J. A. Goytisolo, del dolor personal y la denuncia social a la búsqueda del equilibrio mediante la poesía por M.ª Victoria Reyzábal Distintos críticos parecen coincidir en cuanto a la huella que dejó en los tres hermanos Goytisolo la muerte de su madre, acaecida, siendo ellos muy jóvenes, a consecuencia de un bombardeo en la guerra civil (el 17 de marzo de 1938, en el Paseo de Gracia de Barcelona). La familia tardó cuatro días en saberlo, se enteró después de que un primo materno la reconociera en el Hospital Clínico, entre múltiples cadáveres. Esta muerte alimentará definitivamente el inconformismo existencial y social de los hermanos, evidente en Luis, preso por motivos políticos, que inició una huelga de hambre durante 1960, la cual le ocasionó un principio de tuberculosis, y en José Agustín (13-4-1928 / 19-3-1999) que fue condenado, todavía en junio de 1976, por un discurso en Homenaje a García Lorca en Fuente Vaqueros, a una multa de doscientas mil pesetas que recurrió y no pagó. Más tarde, en octubre lo expulsarían de Ecuador por denunciar la matanza de 128 trabajadores en un ingenio, a cuyos familiares cedió los derechos de autor de la obra Del tiempo y del olvido. Su participación en defensa de los pueblos oprimidos es constante durante todos estos años. En general, de su obra poética puede deducirse su biografía (1), sus empeños colectivos y sus avatares interiores, ambos sin resolver a plena satisfacción. Quizá por ello, en este contexto, incluso cuando alude a cuestiones o situaciones positivas, lo hace desde una perspectiva pesimista (¿o realista?). Su vivencia de la realidad deviene escepticismo con respecto a cualquier conquista, pues sabe de su carácter no definitivo: “la libertad hay que inventarla siempre [...] será tuya pero sólo por un momento porque cuando la tengas se escapará riendo entre tus manos y tendrás que buscarla y perseguirla por las calles ciudades praderas y de/ siertos de todo el vasto mundo...” (2) (“Más que una palabra”) José Agustín Goytisolo (La Habana, 1963) 8 Como ya se ha dicho, para José Agustín, la muerte materna no sólo marcó su vida sino también su obra. Así, el primer libro, El retorno (1955), concentra obsesivamente el dolor por tal pérdida y el sufrimiento incurable que provoca esa ausencia. No obstante, ni siquiera en la dedicatoria aparece la palabra madre, sino “A la que fue Julia Gay”, como si el autor-hijo no quisiera limitar los contornos de aquélla a su sola relación: “Era mujer y bella. No tenía / nieve sobre los años..” Aunque la referencia filial se cuela en otros textos próximos: “Yo recuerdo tus manos -hace fríoarropándome el lecho como copos de nieve enamorada.” (“El jardín era sombra”) A. Vilanova dice de este poemario: “dudo mucho que en la joven poesía española de estos últimos años se haya dado un lamento elegíaco entonado con una voz tan pura, tan desgarrada y tan honda, tan amarga y lacerante como esta bellísima rememoración” (3) y ello habla no sólo de la calidad del autor sino de la intensidad con que logró plasmar su desvivir. Explícitas alusiones aparecen, treinta años más tarde, también en Final de un adiós (1984) y dentro de este período en otro cúmulo de poemas narrativos e irónicos, siempre comprometidos. Años después, se publica Elegías a Julia Gay (1993) con la reunión de las dos obras antes mencionadas (4). En cualquier caso, resulta constante por buscada la reiteración de la ternura, la protección e, incluso, la imagen de la ausente como estrella y rosa; la tristeza de su hijo la convierte en un río de lágrimas a la manera de Garcilaso o García Lorca, con connotaciones heraclitianas y manriqueñas. Muchos poemas de estos dos libros son ejemplo de importantes expresiones de amor, de desesperadas manifestaciones de necesidad afectiva. El sujeto reitera, como un eco obsesivo de su propio pesar y carencia, lo imprescindible de la cercanía de “la amada”, de aquella que está presente siempre a través de su vacío (5). Todo ello conforma la imagen del yo poético como huérfano, cuya autocompasión le conduce a recordar amargamente los objetos, lugares, elementos e instantes de su infancia feliz. Esta orfandad le hace solidario con las otras personas que han perdido a sus seres queridos; no obstante nada resulta comparable al dolor personal que le asemeja a los proscritos. Sin embargo, del pesar el poeta debe llegar a la creación literaria para que el texto sea válido estéticamente, por ello resulta cierto que “la muerte de Julia Gay y su memoria están en el origen de la elaboración de estos poe- Asun Carandell y José A. Goytisolo (Santiago de Chile, 1970) mas (y de algunos otros, que forman parte de distintos libros del autor), pero no es menos cierto que la creación poética -y, por lo mismo, la lectura de poesía- no depende de las emociones del poeta ni debe tenerlas por objetivo central, aun cuando la fantasía identificatoria induzca al espectador, que invariablemente tiende a comparar la experiencia descrita en el poema con la suya propia, a suponer lo contrario” (6). Así, como un “marcado” compulsivo, el escritor deviene enemigo de lo establecido: “No hay duda: el señalado pertenece también a la terrible raza de los proscritos, se alinea en las filas de los que pecan contra el Espíritu Santo. Si cabe, es más peligroso para la sociedad burguesa que la mujer fuerte: en sí lleva el destructivo signo del confusionismo deliberado” (7). En este ámbito, propio de una trayectoria existencial desgarrada, para Carmen Riera (8), “ni El retorno ni Final de un adiós deben ser analizados por separado [...] Incluso algunos poemas de este primer libro sirven de referencia o de punto de partida a otros que incorporará a su nueva entrega. Así el poema cinco de El retorno, “Donde tú no estuvieras”, enlaza con el XIX, de Final de un adiós”. Incluso, el mismo poeta confirma: “El retorno ha continuado muchos años después en Final de un adiós” (9), marcando, por ejemplo, la permanencia del nombre y la desaparición del ser: “Donde tú no estuvieras como en este recinto cercada por la / vida en cualquier paradero conocido o dis/ tante leería tu nombre.” (“Cercada por la vida”) “Pero yo dado a los mitos y a las ironías prefiero imaginar que habré de corromperme aquí bajo esta losa con tu nombre inscrito precisamente donde tú no estás.” (Poema XIX de Final de un adiós) El mismo Virallonga sostiene también que toda la obra del poeta, desde El retorno hasta La noche le es propicia (1992) puede interpretarse a partir de “la desaparición del ser querido; el resto se da como resultado de esa muerte” (10). Esta temática, no obstante, se centra básicamente en El retorno y Final de un adiós. Sin embargo, mientras el nudo temático de El retorno se alimenta de la mencionada desaparición materna, el de Final de un adiós proyecta la elegía del propio escritor, su existir desarraigado, su peregrinar por la nostalgia y la tristeza sin fin, por eso concluye con un poema “suicida”, anhelo confirmado en El rey mendigo. También en “La Guerra” (Algo sucede), el motivo obsesivo de la muerte tiene su espacio: 9 librería herriak Licenciado Poza, 11 - 48008 BILBAO Planta calle 岼 944 32 49 21 literatura libro vasco ensayo literario lingüística - diccionarios filosofía - cultura clásica derecho - política historia - geografía sociología - antropología ciencias de la información bellas artes libro infantil - juvenil Planta alta 岼 944 43 48 07 medicina - enfermería psicología pedagogía educación física y deportes Planta baja 岼 944 43 47 08 informática economía - empresa ciencias naturales - ecología matemáticas - física - química filosofía de la ciencia agricultura “y encontré sólo muerte ruina y muerte bajo el cielo vacío.” Desde esta perspectiva puede decirse que el poeta, hombre adulto, se opone reflexivamente pero sin superarlos (como se puede constatar en el texto “Casa que no existe”, “El padre va a morir”, “Ojos como de niebla”, “Como un demonio verde”, “Un olor a eucaliptos” o “Efímeras señales” de El rey mendigo) a los sentimientos del niño, al que le fue prohibida la felicidad con la muerte de su progenitora, infante que perdió para siempre la placidez de la inocencia, la posibilidad de confiar en sus compatriotas, en la sociedad: “Pero no digas nada: piensa en ti y sólo ansía como yo unos instantes de silencio y amor.” (“Piensa en ti”) Así, la realidad que era alegre, brillante, luminosa pasó a ser desgraciada, adversa, dolorosa, llena de asco y odio, ya que aquel suceso le llevó “de la simpleza en que, como niño, dormido estaba” al “tiempo de inclemencia” en el que debe vivir cual “príncipe destronado”, “rey mendigo” que transita por la soledad total, como se manifiesta, al menos parcialmente, en el poema “Ceremonia y Maneras” de El rey mendigo. Esta polaridad se patentiza en dos campos semánticos dispares y contrapuestos pero complementarios por lo general en Goytisolo, el de la desolación, desamparo, melancolía, oscuridad... y el del calor, claridad, alegría... en los que caben los tópicos de la pérdida y la belleza: “Nunca vi tal donaire ni más delicadeza jugando con el / mar.” (“Nunca vi tal donaire”) La idealización del pasado le conduce a considerar el hogar de su niñez como un paraíso perdido, pues si el adulto experimenta odio y rencor, el niño siente un dolor, a veces, resignado, otras impotente o aniquilador (“Decidme que nada ha terminado”) al evocar la dicha robada: 10 “Yo amaba a aquella casa sin vientos de desgracia. ............... Tal vez yo por entonces desdeñara a los dioses. Pues ni ellos habitaban en regiones tan claras. Y así como un castigo perdí lo que era mío.” (“La flor de la jara”) Su edén luminoso, “mundo sin miedo, sin fantasmas, sin castigos, sin cuarto de ratas”, mundo con lobos buenos, se transformará en un espacio oscuro, infierno en el que se sentirá en “la negra atalaya del solo”. La vida, acosada por aquella muerte, le exige preguntarse por el más allá y por el misterio del recuerdo y el olvido, aunque la propia pena le pide ir a otra región, donde tanto dolor resulte anestesiado por el bálsamo de la nada: “sin tiempo ni memoria en la que todo esté por comenzar.” (“Sin tiempo ni memoria”) Y ello sabiendo que, permanentemente, a pesar de sus intenciones y deseos, volverá a vivenciar, a rememorar lo anhelado: “Intenté despojarme de recuerdos y el tuyo me envolvía.” (“El polvo se rió”) Sólo su hija Julia, reviviendo el destino feliz que él pudo tener, le permite recrear un grato mundo familiar, reactualizar la dicha de las cosas comunes, pues ni la esposa-madre sosiega completamente la desolación “infantil” del esposo, más bien la obliga a desdoblarse en ambas funciones sin que ni siquiera con ello se calme la pesadilla del poeta, su desolado existir. “Este odio irá construyendo la primera tabla de salvación ante tanta tragedia, la conciencia cívico-moral; y, para aligerar el dolor, la búsqueda de consuelo en la sustitución: el buen amor” (11) y que permite retornar a espacios gratos: “rodeada de los mismos libros en las mismas librerías; mirando los mismos cuadros sobre las paredes mismas” (“Con nosotros”) Marta, Juan, Luis y José Agustín Goytisolo (Llanç’a, Gerona, 1936) De esta angustia aguda o soterrada nace el resentimiento, así el odio centra poemas, que como claves jalonan su obra: “Para guardar el odio...” (Años decisivos), “Arrebatada por el odio” (Años decisivos), “...me armé de orgullo y además/ de odio hacia las banderas de aquel crimen/ de asco a sus uniformes y a sus cartas” (Final de un adiós), “...que me empujaba el odio...” (Final de una adiós), “para siempre ha quedado,/ confundido en el aire,/ un polvo de odio...” (Claridad). Desde este dolor personal, el poeta desea pasar al olvido o a la encarnación, al depósito del amor en otro ser, como se ha señalado, mientras que por el rencor buscará el enfrentamiento, la testificación de la injusticia, la lucha desenmascaradora. Goytisolo manifiesta también su sufrimiento de otra manera, en otro tono, denunciando satíricamente todo aquello que le resulta inaceptable, cumpliendo así la función crítica del “bufón”, pretende desacralizar, caricaturizar y parodiar una realidad que le resulta hipócrita y cruel. “Deformaciones de la vida para provocar una auténtica visión de ésta” y ello con un enfoque esperpéntico, que evidentemente enlaza con la obra burlesca de Quevedo. A través de un humor irónico, en Salmos al viento, recoge citas bíblicas para cuestionar sarcásticamente lo establecido por la tradición, por la convención o las doctrinas, demostrando además la contradicción imperante entre prédica y conducta. Con estas ironías satíricas busca descalificar o menospreciar lo que cuestiona, de manera velada o evidente, ya que el escritor, víctima confesa, no puede aceptar el mundo que lo ha aislado en su angustia individual y colectiva. No obstante, esto no impide que en otra fase, el poeta compruebe que nada le consuela y piense, como ya se ha indicado, incluso, en su propia muerte, alusiones al suicidio comienzan en Final de un adiós y reaparecen en El rey mendigo. Goytisolo anhela la muerte como un delirante enfermo mental aunque ahora ya sea inútil, o aunque él mismo comprenda que renunciar a la vida no es el camino que deba seguir. La mirada corrosiva del autor se fija en algunos poetas, burgueses, madamas, religiosos, militares..., en definitiva el escritor parodia el sistema burgués que desprecia, en el que también se siente huérfano, marginado, no sólo porque está en el bando de los vencidos, sino porque dentro de él se produjo el comienzo de su niñez dichosa y de él surgió y resulta ahora el verdugo de su equilibrio emocional, de su madurez. En esta sociedad hipócrita que sólo reclama orden y homogeneidad, que exalta a la familia aunque la haya aniquilado, que cree en leyes eternas, una persona como Goytisolo únicamente puede colocarse del lado de los que acusan. Por eso, contra la prepotencia del poder opone la denuncia de su sarcasmo (mediante hipérboles, disemias, eufemismos, antífrasis, intertextualidades, traslaciones, metáforas, alegorías, calcos, reducciones, cosificación, metonimias, litotes, circunloquios, parodias, antítesis, enumeraciones, meiosis, epímones, anáforas, personificaciones, comparaciones...) (12), manifiesta incluso en los títulos de los poemas. Parte de ello es evidente en la descripción del banquero: 11 VERDES LIBURUDENDA CORREO KALEA, 7 岼 944 15 87 74 - 944 16 02 37 48005 BILBO “Nadie como tú maravilloso germen de la opulencia y de la gran industria con tu cartera con tu hermosa calva rodeada de planetas y aureolas con tu pulcro chaleco abotonado sobre tu inmenso abdomen nadie nadie como tú flor nueva tulipán de oro. .................. Porque la libertad está en tu firma porque tu reino sí que es de este mun/ do porque nada te puede ser negado eres el prototipo el hombre insigne para el que se han dictado las leyes y / los cánones la caridad y el premio.” (“Apología del libre”) O en “El señalado”, pues éste: “Frecuenta los lugares de erudición: / reuniones bibliotecas mingitorios. Su voz se escu/ cha en los parlamentos y en los templos en las tabernas y en los amueblados.” Pero también aquí, la muerte encuentra su lugar: “Porque será bonito caminar y cantar y ser herido sepultado en la tierra entre explosio/ nes convertido de pronto en una espiga en una flor en nada” (“Tríptico del soldadito”) En definitiva, la ironía refleja el distanciamiento de un ser que sufre, ahora sin lágrimas, que continúa bebiendo el veneno de su agonía, que se siente o se coloca al margen, excluido, ajeno a la vida satisfecha que llevan otros, menos desafortunados, más resignados o subidos oportunamente al carro de los vencedores, de los “triunfadores” a cualquier precio, despreciando los principios éticos que aseguran defender: “y no quise callarme ni dejarlos tranquilos con su fúnebre/ paz pues ya mi sitio estaba en otro lado enfrente enfrente con los compañeros terribles y obstinados.” (“Amapola única”) 12 Para los responsables de su “enfermedad” guarda palabras como: mal nacidos, bastardos, adoradores del dios de las batallas, usureros de la verdad, sucios criados de la muerte... Goytisolo (poeta social, comprometido, político, combativo), considera que el intelectual tiene que mantener siempre una postura crítica ante el poder (ya que “La dictadura era mala, pero la democracia también puede serlo”), aunque no deban confundirse “los nobles sentimientos con la buena poesía”. Sobre la burguesía comenta: “El mundo del trabajo y la vida estudiantil flotaban entre brumas grisáceas y se encontraban a veces fugazmente en los cines de barriada, entre cáscaras de pipas de girasol y piojo verde. Solamente la burguesía mostraba su raro y fulgurante esplendor, en medio de la apatía general. Me obsesionaba esa burguesía, como verá quien lea estos poemas” (13). Ahora bien, no sólo los burgueses aspiran a este tipo de vida, sino que también muchos de los que resultan desplazados por éstos desean obtener el mismo estatus, como se ve en los poemas “El señalado” y “La mujer fuerte” de Salmos al viento, seres deseosos de trepar en el mundo de los que los oprimen y explotan. Al fin serán igualmente desplazados, como los poetas y algunos intelectuales (ver “El profeta”). En la frontera de ambos sectores, sobreviven los “inocentes”, aquellos que, ajenos a componendas y turbios intereses sostienen la bandera de la coexistencia pacífica, los que no corrompen ni destruyen, los que se permiten el sosiego de los días, sin ambiciones nefastas ni orgullos grandilocuentes. “La sugestión poética de Salmos al viento viene, también, de su comprensión de la dialéctica de la vida. Me explico: pudo existir el libro como simple sátira sin la presencia de los que hemos llamado los inocentes. Pero sin ese contraste vivo y real entre los inocentes y los ladinos, entre los débiles y los fuertes la obra hubiera quedado reducida a una espléndida y divertida crítica social [...] De ese contraste, de esa confrontación surge la originalidad de Salmos al viento y, de ella, su fuerza poética. Es una fórmula estética de gran eficacia, de la que mana, cuando el poeta detenta la llave de la fuente, el caudal de amargura y ternura, de tristeza y amor, que nos hiere y deslumbra, que nos enriquece en experiencia, que nos llena de vida” (14). Las dos vertientes aquí planteadas, la expresión de su angustia personal y su compromiso social, analizadas ya por otros críticos, parecen exigir, y así ocurre, que la obra de Goytisolo desarrolle el tema de la función del arte y del intelectual. Para Carmen Riera, “El interés de Goytisolo por el tema de la poesía y los poetas se inicia en 1958 con la publicación de “Los celestiales” (Salmos al viento) (15) y termina en 1973 con la inclusión en Bajo tolerancia de los poemas “Así son” y “Esos locos furiosos increíbles”. A lo largo de los quince años que transcurren entre unos y otros, Goytisolo varía su concepción, inicial defensor del compromiso social (ver “Oficio de poeta”, “Arma de dos filos”, “A un joven poeta” o “El poema difícil” en Algo sucede) pasa a considerar al poeta como un ser distinto, a pesar de haberlo negado reiteradamente en otras épocas (ver “Así son” o “Esos locos furiosos increíbles” en Bajo tolerancia). Él mismo afirma: “No intenté convertirme en moralista, ni fui tan estúpido como para pensar que únicamente escribiendo se podía modificar el mundo. Me limité a fabular sobre lo que veía, con amargura que a veces quise ocultar detrás de un tono desenfadado y satírico, igual que aún hago ahora”(16), por eso, de los malos poetas dice (crítica que continúa todavía en 1983 en Sobre las circunstancias): “El ladrón de metáforas rebusca entre / los libros y anota en un papel la que cree más / bella .................. modelo mal copiado es turbio espejo.” (“Metáfora apropiada”) El primer poema en esta línea, como se ha señalado, es “Los celestiales” de Salmos al viento, en él plasma consideraciones y propuestas reiteradas “En el café” y “A un joven poeta”, pero será en la tercera obra, Claridad, donde se concentren un gran número de textos metaliterarios (“Aquella palabras”, “Sin saber cómo”, “Testimonio” y “Yo invoco”) así como en Algo sucede. La producción de estas composiciones permite al autor reflexionar acerca de la función de la literatura, como ya lo hiciera, den- tro de la de orientación social, Celaya y Otero. En esta línea, Goytisolo intenta modelar su obra como registro de lo que sucede para denunciar así las injusticias, ya que el poeta como voz del pueblo debe luchar por sus intereses. “La materia del canto nos la ha ofrecido el pueblo con su voz. Devolvemos las palabras reunidas a su auténtico dueño.” (“Algo sucede”) “[..] Escucha detrás de mis palabras el duelo de la gente que no sabe ni hablar.” (“Yo invoco”) “El poema es un arma de dos filos. Uno suave y el otro como un grito cortante como un rayo incisivo.” (“Arma de dos filos”) En múltiples ocasiones, los textos presentan un tono coloquial, cercano al prosaísmo, y desarrollan modos narrativos, aprovechando elementos tanto de la tradición literaria popular como de la culta (17). Al principio, Goytisolo creyó que la poesía podía influir en la realidad y él tuvo que intentarlo, por eso sostenía: “El poeta debe cantar para todos los hombres como si todos le entendieran. En la estructura actual de la sociedad, el papel del poeta es el de testigo. En la sociedad futura, será el de cantor” (18). “[...] Yo la esperaba y ella la vieja voz del pueblo volvió a sonar en mí...” (“Sin saber cómo”) No obstante, ya con Bajo tolerancia, el escritor se aleja de su consideración de la poesía como arma social y del poeta como uno más del pueblo. En “Así son” aparece una visión ambigua y nada complaciente, pero distinta a la anterior: “Difícilmente llegan a reunir dinero la previsión no es su característica y se van marchitando poco a poco de un modo algo ridículo si antes no les dan muerte por quién / sabe qué cosas. Así son pues los poetas las viejas prostitutas de la Historia.” Esta postura se resume en la carta a una estudiante francesa, de 1986, en la que comenta: “La función del escritor, la del poeta, es siempre la misma: conseguir con su oficio y/o su artificio, hacer sentir; hacer emocionar a los demás con sus escritos. Su función no es ética, sino estética. Naturalmente eso no le exime de ser portavoz de las causas justas, de atacar o satirizar los vicios de una sociedad, etc., pero ha de hacerlo (o no) libremente, y siempre sin olvidar su función lúdica y estética”. Y en la introducción a El rey mendigo confiesa bajo el título de: “Sobre el escritor, su obra, los lectores y la crítica literaria” que: “Por lo que a mí se refiere, he procurado siempre ensayar, a través de distintas formas poéticas, los trucos y artificios de mi especial y singular oficio y expresarme de un modo significativo para conmover a mis posibles lectores, de ahora y de después, trabajando sobre mi propia experiencia y sobre la de los demás, a fin de mejorar el producto. Un producto que, en esta ocasión, he bautizado con el nombre de El rey mendigo, que intenta indagar, a través de unos pocos poemas, algunos momentos de la paradójica y emocionante condición del hombre, ya sea mediante ejemplos históricos y literarios, ya sea de primera mano, a través 13 de hechos vividos o conocidos. Historia, vida y literatura que, aunque separadas, se vuelven a confundir siempre en mi sensibilidad” (19). El poeta ya no es un simple trabajador para el bien social, un obrero del verso, sino un marginado, ser especial, desconcertante, olvidadizo, tal como se deduce de la lectura de “Esos locos furiosos increíbles”, composición que retrata a pobres alucinados: “te arrastran a lugares espantosos o / bellos y ni siquiera piden tu opinión y beben prodigiosamente se ponen a / cantar en cualquier parte o arman la del gran dios en un bar mi/ serable y por motivos nimios [...] y un día salen al galope quizá hacia los / infiernos qué desastre.” Enajenados, antisociales, imprevisibles estos personajes resultan intolerables, aunque su delirio provenga de los dioses, pues hay “que llevarlos a casa” porque se pierden en su falta de realidad. Por eso, también se identifica al poeta con un rey mendigo (ver “I am sorry” en Bajo tolerancia), sujeto contradictorio, elegido y desterrado, exiliado de la aceptación y despojado del prestigio social. A partir de 1977, el autor gusta de introducir sus poemarios con un prólogo, en el que precede a Del tiempo y del olvido, comenta: “El oficio, juego o pasión de escribir poesía, me han procurado en este tiempo un placer, un consuelo, una expansión y un reencuentro conmigo mismo y con otra mucha gente. Escribir me ha ayudado a vivir, a estar alegre entre tanto desastre y tanta miseria real, entre tanta mediocridad y cobardía. Gracias a la poesía, he podido dar rienda suelta a mi innata mala leche y, empleando la sátira o la ironía, decir cosas que de otro modo no me hubieran dejado publicar jamás” (20). Esta catarsis, que consigue a través de la poesía, terapia consoladora y reparadora, le permite a José Agustín paliar sus heridas, conformar su presente y futuro, partiendo de un ámbito que, a diferencia del ex- 14 terno, controla personalmente, como es el de su propia creación. De esta manera, la poesía sirve de válvula de seguridad, facilita el reequilibrio emocional y hace que el escritor reciba la gratificación del placer estético, todo ello sin que el yo dependa de los otros, de lo otro. Y esto, gracias a que “Todo texto poético procede de una honda e hiriente sensibilidad que humaniza a escritor y lector, pues se niega a considerar ya hecho el lenguaje, el mundo, la sociedad, las relaciones, los sentimientos... [...] El poeta, único comunicador de esencias y experiencias, como un dios desterrado, reinventa los nombres de las cosas, reconstruye la existencia, maleabiliza el idioma hasta tal punto que lo convierte en intraducible, en idiolecto universal [...] La poesía dice lo que los demás no pueden o no se atreven a expresar [...] y por eso es una luz roja que alerta. Rompe falacias, mentiras, burocratizaciones, utilitarismos lingüísticos, advierte sobre sorderas enajenantes, es enemiga del sopor que impide soñar, razonar e intuir, se niega a velar los aspectos esenciales de la vida [...] La poesía es un ejercicio, una destreza que cambia al que la realiza, pues a través de ella se hace conciencia, se contempla el enigma de la existencia humana” (21). Pues como dice Vázquez Rial: “Hay que contar las historias para deshacerse de ellas” (22), como hace Goytisolo en su retrato “psiquiátrico”. “Mucha tristeza nunca le humilló pero temía el hondo pozo oscuro que él envolvió en sus aguas cenago/ sas. Mucho haloperidol; pinchazos de anta/ bús probó electroterapia veinte veces y salió disparado hacia una vida que ahora ya no recuerda: quince años hasta que llegó el litio: quince años perjudicando a todos los que amaba pues gastó su dinero y el ajeno en alcohol en viajes y en delirios. Pero el litio llegó y está en su sangre y ahora es su compañero de por vida hasta la oscuridad o la luz total.” (“Llega el litio”) Su confianza en la palabra poética resulta evidente en el texto que compone para Machado (“Homenaje en Colliure”: “tu palabra encendida/ como una estre- lla [...]”) o para Carles Riba (“La palabra poética”: “Nos deja la palabra/ su fuerza iluminada”). En los poemas dedicados a Cernuda y Ferrater-Costafreda, quizá por vez primera, Goytisolo habla del poeta incomprendido no ya por el tirano (lo que sí aparecía en el texto a Miguel Hernández) sino por sus lectores, por la comunidad para la que él parece clamar en el desierto, mudo ya, desgarrado y confuso, pero sin perder la esperanza y, a la vez, desahuciado. En concreto, podría concluirse de este recorrido, muchas de cuyas consideraciones ya están recogidas en estudios previos, que lo que quizá resulte más importante y “novedoso” de destacar consista en la posibilidad de estudiar en Goytisolo la construcción de una vía de “sanación” o de cicatrización de heridas y nostalgias crónicas a través de la liberación que aporta una escritura reflexiva, crítica, lúdica y estética, como es la poesía, senda hacia el yo y puente hacia el nosotros, a través del placer de gestar un cosmos personal en el que el “creador” es todopoderoso e inmune al terrorífico acaecer del mundo exterior, conjuro que pareció calmar a José Agustín hasta hoy, cuando a sus setenta años, renuncia a la lucha y deja que su desesperación y rebeldía salten por la ventana hacia el reposo definitivo de lo indomable: “De tristeza en tristeza caí por los peldaños de la vida...” (“Autobiografía”) NOTAS (1) VÁZQUEZ RIAL, H. (1992): “Reyes y mendigos”, entrevista a José Agustín Goytisolo, Quimera, nº 111, julio. (2) Sobre la puntuación de los poemas de Goytisolo, comenta C. Riera: “a partir de Bajo tolerancia (1973), José Agustín Goytisolo decide eliminar las comas y puntos y comas que antes utilizaba, y a medida que se han ido reimprimiendo los diversos textos poéticos anteriores a 1973 ha aplicado el mismo criterio. Conserva únicamente los dos puntos, el punto y coma, y el punto y aparte. Los motivos para esa elección los explica él mismo: “Nuestra gama de puntuación es pobre. La puntuación es viciada; es a la vez fonética y semántica, e insuficiente en los dos órdenes. ¿Por qué no usar signos como en la música? Se puede abolir la puntuación como ya lo hicieron Mallarmé y Apollinaire en Un lance de dados. La composición y la puntuación dependen del autor. El sistema de puntuación pertenece a la escritura. La poesía, ya en su origen y naturaleza, es un hecho de habla, anterior a la escritura. La ausencia de puntuación es una transgresión, una libertad a un código establecido e insuficiente”.” (RIERA, C. (1999): Introducción a GOYTISOLO, J.A.: Poesía. Madrid, Cátedra; págs. 20-21). (3) VILANOVA, A. (1956): “El retorno de José Agustín Goytisolo”, en “La letra y el espíritu”, Destino, nº 984, Barcelona, 16 de junio. (4) “Poesía la de José Agustín Goytisolo que, aun cuando distribuida en libros, es unitaria. El autor nos ha ido dando sus diversas entregas, teniendo buen cuidado siempre de mostrarnos la continuidad entre ellas, y a ese propósito han servido los traslados de poemas de un libro a otro, de un libro en otro. Para él, cada libro es, o ha sido, fragmento de un diario de trabajo” (ARANGUREN, J.L. (1986): “Del retorno al adiós: doble recorrido por la poesía de José Agustín Goytisolo”, en El retorno. Barcelona, Lumen; pág. 23). (11) VIRALLONGA, J. (1992): ob. cit., pág. 128. (12) Ver REYZÁBAL, M.V. (1998): Diccionario de términos literarios. Madrid, Acento, 2ª ed. (13) GOYTISOLO, J.A. (1980): “Desde ahora y sin nostalgia una vez más”, prólogo a Salmos al viento. Barcelona, Lumen, págs. 7-8. (14) CASTELLET, J.M.: ob. cit., pág. 24. (15) “Sobre éstas y otras cuestiones más concretas debía andar yo pensando al escribir estos poemas. Los releo ahora, y como ciudadano me entristece pensar que han envejecido poco, que aún resultan en cierto modo comprensibles en la realidad de 1979. Sí, muchas cosas han cambiado, pero no con tanta rapidez como yo ingenuamente imaginaba y deseaba. ¡Oh, santo Job, qué lección la tuya para los impacientes!” (Salmos al viento. Barcelona, Lumen, 1980; pág. 8). (16) GOYTISOLO, J.A.(1980): Salmos al viento. Barcelona, Lumen; pág. 8. (17) “Los poemas de Salmos al viento son, en su mayor parte, narrativos [...], los textos de J. A. Goytisolo. Cuentan hechos cotidianos, indistintamente en tiempo presente o histórico, según las exigencias del tema. En ellos, la voz del poeta describe actitudes, caracteres y situaciones de personajes de la vida real”. CASTELLET, J.M.: ob. cit., pág. 9. (18) Coloquio llevado a cabo por el Noticiero Universal, 14-3-1957. (19) GOYTISOLO, J.A. (1988): El rey mendigo. Barcelona, Lumen, pág. 11. (20) GOYTISOLO, J.A. (1977): Prólogo de Del tiempo y del olvido. Barcelona, Lumen. (21) REYZÁBAL, M.V. (1996): La lírica: técnicas de comprensión y expresión. Madrid, Arco/Libros, 2ª ed.; págs. 8-11. (22) VÁZQUEZ RIAL, H. (1993): ob. cit., pág, 7. (5) “Mi madre fue para mí, como dice Jaime Gil, un reino afortunado; un paraíso donde, sin ella, no me era posible ser absolutamente nada” (VIRALLONGA, J. (1986): “Una tarde con José Agustín Goytisolo”, en Olvidos de Granada. Palabras para un tiempo de silencio, nº 13 extra, junio; pág. 64) (6)VÁZQUEZ RIAL, H. (1993): Prólogo a Elegía a Julia Gay. Madrid, Visor. (7) CASTELLET, J.M.(1980): “Los salmos de Goytisolo” en Salmos al viento. Barcelona, Lumen; pág. 17. (8) RIERA, C. (1991): Hay veneno y jazmín en tu tinta. Aproximación a la poesía de José Agustín Goytisolo. Barcelona, Anthropos; págs. 10-11. (9) VÁZQUEZ RIAL, H. (1992): ob. cit., pág. 20. (10) VIRALLONGA, J. (1992): José Agustín Goytisolo. Vida y obra. Madrid, LibertariasProdhufi, pág. 127. 15