La Zanahoria, Alimento Dinámico1 Gerhard Schmidt Revista TRIADES Tomo XIV – N°14 Rudolf Steiner ha insistido a menudo sobre la verdadera función que nuestros alimentos desempeñan en la nutrición, en la que intervienen en mucha mayor medida estimulando y amplificando la actividad de los órganos, que contribuyendo a aumentar la masa del cuerpo. No se trata, dijo él entre otras cosas, en 1924 en el curso a los agricultores, de conseguir aumentar el peso del cuerpo por medio del metabolismo, sino más bien de incorporar en nosotros, de manera adecuada, las fuerzas vivas contenidas en los alimentos. Mejor no se puede caracterizar en qué sentido deben orientarse y empeñarse las investigaciones sobre alimentación, si se quiere conservar e incluso acrecentar su carácter dinámico. F. Boas ha intentado sistemáticamente con su “Botánica dinámica”, representar las plantas bajo el aspecto de centros de fuerzas y actividades, y no ya según sus formas o su función. Así él se aproxima a las ideas de Goethe, Alejandro de Humboldt y Lessing cuyo pensamiento es: “En la naturaleza todo se halla unido al resto, todo se interpenetra, e interactúa, todo se metamorfosea.” Indudablemente considerando estas influencias Rudolf Steiner ha abordado los problemas de la agricultura y la alimentación. A su vez él declara: “en la naturaleza, en el cosmos sobre todo, la influencia recíproca es la regla”, ampliando de este modo el alcance de la declaración de Lessing y añadiendo el siguiente comentario de decisiva importancia: “Esta reciprocidad no es solamente la ley de la naturaleza y del mundo terrestre”. Según él, en efecto, vale principalmente para el cosmos y funciona sin interrupción entre el mundo terrestre y el supraterrestre. Las metamorfosis tienen importancia no sólo para las sustancias y fuerzas terrestres sino también para el ámbito suprasensible de las fuerzas formativas, y el campo de acción de estas acciones recíprocas engloba a la vez la Tierra y el Cosmos. Una concepción moderna de la agricultura como también de la dietética sería impensable sin recurrir a este hecho de la investigación espiritual de Rudolf Steiner. La zanahoria, confluencia de las fuerzas cósmicas y terrestres Mucho es lo que en este sentido hemos ya dicho acerca de los cereales y de su empleo en la alimentación humana, pero hoy es a propósito de la zanahoria muy especialmente que quisiéramos valernos del punto de vista “dinámico” que preconiza la ciencia de la alimentación. El Dr. Remer ya había aludido a ella en estos términos: “en esta planta, las polaridades que presiden la formación de las semillas y la raíz son conducidas a una compenetración. Cuando la formación de “sal” en la raíz refleja las influencias terrestres, la del olor en la semilla expresa una relación con la luz y el calor (…). La penetración recíproca de estas dos formaciones determina el aroma muy particular de la zanahoria”. Esta observación caracteriza perfectamente el dinamismo interior que preside la formación de esta planta. Se trata bien en el origen, de una polaridad entre dos órganos, la raíz y la 1 Extraído de: ‘Un Enfoque Espiritual Sobre la Alimentación’ – Tomo 2 – Traducción Oscar Copello – Ed. 2007. (pp.62-73) Para pedidos o comentarios dirigirse a [email protected] 1 semilla, bajo la influencia de dos categorías de fuerzas diferentes, las de índole terrestre y las de origen cósmico. Esta dualidad habría estado en la base de otro principio formador cuyas manifestaciones en el reino vegetal son innumerables, el de la hoja. Sin duda Goethe ha seguido este encadenamiento para llegar a su concepción de la planta. En la zanahoria el desarrollo foliar se ha vuelto insignificante. Igualmente la formación de la semilla no reviste en ella particular importancia, a diferencia de la de otras plantas de la familia de las umbelíferas. En cambio, todo el dinamismo interior se concentra con miras a la formación de la raíz. No concentra en ella únicamente las tendencias aromáticas provenientes de lo alto, sino también atrae a nivel del depósito de caroteno, la coloración preexistente en las capas superiores de la tierra. Como lo veremos más adelante, ese quizá es el proceso más importante al que la zanahoria puede dar lugar. Rudolf Steiner, por su parte, ha caracterizado así el principio formador de la raíz: “Por el hecho de que la raíz se encuentra en la tierra llega a contener muchas sales, porque estas sales existen efectivamente en el interior de la tierra. Así la raíz es el órgano específicamente relacionado con el cuerpo mineral de la tierra, con las sales”. La lista de los metales cuyas combinaciones salinas existen en la zanahoria es muy sugestiva a este respecto: magnesio, hierro, calcio, potasio, fósforo, arsénico, níquel, cobalto, cobre, yodo, manganeso, y se los puede detectar con absoluta seguridad. Se encuentra una cantidad apreciable de sílice, o sea 1 a 5%. También abunda el azúcar (hasta 12%), y se le puede reconocer un carácter salino como también el caroteno finamente cristalizado. No nos pondremos a analizar en detalle el espectro de todas estas sustancias de índole salina. Empero, recordemos la observación que figura al comienzo de este artículo: “En la naturaleza todo se entreteje”. Ella nos servirá para pensar que todas estas sustancias salinas no se hallan almacenadas en la raíz de la zanahoria por efecto del azar. Debemos considerarlas como la condensación de ciertas fuerzas, como el resultado de ciertos procesos que se manifiestan en forma material. El hierro, el cobalto, el níquel, son sustancias meteóricas de origen cósmico. Este trío se opone al magnesio pero se alía con el cobre y admite el despliegue de las fuerzas contenidas en el hierro. El fosfato se alía gustoso con el calcio, el cual por su parte se sitúa en oposición polar con el magnesio y el potasio. ¿Qué carácter común nos permitirá vincular a todas estas sales? Les reconoceremos según la investigación espiritual, la particularidad de haber eliminado de sí mismas lo vivo, y además, ciertos elementos imponderables de naturaleza acuosa, gaseosa o calórica. Por eso mismo la sal se hace “desinteresada” como dicen los alquimistas. Renuncia a su vida propia para abrirse a una espiritualidad exterior, a las fuerzas cósmicas, para devenir portadora de la vida de los mundos. Los tres metales: hierro, cobalto, níquel nos ofrecen un ejemplo impresionante de este encaminamiento. El agua, el aire y el sol recogen tales sustancias originarias de los meteoros, del espacio y de los cometas. Ellas pasan enseguida a la raíz de las plantas, y de ahí a lo que llevamos a la mesa para nutrirnos. Esta descripción debida a Rudolf Steiner 2 llama la atención sobre estos compuestos minerales que, más tarde, despliegan su eficacia en el cuerpo humano, especialmente en los órganos formadores de la sangre. Hemos así llegado casi imperceptiblemente a un punto capital de la dietética, el de la acción recíproca que ejercen uno sobre otro el cuerpo humano y las sustancias de la naturaleza. He aquí sin duda el punto crucial de la dinámica alimenticia tal como nosotros deseamos exponerlo. Las fuerzas de la raíz son también las de la cabeza Esta formación de sales, tan activa en la raíz de la zanahoria, encuentra una correspondencia con cierta zona del cuerpo humano. Existe en el hombre una región de donde, de la misma manera característica, las fuerzas vitales se retiran, donde las sales minerales preferentemente se fijan, donde las fuerzas plásticas y formativas se manifiestan. Esta región es la del sistema nervioso y los órganos sensorios procedentes del ectodermo. Rudolf Steiner a menudo ha citado su función comparándola a la totalmente similar de la raíz. Teniendo en cuenta las fuerzas en juego nos resultará fácil extraer una enseñanza dietética: “La cabeza necesita muy particularmente fuerzas salinas, porque de ella parten las que crean y conforman el esqueleto del cuerpo humano (…). Las raíces, emparentadas con la Tierra y ricas en sustancias salinas, son por lo tanto necesarias para alimentar la cabeza”. La “cabeza” a la que aquí se refiere Rudolf Steiner, es en realidad el conjunto de la organización neurosensoria, que en el hombre se centra en la cabeza. Nuestra primera comprobación es, pues, que la zanahoria, gracias al proceso salino tan intenso que actúa en su raíz, posee un valor nutritivo de primer orden dadas las necesidades del sistema neurosensorio del hombre. Ella es capaz de estimular eficazmente el proceso salino que tiene su sede en esta parte del organismo humano. Una cura de zanahorias favorecerá por consiguiente la actividad del sistema neurosensorio. La función que hemos caracterizado como tendiente al retroceso de las propias fuerzas vitales en provecho de las fuerzas vitales cósmicas, estimulará la función del pensamiento y la construcción de los órganos neurosensoriales. Así es como también la organización de la vista es muy sensible a la intervención de las fuerzas formativas. Estos hechos permiten comprender cómo el proceso intenso de la sílice que tiene por sede a la zanahoria, puede ejercer influencia sobre la forma plástica de la parte superior del cuerpo humano. ¿Debido a qué la sílice puede enriquecer los tejidos del ojo, de los órganos sensorios y de la piel? Esta propiedad le viene de su aptitud, después de haber seguido los caminos del metabolismo, para fijarse principalmente en estas regiones del cuerpo humano donde lo vivo se transforma en inanimado. Sin duda es por esta razón que Rudolf Steiner recomienda el empleo de la zanahoria para alimentar terneras: “Se debe alimentar con raíces a los animales que necesitan recibir en la cabeza las fuerzas que les permiten relacionarse con el entorno cósmico, gracias a una actividad de los órganos sensorios lo más intensa posible. La ternera alimentada con zanahorias queda colocada en las mejores condiciones para realizar esta unión con el cosmos. Si ella quiere escoger de manera conveniente las hierbas del pastizal que favorezcan más tarde la formación de la leche, sólo puede lograrlo guiada por los órganos sensorios.” 3 También la alimentación del niño necesita zanahorias para poder permitirle a la sílice desempeñar su rol. Sus órganos sensorios y su cerebro todavía están en vías de formación. Él necesita el concurso de un proceso salino juicioso no solamente para estimular la formación de sus órganos neurosensoriales, sino también para la formación plástica del esqueleto. Es de esencial importancia para el niño de pecho y en su primera infancia esta alimentación a base de zanahoria. Se la debería asegurar regularmente. Por lo demás, desde hace mucho tiempo las madres y los dietistas la han colocado en la primera fila de sus preocupaciones. El profesor E. Schneider la ha mencionado en su obra sobre este tema: “Favorece a la salud del niño suministrarle, independientemente de la nutrición láctea, jugo de zanahorias o zanahorias finamente ralladas. Se obtienen así rápidos resultados en casos de retardo de crecimiento o dentición defectuosa al mismo tiempo que un acrecentado poder de resistencias a las infecciones.” La zanahoria es sensible a los métodos culturales Mas esta prevención contra las infecciones no se debe a una alimentación simplemente suficiente en cantidad. Ante todo debe tomarse en consideración la calidad, especialmente para la zanahoria, cuyo cultivo necesita ser conducido en consecuencia. Si la planta se ha debilitado hasta el punto de permitir el ataque de parásitos, como la mosca de la zanahoria, esta raíz no podrá desenvolver en el cuerpo humano la reacción defensiva que de ella se espera. Además, una plantación defendida contra el parásito por medio de Aldrín o Dieldrín, frecuentemente utilizados en nuestros días, producirá raíces tóxicas que ponen en peligro la salud del consumidor. El debilitamiento de la zanahoria generalmente se debe a los abonos químicos que contienen sales solubles en exceso. La planta no puede elaborarlas adecuadamente, como lo prueban los nitritos que en casos semejantes contiene. Debemos pues admitir que la zanahoria tiene menos defensa frente a sales solubles pero tóxicas, y la vigilancia de su calidad es primordial si se la quiere ver desempeñar en la alimentación la útil función que le es intrínseca. La Biodinamia parece ser el método mejor adaptado para conservarle a la zanahoria su poder nutritivo excepcional. Las fuerzas formativas obtenidas gracias a la zanahoria irradian de la cabeza, del sistema neurosensorial, a todo el resto del organismo y especialmente a las regiones del metabolismo. A este nivel, atemperan todas las tendencias a una proliferación demasiado rápida bajo la influencia de fuerzas vitales sobrantes. Las bacterias, los ascáridos y otros gusanos intestinales parásitos ven su multiplicación detenida por las fuerzas salinas solidificantes, como también por las de la sílice que actúa sobre las partes superiores del cuerpo. A este respecto volvemos a encontrar una indicación muy precisa de Rudolf Steiner: “Un niño es propenso a las invasiones de gusanos intestinales cuando es de cabeza débil y las fuerzas nacidas a este nivel no pueden entonces ejercer una acción suficientemente eficaz en el resto del organismo, a nivel del intestino principalmente.” “Por esto podéis ver cuán perfecta es la naturaleza humana. En ella todas las actividades son interdependientes. El consumo de zanahorias durante cierto tiempo induce a la cabeza a emitir fuerzas salinas que se oponen a la multiplicación de los gusanos.” El Dr. E. Schneider da sobre esta base una recta práctica de tratamiento: “Los ascáridos pueden eliminarse eficaz y fácilmente comiendo cada día de medio kg. a un kg. de 4 zanahorias ralladas y crudas con exclusión de cualquier otro alimento. Su presencia incluso puede evitarse si se come en ayunas por la mañana y a la tarde2, antes de acostarse, una o dos zanahorias crudas.” Los bienhechores efectos de la zanahoria no se limitan a este caso particular. Se comprenderá fácilmente, según lo que se acaba de decir, por qué el jugo y la papilla de zanahoria desempeñan tan importante papel en ciertas enfermedades graves como la celiaquía. El profesor Glanzmann, uno de los más eminentes pediatras de Berna, indica un procedimiento, fruto de su experiencia, consistente en la preparación de una papilla que puede prescribirse en muchos casos de dieta: “Lavar en agua fría 200g de zanahorias que a continuación se raspan y cortan en rebanadas, luego se echan en ¼ litro de agua hirviendo con una pizca de sal, donde se las deja cocer a fuego lento durante ¾ de hora. Una vez cocidas se pasan las zanahorias por un tamiz al mismo tiempo que el agua de cocción y se agrega al conjunto un poco de manteca y azúcar en forma de miel.” Completaremos esta receta agregando una especificación de Rudolf Steiner: “El alimento obra más eficazmente sobre la cabeza cuando está cocido.” Como las raíces están ya recomendadas, de manera general, para estimular las fuerzas de la cabeza, podemos pensar que las zanahorias cocidas ejercerán una acción particularmente eficaz en este dominio quedando reservadas las zanahorias crudas para el tratamiento de ciertas enfermedades muy especiales. De este modo, la zanahoria cruda servirá para combatir ciertos estados mórbidos que se caracterizan por cabellos secos, sin brillo, quebradizos, uñas frágiles, pérdida del gusto o del olfato; o para luchar contra el catarro nasal o sinusal. Igualmente debemos a Rudolf Steiner otra indicación muy general sobre el valor de la zanahoria: “Cuando a veces sentís una pesadez y una debilidad de la cabeza, un vacío en el cerebro, una dificultad para pensar, debéis introducir la zanahoria en vuestras raciones durante cierto tiempo.” Hace así alusión a la índole salina de la zanahoria favorable para realizar el proceso que, en el cerebro, contribuye a la formación de los pensamientos. Se adelanta por otra parte en añadir: “Desde luego, esta indicación vale sobre todo para los niños”, aludiendo de este modo a la maleabilidad de su cerebro, a su receptividad a las fuerzas salinas. Es de la mayor importancia para pedagogos y médicos escolares. Pensamos que esta advertencia involucra también a la zanahoria a causa de su peculiar y su elevado contenido en azúcar, porque hoy sabemos que toda la energía de las células nerviosas proviene del metabolismo del azúcar. “El cerebro parece vivir únicamente de azúcar.” Una buena circulación de la sangre y una rica alimentación en azúcar serán por consiguiente las condiciones de un satisfactorio funcionamiento de este órgano. (Prof. P. Gleen: “Cómo trabaja nuestro cerebro”, enero de 1966). 2 N. de tr.: en francés la palabra ‘soir’ (la tarde) puede abarcar hasta las 21 y 22hs. inclusive de la noche. 5 El aroma de la zanahoria está al nivel de su raíz Después de haber considerado el carácter salino de la raíz de zanahoria conviene abordar el estudio del proceso del aroma. Normalmente este aroma debería manifestarse en la fase de la flor y de la semilla. Puede parecer sorprendente hablar de aroma a propósito de la zanahoria, pero si bien es casi inexistente en este nivel es porque ha descendido hasta la raíz no pudiendo manifestarse en la parte superior de la planta. Es lo que se traduce diciendo: “La formación de aroma expresa una afinidad con el aire y el calor. Así, en la zanahoria cultivada asistimos a una penetración recíproca de las influencias aéreas y terrestres al nivel de la raíz.” También se advierte en la zanahoria la presencia de aceites etéricos y lecitina, sustancia esta última que contiene ácidos grasos, glicerofosfatos y colina.3 La colina estimula simultáneamente la actividad cerebral y la función hepática. La lecitina de la zanahoria presenta estrechas afinidades con el importante complejo de funciones designado hoy en día con el nombre de vitamina B12, cuya función se ha puesto en evidencia a propósito de la construcción de las moléculas de albúmina y la de los glóbulos sanguíneos. Esta vitamina es rica en cobalto como la zanahoria misma. El caroteno y la clorofila están en polaridad Pero el proceso más importante que se cumple en la zanahoria, de arriba hacia abajo, es el de la formación del caroteno, sustancia de la cual es importante ocuparse con cuidado. El caroteno, cuyo origen es siempre vegetal, pertenece a un grupo de colorantes vegetales llamados carotinoides. En el marco del heliometabolismo de las plantas desempeña un rol en la formación de la clorofila, esta sustancia colorante verde que realiza, con la ayuda del anhídrido carbónico, la transformación de la luz solar en sustancias vegetales tales como el almidón y el azúcar. Mas esta transformación necesita igualmente la presencia del caroteno. Este colabora con la clorofila en la construcción de los cloroplastos, corpúsculos que aseguran la función fotosintética en las células de la planta y con la luz para la formación del almidón vegetal. La presencia del caroteno en la hoja verde es normalmente disimulada por la clorofila. Él aparece solamente en otoño bajo un aspecto amarillo rojizo cuando la clorofila desaparece. En el damasco se manifiesta en el momento de la madurez del fruto, y se lo debe considerar como estando en relación con esta madurez estival: “El caroteno es un verdadero cuerpo de luz. Tiene por función absorber la energía lumínica y transportarla a la clorofila. Su formación en abundancia indica una fuerte intervención de la luz en el metabolismo de la planta.” Así se expresa W. Pelikan en su tratado de las plantas medicinales. Sin el caroteno la planta no puede cumplir el proceso correspondiente, es decir formar sustancia viva a partir de sustancia mineral, ni condensar luz en sustancialidad terrestre. La formación del caroteno parece depender estrechamente de la clorofila y se realiza paralelamente a ella. Así el caroteno es elaborado en las hojas, y tan pronto como superabunde en ellas, desciende al nivel de la raíz donde aparece en forma salina, a razón de 1,8 a 2,7mg cada 100g. Este singular fenómeno de que una raíz, aunque viva en la oscuridad bajo tierra tome un tinte amarillo rojizo, debido con toda evidencia a la acción de la luz, es privativo de la zanahoria. 3 N. de tr.: Dícese también bilineurina 6 ¿Cuál será el comportamiento del caroteno en el cuerpo humano? Pensemos nuevamente en su modo de estructurarse, el de una sustancia que nace en la parte superior de la planta, en la zona de luz que rodea a la Tierra, y se encamina hacia el polo salino de la raíz. Todo esto permite por consiguiente suponer, que en el cuerpo humano actuará ascendiendo desde el sistema metabólico hacia el sistema neurosensorio, y que a lo largo de este camino encontraremos rastros de su actividad. Al entrar en el circuito del metabolismo, el hígado primeramente lo descompone y se convierte en vitamina A. De paso señalemos, de acuerdo a las indicaciones de Winkelmann, que el cuerpo no asimila más que el 1% del caroteno contenido en las raíces crudas, en tanto que las raíces cocidas ponen a su disposición un 35%. En razón de su afinidad con el hígado, el caroteno ejerce una acción reguladora favoreciendo la secreción de bilis. Interviene igualmente, en el curso de su ascensión hacia el polo neurosensorio, en la formación de la hemoglobina de la sangre. En unión con las sales de hierro, de cobalto y de níquel contenidas en la zanahoria, activa la formación de esta sustancia sanguínea cuya polaridad respecto a la clorofila ya conocemos, y que representa, en el hombre, el portador físico de la individualidad. La zanahoria y el sentido de la vista La relación existente entre el caroteno y el hígado, órgano que Rudolf Steiner conceptúa como “el ojo del metabolismo”, nos prepara para comprender por qué esta sustancia, en su marcha ascendente, interesa igualmente al ojo verdadero, órgano formado por la luz y para la luz. En efecto la retina, membrana que recoge y transforma la luz para traer a la conciencia las impresiones recibidas, se halla tapizada de corpúsculos, los bastoncillos o conos retinianos. Ahora bien, la sustancia fotosensible contenida en estos órganos, la púrpura retiniana o rodopsina, no es sino caroteno invertido. La rodopsina, que los rayos luminosos decoloran constantemente en el ámbito de los bastoncillos retinianos, sólo puede regenerarse por un aporte continuo de caroteno, que también desempeña un papel importante en la construcción tisular de los conos retinianos. De esta manera una corriente continua de caroteno, que viene del hígado por intermedio de la sangre, es necesaria para permitir al ojo humano percibir el mundo sensible, y recibir la afluencia de fuerzas lumínicas de origen cósmico u otros efluvios imponderables. Para esto sirve el caroteno del alimento absorbido, y la planta más apta para suministra esta sustancia, nacida en su parte superior, es la zanahoria. La experiencia ha demostrado que la carencia de vitamina A conduce a la hemeralopía y en casos extremos incluso hasta la ceguera total. En la India como en todos los países desnutridos, esta forma de ceguera progresa actualmente a paso agigantado. Es una xeroftalmia que comienza por un desecamiento de la piel y de las mucosas. Las glándulas lacrimales se secan, los párpados se cubren de costra y tienden a pegarse. Pero la carencia de caroteno afecta también sus otras actividades y ante todo la regeneración de la púrpura retiniana. Tal es el comienzo de la ceguera nocturna, también denominada hemeralopía, mucho más expandida de lo que se piensa. Ella ha cobrado particular importancia en los últimos decenios porque el hombre moderno circula tanto de día como de noche. Ya en 1951 Winkelmann hacía notar que la seguridad del tráfico depende en gran medida de la actividad del caroteno. Realmente ha podido probarse que toda una gama de accidentes 7 automovilísticos en la oscuridad se han debido no a la negligencia, la imprudencia u otras transgresiones, sino exclusivamente a la disminución de la agudeza visual como consecuencia de una carencia de vitamina A. Y el Dr. Schneider escribe en su obra: “Nunca se podrá recomendar demasiado a todos los conductores comer regularmente y en abundancia zanahorias para disminuir los riesgos de deslumbramiento durante el tráfico vespertino o nocturno.” Queda así demostrado, que no solamente los niños desnutridos sino también los adultos de los países civilizados tienen una acuciante necesidad de consumir zanahorias. La gran importancia de la zanahoria con relación a la fisiología del ser humano explica su cultivo desde la remota antigüedad. El médico griego Galeno ya la menciona en el siglo II después de J.C. en una obra titulada “Fuerza de los productos alimenticios”, teniendo aquí la palabra “fuerza” el sentido de “dinamismo”. De modo que este libro del siglo II de nuestra era podría llevar como título “Dinámica de los alimentos” y obedecer a la preocupación que actualmente nos embarga cuando, valiéndonos de los resultados de la investigación espiritual de Rudolf Steiner, nos esforzamos en comprender las leyes de la dinámica del alimento. La zanahoria y los cereales en la alimentación humana Así, los descubrimientos más recientes de la fisiología y las enseñanzas de la ciencia espiritual están de acuerdo sobre este punto: la zanahoria puede jugar un rol muy particular en la alimentación humana, no sólo para el período actual sino también para el porvenir. Frente a la alimentación basada en cereales se nos aparece como una antítesis, porque ha sabido hacer descender a la raíz las fuerzas de la esfera de la flor y del fruto. Ella es pues, el alimento complementario de los primeros, porque hemos visto que en los cereales, las fuerzas de la raíz son trasladadas hacia la región de la flor y el fruto. Por este desplazamiento de fuerzas en sentido inverso, ellos alcanzan igualmente una armonía entre las fuerzas terrestres y cósmicas, de una manera todavía más completa que en el caso de la zanahoria. La polaridad en la cual, por su dinamismo, la zanahoria se coloca frente a los cereales, es particularmente acentuada si se consideran los cereales de espiga: trigo, centeno, cebada. Las fuerzas que en ellos son atraídas hacia lo alto por influencia de la sílice, tienden hacia abajo en la zanahoria. Lo que en el cereal se concentra en el grano por la metamorfosis del aroma, se condensa en la raíz de la zanahoria bajo el aspecto de la coloración. En realidad, la zanahoria no puede rivalizar con el cereal por la “plenitud” de su poder nutritivo, sino por el complemento de calidad que ella aporta. Un ejemplo concreto nos lo brinda el sabor que puede tener un suflé de cereales con zanahorias. En ciertas regiones se preparan del mismo modo excelentes tortas de zanahoria. Como hortaliza que se basta a sí misma, la zanahoria puede reemplazar muy bien a la papa, y esta es quizá la misión más importante que puede reservarle el porvenir. En la conferencia pronunciada el 31 de julio de 1924 Rudolf Steiner expresa abiertamente esta posibilidad de sustitución: “Comparad ahora la zanahoria y la papa –es bien evidente que esta también crece en la tierra pero sin estar verdaderamente emparentada con ella.” Por otro lado, la zanahoria no contiene tantas sales como la remolacha, y por lo tanto, en el momento de su ingestión, entra más directamente en el circuito digestivo “y todo lo que 8 contiene de importante asciende hacia la cabeza. El hombre necesita sales; todo alimento en forma de raíz se las suministra especialmente la raíz de la zanahoria.” La zanahoria es un alimento incomparable para el hombre desde la más tierna infancia hasta la vejez, sea para estimular la organización neurosensoria, sea para avivar las facultades perceptivas o la actividad del pensamiento. Interviene en la formación plástica del cuerpo, conserva la flexibilidad de la piel, sustenta las fuerzas formativas de dientes y huesos, su dinámica penetra hasta en la región formativa de la sangre y en la función hepática. La fuerza del Yo y las que confieren la inmunidad se deben a su poder. Todos estos efectos reparadores irradian en el organismo de arriba hacia abajo, toda esta armazón protectora se erige armoniosamente a medio camino de las influencias cósmicas y terrestres, tan armoniosamente que en su organización vegetal la zanahoria lo experimenta en el interior de sí misma. Los beneficios que la zanahoria aporta a la alimentación humana supone que los métodos empleados para su cultivo respeten su naturaleza. Es indispensable tener en cuenta y mantener el equilibrio entre las fuerzas cósmicas y las terrestres durante todo su crecimiento. Sólo el método biodinámico permitirá evitar la degeneración que la acecha. Solamente con esta condición podrá seguir siendo un precioso auxiliar de la alimentación humana. 9