IMPACTO DE LA ENSEÑANZA DEL DERECHO EN

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IMPACTO DE LA ENSEÑANZA DEL DERECHO
EN REPÚBLICA DOMINICANA
Dr. Jorge A. Subero Isa
Uno de los grandes desprendimientos del ser humano consiste en ofrecer a los
demás los conocimientos adquiridos, constituyendo la docencia la vía más
efectiva para lograr ese objetivo. Transmitir los conocimientos acumulados
implica un método y sistema organizados que solamente la docencia puede
ofrecer. Para eso se requiere de conocimientos pero también de aptitudes y
actitudes que presuponen un compromiso con los demás y con la sociedad.
Todos aspiramos a vivir y tener un mejor país, pero si queremos lograrlo tenemos
que plantearnos, sin olvidar nuestro pasado histórico como referente, la
reorientación de la enseñanza de determinadas profesiones en procura de
mejorar los niveles educacionales de todos los dominicanos, como vehículo
imprescindible para lograr el conocimiento, única forma de cambiar nuestra
forma de pensar y actuar, y elevar nuestra estima como nación. A esto no escapa
la enseñanza del derecho.
En las aulas es común ver que el vínculo existente entre alumno y profesor se
encuentra cubierto de gran autoritarismo, donde el proceso de enseñanza pasa a
ser burocrático y formalista, lo que posteriormente provocará el mismo
distanciamiento entre el profesional y su comunidad, así como la perpetuidad de
las prácticas llenas de rituales y formalismos innecesarios que no resultan
beneficiosos ni para el propio aprendizaje del profesional del derecho, ni para una
buena práctica profesional, y tampoco para una buena administración de justicia.
En gran medida es un asunto relativo a la libertad de expresión.
Al abordar la importancia de la libertad de expresión asociada a la educación
superior, A.C. Grayling, nos dice: “Un aspecto particular de la libertad de
expresión que tiene una gran importancia es el de la libertad académica. Es la
libertad de quienes enseñan, investigan y estudian en instituciones académicas,
como las universidades, de realizar su labor sin interferencias. La búsqueda del
conocimiento se ve obstaculizada, cuando no completamente frustrada, por el
control externo de lo que puede o no estudiarse; y silenciar a los profesores e
1
investigadores, especialmente cuando éstos realizan descubrimientos difíciles de
aceptar para tal o cual fuente de autoridad, es algo que choca frontalmente con
la búsqueda de la verdad”.1
En otra parte el mismo autor expone: “Desde que las universidades dejaron de ser
meras escuelas para adolescentes mayores y se convirtieron en instituciones de
investigación y en centros de erudición e instrucción genuinamente avanzados,
con la consecuente profesionalización de la enseñanza universitaria de modo que
a los científicos, a los historiadores y personas tan dudosas como los «filósofos» y
teóricos literarios se les pagara un salario vitalicio, dichas instituciones han
pasado a tener una naturaleza dual: las ciencias se han convertido en un motor
sumamente importante de cambio e innovación en la sociedad, mientras que las
«humanidades» han pasado a ser, en gran medida, actividades anquilosadas e
irrelevantes, que hacen muy poco por quienes las estudian aparte de
proporcionarles un período de maduración extra de tres o cuatro años y,
ocasionalmente, alguna ventaja en términos de empleo, gracias, sobre todo, a la
afortunada circunstancia de que esos tres o cuatro años han permitido a algunos
de ellos leer más de lo que resulta habitual en el conjunto de la población. Este
sencillo hecho no carece de importancia, y es posiblemente la única razón por la
que se da algún valor a cursar una «enseñanza superior» en humanidades. Pero,
obviamente, eso mismo podría lograrse de una forma muchos más barata y
probablemente más efectiva simplemente si se alentara a la gente a leer. La vida
intelectual de los países occidentales se da casi exclusivamente fuera de las
universidades; en sus departamentos de humanidades plagados de jerga y de
critiqueo, el proyecto de especular con polisílabos cada vez más largos sobre
materias de cada vez menos importancia consume mucho tiempo, energía y
recursos de una manera que a veces deja boquiabiertos, en sus momentos de
honestidad, incluso a algunos de sus propios beneficiarios”.2
Concluyendo sus reflexiones Grayling señala: “…que es importante que haya
lugares donde se generen y debatan, se critiquen, se analicen y, en general, se
lancen ideas, algunas de ellas absurdas, otras interesantes, y unas pocas
genuinamente significativas. Para que esto ocurra debe haber libertad para
sugerir pensamientos radicales, polémicos, tontos, nuevos o inesperados, y para
1 Grayling, A. C. “El poder de las ideas, claves para entender el siglo XXI”. Págs. 312 y 313.
2 Idem. Pág. 314.
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discutirlos sin restricción. Las universidades constituyen uno de esos lugares; y
dentro de ellas, los departamentos de humanidades realizan su propia
contribución a ese objetivo, lo cual justifica como mínimo parte del coste que
representan para la sociedad. Y ello porque esta libertad académica, como
ejemplo de la libertad de expresión en términos más generales resulta vital”.3
La educación superior no es más que la manifestación de la educación primaria de
un país determinado. Es quimérico pensar que podemos lograr que la educación
superior sea de mejor calidad que la educación primaria. El docente de hoy y del
mañana debe estar inspirado en los principios éticos y de integridad que sirvan
de salvaguarda a los valores que nos permitan subsistir como sociedad civilizada.
La conciencia sobre la educación y la importancia de los conocimientos como
instrumentos para el desarrollo del país fueron motores impulsadores que
permitieron que desde el mismo momento en que ocupáramos la presidencia de
la Suprema Corte de Justicia se manifestara nuestra preocupación constante de
que el país contara con una judicatura capacitada como una forma de preservar
su independencia, partiendo del criterio de que en la medida en que el juez fuese
más capacitado mayor sería su independencia, y, manteniendo el vínculo con la
academia por la convicción de que en la medida de que también nuestros
profesionales del derecho fueran mejores la sociedad sería mejor. A pesar del
tiempo transcurrido desde que los teléfonos se discaban, hasta la pantalla touch
screen, la vocación y el compromiso con la academia se mantienen. La tecnología
puede cambiar, pero nuestro compromiso con la docencia se mantiene invariable.
Es importante que todos tengamos la convicción de que la sociedad dominicana
está demandando un cambio de rumbo en la enseñanza del derecho en nuestras
universidades.
Prácticamente en todas las sociedades la necesidad del buen vivir impone
primero normas de comportamiento que muchas veces después se convierten en
normas obligatorias, impulsando finalmente a centros especializados a proceder a
su estudio y valoración. De esto se deriva que regularmente las propias relaciones
humanas se adelantan a las reglamentaciones legales, y éstas a su vez se
adelantan a ser objeto de análisis en las academias.
3
Grayling, A. C. “El poder de las ideas, claves para entender el siglo XXI”. Pág. 315.
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Estudios revelan que el plan de estudios de derecho en Latinoamérica está, en
general, predominantemente orientado hacia la entrega sistemática de
información. Esa información es relativa a las normas formalmente vigentes y está
centrado en las disciplinas y en los principales códigos, más que en las
instituciones4.
No se observa un currículum que considere suficientemente los aspectos éticos o
sociales del fenómeno jurídico. El currículum es deficitario en lo relativo a las
destrezas requeridas por la profesión. No existe, en general, un desarrollo amplio
en la enseñanza de técnicas de litigación, métodos alternativos de resolución de
conflictos o destrezas asociadas a la oralidad. La ciencia legal latinoamericana es
deductiva y sistemática, predominantemente normativa y carente de orientación
empírica o sociológica (del tipo law and society o law and economics). Se observa
ausencia en la formación de destrezas y valores asociados a la ética de la
profesión.5
Continuando con el método de enseñanza y haciendo una especie de
levantamiento de las zonas críticas en este proceso de formación, debemos
resaltar el desuso del razonamiento, pasando a primer plano la retención de
memoria de los datos que suministra el profesor, se olvida de este modo la
importancia de la investigación bibliográfica y de la buena redacción.
4
Las disciplinas jurídicas en la tradición continental son “teorías”, es decir, un conjunto sistemático de
enunciados que aspiran a describir consistentemente una rama o sector del sistema normativo. Cada
rama o sector del sistema normativo suele equivaler, por su parte, a un Código. “El curriculum
tradicional explica Pérez Perdomo- estaba formado por la enseñanza de los llamados cinco códigos,
usualmente con el nombre de derecho civil, mercantil, penal, procesal y procesal penal. Junto a estas
grandes ramas del derecho se enseñaba (y se enseña) el derecho constitucional y materias integradoras
o que se consideran de formación básica: principios de derecho –o introducción al derecho-, derecho
romano y economía política. Básicamente éste es el curriculum que viene del siglo XIX. En las décadas de
1950 y siguientes se agregaron materias como derecho laboral y derecho administrativo. Como
tendencia general puede afirmarse que las escuelas de derecho abandonaron la ambición característica
de final del siglo XIX y comienzos del XX de explicar todas las leyes, pero es indudable que el centro de la
educación jurídica sigue siendo la explicación (y a veces la memorización) de la legislación,
concentrándose en las leyes que se consideran más importantes.” Las Profesiones Jurídicas en América
Latina.
5
islandia.law.yale.edu/sela/penas.pdf. Notas sobre abogados y educación Legal. Carlos Peña González.
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Se critica que la metodología de enseñanza predominante en la región es la “clase
magistral” en que el profesor expone sistemáticamente la información. No hay,
de manera predominante, estudios o análisis de casos o jurisprudencia. El método
de casos es virtualmente inexistente. Sin embargo, durante algunos años impartí
en la Universidad Iberoamericana (UNIBE) la asignatura “Análisis de Textos
Jurídicos” que permanece hoy en día en el pensum, donde con el estudiante el
objetivo consistía en lograr que el mismo analizara no solamente los textos
jurídicos, sino también las propias sentencias de los tribunales nacionales y
extranjeros, a fin de establecer comparaciones sobre la base de la crítica. El
estudiante afianzaba sus conocimientos a través de casos prácticos, distinguiendo
los hechos, el derecho, los planteamientos de las partes y sus argumentos y el
valor del dispositivo de las decisiones judiciales. Hay un predominio del papel
expositivo, central y autoritario del profesor. El debate en la sala de clases es
sustituido por las preguntas de los alumnos relativas a la exposición del profesor.
Estas características de la metodología de la enseñanza se relacionan, con toda
seguridad, con los orígenes del sistema legal latinoamericano; con el centralismo
propio de la cultura de la región; y con la debilidad de la profesión académica que
es, por su parte, un resultado de la escasez de recursos del sistema educacional6.
Actualmente en la República Dominicana, no presenciamos una actualización
firme y acorde con las tendencias más novedosas en la enseñanza del derecho; los
intentos tímidos y vagos que han hecho diferentes facultades de derecho no han
sido del todo exitosos y el principal obstáculo en este sentido ha sido encontrar
los profesionales capacitados en las nuevas áreas del derecho que a la vez se
encuentren en disposición de impartir docencia. A esto se une que el profesor no
recibe una remuneración que le permita holgadamente dedicarse casi con
exclusividad a la docencia, con énfasis en lo que modernamente se denomina I +
D, sin mencionar el arcaico sistema de evaluación del estudiante para las pruebas
de ciclos, que ha llevado a más de un profesor calificado y con vocación a desertar
de las aulas. Las más prestigiosas universidades del mundo tienen en su nómina
un equipo fijo de profesores dedicados con exclusividad a la docencia y a la
investigación.
6
Idem.
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Hoy en día encontramos novísimas áreas y/o disciplinas del derecho que cada vez
más, pasan a formar parte de la actividad jurídica diaria del mundo actual, y no
sólo hablamos de las actualizaciones como tal, como por ejemplo en el derecho
procesal penal, en el derecho inmobiliario, en el derecho administrativo, etc.,
hablo de áreas como derecho de la competencia, análisis económico del derecho,
derecho de las nuevas tecnologías, derecho del turismo, derecho de los deportes,
derecho comunitario, derecho internacional de la integración, derecho ambiental,
derecho de minería, así como cualquier otra rama del derecho que se encuentre
avanzando a grandes pasos y cobrando importancia en la vida actual de las
sociedades.
La situación de República Dominicana con respecto a la formación jurídica es muy
similar en Latinoamérica, la masificación de abogados y la multiplicación de
facultades de derecho es un elemento común en la región, que ha afectado la
profesión.
Según datos de la Conferencia Regional de Educación Superior de 2008,
auspiciada por la UNESCO, 209 millones de personas en la región son pobres y la
brecha digital agudiza este subdesarrollo. En este escenario se desarrolla la
educación superior de la región donde la matrícula universitaria se ha
incrementado en un 14.6%, lo que ha permitido pasar al 30% de tasa de
cobertura. La inversión en educación ha disminuido y era para ese entonces 20
veces menos que en países desarrollados, teniendo en cuenta que en ciencia,
tecnología, investigación y desarrollo tampoco se han dado avances.
La sociedad actual requiere un mayor compromiso de sus abogados a fin de que
estos se conviertan en verdaderos agentes de cambios de viejas estructuras y
prácticas legales que no van en consonancia con los avances de un mundo en
plena ebullición. El profesional del derecho no es visto con buenos ojos por esta
sociedad y su deterioro de imagen resulta preocupante, pues con ella se conduce
al desprestigio. Creemos que se requiere de un mayor compromiso institucional
que se encuentre cargado de inequívocos principios de integridad y principios
éticos.
Así encontramos que el origen de este escenario no es solamente una situación
de moral, ética y valores, sino que también tiene un aspecto importante que
involucra la enseñanza de la profesión en las aulas universitarias, donde se
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forman los actores antes de entrar a ser parte del conglomerado que constituye la
administración de justicia, así entendemos que hay un camino por recorrer en el
ámbito de la enseñanza universitaria, donde también tenemos un excelente
escenario para que quienes enseñen esta digna profesión sean individuos de
calidad moral y ética probada en su carrera y en su vida personal, siendo un
ejemplo para quienes reciben la enseñanza y con esto estaríamos aportando no
solamente a un gremio profesional, sino también a una sociedad donde es
palpable la falta de valores.
La sociología, primero, y la economía, después, ocuparon el lugar de los
intelectuales que los juristas habían desempeñado casi sin oposición durante el
siglo XIX. El fenómeno, como es sabido, culminó con un intento de reformar la
enseñanza del derecho consistente en asemejar las disciplinas jurídicas a esas
otras disciplinas que aparentaban mayor seguridad metodológica y teórica que el
derecho. Las escuelas de derecho olvidaron así el carácter práctico de la disciplina
de que se ocupan, y pretendieron, desoyendo el viejo consejo de Aristóteles,
demostrar allí donde sólo cabía persuadir7.
Repetimos lo dicho más arriba, la educación superior, no es más que la
manifestación de la educación primaria de un país determinado. Resulta casi
imposible, lograr que la educación superior sea de mejor calidad que la educación
primaria. Pero en definitiva, en el caso dominicano, tanto una como la otra entran
dentro del concepto general de la necesidad de su mejoría.
Hoy como ayer, el país necesita y requiere de un Estado de Derecho fuerte,
idóneo y confiable, que se convierta en un verdadero muro de contención contra
la corrupción en todas sus manifestaciones, el narcotráfico, el crimen organizado,
el terrorismo y otros delitos que por su magnitud atentan contra la paz planetaria;
pero ese Estado de Derecho sólo se puede alcanzar cuando gobernantes y
gobernados tengamos la debida conciencia de la importancia de la educación.
La sociedad dominicana demanda de la puesta en vigencia de todo un sistema
educativo que se manifieste mediante un proceso que incentive y aumente
nuestras destrezas y habilidades para el entendimiento, manejo adecuado y
7
islandia.law.yale.edu/sela/penas.pdf. Notas sobre abogados y educación Legal. Carlos Peña González.
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óptimo de las nuevas tecnologías, que conduzca a un aprendizaje que nos permita
comprender los cambios que se están produciendo en una sociedad globalizada,
donde las relaciones internacionales han ido creando un Nuevo Orden Mundial,
que nos conciencie a preservar nuestro medio ambiente y recursos naturales, y
que se cree un vínculo entre el aula y la comunidad, asociando a profesores,
padres, estudiantes y organizaciones locales para que asuman sus
responsabilidades cívicas y culturales dentro del concepto de la educación
comunitaria o educación democrática.
Este es un país que necesita realmente muchos maestros para tener mejor
educación, y a través de ella, como vía, alcanzar el desarrollo social, político y
económico deseado por las grandes poblaciones, principalmente aquellas
desposeídas, las carentes de todas las posibilidades y todas las oportunidades, y
por qué no, a quienes la realidad chocante de un medio ambiente hostil le niega
el acceso a la justicia y el acceso a justicia.
Uno de nuestros buenos técnicos en materia educativa, el ingeniero Ramón
Flores, en un artículo publicado dice lo siguiente: “La educación es la respuesta a
muchos problemas. Pero desarrollar sistemas de calidad, donde todos quepan,
sean protegidos y aprendan, es el mayor reto que cualquier sociedad enfrenta. No
hay caminos fáciles ni bañaderos mágicos. Se necesitan recursos, compromisos,
propósitos, disciplinas y trabajo duro”.
“Estudie en un centro educativo de calidad, sigue diciendo el ingeniero Flores, y
encontrará autoridad clara, normas que se acatan; currículos que guían; horarios
y calendarios que se cumplen; profesores que saben, dan y exigen; y estudiantes
que sudan la piel para aprender”.8
La formación del profesional del derecho debe ser una preocupación constante,
constituir un estilo de vida. El abogado debe preocuparse por estar formado para
enfrentar los retos que día a día le presenta un mundo que exige respuestas
claras a los avances científicos y tecnológicos que requieren de un marco legal y
jurídico consistente y seguro9.
8
9
Flores, Ramón. Diario Libre. 14 de septiembre de 2013, pág. 13.
Discurso del Dr. Jorge A. Subero Isa del 3 de Mayo de 2007.
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El mismo Ing. Flores nos dice en otra parte de su artículo que “En un mundo
donde la socialización del conocimiento es la base de sobrevivencia y la equidad,
para el sistema educativo dominicano el saber no es un gran tema. Y palabras
como disciplina y trabajo duro suenan a herejías. En ese dejar hacer, no se
reclama al padre por el hijo que falta a la escuela; ni a la escuela por los
resultados académicos de sus alumnos y las continuas interrupciones que exponen
a niños y adolescentes a los crecientes riesgos de la calle; ni a las autoridades por
tolerar un desorden institucional que cuesta y bloquea; ni a las universidades por
el facilismo en el otorgamiento de certificados y títulos”.10
El papel entonces del abogado del siglo XXI es responder a esa necesidad social y
asumir una postura de profesional consciente de sus deberes, con un
conocimiento profundo de derecho. Los abogados deben ser profesionales a los
cuales los ciudadanos puedan confiarles sus problemas familiares o sus bienes
con la certeza de que estarán bien dirigidos y de que serán manejados por un
profesional que actúa apegado a los valores éticos11.
Es mucho lo que se espera de las actuaciones de los profesionales del derecho.
Hablamos siempre de la importante responsabilidad del médico que tiene en sus
manos la vida de sus pacientes; pero el abogado tiene la responsabilidad de los
bienes, de la seguridad familiar y económica, de lo que depende en gran medida
la vida de sus clientes. Un verdadero jurista no sólo debe consagrarse al estudio y
la práctica del derecho, sino que también debe estar atado a un ideal de justicia12.
Si mejora la calidad de los abogados, no sólo se garantiza el contar con un actor
de mayor calidad dentro del sistema, sino que la judicatura misma se beneficia
directamente, puesto que todo juez es primero abogado y por tanto, en la medida
en que los abogados lleguen a la judicatura con una mejor y más sólida formación,
mayores posibilidades habrá de que sean mejores jueces y mejores
oportunidades tendrá la Escuela Nacional de la Judicatura para formarlos13.
Queda claro entonces, que los abogados no deben verse como entes pasivos
dentro del proceso de reforma judicial. Deben jugar un rol eminentemente activo,
10
Flores, Ramón. Diario Libre. 14 de septiembre de 2013, pág. 13.
Discurso del Dr. Jorge A. Subero Isa del 30 de noviembre de 2000.
12 Discurso del Dr. Jorge A. Subero Isa del 30 de noviembre de 2000.
13
Discurso del Dr. Jorge A. Subero Isa del 23 de junio de 2001.
11
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no sólo sirviendo como efectivos evaluadores de los distintos procesos de
reforma que atañen directamente a los demás actores del sistema judicial, sino
también protagonizando sus propios procesos internos de reforma para
garantizar ponerse a tono con los tiempos que corren14.
En ocasión del Día del Poder Judicial, celebrado el 7 de enero de 2005, cuando
ocupaba la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia, manifesté que quizás
nuestra debilidad institucional esté unida a nuestra ancestral debilidad en el
sistema educativo.
En su informe que sobre el estado de la educación presentó el 3 de marzo de
1846 el Presidente de la República Pedro Santana, expresaba que la ley sobre
instrucción pública no ha producido todo el éxito que se debía esperar debido a la
escasez de fondos de que adolecen la mayor parte de las cajas comunales. En
sentido parecido se expresa Tomás Bobadilla, ministro de educación en la Primera
República.
Cuatro años después de nuestra Independencia, el mismo Presidente Santana, en
su mensaje al Congreso Nacional el 31 de enero de 1848 dijo que la instrucción
pública se encontraba en un estado de decadencia por varios motivos, y uno de
ellos era la falta de preceptores.
Parece ser que la única gran reforma registrada en la educación de nuestro país
fue la iniciada por Eugenio María de Hostos, quien al fundar junto a Gregorio
Luperón el 5 de marzo de 1876 La Educadora, que al decir de Emilio Rodríguez
Demorizi, era una sociedad destinada a popularizar las ideas del derecho
individual y público, el conocimiento de las constituciones dominicana,
norteamericana, latinoamericanas, y los principios económicos = sociales; en
resumen: educar al pueblo.
En cualquier periodo de la historia y sin importar el país, la educación se
encuentra determinada y condicionada por factores políticos, económicos,
sociales y culturales. Principalmente por el factor político, pues resulta demasiado
14
Idem.
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evidente que la educación se encuentra unida a las políticas que sobre la materia
tengan los gobernantes de turno.
Dice Felipe Alejandro Gardella que cuando los liberales argentinos a fines del siglo
XIX, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, establecieron la
educación primaria obligatoria, no se cuestionaron que como resultado de esa
política se clausuraría el ciclo de “democracia ilustrada” que ellos habían iniciado.
De Sarmiento dice dicho autor, que éste no desconocía que la educación del
soberano y la política de inmigración darían nacimiento al más formidable
enemigo de la élite que él mismo representaba: la apertura del mercado del
conocimiento. De Alberdi, dice Gardella, que no consideraba suficiente el
establecimiento de la educación pública y obligatoria, que proponía, además, un
cambio de base cultural que permitiera desligar a la sociedad criolla de cierta
herencia hispánica favorable a privilegio, y adquirir la cultura meritocrática
anglosajona.
El concepto de Alberdi parece que se encuentra en el pensamiento del
expresidente de Colombia Ernesto Samper Pizano, quien dice que el rechazo de
España a recibir en el Nuevo Mundo a migrantes de otras religiones cerró la
posibilidad de que llegaran a estas tierras especies distintas a españoles y
portugueses, quienes, en el norte, sentaron cimientos de una sociedad mucho
más diversificada y democrática en sus orígenes. España actuaba como potencia,
mientras la Gran Bretaña se comportaba como nación, sigue diciendo Samper.
En el mes de noviembre de 2004 el Jefe de Estado dominicano suscribió
conjuntamente con sus pares la Declaración de San José, fruto de la XIV Cumbre
Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, donde en el tema Educar para
Progresar se establecieron principios básicos, que de llevarse a la práctica,
cambiarían el rumbo de nuestro pensamiento de política educativa.
En efecto, en esa Cumbre se dijo que la educación es un derecho humano
fundamental e inalienable, que tiene por objeto el pleno desarrollo de las
personas y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las
libertades individuales; es instrumento fundamental para preservar el desarrollo
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la equidad; que sólo una educación democrática, accesible y de calidad es la base
fundamental para lograr un desarrollo sostenible, elevar la productividad,
aprovechar el avance científico y tecnológico, reforzar las identidades culturales y
consolidar los valores de convivencia democrática, pacífica y solidaria para reducir
la pobreza y la brecha social.
Nuevos vientos políticos mueven nuestras palmeras gubernamentales y
esperamos que la conciencia nacional sea sacudida con la fuerza de un huracán a
fin de transformar nuestra estructura educativa. Es en este ambiente que se
aprobó la ley núm. 1-12, del 25 de enero de 2012, en virtud de lo que dispone el
artículo 241 de la Constitución de la República sobre Estrategia de desarrollo, que
estableció en su artículo 34 lo siguiente:
Artículo 34. Reforma Educativa.- Se consigna la necesidad de que las fuerzas
políticas, económicas y sociales arriben, en un plazo no mayor a un (1) año, a un
pacto que impulse las reformas necesarias para elevar la calidad, cobertura y
eficacia del sistema educativo en todos sus niveles, y preparar a la población
dominicana para actuar en la sociedad del conocimiento. Dicho pacto explicitará
un conjunto de acciones, sostenibles en el largo plazo, dirigidas a dignificar la
profesión docente, dotar al sistema educativo de la infraestructura y los recursos
necesarios, así como de un sistema apropiado de evaluación de la calidad
educativa y de sus resultados.
Igualmente, explicitará los compromisos asumidos por el Estado, la comunidad
educativa y demás instancias de la sociedad”.
Por su parte el artículo 63 de la Carta Magna establece como un principio general,
que toda persona tiene derecho a una educación integral, de calidad,
permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones
que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones. Precisando el numeral
1) de ese artículo que la educación tiene por objeto la formación integral del ser
humano a lo largo de toda su vida y debe orientarse hacia el desarrollo de su
potencial creativos y de sus valores éticos. Busca el acceso al conocimiento, a la
ciencia, a la técnica y a los demás bienes y valores de la cultura.
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Ciertamente, la Constitución de un país y con ella toda la legislación constituyen
una plataforma importante para lograr una mejor educación, y en ese sentido hay
que destacar lo que consagra nuestra Constitución al respecto.
A pesar de todas las garantías que nos ofrece la Constitución en cuanto a recibir
una educación con las características citadas anteriormente, así como la
obligación que se pone a cargo del Estado, no debemos ignorar que en virtud de
lo que dispone el propio texto constitucional el principal responsable de la
educación de las personas es la familia.
Y la pregunta obligada es, ¿podemos tener en nuestro país una educación con los
estándares establecidos en la Constitución de la República cuando la familia
dominicana se ha ido resquebrajando progresivamente y padeciendo los
desbordamientos de una sociedad que poco a poco, pero de manera progresiva y
permanente, ha venido perdiendo sus valores tradicionales, acercándonos cada
día más al precipicio que nos conduce a la falta de amor, el afán de lucro, la
corrupción y el irrespeto hacia los demás?. ¿Es la familia que tenemos en la
actualidad la que tiene la obligación de la educación de sus integrantes? Si
queremos mejorar nuestra educación necesariamente tenemos que mejorar
nuestra familia.
Al escribir este artículo el país se encuentra todavía en plena euforia por la firma
del Pacto por una Educación de Calidad impulsado por el Presidente de la
República y en proceso de una ejecución presupuestaria que ha marcado un hito
en la historia nacional, al prácticamente alcanzar un 4% del PIB, y esperamos
contribuya a mejorar nuestra educación preuniversitaria y con ella la calidad de
nuestros egresados de las escuelas de derecho.
La clave de todo está en potencializar el binomio familia y educación. Hasta tanto,
todos los males de nuestra sociedad, incluyendo la calidad de la impartición de
justicia, tendrán que esperar tiempos mejores.
No es la profesión de abogado que está en crisis; es la formación de nuestros
profesionales del derecho que se encuentra en crisis. Todos debemos reflexionar
en este sentido y asumir el compromiso de hacer una revalorización de la
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enseñanza de esa disciplina para dotar a la República Dominicana de abogados
que posean el perfil que los tiempos demandan. Las falencias de nuestra
educación superior en el área del derecho se ponen de manifiesto cuando sus
profesionales son llamados a someterse al rigor del ejercicio de la profesión.
En ese sentido, durante nuestra gestión al frente de la Suprema Corte de Justicia
habíamos propiciado un acercamiento con el Tribunal Supremo de Puerto Rico,
órgano encargado a través de la Junta Examinadora, de autorizar el ejercicio de la
profesión de abogado y postular ante los tribunales, con la finalidad de que tanto
los abogados como los notarios públicos fuesen sometidos a un proceso de
habilitación y calificación a través de un examen de admisión y de actualización
para el ejercicio de la profesión de abogado, proceso que en esa Isla se conoce
como reválida.
Todos estamos comprometidos y preocupados por el tema; nos encontramos
constreñidos a formar parte de la mejora en la enseñanza del derecho. Se impone
que antes de lanzar a un profesional del derecho al ruedo es preciso que se
establezca de manera obligatoria una pasantía en oficinas de abogados
previamente seleccionadas por las autoridades competentes, pasantía que
pudiera comenzar en el último tramo de la carrera. No es posible que un recién
graduado tenga la facultad de postular por ante los máximos tribunales de la
Nación. Debemos asimilar la experiencia de otros países en ese mismo sentido.
Pero ninguna reforma en la práctica de nuestros profesionales del derecho podrá
abordarse exitosamente sin el concurso y la decisión firme del Colegio de
Abogados de la República Dominicana y de todos los abogados en general.
Finalmente, debemos dejar claro que ninguna propuesta funcionará si la
metodología de la enseñanza no se renueva y si los valores profesionales e
individuales continúan deteriorándose. Todas las escuelas de derecho deben
apostar a métodos de prácticas de casos, así como al uso del razonamiento y el
desarrollo intelectual, a través de la lectura y la investigación bibliográfica.
Pero además, dentro de las funciones de las labores de investigación y desarrollo,
nuestras escuelas de derecho deben tomar un papel protagónico en las esferas de
nuestra sociedad, haciendo acto de presencia y contribuir como instituciones, a la
propuesta de modificación de leyes que tengan por finalidad ir convirtiendo
nuestras arcaicas estructuras legales en verdaderos instrumentos de desarrollo
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del país. En sentido general nuestras universidades han sido tímidas en las
iniciativas y propuestas sobre los temas que han conformado y deben conformar
la agenda nacional.
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