A vueltas con el fondo económico y la forma jurídica

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Contabilidad
Carlos Gómez Jiménez
Inspector de Hacienda del Estado
A vueltas con el
fondo económico y
la forma jurídica
Una vieja polémica se ha reabierto en torno a la prevalencia de económico sobre lo jurídico
en relación a la interpretación de las normas fiscales relativas a la determinación del resultado contable. Ha sido a raíz de la nueva redacción del artículo 34.2 del Código de Comercio
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“–¡No lleva nada; es un chiquillo el que
dice que no lleva nada!
–¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el
pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues
barruntaba que el pueblo tenía razón; mas
pensó: “Hay que aguantar hasta el fin”. Y
siguió más altivo que antes; y los ayudas
de cámara continuaron sosteniendo la
inexistente cola.”.
El traje nuevo del Emperador
Hans Christian Andersen
R
ecientemente, como consecuencia de
nuevos factores pero también de antiguas causas, se ha producido la rentrée de un problema que parecía solventado por la doctrina tributaria, sin embargo,
cual Sísifo, cada cierto tiempo es necesario
subir la pendiente de la discusión académica
sobre el tema en cuestión, la prevalencia del
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FICHA RESUMEN
Autor: Carlos Gómez Jiménez
Título: A vueltas con el fondo económico y la forma jurídica
Fuente: Partida Doble, núm. 227, diciembre 2010
Resumen: La polémica entre la forma y el fondo en su prevalencia como criterio interpretativo de la
norma tributaria no es nueva, sino que durante años ha preocupado a la doctrina. Sin embargo,
dicha polémica ha sido reanimada a partir de la nueva redacción del artículo 34.2 del Código de
Comercio que ha avivado las opiniones a favor del predominio de lo económico sobre la forma
jurídica. El autor, a través del presente artículo, intenta centrar la cuestión dentro de la calificación de
los hechos más que de la interpretación de la norma, así como matizar la imposición del fondo
económico sobre la forma jurídica, abogando por una subordinación de la forma jurídica y el fondo
económico al denominado fondo jurídico.
Palabras clave: Contabilidad. Fiscalidad. Artículo 34.2 Código de Comercio. Prevalencia. Fondo
económico. Forma.
Abstract: The controversy between the form and content of its prevalence as a criterion of
interpretation of the tax rule is not new, but for years has worried doctrine. However, this
controversy has been revived from the new wording of Article 34.2 of the Spanish Commercial
Code that has stimulated the opinions in favor of the predominance of economic substance over
the legal form. The author through this article attempts to focus the issue inside the qualification
of the facts rather than interpretations of the rule and qualify the imposition of economic
substance over legal form, advocating for the subordination of the legal and economic
substance of the so-called legal fund.
Keywords: Accounting. Article 34.2 Spanish Commercial Code. Predominance. Economic
Content. Form.
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fondo, económico, sobre la forma, jurídica,
para volver otra vez al punto de salida previo
a la discusión.
La discusión de la prevalencia del fondo
económico sobre la forma jurídica no es nueva, sino tan antigua como el derecho tributario. En efecto, caracteres tales como la mayor
o menor autonomía del derecho fiscal frente a
otras disciplinas jurídicas, incluso ámbitos no
jurídicos como la economía así como el subyacente económico en la regulación tributaria
o el fenómeno mercantil hacen que la tensión
existente entre el hecho jurídico y el hecho
económico en la norma fiscal esté siempre latente. No obstante, dicha tensión se analiza
en multitud de ocasiones de forma un tanto
tramposa y torticera. A veces, por desconocimiento, otras por fragilidad dogmática y las
menos por interés. Me explico.
En primer lugar, es torticera y tramposa la
forma de presentar el debate, donde se contrapone forma y fondo, atribuyendo el carácter de fondo a lo económico de los hechos y
el de forma a lo jurídico. Presentado el debate
en unos términos en los cuales al operador
jurídico y económico, le es fácil dejarse llevar
por la solución económica, no formal, en la interpretación de la realidad, sobre la formal.
Evidentemente, el principio de informalidad, o
de libertad de forma existe, diría yo, en el código genético de nuestro Derecho en una tradición histórica que se remonta al Ordenamiento de Alcalá y que impregna todo nuestro
sistema jurídico, no sólo el tributario. Sin embargo, el principio de libertad de forma
que es consustancial
consus
a nuestro
derecho, sobre
s
todo en el
derecho contractual, no
debe interpretarse como una “patente de
co
corso” para reputar
la subor dinación
de lo jurídico a lo
económico, o lo
que es lo mismo,
debe admitirse la
aplicación del
p
principio de inform
malidad de nuestro derecho, pero lo
que no puede acatarse es la identificación de la “forma jurídica” con el “fondo jurídico” o,
en suma, con “lo jurídico”.
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De tal suerte, que algunos exegetas de
los preceptos que consagran la preferencia
del fondo económico sobre la forma jurídica,
hacen extensiva dicha prevalencia al “fondo
jurídico” o, simplemente, a “lo jurídico”, haciendo una identificación reduccionista entre
forma y fondo jurídico, coligiendo como resumen final que “lo económico” prevalece sobre
“lo jurídico” y todos tan contentos. Pues no,
no todos tan contentos porque tal como señala el artículo 1.1 de la Constitución “España se constituye como un Estado social y democrático de Derecho”, es decir, España es
un Estado en donde, dejando al margen lo
social y lo democrático no por secundario sino por obvios motivos del tema que nos ocupa, el imperio de la Ley es la base fundamental de nuestra organización social encarnada
en el Estado. En consecuencia, dicha prevalencia del fondo económico sobre el fondo jurídico en el derecho tributario no es inocente
ni intranscendente, sino cuestión fundamental que está íntimamente imbricado en los cimientos constitucionales.
Así, tal como he señalado en líneas
anteriores recientemente se ha producido
un “aggiornamiento” de la polémica “fondo
económico versus forma jurídica”, denominaré así el problema aunque la cuestión en
realidad es “fondo económico versus fondo
jurídico”, como consecuencia de la entrada
en vigor el 1 de enero de 2008 de la Ley
16/2007, de 4 de julio, de reforma y adaptación de la legislación mercantil en materia
contable para su armonización internacional
con base en la normativa de la Unión
Europea (LRC). Dicha norma ha tenido unos
evidentes efectos fiscales, por cuanto la
ordenación del Impuesto sobre Sociedades
se conforma esencialmente sobre el arbotante del resultado contable. Así, el artículo 10.3 del Texto Refundido del Impuesto
sobre Sociedades aprobado por Real Decreto Legislativo 4/2004, de 5 de marzo, (en
adelante TRLIS), se pronuncia en los siguientes términos:
“3. En el método de estimación directa, la
base imponible se calculará, corrigiendo, mediante la aplicación de los preceptos establecidos en esta Ley, el resultado contable determinado de acuerdo con las normas previstas en el Código de Comercio, en las demás
Leyes relativas a dicha determinación y en
las disposiciones que se dicten en desarrollo
de las citadas normas”.
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A la vista de este precepto, tal como he
afirmado en líneas precedentes, la modificación mercantil se ha transmitido a través de
su “correa de transmisión fiscal”, el artículo
10.3 del TRLIS, al derecho tributario, concretamente al Impuesto sobre Sociedades. Ello
va a implicar la aplicación al Impuesto sobre
Sociedades de la nueva redacción del artículo
34.2 del Código de Comercio, (CdC), introducida por la LRC que señala que:
“2. Las cuentas anuales deben redactarse con claridad y mostrar la imagen fiel del
patrimonio, de la situación financiera y de los
resultados de la empresa, de conformidad
con las disposiciones legales. A tal efecto,
en la contabilización de las operaciones se
atenderá a su realidad económica y no sólo
a su forma jurídica”.
Por otro lado, el Plan General de Contabilidad aprobado por el Real Decreto aprobado
por el Real Decreto 1514/2007, de 16 de noviembre, en adelante PGC, establece diversos preceptos a través de los cuales se traslada la prevalencia de la realidad económica
sobre la forma jurídica en unos términos similares a los establecidos por el artículo 34.2
del CdC. Así, el párrafo tercero del apartado 1
de la Primera Parte dedicada al “marco conceptual de la contabilidad” se pronuncia en
los siguientes términos:
“La aplicación sistemática y regular de los
requisitos, principios y criterios contables incluidos en los apartados siguientes deberá
conducir a que las cuentas anuales muestren
la imagen fiel del patrimonio, de la situación
financiera y de los resultados de la empresa.
A tal efecto, en la contabilización de las operaciones se atenderá a su realidad económica
y no sólo a su forma jurídica”.
Asimismo, en unos términos similares se
redactan otras disposiciones del PGC como
el párrafo primero del apartado 2.9 “baja de
activos financieros” y el párrafo primero del
apartado 3 “pasivos financieros” de la norma
de registro y valoración 9ª “instrumentos financieros” y el párrafo tercero del apartado
2.1. “empresa adquirente” de la regla de valoración y registro 19ª “combinaciones de
negocio”, párrafo tercero del apartado 1 “alcance y regla general” de la regla de valoración y registro 21ª estas últimas todas ellas
de la segunda parte “normas de registro y
valoración”.
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A la vista de la normativa anteriormente
referenciada, una gran parte de la doctrina tributarista ha extraído la prevalencia de la realidad económica sobre la forma, en definitiva,
la prevalencia de “lo económico” sobre “lo jurídico” en la interpretación de las normas fiscales relativas a la determinación del resultado contable, es decir, del beneficio fiscal gravable a efectos del Impuesto sobre Sociedades, por cuanto la norma fiscal a través de los
artículos 10.3 y 143 del TRLIS hacen una remisión en blanco a la norma contable para la
determinación de resultado del mismo tipo
que, una vez efectuados los correspondientes
ajustes, dará lugar al beneficio fiscal.
Empero, aunque tal interpretación pueda
parecer a priori la más acertada, sobre todo
teniendo en cuenta los antecedentes de elaboración de la norma, especialmente a partir
de la aprobación del PGC del año 2007, por la
influencia que han tenido en su formación las
normas internacionales de contabilidad donde
la realidad económica y los principios eminentemente economicistas conforman en gran
medida su marco conceptual, no es menos
cierto que si se analiza la normativa aplicable
se llega a una conclusión diferente, antes bien
la contraria. De tal suerte, que en el siguiente
trabajo intentaré demostrar que no “hay nada
nuevo bajo el sol” en cuanto a la interpretación de las normas jurídicas y la tan citada
nueva redacción del artículo 34.2 del CdC así
como las normas inspiradas en el mismo encarnadas en el PGC no pueden ser reputadas
como un argumento a favor de la interpretación economicista de las normas tributarias.
A continuación intentaré desarrollar los diferentes argumentos por los cuales defiendo
la tesis de la prevalencia del fondo jurídico,
en mi opinión no puede ser de otra manera,
sobre la realidad económica y sobre la forma
jurídica, cuando se interpreta la norma fiscal.
También, como en el caso, cuando se interpreta una norma mercantil que va a ser abducida por la norma fiscal a través de la remisión de ésta a aquella en la determinación de
un elemento fundamental del Impuesto sobre
Sociedades como es la base imponible.
NORMA DE CALIFICACIÓN
La génesis del problema tiene su origen
en la afirmación por parte de cierta doctrina
de que el fondo económico debe prevalecer
sobre la forma jurídica o sobre lo jurídico por
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En el "marco conceptual"del PGC se
establece: la contabilización de las
operaciones se atenderá a su realidad
económica y no solo a su forma jurídica
extensión. Dicha hipótesis tiene su base en la
nueva redacción del artículo 34.2 del CdC en
virtud de cuya lectura debe existir un predominio de lo económico sobre lo jurídico en la
interpretación de la norma fiscal.
Para entender en toda su profundidad la
cuestión, con carácter previo, es necesario
analizar la distinción ya clásica que existe en
derecho tributario entre los conceptos de interpretación y calificación.
Interpretación
No es objeto de este trabajo el estudio del
concepto de interpretación de la norma, pero
no es menos cierto que no se puede llegar a
comprender en sus correctos términos el problema que nos ocupa sino es a través de una
ligera conceptuación del término “interpretar”.
La interpretación de las normas jurídicas
es una actividad que ha sido definida de muchas formas dentro de la dogmática científica.
Así, existen diversas teorías.
Desde las tesis de Betti que considera
que es toda aquella actividad que se dirige a
la reconstrucción y reconocimiento del sentido que se tiene que atribuir, en el ámbito del
derecho, a las diferentes formas representativas que son las fuentes jurídicas, las normas
a través de las cuales se manifiesta el mismo.
De esta forma, la interpretación se desenvuelve exclusivamente en el campo de las normas, sería, en términos estrictos, una interpretación normativa. Se interpreta, en suma,
cuando se atribuye un sentido a algo que nos
viene previamente dado y que es la norma jurídica, al margen de la sociedad, subsumible
o no en la misma. Sin embargo, no es posible
llevar a cabo una disociación radical entre hecho y norma, pues ésta está determinada por
la valoración que se dé de aquel, de ahí que
nos planteemos otras nociones de que se entiende por “interpretación”.
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Para otros, (Savigny, Federico de Castro), no puede haber tal disociación entre
norma y hechos. Para estos autores, antes
de conocer el significado de la norma es necesario conocer que es el lo que se busca
con la misma. Así, hay que distinguir entre
quien indaga sobre dicho significado en la
voluntad del legislador (interpretación subjetiva) o quien busca la voluntad de la Ley (interpretación objetiva). En este sentido, dejaremos aparte el primero de los dos significados, el subjetivista, por los inconvenientes
en cuando al conocimiento de la voluntad del
legislador o las dificultades de ajuste entre la
voluntad del legislador y la realidad del tiempo en que debe regir la norma, en el bien entendido de la eventual distancia que puede
concurrir entre el tiempo de promulgación y
aquel en el que se tiene que aplicar. Por lo
tanto, nos centraremos en el segundo significado, es decir, en el objetivo.
De esta forma, el Código Civil (CC) parece pronunciarse por la interpretación objetiva al establecer la realidad social como uno
de los criterios hermenéuticos que deben
aplicarse en virtud del artículo 3.1 del CC.
Efectivamente, el artículo 3.1 del CC consagra los criterios hermenéuticos aplicables en
derecho español, vigentes también, como es
obvio, en derecho tributario por la remisión que
realiza el artículo 12.1 de la Ley 58/2003, de
17 de diciembre, General Tributaria, en adelante LGT. El artículo 3.1 del CC señala que:
“1. Las normas se interpretarán según el
sentido propio de sus palabras, en relación
con el contexto, los antecedentes históricos
y legislativos, y la realidad social del tiempo
en que han de ser aplicadas, atendiendo
fundamentalmente al espíritu y finalidad de
aquéllas”.
Seguidamente pasaremos a analizar estos criterios.
a) La interpretación literal
La interpretación literal o según “el sentido propio de las palabras”, como dice el precepto, es el punto de partida para toda actividad interpretativa de la norma. La interpretación gramatical según el sentido propio de
las palabras debe ser el marco inicial en el
cual queda limitada la actividad interpretativa,
dotando a la norma de una interpretación
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gramatical aplicando las reglas de la semiótica. En cuanto al sentido propio de las palabras, dicha norma tiene una particular regulación dentro del derecho fiscal, por cuanto el
artículo 12.2 de la LGT dispone que:
“2. En tanto no se definan por la normativa tributaria, los términos empleados en sus
normas se entenderán conforme a su sentido
jurídico, técnico o usual, según proceda”.
Por otro lado, estaría entender el “contexto” como la interpretación de la norma en función de su ubicación dentro de un texto normativo (título, capítulo, sección, subsección de
la norma). Lo cual permite dotar a la norma de
un significado que no se encuentra expreso
en su literal, sino sobreentendido o implícito.
c) Los antecedentes históricos y
legislativos
Por tanto, en el ámbito fiscal el sentido de
las palabras en cuanto a la actividad de dotación de significado por el intérprete, queda
más restringida, ya que prevalecerá el sentido jurídico otorgado por la norma tributaria
cuando define el término y, en su defecto, “su
sentido jurídico, técnico o usual, según proceda”, lo que supone volver al seno del CC,
es decir, el sentido propio de las palabras o,
lo que es lo mismo, no se pronuncia la norma
sobre cuál debe ser el significado que debe
prevalecer, al igual que el artículo 3.1 del CC,
en el supuesto que la norma no defina el propio término.
Este criterio invoca los antecedentes históricos y legislativos de la norma, en definitiva, el conocimiento de la problemática inspiradora de la misma que empujó, en su momento, su génesis. Ello se plasma en discusiones en sede parlamentaría, anteproyectos,
actas de las reuniones de las comisiones legislativas, entre otros. Esta interpretación, por
cuanto la necesidad de reforma continua es
más acuciante en el derecho fiscal, tiene especial importancia dentro de dicha disciplina.
En este caso, será el intérprete quien podrá, en función, por ejemplo, del resto de los
criterios interpretativos, dotar a los conceptos
recogidos en la norma de un significado técnico-jurídico, vulgar o económico. En esta
cuestión, es necesario recordar que parte de
la doctrina (Diez Picazo y Gullón) abogan por
una interpretación de las palabras según el
uso convencional del lenguaje, pues las normas deben ser entendidas fácilmente para su
mejor comprensión y cumplimiento por parte
de los destinatarios que, en su inmensa mayoría, no van a ser técnicos en derecho.
Este criterio hermenéutico lo que intenta
introducir es la adaptación de la norma, en
cuanto a su significado, a los factores sociales del tiempo en el cual se pretende aplicar.
Dicho criterio debe aplicarse de forma modulada y con prudencia, en la medida en que no
puede implicar la inaplicación de la norma ni
una modificación de la finalidad perseguida
por sus preceptos, siempre partiendo de su
tenor literal, tal como señala el artículo 3.1 del
CC, ya que lo contrario, exceder esos tenues
límites, implicaría una actividad diferente, la
creación del derecho.
b) El contexto
e) El espíritu y la finalidad de las normas
Con el contexto no se quiere significar un
criterio hermenéutico que tenga que ver con
la coyuntura o el escenario en el cual hay que
aplicar la norma cuyo sentido se intenta obtener, sino que por contexto se pueden entender dos acepciones.
El espíritu y finalidad es entendido de diversas formas por parte de la doctrina. Así,
algunos han querido encontrar esa voluntad
objetiva que se eleva por encima del legislador (voluntad subjetiva) que es necesario
descubrir. ¿Pero cómo la descubrimos? ¿No
significará que para descubrir el fin de las
normas, a su vez, debemos aplicar otros criterios hermenéuticos?
Por un lado, la búsqueda del sentido sintáctico de los términos que previamente dotamos de significado a través de la interpretación literal, es decir, fijar el sentido en función de su relación con la proposición entera. Se tiene en cuenta si la palabra es un
adverbio o un pronombre, un complemento
directo o indirecto etc.
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d) La realidad social del tiempo en que
han de ser aplicadas las normas
Otros han querido entender que la finalidad de la norma es la solución al conflicto de
intereses que toda regla intenta solucionar y
que permanece soterrado en su literal. Sin
embargo, este tipo de interpretación puede
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dar como resultado una jurisprudencia de
valores, entendiendo como tal, la valoración
por parte del intérprete de los intereses en
juego que, en definitiva, puede degenerar en
arbitrariedad.
Creemos, por tanto, que este sentido de
“fin” de la norma lo que encierra realmente es
el intento descubrir cuál es el resultado que
se intenta obtener con la misma, la “ratio legis”, a través de la focalización del problema
en el conocimiento de los intereses y causas
que fundamentaron su promulgación. La norma, en resumen, debe responder al significado que mejor sirva a sus objetivos. Todo ello,
sin perjuicio, de que para conocer estos fines
de la norma debamos aplicar otros criterios
interpretativos como el de los antecedentes
legislativos (debates parlamentarios, anteproyectos), o la interpretación literal de los fines
(exposiciones de motivos donde aparezcan
de forma expresa los fines) o, simplemente, el
sistemático (la relación de la norma con el
sistema de fuentes).
Al margen de los criterios hermenéuticos
expresamente plasmados en el derecho positivo a través del artículo 3.1 del CC, en el ámbito de la disciplina tributaria existen otros
que no se hacen expresos vía dicho precepto.
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Así, con carácter general, podemos mencionar la interpretación lógica, utilizando las
reglas del recto raciocinio humano que no
pueden ser obviadas y que se inyectan en
nuestro ordenamiento a través de la consagración de diversos principios generales del
derecho (quien puede lo más puede lo menos, la lectura “a sensu contrario” de los mandatos, cuando la razón es la misma idéntica
debe ser la consecuencia, entre otros).
Por otro lado, en el estricto ámbito tributario hay que destacar la interpretación principalista o, lo que es lo mismo, el uso de los
principios que rigen el derecho tributario para
poder otorgar el correcto sentido a la norma a
interpretar. Lo cual, en suma, nos reconduce,
en el caso español, a una interpretación en
base a los principios consagrados en nuestra
Constitución y que rigen el sistema tributario
(artículos 31 y 133, entre otros.). Por ejemplo,
los principios de capacidad económica, progresividad, no confiscatoriedad etc.
En consecuencia, en lo que a la interpretación se refiere, debe considerarse como aquella actividad dirigida a la búsqueda de la voluntad objetiva de la ley encarnada en su sentido
o significado. Para ello deben aplicarse los criterios establecidos en el artículo 3.1 del CC.
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LA CALIFICACIÓN
Frente a la actividad de interpretación
existe la actividad de calificación que está relacionada con la actividad interpretativa, en la
medida en que ambas inciden sobre la aplicación de la norma, pero que debe entenderse
como una actividad distinta. En palabras del
profesor Pérez Royo es “aquella operación
mediante la cual se determina cómo encaja
tal o cual situación concreta, de la vida real,
en los límites del presupuesto del hecho abstracto o ideal definido por la norma”. Por tanto, dicha actividad, la subsunción del hecho
concreto en el hecho abstracto que prevé la
norma, es diferente de la actividad dirigida a
conocer el sentido de la norma, por cuanto
ésta afecta tanto a la consecuencia jurídica
que prevé la norma como al supuesto de hecho abstracto o ideal que determina, mientras
que la “calificación” lo único que pretende es
saber si un supuesto de hecho concreto puede ser encajado en el supuesto de hecho
ideal de la norma. A este ámbito, por lo tanto,
debe ser limitada la aplicación del artículo 13
de la LGT que establece que:
“Las obligaciones tributarias se exigirán
con arreglo a la naturaleza jurídica del hecho,
acto o negocio realizado, cualquiera que sea
la forma o denominación que los interesados
le hubieran dado, y prescindiendo de los defectos que pudieran afectar a su validez”.
Una vez analizados los conceptos de “interpretación” y “calificación” examinaremos en
cual de estos conceptos se puede subsumir
el principio de subordinación de la forma jurídica a la realidad económica.
En primer lugar, no resulta convincente su
inclusión dentro del concepto de interpretación, por dos motivos fundamentales.
Primero, porque conceptualmente “interpretar”, volvemos a reiterar, es aquella actividad de búsqueda de sentido de la norma jurídica. Ante ello el artículo 34.2 del CdC simplemente alude a que a la hora de aplicación de
la norma contable, (la contabilización no es
más que eso, aplicación de la norma contable
de registro a una determinada operación económica) no solo se debe tener en cuenta la
forma jurídica, aunque algunos lo hacen extensivo también al “fondo jurídico”, sino que se
debe tener en cuenta la realidad económica.
Por tanto, no hay actividad dirigida a conocer
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La realidad económica es un criterio
interpretativo no amparable dentro de
los criterios que el derecho positivo
consagra en el artículo 3.1 del CC
el sentido de la norma contable, sino que simplemente hay una actividad de evaluación del
hecho concreto que en forma de operación, no
se especifica si económica o jurídica, se pretende subsumir dentro de la norma contable a
efectos de su correcta contabilización conforme a derecho. En consecuencia, al movernos
en el terreno de los hechos y no en el terreno
de la norma, no podemos incluir el artículo
34.2 del CdC en el ámbito de la interpretación
normativa, sino en el de los hechos u operaciones que, en su caso, se podrían subsumir
en la norma. En definitiva, el artículo 34.2 del
CdC se debe incluir en el campo de juego de
la “calificación” pero no de la “interpretación”.
Segundo, la realidad económica es un criterio interpretativo que no se puede amparar
dentro de ninguno de los criterios que el derecho positivo consagra en el artículo 3.1 del
CC, aunque algún amago ha habido. Así, resulta ilustrativa la sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección segunda), de 29 de abril de 2008,
que en su fundamento jurídico segundo reproduce el fundamento jurídico décimo de la
sentencia de 18 de marzo de 2008 del mismo
Tribunal, Sala y Sección, que se pronunciaba
en los siguientes términos:
“a) Que cuando se hace un análisis de los
hechos económicos que subyacen en los negocios jurídicos que sirven de cobertura a los
hechos imponibles liquidados no se hace una
interpretación económica de estos, sino una
interpretación ineludible de la realidad social,
(artículo tercero del Código Civil) realidad
que por tener naturaleza económica exige
que no se desconozcan los principios que rigen la vida económica”.
Por tanto, el Alto Tribunal no desconoce el
subyacente económico existente en todo hecho imponible, si bien, en su opinión, no pueden formar criterio hermenéutico “per se”, incluyendo su consideración, en su caso, dentro del
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La base fundamental de la calificacióninterpretación de las normas tributarias
haciendo prevalecer los criterios
económicos tiene su fundamento en el
artículo 34.2 del Código de Comercio
criterio de la realidad económica. No obstante,
y con el debido respeto por el Alto Tribunal, no
podemos sino disentir parcialmente con los razonamientos vertidos en la misma, puesto que
la actividad de interpretación no puede extenderse a los hechos o negocios que la norma
pretende regular, ya que estos como supuestos
de hecho de la norma no son interpretables, la
realidad no es interpretable, ya que es única.
Lo que puede ocurrir es que la realidad pueda
ser percibida de diferente forma por el observador de la misma. En resumen, conocer si el caso concreto se puede o no subsumir dentro del
supuesto de hecho abstracto o genérico que
prevé la norma, no es un problema hermenéutico sino de calificación, a cuya figura jurídica
debemos remitirnos. Por más que el TS sin
más argumento que su propia afirmación decida incluir la interpretación económica de los hechos imponibles dentro de la interpretación de
acuerdo con la realidad social.
Una vez excluido el principio de la prevalencia de la realidad económica del artículo
34.2 del CdC del ámbito de la interpretación de
la norma debemos analizar su posible inclusión
en el perímetro del concepto de calificación.
En principio, tal como hemos definido la
calificación en líneas anteriores, es decir, como la actividad dirigida a determinar si un hecho concreto es subsumible dentro del supuesto de hecho genérico que prevé la norma, el artículo 34.2 del CdC entraría en su
ámbito, puesto que dicho precepto lo único
que indica es que a la hora de evaluar las
operaciones para su contabilización, aplicación de la norma contable a un supuesto concreto, no solo se debe tener en cuenta la forma jurídica de la operación, sino también la
realidad económica subyacente. Por lo tanto,
al ser el artículo 34.2 del CdC portador de un
mandato indicativo de cómo evaluar los hechos a efectos de su inclusión o no en una
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norma, la de contabilización, lo incluiríamos
dentro del terreno de la “calificación” y la excluiríamos del campo de la “interpretación”.
LA REALIDAD ECONÓMICA COMO
PROBLEMA DE CALIFICACIÓN
Pues bien, una vez sentado que el estudio
del artículo 34.2 del CdC y las disposiciones
del PGC que desarrollan el precepto anterior
en el mismo sentido se deben analizar en el
ámbito de la calificación de los hechos y no
de la interpretación de la norma, es necesario
conocer si cabe la calificación de los mismos
en función de la realidad económica con carácter preferente sobre la naturaleza jurídica
de los mismos.
Origen de la cuestión
El problema de la realidad económica como criterio interpretativo de las normas tributarias no es nuevo, como anunciábamos en líneas precedentes. En 1919 la Ordenanza Fiscal alemana siguiendo las teorías de Becker
establecía en su artículo 4 que “al interpretar
las normas tributarias hay que tener en cuenta su finalidad, su significado económico y la
evolución de las circunstancias”. Dicha interpretación se justificaba en la idea de que las
normas tributarias, a diferencia de las normas
propias de otras disciplinas jurídicas, tienen
un contenido sustancialmente económico,
que debe repercutir en su forma de interpretación. En última instancia, los defensores de
dicha doctrina defendían este criterio hermenéutico en base a un concepto utilitarista de
la norma, ya que la interpretación de la misma en función de su resultado económico
permitiría a los jueces su aplicación de forma
sensata y razonable.
Empero, los hechos demostraron que más
que un modo correcto y útil de interpretación
de la norma fiscal, dicha doctrina abrió un sumidero por donde la seguridad jurídica y el
mismo derecho se escapaban con la excusa
de la aplicación útil del mismo. Hasta tal punto
que en la Ley de adaptación impositiva alemana de 1934, ya en el contexto de un Estado
totalitario, se introdujeron principios totalmente
distorsionadores de la interpretación jurídica
como que las normas tributarias debían ser
dotadas de significado de acuerdo con los
principios generales de nacional-socialismo,
consideración de la opinión de la sociedad en
su conjunto, el significado económico de las
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y la forma jurídica
normas y la evolución de las circunstancias.
Obviamente, el Tribunal Constitucional Federal alemán años después declaró la inconstitucionalidad de la interpretación económica de
la norma fiscal por atentatorio del principio de
seguridad jurídica.
Motivos de la no calificación de los
hechos de la norma tributaria
conforme al principio de prevalencia
de la realidad económica
a) La interpretación del artículo 34.2
del CdC
La base fundamental de la calificación-interpretación de las normas tributarias haciendo prevalecer los criterios económicos tiene
su fundamento en el artículo 34.2 del CdC.
Sin embargo, podemos preguntarnos si realmente dicho precepto dice lo que algunos
creen que dice, la preferencia de la realidad
económico sobre lo jurídico, o bien, afirma
otra cosa.
Lo cierto, es que salvo que abordemos el
precepto con un prejuicio filoeconómico, la disposición no hace prevalecer la realidad económica sobre lo jurídico. Obsérvese con detenimiento la exacta dicción del término “en la contabilización de las operaciones se atenderá a
su realidad económica y no sólo a su forma jurídica”, es decir, el literal del precepto no consagra la preferencia de lo económico sobre lo
jurídico, antes lo contrario, con la introducción
de la forma jurídica a través de las palabras “y
no sólo”, se puede deducir que la disposición
tiene interiorizada la forma jurídica como criterio básico y lo que realmente introduce como
novedoso es la realidad económica como parámetro interpretativo, al menos, en igualdad
de condiciones con la forma jurídica, pero, ni
mucho menos, haciendo prevalecer la realidad
económica sobre la forma jurídica.
b) La calificación de acuerdo,
exclusiva o preeminentemente, con
la realidad económica atenta contra
las bases de nuestro Estado como
“Estado de Derecho”
Aunque la dicción del artículo 34.2 del
CdC habla de “forma jurídica” a nadie se le
escapa que los apologistas de este criterio lo
que básicamente han hecho es incluir en el
término “forma” también el “fondo jurídico”,
tomando la parte por el todo, atentando, en
consecuencia, contra las bases mismas del
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Estado de Derecho consagrado en nuestra
Constitución. En efecto, tal como hemos anticipado al explicar el origen del problema, hacer prevalecer la realidad económica sobre lo
jurídico no es nada más ni nada menos que
la apertura del portillo a las interpretaciones
arbitristas y discrecionales de la norma, en
base a no se sabe qué realidad económica,
cuyo resultado final, es lisa y llanamente,
prescindir de la ley en la actividad de aplicación de la propia ley, concretamente en el
proceso de calificación. No obstante, el daño
incluso podría ser mayor haciendo prevalecer
la realidad económica, no ya en el ámbito de
la calificación de los hechos, técnicamente lo
más adecuado, sino en el campo de la interpretación, lo cual de acuerdo con las ideas
expuestas sería del todo intolerable.
c) La calificación de acuerdo, exclusiva
o preeminentemente, con la realidad
económica atenta contra el principio
de seguridad jurídica del artículo 9.3
de la Constitución
Por otro lado, la preferente aplicación de
la realidad económica supone una fuerte incertidumbre que se inyecta al sistema jurídico, en la medida en que la mayor o menor
certeza jurídica es sustituida por la realidad
económica. Pero ¿quién, cómo y en base a
qué criterios se determina dicha realidad?
Hacer efectiva esta doctrina supondría no
gravar los hechos imponibles efectivamente
realizados por el contribuyente, gravándolos
en función de su resultado económico, algo
que excede el componente jurídico de la norma. Dicha opinión es contraria a lo preceptuado por nuestro Derecho positivo en los artículos 31.3 de la Constitución y 20.1 de la
LGT. Ambos preceptos no sólo bendicen el
sometimiento del hecho imponible, auténtica
piedra filosofal del ordenamiento tributario, al
Derecho, sino que dicho principio se eleva al
circunscribir la regulación del hecho imponible a la máxima expresión jerárquica de la
norma, esto es, el principio de legalidad. Los
preceptos mentados se pronuncian, respectivamente, en los siguientes términos:
“3. Sólo podrán establecerse prestaciones personales o patrimoniales de carácter
público con arreglo a la ley”.
“1. El hecho imponible es el presupuesto
fijado por la Ley para configurar cada tributo y
cuya realización origina el nacimiento de la
obligación tributaria principal”.
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d) La interpretación del artículo 13 de
la LGT
La redacción del artículo 13 de la LGT que
lleva por título “calificación” no incluye el término “calificación”. No obstante, tanto por su
título como por su contenido material esta disposición se constituye en la norma ordenadora de la calificación de los hechos tributarios
dentro de nuestro ordenamiento jurídico. Así,
el contenido material del precepto se refiere
única y exclusivamente a los hechos que regulados por la norma tributaria deben ser calificados para la aplicación de la misma que,
en última instancia, determinará o no la subsunción del obligado tributario en la relación
jurídico-tributaria con la Hacienda Pública que
se concreta en “las obligaciones tributarias”
que aquel tiene respecto a ésta.
De tal suerte que para el proceso de calificación, el artículo 13 de la LGT señala la
prevalencia de lo jurídico, “las obligaciones
tributarias se exigirán con arreglo a la naturaleza jurídica del hecho, acto o negocio realizado”, dice el precepto. Se establece, con
posterioridad, con un carácter eminentemente didáctico dos aclaraciones en el precepto:
que se debe dejar a un lado la denominación
y formas que los interesados le hubieran dado y que se debe prescindir de los defectos
que pudieran afectar a su validez, se entiende que jurídica.
Por tanto, conforme a lo anterior, el artículo 13 de la LGT lo que hace simplemente es
consagrar “lo jurídico” como criterio para la
realización de la calificación de los hechos a
los que se quiere aplicar la norma.
En este sentido, no debe dejar de recordarse la definición de hecho imponible del artículo 20.1 de la LGT se construye en base al
principio de legalidad al definirlo como “el
presupuesto fijado por la Ley para configurar
cada tributo”.
En contraposición con el precepto anterior, la conceptuación de hecho imponible de
la Ley 230/1963, de 28 de diciembre, General
Tributaria, antigua Ley General Tributaria, dejaba abierta la puerta a la interpretación económica del mismo. Así, el artículo 28.1 de la
Ley 230/1963 disponía que:
“1. El hecho imponible es el presupuesto
de naturaleza jurídica o económica fijado por
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la ley para configurar cada tributo y cuya
realización origina el nacimiento de la obligación tributaria”.
Dicha contraposición viene a abundar en
la idea del predominio “lo jurídico” en la calificación de los hechos a efectos tributarios.
e) La realidad económica no es un
principio interpretativo exclusivo
del derecho fiscal
Uno de los argumentos utilizados por los
defensores de la teoría de la prevalencia de
la realidad económica en la interpretación de
las normas tributarias se basa en el subyacente económico que toda norma tributaria
tiene, lo que implica la aplicación de la realidad económica como un criterio hermenéutico especial a la hora de la interpretación o
calificación de las normas fiscales respecto
de otras disciplinas jurídicas. Sin embargo,
en nuestra opinión, tal especificidad del Derecho Tributario respecto a otras disciplinas
jurídicas no existe en puridad. Sí, efectivamente, concurre en el Derecho Tributario una
mayor influencia del componente económico
en el ámbito que intenta regular, porque, en
última instancia, la razón de su existencia se
fundamenta en la necesidad de que el dinero
fluya al Tesoro Público, por lo que el carácter
no ya económico sino crematístico salta a la
vista y es más manifiesto que otras disciplinas jurídicas. No obstante, tampoco se puede ignorar que todas las normas tienen un
fundamento económico más o menos claro.
Así, empezando por lo obvio, el sustrato económico es claramente perceptible en las normas de Derecho Mercantil, pero, es que incluso en el Derecho de Familia, paradigma
jurídico del desinterés material, bajo principios genéricos muy loables y altruistas, el CC
concreta una regulación con un fuerte aroma
económico. Como ejemplifican los regímenes
jurídicos sobre la administración del patrimonio conyugal o los bienes del sometido a la
patria potestad, las formas de reparto de la
herencia o los medios de exigencia de la obligación de alimentos de los hijos respecto de
los padres y viceversa.
En consecuencia, si la sustancia económica existe soterrada bajo todas las disciplinas jurídicas, no es justificable la utilización de la realidad económica como criterio hermenéutico
predominante o único aplicable al Derecho Tributario con fundamento en dicha especialidad.
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UNA PROPUESTA DE SOLUCIÓN
Una vez planteado el problema, es decir,
las dificultades de encaje del contenido artículo 34.2 del CdC y su normativa de desarrollo, fundamentalmente el PGC, en la normativa fiscal, concretamente en el Impuesto sobre
Sociedades, a partir de la remisión genérica
que los artículos 10.3 y 143 del TRLIS realizan a la normativa mercantil a efectos de la
determinación del beneficio imponible, con la
normativa fiscal, que, como hemos visto, choca en cuanto a la regulación clásica de la calificación de los hechos, es necesario tratar de
solucionar el mismo.
Ante esta situación creemos que lo que
no se debe hacer es ignorar la aparente contradicción entre los artículos 34.2 del CdC y
13 de la LGT.
A los efectos de la superación del posible
conflicto entre ambos preceptos se han planteado diferentes soluciones.
En efecto, se puede plantear la aplicación preferente del artículo 34.2 del CdC, pero exclusivamente dentro del ámbito de la
determinación del resultado contable, a su
vez, variable fundamental para la determinación de la base imponible del Impuesto sobre Sociedades, pero sólo para este tributo,
en virtud del principio de especialidad respecto a las normas generales del derecho
tributario «lex especialis derogat lex generalis». En consecuencia, el artículo 13 de la
LGT se aplicaría en la generalidad de los tributos excepto en el Impuesto sobre Sociedades que en virtud de regla especial aplicaría el artículo 34.2 del CdC.
Por otro lado, otros autores, sugieren la
prevalencia de la norma tributaria sobre la
mercantil, en la idea de que en el ámbito fiscal debe prevalecer lo contenido en las normas tributarias, en base a un principio de autonomía del Derecho Financiero respecto al
Derecho Mercantil que nos reconduce a la
vieja polémica de la independencia de esta
disciplina jurídica.
Otros matizan esta teoría dando carta de
naturaleza a lo económico en su preferencia
sobre lo jurídico, pero sólo en los supuestos
que la LGT permite prescindir de las formas
jurídicas para hacer prevalecer el fondo (artículos 15 y 16 de la LGT dedicados, respecti-
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vamente, a la simulación y al conflicto en la
aplicación de la norma tributaria). Ambos preceptos establecen, respectivamente, que:
“Artículo 15. Conflicto en la aplicación de
la norma tributaria.
1. Se entenderá que existe conflicto en la
aplicación de la norma tributaria cuando se
evite total o parcialmente la realización del
hecho imponible o se minore la base o la deuda tributaria mediante actos o negocios en los
que concurran las siguientes circunstancias:
a) Que, individualmente considerados o
en su conjunto, sean notoriamente artificiosos
o impropios para la consecución del resultado
obtenido.
b) Que de su utilización no resulten efectos jurídicos o económicos relevantes, distintos del ahorro fiscal y de los efectos que se
hubieran obtenido con los actos o negocios
usuales o propios.
2. Para que la Administración tributaria
pueda declarar el conflicto en la aplicación de
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En una situación ideal, habría una
coincidencia entre el fondo jurídico, la
forma jurídica y la realidad económica
de los hechos evaluados
la norma tributaria será necesario el previo
informe favorable de la Comisión consultiva a
que se refiere el artículo 159 de esta Ley.
3. En las liquidaciones que se realicen como resultado de lo dispuesto en este artículo
se exigirá el tributo aplicando la norma que
hubiera correspondido a los actos o negocios
usuales o propios o eliminando las ventajas
fiscales obtenidas, y se liquidarán intereses
de demora, sin que proceda la imposición de
sanciones”.
do de que la forma jurídica debe decaer frente al fondo, también jurídico.
Frente a dichas teorías que propugnan el
predominio de una disposición sobre otra
creemos que debe prevalecer una solución
participada por ambas que no suponga la preferencia de ninguna. En este sentido, abogamos por la integración de ambos preceptos,
no fundamentándolo en la no aplicación de
los preceptos en conflicto, ya que ambos se
encuentran plenamente vigentes, valorando
los diferentes intereses en liza.
Conforme a dichos objetivos, creemos
que la única solución válida es aquella escrupulosamente respetuosa con el Derecho, volvemos a reiterar que España se define como
un “Estado social y democrático de Derecho”.
Lo contrario, incurriría, al margen de en una
flagrante contravención constitucional, en un
atentado contra los cimientos de las modernas sociedades que se encuentra en el principio de primacía del Derecho.
“Artículo 16. Simulación.
1. En los actos o negocios en los que
exista simulación, el hecho imponible gravado
será el efectivamente realizado por las partes.
2. La existencia de simulación será declarada por la Administración tributaria en el correspondiente acto de liquidación, sin que dicha calificación produzca otros efectos que
los exclusivamente tributarios.
3. En la regularización que proceda como
consecuencia de la existencia de simulación
se exigirán los intereses de demora y, en su
caso, la sanción pertinente”.
Sin embargo, desde nuestra perspectiva,
dichas soluciones no resultan adecuadas, ya
que con carácter general abogan por la prevalencia de una norma sobre otra. Así, unos
defienden la prevalencia de la norma mercantil, otros la preferencia de la norma fiscal,
mientras que lo cierto es que ambas normas
están en vigor y deben ser aplicadas. Por otro
lado, a nuestro juicio la teoría que patrocina la
preferencia de la norma tributaria sobre la
mercantil para los casos exclusivos de los artículos 15 y 16 de la LGT, prescinde del hecho de que en ningún momento la redacción
de dichos preceptos afirma la preferencia de
la realidad económica sobre la forma jurídica,
más bien, deben ser interpretados en el sentipág
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Por tanto, la naturaleza jurídica de las cosas, el componente jurídico de las operaciones, en definitiva, lo jurídico, debe prevalecer
sobre cualquier otra consideración. Lo contrario, es decir, poner lo jurídico en segundo
lugar, cualquiera que fuera su servidumbre,
ya sea el contexto temporal de los hechos, la
realidad económica u otra circunstancia, supondría subordinar el Derecho a algo difícilmente discernible, estando la maldad o bondad de las relaciones de subordinación de lo
jurídico respecto de estas circunstancias, una
de las cuales puede ser la realidad económica, no tanto en la circunstancia en sí, sino en
la propia relación de dependencia y subordinación de lo jurídico, respecto a algo extrajurídico. Desde esta perspectiva, la prevalencia
de la realidad económica sobre lo jurídico implicaría adentrarnos en territorios que ya fueron explorados en su momento por la Escuela Libre del Derecho con los resultados que
todos conocemos.
Conforme a lo anterior, partiendo de la
preferencia sin paliativos del fondo jurídico
sobre todas las demás circunstancias en
cuanto a la calificación de los hechos y operaciones a subsumir en la norma fiscal, es necesario precisar que en una situación ideal
habría una coincidencia entre el fondo jurídico, la forma jurídica y la realidad económica
(fondo económico) de los hechos que se es-
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A vueltas con el fondo económico
y la forma jurídica
tán evaluando a efectos de su calificación para la subsunción o no en la norma fiscal. El
problema surge cuando hay una situación de
falta de simetría entre dichos elementos.
Pues bien, el artículo 13 de la LGT prevé
aquella situación en la cual el fondo jurídico, la
naturaleza jurídica, no coincide con la forma
jurídica. En este caso, siguiendo el artículo 13
de la LGT, debe prevalecer la naturaleza jurídica, el fondo jurídico sobre la forma. Por el contrario, el artículo 34.2 del CdC regula aquellos
supuestos en donde el fondo económico no
coincide con la forma jurídica. En términos lógicos, serían aquellos supuestos en que con
una forma jurídica “x” se está obteniendo un
resultado económico “y”, en lugar de “x”, que
es el que correspondería. En estos casos, no
se debería interpretar la norma en el sentido
de entender que los hechos deben calificarse
de acuerdo con el resultado económico “y”, ya
que, en principio, la forma, como medio de exteriorización de la voluntad nos señala que la
voluntad de los operadores jurídicos que actúan es la que corresponde a la forma “x”, es
decir, el fondo jurídico “x” y que, en último extremo, implica la prevalencia del fondo jurídico
sobre todas las demás consideraciones.
La novedad que el artículo 34.2 del CdC
aporta a la hermenéutica es que la realidad
económica debe tenerse en cuenta como un
elemento esencial, a la hora de la determinación del fondo o naturaleza jurídica, no solamente la forma jurídica como presunción que
manifiesta el fondo. De tal suerte, que si se
consigue demostrar que la realidad económica desvirtúa la forma jurídica, debe aplicarse,
no el fondo económico o realidad económica
sin más, sino la naturaleza o fondo jurídico
adecuado que se corresponde con esta realidad económica. De manera que la realidad
económica sería un medio para desnudar los
hechos que se intentan calificar, eliminando su
ropaje jurídico, la forma jurídica que adoptan,
para llegar al verdadero cuerpo, el fondo jurídico. En nuestro ejemplo, la realidad económica “y” serviría como medio para llegar a la verdadera esencia jurídica de los hechos a calificar y hacer que los mismos sean considerados en función de su verdadera naturaleza jurídica, en nuestro ejemplo el fondo jurídico “y”.
Por tanto, tras este análisis, parece desdibujarse la existencia de un verdadero conflicto
entre el artículo 13 de la LGT y el artículo 34.2
del CdC, puesto que los ámbitos de aplicación
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son diferentes. En resumen, el artículo 13 de
la LGT proclama la prevalencia de la naturaleza jurídica sobre otras consideraciones en el
proceso de calificación de la norma tributaria,
mientras que el artículo 34.2 del CdC prevé el
criterio de la realidad económica como parámetro válido para llegar al fondo jurídico, a la
naturaleza jurídica de las operaciones, sirviendo como medio para desvirtuar la forma y llegar al verdadero fondo jurídico siempre para
garantizar la prevalencia de la naturaleza jurídica en el proceso de calificación.
En definitiva, se trata de interpretar los hechos en función de lo que son y no de lo que
parecen que son.
EJEMPLOS PRÁCTICOS
1. Venta a pérdida
Hechos
Un empresario de la construcción como
consecuencia de las dificultades actuales de
liquidez provocadas por la crisis económica
vende a pérdida un determinado bien inmueble por debajo de su valor de mercado.
Se formaliza la compraventa en escritura
pública ante notario donde consta de forma
expresa que es una compraventa y que se
transmite la propiedad.
Calificación
En principio, el artículo 17 de la Ley
3/1991 de Competencia Desleal que prohíbe
la venta a pérdida salvo excepciones, junto
con el propio objeto intrínseco de la empresa
mercantil, la obtención de beneficio, hace que
puedan existir dudas sobre si la operación
puede ser calificada como venta con pérdida o
bien, la pérdida calificarse como donación. De
tal suerte que conforme a lo anterior sería una
operación mixta entre venta, por la parte correspondiente al precio, y donación por la diferencia entre el precio de venta y el contable.
No obstante lo anterior, de acuerdo con lo
expuesto en el artículo, la operación debería
contabilizarse como una venta ordinaria con
pérdida, puesto que la forma jurídica de compraventa expresada en la escritura pública
coincide con el fondo jurídico al transmitirse la
propiedad de un bien inmueble por precio. A
su vez, dicho fondo jurídico coincide con el
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económico, puesto que lo que se ha realizado
es una venta a pérdida.
En consecuencia, la operación se califica
como una venta con pérdida como consecuencia de la coincidencia de la forma y el
fondo jurídico con el fondo económico, por
más que la normativa mercantil prohíba, salvo
excepciones, las ventas a pérdida.
fondo económico de la operación el motivo
de la transmisión en realidad sea mejorar las
relaciones públicas para nada desvirtúa la
consideración de donación.
3. Donación simulada de venta
Hechos
Hechos
Una empresa matriz con fines lícitos
transmite un determinado bien a una empresa
filial de la anterior por una cantidad simbólica
muy por debajo del valor de mercado.
Una empresa efectúa una donación a una
orden religiosa de un bien inmueble para incrementar su cuota de mercado respecto al
mercado religioso, puesto que se dedica a la
fabricación y distribución de obleas.
Se formaliza la compraventa en escritura
pública ante notario donde consta de forma
expresa que es una compraventa y que se
transmite la propiedad aunque por un precio
ridiculo.
Se formaliza la donación en escritura pública ante notario donde consta de forma expresa que es una donación y que se transmite la propiedad.
Calificación
2. Donación por relaciones públicas
Calificación
En última instancia, la empresa realiza la
operación para incrementar su beneficio mediante la realización de la transmisión con el
fin de mejorar sus relaciones con la Iglesia
Católica. Como corolario económico, la operación debería calificarse como un gasto relacionado con las relaciones públicas, no como
una donación.
No obstante lo anterior, de acuerdo con lo
expuesto en el artículo, la operación debería
contabilizarse como una donación, puesto
que la forma jurídica expresada en la escritura pública coincide con el fondo jurídico al
transmitirse la propiedad de un bien inmueble
gratuitamente. El hecho de que analizado el
En principio, la empresa realiza una venta
tanto formal, así consta en escritura, como jurídica, transmite la cosa por precio. Sin embargo, como consecuencia de la consideración
del fondo económico de la operación, de
acuerdo con lo dispuesto en el artículo 34.2
del Código de Comercio desarrollado en el
Plan General de Contabilidad, la compraventa
sería recalificada como donación. En este caso, el fondo económico de la operación serviría para desvirtuar la forma jurídica de la misma así como el fondo jurídico aparente que no
el real, ya que en realidad lo que se ha realizado es una donación y no una compraventa. De
tal suerte que como tal se debe contabilizar. 
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BIBLIOGRAFÍA
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