El futuro de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU

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AGE N DA I N T E R N AC I O N A L N º 5
Emilio J. Cárdenas
El futuro de la Comisión de Derechos
Humanos de la ONU
La tarea de la Comisión se ha desnaturalizado en los últimos
tiempos, lo que hace imperiosa su reforma
P OR E m il io J. C á r den a s
Ex Representante Permanente de la República Argentina ante la ONU.
Director de Agenda Internacional.
En momentos en que la comunidad internacional comenzará a debatir activamente y de
modo multilateral acerca del futuro de las Naciones Unidas, todos los ojos parecen concentrarse en las propuestas de reforma del Consejo de Seguridad. Con razón, desde que
ese es el órgano encargado de la más delicada de las agendas, la que tiene que ver con la
paz y seguridad internacionales.1
No obstante, lo cierto es que el grupo de expertos de alto nivel que, a solicitud del Secretario General, produjera el informe: “Un mundo más seguro: nuestra responsabilidad
compartida”, que fuera distribuido a los Estados Miembros con fecha 2 de diciembre del
2004,2 sugirió toda una serie de otros cambios sustanciales en la estructura de las Naciones Unidas, más allá del Consejo de Seguridad, ciertamente.
Entre ellos propuso reformar a la Comisión de Derechos Humanos,3 respecto de la que
tuvo palabras inusualmente duras, al señalar que la capacidad de este organismo de cumplir con su misión ha sido erosionada por falta de “credibilidad y profesionalismo”. Más
allá de que esto es absolutamente correcto, los expertos agregaron otra crítica severa al
decir, además, que en los años recientes han habido Estados que procuraron ser miembros
de la Comisión “no para fortalecer los derechos humanos sino para protegerse ellos mismos respecto de críticas o para criticar a otros”. Los hechos demuestran que, nuevamente,
esta es una conclusión dura, pero rigurosamente correcta, aunque duela reconocerlo.
Mucho de lo que ocurre en ese organismo tiene un absurdo color de farsa política, defensiva y ofensiva según el cristal con que se la mire, pero vergonzosa para la humanidad,
porque las Naciones Unidas, cuya Carta comienza con las palabras “Nosotros los pueblos
de las Naciones Unidas resueltos a (...) reafirmar la fe en los derechos fundamentales del
hombre...”, tienen como una de sus misiones centrales precisamente la de proteger los
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derechos humanos. Misión en la que ciertamente se pudo haber hecho muchísimo más.
Por esto, los expertos consultados aconsejaron: (1) extender la membresía de la Comisión, trasformándolo en un Consejo, de manera que todos los Estados Miembros puedan
pertenecer a ella, de modo universal entonces; (2) designar como jefes de las respectivas
delegaciones a personas con experiencia y prominencia en el campo de los derechos
humanos; (3) apuntalar su labor con un Consejo o Panel asesor; (4) producir un Informe
Anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, a cargo del Alto Comisionado para los Derechos Humanos; y (5) que el propio Consejo de Seguridad sea
informado regularmente acerca de la situación de los derechos humanos respecto de la
implementación de sus propias medidas.4
Curiosamente, cuando el Secretario General de las Naciones Unidas publicó luego su
informe: “Un concepto más amplio de la libertad: desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos”, del 21 de marzo del 2005,5 advertimos que su enfoque tiene algunas
diferencias sustanciales con el de los expertos.
En efecto, pese a que el Secretario General coincide con los expertos, al señalar que la capacidad de la Comisión de Derechos Humanos se “ha visto menoscabada paulatinamente
por la disminución de su credibilidad y su profesionalidad”, agregando que hay Estados
que “se han hecho partes en la Comisión no para afianzar los derechos humanos, sino
para protegerse contra las críticas o para criticar a otros”, lo que ha provocado un “déficit
de credibilidad” en el organismo, que “ensombrece su reputación”, su visión marca también alguna diferencia de enfoque.
Me refiero a que, pese a la recomendación de “universalidad” que fuera formulada por los
expertos por él designados, Kofi Annan se inclina, en cambio, por postular que la Comisión se transforme en un Consejo de carácter permanente (hoy solo se reúne unas pocas
semanas al año) (órgano principal) -dejando de estar subordinado (órgano subsidiario)
al Consejo Económico y Social para ser un par del mismo- pero “con una composición
más reducida”.
Para los expertos sus miembros, de los actuales 53, debieran crecer a 191, pero el Secretario General cree, en cambio, que deben ser menos.
Para el Secretario General, además, sus miembros deben ser electos directamente por la
Asamblea General, con el voto de por lo menos dos tercios de los presentes y votantes.
Quienes resulten electos deben -siempre según Annan- “comprometerse a acatar las normas más rigurosas respecto de los derechos humanos”.6
Esto es, a no hacerse, como hasta ahora, los “distraídos”, con excusas que lucen políticas,
pero que en rigor postergan la defensa real de los derechos humanos de la gente. Cual
“sepulcros blanqueados”.
El caso de Cuba es, en esto, absolutamente patético. Pese a las violaciones flagrantes a
los derechos humanos en la isla por parte del eterno régimen marxista de Castro, países
como el nuestro prefieren abstenerse, presuntamente por razones políticas que, en definitiva, son ideológicas y poco o nada tienen que ver con el cometido concreto asignado a la
Comisión de Derechos Humanos.
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Soldados rebeldes en Sudán, país testigo de una de las peores catástrofes humanitarias contemporáneas
Nuestro punto de vista
Si la defensa de los derechos humanos sigue a cargo de un órgano intergubernamental,
por oposición a uno de carácter independiente, la política seguirá anulando su capacidad
de ser eficiente en la defensa de los derechos humanos.
Esto es hoy evidente si miramos la composición de la Comisión y nos anoticiamos de que
en ella están sentados países como Cuba o Sudán, que son violadores ostensibles de las
libertades de sus pueblos. En el caso de Cuba, se trata de décadas de prisiones repletas
de “disidentes”. En el de Sudán, en cambio, las atrocidades criminales cometidas en las
guerras civiles que asolaron al sur del país y hoy afectan al oeste del mismo debieran hablar por si mismas. Pero también hay otros miembros que, en justicia, no debieran jamás
serlo, como Libia o Arabia Saudita.
Por esto pensamos que:
• La Asamblea General debiera trasformar a la Comisión en un Consejo permanente
y contar con los recursos humanos y financieros que su tarea requiere. Nos inclinamos por un número reducido de miembros, para privilegiar así su eficiencia. A
la manera del Consejo de Seguridad. Sus miembros, por lo demás, deberían oxigenarse periódicamente con una rotación adecuada, para evitar que algunos Estados
se transformen en “permanentes”, aunque cuidando de no elegir -nunca- a quienes
son, en verdad, los peores violadores de los derechos humanos, desde que esto supone una mezcla de hipocresía y cinismo no solo vergonzosa, sino verdaderamente
insoportable.
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• Coincidimos con el Secretario General en el sentido de que sus miembros deberían ser
electos universalmente en la Asamblea General, por una mayoría de dos tercios. Para
evitar componendas, lo que nos lleva a sugerir asimismo que, en esto, no debería haber
“endosos” regionales, ni la política que ha crecido en torno a ellos.
• En su momento la elevación del nivel de la Comisión al de un Consejo, no se nos escapa,
debería ser aprobada en su momento mediante una reforma explícita de la Carta.
• Todos los Estados Miembros deberían asimismo comprometerse a cooperar plenamente
con el Consejo a crearse, en lo que a sus investigaciones se refiere. Es hora de que nadie
pueda “cerrar sus puertas”, sustancial ni procesalmente, a las investigaciones en materia
de violaciones de derechos humanos. Como lo vienen haciendo, desde hace rato China,
Cuba y Rusia.
En este sentido, es hora de que nadie pueda utilizar excusas de orden económico o social
para pretender justificar con ellas la inacción en materia de protección de los derechos
humanos o libertades civiles de los individuos
Es tiempo también de organizar procesos y equipos de investigación e información que
aseguran la protección de los derechos humanos, particularmente en aquellos países que
tiene regímenes autoritarios o semi-autoritarios, dotando al procedimiento respectivo de
la posibilidad de sancionar de alguna manera a los incumplidores.
También deberían evitarse los enfoques que lucen claramente discriminatorios, por permanentes. Como el actualmente dispuesto respecto de Israel. No obstante, nadie debería
poder estar fuera del alcance de las facultades del nuevo Consejo.
En especial, el Consejo debería poder denunciar rápidamente cualquier amenaza de que se
pueda cometer algún genocidio o consumar alguna “limpieza étnica”. Las experiencias de
Darfur, sumada a la de Ruanda, nos obligan a extremar el cuidado en este delicado capítulo.
Un componente importante en la reforma integral
La reforma de la Comisión de Derechos Humanos forma parte de una reforma integral
de las Naciones Unidas. Tan es así, que quienes -como Brasil- tienen apuro por tratar de
obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad procuran separar las discusiones sobre la reforma de éste órgano de las demás que tienen que ver con la reforma
integral de la Carta, de manera de asegurarse su objetivo individual con independencia
de si, luego, las otras reformas se concretan, o no. Por temor a que no se concrete el total
de los cambios que se persiguen.
Pero no todos piensan así. China, por ejemplo, se opone a que se reforme la Comisión
de Derechos Humanos, con vehemencia. Por esto es probable que se haya opuesto con
dureza, pero “tácticamente”, al ingreso de Japón como Miembro Permanente del Consejo de Seguridad, alegando para ello que Japón aún no se ha arrepentido sinceramente
de las atrocidades cometidas por sus tropas en Manchuria y en el resto de China en el
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transcurso de las dos últimas guerras que se desarrollaran en territorio chino. De allí que
para China es probable que nada deba reformarse en la ONU si el “costo” de agrandar el
Consejo de Seguridad supone que, a caballo se reforme la Comisión de Derechos Humanos, lo que la pondría rápidamente en evidencia.
Lo cierto es que no se puede, ni debe, hacer solo “parches” a la Carta. La oportunidad de
reforma es una sola y todos los temas que están sobre la mesa deben discutirse en profundidad y consensuarse entre todos. Sin exclusiones que luego se lamentarían. Esta debiera
ser la posición de nuestro país, en momentos en que la posibilidad de reforma del Consejo
de Seguridad comienza a alejarse por la falta de convicción sobre la misma que parece
advertirse tanto en China como en los Estados Unidos cuyo Congreso pareciera estar
muy poco interesado en validar una reforma que, al menos en el Consejo de Seguridad,
le recortaría las alas a los Estados Unidos, sin compensaciones de ninguna especie.
Más reflexiones sobre la Comisión de Derechos Humanos
Para cerrar este comentario, es preciso referirse a algunos otros aspectos del funcionamiento de la Comisión de Derechos Humanos que deben mejorar, particularmente si ésta
se transforma en un Consejo.
En primer lugar quiero volver a los criterios acerca de quienes deben ser sus miembros.
Aunque parezca de “Perogrullo” ellos deben ser elegidos entre los Estados que respetan
los derechos humanos y las libertades civiles de sus propios pueblos. La comunidad internacional debería excluir, entonces, a quienes solo procuran ingresar al organismo con
el principal objetivo de valerse de ello para evitar las críticas. Esto supone que el criterio
tradicional de la representatividad geográfica ceda ante la prioridad que debe darse a la
buena conducta. En pocas palabras debe privilegiarse a quienes sean efectivamente “buenos ciudadanos” en este capítulo. Queda sobre entendido que entonces deben evitarse las
rotaciones o endosos automáticos y conferirse, en cambio, prioridad a las conductas.
Como criterio deberían excluirse a quienes el Consejo de Seguridad sancione bajo el capítulo VII de la Carta y naturalmente también a aquellos que sean objeto de censura por
parte de la propia Comisión.
Para esto sería positivo si la comunidad de Estados democráticos aunara su andar, de
manera de asegurar resultados.
En segundo lugar, es necesario profesionalizar las investigaciones que tienen que ver
con los derechos humanos y las libertades civiles. Debería haber, entonces, un “roster” o
listado de expertos con antecedentes y disponibilidad reales, al que debería de renovarse saludablemente, como principio. Ellos deberían tener a su disposición los manuales
y mecanismos de entrenamiento que el Alto Comisionado para los Derechos Humanos
pudiera poner a su disposición.
En tercer lugar, es necesario también mejorar el desempeño del propio Alto Comisionado y
coordinar mejor su tarea con la de la Comisión. El debería estar encargado de preparar un
informe anual exhaustivo, que cubra a todos los países del mundo, sin excepciones y tenga la
mayor difusión posible. Este informe debería impactar la agenda de la labor de la Comisión.
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En este último sentido, la iniciativa del Alto Comisionado a la que se conoce como del
“Estado de Derecho” debería apoyarse sin reservas. Es francamente impensable que se
puedan respetar -en conciencia- los derechos humanos y las libertades civiles en aquellos
ambientes en los que no se respeta previa y simultáneamente al derecho y en los que la
justicia no es independiente.
Finalmente debe también mejorar la coordinación del trabajo de la Comisión con la intensa labor que hoy desarrollan en este campo las organizaciones no gubernamentales.
Lo más importante es que el gran volumen de información que esas organizaciones tienen a su disposición pueda llegar siempre a tiempo a la Comisión, para que esta la evalúe
detenidamente y analice de manera de complementar la información propia y la que le
suministran los Estados Miembros.
Esta coordinación puede, en rigor, ir mucho más allá que el capítulo de las alertas e incluir asimismo la posibilidad de que esas organizaciones hagan tareas de seguimiento en
las distintas crisis que conformen la agenda de la Comisión.
A la manera de reflexión final
Parece obvio que hay mucho que hacer respecto de la Comisión de Derechos Humanos.
Los expertos designados por el Secretario General y éste mismo han expresado una opinión unánime que, sin disimulo alguno, delata la insatisfacción que existe con la situación
actual que no permite una defensa adecuada de los derechos humanos porque algunos Estados Miembros, por acción u omisión, han desnaturalizado o permitido que se desnaturalice, la importante labor de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Por la prioridad que debe acordarse al tema, en momentos en los que en algunos rincones
del mundo parece crecer el autoritarismo o el semi-autoritarismo, no debiera permitirse
que su consideración individual se independice, desprenda o desligue de la consideración
de los demás temas que componen la agenda de reforma de las Naciones Unidas. Si esto
ocurre las chances reales de reforma de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas disminuirían exponencialmente.Y una oportunidad importante se habría así
lamentablemente desperdiciado ■
Notas
1 Carta de las naciones Unidas, Artículo 24, párrafo 1.
2 Documento de la ONU. Asamblea General A/59/565, del 2-12-04
3 Op.cit. supra nota 2, Cap XVIII. Párrafos 282 a 291, inclusive.
4 Op. Cit.supra nota 2, pág 91.
5 Documento de la ONU. Asamblea General, A/59/2005.
6 Op.cit. supra nota 5, pág 51, párrafos 182 y 183.
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