Repaso Examen Parcial Semestre agosto

Anuncio
Repaso Examen Parcial
Semestre agosto-diciembre
Daños y Perjuicios 2015
Prof. Charles Zeno Santiago
I. Introducción
El propósito del examen parcial del curso sobre Responsabilidad Civil Extracontractual es
obtener un resultado diagnóstico de los conocimientos adquiridos por los estudiantes hasta este
evento durante el semestre académico. La prueba evaluará los conceptos sobre la teoría y
práctica del derecho de daños y perjuicios en Puerto Rico. Además se examinará los aspectos
doctrinales y sustantivos de ésta área del derecho.
Los temas en este repaso no son exhaustivos sino que se incluyen los aspectos pertinentes
que serán objeto de evaluación en el examen. El repaso contiene unas anotaciones que sirven de
guía de las materias estudiadas en esta etapa preliminar del curso. No obstante será
responsabilidad del estudiante estudiar todas las leyes, lecturas y la jurisprudencia interpretativa
incluida en el prontuario de la clase.
II. Nociones teóricas de las obligaciones en general
Se debe estudiar lo siguiente:
1) Existen tres clases de obligaciones conforme al Código Civil. Estas son: las
obligaciones de dar, hacer y no hacer. Art. 1041, 31 L.P.R.A. sec. 2991.
2) Por otro lado las fuentes de las obligaciones son la ley, los contratos y cuasicontratos,
y los actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier género de culpa o
negligencia. Art. 1042, 31 L.P.R.A. sec. 2992.
3) Además la doctrina considera la ilicitud en su sentido amplio, para incluir tanto los
actos punibles por ley como aquellos que, sin estar prohibidos por ley, están reñidos
con las buenas normas de convivencia humana.
4) Las fuentes de las obligaciones pueden clasificarse como voluntarias, estas se
originan en los contratos y cuasicontratos; y las involuntarias son las que no tienen su
fuente en vínculo contractual alguno, como son la ley y los actos u omisiones ilícitos
o en que interviene culpa o negligencia.
5) Mientras los cuasicontratos son “hechos lícitos y puramente voluntarios, de los que
resulta obligado su autor para con un tercero y a veces una obligación recíproca entre
los interesados".
6) En cuanto a las obligaciones involuntarias originadas en la ley, éstas no se presumen.
Sólo son exigibles las expresamente determinadas en el Código civil o en leyes
especiales, y se regirán por los preceptos de la ley que las hubiere establecido, y en lo
que ésta no hubiere previsto, por las disposiciones del Código. Art. 1043, 31
L.P.R.A. sec. 2993.
1
III. La imputabilidad de los menores y discapacitados
En las reclamaciones de daños tanto un menor de edad como una persona discapacitada
mentalmente pueden ser sujetos de responsabilidad si al incurrir en el acto o la omisión culposa o
negligente lo hacen voluntariamente y con compresión de sus consecuencias. Es decir los
menores o discapacitados son responsables en daños a menos que no estuvieren conscientes al
momento de los hechos. O sea un niño y un enfermo mental pueden ser responsable; una persona
inconsciente no. A estos efectos el Código Penal reconoce como inimputables a los menores de
dieciocho años, excepto en los casos provistos en las leyes especiales para menores. Véase Art.
38 del Código Penal y el que en el momento del hecho, a causa de enfermedad o defecto mental,
carece de capacidad suficiente para comprender la criminalidad del acto o para conducirse de
acuerdo con el mandato de ley Art. 39 Código Penal. A estos efectos en el ámbito civil la
capacidad para obligarse excluye a menores de edad e incapacitados mentales. Véase, Art. 1215,
Código civil, 31 L.P.R.A. sec. 3402.
Los casos normativos en nuestra jurisdicción son: Monllor Arzola v. Sociedad de
Gananciales González, 138 DPR 600 (1995), y Laureano Pérez v. Soto, 141 DPR 77 (1996).
En Monllor Arzola v. Sociedad de Gananciales González se encontró responsable en
daños a una niña de trece años y a sus padres mientras la niña conducía una motora acuática (jet
ski) chocó contra una tabla de vela (windsurfer) al no cederle el paso. El tribunal resolvió que
ambos incumplieron el deber jurídico impuesto en la ley y el reglamento aplicables que
prohibían que un adulto autorizara o permitiera que un menor de 14 años condujera una
embarcación en las aguas de Puerto Rico. La norma de cuidado requerida estuvo predicada en el
incumplimiento de la ley que a su vez establecía el deber jurídico impuesto. La causa de acción
en contra de la niña surge de lo impuesto en el art. 1802 del C.C, mientras la del padre en lo
dispuesto en los arts. 1802 y 1803 del C.C.
Por otro lado en Laureano Pérez v. Soto, supra se reconoció una causa de acción en
contra de una persona discapacitada. Para exonerarse a un discapacitado tiene que estar
totalmente inhabilitado conforme la evidencia presentada. A estos efectos una persona declarada
judicialmente incapacitada mentalmente no goza por ello de inmunidad civil total. Tiene que
probarse que su incapacidad mental es completa al momento de la ocurrencia de los hechos; que
tal incapacidad debe ser "de tal naturaleza como para privarle totalmente de discernimiento de
consciencia en el obrar".
IV. Responsabilidad por culpa y negligencia
A. Fuente Jurídica
La fuente jurídica principal general de la responsabilidad civil extracontractual en Puerto
Rico lo es el Art. 1802 del Código Civil, 31 L.P.R.A. sec. 5141, que expresa:
“El que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está
obligado a reparar el daño causado. La imprudencia concurrente del perjudicado no
exime de responsabilidad, pero conlleva la reducción de la indemnización.”
2
B. Consideraciones sobre la responsabilidad subjetiva; La Culpa
1) La culpa y la negligencia constituyen un concepto unitario, basado en la ilicitud o la
antijuricidad. La antijuricidad significa apartarse de "los deberes generales de
corrección social o de conducta correcta, deberes que no están escritos en los códigos
pero que representan el presupuesto mínimo sobreentendido del orden de la vida
social". Ramos v. Carlo, 85 DPR 353 (1962)
2) Sin embargo se considera la culpa como acto positivo que incumple un deber jurídico.
Mientras a la negligencia como la omisión de cumplir con un deber jurídico.
3) Es un prerrequisito en la acción extracontractual el acto antijurídico. La ilicitud es
"todo acto u omisión que cause un daño a otro es ilícito, por ser contrario a Derecho,
y solo dejará de serlo cuando concurra a favor del agente una causa de exclusión de
antijuridicidad". Reyes v. Sucesión Sánchez Soto, 98 DPR 305 (1970
C) La concurrencia de las acción contractual y la extracontractual
El acto u omisión de un demandado puede ser tanto una infracción del contrato (art.
1054 C.c.) como del art. 1802 del C.c. En el caso de Ramos v. Orientalist Rattan
Furniture, Inc. 130 D.P.R. 712 (1992) el Tribunal Supremo de Puerto Rico resolvió
que en estos casos el reclamante puede elegir la acción a instar. En este caso el dueño
de un edificio presentó una demanda en daños y perjuicios por incumplimiento de
contrato y cobro de dinero contra el arrendatario Orientalist Rattan Furniture en el
TPI. Se alegó en la demanda, y posteriormente en la demanda enmendada, que las
partes habían otorgado un contrato de arrendamiento mediante el cual el demandante
le cedía en arrendamiento a la parte demandada un solar y dos (2) edificios
industriales, a ser utilizados los mismos para la manufactura de muebles de rattan.
Surge de la demanda que para el 23 de septiembre de 1981, ocurrió un incendio en
la propiedad arrendada, quemándose las referidas estructuras. En la demanda
radicada, el arrendador solicitó indemnización por las pérdidas o deterioro que
sufrieron las edificaciones, las cuales estimó en $23,000 dólares; $10,000.00 por
concepto de daños y perjuicios, y $11,375 dólares por los cánones de arrendamiento
vencidos y no pagados. El demandante arrendador expresamente alegó que el
siniestro se debió a la exclusiva negligencia de la parte demandada arrendataria y que
ésta se había comprometido, conforme a las Cláusulas 6, 7 y 8 del contrato de
arrendamiento otorgado, a cuidar y mantener la propiedad “como un buen padre de
familia” y a responder por cualquier daño que le pudiera ocurrir a la propiedad, salvo
los debidos al deterioro natural del tiempo.
Luego del incendio, la demandada arrendataria continuó ocupando la propiedad
hasta febrero de 1986, cuando desalojó la misma. También con posterioridad al
fuego, las partes contrataron para ajustar el canon de arrendamiento de $500 dólares a
la suma de $125 dólares mensuales hasta que el arrendatario se recuperara
económicamente, cuando reintegraría la diferencia entre los cánones y restauraría las
edificaciones.
3
La parte demandada Orientalist Rattan Furniture contestó la demanda, negando los
hechos esenciales de la misma. En su contestación, levantó la defensa afirmativa de
prescripción. El TPI acogió el planteamiento y dictó sentencia mediante la cual
desestimó la demanda. El juez determinó que la acción instada por el demandante
descansaba en la culpa o negligencia del demandado, esto es, al amparo del Art. 1802
del Código Civil, 31 L.P.R.A. sec. 5141. Dado que el término prescriptivo para
ejercitar la acción bajo dicho artículo es de un (1) año (31 L.P.R.A. sec. 5298), al
presentarse la demanda, cuatro años y medio (412) después del incendio, dicho foro
concluyó que la misma estaba prescrita.
Inconforme con la sentencia dictada por el TPI, el demandante arrendador acudió
en revisión ante el Tribunal Supremo. El TSPR resolvió que la acción no estaba
prescrita ya que hubo concurrencia de culpas. El Tribunal Supremo de Puerto Rico
resolvió que en esos casos el reclamante puede elegir la acción a instar. Además se
establecieron los requisitos para ejercer la opción. Estos son:
a) Que el hecho causante del daño sea al mismo tiempo incumplimiento de una
obligación contractual (art. 1054 C.c. de P.R.)y una violación al art. 1802 del
C.c. de P.R.;
b) Que el perjudicado en la acción culposa es la misma persona: el acreedor
contractual;
c) Que el infractor sea la misma persona: el deudor contractual.
Finalmente el TSPR resolvió que no puede haber doble indemnización, sino optar
entre el ejercicio de dos acciones que tienden al mismo fín.
V. Método de análisis controversia de responsabilidad civil extracontractual
El método para analizar una controversia sobre si se incurrió en responsabilidad civil
resultante de una omisión consta de cinco pasos. No obstante para efectos del primer
examen se evaluará le habilidad para discutir los tres pasos que se discuten en esta
sección. Los mismos son los siguientes:
1) Identificar y exponer el deber jurídico aplicable
Primeramente debe comenzarse en la discusión y análisis exponiendo la norma o
derecho aplicable. Algunas veces la norma de cuidado está expuesta en alguna ley, regla
o reglamento. Sin embargo en otras la norma de cuidado surge de la interacción del Art.
1802 y Art. 1057 del Cc. Por lo tanto en cualesquiera de las instancias en este paso se
debe considerar lo siguiente:
(1) la existencia o inexistencia de un deber jurídico de actuar por parte del
alegado causante del daño y
(2) si de haberse realizado el acto omitido se hubiera evitado el daño o sea , si la
conducta u omisión del alegado causante de un daño quebrantó un deber
impuesto o reconocido por ley.
4
Es importante destacar que no en todas las ocasiones el deber jurídico lo encontramos
en lo contenido en una ley. En esas instancias entonces debemos acudir a la norma de
responsabilidad relativa expuesta en el Art. 1057 del Código Civil de Puerto Rico. Esto
conlleva examinar las circunstancias-tiempo, lugar y persona- para determinar cuál era la
conducta esperada que para una persona prudente y razonable previsiblemente hubiera
evitado el daño. Por tanto se será responsable cuando una persona causa una lesión por
cualquier acto que este en conflicto con la conducta que debe observarse por las personas
en la comunidad. Exponemos dos casos que nos ayudan a identificar el deber jurídico. En
el primero el Tribunal Supremo establece que el deber jurídico surge de la ley y el
reglamento aplicable. Véase, Consejo de Titulares v. Klare y otros, 169 DPR 643
(2006) En el otro el deber surge del estándar de persona prudente y razonable acorde con
la amplitud del Art. 1802 del Cc, ante y el Art 1057 del Cc, ante. Véase, López v
Porrata Doria, 169 DPR 135 (2006)
Un caso importante que nos ayuda a entender el método lo es el de Consejo de
Titulares v. Klare y otros, 169 DPR 643 (2006) En este caso el Tribunal Supremo
expresó que la norma esbozada en el Art. 1802 del Código Civil, ante, es de amplio
alcance, pues “se enuncia ‘en forma de regla general y sin concretarse a determinados
tipos de infracción’, lo que presupone una norma genérica que nos prohíbe causar daño a
otro mediante conducta ya sea activa, ya pasiva”. El concepto de culpa recogido en el
Art. 1802, ante, es infinitamente abarcador, tanto como lo pueda ser la conducta
humana.” García v. E.L.A., 163 D.P.R. 800 (2005). La amplitud de la norma allí
enunciada y la generalidad de los conceptos en que se encuentra cimentada “permiten que
el derecho de responsabilidad civil extracontractual responda a los cambios y a las
necesidades sociales de la época”. En este caso el Tribunal Supremo reconoció que
existía un deber jurídico de parte de unos ex miembros de la Junta de Titulares del
Condominio Plaza del Mar que emanaba de la Ley de Propiedad Horizontal. La Ley de
Propiedad Horizontal les encomendó a los miembros de la Junta de Directores el deber de
velar por el buen gobierno y la administración del condominio. Ello constituye un deber
impuesto por ley y su incumplimiento conlleva responsabilidad civil extracontractual. Por
tanto los ex directores tenían una responsabilidad por los hechos reclamados en la
demanda, la Ley y el Art. 1802 del Código Civil, 31 L.P.R.A. sec. 5141. Como
consecuencia la norma general es que existe responsabilidad en todo caso que medie
culpa o negligencia, y no podría interpretarse válidamente que se crea una excepción por
el mero silencio. La ausencia de disposición explícita, respecto a la responsabilidad de los
directores y ex directores por sus actuaciones u omisiones negligentes en el desempeño
de sus funciones simplemente, implica que hay que remitirse a la norma general de daños
contenida en el Art. 1802 del Código Civil, 31 L.P.R.A. sec. 5141.
Finalmente esta norma se va atemperando según las circunstancias de los casos.
Véase el caso discutido en clase de Gierbolini v. Employers Fire Insurance Co.,
104 D.P.R. 853 (1976) donde el Tribunal Supremo rechaza la doctrina del common
law del invitee fundada en la responsabilidad objetiva, destacando que la norma de la
culpa del Art. 1802 se transmuta a través de los tiempos. Nos expresa que el concepto
de culpa es uno elástico y amplio. De hecho reconoce la llamada teoría del riesgo que
reconoce la culpa de aquélla persona que exponga a un riesgo a otra persona siempre
5
que la misma redunde en un beneficio económico para ella.
Otro caso discutido en clase donde el Tribunal Supremo reconoció la amplitud y
elasticidad del Art. 1802 del Cc acorde con los tiempos lo fue el de López v Porrata
Doria, 169 DPR 135 (2006). En este caso el Tribunal Supremo resolvió que incurre
en responsabilidad civil extracontractual aquél establecimiento comercial que vende
bebidas alcohólicas a una persona visiblemente intoxicada que causa daños. Nuevamente
el tribunal indica que la culpa y la negligencia constituyen un concepto unitario y amplio
que se atempera a los tiempos en que se resuelve el caso. El tribunal al no encontrar la
solución a la controversia planteadas en el derecho civil adoptó la doctrina del
common law vigente desde los años setenta. En este caso no existía ninguna ley que
recogiera el deber jurídico, por consiguiente el tribunal se apoyó en el concepto amplio
de la culpa expuesto en el Art. del Cc y la norma de responsabilidad relativa del Art.
1057 del Cc.
2) Antijurídicidad
Luego de encontrar que existe un deber jurídico se debe evaluar si el alegado
causante cumplió con la norma de cuidado requerido en la situación o actividad
analizada. En síntesis hay que determinar si hubo un quebrantamiento o incumplimiento
del deber jurídico identificado en el apartado número 1, anterior. En otras palabras se
debe aplicar el derecho a los hechos expuestos en la situación evaluada. La aplicación
dependerá de las circunstancias de cada caso en particular.
Lo anterior significa que se tiene que analizar si se actuó como un jefe de familia o un
hombre prudente y razonable, con aquel grado de cuidado, diligencia, vigilancia y
preocupación que las circunstancias exigen. Además, hay que discutir el criterio de la
previsibilidad. Esto es debe considerarse si de haberse realizado el acto omitido se habría
evitado el daño. El deber de cuidado que se define como la obligación de anticipar y
evitar la ocurrencia de un daño cuya probabilidad es razonablemente previsible. El grado
de previsibilidad requerido en cada caso en particular depende del estándar de conducta
aplicable. El deber de cuidado incluye, tanto la obligación de anticipar, como la de evitar
la ocurrencia de daños, cuya probabilidad es razonablemente previsible. "Pero la regla de
anticipar el riesgo no se limita a que el riesgo preciso o las circunstancias exactas
arrostradas debieron ser previstas. Lo esencial es que se tenga el deber de prever en forma
general consecuencias de determinada clase". Elba A. B. v. Universidad de Puerto Rico,
125 DPR 294 (1990). Más adelante discutiremos los casos importantes relacionados al
criterio previsibilidad requerido en este apartado. Lo allí discutido y las circunstancias
planteadas en cada caso son importantes al evaluar este renglón.
Por otro lado, es pertinente en esta parte la discusión de las posibles defensas
aplicables a los hechos. Al menos las ya adelantadas en esta parte del curso como lo son
la negligencia comparada y la inmunidad. No obstante la amplitud reconocida, la
responsabilidad civil extracontractual sólo se extiende a la conducta considerada
antijurídica. Por otro lado, existen varias causas excluyentes de antijuridicidad, entre
éstas, los distintos supuestos de inmunidad reconocidos en nuestro ordenamiento jurídico
por razones de orden público o de política pública. La responsabilidad civil
6
extracontractual procede solamente a la conducta antijurídica. Sin embargo existen
varias causas excluyentes de la antijuridicidad. Las estudiadas hasta este momento en
clase son: La inmunidad cualificada a las personas cobijadas por la Ley del Buen
Samaritano, la inmunidad de los médicos empleados del Estado y la inmunidad patronal.
3) Conclusión
Aunque en realidad existen dos pasos adicionales en la evaluación de una
controversia de daños y perjuicios previo a la conclusión, estos son el núm. 3; describir
los daños y el núm. 4; nexo causal entre estos y la antijuricidad. Para los efectos de este
examen parcial sólo aplicarán el método corto con los tres pasos aquí discutidos.
Por lo tanto luego de discutir los pasos uno y dos anteriormente descritos expondrán la
conclusión que resuelve la controversia trabada relativa a la responsabilidad civil
extracontractual. Esta puede ser determinar sí hubo o no responsabilidad. O si hubo negligencia
comparada.
VI.
Elementos de la causa de acción y la prueba
Para probar un caso de culpa o negligencia que emana del artículo 1802 del Código Civil
deben concurrir tres requisitos o elementos:
1) Establecer la realidad del daño sufrido;
2) Establecer el nexo causal entre el daño y la acción u omisión de otra persona; y
3) La ocurrencia de un acto u omisión culposo o negligente.
En los casos de culpa o negligencia el causante de un daño está obligado a repararlo. Y
como consecuencia son resarcibles tanto los daños materiales como los daños puramente
morales.
El estándar de prueba en los casos de daños es el de preponderancia de prueba, esto es
los hechos se probarán a bases de criterios de probabilidad, estableciéndose como hechos
probados aquellos que con mayores probabilidades ocurrieron. No hay que probar un caso con
exactitud matemática. Zambrana v. Hospital de Damas, 109 DPR 517 (1980) Tampoco hay
que probar el caso “más allá de duda razonable”.
En Bacó v. Almacén Ramón Rosa Delgado, Inc. 151 DPR 711 (2000), se rechazó la
aplicación de le regla “res ipsa loquitur” y se estableció que en nuestra jurisdicción el peso de la
prueba lo tiene el demandante conforme la Regla 10 (A) de las Reglas de Evidencia de P.R. de
1979. (Hoy Regla 110 (A) de la Reglas de Evidencia de 2010) Además se puede probar un caso
mediante evidencia directa- que es aquella que prueba el hecho sin que medie inferencia o
presunción, y de que ser cierta prueba el hecho de modo concluyente. También se puede probar
mediante evidencia indirecta- esto es aquella que tiende a probar el hecho en controversia
probando otro distinto, del cual en unión a otros hechos ya establecidos, puede razonablemente
inferirse el hecho en controversia. El tribunal rechazó la regla de “res ipsa loquitur” ya que
establecía una inferencia permisible fundada en el control exclusivo que se le atribuía al
7
demandado. Para aplicar la doctrina se requería demostrar lo siguiente: 1) El accidente no debió
ocurrir a no ser por la negligencia de otra; (2) Debe causarlo una agencia o instrumentalidad
dentro del control exclusivo del demandado; (3) No puede ocurrir por acción voluntaria del
demandante.
En Viuda de Delgado v. Boston Insurance Co., 99 DPR 714 (1971). El Tribunal
Supremo reconoció que se puede probar un caso de daños mediante evidencia indirecta. En este
caso la prueba circunstancial permite la inferencia que al usar el taladro eléctrico en el fondo o
parte baja de la lancha, se debió producir una chispa que encendió los gases del combustible que,
por ser más pesados que el aire, estaban en el fondo, produciéndose la explosión.
VII.
Doctrinas y normas de cuidado estudiadas en clase
A) Nociones generales sobre la norma de cuidado
1) En Ramos v. Carlo, se impuso responsabilidad a un dueño de un establecimiento que
tenía unas cajas o flejes en la acera frente al local. El tribunal rechazó la distinción
entre grados de negligencia y de culpa, que es materia que corresponde a la
responsabilidad originada en obligaciones contractuales. El actor del acto ilícito
responde siempre del daño, ya lo haya producido dolosamente o por simple
negligencia y cualquiera que sea su grado, pues se tiene en cuenta hasta la más ligera
falta en atención a que esta clase de culpa afecta más bien que al interés privado, a
relaciones de interés social. En este sentido bajo el art. 1802 se confunden los
conceptos culpa y negligencia. Es un concepto "unitario".
2) En López v. Porrata Doria, 2006 TSPR 149 el tribunal estableció, aun cuando no
estaba estatuido en una ley, el deber de prudencia que impide vender bebida
alcohólicas cuando el empleado o dueño del establecimiento sabían o debía saber
que la persona estaba visiblemente intoxicado y que con todo probabilidad conduciría
una automóvil al abandonar su negocio. Consideramos que esta doctrina es una
limitada y sólo es aplicable cuando se conoce que la persona está visiblemente
intoxicada. Enfatizó el tribunal que no era una regla de responsabilidad absoluta pues
la responsabilidad dependerá de las circunstancia de cada caso. Es importante
destacar que el deber jurídico no se extiende si se trata de un anfitrión social, pues no
existe el ánimo de lucro y la posibilidad de asegurar la actividad por no ser comercial.
En resumen el deber de diligencia al suministrar bebidas alcohólicas sólo se extiende
a establecimientos comerciales dedicados a la venta de bebidas embriagantes.
C. Establecimientos Comerciales; El concepto de previsibilidad
1) Estremera v. Inmobiliaria Rac, Inc., 109 DPR 852 (1980). Un mensajero que
llevaba la nómina de su patrono fue objeto de un robo y acuchillado. El atraco
ocurrió en las escaleras del edificio de la arrendadora demandada Inmobiliaria
Rac, Inc. Esta tenía la obligación de proveer el mantenimiento del edificio,
incluyendo el alumbrado de la escalera. Esta no tenía luz porque el servicio de
electricidad había sido desconectado por falta de pago. Pero esto no ocasionaba
8
total oscuridad porque era de día, a las 10:20 de la mañana y el sitio recibía
alguna luz natural de la puerta de entrada. El Tribunal Supremo revocó al tribunal
sentenciador y determinó que no era previsible el daño como consecuencia de la
la falta de luz en la escalera. No obstante distinto hubiese sido si el daño
reclamado fuera una caída o tropezón por falta de luz. Entonces serían previsibles
esos daños.
2) En Elba A. B. v. Universidad de Puerto Rico, 125 DPR 294 (1990) se
responsabilizó a la Universidad de Puerto Rico por daños sufridos por una
estudiante que una noche, luego de salir de clase, fue asaltada a punta de cuchillo
por un extraño a la Universidad que la arrastró a un pastizal donde no había luz y
abusó de ella sexualmente. En un descuido ella tomó el cuchillo y lo hirió de
muerte. Como resultado de esta experiencia la joven abandonó sus estudios en la
Universidad y no pudo reanudarlos más tarde debido a su estado emocional.
El tribunal determinó que cierto tipo de empresas, tales como las escuelas, los
hospitales y los hoteles, tienen el deber de mantener unas medidas de razonable
protección de sus huéspedes, pacientes y estudiantes que no tienen que suplir
otros contratantes y empresarios. El tribunal tomó en consideración varios
elementos en los hechos tales como; se suponía que esa noche habría un guardia
universitario en la valla de seguridad y otro en ronda preventiva en motora pero
éstos habían informado que estarían ausentes del trabajo y no fueron sustituidos;
no existía plan o procedimiento alguno para ello; la guardia universitaria no tenía
un sistema de prioridades para atender la seguridad de los estudiantes; se había
hecho un estudio sobre las agresiones sexuales en el Recinto, concluyendo que
había sectores que no eran seguros, se había recomendado aumentar la vigilancia
en ciertas áreas, mejorar el alumbrado, establecer un centro de servicios para las
víctimas de abusos sexuales, desarrollar una campaña de orientación, crear
conciencia del problema y adiestrar personal médico y de vigilancia para ayudar a
las víctimas. Pero no se tomaron las medidas recomendadas por alegada falta de
fondos.
El tribunal fundó centralmente su decisión en el criterio previsibilidad y el riesgo
involucrado en el caso. El deber de cuidado incluye, tanto la obligación de
anticipar, como la de evitar la ocurrencia de daños, cuya probabilidad es
razonablemente previsible. La norma de anticipar el riesgo no se limita a que el
riesgo preciso o las circunstancias exactas debieron ser previstas. Lo esencial es
que se tenga el deber de prever en forma general consecuencias de determinada
clase.
3) J.A.D.M. v. Centro Comercial Plaza Carolina, 132 DPR 785 (1993). El
tribunal responsabilizó al centro comercial Plaza Carolina por los daños a dos
jóvenes que fueron asaltadas por un asaltante en hora tempranas de la noche,
mientras esperaban transportación en el lugar de parada de guaguas y carros
públicos dentro del centro comercial y llevadas a un pastizal donde fueron
abusadas sexualmente. El tribunal estableció que existe aunque los
9
establecimientos comerciales no son un garantizador absoluto de la seguridad de
las personas que asisten al mismo ya que esta responsabilidad es del estado, si
tienen la obligación de proveer medidas de seguridad razonables. Se hace relación
de la naturaleza de los centros comerciales, sus actividades y multiplicidad de
negocios, clasificándoseles por su tamaño y volumen de sus negocios. Por
tratarse de un centro comercial de los más grandes o regional, tienen la necesidad
de tomar precauciones para evitar estos daños, basando la responsabilidad en falta
de previsibilidad. Esta doctrina proviene del common law norteaméricano.
4) En Santiago Colón v. Supermercado Grande, 2006 TSPR 12 el tribunal aclaró
e hizo extensiva la doctrina emitida en J.A.D.M. v. Centro Comercial Plaza
Carolina a otro establecimiento comercial que no era un centro regional. Aquí el
tribunal reafirmó que la doctrina de J.A.D.M. v. Centro Comercial Plaza
Carolina sobre el deber de proveer medidas de seguridad razonables no está
limitada a los centros regionales. El tribunal expresó que lo determinante, al
momento de evaluar si un establecimiento comercial tiene el deber de ofrecer
seguridad adecuada y razonable a sus clientes y visitantes, es escudriñar la
totalidad de las circunstancias del caso, en particular: (1) la naturaleza del
establecimiento comercial y de las actividades que allí se llevan a cabo; (2) la
naturaleza de la actividad criminal que se ha registrado y se está registrando en las
facilidades y en el área donde está ubicado el establecimiento; y (3) las medidas
de seguridad existentes.
Finalmente el tribunal resolvió que “el factor del tamaño y de la clasificación del
establecimiento no debe ser determinante en el análisis de responsabilidad.”
Es importante destacar que los hechos incontrovertidos reflejan que en Santa
Isabel había una alta incidencia criminal, en el establecimiento ya habían ocurrido
varios actos criminales similares de robo o “ car jacking”.
5) Tormos Arroyo v. Departamento de Instrucción, 140 DPR 265 (1996), se
impuso responsabilidad al Departamento por el incumplimiento a su deber de
seguridad como consecuencia de los daños a un estudiante que fuera agredido por
varios sujetos cerca de la entrada a la escuela a su regreso de su hora de almuerzo.
Aquí el tribunal determinó que el Estado omitió su deber impuesto en la Ley
núm. 26 de 5 de junio de 1985, que le impone al Secretario de Instrucción la
obligación de proveer protección y seguridad a los estudiantes que asisten a las
escuelas públicas mediante un cuerpo de seguridad requerido por dicha ley.
En cuanto al aspecto de previsibilidad dice el Tribunal que "no estamos ante un
hecho fortuito o un riesgo tan remoto que no pudiera ser previsto por una persona
prudente". El tribunal destaca el propósito de la ley de erradicar la criminalidad y
vandalismo existente en nuestro país, de la cual no están exentos los planteles
escolares e inmediaciones.
6) Ramírez Salcedo v. Estado Libre Asociado, 140 DPR 385 (1996). Este caso
establece la doctrina que resuelve el problema núm. III que se distribuyó en clase.
Un detenido que esta bajo la custodia de la policía salió de su casa una noche
10
armado con una escopeta y sin mediar palabras abrió fuego contra un grupo de sus
vecinos, hiriendo a dos de ellos. Poco después se entregó en el cuartel de policía,
aún portando la escopeta. Se le arrestó y ordenó su ingreso en la Penitenciaría
Estatal al no prestar la fianza que le fuera impuesta. Mientras era conducido hacia
dicha institución en un automóvil por dos policías, uno de ellos en el asiento
trasero con el detenido, éste, que no estaba esposado debido a que tenía un
vendaje enyesado en una mano, súbitamente abrió la puerta y se lanzó al
pavimento, sufriendo serias lesiones que le causaron la muerte pocas horas
después. La controversia planteada era si existía una causa de acción contra el
Estado a favor de los hijos de una persona que se suicida mientras está bajo
custodia de la policía. El Tribunal Supremo resolvió en la negativa y revocó la
sentencia que halló responsable al Estado, al concluir que bajo los hechos de este
caso no era previsible que dicha persona se suicidara. El suicidio de una persona
es un riesgo particularmente difícil de anticipar o prevenir; "aun científicos
especialmente entrenados para tratar pacientes con tendencias suicidas hallan
enormes dificultades en anticipar y evitar que una persona se quite la vida"; y las
predicciones médicas sobre la probabilidad de que un individuo se suicide fallan
más veces de las que resultan acertadas. Por ello "los tribunales han sido muy
reacios a imponer responsabilidad extracontractual a base de que el suicidio de
una persona debió haber sido previsto, aun cuando se trata de grupos de alto
riesgo". Considerados estos factores, concluye el Tribunal que "la Policía de
Puerto Rico tiene un gran número de funciones y responsabilidades, pero la
atención psiquiátrica no es una de ellas". Sus miembros "no han sido adiestrados
para reconocer y analizar los problemas emocionales de la persona que arrestan, y
es irrazonable pretender que estén facultados para hacer mejor trabajo que
aquellos que han recibido entrenamiento específicamente dirigido a detectar las
sutiles señales de un potencial suicida". Señala el Tribunal, con citas de
jurisprudencia norteamericana, que una gran parte de la doctrina ha separado dos
funciones primordiales a llevarse a cabo ante un confinado que presenta riesgo de
suicido: limitar la disponibilidad de armas mortíferas, y mantenerlo bajo
supervisión. Una vez lleven a cabo estas funciones, su conducta se considerará
razonable y, por tanto, diligente. El concepto de previsibilidad, en que descansa la
definición de negligencia, ha sido objeto de expresiones, además, en varios casos
de daños causados por cosas inanimadas, particularmente en relación con
establecimientos comerciales.
C. Teoría del riesgo y de la responsabilidad objetiva
1) Gierbolini v. Employers Fire Insurance Co., 104 DPR 853 (1976). En este caso una
persona fue invitada a la residencia del demandado y cuando se sentó en una silla ésta se
quebró y el demandante sufrió daños en su brazo. El demandante reclamó daños y se reclamó
la doctrina del “ invitee” del common law. El Tribunal Supremó rechazó la aplicación de la
referida doctrina. El tribunal también discute la teoría del riesgo fundada en la
responsabilidad sin culpa. La teoría del riesgo sostiene básicamente que "todo el que
mediante su actividad crea un riesgo de dañar a otro, debe ser siempre responsable de este
daño, si se produce, sin necesidad de ninguna culpa personal". La teoría del riesgo se conoce
11
también como la teoría de la responsabilidad sin culpa, del daño objetivo, del riesgo creado o
el riesgo objetivo. Esta doctrina se ha reconocido en determinadas circunstancias en nuestro
país, pero sin que ello conlleve el rechazo del concepto de la culpa. Lo mismo ha ocurrido,
con similar circunspección, en España. Expresa además el caso: La teoría del riesgo se
extiende usualmente, conforme a algunos autores, a actividades que son fuente para el autor
de beneficio económico, o para cubrir los accidentes de tránsito y daños que se absorban
colectivamente. Señaló el tribunal que la tendencia minoritaria, tanto en derecho civil como
en derecho común, es a imponer responsabilidad si el daño causado es resultado de una
actividad que permita calcular el riesgo y asegurarlo. El tribunal encontró que no había base
alguna para determinar que un invitado tuviera que compensarse mediara o no culpa.
2) Mendoza v. Cervecería Corona, 97 DPR 499 (1969), el Tribunal Supremo adopta la norma
vigente de responsabilidad absoluta fundada en la teoría del riesgo. El demandante sufrió
una intoxicación estomacal al tomarse una malta Corona y demandó al fabricante por daños.
El Tribunal discute la evolución de la doctrina de garantía implícita en los Estados Unidos.
Una de estas excepciones y la que más aceptación tuvo es la de la 'garantía implícita',"
elaborada en 1927 por el Tribunal Supremo de Mississippi en Coca Cola Bottling Works v.
Luyons, 111 So. 305 (1927), y adoptada en Puerto Rico en Castro v. Payco, 75 DPR 63
(1953).
La norma de garantía implícita establece una norma de responsabilidad absoluta, ya
que la doctrina de la garantía implícita impone a los fabricantes y vendedores el deber
de proveer un producto adecuado para el uso para el cual se fabrica y vende dicho
producto, en este caso el consumo humano.
La norma se ha extendido más allá de alimentos para consumo humano, y finalmente
en 1960 se resolvió Henningsen v. Bloomfield Motors, Inc., 161 A.2d 69(New
Jersey, 1960), "que aunque se basa en garantía implícita, rompe la barrera de
alimentos o productos de uso personal y responsabiliza a un manufacturero de
automóviles por defectos en la varilla del guía de un Plymouth. La varilla al partirse
hizo que el auto chocara, causándole daños a la esposa del dueño de éste". A partir de
este caso se generalizó la adopción de la doctrina de responsabilidad absoluta.
En cuanto al Derecho civil, dice el Tribunal que en varias decisiones del Tribunal
Supremo de España "claramente se observa un desarrollo acentuado hacia la
responsabilidad objetiva o absoluta". Nada encuentra en el Art. 1902 del Código civil
español que lo impida.
Finalmente aclaró el tribunal, sin embargo, que "si bien el consumidor no tiene que
establecer directamente la negligencia del fabricante, el fabricante no es asegurador
de todos los daños que puedan ocasionar sus productos."
D. Norma o grado de cuidado daños como consecuencia de accidentes de
automóviles
1. Accidentes de automóviles Ley de vehículos y tránsito
12
La Ley de vehículos y tránsito del 2000, 9 L.P.R.A. sec. 5621, dispone:
El dueño de cualquier vehículo de motor será responsable de los daños y perjuicios que
se causen mediante la operación de dicho vehículo, interviniendo culpa o negligencia, cuando el
referido vehículo sea operado o esté bajo el control físico y real de cualquier persona que, con el
fin principal de operarlo, o de hacer o permitir que el mismo sea operado por tercera persona,
obtenga su posesión mediante la autorización expresa o tácita del dueño. En todo caso se
presumirá, salvo prueba en contrario, que la persona que opera o tiene bajo su dominio o control
un vehículo de motor, ha obtenido su posesión con la autorización de su dueño, con el fin
principal de operación, o de hacer o permitir que el mismo sea operado por tercera persona. La
persona por cuya negligencia haya de responder el dueño de un vehículo de acuerdo con las
disposiciones del párrafo anterior vendrá obligada a indemnizar a éste.
En McGee Quiñones v. Palmer, 91 DPR 464 (1964). el demandante llevó su automóvil
al taller de hojalatería del Sr. González para que lo lavara, lo engrasara, y le hiciese cualquier
reparación mecánica que fuese necesaria y lo devolviese a su residencia. En violación de estas
instrucciones Manuel, hijo del Sr. González, en compañía de otros jóvenes salieron en "gira
artística" hacia la playa de Luquillo. Al regresar otros de los acompañantes manejó el vehículo y
ocurrió un choque en que se lesionó uno de ellos, que demandó por daños a Palmer y su
aseguradora.
Al revocar sentencia a favor de Palmer, el Tribunal Supremo aplicó la sec. 13-101 de la
Ley de Vehículos y Tránsito. "[U]na vez obtenida la posesión mediante la autorización expresa
o tácita del dueño, éste no puede eludir su responsabilidad civil mediante prueba sobre
limitaciones en el uso u operación del automóvil. Tal hecho podrá dar margen a una reclamación
del dueño contra la persona de cuya negligencia se ve obligado a responder, pero es inoperante
frente al tercero perjudicado. El hecho determinante es la posesión autorizada, no es el uso
autorizado..." Se señala que tampoco hubo hurto de uso por parte de Osorio porque éste obtuvo
la posesión del vehículo con la autorización de Manuel, quien "'debidamente' representaba al
dueño." Y, además, Palmer sabía que la licencia de Manuel era de aprendizaje y por tanto debía
suponer que se haría acompañar por un chofer autorizado al conducir el vehículo, o darlo a un
chofer autorizado para que lo condujera.
Díaz Cáceres v. Berríos, 100 DPR 741 (1972). Resuelve que debe presumirse que la
persona a cuyo nombre aparece registrado un vehículo de motor es su dueño pero esa presunción
es rebatible. En el juicio se estipuló que cinco días antes del accidente se había otorgado un
traspaso del vehículo a favor de quien lo conducía. Esto tuvo el efecto de rebatir en su totalidad
la referida presunción y de establecer que a la fecha del accidente éste era el propietario del
vehículo jeep.
En Muñoz v. Farmer, 104 DPR 297 (1975), se resuelve que el traspaso no es eficaz para
fines de un tercero hasta que se formalice ante un funcionario autorizado por la Ley de vehículos
y tránsito.
13
En Rodríguez v. Ubarri, Miranda, 142 DPR 168 (1996), se resuelve que la presunción
a que se refiere Díaz Cáceres v. Berríos fue destruida por prueba demostrativa de que la
inscripción se hizo fraudulentamente por el dueño del vehículo a nombre de una hermana suya
porque estaba en trámite de divorcio y no quería que apareciera adquirido por él durante el
matrimonio.
En Nieves Vélez v. Bansander Leasing Corp., 136 DPR 827 (1994). Resolvió que el
arrendador financiero en un contrato de leasing de un vehículo de motor, a cuyo nombre se
mantiene registrado como dueño en el Departamento de Obras Públicas, era el titular del
vehículo a los fines de la responsabilidad del dueño dispuesta por la Ley de vehículos y tránsito.
No obstante posteriormente la Asamblea Legislativa creó la Ley núm. 192 de 6 de
septiembre de 1996, vigente desde el 6 de octubre de ese año, que enmendó la ley para regular
los contratos de arrendamiento de bienes muebles para disponer que cuando el bien objeto del
contrato sea un vehículo de motor el titular se considera a aquél a quién mediante el contrato se
le cede la posesión, uso y disfrute del bien mueble. El legislador quiso liberar de responsabilidad
al arrendador en casos de daños y perjuicios donde esté involucrado un vehículo de motor sujeto
a un contrato de arrendamiento. Rivera Labarca v. PRAICO, 2006 TSPR 26 (Sentencia)
Más recientemente en Natal Cruz v. Santiago Negrón et als 2013 TSPR 67; 188
D.P.R. 564 (2013) el tribunal reafirmó que no existe una reclamación contra una empresa de
vehículos de alquiler conforme la Ley núm. 192 de 6 de septiembre de 1996. Pero aclara que lo
que hizo este estatuto fue implementar la política nacional del Congreso de los Estados Unidos,
según lo dispuesto en la Ley Púb. Núm. 109-59, de 10 de agosto de 2005 (119 Stat. 1935), 49
U.S.C. sec. 30101 et seq., conocida en inglés como Safe, Accountable, Flexible, Efficient
Transportation Equity Act: A Legacy for Users (SAFETEA-LU). En el caso se reitera que el
derecho estatal cede ante el principio de la supremacía de las leyes del Congreso. Vega v. Soto,
164 D.P.R. 113 (2005). En virtud de la Cláusula de Supremacía, Art. VI, Const. EE.UU.,
L.P.R.A., Tomo I, ed. 2008, se ha elaborado la Doctrina del Campo Ocupado para evitar
conflictos regulatorios y fomentar una política uniforme sobre una materia específica. Esta
doctrina postula que la ley federal tiene supremacía sobre la legislación de un estado cuando la
ley federal así lo expresa o cuando no cabe duda de que la intención federal es reglamentar la
totalidad de la materia. SLG Semidey Vázquez v. ASIFAL, 177 D.P.R. 657, 678 n. 20 (2009),
citando a M. Velázquez Rivera, Validez Legal de la Reglamentación por la Asamblea Legislativa
de la Importación, Venta y Posesión en Puerto Rico de Perros de 7 la Raza Pit Bull, 63 (Núm. 1)
Rev. Jur. U.P.R. 1, 16 (1994); S.L.G. v. S.L.G., 150 D.P.R. 171 (2000).
No obstante en este caso el tribunal tuvo la oportunidad de examinar la controversia
siguiente: si bajo la Cláusula Colectiva de una póliza comercial de automóvil -cuyo asegurado
nombrado es una empresa de vehículos de alquiler- la compañía aseguradora (Universal)
responde por los daños que ocasionara un arrendatario a un tercero. Universal arguyó que el
arrendatario no era un asegurado bajo los términos, condiciones y exclusiones de la póliza.
Añadió que tampoco estaba cubierto por el contrato de seguro tras no pagar por un seguro
suplementario que le fuera ofrecido con el contrato de arrendamiento. Ante las circunstancias
particulares de este caso, el tribunal concluyó que los términos en los que estaba redactada la
cláusula colectiva de la póliza comercial de automóvil examinada incluía al arrendatario como
14
asegurado; ello a pesar de que el asegurado nombrado de la póliza sea una empresa de vehículos
de alquiler y que esta no sea responsable por los actos del arrendatario en virtud de ley federal.
Esto es así ante la ausencia de un endoso o exclusión en la póliza que libere a la aseguradora de
responsabilidad cuando un arrendatario renuncia en el contrato de alquiler de auto al pago de una
cubierta suplementaria. Por otro lado, tampoco era de aplicación la cláusula de exclusión por
Responsabilidad Contractual.
Canales Velásquez v. Rosario, 107 DPR 757 (1978). La demandante conducía un
automóvil por el carril izquierdo de la avenida Baldorioty, le estalló una goma trasera y de
inmediato hizo señales y obtuvo permiso de paso de los conductores que transitaban por el carril
del centro para alcanzar el derecho y allí cambiar la llanta. Inmediatamente se dirigió
diagonalmente al carril derecho, por el cual no discurría ningún auto, y mientras enderezaba su
vehículo salió un automóvil en dirección a su carril y le chocó por la parte trasera.
El Tribunal Supremo resolvió que el deterioro y explosión de la llanta fue la causa inicial
de una serie de eventos que finalizaron en la ocurrencia del accidente, que su relevancia en este
cuadro de hechos fue decisiva, y aplicó negligencia comparada reduciendo su compensación en
un veinticinco por ciento. La demandante no llevaba ajustada la correa de seguridad. Dice el
Tribunal que hoy día se acepta que dichas correas "evitan o reducen los daños ocasionados por el
'segundo accidente', que es aquel que ocurre cuando el cuerpo del ocupante viene en contacto
con el interior del vehículo luego de recibir el impacto inicial del 'primer accidente." No
obstante, como el accidente ocurrió antes de que se aprobara la ley que hace compulsorio su uso,
entendió no ser de justicia aplicar la norma en este caso.
(2) Ley de protección social por accidentes de automóviles; Ley, núm. 138 de 26 de
junio de 1968, 9 L.P.R.A. secs, 2051-2065, según enmendada,
La ley núm. 138 está basada en el principio de responsabilidad sin culpa.
establece las siguientes:
La ley
Provee beneficios a "toda persona natural que sufra daño corporal, enfermedad, o la
muerte resultante de éstas, como consecuencia del mantenimiento o uso por sí misma o por otra
persona de un vehículo de motor". Dicha persona es denominada "la víctima". 9 L.P.R.A. sec.
2053.
También la ley considera beneficiarios de la víctima a sus hijos menores de 18 años; sus
hijos entre 18 y 21 años dependientes de la víctima o que estuvieran estudiando al momento del
accidente; su esposo o esposa que dependa de la víctima para su sostenimiento; sus padres si
dependían de la víctima para su sostenimiento por ser incapaces de procurárselos y no tengan
otros medios de subsistencia; y, toda persona que dependa de la víctima y que sea incapaz de su
sostenimiento sin su ayuda. Si concurrieren cónyuges legales y personas viviendo en
concubinato el beneficio se pagará a quien demuestre su dependencia de la víctima y, si ambos
dependían, se adjudicará por partes iguales entre ambos beneficiarios. 9 L.P.R.A. sec. 2053a.
La ley provee beneficios de pagos por incapacidad, servicios médico-hospitalarios,
desmembramiento, muerte y gastos funerales. La ley establece un término máximo de dos años,
15
contados a partir de la fecha del accidente, para que el lesionado reciba y la ACAA le brinde
tratamiento. Sec. 4, 9 L.P.R.A. sec. 2054,. Por otro lado, ACAA no está obligada a pagar
servicios médicos y de hospitalización fuera de Puerto Rico, independientemente que los
servicios no estén disponibles en Puerto Rico. Martínez v. ACAA, 2002 TSPR 72.
Los beneficios que la víctima o sus beneficiarios reciban de otras fuentes en virtud de las
lesiones sufridas se deducirán de los beneficios que les correspondan bajo esta ley, excepto
cuando otra cosa se disponga. No son deducibles los beneficios (1) por concepto de la
obligación de sostenimiento de la familia, (2) bienes recibidos por herencia, (3) seguro de vida,
(4) donaciones, (5) beneficios del seguro social.
El beneficio por muerte se pagará si la víctima muere como consecuencia de las lesiones
sufridas dentro de un año a partir de la fecha del accidente. Incluye $1,000 para gastos funerales
y determinadas cantidades, dependiendo del beneficiario, que se estipulan en el inciso (4) (b).
La ley crea la Administración de Compensación por Accidentes de Automóviles,
conocida por las siglas A.C.A.A., una corporación pública para llevar a cabo los propósitos de la
ley, Sec. 10, 9 L.P.R.A. sec. 2060. La A.C.A.A. tiene derecho a ser indemnizada por quien cause
el daño si es causado (1) intencionalmente, (2) bajo efecto de bebidas o drogas, (3) o
conduciendo sin licencia, (4) o en la comisión de un acto criminal que no sea violación de la Ley
de vehículos y tránsito, o (5) mientras se compite en carreras de autos o pruebas de velocidad. 9
L.P.R.A. sec. 2056. La A.C.A.A puede solicitar del Departamento de Transportación y Obras
Públicas que anote un gravamen sobre el vehículo y la licencia de conducir hasta tanto se haya
pagado la reclamación de la agencia, que impedirá la venta o traspaso del automóvil y la
renovación de la licencia de conducir. Toda reclamación por beneficios deberá hacerse a la
A.C.A.A., excepto en casos de beneficio por muerte, dentro de los 15 días siguientes a la fecha
del accidente. Los beneficios por muerte deberán solicitarse dentro de los 120 días siguientes a
la muerte de la víctima. Dentro de los 60 días siguientes a la presentación de toda reclamación el
reclamante deberá someter a la A.C.A.A. "toda la evidencia que sea razonablemente posible
obtener en relación con las circunstancias del accidente y la pérdida sufrida". 9 L.P.R.A. sec.
2057.
La sec. 7, 9 L.P.R.A. sec. 2058, exime al causante del accidente en las siguientes
cantidades:
(1) $1,000 por sufrimientos físicos y mentales
(2) $2,000, o lo pagado por A.C.A.A. (si mayor de $2,000) por daños no morales, como
por ejemplo, gastos médicos o de hospitalización.
(3) La indemnización que el tribunal otorgue se reducirá restándole los beneficios que
haya recibido de A.C.A.A., aun cuando los daños sean morales nada más.
(4) Si hay dos o más causantes de daños la reducción se hará una sola vez.
La exención personal de $1,000 por daños morales se ha establecido que es por cada
16
víctima y no por cada accidente. Rivera v. Batistini, 100 DPR 499 (1972) En caso de muerte el
dependiente primario tiene derecho a una compensación de $10,000.00 y el secundario
$1,000.00. De ser menores los dependientes éstos tendrán derecho a una compensación en una
escala de $5,000.00 a $2,000.00, dependiendo de la edad; a menor edad mayor es la
compensación. Del dependiente demandar y obtener una sentencia favorable el tribunal deberá
deducir la compensación concedida por la ACAA.
Le ley establece que el término "víctima” a los fines de la exención de $1,000 se refiere a
quien sufre daño en contacto físico con un vehículo. No se refiere, por ejemplo, a la esposa de la
víctima de un accidente de automóviles. Y solamente en cuanto a la víctima se pueden deducir
los $1,000. A ella (la esposa) no se le puede hacer deducción porque no es víctima. Coira v. De
Jesús, 103 DPR 345 (1975).
La jurisprudencia ha establecido la interacción entre la ley núm. 138 y la adjudicación en
los casos de daños y perjuicios.
En Zeno v. Vázquez Rosario, 106 DPR 324 (1977) el tribunal reafirmó y aclaró que en
la adjudicación y el cómputo de los daños procede que se descuente a la indemnización
concedida los pagos hechos por los beneficios de la A.C.A.A. En este caso un joven soltero, de
21 años, murió instantáneamente en accidente de automóvil. Este residía con su padre, tres
medio hermanos y una tía de crianza, quienes demandaron. La parte demandada admitió
negligencia. Antes del juicio A.C.A.A. compensó en $10,000 al padre como dependiente
primario y $1,000 a cada uno de los tres medio hermanos por ser también dependientes. El
Tribunal Superior, Sala de Arecibo, valoró en $51,194.62 la pérdida económica para el padre,
más $450 por el valor del carro del joven, que fue pérdida total. Concedió $5,000 a cada
hermano y $10,000 a la tía. El Tribunal Supremo modificó y redujo a $40,000 la compensación
al padre por pérdida económica y daños morales. Resolvió que de ello se deducirán los $10,000
concedidos por A.C.A.A.
Miranda v. E.L.A., 137 DPR 700 (1994). El tribunal establece que las compensaciones
a la viuda y los hijos por daños morales se les restarán el importe de los beneficios que hayan
recibido de la A.C.A.A. excluyendo las deducciones anteriores.
En Canales Velásquez v. Rosario, 107 DPR 757 (1978) el tribunal aclaró cuál es el
procedimiento para computar y adjudicar la indemnización en los casos de daños en nuestra
jurisdicción cuando hay negligencia comparada. Primero se descontara de la compensación el
grado de responsabilidad de negligencia comparada. Luego se descontara la deducción por
concepto de lo pagado por la ACCA. (Véase ejemplo en la presentación titulada Norma de
Cuidado)
(3) Seguro de responsabilidad pública
El seguro de responsabilidad pública está regulado por la Ley 253 de 27 de diciembre de
1995, 26 L.P.R.A. secciones 8051-8061. Esta dispone un sistema de seguro de responsabilidad
obligatorio que cubre los daños causados por un vehículo de motor a vehículos de motor de
terceros como resultado de un accidente de tránsito, por los cuales es legalmente responsable el
17
dueño del vehículo asegurado. El costo del seguro deberá ser pagado por el dueño del vehículo
asegurado al obtener y al renovar cada año la licencia de su vehículo. Este seguro no cubre daños
a personas y a otras propiedades que no sean daños a vehículos de motor de terceros.
No obstante es discrecional del dueño de un vehículo de motor obtener un seguro de
responsabilidad pública que pueda cubrir daños a personas y propiedad no cubiertos por las dos
leyes mencionadas, y hasta máximos de cubierta acordados entre el asegurado y la compañía
aseguradora que expide la póliza. Este seguro de responsabilidad pública protege al asegurado
hasta el máximo de las cuantías convenidas en la póliza, por daños causados por culpa o
negligencia en la operación del vehículo de motor asegurado.
En Quiñones López v. Manzano Pozas, 141 DPR 139 (1996) la compañía Nationwide
Mutual Insurance Company expidió póliza de seguro cubriendo un automóvil Mercury inscrito a
nombre de ella y perteneciente a la sociedad legal de gananciales compuesta por Manzano Pozas
y su esposa. Dichos cónyuges se hallaban separados debido a desavenencias y Manzano se
había mudado a un apartamento arrendado. Un día Manzano fue a la residencia familiar para
utilizar el automóvil en gestiones personales suyas. No pudo llevárselo debido a desperfecto
mecánico y obtuvo de un amigo que le prestara un automóvil Toyota. Luego mientras conducía
el Toyota arrolló al codemandante Quiñones López. Una prueba de aliento hecha por la policía a
Manzano arrojó un resultado de 0.17% de alcohol en la sangre.
Se demandó por daños a Manzano Pozas, a su esposa, a la sociedad legal de gananciales
y la compañía aseguradora. Esta negó cubierta aduciendo que Manzano no residía bajo el mismo
techo con su esposa. El tribunal resolvió que bajo los términos de la póliza, para ser acreedor a
la cubierta extendida, tienen que cumplirse tres requisitos, a saber: (a) ser cónyuge del
asegurado, (b) vivir bajo el mismo techo, y (c) haber utilizado un vehículo de motor que no sea
propiedad suya ni del asegurado mientras el automóvil asegurado estuviere fuera de servicio
debido a desperfectos u otras de las condiciones expresadas. El tribunal entendió que los
requisitos a y c se cumplieron. Por tanto lo que restaba era interpretar la clausula “ vivir bajo el
mismo techo”.
Por ser la póliza del seguro un contrato de adhesión el tribunal reitera que cualquier
duda en la interpretación de una póliza, debía resolverse en protección al asegurado; que no se
favorecerán las interpretaciones sutiles que le permitan a las compañías aseguradoras evadir su
responsabilidad; y que corresponde a los tribunales buscar el sentido y significado que a las
palabras de la póliza en controversia le daría una persona normal de inteligencia promedio que
fuese a comprar la misma, sin atenderse demasiado al rigor gramatical, sino a uso general
popular de manera que los contratos de seguro sean entendidos e interpretados en su más
corriente y usual significado.
El tribunal concluyó que Manzano vivía bajo el mismo techo ya que la separación era una
temporal. Manzano y su esposa, aunque separados, estaban explorando la posibilidad de una
reconciliación y la relación entre ellos era cordial. Manzano mantenía parte de su ropa en la
residencia familiar, allí recibía su correspondencia principal, y regularmente visitaba dicha
residencia para compartir con su hijo y bañar a los perros. Concluyó por tanto el tribunal que
Manzano Pozas 'vive bajo el mismo techo' o 'en el hogar' de su esposa.
18
Como consecuencia Nationwide venía obligada a proveerles de representación
profesional a los cónyuges demandados, y por tanto debe reembolsarles por los gastos incurridos
por ellos.
D. Norma de cuidado en cuanto a los daños de niños; Accidentes de automóviles
1)
Berenguer v. Government Employees Insurance Co., 90 DPR 478 (1964). Este caso
trata sobre accidente en zona rural. Dos grupos de personas caminaban por las orillas de una
carretera en un tramo recto, ambos en la misma dirección. En igual dirección conducía el
demandado una pick up a velocidad de 30 a 35 m.p.h. En el grupo de la derecha iba un niño de
cinco años de edad y, en el momento en que pasaba el demandado, salió corriendo y cruzó
repentinamente a la izquierda siendo impactado por el vehículo causándole la muerte. Instancia
declaró sin lugar la demanda al concluir que fue un accidente inevitable; que el niño caminaba de
espaldas al tránsito en violación de la ley; que los adultos debieron velar por su seguridad; y que
nada indicaba que el niño abandonaría su sitio de seguridad.
Este caso es importante porque el tribunal hace un historial sobre otros casos resueltos
donde se involucran niños. El tribunal revoca y distingue los siguientes casos:
Figueroa v. Picó, 69 DPR 401 (1948). "A un niño de pocos años no se le requiere que
cumpla con las normas de conducta que es razonable esperar de un adulto, pero su conducta debe
juzgarse por la norma de conducta que puede esperarse de un niño de similar edad, inteligencia y
experiencia". Se impuso responsabilidad al conductor de una guagua comercial que golpeó a un
niño de cinco años cuando éste salió corriendo de una escuela a cruzar la avenida.
Álvarez v. Hernández, 74 DPR 493, 499 (1953). Se impuso responsabilidad al
conductor de un automóvil que arrolló y causó la muerte a un niño de nueve años en una calle en
Luquillo porque "cuando hay niños jugando, corriendo y empujándose mutuamente en una acera,
el conductor de un vehículo viene obligado 'razonablemente, a anticipar el que esa situación
inherentemente peligrosa se pudiese materializar a través de algún movimiento súbito de un niño
con dirección a la calle' como en efecto ocurrió".
Díaz v. Stuckert Motor Co., 74 DPR 519, 525 (1953). Se responsabilizó al conductor
de un automóvil que iba "a velocidad normal" conforme a la ley, en una carretera recta con
buena visibilidad, causó la muerte a un niño de ocho años que caminaba "a paso ligero por el
murito o puentecito hacia la carretera", hecho que "era o pudo ser una clara indicación de que el
menor saldría a la carretera, y por lo tanto, un aviso razonable al conductor del vehículo de que
debía ejercitar el mayor grado de cuidado posible para evitar arrollarle".
Rodríguez Ramírez v. Franqui Viera, 86 DPR 766 (1962). Se responsabilizó al
conductor de un vehículo que entró a un puente estrecho donde había niños jugando, a velocidad
de 15 a 20 m.p.h., y al pasar por el lado de uno de los niños de nueve años de edad, éste fue
empujado por otro cayendo sobre el lado del vehículo, lesionándose. Expresó el Tribunal que
este no es el caso de un niño que ha estado previamente ocupando un sitio de seguridad e
inesperadamente lo abandona y se lanza frente a un vehículo en movimiento. Aquí los niños, no
19
mayores de nueve años, se hallaban en el preciso vórtice del peligro. Expresa el Tribunal que la
negligencia es función de riesgos.
Concluyó el Tribunal en Berenguer que el demandado “no tomó todas las precauciones
para evitar arrollar al grupo de peatones -- que en este caso caminaban peligrosamente de
espaldas al tránsito -- aun cuando éstos hacían uso incorrecto de la vía pública, ni dio aviso
audible con bocina de su aproximación", según prescribe la ley. Por otro lado hubo negligencia
comparada de los demandantes ya que caminaban de espaldas al tránsito en violación de la Ley
de vehículos, y transito.
Establece también el tribunal que las reglas aplicables a los niños que están o caminan por
las aceras de una ciudad deben ser diferentes a aquéllas que deben aplicarse a niños que caminan
por el lado de una carretera en la zona rural pues en el primer caso el conductor tiene derecho a
asumir que los niños permanecerán en la acera que está dedicada exclusivamente a los peatones
y que no van a cruzar la calle súbitamente ni a usar la calle como acera.
En Quiñones v. Hernández, 83 DPR 212, 216 (1961) se refiere a un caso de un accidente
pero en una zona urbana. Aquí se relevó de responsabilidad al conductor por lesiones a un menor
cuando éste se lanzó súbitamente a cruzar la avenida McLeary, apartándose de un grupo de cinco
personas compuesto de tres menores, una mujer adulta y un joven de 16 años que al regresar de
la playa se detuvo en la acera norte para cruzarla cuando el tránsito lo permitiese. Se dijo que "no
ha de considerarse que existe una situación peligrosa el hecho de que haya niños sosegadamente
parados en una acera, especialmente cuando se trata de niños que están custodiados por personas
adultas". Nada indicaba que el niño abandonaría su sitio de seguridad.
El tribunal rechazó también aplicar la regla de “la ultima oportunidad expedita” que
requiere que en una “situación peligrosa” donde ambos demandante y demandado son culpable,
el demandado y no el demandante tenía la oportunidad de evitar el daño. El tribunal entendió
inaplicable la doctrina ya que aquí no hubo una “situación peligrosa”. Por otro lado, el
demandado no incumplió ningún deber jurídico.
E. Norma de cuidado doctrina del peligro atrayente o “attractive nuissance”
Bajo esta doctrina del common law se hace responsable al dueño o titular de una
propiedad que tiene una estructura, condición o cualquier condición artificial que este en dicha
heredad que atraiga a niños. En realidad la doctrina permite que por excepción se encuentre al
propietario responsable por la invasión o transgresión de su propiedad. Sólo aplica en el caso de
niños por estos no tener el debido juicio o madurez para entender el riesgo de la condición
peligrosa.
La doctrina está amparada en el Restatement of Tort, sec. 339 que expresa:
“Un poseedor es responsable de los daños corporales recibidos por niños que entran sin
permiso en su propiedad causados por una estructura u otra condición artificial que él mantenga
en el terreno, si:
20
(a) el sitio donde se mantiene la condición es uno que le consta al poseedor o que le debe
constar que está sujeto a trasgresión por los niños; y
(b) la condición es una respecto de la cual el poseedor sabe o debe saber y comprende o
debe comprender que envuelve un irrazonable riesgo de muerte o grave daño corporal
para tales niños; y
(c) los niños, debido a su edad, no descubren la condición o no comprenden el riesgo
envuelto en intervenir con ella o en invadir el área que se tornó peligrosa debido a tal
condición; y
d) la utilidad que recibe el dueño proveniente del mantenimiento de tal condición resulta
pequeña si se compara con el riesgo que la misma envuelve para los niños, y
(d) el poseedor omite ejercitar el cuidado razonable para eliminar el peligro o de otra
forma proteger los niños.
Aunque no pretendemos ser exhaustivos en el common law se ha considerado condición
peligrosa los siguientes:
piscinas, fuentes, trampolines, carros abandonados, cortadoras de gramas, bombas
de gasolinas, animales exóticos o peligrosos, cuevas, techos entre otros.
La jurisprudencia aplicable en nuestra jurisdicción destaca lo siguiente:
1) Ortiz v. Levitt & Sons, 101 DPR 290 (1973). El caso trata sobre un niño de 13 años, que
cursaba el octavo grado, con índice académico de 3.00 (B) y un coeficiente de inteligencia de
118 (en el tope o nivel superior formado por el 15% de su clase). El niño se ahogó al tirarse a
cruzar a nado el canal que separa dos secciones de la Urbanización Levittown. Cruzó y al
regresar se hundió y se ahogó. El canal era parte del sistema de disponer de aguas pluviales
que desembocan en un lago artificial; había verjas de alambre eslabonado a ambos lados de 4
a 5 pies de altura y rótulos que prohibían bañarse o pescar. Había una brigada de
mantenimiento para reparar las verjas, que eran rotas por personas no identificadas para
ganar acceso al canal.
El Tribunal Supremo revoca sentencia que declaró ha lugar demanda de los padres del
menor. Expone que un poseedor es responsable de daños y perjuicios recibidos por niños que
entran sin permiso en su propiedad causados por una estructura u otra condición artificial que
el mantenga en el terreno en si.
Además adopta los requisitos para la aplicación de la doctrina del peligro atrayente,
tomados de Restatement, Torts, sec. 339:
(a) el sitio donde se mantiene la condición es uno que le consta al poseedor o que le
debe constar que está sujeto a trasgresión por los niños; y (b) la condición es una
respecto de la cual el poseedor sabe o debe saber y comprende o debe comprender que
envuelve un irrazonable riesgo de muerte o grave daño corporal para tales niños; y (c)
los niños, debido a su edad, no descubren la condición o no comprenden el riesgo
envuelto en intervenir con ella o en invadir el área que se tornó peligrosa debido a tal
condición; y d) la utilidad que recibe el dueño proveniente del mantenimiento de tal
21
condición resulta pequeña si se compara con el riesgo que la misma envuelve para los
niños, y (e) el poseedor omite ejercitar el cuidado razonable para eliminar el peligro o de
otra forma proteger los niños. Pérez Vázquez v. Sucn. Amill, 89 DPR 370, 375 (1963),
así
Es importante destacar que el tribunal modificó el requisito expuesto en la letra (c) que
incorpora la edad del niño como factor determinante. El tribunal aclaró que los recientes
desarrollos en la interpretación jurídica realista han sustituido la inteligencia, madurez y
experiencia del niño por su edad cronológica. Indica el tribunal que no debe preocupar el número
mágico de años que convierte al niño en sujeto incapaz de sucumbir ante un peligro atrayente.
Lo que verdaderamente concierne en una adjudicación de este tipo es su capacidad para apreciar
o percibir el peligro.
Por lo tanto el tribunal concluyó que no se cumplieron los requisitos c y e ante.
2) Vargas Rodríguez v. A.F.F., 86 D.P.R. 104 (1962)
En este caso los padres de un niño de tres años que murió ahogado en un canal de riego
administrado por la A.F.F. demandan por los daños sufridos por ellos debido a la muerte de su
hijo. El tribunal enumera los requisitos para que sea aplicable la doctrina de peligro atrayente,
según la sección 339 del Restatement of Torts, que son:1) al poseedor le consta que el lugar
donde está el peligro está sujeto a transgresión por los niños; 2). el poseedor debe saber o sabe
que la condición que mantiene representa un riesgo irrazonable de daños para los niños. 3) los
niños, debido a su edad, no entienden el riesgo; 4) la utilidad que recibe el dueño a través del
mantenimiento de la condición es menor que el riesgo que la misma representa para los niños.
Este caso trae una excepción que ya ha sido reconocida por la doctrina del common law,
según la cual se exime de responsabilidad al demandado cuando los daños ocurren en cuerpos de
aguas naturales ubicados en sus fincas. Para propósitos de esta excepción se consideran cuerpos
de agua naturales, aquellos artificiales que se asemejen a los naturales por su profundidad y/o
corriente.
El canal de este caso, asemejaba un río ya que tenía la apariencia de un río caudaloso y
no estaba constituido como una trampa para los niños (había vegetación en los alrededores y no
había pruebas de que los niños ingresarán allí a jugar a menudo). Se exime de responsabilidad a
la A.F.F. por el fundamento de la excepción que se hace en los casos de cuerpos de agua
naturales. De todos modos, el tribunal expone que no se dan los requisitos del Restatement
of Torts.
Es importante destacar que el canal en juego tenía un valor social importante porque le
suplía energía eléctrica y agua de riego a Isabela.
El tribunal expone ejemplos de cuerpos de aguas naturales que estén en sus propiedades
sobre los cuales los dueños no son responsables. Ejemplos son: ríos, lagos, quebradas, orillas y
aguas de los mares.
22
No obstante el tribunal discute que hay excepciones donde podría responder el
poseedor aunque sea agua natural. Estas son:
1) Son responsables los dueños donde están localizados los cuerpos de agua, si estos
presentan o contienen artefactos que los hagan atractivos a los niños.
2) ó constituyen una trampa u ofrecen un peligro claro y patente.
3) Otra circunstancia a considerarse es la localización, ejemplo si están cerca de
poblados o carreteras.
4) Si es una piscina en un sector poblado.
5) .. si los alrededores del sitio son utilizados por los niños como área recreativa, y el
dueño conoce o razonablemente debiera conocer ese hecho.
3. López Surita v. A.F.F., 93 D.P.R. 601 (1966)
En este caso un niño de 12 años murió ahogado dentro de un tubo de concreto localizado
al final de un canal de agua, ambos parte del sistema de riego de A.F.F. El tubo no tenía al
momento del accidente unas varillas que lo cubrieran con el propósito de que no se fueran por el
mismo objetos grandes, tales como animales o un niño de 12 años. Según empleados de la
agencia, ellos le habían quitado al tubo las varillas para poder limpiar mejor el tubo. Conforme la
prueba el niño no murió cuando cayó al agua, sino en el tiempo que pasó atrapado en el tubo con
el agua cubriéndolo.
En este caso se le impuso responsabilidad a la A.F.F. por el hecho de no haber puesto las
varillas, de modo que no se está aplicando la doctrina de peligro atrayente, ya que se le hubiese
impuesto responsabilidad aunque el ahogado hubiese sido un adulto. De modo que hubo una
clara negligencia por parte de la A.F.F. y lo que se aplica es el art. 1802 aunque no lo diga así el
caso. Uno de los criterios determinantes del tribunal fue que la carga económica de poner las
varillas no era tanta como para poner en peligro el sistema de riego que la A.F.F. proveía.
4. Serrano v. Puerto Rico Cement Corp., 99 D.P.R. 405 (1970)
En este caso un grupo de niños entran a jugar a la Ponce Cement y se desploma la cueva
donde estaban quedando atrapados adentro. El tribunal encontró que el poseedor omitió
ejercitar el cuidado razonable para eliminar el peligro y/o proteger a los niños. El tribunal
resuelve que aquí se cumplen con los cinco requisitos de la doctrina. Sin embargo se le da
especial importancia al hecho que eliminar la cueva que se desplomó solamente costaba $100 y
ya no le era de ninguna utilidad en la empresa. Por consiguiente, aquí el tribunal destacó el
balance entre lo que le costaba al propietario vis a vis los riesgos y pobreza extrema de estos
niños y su falta de lugares donde jugar.
F. Norma de cuidado por manejo de cosas peligrosas
El TSPR ha reiterado que una persona, propietario o establecimiento comercial que
produce, maneja o tiene un producto, bien o actividad peligrosa tiene el deber de mantener
condiciones de seguridad y tomar las precauciones para evitar o anticipar que sus clientes,
visitante, invitados o personas sufran daño. No obstante no es una responsabilidad absoluta.
23
Los casos estudiados en clase ejemplo de la dcotrina antes expuesta son los siguientes:
1) Sucn. Vega Marrero y otros v. A.E.E. y otros, Sentencia, 149 D.P.R. 159 (1999)
Cuatro (4) personas murieron electrocutadas mientras se encontraban bañándose en el Río
Maragüez de Ponce, Puerto Rico. El desgraciado accidente ocurrió debido a que un poste de la
Autoridad de Energía Eléctrica con tendido eléctrico había sido derribado y los cables
energizados de éste cayeron al Río Maragüez, todo ello antes de que las cuatro (4) personas
fallecidas hubiesen entrado a las aguas del río. El poste fue derrumbado por unos individuos
interesados aparentemente en remover el transformador de electricidad que tenía el poste y
apropiarse de él.
Dos (2) días antes de que ocurriesen las muertes, la Autoridad de Energía Eléctrica había
recibido varias llamadas telefónicas mediante las cuales se le informó de un problema de bajo
voltaje y de un poste caído en el área. La Autoridad de Energía Eléctrica investigó
adecuadamente algunas de estas llamadas pero otras no. Como consecuencia de no haber
atendido responsablemente algunas de las llamadas aludidas, la Autoridad de Energía Eléctrica
no detectó el cable energizado que se encontraba en contacto con las aguas del Río Maragüez
hasta después que ocurrió el lamentable accidente en el cual fallecieron las cuatro (4) personas
referidas.
Los familiares de las cuatro (4) personas que murieron electrocutadas instaron demandas de
daños y perjuicios. En lo pertinente, alegaron que si la Autoridad de Energía Eléctrica hubiese
investigado debidamente todas las llamadas de alerta que recibió sobre el poste caído y las
variaciones del voltaje en el área se hubiese percatado de la presencia del cable energizado en el
río y se hubiesen evitado las cuatro (4) muertes por electrocución. El TPI, luego de apreciar la
prueba presentada, emitió sentencia parcial mediante la cual declaró sin lugar las demandas
contra la Autoridad de Energía Eléctrica. Determinó que la actuación de la autoridad había sido
razonable dentro de las circunstancias, y que la causa directa de la electrocución de las cuatro (4)
personas fue la acción culposa de los que cortaron el poste.
El Tribunal de Circuito de Apelaciones confirmó la determinación del tribunal de instancia.
Los demandantes acudieron ante el TSPR.
El TSPR resolvió que erraron los foros de instancia y apelación al exonerar de toda
responsabilidad a la Autoridad de Energía Eléctrica por las muertes referidas. En cuanto a la
Autoridad de Energía Eléctrica fue negligente al no investigar debidamente todas las llamadas de
alerta que recibió, mencionadas antes. Por ello dejó sin efecto el dictamen del Tribunal de
Circuito de Apelaciones de 13 de marzo de 1998 y el del Tribunal de Primera Instancia y
devolvió el caso al TPI para la continuación de los procedimientos conforme a lo aquí resuelto.
El TSPR estableció que existe un deber de cuidado a la A.E.E. de velar y mantener sus
instalaciones de alto voltaje en:
1) La instalación de postes, tendido eléctrico y plantas.
24
2) Deber de mantenimiento en la operación de plantas generadoras de electricidad y la
líneas que la conducen.
3) Deber de inspección adecuadas para descubrir defectos y situaciones de peligro y riesgos
para el p;ublico.
El TSPR reiteró el carácter inherentemente peligroso de la energía eléctrica y el deber de
cuidado de las empresas en su distribución. El TSPR que la A.E.E. incumplió su deber al no
despachar adecuadamente las llamadas realizadas por los ciudadanos. De haberlos tramitados
correctamente se hubieran evitado los daños ocurridos.
En cuanto a la causalidad el TSPR rechazó el planteamiento de desestimación fundado en
que los daños fueron por los actos criminales de terceros. El TSPR apoyó su decisión en la
progenie de casos resueltos estableciendo responsabilidad civil de establecimientos, hoteles,
escuelas, universidades y empresas por los daños ocurridos a clientes, estudiantes y demás
personas como consecuencia de infringir el deber de seguridad y protección de estos. Sin
embargo dicha responsabilidad no es absoluta. Véase, Cruz Costales v. E.L.A., 89 D.P.R. 105
(1963); JADM v. Centro Comercial Plaza Carolina, 132 D.P.R. 785 (1993)
2) Torres Solís, et als v. A.F.F., P.R.T.C. y otros, 136 D.P.R. 302 (1994)
El 27 de junio de 1987, Abelardo Torres Solís y Roberto Irizarry empleados de Voltecon,
(Volt) subcontratista de la Puerto Rico Telephone Company se dirigieron a instalar unas líneas
telefónicas frente al Residencial Los Mirtos en Carolina. La instalación requería tender unos
cables telefónicos en algunos postes mediante el permiso de la Autoridad de Energía Eléctrica
(en adelante la Autoridad) y en virtud de un convenio suscrito con la Telefónica.
Iniciaron las labores e instalaron las líneas sin problemas en dos postes de la Telefónica, en
los cuales sólo había líneas telefónicas. Sin embargo, en el tercer poste, propiedad de la
Autoridad, existían unas líneas eléctricas y de teléfono sobre un transformador instalado a una
altura aproximada de doce (12) pies, en violación del Código Telefónico Nacional y del Código
de Seguridad Eléctrico Nacional. En situaciones normales, el transformador debe estar a una
altura mínima de dieciocho (18) pies, y las líneas telefónicas por encima, a una distancia no
menor de treinta (30) pulgadas de las eléctricas.
Torres Solís e Irizarry se percataron de esa situación, pero asumieron que no habría
problemas al instalar el cable a esa misma altura y localización. Torres Solís sintió la corriente
que lo atrajo hacia el transformador y sufrió una caída. Con la caída su cuerpo asumió una
posición fetal, quedó contraído, con convulsiones y sin poder hablar. Estuvo hospitalizado
durante dieciocho (18) días en la Unidad de Cuidado Intensivo para pacientes quemados y
experimentó quemaduras de segundo grado y daños físicos y emocionales.
Torres Solís, su esposa Elizabeth Márquez Carrasquillo y la sociedad legal de gananciales
Torres-Márquez demandaron, en el TPI a la Autoridad y su aseguradora. Éstas negaron toda
responsabilidad y adujeron que Torres Solís incurrió en negligencia. De otra parte la Autoridad
formuló una demanda contra tercero en contra de la Telefónica y Royal Insurance Co. of
25
America (en adelante Royal), predicada en que la Telefónica instaló los cables telefónicos en
violación a las normas de seguridad y que ambas tenían un Acuerdo de Uso Mancomunado y
Relevo de Responsabilidad. En este ambas entidades se relevaban de responsabilidad por los
daños a sus propiedades. Permitía además el reembolso de cualquier pago hecho a terceros por
los mismos.
El TPI resolvió a lugar la demanda y encontró responsables a la Autoridad y la telefónica.
Por otro lado el TSPR resolvió varias controversias importantes en este caso:
1)
¿Si les cobija a la Autoridad y le Telefónica la inmunidad patronal de la Ley de
Compensaciones contra accidentes del Trabajo?
Por tratarse de un contrato de obras y servicios donde había un dueño o principal y un
contratista o subcontratista Volt es un patrono asegurado que le cobija la inmunidad patronal
contra demanda de sus trabajadores, por haber asegurado a sus trabajadores con la póliza del
FSE. Por lo tanto no hay causa de acción contra ésta. Por otro lado la Telefónica al haber
Volt asegurado a sus trabajadores es un patrono estatutario a la cual se le extiende la
inmunidad patronal por ficción jurídica de la Ley de Compensaciones Contra Accidentes del
Trabajo.
Sin embargo el TSPR resolvió que la Autoridad era un tercero que no le cobija la
inmunidad patronal ya que esta no era patrono conforme establece la ley. No había un nexo
jurídico que lo relacionara con la obligación del contrato de obras existente entre la
Telefónica y Volt. Y tampoco era patrono estatutario por el fundamento del contrato de Uso
Mancomunado y Relevo de Responsabilidad antes mencionado. Esta era una obligación
contractual entre la Telefónica y la Autoridad independiente del contrato de obras antes
aludido.
2)
¿ Es responsable la Autoridad bajo las circunstancias de este caso?
El TSPR aplicó la negligencia comparada en este caso. Determinó que la Autoridad fue
50 % responsable por haber incumplido el Código Eléctrico Nacional y el Código
Telefónico Nacional y estas violaciones haber sido causante de los daños reclamados.
De otra parte Torres Solís fue 50 % responsable ya que este a pesar de tener
conocimiento de las violaciones continuó trabajando en la obra.
3)
¿Es válido el contrato de Uso Mancomunado y Relevo de Responsabilidad que relevaba de
responsabilidad a la Autoridad en este caso?
El TSPR resolvió que procedía la demanda de tercero de la Autoridad contra la
Telefónica. Resolvió que es válida una cláusula contractual de relevo de indemnización en
nuestro ordenamiento jurídico siempre y cuando no haya una desproporción en la fuerza de
la negociación entre los contratantes. No obstante cuando haya una desproporción o una
subordinación serán contrarias al orden público. Así se ha resuelto en Chico v. Editorial
26
Ponce, Inc. 101 D.P.R. 759, 778; Getty Refining & Marketing v. P.R., 531 F.Supp.
396,400; Cabrera v Doval, 76 D.P.R. 777, 781 (1954)
3) Viuda de Delgado v. Boston Insurance Co., 99 DPR 714 (1971). El señor Beltrán,
dueño de una lancha de motor llamada “Contigo”, empleó a un ebanista señor Delgado para
cambiar el motor de gasolina de la lancha a uno de diesel. Para ello Delgado tuvo que utilizar un
taladro eléctrico que al ser activado produjo una explosión y un fuego que le causó quemaduras
graves a consecuencia de lo cual falleció varios días después. El Tribunal Supremo expresó que
aunque no hubo prueba directa de cómo se produjo la explosión y el fuego, tomó conocimiento
judicial relacionada a la inferencia que al usar el taladro eléctrico en el fondo o parte baja de la
lancha, se debió producir una chispa que encendió los gases del combustible que, por ser más
pesados que el aire, estaban en el fondo, produciéndose la explosión. Señala el Tribunal que la
prueba estableció que Beltrán controlaba, dirigía y participaba en la operación; Delgado era un
ebanista y no sabía como trabajar con tanques de gasolina; Beltrán había usado el taladro
eléctrico, sabía de la peligrosidad de los gases que se acumulan en los tanques de gasolina; y los
gases, por ser más pesados que el aire, se acumulan en el fondo del tanque. Por lo tanto debió
tomar las precauciones independientes necesarias acorde con las circunstancias como lo haría
una persona prudente y razonable. Esto es pudo luego de haber vaciado el tanque de gasolina,
llenarlo de agua, y debió haberle ofrecido las instrucciones y advertencias al ebanista y no lo
hizo. El tribunal aclaró que estas precauciones las sabía o debió conocer el dueño de la lancha.
VIII. Pluralidad de sujetos; Solidaridad o Mancomunidad
A. Obligaciones Contractuales
-Cada uno de los acreedores sólo puede exigir o reclamar del deudor la parte que le
corresponde en el crédito (mancomunidad activa)
-Cada uno de los deudores sólo está obligado a cumplir la parte de la deuda que le
corresponde. Si uno de ellos es insolvente, los demás estarán obligados a suplir su
falta (mancomunidad pasiva)
- La regla en las obligaciones contractuales es la mancomunidad.
-El art. 1090 del Cc expone que la solidaridad es expresa, no se presume.
-El art. 1091 expone que la mancomunidad se presume.
-Esto es el crédito o la deuda se presumirán divididos en tantas partes como
acreedores o deudores existan, reputándose créditos o deudas distintos
unos de otros.
B. Obligaciones extracontractuales
1. Solidaridad; obligación in solidum
a. Definición:
-
Cualquiera de los acreedores podrá reclamar del deudor (o de cualquiera de
los deudores, en su caso) la íntegra prestación objeto de la obligación.
(Solidaridad activa)
27
-
Pluralidad de deudores, todos y cada uno de ellos quedan obligados a cumplir
íntegramente la obligación cuando el acreedor (o alguno de los acreedores) le
compela a ello. (Solidaridad pasiva)
b. Efecto primario
-El daño indivisible.
-Efecto Primario: Los co causantes responden cada uno por la totalidad de la
reclamación.
-El demandante puede escoger a quien demandar.
-El co-causante que paga todo puede demandar a otros co causantes en acción
de nivelación. La interrupción contra un co causante no afecta a los demás.
c. Características:
Cuando dos o más personas actúan culposa o negligentemente y la culpa o
negligencia de ambos es la causa del daño sufrido, entonces, estamos ante una
"causalidad concurrente". En este caso en específico la regla es la de la
responsabilidad solidaria.
d. Enfoque procesal
Desde un punto de vista estrictamente procesal, se han identificado tres
vertientes en las que puede darse la causalidad concurrente.
1) La primera de ellas contempla la situación en que ha mediado culpa o
negligencia de dos co-demandados que conjuntamente producen daño al
demandante;
2) La segunda vertiente contempla la situación en que media culpa o
negligencia por parte del demandado y un tercero no incluido en la
demanda. En este caso la demanda contra tercero es el vehículo adecuado
para traer a cualquier co-causante que no haya sido incluido originalmente
en la demanda.
3) Como tercera vertiente está aquella situación en que media culpa o
negligencia por parte del demandado y por parte de su principal, o por
parte de alguna persona por la que el demandado debe responder de
acuerdo con la ley.
C. Jurisprudencia aplicable en la solidaridad extracontractual
1) Fraguada v. Hospital Auxilio Mutuo, 2012 TSPR 126 (Revoca a Arroyo v.
Hospital La Concepción en cuanto a los efectos de la prescripción)
En este se radicó una demanda en contra del hospital y varios médicos. Luego seis
años más tarde se presenta demanda enmendada para incluir otros médicos que ya se
conocían tenían que ver con el caso de impericia. En el caso el TS revoca a Arroyo v.
28
Hospital La Concepción, supra en cuanto al efecto interruptor contra los otros co
causantes del daño (efecto secundario de la solidaridad). El TS adopta en nuestra
jurisdicción la obligación in solidum en materia de prescripción de la causa de acción
por responsabilidad civil extracontractual cuando coincide más de un causante.
Conforme a ésta, el perjudicado podrá recobrar de cada co causante demandado la
totalidad de la deuda que proceda, porque los efectos primarios de la solidaridad se
mantienen. Pero deberá interrumpir la prescripción en relación a cada co causante por
separado, dentro del término de un año establecido por el Art. 1868 del Código Civil,
si interesa conservar su causa de acción contra cada uno de ellos. De esta forma, la
presentación oportuna de una demanda contra un presunto co causante no interrumpe
el término prescriptivo contra el resto de los alegados co causantes, porque tal efecto
secundario de la solidaridad no obra en la obligación in solidum. Por lo tanto, expone
el TS que lo dispuesto en el Art. 1090 del Código Civil, 31 L.P.R.A. sec. 3101, en
cuanto a la no presunción de la solidaridad, no aplica en materia de responsabilidad
extracontractual. En resumen el Art. 1874 del Código Civil, supra, no aplica a los
casos de daños y perjuicios bajo el Art. 1802 del Código Civil.
D.
Efecto de la interrupción
a) La responsabilidad de cada co causante del daño es autónoma. La interrupción no es
duradera cuando se trata de la presentación de la demanda. Esto es el perjudicado o sus
herederos tienen que interrumpir la prescripción contra cada uno de ellos dentro del
plazo prescriptivo expuesto en el Art. 1868 desde que tienen conocimiento del daño.
b) La interrupción mediante la reclamación extrajudicial y el reconocimiento del deudor
es permitida. Esto es hay que interrumpir individualmente contra cada uno de los co
causantes, pero desde esa fecha comienza a computarse nuevamente un nuevo plazo
prescriptivo. Matos Molero v. Roché Products, Inc., 132 D.P.R. 470, 487, 93 JTS 6;
Suarez Rodríguez v. Figueroa Colón, 145 D.P.R. 142 (1998)
c) Pueden haber interrupciones subsiguientes.
VI.
Notas finales
Los temas, casos y doctrinas antes mencionadas en este repaso son los que serán objeto
del examen parcial. Espero que el contenido de este repaso sea de utilidad en la preparación y
estudio para la prueba. Por lo demás éxito.
29
Descargar