Vicisitudes de la identidad femenina en la maternidad precoz ...Juan Vives R. y ...Teresa Lartigue de Vives 1 El concepto de identidad es una formulación dinámica de gran complejidad ya que, lejos de ser algo que una vez formado se mantiene constante para siempre, es una estructura cambiante, siempre en proceso de "remodelación" -por decirlo así- que incluye una sucesión de imágenes de nosotros mismos en el curso del tiempo, diferentes entre sí pero formando parte integral de la representación que tenemos de nuestra persona. Esta formación intrapsíquica incluye desde algo tan concreto como la imagen mental de nuestro cuerpo hasta algo tan abstracto como la representación que tenemos de nosotros mismos en tanto que personalidades ideológico-ético- políticas. La formación de la identidad es el resultado de las sucesivas representaciones intrapsíquicas que, paulatinamente, se van estableciendo desde dos tipos diferentes de orígenes. En primer lugar, de aquellas que tienen que ver con una serie de estímulos que provienen desde el propio sujeto -principalmente a través de mensajes de tipo propioceptivo con información en relación al cuerpo y sus sensaciones, y de la imagen corporal que de ellas emerge (Vives, 1982). En segundo término, las de origen externo, entre las que ocupan un lugar de primerísima importancia aquellas que tienen que ver con la forma y calidad emocional como la madre pudo mirar, acariciar, alimentar y comunicarse con su recién nacido desde las primeras interacciones con él-de hecho, estrictamente hablando y como veremos más adelante, la importancia del afuera opera * Dirección: Prado Norte 655-202, Lomas de Chapultepec, 11000 México, D.F. 768 Juan Vives R. y Teresa Lartigue de Vives aún antes del nacimiento del sujeto. Esta catexia libidinal es la que el bebé irá incorporando y la que constituirá el sustrato primero y nuclear a partir de la cual no sólo irá construyendo una imagen de sí mismo, sino que determinará incluso la cualidad con la que esta representación se establezca. Desde esta perspectiva, la conformación de la identidad de género -masculina ofemenina- es una clara ilustración de la interacción de ambos componentes interno (sexo cromosómico) y externo (sexo asignado). Los trabajos pioneros de Freud (1905, 1915, 1921), Abraham (1916, 1924a, 1924b) y Klein (1945) dejaron establecida conceptualmente la íntima relación entre los procesos incorporativos que tienen lugar durante la más temprana de las fases del desarrollo psicosexual-la oraly su correlato psicológico paralelo en los mecanismos de introyección e identificación. La incorporación oral-y su antagónico complementario, que es la expulsión del objeto, escupiéndolo- tienen que ver con la primera modalidad de relación del bebé con el mundo circundante y con una primera forma de conocerloy clasificarlo: de esta forma y basado en el modelo de cesación del displacer a través del alimento, en el futuro las cosas que resultan placenteras tenderán a ser incorporadas, por lo que se entenderá como bueno todo lo que pueda introyectarse, y como malo todo lo displacen tero que, de esta forma, será escupido -proyectado- en el afuera. La identificación se constituye, de esta manera, en la primerísima forma de relación del recién nacido con el objeto. A partir de estas nociones, resultan lógicas las contribuciones posteriores de Lacan (1949) en relación a la importancia del estadio del espejo en la constitución del sujeto; la aportación de Erikson (1950),quien estableció la línea evolutiva que va desde el establecimiento de una confianza básica en la relación con la madre hasta el desarrollo de la identidad como cristalización de la adolescencia; y de Winnicott (1971) que postula un mecanismo de "personalización" del sujeto a través de la específica cualidad de la mirada con la que la madre inviste libidinalmente a su bebé. En estas aportaciones se enfatiza especialmente la importancia que tiene la interacción con el otro como aporte básico en la construcción de la identidad del sujeto y en la sensación de mismidad. De hecho, la constitución de la identidad es el núcleo inicial desde el cual se va estableciendo el sujeto como diferente del objeto. 11 Es evidente que el primer objeto a través del cual el sujeto se va constituyendo es la madre. De esta forma, el concepto que la madre tiene Vicisitudes de la identidad femenina en la maternidad precoz 769 de su recién nacido, interactuando con los aspectos constitucionales del bebé, es lo que lo determina y conforma su psiquismo -incluyendo su identidad. Esta representación, también cambiante, en el psiquismo materno, cuyos antecedentes se remontan a un tiempo pasado anterior al nacimiento del bebé (incluso, mucho antes de que éste haya sido concebido por sus padres), que constituye la representación preconceptiva fantasmática de un específico bebé que la madre desea y por lo que se quiere embarazar (Feder, 1980; López, 1978; Vives, 1990b); esta representación, repetimos, influirá poderosamente en el destino de la interacción materno-infantil. Esta imagen fantasmática (que será ratificada o rectificada en mayor o menor medida por el bebé real) con frecuencia será la que determine la modalidad con la que la madre cuida a su bebé y se hace cargo (o no) de sus necesidades, la forma como lo mira, atiende y alimenta, el afecto con el que lo carga y lo mece, lo limpia y lo acaricia; en otras palabras, es lo que determina la forma como la madre lo conceptualiza como su hija o hijo, y como ser humano. * Es la cualidad de la mirada de la madre -cuyo núcleo es el afecto que la sustenta- lo que el bebé va a ir incorporando desde las primeras interacciones de la fase oral. Al introyectar este tipo de relación y.de ser mirado, se establece el engrama de un modelo vincular específico y una primera forma de conocimiento del sujeto acerca de sí mismo. Desde estas primeras interacciones con la madre, el bebé comienza a tener una imagen de la clase de sujeto que él es. Este conocimiento, cuya esencia es definitivamente preverbal (por lo que está vehiculizado por la lógica del proceso primario, es de carácter emocional y resulta, por lo tanto, inefable), le informa desde estos primeros estadios acerca de cuál es su lugar en la familia en la que ha nacido y en el mundo que le ha tocado vivir, le hace saber que pertenece a uno de los dos sexos (y que esta pertenencia asignada es vista, vía materna, con beneplácito -o repudiopor sus padres), que pertenece a una clase social y a una nación determinada, que crecerá envuelto en una particular ideología y bajo una determinada confesión religiosa -o sin ella. Obviamente la mayor parte de esta "comunicación" se establece en forma inconsciente para ambos participantes y puede o no, con el tiempo, devenir consciente. Junto con lo anterior, los mensajes parentales -a través de la mirada de la madre- también le informarán acerca lo que se espera de ese determinado sujeto: de las expectativas de ser, por ejemplo, la reproducción -mejorada- de la madre o del padre, con el fin de colmar sus necesidades narcisistas; o bien el símbolo concreto de una relación grati* Deseamos puntualizar, en este momento, que no estamos disminuyendo la importancia de la imagen del padre en la estructuración del psiquismo del recién nacido, sólo que hay que aclarar que la fig.rna es transmitida -en este estadio del desarrollo- a través de su represent~ .•quica en la madre. Juan Vives R. y Teresa Lartigue de Vives 770 ficante, o de un objeto muy querido (el esposo o el padre de la madre); o la necesidad de venir a ocupar el espacio dejado por algún familiar muerto, cuyo prolongado duelo nunca se terminó de elaborar; etc. (Vives, 1990 b). III En el caso específico de las mujeres, la identidad femenina es un proceso que, aunque sus inicios pudieran ser vistos como más "fisiológicos" que en el caso del varón (dado que la mujer nace de mujer y se relaciona desde el comienzo con una mujer), presenta, sin embargo, complicaciones posteriores muy importantes, complicaciones derivadas de los diferentes estratos que dicha identidad comporta y contiene. La identidad femenina es una representación que va estructurándose por estadios sucesivos y en relación a las etapas del ciclo vital por las que la mujer va atravesando (Vives, 1988; Lartigue y Vives, 1990). En principio, nos inclinamos por una situación teórica desde la que, más allá del monismo fálico freudiano, pensamos que existe un desarrollo primario y autónomo de la femineidad (tal como quedó señalado por Ayala et al., 1986, en la revisión que hicieron del tema), desarrollo en el que distinguimos cuatro etapas evolutivas que, a su vez, conforman otros tantos tipos fundamentales de configuración de la identidad femenina: a] La primera y más fundamental de todas ellas es la identidad de género, basada en el sexo cromosómico y el sexo asignado en el momento del nacimiento, sobre la cual se irán estructurando las restantes. La identidad de género es el proceso mediante el cual la mujer sabe que pertenece a uno de los dos sexos -con todas las prerrogativas e implicaciones familiares, sociales, laborales, ideológicas, morales, políticas, económicas y religiosas que dicha pertenencia conlleva. b] La segunda modalidad de la identidad tiene que ver con el desarrollo de la mujer como ente sensual, es decir, con un repertorio de conductas sexuales identificadas como "femeninas" cuya orientación la impulsa a la búsqueda de un objeto sexual; en el desarrollo de este tipo de identidad de rol de género, como lo llaman Ayala et al. (1986) y Tyson y Tyson (1990), interviene principalmente la incorporación de modelos vinculares, de formas de relación de los padres entre sí, más que la identificación con objetos paradigmáticos. c] En tercer término, como parte de un desarrollo posterior de este tipo de identidad de rol, la mujer adquirirá un tipo específico de orientación psicosexual que la llevará a una elección objetal que puede (o no) ser de tipo heterosexual. Vicisitudes de la identidad femenina en la maternidad precoz 771 d] En cuarto lugar y también como el desarrollo de un rol femenino muy específico, está la adquisición de la identidad como madre, cuyos inicios se remontan a la temprana infancia (McDougall, 1985), que normalmente se actualiza en el momento en el que la mujer se sabe embarazada y cristaliza con el nacimiento de un bebé y con la puesta en escena de un rico repertorio de "conductas maternales". Si bien hay que aclarar que este proceso puede llevarse a cabo también sin que exista el proceso biológico del embarazo, como sucede en los casos de adopción o en aquellos en los que las funciones maternas son desempeñadas por madres subrogadas. Sin embargo, dentro de esta fase hay que distinguir con claridad, siguiendo a Pines (1982), el hecho de que no tiene la misma significación emocional el deseo de embarazarse (que con frecuencia tiene que ver con una suerte de confirmación de la femineidad desde la comprobación de que se es capaz de gestar y que implica una identificación con la capacidad gestacional de la madre; situación que, una vez satisfecho el deseo, puede culminar en un aborto), que el deseo de tener un hijo, que implica la tendencia a hacerse cargo de un bebé, a cuidarlo, alimentarlo, etc. (y que tiene más que ver con el desarrollo de las funciones maternas en sí y con la identificación con la madre nutriente y continente). Ahora bien, sabemos que el proceso del embarazo (principalmente en las primigestas) constituye una etapa crítica en la vida de toda mujer debido a la regresión a la que se ve sometida como parte del proceso gestacional mismo. Durante esta crisis transitoria, la regresión se evidencia en la orientación de la libido que, de objetal, tiende a hacerse narcisista (Bibring, 1959, Bibring et al, 1961); se manifiesta también en un retroceso de la gestante hacia fases del desarrollo psicosexual previas y hacia formas vinculares con el objeto de tipo simbiótico para, desde allí, revivir una tercera etapa de separación-individuación (Pines, 1972, 1982; Vives, 1990a); en una regresión formal del yo hacia formas de pensamiento más cercanas con el proceso primario, por lo que hay un incremento del pensamiento mágico y de la sensación de omnipotencia; yen una regresión de la estructura superyoica, que se primitíviza (Vives y Lartigue, 1990, 1991a, 1991b). Debido a esta etapa crítica, la primigesta tiene que volver a transitar y reeditar -por tercera vez en su vida- tanto la etapa de simbiosis como la de separación-individuación; en estas circunstancias la mujer se identifica simultáneamente tanto con su bebé en formación como con su propia madre. Durante estos movimientos psicodinámicos, hemos advertido (Vives, 1991) que cuando predominan los aspectos regresivos y, por lo tanto, la mujer tiende a identificarse en forma preponderante con el feto, existirá un mayor potencial patogénico y más posibilidades de que la embarazada no supere la crisis de la gestación y establezca puntos Juan Vives R. y Teresa Lartigue de Vives 772 de fijación o haga una regresión permanente como resultado de la imposibilidad de superar el proceso crítico. Cuando, por el contrario, la primigesta tiende a identificarse en forma más significativa con su propia madre, y con las funciones maternas de ésta, entonces las mutaciones intrapsíquicas tenderán a manifestarse en movimientos de tipo progresivo, por lo que la crisis del embarazo desembocará en un nuevo nivel madurativo, de mayor sofisticación y complejidad, nivel superior que implica la adquisición de un nuevo rol-las funciones maternas- como parte constitutiva de la identidad femenina: es el cuarto componente -la parte madre- que, junto con el tipo de orientación vincular psicosexual femenina, el rol de género y la primitiva identidad de género, vendrá a enriquecer la representación que la mujer tiene de sí misma en una constelación interna global e integrada. Sin embargo, ¿qué sucede cuando este proceso tiene lugar durante una época de la vida en la que aún no se han consolidado las etapas previas en la constitución de la identidad o éstas están en vías de cristalización? IV Hemos encontrado dos condiciones diferentes dentro del ciclo vital femenino en que puede darse una situación de maternidad precoz: por una parte, en aquellos casos en los que las niñas en fase de latencia tienen que asumir funciones maternas con sus hermanitos menores; y, por la otra, cuando la gestación ocurre durante la adolescencia. En relación a las niñas prepúberes, se trata de una eventualidad que ocurre con relativa frecuencia en nuestro medio rural (o en las familias de las clases urbanas muy pobres, también muy numerosas), en donde las parejas -o la madre convarias parejas sucesivas e inestables- tienen un gran número de hijos. En este tipo de dinámica familiar, las hijas mayores, siendo aún niñas prepúberes en fase de latencia, se ven en la necesidad de asumir precozmente funciones maternales con sus propios hermanitos menores conforme éstos van naciendo. En estos casos vemos cómo las niñas, pequeñas madres sustitutas, tienen que desarrollar (?), desde estos estadios tan tempranos de su ciclo vital (yen forma definitivamente prematura), la cuarta fase en la estructuración de la identidad de una mujer. Comofácilmente podemos ver, este desarrollo ocurre antes de haberse podido consolidar la identidad de rol de género y la orientación psicosexual, por lo que su precario establecimiento tiene lugar antes de que se hayan establecido plenamente los modelos vinculares de relación y la identidad femenina como sujeto sexual. Vicisitudes de la identidad femenina en la maternidad precoz 773 Habitualmente este tipo de estructuras suelen quedar consolidadas sólo hasta después de la menarca y la emergencia de la sexualidad genital a partir de la pubertad (Vives et al., 1991). En segundo término, en el caso de las adolescentes que, casadas o no, se embarazan tempranamente, es decir, antes de los 18 años, se observa que en ellas la crisis normal del embarazo se superpone sobre la crisis normal de la adolescencia, por lo que habitualmente se establece una suerte de competencia entre las necesidades tanto fisiológicas como psicológicas y emocionales de ambos procesos madurativos. En estas circunstancias, en las adolescentes también tienden a telescopiarse en su psiquismo en desarrollo las fases segunda, tercera y cuarta que se señalaron en la formación de la identidad femenina. En estos casos, uno de los problemas del embarazo durante la adolescencia tiene que ver con el conflicto que deriva del hecho de que las jóvenes se encuentran en una fase del desarrollo en la que, normalmente, tienden a alejarse emocionalmente de sus respectivas madres para poder surgir como mujeres autónomas, dado que están reeditando la etapa de separación-individuación. De hecho, la posibilidad de acercamiento a la figura materna ocurre en una fase posterior ... [al embarazarse durante la edad adulta! Cuando coexisten adolescencia y embarazo, además de que las demandas de ambas crisis entran en competencia, sucede que las necesidades de autonomía de la primera entran en conflicto con las de dependencia y cercanía del segundo. El resultado es que se hacen particularmente difíciles tanto el logro de la plena autonomía y separación de la madre, como la posibilidad de incorporar a la madre e identificarse con sus funciones maternas. Con frecuencia sucede que la cercanía con la madre, tan necesaria para la embarazada, desetnhoca en estos casos en un reengolfamiento de la adolescente, debido a que no ha tenido tiempo de consolidar una adecuada separación e independencia de su madre. De allí la frecuencia con la que predomina en estos casos la identificación primordial -y potencialmente patogénica- con el feto, en vez de la identificación con la propia madre (Vives, 1991). Respecto de la primera condición descrita, tenemos la impresión de que en las niñas prepúberes -las que tienen que ir haciéndose cargo de sus hermanitos menores conforme éstos van naciendo e ir asumiendo con ellos el rol de madres sustitutas- hay un proceso de adolescencia abortada, ya que ésta no se lleva a cabo, por lo que este tipo de niñas serán mujeres que tiendan a presentar déficits importantes en su capacidad de ser femeninas y sensuales, así comopara desempeñar con un mínimo de adecuación el papel de parejas con sus maridos o compañeros. En estas circunstancias, el pobre desarrollo de la segunda y tercera fases de la identidad femenina provocará que se estructure una precaria 774 Juan Vives R. y Teresa Lartigue de Vives identidad como sujeto sexual y, por lo tanto, un desempeño limitado en su orientación vincular con el sexo opuesto; existiendo, por el contrario, una hipertrofia del rol materno. Es importante hacer notar, sin embargo, que esta hipertrofia será más aparente que real debido a ciertas características peculiares, ya que estas funciones se comenzaron a desempeñar durante una fase del desarrollo en la que aún no había aparecido la capacidad para el pensamiento abstracto, ni se había establecido la primacía del principio de realidad y el pensamiento típico del proceso secundario; y, principalmente, porque no se había desarrollado aún la capacidad de contención y neutralización de las pulsiones de los bebés a su cargo (Vives et al., 1991). En relación a las adolescentes que se embarazan, lo que ocurre es una enorme complejización de todo el proceso por la sumación de las crisis de cada uno de ellos. En estas jóvenes pueden rastrearse cuatro diferentes tipos de evolución: al En primer lugar, aquellas jóvenes que acuden al aborto provocado con el fin de "proteger" su proceso adolescente. En estos casos resulta útil el poder distinguir entre aquellas en las que el aborto es una decisión tomada luego de una evaluación realista y consciente de su situación, y aquellas otras en las que la interrupción del embarazo es una forma de exteriorizar conflictos derivados, entre otros múltiples factores, de una mala relación con la madre y que suelen llevarlas a una repetición compulsiva tanto del embarazo como de los procesos abortivos. b] En segundo término, están las adolescentes que, al no poder superar ambas crisis, pueden hacer una grave regresión adaptativa e instalarse en fases muy pretéritas del desarrollo -tanto psicosexual como del yopor lo cual se estacionan en puntos de fijación de la infancia en los que permanecen detenidas a partir de entonces, no pudiendo así cumplir sus funciones como madres de sus propios hijos y necesitando, por el contrario, de una madre que se haga cargo eternamente de ellas y respecto de la cual nunca pueden acabar de establecer una separación-individuación. En estos casos es frecuente que el cuadro clínico resultante tenga características como las descritas en la estructuración borderline de la personalidad y que no sólo no se desarrolle la capacidad de maternaje como parte de la identidad femenina, sino que la regresión provoque que la posibilidad de un desempeño sexual adecuado con la pareja quede seriamente comprometida. el En otras ocasiones, en tercer lugar, están las adolescentes embarazadas que, ante la necesidad de enfrentar el cabalgamiento de ambas crisis del desarrollo y ante la imposibilidad de superarlas, hacen un movimiento defensivo, diferente del anterior, gracias al cual se quedan fijadas en esta fase del desarrollo psicosexual, por lo que permanecen como eternas adolescentes, hijas de familia en las que no acaba de Vicisitudes de la identidad femenina en la maternidad precoz 775 llevarse a cabo la segunda fase de separación-individuación y que nunca pueden llegar a separarse del todo de sus familias de origen (y, cuando han contraído matrimonio, siguen estando más ligadas emocionalmente a sus respectivas madres que a sus cónyuges). En estos casos, si bien es cierto que se conserva la incorporación de la identificación con la segunda y tercera etapas de la identidad femenina -es decir, la adolescente tiene acceso a una identidad de rol de género y a una orientación psicosexual de tipo heterosexual-, no puede integrar, sin embargo, las funciones maternas como parte de su representación de sí misma. De esta forma, estas adolescentes tienden a descargar sus responsabilidades maternas en sus propias madres, quienes son las que se hacen cargo de los bebés de sus hijas, mientras que la conducta de estas últimas se mantiene fijada en el caos típico y vaivenes constantes de la adolescencia. d] En cuarto y último término, ocurre en ocasiones que la adolescente embarazada puede hacer frente a las enormes demandas emocionales que ambas crisis le imponen y desemboca, al final del complejo proceso gestacional, en la adquisición de un nuevo nivel madurativo en la estructuración de su personalidad, nivel que incluye la adquisición de la multimencionada cuarta etapa en la conformación de su identidad, con la incorporación del rol materno comoparte de la misma. Posteriormente,las diferentes etapas madurativas en la interacción materno-infantil determinarán la consolidación de una identidad como una "madre suficientemente buena", o por el contrario, la autoimagen de una madre inadecuada y fallida. Sólo nos quedaría mencionar la posibilidad de rectificación y reparación potencial que significa la siguiente etapa del ciclovital femenino, con la adquisición del rol de abuela en el que la mujer puede tener la oportunidad de establecer un vínculo más maduro y que constituye una de las últimas etapas en la estructuración de la identidad femenina. Bibliografía Abraham, K. (1916): "La primera etapa pregenital de la libido", en Psicoanálisis clínico, trad. de D. R. Wagner, Hormé, Buenos Aires, pp. 189-212. [REV. 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