Historia, presente y FUTURO DE LA PROCURA

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XIII CONGRESO NACIONAL
JURISPRUDENCIA RELATIVA A LA PROFESIÓN
Historia, presente y
FUTURO DE
LA PROCURA
EUGENI GAY. VICEPRESIDENTE DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
La Procura es una profesión que tiene y ha tenido una transcendencia
extraordinaria en el mundo de la Justicia. Viene de una larga tradición
que se remonta 600 ó 700 años atrás, y que de una manera
muy particular ha sido transmitida por los colegios de procuradores
a lo largo de la historia.
H
ace ahora 100 años, el Cole­
gio de Procuradores de Bar­
celona conmemoraba con la
edición de un facsímil la pu­
blicación en 1512 de unas “Ordina­
cions” sobre notarios y reales cau­
sídicos, otorgadas por Fernando el
Católico, que representaban para los
procuradores una sistematización y
una organización de su funciona­
miento, de sus obligaciones y de
sus prerrogativas. Era una profesión,
por tanto, reglada. Los sucesivos mo­
narcas fueron delimitando sus ám­
bitos y protegiéndola para que los
ciudadanos o súbditos encontraran
en el postulador de la Justicia aque­
lla persona perita en leyes que les
representase, de modo que a través
de ellos tuvieran, como mínimo, la
garantía de un juicio justo dentro de
lo que eran aquellas sociedades.
Felipe III se ocupó de forma muy
específica del papel de los repre­
sentantes ante la Justicia, y en su reinado se dirimieron infinidad de cues­
tiones que afectaban a la profesión:
la caución que debían prestar quie­
nes pretendían ejercerla; la capaci­
dad sancionadora de los colegios,
que entonces no se llamaban así; o
el intrusismo, algo importante en las
profesiones liberales. La profesión
ha pervivido hasta nuestros días, y ha
sido clave en el desarrollo del dere­
32
Procuradores • Nº 98
cho procesal contemporáneo. La con­
tribución de los procuradores ha sido
extraordinaria para la Justicia en este
periodo. Hablábamos del siglo XVI
y XVII, pero ¿qué decir del siglo XIX?
En aquellos momentos de prepara­
ción y elaboración de nuestros códi­
gos hay que destacar la importancia
que tuvo el manual forense de Zúñi­
ga con el que trabajaban de forma
diaria los procuradores, quienes tu­
vieron una gran participación en las
posteriores leyes procesales.
Yo he sido siempre un partidario
ferviente, por convicción, de la ne­
cesidad del procurador. Nunca he
actuado en los tribunales sin su asis­
tencia, excepto en aquellos primeros
años en los que como pasante asistía
a los juicios de faltas. Siempre me ha
parecido que si no tenía a un procu­
rador mi cliente estaba desasistido,
y que mi responsabilidad como abo­
gado se acrecentaba enormemente.
El procurador es quien conoce el pro­
cedimiento, quien controla los pla­
zos; en definitiva, es el cliente ante
los juzgados, que nunca lo puede
ser el abogado. El abogado jamás
puede ser alter ego de su cliente;
estaría perdido, se quedaría sin de­
fensa, pues nadie se puede defender
a sí mismo. El abogado es realmente
aquel que toma la defensa de un
tercero, pero desde la legalidad, no
confundiendo jamás los intereses de
su cliente con los suyos propios. Sin
embargo, el procurador es aquel que
está presente en el órgano jurisdic­
cional, comunica con el abogado,
comunica con el cliente, y le permite
hoy al ciudadano estar en perma­
nente contacto con el órgano que
ha de decidir sobre asuntos que le
afectan, normalmente en controversia
ante la Justicia.
Sé que son muchos quienes cues­
tionan esta profesión, y no pocos
entre los abogados y otros profesio­
nales del derecho; incluso es una in­
terrogante que los propios procura­
dores se plantean recurrentemente.
Pero los procuradores son absoluta­
mente necesarios e imprescindibles,
y además lo van a ser cada día en
mayor medida, en un mundo que se
complica y en el que si bien la Jus­
ticia se va aproximando al ciudada­
no, no es menos cierto que la última
instancia o el final del trayecto judi­
cial se va alejando cada vez más, y
el ciudadano tiene que poder estar
hasta en la última instancia represen­
tado por alguien, no solo por quien
le defiende, ante esos órganos jurisdiccionales, que en ocasiones se ha­
llan más allá de nuestras fronteras.
Ciertamente la Constitución Es­
pañola de 1978 introduce a España
en el concierto de los países consti­
XIII CONGRESO NACIONAL
Mesa redonda sobre jurisprudencia relativa a la profesión. De izda. a dcha.:
Eugeni Gay, vicepresidente del Tribunal Constitucional; Lorenzo del Río,
presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía; y Ramón Trillo,
magistrado emérito de la Sala Tercera del Tribunal Supremo.
tuidos en Estados de derecho, frente
a ese Estado de leyes que ­habíamos
padecido con anterioridad y que, a
veces, ciertos postulados de un positivismo ya trasnochado, defienden.
Afortunadamente ahora podemos
decir que las estadísticas ponen de
manifiesto hasta qué punto la Justi­
cia española ha estado a la altura
del Estado de Derecho. El 98% largo
de las demandas de amparo que se
presentan son inadmitidas. Nuestro
Estado ha sido cuantitativa y cuali­
tativamente el menos sancionado y
condenado por el Tribunal del Estras­
burgo, junto con el alemán, gracias
a esos mecanismos legales que ha
previsto el legislador español que
permiten la defensa y la tutela jurí­
dica de los derechos de los ciudada­
nos, fundamentales y no fundamen­
tales, incluido el del debido proceso
del Art. 24 CE.
Ahí es donde el procurador ad­
quiere una importancia enorme que
le ha reconocido el Tribunal Supremo y la jurisdicción ordinaria, y que
ha ratificado el Tribunal Constitu­
cional (TC). Es preceptiva la compa­
recencia ante el TC mediante abo­
gado y procurador. El TC vigila de
forma especial y, si se me permite,
exquisita, que la representación esté
siempre acreditada, y que el ciuda­
dano, consciente y deliberadamen­
te, haya prestado su consentimiento
para que el representante esté de­
bidamente autorizado para actuar
ante el Tribunal.
La atención a la postulación des­
de las sentencias más tempranas del
TC ha sido constante. En las últimas
sentencias se hace una referencia a
la doctrina anterior y se analiza el
tema de la acreditación de la repre­
sentación procesal en la sustitución
de un procurador por otro durante el
procedimiento. Hay dos sentencias,
una la 241/2007, donde no se esti­
ma el amparo; y otra, la 42/2009,
donde sí se hace. En una no se esti­
ma porque no queda acreditado que
el recurrente no hubiera actuado de
una forma absolutamente diligente.
En la otra se estima el amparo, pre­
cisamente, porque no estaba en el
recurrente la posibilidad de reparar
lo que había sido responsabilidad
del órgano jurisdiccional.
Otro de los bloques temáticos
analizados en el TC se refiere a la
diligencia procesal de los procura­
dores. Una de esas sentencias trata
sobre un asunto relacionado con el
tema de extranjería, uno de los temas
más polémicos y más tristes, sobre
todo en lo que afecta a aquellas
personas que llegan a nuestro país
sin medios económicos y que tienen,
como mínimo, los derechos que les
reconoce el Art. 13 de nuestra Cons­
titución, pudiendo actuar ante los tri­
bunales. Pero es difícil que aquellas
personas que llegan en patera y que
son enviadas a los centros de inter­
namiento para extranjeros puedan
hacer poderes o designaciones apud
acta para acceder al TC. Con algún
voto particular en contra, entre ellos
el mío, en el TC hemos sancionado
que si no hay una designación explí­
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XIII CONGRESO NACIONAL
cita de la persona a su representante
no sirve que lo pida en su nombre el
abogado. Por tanto, se han inadmi­
tido infinidad de demandas; muchas
de ellas, probablemente, si hubiéra­
mos entrado en el fondo del asunto,
hubieran obtenido el amparo.
Sin embargo, cuando se ha plan­
teado en materia de hábeas corpus,
ahí sí que el TC ha hecho un distingo.
En aquellos casos en los que la per­
sona, al interponer el hábeas corpus,
hacía designación expresa de abo­
gado y procurador, hemos entendido
que lo hacía hasta la última instancia
y, por tanto, eso comprendía también
el recurso de amparo ante el TC.
En cuanto a las funciones de los
colegios de procuradores en la recepción de las notificaciones y las re­
soluciones judiciales, las designaciones de oficio, etc., hemos ­reconocido,
como no podía ser de otra manera,
ya desde una muy temprana juris­
prudencia, el carácter público de
los colegios, como lógicamente re­
conoció la Constitución en su Art.
36. Por tanto, los colegios de procu­
radores ejercen esa función pública
en materia sancionadora, disciplina­
ria y de honorarios. Y también en
sus oficinas de notificaciones, en las
que aún reconociendo que la simple
presentación con el sello del colegio
no es bastante, sí es suficiente para
garantizar la notificación a la parte,
y que en cualquier caso será la parte
la que tendrá que justificar que aque­
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Procuradores • Nº 98
JURISPRUDENCIA RELATIVA A LA PROFESIÓN
lla notificación no le llegó, porque
la diligencia de los colegios de pro­
curadores es evidente, y la respon­
sabilidad de quienes gobiernan esas
corporaciones no les permitirá incum­
plir una función esencial reservada
por el Art. 36 de la Constitución. En el
TC hemos denegado el amparo cuan­
do no se ha justificado el motivo por
el cual no había llegado esa citación
que tenía, sin embargo, el sello de
notificaciones del colegio en tiempo.
También ha habido sentencias sobre el mandato del procurador. ¿Has­
ta qué punto puede en un momento
determinado desistir y decir “acabo
de jubilarme, el colegio me ha dado
de baja y, por tanto, no voy a seguir
ocupándome de este asunto”? El TC
ha dictaminado que, en cualquier
caso, no puede dejar desasistido a
su cliente en tanto en cuanto este no
haya designado un nuevo procura­
dor, porque es precisamente la defen­
sa de los derechos de ese ciudadano
los que están en cuestión. A pesar de
ser profesión liberal, ­comisionado de
oficio o no, en este caso el derecho a
la jubilación y a dejar de pertenecer
al colegio no le exime de la obliga­
ción que tiene para con el ciudada­
no, que además es su cliente.
Esto es en resumen lo que el TC
ha venido estableciendo. Son cons­
tantes las sentencias, pero escasas
en número porque esta postura, ce­
ñida muy concretamente a la tutela
judicial efectiva, apenas se cuestiona
ante el TC al ser resuelta por la juris­
dicción ordinaria.
Y por último yo puedo asegurarles que ustedes tienen un gran fu­
turo. Me parece bien extender su
responsabilidad a la función de los
huissiers. Creo que la figura del pro­
curador, que por otra parte es ge­
nuinamente española, ha prestado
un gran servicio a la ciudadanía, y
aquello que ha sido eficaz en un de­
terminado momento no tiene por qué
dejar de serlo. Creo que los procura­
dores minusvaloran la imagen que
tienen, pero no es una cuestión de
imagen, que también; es una cues­
tión de necesidad y de conveniencia.
Y no es conveniente que quien ejerza
la defensa ostente la representación.
Me he opuesto siempre, como me
he opuesto radicalmente, y me costó
muchos disgustos, a que abogado
y auditor compartieran despacho.
Cuando se confunden profesiones,
se invaden competencias, se sustraen
atribuciones, y sobre todo, se eluden
los pasos marcados en cada país y
en cada Estado por la ley, tenemos
garantizado el desastre.
Los procuradores tienen una fun­
ción importantísima, quizá la más
importante de todas, que es la re­
presentación de los ciudadanos ante
los tribunales de Justicia. Es una
profesión de rabiosa actualidad a
la que yo le auguro el futuro que
tiene toda sociedad y todo Estado
de derecho. 
XIII CONGRESO NACIONAL
ARANCEL Y RESPONSABILIDAD
DEL PROCURADOR:
jurisprudencia actual del TS
RAMÓN TRILLO. MAGISTRADO EMÉRITO DE LA SALA TERCERA
DEL TRIBUNAL SUPREMO
Voy a explicar, en primer lugar, cuál ha sido el camino conceptual y
empírico que ha conducido a mi absoluto y personal aprecio a la figura
y a las funciones de los procuradores de los tribunales. Tras unos breves
textos prácticamente neutros sobre el tema de la postulación en la
asignatura de derecho procesal en mi época de estudiante, ha sido en
el ejercicio diario de la función judicial cuando empecé a descubrir las
enormes e ineludibles virtudes de la función representativa procesal.
E
l procurador es el gran amigo
del proceso. En él siempre he
hallado respuesta a la buena
marcha del litigio. Sus virtudes
se hacen presentes cuando uno va
conociendo la realidad del proceso
y por eso también se explica que históricamente su figura se haya conso­
lidado desde sus orígenes como un
recurso técnico a utilizar voluntaria­
mente por los litigantes –la figura del
personero–, cuya configuración defi­
nitiva va a hacerse en un cuerpo le­
gal de tanta envergadura como son
las Partidas, hasta su evolución como
corporación profesional, con la intro­
ducción de los aranceles como forma
de retribución y la LEC de 1855, que
universaliza la necesaria intervención
de los procuradores en los juicios.
Llegamos así al procurador actual,
un profesional licenciado en ­Derecho,
conocedor de todos los rincones del
proceso e imprescindible pivote de
comunicación entre el juez, el abo­
gado y los litigantes. Esta figura que
hoy disfrutamos tiene dos importan­
tes vertientes en su desempeño. Por
una parte, la responsabilidad que
sobre él recae como consecuencia
del ejercicio de su función; y por la
otra una faceta que nunca puede
abandonarse en vano, como lo es
la retributiva. ¿Cómo se retribuye al
procurador y cómo se considera justa
la retribución que se le da?
Voy a detenerme en dos resolu­
ciones judiciales en las que se tocan
estas cuestiones. Una de ellas es una
sentencia del Tribunal Supremo (TS)
de 27 de julio de 2006, y la otra
que tiene relación con un auto de la
Sala Tercera del TS que ha provoca­
do el planteamiento de una cuestión
prejudicial al Tribunal Europeo de
Luxemburgo.
La excelente sentencia de la Sala
Primera del TS de 27 de julio de
2006, cuyo ponente fue el presidente
de la Sala, Juan Antonio Xiol, plan­
teaba el tema de la responsabilidad
de un procurador que no había no­
tificado al abogado la providencia
de emplazamiento para formalizar
el recurso de casación. Como con­
secuencia de esta falta de comuni­
cación del procurador al letrado,
cuando este pretendió formalizar el
recurso de casación se encontró con
que había sido declarado desierto
por haber transcurrido el plazo de
comparecencia.
Surgió entonces el interrogante de
cuál de los dos profesionales había
sido responsable de la frustración de
la acción judicial.
Se trataba de un asunto en el que
un Ayuntamiento había sido declara­
do responsable y condenado a in­
demnizar al damnificado en cuantía
de 52 millones de pesetas por un
accidente ocurrido en un festejo tau­
rino organizado por el propio Ayun­
tamiento y que había pasado por el
juzgado de primera instancia y la
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XIII CONGRESO NACIONAL
Audiencia Provincial, hasta que la
corporación municipal quiso presen­
tar recurso de casación.
La primera instancia consideró responsables a ambos, al procurador y
al abogado. Al procurador, al que
consideró negligente por haber remi­
tido la notificación de la providencia
al abogado por correo ordinario en
unas fechas, la Navidad, en las que
el servicio postal se ve entorpecido
por la abundante correspondencia
propia de esas fiestas. Y al abogado,
por no haberse puesto en contacto
con el procurador al ver que se pro­
longaba el emplazamiento, habida
cuenta de que el procurador sí se
había cuidado de preparar el recur­
so en la instancia. El juzgado resolvió que ambos habían sido negligen­
tes en el ejercicio de sus funciones y
les condenó solidariamente al pago
de 12 millones de pesetas. Los con­
dena a esta cantidad porque consi­
dera el juzgado que el recurso de ca­
sación es un recurso extraordinario,
por lo que no identifica la indemni­
zación con la posible pérdida de los
52 millones de pesetas a que había
sido condenado el Ayuntamiento que
representaban y defendían respecti­
vamente.
DAÑO PATRIMONIAL O MORAL
Recurrida la sentencia ante la Au­
diencia Provincial de Pamplona, esta
examina si procurador y abogado,
efectivamente, habían sido negligen­
tes. Y llega a establecer la prueba de
que, en realidad, la negligencia era
imputable solo al procurador, ­porque
había una cierta contradicción en los
datos que ofrecía, ya que afirmaba
que había enviado la carta de co­
municación al abogado el 16 de di­
ciembre cuando es así que en ella
se encontraba un documento oficial
que había sido emitido el 22 de di­
ciembre. Por eso llega la Audiencia a
la conclusión de que el abogado no
era responsable y condena exclusiva­
mente al procurador, si bien estable­
ce un criterio que luego va a corregir
el TS. Dice la Audiencia Provincial
que la cuantía de la responsabilidad debía de calcularse discrecio­
nalmente, porque la frustración en
el ejercicio de una acción judicial
imputable a un procurador no sería
36
Procuradores • Nº 98
JURISPRUDENCIA RELATIVA A LA PROFESIÓN
un caso de daño patrimonial, sino un
supuesto de daño moral, de desco­
nocimiento de un derecho fundamen­
tal, el de la tutela judicial efectiva.
Con estos mimbres llega la cues­
tión a la Sala de lo Civil del TS. Esta
Sala se acoge al hecho que conside­
ra probado la Audiencia Provincial,
esto es, que no estaba acreditado
que el procurador hubiese enviado
la carta y que por lo tanto el negli­
gente en el ejercicio de sus funciones
había sido él. Pero hace una afirma­
ción que es muy importante desde
el punto de vista de la profesionali­
dad de los procuradores: el abogado
no es ni siquiera culpable por culpa
in vigilando porque –como había al
fin sostenido el juzgado– el procura ­
dor es un profesional que tiene obli­
gaciones autónomas, su función es
autónoma y por lo tanto es a él a
quien le corresponde cumplir las obli­
gaciones que le competen, sin que
se pueda imputar responsabilidad
alguna por este concepto al letrado.
Partimos de la base de que en este
caso se consideraba hecho probado
que el procurador no había remitido
la notificación en tiempo.
Hay por tanto en la sentencia, en
primer lugar, una afirmación contun­
dente de autonomía plena del procu­
rador en el ejercicio de sus funciones.
Pero hay también otra afirmación
muy importante desde el punto de
vista de las responsabilidades que
asume el procurador como profe­
sional de la representación procesal,
al decir que en el supuesto de que
se frustre el ejercicio de una acción
judicial (en este caso simplemente la
posibilidad de acceder a la casa­
ción), no cabe hablar de culpa moral
ni, en consecuencia, una cuantifica­
ción discrecional de la responsabili­
dad por los tribunales.
Nos dice la sentencia de la Sala
Primera del Tribunal Supremo que el
derecho a la tutela judicial efectiva
es un derecho instrumental y cuando
este derecho se instrumentaliza con
la finalidad de obtener un resarci­
miento económico, el inicial valor
moral del mismo se convierte en
una consecuencia puramente patri­
monial, no hay una discrecionalidad
del juzgador para calcular las res­
ponsabilidades, en este caso del pro­
curador –en otro caso pudiera ser el
abogado o incluso un juez–, y eso
obliga, dice el TS, a entrar en el de­
bate de hasta dónde esta acción ju­
dicial frustrada hubiese podido tener
éxito para determinar así el importe
material del daño.
Por eso en la sentencia entra a
examinar las posibilidades de éxito
que tendría ese recurso de casación
de haberse formalizado a tiempo.
Y llega a la conclusión de que ese
recurso hubiera sido prácticamente
inviable, porque se basaba en ne­
gar hechos que la segunda instancia
había considerado probados y en
atribuir una negligencia a la víctima
que también la jurisdicción, en la
segunda instancia, había declarado
inexistente. Por eso llega a la con­
clusión de que aunque el contenido
de la acción eran 52 millones de pesetas, debía reducirse la responsabi­
lidad del procurador a la cantidad
de dos millones de pesetas.
Esta sentencia monta, desde mi
punto de vista, un buen andamiaje
en torno a la doble idea de que el
procurador es un responsable autó­
nomo de sus propias responsabilida­
des y funciones; y, también un dato
muy importante: en esas responsa­
bilidades y funciones la cuantía del
litigio –y aquí vamos a dejar aparte
sus posibilidades de éxito– va a ser
un factor que, en caso de eventuales
incumplimientos, habrá que tenerse
en cuenta desde el punto de vista
de la eventual responsabilidad pa­
trimonial.
DEBATE SOBRE EL ARANCEL
Pienso que las conclusiones cita­
das en torno al procurador y sus res­
ponsabilidades deben de tener una
cierta repercusión en el debate que
existe respecto al Arancel de los pro­
curadores y las costas en el proceso.
En enero de 2012, la Sección 15ª
de la Audiencia Provincial de Barce­
lona planteó cuestión prejudicial al
Tribunal Europeo sobre el Arancel de
los procuradores. El caso tenía inte­
rés económico de unos 300 millones
de euros. El procurador, conforme al
Arancel, pasa derechos por importe
de unos 700.000 euros. La jurisdic­
ción se alarma por la cuantía de la
minuta en lugar de por la cuantía
XIII CONGRESO NACIONAL
del litigio y plantea el tema al Tribu­
nal Europeo desde el punto de vista
del derecho de la competencia: al
existir retribuciones fijas por Arancel
no habría competencia entre los pro­
fesionales de la Procura y también
señala que esta circunstancia que
podría constituir una barrera de en­
trada para los profesionales de otros
países de la Unión. El tribunal espa­
ñol juega, al plantear la cuestión,
con la sentencia del caso Cipolla,
relativa a los abogados y cree que
su planteamiento es avalado por la
jurisprudencia del Tribunal Europeo,
que establece que por razones de
interés general pueden establecerse
baremos de retribuciones, pero siem­
pre y cuando sean posteriormente
controlables en su aplicación concre­
ta por las autoridades del Estado.
Es entonces cuando surge la cues­
tión de que dentro de nuestro sistema
procesal estos baremos no son sus­
ceptibles, en la tasación de costas,
de ser impugnados por excesivos,
sino solamente por indebidos; es de­
cir, se trata de la rígida aplicación
del baremo en su aspecto cuantita­
tivo sin un control jurisdiccional pos­
terior. De modo que sería un caso
de rigidez retributiva, de rigidez en
el precio, hablando en los términos
mercantilistas con los que suelen ex­
presarse las instituciones europeas,
sin una debida adaptación a los ca­
sos concretos.
Es en estos términos en los cuales
la Sala de Barcelona ha planteado
el tema al Tribunal de Luxemburgo,
es decir, la compatibilidad del sis­
tema retributivo por el que los pro­
curadores vienen rigiéndose y que
fue un avance histórico de primera
línea, el Arancel, con relación al de­
recho comunitario.
Este mismo planteamiento de la
cuestión se ve acompañado de un
voto particular de uno de los ma­
gistrados, que dice que la solución
habría que encontrarla en un auto
del TS, muy reciente, en el que sí
se aceptó reducir por excesiva una
minuta de procurador a una canti­
dad muy inferior a lo que este había
minutado con arreglo al Arancel. Es
decir, no se trataba de establecer
que la cantidad era indebida porque
el Arancel no se hubiera aplicado
bien; lo que se dijo en ese auto es
que el Arancel estaba bien aplicado,
pero que la cantidad era excesiva
por desproporcionada con respecto
al contenido del ejercicio de su fun­
ción en el caso concreto.
En este auto del Tribunal Supremo
se trataba el tema de las costas en
un recurso sobre una sanción de 57
millones de euros impuesta a Telefó­
nica por la Comisión Nacional de la
Competencia. La Sala, en auto reso­
lutorio de impugnación por excesi­
vos, reduce la minuta del procurador
de 106.000 a 12.500 euros. La Sala
la consideraba desproporcionada y
aduce una rara razón de relación
entre el abogado y el procurador,
porque antes de introducirse en la
rebaja de la minuta de honorarios
del procurador había reducido por
excesiva la minuta del abogado, de
modo que esta había quedado en
25.000 euros. Así, la Sala alega
que no sería razonable si se había
reducido la minuta del abogado, se
aceptara los 106.000 que había pre­
sentado el procurador.
Pero hay otro razonamiento en
el auto que avanza más y que es
más problemático, dada la autono­
mía del ejercicio de las funciones
del procurador que hemos predica­
do conforme a la sentencia que an­
tes comentamos de la Sala Primera
y que dice lo siguiente: el RD Ley
5/2010 ha puesto un límite absolu­
to de 300.000 euros como posibilidad máxima del Arancel del procu­
rador en un asunto. Con este dato,
en lugar de considerar el auto que
a partir de esos 300.000 euros sí se
produce la desproporción que el le­
gislativo ha afirmado como tal en un
Decreto-ley, se considera que estos
300.000 euros serían el punto de in­
flexión de la proporcionalidad. Si se
ha dicho que es desproporcionado
cobrar por encima de los 300.000
euros, habrá que someter a principio
de proporcionalidad, como invoca­
ción de jurisprudencia europea, to­
das las liquidaciones de derechos,
incluidas las inferiores a dichas suma
y tomando esta como referencia de
ponderación de las retribuciones de
los procuradores. De modo que la
consecuencia práctica sería introdu­
cir la aplicación del Arancel dentro
de la posible impugnación de las
costas por excesivas con el argumen­
to de su falta de proporcionalidad.
El auto contiene un voto particular
suscrito por dos magistrados, donde
se afirma lo contrario: los 300.000
euros son una declaración legal, de
ahí no se puede ir más arriba en la
cuantía de los derechos a devengar,
pero hacia abajo la cuantificación
sigue siendo un derecho perfecta­
mente reglamentado y por eso no
impugnable por excesivo.
En el voto particular median tam­
bién argumentos formales. Se nos
dice que en trámite de tasación de
costas no cabe impugnar los dere­
chos de los procuradores por excesi­
vos, y el TS, que viene acogiéndose
al 139.3 de la Ley de la Jurisdicción,
–al menos en la Sala contenciosoadministrativo–, para fijar un tope
en las costas, se ha limitado a fijarlo
con relación a los abogados; jamás
se ha pronunciado sobre los procu­
radores. Su hábito es decir que se
condena en costas en una cuantía
máxima de tantos euros con relación
a los honorarios de Letrados, porque
parte de la base de que la cuantía
de los derechos de los procuradores
no es susceptible de tratamiento por
vía de excesivos.
Esta es la posición actual y la pla­
taforma que en este momento está
viva con relación a esos derechos de
los procuradores, que son compensa­
ción al ejercicio de sus funciones y a
las responsabilidades que este ejercicio pueda traer. Y esas responsabi­
lidades son distintas, aunque el ejercicio material de la función sea igual
en un asunto, por ejemplo, de 300 millones, puesto que las consecuencias
como resultado de una responsabili­
dad material por negligencia son mu­
cho más graves que en el caso de un
asunto de 1.000 ó 2.000 euros.
Este es un tema que está vivo y
que yo me he limitado a describir.
Probablemente el TS haga una re­
flexión específica sobre este asunto,
que es de enorme importancia para
la Procura, una corporación que
nos acompaña desde que iniciamos
nuestras actuaciones como jueces. La
Sala Tercera asume esta importancia y tiene intención de hacer una
densa reflexión sobre el particular. 
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