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UN BARRIO DE ELITE EN LO MÁS ALTO DE UNA LOMA.
GABRIELA ROSANA MÉNDEZ
Profesora en Historia. Universidad Nacional de Mar del Plata.
[email protected]
ANA MARÍA MACCHI
Arquitecta. Universidad Nacional de Mar del Plata
[email protected]
El presente trabajo intentará comprender los modos de selección de un sitio: la
loma Sur, ocupado en forma temprana por la elite y el acelerado proceso de construcción
llevado adelante hasta llegar a caracterizar la zona como la loma de las villas de los
veraneantes. La misma resulta emblemática porque en ella se erigieron y aun se conservan
algunas de las residencias de la elite porteña, significativas por su valor patrimonial. Por otra
parte, estos grupos concretan el edificio Iglesia-Colegio Stella Maris que termina dando
identidad al sector y, también, actúa como un lugar para los encuentros sociales. Desde su
inicio, la loma será identificada como la “loma de Stella Maris”. Un enfoque desde lo social y
lo cultural, nos permitirá indagar en los procesos de apropiación de este espacio por parte de
la elite y el desarrollo turístico del sector.
Una de las primeras imágenes de aquel poblado agropecuario es la proporcionada
por el mural del pintor italiano Fausto Eliseo Coppini realizado en 1913. Coppini muestra la
bahía entre las loma Norte (Santa Cecilia, por la capilla del mismo nombre) edificio
fundacional del poblado que hoy es de interés patrimonial nacional y la loma Sur a la
izquierda (llamada posteriormente loma Stella Maris); el curso del arroyo Las Chacras y
algunas vías de acceso al poblado; esto en cuanto a las características topográficas del
territorio, al que suma el detalle de algunas edificaciones anteriores al trazado de la ciudad
como la capilla de Santa Cecilia, el muelle y construcciones relacionadas al saladero. El
mural es pintado por Coppini para la familia fundadora de la ciudad, por ello, selecciona
algunas edificaciones que resultan relevantes para poder registrar el origen y la historia del
sitio. Pese a que la obra indica la fecha cristalizada en él (hacia 1861-1873), sabemos que
su elaboración fue muy posterior a la pretendida pues fue terminado en 1913.
MURAL DE FAUSTO COPPINI MAR DEL PLATA 1861- 1873
IGLESIA DE SANTA CECILIA- 1873
La loma mencionada por el Ing. Bragge como loma de la Hydra fue a través de los
años sufriendo constantes resemantizaciones que van recortando y perfilando su identidad
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hasta transformarse en la loma elegida por la elite veraneante. Detallaremos algunos de los
pasos que siguió este proceso. Las fuentes más antiguas hablan de la loma del Infierno,
pues en ella se acrecentaban todos los vientos que surcaban la ciudad. Otras hablan de la
loma de las Piedras recordando que allí termina en el mar el sistema montañoso de
Tandilia, siendo su suelo extremadamente rocoso. Por algún tiempo, se le adjudicó el
nombre de una construcción paradigmática: el Torreón del Monje, entonces se la llamó la
loma del Torreón. Uno de las últimas designaciones hace alusión a la distancia y lejanía
entre la colina y el centro del poblado, por ello se la recuerda como la más austral de
nuestras provincias: Tierra del Fuego. Tomará su última denominación a consecuencia de la
construcción del conjunto Iglesia-Colegio de Stella Maris quedando, desde 1912,
definitivamente denominada como “loma de Stella Maris”.
Ella será el ámbito geográfico que nos ocupa y es donde en forma muy temprana, a
fines del siglo XIX y principios de la primera década del siglo XX, que veremos asentarse a
la "aristocracia veraneante". Allí construirán sus residencias la elite porteña, propietarios de
tierras en la pampa húmeda, políticos y empresarios.
En sí misma, la elite no resulta uniforme en cuanto a sus bases de dominio, pues
algunos de sus miembros tendrán más poder político mientras que otros detentaran más
poder económico, pero resultan semejantes en sus prácticas sociales, creencias, valores,
pautas culturales y específicamente en los espacios que seleccionan para entablar lazos
sociales con sus pares. Así, los veremos reunirse en exclusivos ámbitos de sociabilidad del
que Mar del Plata resulta ser un escenario donde poder reproducir las redes sociales
creadas en Buenos Aires. Elegirán para ello diferentes espacios exclusivos: hoteles,
salones, clubes, asociaciones, paseos y sus propias viviendas.
VIVIENDAS DE PRINCIPIO DE SIGLO XX
La vida social de los veraneantes demandaba espacios apropiados para mostrarse
y ser vistos dentro del grupo social de pertenencia. Algunos espacios hacen a la distinción y
reproducción de las nuevas prácticas: el gran Hotel Bristol (1888), un paseo entre la ciudad y
el mar, el Paseo General Paz (1907), las tres ramblas de madera hasta llegar a la
materialización de la Rambla Bristol (1913), el Golf Club (1910), el Hipódromo (1907), y el
Club Mar del Plata (1907), que incluía un casino.
RAMBLA BRISTOL (1913)
PINTURA DE EUGENIO ÁLVAREZ DUMONT: LA RAMBLA EN 1912.
CLUB MAR DEL PLATA (1908)
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Estas elites nacionales tenían su mirada puesta en Europa, sus ciudades, sus
balnearios, sus villas y las prácticas sociales que se generaban. Desde el municipio, los
residentes y los empresarios locales gestarán ideas y proyectos para atraer a la ciudad a
veraneantes proponiendo servicios y prestaciones que satisfagan sus exclusivos gustos,
dado que están habituados a los balnearios europeos como Trouville, Deauville, Ostende y
Biarritz. El viejo mundo ejerce una atracción irresistible resuelta en procesos de imitación y
se trasladan las prácticas de distinción que responde a las representaciones sociales
funcionales al mundo de privilegios. Todo ello comienza a cristalizar en la intervención del
territorio físico dando por resultado la creación de espacios de esparcimiento acorde con
estos intereses.
Mar del Plata, desde sus orígenes, está asociada a las imágenes de estos lugares
añorados y deseados como Trouville, Deauville, Ostende y Biarritz; se consolida como el
reflejo de otras identidades ajenas pero que colaboran a entender y a apropiarse del nuevo
sitio. A nivel de las representaciones sociales se inician procesos relacionales que la
jerarquizaban y la comparaban con los otros balnearios europeos. Este es un ejemplo claro
de cómo se construye el conocimiento de lo nuevo a partir de experiencias anteriores y
familiares que permiten generar nuevas representaciones que dan nuevo sentido y
significación.
Los veraneantes de la elite, eligen la loma Sur, que aún no estaba ocupada, como
reducto para levantar sus residencias. Esta loma deshabitada y ventosa, tenía a sus pies
las precarias viviendas de los pescadores, pues la actividad portuaria se practicaba en el
sitio. Estos trabajadores y sus familias vivían en las inmediaciones de la loma que
analizamos, siendo la pesca una de las actividades de la zona. Ya hacia 1888 vemos
fotografías que sitúan la actividad de estas primeras lanchas de inmigrantes italianos en las
playas céntricas: La Bristol, Punta Iglesia y Playa de los Pescadores. Hasta el traslado
definitivo del puerto a su actual ubicación en el sur de la ciudad, los pescadores y sus
lanchas estuvieron por más de treinta años en las playas ocupadas por la elite porteña.
CONVIVENCIA DE LA PESCA EL TURISMO Y LAS RESIDENCIAS
En la loma que nos ocupa, la distribución y apropiación espacial se corresponde con
las diferenciaciones sociales de sus habitantes. Como ya hemos explicado, en las primeras
décadas del siglo XX conviven allí veraneantes y pescadores, pero se fraccionan el lugar sin
equívocos. Si bien ambos se instalan cerca del mar, cada uno lo hace de acuerdo con sus
intereses y necesidades: unos en sus villas de descanso reproducirán las prácticas del ocio;
los otros, crearan sus precarias viviendas a orillas del mar, próximos a sus trabajos.
Para la elite el mar, el mayor patrimonio de una ciudad balnearia, representa un
paisaje, una vista panorámica, un espectáculo; mientras que para los pescadores representa
la cercanía con su trabajo. La distribución social se traduce en la apropiación del espacio: en
la cima de la loma, construirán sus villas los veraneantes; a sus pies, las casas los
pescadores. Esta división espacial se hace eco de la dualidad alto-bajo y la carga simbólica
que ello implica. Lo alto está relacionado con el éxito y lo bajo con el fracaso; así, se activan
adjetivos vinculados que relacionan lo alto, la cima de la loma con los ricos, los exitosos, los
favorecidos, los dirigentes y, lo bajo, la base, con los pobres, los fracasados, los
desfavorecidos, los dirigidos. La ocupación se hace eco de la fragmentación social y, a nivel
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de las representaciones sociales, señala simbólica y físicamente la opresión de los que
están arriba sobre los que están abajo.
En la loma Sur, alejados del centro, estos veraneantes tienen la posibilidad de adquirir
tierras con panoramas hacia la costa y estratégicas visuales.
Cuentan así, con la
posibilidad de estar cerca unos de otros, con la proximidad física que da la vecindad y el
reconocimiento de ubicarse en el mismo espacio porque son semejantes entre ellos. En
Buenos Aires vivían en residencias con salones ornamentados, en Mar del Plata en villas
con parques. Lo concreto es que en dos décadas el paisaje de la loma cambió. Resuelven
su modo de habitar con viviendas que respondían a similares patrones arquitectónicos y
simbólicos y contratan a los mismos arquitectos y constructores.
VILLA ORTIZ BASUALDO 1909
LA LOMA SUR, PERFIL DE VIVIENDAS 1910
En las fotos se puede apreciar dichos cambios, desde las muy pocas viviendas que se
recortan hacia fines del siglo XIX hasta la ostentosa villa balnearia levantada por los grupos
porteños con sus villas enarboladas en la loma que configuran el perfil urbano del balneario.
Estas residencias completan el paisaje que ya hemos descrito de edificios destinados a las
nuevas prácticas sociales relacionadas con el ocio. El patrimonio arquitectónico resultante
de estos asentamientos actúa como instrumento para el desarrollo del turismo, que décadas
tras décadas, se instalan en torno a edificios emblemáticos como el caso de la Iglesia Stella
Maris, generando un núcleo turístico distintivo en la villa balnearia.
Es frecuente, encontrar en las fuentes consultadas, denominar a estas viviendas
estivales como palacios. En realidad su programa es mucho más simple. El hecho de
insistir con esta terminología, muestra el afán de esta elite por sobresalir en sus gustos; y
con ello emular a los palacios de la aristocracia europea. La elite confirma, al hablar de
palacios, la representación social que ese grupo compone para sus viviendas y que,
paralelamente, prestigia la posición social consolidada.
A este núcleo de familias veraneantes les surge la necesidad de tener la cercanía
de un templo para asistir a la misa diaria, las celebraciones y procesiones. Siguiendo los
mismos criterios que en Buenos Aires: tenían los templos en los barrios donde vivían. Como
ya hemos hecho mención, al pie de la loma habitaban los pescadores con sus familias, y sus
niños sin instrucción, estos grupos de elite entendían que debían ser educados y
evangelizados. Así, surge la propuesta que va a resolver las dos cuestiones: el templo y el
colegio, donde la iglesia, además de su servicio social, atendería las necesidades
espirituales de esta elite en tiempos estivales.
La beneficencia y el sentido de solidaridad de esta elite también se hizo notar en Mar
del Plata. Con este propósito se reúnen el 20 de febrero de 1908 en uno de los salones del
Bristol Hotel y forman una comisión para llevar adelante las tareas de edificar un templo y
una escuela. La presidente de esta comisión Ana Elía de Ortiz Basualdo tiene la idea de
llamar a la iglesia Maris Stella que luego el Señor Alberto del Solar invierte los términos por
Stella Maris, Estrella del Mar. La conocida loma Sur, o loma del infierno (caracterizada por
los fuertes vientos) o loma del Torreón es a partir del momento que se erige la capilla, que
toma definitivamente el nombre de Loma de Stella Maris.
Respaldada por la gestión de la comisión de benefactores, el 7 de marzo de 1912 se
bendice el templo siendo padrinos el señor gobernador de Buenos Aires Gral. Manuel I
Arias, Don Luis Ortiz Basualdo, Carmen Alvear de Cristophersen e Inés Ortiz Basualdo de
Peña, junto a ella un edificio destinado a escuela, con un salón para clases, un
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departamento para las hermanas que tendrán a su cargo la escuela taller y otro
departamento para el Capellán.
IGLESIA DE STELLA MARIS 1912 año de la inauguración
La problemática en general que aborda este trabajo, da cuenta del acelerado proceso de
transformación ocurrido en la loma Sur, a raíz de la instalación de las residencias de la elite
porteña y de la erección de la Capilla y el Colegio cuyo patrimonio cultural ha contribuido
hasta la actualidad al desarrollo integral del barrio y de la comunidad marplatense.
Las elites trasladan su capital simbólico para legitimarse en este nuevo sitio. Los
procesos de distinción manifiestos son consecuencia de sus representaciones sociales. Por
ello, tienen claro cuál es la vivienda que necesitan en la villa, un espacio que les servirá
como escenario para las prácticas sociales y para establecer los vínculos de sociabilidad.
Son residencias creadas con el interés de mostrar y ser visto por los demás. La elite
veraneante reproduce en el balneario los mitos y rituales que consolidan las
representaciones sociales que los sustentan y que aseguran con la materialización de sus
residencias temporarias la afirmación de su imagen elegante y sus exclusivos gustos. La
villa veraniega tenía todos los elementos que hacen a la distinción, consolidación y
reproducción de las prácticas sociales elitistas.
Mar del Plata fue una suerte de balcón, una terraza donde se exhibieron con
elocuencia los cambios sociales operados en la sociedad Argentina. Haciéndose eco de ello
la distribución espacial en el interior de la ciudad, se traduce, de manera fuerte, en los
distintos modos de apropiación del espacio por los distintos grupos sociales. En lo alto, en la
loma Sur, la elite porteña, y por debajo de ella física y socialmente los sectores sociales más
desfavorecidos y relacionados con la actividad portuaria. Esta distribución confirma las
diferencias sociales que podía alojar el balneario. La segregación espacial alto-bajo
contribuye a formar parte de las representaciones sociales de estos sectores. Al consolidar
su instalación en la cima, la elite confirma su reconocimiento social y refuerza la
institucionalización de su poder. La arquitectura reforzó la presencia de estos sectores a
través de obras de importante valor simbólico, que pasaron con los años a formar parte del
patrimonio cultural de la ciudad.
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