CONSTITUCIÓN Y DERECHO PENAL ECONÓMICO. BREVE ESTUDIO COMPARATIVO A LA LUZ DEL DERECHO ESPAÑOL Y PERUANO1. D. Luis Miguel Reyna Alfaro Abogado por la Universidad de San Martín de Porres (Lima-Perú), SUMARIO: I.- CONSIDERACIONES ECONÓMICA Y ECONOMÍA PRELIMINARES; (SOCIAL) DE II.- CONSTITUCIÓN MERCADO; III.- LA CONSTITUCIÓN ECONÓMICA EN ESPAÑA Y EN EL PERÚ; 1.- La Constitución Económica en España; 2.- La Constitución Económica en el Perú; IV.- EL DERECHO PENAL ECONÓMICO EN ESPAÑA Y EN EL PERÚ; 1.- En España; 2.- En el Perú; V.- CONCLUSIONES. I.- CONSIDERACIONES PRELIMINARES Desde ya hace bastantes años atrás, los estudiosos del Derecho Penal han remarcado la influencia que la Constitución ejerce sobre ésta rama del ordenamiento jurídico, no resulta raro que se hable, como lo hace Arroyo Zapatero, de un "Programa Penal de la Constitución"2. Ello resulta obvio en la medida que la carta fundamental contiene principios de carácter general y que resulten además vinculantes, tanto para el legislador como para los tribunales, en la conformación del ordenamiento jurídico 3 lo que ha sido bien remarcado por Bricola al señalar que la relación entre las leyes penales y las 1 Abreviaturas: C.E.: Constitución Española, C.P.: Constitución Política del Perú (promulgada en 1993), C.P.E.: Código Penal Español, C.P.P.: Código Penal Peruano. 2 De ésta manera denomina Arroyo Zapatero al conjunto de postulados político criminales derivados de la constitución. Con mayor detalle en: Arroyo Zapatero, Luis. Fundamento y Función del Sistema Penal: El Programa Penal de la Constitución; en: Revista Jurídica de Castilla- La Mancha, n° 1, pág. 101. 3 Berdugo Gómez de la Torre, Ignacio/ Arroyo Zapatero, Luis/ García Rivas, Nicolás/ Ferre Olive, Juan Carlos & Serrano- Piedecasas, José Ramón. Manual de Derecho Penal- Parte General, Edit. Praxis, Barcelona, 1996; igualmente: Serrano- Piedecasas, José Ramón. Conocimiento Científico y Fundamentos del Derecho Penal, pág. 87, primera edición, Gráfica Horizonte, Lima, 1999. normas constitucionales es un capítulo fundamental de la Ciencia del Derecho penal en las que resulta indispensable profundizar4. Los lineamientos fijados por la Constitución han ejercido influencia, tanto en el proceso de criminalización primaria, esto es, la formación de la ley penal, como en el de criminalización secundaria, es decir, la aplicación de la misma. En cuanto al primer aspecto (criminalización primaria), resulta claro que el marco constitucional ha sido uno de los bastiones más sólidos y sobre el cual se ha elaborado gran parte de la doctrina jurídico-penal, sobre todo, aquel sector que adopta una postura de índole constitucional – estricto o extenso – en la determinación del bien jurídico penal 5, límite fundamental de la intervención punitiva del Estado6. Sin embargo, si bien la carta fundamental constituye un marco de obligada referencia para el legislador penal, ello no significa que sólo los intereses resguardados en dicha sede resulten susceptibles de tutela penal, el concepto de bien jurídico penal debe ser dotado de un contenido material más preciso, en éste sentido resulta preferible optar por una propuesta de índole sociológico- interaccionista, de mayor eficacia político criminal y a todas luces más seguro7. De allí que la Constitución, a nuestro entender, establezca sólo 4 Citado por: Rebollo Vargas, Rafael. Notas y Consecuencias de una Lectura Constitucional del Bien Jurídico Protegido en el T. XIX, L. II, del Código Penal Español (Delitos contra la Administración Pública), inédito, a publicarse en el Libro Homenaje al Prof. Marino Barbero Santos, Barcelona, 2000. 5 En la Doctrina Alemana: Sax, Walter. Grundsätze der Strafrechtsplege, in: Die Grundrechte, Handbuch der Theorie und Praxis der Grundechte, 2da. Edición, Dunker & Humbolt, Berlín, 1972; Rudolphi, Hans-Joachim. Die Verschiedenen Aspekte des Rechtsgutsbegriffs, F.S. R. M. Honig, Göttingen, pág. 164, 1970; el mismo. Los Diferentes Aspectos del Concepto de Bien Jurídico, trad. Enrique Bacigalupo, en: Nuevo Pensamiento Penal, año 4, n° 7, pág. 337, 1975; en la doctrina italiana: Bricola, Franco. Teoria Generale del Reato. Separata del Novissino Digesto Italiano, pág. 15 y ss., Torino, 1973; Pulitano, Domenico di. La Teoria del Bene Giuridico fra Codice e Constituzione, in: La Questione Criminale, n° 1, pág. 111, 1981; en la doctrina española: Berdugo Gómez de la Torre, Ignacio. Honor y Libertad de Expresión – Las Causas de Justificación en los Delitos contra el Honor, pág. 15-16, Edit. Tecnos, 1987; el mismo. El Contenido del Tipo del Injusto y Reflexiones sobre la Problemática del Bien Jurídico, ambos en: Temas de Derecho Penal, pág. 5 y ss. y 54-55, respectivamente, Cultural Cuzco, Lima, 1993; García Rivas, Nicolás. El Poder Punitivo en el Estado Democrático, pág. 46 y ss., Ediciones de la Universidad de Castilla- La Mancha, Cuenca, 1996; Alvarez García, Francisco Javier. Bien Jurídico y Constitución, en: Cuadernos de Política Criminal n° 43, pág. 20, 1991; González Rus, Juan José. Bien Jurídico y Constitución (Bases para una Teoría), pág. 23, Fundacion Juan March, Serie Universitaria 201, Madrid, 1983; Escriva Gregori, José. Algunas Consideraciones sobre Derecho Penal y Constitución, en: Papers n° 13, pág. 141 y ss., 1980; en la doctrina peruana, sólo: Abanto Vásquez, Manuel. Derecho Penal Económico. Consideraciones Jurídicas y Económicas, pág. 71, primera edición, Idemsa, Lima, 1997; el mismo: El Derecho de la Libre Competencia, pág. 25, primera edición, Edit. San Marcos, Lima, 1997. 6 En virtud al principio de exclusiva protección de bienes jurídicos, derivado del modelo de Estado Social y Democrático de Derecho que en sede constitucional adoptan España y Perú. 7 Sobre la concepción que adoptamos: Reyna Alfaro, Luis Miguel. La Utilización Abusiva de Información Privilegiada en el Derecho Penal. Análisis del Tipo de Injusto del art. 251-A del C.P Peruano, en: Cathedra. Revista editada por estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, n° 6, pág. 81-94, Lima, Julio de 2000; el mismo. Sobre el contenido lineamientos genéricos, coordenadas, dentro de cuyos límites debe actuar el legislador, no tratándose pues de una fuente única y exclusiva de bienes jurídicos8. En cuanto al proceso de criminalización secundaria, resulta evidente que éste se concretiza a través del proceso penal, en cuyo aspecto – siguiendo a Gómez Colomer9 - la influencia viene dada en tres aspectos: en cuanto se refiere a los derechos fundamentales de carácter procesal penal, a los principios básicos reguladores del proceso penal y a las normas que, al regular un proceso constitucional, permiten recurrir al órgano de control de la constitucionalidad (Tribunal Constitucional10) por infracción de los derechos constitucionales11. El presente trabajo tiene como objetivo analizar la incidencia de la Constitución Económica en los procesos de criminalización primaria, comparando las realidades jurídicas de España y Perú. II.- CONSTITUCIÓN ECONÓMICA y ECONOMÍA (SOCIAL) DE MERCADO. La carta política establece, a grosso modo 12, las directivas del modelo económico a seguir y los principios reguladores de la actividad económica y empresarial, principios que constituyen un marco de obligada observancia para el legislador, que deberá valorar negativamente las conductas que afecten el cumplimiento de material del Bien Jurídico- Penal, en: Revista Jurídica de la Associacao Mineira de Estudos da Justica Criminal- Estudos Jurídicos Homenagem ao promotor Cléber José Rodrigues, n° 1, ano 1, pág. 14 y ss., Julio de 2000, Governador Valadares (Minas Gerais), Brasil; Mir Puig, Santiago. El Derecho Penal en el Estado Social y Democrático de Derecho, pág. 162 y ss., Edit. Ariel, Barcelona; Rodríguez Mourullo, Gonzalo. Directrices Político Criminales del Anteproyecto de Código Penal, en: A.A.V.V., Política Criminal y Reforma del Derecho Penal, pág. 321 y ss., Edit. Temis, Bogotá, 1982; Bustos Ramírez, Juan & Valenzuela Bejas, Manuel. Derecho Penal Latinoamericano Comparado, Tomo I, pág. 130-131, Ediciones Depalma, Buenos aires, 1981; Caro Coria, Dino Carlos. Derecho Penal del Ambiente. Delitos y Técnicas de Tipificación, pág. 41 y ss., primera edición, Edit. Gráfica Horizonte, Lima, 1999; el mismo. Sobre la Moderna Teoría del Bien Jurídico-Penal en España y el Rechazo del Funcionalismo Sistémico de Jakobs, en: Themis n° 35, pág. 161, Lima, 1997. 8 Hurtado Pozo, José. Manual de Derecho Penal- Parte General, pág. 37 a 41, segunda edición, Eddili, Lima, 1987; Mazuelos Coello, Julio. El Bien Jurídico Penal, en: el mismo. Control Social y Dogmática Penal, pág. 72, primera edición, Edit. San Marcos, Lima, 1995. 9 Gómez Colomer, Juan- Luis. La Constitucionalización del Proceso Penal Español, en: el mismo. El Proceso Penal en el Estado de Derecho. Diez estudios doctrinales, pág. 18, primera edición, Edit. Palestra, Lima, 1999. 10 Sobre los procesos constitucionales en el Perú: Díaz Zegarra. Walter. Los Procesos Constitucionales, primera edición, Edit. Palestra, Lima, 1999. 11 Véase: San Martín Castro, César. Derecho Procesal Penal, Volumen I, pág. 49 y ss., primera edición, Edit. Grijley, Lima, 1999. 12 Decimos esto en la medida que la Constitución, como señala Terradillos Basoco: “no diseña un modelo económico completo y cerrado, sino ambiguo”, con mayor detalle: Terradillos Basoco, Juan. Derecho Penal de la Empresa, en: Mazuelos Coello, Julio (Coordinador). Derecho Penal Económico y de la Empresa, pág. 58, primera edición, Edit. San Marcos, Lima, 1996. las premisas propias del modelo económico planteado en la constitución 13, sin que ello signifique – como ya hemos advertido - que los procesos de criminalización primaria, esto es, de formación de la ley penal, deban quedar resueltos únicamente con el recurso a la Constitución, pues si bien las Constituciones Modernas poseen un catálogo mas o menos o amplio de intereses tutelado, lo cierto es que resulta imposible comprender en la norma fundamental la totalidad de intereses socialmente valiosos14. Estas premisas constitucionales en materia económica constituyen lo que se denomina “Constitución Económica” (“Wirstschftsverfassung”), en la cual se engloba las concepciones fundamentales del Estado en materia económica 15 y que en el caso de España y Perú se refieren a los Títulos VII (“Economía y Hacienda”) y III (“Régimen Económico”) de las Constituciones Políticas de 1978 y 1993, respectivamente. Los principios reguladores de la actividad económica son, en términos generales, similares en España y Perú, en la medida que sus Cartas Fundamentales adoptan el modelo económico (social) de mercado, esquema imperante en la mayoría de países, sobre todo a partir de la caída de los sistemas de economía planificada o de intervención. El modelo de Economía (Social) de Mercado resulta aceptado, con algunas variaciones según el país del que se trate, tanto por naciones en desarrollo como en países en vías del mismo16. El referido modelo económico tiene sus orígenes en la llamada “Escuela de Friburgo”, en el pensamiento de Erhard, quien, según Ropke anota, inició: “un capítulo en la historia de la economía” 17, aunque en realidad dicha expresión fuera 13 De similar idea Arroyo Zapatero en: Arroyo Zapatero, Luis. Los Delitos contra el Orden Socioeconómico en el nuevo Código Penal de 1995, en: Revista Peruana de Ciencias Penales, n° 7/8, pág. 620, Lima, 1999. 14 Terradillos Basoco, Juan. art. cit., 60; Hurtado Pozo, José. Manual de Derecho PenalParte General, pág. 38 y ss. 15 Este término, como Lojendio e Irure anota, fue introducido por Beckrath, en 1932, sin embargo su desarrollo fue abandonado hasta la década de los 70’s; Lojendio e Irure, Ignacio de María. Derecho Constitucional Económico, en: Revista de Derecho Privado, pág. 82-83, Madrid, 1977; del mismo parecer: Fernández Segado, Francisco. El Sistema Constitucional Español, pág. 514, Edit. Dykinson, Madrid, 1992; Ochoa Cardich, César. Constitución y Economía de Mercado, en: Derecho. Revista de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, n° 39, pág. 231, Lima, 1985; en contra Blume Fortini, para quien ha sido Carl Schmitt quien introduce dicho término en la literatura constitucional, al respecto: Blume Fortini, Ernesto. La Constitución Económica Peruana y el Derecho de la Competencia, en: Themis n° 36, pág. 30, Lima, 1997 16 Abanto Vásquez, Manuel. El Derecho de la Libre Competencia, pág. 21; el mismo. Derecho Penal Económico, pág. 20-21. 17 Ropke, Wilhelm. Más Allá de la Oferta y la Demanda, pág. 42, Fomento de Cultura Ediciones, Valencia; Ocampo Vásquez, Fernando. La Posición de Dominio en el Mercado: Entre el Uso y el Abuso, en: Ius Et Veritas, n° 10, pág. 305, nota 01, Lima, 1995. empleada primigeniamente por Müller- Armack18. Sin embargo, no es sino hasta la reforma monetaria alemana de 1948 que dichos postulados teóricos son llevados a la práctica19, produciéndose el llamado “Milagro Alemán”. Sobre la añadidura del componente “social” al modelo de Economía de Mercado, surgen variados cuestionamientos, para algunos autores, sólo se trata de un “fraude de etiquetas” realizado por los neoliberales en su afán de disfrazar su modelo de “laissez faire”20, en tanto que para otros constituye una estrategia política destinada a lograr la aceptación del modelo económico por parte de los sectores de tendencia socialista21. Respecto a la cuestión planteada, resulta claro, en esto coincido con Schwartz y von Hayek, que el término “social” se encuentra destinado a remarcar un componente inmanente al modelo de Economía de Mercado, es decir, no es que se hable de una Economía (Social) de Mercado “porque el sistema capitalista necesitara la corrección de hacerse más social de lo que es, sino por que el sistema capitalista o el sistema de mercado, lo consideraba Erhard un sistema social ya de por sí”22. Hecha ésta aclaración, resulta claro que el denominador “social” no hace al modelo más o menos “social”, serán las directrices que constitucionalmente se adopten las que reflejen la existencia de un modelo más o menos intervencionista, de un modelo cerrado o abierto. La Economía (Social) de Mercado se caracteriza, principalmente, aunque no únicamente, por el papel subsidiario o supletorio que en él desempeña el Estado, hecho que se puede sintetizar en la conocida frase: “The less goverment, the better” (“El menor Estado, el mejor”)23. Esta concepción, como es lógico, se opone 18 Katz, Ernesto. Acerca del Orden Económico de Alemania Occidental y de sus Aspectos Constitucionales y Laborales, Jurisprudencia Argentina, pág. 131-132, Buenos Aires, 1970. 19 Tietmeyer, Hans. Las Bases Históricas de la Economía Social de Mercado en la República Federal Alemana, en: A.A.V.V., Economía Social de Mercado, pág. 32, Lima, 1980. 20 En éste sentido: Katz, Ernesto. art. cit., pág. 128. 21 Mestaecker, Ernst. Debates, en: Ponencias del Simposio “Democracia y Economía de Mercado”, Instituto Libertad y Democracia, pág. 226, Lima, 1981. 22 Schwartz, Pedro. El Derecho de Propiedad como baluarte del Hombre y el Ciudadano, en: Democracia y Economía de Mercado, pág. 150. 23 Sobre el rol del Estado en éste modelo, resultan claras las palabras de Friedman y von Hayek, para el primero, es papel del Estado el “mantenimiento de la ley y el orden para impedir el uso de la fuerza de un individuo sobre otro, para hacer cumplir los contratos contraídos voluntariamente, definir el significado de los derechos de propiedad, interpretar y hacer cumplir esos derechos y mantener la estructura monetaria”, en tanto que von Hayek, en la misma línea de argumentación, señala: “el gobierno debe efectivamente ser irresistiblemente fuerte para aplicar la ley, refiriéndome con ello a las reglas de conducta de los individuos entre si”; al respecto: Friedman, Milton. Capitalismo y Libertad, pág. 45, Madrid, 1966; Hayek, Friedrich von. Democracia y Economía de Mercado, pág. 234. Remarcando también el papel del Estado en el referido Modelo Económico: Fernández- a los clásicos modelos de intervención, en los cuales el Estado cumplía un papel de “gendarme” de los procesos de producción y distribución de la riqueza 24. En éste orden de ideas resulta por demás claro que el Estado cumple tan sólo un papel coordinador, integrador y supletorio 25, caso contrario, su intervención puede terminar por deprimir la actividad del sector privado, generando consecuencias negativas en la economía nacional26. Otra característica saltante del modelo económico en estudio, resulta ser la libertad de iniciativa privada, recogida por el art. 38 de la C.E 27 y el art. 58 de la C.P28. En este punto cabe apreciar que si bien en ambos textos constitucionales se eleva a rango constitucional la “libertad de empresa”, lo cierto es que la C.E concede un mayor grado de resguardo, en la medida que lo comprende como derecho fundamental, ante cuya violación podrá recurrirse al órgano de control de la constitucionalidad29, lo que no ocurre en el Perú. La igualdad jurídica entre los competidores es elevada también a rango constitucional, tanto en España como en el Perú, la C.E. lo hace en su art. 9.2, aceptando un régimen de igualdad entre la iniciativa privada y la pública, aunque, conforme a lo estipulado en el art. 128.2 constitucional, puede reservarse a ésta última recursos o servicios esenciales y acordar la intervención en empresas por razones de interés general. En el Perú dicho principio se halla contenido en el art. 2.2 de la C.P., cuyo antecedente es posible ubicarlo en el art. 112 de la C.P. de 1979, cuya fuente fue a su vez la C.E. Finalmente, cabe mencionar el principio de libre concurrencia, por el cual se garantiza a todos los ciudadanos la libertad de concurrencia en el Mercado y se rechazan las conductas que impliquen un abuso de posición dominante en el mercado. Baca, Jorge. El Rol del Estado en una Economía de Mercado: La Labor del Indecopi, en: Ius Et Veritas, n° 8, pág. 218 y ss., Lima, 1995, aunque para éste autor, siguiendo a Locke y Hobbes, la función del Estado en la Economía de Mercado es la de establecer “un marco legal que defina donde comienzan y donde terminan los derechos de cada individuo”. 24 Ochoa Cardich, César. art. cit., pág. 231-232. 25 Sánchez Agesta, Luis, citado por Ochoa Cardich, César. art. cit., pág. 233. 26 Guerrero, Roberto. La Constitución Económica, en: Revista Chilena de Derecho, Vol. 6, n° 1-4, pág. 81, Santiago, 1979. 27 Art. 38 de la C.E.: “ Se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado. Los poderes públicos garantizan y protegen su ejercicio y la defensa de la productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía general y, en su caso, de la planificación”. 28 Art. 58 de la C.P.: “La iniciativa privada es libre. Se ejerce en una economía social de mercado. Bajo este régimen, el Estado orienta el desarrollo del país, y actúa principalmente en las áreas de promoción de empleo, salud, educación, seguridad, servicios públicos e infraestructura”. 29 Art. 53.1 y 161.1.a) de la C.E. III.- LA CONSTITUCIÓN ECONÓMICA EN ESPAÑA Y EL PERÚ 1.- La Constitución Económica en España. Conforme a lo expuesto líneas arriba, es el art. 38 de la C.E la que establece el modelo económico a seguir en España, sin embargo, la doctrina no ha sido uniforme al definir el contenido del mandato contenido en el art. 38 constitucional, existen dos posiciones encontradas respecto a su interpretación. La primera de las posturas considera que la Constitución Económica española se incorpora en la línea de la Economía de Mercado neocapitalista o de competencia imperfecta30, así se han pronunciado Alzaga Villaamil31 y García- Pelayo32, entre otros. El otro sector considera que la Constitución Económica Española resulta ambigua, de allí que se diga que se mueve dentro de parámetros que pueden ser empleados por prácticamente todos los esquemas políticos, así las cosas, la C.E. reconocería un sistema de Economía mixta, opuesto al capitalismo a ultranza y la planificación total33. Esto se debería, según entiende Bajo Fernández, al hecho que la Constitución Económica Española, al igual que los textos constitucionales que le sirvieron de fuente, surgió como consecuencia de la pugna entre diversas fuerzas políticas, todo lo cual derivo en la ambigüedad del actual texto constitucional económico34. 30 La competencia perfecta, como muchos autores han sostenido, no existe, es sólo un modelo teórico a aplicar, de allí que se entienda que la competencia es siempre imperfecta. 31 Alzaga Villaamil, Oscar, la Constitución Española de 1978 (comentario sistemático), pág. 307, Ediciones del Foro, Madrid, 1978. 32 García-Pelayo, Manuel. Consideraciones sobre las Cláusulas Económicas de la Constitución, en: Ramírez, Manuel (Editor), Estudios sobre la Constitución Española de 1978, pág. 51, Libros Portico, Zaragoza, 1979. Sin embargo, señala que de ello no puede derivarse que la Constitución imponga un determinado modelo económico, lo que sólo ha ocurrido en modelos de corte socialista. 33 Al respecto, sin ánimo de ser exhaustivos: Bajo Fernández, Miguel. La Constitución Económica Española y el Derecho Penal, en: A.A.V.V., Repercusiones de la Constitución en el Derecho Penal, Algunos Problemas Específicos, pág. 166, Publicaciones de la Universidad de Deusto, 1983; Caro Coria, Dino Carlos. Derecho Penal del Ambiente. Delitos y Técnicas de Tipificación, pág. 93, primera edición, Gráfica Horizonte, Lima, Agosto de 1999; Cazorla Prieto, Luis. en: A.A.V.V., Comentarios a la Constitución, pág. 729, Segunda Edición, Civitas, Madrid, 1985; De Juan Asenjo, Oscar. La Constitución Económica Española. Iniciativa Económica Pública “versus” Iniciativa Económica ¨rivada en la CE de 1978, pág. 68, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984; García Cotarelo, R. El Régimen Económico-Social de la Constitución Española, en: A.A.V.V., Lecturas sobre la Constitución Española, Tomo I, pág.83, UNED, Madrid, 1978; Lucas Verdu, Pablo. Curso de Derecho Político, Tomo IV, pág. 349 y ss., Edit. Tecnos, Madrid, 1984. 34 Bajo Fernández, Miguel. Derecho Penal Económico: Desarrollo Económico, Protección Penal y Cuestiones Político/Criminales, pág. 131. Si bien puede que las directrices económicas contenidas en la C.E. admitan varias interpretaciones, lo cierto es que estas tienen un cariz predominante: el capitalista, sin dejar de tomar en consideración las variantes sociales que se desprenden de su texto, entre las que podemos citar, siguiendo a Bajo Fernández35: las limitaciones presentadas por las exigencias de la economía general y la planificación (art. 138 y 131.1 C.E.), el principio de la subordinación de la riqueza del país al interés general (art. 128.1 C.E), la iniciativa pública bajo el principio del monopolio e intervención de empresas (art. 182.2 C.E.), la defensa de los consumidores (art. 51 C.E.), los objetivos de un “orden económico y social justo” (preámbulo de la C.E.), la promoción de la igualdad real y efectiva del individuo y de los grupos a la participación de todos los ciudadanos en la vida económica (art. 9.2 C.E.) y la participación de los trabajadores en la empresa con fomento de las cooperativas (art. 29.2 C.E). 2.- La Constitución Económica en el Perú. La Carta Política vigente en el Perú es la Constitución de 1993, que derogó la de 1979, ésta última influenciada en gran medida por la C.E. promulgada tan sólo un año antes. El modelo económico adoptado en la Constitución Política de 1979 era un modelo mixto de tipo social, de economía de mercado social cerrado 36, en éste sentido establecía: “La iniciativa privada es libre. Se ejerce en una economía social de mercado. El Estado estimula y reglamenta su ejercicio para armonizarlo con el interés social” (art. 115 de la Constitución Política de 1979) 37. Sin embargo, la intervención excesiva del Estado en las actividades productivas o de servicios y el tratamiento exageradamente desigualmente que se otorgaba a las inversiones nacionales respecto a las extranjeras, hacían del modelo económico constitucionalmente adoptado inconveniente para enfrentarse con éxito a los nuevos requerimientos económicos, propios del modelo de economía de mercado abierta, plasmada en la Constitución Política vigente 38. 35 Ibid., pág. 130-131. 36 Sobre el régimen económico en dicha constitución: Chirinos Soto, Enrique. La Nueva Constitución al Alcance de Todos, pág. 121 y ss., cuarta edición, Afa editores, Lima, 1986; García Belaunde, Domingo. La Constitución Económica Peruana (la dimensión económica formal), en: Revista Peruana de Derecho de la Empresa, n° 20, pág. 1 y ss., Lima, 1986. 37 Véase: Abanto Vásquez, Manuel A. ob. cit., pág. 33. 38 Como bien advierte Torres y Torres, la Constitución de 1979 se agrupa dentro del denominado constitucionalismo social, que caracterizo a la Constitución de Queretaro en México (1917) o la de Weimar en Alemania (1919), no obstante, si bien dicho modelo resultó ser la síntesis ideológica de su tiempo, esto fue 40 o 50 años atrás. Al respecto consultar: Torres y Torres Lara, Carlos. La Constitución Económica en el Perú (La Economía según la Constitución de 1993), pág. 20, Desarrollo y Paz Editores, Lima, 1994. Con No existía una verdadera libertad económica ante la posibilidad latente de la intervención estatal por cuestiones de “interés social”, concepto cuya ambigüedad propicio el beneficio de unos pocos grupos económicos mediante subsidios, excesivos costos laborales, otorgamiento de concesiones, etc. 39. La existencia de monopolios estatales, empleando las palabras de Tiedemann, "se reconduce, en gran medida, a la ausencia de competencia, y la miseria económica de numerosos países en desarrollo"40, circunstancia que como bien agrega: "se relaciona ante todo con la carencia de reglas de juego claras y con su aplicación"41. La Constitución Política de 1993, si bien mantiene el modelo de economía social de mercado42, adoptado por su antecedente de 1979, adopta en cambio una formula mucho más abierta, sin llegar al liberalismo propio del “laissez faire” – dejar hacer, dejar pasar – modelo en el cual el Estado asume una actitud de abstención total, que permitiría la aparición de mecanismos de distorsión del mercado (por ejemplo, los monopolios), la función del Estado es la de resguardar el modelo económico constitucionalmente adoptado43. Entre las notas características del régimen económico en la vigente carta política tenemos: Se pretende eliminar todo tipo de apoyo a los diversos sectores empresariales, sean privados, cooperativos o de tipo social, salvo el apoyo a la pequeña empresa. Se prioriza la intervención estatal, principalmente, a las áreas de promoción del empleo, salud, educación, seguridad, servicios públicos e infraestructura 44. idéntica orientación en: Preguntas y Respuestas sobre la Nueva Constitución, Desarrollo y Paz Editores, Lima, 1994. 39 De Los Heros, Alfonso. The Constitucional Reform, en: Doing Business in Perú: The New Legal Framework, Promperú, segunda edición, 1994. 40 Tiedemann, Klaus. Presente y Futuro del Derecho Penal Económico, en: Debate Penal, nº 14, pág. 145, Lima, 1997. 41 Ibid., pág. 146. 42 Art. 58 C.P. 43 En similar orden, Meini Méndez al afirmar que “Nuestro orden económico en tanto economía social de mercado, es una matización intermedia de estos dos modelos económicos – se refiere a la economía liberal y la de intervención – que se acerca mucho más al primero que al segundo”; Meini Méndez, Ivan Fabio. La Responsabilidad Penal de las Personas Jurídicas, pág. 63, primera edición, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999; Igualmente, Abanto Vásquez: “La nueva Constitución de 1993 vino a reafirmar los principios económicos de la anterior (....). Se observa, sin embargo, una diferencia de grado: la actual Constitución es más liberal que la anterior, pues ha introducido cambios para limitar la intervención estatal en la economía”, en: Abanto Vásquez, Manuel. Derecho Penal Económico, pág. 34. 44 Compárese con el art. 116 de la Constitución de 1979. Se robustece la libertad de contratación, impidiendo la modificación de los contratos mediante leyes. La estabilidad y confianza en el ámbito de la contratación son indispensables para lograr mantener la inversión en el país y atraer nuevos capitales. En el sector empresarial, el Estado ha dejado de ejercer control en las unidades de producción y de servicios, a diferencia de la Constitución de 1979 que les exigía eficiencia y contribución al bien común45. La actual ley fundamental desplaza el control hacía la defensa del consumidor, en éste sentido resulta didáctico lo expresado por Torres y Torres: “El centro del Derecho empresarial deja de ser la empresa misma, para trasladarse a la relación "empresa consumidor", que es donde el Estado ahora puede jugar un papel mas objetivo (art.65). La eficiencia resulta autocontrolada bajo la presión de la competencia internacional y el bien común se concentra fundamentalmente en la calidad y los precios”46. Se promueve la libertad de competencia mediante la prohibición del abuso de posición dominante en el mercado y monopolios (art. 61 de la Constitución Política vigente). El marco constitucional del Derecho Penal Económico y de la Empresa en el Perú es similar al de España, en el que se garantiza “la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado” (art. 38 de la Constitución española), adoptándose así una economía de mercado consecuente con el modelo de Estado social y democrático de derecho que en sede constitucional adopta (art. 1 de la 47 Constitución española) . IV.- EL DERECHO PENAL ECONOMICO EN ESPAÑA Y EL PERÚ 1.- En España En España, es desde el año 1977 en que comenzó a aflorar la llamada “reforma penal de la Democracia”48, con la incorporación al Código penal del Delito Fiscal, reformado y ampliado con los delitos contables y el fraude de subvenciones, en 1985 y 1995, respectivamente, el delito de control de cambios en 1979, reformado en 1983, delitos de contrabando en 1982, hasta la reforma parcial de 45 Compárese con el art. 130 de la Constitución de 1979. 46 Torres y Torres Lara , Carlos. La Constitución Económica…., pág. 33. 47 Tiedemann, Klaus. Presente y Futuro….., pág. 145. 48 Arroyo Zapatero, Luis. Los Delitos contra el Orden Socioeconómico en el Nuevo Código Penal de 1995, en: Revista Peruana de Ciencias penales, n° 7/8, pág. 620, Lima, 1999. 1983 que incorporó la cláusula del actuar por otro (art. 15 bis del C.P.E. derogado) y otra para el delito continuado (art. 69 bis C.P.E. derogado). Estas innovaciones legislativas se fueron aunando a otras figuras ya comprendidas en el ordenamiento jurídico penal español, como es el caso de los delitos contra la seguridad y la libertad de trabajo, delitos contra los derechos intelectuales, etc. Es de recalcar que toda esta normativa no es producto de la casualidad, sino que se corresponde con las necesidades de la sociedad hispana que, como Arroyo Zapatero anota, tienen su plasmación jurídica en la Constitución Política 49. Con el Código Penal de 1995, llamado por un sector de la doctrina española como el “Código Penal de la Democracia”50, se completo en gran medida la intención de coordinar los postulados constitucionales con el ordenamiento jurídico penal, incorporándose una serie de comportamientos delictivos de nuevo cuño, así se introdujo algunos fraudes contra la seguridad social, la obtención fraudulenta de fondos, la publicidad engañosa y el abuso de información privilegiada, entre otros. 2.- En el Perú51. En nuestro país los antecedentes más remotos de regulación en materia penal económico los podemos encontrar en la Ley contra el delito de Contrabando (7 de Enero de 1896), que castigaba dicho delito con penas de comiso, multa y pena 52 corporal aflictiva . El Código Penal de 1924 comprende también éste delito, aunque su tipificación era bastante inexacta, así es pues que en el inc. 5 del art. 53 246 , se catalogaba como defraudación los actos de fraude cometidos “en perjuicio de alguna administración pública”. Posteriormente, aparece la Ley Represora del Contrabando (Ley 16185 del 28 de Junio de 1966) que complementa la regulación del llamado Código Maurtua. Otro de los antecedentes legislativos en ésta materia es la Ley contra la Adulteración, Acaparamiento y Especulación (Decreto Ley nº 21411 del 3 de Febrero de 1976), que prescribe como delitos la realización reincidente de actos de adulteración, acaparamiento y especulación. La sistemática de éste dispositivo resulta criticable, en primer lugar, se establecía los supuestos de hecho que 49 Ibid., pág. 620-621. 50 Arroyo Zapatero, Luis. El Código Penal de la Democracia, prólogo a la edición especial, en: Revista Peruana de Ciencias penales, n° 7/8, pág. 15 y ss., Lima, 1999. 51 Reyna Alfaro, Luis Miguel. Algunas Nociones Básicas del Derecho Penal Económico y de la Empresa: Antecedentes Históricos, Conceptos, Características y Diferencias, en: Derecho y Empresa- Revista de Doctrina, Legislación y Jurisprudencia, año III, n° 2, pág. A49-A50, Trujillo, 2000. 52 García Rada, Domingo. El Delito Tributario, pág. 277, Lima, 1975. 53 Ibid. 54 constituían adulteración, acaparamiento y especulación , estableciendo sanciones administrativas comunes a todos los comportamientos, entre ellas incluso 55 detención no menor de 5 ni mayor de 40 días y la expulsión del país , encargándose la aplicación de las respectivas sanciones a los Ministerios bajo cuya competencia se encontraba la actividad sancionada o los Tribunales contra la 56 adulteración, acaparamiento y especulación que en ese entonces existía . El delito de adulteración, acaparamiento y especulación se configuraba, no con la realización de un comportamiento especialmente dañoso, sino cuando el infractor hubiere sido sancionado, por similares hechos, con dos fallos condenatorios a penas privativas de libertad no menor de 20 días en cada uno de los fallos, en suma, se castigaba la reincidencia delictiva en materia económica. La pena prevista en el Decreto Ley nº 21411 era, en todos los delitos allí previstos, de prisión no menor de 6 meses ni mayor de 5 años e inhabilitación para el ejercicio de la actividad comercial o industrial por un término no menor de 4 años, sin perjuicio de la sanción administrativa ya impuesta, lo que constituía 57 una clara vulneración al principio “non bis in idem” . El trámite previsto para la persecución de los delitos de adulteración, acaparamiento y especulación era especial, pues no se sujetaba a la tramitación propia del Código de Procedimientos Penales, caracterizándose por su celeridad; configurada la reincidencia se remitía lo actuado, conjuntamente con los dos expedientes administrativos a que se referían las sanciones administrativas impuestas, dentro del plazo de 48 horas, al Juez Instructor de Turno (hoy Juez Penal) quien por el mérito de los procesos administrativos debía abrir instrucción y emitir sentencia dentro del plazo de 5 días, bajo responsabilidad, contra dicho fallo procedía interponer recurso de apelación, el mismo que, previa vista al señor Fiscal Superior, debía ser resuelto por el Tribunal Correccional (hoy Sala Penal), en caso de no haberse interpuesto recurso de apelación, el proceso era elevado en consulta, siguiendo similar trámite, contra la resolución expedida por el Tribunal no procedía el recurso de nulidad. Luego, el 26 de Marzo de 1980, se promulga el Decreto Ley nº 22963, que sustituye en parte los preceptos contenidos en el Decreto Ley nº 21411, agravando las sanciones administrativas a imponer. 54 Véase los arts. 2 a 8 del Decreto Ley n° 21411. 55 Véase los arts. 9 a 15 del Decreto Ley n° 21411. 56 Sobre el trámite respectivo véase: arts. 16 a 42 del Decreto Ley n° 21411. 57 Véase art. 38 y 39 del Decreto ley Nº 21411. La denominada “Ley sobre Delitos Económicos” (Decreto Legislativo nº 123 del 12 de Junio de 1981) aparece como un intento por perfeccionar la tipificación de las conductas lesivas al orden económico interno, contenidas en los antes mencionados Decretos Leyes nº 21411 y 22963, la Ley sobre Delitos Económicos sancionaba como delitos: el acaparamiento, la adulteración de productos y la 58 alteración de precios , los mismos que se ajustaban a las reglas del 59 procedimiento sumario . El Legislador Penal de 1991, consciente que el sistema penal no puede mantenerse estático ante la constante evolución de la actividad económica, decide criminalizar aquellas conductas que la afecten, atendiendo al sustento 60 constitucional que le ampara , es así que el Código Penal de dicho año incluye como principales innovaciones los delitos de abuso de poder económico (art. 232 C.P.P), publicidad engañosa (art. 238 C.P.P), concentración crediticia (art. 244 C.P.P), pánico financiero (art. 249 C.P.P) y los delitos monetarios (art. 252 y ss. C.P.P). El proceso de criminalización en materia económica, sin embargo, no se ha 61 detenido, desde la promulgación del Código Penal de 1991 a la fecha , se han incorporado al texto penal vigente una serie de nuevos preceptos, así tenemos: la conducción ilegal de casinos 62 63 y el abuso de información privilegiada , entre otros. V.- CONCLUSIONES 58 Arts. 1,2 y 3 del Dec.Leg. Nº 123. 59 Art. 2. 13 del Decreto Legislativo Nº 124 del Proceso Penal Sumario. 60 En la Ley sobre Delitos Económicos de 1981 se puede ver claramente que el legislador penal hace mención al referente constitucional ( la fuente constitucional era el art. 133 de la Constitución de 1979 que prohibía los monopolios, oligopolios, acaparamientos, prácticas y acuerdos restrictivos). Posteriormente, el legislador penal de 1991 cita también dicha base (así la exposición de motivos del Código Penal de 1991 precisa: “Con basamento constitucional, el nuevo Código Penal no prescinde de la represión de los delitos que atentan contra el orden económico”) . 61 En éste extremo, coincido con el diagnóstico realizado por Roxin, en el sentido que en el futuro del Derecho Penal se vislumbra el aumento de disposiciones penales, sobre todo en el ámbito del Derecho Penal Económico y de la Empresa, pues como el jurista alemán sostiene: “los nuevos desarrollos atraen hacia si inmediatamente una avalancha de nuevas disposiciones jurídicas”, sin embargo, a pesar de dicho incremento, Roxin pronostica que las conminaciones penales serán siempre más leves. Al respecto, véase: Roxin, Claus. El Desarrollo del Derecho Penal en el Siguiente Siglo, en: Roxin, Claus. el mismo, Dogmática Penal y Política Criminal, trad. Manuel Abanto Vásquez, pág. 448 y ss., primera edición, Lima, 1998. 62 Art. 243-A C.P.P., incorporado por el Decreto Ley nº 25836. 63 Art. 251-A C.P.P., incorporado por la novena disposición final del Decreto Legislativo nº 861- Ley del Mercado de Valores. Que conforme se ha visto, los lineamientos constitucionales planteados en materia económica significan un referente, aunque no único, esencial y vital en la configuración del orden jurídico penal, que debe asumir las coordenadas constitucionalmente planteadas, de allí que resulte trascendental para el legislador el entendimiento pleno de las estructuras económicas ancladas en la Carta Política. Este modelo económico constitucional, tanto en España como en el Perú, países que adoptan modelos económicos bastante similares (identidad que se ha dado en virtud a la influencia que el primero de los países ha ejercido sobre la legislación peruana y en general sobre todos los países sudamericanos), resulta acorde al sistema de economía social de mercado, aunque ello admita otras interpretaciones. Ahora bien, en éste entendimiento es que deben alinearse las pretensiones político criminales y el trabajo legislativo en materia jurídico-penal, lo que debe ser subrayado a efectos de lograr un ordenamiento jurídico coherente y acorde con el modelo de Estado Social y Democrático de Derecho.