xvi encuentro nacional de profesores de derecho romano

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XVI ENCUENTRO NACIONAL
DE PROFESORES
DE
DERECHO ROMANO
CÓRDOBA
2003
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES
“LA SUCESIÓN AB- INTESTATO.
UNA HIPÓTESIS
A LA LUZ DEL DERECHO ROMANO
Y SU PROYECCIÓN
EN EL DERECHO CIVIL ARGENTINO.
– PROPUESTA DE EXCEPCIÓN...”-
TRABAJO PRESENTADO POR LAS PROFESORAS
DE LAS UNIVERSIDADES
NACIONAL DE CÓRDOBA,
NACIONAL DE CATAMARCA
y
CATÓLICA DE CÓRDOBA.
Ab. María Elena Bazán
Ab. Bibiana Llaryora
SUMARIO
“LA SUCESIÓN AB-INTESTATO.
UNA HIPÓTESIS A LA LUZ DEL DERECHO ROMANO
Y SU PROYECCIÓN
EN EL DERECHO CIVIL ARGENTINO.
– PROPUESTA DE EXCEPCIÓN...”-
1-Introducción.
2-Sucesión Ab-Intestato en Roma. Generalidades.
3-Bienes de la Mujer.
4-Planteamiento de la Propuesta, en base a las fuentes
romanas.
5-Sucesión Intestada, tratamiento de la “sugerencia”en el
Código Civil Argentino.
6-Conclusión.
7-Bibliografía.
1- INTRODUCCIÓN
En esta especial ocasión, en que celebramos el XVI Encuentro
Nacional de Profesores de Derecho Romano en Córdoba, ciudad
mediterránea, cuna de cultura en la que se erigió la Universidad como
templo de tradición y sabiduría, presentamos nuestro aporte a la
investigación, intitulado: “La Sucesión Ab-Intestato. -Una hipótesis, a la
luz del Derecho Romano y su proyección en el Derecho Civil
Argentino. PROPUESTA DE EXCEPCIÓN...”-, e inspirado en una de las
tantas situaciones familiares jurídicamente conflictivas que brinda la
desventurada realidad social, de viejos y nuevos tiempos, y en la
antinomia existente entre la muerte concebida como un acontecimiento
que conlleva a la extinción de la persona física, en definitiva, al “ocaso” de
la vida humana y, a la vez, conduce al nacimiento, al “amanecer” de
derechos hereditarios en beneficio de las personas llamadas a la sucesión
del causante.
Consecuentemente con lo reflejado es posible manifestar como
hipótesis que, ante el fallecimiento de uno de los esposos divorciados,
el único heredero forzoso –careciendo el difunto de ascendientes-, es el
hijo; esta circunstancia nos permite formular como interrogante, el
siguiente: ¿qué acontecería si ese hijo, en situaciones que
especificaremos a lo largo de este ensayo, falleciere sobreviviéndole
el otro progenitor?.
Indudablemente, no surgirían mayores
inconvenientes para procurar una respuesta que indique quién es el
heredero, mas... la problemática sucesoria a tratar se relaciona con la
clase de bienes que adquiere y con los que, a nuestro entender, “debería”
recibir el beneficiario.
Tras el enigma planteado, es tiempo de introducirnos en el análisis
de las fuentes romanas, y a su vez , transfundirnos en la normativa del
Código Civil Argentino, destacando ciertas disposiciones legales a fin de
sugerir la “excepción” referida.
2- SUCESIÓN AB-INTESTATO EN ROMA. GENERALIDADES.
Al abordar el estudio del tema mencionado, es necesario iniciarlo
a través de la palabra “sucesión”, que proviene del latín “successio”,
que significa ocupar el lugar que anteriormente tenía una persona, o sea
que en el caso de la herencia, hay sucesión porque el heredero pasa a
instalarse en la misma posición jurídica que tenía el causante. En D. 43. 3.
1. 13, se dice:
“...Entendemos haber sucedido en el lugar de otro, ya si
se le sucedió en la universalidad, ya si en una cosa”.
En lo que respecta a las clases de sucesión, ésta puede ser Inter
vivos o mortis causa, ambas a título universal como particular y en cada
una de ellas, se presentan situaciones especiales.
Amén de lo manifestado anteriormente, la sucesión a tratar es la
“mortis causa”, la que a su vez puede ser testamentaria o ab- intestato.
Nuestro análisis se basará sobre la “sucesión ab-intestato”,
también denominada legítima o intestada, que tiene lugar al no existir
testamento, o cuando el mismo es nulo por no cumplirse las formalidades
requeridas, o cuando no obstante ser válido el “instrumento de última
voluntad”, éste se torna ineficaz porque los herederos instituídos no han
aceptado la herencia. Es así, como en esta especie de sucesión, no existe
la voluntad del causante, sino que es el derecho el que va a determinar el
orden sucesorio.
Para una mayor ilustración, nos hacemos eco de lo reflejado por
la fuente, en el pasaje de Instituta 3.1 pr., que dice:
“Fallece intestado, el
que o absolutamente no hizo testamento, o no lo hizo en derecho, o
cuyo testamento, que había otorgado, se ha roto o hecho írrito, o por
virtud del cual nadie ha sido heredero”.
A fin de continuar nuestra exposición, nos adentraremos en los
distintos sistemas sucesorios, de acuerdo a las épocas.
Así tenemos que, en un primer momento, el Antiguo Derecho
Civil fue recogiendo las vetustas normas consuetudinarias, determinando
un sistema rígido, formal, que primaba en las relaciones jurídicas y por lo
tanto, establecía una estructura fundamentada en el vínculo del parentesco
“agnaticio”.
Mientras tanto, a fines de la República se van produciendo
cambios en la familia, provocándose un decaimiento del vínculo civil, para
comenzar a surgir el parentesco natural o de sangre, es decir el
“cognaticio”.
Si bien el pretor no puede derogar inminentemente el derecho
civil, se constituye en el encargado de ir limando sus asperezas y
corrigiendo erudita y prudentemente las imperfecciones, por intermedio de
la bonorum possessio.
Es decir que, a través de la bonorum possessio edictalis, el pretor
con su edicto llama en orden sucesivo a los herederos, los cuales están
agrupados en cuatro clases de llamamientos, ubicándose en un primer
término la unde liberi y luego, la unde legitimi, la unde cognati y la unde vir
et uxor, en este último caso revestirá la calidad de sucesor el cónyuge
sobreviviente, siempre que no hubiese mediado divorcio al momento de
la muerte del causante.
La última etapa, época imperial, se va a regir a través de los
senadoconsultos Tertuliano y Orficiano, las constituciones Valentiniana y
Anastasiana, que contemplan aspectos no previstos hasta ese momento,
continuando con la prioridad del parentesco cognaticio.
Esto significó un avance en la legislación de la última etapa
histórica, con proyección a un nuevo camino para las ulteriores reformas
que traerá el derecho justinianeo, mediante las Novelas 118 y 127,
encargadas de organizar el nuevo sistema hereditario ab-intestato.
3 - BIENES DE LA MUJER.
A continuación, abordaremos brevemente la cuestión patrimonial
en la forma típica de unión conyugal del Derecho Justinianeo, a los fines
de puntualizar ciertos aspectos vinculados al planteamiento de nuestra
propuesta, a la luz de las fuentes latinas.
El vínculo nupcial referido era el llamado matrimonio “sine
manu”, que tenía lugar cuando el marido carecía de todo potestad sobre
la esposa, quedando ésta en la misma situación familiar y patrimonial que
gozaba antes de las nupcias.
Dentro de esta modalidad de unión, se distinguían dos
situaciones de acuerdo al status familiae de la uxor.
En la primera de ellas, la mujer se encontraba bajo la condición
de “sui iuris”, sus bienes eran denominados “parafernales” es decir,
extradotales, y le pertenecían en exclusiva propiedad, a la esposa. Ahora
bien, podía entregarlos para su administración al esposo en calidad de
mandatario o como depositario, debiendo ser restituidos en caso de
disolución matrimonial.
Para una mayor ilustración, dejamos expresada la siguiente cita:
D. 23. 3. 9. 3, que dice:
“...Veremos si por razón de estas cosas, en el
caso de que no se devuelvan, la mujer podrá ejercitar la acción de
cosas amovidas, o la de depósito, o la de mandato. Y si se
encomienda al marido la custodia podrá ejercitarse la de depósito o la
de mandato...”
En segundo término, tratándose de una mujer “alieni iuris”, en
Roma se introdujo la costumbre de que ésta, u otra persona en su nombre,
entregara al esposo la dote es decir, un conjunto de bienes destinados a
solventar las necesidades y gastos de la vida conyugal, llamándose
“profecticia” la que provenía del padre u otro ascendiente paterno de la
uxor.
En los tiempos de Justiniano, se presentaron relevantes
modificaciones en materia de dote, especialmente en lo que atañe a la
obligación de restituír, ya que para dicho emperador, la regla era que estos
bienes nunca debían quedar en manos del marido, cuando éste fuera
culpable de la ruptura nupcial; así tal imposición guardó estrecha relación
con la causal que hubiere dado lugar a la disolución del matrimonio.
De esta manera, si el divorcio sin culpa de la mujer provocó el
“ocaso” de las nupcias, la dote debía ser reintegrada a la uxor cuando
fuera “sui iuris”, o a su pater y con el consentimiento de ella, cuando la
misma fuese alieni iuris.
En el supuesto de que el marido incumpliera con tal restitución, la
mujer podía interponer la “actio dotis”, medida protectora que sólo se
transmitía a los herederos, si la accionante hubiese fallecido estando el vir
incurso en mora. Así lo revela el texto que exponemos a vuestra
consideración en D. 24. 3. 27, a saber:
“Si
después
del
divorcio,
habiendo fallecido la mujer, su heredero ejercitara la acción contra el
marido o contra el padre de éste, se considera que respecto a la
restitución de la dote se aplican las mismas reglas que suelen
observarse cuando la misma mujer ejercita la acción”.
4- PLANTEAMIENTO DE LA PROPUESTA, EN BASE A LAS FUENTES
ROMANAS.
Luego de haber presentado la Sucesión Ab- Intestato, sus
distintos Sistemas, los bienes de la mujer en el matrimonio sine manu y la
situación patrimonial de la uxor, tras la disolución del vínculo nupcial sin
culpa de la esposa, es tiempo de sumergirnos en el planteamiento de la
propuesta conforme al genio romano; por ello, imaginemos que nos
encontramos en épocas de Justiniano, ante un cuadro familiar hereditario
originado en la muerte de una mujer divorciada –sin culpa que le sea
atribuible-, carente de ascendientes vivos, que al contraer nupcias se
hallaba sujeta a la potestad de su padre, quien entregó ciertos bienes en
calidad de dote profecticia, al vir; habiendo nacido de la unión mencionada
su único hijo varón alieni iuris, soltero y sin prole, fallecido con
posterioridad a su madre.
A raíz de esta situación, nos remitimos al Corpus Iuris Civilis
Romanorum que a través de diversas citas, irá solucionando la
problemática, y es así como el jurisconsulto Ulpiano en el D. 38. 11. 1.,
nos dice:
“Mas para que esta posesión de los bienes tenga lugar, es
necesario que la mujer esté casada al tiempo de la muerte; mas si
verdaderamente se hubiera seguido divorcio..., “...no tiene lugar esta
sucesión...”.
Vemos que en el párrafo anterior, se consagra la “exclusión
hereditaria recíproca de los divorciados”, con lo cual suprimimos del orden
sucesorio al cónyuge supérstite, quedando por lo tanto como único
heredero de la causante, su descendiente inmediato. A este resultado nos
conduce la creación normativa Justinianea, para cuya apreciación
efectuamos alguna transcripciones, como es el caso del D. 38. 17. 9., que
expresa:
“Se
dispone en una
oración de nuestro sacratísimo
príncipe, que la herencia de la madre intestada les pertenezca a sus
hijos, aunque estuviesen bajo ajena potestad...”.
Por su parte, las Institutas en el Libro III, Título IV, cuya rúbrica es
“Del Senadoconsulto Orficiano”, manifiestan:
“Mas por el contrario, que
los hijos sean admitidos a los bienes de sus madres intestadas fue
establecido, bajo el Consulado de Orfito y de Rufo, por el
Senadoconsulto Orficiano, que se promulgó en tiempos del divino
Marco; y se dio la herencia legítima así al hijo como a la hija, aunque
estén sometidos a la potestad de otro, y son preferidos a los
consanguíneos y a los agnados de su difunta madre”.
Asimismo, las propias fuentes latinas establecen lo atinente a la
obligatoriedad de restituir la dote, ya referida en el tema “bienes de la
mujer”, y que traemos nuevamente a colación mediante la cita
preestablecida del D.24.3.27., que dice:
“Si
después
del
divorcio,
habiendo fallecido la mujer, su heredero ejercitara la acción contra el
marido o contra el padre de éste, se considera que respecto a la
restitución de la dote se aplican las mismas reglas que suelen
observarse cuando la misma mujer ejercita la acción”.
Distinto es el beneficiario, si el que fallece es el hijo; en este
caso, el padre se convierte en el destinatario de los bienes del acervo
hereditario, tal como lo demuestra la Constitución 114 Capítulo 2 de las
Novelas que, a causa de su precisión, no requiere de mayores
explicaciones, a saber:
“Si , pues, el difunto no dejara ciertamente
herederos descendientes, pero le quedaran padre o madre, u otros
ascendientes, mandamos que éstos sean preferidos a todos los
cognados colaterales...”.
Advertimos que los bienes dotales que debe restituír el vir, a raíz
de la actio dotis interpuesta por su hijo, y que han ingresado al patrimonio
del accionante, paradójicamente, son susceptibles de regresar a manos
del progenitor supérstite, por revestir éste el carácter de heredero
exclusivo de su hijo.
Lo expresado por Ulpiano en torno a la “privación de la vocación
hereditaria de los esposos divorciados”, nos revela cuál ha sido el
pensamiento jurisprudencial de la fuente justinianea, y avalando esta
posición, pretendemos que tal medida sea aplicada en relación a la
vocación sucesoria del padre respecto a su hijo, excluyéndolo de la
adquisición de los bienes dotales u otros provenientes de su madre.
Dejando de lado esta travesía por las fuentes latinas, nos
acercamos al estudio de la problemática sucesoria conforme al
pensamiento de nuestro codificador.
5- SUCESIÓN INTESTADA, TRATAMIENTO DE LA “SUGERENCIA” EN
EL CÓDIGO CIVIL ARGENTINO.
Conforme al plan de la normativa jurídica del Código Civil
Argentino, la sucesión legítima o intestada se encuentra ubicada en el
Libro Cuarto, titulado “De los Derechos Reales y Personales” –
Disposiciones Comunes-, en su Título 8, cuya leyenda es “De las
Sucesiones Intestadas”, continuando la temática en los Títulos 9 y 10,
comprendiendo desde el Art. 3545 al 3605.
Algunos autores nos dicen que, la Sucesión Intestada, es la
que “opera en virtud de llamamientos legítimos, sin intervenir la
voluntad del causante expresada en su testamento válido”.
La denominación de “Sucesión Legítima”, indicada en nuestro
Código a través del Art. 3280, responde a la terminología romanista. Así,
tal dispositivo, expresa:
“La sucesión se llama legítima, cuando sólo es
deferida por la ley,...”
Estableciendo otra suerte de comparación con el Derecho
Romano, debemos señalar que en el Derecho Moderno, carece de
aplicación aquella clásica regla enunciada como: Nemo pro parte
testatus pro parte intestatus decedere potest, cuya traducción es:
“Nadie puede morir en parte testado y en parte intestado”.
Es decir, que en el sistema sucesorio argentino, el testamento
no resulta incompatible con el régimen de la sucesión ab-intestato. Así lo
manifiesta el Art. 3280, cuando indica lo siguiente:
“... Puede
deferirse la herencia de una misma persona, por voluntad del hombre
en una parte, y en otra por disposición de la ley”.
En los inicios de esta elaboración, hicimos una breve reseña de
la situación que impulsó nuestra propuesta, basada en la muerte del hijo,
como presupuesto ineludible de la vocación hereditaria de uno de los
progenitores divorciados, por cuanto el otro padre, encontrábase
prefallecido en relación al citado descendiente.
Efectuadas tales consideraciones, tomamos como punto de
partida el texto del Art. 3574 del Cód. Civ., que en orden a la sucesión de
los esposos, cuyo matrimonio se ha disuelto en virtud de un divorcio
vincular, establece en su párrafo final, lo siguiente:
“Estando divorciados
vincularmente por sentencia de juez competente o convertida en
divorcio vincular la sentencia de separación personal, los cónyuges
perderán los derechos declarados en los artículos anteriores”.
Como consecuencia de la norma mencionada ut supra, cesan los
derechos hereditarios recíprocos de los esposos, a raíz de la “propia
sentencia de divorcio vincular” o por la “conversión” de la sentencia de
separación personal aludida, independientemente de la “inocencia o
culpabilidad de los cónyuges en la disolución del vínculo matrimonial”,
como así también del “procedimiento que se haya seguido en sede
judicial”.
De esta manera, ante un divorcio vincular, el único heredero
forzoso del consorte premuerto, careciendo éste de ascendientes, es
el hijo.
Hasta aquí, lo planteado no genera complejidad alguna. Diverso
será el “panorama sucesorio” si, tras la defunción de alguno de los
divorciados, perece el hijo de ambos; hipótesis para cuyo estudio
conviene diferenciar el estado civil del causante, con el objeto de distinguir
quién será el sucesor y qué bienes recibirá en cada caso.
Considerando, en primer término, el supuesto del fallecido
soltero y sin prole, teniendo sólo como ascendiente al progenitor en
cuestión, éste será el heredero absoluto. Así lo disponen los Arts. 3567 y
3568 del Cód. Civ., que respectivamente, dicen:
“A falta de hijos y
descendientes, heredan los ascendientes, sin perjuicio de los
derechos declarados en este título al cónyuge sobreviviente”.
“Si existen el padre y la
madre del difunto, lo heredarán por partes iguales. Existiendo sólo
uno de ellos, lo hereda en el todo, salvo la modificación del artículo
anterior”.
La medida adoptada por el legislador en dicho precepto, aplicada
al ejemplo dado, le posibilita al “exclusivo sucesor”, la recepción –vía
indirecta-, de bienes que integraban el caudal hereditario de su ex cónyuge,
de cuya herencia estuvo inicialmente excluido, en virtud del motivo de la
ruptura nupcial referido.
En segundo lugar, si examinamos el tema variando el estado civil
del hijo prefallecido por el de casado y sin descendiencia, serán
herederos concurrentes su cónyuge y padre sobreviviente. Así lo patentiza
el Cód. Civ. en el Art. 3571, a saber:
“Si han quedado ascendientes y
cónyuge supérstite, heredará éste la mitad de los bienes propios del
causante y también la mitad de la parte de gananciales que
corresponda al fallecido. La otra mitad la recibirán los ascendientes”.
En este caso, ponemos en tela de juicio la parte proporcional de la
masa de bienes propios del causante, que se adjudica al progenitor
divorciado supérstite, siempre que en la misma pudieran estar incluidos
bienes que integraron el patrimonio hereditario del padre premuerto.
Aproximándonos a nuestra propuesta, conectamos las
disposiciones legales aludidas es decir, los Arts. 3567, 3568 y 3571, con el
Art 3547 del Cód. Civ., que prescribe:
“En las sucesiones no se
atiende al origen de los bienes que componen la herencia”.
Esta regla, que constituye uno de los principios rectores de la
sucesión intestada admite, según la opinión de Mafia, dos excepciones.
La primera está dada por el régimen de bienes de los cónyuges,
donde la calidad de propios o de gananciales importará especiales
consecuencias en la concurrencia hereditaria. La segunda la determina el
instituto de la adopción (simple), ya que en virtud de lo establecido por el
Art. 333 C.C.:
“ El adoptante hereda ab intestado al adoptado y es
heredero forzoso en las mismas condiciones que los padres
biológicos; pero ni el
adoptante hereda los bienes que el
adoptado hubiera recibido a título gratuito de la familia
biológica ni ésta hereda los bienes que el adoptado hubiera
recibido a título gratuito de su familia de adopción. En los
demás bienes los adoptantes excluyen a los padres
biológicos”.
Pretendiendo incorporar al binomio de las salvedades consagradas
por el citado jurista, una tercera que contemple –explícitamente- la
situación hereditaria del progenitor divorciado supérstite en la sucesión del
hijo premuerto, nos inspiramos en el texto del Art. 333, a fin de que el
“controvertido beneficiario”, en las particulares circunstancias descriptas,
sólo tenga vocación para adquirir bienes que el difunto no hubiera recibido
a título gratuito del otro ascendiente o de la familia de éste.
Así, arribamos a un punto fundamental de nuestra exposición,
que es el de los remedios sugeridos frente a cada una de las hipótesis
dadas.
Para el primer supuesto, el del hijo soltero y sin descendientes,
creemos conveniente que el conjunto de bienes de los que quede
exceptuado el progenitor divorciado supérstite, sea adquirido por los
parientes colaterales hasta el cuarto grado, provenientes de la familia
del padre premuerto; mientras que para el caso del hijo casado y
fallecido sin prole, pretendemos que su viudo o viuda sea quien reciba el
caudal hereditario del que resulte privado el “controvertido ascendiente”.
Recordemos que el orden establecido por el Código Civil, para
las sucesiones intestadas, en el Art. 3545, es el siguiente:
ASCENDIENTES, CÓNYUGE SUPÉRSTITE y
DENTRO DEL CUARTO GRADO INCLUSIVE...”
“... DESCENDIENTES,
PARIENTES COLATERALES
En consonancia con el dispositivo anterior, cabe advertir que la
medida propuesta demandaría, a su vez, ciertas modificaciones al
articulado de la legislación civil nacional, por cuanto su inmediata
aplicación significaría el desconocimiento de uno de los principios
rectores de la sucesión legítima, contenido en el Art. 3546, en virtud del
cual:
“El pariente más cercano en grado, excluye al más
remoto...”
Asimismo, la solución recomendada implicaría otorgar
preferencia en la sucesión del causante, a la línea materna o paterna de
los parientes colaterales hasta el cuarto grado, distinción no considerada
por el actual codificador.
6- CONCLUSIÓN.
Una conflictiva situación enmarcada en nuestros tiempos, que
data de una década atrás, cuyos reales protagonistas vieron desvanecer el
encomiable anhelo de constituír una familia, cimentada en la unión
conyugal, conformó el presupuesto de nuestro análisis.
El estudio realizado a lo largo de este ensayo, nos permite
extractar algunas reflexiones:
primeramente, tanto en el Derecho
Justinianeo como en el Derecho Civil Argentino se consagra la exclusión
sucesoria recíproca marital frente al divorcio, teniendo en cuenta que en el
supuesto latino, consideramos culpable de la ruptura al marido, mientras
que en nuestra legislación, nos circunscribimos al divorcio vincular, sin
identificar responsable alguno.
En segundo lugar, cabe resaltar que el cónyuge divorciado
supérstite, o cualquiera de los ex esposos en la normativa nacional, al
convertirse en el sucesor de su hijo, podrá obtener –indirectamente- bienes
que pertenecieron a su ex esposa y que, al perecer ésta, se vio
imposibilitado de adquirir a causa del cese de la vocación hereditaria
mutua de los divorciados, contemplada en el Corpus Iuris Civilis y en el
Código Civil Argentino.
Por ello, nuestra tendencia innovadora nos llevó a desarticular, y
a la vez, a proponer una excepción al Art. 3547 del Cód. Civ., que dice:
“En
las sucesiones no se atiende al origen de los bienes que componen la
herencia”.
Ante esta disposición, nuestro propósito radica en que efectivamente
se realicen distinciones sobre el origen de los bienes en la cuestión
sucesoria, ya que ante el caso planteado, la vocación hereditaria del padre
sobreviviente ha de estar “limitada” a la recepción de bienes que
provengan de las actividades desarrolladas por su hijo, cuando éste sea
soltero, mientras que si el causante es casado, debe permitírsele al
beneficiario alcanzar la parte proporcional de los bienes gananciales del de
cuius, según lo establecido, como así también, todos aquellos bienes que
no provengan del acervo hereditario del progenitor prefallecido, o de la
familia de éste.
En definitiva, con la excepción sugerida procuramos que
permanezca incólume el “espíritu del legislador” y el “principio de
coherencia” que debe reinar en todo ordenamiento jurídico.
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