PROLOGO DE SALUSTIANO DEL CAMPO Una encuesta italiana de 1970 •

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PROLOGO DE SALUSTIANO DEL CAMPO
Una encuesta italiana de 1970
• La preocupación de la mayor parte de los jóvenes españoles (un 46%) es la vida en familia. Mientras
que la mayor preocupación de los jóvenes Italianos son los relativos al estudio y la profesión con un
72% frente a un 35% en el caso de los varones españoles y un 18% en el de las mujeres.
• En España solo el 4% esta muy interesado en la política frente a un 6% de los Italianos.
• El 47% de los jóvenes españoles y el 60% de los italianos piensa que debe haber una igualdad entre
sexos, en ambos casos no existen grandes diferencias entre las opiniones de hombres y de mujeres
sobre este asunto.
Una encuesta francesa de 1968.
− La mayor preocupación de los jóvenes franceses es la familia.
− En segundo y tercer lugar se encuentran la profesión y el empleo del tiempo libre.
− Una gran diferencia con la juventud española reside en que la francesa piensa apoyarse en sus propias
cualidades para alcanzar el éxito, mientras que la española lo hace en su familia o amigos.
− Para los jóvenes franceses las relaciones interpersonales cuentan extraordinariamente.
Una encuesta norteamericana de 1969.
Se pueden clasificar los jóvenes americanos en cinco perfiles de juventud :
1. − Los revolucionarios creen que el sistema social norteamericano esta demasiado podrido para que pueda
ya restaurarse, opinan que se requiere un cambio social drástico y que desean constituir un partido
revolucionario de masas. Creen que la destrucción de bienes materiales, el asalto a la policía y los secuestros
son tácticas justificadas.
2. − Los reformadores radicales mantienen algunos puntos de vista extremo, o sus antípodas.
3. − Los reformadores moderados están de acuerdo con la resistencia al servicio militar, la oposición a la
guerra del Vietnam, el apoyo a la desobediencia civil y pedir que instituciones tal como los partidos políticos,
las grandes empresas y el ejercito se reformen de modo fundamental.
4. − Los centristas solo excepcionalmente mantienen algunos puntos de vista que pueden considerarse
izquierdistas.
5. − Los conservadores creen que el modo de vida americano es superior a todos los demás, se preocupan por
la igualdad mas que por el derecho y el orden publico y que se alarman por el despilfarro que representa la
beneficencia en la sociedad norteamericana y mantienen que la perturbación del orden no esta justificada bajo
ninguna circunstancia.
Los revolucionarios y los reformadores radicales constituyen solamente el 11% de todos los jóvenes y el 13%
de los estudiantes universitarios. Esta alienación del sistema de valores norteamericano se extiende también a
valores que no son políticos y a temas como la libertad en las relaciones sexuales, las drogas, la manera de
vestir, las profesiones elegidas y otros valores incluso más tradicionales, como la religión, el trabajo
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profesional y el interés por el beneficio económico.
Los reformadores radicales no universitarios se aferran a los valores americanos tradicionales.
Apuntes para un diagnostico de la juventud.
Las principales causas de la problemática juvenil del momento son:
1. − La ruptura de la vida familiar, que se interpreta, claro esta, de manera distinta según los planteamientos
ideológicos.
2. − El prestigio se ha ido desplazando del grupo de edad madura al grupo de edad más joven, de modo que se
trata de parecer joven cuando no se es realmente, se valoran sobre todo la juventud y sus atributos.
3. − La generación adolescente actual tiene un poder económico superior al de cualquier generación joven
anterior, lo cual la integra plenamente en la sociedad de consumo.
4. − La generación joven contemporánea es la que con más claridad se expresa y mejor está desarrollando una
autoconsciencia fundamental, a través de los canales de expresión accesible a sus miembros, los adolescentes
actuales empiezan a parecerse a un islote de cultura extraña que brota en medio del océano de las sociedades
materialistas. Lo que alguien ha llamado muy acertadamente una contra−cultura.
La generación mayor piensa que sus valores son absolutos molares, y que vivir o actuar de otra manera no
solamente es diferente sino también malo. Los jóvenes se niegan rotundamente a admitir esto.
5. − Se presencia una expresión de odio hacia las instituciones burocráticas impersonales, de gran escala,
típicas de la civilización industrial occidental. La demanda de descentralización implica una restauración de la
dignidad, de la identidad, de la oportunidad y de la diferencia de la vida social y una búsqueda de la
comunidad.
6. − Los jóvenes son utilizado por las sociedades en sus guerras y explotados a su vez en tiempos de paz. No
se les paga, o emplea, antes de que hayan hecho el servicio militar y ni aun se remunera a aquellos que
continúan sus estudios.
7. − En las sociedades donde el status de los jóvenes es alto, el cambio social tiende a ser escaso, y allí donde
el status de los jóvenes es bajo y los ciudadanos adultos pueden bloquear con éxito su acceso a los status de
adultos, existe una predisposición al cambio. Cuando esta segregados del mundo adulto en una posición de
alto status y poder, el resultado más probable, en cambio, es una sociedad conservadora que es justamente lo
que esta pasando en occidente.
8. − Quienes acuden a las instituciones de enseñanza superior se encuentran segregados del mundo de trabajo
y no son considerados propiamente miembros del mundo académico, hasta el punto de tener incluso que
retrasar su matrimonio respecto a lo que sucede con los jóvenes trabajadores de sus mismas edades.
9. − Se precisa un reconocimiento más generoso y exacto de la naturaleza real y potencial de los adolescente.
Su acercamiento a los adultos permitiría configurar una población juvenil menos en conflicto consigo mismo
y con el mundo. Las perspectiva de futuro de los jóvenes no parecen precisamente optimista.
10. − La definición social de la posición del joven incluye actualmente un excesivo grado de dependencia. El
tardío reconocimiento de la mayoría de edad civil y política en comparación, por ejemplo, con la militar.
11. − Las organizaciones juveniles, sus verdaderas funciones latentes han sido la creación y mantenimiento de
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culturas juveniles segregadas en un mundo idealizado, que permite un control eficaz de los jóvenes, tanto para
mantenerlos al margen de las realidades institucionales operantes, como para movilizarlos instrumentalmente
en cualquier momento.
12. − Los cambios actuales no afectan solo al status de joven, sino a toda la estructura social, por tanto,
también la situación de los adultos se ve modificada al transformarse el papel del joven.
13. − Se ha exagerado la necesidad de los jóvenes de aferrarse a valores morales absolutos, de contar con una
ética no mediatizada por el compromiso. Acaso lo más característico de la psicología juvenil son la necesidad
de orientarse con realismo en el mundo en que vive, de organizar con sentido y coherencia los datos de su
experiencia. En ello le va la elaboración de su propia identidad personal.
Lo que los jóvenes actuales parecen buscar no es el camino fácil del éxito financiero sino una nueva condición
de existencia.
14. − La juventud no parece dispuesta a consentir que la distancia entre países desarrollados y
subdesarrollados continúe incrementándose al ritmo de los últimos años, porque hoy el hambre en la india y
los demás países del 3º mundo agita y preocupa al joven idealista europeo más que los éxitos económicos y
tecnológicos de la sociedad de consumo en que vive.
Nuestra política juvenil no se ha desarrollado suficientemente.
La juventud española de José R. Torregrosa.
• La edad como criterio de adscripción de los status.
El hecho de nacer en un contexto especifico de la estructura social global puede por si mismo constituir, en
algunas sociedades, una probabilidad de permanecer para el resto de la existencia en una posición similar a la
de los padres. Estaríamos, en este caso, frente a una sociedad de compartimentos estancos sin apenas
comunicación u osmosis entre los mismo. La mayor generalidad del sexo y de la edad como criterios de
asignación de status tanto en las sociedades tradicionales y modernas, como en las unidades sociales más
amplias de que se componen, responde en principio a la naturaleza biológica de ambos factores. Los criterios
del sexo y la edad permiten efectuar una adscripción en que el riesgo de equivocación es mínimo. Resulta
fácil saber y constatar el sexo y edad de las personas y, sobre esa base, establecer una primaria diferenciación
funcional de los status y roles disponibles.
Cada grupo de edad, más o menos definido, ocupa una posición social y en gran medida le viene dada por su
posición en relación con otros grupos de edad.
Las mayores expectativas de vida en las sociedades modernas, unido a su mayor complejidad tecnológica y al
mayor ritmo de cambio, fuerzan a una distanciación o prolongación de las edades, a ciertas asimetrías y
discontinuidades en el paso de unas a otras que están en la base de los actuales conflictos generacionales.
• Contenido formal de los status juveniles en la sociedad actual.
Las sociedades más diferenciadas y modernas desde el punto de vista de la división del trabajo y la tecnología,
conocen una serie de agrupaciones deferencias y estratificadas, que bien pueden constituir subsociedades
dentro de las cuales los status definidos por la edad son, a su vez, distintos. Es decir, las prescripciones
culturales y expectativas sociales que se perfilan en el complejo del roles que constituye el status de
adolescente de la clase proletaria urbano−industrial serán distintas de las del status de adolescente en la clase
media alta. En uno y otro caso, ser joven es algo indudablemente distinto.
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Las transformaciones por las que atraviesa la sociedad contemporánea inciden en la estructura y contenido del
status y roles juveniles puesto que las sociedades contemporáneas, a partir sobre todo de la revolución
industrial, han entrado en un proceso de cada vez mayor diferenciación y especialización funcionales. Las
innovaciones tecnológicas, cuando se han aplicado de manera generalizada al proceso productivo, han exigido
una mayor división del trabajo: primero, en el propio ámbito de la actividad economico−productiva y,
después, en la totalidad de la organización social. Los grandes cambios demográficos del mundo
contemporáneo y entre ellos, sobre todo, el continuo proceso de urbanización, han sido condición y
consecuencia del desarrollo tecnológico. Estos cambios, en un periodo relativamente corto de la historia
humana, han ido alterando de manera radical las bases mismas sobre las que se asentaban la sociedad
tradicional: desde el espectacular aumento de la esperanza media de vida, pasando por el numero casi infinito
del roles ocupacionales en que la estructura de la producción se ha diversificado, con el progresivo acceso de
la mujer a los mismo, hasta la radical secularización de los valores culturales en que se orienta y encuentra
fundamento la sociedad actual, etc.
En una sociedad urbano−industrial, en que el nivel de conocimiento requeridos para el desempeño de la
mayoría de roles ocupacionales es relativamente complejo y especializado. El aprendizaje de dichos
conocimientos se produce en ámbitos externos a la familia, el adolescente necesita salir del ámbito familiar
para construirse su propia identidad profesional como adulto. Vemos como un aspecto fundamental de la
socialización profesional ha sido transferido desde la familia a otras estructura del subsistema educativo.
Al ser privado el ámbito familiar de la interacción que supone la socialización profesional, es indudable que la
institución familiar pierda una de las base más importantes de su poder de control con respecto a los miembros
jóvenes. La autoridad de la figura paterna no puede ya orientarse, en la sociedades modernas, en el hecho de
que el padre, además de proveer a las necesidades económicas y de constituir la instancia normativa ultima
dentro de la familia, se encuentra en posesión de unos conocimientos o habilidades que sus hijos no poseen y
cuyo aprendizaje les es indispensable para su inserción en la vida socioprofesional activa. Por el contrario, en
la mayor parte de los casos, los padres deberán confiar a instancias extrafamiliares la enseñanza de estos
conocimientos o habilidades, restringiendo de este modo la amplitud de conducta que pueden ser controladas
directamente desde el contexto familiar mismo.
Podemos igualmente enfocarlo desde la perspectiva de las probabilidades de comunicación y de influencia, o
desde la perspectiva del propio joven, como la insuficiencia de la figura paterna como modelo de referencia
para su plena inserción en la vida profesional. En este sentido, el adolescente no solo es inducido
estructuralmente a entrar en ámbitos extrafamiliares más o menos institucionalizados, sino que, en la mayoría
de los casos, necesita entran en ello para ensayar y adoptar definitivamente modelos con que poder ir
perfilando y afirmando su identidad social, cuyas características aparecen, en muchos casos, como
distanciadas de la del padre.
Esta merma de contenido en las funciones socializadoras de la familia, y más específicamente en el rol de
padre en cuanto agente de socialización profesional, disminuye igualmente la amplitud de lealtades exigibles
en el hijo. Éste, para tener éxito en su aprendizaje, en la mayoría de los casos tendrá que dar más crédito a los
consejos u orientaciones de quienes lo tutelan de modo directo que a los de la propia familia.
Lo que fundamentalmente nos muestra el proceso descrito en principio, es la reducción del contenido de las
relaciones de parentesco, por lo que al aprendizaje profesional se refiere.
¿Puede quedar realmente intacta la autoridad axiológica de la familia cuando en un aspecto tan importante
como es el profesional ha dejado de ser una fuente de orientación y referencia para el comportamiento de sus
miembros más jóvenes?
Porque ciertamente, a través del aprendizaje profesional el joven no sólo aprende técnicas, conocimientos o
habilidades específicas, sino que además incorpora los valores, actitudes y creencias sobre las que la actividad
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profesional se fundamenta.
Es indudable que el status−rol de joven se compagina distintamente según los estratos diferenciados de la
sociedad. Pero, en la medida en que ciertas tendencias pueden generalizarse al decurso de la sociedad global,
pueden también especificarse ciertas características que, por lo menos formalmente, pueden atribuirse al rol de
joven, en general. Como características más destacables, independientemente de la variabilidad empírica
observable y de los problemas de definición que en cada sociedad encontraríamos del status de joven,
podemos señalar las siguientes:
• Dependencia− Autonomía.
El status del joven ha sido tradicionalmente dependiente. La radical dependencia del recién nacido con
respecto a la madre, o cualquier otra figura sustitutiva, se prolonga durante bastantes años en el ámbito
familiar. La dependencia nutritiva y afectiva de los primeros meses y años de la vida se amplia a la
dependencia económica, educativa, ideológica, etc. El status del joven es, en principio, el de su familia. Se
trata de un status adscrito. Pero a medida que el joven (adolescente) se adentra en esferas extrafamiliares
(escuela, grupos de amigos, campamentos), su comportamiento ha de hacerse cada vez más independiente. La
dialéctica dependencia− autonomía ha de resolverse tarde o temprano con éxito para traspasar el status de
joven.
Ahora bien, esta dependencia que inicialmente es afectiva y que impregna los nuevos descubrimientos que el
niño va haciendo en el seno de la familia, trasciende también a otros ámbitos extrafamiliares en los que el
joven eventualmente se aventura a entrar.
Los procesos socializadores, en la mentalidad de la generación adulta, son unidireccionales y no recíprocos.
No son como un proceso en que ambos van embarcados, con consecuencia para unos y otros. Se trata de
adaptar a lo ya existente (ideologías, instituciones, roles profesionales, normas, valores, conocimientos), a los
recién llegados.
A nivel de la sociedad global, sus innovaciones o intentos de independización encuentran considerables
resistencias. Lo que indudablemente complica el problema es que la juventud no pide (no puede pretender)
una autonomía o independencia totales. En este sentido, no espera tampoco de la generación mayor una
actitud de indiferencia, de desentendimiento, de dejar hacer sin más. Intentar conferir una independencia total,
en los distintos aspectos de la vida a la juventud, sería tanto como crear un vacío, un hiato, en la continuidad
del proceso social.
En un nivel psicológico, la autonomía implica la posibilidad de ser centro de donde emanan las propias
acciones y el sentido que se confiere a las mismas. Muchos de los comportamientos sorprendentes
(aparentemente incomprensibles para los adultos) no son más que incursiones aventuradas en busca de la
identidad personal, papeles autoadscritos en lo que el joven quiere verificar sus cualidades de actor. La
audiencia no es tanto la gente que en torno suyo reacciona con aplausos o desaprobación, sino su propio yo
incipiente que se busca para identificarse a si mismo sin ambigüedad en relación con los otros.
Pero, justamente, lo que hace problemáticos y conflictivos los intentos autoafirmadores de cada nueva
generación es el talante con el que la generación adulta reacciona ante los mismos, el margen de confianza
que está dispuesta a conceder a los jóvenes para que vayan autorrealizando su existencia individual y colectiva
desde su propia problemática, desde su propia perspectiva de la realidad sociohistórica y no sólo desde una
perspectiva ya cristalizada como respuesta cuando la propia generación mayor se incorporó activamente al
proceso histórico. Para ser auténticamente generativa la generación mayor debe aceptar aquello
específicamente propio que tengan que decir los jóvenes, servir de guía y orientación para que estos puedan
realizar sus propias aportaciones al proceso colectivo.
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El mantenimiento e imposición de una estricta dependencia (religiosa, ideológica, normativa, educativa,
económica) provocará ciertamente respuestas proporcionales por parte de los jóvenes que buscan su
autonomía.
La importancia real de la juventud en el proceso de producción ha cobrado una importancia sin precedentes.
Obviamente, esta importancia no dimana de que los puntos clave de decisión y gestión dependan de ellos.
Pero si de que toda una serie de puestos intermedios, de nuevas profesiones, aunque carecen de poder
decisorio importante, sin duda son imprescindibles para el funcionamiento del sistema productivo.
Más que dependencia, y por lo que al proceso de producción se refiere, lo que cada vez es más notorio es una
fuerte interdependencia. Interdependencia que, si se hace plenamente consciente en las capas jóvenes, les
proporciona una posición desde la que luchar por su autonomía.
El grupo de edad joven se ha convertido en un grupo importante en el consumo de bienes, debido en parte al
aumento general del bienestar y en parte a que grandes sectores de la juventud cuentan, debido a su posición
en la fuerza de trabajo, con ingresos económicos propios. Ciertamente que la aparición de toda una industria
de bienes juveniles, además de inducir a la juventud a pautas de comportamientos simétricos con los de sus
mayores, crea nuevas formas de dependencia. Pero el acto de compra, de consumo, desde recursos obtenidos
por el propio trabajo, refuerza una posición que va en dirección contraria a la imagen de dependencia
tradicional mantenida por la generación mayor.
El cambio tecnológico rápido que caracteriza a las sociedades de nuestros días, ha situado a la juventud en una
posición real de ventaja frente a la generación adulta, que se encuentra en muchos casos con el problema de la
obsolencia de conocimientos y habilidades aprendidos en un contexto anticuado para las exigencias actuales.
El acceso masivo que se viene produciendo en España, desde hace unos años a la enseñanza media y superior,
y que va a continuar con más intensidad en los próximos, va a lanzar gran número de graduados jóvenes al
mercado de trabajo, con una preparación más actualizada, más puesta al día, más apta para responder al reto
de nuestro tiempo que la de sus mayores. ¿Podrá seguir permaneciendo inactiva, emigrante, o periférica esa
juventud?
Quienes tengan experiencia en la selección de personal dentro del mundo laboral saben que muchos jóvenes,
medidos según tests y criterios objetivos, poseen un elenco más adecuado y completo de habilidades para
desempeñar puestos inferiores de responsabilidad (capataces, supervisores) que trabajadores que podrían ser
sus padres.
Subculturas. Indudablemente, en las pandillas y grupos familiares, como en cualquier grupo, existen y han
existido siempre valores, normas y expectativas que los configuran específicamente. Pero esos valores,
normas y expectativas que antaño se limitaban a grupos específicos de pertenencia, ahora han trascendido en
parte y se han generalizado a grandes sectores de la juventud, dentro de una misma sociedad nacional e,
incluso, rebasándola. Ciertamente que los medios de comunicación de masas y las mismas reacciones e
intereses de la sociedad adulta establecida han contribuido a la creación de la imagen de las culturas juveniles,
y a su segregación efectiva en cuanto grupo de edad. Pero el hecho, hoy incuestionable, es que existen las
subculturas de la juventud: con sus modas, sus preferencias, sus atuendos, sus valores, sus normas, sus
símbolos. La participación e identificación con estas subculturas no puede decirse que se distribuya por igual
en todos los sectores o estratos juveniles ni en todas las sociedades; pero si resulta ser un fenómeno
característico de las sociedades industriales más avanzadas y de las que, se hallan en ese camino. Y dentro de
las mismas, de amplios sectores de la juventud, sobre todo de la juventud urbana.
En el complejo de posiciones recíprocas con que la posición de joven se relaciona, aquella que lo inserta en un
grupo de edad, en relación con sus iguales, adquiere una especial importancia para su propia autodefinición.
Una participación intensa en las actividades, valores y actitudes de esos grupos diferenciados, de esas
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subculturas, puede no suponer necesariamente una base importante para una configuración relativamente
autónoma del status de joven, sobre todo cuando desde el punto de vista de los valores centrales de la cultura
convencional adulta, los contenidos en torno a los que se perfila la subcultura juvenil son irrelevantes o,
incluso, en sus funciones latentes, complementarios con aquéllos.
Ahora bien, acontece que muchos de los contextos de actividad en los que también se perfilan subculturas de
la juventud sí tienen una estrecha relación con valores centrales y generalizados de la sociedad global; por
ejemplo, en la Universidad, en la fábrica, en el sindicato. En este último caso, aspectos importantes del
contenido axiológico− normativo del status generalizado de joven vienen determinados por el status
específico que ocupa en su grupo de iguales. En él, en su pertenencia e identificación con el mismo, el joven
encuentra un significado a su status más genérico dentro de la sociedad global.
El grupo de referencia no es ya la sociedad adulta convencional, a la que, a pesar de todo, el joven tiene que
estar constantemente respondiendo, sino su propio grupo de edad. En él se encuentra la fuente de su propia
ideología, como interpretación de su propia posición social y como marco orientador de la acción, en
consonancia con las expectativas de la sociedad adulta establecida o frente a ella. Este fenómeno de relativa
independización axiológica− normativa de los grupos de edad jóvenes está a la base de la aparición de los
movimientos contestatarios de nuestros días.
Estas condiciones se producen, justamente, en una fase del ciclo vital en que una tarea imprescindible es el
hallazgo y afirmación de una identidad personal. Dada esta situación de discontinuidad axiológica, normativa
e institucional y de incertidumbre personal, la aparición de grupos y de culturas juveniles se revela como una
necesidad estructural de las sociedades modernas.
La proliferación de grupos y movimientos juveniles más o menos organizados, la existencia de departamentos
ministeriales, delegaciones, agencias y secciones de jóvenes de los partidos políticos, organizaciones
religiosas y de toda índole, no es más que el reconocimiento explícito de esta necesidad estructural. En parte,
toda esta gama de organizaciones en base a la edad ha cumplido una función articuladora e integradora en el
sistema social; en parte, al permitir un área o esfera de integración a los miembros de un determinado grupo
de edad, ha posibilitado su efectiva segregación y relativa autonomía.
La aparición de culturas juveniles es un fenómeno social íntimamente ligado con la relativa mayor autonomía
del status de joven en las sociedades contemporáneas.
Un fenómeno que, opera de forma análoga a los que veníamos apuntando, es el del aumento de la proporción
de jóvenes que visitan y conocen otros países. El conocimiento y la experiencia de nuevos contenidos
culturales, de nuevas formas de organización social y política, de nuevos lenguajes, constituyen una exigencia
absolutamente coherente con el aprendizaje más formalizado de las aulas y con el cometido social que les
espera.
Ciertamente, la naturaleza misma de la etapa del ciclo vital que llamamos juventud tiende hacia la autonomía,
es decir, hacia la plena inserción en el status de adulto, de miembro de pleno derecho en la sociedad.
• Subordinación− Tendencia igualitaria.
La situación de dependencia esperada, y real, de la posición de la juventud va estrechamente unida a su
subordinación. En todas las sociedades conocidas, la juventud ocupa una posición de subordinación frente a
los grupos de edad superior.
La subordinación se inicia desde los primeros aprendizajes, desde las primeras adaptaciones del niño a los
sistemas de recompensas y castigos de sus mayores. Prosigue en la infancia y adolescencia, tanto en el
contexto familiar como en el de otras instancias socializadoras en que el niño o joven interactúa con adultos.
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Pero tanto como consecuencia de la dinámica del desarrollo de la personalidad, como por su participación en
grupos de iguales, simultáneamente con sus roles subordinados aparecen ya impulsos, tendencias y conductas
autoafirmativas.
Ahora bien, los cambios que se han operado en las sociedades contemporáneas han repercutido en la posición
del joven en el sentido de exigir conductas con una orientación más igualitaria, menos de estricta
subordinación. En la medida en que la sociedad evoluciona hacia formas más universalistas y más modernas,
la competencia y el logro, la capacidad de realización, son factores más importantes para determinar las
relaciones de status que los factores tales como la clase, la edad o el sexo.
En la literatura científica sobre la rebelión de la juventud actual abunda el argumento de que la naturaleza
cambiante de la sociedad actual produce una fuerte inseguridad e incertidumbre en los jóvenes, y que esta
inseguridad es un factor clave para entender sus actitudes de rechazo frente a la cultura adulta. Esto es verdad;
pero no toda la verdad, porque los cambios no sólo afectan al status de joven, sino a la estructura total de la
sociedad. La situación relativamente estable e incuestionada de los adultos se ve también, si no más, afectada
de inseguridad y obsolescencia. Pensemos, por ejemplo, en las consecuencias que la automatización va a
producir en los trabajadores adultos. Indudablemente, la situación de la juventud se ve afectada fuertemente
por estos vertiginosos cambios, aunque también sus posibilidades de adaptación son grandes.
Se ha apuntado en muchas ocasiones, en relación con los problemas que plantea la juventud actual, la perdida
de autoridad de los padres, de los educadores, de los representantes de la generación adulta. Desde esta
perspectiva había que considerar gran parte del contenido reivindicativo de los manifiestos juveniles que, de
manera expresa y reiterativa, aluden a la necesidad de unas relaciones más igualitarias entre las generaciones.
Creemos que estas demandas de la juventud actual son el resultado de cambios importantes que se han
operado en su posición en la estructura social y, en ultima instancia, en la estructura social global. Más que un
supuesto y eterno choque generacional, indican, a nuestro juicio, un intento de definir su propia posición de
forma coherente con la nueva situación en que se encuentra.
En este sentido, no resulta sorprendente que los jóvenes no se identifique con los modelos y valores que se
ofrece desde la cultura adulta predominante. Tales valore y modelos, en la medida en que prolongan una
situación de subordinación de los jóvenes, constituyen mecanismos colectivos de conservación y de defensa
de las posiciones de poder de la generación mayor, antes que formas evolutivas de adaptación integradora.
• Transitoriedad−Permamencia.
El status de joven es definido, en todas las sociedades, como transitorio. Es el paso desde la niñez a la plena
consideración de adulto. Lo que, sin embargo, varia ampliamente de una sociedades a otras, es la duración de
ese periodo de transito, y las subetapas en que ese periodo, a su vez, se divide. Incluso dentro de una misma
sociedad global, las etapas del ciclo vital no se corresponden plenamente en todas las clases sociales. Así,
tener veintiocho años no es lo mismo en un trabajador agrícola, obrero especializado, o en el graduado que
prepara oposiciones y al mismo tiempo es profesor ayudante de la Universidad. La plena inserción en al vida
ocupacional de este ultimo es postergada considerablemente en relación con los anteriores. La edad media
para contraer matrimonio, por ejemplo, es también en este ultimo caso considerablemente más elevada que en
los anteriores.
La transitoriedad es uno de los rasgos más característicos proyectados en el status de joven. Se trata de una
posición social no definitiva, provisional, de preparación para la vida real. Desde el punto de vista del
individuo, esta demora psicosocial de transición expectante, le permite sin excesivo compromiso ensayar real
y simbólicamente todo un elenco de posibles roles sociales, algunos de los cuales tendrá que asumir con
carácter cuasidefinitivo para determinar su propia identidad social, para encontrar su propio nicho social y
encontrar una forma socialmente aceptable de autorealización personal.
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Desde el punto de vista del sistema social, esta fase comprende toda una serie de procesos de socialización
secundaria que se orienta a completar la inserción social del individuo iniciada en la familia. Los agentes de
socialización, representantes de la cultura, no solo han de transmitir conocimientos, técnicas y habilidades
especifica instrumentales para el desempeño de roles ocupacionales, si no también la estructura motivacional
necesaria para su efectivo aprendizaje, así como los valores que legitiman la esfera de actividad de que se
trate, conectándolo con los valores mas generalizados de la sociedad.
Lo característico de la psicología juvenil sea la necesidad de orientarse con realismo en el mundo en que vive,
de organizar con sentido y coherencia los datos de su experiencia. En ello le va no solo una percepción
verídica de la realidad, sino la elaboración de su propia identidad personal. Cuando los jóvenes rechazan los
valores y modelos que la generación adulta les proponen, más que explicar esos criterios en términos de una
supuesta necesidad de absoluto, habría que explicarla desde la consecuencia que, tanto psicológica como
socialmente, la efectiva interiorización de sus valores y modelos tendrían para los propios jóvenes, en su
especifica situación.
Lo que nos interesa hacer notar es que, en realidad la supuesta transitoriedad de la posición de joven se ha
convertido en una transitoriedad cuasi−permanente. ¿No es ya un índice de esta excesiva prolongación la
dificultad misma para establecer unos limites claros de cuando un individuo deja de ser joven para convertirse
en adulto?. La explicaron más aceptada de este constante alargamiento del periodo juvenil es la de que, en las
complejas sociedades de nuestros días, cada vez es más necesario un amplio dominio de conocimientos,
técnicas y habilidades; de ahí que sea imprescindible someter a los jóvenes a un largo proceso de adaptación y
una posición más segura en el futuro.
Las funciones latentes de este alargamiento del periodo juvenil es la de mantener fuera de la vida ocupacional
activa, y del mundo adulto dominante, en general, a un gran numero de personas que, al menos
potencialmente, constituyen una amenaza para la seguridad de las posiciones adquiridas de los adultos. Una
forma de demorar su posible acceso, es exigir cada vez más años de preparación y, por tanto, de dependencia
y subordinación.
En estas condiciones, pues, la prolongación de la etapa juvenil no es solo una consecuencia de la necesidad de
una mayor cualificación, sino también de una definición social de la juventud que más que obedecer a la
situación real de esta, constituye una respuesta defensiva y autoritaria de la generación adulta dominante para
mantener su situación de privilegio. La intensidad de este conflicto se ve reforzada por el hecho de que esta
prolongada e incierta demora en la intersección de los jóvenes en las esferas centrales de la sociedad no va
acompañada por un correspondiente retraso en el proceso psicobiológico de maduración. Más bien al
contrario, la evidencia disponible permite suponer que este proceso se ha adelantado, tanto en las mujeres
como en los hombres.
De lo que hemos dicho se desprende que a pesar de una definición social de la juventud cono etapa transitoria
y provisional del ciclo vital, en realidad esta etapa se ha convertido en relativamente permanente y duradera,
quizá más allá de lo que seria funcional desde el punto de vista del desarrollo psicosociológico en los propios
jóvenes.
Si en el contexto de sus relaciones con la cultura adulta dominante, las presiones que se ejercen sobre los
jóvenes son hasta tal punto incongruentes, conflictivas y desorientadoras, no es sorprendente que vuelvan su
mirada hacia ideologías y modelos menos convencionales, incluidos los generados en su propia subcultura.
Pero la constatación por parte de los jóvenes de esta prolongada permanencia no puede inducirles a su
aceptación. Ello significaría identificarse con su propia marginalidad e inoperancia históricas; aceptar pasiva,
fatalistamente, el papel de instrumento y no de actores en el proceso social.
• Idealismo, demora en las gratificaciones−Realismo.
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Inherente a la definición del status del joven cono transitorio, va la exigencia de un cierto idealismo, es decir,
por un lado, la expectativa de que los jóvenes oriente y justifiquen su acción en términos de los valores
abstractos que organizan y legitiman la actividad social, independientemente de cómo esos valores sean
efectivamente actuados por los miembros adultos de la sociedad, y, por otro, que en aras de la realización de
esos valores renuncien a las gratificaciones inmediatas de que disfrutan de mayores. En parte, se espera que
observen como irrelevantes las incoherencias a que antes nos hemos referido y que al mismo tiempo crean en
lo que prácticamente no creen sus mayores. Esa creencia les ayudara a mantener con entereza y abnegación la
demora de gratificaciones inmediatas, a las que, sin duda, podrán tener acceso cuando, habiendo dejado de
creer en los valores que en principio se les proponían, se hayan adaptado a la realidad de al vida, se hayan
endurecido. O, en terminologías de ciertas interpretaciones, hayan aprendido a discriminar el pluralismo
axiológico de las sociedades contemporáneas y tolerar sus posibles contradicciones.
Muchas de las tareas que los jóvenes tienen que aprender y ejecutar en sus respectivos contextos
socioprofesionales exigen un nivel de madurez y desarrollo personal en el que no encaja ese idealismo que
esperan de ellos los mayores. Sucede también que los valores que en el pasado movilizaron y dieron sentido al
comportamiento de la generación mayor pierden vigencia, en parte, porque ya han sido realizados o
conseguidos. Son un punto de partida dado por su puesto por los jóvenes, mas bien que meta, cuando la
cultura adulta dominante persiste en seguir considerándolos como metas y que los jóvenes así lo cosideren. De
cada nueva generación no puede, ni debe, esperarse una materia prima pronta a reproducir sin más las
aspiraciones y valores que un día encarnaron sus mayores, un elemento en que imponer la autoprolongación, y
autorrealización sustitutivas cara al futuro. Esto no seria mas que esperar de los jóvenes un idealismo
instrumentalizado para los propios objetivos y aspiraciones de la generación adulta, pero no un
reconocimiento del derecho que asiste a cada generación de establecer sus propios valores, metas y
aspiraciones.
Conclusiones personales.
La juventud es cada vez más tolerante y solidaria. También apoya cada día más la inserción de la mujer en la
vida laboral y social.
La juventud de hoy en día se encuentra mucho más preparada que la de antaño, pues existen unas
innovaciones tecnológicas con las que esta juventud ha crecido, mientras que para sus mayores son nuevas y
desconocidas, además la juventud siempre se adapta mejor a las nuevas situaciones.
La preparación que poseen los jóvenes la han adquirido en instituciones extrafamiliares, por lo que la familia
ya no posee una función educativa y ya sólo es un apoyo económico y afectivo.
Los jóvenes necesitan de las subculturas y grupos de pares para desarrollar su propia identidad, pues todas
esas experiencias y vivencias van a construir la futura personalidad del adolescente.
En el mundo laboral se les exige a los jóvenes una mayor especialización que al adulto que desempeña el
mismo puesto de trabajo, pues cuanto más tiempo esté el joven en instituciones educativas que le alejan del
mundo laboral, menor será la amenaza que representan para los adultos.
TEMA 4: LA CULTURA JUVENIL, LOS GRUPOS DE PARES. LA CULTURA DE LA JUVENTUD.
JOSÉ R. TORREGROSA: LA JUVENTUD ESPAÑOLA
Estudios: Magisterio
Especialidad: Lengua Extranjera (Inglés)
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Curso: Primero
Asignatura: Sociología de la Educación
Profesor: José Manuel Galvez Vegas
Alumno: Cristina Ana Zabell Lucas
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