PRIMAR POR PERDER O EMPATAR YA ES DELITO Pedro Soriano Mendiara. Abogado de JAUSAS Como cada año, se acerca la última jornada de la Liga de Futbol Profesional y algunos equipos (seis en esta ocasión, nada menos) corren el riesgo de descender de categoría debido a sus malos resultados a lo largo de la temporada. También como cada año, se ha iniciado la rumorología acerca de los posibles “incentivos económicos” (léase maletines llenos de dinero) que algunos de los rivales de esos equipos, que ya han cumplido sus objetivos de la temporada, pueden recibir para derrotar a sus rivales o, peor, dejarse ganar (o empatar) por ellos. Esta práctica es desgraciadamente conocida en nuestro país. Sin ir más lejos, la temporada pasada, cierto equipo que militaba entonces en Segunda ofreció importantes sumas de dinero al menos a otros dos para que se dejaran ganar. Desde el punto de vista del Derecho penal, este tipo de conductas, por inmorales que pudieran parecer, no estaban castigadas en nuestro país. Hasta ahora. El nuevo artículo 286 bis 4 del Código Penal (que entró en vigor a finales de diciembre pasado) castiga a los directivos, administradores, empleados o colaboradores de una entidad deportiva, así como a los deportistas, árbitros o jueces, respecto de aquellas conductas que tengan por finalidad “predeterminar o alterar de manera deliberada y fraudulenta el resultado de una prueba, encuentro o competición deportiva profesionales”. La pena impuesta es de cierta gravedad (entre los seis meses a cuatro años de prisión). Una de las cuestiones más controvertidas a raíz de la entrada en vigor de este artículo del Código Penal es el problema de las primas a terceros por ganar. ¿Es eso realmente delito? La opinión de la mayoría de los penalistas al respecto (que también es la del autor de este artículo) es que no: si un equipo ofrece primas a otro por ganar un partido, en principio esa conducta no debería ser considerada penalmente punible porque los jugadores del equipo que recibe el incentivo no están incumpliendo sus obligaciones, ni predeterminando o alterando de manera “deliberada y fraudulenta” el resultado del encuentro. Están cumpliendo con su obligación, que es competir para intentar ganar. Cuestión distinta, por supuesto, es recibir la prima para empatar, y no digamos ya para perder. Aquí evidentemente sí se produce un incumplimiento de sus obligaciones por parte de quién reciba el incentivo (que puede ser no sólo el jugador, sino también el entrenador, o cualquier otro empleado del club), y se comete el delito, por cuanto la obligación de un deportista es competir lo mejor posible. Y lo mejor posible sólo puede significar para ganar. Merece la pena señalar algunas particularidades en relación con estos incentivos. En primer lugar, aunque la imagen que tradicionalmente tenemos en la cabeza es la de los maletines llenos de dinero en efectivo, el Código Penal señala que el beneficio o la ventaja que se ofrezca por el corruptor puede ser “de cualquier naturaleza”, lo que incluye todo tipo de gratificaciones o consecuencias ventajosas para el corrompido (desde la gratificación dineraria hasta el favor sexual). Por otra parte, también es destacable que el delito se comete con la mera promesa, ofrecimiento o concesión del beneficio, por parte del corruptor, o con la simple aceptación del mismo, por parte del corrompido, sin necesidad de que se consume la transacción corrupta. Por último, el aficionado suele pensar que el soborno tiende a dirigirse a los jugadores, o en su caso, al árbitro. El Código Penal se cura en salud y no sólo abarca a éstos como posibles sujetos corrompidos, sino que incluye también a todo tipo de trabajadores de la entidad (entre ellos, el entrenador, por cuanto una forma muy sencilla de predeterminar y alterar fraudulentamente el resultado de un encuentro es no alinear a los mejores jugadores del equipo, dejándolos en el banquillo). Esta reforma es indiscutiblemente un paso adelante en la lucha contra la corrupción en el deporte, aunque se echa de menos una referencia expresa a los otros posibles grandes interesados en alterar fraudulentamente los resultados de las competiciones deportivas: aquéllos que efectúan apuestas sobre las mismas: corredores, casas de apuestas o incluso grupos del crimen organizado con intereses en un concreto resultado deportivo.