[ie 981] (24 enero 1936) - Gobierno

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' .
Año XLII
Pamplona 24 de enero de 1936
OE LA "BIBLIOTECA CATÓLICO PROPAGANDISTA,
San Francisco de Sales
:
• •
\
Núm. 979
ADMINISTRACIÓN, ESTAFETA, 31
DIRECCIÓN, NAVAS DE TOLOSA, 21, 2.° izq
y muestras de descontento. Para curar tales heridas o
calmar el dolor causado por estas espinas hallarán un
Patrono de los periodistas católicos
magnífico sedante en San Francisco de Sales, ungiendo
su propio corazón con el óleo de la templanza y de la caridad, de la paciencia y mansedumbre de su santo Patroos periodistas católicos celebramos el próximo
no. «Pienso, escribía él a cierto propósito, que no conviemiércoles, día 29, la fiesta de nuestro glorioso
ne enredarse en contenciones que turban la paz por denPatrono San Francisco de Sales. La idea de
tro, cuando por fuera hay tantos enemigos de nuestra
conmemorar esta fiesla por parte de los periocausa. La gallina que tiende sus
distas católicos no pudo ser más
NAVARRA
alas sobre los polluelos, bastanacertada ni más conforme a los
te trabajo tiene en defenderlos
deseos de Su Santidad Pío XI.
del milano, sin que nosotros se
Decía el Sumo Pontífice reinanlo causemos mayor dándonos de
te, al conmemorar el centenario
picotazos y haciéndola sufrir.»
del santo Obispo de Ginebra:
La nota característica de su
«... También tenemos especial
persona, además de la santidad
interés en que uno de los frutos
con que moralmente sellaba y
de estas solemnidades redunden
dignificaba todas sus obras y del
en provecho de los escritores
maravilloso equilibrio que brilla=
católicos, que en los periódicos
ba en sus facultades intelectuadiarios o mediante otros escritos
les, fue su bondad, su dulzura,
exponen, propagan y defienden
su amabilidad. Decía San Vila doctrina católica, a los cua=
cente de Paúl: «¡Qué bueno seles, de paso, recordamos que
rá Dios cuando el Obispo de
les conviene imitar y tener aqueGinebra, que solamente es milla energía polémica de Francis=
nístro suyo, es tan bondadoso!>
co, ungida con el óleo de la
La dulzura, que es ia flor de la
templanza y de la caridad.»
caridad, le servía de instrumentDura, ingrata y abnegada es
de la gracia para ganarse las
ciertamente la tarea del periodisvoluntades; y comparación del
ta, ora por el trabajo continuo,
Santo, tan gráfica y bella como
constante y no interrumpido, de
todas las suyas, es que más
un día y otro día; ora por las
moscas se cazan con una gota
gotas de hiél que en su copa
de
miel que con una arroba de
vierten los enemigos; ora, en fin,
hierro
o un barril de vinagre; y
porque los mismos amigos y cosabido es con cuan amigable sonrreligionarios acibaran muchas
risa e ingenuo placer trataba a
veces la vida con sus críticas,
MURUGARREN.—Cruz de piedra junto al pueblo
los niños y a ios pastorcillos,
sátiras, polémicas, discusiones
Poto. Laureano Landa
LA
18
AVALANCHA
a los pifferari de los valles alpinos y a los zampognari
de los montes saboyanos.
Era su alma tan firme e inconmovible en sus santos
principios como elástica y flexible en sus aplicaciones; y
es que había grabado profundamente en su corazón las
dos grandes fórmulas de San Pablo: «¿Quién me separará
de !a caridad de Cristo, y el hacerse todo a todos para
ganarlos a todos para Jesucristo?» Parecíase a los altos
cedros de! Líbano, inmutables en sus profundas raíces y
fácilmente movibles en su erguida copa, para cimbrear,
sin peligro de derrumbarse, con holgura y serena majestad, y resistir más hábilmente al soplo de los huracanes.
No es extraño que alma tan buena, tan llana, tan afable y
de tan nobles y distinguidas maneras creara en torno suyo
una atmósfera y ambiente de atracción, de simpatía, de
admiración y cariño, como cuando decía la gente que le
veía pasar: «Este es el gran Francisco de Sales.»
Cuál haya de ser, a ¡miración de tan santo Patrono, la
doctrina, preparación y modo de expresarse de los periodistas católicos, bien claramente lo dice el Papa: «Aplicarse con diligencia a estudiar la doctrina católica, hasta
imponerse en ella lo mejor posible; no tergiversar lá verdad, ni desvirtuarla, ni disminuirla; procurar ser claros y
selectos en los pensamientos y adornarlos con ciertas ráfagas y brillantez en el decir, de suerte que deleiten a los
lectores al comunicarles la verdad; y cuando se vean precisados a impugnar a alguno, rebatir, como se debe, sus
errores y oponerse a la maldad de los hombres desalmados, pero haciendo siempre resplandecer (a rectitud de la
intención y el espíritu de caridad.» Así, pues, la divisa del
periodista católico debe ser la verdad; debe poseer el caudal suficiente de conocimientos filosóficos y científicos, y
una buena preparación apologética, con lógica inflexible y
contundente argumentación para combatir los errores sin
herir a las personas, y lenguaje castizo y hasta artístico,
ya que el buen vino de la sana doctrina merece se le eche
en nuevos odres de un estilo bello y bien cortado. El
apostolado del Santo fue fecundo en su acción y propaganda, en sus palabras y escritos. San Vicente de. Paúl,
que le escuchó muchas veces, le llamaba «Evangelio que
habla». Por sus escritos mereció que el inmortal Pío IX le
proclamara Doctor de la Iglesia, y el actual Pontífice reinante, Pío XI, «Patrono de los escritores católicos»; y lo
que es más, la lectura de su vida, de sus ejemplos y escritos ha convertido y enfervorizado.a muchas almas. Pa<
ra terminar: el joven Francisco de Sales tuvo la suerte de
ser dirigido en Padua por un varón santo y sabio, el jesuíta P. Possevino. Es uno de los beneficios más grandes
que Dios puede hacer a los periodistas y escritores católicos, al guiarlos en su camino por un hombre que en tan
alto grado reúne en sí la santidad de la vida, el apostolado de la pluma, la prudencia del consejo, el don de gen»
tes, la ciencia de los libros y la experiencia y conocimiento del cora2Ón humano, como San Francisco de Sales.
.-
. ••
E. UGARTE DE ERCILLA, S.
J.
En favor de "La Avalancha,,
De una distinguida señorita pamplonesa, en la
que resplandecen la piedad y celo por las obras
católicas, hemos tenido el honor de recibir un do-
'-'•i
nativo de quinientas pesetas, para una suscripción
vitalicia a LA AVALANCHA.
Ya antes de ahora habíamos recibido de esta
virtuosa señorita gallardas pruebas del aprecio que
tiene a nuestra revista y propaganda católica y
navarra
Reciba la expresión de nuestro profundo y sincero agradecimiento por su meritísimo desprendimiento en favor de LA AVALANCHA, y pedimos a
Dios nuestro Señor recompense como merece este nobilísimo rasgo de candad.
EN EL XX ANIVERSARIO
del fallecimiento del insigne
propagandista católico Dr. Sarda y Salvany
II
os últimos momentos de Sarda y
Salvany.
No hablemos del fervor con que
recibió el doctor Sarda los últimos Sacramentos; no hablemos de
i a serena tranquilidad y gozosa
placidez con que hizo entrega a
Dios, aquel grande hombre, de sus
cinco talenros y de su alma predestinada.
En lo que yo más me deleito
con gozo santo cuando conmemoro la preciosa muerte de aquel va=
ron tan ilustre de nuestros días,
es en considerar que murió al píe
jdel cañón, como apuntábamos el
otro día en el primer artículo.
Siendo como fue la bien probar
da vocación de Sarda y Salvany,
singularísima y extraordinaria vocación de propagandista
católico; siendo como fue su referido «Manual del pro=
pagandista católico de nuestros días», una de sus cuatro
obras maestras entre tantas y tantísimas como escribió;
habiendo sido durante casi medio siglo, tan constante, tan
perpetuo y cada día más admirable y fervoroso su magnánimo tesón e'n el ejercicio de vocación tan admirable...,
tengo para mí que presupuestas las preciosas y fragantes
páginas que había escrito al declarar los consuelos y ¡a
santa esperanza que en el alma del buen propagandista
imprime el ejercicio de ese altísimo ministerio..., una de
dos: o Sarda y Salvany pidió a Dios fervorosamente morir al pie del cañón, es decir, morir en medio de sus perpetuas y cotidianas faenas de apostólico propagandista
(como a varias almas santas les acontece), o quiso e! Señor que Sarda muriese así para más consolarle, para
más glorificarle, para que en él se cumplieran a ojos vistas las promesas consoladoras que él mismo hacía a los
propagandistas de la verdad, y para que no solamente en
vida, sino en muerte, quedase como modelo perfectísimo
y acabado de tan altísima vocaciónOigamos ahora algunas de las consoladoras sentencias
que escribe nuestro D. Félix en el capítulo 55 y en el capítulo cuarto de ese libro de oro, al disertar sobre «ios
consuelos que trae para el fiel cristiano el recto ejercicio
de la propaganda católica».
•
•
*
"Entre todas las vocaciones <escribe> es indudable que
la de ganar almas a Cristo y corazones a su Iglesia, es
una de las más aseguradas y que más visible llevan, por
decirlo así, el sello de la predestinación... Muy consolado, pues, y muy gozoso puede andar en sus trabajos el
buen soldado de la Propaganda católica. Sí, que como
:
í*ív"-
LA.
AVALANCHA
1
fielmente los cumpla no perderá su galardón. Con rostro
sereno puede ver acercarse la Muerte y el Juicio y la final
sentencia, sin que le induzcan a desesperación las deudas
de su vida pecadora. Tiene con que saldarlas en el supremo Tribunal, y si haber confesado a Cristo entre los
nombres es prenda segura y ciertísima para el cristiano
de que le reconocerá por suyo el mismo Cristo ante el
Padre celestial, ¿cuánto- más haberle predicado?, ¿cuánto
más haberle ganado amigos o discípulos?, ¿cuánto más
haberle cautivado inteligencias y corazones?, ¿cuánto más
haberle defendido y haber padecido por El?»
Todo esto lo escribía Sarda y Salvany por los años de
1882 y 1883; y doce años más adelante, cuando la «Revista Popular» solemnizó sus bodas de plata, cerraba
aquel apósrol su Te Dsum (audamus con estas otras
sentencias y aspiraciones fervorosas:
«Sí, Te Deum faudamus por todo, y con toda la efusión de nuestra alma. Cántenlo por nosotros desde su hogar o asociación cuantos en ellos nos leen cada.semana,
ayudándonos a darle gracias al soberano Dador de todo
bien por los infinitos que de su mano generosísima hemos
recibido... Quiera su soberana misericordia seguir como
hasta aquí auxiliándonos, para emplear en esre humildísimp popular apostolado hasta el prostrer aliento de nuestra
vida.
« y que en las terribles congojas de la muerte sea para
este pobre pecador de algún consuelo y esperanza el recuerdo ¡así lo confía él! de cuanto lleva escrito, y bajo su
dirección publicado, para sus hermanps los hijos del pueblo, en «La Revista Popular»,
1 t
* *#
Al escribir, pues, Sarda y Salvany, las páginas anteriores, bien claramente se ve, a tiro de ballesta, que no se olvidaba nunca como propagandista de las consolaciones
que esperaba para la hora de la muerte.
y murió, en efecto, al pie del cañón, y dándose cuenta y razón de que moría en la brecha; porque murió afanándose por dar la última mano a un libro suyo, y la úl=
tima mano también a las cuartillas u originales del número semanal de su amadísima «Revista», imán irresistible
de sus amores, centro de gravedad de todas sus católicas
propagandas.
En confirmación de lo cual solamente voy a copiar
ahora el siguiente párrafo que siempre leo con gozo y con
júbilo al repasar la relación de sus últimos instantes;
«Disponíase el doctor Sarda a remitir su semanal paquetiro de originales, ya ordenados desde el día anterior,
a fa Tipografía, cuando observó su familia que tardaba
más de lo acostumbrado en ordenar el envío a la agencia;
y entrando en su modestísimo despacho, le vieron esforzarse para terminar su tarea, que no pudo concluir, y en
su rostro observaron desusada sofocación y desagradabilísimo aspecto. Puede decirse que desde aquellos momentos no hemos tenido más doctor Sarda. Estaba en pleno
ataque de aploplegía que le paralizó el lado derecho, imposibilitándole de hablar; y si bien daba indicios de comprender a los que ie preguntaban con gran interés lo que
le ocurría, no pudo más que por incompletos vocablos y
signos manifestar que se encontraba mal y que le llevasen
a fa cama. Precisamente, las religiosas Hermanítas de los
Ancianos Desamparados estaban con todos los viejecitos hábiles en la capilla, esperando oír la santa Misa que
debía celebrar el doctor Sarda; y viendo que no aparecía
fueron a enterarse del motivo, que dolorosamente fue su
grave estado...»
¡Los ancianos pobres y desamparados!
Cabalmente, estos predilectos de Dios y del doctor
Sarda, a quienes nuestro D. Félix había regalado su propia casa solariega, y de los cuales era capellán y padre,
y entre k>s cuales vivía y moría, fueron la causa última y
ocasional de tan preciosa muerte,
«Tal vez—dice un autor—, tal vez le aceleró la muer*
te este amor a sus pobrecitos y el deseo de hacerles bien
por su propia mano, pues las fatigas que en los días de
Navidad le causaron el velar de noche y el dar por sí
mismo la Sagrada Comunión a todos los ancianos y an»
• cianas, le dejaron postrado; y puede ser muy bien que le
adelantaran fa hora de ir a dar el abrazó a su dulcísimo
Padre, por quien tantos sacrificios había hecho.t
Bien pudo también cantar entonces lo siguiente nuestra
piadosísima Raquel, aquella doña Teresa Troncóse de
Oiz, que por ahora es la más altísima y cristiana y clásica poetisa del siglo XX:
«Cayó como soldado valeroso
Que ama el combate y huye del reposo
Sirviendo a su Señor.
Firme en su puesto le encontró la muerte,
Magnánimo y humilde, dulce y fuerte,
Como es fuerte y magnánimo el amor.»
CHAFAROTE. •
RASGOS DE LA PATRIA
Un caso de muerte aparente ,
."
o ha pasado desapercibido para
nosotros un caso muy raro de
muerte aparente ocurrido en Madrid en estos últimos meses, que
ha llamado la atención general,
Se trata de María Bravo, la cual,
aunque muerta al parecer, no pudo ser enterrada en varios días
porque en su cuerpo no se advertían las señales de descomposición cadavérica, y hubo necesidad de someterlo a observación
en el cementerio de Fuencarral,
hasta que los médicos certificaran la defunción.
El caso de María Bravo se presentó en la prensa con
gran misterio; porque cincuenta horas después de la
muerte, o de lo que se supuso muerte, aparecía el cuerpo
de referencia no solo sin señales de descomposición cadavérica, sino además con los ojos entreabiertos, color
natural en la cara y en otras regiones y flexibilidad en las
articulaciones. De tal modo, que unos opinaban que Ma=
ría Bravo conservaba signos exteriores de vida, pero sólo
aparentemente por haber muerto de una asistolia, y otros,
que María Bravo no había dejado aún de existir.
No ha presumido nadie que se tratara de una resurrec=
ción; pero sí preguntaban algunos: ¿es un vivo que parece
muerto? y otros: ¿es un muerto que parece vivo?
Lo cierto es que el real o supuesto cadáver permaneció varios días en el cementerio sin ser enterrado, por du=
dar si se trataba o no de un ser viviente.
Yo, pobre de mí, no tengo ninguna autoridad para des»
cubrir si María Bravo estaba muerta cuando, depositado
su cuerpo en el cementerio, parecía viva. Únicamente re=
cojo ese caso raro de la actualidad palpitante, para recordar oíros análogos, más o menos ciertos pero referidos
por los historiadores, siempre bajo la responsabilidad de
los mismos.
Prescindiremos ahora de los casos de resurrección de
que hablan tas Sagradas Escrituras, que aceptamos con
respeto y veneración, para fijarnos en otros profanos más
o menos fantásticos y discutibles.
Como el que citan de la reina Dahinar, esposa del rey
Waldemar II de Dinamarca, la cual, según la tradición,
murió después de larga enfermedad; mas al llegar al féretro su augusto esposo, principió a animarse el supuesto
cadáver hasta que volvió a la vida.
Jacolliot dice que la hermosa Kalavatri, hija del rey
Angasicua, fue mordida en el bosque por una serpiente
que la dejó muerta. Y estando Kalavatti tendida e inmóvil en el suelo, le dice Krisma, con suave acento: «No
lloréis. ¿No veis que duerme? Escucha el rumor de su
hálito, parecido al suspiro del viento de la noche, que acaricia las hojas de los árboles. Mira cómo se colorean sus
20
LA
AVALA
mejillas; cómo tiemblan sus párpados, a punto de abrirse;
cómo se estremecen sus labios, prontos a soltar la palabra.
Está dormida. Mira, ya se mueve...» y según el relato,
que sí no es, parece ser fantástico, el cuerpo que se supo=
nía. muerto, recobra en seguida el aliento, el color y la
vida.
Proclo recuerda que en varias ocasiones aparecieron
en el sepulcro cadáveres en posición distinta de la en que
fueron colocados, y cita otros de resurrección aparente;
como el de Eurino de Nicopolis, que vofvió a la vida
después de quince días de suponerle muerto. ¿Verdad?
¿Mentira? Allá Proclo con sus aseveraciones.
Cuenta el capitán Osborne, y sólo a título de curiosi=
dad lo repito yo, que en la corte india de Rundjit Singk,
un fakir tuvo una muerte aparente, pero que parecía tan
real, que llegó a estar varios días sepultado, y al desen*
terrario tenía los miembros encogidos y el rostro natural;
y aunque según el médico que lo reconoció no se le notaba el pulso, sin embargo ¡e apreciaba cierto calor en el
cerebro. Lo cierto es, que según la imaginación más o
menos calenturienta de Osborne, el fakir, después de so=
meterse a un tratamiento, volvió a dar sensación de vida.
Recordará seguramente el lector que la buena reina
doña Blanca de Navarra, en cierto día enfermó, y murió
al parecer, siendo llorada con amargura y desconsuelo
por-su familia y por los cortesanos. Pero tampoco habrá
olvidado que cuando mayores eran la aflicción y el llanto en la corte, la Reina, que era devotísima de la Virgen
del Pilar, se cree que por intercesión de esta excelsa Se«
ñora principió a dar señales de vida, llegando, después
hasta recuperar la salud y organizar en acción de gracias
una romería a Zaragoza, fundando entonces en la Santa
Capilla la Orden navarra de Nuestra Señora del Pilar,
en 1433.
Otro caso ocurrido en Navarra que casi lo presencié
yo en mi niñez y que no recuerdo haber divulgado en es=
tas columnas.
Conocí en mi tierna infancia a un anciano llamado BaU
domero Salvatierra, navarro del siglo XVIII y el hombre
más viejo del pueblo de Fustiñana. Locamente aficionado al tresillo, y estando recreándose en el café con su
juego favorito, fue sorprendido por un ataque de parálisis
gravísimo. Llevado a su casa, el médico del pueblo le
pronosticó un desenlace fatal próximo, que al parecer su=
cedió pronto ante ios deudos y amigos que, rodeando la
cama, no cesaron de llorar hasta que creyeron que Bal=
domero había expirado.
Poco después se presentó en la habitación mortuoria
el carpintero del pueblo, a adquirir datos para hacer la
caja al supuesto cadáver; pero en el momento en que di"
cho carpintero le tomaba medida de la cabeza a los pies,
entonces Baldomero Salvatierra levantó la mano y le
agarró el brazo, dándole el susto mayor que se ha cono=
cido. Como el lector supondrá, Baldomero Salvatierra no
había muerto aún, a pesar de todas las apariencias, y todavía vivió varios días, varias semanas o varios meses,
que esto no lo sé con exactitud.
Sin duda, que se trata sólo de muertes aparentes en los
casos citados, así como en otros muchísimos que se podría referir, y entre ellos el de la María Bravo que hoy
comentamos; mas para juzgar con acierto en todos los
•que se presenten a nuestra consideración, precisa no ol=
vidar las enseñanzas de la Iglesia y de sus Doctores, como única manera de evitarnos posibles equivocaciones.
|UAN
P. ESTEBAN y :CHAVARR1A.
Una definición bien clara.—En una fábrica un obrero predica el comunismo, y otro le contradice.
—Tú hablas contra el comunismo y no sabes lo que
es—interpela el primero,
El interpelado, sin responder palabra, se quita la blusa que lleva puesta, la rasga en dos pedazos, luego en
cuatro, después en ocho, etc., y dando a cada obrero uno
de los trozos, les dice:
—Esto es el comunismo, amigos míos. Tiene por objeto hacer, de una cosa útil para uno, pedazos que a nadie sirven. Esto es el reparto.
N C H A
8 8
8
En honor deí insigne maestro Larregla
Navarra fía saídado, por fin, fa deuda de gratitud
que tenia contraída con ef eminente pianista y compo=
sitor navarro don Joaquín Larregfa.
Las entidades musicafes "Orfeón Pampfonés" y
"Santa Cea'fia" concibieron ía idea de tributar un fíomenaje ai eminente maestro, y expuesto eífeíiz propósito a ía Excma. Diputación, ésta no vaciíó en patrocinarfo, suBvenciondndoíe además espíéndidamentc
j Justo y merecido fíomenaje a quien, en tan larga y
gíoriosa vida artística, ha safíido ííevar eí nombre de
su querida tierra en a fas deí triunfo y envueíto en fas
armonías arrancadas magistrafmente af piano, y en
fas vertidas en eí, pentagrama con su privifegíada ins*
piración!
Días de emoción intensa fían sido para don Joa*
c/uín Larregfa ios deí 18 y IQ de ios corrientes, ai ver*
se rodeado deí afecto sincero y de fa admiración
grande de sus paisanos, presididos por fas antorida*
des de fa capital'y de ía provincia, y reciBiendo fas
entusiastas adfíesiones de ios más aftos centros cuf*
tura fes de Madrid y de muefías focaíidades españofas
y varias extranjeras, cuaí testimonios eíocuentes de
ía fama' adquirida por nuestro iíustre artista, tanto
en su aspecto de pianista como de compositor.
Recuerdos imBorraBíes serán para e'f ías muestras
tan espontáneas de simgatía recibidas en ef Banquete
oficial' ceíeBrado en eí Ateneo Navarro, y ías ovacio*
nes deíirantes que fe fueron triButadas en ef concierto
def Teatro Gayarre, y nada digamos de ías impresio*
nes gratísimas que fíaBrán dejado en su alma ios ac=
tos tan senciffos como encantadores de LumBier, su
viíía nataí, ai ser nombrado hijo prediíecto de eíla y
descuBrirse una íápida en ía casa donde vio fa íuz
primera, después de fíaBer oído misa en ía igfesia pa*
rroquiaf, rodeado deí Ayuntamiento en pfeno, de todo
aquef noBfe vecindario que fe vitoreaBa y aciamaBa
con frenesí, y estrechado por ios aBrazos emociona*
dos de sus viejos camaradas que íe recordaban tantas
cosas feíices de sus fejanas mocedades...
LA AVALANCHA envía su más cordiaí eriborabuena a
este gran músico y catóíico fervoroso y va fíente a fa
antigua usanza navarra, y pide a Dios profongue su
vida, para consuefo de ios suyos y para que todavía
su numen inagotabíe siga dando composiciones mag=
¡tíficas, que a fa vez que sean cantos de aíaBanza af
Creador, continúen ¡íevando eí nomBre de su Patria
por ios más diíatados confines.
LA
AVALANCHA
Influencia histórica del Monasterio ds Leire
21
de convencerlas para que abandonasen la fe cristiana.
Mas ellas, al terminar la vista, exclamaron: «¡Cristianas
somos, por beneficio de nuestra madre, que nos enseñó
esta santa religión, y ahora deseamos morir por confesar*
la!» Para lograr su propósito, ordenó Cimael que se hospedase cada una en casa distinta de un sectario, y que cada familia, en las conversaciones, imbuyese en su ánimo
la idea de que su hermana había renegado de sus ideas y
que felizmente le proporcionarían honores entre los musulmanes y un esposo de prosapia. Mas estas conversaciones no causaban en ninguna de las dos impresión, ante
la idea en ellas fuertemente arraigada de alcanzar el cíelo
con la corona del martirio. Despreciando prejuicios vanos,
practicaban aisladamente cada una, con más fervor, sus
oraciones cotidianas. Así pasaron cuarenta días, al cabo
de los cuales suplicó Alodia ser presentada a su hermana,
y persuadido el patrón que por el convencimiento de la
doncella era ya inútil su fingimiento, compadecido, accedió a ello. Puestas en presencia las dos santas, abrazáronse enire sollozos y transportes de alegría, al verse nuevamente, prometiéndose ser más firmes todavía en la fe cristiana que su buena madre les enseñara; y exclamó Nunila: «¡Ayunemos hoy y perseveremos en la oración, pues
mañana hemos de morir! Oráculo fue su voz, porque, al
L emplazamiento geográfico del cenobio; la época
de pugnas religiosas y políticas que en los siglos
primeros del medioevo se desarrollaban en los
campos de Navarra; el carácter de los vascones,
insumisos a tcdo yugo extraño, no sojuzgados
por los godos que elaboraban la nacionalidad
hispana, parecen causas propicias para que, en «aquella
época, algunos varones de sólida fe cristiana, anhelando
la vida ascética semejante a la de los Tebaidas egipcios
de siglos anteriores, se retirasen del mundo, eligiendo la
vida eremítica en las fragosidades "de la sierra de Leire,
Este fue el origen de varias residencias conventuales, en
la Edad media. En sus comienzos fueron ermitas; ampliado el número de caballeros solitarios, se convirtieron en
monasterios, morada de monjes, los cuales, practicando
las reglas dictadas por algún santo fundador, se convirtieron en conventos habitados por frailes de una orden determinada.
No existe noticia alguna del cenobio legerense en el siglo VII; es probable que existiese en ios comienzos del
VIII, cuando la invasión sarracénica;
e! monasterio no sufrió los efectos de
la irrupción musulmana en España.
Refiere la historia de Navarra, que
derrotados los moros por los roncaleses, al retorno de las Galias, en la
bataila de Ollats, continuó su persecución por la Portillada de Leire, que
es un paso del lado norte al sur del
monie, situado sobre el emplazamiento
del monasterio, continuando su segui*
miento hasta el puente de Yesa. El
escudo del Valle Roncal que ostenta
la Portillada de Leire, el puente de
Yesa y sobre él la cabeza de un moro, jefe o caudillo, con nombre de
Abderramán, dicen las crónicas es
derivado de esta batalla de Ollats, favorable a los roncaleses.
Hacia el año 840, en la época que
regía la Sede pamplonesa el obispo
Guillesindo, se hospedó en el monasterio San Eulogio, mártir de CórdoPAMPLONA.—Uno de los capiteles de la crujía norte, en el claustro de la Catedral
ba, y en carta al Prelado de Iruña
-" '
Foto. Cía
dice haber revisado el archivo y bi-.
blioteca de Leire, bien surtidos de documentos. Adquirió gran celebridad el monasterio de San
día siguiente mandólas el presidente comparecer en su
Salvador después de haber depositado en su templo, que
presencia. Tratólas Cimael cariñosamente, invitándolas
era la iglesia subterránea, los cuerpos mártires de las vírtenazmente a abjurar de su religión; mas viendo que sus
genes Nunila y Alodia, sacrificadas en Huesca por los
promesas eran despreciadas por las santas, irritóse el gomoros el año 840. Por la importancia del suceso, relatabernador, exclamando: «¡Os haré matar si no me obedemos sucintamente el martirio de las jóvenes santas.
céis!» A lo cual contestaron con pasmosa serenidad: cHaPor decreto de Abderramán II se prohibía en los terrirás lo que quieras, pues nosotras dispuestas estamos a
torios de su dominio, bajo pena de muerte, confesar la
morir antes que negar a Jesucristo.» En medio de su irrireligión cristiana a los que descendían de padres paganos.
tación, compadecióse Cimael, pues le repugnaba tener que
A los hijos de paganos se les toleraba practicar su relicondenar a la decapitación a dos tiernas niñas, y recogión, aunque con vejaciones. En el pueblo de Aragües,
mendólas a un cristiano renegado para que las reconvipróximo a Huesca, cuya región pertenecía al califa cor»
niese. Este apóstata sugirióles la idea de que, aunque en
dobés, había dos doncellas llamadas Nunila y Aiodia,
su fuero interno continuasen siendo cristianas, quedarían
hermanas e hijas de padre mahometano y madre cristiana.
libres si ante dos o tres personas de las que allí había diHuérfanas de padre, educáronse tiernamente en la fe crisjesen que se sometían a las leyes de los mahometanos, y
tiana que la madre poseía arraigada. Fallecida después la
que después podían marchar a vivir entre los cristianos de
madre, pasaron a convivir con un tío suyo, mahometano,
las montañas, librándose de este modo de la pena de muerel cual, ante el temor de que le alcanzase el rigor de la
te a que iban a ser condenadas e inmediatamente ejecutaley musulmana, denunciólas al juez del pueblo, que ante
das. Nunila respondió con entereza que no le importaba
las simpatías de las doncellas, trató de disuadirlas de sus
la muerte inmediata ante la gloria que íe esperaba. Descreencias, mezclando los halagos y promesas, si cambiacompuesto el apóstata, al presenciar la tenacidad de las
ban de religión, con los espantos y amenazas, enviándolas
vírgenes, se dirigió al presidente diciéndole: «Nada he cona su casa para que meditasen lo que mejor les convenía.
seguido. Es tiempo perdido.» Entonces Cimael mandólas
Ivlas atemorizado el tío de las doncellas ante la perseveacercarse al tribunal, a cuyo pie estaba el verdugo preparancia y tenacidad de las jóvenes, delatólas nuevamente a
rado con un cuchillo grande; preguntólas el presidente por
Cimael, gobernador de Huesca, con autoridad en toda
tres veces si querían obedecer, a lo que, con gran sereniaquella región. Comparecieron ante el gobernador, que
dad, contestaron ellas que estaban dispuestas a morir por
igualmente, con palabras halagüeñas, trató insistentemente
Jesucristo. Dirigiéndose Cimael al verdugo, ordenó: «Hie-
22
LA: A V AL . A N
re y córtales la cabeza. > Titubeó el verdugo ante la conmiseración que le ofrecían las doncellas, y por tres veces
preguntó al presidente sí ejecutaría. Ante la afirmación de
éste, sujetó por el cuello a Nunila, para tenderle la cabeza. Entonces la Santa, dirigiéndose a su hermana, dijo:
«Mira, hermana, haz lo que me veas hacer.» y Alodia
contestó: «Seguiré tu ejemplo.»
Con semblante sereno y alegre, más propio del que espera un goce que del que va a morir, arregló Nunila sus
cabellos, trenzándolos en torno de la cabeza, y en voz
puesta dijo al verdugo: «Hiere presto.» Turbado el ejecutor, no acertó con el cuchillo, hiriéndole gravemente en el
rostro, y con las convulsiones agónicas descompúsose la
parte inferior de la falda, que Alodia ordenó modestamente. Tal acto impresionó notablemente a los paganos que
presenciaban la ejecución, y causó sentimiento profundo
en los cristianos. Conmovióse Cimael ante virtud tan heroica e interrogó a Alodia: *¿Qyé te aprovechará que
aquí cruelmente mueras? Obedece a lo que te mandamos
y vivirás con nosotros en honra y placer.» y Alodia contestó: «No obedeceré; date prisa a degollarme para que
no vaya sola.» y levantando los ojos al cielo, exclamó:
«¡Espérame un poco, hermana!» La valerosa niña veía
reluciente cuchillo bermejeando con la sangre de su hermana, y con singular entereza, desprendiéndose de una
cinta que llevaba, se ciñó las faldas por la parte inferior,
para que en las ansias de la muerte no se le desbarasen,
como a su hermana. Acto seguido entregó su cuello al
verdugo, que de un golpe segó la cabeza para ser coronada en el cielo. Según las crónicas, el martirio de las angelicales niñas ocurrió un jueves, 21 de octubre del ano 840.
La reina doña Oneca, gran devota de San Salvador de
Leire, se encontraba en el monasterio practicando ejercicios piadosos en la Cuaresma del año 842, y rebuscando
libros santos, encontróse con la relación del martirio de
las santas, mostrando desde luego vehementes deseos deque sus restos se llevasen a Leire. Dificultaba el caso el
hecho de no tenerse noticias ciertas de su sepultura, pues
los musulmanes decían estaban en un lugar, y los cristianos, que de allí habían sido trasladados. Htciéronse rogativas y plegarias para hallar tan sagradas reliquias.
Cerca de Leire, en el pueblo llamado Casares de Lerda, había un sujeto llamado Auriato, conocedor de Huesca, el cual afirmaba que por inspiración divina sabía el lugar donde, en una hoya, se hallaban depositados los sagrados cuerpos. Examinado Auriato detenidamente por
los monjes de Leire y animado con las exhortaciones de
la Reina, se le equipó con varias mercaderías, a despachar
en Huesca, para que su misión no fuese sospechosa a los
mahometanos. Partió ansioso para la capital aragonesa, y
allí, al propio tiempo que aparentaba vender sus mercancías, se ocupaba, con sabio disimulo, en el sondeo de la
memoria de cristianos y paganos sobre el punto más exacto donde yaciesen los sagrados restos. Averiguólo por fin,
y cierta noche, acompañado de varios cristianos, comenzó a excavar en el punto que se creía más exacto; ha=
bíendo removido una parte de la hoya, la irradiación de
una luminosidad extraordinaria les indicó que un poco
más profundamente encontrarían su precioso tesoro. Trabajando con ahínco llegaron por fin aí depósito de los sagrados cuerpos, que hallaron enteros y sin señal alguna
de corrupción. Y sin cuidarse Auriato de cobrar las mercancías vendidas, colocando en su cabalgadura, bien empaquetados, los sagrados restos, partió para Leire, enviando por delante un emisario más rápido que avisase'a la
Reina y a los monjes del feliz hallazgo. Inmediatamente
avisó la Reina a su esposo don Iñigo y al obispo de Pamplona don Guillesindo, que prestos acudieron a Leire para
recibir los cuerpos de las vírgenes santas,
A la hora de la llegada del portador formóse nutrida
procesión, presidida por el Rey, el Obispo y el Abad del
monasterio, con asistencia de los monjes y comarcanos.
Colocados los santos cuerpos sobre la mesa del altar mayor de la primitiva iglesia, que es la subterránea actual,
hizo ante ellos don Iñigo la primera donación que se registra a este monasterio, las que se continuaron en siglos
posteriores con los cuantiosos legados de reyes y magna- ,
tes que en otro artículo indicamos. Según unos historió-
C H A
grafos, el ingreso de las reliquias en Leire tuvo lugar el
día 2i de abril del año 842, y según otros, del 852. Los
monarcas navarros de la dinastía pirenaica asistían a las
conmemoraciones célebres de San Salvador de Leire, y
en sus solemnidades religiosas invocaban a las santas vírgenes en las necesidades del Reino y en sus particulares
atenciones.
MIGUEL ANCIL.
(Continuará.)
DELIRANDO
Unas fiebres malignas de gran fama
Que a la tumba inquilinos sin fin dieron,
Un día por su cuenta me cogieron
Y estuve más de un mes postrado en cama.
A nadie le deseo aquellos días
Ni aquella sed ardiente, abrasadora;
Era un siglo, lo menos, cada hora;
.¡Bien pasadas están mis agonías!
• • '•' •"»
En medio de mi fiebre me di cuenta
- ^ .•
De que el médico, siempre que llegaba, "•_
Me ponía el termómetro; miraba
Y decía después: «Tiene cuarenta.»
Algo es algo, decía en mis adentros,
,'
Pues, febril, yo creía que eran duros
Los cuarenta, y decía: «No hay apuros
Con estos tan simpáticos encuentros.»
¡Ya, yal... pero seguía mi martirio;
Ardía mi cabeía en calentura,
Y en mi falta de juicio y de cordura
Vi una escena muy rara en mí delirio.
Vi un salón espacioso, una ancha mesa,
En ei centro, rodeada de sillones,
Partituras de música en montones
Sobre aquélla; mas, cuál fue mi sorpresa
Guando entraron y fuéronse sentando,
En tomo del inmenso repertorio,
Con mucha gravedad y afán notorio,
Los músicos que aun hoy siguen brillando.
Allí Scarlatti, Schumann, Gluck, Beethoven,
Allí Wagner y Listz, Haendel, y estaban
Mendelsshon, Couperin y otros que entraban^
Y Mosart, entre todos, el más joven;
Y a todos presidiendo, a la cabeza.
Con suma gravedad y majestuoso,
El gran don Sebastián Bach el coloso,
El músico genial en una pieza.
Estudiaban las grandes partituras
Mejores que en el mundo se han escrito.
En análisis serio, de hito en hito,
Y admiraban sus grandes hermosuras.
Hacían juicios críticos severos,
Cambiaban pareceres y opiniones
Y hacían sin cesar observaciones
Que anotaban con sendos lapiceros.
. En esto entró un portero, de casaca.
Que en la mano llevaba un papelito,
Y dijo: «Esto ha traído un señorito
Que dice que en 1* música destaca.
v
Me suplica que ustedes lo examinen;
'Añade que es labor muy estimable,
Que es música de -jazz, bella y bailable,
Y aguarda hasta que ustedes dictaminen.»
«¿Qué ha dicho [dijo GluckJ ese portero?
¿Que es música en agraz? No oí muy claro.»
«El nombre es lo de menos, aunque raro;
Veamos» (dijo Listz), y fue el primero
Que quiso examinar el papelito;
Y en cuanto comenzó su breve estudio
Soltó una carcajada: era el preludio
De muchas que arrancó el fatal escrito.
Y al fin don Sebastián llamó al portero:
«Dígale a ese señor (dijo indulgente),
-•v':;.
>•.*...
•;?
LA
A V A L A N C H A
Que equivocó la casa; es la siguiente,
donde habita, entre estruendos, un herrero.
Devuélvale usted pronto el papelito,
'
Y dígale que aquí solo entendemos
De música, si acaso algo sabemos,
Y que vaya con Dios el señorito.»
MIGUEL ITURRIAGA.
LOS CONSEJOS DEL MÉDICO
El artritismo es la fuente
de la mayoría de las dolencias
No crea usled que el artritismo queda circunscripto a
los calambres, dolor anicular, jaqueca, eczemas, hinchazones u hormigueos que siente usted hoy...
Es preciso que sepa que implica una intoxicación completa de la sangre y que ia presencia de ácido úrico en el
organismo da origen a senos trastornos, no solo de carácter francamente artrítico, sino general.
Siendo usted artrítico lleva en sí el germen de muchas
dolencias.
Por fortuna, cerca del mal está el remedio. Con verificar un filtrado de la sangre, una limpieza acabada de los
tejidos, una eliminación completa de los venenos acumulados, puede librarse de tan funesto enemigo.
Esa limpieza, esa eliminación, ese filtrado se lo proporcionará el Urodonal.
La cura con Urodonai es la más activa. Es, además,
económica y sencilla. A modo de ducha interna, limpia
el organismo y fomenta la eliminación de los residuos,
despertando energías y dando nueva vida.
Empiece desde mañana la cura con Urodonal y se admirará del resultado obtenido.
El eminente facultativo Dr. F. Reig Pastor, Profesor A. de la Facultad de Medicina de Valencia, comprobó
frecuentemente sus saludables efectos, y se expresa en
los términos siguientes: "Para todos aquellos casos en
que se ha de favorecer la eliminación del ácido úrico, en
las distintas manifestaciones a que da lugar su exceso en
el organismo, he tenido ocasión de prescribir el Urodonal Chateláin, y pued-o decir que he quedado satisfecho
de su resultado, pues fuerza de tal modo su eliminación,
que pronto puede experimentar el enfermo sus beneficiosos efectos...
La verdadera unión de las derechas
Llenas están las columnas de ciertos periódicos de las
noticias referentes a esta unión. Muchos la desean. Mu-
chos trabajan por ella. Muchos se juntan en ¡as reuniones, en las asambleas, en los cítculos y en los salones donde se habla de los males que padecemos en España y
del modo de remediar la Patria.
Se me figura, tal vez alguien crea que esta opinión es
de algún pesimista, que nos olvidamos de juntarnos, de
unirnos en el lugar más apropiado para fundir en uno
nuestros corazones, aunar nuestras opiniones y atarnos
con los lazos de la verdadera caridad que debe reinar enVe todos los que queremos ser de las derechas.
Al pie del altar, ante el tabernáculo donde está el
Dios del Amor encerrado y escondido, delante de jesúsSacramentado, es donde debemos reunimos todos los
que ambicionamos el triunfo de la Iglesia y la prosperidad de la Patria. Allí hemos de prometer a nuestro Rey,
a nuestro Dios, que seremos tocios uno, como El lo
deseaba. Allí hemos de jurar dejar a un lado las pequeneces y miserias, las ideas partidistas, para lograr el triunfo
de la Religión y ver días de paz, de prosperidad y de gloria, que nos permitan trabajar libremente y atesorar los
bienes que en esta vida nos hagan felices y nos alegren
en la otra eterna.
No faltan almas buenas que piensan y esperan que
Dios va a hacer el milagro de salvar a España sin que
los hombres pongamos nada de nuestra parte; antes nos
empeñamos en ofenderle y en irritar su cólera con nuestras ofensas y pecados. Esas almas no ven cómo crece la
ola de la inmoralidad, no advierten los avances de la
prensa impía y descocada, ni echan de ver los progresos de los wSindiósw, ni miran las colas larguísimas que
a diario se forman a las puertas de los cines donde exhiben películas que hieren el pudor y matan las almas.
Ciertamente que Dios, de potencia absoluta, puede, sin
que nosotros hagamos nada, remediar estos males, pero
¿lo hará? Esperar en ello, es esperar un milagro. Dios
no hace milagros cuando no son necesarios. Los males
que padecemos en España no han venido por milagro
alguno. Se deben a los hombres; a ¡a incuria de los buenos y al trabajo de los malos. El remedio ha de venir
por el trabajo incesante de los buenos, por la oración,
por la penitencia, por la práctica constante de ia virtud, por la labor pacífica, quizá oculta, y legal, de los
buenos.
Dios verdaderamente quiere salvar a España, pero
antes quiere verla libre y limpia de sus inmundicias. Dios
quiere salvar a España; Dios la salvaría si nosotros no
pusiésemos impedimento.
Aquel gran español que se llamó San Ignacio de Loyola, decía, "¡Cuántas cosas obraría Dios por mí, si yo
no le estorbase!»
¿No es vervad, españoles, que podemos decir, imitando al Santo Patriarca: "Cuántas cosas obraría Dios por
España y en España', si España no le estorbase? ¿Cuántas cosas obraría Dios por los españoles y para bien de
los españoles, si los españoles no le estorbásemos?.
Meditémoslo despacio y no estorbemos la obra de
Dios.
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V
LA
24
AVALANCHA
ESCRITORES NAVARROS
Fr.
Miguel de Leránoz
II
.
- -Ó
' •
N LA AVALANCHA del 8 de no-
viembre de 1935 trazamos la semblanza del R. P. Miguel de Lera-,
noz, insigne superior general de la
Orden de la Merced. Vamos a
completarla y a dilucidar un punto oscuro.
A los dos escritos suyos de
que hicimos mérito, debe añadirse otro tercero, En la obra «Teología Práctica Moral, Manual de
Confesores, en un tomo dividido
en siete libros, para dirigir las
conciencias y para alivio de los
confesores, en el que con mara=
villosa claridad se propone doctrina segura, no solo para
los señores confesores, sino también para los penitentes,
su contenido hallé en él una obra del todo consumada,
líena de doctrina, de sutileza, solidez y claridad maravillosa, y así, pude decir con Justo Lípsio, Epist, 46, Cens. 6:
tTama miBiantea dixerat, nec mentitem eamformam
fepidae pitaes fitterae et Citteratae, porque siendo así
que fue tan alto el concepto que formé con el primer informe de esta obra, quedo corta mi opinión y me dio lugar la experiencia para que con la mayor propiedad pueda
decir a su autor lo que la reina de Sabá a Salomón, después de haber experimentado su superior sabiduría: major
est sapientia et opera tua quam rumor quem audivi.
y así pudiera con razón omitir toda censura en abono
de este libro, pues no necesitaba de más panegirista que
sus misma hojas, que vestidas con la hermosa agradable
luz de tan erudita elección y sólida doctrina son el mejor
testimonio de sus aciertos.»
Encarece asimismo cía verdaderamente religiosa templanza y cristiana modestia con que el autor resuelve las
dudas y propone su sentir, ajustándose a las leyes y términos que el Ñacianceno tasó a los que se emplean en la
estudiosa tarea de escribir^. El juicio del P. Leránoz, según el gusto de! tiempo, está empedrado de citas y resulta excesivamente laudatorio; pero patentiza los variados
conocimientos que poseía el docto mercedario.
NAVARRA
.
•
•
-
•
-
.
Arrabal de Lumbier, villa natal de] eminente artista don Joaquín Larregla
instruyendo a unos lo que deben aconsejar, y a los otros
lo que pueden y deben practicar; su autor, don Francisco de Saldías, Abad de la Iglesia Parroquial del lugar de
Lizarraga Sarria... en Pamplona, 1744», aparece la aprobación del «Reverendísimo P. M. Fr. Miguel de Leránoz,
Comendador repetidas veces del Convento de Pamplona y Examinador sinodal de su Obispado, Elector general por la Provincia de Aragón, Comisario general de Cerdeña, Secretario de dícha»Provincia de aragón y Provincial de ella y ahora Maestro general de todo el real y
militar Orden de Nuestra Señora de la Merced.,.»
Constituye una hoja en folio menor y vafirmadaen
Pamplona a 22 de julio de 1739. Es un verdadero ditirambo a la Teología de Saldías, como se colegirá de estos
párrafos: «Me sucedió lo que a Séneca, con el que a su
amigo Lucilo sometió a su censura, pues lo que al principio fue impulso de la curiosidad, pasó después a ser suave violencia de la necesidad, ocasionada de su mucha erudición y doctrina, que me empeñó a leerlo todo no con
menor complacencia que cuidado, reparando atentamente
en cuanto ofrece lo digno de su reflexión, y al registrar
Alguna dificultad que necesita disiparse se ofrece sobre
la propiedad del libro intitulado «Llave del Paraíso», dedicado por Fr. Miguel de Leránoz al Cardenal San Ramón
Nonato. Hubo un celebérrimo capuchino navarro, Fr, Jaime de Corella, provincial en su Orden, buen moralista,
celoso predicador y escritor fecundo, a quien el P. Bolonia, en su «Biblioteca de Escritores Capuchinos», le atribuye el siguiente libro: «Llave del Cielo por la General
Confesión y Santa Conversación. En ió.¿ Siete veces editado en Pamplona y últimamente, en 1Ó94, por Antonio
Zabala.» Sigue sus huellas el sapientísimo y venerabilísimo P. Ciáurriz en los «Ilustres Capuchinos de la antigua
Provincia de Navarra y Cantabria», quien se expresa del
modo siguiente: «De este libro dicen los manuscritos antiguos que fue estimadísimo en el mundo de las letras, no
solo en España, sino también en la América española y
en toda Europa, siendo claro testimonio de ello las repetidas ediciones que se hicieron de ella. No hemos hallado
ningún ejemplar en nuestras principales bibliotecas de los
conventos de Fuenterrabía y Pamplona. Dice la «Biblioteca de Escritores Capuchinos», que fue impresa siete ve-
LA
AVALANCHA
ees en Pamplona, y la última, en la librería de Antonio
Zabala,»
-J •
En primer lugar no creemos que hubiese impresor en
Pamplona que llevase ese nombre Antonio Zabala. En
1677 encontramos cierto Memorial a la Diputación N a varra, del tenor siguiente: «Ilustrisimo Señor: {sicj Martin Gregorio de Zabala, impresor y hijo de V. S. Ilustris.
dize...» y en 1694 proseguía trabajando en la capital del
Reino el mencionado impresor, como nos lo declara, v. gr.,
el «Govierno Moral y Médico para conservar la salud y
buenas costumbres. Compuesto por el Doctor Don Carlos Antonio Puertas, médico de la villa de Canales. Y ' e
consagra al Ilusfrisimo Señor D. i r e y Manuel de Aries y
Porres, cavallero del hábito de San Juan, Í3D. Teniente de1
gran Prior y Presidente de Castilla. Con licencia: en Pamplona, por Martin Gregorio- de Zabala, impresor del reyno de Navarra. Año 1694.» El Catálogo de Imprentas de
25
pero da cuenta exacta de las impresiones., que en Pamplona se hicieron de la <Suma de la Teología Moral» y
«Práctica del Confesionario», del capuchino corellano.
N o tropezó con la «Llave del Cielo», ni la vio mencionada en parte alguna. El R. P. Ciáurriz no la pudo hallar en
ias ricas' bibliotecas de los conventos de Pamplona y
Fuenterrabía. Nuestras investigaciones en varias bibliotecas han sido estériles. Evidentemente, el P. Bolonia hablaba de referencia y no vio la obra; la vaguedad del título y
el error sobre el nombre del impresor nos persuaden plenamente de ello. En 1697 apareció en Madrid la décima
impresión de la «Suma de !a Teología Moral» del P. Jaime
de Corella, En el Prólogo Apologético se lamentaba de
las erratas deslizadas en sus libros morales: <Cosa fastidiosa para los lectores y para mí casi inaccesible al dar
vado a tantas erratas como en 10 impresiones que se han
hecho de mis «Conferencias Morales» y 17 de mi «Prác-
PAMPLONA,—Sepuicrp de los reyes de Navarra D. Carlos IJI el Noble y D.a Leonor de Castilla, en el coro de la Catedral
Foto. L. Roisin
Pamplona, publicado en la «Revista de Archivos...», afirma que Martín Gregorio de Zabala ejerció la tipografía
de 1672 a 1706. Ese mismo Catálogo habla de otro impresor Zabala, pero que tenía por nombre Diego, el cual laboró, juntamente con Martín Labayen, de 1650 a 1Ó53, y
solo, de 1654 a 1655. y efectivamente, existe una Exposición de ambos impresores a las Cortes de Navarra, sin
fecha, pero archivada entre los documentos del año 1654,
en que suplicaba, se les concediese privilegio exclusivo para imprimir y vender en el Reino la cartilla de doctrina cristiana, la gallofa del Obispado de Pamplona y él
«Arte» de Antonio de Nebrija. Afirman que si no los favorece la Diputación tendrán que cerrar la oficina y emigrar a otra parte. Encabezan así el papel: «Martin de Laoayen y Diego de Zauala, Impresores deste Ilustrissimo
Reyno de Navarra...» <Arch. Dip. Nav., Sección de
Instrucción, leg. 2.°, carp. 14, año 1654,)
Otras cuestiones más difíciles se nos presentan ahora.
¿Existe el dicho libro del P. Corella? ¿No se confundirá
con el del P. Echeverz, esto es, del sacado de las obras
del P. Echeverz? Sobre la primera cuestión haremos las
siguientes reflexiones: Por de contado, los bibliógrafos de
nuestra patria, señores Arigita y Altadül, ignoraron la ,
existencia de semejante «Llave del Cielo». Sr, El Arigita,
omite la reseña de algunos sermones del P, Corella,
tica del Confesonario» se han cometido,» ¿No hubiera
aludido también a las cometidas en ias muchas ediciones
de la «Llave», si hubieran existido?
Con la precedente cuestión se enlaza la concerniente a
la confusión en la adjudicación de la «Llave». Uno de los
misioneros y predicadores más notables de la primera mitad del siglo XVIII fue el P, Francisco Miguel de Echeverz, mercedario, aragonés natural de Verdún, muerto en
31 de diciembre de 1745. Publicó pláticas doctrinales, dominicales, cuaresma de sermones y hasta once obras, según Latassa. De algunas de ellas sacó el autor, o el Padre Leránoz, u otros Padres de la Merced, el siguiente libro: «Llave del Paraíso. La buena confesión con todas las
circunstancias, y un copioso interrogatorio asi para la
confesión general como para la particular. Sacado todo
fielmente de las obras del Padre presentado Fr. Francisco
Miguel de Echeverz, misionero apostólico, examinador
sinodal dei Obispado de Jaca y comendador que fue del
convento de misioneros de nuestra Señora del Pilar del
real Orden de nuestra Señora de la Merced, redención de
cautivos cristianos. Sale a luz para mayor utilidad de los
fieles. A devoción y expensas del real Convento de Santa Eulalia, del rea! y militar Orden de nuestra Señora de
la Merced, redención de cautivos de la Ciudad de Pamplona, siendo su Comendador el Padre presentado Fr. Mi-
26
LA
AVALANCHA
guel de Leránoz, quien lo dedica ai glorioso Cardenal San
Ramón Nonnar, con ía novena del mismo Santo, Con li=
cencia. En Pamplona, por Francisco Picart, impresor y
librero. Año 1726. Se hallará en la portería de dicho Convento.» Describe la cLlave» atinadamente el Sr. Arigita
en el número 562 de su «Bibliografía Navarra».
Si cotejamos ambos títulos, el del libro atribuido al Padre Corella y el del sacado del P. Echeverz, sus analogías son desconcertantes. Ambos se denominan «Llaves»,
y el uno, «Llave del Cielo», y el otro, «del Paraíso», que
son términos equivalentes. Uno y otro hablan de la
confesión general, y lo que en el primero es conversación
en el segundo se califica de interrogatorio. Los títulos,
pues, se identifican aunque en la «Llave del Cielo» aparezca más reducido que en la «del Paraíso». La sustancía de las obras resulta, como se infiere de los títulos,
igual y la misma, y aquí se ofrece
un dilema. O los zurcidores de la «Llave del Paraíso.1* conocían el trabajo del
P. Corella, o ño io conocían. Si lo conocían, no creemos
que se atrevieran a plagiarlo en el título y sustancia. Si no
lo conocían, es muy extraña la coincidencia en el rótulo y
materia. Más sencillo y natural parece afirmar que se trata de ia misma obra; sólo que el P. Bolonia, mal informado y sin noticias suficientes, se confundió y aplicó al capuchino lo que era del mercedario. El que los manuscritos antiguos ponderasen la «Llave» del P. Corella no tie.ne nada de sorprendente; porque sus autores, alucinados
por ei P. Bolonia, deducían de las ediciones el aprecio en
que se la tenía. Además, todas las obras morales del Reverendísimo Corella se estimaban grandemente, y como la
cLlave del Cielo» podía enumerarse en su censo, presumían que merecía elogios y aplausos.
Bien pudiera ser que nos equivocáramos; pero las ra=
zones alegadas nos dan cierta confianza de que nuestra
suposición no carece de fundamento.
.: .
• \ . " ' . ' , ANTONIO PÉREZ GoyENA, S. J.
EL PATRÓN DE LOS PERIODISTAS
ARA escribir con Fruto y adueñarse del adversario, nada mejor que un preclaro ingenio, caridad intensa y mucha cantidad
de dulzura, cualidades que campean con trazos firmes en el
egregio doctor San Francisco de
Sales, pues, por una parte, es de
admirar su destreza en poner las
más fundamentales verdades al
alcance de facultades mediocres
y en deshacer las objeciones del
enemigo, y por otra, sus dotes
de caridad y dulcedumbre son
tan robustas, que llegó a decir, a
uno que le insultaba: "Si me
arrancáis un ojo, con el otro os seguiré mirando con el
mismo amor que hasta ahora.„
Por eso, su vida preciosa es de un encanto irresistible, puesto que se halla sembrada de hechos pletóricos
de agudeza, de condescendencia y suavidad.
.\-
' . - ;,
Los Apóstoles en coche
Por el puesto que ocupaba, por compromisos adquiridos y por hacer bien a la sociedad, fue una vez nuestro Santo en un vistoso coche que ostentaba el escudo
real. Los protestantes, que siempre estaban al acecho,
observaron que del hermoso carruaje bajaba su adversario Formidable, monseñor Francisco de Sales, y acercándose uno de ellos, después de besarle hipócritamente el anillo, le dijo:
—¿Es usted obispo?
—Sí señor, aunque no lo merezco.
—Es decir, ¿sucesor de los Apóstoles?
r
—Efectivamente, sucesor de los Apóstoles.
,.
—Pues los Apóstoles no andaban en coche; ¿por quéno los imita?
El protestante, muy versado en las Sagradas Escrilu
ras, pensaba con seguridad que en ninguna página de
ellas había indicios de que algún Apóstol hubiese andado
en coche, pero se equivocaba. Por el contrario, San
Francisco de Sales recordó al momento un caso—el único sin duda—en que se da cuenta de que un Apóstol anduviera en coche. Por eso le contestó ai protestante, con
toda aFabilidad y firmeza:
—¿Que los Apóstoles no andaban en coche? Eslá usted en un" error, amigo mío, pues cuando se interesaban
la gloria de Dios y el bien de las almas, también andaban
en coche, y éste es cabalmente el caso que a mí me
ocurre.
El protestante, lleno de confusión, le replicó:
—¿Podría citarme V. E. el pasaje de la Sagrada Escritura en que conste que alguno de ios doce Apóstoles anduviera en coche?
—Con mucho gusto; lea usted el sagrado libro de los
Hechos de los Apóstoles, escrito por San Lucas, y en
el capítulo VIII verá usted cómo relata que el apóstol
San Felipe montó en un coche, en el que iba el eunuco
de la reina Candace, invitado por él, y que le instruyó
en la religión católica y le bautizó.
El protestante se retiró, confuso y ruborizado.
El sacerdote escrupuloso
Había un joven clérigo, conocido del santo Obispo, de
conciencia muy tierna y delicada, pero que, poco a poco,
degeneró en escrupulosa, hasta el punto de que aquel
buen sacerdote no se atrevía a celebrar la santa Misa.
Todos se compadecían de las inquietudes y zozobras que
padecía el ministro de Dios-, pero no podían remediarlo.
Llegó el caso a oidos del santo Obispo, y sabedor de.
la pureza de conciencia e intachable conducta del sacerdote en cuestión, y que todo era consecuencia de vanos
temores y de sutilezas vanas, le envió una caja llena de
hostias grandes, y una carta en ia que, en sustancia, le
decía: "Mi querido sacerdote, ahí le envío una caja llena
de hostias, para que las emplee usted en la celebración
de misas; así como el médico tiene el cargo de curar enFermedades, el abogado de resolver pleitos, y el farmacéutico de conFeccionar medicinas, usted, como sacerdote, tiene el de celebrar Misa. No deje de hacerlo por temor a su indignidad, porque yo, que conozco los pliegues de su alma, le garantizo que puede usted celebrar
sin temor a¡guno.n
Y«así lo verificó en adelante con mucha paz y tranquilidad.
:
La consulta de las monjas
Es ilusión muy Frecuente y arraigada, aun entre personas piadosas, que el avance en \a vida religiosa consiste en aumentar las prácticas de supererogación, en
multiplicar los ejercicios de! espíritu y en amontonar pieglorias sobre plegarias.
No gustaba el Sanio de que se emprendieran demasiadas cosas, sino pocas, y éstas se ejecutasen bien; y
por eso una de- sus Favoritas sentencias era: "Poco y
bueno; poco y bueno.„ Y si se le replicaba que cómo se
compondría esto con aquel amor insaciable-de que hablan
los maestros de la vida espiritual, que nunca dice basta
ni jamás piensa haber llegado al fin, aunque cada día gane mucho terreno, respondía: Por las raíces es por donde ha de crecer ese amor, más que por las ramas. Crecer por las ramas, es querer hacer muchas obras de virtudes, pero hacerlas todas, no sólo defectuosas, sino muchas veces superfluas y semejantes a los pámpanos inútiles de la viña; crecer por la raíz, es hacer pocas obras,
pero con mucha perfección, con muy grande amor de
Dios, que es en lo que consiste la perfección cristiana..
Y a este propósito resultó una vez que ciertas monjas
muy observantes le dijeron al Santo:
—Señor Ilustrísimo, qué haremos en este año? El pasado hemos ayunado tres días cada semana y otros tantos hemos tenido disciplina; y pues será bien hacer algo
más en éste, tanto para dar gracias a Dios de los bene-
LA
ñcios que nos ha dispensado en el pasado, como para ir
siempre adelantando por el camino del Señor, sírvase
decirnos lo que debemos hacer.
—Decís bien, les respondió, que es menester adelantar siempre algo; pero nuestro aprovechamiento no consiste, como vosotras pensáis, en la multiplicación de los
ejercicios piadosos, sino en la perfección con que los hiciéremos. El año pasado habéis ayunado tres días cada
semana. Si vuestro ánimo es doblar en éste los mismos
ejercicios, se completará la semana, y a este paso, ¿qué
haréis el año que viene para adelantar algo? Será necesario que fabriquéis unas semanas de nueve días, o que
ayunéis dos veces al día.
He aquí cómo en todos los actos del glorioso Santo y
Doctor se juntan maravillosamente el ingenio, la caridad
y la dulzura.
-
• ;: J\ESA
"^
EL PRIOR DE RONCESVALLES.
REVUELTA
•;.;.;.
La lucha contra la inmoralidad en el cinematógrafo.—Según noticias, la cruzada emprendida en los
Estados Unidos por la jerarquía católica, contra la inmoralidad en el cinematógrafo, ha entrado en una nueva
fase de actividad. En las misas de! domingo, el clero ha
exigido de los fieles que tomen con empeño el boicotear
los "films, indecentes e inmorales. .
El Cardenal Hayes, Arzobispo de Nueva York, ha dirigido una carta pastoral a sus diocesanos, que alcanzan
la cifra de 1.273.000, en la que les encomienda tal emper
ño. Lo mismo han hecho en sus diócesis los demás obispos americanos.
"En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
MYo condeno los "films,, indecentes e inmorales y los
<jue glorifican el crimen o los criminales.
„Yo prometo hacer cuanto me sea posible por reformar la opinión pública contra la producción de "films,
indecentes e inmorales y de unirme a cuantos protesten
contra estos "films,,.
,Yo reconozco mi obligación, en conciencia, de protestar contra los "films,, que constituyen un daño para ini
vida moral. Como socio de la Legión de la Decencia, me
comprometo a no verlos.sYo prometo, además, no frecuentar los teatros que los presenten. „ i : > . ;
: ;
Este compromiso será renovado todos los años. Se espera que los católicos, en número de millones, han de
responder al llamamiento del Episcopado, para empeñar
la lucha contra los "films,, inmorales.
"O fortunatos nimium,,.—Si los labradores, como
decía Virgilio, supiesen el bien que tienen... O fortuna"
tos nimium! "¡Olí, demasiado dichosos ellos!.
Cuando, como sucede a cada paso, vienen del campo
mozos robustos y sanos a las ciudades, forzados por las
hambres de la vida y también por las codicias de las
concupiscencias y apetitos vagos de la malicia, el que sabe lo que es la ciudad desearía reempujar a los aldeanos
que no saben adonde vienen, y reexpedirlos a la aldea,
donde es mejor que coman pan legítimo con aire de aldea, que magras, más o menos ranciadas, envueltas en
el polvo de la ciudad.
No es posible dudarlo: la mejor carrera es la de un
buen labrador, ta mejor vida es la agricultura. Esa fue ia
primera ocupación que Dios dio al hombre, cuando aún
le amaba inocente y no le había castigado culpable.
Santos frioleros.—Para significar las alternativas de
recrudecimiento y remisión del frío en este mes, se suele decir:
: ,.
Por San Pablo
•
'
'
•• el invierno vuelve atrás o alarga el paso.
"" . 1 .
•;f,
AVALANCHA
'••
27
Por el mal tiempo que suele reinar, dicen los andaluces:
San Antón,
, . mete a las viejas en el rincón: ' .,. "4 ~s ,
Por San Antón, heladura;
', - . . ..
por San L o r e n z o , calura.
• ••
;•••
En los pueblos inmediatos a Madrid, se oye decir: ]\
—De los Santos frioleros,
.San Sebastián el primero.
—Detente, varón, que antes está San Antón.
Los vascongados consideran el frío de San Vicente
(el 22) como el más intenso del invierno, pues esto significa (San Vicente, corazón del -invierno) la frase:
San Bidente otza neguaren biotza.
.-. . . . ^
Aunque el corazón del invierno corresponde a la primera década de enero, no tarda en iniciarse la mejoría del
temple. Por San Vicente así se dice:
• • .'., ¿Y
San Vicente, friura,
/" _
\: • '
• San Lorenzo, calura;
' ~:
- "
lo uno.y lo otro, poco dura.
Á ; -¿
Máximas morales.—¿Aspiras a un puesto elevado? Pues en él se hará más visible tu insuficiencia, y se da- -.
rá menos cuartel a tus defectos.
.';••
Los grandes empleos, las más de las veces, sólo sir- ••'
ven para que se conozcan los talentos que faltan, y no f
los que se tienen.
No todos pueden subir y elevarse; pero todos pueden v
bajar y abatirse No todos son capaces de hacer grandes , '•
cosas por Dios y su gloria; pero ninguno hay que no •'"
pueda humillarse. Dios quiso que nuestra salvación de- \
pendiera de la humildad, y no de nuestra elevación.
La cólera.—Cuando entra libremente la cólera por
una parte, sale por otra la razón.
La cólera empieza por el delirio; termina por el arrepentimiento.
La cólera es un frenesí de poca duración; reprimid sus
movimientos. La cólera, cuando no obedece, manda.
La cólera es una pasión fogosa que apela a las armas
sin consentimiento dé la razón.
La cólera es la más ciega, la más violenta y la más vil
de las consejeras.
La cólera es uno de los mayores obstáculos para la
tranquilidad del espíritu y para la salud del cuerpo.
Si no pudiereis evitar el primer ímpetu de la cólera,
haced lo posible para impedir la explosión.
No hagáis nada durante la cólera; sería lo mismo que
haceros a la vela durante la tempestad.
Donde ha sembrado la cólera, cosecha el arrepentimiento.
BIBLIOGRAFÍA
I-os misterios de la. Hclinesia:
Por Ignacio de la Cruz Baños.—Este interesante tomo que hoy recomendamos, dedicado a Rapanuí, isla enclavada a más de 3.000 kilómetros del continente americano y 2.000 de !as demás islas de
Oceanfa, está inspirado por el'espíritu misionológico referente a-los
trabajos de tos Padres de los Sagrados Corazones. Se hace en él la
historia de cuantos acontecimientos, contrariedades y triunfos son
de notar en tan admirable labor. A vueltas de la narración de esas
empresas, se nos describen multitud de detalles sumamente interesantes sobre la religión de los indígenas, la constitución de su sociedad, sus costumbres, su retrato físico y fisonomía moral, ete., etc.
Todo ello va convenientemente ilustrado, y llama la atención un vocabulario rapanuí—con sus caracteres, o mejor, signos representativos de cada idea—verdaderamente curioso, que se pone al final, y
cuya trabajosa confección se explica en el texto.
La nota más saliente de este libro es unir estrechamente la amenidad y la instrucción con el espíritu apostóiieo.
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La necesidad de divorciarnos
El que no ama es un cadáver viviente...
En mi calidad de escritor, como casi todos los "hombres de letras,,, amo a ios gato?, y los gatos me aman
a mf.
Cuando era jovencito, tenía yo un miedo cerval a que
la especie gatuna se extinguiese. Pero hoy estoy tranquilo; sé lo prolifica que es.
Si amo a todos los Micifuses y Zapirones de la gatuna
grey, no será ciertamente por su carácter egoísta y feroz.
¿Os habéis fijado?... El gato jamás acaricia; a lo más "se
acaricia, a sí mismo contra vuestra persona. ¡Pero los
encuentro tan bonitos, tan esbeltos, tan ágiles, tan miste•riosos!
Cuando, sentado sobre una esquina de mi mesa-escritorio, mi gato fija en mí sus ojazos relucientes y azules
como el mar, le suelo interpelar así: ¿En qué piensas tú?
Jamás me ha respondido.
Ha de saber el lector que aquí, en la colonia, tengo toda una colonia de gatos. Media docenita justa, todos blancos como armiños, blancos como la casa.
Cuando llega el verano y vengo a la colonia, los pobreciios están flacos como lombrices. A la guardesa de
la casa no le gustan los gatos. Con esto queda dicho que
los cuida lo menos posible y que no siempre son felices.
A veces aprieta el hambre de tal modo, que se ven obligados a marcharse con viento fresco en busca de la pitanza.
timonees viven de fétidos ratones de campo, de lapas,
de lagartos... Es la época de la "estrechez,.
Pero cuando regreso, a fines de septiembre, su pelaje
no puede estar más hermoso ni lucido. ¡Es la edad de oro!
Durante ese período feliz, una vandeana, con mandil
blanco, les ha servido tres veces al día la copiosa sopa
de pescado hecha con cabezas de congrios, de mujoles,
de salmonetes, sin contar los langostinos y los deleitables
"residuos,, de los platos.
Algunos días tienen tan llena la tripa que lus barrigas
casi tocan el sue'o, y •desprecian la leche...
Pues bien, la otra noche^mientras oía caer e! agua
de un violento chaparrón—¿qué es lo que veo entrar en
mi cernedor? ¡Un gato negro!...
Mas no un gato cualquiera... era un gato magnífico, un
angora, ondulante, acaiiciador, familiar, que chorreando
agua por cada uno de sus pelos, se colaba silencioso en
el comedor, con el aire más humilde del mundo, pero sin
pedir permiso.,.
Con aquel tiempo endiablado, en que nadie hubiera
puesto a la puerta e! perro más sarnoso, él, el super-gjto se presentaba pidiendo la limosna de un techo y un
poco de pan.
• **
Al verlo, todo el mundo lanzó gritos de admiración.
No cabía duda, aquel gato debía pertenecer a la nobleza gatuna; un galo mimade, cuidado, probable habitante
de alguno de los "chalets,, de la playa, extraviado sin
duda entre los senderos dei Bosque de 'a Silla.
Se le secó suavemente con una toalla felpuda. El aniniaüto, tomó confianza ante el buen recibimiento y se
dejaba cuidar ronroneando.
Le trajeron leche con su nata y se puso a beber sin
dar las gracias...
¡Qué tentación para un pintor!... aquel hociquito de
terciopelo negro dentro de aquella leche tan blanca...
Después, siempre suavemente, como el que jamás
rompe un plato, el gato saltó sobre una silla, hizo su
"toilette,, desde la A hasta la Z... se hizo un ovillo y se
dispuso a disfrutar de las delicias de una buena digestión.
¡Qué magnífico almohadón!.., ¡Qué bella es la vida!... Y
se quedó dormido con el sueño del ultra-justo.
•
"
•
•
•
•
Y yo hice otro tanto...
Pero, de repente, a media noche fui despertado por
el más Formidable de les escándalos... una batahola de
gritos agudos... como si Herodes hubiese resucitado y
estuviesen degollando a todos los niños de la isla.
Salté de la CHIHJ y corrí al comedor.
¡Qué espectáculo!...
Todos mis gatos habían encontrado el medio de abrir
una ventanilla cuyo pestillo no había sido corrido, y
habían invadido el comedor. Y furiosos, se habían arrojado sobre el pobre viajero cansado y soñoliento.
* ##
El gato negro no se defendía al principio. Tenía todo
el aire de no comprender aquel súbito cambio de acogida.
Para salvarse de los terribles ataques de aquel numeroso ejército, se escurría por debajo de las sillas... se metía debajo de los armarios, debajo de la mesa...
Pero los otros, los "blancos B ^as damas sobre todo—
le ganaban en velocidad y le atacaban fieramente.
Entonces, ¡qué remedio!... él era grande y fuerte, y
había que defenderse hasta morir.
¡Hermosa batalla!... ¡Seis blancos contra un negro!
Era, en verdad, un bello espectáculo... un paquete de
pelos negros acosado por seis paquetes de pelos blancos.
Los gatos... las gatas... hasta los gatitos pequeños, las
orejas gachas... el rabo erizado, los bigotes hacia airas,
gritaban, maullaban, arañaban, mordían...
Me dirijo veloz al pozo... cojo un cubo de agua y, con
una vigorosa brazada, pongo a todo el mundo de acuerdo.
• #»
El gato negro ha desaparecido esta mañana. Sin duda
fue muy incomodado y ofendido.
Lo comprendo, y le presento todas mis excusas. Pero
no fue mía la culpa. La culpa la tuvieron sus cofrades en
gatería.
Después he contemplado mis gatos blancos... los gatos míos...
Uno tiene un ojo vaciado... la oreja de otro es un encaje... el tercero tiene el hocico lleno de sangre, el abrigo de pieles de una de kis damas está hecho jirones y
su pequeñue'lo tiene una costilla hundida...
Y todos mayan, quejándose contra el destino, con
amargos reproches: "He aquí nuestra suerte... ¡Nos hallábamos tan tranquilos!... ¡Maldito intruso!... ¿Por qué
había de venir esc extranjero para robarnos nuestra paz
y nuestro pan?B...
a¡ v *
i
•
Entonces, yo, he tomado a mi vez la palabra y les he
echado el siguiente sermoncito:
...Señorea gatos... Os he amado mucho, pero ahora
me disgustáis, me fastidiáis.
¡Cómo!... Cuando llegué os encontré flacos como cortapapeles... Y hoy estáis redondos como salchichones...
¿Qué os Miaba? ¡Nada! Tan gordos y orondos estáis,
que no bastará el égimen de la guardesa, durante todo
este invierno, para reabsorber el exceso de grasa de dos
meses. .
...Y porque un pobre gato extraviado... vuestro hermano... del que nada teníais que'remtr, viene a implorar,
por algunas horas, el abrigo de un techo, vosotros os
arrojáis sobre él como forajidos y le ponéis en ei estado
que supongo...
...¡íiso es abominable!... No quejaros, pues no tenéis
derecho a ello... Vosotros y safo vosotros, sois los auto-
LA
AVALANCHA
res de vuestros nuiles... Y ahora," oídme: ¡Os quedaréis
sin sopa esta noche!... ¡Rompan filas!
Y mis gatos desfilaron avergonzados, con sus cojeras
;
:
individuales y respectivas...
¿Quién nos explicará la extraña necesidad de los humanos, de devorarnos los unos a los otros, como si la
vida en este valle de lágrimas no nos devorase ya bastante por sí sola?,
*
Si reiato esta fútil historia, es porque he meditado sobre ella mientras me paseo por la sala, ahora desierta.
...Después de todo—me digo—estos gatos no han hecho otra cosa que conducirse como se conducen ia mayoría de los hombres...
Cada individuo, como cada gato... ya sea blanco ya
sea negro... lleva dentro de sí mismo su pedacito de felicidad.
Sólo que, en vez de aumentarla, añadiendo ai placer
de poseerla, el placer de irradiaría, cada cual se la guarda para sí ásperamente, gruñonamente, como un perro
guarda su hueso.
¡Desgraciado del que se acerque!... aunque su intención no sea quitárselo... y a veces, aunque no se acerque.
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Cuando, completamente estropeados como mis gatos,
con el alma llena de arañazos, rozaduras y coscorrones,
nos presentemos ante Dios, clamando nuestras terrenales desdichas, Dios nos responderá seguramente:
"¡No os quejéis tanto!... Las tres cuartas partes de
esas desgracias no son mías. El odio os impidió ver el
amor... el amor que hubiera hecho feliz al más desgraciado de vosotros»...
Y he ahí un misterio, que hay que añadir a tantos
otros misterios: esa dificultad... esa casi imposibilidad de
amarnos los unos a los otros, habiendo sido creados para la Felicidad... la Felicidad que solo reside en el Amor!
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