Adquisición de la propiedad de una obra de arte por

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USUCAPIÓN
47.
ADQUISICIÓN DE LA PROPIEDAD DE UNA OBRA DE ARTE POR PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA
Consulta sobre la propiedad un cuadro de Alonso Cano reclamada por el Arzobispado de M. y que, enclavado históricamente en el
retablo mayor del Templo parroquial de Santa María la Real de la
Almudena, tras varias vicisitudes ocurridas durante la Guerra Civil,
ingresó en el Museo del Prado en 1941, donde permaneció hasta la
fecha. Adquisición de la propiedad del cuadro por el Estado en virtud
de prescripción adquisitiva. Actual titularidad del «Organismo Autónomo Museo Nacional del Prado». 1
ANTECEDENTES
1. En fecha que no consta del año 1996 el Obispo Auxiliar de M.
se dirigió al entonces Presidente del Real Patronato del Museo del Prado
solicitando la entrega del cuadro de Alonso Cano titulado «El milagro del
pozo», por considerar que era propiedad del Arzobispado de M.
2. En informe dirigido al Director del Museo del Prado por la Conservadora doña M. O. con fecha 24 de julio de 1996, relativo a la reclamación por parte de la Catedral de Madrid de la pintura de Alonso Cano «El
milagro del pozo», se decía lo siguiente:
«La obra figura en el inventario manuscrito de Nuevas Adquisiciones con el número de asiento 1705 y en los catálogos del Museo, desde
1942, con el número 2806, como ingresada en el Prado en 1941, sin
especificar cual fue el motivo de dicho ingreso.
He revisado, buscando alguna alusión a la pintura de Alonso
Cano, las actas del Patronato correspondientes a los años 1939, 1940,
1941, 1942 y 1943, y también la documentación relativa a las adquisiciones y depósitos temporales en el Museo en estas fechas e, incluso,
la correspondencia del entonces director, don F. A. S., y subdirector,
1
Dictamen de la Abogacía General del Estado de 17 de enero de 2002 (ref.: A. G. Educación,
Cultura y Deporte 3/01). Ponente: María Jesús Prieto Jiménez.
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don F. J. S. C., relativa a esos años. En ninguno de estos documentos
aparece citada esta obra.
Sospechando que pudiera haber llegado al Museo a través de la
Junta de Incautación durante la guerra civil, y que se hubiera quedado
en el Prado, como ha ocurrido en otros casos, hemos revisado, T. A. y
yo, el reverso del cuadro, ya que era habitual el colocar una etiqueta de
la propia Junta en donde figuraba su procedencia. En el reverso de la
pintura, por cierto forrada en torno a 1940, a juzgar por la tela empleada
en el rentelado y por la forma de llevarlo a cabo, no se conserva mas
que una etiqueta en el bastidor de la casa de transportes SIT, en la que se
recoge que formó parte de una exposición dedicada a pintura española,
celebrada en París en 1989.
No obstante, en el libro de H. E. Wethey “Alonso Cano. Painter,
sculptor, architect” editado en 1955 por la Universidad de Princeton,
en la página 170, figura como “Adquirido en 1941 a las monjas llamadas Las Bernardas”. Revisado de nuevo el Archivo por si existiese
documentación relativa a adquisiciones al convento de Bernardas del
Sacramento de Madrid en torno a 1941, se pudo comprobar la inexistencia de la misma.
Quizás convendría reclamar la documentación en la que se basan
los representantes de la Catedral de M. para solicitar la devolución de la
obra que ellos consideran de su propiedad».
47
3. Mediante carta fechada el 2 de octubre de 2000 y dirigida al actual
Presidente del Real Patronato del Museo del Prado, el Obispo Auxiliar de
M. se interesó por «las gestiones ya iniciadas por el anterior Presidente»
del citado Patronato en orden a la entrega del mencionado cuadro, reiterando su solicitud de devolución y manifestando que el Cardenal-Arzobispo de M. tenía el deseo de que dicha obra «pudiera colocarse en la
Santa Iglesia Catedral de la Almudena como evocación del Santo Patrono
de Madrid, San Isidro».
A la referida carta se adjuntaba copia de una carta del anterior Presidente del reiterado Patronato, fechada en 20 de enero de 1997, en la que
informaba que «se trató este asunto en la Comisión Permanente del Real
Patronato y (…) que se está procediendo con el máximo interés a estudiar
el expediente administrativo de la entrega del cuadro desde el punto de
vista jurídico».
4. Mediante escrito fechado en 19 de octubre de 2000, al que se
adjuntaron los documentos mencionados en los antecedentes 2.o y 3.o, el
Presidente del Real Patronato del Museo del Prado solicitó de la Abogacía
del Estado en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte informe y
propuesta de contestación al escrito del Obispo Auxiliar de M. de 2 de
octubre de 2000.
5. Con fecha 28 de noviembre de 2000 la Abogacía del Estado en el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte emitió el informe solicitado,
en el que manifestó, a la vista de «la escasa documentación existente»,
que «antes de pasar al estudio pormenorizado de si este precepto (art.
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1930 del Código Civil, a cuyo tenor “por la prescripción se adquieren, de 47
la manera y con las condiciones fijadas en la ley, el dominio y los demás
derechos reales”) es aplicable al supuesto que nos ocupa y si se cumplen
los requisitos necesarios, buena fe, justo título, posesión en concepto de
dueño, pública, pacífica y no interrumpida, “res habilis” y transcurso del
tiempo suficiente, debería solicitarse al reclamante lo indicado en el punto
segundo, es decir, que acredite su derecho de propiedad».
6. El Presidente del Real Patronato del Museo del Prado contestó a
la solicitud del Obispo Auxiliar de M. por escrito de 29 de enero de 2001,
en el que, haciendo suyo el criterio expuesto en el referido informe de la
Abogacía del Estado, que se adjuntó a la contestación, se concluía que «en
definitiva, entiendo que si se reclama la propiedad del cuadro, deberíamos
tener algún soporte probatorio de esa alegación para poder iniciar conversaciones de algún tipo».
7. Como respuesta al escrito del Presidente del Real Patronato del
Museo del Prado que se acaba de mencionar, el Arzobispado de M. remitió un informe de su Asesoría Jurídica, firmado por el letrado F. J. S. G. y
fechado el 12 de febrero de 2001, al que se acompañaba diversa documentación, que se dice había sido aportada con un escrito del Vicario General
del Arzobispado de M. fechado el 13 de septiembre de 1999, que también
se adjuntaba y en el que se reclamaba la devolución a la Archidiócesis de
la obra artística en cuestión.
En el mencionado informe se dice que «Por el referido anexo documental (el aportado en su día con el escrito del Vicario General citado)
quedaba prima facie acreditado que el cuadro estuvo enclavado en el antiguo Templo Parroquial de Santa María la Real de la Almudena, en cuyos
archivos parroquiales de 1693 y 1710 consta su ubicación en el retablo
mayor de aquella iglesia de la calle Mayor. Igualmente se adveraba el
posterior destino de la obra al Monasterio de las Bernardas (que lo inventariaron así). Y por último, quedaba reflejada la historia de su recuperación
al iniciarse la guerra civil española mediante acta notarial de manifestaciones hecha a instancia de don F. C. G, que participó en su “rescate” (…)».
Y afirma después que «los antecedentes reflejados hasta aquí configuran
prueba suficiente de la primitiva titularidad de la obra a favor de la Iglesia
de Santa María la Real de la Almudena, hoy constituida en Catedral de
la Archidiócesis de Madrid, y descartan la posesión a título de dueño del
Museo del Prado», añadiendo que «ni buena fe ni justo título concurrían en
una eventual pretensión del Museo del Prado de haber usucapido la obra
de Alonso Cano».
Se adjuntaba a este informe, entre otros documentos, la aludida acta
notarial, que recoge las manifestaciones hechas por el arquitecto don F. C.
G. en relación con ciertos hechos referentes a la reiterada obra pictórica,
ocurridos en el año 1936.
621
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8. Recabado nuevo informe de la Abogacía del Estado en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, dicha Abogacía eleva consulta
razonada a este Centro directivo sobre la cuestión a que se viene haciendo
referencia, manifestando que «Esta Abogacía del Estado entiende que las
pruebas aportadas (por el Arzobispado de M.) no serían suficientes para
probar la titularidad de la obra» (el cuadro de que se trata), añadiendo que,
«incluso si consideramos que las mismas fueran suficientes, entendemos
que la obra se habría adquirido (por el Estado o por el Museo del Prado)
por usucapión», por las razones que expone en sus consideraciones jurídicas, y concluyendo que «No obstante nuestro parecer anterior, ante las
discrepancias surgidas entre el Ministerio y el Arzobispado y teniendo en
cuenta la trascendencia del tema solicitamos el superior criterio de esa
Dirección General».
FUNDAMENTOS JURÍDICOS
I. Este Centro directivo comparte el criterio expuesto por la Abogacía del Estado en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en
relación con la debatida propiedad del cuadro de Alonso Cano titulado «El
milagro del pozo», por considerar que dicha propiedad no ha sido acreditada por el Arzobispado de M. y que, en todo caso, ha sido adquirida por
el Museo del Prado en virtud de usucapión, todo ello por las razones que
se exponen a continuación.
Ante todo, se debe señalar que, como se sostiene el escrito de consulta,
las pruebas aportadas por el Arzobispado de M. no son suficientes, a juicio
de esta Dirección, para acreditar la propiedad del cuadro que reclama, sino
que tan sólo permiten apoyar la posesión del mismo en un momento histórico anterior, en cuanto integrado en el retablo mayor del Templo Parroquial de Santa María la Real de la Almudena e incluido en los inventarios
parroquiales de 1693 y 1710, cuyas copias se han acompañado.
Pero aunque se admitiera la anterior titularidad que se invoca por el
Arzobispado, el relato histórico posterior no acredita que dicha propiedad
inicial se mantuviera o se recuperara después, pues sólo consta, según
manifestó el Vicario General del Arzobispado de M. en su escrito de 13 de
septiembre de 1999, que «en el año 1868 esta Iglesia fue derruida por la
autoridad civil competente, pasando todos sus bienes muebles al Monasterio de las Bernardas del Sacramento, hoy Iglesia Arzobispal Castrense, de
Madrid»; que «por diversas circunstancias, el mencionado retablo, recubierto todo él de una plancha de plata repujada, pasó al Museo de Marés,
en parte, y el resto se destinó al cumplimiento de obligaciones parroquiales pendientes»; y que «en diciembre de 1936, el “Milagro del Pozo”,
rescatado de una buhardilla del Convento del Sacramento, fue depositado
por los Equipos Técnicos de Socorro en unos almacenes que la Junta de
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Incautación del Tesoro Artístico tenía en los sótanos del Convento de San 47
Francisco el Grande».
De este relato se desprende la existencia de un primer acto de entrega
del cuadro, entre otros bienes muebles del templo parroquial demolido,
acto que no consta si fue o no traslativo del dominio de la obra en cuestión
(aunque la expresión «pasando todos sus bienes al Monasterio» inclina
a considerar que la entrega fue traslativa), por lo que no resulta posible
determinar con certeza en base a qué titulo habría mantenido o, en su caso,
recuperado el Obispado de M. (hoy Arzobispado) la propiedad del cuadro
a lo largo del período transcurrido desde 1868 a 1936.
Así, no se indica si el Monasterio de las Bernardas del Sacramento
perteneció a la orden o congregación religiosa de esta denominación o
a otro tipo de instituto constituido conforme al Derecho eclesiástico y
dotado de personalidad jurídica propia y diferenciada de la de la Iglesia,
con capacidad para adquirir y enajenar bienes, como tampoco el título
por el que le fue entregado el cuadro, que pudo ser o no traslativo de su
propiedad, ni consta si tal entidad había sido disuelta y se había extinguido
su personalidad en 1936, fecha en que, al parecer, el cuadro se encontraba
entre las ruinas del antiguo Convento del Sacramento, de donde fue «rescatado» por los «Equipos Técnicos de Socorro» y «depositado» en unos
almacenes de la Junta de Incautación del Tesoro Artístico, ni finalmente
consta el destino que debiera haberse dado a los bienes de la citada institución religiosa, caso de haberse extinguido, conforme a sus estatutos y
normas de Derecho eclesiástico.
Los datos documentados posteriores a 1936 revelan que el cuadro fue
forrado o «rentelado» en torno a 1940, que en 1941 ingresó en el Museo del
Prado como «nueva adquisición», y no como depósito temporal o por cualquier otro posible concepto (aunque no consta su origen), figurando en los
catálogos de dicho Museo desde 1942, sin que aparezca en el propio cuadro
ninguna etiqueta de la Junta de Incautación del Tesoro Artístico que indicase
su procedencia –como se dice era habitual– ni se aluda al cuadro en las actas
del Patronato del Museo correspondientes a los años 1939, 1940, 1941, 1942
y 1943, como tampoco en la documentación relativa a las adquisiciones y
depósitos temporales en el Museo en estas fechas, pese a haberse revisado
incluso la correspondencia de los entonces Director y Subdirector relativa a
esos años (cfr. el informe citado en el antecedente 2.
Especial interés tiene destacar que, aun no apareciendo citada la obra
en cuestión en la documentación últimamente aludida, sí figura en el
«inventario manuscrito de Nuevas Adquisiciones con el número de asiento 1705 y en los catálogos del Museo desde 1942 con el número 2806,
como ingresada en el Prado en 1941», habiendo mantenido el Museo del
Prado (o, más exactamente, el Estado, que era propietario del Museo, conforme al art. 1.o del Reglamento del mismo, aprobado por Real Decreto
de 14 de mayo de 1920, entonces vigente) su posesión, de forma pública,
pacífica e ininterrumpida, desde la adquisición de aquélla en 1941 hasta
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47 la consumación de la prescripción adquisitiva ordinaria (por el transcurso
de tres años con buena fe) o, en su defecto, la prescripción extraordinaria
(seis años, «sin necesidad de ninguna otra condición»), de conformidad
con el artículo 1955 del Código Civil (CC), tal y como razona la Abogacía
del Estado en el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en su consulta
y ratifica este Centro con las consideraciones que siguen.
II. La concurrencia de los antes señalados requisitos de la posesión
ad usucapionem resulta acreditada por la documentación remitida con el
escrito de consulta, sin que exista duda sobre el hecho de la posesión del
cuadro en cuestión por parte del Estado, a través del Museo del Prado,
desde su ingreso en éste en el año 1941, aunque no conste su procedencia.
Desde esta fecha se mantuvo la posesión estatal de forma pública, pacífica
e ininterrumpida, como exige el artículo 1941 del CC, habiendo transcurrido sobradamente el plazo de seis años que sin ninguna otra condición,
como ya se indicó, exige el artículo 1955 del mismo Código para la prescripción extraordinaria del dominio de bienes inmuebles.
No resulta necesario, por ello, invocar una posible posesión anterior
de la aludida obra pictórica por el Estado, concretamente por parte de la
en su día existente Junta de Incautación del Tesoro Artístico, en cuyos
almacenes situados en el sótano del Convento de San Francisco el Grande
se dice fue «depositada», tras haber sido «rescatada» de las ruinas del
Convento del Sacramento en 1936, según se afirma en el acta notarial de
manifestaciones de don F. C. G. aportada por el Arzobispado (cfr. antecedente 7), aunque no existe constancia documental del «depósito» ni se han
confirmado por otro medio los hechos referidos en aquel acta.
En cualquier caso, procede señalar que aun cuando tales hechos se
tuvieran por ciertos, no puede deducirse de los mismos que la posesión
adquirida en 1941 por el Estado, mediante el ingreso del cuadro en el
Museo del Prado, no lo fuera de buena fe y, sobre todo, que no fuera en
concepto de dueño, requisitos ambos que deben diferenciarse, como lo
hace el propio CC, que sólo exige la buena fe para la prescripción adquisitiva o usucapión ordinaria, en tanto que la posesión en concepto de dueño
constituye una exigencia común para todo tipo de usucapión, ordinaria o
extraordinaria.
Con respecto a la buena fe, recuerda el Tribunal Supremo en sentencia
de 17 de julio de 1999 (art. 6771) que «según tiene declarado esta Sala
(Sentencias de 16 de febrero y 16 de marzo de 1981, 23 de enero de 1989
y 27 de septiembre de 1996), la buena fe, en el campo de los derechos
reales, no es un estado de conducta, como ocurre en las obligaciones y
contratos (arts. 1269 y siguientes del Código Civil), sino de conocimiento,
según se evidencia con las dicciones de los artículos 433 y 1950 del citado
Código, que nada tiene que ver con las maquinaciones y el engaño, sino
pura y simplemente con el creer o ignorar si la titularidad dominical del
transferente era o no exacta». Y de acuerdo con estos preceptos, la buena
fe del poseedor consiste en la ignorancia de que en el título o modo de
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adquisición exista vicio que lo invalide (art. 433 CC), o en su formulación 47
positiva, en la creencia de que la persona de quien recibió la cosa era dueño
de ella y podía transmitir su dominio (art. 1950 CC), circunstancia que se
presume siempre, de modo que es al que afirma la mala fe del poseedor al
que corresponde la prueba (art. 434 CC).
Pues bien, en modo alguno se puede entender acreditada la mala fe
del Estado al adquirir la posesión de la obra «El milagro del pozo» pretendiendo que conocía la primitiva titularidad del bien a favor de la Iglesia o
del entonces Obispado de M., toda vez que no se ha probado esta titularidad dominical, sino tan sólo la anterior posesión del cuadro por la Iglesia,
primero, y por el Monasterio de las Bernardas del Sacramento, después, a
lo que cabe añadir que tampoco se ha probado la inexactitud de la afirmación de que el cuadro fue «adquirido en 1941 a las monjas llamadas Las
Bernardas» por el Estado, contenida en la página 170 del libro de H. E.
Wethey «Alonso Cano. Painter, sculptor, architect» editado en 1955 por
la Universidad de Princeton, según la cita que figura en el informe de la
Conservadora del Museo del Prado reseñado en el antecedente 1.
Tampoco resulta acreditado que el Museo del Prado u otro órgano del
Estado conociera en 1941 las circunstancias en que se afirma producido
en 1936 el «rescate» de la obra por los «Equipos Técnicos de Socorro»
formados por el Colegio de Arquitectos de Madrid y el ulterior «depósito» de aquélla en los almacenes de la Junta de Incautación del Tesoro
Artístico situados en los sótanos de la Iglesia de San Francisco el Grande,
circunstancias que, como ya se dijo, se relatan en la reiterada acta de manifestaciones suscrita en 1996 por una de las personas que formaba parte de
los aludidos Equipos Técnicos de Socorro y que no resultan confirmadas
por ningún otro medio de prueba, y que, aun teniéndose por ciertas, no
consta que fueran conocidas por el Estado o el Museo del Prado cuando
éste adquirió en 1941 la posesión de la obra, la dio de alta en su inventario
de nuevas adquisiciones y la catalogó como tal, y no como recibida en
depósito temporal o por cualquier otro título, sin que exista tampoco en
el cuadro la habitual etiqueta indicativa de su incautación, que no consta
efectuada, ni documentación alguna que permita desvirtuar la buena fe del
Estado (o del Museo como órgano suyo) en la adquisición de la posesión
que, tratándose de un bien mueble, y efectuada en concepto de dueño,
equivale al título.
Esta última consideración resulta de lo dispuesto en el artículo 464 del
CC, debiendo entenderse que la señalada equivalencia significa, cuanto
menos, la existencia de justo título para la usucapión ordinaria por el transcurso de tres años sin que el propietario de la cosa mueble perdida o sustraída la hubiera reivindicado del poseedor de buena fe, como es el caso,
todo ello de acuerdo con la interpretación romanista del citado precepto
sostenida por la jurisprudencia del Tribunal Supremo, aunque ésta no sea
uniforme al respecto, pues la más reciente línea jurisprudencial defiende
la línea germanista (así, la sentencia de 26 de junio de 1984, art. 3263)
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47 conforme a la cual la equivalencia a que alude el artículo 464 del CC se
refiere al título dominical, de modo que la posesión adquirida de buena fe
determina, sin más, la irreivindicabilidad del bien inmueble poseído.
Conviene añadir que, exista o no buena fe en la adquisición de la posesión del cuadro por el Estado (o por el Museo del Prado), lo cierto es que
la prescripción adquisitiva del mismo exige en todo caso que la posesión
se hubiese adquirido y disfrutado en concepto de dueño, requisito que también concurre en el caso examinado, sin que sea oponible un pretendido
conocimiento por el Estado de la primitiva titularidad de la obra (que,
como queda expuesto, no impediría una ulterior adquisición de la misma),
como tampoco de las circunstancias del pretendido «recate» y ulterior
«depósito» de la misma en los sótanos de la Iglesia de San Francisco el
Grande, que, al parecer, tuvieron lugar en 1936. Todo ello se analizará con
más detalle a continuación.
III. En efecto, la posesión en concepto de dueño es presupuesto necesario para toda usucapión, pues, como ha señalado reiteradamente la jurisprudencia, tanto la prescripción ordinaria como la extraordinaria no pueden
tener lugar, en armonía con el artículo 1941 del CC sin la base cierta de una
posesión continuada durante el tiempo necesario para prescribir en concepto
de dueño (sentencias del Tribunal Supremo de 17 de obrero de 1894, 27 de
noviembre de 1923 y 4 de julio de 1963, entre otras), dado que, a tenor del
artículo 447 del CC «sólo la posesión que se adquiere y se disfruta en concepto
de dueño puede servir de título para adquirir el dominio», por lo que «la posesión, en la prescripción extraordinaria, ha de ser la civil, es decir, la tenencia
unida a la intención de haber la cosa como suya, “en concepto de dueño”, por
cuya razón se ha excluido de la posibilidad de prescribir a los arrendatarios,
los precaristas, los guardadores, y, en suma, a todos aquellos que, según Las
Partidas, no son tenedores por sí mas por aquellos de quien la cosa tienen»
(sentencia del Tribunal Supremo de 9 de marzo de 1983, art. 1431).
Es también doctrina jurisprudencial consolidada la que declara que la
posesión en concepto de dueño no puede basarse en una mera intención subjetiva, de manera que no posee como dueño quien, simplemente, se considera
como tal, sino que ha de basarse en actos inequívocos, con clara manifestación
externa en el tráfico (sentencias de 3 de octubre de 1982; 16 de mayo de 1983,
art. 2825, y 3 de junio de 1993), por lo que no es suficiente la simple tenencia
material o simple, sino que a ella ha de añadirse un «plus» dominical de actuar
y presentarse en el mundo exterior como efectivo dueño y propietario de las
cosas sobre la que se proyectan los actos posesorios, es decir que no han de
tenerse en cuenta, por no operar prescriptivamente en sentido positivo, cuando
se trate de actos de mera condescendencia del efectivo propietario (art. 444 del
Código Civil, en relación al 1942), o se posea a espaldas del «verus dominus»,
en haceres y conductas dotadas de clandestinidad (sentencia del Tribunal
Supremo de 30 de diciembre de 1994 art. 10592), y todo ello «sin que haya
precepto que autorice a presumir la posesión en concepto de dueño» (sentencia del Tribunal Supremo de 10 de febrero de 1997, art. 938).
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En el caso de que trata este informe, la posesión del cuadro de Alonso 47
Cano «El milagro del pozo», adquirida por el Estado en 1941, lo fue, sin
lugar a dudas, en concepto de dueño, como demuestra no sólo el hecho de
que la obra fuera inventariada y catalogada en el Museo del Prado (propiedad del Estado, como ya se indicó) como nueva adquisición, y no como
depósito temporal o en otro concepto, sino también la circunstancia de que
desde entonces el propio Estado mantuvo dicha posesión como propietario
de la obra de forma pública y notoria, sucediéndole después, en la misma
posesión y concepto, el Organismo Autónomo Museo Nacional del Prado
(como se detallará en el fundamento jurídico IV). Conviene reiterar, por
otra parte, la referencia a la adquisición del cuadro por el Estado de «las
monjas llamadas las Bernardas», según el libro de H. E. Wethey «Alonso
Cano. Painter, sculptor, architect» editado en 1955 por la Universidad de
Princeton, así como mencionar ciertos actos de disposición de la obra por
parte del Museo que exceden de los propios del depositario y exteriorizan
el animus domini, como el que constata una etiqueta en el bastidor de
la casa de transportes SIT, en la que se recoge que formó parte de una
exposición dedicada a pintura española, celebrada en París en 1989 (cfr. el
informe transcrito en el antecedente 2.
En consecuencia, la posesión del cuadro por parte del Estado (al
menos desde 1941) y del Organismo Autónomo Museo Nacional del
Prado, sucesivamente, se ha adquirido y mantenido en concepto de dueño
y no en concepto de depositario, sin que conste que el Museo conociera
la existencia de un posible depósito previo de la obra realizado en 1936
en otros órganos del Estado, vicisitud que tampoco se ha documentado
ni acreditado de otra forma que no sean las manifestaciones efectuadas
en 1996 y recogidas en acta notarial de uno de los miembros de los llamados «Equipos Técnicos de Socorro» aludidos en dicho documento.
Parece oportuno añadir, a mayor abundamiento, que aunque el pretendido depósito inicial se hubiera producido en 1936 en los almacenes
de la Junta de Incautación del Tesoro Artístico existentes en los sótanos
de la Iglesia de San Francisco el Grande, o incluso en el Museo del Prado
en 1937 (según se indica en la nota a pie de página de una publicación,
aportada en fotocopia –como «documento núm. 5»– con el escrito del
Vicario General del Arzobispado de Madrid de 13 de septiembre de 1999),
lo cierto es que a partir de 1941 o, cuanto menos, desde 1951 (dado que
en 24 de enero de este año el Ministerio de Educación Nacional desestimó
una reclamación sobre el cuadro, según se dice en la nota a pie de página
antes citada), se habría producido una conversión, inversión o interversión del concepto posesorio, desvirtuándose la presunción que establece
el artículo 436 del CC mediante los actos indicados que exteriorizan, sin
lugar a dudas, la posesión en concepto de dueño.
Efectivamente, a tenor del citado artículo 436 del CC, «se presume que
la posesión se sigue disfrutando en el mismo concepto en que se adquirió,
mientras que no se pruebe lo contrario», pero la doctrina y la jurispru627
47 dencia han reconocido que en nuestro Derecho es posible el cambio del
concepto posesorio conocido como inversión o interversión de dicho concepto, si bien ha de probarse tal cambio para destruir la presunción iuris
tantum de inercia posesoria que en el reiterado artículo 436 se establece.
En principio, pues, la posesión se sigue disfrutando en el mismo concepto
en que se adquirió, si bien es posible variar ese concepto, para lo que no
puede bastar una mera intencionalidad sino que es preciso la existencia
de actos externos e inequívocos, sin oposición alguna, que así lo adveren,
pudiéndose citar en este sentido la Sentencia del Tribunal Supremo de 25
de octubre de 1995 (art. 7848).
Pues bien, en el presente caso debe entenderse que, aun admitiendo la
existencia del depósito previo más arriba aludido, los actos de inversión
o interversión del concepto posesorio resultante de dicho depósito en una
posesión pública notoria y exteriorizada del Estado, sin contradicción por
parte de la Iglesia, se habrían producido desde el ingreso de la obra pictórica
a que se refiere la consulta en el Museo del Prado acaecido en 1941, y en
todo caso, resultan reforzados por la desestimación en 1951, por parte del
entonces Ministerio de Educación Nacional, de la reclamación sobre la propiedad del cuadro que, al parecer, fue presentado por la «Congregación de
Esclavos de la Almudena», (cfr. nota a pie de página más arriba aludida).
Para concluir el presente apartado, procede recordar, como señala el
escrito de consulta, que la prescripción adquisitiva del dominio del cuadro
por el Estado se ha de entender producida aun cuando las pruebas aportadas por el Arzobispado se consideraran suficientes para acreditar la primitiva titularidad de la obra en cuestión pues, como recuerda el Tribunal
Supremo en sentencias de 6 de marzo de 1991 (art. 3072) y 21 de febrero
de 1992 (art. 1420), «la usucapión (…) lleva ínsita la prescripción extintiva del derecho del primitivo titular, que deja de serlo por su abandono
unido a la adquisición por otro; son, pues, una y otra prescripción, así
contempladas, vertientes o puntos de mira diversos, pero conexos, de un
mismo fenómeno jurídico, en el sentido expuesto de que no puede haber
usucapión sin prescripción extintiva del derecho, ya que ejercitado éste,
aquélla no se produce, implicando que si se alega la prescripción adquisitiva se está alegando, a su vez, la extintiva, siquiera pueda cuestionarse el
fenómeno inverso».
IV. Finalmente, este Centro directivo estima pertinente formular una
puntualización (más arriba esbozada) sobre la titularidad actual del cuadro
de constante referencia.
Cuando en el año 1941 dicho cuadro ingresó, como «nueva adquisición», en el Museo del Prado, éste no tenía personalidad jurídica propia,
habiéndolo calificado simplemente como «propiedad del Estado» el
artículo 1.o del entonces vigente Reglamento del propio Museo, aprobado
por Real Decreto de 14 de mayo de 1920, a lo que conviene añadir que la
posesión del edificio del Museo por el Estado suponía asimismo, en tanto
no se probase lo contrario, la posesión de los cuadros y demás bienes mue628
bles ubicados en él, conforme a la presunción contenida en el artículo 449 47
del CC («la posesión de una cosa raíz supone la de los muebles y objetos
que se hallen dentro de ella, mientras no conste o se acredite que deben ser
excluidos»). Por consiguiente, fue el Estado, como persona jurídica, el que
poseyó desde 1941 la obra pictórica en cuestión, cuya propiedad adquiriría
después (a falta de un título anterior que no consta) en virtud de usucapión
ordinaria o extraordinaria. Esta titularidad dominical del Estado se mantuvo en la forma indicada hasta la fecha que seguidamente se dirá.
Por Real Decreto 1432/1985, de 1 de agosto (dictado en virtud de lo
dispuesto en el art. 87.2 de la Ley 50/1984, de 30 de diciembre), el Museo
Nacional del Prado quedó constituido en Organismo Autónomo, dotado,
como tal, de «personalidad jurídica propia y capacidad de obrar para el
cumplimiento de sus fines» (art. 1.o). A tenor de la disposición adicional
tercera, apartado 2, del citado Real Decreto, «los bienes muebles de valor
histórico de titularidad estatal, contenidos en las instalaciones del Museo
o depositados a favor de otras personas privadas o públicas, que figuran en
los inventarios del museo, como pertenecientes al mismo, se integrarán, de
igual modo en el patrimonio del Organismo Autónomo Museo Nacional
del Prado», de lo que resulta, en opinión de este Centro, que la entrada en
vigor del reiterado Real Decreto 1432/1985 determinó, ipso iure, la transmisión de la titularidad de los aludidos bienes muebles contenidos en el
Museo –entre ellos, el cuadro en cuestión– al Organismo autónomo creado
por aquella disposición, cuya titularidad subsiste en la actualidad. Es más,
aunque no se admitiese tal transmisión dominical ipso iure, una nueva
aplicación del régimen de la prescripción adquisitiva, esta vez a favor de
aquel Organismo, llevaría, en definitiva, a la misma conclusión: en efecto,
desde que el reiterado Organismo Autónomo, como ente con personalidad
jurídica propia, entró en posesión de la repetida obra pictórica en concepto
de dueño (año 1985) han transcurrido con notorio exceso los plazos de la
usucapión ordinaria y extraordinaria, cuyo curso no consta fuera interrumpido, por lo que, en el caso de no aceptarse la eficacia de la transmisión
inmediata en virtud del Real Decreto 1432/1985 antes señalada, se habría
producido la adquisición de la propiedad del cuadro por el Organismo de
que se trata mediante usucapión.
En virtud de todo lo expuesto, la Abogacía General del Estado formula
la siguiente
CONCLUSIÓN
A la vista de la documentación remitida y de los preceptos citados,
existen motivos jurídicos suficientes para considerar que la propiedad del
cuadro de Alonso Cano titulado «El milagro del pozo» corresponde actualmente al Organismo Autónomo Museo Nacional del Prado.
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