Sociedad de Publicanos

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Índice
Pág. 2
1− Bibliografía.....................................................................
2− Orden de aparición y temas a exponer......................
3− Sociedad de Publicanos...............................................
4− Miembros de la Sociedad de Publicanos....................
• Manceps..................................................................
• Magíster..................................................................
• Promagistri.............................................................
• Decumani................................................................
• Actor o Syndicus....................................................
• Paredes....................................................................
• Adfines....................................................................
• Empleados asalariados y
esclavos de la sociedad..........................................
Pág. 3
Págs. 4−5
Pág. 6
Págs. 6−12
Págs. 12−14
Págs.14−16
Págs. 16−18
Págs. 19−23
Págs. 24−27
Págs. 28−36
Págs. 36−39
Bibliografía
• Derecho Público Romano. Fernández de Buján
• Diccionario de Derecho Romano. Faustino Gutierre−Alviz y Armario catedrático de la Universidad
de Sevilla. ED. Reus, S.A. 2ª Edición
• Manceps redemtor publicanus. Contribución al estudio de los contratistas públicos en Roma. Antonio
Mateo. Ed: Universidad de Cantabria.
• Digesto de Justiniano. Tomos I−III. Versión Castellana por: Alvaro D'Ors, F. Hernández−Tejero, P.
Fuenteseca, M. García−Garrido y J. Burillo. Ed. Aranzadi(1968)
• Webs de internet:
♦ www.artehistoria.com
♦ www.rjuca.com
♦ www.portalplaneta.com.ar
Orden de Aparición y Temas a exponer
Primer lugar
• SocietasPublicanorum(Intruducción)
• Miembros de la Societas Publicanorum
♦ El Magíster
♦ Los Socii
♦ Los empleados asalariados y esclavos de las societas publicanorum
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Segundo lugar
• Miembros de la Societas Publicanorum
♦ Los Decumani
♦ El Actor o Syndicus
♦ Los Paredes
Tercer lugar
• Isabel Ferrera Cabrera
• Miembros de la Societas Publicanorum
♦ Los Manceps
♦ Los Promagistri
♦ Los Adfines
♦ Societas Publicanorum
Cada ciudadano romano era miembro de una gens o tribu. En primer lugar estaba la clase
senatorial formada por los senadores. Los senadores solo podían tener negocios rurales.
Por debajo de los senadores estaban los caballeros, pertenecientes al Orden Ecuestre.
Originariamente eran los ciudadanos capaces de mantener un caballo y actuar como jinetes en
la guerra. Para pertenecer a este orden, se tenía que tener una elevada cantidad de riquezas. La
mayoría de los caballeros se dedicaban a los negocios como el comercio y las finanzas
Bajo éstos estaban las clases censadas según sus bienes como el capite censi o censo por
cabezas, que englobaba a todos los que no llegaban al mínimo de fortuna personal y por ello
estaban exentos de cumplir el servicio militar ya que no podían pagar su armadura.
Los miembros de las Societas Publicanorum provenían, en la mayor parte de los casos, del
orden ecuestre, es decir, la clase formada por los equites. Los miembros de la sociedad de
publicanos estaban dotados de personalidad jurídica, y recogían impuestos.
Algunos miembros prestaban una garantía, otros se encargaban del funcionamiento interno o
externo, e incluso podían hallarse al servicio de sociedades Adfines y de Esclavos. Como
vamos a exponer posteriormente.
Todo lo que se conoce de la estructura interna de las Sociedades de Publicanos, es escaso,
porque han llegado hasta nosotros a partir de fuentes literarias, no jurídicas, por lo que no nos
dejan conocer con exactitud todos los detalles.
Existen diversos puntos de vista en el papel y naturaleza de los publicanos por ejemplo:
◊ SALVOILI afirma que no había que confundir a equites con publicani ya que los
primeros eran meros ahorradores que se hacían cargo de grandes empresas publicas
bajo concesión administrativa y que eran los negociadores los que daban la mala
fama a los publicanos, visión esta demasiado literaria que quedaría descompuesta con
un breve estudio de la filosofía humana en general y del comerciante en particular.
◊ PAUL−LOUIS que afirmaban de forma contraria a Salvoili, con mayor o menor
vehemencia, que los equites debían salir del orden ecuestre para ser publicanos.
◊ ARIAS BONET expresa una opinión moderada y no tan extremista que parte del
estudio de las doctrinas que apuntan que solamente podían ser considerados como
publicani los miembros de la clase ecuestre. Por este motivo afirma radicalmente que
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ni todos los publicanos eran equites ni todos los equites publicaos
♦ Miembros de la Sociedad de Publicanos.
♦ Manceps
El manceps viene considerado por la doctrina como el socio intermediario entre el estado y la
sociedad, y es la persona encargada de concluir el contrato público. El manceps no es
solamente un gerente, sino que constituye un miembro jerárquicamente superior y por lo que
puede considerarse como presidente de una sociedad, en la cual según Belot eran los
encargados de concluir la subasta pública con el magistrado. Paralelo a los manceps se
encontraba el redemptor.
Otro autor, Badian afirma que el contrato se formalizaba entre el manceps y el magistrado, el
manceps era, según el autor, un miembro de la sociedad. Este mismo autor, Badian, afirma
que tras la muerte del manceps la compañía legalmente habría de cesar y por lo cual dejaba de
existir. Pero señala que esta idea no está confirmada. Para otro autor, Szlechter, el manceps
podía representar la sociedad, cerrar contratos en su nombre, e incluso representarla en juicio.
El manceps era elegido en acto previo a la adjudicación por el conjunto de los socios, pero su
función es la de un representante, y era elegido en el acto de constitución de la sociedad. Su
posición superior se manifiesta a través de algunas fuentes, ya que a este miembro de la
sociedad se le designa en ocasiones como princeps publicanorum o bien se utilizaba manceps
divinitatis cuando Tertuliano pretendía referirse al dios supremo. Esta adjudicación formal era
la persona que realizaba la última puja, la más alta en la subasta, por lo que Festo utilizaba los
términos sublata manu al referirse al manceps, esta expresión significa lo mismo que la
utilizada por Cicerón cuando escribe digitum tollere, tanto la expresión de Festo como la de
Cicerón se refieren al hecho de tomar para sí el arrendamiento de un servicio público.
Hasta aquí, la mayoría de la doctrina parece mostrarse de acuerdo.
Son dos:
1. En primer lugar esta la del momento exacto en que la sociedad se constituye como tal.
2.En segundo lugar, se plantea un sector doctrinal en el que se dice si el
manceps posee potestad para representar a todo el conjunto de la sociedad o bien actúa en
nombre propio.
Respecto a la primera cuestión, pueden hallarse opiniones que apuntan hacia la constitución
de la sociedad, una vez concedida la adjudicación, de modo que el manceps actuase en las
subastas en nombre propio, ya que el manceps es la persona que acude a la subasta pública y
obtiene la concesión. Solamente después de haber obtenido el derecho al ejercicio del servicio
público, y conociendo los límites económicos y organizativos de dicha concepción, se dirigirá
hacia determinados particulares para lograr la creación de una Societas Publicanorum, que
son un tipo de agrupación, cuyas funciones tienen por objeto actividades de interés público, y
cuyo funcionamiento se regiría por leyes públicas, que puedan asumir el gasto económico y la
gestión de la actividad pública que se ha de desempeñar. Se justifica esta postura atendiendo a
la regla expresada en D. 17,2,20 y D. 50,17,47.
Se alude a una de las expresiones utilizadas en algunos fragmentos de Cicerón, cuyas
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referencias se expresan como manceps auctor societatis.
Mitteis se expresa en este sentido cuando señala que el origen más probable de la toma del
alquiler por parte del manceps obedece a un motivo histórico, dado que en una etapa
temprana las adjudicaciones públicas podían ser concedidas a una sola persona, ya que ni el
sistema de recaudación de impuestos indirectos se encontraba en un nivel de desarrollo muy
avanzado, ni la adjudicación de actividades públicas en manos de particulares que requería
unas sumas económicas excesivamente elevadas, así que con lo que inicialmente es práctica
habitual, por no tener necesidad de recurrir la cooperación de toda una sociedad, continúa
siendo por tradición, si ya bien no es solamente el manceps el que asume aisladamente la
adjudicación de la actividad pública.
Esta más acertada la posición contraria que defiende Arias Bonet, quien pone de manifiesto la
relevancia de la influencia griega en el ámbito de los arrendamientos públicos. En el mundo
helenístico, el manceps debía presentar ante el órgano adjudicador una lista con las personas
que en un futuro integrarían la sociedad y que se harían cargo de la concesión. Para este autor,
Arias Bonet, dicha relación sumada a una inscripción posterior en los registros abiertos a tal
efecto, debía otorgar a la lista de los socii un efecto consecutivo. Este efecto, en opinión de
Arias Bonet, el Derecho Romano no se producía con regularidad, pero la inscripción si
suponía una serie de consecuencias y efectos jurídicos determinantes, por ejemplo que el
magistrado pudiese ejercer un poder de vigilancia y de control sobre los miembros
presentados en la lista, de modo que existiese la posibilidad de excluir a cualquiera de ellos, y
denegar su entrada a formar parte de la futura sociedad. Con el paso del tiempo, el término
manceps fue derivando en su significado, de modo que en la época imperial avanzada, el
vocablo inicial nada tiene ya que ver con su significación más tardía. El significado de
manceps adquiere un sentido diverso. A partir del siglo IV la palabra se refiere expresamente
al encargado de munus público. En el Código Theodosiano, que es una fuente tardía, el
manceps no es más que el encargado de una liturgia procedente de gremios forzosos. Este
hecho hace suponer a Arias Bonet que la sociedad debía estar formada antes de la
adjudicación, con el objeto de que pudiera presentarse dicha lista ante el órgano adjudicador,
y éste la admitiese a la subasta, si lo creía oportuno. La opinión de Arias Bonet es lógica si se
piensa en las afirmaciones que realiza desde un primer momento sin referirse al momento de
conclusión del contrato. El autor empieza definiendo la figura del manceps, en el momento
que indica su elección, que no es otro que antes de la adjudicación. Parece claro para el autor
que la sociedad estaba ya perfectamente conformada para que se reuniesen todos los socios,
votasen al manceps, y lo nombrasen representante. Esto se encuentra en D. 39,4,9.
En este sentido, se muestra de acuerdo Cimma, para quien la sociedad debe estar constituida
en un momento anterior al de la adjudicación pública. La autora analizó la opinión de Arias
Bonet y no pone de manifiesto ningún dato de interés que no se señalase con anterioridad.
Cimma, manifiesta su conformidad con la tesis de Mitteis, la cual aludía al hecho de que el
manceps actúa en nombre propio y adquiere el arrendamiento y presenta garantía suficiente.
Pero sólo la acepta en un período histórico inicial. La autora sostiene esta tesis sobre tres
argumentos:
· En primer lugar el hecho de que formalmente el momento de constitución de la sociedad
fuese posterior a la adjudicación, es indiferente, dado que si los futuros socios asumieron el
compromiso y realizaron las aportaciones, de forma que solamente estuviesen pendientes de
que el manceps accediese la concesión pública, el manceps ya no actuaba en nombre propio,
sino con el respaldo de la sociedad entre otros motivos porque la formación de una sociedad
podía estar sometida a condición de que si sobrevenía imposible haría que el nacimiento de la
sociedad no tuviese lugar, tal como se indica en D.17,2,1
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· En segundo lugar expresa Cimma, que solamente podría hablarse de toma de adjudicaciones
por una sola persona, cuando las concesiones eran más reducidas y no abarcaban un riesgo de
gran magnitud.
· En tercer lugar se refiere al argumento conforme al cual se señala que el magistrado en la
adjudicación del arriendo de servicios públicos tenía la posibilidad de aprobar o no la lista
presentada por el manceps, en la que se incluían a los praedes (que eran garantes frente al
Estado de la buena gestión y organización de la concesión) y a los socii, y presupondría la
existencia de una sociedad organizada, dado que ello significa que existía una relación interna
entre el manceps y el praedes.
Szlechter sostenía una tesis favorable a la formación de la sociedad en un momento previo a
la conclusión del contrato por parte del manceps, basándose en el edicto de Claudio y
Sempronio afirma que la exigencia de que debiesen presentarse ante el poder público
adjudicador constituye una prueba de que el manceps disponía en ese momento de la subasta
la lista de nombres que formaban la sociedad junto a él. Por tanto, el manceps, adquiría la
contrata pública en nombre de la sociedad, y una vez concluido el contrato la totalidad de los
socios accedían de pleno derecho al arriendo del servicio en cuestión.
Visto que no siempre el manceps podía adquirir para la sociedad a la que él pertenecía dicha
concesión, habría de esperar a la siguiente subasta para pujar de nuevo, y adquirir la que más
se ajustara a los intereses. La sociedad se encontraba conformada como tal en el momento de
las subastas, dado que en la hipótesis de no conseguir aquella que pretendía en primer lugar
enviarían de nuevo, al manceps, a pujar en una nueva adjudicación, con su lista de socii, y las
garantías que ya se presentaron en otra ocasión, dado que la mayor parte de esta nueva clase
invertía sus capitales en la gestión y administración de actividades públicas.
La doctrina se plantea otra cuestión respecto al manceps, dicha cuestión es su poder de
representación. Podemos cuestionarnos si el gerente principal de la Sociedad de Publicanos
adquiría la concesión para sí, o para la totalidad de los socios, de la cual existen pocos autores
que aborden este tema con profundidad, principalmente hay tres opiniones que hemos
considerado más relevantes en esta materia, que son las de Kniep, Arias Bonet y Cimma.
Kniep manifiesta que el manceps adquiere la adjudicación en nombre y representación de
toda la sociedad, lo cual parece continuar con su planteamiento previo, dado que, el jurista
afirma en primer lugar que la sociedad se conformaba con anterioridad a la adjudicación, y
del mismo modo que el manceps era enviado por parte de la totalidad de la Societas
(sociedades) a formalizar el contrato, el Estado hacía representar sus intereses por el
magistrado encargado de la subasta, de modo que la concesión se concluía, por medio de dos
representantes uno estatal y otro social.
Cimma señala que en el proceso de adjudicación, el manceps debía presentar la ya referida
cuatro praedibus praedisque. La prestación de esta garantía, hace suponer el establecimiento
de una obligación directa con el Estado. En el caso de que no se cumpliesen los pagos
pendiente, los órganos estatales podrían dirigirse contra los garantes, para cobrar los créditos.
En ocasiones se trataba de que el manceps fuese a un mismo tiempo praes, de modo que la
obligación con el manceps se encontrase al mismo nivel que la del praes. En caso de no ser
así, y si el praes no hubiese presentado seguridad suficiente, el magistrado podría exigir sobre
los bienes del manceps una missio in bona. Por lo cual, no existe una exclusión total de la
responsabilidad del manceps. Pero según Cimma, la responsabilidad principal viene de manos
del praes, que constituye el primer sujeto contra el que el Estado habrá de dirigirse. El órgano
que concedía la adjudicación contrataba con el manceps. Según la autora, no parece que
exista una representación de la sociedad en la persona del manceps en sentido estricto, dado
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que será en último término el garante, y no los socios, quien responda ante los órganos de
poder. Respecto del Estado, el manceps actuaba en nombre propio si bien la ejecución del
trabajo dependía del trabajo de todos los socios.
♦ Magíster
El Magíster, en términos generales, es una persona que se dirige a un grupo de individuos, los
representa. Se le puede considerar como un jefe militar, un presidente etc.
Dentro de la Sociedad de Publicanos, el magíster desempeñaba funciones administrativas de
dirección en Roma. Debía vigilar que se llevase a cabo el cumplimiento estricto de las
condiciones pactadas con el manceps, tomaba decisiones ordinarias en el funcionamiento
diario de las gestiones. Otras funciones del magíster eran: la inspección de la contabilidad, se
hacía cargo de la correspondencia, archivaba los documentos en los registros de la sociedad.
Un sector doctrinal explica que normalmente, uno de los magíster había tenido que ser
anteriormente un manceps, aunque no se puede asegurar debido a las escasas fuentes
existentes.
Todos los pactos celebrados por el magíster eran obligatorios para todos los miembros aunque
no obtuvieran beneficios. Esto nos da el conocimiento sobre el poder de representación por
parte del magíster para hacer la sociedad acreedora.
El magíster, convocaba y presidía a los socios en diversas asambleas periódicas con el fin de
encontrar soluciones para el buen funcionamiento de las actividades financieras. Las
decisiones de mayor relevancia estaban sometidas al voto por mayoría.
Al magíster estaban subordinados los pro−magister, que presidían a la administración social
en las provincias. Existieron diversos tipos de magíster como:
◊ magister navis
◊ magíster convii
◊ magíster ludi letterarii
El cargo de magíster duraba un año. Era elegido en la asamblea social por los miembros de la
Sociedad Publicanorum. Una vez era votado y elegido por mayoría, se encontraba apto para
interponer acciones directas contra los contribuyentes. Una vez transcurrido el año de
mandato el magíster debía entregar los recibos y los justificantes de su gestión a la persona
que lo sucediera en el puesto.
Ulpiano, dice que el cargo de magíster era epónimo, ya que dotaba de fecha y nombre a los
actos de cierta relevancia celebrados por la sociedad. Ulpiano nos dice en el
Digesto(D.2,14,14)
Hay algunas opiniones contrarias al magíster, no se duda de la posición sublime del magíster
dentro de la sociedad, pero sí desde el punto de vista externo, sobre todo con respecto a la
correspondencia y la contabilidad en general. Otro sector duda del poder del magíster a la
hora de representar al conjunto de la sociedad y a terceros.
2.3. Promagistri
Subordinados a los magistri, encontramos a los promagistri que asumían las funciones
directivas de gestión y administración en las provincias o en lugares alejados en Roma, en los
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cuales los publicanos debían realizar obras públicas, recaudar impuestos, etc.
Los promafistri llegaron a ejercer una gran influencia en la
Administración pública de las provincias, dado que establecían relaciones con los
gobernadores para favorecer el desarrollo económico de las sociedades a las que pertenecían,
de modo que en ocasiones concluían acuerdos en las ciudades provinciales, aunque sin evitar
el contenido de las normas establecidas en la lex locationis. Los gobernadores de las ciudades
jugaban un papel decisivo y conviene señalar el hecho de que los gobernadores y los órganos
estatales comenzaron a confiar ciertas actividades de carácter económico a los publicanos, y
contrataban sus servicios como banqueros, depositando en sus arcas dinero público. Nos
muestra Cicerón cómo los gobernadores, podían ser llamados para ejercer como mediadores
en la conclusión de algunos acuerdos en relación con sus actividades.
El hecho de que fuese el promagistro quien concluía con el gobernador determinados
pactiones, hace suponer a la doctrina que el publicano responsable de las actuaciones de la
sociedad era aquel promagistro que actuó en una determinada provincia. Si el gobernador se
dirige procesalmente contra él, lo hace también contra la sociedad, dado que este subdirector
cuando actúa, lo hace en nombre y representación directa de la sociedad. Solamente podía
tener lugar la representación negocial y no procesal, esta última tendría justificación por las
necesidades exigidas por la recaudación tributaria.
Los promagistri, al igual que los magistri, estaban obligados a
llevar y conservar los libros y la contabilidad de las actividades sociales, además de
enviar a Roma de modo regular los resultados de su administración.
Cicerón nos muestra a través de sus discursos la relevancia de la posición alcanzada por los
promagistri, que se hallaban legitimados para convocar y presidir las asambleas
sociales y en ocasiones eran designados como magistri.
Las sociedades de publicanos disponían al menos de un
promagister en cada una de las provincias en las que hubiesen adquirido la
concesión de un servicio público. Pero ello dependía de la entidad de dichas
sociedades y en algunas existían más de un promagistro en una sola provincia.
Algunos autores señalan que no es posible conocer con exactitud hasta que
punto estos promagistri gozaron de libre iniciativa, según Badian afirma que en todo caso
dependería de la actividad pública en concreto, así como de la estructura organizativa de la
sociedad. Señala, también, que estos directores no eran elegidos por los socios en Roma, y
que tenían a su cargo numerosos empleados subalternos. Un sector doctrinal se refiere a estos
subdirectores como representantes del magister en las provincias. Los promagistri
representarían a la sociedad en sus actuaciones con terceros y solamente en los lugares
alejados de Roma, los promagistri debieron establecer numerosas relaciones, tomando
decisiones en el funcionamiento y desarrollo cotidiano de las actividades de la sociedad, sin
posibilidad de consultar cada gestión específica. Sin embargo, debe tenerse presente la
obligación para los promagistri de rendición de cuentas y del envío ordinario de los
documentos a Roma. Ha de apuntarse la observación realizada por Cimma, que el orador, en
ocasiones, se refiere indistintamente a los magistri y a los promagistri. Por tanto, ni las
funciones, ni las competencias, ni el margen de actuación frente a terceros de ambos órganos
podían ser tan diversos como para que el orador se refiriese a ambos sujetos con la misma
designación.
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2.4. Decumani
De modos generales el termino "Decumane" se refiere al impuesto en especie que debe ser
pagado por determinados poseedores del Ager Publicus, o bien por los detentadores de ciertos
bienes de carácter privado, pero ubicados en las provincias.
Dichos impuesto eran cedidos a las sociedades de publicanos, que recibían el diezmo a través
de las condiciones recibidas en la Lex Censoria.
Por tanto, y en su sentido general, podríamos considerar a los decumani como " Los
recaudadores de estos dos tipos de impuestos ". Uno de esos impuestos era el diezmo como he
dicho anteriormente, cuya percepción se cedía a los decumani.
En nuestro caso, sin embargo, el significado de "decumani" varia de modo sustancial, ya que
dentro de estas sociedades eran unos personajes influyentes, a los que se les reservaba la toma
de acuerdos y decisiones de mayor trascendencia y relevancia. Los decumani estaban
compuestos por personas del más alto orden ecuestre. Así nos informa Cicerón del modo en
que el magister reunía a los decumani para adoptar acuerdos secretos que influirían de forma
decisiva en el funcionamiento interno y externo de la sociedad y cuyas pautas habrían de ser
obedecidas por el magister.
* El numero de decumani resultaba variable en relación con el tamaño y la complejidad de la
sociedad en concreto.
Los publicanos adelantaban grandes sumas de dinero a los órganos estatales, aprovechando,
en ocasiones, las circunstancias políticas y la lejanía de estas ciudades para cometer abusos y
especular con los intercambios monetarios enriqueciéndose de modo excesivo en un tiempo
relativamente corto.
Además de Cicerón, me he regido por lo que el autor Umberto nos cuenta:
Nos cuenta que el termino "decumani" se remite a su vez al vocablo "decumae". Tiene dos
puntos de vista ante este termino:
1º Nos dice que este tipo de impuesto se remonta a las etapas más arcaicas de la historia de
Roma.
Nos hace referencia también cuando había que pagar un Diezmo−> Con esto nos intenta decir
que los terrenos considerados de dominio publico, con virtud de un edicto especial, podían ser
cultivados y explotados por los primeros ocupantes, por lo que eran terrenos considerados
para ser pagados por un diezmo.
2º También nos dice que el termino Decumae se refiere a determinados inmuebles ubicados
en las provincias que se consideraban Ager Publicus
Pero en conclusión lo que más nos interesa con más relevancia es el que se los decumani
fueron personajes influyentes en la sociedad de publicano y que tenían poder y dinero ya que
eran de la nobleza (orden ecuestre).
2.5. El Actor o Syndicus
Es uno de los miembros de las Societas Publicanorum más sobresalientes de las actuaciones.
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El concepto que se le atribuye al ACTOR O SYNDICUS es como el representante procesal
de la sociedad, de todos modos hay que decir que hay poca información sobre ellos.
Al saber el concepto del Actor nos meteremos a saber cuales eran sus funciones.
Desarrollaban determinadas funciones, similares a las que realizaban un cognitor o un
procurator en el ámbito de un proceso privado. Conviene analizar brevemente las funciones
especificas del cognitor y procurator:
a) Cognitor −> Desarrolla funciones muy limitadas; con el fin de intervenir en el juicio en el
caso de poder presentarse personalmente las partes litigantes, por enfermedad o bien por edad
avanzada. En el procedimiento formulario, sin embargo, toma mayor fuerza procesal, y se
encuentra presente no solamente en los casos que se han citado con anterioridad, sino que
siempre que así convenga a una de las partes litigantes.
b) Procurator −> Figura jurídica legitimada para actuar en nombre de las partes. Comienza
siendo un administrador general de los bienes y el patrimonio en general del pater familias,
nombrado de modo notario y publico. Era similar al defensor, es decir que sin recibir un
mandato expreso puede asumir la gestión de los asuntos de otra persona. Dicho procurator se
puede similar con el procurator de hoy en día, el cual, reuniendo las condiciones legales
establecidas, pueden encargarse mediante apoderamiento, conferido al efecto de representar
los derechos e intereses de su poder ante los Tribunales de Justicia.
Por tanto, podríamos decir que el Actor o Syndicus es una figura jurídica inexistente en la
estructura de las sociedades ordinarias dado que no se concibe la posibilidad de una entidad
diferente de la propia sociedad, que actúe de modo independiente al proceder individual de
cada de uno de los socios. Dicha entidad, actúa de modo autónomo representando con sus
actuaciones la voluntad social.
Puede afirmarse que la época de mayor auge y desarrollo de las sociedades de publicanos
coincide con el periodo republicano, aproximadamente en el siglo II a.C. En dicha etapa
histórica, las societas publicanorum han alcanzado poder e influencia suficientes como para
gozar del privilegio de personalidad jurídica.
Es por este motivo, que la doctrina se refiere a la similitud en la naturaleza jurídica, de este
tipo de sociedades y de corporaciones profesionales dado que las sociedades publicanas se
encontraron dotadas de personalidad jurídica a diferencia de las ordinarias.
Con respecto a esa personalidad jurídica se ve reflejada en las fuentes jurídicas
correspondientes a la republica aunque con algunas restricciones legales. Con el paso del
tiempo esta personalidad no podría adquirirse más que en virtud de una ley de un senado o de
una constitución imperial es lo que nos comenta el autor Szlechter.
El senado podía conceder el privilegio de la personalidad jurídica a una sociedad de
publicanos en Roma; si bien algunas sociedades desarrollaban actividades en las provincias
en realidad todas ellas tenian su sede en Roma. Por tanto, podemos decir que el senado no
perdía privilegiados que podían solicitar la concesión de dicha personalidad jurídica. Ella
tuvo unas consecuencias:
1º la sociedad pudiese estar representada por un síndico
2º existencia de un arca communis
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3º posibilidad de que la sociedad pudiese poseer determinados bienes sociales.
Volviendo a la parte de las funciones que realizaba el actor, añadimos que puede asumir
funciones que no fuese específicamente las relativas al propio juicio, aunque relacionadas con
él se puede decir que son pocas fuentes que hallamos al respecto.
Por este motivo, y por la similitud en el funcionamiento frente a terceros, analizaremos la
institución del actor desde el punto de vista de las corporaciones adhiriéndonos a la doctrina
mayoritaria, en la cual, hace referencia Álvarez Suárez diciendo " que quien actúa en nombre
de un municipium, colonia o collegium, se equiparaba en numerosas ocasiones a la figura del
cognitor. Pasado un tiempo, a ambas instituciones fueron atenuándose las limitaciones
impuestas a sus actuaciones en el ámbito procesal.
Me he basado en un fragmento de Gayo que esta recogido en la compilación justinianea,
referente a los colegios profesionales, en cuyo fragmento nos hace referencia al inicio del
análisis del syndicus.
Antes de entrar de lleno en el fragmento de Gayo, es preciso que volviendo a las actividades
del syndicus, os diga que la doctrina pone de relieve el hecho de que el syndicus no era un
representante nombrado por hipótesis más bien al contrario, el Actor constituía una
plasmación de una figura jurídica creada previamente en el Derecho Griego. Por tanto, el
syndicus actuaba como encargado de representar en juicio a la sociedad, de modo
permanente.
Ya referente al texto de Gayo:
El fragmento en su 1º parte alude al concepto de sociedad de publicanos en las fuentes
jurídicas.
Este fragmento no establece una norma general de como las sociedades de publicanos podían
obtener la capacidad jurídica sino de las corporaciones y los colegios profesionales.
También incluyo fragmentos de Ulpiano y Paulo quienes recogen algunas de las actividades
desarrolladas por los representantes de las corporaciones y municipios que pueden asimilarse
a las actividades desarrolladas por el syndicus en las sociedades de publicanos.
Para terminar el termino de Actor o Syndicus diremos que las sociedades de publicanos
disponían del personal y de los medios necesarios para afrontar los conflictos y posibles
litigios con los terceros. Desde luego, ello no significa que todas las ciudades de publicanos
dispusiesen de un syndicus, ni tampoco que la totalidad de ellas llegasen a adquirir
personalidad jurídica. pero puede afirmarse que, al menos aquellas dotadas de una cierta
infraestructura, así como de una organización capaz de proporcionarle determinada influencia
económica, no parece que pudiesen hallarse desprovista de, al menos, un representante
procesal que mirase por los intereses económicos de la sociedad.
♦ Los Paredes
Si bien nos hemos referido a las garantías que ha de prestar una sociedad de publicanos para
adquirir una adjudicación y, por tanto, a los garantes, conviene detenerse, si quiera
brevemente, en la institución de los PRAEDES. Esto nos revela a la figura del Praes del modo
siguiente: " Praes est is qui populo se obligat interrogatusque si praes sit ille respondet"
"praes"; por tanto el garante, es aquel que se obliga y cuando se le pregunta si él es el garante,
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contesta: si soy yo "praes".
Que el garante fuese miembro de la sociedad de publicano no era requisito imprescindible
para que el praes se constituyese como tal. Bastaba que la persona designada fuese capaz de
prestar la garantía exigida y, en su caso, de responsabilizarse del pago, y que estuviese
además dispuesta a comprometer su dinero y su patrimonio en la gestión del arrendamiento
que el manceps pretendía obtener.
Por estos motivos, no era extraño que las sociedades de publicanos dispusiesen de más de un
garante, aunque ellos dependerían en todo caso no solamente de la magnitud de la concesión,
sino también del poder económico y riqueza individual de los propios praedes, cuyas
fortunas, en ocasiones, cubrían sobradamente la
obtención del arrendamiento de un impuesto o de un servicio publico.
Es importante señalar que cada uno de los patrimonios de los praes eran objetos de examen e
investigación por parte de la magistratura adjudicadora, de modo que si el censor no estimaba
suficiente los bienes y derechos patrimoniales de la persona del garante, no parecía posible
que tuviese lugar una concesión en favor de dicha sociedad. Aun así se extrae de las fuentes
que, una vez que se había realizado el control sobre los patrimonios de los garantes, y este
resulto insuficiente, podía requerirse por parte del magistrado un complemento de garantía
prestada que se evidenciaba a través de la reunión de dicho garante con otros nuevos
copraedes.
El modo en que se prestaba las garantías al estad, se constituía a través de "stipulatio", si bien
dicha estipulación dedicó transcribirse y archivarse adecuadamente, por lo demás los garantes
no solamente se responsabilizaban de la buena gestión y organización de la concesión, con su
garantía personal, sino que respondían también con su garantía real, a través de una hipoteca
tacita sobre sus bienes.
En cuanto a la responsabilidad de los praedes frente al estado o los órganos de poder en
general y sobre si ocupan un lugar secundario respecto del manceps, así como al estado de la
doctrina cuando se alude a estas cuestiones.(referente a la materia de garantías).
♦ Los Socii
Los socios independientemente del cargo que ejercían en la sociedad, tenían que aportar
bienes, trabajo o las dos cosas para desarrollar un fin licito. Estos socios formaban un
conjunto de sujetos del ámbito interno de la sociedad y asumían estas funciones, una vez que
entraban en la sociedad. Entraban a formar parte de la sociedad a través de un contrato o por
medio del manceps. Para ser socio el Estado podía exigir, a través de la Lex Locationis, una
serie de requisitos como eran profesión, posición económica y estatus social.
Entre las funciones de los socios se encontraban:
◊ Realización de actividades públicas
◊ Se hacían cargo de empresas de carácter administrativo
◊ Domina los trabajos públicos
Aparte de todo esto, también se dedicaban a la construcción de edificios públicos, cobros
de peajes y aduanas, explotación de salinas y de minas de hierro o plata y recaudación
de impuestos.
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Los socios estaban por debajo de los manceps, magíster y promagistri, debido a que su
organización dependía de los órganos directivos. Los socios, normalmente
representaban el mayor número de contribuyentes a la hora de realizar alguna acción,
tanto en aportación de capital. Como en trabajo.
En el caso de un arrendamiento de impuesto la sociedad dividía el capital en acciones, y
al final de la actividad cada socio recibía unos beneficios proporcionales a la inversión
realizada.
Todos los socios tenían derecho a este beneficio, podían poner acciones contra los
contribuyentes si fuera necesario. En este caso se aplicaría la legis actio per pignoris
capionem ya que era el único que podía resolver los litigios entre los publicanos y los
terceros. No se puede concebir una situación jurídica en la que un socio publicano deba
actuar contra un deudor solamente por una parte del impuesto, sino que cada uno
puede adquirir los impuesto directos y el dinero que otorgó a los publicanos para
utilizarla contra los contribuyentes que no hubieran recibido el dinero que tenían que
recibir.
En cuanto al funcionamiento interno de la sociedad, conviene destacar: que los socios en
las sociedades ordinarias no respondían ni activa ni pasivamente frente a los terceros
por la actuación individual de uno o más socios. La totalidad de los socios ordinarios se
encuentran capacitados para ejercer los derechos que se derivan de la conclusión del
contrato publico llevada a cabo por el manceps. Este contrato autoriza y obliga al
conjunto de los socios a cumplir todas la Lex Locationis.
Otra ley a la que los publicanos tenían derecho era la ley metalli Vipascensis esta ofrece
esta da la posibilidad de una acción ejercitable por parte de los arrendatarios de
servicios públicos en general, autorizando su ejercicio a cada socio.
Ley Metalli Vispascensis: Esta ley esta grabada en dos tablas de bronce halladas en
Aljustrel y permitieron trazar un cuadro sobre los rendimientos económico que el Fisco
obtenía de las explotaciones indirecta. Esta ley establece:
◊ La regulación del régimen de arrendamiento de un impuesto no específicamente
minero.
◊ La concesión en régimen de monopolio o cuasi monopolio diversas actividades
necesarias para la comunidad.
◊ Algunos impuestos mineros, cuyo cobro el arriendo a conductores.
Reconocía algunos impuestos:
◊ Uno impone una tasa fija de un denario por cada cien libras de mineral
importadas de lugares distintos de Vispasca.
◊ Otro grava a los fundidores y pica pedreros con una cantidad fija mensual por
cada obrero empleado en la elaboración de mineral o piedra.
◊ Se denomina pittaciarum, se conserva muy poco, porque está incompleto.
La lex agraria indica el modo en que han de realizarse las acciones previstas en la
legislación especial para los arrendatarios.
Ulpiano en el Digesto(D.43,9,1) nos garantiza la posesión de todos los socios publicanos.
Todos los socios tienen potestad para asumir funciones del contrato, pero hay unos
socios que tienen cargos específicos en los que no pueden ser sustituidos por otro socio.
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Por ejemplo en los cargos de directivos.
Ulpiano nos indica que el pretor debe de establecer la garantía de que cada socio
pudiera disfrutar de la posesión que acordó por contrato.
2.8. Los Adfines
Junto a los miembros específicos de las Societas publicanorum, encontramos a determinados
sujetos que participan en las actividades públicas llevadas a cabo por la sociedad aportando
bienes o dinero al capital social.
Los adfines no pueden ser considerados como socios ordinarios, en este sentido afirma
Badian que los adfines poseen dentro de la sociedad una situación inferior a la de los socios,
si bien estima que en el año 169 una lex censoria los excluye de la formación de las
sociedades de publicanos, hecho del que deduce el autor, la relevancia y el auge que fueron
tomando los adfines en el ámbito de la responsabilidad de las actuaciones sociales, dado que
no toman parte en la administración ni en la toma de acuerdos. No se veían afectados por los
riesgos de las actuaciones realizadas por las societas, participando en los beneficios
económicos percibidos por la sociedad en la que Arias Bonet afirma que los adfines, pueden
ser considerados como una especie de socios comanditarios actuales, dado que participaban
con una aportación social no sujeta a riesgos, y dicha aportación podía concebirse como un
depósito irregular.
Otro autor, Chiaro, dice que eran sujetos que se comprometían a aportar capital, y
aprovechaban los beneficios obtenidos de las especulaciones realizadas por estas sociedades.
De esta forma no tenían derecho a gestionar ningún asunto en el ámbito de la administración
social. Solamente son propietarios de una parte del capital social, pero nunca podrían
considerarse como socios.
En ocasiones, los adfines han sido considerados como empleados libres que percibían un
salario y de los que disponía la sociedad para ejecutar determinadas labores, aunque para los
servicios materiales las societas Publicanorum poseían esclavos que independientemente, de
los siervos, las sociedades de publícanos tenían empleados secundarios con los que podían
acordar determinados intereses, en función de la clientela de sus empresas. Esta es una
opinión que tiende a identificar a los adfines con empleados inferiores que desarrollaban
determinadas actividades a cambio de un sueldo.
Los adfines participaban en la sociedad a través de la iniciativa de algunos de los socios, que
les ofrecían la posibilidad de tomar parte en los beneficios sociales a cambio de la aportación
de capital suficiente, sin asumir riesgos de
pérdidas. Por lo cual, participarían en calidad de accionistas externos a la sociedad, teniendo
en cuenta que quedaban excluidos de la vida interna de la sociedad, de este modo participaban
en el desarrollo de la contrata pública, pero sin obtener la cualidad de socio.
Las tesis que se han propuesto a este respecto plantean tres aspectos fundamentales en
relación con la sociedad.
· En primer lugar, la dudosa posibilidad de que los adfines pudieran llegar a formar parte de la
sociedad como socios ordinarios.
· En segundo lugar se cuestiona la posibilidad o no de enajenación de sus derechos.
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· En tercer lugar, sugiere un sector doctrinal la necesidad de la inscripción de los adfines en
los libros de la sociedad, con el fin de que la entidad pública conozca de forma específica
quienes participan en las actividades publicanas.
En cuanto a la primera circunstancia que hemos apuntado dice Szlechter que si bien por
razones de incompatibilidad pública, o bien por motivos de situaciones personales, dichos
sujetos no podían pertenecer a las sociedades de publícanos. La doctrina se plantea los medios
jurídicos de los que disponían los órganos públicos, para que a los sujetos que se les vetaba la
participación en una Sacietas Publicanorum, realmente no llegasen a intervenir en su
integración.
De este modo, se estima que si no es por medio de la lex locationis, es decir, a través de la no
realización de un nuevo contrato mediante este tipo de lex contractus, los magistrados no
disponían de otro medio legal para que estas normas se cumpliesen.
En cuanto a la cualidad de los adfines respecto de la sociedad de publicanos, opina Szlechter
que si bien establecían relaciones más o menos directas con las societas, los adfines podían
ser considerados miembros de las mismas pero sin alcanzar en ningún caso la condición de
socio.
El capital social se dividía en dos partes, una correspondería a los socios ordinarios, y otra a
los adfines. En definitiva, los adfines eran hombres de negocios que no participaban en la
gestión de los asuntos sociales, pero sí participaban en los beneficios económicos de la
sociedad.
Otra de las cuestiones a la que debemos aludir se refiere de las acciones
ejercitables por los participes en el ámbito interno de la sociedad, y en lo que al
capital social se refiere. Para Szlechter, no disponían los adfines de la actio
pro socio de la cual se hace referencia en el D.17,2,31 y en D.17,2,34. aunque sí de la actio
común dividendo de la cual se hace referencia en el D. 6,1,5.
No ignoraron los romanos la prohibiciones legales respecto al derecho de partición de cosa
común, sobre la división de la cosa común hemos encontrado el D. 6,1,3,2 y D. 41,1,7,8.
Pero para los participes, dicha prohibición se basaba en razones de naturaleza económica, ya
que no parecía factible que cada uno de los adfines exigiese su parte del capital social,
Deloume se manifiesta también en este sentido, para quien cierto modo se ignoraban los
derechos de los adfines, ya que solamente podrían reclamar su aportación y los beneficios,
pero no la liquidación. La actio communi dividundo proporcionaba la obtención de los
beneficios pendientes, pero en el momento en que ésta se disolviese habría de permitirse
demandar la parte correspondiente del capital social.
Para Salkowski en el caso de que el primitivo titular de la cuota enajenada la hubiese vendido
o donado por entero, no dejaría de permanecer obligado con el resto de la sociedad, este
autor, Salkowski estima que incluso en el momento de la constitución de la sociedad podían
tomarse acuerdos relativos a la renuncia de un determinado número de cuotas libres respecto
de los socios para enajenarlas en un momento posterior. De este modo, el negocio así
realizado vendría a constituir una emptio spei (venta futura en la que se paga el precio
incondicionalmente aunque finalmente la cosa no llegase a existir, dado que el comprador
compraba la esperanza, corriendo con un gran margen de riesgo o azar), dado que en realidad
se estaba vendiendo una esperanza de beneficios indeterminados; por lo cual, el adquirente
dispondría en todo caso de una actio empti para recuperar el precio de la pars, que
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inicialmente iría a parar al capital social, el autor basa su interpretación en los textos citados
respecto de los adfines de Cicerón y de Valerio Máximo, al tiempo que la interpretación que
realiza del fragmento del D.17,2,59.
Creemos con CIMMA, que este tipo de relación comportaría para los
adfines un riesgo excesivo. Así es, en el caso de que se llevase a cabo una
emptio spei, el vendedor se comprometería a la entrega de una esperanza de
posibles e indeterminados beneficios. Ello comporta dos aspectos fundamentales:
· En primer lugar, nada permite suponer que deba restituirse la cantidad invertida en el capital
ni que la sociedad obtenga beneficio alguno en el desarrollo de sus actividades.
· En segundo lugar, según el pacto que establece la posibilidad de
comprar la esperanza de unos futuros beneficios, no existiría en principio medio
procesal para exigir el capital invertido ni tampoco la no obtención de los
beneficios esperados.
Por su parte KNIEP, mantiene una postura diferente. Aunque comparte
la idea de la posibilidad de que el capital social se hallase dividido en partes que
podían ser adquiridas por los propios socios o bien por terceros ajenos a la
sociedad, en cuyo caso existiría una relación directa entre la sociedad y el
adquirente, no cree acertado que este adquirente deba considerarse como un nuevo socio,
antes al contrario, surgiría un emere in commune. Dicho autor sostiene su argumentación
básicamente sobre el referido texto de Pseudo Asconio. Pero, según su opinión, solamente es
posible captar el verdadero significado del fragmento sustituyendo el término divisi por
divise,
La mayoría de la doctrina, se adhiere a la postura de Mitteis. Este autor, en primer lugar, sitúa
en un contexto histórico el nacimiento y la existencia de los adfines, que no es otro que el
periodo republicano. Como el resto de las opiniones expuestas, sostiene el jurista que los
adfines participaban por cuotas en el capital social, de modo que tendrían participación
específica en los beneficios económicos, pero en modo alguno ostentarían poderes de gestión
u organización en el ámbito interno de la sociedad. Como contrapartida no tendrían que
soportar riesgos económicos.
Según Cimma, sólo dos datos ciertos pueden extraerse de las fuentes:
· En primer lugar, el magistrado toma buena nota de los nombres de los participes y por tanto
de las cesiones que se realizan del capital social. Inicialmente dichas cesiones las realizarían
los propios publícanos pero no la sociedad en su conjunto.
· En segundo lugar, debe reseñarse el hecho de que el tercero que participaba en la sociedad
en la forma señalada, no cambia su condición de tercero respecto de la de socio ordinario.
Según la jurista, debe excluirse la propuesta de Kniep, que aludía a un emere in commune con
la consecuente actio communi dividendo. Por dos motivos fundamentales: primero, porque
las fuentes en las que se basa Kniep son posteriores al origen y desarrollo de los adfines.
Segundo, porque con el ejercicio de la actio communi dividendo no podrían obtenerse en
modo alguno los beneficios obtenidos por la sociedad respecto al capital invertido y se tenía
presente la inversión por parte de los adfines tendría como único fin la devolución del capital
invertido más los intereses. De modo que de poco sirve recuperar al cabo de un tiempo
indeterminado la misma cantidad que se invirtió. La autora se manifiesta claramente a favor
de la tesis expuesta por Mitteis, cuyo aspecto principal aludía a la existencia respecto de las
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partes y los adfines de un depósito irregular. Tres causas justifican que la autora se refiera a
esta tesis:
· Primero, la época histórica en la que deben encuadrarse las sociedades de publícanos y los
adfines.
· Segundo, la sociedad recibía en forma de depósito un capital del cual podría disponer
libremente.
· Tercero, debe tenerse presente que de las fuentes puede extraerse que algunas de las
actividades de las sociedades de publícanos consistían en realizar funciones cumplidas por los
bancos con el dinero público.
Hay dos opiniones doctrinales muy importantes, acerca de esto:
· Szlechter dice, que una vez que los delfines se inscriben en los libros regístrales se establece
una relación directa con la sociedad
· Cicerón exponía que cuando no se podía participar en primera persona en la sociedad se
accedía a ella con una o más partes.
Según nuestra opinión, no destacamos el hecho de que en determinadas ocasiones la entrada
en la sociedad se prohibía por la carencia de un determinado status social privilegiado. Por
tanto, la sociedad desde un primer momento pretende separar con nitidez los socios genuinos
y primitivos de aquellos participes, y en ningún caso unos y otros podrían ser considerados de
igual modo por el resto de la sociedad.
Según la doctrina, hasta el derecho postclásico, no se experimenta la necesidad de
independizar una y otra figura. Posiblemente el mutuo responde de forma más exacta al
esquema jurídico de la adquisición de las pars por los adfines, sobre el contrato en virtud del
cual una persona, el mutuante, debe entregar a otra una cantidad determinada de cosas
acabadas, teniendo la obligación el mutuario de restituir otro tanto del mismo género y
cantidad, para que exista el mutuo deben surgir el acuerdo entre las partes y la datio, que no
es otra cosa que la transmisión de la propiedad, que se requerirá para perfeccionar el contrato.
Esto lo encontramos en D.12,1,11
Respondiendo a las demandas del intercambio económico y de crédito
llegó a admitirse la constitución de mutuo por persona diferente del propio acreedor y del
propio deudor. Por tanto se admitió una delegación a terceros para que obrasen en nombre de
las partes. Tampoco se exigió en ocasiones la entrega material de la cosa. Como explica
Iglesias el que era deudor por causa diferente podía convertirse en mutuario, siempre que
fuese autorizado para retener, en calidad de tal, la suma que debía restituir. Además era
posible dar a una persona una cosa para que la vendiese y retener el precio a titulo de mutuo,
tal como se extrae de D.12,1,11 y D.12,1,4.
Se requiere voluntad acorde de constituir el mutuo, para que se considere existente si la
obligado nace de la datio, tal como se desprende de D.44,7,3,1.
El mutuo debe establecerse siempre sobre cosas fungibles, de modo que el mutuario deba
restituir otro tanto. Pero si durante la duración del contrato la voluntad de las partes se
modifica hasta tal punto que se acuerde devolver la misma cosa que se entregó, no estaríamos
ya frente a mutuo sino ante un depósito o un comodato. En el caso de que la voluntad de las
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partes se modificase acordando entregar una cosa diferente de la entregada el contrato
cambiaría a permuta y ya no seria mutuo. El mutuario no está obligado a devolver una
cantidad que sobrepase las cosas entregadas. El mutuo posee carácter gratuito, que proviene
sin duda de la propia naturaleza de la obligado, puesta en existencia por la datio, así como de
la formalidad de la acción naciente del mutuo, la condictio. No parece que dichas
enajenaciones tuvieran lugar en otro momento que no fuese la República. Por lo tanto,
cronológicamente, depósito irregular y mutuo no coinciden, y así podemos afirmar que en
época republicana resulta más habitual la realización de un mutuo que la de un deposito
irregular.
♦ Los empleados asalariados y los esclavos de la sociedad
Independientemente de la existencia de los socios y de los órganos internos que integran la
sociedad, ésta dispone de personal empleado, y de esclavos que realizan físicamente algunos
de los trabajos asumidos por la sociedad. Pero a los esclavos no se les puede considerar
empleados de la sociedad, sino como posesiones de esta. Su numero viene determinado sobre
todo por el poder adquisitivo y de cada sociedad específica. Los esclavos eran considerados
como una parte del patrimonio de la sociedad. A ellos se les encargaban actos de menor
responsabilidad y, algunas veces, podían ser indemnizados por algunas infracciones
cometidas contra ellos. Por ejemplo Szlechter en el Digesto (D.39,4,1 y D.47,2,31,1)
A través de las fuentes nos llegan noticias de algunas funciones desempeñadas por estos
empleados subalternos, que no tenían la condición de socios ordinarios. Y aunque algunas
veces se les llamasen publicanos, en realidad no lo eran. En ocasiones en fuentes jurídicas
puede afirmarse que el conjunto de uno y otro tipo de trabajadores viene designado por
algunos juristas como familia publicanorum.
2.9.1 El Trabajo
⋅ La Agricultura
El sector agrario será el más importante en la economía romana. Aunque no se realizó ningún
avance técnico de consideración con respecto a épocas precedentes, nos encontramos con un
importante desarrollo del regadío, de los injertos o de la cría de animales para la ganadería.
Los instrumentos básicos de trabajo eran las azadas, las palas, un rudimentario arado, los
rastrillos, etc.
Las explotaciones pequeñas adquieren un mayor auge en el momento de la conquista de
Italia, cuando la mayoría de la ciudadanía se dedica a la agricultura. Los territorios
arrebatados a los pueblos vencidos son repartidos entre los ciudadanos romanos,
estableciéndose nuevas colonias. Este sistema también se pondrá en práctica en las
provincias. De estos pequeños espacios agrícolas, los campesinos obtenían los alimentos
necesarios para la subsistencia familiar y para pagar los impuestos. La competencia ante las
grandes explotaciones motivó una ingente oleada migratoria de campesinos hacia Roma,
aumentándose el número de gentes que vivían de la beneficencia estatal.
Las grandes explotaciones agrarias no deben ser confundidas con latifundios. El propietario
nunca trabajaba en la explotación sino que eran los jornaleros, esclavos o incluso colonos los
que realizaban las labores agrícolas. La concentración de espacios agrícolas en pocas manos
no dejó de ser, en ocasiones, motivo de preocupación para algunos emperadores. El trabajo
estaba supervisado por un capataz, contando para cada actividad con personal cualificado. La
mayoría de la mano de obra es de procedencia esclava, desempeñado labores de cierta
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especialización en algunas ocasiones. El olivo y la vid eran los productos más cultivados
junto con el cereal. El desarrollo agrícola permitió el aumento del sector servicios y de la
masa de desarrapados que habitaba en las ciudades a la que había que alimentar y divertir.
⋅ Explotación de Minas:
Los romanos asimilaron rápidamente los avances técnicos realizados por griegos y egipcios
en la minería. Las minas eran explotadas a cielo abierto y en pozos o galerías. Una de las
técnicas más empleadas era el derrumbe de montañas. Después se procedía a limpiar el
mineral con agua. De los diferentes distritos mineros salía el metal puro fundido, por lo que se
realizaban in−situ todas las operaciones, lo que conllevaba la participación de un amplio
número de trabajadores. El trabajo en la mina era tremendamente duro. La mayoría de los
mineros eran esclavos o trabajadores dependientes e incluso libres que trabajaban por el
beneficio obtenido o como una forma de liberación de impuestos.
Las tropas acantonadas en las cercanías de las minas, además de proporcionar seguridad a la
explotación, servían para realizar tareas de asesoramiento técnico y construcción de
infraestructuras. La gestión de las minas dependió en un principio, del Estado que tenía bajo
su control la explotación pero desde los primeros años del siglo II a.C. se utilizó un sistema
mixto: arrendamiento para todos los metales excepto las minas de oro que dependían
directamente del Estado.
◊ Los Artesanos
El trabajo artesanal solía realizarse en talleres, algunos llegaban a reunir hasta 70
trabajadores. También se realizaban trabajos domésticos como la panadería, confección, etc.
elaborados en su mayoría por los esclavos en las grandes casas señoriales, alcanzando algunas
a ser autosuficientes. Existían dos tipos de talleres:
◊ Los destinados al consumo local que producían objetos menos elaborados y más
baratos.
◊ Los destinados a la exportación que servían productos sofisticados y a precios
elevados. Algunas ciudades solían especializarse en productos concretos, alcanzando
fama la cerámica de Arezzo o los bronces de Mantua.
Los talleres solían ser propiedad de hombres libres mientras que la mano de obra era en su
mayoría esclava. El trabajo en la construcción solía ser realizado por hombres libres aunque
también encontramos esclavos y asalariados. La mayoría de los artesanos se unían en
"collegia" para la defensa de sus intereses, germen de los gremios medievales.
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