Las relaciones del sistema de ciencia y

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José Segovia Pérez. UMER, 16-10-2014. Las relaciones del sistema de ciencia y tecnología con la sociedad
Las relaciones del sistema de ciencia y tecnología con la sociedad:
La ciencia descubre, la industria aplica, el hombre se somete (Lema
de la Exposición Universal de Chicago, 1933)
Decía Pericles que si bien no todos somos capaces de hacer política, todos
somos capaces de juzgarla. Traducido esto a la vida cotidiana de un ciudadano
del siglo XX! quiere decir que todos tenemos derecho a saber qué pasa en el
mundo en este momento y a tener una opinión sobre ello para poder decidir, en
su momento, nuestro voto. Pero lejos de suceder esto,
-
la aceleración de los acontecimientos,
-
el alejamiento del lenguaje de la ciencia de la comprensión humana
común,
-
la manipulación de la información,
-
la “financiarización” de la economía y su supremacía sobre la política,
-
la reducción del lenguaje y su perversión,
-
la quiebra de la cohesión social (sociedad dual)…,
hacen que para cada vez mayor número de ciudadanos, este mundo sea el
cuento shakespeariano narrado por un imbécil al que aludían Russell y Carroll.
La vida humana pudiera – y debiera – plantearse en términos de una teoría de
las necesidades y convertir esas necesidades en los derechos humanos básicos.
En la durísima Edad Media Baudolino (Umberto Eco, 2001) se pregunta qué
necesita para sobrevivir y la respuesta es breve y elemental: leer y escribir. Con
el trascurso de su vida descubre que puede renunciar a la escritura. Platón no
solo no la cree necesaria, sino que en Fedro la considera “enfermedad de la
memoria”. Lo que pasa es que para leer antes alguien debe haber escrito.
La razón para analizar las relaciones entre Ciencia, Tecnología y Sociedad es
poderosa. Pocos lemas tan provocadores como el de la Exposición Universal de
Chicago de 1933: “La ciencia descubre, la técnica aplica, el hombre se somete”.
Lo que en 1933 era un titular obsceno y ostentoso, se ha convertido hoy en una
impúdica realidad.
1
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Cualquier intento de este género debe abordar dos aspectos cruciales, sobre
todo desde las revoluciones científica e industrial (siglos XVII y XVIII,
respectivamente):
1. La contraposición entre el llamado imperativo tecnológico ( “Lo que
puede hacerse, debe hacerse”) y el imperativo ético (“lo que debe hacerse,
puede hacerse”)
2. las razones de la necesidad de control social del sistema de ciencia y
tecnología, los procedimientos adecuados para ello y la situación actual
en el mundo de dichos trabajos de evaluación. [Desde la perspectiva de
los abrumadores impactos medioambientales merece la pena considerar
a título de ejemplo hechos tan relevantes y diversos como el protocolo de
Kioto, la construcción de la M-30 madrileña, el impacto de las Nuevas
tecnologías de la información y la comunicación en el mundo laboral sin
prever sus consecuencias, etc.].
Cada época de nuestra historia ha considerado que la que vivimos es la peor de
todas. Probablemente por la simple razón de que es la que más cerca tenemos y
existe en nosotros la tendencia etnocéntrica de creernos el ombligo del mundo.
Pero no debemos ser optimistas. Nuestro mundo de hoy es peor que el de ayer
pero mejor que el de mañana. No en vano, el apocalipsis forma parte de nuestro
bagaje ideológico, bien sea como una elaboración acerca del fin del mundo de
manera no natural, bien como compulsión fanática al estilo freudiano.
Baste recordar someramente que un elevado porcentaje de descubrimientos
científicos está hecho con motivos bélicos y que un no menos elevado porcentaje
de juegos, sobre todo ahora, las llamadas “play station” tienen como objetivo
matar. Aunque los telediarios, que no tienen nada de “play station” son relatos
pornográficos de la violenta realidad cotidiana. Por eso ayudó mucho a la
esperanza el anuncio de un programa europeo como el de los satélites Galileo,
que es un paso más en el desarrollo del proyecto EUREKA, encabezado por
Miterrand como inteligente alternativa europea a la Iniciativa de Defensa
Estratégica (la llamada “guerra de las Galaxias”) de Reagan o la construcción de
un laboratorio europeo como el del CERN, un canto a la dignidad humana.
2
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Como la clasificación de las épocas históricas se hizo ya en el siglo XIX, a la
última se la denominó “contemporánea”, sin tener en cuenta que para cualquier
ciudadano, “contemporánea” es inexorablemente la época que uno vive, de
donde cabe concluir que todas las épocas son “contemporáneas” para sus
ciudadanos, pero cuando se observa que nuestra época (digamos los siglos XIX,
XX y XXI) no tiene ya la aparente uniformidad que tuvieron los diez siglos de la
Edad Media o la “unidad de contenido teórico” (Althusser) que es posible
rastrear en la época “moderna” (XV-XVIII) y que si algo define a nuestra época
es la aceleración de los acontecimientos de todo tipo (sucesos políticos,
hallazgos científicos, inventos tecnológicos, contracción del espacio-tiempo) nos
encontramos con la dificultad de ponerle un nombre a nuestra época y así se
utiliza el eufemismo de “posmodernidad”, pero, ¿qué viene después?.
Siempre que se habla del mundo que vivimos y lo inevitablemente mal que está
se plantea una alternativa innoble: o se es apocalíptico o se es un integrado.
Umberto Eco (Apocalípticos e integrados, 1990) describe esta encrucijada ante
la cultura de masas. Analiza la estructura del mal gusto, la lectura de los cómics,
el mito de Superman, la canción de consumo, el papel de los medios
audiovisuales como instrumento de información y manipulación…, y se plantea
el problema central de la doble postura ante la cultura de masas: la de los
apocalípticos, que ven en ella la "anticultura", el signo de una caída
irrecuperable, y la de los integrados, que creen optimistamente que estamos
viviendo una magnífica generación del marco cultural.
Lo de apocalíptico es el catastrofismo y no puedo olvidar, después de haber
leído a Enzensberger (Dos notas marginales acerca del fin del mundo, en
Migajas políticas, Anagrama, Barcelona, 1979), que el catastrofismo es la utopía
negativa de la derecha, porque el miedo engendra inseguridad y la inseguridad
tiende al voto conservador. Eso lo experimentamos muy crudamente en estos
albores del siglo XXI - del que ya llevamos 15 años gastados- en que la libertad
mantiene una dura pugna frente a la seguridad, como si no pudieran
ser
compatibles. La lamentable perspectiva es que la libertad, ya ahora, está
sucumbiendo ante la demanda de seguridad, pero ante una situación de
seguridad como la que buscamos y creemos conseguir (guetos aislados
3
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controlados por servicios de seguridad, cámaras de tv en circuitos cerrados,
guardaespaldas…) cabría parafrasear a Lenin invirtiendo su pregunta:
seguridad… ¿para qué?
Por otro lado, lo de “integrado” suena a resignación, renuncia a la revolución,
conservadurismo ante lo que hay.
A qué llamamos Ciencia; a qué llamamos Técnica; a qué llamamos
Tecnología.
Se impone la precisión sobre lo que llamamos ciencia, técnica y tecnología. Al
decir de Aristóteles, la ciencia es “cognitio rerum per causas”, el conocimiento
de las cosas por las causas que las producen: qué es la realidad y cómo funciona;
lo esencial de esta definición es el término conocimiento, que solo es saber, sin
más. La técnica es algo tan elemental como saber hacer una cosa, con
independencia de los principios científicos que se aplican a esa práctica. La
dimensión práctica es lo fundamental. Por último, la tecnología es la ciencia de
la técnica, la aplicación de un saber a una práctica, saber por qué y para qué
hacer. La ciencia es el lugar de la razón teórica, mientras que la técnica y la
tecnología son el lugar de la razón útil, de la razón práctica, instrumental.
El ideal teórico de la ciencia griega ha quedado en el recuerdo desde hace
muchos siglos. El viejo ideal de la contemplación como aspiración máxima del
intelecto humano, dejando para los esclavos el trabajo práctico quedó en el baúl
de los recuerdos ante las posibilidades técnicas que permitían la aplicación
práctica de los descubrimientos científicos y su utilización para obtener riqueza.
Los propios pioneros de la revolución científica en el siglo XVII tenían que
dedicar parte de sus esfuerzos a fabricar "artilugios" que, una vez vendidos, les
permitieran seguir dedicándose a su pasión investigadora. Galileo, por ejemplo,
vendió un compás militar y no es un ejemplo perdido en aquél panorama.
Hoy no existen mecenas como antes, sino programas de investigación ligados a
intereses concretos de la industria civil o militar. Si algún rico opulento –ya no
se llaman mecenas – hace donaciones a causa científicas o altruistas aprovecha
4
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para desgravar su donación de sus impuestos a Hacienda. Cuando no existen
intereses de este calibre, la propia comunidad científica se inventa sus propios
niveles de aspiración. Un caso típico es la llamada "carrera hacia el Nobel" cuyo
arquetipo es Watson en su desesperado intento por la prioridad en el
descubrimiento de la estructura del ADN.
Se hace necesario distinguir entre conceptos como los de ciencia básica, ciencia
aplicada, técnica, tecnología, etc., así como contribuir a esclarecer las relaciones
de la ciencia que ya no es una actividad desarrollada desde una torre de marfil,
sino en interacción profunda con todas las instituciones sociales. La
investigación básica, la ciencia “pura”, había comenzado a partir del deseo
humano de comprensión de la realidad; lo que Aristóteles llamaría la
“admiración”1. Pero inmediatamente surge la posibilidad de la aplicación del
conocimiento, su utilidad.
Se entiende por investigación científica y desarrollo experimental el trabajo
sistemático y creativo realizado con el fin de incrementar los conocimientos
sobre el hombre, la cultura, la sociedad y la utilización de esos conocimientos
para concebir nuevas aplicaciones. El manual de estadísticas sobre las
actividades científicas y tecnológicas de la UNESCO señala que los cuatro
elementos que definen una actividad así son “ el elemento de creatividad, el
elemento de novedad o innovación, el empleo de métodos científicos y la
generación de nuevos conocimientos”2.
Los intentos de tipificar estas actividades de investigación, básica o aplicada,
desarrollo experimental, producción, etc., son relativamente recientes. En
especial desde el Congreso de filosofía de la ciencia de Londres de 1965. “A
efectos estadísticos, cabe definir las actividades científicas y tecnológicas (ACT)
como sigue: todas las actividades sistemáticas que están estrechamente
relacionadas con la generación, el mejoramiento, la difusión y la aplicación de
los conocimientos científicos y técnicos en todos los campos de la ciencia y de la
tecnología, a saber, las ciencias exactas y naturales (CEN), la ingeniería y la
tecnología, las ciencias médicas y las agrícolas, y las ciencias sociales y humanas
1
2
Aristóteles, Metafísica, Libro I, cap. 1: “El hombre, por naturaleza, apetece saber”.
UNESCO, Manual de estadísticas sobre las actividades científicas y tecnológicas, París, 1984, pág. 12
5
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(CSH).
Cabe dividir las actividades que han de ser objeto de la práctica
estadística en tres categorías principales: - investigación y desarrollo
experimental; - enseñanza y formación C y T generalmente de tercer grado; servicios científicos y tecnológicos. Hay otras varias actividades, que no están ni
íntima ni predominantemente relacionadas con la generación, la difusión y la
aplicación de los conocimientos científicos y técnicos o que plantean dificultades
estadísticas especiales, y que conviene por ello excluir de la medición de las
actividades de C y T. En particular, esto supone la exclusión de la enseñanza
escolar general primaria y secundaria (correspondiente a los niveles 1, 2 y 3 de
la CINE) y la formación industrial de carácter no formal (aprendizaje, formación
en el puesto de trabajo, etc.) [en España, formación profesional ocupacional],
las actividades ordinarias de las editoriales y de los organismos de radio y
televisión, los servicios médicos y sanitarios generales y especializados, y la
producción y distribución industrial de bienes y servicios (incluidos los ensayos
de producción después de haber comprobado la eficacia de los prototipos)” 3.
Una delimitación más precisa del concepto de investigación básica, según la
misma fuente, nos ofrece estas características: “son trabajos de tipo teórico o
experimental emprendidos con el objeto de adquirir nuevos conocimientos
acerca de los fundamentos de fenómenos y hechos observables, sin que se haya
previsto una aplicación particular de los mismos; analiza propiedades,
estructuras y relaciones para formular y contrastar hipótesis, teorías o leyes. Los
resultados de la investigación básica no se ponen normalmente a la venta, sino
que son publicados en revistas científicas o difundidos entre colegas u
organismos interesados y en ocasiones es considerada como "confidencial" por
razones de seguridad; es realizada normalmente por científicos que suelen
marcarse sus propios objetivos, y que, en una gran medida, organizan su propio
trabajo; en ciertos casos puede estar orientada hacia grandes áreas de interés
general. Tal tipo suele ser designada como "investigación básica orientada" 4.
En contra de la aparente tiranía moderna de la técnica y su “utilidad” inmediata,
el epistemólogo Mario Bunge argumenta a favor de la necesidad de la
3
4
Íb., pág. 11-12.
La medición de las actividades científicas y técnicas. Manual de Frascati, OCDE - CDTI, Madrid, 1981, pág. 38.
6
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investigación básica, en la misma dirección que Ortega y Gasset5, que en la
historia humana la práctica ciega ha dado lugar a aplicaciones de productos
cuyas raíces científicas solo se han descubierto después de años, de la misma
manera que investigaciones básicas sin aparentes intenciones prácticas han
llevado a productos muy beneficiosos para nuestra especie. “Para constituir o
reforzar un sistema científico - técnico capaz de participar vigorosamente en el
desarrollo nacional es indispensable empezar por distinguir sus componentes,
que son la ciencia básica o pura, la ciencia aplicada y la técnica...La física
cuántica es un ejemplo típico de ciencia básica o pura. Otros ejemplos son la
física clásica y la física relativista, la cosmología y la química teórica, la teoría de
la evolución y la biología molecular, la genética y la neurofisiología, la fisiología
de las funciones mentales y la teoría del aprendizaje, la teoría de la movilidad
social y la historia económica. Por cierto, que estas investigaciones han
encontrado aplicación, restringida o amplia, inmediata o a largo plazo...
Ninguna de ellas fue emprendida por motivos prácticos: todas fueron motivadas
por el deseo de comprender el mundo. Si la investigación iniciada por mera
curiosidad da frutos prácticos, tanto mejor (o peor)... Y si no los da nunca, al
menos contribuye a realizar una de las metas del hombre, que es conocer el
mundo y en particular conocerse a sí mismo… La investigación desinteresada es
una de las características que nos distinguen de los demás animales. Renunciar
a ella es deshumanizarse. Una vez que se dispone de algún conocimiento básico
se puede tener la esperanza de aplicarlo. Por ejemplo, la genética es hoy día la
base de la fitotecnia, uno de los motores del progreso agrícola, y la biología
molecular ya permite diseñar, producir y explotar bacterias que sintetizan
moléculas útiles a la medicina (por ejemplo, insulina)” 6.
La interacción entre ciencia y tecnología se lleva a cabo en el seno de lo que se
denomina “un sistema tecnológico”. Por otro lado, el esquema lineal ciencia
básica (investigación básica)  ciencia aplicada (investigación
aplicada) 
desarrollo tecnológico  desarrollo del producto 
producción  uso, es muy simple y unidireccional, pero puede ser útil sólo
desde el punto de vista metodológico. Debería quedar claro que este tipo de
5
6
Ortega y Gasset, Meditación de la técnica, Alianza, Madrid, 1970,
Mario Bunge, Técnica y producción, El País, 20-6-82.
7
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esquema siempre es una reconstrucción a posteriori con un claro sesgo
academicista por lo que debe precisarse su utilización. En la sociedad que utiliza
instrumentos culturales, la primacía cronológica la tiene el hacer; el saber el
por qué de las cosas es posterior en la mayor parte de las invenciones humanas
al menos hasta bien avanzado el periodo histórico, como afirmaba Ortega.
La tecnología, como mediación entre ciencia y técnica, es la ciencia de la técnica
que trata el estudio de los artefactos humanos desde los principios de otras
ciencias naturales. El interés del estudio de la interacción ciencia/tecnología,
radica en la posibilidad de relacionar los productos más abstractos de la
actividad mental humana, con los resultados más significativos (para bien o
para mal) de su acción transformadora (constructora/destructora) sobre el
medio en que desarrolla su vida de relaciones sociales. Resulta pues, necesario,
incluir a la propia Técnica en el análisis.
La palabra técnica engloba tanto la acción como sus fundamentos, cuando estos
son escasamente significativos (así se podría hablar de técnicas de regadío).
Paralelamente, la palabra tecnología puede englobar tanto la acción como su
fundamentación cuando ésta última es la más significativa (por ejemplo,
tecnologías digitales). En todos aquellos casos en que la tecnología (en sentido
estricto) tiene poca significación en las realizaciones técnicas, la interacción de
éstas con las Ciencias no precisa de ningún estudio especial; este campo es
todavía especialmente amplio en la vida cotidiana y resiste a la tentación de la
explicación “tecnologicista”. Sólo en los casos en que nos estemos refiriendo a
técnicas de compleja y decisiva fundamentación y tutela desde la Ciencia, y por
tanto de importante “tecnología”, resulta significativo el análisis pedido.
La tecnología crece, como la ciencia, exponencialmente7, oscureciendo el papel
de la técnica al asumir parte de las responsabilidades de ésta, pero también
domina y condiciona las realizaciones de la ciencia como contemplaremos más
adelante.
7
Price, J. D. De Solla, Hacia una ciencia de la ciencia, Ariel, Barcelona, 1970.
8
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Son inviables las dos concepciones extremas de la ciencia y la tecnología; por un
lado, la que hace depender a la ciencia exclusivamente de su propia lógica
interna (tesis de El Círculo de Viena y la corriente neopositivista o empirista
lógica);
por
corriente
otro
que
llamado
lado,
la
defiende
el
“imperativo
tecnológico”,
es
denominada
corriente
de
autónoma.
La
tecnología
decir,
la
perspectiva final sería poder
compaginar la consideración del
todo que configura un sistema
integrado de una formación
social con el análisis de los
subsistemas que lo componen y
las relaciones entre ellos, “un todo sin costuras”8.
Estas complejas relaciones constituyen lo que llamamos el sistema de ciencia y
tecnología, o más brevemente, un “sistema tecnológico”. Todo grupo social, de
una manera o de otra, posee este tipo de sistemas imprescindibles para la
supervivencia y todos poseen una estructura y una función parecidas.
Como
afirma Levi-Strauss, por encima o por debajo de sus semejanzas y diferencias,
una canoa y un trasatlántico funcionan de forma parecida y tiene un objetivo
idéntico: navegar. El dilema y el desafío es analizar qué papel juegan en cada
formación social y cómo podemos controlarlas.
8
Así lo denomina Luis Fernández, profesor de CTS en Gijón.
9
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El lugar de la reflexión sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad en el
panorama científico.
En los años sesenta del siglo XX surgen determinadas formas de actuación en el
campo de las relaciones ciencia/sociedad, fundamentalmente desarrolladas en
las Universidades, dándole ya un significado concreto a la asociación de las
palabras "ciencia", "tecnología" y "sociedad". La relación del sistema de ciencia
y tecnología con el grupo social del que surge y al que sirve es lo que se
denomina genéricamente por el acrónimo CTS, Ciencia, Tecnología y Sociedad.
Estas actividades en torno al estudio y reflexión sobre las interacciones
Conocimiento fundamentador / Acción transformadora / Sociedad
demandante aparecen como consecuencia de lo que Carl Mitcham (¿Qué es la
Filosofía de la tecnología?, 1989, y Filosofía y tecnología, 2005) considera la
complicación creciente de las relaciones entre la ciencia y la sociedad. Y es
precisamente Mitcham quien ofrece una panorámica de estas relaciones a través
de lo que denomina "institucionalización de la ciencia" en tres etapas:
Primera institucionalización de la ciencia en los siglos XVII y XVIII en que
la ciencia natural moderna fue el trabajo de individuos, generalmente miembros
de la aristocracia; en esa etapa, 1660, por ejemplo, personas como estas
fundaron la «Sociedad Real» en Inglaterra. Debido a que la ciencia era una
empresa individual, podía ser gestionada por los mismos individuos.
Una segunda institucionalización de la ciencia tuvo lugar durante el siglo
XIX, cuando llega a ser profesionalizada en los departamentos de física,
química, biología, etc., de las universidades y de los laboratorios de
investigación y desarrollo en la industria. El primer título académico en
ciencia por ejemplo, fue otorgado por la Universidad de Londres en
1860. Aunque esta institucionalización requiere una organización un poco más
compleja, puede todavía administrarse utilizando las calificaciones y el
conocimiento desarrollado en el curso normal de las cosas para manejar otras
formaciones institucionales a pequeña escala.
La tercera institucionalización de la ciencia ocurrió durante la segunda
guerra mundial como resultado del apoyo gubernamental y de la creación de
proyectos de investigación y desarrollo a gran escala, por ejemplo, el Proyecto
10
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Manhattan para construir la bomba atómica. Habermas (Ciencia y técnica como
ideología, 1986) considera que ese fue el momento de la conversión de la ciencia
en la ideología del capitalismo. Tales proyectos introdujeron en la actividad
científica una dimensión organizacional y unos requisitos de gestión no
conocidos hasta entonces, más característicos de un ejército.
Siguiendo
la
opinión
de
Mitcham
acerca
de
las
tres
etapas
de
institucionalización de la ciencia, a partir de la tercera, que comienza en 1942
con el proyecto Manhattan, desde los años sesenta del siglo pasado (Congreso
internacional de historia de la ciencia de Londres, 1965), las reflexiones sobre
las relaciones entre Ciencia, Tecnología y Sociedad han valorado de manera
especial los dos contextos en los que se desarrolla la actividad científica y
técnica : el contexto de la justificación (la lógica de la investigación científica) y
el contexto del descubrimiento (la psicología de los descubrimientos y la
sociología de la ciencia).
Desde un punto de vista práctico, han adquirido una especial relevancia los
trabajos sobre CTS en dos direcciones:
1. los programas universitarios de investigación básica sobre dichos
aspectos
2. la preparación, por parte de los gobiernos, de funcionarios especializados
en la evaluación de proyectos de I+D+I requisito para su aprobación por
cualquier instancia nacional o tras-nacional que tenga que financiar
dichos proyectos (Eureka, PNUD, OCM, OCDE, FMI, CSIC, ANEP, etc.)
A todo lo anterior contribuye el hecho de los dos manuales de medición de las
actividades científico-técnicas, los de Sirilli (OCDE)9 y Frascati (UNESCO)10,
que establecen cuatro grandes áreas de división de dichas actividades, incluyen
las reflexiones sobre ciencia, tecnología y sociedad en el área de las Ciencias
Sociales. Es decir, el nacimiento de dos disciplinas nuevas: la psicología de los
descubrimientos científicos y la sociología de la ciencia.
9
OCDE, La medición de las actividades científicas y técnicas. Manual de Frascati, OCDE - CDTI, Madrid, 1981
UNESCO, Manual de estadísticas sobre las actividades científicas y tecnológicas, París, 1984
10
11
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En consonancia con lo anterior surge en EEUU por primera vez la necesidad de
evaluar el impacto de las investigaciones en todos los ámbitos de la actividad
científica. Se da la paradoja, sin embargo, que el primer país en el que se
establece la evaluación parlamentaria de la actividad científica, no firma el
Protocolo de Kioto11.
Los Programas de Ciencia, Tecnología y Sociedad surgen a finales de los años 60
y principios de los 70 a partir de la preocupación por la necesidad de introducir
cambios en la educación general de los programas de estudio de nivel
secundario y universitario. Estos cursos y programas de Ciencia, Tecnología y
Sociedad ponen el énfasis en la educación general para una ciudadanía
inteligente y responsable, en una sociedad con un alto componente científico y
tecnológico.
De este modo, pueden subrayar la alfabetización científica y
tecnológica de la ciudadanía y/o el análisis contextual de la ciencia y la
tecnología como un fin en sí mismo.
Las razones que motivaron el nacimiento de estos movimientos, espoleadas por
circunstancias locales, hay que buscarlas en la complejidad de las relaciones que
al ciudadano del siglo XX le ha tocado vivir.
La necesidad de replantear el enfoque de la educación general de los ciudadanos
venía dada, entre otros aspectos, por la consolidación del funcionamiento
democrático en los países más desarrollados, con la consiguiente participación
generalizada de amplias capas sociales en las decisiones públicas, por el enorme
poder amplificador que la tecnoestructura sobre la que el hombre asienta su
existencia tiene sobre esas y por la fuerte complejidad tecno - científica de
muchos de los procesos sobre los que actúan estas decisiones, debida
fundamentalmente a la complejidad propia de esa tecnoestructura y al grado de
saturación a que somete a la naturaleza.
11
Adoptado el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, Japón, pero no entró en vigor hasta el 16 de febrero de 2005. En
noviembre de 2009, eran 187 estados los que ratificaron el protocolo. Estados Unidos, mayor emisor de gases de
invernadero mundial, no ha ratificado el protocolo.
12
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Los
estudios
de
Ciencia,
Tecnología
y
Sociedad
pretenden
integrar
"conocimiento no experto" en el proceso de toma de decisiones de fuerte
contenido tecno - científico en la participación cívico - social de cada ciudadano.
Desde un punto de vista más instrumental, y como herramienta imprescindible
para la ejecución del objetivo anterior, Ciencia, Tecnología y Sociedad se
propone alcanzar unas ciertas destrezas en los análisis de las interrelaciones
entre las estructuras y relaciones sociales, entre la acción transformadora del
hombre y sus explicaciones/justificaciones fundamentadoras.
¿Y de qué hablamos en Ciencia, Tecnología y Sociedad?
El primer acercamiento a una reflexión que se ocupa de las relaciones e
implicaciones entre la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad puede provocar una
doble sensación: por una parte, sentirse abrumado por la cantidad y calidad de
contenidos de todo tipo, de información, de connotaciones que se vislumbran,
de posibilidades. Por otra parte, sin embargo, en el acercamiento al conjunto de
contenidos de Ciencia, Tecnología y Sociedad, puede predominar la idea
de una aproximación al vacío.
Como ejemplo de la abundancia de campos de conocimiento que podemos
explorar en esta materia pensemos en la evolución producida desde las primeras
lascas monofaciales hasta las técnicas utilizadas para lograr la inseminación y
fertilización de óvulos a partir de la descongelación del semen extraído del
tejido testicular de un varón aquejado de anospermia; o desde el
descubrimiento de la técnica de la fundición del hierro hasta las técnicas
necesarias para fotografiar la estructura molecular de bacterias deducidas
mediante la utilización del ordenador; o, por rizar más el rizo, comparar la
simplicidad de convertir algo natural como un hueso de un animal en un arma
mortal para golpear al jefe de una banda rival de simios y hacerse con un pozo
de agua (comienzo de 2001 Una odisea del espacio) con una máquina compleja
y admirable como el acelerador de partículas del CERN en Ginebra.
Desde el punto de vista de la ciencia, podemos profundizar en la ley de la
gravitación universal o remontarnos hasta el principio de incertidumbre de la
13
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mecánica cuántica; determinar la base científica del proyecto Genoma Humano
y decidir si al Genoma se le aplica la ley de propiedad industrial o se considera,
de acuerdo con los CUDEOS12 primitivos de la comunidad científica, una
propiedad común de nuestra especie.
Por otra parte, parece que podríamos estudiar la evolución de la sociedad, la
aparición del lenguaje y su significado, la composición de las diferentes
sociedades, sus relaciones de poder, costumbres, culturas, etc.
Podríamos
pensar aún en las relaciones, implicaciones, interacciones, entre distintos
descubrimientos o acontecimientos.
Valgan algunos ejemplos sobre esta cuestión: ¿qué implicaciones sociales
determinaron que la revolución industrial comenzase en Gran Bretaña y no en
otros lugares siendo así que existían sociedades y culturas más avanzadas
científicamente que la de Gran Bretaña?;
¿qué consecuencias sociales,
económicas y políticas se desarrollaron a partir de la invención del estribo para
las caballerías? ; ¿cómo influye la aplicación de las nuevas tecnologías en la
organización del trabajo y en la formación necesaria para acceder al mismo?;
¿por qué las armas de fuego quedaron obsoletas en Japón desde su llegada, en el
siglo XVI, hasta su expansión en el siglo XIX?; por el contrario, ¿por qué fue tan
importante políticamente la llegada de la pólvora en los siglos XIII- XIV a
Europa?
Y todavía nos queda al menos un importante campo por explorar: la
evaluación de la tecnología y de la ciencia y el control social de las
mismas: ¿cuáles son los impactos previstos y los no previstos de la utilización
de la física nuclear para la producción de energía?; ¿qué repercusiones tiene
sobre la salud de la humanidad la utilización masiva de fertilizantes o alimentos
transgénicos?; ¿quién y cómo se controlan las repercusiones medioambientales
de la emisión de CO2 a la atmósfera?; ¿desde qué ética, personal o social, se
decide cuáles son los campos de investigación dotados económicamente sobre
cualquier cuestión, por ejemplo, el Ébola, un enfermedad “africana” cuando sus
poblaciones no pueden pagar medicamentos caros?; o, simplemente, ¿cuál será
CUDEO es el acrónimo que describe Robert K. Merton en Sociología de la ciencia como la característica básica de la
investigación científica: comunismo, universalismo, desinterés y escepticismo organizado.
12
14
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el sistema tecnológico que proporcione energía eléctrica en nuestras casas?; por
el contrario, ¿cómo podríamos vivir si el sistema eléctrico dejase de funcionar?;
¿qué responsabilidad tiene la ideología ilustrada de progreso sobre la
degradación del medio ambiente?. Además, si en el campo de las ciencias que
trabajan sobre todo en investigación básica los descubrimientos científicos
tienen una cierta, solo cierta, estabilidad y perdurabilidad en el tiempo, los
acontecimientos en el campo de las interacciones entre Ciencia, Tecnología y
Sociedad sufren una obsolescencia casi instantánea.
Tradicionalmente ha predominado la idea de que la técnica, el saber hacer, ha
permitido la mejora de las condiciones de vida de la sociedad humana; incluso,
en determinados momentos históricos, la comprensión del por qué de las
técnicas parecía proporcionar un cauce controlado al saber empírico de las
mismas. Sin embargo, en la actualidad, nos invade a menudo la sensación de
que el mito del conocimiento nos supera, de que los diferentes sistemas
tecnocientíficos funcionan por sí mismos, es decir, como si fueran "autónomos".
Surge en nosotros la ambivalencia del gran poder del saber y la impotencia del
control del mismo: frente a un saber y un saber hacer que beneficia al conjunto
de la humanidad, aparece la duda, cuando menos, de un saber hacer que
significa más una dominación sobre "otros" o sobre nosotros mismos que un
saber fundamentado en la supuesta bondad de la ciencia, sobre todo si se
pretende justificar esta "autonomía" mediante el denominado imperativo
tecnológico, en virtud del cual todo lo que puede hacerse debe hacerse.
José Segovia. Octubre-2014.
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