SANTOS CANONIZADOS POR EL PAPA JUAN PABLO II

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SANTOS
CANONIZADOS
POR EL
PAPA
JUAN PABLO II
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Crispín de Viterbo (1668-1750), capuchino
A pesar de que me consideran un santo alegre, la impresión que me
queda de mi infancia es la muerte de mi padre, Ubaldo. Menos mal que
mi tío Francisco -su hermano- me quería mucho y me envió, primero, a
la escuela de los Jesuitas para que aprendiera gramática y, después,
me acogió como aprendiz en su taller de zapatero, donde estuve hasta
los 25 años en que me fui a los frailes.
Recuerdo que, de pequeño, me daba por ayudar misas y ayunar; y
como era de natural delgaducho y enfermizo, mi tío solía decirle a mi
madre: «Tú vales para criar pollos, pero no hijos. ¿No ves que el niño no
crece porque no come?» Y en adelante él se encargaba de hacerme
comer; pero al ver que seguía igual de pequeño y escuchimizado se dio
por vencido y le dijo a mi madre: «Déjalo que haga lo que quiera, porque
mejor será tener en casa un santo delgado que un pecador gordo».
Capuchino como San Félix
La gota que colmó el vaso para que me decidiera a hacerme Capuchino
fue el ver a un grupo de novicios que había bajado a la iglesia con
motivo de unas rogativas para pedir la lluvia; pero en realidad ya lo
había pensado mucho y había leído y releído la Regla de San Francisco,
por lo que mi opción era madura. Además no quería ser sacerdote, sino
como San Félix de Cantalicio, hermano laico.
Inmediatamente me fui a hablar con el Provincial, quien me admitió en la
Orden, pensando que ya estaba todo superado, pero no fue así. Los
primeros que se opusieron fueron mis familiares, empezando por mi
madre. La pobre ya era mayor y con una hija soltera a su cargo;
además, no comprendía que, habiendo hecho los estudios con los
Jesuitas, no quisiera ser sacerdote sino laico. Sin embargo, la decisión
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estaba tomada. Procuré que las atendieran unas personas del pueblo y
me marché al noviciado.
Cuál no sería mi sorpresa al comprobar que, a pesar de haberme
admitido ya el Provincial, el maestro de novicios se negaba a recibirme.
Ante mi insistencia me contestó: «Bueno, si al Provincial le compete el
recibir a los novicios, a mí me toca probarlos».
Y bien que me probó. Lo primero que hizo fue darme una azada y
enviarme al huerto a cavar mañana y tarde. En vista de que resistía, me
mandó como ayudante del limosnero para que cargara con la alforja, a
ver si aguantaba las caminatas bajo el sol y la lluvia. Y las aguanté. Por
último, no se le ocurrió otra cosa que nombrarme enfermero para que
atendiera a un fraile tuberculoso. Parece que no lo hice del todo mal,
pues tanto el enfermo como el maestro de novicios se ufanaban, cuando
ya eran viejos, de haberme tenido como enfermero y como novicio.
Una vez profesé me enviaron por distintos conventos, hasta que recalé
en Orvieto. Allí estuve durante cuarenta años de limosnero; es decir,
toda mi vida, pues sólo me llevaron a Roma para morir.
Durante los cincuenta años que estuve con los frailes hice de todo
menos de zapatero, que era mi profesión. Fui cocinero, enfermero,
hortelano y limosnero; y es que yo no era una bestia para estar en la
sombra, sino al fuego y al sol; es decir, que debía estar o en la cocina o
en la huerta. Sin embargo la mayoría de mi vida se quemó buscando
comida para los frailes y atendiendo las necesidades de la gente.
Pidiendo pan y dando cariño
Lo primero que hacía antes de salir del convento era cantar el Ave,
maris stella; después, rosario en mano, me dirigía a la limosna, que, de
ordinario, solía hacer pronto. Para ahorrar tiempo le pedía antes al
cocinero qué necesitaba, y así me limitaba a pedir solamente lo
necesario.
Como había muchos pobres, procuraba dirigir las limosnas que
sobraban a una casa del pueblo para que desde allí se redistribuyeran;
así satisfacía la solidaridad de los pudientes y la necesidad de los
pobres.
Tan convencido estaba de que gran parte de la miseria proviene de la
injusticia, que no me podía contener ante los abusos de los patronos
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para con los trabajadores. Cuando alguno tenía que venir al convento
procuraba que lo trataran bien, porque al trabajo hay que ir de buena
gana.
Una vez que un defraudador me pidió que rogara por su salud, le
contesté que cuando pagase lo que debía a sus acreedores y a su
servidumbre entonces pediría a la Virgen que lo curara. Y es que me
gustaba visitar a los enfermos y encarcelados; no sólo para darles
buenos consejos sino para remediarles, en la medida de mis
posibilidades, sus necesidades.
No sé por qué, la gente acudía a mí en busca de remedios y se iba con
la sensación de que hacía milagros. Incluso me cortaban trozos del
manto para hacerse reliquias; hasta que no pude más y les grité: «Pero
¿qué hacéis? Cuánto mejor sería que le cortaseis la cola a un perro....
¿Estáis locos? ¡Tanto alboroto por un asno que pasa!»
Sin embargo no todo era pedir limosna y atender a la gente. Esto era la
consecuencia. Mi opción había sido seguir a Jesús y eso conlleva
mucho tiempo de estar con él y aprender sus actitudes. Mi devoción a la
Virgen me ayudó mucho. Me gustaba exteriorizar mis sentimientos para
con ella adornando sus altares. Cuando estuve trabajando de hortelano
coloqué una imagen de María en una pequeña cabaña. Delante de ella
esparcía restos de semillas y migajas de pan para que se acercasen los
pájaros, se alimentasen y cantasen, ya que hubiera querido que todas
las criaturas del universo se juntasen para alabar en todo momento a la
madre de Dios.
El reuma y la gota acabaron conmigo. Ya no podía casi andar y tuve que
retirarme a la enfermería de Roma. Pero allí también la gente venía a
buscarme. ¿Por qué la gente acudía a mí si no era ni santo ni profeta?
En el mes de mayo la enfermedad fue a más. Para no estropear la fiesta
de San Félix le aseguré al enfermero que no me moriría ni el 17 ni el 18.
Y, efectivamente, el Señor me escuchó y me llevó en su compañía el 19
de mayo de 1750.
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Maximiliano María Kolbe (1894-1941), presbítero, mártir
O.F.M., Conv.
Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la
ciudad de Zdunska Wola, que en ese entonces se hallaba ocupada por
Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia
parroquial.
A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la
ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria. Fue
en el seminario donde adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus
estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.
Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser
militante en su colaboración con la Gracia divina para el avance de la fe
católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un
movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada" cuyos miembros se
consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de
luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la
construcción del Reino de Dios en todo el mundo. En palabras del propio
San Maximiliano, el movimiento tendría: "una visión global de la vida
católica bajo una nueva forma, que consiste en la unión con la
Inmaculada."
Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual
"Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el
amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para
Cristo. Con una tirada de 500 ejemplares en 1922, en 1939 alcanzaría
cerca del millón de ejemplares.
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En 1929 funda la primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento
franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que con el
paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen y,
en palabras de San Maximiliano, dedicada a "conquistar todo el mundo,
todas las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos los
medios lícitos, todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente
en el ámbito de las comunicaciones."
En 1931, después de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como
voluntario y viaja a Japón en donde funda una nueva ciudad de la
Inmaculada ("Mugenzai No Sono") y publica la revista "Caballero de la
Inmaculada" en japonés ("Seibo No Kishi").
En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y
tres años más tarde, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con
otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y
Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día
consagrado a la Inmaculada Concepción. Es hecho prisionero
nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para
ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en
donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su
ministerio.
En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de
toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e
impersonal, como un simple número: a San Maximiliano le asignaron el
16670. A pesar de todo, durante su estancia en el campo nunca le
abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así
como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.
La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a
la que estaba asignado San Maximiliano escapa; en represalia, el
comandante del campo ordena escoger a diez prisioneros al azar para
ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento
Franciszek Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con
hijos.
San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros
escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo
acepta el cambio, y San Maximiliano es condenado a morir de hambre
junto con los otros nueve prisioneros. Diez días después de su condena
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y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal
el 14 de agosto de 1941.
Es así como San Maximiliano María Kolbe, en medio de la más terrible
adversidad, dio testimonio y ejemplo de dignidad. En 1973 Pablo VI lo
beatifica y en 1982 Juan Pablo II lo canoniza como Mártir de la Caridad.
Juan Pablo II comenta la influencia que tuvo San Maximiliano en su
vocación sacerdotal: "Surge aquí otra singular e importante dimensión
de mi vocación. Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la
soviética en Oriente supusieron un enorme número de detenciones y
deportaciones de sacerdotes polacos hacia los campos de
concentración. Sólo en Dachau fueron internados casi tres mil. Hubo
otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde ofreció la vida
por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra, San
Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów." (Don y
Misterio).
San Maximiliano nos legó su concepción de la Iglesia militante y en febril
actividad para la construcción del Reino de Dios. Actualmente siguen
vivas obras inspiradas por él, tales como: los institutos religiosos de los
frailes franciscanos de la Inmaculada, las hermanas franciscanas de la
Inmaculada, así como otros movimientos consagrados a la Inmaculada
Concepción. Pero sobretodo, San Maximiliano nos legó un maravilloso
ejemplo de amor por Dios y por los demás.
Con motivo de los veinte años de la canonización del padre Maximiliano
Kolbe (10 de octubre de 1982), los Frailes Menores Conventuales de
Polonia abrieron el archivo de Niepokalanow (Ciudad de la Inmaculada,
a 50 kilómetros de Varsovia), construido por el mismo mártir de
Auschwitz. Entre los manuscritos del santo, destaca la última carta que
escribió y que acaba con besos a su madre. Una carta que refleja una
ternura que no aparecía en otros escritos, y que hace pensar que el
sacrificio con el que ofreció la vida voluntariamente en sustitución de un
condenado a muerte fue algo que maduró a lo largo de su vida. Este es
el texto del escrito: «Querida madre, hacia finales de mayo llegué junto
con un convoy ferroviario al campo de concentración de Auschwitz. En
cuanto a mí, todo va bien, querida madre. Puedes estar tranquila por mí
y por mi salud, porque el buen Dios está en todas partes y piensa con
gran amor en todos y en todo. Será mejor que no me escribas antes de
que yo te mande otra carta porque no sé cuánto tiempo estaré aquí. Con
cordiales saludos y besos, Raimundo Kolbe».
Juan Pablo II, un año después de su elección, en Auschwitz, dijo:
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«Maximiliano Kobe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó
la vida». La expresión remite a unas palabras escritas por el padre Kolbe
unas semanas antes de que los nazis invadieran Polonia (1 de
septiembre de 1939): «Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con
una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza,
sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico
caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la
conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime».
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Margarita Bourgeoys (1620-1700), virgen y fundadora de
la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora
Originaria de Troyes, Francia, donde nació en 1620. Se trasladó al
Canadá donde fundó la Congregación de las Hermanas de Nuestra
Señora de Montreal, con la finalidad de asistir y enseñar a los niños de
la incipiente ciudad de Montreal.
Santa Margarita Bourgeoys, que nació en Troyes (Francia), el año 1620,
dedicó totalmente su vida a los más necesitados, a partir de la edad de
20 años. Su campo de acción fueron las familias pobres de la ciudad
natal. Pero luego fue a Montreal (Canadá), entonces posesión francesa
y allí durante largos años se entregó, juntamente con sus primeras
hermanas, a impartir una instrucción humana y cristiana tanto en las
escuelas como en las parroquias, hasta su muerte, que tuvo lugar en
1700.
De modo especial cooperó a la edificación de aquel nuevo país,
intuyendo el papel determinante de las mujeres, y se afanó con
asiduidad en su formación con un espíritu profundamente cristiano.
En una época en donde no se concebía religiosas que vivieran fuera de
la clausura de los conventos, Margarita, animada por la certeza del
llamado de Dios, fundó en Canadá la primera Congregación Femenina
sin clausura de la historia de la Iglesia.
En 1652, Margarita se entera de que el gobernador de Montreal estaba
buscando una maestra de escuela para su pequeña colonia, y ella
interpretó esto como un signo de Dios, embarcándose rumbo a esta
joven
colonia
americana
para
servir
como
maestra.
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En 1657 inauguró la primera escuela de Montreal, que poco a poco va
recibiendo más alumnos. Como ya no podía darse abasto y le
preocupara también la educación de los niños indígenas, regresa a
Francia por ayuda. Un año más tarde retorna con cuatro jóvenes y
comienza a pensar en fundar una nueva congregación religiosa que
recibe el aliento del Rey de Francia, al que visita en un nuevo viaje en
busca de más jóvenes que quisieran vivir su llamado.
En 1676, el primer obispo de Quebec, Mons. Laval, quiere orientar a la
nueva comunidad según sus ideas; en 1683, el convento se incendia y
dos hermanas mueren carbonizadas, entre ellas su sobrina.
El nuevo obispo decide deshacer la comunidad e integrarla a las
ursulinas que vivían en claustro. Margarita lucha y reza para que se
manifieste la voluntad de Dios y finalmente, en 1698, las veinticuatro
primeras hermanas pudieron hacer la profesión de votos simples, en la
nueva Congregación.
Había fundado la primera escuela para indios en 1676. En 1679, había
ya dos jóvenes iroquesas en la congregación. En 1685, fueron invitadas
a Quebec, y allí fundaron la segunda de las más de doscientas casas
que tendrán más tarde.
Murió el 12 de enero de 1700 en Montreal, Canadá. Fue beatificada por
Pío XII en 1950 y canonizada en 1982 por Juan Pablo II.
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Jeanne Delanoue (Juana Delanoue) (1666-1736)
fundadora de la Congregación de Santa Ana de la
Providencia
JEANNE Delanoue nació en Saumur, en el valle del río Loira, el 18 de
junio de 1666. Era la menor de una familia de doce. Sus padres tenían
un negocio cerca del santuario de Notre-Dame-des-Ardilliers. Aunque
sólo seis años de edad cuando su padre murió, ella ayudó a su madre
de ejecución de la tienda con el fin de mantener a la familia. Sus
cualidades fueron notables: ella era hábil, enérgica e incansable, hasta
el punto de mantener la tienda abierta los domingos y días festivos.
El futuro era de ellas. Su "negocio" fue creciendo y prosperando. Fue
precisamente en este contexto de éxito que, a la edad de 27, poco
después de la muerte de su madre, una anciana, un fiel peregrino al
santuario de Notre Dame-des-Ardilliers, invitó a Jeanne a consagrarse a
los muchos pobres gente de su barrio.
A pesar de las responsabilidades que había acumulado, en respuesta a
esta convocatoria que se cree que viene de Dios, Juana se volvió hacia
los pobres. Se supone más de su tiempo cada día que hizo a sus
clientes hasta que finalmente se convirtió en su ocupación a tiempo
completo. En un tiempo no muy largo tenía a los pobres esperando a
que ella llegara a visitarlos, pero ellos vinieron a ella. En 1700, ella dio la
bienvenida con gusto a un niño en su casa, y poco después trajo a los
enfermos, los ancianos y los indigentes.
Con la necesidad de alojamiento para muchas, el único lugar para los
pobres fueron las grutas excavadas en la toba. Ella hizo lo más cómodo
que pudo, sin embargo eso fue necesario para que ella buscara
ayuda. Cuatro años después, en 1704, algunas jóvenes estaban
interesadas en ayudar a Jeanne y estaban dispuestas a llevar un hábito
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religioso si ella quería que lo hicieran. Fue así como la congregación de
Santa Ana de la Providencia había nacido. Bajo este nombre las
constituciones fueron aprobadas en 1709.
La tenacidad Jeanne Delanoue, con el apoyo de las mujeres dedicadas
que trabajaban con ella, trajo consigo la fundación de la primera casa de
Saumur para los pobres (en 1715) - una casa que el rey Luis XIV pidió
en 1672!
Muy rápidamente la propagación de caridad fuera de los límites de
Saumur y de su diócesis. Más que eso, había cuarenta ayudantes que
estaban bajo su dirección y que había tomado la decisión de seguir su
ejemplo de sacrificio, de oración y de mortificación.
A su muerte, 17 de agosto de 1736, Jeanne Delanoue dejó una docena
de comunidades, así como casas para los pobres y las escuelas. "El
santo ha muerto", dijeron en Saumur.
Todo el mundo puede admirar su celo y el trabajo que realizaba en las
numerosas visitas que recibió e hizo, pero sólo sus amigos más
cercanos sabían de su mortificación, su vida de oración y de unión con
Dios. Es de esto que su amor incansable procedió. Ella se sintió atraído
hacia todos los que sufren, pero sobre todo quienes son pobres-y Dios
sabe que fueron muchos durante los tristes años de los que quieres, de
frío, de hambre y de la guerra.
Las hermanas de Juana Delanoue, ya que simplemente se llaman hoy
en día, el número de alrededor de 400 hermanas en Francia, en
Madagascar, y en Sumatra, donde se inició en 1979.
El 05 de noviembre 1947 el Papa Pío XII beatificó Jeanne
Delanoue. Este 31 de octubre 1982 el Papa Juan Pablo 11 señala para
el pueblo de Dios, sin embargo, otro santo, Santa Juana Delanoue.
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Leopoldo Mandic (1866-1942)
capuchino
San Leopoldo ingresó muy joven en la Orden capuchina, deseoso de
trabajar por la unidad de las Iglesias, por lo que pidió permiso para
marchar a misiones. Pero los superiores, teniendo en cuenta su frágil
salud, lo dedicaron a la ardua tarea del confesionario, en la que
perseveró toda su larga vida, acogiendo y reconciliando a innumerables
penitentes de toda clase. Significativamente, Juan Pablo II lo canonizó
durante la celebración del Sínodo de los obispos sobre «la
Reconciliación».
El P. Leopoldo, llamado en el siglo Adeodato Mandic, nació en
Castelnovo de Càttaro o Herceg-Novi (Croacia) el 12 de mayo de 1866,
siendo el penúltimo de doce hijos. Todavía joven, se sintió llamado por
Dios a trabajar por la unidad de los Ortodoxos a la Iglesia católica. Para
ello, se trasladó a la región de Venecia y, a la edad de 16 años, ingresó
en el noviciado capuchino de Udine (Italia), con la ilusión de ir más tarde
a Oriente como misionero.
Ordenado de sacerdote en 1890, pidió a los superiores permiso para
marchar a misiones, pero nunca se lo concedieron, entre otras razones,
por su frágil constitución física y su delicado estado de salud, así como
un pequeño defecto de pronunciación que le hacía penosa la
predicación. No obstante, supo buscar la realización de su ideal allá
donde le enviaba la obediencia. Se dedicó a las diversas tareas que le
encomendaron los superiores, hasta centrarse en el ministerio de la
confesión.
Durante cuarenta años, y hasta la víspera de su muerte, estuvo siempre
dispuesto a acoger, escuchar, consolar y reconciliar a innumerables
penitentes en una pequeña habitación aneja al convento de los
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Capuchinos en Padua. Murió, a la edad de 76 años, el 30 de julio de
1942: mientras se preparaba para celebrar la misa, le dio un ataque
cerebral que le causó poco después la muerte, mientras sus hermanos
cantaban la Salve a la Virgen. Pablo VI lo beatificó el 2 de mayo de
1976, y Juan Pablo II lo canonizó el 16 de octubre de 1983, dentro del
Año Santo de la Reconciliación y precisamente durante la VI Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tenía como tema
central «La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia».
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Paula Frassinetti (1809-1882)
virgen, fundadora de la Congregación de Santa Dorotea
Paula Frassinetti es hija de Dios desde el día de su nacimiento, el 3 de
marzo de 1809, recibiendo el Bautismo este mismo día en la Parroquia
de San Esteban de Génova, su ciudad natal.
Nace después de José y Francisco. Paula crece serena en la casa
paterna, que se verá alegrada después con el nacimiento de Juan y
Rafael. Su madre es el ejemplo más vivo de virtud y la pequeña se abre
delicadamente a la gracia divina que obra en ella maravillas. Según el
plan de Dios, Ángela, su buena madre no tendrá tiempo de ver los
proyectos de Dios sobre su hija. Morirá dejando a Paula, todavía en la
edad del juego, al cuidado de la casa. Son días de desorientación y
dolor. Paula tiene 9 años.
No se ahorra fatigas y tiene con su padre, Juan Bautista, y con sus
hermanos atenciones amorosas y delicadas, que le exigen no pocas
renuncias y sacrificios.
Su Primera Comunión y el sacerdocio de su hermano José son
momentos de profunda reflexión para ella, que ya siente en su corazón
la llamada divina.
En la familia aprende a leer y a escribir y recibe la base de su formación.
Su hermano José, avanzado ya en los estudios de Teología, le habla de
las cosas de Dios y Paula escucha y acoge la palabra de Dios que
penetra en su corazón. Percibe la llamada para seguir más de cerca al
Señor y en ella resuenan profundamente las palabras del Maestro:
«Quién ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí».
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Pero... hay un pero. Su padre no está de acuerdo: ¿Qué hará sin su
Paulina? Y Paula se ve obligada a acallar ese deseo, esperando la hora
de Dios. Y llega la ocasión.
A los 19 años experimenta un momento de cansancio dado el ritmo de
vida agobiante al tener que desempeñar el papel de madre en la familia.
Su hermano Don José, ya Párroco de un pueblecito de la costa ligur la
hospeda durante algún tiempo. El aire puro de Quinto es un buen
remedio para su salud delicada. La vida en la parroquia es para ella un
campo de aprendizaje de obras de bien, y poco a poco, con su cordial
afabilidad atraerá a las jóvenes de aquel lugar. Todos los domingos van
al campo a hablar de Dios. Los encuentros se repiten con frecuencia y el
diálogo se extiende a otras jovencitas. Paula les revela el secreto de una
vida dedicada totalmente al Señor y descubre sus aptitudes y su
vocación de educadora. En torno a ella se forma un grupo comprometido
que vive en comunión de amor. En su mente se clarifica la idea de un
nuevo Instituto: así se lo confía a su hermano D. José.
Pronto, a pesar de los obstáculos y sufrimientos, el ideal será realidad.
Son seis las compañeras que superan los primeros momentos, tan
difíciles. Paula está decidida. En el signo de la cruz está el comienzo de
su obra, aquella cruz que ella amará durante toda su vida y que le hará
exclamar: «Quien más se sacrifica, más ama».
Así, el 12 de agosto de 1834, en el Santuario de San Martino in Albaro,
siete jóvenes ofrecen su vida a Dios. La Misa la celebra su hermano D.
José que las había preparado para ese paso tan importante. Son felices;
pocas horas después, pondrían la primera piedra de su Instituto;
comenzarían a vivir en comunidad, apoyándose en la única riqueza:
Jesucristo. En realidad, no tienen nada, son pobres en la casita de
Quinto que han elegido como primera morada.
Abren una Escuela para las niñas más pobres y así tienen que trabajar
aún de noche, para sobrevivir. No falta el entusiasmo, y de ahí los
primeros éxitos de la Escuela. Pero los caminos del Señor no son
nuestros caminos: los sufrimientos representan para Paula la prueba de
la Voluntad de Dios. El cólera infecta Génova y sus hijas están en
primera fila para llevar ayuda y consuelo.
En 1835, un sacerdote de la región de Bérgamo, D. Lucas Passi, amigo
de D. José, conociendo el celo apostólico de Paula, le propone acoger
en su Instituto la Pía Obra de Santa Dorotea, fundada por él con el fin de
acercarse a los jóvenes más pobres y necesitados en su ambiente de
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vida y trabajo. Paula percibe en la originalidad de esa obra su línea
educativa y la dimensión apostólica de su consagración y por eso no
duda en integrarla en las actividades de su Instituto. Sus hijas no se
llamaran ya «Hijas de la Santa Fe» sino Hermanas de Santa Dorotea.
Es un momento importante para la vida de aquella comunidad que ve
concretarse su inspiración original: «estar planamente disponibles en las
manos de Dios para evangelizar a través de la educación, dando
preferencia a los jóvenes y a los más pobres».
Surgen nuevas casas en Génova y después en el centro de la
cristiandad. Apenas siete años después de la fundación, el 19 de mayo
de 1841, Paula se encuentra en Roma, acompañada de dos novicias.
También aquí surgen nuevas dificultades: la primera casa tiene dos
pequeñas habitaciones situadas sobre un establo en el callejón de los
Santos Apóstoles. Paula acepta todo, le espera una gran recompensa:
será recibida por el Papa Gregorio XVI que se complace en la labor de
sus Doroteas. Es feliz: le ha hablado el Señor.
Las incomodidades y los sufrimientos aumentan: pobreza y
enfermedades afligen a aquellas heroicas hermanas que no tienen una
moneda para sus necesidades.
En 1844 el Papa confía a Paula la dirección del Conservatorio de Santa
María del Refugio, en San Onofrio. La madre con dulzura y caridad da al
ambiente un nuevo aspecto y una orientación decisiva para el futuro de
la Institución. Por su presencia en ella, la casa de San Onofrio será la
sede generalicia.
El 1846, un espíritu antirreligioso, más que un pensamiento político
invade Italia. En Génova son perseguidas también las Doroteas. Las
hijas de Paula viven momentos de fuerte persecución. La tempestad
llega también a Roma: Pío IX, sucesor de Gregorio XVI, se ve obligado a
refugiarse en Gaeta. Cardenales, Obispos y Prelados se alejan de la
capital. Paula permanece sola al frente de una comunidad numerosa y
con fe intrépida supera aquellos momentos dramáticos.
La borrasca se calma. Es el año 1850. Paula obtiene la tan deseada
audiencia con Pío IX, que para ella es como un padre. Va a Gaeta
empujada por el gran amor al Papa y a la Iglesia, recordando así el
gesto de Santa Catalina de Siena.
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Comienza la última etapa de la vida de la Fundadora, que podemos
definir como el periodo de la gran expansión, puesto que el Instituto,
además de consolidarse en Liguria y en los Estados Pontificios, extiende
su obra al resto de Italia y del mundo. De hecho surgen en Roma varios
Centros educativos y Paula inicia los trámites para abrir una casa en
Nápoles, un internado en Bolonia y un orfanato en Recanati.
En 1866 marchan las primeras hermanas misioneras a Brasil. En el
mismo año otra meta prometedora: Portugal.
Paula anima a sus hijas: «El Señor os llene de su Espíritu y os convierta
en otras tantas llamas ardientes que donde tocan encienden el fuego del
amor de Dios», les dice.
Las dificultades no cesan en el camino de los santos. Paula es una
mujer de gran fe «El Señor nos quiere apoyadas sólo en El y si
tuviéramos un poco más de fe, cuanto más tranquilas estaríamos en
medio de las tribulaciones».
Vive el abandono completo a la Voluntad de Dios «única perla que
debemos buscar» - dice ella - y que constituye su paraíso: «Voluntad de
Dios, eres mi paraíso».
En 1878 muere Pío IX, el Papa que en sus numerosos encuentros con la
Fundadora, tuvo siempre palabras de estima y de aliento para su obra
apostólica.
Paula siente que su ajetreada vida terrena va a acabar. Son las primeras
horas del día 11 de junio de 1882. Está serena.
Su muerte es dulce, tranquila y deja entrever los tesoros de su vida.
Invoca a la Santísima Virgen a quien tanto ha amado siempre: «Señora
mía, recuerda que soy tu hija».
8 de Junio de 1930, Paula es Beatificada! 11 de Marzo de 1984: hoy las
campanas de San Pedro repiten su toque festivo para anunciar que
Paula es Santa.
El himno de fiesta llega a los confines del mundo donde las Doroteas
trabajan por la gloria de Dios y la expansión de su Reino:
Europa: España, Inglaterra, Italia, Malta, Portugal y Suiza.
América del Norte: Estados Unidos.
América latina: Brasil y Perú.
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África: Angola y Mozambique.
Asia: Taiwán.
Y Paula «permanece viva en la Congregación a través del espíritu
profundo que la anima: buscar siempre y en todo la mayor gloria de
Dios en el mayor servicio a los hombres». (Cons. l).
103 mártires de la persecución en Corea (1839 - 1867)
Este grupo de 103 mártires, encabezados por el Pbro. Andrés Kim
Taegön, cuya memoria conjunta se celebra litúrgicamente el 20 de
septiembre, comprende cristianos de todo estado y condición, obispos,
presbíteros, laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños, que dieron
su testimonio en Corea, entre 1839 y 1867. Fueron beatificados en 1925
y canonizados por SS. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984.
Andrés Kim Tae-Gon, nació el 21 de agosto de 1821 en Solmoe
(Corea). Sus padres eran Ignacio Kim Chejun y Úrsula Ko. Era niño
cuando la familia se trasladó a Kolbaemasil para huir de las
persecuciones. Su padre murió mártir el 26 de septiembre de 1839.
También su bisabuelo Pío Kim Chunhu había muerto mártir en el año
1814, después de diez años de prisión. Tenía quince años de edad
cuando el padre Maubant lo invitó a ingresar al seminario.
Fue enviado al seminario de Macao. Hacia el año 1843 intentó regresar
a Corea con el obispo Ferréol, pero en la frontera fueron rechazados.
Se ordenó diácono en China en el año 1844. Volvió a Corea el 15 de
20
enero de 1845. Por su seguridad sólo saludó unos cuantos catequistas;
ni siquiera vio a su madre quien, pobre y sola, tenía que mendigar la
comida. En una pequeña embarcación de madera guió, a los misioneros
franceses hasta Shangai, a la que arribaron soportando peligrosas
tormentas.
En Shangai recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor
Ferréol el 17 de agosto de 1845, convirtiéndose en el primer sacerdote
coreano. Hacia fines del mismo mes emprendió el regreso a Corea con
el obispo y el padre Daveluy. Llegaron a la Isla Cheju y, en octubre del
mismo año, arribaron a Kanggyong donde pudo ver a su madre.
El 5 de junio de 1846 fue arrestado en la isla Yonpyong mientras trataba
con los pescadores la forma de llevar a Corea a los misioneros
franceses que estaban en China. Inmediatamente fue enviado a la
prisión central de Seúl. El rey y algunos de ministros no lo querían
condenar por sus vastos conocimientos y dominar varios idiomas. Otros
ministros insistieron en que se le aplicara la pena de muerte. Después
de tres meses de cárcel fue decapitado en Saenamt´õ el 16 de
septiembre de 1846, a la edad de veintiséis años.
Antes de morir dijo: ¡Ahora comienza la eternidad! y con serenidad y
valentía se acercó al martirio.
Pablo Chong Ha-Sang nació en el año 1795 en Mahyon (Corea) siendo
miembro de una noble familia tradicional. Después del martirio de su
padre, Agustín Chong Yakjong, y de su hermano mayor Carlos,
ocurridos en el año 1801, la familia sufrió mucho. Pablo tenía siete años.
Su madre, Cecilia Yu So-sa, vio cómo confiscaban sus bienes y les
dejaban en extrema pobreza. Se educó bajo los cuidados de su devota
madre.
A los veinte años dejó su familia para reorganizar la iglesia católica en
Seúl y pensó en traer misioneros. En el año 1816 viajó a Pekín para
solicitar al obispo algunos misioneros; se le concedió uno que falleció
antes de llegar a Corea. Él y sus compañeros escribieron al papa para
que enviara misioneros. Finalmente gracias a los ruegos de los
católicos, el 9 de septiembre de 1831 se estableció el vicariato
apostólico de Corea y se nombró su primer obispo encargando a la
Sociedad de las Misiones Extranjeras de París la evangelización de
Corea.
Pablo introdujo al obispo Imbert en Corea, lo recibió en su casa y lo
21
ayudó durante su ministerio. Monseñor Imbert pensó que Pablo podía
ser sacerdote y comenzó a enseñarle teología... Mientras tanto brotó
una nueva persecución. El obispo pudo escapar a Suwon. Pablo, su
mamá y su hermana Isabel fueron arrestados en el año 1839.
Aguantó las torturas hasta que fue decapitado a las afueras de Seúl el
22 de septiembre. Poco después también su madre y su hermana
sufrieron el martirio.
Lorenzo José Mario Imbert, nació en la diócesis de Aix-en-Provence.
Su familia residía en Calas, y era harto pobre. Es conmovedor saber
cómo aprendió a leer: un día encontró un centimillo en la calle, con el
compró un alfabeto y rogó a una vecina que le enseñara las letras. Así,
a fuerza de perseverancia, consiguió la preparación suficiente para
poder ingresar, en 1818, en el seminario de Misiones Extranjeras.
Después de dos años de estudios se embarca en Burdeos y marcha a
trabajar a China.
En plena tarea apostólica le sorprende el nombramiento de vicario
apostólico de Corea y su elevación al episcopado. En mayo de 1837 es
consagrado en Seu-Tchouen, y al terminar el año llega a Corea.
No era el primero en llegar. Le habían precedido ya otros dos
misioneros, llamados a compartir el martirio con él. Los dos franceses:
Pedro Filiberto Maubant, nacido en la diócesis de Bayeux, y Santiago
Honorato Castán, nacido en la diócesis de Digne. El primero había
venido directamente de Francia. El segundo había trabajado
anteriormente en Siam.
Inmediatamente pusieron manos a la obra. Ante todo fue necesario
aprender la lengua coreana, tributaria del chino, pero con muchas
analogías con los dialectos siberianos. Después pudieron ya ponerse de
lleno al trabajo apostólico.
Escuchemos a monseñor Imbert lo que era su vida: "No permanezco
más que dos días en cada casa que reúno los cristianos, y antes de que
amanezca el tercer día paso a otra casa. Me toca sufrir mucha hambre,
porque después de haberme levantado a las dos y media de la
madrugada, esperar hasta el mediodía y recibir entonces una comida
mala y floja, bajo un clima bajo y seco, no es cosa fácil. Después de
comer reposo un poco, y a continuación doy clase de teología a mis
seminaristas; después oigo confesiones hasta la noche. Me acuesto a
las nueve sobre la tierra cubierta de una lona y un tapiz de lana de
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Tartaria, porque en Corea no hay ni camas ni mantas. He tenido,
siempre un cuerpo débil y enfermizo, y a pesar de todo he llevado
adelante una vida laboriosa y bien ocupada; pero aquí pienso haber
llegado a lo superlativo y al nec plus ultra de trabajo. Ya os imaginaréis
que con una vida tan penosa no tengamos miedo al golpe de sable que
debe terminarla."
Todo esto había que hacerlo con el mayor secreto. Las quince o veinte
personas a las que había atendido cada día: confesiones, bautismos,
confirmaciones, matrimonios, etcétera, tenían que retirarse antes de la
aurora. Aun así, aquella vida no pudo prolongarse mucho tiempo. Dos
años después de su llegada, el 11 de agosto de 1839, monseñor Imbert
era detenido por los perseguidores.
Comprendió bien que había llegado el final de su vida. Y creyó un deber,
para evitar apostasías a los fieles seguidores, invitar a sus dos
compañeros a entregarse. La tarjeta enviada por el obispo, que era una
invitación al martirio, llegó primero al padre Maubant, quien la transmitió
a su compañero el padre Castán. Ambos obedecieron sin vacilar. Cada
uno redactó una instrucción para uso de sus fieles y luego en común
unas líneas dirigidas a toda la cristiandad coreana. Escribieron una
breve memoria para el Cardenal Prefecto de Propaganda Fide y una
carta a sus hermanos de las Misiones Extranjeras para encomendarles a
sus neófitos. En esta carta es donde alegremente, como si quisieran
aliviarles la pena, dicen que "el primer ministro Ni, actualmente gran
perseguidor, ha hecho fabricar tres grandes sables para cortar cabezas".
Todo esto llevaba la fecha del 6 de septiembre. Y una vez terminados
los preparativos, los dos misioneros se unieron a su obispo. Los tres
europeos comparecieron ante el prefecto y confesaron noblemente su
fe: "Por salvar las almas de muchos, no hemos vacilado ante una
distancia de diez millares de lys. Denunciar a nuestras gentes, y
hacerles daño, olvidando los diez mandamientos, no lo haremos jamás,
preferimos morir." Aquel mismo día 15 de septiembre recibieron la
primera paliza, con bastones. Otra nueva les esperaba, después de un
interrogatorio similar, el día 16. Por fin, el día 21 tuvo lugar el suplicio
final.
Les desnudaron hasta la cintura, y les asaetearon cruelmente, de arriba
a abajo, a través de las orejas, les colmaron de heridas y, por fin, los
rociaron de cal viva. Después de obligarles a dar por tres veces la vuelta
a la plaza, mostrándose al público que se burlaba de ellos, se les hizo
arrodillarse. Los soldados empezaron a correr en su derredor y al pasar
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les golpeaban con su sable. El padre Castán se puso instintivamente de
pie al recibir el primer golpe. Después se arrodilló junto a sus dos
compañeros, que estaban inmóviles. Al poco tiempo, los tres habían
muerto.
Pero no eran ellos solos. Antes y después iban a perecer en aquella
misma persecución otros muchos cristianos.
El primer lugar, un sacerdote nativo: el padre Andrés Kim. De acuerdo
con las mejores tradiciones del seminario de Misiones Extranjeras, los
misioneros se habían preocupado de ir preparando, en lo posible, un
clero nativo. Cuando ellos murieron, el padre Kim se esforzó por
conseguir que vinieran nuevos misioneros. En estos afanes le
sorprendieron los perseguidores. Después de larga estancia en la
cárcel, fue decapitado en 1846.
En la misma persecución murieron también diez catequistas y una
muchedumbre de fieles. De entre ellos se escogieron unos cuantos, a
quienes hoy veneramos en los altares: setenta y cinco héroes "nobles y
plebeyos, jóvenes y viejos, mujeres ya maduras y jóvenes en la más
florida edad, que prefirieron las cárceles, los tormentos, el fuego, el
hierro, las cosas más extremas a trueque de no apartarse de la religión
santísima. Para tentar su fe, los bárbaros verdugos recurrieron a los
tormentos más refinados. Unos fueron ahorcados, a otros les rompieron
las piernas, otros fueron azotados hasta la muerte, otros quemados con
planchas ardientes, otros enterrados vivos en nichos para que murieran
de hambre, y así todos cambiaron esta vida por otra inmortal y feliz.
Tantos y tan crueles suplicios los sufrieron todos con invicta fortaleza".
Tales son las palabras del Decreto de beatificación expedido por el papa
Pío XI. Porque, como ya anteriormente se había escrito en el Decreto de
tuto, aquella muchedumbre, en la que había incluso niños de quince y
trece años, "mostró tanta constancia en profesar la fe, que en manera
alguna pudo la rabia de los perseguidores llegar a vencerla. Ni las
cárceles largas y horribles, ni los tormentos crudelísimos, ni el hambre y
la sed, con la que ellos eran probados, ni otros horrendos suplicios, ni el
terror y los halagos de los jueces impíos, ni la edad juvenil o provecta, ni
el amor materno, ni la piedad filial, ni el dulce yugo del matrimonio,
fueron capaces de superar la fortaleza y firmeza de aquellos mártires".
No es extraño que muy pronto se extendiera por todo el mundo la fama
de su admirable ejemplo. Por eso, el papa Pío XI, superando las
dificultades de tipo jurídico que se oponían a su beatificación, pues
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resultaba muy difícil recoger las pruebas exigidas con todo el rigor
canónico, teniendo en cuenta que había certeza absoluta de la realidad
del martirio, los beatificó solemnemente en 1925. Su sangre, como
siempre ha ocurrido, fue semilla de nuevos cristianos, y hoy Corea, al
menos en su parte Sur, libre del comunismo, es una de las cristiandades
más florecientes y esperanzadoras de todo el Extremo Oriente.
Bárbara Kim Obi, nació en 1805 en Shi-heung, provincia de Kyonggi, en
el seno de una familia pobre, católica pero no muy devota. Su padre le
propuso matrimonio con un católico y ella contestó que prefería no
casarse, aunque ante la insistencia del padre, finalmente accedió.
Resultó que el esposo era pagano y no pensaba en absoluto convertirse.
Permitió que bautizara a la hija, pero no a los hijos varones, y tuvo
muchos problemas religiosos con su marido, hasta que enviudó. A los 30
años se colocó como criada, y en la casa de su señora conoció de
verdad a Dios, y adhirió al Señor de todo corazón. Cuando enviudó se
dedicó a la oración y las buenas obras, y tuvo el consuelo de que,
habiendo llegado sacerdotes, pudo dirigirse espiritualmente con ellos.
Bárbara Yi era al momento del martirio una jovencita de 15 años, nacida
en Ch'ongp'am, Seúl, en 1825, que era sobrina de santa Magdalena Yi
Yong-hui y de santa Bárbara Yi Chong-hui, quienes también darían la
vida por la fe y serían canonizadas con su sobrina, y con quienes había
ido a vivir a la muerte de sus padres.
Magdalena Yi Yong-Hui, nació en Pongchon, Seúl, el año 1809. Era hija
de la también mártir santa Magdalena Kye-im. Educada cristianamente,
ella y su hermana mayor decidieron guardar virginidad para servir con
mayor libertad al Señor. Pero cuando su padre quería a todo trance
casarla, decidió irse a Haktari, en Hanyang, la capital.
El día antes de cumplir los diecisiete años le reveló a una criada su
propósito de marcharse. Tomó un hatillo de ropas y, acompañada por la
criada, salieron al día siguiente para la capital siguiendo a su padre que
ese día iba allí. Llegó a casa de su tía Teresa, le contó su historia y la tía
le permitió quedarse y vivir tranquilamente allí. Como ella dejó en la
cercanía de la casa ropa ensangrentada pensaron que algún animal la
había atacado y el padre al saberlo volvió urgentemente a casa. Supo el
padre que Magdalena rehusaba casarse con el novio que él la había
buscado y pensó que él era el responsable de la muerte de su hija. Tres
meses más tarde la tía mandó a la madre de Magdalena un recado
secreto tranquilizándola respecto a su hija y diciéndole que se
encontraba a salvo en su casa. La madre, hasta entonces hundida por la
25
pena, respiró, y el padre al ver la mutación de su esposa empezó a
sospechar. La madre le contó la verdad y él fue a la capital a asegurar a
su hija que podía seguir su propio camino. Luego de estar un tiempo con
su tía, Magdalena pasó por otras casas y finalmente, por intervención de
un sacerdote, pudo poner su propia casa.
Cuando su hermana Bárbara quedó viuda, se fue a vivir con ella y
compartieron ambas la vida durante años, y recibían la visita de su
madre en Navidad y Pascua. Llegada la persecución de abril de 1839,
Magdalena fue una de las cristianas que se decidieron a ofrecerse
espontáneamente a las autoridades y así se presentaron como cristianas
a los soldados que buscaban a Agustín Yi Kwang-hon. No las tomaron
en serio y las mujeres persistieron, y como prueba les enseñaron sus
rosarios. Entonces los soldados las llevaron a la cárcel. Al día siguiente
fueron interrogadas e invitadas a renunciar al cristianismo. Ellas
contestaron que no traicionarían al Señor aunque les costase la vida. Las
autoridades estaban perplejas y las interrogaron un día tras otro
comprobando la convicción con que se confesaban cristianas. Los
guardias las golpearon en las rodillas pero las mártires se mantuvieron
firmes. Les pegaron aún más fuerte pero sin resultado. La sangre caía
desde las heridas al suelo.
Había otros muchos presos cristianos en la cárcel y se declaró una
epidemia de tifus. Faltaba agua y alimentos y la situación se hizo muy
dura. Empezaron las apostasías. San Pedro Maubant, el misionero
francés que había ido a Corea luego de tanto tiempo de ser solicitados
misioneros, animaba a los presos diciéndoles que si morían de miseria
en la cárcel, ello no era menor martirio que morir a espada. Por fin las
espontáneas confesoras de la fe fueron llevadas ante el Ministro de
Justicia, ante el que repitieron su confesión de fe y su negativa a
apostatar. Como consecuencia, en el día señalado Magdalena junto con
sus compañeras fue decapitada.
Teresa Yi Mae-Im, nació en 1788 en Pongcheon, Seúl. Era tía de la
mártir anterior. Se había casado con un hombre no católico pero se
quedó viuda con sólo 20 años. Volvió a la casa paterna y entonces tuvo
lugar su encuentro con una persona católica que la llevó a la Iglesia.
Una vez bautizada, hacía propaganda cristiana entre sus familiares y
amigos. Cuando Magdalena, su sobrina, como queda dicho, huyó de su
casa, ella la recibió en la suya. Fue una de las que se presentaron
espontáneamente a los soldados, padeciendo interrogatorios, tortura,
cárcel y finalmente decapitación.
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Marta Kim Song-Im nació en Pupyong, provincia de Kyonggi, el año
1787, y antes de ser cristiana estuvo casada dos veces. La primera vez
con un hombre con el que no era posible llevarse bien por el carácter
irascible del mismo, tanto que ella optó por separarse. Simplemente se
marchó de casa y se fue a vivir a Han-yang. Aquí se unió a un ciego que
se ganaba la vida echando las cartas y con él contrajo matrimonio y vivió
muchos años. Tendría unos cincuenta años cuando, mediante un vecino
católico, conoció el cristianismo. Murió el marido ciego, con quien la vida
tampoco había sido fácil, y entonces comenzó a ganarse la vida
trabajando como criada doméstica y lo hizo en varias casas católicas.
Pudo así conocer el cristianismo más de cerca y comenzó a admitir en
su corazón la fe y a valorar desde ella los sucesos de su vida pasada.
Conoció por entonces a Teresa Yi Mae-im, la mártir anterior. Llegada a la
fe y bautizada, residía con Teresa y fue una de las que
espontáneamente confesaron su cristianismo, siendo apresada,
torturada y condenada a decapitación.
Lucia Kim, nació en Kangchon, Seúl, el año 1818 en el seno de una
familia aristocrática. La familia ya se había mudado a Kongdok cuando
murió su padre, que dejaba quince hijos, siendo Lucía la más pequeña.
Su madre estaba todavía muy impactada por la muerte del esposo
cuando un vecino católico se acercó a ella a brindarle el consuelo de la
religión cristiana. Con motivo de esta influencia toda la familia se hizo
cristiana. Lucía se aprendió el catecismo de memoria con sus solos
nueve años, y fue bautizada por un sacerdote recién llegado a Corea.
A los 14 años Lucía decidió guardar su virginidad y consagrarla al Señor.
Al morir su madre se encontró en la mayor pobreza, y aunque la
ayudaban personas caritativas, conoció bien lo que es el hambre. Una
vez que llevaba varios días sin alimentos la visitó su hermana mayor y se
extrañó que no hubiera vendido cosas de la casa para poder comer. Ella
respondió que dejaba la venta de las cosas para cuando hubiera de
comprar zapatos porque la policía venía por ella. Significó con ello que
estaba a la espera del martirio. Una cuñada suya la visitó y ella le regaló
una cuchara diciendo que ya le quedaba poco tiempo para poder usarla
y le aconsejó que si la arrestaban a ella no perdiera la oportunidad del
martirio. Estaba en la casa de Teresa Yi Mae-im hablando sobre la
persecución religiosa cuando decidió con las otras compañeras
presentarse espontáneamente a los soldados. Siguió su arresto, prisión,
torturas, juicio y muerte por decapitación.
Rosa Kim era natural de Seúl, donde había nacido el año 1784 en el
seno de una familia pagana. En su juventud contrajo matrimonio pero
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posteriormente se separó su marido de ella. Entonces se fue a vivir con
una pariente suya que era católica y por ahí vino a conocer el
cristianismo. A pesar de ser ya mayor se dedicó con gran esfuerzo a
aprenderse la doctrina cristiana. Inteligente y comunicativa, no sólo ella
se hizo cristiana sino que era feliz comunicando su fe a otros. Vivía
cristianamente y cuando tenía oportunidad recibía los sacramentos. Los
demás católicos la consideraban una cristiana modelo. Arrestada el 16
de enero de 1838, pasó por varias cárceles y mostró siempre gran
firmeza y serenidad. Al comparecer ante el juez, vio que estaban allí
preparados los instrumentos de tortura. Se los señaló el juez pero ella
señaló que nunca se separaría de Dios y que le tenía ofrecida su vida.
Torturada y luego sentenciada a muerte, la ejecución se retrasó hasta el
citado 20 de julio de 1839.
Ana Kim Chang-Gum, nació en Seúl en una familia católica el año
1789. Educada cristianamente, desde joven se adhirió de todo corazón a
los principios del cristianismo. Tenía espléndidas dotes naturales de
inteligencia y habilidad. Llegada a la edad nupcial contrajo matrimonio,
pero su esposo murió al poco tiempo. Se dedicó entonces al cuidado de
su madre, y tuvo el consuelo de que llegara un sacerdote y le
administrara a la anciana el sacramento de los enfermos. Tuvo como
vecino a San Juan Bautista Yi Kwang-nyol que estaba destinado por
Dios a compartir el martirio con su cristiana vecina. Ambos se conocieron
y se animaron a vivir cristianamente, y juntos pusieron un pequeño
negocio del que sacaban su sustento. Ambos fueron arrestados el 8 de
abril de 1839 con María Kwi-im. Interrogada Ana confesó abiertamente
su fe y se negó a apostatar como enseguida se le exigió bajo amenazas.
Posteriormente sería torturada, sometida a juicio y condenada a muerte.
Detenida en la cárcel, pasó hambre, sed, enfermedad y malos tratos
hasta que llegó el día de su ejecución.
María Won Kwi-Im, nació en Yongmo Ri, Koyang Kun, provincia de
Kyonggi, el año 1818. Muy niña perdió a su madre y estuvo algún tiempo
con su padre, pero se la llevó su tía Lucía Won, que era cristiana y
preparó a la niña para el bautismo, que recibió a los quince años de edad
tomando el nombre de María. Se le ofreció un matrimonio pero ella
decidió permanecer virgen y ofrecerse al Señor, por lo que vestía como
las mujeres casadas. Cuando en la noche del 8 de abril de 1839 la
policía rodeó la casa de su tía Lucía, intentó María huir pero se topó con
un conocido que la entregó a la policía. Muy impactada por el arresto, se
serenó luego y aceptó la voluntad de Dios, confesó la fe en el
interrogatorio y se negó a apostatar. No lo consiguieron tampoco las
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torturas. Se mantuvo firme en el juicio y en los malos tratos de la cárcel
hasta que fue decapitada en la fecha señalada.
Juan Bautista Yi Kwang-Nÿol, nació el año 1795 en Kwangju, provincia
de Kyonggi, y era hermano del también mártir San Agustín Yi Kwanghon. Pertenecía a una familia aristocrática. Había oído ya hablar del
cristianismo cuando su hermano Agustín, tras su conversión, le invitó
expresamente a hacerse católico y él estuvo de acuerdo, pese a ser ya
entonces una religión prohibida en el reino. Comenzó a vivir con
intensidad su nueva fe. Se hizo cargo de su madre y vivió con ella cerca
de la casa de Agustín. Su pobreza le impidió casarse.
Los cristianos lo incluyeron varias veces en el grupo que fue a Pekín
para pedir misioneros a Corea, y fue en uno de estos viajes cuando
recibió el bautismo y tomó el nombre de Juan Bautista. Decidió entonces
no contraer matrimonio nunca para estar libre al servicio de la Iglesia.
Vivía con gran espíritu ascético. La Iglesia utilizó sus servicios como
catequista. Se incrementó la persecución y el 8 de abril de 1839 fue
arrestado junto con su anciana madre. Presenció el interrogatorio y
maltrato infligido a su hermano Agustín, arrestado también ese día, e
invitado a apostatar se negó firmemente. Llevado a juicio y torturado,
permaneció firme. Condenado a muerte, no se le ejecutó junto con su
hermano porque una ley prohibía ejecutar a dos hermanos al mismo
tiempo. Por ello fue dejado para otra fecha, que fue finalmente el 20 de
julio de 1839.
Agustín Yi Kwang-hon, nació en 1787 en Kwangju, en el seno de una
aristocrática familia, de la que varios miembros se habían convertido al
cristianismo y sido mártires en la persecución de 1801. Al tiempo de su
martirio estaba casado con santa Bárbara Kwon Hui, cuyo martirio se
celebra el 3 de septiembre, y a la vez padre de santa Águeda Yi (31 de
enero). Luego de una juventud despreocupada, se convirtió al
cristianismo y llegó a ser un celoso catequista, en cuya casa se
realizaban reuniones de oración y lectura de las Escrituras. Arrestado en
abril de 1839, confesó la fe, se negó a abandonarla y fue torturado y
condenado a muerte.
Águeda Kim A-gi era catecúmena al tiempo de su arresto y prisión.
Tenía 52 años, nació en Seúl el año 1787 y era viuda. Ni su familia ni su
marido habían sido cristianos, pero una hermana suya se hizo católica y
le habló con entusiasmo de su nueva fe, dejándola impresionada. Tuvo
mucha dificultad en aprender la doctrina cristiana, pues no lograba
retener las lecciones del catecismo, no obstante lo cual repetía con
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mucho fervor: «Jesús, María». Una vez arrestada, los compañeros
volvieron a explicarle los misterios de la fe y fue bautizada en la cárcel
con gran alegría suya, pasando del bautismo al martirio.
Damián Nam Myong-hyog, llamado también Mun-hoa, nació en Munan,
Seúl, el año 1802. Llevó una juventud descuidada moralmente, pero un
día presenció el martirio de varios cristianos y quedó vivamente
impresionado de la mansedumbre y alegría con que los condenados
enfrentaban la muerte. Entonces se convirtió y cambió de vida,
estudiando la religión con gran interés. Una vez bautizado fue un
decidido apóstol seglar, y se le nombró catequista junto con san Agustín
YI Kwang-hon. Casado con la futura mártir santa María Yi Yon-hui,
tuvieron un hijo. Luego de torturados, tanto él como su esposa e hijo,
Damián fue condenado a muerte por ser cristiano. Murió dando gracias a
Dios por la gracia del martirio.
Magdalena Kim O-bi, de 45 años de edad - nació en Seúl en 1774-, era
al tiempo de su martirio viuda, y venía siendo asidua colaboradora de los
misioneros. Había llegado a la fe en la infancia y maduró como cristiana
fervorosa que deseaba servir de todo corazón al Señor. Viuda ya, y
muerta también su madre, a la que cuidaba, se ofreció a la Iglesia para
un mayor apostolado y se le encomendó hacerlo entre sus vecinos,
logrando conversiones en su entorno y bautizando en peligro de muerte
a algunos de ellos. Llegada la persecución fue arrestada en septiembre
de 1836 y llevada a la cárcel. Confesó con valentía la fe y fue condenada
a muerte.
Bárbara Han A-gi, de 47 años de edad, nació en Kwang-ch'on, Seúl, el
año 1792, desempeñaba en la misión el puesto de catequista y de
enfermera. Hija de madre católica, había aprendido de ella la religión y la
practicó en su adolescencia, pero se enfrió religiosamente cuando se
casó con un pagano, hasta que su madre y otros católicos la animaron a
volver a la práctica religiosa. En 1822 perdió trágicamente a su marido y
a sus hijos y volvió a la casa de su madre. Desde entonces colaboró
fervorosamente con la Iglesia. Arrestada con la mártir anterior, soportó la
cárcel y los malos tratos, se sostuvo en la confesión de la fe y fue
condenada a muerte.
Ana Pak A-gi, mujer de 46 años al tiempo de su martirio, nació en
Kangch'on, Seúl, en 1783, dio una espléndida confesión de fe
arrancándose de su familia por amor de Cristo. Nacida en una familia
católica en un pueblecito de la ribera del río Han, tenía poca memoria a
la hora de aprenderse el catecismo, pero ella misma decía que si su
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memoria era poca, su amor a Cristo era mucho. A los 18 años se casó
con un católico y tuvo con él dos hijos y tres hijas, a los que procuró
educar en el camino del Señor. Cuando comenzaron en la primavera de
1836 los arrestos de católicos ella habló a sus hijos de la gracia del
martirio. Poco después ella, con su marido y su hijo mayor, eran
arrestados.
Su marido y su hijo, ante las torturas, apostataron, pero ella, pese a que
las torturas le fueron redobladas, perseveró en la fe. Su marido y su hijo
venían cada día a la prisión a pedirle que apostatara ella también y
salvara su vida en bien de la familia, y le ponían al corriente del dolor de
todos los otros miembros de la familia al pensar que iban a perderla. Ella,
llena de angustia ante estas tentaciones que se le presentaban, no
quería, sin embargo, apartarse de Cristo y tuvo valor no solamente de
rechazar la apostasía sino de pedirles a su marido y a su hijo que se
volvieran ellos atrás de su apostasía. En vista de su fortaleza acudieron
amigos de la familia a la cárcel e insistieron ante ella poniéndole toda
clase de argumentos y llamándola «corazón de piedra» al negarse a
decir una sola palabra que hubiera podido devolverla a su hogar. A estas
tentaciones venidas de fuera se unía la debilidad de su cuerpo por las
torturas. El juez le insistió en que siguiera el ejemplo de su marido pero
ella le anunció que moría con gusto por Cristo. Y fue condenada a
muerte.
Águeda Yi So-sa, nació en Ich'on, provincia de Kyonggi, el año 1784 y
era viuda al tiempo de su martirio. Luego de una serie de contratiempos
familiares -viudez, ausencia de hijos, la penosa situación en que quedó
su casa paterna tras la muerte de su padre-, buscó en la fe cristiana
respuesta al vacío espiritual que sentía. Por fin ella y su hermano se
bautizaron, tomando los nombres de Águeda y Pedro respectivamente.
No se sabe la fecha del bautismo, que seguramente les fue administrado
por un catequista al no haber sacerdotes. Tampoco se sabe cuándo se
mudaron de su pueblo a Hayang, pero quizás fuera por asegurarle a
Pedro una mejor formación cristiana. Ambos pudieron por fin recibir la
comunión cuando un sacerdote chino vino a Corea en 1834. Pero en
febrero de 1835 ambos hermanos fueron arrestados. Su interrogatorio
estuvo acompañado de torturas porque querían sacarles los nombres de
los católicos. La tortura fue horrible y Águeda animó cuanto pudo a su
joven hermano. Días más tarde volvió a ser torturada y se dice que su
cuerpo quedó como una masa sanguinolenta. Ella repetía: No traicionaré
a la Iglesia. Pasaron a la prisión de la corte, en Seúl. Tuvo lugar un juicio
en varias sesiones y ambos hermanos fueron condenados a muerte. Al
no ser confirmada enseguida la sentencia, se les dejó en la prisión.
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Pedro murió en ella, y su martirio se conmemora el 25 de noviembre, y
Águeda fue martirizada por decapitación el año 1839.
Lucía Pak Hui-sun nació en Seúl el año 1801 en el seno de una familia
rica, en la que recibió una esmerada educación, dominando las lenguas
y literaturas coreana y china. Era hermana de Santa María Pak K'un-agi.
La familia, y ella misma por un tiempo, estaban vinculadas al palacio
real. Su padre, enemigo del cristianismo, le dijo que si se hacía cristiana
no podría vivir en su casa, y entonces ella buscó alojamiento en casa de
un pariente, donde vivió con mucha modestia y sencillez, atrayendo a
aquella casa a la fe cristiana. La policía los arrestó el 15 de abril de 1839
y fueron llevados a la cárcel. Se le indicó que era impropio de una joven
de palacio ser cristiana, pero ella se reafirmó en su fe y se la torturó sin
misericordia, hasta que fue condenada a muerte. Su hermana sería
matada unos meses más tarde (3 de septiembre).
Pedro Kwon Tu-gin nació en la provincia de Kyonggt en 1805 en el
seno de una familia aristocrática que profesaba la religión católica.
Perdió a su padre en la infancia y a su madre en la adolescencia, pero
no antes de que ella le hubiera transmitido su entusiasmo y fervor por la
religión cristiana. El 16 de enero de 1839 Pedro, su esposa y su cuñado
fueron arrestados. Pedro permaneció firme, pero su esposa y cuñado
ante las torturas apostataron. Pedro les escribió desde la prisión
invitándoles a volver a la fe. Se le acusó de hacer crucifijos y pintar
imágenes sagradas. Condenado a muerte, marchó al suplicio lleno de
felicidad y ánimo.
Cecilia Yu So-sa, nació en Seúl, capital -hoy en día- de Corea del Sur,
en 1761. Casada, sus hijos fueron los santos Pablo Hasang Chong y
Jung Hye. Luego de quedar viuda, fue privada de todos sus bienes y
encarcelada a causa de su fe cristiana.
En Seúl, de Corea, santa Cecilia Yu So-sa, mártir, que, siendo viuda, en
odio a la fe la despojaron de sus bienes, la encarcelaron y fue
interrogada hasta doce veces, y, casi octogenaria, de tal modo la
atormentaron con azotes que murió en la cárcel (1839).
Francisco Ch‘oe Kyong-hwam, catequista, nació en la provincia de
Chungchong el año 1805 en el seno de una familia cristiana. A los 14
años contrajo matrimonio con María Yi Song-rye y tuvo con ella cinco o
seis hijos. Gracias a su fe y convicciones cristianas logró domeñar su
fuerte carácter. En 1836, cuando llegó a Corea el primer envío de
misioneros, el santo P. Maubant decidió preparar algunos jóvenes al
32
sacerdocio y uno de ellos fue Tomás Choe Yang-op, hijo de Francisco.
Él fue también el fundador de la aldea cristiana de Mount Suri en la
provincia de Kyonggi, ganándose la vida los vecinos con una plantación
de tabaco y pudiendo vivir todos allí libremente su fe.
En 1839 fue nombrado catequista. Pero ese mismo año llegó la
persecución y Francisco ayudó cuanto pudo a los católicos
encarcelados. La noche del 31 de julio de ese año la policía irrumpió en
la aldea. Al verla llegar, Francisco propuso a los demás fieles aceptar la
detención y dar testimonio valiente de la fe. Se produjo así el arresto y la
conducción a la prisión. En el interrogatorio Francisco confesó la fe y el
juez mandó torturarlo hasta que apostatara. No se consiguió y hubo de
permanecer los siguientes meses en la prisión. Confirmó su confesión
de fe en el interrogatorio del 11 de septiembre, padeciendo una paliza
de cincuenta golpes de cañas, de resultas de lo cual murió al día
siguiente.
José Chang Song-jib, nació en 1786 en la provincia de Kyonggi, en el
seno de una familia obrera de religión pagana. Contrajo matrimonio y
quedó viudo; volvió a casarse y volvió a enviudar, pasando por una
fuerte crisis moral. Persona seria y responsable, era bien apreciado
entre sus vecinos. Cuando conoció el cristianismo, empezó con ilusión el
catecumenado, pero la encarnación del Hijo de Dios y su concepción
virginal le resultaban muy difíciles de creer. Abandonó entonces el
catecumenado, se puso a criticar abiertamente los dogmas cristianos, y
llevó una vida completamente al margen del cristianismo. Sus amigos
católicos quisieron atraerlo de nuevo, pero todo fue en vano, hasta que
un día una conversación con uno de ellos le llegó al corazón. Decidió
entonces volver al catecumenado y ajustar su conducta al evangelio.
Convertido sinceramente al cristianismo, fue bautizado en abril de 1838,
recibió la confirmación, y fue en adelante un creyente convencido y
fervoroso en la práctica de la religión. Cuando llegaron las
persecuciones, admiró el modo como los mártires confesaban
públicamente su fe al precio de su vida, y quiso presentarse
espontáneamente, pero lo persuadieron de que no era ése el camino.
Sin embargo al tiempo fue acusado de ser cristiano y, arrestado el 18 de
mayo de 1839, fue llevado ante las autoridades, ante las que testimonió
valientemente su fe, y se negó a apostatar tal como le invitaban para
salvar su vida. Luego lo sometieron a torturas, en las cuales mostró gran
fortaleza y paciencia; el 26 de mayo le dieron 25 golpes de bastón, pero
ya estaba muy debilitado y, llevado a su celda, expiró. Fue canonizado
el 6 de mayo de 1984.
33
Juan Yi Yun-il, en la aldea de Daegu, en Corea, siendo padre de
familia, campesino y catequista, hubo de soportar azotes y luxación de
todos sus miembros, manteniéndose constante en la fe cristiana, con lo
que alcanzó con buen ánimo el martirio al ser degollado. Fue la última
víctima de la gran persecución en esta nación (1867).
Carlos Hyon Song-mun, siendo catequista, hizo largas y difíciles
gestiones para facilitar la llegada de misioneros a su país, y finalmente,
encarcelado junto con otros cristianos, nunca dejó de exhortar a los
compañeros hasta que, por Cristo, murió decapitado.
Antonio Kim Song-u, cristiano coreano fervoroso y militante, casado y
de 46 años de edad al tiempo de su martirio en Seúl. Durante la
persecución reunía en su casa a los cristianos para que la lectura de la
Escritura santa y la oración común les sirviera a los fieles de consuelo y
aliciente para perseverar en la fe. Arrestado y condenado a muerte, fue
estrangulado en la cárcel el 29 de abril de 1841.
Andrés Chong (Tyong) Hwagyong, catequista que colaboró con el
santo obispo Lorenzo Imbert, haciendo de su casa un refugio para los
cristianos y, por esta razón, fue herido cruelmente y estrangulado en la
cárcel (1840).
Andrés Kim Taegòn, presbítero, que dedicado durante dos años y con
gran celo a la labor sacerdotal, fue decapitado con glorioso martirio. Su
memoria se celebra el veinte de septiembre.
José Cho Yun-ho, que, todavía joven, siguiendo las huellas de san
Pedro Cho Hwa-so, su padre, murió ahorcado a causa de su nombre
cristiano (1866).
Pablo Chong Ha-sang y Agustín Yu Chin-gil. Pablo coordinó la
primera comunidad de cristianos durante veinte años de persecución, y
el segundo escribió una carta al papa Gregorio XVI pidiéndole
presbíteros para Corea. Ambos catequistas fueron decapitados a causa
de su fe, después de crueles suplicios.
Pablo Ho Hyob, siendo soldado, fue encarcelado por confesarse
cristiano y, sometido a tormento, sus fuerzas cedieron y pareció que se
retractaba, pero, arrepentido, él mismo se presentó ante el juez
34
confirmando su fe en Cristo, por lo cual, encarcelado de nuevo, después
de largo tiempo falleció a consecuencia de los golpes recibidos (1840).
Pedro Ch’oe Hyong y Juan Bautista Chon Chang- aun siendo padres
de familia, se distinguieron por administrar el bautismo y publicar libros
cristianos, razón por la que fueron entregados al suplicio,
manteniéndose tan constantes en la fe que causaron la admiración de
sus perseguidores (1866).
Pedro Yi Hoyong, siendo catequista, fue hecho prisionero por unos
sicarios, juntamente con su hermana Águeda Yi So-sa, y permaneciendo
firme en la confesión de la fe, después de quebrarle por tres veces los
huesos le mantuvieron cuatro años en la cárcel, donde finalmente murió,
siendo el primero del glorioso escuadrón de los mártires (1838)
Pedro Yu Chong-nyul, siendo padre de familia, mientras leía a los fieles
congregados durante la noche en casa del catequista, fue apresado y
azotado hasta la muerte por su condición de cristiano (1866)
Pedro Yu Tae-ch´ol, nació en 1826 en Ipjeong, cerca de Seúl. A la edad
de trece años -aproximadamente, porque no sabemos la fecha exacta
de su nacimiento- fue encarcelado en Seúl por los enemigos de la fe
cristiana. Durante su estancia en la cárcel no paró de exhortar a los
demás presos para soportar las torturas a que fueron sometidos.
Padeció también él enormes sufrimientos, y consumó su martirio por
estrangulación.
Protasio Chong Kuk-bo, era un cristiano seglar coreano, que llegará a
dar su vida por la fe en medio de la terrible persecución que sufrió el
cristianismo coreano para que no arraigara en el país. Había nacido en
Songdo, provincia de Kyonggi, el año 1799 en el seno de una familia de
clase alta y rica; pero su padre no supo conservar el capital y cayó en la
pobreza, marchando entonces con su familia a Hanyang, donde el joven
hubo de ganarse la vida con el trabajo de sus manos. Era un muchacho
de buen carácter y nobles sentimientos. Cuando tenía treinta años entró
en contacto con el catolicismo, pero no fue hasta años más tarde
cuando se bautizó. Se colocó luego como criado de la casa que servía
de morada y hospedería al sacerdote y a otros católicos. Contrajo
matrimonio, y tanto él como su esposa eran buenos cristianos. Pero
pasaron por varias pruebas: él tenía poca salud y todos sus hijos se les
morían. Mostró paciencia ante estas desgracias y siguió viviendo como
un buen creyente.
35
En marzo de 1839 comenzó la persecución contra el cristianismo. La fe
en estas condiciones se les hizo a muchos muy difícil, y ello llevó a
apostasías teóricas o prácticas. Protasio fue arrestado y, pese a las
torturas durante su detención, confesó la fe, pero quedó muy débil, y
ante las palabras tentadoras del Juez de darle la libertad si apostataba,
tuvo la desgracia de sucumbir. Pero su conciencia no le dejaba vivir
tranquilo; volvió a la fe, y lavó en la confesión su apostasía. decidió
entonces presentarse de nuevo al Juez y desdecirse de su caída. Pero
los guardias le dijeron que lo hecho no tenía arreglo, y no le dejaron
hablar con el Juez. Volvió al día siguiente, también inútilmente, y un
tercero también, pero volvió a ser rechazado. Entonces se sentó a la
puerta del tribunal, y cuando salía el Juez le hizo saber su
arrepentimiento por la apostasía, lo que trajo consigo su arresto y
detención. En el juicio confesó la fe cristiana, y los muchos tormentos
que sufrió, y la cárcel misma, no le hicieron volverse atrás, perseverando
hasta dar la vida por Cristo en la propia cárcel, en Seúl, el 20 de mayo
de 1839.
Estos santos forman parte de los 103 mártires canonizados por S.S.
Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.
36
Miguel Febres Cordero (1854-1910)
religioso, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas
Cristianas
En 1863 los Hermanos de las Escuelas Cristianas abren una escuela en
Cuenca (Ecuador). Entre los primeros alumnos figura Francisco Febres
Cordero, nacido el 7 de noviembre de 1854. La educación cristiana
comenzada en la familia recibe en la escuela nuevo impulso y
desarrollo, gracias sobre todo a la lección de catecismo y al ejemplo de
los educadores, y así vemos cómo la estrella de la vocación lasaliana no
tarda en despuntar en el espíritu abierto del joven ecuatoriano. La
oposición que encuentra por parte de sus padres, que quisieran
encaminarlo hacia el sacerdocio, no le desalienta. Francisco, que desde
sus más tiernos años acostumbra confiar a la Virgen todas sus cuitas,
encuentra en Ella la fuerza para seguir adelante en su propósito.
Finalmente, el 24 de marzo de 1868, obtiene de su madre la
autorización para ingresar en el noviciado de los Hermanos: es la
víspera de la fiesta de la Anunciación. Al revestir el hábito lasaliano,
Francisco recibe el nombre de Hermano Miguel.
Con ello no cesa sin embargo la lucha por la fidelidad a su vocación. El
padre de Francisco, aun habiendo aceptado la decisión de su esposa,
no escribe a su hijo una sola línea en cinco años. Entre tanto, el
Hermano Miguel inicia su apostolado en las escuelas lasalianas de
Quito. El joven profesor sobresale en la enseñanza de la lengua y
literatura españolas y, ante la carencia de manuales y libros de texto
apropiados, se decide a componerlos él mismo. El gobierno ecuatoriano
no tardará en adoptarlos para todas las escuelas del país. Con el correr
de los años el Hermano Miguel dará a la imprenta otras obras, sobre
todo del campo de la lírica y de la filología, las cuales le abrirán las
puertas de la Academia Nacional. Compondrá también catecismos para
la infancia, siendo la catequesis el campo preferido de su actividad
37
apostólica. De modo especial, reclamará y obtendrá siempre para sí el
privilegio de preparar a los niños a la Primera Comunión, dedicándose a
esta delicada labor hasta 1907, fecha de su viaje a Europa. Este asiduo
contacto con los niños contribuirá a forjar una de las características más
notables de su espiritualidad: la sencillez evangélica: «Sed sencillos
como palomas». «Si no os hacéis como parvulitos no entraréis en el
reino de los cielos». De esa sencillez será expresión su tierna devoción
al Niño Jesús. Con la sencillez evangélica brillan también en él las
virtudes propias de la vida religiosa: la pobreza, la pureza, la obediencia.
Sobre todas ellas resplandece la caridad, que se nutre en la piedad
eucarística y en la devoción a la Virgen. Una evidencia se impone pronto
a sus contemporáneos: «El Hermano Miguel es un santo».
Su santidad irradiará también en el viejo continente. En 1904, como
consecuencia, en Francia, de las leyes hostiles a las congregaciones
religiosas, muchos Hermanos de La Salle, no pudiendo ejercer su
apostolado en su propio país, deciden expatriarse. Numerosos son los
que optan por España y los países de América latina. La necesidad de
procurar a esos valerosos lasalianos el conocimiento indispensable de la
lengua castellana, mueve a los Superiores a trasladar al Hermano
Miguel a Europa para que pueda dedicarse a la composición de textos
apropiados para un estudio acelerado de dicho idioma. Tras unos meses
de estancia en París, el Hermano Miguel se traslada a la Casa
Generalicia de los Hermanos en Lembecq-lez-Hal (Bélgica).
Enteramente dedicado a su nueva tarea, su virtud no deja de irradiarse
en su nuevo ambiente. Pero el clima belga, tan diferente del de su
propio país, no le favorece, y los Superiores juzgan conveniente
trasladarlo a España, asignándole como residencia el Centro
internacional lasaliano de Premiá de Mar, en la provincia de Barcelona.
Los jóvenes formandos admiran la cultura y la sencillez del Hermano
Miguel no menos que su gran amor de Dios.
En el mes de julio de 1909 ráfagas de viento revolucionario llegan hasta
Premiá de Mar y poco después sobreviene la "Semana Trágica". Ante la
frecuencia de actos de violencia anticlerical, los Superiores se ven
precisados a trasladar a Barcelona a formandos y formadores
hallándoles un refugio en el embarcadero del puerto y luego en el
colegio N.S. de la "Bonanova". En esos momentos trágicos el Hermano
Miguel se hace custodio de las formas consagradas de la capilla de
Premiá.
38
Pasada la borrasca revolucionaria los Hermanos regresan a Premiá de
Mar. Mas ahora es el Señor quien llama a Sí a su fiel siervo. A finales de
enero de 1910 contrae una pulmonía que su débil organismo no llega a
superar. Tras una agonía de tres días y confortado con los santos
sacramentos, el Hermano Miguel entrega su alma a Dios el 9 de febrero
de 1910. La noticia de su muerte es acogida con emoción y llanto. La
República del Ecuador proclama un duelo nacional.
Hermanos y ex-alumnos del Hermano Miguel rivalizan en admiración y
encomio por sus virtudes. Los favores atribuidos a su intercesión no
tardan en multiplicarse. En 1923 se inicia en Quito y en Cuenca el
proceso informativo en vistas a la beatificación. Sigue en 1924 el de
Barcelona. En 1936, durante la revolución española, se lleva a cabo el
traslado al suelo patrio de los restos mortales del siervo de Dios, que
reciben una acogida triunfal. La tumba del Hermano Miguel se convierte
en centro de continuas peregrinaciones.
Siguen obteniéndose gracias y favores celestiales por la intercesión del
Hermano Miguel; pero el milagro que ha obrado la curación de Sor
Clementina Flores Cordero pone en buen camino la causa del santo
Hermano hacia la Beatificación.
Llevados a término todos los requisitos acostumbrados, el Papa Pablo
VI, el 30 de octubre de 1977 procede a la Beatificación del Hermano
Miguel y a la del Hermano belga, Hermano Mutien-Marie. La grande
asistencia de peregrinos venidos de Bélgica, del Ecuador y de Italia, la
acertada ceremonia y las palabras inspiradas de Pablo VI en la homilía y
en el Ángelus, han hecho inolvidable ese día para todos los afortunados
participantes en la solemne celebración de la Piazza San Pietro.
El mismo día de la Beatificación, precisamente durante el desarrollo del
sugestivo rito, se realizaba otro milagro: la Señora Beatriz Gómez de
Núñez, afectada de incurable "miastenia gravis", se sintió
completamente curada. Ya antes, con toda la familia, se había confiado
a la intercesión del santo Hermano, y, como coronamiento de sus
oraciones, había querido venir a Roma para la Beatificación.
Esta curación, reconocida como milagrosa, conlleva la reapertura de la
causa, y, en el Consistorio del 25 de junio de 1984, el Pontífice Juan
Pablo II fija para el 21 de octubre del mismo año la fecha de la
Canonización.
Hoy, el Papa Juan Pablo II, poniendo entre los Santos a este religioso
ecuatoriano, ofrece a la Iglesia entera y particularmente a la del Ecuador
39
el modelo de un religioso culto, pero sencillo y humilde, de un catequista
totalmente entregado a la obra de la evangelización, de un educador
que ha ayudado a tantos jóvenes y niños a encontrar el sentido de su
vida en Jesús y a vivir su fe como don y compromiso.
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Francisco Antonio Fasani (1681-1742), presbítero
franciscano, O.F.M
En la segunda mitad del siglo XVII vivía en Lucera (Italia), una familia
muy pobre: la familia Fasani. En su seno nació, el 16 de agosto de 1681,
un niño que recibió los nombres de Donato Antonio Juan Nicolás.
Comúnmente le llamaban Juan. Antes de cumplir los diez años murió su
padre, que era campesino. Su madre volvió a casarse con Francisco
Farinacci, que fue también un buen padre para Juan y lo envió a
estudiar en el convento de los frailes menores conventuales de Lucera.
Su madre era una mujer muy piadosa.
A los quince años ingresó en la orden de los frailes menores
conventuales tomando el hábito franciscano y el nombre de Francisco
Antonio en el noviciado de Monte San Ángel. Allí mismo hizo los votos.
Después estudió filosofía y teología en los colegios de Venafro, Agnone,
Montella, Aversa y Asís, donde fue ordenado sacerdote el 19 de
septiembre de 1705. Se doctoró en teología con las máximas
calificaciones, y en 1707 fue destinado a enseñar filosofía en el
convento de Lucera, su ciudad natal.
El Padre Francisco Antonio pasó el resto de su vida en Lucera, donde le
dieron el nombre de “Padre Maestro” desde que había recibido el título
de teología y así se le llamó siempre, por más que ocupó otros cargos
como superior, maestro de novicios, maestro de estudiantes profesos y
ministro provincial de San Miguel Arcángel de Apulia. Fue él quien
introdujo en Italia la costumbre de reunir regalos de navidad para los
pobres. Inútil decir que los pobres acudían constantemente a él con
peticiones posibles e imposibles, sobre todo cuando se trataba de
41
sequías. Los habitantes de Lucera decían: “Quien quiera ver a San
Francisco no tiene más que mirar al Padre Maestro”.
Apóstol infatigable, recorrió durante treinta y cinco años las ciudades y
los poblados de Apulia septentrional y Molisa, predicando la palabra de
Dios y ayudando a pobres, enfermos y encarcelados. Monseñor Antonio
Lucci, obispo de Bovino, lo definió como sacerdote santo y docto.
Una de las características del padre Francisco Antonio era su gran
devoción al Sagrado Corazón y la Inmaculada Concepción, cuya fiesta
celebraba con novena. Esta costumbre se conserva todavía en Lucera.
El Padre Fasani murió precisamente el primer día de la novena de la
Inmaculada, el 29 de noviembre de 1742. Poco antes, sintiéndose bien
de salud, predijo su muerte y anunció al Padre Luis Giocca que pronto lo
seguiría. El Padre Giocca, a quien no sonreía esta perspectiva,
respondió: “Padre Maestro, si usted quiere morir, está en todo su
derecho, pero yo no tengo ninguna prisa”. “Los dos vamos a hacer el
viaje: yo antes y usted después”, fue su respuesta. Dos meses después
murió el padre Giocca.
El padre Francisco Antonio Fasani fue beatificado por el papa Pío XII el
año 1951 y canonizado por el papa Juan Pablo II en 1986.
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José María Tomasi (1649-1713)
cardenal, de la Orden de los Clérigos Regulares
Teatinos
El insigne servidor de Dios José María Tomasi, Cardenal, a quien el
Papa Pío VII decoró con los honores de los Beatos en el año 1803, y a
quien hoy el Sumo Pontífice Juan Pablo II inscribe solemnemente en el
libro de los Santos, nació en Licata, Sicilia, diócesis de Agrigento, el día
12 de septiembre de 1649, hijo primogénito de Julio Tomasi y de Rosalía
Traina, Príncipes de Lampedusa y Duques de Palma de Montechiaro.
Su vida estuvo orientada hacia Dios ya desde sus primeros años.
Formado y educado en la noble casa paterna, en la que no faltaban ni
riquezas ni virtudes, dio prueba de un espíritu muy dispuesto al estudio y
a la piedad. Así pues sus padres cuidaron con esmero su formación
cristiana y su instrucción en las lenguas clásicas y modernas,
especialmente en la lengua española, en cuanto destinado por la familia
a la corte de Madrid, debiendo heredar de su padre, por sus títulos
nobiliarios, la dignidad de Grande de España.
Pero, ya desde su infancia, su espíritu aspiraba a ser pequeño en el
Reino de Dios, y a servir no a los reyes de la tierra, sino al Rey del Cielo.
Cultivó en su corazón ese piadoso deseo hasta que obtuvo el
consentimiento paterno para seguir su vocación a la vida religiosa.
Después de haber renunciado, mediante documento notarial, al
principado que le pertenecía por herencia, y al riquísimo patrimonio
familiar, entró en la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, fundada por
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S. Cayetano de Thiene en el año 1524. Emitió la profesión religiosa en la
casa teatina de S. José de Palermo el día 25 de marzo de 1666.
En el nuevo estado de vida, que abrazó para seguir la llamada de Cristo,
pudo dedicarse mejor a la piedad y al estudio. La sagrada liturgia lo
había atraído desde niño, ya desde entonces hubiera querido vestir los
colores litúrgicos del día. El canto gregoriano floreció muy
tempranamente en sus labios, que exultaban de alegría al cantar los
salmos litúrgicos. Desde su adolescencia conoció y apreció, corno por
innata disposición, las lenguas sagradas latina y griega.
Cursó los estudios filosóficos en Mesina, Ferrara, Bolonia y Modena;
obligado a esos desplazamientos por motivos de salud. La teología la
estudió en Roma, en la casa de S. Andrea della Valle.
En Roma, después de haber recibido el subdiaconado y diaconado, fue
ordenado sacerdote en la Basílica Lateranense por Mons. Giacomo de
Angelis, Arzobispo de Urbino, Vicegerente del Cardenal Vicario Gaspar
Carpegna, el día 23 de diciembre de 1673, el sábado de las témporas de
Adviento. Dos días más tarde, en la noche de Navidad, celebraba su
primera misa en la iglesia de S. Silvestre al Quirinal, sede entonces de la
Casa Generalicia de los Padres Teatinos.
La unción sacerdotal pareció que incardinaba definitivamente al P.
Tomasi en Roma y que le daba la ciudadanía romana. Aquí, en la casa
de S. Silvestre al Quirinal, durante casi cuarenta años a partir de su
ordenación sacerdotal, se dedicará con fecunda intensidad a la piedad,
al ejercicio humilde y perseverante de las virtudes y al estudio asiduo. Al
conocimiento del latín y griego, que adquirió en la adolescencia, añade
ahora el de las lenguas hebrea, siríaca, caldea y árabe.
Transportado por su eximio amor a los documentos antiguos de la
Iglesia y a las sanas tradiciones eclesiásticas, reputó que el dedicarse,
con espíritu de fe, a la publicación de raros libros litúrgicos y de antiguos
textos de la sagrada Liturgia, podía ser un buen camino para su
perfección religiosa.
De esa forma consiguió sacar a la luz muchos sagrados tesoros que
yacían olvidados en las bibliotecas.
De hecho, gracias a su multíplice ciencia de las cosas sagradas, editó
muchos volúmenes de argumentos bíblicos, patrísticos y principalmente
litúrgicos. De estas sea suficiente mencionar: Codices Sacramentorum
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nongentis annis vetustiores (editado el año 1680); la edición crítica del
Salterio en su doble versión romana y galicana: los Antifonarios y
Responsoriales de la Iglesia Romana que estaban en uso en tiempos de
S. Gregorio Magno (editados en 1686); la edición crítica de los títulos y
argumentos de la Sagrada Biblia según los códices del siglo V al siglo XI
(publicada en 1688).
Por su vasta erudición y por sus excelentes y bien conocidas virtudes, el
P. Tomasi gozaba de tal fama y estima que eran muchos los que
buscaban su conocimiento y amistad y se honraban con ellos.
La Reina de Suecia Cristina Alejandra, lo quiso entre los miembros que
ornaban su círculo de doctos. La Academia Romana de la Arcadia lo
enumeró entre sus socios más ilustres. El docto Rabino de la Sinagoga
de Roma, Moisés Cave, que fue convertido al catolicismo por el P.
Tomasi, discípulo suyo en la lengua hebrea, lo consideraba amigo y
padre en la fe.
Sin embargo, cuantos mayores eran las alabanzas que le tributaban sus
contemporáneos, tanto más procuraba permanecer escondido, hasta el
punto de publicar, por humildad, alguna de sus obras bajo pseudónimo.
El estar en relación con personas importantes y eruditas de su mismo
rango, no le impidió a Tomasi dedicar su atención a la formación de los
simples fieles para los que compuso: Vera norma di glorificare Iddio e di
far Orazione secondo la dottrina delle divine Scriture e dei Santi Padri, y
también Breve istruzione del modo di assistere fruttuosamente al Santo
Sacrificio della Messa, y además una versión reducida de Salmos
elegidos y dispuestos para facilitar la oración del cristiano.
Fue nombrado Consultor General de su Orden pero, por humildad,
renunció al poco tiempo a tal encargo aduciendo como motivo las
muchas otras ocupaciones por los encargos que ya tenía en la Curia
Romana, entre los cuales, Consultor de las Sagradas Congregaciones
de Ritos y de Indulgencias, y Calificador del Santo Oficio.
Sus numerosas publicaciones de argumento litúrgico, en las que
hermanaba la piedad y la erudición, le granjearon el título de "Príncipe
de los Liturgistas Romanos" y el de "Doctor Liturgicus" con los que lo
denominaban algunos de sus contemporáneos.
En verdad, no pocas normas que, emanadas por la autoridad de los
Romanos Pontífices y por los documentos del Concilio Vaticano II, están
hoy felizmente en uso en la Iglesia, fueron ya propuestas y deseadas
45
por el P. Tomasi. Entre estas cabe recordar: la forma actual de la
Liturgia de las Horas para la oración del Oficio Divino; la distinción y el
uso del Misal y del Leccionario en la celebración de la Eucaristía; varias
normas contenidas en el Pontifical y en el Ritual Romano; el uso de la
lengua vulgar que él mismo recomendaba en las devociones privadas y
en las oraciones hechas en común por los fieles; todo ello encaminado a
promover una más íntima y personal participación del pueblo de Dios en
la celebración de la Sagrada Liturgia.
Todas sus fatigas y premuras en la investigación y en el estudio, no
desviaron mínimamente al P. Tomasi de tender, constantemente y con
todas sus fuerzas, a la conquista de aquella perfección evangélica a la
que Dios lo había llamado desde su infancia. Era de ejemplo para los
demás por su profunda humildad, su espíritu de mortificación y sacrificio,
su fiel observancia regular, su mansedumbre, su pobreza, su piedad, su
devoción filial a la Santísima Virgen María. Ayudaba a los pobres,
confortaba a los enfermos, tanto en casa como en el hospital de S. Juan
de Letrán. De este modo se unían armoniosamente en él la sabiduría y
la caridad.
Clemente XI, que conocía personalmente al P. Tomasi y admiraba sus
eximias virtudes y la difundida fama de su doctrina, lo nombró Cardenal
del Título de los Santos Silvestre y Martín al Monti, en el Consistorio del
18 de mayo de 1712. Aceptó el cardenalato solamente por obediencia al
mandato explícito del Papa.
Colocado en ese sublime grado, como lámpara en el candelabro, iluminó
con el resplandor de sus virtudes de tal forma la Iglesia Romana, que
muchos lo veneraban como un nuevo S. Carlos Borromeo, al que se
había propuesto imitar.
Unió a la dignidad cardenalicia todas aquellas virtudes que lo habían
distinguido como religioso teatino; no mutó lo más mínimo su precedente
regla de vida. Para su corte y para el servicio de su casa eligió, por
motivos de caridad, personas pobres, débiles, claudicantes y con otras
deficiencias físicas.
En su Iglesia Titular de los Santos Silvestre y Martín al Monti, no sólo
participaba, con los clérigos de su familia, a las celebraciones litúrgicas
de los Padres Carmelitas, sino que también se dedicaba a enseñar a los
niños y demás fieles el catecismo de la doctrina cristiana.
Pero tamaño resplandor de buen ejemplo y de virtudes brilló por poco
tiempo. No se habían cumplido ocho meses de su cardenalato, cuando
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después de haber tomado parte a la Capilla Papal de la Vigilia de
Navidad en la Basílica Vaticana, atacado por violenta pulmonía,
expiraba santamente en su residencia del palacio Passarini de via
Panisperna. Era el día 1 de enero de 1713.
El primer panegírico del Cardenal Tomasi lo pronunciaba el mismo Papa
Clemente XI en el Consistorio celebrado un mes después de su tránsito.
"No podemos disimular -dijo el Papa- el íntimo dolor que nos ha
producido la muerte del eximio y piadosísimo Cardenal Tomasi ...
Auténtico ejemplar de la más santa y antigua disciplina, y de cuyas
virtudes y doctrina tanto nos esperábamos todavía".
La fama de santidad que durante la vida acompañó al Cardenal Tomasi,
creció aún más después de su muerte. Por eso, después de solo cinco
meses de su piadoso tránsito, se empezó, por deseo de Celemente XI,
el Proceso Canónico Ordinario Informativo para su Beatificación.
Después de haber superado vicisitudes y dificultades de diverso tipo,
Pío VII, aprobados dos milagros atribuidos a la intercesión del Ven.
Cardenal Tomasi, lo proclamó Beato el día 29 de septiembre de 1803.
Un nuevo milagro, atribuido a la intercesión del Beato José María
Tomasi, fue aprobado, con decreto del 6 de julio de 1985, por el Santo
Padre Juan Pablo II, para su Canonización.
Las reliquias de su cuerpo fueron trasladadas en el año 1971 desde la
Basílica de su título, Santos Silvestre y Martín ai Monti, a la Basílica de
S. Andrea della Valle de los Padres Teatinos, donde actualmente están
expuestas a la veneración de los fieles. Su fiesta se celebra el 3 de
enero.
47
Lorenzo Ruiz, laico
Domingo Ibáñez de Erquicia, O.P.
Santiago Kyushei Tomonaga, O.P.
y 13 compañeros filipinos, mártires en Japón
1633, (agosto y octubre)
DOMINGO IBÁÑEZ DE ERQUICIA, español, sacerdote dominico. Nace
en Régil (San Sebastián), hijo de la Provincia de España hasta su
afiliación a la Provincia del Rosario. En Manila enseña en el Colegio de
Santo Tomás y predica el Evangelio en diferentes lugares de Filipinas.
Pasa a Japón en 1623, donde trabaja clandestinamente. Denunciado
por un cristiano apóstata, es encarcelado y ajusticiado. Desempeñó un
importante papel, como Vicario provincial de la misión. Se conserva una
parte de su epistolario. Edad, 44 años.
FRANCISCO SHOYEMON, japonés, cooperador dominico. Compañero
de apostolado del P. Ibáñez de Erquicia. Arrestado en 1633, toma el
hábito dominicano en la cárcel. Es ajusticiado junto a su padre espiritual.
SANTIAGO KYUSHEI TOMONAGA DE SANTA MARÍA, japonés,
sacerdote dominico. De familia noble cristiana de Kyudetsu, estudia con
los jesuitas en Nagasaki. Es expulsado del Japón en 1614 cuando era
catequista. En Manila se ordena sacerdote, misionero en Taiwán,
regresa a su patria en 1632, con la finalidad de ayudar a sus hermanos
cristianos. Es arrestado y torturado, muriendo por "ser religioso y haber
propagado la fe evangélica". Es el más anciano del grupo: 51 años.
48
MIGUEL KUROBIOYE, japonés, catequista laico. Compañero de
apostolado del P. de Santa María, OP, es encarcelado y torturado,
revelando el escondite del P. de Santa María. Arrepentido, va con él al
martirio, confesando su fe.
LUCAS ALONSO DEL ESPÍRITU SANTO, español, sacerdote
dominico. Nace en Carracedo (Astorga), dominico de la Provincia de
España, se pasa a la Provincia del Rosario en 1617. Profesor en el
Colegio de Santo Tomás de Manila, misionero en Cagayan, en 1623 va
al Japón donde trabaja con gran coraje y riesgo de su vida durante diez
años. Arrestado en Osaka en 1633, fue torturado y martirizado en
Nagasaki. Edad, 39 años.
MATEO KOHIOYE DEL ROSARIO, japonés, natural de Arima.
Catequista y ayudante del B. Lucas Alonso, se hace novicio de la Orden.
Arrestado en Osaka en 1633, rechaza toda propuesta de dinero y
soporta horribles torturas, permaneciendo fiel a Cristo, hasta la muerte.
Tenía 18 años.
1634, (octubre-noviembre)
MAGDALENA DE NAGASAKI, japonesa, terciaria agustina y dominica.
Hija de cristianos martirizados, se consagra a Dios y es guiada
espiritualmente por los agustinos recoletos y después por el dominico
Ansalone. Después del arresto del P. Ansalone, Magdalena se presenta
a la guardia proclamándose cristiana. Torturada en forma cruel,
inamovible en su fe, es colgada del patíbulo donde permaneció viva
durante trece días.
MARINA DE OMURA, japonesa. En 1626 ingresa en la Tercera Orden
Dominicana, siendo de gran ayuda para los misioneros. Arrestada en
1634, es sometida a vergonzosas humillaciones y finalmente conducida
a la hoguera, dando un sublime ejemplo de "mujer fuerte".
JACINTO JORDÁN ANSALONE, italiano, sacerdote dominico. Nativo
de S. Stefano Quisquina (Agrigento), habiendo profesado en la Provincia
de Sicilia, pasa a la Provincia del Santo Rosario. En Filipinas desarrolla
su apostolado entre los pobres y enfermos. En el año 1632 va al Japón,
donde trabaja por dos años. Arrestado en el 1634, soporta con firmeza
las torturas, y es colgado del patíbulo. Edad, 36 años.
TOMÁS HIOJI NISHI DE SAN JACINTO, japonés, sacerdote dominico.
Hijo de cristianos martirizados de Hirado, y discípulo de los jesuitas de
49
Nagasaki. Expulsado de su país por la persecución, emigra a Manila en
el año 1614. Estudiante en el Colegio de Santo Tomás, se traslada a las
misiones de Taiwan, regresando posteriormente a su patria en plena
persecución religiosa. Entre grandes peligros trabaja durante cinco años.
Arrestado, es torturado y condenado a muerte. Edad, 44 años.
1637, (septiembre)
En el año 1636 los dominicos de Manila organizaron una expedición de
voluntarios a fin de ayudar a los cristianos del Japón. Cuando llegaron a
la isla de Okinawa fueron arrestados y permanecieron en la cárcel más
de un año antes de ser trasladados y condenados a muerte por el
tribunal de Nagasaki. Ellos son:
ANTONIO GONZÁLEZ, español, sacerdote dominico. Natural de León,
se hace dominico en la Provincia de España y después se pasa a la
Provincia del Rosario, trasladándose a Manila en 1631, en donde será
profesor y rector del Colegio de Santo Tomás, siendo un hombre de
mucha oración y penitencia. En 1636 guía un grupo de misioneros al
Japón, donde es rápidamente arrestado y muere en la cárcel después
de un año, extenuado por los tormentos. Edad, 45 años.
GUILLERMO COURTET o TOMAS DE S. DOMINGO, francés,
sacerdote dominico. Nacido en Sérignan (Montpellier), de familia noble,
ingresa como dominico en la Congregación reformada de San Luis, pasa
a la Provincia del Rosario y se traslada a Filipinas, en 1634, en donde es
profesor del Colegio de Santo Tomás. En Japón murió entre torturas
elevando alabanzas a la Virgen del Rosario y recitando salmos. Edad,
47 años.
MIGUEL DE AOZARAZA, español, sacerdote dominico. Natural de
Oñate (Guipúzcoa), ingresa como dominico en la provincia de España y
posteriormente se pasa a la Provincia del Rosario. En Filipinas trabaja
en la Misión de Bataan (Luzón). Refutó apostatar de su fe y aceptó con
alegría tremendos suplicios. Edad, 39 años.
VICENTE SCHIWOZUKA DE LA CRUZ, japonés, sacerdote dominico.
De familia cristiana, discípulo de los jesuitas de Nagasaki, catequista. En
1614 es expulsado del Japón por ser cristiano. En Manila se ordena de
sacerdote y desarrolla su apostolado entre los exilados japoneses. Antes
de regresar a su patria con el P. González, toma el hábito dominicano en
1636. Después de un año de cárcel y torturado cede a la apostasía, pero
50
rápidamente se arrepiente y sale con los demás compañeros camino del
patíbulo, profesando su fe.
LÁZARO DE KYOTO, japonés, laico. Atacado por la lepra, es deportado
con otros leprosos cristianos en Filipinas. En 1636 se une como guía e
intérprete del grupo del P. González; no resistiendo las torturas, reniega
por pocas horas de la fe, pero arrepentido muere por Cristo junto a los
demás.
LORENZO RUIZ, filipino, laico. Nacido en Binondo (Manila) de padre
chino y madre filipina. Educado por los dominicos y ayudante de ellos,
se hace miembro de la Confraternidad del Rosario. Se casa y es padre
de tres hijos. Implicado en un oscuro hecho de sangre, se unió al grupo
del P. González para salvarse. En Japón fue arrestado y se declaró
dispuesto a dar mil veces la vida por Cristo. Es el Protomártir de
Filipinas.
El milagro propuesto para la Canonización
Ocurrió en Manila el año 1983 por la invocación al grupo en favor de
Cecilia Alegría Policarpio, niña de dos años, curada de forma completa y
definitiva de una parálisis cerebral anatómica y funcional, sin ninguna
terapia eficaz. El milagro ha sido reconocido por Juan Pablo II el 1 de
junio de 1987.
Las razones de los perseguidores
"Los seguidores de Cristo, llegados imprevistamente en Japón, no
solamente vienen trayendo mercancía en sus naves, sino también, sin
permiso alguno, han extendido y propagado su malvada ley,
destruyendo aquella buena y legítima y conspirando para derrocar el
poder en nuestro país. Esto es el inicio de una gran calamidad, que con
todo medio es necesario evitar. El Japón es un país shintoista y budista,
que venera a los Dioses, honra a Buda y tiene en gran estima el camino
de la benevolencia (confucionismo).
Los seguidores de los Padres (los cristianos) han desobedecido todos a
las órdenes dadas por gobierno, despreciando la religión... y
destruyendo el bien. Viendo aquellos que deben ser ajusticiados (los
mártires) se alegran y corren detrás de ellos, espontáneamente, los
adoran y los saludan. Tal es el supremo ideal de esta religión. Si no se
la prohíbe inmediatamente, vendrán calamidades sin fin sobre el Estado.
Que estos cristianos sean exterminados sin demora en todas las
51
regiones del Japón, de forma que no tengan lugar donde poner sus pies
o sus manos. Si alguno se atreviera a contravenir esta orden, sea
castigado con la muerte". (Tomado del edicto de 1614, cuya doctrina es
retomada substancialmente en los de 1633 y 1636).
52
Tomás de Cori (1655-1729)
presbítero, O.F.M.
Nacido en Cori (Latina) el 4 de junio de 1655, Tomás tuvo una infancia
marcada por la pérdida prematura de su madre primero y de su padre
después, quedando sólo, a los catorce años, al cuidado de la hermana
más pequeña. Hará de pastor, aprendiendo la sabiduría de las cosas
simples. Casadas las hermanas, queda libre para seguir la inspiración
que desde algún año guardaba en el silencio del corazón: pertenecer
completamente a Dios en la vida religiosa franciscana. Había conocido a
los Frailes Menores en su misma ciudad en el Convento de S.
Francisco. Casadas las dos hermanas y libre de toda preocupación, fue
acogido en la Orden y enviado a Orvieto para hacer el año de noviciado.
Profesada la Regla de S. Francisco y finalizados los estudios de
teología, se ordena sacerdote en 1683. Fue nombrado inmediatamente
vice maestro de novicios en el convento de la SS. Trinidad de Orvieto;
sus superiores reconocieron desde muy pronto sus dotes.
Poco tiempo después fray Tomás oyó hablar de los Retiros que
comenzaban a florecer en la Orden y de la intención de los Superiores
de la Provincia Romana de instaurar uno en el Convento de Civitella
(hoy Bellegra). Su petición fue acogida y el joven fraile llamó así a la
puerta del pobre Convento en 1684, diciendo: "Soy fray Tomás de Cori y
vengo para hacerme santo". Con un lenguaje quizás lejano al nuestro,
expresaba él su ansia de vivir radicalmente el Evangelio según el
espíritu de S. Francisco.
Desde entonces, fray Tomás permanecerá en Bellegra hasta la muerte,
excepto seis años (1703-1709) en los que será Guardián en el Convento
de Palombara, donde instauró el Retiro, en base al de Bellegra. Escribió
Reglas para uno y para otro, que él el primero observó cuidadosamente,
53
consolidando con la palabra y con el ejemplo la nueva institución de los
dos Retiros.
Los largos años transcurridos en S. Francisco de Bellegra se pueden
resumir en tres puntos:
Oración
Santo Tomás de Cori fue seguramente, como se ha dicho de S.
Francisco, no tanto un hombre que oraba, como un hombre hecho
oración. Esta dimensión animó toda la vida del Fundador del Retiro. El
aspecto más evidente de su vida espiritual fue sin duda la centralidad de
la Eucaristía, testimoniada por Tomás en la celebración eucarística,
intensa y participada, y en la oración silenciosa de adoración en las
largas noches de Retiro después del oficio divino celebrado a
medianoche. Su vida de oración estuvo marcada por una aridez
persistente de espíritu. La ausencia total de una consolación sensible en
la oración y en su vida de unión con Dios, se prolongaría durante más
de cuarenta años, encontrándole siempre sereno y radical en la vivencia
del primado de Dios. Verdaderamente su oración se configuró como "
memoria Dei " realizando concretamente la unidad de vida no obstante
las múltiples actividades.
Evangelización
Santo Tomás no se cerró en el Retiro, olvidando el bien de sus
hermanos y el corazón de la vocación franciscana, que es apostólico.
Fue llamado con razón el apóstol del " Sublacense ", habiendo recorrido
comarcas y ciudades en el anuncio incansable del Evangelio, en la
administración de los sacramentos y en el surgir de milagros a su paso,
signo de la presencia y cercanía del Reino. Su predicación era clara y
simple, persuasiva y fuerte. No subió a los púlpitos más ilustres del
tiempo: su personalidad pudo entregar lo mejor de sí en el ámbito
restringido de la región del Lazio, viviendo su vocación franciscana en
minoridad y a la opción concreta por los más pobres.
Exquisita caridad
Santo Tomás de Cori fue para sus hermanos padre amabilísimo. Ante
las resistencias de algunos hermanos en su deseo de reforma y de
radicalidad en vivir el ideal franciscano, el Santo supo responder con
paciencia y humildad, encontrándose incluso sólo para atender el
54
convento. Había comprendido muy bien que toda auténtica reforma
inicia por sí mismo.
El notable epistolario que nos ha llegado, demuestra la atención de
Tomás a las más pequeñas expectativas y necesidades de sus
hermanos y de tantos amigos, penitentes y frailes que se dirigían a él
para recibir un consejo. En el convento demostró su espíritu de caridad
en la disponibilidad a cualquier necesidad, incluso la más humilde.
Rico de méritos, se durmió en el Señor el 11 de enero de 1729. Santo
Tomás de Cori resplandece entre nosotros y en Roma, del que es copatron, sobre todo en su ansia de ideal cristiano y franciscano puro y
vivido en lo esencial. Una provocación para todos nosotros, a no tomar a
la ligera el Evangelio y sus exigencias radicales.
55
José Moscati, médico
El doctor José Moscati nació en Benevento (Italia), el 25 de julio de
1880. Ingresó a la universidad para estudiar medicina y a los veintidós
años de edad se graduó con las mejores calificaciones de su
generación. Se levantaba diariamente muy temprano para ir a misa y
recibir la comunión. Después se dirigía a las colonias pobres para ver
algunos enfermos y a las ocho treinta de la mañana iniciaba el trabajo
en el hospital.
Sus pacientes predilectos eran los pobres. Basta narrar un episodio que
sucedió en los últimos años de su vida. Desde hacía tiempo atendía a
un anciano pobre. Ya que no podía visitarlo en su casa con la frecuencia
deseada, le pidió que todos los días fuera a desayunar al café situado
junto a la iglesia donde acudía diariamente a misa y así lo podía ver. El
día en que el anciano no iba a desayunar, el doctor acudía a su domicilio
para asistirlo. De los pobres nunca aceptaba honorarios, antes bien los
curaba a sus expensas o los ayudaba sin hacerse notar.
Después de la muerte del doctor, su hermana Ana aseguró que durante
su vida, dedicó todas sus ganancias -que no eran pocas- a los pobres,
sin quedarse con nada.
Cuando sucedió la erupción del Vesubio en 1906, fue de voluntario a
Torre del Greco donde había un gran hospital, con la orden de
desalojarlo. Durante más de veinte horas ayudó a trasladar enfermos a
un lugar seguro. Cuando todos estaban a salvo, el techo del edificio se
derrumbó por el peso de las cenizas. Durante la epidemia de cólera de
1911 en Nápoles, se mantuvo en su puesto a pesar de que los demás
médicos se ausentaban, sosteniendo con abnegación heroica las tareas
más difíciles en las zonas más afectadas de la ciudad.
56
En 1911 fue nombrado director del Hospital de Incurables y se le
encomendó la formación de los estudiantes de medicina. Son suyas
estas palabras dirigidas a uno de ellos: “Ama la verdad; muéstrate cual
eres, sin fingimientos, sin miedos, sin miramientos. Y si la verdad te
cuesta persecución, acéptala; y si tormento, sopórtalo. Y si por la verdad
tuvieras que sacrificarte a ti mismo y a tu vida, sé fuerte en el sacrificio”.
Su densa jornada, llena de ocupaciones en el hospital, la universidad, el
consultorio y las visitas domiciliarias, quebrantaron su salud. Murió el 12
de abril de 1927. Aquella mañana, como siempre, asistió al hospital,
visitando a numerosos enfermos. Hacia las tres de la tarde se sentó en
un sillón, donde murió.
Entre los primeros que acudieron a rezar ante su cadáver estuvo el
cardenal Ascalesi, quien ante los presentes, pronunció estas
conmovedoras palabras: “El doctor pertenecía a la Iglesia; no a aquella
de quienes sanó el cuerpo, sino de la de quienes salvó el alma y que
salieron a su encuentro mientras subía al cielo”. Fue beatificado en 1975
por el papa Pablo VI.
En vista de la canonización es examinada la curación de una leucemia
(mielosis aguda mieloblástica) del joven Giuseppe Montefusco, ocurrida
en 1979.
A este hombre se le consideraba ya desahuciado. Su madre, Rosaria
Rumieri, deshecha por el diagnóstico infausto, vio una noche en sueños
la foto de un médico en batín blanco. Contó el sueño a su párroco, quien
le habló del Beato médico Giuseppe Moscati. La señora fue a la Iglesia
del Gesú Nuovo, y enseguida reconoció el rostro de la foto vista en
sueños. Desde ese momento empezó a rezar a Moscati, y consiguió que
se le unieran parientes y amigos. Su hijo Giuseppe se curó totalmente
en pocos días. Retornó a su duro trabajo de herrero y no ha vuelto a
sufrir recaídas. Después se casó, y ahora vive felizmente con su mujer e
hijos.
Después de largos exámenes, finalmente en el consistorio del 28 de
abril de 1987 el Papa Juan Pablo II fija la fecha de la canonización para
el 25 de octubre del mismo año.
57
Roque González de Santa Cruz (1576-1628) y dos
compañeros españoles, Alonso Rodríguez y Juan del
Castillo, S.I. (+1628)
Roque González de Santa Cruz
Nacido en Asunción, Paraguay, en 1576. Desde joven demostró una
gran piedad ya que a los 14 años dirigió una procesión por el bosque en
honor a la Eucaristía.
Fue ordenado sacerdote a la edad de 22 años y poco después
nombrado párroco de la catedral de Asunción por el Obispo Martín
Ignacio de Loyola.
El 9 de mayo de 1609 San Roque entró en la Compañía de Jesús y dos
años más tarde fue nombrado superior de la primera Reducción de
Paraguay, San Ignacio Guazú. En la plaza de esta ciudad existe hoy una
enorme estatua en su honor.
El deseo de llevar el evangelio a todo el mundo lo animaba a seguir
adelante. El 22 de marzo de 1615 fundó una reducción en Itapúa (actual
ciudad de argentina de Posadas) la cual pronto se trasladó a la otra
orilla del río, en lo que es hoy Encarnación, Paraguay. Por eso se le
reconoce como fundador y patrono de ambas ciudades. Otras dos
Reducciones fundadas por San Roque González son: Concepción
(1619) y Candelaria (1627).
Gran amante de la Virgen María. Con ella conquistaba corazones para
Cristo. Por eso le llamaba "conquistadora”. Se cuenta que muchas veces
58
con solo levantar el cuadro de la imagen de nuestra Señora, los indios
admiraban la belleza de María y sin pronunciar palabras se convertían.
Martirio
El 15 de noviembre de 1628, celebró la Santa Misa cerca de Caaró (hoy
día en Brasil), donde se planeaba una nueva reducción. Allí fue
asesinado por un cacique llamado Nezú. Los asaltantes quemaron su
cuerpo pero, milagrosamente, quedó intacto el corazón. Para gran
asombro de los asesinos, el corazón del santo les habló haciéndoles ver
lo que habían hecho e invitándoles al arrepentimiento. Este corazón tan
lleno del amor divino para todos los hombres, se mantuvo incorrupto.
Cinco años más tarde fue llevado a Roma junto con el instrumento del
martirio: un hacha de piedra.
El corazón de San Roque y el hacha fueron trasladados a Paraguay en
1960 tras una breve estancia en Argentina. Ahora están expuestos en
la Capilla de los Mártires en el colegio de Cristo Rey, Asunción,
Paraguay. En la misma capilla hay una placa con los nombres de 23
misioneros jesuitas martirizados en la región.
Es de notar que ninguno murió a manos de los indios guaraníes de las
Reducciones sino por miembros de otras tribus que no les conocían o de
los "paulistas". Estos últimos eran cazadores de esclavos procedentes
de San Paulo, Brasil, que tenían a los padres por enemigos por su
defensa de los indios.
La visión de San Roque sobre las Reducciones se conserva en una
carta a su hermano Francisco: “Nosotros trabajamos por la justicia.
Los indios necesitan estar libres de la esclavitud y de la dura
servidumbre personal en la que ahora se encuentran. En justicia
ellos están exentos de esto por ley natural, divina y humana"
En 1931 Roque de Santa Cruz y sus dos compañeros
mártires, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, fueron beatificados.
San Roque fue canonizado por Su Santidad Juan Pablo II en su visita al
Paraguay, en la ciudad de Asunción, Mayo de 1988. El primer Santo
Paraguayo e inspiración para toda la humanidad.
Juan del Castillo
Juan del Castillo nació en Belmonte (Cuenca), de familia noble. Fue el
hijo mayor de diez hermanos. Sus padres, Alonso del Castillo, que fue
59
regidor de la villa, y María Rodríguez, fueron un matrimonio distinguido
por su honradez y virtud, que ofrecieron a sus hijos, no sólo las riquezas
y blasones de su casa, sino el espíritu cristiano, que era el mejor
patrimonio de las familias cristianas. Le bautizaron en la excolegiata de
S. Bartolomé.
Su partida de bautismo dice: "A 27 de septiembre de 1595, bauticé yo,
Pedro Chaves, cura de la Colegial de esta villa, a Juan, hijo de Alfonso
del Castillo y de María Rodríguez".
Es uno de los tres jesuitas mártires de la región del Río de la Plata. Ellos
son Roque González de Santa Cruz, Alfonso Rodríguez y Juan del
Castillo.
El 20 de octubre de 1558, S. Francisco de Borja había fundado el
Colegio que la Compañía de Jesús en Belmonte, donde Juan pudo
iniciar sus estudios de humanidades. Sus padres, después, le enviaron a
la Universidad de Alcalá a estudiar "leyes", artes y teología. Al terminar
el primer curso, se despidió de los compañeros, anunciándoles que
quería ser misionero, al sentir la llamada de Dios.
De allí, se trasladó a Madrid, al noviciado de los jesuitas, que había
conocido en su pueblo natal, en el que fue admitido el 22 de mayo de
1614, con 18 años. Acabado el noviciado, el 2 de noviembre de 1616 va
a Huete (Cuenca) para hacer sus estudios de Filosofía en el Colegio de
la Compañía. Por allí, pasó el P. Juan de Viana, Procurador del
Paraguay, "ponderando la abundancia de mies, de las almas, de las
penalidades y fatigas de los misioneros y del martirio cierto...". Esto
enardeció el corazón de nuestro joven estudiante enamorado de Cristo y
de su cruz. El hermano Castillo decide marchar a misiones "porque allí
hay fama de mayor pobreza, fatigas y trabajos apostólicos". Su
integridad de vida, modestia, piedad y aplicación fueron extraordinarias.
Antes de partir, acude a su pueblo, y se despide a los pies de su
patrona, Ntra. Sra. de Gracia...
En Lisboa, conoce al P. Alfonso Rodríguez de Zamora, desde ese
momento "compañero" de misión y martirio... Por fin llega a Buenos
Aires, y de allí, en 1620 es enviado a La Concepción (Chile) donde
imparte clase a los jóvenes, a los que deja impresionados por el ejemplo
de su vida. Posteriormente irá a Córdoba (Argentina) a terminar sus
estudios de filosofía y teología, y para aprender el "guaraní" para poder
misionar entre los indios.
60
El 16 de Diciembre de 1625 es ordenado sacerdote. La víspera se
ofrece al Señor con una sencilla oración: "¡Dame fuerzas...!". El 8 de
marzo de 1626 escribe una carta a su padre, que se guarda en el
archivo parroquial, expresando sus anhelos misioneros y con sabor a
despedida: "Dixe mi primera misa ocho días después de la fiesta de la
Purísima Concepción de la Virgen Ntra. Sra. ... Luego subiré a las
misiones del Paraguay a trabajar y morir entre aquellos indios de donde
daré a vuestra merced, relación larga de cómo me fuere por allá... Ntro.
Sr. ha sido servido que los superiores me han señalado para las
misiones del Paraguay. Saldré de aquí el 13 de junio para esta empresa
de pelear con indios gentiles, donde se ofrecerán muchas ocasiones de
larga paciencia". Dos años después tiene la ocasión de dedicarse a la
conversión de los indios en las célebres "reducciones" del Paraguay y
del Uruguay. Las reducciones eran poblados indígenas en los cuales los
jesuitas reunían a los indios para enseñarlos a trabajar establemente,
convirtiéndolos al cristianismo y habituándoles a la vida civil.
En primer lugar, irá a una "reducción" de los jesuitas de S. Nicolás de
Paratiní, poco antes fundada por el P. Roque González, que después
moriría mártir con él. El 14 de agosto de 1628 es destinado a Asunción
(Paraguay), junto al río Yjuhí, donde él mismo funda una Nueva
Reducción, que iba a ser el escenario de su martirio, en la que el 15 de
agosto, congregó a 400 indios.
Allí trabajó un cierto tiempo, recogiendo buenos frutos en la conversión y
organización social, a pesar de la fiereza de los indígenas. Eran
particularmente hostiles a los misioneros y a las reducciones. Fue uno
de ellos, Nezú, el que entró en el poblado, organizado para conseguir
sus beneficios. Enseguida, llegó al enfrentamiento en contra de los
misioneros, conservando su concubina y procurando reconducir a los
indios a la antigua fe de sus mayores.
Nezú ordenó en noviembre de 1628 matar a los religiosos y quemar la
iglesia.
Primeramente, las víctimas fueron los padres Roque González y Alfonso
Rodríguez, uno paraguayo y el otro español, que fueron asesinados el
15 de noviembre.
Como dicen las "Actas del Martirio": "El viernes 17 de noviembre de
1628, a las tres de la tarde, mientras estaba rezando vísperas en la
puerta de la Capilla, cogido a traición, lo derribaron en tierra, dándole
muchas bofetadas... atándole las muñecas lo arrastraron por el bosque
61
tres cuartos de legua, le clavaron flechas, le apedrearon y le golpearon
con porras... Mientras, al Padre Castillo se le oía musitar: "Sea por amor
de Dios". Y desde las manos de su verdugo, voló a las de su Dios". En
los primeros momentos después del martirio, los mismos indios ya
bautizados, cristianos, recogieron los despojos humanos que habían
dejado, llevándolos como verdaderas reliquias de los "Santos Mártires".
Se recibieron en Candelaria con extraña fiesta y regocijo de danzas y
repique de campanas y otras muestras de alegría y júbilo. Hubo misa
solemne y sermón, refiriendo algunas de las muchas virtudes de los
Santos Mártires, esperando de Nuestro Señor que los ha empezado a
honrar en esta tierra del Paraguay, los glorifique en adelante por toda la
Iglesia Universal.
62
Eustoquia (Esmeralda) Calafato de Mesina, virgen,
monja de la Orden de San Francisco
Eustoquia Calafato (de seglar, Esmeralda) nació en Mesina el 25 de
marzo de 1434, siendo la sexta de los seis hijos de Bernardo Cofino
alias Calafato y Mascalda Romano, nobles y acomodados. El padre
tenía una embarcación con la que ejercía el comercio por cuenta ajena,
según los usos de aquel tiempo y de Mesina en particular.
La pequeña Esmeralda pasó los primeros años de su infancia sin
sobresaltos ni acontecimientos notables, en su casa paterna, confiada a
los cuidados de la madre, ferviente cristiana y admiradora entusiasta del
Franciscanismo en su reforma peculiar de la Observancia que
precisamente entonces se iba afianzando en la Orden de los Frailes
Menores. El principal animador y exponente de aquel movimiento en
Italia fue San Bernardino de Siena ( 1444), junto al cual, y siguiendo su
ejemplo, floreció todo un conjunto de espíritus selectos, insignes por su
santidad, doctrina y actividad social, entre los que destacan el Beato
Alberto de Sarteano ( 1450), San Juan de Capistrano ( 1456) y San
Jaime de la Marca ( 1476). El nuevo espíritu de reforma, que se
proponía la estricta observancia de la Regla de San Francisco
especialmente en materia de pobreza, invadió también la II Orden
franciscana, es decir, la de las Clarisas, en cuyo seno muchos
monasterios antiguos eran reconducidos a una observancia más estricta
y a una vida religiosa más ajustada a la Regla, mientras se fundaban
otros nuevos que adoptaban la Regla propia de Santa Clara y se ponían
bajo la guía de los Hermanos Menores de la Observancia.
En Sicilia apareció el movimiento observante en 1421, pero oficialmente
puede datarse desde 1425, cuando el Beato Mateo de Agrigento, que
63
fue su eficaz organizador, obtuvo del papa Martín V la facultad de fundar
tres nuevos conventos para los frailes que deseaban vivir según el
espíritu de la nueva reforma. El primero de estos conventos se abrió
precisamente en Mesina, donde el Beato Mateo, predicador afamado y
admirado, había suscitado entre el pueblo con su palabra ardiente un
gran entusiasmo y una viva participación en la reforma espiritual que él
propugnaba.
A los sermones de aquel fervoroso franciscano asistió también Mascalda
Romano, entonces joven esposa de dieciocho años, y, conquistada por
las palabras del predicador, se inscribió en las filas de la Tercera Orden
Franciscana, consagrándose a una vida de oración intensa y de ásperas
penitencias, y dedicando parte de su tiempo y de sus haberes al prójimo
necesitado. Mascalda infundió sus sentimientos y aspiraciones a la
pequeña Esmeralda, iniciándola desde niña en la piedad y en el ejercicio
de las virtudes cristianas, obteniendo de ello frutos que superaron las
más halagüeñas y nobles expectativas de la virtuosa madre.
La muchacha, en efecto, no sólo atesoró las enseñanzas maternas
esforzándose, según su capacidad, en imitar los ejemplos de su
progenitora y en orientar su vida religiosa según el espíritu franciscano,
sino que, aspirando a metas más altas, se consagró a Dios entre las
Clarisas y más tarde fundó un nuevo monasterio para poder seguir más
intensa y profundamente su ideal de perfección cristiana.
Pero antes de iniciar y dar cumplimiento a sus aspiraciones, la pequeña
Esmeralda tuvo que sufrir la prueba de un triste pero providencial
acontecimiento, el único de un cierto relieve acaecido en su infancia. En
diciembre de 1444, en efecto, cuando Esmeralda apenas tenía once
años, su padre, sin pedirle siquiera su parecer y según las costumbres
de aquel tiempo, la prometió en matrimonio a un viudo maduro de su
misma condición social y económica; pero el convenido matrimonio se
esfumó por la muerte imprevista y repentina del prometido esposo en
julio de 1446.
Aunque no fuera plenamente consciente de lo que había sucedido, el
acontecimiento tuvo que provocar en la pequeña Esmeralda un
tremendo y comprensible trauma; pero la divina Providencia, que tenía
unos designios muy otros sobre ella, se sirvió de lo ocurrido para atraer
hacia los bienes celestiales su corazón, por lo demás ya bien dispuesto
para las decisiones más intrépidas y sublimes. Y así la muerte de su
prometido impulsó suave pero fuertemente a Esmeralda a considerar en
su verdadera realidad y a la luz de lo sobrenatural la vanidad de las
64
cosas terrenas y de los placeres mundanos, por lo que, no obstante las
reiteradas presiones de los familiares y las óptimas ocasiones que se
presentaban para un nuevo noviazgo, permaneció firme en su decisión
de renunciar a tales ofertas, decidiendo a la vez consagrarse a Dios en
la vida religiosa, decisión madurada a la edad de catorce años
aproximadamente.
Los familiares, sin embargo, y especialmente el padre, no estaban
dispuestos en absoluto a secundar las aspiraciones de aquella jovencita,
por lo que se originó un inevitable conflicto familiar, que la empujó a ella
incluso a intentar una fuga inútil de la casa paterna, pero que se resolvió
finalmente a su favor cuando, hacia la mitad de 1448, durante uno de
sus acostumbrados viajes comerciales, el padre falleció de repente en
Cerdeña.
La espera se prolongó todavía un año, ya que sólo a finales de 1449
pudo Esmeralda saciar su ardiente sed entrando en el monasterio de las
Clarisas de Santa María de Basicó en Mesina, donde le fue impuesto el
nombre de Sor Eustaquia. Tenía cosa de unos 15 años y medio.
Desde el noviciado la joven hermana se distinguió por su piedad y
virtudes sobresalientes. Era, en efecto, increíble el empeño, ímpetu y
entusiasmo con que sor Eustaquia se aplicó a vivir su vocación
dedicándose a la oración, a la meditación asidua de la Pasión de Cristo,
a la mortificación, al servicio de las enfermas; sus progresos en la vida
de perfección fueron tan conspicuos y evidentes, que le atrajeron la
admiración, estima y veneración de las hermanas.
No contenta, empero, con atender a su perfección personal, sor
Eustaquia deseaba ardientemente que todo el monasterio
resplandeciese por la observancia ejemplar de la Regla. Por desgracia,
en aquellos años precisamente, la abadesa, sor Flos Milloso, con una
acción progresiva y tenaz y con fines no del todo laudables, había
sustraído al monasterio de la dirección espiritual de los franciscanos
Observantes, y, aunque no desatendiera las necesidades espirituales de
las monjas, estaba demasiado inmiscuida e inmersa en asuntos terrenos
y temporales. Todo eso había creado un cierto malestar y contrariedad
profunda en las hermanas más sensibles y fervorosas, entre las que
destacaba sor Eustaquia, y como no sirvieron de nada los esfuerzos e
intentos de reconducir a una disciplina más severa la vida regular del
monasterio, nuestra Santa y algunas otras hermanas decidieron buscar
en otra parte lo que faltaba en Basicó; así maduró en ellas el propósito
de fundar un nuevo monasterio según el genuino espíritu de la pobreza
65
franciscana y bajo la dirección espiritual de los Hermanos Menores de la
Observancia.
Obtenida la necesaria autorización pontificia, con los medios que le
proporcionaron su madre y su hermana y la eficaz colaboración del
noble de Mesina Bartolomé Ansalone, apoyada moralmente por una
monja del monasterio de Basicó, sor Jacoba Pollicino, la única que la
siguió en la difícil empresa y que permaneció fielmente junto a ella hasta
la muerte, superando inmensos obstáculos, soportando violentas
adversidades y contradicciones internas y externas, en 1460 sor
Eustaquia se trasladó a los locales de un viejo hospital adaptados para
monasterio. Allí la siguieron su hermana carnal Mita (Margarita) y una
joven sobrina.
Muy pronto se unieron otras mujeres al pequeño grupo. Pero se les
fueron acumulando dificultades materiales y morales, por lo que las
monjas tuvieron que dejar el viejo hospital a la vez que encontraron
generosa hospitalidad en la casa de una congregación de la Tercera
Orden Franciscana, situada en el barrio Montevergine de Mesina,
adonde se trasladaron a comienzos de 1464.
Con la ayuda de bienhechores, la nueva residencia pudo ser
convenientemente ampliada y adaptada para monasterio. Y así tuvo su
origen el monasterio de Montevergine, en el que muy pronto una
multitud de almas nobles y generosas, entre ellas la madre misma de
Eustaquia, solicitaron el ingreso para compartir allí la vida pobre y
evangélica.
Convertida en madre espiritual de sus hijas, Eustaquia las instruyó,
educó y formó en la vida franciscana, estimulándolas a la meditación de
la Pasión de Cristo, comunicándoles los frutos de sus propias
experiencias ascéticas, infundiendo en sus corazones el amor a las
virtudes que ella misma practicaba con admirable constancia y
heroísmo, empapando sus vidas en la espiritualidad simple y generosa
del franciscanismo, espiritualidad que descansaba en el cristocentrismo,
es decir en Cristo amante y sufriente, y en la devoción a la Eucaristía,
sacando de una vida litúrgica intensa y sentida el alimento para las
meditaciones diarias.
Sor Eustaquia murió en el monasterio de Montevergine (Mesina) el 20
de enero de 1485, dejando una ferviente y acreditada comunidad
religiosa de cerca de 50 monjas, el perfume de sus virtudes y la fama de
su santidad.
66
Días después de la sepultura se manifestaron en su sepulcro y en su
cuerpo fenómenos extraordinarios que dieron origen a una popular y
vasta devoción hacia ella. Impulsadas por aquellos acontecimientos y
ante los ruegos de personalidades eclesiásticas y civiles, las monjas de
Montevergine escribieron una biografía de su venerada madre y
fundadora, mientras la fiel compañera de Eustaquia, sor Jacoba
Pollicino, en dos cartas dirigidas a sor Cecilia Coppoli, abadesa del
monasterio de Santa Lucía de Foligno, describía rasgos conmovedores
y admirables de la Santa, en los que confirmaba o completaba cuanto de
más interesante y virtuoso había notado en ella.
Por su parte, el pueblo de Dios experimentaba de diversos modos y en
variadas circunstancias que sor Eustaquia tenía ante el Altísimo un
eficaz poder de intercesión. El año 1782, Pío VI aprobó el culto
inmemorial que se tributaba a la bendita monja. Y Juan Pablo II la
canonizó en Mesina el 11 de junio de 1988.
67
Mártires de Vietnam (+1745-1862)
- Andrés Dung-Lac, presbítero
- Tomás Thien y Emanuel Phung, laicos
- Jerónimo Hermosilla, Valentín Berrio Ochoa, O.P. y
otros 6 obispos
- Teofano Venard, presbítero M.E.P. y 105 compañeros,
mártires
LA IGLESIA DEL VIETNAM FECUNDADA CON LA
SANGRE DE LOS MÁRTIRES
El trabajo de evangelización, llevado a cabo desde el inicio del siglo XVI
y consolidado con los primeros Vicariatos apostólicos del Norte (DángNgoái) y del Sur (Dáng-Trong) en el 1659, ha tenido en el trascurso de
los siglos un admirable desarrollo.
Actualmente, las Diócesis son 25 (10 en el Norte, 6 en el Centro y 9 en
el Sur) y los católicos son, aproximadamente, 6 millones (casi el 10% de
la población); la Jerarquía Católica Vietnamita ha sido constituida por el
Papa Juan XXIII el 24 de noviembre de 1960.
68
Este resultado se debe al hecho que, desde los primeros años, la
semilla de la Fe se ha mezclado, en el territorio vietnamita, con la
abundante sangre de los Mártires, tanto del clero misionero como del
clero local y del pueblo cristiano de Vietnam. Juntos han soportado las
fatigas del trabajo apostólico, como si se hubiesen puesto de acuerdo,
han afrontado incluso la muerte para dar testimonio de la verdad
evangélica. La historia religiosa de la Iglesia vietnamita señala que han
existido un total de 53 Edictos, firmados por los Señores TRINH y
NGUYEN o por los Reyes que, durante más de dos siglos, en total 261
años (1625-1886), han decretado contra los cristianos persecuciones
una más cruel que la otra. Son alrededor de unas 130.000 las víctimas
caídas por todo el territorio nacional.
A lo largo de los siglos, estos mártires de la Fe ha sido enterrados en
forma anónima, pero su recuerdo permanece vivo en el espíritu de la
comunidad católica. Desde el inicio del siglo XX, 117 de este gran grupo
de héroes, martirizados cruelmente, han sido elegidos y elevados al
honor de los altares por la Santa Sede en 4 Beatificaciones:

En el 1900, por el Papa León XIII, 64 personas

En el 1906, por el Papa S. Pío X, 8 personas

En el 1909, por el Papa S. Pío X, 20 personas

En el 1951, por el Papa Pío XII, 25 personas
clasificadas
así:
11 españoles: todos Dominicos: 6 Obispos, 5 Sacerdotes;
10 franceses: todos de las Misiones Extranjeras de París: 2
Obispos, 8 Sacerdotes; 96 vietnamitas: 37 Sacerdotes (11 de
ellos dominicos) y 59 Cristianos (entre ellos: 1 seminarista, 16
catequistas, 10 terciarios dominicos y 1 mujer).
"Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y
blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero" (Apoc 7, 13-14),
según el siguiente orden cronológico:

2 caídos bajo el reinado de TRINH-DOANH (1740-1767)

2 caídos bajo el reinado de TRINH-SAM (1767-1782)

2 caídos bajo el reinado de CANH-TRINH (1782-1802)

58 caídos bajo el reinado del Rey MINH-MANO (18201840)

3 caídos bajo el reinado del Rey THIEU-TRI (18401847)

50 caídos bajo el reinado del Rey TU-DUC (1847-1883)
69
Y en el lugar del suplicio el Edicto real, colocado junto a cada uno de los
ajusticiados, precisa el tipo de sentencia:

75 condenados a la decapitación,

22 condenados a ser estrangulados,

6 condenados al fuego, quemados vivos,

5 condenados al desgarro de los miembros del cuerpo,

9 muertos en la cárcel debido a las torturas.
LISTA DE LOS 117 MÁRTIRES DE VIETNAM
1.
Andrés DUNG-LAC, Sacerdote 21-12-1839
2.
Domingo HENARES, Obispo O.P. 25-06-1838
3.
Clemente Ignacio DELGADO CEBRIAN, Obispo O.P.
12-07-1838
4.
Pedro Rosa Úrsula BORIE, Obispo M.E.P. 24-11-1838
5.
José María DIAZ SANJURJO, Obispo O.P. 20-07-1857
6.
Melchor GARCIA SAMPEDRO SUAREZ, Obispo O.P.
28-07-1858
7.
Jerónimo HERMOSILLA, Obispo O.P. O1-11-1861
8.
Valentín BERRIO OCHOA, Obispo O.P. 01-11-1861
9.
Esteban Teodoro CUENOT, Obispo M.E.P. 14-11-1861
10.
Francisco GIL DE FEDERICH, Sacerdote O.P. 22-O11745
11.
Mateo ALONSO LECINIANA, Sacerdote O.P. 22-O11745
12.
Jacinto CASTANEDA, Sacerdote O.P. 07-11-1773
13.
Vicente LE OUANG LIEM, Sacerdote O.P. 07-11-1773
14.
Emanuel NGUYEN VAN TRIEU, Sacerdote 17-09-1798
15.
Juan DAT, Sacerdote 28-10-1798
16.
Pedro LE TuY, Sacerdote 11-10-1833
17.
Francisco Isidoro GAGELIN, Sacerdote M.E.P. 17-101833
18.
José MARCHAND, Sacerdote M.E.P. 30-11-1835
19.
Juan Carlos CORNAY, Sacerdote M.E.P. 20-09-1837
20.
Vicente DO YEN, Sacerdote O.P. 30-06-1838
21.
Pedro NGUYEN BA TUAN, Sacerdote 15-07-1838
22.
José FERNANDEZ, Sacerdote O.P. 24-07-1838
23.
Bernardo VU VAN DUE, Sacerdote 01-08-1838
24.
Domingo NGUYEN VAN HANH (DIEU), Sacerdote O.P.
01-08-1838
25.
Santiago Do MAI NAM, Sacerdote 12-08-1838
26.
José DANG DINH (NIEN) VIEN, Sacerdote 21-08-1838
27.
Pedro NGUYEN VAN TU, Sacerdote O.P. 05-09-1838
28.
Francisco JACCARD, Sacerdote M.E.P. 21-09-1838
70
29.
Vicente NGUYEN THE DIEM, Sacerdote 24-11-1838
30.
Pedro VO BANG KHOA, Sacerdote 24-11-1838
31.
Domingo TUOC, Sacerdote O.P. 02-04-1839
32.
Tomás DINH VIET Du, Sacerdote O.P. 26-11-1839
33.
Domingo NGUYEN VAN (DOAN) XUYEN, Sacerdote
O.P. 26-11-1839
34.
Pedro PHAM VAN TIZI, Sacerdote 21-12-1839
35.
Pablo PHAN KHAc KHOAN, Sacerdote 28-04-1840
36.
José DO QUANG HIEN, Sacerdote O.P. 09-05-1840
37.
Lucas Vu BA LOAN, Sacerdote 05-06-1840
38.
Domingo TRACH (DOAI), Sacerdote O.P. 18-09-1840
39.
Pablo NGUYEN NGAN, Sacerdote 08-11-1840
40.
José NGUYEN DINH NGHI, Sacerdote 08-11-1840
41.
Martín TA Duc THINH, Sacerdote 08-11-1840
42.
Pedro KHANH, Sacerdote 12-07-1842
43.
Agustín SCHOEFFLER, Sacerdote M.E.P. 01-05-1851
44.
Juan Luis BONNARD, Sacerdote M.E.P. 01-05-1852
45.
Felipe PHAN VAN MINH, Sacerdote 03-07-1853
46.
Lorenzo NGUYEN VAN HUONG, Sacerdote 27-041856
47.
Pablo LE BAo TINH, Sacerdote 06-04-1857
48.
Domingo MAU, Sacerdote O.P. 05-11-1858
49.
Pablo LE VAN Loc, Sacerdote 13-02-1859
50.
Domingo CAM, Sacerdote T.O.P. 11-03-1859
51.
Pedro DOAN LONG QUY, Sacerdote 31-07-1859
52.
Pedro Francisco NERON, Sacerdote M.E.P. 03-11-1860
53.
Tomás KHUONG, Sacerdote T.O.P. 30-01-1861
54.
Juan Teofano VENARD, Sacerdote M.E.P. 02-02-1861
55.
Pedro NGUYEN VAN Luu, Sacerdote 07-04-1861
56.
José TUAN, Sacerdote O.P. 30-04-1861
57.
Juan DOAN TRINH HOAN, Sacerdote 26-05-1861
58.
Pedro ALMATO RIBERA, Sacerdote O.P. 01-11-1861
59.
Pablo TONG VIET BUONG, Laico 23-10-1833
60.
Andrés TRAN VAN THONG, Laico 28-11-1835
61.
Francisco Javier CAN, Catequista 20-11-1837
62.
Francisco DO VAN (HIEN) CHIEU, Catequista 25-061838
63.
José NGUYEN DINH UPEN, Catequista T.O.P. 03-071838
64.
Pedro NGUYEN DicH, Laico 12-08-1838
65.
Miguel NGUYEN HUY MY, Laico 12-08-1838
66.
José HOANG LUONG CANH, Laico T.O.P. 05-09-1838
67.
Tomás TRAN VAN THIEN, Seminarista 21-09-1838
71
68.
Pedro TRUONG VAN DUONG, Catequista 18-12-1838
69.
Pablo NGUYEN VAN MY, Catequista 18-12-1838
70.
Pedro VU VAN TRUAT, Catequista 18-12-1838
71.
Agustín PHAN VIET Huy, Laico 13-06-1839
72.
Nicolás BUI DUC THE, Laico 13-06-1839
73.
Domingo (Nicolás) DINH DAT, Laico 18-07-1839
74.
Tomás NGUYEN VAN DE, Laico T.O.P. 19-12-1839
75.
Francisco Javier HA THONG MAU, Catequista T.O.P.
19-12-1839
76.
Agustín NGUYEN VAN MOI, Laico T.O.P. 19-12-1839
77.
Domingo Bui VAN UY, Catequista T.O.P. 19-12-1839
78.
Esteban NGUYEN VAN VINTI, Laico T.O.P. 19-12-1839
79.
Pedro NGUYEN VAN HIEU, Catequista 28-04-1840
80.
Juan Bautista DINH VAN THANH, Catequista 28-041840
81.
Antonio NGUYEN HUU (NAM) QUYNH, Laico 10-071840
82.
Pietro NGUYEN KHAC Tu, Catequista 10-07-1840
83.
Tomás TOAN, Catequista T.O.P. 21-07-1840
84.
Juan Bautista CON, Laico 08-11-1840
85.
Martín THO, Laico 08-11-1840
86.
Simón PHAN DAc HOA, Laico 12-12-1840
87.
Inés LE THi THANH (DE), Laica 12-07-1841
88.
Mateo LE VAN GAM, Laico 11-05-1847
89.
José NGUYEN VAN Luu, Catequista 02-05-1854
90.
Andrés NGUYEN Kim THONG (NAM THUONG),
Catequista 15-07-1855
91.
Miguel Ho DINH HY, Laico 22-05-1857
92.
Pedro DOAN VAN, Catequista 25-05-1857
93.
Francisco PHAN VAN TRUNG, Laico 06-10-1858
94.
Domingo PHAM THONG (AN) KHAM, Laico T.O.P. 1301-1859
95.
Lucas PHAM THONG (CAI) THIN, Laico 13-01-1859
96.
José PHAM THONG (CAI) TA, Laico 13-01-1859
97.
Pablo HANH, Laico 28-05-1859
98.
Emanuel LE VAN PHUNG, Laico 31-07-1859
99.
José LE DANG THI, Laico 24-10-1860
100.
Mateo NGUYEN VAN (NGUYEN) PHUONG, Laico 2605-1861
101.
José NGUYEN DUY KHANG, Catequista T.O.P. 06-111861
102.
José TUAN, Laico 07-01-1862
103.
José TUC, Laico 01-06-1862
72
104.
Domingo NINH, Laico 02-06-1862
105.
Domingo TORI, Laico 05-06-1862
106.
Lorenzo NGON, Laico 22-05-1862
107.
Pallo (DONG) DUONG, Laico 03-06-1862
108.
Domingo HUYEN, Laico 05-06-1862
109.
Pedro DUNG, Laico 06-06-1862
110.
Vicente DUONG, Laico 06-06-1862
111.
Pedro THUAN, Laico 06-06-1862
112.
Domingo MAO, Laico 16-06-1862
113.
Domingo NGUYEN, Laico 16-06-1862
114.
Domingo NHI, Laico 16-06-1862
115.
Andrés TUONG, Laico 16-06-1862
116.
Vicente TUONG, Laico 16-06-1862
117.
Pedro DA, Laico 17-06-1862
_______________________
O.P. : Orden de los Predicadores (Dominicos)
T.O.P.: Terciario de la Orden de los Predicadores
M.E.P.: Sociedad de las Misiones Extranjeras de París.
Agustín Phan Viet Huy y Nicolás Bui Viet The: Cuando en 1838 y tras
un viaje a la corte del emperador Mmh-Manh, el gobernador del Tonkín
occidental regresó dispuesto a acabar con el cristianismo en su zona,
decidió empezar por la depuración del ejército. Llamó a todos los
cristianos enrolados en las filas y les exigió la apostasía. Apostataron
todos menos tres: Agustín, Nicolás, y su compañero santo Domingo Dat.
Fueron los tres cruelmente torturados, sin que apostatasen, y como esto
no se lograba se recurrió al truco de drogarlos. Drogados, en efecto,
pisotearon la cruz. Fueron entonces dejados libres, licenciados y se les
dio dinero para volver a sus casas.
Pero, pasada la droga, los jóvenes se negaron a ser tenidos por
apóstatas y así se lo hicieron saber al gobernador, el cual volvió a
torturarlos y, no logrando nada de ellos, mandó que fueran remitidos
cada uno a su respectivo pueblo, tenidos por apóstatas e impedidos de
volver con la alegación de que su apostasía no era válida. Entonces los
jóvenes decidieron ir en persona a la capital, Hué, y entregar su
profesión de fe al propio emperador. La familia de Domingo -que por este
motivo será martirizado más tarde- no lo dejó ir, y partieron Agustín y
Nicolás. Entregada su profesión de fe al Emperador, éste le puso en el
dilema de la apostasía o la muerte. Los dos jóvenes eligieron la muerte.
Llevados a un barco en alta mar, fueron cortados por medio y sus
cuerpos arrojados al mar, a fin de impedir que los cristianos los tomaran
y veneraran como cuerpos de mártires.
73
Domingo Nicolás Dinh Dat, nació en Phu-Nai, en el Tonkin occidental,
y había optado en su juventud por enrolarse en el ejército del
gobernador. Éste primero toleró a los cristianos, pero luego se avino a
las leyes persecutorias y mandó a Domingo y demás soldados cristianos
que apostatasen. Domingo y dos más, Agustín y Nicolás, se negaron.
Los demás apostataron. Torturados, resistieron firmes en la fe, pero
fueron drogados posteriormente y pisotearon la cruz, por lo que fueron
declarados apóstatas y dejados libres, y se les entregó un dinero para
que volviesen a sus pueblos. Los tres jóvenes, sin embargo, cuando se
les pasó el efecto de la droga, volvieron a afirmar su fe ante el
gobernador, que con nuevas torturas no logró su apostasía.
En vista de ello los envió a sus respectivos pueblos, insistiendo ante las
autoridades locales en que los tuvieran por apóstatas. Decidieron
entonces ir a Hué a entregar personalmente al emperador el testimonio
de su fe. Pero los padres de Domingo lo retuvieron y no pudo ir a Hué.
Aquí sus compañeros fueron martirizados. Domingo insistía en
proclamar su fe, y ello le valió nuevo arresto. Llevado a Nam-Dinh, se le
sentenció a muerte, y cuando llegó la confirmación de la sentencia fue
decapitado el 18 de julio de 1839.
Agustín Schoeffler, Era natural de Mittelbronn, en Lorena, donde nació
el 22 de noviembre de 1822. En su adolescencia, opta por la vocación
eclesiástica e ingresa en el seminario de Pont-a-Mausson, dirigido por
los dominicos. Por su influencia se hace terciario dominico. Pero en su
interior sentía una voz poderosa que le llamaba a la evangelización de
los infieles y decide por ello en 1846 ingresar en el seminario de
Misiones Extranjeras de París. Aquí concluye los estudios y se ordena
sacerdote el 29 de mayo de 1847. Seguidamente y con la esperanza del
martirio se ofrece a las dificilísimas misiones del Tonkín. Llegado a este
país, tiene que dedicar los primeros meses al conocimiento del idioma,
luego acompaña al Vicario Apostólico en una gira por los diferentes
puestos misionales y finalmente se le asigna el de Bau-No en la
provincia de Xu Doal. Su salud no era buena pero puso lo mejor de sí
mismo en la tarea misionera, atendiendo a los fieles, y preparando para
el bautismo a 23 catecúmenos, a los que pudo administrar el sacramento
con gran alegría de su corazón. La persecución se hizo muy intensa en
1851, pero él no dejó de ejercer su ministerio por los pueblos y aldeas de
su distrito. En una de ellas estaba el 2 de marzo cuando fue delatado y
arrestado. El día 23 de marzo compareció ante el tribunal, que le
interrogó por las razones de su presencia en el país. El misionero
74
confesó su fe cristiana y sus propósitos evangelizadores, y ello le valió la
sentencia de muerte, que necesitaba ser confirmada por el rey.
Le esperaba una horrible prisión junto a presos comunes, en un calabozo
hediondo, con la canga al cuello y grilletes en las manos y pies.
Comprando a los carceleros, lograron los cristianos que pasara a una
celda individual. Y lograron también que pudiera entrar un sacerdote en
la prisión y administrarle el sacramento de la penitencia. Llegada la
confirmación de la sentencia el 11 de abril, se fijó el 1 de mayo para la
ejecución. Cuando fue sacado para ir al sitio del martirio, llevaban
delante de él un rótulo en el que se expresaba que era condenado a
muerte por haberse introducido en el país y haber predicado una religión
prohibida. El sacerdote llevaba en sus manos un crucifijo que besaba
repetidamente. Al llegar al sitio señalado, hubo de dejar sus ropas y
sobre ellas colocó el crucifijo. Se arrodilló y ofreció su cuello, que fue
cortado de tres golpes. Al día siguiente un cristiano logró llevarse el
cadáver a su casa.
Andrés Dung Lac, Nació en la provincia de Bac-Ninch, en el actual
Vietnam, que era en aquel momento Cochinchina, de padres paganos, y
tan pobres que se deshicieron de él vendiéndolo a un catequista. Éste lo
llevó a la misión de Vinh-Tri, donde fue bautizado, educado, y después
de ocho años promovido a catequista. Pasó diez años con éxito en esa
tarea, llevado a cabo estudios teológicos, coronados el 15 de marzo de
1823 con la ordenación sacerdotal. Párroco en varias parroquias, se
encontraba en la de Ke-Dam, desde donde, por el inicio de las
persecuciones, se vio obligado a retirarse a Ke-Sui, desde donde
administraba los sacramentos a varias comunidades. Allí fue detenido
por primera vez y llevado a la prefectura de Ly-Nham, pero fue
rescatado por la generosidad de los cristianos que le ofrecieron añ
Mandarín tres barras de plata. Así que, para continuar su ministerio,
cambió su nombre de Dung por el de Lac, pasó a otra prefectura y dio
rienda suelta a su entusiasmo, desplegando su actividad audazmente en
las provincias de Hanoi y Nam-Dinh: «Los que mueren por la fe,
ascienden al cielo, nosotros, en cambio, nos escondemos todo el
tiempo, gastamos dinero para escapar de los perseguidores ¡Sería
mejor el arresto y la muerte!».
Se escuchó su deseo cuatro años más tarde, el 10 de noviembre 1839,
mientras se encontraba en Ke-Song, fue descubierto en la casa de san
Pedro Truong Van Thi por el alcalde Phap, que acabó soltándolo -sólo a
Andrés, porque había pedido el doble de dinero y no se le reuniómediante el pago de doscientas piezas de plata recogidas entre los
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cristianos. Libertad brevísima, porque subió a la barca para cruzar el río
y cuando ya estaba a punto de alcanzar la otra orilla trastabilló y tendió
la mano para ser ayudado a salir; quién le ayudó fue el secretario del
prefecto, que lo reconoció, exclamando: "¡Me capturado un maestro de
religión! Arrestado y llevado a la prisión en Hanoi (16 de noviembre de
1839), fue sometido a varios interrogaciones e invitaciones a la
apostasía y a pisotear la cruz, pero, manteniéndose firme en la profesión
de la fe, fue sentenciado a la decapitación. Aprobada por el rey, la
sentencia se llevó a cabo el 21 de diciembre 1839.
Pedro Truong Van Thi, nació en una familia cristiana humilde, en 1763,
a Ke-So, en la provincia de Hanoi, Pedro se convirtió en catequista en
1796, y por su ardiente caridad, y su vivo celo religioso se les permitido
llegar al sacerdocio, recibiendo las órdenes sagradas el 22 de marzo de
1806. Fue asignado primero a la cristiandad de Song-Chay, y trasladado
en 1832 a Ke-Song, donde, a pesar de su frágil salud, trabajó
incansablemente en favor de los fieles confiados a su cuidado espiritual.
Durante seis años Predro ejerció su ministerio sacerdotal en Ke-Song,
hasta que el jefe de esa aldea, el pagano Phap, que hasta entonces no
había hostigado en modo alguno a los cristianos locales, pensó en
arrestarlo, más por codicia del dinero que por odio de la religión católica;
así se hizo con los dos prisioneros, Andrés y Pedro, por los que pidió un
rescate, del que se le pagó sólo la mitad, y dejó libre, como vimos antes,
sólo a Andrés; pero al enterarse el venal alcalde de que éste fue
nuevamente apresado, pero esta vez por una instancia más alta, tuvo
miedo de que se descubriera su negocio, y remitió a Pedro Binh-Luc,
donde ya estaba Andrés, y donde fue junto con éste atormentado,
invitado a apostatar, y finalmente condenado a la decapitación, que se
cumplió el mismo día.
El misionero francés Jeantet, que había conocido personalmente a
Pedro en 1835, en Ke-Song, escribió de él en una carta de fecha 13 de
abril 1840 a Girod, vicario general de la diócesis de Saint-Claude: «La
gracia ha triunfado sobre todas las debilidades humanas y dio a su
naturaleza dócil una fuerza que no estaba en él.»
Andrés Nguyên Kim Thông Nam (Nam Thuông), nació en Go-Ti,
Tonkín, el año 1790 en el seno de una familia cristiana. Educado
esmeradamente, el joven manifestó su voluntad de colaborar con la
Iglesia, y ejerció como catequista con mucha responsabilidad, siendo
nombrado responsable de todos los catequistas del distrito misional de
Binh-Dinh. Por otro lado su prestigio como persona honesta le valió el
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nombramiento de alcalde de su pueblo, puesto que aprovechó para
parar cuantos golpes persecutorios pudo contra la comunidad cristiana.
Un sobrino suyo, a quien él había reprochado una conducta
desarreglada, lo denunció como cristiano. Fue arrestado y llevado a
Binh-Dinh. Encarcelado, se le permitía, sin embargo, salir y visitar a los
suyos y por temer represalias contra su familia no huyó. Llevado a juicio,
confesó la fe, se negó a apartarse de ella y se le desterró a una lejana
provincia, a la que iría en un viaje extenuante. Cargado con la canga y
cadenas debió andar kilómetros y kilómetros sin descanso, hasta que
quedó exhausto. Le quitaron, estando en Mitho, la canga y las cadenas
pero Andrés cayó al suelo, se entregó a la oración y no pudo ya
levantarse hasta morir.
Andrés Tran Van Trông, en el poblado de Khám Duong, en Annam,
fue encarcelado y atormentado atrozmente, por negarse a pisar la Cruz
fue degollado en tiempo del emperador Minh Mang (1835).
Antonio Nguyen Huu (Nam) Quynh, nació en Mi Huong, provincia de
Quang-Binh, en 1768, hijo de un cristiano catequista que lo educó
esmeradamente en la fe cristiana. Al llegar a la juventud optó por la vida
militar y participó en una guerra civil, dejando el ejército cuando ya tenía
el grado de capitán. Entonces se dedicó al comercio y al mismo tiempo
hacía los estudios de medicina. Terminados éstos ejercía como médico,
pero solamente a favor de los pobres y de manera gratuita, mientras
vivía de sus negocios. Tenía fama de persona bondadosa. Fue
arrestado por haber enviado a un criado a buscar a un misionero y este
criado, forzado, declaró el objeto de su viaje, siendo entonces detenido
el médico. Se mantuvo firme en la fe, pese a que fue bárbaramente
azotado. Detenido en la cárcel, dio testimonio de gran mansedumbre y
paciencia. Por fin se ordenó la ejecución de su sentencia de muerte.
Pedro Nguyen Khac Tu, se había criado en la misión dominicana y lo
había elegido como su compañero y catequista san Pedro Dumoulin
Borie. Lo acompañó fielmente y siguió siendo su compañero cuando el
misionero fue elegido obispo. Llegada la hora de la captura del obispo,
no huyó sino que se dio a conocer como cristiano y catequista. No cedió
a amenazas ni tormentos y se mantuvo fiel a Cristo. Martirizaron al
misionero y a él lo dejaron en la cárcel para ver si las miserias de la
prisión lo ablandaban. En vista de que esto no se lograba se procedió a
estrangularlo en el mismo sitio en que había muerto meses antes el
obispo misionero.
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Clemente Ignacio Delgado Cebrián, obispo, fue celoso misionero
perteneciente a la Orden de Santo Domingo. Nació en Villafeliche
(Zaragoza, España) en 1762, y pertenecía al convento dominico de
Calatayud. Fue consagrado obispo, y desplegó por casi cincuenta años
una actividad misionera caracterizada por gran paciencia y dotes de
gobierno. Fue vicario provincial de la misión y obispo desde 1794. Murió
en la cárcel luego de una larga prisión y sufrimientos, murió de hambre y
debilidad al alba del 12 de julio de 1838, fecha en la que debía realizarse
su ejecución, por lo que igual fue decapitado, aunque ya había muerto.
Fue sepultado en la iglesia de Bui-Chu.
Domingo Câm, presbítero, en la ciudad de Hung Yên, en Tonquín, que
durante muchos años, a escondidas y con peligro de la vida, ejerció el
ministerio, pero finalmente, abrazando la cruz del Señor que con firmeza
había rechazado pisotear, fue degollado por mandato del emperador Tu
Duc (1859).
Domingo Henares y Francisco Do Minh Chieu. Los setenta y dos
años de vida de Santo Domingo Henares están divididos a partes
iguales por la consagración episcopal: fue ordenado obispo a los treinta
y seis años y fue decapitado treinta y seis años después. Nació en
Baena, diócesis de Córdoba, el 19 de diciembre de 1765 en el seno de
una familia muy humilde. A los 17 años recibió el hábito de Santo
Domingo en el convento de Santa Cruz de Granada. Parece que obtuvo
la admisión después de mucho insistir. En 1783 hizo la profesión
religiosa. Recién profeso, y sólo iniciados los estudios teológicos,
manifestó voluntad decidida de ser misionero. El ambiente apostólico del
convento de Santa Cruz debía de ser muy bueno porque otros
compañeros manifestaron el mismo deseo. Los dominicos ya contaban
en España, y siguen contando, con la provincia del Santo Rosario que
mira a las misiones en el Extremo Oriente. A ella se incorporó el joven
dominico profeso del convento de Granada. Partió de Cádiz en
septiembre de 1785 rumbo a Puerto Rico, Cuba, México y Filipinas,
donde desembarcó el 9 de julio de 1786.
La Universidad de Santo Tomás de Manila, regida por los dominicos,
estaba en todo su esplendor. En ella concluyó sus estudios al mismo
tiempo que impartía clases de humanidades. El 20 de septiembre de
1789 recibió la ordenación sacerdotal e inmediatamente fue destinado a
las Misiones de Tonkín (hoy al norte de Vietnam). Llegó el 28 de octubre
de 1790 junto con san Clemente Ignacio Delgado y otros dos padres
dominicos. Uno de sus primeros cargos en la misión fue el de rector del
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seminario para sacerdotes indígenas establecido en Tién-Chu, cargo en
el que permaneció hasta 1798 en que fue nombrado vicario-provincial
por el Capítulo de la Orden. Al fallecer el vicario apostólico Fr. Feliciano
Alonso, le sucedió San Clemente Ignacio, que ya era su obispocoadjutor con derecho de sucesión. Inmediatamente designó a Fr.
Domingo para vicario general. Los tiempos eran difíciles y cargados de
malos presagios. San Clemente Ignacio procuró inmediatamente contar
con su propio obispo coadjutor: el 9 de septiembre de 1800 obtenía del
papa Pío VII para nuestro santo Domingo Henares el nombramiento con
el título episcopal de Fez. La ordenación episcopal se retardó hasta el 9
de enero de 1803; tuvo lugar en Phunhay.
Con sólo cuatro años de diferencia de edad, la labor pastoral de ambos
santos transcurre en colaboración íntima hasta la muerte. Vidas largas
de casi cincuenta años de apostolado misionero, convirtiendo a muchos
paganos, erigiendo parroquias, formando y ordenando a numerosos
sacerdotes indígenas, siempre escapando de perseguidores y delatores,
en clima de evidente hostilidad. Causó admiración la rapidez con la que
aprendió la lengua de los nativos y, más aún, su afabilidad no sólo con
los conversos sino incluso con los mandarines, que con harto pesar se
veían obligados a proceder contra él.
Tratándose de un mártir, lo que más importó para los procesos de su
beatificación y canonización fue documentar debidamente los datos de
su persecución y muerte. Cuando el sanguinario rey de Tonkín, MinhManh, inició la persecución contra los cristianos, decidió, ante todo,
acabar con los misioneros fijándose directamente en los pastores más
sobresalientes de la grey: Delgado, Henares, Hermosilla, Ximeno...
Nuestro Santo Domingo Henares, ya rebasados los setenta años,
anduvo errante, huyendo de aquí para allá de los soldados que le
buscaban por los diversos poblados. El 9 de junio de 1838 creyó
ponerse a salvo con el fiel catequista Francisco Chieu en una pobre
embarcación, pero los vientos fueron contrarios y tuvieron que volver a
tierra. Hallaron refugio en la casita del pescador cristiano Nghiém.
Pronto se enteró el prefecto del poblado Bat-Phang. Se puso en
contacto con él, fingiéndose su amigo, e inmediatamente lo traicionó.
Los mandarines lo arrestaron junto con los mencionados Chieu y
Nghiém.
Todo sucedió con rapidez. El 11 de junio fue conducido a Nam Dinh
junto con sus dos compañeros. A él, seguramente por la debilidad de la
vejez, lo conducían encerrado en una jaula, seguido de sus compañeros
que iban a pie cargados de cadenas. Nada más llegar fue condenado a
79
muerte. Lo decapitaron el día 25 del mismo mes de junio, junto a
Francisco Chieu. San Jerónimo Hermosilla, decapitado veintitrés años
después, dejó escrito el siguiente elogio de santo Domingo Henares:
«Pureza extrema de vida, celo insaciable por la salvación de las almas,
sed ardiente del martirio, evangélicamente pobre para sí mismo y
prodigiosamente generoso con los necesitados».
Domingo Mâu, nativo de Vietnam, ya sacerdote, pidió y obtuvo permiso
para entrar en la Orden Dominicana. Ejerció por largo tiempo y con
entusiasmo su ministerio apostólico, aun cuando arreciaba la sangrienta
persecución anticristiana. Confinado en la cárcel, continuó brindándose
por el bien de las almas, confortando y asistiendo a los católicos que
estaban sufriendo la cárcel con él, o meditando intensamente y rezando.
Así, con ánimo sereno y fuerte, se preparó para recibir la gloria del
martirio por decapitación.
Domingo Ngon, en la ciudad de An-Xá, en Tonquín, padre de familia y
labrador, que al exigirle los soldados que pisotease una cruz, se postró y
la adoró, y así profesó valientemente ante el juez que era cristiano, por
lo que fue decapitado de inmediato.
Domingo Nguyen Van Hanh, llamado también Dieu o Dien, había
nacido en Nghe-Anh y había sido acogido por el santo obispo Clemente
Ignacio Delgado siendo muy joven para que sirviera a la misión. Sus
buenas cualidades y actitudes le hacían apto para el sacerdocio y el
joven fue aceptado para prepararse al mismo, pero sintió la vocación
religiosa y pidió ser admitido en la Orden de Predicadores, en la que
hizo el noviciado y pronunció los votos religiosos el 22 de agosto de
1826. Posteriormente completó sus estudios y fue ordenado sacerdote,
ejerciendo con gran celo desde entonces su ministerio. Llegada la
persecución se escondió, pero fue traicionado por dos personas falsas
amigas y fue capturado el 8 de junio de 1838. Encerrado en la cárcel de
Nam-Dinh, se le intimó en numerosas ocasiones para que apostatara y
se le aplicó varias veces el tormento de los azotes, derramando
abundante sangre, pero sin que nunca titubeara o mostrara la menor
debilidad en la profesión de la fe. Por fin fue juzgado y condenado a
muerte el 28 de junio de aquel mismo año y quedó en la cárcel a la
espera de la confirmación real de la condena de muerte, siendo
ejecutado cuando ésta llegó.
Bernardo Vu Van Due nació en Quan-Anh hacia 1755 en el seno de
una familia cristiana. De niño ya sintió la vocación sacerdotal. Hechos
los estudios fue ordenado por san Clemente Ignacio Delgado. Trabajó
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seguidamente muchos años como buen ministro del Señor y era ya muy
anciano y estaba sordo y casi ciego cuando estalló la persecución. Vivía
retirado en la población de Trung-Lé. Llegados allí los soldados,
destruyeron la misión y buscaron a los misioneros. Los cristianos
intentaron salvarlo escondiéndolo en sus casas, pero cuando el anciano
supo que el vicario apostólico había sido detenido, comenzó a dar voces
diciendo que él era cristiano. Para no delatarlo ni tenerlo en casa, pues
sus gritos eran un peligro para sus hospedadores, lo llevaron a la choza
de un leproso, donde por fin fue localizado y arrestado. Llevado a la
cárcel de Nam-Dinh se mantuvo firme en la confesión de la fe, y pese a
que querían salvarlo por ser tan anciano, no hubo modo de que
apostatara. El día 28 de junio de 1838 fue condenado a muerte, lo que
era ilegal pues estaba vedado por la ley ejecutar a los ancianos. Pero
las autoridades locales insistieron en que había que dar con él un
escarmiento y el rey confirmó la sentencia.
Domingo Nguyen, médico, Domingo Nhi, Domingo Mao, Vicente y
Andrés Tuong, agricultores. El cristianismo no se implantó en la tierra
vietnamita solamente en las clases populares y modestas. También hubo
personas ricas y de clase acomodada que se abrieron al evangelio y lo
hicieron el centro de sus vidas. Los perseguidores del nombre cristiano
quisieron dejar claro que la posición social no iba a ser una defensa
frente a las medidas persecutorias y que no se pensaba permitir el
cristianismo ni a los pobres ni a los ricos. El prefecto de Xuang-Trang
quiso dar un escarmiento en su distrito arrestando y sometiendo a juicio
a cinco hombres de clase distinguida y rica, cuyo cristianismo le había
sido asegurado, y cuya apostasía esperaba lograr como ejemplo para
que gente más modesta les siguiera.
El arresto tuvo lugar en diciembre del año 1861 y se les intimó
formalmente a apostatar del cristianismo, amenazándoles con severos
castigos si se negaban. Los cinco se negaron de forma unánime sin que
las amenazas les hicieran la mínima mella. Entonces ideó el prefecto una
pena de destierro que iba a ser acompañada de una verdadera tortura:
deberían ir andando hasta Lang-Coc, en la prefectura de Vu-Ban, pero
cargados ya con la canga y con cadenas en las manos y pies. Los
confesores de la fe se dispusieron a abordar su martirio con generosa
entrega al Señor. Pasaron en el camino grandes penalidades, llegaron
agotados al sitio de su destierro y una vez allí se les recluyó en la cárcel,
pero ninguno de ellos mostró debilidad moral sino que se mantuvieron
firmes en la verdadera fe. Sabiendo que la perseverancia final es gracia
de Dios, a todas horas la pedían al Señor con ánimo humilde, y para
hacerse capaces de ella decidieron ayunar tres veces por semana en la
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cárcel, solicitando de la misericordia de Dios la perseverancia. La vida en
la cárcel estuvo animada por la fe, la caridad mutua y la intensa oración.
Separados de sus familias, debieron pasar muchos malos tratamientos y
privaciones que ofrecían al Señor con entrega y confianza.
El 15 de junio de 1862, luego de seis meses de dolores pasados desde
su arresto, fueron llevados a la subprefectura de Yau a padecer un
nuevo interrogatorio y juicio. El juez volvió a intimarles la orden de
apostasía y ellos manifestaron que eran hombres hechos y derechos que
no se volvían atrás de sus convicciones por torturas y malos tratos y que
con la ayuda de Dios pensaban perseverar en la fe cristiana hasta la
muerte. El juez, frustrado e impotente ante aquella confesión de fe,
mandó que al día siguiente fueran decapitados. Los cinco se dispusieron
en la oración al martirio y rogaron al verdugo que los degollara de tres
golpes para que su martirio, como su bautismo, fuese en el nombre de la
Trinidad. Y así sucedió.
Domingo Nhi era natural de Ngoc-Cuc, donde vivía y era un rico
terrateniente; Domingo Mao era natural de Fu-Yen, en la provincia de
Nam-Dinh, y se había establecido en Ngoc-Cuc como rico agricultor;
Domingo Nguyen era de Ngoc-Cuc, donde ejercía la medicina con gran
crédito; Andrés Tuong era natural de Fu-Yen y se había trasladado a
Ngoc-Cuc, donde vivía como rico terrateniente; y Vicente Tuong era
igualmente de Fu-Yen, y se había venido a vivir a Ngoc-Cuc, donde era
juez suplente y vivía de su rico patrimonio.
Domingo Nicolás Dinh Dat, nació en Phu-Nai, en el Tonkin occidental,
y había optado en su juventud por enrolarse en el ejército del
gobernador. Éste primero toleró a los cristianos, pero luego se avino a
las leyes persecutorias y mandó a Domingo y demás soldados cristianos
que apostatasen. Domingo y dos más, Agustín y Nicolás, se negaron.
Los demás apostataron. Torturados, resistieron firmes en la fe, pero
fueron drogados posteriormente y pisotearon la cruz, por lo que fueron
declarados apóstatas y dejados libres, y se les entregó un dinero para
que volviesen a sus pueblos. Los tres jóvenes, sin embargo, cuando se
les pasó el efecto de la droga, volvieron a afirmar su fe ante el
gobernador, que con nuevas torturas no logró su apostasía. En vista de
ello los envió a sus respectivos pueblos, insistiendo ante las autoridades
locales en que los tuvieran por apóstatas. Decidieron entonces ir a Hué a
entregar personalmente al emperador el testimonio de su fe. Pero los
padres de Domingo lo retuvieron y no pudo ir a Hué. Aquí sus
compañeros fueron martirizados. Domingo insistía en proclamar su fe, y
ello le valió nuevo arresto. Llevado a Nam-Dinh, se le sentenció a
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muerte, y cuando llegó la confirmación de la sentencia fue decapitado el
18 de julio de 1839
Domingo Ninh, fue un joven vietnamita que dio un alto testimonio de
fortaleza moral en la profesión y confesión de la fe cristiana, por la que
dio la vida. Había nacido en Trung-Linh el año 1842. Se dedicaba a la
agricultura, y siendo un adolescente fue literalmente arrastrado por su
padre a contraer matrimonio con una joven a la que él no amaba. Por
ello reaccionó negándose a consumar el matrimonio y a tener por válida
aquella unión. Aficionado a la lectura, procuraba su propia formación
humana y religiosa. Acusado de ser un cristiano fervoroso fue arrestado
y conducido delante del tribunal. El joven confesó su fe sin ambages y
no sirvieron amenazas ni promesas para llevarlo a pisotear la cruz y
renegar de Cristo. Fue torturado, maltratado y metido en una dura
prisión donde hubo de padecer muchísimo, sin que las miserias de su
detención debilitasen su fuerte ánimo. Por fin fue condenado a muerte y
decapitado en An-Triem el 2 de junio de 1862.
Domingo Toai, nació en Dong-Thanh hacia 1810. Estaba casado, tenía
tres hijos y se ganaba la vida como pescador. No disfrutaba de buena
salud. Arrestado en el otoño de 1861, parece que habría podido
sobornar a alguna autoridad para obtener la libertad pero no quiso
apelar a ese medio y hubo de padecer nueve meses de cárcel. Aquí
encontró otros cristianos presos, a los que animó a perseverar en la fe,
como él mismo perseveraba, negándose repetidamente a apostatar.
Domingo Huyen, era del mismo pueblo que su amigo y compañero en
el oficio de pescador y más o menos de la misma edad. También estaba
casado y tenía hijos Arrestado por el mismo tiempo, pasó a la cárcel de
Tang-Ya, donde dio continuo testimonio de fe.
Domingo Trach, nació en Ngai-Voi, Tonkín, el año 1792. En 1825
ingresa en la Orden de Predicadores donde hace la profesión religiosa.
Ordenado sacerdote, ejercita su ministerio sucesivamente en QuamCong y en Luc-Thuy-Thuong, de cuyo seminario es nombrado director
espiritual. Al estallar la persecución, se refugia en Tra-Lu, en casa de un
amigo y en ella desarrolla cuanto trabajo apostólico puede, estando ya
entonces muy debilitado por la tuberculosis. Fue a Nguong-Nhan a
visitar a un sacerdote y allí fue arrestado y llevado a la cárcel de NamDinh, donde convirtió a santo Tomás Toan, que había tenido la debilidad
de apostatar. Ni amenazas ni torturas lograron de él que apostatara y
pisoteara la cruz, y por ello fue condenado a muerte. Confirmada la pena
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por el rey, el 18 de septiembre de 1840 fue llevado al campo de las Siete
Yugadas y allí decapitado.
Esteban Teodoro Cuénot, nació en 1802. Hizo sus estudios en el
seminario de las Misiones Extranjeras de París y llegó a Annam en
1829. En 1833 estalló una violenta persecución. Los superiores del P.
Cuénot le enviaron a refugiarse en Siam con los seminaristas
aborígenes que se preparaban para el sacerdocio. El futuro mártir sufrió
en todas partes reveses y decepciones, pero no por eso menguaron su
valor y su tesón, de suerte que, en 1835, fue consagrado en Singapur
obispo coadjutor de Mons. Taberd. Aunque la persecución seguía
haciendo estragos en Annam, Mons. Cuénot consiguió penetrar en el
territorio. Como tenía que vivir oculto, su trabajo era especialmente
difícil. Sin embargo, obró maravillas: reorganizó a los cristianos
dispersos y alentó a los sacerdotes y catequistas asiáticos. No obstante
las circunstancias adversas, su celo contagioso produjo numerosas
conversiones. En quince años, Mons. Cuénot estableció tres vicariatos
apostólicos en la Cochinchina. En cada uno de ellos había unos veinte
sacerdotes. Debe notarse que, cuando Mons. Cuénot fue nombrado
vicario apostólico, no había en toda la región más que una docena de
sacerdotes y casi todos ellos eran ancianos y decrépitos.
Al cabo de más de veinticinco años de episcopado, durante los cuales la
persecución no había cesado, la provincia de Binh-Dinh, en la que los
cristianos habían gozado hasta entonces de una paz relativa, se
convirtió en el centro de una persecución fanática. El obispo se refugió
en casa de un pagano, «quien le ocultó en una celda hábilmente
construida en el espesor de un muro doble». Los perseguidores no
lograron descubrir el escondite, pero, como hallasen ciertos objetos que
le pertenecían, permanecieron al acecho. A los dos días, Mons. Cuénot,
exhausto, enfermo e incapaz de soportar por más tiempo la sed que le
consumía, salió de su escondite. Inmediatamente fue hecho prisionero.
Los perseguidores le arrojaron en una estrecha jaula en la que tenía que
estar doblado, y le transportaron en ella a la presencia del jefe de la
principal población del distrito. Aunque se le dio cierta libertad de
movimiento en el interior de una fortaleza, el mártir falleció a los pocos
días, víctima de un violento ataque de disentería. Precisamente cuando
acababa de morir, llegó de la capital la orden de decapitarle. Uno de los
mandarines propuso que se ejecutase la sentencia en el cadáver, pero
los otros dos se opusieron a ese inútil exceso de barbarle.
Felipe Phan Van Minh, nació en Cai-Nong en 1815. Destacado
creyente, acompañó al vicario apostólico cuando éste hubo de dejar el
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país y dirigirse a Tailandia y Calcuta, donde residió. Aquí le ayudó en la
redacción de un diccionario latino-annamita, siendo un acompañante fiel
y leal del obispo. Muerto éste, volvió a su patria. Por fin, en 1840, se
decidió por el sacerdocio e ingresó en el seminario de Penang.
Terminados los estudios fue ordenado en 1846 y destinado a su pueblo
natal, donde ejerció el sacerdocio con gran dedicación.
Arreciando la persecución, se trasladó al poblado de Ma Bat donde fue
acogido por una familia, pero Felipe temía que esta familia sufriera
represalias por alojarlo y, entonces, decidió entregarse. Así lo hizo el 26
de febrero de 1853.
Arrestado y juzgado, se le conminó repetidamente a apostatar pero no
se logró de él sino una perseverante confesión de fe cristiana. Se le
condenó al destierro, pero el rey Tu Duc en vez de confirmar la
sentencia de exilio la conmutó por la de muerte.
Francisco Javier Can, nació en Son-Mieng el año 1803. Era persona
culta, estaba casado, y se ofreció para catequista, siéndole encargada la
catequesis de la comunidad cristiana de Ké-Vinh. Su martirio se produjo
al aceptar el encargo del vicario apostólico, Mons. Pedro Andrés Retord,
de llevar una carta a la comunidad cristiana de Ké-Vac, que tenía
problemas por el odio que le profesaba la parte pagana de la población.
No hizo más que llegar cuando el jefe del grupo pagano lo arrestó, lo
tuvo dos días preso y lo llevó luego al mandarín de Thanh-Dai. Éste le
mostró varios objetos religiosos cristianos y le dijo que los reconociese
como suyos, pero como no lo eran se negó a hacerlo. Entonces lo
desnudaron, le pusieron una canga y, tendido en el suelo, le dieron una
fuerte paliza con cañas de bambú. Recibida la paliza, el mandarín lo
invitó a que pisoteara los objetos religiosos como señal de apostasía del
cristianismo y lo dejaría en libertad, pero el mártir se negó. Fue enviado
entonces a Hanoi, donde se le insistió a la apostasía. Su propia mujer
fue a pedirle que apostatara para salvarse. Pero él perseveró firme en la
confesión de fe. Se le condenó a muerte y se sometió al rey la
confirmación de la sentencia. Mientras tanto fue dejado en la cárcel,
donde padeció muchísimo, aunque lo sobrellevó con paciencia. Llegada
la confirmación, el mandarín le propuso que pisoteara una cruz en forma
de aspa y sin crucifijo como modo de salvarse, pero él dijo que su gesto
sería tomado y presentado como apostasía y que no podía hacerlo. El
mandarín admiró y elogió la fidelidad del mártir. Estaba ya en el cepo
con el lazo al cuello cuando habló para pedir a los fieles presentes que
lo encomendasen al Señor y que fueran firmes en la fe. Una vez más se
le invitó a salvarse pisando la cruz, pero él se negó, por lo que fue
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estrangulado y decapitado. Su martirio tuvo lugar el 20 de noviembre de
1837.
Francisco Phan Van Trung (o Francisco Tran), era cabo del ejército
real y tenía 28 años al tiempo de su martirio. Fue arrestado no por ser
cristiano sino por intentar sobornar a quien tenía que examinarlo en
orden a su ascenso. No se le dio mayor importancia pero se le exigió
que reafirmara su fidelidad al rey Tu-Duc, siendo una de las pruebas la
de pisar la cruz en señal de que se estaba de acuerdo en la política
anticristiana del soberano. Francisco dijo entonces que él era cristiano,
que no pisaba la cruz y que estaba dispuesto a pelear por su soberano
pero no a renegar de su religión. Se le amenazó, se le halagó, se le
torturó en orden a conseguir su apostasía, pero todo fue en vano. El
joven militar mostró una admirable constancia y se negó a renegar de
Jesucristo, entonces fue condenado a muerte. La condena fue
confirmada por el rey y el mártir de Cristo fue decapitado en An-Hoa el 6
de octubre de 1858.
Inés Lé Thi Thánh (Dé), nació hacia el año 1800 en el pueblo de Bai
Dem, Vietnam, pero en la adolescencia había fijado su residencia con su
madre en Phunc-Nhat. Era muy joven cuando contrajo matrimonio con
Nguyen-Van-Nhat, del que tuvo seis hijos. Era madre ejemplar y
cristiana fervorosa, que abría su casa a los misioneros que frecuentaban
la población para asistir pastoralmente a los cristianos.
Siguiendo su costumbre, en abril de 1841 albergó en su casa al
misionero P. Galy. Pero un catequista apóstata delató su presencia y
acudió con tropas la autoridad provincial, que mandó registrar la casa de
Inés y halló escondido al sacerdote en una cisterna del huerto.
Inés fue arrestada y llevada a Tran-Hoa; sometida a durísimos
interrogatorios y bárbaras torturas para que apostatara, se negó
firmemente. Su salud era delicada, no soportó las torturas y expiró en la
cárcel el 12 de julio de 1841.
Francisco Isidoro Gagelin, nació en Francia, en la población de
Montpertreux el 10 de mayo de 1799. Llegado a la juventud ingresó en
el seminario diocesano de Besançón, pero en 1819 pasó al Seminario
de las Misiones Extranjeras. Aquí se le ordenó de subdiácono y se le
envió enseguida a las misiones anamitas, donde debía proseguir los
estudios. Así lo hizo y el año 1822 era ordenado sacerdote. Profesor del
colegio de Phuong-Ru, su trabajo pastoral más directo estuvo dedicado
a los grupos cristianos que habían perdido el fervor religioso. Cuando el
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rey Minh-Manh llamó a los misioneros a la corte para aprovechar sus
conocimientos occidentales, Isidoro fue uno de los que tuvo que acudir.
Cuando se le quiso premiar haciéndolo mandarín, Isidoro prefirió
obtener la licencia de volver a su trabajo misionero.
Llegada la persecución de 1833, los misioneros se refugiaron en las
montañas, lo que trajo consigo que las comunidades cristianas se
quedasen sin su ministerio. Empezaron las apostasías en medio de las
muchas desgracias caídas sobre los fieles. Isidoro, entonces, pensó que
lo mejor era entregarse, y que las autoridades, entretenidas con él,
diesen respiro a los demás misioneros. Así lo hizo. Se presentó el 23 de
agosto de 1833 al mandarín de Nong-Song. Fue inmediatamente
arrestado, cargado con la canga y enviado a Hué. Condenado a muerte,
fue estrangulado en el suburbio de Bai-Dan el 17 de octubre de 1833.
Tres días más tarde el rey mandó sacar su cadáver para comprobar que
no había resucitado como Jesús. Sus reliquias fueron trasladadas en
1846 al Seminario de Misiones Extranjeras de París.
Jacinto María Castañeda, nace en Xàtiva el 13 de enero de 1743 y es
bautizado el mismo día en la Colegiata con los nombres de Félix,
Tomás, Joaquín, Tadeo. Fueron sus padres José Castañeda, escribano
real y público y su madre Josefa María Puchasóns. Los dos eran
fervientes cristianos y de gran piedad. En 1756, con 14 años, viste el
hábito dominicano. Entra a formar parte de la comunidad de Xàtiva. El
nombre que adopta será el de Jacinto, en recuerdo de San Jacinto de
Polonia, dominico del cual era ferviente devoto.
La orden dominicana tenía en Orihuela un Colegio Imperial que era a la
vez Universidad para la formación de sus aspirantes. Los superiores de
Xàtiva deciden que Jacinto acuda a esta Universidad y pueda ampliar
sus estudios y conocimientos en filosofía y teología. Dentro del ambiente
del curso, en mayo de 1761 llega una carta del padre Francisco Serrano,
Procurador general en las Cortes de Madrid y Roma por parte de la
Provincia del Rosario de Filipinas. En esa carta se solicitan jóvenes
valientes, con vocación misionera, dispuestos a entregar sus vidas por el
Evangelio en tierras lejanas. Enseguida dos jóvenes y un sacerdote
también joven estampan su firma y dan un paso adelante en su
aspiración misionera: Fray Jacinto Castañeda, Fray Domingo Caro y el
Padre José Ruiz.
En la isla de Cebú, el 2 de junio de 1765 recibe la ordenación sacerdotal
y el 7 celebra su primera misa solemne en la iglesia de los Padres
Agustinos de Cebú.
87
Al oscurecer del día 17 de julio de 1769 llaman al P. Jacinto para que
administre los Sacramentos en Lo-Ka a un cristiano que se encuentra
muy enfermo. El misionero no duda en embarcarse rumbo a la ciudad
del enfermo. Toda la noche navegaron y al llegar a tierra se encontraron
un grupo de hombres armados hasta los dientes que les esperaban; les
había denunciado un cristiano renegado llamado José Ga.
Los mandarines prendieron al P. Jacinto y al P. Lavilla que le
acompañaba; ellos no ofrecieron ninguna resistencia y fueron llevados a
la cárcel. El mismo Jacinto lo cuenta con claridad y sencillez poniendo
mucha vida a todo lo que les ha ocurrido:
«El día 18 de julio del año 1769, yendo a administrar a un enfermo, fui
preso por un apóstata y otros infieles, quienes dando aviso a los
mandarines civil y militar de la villa de Fogan, vinieron éstos la noche
siguiente con gran tropa de satélites y echándome cadena al cuello y
esposas en las manos, me llevaron así preso a la cárcel de Fogan.
Venía en aquella ocasión conmigo el P. Lavilla y así le ocurrió la misma
ventura. Fuimos catorce veces presentados a varios Tribunales y fueron
diez los mandarines que entendieron nuestra causa. Todas sus
preguntas se reducían a ¿ cómo os llamáis? ¿ qué edad tenéis? ¿ a qué
habéis venido a este reino? ¿ en qué casa habéis estado? Y otras cosas
impertinentes. Dimos con un virrey y mandarines muy benignos y
mansos. Nunca blasfemaron la ley de Dios delante de nosotros, aunque
si delante de los cristianos que prendieron. De éstos, por miedo, muchos
pisaron la santa Cruz y dijeron con la boca que no serían más cristianos.
A nosotros nos quisieron imponer varios crímenes impuros, más no
pudieron probar nada, ni haber uno siquiera que atestiguase aun
falsamente. Y por último, por un consentimiento de votos, pronunció el
Virrey la sentencia de destierro perpetuo contra mí y el P. La Villa, con
pena de vida si volvíamos a entrar en aquel reino, y a los cristianos,
nuestros caseros, cuarenta azotes y dos meses de canga.
Con esta sentencia, salimos de la cárcel el día 3 de octubre del mismo
año y a principios de diciembre llegamos a Macao. Y así ocurrió todo. El
Señor ayudó mucho. Sea bendita su divina Majestad por todo.»
Una nueva aventura evangélica emprende nuestro joven sacerdote ya
curtido por el sufrimiento y la experiencia de persecución y de cárcel. El
9 de febrero de 1770, Jacinto y Lavilla embarcan rumbo a Vietnam;
llegan el 22 del mismo mes.
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Han pasado tres años de misión y ahora el P. Castañeda está enfermo y
a pesar de ello no cesa de trabajar y de moverse por todas parte. El 11
de julio de 1773 le llega un aviso para administrar los sacramentos a un
enfermo; ha de ir a Ke-hoy. Los catequistas que ven el estado del joven
misionero pretenden impedir que vaya, no está en condiciones de ir. Sin
embargo el Padre Jacinto se levanta de la cama, se tapa con una
manta, coge los santos óleos y sale a toda prisa; cuatro catequistas del
grupo le acompañan. Puede llegar a la aldea, consuela al enfermo y al
día siguiente vuelve en barca. Pero se dan cuenta que son seguidos.
Fray Jacinto arroja a las aguas los santos óleos, y empuja a los
catequistas para que huyan y no se dejen atrapar. Dos catequistas no
quieren dejar solo al padre. Han llegado a la orilla y hay que correr; el
Padre Jacinto cae en tierra varias veces, no puede con su alma, la fiebre
le devora. El joven catequista Luis se lo carga sobre la espalda. Llegan a
una aldea y piden esconder al misionero en una casa. Una vez a salvo
Luis busca otro lugar más seguro y es atrapado por los perseguidores
que inmediatamente preguntas por el Maestro. “ Si no hablas te
cortamos la cabeza “. El dueño de la casa sale y les dice: “ El Maestro
está escondido en mi casa “. El Padre Castañeda es apresado. Luis
ruega que le dejen con el Padre, la negativa va acompañada por la
amenaza: “ Si lo sigues, te mataremos “.
El 4 de noviembre, el tribunal pronunció la sentencia para los padres
dominicos enjaulados: “ Nosotros, por lo tanto, obedeciendo las órdenes
del Rey leyendo el folio de cargos y encontramos que han sido traídos
dos hombres, el uno de ellos Jacinto, europeo del reino de España, que
se llama Padre Jacinto Castañeda y el otro Vicente que se dice Padre
Liem. Ambos de manera clara y evidente son maestros de la Ley;
también fueron aprehendidas imágenes pintadas y los libros de la
Religión. Nosotros leemos el Edicto en el cual se ordena: Que quien sea
Maestro, atendiendo a su oficio y ministerio han de ser juzgados y
condenados a morir decapitados “.
Un cristiano, como puede, se acerca a dar la noticia al P. Castañeda y el
mismo catequista cuenta lo oye de labios del misionero: «El Señor me
concede hoy una gran alegría».
Vicente Lê Quang Liê, nació en 1732 cerca de Hanoi, en Vietnam, y es
el primer dominico mártir nacido en el propio lugar. Fue ordenado
sacerdote en 1759 y formaba parte de la misión vietnamita junto al P.
Jacinto Castañeda, con quien padeció el martirio.
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Jacobo Do Mai Nam, presbítero, Antonio Nguyen Dích, labrador, y
Miguel Nguyen Huy My, médico. Al comienzo del verano del año 1838
se presentó en el pueblo de Ké-Vinh, en el Tonkín occidental,
acompañado de una fuerte escolta militar, el mandarín Trinh-QuangKhanh, conocido como «el carnicero de los cristianos» por su odio al
cristianismo y su refinada crueldad con los cristianos. Sabía que en el
pueblo había una floreciente comunidad cristiana y venía a buscar los
misioneros europeos y los principales cristianos que pudiera haber en
ella. Se fue primero a casa de Miguel Nguyen Huy My, prestigioso
médico, al que enseguida mandó arrestar. Miguel aseguró al mandarín
que no había misioneros europeos en el pueblo, pero el mandarín
insistió en registrar también la casa de su suegro, Antonio Pedro Nguyen
Dich, un labrador rico, igualmente cristiano, ya anciano, y resultó que en
su casa se encontró al sacerdote nativo Santiago Do Mai Nam,
albergado por Antonio Pedro, tal como era su costumbre alojar a los
sacerdotes que visitaban el pueblo.
El mandarín condujo a los tres a Nam-Dinh y los encarceló. Luego
hubieron de comparecer ante el tribunal de los mandarines, los cuales
les mandaron apostatar del cristianismo, según preceptuaba la ley
vigente, y en señal de ello pisotear la cruz. Los tres de forma firme y
unánime se negaron. Al anciano intentaron repetidamente que al menos
de forma material, es decir llevándolo por la fuerza, pisara la cruz, pero
el anciano encogía las piernas para hacer ver que no quería y
protestaba que el acto sacrílego no le sería imputable si se lo hacían
cometer por la fuerza. Los jueces entonces ordenaron que el anciano
fuera flagelado, y Miguel pidió que el castigo no se le diera a su suegro
sino a él. No sirvieron las amenazas ni los tormentos. Los tres
perseveraron firmes y fueron devueltos a la cárcel. Tuvieron el consuelo
de que un sacerdote pudo llevarles la eucaristía. Insistieron los jueces
en que apostataran, avisando que si no lo hacían se verían obligados a
condenarlos a muerte, pero los tres mantuvieron su noble confesión.
Entonces se dictó contra ellos la pena de muerte, y una vez confirmada,
el 12 de agosto de 1838, fueron llevados al campo llamado de las Siete
Yugadas y allí, mientras oraban, fueron decapitados.
Jerónimo Hermosilla y Aransáez. Obispo (1800-1861), nació en
Santo Domingo de la Calzada (La Rioja, España) y es hijo del convento
de Predicadores de Valencia. Fue vicario provincial de la misión y obispo
sucesor de san Ignacio Delgado (1841). Tuvo una gran personalidad
física y moral y fue admirable misionero. Murió decapitado en Hai-Duong
el 1 de noviembre de 1861. Su cuerpo se venera desde 1906 en la
catedral de Santo Domingo de la Calzada.
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Valentín de Berriochoa. Obispo (1827-1861), nació en Elorrio
(Vizcaya, España) y es hijo del convento de Ocaña. Era de
extraordinaria jovialidad, entereza y piedad. Nombrado obispo sucesor
de san Melchor García Sampedro (1858), fue pronto apresado y murió
decapitado el1 de noviembre de 1861 en Hai-Duong. Su cuerpo se
venera desde 1886 en la iglesia parroquial de Elorrio. Es copatrono de la
diócesis de Bilbao.
Pedro Almató y Ribera. Presbítero (1830-1861), nació en San Feliú de
Saserra (Barcelona, España) y es hijo del convento de Ocaña. Fue
compañero de apostolado y de virtudes de san Valentín de Berrio-Ochoa
y con él murió decapitado el 1 de noviembre de 1861 en Hai-Duong. Sus
reliquias se perdieron en Vic en 1936
José Dô Quang Hiên, nace en Quan-Anh, provincia de Nam-Dinh, en
Tonkín, hacia el año 1775. Educado en la fe católica, al llegar a la edad
adulta optó por la vida religiosa, para lo que marchó a Filipinas, y tomó
el hábito de la Orden de Predicadores en Manila, el 12 de octubre de
1812, y al cabo de un año hizo la profesión religiosa. Posteriormente
hizo los estudios necesarios y se ordenó sacerdote.
Vuelto al Tonkín, quedó como colaborador del Obispo santo Domingo
Henares, y posteriormente pasó al distrito de Cao Moe, de cuyo cuidado
pastoral fue encargado, poniendo lo mejor de sí mismo en el desempeño
de este encargo. Cuando a comienzos de 1833 vino otra vez sobre la
cristiandad tonkinesa la persecución, se vio obligado a huir de un sitio a
otro para evitar que con su captura quedara sin asistencia religiosa su
distrito. Pero un pagano lo reconoció en Kien-Trung a donde el
sacerdote había ido a administrar a un enfermo los últimos sacramentos,
y lo denunció a las autoridades. Se le avisó de la denuncia de que había
sido objeto y entonces celebró la santa misa pidiendo a Dios fuerza para
afrontar lo que le esperaba cuando fuera arrestado.
El arresto tuvo lugar el 20 de diciembre de 1839. El mandarín le mandó
que pisara la cruz, a lo que se negó. Entonces fue bárbaramente
azotado, se le colocó una pesada canga, y fue enviado a una inmunda
cárcel, en la que estuvo cuatro meses a la espera de su apostasía. Pero
no sólo no apostató sino que utilizó su estancia en la cárcel para animar
a los cristianos detenidos e incluso convertir a la fe cristiana a algunos
presos. Pasados esos meses, compareció de nuevo ante los
mandarines que en vano intentaron su apostasía y para ello lo
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mandaron flagelar sin piedad. El 29 de abril de 1840 lo condenaban a
muerte y el 9 de mayo siguiente era decapitado en Nam-Dinh.
José Fernández, nació en Ventosa de la Cueva, Ávila, el 3 de
septiembre de 1775, y se educó cristianamente. A los 21 años ingresó
en la Orden de Predicadores, el 12 de agosto de 1796, en el convento
de Valladolid. Hizo el noviciado, la profesión religiosa y los estudios
pertinentes y se ordenó sacerdote en 1805. Se ofreció para las misiones
y fue enviado a la misión del Tonkín -actual Vietnam-, país al que llegó
luego de un penoso viaje, en junio de 1806. Le quedaban por delante 32
años de fecundo apostolado, que transcurrieron en el poblado de KienLao. Tomó el nombre indígena de Dand-Trium-Hien para mejor
encarnarse en el pueblo al que servía. Tuvo un gran éxito como
propagandista de la religión de Cristo y se conquistó un gran crédito así
como el amor de todos los cristianos.
Llegada la persecución de 1838 cuando era ya anciano y achacoso,
debió huir por parajes inhóspitos, y estaba intentando refugiarse en una
barca cuando fue arrestado. Se le encontraron muchos objetos
religiosos, lo que sirvió para ver que se trataba de un misionero. Era el
18 de junio de 1838. Encerrado en una jaula de bambú, fue enviado a
Nam-Dinh unos días más tarde. Intentaron con promesas y amenazas
atraerlo a la apostasía pero él se mantuvo firme en la fe que había ido a
predicar a aquel país. Condenado a muerte, se esperó la confirmación
real, que llegó el 23 de julio de aquel año. Al día siguiente, el mandarín
volvió a ofrecerle la libertad si pisaba la cruz, a lo que el mártir se negó.
Llevado en la jaula a un campo, fue puesto sobre una estera y le fue
cortada la cabeza.
José Lê Dang Thi, nació en el pueblo de Ke-Van hacia el año 1829.
Cristiano fervoroso y convencido, seguía la carrera militar y había
obtenido el grado de capitán. Llegó el año 1859 y estaba destinado en el
destacamento de Nghe-An. Se prohibió formalmente a todos los
miembros del ejército la profesión del cristianismo. El gobernador, amigo
suyo, le aconsejó que renegase del cristianismo para no perder su
carrera militar, pero como José no quería, le propuso que pidiera su
licencia del ejército alegando que no estaba muy bien de salud, lo cual
era cierto. José pidió la licencia y se marchó a su pueblo natal, donde
empezó a construir una casa para su familia. Y no se había trasladado
aún la familia al pueblo cuando José fue denunciado como cristiano y
arrestado, siendo ingresado en la cárcel de Quang-Tri. Era enero de
1860. Interrogado, se negó a apostatar, y por ello fue cargado con una
canga al cuello y se le pusieron grilletes y cadenas en manos y pies.
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Trasladado a la cárcel de An-Hoan empeoró mucho de salud y llegó a
temer que moriría antes de recibir la corona del martirio. Pero no fue así.
El 24 de octubre de 1860 fue estrangulado por su condición de cristiano.
José Marchand, nació en Passavant (dioc. de Besançon) el 17 de
agosto de 1803, y completados sus estudios en el seminario diocesano,
pasó en 1828 al de las Misiones Extranjeras de París. Ordenado
sacerdote el 4 de abril el mismo año, el 12 de mayo siguiente partió para
Annam.
Su primera actividad se llevó a cabo principalmente en la provincia de
Binh-Tuan (Camboya), en medio de más de siete mil cristianos,
distribuidos en veinticinco aldeas. El decreto de persecución de 1833 le
obligó a refugiarse en el sur de Cochinchina, donde empezó una vida
errante, huyendo hasta que fue obligado a esconderse en la espesura
del bosque, donde se alimentaba de hierbas. Descubierto por los
soldados de los rebeldes Koi, tuvo que seguirlos hasta la ciudad de
Saigón, donde levantaron barricadas para defenderse de las tropas
reales. El asedio duró dieciocho meses, durante el cual el líder rebelde
trató -en vano- de que escribiera a los cristianos para levantarlos contra
el rey. Caída la ciudad en las últimas semanas de 1835, Marchand fue
encarcelado y acusado de haber participado en la rebelión. Vanas
resultaron las protestas, por lo que, encerrado en una jaula con otros
cristianos, fue llevado a Hué, a la cárcel de Yo-Loango.
En algunos interrogatorios que siguieron, la acusación fue renovada y
refutada, pero querían inducirlo a la apostasía pisoteando la cruz, pero
las respuestas del mártir fueron siempre firmes, incluso en medio de la
terrible tortura de tenazas ardientes. El 30 de noviembre, a las 5 am,
siete tiros al aire invitaron al pueblo a presenciar la tortura de "las cien
heridas", a las que el misionero, persistente en su negativa a renunciar a
la fe, había sido condenado. En medio de insultos y acusaciones de
infamia y magia -que provocaron respuestas dignas-, comenzó el
horrible tormento de una sucesión de terribles mutilaciones y heridas
hasta que, incapaz de soportar el tormento, el mártir murió. Ni siquiera el
cuerpo se salvó porque, descuartizado, fue arrojado al mar, incluyendo
la cabeza, exhibida primero en una pica, y luego arrojada al mar.
José María Díaz Sanjurjo, nace en Santa Eulalia de Suegos, Lugo.
Estudió en el seminario de Lugo, de donde pasó luego a la Universidad
de Compostela. Optó por la vida religiosa e ingresó el 25 de septiembre
de 1842 en el colegio misionero de Ocaña, de la Orden de Predicadores,
donde hizo el noviciado y la profesión religiosa, ordenándose de
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sacerdote el 23 de marzo de 1844. Destinado a las misiones de Tonkin,
marchó a Manila con otros cinco compañeros, y aquí, a la espera de su
destino misional, dio clases en la universidad. En 1845, por el tiempo de
Pascua, llegó a Tonkin. Fue destinado al seminario para nativos de LucThuy. Aquí realizó una buena labor a la que puso fin un motín popular
que en 1847 saqueó la casa, dispersó a los alumnos y obligó al P. José
María a marcharse. Luego de varias peripecias se pudo refugiar en CaoXa. Surge por entonces el decreto persecutorio contra el cristianismo del
emperador Tu-Duc, que invitaba a apresar a los misioneros extranjeros,
a los que calificaba con los peores epítetos, y se ofrecían trescientas
onzas de plata a quien descubriese un misionero europeo. Sorteando
los peligros el P. José María permaneció en el país, dispuesto siempre a
ejercer su ministerio sacerdotal con el celo entusiasta que le distinguía.
El año 1849 se crea el nuevo vicariato del Tonkín Oriental, al frente del
cual se puso a monseñor Martí, y se toma la costumbre de darle al
vicario un coadjutor con rango de obispo para garantizar la continuidad
del ministerio episcopal en la zona. La Orden de Predicadores propone
al Papa que el primer obispo coadjutor con derecho a sucesión en el
nuevo Vicariato sea nuestro futuro mártir y es consagrado ese mismo
año en Doung-Xuyen. Muy pronto, sin embargo, en 1852 sucede al
vicario como titular del vicariato y fija su residencia en Bui-Chu. No se
llevó adelante la persecución con el mismo énfasis y por ello hubo unos
años en que fue posible un trabajo apostólico relativamente tranquilo,
aunque siempre había que usar de mucha prudencia. Dando pruebas de
una gran entrega apostólica, hizo cuanto pudo por proseguir la tarea
evangelizadora y robustecer la comunidad cristiana que le estaba
confiada.
Pero en 1857 un nuevo decreto hizo revivir las medidas más drásticas
contra los misioneros europeos y el cristianismo, amenazando de
muerte a los jefes de poblados que no denunciaran la presencia de
europeos en su población. El nuevo mandarín de Bui-Chu rodeó el
poblado para impedir cualquier huida y se lanzó a capturar al obispo
José María. Fue arrestado y se le arrebató la cruz y el anillo, que fueron
destruidos. Luego se le sometió a prisión, se le invitó a apostatar o sería
condenado a muerte. El siervo de Dios se mantuvo firme y sereno. El
mandarín lo condenó a muerte, siendo ejecutada la sentencia por
decapitación en Nam-Dinh el 20 de julio de 1857. Su cabeza fue
expuesta en un palo para general escarmiento y luego junto con el
cuerpo arrojada al río.
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José Nguyên Dinh Nghi, adoptó este apellido cuando se hizo
sacerdote. El suyo era Kim y era hijo de una rica familia de Ke-Noi,
nacido hacia 1771. Ordenado sacerdote, se le envió a Bac y a Phu-Nac,
acreditándose por su celo apostólico y vida ejemplar. Fue párroco en
Da-Phan durante diez años y finalmente fue destinado a Ke-Bang.
Pablo Nguyên Ngân, nacido también hacia 1771, era del poblado de
Cu-Khan, en el Tonkín occidental. Una vez ordenado sacerdote fue
asignado como coadjutor al párroco de Ke-Bang. Trabajaba con mucho
celo en su floreciente comunidad cristiana.
Martín Ta Dúc Thinh, había nacido en Ke-Set hacia 1760 y era, por
tanto, ya octogenario cuando le llegó la hora del martirio. Su destino era
la parroquia de Ke-Trinh, pero le había salido un fuerte absceso en el
labio inferior y había ido a Ke-Bang para curarse. Aquí se hospedaba en
casa del agricultor Juan Bautista Con. Los soldados al verlo tan mayor
quisieron que renegara de la fe en el mismo sitio de la captura, pero
como él se negó lo llevaron preso con los otros.
Martín Tho, era natural de Ke-Bang, donde nació en 1787, y era exactor
de impuestos al tiempo que cultivaba sus propias tierras. Cuando
destinaron al pueblo al coadjutor Pablo Ngan, Martín le ofreció su casa y
allí le hospedaba, y allí encontraron al sacerdote, motivo por el que fue
arrestado con él.
Juan Bautista Con, nació hacia 1804, había sido recolector de
impuestos pero luego dejó el cargo para dedicarse al cuidado de sus
fincas. Al llegar enfermo el anciano sacerdote Martín Ta Duc, lo hospedó
caritativamente, y por esa causa fue arrestado.
José Nguyên Dình Uyên Nació el año 1774, aproximadamente, en
Nink-Cuong y se crió en la casa misional de Tien-Chu, donde se preparó
para ser catequista. Llegado a la edad adulta no se inclinó por el
sacerdocio pero tampoco contrajo matrimonio, y se dedicó por entero a
la tarea catequética.
Asignado primero como compañero del P. Nanh, auxilió a éste en su
tarea pastoral y misionera y, tras su muerte, lo llamó a su lado el
obispo santo Domingo Henares, con quien hizo varios viajes misioneros
en los que fueron acompañados por san Francisco Chieu. Llegada la
persecución del año 1838, mientras que santo Domingo Henares y san
Francisco Chieu fueron a refugiarse en Kien-Lao, José se quedó en
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Tien-Chu para sostener la fe de los fieles. Para entonces José ya había
sido admitido en la Tercera Orden seglar de Santo Domingo.
El 28 de mayo de 1838 hubo un registro general en el pueblo y se obligó
a todos los varones a presentarse. Se le preguntó si era sacerdote o
dirigente cristiano, y pudo responder que no, pero al ser invitado a pisar
la cruz se negó. Entonces fue arrestado y llevado a la capital donde fue
bárbaramente apaleado para que apostatara y dijera el paradero de
santo Domingo Henares. Guardó silencio. Llevado a la cárcel, contrajo
una fortísima disentería pero un médico lo alivió. Nuevamente
comparece ante el tribunal, que manda apalearlo para que apostate e
intentan que, materialmente al menos, pise la cruz, pero José encogía
las piernas y hacía inútil el intento. Devuelto a la cárcel lleno de
magulladuras y llagas le volvió la disentería; los cuidados que le
proporcionaron varias cristianas no surtieron efecto y murió de
agotamiento en la cárcel de Nam-Dinh el 4 de julio de 1838.
José Nguyen Duy Khan, nacido en 1832 de padres cristianos en
Vietnam, al sur de Hanoi, pronto entró al servicio del sacerdote
vietnamita Nang. A los 24 años comenzó a estudiar latín y vivir una vida
cristiana más comprometida. Se convirtió en discípulo de obispo
dominico Jerónimo Hermosilla, y deseando vivir con mayor compromiso
su consagración bautismal, entró en la Orden Terciaria de Santo
Domingo. Cuando, debido a la persecución, fue detenido Hermosilla,
José trató de defender a su obispo, pero recibió la espada de los
verdugos. Después de atroces torturas fue decapitado. Coronó así su
ideal: ofrecer su vida a Cristo, junto con su obispo.
José Nguyén Van Luu, era natural del pueblo de Cai-Nhum en la
Cochinchina (actual Vietnam), donde había nacido en 1790, pero se
había trasladado al de Mac-Bac. Aquí era una persona socialmente
considerada. Propietario de tierras, cultivador de arroz, vivía
desahogadamente. Y era, al mismo tiempo, un sincero cristiano.
Practicaba la religión con fervor y socorría largamente a los pobres,
visitaba a los enfermos, componía discordias y hospedaba en su casa
con gran afecto a los misioneros.
Su martirio se debió a la venganza de dos despechados. Dos cristianos
le pidieron un préstamo, que él no consideró oportuno concederles en su
totalidad. Entonces, disgustados con él, idearon el modo de vengarse
acusándolo de tener en su casa a un sacerdote, lo que por ley estaba
prohibido. Y para cerciorarse mandaron a sus mujeres que alegaron que
querían confesarse con el sacerdote que se hospedaba en la casa. En
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efecto estaba allí san Pedro Nguyen Van Luu, con quien las mujeres
confesaron. Entonces los dos despechados denunciaron a José bajo la
acusación de que hospedaba sacerdotes. La casa fue registrada y en
lugar de hallar al P. Luu hallaron al P. Minh, que acababa de venir
José Tuan, su trato con los religiosos dominicos, a los que debía la fe la
comunidad cristiana en la que había nacido, le llevó a optar por la vida
religiosa en la Orden de Predicadores. Una vez profesado y hechos los
estudios, se ordenó sacerdote y ejerció con fruto el ministerio. Un falso
cristiano lo delató porque había administrado los sacramentos a su
madre enferma. Arrestado, confesó la fe, se negó a apostatar y fue
condenado a muerte, que se cumplió en el poblado de An Ba.
José Tuc, nació en el pueblo tonquinés de Hoang-Xa en 1842. Era de
profesión obrero del campo, también un fervoroso cristiano, y mostraba
mucho interés por todo lo que fuera aumentar su cultura. Le acusaron de
ser cristiano y lo arrestaron en su propio pueblo, de donde fue llevado a
la cárcel de Hung-Yen y pasó de ahí a la de Dong-Ket. Esta cárcel fue
muy dura. Apenas comía ni bebía, recibía muy mal trato y estaba,
además, cargado con la canga y con grilletes y cadenas. Pasó allí cuatro
terribles meses, que no minaron su resistencia moral ni la firmeza de su
fe, pues se negaba constantemente a pisotear la cruz y renegar del
cristianismo. Devuelto a la cárcel de Hung-Yen, mantuvo su confesión
de fe, pese a su juventud y a que fue amenazado de muerte, no se
volvió atrás. Por fin, lo condenaron a muerte y lo degollaron el 1 de junio
de 1862, con sólo veinte años.
Juan Dat, nace en Dong-Chuoi el año 1765 y se cría en la misión
católica de su pueblo. Se cualifica luego como catequista y finalmente es
ordenado sacerdote en 1798. Su ministerio iba a ser muy breve, de sólo
cuatro meses, ya que en agosto de ese mismo año era arrestado.
Inicialmente huyó a las montañas cuando supo que lo buscaban, pero
luego volvió, pensando que su sitio estaba entre sus feligreses. Al entrar
en la casa no lo encontraron los soldados, pero empezaron a maltratar a
la familia y entonces Juan, para impedir este maltrato, salió de su
escondite. Cargado con cadenas y con la canga al cuello compareció
ante el tribunal y se le conminó en vano a que pisara la cruz. Custodiado
por soldados cuyo capitán era cristiano, era dejado libre de día y
encerrado solamente por la noche, lo que aprovechaba para animar a
los demás presos cristianos a perseverar. Pudo visitarlo un sacerdote y
darle la absolución sacramental. Llevado de nuevo al tribunal el 25 de
octubre, fue condenado a muerte, y en las inmediaciones de Trinh-Ha,
se dispuso su ejecución. Permitió el mandarín que los cristianos
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asistiesen a su muerte y lo saludasen por última vez. Los cristianos
colocaron bajo él una estera. El mártir se sentó en ella, cruzó los brazos
sobre el pecho y se puso en oración, y entonces fue decapitado. Era el
28 de octubre de 1798.
Juan Doan Trinh Hoan, el sacerdote, había nacido en Penang el año
1798, en el seno de una familia rica, cristiana ya de años, y en la que
habían surgido anteriormente vocaciones religiosas, así como mártires.
Estudia en el seminario de Penang y se ordena sacerdote en 1836.
Destinado sucesivamente a varios distritos misionales, sus buenas
cualidades y su celo pastoral le granjeaban el amor de los fieles, pero
debió vivir siempre huyendo y escondiéndose. Cuidaba mucho el
apostolado con los jóvenes y los niños, y entre sus catequizados se
suscitaron vocaciones. Podía huir, porque le avisaron del peligro, pero
prefirió quedarse y ello fue la ocasión de su captura, juicio, condena y
martirio.
Mateo Nguyen Van Phuong había nacido en Ke-Lay el año 1800.
Primero fue médico, luego comerciante. Estaba casado y tenía ocho
hijos y una buena posición económica. Conforme sus hijos se fueron
casando, les fue repartiendo la herencia, hasta que quedó solamente
con lo preciso para una vida modesta. Cristiano fervoroso, se ofreció
para catequista y ejerció con gran celo este importante ministerio,
llevando a muchos al conocimiento y amor de Jesucristo. Exponiendo su
propia seguridad albergaba sacerdotes en su casa, hasta que fue
encontrado en ella el P. Hoan, cuya suerte en adelante compartió.
Confesó su fe ante los Jueces y se negó a apostatar, lo que le llevó al
martirio
Juan Luis Bonnard, nació el 1 de marzo de 1824 en un pueblo de la
diócesis de Lyón, Saint Cristót-en-Jarret. De adolescente ingresó en el
seminario de Alix, del que pasó luego al de Lyón. Estaba de alumno en
esta institución cuando decidió que su verdadera vocación eran las
misiones, y por ello pasó al seminario de las Misiones Extranjeras de
París, en 1846. Aquí completó sus estudios y se ordenó sacerdote el 24
de diciembre de 1848. En febrero del siguiente año es enviado al
Tonquín, al vicariato occidental, entonces confiado a Mons. Retord. Éste
lo envió a los puestos misioneros de Ke-Bang y Ke-Trinh. Mostró un
enorme celo apostólico en la promoción de las comunidades confiadas a
su cuidado y en la extensión del evangelio, pero sería poco el tiempo en
que podría trabajar en la viña del Señor, a la que habría de regar con su
sangre.
98
Marchó a comienzos de marzo de 1852 a la población de Boi-Xuyen,
donde había una comunidad cristiana en aumento. y estaba el día 21
bautizando a unos niños cuando se anunció la llegada del mandarín con
unos soldados. Auxiliado por los cristianos, intentó la huida, pero fue
capturado. Llevado a la cárcel de Nam-Dinh, fue sometido a juicio, en el
curso del cual quedó claro cuál era el fin de su presencia en Tonquín, y
como estaba prohibido legalmente propagar el cristianismo, la condena
no pudo ser otra que a muerte, pese a que el tribunal le mostró su
simpatía y consideración. La sentencia tenía que ser confirmada por el
rey. Llegó la confirmación real el 30 de abril y se dispuso que al día
siguiente fuera la ejecución, que efectivamente tuvo lugar por
decapitación, siendo su cuerpo y cabeza arrojados al río, pero luego
rescatados y llevados al seminario de Ken-Vinh.
Lorenzo Nguyen Van Huong, nació en Ke-Sal, Tonkín, en 1802, en el
seno de una familia cristiana. Huérfano desde pequeño lo recoge un tío
suyo que se opuso enérgicamente a los deseos del muchacho de ser
sacerdote. Por fin pudo ingresar en el seminario de Ke-Non. Ordenado
sacerdote, trabajó con gran fruto en vanos distritos. Iba a visitar a un
cristiano enfermo en el poblado de Tra-Tu cuando es arrestado y llevado
a Ninh-Binh. Se trató a toda costa de obtener su apostasía. Perseveró
firme y sereno en la confesión de la fe. Condenado a muerte, pudo
recibir la disimulada visita de un sacerdote que le administró los
sacramentos. Se dirigió al lugar del martirio rezando su breviario.
Lucas Vu Bá Loan, bajo la terrible persecución desatada contra el
cristianismo por el emperador Minh Mang, a quien los cristianos
comparaban con Nerón, murieron numerosos misioneros, sacerdotes y
seglares tonquineses, en cualquiera de los dos vicariatos en que las
misiones del país se hallaban organizadas. Pero fue particularmente
feroz la persecución en el vicariato oriental por obra del gobernador
Quang-Khanh, llamado «el carnicero de los cristianos». En esa
persecución tuvo lugar el martirio del sacerdote tonquinés Lucas Vu Van
Loan, el cual fue arrestado, llevado a la cárcel y sometido a juicio, y se
hizo todo lo posible para obtener su apostasía, permaneciendo firme el
mártir en confesar la fe hasta que, condenado a muerte, fue degollado el
5 de junio de 1840.
Manuel Nguyen Van Triêu, nació en To-Dhuc el año 1756, siendo su
padre mandarín y jefe de la guardia real y su madre cristiana. En su
juventud entró en la propia guardia real pero cuando en una revuelta
murió su padre, se salió de ella y marchó al Tonkín oriental. Acogido por
los dominicos, se comenzó a preparar al sacerdocio. Tras seis años fue
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ordenado presbítero, y luego de cinco años de servicio al Vicariato volvió
a su tierra. Se llevó consigo a su madre y se dedicó al ministerio
sacerdotal por completo.
Pudo hacerlo durante 19 años, fomentando la vida cristiana y
propagando con celo el evangelio. Pero tras el decreto persecutorio del
7 de agosto de 1798, llegó al pueblo una banda de perseguidores de
cristianos, y Manuel, para que no molestaran a los fieles, se presentó a
ellos voluntariamente. Llevado a Hué, fue encarcelado y maltratado. Lo
visitó su madre y pudo recibir de manos de un sacerdote los
sacramentos. Condenado a muerte, fue decapitado en Hué el 17 de
septiembre de 1798.
Mateo Lê Van Gâm, nace en Go-Gong, Viet-Nam, el año 1813. Era un
cristiano seglar, casado, y fervoroso en su fe y su ayuda a aquella
Iglesia tan perseguida. Se ofreció para trasladar en su junco a los
misioneros desde Singapur y darles entrada clandestina en su país. Hizo
un primer viaje que salió bien, y pudo sin contratiempos introducir varios
misioneros, pero en el segundo viaje, cuando estaba ya cerca de la
costa, fue descubierto por un barco militar. Iban en el junco el vicario
apostólico, Mons. Lefebvre, un sacerdote, un grupo de seminaristas, y
llevaban objetos de culto. Era el 6 de junio de 1846.
Acusado de principal responsable como dueño y patrón del junco, fue
arrestado y llevado a la cárcel de Troi-Ya-Ta. Fue sometido a
interrogatorios y torturas para que apostatara pero el mártir permaneció
firme. Se pidió la confirmación de la condena al rey, y antes de que ésta
llegara, los mismos mandarines que le habían condenado pidieron la
suspensión. Pero, molesto el rey por las incursiones francesas, ordenó
su ejecución a menos que apostatara. Mateo perseveró en la fe de
Cristo y fue decapitado el 11 de mayo de 1847.
Melchor García Sampedro, en el Tonkín central la primera víctima fue
el vicario apostólico, Mons. José Díaz Sanjurjo. Le siguió por el camino
del martirio su coadjutor, Mons. Melchor García Sampedro. Este había
nacido cerca de Cienfuegos, en Asturias, el 29 de abril de 1821. Hizo
sus estudios en Oviedo y tuvo en ellos mucho éxito, a pesar de que la
pobreza de su familia le obligaba a vivir en condiciones económicas muy
estrechas. Después de obtener su bachillerato en teología, fue profesor
suplente en la enseñanza de la lógica, pero renunció a su cargo, a pesar
de la oposición de sus padres, para entrar al noviciado de los dominicos
de Ocaña, en agosto de 1845. Tras de ser ordenado sacerdote en
Madrid, tres años después, partió a Manila y, una vez ahí, pidió ser
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enviado al Tonkín. Llegó a él en febrero de 1849. Pronto fue nombrado
protovicario provincial y luego vicario provincial. Fue consagrado obispo
el l de septiembre de 1855, cuando los edictos persecutorios se hacían
cada vez más duros.
Lo arrestaron a principios de julio de 1858. Veinte días más tarde, el 28
de julio, lo sacaron de la prisión y lo llevaron, cargado de cadenas, al
lugar del tormento. Después de arrojarlo por tierra desnudo y
descoyuntado, lo ataron fuertemente a una estaca. Los esbirros le
cortaron las manos y las piernas, mientras él invocaba sin cesar el
nombre de Jesús. Finalmente, le cortaron la cabeza, le arrancaron las
entrañas y las arrojaron en una fosa. Sus pobres despojos fueron
echados a los elefantes para que los pisotearan. Pero esos animales se
rehusaron tan obstinadamente, que los testigos, aterrorizados, avisaron
al emperador, quien ordenó dar muerte a las bestias a cañonazos en el
mismo lugar de la ejecución.
Pablo Hanh, Había nacido en Cho-Quang -en el actual Vietnam, y que
era en ese momento la colonia francesa de la Cochinchina- el año 1826,
en una familia de tradición cristiana que lo bautizó de niño y lo educó en
la fe. Llegado a la juventud comenzó a ejercer con sus hermanos el
comercio, pero esto no era sino la cobertura de una verdadera banda
organizada de ladrones. Saquearon en una ocasión la casa de una
mujer, de la que le dio pena a Pablo y como jefe de la banda mandó a
sus compañeros devolverle lo robado. Se le rebelaron sus cómplices y
para vengarse de él lo acusaron de estar en trato secreto con los
franceses y fue arrestado. Ante las autoridades pudo probar que la
acusación era falsa, pero en el curso del interrogatorio le preguntaron si
era cristiano y dijo que sí. Entonces le dijeron que estaba prohibido ser
cristiano y tenía que apostatar. Él dijo que no pensaba hacerlo. Lo
torturaron para que lo hiciera, pero se mantuvo firme, y entonces, en
cumplimiento de la ley, fue condenado a muerte y decapitado el 28 de
mayo de 1859.
Pablo Lè Bao Tinh, nació en Trin-ha, Tonkín, el año 1793. Entra en el
seminario a los quince años. La exuberancia de su vida interior le lleva a
hacer vida eremítica unos años, dedicándose por completo a la
contemplación. Luego vuelve al seminario y sólo era cléngo tonsurado
cuando en 1837 el Obispo lo envía a Laos para tantear las posibilidades
de una misión allí. Luego, en 1841, acompañó a un misionero a Macao y
a su vuelta, surgida la persecución, es arrestado y llevado a Hanoi.
Interrogado y torturado de forma terrible, es condenado a muerte. Pero
se le deja en la cárcel hasta que le conmutan la pena capital por la de
101
destierro, y es enviado a la provincia de Vinh Tri, de donde puede volver
al concederse la amnistía de 1848. Entonces es ordenado sacerdote y
se dedica a las clases en el seminario. Escribe también homilías y un
compendio de la doctrina cristiana, entre otros libros. En 1857, desatada
otra vez la persecución, fue denunciado, arrestado, juzgado y
condenado a muerte por decapitación, lo que se realizó el 6 de abril de
aquel año
Pablo Pham Khac Khoan, presbítero, Juan Bautista Dinh Van Thanh
y Pedro Nguyen Van Hieu. Pablo nació en Duyen-Mau, Tonkín, el año
1771, y luego de ordenarse sacerdote rigió la parroquia de Ke-Vinh, de
la que pasó a la de Phu-Nac, teniendo también dos puestos misionales
como ayudas de parroquia, a los que asistía yendo todos los meses a
ellos para el ejercicio de su ministerio, y fue precisamente cuando volvía
de uno de ellos cuando fue arrestado en unión de los dos catequistas
Pedro Nguyen Van Hieu y Juan Bautista Dinh Van Than.
El primero había nacido en Dong Chuoi en 1783 y desde su
adolescencia era colaborador de los misioneros como catequista, y el
segundo era de Non-Khe, donde nació en 1796, abrazando el
cristianismo cuando era un adolescente y obteniendo la confianza de
que se le empleara como catequista.
Los tres presos fueron llevados a Ninh-Binh y fueron encerrados en la
cárcel, en la que sufrieron muchísimo y pasaron por tremendos
interrogatorios en que se les invitaba repetidamente a apostatar. En la
esperanza de que por fin lo hicieran fueron retenidos en la cárcel tres
años hasta que el propio sacerdote confirmó al mandarín de que no
tenían intención alguna de apostatar. Entonces se ordenó la ejecución
de los tres por decapitación, lo que ocurrió el 28 de abril de 1840.
Pablo Tong Viet Buong, nacido en la zona oriental de Vietnam, los
misioneros de la Sociedad Extranjera de Misiones lo atrajeron a la fe y
siempre agradeció mucho que le hubieran inculcado el cristianismo.
Opto por la vida militar y llegó a ser capitán de la guardia personal del
rey Minh Manh, observando una conducta intachable en su profesión.
Pero cuando el rey se decidió a perseguir nuevamente a los cristianos y
depurar su ejército, dio orden de que todos los militares cristianos
apostataran y Pablo se negó. Por ello fue arrestado en 1832 y paso un
año entero en la cárcel, sufriendo interrogatorios y torturas a fin de que
apostatara, pero él no lo hizo, firme en la fe y la adhesión a Cristo. Por
fin fue juzgado y se le condenó a ser degradado de su rango militar,
102
expulsado del ejército y finalmente a muerte. Fue decapitado en Saigón
el 23 de octubre de 1833.
Pedro Da, era del mismo pueblo, Ngoc-Cuc, que los cinco mártires
vietnamitas de ayer, y fue detenido con ellos el mes de diciembre de
1861. Pero no acompañó a sus correligionarios al mismo punto de
destierro sino que se le envió a Quang-Linh y aquí fue encerrado en la
cárcel. Él no era un rico terrateniente como los otros cinco mártires, sino
un modesto carpintero que, además, colaboraba con la Iglesia siendo el
sacristán de la iglesita del pueblo.
Pedro Doan Van, nació en el poblado de Ke-coi el año 1780 y fue
cristiano desde pequeño. A los 25 años se le encomendó la
administración económica de la parroquia y también el oficio de
catequista. Y cumplió con mucha diligencia ambos encargos a lo largo
de muchos años. Su martirio fue consecuencia de la denuncia de dos
maleantes a quienes el mártir se había negado a dar arroz y que
aseguraron a las autoridades que en el pueblo había varios sacerdotes y
una iglesia. Supieron a tiempo los sacerdotes y Pedro la denuncia y
abandonaron el pueblo poniéndose a salvo. Pero Pedro quiso saber qué
habían hecho con la iglesia y volvió no tan disimuladamente como él
creía.
Conocido y delatado, fue arrestado. Llevado ante las autoridades, dijo
claramente que él no era sacerdote como en un principio habían creído
las autoridades, pero que sí era cristiano. Invitado entonces a apostatar
o morir, eligió el martirio. Y así por el nombre de Cristo fue decapitado el
25 de mayo de 1857.
Pedro Dung, era natural de Dong-Phu, estaba casado y tenía varios
hijos, y era un excelente padre de familia. Cargado ya con la canga tras
su arresto, logró que lo llevaran a la puerta de su casa, se despidió de
su familia y pidió que todos perseveraran en la fe.
Pedro Thuan, amigo y paisano del anterior, había sido anteriormente
arrestado varias veces y se había librado de las represalias porque pisó
la cruz. Pero se arrepintió y volvió al ejercicio de su religión, lo que le
valió un último arresto y el paso por varias cárceles, hasta que habiendo
confesado la fe, esta vez sin titubeo, fue quemado vivo.
Vicente Duong, era también padre de familia, de profesión agricultor.
Arrestado por su fe, la confesó abiertamente, y no cediendo a ninguna
amenaza, por ella fue quemado vivo.
103
Pedro Francisco Nerón, nació un 21 de septiembre en Bornay de Lonsle-Saunier, en la diócesis de Saint-Claude (Jura), quinto de nueve hijos.
A los diecinueve años expresó su deseo de ser sacerdote. Después de
haber estudiado desde 1839 hasta 1845 en el los seminarios menores
de Nozerroy y Vaux-sur-Poligny, entró, en 1845, en el seminario mayor
de Lons-le-Saunier. En 1846 entró en el seminario de Misiones
Extranjeras de París, donde en junio de 1848, fue ordenado sacerdote
para ser enviado a Tonkín. Durante su estancia en París, fue a rezar a
Nuestra Señora de las Victorias para pedir la gracia del martirio.
En 1849 Mons. Retord, Vicario Apostólico de Tonkín Occidental le dio el
distrito de Kim-Son. Después de muchos meses de intenso trabajo
pastoral, bajo la amenaza de persecución, debe refugiarse junto a Mons.
Retord, por quien en 1854 fue nombrado superior de un pequeño
seminario con ciento cincuenta postulantes, a los que enseñaba
filosofía, traduciendo para ellos incluso libros de texto de matemáticas
traídos de Francia. A pesar de este enorme trabajo, san Pedro Francisco
permaneció fiel a una intensa vida espiritual, haciendo cotidianamente
su Via Crucis, ayunando en Cuaresma, los viernes y las vísperas de las
fiestas de Nuestra Señora.
Habiéndose agravado la situación en el país, durante muchos meses se
vio obligado a llevar una vida errante, hasta que, traicionado por un
amigo, fue arrestado en la noche del 5 al 6 de agosto de 1860.
Encerrado en una jaula de la que no salió sino para el interrogatorio,
pasó tres meses en silencio, meditando y orando sin cesar. Fue
finalmente condenado a la pena de muerte y ejecutado por decapitación
el 3 de noviembre De 1860 en Son Tay (o Song-Koi, unos cincuenta
kilómetros al norte de Hanoi). Su cabeza fue arrojado al río Rojo,
mientras los soldados conservaron su túnica. El cuerpo, enterrado en el
lugar, fue reconocido en 1880 por Mons. Gendreau, y depositado en la
cripta de una iglesia próxima al lugar del martirio.
Pedro Khanh, había nacido en Nguyen-Kiet el año 1780. Luego de
haber ejercitado el oficio de catequista de forma ejemplar, fue admitido
al sacerdocio y ordenado el año 1819. Ejerció su ministerio pastoral en
diversas parroquias con celo y dedicación y siendo reconocida de todos
su vida virtuosa.
Era párroco en Ngansau cuando fue llamado por el P. Masson, uno de
los provicarios del vicariato apostólico occidental, porque tenía que tratar
con él algunos asuntos de la misión. Pero en una estación de aduana
104
fue reconocido como sacerdote e inmediatamente arrestado. Era el 19
de enero de 1842. Invitado bajo amenazas y torturas a apostatar, se
mostró firme y fiel a Cristo y fue dejado en la cárcel a lo largo de meses
para ver si apostataba. Pero el mártir mantuvo la fe. Condenado a
muerte, fue decapitado el 12 de julio de 1842. Se pudo rescatar su
cuerpo y sepultarlo cristianamente
Pedro Le Tuy, había nacido en la población de Banh-So hacia 1770.
Estudió en el seminario de Vinh-Tri y se ordenó sacerdote. Fue primero
coadjutor de Dong-Thanh y luego de Chan-Loc, pasando luego como
párroco a Nam-Duong. Trabajó en los tres sitios con mucho celo,
edificando a los fieles. Estaba en el pueblo de Thanh-Trai administrando
los sacramentos a un enfermo cuando fue delatado y arrestado. Los
cristianos intentaron, sin conseguirlo, obtener su liberación.
El detenido fue enviado a Hanoi, recluido en la cárcel y cargado con la
canga, lo que llevó con gran paciencia y humildad. Quedó claro que la
única posibilidad de salvarlo era ocultar su condición de sacerdote, pero
cuando a los tres meses fue juzgado, él no quiso ocultar su ministerio
sacerdotal. El juez no cargó las tintas en su relación al rey Minh-Manh,
pero éste, al saber que era sacerdote, confirmó su pena de muerte. Fue
decapitado en Hanoi el 11 de octubre de 1833, primera víctima de este
reinado. Su cuerpo pudo ser luego enviado a París, al Seminario de
Misiones Extranjeras
Pedro Nguyen Bá Tuân, natural de Ngaoc-Duong, Tonkín, donde nació
en 1763, fue convertido al cristianismo por los dominicos, y optó por el
sacerdocio, al que se preparó adecuadamente, siendo ordenado
presbítero por el obispo san Clemente Ignacio Delgado, entonces vicario
del Tonkín oriental.
Ejerció su ministerio con gran dedicación durante treinta años en
diferentes destinos a que le envió la obediencia y fue siempre un
sacerdote fiel y cumplidor. Su último destino fue Lác-Món. Estando aquí
supo que el misionero español san José Fernández, religioso dominico,
había caído enfermo en Ninh-Chuong y corrió allá para ayudarlo y estar
a su lado. Pero vio que aquel lugar era peligroso y entonces decidieron
cruzar el río, lo que necesitaba una operación arriesgada y bien
organizada. Llegaron a Qui-Lau, ya en el vicariato occidental, donde los
misioneros franceses les dieron acogida caritativa, hospedándose en la
casa de un pagano. Pero éste cedió a la tentación de delatar su
presencia esperando la recompensa.
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Pedro fue arrestado el 18 de junio de 1838 y llevado a Nam-Dinh, donde
se le exigió la apostasía. Se negó firmemente y fue condenado a
muerte. A la espera de la confirmación real, fue bárbaramente torturado
y cargado con la canga pese a ser persona anciana. Antes de que
llegase la confirmación de su sentencia, murió en la cárcel el 15 de julio
de 1838 a consecuencia de los malos tratos.
Pedro Nguyen Van Luu, Nació en Go-vap (Tonkín) en 1812, de joven
aspiró al sacerdocio e hizo los estudios en el seminario de Penang. Hizo
primero de catequista en la frontera de Camboya y se acreditó por su
celo. Una vez ordenado fue al distrito de Mac Bac y, más tarde, fue
nombrado párroco de Sa-Dec, pasando después a My-Tho.
Animador ejemplar de las comunidades cristianas, compraba a los
guardianes de las cárceles para poder entrar a dar los sacramentos a
los cristianos detenidos. Esto le valió al fin su arresto y detención. Se
negó a apostatar pese a las amenazas y tormentos, siendo decapitado
el 7 de abril de 1861 en My-Tho
Tomás Toán, natural de Can Phan, actual Vietnam, nace hacia 1768.
Prestaba servicios en el distrito misional de Trung-Linh como catequista
y como procurador, y era fervoroso miembro de la Orden Tercera de
Santo Domingo.
Fue denunciado como cristiano por un médico y arrestado el 16 de
diciembre de 1839 y llevado a la cárcel de Nam-Dinh. No compareció a
juicio inmediatamente, pero fue repetidamente torturado para conseguir
su apostasía. Se mantuvo firme y confesó la fe. Comparece por fin ante
el gobernador en abril de 1840 y, al no apostatar, es encerrado en una
celda estrechísima junto con dos renegados. Éstos se dedicaron a
procurar que también Tomás renegase, debiendo oír de ambos sujetos
continuas obscenidades y blasfemias y soportar de ellos un continuo
trato humillante. Le hacían ver, además, que la salvación de los dos
apóstatas dependía de su propia apostasía. Debilitado y hundido
moralmente, dijo que obedecería al gobernador.
Entonces lo sacaron de la celda inmunda en que estaba y lo llevaron a
otra, donde encontró preso al religioso santo Domingo Trach y recuperó
el valor. Se arrepintió de su debilidad, se confesó con el sacerdote y
cuando fue llevado al gobernador se negó a pisar la cruz y volvió a
confesar la fe. Nuevamente torturado, las torturas fueron en vano.
Llevado a la cárcel y abandonado en ella, murió de miseria, sed y
hambre el 27 de junio de 1840.
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Vicente Do Yen, nace en el seno de una familia cristiana el año 1764 en
el poblado vietnamita de Tra-Lu. Recibido y educado en la llamada
«Casa de Dios», san Clemente Ignacio Delgado lo ordenó sacerdote en
1798. Surgida aquel mismo año la persecución, cuando ya estaba
dedicado a la cura de almas, fue denunciado y arrestado en 1799 y pasó
a la cárcel con la canga al cuello. Un mes más tarde los fieles lograron
su libertad dando por él una suma de dinero. Continuó su labor
apostólica hasta que finalmente decidió ingresar en la Orden de
Predicadores. Fue recibido como miembro de la comunidad de Manila y
emitió su profesión religiosa el 22 de julio de 1808.
Adornado de extraordinarias cualidades morales, era amado de sus
feligreses que veían en él un ángel de Dios. Su parroquia era la de Ke
Sat, donde logró ampliar y fortalecer la comunidad cristiana y hacer
verdaderamente una cristiandad ejemplar. Llegada la persecución de
Minh-Mang y luego de que los cristianos tuvieran que destruir con sus
manos la iglesia y la casa de la misión (1832), se dieron trazas de tener
oculto al sacerdote nada menos que durante seis años. Años en los que
no se derramó sangre cristiana en el Tonkín oriental. Pero cuando el
gobernador fue llamado al orden por el emperador, la persecución se
hizo muy espesa. Los fieles de Ke Sat supieron de una inmediata
búsqueda en el pueblo y dirigieron al sacerdote a Thua y luego a Bong,
queriendo también librar de problemas a sus fieles. Pero aquí fue
rápidamente localizado, arrestado, cargado de cadenas y de una canga
y enviado a Hai Duong el 8 de junio de 1838.
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Simón de Rojas (1552-1624), presbítero de la Orden de
la Santísima Trinidad
San Simón de Rojas, trinitario, nació en Valladolid (España), el 28 de
octubre de 1552. A los doce años, ingresó en el convento trinitario de su
ciudad natal, en el que hizo la profesión religiosa el 28 de octubre de
1572. Cursó los estudios en la universidad de Salamanca entre 1573 y
1579. Enseñó filosofía y teología en Toledo desde el año 1581 hasta el
1587. A partir de 1588, hasta su muerte, ejerció con grande prudencia el
oficio de superior en varios conventos. En el mismo periodo, fue enviado
como Visitador Apostólico a su Provincia de Castilla, en dos ocasiones,
y a la de Andalucía, en una. El 14 de abril de 1612 fundó la
Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María. En 1619
fue nombrado Preceptor de los Infantes de España. El 12 de mayo de
1621 fue elegido como confesor de la Reina Isabel de Borbón. Murió el
29 de septiembre de 1624.
Su canonización dentro de las celebraciones de este Año Mariano,
recompensa dignamente a quien, por su tierna devoción a María, Lope
de Vega llegó a equiparar con San Bernardo de Claraval y con San
Ildefonso de Toledo. Fue su madre, la virtuosa Constanza, quien
imprimió e hizo germinar en el alma de Simón el amor a María. El culto
que Constanza, junto con su marido, Gregorio, tributaba constantemente
a la Santísima Virgen, explica por qué Simón, cuando pronunció sus
primeras palabras, a los 14 meses de edad, siendo de pequeño algo
retardado y balbuciente, dijese: "Ave, María". No hacía otra cosa que
repetir la plegaria tan frecuentemente recitada por sus padres.
Su mayor gozo era el visitar los santuarios marianos, orar a María, imitar
sus virtudes, cantar sus alabanzas, resaltar la importancia de la
Santísima Virgen en el misterio de Dios y de la Iglesia. A través de
108
profundos estudios teológicos, comprendió cada vez mejor la misión de
María en la salvación del género humano y la santificación de la Iglesia.
Vivió sus votos religiosos con el estilo de María. Pensaba que para ser
todo de Dios, como Ella, era necesario hacerse esclavos suyos, o mejor,
esclavos de Dios en María. Fue por ello por lo que fundó la
Congregación de Esclavos del Dulcísimo Nombre de María, para la
mayor gloria de la Trinidad y la alabanza de la Virgen, al servicio de los
pobres. Para él, ser esclavo de María quería decir pertenencia total a
Ella: Totus tuus, para unirse más íntimamente a Cristo y en él, por el
Espíritu, al Padre.
La Congregación por él fundada era de carácter laical. A ella podían
adherirse personas de todo rango social. Los inscritos, entre los que
figuraban el rey y sus hijos, se obligaban a honrar a María, asistiendo
maternalmente a sus hijos predilectos: los pobres. Esta obra subsiste
todavía hoy en España. Simón de Rojas, que era considerado uno de
los más grandes contemplativos de su tiempo, y que en la obra La
oración y sus grandezas demuestra ser un gran formador de almas de
oración, quería que a la dimensión contemplativa se uniese la activa, las
obras de misericordia. Fiel al carisma trinitario, promovió redenciones de
esclavos, remedió numerosísimas necesidades de los pobres, consoló
enfermos, desheredados y marginados de todo tipo. Cuando recibió
encargos en la Corte, puso como condición para aceptarlos el poder
seguir ocupándose de sus pobres, a los que ayudaba de muchas
maneras, siempre con alegría a cualquier hora del día o de la noche.
Son numerosísimas las expresiones de su amor a María. Los pintores
que han inmortalizado su figura, ponen siempre en sus labios el saludo
"Ave, María", por él pronunciado con tanta frecuencia que familiarmente
era llamado "el Padre Ave María". Hizo imprimir millares de estampas de
la Virgen Santísima con la inscripción "Ave, María", estampas que
enviaba también al extranjero. Hizo confeccionar rosarios con 72
cuentas azules sobre cordón blanco, símbolo de la Asunción y de la
Inmaculada, como recuerdo de los 72 años que, según la creencia de la
época, había vivido la Virgen, y los difundió por doquier. Valiéndose de
su influencia en la Corte, hizo que se esculpiese con letras de oro sobre
la fachada del Palacio Real de Madrid el saludo angélico que él tanto
amaba: "Ave, María". El 5 de junio de 1622, pidió a la Santa Sede la
aprobación de un texto litúrgico por él compuesto en honor del Dulcísimo
Nombre de María, texto que más tarde el Papa Inocencio XI extendió a
toda la Iglesia.
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Las honras fúnebres que se le tributaron a su muerte, acaecida el 29 de
septiembre de 1624, asumieron el aspecto de una canonización
anticipada. Durante 12 días, los más famosos oradores de Madrid
exaltaron sus virtudes y santidad. Impresionado por la veneración
unánime que se le rendía, el Nuncio del Papa, algunos días después de
su muerte, el 8 de octubre siguiente, ordenó que se iniciasen los
procesos, en vista a su glorificación por parte de la Iglesia.
Reconocida la heroicidad de sus virtudes por Clemente XII, el 25 de
marzo de 1735, fue beatificado por Clemente XIII, el 19 de mayo de
1766. Y hoy, 3 de julio de 1988, el Papa Juan Pablo II inscribe en el
Catálogo de los Santos a este gran siervo de María y padre de los
pobres.
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Rosa Filipina Duchesne (1769-1852) religiosa, de la
Sociedad del Sagrado Corazón
Rosa FILIPINA DUCHESNE nació el 29 de agosto de 1769 en Grenoble,
Francia. Fué bautizada en la iglesia de San Luis, y le dieron el nombre
de San Felipe apóstol, y el de Santa Rosa de Lima, primera santa del
nuevo continente. Educada en el Convento de la Visitación de Ste.
Marie-d'en-Haut, y atraída por la vida contemplativa, entró en ese
monasterio a los 18 años.
La comunidad se dispersó durante la Revolución Francesa. Filipina
regresó a su familia y se dedicó a cuidar a los presos y a todos los que
sufrían. Intentó reconstruir el monasterio de Ste. Marie después del
Concordato de 1801 con algunas compañeras, pero no lo logró. En 1804
Filipina oyó hablar de una nueva congregación, la Sociedad del Sagrado
Corazón, y pidió a la fundadora Magdalena Sofía Barat ser admitida,
ofreciendo su monasterio. La Madre Barat visitó Ste. Marie en 1804 y
recibió a Filipina y sus compañeras como novicias en la Sociedad.
La vida contemplativa alimentó en Filipina el deseo de ir a las misiones.
Atraída por la Eucaristía desde su juventud, pasó la noche de un Jueves
Santo en oración. Escribió a la Madre Barat: «Pasé la noche entera en el
Nuevo Continente llevando el Santísimo Sacramento por todas partes...
Tenía que hacer tantos sacrificios: una madre, hermanas, parientes, mí
montaña... Cuando me diga: "Te envío", responderé en seguida: "Voy"».
Sin embargo, tuvo que esperar otros 12 años.
En 1818 el sueño de Filipina se vio realizado. El Obispo del territorio de
Louisiana buscaba una congregación de religiosas para ayudarle a
evangelizar los niños franceses e indios de su diócesis, y Fílipina fue
enviada a responder a esta llamada. En St. Charles, cerca de St. Louis,
111
Missouri, fundó la primera casa de la Sociedad fuera de Francia, en una
cabaña de troncos. Allí vivió todas las austeridades de la vida de
frontera: frío extremo, trabajo duro, falta de dinero. Nunca llegó a
aprender bien el inglés. Las comunicaciones eran muy lentas: a veces
no le llegaban noticias de su querida Francia. Luchó por mantenerse
estrechamente unida con la Sociedad del Sagrado Corazón en Francia.
Filipina y otras cuatro Religiosas del Sagrado Corazón trazaron un
camino. En 1820 abrió la primera escuela gratuita al oeste del
Mississippi. En 1828 había fundado ya seis casas. Estas escuelas eran
para las jóvenes de Missouri y Louisiana. Las amó y trabajó para ellas,
manteniendo siempre en el fondo de su corazón el anhelo de ir a los
Indios americanos. Cuando Filipina tenía 72 años, se abrió una escuela
para los Potowatomies en Sugar Creek, Kansas. Aunque muchos
pensaban que Filipina estaba demasiado enferma para ir, el jesuita que
dirigía la misión insistió: "Tiene que venir: quizás no podrá hacer mucho
trabajo, pero con su oración alcanzará el éxito de la misión, y su
presencia atraerá muchos favores del cielo para la obra".
Estuvo sólo un año entre los Potowatomies, pero su valor pionero no
flaqueó, y sus largas horas de contemplación inspiraron a los indios el
llamarla " La mujer que siempre reza”.
Su salud no pudo resistir el régimen de vida en el poblado. Volvió a St.
Charles en julio de 1842, aunque su corazón valiente nunca perdió el
deseo de las misiones. "Siento el mismo anhelo por las Montañas
Rocosas que sentía en Francia cuando pedí venir a América... ".
Filipina murió en St. Charles, Missouri, el 18 de noviembre de 1852, a la
edad de 83 años.
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Magdalena de Canossa (1774-1835)
virgen, fundadora de la familia Canosiana, Hijos e Hijas
de la Caridad
MAGDALENA DE CANOSSA, mujer que creyó en el Amor del Señor
Jesús, fue enviada por el Espíritu entre los hermanos más menesterosos
a los que sirvió con corazón de madre y ardor de apóstola.
Nace en Verona el 1 de marzo de 1774 de noble y rica familia, tercer
nacida de seis hermanos.
A través de etapas muy dolorosas, como la muerte de su padre, las
segundas nupcias de su madre, la enfermedad y la incomprensión, el
Señor la guía hacia caminos imprevisibles que Magdalena intenta
recorrer con muchos esfuerzos.
UNA LLAMADA
Atraída por el Amor de Dios, a los 17 años desea consagrar su vida a Él
y por dos veces intenta la experiencia del Carmelo.
Pero su Espíritu la solicita interiormente a recorrer un nuevo camino:
dejarse amar por Jesús, el Crucificado, pertenecer a Él sólo para
dedicarse completamente a sus hermanos afligidos por distintas
pobrezas.
Vuelve a su familia y, obligada por eventos dolorosos y trágicas
situaciones históricas de fines del siglo XVIII, encierra en el secreto de
su corazón la vocación y participa en la vida del Palacio Canossa
aceptando la gestión del cuantioso patrimonio familiar.
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UN DON
Con empeño y dedicación, Magdalena cumple con sus deberes diarios y
amplía su círculo de amigos, quedando disponible a la misteriosa acción
del Espíritu que, poco a poco, plasma su corazón y la hace partícipe de
la pasión del Padre para el hombre, demostrada en el don completo y
supremo de Jesús Crucificado, en el ejemplo de María, la Virgen Madre
Dolorosa.
Prendida por esta caridad, Magdalena oye el grito de los pobres
hambrientos de pan, instrucción, comprensión y de la Palabra de Dios.
Ella los descubre en los barrios periféricos de Verona, donde los reflejos
de la Revolución francesa, las subsiguientes dominaciones de
Emperadores extranjeros y las Pascuas de Verona, habían dejado
signos de patente devastación y de sufrimiento humano.
UN PROYECTO
Magdalena busca y encuentra a las primeras compañeras llamadas a
seguir Cristo pobre, casto, obediente y enviadas a testimoniar su
incondicionada Caridad entre los hermanos.
En 1808, superadas las últimas oposiciones de su familia, Magdalena
deja definitivamente el Palacio Canossa para empezar, en el barrio más
pobre de Verona, aquella que interiormente reconoce como la voluntad
del Señor: servir a los más necesitados con el corazón totalmente
plasmado en Cristo.
UNA PROFECÍA
¡La Caridad es un fuego que inflama! Magdalena está dispuesta al
Espíritu que la guía también entre los pobres de otras ciudades:
Venecia, Milán, Bérgamo, Trento ... En pocos decenios, las fundaciones
de la Canossa se multiplican, la familia religiosa crece al servicio del
Reino.
El amor por Cristo Muerto y Resucitado arde en el corazón de
Magdalena que, con sus compañeras, se vuelve testimonio del mismo
Amor en cinco sectores específicos: la escuela de caridad por el
crecimiento integral de la persona; la catequesis a todas las clases,
privilegiando a los más lejanos; la asistencia sobre todo hacia las
enfermas en los hospitales; seminarios residenciales para formar
maestras, que obrasen en el campo, y preciosas colaboradoras de los
114
párrocos en las actividades pastorales; cursos de ejercicios espirituales
anuales para las damas de la alta nobleza, con el fin de animarlas
espiritualmente y envolverlas en los distintos ámbitos caritativos.
Más tarde, esta actividad es dirigida a cualquier clase de personas.
Alrededor de la figura y de la obra de Magdalena nacen constantemente
otros testimonios de la Caridad: la Naudet, el Rosmini, el Provolo, el
Steeb, el Bertoni, la Campostrini, la Verzeri, la Renzi, los Cavanis, el
Leonardi, todos fundadores de otras Familias religiosas.
UNA FAMILIA
La Institución de las Hijas de la Caridad obtiene, entre 1819 y 1820, la
aprobación eclesiástica en las distintas diócesis donde las Comunidades
ya están presentes.
El 23 de diciembre de 1828, Su Santidad león XII aprueba la
Constitución del Instituto con el Breve Si Nobis.
Después de repetidos intentos negativos con Don Antonio Rosmini y con
Don Antonio Provolo, hacia el fin de su vida, Magdalena consigue
empezar también el Instituto masculino que proyectó ya desde 1799.
En Venecia, el 23 de mayo de 1831, abre el primer oratorio de los Hijos
de la Caridad para la formación cristiana de los jóvenes y de los adultos,
entregándolo al Sacerdote veneciano Don Francesco Luzzo,
coadyuvado por dos laicos de Bérgamo: Giuseppe Carsana y Benedetto
Belloni.
Magdalena acaba su intensa y fecunda existencia terrena a la edad de
61 años. Muere en Verona el 10 de abril de 1835 asistida por sus Hijas.
Era Viernes Santo.
UNA MISIÓN
¡Hagan conocer sobre todo a Jesucristo! la grande pasión del corazón
de Magdalena, es la grande herencia que las Hijas y los Hijos de la
Caridad están llamados a vivir, una disponibilidad radical, "dispuestos
por el divino servicio a ir a cualquier pueblo, aun al más lejano"
(Magdalena, Ep. II / I, p. 266).
115
Las Hijas de la Caridad cruzan el Océano hacia el Extremo Oriente en
1860. Hoy son cerca de 4000, presentes en los cinco continentes,
divididas en 24 Organismos.
Los Hijos de la Caridad son cerca de 200 y obran en distintas ciudades
de Italia y de ultramar.
Hermanas y Hermanos Canosianos llamados "ad Gentes" tratan de
entender y acogen "las semillas del verbo", presentes en cada cultura y,
con sus testimonios, anuncian "lo que han visto, oído y contemplado...":
el Amor del Padre que en Jesucristo alcanza a todos los hombres para
que haya vida y, en este dar y recibir, el carisma se enriquece y se
vuelve fecundo para el Reino.
El carisma que es el Espíritu Santo en Magdalena seguramente no
agota su vitalidad en la realización de los dos Institutos.
Como consecuencia, distintos grupos laicos encuentran en Magdalena y
en su don, su especial manera de vivir la fe, de testimoniar la caridad en
los distintos ámbitos apostólicos de las distintas comunidades cristianas.
UN CANTO DE GRATITUD
La Iglesia nos propone a todos a Magdalena, y en especial, a sus Hijos
e Hijas, como un testigo del Amor gratuito y fiel de nuestro Dios.
A Él damos gracias por el don de esta Madre y Hermana y por su
intercesión pedimos de poderlo amar como Ella, por encima de cualquier
otra cosa y hacerlo conocer a los hombres de nuestro tiempo, viviendo
nuestra específica vocación.
116
María Rosa Molas y Vallvé (1815-1876)
religiosa, de las Hermanas de Nuestra Señora de la
Consolación
Cuando el 8 de mayo de 1977 era beatificada María Rosa Molas y
Vallvé, Pablo VI contemplaba a la humanidad que, en su «lento
peregrinar hacia metas de anhelada superación», con frecuencia «solo
alcanza un humanismo débil, parcial, ambiguo, formal, cuando no
falseado». Contemplaba a nuestra sociedad «azotada por múltiples
formas de violencia», desde la difusión de la droga, a la plaga del
aborto, del criminal comercio de armas a la creciente miseria de tantos
pueblos de la tierra.
A esta humanidad desorientada y a este mundo deshumanizado,
presentaba el mensaje y la figura de María Rosa Molas corno «maestra
en humanidad » y «auténtico instrumento » de la misericordia y la
consolación de Dios.
A distancia de 11 años, nuestro mundo sigue perturbado por los mismos
fenómenos, y el hombre, que con frecuencia pierde el sentido último de
su existencia, sigue necesitando el anuncio de «la consolación, del amor
y la misericordia de Dios».
La Canonización de María Rosa Molas forma parte de ese anuncio. Es
un grito de esperanza para la humanidad y una llamada que la Iglesia
vuelve a lanzar a cuantos creen en el hombre y «quieren dedicarse a la
creación de un mundo más humano y más hermanado».
La vida de María Rosa Molas es una palabra de consolación para el
hombre. Sus contemporáneos afirman que «en el mundo parece que
estaba únicamente para consuelo de todos». Esa fue y esa sigue siendo
117
su misión en la Iglesia: Hacerse transparencia de la Misericordia del
Padre y mostrar a los hombres los caminos de la Consolación de Dios.
Esos caminos que María Rosa recorrió, parten en ella del encuentro con
Dios en Cristo, descubierto en una profunda contemplación de su
misterio, gustado en una serena experiencia de cruz.
María Rosa vive contemplando, «mirando a Jesucristo». En su pobreza
lo contempla « tan pobre que no tenía donde descansar la cabeza », en
las pruebas del espíritu «piensa en la Oración del Huerto». En toda
clase de pruebas experimenta y ensena a sus hijas que «en el Calvario
a los pies de Jesús, se encuentra todo consuelo y alivio». Mirando a
Jesucristo en su prójimo, sus caminos de consolación se hacen entrega
incondicional al hermano, servido hasta el olvido y el sacrificio total de sí
misma.
A través de una intensa vida de oración que, con frecuencia prolonga a
lo largo de noches enteras, «se hace perfecta discípula de Jesús». Ahí
es donde se le da «una lengua de discípulo para poder decir al cansado
una palabra alentadora» (Is 50, 4). De la contemplación saca la fortaleza
para una entrega que no conoce límites y que la impulsa a «vivir en la
caridad hasta morir víctima de la caridad».
María Rosa Molas había nacido en Reus, de una familia de artesanos, el
24 de marzo de 1815, siendo bautizada al día siguiente con los nombres
de Rosa Francisca María de los Dolores.
Su padre, José Molas, tenía sangre andaluza en su ascendencia. Su
madre, María Vallvé, profundas raíces catalanas. Esto confiere a María
Rosa un temperamento rico, marcado por cualidades distintas, que se
contraponen y armonizan entre sí. Por una parte, es intuitiva y sensible.
Hay en ella ternura y delicadeza de sentimientos, empatía ante el
sufrimiento de los demás y creatividad para aliviarlo.
Por otra, marcada por el «seny de la terra» del pueblo catalán, tiene un
«carácter vivo y enérgico, emprendedor y decidido», «espíritu fuerte y
tenaz». Sentido práctico.
La contemplación se hace en ella servicio concreto. La misma humildad
se traduce en «energía trabajadora incansable». Lleva siempre en su
servicio «un gesto desembarazado», «un aire despejado en el trabajo».
Tratando de hacer el bien no encuentra obstáculos. «Nada dificulta su
afán de bien obrar».
118
Su confesor y primer biógrafo observa que su nacimiento ocurrió en la
noche del Jueves al Viernes Santo y ve en esta circunstancia un signo
de los dones con que la enriqueció el Señor: «Sin duda, quiso que
viniesen a reflejarse muy vivamente en ella el más grande amor de los
amores, y la más cruel desolación de Jesús». Según él, era esto
anuncio de su participación en los sentimientos de Cristo para que
pudiera ser «maestra de su Cariño» y «mensajera de gran caridad». Era
«el preludio de las intensas y frecuentes desolaciones con que sería
probada».
María Rosa, en efecto, a partir del día de su Primera Comunión, vive
una profunda experiencia mística, en la que el Señor, a veces, le da a
gustar la dulzura inefable de su presencia. «Quien llega a probar cuan
dulce es Dios, -exclama- no puede dejar de caminar en su presencia».
Dios es para ella «Esposo dulce» o simplemente «Dulzura mía».
Pero en su experiencia espiritual más frecuentemente predominan « el
silencio de Dios » y la dolorosa sensación de la ausencia del Esposo,
por quien se desvive.
Esta experiencia, que marca su vida, la hace entrar en un camino de
humildad y abnegación, de olvido de sí misma y búsqueda incansable
de la gloria de Dios y del bien de los hermanos. Es esa la actitud honda
de su vida, que expresa cuando repite: «Todo sea para gloria de Dios.
Todo para bien de los hermanos. Nada para nosotras». Este es el
camino de «humildad, sencillez y caridad, de abnegación y espíritu de
sacrificio» que ella dice «son el alma de su Instituto». Es la «humildad
de la caridad» que la lleva a vivir «fascinada por el otro» y a realizar los
gestos más heroicos de caridad con la mayor sencillez y naturalidad.
En enero de 1841 había entrado en una Corporación de Hermanas de la
Caridad, que prestaban sus servicios en el Hospital y la Casa de
Caridad de Reus. Allí da pruebas de caridad heroica, en el humilde
servicio a los más pobres; allí escucha el clamor de su pueblo, se
conmueve y sale en su defensa. El 11 de junio de 1844, asediada y
bombardeada la ciudad de Reus por las tropas del General Zurbano,
con otras dos Hermanas, atraviesa la línea de fuego, se postra a los pies
del General, pide y obtiene la paz para su pueblo.
Años después, va con otras Hermanas a Tortosa, donde su campo de
acción se amplía. Allí descubre la falsa situación del grupo al que
pertenece y experimenta «la orfandad espiritual en que se halla». Su
inmenso amor a la Iglesia la lleva a dialogar con sus hermanas, a
119
discernir con ellas los caminos del Señor. El 14 de marzo de 1857, se
pone bajo la obediencia de la autoridad eclesiástica de Tortosa. Se
encuentra así, sin haberlo deseado nunca, Fundadora de una
Congregación que, al año siguiente -el 14 de noviembre- a petición de
María Rosa, se llamará, Hermanas de la Consolación, porque las obras
en que de ordinario se ejercitan» ... «se dirigen todas a consolar a sus
prójimos».
Por voluntad suya, la Congregación tendrá por fin: «Dilatar el
conocimiento y Reino de Jesucristo», «como manantial y modelo de
toda caridad, Consuelo y perfección» y «continuar la Misión sobre la
tierra de nuestro dulcísimo Redentor», «consolando al afligido»,
educando, sirviendo al hombre en «cualquier necesidad».
El Señor la había preparado para la misión de Fundadora a través de
múltiples servicios y situaciones, a veces dolorosas, que ella vivió Con
serena y heroica paciencia. Tal fue la grave calumnia de la que fue
objeto cuando, en obediencia a sus Superiores, tuvo que prepararse en
secreto y sacar el título de Magisterio. Tal, la persecución que las
autoridades civiles emprendieron contra ella en varias ocasiones.
María Rosa vive con fortaleza estas situaciones; las vive en silencio y
tiene «para cuantos afligen su espíritu, delicadas atenciones y
afabilidad». Las vive con serenidad y, a patentes injusticias, responde
con servicios generosos y hasta heroicos.
Así, a las autoridades de Tortosa que injustamente la han alejado de la
Escuela pública de niñas, presta su ayuda para la organización de un
Lazareto, «dispuesta a sacrificarlo todo en pro de nuestros pobrecitos
hermanos», por si sus «servicios fuesen bastantes para aliviar la suerte
del prójimo».
Esta mansedumbre y paciencia en soportar, no son en María Rosa,
cobardía ni debilidad, sino fortaleza que se hace «parresía», valentía y
libertad evangélicas, cuando están en juego los intereses de los pobres,
la verdad, o la defensa del débil. La vemos oponerse con energía a un
alcalde que pretende hacerle jurar una Constitución española que va
contra los intereses de la Iglesia; salir en defensa de las amas de
lactancia a quienes la administración no paga el justo salario; defender a
sus hijas, injustamente desacreditadas por un administrativo de uno de
sus Hospitales; impedir a un médico utilizar a los niños expósitos para
experimentar intervenciones quirúrgicas.
120
Y esto lo hace María Rosa sin perder en ningún momento su sereno
equilibrio. «Poseía el secreto de ganar los corazones», «infundía
recogimiento y veneración». «Era inexplicable verla siempre bondadosa,
afable y cariñosa con una superioridad de espíritu envidiable».
Esta actitud constante que caracteriza a María Rosa Molas, se entiende
tan sólo desde «el secreto de su corazón, que llenaba sólo Dios». Era
«efecto del íntimo y continuo trato con Dios que presidía su vida, su
acción, sus afectos».
«Creía de poca importancia cualquier sacrificio, humillaciones,
calumnias, persecuciones. Cuanto la acercaba a Dios le era muy grato...
Difícil, inaguantable y amargo lo que sospechaba que a Él ofendía».
Desde ese amor a Dios «se hacía Caridad vivida», «se inclinaba sobre
el necesitado, sin distinción alguna», si no era en favor de los ancianos
más desvalidos y de los niños más abandonados «que eran la pupila de
sus ojos».
Pasa su vida haciendo el bien, ofreciéndose a sí misma «en el don de
una completa entrega en la misericordia y en el consuelo, a quien lo
buscaba y a quien, aun sin saberlo, lo necesitaba».
Cumple así su misión consoladora hasta que, a fines de mayo de 1876,
siente que el Señor se acerca. Tras breve enfermedad, herida más por
el deseo de Dios que por males físicos, desgastada por su servicio
incansable a los pobres, más que por los años, pide permiso a su
Confesor para morir: «¡Déjeme marchar!» Después de recibir su
asentimiento: «Cúmplase la santísima voluntad de Dios», moría al caer
el 11 de junio de 1876, domingo de la Santísima Trinidad.
Dejaba su misión consoladora en la Iglesia a su Familia religiosa, las
Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, que hoy está
esparcida en once naciones y cuatro continentes.
121
Clelia Barbieri, virgen y fundadora
de la Congregación de las Hermanas Mínimas de la
Virgen de los Dolores
Clelia nació en Le Budrie, diócesis de Bolonia (Italia), el 13 de febrero de
1847, del piadoso matrimonio formado por José Barbieri y Jacinta
Nanetti. Sus familiares se ganaban el pan con el trabajo de sus manos;
la suma estrechez en que vivían era causa frecuente de enfermedades.
Cuando Clelia tenía poco más de ocho años, su padre murió víctima de
cólera.
Siendo muy pequeña, aprendió que su madre no sólo a coser e hilar,
sino, por encima de todo, a amar a Dios y a vivir cristianamente. Con
frecuencia le oían decir a su madre: “Háblame de Dios” o “?qué debo
hacer para ser santa?”. Acudía a menudo a la iglesia para rezar y
estudiaba con ahínco el catecismo. Era de temperamento humilde y
dulce y de gran entereza de ánimo. Cuando tejía a sueldo ponía todo su
empeño en hacer bien el trabajo y, si su madre le apremiaba para que
fuera más deprisa, respondía: “Madre, este trabajo nos lo pagan, por
eso debemos hacerlo lo mejor posible”.
Nutría su espíritu con piadosas lecturas, en especial con la Práctica del
amor a Jesucristo de san Alfonso María de Ligorio y la Filotea de José
Riva. Tuvo como director espiritual a don Cayetano Guidi, párroco de Le
Budrie, quien con sus sabios consejos le ayudó a progresa en el amor a
Dios y en el camino de perfección cristiana.
Impulsada por aquel celoso sacerdote y movida por su generosidad,
concibió el deseo de dedicarse por entero con otras jóvenes del lugar,
122
se entregó con gran empeño a servir a los pobres y a enseñar el
catecismo a los niños. Los domingos, después de haber asistido a la
celebración de las Vísperas, solía reunirse con tres compañeras para
hablar de Dios. Poco a poco aquellas jóvenes concibieron el proyecto de
hacer vida en común “Somos tan pobres –acostumbraba a decir Cleliaque en ningún instituto religioso nos admitirán. Decidámonos, pues, a
hacer vida en común y a dedicarnos únicamente a Dios y al prójimo”.
Y así, el día 1 de mayo de 1864, las cuatro jóvenes, confiando
solamente en Dios, se juntaron con una humilde morrada, llamada “la
casa del maestro”, que dio lugar al Ritiro delle Budrie, que con razón es
considerado como la cuna de la Congregación de las Hermanas
Mínimas de la Virgen Dolorosa. Su misión principal era atender a las
niñas huérfanas o abandonadas por sus padre, a las que educaban
cristianamente y las preparaban al ejercicio de una profesión.
Poco después, mientras practicaban unos ejercicios espirituales, Clelia
redactó una regla de vida comunitaria, basada completamente en la
oración, el sacrificio, el trabajo y la caridad. Las hermanas eligieron
como patronos de su pequeña comunidad a la Virgen de los Dolores,
cuyo culto los Servos de María habían promovido en la diócesis de
Bolonia, y a san Francisco de Paula, el más humilde de los humildes
siervos de Dios, cuya ayuda imploraban sobre todo en los momentos
difíciles.
Al frente del grupo el párroco Cayetano Guidi puso a Clelia, a la que
Dios enriqueció con especiales carismas, como atestiguan el único
escrito autógrafo que de ella poseemos: la carta a Jesús, mi dulce
esposo.
Entretanto, a medida que Clelia avanzaba animosamente por el camino
de la santidad, aparecieron en su frágil cuerpo los primeros síntomas de
la tuberculosis. Estuvo postrada en cama durante siete meses, al cabo
de los cuales, concretamente el 13 de julio de 1870, dijo: “!Ánimo! Yo me
voy al cielo, pero estaré siempre con vosotras y nunca os dejaré”.
Después de estas palabras, que fueron las últimas, murió en el Señor.
En el primer aniversario de su muerte, como si quisiera cumplir su
promesa, habiéndose reunido las hermanas en su habitación para orar,
se oyó, en respuesta a sus plegarias, una vez que todas ellas
identificaron como la de Clelia.
Del pequeño grupo congregado en Le Budrie nació la familia religiosa de
las Hermanas Mínimas de la Virgen Dolorosa. El papa Juan Pablo II
123
canonizó a Clelia el 9 de abril de 1989. Su cuerpo se venera en el
oratorio de la primera casa de la Congregación.
Gaspar Bertoni (1777-1853)
sacerdote, fundador de la Congregación
de los sagrados estigmas de Nuestro Señor Jesucristo
GASPAR BERTONI nació en Verona, en la República de Venecia, el 9
de octubre de 1777, de Francisco Bertoni y Brunora Ravelli de
Sirmione. Fue bautizado al día siguiente por su tío abuelo, el padre
Santiago Bertoni, en la iglesia parroquial de San Pablo, en la sección
Campo Marzo de Verona. A ambos lados de la familia, la profesión de
"Notario" se ejerció, y de un documento legal de edad, se puede ver que
la familia era bastante acomodada. Aún más sobresaliente, sin embargo,
fue la práctica de la fe.
Tras la muerte de su hermana pequeña, el joven Gaspar siguió siendo el
único hijo. Tenía la ventaja de una excelente educación tanto en casa
como en la escuela de San Sebastián, que se llevó a cabo por el
municipio después de la supresión de los jesuitas. Ellos, sin embargo,
continuó enseñando y también en la dirección de la Congregación
Mariana. El joven Bertoni llegó aquí bajo la influencia del padre Louis
Fortis, que sería en el futuro el primer Director General de los jesuitas
después del restablecimiento de la Compañía de Jesús.
Desde la gracia de su Primera Comunión a la edad de 11, Gaspar
Bertoni fue llamado a una vida de unión mística. Su vocación al
sacerdocio había madurado, ya a los 18, entró en el seminario.
Frecuentando el curso teológico como estudiante externo, encontró en
124
su profesor de teología moral, el P. Nicolás Galvani, un excelente
director espiritual.
Durante su primer año de teología, fue testigo de la invasión de los
ejércitos franceses (1 de junio de 1796). Este fue el comienzo de un
período de 20 años de gran agitación de su ciudad natal. Inspirado por
la caridad de profundidad, se dedicó a la asistencia de los enfermos y
heridos, como miembro de la Fraternidad del Evangelio para los
hospitales, que justo en ese momento había sido instituida por el Siervo
de Dios, el Padre. Pedro Leonardi.
En su ordenación sacerdotal (20 de septiembre, 1800), en los albores de
un nuevo siglo, se encontró en un mundo que necesita de mucha ayuda
para la resolución de los problemas graves que lo molesten.
Su párroco asignado a los jóvenes de la parroquia a su cuidado
pastoral. Se dedicó con todas sus energías y gran capacidad de
organización a la nueva misión. Se estableció un oratorio en forma de
una "cohorte Marian", que tuvo como objetivo la formación cristiana y
social de los jóvenes. Todas esas organizaciones fueron suprimidas por
un decreto de Napoleón (1807), y el Padre. Bertoni reservada la
realización de sus planes para tiempos mejores.
Mientras tanto, se hizo cargo de la dirección espiritual de una comunidad
fundada luego por Santa Magdalena de Canossa en el Convento de San
José (mayo 1808). Fue aquí donde conoció a la Sierva de Dios
Leopoldina Naudet, a quien entonces guía espiritual a las alturas de la
mística del santo abandono y la fundación de las Hermanas de la
Sagrada Familia. Extendió este aspecto de su ministerio a otro siervo de
Dios, Teodora Campostrini, de una familia noble, tanto en el
discernimiento de su vocación, como en la fundación de su Comunidad,
de la "Minime Sorelle" de la Caridad de la Madre Dolorosa .
En septiembre de 1810, él ya se había trasladado desde su casa de la
familia tras la muerte de su madre, y fue trasladado de la parroquia de
St. Paul, a San Firmus Mayor. Aquí, el obispo también le confió la
dirección espiritual de los seminaristas en el seminario diocesano. Una
sólida formación espiritual y teológica de los jóvenes fue siempre el claro
objetivo de las reuniones frecuentes que tenía en su propia casa. En
este momento, comenzó a organizar esta tarea en una forma más
ordenada. Su idea general fue la renovación del clero sobre la base de
una adhesión incondicional a la Suprema Pontífice, Pío VII, en ese
momento, prisionero de Napoleón. Para el P.. Bertoni, el Pontífice, fue
125
siempre "la primera piedra e inamovible" de la Iglesia. La reforma de la
Iglesia tuvo que empezar desde el propio santuario, con el regreso de
sus ministros a la siguiente integral del Evangelio. El seminario
diocesano estaba pasando por una crisis muy mala. Sin embargo, en
poco tiempo recuperó su forma adecuada, e incluso supone un aspecto
monacal como testigo de la época declaró.
Con la caída de Napoleón, la necesidad para la restauración de la
opinión general. Fr. Bertoni claro que para reunir el rebaño, una vez
más, sería necesario para despertar por la presentación de las verdades
fundamentales de la fe a través de la predicación de las misiones a la
gente. El 20 de diciembre de 1817, el Papa Pío VII le confirió un
mandato preciso, por el que confiere a éste la facultad de "Misionero
apostólico". Mientras que el gobierno de Austria prohibió sospechoso
este ministerio específico, el Padre. Bertoni se dedicó a la predicación y
la catequesis otros.
Si bien cada vez todas las cosas para ganar todo por Cristo, el
Padre. Bertoni cultivado una vida interior muy intensa. De la lectura de
su Diario Espiritual, parece que fue también la gracia de dones
místicos. Entre ellos, fue el llamado que se hizo evidente para él por la
gracia, a la fundación de una familia religiosa.
El 4 de noviembre de 1816, con dos compañeros, se trasladó a una
pequeña casa, junto a una supresión Iglesia, que llevaba el título de "los
sagrados estigmas de San Francisco (a partir de esto, el nombre de su
comunidad se ha adaptado con el tiempo, en esta pequeña iglesia,
también trabajó para difundir la devoción a la Pasión y las llagas de
Cristo). En una forma muy austera, la nueva comunidad abrió una
escuela sin clases, ofreciendo este y otros servicios gratuitos a la Iglesia
y la sociedad. los hombres vivían juntos una vida común de la estricta
observancia y la penitencia. Una intensa vida de la contemplación se ha
unido a un amplio apostolado, incluyendo la educación cristiana de la
juventud, la formación del clero y de la predicación misionera, en la
disponibilidad perfecta a las peticiones del obispo.
Inmediatamente después de un éxtasis que vivió rezando ante un
crucifijo (el 30 de mayo de 1812), sufrió un primer ataque de la "fiebre
miliar" que lo llevó hasta el umbral mismo de la muerte. Casi
milagrosamente, se recuperó, pero para el resto de sus 41 años de vida
se quedó en mal estado de salud, esto mientras todos dando un
maravilloso ejemplo de paciencia y abandono confiado heroica a Dios.
Incluso desde su lecho de enfermo, sufriendo molestias indescriptibles,
126
se convirtió en el "ángel de los abogados" para innumerables personas
que le buscaban. Varios de éstos fueron dotados los seres humanos,
que fueron fundadores obras de caridad, como Beato Carlos Steeb, los
Siervos de Dios, el Padre. Nicolás Mazza y el Padre. Antonio Provolo - y
otros de fuera de la ciudad, que llegó a Verona a reunirse con él.
Una auténtica imagen de Cristo Crucificado, con sus cerca de 300
procedimientos quirúrgicos en la pierna derecha que sufrió, no podía
sufrir bastante por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas. Una
vez que el enfermero le preguntó si necesitaba algo - y entre sus últimas
palabras fueron: "Tengo que sufrir".
En una visión de esperanza viva en Cristo resucitado, que lleva el signo
de su triunfo, y con el apoyo de los cónyuges Santo y patrocinadores,
María y José, murió una muerte santa, a las 3:30 de una tarde de
Domingo, 12 de junio 1853 .
Su Congregación de los Sagrados Estigmas de Nuestro Señor
Jesucristo, enriquecida por muchos sufrimientos para, gradualmente se
extendió más allá de Verona, a otras ciudades de Italia, y luego a los
Estados Unidos, a Brasil (donde en la actualidad cuenta con 6 obispos),
a Chile, a las Filipinas y los territorios de misión: Sudáfrica, Costa de
Marfil, Tanzania, Tailandia.
127
Ricardo Pampuri, O.H. (1897-1930), religioso, de la
Orden San Juan de Dios
HERMINIO FELIPE PAMPURI en religión Fr. Ricardo, décimo de once
hijos, nació el 2 de agosto de 1897 en Trivolzio (Pavia) de Inocencio y
de Angela Campari, y fue bautizado el día siguiente.
Huérfano de madre a los tres años, fue acogido y educado en casa de
los tíos maternos en Torrino, a las afueras de Trivolzio. En 1907 murió
en Milán también su padre.
Completó su Escuela Elemental entre dos pueblos cercanos y los
estudios medios en Milán, siendo alumno interno en el Colegio de San
Agustín de Pavía. Después de los Estudios del Liceo, se inscribió en la
facultad de medicina de la Universidad de Pavía.
Durante la primera guerra mundial, hizo el servicio militar en los años
1915-1920, prestando servicios sanitarios en zona de guerra primero
como sargento y después como oficial aspirante de médico.
Se graduó en medicina y cirugía con el máximo de puntuación el 6 de
julio de 1921 en la mencionada Universidad.
Después de un peritaje junto a su tío médico y una breve suplencia en la
plaza médica de Vernate, fue nombrado médico rural de Morimondo
(Milán). En 1922 hizo laudablemente un curso de perfeccionamiento en
el Instituto Obstétrico-ginecológico de Milán, y en 1923 el curso de
habilitación para oficial sanitario en la Universidad de Pavía.
128
Muy pronto comenzó a abrir la mente y el corazón a los ideales
cristianos de la santidad y del apostolado, y ya de niño hubiera querido
seguir la vida sacerdotal y misionera, pero fue siempre disuadido por lo
delicado de su salud.
Desde la adolescencia fue siempre y en todas partes ejemplo claro de
cristiano que, aun viviendo en medio del mundo, profesó abiertamente y
con coherencia el mensaje evangélico y practicó con generosa
dedicación las obras de misericordia. Amaba la oración y permanecía
constantemente en íntima unión con Dios, aún durante su actividad
externa.
Asiduo a la Mesa Eucarística, permanecía largos ratos delante del
sagrario en profunda adoración.
Muy devoto de la Santísima Virgen María, la honraba con el rezo del
Santo Rosario, aún más de una vez al día.
Fue socio activo y celoso del Círculo Universitario Severino Boecio de
Pavía, miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl, y terciario
franciscano.
Perteneció a la Acción Católica desde niño; cuando llegó a Morimondo,
fue para el párroco un eficiente colaborador: cofundador del Círculo de
la Juventud de Acción Católica, siendo su primer presidente, y
organizador de una banda de música. Tanto el primero como la segunda
los puso bajo la protección de San Pío X. También actuó como
secretario de la Comisión Misionera de la parroquia. Organizaba tandas
de Ejercicios Espirituales en la " Villa del Sagrado Corazón" de los
Padres Jesuitas de Triuggio, para los jóvenes del Círculo y para los
trabajadores del campo y obreros, cubriendo frecuentemente los gastos,
y hasta invitaba también a colegas suyos y amigos.
En el ejercicio de su profesión, además de ser muy estudioso y
competente, trabajaba con admirable solicitud, generosidad y caridad.
Visitaba a los enfermos sin excusarse jamás, ni de día ni de noche, en
cualquier lugar del territorio médico rural que le correspondía, aunque
fuese lugar poco accesible. Siendo sus enfermos en gran parte pobres,
les proporcionaba las medicinas, dinero, alimentos, vestidos, ropa y se
extendía su caridad hasta a los trabajadores y necesitados, tanto de
Morimondo y sus alquerías, como de otros pueblos y localidades.
129
Por eso, cuando, después de casi seis años, dejó la Plaza médica rural
para hacerse religioso, el sentimiento por haber perdido su "doctorcito
santo" fue vivísimo y general, hasta hacerse eco en la prensa local.
El Dr. Pampuri abrazó la vida religiosa hospitalaria en la Orden de San
Juan de Dios (Fatebenefratelli) para poder así conseguir más
expeditamente la perfección evangélica y al mismo tiempo continuar el
ejercicio de la profesión médica para el alivio del prójimo sufriente.
Habiendo entrado en la Orden en Milán el 22 de junio de 1927, después
del año de Noviciado cumplido en Brescia, emitió los votos religiosos el
24 de octubre de 1928.
Nombrado director del Gabinete de Odontología del Hospital de los
Hermanos de San Juan de Dios de Brescia, frecuentado
preferentemente por gente pobre y por obreros, Fr. Ricardo se prodigó
incansablemente a su alivio con admirable caridad, ganándose la estima
y la veneración de toda la población.
Durante su vida religiosa, Fr. Ricardo, igual que en el mundo, fue para
todos modelo de perfección y de caridad: para los Hermanos, para los
médicos, para los enfermos, para el personal paramédico y auxiliar, y
para tantos cuantos le trataban. Ante todos aparecía en concepto de
santidad.
Acto seguido de habérsele agravado la pleuritis contraída durante el
servicio militar, degenerada en broncopulmonitis específica, el 18 de
abril de 1930 fue trasladado de Brescia a Milán, donde murió
santamente el 1 de mayo a los 33 años de edad "dejando el recuerdo de
un médico que supo transformar la propia profesión en misión de
caridad, y de un religioso que reprodujo en sí mismo la figura del
verdadero hijo de San Juan de Dios" (Decreto de la heroicidad de sus
virtudes, 12 junio 1978).
Después de su muerte, la fama de santidad que se percibía durante su
vida, se difundió ampliamente en Italia primero, y después por Europa y
en los otros continentes. Muchos fieles obtenían de Dios por su
intercesión gracias señaladas, hasta milagrosas.
Aprobados los dos milagros presentados, fue beatificado por Su
Santidad Juan Pablo II el 4 de octubre de 1981.
Posteriormente, reconocida como milagrosa la curación ocurrida el 5 de
enero de 1982 en Alcadozo (Albacete, España) en favor del niño de 10
130
años Manuel Cifuentes Rodenas por intercesión del Beato Ricardo
Pampuri, fue aprobado el milagro. En la festividad de Todos los Santos,
1 de noviembre de 1989, es solemnemente canonizado.
"La vida breve, pero intensa, de Fr. Ricardo Pampuri es un acicate para
todo el pueblo de Dios, pero especialmente para los jóvenes, los
médicos, los religiosos.
A los jóvenes contemporáneos dirige él la invitación a vivir gozosamente
y con coraje la fe cristiana: en continua escucha de la Palabra de Dios,
en coherencia generosa con las exigencias del mensaje de Cristo en la
donación a los hermanos.
A los médicos, sus colegas, les dirige la llamada para que desarrollen
con entrega su delicado arte médico, desarrollado con los ideales
cristianos, humanos y profesionales, para que sea una auténtica misión
de servicio social, de caridad fraterna, de verdadera promoción humana.
A los religiosos y a las religiosas, pero especialmente a aquellos y a
aquellas que, humilde y ocultamente, viven su consagración entre las
salas de los hospitales y en las Casas de Cura, Fr. Ricardo recomienda
mantener el espíritu primigenio del propio Instituto, en el amor de Dios y
de los hermanos necesitados " (Homilía 4 octubre 1981).
El cuerpo de San Ricardo Pampuri se conserva y es venerado en la
Iglesia parroquial de Trivolzio (Pavía) y su fiesta se celebra el 1 de
mayo.
131
Inés de Bohemia (1211-1282)
monja de la Orden de Santa Clara
Inés, hija de Premisl Otakar I, rey de Bohemia y de la reina Constancia,
hermana de Andrés I, rey de Hungría, nació en Praga en el año 1211.
En 1220, prometida en matrimonio a Enrique VII, hijo del emperador
Federico II, fue llevada a la corte del duque de Austria, donde vivió hasta
el año 1225, manteniéndose siempre fiel a los deberes de la vida
cristiana. Rescindido el pacto de matrimonio, volvió a Praga, donde se
dedicó a una vida de oración más intensa y a obras de caridad; después
de madura reflexión decidió consagrar a Dios su virginidad.
A través de los franciscanos, que iban a Praga como predicadores
itinerantes, conoció la vida espiritual que llevaba en Asís la virgen Clara,
según el espíritu de San Francisco. Quedó fascinada y decidió seguir su
ejemplo. Con sus propios bienes fundó en Praga entre 1232 y 1233 el
hospital de San Francisco y el instituto de los Crucíferos para que los
dirigieran. Al mismo tiempo fundó el monasterio de San Francisco para
las “Hermanas Pobres o Damianitas”, donde ella misma ingreso el día
de Pentecostés del año 1234. Profesó los votos de castidad, pobreza y
obediencia, plenamente consciente del valor eterno de estos consejos
evangélicos, y se dedicó a practicarlos con fervorosa fidelidad, durante
toda su vida.
La virginidad por el Reino de los cielos siguió siendo siempre el
elemento fundamental de su espiritualidad, implicando toda la profunda
afectividad de su persona en la consagración del amor indiviso y
esponsal a Cristo. El espíritu de pobreza, que ya la había inducido a
distribuir sus bienes a los pobres, la llevó a renunciar totalmente a la
propiedad de los bienes de la tierra para seguir a Cristo pobre en la
Orden de las “Hermanas Pobres”. El espíritu de obediencia la condujo a
132
conformar siempre su voluntad con la de Dios, que descubría en el
Evangelio del Señor y en la regla de vida que la Iglesia le había dado.
Trabajó junto con santa Clara para obtener la aprobación de una Regla
nueva y propia que, después de confiada espera, recibió y profesó con
absoluta fidelidad. Constituida, poco después de la profesión, abadesa
del monasterio, conservó esta función durante toda la vida y la ejerció
con humildad, sabiduría y celo, considerándose siempre como “la
hermana mayor”.
Amó a la Iglesia, implorando para sus hijos los dones de la
perseverancia en la fe y la solidaridad cristiana. Se hizo colaboradora de
los Romanos Pontífices, que para el bien de la Iglesia solicitaban sus
oraciones y su mediación ante los reyes de Bohemia, sus familiares.
Amó a su patria, a la que benefició con las obras de caridad individuales
y sociales y con la sabiduría de sus consejos, encaminados siempre a
evitar conflictos y a promover la fidelidad a la religión cristiana de los
padres. En los últimos años soportó inalterable los dolores que la
afligieron a ella, a la familia real, al monasterio y a la patria.
Murió santamente en su monasterio el 2 de marzo de 1282. El culto
tributado desde su muerte y a lo largo de los siglos a la venerable Inés
de Bohemia, tuvo el reconocimiento apostólico (confirmación de culto)
con el decreto aprobado por el Papa Pío IX el 28 de noviembre de 1874.
133
Adán Alberto Chmielowski de Cracovia (1845-1916)
fundador de los Hermanos y Hermanas de la Tercera
Orden de San Francisco, Siervas de los Pobres
Alberto, en su juventud, luchó por la libertad de su patria; luego se
dedicó al estudio y al ejercicio de su vocación artística en el campo de la
pintura; pero pronto centró su vida en el seguimiento de Cristo que
atiende a los más pobres y necesitados; los "Albertinos" y "Albertinas",
por él fundados en el seno de la Orden Tercera de San Francisco, han
seguido y ampliado su obra y su estilo humilde y fraterno.
Alberto Chmielowski, en el siglo Adán, nació en Igolomia, cerca de
Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845, de padres nobles:
Adalberto y Josefina Borzyslawska. Creció en un clima de ideales
patrióticos, de una profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los
pobres. Quedó huérfano muy pronto y sus familiares se hicieron cargo
de él y de los demás hermanos, ocupándose de su formación.
A los 18 años se matriculó en el Instituto Politécnico de Pulawy. Tomó
parte en la insurrección de Polonia en 1863. Cayó prisionero y se le
amputó una pierna a causa de una herida. Al fracasar la insurrección, se
trasladó al extranjero, huyendo de la represalia zarista. En Gante
(Bélgica) inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades
artísticas, decidió estudiar pintura en París y en Munich. En 1874,
maduro ya como artista, regresó a Polonia, decidido a dedicar «el arte,
el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios». Comenzaron así a
predominar en sus actividades artísticas los temas religiosos. Uno de los
mejores cuadros, el «Ecce Homo», fue el resultado de una experiencia
profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre, experiencia
que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.
134
En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano lego. Después
de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala salud. Superada
una profunda crisis espiritual, comenzó una nueva vida, dedicada
totalmente a Dios y a los hermanos. Acercándose a la miseria material y
moral de quienes carecen de techo y a los desheredados en los
dormitorios públicos de Cracovia, descubrió en la dignidad
menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro humillado de Cristo, y
decidió por amor del Señor renunciar al arte y vivir al lado de los
marginados una vida pobre, dedicándoles toda su persona.
El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el nombre de
hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos religiosos,
iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San
Francisco, denominados Siervos de los Pobres o Albertinos. En 1891
fundó la rama femenina de la misma congregación (Albertinas) con la
finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a los niños. El
hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para mutilados e
incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales militares y
lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, y asilos y orfanatorios
para niños y jóvenes sin techo. En los asilos para los pobres, los
hambrientos recibían pan; los sin techo, alojamiento; los desnudos,
vestidos; y los desocupados eran orientados a un trabajo. Todos
contaban con su ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad. En la
medida en que satisfacía las necesidades elementales de los pobres, el
hermano Alberto se ocupaba también paternalmente de sus almas,
tratando de reavivar en ellos la dignidad humana, ayudándoles a
reconciliarse con Dios.
Tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la Cruz para su acción
caritativa. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos
asilos en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas.
Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21
casas religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120
religiosos.
Murió, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en Cracovia,
en el asilo por él fundado, pobre entre los pobres.
Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la
Virgen de Czestochowa: «Esta Virgen es vuestra fundadora,
recordadlo». Y: «Ante todo, observad la pobreza». Su entera dedicación
a Dios mediante el servicio a los más necesitados, su pobreza
135
evangélica a imitación de San Francisco de Asís, su filial confianza en la
divina Providencia, su espíritu de oración y su unión con Dios en el
trabajo de cada día son la herencia que ha dejado el hermano Alberto a
sus hijos e hijas espirituales. Enseñó a todos con el ejemplo de su vida
que «es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que
cada cual puede tomar para satisfacer el hambre».
La herencia espiritual del hermano Alberto pervive en sus
congregaciones, que extienden su acción misionera por tierras de
Polonia, Italia, Estados Unidos y Argentina. Convencidos de la santidad
del hermano Alberto, sus contemporáneos lo definieron como «el
hombre más grande de su generación». Considerado el San Francisco
polaco del siglo XX, el hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22
de junio de 1983 por el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el
12 de noviembre de 1989 en Roma.
136
Muziano Maria Wiaux, F.S.C. (1841-1917), religioso, del
Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas
En Mellet, una pequeña población de Bélgica, nació el santo hermano
Muciano María. Su padre, Juan Wiaux, era el herrero del pueblo,
conocido por su jovialidad y caridad cristiana. Su madre, Elisabeth Badot
atendía una tienda y una hospedería además de la educación y el
cuidado de sus hijos que en total fueron seis. Luis José nació el 20 de
marzo de 1841. De niño frecuentó la escuela del maestro Carlos
Dandois que era respetado y admirado por la gente del pueblo. Luis
José terminó la escuela a los once años y empezó a ayudar a su padre
en la herrería. Pronto se despertó en él la vocación religiosa y pidió
ingresar con los hermanos de las Escuelas Cristianas que recientemente
habían llegado a la vecina población de Gosselies. Sus mismos padres,
viendo en ello una bendición de Dios, aunque les costaba alejarse de su
hijo más querido, lo llevaron personalmente ante el hermano Noce,
director de novicios. El martes de pascua de 1856 ingresó como
postulante en el noviciado de los Hermanos de la Salle. El 2 de julio
recibió el hábito, comenzando el noviciado y tomando el nombre de
hermano Muciano María.
Después de breves experiencias apostólicas como profesor en Chimay y
Bruselas, fue trasladado a Malone al colegio de San Bertuino, uno de los
mejores planteles educativos Belgas. Los primeros meses en aquel
colegio fueron difíciles pues su preparación no estaba a la altura de las
circunstancias. Con la ayuda del hermano Maixentis, quien le dio clases
de dibujo y música, se capacitó para desempeñar diversos oficios que le
asignaron durante cincuenta y siete años que permaneció en aquel
centro educativo. Lo que más llamaba la atención del hermano Muciano
María era su capacidad de oración y unión con Dios. Sin dejar de
cumplir sus deberes de maestro de música y dibujo todos lo conocían
como el hermano que oraba siempre y en todas partes. Tenía una gran
137
devoción a la Santísima Virgen: con frecuencia se le veía arrodillado
junto a su imagen que estaba en el jardín: a una de sus sobrinas
escribió lo siguiente: “Viendo el papel que María asume en el gran
negocio de nuestra salvación, no cesaré nunca de aconsejarte que
acudas frecuentemente a la intercesión de esta divina Madre. Puedes
estar segura de que ella se tomará la amorosa obligación de
condescender a tus oraciones”.
Aunque durante su vida gozó de muy buena salud, llegó el momento en
que las fuerzas se le agotaron y el médico le aconsejó retirarse de la
vida activa. Todavía buscaba, con gran voluntad, seguir las
distribuciones regulares de la comunidad hasta que, anciano, fue
enviado a la enfermería. Entre las últimas visitas que recibió estuvo la
del hermano Maixentis, quien fuera su protector. Antes de morir
agradeció a Dios el don del bautismo, y otros dones que le había
concedido. También invocaba con frecuencia: “Sagrado Corazón de
Jesús protege a Bélgica, salva a Bélgica”. En medio de esta acción de
gracias, murió el 30 de enero de 1917.
A causa de la guerra, los funerales fueron sencillos y poco concurridos.
El hermano Maixentis casi no se despegó del féretro y, sintiéndose solo,
exclamó: “hermano Muciano, ven a buscarme”. Al día siguiente del
sepelio del hermano Muciano también él murió.
El papa Pablo VI beatificó a Munciano el 30 de octubre de 1977 y el
papa Juan Pablo II lo canonizó el 10 de diciembre de 1989.
138
Marie Marguerite d'Youville (1701-1771)
fundadora de la Congregación Hermanas de la Caridad
María Margarita, viuda de Youville, es la primera santa canadiense.
Nació el 15 de octubre de 1701 en Varennes (Quebec). Era la mayor de
tres hermanas y tres hermanos. A los siete años quedó huérfana de
padre y su familia atravesó un período de gran pobreza. Estudió dos
años en las Ursulinas de Quebec. Cuando regresó a su hogar, ayudó a
su madre en el cuidado de la casa y en la educación de sus hermanos.
Más tarde siguió a Montreal a su madre, quien se casó nuevamente.
Allí conoció a François d´Youville, con el que contrajo matrimonio en el
año 1722 y del que tuvo seis hijos, de los cuales sólo dos sobrevivieron.
Bien pronto comprendió que su marido no se interesaba por la familia y
se ausentaba frecuentemente para el comercio del alcohol con los
indios; a estas pruebas se añadía la convivencia con la suegra, que era
muy exigente. Cuando su marido se enfermó de improviso, ella lo cuidó
con gran ternura hasta que murió en el año 1730, dejándola encinta con
el sexto hijo, que no sobrevivió. Fue entonces cuando comprendió mejor
el amor solícito de Dios hacia todos los hombres.
Con gran confianza en la providencia de Dios Padre, emprendió muchas
obras para responder a las necesidades de los demás. Siguió la
educación de sus dos hijos, que se hicieron sacerdotes en 1737. Luego,
con tres amigas, se consagró a Dios el 31 de diciembre de ese año,
para servirlo en la persona de los más necesitados. Sin pretenderlo,
Margarita se convirtió en la fundadora del instituto conocido más tarde
con el nombre de Religiosas de la Caridad de Montreal, “Religiosas
grises”.
Al ponerse al servicio de los pobres, Margarita revolucionó las
costumbres sociales de su época, y fue objeto de maledicencias y
calumnias por parte de los suyos y de su ambiente social. Sin embargo y
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a pesar de su delicada salud y de la muerte de una de las primeras que
se le asociaron, perseveró en su proyecto. El 2 de febrero de 1745 ella y
sus compañeras pusieron todo en común para ayudar a un número
mayor de necesitados. Dos años más tarde asumió la dirección del
Hospital de los Hermanos Charon, que había caído en ruina y lo
convirtió en lugar de refugio para los desamparados.
En el año 1765 un incendio destruyó el hospital, pero no quebrantó la fe
ni la valentía de esta mujer: exhortó a sus hermanas y a los pobres a
reconocer la mano de la Providencia en esa prueba y a alabarla. A los
64 años emprendió la reconstrucción del hospital. Falleció el 23 de
diciembre de 1771. Juan XXIII la proclamó beata el 3 de mayo de 1959.
Juan Pablo II la canonizó el 9 de diciembre de 1990.
140
Rafael Kalinowski, O.C.D. (1835-1907), presbítero
carmelita
Rafael nació en Vilna el 1 de septiembre de 1835, de óptima educación
familiar y profesional, ejerció como ingeniero, profesor, capitán de
ejército y ministro. Patriota de alma fue arrestado y condenado a muerte
por adherirse a la insurrección polaca en 1863, conmutada la pena fue
deportado a Siberia y condenado a trabajos forzados. Una vez liberado y
habiéndosele prohibido permanecer en su tierra, viajo por varios países
de Europa.
Se acercó a la experiencia de la “noche oscura” antes de iniciar el
camino de su vocación y ser “conquistado por Cristo”. A los 42 años
ingresó en el Carmelo Teresiano. Fue ordenado sacerdote en Czerna,
cerca de Cracovia, en 1882. Organizador de la vida carmelitana y
formador de varias generaciones de carmelitas restauró en Polonia la
Orden.
Se dedicó sobre todo al ministerio de la confesión, en la dirección
espiritual y “colmado de celo por el Señor, Dios de los ejércitos” trabajó
ardientemente por la unidad de la Iglesia. Devotísimo de la Virgen hizo
florecer en Polonia la Orden del Carmelo Teresiano.
Los jóvenes fueron el centro de su atención, convencido que hay que
invertir en la juventud, buscó la formación integral del ser humano y allí
desde la colina donde estaba el monasterio carmelita de Wadowice,
recibía los habitantes de cerca y de lejos difundiendo la devoción al
141
escapulario de la Virgen del Carmen, escapulario que también recibiera
y llevara toda su vida, Karol Wojtyla; allí - admitió en Don y Misterio - “se
formó su devoción mariana durante los años de la infancia y
adolescencia”.
142
Claudio La Colombière, S.I. (1641-1682), presbítero de la
Compañía de Jesús
Claudio La Colombière, tercer hijo del notario Beltrán La Colombière y
Margarita Coindat, nació el 2 de febrero de 1641 en St. Symphorien,
Delfinado.
Trasladada la familia a Vienne, aquí recibió Claudio la primera
educación escolar, que después completó en Lyón con el estudio de la
Retórica y la Filosofía.
En este último período precisamente se sintió llamado a la vida religiosa
en la Compañía de Jesús, si bien no conocemos los motivos que le
llevaron a esta decisión. En cambio, sí nos ha dejado esta confesión en
uno de sus escritos: "Sentía enorme aversión a la vida que abrazaba".
Es fácil de comprender esta afirmación para quien se haya interesado
por la vida de Claudio, cuya naturaleza, muy sensible a las relaciones
familiares y de amistad, era también harto inclinada a la literatura y el
arte, y a cuánto hay de más digno en la vida de sociedad. Pero no era
hombre que se dejase guiar del sentimiento, por otra parte.
A los 17 años entró en el Noviciado de la Compañía de Jesús de Aviñón.
En 1660 pasó del Noviciado al Colegio, en la misma ciudad, para
concluir los estudios de Filosofía y pronunciar los primeros votos
religiosos. Al terminar el curso fue nombrado profesor de Gramática y
Literatura, función que desempeñó durante cinco años en dicho Colegio.
En 1666 se le envió a París, a estudiar Teología en el Colegio de
Clermont; en la misma época se le confió una misión de gran
responsabilidad. La notable aptitud demostrada por Claudio a los
estudios humanísticos, unida a sus dotes de prudencia y finura,
movieron a los Superiores a elegirlo preceptor de los hijos de Colbert,
Ministro de Finanzas de Luis XIV.
143
Finalizados los estudios de Teología y ordenado Sacerdote, volvió de
nuevo a Lyón en calidad de profesor durante un tiempo para dedicarse
después enteramente a la predicación y a la dirección de la
Congregación Mariana.
La predicación de La Colombière se distinguió siempre por su solidez y
hondura; no se perdía en vaguedades sino que hábilmente se dirigía al
auditorio concreto y, con tan vigorosa inspiración evangélica, que
infundía en todos, serenidad y confianza en Dios. Las ediciones de sus
sermones produjeron -y siguen produciendo hoy- abundantes frutos
espirituales; porque, tenidos en cuenta el lugar y la duración de su
ministerio, resultan menos envejecidos que los de otros oradores de
mayor fama.
El año 1674 fue decisivo en la vida de Claudio. Hizo la Tercera
Probación en la "Maison de Saint-Joseph" de Lyón y, en el mes de
Ejercicios que es costumbre hacer, el Señor lo fue preparando a la
misión que le tenía reservada. Los apuntes de este período nos
permiten seguir paso a paso las luchas y triunfos de su espíritu,
extraordinariamente sensible a los atractivos humanos, pero generoso
con Dios.
El voto que hizo de observar todas las Constituciones y Reglas de la
Compañía no tenía por objeto esencial la vinculación a una serie de
observancias minuciosas, sino la realización del recio ideal de apóstol
descrito por San Ignacio. Precisamente porque este ideal le pareció
espléndido, Claudio lo asumió como programa de santidad. El
subsiguiente sentimiento de liberación que experimentó junto con una
mayor apertura de los horizontes apostólicos -testimoniados en su diario
espiritual- prueban que ello había respondido a una invitación de
Jesucristo mismo.
El 2 de febrero de 1675 hizo la Profesión solemne y fue nombrado
Rector del Colegio de Paray-le-Monial. No faltó quien se sorprendiera de
que un hombre tan eminente fuera destinado a una ciudad tan recóndita
como Paray. La explicación se halla en el hecho de que los Superiores
sabían que aquí, en el Monasterio de la Visitación, vivía en angustiosa
incertidumbre una humilde religiosa, Margarita María Alacoque, a la que
el Señor estaba revelando los tesoros de su Corazón; y esperaba que el
mismo Señor cumpliese su promesa de enviarle un "siervo fiel y amigo
perfecto suyo" que le ayudaría a cumplir la misión a que la tenía
destinada: manifestar al mundo las insondables riquezas de su amor.
144
Una vez en su nuevo destino y mantenidos los primeros encuentros con
Margarita María, ésta le abrió enteramente su espíritu y, por tanto,
también las comunicaciones que ella creía recibir del Señor. El Padre
dio su aprobación plena y le sugirió que pusiera por escrito lo que
ocurría en su alma, a la vez que la orientaba y sostenía en el
cumplimiento de la misión recibida. Cuando después, gracias a la luz
divina que recibía en la oración y el discernimiento, estuvo seguro de
que Cristo deseaba el culto de su Corazón, se entregó a él sin reservas,
como atestiguan su dedicación y sus apuntes espirituales. En éstos
aparece claro que, ya antes de las confidencias de Margarita María
Alacoque y siguiendo las directrices de San Ignacio, Claudio había
llegado a la contemplación del Corazón de Cristo como símbolo de su
mismo amor.
Tras año y medio de permanencia en Paray, en 1676 el P. La
Colombière salió hacia Londres, nombrado predicador de la Duquesa de
York. Era una misión sumamente delicada, dados los sucesos que
sacudían a Inglaterra en este momento; antes de finales de octubre del
mismo año, el Padre ocupaba ya el apartamento a él reservado en el
palacio de St. James. Además de predicar en la capilla y dedicarse a la
dirección espiritual sin tregua, oral y escrita, Claudio pudo entregarse a
la sólida instrucción religiosa de no pocas personas que habían
abandonado la Iglesia Romana.
Y, si bien entre grandes peligros, gozó del consuelo de ver volver a
muchos, hasta el punto de que al cabo de un año decía: "Podría escribir
todo un libro sobre las misericordias de que he sido testigo desde que
estoy aquí".
Esta intensidad de trabajo y el clima minaron su salud y comenzaron a
manifestarse los primeros síntomas de una afección pulmonar. Pero el
P. Claudio prosiguió con su mismo plan de vida.
A finales de 1678 fue arrestado de repente, bajo la acusación
calumniosa de conspiración papista.
A los dos días se le trasladó a la horrenda cárcel de King's Bench y allí
permaneció tres semanas sometido a graves privaciones, hasta que se
le expulsó de Inglaterra por Decreto real.
Todos estos padecimientos fueron minando aún más su saludad que fue
empeorando con altibajos a su vuelta a Francia. Habiéndose agravado
145
notablemente, se le envió de nuevo a Paray. El 15 de febrero de 1682,
primer Domingo de Cuaresma, al atardecer le sobrevino una fuerte
hemoptisis que puso fin a su vida El 16 de junio de 1929, el Papa Pío XI
beatificó a Claudio La Colombière, cuyo carisma según Santa Margarita
María Alacoque, consistió en elevar las almas a Dios siguiendo el
camino de amor misericordia que Cristo nos revela en el Evangelio.
146
Ezequiel Moreno y Díaz (1848-1906)
obispo, O.A.R.
S. EZEQUIEL MORENO
Nace en Alfaro (La Rioja-España) el 9-IV-1848. En 1865 profesa en la
Orden de Agustinos Recoletos en Monteagudo (Navarra). Ordenado
sacerdote en 1871 en Manila, trabaja durante 15 años como misionero
en Filipinas. Prior de Monteagudo en 1885, en 1888 parte para Colombia
donde restaura la Orden de Agustinos Recoletos y reactiva sus antiguas
misiones. Nombrado Vicario Apostólico de Casanare (1893) y Obispo de
Pasto (1895), fue modelo de pastores por su fidelidad a la Iglesia y por
su celo apostólico. En 1906 vuelve enfermo a España y muere a
consecuencia de un cáncer el 19 de agosto del mismo año en el
convento de Monteagudo. Se atribuyen a su intercesión innumerables
curaciones, sobre todo de cáncer. Beatificado el 1-XI-1975 y canonizado
el 11-X-1992 en Santo Domingo con ocasión del V Centenario de la
Evangelización de América.
ORACION
Te damos gracias, Padre y Señor nuestro, porque has querido darnos
en S. Ezequiel Moreno un acabado modelo de fidelidad al Evangelio, un
perfecto y ardiente operario de su viña y un Pastor según el Corazón de
tu Hijo. Te pedimos, por su intercesión, nos concedas vivir con alegría
nuestro testimonio cristiano e imitar, sobre todo, su ardiente amor a Ti y
su plena disponibilidad al servicio de la Iglesia y de los hombres. Amén.
147
Claudina Thévenet (1774-1837)
virgen, Fundadora de la Congregación de las Religiosas
de Jesús-María
CLAUDINA THÉVENET, la segunda de una familia de siete hijos, nace
en Lyon el 30 de marzo de 1774. " Glady ", como se la llama
familiarmente, ejerce muy pronto una bienhechora influencia sobre sus
hermanos y hermanas porque su bondad, delicadeza y olvido propio la
llevan a complacer siempre a los demás.
Tiene 15 años cuando estalla la Revolución Francesa. En 1793 vive las
horas trágicas del asedio de Lyon por las fuerzas gubernamentales y, en
enero de 1794, llena de horror y de impotencia, asiste a la ejecución de
sus hermanos, condenados a muerte por represalia, después de la
caída de la ciudad. Sus últimas palabras: "Perdona, Glady, como
nosotros perdonamos" las hace muy suyas, las graba en su corazón y la
marcan profundamente dando nuevo sentido a su vida. En adelante se
dedicará a socorrer las innumerables miserias que la Revolución había
producido. Para Claudina, la causa principal del sufrimiento del pueblo
era la ignorancia de Dios y esto despierta en ella un gran deseo de darlo
a conocer a todos. Niños y jóvenes atraen principalmente su celo
apostólico y arde por hacer conocer y amar a Jesús y a María.
El encuentro con un santo sacerdote, el Padre Andrés Coindre, le
ayudará a conocer la voluntad de Dios sobre ella y será decisivo en la
orientación de su vida. En el atrio de la iglesia de San Nizier, el Padre
Coindre había encontrado dos niñas pequeñas abandonadas y
temblando de frío. Las condujo a Claudina quien no vaciló en ocuparse
de ellas.
148
La compasión y el amor hacia las niñas abandonadas son el origen de la
Providencia de San Bruno en Lyon (1815). Algunas compañeras se
unen a Claudina. Se reúnen en Asociación. Elaboran y experimentan un
Reglamento y pronto la eligen como Presidenta.
El 31 de julio de 1818 el Señor se deja oír por la voz del Padre Coindre:
"hay que formar una comunidad. Dios te ha elegido" dijo a Claudina. Y
así, el 6 de octubre de ese mismo año, se funda la Congregación de
Religiosas de Jesús-María, en Pierres-Plantées, sobre la colina de la
Croix Rousse. En 1820 la naciente Congregación se instalará en
Fourviére (frente al célebre santuario) en un terreno adquirido a la
familia Jaricot. En 1823 obtiene la aprobación canónica para la Diócesis
del Puy y en 1825 para la de Lyon.
El fin inicial del joven Instituto era recoger las niñas pobres hasta los 20
años de edad. Se las enseñaba un empleo y los conocimientos propios
de la escuela primaria, todo ello desde una sólida formación religiosa y
moral. Pero querían hacer más, y Claudina y sus hermanas abrieron
también sus corazones a niñas de clases acomodadas construyendo
para ellas un pensionado. El fin apostólico de la Congregación será
pues, la educación cristiana de todas las clases sociales con una
preferencia por las niñas y jóvenes, y entre ellas, las más pobres.
Los dos tipos de obras se desarrollan simultáneamente a pesar de las
pruebas que acompañarán a la Fundadora a lo largo de los últimos doce
años de su peregrinación en esta tierra: la muerte dolorosamente
repentina del Padre Coindre (1826) y de las primeras hermanas (1828);
la tenacidad para impedir la fusión de su Congregación con otra también
recién fundada; los movimientos revolucionarios de Lyon en 1831 y 1834
con todas las consecuencias que debieron sufrir los habitantes de
Fourviére, por ser la colina punto estratégico de los dos bandos
antagónicos.
El insigne valor de la Fundadora no se deja intimidar por la adversidad,
al contrario, emprende con audacia nuevas construcciones, entre ellas la
de la Capilla de la Casa Madre, al mismo tiempo que se entrega a la
redacción de las Constituciones de la Congregación. Las estaba
ultimando cuando, a sus 63 años, la muerte llamó a su puerta. Era el 3
de febrero de 1837.
"Hacer todas las cosas con el único deseo de agradar a Dios" fue el hilo
conductor de toda su vida. Esta búsqueda constante de la voluntad de
Dios, "llevar una vida digna del Señor agradándole en todo", le dio una
149
fina sensibilidad para leer los signos de los tiempos, discernir los
designios de Dios sobre ella y dar una respuesta íntegra y total. Ese
camino le ha merecido "compartir la suerte de los santos en la Luz" (Col.
1, 10-11).
"Encontrar a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios" es vivir
en espíritu de alabanza. En un mundo en que está demasiado ausente
la esperanza, redescubrir la bondad del Creador, presente en la
creación y en las personas, reafirma el sentido de vivir e invita a la
acción de gracias. Claudina hizo de su vida religiosa apostólica "un
himno de gloria al Señor". Sus últimas palabras: "Qué bueno es Dios"
fueron la exclamación admirativa de la bondad de Dios que había sabido
descubrir aún en los momentos más dolorosos de su vida.
Claudina imprimió en su Congregación su fuerte personalidad. Dotada
de una grandeza de alma poco común, de prudente inteligencia y buena
organización, fue, sobre todo, una mujer de gran corazón. Y quería que
sus hijas fueran verdaderas madres de las niñas confiadas a su cuidado:
"Es necesario ser madres de las niñas - les decía - sí, verdaderas
madres, tanto del alma como del cuerpo". Ninguna parcialidad, ninguna
preferencia, "las únicas que os permito son para las más pobres, las
más miserables, las que tienen más defectos. A estas sí, amadlas
mucho".
La solidez de una construcción se revela al paso del tiempo. Cinco años
apenas de la muerte de la Fundadora sus hijas llegaban a la India
(1842). En 1850 entran en España y en 1855 van al Nuevo Mundo, a
Canadá.
175 años después de la fundación de la Congregación, son más de mil
ochocientos las Religiosas de Jesús-María repartidas hoy en ciento
ochenta comunidades por los cinco continentes. Todas acogen con
grande gozo y gratitud la canonización de esta humilde y generosa hija
de Francia que el Señor escogió para hacerla su Fundadora.
150
Teresa de Jesús de Los Andes (1900-1920) virgen,
Carmelita Descalza
La joven que hoy es glorificada en la Iglesia con el título de Santa, es un
profeta de Dios para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. TERESA
DE JESUS DE LOS ANDES, con el ejemplo de su vida, pone ante
nuestros ojos el evangelio de Cristo, encarnado y llevado a la práctica
hasta las últimas exigencias.
Ella es para la humanidad una prueba indiscutible de que la llamada de
Cristo a ser santos, es actual, posible y verdadera. Ella se levanta ante
nuestros ojos para demostrar que la radicalidad del seguimiento de
Cristo es lo único que vale la pena y lo único que hace feliz al hombre.
Teresa de Los Andes, con el lenguaje de su intensa vida, nos confirma
que Dios existe, que Dios es amor y alegría, que Él es nuestra plenitud.
Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. En la pila bautismal
fue llamada Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones
Fernández Solar. Familiarmente se la conocía, y todavía se la conoce
hoy, con el nombre de Juanita.
Su niñez se desarrolló normalmente en el seno familiar: sus padres, don
Miguel Fernández y Lucía Solar; sus tres hermanos y dos hermanas; el
abuelo materno, tíos, tías y primos.
La familia gozaba de muy buena posición económica y conservaba
fielmente la fe cristiana, viviéndola con sinceridad y constancia.
Juana recibió su formación escolar en el colegio de las monjas
francesas del Sagrado Corazón. Entre la vida estudiantil y la vida
familiar se desarrolló su corta e intensa historia. A los catorce años de
151
edad, inspirada por Dios, decidió consagrarse a Él como religiosa, en
concreto, como carmelita descalza.
Su deseo se realizó el 7 de mayo de 1919, cuando ingresó en el
pequeño monasterio del Espíritu Santo en el pueblo de Los Andes, a
unos 90 kms. de Santiago.
El 14 de octubre de ese mismo año vistió el hábito de carmelita,
iniciando así su noviciado con el nombre de Teresa de Jesús. Sabía
desde mucho antes que moriría joven. Más aún, el Señor se lo había
revelado, pues ella misma lo comunicó a su confesor un mes antes de
su partida.
Asumió esa realidad con alegría, serenidad y confianza. Segura de que
continuaría en la eternidad su misión de hacer conocer y amar a Dios.
Después de muchas tribulaciones interiores e indecibles padecimientos
físicos, causados por un violento ataque de tifus que acabó con su vida,
pasó de este mundo al Padre al atardecer del 12 de abril de 1920. Había
recibido con sumo fervor los santos sacramentos de la Iglesia y el 7 de
abril había hecho la profesión religiosa en el artículo de la muerte. Aún le
faltaban 3 meses para cumplir los 20 años de edad y 6 meses para
acabar su noviciado canónico y poder emitir jurídicamente su profesión
religiosa. Murió como novicia carmelita descalza.
Esa es toda la trayectoria externa de esta joven santiaguina.
Desconcierta, y crece en nosotros el gran interrogante: ¿y qué hizo?
Para tal pregunta hay una respuesta igualmente desconcertante: Vivir,
creer, amar.
Cuando los discípulos preguntaron a Jesús qué debían hacer para vivir
según Dios quiere, El respondió: "La obra de Dios es que creáis en
quien Él ha enviado" (Jn. 6, 28-29). Por lo tanto, para conocer el valor de
la vida de Juanita, es necesario mirar hacia dentro, donde está el Reino
de Dios.
Ella despertó a la vida de la gracia siendo todavía muy niñita. Asegura
que a los seis años atraída por Dios empezó a volcar su afectividad
totalmente en El. "Cuando vino el terremoto de 1906, al poco tiempo fue
cuando Jesús principió a tomar mi corazón para sí" (Diario, n. 3, p. 26).
Juanita poseyó una enorme capacidad de amar y ser amada junto con
una extraordinaria inteligencia. Dios le hizo experimentar su presencia,
la cautivó con su conocimiento y la hizo suya a través de las exigencias
152
de la cruz. Conociéndolo, lo amó; y amándolo se entregó a Él con
radicalidad.
Desde niña comprendió que el amor se demuestra con obras más que
con palabras, por eso lo tradujo en todos los actos de su vida,
empezando por la raíz. Se miró con ojos sinceros y sabios y comprendió
que para ser de Dios era necesario morir a sí misma y a todo lo que no
fuera El.
Su naturaleza era totalmente contraria a la exigencia evangélica:
orgullosa, egoísta, terca, con todos los defectos que esto supone. Como
nos sucede a todos. Pero lo que ella hizo, a diferencia nuestra, fue librar
batalla encarnizada contra todo impulso que no naciera del amor.
A los 10 años era una persona nueva. La motivación inmediata fue el
Sacramento de la Eucaristía que iba a recibir. Comprendiendo que nada
menos que Dios iba a morar dentro de ella, trabajó en adquirir todas las
virtudes que la harían menos indigna de esta gracia, consiguiendo en
poquísimo tiempo transformar su carácter por completo.
En la celebración de este sacramento recibió de Dios gracias místicas
de locuciones interiores que luego se mantuvieron a lo largo de su vida.
La inclinación natural hacia Dios, desde ese día se transformó en
amistad, en vida de oración.
Cuatro años más tarde recibió interiormente la revelación que determinó
la orientación de su vida: Jesucristo le dijo que la quería carmelita y que
su meta debía ser la santidad.
Con la abundante gracia de Dios y con la generosidad de joven
enamorada se dio a la oración, a la adquisición de las virtudes y a la
práctica de la vida según el evangelio, de tal modo que en cortos años
llegó a un alto grado de unión con Dios.
Cristo fue su ideal, su único ideal. Se enamoró de Él, y fue consecuente
hasta crucificarse en cada minuto por El. La invadió el amor esponsal y,
por tanto, el deseo de unirse plenamente al que la había cautivado. Por
eso a los 15 años hizo el voto de virginidad por 9 días, renovándolo
después continuamente.
La santidad de su vida resplandeció en los actos de cada día en los
ambientes donde se desarrolló su vida: la familia, el colegio, las amigas,
153
los inquilinos con quienes compartía sus vacaciones y a quienes, con
celo apostólico, catequizó y ayudó.
Siendo una joven igual a sus amigas, éstas la sabían distinta. La
tomaron por modelo, apoyo y consejera. Juanita sufrió y gozó
intensamente, en Dios, todas las penas y alegrías con que se encuentra
el hombre.
Jovial, alegre, simpática, atractiva, deportista, comunicativa. En los años
de su adolescencia alcanzó el perfecto equilibrio síquico y espiritual,
fruto de su ascesis y de su oración. La serenidad de su rostro era reflejo
de Aquel que en ella vivía.
Su vida monacal desde el 7 de mayo de 1919 hasta su muerte fue el
último peldaño de su ascensión a la cumbre de la santidad. Sólo once
meses fueron suficientes para consumar su vida totalmente cristificada.
Muy pronto la comunidad descubrió en ella un paso de Dios por su
historia. En el estilo de vida carmelitano-teresiano, la joven encontró
plenamente el cauce para derramar más eficazmente el torrente de vida
que ella quería dar a la Iglesia de Cristo. Era el estilo de vida que, a su
modo, había vivido entre los suyos, y para el cual había nacido. La
Orden de la Virgen María del Monte Carmelo colmó los deseos de
Juanita al comprobar que la Madre de Dios, a quien amó desde niña, la
había traído a formar parte de ella.
Fue beatificada en Santiago de Chile por Su Santidad Juan Pablo II, el
día 3 de abril de 1987. Sus restos son venerados en el Santuario de
Auco-Rinconada de Los Andes por miles de peregrinos que buscan y
encuentran en ella el consuelo, la luz y el camino recto hacia Dios.
SANTA TERESA DE JESÚS DE LOS ANDES es la primera Santa
chilena, la primera Santa carmelita descalza fuera de las fronteras de
Europa y la cuarta Santa Teresa del Carmelo tras las Santas Teresas de
Ávila, de Florencia y de Lisieux.
154
Enrique de Ossó (1840-1896) Sacerdote - Fundador de
las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús
Enrique de Ossó, sacerdote, fundador de la Congregación de Hermanas
de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, es uno de los hombre de
Dios, que, en el siglo pasado, contribuyeron a mantener viva la fe
cristiana en España, con una fidelidad inquebrantable a la Iglesia y la
Sede Apostólica.
Nació en Vinebre, diócesis de Tortosa, provincia de Tarragona, el 16 de
octubre de 1840. Su madre soñaba verlo sacerdote del Señor. Su padre
le encaminó al comercio.
Gravemente enfermo, recibió la primera Comunión por Viático. Durante
el cólera de 1854 perdió a su madre, y en este mismo año -trabajaba
como aprendiz de comercio en Reus- abandonó todo y se retiró a
Montserrat. Vuelto a casa con la promesa de poder emprender el
camino elegido, inició en el mismo año 1854 los estudios en el
Seminario de Tortosa.
Ordenado sacerdote en Tortosa, el 21 de septiembre de 1867, celebró la
primera misa, en Montserrat, el domingo 6 de octubre, festividad de
Nuestra Señora del Rosario.
Sus clases como profesor de Matemáticas y Física en el Seminario no le
impidieron dedicarse con ardor a la catequesis, uno de los grandes
amores de su vida. Organizó en 1871 una escuela metódica de
catecismo, en doce Iglesias de Tortosa y escribió una "Guía práctica"
para los catequistas. Con este libro inicia Enrique su actividad como
escritor, apostolado que le convirtió en uno de los sacerdotes más
populares de la España de su tiempo. Desde niño tuvo devoción
entusiasta por Santa Teresa de Ávila. La vida y doctrina de la Santa,
asimilada con la lectura constante de sus obras, inspiró su vida espiritual
155
y su apostolado, mantenidos por la fuerza de su amor ardiente a Jesús y
María y por una adhesión inquebrantable a la Iglesia y al Papa.
Para acrecentar y fortificar el sentido de piedad, reunió en asociaciones
a los fieles, especialmente a los jóvenes, para quienes la revolución y
las nuevas corrientes hostiles a la fe católica resultaban una amenaza.
Después de haber dado vida en los primeros años de sacerdocio a una
"Congregación mariana" de jóvenes labradores del campo tortosino,
fundó en 1873 la Asociación de "Hijas de María Inmaculada y Santa
Teresa de Jesús". En 1876 inauguraba el "Rebañito del Niño Jesús". Los
dos grupos tenían un fin común: promover una intensa vida espiritual,
unida al apostolado en el propio ambiente. El Movimiento Teresiano de
Apostolado (MTA) recoge en la actualidad el carisma teresiano de
nuestro Santo para hacer de los niños, jóvenes y adultos cristianos
comprometidos mediante la oración y el apostolado.
Para facilitar la práctica de la oración a los asociados, Enrique publicó
en 1874 "El cuarto de hora de oración", libro que el autor mandó imprimir
15 veces y del que hasta la fecha se han publicado más de 50
ediciones.
Convencido de la importancia de la prensa, inició en 1871 la publicación
del semanario, "El amigo del pueblo" que tuvo vida hasta mayo de 1872,
cuando por un motivo fútil de la autoridad civil, contraria a la Iglesia, lo
suprimió. Sin embargo, en octubre de este mismo año inicia la
publicación de la Revista mensual Santa Teresa de Jesús, que durante
24 años fue la palestra en la que el Santo expuso la verdadera doctrina
católica, difundió las enseñanzas de Pío IX y León XIII, enseñó el arte
de la oración, propagó el amor a Santa Teresa de Ávila e informó de
manera actualizada sobre la vida de la Iglesia en España y en el mundo.
Para formar a la gente humilde publicó en 1884 un Catecismo sobre la
masonería fundado en la doctrina del Papa. Y en 1891 ofreció lo
esencial de la Rerum Novarum en un Catecismo de los obreros y de los
ricos, prueba concreta de su atención a los signos de los tiempos, según
el corazón de la Iglesia.
Su gran obra fue la Congregación de las Hermanas de la Compañía de
Santa Teresa de Jesús que se extendió, viviendo aún el Fundador por
España, Portugal, México y Uruguay. En la actualidad la Congregación
se extiende por tres continentes: Europa, Arica y América.
156
San Enrique quiso que sus hijas, llenas del espíritu de Teresa de Ávila,
se comprometiesen a "extender el reino de Cristo por todo el mundo",
"formando a Cristo en la inteligencia de los niños y jóvenes por medio de
la instrucción y en su corazón por medio de la educación".
Había soñado junto con la institución de "Hermanos Josefinos" la de una
Congregación de "Misioneros Teresianos"", que viviendo santamente el
propio sacerdocio en la mayor intimidad con Cristo y al servicio total de
la Iglesia, siguiendo las huellas de Teresa, fuesen los apóstoles de los
tiempos nuevos. En vida su proyecto no llegó a realidad. Sin embargo,
desde hace pocos años, un grupo de jóvenes mexicanos se preparan al
sacerdocio con el mismo espíritu teresiano de Ossó.
Sacerdote según el corazón de Dios, el Santo fue un verdadero
contemplativo que fundió en sí con equilibrio extraordinario un ideal
apostólico abierto a todo lo bueno que ofrecían los nuevos tiempos. De
fe viva, no miraba sacrificios ni oposiciones; en una época
especialmente hostil a la Iglesia, anunció valerosamente el Evangelio
con la palabra, con los escritos, con la vida.
Murió el 27 de enero de 1896 en Gilet (Valencia), en el convento de los
Padres Franciscanos, donde se había retirado durante algunos días
para orar en la soledad. Las últimas páginas que escribió antes de su
muerte trataban de la acción de la gracia del Espíritu Santo en la vida de
los cristianos dóciles a su amor.
Es el mensaje de su vida: siempre fiel a las mociones del Espíritu Santo,
vivió como apóstol que transmite la fuerza del Evangelio animada por la
comunión constante con Dios y por un amor inmenso a la Iglesia. Su
existencia, consumida al servicio de los hermanos en una entrega sin
límites, revela que el verdadero amor de Cristo cuanto más posee a un
ser lo hace más disponible a la caridad siempre nueva y siempre
colmada de quien intenta ser reflejo de la presencia de Dios y de su
amor en el mundo.
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San Meinardo (1134/36-1196), primer obispo de Livonia,
ahora Letonia (Restauración de la Religión)
El primer apóstol de Letonia fue el canónigo lateranense alemán San
Meinardo. Construyó en madera la primera iglesia en Ikškile. Sucedía en
1184. El Papa Clemente III lo nombró primer obispo. Nueve siglos
después, durante su visita apostólica el 8 de setiembre de 1993 Juan
Pablo II restauró el culto de San Meinardo (+ 1196), patrono de Letonia.
Juan Sarkander (1576-1620), presbítero, mártir
Juan Sarkander, sacerdote diocesano y mártir de la fidelidad al servicio
ministerial, y en particular, al secreto del sacramento de la confesión,
nació el 20 de diciembre de 1576 en la ciudad de Skoczbw, en Silesia,
entonces en el principado de Cieszyn, que desde 1291 formaba parte
del reino de Bohemia. Fue hijo de Gregorio Matias Sarkander y de Elena
Gorecka.
En 1593 ingresó en el colegio de los jesuitas en Olomouc para realizar
los estudios superiores y de filosofía, que terminó en 1602 en Praga, con
158
la consecución del título de Magister. Fue ordenado sacerdote en Brno,
el 22 de marzo de 1609.
Sucesivamente, desempeñó su ministerio sacerdotal en la cura de
almas en diversos lugares de la diócesis de Olomouc. Desde 1616 hasta
su muerte, fue párroco en la ciudad de Holesov, sede del lugarteniente
de Moravia, Ladislao Popel de Lobkovic, de quien fue consejero y
confesor.
Su programa de renovación de la vida católica de la parroquia encontró
grandes dificultades, sobre todo después de la insurrección de los
nobles de Bohemia, en su mayor parte protestantes, contra el imperio de
Austria.
El príncipe de Moravia, Wenceslao Bitovsky, protestante, lo mandó
encarcelar en Olomouc con la acusación de traición a la patria. Se
trataba de un pretexto de carácter político, porque en realidad lo hacía
por odio a la fe católica.
El proceso se desarrolló del 13 al 18 de febrero de 1620. En calidad de
confesor y consejero de Lobkovic, fue acusado de estar al tanto de la
invasión militar de Moravia. Él se defendió diciendo que nada de eso le
fue revelado en confesión, pero que, si hubiera sabido algo en la
administración de ese sacramento no lo habría revelado de ninguna
manera.
En los interrogatorios lo sometieron a numerosos tormentos, entre ellos
el potro y la aplicación de antorchas encendidas.
Herido e inconsciente fue arrojado a un calabozo húmedo y oscuro. Allí,
después de un mes de sufrimientos a causa de los suplicios, murió el 17
de marzo de 1620. La noticia de una muerte tan cruel se difundió
rápidamente y dio origen a una veneración que se ha mantenido hasta
nuestros días, especialmente en Moravia, Silesia y en todas las regiones
del ex imperio de Austria.
El proceso de beatificación fue introducido en 1715, pero las vicisitudes
históricas poco favorables no permitieron concluirlo antes del 11 de
septiembre de 1859. El Papa Pio IX lo proclamó beato, el 6 de mayo de
1860.
El domingo 21 de Mayo de 1995, en Olomouc (República Checa) Su
Santidad Juan Pablo II lo canonizó.
159
Zedislava de Lemberk (1220-1252), esposa y madre de
familia
En el siglo XIII, en Moravia, en el Castillo de Krizavov, hay revuelo y
alegría. Nace una niña, la primogénita, a la que seguirán otros cuatro
niños, tres niñas y un niño, en el hogar de Privislavo, un noble guerrero
al servicio del Rey Wenceslao II de Bohemia: Es un hombre prudente,
de gran valor, piadoso y buen guerrero. De su esposa Sibila, de
ascendencia italiana, son escuetas las crónicas sobre ella, pero lo
condensan en una palabra: "Era una mujer feliz".
Era dama de honor de la Reina Cunegunda de Hohenstaufen. Ambos
reciamente cristianos, a la usanza de entonces. Levantan la Abadía
Cisterciense de Zd 'arnas Sazanon, y el convento franciscano de Brono,
donde más tarde reposarán sus restos.
Zdislava de Lemberck, ya desde niña era dulce, abnegada, con gran
capacidad de sacrificio y de renuncia, manirrota con los pobres y
apasionada por los enfermos. De la escucha del Evangelio retiene que
San Juan Bautista vivía en el desierto... Ella, ni corta ni perezosa, se
escapa al bosque cercano. Su anhelo es vivir como una ermitaña; tenía
siete años. Descubierta con prontitud, regresa al castillo paterno.
Con alguna frecuencia su madre la contempla orando ante el crucifijo.
Zedislava es compasiva hasta lo indecible; el dinero que cae en sus
manos tiene un único destinatario: los pobres que se acercan al castillo.
En 1.240 a Zedislava la sorprende una noticia: está prometida en
matrimonio con Havel de Lemberk. Tiene poco más de quince años;
vivirá catorce años de matrimonio con un hombre rudo, violento y un
tanto altanero a quien ella logra suavizar con aceptación y paciencia.
Tienen cuatro hijos: Havel, Margarita, Jaroslav y Zadislav a los que
educa en la ternura, en el sacrificio y con austeridad.
160
Entusiasta de los Frailes Predicadores, suplica a San Jacinto de Polonia
su presencia en Bohemia. Para ellos funda dos conventos, uno en
Turnov y otro en Jablona - . San Jacinto de Polonia no puede acudir
personalmente, pero envía a su hermano de sangre y de religión, el
Beato Ceslao con varios religiosos polacos.
Zdislava de Lemberck enviada e intensifica su entrega a Dios y a los
menesterosos. Pide el hábito de devoción de los dominicos y dedica el
día y la noche a la oración: "Era una ardiente buscadora de Dios". Cifra
su felicidad en atender personalmente a los enfermos; trabaja, viaja y
emplea sus manos en coser los vestidos para cubrir al desnudo, y ella
misma prepara la comida a los enfermos y a los pobres.
Vive en época de guerras y todos acuden al cobijo que les presta
Zdislava de Lemberck. Un cronista insiste: "No se contenta con dar
limosna y alimento, en persona, sino que lava los pies y se los besa con
una veneración como si fuese Cristo Crucifiçado. Socorre y quiere a los
pobres sin medida y sin número".
Su muerte acontece en 1.252. En la iglesia -santuario de los Dominicos
de Jablona- reposa su cuerpo incorrupto. A ella acuden incontables
peregrinos que la veneran como protectora de las familias. Santa
Zedislava de Lemberk es un modelo de vivir heroicamente las obras de
misericordia. Modelo de esposa y de madre de familia.
La fama de Santa Zdislava de Lemberck como protectora de los
necesitados y como milagrosa pasa de un siglo a otro; pese a todo no
fue beatificada hasta el 28 de agosto de 1.907 por San Pío X.
Zdislava de Lemberck fue canonizada el 21 de mayo de 1995 por JuanPablo II en su visita a la República Checa del Este.
Semblanza Espiritual
La faceta distintiva de Santa Zedislava es ser esposa, madre, y tener
"entrañas de misericordia". Su dimensión caritativa fue en tal grado que
logra la transformación del carácter de su esposo Havel, que ya no sólo
no pone dificultades, sino que, al final de su vida, apoya la labor heroica
de su esposa. Es entonces cuando Zedislava no sólo acoge a los pobres
y menesterosos, sino que sale a visitarlos.
161
Zedislava es una apasionada de Dios-Amor. Ignora las fronteras. Con el
apoyo económico y afectivo de su esposo Havel levanta una hospedería
adosada al castillo para acoger, ayudar y atender a los pobres y
enfermos. Ahora son los peregrinos los que acuden al castillo cuando se
dirigen a Tierra Santa, a Santiago de Compostela o a la Ciudad de
Roma.
No es de extrañar que la fama de esta Santa, ejemplar madre de familia,
vuele y sea aclamada por todos como "Madre de los Pobres".
162
Mártires de Košice (+1619), Marcos Krizevcanin,
Esteban Pongracz y Melchor Grodziecki, presbíteros,
mártires
Antecedentes
Entre los años 1618 y 1648 se suceden en Europa Central grandes
disputas confesionales, a nivel local y de naciones, entre católicos
sostenidos por el Imperio y protestantes que buscan afianzarse.
La procesión católica del evangelista San Marcos, realizada en 1606, en
la ciudad imperial protestante de Donauwörth es atacada muy
duramente por los luteranos. Baviera interviene y, por la fuerza,
restablece la paz. Los luteranos responden estableciendo en 1608 la
Unión protestante bajo la guía del elector del Palatinado. Los católicos
se organizan, al año siguiente, en la Liga católica bajo la dirección de
Baviera. La situación, por cierto es tensa, pero en los años
inmediatamente posteriores no se producen confrontaciones bélicas.
La chispa incendiaria se produce en Bohemia. Dos iglesias protestantes,
en Braunau y Klostergrab, han sido construidas en solares
pertenecientes a conventos católicos. El hecho es declarado contra la
Carta de soberanía de 1609. Las iglesias son clausuradas y después
destruidas.
La rebelión protestante de Bohemia comienza con la defenestración de
Praga en el año 1618. Se establece un gobierno corporativo y una
confederación con los estados de Austria superior y de Transilvania. Los
sublevados no reconocen, por cierto, al emperador Fernando II y eligen
al calvinista Federico V como rey de Bohemia.
163
Fernando II comprende que su poder está amenazado no sólo en
Bohemia, sino también en Hungría y en Austria. Consigue las ayudas de
Baviera, España, de la protestante Silesia y del papa Pablo V. Los
protestantes se apoyan en el príncipe calvinista Gabor Bethlen que
domina en la Transilvania.
Los ejércitos se enfrentan con mucho odio. En un comienzo, el triunfo
fue de los calvinistas. En 1620 termina por imponerse el emperador.
En esta primera etapa de la Guerra de los Treinta años sucede, en la
ciudad de Kosice (actualmente en Eslovaquia), la muerte de los santos
Melchor Grodziecki, István Pongrácz y Marcos Krizevcanin.
Esteban (István) Pongracz, presbítero, mártir
István es húngaro. Nace en el castillo de Alvicz, cerca de Karlsburg, en
1582. Su familia se cuenta entre las principales de Hungría y está
emparentada con los condes y barones de Pongrácz.
Hace los estudios clásicos en el principado de Transilvania, en el
Colegio de los jesuitas en Cluj (actual Rumania). En los archivos hay
muy buenos informes de ‚l.
Cuando termina esos estudios secundarios, István discierne su vocación
y decide ingresar en la Compañía de Jesús. Deberá, eso sí, por decisión
de los Superiores jesuitas, esperar un tiempo hasta lograr los permisos
de su poderosa familia.
El 8 de julio de 1602 ingresa al Noviciado de Brno. Nada sabemos de
estos primeros años. Sí, al año siguiente, ingresa también a la
Compañía el joven polaco Melchor Grodziecki con quien traba una
profunda amistad.
Después de pronunciar los votos de pobreza, castidad y obediencia,
István es destinado a cursar un trienio de filosofía en Praga. Los
estudios clásicos del Colegio de Cluj son considerados más que
suficientes para la Universidad. Al año siguiente se incorpora también
Melchor Grodziecki que le sigue los pasos. También se conservan
buenas referencias acerca de István en esta etapa de su vida.
El magisterio, tradicional en la formación de la Compañía, lo ejerce en
los Colegios de Subiana y Klagenfurt.
164
Casi nada conocemos de esos años, vividos junto a los jóvenes.
Debieron ser exitosos porque el cargo que se le entrega, más tarde, en
Kosice, supone un desempeño ejemplar.
La teología la sigue en Gratz, en Austria. El Colegio universitario jesuita
de Gratz es uno de los más importantes del imperio.
István, ordenado sacerdote, vuelve a Hungría. En 1615, lo encontramos
como prefecto de estudios y predicador en el colegio de Humenné, en
Kosice (actual Eslovaquia).
En Hungría, se distingue por sus cualidades oratorias. Por su piedad y la
cuidadosa preparación de los sermones, István hace volver a la fe
católica a un buen número de sus compatriotas.
El célebre predicador calvinista Alvinezy, capellán del príncipe de
Transilvania Gabor Bethlen, no puede ocultar su indignación: "Mientras
viva este jesuita, ni yo ni nuestra religión reformada, podremos vivir días
tranquilos".
Esta fama de buen predicador, el dominio de la lengua húngara y el celo
apostólico de István explican el hecho de que Andrés Dóczy lo pidiera
con insistencia para su guarnición de Kosice.
La nueva tarea la empieza en 1618. Comparte ahora los mismos
trabajos de su compañero y amigo Melchor Grodziecki. Juntos, en la
vida comunitaria, hacen los planes y se entusiasman. Poco después se
une a ellos un joven canónigo croata, Marcos Krizevcanin, amigo de
Melchor desde la secundaria en el Colegio de Viena y de István en la
ciudad universitaria de Gratz.
Melchor Grodziecki, presbítero, mártir
La familia de Melchor Grodziecki es polaca. Melchor nace en Cieszyn en
Silesia de Polonia, en el año 1584.
Sus padres tienen buena situación económica. Uno de sus tíos, Juan
Grodziecki, es obispo de Olomouc y Wenceslao, un segundo tío, es
preboste del Capítulo de Brno.
165
Para la formación secundaria Melchor se inscribe en el Colegio de
Viena, dirigido por la Compañía de Jesús. En los informes del Colegio
aparece como un buen estudiante y distinguido en la piedad.
Se conserva una carta escrita por Melchor a su familia cuando ingresa a
la Congregaci¢n Mariana (hoy Comunidades de Vida cristiana CVX) del
Colegio. "Nunca he sentido mayor felicidad que el día en que logré ser
admitido en la Congregación Mariana".
A los 19 años de edad, Melchor ingresa a la Compañía de Jesús en el
Noviciado de Brno (ciudad situada hoy en la República Checa). Ese
Noviciado tiene como bienhechores insignes a sus dos tíos, el obispo
Juan y el preboste Wenceslao. Un joven húngaro, István Pongrácz, ha
ingresado el año anterior. Desde el primer día, los dos novicios jesuitas,
son "amigos en el Señor".
Melchor cursa los estudios de filosofía y de teología en la ciudad de
Praga. En 1614, a los treinta años, recibe la ordenación sacerdotal. En
su larga formación, Melchor es buen alumno, pero manifiesta
preferencia, no tanto por la teología especulativa, sino más bien por la
controversia, por la casuística y la música.
Debido al dominio de las lenguas eslavas, los Superiores lo encargan,
apenas ordenado, del cuidado de los fieles checos que viven en Praga y
los alrededores.
Melchor establece su residencia en la ciudad de Kopa. Desde allí, visita
a las comunidades checas. Hace un buen trabajo, pues domina ambas
lenguas: la checa y la germana.
En su ministerio se ocupa, de una manera especial, de la formación de
los muchachos pobres que son gran mayoría en la población checa.
En 1617, los Superiores lo destinan a hacer la Tercera Probación. Las
circunstancias de la guerra no le permiten darle término.
Después del mes de Ejercicios, en diciembre, es enviado al colegio de
Humenné, en Kosice (hoy situada en Eslovaquia), como capellán de los
soldados católicos, polacos y bohemios, mercenarios del gobierno
imperial.
Melchor pronuncia la profesión solemne, o los últimos votos en la
166
Compañía de Jesús, cuando faltan menos de tres meses para su
muerte.
Marcos Crisino (Krizevcanin), presbítero, mártir
Marko Stjepan Krizevcanin nace en Korosy, Croacia en el año 1588. A
los 12 años sus padres lo envían al Colegio de la Compañía de Jesús en
Viena. En los cursos superiores del mismo Colegio está Melchor
Grodziecki.
Al terminar los estudios clásicos hace un discernimiento vocacional
acompañado por los jesuitas. Marcos cree vacilar entre la carrera militar
y el estado eclesiástico. También considera el ingreso a la Compañía de
Jesús. Los jesuitas le aconsejan esperar un tiempo y entre tanto estudiar
una licencia en filosofía.
En el Colegio universitario de Gratz, también regentado por la
Compañía, Marcos obtiene el grado en filosofía. Termina allí su
discernimiento vocacional y decide ser sacerdote diocesano. La paz
espiritual que consigue al hacer los Ejercicios espirituales de San
Ignacio, lo une para siempre a la gran familia ignaciana.
Marcos pasa a Roma. El 17 de noviembre de 1611 ingresa como interno
en el Colegio Germánico-hungárico y asiste a clases en el Colegio
Romano (actual Universidad Gregoriana), ambos de la Compañía de
Jesús.
Con profundo consuelo asiste, en la ciudad eterna, a las ceremonias
litúrgicas en las que el cardenal jesuita Roberto Belarmino agrega a la
Iglesia de Roma al obispo Simeón Vretanja, de quien tiene origen la
actual jerarquía católica de rito oriental en Croacia.
La estadía romana de cuatro años y la dirección espiritual de los jesuitas
asegura en Marcos una profunda adhesión a la fe católica y al romano
pontífice.
En 1615, ordenado de sacerdote, Marcos regresa a su patria croata. En
su ciudad natal, Korosy, ejerce su ministerio. Su principal apostolado
consiste en visitar las villas y poblados campesinos fortaleciendo la fe.
El arzobispo de Esztergon y Primado de Hungría, Pedro Pazmany, su
antiguo profesor jesuita en Gratz, lo nombra rector del Seminario de
Trnava y, poco después, canónigo de la catedral. El Capítulo de la
167
diócesis le encarga la administración de los bienes de la Abadía de
Széplak, muy cerca de la ciudad de Kosice.
Con los jesuitas de Kosice
El cargo de administrador obliga al canónigo Krizevcanin a viajar con
frecuencia a Kosice. En la casa del gobernador Andrés Dóczy se
encuentra con sus dos antiguos amigos jesuitas, Melchor e István, y
reanuda la interrumpida amistad.
Juntos, los tres, en el mes de julio de 1619, viajan a la Casa de
Ejercicios de Humenné. Hacen los Ejercicios espirituales de ocho días.
Los tres se dan los puntos de las meditaciones y juntos comparten las
consolaciones del espíritu. No pueden saber que esa experiencia de los
Ejercicios es una preparación para un martirio muy cercano.
Cuando Marcos regresa a la Abadía de Széplak, se entera de la marcha
del ejército calvinista de Jorge Rakoczy contra la ciudad de Kosice.
Inmediatamente se traslada allí para estar con sus amigos y compartir
sus penas y alegrías.
El día 3 de septiembre de 1619, el comandante Jorge Rakoczy y sus
terribles hacdouks llegan a la ciudad.
No es mucho lo que puede hacerse. El ejército calvinista de Rakoczy es
muy numeroso y los soldados católicos de Kosice son muy inferiores en
número. Rakoczy se sabe vencedor. Exige rendición y la entrega del
gobernador Andrés Dóczy. Por lo demás, los consejeros calvinistas de la
ciudad se inclinan a entregarla.
En las conversaciones, Rakoczy dice: "que los calvinistas han tomado
las armas y llegado a Kosice, no con intención de hacer daño a los
ciudadanos pacíficos, sino sólo para vengar afrentas".
Rakoczy, para vencer la resistencia de los consejeros, agrega: "Si los
habitantes no usan la fuerza y entregan al gobernador Andrés Dóczy, él,
Jorge Rakoczy, empeña su palabra de que nadie sufrirá violencia, ni en
su persona ni en sus bienes".
Estas palabras aseguran la integridad de los tres sacerdotes. Así
piensan los católicos. Por lo demás, la entrega del gobernador no
parece del todo peligrosa, porque su vida podrá ser negociada por el
rey. Así ha sido siempre.
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Los consejeros de la ciudad se resignan a pactar. Varios de ellos se
dejan convencer, o fingen hacerlo, ante las palabras del predicador
calvinista Alvinczy. Por lo demás la artillería apunta contra el palacio de
gobierno. Y parece haber, entre los soldados de Dóczy, un conato de
revuelta.
El gobernador es entregado. De inmediato es remitido a Transilvania
ante el príncipe Gabor Bethlen. Desde entonces, Andrés Dóczy
desaparece del escenario de la historia. La creencia general es que
pereció envenenado por los calvinistas.
Una decisión injusta
Consumados los hechos, el predicador calvinista Alvinczy pide al
comandante Rakoczy la muerte de los católicos más importantes. No lo
consigue, pero sí se ve obligado a poner en prisión a los sacerdotes.
Jorge Rakoczy sabe que esta concesión va directamente contra su
palabra empeñada. Pero no se atreve a oponerse al poderoso
predicador, favorito del príncipe Gabor.
Primeramente, los tres sacerdotes quedan
habitaciones, con centinelas a la puerta.
confinados en
sus
El P. István Pongrácz exige que se les haga un juicio. Ante jueces
idóneos, así lo dice, podrá exponer su causa y la de sus compañeros.
Jorge Rakoczy, influenciado por Alvinczy, le hace saber, con sarcasmo,
que muy pronto quedará determinado lo que se hará con él y sus
amigos.
Durante tres días no les dan de comer ni de beber. Cuando ellos
solicitan un poco de alimento, los guardias, por burlas a la religión
católica, les ofrecen carne. Es un día viernes, día de abstinencia para
los católicos.
Los tres sacerdotes saben muy bien que, en la extrema necesidad en
que se encuentran, el precepto no los obliga. Pero también se dan
cuenta de que si aceptan comer carne, eso puede ser ocasión de
escándalo y será presentado como una prueba de haber abandonado la
fe romana. De común acuerdo, deciden rechazar el alimento.
Un ofrecimiento a Krizevcanin
169
Un enviado de Jorge Rakoczy se presenta ante Marcos y le ofrece en
propiedad el beneficio eclesiástico de la Abadía de Széplak, el mismo
que él ha administrado para el Cabildo de la diócesis de Esztergon.
La única condición que se impone es la de aceptar las doctrinas de
Calvino. Marcos no tiene que hacer grandes demostraciones: Sólo basta
su palabra que debe dar al subalterno de Alvinczy allí presente.
El P. István Póngracz se indigna al escuchar la oferta. Se encara ante el
mensajero y le dice: "Parece que el comandante quiere hacer el papel
del demonio, porque busca alejar de Jesucristo a sus fieles. Dígale Ud.
que puede ahorrarse el trabajo de inducirnos a dejar la fe católica. Está
perdiendo el tiempo inútilmente".
El mismo Krizevcanin toma entonces la palabra. "Déjeme, Padre,
responder por mí mismo y enviar con este enviado un mensaje al
comandante. Diga Ud. a su general que él se ha adueñado contra todo
derecho de un beneficio que no le pertenece y que es propiedad del
Capítulo de Esztergon. Al general Rakoczy no le asiste ningún derecho
para regalar lo que no es suyo. Dígale que podría haberse ahorrado sus
ofrecimientos, porque yo no vendo mi fe. Si quiere matarme, puede
hacerlo, porque yo estoy dispuesto a dar la vida por la fe católica"
Rakoczy se enfurece. Ordena a los guardias quitar al P. István las llaves
de la capilla. Destrozan casi todo y se roban el resto. Todo esto con las
enérgicas protestas de los tres sacerdotes.
El día 6 de septiembre, por la tarde, Jorge Rakoczy hace saber al
canónigo Marcos Krizevcanin que es posible obtener su libertad si se
aviene a cancelar una fuerte suma como rescate.
Marcos acepta, pero pone como condición que el rescate se extienda
también a sus dos amigos jesuitas. Él se las arreglar para conseguir el
dinero que se le pida. Rakoczy rechaza la condición. El beneficio es
exclusivo para el canónigo. Si no lo acepta, morirá con los jesuitas.
István pregunta: ¿Por qué nos van a matar? "Porque Uds. son católicos
papistas", es la respuesta. István contesta por los tres: "Si ése es
nuestro delito, moriremos por la fe".
Marcos Krizevcanin se recoge en oración y hace un discernimiento
170
heroico. Es el discernimiento más importante de su vida. Rechaza la
libertad y se une a la suerte de los jesuitas.
Miguel Szégedz, el jefe de ese grupo calvinista que ha traído el
ofrecimiento de Rakoczy, se enfurece: "Ahora mismo Uds. van a morir.
O confiesan la fe calvinista o se acaba todo"
Los tres sacerdotes toman entonces conciencia de que ha llegado el
momento de ofrecer la vida.
István grita por los tres: "Nadie podrá quitarnos del corazón ni de la boca
la fe católica".
Y se adelanta, con paso firme y la cabeza erguida, ante Miguel Szégedz
quien tiene la espada desenvainada.
Pero los poderes de Szégedz no llegan a tanto. Da media vuelta y se
aleja con amenazas.
El canónigo y los dos jesuitas se miran y se dan cuentan que la situación
parece no tener vuelta. Se confiesan entre sí y se preparan.
El martirio del canónigo
El martirio de Marcos es también muy duro. Primero lo golpean con
palos y con las espadas. No cesan de decirle que debe pasarse al
calvinismo.
En un momento los verdugos parecen calmarse. Le dirigen palabras de
compasión y hasta en un tono suave. Le piden que se pase al partido
que defiende la libertad de su patria en contra de los Habsburgos que
son católicos.
"Dios me libre de ser enemigo de los que trabajan por la libertad de mi
patria", balbucea a duras penas el canónigo.
István lo escucha desde su taburete y siente miedo. Entonces saca
fuerza y grita: “Marcos, no te pases al bando de los calvinistas. No
reniegues de nuestra fe”.
El canónigo contesta con toda la voz de que es capaz: "István, no
tengas miedo. Jamás traicionaré la fe. Prefiero morir. Solamente estoy
171
declarando que amo a mi patria y quiero estar con todos los que la
aman, pero yo soy católico".
Furiosos los esbirros, lo queman con las antorchas y le cortan la cabeza.
Así muere Marcos, con la fe y la patria en el corazón y en los labios.
Al amanecer los tres cuerpos son arrojados a un pozo. Los verdugos no
se dan cuenta de que István todavía respira.
En la cloaca, István Póngracz vive todavía veinte horas. Sólo dice:
"Jesús, María, Jesús, María".
El sacristán de la capilla, Miguel Eperjéssy, que se ha acercado a mirar,
lo escucha. István, desde el pozo, le suplica avisar al senador Hoffman,
católico, para que envíe gente a sacarlo de la cloaca. Miguel le responde
que el senador también ha sido muerto por los calvinistas. István
contesta: "Que se haga entonces la voluntad de Dios". Poco después
muere.
Los calvinistas asedian la ciudad
El día 3 de septiembre de 1619, el comandante Jorge Rakoczy y sus
terribles hacdouks llegan a la ciudad.
No es mucho lo que puede hacerse. El ejército calvinista de Rakoczy es
muy numeroso y los soldados católicos de Kosice son muy inferiores en
número. Rakoczy se sabe vencedor. Exige rendición y la entrega del
gobernador Andrés Dóczy. Por lo demás, los consejeros calvinistas de la
ciudad se inclinan a entregarla.
En las conversaciones, Rakoczy dice: "que los calvinistas han tomado
las armas y llegado a Kosice, no con intención de hacer daño a los
ciudadanos pacíficos, sino sólo para vengar afrentas".
Rakoczy, para vencer la resistencia de los consejeros, agrega: "Si los
habitantes no usan la fuerza y entregan al gobernador Andrés Dóczy, él,
Jorge Rakoczy, empeña su palabra de que nadie sufrirá violencia, ni en
su persona ni en sus bienes".
Estas palabras aseguran la integridad de los tres sacerdotes. Así
piensan los católicos. Por lo demás, la entrega del gobernador no
parece del todo peligrosa, porque su vida podrá ser negociada por el
rey. Así ha sido siempre.
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Los consejeros de la ciudad se resignan a pactar. Varios de ellos se
dejan convencer, o fingen hacerlo, ante las palabras del predicador
calvinista Alvinczy. Por lo demás la artillería apunta contra el palacio de
gobierno. Y parece haber, entre los soldados de Dóczy, un conato de
revuelta.
El gobernador es entregado. De inmediato es remitido a Transilvania
ante el príncipe Gabor Bethlen. Desde entonces, Andrés Dóczy
desaparece del escenario de la historia. La creencia general es que
pereció envenenado por los calvinistas.
La glorificación
El príncipe calvinista Gabor Bethlen prohíbe escuchar las peticiones,
protestantes y católicas, en orden a permitir una honra para los tres
mártires. La población de Kosice ve en esto una injusticia.
A los seis meses la condesa Katalin Palffy obtiene una sepultura digna.
Sus restos están ahora en la iglesia de las Ursulinas, en Trnava.
El cardenal Peter Pazmany, que había nombrado al joven Krizevcanin
canónigo de Esztergon, pide, pocos años después, al papa Urbano VIII
el permiso del culto público.
El papa San Pío X los beatifica en 1905. El papa Juan Pablo II los
canoniza solemnemente en la ciudad de Kosice, el 2 de julio de 1995.
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Eugenio de Mazenod (1782-1861)
Obispo de Marsella, fundador de la Congregación
de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada
CARLOS JOSÉ EUGENIO DE MAZENOD llegó a un mundo que estaba
llamado a cambiar muy rápidamente. Nacido en Aix de Provenza al sur
de Francia, el 1 de agosto de 1782, parecía tener asegurada una buena
posición y riqueza en su familia, que era de la nobleza menor. Sin
embargo, los disturbios de la Revolución francesa cambiaron todo esto
para siempre. Cuando Eugenio tenía 8 años su familia huyó de Francia,
dejando sus propiedades tras sí, y comenzó un largo y cada vez más
difícil destierro de 11 años de duración.
Los años pasados en Italia
La familia de Mazenod, como refugiados políticos, pasaron por varias
ciudades de Italia. Su padre, que había sido Presidente del Tribunal de
Cuentas, Ayuda y Finanzas de Aix, se vio forzado a dedicarse al
comercio para mantener su familia. Intentó ser un pequeño hombre de
negocios, y a medida que los años iban pasando la familia cayó casi en
la miseria. Eugenio estudió, durante un corto período, en el Colegio de
Nobles de Turín, pero al tener que partir para Venecia, abandonó la
escuela formal. Don Bartolo Zinelli, un sacerdote simpático que vivía al
lado, se preocupó por la educación del joven emigrante francés. Don
Bartolo dio a Eugenio una educación fundamental, con un sentido de
Dios duradero y un régimen de piedad que iba a acompañarle para
siempre, a pesar de los altos y bajos de su vida. El cambio posterior a
Nápoles, a causa de problemas económicos, le llevó a una etapa de
aburrimiento y abandono. La familia se trasladó de nuevo, esta vez
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hacia Palermo, donde gracias a la bondad del Duque y la Duquesa de
Cannizzaro, Eugenio tuvo su primera experiencia de vivir a lo noble, y le
agradó mucho. Tomó el título de "Conde" de Mazenod, siguió la vida
cortesana y soñó con tener futuro.
Vuelta a Francia: el Sacerdocio
En 1802, a la edad de 20 años, Eugenio pudo volver a su tierra natal y
todos sus sueños e ilusiones se vinieron abajo rápidamente. Era
simplemente el "Ciudadano" de Mazenod, Francia había cambiado; sus
padres estaban separados, su madre luchaba por recuperar las
propiedades de la familia. También había planeado el matrimonio de
Eugenio con una posible heredera rica. Él cayó en la depresión, viendo
poco futuro real para sí. Pero sus cualidades naturales de dedicación a
los demás, junto con la fe cultivada en Venecia, comenzaron a afirmarse
en él. Se vio profundamente afectado por la situación desastrosa de la
Iglesia de Francia, que había sido ridiculizada, atacada y diezmada por
la Revolución.
Él llamado al sacerdocio comenzó a manifestársele y Eugenio respondió
a este llamado. A pesar de la oposición de su madre, entró en el
seminario San Sulpicio de París, y el 21 de diciembre de 1811 era
ordenado sacerdote en Amiens.
Esfuerzos apostólicos: los Oblatos de María Inmaculada
Al volver a Aix de Provenza, no aceptó un nombramiento normal en una
parroquia, sino que comenzó a ejercer su sacerdocio atendiendo a los
que tenían verdadera necesidad espiritual: los prisioneros, los jóvenes,
las domésticas y los campesinos. Eugenio prosiguió su marcha, a pesar
de la oposición frecuente del clero local. Buscó pronto otros sacerdotes
igualmente celosos que se prepararían para marchar fuera de las
estructuras acostumbradas y aún poco habituales. Eugenio y sus
hombres predicaban en Provenzal, la lengua de la gente sencilla, y no el
francés de los "cultos". Iban de aldea en aldea, instruyendo a nivel
popular y pasando muchas horas en el confesonario. Entre unas
misiones y otras, el grupo se reunía en una vida comunitaria intensa de
oración, estudio y amistad. Se llamaban a sí mismos "Misioneros de
Provenza".
Sin embargo, para asegurar la continuidad en el trabajo, Eugenio tomó
la intrépida decisión de ir directamente al Papa para pedirle el
reconocimiento oficial de su grupo como una Congregación religiosa de
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derecho pontificio. Su fe y su perseverancia no cejaron y, el 17 de
febrero de 1826, el Papa Gregorio XII aprobaba la nueva Congregación
de los "Misioneros Oblatos de María Inmaculada". Eugenio fue elegido
Superior General, y continuó inspirando y guiando a sus hombres
durante 35 años, hasta su muerte. Eugenio insitió en una formación
espiritual profunda y en una vida comunitaria cercana, al mismo tiempo
que en el desarrollo de los esfuerzos apostólicos: predicación, trabajo
con jóvenes, atención de los santuarios, capellanías de prisiones,
confesiones, dirección de seminarios, parroquias. Él era un hombre
apasionado por Cristo y nunca se opuso a aceptar un nuevo apostolado,
si lo veía como una respuesta a las necesidades de la Iglesia. La "gloria
de Dios, el bien de la Iglesia y la santificación de las almas" fueron
siempre fuerzas que lo impulsaron.
Obispo de Marsella
La diócesis de Marsella había sido suprimida durante la Revolución
francesa, y la Iglesia local estaba en un estado lamentable. Cuando fue
restablecida, el anciano tío de Eugenio, Fortunato de Mazenod, fue
nombrado Obispo. Él nombró a Eugenio inmediatamente como Vicario
General, y la mayor parte del trabajo de reconstruir la diócesis cayó
sobre él. En pocos años, en 1832, Eugenio mismo fue nombrado Obispo
auxiliar. Su ordenación episcopal tuvo lugar en Roma, desafiando la
pretensión del gobierno francés que se consideraba con derecho a
intervenir en tales nombramientos. Esto causó una amarga lucha
diplomática y Eugenio cayó en medio de ella con acusaciones,
incomprensiones, amenazas y recriminaciones sobre él. A pesar de los
golpes, Eugenio siguió adelante resueltamente y finalmente la crisis
llegó a su fin. Cinco años más tarde, al morir el Obispo Fortunato, fue
nombrado él mismo como Obispo de Marsella.
Un corazón grande como el mundo
Al fundar los Oblatos de María Inmaculada para servir ante todo a los
necesitados espiritualmente, a los abandonados y a los campesinos de
Francia, el celo de Eugenio por el Reino de Dios y su devoción a la
Iglesia movieron a los Oblatos a un apostolado de avanzada. Sus
hombres se aventuraron en Suiza, Inglaterra, Irlanda. A causa de este
celo, Eugenio fue llamado "un segundo Pablo", y los Obispos de las
misiones vinieron a él pidiendo Oblatos para sus extensos campos de
misión. Eugenio respondió gustosamente a pesar del pequeño número
inicial de misioneros y envió sus hombres a Canadá, Estados Unidos,
Ceylán (Sri Lanka), Sudáfrica, Basutolandia (Lesoto). Como misioneros
176
de su tiempo, se dedicaron a predicar, bautizar, atender a la gente.
Abrieron frecuentemente áreas antes no tocadas, establecieron y
atendieron muchas diócesis nuevas y de muchas maneras "lo intentaron
todo para dilatar el Reino de Cristo". En los años siguientes, el espíritu
misionero de los Oblatos ha continuado, de tal modo que el impulso
dado por Eugenio de Mazenod sigue vivo en sus hombres que trabajan
en 68 países.
Pastor de su diócesis
Al mismo tiempo que se desarrollaba este fermento de actividad
misionera, Eugenio se destacó como un excelente pastor de la Iglesia
de Marsella, buscando una buena formación para sus sacerdotes,
estableciendo nuevas parroquias, construyendo la Catedral de la ciudad
y el espectacular santuario de Nuestra Señora de la Guardia en lo alto
de la ciudad, animando a sus sacerdotes a vivir la santidad,
introduciendo muchas Congregaciones Religiosas nuevas para trabajar
en su diócesis, liderando a sus colegas Obispos en el apoyo a los
derechos del Papa. Su figura descolló en la Iglesia de Francia. En 1856,
Napoleón III lo nombró Senador, y a su muerte, era decano de los
Obispos de Francia.
Legado de un santo
El 21 de mayo de 1861 vio a Eugenio de Mazenod volviendo hacia Dios,
a la edad de 79 años, después de una vida coronada de frutos, muchos
de los cuales nacieron del sufrimiento. Para su familia religiosa y para su
diócesis ha sido fundador y fuente de vida: para Dios y para la Iglesia ha
sido un hijo fiel y generoso. Al morir dejó a sus Oblatos este testamento
final: "Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por
la salvación de las almas".
Al declararlo santo la Iglesia, el 3 de diciembre de 1995, corona estos
dos ejes de su vida: amor y celo. Y este es el mayor regalo que Eugenio
de Mazenod, Oblato de María Inmaculada, nos ofrece hoy.
177
Juan Gabriel Perboyre (1802-1840)
sacerdote, mártir de la Congregación de la Misión
La misión divina de la Iglesia se hace extensiva a toda la tierra y en
todos los tiempos, según la frase de Jesús: Id, pues, y enseñad a todas
las naciones. «Nuestra religión debe enseñarse en todas las naciones y
propagarse incluso entre los chinos, a fin de que conozcan al verdadero
Dios y posean la felicidad en el cielo», afirmaba con valentía San Juan
Gabriel Perboyre, misionero en la China, ante un mandarín encargado
de interrogarlo. Y este último agregó: «¿Qué puedes ganar adorando a
tu Dios? - La salvación de mi alma, el cielo al que espero subir después
de haber muerto».
El 2 de junio de 1996, con motivo de la canonización de San Juan
Gabriel Perboyre, el Papa Juan Pablo II decía de él: «Tenía una única
pasión: Cristo y el anuncio de su Evangelio. Y por su fidelidad a esa
pasión, también él se halló entre los humillados y los condenados; por
eso la Iglesia puede proclamar hoy solemnemente su gloria en el coro
de los santos del cielo».
En 1817, a los 15 años de edad, Juan Gabriel ingresa, junto con su
hermano mayor Luis, en el seminario menor de Montauban (Francia),
dirigido por los Padres Lazaristas, hijos espirituales de San Vicente de
Paúl. Allí siente el deseo de consagrarse a las misiones en países
paganos. Después de terminar el noviciado en Montauban, lo mandan a
París para realizar estudios de teología, y luego es ordenado sacerdote.
En 1832, su hermano Luis, que se había embarcado como sacerdote
lazarista hacia la misión de la China, muere de unas fiebres durante la
travesía. Juan Gabriel anuncia inmediatamente a la familia su deseo de
ocupar el sitio que la muerte de su hermano ha dejado vacante.
178
Pero sus superiores no lo consideran conveniente a causa de su frágil
salud, y es nombrado vicedirector del seminario parisino de los
Lazaristas. Como activo ayudante de un director de seminario ya mayor,
sigue el principio de enseñar más con el ejemplo que con la palabra.
Comunica de ese modo a los novicios su amor por Jesús: «Cristo es el
gran Maestro de la ciencia. Es el único que da la verdadera luz...
Solamente existe una cosa importante: conocer y amar a Jesucristo,
pues no sólo es la luz, sino el modelo, el ideal... Así que no basta con
conocerle, sino que hay que amarle... Solamente podemos conseguir la
salvación mediante la conformidad con Jesucristo». Escribe lo siguiente
a uno de sus hermanos: «No olvides que, ante todo, hay que ocuparse
de la salvación, siempre y por encima de todo».
Sin embargo, en su corazón guarda el ardiente deseo de partir hacia las
misiones; al mostrar a los seminaristas los recuerdos traídos hasta París
del martirio de François-Régis Clet, les dice: «He aquí el hábito de un
mártir... ¡cuánta felicidad si un día tuviéramos la misma suerte». Y les
pide lo siguiente: «Rezad para que mi salud se fortifique y que pueda ir a
la China, a fin de predicar a Jesucristo y de morir por Él».
Obtiene finalmente de sus superiores el favor de salir hacia la China,
donde llega el 10 de marzo de 1836. Su celo por la salvación de las
almas le ayuda a soportar el hambre y la sed para la mayor gloria de
Dios. Sea de día o de noche, siempre está dispuesto a acudir donde se
solicite su ministerio, de tal forma que las fatigas y las vigilias no cuentan
en absoluto. Además, es asaltado por violentas tentaciones de
desesperanza, pero Nuestro Señor se le aparece y lo consuela, y el
gozo vuelve al alma del apóstol.
Víctima de los sufrimientos
En 1839 se desencadena una persecución contra los cristianos. El 15 de
septiembre, el padre Perboyre y su hermano el padre Baldus se hallan
en su residencia de Tcha-Yuen-Keou. De repente les avisan de que
llega un grupo armado. Los misioneros huyen cada uno por su lado para
no caer los dos en manos de los enemigos. Juan Gabriel se esconde en
un espeso bosque, pero al día siguiente un desdichado catecúmeno lo
traiciona por una recompensa de treinta taeles (moneda china). Los
soldados le desgarran las vestiduras, lo visten con harapos, lo
amordazan y se van a la posada a celebrar su arresto.
Interrogado por el mandarín de la subprefectura, Juan Gabriel responde
179
con firmeza que es europeo y predicador de la religión de Jesús.
Empiezan entonces a torturarlo, pero por temor a que sucumba lo
sientan en una banqueta y le atan fuertemente las piernas. Así pasa la
noche el piadoso padre, bendiciendo a Jesús por concederle el honor de
padecer sus mismos sufrimientos. Trasladado a la prefectura, al cabo de
un penosísimo viaje a pie, con grilletes en el cuello, en las manos y en
los pies, sufre cuatro interrogatorios. Para obligarlo a hablar, lo ponen de
rodillas durante muchas horas sobre cadenas de hierro. A continuación,
lo cuelgan de los pulgares y le golpean en la cara cuarenta veces con
suelas de cuero para obligarle a renegar de su fe. Pero, reconfortado por
la gracia de Dios, lo sufre todo sin quejarse.
Después es trasladado a Ou-Tchang-Fou, ante el virrey, donde debe
responder en una veintena de interrogatorios. El virrey quiere obligarlo
en vano a caminar sobre un crucifijo. Lo golpean con correas de cuero y
con palos de bambú hasta el agotamiento, o bien lo levantan a gran
altura con la ayuda de poleas y lo dejan desplomarse hasta el suelo.
Pero el alma del piadoso padre permanece unida a Dios. «¿Así que
sigues siendo cristiano? - ¡Oh, sí¡ ¡Y me siento feliz por ello!».
Finalmente, el virrey lo condena al estrangulamiento; pero como quiera
que la sentencia no puede ejecutarse hasta que sea ratificada por el
emperador, Juan Gabriel Perboyre sigue en prisión durante algunos
meses.
« ¡Irreconocible! »
Ningún cristiano había podido llegar junto a él mientras los mandarines
lo torturaban; sin duda se vanagloriaban con la esperanza de que, al
privarlo de cualquier ayuda, conseguirían vencer su constancia con
mayor facilidad. Pero esa severa consigna es suavizada después del
último interrogatorio. Uno de los primeros en poder penetrar en la cárcel
es un religioso lazarista chino llamado Yang. ¡Qué desgarrador
espectáculo aparece ante su mirada! Enmudece, derrama abundantes
lágrimas y apenas consigue dirigir unas palabras al mártir. El padre Juan
Gabriel desea confesarse, pero dos oficiales del mandarín que se hallan
constantemente a su lado se lo impiden. Ante la petición de un cristiano
que acompaña al padre Yang, consienten en apartarse un poco, y el
misionero puede entonces confesarse.
Los demás prisioneros, encarcelados a causa de delitos comunes,
testigos de la piadosa vida del padre Juan Gabriel, no tardan en
apreciarlo; ideas hasta entonces desconocidas se abren paso en sus
endurecidas almas. Admiradores de tantas virtudes, proclaman que
180
tiene derecho a todo tipo de respeto. Él, por su parte, se halla
completamente feliz en medio de los sufrimientos, porque lo vuelven
más conforme con su divino modelo.
« Es todo lo que deseaba »
Por fin, el 11 de septiembre de 1840, después de un año entre grilletes y
torturas, es conducido hasta el lugar de la ejecución. Le atan brazos y
manos a la barra transversal de una horca en forma de cruz, y le sujetan
ambos pies a la parte baja del poste, sin que toquen el suelo. El verdugo
le pone en el cuello una especie de collar de cuerda en el que introduce
un trozo de bambú. Con calculada lentitud, el verdugo aprieta dos veces
la cuerda alrededor del cuello de la víctima. Una tercera torsión más
prolongada interrumpe la plegaria continua del mártir, haciéndolo entrar
en el inmenso y eterno gozo de la corte celestial. Tiene 38 años. Una
cruz luminosa aparece en el cielo, visible hasta Pekín. Ante el asombro
de todos, contrariamente a lo que sucede con los rostros de los
ajusticiados por estrangulamiento, el de Juan Gabriel está sereno y
conserva su color natural.
«El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está
unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina
cristiana» (CIC, 2473). El sacrificio de San Juan Gabriel Perboyre
produjo muchos frutos espirituales, muchos de los cuales son visibles: al
igual que él, muchos cristianos chinos dieron su vida por Cristo, y la
religión cristiana se desarrolló en China hasta requerir la construcción de
catorce vicarías apostólicas. Más recientemente, las persecuciones del
régimen comunista no han conseguido extinguir la fe.
San Juan Gabriel nos recuerda a nosotros mismos que «Todos los fieles
cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el
ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de
que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les
ha fortalecido con la confirmación» (CIC, 2472). Ese testimonio no
siempre conduce al martirio de la sangre, pero supone la aceptación de
la cruz de cada día. Empeñémonos en llevarla con amor, con la ayuda
de la Santísima Virgen, y alcanzaremos el cielo, arrastrando con
nosotros multitud de almas: «Más allá de la cruz, no hay otra escala por
la que podamos subir al cielo» (Santa Rosa de Lima). Es la gracia que,
en este comienzo de año, pedimos a San José, para Usted y para todos
sus seres queridos, vivos y difuntos.
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Gil María de San José (1729-1812)
religioso, de la Orden Frailes Menores “Alcantarinos”
El franciscano Gil María de San José, a quien eleva hoy el Papa al
supremo honor de los altares, fue un fiel seguidor del Poverello de Asís.
Como Francisco, vivió en plena adhesión al Evangelio, anhelando, no lo
que produce honor y prestigio, sino lo humilde y escondido, y
procurando, por encima de todo, tener el Espíritu del Señor y cumplir su
voluntad.
Origen humilde
Gil María de San José, nacido en Taranto el 16 de noviembre de 1729 y
bautizado con el nombre de Francisco Antonio Pontillo, experimentó
desde su infancia la pobreza. Aprendió muy joven el
duro oficio de sus padres, convirtiéndose en un hábil "soguero" y en un
experto "esterero". A los dieciocho años recayó sobre sus espaldas, a
consecuencia de la muerte del padre, la responsabilidad de mantener
económicamente a la familia. La genuina fe cristiana que sus
progenitores le habían transmitido le ayudó a superar las dificultades y a
confiar siempre en la Providencia del Padre celestial.
Anhelando "pensar y trabajar sólo para el Señor", en febrero de 1754,
tras proveer adecuadamente a las necesidades de su familia, fue
admitido a la vida religiosa por los Frailes Menores "Alcantarinos " de la
Provincia franciscana de Lecce.
Iniciado en la vida franciscana en el convento de Galatone (Lecce), el
día 28 de febrero de 1755 emitió la profesión religiosa en manos del
Ministro provincial, Fr. Damián de Jesús y María. Aquel mismo día fue
destinado como cocinero al convento de Squinzano (Lecce), donde
permaneció hasta mayo de 1759.
182
Testigo de la caridad
Tras residir unos días en el convento de Capurso (Bari), fue destinado a
Nápoles, al hospicio de San Pascual en Chiaia, atendido por los Frailes
Menores Alcantarinos de Lecce y declarado "guardián" aquel mismo
año.
En Nápoles permaneció nuestro Beato casi 53 años completos,
ejerciendo, alternativamente, los oficios de cocinero, portero y limosnero,
con edificación de todos, especialmente de los numerosos pobres que
acudían al convento de Chiaia para recibir de Fr. Gil María una ayuda o
una palabra de conforto.
Con solicitud franciscana y caridad activa el Beato Gil María consagró
todas sus energías al servicio de los pobres y afligidos de toda suerte,
injertándose profundamente en el tejido de la ciudad partenopea, que
experimentaba en aquellos difíciles años fuertes tensiones sociales y
escandalosas formas de pobreza, debido a las vicisitudes políticas que
entonces afectaban al conjunto del Reino de Nápoles, Iglesia inclusive.
Innumerables fueron los prodigios que acompañaron la misión de bien y
de paz de Fr. Gil María, hasta el punto de merecerle, en vida, el
apelativo popular de "Consolador de Nápoles".
"¡Amad a Dios! ¡Amad a Dios!", solía repetir a cuantos encontraba en su
cotidiano y fatigoso peregrinar por los calles de Nápoles. Los nobles y
los doctos gustaban conversar con este franciscano de palabra sencilla
e impregnada de fe. Los enfermos encontraban en él consuelo y fuerza
para sobrellevar sus sufrimientos. Los pobres, los marginados y los
explotados descubrían en el humilde limosnero el rostro misericordioso
del amor de Dios.
La vida de nuestro Beato fue, con todo, esencialmente contemplativa.
¿Cómo no recordar su asidua oración nocturna ante el santísimo
Sacramento de la Eucaristía, su tierna devoción a la Virgen María,
Madre de Dios, su amor a la Natividad del Redentor, su devoción a los
Santos? Su "contemplación en la acción" fue justamente lo que le hizo
ver el sufrimiento y la miseria de los hermanos y lo que le convirtió en
llama de ternura y caridad.
Envuelto en una amplia fama de santidad, Fr. Gil María acogió alegre al
Rey de la gloria a las doce horas del día 7 de febrero de 1812, primer
viernes del mes, en el momento mismo en que sonaban las campanas
183
de la iglesita franciscana invitando a venerar el misterio de la
Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María.
Pío IX declaró la heroicidad de sus virtudes el día 24 de febrero de 1868,
León XIII lo beatificó el día 5 de febrero de 1888 y, el día 15 de
diciembre de 1994, Juan Pablo II reconoció como milagro la curación, en
1937, de la señora Ángela Mignogna, quien vive todavía, de un
"coriocarcinoma uterino ", por intercesión de nuestro Beato, y lo declaró
válido con vistas a la canonización.
Un mensaje de amor para nuestro tiempo
Anunciar el amor de Dios al hombre. He aquí la misión que la
Providencia asignó a este humilde franciscano en un contexto social
lacerado por luchas y discordias. En el nuevo Santo manifestó el Padre
su amor a los marginados y olvidados. Fr. Gil María fue testigo del amor
con su palabra sencilla y popular y, sobre todo, con su vida pobre y
alegre, que confirmaba a los hermanos en la certeza de que Dios vive y
actúa en medio de su pueblo.
El "mensaje" del nuevo Santo mantiene plena validez para la comunidad
eclesial de nuestro tiempo. Llamada, ante la cercanía del Tercer Milenio,
a asumir una nueva evangelización del mundo, la Iglesia actual
encuentra en Fr. Gil María un modelo concreto de auténtico
evangelizador.
Fr. Gil María interpela a los jóvenes, llamados a tomar decisiones
generosas y decisivas para la vida del mundo. Interpela a las familias, a
fin de que sean escuelas de vida para el futuro de la humanidad.
Compromete a los consagrados a vivir su donación con fidelidad y
coherencia.
El nuevo Santo es, para todos, "palabra de esperanza", testigo de la
misericordia del Padre, invitación a la solidaridad y al compartir, un
hermano que alienta a vivir fielmente el Evangelio de la caridad.
184
Juan Grande Román (1546-1600), religioso, O.H.
Juan Grande Román nació en Carmona, Sevilla, España, el sábado 6 de
marzo de 1546. Sus padres fueron Cristóbal Grande e Isabel Román,
matrimonio muy cristiano, y fue bautizado por el párroco Andrés Muñoz.
Su padre, artesano de oficio, falleció cuando Juan tenía 11 años.
Recibió una esmerada educación cristiana, primero en el seno familiar, y
desde los siete años como "niño de coro" de su parroquia.
Su formación humana y profesional la completó en Sevilla aprendiendo
el oficio de pañero o tejedor. A los 17 años volvió a su casa y se dedicó
al comercio como vendedor de telas. Poco tiempo después el mismo
oficio le hizo entrar en una profunda crisis espiritual.
Opción por Dios
Dejó su familia, y se retiró a la Ermita de Santa Olalla, en Marchena,
población cercana de Carmona, donde pasó un año en retiro, tratando
de conocer su verdadera vocación. Decidió entonces dedicarse
totalmente a Dios: dejó su ropa y se vistió de un hábito de jerga;
renunció al matrimonio y adoptó el sobrenombre de " Juan Pecador".
Inició al mismo tiempo la experiencia de atender a un matrimonio
anciano que encontró en abandono: los llevó a su habitación, les
cuidaba en sus necesidades y pedía limosna para ellos. Con ello
entendió que su nueva vocación era el servicio a los pobres y
necesitados.
185
Opción definitiva por los pobres
Con sólo 19 años, Juan Pecador se trasladó a la ciudad de Jerez de la
Frontera, Cádiz, y empezó una nueva vida: atendía personalmente a
gente necesitada, a los presos de la " Cárcel Real ", y a otros enfermos
convalecientes e incurables, que encontraba abandonados. Para
ayudarles pedía limosna por la ciudad.
Al mismo tiempo frecuentaba la iglesia de los Padres Franciscanos,
donde se recogía para su oración y se aconsejaba con uno de los
Padres.
Fundación del Hospital de la Candelaria
Juan Pecador era seguido con admiración por los habitantes de Jerez
en su generosa vida de caridad.
En enero de 1574, se generalizó una grave epidemia en Jerez y
entonces dirigió un memorial al Cabildo urgiendo la asistencia de tantos
enfermos tirados por la calle. Él se multiplicaba ante tanta necesidad, y
al fin optó por fundar su propio Hospital, que poco a poco lo fue
ampliando: lo dedicó a la Virgen y llamó de Ntra. Sra. de la Candelaria.
Unión a San Juan de Dios
La razón de ser y actuar de Juan Pecador era Dios expresado mediante
el servicio a los pobres, y sostenido por su intensa vida de fe y oración.
Tuvo mientras tanto conocimiento de la Institución fundada por Juan de
Dios en Granada. La visitó en 1574 y decidió unirse a ella, acogiéndose
a sus reglas y aplicando en su hospital la misma forma de vida
profesada.
Con su nuevo planteamiento, su testimonio y entrega ejemplar se derivó
el que se le fueran uniendo compañeros, que formó según " los
Estatutos de Juan de Dios".
Esto le dio oportunidad para ampliar su acción con otras fundaciones en
Medina Sidonia, Arcos de la Frontera, Puerto Santa María, San Lúcar de
Barrameda y Villamartín.
186
La Reducción de los Hospitales
La asistencia a los enfermos más pobres en Jerez dejaba mucho que
desear, mientras se multiplicaban los pequeños centros. Las autoridades
ante ello determinaron la reducción de los Hospitales, pretendiendo una
mayor eficacia hospitalaria; pero la medida lesionaba los intereses de no
pocos, apegados a los centros no tanto por servir a los enfermos, cuanto
por ser medio de beneficios personales. Por eso mismo no habían de
faltar críticas, resistencias y entorpecimientos.
La medida también afectaba al Hospital de Juan Pecador. Él, como los
demás, presentó a las autoridades su "Memorial" sobre cómo se atendía
a los enfermos en su hospital.
Ante la decisión, el Arzobispo de Sevilla, Cardenal Rodrigo de Castro,
encargó tan delicada misión a Juan Pecador, como la persona más apta
y mejor capacitada para ello, por su espíritu, vocación y experiencia en
hospitalidad. Juan Grande se enfrentó a la reducción con valor y amor, y
ante los no pocos ni pequeños sinsabores, demostró su especial
sensibilidad, capacidad, buen temple y no pequeña virtud.
De su Hospital se había presentado el informe de que la asistencia
hospitalaria se cumplía en el mismo "con diligencia, cuidado y mucha
caridad, haciéndose muy buena obra y servicio a Dios nuestro Señor,
porque él y sus hermanos de hábito son hombres virtuosos y profesan
esta caridad de curar los pobres enfermos".
Actualidad de Juan Grande
Junto a su intensa vida interior, Juan Pecador se dedicó en cuerpo y
alma a la tarea externa de buscar, cuidar y servir a los pobres y
enfermos, preocupándose por todo lo que entonces era más grave y
urgente: encarcelados, enfermos convalecientes e incurables, mujeres
prostituidas, soldados enfermos desechados, niños abandonados, etc.
En verdad, practicó todas las obras de misericordia.
En Juan Grande vemos a un hombre del bien hacer desde el ser, poco
hablador y eficientemente práctico, servidor misericordioso del
"Evangelio de la Vida", buen samaritano, organizador de hospitales y de
la asistencia hospitalaria, conciencia crítica ante las injusticias, abusos y
carencias. En definitiva, fue un profeta y apóstol de la asistencia
sanitaria.
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Epidemia de peste y muerte
Contando Juan Grande 54 años y viviendo plenamente dedicado a su
comunidad y al hospital, se presentó en Jerez una terrible epidemia de
peste. Juan se prodigó por todas partes con todas sus fuerzas y
generosidad, pero al fin contagiado, murió el sábado 3 de junio de 1600.
Glorificación
Fue beatificado en 1853 por Pío IX, y canonizado por Juan Pablo II el 2
de junio de 1996. Proclamado Patrón de la nueva Diócesis de Jerez de
la Frontera en 1986, sus restos son venerados en el " Santuario
Diocesano San Juan Grande ", en Jerez, en el hospital de los Hermanos
de San Juan de Dios de su mismo nombre.
188
Eduvigis, reina de Polonia (1374-1399)
Eduviges fue coronada reina a los diez años y murió a los 25 años. A
pesar de su corta vida, fue suficiente para lograr mucho. Inspiró al
pueblo con su amor por los pobres y campesinos.
Su matrimonio con el gran duque Jagello de Lituania cambió la historia
de Europa al llevar los confines de la civilización occidental a las
fronteras orientales del reino polaco-lituano. Por ello se la considera
protagonista de la evangelización europea y “figura puente” del
cristianismo occidental y oriental.
Eduviges no se encerró en su corte. Esta mujer, que vivió hace más de
seiscientos años, participó activamente en la vida del enorme estado
polaco-lituano. Consciente del valor de la cultura como vehículo de la fe,
fundó la facultad de Teología de la universidad de Cracovia, una de las
más antiguas de Europa. Juan Pablo II, recordando la altura científica
de la Universidad de Cracovia (“la Jaguelloniana”), en la que enseñó
Copérnico, y en la que él mismo tuvo la oportunidad de estudiar, afirmó
que «la verdadera riqueza de un país son sus universidades».
Eduviges también desplegó gran actividad a favor de los pobres y
enfermos, fundando hospitales y centros de asistencia.
En la canonización de la reina Eduviges ha pesado decisivamente la
admiración ininterrumpida de todo su pueblo durante seis siglos. Su
causa de beatificación se abrió en 1426, 27 años después de su
muerte. En 1987, la reina Eduviges fue beatificada, y sus reliquias
fueron transferidas al altar del Cristo Crucificado de la Catedral de
Cracovia. El Papa Juan Pablo II la canonizó en el año 1997.
189
Juan de Dukla (1414-1484), sacerdote de la Orden de los
Frailes Menores
Sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores, primero
Conventual y luego Observante o Bernardino.
Nació alrededor del año 1414 en Dukla (Polonia), cerca de las fronteras
de Eslovaquia y de Ucrania. Después de una breve experiencia de vida
eremítica, ingresó en la Custodia de los Frailes Menores de Rusia
(Rutenio). Ordenado sacerdote, se dedicó a la predicación y al servicio
pastoral en los vastos territorios de las actuales repúblicas de Ucrania,
Moldavia y Bielorrusia. Fue guardián de varios conventos, entre ellos el
de Krosno, y gobernó la custodia de Leópoli. Perdió la vista varios años
antes de morir.
Falleció el 29 de septiembre de 1484 en Leópoli (hoy, Lvov, Ucrania),
recitando los salmos penitenciales con sus hermanos. Tras su muerte,
su fama de santidad se convirtió muy pronto en culto público en toda la
región. Su tumba se encuentra en el convento franciscano de su ciudad
natal, Dukla.
Clemente XII confirmó su culto inmemorial el 21 de enero de 1733, y lo
proclamó copatrono principal del reino de Polonia y del gran ducado de
Lituania el 5 de septiembre de 1739.
El proceso de canonización se interrumpió con la repartición de Polonia,
y se reanudó en 1945. Juan Pablo II lo canonizó en Krosno (Polonia) el
10 de junio de 1997.
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Teresa Benedicta de la Cruz - Edith Stein (1891-1942)
monja, Carmelita Descalza, mártir
“Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte
de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del
Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne
en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de
una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy...;
síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un
corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso
en Dios". Estas palabras fueron pronunciadas por el Papa Juan Pablo II
con ocasión de la beatificación de Edith Stein en Colonia, el 1 de mayo
de 1987.
¿Quién fue esta mujer?
Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12
de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta
hebrea, el día de la expiación. "Esto hizo, más que ninguna otra cosa,
que su madre tuviera una especial predilección por la hija más
pequeña". Precisamente esta fecha de su nacimiento fue para la
carmelita casi un vaticinio.
El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había
cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y
voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola,
debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la
gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe
viva. Edith perdió la fe en Dios. "Con plena conciencia y por libre
elección dejé de rezar".
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Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar
germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una
base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero
interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la
mujer. Entró a formar parte de la organización "Asociación Prusiana para
el Derecho Femenino al Voto". Más tarde escribía: " como bachiller y
joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por
este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas".
En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las
clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y
asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos tiempos,
Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad:
el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como
percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un
viraje hacia lo concreto. "Retorno al objetivismo". Sin que él lo
pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y
discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein se encontró
también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su atención
sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con el
que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima
calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó el periodo
de formación profesional.
Al estallar la primera guerra mundial escribía: "ahora ya no tengo una
vida propia". Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un
hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a
los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en
el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar
el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia,
donde obtuvo el doctorado "summa cum laude" con una tesis "Sobre el
problema de la empatía”.
Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una
aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra,
quedándose un rato para rezar. "Esto fue para mí algo completamente
nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he
frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo,
una persona entró en la iglesia desierta, como si fuera a conversar en la
intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido". En las últimas páginas de su
tesis de doctorado escribió: "ha habido personas que, tras un cambio
imprevisto de su personalidad, han creído encontrar la misericordia
divina". ¿Cómo llegó a esta afirmación? Edith Stein tenía gran amistad
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con el asistente de Husserl en Gottinga, Adolf Reinach y su esposa.
Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917. Edith va a
Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía
cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda.
Con gran sorpresa encontró una creyente. "Este ha sido mi primer
encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus
portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y
brilló Cristo". Más tarde escribirá: "lo que no estaba en mis planes
estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de
que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida,
hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la
Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios,
presenta una coherencia perfectamente ensamblada".
En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund
Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez
que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930.
Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera
gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase
sorprendente: "Después de cada encuentro que me hace sentir la
imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso
hacia mi propio holocausto".
Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo
que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este
respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: "Si la carrera
universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar
encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de
habilitación". Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a
causa de su origen judío.
Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la
psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo
Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de
Ignacio de Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le
puede simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.
En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern
(Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una
discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había
convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la
193
autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche.
"Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad".
Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: "mi
anhelo por la verdad era ya una oración".
En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día de la Circuncisión de
Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida
ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig
Conrad-Martius, que hizo de madrina. "Había dejado de practicar mi
religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi
retorno a Dios". Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo
intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de
Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta
también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo de Espira
en su capilla privada.
Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau.
"Mamá, soy católica". Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió:
"mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño" (cf. Jn 1, 47).
Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar
en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de
Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta
entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y
seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de
Espira hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael
Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar
conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. "Durante el período
inmediatamente precedente y también bastante después de mi
conversión... creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a
todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en
Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este
mundo exige de nosotros otras muchas cosas..., creo, incluso, que
cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe "salir de sí
mismo", en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón
divina para vivir". Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas
y los diarios del período pre-católico de Newmann y la obra Quaestiones
disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por
amor al diálogo con la filosofía moderna. El Padre Erich Przywara, S.J.,
la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es
posible "practicar la ciencia al servicio de Dios... sólo por tal motivo he
podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas". Encuentra
194
siempre las fuerzas necesarias para su vida y su trabajo en el convento
benedictino de Beuron, al que va para pasar allí las fiestas más
importantes del año eclesiástico.
En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la
habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano.
Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás
de Aquino: "Potencia y acción". Más tarde hará de este ensayo una obra
mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser
finito y Ser eterno) en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue
posible imprimir esta obra durante su vida.
En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto
de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de
desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir
ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda
su vida sólo quiso ser "instrumento de Dios". "Quien viene a mí, deseo
conducirlo a Él”.
En 1933 la noche se cierne sobre Alemania. "Había oído ya antes algo
sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de
pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano
sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío". El
artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo imposible que
continuara su actividad docente. "Si aquí no puedo continuar, en
Alemania ya no hay posibilidades para mí ". "Me había convertido en
una extranjera en el mundo".
El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento
de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya
el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la
Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. "Solamente la
pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es
participar en ella".
Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la
familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de
su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos. Edith
acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil para las dos
mujeres. "¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No quiero decir
nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha
hecho Dios? ". Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren
para Colonia. "No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado
195
tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto
de la voluntad de Dios". Cada semana escribirá después una carta a su
madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de
casa.
El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de
Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de
hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento
Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.
Escribe en 1938: "bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que
entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen
que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de
todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que
significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque
ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un
secreto". El 21 de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de
septiembre de 1936, en el momento de renovar los votos, murió su
madre en Breslau. "Hasta el último momento mi madre ha permanecido
fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su
Dios... fue lo último que permaneció vivo en su agonía, confío en que
haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel
abogada, para que también yo pueda llegar a la meta".
En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo
imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última
obra: "que ya sólo en amar es mi ejercicio". La entrada de Edith Stein en
el convento de las Carmelitas no fue una huida. "Quien entra en el
Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más
cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a
Dios". Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo.
"Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo
para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el
Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es
un gran consuelo" (31.10.1938).
El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el
odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra
el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas
de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa
Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera
196
de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en
Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.
"Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su
santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al
Señor que acepte mi vida y muerte... de manera que el Señor sea
reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su
magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo... ".
Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había
dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito,
entre otras cosas, De la vida de una familia judía. "Deseo narrar
simplemente lo que he experimentado al ser hebrea". Ante "la juventud
que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos...,
nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos
el deber de dar testimonio".
En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la
Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos
aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una
religiosa con quien tenía amistad: "una scientia crucis (la ciencia de la
cruz) solamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz.
De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón
he pronunciado: Ave, Crux, Spes única (te saludo, Cruz, única
esperanza nuestra)". Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como
subtítulo: " La ciencia de la Cruz ".
El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la
capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse,
junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia
Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas
palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa:
"Ven, vayamos, por nuestro pueblo".
Junto con otros muchos otros judíos convertidos al cristianismo, las dos
mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se
trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los
obispos católicos de los Países Bajos por los programas y las
deportaciones de los judíos. "Jamás había pensado que los seres
humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis
hermanas y hermanos debieran sufrir así... cada hora rezo por ellos.
¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos". El
197
Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: "para mí, ella es, en
un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios".
Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia
Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su
hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de
gas de Auschwitz.
Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió
honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a
"una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha
permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado,
Jesucristo, y, como judía, a su pueblo”.
198
Marcelino Champagnat (1789-1840), presbítero, de la
Sociedad de María, Fundador de los Hermanos Maristas
de la Enseñanza o Hermanitos de María
MARCELINO CHAMPAGNAT nace el 20 de mayo de 1789 en Marlhes,
un pueblo de las montañas del Centro-Este de Francia, en el momento
en que estalla la Revolución Francesa. Es el noveno hijo de una familia
profundamente cristiana. Su educación es eminentemente familiar. Su
madre y una tía suya exclaustrada, despiertan en él una fe sólida y una
profunda devoción a María. Su padre, agricultor y comerciante, poseía
una instrucción superior a la normal por aquellos pueblos, está abierto a
las nuevas ideas y desempeña un papel político importante en su
ayuntamiento y en toda la región. Sabe también inculcar en Marcelino la
aptitud para los trabajos manuales, el gusto por la acción, el sentido de
la responsabilidad y la apertura a las ideas innovadoras.
Cuando Marcelino tiene 14 años, un sacerdote de paso por su casa, le
hace descubrir que Dios le llama al sacerdocio. Marcelino, cuya
escolaridad había sido muy deficiente, se pone a estudiar con todo ardor
"porque Dios lo quiere", mientras sus parientes cercanos, conocedores
de sus limitaciones, tratan de disuadirle. Los años difíciles de su
estancia en el seminario menor de Verriéres (18051813) son para él una
etapa de extraordinario crecimiento humano y espiritual.
En el seminario mayor de Lyon tiene por compañeros, entre otros, a
Juan María Vianney, futuro Cura de Ars, y a Juan Claudio Colin, que
más tarde será el fundador de los Padres Maristas.
Forma con otros seminaristas un grupo cuyo proyecto es fundar una
congregación que comprendiera sacerdotes, religiosas y una orden
tercera, que llevaría el nombre de María, la "Sociedad de María", cuya
199
finalidad sería recristianizar la sociedad civil. Conmovido por la miseria
cultural y espiritual de los niños de los pueblos, Marcelino siente la
urgencia de crear dentro del grupo una congregación de Hermanos que
dedicaran a la educación cristiana de la juventud. Decía con frecuencia:
"No puedo ver a un niño sin sentir el deseo de decirle cuanto le ama
Jesucristo".
Al día siguiente de su ordenación sacerdotal (22 de julio de 1816) este
grupo de sacerdotes jóvenes van a consagrarse a María y a poner su
proyecto bajo su maternal protección en el santuario de Ntra. Sra. de
Fourviére.
Luego Marcelino es nombrado coadjutor de una parroquia rural, La
Valla. La visita a los enfermos, la catequesis de los niños, la atención a
los pobres y el fomento de la vida cristiana en las familias son las
actividades esenciales de su ministerio. Su predicación, sencilla y
directa, su profunda devoción a María y su ardiente celo apostólico
marcan profundamente a sus feligreses. Queda dolorosamente
conmovido al encontrar a un joven de 17 años que está a punto de morir
y que no conoce nada de Dios. Este hecho le mueve a poner en práctica
su idea de fundar un grupo de maestros dedicados a la instrucción
cristiana de los niños del campo.
Y el 2 de enero de 1817, sólo seis meses después de llegar a la
parroquia de La Valla, el joven coadjutor Marcelino, de 27 años de edad,
reúne a sus dos primeros discípulos: Acaba de nacer, en medio de la
mayor pobreza, humildad y confianza en Dios, la congregación de los
Hermanitos de María o Hermanos Maristas, bajo la protección de la
Santísima Virgen. Al mismo tiempo que atiende a sus deberes de
coadjutor de la parroquia, forma a sus Hermanos, preparándoles para su
misión de maestros cristianos, de catequistas y de educadores de los
jóvenes, y se va a vivir con ellos. Apasionado por extender el Reino de
Dios y consciente de las inmensas necesidades de la juventud de los
ambientes rurales, logra convertir a los jóvenes campesinos que viven
con él en apóstoles de Cristo y de María. En seguida empieza a abrir
escuelas, y pronto la casita de La Valla, ampliada con el trabajo de sus
propias manos, se queda pequeña. Las dificultades son enormes.
Algunos sacerdotes no comprenden el proyecto de este humilde
coadjutor sin experiencia y sin dinero. Sin embargo los ayuntamientos
no dejan de pedir que les envíe Hermanos para que trabajen en la
instrucción y educación cristianas de los niños de sus municipios.
200
Marcelino y sus Hermanos participan en la construcción de una nueva
casa capaz de acoger a más de cien personas, a la que da el nombre de
Ntra. Sra. del Hermitage. En 1825 liberado de su cargo de coadjutor de
la parroquia se dedica por completo a su congregación, atendiendo
especialmente a la formación y acompañamiento espiritual, pedagógico
y apostólico de sus Hermanos, a la visita a las escuelas y a la fundación
de nuevas obras.
Como hombre de fe profunda, Marcelino no deja de buscar la voluntad
de Dios en la oración y en el diálogo con las autoridades religiosas y con
sus Hermanos. Consciente de sus limitaciones, no cuenta más que con
Dios y con la protección de María, la "Buena Madre", "Recurso
Ordinario" y "Primera Superiora". Su humildad profunda y su vivo sentido
de la presencia de Dios le permiten sobrellevar numerosas pruebas con
una gran paz interior. Le gusta repetir a menudo las palabras de salmo
126: "Si el Señor no construye la casa... ", convencido de que su
congregación de Hermanos es la obra de Dios y de María, y adopta la
divisa "Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús".
"Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar" es la misión de sus
Hermanos, y la escuela es para él lugar privilegiado para la
evangelización. Marcelino inculca a sus discípulos el respeto y el amor a
los niños, la atención a los pobres, a los más ingratos y a los más
abandonados, a los huérfanos en particular. La presencia asidua junto a
los jóvenes, la sencillez, el espíritu de familia, todo a la manera de
María, son los puntos esenciales de su idea de la educación.
En 1836, la Iglesia reconoce la Sociedad de María y le confía la misión
de Oceanía. Marcelino pronuncia los votos como miembro de la nueva
Sociedad y envía a tres de su Hermanos con los primeros misioneros
Padres Maristas a las islas del Pacífico. "Ninguna de las diócesis del
mundo está excluida de nuestros planes", escribe a un obispo.
Las gestiones para lograr el reconocimiento legal de su congregación le
llevan mucho tiempo y le piden mucha energía y espíritu de fe. Pero no
deja de repetir: "Cuando se tiene a Dios de nuestra parte y cuando no se
cuenta más que con El, nada nos es imposible".
La enfermedad logra vencer su robusta constitución. Agotado por el
trabajo, muere a la edad de 51 años el 6 de junio de 1840, dejando a
sus Hermanos este precioso mensaje: "Que no haya entre vosotros más
que un solo corazón y un mismo espíritu. Que se pueda decir de los
Hermanitos de María, como de los primeros cristianos: Mirad cómo se
aman".
201
Juan Calabria (1873-1954) presbítero, Fundador de las
Congregaciones de los Pobres Siervos y de las Pobres
Siervas de la Divina Providencia
JUAN CALABRIA nació en Verona el 8 de octubre de 1873, séptimo y
último hijo de Luis, zapatero, y de Angela Foschio, empleada al servicio
doméstico, mujer de grande fe, educada por el Siervo de Dios Padre
Nicolás Mazza en su escuela de niñas pobres.
Desde el nacimiento, para el niño Juan, la pobreza fue su maestra de
vida. Cuando murió su papá, tuvo que interrumpir el cuarto año de
escuela primaria para buscar un trabajo como ayudante.
Descubriendo las virtudes del joven, el rector de San Lorenzo, Padre
Pedro Scapini, lo preparó en privado para los exámenes de ingreso al
seminario. Una vez superados, fue admitido y frecuentó el liceo como
alumno externo. Al tercer año tuvo que interrumpirlo para hacer el
servicio militar.
La caridad fue la característica de toda su vida
Ya joven se distinguió sobre todo por su gran caridad. De hecho, se
puso al servicio de todos haciendo los trabajos más humillantes y
peligrosos. Se ganó la admiración de sus compañeros y superiores,
llevando a muchos de ellos a la conversión y a la práctica de la fe.
Cuando terminó el servicio militar, retomó los estudios. Una fría noche
de noviembre de 1897, cuando hacía su primer año de teología,
volviendo de visitar a los enfermos en el hospital, encontró un niño
acurrucado delante de su puerta; era fugitivo de los gitanos. Lo recogió y
lo llevó en casa. Estuvo con él y al final lo acomodó en su pequeño
202
dormitorio. Fue el principio de sus obras a favor de los huérfanos y
abandonados.
Algunos meses más tarde, fundó la "Pía Unión para la asistencia de los
enfermos pobres", reuniendo en torno a sí un buen grupo de
seminaristas y de laicos.
Eran éstos los inicios de una vida totalmente caracterizada por la
caridad. "Cada instante de su vida fue la personificación del maravilloso
cántico de San Pablo sobre la caridad", escribe en una carta postulatoria
a Pablo VI una doctora hebrea salvada por el Padre Calabria de la
persecución nazi y fascista, escondiéndola vestida de hermana, entre
las religiosas de su Instituto.
Sacerdote y Fundador de dos Congregaciones
Ordenado sacerdote el 11 de agosto de 1901, fue nombrado ayudante
vicario en la parroquia de San Esteban y confesor en el seminario. Se
dedicó con un particular celo a la confesión y al ejercicio de la caridad
privilegiando sobre todo a los más pobres y marginados.
En el 1907, nombrado Vicario de la Rectoría de S. Benito del Monte,
comenzó también a recibir y cuidar espiritualmente a los soldados. El 26
de noviembre de aquel año, en "Vicolo Case Rotte", dio inicio oficial al
Instituto "Casa Buoni Fanciulli", que el año siguiente encontró la
estabilidad definitiva en la calle San Zeno in Monte, en la actual Casa
Madre.
Junto a los jóvenes el Señor le mandó laicos deseosos de compartir con
él la propia donación al Señor. Con este puñado de hombres donados
totalmente al Señor en el servicio a los pobres, con una vida
radicalmente evangélica, hizo vivir a la Iglesia de Verona el clima de la
Iglesia Apostólica. Y aquel primer núcleo de hombres fue la base de la
"Congregación de los Pobres Siervos de la Divina Providencia" que será
aprobada por el Obispo el 11 de febrero de 1932 y obtendrá la
Aprobación Pontificia el 25 de abril de 1949.
Inmediatamente después de la aprobación diocesana, la Congregación
se extendió en varias partes de Italia, siempre al servicio de los pobres,
de los abandonados y marginados. Prolongó su acción a los ancianos y
a los enfermos dando vida para ellos a la "Cittadella della caritá ". El
corazón apostólico del Padre Calabria pensó además en los Parias de la
India, mandando en el 1934 cuatro Hermanos a Vijayavada.
203
En el 1910 fundó también la rama femenina, las "Hermanas", que fue
aprobada como Congregación de derecho diocesano el 25 de marzo de
1952 con el nombre de " Pobres Siervas de la Divina Providencia " y el
25 de diciembre de 1981 obtuvieron la Aprobación Pontificia.
Profeta de la paternidad de Dios y de la búsqueda de su reino
A las dos Congregaciones, el Padre Calabria, confió la misma misión
que el Señor le había inspirado cuando joven sacerdote: "Mostrar al
mundo que la Divina Providencia existe, que Dios no es extranjero, sino
Padre, y piensa en nosotros, siempre que nosotros pensemos en Él y le
correspondamos buscando en primer lugar el Santo Reino de Dios y su
justicia" (cf. Mt 6, 25-34).
Y para testimoniar todo esto, acogió gratuitamente en sus casas,
jóvenes, material y moralmente necesitados. Hizo hospitales y casas de
acogida para asistir en el cuerpo y en el espíritu a enfermos y ancianos.
Abrió casas de formación para jóvenes y adultos pobres, a fin de
ayudarlos a alcanzar la propia vocación sacerdotal o religiosa. Los
asistió gratuitamente hasta la teología o a la definitiva decisión por la
vida religiosa. Después los dejaba libres para elegir aquella diócesis o
congregación que el Señor les hubiera inspirado. Estableció que sus
religiosos ejercieran el apostolado en las zonas más pobres, "donde
nada hay, humanamente, para recibir".
"Resplandeció como un faro luminoso en la Iglesia de Dios"
Son exactamente éstas las palabras que el Card. Schuster hizo esculpir
sobre su tumba. De hecho al comenzar desde el 1939-40 hasta la
muerte, en contraste con su innato deseo de anonimato, alargó sus
horizontes hasta alcanzar las fronteras de la Iglesia, "gritando" a todos
que el mundo se puede salvar sólo si se retorna a Cristo y a su
Evangelio.
Fue así que se convirtió en una voz profética, un punto de referencia.
Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos vieron en él un guía seguro para
ellos mismos y para sus iniciativas.
Por eso los Obispos de la Conferencia Episcopal del Trivéneto, en la
propia carta postulatoria al Papa Juan Pablo II, pudieron escribir: «El
Padre Calabria, justo para preparar la Iglesia del Dos Mil -expresión a él
familiar- hizo de su vida un continuo sufrir y una cuidadosa llamada a la
204
conversión, a la renovación, a la hora de Jesús, con tonos
impresionantes de perentoria urgencia... Nos parece que la vida del
Padre Calabria y su misma persona constituyen una " profecía " de
vuestro apasionado grito a todo el mundo: "Aperite portas Christo
Redemptori!"».
Comprendió que en esta radical y profunda renovación espiritual del
mundo tenían que ser comprometidos también los laicos. Para esto, en
el 1944 fundó la "Familia de los Hermanos Externos", integrada, en
efecto, por laicos.
Rezó, escribió, actuó y sufrió por la unidad de los cristianos. Por eso,
mantuvo fraternas relaciones con protestantes, ortodoxos y hebreos.
Escribió, habló, amó, nunca discutió. Conquistó con el amor. El mismo
pastor luterano Sune Wiman de Eskilstuna (Suiza) que tuvo con él un
copioso intercambio epistolar, dirigió el 6 de marzo de 1964 una carta
postulatoria al Santo Padre Pablo VI para pedirle la glorificación de su
venerado amigo.
Fue este período el más misteriosamente doloroso de su vida. Parecía
que Cristo lo hubiera asociado a la angustia del Getsemaní y del
Calvario, aceptando su ofrecimiento como "víctima" para la santificación
de la Iglesia y para la salvación del mundo. El beato card. Schuster lo
comparó al Siervo de Jahvé.
Murió el 4 de diciembre del 1954. En la vigília, hizo su último gesto de
caridad ofreciendo su vida al Señor por el Papa Pío XII, que agonizaba.
El Señor había aceptado su oferta y, mientras él moría, el Papa,
misteriosa e improvisamente recuperaba la salud viviendo con eficiencia
otros cuatro años.
El mismo Pontífice, sin saber del último gesto del Padre Calabria pero
conocedor profundo de toda su vida, cuando recibió la noticia de su
muerte, en un telegrama de condolencia a la Congregación, definió
"campeón de evangélica caridad".
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 17 de abril de 1988.
205
Agustina Livia Pietrantoni (1864-1894), virgen, religiosa
del Instituto de las Hermanas de la Caridad
Una tierra... una familia
"Existía una vez y sigue existiendo todavía, con una imagen nueva, un
pueblo llamado Pozzaglia, en las colinas de Sabina... y había una casa
bendecida, nido lleno de voces infantiles, entre las cuales la de Oliva,
llamada más tarde Livia, y quien se llamará en la Vida Religiosa
hermana Agustina... ".
La vida muy breve de la hermana Agustina, empieza y se desarrolla así:
"simple, límpida, pura, amante... pero al final... dolorosa y trágica... o
mejor... simbólica". Vida que inspiró a Pablo VI, el Papa que la Beatificó,
palabras de extraordinaria poesía, para narrar el transcurso de su vida.
27 de marzo de 1864. Es en el pequeño pueblo de Pozzaglia a 800
metros de altitud en la linda zona geográfica que se extiende entre Rieti,
Orvinio, Tivoli donde nace y es bautizada Livia; ¡la segunda de once
hermanos! Sus padres, Francisco Pietrantoni y Catalina Costantini,
pequeños agricultores trabajan sus tierras y otras alquiladas. La infancia
y la juventud de Livia respiran los valores de la familia honesta,
trabajadora, religiosa y en la casa bendecida "todos estaban pendientes
de hacer el bien y de rezar a menudo...". Este período está marcado
todo por la sabiduría del abuelo Domingo un verdadero ícono patriarcal.
A los 4 años, Livia recibe el sacramento de la Confirmación y alrededor
de 1876 hace su Primera Comunión, con un conocimiento ciertamente
extraordinario si la juzgamos por lo que fue su posterior vida de oración,
generosidad y donación. Muy pronto, en la gran familia, donde todos
parecían tener derecho a su tiempo y a su ayuda, aprende de su mamá
Catalina las atenciones y los gestos maternales que emplea con dulzura
a la vista de sus numerosos pequeños hermanos. Trabaja en los
206
campos y cuida los animales, no conoce ni los juegos ni el colegio, al
que ella va de una forma muy irregular, pero del que consigue obtener
un provecho extraordinario, hasta el punto de merecer de sus
compañeras el título de "profesora".
Trabajo... orgullo
A los 7 años y con otros niños empieza a trabajar, transportando miles
de baldes de piedra y arena para la construcción de la ruta que va de
Orvinio a Poggio Moiano. A los doce años, se va con otras jóvenes
jornaleras que se dirigen a Tivoli, durante los meses del invierno para la
recolección de aceitunas. Precozmente sabía. Livia asume la
responsabilidad moral y religiosa de sus jóvenes compañeras, las
sostiene en ese rudo trabajo, lejos de la familia y se enfrenta con fuerza
y coraje a los "jefes" arrogantes y sin escrúpulos.
Vocación y desprendimiento
Livia es una joven agradable por su sabiduría, su sentido de ayuda al
prójimo, su generosidad, su belleza... y varios jóvenes en el pueblo
tienen puestos los ojos en ella. Sus miradas de admiración no pasan
desapercibidas a su mamá Catalina que sueña con un buen partido para
su hija. Pero, ¿qué piensa Livia? ¿Qué secreto guarda? ¿Por qué no
elije? ¿Por qué no se decide? "Livia... extremadamente audaz por la voz
que le habla interiormente, la voz de su vocación, cede: Cristo será su
amor, Cristo, su Esposo". Su búsqueda se orienta hacia una vida de
sacrificio; a quién, en su familia o en el pueblo, quiere hacerla cambiar
de opinión, definiéndola como un escape de la fatiga, Livia responde
"quiero elegir una Congregación donde haya trabajo para el día y la
noche" y todos están seguros de la autenticidad de estas palabras. En
un primer viaje a Roma, acompañada por su tío Fray Mateo, vive una
desilusión dolorosa: han rechazado acogerla.
Algunos meses después, por tanto, la Superiora General de las
Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, Madre Josefina
Boquien, le hace saber que la espera en la Casa General, calle Santa
María in Cosmedin. Livia comprende que esta vez el adiós es definitivo.
Con emoción, se despide de todos los habitantes del pueblo, de todos
los rincones de su pueblo, sus lugares de oración: la Parroquia, la
Virgen de la Rifolta; abraza a sus familiares, recibe de rodillas la
bendición del abuelo Domingo, "besa la puerta de su casa, hace el signo
de la Cruz y se va corriendo".
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Formación y servicio
23 marzo de 1886. Livia tenía 22 años, cuando se fue a Roma, vía S.
Maria in Cosmedin. Algunos meses de postulantado y de noviciado son
suficientes para mostrar que la joven tiene la pasta de una hermana de
la Caridad, es decir de una "sierva de los pobres" según la tradición de
S. Vicente de Paúl y de Santa Juana Antida. Livia, in efecto, lleva al
convento un potencial humano heredado de su familia particularmente
sólido y que ofrece garantía. En ella la mujer y la religiosa están en
perfecta armonía. Cuando toma el hábito religioso y se le da el nombre
de hermana Agustina tiene el presentimiento que será ella quien
encarne una santa con ese nombre: efectivamente no conoce ninguna
santa Agustina.
Enviada al hospital Espíritu Santo, que tiene 700 años de gloriosa
historia y definido como "el gimnasio de la caridad cristiana", tras las
huellas de los santos que la han precedido, entre los cuales se
encuentran Carlos Borromeo, José de Calasanz, Juan Bosco, Camilo de
Lelis... la hermana Agustina aporta su contribución personal y en este
lugar de sufrimiento expresa su caridad hasta el heroísmo.
Silencio, oración y bondad
El ambiente del hospital es hostil a la religión. La cuestión romana
envenena los espíritus; los Padres Capuchinos son expulsados, se
prohíbe el crucifijo y cualquier otro signo religioso. Quisieran también
alejar a las Hermanas, pero tienen miedo de la reacción de la gente: les
hacen la vida "imposible" y se les prohíbe hablar de Dios; pero la
hermana Agustina no tiene necesidad de su boca para "proclamar a
Dios" y ninguna mordaza puede impedirle anunciar el Evangelio.
Primero en el cuidado de los niños, y después de haberse contagiado
mortalmente, de lo cual se recupera milagrosamente, en el cuidado de
los tuberculosos, servicio de desesperación y de muerte, expresa
siempre una devoción total y una atención extraordinaria a cada
enfermo, sobre todo a los más difíciles, violentos y obscenos, como
"Romanelli".
En secreto, en el pequeño rincón oculto donde ha encontrado un sitio
para que la Virgen María siga en el hospital, ella le confía a sus
enfermos y le promete vigilias más numerosas, sacrificios más grandes,
para obtener la gracia de la conversión de los más obstinados.
¿Cuántas veces le ha presentado a José Romanelli? Es el peor de
todos, el más vulgar y el más insolente sobre todo con la hermana
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Agustina, quien multiplica las atenciones con él y que con gran bondad,
acoge a su madre ciega cuando viene a visitarlo. De él se puede esperar
cualquier cosa, todos están hartos.
Cuando después de su enésima bravuconería hacia las mujeres en la
lavandería, el Director lo expulsa del hospital, su rabia busca una víctima
y la pobre Agustina es la elegida. "¡Te mataré con mis propias manos!",
"¡Hermana Agustina, no tienes más de un mes de vida!", son las
amenazas que le hace llegar varias veces por medio de cartas.
Romanelli no bromea, en efecto, y la hermana Agustina tampoco, no
pone límites a su generosidad por el Señor... Está dispuesta a pagar con
su propia vida el precio del amor, sin escapar, sin acusar. Cuando
Romanelli la sorprende y la golpea cruelmente sin que ella pueda
escapar, el 13 de noviembre de 1894, de sus labios no salen más que
las invocaciones a la Virgen y las palabras de perdón.
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Kinga (Cunegunda), virgen y religiosa de la Segunda
Orden de las Clarisas
Cunegunda (Kinga) nació en 1224 hija de Bela IV rey de Hungría y de
Teodora Laskarysa, y fue hermana de las Beatas Yolanda y Margarita.
En 1238 fue dada como esposa al príncipe de Cracovia, Boleslao el
Púdico, a quien indujo a hacer voto de castidad junto con ella. En la
corte Cunegunda llevó una vida mortificada dedicando el tiempo libre de
las oraciones y ocupaciones domésticas a la asistencia a los enfermos y
a los pobres. Con el marido promovió la canonización de San
Estanislao, Obispo de Cracovia, asesinado en 1079, lo cual obtuvo en
1253.
La muerte del rey Boleslao en 1279 rompió el único lazo que la unía al
mundo y, rechazadas todas las propuestas de dirigir los destinos del
Estado, ingresó en el monasterio de las Clarisas en Stary Sacz, fundado
por ella con los bienes de su dote. Allí sus virtudes brillaron en todo su
esplendor. Cediendo a los insistentes ruegos de las hermanas, asumió,
aunque contra su deseo, las funciones de abadesa y, sin embargo, se
comportaba como si fuera inferior a todas, dando ejemplo de profunda
humildad. El descubrimiento del agua dentro del monasterio, que de otra
manera debían traer de lejos, se atribuyó a sus oraciones. A ella se
debe también el prodigioso descubrimiento de sal gema en Bochnia.
Su permanencia en el monasterio duró trece años. Dulce y afable con
las co-hermanas, obedecía como si fuera la última de ellas, escogía
para sí los trabajos más humildes, como lavar la vajilla, asear la casa y
asistir a los enfermos. Cuando entró en el monasterio había dicho a las
religiosas: “Vengo a ustedes para ser sierva suya: olviden lo que he sido
en el pasado; y ténganme como una humilde religiosa más”. La oración
y una rigurosa penitencia eran su continua aspiración. La meditación de
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la Pasión del Salvador la hacía derramar abundantes lágrimas y las
llagas de Jesús eran objeto de su especial devoción.
Como abadesa, Cunegunda dirigió la comunidad con prudencia y
caridad verdaderamente maternales, impulsando a las co-hermanas a la
perfección más con el ejemplo que con las palabras.
Cuando en 1287 Polonia fue invadida por los tártaros, Cunegunda y sus
70 co-hermanas debieron abandonar el monasterio y refugiarse en el
castillo de Pyiemin. Los tártaros llegaron también al nuevo refugio. Las
hermanas, espantadas se arrojaron a los pies de su Madre y se repitió el
milagro de Santa Clara de Asís. También aquí los agresores fueron
detenidos por una fuerza invisible. Y así, un tiempo más tarde pudieron
las hermanas volver a su monasterio. Después de un año de
enfermedad, confortada con una aparición de San Francisco,
Cunegunda murió a los 68 años el 25 de julio de 1292. Aprobó su culto
Alejandro VIII el 11 de junio de 1690. Canonizada por Juan Pablo II en
1999.
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Cirilo Bertrán y 8 compañeros, religiosos, del Instituto
de los Hermanos de las Escuelas Cristianas e Inocencio
de la Inmaculada, presbítero, de la Congregación de la
Pasión de Jesucristo, mártires (+1934, +1937)
La Iglesia eleva hoy a la gloria de los altares a nueve Hermanos de las
Escuelas Cristianas (Lasalianos) y a un Padre Pasionista. Ocho
Hermanos dirigían una escuela en Turón, un pueblo situado en el centro
de un valle minero de la región asturiana, en el nordeste de España y
fueron martirizados en 1934. El noveno Hermano es de Cataluña y
murió cerca de Tarragona en 1937. El Padre Pasionista prestaba
asistencia sacramental a la escuela de Turón. Se trata de la glorificación
de diez personas que llevaron la fidelidad de sus vidas consagradas
hasta dar su sangre en testimonio y en defensa de su fe y de su misión
evangelizadora. En consecuencia, esa solemne decisión eclesial
redunda en la glorificación de la hermosa tarea de educar cristianamente
a los niños de todos los tiempos.
La mayoría de estos religiosos se hallaban en plena juventud: cuatro de
ellos tenían menos de 26 años y el mayor 46. Sus nombres son:
Hno. CIRILO BERTRÁN (JOSÉ SANZ TEJEDOR), director de la
comunidad, nació en Lerma, provincia de Burgos, el 20 de marzo de
1888. Los padres eran humildes trabajadores: de ellos aprende la
austeridad y el espíritu de sacrificio. Ingresó en el Noviciado de los
Hermanos en Bujedo e hizo su primera profesión religiosa en agosto de
1905. En su vida apostólica se muestra comprometido y celoso.
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Nombrado director de la escuela de Turón, a donde llega en 1933, su
actitud prudente y serena es de gran ayuda para los Hermanos de la
comunidad. En el verano de 1934 participa en un retiro de un mes en
Valladolid: será la mejor preparación para su encuentro con el Señor en
el martirio que tendrá lugar dentro de unos meses.
Hno. MARCANO JOSÉ (FILOMENO LÓPEZ LÓPEZ), nació en El
Pedregal, provincia de Sigüenza Guadalajara, el 17 de noviembre de
1900. Pertenece a una familia de trabajadores y aprende desde niño a
soportar las molestias del trabajo y afrontar con ánimo las dificultades de
la vida. A sugerencia de un tío suyo ingresa en el Instituto de los
Hermanos de La Salle, pero una enfermedad en el oído le obliga a
regresar a su familia. Pronto será admitido de nuevo, pero a condición
de dedicarse a trabajos manuales. Se halla en la comunidad de Mieres
(Asturias) cuando acepta sustituir a un Hermano de Turón, asustado por
las tensiones de ese momento. Esto ocurría en el mes de abril de 1934,
seis meses antes del sacrificio supremo que el Señor le pedirá. Une así
su destino al de sus compañeros de comunidad, a la que siempre ha
prestado sus servicios con bondad y cariño.
Hno. VICTORIANO PÍO (CLAUDIO BERNABÉ CANO), nació en San
Millán de Lara, provincia de Burgos, el 7 de julio de 1905. Sus padres,
labradores, le inculcaron desde los primeros años las virtudes de
laboriosidad y espíritu de servicio. Ingresó en el Instituto de los
Hermanos de La Salle en Bujedo en 1918. Las leyes de 1933, obligan a
los Hermanos, por prudencia, a cambiar frecuentemente de residencia y
él es trasladado del Colegio de Palencia a la escuela de Turón. Le costó
mucho el cambio, pero lo aceptó con espíritu de sacrificio y obediencia.
Llevaba solamente diez días en Turón cuando el Señor le pidió un
sacrificio mayor, el sacrificio de su vida.
Hno. JULIÁN ALFREDO (VILFRIDO FERNÁNDEZ ZAPICO), nació en
Cifuentes de Rueda, provincia de León, el 24 de diciembre de 1903. Los
buenos consejos de sus padres y la influencia de un tío sacerdote con el
cual fue obligado a vivir durante algún tiempo después de la muerte
prematura de su madre, hacen crecer su piedad natural y lo inclinan muy
joven a la vida religiosa. A los 17 años ingresa en el noviciado de los
Capuchinos de Salamanca. Pero a causa de una inesperada
enfermedad regresa a su casa. Tiene 22 años cuando Dios le da a
conocer a los Hermanos de La Salle y en 1926 ingresa en el noviciado
de Bujedo. Muestra gran madurez y piedad que suscita la admiración de
sus compañeros más jóvenes. En su labor educativa manifiesta
asimismo una dedicación extraordinaria, sobre todo al preparar a los
213
niños a la primera comunión. En el verano de 1933 es destinado a la
comunidad de Turón. El año anterior había hecho su profesión perpetua
sellando su compromiso definitivo con el Señor. Cuando Dios le llama al
sacrificio de su vida, se encuentra preparado para responder sin
vacilación.
Hno. BENJAMÍN JULIÁN (VICENTE ALONSO ANDRÉS), nació en
Jaramillo de la Fuente, provincia de Burgos, el 27 de octubre de 1908.
Muy joven ingresa en el Instituto de los Hermanos de La Salle. Tuvo que
vencer algunas dificultades en los estudios debido a su falta de
preparación inicial. La misma decisión manifestó en los avatares de su
itinerario religioso. Cuando el 30 de agosto de 1933 emitió sus votos
perpetuos con plena madurez y decisión, recogía el fruto de su tesón y
de su generosidad. Cuando recibió la orden de cambiar de la escuela de
Compostela, tanto los alumnos como las familias lo sintieron mucho y
querían impedirlo a toda costa, pero él con generosa disponibilidad,
aunque con mucha nostalgia, aceptó y se trasladó a Turón. Los que
pasaron por aquel lugar nunca olvidarían su alegría y el optimismo que
mostraba en sus comentarios y juicios sobre la situación en aquellos
momentos. Tanta sencillez y fortaleza sólo podían proceder de un
corazón saturado de Dios, quien lo eligió para su encuentro con El.
Hno. HÉCTOR VALDIVIELSO (BENITO DE JESÚS), sus padres se
trasladaron a Buenos Aires unos años antes de su nacimiento, que tuvo
lugar el 31 de octubre de 1910. Fue bautizado en la iglesia de San
Nicolás de Bari, que se encontraba en la zona donde se alza
actualmente el Obelisco de la Avenida 9 de Julio. Cuando sus padres, a
causa de dificultades financieras, se vieron obligados a regresar a
España, estableciéndose en Briviesca (Burgos), conoció y entró en el
centro de formación de los Hermanos de La Salle en Bujedo. Después
hizo el Noviciado Misionero que los Hermanos tenían en Lembecq-lezHal, Bélgica, movido del deseo de realizar un día el apostolado en la
tierra donde había nacido, la Argentina. En espera de poder realizarse
sus sueños, los Superiores lo destinaron a la escuela de Astorga (León).
En septiembre de 1933 fue destinado a Turón. En el corto tiempo que
permaneció en la cuenca minera, se mostró como siempre, plenamente
entregado a la clase y a las asociaciones juveniles de la Cruzada
Eucarística y la Acción Católica. Su dedicación a los jóvenes le convirtió,
él joven, en candidato predilecto para el martirio, cosa que no tardó en
realizarse. Es el primer Santo Argentino.
Hno. ANICETO ADOLFO (MANUEL SECO GUTIÉRREZ), el benjamín
de la comunidad, había nacido en Celada Marlantes, provincia de
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Santander, el 4 de octubre de 1912. Aunque quedó pronto huérfano de
madre, la piedad de su padre era tal que fueron tres los hijos que
entregó a Dios en el Instituto de S. Juan Bautista de La Salle. Entró en el
Noviciado en 1928 y emitió sus primeros votos en 1930. En medio de su
trabajo, su mayor preocupación era el cultivo de su vida espiritual. Ella le
movía a preocuparse intensamente por los demás, sobre todo en lo
referente al cumplimiento del deber y a la entrega generosa a Dios.
Después de permanecer un año en el Colegio de Nuestra Señora de
Lourdes en Valladolid, fue destinado a Turón en agosto de 1933. La
sonrisa serena y atractiva que adornaba permanentemente su rostro,
tuvo que impresionar sin duda a los mismos asesinos que, a sus 22
años, le condujeron a la eternidad.
Hno. AUGUSTO ANDRÉS (ROMÁN MARTÍNEZ FERNÁNDEZ), nació
en Santander el 6 de mayo de 1910. Heredó de su padre, militar de
profesión, el sentido de la precisión y del orden; y de su madre, piadosa
y sencilla, la gentileza que tanto admiraban sus profesores, sus
compañeros y después sus alumnos. Cuando manifestó la intención de
hacerse religioso -era el hijo mayor y el único varón en casa cuando su
padre murió- su madre no se resignaba. Pero una enfermedad del joven
doblegó la resistencia materna. Prometió a la Virgen que aceptaría los
deseos de su hijo si sanaba y, habiendo obtenido la curación, autorizó el
ingreso en los Hermanos de La Salle. En 1922 finalizó su noviciado y
emitió con decisión sus primeros votos religiosos. Se hallaba en el
colegio de Palencia en 1933, cuando la dispersión le llevó al que había
de ser su postrer destino, la comunidad de Turón. Su valor y decisión
fueron llamativos en los últimos momentos de su existencia, pues él fue
quien dirigió las últimas palabras a sus verdugos. Fueron palabras llenas
de entereza y de aceptación del martirio, propias de un corazón
totalmente entregado a Dios.
P. INOCENCIO DE LA INMACULADA (MANUEL CANOURA ARNAU),
nació en el Valle del Oro, provincia de Mondoñedo, el 10 de marzo de
1887. Ingresó en la Congregación de los Pasionistas a la edad de 14
años. Recibió el Subdiaconado en Mieres en 1910 y el Diaconado en
junio de 1912. El 20 de septiembre de 1920 fue ordenado sacerdote.
Desde entonces empezó para este Padre instruido y celoso, una vida de
intenso apostolado sacerdotal, en el que cabe resaltar su dedicación a la
enseñanza de la filosofía, de la teología, de la literatura en las diversas
casas a las que fue destinado. Su último destino fue de nuevo Mieres, a
comienzos de septiembre de 1934. La causa de que se hallara con los
Hermanos en Turón fue que había sido requerido su servicio
sacramental, al que se había ofrecido de buen grado cuando le pidieron
215
que fuera a confesar para preparar a los niños a celebrar el primer
viernes de mes, que coincidía con el 5 de octubre.
El martirio de estos Hermanos no llegó de modo inesperado. La
situación que vivía España era difícil: la masonería y el comunismo
luchaban por el poder y por hacer desaparecer la tradición religiosa. Se
habían programado una serie de iniciativas contra la Iglesia, los
sacerdotes y los religiosos. Se promovió una campaña de odio y
violencia que en ciertos lugares llegó a crueles desenlaces, incluso más
allá de las previsiones de los grupos dirigentes. Asturias era una región
minera con gran cantidad de inmigrados cuyo régimen de vida era duro
y se sentían desarraigados de sus mejores tradiciones. La campaña
contra la burguesía y contra la Iglesia encontró allí un terreno
especialmente preparado. Así sucedió que el 5 de octubre un grupo de
rebeldes arrestó a los ocho Hermanos que trabajaban en la escuela de
Turón y al sacerdote pasionista que estaba con ellos. Los nueve
religiosos fueron concentrados en la "casa del pueblo" a la espera de la
decisión que había de tomar el "Comité revolucionario".
Bajo la presión de algunos extremistas, el Comité decidió la condena a
muerte de estos religiosos que tenían una notable influencia en la
localidad, ya que gran parte de las familias mandaban sus hijos a su
escuela. La decisión se tomó en secreto: los religiosos serían fusilados
en el cementerio del pueblo, poco después de la una de la madrugada,
el 9 de octubre de 1934. Los asesinos fueron reclutados de otros lugares
porque en el pueblo de Turón no encontraron quienes estuvieran
dispuestos a perpetrar semejante crimen. Las víctimas comprendieron
de inmediato las intenciones del Comité y se prepararon generosamente
al sacrificio con la oración, la confesión y el perdón que otorgaron a sus
asesinos. A la hora prevista por el Comité, caminaron juntos y serenos al
cementerio. En el centro del mismo estaba preparada una fosa delante
de la cual alinearon a los religiosos. Fueron muertos con dos cargas de
fusilería y rematados a tiros de pistola. La serenidad y valentía con la
que los Hermanos y el P. Pasionista aceptaron el martirio impresionó a
los mismos asesinos como más tarde ellos mismos declararían. Pocos
meses después de su muerte sus cuerpos fueron exhumados y
trasladados con grandes manifestaciones de adhesión al mausoleo
donde reposan en Bujedo, en la provincia de Burgos.
El Hno. JAIME HILARIO (MANUEL BARBAL COSÍN), nació el 2 de
enero de 1898 en Enviny, diócesis de Urgel, provincia de Lérida. Vivió
en un ambiente profundamente cristiano, en los trabajos del campo y
ruda labor de un pueblo de alta montaña. A sus trece años entró en el
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Seminario de La Seo de Urgel. Pero, debido a una enfermedad del oído
que será una cruz a lo largo de su vida, tuvo que abandonar los estudios
eclesiásticos. En 1917 decidió entrar en el noviciado de los Hermanos
de La Salle. El 24 de febrero del mismo año, en Irún, tomó con el hábito
religioso el nombre de Hno. Jaime Hilario. Un año más tarde iniciaba su
misión de educador y catequista. Fue en Mollerusa, en Pibrac, cerca de
Toulouse (Francia), en Calaf, su tierra natal. En este período se hizo
patente su capacidad literaria, colaborando en revistas en la difusión de
los valores cristianos. En adelante su sordera le impedirá seguir su labor
educativa. Tuvo que trasladarse a Cambrils (Tarragona) para ocuparse
de las labores del campo. El 18 de julio de 1936 estalla la guerra civil
española. El Hno. Jaime Hilario se refugia en una casa amiga de
Mollerusa, en donde permanece en régimen de libertad vigilada.
Después es trasladado a la cárcel de Lérida y, puesto que procedía de
Cambrils, es conducido a Tarragona y encarcelado en el barco " Mahon
" con otros sacerdotes y seglares cristianos. El 15 de enero de 1937 se
celebró su juicio sumarísimo. No quería abogado defensor porque iba a
decir siempre la verdad. Por obediencia aceptó la defensa del Sr. Juan
Montañés, pero no permitió que se disimulase su condición de religioso.
El Tribunal Popular de Tarragona lo condenó a muerte. Aceptó el
veredicto con serenidad admirable y allí mismo envió a sus familiares
una carta en la que expresaba su alegría de morir mártir. El abogado
tramitó la solicitud de gracia, que fue concedida a las otras 24 personas
que habían sido juzgadas con él; pero él, el único religioso del grupo, fue
ejecutado. El 18 de enero de 1937, a las 3,30 de la tarde, el Hno. Jaime
Hilario fue fusilado en el bosquecillo del Monte de la Oliva, junto al
cementerio de Tarragona. Con asombro del piquete, el mártir siguió en
pie después de dos descargas sucesivas. El grupo arrojó las armas y se
dio a la fuga. El jefe del pelotón, furioso, se acercó a la víctima y disparó
en la sien del héroe. Sus últimas palabras a los que iban a fusilarle
fueron: -¡Amigos, morir por Cristo es reinar!
Estos mártires (los nueve de Turón y el Hno. Jaime Hilario) fueron
beatificados juntos por el Papa Juan Pablo II el 29 de abril de 1990.
Ahora la Iglesia honra su fe y su sacrificio, declarándolos Santos y
proponiéndolos como ejemplo al pueblo cristiano.
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Benito Menni (1841-1914) presbítero, O.H.,
fundador de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado
Corazón de Jesús
BENITO MENNI, que hoy es elevado al supremo honor de los santos,
fue un fiel seguidor de Juan de Dios; en cuanto tal con sus palabras y
sus obras ha sido heraldo del Evangelio de la misericordia y nuevo
profeta de la hospitalidad.
Origen familiar y vocación hospitalaria
La ciudad de Milán fue su cuna, habiendo nacido y sido bautizado el
mismo día 11 de marzo de 1841. Se le puso el nombre compuesto de
Ángel-Hércules, que han sido como una premonición del espíritu y
fuerza, que había de caracterizar su personalidad.
Era el quinto de quince hijos del matrimonio formado por Luis Menni y
Luisa Figini. En su hogar cálido y acogedor halló el apoyo y estímulo
para su desarrollo intelectual y personalidad.
La llamada de Dios la siguió pronto: fino de conciencia, dejó un buen
trabajo en un banco y, altruista ante el que sufre, se ofreció a ayudar al
traslado de los soldados heridos que llegaban de la batalla de Magenta,
cerca de Milán.
Admirado de la entrega que entonces descubrió en los Hermanos de
San Juan de Dios, a los 19 años pidió el ingreso en la Orden
Hospitalaria.
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Con el nombre de Benito inició la vida religiosa y se consagró a Dios y a
la asistencia de los enfermos; con el mismo nombre le veneraremos
como San Benito Menni.
Formación y misión hospitalaria
Durante sus estudios de enfermería y sacerdotales fue forjando su
personalidad religioso-hospitalaria, que puso a disposición de los
superiores, es decir de la causa en favor de la sociedad más necesitada,
como eran tantos enfermos.
España, la cuna de la Orden Hospitalaria, vivía entre luchas políticas en
declarada hostilidad hacia lo religioso, mientras la obra de Juan de Dios
había quedado prácticamente extinguida; necesitaba un impulso
renovador, y Benito Menni será la persona providencial para su
realización.
Destinado a España en 1867, llevó a cabo sus dos grandes obras: la
restauración de la Orden de San Juan de Dios y la fundación de la
Congregación femenina, " Hermanas Hospitalarias del Sdo. Corazón de
Jesús ".
Su espíritu magnánimo, capacidad y disposición le ayudaron a superar
muchas dificultades y tomar grandes iniciativas de especial
consideración en pro de los enfermos y su asistencia integral.
Restaurador de la Orden Hospitalaria
Mandado por el entonces General de la Orden Juan M. Alfieri, que
siempre fue su apoyo, y con la bendición del papa Pío IX antes de salir
de Roma, Benito Menni manifiesta desde el primer momento su fuerte
voluntad y espíritu decidido. A los pocos meses abre con éxito el primer
hospital infantil de España en Barcelona (1867), que constituye el inicio
de su extraordinaria obra restauradora, que dirigirá durante 36 años.
Desde el primer momento, gracias a su empeño vocacional, se le unirán
numerosos y generosos seguidores, con los cuales a su vez podrá dar
continuidad a las nuevas instituciones hospitalarias, que se multiplicarán
por España, Portugal y México, continuando después por todo el nuevo
mundo.
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Fundador de las Hermanas Hospitalarias
Con la llegada a Granada (1878), Benito Menni entra en contacto con
dos jóvenes, María Josefa Recio y María Angustias Giménez, las cuales
serán en 1881 la semilla de una nueva Institución sanitaria, netamente
femenina, con característica específica para la asistencia psiquiátrica.
En Ciempozuelos, Madrid, tiene su origen y se constituye la Casa Madre
de la "Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado
Corazón de Jesús", la cual es aprobada por la Santa Sede en 1901.
Como signo de su identidad en el servicio hospitalario les transmite su
lema en seis palabras: "rogar, trabajar, padecer, sufrir, amar a Dios y
callar".
Muy pronto, sin embargo, la nueva fundación extiende sus alas
de caridad misericordiosa y se establece por diversos países de
Europa y América Latina, y más tarde por África y Asia. Actualmente, en
que tiene lugar la canonización de Benito Menni, su fundador, se hallan
presentes en 24 naciones con más de 100 Centros hospitalarios.
Benito Menni, en cuanto Fundador y Padre espiritual, les infundió su
espíritu característico juandediano, continuando durante más de 30 años
su dirección y formación ascético-hospitalaria.
Visitador y Superior general de la Orden
La magna obra que Benito Menni realizó como restaurador y fundador
se extendió, llamado por la Santa Sede, en favor de toda la Orden
siendo nombrado primero Visitador Apostólico de la misma (1909-1911)
y a continuación como Superior General (1911), a cuyo cargo, sin
embargo, tuvo que renunciar un año después por incomprensiones y por
motivos de salud.
Sus dos últimos años los pasó en humildad y purificación, muriendo
santamente, lleno de méritos, en Dinán, Francia, el 24 de abril de 1914.
Sus restos, trasladados por sus Hermanos de España a Ciempozuelos,
hoy son venerados bajo el altar central de la "Capilla de
los Fundadores" en la Casa Madre de sus Hijas Hospitalarias de
Ciempozuelos.
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En la Gloría de los santos
Abierto su proceso de santidad en la diócesis de Madrid, donde está
enterrado, en los años 1945-1947, sus virtudes fueron reconocidas
como heroicas por la Congregación para las Causas de los Santos el 11
de mayo de 1982, por lo que pasó a ser considerado " Venerable".
Reconocida como milagrosa la curación en favor de Dña. Asunción
Cacho, fue proclamado "Beato" en la Basílica vaticana por el papa Juan
Pablo II el 23 de junio de 1985.
Su mensaje en clave hospitalaria
Ante su entrega fecunda y rectitud santa y santificadora, con su vida
ofrendada a Dios y a los enfermos con unción y generosidad total, el
testimonio de Benito Menni hoy cobra actualidad con su canonización,
siendo propuesto a la Iglesia universal como modelo y ejemplo, en
especial dentro del campo de la salud y de la enfermedad.
La humanización y la evangelización son desafíos ante el nuevo milenio.
San Benito Menni viene a recordar e iluminar las palabras de Cristo,
"Estaba enfermo y habéis tenido cuidado de mí. Venid, benditos de mi
Padre".
En el campo sanitario se utilizan los beneficios del progreso técnico,
pero no pocas veces falta el corazón a la asistencia. Con frecuencia el
interés sanitario está más orientado hacia la enfermedad que hacia el
enfermo, considerado el mismo más como un número o un caso clínico,
que como una persona o un hermano, imagen de Dios que sufre, a
quien asistir.
221
Tomás de Cori (1655-1729)
presbítero, O.F.M.
Nacido en Cori (Latina) el 4 de junio de 1655, Tomás tuvo una infancia
marcada por la pérdida prematura de su madre primero y de su padre
después, quedando sólo, a los catorce años, al cuidado de la hermana
más pequeña. Hará de pastor, aprendiendo la sabiduría de las cosas
simples. Casadas las hermanas, queda libre para seguir la inspiración
que desde algún año guardaba en el silencio del corazón: pertenecer
completamente a Dios en la vida religiosa franciscana. Había conocido a
los Frailes Menores en su misma ciudad en el Convento de S.
Francisco. Casadas las dos hermanas y libre de toda preocupación, fue
acogido en la Orden y enviado a Orvieto para hacer el año de noviciado.
Profesada la Regla de S. Francisco y finalizados los estudios de
teología, se ordena sacerdote en 1683. Fue nombrado inmediatamente
vice maestro de novicios en el convento de la SS. Trinidad de Orvieto;
sus superiores reconocieron desde muy pronto sus dotes.
Poco tiempo después fray Tomás oyó hablar de los Retiros que
comenzaban a florecer en la Orden y de la intención de los Superiores
de la Provincia Romana de instaurar uno en el Convento de Civitella
(hoy Bellegra). Su petición fue acogida y el joven fraile llamó así a la
puerta del pobre Convento en 1684, diciendo: "Soy fray Tomás de Cori y
vengo para hacerme santo". Con un lenguaje quizás lejano al nuestro,
expresaba él su ansia de vivir radicalmente el Evangelio según el
espíritu de S. Francisco.
Desde entonces, fray Tomás permanecerá en Bellegra hasta la muerte,
excepto seis años (1703-1709) en los que será Guardián en el Convento
de Palombara, donde instauró el Retiro, en base al de Bellegra. Escribió
Reglas para uno y para otro, que él el primero observó cuidadosamente,
222
consolidando con la palabra y con el ejemplo la nueva institución de los
dos Retiros.
Los largos años transcurridos en S. Francisco de Bellegra se pueden
resumir en tres puntos:
Oración
Santo Tomás de Cori fue seguramente, como se ha dicho de S.
Francisco, no tanto un hombre que oraba, como un hombre hecho
oración. Esta dimensión animó toda la vida del Fundador del Retiro. El
aspecto más evidente de su vida espiritual fue sin duda la centralidad de
la Eucaristía, testimoniada por Tomás en la celebración eucarística,
intensa y participada, y en la oración silenciosa de adoración en las
largas noches de Retiro después del oficio divino celebrado a
medianoche. Su vida de oración estuvo marcada por una aridez
persistente de espíritu. La ausencia total de una consolación sensible en
la oración y en su vida de unión con Dios, se prolongaría durante más
de cuarenta años, encontrándole siempre sereno y radical en la vivencia
del primado de Dios. Verdaderamente su oración se configuró como "
memoria Dei " realizando concretamente la unidad de vida no obstante
las múltiples actividades.
Evangelización
Santo Tomás no se cerró en el Retiro, olvidando el bien de sus
hermanos y el corazón de la vocación franciscana, que es apostólico.
Fue llamado con razón el apóstol del " Sublacense ", habiendo recorrido
comarcas y ciudades en el anuncio incansable del Evangelio, en la
administración de los sacramentos y en el surgir de milagros a su paso,
signo de la presencia y cercanía del Reino. Su predicación era clara y
simple, persuasiva y fuerte. No subió a los púlpitos más ilustres del
tiempo: su personalidad pudo entregar lo mejor de sí en el ámbito
restringido de la región del Lazio, viviendo su vocación franciscana en
minoridad y a la opción concreta por los más pobres.
Exquisita caridad
Santo Tomás de Cori fue para sus hermanos padre amabilísimo. Ante
las resistencias de algunos hermanos en su deseo de reforma y de
radicalidad en vivir el ideal franciscano, el Santo supo responder con
paciencia y humildad, encontrándose incluso sólo para atender el
223
convento. Había comprendido muy bien que toda auténtica reforma
inicia por sí mismo.
El notable epistolario que nos ha llegado, demuestra la atención de
Tomás a las más pequeñas expectativas y necesidades de sus
hermanos y de tantos amigos, penitentes y frailes que se dirigían a él
para recibir un consejo. En el convento demostró su espíritu de caridad
en la disponibilidad a cualquier necesidad, incluso la más humilde.
Rico de méritos, se durmió en el Señor el 11 de enero de 1729. Santo
Tomás de Cori resplandece entre nosotros y en Roma, del que es copatron, sobre todo en su ansia de ideal cristiano y franciscano puro y
vivido en lo esencial. Una provocación para todos nosotros, a no tomar a
la ligera el Evangelio y sus exigencias radicales.
224
María Faustina Kowalska (1905-1938), virgen de la Orden
de las Clarisas Capuchinas y mártir
Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del
círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor
Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y
presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza
en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.
Nació el 25 de agosto de 1905 como la tercera hija entre diez hermanos
en la familia de Mariana y Estanislao Kowalski, campesinos de la aldea
de Głogowiec. En el santo bautizo, celebrado en la iglesia parroquial de
Świnice Warckie, se le impuso el nombre de Elena. Desde pequeña se
destacó por el amor a la oración, la laboriosidad, la obediencia y una
gran sensibilidad ante la pobreza humana. A los 9 años recibió la
Primera Comunión. La vivió muy profundamente, consciente de la
presencia del Huésped Divino en su alma. Su educación escolar duró
apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para,
trabajando de empleada doméstica en casas de familias acomodadas de
Aleksandrów, Łódź y Ostrówek, mantenerse a sí misma y ayudar a los
padres.
Ya desde los 7 años sentía en su alma la llamada a la vida religiosa,
pero ante la negativa de los padres para su entrada en el convento,
intentó apagar dentro de sí la voz de la vocación divina. Sin embargo,
apresurada por la visión de Cristo sufriente fue a Varsovia y allí, el 1 de
agosto de 1925 entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre
de Dios de la Misericordia donde, como sor María Faustina, vivió trece
años. Trabajó en distintas casas de la Congregación. Pasó los períodos
más largos en Cracovia, Płock y Vilna cumpliendo los deberes de
cocinera, jardinera y portera.
225
Para quien la observara desde fuera nada hubiera delatado su singular
intensa vida mística. Cumplía sus deberes con fervor, observaba
fielmente todas las reglas del convento, era recogida y callada, pero a la
vez natural, llena de amor benévolo y desinteresado al prójimo. Su vida,
aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por la
extraordinaria profundidad de su unión con Dios.
Su espiritualidad se basa en el misterio de la Divina Misericordia, que
ella meditaba en la Palabra de Dios y contemplaba en lo cotidiano de su
vida. El conocimiento y la contemplación del misterio de la Divina
Misericordia desarrollaban en ella una actitud de confianza de niño hacia
Dios y la caridad hacia el prójimo. Oh Jesús mío —escribió— cada uno
de tus santos refleja en sí una de tus virtudes, yo deseo reflejar tu
Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que tu
misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como
un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra. (Diario
1242). Sor Faustina era una fiel hija de la Iglesia a la que amaba como a
Madre y como el Cuerpo Místico de Jesucristo. Consciente de su papel
en la Iglesia, colaboró con la Divina Misericordia en la obra de salvar a
las almas perdidas. Con este propósito se ofreció como víctima
cumpliendo el deseo del Señor Jesús y siguiendo su ejemplo. Su vida
espiritual se caracterizó por el amor a la Eucaristía y por una profunda
devoción a la Madre de la Divina Misericordia.
Los años de su vida en el convento abundaron en gracias
extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas ocultos, la participación
en la Pasión del Señor, el don de bilocación, los dones de leer en las
almas humanas, de profecía y de desposorios místicos. Un contacto vivo
con Dios, con la Santísima Madre, con ángeles, santos y almas del
purgatorio: todo el mundo extraordinario no era para ella menos real que
el mundo que percibía a través de los sentidos. Colmada de tantas
gracias extraordinarias sabía, sin embargo, que no son éstas las que
determinan la santidad. En el Diario escribió: Ni gracias, ni revelaciones,
ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la
comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un
adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi
santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad
con la voluntad de Dios (Diario 1107).
El Señor Jesús escogió a sor Faustina por secretaria y apóstol de su
misericordia para, a través de ella, transmitir al mundo su gran mensaje.
En el Antiguo Testamento —le dijo— enviaba a los profetas con truenos
226
a mi pueblo. Hoy te envío a ti a toda la humanidad con mi misericordia.
No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla,
abrazarla con mi Corazón misericordioso (Diario 1588).
La misión de sor Faustina consiste en 3 tareas:
– Acercar y proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada
Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona.
– Alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, y
especialmente para los pecadores, por ejemplo a través de la práctica
de las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia, presentadas por
el Señor Jesús: la imagen de la Divina Misericordia con la inscripción:
Jesús, en ti confío, la fiesta de la Divina Misericordia, el primer domingo
después de la Pascua de Resurrección, la coronilla a la Divina
Misericordia y la oración a la hora de la Misericordia (las tres de la
tarde). A estas formas de la devoción y a la propagación del culto a la
Divina Misericordia el Señor Jesús vinculó grandes promesas bajo la
condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo.
– La tercera tarea es inspirar un movimiento apostólico de la Divina
Misericordia que ha de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios para
el mundo y aspirar a la perfección cristiana siguiendo el camino trazado
por la beata sor María Faustina. Este camino es la actitud de confianza
de niño hacia Dios que se expresa en cumplir su voluntad y la postura
de caridad hacia el prójimo. Actualmente este movimiento dentro de la
Iglesia abarca a millones de personas en el mundo entero:
congregaciones religiosas, institutos laicos, sacerdotes, hermandades,
asociaciones, distintas comunidades de apóstoles de la Divina
Misericordia y personas no congregadas que se comprometen a cumplir
las tareas que el Señor Jesús transmitió por sor María Faustina.
Sor María Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por
mandato del Señor Jesús y de los confesores. Registró en él con
fidelidad todo lo que Jesús le pidió y describió todos los encuentros de
su alma con Él. Secretaria de mi más profundo misterio —dijo el Señor
Jesús a sor María Faustina— tu misión es la de escribir todo lo que te
hago conocer sobre mi misericordia para el provecho de aquellos que
leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán
valor para acercarse a mí (Diario 1693). Esta obra acerca de modo
extraordinario el misterio de la misericordia Divina. Atrae no solamente a
la gente sencilla sino también a científicos que descubren en ella un
frente más para sus investigaciones. El Diario ha sido traducido a
227
muchos idiomas, por citar algunos: inglés, alemán, italiano, español,
francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco.
Sor María Faustina extenuada físicamente por la enfermedad y los
sufrimientos que ofrecía como sacrificio voluntario por los pecadores,
plenamente adulta de espíritu y unida místicamente con Dios murió en
Cracovia el 5 de octubre de 1938, con apenas 33 años. La fama de la
santidad de su vida iba creciendo junto con la propagación de la
devoción a la Divina Misericordia y a medida de las gracias alcanzadas
por su intercesión. Entre los años 1965-67 en Cracovia fue llevado a
cabo el proceso informativo sobre su vida y sus virtudes y en 1968 se
abrió en Roma el proceso de beatificación, concluido en diciembre de
1992. El 18 de abril de 1993, en la Plaza de San Pedro de Roma, el
Santo Padre Juan Pablo II beatificó a Sor María Faustina. Sus reliquias
yacen en el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia-Łagiewniki.
228
Cristóbal Magallanes Jara (1869-1927)
presbítero, y mártir
Nació en Totaltiche, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 30 de julio de
1869. Párroco de su tierra natal.
Sacerdote de fe ardiente, prudente director de sus hermanos sacerdotes
y pastor lleno de celo que se entregó a la promoción humana y cristiana
de sus feligreses. Misionero entre los indígenas huicholes y ferviente
propagador del Rosario a la Santísima Virgen María. Las vocaciones
sacerdotales eran la parte más cuidada de su viña. Cuando los
perseguidores de la Iglesia clausuraron el Seminario de Guadalajara, él
se ofreció para fundar en su parroquia un Seminario con el fin de
proteger, orientar y formar a los futuros sacerdotes y logró abundante
cosecha. El 25 de mayo de 1927 fue fusilado en Colotlán, Jal. (Diócesis
de Zacatecas). Frente al verdugo confortó a su ministro y compañero de
martirio, Padre Agustín Caloca, diciéndole: «Tranquilízate, hijo, sólo un
momento y después el cielo». Luego dirigiéndose a la tropa, exclamó:
«Yo muero inocente, y pido a Dios que mi sangre sirva para la unión de
mis hermanos mexicanos».
229
Román Adame Rosales, presbítero
Nació en Teocaltiche, Jal. (Diócesis de Aguascalientes), el 27 de febrero
de 1859. Párroco de Nochistlán, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara).
Sacerdote de profunda humildad. Jamás se le oyó quejarse; ante
cualquier sufrimiento decía con serenidad: «Sea todo por Dios».
Catequesis, misiones populares, construcción de capillas para que los
fieles tuvieran cerca al Santísimo, atención a los enfermos y educación a
los niños fueron las principales acciones de su ministerio parroquial.
Durante la persecución, siguió oculto administrando los sacramentos.
Alguien delató su escondite y de noche fue hecho prisionero. Llegado el
momento de la ejecución, el día 21 de abril de 1927, con un gesto de
bondad trató de salvar al soldado, que por no querer dispararle, iba a ser
también fusilado. Luego, decidido y firme, pero con humildad, entregó su
vida.
Rodrigo Aguilar Alemán, presbítero
Nació en Sayula, Jal. (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 13 de marzo de
1875. Párroco de Unión de Tula, Jal. (Diócesis de Autlán). Sacerdote
poeta de fina sensibilidad. Consagró su sacerdocio a la Virgen
Santísima de Guadalupe. Con todo su corazón imploró: «Señor, danos
la gracia de padecer en tu nombre, de sellar nuestra fe con nuestra
230
sangre y coronar nuestro sacerdocio con el martirio ¡Fiat voluntas tua!»
Por eso, cuando tuvo que abandonar su parroquia y ocultarse en la
población de Ejutla, Jal., y cuando llegaron las tropas federales para
apresarlo, su rostro resplandecía de paz y gozo, y se despidió diciendo:
«Nos vemos en el cielo». En la madrugada del 28 de octubre de 1927
fue conducido a la plaza de Ejutla. Arrojaron la cuerda a una rama
gruesa de un árbol de mango, hicieron una lanzada y la colocaron al
cuello del sacerdote. Luego quisieron poner a prueba su fortaleza y con
altanería le preguntaron: «¿Quién vive?» La valiente respuesta fue:
«¡Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!» Entonces la cuerda fue
tirada con fuerza y el señor cura Aguilar quedó suspendido. Se le bajó
de nuevo y se le repitió la pregunta: «¿Quién vive?» Por segunda vez
dijo con voz firme: «¡Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!»
Nuevamente al mismo suplicio y por tercera vez, el «¿Quién vive?» El
mártir agonizante, arrastrando la lengua repitió: «Cristo Rey y Santa
María de Guadalupe».
Julio Álvarez Mendoza, presbítero
Nació en Guadalajara, Jal. el 20 de diciembre de 1866. Párroco de
Mechoacanejo, Jal. (Diócesis de Aguascalientes), lugar donde pasó toda
su vida sacerdotal. Párroco cariñoso, padre y amigo de los niños, pobre
que vivió entre los pobres, sacerdote sencillo. Enseñó trabajos de
artesanía para que pudieran superarse sus feligreses. Había aprendido
el oficio de sastre y le sirvió para hacer ropa a los más necesitados. Amó
filialmente a la Santísima Virgen de Guadalupe. Entregado a su
ministerio de cura rural, camino de un rancho, fue reconocido como
sacerdote y apresado por miembros del ejército. Allí inició su camino
hacia el martirio: fue llevado en medio de mil incomodidades a Villa
Hidalgo, Jal., a Aguascalientes, Ags., a León, Gto., y por último a San
Julián, Jal. El 30 de marzo de 1927 fue colocado sobre un montón de
basura para ser fusilado y dijo suavemente: «Voy a morir inocente. No
231
he hecho ningún mal. Mi delito es ser ministro de Dios. Yo les perdono a
ustedes». Cruzó los brazos y esperó la descarga.
Luis Batis Sainz, sacerdote
Nació en San Miguel del Mezquital, Zac. (Arquidiócesis de Durango), el
13 de septiembre de 1870. Párroco de San Pedro Chalchihuites, Zac.
(Arquidiócesis de Durango). Celoso sacerdote en todos sus ministerios,
tuvo especial dedicación a los jóvenes. Fue para ellos un guía y padre
bondadoso que de diversas formas les hacía crecer espiritual y
culturalmente, y les ayudaba a superarse hasta en lo material.
Especialmente supo infundir en la juventud el espíritu de heroísmo
cristiano para profesar su fe. Apenas habían pasado quince días de la
suspensión del culto público ordenado por los Obispos, fue tomado
prisionero. Al comunicarles que los soldados lo buscaban, dijo:«¡Que se
haga la voluntad de Dios, si Él quiere, yo seré uno de los mártires de la
Iglesia!» Y al día siguiente, 15 de agosto de 1926, fue conducido junto
con sus más cercanos colaboradores en el apostolado: Manuel Morales,
Salvador Lara Puente y David Roldán, al lugar conocido como “Puerto
de Santa Teresa”. El Sr. Cura Batis y Manuel Morales fueron llevados
fuera de la carretera para ser fusilados; entonces el sacerdote intercedió
por su compañero recordándoles a los verdugos, que Manuel tenía
esposa e hijos. Todo fue inútil y el párroco, con su característica sonrisa
bondadosa, absolvió a su compañero y le dijo: «Hasta el cielo». Pocos
segundos después se consumaba su martirio en el día de la fiesta de la
Asunción de la Santísima Virgen.
232
Agustín Caloca Cortés, presbítero
Nació en San Juan Bautista del Teúl, Zac. (Arquidiócesis de
Guadalajara), el 5 de mayo de 1898. Ministro en la parroquia de
Totatiche y Prefecto del Seminario Auxiliar establecido en la misma
población, para quienes fue un modelo de pureza sacerdotal. Fue hecho
prisionero después de ayudar a escapar a los seminaristas y conducido
a la misma prisión en donde se encontraba su párroco el Sr. Cura
Magallanes. Un militar, en atención a su juventud, le ofreció la libertad,
pero no aceptó si no la concedían también al señor Cura.
Frente al pelotón encargado de su ejecución, la actitud y las palabras de
su párroco lo llenaron de fortaleza y pudo exclamar: «Por Dios vivimos y
por Él morimos». Sufrió el martirio el 25 de mayo de 1927 en Colotlán,
Jalisco (Diócesis de Zacatecas, Zac.). Frente al verdugo tuvo la fuerza
de confortar a su ministro y compañero de martirio, que lo consoló,
diciéndole: «Reanímate, Dios quiere mártires; un momento, Padre, y
estaremos en el cielo». Después volviéndose a las tropas exclamó: «Soy
y muero inocente y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de
mexicanos desunidos».
233
Mateo Correa Magallanes, presbítero
Nació en Tepechitlán, Zac. (Diócesis de Zacatecas), el 23 de julio de
1866. Párroco de Valparaíso, Zac., (Diócesis de Zacatecas). El Padre
Mateo cumplió fielmente las obligaciones de su sacerdocio: evangelizar
y servir a los más pobres, obedecer a su obispo, unirse a Cristo
Sacerdote y Víctima, especialmente al convertirse en mártir a causa del
sello sacramental. Fue perseguido continuamente y hecho prisionero
varias veces, la última vez fue cuando iba a auxiliar a una persona
enferma.
Lo detuvieron algunos días en Fresnillo, Zac., y fue llevado después a
Durango. Allí le pidió el general que confesara a unos presos y después
le exigió que le revelara lo que había sabido en confesión, o de lo
contrario le mataría. El señor Cura Correa respondió con dignidad:
«Puede usted hacerlo, pero no ignore que un sacerdote debe guardar el
secreto de la confesión. Estoy dispuesto a morir». Fue fusilado en el
campo, a las afueras de la ciudad de Durango, el 6 de febrero de 1927 y
así inició su verdadera vida aquel párroco abnegado y bondadoso.
234
Atilano Cruz Alvarado, presbítero
Nació en Ahuetita de Abajo, perteneciente a la parroquia de Teocaltiche,
Jal. (Diócesis de Aguascalientes), el 5 de octubre de 1901. Ministro de la
parroquia de Cuquío, Jal. Se ordenó sacerdote cuando esto se
consideraba como el mayor crimen que podía cometer un mexicano.
Pero él, con una alegría que le desbordaba extendió sus manos para
que fueran consagradas bajo el cielo azul de una barranca jalisciense
donde se escondía el Arzobispo y el Seminario.
Once meses después, el pacífico y alegre sacerdote, mientras ejercía a
salto de mata su ministerio, fue llamado por su párroco el Sr. Cura
Justino Orona. Obediente se encaminó al rancho de “Las Cruces”, lugar
que sería su calvario. Poco antes había escrito: «Nuestro Señor
Jesucristo nos invita a que lo acompañemos en la pasión». Mientras
dormía llegaron las fuerzas militares y la autoridad civil. El padre Atilano,
al oír la descarga que cortó la vida de su párroco, se arrodilló en la cama
y esperó el momento de su sacrificio. Allí fue acribillado, dando
testimonio de su fidelidad a Cristo Sacerdote, la madrugada del 1° de
julio de 1928.
235
Miguel de la Mora, presbítero
Nació en Tecalitlán, Jal. (Diócesis de Colima), el 19 de junio de 1878.
Capellán de la Catedral de Colima, sacerdote sencillo, discreto,
ordenado y puntual, siempre se mostró lleno de caridad para con los
pobres y dispuesto a servir. Colima fue el primer estado de la República
Mexicana en que el gobierno exigió la inscripción de los sacerdotes para
otorgarles licencias de ejercer. El Obispo y sus sacerdotes protestaron
afirmando que sufrirían todo antes que ser traidores a su fe y de su
fidelidad a la Iglesia. La respuesta del gobierno fue procesar y desterrar
a todos los sacerdotes. El Padre Miguel, como algunos otros, se ocultó
para continuar prestando ayuda a los fieles.
Fue descubierto y amenazado de cárcel definitiva si no abría el culto en
la Catedral, contra lo dispuesto por el Obispo. Ante la presión del
gobierno militar prefirió salir de la ciudad. En el camino fue apresado y
llevado ante el general, quien lo condenó a ser pasado por las armas.
Caminó en silencio hasta donde le indicaron y como proclamación de su
fe y de su amor a María Santísima sacó su rosario, empezó a rezarlo, y
con él en la mano, cayó abatido por las balas. Eran las doce del día 7 de
agosto de 1927.
236
Pedro Esqueda Ramírez, presbítero
Nació en San Juan de los Lagos, Jal. (Diócesis de San Juan de los
Lagos), el 29 de abril de 1887. Vicario de San Juan de los Lagos. El
ministerio al que se dedicó con verdadera pasión fue la catequesis de
los niños. Fundó varios centros de estudio y una escuela para la
formación de catequistas. Siempre fue muy devoto del Santísimo. En
plena persecución organizaba a las familias para que no faltaran a la
guardia perpetua a Jesús Sacramentado en casas particulares. Desde el
momento de ser apresado fue tan duramente golpeado, que se le abrió
una herida en la cara. Un militar, después de golpearlo, le dijo: «Ahora
ya has de estar arrepentido de ser cura»; a lo que contestó dulcemente
el padre Pedro: «No, ni un momento, y poco me falta para ver el cielo».
El 22 de noviembre de 1927 fue sacado de su prisión para ser
ejecutado; los niños le rodearon y el Padre Esqueda insistentemente le
repitió a un pequeño que caminaba junto a él: «No dejes de estudiar el
catecismo, ni dejes la doctrina cristiana para nada». Y en un pedazo de
papel escribió sus últimas recomendaciones para las catequistas. Al
llegar a las afueras del poblado de Teocaltitlán, Jal., le dispararon tres
balas que cambiaron su vida terrena por la eterna.
237
Margarito Flores García, presbítero
Nació en Taxco, Gro. (Diócesis de Chilapa), el 22 de febrero del 1899.
Párroco de Atenango del Río, Gro., (Diócesis de Chilapa). Tres años de
ministerio fueron suficientes para conocer la entrega sacerdotal del
Padre Margarito. Se encontraba fuera de la Diócesis a causa de la
persecución, cuando supo de la muerte heroica del Sr. Cura David
Uribe, exclamó: «Me hierve el alma, yo también me voy a dar la vida por
Cristo; voy a pedir permiso al Superior y también voy a emprender el
vuelo al martirio». El Vicario general de la Diócesis le nombró vicario con
funciones de párroco de Atenango del Rio, Gro.
El Padre Margarito se puso luego en camino. Fue descubierto como
sacerdote al llegar a su destino; apresado y conducido a Tulimán, Gro.,
donde se dio la orden de fusilarlo. El Padre Margarito pidió permiso para
orar, se arrodilló unos momentos, besó el suelo y luego, de pie, recibió
las balas que le destrozaron la cabeza y le unieron para siempre a Cristo
Sacerdote, el 12 de noviembre de 1927.
238
José Isabel Flores Varela, presbítero
Nació en Santa María de la Paz, de la parroquia de San Juan Bautista
del Teúl, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 28 de noviembre de
1866. Capellán de Matatlán, de la parroquia de Zapotlanejo, Jal.
(Arquidiócesis de Guadalajara). Por 26 años derramó la caridad de su
ministerio en esa capellanía, siendo para todos, un padre bondadoso y
abnegado que los edificó con su pobreza, su espíritu de sacrificio, su
piedad y su sabiduría. Un antiguo compañero, a quien el Padre Flores
había protegido, lo denunció ante el cacique de Zapotlanejo y fue
apresado el 18 de junio de 1927, cuando se encaminaba a una
ranchería para celebrar la Eucaristía.
Fue encerrado en un lugar degradante, atado y maltratado; el cacique le
hizo escuchar música al mismo tiempo que le ofrecía: «Oye, qué bonita
música, si afirmas acatando las leyes, te dejo en libertad». Sin alterarse,
el mártir le expresó: «Yo voy a oír una música mejor en el cielo». El
Padre José Isabel cumplía la palabra expresada varias veces: «Antes
morir que fallarle a Dios». El 21 de junio de 1927 fue conducido, en la
noche, al camposanto de Zapotlanejo. Intentaron ahorcarlo pero no
pudieron. Ordenó el jefe que le dispararan, pero el soldado, que
reconoció al sacerdote que lo había bautizado, se negó a hacerlo,
entonces enfurecido el verdugo asesinó al soldado. Misteriosamente las
armas no hicieron fuego contra el Padre Flores por lo que uno de
aquellos asesinos sacó un gran cuchillo y degolló al valeroso mártir.
239
David Galván Bermudes, presbítero
Nació en Guadalajara, Jal., el 29 de enero de 1881. Profesor del
Seminario de Guadalajara. Su gran caridad para con los pobres y los
trabajadores le hicieron organizar y ayudar al gremio de zapateros, oficio
que ejerció al lado de su padre. Defensor de la santidad del matrimonio,
ayudó a una jovencita perseguida por un militar, quien ya casado
pretendía contraer matrimonio con ella.
Esto acarreó al padre Galván la enemistad del teniente que, al final, se
convirtió en su verdugo. El 30 de enero de 1915, por auxiliar
espiritualmente a los soldados heridos en un combate efectuado en
Guadalajara, fue tomado prisionero. En espera de la ejecución su
compañero de prisión le comentó que no había desayunado, y el padre
Galván tranquilamente le dijo: «Hoy vamos a ir a comer con Dios». Y,
frente a los encargados de ejecutarlo, se señaló serenamente el pecho
para recibir las balas.
240
Salvador Lara Puente, laico
Nació en el poblado de Berlín, Dgo., perteneciente a la parroquia de
Súchil (Arquidiócesis de Durango) el 13 de agosto de 1905. En plena
juventud Salvador era alto y fuerte de cuerpo, aficionado a practicar el
deporte de la charrería; educado y fino en el trato con todos, respetuoso
y cariñoso con su madre viuda; íntegro y responsable como empleado
en una empresa minera. Vivía su fe en la pureza de sus costumbres y
en la entrega al apostolado como militante de la Acción Católica de la
Juventud Mexicana.
Cuando llegaron los soldados para apresarlo, junto con Manuel y David,
respondió al ser llamado: «Aquí estoy». Caminó sonriente, como
siempre, junto a su compañero y primo David hasta el lugar que les
señalaron para ser fusilados. Acababan de darse cuenta del fusilamiento
de su párroco, el Sr. Cura Batis y de su amigo Manuel Morales. Orando
en voz baja, Salvador recibió la descarga que abrió las heridas para que
brotara su sangre de mártir y se descubriera su grandeza de cristiano, el
15 de agosto de 1926.
241
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, presbítero
Nació en la ciudad de Chihuahua, Chih. (Arquidiócesis de Chihuahua), el
15 de junio de 1892. Párroco de Santa Isabel, Chih. Su propósito de
seminarista: «He pensado tener mi corazón siempre en el cielo, en el
sagrario» se convirtió en el ideal de su vida y fuente de toda su actividad
sacerdotal. Sacerdote enamorado de Jesús Sacramentado, fue un
continuo adorador y fundador de muchos turnos de adoración nocturna
entre los feligreses a él confiados. El 10 de febrero de 1937, miércoles
de ceniza, celebró la Eucaristía, impartió la ceniza y se dedicó a
confesar. De pronto se presentó un grupo de hombres armados para
apresarlo. El Padre Pedro tomó un relicario con hostias consagradas y
siguió a sus perseguidores.
Al llegar a la presidencia municipal, políticos y policías le insultaron y le
golpearon. Un pistoletazo dado en la frente le fracturó el cráneo y le hizo
saltar el ojo izquierdo. El sacerdote bañado en sangre, cayó casi
inconsciente; el relicario se abrió y se cayeron las hostias. Uno de los
verdugos las recogió y con cinismo se las dio al sacerdote diciéndole:
«Cómete esto». Por manos de su verdugo se cumplió su anhelo de
recibir a Jesús Sacramentado antes de morir. En estado agónico fue
trasladado a un hospital público de Chihuahua y al día siguiente, 11 de
febrero de 1937, aniversario de su ordenación sacerdotal, consumió su
glorioso sacrificio el sacerdote mártir.
242
Jesús Méndez Montoya, presbítero
Nació en Tarímbaro, Mich. (Arquidiócesis de Morelia), el 10 de junio de
1880. Vicario de Valtierrilla, Gto. (Arquidiócesis de Morelia). Sacerdote
que supo hacerse todo a todos no escatimó medios para intensificar la
vida cristiana entre sus feligreses. Se sujetó a largas horas de
confesionario de donde salían los cristianos convertidos o con anhelos
de mayor perfección debido a sus prudentes consejos. Convivía con las
familias pobres, era un catequista y guía para los obreros y campesinos;
y un asiduo maestro de música que formó un buen coro para las
celebraciones.
El 5 de febrero de 1928 entraron las fuerzas federales para sofocar un
pequeño grupo de cristeros y se dirigieron luego a la casa donde se
ocultaba el Padre Jesús, quien trató de salvar un copón con hostias
consagradas. Descubierto por los soldados, les pidió un momento para
consumir el Santísimo Sacramento y le fue concedido. Después, con
dulzura, se dirigió a una de sus hermanas y le dijo: «Es la voluntad de
Dios. Que se haga su voluntad». Los soldados le llevaron a unos metros
fuera del atrio del templo y lo sacrificaron con tres disparos. El sacerdote
que aprovechó sus conocimientos humanos y su ciencia de Dios para
hacer amar a Jesucristo, con su sangre proclamó su gran amor a Cristo
Rey.
243
Manuel Morales, laico
Nació en Mesillas, Zac., perteneciente a la parroquia de Sombrerete,
Zac. (Arquidiócesis de Durango), el día 8 de febrero de 1898. Cristiano
de una pieza, esposo fiel, padre cariñoso con sus tres pequeños hijos,
trabajador cumplido, laico comprometido en el apostolado de su
parroquia y de intensa vida espiritual alimentada con la Eucaristía.
Miembro de la Acción Católica de la Juventud Mexicana y presidente de
la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, asociación que por
medios pacíficos trataba de obtener la derogación de las leyes impías.
El día 15 de agosto de 1926, al conocer la prisión del Sr. Cura Batis se
movilizó para ir a pedir la libertad de su párroco.
Apenas había reunido un grupo de jóvenes para deliberar, cuando la
tropa se presentó y el jefe gritó: «¡Manuel Morales!». Manuel dio un
paso adelante y con mucho garbo se presentó: «Yo soy. A sus
órdenes». Lo insultaron y comenzaron a golpearlo con saña. Junto con
el Sr. Cura fue conducido fuera de la ciudad, y al escuchar que su
párroco pedía que le perdonaran la vida en atención a su familia, lleno
de valor y de fe le dijo: «Señor Cura, yo muero, pero Dios no muere. El
cuidará de mi esposa y de mis hijos». Luego se irguió y exclamó: «¡Viva
Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!». Y el testimonio de su vida quedó
firmado con su sangre de mártir.
244
Justino Orona Madrigal, presbítero, fundador de la
Congregación Religiosa de las Hermanas Clarisas del
Sagrado Corazón
Nació en Atoyac, Jal. (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 14 de abril de
1877. Párroco de Cuquío, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara). Fundador
de la Congregación religiosa de las Hermanas Clarisas del Sagrado
Corazón. Su vida estuvo marcada por la cruz pero siempre se conservó
amable y generoso. En cierta ocasión escribió: «Los que siguen el
camino del dolor con fidelidad, pueden subir al cielo con seguridad».
Cuando arreció la persecución, permaneció entre sus feligreses
diciendo: «Yo entre los míos vivo o muero». Una noche, después de
planear con su vicario y compañero de martirio, el padre Atilano Cruz, su
especial actividad pastoral, ejercida en medio de incontables peligros,
ambos sacerdotes se recogieron para descansar en una casa de rancho
de “Las Cruces” cercano a Cuquío.
En la madrugada del 1° de julio de 1928 las fuerzas federales y el
presidente municipal de Cuquío irrumpieron violentamente en el rancho
y golpearon la puerta donde dormían el párroco y su vicario. El Sr. Cura
Orona abrió y con fuerte voz saludó a los verdugos:«¡Viva Cristo Rey!»
La respuesta fue una lluvia de balas.
245
Sabas Reyes Salazar, presbítero
Nació en Cocula, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 5 de diciembre
de 1883. Vicario de Tototlán, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos).
Sencillo y fervoroso, tenía especial devoción a la Santísima Trinidad.
También invocaba frecuentemente a las ánimas del purgatorio. Procuró
mucho la formación de los niños jóvenes, tanto en la catequesis como
en la enseñanza de ciencias, oficios y artes, especialmente en la
música. Cumplido y abnegado en su ministerio. Exigía mucho respeto en
todo lo referente al culto y le gustaba que con prontitud se cumpliera
cualquier deber. Cuando, por el peligro que había para los sacerdotes, le
aconsejaban que saliera de Tototlán, él replicaba: «A mí aquí me
dejaron y aquí espero, a ver qué dispone Dios».
En la Semana Santa de 1927 llegaron las tropas federales y los
agraristas buscando al Sr. Cura Francisco Vizcarra y a sus ministros.
Sólo encontraron al padre Reyes y en él concentraron todo su odio. Lo
tomaron preso, lo ataron fuertemente a una columna del templo
parroquial, lo torturaron tres días por medio del hambre y la sed y con
sadismo incalificable, le quemaron las manos porque estaban
consagradas. El 13 de abril de 1927, Miércoles Santo, fue conducido al
cementerio. Lo remataron a balazos, pero antes de morir, más con el
alma que con la voz, pudo gritar el sacerdote mártir: «¡Viva Cristo Rey!».
246
José María Robles Hurtado, presbítero, fundador de la
Congregación religiosa Hermanas del Corazón de Jesús
Sacramentado
Nació en Mascota, Jal. (Diócesis de Tepic), el 3 de mayo de 1888.
Párroco de Tecolotlán, Jal. y fundador de la Congregación
religiosa Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado. Ferviente
apóstol de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, escribió pequeñas
obras para propagarla. Poco antes de ser ejecutado, escribió en una
poesía sus últimos anhelos.
Quiero amar tu Corazón, Jesús mío, con delirio; quiero amarle con
pasión, quiero amarle hasta el martirio. Con el alma te bendigo, mi
Sagrado Corazón; Dime: ¿Se llega al instante de feliz y eterna unión?.
En la sierra de Quila, Jal. (Diócesis de Autlán), fue colgado de un roble
el 26 de junio de 1927.
247
David Roldán Lara, laico
Nació en Chalchihuites, Zac. (Arquidiócesis de Durango), el 2 de marzo
de 1902. Huérfano de padre desde muy pequeño, fue para su madre un
hijo bueno y cariñoso y un padre para sus hermanos. Sus amigos le
estimaban por la alegría y generosidad de su vida, sus compañeros de
trabajo por su bondad y comprensión. Para el patrón de la empresa
minera donde prestaba sus servicios, fue el empleado cumplido,
honrado y trabajador. Para su novia fue el joven íntegro y limpio.
Compartía con su párroco, el Sr. Cura Batis, los afanes del apostolado
de la Acción Católica de la Juventud Mexicana, las angustias de la
situación que vivía la Iglesia y los deseos de ser fieles a Cristo hasta el
martirio. Unido por los mismos ideales de su amigo Manuel Morales y de
su primo Salvador Lara, fue hecho prisionero.
A unos cuantos metros de donde fue sacrificado el Sr. Cura Luis Batis y
Manuel se fijó el lugar de la ejecución. Sin amedrentarse, recorrió
sereno en la tierra los últimos pasos que le separaban del cielo y fue
fusilado junto a su primo Salvador. Aquel 15 de agosto de 1926, el sol
en el cénit, la vida en plenitud y el amor supremo a Cristo se unieron en
el martirio de David.
248
Toribio Romo González, presbítero
Nació en Santa Ana de Guadalupe, perteneciente a la parroquia de
Jalostotitlán, Jal. (Diócesis de San Juan de los Lagos), el 16 de abril de
1900. Vicario con funciones de párroco en Tequila, Jal., (Arquidiócesis
de Guadalajara). Sacerdote de corazón sensible, de oración asidua.
Apasionado de la Eucaristía pidió muchas veces: «Señor, no me dejes ni
un día de mi vida sin decir la Misa, sin abrazarte en la Comunión». En
una Primera Comunión, al tener la sagrada Hostia en sus manos, dijo:
«¿Y aceptarías mi sangre, Señor, que te ofrezco por la paz de la
Iglesia?» Estando en Aguascalientes, un lugar cercano a Tequila que le
servía de refugio y centro de su apostolado, quiso poner al corriente los
libros parroquiales.
Trabajó el viernes todo el día y toda la noche. A las cinco de la mañana
del sábado 25 de febrero de 1928, quiso celebrar la Eucaristía pero,
sintiéndose muy cansado y con sueño prefirió dormir un poco para
celebrar mejor. Apenas se había quedado dormido cuando un grupo de
agraristas y soldados entraron en la habitación y cuando uno de ellos le
señaló diciendo: «Ése es el cura, mátenlo», el Padre Toribio se despertó
asustado, se incorporó y recibió una descarga. Herido y vacilante
caminó un poco, una nueva descarga, por la espalda, cortó la vida del
mártir y su sangre generosa enrojeció la tierra de esa barranca
jalisciense.
249
Jenaro Sánchez Delgadillo, presbítero
Nació en Zapopan, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 19 de
septiembre de 1886, Vicario de Tamazulita, de la parroquia de
Tecolotlán, Jal, (Diócesis de Autlán). Su párroco elogiaba su obediencia.
Los fieles admiraban su rectitud, su fervor, la elocuencia de su
predicación, y aceptaban gustosos la energía del Padre Jenaro cuando
les exigía la buena preparación para recibir los sacramentos. Los
soldados y algunos agraristas le tomaron preso junto con unos feligreses
amigos cuando iban al campo. A todos les dejaron libres menos al Padre
Jenaro quien fue conducido a una loma cercana a Tecolotlán y en un
árbol prepararon la horca.
El Padre Jenaro colocado en el centro de la tropa, con heroica serenidad
les habló: «Bueno, paisanos, me van a colgar; yo les perdono, que mi
Padre Dios también les perdone y siempre viva Cristo Rey». Los
verdugos tiraron la soga con tal fuerza que la cabeza del mártir pegó
fuertemente en una rama del árbol. Poco después murió en aquella
noche del 17 de enero de 1927. La saña de los soldados continuó y en
la madrugada regresaron, bajaron el cadáver, le dieron un tiro en el
hombro y una puñalada que casi atravesó el cuerpo inerte del testigo de
Cristo.
250
Tranquilino Ubiarco Robles, presbítero
Nació en Zapotlán el Grande, Jal. (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 8 de
julio de 1899. Vicario con funciones de párroco en Tepatitlán, Jal.
(Diócesis de San Juan de los Lagos). Fue uno de los infatigables y
abnegados misioneros en los tiempos difíciles de la persecución. Nada
le detenía para ir, lleno de caridad, a administrar los sacramentos y a
sostener la vida cristiana de los fieles celebrando la Eucaristía en casas
particulares. A principios del mes de octubre de 1928 fue a Guadalajara
a comprar lo necesario para el Sacrificio Eucarístico. Alguien le hizo ver
que su campo pastoral estaba enclavado en la zona de mayor peligro:
«Ya me voy a mi parroquia; a ver qué puedo hacer y si me toca morir
por Dios, ¡Bendito sea!».
Cuando una noche preparada la celebración de la Eucaristía y la
bendición de un matrimonio, fue hecho prisionero y condenado a morir
ahorcado en un árbol de la alameda, a las afueras de la ciudad. Con
entereza cristiana bendijo la soga, instrumento de su martirio, y a un
soldado que se negó a participar en el crimen, le dijo, repitiendo las
palabras del Maestro. «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Era la
madrugada del día 5 de octubre de 1928.
251
David Uribe Velasco, presbítero
Nació en Buenavista de Cuéllar, Gro. (Diócesis de Chilapa), el 29 de
diciembre de 1889. Párroco de Iguala, Gro. (Diócesis de Chilapa).
Ejerció ejemplarmente su ministerio en una región atacada por la
masonería, el protestantismo y un grupo de cismáticos. El militar que le
apresó le propuso toda clase de garantías y libertad si aceptaba las
leyes y el ser obispo de la Iglesia cismática creada por el Gobierno de la
República, pero el Padre David reafirmó lo que había escrito un mes
antes, y que revela toda la fuerza de su fe y de su fidelidad: «Si fui
ungido con el óleo santo que me hace ministro del Altísimo, ¿por qué no
ser ungido con mi sangre en defensa de las almas redimidas con la
sangre de Cristo? !Qué felicidad morir en defensa de los derechos de
Dios! ¡Morir antes que desconocer al Vicario de Cristo!» Ya en la prisión
escribió sus últimas palabras: «Declaro que soy inocente de los delitos
que se me acusa.
Estoy en las manos de Dios y de la Virgen de Guadalupe. Pido perdón a
Dios y perdono a mis enemigos; pido perdón a los que haya ofendido».
Llegado a un lugar cercano a la estación de San José Vistahermosa,
Mor. (Diócesis de Cuernavaca), fue sacrificado con un tiro en la nuca el
12 de abril de 1927.
252
José María de Yermo y Parres, sacerdote, fundador de
las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y los Pobres
José María de Yermo y Parres – El sacerdote José María de Yermo y
Parres nació en la Hacienda de Jalmolonga, municipio de Malinalco,
Edo. de México el 10 de noviembre de 1851, hijo del abogado Manuel
de Yermo y Soviñas y de María Josefa Parres. De nobles orígenes, fue
educado cristianamente por el papá y la tía Carmen ya que su madre
murió a los 50 días de su nacimiento. Muy pronto descubrió su vocación
al sacerdocio.
A la edad de 16 años deja la casa paterna para ingresar en la
Congregación de la Misión en la Ciudad de México. Después de una
fuerte crisis vocacional deja la familia religiosa de los Paúles y continúa
su camino al sacerdocio en la Diócesis de León, Gto. y allí fue ordenado
el 24 de agosto de 1879. Sus primeros años de sacerdocio fueron
fecundos de actividad y celo apostólico.
Fue un elocuente orador, promovió la catequesis juvenil y desempeñó
con esmero algunos cargos de importancia en la curia, a los cuales por
motivo de enfermedad tuvo que renunciar. El nuevo obispo le confía el
cuidado de dos iglesitas situadas en la periferia de la ciudad: El Calvario
y el Santo Niño. Este nombramiento fue un duro golpe en la vida del
joven sacerdote. Le sacudió profundamente en su orgullo, sin embargo
decidió seguir a Cristo en la obediencia sufriendo esta humillación
silenciosamente.
Un día, mientras se dirigía a la Iglesia del Calvario, se halla de improviso
ante una escena terrible: unos puercos estaban devorándose a dos
niños recién nacidos. Estremecido por aquella tremenda escena, se
siente interpelado por Dios, y en su corazón ardiente de amor proyecta
253
la fundación de una casa de acogida para los abandonados y
necesitados. Obtenida la autorización de su obispo pone mano a la obra
y el 13 de diciembre 1885, seguido por cuatro valientes jóvenes,
inaugura el Asilo del Sagrado Corazón en la cima de la colina del
Calvario. Este día es también el inicio de la nueva familia religiosa de las
“Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres”.
Desde ese día el Padre Yermo pone el pie sobre el primer peldaño de
una larga y constante escalada de entrega al Señor y a los hermanos,
que sabe de sacrificio y abnegación, de gozo y sufrimiento, de paz y de
desconciertos, de pobrezas y miserias, de apreciaciones y de calumnias,
de amistades y traiciones, de obediencias y humillaciones. Su vida fue
muy atribulada, pero aunque las tribulaciones y dificultades se
alternaban a ritmo casi vertiginoso, no lograron nunca abatir el ánimo
ardiente del apóstol de la caridad evangélica.
En su vida no tan larga (1851-1904) fundó escuelas, hospitales, casas
de descanso para ancianos, orfanatos, una casa muy organizada para la
regeneración de la mujer, y poco antes de su santa muerte, acontecida
el 20 de septiembre de 1904 en la ciudad de Puebla de los Ángeles,
llevó a su familia religiosa a la difícil misión entre los indígenas
tarahumaras del norte de México. Su fama de santidad se extendió
rápidamente en el pueblo de Dios que se dirigía a él pidiendo su
intercesión. Fue beatificado por Su Santidad Juan Pablo II el 6 de mayo
1990 en la Basílica de Ntra. Sra. de Guadalupe en la Ciudad de México.
254
María de Jesús Sacramentado Venegas de la Torre
virgen, fundadora de la Congregación de las Hijas del
Sagrado Corazón de Jesús
María de Jesús Sacramentado – María de Jesús Sacramentado
Venegas de la Torre, nació en un poblado del municipio de Zapotlanejo,
Jalisco (México) el 8 de Septiembre de 1868, la bautizaron con el
nombre de María Natividad. La vida de la joven María Natividad se
desarrolló en un clima de sencillez, sin hechos extraordinarios, su niñez
y adolescencia con los matices que da la vida. A la edad de 19 años
quedó huérfana de padre y madre quedando al cuidado de una tía
paterna. María Natividad sentía fuerte atractivo hacia la vida religiosa, y
el 8 de diciembre de 1989, ingresa en la floreciente Asociación de Hijas
de María, en su lugar natal.
El 8 de diciembre de 1905 asistió a unos Ejercicios Espirituales y como
fruto de éstos, decide formar parte del grupo de “Hijas del Sagrado
Corazón de Jesús”, que con ella completaban 6 para el cuidado de los
enfermos en el Hospital del Sagrado Corazón, recién fundado por el Sr.
Canónigo Don Atenógenes Silva y Alvarez Tostado. Se distinguió por su
humildad, sencillez, trato afable con las hermanas, enfermos y personas
en general, esta inmensa caridad bebida de la fuente del Corazón Divino
de Jesús, a quien amó, en quien siempre esperó y cuya devoción
procuró inculcar a todas las personas de su alrededor.
Manifestó un trato especial a los obispos y sacerdotes, atendiéndolos
con verdadero amor, respeto y obediencia, viendo en ellos la
prolongación de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. En el año de 1912 fue
elegida Vicaria, puesto que ocupó hasta el 25 de enero de 1921 en el
que, realizadas las primeras elecciones canónicas, resultó elegida
255
Superiora General, al poco tiempo escribe las Constituciones que
regirían a las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, éstas fueron
aprobadas en 1930, reconociéndose así el nuevo Instituto.
El 30 de Julio de 1959 entregó su alma al Creador, llena de paz,
después de recibir los auxilios sacramentales. El milagro reconocido
para su Canonización pertenece al Sr. Anastasio Ledesma Mora, que
fue llevado al Hospital del Sagrado Corazón para someterlo a una
operación quirúrgica. Después de la anestesia, se manifestó una lentitud
cardíaca, que aumentó gradualmente hasta finalizar en un paro total del
corazón y de las arterias. Enseguida se intentaron terapias de
reanimación aunque en vano, por lo que el enfermo cayó en coma
profundo.
Los médicos enfermeros que estaban en el quirófano, así como la
esposa del enfermo y las hermanas (Hijas del Sagrado Corazón),
invocaron la intercesión de la Beata María de Jesús Sacramentado.
Después de 10 o 12 minutos, las palpitaciones se restablecieron y más
allá de lo que los médicos esperaban, el enfermo no sufrió ningún daño
en el cerebro; a los pocos días fue sometido a una hemicolectomía con
colostomía definitiva sin complicación alguna. Se tuvo como admirable la
reanudación de los latidos del corazón gravemente interrumpidos.
256
Agustín Zhao Rong (+ 1815) y 119 compañeros, mártires
en china (+ 1648 – 1930)
1 de octubre de 2000
Desde los más remotos orígenes del pueblo chino (hacia la mitad del
tercer milenio antes de Cristo) el sentimiento religioso hacia el Ser
Supremo y la piedad filial y devota hacia los antepasados difuntos son
las características más relevantes de su cultura milenaria.
Esta nota de neta religiosidad se encuentra, más o menos, en los chinos
de todos los siglos, hasta el nuestro, cuando bajo el influjo del ateísmo
occidental, algunos intelectuales, especialmente los educados en el
exterior, han querido desprenderse, como algunos de sus maestros
occidentales, de cualquier idea religiosa.
El Evangelio se anunció en China en el siglo V y, a primeros del VII, se
erigió allí la primera iglesia. Durante la dinastía T'ang(618-907) la
comunidad de los cristianos estuvo floreciente durante dos siglos. En el
XIII la comprensión del pueblo chino y de sus culturas, que supo tener
un misionero como Juan de Montecorvino, lograron que se pudiera dar
impulso a la primera misión católica en el «Reino del medio» con sede
episcopal en Beijín.
257
No es de extrañar que, especialmente en la época moderna (es decir,
desde el siglo XVI, cuando las comunicaciones entre oriente y occidente
comenzaron a ser en cierto modo más frecuentes), haya existido por
parte de la Iglesia Católica el deseo de llevar a este pueblo la luz del
Evangelio, a fin de que ésta enriqueciese aún más el tesoro de
tradiciones culturales y religiosas tan ricas y profundas.
Así pues, a partir de las últimas décadas del siglo XVI, varios misioneros
católicos fueron invitados a China: se habían elegido con gran esmero
personas como Mateo Ricci y otros, teniendo en cuenta, además de su
espíritu de fe y de amor, sus capacidades culturales y sus cualidades en
diversos campos de la ciencia, en especial de la astronomía y de la
matemática. De hecho, gracias a éstos y al aprecio que demostraron los
misioneros por el notable espíritu de investigación presente en los
estudiosos chinos, pudieron establecerse relaciones de colaboración
científica muy provechosas. Éstas sirvieron a su vez para abrir muchas
puertas, incluso las de la corte imperial, y para así entablar relaciones
muy útiles con varias personas de grandes capacidades.
La calidad de la vida religiosa de estos misioneros fue lo que indujo a no
pocas personas de alto nivel a sentir la necesidad de conocer mejor el
espíritu evangélico que los animaba y, luego, de instruirse en los
postulados de la religión cristiana: lo cual se hizo de manera
conveniente a sus características culturales y a su modo de pensar. A
finales del siglo XVI y primeros del XVII, fueron numerosos los que, una
vez adquirida la debida preparación, pidieron el bautismo y llegaron a
ser cristianos fervientes, manteniendo siempre con justo orgullo su
identidad de chinos y su cultura.
El cristianismo se vio en aquel período como una realidad que no se
oponía a los más altos valores de las tradiciones del pueblo chino, ni se
superponía a ellos, sino que los enriquecía con una nueva luz y
dimensión.
Gracias a las óptimas relaciones existentes entre algunos misioneros y
el mismo emperador K'ang Hsi; gracias a sus servicios prestados por
restablecer la paz entre el «zar» de Rusia y el «hijo del cielo», o sea el
emperador, éste promulgó en 1692 el primer decreto de libertad
religiosa, en virtud del cual todos sus súbditos podían seguir la religión
cristiana y todos los misioneros podían predicarla en sus vastos
dominios.
258
Como consecuencia, la acción misionera y la difusión del mensaje
evangélico se desarrollaron notablemente y fueron muchos los chinos
que, atraídos por la luz de Cristo, pidieron recibir el bautismo.
Pero desgraciadamente la cuestión espinosa de los «ritos chinos», irritó
sobremanera al emperador K'ang Hsi y preparó la persecución
(fuertemente influenciada por la del vecino Japón), que en unos sitios
más en otros menos, abierta o solapada, violenta o velada, se extendió
prácticamente con sucesivas oleadas desde la primera década del siglo
XVII hasta la mitad del siglo XIX, matando a misioneros y a fieles laicos
y destruyendo no pocas iglesias.
Fue exactamente el 15 de enero de 1648 cuando los Tártaros Manciù,
habiendo invadido la región del Fujian y mostrándose hostiles a la
religión cristiana, dieron muerte al Beato Francisco Fernández de
Capillas, sacerdote de la Orden de los Frailes Predicadores. Después de
haberlo encarcelado y torturado, lo decapitaron mientras rezaba con
otros los misterios dolorosos del Rosario.
El Beato Francisco Fernández de Capillas ha sido reconocido por la
Santa Sede como Protomártir de China.
Hacia la mitad del siglo siguiente, el XVIII, otros cinco misioneros
españoles, que habían ejercido su actividad entre los años 1715-1747,
fueron también asesinados como resultado de una nueva ola de
persecución iniciada en 1729 y con secuaces más encarnizados en
1746. Era la época de los emperadores Yung-Cheng y de su hijo K'ienLung.
Beato Pedro Sans i Iordà, O.P., Obispo, martirizado el 26 de mayo de
1747 en Fuzhou.
Beato Francisco Serrano, O.P., Sacerdote,
Beato Joaquín Royo, O.P. Sacerdote,
Beato Juan Alcober, O.P., Sacerdote,
Beato Francisco Díaz, O.P. Sacerdote, los cuatro fueron matados el 28
de octubre de 1748 en Fuzhou.
Una nueva fase de régimen de persecución en relación con la religión
cristiana se desató posteriormente en el siglo XIX.
Mientras algunos Emperadores de los siglos precedentes habían
autorizado el catolicismo, el Emperador Kia-Kin (1796-1821) publicó en
cambio numerosos y severos decretos en contra. El primero se remonta
259
al 1805; dos edictos del 1811 iban dirigidos contra aquellos de entre los
chinos que hacían los estudios para recibir las órdenes sagradas y
contra los sacerdotes que propagaban la religión cristiana. Un decreto
del 1813 exoneraba de cualquier castigo a los apóstatas voluntarios, es
decir, a los Cristianos que declaraban espontáneamente que
abandonaban la fe cristiana, pero amenazaba a todos los demás.
En este período sufrió el martirio el Beato Pedro Wu, laico catequista,
chino, nacido de familia pagana, recibió el bautismo en 1796 y pasó el
resto de su vida anunciando la verdad de la religión cristiana. Todas las
tentativas para hacerlo apostatar fueron vanas. Emitida contra él la
sentencia de muerte, fue estrangulado el 7 de noviembre de 1814.
Siguió sus pasos en la fidelidad a Cristo el Beato José Zhang-Dapeng,
laico catequista, comerciante, bautizado en el 1800, llegó a ser después
el alma de la misión en la ciudad de Kony-Yang. Encarcelado, murió
estrangulado el 12 de marzo de 1815.
Este año (1815) se promulgaron otros dos Decretos, en los que se
aprobaba la conducta del Virrey del Sichuan, que había hecho decapitar
a Mons. Dufresse, de las Misiones Exteriores de París,y a muchos
cristianos chinos. Siguió una persecución más exacerbada.
Son de este período los siguientes mártires:
Beato Juan Gabriel Taurin Dufresse, M.E.P., Obispo, arrestado el 18 de
mayo de 1815, conducido a Chengdu, condenado y ajusticiado el 14 de
septiembre de 1815.
Beato Agustín Zhao Rong, Sacerdote diocesano chino que, siendo antes
uno de los soldados que escoltaron a Mons. Dufresse desde Chengdu
hasta Beijín, había quedado impresionado por la paciencia de éste y
había pedido ser contado entre los neófitos: una vez bautizado, se le
mandó al Seminario y después se ordenó sacerdote. Arrestado, sufrió
crueles suplicios y después murió en 1815.
Beato Giovanni da Triora, O.F.M., Sacerdote, hecho prisionero junto con
otros en el verano del 1815, después condenado a muerte y murió
estrangulado el 7 de febrero de 1816.
Beato José Yuan, Sacerdote diocesano chino, el cual, habiendo
escuchado a Mons. Dufresse hablar de la fe cristiana, quedó prendado
de la belleza de ésta y después llegó a ser un neófito ejemplar. Más
260
tarde, ordenado sacerdote y, como tal, entregado a la evangelización en
varios distritos; fue apresado en agosto de 1816, condenado a la
estrangulación y matado de esta suerte el 24 de junio de 1817.
Beato Francisco Regis Clet de la Congregación de la Misión que,
después de haber obtenido el permiso para ir a las misiones de China,
se había embarcado para el Oriente en 1791. Llegado allí, llevó durante
treinta años una vida sacrificada de misionero: sostenido por un celo
incansable, evangelizó tres inmensas Provincias del Imperio Chino:
Jiangxi, Hubei, Hunan. Traicionado por un cristiano, fue arrestado y
llevado a prisión donde sufrió atroces suplicios. Mediante sentencia del
Emperador fue matado por estrangulación el 17 de febrero de 1820.
Beato Tadeo Liu, Sacerdote diocesano, chino, que se negó a apostatar,
diciendo que era sacerdote y quería ser fiel a la religión que había
predicado. Condenado a muerte, fue estrangulado el 30 de noviembre
de 1823.
Beato Pedro Liu, catequista laico, chino, arrestado en 1814 y condenado
al exilio en Tartaria, donde permaneció casi veinte años. Vuelto a la
patria, fue de nuevo apresado y estrangulado el 17 de mayo de 1834.
Beato Joaquín Ho, catequista laico, chino, fue bautizado a la edad de
casi 20 años. En la gran persecución del 1814 había sido prendido con
muchos otros fieles y sometido a crueles torturas. Desterrado a Tartaria,
allí permaneció unos 20 años; regresado a la patria fue nuevamente
apresado y rehusó apostatar. A continuación, una vez confirmada la
sentencia de muerte por parte del Emperador, fue estrangulado el 9 de
julio de 1839.
Beato Augusto Chapdelaine, M.E.P., sacerdote de la Diócesis de
Coutances. Habiendo ingresado en el Seminario de las Misiones
Exteriores de París, se embarcó directamente a China en 1852; llegó a
Guangxi a finales del 1854. Arrestado en 1856, torturado, condenado a
muerte enjaulado, expiró en febrero de 1856.
Beato Lorenzo Bai Xiaoman, laico, chino, obrero modesto, que
acompañó al Beato Chapdelaine en el asilo que habían ofrecido al
misionero y fue con él apresado y conducido al tribunal. Nada pudo
hacerlo apostatar. Fue decapitado el 25 de febrero de 1856.
Beata Inés Cao Guiying, viuda, había nacido de antigua familia cristiana;
habiéndose dedicado a la instrucción de las muchachas jóvenes
261
convertidas por el B. Chapdelaine, fue arrestada y, condenada a morir
enjaulada, fue ajusticiada el 1 de marzo de 1856.
El 28 de enero de 1858, por orden del mandarín de MaoKou (en la
provincia de Guizhou), fueron matados tres catequistas, conocidos como
Mártires de MaoKou:
Beato Jerónimo Lu Tingmei,
Beato Lorenzo Wang Bing,
Beata Águeda Lin Zao.
Se pidió a los tres que renunciaran a la religión cristiana. Como su
respuesta fuese negativa, fueron condenados a la decapitación.
El 29 de julio de 1861 sufrieron el martirio simultáneamente dos
seminaristas y dos laicos, de los cuales uno era cultivador y la otra una
viuda que prestaba sus servicios como cocinera en el seminario. Se los
conoce como Mártires de Qingyanzhen (Guizhou):
Beato José Zhang Wenlan, seminarista,
Beato Pablo Chen Changpin, seminarista,
Beato Juan Bautista Luo Tingying, laico,
Beata Marta Wang-Luo Mande, laica.
El año siguiente, el 18 y 19 de febrero de 1862, dieron su vida por Cristo
otras 5 personas, conocidas como Mártires de Guizhou, a saber:
Beato Juan Pedro Néel, Sacerdote de las Misiones Exteriores de París,
Beato Martín Wu Xuesheng, catequista laico,
Beato Juan Zhang Tianshen, catequista laico,
Beato Juan Chen Xianheng, catequista laico,
Beata Lucía Yi Zhenmei, catequista laica.
Mientras tanto habían ocurrido, en el campo de la política, algunos
episodios que tuvieron notables repercusiones en la vida de las misiones
cristianas.
En junio de 1840 el Comisario imperial de Guangdong, queriendo con
razón suprimir el comercio del opio, que estaba en manos de los
ingleses, había hecho arrojar al mar más de veinte mil cajas de esta
droga. Este había sido el pretexto de la guerra inmediata, con victoria de
los ingleses. Terminada la guerra, China debió firmar en 1842 el primer
262
tratado internacional de los tiempos modernos, al que siguieron muy
pronto otros con América y Francia. Aprovechando la ocasión, Francia
sustituyó a Portugal como potencia protectora de las misiones y como
consecuencia se promulgó un doble decreto: uno del 1844, por el cual
se permitía a los chinos seguir la religión católica, otro del 1846,
mediante el cual se suprimían las antiguas penas contra los católicos.
La Iglesia pudo entonces vivir abiertamente y ejercer su acción
misionera, desarrollándola también en el ámbito de la educación
superior, universitaria y de la investigación científica.
Al multiplicarse los diversos Institutos culturales de alto nivel y gracias a
su actividad muy apreciada, se establecieron gradualmente lazos cada
vez más profundos entre la Iglesia y China con sus ricas tradiciones
culturales.
Esta colaboración con las autoridades chinas favoreció de un modo
creciente la mutua estima y participación en aquellos valores que deben
regir siempre toda sociedad civil.
Transcurrió así un siglo de expansión de las misiones cristianas, con la
excepción hecha del período en que se abatió sobre ellas la desgracia
de la insurrección de la «Asociación de la justicia y de la armonía»
(conocida comúnmente como de los “Boxers”), que ocurrió al principio
del siglo XX y causó el derramamiento de sangre de muchos cristianos.
Es sabido que en esta revuelta confluyeron todas las sociedades
secretas y el odio acumulado y reprimido contra los extranjeros de los
últimos decenios del siglo XIX a causa de las vicisitudes políticas y
sociales que siguieron a la «guerra del opio» y a la imposición de los así
llamados «Tratados desiguales» por parte de las Potencias
Occidentales.
Sin embargo fue muy distinto el móvil de la persecución a los
Misioneros, aunque fueran de nacionalidad europea. Su matanza fue
determinada por una causa puramente religiosa: fueron matados por el
mismo motivo con que lo fueron los fieles chinos que se habían hecho
cristianos. Documentos históricos indiscutibles ponen en evidencia el
odio anticristiano que impulsó a los “Boxers” a asesinar a los Misioneros
y a los fieles locales que se habían adherido a su doctrina. Respecto a
ellos se emitió un edicto el 1 de julio de 1900, en el cual se decía, en
síntesis, que ya había pasado el tiempo de las buenas relaciones con
los Misioneros europeos y sus cristianos: que los primeros debían ser
263
repatriados inmediatamente y los fieles obligados a la apostasía, bajo
pena de muerte.
Como resultado de esto tuvo lugar el martirio de algunos misioneros y
de muchos chinos que se agruparon en los siguientes grupos:
a) Mártires de Shanxi, muertos el 9 de julio de 1900, que son Frailes
Menores Franciscanos:
Beato Gregorio Grassi, Obispo,
Beato Francisco Fogolla, Obispo,
Beato Elías Facchini, Sacerdote,
Beato Teodorico Balat, Sacerdote,
Beato Andrés Bauer, Hermano Religioso;
b) Mártires del Hunan Meridional, muertos el 7 de julio de 1900, también
Frailes Menores Franciscanos:
Beato Antonino Fantosati, Obispo,
Beato José María Gambaro, Sacerdote,
Beato Cesidio Giacomantonio, Sacerdote ( 4 julio).
A los mártires franciscanos de la Orden Primera se añaden siete
Franciscanas Misioneras de María, de las cuales 3 francesas,2 italianas,
1 belga y 1 holandesa:
Beata María Ermellina de Jesús (en el siglo: Irma Grivot),
Beata María de la Paz (en el siglo: María Anna Giuliani),
Beata María Clara (en el siglo: Clelia Nanetti),
Beata María de Santa Natalia (en el siglo: Juana María Kerguin),
Beata María de San Justo (en el siglo: Ana Moreau),
Beata María Adolfina (en el siglo: Ana Dierk),
Beata María Amandina (en el siglo: Paula Jeuris).
De los mártires chinos de la familia franciscana forman parte también 11
Franciscanos seglares, todos chinos:
Beato Juan Zhang Huan, seminarista,
Beato Patricio Dong Bodi, seminarista,
Beato Juan Wang Rui, seminarista,
Beato Felipe Zhang Zhihe, seminarista,
Beato Juan , Zhang Jingguang, seminarista,
Beato Tomás Shen Jihe, laico, sirviente,
264
Beato Simón Qin Cunfu, catequista laico,
Beato Pedro Wu Anbang, laico,
Beato Francisco Zhang Rong, laico agricultor,
Beato Matías Feng De, laico neófito,
Beato Pedro Zhang Banniu, obrero laico.
A ellos se añaden algunos fieles laicos chinos:
Beato Santiago Yan Guodong, agricultor,
Beato Santiago Zhao Quanxin, sirviente,
Beato Pietro Wang Erman, cocinero.
Cuando la rebelión de los “Boxers”, iniciada en Shandong, difundida
luego en Shanxi y en Hunan, llegó también al sudeste de Tcheli, en
aquel entonces Vicariato Apostólico de Xianxian, confiado a los Jesuitas,
los cristianos matados se cuentan por millares.
Entre éstos se encuentran 4 misioneros jesuitas franceses y 52
cristianos laicos chinos, hombres, mujeres y niños, el más anciano de
ellos tenía la edad de 79 años, mientras que los dos más jóvenes sólo 9
años. Todos sufrieron el martirio en el mes de julio de 1909; muchos de
ellos fueron matados en la Iglesia del Pueblo di Tchou-Kia-ho, donde se
habían refugiado y estaban en oración junto con los dos primeros de los
misioneros que a continuación se enumeran:
Beato León Mangin, S.J. sacerdote,
Beato Pablo Denn, S.J., sacerdote,
Beato Remigio Isoré, S.J., sacerdote,
Beato Modesto Andlauer, S.J., sacerdote.
He aquí los nombres y edades de los laicos cristianos chinos:
Beata María Zhu, de unos 50 años,
Beato Pedro Zhu Rixin, de 19 años,
Beato Juan Bautista Zhu Wurui, de 17 años,
Beata María Fu Guilin, de 37 años,
Beata Bárbara Cui Lian, de 51 años,
Beato José Ma Taishun, de 60 años,
Beata Lucía Wang Cheng, 18 años,
Beata María Fan Kun, de 16 años,
Beata María Chi Yu, de 15 años,
Beata María Zheng Xu, de 11 años,
Beata María Du Zhao, de 51 años,
265
Beata Magdalena Du Fengju, de 19 años,
Beata María Du Tian, de 42 años,
Beato Pablo Wu Anjyu, de 62 años,
Beato Juan Bautista Wu Mantang, 17 años,
Beato Pablo Wu Wanshu, de 16 años,
Beato Ramón Li Quanzhen, de 59 años,
Beato Pedro Li Quanhui, de 63 años,
Beato Pedro Zhao Mingzhen, de 61 años,
Beato Juan Bautista Zhao Mingxi, de 56 años,
Beata Teresa Chen Tinjieh, de 25 años,
Beata Rosa Chen Aijieh, de 22 años,
Beato Pedro Wang Zuolong, de 58 años,
Beata María Gou Li, de 65 años,
Beato Juan Wu Wenyin, de 50 años,
Beato Zhang Huailu, de 57 años,
Beato Marcos Ki-T'ien-Siang, de 66 años,
Beata Ana An Xin, de 72 años,
Beata María An Guo, de 64 años,
Beata Ana An Jiao, de 26 años,
Beata María An Linghua, de 29 años,
Beato Pablo Liu Jinde, de 79 años,
Beato José Wang Kuiju, de 37 años,
Beato Juan Wang Kuixin, de 25 años,
Beata Teresa Zhang He, de 36 años,
Beata Lang Yang, de 29 años,
Beato Pablo Lang Fu, de 9 años,
Beata Isabel Qin Bian, de 54 años,
Beato Simón Qin Cunfu, de 14 años,
Beato Pedro Liu Zeyu, de 57 años,
Beata Ana Wang, de 14 años,
Beato José Wang Yumei, de 68 años,
Beata Lucía Wang Wang, de 31 años,
Beato Andrés Wang Tianqing, de 9 años,
Beata María Wang Li, de 49 años,
Beato Chi Zhuze, de 18 años,
Beata María Zhao Gou, de 60 años,
Beata Rosa Zhao, de 22 años,
Beata María Zhao, de 17 años,
Beato José Yuan Gengyin, de 47 años,
Beato Pablo Ge Tingzhu, de 61 años,
Beata Rosa Fan Hui, de 45 años.
266
El hecho de que este considerable número de fieles laicos chinos haya
ofrecido la vida a Cristo juntamente con los misioneros que les habían
anunciado el Evangelio y se habían prodigado por ellos pone en
evidencia la profundidad de los vínculos que la fe en Cristo establece,
reuniendo en una sola familia personas de razas y culturas diversas,
estrechamente hermanados entre sí, no ya por motivos políticos, sino en
virtud de una religión que predica el amor, la fraternidad, la paz y la
justicia.
Además de todos los matados por los “Boxers” hasta ahora
mencionados, debe recordarse también al Beato Alberico Crescitelli,
sacerdote del Instituto Pontificio de las Misiones Exteriores de Milán, que
desarrolló su ministerio en el Shanxi Meridional y fue martirizado el 21
de julio de 1900.
Años después, al nutrido ejército de los Mártires arriba recordados iban
a unirse algunos Miembros de la Sociedad Salesiana de S. Juan Bosco:
Beato Luis Versiglia, Obispo,
Beato Calixto Caravario, Sacerdote.
Fueron asesinados juntos el 25 de febrero de 1930 en Li-Thau-Tseul.
267
María Josefa del Corazón de Jesús
Sancho de Guerra (1842-1912), virgen, fundadora de las
Siervas de Jesús de la Caridad
I. VIDA Y OBRAS
La Beata María Josefa del Corazón de Jesús, hija primogénita de Bernabé
Sancho, sillero, y de Petra de Guerra, ama de casa, nació en Vitoria
(España) el 7 de septiembre de 1842, y fue bautizada al día siguiente.
Según la costumbre vigente entonces, fue confirmada dos años más tarde,
el 10 de agosto de 1844. Huérfana de padre a la edad de siete años, la
madre la preparó para la Primera Comunión, que recibió a los diez años. A
los quince años, fue enviada a Madrid a casa de algunos parientes para
completar su educación y formación. Características de su infancia y niñez,
fueron: una fuerte piedad hacia la Eucaristía y la Virgen María, una
inclinación y sensibilidad hacia los pobres y los enfermos y una inclinación
al retiro.
Regresa a Vitoria a los 18 años y manifiesta a su madre el deseo de entrar
en un monasterio, por sentirse atraída hacia la vida claustral.
De adulta, la Beata M Josefa, solía repetir: «Nací con la vocación
religiosa». Solo que, a juzgar por las circunstancias, se deduce que pasó
por varias experiencias, no sin distintas sugerencias de prudentes
eclesiásticos antes de encontrar la forma definitiva de su vocación. De
hecho, estuvo a punto de entrar entre las Concepcionistas contemplativas
de Aranjuez en 1860, pero se lo impidió una grave enfermedad de tifus. Su
madre la ayudó a superar la desilusión.
En los meses siguientes, le pareció comprender que el Señor la llamaba a
un género de vida religiosa activo. De este modo se decidió a entrar en el
Instituto de las Siervas de María, fundado recientemente en Madrid por
268
Santa Soledad Torres Acosta. Al acercarse el tiempo de la profesión, fue
asaltada por graves dudas e incertidumbres sobre su efectiva llamada en
aquel Instituto. Confió su alma a distintos confesores y le dijeron que se
había equivocado de vocación.
Los contactos con el santo Arzobispo Claret y los coloquios serenos con la
misma Santa Soledad Torres Acosta, fueron madurando paulatinamente la
decisión de salir del Instituto de las Siervas de María para dar vida a una
nueva familia religiosa, que tuviera por finalidad exclusiva la asistencia a
los enfermos en los hospitales y en sus domicilios. Compartían este mismo
ideal otras 4 Siervas de María, que con el permiso del Cardenal Arzobispo
de Toledo, salieron junto con ella con la misma finalidad.
La nueva fundación se hizo en Bilbao en la primavera de 1871, cuando
María Josefa contaba 29 años. Desde entonces, y por 41 años seguidos,
fue Superiora del nuevo Instituto de las Siervas de Jesús. Se comprometió
en difíciles viajes para visitar las distintas Comunidades, hasta que una
larga enfermedad la confinó en la casa de Bilbao. Obligada a permanecer
acostada o en una butaca, seguía los acontecimientos de las varias Casas
de España y de fuera de ella, mediante una copiosa y preciosa
correspondencia. A su muerte, acontecida después de largos años de
sufrimiento, el 20 de marzo de 1912, eran 43 las Casas fundadas y más de
un millar sus religiosas.
Su santa muerte causó gran conmoción en Bilbao y en numerosas
localidades donde era conocida a través de las Casas de su Instituto.
También sus funerales tuvieron una resonancia extraordinaria. Fue
enterrada en el cementerio municipal de Bilbao. Pero en 1926, al crecer su
fama de santidad, sus restos mortales fueron trasladados a la Casa Madre
del Instituto, y sepultados en la capilla donde aún reposan.
II.
ESPIRITUALIDAD
Los escritos y los testimonios oculares ponen de evidencia los puntos
centrales de la espiritualidad de la Beata María Josefa:
1) Gran amor a la Eucaristía y al Sagrado Corazón.
2) Profunda adoración al misterio de la Redención e íntima participación al
dolor de Cristo y a su Cruz.
3) Completa dedicación al servicio de los enfermos en un contexto de
espíritu contemplativo. He aquí algunas expresiones significativas,
269
tomadas de sus escritos: «La caridad y el amor mutuo, forman aún en esta
vida el cielo de las Comunidades. Sin Cruz no hemos de estar,
dondequiera que vayamos, la vida religiosa es vida de sacrificio y de
abnegación. El fundamento de la mayor perfección es la caridad fraterna»
(Don Pablo B. Aristegui, Beata Maria Giuseppa del Cuore di
Gesù, Mensajero, 1992, p. 97).
«No crean, Hermanas, que la asistencia a los enfermos consiste solo en
dar las medicinas y los alimentos al enfermo, hay otra clase de asistencia
que nunca deben olvidar, y es la del corazón, procurando acomodarse a la
persona que sufre, saliendo al encuentro de sus necesidades» (ib., p. 97)
«Formemos en el Corazón Divino de Jesús nuestro centro de
comunicaciones con Él. Podemos hacerlo con la frecuencia que lo
deseemos, sin temor de molestar a nadie; sólo con Jesús será nuestra
intimidad» (Consejos y Máximas de nuestra Venerada Madre
Fundadora, Madrid, Imprenta Juan Bravo, 1994, p. 15).
III.
EL CARISMA DE SERVIR A LOS ENFERMOS
La huella particular impresa por M Josefa al Instituto de las Siervas de
Jesús refleja su experiencia interior de alma consagrada al servicio
caritativo del prójimo, especialmente a los enfermos, en un clima de
espíritu contemplativo. Encontramos bien explicada su idea en el Directorio
de Asistencias, escrito por ella misma, donde llega a afirmar que la Sierva
de Jesús proporciona al enfermo, que acompaña hasta la puerta de la
eternidad, un bien mayor que el del misionero que con su predicación
llama a los extraviados al recto camino de la vida.
«De esta manera —escribe— las funciones materiales de nuestro Instituto,
destinadas a procurar la salud corporal de nuestros prójimos se elevan a
una gran altura y hacen nuestra vida activa más perfecta que la
contemplativa, como enseñó el angélico maestro Santo Tomás que dice de
los trabajos dirigidos a la salud del alma que vienen de la contemplación»
(Directorio de Asistencias de la Congregación Religiosa Siervas de Jesús
de la Caridad, Vitoria, 1930, p. 9).
Con este espíritu, las Siervas de Jesús, desde la muerte de su Madre M
Josefa y hasta hoy, han continuado su servicio a los enfermos, con una
generosa oblación de vida que recuerda a la de su Fundadora.
Además, de acuerdo al progreso de los tiempos y a las necesidades de la
vida moderna, a la primitiva finalidad de asistencia a los enfermos, de
270
asistir a personas ancianas en residencias y de acoger y asistir niños en
las guarderías, han añadido otros como: comedores para indigentes,
centros de acogida para enfermos de sida, centros de día para personas
mayores, pastoral de la salud y otras obras de beneficencia y caridad,
sobre todo en los países pobres de América Latina y Asia.
Hoy, en la actualidad, las 1050 Religiosas del Instituto de las Siervas de
Jesús están presentes, además de España, en Italia, Francia, Portugal,
Chile, Argentina, Colombia, México, Ecuador, Perú, República Dominicana,
Paraguay, Filipinas.
IV. ITINERARIO DE LA CAUSA
Pocos años después de la muerte de la Madre María Josefa, el Instituto de
las Siervas de Jesús proyectaba empezar la Causa de Canonización, pero
por circunstancias adversas, entre las que estuvo la guerra civil española
de 1936 y la segunda guerra mundial, se pudo llevar a la práctica sólo
después de casi treinta años.
a) El 31 de mayo de 1951, comenzó el Proceso Ordinario Informativo en
Bilbao.
b) El 7 de enero de 1972, el Decretum super introductione Causae.
c) El 7 de septiembre de 1989 se promulgó el Decretum super Virtutibus
d) El 27 de septiembre de 1992 fue solemnemente beatificada por nuestro
Santo Padre Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro.
e) El Consistorio tuvo lugar el día 10 de marzo de 2000 donde S.S. Juan
Pablo II fijó la fecha de su Canonización, para el día 1 de octubre de 2000.
271
Katharine Drexel (1858-1955), virgen, fundadora de la
Congregación de las Hermanas de Santísimo
Sacramento para los Indios y gente de color
Nacida en Filadelfia, Pensilvania, en los Estados Unidos de América, el 26
de noviembre de 1858, Catalina Drexel fue la segunda hija de Francis
Anthony Drexel y Hannah Langstroth. Su padre era un bien conocido
banquero y filántropo. Ambos padres inculcaron en sus hijas la idea de que
su riqueza simplemente era prestada a ellos y debía ser compartida con
otros.
Cuando la familia hizo un viaje al Oeste de los Estados Unidos, Catalina,
como una mujer joven, vio la condición y degradación de los nativos indioamericanos. Esta experiencia despertó su deseo de hacer algo específico
para ayudar a aliviar su condición. Éste fue el inicio de una vida de apoyo
personal y financiero a numerosas misiones y misioneros en los Estados
Unidos. La primera escuela que ella estableció fue la St. Catherine Indian
School en Santa Fe, Nuevo México (1887).
Después, cuando visitó al Papa León XIII en Roma, le pidió proveer de
misioneros para algunas de las misiones indias que ella como una persona
laica estaba financiando, se sorprendió al oír al Papa sugerirle que ella
misma se haga misionera. Después de consultar con su director espiritual,
el Obispo James O´Connor, tomó la decisión de entregarse
totalmente a Dios, junto con su herencia, a través del servicio a los indios
americanos y a los afro-americanos.
Su riqueza se transformó ahora en una pobreza de espíritu que se volvió
una constante diaria en su vida, recibiendo apoyo tan sólo para sus
necesidades básicas. El 12 de febrero de 1891, ella profesó sus primeros
272
votos como una religiosa, fundando a las Hermanas del Santísimo
Sacramento cuya dedicación sería compartir el mensaje del Evangelio y la
vida en la Eucaristía entre los indios americanos y afro-americanos.
Siendo desde siempre una mujer de oración intensa, Catalina encontró en
la Eucaristía la fuente de su amor para el pobres y oprimidos y de su
preocupación para combatir los efectos de racismo. Conociendo que
muchos afro-americanos estaban aún lejos de la libertad y todavía vivían
en condiciones denigrantes como labradores o criados mal pagados, a los
que se les negaba la educación y los derechos constitucionales que si eran
disfrutados por otros, sintió la compasiva urgencia de ayudar a cambiar las
actitudes raciales en los Estados Unidos.
Las plantaciones, en aquella época, eran una atrincherada institución
social que hacía que las personas de color siguieran siendo víctimas de
opresión. Ésta era una profunda afrenta al sentido de justicia de Catalina.
La necesidad de ofrecer a la gente de color una institución educativa de
calidad era prioritario para ella, por ello habló sobre este tema con quienes
compartían su preocupación por la desigualdades en la educación de los
afro-americanos. Restricciones legales en el sur rural también
obstaculizaban el acceso a una educación básica.
Fundar y proveer de personal a escuelas, a lo largo del país, que
atendieran a los nativo-americanos y afro-americanos se volvió una
prioridad para Catalina y su congregación.
Durante su vida, ella abrió, proveyó de personal, y apoyó directamente casi
60 escuelas y misiones, sobre todo en el Oeste y Sudoeste de los Estados
Unidos. Su máximo logro en el campo educativo fue la creación, en 1925,
de la “Xavier University” en Louisiana, la única institución de educación
superior en los Estados Unidos destinada predominantemente a los afroamericanos católicos.
La educación religiosa, el servicio social, las visitas en los hogares,
hospitales y prisiones forman parte del ministerio de Catalina y su
Congregación.
De una manera callada y serena, Catalina armonizaba una piadosa y total
dependencia a la Divina Providencia con un activismo muy marcado. Su
alegre iniciativa en armonía con el Espíritu Santo, superaba los obstáculos
y facilitó sus adelantos en el campo de la justicia social. A través del
testimonio profético de Catalina Drexel, la Iglesia en los Estados Unidos
pudo darse cuenta de la grave necesidad doméstica por un apostolado que
273
trabajara para los nativo-americanos y afro-americanos. Ella no dudó
hablar contra la injusticia y toma una posición pública cuando la
discriminación racial era evidente.
Durante los últimos 18 años de su vida ella sufrió de una grave
enfermedad que la dejó casi completamente inmóvil. Durante estos años
hizo una vida de intensa adoración y contemplación tal como lo había
deseado en su niñez. Murió el 3 de marzo de 1955.
Catalina dejó un dinámico legado de cuatro conceptos a sus Hermanas del
Santísimo Sacramento, quienes continúan su apostolado hoy al servicio de
todas las gentes:
–Su amor para la Eucaristía, su espíritu de oración, y su perspectiva de
unidad de toda la gente en torno a la Eucaristía;
–Su espíritu indómito de valerosa iniciativa para enfrentar la injustita social
existente y la protección a las minorías étnicas —cien años antes de que
tal preocupación despertara interés público en los Estados Unidos;
–Su creencia en la importancia de educación de calidad para todos, y sus
esfuerzos por lograrlo;
–Su donación total de su persona, de su herencia y todo lo material en
generoso servicio generoso a las víctimas de injusticia.
Catalina Drexel fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 20 de
noviembre de 1980 y canonizada por él mismo el 1 de octubre de 2000.
274
Josefina Bakhita (1869-1947), Virgen de las Hijas de la
Caridad Canosianas
La verdadera fortuna es conocer, amar y servir a Dios. El nombre "Bakhita"
significa "afortunada" y nuestra santa ciertamente lo es. Sin embargo, esa
fortuna no le vino nada fácil. Bakhita es el nombre que recibió cuando fue
secuestrada mientras que fue bautizada con el nombre de Josefina.
De su vida no se conocen datos exactos. Se cree que es de Olgossa en
Darfur, y que nació en 1869. Vivió su infancia con sus padres, tres
hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela.
Su vida fue profundamente marcada cuando unos negreros llegaron a
Olgossa y capturaron a su hermana. En su biografía escribió: "Recuerdo
cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos". También cuento su propia
experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos.
Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por
el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno
le dijo a mi amiga: ´Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna
fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de
poco´. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi
amiga para que no pudiera dar la alarma.
Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacia. Cuando estaba en el
bosque, me percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y fue
cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con
el cual me amenazó diciéndome: ´Si gritas, morirás! Síguenos!´".
Fueron esos hombres quienes le pusieron el nombre Bakhita sin
comprender a donde ella llegaría. Llevaron a Bakhita a El Obeid donde fue
275
vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos. Intentó
escapar, pero sin éxito. Su cuarto amo fue el peor en sus humillaciones y
torturas. Cuando tenía unos 13 años fue tatuada, le realizaron 114
incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. Ella
cuenta en su biografía: "Sentía que iba a morir en cualquier momento, en
especial cuando me colocaban la sal".
El comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita en 1882. Era el
quinto amo. Ella escribe: "Esta vez fui realmente afortunada porque el
nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni
humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar
incluso a sentirme en paz y tranquilidad".
En 1884 Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la llegada de
tropas Mahdis. Bakhita quiso seguir con su amo cuando este se fue a Italia
con su amigo Augusto Michieli. La esposa de Michieli los esperaba en Italia
y quiso quedarse con uno de los esclavos que traían por lo que se le dio a
Bakhita. Con su nueva familia, Bakhita trabajo de niñera y amiga de
Minnina, hija de los Michieli.
En 1888 la familia Michieli compró un hotel y se trasladaron a Suakin pero
Bakhita decidió quedarse en Italia. Bakhita y Minnina ingresaron al
noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia. Esta
congregación, fundada en 1808, es más conocida como Hermanas de
Canossa.
Fue en el Instituto que Bakhita conoció de verdad a Cristo y que "Dios
había permanecido en su corazón", por lo que le había dado fuerzas para
poder soportar la esclavitud, "pero recién en ese momento sabía quién
era". Recibió al mismo tiempo el bautismo, la primera comunión y la
confirmación, el 9 de enero de 1890, por manos del Cardenal de Venecia.
Tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada.
Al ser bautizada expresó: "¡Aquí llegué a convertirme en una de las hijas
de Dios!". Se dice que no sabía cómo expresar su gozo y en su biografía
cuenta que en el Instituto conoció cada día más a Dios, "que me ha traído
hasta aquí de esta extraña forma".
La Señora de Michieli volvió del Sudán a llevarse a su hija y a Bakhita,
pero con gran valentía Bakhita se negó a ir y prefirió quedarse con las
Hermanas de Canossa. Bakhita pudo prevalecer porque la esclavitud era
ilegal en Italia. El 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad profesó
en la vida religiosa.
276
Bakhita fue trasladada a Venecia en 1902, donde trabajó limpiando,
cocinando y
Nunca realizó milagros ni fenómenos sobrenaturales, pero tenía fama de
santidad. Siempre fue modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su
interior y cumplió siempre sus obligaciones diarias.
Mucho le costó escribir su autobiografía en 1910, la cual fue publicada en
1930. En 1929 se le ordena ir a Venecia a contar la historia de su vida.
Luego de la publicación de sus memorias, se hizo muy conocida y viajaba
por toda Italia dando conferencias y recogiendo fondos para su
congregación.
Aunque la salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y
quedó con mucho dolor en silla de ruedas, no dejó de viajar. Falleció el 8
de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: "Madonna!
Madonna!"
Miles de personas fueron a darle el último adiós, expresando así el respeto
y admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días, durante los
cuales, según cuenta la gente, sus articulaciones aún permanecían
calientes y las madres cogían su mano para colocarla sobre la cabeza de
sus hijos. Josefina se recuerda con veneración en Schio como "Nostra
Madre Moretta".
Sus restos incorruptos fueron sepultados bajo el altar de la iglesia del
convento de Schio, Italia.
A LOS ALTARES
En 1959 la diócesis local comenzó las investigaciones sobre su santidad.
El 1 de diciembre de 1978 fue declarada Venerable. El 17 de mayo de
1992 fue beatificada por Juan Pablo II, declarándose su fiesta el 8 de
febrero. En esa ocasión el Papa reconoció que ella transmitió el mensaje
de reconciliación y misericordia.
Bakhita fue canonizada por S.S. Juan Pablo II el 1 de octubre del 2000.
La historia de Bakhita es la de un continente. Ella sufrió graves males en
manos de algunos cristianos pero su corazón no se cerró. Supo perdonar a
los que la ultrajaron y descubrir que aquellos agravios, aunque cometidos
por cristianos, son contrarios al camino de Jesús. Gracias a las religiosas
277
encontró el verdadero rostro de Cristo y entró en Su Iglesia. Nada, ni los
malos ejemplos, nos pueden apartar del amor de Dios cuando le
permitimos reinar en nuestro corazón. Bakhita nos deja este maravilloso
testamento de perdón por amor a Cristo: "Si volviese a encontrar a
aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar
sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y
religiosa". El Papa la llamó
"Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron,
me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto,
ahora no sería cristiana y religiosa".
278
LuisScrosoppi, Presbítero y Fundador
de la Congregación de Hermanas de la Divina
Providencia
El más joven de los tres hijos de Doménico Scrosoppi, joyero, y Antonia
Lazzarini; nació el 4 de agosto de 1804 en Udine (Italia). Su hermano
Carlo fue ordenado cuando Luigi tenía seis años, y su hermano Giovanni
varios años después. Cuando él tenía 11 años o 12 años, la región en
que vivía Luigi fue golpeada por sequía, hambre, tifo, y viruela en
sucesión rápida; la visión de tal miseria, pobreza completa, y el número
de huérfanos tuvo un efecto duradero en el muchacho.
En su adolescencia, sentía el llamado al sacerdocio, y entró en el mismo
seminario que su hermano Giovanni. Diácono en 1826; ordenado el 31
de marzo de 1827 en la catedral en Udine; fue asistido en su primera
Misa por sus hermanos.
Director de la Pía Unión al Corazón de Jesucristo. Ayudaba a manejar el
centro infantil a su hermano Carlo como Director Auxiliar del orfanato de
Carlo en 1829. El instituto cayó en tiempos más duros que lo usual;
Luigi, desesperado, salió a las calles rogando apoyo, esta lección de fe
pronto dio sus frutos para la escuela consiguiendo bastante dinero para
comprar un edificio.
Como había demasiados huérfanos para el espacio disponible, los
hermanos decidieron agrandar la casa; Luigi salió a pedir materiales de
construcción y trabajadores. La obra empezó en 1834 con Luigi
coordinando, rogando, dirigiendo, y trabajando en la construcción, los
trabajos se completaron en 1836, la llamaron “Casa para los
279
Desposeídos”. Ese año la región sufrió una epidemia de cólera, y los
orfanatos, de nuevo, estaban llenos.
Las necesidades de los huérfanos, y el trabajo constante de los
hermanos sacerdotes, llamaron la atención de varias mujeres del área
que también estaban trabajando por los pobres y abandonados. Entre
ellas estaban Felicita Calligaris, Rosa Molinis, Caterina Bros, Cristina y
Amalia Borghese y Orsola Baldasso. Estas mujeres, bajo la dirección
espiritual de Carlo y Luigi, fundaron lo que se volvería la Congregación
de Hermanas de Providencia para la educación académica básica y
destrezas en la costura a jóvenes. Luigi los puso bajo la protección de
San Cayetano. La Congregación recibió aprobación final el 22 de
septiembre de 1871 por el Papa Pío IX.
En 1846 Luigi se unió el Oratorio de San Felipe Neri, una congregación
consagrada a la caridad y el aprendizaje; elegido preboste elegido de la
comunidad el 9 de noviembre de 1856.
El 4 de octubre de 1854 inauguró la Casa de Rescate para las
muchachas abandonadas. El 7 de marzo de 1857 abrió la escuela y
casa para las muchachas sordomudas, institución que lastimosamente
tan sólo sobreviviría 15 años. Abrió también una Casa de Providencia
para las antiguas estudiantes desempleadas. Además trabajaba en los
hospitales con los más enfermo y pacientes más pobres.
En sus últimos años, Luigi tuvo que combatir sentimientos anti-clericales
que surgieron a lo largo de la península italiana durante la unificación;
muchas casas y grupos, incluso el Oratorio, fueron cerrados, y sus
recursos vendidos. Aunque no pudo salvar el Oratorio o las propiedades
de la parroquia, logró proteger sus instituciones caritativas, y vio a la
Congregación crecer y extenderse.
Murió el 3 de abril de 1884 en Udine, El milagro de la canonización:
curación de sida.
El 1ero de julio del 2000 se promulgó el decreto eclesiástico
reconociendo la curación milagrosa de un joven por la intercesión del
Padre Luigi. Ocurrió en Oudshoon, República de África del Sur. La
declaración del Papa fue la siguiente:
"Es el caso de un milagro obtenido a través de la intercesión del Beato
Luigi Scrosoppi, sacerdote del Oratorio de San Felipe Neri, fundador de
la Congregación de las Hermanas de la Providencia, de la rápida,
280
completa y permanente recuperación de polineuritis y caquexia* de un
joven HIV positivo"
Este joven, Peter Changu Shitima, era un estudiante en el Oratorio de
San Felipe Neri. En el mes de octubre de 1994 comenzó a mostrar los
síntomas del SIDA. El resultado de los exámenes confirmó que era HIV
positivo y rápidamente alcanzó un estado avanzado de SIDA. Él había
sido fuerte y activo pero ya no podía sujetarse parado, tampoco podía
ingerir alimentos, ni ver, ni oír convirtiéndose en un hombre
extremadamente delgado. Cuando ya no respondía a los tratamientos, el
doctor aconsejó que fuera regresado a sus familiares en Zambia antes
que fuera muy tarde.
La comunidad del Oratorio de San Felipe Neri y todos los fieles de
Oudtshoon comenzaron a rezar por su recuperación a través de la
intercesión del Padre Luigi, porque llegó al conocimiento de los fieles de
que el joven tenía una devoción muy especial al Padre Scrosoppi. Él
mismo, al igual que su familia en Zambia, venían orando por la misma
gracia desde hacía meses.
Durante la noche del 10 de octubre de 1996, él joven vio al P. Luigi en
sueño y súbitamente se comenzó a sentir mejor, al amanecer cuando se
despertó se sorprendió al descubrir que estaba completamente sanado,
había regresado a su salud plenamente como la tenía antes de la
enfermedad.
Hoy este joven es un seminarista, preparándose para el sacerdocio en la
Congregación de los Padres Orantes de San Felipe Neri y para siempre
permanecer el amigo y colega del P. Luigi.
Con este milagro, el P. Luigi continúa señalándonos el camino a la
oración constante, a la oración de compasión y de amor. Así como hizo
durante su vida, todavía viene en socorro del último, de los jóvenes en
dificultades, de todos los que sufren, de los que viven en situaciones
tormentosas. Siempre está presto en acompañar los pasos de aquellos
que se entregan a la Providencia Divina.>>
*caquexia: estado del cuerpo en que está impedida la nutrición y por
consiguiente debilitada las funciones vitales.
281
Agustín Roscelli (1818 - 1902), sacerdote, fundador de la
Congregación de las Hermanas de la Concepción
Inmaculada de Génova
En Agustín Roscelli, la Iglesia nos señala un ejemplo de sacerdote y de
Fundador santo.
Como sacerdote encarnó la figura del "pastor", del educador en la fe, del
ministro de la Palabra, del guía espiritual.
Siempre dispuesto a donarse en la obediencia, en la humildad, en el
silencio y en el sacrificio, buscó sólo la voluntad de Aquél que lo había
llamado y enviado.
En el desarrollo de su ministerio sacerdotal siguió el ejemplo de Cristo,
armonizando la vida interior con la intensa acción pastoral y su obra fue
fecunda porque estuvo alimentada por la continua oración y por un gran
amor hacia la Eucaristía.
Supo leer las situaciones de su tiempo e intervenir concretamente en
favor de los más indefensos, y en particular se empeñó para salvar a la
juventud, de las insidias y de los peligros morales.
Se dejó conducir por el Espíritu hasta fundar, casi sin saberlo, una
Familia religiosa.
Nació en Bargone de Casarza Ligure (Génova, Italia), el 17 de julio de
1818 de Domingo y María Gianelli; fue bautizado el mismo día porque se
temía por su vida.
282
Su familia, pobre de medios materiales, fue siempre para él, un ejemplo
de fe y de virtudes cristianas.
Inteligente, sensible, más bien reservado, Agustín muy pronto se mostró
útil a la familia en el cuidado del rebaño paterno.
Sus padres lo confiaron al Párroco, el Padre Andrés Garibaldi, quien le
impartió los primeros elementos del saber.
Hacia el sacerdocio
En mayo de 1835, con ocasión de una misión animada por el
Archipresbítero de Chiavari, Antonio María Gianelli, Agustín se sintió
decididamente llamado al sacerdocio y se trasladó a Génova para
comenzar los estudios.
Los años de preparación a la Ordenación sacerdotal fueron duros y
difíciles, debiendo él mismo afrontar graves desafíos económicos.
Lo sostuvieron la voluntad tenaz, la intensa oración y la ayuda de
personas buenas, tales como el canónigo Gianelli quien, nombrado
Obispo de Bobbio en el año 1838, le encontró una ubicación como
clérigo-sacristán y custodio de la iglesia del Conservatorio de las Hijas
de San José en San Rocchino, de la cual Mons. Gianelli era el Director;
los jesuitas después, lo vieron como el "diligente prefecto", como lo
afirma el mismo Rector en 1845.
El 19 de setiembre de 1846, fue ordenado sacerdote por el Cardenal
Plácido María Tadini.
Vice-Párroco - Confesor santo - Educador junto a los Artesanitos
El Padre Agustín fue destinado inmediatamente al populoso barrio de
San Martín de Albaro donde, con el espíritu de Cristo Pastor y con la
administración de todos los sacramentos, inició su humilde servicio en la
obra de santificación, dedicándose con esmero, caridad y con el
ejemplo, al crecimiento espiritual del Cuerpo de Cristo.
En el confesionario adquirió un conocimiento concreto de la triste
realidad y de los peligros en los que se encontraban tantas jóvenes que,
283
por motivos de trabajo, se trasladaban a la ciudad convirtiéndose en fácil
presa para los deshonestos.
Allí, su corazón de padre se angustiaba y se conmovía al pensar que
tantas almas sencillas podían perderse, porque se las dejaba solas e
indefensas.
En 1858, si bien continuaba a dedicarse asiduamente al ministerio de la
Confesión, aceptó colaborar con el Padre Francisco Montebruno en la
Obra de los Artesanitos.
Entre los encarcelados y luego al orfanatorio
En 1872 amplió su campo de apostolado. Como ministro de Cristo
"tomado entre los hombres y constituido en favor de los hombres", se
consagró enteramente a la obra a la que el Señor lo había llamado, sin
apartarse de las miserias y de las pobrezas morales de su ciudad,
interesándose no sólo de la juventud masculina y femenina, sino incluso
de los detenidos en la cárcel de San Andrés, para llevar el consuelo y la
misericordia del Señor.
En 1874, Capellán del nuevo Orfanatorio Provincial en la calle "delle
Fieschine", se dedicó a los recién nacidos administrándoles el Bautismo
por un lapso de 22 años (de los registros resulta que los bautizados
fueron 8.484) y, haciendo suyas las palabras de San Agustín "la plenitud
de todas nuestras obras es el amor", trabajó intensamente incluso a
favor de las madres solteras, las que eran jovencitas sencillas del pueblo
que, por la falta de un trabajo digno y retribuido, se convertían en
víctimas de los malintencionados.
Las escuelas taller
El Padre Roscelli recibió la propuesta de algunas de sus penitentes,
espiritualmente maduras que, con dividiendo su deseo de salvar las
almas, le ofrecieron su colaboración para ayudar a tantas jóvenes
necesitadas de asistencia moral, de una guía segura y de ser capaces
de ganar honestamente lo necesario para vivir.
En estas sedes, las jóvenes recibían una instrucción moral y religiosa,
junto a una sólida formación humana y cristiana en forma tal que las
284
preparaba para prevenir o para defenderse de los peligros de la ciudad,
y al mismo tiempo las capacitaba profesionalmente.
Una nueva Congregación
La tímida idea de dar vida a una Congregación religiosa fue estimulada
por Mons. Salvador Magnasco y por las colaboradoras del Padre
Roscelli, las maestras de las Casas-Taller, las que estaban convencidas
que la Consagración a Cristo y el empeño de santificación en la vida
comunitaria, son la fuerza del apostolado.
El Padre Agustín, interpeló incluso al Papa Pío IX y después de haber
recibido la respuesta "Deus benedicat te et opera tua bona" (Dios te
bendiga a ti y a tu buena obra), se sometió totalmente a la voluntad de
Dios y el 15 de octubre de 1876 realizó su sueño, y el 22 del mismo
mes, entregó el hábito religioso a sus primeras Hijas a las que llamó
Hermanas de la Inmaculada, indicando a las mismas el camino de
santidad, señalado particularmente por las virtudes propias de Quien es
el modelo de la vida consagrada.
Después de las primeras incertezas, su obra se consolidó y se dilató
más allá de los confines de Génova y de Italia.
La existencia del "pobre sacerdote" concluyó el 7 de mayo del año 1902.
El Padre Roscelli fue:
Hombre de Dios: intuyó los designios de Dios sobre sí mismo y se
abandonó a Él en una total docilidad.
En el humilde Sacerdote la acción divina y la humana, la contemplación
y la acción, se integraron en una admirable unidad de vida. Su
apostolado siempre ha brotado de la experiencia de Dios, que se abre a
la oración, al testimonio de fidelidad al ministerio sacerdotal, al anuncio
del Evangelio.
Sal de la tierra: contemplativo, pobre, austero, siempre eligió el último
puesto, la renuncia. Olvidado de sí mismo, de las propias exigencias, del
proprio tiempo, estuvo siempre a disposición de los demás en el
confesionario, y como fermento evangélico, intensificó la caridad "en la
que confluían el amor hacia Dios y hacia los hombres".
285
Signo profético: separado del mundo, pero en estrecha relación con la
realidad concreta de su tiempo, el Roscelli ha hecho visible el primado
del amor de Dios, acercándose con espíritu misericordioso y con
corazón amoroso de Padre, a los abandonados, a los encarcelados, a
las madres solteras, a la juventud en general e injusticia a quien hubiese
caído víctima de la injusticia; a todos ayudó y se mostró con una
profunda sensibilidad por los derechos humanos y por la causa justa de
la promoción del hombre.
286
Bernardo de Corleone (1605 - 1667), religioso de la
Orden delos Hermanos Menores Capuchinos
Filippo Latini, que así se llamaba de seglar nuestro santo, nació en
Corleone (Sicilia, Italia), el 6 de febrero de 1605. De joven ejerció el
oficio de zapatero. Su casa era conocida como «la casa de los santos»,
porque tanto su padre como sus hermanos eran muy caritativos y
virtuosos. Por ello, recibió una buena formación religiosa y moral. Era
muy devoto de Cristo crucificado y de la santísima Virgen. Sin embargo,
tenía un carácter muy fuerte. En cierta ocasión, tuvo un enfrentamiento
con otro joven; después de las palabras pasaron a las manos: ambos
desenfundaron la espada y, tras un breve duelo, el otro quedó
gravemente herido. Al huir de la justicia humana, buscó refugio en una
iglesia, invocando el derecho de asilo, pero, aunque se libró de la justicia
humana, no pudo escapar de su conciencia.
En la soledad y en la meditación reflexionó largamente sobre el delito
cometido y sobre toda su vida, desperdiciada, inútil y disipada, odiosa a
los demás y dañina para su alma, lo más precioso que el hombre posee.
Se arrepintió, invocó el perdón de Dios y de los hombres e hizo áspera
penitencia. Para reparar sus pecados, con vestidos de penitente decidió
tomar el sayal de los Hermanos Menores Capuchinos. Abandonó
Corleone, que le recordaba su pasado, y llamó a la puerta del convento
de Caltanissetta, en Sicilia, donde fue admitido y tomó el nombre de
Bernardo.
Como laico profeso de la orden de los Frailes Menores Capuchinos, fue
en verdad un hombre nuevo, decidido a alcanzar una perfección cada
vez más alta, con humildad, obediencia y austeridad. En el convento
ejerció casi siempre el oficio de cocinero o ayudante de cocina. Además,
atendía a los enfermos y realizaba una gran cantidad de trabajos
complementarios, con el deseo de ser útil a todos, a los hermanos
287
sobrecargados de trabajo y a los sacerdotes, a los que lavaba la ropa y
prestaba otros servicios. Dormía en el suelo, no más de tres horas
diarias, y multiplicaba sus ayunos.
Aunque inculto e iletrado, alcanzó las alturas de la contemplación,
conoció los más profundos misterios, curó enfermos, distribuyó
consuelos y consejos, intercedió con su oración para alcanzar de Dios
abundantes gracias para los demás. Esto lo realizó durante treinta y
cinco años, hasta su muerte. Su oración asidua, su caridad ferviente, su
filial devoción a la Virgen Inmaculada y su acendrada devoción a la
Eucaristía -a pesar de las costumbres de aquellos tiempos, recibía la
comunión diariamente-, fueron el secreto de su santidad. Se preocupó
por conformarse a Cristo crucificado. Tomó en serio el Evangelio y trató
siempre de vivirlo con todas sus consecuencias.
Murió el 12 de enero de 1667 en Palermo. Tenía 62 años. El papa
Clemente XIII lo beatificó el 15 de mayo de 1768, y Juan Pablo II lo
canonizó el 10 de junio del 2001.
288
Teresa Eustochio Verzeri (1801-1852), fundadora del
Instituto de las Hijas del Sacratísimo Corazón de Jesús
Teresa Verzeri nació en Bérgamo de Lombardía, el 31 de julio de 1801.
Era una de las hijas de Antonio Verzeri y de su esposa Elena,
perteneciente a la familia de los condes de Pedroça-Grumelli. Los
Verzeri profesaban gran devoción a San Jerónimo. Uno de sus hijos,
que fue más tarde obispo de Frescia, se llamaba Jerónimo y Teresa
tenía como segundo nombre Eustoquio, en recuerdo de la hija de Santa
Paula. Como es bien sabido, estas dos santas habían sido muy amigas
de San Jerónimo y habían ejercido, por turno, el superiorato del
convento de mujeres que éste había fundado en Jerusalén. En el caso
de Teresa, el nombre Eustoquio resultó profético.
Se cuenta que Teresa decidió hacerse religiosa a los diez años de edad,
el día de su primera comunión. Tales inspiraciones no son raras a esa
edad, pero la firme resolución de Teresa no hizo más que crecer hasta
el día de su confirmación. En esto le ayudó mucho al canónigo José
Bengalio, de la catedral de Bérgamo. Es difícil determinar si el canónigo
tenía ideas claras sobre Teresa o si estaba tratando de probar su
vocación, pues tres veces la hizo entrar y volver a salir del convento de
las benedictinas de Santa Grata. La obediencia ciega de Teresa al
canónigo le valió no pocas críticas y burlas, pero la beata las soportó
con paciencia y alegría. Fue sin duda una época de rudo aprendizaje.
Después de haber salido por tercera vez del convento, Teresa se
consagró enteramente a la instrucción religiosa de las niñas en una
pequeña casa llamada Gromo, que pronto se convirtió en la semilla de la
nueva congregación religiosa que había de fundar. Antonia, su hermana
y otras dos jóvenes, llamadas Virginia Simoni y Catalina Manghenoni, se
le unieron al poco tiempo. Las cuatro hicieron la profesión de votos
simples ante el canónigo Benaglio, quien las destinó a la enseñanza de
289
la juventud. La vida de la nueva comunidad era muy austera, con largos
períodos de silencio y ayuno. Teresa tuvo que hacer frente a muchas
dificultades espirituales, dudas y tentaciones. La congregación empezó
pronto a crecer, pues ingresaron en ella numerosas jóvenes de buena
familia, entre las que se contaban tres hermanas de Teresa, llamadas
María, Judit y Catalina, además de su propia madre que había quedado
viuda. El canónigo Benaglio se encargaba de la dirección espiritual de la
comunidad y ayudó a redactar las reglas y constituciones que
comprendían diferentes obras de caridad: escuelas para los niños
pobres, visitas a las mujeres enfermas, centros religiosos y de
recreación para las jóvenes que se hallaban en peligro y sobre todo,
retiros para mujeres, según el espíritu de San Ignacio de Loyola.
El obispo de Bérgamo, Mons. Carlos Gritti-Morlacchi, favoreció al
principio a la nueva congregación, pero después se dedicó a
obstaculizar su crecimiento. Mayor prueba fue para Teresa su propia
indecisión y humildad. ¿La llamaba Dios realmente a fundar una nueva
congregación, dado que ya existían otros institutos similares, como el
del Sagrado Corazón, fundado por Santa Magdalena Sofía Barat?
Teresa fue a Turín, donde la madre Barat había empezado a organizar,
desde 1832, los retiros para mujeres y se sintió muy inclinada a unir su
congregación con la de la santa. Pero pronto comprendió que la
voluntad de Dios era diferente, pues había campo más que suficiente
para las dos congregaciones, por similares que fuesen. Así pues, la
beata tuvo que superar ésta y otras dificultades y soportar con paciencia
numerosas desilusiones, antes de conseguir que se estableciera
sólidamente su instituto. Finalmente, en 1841, Teresa y sus compañeras
pudieron hacer la profesión solemne en manos del mismo prefecto de la
congregación de obispos y religiosos, el cardenal Constantino Patrizi.
Unos cuantos días más tarde, fue publicado el decreto aprobatorio de la
Santa Sede y la congregación fue definitivamente confirmada en 1847.
Con esta ocasión, se autorizó a la fundadora a abrir una casa en Roma.
Entre los que ayudaron a Teresa Verzeri en las dificultades, se contaba
el Beato Luis Pavoni, de Brescia, quien se encargó de imprimir las
constituciones de la nueva congregación, en un momento en que esto
significaba exponerse a muchas molestias; pero el beato hizo caso
omiso de las murmuraciones y hablillas. Además, intercedió ante Mons.
Speranza para que apoyase en Roma la causa de las Hijas del Sagrado
Corazón. Cuando Teresa compró un antiguo monasterio en Brescia, el
Beato Luis proyectó los cambios que era necesario hacer al edificio y se
encargó de vigilar personalmente la obra. Para ayudar a Teresa, hizo
varios viajes a Bérgamo y a Trento, y se comprometió a asegurar la
290
misa diaria en la casa madre. Nada era demasiado difícil para el Beato
Luis, cuando se trataba de ayudar a las religiosas. La gran estima mutua
que se profesaban el Beato Luis y la Beata Teresa ha continuado entre
sus congregaciones respectivas, en el siglo que ha transcurrido desde
su muerte.
La beata vivió todavía cuatro años después de la fundación de la casa
de Roma. Durante ellos creció en gracia y santidad y su congregación
con ella. El cólera que azotó el norte de Italia, arrebató a la beata el 3 de
marzo de 1852. La multitud que asistió a sus funerales fue el mejor
testimonio de la reputación de santidad de que gozaba y que no ha
hecho sino aumentar con el tiempo.
Teresa fue beatificada en 1946 por Pío XII y canonizada el 10 de Junio
de 2001 por Juan Pablo II.
291
Rebeca Choboq Ar-Rayès (1832-1914) Virgen, monja de
la Orden Libanesa Maronita
Fue una religiosa maronita libanesa, su nombre real era Petra Choboq
Ar-Rayes, descendía de una familia campesina.
Su vida religiosa
Desde su juventud, Petra sintió un profundo amor por Cristo y la
Eucaristía, por lo que quería ingresar como novicia en las Hermanas de
María, pero la fuerte influencia de los que más tarde serían futuros
santos libaneses, los maronitas, Charbel Makhlouf y Nimatullah AlHardini, la volvieron hacia el monasterio maronita de San José de
Batroun, al cual ingresó en 1897, tomando el nombre de Sor Rafka (en
español, Rebeca).
En el 1860, Rafqa le fue trasladada a Deir al-Qamar, para enseñar el
Catecismo a los jóvenes. Tuvieron lugar en aquel período los dramáticos
acontecimientos que ensangrentaron Líbano en aquel año. Rafqa vio
con los mismos ojos el martirio de un gran número de personas.
También tuvo el ánimo de esconder a un niño bajo su propia capa,
salvándolo de la muerte. Rafqa estuvo en Deir al-Qamar cerca de un
año: luego regresó a Ghazir.
El primero domingo de octubre del 1885, en la iglesia del monasterio,
mientras estuvo en oración, le suplicó a Dios hacerla participar en su
Pasión redentora. Su ruego fue atendido esa misma tarde: ella empezó
a sentir fuertes dolores de la cabeza y poco después el dolor se extendió
a sus ojos. Todos los tratamientos resultaron inefectivos y se decidió
mandarla a Beirut para intentar otros tratamientos. Durante el viaje se
detuvo en Biblos, dónde fue confiada a un médico americano que,
292
después haber analizar su caso, decidió operarla, pero durante la
operación le extrajo por error el ojo derecho. La enfermedad pronto
afectó al ojo izquierdo; ahora los médicos juzgaron que cualquier
tratamiento sería inútil y Rafqa regresó a su monasterio, donde el dolor
ocular la acompañó por 12 años. Soportó su dolor con paciencia, en
silencio, en oración y con alegría, repitiendo continuamente: "En unión
con la Pasión de Cristo”.
En 1897, un grupo de monjas del convento de San Simeón de Aitou se
trasladó al nuevo convento de San José de Ad-Daher. La Madre Úrsula,
que iba a ser la superiora de la nueva fundación, pidió que la hermana
Rafqa fuera incluida en el grupo, para que su ejemplo ante las hermanas
disminuyera las dificultades que siempre existen en una nueva
fundación.
La Hermana Rafqa pasó los últimos diecisiete años de su vida en este
convento, que iba a ser el escenario de sus más grandes sufrimientos,
así como de sus alegrías más espirituales.
Rafqa no decepcionó a la Madre Úrsula. Su ejemplo y ayuda resultó
muy valiosa en el establecimiento del nuevo monasterio. Las novicias
fueron especialmente impresionadas con el espíritu de oración de la
monja ciega, además de su humildad y caridad. Muchos años después
de su muerte, varias de las hermanas que, o bien habían llegado con
ella a la nueva fundación, o que habían sido novicias durante los
diecisiete años que vivió en San José de Ad-Daher, y que no habían
olvidado lo vivido junto a ella, dieron testimonio de su santidad...
Rafqa sufrió durante esos diecisiete años de ceguera. Sólo Dios sabe lo
mucho que tuvo que soportar. Su dolor era continuo noche y día, sin
embargo, las demás hermanas nunca la oyeron murmurar o quejarse. A
menudo la oyeron dar gracias a Dios por sus sufrimientos, "... porque sé
que la enfermedad que tengo es para el bien de mi alma y de Su gloria"
y que "la enfermedad aceptada con paciencia y acción de gracias
purifica el alma como el fuego purifica el oro".
Siempre estaba tranquila, sonriente, soportando incluso el dolor más
grande, con paciencia, confiando en el Señor quien se comprometió a
aumentar el deleite de sus siervos fieles en el cielo (cf. Lucas 21:19).
Por su paciencia, se puede comparar con el mayor de los santos.
Sus últimos años
293
Sor Rafka se caracterizó también por el amor que sintió hacia los
enfermos y los niños abandonados, y oraba por ellos. En 1899, la
religiosa sufre de diversas enfermedades, queda paralítica y ciega, pero
su fe no se quebrantó, y ofreció sus dolores físicos para propiciación de
los pecados de toda la humanidad, sobre todo, de su nación. Murió en
Batroun en 1914, a la edad de 82 años, fue beatificada en 1985, y
canonizada en Roma, en 2001.
294
José Marello (1844-1895), Obispo, fundador de la
Congregación de los Oblatos de San José
José Marello, nacido en Turín el 26 de diciembre de 1844, pasó su
infancia en S. Martino Alfieri, cerca de Asti.
Su devoción a la Virgen María fue determinante en su opción y fidelidad
a la vocación.
Entró en el seminario de Asti y se trasformó en el animador de sus
compañeros en los propósitos de bien y de santidad. Con algunos de
ellos se unió con un vínculo de profunda amistad, llevándolos a
establecer una regla de vida muy exigente y a vivirla juntos, como
preparación para la ordenación y para el ministerio presbiteral.
Ordenado sacerdote el 19 de septiembre de 1868, José Marello ejerció
su servicio sacerdotal en la diócesis de Asti, primero como secretario del
Obispo y luego atendiendo las actividades de la Curia. Se dedicó con
celo a las confesiones, a la dirección espiritual y a la catequesis. Asumió
con especial interés la formación moral y religiosa de la juventud; para
los jóvenes obreros organizó cursos vespertinos de catecismo. Siempre
estaba dispuesto a ayudar al clero de la diócesis en su ministerio
pastoral. Se manifestó sensible hacia los ancianos, haciéndose cargo
una Casa de reposo, que no tenía medios para asistir a los internados.
Trabajó en comprometer al laicado a través de varias iniciativas
católicas que iban surgiendo para sostener la persona y la acción del
Papa en momentos difíciles para la Iglesia.
295
Al mismo tiempo, sentía un profundo deseo de dedicarse totalmente a
Dios en la Trapa. Su obispo, Mons. Savio, lo disuadió diciéndole que el
Señor esperaba otra cosa de él. Quiso trasmitir esta aspiración de
dedicarse totalmente al Señor proyectando una nueva Familia religiosa,
que hiciera revivir en la ciudad de Asti la vida religiosa masculina,
sofocada por las leyes subversivas de aquel tiempo.
El 14 de marzo de 1878 fundó la Congregación de los Oblatos de San
José, proponiéndoles como modelo a San José en su relación íntima
con el Hijo de Dios y en el cuidar los designios de Jesús . A sus Oblatos,
Sacerdotes y Hermanos, encomendó de modo particular la difusión del
culto a San José, la formación de la juventud y la ayuda ministerial a las
Iglesias locales.
Durante el Concilio Vaticano I, el Cardenal Joaquín Pecci tuvo ocasión
de apreciar las dotes y virtudes del joven sacerdote José Marello, que
acompañaba a su Obispo como secretario. Elegido Papa el Cardenal
Joaquín Pecci, con el nombre de León XIII, lo nombró Obispo de Acqui,
convencido de haber dado a esta Diócesis una "perla" de Obispo.
Habiendo tomado posesión de la diócesis, el nuevo Obispo José Marello
se hizo presente en todas las parroquias con las visitas pastorales. Se
mostró cercano a todos, preocupándose en unir los corazones entre el
clero y los fieles.
En su actividad pastoral promovió el catecismo, la educación cristiana
de la juventud, las misiones, el testimonio cristiano.
Murió el 30 de mayo de 1895 en Savona, donde había ido, no obstante
sus precarias condiciones de salud, para tomar parte en las
celebraciones del tercer centenario de San Felipe Neri.
Manteniéndose después de su muerte la fama de su santidad,
testimoniada con numerosas gracias obtenidas, se iniciaron los
procesos informativos. El 28 de mayo de 1948 se introdujo la Causa de
Beatificación y el 12 de junio de 1978, en presencia del Papa Pablo VI,
se leyó el decreto sobre la heroicidad de sus virtudes. Juan Pablo II lo
proclamó Beato en Asti el 26 de septiembre de 1993, presentándolo a
los Pastores del Pueblo de Dios, a sus Oblatos y a los fieles, como
ejemplo y modelo de caridad hacia todos, y de incansable y silenciosa
labor en favor de los jóvenes y de los marginados.
296
Con un decreto solemne del 18 de diciembre del 2000, el Santo Padre
Juan Pablo II declaró que "ha sido probado el milagro obrado por Dios
por la intercesión del Beato José Marello, Obispo de Acqui, Fundador de
la Congregación de los Oblatos de San José: es decir, la curación
improvisa, completa y duradera de los niños Alfredo e Isila Chávez León,
sanados ambos simultáneamente de bronco pulmonía con fiebre alta,
disnea y cianosis en pacientes con desnutrición crónica".
Después del reconocimiento de este milagro el 13 de marzo del 2001,
en el Consistorio ordinario público para la Canonización de algunos
Beatos, Juan Pablo II pronunció con solemnidad su decisión: "Por la
autoridad de Dios Omnipotente, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo
y Nuestra, decretamos que... el Beato José Marello... sea inscrito en el
Libro de los Santos el día 25 de noviembre del 2001".
297
Paula Montal Fornés de San José de Calasanz (17991889), virgen, fundadora de las Hijas de María de las
Hermanas de las Escuelas Pías
La vida de Paula Montal Fornés de San José de Calasanz, fecunda y
profética, casi centenaria, se desenvolvió en un contexto histórico amplio
(1799-1889), un período en crisis del agitado siglo XIX español, que se
debatía entre los postulados del Antiguo Régimen y las nuevas
corrientes liberales, con repercusiones socio-políticas, culturales y
religiosas muy notorias.
Cuatro ciudades fueron especialmente representativas en su vida, bien
enraizada en su tierra y en su entorno histórico:
En Arenys de Mar (Barcelona), vivió su infancia y su juventud (17991829). Villa costera, abierta al mar, cosmopolita e industrial, allí nació a
la vida, el 11 de octubre de 1799, y a la vida de la gracia, esa misma
tarde. Se formó en un ambiente familiar cristiano y muy sencillo.
Participó en la vida espiritual de la parroquia. Destacó por su amor a la
Virgen María. Desde los 10 años conoció la dureza del trabajo para
ayudar a su madre, viuda con cinco hijos. Ella era la mayor. En este
período, por propia experiencia, constató que la niña, la joven, la mujer,
tenían escasas posibilidades de acceso a la educación, a la cultura..., y
se sintió llamada por Dios a realizar esa tarea.
Figueras (Gerona), ciudad fronteriza con Francia y baluarte militar con
su famoso castillo de armas, fue su meta. Acompañada por su
incondicional amiga Inés Busquets, en 1829, se trasladó a la capital del
Ampurdán para abrir su primera escuela de niñas, con amplios
programas educativos, que superaban con creces lo legislado para los
niños. Era una escuela nueva. En Figueras comenzó, pues, de manera
298
exclusiva, su apostolado educativo con las niñas. Allí nació un carisma
nuevo en la Iglesia, una obra apostólica encaminada a la educación
integral humano cristiana de las niñas y jóvenes, a la promoción de la
mujer, para salvar las familias y transformar la sociedad. Sus seguidoras
se distinguirían por profesar un cuarto voto de enseñanza.
Sabadell (Barcelona), significó el injerto de su obra educativa en la
Escuela Pía. Sabemos, que por lo menos desde 1837, se sentía
totalmente identificada con el carisma de San José de Calasanz, y
quería vivir la espiritualidad y reglas calasancias. Con esa finalidad, tras
la fundación de la segunda escuela en su villa natal, Arenys de Mar,
1842, donde entró en contacto directo con los Padres Escolapios de
Mataró, abrió una tercera escuela en Sabadell, 1846.La presencia de los
PP. Escolapios, Jacinto Felíu y Agustín Casanovas en el colegio de
Sabadell, fue providencial. Allí con su orientación y ayuda, logró en
breve tiempo, la estructuración canónica escolapia de su naciente
Congregación. El 2 de febrero de 1847, ya profesó, como Hija de María
Escolapia, junto a sus tres primeras compañeras, Inés Busquets, Felicia
Clavell y Francisca de Domingo. En el capítulo general, tenido en
Sabadell, 14 de marzo de 1847, no fue elegida superiora general, ni
asistenta general.
En el período 1829-1859, realizó una intensa actividad fundando
personalmente 7 escuelas: Figueras (1829), Arenys de Mar (1842),
Sabadell (1846), Igualada (1849), Vendrell (1850), Masnou (1852) y
Olesa de Montserrat (1859). Inspiró y ayudó a la fundación de otras 4:
Gerona (1853), Blanes (1854), Barcelona (1857) y Sóller (1857). Fue
además la formadora de las 130 primeras Escolapias de la
Congregación. Período de una gran actividad de vida y profetismo de la
misma.
Olesa de Montserrat (Barcelona), 1859. Su última fundación personal.
Un pueblo pequeño y pobre, al pie del Monasterio de la Virgen de
Montserrat, a la que profesó una gran devoción. Fue su fundación
predilecta, en la que permaneció hasta su muerte (15 de diciembre de
1859, 26 de febrero de 1889). Fueron 30 años de gracia para las niñas y
jóvenes olesanas, que se beneficiaron de su testimonio cristiano y de su
fecundo magisterio; y para la villa de Olesa de Montserrat, enriquecida
con el ejemplo de su vida entregada y santa. "Todos la querían y
veneraban..." Y para la Congregación Escolapia: un sí total a Dios; la
pedagogía escolapia en acción y la vivencia de las virtudes que deben
caracterizar a la educadora escolapia. Y el ocaso de una vida en Dios.
299
El trazado de la fisonomía espiritual de Madre Paula Montal comprende
dos facetas: su participación en la espiritualidad calasancia y su peculiar
carisma educativo, encaminado a la formación integral humano cristiana
de la mujer.
A su muerte, la Congregación de Hijas de María, Religiosas de las
Escuelas Pías, por ella fundada, la formaban 346 Escolapias, que
ejercitaban el carisma educativo escolapio, legado por su Fundadora, en
19 colegios, extendidos por toda la Geografía española. El proceso
canónico para su Beatificación se inició en Barcelona, el 3 de mayo de
1957. El Papa Juan Pablo II la Beatificó en Roma, el 18 de abril de 1993.
El milagro para su Canonización, obrado en septiembre de 1993, en
Blanquizal, un barrio muy marginado y violento de Medellín (Colombia),
en favor de la niña de 8 años, Natalia García Mora, fue aprobado por el
Papa Juan Pablo II, el 1 de julio del 2000.
A nuestra sociedad, lacerada por tantas tensiones, donde la educación
integral para todos, la promoción de la mujer, la familia, la juventud, son
temas candentes sin resolver, la nueva Santa le dirige el mensaje de su
vida y de su obra educativa, mensaje de amor y de servicio. Su carisma
en el siglo XIX, fue anuncio de amor y esperanza, especialmente para la
mujer, que descubrió en ella a la madre y maestra de la juventud
femenina. Y hoy sigue siendo tan urgente y de plena actualidad como
entonces.
La obra educativa de Santa Paula Montal Fornés de San José de
Calasanz continúa hoy en la Iglesia, particularmente a través de más de
800 Religiosas Escolapias, distribuidas en 112 comunidades, que
educan a unos 30.000 alumnos, en 19 naciones de los cuatro
continentes, para la promoción de la mujer, para que sea una realidad la
"civilización del amor".
300
Leonia Francisca de Sales Aviat (1844-1914), virgen,
fundadora de la Congregación de las Hermanas Oblatas
de San Francisco de Sales
Nació en Sézanne (Francia), departamento del Marne, el 16 de
septiembre de 1844. Fue bautizada al día siguiente de su nacimiento
con el nombre de Leonia. Frecuentó las primeras clases elementales en
su pueblo natal; después, sus padres la llevaron al monasterio de la
Visitación de Troyes pues, aunque practicaban poco, eran honrados
comerciantes que deseaban para su hija una buena educación cristiana.
Su vida estuvo marcada por tres etapas fundamentales: el período de
formación en el monasterio de la Visitación de Troyes, capital de
Champagne; el encuentro con el p. Louis Brisson, futuro fundador de los
Oblatos de San Francisco de Sales; y la aplicación de las leyes
subversivas contra los institutos religiosos en Francia a finales de siglo.
Leonia permaneció en el monasterio de la Visitación hasta la edad de 16
años. Ya entonces manifestó a la superiora su deseo de hacerse
religiosa, pero ella le respondió: "Aquello para lo que Dios te tiene
destinada no está aún preparado; déjale actuar y haz siempre la
voluntad divina".
Cuando salió del monasterio, su padre había dispuesto para ella un
matrimonio con un rico y distinguido señor del lugar, pero Leonia
pensaba ya en la vocación religiosa y no quiso acceder a los deseos de
su padre. A la edad de 21 años, en 1865, visitó un establecimiento
industrial de Sézanne y surgió en ella el deseo de atender a las obreras.
Entretanto, el p. Louis Brisson, que había sido capellán de la Visitación
cuando ella estaba interna allí, dado su incansable celo por la protección
y la formación religiosa de las jóvenes obreras que venían de los
301
campos y estaban expuestas a los peligros más graves, había fundado
en el año 1858 las "Obras para las trabajadoras jóvenes", poniéndolas
bajo la protección de san Francisco de Sales: proporcionaban a las
jóvenes locales seguros, comida y la asistencia de almas buenas y
generosas, pero les hacía falta también la formación humana y la
educación religiosa.
En 1866 Leonia pidió regresar a la Visitación para pedir luz al Señor,
antes de tomar una decisión definitiva sobre su vocación. Entonces
conoció la obra de asistencia a las jóvenes que había comenzado el p.
Brisson, el cual estaba pensando en fundar una congregación de
religiosas. Compartió inmediatamente el proyecto del padre. El 30 de
octubre de 1868 Leonia vistió el hábito religioso, junto con otra antigua
compañera del internado, y tomó el nombre de Francisca de Sales.
El 11 de octubre de 1871 emitió los votos religiosos, junto con su
primera compañera, iniciando así la congregación de Oblatas de San
Francisco de Sales. Otras jóvenes se unieron a ellas, pero la ocupación
alemana de 1870 retardó su profesión religiosa. Se multiplicaron los
patronatos y casas-familia; las jóvenes recibían, junto con la formación
religiosa, la educación práctica que las preparaba para su vida futura de
madres de familia. La madre Francisca de Sales, que fue la primera
superiora general, se hizo obrera entre las obreras; les ayudó a disfrutar
del trabajo bien realizado, aunque la ganancia fuera mínima; las jóvenes
trabajadoras comprendían la dignidad del trabajo, como algo que viene
de Dios e instrumento de caridad, porque permite ayudar a las
compañeras que están necesitadas. De ahí nació una competición de
solidaridad humana.
Después de haber consolidado las obras en Troyes, fue a París y
organizó allí un internado para jóvenes de posición social acomodada.
Obtuvo con la alta sociedad parisina el mismo éxito que había tenido
con las obreras. Ocho años más tarde regresó a Troyes, donde estuvo
otros 15 años, cuatro de ellos como una religiosa más, y en los que tuvo
que soportar la hostilidad de algunos miembros de su comunidad. En
1893 fue elegida nuevamente superiora general, cargo que ejerció hasta
su muerte. Envió religiosas a las misiones de Sudáfrica y de Ecuador. El
instituto se extendió también por Suiza, Austria, Inglaterra e Italia. En
1903 entraron en vigor en Francia las leyes subversivas, que decretaron
la expropiación de los bienes de las congregaciones religiosas: se
cerraron 23 casas bien organizadas y 6 de apoyo a los padres oblatos.
La madre Francisca de Sales y su consejo se refugiaron en Italia y
302
desde allí perfeccionaron la organización de la congregación y
sostuvieron a las religiosas con cartas y visitas.
Su última gran prueba fue la muerte del p. Brisson, acaecida en su
pueblo natal de Plancy el 2 de febrero de 1908. En sus últimos seis años
de vida veló celosamente por la redacción definitiva de las
Constituciones, que fueron aprobadas por el Papa Pío X en 1911.
Falleció a la edad de 69 años, en Perusa (Italia), el 10 de enero de 1914.
El Papa Juan Pablo II la beatificó el 27 de septiembre de 1992.
303
María Crescencia Höss (1682-1744), virgen, monja de la
Orden Tercera de San Francisco
Nació el 20 de octubre de 1682. Era hija de un modesto tejedor de lana
en la ciudad de Kaufbeuren, que en aquel tiempo contaba sólo con dos
mil quinientos habitantes, en su mayoría protestantes. En la escuela se
distinguió por su inteligencia y su devoción. Se hizo tejedora, para
ayudar a su padre, pero su mayor aspiración era entrar en el monasterio
de las Franciscanas de Kaufbeuren. Sin embargo, su familia era
demasiado pobre para pagar la dote requerida y sólo con la ayuda
decisiva del alcalde protestante pudo entrar finalmente en el convento.
Su vida consagrada estuvo siempre impregnada de amor alegre a Dios,
con la preocupación fundamental de cumplir en todo su santísima
voluntad. Vivía una gozosa y profunda relación con Dios.
Su intensa oración, mediante fervorosos coloquios con la Trinidad, con
la Virgen María y con los santos, desembocó muchas veces en visiones
místicas, de las que sólo hablaba por obediencia ante sus superiores
eclesiásticos.
Desde su infancia oraba mucho y con fervor al Espíritu Santo, devoción
que cultivó durante toda su vida. Deseaba que las personas vieran en él
un camino más fácil de vida espiritual.
Se la suele representar sosteniendo la cruz con la mano derecha,
mientras con la izquierda se dirige al Salvador crucificado, pues durante
toda su vida predominó en ella la contemplación y devoción a Cristo en
su agonía, que la llevaba a un gran espíritu de sacrificio personal,
siguiendo el ejemplo del Salvador.
Siempre buscó hacerlo todo por amor a Dios, a quien deseaba glorificar
por la fe, con obediencia y humildad.
304
Sus experiencias místicas no la alejaban del mundo real; al contrario,
sus ojos se hallaban abiertos de par en par a las necesidades del
prójimo. Ciertamente, dedicaba largos ratos a la oración y a la
contemplación, pero durante gran parte de su jornada se entregaba a
socorrer a los necesitados, en los que veía a Cristo mismo.
Durante muchos años fue portera del convento, cargo que aprovechó
para aconsejar a mucha gente y realizar una generosa labor de caridad.
Más tarde, nombrada maestra de novicias, se entregó a la formación
espiritual de las hermanas jóvenes para la vida monástica.
En 1741 fue elegida superiora. Desempeñando ese cargo dirigió de
modo sabio y prudente el monasterio, tanto en el campo espiritual como
en sus intereses seculares, mejorando hasta tal punto la posición
económica que, por mérito suyo, el monasterio pudo ayudar a mucha
gente con sus limosnas.
Solía subrayar que sin amor a los demás no podía haber amor a Dios y
que "todo el bien que se hacía al prójimo era tributado a Dios, que se
escondía en los andrajos de los pobres".
Consideraba importante que también las mujeres se realizaran en la
vida religiosa. De modo constante y consciente se esforzó siempre por
aumentar la fe en todos aquellos con quienes entraba en contacto,
haciéndoles comprender cuál era el camino que debían seguir. Por eso,
para numerosas personas, tanto consagradas como laicas, fue guía
espiritual y consejera decisiva. Tenía la rara capacidad de reconocer
rápidamente los problemas y ofrecerles la solución adecuada y
razonable.
El príncipe heredero y arzobispo de Colonia Clemente Augusto la
consideraba una guía de almas sabia y muy comprensiva; quedó tan
prendado de su santidad que llegó a pedir al Papa que la canonizara
inmediatamente después de su muerte.
Numerosas personas iban a consultarla en su monasterio y con tal de
mantener una conversación con ella estaban dispuestas a esperar
varios días. Eran miles los que le escribían desde las regiones de
Europa de lengua alemana, pidiéndole consejo y ayuda, y recibiendo
siempre una respuesta adecuada. Gracias a ella, el pequeño monasterio
de Kaufbeuren desempeñó un sorprendente e importante apostolado
epistolar.
305
Inmediatamente después de su muerte, que aconteció el 5 de abril de
1744, domingo de Pascua, la gente acudió en gran número a visitar su
tumba en la iglesia del monasterio, convencida de encontrarse ante una
santa. Kaufbeuren se convirtió en un lugar famoso de peregrinaciones
en Europa. Ese fenómeno se verificó ininterrumpidamente desde su
muerte, y se intensificó después de su beatificación, llevada a cabo por
el Papa León XIII el 7 de octubre de 1900. Esa veneración ha seguido
viva hasta hoy de modo sorprendente, no sólo entre los católicos sino
también entre las comunidades surgidas de la Reforma.
306
Alonso de Orozco (1500 – 1591), agustiniano
Alonso de Orozco nació el 17 de octubre de 1500 en Oropesa, provincia
de Toledo (España), donde su padre era gobernador del castillo local.
Cursó los primeros estudios en la vecina Talavera de la Reina y durante
tres años actuó como “seise” o niño cantor en la catedral de Toledo, en
la que aprendió música con notable provecho. A la edad de 14 años fue
enviado por sus padres a la Universidad de Salamanca, donde ya
estudiaba uno de sus hermanos.
Los sermones de la cuaresma de 1520 predicados en la catedral por el
profesor agustino Tomás de Villanueva sobre el salmo “In exitu Israel de
GYPTO” maduraron su vocación a la vida consagrada y, poco más
tarde, atraído por el ambiente de santidad del convento de San Agustín,
entró en él, emitiendo en 1523 la profesión religiosa en manos de Santo
Tomás de Villanueva.
Una vez ordenado sacerdote en 1527, los superiores vieron en Alonso
tan profunda espiritualidad y tal capacidad para anunciar la Palabra de
Dios que muy pronto lo destinaron al ministerio de la predicación. Ya
desde los 30 años ocupó también diversos cargos, pero a pesar de su
austeridad de vida, en el modo de gobernar se mostró lleno de
comprensión. Impulsado por el deseo del martirio, en 1549 se embarcó
para México como misionero, pero durante la travesía hacia las Islas
Canarias padeció un grave ataque de artritis y los médicos, temiendo
por su vida, le impidieron la prosecución del viaje.
En 1554, siendo prior del convento de Valladolid, ciudad desde decenios
atrás residencia de la Corte, fue nombrado predicador real por el
emperador Carlos V y, al trasladarse la Corte a Madrid en 1561, también
307
él tuvo que pasar a la nueva capital del Reino, fijando su residencia en el
convento de San Felipe el Real.
No obstante a ejercer un cargo que estaba exento de la jurisdicción
directa de sus superiores religiosos y dotados de renta, renunciando a
privilegios, quiso vivir como un fraile más, en pobreza y bajo la inmediata
obediencia de sus superiores. Solamente hacía una comida, dormía a lo
sumo tres horas, porque decía que le bastaban para emprender el
nuevo día, y en una tabla por cama, con sarmientos por colchón. En su
celda no había más que una silla, un candil, una escoba y unos libros.
La eligió cerca de la puerta para atender mejor a los pobres que hasta
allí se acercaban a suplicarle ayuda. Sin que la cotidiana asistencia al
coro le resultara de obstáculo, además de cumplir con sus obligaciones
como predicador regio, visitaba los enfermos en los hospitales, a los
encarcelados en las prisiones y a los pobres en las calles y en sus
casas. El resto del tiempo lo pasaba en oración, en la composición de
sus libros, y preparando sus sermones. Predicaba con gran sinceridad
de palabras, pero con mucha hondura espiritual, fervor y afecto, a veces,
con lágrimas en los ojos, expresando la ternura de Dios hasta en el tono
de la voz, igual en el palacio ante el Rey y la Corte que en las iglesias a
las que era llamado.
Gozó de gran popularidad entre los más diversos ambientes sociales.
Personajes de la sociedad y de la cultura testificaron en su proceso de
canonización, tales como la infanta Isabel Clara Eugenia, los duques de
Alba y de Lerma, los literatos Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Gil
González Dávila. El trato con las clases elevadas no le desvió de su
sencillo estilo de vida. Su fama se extendió por toda Madrid. El pueblo
que le llamaba a, muy a pesar suyo, “el santo de San Felipe”, lo amó
apreciando en él su exquisita sensibilidad en el acercarse a todos sin
distinción.
Compuso numerosas obras tanto en latín como en castellano. La
simplicidad de los títulos indican la intención pastoral del autor: Regla de
vida cristiana (1542), Vergel de oración y monte de contemplación
(1544), Memorial de amor santo (1545), Desposorio espiritual (1551),
Bonum certamen (1562), Arte de amar a Dios y al prójimo (1567), Libro
de la suavidad de Dios (1576), Tratado de la corona de Nuestra Señora
(1588), Guarda de la lengua (1590). Como su acción, los escritos
nacieron de su espíritu contemplativo y de la lectura de la Sagrada
Escritura. Devoto de María, estaba convencido de escribir por mandato
suyo.
308
Cultivó también un ferviente amor a su propia Orden, componiendo
obras sobre su historia y su espiritualidad con ánimo de mover a la
imitación de sus hombres mejores. En esta misma línea, inducido por un
deseo de reforma interior, que luego convergería con el movimiento de
recolección en la misma Orden, llevó a término varias fundaciones de
conventos tanto de religiosos agustinos como de agustinas de vida
contemplativa.
En agosto de 1591 cayó enfermo con fiebre, sin faltar por eso ningún día
a la celebración de la Misa, puesto que nunca, ni siquiera en el
transcurso de sus diversas enfermedades, había dejado de celebrar el
santo sacrificio, ya que repetía con cierto gracejo que “Dios no hace mal
a nadie”. Durante su enfermedad, fue visitado por el rey Felipe II, el
príncipe heredero Felipe con la infanta Isabel, y el cardenal arzobispo de
Toledo, Gaspar de Quiroga, quien le dio de comer de su mano y le pidió
la bendición.
La noticia de la muerte, acaecida el 19 de septiembre de 1591 en el
Colegio de la Encarnación que había fundado dos años antes —
actualmente sede del Senado español— conmocionó la ciudad. Por la
capilla ardiente pasó el pueblo de Madrid, que, como refiere Quevedo,
se agolpó ante la iglesia del Colegio hasta derribar las puertas, pues
todos deseaban hacerse con reliquias, astillas de la cama, fragmentos
de sus ropas, zapatos y cilicios. El Cardenal Arzobispo se reservó para
si la cruz de madera que durante largos años “el santo de San Felipe”
había llevado consigo.
Fue beatificado por León XIII el 15 de enero de 1882.
Vicisitudes históricas hicieron que sus restos fueran trasladados a
distintos lugares. Actualmente reposan en la iglesia madrileña de las
agustinas hasta este momento denominadas del Beato.
309
Ignacio de Santhià (1686 – 1770), Presbítero de la Orden
de Frailes Menores Capuchinos
Nació el 5 de junio del año 1686 en la localidad de Santhià, Santa Ágata,
provincia de Vercelli (Italia). Ese mismo día fue bautizado con los
nombres de Lorenzo Mauricio. Era el cuarto de los seis hijos del
matrimonio formado por Pier Paolo Belvisotti y Maria Elisabetta Balocco.
Al morir su padre, cuando él tenía seis años, su madre lo encomendó a
un piadoso sacerdote, que se encargó de su formación intelectual y
espiritual. Luego ingresó como seminarista en la colegiata de su pueblo.
Hizo sus estudios superiores en la ciudad de Vercelli. Al estar vacante la
diócesis, pudo ordenarse sacerdote gracias a la autorización concedida
en un breve pontificio del 26 de febrero de 1710.
Al inicio, aceptó la propuesta de ser capellán instructor de una familia
noble de Vercelli, sin descuidar sus deberes estrictamente religiosos:
colaboraba en las misiones populares organizadas por los jesuitas, entre
los cuales escogió a su director espiritual.
En 1713 rehusó el cargo de canónigo rector de la colegiata de Santhià.
En 1715 aceptó desempeñar el ministerio pastoral en una parroquia,
pero un debate jurisdiccional sobre el nombramiento resultó providencial
para su futuro, pues lo impulsó a dejar la sotana clerical para vestir el
sayo capuchino.
El 24 de mayo de 1716, al ingresar en el convento noviciado de la Orden
de Frailes Menores Capuchinos de Chieri, Lorenzo Belvisotti tomó el
nombre de fray Ignacio de Santhià.
310
Después del noviciado y de la profesión religiosa solemne, fue prefecto
de sacristía, director de acólitos y confesor, trabajando apostólicamente
con un celo extraordinario.
En 1731 el capítulo provincial le encomendó la formación de los
candidatos a la vida capuchina como maestro de novicios en el convento
de Mondoví. Con gran acierto supo sostener a los novicios en las
pruebas más arduas.
En agosto de 1744 fue enviado como capellán de las tropas del rey de
Cerdeña durante la guerra contra las armadas franco-españolas (17441747). Con gran caridad asistía a los militares heridos o contagiados en
los hospitales militares de Asti, Alessandria y Vinovo. Restablecida la
paz, fue destinado al convento del Monte de los Capuchinos, en Turín,
donde residirá veinticinco años, hasta su muerte.
Dividía su actividad entre el convento y la ciudad. Cada domingo
explicaba la doctrina cristiana y la regla franciscana a los hermanos
legos y cada año dirigía los ejercicios espirituales a su comunidad. En la
iglesia era el confesor más solicitado. También realizaba un apostolado
fecundo bendiciendo en sus casas a las personas que ya no podían
acudir a él hasta el convento.
Los milagros se iban multiplicando y el pueblo lo bautizó como "el Santo
del Monte". A su convento acudían innumerables personas, sencillas e
ilustres, atraídas por su fama de santidad, entre ellas muchos miembros
de la casa real de Savoya. El cardenal arzobispo le pedía con frecuencia
que le diera a conocer los casos de personas más necesitadas, para
prestarles ayuda.
Murió el 22 de septiembre de 1770, a los 84 años, en la enfermería del
convento, donde se hallaba desde hacía un año. El 19 de marzo de
1827 el Papa León XII promulgó el decreto sobre la heroicidad de sus
virtudes. Fue beatificado por el Papa Pablo VI el 17 de abril de 1966.
311
Humilde de Bisignano (1582 – 1637), religioso de la
Orden de los Hermanos Menores
Humilde de Bisignano (1582-1637) pertenece al pueblo de los
“pequeños” que Dios ha elegido para confundir a los “sabios” y a los
“poderosos” de este mundo. En efecto, el Padre reveló su misterio de
condescendencia al franciscano de Bisignano, porque éste se dejó asir
por el amor de Dios y tomó el suave yugo de la cruz, que fue siempre
una fuente de paz y de consuelo para él.
Hijo de Giovanni Pirozzo y de Ginevra Giardino, nació el 26 de agosto
de 1582 en Bisignano (Cosenza) y recibió en el bautismo el nombre de
Luca Antonio. Desde su niñez causó admiración por su extraordinaria
piedad: participaba diariamente en la santa misa, comulgaba en todas
las fiestas y oraba meditando la pasión del Señor incluso mientras
estaba trabajando en el campo.
Ingresado en la Cofradía de la Inmaculada Concepción, solía ser
indicado a los miembros de la misma como modelo de todas las
virtudes. En los procesos canónicos se recuerda que su respuesta a
alguien que le dio un solemne bofetón en la plaza pública, fue
simplemente presentar con humildad la otra mejilla. Hacia los dieciocho
años sintió la llamada de Dios a la vida consagrada, pero, por diversas
causas, tuvo que retrasar nueve años la realización de su propósito,
retraso que no le impidió empeñarse en una vida más austera y
fervorosa.
A los veintisiete años ingresó en el noviciado de los frailes menores de
Mesoraca (Crotone), donde la formación de los jóvenes estaba
encomendada a dos santos religiosos: el P. Antonio de Rossano,
312
maestro de novicios, y el P. Cósimo de Bisignano, guardián del
convento. Emitió la profesión religiosa el 4 de septiembre de 1610, tras
superar, por intercesión de la Virgen, no pocas dificultades.
Ejerció con simplicidad y diligencia las tareas típicas de los religiosos no
sacerdotes, como ir a pedir limosna, atender el servicio de la mesa de la
comunidad, cultivar el huerto y otros trabajos manuales que le
encomendaron los superiores.
Desde el noviciado se distinguió por su madurez espiritual y por su
fervor en la observancia de la Regla. Se entregó con denuedo a la
oración y Dios ocupó siempre el centro de sus pensamientos. Fue
obediente, humilde y dócil, y compartió con alegría los diversos
momentos de la vida de comunidad. Después de la profesión religiosa
intensificó su empeño en el camino de la santidad. Multiplicó las
mortificaciones, los ayunos y el celo en el servicio de Dios y de la
comunidad. Su caridad lo hizo amado de todos: de los frailes, del pueblo
y de los pobres, a quienes ayudaba distribuyéndoles cuanto recibía de la
Providencia. Los dones carismáticos con que estuvo abundantemente
dotado los empleó para gloria de Dios, para construir el Reino de Cristo
en las almas y para consuelo de los necesitados.
Desde la juventud tuvo el don de continuos éxtasis, hasta el punto de
ser llamado “el fraile extático”. Estos éxtasis le ocasionaron una larga
serie de pruebas y de humillaciones, a las que le sometieron sus
superiores con el fin de tener la certeza de que provenían realmente de
Dios y no había en ellos engaño diabólico. Tales pruebas, felizmente
afrontadas y superadas, acrecentaron la fama de su santidad entre los
hermanos de hábito y entre los extraños.
Estuvo adornado también con extraordinarios dones de lectura de los
corazones, de profecía, de milagros y, sobre todo, de ciencia infusa.
Aunque era analfabeto y sin estudios, respondía a preguntas sobre la
Sagrada Escritura y sobre cualquier punto de la doctrina católica con
una precisión que asombraba a los teólogos. Varias veces fue
examinado por una asamblea de sacerdotes seculares y regulares,
presidida por el Arzobispo de Reggio Calabria, que le presentaban
dudas y objeciones; por varios profesores de la ciudad de Cosenza; por
el inquisidor Mons. Campanile, en Nápoles, en presencia del P.
Benedetto Mandini, teatino; y por otros. Pero fray Humilde respondía
siempre con tanta sabiduría que sorprendía a sus examinadores.
313
Es fácil comprender la estima que le rodeaba por doquier. El P. Benigno
de Génova, Ministro general de la Orden, lo llevó como acompañante en
su visita canónica a los frailes menores de Calabria y de Sicilia. Gozó de
la confianza de los sumos pontífices Gregorio XV y Urbano VIII, que lo
llamaron a Roma y, tras un riguroso examen, se sirvieron de su oración
y de su consejo. Permaneció bastantes años en Roma, donde vivió casi
siempre en el convento de San Francisco a Ripa y, algunos meses, en el
de San Isidoro. También vivió algún tiempo en el convento de la Santa
Cruz, en Nápoles, donde se prodigó difundiendo el culto al Beato Juan
Duns Escoto, venerado especialmente en la diócesis de Nola.
Alrededor de 1628 pidió poder “ir a padecer” en tierra de misiones.
Habiendo recibido de los superiores una respuesta negativa, siguió
sirviendo al Reino de Dios entre su gente, atendiendo a los más
necesitados, a los marginados y a los olvidados (cf. VC 75).
Su vida fue una “oración incesante por todo el género humano”. Sus
oraciones eran simples, pero brotaban del corazón. A la pregunta del P.
Dionisio de Canosa, su confesor durante muchos años y su primer
biógrafo, sobre qué era lo que pedía al Señor durante tantas horas de
oración, respondió: “Lo único que hago es decir a Dios: “!Señor,
perdóname mis pecados y haz que te ame como estoy obligado a
amarte; y perdona los pecados a todo el género humano, y haz que
todos te amen como están obligados a amarte!””.
Siempre dispuesto a obedecer con prontitud, valeroso en la pobreza,
acogedor en la vivencia alegre de la castidad, fray Humilde recorrió un
camino de luz que lo llevó a la contemplación de la Luz divina el día 26
de noviembre de 1637, en Bisignano, es decir, en el lugar “donde había
recibido el espíritu de la gracia” (LM 14, 3a) y desde donde “ilumina el
mundo con multitud de milagros” (1 Cel 118a).
Fue beatificado por León XIII el 29 de enero de 1882.
El Beato Humilde, el hombre que depende totalmente de Dios
El misterio de la vida del Beato Humilde es ciertamente el misterio de un
Dios que hace cosas grandes en la criatura que cree en él y se confía
por entero a su amor, consagrando todo, presente y futuro, en sus
manos y dedicándose enteramente a su servicio (cf. VC 17).
314
Pero su vida, en la que resplandece el fulgor de la santidad de Dios, es
también un misterio de disponibilidad de esta criatura que, en su
profunda y convencida humildad, repite con frecuencia: “Todas las
criaturas alaban y bendicen a Dios; yo soy el único que lo ofende”.
Humilde de Bisignano, invitado por Cristo a dejar todo y a arriesgar todo
por el Reino de Dios, sintió la fascinación del Evangelio de las
bienaventuranzas y aceptó ponerse al servicio del plan de Dios sobre él,
consagrándose a vivir como Francisco de Asís “en obediencia, sin nada
propio y en castidad” (S. Francisco de Asís, Regla bulada 1, 1).
En efecto, a imitación de María, que cumplió plenamente la voluntad del
Padre, los pobres están libres de tantos lazos que atan a las cosas que
pasan y de tantas ambiciones que sólo producen desilusiones amargas,
y tienen el espíritu pronto y disponible. El alma verdaderamente pobre
no se preocupa ni se agita ni se disipa enredada en muchas cosas, sino
mira hacia arriba y se deja fascinar por Dios y por el Evangelio de su
Hijo.
Es la sorprendente sabiduría que se nos revela, 365 años después de
su tránsito, en el testimonio de fe del Beato Humilde de Bisignano.
Hoy día nuestra mirada contempla asombrada al gran hijo de Calabria,
tierra donde la santidad ha florecido de tantas formas a lo largo de los
siglos marcando su gloriosa historia. Con él cantamos la misericordia
infinita de un Dios que es “fuente de alegría para cuantos caminan en su
alabanza”. !Siguiendo su ejemplo acojamos la llamada a la conversión y
a la santidad que nos llega a través de su testimonio de fidelidad gozosa
al Evangelio!.
315
Paulina do Coração Agonizante de Jesús (1865 – 1942),
virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanitas
de la Inmaculada Concepción
Amabile Lucia Visintainer, hoy Santa Paulina, nació el 16 de diciembre
de 1865 en Vígolo Vattaro, provincia de Trento, Italia, en ese tiempo
región del Sur del Tirol, bajo el dominio de Austria.
En septiembre de 1875 la familia de Napoleone Visintainer emigró con
muchos otros tridentinos al Brasil donde fundaron la localidad de Vígolo
en el actual municipio de Nueva Trento, en el estado de Santa Catarina.
Amabile, después de la primera comunión, que recibió más o menos a
los doce años, comenzó a participar en el apostolado parroquial:
Catecismo para los pequeños, visitas a los enfermos, y limpieza de la
capilla de Vígolo.
El día 12 de julio de 1890, junto con su amiga, Virginia Rosa Nicolodi,
Amabile acogió a una enferma de cáncer en fase terminal, dando inicio a
la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción,
aprobada por el obispo de Curitiba, Don José de Camargo Barros, el 25
de agosto de 1895.
En diciembre de 1895, Amabile y las dos primeras compañeras (Virginia
y Teresa Ana Maule), hicieron los votos religiosos, y Amabile recibió el
nombre de Hermana Paulina del Corazón Agonizante de Jesús. La
santidad y la vida apostólica de la Madre Paulina y de sus hermanas
atrajeron muchas vocaciones, a pesar de la pobreza y de las dificultades
en que vivían.
316
En 1903, la Madre Paulina fue elegida superiora general “ad vitam” y
dejó a Nueva Trento para cuidar de los huérfanos, hijos de antiguos
esclavos y de los esclavos viejos y abandonados en Ipiranga, en la
ciudad de San Pablo.
En 1909, fue depuesta del cargo de superiora general por el arzobispo
de San Pablo, Don Duarte Leopoldo e Silva, y enviada a trabajar con los
enfermos de la Santa Casa y con los ancianitos del asilo San Vicente de
Paulo en Bragança Paulista, sin poder nunca más ocupar ningún otro
cargo en su congregación.
Fueron años marcados por la oración, por el trabajo y por el sufrimiento:
haciendo y aceptando todo para que la congregación de las Hermanitas
siguiera adelante, y “nuestro Señor fuera conocido, amado y adorado
por todos en todo el mundo”.
En 1918 fue llamada por la superiora general Madre Vicência Teodora,
su sucesora, y con consentimiento de Don Duarte a la Casa Madre en
Ipiranga, donde permaneció hasta su muerte, en una vida retirada, de
intensa oración, asistiendo a las hermanas enfermas.
Como “Veneranda Madre Fundadora” se la destacó en el Decreto de
Honor concedido por la Santa Sede a la congregación de las Hermanitas
el 19 de mayo de 1933, y en la celebración del cincuentenario de la
fundación, el 12 de julio de 1940, cuando la Madre Paulina hizo su
testamento espiritual: “Sed muy humildes. Confiad siempre y mucho en
la Divina Providencia; nunca, jamás, os desaniméis, aunque vengan
vientos contrarios. Nuevamente os digo: Confiad en Dios y en María
Inmaculada; manteneos firmes y ¡adelante!”.
A partir de 1938 la Madre Paulina comenzó a acusar graves disturbios a
causa de la diabetes que padecía. Después de dos cirugías, en las
cuales sufrió la amputación del dedo medio y luego del brazo derecho,
pasó los últimos días víctima de la ceguera. Murió el 9 de julio de 1942;
sus últimas palabras fueron: “Hágase la voluntad de Dios”.
La espiritualidad ignaciana recibida de sus directores espirituales tiene
en la Madre Paulina características propias, que señalan a la
“Veneranda Madre fundadora” como una religiosa en la cual se pueden
admirar sus virtudes teologales, morales y religiosas en grado eminente
o heroico. Fe profunda y confianza ilimitada en Dios, amor apasionado a
Jesús Eucaristía, devoción tierna y filial a María Inmaculada, devoción y
confianza en “nuestro buen padre San José””, y veneración por las
317
autoridades eclesiales y civiles. Caridad sin límites para con Dios,
traducida en gestos de servicio a los hermanos más pobres y
abandonados.
Toda la vida de la Madre Paulina se puede resumir en el título que le dio
el pueblo de Vígolo: “enfermera”, esto es, ser para los otros o “toda de
Dios y toda de los hermanos” como rezan hoy sus devotos y sus
Hermanitas. Humildad, que llevó a la Madre Paulina hasta el
aniquilamiento de sí misma para que la congregación siguiera adelante.
La página más luminosa de la santidad y de la humildad de la Madre
Paulina fue escrita por la actitud que manifestó cuando Don Duarte le
anunció su destitución: “Se arrodilló... se humilló... respondió que estaba
totalmente dispuesta a entregar la congregación... se ofrecía
espontáneamente para servir en la congregación como súbdita”.
Terminado el capítulo de agosto de 1909, comenzaba el holocausto
doloroso y meritorio de la Madre Paulina, a quien el arzobispo de San
Pablo le había decretado: “Viva y muera en la congregación como
súbdita”. Y permaneció en la sombra hasta su muerte, en unión con
Dios, como lo declaró a su director espiritual, Padre Luiz Maria Rossi, SI:
“La presencia de Dios me es tan íntima, que me parece imposible
perderla, y esta presencia le da a mi alma una alegría que no puedo
explicar”.
El carisma dejado por la Madre Paulina a su congregación se traduce en
la sensibilidad para percibir los clamores de la realidad con sus
necesidades, y disponibilidad para servir, en la Iglesia, a los más
necesitados y a los que se encuentran en mayor situación de injusticia,
con simplicidad, humildad y vida interior. Es un servir alimentado por una
espiritualidad eucarística y mariana, por la que toda Hermanita hace de
Jesús Eucaristía el centro de su vida, alimentada por una tierna
devoción a María Inmaculada y al buen padre San José.
La primera santa del Brasil fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el
18 de octubre de 1991, en Florianópolis, estado de Santa Catarina. A la
Madre Paulina le confiamos el pueblo brasileño, la Iglesia de Brasil y la
congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción y todas
las personas que han colaborado en su canonización.
318
Benedetta Cambiagio Frassinello (1791 – 1858),
religiosa, fundadora de las Hermanas Benedictinas de la
Providencia
En Benita Cambiagio Frassinello, la Iglesia nos muestra un ejemplo de
Santa que fue esposa, madre, religiosa y fundadora.
Ella se dejó conducir por el Espíritu Santo a través de la experiencia
matrimonial, de educadora y de consagrada, hasta llegar a fundar un
Instituto que, caso único en la hagiografía cristiana, guió con la
colaboración generosa y discreta de su marido.
Benita Cambiagio Frassinello nació en Langasco (Génova), el 2 de
octubre de 1791. Hija de José y Francisca Ghiglione, y fue bautizada
dos días después. Durante su adolescencia su familia se traslada a
Pavía.
Juventud
Recibe de sus padres una profunda educación cristiana que radica en
ella los principios de la fe y plasma su carácter volitivo y perseverante.
Hacia los 20 años vive una fuerte experiencia interior que acrecienta en
ella el amor a la oración y a la penitencia y, en modo especial, el deseo
de abandonarlo todo para consagrarse enteramente a Dios.
No obstante, se casa el día 7 de febrero de 1816 con Juan Bautista
Frassinello, un joven ligur que había inmigrado con su familia a
Vigevano.
319
Esposa – hermana ejemplar
El camino de Benita en búsqueda de la voluntad de Dios es bastante
arduo y difícil; se ve empujada por un impulso interior hacia la vida de
virginidad, cultivado desde su adolescencia. Vive dos años casada,
después de los cuales tiene la alegría de realizar, en ese estado, el
aspecto profundo y sublime de la virginidad espiritual. De común
acuerdo con su marido, que atraído por la santidad de Benita abraza
este ideal, vive a su lado como hermana. Juntos se ocupan, con gran
dedicación, de la hermana María, gravemente enferma de cáncer
intestinal, alojada en su casa.
Benita y Juan experimentan una maternidad y una paternidad
espirituales sobrenaturales, en la fidelidad al amor esponsal sublimado.
En 1825, cuando muere María, Juan Bautista entra en la comunidad de
los Somascos y Benita en las Ursulinas de Capriolo. Amor esponsal
exclusivamente consagrado a Dios
En 1826 por motivos de salud Benita vuelve a Pavía. Curada
prodigiosamente por San Jerónimo Emiliani, se ocupa de las chicas con
la aprobación del obispo, Mons. Luigi Tosi.
Como necesita ayuda, que su padre le rechaza, el Obispo llama de
nuevo a Juan Bautista, el cual deja el noviciado y regresa al lado de su
mujer, renovando juntos el voto de castidad perfecta delante del Obispo.
Los dos se dedican generosamente a la acogida y educación humanocristiana de las chicas pobres y abandonadas.
Educadora
La obra de Benita se inserta en la vida social de Pavía en un período en
el que la institución de la escuela era acogida como auténtica portadora
de bienestar.
Es la primera mujer de la ciudad y de la provincia que ve esta necesidad
y el gobierno austriaco le otorga el título de “Promotora de la Pública
Instrucción”.
Ayudada desde el primer momento por algunas jóvenes voluntarias, a
las cuales da un reglamento aprobado por la Autoridad Eclesiástica, une
a la enseñanza escolar la formación catequística y la formación al
320
trabajo. De ambientes se sirve para transformar a las chiras en “modelos
de vida cristiana” y asegurar de esta manera la verdadera formación de
las familias.
Contemplativa en la acción
Su constante entrega nace y crece del fervor eucarístico y de la
contemplación del Crucifijo, porque ella está convencida que sólo Dios
es su verdadero apoyo y protección.
En su vida no faltan experiencias místicas que se repiten,
particularmente, en las fiestas litúrgicas sin distraerla de sus
obligaciones cotidianas.
Por amor a las niñas está dispuesta a los mayores sacrificios: de su
persona, de sus bienes y hasta de la fama, mostrando así la
incomparable grandeza de la “pedagogía del Evangelio”.
Capacidad de desprendimiento
La singularidad de la obra y el programa educativo de Benita son
duramente criticadas por la oposición de personas poderosas, que se
ven molestadas en sus viles intereses, y también por la incomprensión
de algunas personas del clero.
En julio de 1838 Benita cede su institución al obispo Tosi y, junto con el
marido y cinco fieles compañeras, abandona Pavía y se dirige hacia
Liguria.
Fundadora
En Ronco Scrivia abre una escuela para las chicas del pueblo y funda la
Congregación de las “Hermanas Benedictinas de la Providencia”, para
las que escribe las Reglas‑ Constituciones. En ellas queda plasmado el
desarrollo del carisma de Pavía, ampliando a todas las chicas y jóvenes
la educación, la instrucción y la formación cristianas, con su
inconfundible espíritu de ilimitado abandono y confianza en la divina
Providencia, de amor a Dios, a través de la pobreza y la caridad.
Desarrollo de la obra
El Instituto de las Hnas. Benedictinas de la Providencia se desarrolla
rápidamente. En 1847 también llega a Voghera. Esta sede, cuarenta
321
años después de la muerte de Madre Benita, por obra del obispo
diocesano se convierte en Instituto independiente. En tales
circunstancias las hermanas toman el nombre de “Benedictinas de la
Divina Providencia” en memoria de Benita, su fundadora.
En 1851 Benita vuelve a Pavía, en una zona distinta a la primera
fundación, y en 1857 abre una escuela en un pueblo de Valpolcevera,
San Quirico.
Entra en el paraíso
El 21 de marzo de 1858 Benita muere santamente en Ronco Scrivia, en
el día y hora predichos por ella. Entorno a su féretro se reúne una gran
multitud de gente como última manifestación de estima y de dolor hacia
la que considera como una “Santa”.
Benita se puede proponer como modelo de vida:
– a las personas consagradas: conformarse a Cristo en el abandono a la
amorosa divina Providencia;
– a los esposos: total comunión para una profunda maternidad y
paternidad;
– a los jóvenes: Cristo fuente de alegría e ideal de vida;
– a los educadores: prevenir, comprender, abrir horizontes;
– a las familias que atraviesan momentos difíciles: aceptar las
incomodidades, cuando se está obligado a abandonar la propia tierra y a
acoger en su casa a los familiares probados por la enfermedad y
ayudarles a morir serenamente.
322
Padre Pio de Pietrelcina, presbítero de la Orden de
Hermanos Menores Capuchinos
“En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14).
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la
cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su
fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se
conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación
del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan
generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy
crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19).
Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido
con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los
hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y
engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.
Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo
de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio
Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente
recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento
de la Confirmación y la Primera Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado
de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22
del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray
Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos
simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.
323
Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910
en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta
1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San
Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud
la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión
especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la
dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los
penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su
actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los
fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de
su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y
las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la
“Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5de mayo de 1956.
Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe.
Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte
de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a
Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el
corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad
misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era
solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios,
sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos
aquellos que se le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas;
la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y
hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la
caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más
de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su
confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio:
lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a
todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz.
Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos,
él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.
324
Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba
a la luz de Dios.
Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a
todos con justicia, con lealtad y gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino
era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor.
Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante
años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad.
Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones en su servicio
sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación. Ante
acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el
juicio de Dios, de sus directores espirituales y de la propia conciencia.
Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la
templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la
mentalidad y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada,
observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las
órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia
era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en
su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de
sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores.
Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su
comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno
de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a tanta admiración
del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente en los
últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo
sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81
años de edad. Sus funerales se caracterizaron por una extraordinaria
concurrencia de personas.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su muerte,
Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de
él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno
a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Por qué era un
325
sabio? ¿Por qué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la
Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es
difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor.
Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus
virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien
de las almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros
creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido
por todo el mundo y en toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en
la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de
los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley
canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización.
Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu
Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre de
1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción
de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (19831990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de
los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió,
como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en
grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de
Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del
21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea
María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos
reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes
teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue
promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
326
Hermano Pedro de San José Betancurt (1626-1667),
laico de la Tercera Orden de San Francisco, fundador de
los Hermanos de Belén y las Hermanas de Belén
El Beato Pedro de San José Betancur nace en Vilaflor de Tenerife el 21
de marzo de 1626 y muere en Guatemala el 25 de abril de 1667. La
distancia en el tiempo no opaca la luz que emana de su figura y que ha
iluminado tanto a Tenerife como a toda la América Central desde
aquellos remotos días de la Colonia.
El Beato Pedro de San José Betancur supo leer el Evangelio con los
ojos de los humildes y vivió intensamente los Misterios de Belén y de la
Cruz, los cuales orientaron todo su pensamiento y acción de caridad.
Hijo de pastores y agricultores, tuvo la gracia de ser educado por sus
padres profundamente cristianos; a los 23 años abandonó su nativa
Tenerife y, después de 2 años, llegó a Guatemala, tierra que la
Providencia había asignado para su apostolado misionero.
Apenas desembarcado en el Nuevo Mundo, una grave enfermedad lo
puso en contacto directo con los más pobres y desheredados.
Recuperada inesperadamente la salud, quiso consagrar su vida a Dios
realizando los estudios eclesiásticos pero, al no poder hacerlo, profesó
como terciario en el Convento de San Francisco, en la actual La Antigua
Guatemala, con un bien determinado programa de revivir la experiencia
de Jesús de Nazaret en la humildad, la pobreza, la penitencia y el
servicio a los pobres.
En un primer momento realizó su programa como custodio y sacristán
de la Ermita del Santo Calvario, cercana al convento franciscano, que se
convierte en el centro irradiador de su caridad. Visitó hospitales,
cárceles, las casas de los pobres; los emigrantes sin trabajo, los
adolescentes descarriados, sin instrucción y ya entregados a los vicios,
327
para quienes logró realizar una primera fundación para acoger a los
pequeños vagabundos blancos, mestizos y negros. Atendió la
instrucción religiosa y civil con criterios todavía hoy calificados como
modernos.
Construyó un oratorio, una escuela, una enfermería, una posada para
sacerdotes que se encontraban de paso por la ciudad y para estudiantes
universitarios, necesitados de alojamiento seguro y económico.
Recordando la pobreza de la primera posada de Jesús en la tierra, llamó
a su obra «Belén».
Otros terciarios lo imitaron, compartiendo con el Beato penitencia,
oración y actividad caritativa: la vida comunitaria tomó forma cuando el
Beato escribió un reglamento, que fue adoptado también por las mujeres
que atendían a la educación de los niños; estaba surgiendo aquello que
más tarde debería tener su desarrollo natural: la Orden de los
Bethlemitas y de las Bethlemitas, aun cuando éstas sólo obtuvieron el
reconocimiento de la Santa Sede más tarde.
El Beato Hermano Pedro se adelantó a los tiempos con métodos
pedagógicos nuevos y estableció servicios sociales no imaginables en
su época, como el hospital para convalecientes. Sus escritos espirituales
son de una agudeza y profundidad inigualables.
Muere apenas a los 41 años el que en vida era llamado «Madre de
Guatemala». A más de tres siglos de distancia, la memoria del «hombre
que fue caridad» es sentida grandemente, viva y concreta, en su nativa
Tenerife, en Guatemala y en todos los lugares donde se conoce su obra.
El Hermano Pedro fue Beatificado solemnemente por Vuestra Santidad
el 22 de junio de 1980, en un acontecimiento de incalculable valor
pastoral y eclesial para Guatemala y para toda América.
328
Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548), vidente de la
Virgen de Guadalupe
El Beato Juan Diego, que en 1990 Vuestra Santidad llamó «el confidente
de la dulce Señora del Tepeyac» (L'Osservatore Romano, 7-8 maggio
1990, p. 5), según una tradición bien documentada nació en 1474 en
Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los
chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna
significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila».
Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los PP.
Franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con
su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió
castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de
fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo
regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del
catecismo.
El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un
lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, que
se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del
verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al
Obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de
una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la
idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan
Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina
cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.
El 12 de diciembre, martes, mientras el Beato se dirigía de nuevo a la
Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a
subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y
329
traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del
lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez
recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le
mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez
ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras
en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen
de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón
espiritual de la Iglesia en México.
El Beato, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios,
dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del
Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del
Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los
peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en este
grandioso templo, símbolo elocuente de la devoción mariana de los
mexicanos a la Virgen de Guadalupe.
En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino
de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la
contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres
veces por semana recibía la Santísima Eucaristía.
En la homilía que Vuestra Santidad pronunció el 6 de mayo de 1990 en
este Santuario, indicó cómo «las noticias que de él nos han llegado
elogian sus virtudes cristianas: su fe simple [...], su confianza en Dios y
en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y su
pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí cerca de
Tepeyac, fue ejemplo de humildad» (Ibídem).
Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus
contemporáneos que éstos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios
os haga como Juan Diego».
Circundado de una sólida fama de santidad, murió en 1548.
Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de
Guadalupe, ha atravesado los siglos, alcanzando la entera América,
Europa y Asia.
El 9 de abril de 1990, ante Vuestra Santidad fue promulgado en Roma el
decreto «de vitae sanctitate et de cultu ab immemorabili tempore Servo
Dei Ioanni Didaco praestito».
330
El 6 de mayo sucesivo, en esta Basílica, Vuestra Santidad presidió la
solemne celebración en honor de Juan Diego, decorado con el título de
Beato.
Precisamente en aquellos días, en esta misma arquidiócesis de Ciudad
de México, tuvo lugar un milagro por intercesión de Juan Diego. Con él
se abrió la puerta que ha conducido a la actual celebración, que el
pueblo mexicano y toda la Iglesia viven en la alegría y la gratitud al
Señor y a María por haber puesto en nuestro camino al Beato Juan
Diego, que según las palabras de Vuestra Santidad, «representa todos
los indígenas que reconocieron el evangelio de Jesús» (Ibídem).
Beatísimo Padre, la canonización de Juan Diego es un don
extraordinario no sólo para la Iglesia en México, sino para todo el Pueblo
de Dios.
331
Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la Prelatura
“Opus Dei”
Un hogar luminoso y alegre
Josemaría Escrivá de Balaguer nace en Barbastro (España), el 9 de
enero de 1902, segundo de los seis hijos que tuvieron José Escrivá y
María Dolores Albás. Sus padres, fervientes católicos, le llevaron a la
pila bautismal el día 13 del mismo mes y año, y le transmitieron —en
primer lugar, con su vida ejemplar— los fundamentos de la fe y las
virtudes cristianas: el amor a la Confesión y a la Comunión frecuentes, el
recurso confiado a la oración, la devoción a la Virgen Santísima, la
ayuda a los más necesitados.
El Beato Josemaría crece como un niño alegre, despierto y sencillo,
travieso, buen estudiante, inteligente y observador. Tenía mucho cariño
a su madre y una gran confianza y amistad con su padre, quien le
invitaba a que con libertad le abriese el corazón y le contase sus
preocupaciones, estando siempre disponible para responder a sus
consultas con afecto y prudencia. Muy pronto, el Señor comienza a
templar su alma en la forja del dolor: entre 1910 y 1913 mueren sus tres
hermanas más pequeñas, y en 1914 la familia experimenta, además, la
ruina económica. En 1915, los Escrivá se trasladan a Logroño, donde el
padre ha encontrado un empleo que le permitirá sostener modestamente
a los suyos.
En el invierno de 1917-18 tiene lugar un hecho que influirá
decisivamente en el futuro de Josemaría Escrivá: durante las Navidades,
cae una intensa nevada sobre la ciudad, y un día ve en el suelo las
huellas heladas de unos pies sobre la nieve; son las pisadas de un
religioso carmelita que caminaba descalzo. Entonces, se pregunta: —Si
otros hacen tantos sacrificios por Dios y por el prójimo, ¿no voy a
332
ser yo capaz de ofrecerle algo? De este modo, surge en su alma una
inquietud divina: Comencé a barruntar el Amor, a darme cuenta de
que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor. Sin saber
aún con precisión qué le pide el Señor, decide hacerse sacerdote,
porque piensa que de ese modo estará más disponible para cumplir la
voluntad divina.
La ordenación sacerdotal
Terminado el Bachillerato, comienza los estudios eclesiásticos en el
Seminario de Logroño y, en 1920, se incorpora al de Zaragoza, en cuya
Universidad Pontificia completará su formación previa al sacerdocio. En
la capital aragonesa cursa también —por sugerencia de su padre y con
permiso de los superiores eclesiásticos— la carrera universitaria de
Derecho. Su carácter generoso y alegre, su sencillez y serenidad hacen
que sea muy querido entre sus compañeros. Su esmero en la vida de
piedad, en la disciplina y en el estudio sirve de ejemplo a todos los
seminaristas, y en 1922, cuando sólo tenía veinte años, el Arzobispo de
Zaragoza le nombra Inspector del Seminario.
Durante aquel periodo transcurre muchas horas rezando ante el Señor
Sacramentado —enraizando hondamente su vida interior en la
Eucaristía— y acude diariamente a la Basílica del Pilar, para pedir a la
Virgen que Dios le muestre qué quiere de él: Desde que sentí aquellos
barruntos de amor de Dios —afirmaba el 2 de octubre de 1968—,
dentro de mi poquedad busqué realizar lo que El esperaba de este
pobre instrumento. (...) Y, entre aquellas ansias, rezaba, rezaba,
rezaba en oración continua. No cesaba de repetir: Domine, ut sit!,
Domine, ut videam!, como el pobrecito del Evangelio, que clama
porque Dios lo puede todo. ¡Señor, que vea! ¡Señor, que sea! Y
también repetía, (...) lleno de confianza hacia mi Madre del
Cielo: Domina, ut sit!, Domina, ut videam! La Santísima Virgen
siempre me ha ayudado a descubrir los deseos de su Hijo.
El 27 de noviembre de 1924 fallece don José Escrivá, víctima de un
síncope repentino. El 28 de marzo de 1925, Josemaría es ordenado
sacerdote por Mons. Miguel de los Santos Díaz Gómara, en la iglesia del
Seminario de San Carlos de Zaragoza, y dos días después celebra su
primera Misa solemne en la Santa Capilla de la Basílica del Pilar; el 31
de ese mismo mes, se traslada a Perdiguera, un pequeño pueblo de
campesinos, donde ha sido nombrado regente auxiliar en la parroquia.
En abril de 1927, con el beneplácito de su Arzobispo, comienza a residir
en Madrid para realizar el doctorado en Derecho Civil, que entonces sólo
333
podía obtenerse en la Universidad Central de la capital de España. Aquí,
su celo apostólico le pone pronto en contacto con gentes de todos los
ambientes de la sociedad: estudiantes, artistas, obreros, intelectuales,
sacerdotes. En particular, se entrega sin descanso a los niños, enfermos
y pobres de las barriadas periféricas.
Al mismo tiempo, sostiene a su madre y hermanos impartiendo clases
de materias jurídicas. Son tiempos de grandes estrecheces económicas,
vividos por toda la familia con dignidad y buen ánimo. El Señor le
bendijo con abundantes gracias de carácter extraordinario que, al
encontrar en su alma generosa un terreno fértil, produjeron abundantes
frutos de servicio a la Iglesia y a las almas.
Fundación del Opus Dei
El 2 de octubre de 1928 nace el Opus Dei. El Beato Josemaría está
realizando unos días de retiro espiritual, y mientras medita los apuntes
de las mociones interiores recibidas de Dios en los últimos años, de
repente ve —es el término con que describirá siempre la experiencia
fundacional— la misión que el Señor quiere confiarle: abrir en la Iglesia
un nuevo camino vocacional, dirigido a difundir la búsqueda de la
santidad y la realización del apostolado mediante la santificación del
trabajo ordinario en medio del mundo sin cambiar de estado. Pocos
meses después, el 14 de febrero de 1930, el Señor le hace entender
que el Opus Dei debe extenderse también entre las mujeres.
Desde este momento, el Beato Josemaría se entrega en cuerpo y alma
al cumplimiento de su misión fundacional: promover entre hombres y
mujeres de todos los ámbitos de la sociedad un compromiso personal de
seguimiento de Cristo, de amor al prójimo, de búsqueda de la santidad
en la vida cotidiana. No se considera un innovador ni un reformador,
pues está convencido de que Jesucristo es la eterna novedad y de que
el Espíritu Santo rejuvenece continuamente la Iglesia, a cuyo servicio ha
suscitado Dios el Opus Dei. Sabedor de que la tarea que le ha sido
encomendada es de carácter sobrenatural, hunde los cimientos de su
labor en la oración, en la penitencia, en la conciencia gozosa de la
filiación divina, en el trabajo infatigable. Comienzan a seguirle personas
de todas las condiciones sociales y, en particular, grupos de
universitarios, en quienes despierta un afán sincero de servir a sus
hermanos los hombres, encendiéndolos en el deseo de poner a Cristo
en la entraña de todas las actividades humanas mediante un trabajo
santificado, santificante y santificador. Éste es el fin que asignará a
las iniciativas de los fieles del Opus Dei: elevar hacia Dios, con la ayuda
334
de la gracia, cada una de las realidades creadas, para que Cristo reine
en todos y en todo; conocer a Jesucristo; hacerlo conocer; llevarlo a
todos los sitios. Se comprende así que pudiera exclamar: Se han
abierto los caminos divinos de la tierra.
Expansión apostólica
En 1933, promueve una Academia universitaria porque entiende que el
mundo de la ciencia y de la cultura es un punto neurálgico para la
evangelización de la sociedad entera. En 1934 publica —con el título
de Consideraciones espirituales— la primera edición de Camino, libro de
espiritualidad del que hasta ahora se han difundido más de cuatro
millones y medio de ejemplares, con 372 ediciones, en 44 lenguas.
El Opus Dei está dando sus primeros pasos cuando, en 1936, estalla la
guerra civil española. En Madrid arrecia la violencia antirreligiosa, pero
don Josemaría, a pesar de los riesgos, se prodiga heroicamente en la
oración, en la penitencia y en el apostolado. Es una época de
sufrimiento para la Iglesia; pero también son años de crecimiento
espiritual y apostólico y de fortalecimiento de la esperanza. En 1939,
terminado el conflicto, el Fundador del Opus Dei puede dar nuevo
impulso a su labor apostólica por toda la geografía peninsular, y moviliza
especialmente a muchos jóvenes universitarios para que lleven a Cristo
a todos los ambientes y descubran la grandeza de su vocación cristiana.
Al mismo tiempo se extiende su fama de santidad: muchos Obispos le
invitan a predicar cursos de retiro al clero y a los laicos de las
organizaciones católicas. Análogas peticiones le llegan de los superiores
de diversas órdenes religiosas, y él accede siempre.
En 1941, mientras se encuentra predicando un curso de retiro a
sacerdotes de Lérida, fallece su madre, que tanto había ayudado en los
apostolados del Opus Dei. El Señor permite que se desencadenen
también duras incomprensiones en torno a su figura. El Obispo de
Madrid, S.E. Mons. Eijo y Garay, le hace llegar su más sincero apoyo y
concede la primera aprobación canónica del Opus Dei. El Beato
Josemaría sobrelleva las dificultades con oración y buen humor,
consciente de que «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo
Jesús serán perseguidos» (2 Tm 3,12), y recomienda a sus hijos
espirituales que, ante las ofensas, se esfuercen en perdonar y olvidar:
callar, rezar, trabajar, sonreír.
En 1943, por una nueva gracia fundacional que recibe durante la
celebración de la Misa, nace —dentro del Opus Dei— la Sociedad
335
Sacerdotal de la Santa Cruz, en la que se podrán incardinar los
sacerdotes que proceden de los fieles laicos del Opus Dei. La plena
pertenencia de fieles laicos y de sacerdotes al Opus Dei, así como la
orgánica cooperación de unos y otros en sus apostolados, es un rasgo
propio del carisma fundacional, que la Iglesia ha confirmado en 1982, al
determinar su definitiva configuración jurídica como Prelatura personal.
El 25 de junio de 1944 tres ingenieros —entre ellos Álvaro del Portillo,
futuro sucesor del Fundador en la dirección del Opus Dei— reciben la
ordenación sacerdotal. En lo sucesivo, serán casi un millar los laicos del
Opus Dei que el Beato Josemaría llevará al sacerdocio.
La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz —intrínsecamente unida a la
Prelatura del Opus Dei— desarrolla también, en plena sintonía con los
Pastores de las Iglesias locales, actividades de formación espiritual para
sacerdotes diocesanos y candidatos al sacerdocio. Los sacerdotes
diocesanos también pueden formar parte de la Sociedad Sacerdotal de
la Santa Cruz, manteniendo inalterada su pertenencia al clero de las
respectivas diócesis.
Espíritu Romano y universal
Apenas vislumbró el fin de la guerra mundial, el Beato Josemaría
comienza a preparar el trabajo apostólico en otros países, porque —
insistía— quiere Jesús su Obra desde el primer momento con
entraña universal, católica. En 1946 se traslada a Roma, con el fin de
preparar el reconocimiento pontificio del Opus Dei. El 24 de febrero de
1947, Pío XII concede el decretum laudis; y el 16 de junio de 1950, la
aprobación definitiva. A partir de esta fecha, también pueden ser
admitidos como Cooperadores del Opus Dei hombres y mujeres no
católicos y aun no cristianos, que ayuden con su trabajo, su limosna y su
oración a las labores apostólicas.
La sede central del Opus Dei queda establecida en Roma, para subrayar
de modo aún más tangible la aspiración que informa todo su
trabajo: servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, en
estrecha adhesión a la cátedra de Pedro y a la jerarquía eclesiástica. En
repetidas ocasiones, Pío XII y Juan XXIII le hacen llegar
manifestaciones de afecto y de estima; Pablo VI le escribirá en 1964
definiendo el Opus Dei como «expresión viva de la perenne juventud de
la Iglesia».
También esta etapa de la vida del Fundador del Opus Dei se ve
caracterizada por todo tipo de pruebas: a la salud afectada por tantos
336
sufrimientos (padeció una grave forma de diabetes durante más de diez
años: hasta 1954, en que se curó milagrosamente), se añaden las
estrecheces económicas y las dificultades relacionadas con la expansión
de los apostolados por el mundo entero. Sin embargo, su semblante
rebosa siempre alegría, porque la verdadera virtud no es triste y
antipática, sino amablemente alegre. Su permanente buen humor es
un continuo testimonio de amor incondicionado a la voluntad de Dios.
El mundo es muy pequeño, cuando el Amor es grande: el deseo de
inundar la tierra con la luz de Cristo le lleva a acoger las llamadas de
numerosos Obispos que, desde todas las partes del mundo, piden la
ayuda de los apostolados del Opus Dei a la evangelización. Surgen
proyectos muy variados: escuelas de formación profesional, centros de
capacitación para campesinos, universidades, colegios, hospitales y
dispensarios médicos, etc. Estas actividades —un mar sin orillas, como
le gusta repetir—, fruto de la iniciativa de cristianos corrientes que
desean atender, con mentalidad laical y sentido profesional, las
concretas necesidades de un determinado lugar, están abiertas a
personas de todas las razas, religiones y condiciones sociales, porque
su clara identidad cristiana se compagina siempre con un profundo
respeto a la libertad de las conciencias.
En cuanto Juan XXIII anuncia la convocatoria de un Concilio Ecuménico,
comienza a rezar y a hacer rezar por el feliz éxito de esa gran
iniciativa que es el Concilio Ecuménico Vaticano II, como escribe en
una carta de 1962. En aquellas sesiones, el Magisterio solemne
confirmará aspectos fundamentales del espíritu del Opus Dei: la llamada
universal a la santidad; el trabajo profesional como medio de santidad y
apostolado; el valor y los límites legítimos de la libertad del cristiano en
las cuestiones temporales, la Santa Misa como centro y raíz de la vida
interior, etc. El Beato Josemaría se encuentra con numerosos Padres
conciliares y Peritos, que ven en él un auténtico precursor de muchas de
las líneas maestras del Vaticano II. Profundamente identificado con la
doctrina conciliar, promueve diligentemente su puesta en práctica a
través de las actividades formativas del Opus Dei en todo el mundo.
Santidad en medio del mundo
De lejos —allá, en el horizonte— el cielo se junta con la tierra. Pero
no olvides que donde de veras la tierra y el cielo se juntan es en tu
corazón de hijo de Dios. La predicación del Beato Josemaría subraya
constantemente la primacía de la vida interior sobre la actividad
organizativa: Estas crisis mundiales son crisis de santos, escribió
337
en Camino; y la santidad requiere siempre esa compenetración de
oración, trabajo y apostolado que denomina unidad de vida y de la que
su propia conducta constituye el mejor testimonio.
Estaba profundamente convencido de que para alcanzar la santidad en
el trabajo cotidiano, es preciso esforzarse para ser alma de oración,
alma de profunda vida interior. Cuando se vive de este modo, todo es
oración, todo puede y debe llevarnos a Dios, alimentando ese trato
continuo con Él, de la mañana a la noche. Todo trabajo puede ser
oración, y todo trabajo, que es oración, es apostolado.
La raíz de la prodigiosa fecundidad de su ministerio se encuentra
precisamente en la ardiente vida interior que hace del Beato Josemaría
un contemplativo en medio del mundo: una vida interior alimentada por
la oración y los sacramentos, que se manifiesta en el amor apasionado a
la Eucaristía, en la profundidad con que vive la Misa como el centro y la
raíz de su propia vida, en la tierna devoción a la Virgen María, a San
José y a los Ángeles Custodios; en la fidelidad a la Iglesia y al Papa.
El encuentro definitivo con la Santísima Trinidad
En los últimos años de su vida, el Fundador del Opus Dei emprende
viajes de catequesis por numerosos países de Europa y de América
Latina: en todas partes, mantiene numerosas reuniones de formación,
sencillas y familiares —aun cuando con frecuencia asisten miles de
personas para escucharlo—, en las que habla de Dios, de los
sacramentos, de las devociones cristianas, de la santificación del
trabajo, de amor a la Iglesia y al Papa. El 28 de marzo de 1975 celebra
el jubileo sacerdotal. Aquel día su oración es como una síntesis de toda
su vida: A la vuelta de cincuenta años, estoy como un niño que
balbucea: estoy comenzando, recomenzando, en mi lucha interior
de cada jornada. Y así, hasta el final de los días que me queden:
siempre recomenzando.
El 26 de junio de 1975, a mediodía, el Beato Josemaría muere en su
habitación de trabajo, a consecuencia de un paro cardiaco, a los pies de
un cuadro de la Santísima Virgen a la que dirige su última mirada. En
ese momento, el Opus Dei se encuentra presente en los cinco
continentes, con más de 60.000 miembros de 80 nacionalidades. Las
obras de espiritualidad de Mons. Escrivá de Balaguer (Camino, Santo
Rosario, Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, Es Cristo
338
que pasa, Amigos de Dios, La Iglesia, nuestra Madre, Via
Crucis, Surco, Forja) se han difundido en millones de ejemplares.
Después de su fallecimiento, un gran número de fieles pide al Papa que
se abra su causa de canonización. El 17 de mayo de 1992, en Roma,
S.S. Juan Pablo II eleva a Josemaría Escrivá a los altares, en una
multitudinaria ceremonia de beatificación. El 21 de septiembre de 2001,
la Congregación Ordinaria de Cardenales y Obispos miembros de la
Congregación para las Causas de los Santos, confirma unánimemente
el carácter milagroso de una curación y su atribución al Beato
Josemaría. La lectura del relativo decreto sobre el milagro ante el
Romano Pontífice, tiene lugar el 20 de diciembre. El 26 de febrero de
2002, Juan Pablo II preside el Consistorio Ordinario Público de
Cardenales y, oídos los Cardenales, Arzobispos y Obispos presentes,
establece que la ceremonia de Canonización del Beato Josemaría
Escrivá se celebre el 6 de octubre de 2002.
339
Pedro Poveda Castroverde (1874-1936), Sacerdote y
Mártir, Fundador de la Institución Teresiana
Pedro Poveda Castroverde nació en Linares (Jaén) el 3 de diciembre
de 1874. Ya de niño sintió atracción por el sacerdocio. Ingresó en el
seminario de Jaén y concluyó los estudios en el de Guadix, diócesis en
la que recibió el presbiterado en 1897. Comenzó su ministerio en el
Seminario y en la atención pastoral a los que vivían en las cuevas que
rodeaban la población, creando una escuela para ellos. Nombrado
canónigo de Covadonga se ocupó de la formación cristiana de los
peregrinos y comenzó a escribir libros sobre educación y la relación
entre la fe y la ciencia.
A partir de 1911, con unas jóvenes colaboradoras, comenzó la fundación
de Academias y Centros pedagógicos que darían inicio a la Institución
Teresiana. Se trasladó a Jaén para consolidar la misma Institución que
recibiría allí la aprobación diocesana y después, estando él ya en Madrid
como capellán real, la aprobación pontificia. Sacerdote prudente y
audaz, pacífico y abierto al diálogo, entregó su vida por causa de la fe
en la madrugada del 28 de julio de 1936, identificándose: “Soy sacerdote
de Cristo” ante quienes le conducirían al martirio.
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993.
340
Genoveva Torres Morales (1870-1956), Fundadora de la
Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón de
Jesús y de los Santos Ángeles
Genoveva Torres Morales nació en Almenara (Castellón) el 3 de enero
de 1870. Huérfana a los ocho años y constituida “ama de casa” al
cuidado de un hermano, a sus trece años hubieron de amputarle una
pierna de forma rudimentaria. Desde entonces tendría que andar
siempre con dos muletas. Hubo de ser asilada en la “Casa de la
Misericordia” de Valencia completando allí su deficiente cultura y
creciendo en su vida espiritual. A los veinticuatro años, unida a dos
compañeras, fundó la “Sociedad Angélica” para dar amparo a mujeres
solas y para la adoración nocturna de la Eucaristía. Desde la Casa
Madre de Zaragoza su obra se extendió rápidamente.
De carácter afable y misericordioso, gobernó con sabiduría espiritual la
obra fundada por ella que, con la aprobación pontificia, se denominó
“Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles”.
Devotísima de la Virgen, especialmente mediante el rezo del Rosario,
tuvo por centro de su vida al Corazón de Jesús y a la Eucaristía. Murió
en Zaragoza el 5 de enero de 1956. El pueblo comenzó a invocarla con
el título de “Ángel de la soledad”.
Fue beatificada por Papa Juan Pablo II el 29 de enero de 1995.
341
Ángela de la Cruz (1846- 1932) María de los Ángeles
Guerrero González, Fundadora del Instituto
de las Hermanas de la Cruz
Ángela de la Cruz Guerrero González nació en Sevilla el 30 de enero
de 1846. Desde muy pequeña tuvo que abandonar la escuela para
trabajar como obrera en un taller de zapatería. En 1871, con un acto
privado prometió al Señor vivir según los consejos evangélicos.
En su experiencia de oración vio una cruz vacía frente a la de Cristo
crucificado y recibió la inspiración de inmolarse junto a Él por la
salvación de las almas. Esta experiencia espiritual esclareció el
horizonte de su vida y la del Instituto que iba a fundar. Obedeciendo a su
director, comenzó a escribir un diario espiritual en el que fue detallando
el estilo de vida de sus hijas. En 1875 dio comienzo el Instituto de
Hermanas de la Compañía de la Cruz que se distinguiría por el servicio
a Dios en los hermanos más pobres “haciéndose pobre con el pobre
para llevarlo a Cristo”.
Este lema fue llevado a su vida y fundamenta la espiritualidad y misión
de la Compañía de la Cruz. Admirada de todos y llamada por el pueblo
“madre de los pobres”, despreciando toda gloria humana y buscando la
total humillación, se durmió en el Señor en Sevilla a la edad de 86 años
el 2 de marzo de 1932.
Fue beatificada por Vuestra Santidad en Sevilla el 5 de noviembre de
1982.
342
María Maravillas de Jesús (1891-1974), religiosa
carmelita
María de las Maravillas de Jesús Pidal y Chico de Guzmán nació en
Madrid el 4 de noviembre de 1891. Desde su infancia deseó
consagrarse a Dios y dedicó su juventud a ayudar a los necesitados.
Atraída por la espiritualidad de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de
la Cruz, y movida por su amor a la Virgen María, ingresó en el Carmelo
de El Escorial el 12 de octubre de 1919.
En 1924 fundó un monasterio de Carmelitas Descalzas en El Cerro de
los Ángeles, centro geográfico de la península, junto al monumento del
Corazón de Jesús, como lugar de oración y de inmolación por la Iglesia
y por España.
Durante la persecución religiosa la Madre Maravillas brilló por su espíritu
de reparación, fortaleza, serenidad y confianza en el Señor. Bajo el
signo de la fidelidad a Santa Teresa fundó otros diez Carmelos
recuperando lugares de tradición teresiano-sanjuanista. Priora durante
largos años, enseñó a sus hermanas con el testimonio de sus virtudes y
se distinguió por su vida mística, ardor apostólico y por la bondad unida
a la firmeza ante quienes la tenían por verdadera madre. Murió en el
Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974,
expresando “¡Qué felicidad morir Carmelita!”. Fue beatificada por el
Papa Juan Pablo II el 10 de mayo de 1998.
343
José Sebastián Pelczar (1842-1924), obispo de Przemyśl
fundador de la Congregación de las Siervas del Sagrado
Corazón de Jesús
José Sebastián Pelczar nació el 17 de enero del 1842 en la pequeña
ciudad de Korczyna, cerca de Krosno al pie de los montes Cárpatos.
Pasó la niñez en su ciudad natal, creciendo en una atmósfera de fe
profunda que sus padres Adalberto Pelczar y Marianna Mięsowicz le
inculcaron. Estos, viendo que su hijo tenía aptitudes extraordinarias para
el estudio, al terminar los dos años de escuela popular en Korczyna, lo
enviaron a Rzeszów para continuar sus estudios.
Ya de estudiante tomó la decisión de entregar su vida al servicio de
Dios, como lo expresa en su diario: “Los ideales de la tierra palidecen, el
ideal de la vida lo veo en el sacrificio y el ideal del sacrificio en el
sacerdocio”. Al terminar el sexto curso, entró al Seminario Menor y en el
año 1860 empezó los estudios de teología en el Seminario Mayor de
Przemyśl.
Después de la ordenación sacerdotal (17 de julio de 1864), trabajó en la
parroquia de Sambor durante año y medio y luego fue enviado a Roma
(1866-1868) donde estudió a la vez en dos universidades, Collegium
Romanum (hoy Universidad Gregoriana) y en el Instituto de san Apolinar
(hoy Universidad Lateranense), donde profundizó sus conocimientos y
fortaleció su gran amor a la Iglesia y a su cabeza visible, el Papa.
Después, al regresar a su patria, trabajó como profesor en el seminario
de Przemysl, y luego durante 22 años en la Universidad Jagelónica de
Cracovia. Como profesor y decano de la Facultad de Teología, gozaba
de estima y grande fama como hombre culto, buen organizador y amigo
344
de los jóvenes. Como reconocimiento a sus valores, le confiaron la
dignidad de Rector del Almae Matris de Cracovia (1882-1883).
Deseando realizar el ideal de “sacerdote y Polaco, que trabaja con
devoción por su pueblo”, el sacerdote Pelczar no limitaba su actividad al
campo de la ciencia, sino también al trabajo social y caritativo. Fue
miembro activo de la Asociación de san Vicente de Paúl y de la
Asociación de la Educación Popular. Durante los 16 años que fue
presidente de la Asociación de la Educación popular, fundó numerosas
salas de lectura y bibliotecas. Esta Asociación promovió numerosas
charlas gratis, editó y distribuyó entre el pueblo más de cien mil libros y
abrió una escuela para las empleadas del servicio doméstico. En 1891,
por iniciativa suya, se creó “La Fraternidad de la Inmaculada Virgen
María, Reina de Polonia”, que además de los fines religiosos tenía una
dimensión social: se ocupaba de la protección de los artesanos, de los
pobres, de los huérfanos y empleadas del servicio doméstico (de las
empleadas enfermas y las que no tenían trabajo).
Viendo en los problemas de su tiempo, un signo de la voluntad de Dios ,
fundó en el año 1894, en Cracovia, la Congregación de las Siervas del
Sagrado Corazón de Jesús, siendo su fin la proclamación del Reino del
Amor del Sagrado Corazón de Jesús. Fue su deseo que las Hermanas
fueran signo e instrumento de este amor para con las jóvenes, enfermos
y todos los que necesitasen cualquier tipo de ayuda.
En el año 1899 fue nombrado Obispo auxiliar y un año más tarde,
después de la muerte del Monseñor Ł. Solecki, fue Obispo de la diócesis
de Przemyśl. Durante los 25 años de su ministerio episcopal, se dio a
conocer como un valiente pastor, celoso por el bien de las almas a él
confiadas.
A pesar de su debilitada salud, Mons. Pelczar seguía desempeñando
actividades religiosas y sociales. Para animar a los fieles a mantener y
renovar la fe, visitaba frecuentemente las parroquias, se preocupaba
además por la dimensión moral e intelectual del clero, dando a la vez
ejemplo de una profunda piedad que se expresaba en la devoción al
Sagrado Corazón de Jesús y a la Madre de Dios. Tenía gran devoción al
Santísimo Sacramento e invitaba a los fieles a participar en las
celebraciones eucarísticas. Gracias a sus diligencias, aumentó el
número de nuevas iglesias y capillas, también fueron restaurados
muchos templos. No obstante las difíciles circunstancias políticas,
realizó tres sínodos diocesanos, organizando en unas normas
345
legislativas diferentes iniciativas, dándoles mayor apoyo y asegurando
su estabilidad.
El obispo José Sebastián conocía las necesidades de sus fieles y
rodeaba de cuidados a los más pobres de su diócesis. Las guarderías
para los niños, los comedores populares para los pobres, los refugios
para los que no tenían casa, la preparación en las labores domésticas
para las jóvenes, las becas para los seminaristas sin recursos
económicos, son algunas de las obras existentes debidas a su iniciativa.
Se compadecía de las injusticias sufridas por los trabajadores, y se
dedicó con empeño por solucionar algunos problemas de su tiempo
como la emigración y el alcoholismo. En sus cartas pastorales, en los
artículos publicados y en otros escritos subrayaba la necesidad de
respetar estrictamente la enseñanza social del Papa León XIII.
Dotado copiosamente por Dios, no desperdiciaba los talentos recibidos
sino que los desarrollaba y multiplicaba. Una de las pruebas de su
increíble laboriosidad son sus numerosos escritos que contienen obras
teológicas, históricas, libros sobre la ley canónica, manuales,
devocionarios, cartas pastorales, charlas y homilías.
Monseñor Pelczar murió la noche del 27 al 28 de marzo de 1924. Quedó
en la memoria de la gente como hombre de Dios que, a pesar de los
tiempos difíciles que le tocó vivir, cumplió siempre su voluntad. El
profesor, P. Antonio Bystrzonowski, discípulo y sucesor del Prof. Pelczar
en la cátedra universitaria, el día de su entierro dijo: “El difunto Obispo
de Przemyśl unía en sí las más bellas cualidades y talentos: un celo
apostólico y un espíritu de iniciativa llevado a la práctica con energía. La
luz de una gran sabiduría, tal vez más grande por sus virtudes.
Monseñor, brillaba como modelo y ejemplo de un trabajo extraordinario
unido a un entusiasmo juvenil”.
El 2 de junio del 1991, durante su IV peregrinación a Polonia, el Santo
Padre, Juan Pablo II beatificó al Mons. José Sebastián Pelczar en
Rzeszów. Las Reliquias del Beato se encuentran en la catedral de
Przemyśl. En Cracovia el beato José Sebastián es venerado, de modo
especial, en la iglesia de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús,
donde se encuentra la capilla a él dedicada. Su memoria se celebra el
19 de enero.
346
Madre Úrsula Ledóchowska (1865-1939), Fundadora de
la congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado
Corazón de Jesús Agonizante
Nació el 17 de abril de 1865 en Loosdorf (Austria), segunda de nueve
hijos. Su madre, de nacionalidad suiza, descendía de una familia noble;
su padre procedía de la antigua y noble familia polaca Ledóchowski, en
la que destacaron hombres de Estado, militares, eclesiásticos y
personas consagradas. Creció en un clima familiar lleno de amor y
exigente. María Teresa, su hermana mayor, fundadora de las Misioneras
de San Pedro Claver (Hermanas Claverianas), conocida como "madre
de África", fue beatificada por el Papa Pablo VI en el año 1975; su
hermano Vladimiro, un año menor que ella, fue superior general de la
Compañía de Jesús de 1915 a 1942. Otro de sus hermanos, Ignacio,
general del ejército polaco, murió asesinado por los nazis en el campo
de concentración de Dora-Nordhausen, el año 1945.
En 1883 la familia se trasladó de Austria a Polonia. Tres años después,
Julia entró en el convento de las Ursulinas de Cracovia. Durante la
profesión religiosa, emitida en 1889, tomó el nombre de María Úrsula de
Jesús. Destacó por su amor al Señor, su talento educativo y su
sensibilidad ante las necesidades de los jóvenes en las difíciles
circunstancias sociales, políticas y morales de su tiempo. En 1904 fue
elegida superiora del convento de Cracovia. En ese tiempo emprendió
valientes iniciativas apostólicas. Abrió un internado para jóvenes
universitarias -el primero en Polonia-, donde las muchachas no sólo
pudieran encontrar un lugar seguro, sino también una sólida formación
religiosa: les organizaba la Congregación mariana y cursos para
profundizar la visión cristiana de la vida, dirigidos por eminentes
teólogos.
347
Convencida de la necesidad de cambiar las Constituciones según las
nuevas necesidades pastorales, se dirigió a Roma en 1907. En una
audiencia, propuso al Papa Pío X realizar su trabajo apostólico en el
corazón de la Rusia hostil a la Iglesia. Con la bendición del Vicario de
Cristo, ese mismo año, al concluir su cargo de superiora del convento de
Cracovia, acompañada de otra religiosa, ambas vestidas de civil, pues la
vida religiosa estaba prohibida en ese país, partió hacia San
Petersburgo.
Las religiosas vivían en la clandestinidad y, aunque eran vigiladas
continuamente por la policía secreta, realizaban una intensa labor
educativa y de formación religiosa, también con vistas a promover
buenas relaciones entre polacos y rusos.
En 1908, la Santa Sede, a causa de las grandes dificultades de
comunicación, aprobó la erección canónica de la casa de San
Petersburgo como casa autónoma, con noviciado. La madre Úrsula fue
nombrada superiora. Al año siguiente, la actividad del convento se
extendió a Finlandia, donde construyó una escuela con internado para
muchachas.
Cuando estalló la primera guerra mundial, en 1914, la madre Úrsula, al
ser ciudadana austríaca, tuvo que salir de Rusia y emigró a
Escandinavia: primero a Suecia y luego a Dinamarca, desde donde
podía mantener más fácilmente contactos con sus religiosas de San
Petersburgo. Para evitarles las consecuencias de la revolución
bolchevique, trasladó la comunidad a Estocolmo, donde fundó un
instituto de lenguas para muchachas. En 1917 se trasladó, con toda la
comunidad, a Aalborg, en Dinamarca, donde abrió una casa para niños
huérfanos de los inmigrantes polacos.
Durante el tiempo de su estancia en Escandinavia, además de su
apostolado educativo, trabajó intensamente en la promoción del
compromiso ecuménico. Asimismo, colaboró con el Comité de ayuda a
las víctimas de la guerra en Polonia, fundado por Henryk Sienkiewicz,
famoso escritor polaco premiado con el premio Nobel por su libro "Quo
vadis".
La casa de sus religiosas se convirtió en un apoyo para la gente de
diversas orientaciones políticas y religiosas. Su amor ardiente a la patria
iba unido a la apertura a los otros. Cuando le preguntaban cuál era su
orientación política, respondía sin vacilar: "Mi política es el amor". En
ese tiempo, la Santa Sede le concedió el permiso para transformar su
348
convento autónomo de Ursulinas en la congregación de Hermanas
Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante.
La espiritualidad de la congregación se centra en la contemplación del
amor salvífico de Cristo y en la participación en su misión por medio de
la labor educativa y el servicio al prójimo, especialmente a los que
sufren, a los que viven en soledad, a los marginados y a los que buscan
el sentido de su vida.
Úrsula educaba a sus religiosas para amar a Dios sobre todas las cosas
y en Dios a toda persona humana y a toda la creación. Recomendaba,
como testimonio creíble de una relación personal con Cristo, la sonrisa,
la serenidad de espíritu, la humildad y la capacidad de vivir la vida
ordinaria como camino privilegiado para la santidad. Ella misma era un
ejemplo notable de ese tipo de vida.
La congregación se desarrolló rápidamente. Nacieron comunidades de
religiosas Ursulinas en Polonia y en otras regiones. En 1928 abrió en
Roma la casa general y una pensión para muchachas pobres. Las
Ursulinas comenzaron también a trabajar entre los pobres de los
suburbios de la ciudad eterna. En 1930 se establecieron en Francia.
La madre Úrsula fundó numerosos centros de educación y de
enseñanza; enviaba a las religiosas a dar catequesis y a trabajar en
zonas pobres; organizaba ediciones de libros para niños y jóvenes; ella
misma escribió libros y artículos.
Trató de iniciar y apoyar organizaciones eclesiales para niños
(Movimiento Eucarístico), para la juventud y para las mujeres.
Participaba activamente en la vida de la Iglesia y del país. Recibió
condecoraciones estatales y eclesiásticas.
Ejerció gran influjo sobre la vida de la madre Úrsula su tío Mieczyslaw,
arzobispo de Gniezno-Poznan, primado de Polonia y después prefecto
de la Sagrada Congregación para la propagación de la fe.
Murió en Roma el 29 de mayo de 1939. Fue beatificada por el Papa
Juan Pablo II el 20 de junio de 1983 en Poznan.
349
María de Mattias (1805 - 1866), Fundadora de la
congregación de las Religiosas Adoratrices de la
Sangre de Cristo
Nació el 4 de febrero de 1805 en Vallecorsa (Italia) en una familia
acomodada y de profunda fe cristiana. Ya desde niña se familiarizó con
la Sagrada Escritura, y sintió un gran amor a Jesús, Cordero inmolado
por la salvación de la humanidad. Tuvo especial devoción por la Sangre
de Cristo, derramada por amor a los hombres.
Por las costumbres de la época, vivió su niñez y adolescencia
relativamente aislada, con pocos contactos y relaciones exteriores. En
su interior, sin embargo, buscaba el sentido de su vida, que esperaba
encontrar en un amor sin confines.
Se encomendó a la Virgen María para que la iluminara y Dios la hizo
experimentar la belleza de su amor, que se manifestó con plenitud en
Cristo crucificado, en Cristo que derramó su preciosísima sangre por
nuestra salvación. Esta experiencia fue la fuente, la fuerza y la
motivación que la llevó a difundir por doquier el amor misericordioso del
Padre celestial, y el amor de Jesús crucificado.
Estaba convencida de que la reforma de la sociedad nace del corazón
de las personas y que los hombres se transforman cuando llegan a
comprender cuán valiosos son a los ojos de Dios, cuando caen en la
cuenta del inmenso amor de que han sido objeto: Jesús dio toda su
sangre para rescatarlos.
Cuando tenía 17 años, san Gaspar del Búfalo predicó en Vallecorsa una
misión popular y María vio cómo se transformaba el pueblo, con la
350
conversión de muchas personas. En su interior surgió el deseo de
contribuir, como ese santo, a la transformación espiritual de las
personas.
Bajo la guía de un compañero de san Gaspar, el venerable don Giovanni
Merlini, el 4 de marzo de 1834 fundó la congregación de las Religiosas
Adoratrices de la Sangre de Cristo.
Además de promover la educación de las niñas, reunía a las madres y a
las jóvenes para catequizarlas, para hacer que se enamoraran de Jesús,
impulsándolas a vivir cristianamente, según su estado de vida. Muchos
hombres, a los que no podía hablar, a causa de las costumbres de la
época, acudían espontáneamente a escucharla.
A pesar de su carácter tímido e introvertido, el celo por la causa de
Cristo la convirtió en una gran predicadora, que convencía tanto a las
personas sencillas como a las cultas, tanto a los laicos como a los
sacerdotes, porque cuando hablaba de los misterios de la fe daba la
impresión de que había experimentado personalmente esas realidades.
Su gran deseo era que no se perdiera ni siquiera una gota de la Sangre
de Cristo, sino que llegara a todos los pecadores para purificarlos y para
que, lavados en aquel río de misericordia, volvieran al buen camino.
Este celo arrastró a muchas jóvenes. Así, pudo fundar cerca de setenta
casas religiosas, principalmente en Italia, pero también en Alemania e
Inglaterra. Casi todas sus casas se abrían en pequeñas aldeas
abandonadas del centro de Italia, a excepción de Roma, a donde fue
llamada por el Papa Pío IX para dirigir el Hospicio de San Luis y una
escuela en Civitavecchia.
Vivió toda su vida con el único deseo de agradar a Jesús, que le había
robado el corazón desde su juventud, y con el compromiso gozoso de
difundir al máximo el conocimiento del amor de Dios por la humanidad.
Para ello no escatimó esfuerzos, ni se dejó abatir por las dificultades.
Siempre actuó en profunda comunión con la Iglesia universal y
particular, y por amor a ella.
Murió en Roma el 20 de agosto de 1866. Fue beatificada por el Papa
Pío XII el 1 de octubre de 1950.
351
Virginia Centurione, viuda de Bracelli (1587-1651)
Virginia Centurione, viuda de Bracelli, nació el 2 de abril de 1587 en
Génova (Italia). Fue hija de Jorge Centurione, dux de la República en el
bienio 1621-1622, y de Lelia Spínola, ambos descendientes de familias
de antigua nobleza. Bautizada dos días más tarde, recibió la primera
formación religiosa y literaria de su madre y de un preceptor doméstico.
Aunque ya desde su adolescencia manifestó inclinación a la vida del
claustro, tuvo que aceptar la decisión de su padre, que quiso que se
casara, el 10 de diciembre de 1602, con Gaspar Grimaldi Bracelli, un
joven rico, heredero de una ilustre familia, pero inclinado a una vida
desordenada y al vicio del juego. De esa unión nacieron dos niñas: Lelia
e Isabel.
La vida conyugal de Virginia duró poco tiempo. Gaspar Bracelli, no
obstante el matrimonio y la paternidad, no abandonó su estilo de vida
disipada, hasta el punto de poner en peligro su propia existencia.
Virginia, con silenciosa paciencia, oración y amable atención, procuró
convencer a su marido a emprender una conducta más morigerada.
Desafortunadamente, Gaspar se enfermó, pero falleció cristianamente el
13 de junio de 1607 en Alessandria, asistido por su esposa, que se
había trasladado allí para curarle.
Al quedarse viuda con sólo 20 años, Virginia hizo voto de castidad
perpetua, rechazando las ocasiones de contraer segundas nupcias, tal
como se lo propuso su padre, y vivió retirada en casa de su suegra,
aplicándose a la educación y a la administración de los bienes de sus
hijas y dedicándose a la oración y a la beneficencia.
En 1610 sintió más claramente la vocación especial a «servir a Dios en
sus pobres”. Aunque estaba severamente controlada por su padre, y sin
352
descuidar nunca el cuidado de su familia, comenzó a trabajar en favor
de los necesitados. Los atendía directamente, distribuyendo en limosnas
la mitad de sus propias rentas, o por medio de las instituciones
benéficas de aquel tiempo.
Una vez que colocó de forma conveniente a sus hijas en el matrimonio,
Virginia se dedicó por completo al cuidado de los muchachos
abandonados, de los ancianos y de los enfermos, y a la promoción de
los marginados.
La guerra entre la República de Génova y el Duque de Saboya, apoyado
por Francia, sembrando el desempleo y el hambre, indujo a Virginia, en
el invierno de 1624-1625, a acoger en casa, primero a unas quince
jóvenes abandonadas, y luego, al aumentar el número de los prófugos
en la ciudad, a todos los pobres que pudo, especialmente mujeres,
proveyendo en todo a sus necesidades.
Tras el fallecimiento de su suegra, en el mes de agosto de 1625, no sólo
comenzó a acoger a las jóvenes que llegaban espontáneamente, sino
que ella misma andaba por la ciudad, sobre todo por los barrios de peor
fama, en busca de las más necesitadas y que se hallaban en peligro de
corrupción.
Para salir al paso de la creciente miseria, dio origen a las Cien Señoras
de la Misericordia protectoras de los Pobres de Jesucristo, una
asociación que, en unión con la organización local de las «Ocho
Señoras de la Misericordia», tenía la tarea específica de verificar
directamente, a través de las visitas a domicilio, las necesidades de los
pobres, especialmente si se trataba de pobres de solemnidad.
Al intensificar la iniciativa de la acogida de las jóvenes, sobre todo
durante el tiempo de la peste y de la carestía de 1629-1630, Virginia se
vio obligada a tomar en arriendo el convento vacío de Montecalvario, a
donde se trasladó el 14 de abril de 1631 con sus acogidas, a las que
puso bajo la protección de Nuestra Señora del Refugio. Tres años
después la Obra contaba ya con tres casas en las que residían casi 300
acogidas. Por esto Virginia consideró oportuno pedir el reconocimiento
oficial al Senado de la República, que lo concedió el 13 de diciembre de
1635.
Las acogidas de Nuestra Señora del Refugio se convirtieron para la
Santa en sus “hijas” por excelencia, con las que compartía la comida y
353
los vestidos, y a las instruía con el catecismo y las adiestraba en el
trabajo para que se ganasen el propio sustento.
Proponiéndose dar a la Obra una sede propia, después de haber
renunciado a la adquisición del Montecalvario debido a su precio
demasiado elevado, compró dos casitas contiguas en la colina de
Carignano, que, con la construcción de una nueva ala y de la iglesia
dedicada a Nuestra Señora del Refugio, se convirtió en la casa-madre
de la Obra.
El espíritu que animaba a la Institución fundada por Virginia Bracelli
estaba ampliamente presente en la Regla redactada en los años 16441650. En ella se estable que todas las casas constituyen la única Obra
de Nuestra Señora del Refugio, bajo la dirección y administración de los
Protectores (laicos noble designados por el Senado de la República); se
reafirma la división entre las «hijas» con hábito e «hijas» sin hábito; pero
todas deben vivir - aunque no tengan votos - como las monjas más
observantes, en obediencia y pobreza, trabajando y orando; además,
deben estar dispuestas a ir a prestar servicio en los hospitales públicos,
como si estuvieran obligadas por medio de un voto.
Con el tiempo la Obra se desarrollará en dos Congregaciones religiosas:
las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio de Monte Calvario y las
Hijas de Nuestra Señora en el Monte Calvario.
Después del nombramiento de los Protectores (el 3 de julio de 1641),
que eran considerados los verdaderos superiores de la Obra, Virginia
Bracelli no quiso inmiscuirse más en el gobierno de la casa: ella estaba
sometida a su querer y seguía sus disposiciones, incluso en la
aceptación de cualquier joven necesitada. Virginia vivía como la última
de sus «hijas», dedicada al servicio de la casa: salía mañana y tarde a
mendigar para conseguir el sustento para toda la casa. Se interesaba
por todas como una madre, especialmente por las enfermas,
prestándolas los servicios más humildes.
Ya en los años anteriores había comenzado una acción social sanadora,
destinada a curar las raíces del mal y a prevenir las recaídas: a los
enfermos y los inválidos se les había de internar en centros apropiados
para ellos; los hombres útiles debían ser iniciados en el trabajo; las
mujeres debían ejercitarse en los telares y en hacer labores de corte y
confección; y los niños tenían la obligación de ir a la escuela.
354
Al crecer las actividades y redoblarse los esfuerzos, Virginia vio
disminuir a su alrededor el número de colaboradoras, sobre todo las
mujeres burguesas y aristocráticas, que temían comprometer su
reputación al tratar con gente corrompida y siguiendo a una guía que,
aunque fuera noble y santa, aprecia un tanto temeraria en sus
empresas.
Abandonada por las Auxiliares, desautorizada de hecho por los
Protectores en el gobierno de su Obra, y ocupando el último lugar entre
las hermanas en la casa de Carignano, mientras que su salud física se
debilitaba rápidamente, Virginia parecía que encontraba nueva fuerza en
la soledad moral.
El 25 de marzo de 1637 consiguió que la República tomara a la Virgen
María como protectora. Suplicó con insistencia ante el Arzobispo de la
ciudad la institución de las Cuarenta Horas, que comenzaron en Génova
hacia finales de 1642, y la predicación de las misiones populares (1643).
Se interpuso para allanar las frecuentes y sanguinarias rivalidades que,
por motivos fútiles, surgían entre las familias nobles y los caballeros. En
1647 obtuvo la reconciliación entre la Curia arzobispal y el Gobierno de
la República, en lucha entre sí por puras cuestiones de prestigio. Sin
perder nunca de vista a los más abandonados, estaba siempre
disponible, independientemente del rango social, para cualquier persona
que acudiese a ella para pedir ayuda.
Enriquecida por el Señor con éxtasis, visiones, locuciones interiores y
otros dones místicos especiales, entregó su espíritu al Señor el 15 de
diciembre de 1651, a la edad de 64 años. El Sumo Pontífice Juan Pablo
II la proclamó Beata, con ocasión de su viaje apostólico a Génova, el 22
de septiembre de 1985.
355
Arnoldo Janssen (1837-1909), Presbítero y Fundador
de la Sociedad del Verbo Divino
Arnoldo Janssen nació el 5 de noviembre de 1837 en Goch, una
pequeña ciudad de la Baja Renania (Alemania). Segundo entre diez
hermanos, aprendió de sus padres la dedicación al trabajo y una
profunda religiosidad.
El 15 de agosto de 1861 fue ordenado sacerdote para la diócesis de
Münster y fue asignado a enseñar ciencias naturales y matemáticas en
la escuela secundaria de Bocholt, donde adquirió fama de maestro
estricto pero justo. Por su profunda devoción al Sagrado Corazón de
Jesús fue nombrado director diocesano del Apostolado de la Oración.
Desde este apostolado, Arnoldo buscó abrirse también a cristianos de
otras denominaciones.
Poco a poco creció su conciencia de las necesidades espirituales de la
gente aún más allá de los límites de su propia diócesis, hasta
convertirse en preocupación por la misión universal de la Iglesia. Decidió
dedicar su vida a despertar en la iglesia alemana la conciencia de su
responsabilidad misionera. Con este objetivo en mente, en 1873
renunció a su cargo docente y fundó «El pequeño mensajero del
Corazón de Jesús». En esta revista mensual ofrecía noticias misionales
y animaba a los católicos de lengua alemana a hacer más por las
misiones.
Eran tiempos difíciles para la iglesia en Alemania. Bismark había
desatado el «Kulturkampf» («batalla por la cultura»), que implicaba una
serie de leyes anti-católicas, la expulsión de sacerdotes y religiosos y
aún el encarcelamiento de varios obispos.
356
En esa situación caótica, Arnoldo Janssen sugirió que tal vez algunos de
los sacerdotes expulsados podrían ser enviados a las misiones o ayudar
en la preparación de misioneros. Poco a poco, y animado por el vicario
apostólico de Hong Kong, Arnoldo fue descubriendo que era a él a quien
Dios llamaba para esta difícil tarea. Muchos opinaban que no era el
hombre indicado, o que los tiempos no estaban maduros. «El Señor
desafía nuestra fe a realizar algo nuevo, precisamente cuando tantas
cosas se están derrumbado en la Iglesia», fue la respuesta de Arnoldo.
Con el apoyo de varios obispos, Arnoldo inauguró la casa misional en
Steyl (Holanda) y dio comienzo a la Congregación de los Misioneros del
Verbo Divino. Ya el dos de marzo de 1879 partieron los dos primeros
misioneros hacia China. Uno de ellos era José Freinademetz.
Consciente de la importancia de las publicaciones para atraer
vocaciones y fondos, Arnoldo estableció la propia imprenta sólo cuatro
meses después de inaugurada la casa. Miles de laicos generosos
dedicaron tiempo y esfuerzos a la animación misional en los países de
habla alemana distribuyendo las revistas de Steyl. De esta manera, la
nueva congregación se desarrolló ya desde su inicio como comunidad
de sacerdotes y hermanos.
Los voluntarios que ayudaron en la casa misional no sólo fueron
hombres. Prácticamente desde el comienzo, un grupo de mujeres se
puso al servicio de la comunidad. Su deseo era servir a la misión como
religiosas. Este deseo, los años de fiel servicio, y la conciencia de la
importancia de las mujeres en las misiones, llevaron a Arnoldo a fundar
la congregación de las «Siervas del Espíritu Santo» el 8 de diciembre de
1889. Las primeras Hermanas partieron hacia Argentina en 1895.
En 1896, el P. Arnoldo eligió a algunas de las Hermanas para formar
una rama de clausura, las «Siervas del Espíritu Santo de Adoración
Perpetua». Su servicio a la misión sería la de rezar día y noche por la
Iglesia y especialmente por las otras dos congregaciones misioneras,
manteniendo un servicio ininterrumpido de adoración al Santísimo
Sacramento.
Arnoldo murió el 15 de enero de 1909. Su vida fue una permanente
búsqueda de la voluntad de Dios, de confianza en la providencia divina y
de duro trabajo. Testimonio de la bendición divina sobre su obra es el
ulterior desarrollo de la misma: más de 6.000 misioneros del Verbo
Divino trabajan hoy en 63 países. Las misioneras Siervas del Espíritu
357
Santo son más de 3.800 hermanas y más de 400 las Siervas del Espíritu
Santo de Adoración Perpetua.
José Freinademetz (1852-1908), presbítero misionero
Giuseppe (José) Freinademetz nació el 15 de abril de 1852 en Oies, un
pequeño paraje de cinco casas entre los Alpes Dolomitas del norte de
Italia. Bautizado el mismo día de su nacimiento, heredó de su familia
una fe sencilla pero tenaz.
Ya durante sus estudios teológicos en el seminario mayor diocesano de
Bresanone comenzó a pensar seriamente en las «misiones extranjeras»
como una posibilidad para su vida. Ordenado sacerdote el 25 de julio de
1875, fue destinado a la comunidad de San Martino di Badia, muy cerca
de su casa natal, donde pronto se ganó el corazón de sus paisanos. Sin
embargo, la inquietud misional no lo había abandonado. Apenas dos
años después de su ordenación se puso en contacto con el P. Arnoldo
Janssen, fundador de la casa misional que pronto se convertiría
oficialmente en la «Congregación del Verbo Divino».
Con el permiso de su obispo, José llegó a la casa misional de Steyl en
agosto de 1878. El 2 de marzo de 1879 recibió la cruz misional y partió
hacia China junto a otro misionero verbita, el P. Juan Bautista Anzer.
Cinco semanas después desembarcaron en Hong Kong, donde pasarán
dos años preparándose para la misión que les fue asignada en
Shantung del Sur, una provincia con 12 millones de habitantes y sólo
158 bautizados.
Fueron años duros, marcados por viajes largos y difíciles, asaltos de
bandoleros y arduo trabajo para formar las primeras comunidades
cristianas. Tan pronto como lograba poner en pié una comunidad,
llegaba del obispo la orden de dejarlo todo y recomenzar en otro lugar.
358
José comprendió pronto la importancia que tenían los laicos
comprometidos para la primera evangelización, sobre todo como
catequistas. A su formación dedicó muchos esfuerzos y preparó para
ellos un manual catequístico en chino. Al mismo tiempo, junto con Anzer
que ya había sido nombrado obispo, se empeñó en la preparación,
atención espiritual y formación permanente de sacerdotes chinos y de
los otros misioneros.
Toda su vida estuvo marcada por el esfuerzo de hacerse chino entre los
chinos, al punto de escribir a sus familiares: «Yo amo la China y a los
chinos; en medio ellos quiero morir, y entre ellos ser sepultado».
En 1898 el trabajo incesante y las muchas privaciones cobraron su
precio. Enfermo de la laringe y con un principio de tuberculosis, por
insistencia del obispo y de los cohermanos, pasó un tiempo en el Japón,
en espera de recuperar la salud. Volvió a China algo recuperado,
aunque no curado.
A fines de 1907, mientras administraba la diócesis en ausencia del
obispo que había tenido que viajar a Europa, se desató una epidemia de
tifus. José, como buen pastor, prestó su asistencia incansable, hasta
que él mismo contrajo la enfermedad. Volvió inmediatamente a Taikia,
sede de la diócesis, donde murió el 28 de enero de 1908. Lo sepultaron
bajo la duodécima estación del Via Crucis y su tumba se volvió pronto
un punto de referencia y peregrinación para los cristianos.
Freinademetz supo descubrir y amar profundamente la grandeza de la
cultura del pueblo al que había sido enviado. Dedicó su vida a anunciar
el Evangelio, mensaje del Amor de Dios a la humanidad, y a encarnar
ese amor en la comunión de comunidades cristianas chinas. Animó a
esas comunidades a abrirse en solidaridad con el resto del pueblo chino.
Entusiasmó a muchos chinos para que fueran misioneros de sus
paisanos como catequistas, religiosos, religiosas y sacerdotes. Su vida
entera fue expresión del que fue su lema: «El idioma que todos
entienden es el amor».
359
Daniel Comboni (1831-1881), Fundador de los
Misioneros Combonianos
Daniel Comboni: hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo
de África Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de
la Iglesia.
La vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y
encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes
cosas.
Hijo único - padres santos
Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de
marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico
señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy
unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos
en edad temprana. Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y
rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza
de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a
Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para
jóvenes prometedores pero sin recursos.
Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación
sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se
abre a la misión de África Central, atraído por el testimonio de los
primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente
africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años
después parte para la misión de África junto a otros cinco misioneros del
Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a
decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».
360
En el corazón de África - con África en el corazón
Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que
forma parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con
la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de
las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima
insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes
compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a sí misma,
todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea
que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz
escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al
pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de
las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo
necesario para no desistir en esta gran empresa».
Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no
se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su
misión: «África o muerte!».
Cuando regresa a Italia, el recuerdo de África y de sus gentes empujan
a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864,
recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene
una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la
regeneración de África», un proyecto misionero que puede resumirse en
la expresión «Salvar África por medio de África», fruto de su ilimitada
confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos
africanos.
Un Obispo misionero original
En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni
intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio
la misión de África Central. Para lograrlo se dedica con todas sus
fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas
espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y
señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera,
la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.
Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a África llevan a
Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros,
masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se
llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.
361
Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I,
consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la
evangelización de África Central (Postulatum pro Nigris Africæ
Centralis).
El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de África
Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento
confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran
arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del
Evangelio y la liberación del continente africano.
Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el
espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de
una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local,
agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.
La cruz como «amiga y esposa»
En 1880 Comboni vuelve a África por octava y última vez, para estar al
lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y
decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la
actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el
cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la
amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo.
El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz
que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en
Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no
morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá».
Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes
realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva gracias al don que
de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han
querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión
entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la
solidaridad de los hombres.
Fechas más importantes
— Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de
marzo de 1831.
— Consagra su vida a África en 1849, realizando un proyecto que lo
lleva a arriesgar la vida varias veces en las difíciles expediciones
misioneras desde 1857, que es cuando va por primera vez a África.
362
— El 31 de diciembre de 1854, año en que se proclama el dogma de la
Inmaculada Concepción de María, es ordenado sacerdote por el Beato
Juan Nepomuceno Tschiderer, Obispo de Trento.
— En 1864 escribe un Plan fundado sobre la idea de « salvar África por
medio de África », que demuestra la confianza que Comboni tiene en los
africanos, pensando que serán ellos los protagonistas de su propia
evangelización (Plan de 1864).
— Fiel a su consigna « África o muerte », no obstante las dificultades
sigue con su Plan fundando, en 1867, el Instituto de los Misioneros
Combonianos.
— Voz profética, anuncia a toda la Iglesia, sobre todo en Europa, que ha
llegado la hora de evangelizar a los pueblos de África. No teme
presentarse, como simple sacerdote que es, a los Obispos del Concilio
Vaticano I, pidiéndoles que cada Iglesia local se comprometa en la
conversión de África (Postulatum, 1870).
— Demostrando un valor fuera de lo común, Comboni consigue que
también las religiosas participen directamente en la misión de África
Central, siendo el primero en tomar tal iniciativa. En 1872, funda un
Instituto de religiosas dedicadas exclusivamente a la misión: las
Hermanas Misioneras Combonianas.
— Gasta todas sus energías por los africanos y lucha con tesón para
que sea abolida la esclavitud.
— En 1877, es consagrado Obispo nombrado Vicario Apostólico de
África Central.
— Muere en Jartum, Sudán, abatido por las fatigas y cruces, en la noche
del 10 de octubre de 1881.
— El 26 de marzo de 1994, se reconoce la heroicidad de sus virtudes.
— El 6 de abril de 1995, se reconoce el milagro realizado por su
intercesión en una muchacha afrobrasileña, la joven María José de
Oliveira Paixão.
— El 17 de marzo de 1996, es beatificado por el Papa Juan Pablo II en
la Basílica de San Pedro de Roma.
— El 20 de diciembre 2002, se reconoce el segundo milagro realizado
por su intercesión en une madre musulmana del Sudan, Lubna Abdel
Aziz.
— El 5 de octubre de 2003, es canonizado por el Papa Juan Pablo II en
la Basílica de San Pedro de Roma.
363
Luis Orione (1872-1940), sacerdote, fundador de la
Pequeña Obra de la Divina Providencia y de la
Congregación de las Pequeñas Religiosas Misioneras
de la Caridad
Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de
1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera
(Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De
1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco
de Turín.
El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo
todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en
la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San
Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para
cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de
octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio
para chicos pobres en el barrio San Bernardino.
El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo
tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio.
En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana
(Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma.
Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que
formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El
Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de
1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina
Providencia (sacerdotes,
hermanos
coadjutores
y
ermitaños),
364
congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina
providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los
pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de
caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa”. En las
primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva
Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las
Iglesias separadas».
Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las
almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel
tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana»,
el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.
Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los
terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915).
Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina
durante tres años.
A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia,
como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915
dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de
la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927,
las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se
añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.
Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina
Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará
cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.
Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las
escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales.
Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos»,
para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las
grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de
Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».
El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el
envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después
a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En
1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América
Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.
365
Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la
Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para
resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las
relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador
infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes
vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la
Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo
manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la
Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.
En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y
pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía,
«no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los
pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del
afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940,
suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy».
Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fu
puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia
de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II
inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.
366
Aníbal María Di Francia (1851-1927), Presbítero y
Fundador de la Congregación de los Rogacionistas del
Corazón de Jesús y de las Hijas del Celo Divino
Aníbal María Di Francia nació en Messina el 5 de julio de 1851 de la
noble señora Anna Toscano y del caballero Francisco, marqués de S.
Caterina dello Ionio, Vicecónsul Pontificio y Capitán Honorario de la
Marina. Tercero de cuatro hijos, Aníbal quedó huérfano, tan sólo a los
quince meses por la muerte prematura del padre. Esta amarga
experiencia infundió en su ánimo la particular ternura y el especial amor
a los huérfanos, que caracterizó su vida y su sistema educativo.
Desarrolló un grande amor hacia la Eucaristía, tanto que recibió el
permiso, excepcional para aquellos tiempos, de acercarse
cotidianamente a la Santa Comunión. Jovencísimo, delante del
Santísimo Sacramento solemnemente expuesto, recibió lo que se puede
definir «inteligencia del Rogate»: es decir, descubrió la necesidad de la
oración por las vocaciones, que, más tarde, encontró expresada en el
versículo del Evangelio: «La mies es mucha pero los obreros son pocos.
Rogad (Rogate) pues al dueño de la mies, para que envíe obreros a su
mies» (Mt 9, 38: Lc 10, 2). Estas palabras del Evangelio constituyeron la
intuición fundamental a la que dedicó toda su existencia.
De ingenio alegre y de notables capacidades literarias, apenas sintió la
llamada del Señor, respondió generosamente, adaptando estos talentos
a su ministerio. Terminados los estudios, el 16 de marzo de 1878 fue
ordenado sacerdote. Algún mes antes, un encuentro «providencial» con
un mendigo casi ciego lo puso en contacto con la triste realidad social y
moral del barrio periférico más pobre de Messina, las llamadas Casas de
Avignone y le abrió el camino de aquel ilimitado amor hacia los pobres y
367
los huérfanos, que llegará a ser una característica fundamental de su
vida.
Con el consentimiento de su Obispo, fue a habitar en aquel «gueto» y se
comprometió con todas sus fuerzas en la redención de aquellos
infelices, que, se presentaban, ante su vista, según la imagen
evangélica, como «ovejas sin pastor». Fue una experiencia marcada por
fuertes incomprensiones, dificultades y hostilidades de todo tipo, que él
superó con grande fe, viendo en los humildes y marginados al mismo
Jesucristo y realizando lo que definía: «Espíritu de doble caridad: la
evangelización y la ayuda a los pobres».
En
1882
dio
inicio
a
sus
orfanatos,
que
fueron
llamados antonianos porque puestos bajo la protección de San Antonio
de Padua. Su preocupación no sólo fue la de dar pan y trabajo, sino y,
sobre todo, la de educar de forma integral a la persona teniendo en
cuenta el aspecto moral y religioso, ofreciendo a los asistidos un
verdadero clima de familia, que favorece el proceso formativo para
hacerles descubrir y seguir el proyecto de Dios. Hubiera querido abrazar
a los huérfanos y a los pobres de todo el mundo con espíritu misionero.
Pero, cómo hacerlo? La palabra del Rogate le abría esta posibilidad.
Por eso escribió: « ¿Qué son estos pocos huérfanos que se salvan y
estos pocos pobres que se evangelizan frente a millones que se pierden
y están abandonados como rebaño sin pastor?... Buscaba un camino de
salida y lo encontré amplio, inmenso en aquellas adorables palabras de
nuestro Señor Jesucristo: Rogate ergo... Entonces me pareció haber
hallado el secreto de todas las obras buenas y de la salvación de todas
las almas».
Aníbal había intuido que el Rogate no era una simple recomendación del
Señor, sino un mandado explícito y un «remedio inefable». Motivo por el
cual su carisma es de valorar como el principio animador de una
fundación providencial en la Iglesia. Otro aspecto importante para hacer
resaltar es que él precede a los tiempos en el considerar vocaciones
también aquellas de los laicos comprometidos: padres, maestros y hasta
buenos gobernantes.
Para realizar en la Iglesia y en el mundo sus ideales apostólicos, fundó
dos nuevas familias religiosas: en 1887 la Congregación de las Hijas del
Divino Celo y diez años después la Congregación de los Rogacionistas.
Quiso que los miembros de los dos Institutos, aprobados canónicamente
el 6 de agosto de 1926, se comprometieran a vivir el Rogate con un
cuarto voto. Tanto que el Di Francia escribió en una súplica del 1909 a
368
S. Pío X: «Me he dedicado desde mi primera juventud a aquella santa
Palabra del Evangelio: Rogate ergo. En mis mínimos Institutos de
beneficencia se eleva una oración incesante, cotidiana de los huérfanos,
de los pobres, de los sacerdotes, de las sagradas vírgenes, con la que
se suplican a los Corazones Santísimos de Jesús y María, al Patriarca
S. José y a los Santos Apóstoles para que quieran proveer
abundantemente a la Iglesia de sacerdotes elegidos y santos, de
obreros evangélicos de la mística mies de las almas».
Para difundir la oración por las vocaciones promovió numerosas
iniciativas, tuvo contactos epistolares y personales con los Sumos
Pontífices de su tiempo; instituyó la Sagrada Alianza para el clero y
la Pía Unión de la Rogación Evangélica para todos los fieles. Creó el
periódico con el significativo título «Dios y el Prójimo» para implicar a los
fieles a vivir los mismos ideales.
«Es toda la Iglesia — escribe él — que oficialmente tiene que rezar por
este fin, ya que la misión de la oración para obtener buenos obreros es
tal que ha de interesar vivamente a cada fiel, a todo cristiano, que le
preocupe el bien de todas las almas, pero en particular a los obispos, los
pastores del místico rebaño, a los cuales fueron confiadas las almas y
que son los apóstoles vivientes de Jesucristo». La anual Jornada
Mundial de Oración por las Vocaciones, instituida por Pablo VI en 1964,
puede considerarse la respuesta de la Iglesia a esta intuición suya.
Grande fue el amor que tuvo por el sacerdocio, convencido que sólo
mediante la obra de los sacerdotes numerosos y santos es posible
salvar a la humanidad. Se comprometió fuertemente en la formación
espiritual de los seminaristas, que el arzobispo de Messina confió a sus
cuidados. A menudo repetía que sin una sólida formación espiritual, sin
oración, «todos los esfuerzos de los obispos y de los rectores de los
seminarios se reducen generalmente a una cultura artificial de
sacerdotes...». Fue él mismo, el primero, en ser buen obrero del
Evangelio y sacerdote según el corazón de Dios. Su caridad, definida
«sin cálculos y sin límites», se manifestó con connotaciones particulares
también hacia los sacerdotes en dificultad y las monjas de clausura.
Ya durante su existencia terrenal fue acompañado por una clara y
genuina fama de santidad, difundida a todos los niveles, tanto que
cuando el 1 de junio de 1927 falleció en Messina, confortado por la
presencia de María Santísima, que tanto había amado durante su vida
terrenal, la gente decía: «Vamos a ver el santo que duerme». Los
funerales fueron una verdadera y propia apoteosis, que los periódicos de
369
la época puntualmente registraron con artículos y con fotografías. Las
autoridades fueron solícitas en otorgar el permiso de enterrarlo en
el Templo de la Rogación Evangélica, que él mismo había querido y
que está dedicado precisamente al «divino mandato»: «Rogad al Dueño
de la mies para que envíe obreros a su mies».
Las Congregaciones religiosas fundadas por el Padre Aníbal están hoy
presentes en los cinco Continentes comprometidas, según los ideales
del Fundador, en la difusión de la oración por las vocaciones a través de
centros vocacionales y editoriales y en la actividad de los institutos
educativos asistenciales a favor de niños y muchachos necesitados y de
sordomudos, centros nutricionales y de salud; casas para ancianos y
para madres solteras; escuelas, centros de formación profesional, etc.
La santidad y la misión de Padre Aníbal, declarado «insigne apóstol de
la oración por las vocaciones», son hoy profundamente apreciadas por
quienes se han compenetrado de las necesidades vocacionales de la
Iglesia.
El Sumo Pontífice, Juan Pablo II, el 7 de octubre de 1990 proclamó al Di
Francia Beato y al día siguiente lo definió: «Auténtico precursor y celoso
maestro de la moderna pastoral vocacional».
370
Josep Manyanet y Vives (1833-1901), fundador de los
Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José y de las
Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret
Josep Manyanet nació el 7 de enero de 1833 en Tremp (Lleida,
España), en el seno de una familia numerosa y cristiana. Fue bautizado
el mismo día y, a la edad de 5 años, fue ofrecido por su madre a la
Virgen de Valldeflors, patrona de la ciudad. Tuvo que trabajar para
completar los estudios secundarios en la Escuela Pía de Barbastro y los
eclesiásticos en los seminarios diocesanos de Lleida y Urgell. Fue
ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859.
Tras doce años de intenso trabajo en la diócesis de Urgell al servicio del
obispo, en calidad de paje y secretario particular, mayordomo de
palacio, bibliotecario del seminario, vicesecretario de cámara y
secretario de visita pastoral, se sintió llamado por Dios para hacerse
religioso y fundar dos congregaciones religiosas.
Fundador y apóstol de la Sagrada Familia
Contando con la aprobación del obispo, en 1864, fundó a los Hijos de la
Sagrada Familia Jesús, María y José, y en 1874, a las Misioneras Hijas
de la Sagrada Familia de Nazaret, con la misión de imitar, honrar y
propagar el culto a la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la
formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la
educación e instrucción católica de la niñez y juventud y el ministerio
sacerdotal.
Con oración y trabajo constantes, con el ejercicio ejemplar de todas las
virtudes, con amorosa dedicación y solicitud por las almas, guió e
371
impulsó a lo largo de casi cuarenta años la formación y expansión de los
institutos, abriendo escuelas, colegios y talleres y otros centros de
apostolado en varias poblaciones de España. Hoy, los dos institutos
están presentes en países de Europa, las dos Américas y África.
Especialmente llamado por Dios para presentar al mundo el ejemplo de
la Sagrada Familia de Nazaret, escribió varias obras y opúsculos para
propagar la devoción a la Familia de Jesús, María y José, fundó la
revista La Sagrada Familia y promovió la erección, en Barcelona, del
templo expiatorio de la Sagrada Familia, obra del arquitecto siervo de
Dios Antonio Gaudí, destinado a perpetuar las virtudes y ejemplos de la
Familia de Nazaret y ser el hogar universal de las familias.
Su pensamiento
El beato Josep Manyanet predicó abundantemente la Palabra de Dios y
escribió también muchas cartas y otros libros y opúsculos para la
formación de los religiosos y religiosas, de las familias y de los niños, y
para la dirección de los colegios y escuelas-talleres. Sobresale La
Escuela de Nazaret y Casa de la Sagrada Familia (Barcelona 1895), su
autobiografía espiritual, en la cual, mediante unos diálogos del alma,
personificada en Desideria, con Jesús, María y José, traza todo un
proceso de perfección cristiana y religiosa inspirada en la espiritualidad
de la casa y escuela de Nazaret.
También Preciosa joya de familia (Barcelona 1899), una guía para los
matrimonios y familias, que les recuerda la dignidad del matrimonio
como vocación y la importante tarea de la educación cristiana de los
hijos.
Para la formación de los religiosos escribió un libro de meditaciones
titulado El espíritu de la Sagrada Familia, en donde describe la identidad
de la vocación y misión de las religiosas y religiosos Hijos de la Sagrada
Familia en la sociedad y en la Iglesia.
Existe una edición de sus Obras Selectas (Madrid 1991) y está en fase
de impresión el primer volumen de sus Obras Completas.
Enfermedades y muerte
Las obras del Padre Manyanet crecieron entre muchas dificultades: ni le
faltaron varias dolorosas enfermedades corporales que le atormentaron
durante toda su vida. Pero su indómita constancia y fortaleza, nutridas
372
con una profunda adhesión y obediencia a la voluntad de Dios, le
ayudaron a superar todas las dificultades.
Minada su salud por unas llagas abiertas en el costado durante 16 años
—que llamaba «las misericordias del Señor»—, el 17 de diciembre de
1901, esclarecido en virtudes y buenas obras, volvió a la casa del Padre,
en Barcelona, en el colegio Jesús, María y José, el centro de su trabajo
y rodeado de niños, con la misma sencillez que caracterizó toda su
existencia. Sus últimas palabras fueron la jaculatoria que había repetido
tantas veces: Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía.
Sus restos mortales descansan en la capilla-panteón del mismo colegio
Jesús, María y José, continuamente acompañados por la oración y el
agradecimiento de sus hijos e hijas espirituales y de innumerables
jóvenes, niños y familias que se han acercado a Dios, atraídos por su
ejemplo y sus enseñanzas.
El testimonio de su santidad
La fama de santidad que le distinguió en vida, se extendió por muchas
partes. Por lo que, introducida la Causa de Canonización en 1956,
reconocida la heroicidad de sus virtudes en 1982 y aprobado un milagro
debido a su intercesión, fue declarado Beato por Juan Pablo II en 1984.
Ahora, con la aprobación de un nuevo milagro obrado por su intercesión,
está prevista su canonización para el día 16 de mayo de 2004.
La santidad de Josep Manyanet, como afirmó Juan Pablo II, tiene su
origen en la Sagrada Familia. Fue llamado por Dios «para que en su
nombre sean bendecidas todas las familias del mundo». El Espíritu forjó
su personalidad para que anunciara con valentía el «Evangelio de la
familia». Su gran aspiración era que «todas las familias imiten y
bendigan a la Sagrada Familia de Nazaret»; por ello, quiso hacer un
Nazaret en cada hogar, una «Santa Familia» de cada familia.
La canonización del Beato Josep Manyanet sanciona ahora no sólo la
santidad, sino también la actualidad de su mensaje nazareno familiar.
Es, por eso, el profeta de la familia, el protector de nuestras familias.
373
Nimatullah Kassab Al-Hardini (1808-1858), sacerdote de
la Orden Libanesa Maronita
Nació en Hardin, en el norte del Líbano, el año 1808. En el bautismo
recibió el nombre de Youssef. Pertenecía a una familia maronita, con
seis hijos, que fueron educados en un profundo amor a Dios y a su
Iglesia. Tres de sus hermanos siguieron, como él, la vida monástica o
sacerdotal. Tanios fue párroco; Eliseo entró en la Orden Libanesa
Maronita, en la que vivió como ermitaño durante cuarenta y cuatro años;
Msihieh abrazó la vida claustral en el monasterio de San Juan Bautista,
en Hrasch.
Pasó los primeros años de su infancia frecuentando los monasterios y
eremitorios de su pueblo. Terminados los estudios, fue a vivir con su
abuelo materno, Youssef Raad, párroco de Tannourin, cuyo ejemplo
suscitó en él el amor al sacerdocio, vivido para el servicio de la Iglesia.
En Tannourin, rezaba el oficio divino en el monasterio con los monjes o
en la parroquia con su abuelo y los fieles.
Ingresó en la Orden Libanesa Maronita a los veinte años. Fue enviado al
monasterio de San Antonio de Qozhaya, cerca de la Qadischa ("Valle
santo"), para hacer sus dos años de noviciado, durante los cuales se
entregó con fervor a la oración comunitaria y al trabajo manual.
Dedicaba todo su tiempo libre, e incluso parte del destinado al
descanso, a visitar al santísimo Sacramento. Lo solían encontrar en la
capilla, arrodillado, inmóvil, con las manos alzadas en forma de cruz y
los ojos fijos en el sagrario.
Después de la profesión monástica, que emitió el 14 de noviembre de
1830, fue enviado al monasterio de San Cipriano y Santa Justina, en
Kfifan, para estudiar la filosofía y la teología, a la vez que trabajaba en el
campo; además, destacaba por su habilidad para encuadernar
374
manuscritos y libros, oficio que había aprendido durante el noviciado.
Durante ese período, a causa de su ascetismo y su intensa aplicación a
los estudios, se enfermó. Para evitarle la gran fatiga del trabajo en el
campo, su superior lo destinó a la sastrería.
Al ser ordenado sacerdote, fue nombrado director del estudiantado y
profesor, labor que desempeñó hasta sus últimos años. Dividía su
jornada habitualmente en dos partes: la primera mitad para prepararse
a la celebración de la misa y la otra mitad para la acción de gracias
después de la eucaristía. Vivía esta dimensión contemplativa juntamente
con su amor a los hermanos y a la cultura. Fundó una escuela para
instruir gratuitamente a la juventud.
Le tocó vivir dos guerras civiles (en los años 1840 y 1845), que fueron
preludio de sangrientos acontecimientos de 1860, durante los cuales
muchos monasterios fueron quemados, muchas iglesias devastadas y
muchos cristianos maronitas asesinados. En ese marco civil y religioso
tan difícil y doloroso, su hermano el padre Eliseo, ermitaño, lo invitó a
abandonar la vida comunitaria para retirarse a un eremitorio, pero él
respondió: "Los que luchan por la virtud en la vida comunitaria tendrán
más mérito".
Era severo y duro consigo mismo, pero misericordioso e indulgente con
sus hermanos. Radical en su opción, concebía la santidad en términos
de comunión. Afirmaba: "La primera preocupación de un monje debe
ser, día y noche, no herir o afligir a sus hermanos".
Fue grande su devoción a la Virgen María. En sus aflicciones invocaba
la intercesión de María, su principal auxilio, por el Líbano y por su
Orden. Rezaba el rosario todos los días con los demás monjes. Nunca
se cansaba de repetir el nombre bendito de María. Practicaba
el ayuno en su honor todos los sábados y las vísperas de sus fiestas;
tenía devoción particular por el misterio de la Inmaculada Concepción.
Después de rezar el Ángelus, repetía estas palabras: "Bendita sea la
Inmaculada Concepción de la santísima Virgen".
Se esforzó por inculcar a los fieles su devoción a María, formando
cofradías. Fundó también dieciséis altares consagrados a la Madre de
Dios; uno de estos, en el monasterio de Kfifan, fue llamado, después de
su muerte, "Nuestra Señora de Hardini".
En 1845, a los 33 años, la Santa Sede lo nombró asistente general de
375
su Orden con un mandato de tres años, por su celo en la observancia de
las reglas monásticas. Para ese cargo fue reelegido otras dos veces,
pero se negó siempre a aceptar el nombramiento de abad general de la
Orden. Residía, con los demás asistentes, en el monasterio de Nuestra
Señora de Tamich, casa general de la Orden, pero solía acudir al
monasterio de Kfifan, tanto para continuar dando clases como para
ejercer su trabajo de encuadernador, labor que realizaba con espíritu de
pobreza, poniendo especial esmero en los manuscritos litúrgicos. De
1853 a 1859 tuvo entre sus alumnos a san Charbel, que asistió a la
muerte de su maestro y a la conmovedora ceremonia de su funeral.
En lo más duro del invierno, mientras se encontraba en el monasterio de
Kfifan para dar clases, debido al intenso frío, se vio afectado por una
pulmonía; al agravarse, solicitó ser trasladado a una celda cercana a la
iglesia para escuchar el canto del oficio y, tras una agonía de diez días,
recibió la unción de los enfermos con un icono de la Virgen en las
manos, e invocándola: "Oh María, te encomiendo mi alma". Falleció el
14 de diciembre de 1858, a los 50 años de edad.
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 10 de mayo de 1998.
376
Paula Isabel Cerioli (1816-1865), fundadora del Instituto
de la Sagrada Familia y del Instituto Hermanos y
Hermanas de la Sagrada Familia
Nació en Soncino, provincia de Cremona (Italia), el 28 de enero de 1816,
en el seno de la noble y rica familia Cerioli. La bautizaron con el nombre
de Costanza. Desde su más tierna infancia aprendió la severa lección
del sufrimiento, pues su cuerpo era frágil y enfermizo. Estaba dotada de
grandes virtudes espirituales, que su madre, con su sensibilidad, supo
desarrollar. En especial le infundió la solicitud por la miseria, tan
extendida entre la gente de los campos de Soncino.
De los diez a los dieciséis años fue enviada a estudiar al colegio de las
Religiosas de la Visitación, de Alzano, en el que ya estaba su hermana
Cecilia y donde destacó por su bondad y por la diligencia en el estudio.
En el sufrimiento y en la soledad aprendió pronto a poner su confianza
en Dios.
A los diecinueve años, el 30 de abril de 1835, en un matrimonio
arreglado por sus padres, que ella aceptó como voluntad de Dios, se
casó con un hombre de cincuenta y ocho años, Gaetano Buzzecchi,
heredero de los condes Tassis. En las difíciles relaciones con su marido,
enfermo y espiritualmente alejado, Costanza fue siempre generosa,
paciente y dócil. Tuvieron cuatro hijos, tres de los cuales murieron casi
al nacer, y el cuarto, Carlo, a los dieciséis años.
Su deseo de maternidad había guiado y sostenido su ardua experiencia
matrimonial. Al perder a sus tres hijos pequeños, dedicó todo su cariño
al único que había sobrevivido. En esta relación puso en juego toda la
377
original riqueza de su método educativo, que le serviría más adelante
como instrumento valioso para su apostolado.
Dios le pidió también el sacrificio de su hijo Carlo, el cual se vio afectado
por una grave enfermedad. A pesar de intentar curarlo con todos los
medios posibles, poco después falleció. Sin embargo, antes de morir, le
dijo estas palabras proféticas: "Mamá, no llores por mi próxima muerte,
porque Dios te dará otros muchos hijos". Ella, meditando en la
maternidad universal de la Virgen de los Dolores, comprendió que las
palabras de su hijo Carlo se realizarían en una maternidad
espiritual con respecto a los necesitados y los enfermos, especialmente
los niños solos y abandonados.
Pocos meses después de la dolorosa muerte del último de sus hijos,
quedó viuda, a la edad de treinta y ocho años -su marido murió el 25 de
diciembre de 1854-, única heredera de un ingente patrimonio. Entonces,
entró en una crisis existencial, en la que sólo la sostuvo la fuerza de la fe
y la ayuda espiritual de dos obispos de Bérgamo.
Con esta luz se dedicó a buscar el sentido de lo que le había acontecido
y lo que Dios quería de ella. Y encontró su camino en el servicio
desinteresado y generoso a los niños pobres.
Comenzó abriendo su rico palacio de Comonte a dos niñas huérfanas.
Poco a poco fue aumentando el número de los niños abandonados que
acogía y atendía, así como el de personas a las que encargaba de su
formación y asistencia.
La congregación de las Religiosas de la Sagrada Familia comenzó
formalmente el 8 de diciembre de 1857, en Soncino, con la profesión
religiosa de la fundadora, que cambió el nombre de Costanza por el de
Paula Isabel. Pocos años después, el 4 de noviembre de 1863, puso las
bases de la rama masculina, los Hermanos de la Sagrada Familia, que
se dedican al trabajo y al apostolado en el campo.
Escribió personalmente las Constituciones de ambos institutos, que
fueron aprobadas por el obispo de Bérgamo.
Ella misma explica la vocación y el carisma de su congregación: "La
humildad, la sencillez, el amor al trabajo, a imitación de la Sagrada
Familia de Nazaret, formarán el espíritu propio de este instituto". En el
centro de su espiritualidad está la caridad, subrayando una profunda
relación personal con Dios.
378
Consumó su débil salud en la asistencia caritativa y en la actividad
religiosa. Murió en Comonte, el 24 de diciembre de 1865, a los 49
años. Fue beatificada el 19 de marzo de 1950 por el Papa Pío XII.
379
Gianna Beretta Molla (1922-1962), esposa y madre de
familia
Gianna Beretta nació en Magenta (provincia de Milán) el día 4 de
octubre de 1922. Desde su tierna infancia, acoge el don de la fe y la
educación cristiana que recibe de sus padres. Considera la vida como
un don maravilloso de Dios, confiándose plenamente a la Providencia, y
convencida de la necesidad y de la eficacia de la oración.
Durante los años de Liceo y de Universidad, en los que se dedica con
diligencia a los estudios, traduce su fe en fruto generoso de apostolado
en la Acción católica y en la Sociedad de San Vicente de Paúl,
dedicándose a los jóvenes y al servicio caritativo con los ancianos y
necesitados. Habiendo obtenido el título de Doctor en Medicina y Cirugía
en 1949 en la Universidad de Pavía, abre en 1950 un ambulatorio de
consulta en Mésero, municipio vecino a Magenta. En 1952 se
especializa en Pediatría en la Universidad de Milán. En la práctica de la
medicina, presta una atención particular a las madres, a los niños, a los
ancianos y a los pobres.
Su trabajo profesional, que considera como una «misión», no le impide
el dedicarse más y más a la Acción católica, intensificando su
apostolado entre las jovencitas.
Se dedica también a sus deportes favoritos, el esquí y el alpinismo,
encontrando en ellos una ocasión para expresar su alegría de vivir,
recreándose ante el encanto de la creación.
Se interroga sobre su porvenir, reza y pide oraciones, para conocer la
voluntad de Dios. Llega a la conclusión de que Dios la llama al
matrimonio. Llena de entusiasmo, se entrega a esta vocación, con
380
voluntad firme y decidida de formar una familia verdaderamente
cristiana.
Conoce al ingeniero Pietro Molla. Comienza el período de noviazgo,
tiempo de gozo y alegría, de profundización en la vida espiritual, de
oración y de acción de gracias al Señor. El día 24 de septiembre de
1955, Gianna y Pietro contraen matrimonio en Magenta, en la Basílica
de S. Martín. Los nuevos esposos se sienten felices. En noviembre de
1956, Gianna da a luz a su primer hijo, Pierluigi. En diciembre de 1957
viene al mundo Mariolina y en julio de 1959, Laura. Gianna armoniza,
con simplicidad y equilibrio, los deberes de madre, de esposa, de
médico y la alegría de vivir.
En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo, es
presa del sufrimiento. El diagnóstico: un tumor en el útero. Se hace
necesaria una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplica
al cirujano que salve, a toda costa, la vida que lleva en su seno, y se
confía a la oración y a la Providencia. Se salva la vida de la criatura. Ella
da gracias al Señor y pasa los siete meses antes del parto con
incomparable fuerza de ánimo y con plena dedicación a sus deberes de
madre y de médico. Se estremece al pensar que la criatura pueda nacer
enferma, y pide al Señor que no suceda tal cosa.
Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, está
dispuesta a dar su vida para salvar la de la criatura: «Si hay que decidir
entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo».
La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela. El día
28 de abril, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo
la jaculatoria «Jesús, te amo; Jesús, te amo», muere santamente. Tenía
39 años.
Sus funerales fueron una gran manifestación llena de emoción profunda,
de fe y de oración. La Sierva de Dios reposa en el cementerio de
Mésero, a 4 kilómetros de Magenta.
«Meditada inmolación», Pablo VI definió con esta frase el gesto de la
beata Gianna recordando, en el Ángelus del domingo 23 de septiembre
de 1973: «una joven madre de la diócesis de Milán que, por dar la vida a
su hija, sacrificaba, con meditada inmolación, la propia». Es evidente, en
las palabras del Santo Padre, la referencia cristológica al Calvario y a la
Eucaristía.
381
Fue beatificada por Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, Año
Internacional de la Familia.
382
Contenido
Crispín de Viterbo (1668-1750), capuchino ..................................... 2
Maximiliano María Kolbe (1894-1941), presbítero, mártir O.F.M.,
Conv. ................................................................................................... 5
Margarita Bourgeoys (1620-1700), virgen y fundadora de la
Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora ...................... 9
Jeanne Delanoue (Juana Delanoue) (1666-1736) fundadora de
la Congregación de Santa Ana de la Providencia ..........................11
Leopoldo Mandic (1866-1942) capuchino......................................13
Paula Frassinetti (1809-1882) virgen, fundadora de la
Congregación de Santa Dorotea .....................................................15
103 mártires de la persecución en Corea (1839 - 1867) ...............19
Miguel Febres Cordero (1854-1910) religioso, del Instituto de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas.............................................36
Francisco Antonio Fasani (1681-1742), presbítero franciscano,
O.F.M .................................................................................................40
José María Tomasi (1649-1713) cardenal, de la Orden de los
Clérigos Regulares Teatinos ............................................................42
Lorenzo Ruiz, laico Domingo Ibáñez de Erquicia, O.P. Santiago
Kyushei Tomonaga, O.P. y 13 compañeros filipinos, mártires en
Japón..................................................................................................47
José Moscati, médico .......................................................................55
Roque González de Santa Cruz (1576-1628) y dos compañeros
españoles, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, S.I. (+1628) ....57
Eustoquia (Esmeralda) Calafato de Mesina, virgen, monja de la
Orden de San Francisco...................................................................62
Mártires de Vietnam (+1745-1862) - Andrés Dung-Lac,
presbítero - Tomás Thien y Emanuel Phung, laicos - Jerónimo
Hermosilla, Valentín Berrio Ochoa, O.P. y otros 6 obispos Teofano Venard, presbítero M.E.P. y 105 compañeros, mártires 67
383
Simón de Rojas (1552-1624), presbítero de la Orden de la
Santísima Trinidad ..........................................................................107
Rosa Filipina Duchesne (1769-1852) religiosa, de la Sociedad
del Sagrado Corazón ......................................................................110
Magdalena de Canossa (1774-1835) virgen, fundadora de la
familia Canosiana, Hijos e Hijas de la Caridad.............................112
María Rosa Molas y Vallvé (1815-1876) religiosa, de las
Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación ........................116
Clelia Barbieri, virgen y fundadora de la Congregación de las
Hermanas Mínimas de la Virgen de los Dolores ..........................121
Gaspar Bertoni (1777-1853) sacerdote, fundador de la
Congregación de los sagrados estigmas de Nuestro Señor
Jesucristo .........................................................................................123
Ricardo Pampuri, O.H. (1897-1930), religioso, de la Orden San
Juan de Dios ....................................................................................127
Inés de Bohemia (1211-1282) monja de la Orden de Santa Clara
..........................................................................................................131
Adán Alberto Chmielowski de Cracovia (1845-1916) fundador de
los Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco,
Siervas de los Pobres .....................................................................133
Muziano Maria Wiaux, F.S.C. (1841-1917), religioso, del Instituto
de los Hermanos de las Escuelas Cristianas ...............................136
Marie Marguerite d'Youville (1701-1771) fundadora de la
Congregación Hermanas de la Caridad .......................................138
Rafael Kalinowski, O.C.D. (1835-1907), presbítero carmelita ....140
Claudio La Colombière, S.I. (1641-1682), presbítero de la
Compañía de Jesús ........................................................................142
Ezequiel Moreno y Díaz (1848-1906) obispo, O.A.R. .................146
Claudina Thévenet (1774-1837) virgen, Fundadora de la
Congregación de las Religiosas de Jesús-María .........................147
384
Teresa de Jesús de Los Andes (1900-1920) virgen, Carmelita
Descalza ..........................................................................................150
Enrique de Ossó (1840-1896) Sacerdote - Fundador de las
Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús ...............154
San Meinardo (1134/36-1196), primer obispo de Livonia, ahora
Letonia (Restauración de la Religión) ...........................................157
Juan Sarkander (1576-1620), presbítero, mártir ..........................157
Zedislava de Lemberk (1220-1252), esposa y madre de familia 159
Mártires de Košice (+1619), Marcos Krizevcanin, Esteban
Pongracz y Melchor Grodziecki, presbíteros, mártires ................162
Esteban (István) Pongracz, presbítero, mártir ..............................163
Melchor Grodziecki, presbítero, mártir ..........................................164
Marcos Crisino (Krizevcanin), presbítero, mártir ..........................166
Eugenio de Mazenod (1782-1861) Obispo de Marsella, fundador
de la Congregación de los Misioneros Oblatos de María
Inmaculada ......................................................................................173
Juan Gabriel Perboyre (1802-1840) sacerdote, mártir de la
Congregación de la Misión .............................................................177
Gil María de San José (1729-1812) religioso, de la Orden Frailes
Menores “Alcantarinos”...................................................................181
Juan Grande Román (1546-1600), religioso, O.H. ......................184
Eduvigis, reina de Polonia (1374-1399) ........................................188
Juan de Dukla (1414-1484), sacerdote de la Orden de los Frailes
Menores ...........................................................................................189
Teresa Benedicta de la Cruz - Edith Stein (1891-1942) monja,
Carmelita Descalza, mártir .............................................................190
Marcelino Champagnat (1789-1840), presbítero, de la Sociedad
de María, Fundador de los Hermanos Maristas de la Enseñanza o
Hermanitos de María ......................................................................198
385
Juan Calabria (1873-1954) presbítero, Fundador de las
Congregaciones de los Pobres Siervos y de las Pobres Siervas
de la Divina Providencia .................................................................201
Agustina Livia Pietrantoni (1864-1894), virgen, religiosa del
Instituto de las Hermanas de la Caridad .......................................205
Kinga (Cunegunda), virgen y religiosa de la Segunda Orden de
las Clarisas ......................................................................................209
Cirilo Bertrán y 8 compañeros, religiosos, del Instituto de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas e Inocencio de la
Inmaculada, presbítero, de la Congregación de la Pasión de
Jesucristo, mártires (+1934, +1937) ..............................................211
Benito Menni (1841-1914) presbítero, O.H., fundador de las
Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús ............217
Tomás de Cori (1655-1729) presbítero, O.F.M. ..........................221
María Faustina Kowalska (1905-1938), virgen de la Orden de las
Clarisas Capuchinas y mártir .........................................................224
Cristóbal Magallanes Jara (1869-1927) presbítero, y mártir ......228
Román Adame Rosales, presbítero ..............................................229
Rodrigo Aguilar Alemán, presbítero ..............................................229
Julio Álvarez Mendoza, presbítero ................................................230
Luis Batis Sainz, sacerdote ............................................................231
Agustín Caloca Cortés, presbítero.................................................232
Mateo Correa Magallanes, presbítero ...........................................233
Atilano Cruz Alvarado, presbítero ..................................................234
Miguel de la Mora, presbítero ........................................................235
Pedro Esqueda Ramírez, presbítero .............................................236
Margarito Flores García, presbítero ..............................................237
José Isabel Flores Varela, presbítero ............................................238
David Galván Bermudes, presbítero .............................................239
386
Salvador Lara Puente, laico ...........................................................240
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, presbítero ...........................241
Jesús Méndez Montoya, presbítero ..............................................242
Manuel Morales, laico .....................................................................243
Justino Orona Madrigal, presbítero, fundador de la Congregación
Religiosa de las Hermanas Clarisas del Sagrado Corazón ........244
Sabas Reyes Salazar, presbítero ..................................................245
José María Robles Hurtado, presbítero, fundador de la
Congregación religiosa Hermanas del Corazón de Jesús
Sacramentado .................................................................................246
David Roldán Lara, laico ................................................................247
Toribio Romo González, presbítero...............................................248
Jenaro Sánchez Delgadillo, presbítero .........................................249
Tranquilino Ubiarco Robles, presbítero .........................................250
David Uribe Velasco, presbítero ....................................................251
José María de Yermo y Parres, sacerdote, fundador de las
Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y los Pobres ..................252
María de Jesús Sacramentado Venegas de la Torre virgen,
fundadora de la Congregación de las Hijas del Sagrado Corazón
de Jesús ...........................................................................................254
Agustín Zhao Rong (+ 1815) y 119 compañeros, mártires en china
(+ 1648 – 1930) ...............................................................................256
María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra (18421912), virgen, fundadora de las Siervas de Jesús de la Caridad
..........................................................................................................267
Katharine Drexel (1858-1955), virgen, fundadora de la
Congregación de las Hermanas de Santísimo Sacramento para
los Indios y gente de color.............................................................271
Josefina Bakhita (1869-1947), Virgen de las Hijas de la Caridad
Canosianas ......................................................................................274
387
LuisScrosoppi, Presbítero y Fundador de la Congregación de
Hermanas de la Divina Providencia ..............................................278
Agustín Roscelli (1818 - 1902), sacerdote, fundador de la
Congregación de las Hermanas de la Concepción Inmaculada de
Génova.............................................................................................281
Bernardo de Corleone (1605 - 1667), religioso de la Orden delos
Hermanos Menores Capuchinos ...................................................286
Teresa Eustochio Verzeri (1801-1852), fundadora del Instituto de
las Hijas del Sacratísimo Corazón de Jesús ................................288
Rebeca Choboq Ar-Rayès (1832-1914) Virgen, monja de la Orden
Libanesa Maronita...........................................................................291
José Marello (1844-1895), Obispo, fundador de la Congregación
de los Oblatos de San José ...........................................................294
Paula Montal Fornés de San José de Calasanz (1799-1889),
virgen, fundadora de las Hijas de María de las Hermanas de las
Escuelas Pías ..................................................................................297
Leonia Francisca de Sales Aviat (1844-1914), virgen, fundadora
de la Congregación de las Hermanas Oblatas de San Francisco
de Sales ...........................................................................................300
María Crescencia Höss (1682-1744), virgen, monja de la Orden
Tercera de San Francisco ..............................................................303
Alonso de Orozco (1500 – 1591), agustiniano .............................306
Ignacio de Santhià (1686 – 1770), Presbítero de la Orden de
Frailes Menores Capuchinos .........................................................309
Humilde de Bisignano (1582 – 1637), religioso de la Orden de los
Hermanos Menores.........................................................................311
Paulina do Coração Agonizante de Jesús (1865 – 1942), virgen,
fundadora de la Congregación de las Hermanitas de la
Inmaculada Concepción .................................................................315
Benedetta Cambiagio Frassinello (1791 – 1858), religiosa,
fundadora de las Hermanas Benedictinas de la Providencia ......318
388
Padre Pio de Pietrelcina, presbítero de la Orden de Hermanos
Menores Capuchinos ......................................................................322
Hermano Pedro de San José Betancurt (1626-1667), laico de la
Tercera Orden de San Francisco, fundador de los Hermanos de
Belén y las Hermanas de Belén.....................................................326
Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548), vidente de la Virgen de
Guadalupe .......................................................................................328
Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la Prelatura “Opus
Dei” ...................................................................................................331
Pedro Poveda Castroverde (1874-1936), Sacerdote y Mártir,
Fundador de la Institución Teresiana ............................................339
Genoveva Torres Morales (1870-1956), Fundadora de la
Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y
de los Santos Ángeles ....................................................................340
Ángela de la Cruz (1846- 1932) María de los Ángeles Guerrero
González, Fundadora del Instituto de las Hermanas de la Cruz 341
María Maravillas de Jesús (1891-1974), religiosa carmelita .......342
José Sebastián Pelczar (1842-1924), obispo de Przemyśl
fundador de la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón
de Jesús ...........................................................................................343
Madre Úrsula Ledóchowska (1865-1939), Fundadora de la
congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de
Jesús Agonizante ............................................................................346
María de Mattias (1805 - 1866), Fundadora de la congregación de
las Religiosas Adoratrices de la Sangre de Cristo .......................349
Virginia Centurione, viuda de Bracelli (1587-1651)......................351
Arnoldo Janssen (1837-1909), Presbítero y Fundador de la
Sociedad del Verbo Divino .............................................................355
José Freinademetz (1852-1908), presbítero misionero ...............357
Daniel Comboni (1831-1881), Fundador de los Misioneros
Combonianos ..................................................................................359
389
Luis Orione (1872-1940), sacerdote, fundador de la Pequeña
Obra de la Divina Providencia y de la Congregación de las
Pequeñas Religiosas Misioneras de la Caridad ...........................363
Aníbal María Di Francia (1851-1927), Presbítero y Fundador de la
Congregación de los Rogacionistas del Corazón de Jesús y de las
Hijas del Celo Divino .......................................................................366
Josep Manyanet y Vives (1833-1901), fundador de los Hijos de la
Sagrada Familia Jesús, María y José y de las Misioneras Hijas de
la Sagrada Familia de Nazaret .......................................................370
Nimatullah Kassab Al-Hardini (1808-1858), sacerdote de la Orden
Libanesa Maronita...........................................................................373
Paula Isabel Cerioli (1816-1865), fundadora del Instituto de la
Sagrada Familia y del Instituto Hermanos y Hermanas de la
Sagrada Familia ..............................................................................376
Gianna Beretta Molla (1922-1962), esposa y madre de familia ..379
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