CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA Y CONSECUENCIAS EN EL

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CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA Y CONSECUENCIAS EN EL CEREBRO
La lucha por proteger el planeta
Es difícil ayudar a un alcohólico que está convencido de que no tiene problemas
con la bebida. Así, para mejorar la salud del planeta lo primero que debe hacerse
es reconocer la magnitud de la enfermedad. Probablemente el logro
medioambiental más sobresaliente de los años recientes sea la educación. Hoy, la
mayoría de la gente sabe bien que el hombre está agotando y contaminando la
Tierra, y que debe hacerse algo al respecto. En nuestro tiempo, la amenaza de la
degradación del medio ambiente es más aterradora que la de una guerra nuclear.
Los líderes mundiales no están ajenos a los problemas. En 1992 asistieron
118 jefes de gobierno a la Cumbre de la Tierra, en la que se definieron las
medidas que contribuirían a proteger la atmósfera y los recursos, cada vez más
limitados, del planeta. La mayoría de las naciones firmaron un tratado sobre el
clima, que las compromete a establecer un sistema para informar los cambios de
las emisiones de carbono, con el fin de impedir que sigan aumentando. También
analizaron la forma de conservar la diversidad biológica del mundo, es decir, las
especies animales y vegetales. En la cumbre no se llegó a un acuerdo sobre la
protección de los recursos forestales del planeta, pero se redactaron dos
documentos: la “Declaración de Río” y la “Agenda 21”, que contienen directrices
para que las naciones consigan un “desarrollo sostenible”.
Como lo explica el medioambientalista Allen Hammond, “en los próximos meses y
años se demostrará si se mantienen los objetivos de Río de Janeiro, si las
valientes declaraciones se traducen en acciones consecuentes”. Por su parte, el
Protocolo de Montreal de 1987 fue un paso significativo, pues se logró un acuerdo
internacional para eliminar la producción de clorofluorocarbonos (CFC) en un
tiempo límite. ¿Por qué preocupan estos productos? Porque se sabe que
contribuyen a la destrucción rápida de la capa protectora de ozono. Dicha capa
cumple un papel muy importante como filtro de los rayos ultravioleta del sol, que
pueden provocar cáncer de piel y cataratas. Este no es un problema exclusivo de
Australia. Hace poco los científicos detectaron una disminución del 8% en la
concentración invernal de ozono en algunas regiones templadas del hemisferio
norte. Veinte millones de toneladas de CFC ya se han filtrado hasta la
estratosfera.
Ante esta contaminación catastrófica de la atmósfera, las naciones han dejado a
un lado sus diferencias y han actuado con decisión. La iniciativa internacional
también ha dado pasos para proteger las especies en peligro, conservar la
Antártida y controlar el vertido de desechos tóxicos. Muchos países se están
esforzando por limpiar sus ríos (los salmones han regresado al río Támesis),
controlar la contaminación del aire (en las ciudades de mayor polución atmosférica
de Estados Unidos, ha disminuido un 10%), incentivar la producción de energías
alternativas limpias (el 80% de los hogares islandeses se calientan con energía
geotérmica) y la conservación de la herencia natural (Costa Rica y Namibia han
convertido un 12% de su territorio en parques nacionales).
¿Demuestran estos pasos que la humanidad está tomando en serio la amenaza?
¿Restablecer la salud del planeta es solo cuestión de tiempo?
La desaparición de la capa de ozono... ¿Estamos destruyendo nuestro
propio escudo?
Figúrese que usted tuviera que caminar todos los días bajo una lluvia ardiente y
mortífera. Su única protección es un paraguas, uno que ha sido diseñado a la
perfección para repeler las gotas de esa lluvia letal. ¿Puede imaginarse lo
inapreciable que sería ese paraguas para usted? ¿Se da cuenta de la terrible
locura que supondría estropearlo, quizás hasta el punto de hacerle agujeros? Y,
sin embargo, la humanidad se encuentra en una situación similar a escala global.
NUESTRO planeta se ve sometido a una constante lluvia de rayos solares.
Aunque la mayoría de esos rayos son beneficiosos, pues traen luz y calor a
nuestro mundo, un pequeño porcentaje de ellos son realmente letales. Se les
llama rayos ultravioletas B, y si todos ellos llegasen a la superficie de la Tierra,
causarían la muerte de toda cosa viva. Por fortuna, nuestro planeta fue diseñado
con un “paraguas” que actúa a modo de escudo y nos protege de dichas
radiaciones, un paraguas llamado “capa de ozono”. Pero, lamentablemente, el
hombre está destruyendo este paraguas.
¿Qué es la capa de ozono? ¿Cómo actúa, y cómo la estamos destruyendo? Pues
bien, el ozono es una variedad inestable de oxígeno. Consta de tres átomos de
oxígeno (O3) en lugar de los dos usuales (O2). El ozono se encuentra en estado
natural en la estratosfera, donde absorbe las peligrosas radiaciones ultravioletas B
mientras que deja que pase la luz, necesaria y al mismo tiempo, inocua. Además,
aunque el ozono se descompone fácilmente por la acción de otros gases, los
rayos del Sol constantemente crean en la estratosfera más ozono. De modo que
es un escudo que se autorrepara. ¡Qué diseño tan perfecto!
Los problemas se presentan cuando el hombre empieza a inyectar sus propios
gases industriales dentro de este delicado sistema. Entonces, el ozono se
destruye más deprisa de lo que los rayos solares pueden producirlo. En 1974 los
científicos empezaron a sospechar que los CFC (clorofluorocarbonos) son gases
que destruyen el ozono. Y, no obstante, hay CFC por todas partes. Se utilizan
para fabricar todo tipo de productos de espuma de plástico: desde el aislante de
espuma utilizado en el ramo de la construcción hasta los vasos y envases para la
llamada “comida rápida”. Se utilizan como gas impulsor para los espráis de
aerosol, como refrigerantes en los aparatos de aire acondicionado y frigoríficos y
como disolventes para limpiar equipo electrónico.
Un científico que informó del peligro recordó: “No hubo ningún momento en el que
gritase: ‘¡Eureka!’. Simplemente fui a casa una noche y le dije a mi mujer: ‘El
trabajo va muy bien, pero parece que será el fin del mundo’”. Desde que en 1930
se inventaran los CFC, muchos los han alabado por carecer de toxicidad y ser
sobresalientemente estables. ¿Estaban equivocados?
¿Hay esperanza para la capa de ozono?
“Los niveles atmosféricos de clorofluorocarbonos (CFC) por fin han comenzado a
descender”, informa la revista ECOS, publicada por la institución australiana
Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization (CSIRO). Esos
compuestos químicos de la atmósfera dañan la capa de ozono que protege
nuestro planeta. Durante más de cincuenta años, el número de CFC presentes en
la parte alta de la atmósfera ha aumentado a un ritmo constante hasta el
año 2000. Desde entonces, la concentración de CFC se ha “reducido a razón de
casi un 1% anual”, afirma la revista. Según el informe, el descenso “permite
esperar que el agujero de la capa de ozono pueda cerrarse a mediados de siglo”.
No obstante, estos productos todavía causan daño. “A pesar del descenso, el
agujero de la Antártida ha alcanzado este año una extensión de casi 29.000.000
de kilómetros cuadrados, más de tres veces el tamaño de Australia”, dice el mismo
informe.
¿Cuánto éxito hemos tenido en salvar el medio ambiente?
CHERNOBIL, Bhōpal, Valdez, Three Mile Island. Estos nombres probablemente
evocan en nosotros imágenes de catástrofes medioambientales ocurridas en
diversas partes del mundo. Todas ellas nos recordaron que la Tierra está bajo
ataque. Tanto personas comunes como influyentes han dado la voz de alarma.
Algunas han hecho pública su opinión mediante acciones. Una bibliotecaria
británica se encadenó a una excavadora en protesta por la construcción de una
carretera a través de una frágil región de gran valor ecológico. Dos mujeres
aborígenes de Australia encabezaron una campaña contra la extracción de uranio
en un parque nacional, y la explotación minera se suspendió. Aunque dichas
tentativas son bienintencionadas, no siempre reciben una buena acogida. Por
ejemplo, a un capitán de la Marina bajo el régimen soviético le preocupaban las
fugas de radiación procedentes de los reactores de submarinos nucleares
hundidos, y cuando publicó la ubicación de tales submarinos, fue arrestado.
Diversas organizaciones también han dado advertencias sobre las amenazas
contra el medio ambiente. Entre ellas se encuentran la UNESCO, el Programa de
las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la organización Greenpeace.
Algunas se limitan a informar de los problemas medioambientales cuando guardan
relación con su trabajo. Otras se consagran a la causa de dar a conocer las
cuestiones ecológicas. Greenpeace es famosa por enviar activistas a puntos
ecológicamente conflictivos y atraer la atención pública a cuestiones como el
calentamiento global, las especies en peligro de extinción y los riesgos de los
animales y plantas transgénicos.
Algunos activistas dicen que se valen de “la confrontación creativa para poner al
descubierto los problemas ecológicos mundiales”. Por ejemplo, en cierta ocasión,
un grupo recurrió a la táctica de encadenarse a las puertas de un aserradero para
protestar contra la tala de bosques centenarios. Otro grupo protestó contra la
violación de una moratoria ballenera por parte de cierto país apareciendo frente a
sus embajadas llevando puestos unos enormes ojos para indicar que vigilaban las
acciones de aquella nación.
En este campo no faltan causas a las que dedicarse. Por ejemplo, tanto
organizaciones como personas a título individual han dado repetidas advertencias
sobre los peligros de la contaminación del agua. Pero aun así, la situación
no parece nada prometedora. Mil millones de personas no tienen acceso a agua
potable. Según la revista Time, “todos los años mueren de enfermedades
relacionadas con el agua 3.400.000 personas”. La contaminación del aire
constituye un problema similar. El estado de la población mundial 2001 señala que
esta “se cobra cada año, según se estima, entre 2,7 millones y 3,0 millones de
vidas”. Y añade que “perjudica a más de 1.100 millones de personas”. Como
ejemplo concreto menciona que “la contaminación con partículas de muy pequeño
tamaño causa hasta un 10% de las infecciones de las vías respiratorias en niños
europeos”. En efecto, a pesar de las advertencias y las medidas tomadas hasta el
momento, los problemas relacionados con estos elementos fundamentales para la
vida no han hecho más que empeorar.
Para muchos, la situación resulta paradójica. Hay más información que nunca
sobre asuntos ecológicos. Jamás ha habido tantas personas y organizaciones
interesadas en ver una Tierra limpia. Muchos gobiernos han creado ministerios
para encargarse de este tipo de problemas, y para ello disponemos de más
tecnología que nunca. Aun así, la situación no parece mejorar. ¿Por qué?
Un paso hacia adelante y dos hacia atrás
Se suponía que el progreso industrial nos facilitara la vida. Y en algunos sentidos
lo ha hecho. Pero es precisamente dicho “progreso” lo que empeora los problemas
ecológicos de la Tierra. Acogemos con gusto los inventos y avances que nos
ofrece la industria, pero, con frecuencia, tanto su producción como el uso que les
damos destruyen los ecosistemas. Tenemos un ejemplo en los vehículos de
motor, los cuales agilizan y facilitan los viajes. Muy pocas personas quisieran
regresar a la época de los coches de caballos. No obstante, el transporte moderno
ha contribuido a una gran cantidad de dificultades. Una de ellas es el
calentamiento global. El hombre ha alterado la composición química de la
atmósfera al utilizar inventos que arrojan a esta millones de toneladas de gases.
Se dice que estos gases son los que producen el llamado efecto invernadero, el
cual ocasiona el calentamiento de la atmósfera. Las temperaturas aumentaron
durante el siglo pasado. La Agencia para la Protección Medioambiental, de
Estados Unidos, informa que “los diez años más calurosos del siglo XX se
produjeron en los últimos quince años de este”. Algunos científicos creen que en el
siglo XXI, la temperatura mundial media puede aumentar entre 1,4 y 5,8 °C.
Se teme que las temperaturas más elevadas causen otros trastornos. El volumen
de nieve del hemisferio norte ha estado menguando. A principios de 2002 se
desintegró en la Antártida una plataforma de hielo de 3.250 kilómetros cuadrados.
En este siglo podría subir considerablemente el nivel del mar. Dado que un tercio
de la población mundial vive en zonas costeras, dicha subida podría ocasionar la
pérdida de viviendas y de tierras de labranza, así como causar grandes
dificultades a las ciudades de esas áreas.
A juicio de los científicos, el aumento de las temperaturas incrementará las
precipitaciones y las condiciones climáticas extremas. Hay quienes opinan que las
terribles tormentas, como la que en 1999 se cobró 90 vidas y destruyó
270 millones de árboles en Francia, no son más que un anticipo de lo que va a
venir. Otros investigadores piensan que los cambios climáticos desencadenarán la
propagación de enfermedades como el paludismo, el dengue y el cólera.
El ejemplo de los vehículos de motor indica lo complejas que son las
consecuencias de los avances tecnológicos: inventos que son útiles para la gente
en general pueden provocar innumerables problemas que afecten múltiples
aspectos de la vida. Lo que dice el Informe sobre desarrollo humano 2001 es muy
cierto: “Todo adelanto tecnológico entraña posibles beneficios y riesgos, algunos
de los cuales no son fáciles de predecir”.
Muchos esperan que la tecnología solucione los problemas medioambientales. Por
ejemplo, los ecologistas llevan tiempo condenando el uso de pesticidas. Cuando
se produjeron plantas transgénicas que permitían reducir o eliminar la necesidad
de pesticidas, parecía que se había encontrado una buena solución. Pero en el
caso del maíz transgénico, modificado para controlar al barrenador de los tallos sin
necesidad de pesticidas, se descubrió que también puede matar a las orugas de
las mariposas monarcas. De modo que las “soluciones” a veces resultan
contraproducentes y crean más inconvenientes.
¿Pueden ayudar los gobiernos?
En vista de que la destrucción del medio ambiente es un problema de gran
magnitud, se necesitaría la colaboración de todos los gobiernos para que la
solución fuese efectiva. En algunos casos, los representantes gubernamentales
han demostrado el valor necesario para recomendar cambios positivos que
beneficiarían al medio ambiente, lo cual es encomiable. Pero las auténticas
victorias han sido contadísimas.
Un ejemplo de ello lo tenemos en la cumbre internacional celebrada en Japón
en 1997. Las naciones debatieron sobre los términos de un tratado para reducir
las emisiones que provocan el calentamiento global. Finalmente, para sorpresa de
muchos, se llegó a un acuerdo: el Protocolo de Kioto. Según este, las regiones
desarrolladas —como la Unión Europea, Japón y Estados Unidos— reducirían sus
emisiones en un 5,2% como promedio para el año 2012, lo cual parecía
prometedor. No obstante, a principios de 2001, Estados Unidos comunicó que
abandonaba dicho protocolo, decisión que ha desconcertado a muchos, pues esta
nación, pese a tener menos del 5% de la población mundial, produce alrededor de
una cuarta parte de las emisiones. Además, se ha observado cierta lentitud por
parte de los demás países en ratificar el acuerdo.
Este ejemplo indica lo difícil que les resulta a los países encontrar buenas
soluciones. No es fácil reunir a varios gobiernos para entablar una negociación, y,
además, a estos les cuesta llegar a un acuerdo sobre la manera de abordar las
cuestiones ecológicas. Aun cuando se suscriben tratados, hay firmantes que
acaban retirándose. A otros se les hace difícil cumplir con lo estipulado.
En ocasiones, los gobiernos o las empresas creen que no pueden asumir los
gastos implicados en la limpieza del medio ambiente. En algunos lugares no es
más que una cuestión de codicia por parte de las grandes empresas, que
presionan a las autoridades para que no pongan en vigor las medidas que
reducirían sus ganancias. La experiencia ha demostrado que las compañías
quieren sacar el máximo rendimiento posible al terreno sin preocuparse por las
consecuencias.
Para complicar más las cosas, no todos los científicos se ponen de acuerdo en
cuanto a la gravedad de los daños que ocasionará la contaminación. Por ello,
puede que los políticos no sepan hasta qué grado reducir el crecimiento
económico a fin de controlar una situación de la que se desconoce su magnitud.
La humanidad está en apuros. Se sabe que existe un problema y que hay que
hacer algo, pero aunque algunos países ya han adoptado diversas medidas, la
mayoría de los trastornos medioambientales están empeorando. ¿Acabará siendo
la Tierra un lugar inhabitable?
BIBLIOGRAFÍA
1. ¿Cuánto éxito hemos tenido en salvar el medio ambiente?
Disponible en página web:
http://www.watchtower.org/s/20031122a/article_02.htm
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