaron una inflación que se inició en Sevilla y se extendió a toda
España y al resto de Europa.
El rey español, preocupado por el nuevo fenómeno, reunió a
los sabios de la corte y les exigió una explicación, así como las
recomendaciones para terminar con el nuevo flagelo. Los sabios
no tenían la menor idea del tema pero, fieles al principio de todo
aquel que se cree que sabe, pusieron cara de piedra y le
respondieron que el problema era importante y requería un análisis
profundo. Y se reunieron a discutir. Como pasaba el tiempo, no
aparecía una explicación y el rey se ponía nervioso, por
unanimidad le informaron que la inflación era consecuencia de un
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
complot organizado por la corte francesa para embromar a los
españoles.
Iniciaron así una tradición que continúa en pleno auge en el
siglo XXI: la culpa de lo que nos pasa la tienen los extranjeros.
A mi se me acaba el espacio que me dieron en el diario, por lo
que la experiencia del siglo XX se quedó en el tintero (o, mejor
dicho, en la memoria RAM de la computadora). Como el tema
tiene importancia y actualidad, les propongo seguirla en la próxima
nota. ¡No se la pierdan!
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.3 – La inflación en los tiempos modernos
Cuando el dinero consiste únicamente en monedas de metal
acuñadas tiene un valor intrínseco, el del metal, por lo que está
asegurada la estabilidad de los precios. Puede producirse una
pérdida de su valor únicamente si disminuye el precio del metal o,
si mediante el fraude, las monedas tienen menor cantidad de metal
fino que el indicado.
Por razones de seguridad, y también de comodidad, cuando el
intercambio comercial se intensificó, se comenzó a depositar el
metal en casas especializadas y los recibos otorgados cumplieron el
papel del dinero. Con el tiempo los bancos emitieron billetes al
portador, convertibles en metal contra su presentación, y luego los
estados establecieron el monopolio legal y la exclusividad de su
circulación en el territorio nacional. Es el nacimiento de la moneda
de papel, que viene a ser una especie de símbolo del oro o plata por
el que puede ser canjeado. De ahí su valor.
Sin embargo, con la aparición de la moneda de papel, o dinero
símbolo, se presenta un nuevo factor de inestabilidad: el riesgo de
incobrabilidad, es decir, la posibilidad que se abandone,
momentánea o definitivamente, la conversión con el bien-patrón.
La expectativa social de que ese hecho pudiera ocurrir generaba
desconfianza en esa moneda y, por lo tanto, pérdida de valor (o, lo
que es lo mismo, inflación).
Un caso paradigmático fue el de John Law, nombre asociado a
la especulación y al negociado financiero. En 1716, inspirado por
la creación del Banco de Inglaterra de 1694, obtuvo en Francia la
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
autorización para crear el Banco General con posibilidad de emitir
billetes convertibles en metal noble; también creó también la
”Compañía de Occidente”, emitiendo acciones de dudosa
responsabilidad. En París se desató una ola especulativa, con
continuos aumentos de precios y correlativa emisión de dinero del
banco de Law, hasta que dos años después sus billetes llevaban la
inscripción de “curso forzoso”. La inflación terminó con la
experiencia. También nuestro país tuvo un episodio comparable
con la proliferación bancaria posterior a 1887 y la sobreemisión
monetaria que crearon las condiciones para nuestra primera gran
crisis, la de 1890, cuando las bruscas subas del precio de oro
reflejaban la depreciación del signo monetario, con la
imposibilidad de pagar los vencimientos de la deuda externa con la
Banca Baring y que culminó con el cierre de la Bolsa de Buenos
Aires y, finalmente, con la renuncia del presidente Juarez Celman.
Alejados de la corrupción especulativa, pero con efectos
similares, ha ocurrido cuando se presentaron conmociones político
institucionales, como la Revolución Francesa o la Guerra de
Secesión norteamericana.
La guerra de 1914-18 marca una divisoria de épocas en la
historia de la moneda. Allí comienza el abandono paulatino pero
definitivo del dinero-mercancía, para ser reemplazado por el
dinero-crédito. En lugar del dinero que vale por el metal que
representa –que se denomina moneda de papel- aparece el billete de
curso legal forzoso, cuyo valor está dado por la confianza que en él
deposita la sociedad civil: es el nacimiento del papel-moneda.
Durante la primera guerra hubo una “suspensión provisoria” de la
convertibilidad, situación que se generalizó a raíz de la crisis de los
años ‟30 y con la segunda guerra mundial.
Por ejemplo, la primera guerra mundial –con la convertibilidad
suspendida- fue acompañada por una elevación generalizada de los
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
precios internos: entre 1913 y 1918 en Estados Unidos crecieron el
112%, Inglaterra el 142%, Francia el 257% y en Italia el 264%.
En los países vencedores, con la paz volvió la confianza y la
estabilidad. En cambio, en muchos otros la crisis de la sociedad
civil y del estado se agravó, produciéndose cambios políticos como
la disolución del imperio Autro-Húngaro, el derrocamiento de
monarquías, como la del Kaiser en Alemania, o revoluciones
radicales como la de Rusia y Hungría. La inestabilidad política y la
falta de confianza en las instituciones convirtieron el aumento de
precios en hiperinflación. Así, en Alemania, que había tenido una
inflación que para el período de la guerra podría ser considerada
como normal (promedio anual del 20%), llegó en 1922 a una tasa
anualizada del 4.000% que subió, para octubre del año siguiente, al
30.000%. Para la misma época hubo hiperinflación en Hungría y
en la Unión Soviética donde, en plena guerra civil, la inflación llegó
al 7.300% anual (1922).
Después de la segunda guerra volvieron a presentarse casos de
hiperinflación con tasas superiores al 1.000% anual. Ejemplos son
Hungría (que en 1946 alcanzó la mayor conocida, con una tasa
que, si se la anualizara llegaría a un dígito seguido de 26 ceros),
Grecia (1943-44), China (1949), etc.
Con el acuerdo de Bretton Woods de 1944 y la instauración del
dólar como moneda patrón en los países centrales hubo un largo
período de casi 30 años de estabilidad o inflación muy moderada
(tasas entre el 0 y el 10%) consecuencia del aumento del ingreso
generado por el estado de bienestar. En cambio en América Latina,
en ese período y hasta 1990, en prácticamente todos los países
hubo inflación con tasas que oscilaron entre el 10% y el 1.000%
anual; la causa de este fenómeno estuvo en el crecimiento hacia
adentro de estos países, sin un correlativo aumento de las
exportaciones, lo que sumado a la carga de la deuda externa
producía permanentes crisis de la Balanza de Pagos, seguidas de
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
devaluación, aumento de precios y disminución de la actividad, en
un continuo “arranque y pare” de la economía. Inclusive hubo
episodios de hiperinflación en Bolivia (1985 con el 8.200% anual),
Nicaragua (1987 con el 1200%) y nuestro país en diversas
oportunidades (por ejemplo en 1975 y 1989).
En los años 1970 se produjo la crisis del petróleo y en los países
desarrollados apareció un nuevo tipo de inflación, acompañado de
desocupación y estancamiento económico, lo que fue bautizado
con un neologismo que reúne ambos términos: “estanflación”.
Como vemos, no hay un solo tipo de inflación ni se puede tratar
todos los casos igual.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.4 – Bodino, Hume y la teoría cuantitativa de la moneda
El tema preocupante de la Europa occidental durante el siglo
XVI fue el aumento permanente de los precios, que hoy sabemos
que fue consecuencia del oro y plata que llegaba a raudales de
América; la inflación comenzó en Sevilla y se extendió primero por
España y luego por los demás países. La primera explicación
racional, y una de las primeras elaboraciones de la teoría
económica, se la debemos a un francés, Juan Bodino (1529-1596),
cuyo trabajo fue publicado en 1568. Siglos después en Salamanca
se encontraron documentos que parecen indicar que un español,
Martín de Azpilcueta, se adelantó en el descubrimiento, pero esto
no le quita méritos al francés.
Bodino escribió sobre filosofía de la historia y del estado,
además de dar la primera versión de la teoría cuantitativa de la
moneda: los precios varían proporcionalmente a la cantidad de
dinero circulante.
David Hume (1711-1776), el destacado filósofo empirista
inglés, dio una exposición más completa y la asoció a la balanza de
pagos del país: si en un país las exportaciones superan a las
importaciones (balanza comercial positiva) va a entrar oro por lo
que el aumento del dinero disponible va a hacer aumentar los
precios y, a largo plazo, se van a perder las ventajas comerciales
que favorecían a sus exportaciones y se va a tender al equilibrio de
la balanza comercial. Estas ideas fueron tomadas como base por la
escuela clásica y, en especial, por David Ricardo en su teoría del
comercio internacional y los ajustes automáticos. Pero más
interesante aún, Hume sostuvo que a corto plazo el ingreso de oro
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
iba a favorecer la producción local; es decir, además del ajuste
mediante el aumento de los precios, iba a haber también un ajuste
por el lado de las cantidades producidas: es lo que desarrolló
Keynes con su concepción de la política monetaria casi dos siglos
después. Es para reflexionar que el filósofo Hume se adelantara
tantos años a ideas centrales de Ricardo y de Keynes, dos de los
economistas más influyentes de la historia de la economía.
Volviendo a la teoría cuantitativa de la moneda, esta parte de
una idea muy simple: cuando alguien compra determinada cantidad
de un bien, por ejemplo dos resmas de papel, expresado en pesos
está comprando dos multiplicados por el precio unitario de la
resma; como contrapartida, entrega al vendedor la misma cifra en
dinero. Lo podemos representar así: cantidad de dinero “M” =
cantidad de mercaderías “T” por el precio unitario “P”. Es decir,
M = P x T.
Con el mismo criterio, podemos sumar todas las ventas
realizadas durante un determinado lapso (por ejemplo, un mes o
un año). Pero del lado del dinero hay una complicación: el que
recibe un billete porque vende, lo utiliza después para comprar; es
decir, cada billete circula más de una vez. Si llamamos “V” a las
veces promedio que cada unidad monetaria pasa de mano
(velocidad de circulación), nuestra igualdad quedaría así:
MxV=PxT
Donde M es el total de dinero existente, V la velocidad de
circulación promedio del dinero, y P x T, que es la suma de todas
las operaciones realizadas en el lapso considerado, y que podemos
interpretar así: “P” precio unitario promedio ponderado y “T”
cantidad de de todos los bienes transados.
La fórmula, por la forma en que se construyó, más que una
igualdad es una identidad, ya que se cumple siempre. De todas
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
formas es útil para mostrar distintos aspectos del fenómeno
inflacionario:
1La ortodoxia económica parte del supuesto que en
equilibrio hay ocupación plena de todos los factores de la
producción, por lo que la cantidad producida de bienes “T” no
puede aumentar, es un valor dado. Por otro lado, la velocidad
de circulación del dinero “V” depende de aspectos
institucionales, como la periodicidad en abonar los salarios
(por quincena o por mes, por ejemplo), por lo que también la
debemos considerar como un valor dado. Si observamos la
fórmula, nos quedan sólo dos variables operativas: los precios
“P” y la cantidad de moneda “M”: los aumentos de “M”
producen aumentos de P, es decir, inflación. Conclusión: la
inflación es un fenómeno puramente monetario. Si hay
inflación es porque el estado emite dinero en exceso.
2Si observamos nuevamente la fórmula de la teoría
cuantitativa y mantenemos el supuesto de “V” como valor
dado, una economía en crecimiento implica aumentos
permanentes de “T”; para que no haya iliquidez, “M” debe
aumentar a la misma tasa de la que crece la producción “T”.
Esta regla fue enunciada por Milton Friedman, el más famoso
de los monetaristas y cabeza de la Escuela de Chicago, premio
Nobel de 1976.
3Para Keynes lo normal en el capitalismo no es la
ocupación plena sino la existencia de capital y trabajo
desocupados. Los aumentos de M, entonces, van a producir
aumentos en el resultado de la multiplicación P x T, pero en
cualquiera de los dos factores: si hay desocupación, en un
principio va a aumentar más la cantidad producida que los
precios hasta que se acerquen a la ocupación plena y, entonces
sí, los aumentos serán sólo por el lado de los precios. Es la
posibilidad de la política monetaria activa para combatir a la
desocupación.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4Cuando la inflación crece la gente trata de
desprenderse del dinero; busca comprar rápido para ganarle a
la suba de los precios; esta conducta está muy fresca en la
memoria colectiva de nuestro pueblo. Como todos hacen lo
mismo; consumidores, comerciantes, industriales, aumenta
cada vez más la velocidad de circulación “V”, lo que implica
aumentos sucesivos en “P” y generando un círculo vicioso:
aumentan los precios, aumenta la velocidad de circulación del
dinero, aumentas los precios… es la espiral hiperinflacionaria.
En conclusión, la fórmula de la teoría cuantitativa no explica
nada (es una tautología, dicen los lógicos, porque siempre es
verdadera) pero es muy útil como herramienta para la exposición
del tema.
David Hume
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.5 – El efecto Ponzi
Carlo Ponzi fue un inmigrante italiano que llegó a Estados
Unidos a fines de la segunda década del siglo XX, como
prácticamente todos los inmigrantes, sin un dólar en el bolsillo.
Convenció a un grupo de conocidos que tenía información
europea y contactos como para hacer mucho dinero en la bolsa,
por lo que le confiaron una pequeña suma a la que prometió pagar
50% de interés en 45 días. Como cumplió, la mayoría le dejó el
dinero mientras que la noticia se divulgó y cada vez había más
interesados en confiarle los ahorros. A los pocos meses la gente
hacía cola para que Ponzi le aceptara sus depósitos. Se supo casos
de venta de viviendas o de de hipoteca para entrar en esa
especulación.
Según se investigó, en febrero de 1920 manejaba 5.000 dólares,
en marzo 30.000, en mayo 420.000 y en julio ya eran millones. En
esos meses vivió a todo lujo, inclusive trajo a su madre desde Italia
en primera clase de un buque lujoso y llegó a controlar un pequeño
banco, el Hanover Trust Bank of Boston, que le dio apariencias de
respetabilidad.
En agosto la bola financiera era tan grande que el gobierno
intervino y lo declaró en bancarrota. Se calcula unos 40.000
damnificados por unos 15 millones de dólares (de aquel tiempo, de
mucho mayor valor que los devaluados dólares actuales).
El sistema de Ponzi es muy simple. Se trata de un sistema
piramidal que funciona perfectamente mientras la base se expande:
nuevos depositantes entregan el dinero con el que se les paga la
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
supuesta ganancia y devuelve el capital a los anteriores.
Generalmente, al cobrar, la gente deja la plata en depósito para
seguir logrando ganancias altas y fáciles, facilitando la
supervivencia del sistema, pero si lo retira no importa: se
convierten en propagandistas que traerán nuevos “clientes”. Hasta
que los nuevos depositantes no aparecen, empiezan las dudas y el
sistema se cae.
En realidad, Ponzi no fue el primero en aplicar este sistema sino
el más espectacular y famoso, por lo que le dio el nombre.
Tampoco fue el último: hay miles de casos en todo el mundo.
En los últimos años hubo en nuestro país dos casos
importantes. El más conocido es el Boston Continental de
Corrientes, que no tenía autorización para actuar financieramente
pero que, como pagaba intereses del 30%, le sobraban
depositantes. Cuando se corto la cadena quedaron unos 7.000
damnificados, de los cuales hicieron la denuncia solamente 4.500,
ya que varios (y por sumas importantes) omitieron realizarla
porque no podían justificar el origen de los fondos. Los directivos
del “Boston Continental” fueron detenidos.
Otro caso similar es el de Curatola y Asociados, que se iniciaron
en 1998 pero se expandieron a partir del año 2000, ofreciendo
realizar depósitos (a partir de 10.000 dólares) por cuenta de
ahorrista argentinos en las Islas Vírgenes Británicas. Su clientela se
extendió en el centro-sur de la Provincia de Buenos Aires (Mar del
Plata, Tandil, Tres Arroyos), hasta que en el año 2005 empezaron a
tener problemas financieros. Según la información periodística hay
damnificados por 33 millones de dólares y, también en este caso,
hay detenidos.
Pero el rey del efecto Ponzi es Bernard Madoff quien, según su
propia confesión del año 2008, “hizo humo” unos 50.000 millones
de dólares.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Con una, en su momento, prestigiosa empresa de corretaje de
acciones (compra y venta de títulos), denominada “Bernard
Madoff Investment Securities” llegó a ser presidente de la Nasdaq,
la más grande de las bolsas de valores electrónicos de Estados
Unidos, que maneja la cotización de unas 3.200 compañías.
Con la pantalla de esa empresa, en realidad Madoff manejaba
fondos confidenciales de todo el mundo, asegurando una
rentabilidad del 10%. Durante muchos años creció su fortuna y su
fama de financista, impulsando una enorme bola de nieve con
fondos de inversión crecientes, hasta que la crisis financiera
reciente puso en descubierto la trama secreta de su éxito.
Durante un tiempo la prensa divulgó los nombres, reales o
supuestos, de los damnificados, donde se incluyó a grandes
fortunas y a los principales bancos mundiales. Lo real es que no
parece haber habido demasiado interés en investigar y divulgar los
nombres de los implicados, ya que en marzo de 2009 Madoff se
declaró único responsable y fue condenado a un total de 150 años
de cárcel.
Los imitadores de Ponzi y de Madoff no se han terminado.
Cuando alguien haga milagros financieros y garantice ganancias
rápidas, desconfíe. Y si quiere, créale. Pero eso sí, no le confíe su
dinero.
Carlo Ponzi
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Bernard Madoff
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.6 – La política económica y la crisis de los años ´30
A partir de 1928 la expansión económica de Estados Unidos se
intensificó, lo que se reflejó en la bolsa con una creciente
valorización de las acciones y con rápidas ganancias bursátiles que,
o bien se reinvertían en papeles o se volcaron al mercado
inmobiliario, cuyos valores crecían a buen ritmo. Las ganancias
fáciles provocaron que fondos de todas las ramas de la actividad
económica se volcaran a la especulación financiera e, inclusive, se
creó una corriente de recursos que provenían del exterior,
especialmente de Europa. Era cada vez más fácil obtener créditos
en base a la garantía que representaban las mismas acciones
compradas que, en breve lapso, se vendían con buena ganancia,
para volver a reinvertir en otras acciones, en una “cadena de la
felicidad” que no parecía tener fin. Este criterio lo compartió
hasta el presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge, que en
diciembre de 1928 resaltó la ilimitada expansión de la economía en
el futuro.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
La burbuja financiera reventó el llamado “jueves negro” de
octubre de 1929. En una semana los valores bursátiles cayeron
catastróficamente, haciendo desaparecer enormes fortunas que
solo existían en los papeles, pero de cuya realidad nadie dudaba. Se
cortó la cadena de pagos y se generalizó la imposibilidad de
cumplir con las obligaciones contraídas, empezando por los
financistas más arriesgados y para continuar con bancos y
empresas. Hubo una ola de suicidios, de quiebras y de trabajadores
sin ocupación, en una época en que no existía la protección social.
La crisis se extendió rápidamente por todo el mundo, con un
panorama de miseria y desnutrición que apenas era amenguado por
las “ollas populares” y la caridad pública.
En los primeros años de la década de los ‟30 el promedio de
quiebras mensuales fue de 2.652 en Estados Unidos y 1.684 en
Italia, países que encabezaban la lista; a mediados de la década los
desocupados en el mundo superaban los 30 millones: casi once
millones en Estados Unidos mientras que en Alemania y el Reino
Unidos superaban los dos millones.
La teoría económica ortodoxa no tenía respuestas; basada en la
“ley de Say”, que la oferta crea su propia demanda, no podía
explicar lo que pasaba; a lo sumo hubo quienes pidieron que se
disminuyeran los sueldos para combatir la desocupación, lo que
hubiera empeorado la situación. Hubo que esperar hasta 1936 para
que Keynes (y un poco antes Kalecki) diera una explicación del
fenómeno y, por lo tanto, fundamentaran una política económica
adecuada.
Pero los gobiernos no podían esperar tanto tiempo, con una
situación social y política catastrófica. A primera vista parecía que
se asistía a un fenómeno de sobreproducción: las empresas veían
crecer sus stocks no deseados y no se conseguían compradores, ni
en el mercado interno ni en la exportación. La primera medida
empírica fue, entonces, eliminar stocks. En Estados Unidos el
132 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
gobierno llegó a comprar 700.000 cabezas de ganado
semanalmente que eran destruidos, lo mismo que hacía Brasil con
el café o en Argentina, donde se quemó trigo y el vino se tiró a las
acequias de Mendoza. Nuestros gobiernos conservadores crearon
las Juntas Reguladoras que controlaban y evitaban el crecimiento
de la producción.
La irracionalidad del sistema era evidente: había hambre y
miseria y el alimento se destruía o el gobierno impedía que se
produjera, mientras que la crisis continuaba. Los gobiernos
optaron entonces por la obra pública: construcción de caminos,
puentes y edificios. El estado ocupaba la mano de obra para
generar la demanda que pusiera en marcha a la economía privada.
“Los trabajos públicos distribuyen el poder de compra entre un
gran número de trabajadores, desarrollan la demanda general de
bienes y contribuyen así a la reabsorción de los desocupados por la
industria privada”, decía el gobierno argentino de entonces
(presidente el conservador Gral. Agustín P. Justo), al poner en
marcha un plan de recuperación económica. Eran keynesianos
antes que Keynes publicara su obra.
Pero también la obra pública tiene sus límites y los
contribuyentes empezaban a protestar por el uso que se le da a sus
impuestos. Mientras tanto la crisis continuaba.
133 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Keynes sostenía que si la demanda efectiva era insuficiente se
requería un gasto estatal que –vía el multiplicador- la reemplazara;
pero si ese gasto disminuía, el multiplicador volvería a actuar, pero
esta vez en forma negativa. Llegó a decir que lo importante era el
gasto, más que la calidad del mismo: antes que no hacer nada, era
preferible contratar a la mitad de todos los desocupados para que
cavaran pozos durante el día, y a la otra mitad para que, durante la
noche, los tapara. Los gobiernos entendieron el mensaje y
encontraron una forma tan inútil de gastar como el hacer pozos
para taparlos: la fabricación de armamentos. En todos los países la
carrera armamentista complementó al principio y luego suplantó al
gasto en obra pública, ya que tienen la ventaja de que no tienen
límite: basta con convencer a la opinión pública de que existe un
enemigo (real o imaginario, no importa) de quien es necesario
defenderse y armarse para destruir.
El inconveniente es que la acumulación de armamentos puede
ser una tentación y que algunos pretendan usarlos para demostrar
su superioridad. Es lo que ocurrió en 1939, con la segunda guerra
mundial. Como síntesis se puede sostener que la principal causa de
esa guerra fue la crisis de 1930.
Hoy, en pleno siglo XXI, apenas saliendo de la última crisis, en
las grandes potencias –en particular en Estados Unidos- el gasto en
armamento sigue siendo el principal impulsor de la economía.
Esperamos que hayan aprendido la lección de los años „30 y que –
en nombre de la supervivencia de la humanidad- no intenten
repetir esa historia.
134 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.7 – La curva de Phillips
En la teoría neoclásica del mercado laboral (en el que los
trabajadores venden a las empresas su fuerza de trabajo) hay
equilibrio con ocupación plena, excepto el caso en que el salario
monetario sea excesivamente alto; en este caso –dice la ortodoxia
económica- si el salario bajara la ocupación aumentaría (¿Se
acuerdan cuando López Murphy propuso bajar los salarios para
combatir la desocupación?).
Alban William Phillips (1914-1975) se decidió a verificar
estadísticamente esa relación entre tasa de variación de los salarios
135 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
y la tasa de desocupación en base a las estadísticas disponibles en
Inglaterra para el período 1861-1957, cuyos resultados publicó en
una revista especializada en 1958: la relación encontrada mostraba
que a altas tasas de crecimiento salarial correspondía baja
desocupación y, a la inversa, alta desocupación con tasas muy bajas
o negativas en la variación salarial. En 1960 Paul Samuelson y
Robert Solow lo aplicaron a Estados Unidos (período 1900-1960)
y verificaron que también allí se cumplía la misma relación, que
denominaron “Curva de Phillips” en homenaje a su creador. Como
las tasas de variación de precios y salarios son similares,
rápidamente se cambio de variable y se estableció la relación entre
cambio de los precios (inflación) y tasa de desocupación, que es
como se conoce actualmente a la Curva de Phillips.
El prestigio internacional de Samuelson y Solow la volvieron
famosa; luego se supo que mucho antes, en junio de 1926, Irving
Fisher había publicado esa relación estadística entre variación de
precios y tasa de desocupación en una revista internacional del
trabajo. Pero el nombre de “Curva de Phillips” ya estaba instalado
y lo de Fischer quedó como un precedente, nada más.
La Curva de Phillips, entonces, es decreciente hacia la derecha y
muestra pares de valores (de inflación y desocupación) de forma
tal que podemos pensar en un intercambio entre ambos o, si se
quiere, un costo en términos de una variable para lograr una
mejoría en la segunda: cuanto cuesta en desocupación bajar la
inflación o, a la inversa, que tasa de inflación es necesaria para
disminuir la desocupación. Esta ecuación funcionó perfectamente
en el mundo occidental desde la segunda guerra mundial y hasta la
década de los años ‟70. Por ejemplo, en Estados Unidos entre 1961
y 1969 el desempleo bajó del 6,7% al 3,5% con una inflación que
creció del 1% al 5,4%. Hay estudios recientes que muestran como
la Curva de Phillips funciona en la economía argentina actual.
136 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Las razones de este funcionamiento son las siguientes: cuando
existe inflación de demanda, es decir, cuando la inflación se inicia
por un aumento del ingreso disponible en mano del público, se
origina una cadena de causas-efectos que, en forma muy
esquemática, es la siguiente:
Es decir, un aumento de ingresos (por ejemplo la asignación
universal por hijo que en nuestro país significó aumentar el ingreso
mensual de los sectores de menores recursos en más de 700
millones de pesos mensuales) produce un aumento en la demanda
de bienes; si hay desocupación de recursos (mano de obra y bienes
de capital ociosos) la respuesta va a ser un aumento de la
producción pero, a medida que disminuyen los recursos
137 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
disponibles, va a estar acompañado de aumento de precios (si no
hubiera forma de incrementar la producción, la única reacción
estaría por el lado de los precios); el aumento de la producción
implica aumento de la ocupación (y de las inversiones, que
requieren un lapso para madurar); la mayor producción y
ocupación se refleja en un aumento de las ganancias disponibles y,
por el otro lado, los aumentos de precios con la mayor ocupación
van a traer aparejado el aumento de los salarios; ambos, sumados,
son aumentos del ingreso, lo que retroalimenta otro ciclo de mayor
producción y ocupación y crecimiento de precios, y así
sucesivamente.
Obsérvese que, en una inflación de demanda, la ocupación y los
precios se mueven en el mismo sentido (en el esquema ambos
crecen). Esto es, aumenta la inflación y disminuye la desocupación,
que es lo que dice la curva de Phillips.
Milton Friedman en 1968 consideró que esa relación era válida
sólo a corto plazo y que a largo plazo, cuando la sociedad se
acostumbra a la inflación, no hay ningún intercambio con la
desocupación. Posteriormente Lucas y Sargent (de la escuela de las
expectativas racionales, encolumnados en el neoliberalismo)
cuestionaron inclusive la existencia de la curva de Phillips. El
ejemplo es que a partir de los años ‟70, con la estanflación, la
inflación y la desocupación se movieron en el mismo sentido, pero
esa es otra historia que vamos a tratar más adelante. Lo cierto es
que, habiendo inflación de demanda, la curva de Phillips funciona,
como sucede en nuestro país en nuestros días.
A propósito, en estas condiciones de inflación de demanda,
cuando algún político diga que va a combatir simultáneamente la
inflación y la desocupación, o bien no entiende nada o,
directamente, macanea.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.8 – Laffer y la bandera conservadora
Arthur Laffer es un economista norteamericano que a fines de
los años ‟70 desarrolló una idea que se convirtió en la bandera
conservadora de las últimas décadas del siglo XX.
La idea, que recibe el nombre de “curva de Laffer”, es la
siguiente: el monto de los impuestos que recauda el estado
depende, en forma directa, de la tasa impositiva que se aplica y del
nivel del ingreso nacional. Es evidente que con una tasa impositiva
de cero la recaudación impositiva es también cero, y que a medida
que la tasa crece por encima de cero, va a aumentar el monto
recaudado. También es evidente que a una tasa del cien por ciento
nadie va a producir ni trabajar para que el estado se quede con
absolutamente todo el ingreso, razón por la cual la recaudación
fiscal también será cero. Si partimos de un mínimo de cero de
recaudación (para una tasa igual a cero) y sabemos que a partir de
ese punto, ante aumentos de la tasa, la recaudación es creciente,
pero que termina en un punto en que vuelve a ser nula (tasa del
100%), quiere decir que hay un valor de la tasa para la cual la
recaudación es máxima y que, a partir de ese momento, si la tasa
sigue creciendo, la recaudación fiscal disminuirá. El argumento,
desde el punto matemático y lógico es impecable. El problema es
saber cual es el valor numérico de la tasa que vuelve máximo al
ingreso fiscal.
Laffer supuso que el bajo crecimiento de los Estados Unidos y
el déficit permanente de las cuentas públicas se debía a que se
había pasado el punto de máxima recaudación; que la solución,
entonces, consistía en disminuir las altas tasas impositivas, con lo
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
que aumentaría la actividad productiva y, con ella, la recaudación
impositiva total. Lógicamente, recibió el aplauso y reconocimiento
de los ricos y poderosos. Esa idea, junto con la disminución del
gasto público para disminuir el déficit, fueron las banderas que
llevaron a los conservadores, con Reagan a la cabeza, al gobierno a
principios de los años ‟80. Se aprobó una reforma tributaria que
redujo impuestos (por ejemplo, la tasa marginal del impuesto a las
ganancias bajó del 70% al 50% para los muy grandes ingresos). El
resultado fue la disminución (entre 1980 y 1984) del 9% en el
ingreso tributario, pese a que el producto en ese lapso creció un
4%; en resumen, el déficit fiscal se disparó. Recién ahora, casi
treinta años después, el Presidente Obama se anima a reconocer la
situación, anunciando que se iban a dejar sin efecto las exenciones
y reducciones impositivas: “No podemos darnos el lujo de tener
un billón de dólares en reducciones impositivas para todos los
millonarios y multimillonarios de nuestra sociedad. Y me niego a
renovarlos nuevamente” (diarios del 14/4/11).
A pesar de que la experiencia norteamericana mostraba que el
punto crítico en la curva de Laffer estaba mucho más alto que las
tasas impositivas vigentes, los académicos, periodistas, políticos y
demás voceros conservadores siguieron batiendo el mismo parche
hasta convertirlo en un lugar común del pensamiento neoliberal.
Desde los años ‟90 los estados europeos imitaron a Estados
Unidos en las rebajas fiscales sistemáticas y en cotizaciones sociales
patronales, lo que agravó las desigualdades sociales y los déficits
públicos. También llegó a la Argentina, con Menem, eliminando y
disminuyendo impuestos y cargas sociales, como ocurrió con las
contribuciones patronales.
Veamos el ejemplo de Francia. Según consta en un informe
parlamentario, la disminución de impuestos que beneficia a las
ganancias empresarias y a los altos ingresos personales (aprobada
entre 2000 y 2010) tuvo un costo, por menor recaudación, de 100
mil millones de euros anuales (590 mil millones de pesos o 144 mil
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
millones de dólares), sin contar 30 mil millones (177 mil millones
de pesos) por disminución de los aportes sociales (datos
correspondientes al año 2010). El resultado de esta política fue el
aumento del déficit público y, por lo tanto, del endeudamiento del
estado. Una de las consecuencias que ha quedado oculta es de lo
más interesante: los importes que las sociedades y las grandes
fortunas personales dejaron de pagar por sus rentas lo utilizaron
para comprar bonos del estado, emitidos para cubrir el déficit que
ocasionaba la disminución de los impuestos; o sea que el estado se
comprometía a devolver con intereses los montos que antes
cobraba sin contrapartida en concepto de impuestos, al punto tal
que en la actualidad el total del impuesto a las ganancias es
aproximadamente igual al total de los servicios de la deuda pública
francesa.
Se creó así un mecanismo de redistribución al revés: de las
clases populares que pagan sus impuestos hacia las clases
acomodadas a través de la deuda pública. ¡Una “bicicleta”
financiera increíble! ¡Una verdadera hazaña intelectual de los
magos de las finanzas! Según el Manifiesto de economistas aterrados,
publicado recientemente en Europa, se trata de “una proeza que
resulta aún más brillante, puesto que de inmediato se consiguió
hacer creer al público que la deuda pública era culpa de los
funcionarios, de los jubilados y de los enfermos”, obligando al
ajuste del estado, cuyo costo vuelven a pagar las clases populares.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Recaudación impositiva
Tasa impositiva
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.9 – La tasa Tobin al ataque
James Tobin (1918-2002) fue un economista norteamericano,
asesor presidencial, que recibió el Premio Nobel en 1981 por sus
análisis de los mercados financieros y la relación de los mismos
con la economía real. Precisamente en 1971, cuando Estados
Unidos anunció el fin de la conversión del dólar en oro y en el
mundo se instauró el sistema de cambio libre flotante, propuso la
creación de una tasa internacional sobre todas las operaciones de
cambio; su propuesta era una tasa muy baja, del 0,1%, para no
afectar al comercio internacional ni a la inversión a largo plazo,
pero si lo suficiente para disuadir las operaciones especulativas a
muy corto plazo. No tuvo mayor eco, hasta que en 1997 Ignacio
Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, retomó la idea y creó
una asociación, ATTAC (Asociación para la Tasación de las
Transacciones y Ayuda al Ciudadano), cuya finalidad era luchar
para la instauración mundial de la tasa Tobin para combatir la
especulación y, con lo recaudado, luchar contra la pobreza
mundial; se convirtió en una de las banderas de los movimientos
“anti-globalización neoliberal”, cosa que Tobin no compartió; por
el contrario, rechazó lo que consideraba un uso abusivo de su idea,
pero no tuvo éxito y el nombre de tasa Tobin se impuso e, ironías
de la vida, va a ser por ello que la historia va a recordar a este
economista.
Para tener una idea de lo que estamos hablando, es bueno
recordar algunas cifras. El producto bruto mundial (es decir, el
total de bienes y servicios producidos durante un año por todos los
países de la tierra) suman, aproximadamente, 60 billones de
dólares; las exportaciones mundiales 5 billones y el total de las
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
reservas existentes en todos los bancos centrales suman 1,2
billones. Algunos autores han calculado que el total de
transacciones financiera al cabo del año podrían ser de unos 100
billones, más que todo el producto y varios veces el total del
comercio de bienes. La UNCTAD (Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Comercio y Desarrollo) ha estimado la posibilidad de
recaudar con la tasa Tobin un total de 720 mil millones de dólares
anuales; para tener una idea de la magnitud de esa cifra, basta
compararla con el Producto Bruto Argentino, de unos 330 mil
millones: representa más que el doble del total de bienes y servicios
producidos en nuestro país durante un año. Pero la cifra parece
exagerada; en un trabajo de ATTAC del 7 de mayo del corriente
año, se hace una estimación más precisa, teniendo en cuenta las
dificultades para instalarla, la evasión impositiva y el carácter
disuasivo para la especulación financiera que tendría la tasa (hay
que tener en cuenta que miles de millones de dólares se mueven
diariamente especulando por pequeñas diferencias); estiman, con
una tasa del 0,05% una recaudación de 100.000 millones de dólares
anuales; duplicando la tasa (0,1%) este monto subiría a 166.000
millones y con una tasa del 0,25% a 290.000 millones.
Lógicamente, la aplicación de la tasa, tal como pide ATTAC, debe
ser a escala universal y hecha por un organismo internacional, con
la recaudación destinada a combatir la pobreza extrema en todo el
mundo.
Para imaginarnos que se podría hacer con ese dinero se puede
recurrir a un informe de las Naciones Unidas (UNCTAD, Informe
sobre Desarrollo Humano, 1998). En el informe calculan que lograr la
universalización de la enseñanza básica (nivel primario) requeriría
6.000 millones de dólares anuales; agua y saneamiento para todos
9.000 millones, salud reproductiva para todas las mujeres 12.000
millones y salud y nutrición básica para todos 13.000 millones.
Suponiendo que por la devaluación del dólar y los encarecimientos
producidos en estos 13 años, este presupuesto debería ajustarse
subiéndolo una vez y media, el total de los programas enunciados
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
requerirían fondos anuales por 100 mil millones de dólares,
exactamente la cifra mínima prevista a recaudar por la tasa Tobin.
Las cifras son suficientemente elocuentes para no abundar en
comentarios.
La profunda crisis económica desatada a partir del año 2008 por
el exceso de especulación y la globalización financiera
descontrolada ha puesto nuevamente sobre el tapete la necesidad
de regular la circulación de capitales y la posibilidad de aplicar un
impuesto internacional como propuso Tobin. En este sentido la
Comisión de Economía del Congreso Español en marzo de este
año aprobó por 21 a 16 una propuesta de Izquierda Unida e
Iniciativa per Catalunya Verds, que contó con el apoyo del PSOE y
de la izquierda en general, para proponer en el Consejo Europeo y
en el G-20 la “creación de un impuesto que disuada los inversores
financieros a realizar operaciones únicamente especulativas”, con
una tasa del 0,05% (a pagar mitad por el comprador y mitad por el
vendedor). Por otro lado, en la constitución del Banco del Sur se
prevé –para darle independencia financiera de los grandes
organismos internacionales de crédito- aplicar una tasa Tobin a
todas las transacciones financieras de la región, fondos que el
Banco se encargará de canalizar para el desarrollo social y
económico de América del Sur.
Claro está que los proyectos de aplicar la tasa Tobin han
generado grandes resistencias; en primer lugar de los sectores
financieros y de los centros de poder, así como de los teóricos y
políticos de la derecha, que ven una amenaza a la libre circulación
de los capitales y un ataque al funcionamiento del libre mercado.
Pero también hubo críticas de la izquierda; por ejemplo, el
destacado economista y exponente de la lucha contra la
dependencia económica, Samir Amín, ha sostenido que “controlar
la especulación es querer controlar los síntomas sin ocuparse de la
enfermedad”. Creo que es cierto; lo óptimo sería terminar con
toda especulación financiera, básicamente improductiva y
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
parasitaria, pero es un problema de correlación de fuerzas: si no
existe poder suficiente para eliminarla, por lo menos hay que
empezar a controlarla y a gravarla impositivamente; dejar de
hacerlo porque parece poco es renunciar desde el principio a seguir
avanzando. Acá también se puede aplicar el refrán de “lo óptimo
suele ser enemigo de lo bueno”.
James Tobin
146 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.10 – Los Chicago Boys
Friedrich Von Hayek (1899-1992) fue un verdadero cruzado de
la causa liberal. Es más, puede ser considerado como el “padre del
neoliberalismo” contemporáneo. Fue discípulo de von Mises,
famoso en la década de los años ‟20 por la polémica desatada a raíz
de un trabajo donde pretendía demostrar la imposibilidad del
socialismo por falta de cálculo económico. Von Hayek se sumó a
esa discusión al lado de su maestro, hasta que a comienzos de los
años ‟30 emigró a Inglaterra donde se desempeñó como profesor
de economía. De esa época es la popular polémica con Keynes
sobre la intervención estatal, que este último defendía como forma
de salir de la crisis, mientras que el austríaco sostenía que “el
gobierno debe respetar el orden natural e intervenir lo menos
posible”. La publicación en 1936 de la “Teoría General” y la
aplicación en el mundo de políticas intervencionistas parecieron
darle la razón definitiva a Keynes.
Pero Von Hayek no se dio por vencido. En 1944 publicó su
libro más famoso, “Caminos de servidumbre”, con críticas al
socialismo y a la intervención estatal, que –según él- socavan la
libertad, la democracia y llevan al autoritarismo. A partir de
entonces continuó con la tarea de conformar centros de
intelectuales liberales, financiados por empresas y fundaciones,
destinados a divulgar sus ideas en un mundo hostil: después de la
segunda guerra el socialismo, el estado de bienestar y la
intervención del estado gozaban de la simpatía de las grandes
mayorías. En total escribió 25 libros y un centenar de artículos, no
sólo sobre economía, sino también sobre sociología y política,
siempre defendiendo al dogma liberal.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
A partir de 1950 y hasta 1962 fue profesor de economía en
Chicago, donde se formó el núcleo duro de economistas liberales.
Cabe señalar que en 1974 von Hayek recibió el llamado premio
Nobel de economía y que el Banco de Suecia, que lo otorga, tiene
una clara predilección por la Escuela de Chicago: en los 41 años
de existencia, en diez oportunidades lo entregó a economistas
pertenecientes a la misma.
Los economistas formados en Chicago, a partir de los años ‟70,
“invadieron” a los pueblos latinoamericanos. Empezaron a
machacar con un discurso uniforme hasta que se convirtió en
hegemónico: el mercado es el mejor asignador de los recursos
económicos, el estado es ineficiente y hay que llevarlo a la mínima
expresión, hay que privatizar todo lo posible y defender hasta sus
últimas consecuencias a la libertad, identificada con la libertad de
empresas y de mercado, sin importar demasiado la verdadera
Libertad. La mejor prueba de esto último es que, imposibilitados
de imponer sus ideas en forma democrática, se asociaron a las
minorías privilegiadas y mediante golpes de estado asumieron el
control político de nuestros países, principalmente Chile,
Argentina y Uruguay. Se los conoció bajo la denominación de “los
Chicago boys”, definidos por el famoso economista
norteamericano Paul Samuelson como “fascistas de mercado”, ya
que propiciaron la aplicación de políticas autoritarias como medio
de asegurar la pureza del mercado.
“Los Chicago Boys. Ganaron su mote al protagonizar las
políticas económicas de las dictaduras latinoamericanas, en especial
en Argentina bajo Martínez de Hoz durante el gobierno militar,
donde pudieron desarrollar sin límites su estilo propio. El huevo
de la serpiente rindió su buena cría. Llegaron con la certidumbre
de tener razón, en cualquier circunstancia y bajo cualquier
condición; más que sesudos estudiosos, o simples pensadores,
asistimos al desembarco de una secta. Un eslogan: la sociedad de
mercado. Todo aquello que se oponga es poco digno de interés,
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
nada serio, por el sólo hecho de oponerse: si la duda es la jactancia
de los intelectuales, entonces no piensan demasiado. Se agrupan,
como sus pares del Norte, en diferentes instituciones, también
financiadas por empresas privadas (algunas de ellas, hasta
industriales…): Fundación Mediterránea, CEMA, FIEL, entre
otras.” Dicen Alfredo Eric y Eric Calcagno en el libro Argentina.
Derrumbe neoliberal y proyecto nacional (Ed. Le Monde
Dipomatique, Buenos Aires, 2003).
Estos autores trazan un balance sintético pero muy claro de la
experiencia: “Este modelo llevó al país a la desestructuración del
aparato productivo y al sobreendeudamiento externo e interno.
Una vez cumplida la brutal represión (1976-1982) y rotos los lazos
sociales con las hiperinflaciones (1989 y 1991), se avanzó sobre
terreno devastado. Ya no eran necesarios los generales golpistas y
los tanques. Bastaba con las transferencias financieras, los
sobornos y la propaganda. Cuando el modelo se sintió amenazado
dio golpes de mercado, frente a una dirigencia política en su
mayoría cobarde o cómplice. Las consecuencias del modelo
rentístico-financiero implantado en 1976 fueron desastrosas. En el
plano político se perdió la soberanía nacional junto con la
desarticulación del Estado… En lo económico y social, el
Producto Interno Bruto por habitante (a precios constantes) en
2002 fue inferior en 12% al existente en 1975; la desocupación
abierta, que en 1976 era del 4,5% de la población económicamente
activa, llego al 23%; el sector industrial en 1976 generaba el 31,7%
del Producto Interno Bruto y en 2000 el 16,1%; según el INDEC,
en octubre de 2002 había 19,7 millones de pobres (el 57,5% de la
población total), de los cuales 9,4 millones eran indigentes (no
alcanzan a cubrir los gastos de alimentación”.
Esta fue la herencia que dejaron los discípulos de Von Hayek,
los Chigago boys, en nuestro país.
149 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Friedrich Von Hayek
150 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.11 - ¿Qué es el F.M.I.?
La guerra mundial de 1914 fue una consecuencia del desarrollo
económico de Alemania, que prácticamente había alcanzado y, en
algunas ramas como la química, inclusive superado a Inglaterra,
pero que había llegado tarde al reparto territorial del mundo por
parte de las potencias imperialistas; su pretensión de expansión
territorial fue el principal causante del enfrentamiento, que se
puede calificar como de redistribución territorial. La segunda
guerra, en cambio, fue una consecuencia directa de la larga crisis
de los años ‟30: los estados impulsaron mediante el gasto a la
demanda interna, procurando superar la recesión y desocupación,
encontrando en la carrera armamentista un destino prácticamente
inagotable del gasto público.
En 1944, ante el inminente fin de la guerra, independientemente
de un nuevo foco de tensiones que implicaba la competencia
política, ideológica y económica entre las dos principales potencias
triunfantes, Estados Unidos y la URSS, se procuró armar una red
institucional que previera los posibles conflictos, a partir de la
creación de las Naciones Unidas, que fomentaron la independencia
política de los territorios coloniales, y de una serie de instituciones
que procuraran la reconstrucción del comercio mundial, evitaran
las “guerras económicas” nacionalistas así como nuevas crisis
mundiales.
Con esta finalidad, en 1944 se reunió la primera Conferencia
Monetaria y Financiera de las NU con la presencia de 43 países y
“delegaciones de Francia” que dieron origen a dos instituciones
financieras claves: El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
151 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), que se
completó en 1947 con la creación del GATT, cuyo objeto fue
lograr la liberación del comercio internacional, y que se convirtió
luego en la Organización Mundial de Comercio (OMC). El objeto
del BIRF era el largo plazo, pensando en las inversiones necesarias
para la reconstrucción de postguerra; es el precedente del Banco
Mundial. Por el contrario, el FMI tenía como finalidad el corto
plazo: colaborar en la superación de desequilibrios transitorios de
los países miembros.
Así, el artículo 1º del convenio constitutivo establece que son
sus funciones promover la cooperación monetaria internacional,
facilitar el comercio, fomentar la estabilidad cambiaria, contribuir a
establecer un sistema multilateral de pagos, infundir confianza a los
países miembros y aminorar el desequilibrio de las balanzas de
pago. Esto es importante tenerlo en cuenta porque en ningún
punto lo autoriza a intervenir en la política económica interna de
los países miembros y, menos aún, dictar medidas de ajuste
estructural, como privatizar la economía, liberar el comercio
exterior o exigir el libre ingreso de capitales extranjeros.
Sin embargo, en los hechos, lo que ha ocurrido es que con el
avance del sector financiero en las economías centrales y el
predominio ideológico del “pensamiento único” neoliberal, el FMI
se fue convirtiendo en una especie de auditor de esos capitales
financieros, que exigían el visto bueno del Fondo para otorgar
créditos o renovar obligaciones impagas. Ejemplo de esto es el
llamado “Club de París”, que existe desde 1956 cuando se
reunieron once países acreedores (ahora son 19) y del que también
participa el FMI; en realidad el Club no tiene existencia legal
(alguien lo ha definido como una “no institución” que, como los
fantasmas, existir, existen) y los convenios se firman entre los
países deudor y los acreedores, pero el Club sigue el cumplimiento
de sus recomendaciones.
152 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Con el tiempo el Fondo fue dominado por una enorme
burocracia tecnológica, formada fundamentalmente por
economistas educados en las universidades norteamericanas en la
más pura ortodoxia neoliberal. Convencidos que su conocimiento,
presentado con formalidad matemática, es la “única ciencia”,
exigen a la realidad social adaptarse a la misma. Uno de los casos
extremos es el premio Nobel de economía 1991, Gerard Debreu,
quien sostuvo que desde el momento en que se axiomatizó la
teoría del equilibrio económico, esta teoría pasó a formar parte de
la matemática y, por lo tanto, es invulnerable a los hechos
empíricos. “Se ha de confiar en los economistas al igual que en
Euclides, sin importar la realidad” dice irónicamente Mario Bunge,
en su libro “A la caza de la realidad” (Barcelona, 2007). Lo cierto
es que los técnicos del FMI tienen un manual simple que aplican
en todos los casos, con independencia del país que se trate: lograr
el equilibrio fiscal achicando el gasto, privatizar la economía,
asegurar el libre comercio y el movimiento internacional de
capitales, flexibilizar el mercado laboral…
Como mínimo, fueron corresponsables de la debacle argentina
del 2001. Y se resistieron a entender la salida de la crisis con
medidas heterodoxas: para el año 2003 previeron un crecimiento
de nuestro PBI del 3% (fue del 8,8%), para el año siguiente lo
llevaron al 5,5% (fue del 9%) y para el 2005 lo estimaron en el 6%
(fue del 9,2%); en el año 2009 previeron para el año 2010 un 1,5%
cuando se acercará al 9% (aunque ahora lo corrigieron al 7.5%).
“No hay duda que la gran sorpresa para todo el mundo es que
América Latina y el Caribe será una de las regiones que mas rápido
salga de esta crisis mundial” dijeron al presentar el informe del
FMI-BID del 31-7-09. Pudo ser, para ellos, una sorpresa, pero no
una fuente de conocimientos: ante la situación europea, vuelven
con la receta de siempre, que ahora la sufren los griegos,
irlandeses,…
153 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
¿Se entiende por que fue muy bueno liberarnos de la tutela del
Fondo Monetario Internacional?
154 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.12 – La Unión Europea y el comercio intraindustrial
El desarrollo de la economía mundial ha llevado a un proceso
de integración regional que es irreversible. La pionera es la Unión
Europea, que lleva muchos años y etapas más adelante que otros
proyectos, como MERCOSUR o UNASUR, por lo que la
experiencia acumulada por la primera es muy útil para mejorar los
pasos que se van dando en nuestros países.
Cabe recordar que el primer antecedente del proceso de
integración europea se encuentra en setiembre de 1944, fecha en
que se creó BENELUX, la unidad comercial entre Bélgica,
Netherlands (Holanda o Países Bajos) y Luxemburgo, que se puso
en vigencia en 1948 y que, mediante un proceso paulatino, llegó en
1956 a la liberación total del intercambio interno.
El verdadero comienzo de la unión europea se dio en 1951, con
la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero
(CECA), basada en un proyecto propuesto por el ministro de
Relaciones Exteriores de Francia, Robert Schuman, que tendía a
crear una organización supranacional para controlar la producción
y el consumo de esos dos insumos básicos, que fueran la fuente de
tensión permanente –inclusive la guerra- entre Alemania y Francia.
La CECA se formó con esos dos países, Italia y los tres del
BENELUX.
En 1955 los seis países de la CECA aprobaron una mayor
integración y se comenzó a hablar públicamente de la unidad
política entre sus miembros. En marzo de 1957 se firmó el
"Acuerdo de Roma" por el que se constituyó la Comunidad
155 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Económica Europea (CEE) y Euraton, que es la unidad de esos
países para la producción y uso de la energía atómica.
El crecimiento de la CEE (que en 1991 tomó el nombre de
Unión Europea –UE-) siguió el siguiente curso: a los seis países
originarios se sumaron en 1973 Irlanda, Reino Unido y Dinamarca;
en 1981 Grecia y en 1982 España y Portugal, conformando la
unión de 12 países. Posteriormente se incorporaron Austria, Suecia
y Finlandia, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia,
Letonia, Lituania, Hungría, Polonia, Chipre, Rumania y Bulgaria,
por lo que en la actualidad la Unión Europea está formada por 27
países, mientras que están en trámite los posibles ingresos de
Turquía, Croacia, Macedonia, Islandia y Montenegro.
La idea fue crear un mercado común con libre circulación de
bienes, servicios y factores productivos (trabajo y capital). Para
facilitarlo se dieron pasos importantes, como fueron la adopción
de políticas globales comunes (en especial la política agraria), la
creación del Fondo de Desarrollo Regional, para tratar de reducir
las asimetrías entre los países y dentro de las regiones en cada uno
de ellos; la creación en 1978 de una moneda de cuenta, el ECU,
para facilitar el intercambio entre los países, que se convertiría en
moneda real a partir del año 2002, con la puesta en circulación del
Euro, que reemplaza a las monedas nacionales, aunque hay países
–como el Reino Unido- que no adhirieron a la unidad monetaria; la
creación de un banco central europeo (1998), etc.
La UE demuestra que los procesos de unificación económica
deben estar acompañados de solidaridad que permitan lograr
cohesión, que no es solo económica sino también política y
cultural.
Por esa razón el proceso de integración europea no se ha
limitado al campo económico y político, sino que alcanza a todas
las esferas de la vida social, incluidas la cultura y la educación. Así,
156 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
se creó el programa Erasmus con el objeto de permitir la mayor
movilidad de estudiantes dentro de los países miembros y reforzar
la cooperación entre los centros de enseñanza superior; se
estableció también el reconocimiento mutuo de títulos
universitarios sin necesidad de equivalencias.
Por su PBI la Unión Europea es la primera potencia mundial
con una participación del 20% en el comercio mundial
(exportaciones más importaciones). El producto en dólares
corrientes (calculado por la paridad del poder adquisitivo) para el
2010 se ha estimado en 15,2 billones de dólares, mientras que el de
Estados Unidos es de 14,6 y el de China de 10 billones.
De la experiencia de la UE surgen dos temas que son los
fundamentales para nuestros países: el desarrollo del comercio
“intra-industrial” (intercambio de productos similares o del mismo
sector productivo) y la unificación monetaria. Del primero nos
ocuparemos hoy y al segundo lo dejamos para más adelante.
El comercio internacional imaginado por David Ricardo (y el
que se desarrolló hasta la segunda guerra mundial) era entre
actividades productivas diferentes: Argentina exportaba trigo y
carne e importaba café, máquinas y automóviles. Este,
denominado “inter-industrial”, era el único tenido en cuenta por la
teoría económica que, por simplicidad (y comodidad), suponía que
no existían economías de escala (producir el doble de un producto
representaba el doble de los costos).
En la práctica la UE demostró que eso no es cierto. Mostró que
especializándose en partes de un producto –bajando los costos
unitarios por el mayor nivel de producción- e intercambiándolo
entre los distintos países, es posible el desarrollo industrial de
todos. Un ejemplo burdo: una fábrica, en el país A, produce
carburadores que utilizan las fábricas de automóviles de los países
A, B y C, mientras que en B una industria produce diferenciales y
157 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
otra en C las bombas de nafta. El comercio se realiza entre las
autopartes que serán utilizadas en los productos finales
(automóviles) de A, B y C, que de esta forma son mucho más
baratos que si cada una de las fábricas produjera íntegramente sus
partes. El comercio global entre 1950 y 1970 creció a una tasa del
8,5% anual mientras que el intraindustrial lo hizo a razón del 11%;
en los países europeos este representa aproximadamente el 70%
del total
Esto es lo que justifica el Mercosur: la integración de las
industrias, que posibilita el desarrollo industrial de todos los países
componentes. También es lo que explica la política argentina de
propender a un balance equilibrado en el intercambio comercial de
cada una de las ramas industriales: automotores, máquinas
agrícolas, electrónica, etc.
Claro está que en el comercio intraindustrial deben incorporarse
también los socios menores, Uruguay Paraguay con su propio
desarrollo. También es claro que siempre hay intereses particulares
afectados (que se muestran en las interferencias que se producen
en las relaciones entre Brasil y Argentina, por ejemplo), razón por
la cual se requiere un alto grado de comprensión y solidaridad
entre las partes y, fundamentalmente, un estado fuerte y capaz de
llevar adelante la política de integración que puede afectar intereses
particulares pero que, en última instancia, redunda en beneficio de
todos.
158 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.13 - ¿Otra vez la alianza para el progreso?
Hace muy poco tiempo Estados Unidos ha apurado la firma de
convenios con países “amigos” de la región (Chile, Perú, Colombia
y México) lo que ha motivado que ciertos comentaristas especulen
sobre una posible reedición de la “Alianza para el Progreso”, que
fuera aprobada hace exactamente medio siglo en la Conferencia de
Punta del Este. Como es importante mantener viva la memoria
histórica, imprescindible para que los pueblos aprendan de su
pasado y capitalicen sus propias experiencias, vamos a ocuparnos
brevemente de los aspectos político-económicos de la Alianza.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tuvo
como prioridad la “guerra fría” con la URSS, dejando de prestar
atención a América Latina. Eso hasta que el 1º de enero de 1959
triunfó la revolución cubana, Castro asumió el poder e inició una
política independiente en la isla. En 1960 expropió empresas y
propiedades norteamericanas, lo que dio lugar a una escalada de
medidas de represalia: eliminación del cupo de importación
azucarera, prohibición de exportar, excepto alimentos y medicinas,
etc., hasta que en abril de 1961 el presidente Kennedy (que había
asumido en marzo) autorizó y financió la invasión que fue
derrotada en Bahía de los Cochinos. El temor que el ejemplo
cubano pudiera ser seguido por otros países latinoamericanos hizo
cambiar los objetivos de la política de Estados Unidos respecto a
los países del sur del continente americano.
Por iniciativa del gobierno de Kennedy se convocó a una
conferencia que se realizó en Punta del Este en agosto de 1961,
para tratar el lanzamiento de un programa de ayuda para el
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
progreso económico y social de los países latinoamericanos
denominada “Alianza para el Progreso”. La OEA encargó a los
técnicos de la CEPAL y del BID la preparación de una propuesta,
mientras que el gobierno norteamericano presentó su propio
documento, que finalmente prevaleció, aunque tomando iniciativas
importantes del otro. En general fue un acuerdo discursivo, de
esos que le encantan a los diplomáticos, pero que tienen poca
sustancia y poco futuro. La necesidad de reducir la brecha entre los
países pobres y los desarrollados, el lograr una distribución más
equitativa del ingreso, la conveniencia de un mayor nivel de
inversiones productivas, el desarrollo industrial son enunciados en
que todos van a estar todos de acuerdo sin mayor discusión. Los
países más grandes (Brasil, México, Argentina, Chile y Perú)
exigieron más precisiones sobre la ayuda concreta que
comprometía el hermano mayor, por lo que consiguieron la
inclusión de una promesa: el aporte de al menos 20.000 millones
de dólares para los próximos diez años.
El delegado de Cuba (el ministro de industrias, Ernesto “Che”
Guevara) alertó en su discurso sobre lo que significaba esa
promesa, ya que la misma “debía ser ratificada ahí (por el
Congreso de Estados Unidos), y las experiencia de todos los
señores delegados es que muchas veces no fueron ratificadas allí
las promesas que se hicieron aquí”. Efectivamente, a los 3.000 mil
millones de dólares solicitados por Kennedy para gastar en esto
durante tres años, el Congreso lo limitó a 600 millones y que esa
ayuda debía ser solicitada por el Ejecutivo y aprobada por el
Congreso todos los años, con lo que se desvirtuaba el carácter de
programa a largo plazo. Pero hubo algo más grave: la ley de 1962
condicionó la ayuda a que 1- Los fondos fueran destinados a
comprar bienes en Estados Unidos y con componentes de por lo
menos un 90% producidos en ese país; 2- Que al menos el 50% de
los bienes fueran transportados por buques norteamericanos; 3Que el país beneficiario no hubiera expropiado bienes de
propiedad de ciudadanos norteamericanos y que no prestara
160 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
asistencia a Cuba; 4- A eso se agregó que, a partir de 1965, no
podrían recibir ayuda los países que no hubieran firmado un
acuerdo con Estados Unidos sobre garantía de inversiones; 5- Que
también a partir de esta fecha por lo menos la mitad de la ayuda
debía ser destinada al desarrollo económico mediante las empresas
privadas. Con estos agregados quedó en claro que la Alianza para
el Progreso no tenía como objeto promover el desarrollo social y
económico latinoamericano, sino el de solucionar problemas
económicos y políticos de la potencia central.
En un interesante artículo de Fernando Krakowiak en el
número 258 de la revista Realidad Económica (febrero-marzo de
2011) se presentan varios casos de programas elaborados por
países latinoamericanos solicitando la ayuda dentro del marco de la
Alianza y los avatares que sufrieron los mismos, que explican
porque finalmente el programa languideció hasta desaparecer, sin
pena ni gloria, al final de esa década.
161 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En la actualidad se han establecido en América Latina
gobiernos democráticos, que cuentan con indudable apoyo
popular, que han iniciado una vía distinta de crecimiento social y
económico en base a la independencia y a la integración
continental. Con sus diferencias, debe incluirse en el grupo a
Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua,
Uruguay y Paraguay. Mientras en el plano económico tiende a
afianzarse y ampliarse el Mercosur, en el político y de hecho,
UNASUR ha reemplazado a la OEA en la solución de varios
conflictos; existen, además, proyectos en marcha (el más
importante es el Banco del Sur) que tiende a consolidar este
proceso de unidad. Esto puede ser interpretado como un reto a la
hegemonía norteamericana en la región y es probable que resurjan
ideas como una nueva Alianza para el Progreso o se trate de
reflotar una unión aduanera al estilo del ALCA, ya rechazado por
los pueblos y enterrado en la cumbre de Mar del Plata. Por ello es
importante recordar lo que la experiencia histórica nos ha
enseñado: que la dependencia económica no es un simple
concepto sino que se trata de algo real y concreto y que en las
alianzas y acuerdos con los países centrales el beneficio nunca es
para nosotros, los que vivimos en los países periféricos.
162 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.14 - ¿Qué fue el Plan Brady?
En marzo de 1974 el precio del petróleo se triplicó: pasó de 4 a
12 dólares el barril, generando una profunda crisis económica con
recesión e inflación, lo que se denominó “estanflación”; una de
sus consecuencia económicas fue la traslación de una enorme
cantidad de riqueza desde los países industrializados hacia los
países exportadores de petróleo, que en gran parte volvió a los
países centrales como capital financiero depositado en sus bancos.
Los bancos se encontraron en la necesidad de colocar esos
excedentes financieros, cosa dificultosa por la situación de recesión
que vivía el capitalismo desarrollado. La salida que los bancos
encontraron fue prestar a los países periféricos, como Tuquía, o
los latinoamericanos, en este caso facilitado porque en ese tiempo,
en la mayoría, gobernaban dictaduras militares y, por lo tanto, no
funcionaban ni legislaturas ni controles institucionales o populares
que pusieran trabas al endeudamiento; también, dentro de ese
grupo, ingresaron las llamadas “democracias populares” como
Polonia, Yugoeslavia y Rumania. Durante el resto de los años ‟70
fue un continuo flujo de fondos a esos países, en particular a los
estados y a las empresas nacionales, que inflaban la deuda externa.
En 1979 se produjo la segunda crisis del petróleo, con otra
brusca suba de precio, de 12 a
32 dólares el barril.
Consecuentemente con esto y la inflación producida, la tasa de
interés LIBOR, que servía como base en los préstamos al tercer
mundo, subió del 7% al 17% anual, incrementando violentamente
los servicios de la deuda. Los primeros que tuvieron que pedir
refinanciación fueron Turquía y Polonia; posteriormente, en 1982,
163 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
nuestro país suspendió los pagos por la guerra en las Malvinas y en
agosto de ese año México declaró de hecho una moratoria; a partir
de 1983 la crisis de la deuda estaba generalizada.
La imposibilidad de pago de los países deudores era manifiesta.
Aún sin la importación ni de un solo tornillo, las exportaciones de
estos países no alcanzaban a cubrir los pagos por servicios de
deuda comprometidos (intereses más amortizaciones). En el caso
de México el importe de los servicios representaba el 246% de las
exportaciones, en Argentina el 214%, en Brasil el 145%, en Perú el
108% y así sucesivamente.
La contra-parte de esa insolvencia de los deudores era la
situación de los bancos acreedores. Los 13 principales deudores
representaban el 215% del capital de los primeros 9 bancos
norteamericanos y el 142% del capital de la totalidad de bancos de
ese país. Es obvio que el reconocimiento de la imposibilidad de
pago de la deuda del tercer mundo implicaba la quiebra del sistema
financiero de la potencia hegemónica mundial.
164 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En este escenario, una preocupación primordial de las potencias
centrales fue evitar la formación de un “posible club de deudores”
que diera fuerza a los países endeudados: en 1984 el Grupo de los
7 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Canadá,
Francia e Italia) anunciaron que solamente iban a renegociar pagos
de la deuda caso por caso y, con el mismo criterio, se anunció un
Plan Baker tendiente a colaborar con la solución del problema. Lo
cierto es que cada uno de los países deudores trató de sortear la
situación haciendo pagos a cuenta y tomando nuevas obligaciones,
hasta que en 1988, en el informe anual de UNCTAD se declara
que “la quiebra del sistema financiero internacional ha sido
evitada”.
En los 9 años transcurridos de la década del ‟90, a partir del
estallido de la crisis de la deuda (1982) los países de América Latina
transfirieron al norte un neto de 223.600 millones de dólares y, en
ese lapso, la deuda externa conjunta pasó de 309.88 a 422.645
millones de dólares.
En 1989 se anunció el Plan Brady (designado así por su autor,
el secretario del Tesoro norteamericano, Nicholas Brady) tendiente
a la regularización definitiva de la deuda y que consistía en la
consolidación a largo plazo de la deuda con los bancos privados,
con alguna quita del capital y/o disminución de la tasa de interés,
con garantía de “bonos cupón cero” (bonos que no generan
intereses) del tesoro estadounidense y que recibió el apoyo
entusiasta del FMI y del Banco Mundial. El primero en acordar
fue México, seguido en 1990 por Costa Rica, Venezuela y
Uruguay. Nuestro país adhirió mediante ley del Congreso en 1992.
Aunque la prensa “seria” local, los economistas relacionados
con el establishment financiero y los políticos involucrados
saludaron la “racionalidad y la generosidad” del acuerdo, los
objetivos logrados por el gobierno de Estados Unidos mediante
esta política fueron otros:
165 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
1-Evitaron la posibilidad que los países deudores hicieran un
frente común reclamando por la responsabilidad compartida entre
deudores y acreedores por la situación creada;
2-Salvaron al sistema financiero norteamericano, que había
prestado en forma irresponsable a los países del tercer mundo. Los
bonos Brady recibidos por los bancos a cambio de sus deudas
fueron colocados en el mercado financiero por esas mismas
instituciones, en especial a fondos de jubilación y pensión,
liberándose así de una deuda con alto riesgo de incobrabilidad.
3-Subsanaron un problema de legitimidad de esa deuda. Existe
jurisprudencia internacional que una “deuda odiosa” (por ejemplo,
no tomado por los órganos legítimos de gobierno, en nuestro caso
el Congreso, y cuyo destino no haya sido en beneficio de la nación
o su pueblo) es cuestionable legalmente. Fue el caso de la deuda
argentina, tomado por una dictadura y utilizado para armamentos
o para mantener artificialmente el valor de la moneda local, tal
como lo declaró el juez Jorge Ballesteros a raíz del “informe
Olmos”. Con la aprobación por el Congreso de los bonos Brady la
vieja deuda cuestionable judicialmente fue cambiada por una
nueva, que cumplía los requisitos formales, legalizando así un
endeudamiento ilegítimo.
Mientras tanto, los países del tercer mundo siguieron
pagando…
166 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.15 – Los economistas aterrados
A mediados del año 2010, cuatro economistas (Philippe
Askenazi, Thomas Coutrot, André Orléans y Henry Sterdyniak)
publicaron en Francia un trabajo que titularon “Manifiesto de
Economistas Aterrados”. Para setiembre de 2010 otros 700
colegas se habían sumado y, para febrero de 2011, cuando se
publicó en España, ya eran 3.095 los economistas y profesionales
afines de distintos países europeos que lo habían firmado.
Están aterrados porque “en Europa… los Estados, bajo
presión de las instituciones internacionales y de las agencias de
calificación, aplican con renovados bríos unos programas de
reforma y de ajustes estructurales que ya demostraron en el pasado
su capacidad de incrementar la inestabilidad y las desigualdades.
Estas medidas van a agravar aún más la crisis europea”. Los
firmantes “no se resignan a aceptar la consagración de la ortodoxia
neoliberal y consideran necesario cambiar el paradigma dominante
en las políticas económicas en Europa”. Y agregan un concepto
que, a pesar de ser obvio, conviene siempre recalcar: “Los
economistas tienen que asumir sus responsabilidades ante la
sociedad”.
La visión neoliberal todavía dominante parte del supuesto que
la sociedad está formada por agentes económicos individualistas,
en competencia los unos con los otros, y donde cada uno de ellos
cuenta absolutamente toda la información necesaria para tomar las
decisiones. Con este supuesto, y aplicando la ley de la oferta y la
demanda, demuestran matemáticamente que los mercados
totalmente liberados, sin interferencia externa, conducen al
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
crecimiento y al equilibrio económico óptimo: si el precio de un
bien sube, se incrementa la oferta del mismo, por lo que el precio
vuelve a bajar; en cambio, si bajara, lo que aumenta son las
cantidades demandadas, por lo que el precio tiende a subir hasta su
nivel de equilibrio.
Este criterio se ha extendido al mercado financiero: consideran
que la competencia financiera internacional “genera precios justos
que constituyen señales fiables para los inversores y orientan
eficazmente el desarrollo económico”. Sin embargo, en las
finanzas no es así: la suba de precios genera mayor demanda,
porque sube la cantidad de inversores que quieren aprovechar la
bonanza y se van agregando nuevos especuladores que hace a una
elevación de los precios excesiva e irracional: es la burbuja
financiera. Cuando estalla, la baja de precios no hace incrementar a
la demanda sino todo lo contrario, todo el mundo quiere irse,
desprenderse de esos activos antes que bajen más, lo que origina
enormes pérdidas financieras. El mercado financiero en sí es
desestabilizador, lo que hace que las sucesivas crisis sean
inevitables.
Los economistas están aterrados porque las autoridades
europeas y el G-20 siguen con el mismo criterio de eficiencia
anterior: la crisis sería un efecto de la falta de honradez y la
irresponsabilidad de algunos agentes financieros mal controlados
por los poderes públicos y no el resultado inevitable de la
inestabilidad propia de los mercados financieros desregulados. No
entienden que “la integración financiera ha llevado a las finanzas al
cenit de su poder por haber unificado y centralizado la propiedad
capitalista a escala mundial” y que, frente a ello tanto los
ciudadanos (en particular los asalariados) y el poder político están
en situación de inferioridad.
Están aterrados porque las autoridades no plantean el control y
regulación del movimiento de capitales ni el gravar
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
impositivamente a las transacciones financieras. Quienes suscriben
el manifiesto están convencidos que para superar el déficit fiscal se
deben crear o aumentar los impuestos a las rentas altas y a los
patrimonios elevados y no ajustar el gasto público y social, ya que
la reducción del gasto social (objeto del neoliberalismo) afecta la
cohesión social mientras que la reducción del gasto en general
impedirá el crecimiento; los ingresos fiscales caerán y las cuenta
públicas apenas mejorarán.
Proponen una auténtica coordinación de las políticas
macroeconómicas y una reducción concertada de los déficits
comerciales entre los países europeos. Proponen que, si fuera
necesario, se proceda a reestructurar la deuda pública, limitando
los servicios a un porciento del PBI; reducir la tasa de interés,
modificar los plazos de vencimiento e, inclusive, conceder
anulaciones parciales o totales (como hizo la Argentina para salir
de la profunda crisis del 2001, podríamos agregar nosotros).
Los economistas están aterrados porque el sueño
socialdemócrata de una Europa que continuara el modelo social de
la posguerra (protección social, servicios públicos y políticas
industriales)dio lugar a una Europa liberal, cuyo objetivo es adaptar
las sociedades europeas a las exigencias de la globalización: ven la
ocasión de cuestionar el modelo social europeo y desregular la
economía, mientras que la independencia del Banco Central
Europeo está marcado por la desconfianza hacia los gobiernos
democráticamente elegidos.
El manifiesto inicia sus conclusiones con estas palabras:
“Europa se ha constituido sobre la base tecnocrática que excluye a
los ciudadanos del debate de la política económica. La doctrina
neoliberal, que descansa en la hipótesis indefendible de la eficacia
de los mercados financieros, tiene que ser abandonada… Sólo así
podrá el proyecto de construcción europea esperar la recuperación
169 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
de una legitimidad popular y democrática de la que hoy día
carece”.
170 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.16 – El futuro del Euro
Hemos visto que el aspecto fundamental que vuelve virtuosa y
necesaria a la integración regional es el comercio intraindustrial, es
decir, el intercambio de bienes del mismo tipo productivo, que
hace posible un desarrollo industrial equilibrado de todos los
países integrantes. Esta fue la principal enseñanza de la Unión
Europea (UE) y es lo que hace que los latinoamericanos debamos
defender la integración, tanto en el Mercosur ampliado como en la
UNSASUR.
El otro antecedente importante para tener en cuenta en la
experiencia de la UE es la moneda común. Su historia se remonta
a la década de los años ‟70, cuando Estados Unidos decidió
unilateralmente eliminar la convertibilidad del dólar con el oro,
terminando con el régimen monetario mundial basado en el tipo
de cambios fijo, establecido luego de la Segunda Guerra. A partir
de ese momento en el mundo se estableció un sistema de cambio
flotante, con las cotizaciones entre las distintas monedas
determinados por el mercado, aunque con una fuerte intervención
del estado por vía de los bancos centrales: es lo que se conoce
normalmente como “flotación sucia”.
Para evitar que esa situación afectara al desarrollo comercial en
la comunidad europea, debido a la incertidumbre que trae
aparejado en los agentes económicos la existencia de un tipo de
cambio flotante y, fundamentalmente, para evitar una posible
“guerra monetaria” entre sus integrantes, en 1976 se acordó un
Sistema Monetario Europeo (SME), que implicaba el
mantenimiento de la paridad entre las monedas nacionales, con un
171 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
campo de variación en más o menos del 2,25%. Modificaciones
mayores de la paridad requerían aprobación de todos sus
miembros.
El paso siguiente fue la creación en 1978 del ECU, una
moneda de cuenta (moneda ideal que no tiene existencia real sino
que se la utiliza contablemente, tanto para la facturación como
para las compensaciones del comercio internacional y como
reserva monetaria internacional). Internamente se mantuvieron las
monedas nacionales, dentro del régimen del SME, mientras que el
valor del ECU se fijaba diariamente en base al valor medio
ponderado de las monedas de sus países miembros (lo que se
denomina “una canasta de monedas”).
Hasta cierto punto el ECU compitió con el dólar como moneda
internacional, por el peso económico de la Unión Europea y
porque otros países, como la entonces Unión Soviética y China, lo
usaron para las cotizaciones de licitaciones internacionales y para
los contratos correspondientes.
El 15 de diciembre de 1995, en la reunión de Madrid, se
resolvió convertirlo en una moneda de circulación real, el Euro.
De los 15 países que entonces conformaban la UE adhirieron 11
(quedaron afuera de la unión monetaria, por decisión propia, Gran
Bretaña, Dinamarca y Suecia, mientras que Grecia fue excluido por
no reunir inicialmente los requisitos de estabilidad exigidos, aunque
pudo ingresar a partir del 1º de enero del 2001). Como paso
previo, a partir del 1º de enero de 1999, perdieron su
independencia las monedas nacionales (los tipos de cambio entre
ellas se convirtió en inamovible) y el 1º de junio de ese año
comenzó a funcionar el Banco Central Europeo, con sede en
Frankfurt. A partir del 1º de enero 2002 el euro está en circulación,
desapareciendo las monedas locales. Actualmente integran la unión
europea monetaria 17 de los 27 países de la UE.
172 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
La función del tipo de cambio es la siguiente: imaginen dos
países, A y B, con sus respectivas monedas ($A y $B) y con
productividades totalmente distintas, de forma tal que lo que
requiere una hora de trabajo en A necesita dos horas en B. Si se
tratara de un solo país, con una sola moneda, toda la actividad
económica se concentraría en la región A mientras que la región B
languidecería en el estancamiento y la pobreza. En cambio,
tratándose de dos países, si suponemos que el valor equivalente a
una hora de trabajo en los dos países es un peso, resulta evidente
que el bien que en A vale un $A, en el otro país cuesta 2$B. Si el
tipo de cambio fuera de 1$A = 2$B, ambos podrían participar del
mercado mundial y comerciar entre ellos. Fíjense que en este caso
el bien producido en B vale $1A o 2$B en cualquiera de los dos
países o en el resto del mercado mundial. Es decir, el tipo de
cambio refleja las productividades relativas de los dos países (y
también, lógicamente, el ingreso relativo de sus habitantes. En
nuestro burdo ejemplo el ciudadano de A duplicaría el ingreso del
de B, pero ese es otro problema).
La unión monetaria europea comenzó con un tipo de cambio
de las monedas nacionales con el euro en base a sus respectivas
productividades. Pero este no es un concepto estático sino que es
profundamente dinámico; mantener el equilibrio implicaría que las
mejoras en las productividades de sus integrantes son similares,
cosa que no se verifica: Alemania es la “locomotora” económica de
Europa y es la que más avanza.
Los países periféricos europeos (Grecia, Irlanda, Portugal,
inclusive España) están sufriendo, por un lado, la apreciación
internacional del euro, que de una cotización inicial de 0,9038
dólares por unidad pasó a un máximo de 1,559 dólares en julio del
2008 (actualmente su valor oscila en los 1,40/1.45); la apreciación
monetaria implica menor competitividad internacional: por
ejemplo, en el año 2010 el PBI de la Unión Europea creció
solamente el 1,7% mientras que Estados Unidos lo hacía al 2,8% y
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Japón al 4%. Por otro lado, las asimetrías generadas por las
diferencias internas de productividad crean problemas adicionales
ya que estos países no pueden aplicar medidas de política
monetaria o cambiaria para compensarlos.
No es necesario explicar las consecuencias de una
sobrevaloración monetaria, ya que los argentinos tenemos sobrada
experiencia sobre lo que significa, luego de haber sobrevivido a la
convertibilidad aplicada en los años ‟90 por el gobierno de Menem
y continuada por De la Rúa, con su secuencia de
desindustrialización, desocupación y marginación creciente. Y
sabemos también que los ajustes ordenados por el FMI no
solucionan nada sino que agravan la situación. Es posible que
finalmente, los países europeos que hoy se debaten entre esos
ajustes y las protestas de la población debido a las consecuencias
del mismo, en particular la desocupación, terminen abandonando
la unidad monetaria, el euro, aunque no la unidad económica
europea.
En un momento dado, en el Mercosur se planteó la idea de
crear una moneda común, el “gaucho”. Después de la experiencia
europea reciente, es de esperar que esa idea siga archivada por
muchísimo tiempo.
174 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.17 – La sombra de Keynes
En julio de 1944, cuando estaba terminando la Segunda Guerra,
se reunió la conferencia internacional de Bretton Woods para
delinear las instituciones que regirían las relaciones comerciales y
financieras de la postguerra. Keynes, en representación de
Inglaterra, expuso su plan que consistía en la creación de un
organismo (el International Clearing Union, ICU), una especie de
banco central universal, que emitiría una moneda de cuenta –el
“bancor”-, vinculada al valor de las divisas fuertes, canjeable a
cambio fijo por las monedas nacionales. La idea central era que los
países trataran de mantener una balanza de pagos equilibrada; de lo
contrario, debían pagar intereses. El objetivo era procurar el
equilibrio en el comercio exterior de cada uno de los países,
haciendo que los excedentarios debieran gastar en los deficitarios,
lo que permitiría un crecimiento equilibrado. Estados Unidos se
opuso y, como potencia hegemónica y principal acreedor de los
demás estados, impuso su propio plan: un dólar canjeable en oro
(en ese momento tenia el 78% del total de reservas metálicas
monetarias) y con las demás monedas ligadas a él con un cambio
fijo; se crearon las instituciones, como el FMI, y el dólar se
convirtió en el patrón monetario mundial, por lo que Estados
Unidos quedó con el poder de emitir la moneda internacional.
El sistema duró hasta 1971, fecha en que Estados Unidos
decretó unilateralmente la inconvertibilidad del dólar, terminando
un etapa de tipos de cambios fijos para dar origen a otra de tipos
de cambio flotantes, con una lenta decadencia de dólar como
moneda de reserva internacional. Ya antes de eso, en 1969, el FMI
había creado una moneda de cuenta, similar a la propuesta por
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Keynes, los “Derechos Especiales de Giro” (DEG), que se utiliza
en convenios financieros, en el cálculo de las indemnizaciones de
pasajeros internacionales y, en escala menor, como reserva
monetaria en los bancos centrales nacionales. El valor del DEG
está dado por una canasta de monedas que se revisa cada cinco
años (el actual, 2011-2016, está compuesto por un 41,9% del dólar,
37,4% del euro, 9,4% del yen y 11,3% de la libra esterlina).
A partir de la crisis del 2008 y del aumento de la base
monetaria norteamericana para salvar al sistema financiero del
colapso, se agravó el proceso de deterioro del valor del dólar y su
decadencia como moneda de referencia y de reserva mundial. El
29 de marzo de 2009 el gobernador del Banco del Pueblo de China
deploró la no aceptación del “bancor” en Bretton Woods y sugirió
la posibilidad que los derechos de giro del FMI podrían llenar esa
función. Cuatro días después, en la reunión del G-20 realizada en
Londres, bajo la presión que significaba la posición de China
apoyada por otros países, Estados Unidos aceptó triplicar los
recursos de los DEG por valor de 250 mil millones de dólares. En
julio de 2011, en la reunión del G-8 en Italia, Rusia avanzó un paso
más y propuso que la nueva moneda en ciernes fuera realmente
emitida y no una unidad virtual. El proyecto, que cuestiona el
poder del dólar y de Estados Unidos, pasó para su estudio al
Departamento de Economía y Asuntos Sociales de la ONU y al
FMI; se presentó oficialmente en la reunión del G-8 en Deauvill,
Francia, del 26 de mayo pasado, y su tratamiento está en suspenso.
Dominique Strauss-Kahn (conocido por sus iniciales, DSK),
hasta hace poco cabeza del FMI, era partidario de un nuevo orden
internacional, sosteniendo que “el empleo y la igualdad son los
pilares de la estabilidad y la prosperidad” y con un nuevo papel
para el Fondo, fiel a los ideales que le dieron origen, es decir,
fomentar la cooperación y combatir las causas que generan guerra.
Apoyaba la creación de la nueva moneda internacional basada en
los derechos especiales de giro y compartía el diagnóstico que
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
había hecho Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, sobre que
“la crisis demostró que los mercado libres y descontrolados no son
ni eficientes ni estables”, proponiendo un impuesto a las
actividades financieras para que paguen parte de los costos sociales
que había originado con su comportamiento arriesgado.
Pero DSK ha renunciado luego del “affaire” con una mucama
del hotel donde se hospedaba y de la sorprendentemente rápida
respuesta de la justicia norteamericana que lo llevó detenido como
corresponde a un reo común. Uno ha leído varias novelas y visto
películas sobre los manejos y procedimientos del poder económico
y político mundial, así que le cuesta rechazar de plano las dudas
que tienen muchos franceses sobre una posible “cama” tendida
por los intereses norteamericanos que, en este caso, coincidían con
los de la derecha gala, aprovechando su conocida debilidad con las
damas, pero lo cierto es que ha renunciado y antes de fin de mes
hay que elegir a su sucesor.
Para esa elección la Unión Europea y Estados Unidos cuentan
juntos con el 45.5% de los votos y existe un acuerdo tácito: que un
europeo dirija el FMI y un norteamericano al Banco Mundial; ese
convenio “ha expirado, ese pacto está roto” dijo DSK el 22-5-11,
pero los poderes dominantes no opinan igual y esgrimen un nuevo
argumento: que los principales problemas financieros están en
Europa y que un europeo es el que puede entenderlos y
solucionarlos. Sebastián Edwards escribió: “El argumento de los
europeos para que uno de los suyos reemplace a DSK es tan
simple como incorrecto: nos dicen que tan solo un ciudadano de
ese continente sería capaz de guiar al FMI en sus esfuerzos para
ponerle fin a la crisis de la zona euro. Esto es equivalente a decir
que solo médicos blancos pueden tratar a pacientes blancos,
médicos asiáticos a enfermos asiáticos y médicos negros a
enfermos de esa raza”, que completa Hugo Fazio en su “Carta
económica” del 29/5/11, “Entonces ¿Por qué los europeos
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
encabezaron el FMI en los años de la crisis de la deuda externa
latinoamericana, la de Argentina o la de Brasil?”.
Los intereses que representan los sectores financieros
globalizados y el de los Estados Unidos como emisor monetario
mundial van a dar pelea en defensa de sus privilegios y procurar
que el FMI siga igual. Guido Mantenga, el Ministro de Finanzas de
Brasil, el 26 de mayo pasado, realizó declaraciones públicas
respecto al sucesor de DSK y en defensa de la línea de
pensamiento de este último: “Queremos uno que sea menos
conservador. Por menos conservador nos referimos a uno menos
ligado al viejo FMI. Tenemos un viejo FMI y un nuevo FMI. No
queremos a nadie ligado al viejo FMI.
Mientras tanto, y mal que le pese a muchos, por encima de la
elección del reemplazante de DSK y del futuro del FMI se ha
instalado la sombra de Keynes y su moneda, el bancor.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
3.18 – La situación económica de Grecia
Como conocen muy bien los profesionales de las ciencias
económicas, los empresarios y la opinión pública interesada, una
empresa puede encontrarse en cesación de pagos por diversas
razones; si se tratara solamente de problemas de liquidez, es decir,
falta de dinero, mientras tenga una buena relación patrimonial y
sea capaz de generar una rentabilidad adecuada, puede solucionar
perfectamente sus problemas con nuevos créditos; en cambio, si el
problema es de solvencia, es decir, si está sobre-endeudada y no
genera ingresos suficientes, la única solución es una
reestructuración
empresaria
y,
fundamentalmente,
una
restructuración de la deuda, con una importante quita que la vuelva
factible de ser pagada. Con ese fin la legislación comercial ha
reglado el régimen de convocatoria de acreedores.
En principio hay que tener mucho cuidado en extender los
ejemplos de los individuos y de las empresas a nivel
macroeconómico pero, por similitud de situaciones, podríamos
hablar de estados nacionales con problemas de liquidez y de
solvencia. Por ejemplo, nuestro país, con el régimen neoliberal y la
convertibilidad que llevó al endeudamiento externo y a la
sobrevalorización del peso, desde fines de los años ‟90 estaba con
serios problemas de solvencia, aunque los organismos
internacionales y el gobierno argentino lo trataban como si fuera
sólo de liquidez, sin remediar las causas que llevaron a esa
situación, tomando nuevos créditos que abultaban una deuda
impagable y postergando una crisis que, finalmente, llegó en el año
2001. A partir de allí, con la fuerte devaluación, el regreso a un
estado fuerte y con la reestructuración de la deuda, decidida
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
unilateralmente pero aceptada por una contundente mayoría de
acreedores, con una importantísima quita y cambio de condiciones
de la misma, Argentina solucionó su problema y entró en un
camino de crecimiento económico.
La situación de Grecia es parecida. Unos pocos datos lo
muestra: el producto bruto es de 321,7 mil millones de dólares (€
225 mil millones), que disminuyó un 4,5% en 2010 y se prevé otra
caída para el año 2011; la desocupación es del 9,5% aunque se
estima un 15,2% para diciembre, como resultado de las medidas de
austeridad aprobadas. Su deuda actual es de 340 mil millones de
euros, lo que representa un 150% del PBI. El déficit fiscal previsto
para El 2011 es del 10,5% del PBI, que es un poco menor que los
intereses que paga por su deuda pública, tomada al 7% y 8% de
interés.
La deuda griega creció fundamentalmente por los rescates a los
bancos realizados el año pasado, que fue un caso claro de
socialización de la deuda privada. La composición de la deuda
actual es, aproximadamente, la siguiente: bancos griegos 60.000
millones, bancos extranjeros (principalmente franceses) 70.000,
organismos públicos e internacionales 90.000 y fondos de
inversión, de pensión e inversionistas privados 110 mil millones.
Los estados de la zona del euro y el FMI otorgaron un
“rescate” de 110 mil millones de euros, de los que ya recibió
53.000 mil millones, más una cuota de 12.000 aprobados en julio.
Sin embargo, según el informe conjunto de la Comisión Europea,
el BCE y el FMI, a mediano plazo, Grecia necesita todavía 160.000
millones adicionales: 45.000 millones pendientes del primer rescate
y 115.000 nuevos, que se obtendrían: 30.000 de privatizaciones y
85.000 a prestar por el FMI, los países de la zona del euro y los
privados.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Entiéndase bien: el “rescate” es para que se pueda pagar los
vencimientos (cuotas de capital más intereses) de la deuda pública,
para evitar problemas a los bancos e inversionistas acreedores, a
cambio del cual quienes reciben el capital vuelven en parte a
prestárselo al gobierno griego, compromiso que –por ejemploasumieron oficialmente los bancos privados franceses
A cambio de ese rescate el parlamento griego aprobó (por 155
votos contra 138) recortes presupuestarios por € 28.400 millones
entre 2012-2015, más las privatizaciones que generaran un ingreso
estimado entre € 30.000 y € 50.000 millones. Las consecuencias
del ajuste son conocidas: disminución de la actividad económica y,
como consecuencia, de los ingresos impositivos del estado. No hay
ajuste fiscal que pueda compensar la carga de semejante deuda.
Constantino Lapavitsas es un economista griego que expuso en
Buenos Aires en las Jornadas Monetarias y Bancarias del Banco
Central 2011. Para él veremos “un default en Grecia como
producto de las ridículas políticas de ajuste que están agravando
brutalmente la situación y eso se producirá seguramente antes de
2015”.
Hugo Fazio, en su Carta Económica del 26 de junio cita al
académico Santos Juliá: “Los gobiernos no son ya depositarios de
la soberanía nacional, sino mero ejecutores de órdenes que emanan
de los centros del poder financiero; los políticos han sucumbido
ante las exigencias del capital llamado ahora los mercados”. Lo que
extraña es que sean políticos socialistas, tirando por la borda más
de un siglo de lucha y el prestigio logrado por el estado de
bienestar establecido en la posguerra, quienes encabezan el
gobierno sometido a esas políticas, mientras que en la población
crece la indignación y la resistencia.
Precisamente, el
“movimiento de los indignados”, que nació en España, cuenta con
el apoyo moral del 68% de la población en Grecia, según encuesta
de la Universidad de Atenas. “Estas situaciones no son
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
sorprendentes, lo sorprendente es que la gente tardara tanto en
protestar” sostuvo el premio nobel de economía Joseph Stiglitz el
5 de junio pasado.
Mientras que Christine Lagarde, al asumir el FMI, dijo que los
riesgos de la deuda soberana en Grecia recuerdan la situación
previa al colapso de Lehman Brothers, que en setiembre de 2008
fue el desencadenante de la crisis actual. Es decir, saben
perfectamente que no se trata de un problema de liquidez. Lo que
se busca es ganar tiempo para que los bancos e instituciones
acreedoras hagan las previsiones pertinentes, para tratar de
soportar la inevitable reestructuración de la deuda griega.
El famoso dramaturgo alemán Bertol Brecht sostenía que “el
delito no es robar un banco, sino fundarlo”. Con ese criterio ¿No
es peor delito el someter a poblaciones enteras, que no tienen
culpa alguna, a ajustes salvajes para salvar a unos pocos bancos?
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4 – Hablemos de Economía Argentina
4.1 – La economía que Belgrano y Moreno querían
Los principales líderes de mayo, como Belgrano y Moreno,
tenían en mente un modelo económico para el país que pretendían
construir. Manuel Belgrano, por ejemplo, sostenía que “Todas las
naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan
de sus estados a manufacturarse… Nadie ignora que la
transformación que se de a la materia prima dan un valor
excedente al que tiene aquella en bruto, el cual puede quedar en
poder de la Nación que la manufactura… lo que no se conseguirá
si nos contentamos con vender, cambiar o permutar las materias
primas por manufactura”; el mensaje en pro del desarrollo
manufacturero en momentos en que comenzaba la revolución
industrial es claro. Mariano Moreno, en la misma línea de
pensamiento, defendía la presencia de un estado fuerte que
interviniera en la economía, con explotación estatal de la riqueza
minera y control del crédito y comercio internacional; decía
Moreno “Se verá que una cantidad de doscientos o trescientos
millones de pesos, puestos en el centro del Estado para el fomento
de las artes, agricultura, navegación, etc. producirá en pocos años
un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de
buscar exteriormente nada de lo que se necesita para la
conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas
manufacturas que, siendo como un vicio corrompido, son de un
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
lujo excesivo e inútil, que debe evitarse, principalmente porque son
extranjeras y se venden a más oro que lo que pesan”.
Claro que no todos pensaban igual. Estaban los comerciantes
cuyos intereses estaban ligados al mantenimiento del monopolio
comercial español y los otros –que también apoyaban la revolución
pero no coincidían con los planteos de Belgrano y Moreno- que
querían el libre comercio para importar la manufactura británica.
En realidad, estaba comenzando un debate sobre el país que
queremos ser y que dura dos siglos.
Finalmente los intereses dominantes fueron los del puerto de
Buenos Aires y de los grandes terratenientes cuya prosperidad
dependía del comercio internacional. Las provincias del interior
durante muchos años procuraron defender sus manufacturas; por
ejemplo, en 1832 desde Corrientes, Pedro Ferré, en una circular a
los gobernadores provinciales, sostenía que “había que prohibir la
importación de aquellos artículos que también producía el país”;
esta lucha explica los largos años que distan entre la independencia
y la organización nacional y la pérdida de territorios que eran del
Virreinato pero que no integraron la nueva nación, como ocurrió
con Uruguay, Bolivia y Paraguay.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Las condiciones naturales permitieron que la actividad
agropecuaria tuviera una productividad privilegiada, lo que
permitió que nuestras clases dirigentes se desarrolló una
mentalidad rentística: vivir alternativamente en Buenos Aires y
Europa, sin necesidad de inversión productiva ya que las vacas,
con pocos peones mal pagos, se reproducen por su cuenta.
La idea de una política industrial con protección nunca murió y
reaparecía durante las crisis (1867, 1873, 1890, 1930) hasta que en
la segunda mitad de los años ‟40 se convirtió en objetivo de la
política nacional con la creación del IAPI, que tomó el monopolio
del comercio internacional. Este modelo permitió un salto en el
crecimiento industrial argentino pero tenía una limitación: estaba
orientado fundamentalmente al mercado interno y, por lo tanto,
condicionado por el tamaño del mismo, que produjo sucesivas
crisis de la Balanza de Pagos, con devaluaciones, inflación
cambiaria y continuos arranques y retrocesos en la economía real.
Sin embargo, en los años ‟60 y principios del ‟70 consiguió un
aceptable desarrollo industrial, inclusive con exportación de
manufacturas.
Con el golpe militar de 1976, y fundamentalmente con el
menemismo, se procuró desarrollar un modelo liberal de
integración al mundo, con preponderancia de lo financiero y atraso
cambiario para combatir a la inflación. En el primer caso con la
“tablita” de Martínez de Hoz y en el segundo con la
convertibilidad; en ambos el resultado final fue el mismo:
inundación de importaciones, cierre de fábricas e industrias,
desocupación y endeudamiento externo. Unas pocas cifras
muestran elocuentemente lo sucedido: la importancia de la
actividad industrial en el producto bruto pasó del 35% en 1973 al
16% en el año 2001; entre 1970 y 2001 el personal ocupado en la
industria se redujo de 1.716.900 a 1.089.360 trabajadores.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Esas dos experiencias finalizaron con profundas crisis: de la
deuda en 1983, que dio lugar a la llamada “década perdida”, y la del
colapso del sistema en 2001.
La devaluación –producto del fracaso de la convertibilidadactuó como barrera para las importaciones e impulso para el
desarrollo de las exportaciones: las fábricas cerradas se abrieron,
las economías regionales volvieron a ser rentables, aumentó la
inversión mientras disminuía la pobreza y la desocupación. Esta
situación se convirtió en política permanente a partir de 2003,
haciendo posible un crecimiento económico a tasas elevadas y con
balanza comercial favorable, en base a tres grandes líneas: 1)
Mantenimiento del tipo de cambio competitivo mediante las
retenciones a la exportación primaria; 2) Crecimiento del mercado
interno en base a una mejor distribución del ingreso y 3)
integración latinoamericana. En particular esta última es la que
permitirá superar la limitación de los mercados, que fue la gran
restricción de la experiencia industrialista anterior.
Hoy la industria parece consolidada y hay una realidad concreta:
las exportaciones manufacturadas suman el 66% del total
exportado (35% y 31% según se trate de origen agropecuario o
industrial, respectivamente) mientras que las exportaciones
primarias (sin contar combustibles) representan sólo el 22%.
Para continuar con el camino que indicaron Belgrano y Moreno
es preciso mantener un tipo de cambio favorable a la exportación
industrial. Y la herramienta para ello son las retenciones a las
exportaciones primarias, que nivelan los requerimientos cambiarios
de ambos sectores: el agropecuario y el industrial.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.2 – Los modelos de crecimiento argentino
En la segunda mitad del siglo XIX nuestro país, unificado, se
integró en el concierto internacional de naciones y, a partir de allí,
se pueden distinguir claramente tres etapas en su evolución
histórica, más una cuarta, relativamente reciente. La primera es el
crecimiento hacia afuera, le sigue la industrialización por
sustitución por importaciones, la tercera –a partir de 1976- es la
financiero-rentística y la última, la actual, a partir de la crisis del
año 2001.
La generación fundadora de la nación, Alberdi y Sarmiento,
entre otros, estaban enrolados ideológicamente en el liberalismo,
tanto filosófica como políticamente y, en el plano económico, eran
seguidores de la teoría de Adam Smith y David Ricardo. Sin
embargo, Alberdi, posiblemente el de mayor estatura intelectual de
su época, tenía en claro la necesidad de actualizar esas ideas a las
necesidades del país: “La economía en Sudamérica es la ciencia que
estudia la pobreza, como en Europa es el estudio de la riqueza,
para satisfacer a la necesidad que América tiene de salir de su
estado de pobreza….”. Y agregaba “El medio más eficaz de
mantener a un país en dependencia de otro es mantenerlo pobre.
La pobreza es la dependencia, como la riqueza es el poder, y el
poder la libertad”. También el Sarmiento viejo, revisó muchas de
sus ideas juveniles.
La generación siguiente, la de los ‟80, no tuvo la grandeza de la
anterior. Con el poder en manos de los terratenientes pampeanos y
de los grandes comerciantes porteños, que eran liberales en
economía pero conservadores en lo político, influidos por las
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
corrientes positivistas europeas y admiradores de la cultura
francesa, llevaron adelante un proyecto agro-exportador de
inserción de la Argentina en la división internacional del trabajo.
Pero el pensamiento no era uniforme, como se demostró en el
debate de la ley de aduanas en 1875 y 1876; hubo voces
minoritarias, como la de Vicente Fidel López, que sostuvo que el
libre cambio favorecía a los países que tenían consolidada su
industria, por lo que no temían a la competencia, mientras que la
protección correspondía ser aplicada a los que no reunían esas
condiciones; también Carlos Pellegrini, quien habló de los peligros
de convertir a la Argentina en una granja de las naciones
manufactureras. De todas formas, consolidado el modelo, se
mostró sostenible mientras fue posible la sucesiva incorporación
de tierras a la producción de granos y carnes, aunque estuvo
sometido a los vaivenes cíclicos de la economía mundial.
La Ley Sáenz Peña, que permitió a las masas urbanas compartir
el gobierno, y el cambio internacional resultante de las dos guerras
mundiales y la larga crisis de los años ‟30, permitieron consolidar
un segundo modelo, el de industrialización sustitutiva de
importaciones que se convirtió en política explícita de estado a
partir del primer gobierno de Perón. Mediante la nacionalización
del comercio exterior el estado se quedó con gran parte de la renta
agraria, en momentos en que se producía una gran suba de precios
en el comercio mundial de alimentos, y con ello se pudo financiar
el crecimiento industrial con su consecuente urbanización así
como la política de protección social para las grandes mayorías de
la población. La gran limitación del modelo estaba en la
orientación industrial hacia el mercado interno, que requería
cantidades crecientes de importación mientras que las
exportaciones (primarias) no aumentaban al ritmo necesario.
A partir de 1955 el modelo industrial sufrió la falta de
homogeneidad ideológica de su clase dirigente; el enfrentamiento
de intereses, principalmente entre la industria y el agro, y el
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
continuo debate de ideas impidieron una política económica
uniforme, la que fue una sucesión de medidas contradictorias a
través de los años. Primero fue la polémica entre monetaristas y
estructuralistas, luego la irrupción del desarrollismo de Frondizi,
que planteaba la industrialización en base a capitales extranjeros,
seguido por el liberalismo monetarista de Alsogaray, luego el
desarrollo industrial nacionalista de Illia, cortado por el golpe
militar de Onganía, con el experimento de conciliación de intereses
con industrialización ideado por Krieger Vasena, que terminó con
el rotundo fracaso político de la dictadura. Le siguió Cámpora (y
luego el tercer gobierno de Perón) con el intento de afianzar la
industria nacional abriéndola al comercio latinoamericano que
finalizó a la muerte de Perón y luego con el golpe militar de 1976.
Quienes han estudiado la historia económica argentina comparada
con países que inicialmente eran similares, como Australia o
Canadá, o con economías que eran relativamente atrasadas, como
Brasil, culpan –al menos parcialmente- por nuestro estancamiento
o atraso relativo a esta falta de continuidad de las políticas
encaradas.
En 1976 termina el modelo industrial y comienza uno nuevo: el
liberal financiero-rentístico, abierto a los capitales financieros
globalizados. El gestor fue Martínez de Hoz con su política de
apertura económica y endeudamiento que, vuelta la democracia,
Alfonsín (principalmente durante el ministerio de Bernardo
Grinspun) no pudo desarmar y que se afianzó con el
neoliberalismo extremo aplicado por Carlos Menen a partir de
1991. Libertad de mercado, privatizaciones e integración al mundo
financiero fueron los objetivos de un modelo generado en el
llamado “consenso de Washington” y que recibió el aplauso
unánime de la ortodoxia económica y de los sectores privilegiados
(Menem fue le primer presidente argentino invitado a hablar en la
asamblea anual del FMI y presentado como ejemplo al mundo).
Este modelo fue continuado por De La Rúa, inclusive con el
mismo ministro de economía, Cavallo, responsable principal de
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
esta política, hasta la profunda crisis del año 2001 que manifestó
claramente su fracaso.
Según Alfredo Eric y Eric Calcagno en el libro Argentina.
Derrumbe neoliberal y proyecto nacional, “Un análisis
económico de largo plazo tampoco deja mucho espacio para la
fiesta financiera. Los resultados de los tres modelos, medidos en
producto por habitante, muestran que la Argentina agraria (18801945) creció al 1,29% anual; la industrial (1946-1976) al 2,1% y la
rentístico-financiera (1976 al 2000) al 0,24%. Estos datos figuran
en el trabajo de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económico (OCDE) realizado por Angus Maddison hasta 1994,
completados por cifras de la CEPAL hasta 2000”.
Si bien ocho años es poco tiempo, es evidente que a partir del
año 2003 está en aplicación un nuevo modelo económico, basado
en la distribución del ingreso que genera mercado interno y en un
tipo de cambio competitivo para la exportación industrial. En este
lapso el PBI por habitante creció a la mayor tasa conocida, en
promedio más de un 7% anual. Es de esperar que esta vez no se
repita la historia de continuos vaivenes y que haya continuidad
para bien del país y de su futuro.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.3 – La crisis de 1890
Frente a la enseñanza escolar sobre los buenos y desinteresados
que habían sido nuestros líderes políticos y gobernantes del siglo
XIX Mafalda, la genial creación de Quino, en una de sus
inspiradas tiras, reflexionaba sobre la posibilidad que los héroes se
dieran salteado, un siglo si y otro no. Con esa misma lógica,
empinados dirigentes de la sociedad civil argentina y con motivo
del segundo centenario de la Revolución de Mayo pretendían
comparar todo lo bueno que habría existido un siglo atrás, “en la
opulenta y virtuosa Argentina de 1910”, con una realidad
contemporánea llena de defectos y problemas. El contenido
ideológico de este último mensaje es claro: hacernos creer que hace
cien años existía una especie de “era de oro”, con un país pujante,
dedicado exclusivamente a la producción primaria e integrado a la
división internacional del trabajo, obra de la impolunta
“generación del „80”.
Para evitar esos simplismos nada mejor que conocer la historia.
Por ejemplo, los hechos que rodearon a la profunda crisis de 1890.
En primer lugar hay que recordar que el endeudamiento público
fue una constante. Se inició en 1826, con un préstamo de Baring
Brothers que a fines de la década de los años 1880 no sólo seguía
impago sino que se había incrementado sustancialmente; la
dependencia con el principal acreedor era tal que nuestro gobierno
los nombró como agente financiero oficial del país en la “city”
londinense.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En particular, desde 1885 hubo una corriente importante de
capitales extranjeros que permitieron un aumento considerable de
las importaciones, dando una imagen de opulencia a la “Reina del
Plata” y generando un ambiente de especulación con el valor de las
tierras, las concesiones de servicios públicos, especialmente las
inversiones ferroviarias, las cédulas hipotecarias y todo tipo de
acciones. Creció la actividad bancaria y los créditos fueron la base
financiera de esa especulación que tuvo su centro en la Bolsa de
Comercio; Mario Rapoport (en el libro “Las políticas económicas
de la Argentina. Una breve historia”, pg. 58) cita a Lucío V. López,
el nieto del creador del himno y que en ese momento era el
abogado de esa institución que, justificando las maniobras
especulativas, manifestó: “En la casa de la bolsa todo es permitido,
como en la guerra”.
Como es habitual, toda esa especulación financiera estuvo
acompañada de corrupción y de actos y procedimientos que, en el
mejor de los casos, bordeaba el delito. Una de las corrupciones
denunciadas correspondió a la Compañía de Aguas Corrientes que
tenía la concesión de la obras de sanidad en Buenos Aires y que
resultó ser propiedad de la Baring.
Para dar mayor liquidez al sistema, por iniciativa del presidente
de la República, Juárez Celman, se dictó en 1887 una ley conocida
como de los Bancos Garantidos: se autorizaba a cualquier banco a
emitir dinero nacional siempre que depositaran una garantía en oro
en las arcas del estado nacional, quien les daba a cambio bonos de
la deuda nacional que le servían de respaldo a la emisión
monetaria. Esto fue aprovechado particularmente por los bancos
provinciales para superar lo crónicos déficits financieros. Como
muchos no contaban con el oro requerido, lo pidieron prestado
en el exterior, especialmente en Inglaterra, con lo que pudieron
emitir el dinero sin problemas. Fue una de las muchas “bicicletas
financieras” que se conocieron en el país. Lo cierto es que la
circulación monetaria pasó de 97 millones de pesos en 1887 a 245
192 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
en 1890 (un aumento del 250%), con un paralelo aumento de los
precios internos.
Simultáneamente la deuda pública creció un 156% en la década
de los ‟80; los servicios de la deuda llegaron a representar el 57%
de las exportaciones y el déficit público superaba el 12% del
producto bruto estimado para 1889. Parecía claro que la “fiesta”
no podía seguir.
En 1890 hubo una baja en los precios internacionales de
nuestras exportaciones y se cortó el flujo de capitales. El monto de
nuestras exportaciones no alcanzaba a cubrir las obligaciones
externas, por lo que la imposibilidad de pago no se pudo ocultar.
El estado entró en cesación de pagos y se produjeron múltiples
quiebras, en especial de bancos. La cotización de los bonos
públicos disminuyó un 80% y las acciones del Banco Nacional
cayeron un 90%, mientras que la cotización de la libra esterlina
subía un 364%.
Una consecuencia inesperada de esta crisis fue que la Baring,
ante la imposibilidad de pago argentina, también entró en cesación
de pagos y quiebra, lo que finalmente arrastró a la crisis
internacional de 1893, que afectó especialmente a Australia y
Nueva Zelanda.
193 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Para los historiadores argentinos, en general, la causa de la crisis
estuvo en la baja de los precios internacionales de nuestros
productos, aunque no dejan de señalar la irresponsabilidad con
que se manejó el crédito y las finanzas locales. En cambio, la
mayoría de los historiadores ingleses tienen otra versión. Enrique
Silberstein (en sus “Charlas económicas”, pg. 65) cita al historiador
inglés Clapham, que dice: “Una historia completa de la caída de los
banqueros Baring debería tener un largo capítulo sobre la historia
económica sudamericana y las políticas económicas y financieras
de la República Argentina y el Uruguay, con una sección especial
dedicada a sus crisis políticas y comerciales. También debería
incluir una extensa y no muy amable referencia al standard de
probidad usual que en ese entonces existía en los estadistas y
empresarios argentinos”. Otro historiador, A.G. Ford en “Oxford
Economic Papers”, más favorable a nuestro país, sostiene que se
pone demasiado énfasis en la corrupción y en los abundantes actos
ilícitos de los argentinos y que había que prestar más atención a la
caída de los precios internacionales, aunque sin dejar de reconocer
que la corrupción era muy cierta en las esferas comerciales y
gubernamentales.
Es probable que haya sido una suma de factores –especialmente
la oscilación de los precios internacionales de los productos
primarios- pero entre los que estaba presente, con seguridad, la
especulación y la corrupción, tanto de argentinos como de
extranjeros.
194 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.4 – La historia de la Moneda Argentina
El 5 de noviembre de 1881 se dictó la Ley 1.130 que creó la
moneda nacional unificada: el peso moneda nacional. Hasta esa
fecha en nuestro territorio existió un verdadero caos monetario.
Circulaban toda clase de monedas de oro y plata, de distinto valor,
inclusive extranjeras como el peso boliviano en el norte, y
diferentes papeles-moneda emitidos por las provincias, por el
Banco Nacional y por entidades privadas. Como antecedente
directo estaba la ley de 1875, promovida por el presidente
Avellaneda, que creó una unidad monetaria en oro llamada “peso
fuerte” y que no pudo concretarse por falta de metálico.
Es bueno conocer algunos antecedentes monetarios. El primer
billete en territorio nacional empezó a circular el 1º de mayo de
1823 emitido por el Banco de Descuentos o Banco de Buenos
Aires, fundado el año anterior con capitales de origen inglés y que
garantizaba con su capital la convertibilidad fija con el oro; fue
utilizado para diversos negocios de los mismos socios hasta que el
aumento de las importaciones produjo una salida de oro y la
imposibilidad de cumplir sus obligaciones; en 1826 se convirtió en
el llamado “Banco Nacional” y el estado provincial tuvo que
garantizar las emisiones realizadas, suspendiéndose la
convertibilidad. En 1836 el banco pasó a ser la “Casa de la
Moneda” hasta 1854, en que con esa base se creó el Banco de la
Provincia de Buenos Aires, de capital estatal. En 1867 el gobierno
195 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
de Buenos Aires encargó a la Oficina de Cambio del Banco de la
Provincia la emisión de una moneda de papel convertible en oro,
con el monopolio para hacerlo en todo el territorio provincial;
para financiarla contrató cinco empréstitos externos cotizados en
libras esterlinas. Luego de la unidad nacional se había acordado
que la moneda emitida por Buenos Aires fuera aceptada por todas
las aduanas de todo el país, lo que le daba –hasta cierto punto- el
carácter de curso legal nacional; este beneficio por el señoreaje que
quedaba en poder de la Provincia le generó un conflicto latente
con Nación. Esta convertibilidad duró poco: en 1873 la moneda
provincial sufrió una corrida bancaria que obligó a suspenderla.
En 1872, con el fin de competir con el poder monetario de
Buenos Aires, el presidente Sarmiento creó el Banco Nacional,
mixto, autorizado a emitir moneda de curso legal en todo el
territorio nacional. Pero en 1876 el gobierno nacional estaba al
borde de la cesación de pagos, lo que fue evitado mediante un
préstamo del Banco Provincia de Buenos Aires a cambio de
impedir que el reciente Banco Nacional emitiera dinero mientras
persistiera la deuda. En 1881 el presidente Roca logró un acuerdo
para cambiar la deuda con el Banco Provincia por bonos de deuda
pública interna, con lo que liberó al Banco Nacional de la
prohibición de emisión y, en consecuencia, fue posible aprobar la
Ley 1.130.
La nueva ley estableció un patrón bimetálico: el oro y la plata.
El patrón oro era el usado en el comercio internacional y fue el que
defendía Buenos Aires, mientras que el patrón plata fue una
concesión a las provincias del interior, donde la plata era habitual.
Se prohibió la circulación de monedas extranjeras y se previó la
emisión de monedas de oro, de plata y de moneda de papel. Eran,
196 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
respectivamente, el peso argentino (8.05 gramos de oro), el
patacón (25 gramos de plata) y el peso moneda nacional. Estaban
autorizados a emitir el Banco Nacional y los bancos de Buenos
Aires, Santa Fe, Córdoba y Tucumán. Esta etapa de convertibilidad
del peso moneda nacional duró hasta 1885, fecha en que, por
escasez de metálico, se declaró la inconvertibilidad.
En 1887 una ley, conocida como de los Bancos Garantidos,
autorizó a cualquier banco a emitir dinero nacional siempre que
depositaran una garantía en oro en las arcas del estado nacional,
quien les daba a cambio bonos de la deuda nacional que le servían
de respaldo a la emisión monetaria. Esto hizo posible que la
circulación monetaria creciera el 250%, con un paralelo aumento
de los precios internos. Todo terminó con la profunda crisis
económica de 1890.
En 1899, estabilizado el modelo de crecimiento hacia afuera, se
dictó la Ley que puso en funcionamiento a la Caja de Conversión.
La nueva convertibilidad duró hasta la primera guerra mundial, en
que fue suspendida. Con Alvear en 1927 se volvió a la Caja de
Conversión hasta 1929, fecha en que Yrigoyen, ante la fuga de
capitales, declaró la inconvertibilidad definitiva.
En 1935 se creó el Banco Central, como único emisor de
dinero, debiendo mantener una reserva suficiente para garantizar
su valor (el 25% en oro y reservas, según la ley); además, su
función era regular el sistema bancario y actuar como agente
financiero del gobierno.
El peso moneda nacional vivió hasta el 31 de diciembre de
1969, alcanzando a cumplir 88 años, que no es mucho frente a la
197 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
longevidad de otras monedas pero que, ante la inestabilidad de
nuestras instituciones es –lo mismo que para los humanos- una
edad respetable. Lo sucedió el peso Ley 18.188, que le quitó dos
ceros al anterior. Hay que recordar que fue el año del Cordobazo y
de la oposición generalizada a la dictadura; quizá por esta razón, en
una especie de oposición tácita, la gente no aceptó la nueva
moneda sino que siguió pensando y hablando en términos de
moneda nacional, pero con un cambio de nombre: los mil pesos
era una “luca” y un millón era un “palito”; al principio siguieron
circulando los billetes moneda nacional por lo que la confusión era
enorme: así, en un negocio uno preguntaba un precio y el
vendedor le respondía, por ejemplo, quince lucas, en la factura
figuraba $ley 150 y pagaba con billetes que en total tenían escrito
15.000. En aquel tiempo en nuestra región había muchos
extranjeros por la construcción del complejo Chocón-Cerros
Colorados y por la explotación petrolífera en la zona de Catriel: era
muy difícil hacerles entender el exótico sistema monetario
argentino vigente en ese momento.
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Hablemos de Economía / Humberto Zambon
El peso Ley duró poco: el 1º de junio de 1983 lo reemplazó el
peso argentino, que le sacó cuatro ceros y que duró muchísimo
menos. El 15 de junio de 1985 lo reemplazó el austral, que le quitó
tres ceros. Y el 1 de enero de 1992 apareció el peso, con 4 ceros
menos que el austral. Así, la historia de la moneda se convirtió en
la historia de nuestra inflación: un peso actual es igual a 10.000
australes, ó 10.000.000 de pesos argentinos, ó 100.000.000.000 de
pesos Ley 18.188 ó 10.000.000.000.000 (diez billones) de pesos
moneda nacional.
A veces uno se lamenta de que haya habido tantos cambios de
moneda; sin ellos las cosas serían más complicadas, casi imposibles
de manejar, pero tendrían su ventaja: hasta el más pobre de los
pobres nuestros, si se hubiera dejado el peso moneda nacional, hoy
sería multimillonario.
199 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
1884
1891
200 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.5 – El pare y arranque de la economía argentina
A partir de las últimas décadas del siglo XIX y hasta 1930
Argentina creció en base al corrimiento de la frontera productiva
del país, ocupando nuevas tierras para la producción agrícolaganadera orientada fundamentalmente a la exportación, lo que
permitía un fuerte aumento de la producción, de la población y de
las exportaciones. La industria estaba asociada a la exportación:
molinos harineros, frigoríficos, etc., mientras que el grueso de las
manufacturas que se consumían eran importadas. El modelo,
denominado “de crecimiento hacia afuera”, era extensivo y mostró
sus limitaciones cuando se agotaron las tierras aptas para ser
incorporadas a la producción. Además, era fuertemente
dependiente de la demanda externa, lo que implicaba fluctuaciones
de la economía argentina en función del ciclo económico de los
países centrales. Así, tuvieron fuerte impacto las dos guerras
mundiales y las sucesivas crisis del centro, principalmente la de los
años ‟30.
Las guerras mundiales afectaron al comercio exterior y, en
particular, la provisión de manufacturas; ante esta situación
surgieron actividades industriales orientadas al mercado interno y
que sustituían a las que anteriormente se importaban. Se instauró
así un nuevo modelo económico, denominado “industrialización
por sustitución de importaciones”, ISI, que se institucionalizó
como política industrial a partir de la segunda mitad de los años
201 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
‟40, con el primer gobierno de Perón y la creación del IAPI
(Instituto Argentino de Promoción del Intercambio). La idea fue
reemplazar la importación de artículos acabados por la de los
insumos y las maquinarias necesarias para producirlo localmente;
en una segunda etapa sustituir también la producción de los
insumos y así sucesivamente en la profundización del modelo
industrial. Para un mismo monto de importación, cada vez se
agrega mayor valor agregado local, permitiendo la industrialización
y crecimiento económico del país.
La limitación del modelo está en que su profundización
requiere pasar de sustituciones fáciles a otras cada vez más
complejas técnicamente y que tienen una doble limitación: a) el
conocimiento técnico-científico necesario, y b) la escala
productiva, que dificulta la producción a niveles competitivos.
Además, como el crecimiento del producto industrial tiene una
relación (aunque sea decreciente con la sustitución) con el monto
de las importaciones, tanto de capital como de bienes intermedios,
se necesita financiar ese aumento de importaciones necesarias. El
problema surgió en que las exportaciones, basada en productos
primarios y manufacturas de origen agropecuario, no crecían al
ritmo necesario.
Las mayores importaciones o se financian con endeudamiento
externo o presionan en el mercado de divisas forzando una
devaluación. Obsérvese que la deuda externa soluciona un
problema de corto plazo, pero genera más presiones sobre ese
mercado en el futuro. La devaluación, en ese momento, implicaba
el aumento de precio tanto de los insumos importados (y por lo
tanto en los productos manufacturados) como de los productos
exportados, que eran –a su vez- los alimentos de la población; es
202 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
decir, aumento generalizado de precios o inflación. Se desataba a
así un círculo vicioso que podemos esquematizar así:
Devaluación - aumento de precios – disminución del ingreso
real – disminución de las cantidades vendidas – disminución de la
producción – aumento de la desocupación - disminución de la
importación – aumentos nominales de sueldos – devaluación –
…
Cuando la disminución de las importaciones y el menor
consumo interno sumado a los efectos de la devaluación monetaria
permitían aumentar la exportación, con balanza comercial positiva
comenzaba un ciclo expansivo: aumento de la producción
manufacturera, con aumento de la ocupación obrera e incremento
de las importaciones (insumos y máquinas) hasta el próximo
estrangulamiento de la balanza de pagos y la nueva devaluación.
Como en general los períodos de expansión se apoyaban en
endeudamiento externo, los servicios de la deuda (amortizaciones
más intereses) presionaban sobre la balanza de pagos y hacía más
difícil mantener la recuperación y agravaban a la siguiente crisis
externa.
Estos sucesivos pare y arranque (“stop and go”) de la economía
argentina fueron una característica a partir de los años ‟50 y hasta
mediados de los ‟70, en que la hola liberal procuró curar la
enfermedad matando al enfermo: no hubo más política industrial.
Es importante observar que en la inflación desatada por la crisis
cambiaria el aumento de precios está acompañado del aumento de
la desocupación, lo contrario a lo que dice la curva de Phillips, que
203 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
está pensada y funciona cuando existe otro tipo de inflación, la de
demanda.
Otros países, como Corea, iniciaron un proceso de
industrialización por sustitución de importaciones en la misma
época que la Argentina, pero allí la presencia estatal y la
planificación fueron mayores y se exigió a las nuevas industrias un
programa de exportaciones manufactureras que evitaron el
estrangulamiento externo. Algo parecido se intentó en los años ‟70
en nuestro país, con José Ber Gelbard como ministro de economía
de Cámpora y del tercer gobierno de Perón, cuando se impulsó la
industrialización hacia el mercado interno y externo, con
exportaciones a varios países latinoamericanos, especialmente a
Cuba. Pero el intento, por razones políticas, duró poco.
La integración económica en el Mercosur y, con más razón, en
el Unasur, con crecimiento industrial y mayor intercambio
comercial entre todos los países latinoamericanos, es la mejor
prevención para que no se repita el ciclo de “pare y arranque” en
nuestra economía.
204 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.6 – Prebisch y los términos del intercambio
Raúl Prebisch (1901-1986) es el más importante de los
economistas argentinos y, sin duda, el más conocido
internacionalmente. Se inició en la economía clásica y de joven fue
un conservador muy bien visto por el establishment de su época;
con sólo 34 años fue uno de los creadores del Banco Central de la
República Argentina y su primer Gerente General durante muchos
años. En 1950, con la creación de la CEPAL (Comisión
Económica para América Latina de las Naciones Unidas) fue
nombrado su primer Secretario Ejecutivo. En este cargo se
convirtió en mentor de un grupo de economistas claramente
progresistas que, basados en las enseñanzas de Keynes, procuraron
un conocimiento económico propio para nuestros países,
independiente de la ortodoxia académica del norte, aconsejando
políticas activas de intervención estatal, reforma agraria,
industrialización e integración continental. Después fue secretario
general de la UNCTAD (Conferencia de Comercio y Desarrollo de
las Naciones Unidas) y finalizó su carrera como economista a fines
de 1983, volviendo a la Argentina como asesor presidencial,
entusiasmado con el proyecto socialdemócrata que inicialmente
proponía Raúl Alfonsín. Su evolución ideológica fue la inversa a la
de la mayoría de los intelectuales, que de jóvenes pretenden
cambiar el mundo y terminan su carrera al servicio de los intereses
dominantes.
205 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Desde la CEPAL conformaron una escuela de pensamiento
conocida como “el estructuralismo latinoamericano”, rival teórico
del monetarismo liberal que dominaba en los organismos
internacionales y en los gobiernos conservadores del continente. El
estructuralismo plantea la relación mundial centro-periferia, en una
visión de la teoría del imperialismo hecha desde los países
dependientes. La política aconsejada para América Latina se puede
resumir en “industrialización + integración” para lograr desarrollo
económico, modernización y superar así la dependencia con los
países centrales.
Posiblemente su aporte más conocido sea la teoría sobre los
términos del intercambio, denominada en los tratados de
economía como la tesis Prebisch-Singer, en la que vale la pena
detenerse un poco. Supongamos dos países: uno desarrollado,
productor y exportador de manufacturas industriales y otro de la
periferia, de producción agropecuaria; supongamos también que
una unidad de producto típico de cada uno de los dos países
insume en promedio dos horas de trabajo. La relación de
intercambio equitativa sería de un producto industrial por una
unidad agropecuaria. Si en un momento dado en el país central se
introduce una innovación tecnológica que reduce el tiempo
necesario de trabajo a una hora, el intercambio justo sería ahora de
un producto agropecuario igual a dos industriales; de esta forma en
ambos países habría un abaratamiento del 50% en el precio de las
manufacturas respecto al precio de los productos primarios,
repartiéndose equitativamente los beneficios del progreso técnico.
Si no se modificara la relación inicial de intercambio (si se
mantuviera uno a uno) ese beneficio quedaría exclusivamente para
el país central (ambos productos equivaldrían a una hora de
206 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
trabajo) mientras que en la periferia no habría cambiado nada
(ambos valdrían las dos horas como al inicio).
Para Prebisch, los datos empíricos indican que los grandes
adelantos técnicos se han producidos fundamentalmente en los
países centrales (los industrializados) y que sus beneficios no han
sido trasladados hacia la periferia. Al contrario, verificó un
deterioro en los términos del intercambio para los países dedicados
a la producción primaria, de forma tal que el centro no sólo se
queda con los beneficios de su propia innovación tecnológica sino
que, vía el intercambio, se apodera también de los resultantes del
progreso técnico de esa periferia.
La razón de este comportamiento, según la tesis de PrebischSinger, es que al aumentar el bienestar, tanto de las personas como
de las sociedades, la proporción del ingreso gastado en alimentos
aumenta menos que proporcionalmente; en cambio, con los
productos manufacturados industrialmente ocurre lo contrario: el
aumento de la cantidad demandada es más que proporcional al
incremento del ingreso. Es decir, con el aumento del nivel de vida
crece más la demanda de productos industrializados que la de los
primarios, lo que lleva a un aumento de los precios de los primeros
en relación a los segundos: es el deterioro de los términos del
intercambio para la periferia. En otras palabras, estos países tienen
que entregar mayor cantidad de bienes primarios para obtener los
mismos productos industrializados.
Los datos estadísticos disponibles muestran para el siglo XX
una clara tendencia de ese deterioro: según datos del BID desde
principios del siglo y hasta los años ‟90 el precio de los productos
internacionales de manufactura crecieron a un promedio anual del
207 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
2,5% mientras que el precio de los producto básicos lo hizo a
razón del 1,9%, lo que implica un deterioro promedio del orden
del 0,6% anual.
También hay quienes niegan la existencia del fenómeno, cosa
que no debe extrañar. En el siglo XIX Marx escribió que “nada de
extraño tiene que los librecambistas sean incapaces de comprender
como un país puede enriquecerse a costa de otro, pues estos
mismo señores tampoco quieren comprender cómo en el interior
de un país, una clase puede enriquecerse a costa de otra”.
La tesis Prebisch-Singer no es la única explicación que existe del
deterioro, aunque fue la primera. De todas formas, posiblemente el
aporte más importante que dejó Prebisch y la CEPAL es el énfasis
en la necesidad de la industrialización y modernización de
nuestros países en base a la integración económica. Un mandato
que debemos cumplir.
Raúl Prebisch
208 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.7 – El tipo de cambio
El tipo de cambio es el precio que tiene en moneda local una
unidad de moneda extranjera. Si bien el estado con sus decisiones
políticas puede intervenir en la determinación de su valor, este no
es arbitrario sino que, en principio, responde a la relación entre las
productividades del trabajo entre los distintos países. Tomemos el
ejemplo arbitrario de dos estados (Argentina y Estados Unidos) y
supongamos que en cada uno de ellos la hora de trabajo equivale a
un peso y a un dólar, respectivamente, y que en Estados Unidos
una unidad de producto requiere una hora de trabajo (se vende a
un dólar) mientras que en la Argentina dos horas (se vende a dos
pesos), el tipo de cambio de equilibrio es un dólar igual a dos
pesos: el mismo producto, producido en cualquiera de los dos
países vale lo mismo: dos pesos o un dólar. Cabe señalar que la
diferencia de tiempo de trabajo requerido obedece a diversas
razones: naturales (como el clima) o económico-sociales e
históricas, como la acumulación previa de capital, la amplitud del
mercado o las tecnologías aplicadas, por lo que –conviene insistirla productividad no tiene implicancias valorativas sino que se trata
de un simple dato objetivo: es el cociente entre producción y el
tiempo de trabajo necesario.
La teoría clásica sostiene que el mercado libre es el encargado
de busca el equilibrio: el tipo de cambio que tienda a igualar las
exportaciones con las importaciones de cada país.
209 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Se puede verificar fácilmente que un tipo de cambio bajo (un
dólar barato) fomenta las importaciones y dificulta las
exportaciones, como ocurrió durante el período de la
convertibilidad; por el contrario, un tipo de cambio alto (dólar
caro) tiene el efecto contrario: permite exportar mientras encarece
y, por lo tanto, limita a las importaciones. Se puede verificar
también que los países que se desarrollaron después de la Segunda
Guerra lo hicieron con un tipo de cambio alto, como se puede ver
actualmente con China, cuya moneda está extremadamente
subvaluada.
Ya sea con un tipo de cambio fijo, valor establecido por el
estado, como ocurrió en los años ‟90 con el cambio de un peso
igual a un dólar, o con la llamada “flotación sucia”, donde el valor
lo fija el mercado pero el estado interviene activamente para
regularlo, existen serias limitaciones objetivas que condicionan el
cumplimiento de los objetivos políticos respecto al tipo de cambio.
Por ejemplo, en el caso del dólar barato (como ocurrió durante la
convertibilidad con el fin de contener la inflación), la demanda de
dólares para pagar el exceso de importaciones, para viajar al
exterior porque resulta barato o, simplemente, invertir en el
extranjero, supera la oferta de dólares (exportaciones más ingreso
de capital); para mantener el tipo de cambio el gobierno necesita
divisas: en los años ‟90 primero fueron las privatizaciones y luego
el endeudamiento externo a tasas crecientes, hasta que el sistema
dejó de ser sostenible, finalizando con la crisis del 2001 y sus
dolorosas secuelas conocidas. Por el contrario, cuando el dólar es
alto, como las exportaciones son mayores que las importaciones
hay un exceso de oferta de dólares que, para mantener la
cotización elevada, el estado -vía Banco Central- debe adquirir.
210 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Pero si lo hace mediante emisión monetaria va a producir inflación
y, por lo tanto, van a subir los costos internos haciendo fracasar la
política de dólar caro.
Un problema adicional se plantea cuando una economía
nacional presenta distintas actividades con productividades muy
diferentes. Es lo que el economista argentino Marcelo Diamand ha
llamado “estructuras productivas desequilibradas”. En la Argentina
se ha dado con la pampa húmeda que, por razones naturales, tiene
una productividad muy grande comparada con los niveles
internacionales, mientras que la industria, por haber empezado
tarde y con un mercado reducido, tiene una productividad mucho
más baja que el promedio internacional. Si el tipo de cambio se
fijara en función de la productividad del agro, la industria local no
podría exportar ni competir internamente con las importaciones:
desaparecería, creando desocupación y marginación. Si el tipo de
cambio se fijara en función de la productividad de la industria, el
agro tendría un precio muy superior al normal: implicaría un
encarecimiento de los alimentos que castigaría al grueso de la
población y generaría una enorme transferencia de fondos en
beneficio de los dueños de la tierra. Fijar y mantener el tipo de
cambio adecuado para las actividades es uno de los principales
problemas de la política económica para nuestro país.
Una solución a este dilema fue la que aplicó el primer gobierno
de Perón con la creación del IAPI (Instituto Argentino de
Promoción del Intercambio) que implicó la nacionalización del
comercio exterior: el estado fue el único exportador e importador
autorizado, quedándose con la renta extraordinaria que hubiera
significado para el agro un tipo de cambio que permitiera el
desarrollo industrial. Es lo que explica la cerrada oposición de la
211 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
oligarquía hacia ese gobierno. Con esos fondos el estado fomentó
la industria, se hicieron obras para satisfacer necesidades colectivas
y se aplicó un profundo plan de justicia social.
Otra solución es el de las retenciones a las exportaciones.
Significan, de hecho, valores distintos del dólar según el producto
exportado. De esta forma el estado percibe parte de las divisas que
generan un tipo de cambio alto y permiten su mantenimiento en el
tiempo.
Supongamos que se eliminan las retenciones, como ha
pretendido la Sociedad Rural a partir del año 2008 con el apoyo de
gran parte de la oposición. En primer lugar subirían los precios
internos de las mercancías exportadas, castigando al grueso de la
población. Pero, además, como los exportadores recibirían el
importe total de sus exportaciones habría exceso de dólares en el
mercado, haciendo más difícil el mantenimiento de un tipo de
cambio competitivo: el precio del dólar bajaría, dificultando la
exportación industrial, aumentando las importaciones y, en última
instancia, afrectando también los intereses del agro ya que, como
exportadores, recibirían menos pesos por dólar exportado que los
que esperan obtener.
Esta historia hace recordar a la comedia de Lope de Vega, con
el perro del hortelano, que no come ni deja comer.
212 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.8 – La historia de las retenciones
La intervención del estado en el tipo de cambio, y de las
retenciones a las exportaciones en particular, tiene una historia
muy larga, en el mundo y en nuestro país. En nuestro caso se
remonta por lo menos a 1862 con la presidencia de Mitre, cuando
se establecieron impuestos a la exportación. Hubo períodos de
fuerte intervención estatal, como ocurrió en el primer gobierno de
Perón con la nacionalización del comercio exterior mediante el
IAPI o con el de Arturo Íllia, con un riguroso control de cambios.
Las retenciones, al estilo de las que existen actualmente a la
exportación de granos, tuvieron vigencia en numerosas
oportunidades, especialmente a partir de fuertes devaluaciones
monetarias, para evitar la traslación de riqueza a favor de los
dueños de los campos. Por ejemplo en 1955, cuando el gobierno
militar desmanteló al IAPI y devaluó el dólar de $ 5 a $ 18 la
unidad, o con el ministro Krieger Vasena que devaluó de $ 255 a $
350. La aplicó también Alfonsín con el plan Austral. No debe
extrañar a nadie que eliminaron las retenciones las dos experiencias
neoliberales de nuestra historia contemporánea: Videla con
Martínez de Hoz y Menem, no en la primera época sino a partir de
la convertibilidad ideada por el ministro Domingo Cavallo.
Vale la pena detenerse en los años ‟70. El último gobierno de
Perón, con el ministerio de José Ber Gelbard, aplicó una política
213 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
activa de carácter industrialista que, al principio, contó con el
apoyo de los distintos sectores nacionales; el gobierno de Isabel
Martínez, que asumió a la muerte de Perón, sufrió un continuo
deterioro y terminó –en una historia dolorosa y conocida- como
un fracaso político.
En el plano económico, en 1975 la Sociedad Rural,
aprovechando la pérdida de apoyo al gobierno nacional, impulsó la
creación de la APEGE (la sigla correspondía a Agrupación
Permanente de Entidades Gremiales Empresarias) donde
estuvieron representados la propia Sociedad Rural, la
Confederación Rural Argentina, la Cámara de Comercio, la Cámara
de la Construcción, la Unión Comercial Argentina y algunas
federaciones provinciales de la Unión Industrial; su objetivo era
“El establecimiento del orden y la seguridad, la supresión de
obstáculos legales que afectan la producción, la productividad y la
comercialización,… el control de la inflación,…”. La Sociedad
Rural pidió concretamente la eliminación de las retenciones a las
exportaciones primarias.
En concordancia con la preparación del golpe militar, en enero
de 1976 la APEGE emplazó al gobierno para un cambio total de
su política, con un vuelco hacia el liberalismo económico,
amenazando con paros patronales y suspensión de pago de
impuestos y retenciones de cargas sociales y fiscales. Con los paros
imitaron a las patronales chilenas que acompañaron años antes al
golpe de Pinochet. Con la asunción de Videla también asumió la
Sociedad Rural por intermedio de su ministro Martínez de Hoz;
una de las primeras medidas fue anunciar la baja de las retenciones
a las exportaciones del agro, para derogarlas definitivamente en
1978.
214 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
La razón expuesta por Martínez de Hoz fue que los recursos
que implicaban las retenciones a las exportaciones ahora irían
directamente a los empresarios, y que esos recursos serían
utilizados para modernizar el campo y para invertir
productivamente en otras ramas de la producción, logrando el
desarrollo económico del país.
No fue así; lo que creció fue el gasto improductivo, como el
turismo al exterior o las inversiones inmobiliarias en Punta del
Este y, fundamentalmente, la especulación financiera. Entre 1975 y
1983 el Producto Bruto Interno por habitante se contrajo, la
industria disminuyó un 12,4%, la construcción un 30%, mientras
que la intermediación financiera subió un 40%. La cantidad de
trabajadores ocupados en la industria bajó un 34,3% mientras que
la participación de los ingresos de los trabajadores en el ingreso
total, que había alcanzado un 48,5% en 1974, se redujo al 30,4% en
1976.
215 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Ustedes podrán decir: no fue culpa solamente de la eliminación
de las retenciones a las exportaciones. Y eso es cierto. Fue todo un
conjunto de medidas económicas neoliberales que llevaron al
fracaso, pero entre las que la derogación de las retenciones ocupa
un lugar muy importante.
Hoy nuevamente la Sociedad Rural, como en 1976, reclama la
anulación de las retenciones a las exportaciones. Es importante
tener en cuenta cuales serían las consecuencias económicas de una
medida de ese tipo y, fundamentalmente, aprender de la
experiencia histórica para no repetir los mismos errores del pasado.
216 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.9 – Marcelo Diamand, un economista heterodoxo
Durante el siglo XX nuestro país tuvo grandes economistas; si
hubiera que hacer un listado de ellos, probablemente lo
encabezaría Raúl Prebisch e incluiría al académico Julio Olivera, a
Marcelo Diamand, por la originalidad de sus trabajos, a Enrique
Silberstein, por su capacidad expositiva y sentido del humor, a
Aldo Ferrer, por su compromiso con la realidad nacional y a varios
más que omito para no resultar tedioso. De todos ellos creo que el
más meritorio, por el esfuerzo que acompañó a su formación, es
Diamand.
Marcelo Diamand, de origen judío, nació en Polonia en 1928 y
llegó como inmigrante, junto a su familia, a Buenos Aires en 1946.
Mientras el padre se iniciaba en la industria electrónica, fabricando
radios, Marcelo hizo el secundario en dos años y luego se recibió
en la Universidad como ingeniero industrial. Una vez terminados
sus estudios se integró a la industria familiar, desarrollando las
radios Tonomac que, a pesar de tratarse de una empresa mediana,
lograron importante prestigio y se exportaron a varios países
latinoamericanos.
Como integrante de la Cámara Argentina De la Industria
Electrónica (CADIE) entendió que los problemas que aquejaban al
rubro eran preponderantemente económicos, por lo que comenzó
a estudiar hasta formarse como un economista autodidáctico, para
217 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
lo que contaba con varias facilidades: 1) su formación técnicocientífica previa, 2) su práctica en la economía concreta y 3) como
dijo Joan Robinson refiriéndose a Kalecki, tenía “la gran ventaja
(de que) nunca había aprendido economía ortodoxa”.
Disgustado con el desarrollo de los economistas clásicos y, en
especial, con la ortodoxia neoclásica, tampoco lo convenció el
trabajo de Keynes, cuya teoría de corto plazo está pensada para un
capitalismo desarrollado y con problemática distinta a la de
América Latina, que estaba iniciando el proceso de
industrialización. Por el contrario, encontró apoyo en el libro de
Friedrich List, “Sistema nacional de economía política”,
considerado el fundador teórico del proteccionismo en el comercio
internacional, que le abrió otro panorama del pensamiento
económico. A partir de allí elaboró su pensamiento en forma
independiente aunque tuviera líneas coincidentes con el
estructuralismo latinoamericano, cuya base era la CEPAL, dirigido
por Raúl Prebisch.
Diamand vio que en su época el problema central de la
economía pasaba por la Balanza de Pagos y en sus trabajos sostuvo
que la política ortodoxa pregonada por el FMI era errónea, así
como el endeudamiento externo como solución al déficit
comercial, que era una salida a corto plazo pero que se convertiría
en boomerang en el futuro.
En 1973 publicó su libro “Doctrinas económicas, desarrollo e
independencia” que va camino a convertirse en un clásico y que lo
mostró como un original pensador de la heterodoxia económica.
La idea central es que nuestros países, para modernizarse, tienen
que industrializarse, posición coincidente con la CEPAL, pero
218 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
como los sectores de estas economías tienen productividades muy
diferentes –por sus recursos naturales y por sus historias, como
ocurre con la actividad agropecuaria en la pampa húmeda
argentina- para que la industria se afiance y crezca se necesita, o
bien una alta protección aduanera (como tuvieran todas las
economías desarrolladas en el siglo XIX) o, de lo contrario, un tipo
de cambio diferencial adaptado a sus respectivas productividades.
Insiste en que la productividad no es un concepto valorativo sino
una simple determinación aritmética: es el cociente entre
producción y las horas de trabajo requeridas para lograrla;
entonces no es de extrañar que los países desarrollados tengan una
industria más productiva que la nuestra, por historia, acumulación
de capital y amplitud del mercado y, por otro lado, que nuestra
agricultura extensiva tenga mayor productividad que la europea,
producida en minifundios. Son realidades distintas.
Para Diamand el tipo de cambio debe ser diferencial según la
productividad de cada sector. Corresponde al estado logar esta
equiparación. Así, en Europa, Estados Unidos y Japón, la menor
productividad de sus respectivas agriculturas comparadas con la
internacional se compensa con subsidios. En Argentina, con un
tipo de cambio único como existe actualmente, las retenciones a
las exportaciones agropecuarias cumplen esa función; sin ellas la
industria no tiene futuro.
Los planteos teóricos de Diamand influyeron en el pensamiento
de Gelbard y de la Confederación General Empresaria (CGE),
participando de diversas entidades gremiales y exponiendo sus
ideas en cuanto foro le diera oportunidad. También dio clases
universitarias, en La Plata (Universidad Católica) y en Estados
Unidos.
219 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Cuando se aplicó el plan neoliberal con Videla y Martínez de
Hoz, vio que la actividad industrial en Argentina iba a desaparecer,
por lo que inició una liquidación gradual de su empresa.
Fue muy crítico con el plan de convertibilidad de CavalloMenem. Durante muchos años en la UIA perteneció a una
corriente minoritaria que se oponía al neoliberalismo, hasta que en
1998, conjuntamente con Hugo Notcheff, logró que se publicara
una recopilación de trabajos críticos bajo el título “La economía
argentina actual”.
Murió en Buenos Aires el 20 de junio de 2007. Nunca fue
plenamente aceptado por la economía académica –dominada por la
ortodoxia- ni por el “establishment” local, cosa que no creo que le
haya causado especial preocupación.
Marcelo Diamand
220 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.10 – Lo que dicen las cifras de los censos industriales
Las cifras de los censos aportan invalorables datos objetivos
para analizar la evolución de la realidad social y económica y para
valorar los resultados de las políticas seguidas. El cuadro adjunto,
tomado del artículo de los investigadores del CONICET Daniel
Azpiazu y Martín Schorr “La industria argentina en las últimas
décadas: una mirada estructural a partir de los datos censales”,
publicado en Realidad Económica Nº 259, abril-mayo de 2011,
presenta un resumen comparativo de los cuatro últimos censos
industriales realizados en nuestro país.
Las cifras de ese cuadro muestran que en las tres décadas
transcurridas entre los cuatro relevamientos censales hubo una
importante caída en la cantidad de establecimientos industriales y
en las personas ocupadas, lo que implica un proceso nítido de
desindustrialización. Fíjense que en ese lapso desaparecieron
24.000 plantas industriales (un 23% de las existentes en 1973),
mientras que el personal ocupado, disminuyó casi en 400.000
trabajadores (un 38%). Ese hecho se produjo a pesar del
crecimiento de la población total, de forma tal que en 1973 los
ocupados en la industria representaban el 5,5% de la población
total del país, proporción que se redujo en 2003 a menos de la
mitad: 2,6%.
221 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En el primer período (1973-1984), que abarca la dictadura y la
política monetarista de Martínez de Hoz, la cantidad de empresas
industriales se redujo en 4.000 pero aumentó la cantidad de
asalariados en casi 40.000; fue la consecuencia de un proceso de
concentración económica. Si se desmenuzaran los números se
podría ver que entre 1973 y 1984 habían desaparecido 8.500
emprendimientos que ocupan hasta 10 empleados, mientras crecía
el número de las empresas industriales concentradas. A partir de
1984 esa tendencia se modificó y
cerraron grandes
emprendimientos debido a la falta de competitividad con los
productos importados que fomentaba el tipo de cambio fijo 1 a 1
con el dólar, impuesto por la convertibilidad. La cantidad de
empresas industriales con más de 300 empleados bajó de 562
establecimientos en 1973 a 360 en el 2003 (un 36% menos)
mientras que el personal ocupado por las mismas disminuyó más
de la mitad (de 431.682 empleados a 202.285).
El gran impacto negativo para los establecimientos industriales
en todos sus tamaños y al personal ocupado en ese sector se
produjo entre los años 1984 y 1993, como consecuencia de la
hiperinflación en la última parte del gobierno de Alfonsín y
principios del de Menem y, fundamentalmente, por la
implementación de la convertibilidad a partir de 1991. Luego de
1993 disminuyó un 10% la cantidad de empresas y un 5% el
personal ocupado.
Si se analizan las cifras por ramas, se ve un proceso de
reprimarización de la economía, con avances importantes de las
empresas dedicadas a producir alimentos, bebidas y tabaco y que,
junto a las refinerías de petróleo y afines sumaban (en 2003) el
61,5% del valor total de la producción industrial. Todas las demás
222 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
ramas industriales (excepto celulosa, papel e impresiones)
retrocedieron en su importancia relativa, desde textiles,
confecciones y cueros a la producción de máquinas, equipos y
automotores, que no podían competir con los productos
importados.
Interesa pensar, entonces, cuales fueron
económicas que produjeron ese resultado.
las
políticas
Para el primer período fue determinante la adoptada por el
ministro Martínez de Hoz durante la dictadura de Videla. Esta
política estaba basada en el principio del “precio único”, que
consiste en lo siguiente: si hay libertad de comercio en un mercado
hay un solo precio; por ejemplo, si un bien importado puesto en
Argentina cuesta 20 dólares, al tipo de cambio de 1 dólar = $ 4, el
223 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
precio de ese bien importado o fabricado en el país cuesta, como
máximo, $ 80; le pone un tope a los precios de la producción
nacional. Fíjense que ese precio tope depende de dos variables: el
precio del mercado internacional y el tipo de cambio. Entonces, la
idea central es que, para combatir la inflación interna, tenemos que
evitar modificaciones al tipo de cambio; con ese fin se anunció una
tabla con los valores que iba a tener en el futuro el dólar, con
incrementos decrecientes que terminaban en un valor inamovible.
De esa forma, la inflación iba a ser decreciente hasta terminar
igualando a la posible inflación internacional. Fue la famosa
“tablita” de Martínez de Hoz, que en otra oportunidad vamos a
analizar detenidamente.
Lo que ocurrió fue que las presiones inflacionarias internas
continuaron y la producción nacional no pudo competir con la
importada; los fabricantes se convirtieron en importadores y los
obreros industriales en desocupados. Para cubrir el exceso de
importaciones el país se endeudó y, cuando la deuda se hizo
impagable, estalló el modelo económico con inflación y, en lo
político, con devolución del gobierno para que el pueblo se haga
cargo de la situación.
En los ‟90 volvió a repetirse la historia, esta vez con Menem y
De la Rúa. En lugar de una “tablita” de eliminación paulatina de las
devaluaciones de nuestra moneda, se partió directamente de un
tipo de cambio fijo, el 1 a 1 de la convertibilidad. El proceso fue
parecido y el final también. En 2003 la historia cambió y comenzó
un período de reindustrialización cuyos resultados va a mostrar el
siguiente censo industrial.
224 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
El resultado de las políticas del 76 al 2001 fue la
desindustrialización argentina que muestran las cifras de los
censos. Lo que no dicen esas cifras es de la pérdida de
conocimientos y habilidades de los cientos de miles que perdieron
el trabajo; tampoco del sacrificio y dolor generado y de la
frustración de otros cientos de miles de jóvenes que no pudieron
acceder a un trabajo digno y fueron socialmente marginados.
INDUSTRIA MANUFACTURERA ARGENTINA
1973
1984
1993
2003
Var.
03/73
Establecimientos
105.642
101.474
90.088
81.332
-23%
Personal ocupado
1.327.137
1.373.163
1.007.909
955.849
-28%
Asalariados
1.132.481
1.170.645
857.878
860.237
-24%
225 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
226 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.11 – La autonomía del Banco Central
La política económica de un país tiene dos grandes campos: la
política fiscal y la política monetaria. La primera se refiere al gasto
público y a los impuestos; la segunda, con el control monetario,
por lo que tiene incumbencia en el crédito a la actividad privada, la
tasa de interés y el valor del tipo de cambio. Pensar en la
separación de ambas políticas resulta contradictorio con el sentido
común, es como tener dos ministros de economía, cada uno con
un campo propio, una especie de esquizofrenia estatal. Y sin
embargo se da en la realidad: en el pensamiento único todavía
dominante –el neoliberalismo- y en la ley se sostiene la
independencia del Banco Central. Inclusive, aunque parezca
mentira, esta separación es defendida sin rubor por gran parte de la
dirigencia política argentina.
Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno lo explican claramente
en el libro “Argentina- Derrumbe neoliberal y proyecto nacional”
(Ed. Le Monde Diplomatique, Buenos Aires ,2003): “En los
hechos, el manejo de los instrumentos de política económica
propios de un Banco Central confiere gran parte del poder. Quien
establece la tasa de interés, el tipo de cambio, el crédito y la
emisión monetaria controla la base de los mecanismos
económicos. Es un lugar estratégico, porque si no alcanza para
ejecutar un programa económico, puede impedir la ejecución de
políticas alternativas. De allí que la primera exigencia del FMI y de
227 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
los grupos financieros internacionales y locales es la
„independencia‟ del Banco Central, que significa su feudalización,
con la creación de una nobleza financiera con justicia propia. Así
lo demuestra el reclamo por inmunidad (modo elegantes de decir
impunidad) de sus directores y ejecutivos, como la duración de los
cargos. Por cierto, no se trata de una oscura conspiración, sino del
ejercicio del poder que da el predominio financiero y de los medios
para conservarlo. Voten, voten, que las autoridades del Banco
Central no responden a ninguna legitimidad electoral. Como el
sector financiero es hegemónico en esta etapa de la globalización,
en los hechos ellos son lo que gobiernan. Así de simple.”
Es consecuencia del poder financiero en el orden mundial.
Desde fines del siglo XIX la concentración del capital llevó a la
creación de los grandes monopolios y dio un paso más en la
globalización, con la distribución del mundo en colonias o en la
dominación económica de los países formalmente independientes.
En 1916 Lenín caracterizaba su época como de” fusión del capital
bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este capital
financiero, de la oligarquía financiera”. Desde entonces y hasta
ahora su poder ha crecido muchísimo. Unas pocas cifras avalan lo
dicho: el producto bruto mundial, es decir, el total de bienes y
servicios producidos un año en toda la tierra, se estima en unos 55
billones de dólares; el comercio mundial alcanza los 12,7 billones
de dólares, mientras que el mercado mundial de divisas alcanza a
los 825 billones, 15 veces el producto y 66 veces el comercio real.
Ese enorme poder trasnacional ha impuesto las políticas
neoliberales, ha dictado los principios del llamado “consenso de
Washington” y ha llevado en nuestro país a declarar la autonomía
del Banco Central. Es el que tiene el poder decisorio en el Fondo
228 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Monetario Internacional y en el Banco Mundial y tiene gran
influencia en los gobiernos de los países centrales y en la mayoría
de los periféricos. Y también es el responsable de la profunda crisis
mundial iniciada en el año 2008, que está siendo superada merced
a grandes desembolsos de los gobiernos de los países centrales.
A raíz de la crisis hubo un principio de retroceso de los voceros
del sector financiero mundial; inclusive hubo un reconocimiento
de culpabilidad por los “errores” cometidos y un avance hacia una
regulación mundial del sector. Pero bastó que la situación pareciera
estabilizarse para que volviera por sus fueros, oponiéndose a toda
reglamentación (fíjense lo que le costó al presidente Obama
aprobar una reforma a la ley de actividades financieras, que resultó
mucho más tibia que la propuesta inicialmente) y reclamaran una
vuelta a las políticas económicas ortodoxas.
Por el contrario, en nuestro país hay aires de cambio. Por una
parte, está en discusión una nueva ley de entidades financieras que
reemplaza la de 1977. Por otra parte, en las “Jornadas Monetarias”
organizadas por el Banco Central, que comenzaron el día 2 de
setiembre pasado, se dejó de lado a la agenda tradicional: la
discusión no se limitó a la estabilidad monetaria y a las políticas
antiinflacionarias ni los expositores fueron los popes del
establishment financiero, sino que ahora el tema central fue el
crecimiento económico, el empleo y la equidad en la distribución
del ingreso. Desde el inicio se planteó la necesidad de “nuevas
teorías económicas, ya que no podemos seguir con las mismas
ideas monetarias que llevaron al desastre mundial en 2008”.
Para la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont,
hay que conciliar la estabilidad monetaria y financiera con lo que
229 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
ocurre en materia de crecimiento económico y empleo, poniendo
énfasis en el impacto negativo que significan para el país los flujos
de capital de corto plazo; por ello ha reclamado una reforma de la
carta orgánica del Banco, cuya función actual está limitado al
control monetario, cuando debería estar comprometido con toda
la política económica del país.
Es de esperar que los vientos de cambio terminen finalmente
con la discutible independencia del Banco Central.
230 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.12 – El capital extranjero y el desarrollo argentino
En el último tercio del siglo XIX y en las primeras décadas del
XX las inversiones directas del capital extranjero en nuestro país
tuvieron mucha importancia. Ferrocarriles, puertos, frigoríficos,
etc. fueron inversiones fundamentalmente inglesas. Según un
estudio de la CEPAL en 1913 casi la mitad del capital fijo era de
propiedad extranjera; ese porcentaje fue bajando en los años
posteriores hasta llegar al 20% en los años ‟40 y reduciéndose al
5% en la década siguiente.
En los ‟90, con la convertibilidad y la liberación de la economía,
hubo un nuevo auge en el ingreso de capitales, tanto en préstamos
como en concepto de inversión extranjera directa (IED), es decir,
capitales de riesgo que se instalan en el territorio nacional. En un
interesante trabajo los economistas Alfredo Eric y Eric Calcagno3
han analizado el papel de la IED en este período: entre 1992 y
2001 ingresaron por este concepto 78.715 millones de dólares, una
importante suma que equivale aproximadamente a la tercera parte
del producto bruto de un año; representó un 17% de la inversión
bruta total y un 3% del PBI. De todas formas, cuando se lo analiza
en detalle, se puede verificar que su importancia en la economía
argentina fue mucho menor que lo que aparenta esas cifras y de lo
que habitualmente se cree:
3
Alfredo Eric y Eric Calcagno: Argentina. Derrumbe neoliberal y
proyecto nacional, Ed. Le Monde Diplomatique, Buenos Aires, 2003
231 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
-El 55% de la IED fue la adquisición de empresas preexistentes.
Es decir, no representó un aumento de la capacidad productiva
argentina; no fue inversión en el sentido económico, aumento de
capital,
sino, simplemente, un cambio de manos, una
extranjerización de nuestro sistema productivo.
-De los 78.715 millones de IED, el 10% se realizó mediante
deudas a la empresa central o a filiales y el 7% mediante la
capitalización de las utilizadas obtenidas en el país. Si
consideramos estas tres alternativas, el aporte realmente ingresado
como capital productivo fue el 28% del informado (100% - 55% 10% - 7%), es decir, unos 22 mil millones de dólares.
-En el mismo período salió al exterior en concepto de utilidades
y dividendos la suma de 23.300 millones de dólares.
A pesar de esas cifras continúa el mito del capital extranjero
como motor del crecimiento. Así, recientemente la Bolsa de
Comercio ha solicitado al gobierno que se dejen sin efecto las
trabas establecidas para el ingreso de capitales, mientras que los
economistas del establischment y los grandes diarios vienen
amenazando con que las inversiones del exterior no va a venir sino
hay “previsibilidad” económica y “seguridad jurídica” para las
mismas (términos que se utilizan para decir elegantemente que no
se pueden tocar los privilegios del capital extranjero). Ante este
panorama cabe la pregunta ¿Cuál ha sido realmente el papel de la
inversión extranjera directa en las altas tasas de crecimiento de
nuestra economía a partir del año 2003?
Para dar una respuesta objetiva a esa pregunta el mejor camino
es analizar las estadísticas disponibles. En el cuadro 1 se puede ver
232 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
el monto de las inversiones extranjeras directas en los últimos
años. Comparando el total con el promedio de los años ‟90 (7.817
millones) se puede ver que el flujo se mantuvo estable, a pesar del
“default”, del canje unilateral de la deuda y del panorama que
dibujan los economistas del establishment.
En el cuadro 2 aparecen las utilidades y dividendos pagados al
exterior por las IED y los ingresos netos de fondos por este último
concepto. Se puede apreciar que el primer flujo (la salida de
divisas) es mucho mayor que el segundo, la entrada de fondos.
Por último, en el cuadro 3, se muestran los montos totales de
utilidades reinvertidas y las pagadas, comparadas con el total de las
inversiones realizadas (IED). La suma de las dos primeras es
notoriamente mayor que las IED, excepto en el año 2008, en el
que son prácticamente iguales. En otras palabras, las empresas
extranjeras han reinvertido parte de sus utilidades e ingresado
fondos, como nuevas inversiones, menores a los dividendos
cobrados.
En resumen, las IED han acompañado el crecimiento argentino
pero no se les puede adjudicar ningún papel protagónico. El
crecimiento de estos años fue consecuencia de otros factores,
como son la política de mantenimiento del tipo de cambio
competitivo, las circunstancias externas favorables y el aumento de
la inversión local.
El capital extranjero puede ser útil si trae nuevas tecnologías o
abre mercados, pero hay que terminar con el fetichismo que lo
reverencia como la fuente del desarrollo; por el contrario, su
233 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
ingreso debe ser selectivo y muy controlado, evitando la
extranjerización de nuestra economía.
Cuadro 1
INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA (IED) en millones de dólares
Reinversión de utilidades
Aportes
Deuda con empresas vinculadas
Transacción de acciones
Total
2005
3.011
4.053
- 927
529
6.666
2006
5.523
2.025
252
- 113
7.687
2007
3.916
2.448
1.522
- 222
7.663
2008
2.059
3.401
3.527
557
9.544
Cuadro 2
INVERSIONES EXTRANJERAS: Ingresos y Egresos de Fondos
2005
Pagado por utilidades
y dividendos
Aportes ingresados en
conceptos de IED
Diferencia
2006
2007
2008
4.917 6.577 6.728 7.418
4.053 2.025 2.448 3.401
864 4.552 4.280 4.017
234 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Cuadro 3
INVERSIÓN EXTRANJERA Y UTILIDADES
Utilidades reinvertidas
Utilidades y dividendos pagados
Total
Total de la IED
(Inversión Extranjera Directa)
Diferencia
2005
3.011
4.917
7.928
2006
5.523
6.577
12.100
2007
3.916
6.728
10.644
2008
2.059
7.418
9.477
6.666 7.687 7.663 9.544
1.262 4.413 2.981
- 67
235 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
236 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.13 – La enfermedad Holandesa
El tulipán es una planta originaria de las estepas de Kazajistan
que era desconocido en Europa hasta que, a mediados del siglo
XVI, llegaron los primeros bulbos y se adaptaron perfectamente al
clima de Holanda. En el siguiente siglo se pusieron de moda en
toda Europa, de forma tal que la demanda de la flor y de los
bulbos para producirla creció desmesuradamente, originando una
verdadera fiebre especulativa; en 1636 su precio se había
multiplicado por veinte, al punto que el precio de un bulbo era
equivalente al de dos carruajes de lujo.
Lógicamente, los holandeses se dedicaron con ahínco a
producir tulipanes, dejando otras actividades y, en especial, otros
cultivos que no rendían monetariamente en la misma proporción.
En 1637 hubo un invierno muy crudo y en toda Europa no se
conseguía verduras ni frutas, en parte por lo riguroso del clima
pero también porque los terrenos aptos estaban dedicados a la
siembra de tulipanes. De ahí que el grueso de la población echara
la culpa de todo a esta planta; hubo pánico, nadie los quería y su
precio cayó estrepitosamente. Holanda, que había abandonado
otras producciones, cayó en una profunda crisis.
La historia volvió a repetirse en el siglo XX. En los años ‟70, en
plena crisis causada por los precios de los hidrocarburos, en parte
originada por la aparición de la OPEP (Organización de Países
237 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Exportadores de Petróleo) en el escenario mundial, que regulaba
su oferta, se descubrieron ricos yacimientos gasíferos en las costas
del Mar del Norte, afluyendo a Holanda enormes cantidades de
divisas, con la consecuente revalorización de su moneda (en ese
momento el florín, que en 2002 fue reemplazado por el euro),
afectando al resto de las actividades.
En 1977 la prestigiosa The Economist publicó un artículo donde
comparó ambas situaciones históricas y en el que denominó a esa
situación como “enfermedad holandesa” o “mal holandés”,
término que se popularizó rápidamente. En la actualidad se aplica
al caso en que uno o varios recursos naturales con gran incidencia
en la economía generan el ingreso de divisas en cantidades
considerables, por lo que se produce una apreciación del tipo de
cambio de la moneda local, desplazando a otros sectores
económicos.
Lo que ocurre en una economía cuando su moneda se aprecia
no tenemos que contarlo, ya que los argentinos la conocimos en
carne propia durante los gobiernos de Menem y De la Rúa cuando,
para combatir a la inflación, se mantuvo la paridad irreal del 1 a 1
con el dólar: aumentan la importaciones, caen la exportaciones,
cierran las fábricas, aumenta la desocupación, la pobreza y la
marginalidad social.
En las últimas décadas se ha hablado de la enfermedad
holandesa en Colombia con el café en los años ‟80, en Gran
Bretaña con el descubrimiento de yacimientos de petróleo y gas en
el Mar del Norte, y también en Venezuela y en los países árabes
con el aumento del precio del petróleo o en Chile con el precio del
cobre. Un caso particular es Nigeria, el país más poblado de África
238 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
y primer productor de petróleo del continente, donde el tipo de
explotación dio lugar a la contaminación ambiental y a la condena
a la pobreza y marginación de la mayoría de sus habitantes; a raíz
de ello se popularizó la calificación de “maldición de los recursos
naturales”.
El aumento del precio de los productos primarios en los
últimos años, en especial el de la soja, ¿Puede producir la
enfermedad holandesa en nuestros países? La respuesta es
afirmativa, lo que está agravado por la política del dólar barato que
aplica Estados Unidos a partir de la última crisis, y se manifiesta
con el revalúo de las monedas de los países emergentes: tomando a
nuestros países limítrofes y considerando abril de 2011 respecto a
diciembre del 2008 (28 meses), la cotización del dólar disminuyó
un 34% medido en reales y un 26% medido en pesos chilenos, un
importante revalúo de las monedas locales, aproximadamente a
razón del 1% mensual.
239 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
¿Puede combatirse a esta enfermedad? Si, tratando de impedir
el ingreso de capitales especulativos y, fundamentalmente,
procurando evitar que el exceso de divisas presione en el mercado
interno al tipo de cambio, ya sea porque se invierten en el exterior
o porque los percibe el estado, aumentando de esta forma las
reservas monetarias del país. Al primer remedio lo utilizó con
éxito Noruega, ante la suba del precio del petróleo; el segundo se
utiliza en nuestro país con las retenciones a las exportaciones y con
la política del Banco Central de comprar el exceso de oferta de
divisas, evitando la caída de su cotización, y emitiendo deuda
pública en pesos para neutralizar el dinero emitido en esa compra.
Pero en realidad el verdadero remedio hubiera sido la
implementación de las retenciones móviles, que no se pudo aplicar
por las presiones de la Sociedad Rural y de sus socios políticos,
incluyendo el voto “no positivo” del vicepresidente Cobos.
Con la política seguida en Argentina se produjo, en el período
considerado más arriba, una depreciación del peso del 18,8%
respecto al dólar y del 22% respecto al euro. Esto, sumado a la
mejoría en la productividad promedio y al revalúo de las monedas
de los principales países con los que se comercia, ha evitado la
pérdida de competitividad de nuestras exportaciones. De todas
formas, la depreciación de nuestra moneda no parece compensar el
aumento de costos originados por las presiones inflacionarias, por
lo que hay que estar alerta para evitar en el futuro las
consecuencias de la enfermedad holandesa.
240 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.14 – La inflación importada
Una ley económica que se entiende intuitivamente es la “ley del
precio único”: en un mercado un bien tiende a tener un sólo
precio. En el caso de bienes importados, ese precio es el externo al
que se le adiciona el impuesto a la importación y los gastos que
esta acarrea, multiplicado por el tipo de cambio. En el caso de
bienes exportables el productor local pretende, por razones lógicas
de equidad, obtener en el mercado interno el mismo ingreso que
obtendría exportándolo, por lo que el precio de ese bien es el
precio externo menos los impuestos de exportación, importe que
multiplicado por el tipo de cambio, nos da el precio en moneda
local.
Esto es importante recalcarlo, porque en este momento la
principal presión inflacionaria es de carácter importada. Es que los
precios internacionales de los productos agropecuarios vienen
subiendo, como se puede apreciar en el cuadro que se acompaña y
donde se ha tomado como punto de referencia los precios del trigo
y de la soja. Si tomamos el año calendario, en el 2010 han
aumentado en dólares el 47,7% y el 32,7%, respectivamente. Si
comparamos fin de febrero de 2010 con fines de febrero de 2011,
el aumento es del 53,3% y 43,6%. Mientras tanto el dólar se
apreció un 4,6% por lo que, en el último caso y en moneda
argentina, los aumentos fueron del 60,3 y 50,2 por ciento,
respectivamente.
241 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Esto significa aumento de los precios de los insumos de los
principales alimentos, incluyendo el forraje de los animales. Desde
el pan y las pastas, hasta el resto de los productos alimenticios ven
incrementados sus costos primos y, en consecuencia, los precios
finales, aunque en porcentajes amortiguados, lo que incide
fuertemente en la canasta de bienes de consumo y, como
consecuencia, trae aparejado un incremento de los sueldos y
jornales, de forma tal que el aumento de precios se traslada –
aunque en menor proporción- al resto de la economía.
El traslado a los precios de los productos alimentos minoristas
en nuestro país fue inferior a los porcentajes anteriores porque
desde el año 2006 se vivía un aumento de los precios
internacionales, que alcanzaron su máximo en julio de 2008; a
partir de esa fecha tuvieron una sensible caída hasta que en
diciembre de ese año comenzó la recuperación. La baja de precios
muy importante del segundo semestre de 2008 no tuvo su
correlato en una disminución de los precios de los productos
finales, por lo que quedó formado un “colchón” que amortiguó el
impacto actual. Pero, de todas formas, los precios actuales,
expresado en pesos, ya han superado los precios record del 2008.
Este aumento internacional del precio de los alimentos obedece
a causas diversas que analizaremos en otro momento, pero vale la
pena enunciarlas: a) aumento de la población mundial; b)
crecimiento del ingreso disponible por grandes masas de población
de los países emergentes superpoblados, como China e India; c)
utilización creciente de granos y oleaginosas en la producción de
combustibles de origen vegetal; d) problemas productivos
originados en el cambio climático y en la escasez de agua para
riego. La simple lectura de estas causas permite apreciar la
242 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
importancia de las mismas, lo que hace presumir que la suba del
precio de los alimentos continuará por mucho tiempo. Además,
hay que agregar el componente especulativo que está presente en la
economía mundial.
En los países importadores de alimentos, el aumento del precio
de los mismos trae aparejado inflación, similar a la originada por la
suba del petróleo y que generó la “estanflación” de los años ‟70.
En los países exportadores como la Argentina, si el estado no
interviene, el incremento en la cantidad de dólares ingresados
genera la apreciación del peso, lo que repercute negativamente en
toda la economía: aumentan las importaciones y disminuyen las
otras exportaciones, como las de origen industrial, afectando el
nivel de crecimiento y de ocupación. Lo conocemos por la triste
experiencia de los ‟90.
Como el gobierno no está dispuesto a permitir esa apreciación
de nuestra moneda, el precio es la presión inflacionaria. Lo dijo
claramente el premio Nobel de Economía, Paul Krugman: “La
Argentina tiene un crecimiento muy alto y la inflación no responde
a un desborde o a problemas fiscales, sino a la no apreciación de su
moneda”.
Además, sobre el tema inflacionario, es importante tener en
cuenta que la Resolución 125 sobre retenciones móviles a las
exportaciones, que fuera implantada por el Poder Ejecutivo el 11
de marzo del 2008 y dejada sin efecto el 18 de julio de ese año,
luego de no ser aprobada por el Senado de la Nación (por
desempate del vice-presidente Cobos), tenía como uno de sus
objetivos el de aislar los efectos internos de la variación de los
243 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
precios internacionales, procurando una mayor estabilidad de
precios y un ingreso justo para los productores; en lugar de una
tasa única para las retenciones a las exportaciones (establecidas a
partir de la devaluación del año 2001) en la Resolución 125 se
fijaba tasas progresivas: si el precio internacional de granos bajaba,
disminuía el porciento de retención (con lo que el ingreso del
productor disminuía en menor proporción) y si los precios
aumentaban, también lo hacía el porcentaje a aplicar, con lo que la
incidencia en el precio interno era mucho menor.
Con la derogación de la Resolución 125, el porcentaje de
retenciones se mantiene inamovible, por lo que las variaciones
porcentuales de los precios externos repercuten en la misma
proporción en los precios del mercado interno.
Si a usted, como a muchos argentinos, le preocupa las presiones
inflacionarias existentes, debe tener en claro la principal causa
actual de ella. Y si protesta, debería hacer llegar su queja a los
responsables de la misma, no sólo los legisladores que votaron
contra las retenciones móviles sino, fundamentalmente, a los
medios de prensa y a los dirigentes políticos, corporativos y hasta
sindicales que generaron un clima social favorable a su derogación.
244 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.15 – Los precios de exportación y las presiones
internacionales
En el año 1973 apareció en el escenario mundial la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) con un
importante aumento en el precio del mismo, que pasó de 4 a 12
dólares el barril; en 1979, con la caída del Sha de Irán, se produjo
la segunda crisis que lo llevó de 13 a 32 dólares.
El petróleo es un insumo esencial en las economías industriales
modernas. En los años ‟70 la suba de su precio significó una
profunda crisis económica, especialmente en los países
desarrollados (Estados Unidos, Europa occidental y Japón) con
estancamiento económico, desocupación e inflación, lo que dio
lugar a un neologismo: “estanflación” como síntesis de ese
estancamiento con inflación. En realidad fue un cambio de época.
Una vuelta de hoja en la historia del mundo occidental, que dejó de
lado al “estado de bienestar” que se venía construyendo desde el
fin de la guerra mundial, para dar lugar a la experiencia
conservadora del neoliberalismo.
Los países ricos procuraron defenderse de la crisis. Para eso
establecieron restricciones no arancelarias a las importación de
productos, que afectó aproximadamente a la mitad de los bienes
comerciados, fijaron cupos o, arbitrariamente, pusieron límites
cuantitativos a los productos importados y entregaron importantes
245 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
subsidios a los productores locales, haciendo bajar el precios
internacional de los mismos. Los efectos de esta política se pueden
ver en el siguiente cuadro:
EVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS MUNDIALES (1973 = 100)
Productos alimenticios
Petróleo
Manufacturas
1973
100
100
100
1985
57
396
165
Es decir, mientras que el precio unitario de las exportaciones de
los países ricos aumentaban un 65%, los de exportación de los
países del sur (Argentina, por ejemplo) se reducían a la mitad. Vía
el comercio internacional, los países ricos descargaron parte de la
crisis sobre los países pobres, haciéndonos pagar los costos de su
recuperación.
En estos últimos años vuelve a presentarse una situación que
tiene semejanzas con aquella, la de los años ‟70. Desde 2006, por lo
menos, se asiste a una suba de los precios internacionales de las
materias primas y, en especial, de los alimentos. Estos alcanzaron
un máximo en julio del 2008 y, luego de una caída hasta diciembre
de ese año, continuaron su senda ascendente hasta que en este
momento están en el mismo o superando ese nivel máximo.
El precio de los alimentos sube debido a diversas causas. La
principal es el crecimiento de la población mundial, que casi se
duplicó en los últimos 40 años, a pesar que la tasa de crecimiento
poblacional cayó del 2% anual en 1970 a 1,2% en 2010. Siguiendo
246 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
a Lester Brown, en un artículo en “Foreing Policy” del 10 de enero
último, podemos trasladar ese frío porcentaje a cifras concretas,
sobre las que conviene detenerse a meditar: significa que cada año
la población en el mundo crece en 80 millones de personas, el
doble que el total de habitantes de Argentina; que cada día hay
219.000 nuevas bocas que alimentar, casi el equivalente a toda la
población de la ciudad de Neuquén.
El segundo factor es el aumento del ingreso disponible por
cantidades cada vez mayores de personas: hay un movimiento de
más de 3.000 millones en una paulatina mejoría de sus
condiciones alimenticias, especialmente en los superpoblados
China e India, lo que implica el consumo de más cereales, carne,
leche, huevos,…
Un tercer factor es la creciente producción de combustibles de
origen vegetal; Estados Unidos destinó un tercio de la producción
de cereales a las destilerías de etanol, mientras que en Europa crece
la producción de gas oil en base a oleaginosas. A estos factores
habría que agregar el especulativo, que nunca falta en la economía
actual, y –por el lado de la oferta- problemas derivados del cambio
climático y la escasez de agua para riego. Lo cierto es que, a pesar
del aumento de los precios unitarios, el consumo de cereales casi
se duplicó en los últimos diez años.
Es evidente que esta situación tiene importantes consecuencias
internacionales. Una de ellas es la profundización de la crisis con
inflación en los países desarrollados. Y como hicieron con la crisis
de los años ‟70, pretenden descargarla –al menos parcialmentesobre los países del tercer mundo. En primer lugar pretendieron
congelar el precio de los alimentos, culpando al mismo por el
247 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
hambre y a las crecientes rebeliones de los pueblos empobrecidos,
como si los siglos de colonialismo y explotación no tuviera
responsabilidad alguna en esa pobreza. La oposición de nuestros
países, los afectados, no lo hizo factible. Pero ahora vuelven a la
carga mediante el FMI y los economistas del establishment
internacional, reclamando a las naciones exportadoras de materias
primas y alimentos la apreciación de sus monedas. Esto implicaría
la disminución relativa del valor del dólar (y de las monedas de los
países ricos), permitiendo aumentar sus exportaciones y bajar las
importaciones para ir saliendo de la crisis.
Desde estas páginas ya hemos hablado de la importancia de un
tipo de cambio competitivo; es el que ha permitido el crecimiento
de los últimos años y la generación de superávits externo y fiscal.
Debemos evitar toda apreciación del peso, porque esta sería la
forma para que nosotros pagáramos por los platos rotos por la
crisis en la fiesta de los países ricos, fiesta a la que –pese a lo que
decía Menem- nunca estuvimos invitados.
248 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
4.16 – La limitación externa
Cuando en un país existe crecimiento, es decir, el Producto
Bruto Interno (PBI) –que mide los bienes y servicios producidos
durante un determinado lapso, generalmente un año- está en
expansión, es lógico esperar un aumento de las importaciones: la
mayor producción necesita mayor cantidad de máquinas, materias
primas y otros insumos, además de nuevas tecnologías, que en
parte son importadas. ¿Cómo hace un país para financiar ese
aumento de las importaciones? La forma genuina es aumentando
las exportaciones.
Las comparaciones entre la economía familiar y la
macroeconomía son peligrosas, porque hay diferencias abismales
entre ambas, pero en este caso podemos pensar así: las
importaciones para un país son el equivalente a las compras que
hace una familia, mientras que las exportaciones se pueden
comparar con los ingresos (por ejemplo, sueldos) de la misma.
Para que la familia aumente su consumo en forma permanente se
necesita que aumente al mismo ritmo sus ingresos; de lo contrario,
el mayor gasto implicará endeudamiento, que va a traer aparejado
más adelante la necesidad de pagar intereses e ir amortizando el
préstamo, con lo que va a disminuir la posibilidad del consumo en
el futuro o, lo que es peor, se va a encontrar con que nadie le fía y
va a caer verticalmente sus posibilidades de gasto.
249 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
En forma similar, para el país, la manera genuina de financiar su
crecimiento y el aumento consecuente de sus importaciones es
mediante el aumento de sus exportaciones. De lo contrario caerá
en el endeudamiento externo o en el ingreso de capital de
inversión (obsérvese que, en este último caso, si esa inversión no
aumenta las exportaciones o disminuye las importaciones, a los
efectos del equilibrio externo es lo mismo que el endeudamiento:
soluciona la coyuntura pero deja intacto el problema; es, como dice
el refrán, “pan para hoy y hambre para mañana”).
Este tema lo estudiaron varios economistas, entre ellos Michal
Kalecki y el argentino Marcelo Diamand, pero el que más
trascendió fue el profesor inglés Anthony P. Thirlwall, quien
analizó las estadísticas de postguerra y en todos los casos encontró
que la Balanza de Pagos imponía una restricción al crecimiento
económico. Expuesta en forma muy sencilla y como aproximación,
la “ley de Thirlwall” dice que a largo plazo la tasa de crecimiento
de la economía está limitada por la tasa de crecimiento de las
exportaciones.
Es lo que ha venido pasando en América Latina a partir de la
segunda guerra mundial. Hubo una industrialización cuyo destino
era el mercado interno (industria sustitutiva de importaciones), que
pudo desarrollarse precisamente porque reemplazaba a antiguas
importaciones y, con el importe que se ahorraba, podían
importarse las máquinas y materias primas imprescindibles para la
nueva actividad. El problema se planteó cuando se pasó de la
“sustitución fácil” (industria liviana de consumo) a industrias más
complejas, que requerían un mayor nivel de inversión en
maquinarias y tecnología; las exportaciones disponibles para
financiar esas importaciones era la producción primaria, que venía
250 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
creciendo a una tasa mucho menor que la del producto. Se planteó
entonces la limitación externa de Thirwall, agravada por otra
limitación: la necesidad de un mercado más amplio para que esa
producción más compleja se justificara económicamente.
La limitación externa se manifestaba en crisis de la balanza de
pagos. En nuestro país hubo varias, algunas profundas como la
1962 (“hay que pasar el invierno” de Álvaro Alsogaray) y la de
1975 (el “rodrigazo”). La inflación cambiaria que acompañó a esas
crisis así como la desatada a principios y fines de los años ‟80 tiene
que ver con esa limitación.
En lo que va del siglo XXI no operó para nuestro país la
limitación externa debido a dos razones; 1) crecimiento de la
demanda externa de nuestro productos de exportación tradicional,
que implicó mayores cantidades vendidas y mejora internacional de
los precios de los productos primarios, y 2) aumento de las
exportaciones no tradicionales. La exportación industrial
representa actualmente 26% del total de las ventas de las empresas
industriales del país, mientras que a fin del siglo XX representaban
el 15% de un monto total mucho menor. Por otra parte, continúa
el mito del “país granero del mundo”; muchos no saben es que del
total de exportaciones, el 35% es de origen industrial, el 33%
manufacturas de origen agropecuario, 9% de combustibles y
energía y solamente el 23% son productos primarios no
elaborados. Es decir, estamos diversificando nuestras
exportaciones.
Las exportaciones agropecuarias son muy importantes, pero
están sujetas a las variaciones del mercado internacional por lo que
–en la medida de lo posible- hay que tratar de independizar el
251 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
crecimiento económico a largo plazo de las mismas. En otras
palabras, el medio para lograr el crecimiento económico evitando
la limitación externa es mediante el crecimiento de la producción
industrial y su exportación. Para nosotros, la única forma de
hacerlo posible es mediante la integración latinoamericana. Ya
hemos hablado en estas páginas del comercio intraindustrial: cada
uno de los países desarrolla una parte o un sector de una rama
industrial y se intercambia lo producido, logrando así un mercado
ampliado que permite aprovechar el aumento de la productividad
que traen aparejadas las economías de escala y, por lo tanto, es
posible disminuir los costos.
No debemos ver a la industria brasileña, uruguaya o paraguaya
como competitivas sino como complementarias: el crecimiento
industrial de cada uno de estos países debería aumentar el mercado
de todos y favorecer el crecimiento industrial de cada uno de los
socios.
Profundizar la integración cuidando la industria es el camino
para continuar con la actual senda de crecimiento económico,
superando la limitación externa.
252 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
5 – Hablemos de otra Economía posible
5.1 – Tomas Moro y la utopía
Tomás Moro escribió en 1516 su libro Utopía, nombre que
asigna a una isla imaginaria en la que ubica a una sociedad ideal, lo
que le sirve de base para una profunda crítica a la sociedad de su
época. La palabra Utopía proviene del griego (U negación y topos
lugar) y literalmente significa no-lugar, es decir, lugar que no existe.
Se inspiró en las noticias que llegaban del nuevo continente
recientemente descubierto por Colón para los europeos,
sorprendido por el carácter comunitario de la producción y de la
vida económico-social en América, tan distinto a los egoísmos
europeos y a la apropiación privada de la tierra, que generaba los
conflictos rurales en su época. Influenciado por la República de
Platón, según él mismo reconoció, y por los informes de Américo
Vespucio, escribió su libro como si fuera el relato de un supuesto
acompañante de ese marino, que dice haber vivido cinco años en
una isla con esa denominación. No la ubica, ya que “ninguno de
nosotros nos acordamos de preguntarle ni él de decirnos en que
parte del Nuevo Mundo está situada Utopía” y, más adelante, dice
confesar que “...me avergüenza ignorar en que mar se encuentra
aquella isla de la cual escribo un tan largo tratado...”. Algunos
253 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
investigadores creen, por los datos que aporta, que pensaba en la
isla de Cuba.
Moro utilizó su relato para criticar ácida y ferozmente a la
realidad de la Inglaterra de su tiempo y para presentar sus ideas,
que asombran por lo moderno: planteó la tolerancia y el respeto
religiosos, se manifestó contrario a las conversiones forzosas, y
sostuvo posiciones pacifistas, contra el militarismo.
Los habitantes de Utopía vivían alternativamente en el campo,
donde cultivaban la tierra, y en la ciudad, donde practicaban un
oficio. El trabajo era obligatorio, tanto para los hombres como
para las mujeres, por lo que –ante la inexistencia de personas
ociosas- con una corta jornada de trabajo se podía dar satisfacción
a todas las necesidades de los ciudadanos. Los productos
elaborados se trasladaban a depósitos especiales desde donde se los
repartía, incluido los alimentos naturales, en forma gratuita a los
padres de familia para ellos y los suyos. También existían
comedores colectivos para quienes lo desearan. Las casas, con sus
respectivos jardines, eran públicas y se distribuían por sorteo cada
diez años. Existían en las ciudades, además, edificaciones
palaciegas para las diversiones y para que los utopianos pasasen su
tiempo de descanso. La vida era agradable, alegre y sencilla.
Moro tenía en claro que "en todos los lugares donde la
propiedad es un derecho individual, donde todas las cosas se
miden por dinero, no podrá organizarse nunca ni la justicia ni la
prosperidad social".
Lo que es poco conocido es que pocos años después esta
utopía tomó cuerpo en la realidad en América, gracias al esfuerzo
254 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
de Vasco de Quiroga. Este fue designado en 1530 como oidor de
la Audiencia de Nueva España, donde inició una carrera en
defensa del indio americano. En 1532, cuando tenía 60 años,
fundó Santa Fe, a pocos kilómetros de México, una comunidad
cristiana que seguía la descripción de Moro: 10 a 12 familias con
propiedad comunal y trabajo obligatorio, en jornadas de 6 horas
diarias, con distribución equitativa del ingreso y con el lujo
prohibido; se enseñaba agricultura a los niños, en forma amena y
durante dos horas diarias, y artesanías a los mayores. Al año
siguiente fundó una segunda comunidad en Michoacán y en 1539
una tercera a orillas del río Lerma. El éxito de estas utopías fue tal
que duraron hasta el siglo XIX. Vasco de Quiroga era laico, pero
cuando hubo que designar obispo para una nueva diócesis en
Michoacán se lo eligió a él (existen pocos antecedentes de obispos
no sacerdotes. Uno de ellos es el de San Ambrosio, nombrado
obispo de Milán en siglo V). Quiroga murió a los 92 años.
Moro también influyó en Roque González de Santa Cruz, quien
ideó e inició la fundación de los pueblos de las misiones jesuíticas
creadas en el noreste argentino, Paraguay y oeste de Brasil (la
primera fue San Ignacio de Guazú en 1609). Todas tenían la
misma urbanización y las mismas normas de funcionamiento:
grandes casas colectivas, separadas interiormente para cada una de
las veinte a sesenta familias que la habitaban, en forma de hileras,
con una plaza central donde se celebraban las fiestas, se tocaba
música y bailaba. La iglesia, en esa plaza, era el único lujo de la
misión. Los guaraníes evitaron así la esclavitud o el trabajo forzado
en las encomiendas, mientras que al cambiar sus instrumentos de
labranza de madera por herramientas de hierro vieron aumentar la
productividad de su trabajo; por otro lado, sintieron el respeto por
255 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
su condición humana e, incluso, integraron los cabildos de cada
uno de los pueblos. Eran comunidades prácticamente
autosuficientes; para cubrir las necesidades que no podían
satisfacer con la producción local exportaban yerba mate y con ese
dinero importaban unos pocos productos, como vidrio y papel.
Luego de Moro otros pensadores idearon sociedades mejores y
el término “utopía” se convirtió en un sustantivo común, aplicable
a cualquier proyecto de sociedad ideal imaginada por los hombres.
Claro está que después de los años ‟70 comenzó el dominio
intelectual del pensamiento único y se declaró la muerte de las
utopías, aplastadas bajo el peso del egoísmo individual y la
superficialidad de la posmodernidad.
Sin embargo a la utopía no se la puede obviar. Como dice Eric
Hobsbawm, “Si los hombres no alimentan un ideal de un mundo
mejor, pierden algo. Si el único ideal de los hombres fuera
perseguir la felicidad personal a través de los bienes materiales, la
especie humana se degradaría” y, más adelante, “el verdadero
problema no es ambicionar un mundo mejor: es creer en la utopía
de un mundo perfecto”.
En última instancia, la importancia de la utopía la plantea
Eduardo Galeano en una conocida poesía: “La utopía es como el
horizonte/ Está allá lejos/ Y yo camino dos pasos:/ El horizonte
se aleja/ Y yo camino diez pasos/ Y ella se aleja diez pasos/ ¿Para
qué sirve?/ Sirve para eso/ Para caminar”
256 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Tomás Moro
257 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Utopía
258 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
5.2 – Owen y el nacimiento de la Economía Social
Robert Owen (1771-1858) estaba convencido de que las formas
de conducta y la escala de valores de los individuos dependen de
las condiciones que lo rodean; escribió que "el carácter del hombre
es un producto del cual él no es más que la materia prima". Para
Owen todos los hombres tienen los mismos derechos y todos son
capaces de bondad; si así no lo parece es por los horrores del
sistema industrial, que dio origen a los barrios miserables, al
hacinamiento y al escape en el alcohol. Dio gran importancia a la
educación como forma de cambiar el carácter de los hombres y de
la sociedad y en base a ella proclamó la posibilidad de crear un
"verdadero sistema racional de sociedad para la especie humana".
Su primer trabajo fue en una fábrica textil de algodón. Hizo una
carrera meteórica en el campo empresario, llegando rápidamente a
administrador de la fábrica; algunos creen que el haberse casado
con la hija del dueño tuvo incidencia en su rápido ascenso. Pero a
lo que nosotros nos importa no es eso sino las profundas reformas
que incorporó en la industria: redujo la jornada de 11 horas y 45
minutos a 10 horas y cambió las condiciones de trabajo y de
higiene. Contra los pronósticos de los otros patrones de su pronta
quiebra, la fábrica aumentó su productividad y se volvió próspera.
De esta experiencia viene su fama de reformador social y su
prédica por el reconocimiento del "derecho al trabajo" y por la
participación de los obreros en la dirección de las empresas, por la
prohibición del trabajo de menores de diez años y por la
reglamentación de la jornada laboral.
259 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
A raíz de las guerras napoleónicas Inglaterra sufrió una
profunda crisis económica, con cierre de fábricas y altos niveles de
desocupación. Para paliar sus consecuencias propuso la creación
de “aldeas de cooperación”, organizaciones colectivas que
procuraban obtener los medios de subsistencia de los propios
trabajadores; de ahí derivó la idea de que los trabajadores se
podrían emancipar del sistema de ganancias y vivir en base a la
cooperación mutua. Es el inicio de la teoría cooperativista. En esta
época (alrededor de 1817) organizó giras y conferencias tratando
de convencer a ricos y al gobierno de apoyar su plan de reformas;
también tuvo tiempo para escribir sobre temas que pueden
considerarse de anticipación: "el nuevo poder científico hará que
pronto el trabajo humano sea de poca utilidad para crear riqueza" y
"la riqueza puede crearse en tal cantidad que satisfaga el deseo de
todos".
Especialmente invitado viajó a Estados Unidos (1824-1829),
donde fundó, en Indiana, una colonia denominada "Nueva
Armonía", con cuyo ejemplo pretendía regenerar a la humanidad;
era una organización agrícola e industrial colectiva, con una vida en
común, que hace recordar a la organización de los kibutz
instalados en Israel en el siglo XX.
260 | P á g i n a
Hablemos de Economía / Humberto Zambon
Al proyecto se unieron 35 hombres y mujeres,
fundamentalmente intelectuales y algunas jóvenes instruidas, como
la escritora Frances Wright, que era una decidida luchadora contra
la esclavitud y por la emancipación femenina; defendía el
racionalismo contra toda religión, rechazaba el matrimonio y
cualquier tipo de discriminación racial. Los dos primeros años
fueron muy difíciles porque se trataba de intelectuales con muy
buenas intenciones y disposición, pero poco acostumbrados al
trabajo físico, donde se discutía hasta el cansancio la organización,
la forma de gobierno, la educación y los principios teóricos de la
experiencia. Finalmente Owen volvió a Inglaterra en 1829 y Nueva
Armonía quedó a cargo su hijo, Roberto Dale, y de Francis Wright.
Entre 1829 y 1875 Nueva Armonía se convirtió en uno de los
más importantes centros culturales de los Estados Unidos. Allí
funcionó el primer jardín de infantes, la primera escuela técnica, la
primera biblioteca y la primera escuela pública de todo Estados
Unidos. Allí Josiah Warren inventó la prensa rotativa, que es la
base del periodismo moderno, se instaló el primer laboratorio
geológico (David Owen es considerado el primer geólogo de
Estados Unidos) y se descubrieron gran cantidad de fósiles. Uno
de sus fundadores fue Thomas Say, que es considerado también el
fundador de la entomología norteamericana, que editó en Nueva
Armonía sus monumentales obras (en total 10 volúmenes) y
falleció en la colonia en 1834. En esos años, científicos de todo el
mundo viajaban hasta la colonia para conocer la labor científica y
cultural. Según Pablo Capanna (Los utopistas experimentales en
Futuro, suplemento del diario Página 12 del 7-6-03) “… parte del
conocimiento del cual iban a nutrirse las universidades y la
naciente economía norteamericana no provino de los laboratorios
industriales ni de las grandes Fundaciones, que otros inventaron
para evadir creativamente los impuestos. Fue acumulado
desinteresadamente por gente utópica, que había sido capaz de
afrontar las dificultades con espíritu cooperativo”
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Vuelto a Inglaterra en 1829, Owen encontró un gran cambio
institucional como consecuencia de la abolición (ocurrida cinco
años antes) de la ley que prohibía la organización de sindicatos
obreros. Estos habían crecido en cantidad y poder, al igual que las
organizaciones cooperativas de consumo, ambos movimientos
muy influidos por las ideas de él y de sus discípulos; por ambos
movimientos fue aceptado como uno de los dirigentes naturales.
En 1831 se organizó un congreso de cooperativas donde Owen
propuso la creación del "billete de trabajo" que unía en una especie
de bolsa compensadora a las cooperativas de trabajo y de
consumo.
En 1833 proyectó crear una "Unión General de Trabajadores"
para la introducción de un nuevo orden social cooperativo. El
propio Owen presentó un plan para lograr una unión moral de las
clases productoras "mediante el cual se implementaría el nuevo
orden social de un solo golpe y mediante una concertada negativa,
pacífica, de continuar la producción bajo el sistema capitalista"
Posteriormente participó en la lucha por la reducción de la
jornada de trabajo y apoyó al movimiento cartista en procura de la
extensión del derecho al voto.
Su movimiento, ante la imposibilidad de constituir el "Gran
Sindicato Nacional" tomó el nombre de "Unión Nacional de
Clases Industriales" y más tarde el de "Sociedad Racional",
cambiando en 1841 por el de socialismo.
La fe y el optimismo lo acompañaron siempre. En El Libro del
Nuevo Mundo Moral termina expresando que "...no descansarán
hasta que la ignorancia, la falsedad, la superstición, la culpa y la
miseria sean eliminados de la raza humana, y la paz, la caridad, la
razón, la verdad, la justicia, el amor y la felicidad reinen triunfantes
y para siempre en toda la familia humana, en todos los lugares
donde exista el hombre".
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Su principal y más perdurable aporte es el impulso dado al
movimiento cooperativista, que ha seguido los principios solidarios
establecidos en Rochdale por sus discípulos: un socio un voto, con
independencia del aporte; reconocimiento como retribución al
capital sólo de un interés fijo; distribución de los excedentes en
función de los aportes de trabajo o del total consumido; apoyo y
cooperación entre las cooperativas; difusión de las ideas solidarias;
participación activa en la educación social, etc. El cooperativismo,
entendido como escuela de formación solidaria y ejemplo de
formas alternativas de organizar la producción, comercialización y
financiación, es, posiblemente, el mayor legado de Owen.
Robert Owen
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5.3 – El año del cooperativismo
La Asamblea de las Naciones Unidas resolvió que el año 2012
fuera instituido como el año internacional de las cooperativas, bajo el
lema “las empresas cooperativas ayudan a construir un mundo
mejor”. No es la primera vez que se ocupan del cooperativismo:
en el informe de 1994 el secretario Boutros-Ghali manifestó, ante
la Asamblea General, que “Las empresas cooperativas
proporcionan los medios organizativos con los que una
proporción significativa e la humanidad puede tomar en sus
propias manos la tarea de crear empleos productivos, superar la
pobreza y lograr la integración social”.
En estas páginas, cuando nos ocupamos de Robert Owen, uno
de los fundadores de la economía social, hablamos del origen del
cooperativismo. Vale la pena recordar algunas fechas claves de su
historia: a partir de 1806 Owen lanzó la idea de las “aldeas de
cooperación” y promovió ensayos de cooperativas; en 1827 se creó
la primera cooperativa de consumo y en 1831 se realizó el primer
congreso de cooperativas, convocado por Owen. En 1844 se
fundó la cooperativa de consumo en Rochdale (Gran Bretaña),
considerado como el punto de partida del cooperativismo
moderno. En 1895, con cooperativas expandidas por todo el
mundo, se constituye la Alianza Cooperativa Internacional (ACI).
En 1937, en el congreso de Londres de la ACI, se formalizó el
ideario cooperativo en función de los principios de Rochadale,
cuya redacción se actualizó en 1995, en el congreso de Manchester,
con motivo del centenario de la institución.
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En este último se definió por primera vez que es la cooperativa.
Se trata de “una asociación autónoma de personas que se unen
voluntariamente para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas,
sociales y culturales comunes por medio de una empresa de propiedad conjunta
y de gestión democrática”.
Rubén Zeida, un destacado dirigente del cooperativismo
argentino, ha señalado que se necesitaron cien años para que el
movimiento acepte definir a la cooperativa como empresa. Es que
los precursores rechazaban la idea del “homo economicus”, ese
individuo egoísta que, actuando racionalmente y en competencia
con los demás busca maximizar su beneficio personal, y que es la
base del sistema capitalista. No querían saber nada con la empresa
capitalista, ni siquiera el término de empresa; ellos proponían algo
distinto: la búsqueda del bien común y la puesta en práctica de
políticas que respaldaran a los sectores más vulnerables y más
afectados por el avance del sistema industrial.
Hoy se ha superado ese tabú, pero se sigue sosteniendo que las
cooperativas son diferentes de otras empresas y negocios
capitalistas en virtud de su doble propósito, ya que ellas no son
solamente maneras de negociar sino que además de su objetivo
económico poseen también, y fundamentalmente, un objetivo
social; existen movimientos que tienen importantes objetivos
sociales y, por otro lado, emprendimientos dedicados a la actividad
comercial; únicamente la cooperación tiene ambos. Como definió
Mario Elgue “el cooperativismo no es una forma más de organizar la
economía, es también una forma que presenta un escalón ético superior”
Pero hay que tener en claro que, a pesar de que sus objetivos
son tanto económicos como sociales, las cooperativas deben
alcanzar el éxito comercial para poder existir. Una cooperativa que
fracasa comercialmente no podrá ejercer una influencia positiva en
el medio social, especialmente si debe dejar de funcionar. De esta
forma, si bien lo económico y lo social son las dos caras de la
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moneda, necesita solidez y eficiencia, necesita cubrir sus costos y
capitalizar parte de sus excedentes para autofinanciarse y crecer y
prestar más y mejores servicios.
Y, fundamentalmente, no olvidar sus principios que la hacen
diferente:
1 - Adhesión voluntaria y abierta: Son organizaciones
voluntarias, abiertas a todas las personas, sin discriminación de
sexual, social, racial, política o religiosa.
2 - Control democrático de los socios: Son gestionadas
democráticamente por sus socios, con iguales derechos: un socio,
un voto, con independencia de su aporte.
3 – Contribución equitativa de los socios: Tanto en el aporte
de capital como en las demás actividades.
4 - Autonomía e independencia: Si firman acuerdos con otras
organizaciones, incluyendo gobiernos, lo hacen en términos que
aseguren el control democrático por parte de sus socios y
manteniendo su autonomía cooperativa.
5 - Educación, formación e información: Las cooperativas
proporcionan educación y formación a sus socios, particularmente
a los jóvenes, poniendo énfasis sobre la naturaleza y los beneficios
de la cooperación.
6 - Cooperación entre cooperativas: Deben fortalecer al
movimiento cooperativo trabajando conjuntamente mediante
estructuras locales, nacionales, regionales e internacionales.
7 - Interés por la comunidad: Trabajan para conseguir el
desarrollo sostenido de sus comunidades, a través de las políticas
aprobadas por sus socios.
El cooperativismo mundial hoy, según los datos de la A.C.I.,
tiene 760 millones de socios y representa, por ejemplo, el 99% de
la producción lechera de Suecia, el 99% de la pesca y 95% del
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arroz en Japón, el 75% de los granos comercializados en Canadá y
el 60% de la producción de vino en Italia. Pero lo más importante
es su efecto demostración; una especie de banco de prueba de la
organización económica del futuro, que muestra que otro mundo
es posible. Como dice Julio H.G.Olivera (1995): “No existe en el
mundo contemporáneo aparato de educación que actúe de modo tan ubicuo y
permanente como el sistema económico... Puede fomentar en su espíritu la
solidaridad y el desinterés, o excitar pasiones egoístas y antisociales. Todo
sistema económico es, de modo inevitable, un sistema de pedagogía social. El
sistema cooperativo lo es deliberadamente... Toda asociación cooperativa
constituye, al mismo tiempo, una unidad de producción y una comunidad
educadora”
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