Perspectivas feministas en teoría política Introducción 1

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Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 1
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 2
INTRODUCCIÓN
Carme Castells
La presente compilación, Perspectivas feministas en teoría política, pretende
presentar y dar a conocer algunas de las principales aportaciones teóricas a la teoría y
filosofía políticas que se reclaman explícitamente del feminismo y que proceden del
ámbito académico británico-estadounidense. De ahí su título, Perspectivas feministas en
teoría política. Como sucede con cualquier compilación, se han considerado muchas
posibilidades para seleccionar finalmente determinadas autoras y textos y descartar
muchas otras opciones, un proceso en el que se entremezclan inevitablemente criterios y
preferencias subjetivos y objetivos, que conviene explicitar.
En este caso, la selección responde a los siguientes criterios:
a) primar de entre la reflexión sobre la política1 que se reclama deudora del
feminismo aquella producción de índole más claramente teórica y conceptual, lo que
luego denominaré «teoría feminista»;
b) seleccionar textos que claramente apuesten por o posibiliten la interrelación y
confluencia entre la teoría feminista y la corriente principal o dominante de la teoría y
filosofía políticas. Esto explica, a su vez, que se haya optado por textos publicados entre
1983 y 1995, época en que esa confluencia empieza a resultar posible y a manifestarse
con nitidez;
c) prestar atención a los principales ámbitos de contenido temático en que puede,
en mi opinión, clasificarse la producción teórica feminista (estudio crítico de la obra de
los clásicos del pensamiento político; crítica y reconceptualización de nociones de la
filosofía y la teoría políticas pretendidamente universales; intervenciones explícitas en
el debate contemporáneo en teoría política; aportaciones a la elaboración de una ética
feminista), así como a las tres principales corrientes o perspectivas filosófico-políticas
en que pueden agruparse las diversas autoras (concretamente: liberal, socialista y
radical).
El resultado final de la aplicación de esos criterios ha sido la selección de las siete
autoras y los ocho textos contenidos en el presente volumen, que estas páginas
introductorias quieren contextualizar y presentar. Concretamente, estas páginas se
estructuran, siguiendo los criterios antes enumerados, en tres apartados: 1) cuestiones
relativas a la relación entre feminismo y teoría política; 2) clasificación de los grandes
ámbitos temáticos y de las perspectivas de la reflexión teórica feminista sobre la
política; y 3) breve presentación de las autoras y textos.
1. Utilizo la expresión como sinónima de «pensamiento elaborado por la filosofía política y la teoría
política, sin entrar aquí en distinciones, a menudo complejas y evanescentes, entre una y otra
disciplina.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 3
1. FEMINISMO Y TEORIA POLÍTICA
Como es bien sabido, el feminismo no constituye un corpus compacto ni
fácilmente sistematizable. El propio término, por lo demás, está valorativamente
cargado casi desde su uso inicial en francés para referirse, genéricamente, al conjunto de
grupos y personas que aspiraban a mejorar la posición de las mujeres. En el contexto
que nos ocupa, la expresión sigue teniendo un significado genérico marcadamente
programático y prescriptivo, que podemos definir así: entenderemos por «feminismo» lo
relativo a todas aquellas personas y grupos, reflexiones y actuaciones orientadas a
acabar con la subordinación, desigualdad y opresión de las mujeres y lograr, por tanto,
su emancipación y la construcción de una sociedad en que ya no tengan cabida las
discriminaciones por razón de sexo y género. O lo que es lo mismo, se trata de un
pensamiento y una práctica plural que engloba percepciones diferentes, distintas
elaboraciones intelectuales y diversas propuestas de actuación derivadas en todos los
casos de un mismo hecho: el papel subordinado de las mujeres en la sociedad. De ahí
que pueda decirse que en el feminismo se mezclan dimensiones diferentes-teóricoanalítica, práctica, normativo-prescriptiva, política, etcétera- que producen pensamiento
y práctica.
En la actualidad, tras generalizarse las tesis de la segunda fase del movimiento
feminista,2 que eclosionó en los años sesenta, los diversos componentes del feminismo
comparten dos rasgos genéricos: la consideración del problema de la subordinación y
opresión de las mujeres como un problema de, básicamente, poder político; la
convicción de que para resolver dicho problema la teoría y la práctica políticas
desempeñan un papel fundamental.
En este contexto, denominaremos «teoría feminista» a la producción teórica
originada y enmarcada explícitamente en el contexto del feminismo. Pues bien, en el
ámbito anglófono al que pertenecen los artículos de la presente compilación, los últimos
veinticinco años han sido testigos de un gran desarrollo en la teoría feminista y de los
estudios sobre la mujer, ámbitos y quehaceres en los que el concepto de género y los
enfoques teóricos a él vinculados han desempeñado un papel fundamental. El resultado
ha sido una visión distinta, con la consiguiente aparición de nuevos programas de
investigación en numerosas disciplinas, desde la historia, la antropología o la crítica
literaria hasta las relaciones internacionales y, naturalmente, los que ahora nos ocupan:
la filosofía y la teoría política.
Concretamente, la «teoría política feminista» puede considerarse, como ha
señalado Valérie Bryson, una teoría explícitamente comprometida, sin renunciar por
ello a la pretensión de objetividad, «que quiere entender la sociedad con el objeto de
desafiarla y cambiarla; su objetivo no es el conocimiento abstracto sino el conocimiento
susceptible de ser utilizado como guía y de informar la práctica política feminista.3
Las aportaciones de la teoría política feminista han empezado a ser crecientemente
reconocidas en la producción de la corriente dominante de la filosofía y teoría política
de los años noventa. Dos hechos servirán de botón de muestra. Por un lado, en las
últimas obras con pretensión de «manual» del pensamiento político, moral y ético
2. La primera fase es, naturalmente, la inaugurada par la lucha de las sufragistas. Respecto de la segunda tase, véase el trabajo de Judith Evans Feminut Theory Today. An Introduction to,Second-Wave
Terninism, Londres, Sage, 1995.
3. V. Bryson, Feminist Political Theory An Introduction, Londres, Macmillan, 1992, pág. 1.
Perspectivas feministas en teoría política
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contemporáneo suele figurar un apartado dedicado a la teoría feminista. Pienso, sin
ánimo de exhaustividad, en ejemplos como éstos: a) la voz «feminismo» (redactada por
Jane J. Mansbridge y Susan M. Okin) en el influyente A Companion to Contemporary
Political Philosophy; b) el útil «estado de la cuestión contenido en el capítulo séptimo
del difundido libro de Will Kymlicka, Conternporary Political Philosophy; y c) el
interés de recientes publicaciones sobre ética (por ejemplo, J. P DeMarco, Moral
Theory, A Contemporary Overview o David Singer, A Companion to Ethics) por
presentar las tesis de la ética feminista.4
Por otro lado y en segundo lugar, siete u ocho autores relevantes han discutido
recientemente o han presentado con cierto detalle las opiniones de autoras feministas.
Por ejemplo, Brian Barry recoge y contesta las criticas feministas a su concepto de
justicia como imparcialidad en el capitulo 10 del segundo volumen de su Justice as
Impartiality. A Treatise on Social Justice.5 David Miller y Michael Walzer, por su parte,
han incluido en su compilación Pluralism, Justice and Equality una contribución de
Susan M. Okin que critica desde la óptica del feminismo liberal Spheres of Justice del
propio Walzer.6 David Held, tanto en su faceta de editor de Polity Press (una editorial
con un nutrido fondo de literatura feminista) como de compilador de los volúmenes
Polítical Theory Today y Prospects for Democracy ha concedido gran relevancia a las
aportaciones de la teoría feminista.7 Por último, Kymlicka constituye un ejemplo
paradigmático de autor con especial sensibilidad por la teoría feminista, como
demuestra lo siguiente: a) que al compilar Justice in Political Pbilosophy dedicara un
apartado al feminismo que recoge textos de las autoras más representativas. Posteriormente, ha incluido artículos de teoría política feminista en su compilación The
Rights of Minority Cultures; b) ha resumido las principales críticas feministas al
comunitarismo (en D. Bell, Communitarianism and its critics); y c) ha escrito artículos o
reseñas de feministas como Susan M. Okin y alude a menudo a trabajos de autoras
como Iris Marion Young o Anne Phillips.8
4. Las referencias completas de los libros a que he aludido son las siguientes: 1) Jane J. Mansbridge/
Susan M. Okin, -Feminism-, en Robert E. Goodman/Philip Pettit (comps.), A Companion to Contemporary Political Philosophy, Oxford, Blackwell Publishers, 1993, pigs. 269-290; 2) Joseph P DeMarco,
«Virtue Ethics and Feminist Ethics-, en J. P DeMarco, Moral Theory, A Contemporary Overview, Boston, Jones and Bartlett Publishers, 1996, pigs. 93-177; 3) W Kymlicka, Contemporary Political Philosophy, Oxford, Oxford University Press, 1990 (trad. cast.: Filosofía política contemporánea, Barcelona,
Ariel, 1995); y 4) Jean Grimshaw, «The idea of a female ethic-, en David Singer, A Companion to Ethics,
Oxford, Blackwell, 1993, pigs. 491-499.
5. B. Barry, Justice as Impartiality (vol. 2 de A Treatise on Social Justice, Oxford, Oxford U. P, 1995, de
próxima publicación en Paidós (cap. 10, -Kohlberg and the Feminist Critique of Impartiality,,, pigs. 235257).
6. D. Miller y M. Walzer, Pluralism, Justice and Equality, Oxford University Press, Oxford, 1995: S. M.
Okin, -Politics and the Complex Inequality of Gender., pigs. 120-143.
7. Las referencias completas de las obras a que he aludido son: 1) D. Held (comp.), Political Theory
Today, Cambridge, Polity Press, 1991, que incluye -Gender, the Public and the Private-, de S. M. Okin,
pigs. 67-90; 2) D. Held (comp.), Prospects for Democracy, Cambridge, Polity Press, 1993, que recoge el
texto de Anne Phillips, «Must Feminists Give Up On Liberal Democracy,,, publicado en esta
compilación.
Perspectivas feministas en teoría política
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Ambos ejemplos muestran la necesidad de profundizar en el diálogo y confluencia
entre la teoría política y la teoría feminista, todavía demasiado reciente y superficial.
Para ello, sin embargo, es conveniente intentar una cierta sistematización de la teoría
política feminista y tratar de establecer tipologías y distinciones, algo a lo que dedico el
apartado siguiente.
2. LA TEORÍA POLÍTICA FEMINISTA: UNA PROPUESTA DE
SISTEMATIZACION
La producción de la teoría feminista que ha reflexionado sobre la política -siempre
ciñéndonos al ámbito anglófono- puede sistematizarse de acuerdo con diferentes
parámetros. Aquí hemos optado por una doble clasificación: a) en función del contenido
temático, es decir, qué se preguntan, de qué se ocupan, a quién critican o con quién
discuten las diversas autoras; y b) en función de las asunciones de teoría y filosofía
políticas subyacentes a los diversos textos y autoras, o lo que es lo mismo, en virtud de
los supuestos sobre la naturaleza humana, de las causas aducidas para explicar la
subordinación de las mujeres, de las propuestas políticas que hacen para transformar esa
situación de subordinación, de la forma de fundamentar en términos de principios e
ideales normativos dichas propuestas, etcétera. Veamos brevemente el resultado de
aplicar ambos criterios.
2.1. Grandes ámbitos temáticos de la teoría política feminista
Los numerosos trabajos de la teoría política feminista pueden englobarse en una o varias
de las siguientes categorías: a) estudio crítico de la obra de los clásicos del pensamiento
político; b) crítica y reconceptualización de nociones de la filosofía y la teoría políticas
pretendidamente universales; c) intervenciones explícitas en el debate contemporáneo
en teoría política; y d) aportaciones a la elaboración de una ética feminista.
Naturalmente, las fronteras entre uno y otro ámbito son imprecisas, por lo que la
adscripción de un trabajo concreto predominantemente a uno u otro tiene siempre un
valor tentativo y provisional. Veamos rápidamente las características y resultados,
así como algunas de las autoras más relevantes de cada uno de ellos.
Estudio crítico de los clásicos del pensamiento político
Se trata, probablemente, del ámbito de trabajo más frecuentado, al menos
durante los primeros tiempos. En efecto, de forma similar a la que se ha producido
en otras disciplinas o áreas de pensamiento, una de las primeras cosas que se suele
hacer al introducir la perspectiva del género es practicar un cierto «ajuste de cuento
8. Enumero a continuación las referencias exactas de los trabajos aludidos: a) W. Kymlicka (comp.) Justice in
Political Philosophy, Aldershot, Edward Elgar Publishing Limited, 1992: 2) W Kymlicka (comp.), 7ha
Righte ofMinority Cultor,, Oxford, Oxford U.P, 1995; 3) Apéndice a D. Bell, Cummttrútanánism atul its
cribes, Oxford, Oxford University Press, 1993, págs, 208-221; 4) W. Kymlicka, .Retl,inking the Family.
(reseña y critica del libro de S. M. Okin Justice, Gender arul the Pamily, Nueva York, Basic Books, 1989),
en Pbilosuphy and PublicAffain, vol. 20, 1991, págs. 77-97; 5) W Kymlicka, Multicultural Citiuruhip,
Oxford, Oxford Universay Press, 1995 (trad. cast. de Carme Castells: Ciudadanía multicultural, Barcelona,
Paidós, 1995).
Perspectivas feministas en teoría política
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intelectual»: ver si los autores clásicos de la disciplina han considerado o no la
perspectiva de las mujeres y, en caso afirmativo, explotar de qué forma y hasta qué
punto lo han hecho. Dicho de otra forma, hacer balance de la omisión y la presencia,
implícita o explícita, de los factores de género.
Así pues, estos trabajos se ocupan fundamentalmente de analizar las obras de
los pensadores clásicos a fin de buscar las raíces en las que se ha sustentado la
subordinación de las mujeres y su exclusión del mundo político, puesto que, como
afirma Carole Pateman: «Algunas partes de los libros admitidos en el canon
raramente se estudian; las secciones y los capítulos que tratan de las relaciones entre
las sexos y la significación política de la diferencia sexual o bien suelen omitirse o
bien se mencionan simplemente de paso, habida cuenta que tales materias se
consideran periféricas al verdadero meollo del que se ocupa la teoría política».9
Sin ánimo de exhaustividad, entre los estudios más relevantes pueden mencionarse: Women in Western Political Thought, de Susan M. Okin;10 Public Man,
Private Woman, Women in Social and Political Thought, de Jean Bethke Elshtain;11
The Man of Reason, «Male» and «Female» in Western Philosophy, de Genevieve
Lloyd;12 Fortune is a Woman. Gender and Politics in the Thought of Niccoló
Machiavelli, de Hanna F. Pitkin;13 Women in Western Political Philosophy,
compilado por Ellen Kennedy y Susan Mendus;14 y Women in Political Theory, de
Diana Caole.15
Respecto de los autores más estudiados, pueden citarse: Platón, Aristóteles,
Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Maquiavelo, Hobbes, Descartes, Locke, Hume,
Rousseau, Adam Smith, Humboldt, Hegel, Nietzsche, los utilitaristas, J. S. Mil], Marx y
Engels, entre los autores masculinos. Por otra parte, existen también numerosos trabajos
que se ocupan de analizar la obra de autoras feministas que se consideran «clásicas»
como Mary Astell, Mary Wollstonecraft o Simone de Beauvoir, así como de algún autor
varón profeminista menos conocido que Stuart Mill, como William Thompson.
A grandes rasgos, se puede decir que estos trabajos hacen dos grandes aportaciones:
1. Cuestionan la supuesta «neutralidad respecto de los sexos que muchos
pensadores suelen emplear al formular sus teorías, la documentan y, finalmente,
analizan sus consecuencias. Por citar un ejemplo, Aristóteles utilizó el término
anthropos y Kant la expresión «todos los seres racionales como tales» en
argumentaciones que no eran aplicables a las mujeres. Sin embargo, pocos han sido los
autores que han afirmado explícitamente que sus ideales políticos eran exclusivamente
aplicables a los hombres.
9. C. Pateman, The Disorder of Women, Cambridge, Polity Press, 1989, pág. 2.
10. S. M. Okin, Women in Western Political Thought, Princeton, Princeton University Press, 1979.
11. J. Plshtam, Public Man, Prívate Woman, Women in Social and Political Thought, Princeton,
Princeton University Press, 1981.
12. C. Lloyd, The Man of Reason, Londres, Methuen & Co. Ltd., 1984.
13. H. F. Pitkin, Forrtune is a Woman. Gender and Politics in th Thoyght of Niccoló Machivelli,
Berkeley, University of California Press, 1984.
14. E. Kennedy/S. Mendus (comps), Women in Western Political Theory, Londres, Wheatsheaf
Books Ltd., 1987.
15. D. Coole, Diana, Women in Political Theory, Hemel Hempstead, Harvester Wheatsheaf, 1993.
Perspectivas feministas en teoría política
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2. Documentan exhaustivamente la tesis que sostiene que la tradición del
pensamiento político occidental se basa en una concepción de lo «político» y de la
práctica política que excluye a las mujeres, así como todo lo que representan la
feminidad y los cuerpos de las mujeres. Por decirlo con Carole Pateman, «cuando las
feministas empezaron a analizar los textos clásicos, su objetivo fundamental era poner
de manifiesto la misoginia de muchos de los pensadores más conocidos y como
prácticamente todos y cada uno de ellos presuponían que la menguada racionalidad y
deficientes capacidades políticas de las mujeres las inhabilitaban para la ciudadanía y la
vida política».16
Ambas aportaciones tienen un interés adicional, en la medida en que ilustran las
consecuencias que se derivan de la costumbre, constatable en muchos pensadores, de
asociar el concepto de «hombre» con razón y cultura -y, por tanto, con la esfera de lo
público-, y, a la vez, de vincular el concepto de «mujer» con emoción y naturaleza. El
resultado, una vez concluido el razonamiento, es que las mujeres quedan circunscritas al
ámbito de lo privado y de la vida doméstica, considerándolas sujetos pasivos respecto
de todo lo relacionado con las cuestiones políticas, cuando no perniciosas o subversivas
para el orden político o el Estado, como sostuvieron Rousseau y Hegel.17
Incluso un pensador con sensibilidad feminista, como John Stuart Mill, que en «The
Subjection of Women» defendió la igualdad legal, el derecho al sufragio de las mujeres
y su plena capacidad como agentes racionales, postuló la división sexual del trabajo en
las familias, considerándola «la división del trabajo más adecuada entre las dos
personas, para afirmar luego que: «Como sucede cuando un hombre elige su
profesión, se puede entender que, por lo general, cuando una mujer se casa elige
como la primera de sus obligaciones ocuparse del gobierno del hogar y atender a una
familia durante tantos años de su vida como dicho fin requiera; por tanto, dicha
mujer renuncia no a todos sus otros objetivos y ocupaciones, pero sí a aquellos que
no sean coherentes con las exigencias del primordial».18
En síntesis, más allá del ajuste de cuentas o de las eventuales aportaciones a la
interpretación y exégesis de determinados pensadores clásicos, el principal interés
actual de este tipo de estudios es poner de manifiesto que el uso habitual de las
diferencias de sexo y género implica que hombres y mujeres tengan diferentes
posibilidades de intervenir en el mundo político, lo que obliga a revisar categorías
centrales de la reflexión sobre la política, cuestionando su universalidad. Esto
justamente nos conduce al segundo ámbito temático.
16. M. L. Shanley y C. Pateman, Feminist lnterpretations and Political Theory, Cambridge, Polity
Press, 1991, pág. 2.
17. Para este punto véase en concreto el ensayo The Disorder of Women: Women, Love and the Sense
of Justice, en la ya citada antología de C. Pateman, The Disorder of Women, págs. 17-32.
18. J.S. Mill, «The Subjection of Women», en On Liberty and Other Essays, Cambridge, Cambridge
University Press, 1989, pág. 165.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 8
Crítica y reconceptualización de nociones supuestamente universales
De forma genérica, las objeciones presentadas a la supuesta universalidad de
las grandes categorías y nociones del pensamiento político contemporáneo son dos,
entendiendo «universalidad»19 en el sentido de leyes y reglas que enuncian lo mismo
para todas las personas y que, por tanto, deben aplicarse de forma idéntica a todas
ellas; o lo que es lo mismo, leyes y reglas que, por emplear una formulación habitual
del pensamiento liberal, son «ciegas» a las diferencias individuales o grupales. La
primera de estas objeciones sostiene que todas o la mayor parte de dichas categorías
y conceptos han sido pensadas para aplicarse al ámbito público. La segunda, que
esta constricción inicial impide que dichos conceptos no puedan abarcar, aun
pretendiéndolo, a las personas relegadas a la esfera privada, en especial a las
mujeres. Ambas objeciones conectan, obviamente, con el ámbito del análisis critico
de los pensadores clásicos. En efecto, la consideración prácticamente unánime por
parte de estos pensadores de que la «naturaleza» de las mujeres (en su discurso, su
falta de racionalidad o su racionalidad imperfecta y sus servidumbres biológicas) las
inhabilitaba para la vida pública y las circunscribía a la esfera doméstica y privada y,
por ende, las excluía de los conceptos y categorías políticas generales. Se justificaba
así el «universalismo restringido», de facto, de las nociones empleadas: se había
tenido en cuenta todo lo que debía contemplarse, a saber, a todas las personas
presentes en la esfera pública.
Así las cosas, la base argumentativa de la que parte la teoría feminista parece
obvia: si para superar la marginación y subordinación (le las mujeres se requiere que la
reflexión sobre la política empiece a abordar el ámbito de lo privado, en modo alguno se
puede suponer que los conceptos y principios analíticos y morales desarrollados
originariamente para el uso en la esfera pública (por ejemplo, imparcialidad o
explotación) puedan aplicarse de forma automática a la esfera privada.20
Partiendo de estas objeciones y de la argumentación que acabo de presentar,
diversas autoras han intentado poner de manifiesto la carga androcéntrica de nociones y
categorías concretas, con el objetivo de intentar reformularlas y, posteriormente,
convertirlas en realmente omniabarcadoras. A mi parecer, las numerosas aportaciones
existentes hasta el momento pueden sistematizarse atendiendo a los conceptos que
critican y reformulan. Concretamente, sugiero distinguir dos grandes tipos de críticas y
reconceptualizaciones:
1. Las que se ocupan de categorías, nociones o conceptos que corresponden a lo
que podríamos denominar atributos de las personas o de los sujetos». Por ejemplo
autonomía,21 imparcialidad,22 racionalidad,23 etcétera.
2. Las que abordan categorías o conceptos «relativos a la politeia» (y, naturalmente, también a la situación real de la sociedad y de la vida política), y en
19. Empleo aquí la definición de universalidad que presenta I. M. Young en un trabajo incluido en
esta compilación, -Vida política y diferencia de grupo: una critica del ideal de ciudadanía universal.
20. Véase al respecto el trabajo de Alison Jaggar acerca de la ética feminista en los años noventa
recogido en esta compilación.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 9
particular al papel de las mujeres en ella. Por ejemplo, nociones como: opresión,
ciudadanía,24 democracia,25 poder,26 contrato social,27 etcétera.
La lectura y análisis de los trabajos citados permite inferir algunas conclusiones. En primer lugar, que el esfuerzo de reconceptualización va más allá del
interés tout court de las mujeres y de la teoría feminista, puesto que al afanarse para
que nociones políticas hechas a la medida de los varones adultos occidentales (y en
general de piel blanca) dejen de «representar» a la totalidad de la humanidad, o lo
que es lo mismo al luchar por evitar que lo que se considera interesante pan la vida
humana sea únicamente una parte de la experiencia masculina, la teoría feminista
converge con los objetivos y preocupaciones de muchos otros grupos de personas
desfavorecidas o subordinadas. En segundo lugar, que esa reconceptualización
cuestiona la «estrategia de la discontinuidad» propia del liberalismo político, una
estrategia que busca motivos pan que las personas pongan -por decirlo con Konald
Dworkin- «entre paréntesis sus propias convicciones sobre la buena vida cuando
actúan políticamente»28 y apuesta, por el contrario, por «una estrategia de la
continuidad (...según la cual...) todas las convicciones éticas propias están
disponibles en política».29
En tercer lugar, que las dificultades y obstáculos inherentes al esfuerzo son
numerosas e importantes, sobre todo en el caso de los conceptos relacionados con
«atributos de las personas o sujetos». Dicho claramente, no es lo mismo poner en
evidencia el sesgo masculino de un autor o demostrar que el concepto de autonomía
al uso hunde sus raíces en una concepción de la naturaleza humana que pone corno
modelo a los individuos masculinos, que elaborar un «nuevo» concepto de
autonomía realmente «comprehensiva». Incluso una descripción «minimalista»
20. Véase al respecto el trabajo de Alison Jaggar acerca de la ética feminista en los años noventa recogido
en esta compilación.
21. Sobre el concepto de autonomía pueden citarse, entre otros, los siguientes trabajos relevantes:
Christine Di Stefano, «Problemas e incomodidades a propósito de la autonomía» (recogido en esta compilación); Candace Watson, -Celibacy and its Implications for Autonomy, en Hypatia: A Journal of
Feminist Philosophy, vol. 2, verano de 1987, págs. 157-158; Diana T. Meyers, «The Socialized Individual
and Individual Autonomy,, en E. Feder/D. Meyers (comps.), Women and Moral Theory, Savage, Bowman
& Littlefield Publishers Inc., 1987, págs. 139-153; Judith Hughes, ,The Philosopher's Child-, cn M.
Griffiths/M. Whitford (comps.), Feminist Perspectives in Philosophy, Londres, The MacMillan Press
Ltds., 1988, págs. 72-89; Onora O'Neil, «Enlightement as Autonomy: Kant's Vindication of Reason,,, en
P Hulme y L. Jordanova (comps.), 7be Enlightment and its Shadows, Londres, Routledge, 1990, págs.
184-199; Jean Grimshaw, ,Autonomy and Identity in Feminist Thinking,,, en M. Griffiths/M. Whitford,
op. tit., págs. 90-108.
22. Sobre la imparcialidad, véanse: 1. M. Young, -Impartiality and the Civic Public: Some Implications of
Feminist Critiques of Moral and Political Theory-, en S. Benhabib/D. Cornell (comps.), Feminism as a
Critique, Cambridge, Polity Press/Blackwell, 1987, págs. 56-76 (edición castellana con el título de Teoría
feminista y teoría critica, Valencia, Editions Alfons el Magnánim, 1990, págs. 89-117). Véase también de
la misma autora, su importante trabajo Justice and the Politics of Diferente, Princeton, Princeton
University Press, 1990, págs. 100 y siguientes
23. Naturalmente, la bibliografía sobre racionalidad y teoría feminista es vastísima. Me limitaré a destacar
los siguientes títulos: Sandra Harding, -Is Gender a Variable in Conceptions of Rationality? A Survey of
Issues,, en Dialectica, vol. 36, n.° 2, 1982, pgas. 225-242; Virginia Held, «Feminism and Epistemology:
Recent Work on the Connection Between Gender and Knowledge», en Philosophy and Public Affairs, n.°
3, 1985, págs. 296-307; Genevieve Lloyd, <The Man of Reason-, en Ann Garry/Marilyn Pearsall
(comps.), Women, Knowledge and Reality, Boston, Unwin Hyman, 1989, págs. 18-37; Alison Jaggar,
«Love and Knowledge: Emotion in Feminist Epistemology-, en A. Garry/M. Pearsall, op. tit. págs. 129155; A. Jaggar/S. Bordo, Gender, Body, Knowledge. Feminist Reconstructions of Being and Knowing,
New Brunswick, Rutgers University Press, 1989.
Perspectivas feministas en teoría política
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de autonomía como «capacidad de las personas para dotarse de sus propias normas y
objetivos» resulta altamente problemática, pues no todas las personas son capaces o
disponen de la posibilidad de hacerlo. En cuarto y último lugar, me parece que la
principal virtud de este tipo de aportaciones es, al menos por el momento, llamar la
atención sobre las limitaciones de los conceptos «universales».
Intervenciones en el debate contemporáneo
Aunque en este ámbito temático no abundan tanto los trabajos relevantes como en
los restantes, entre las principales aportaciones de teóricas feministas al debate
contemporáneo encontramos las siguientes:
a) la polémica y las críticas al comunitarismo, donde destacan los trabajos de
Marilyn Friedman (concretamente el texto que reproducimos), de Susan M. Okin30 y de
Elizabet Frazer y Nicola Lacey;31
b) el debate con la teoría crítica habermasiana y las éticas comunicativas, donde
destacan las aportaciones de Seyla Benhabib32 y de Nancy Fraser;33 c) la crítica a la
teoría de justicia de Rawls y, más en general, al pensamiento liberal contemporáneo,
donde destacan las aportaciones de Susan M. Okin. Nos ocuparemos únicamente de las
críticas de Okin, probablemente la feminista liberal más relevante en la actualidad, a
Rawls.34 Okin ha comentado in extenso y críticamente A Theory of Justice y Political
Liberalism. En Justice, Gender and the Family35 y, posteriormente, en «Political
Liberalism, Justice and Gender»36 Okin ha señalado los «puntos débiles» de la
argumentación rawlsiana respecto de las mujeres, derivados básicamente del papel que
Rawls otorga a las mujeres en su sociedad bien ordenada.
24. Sobre ciudadanía, pueden destacarse: M. G. Dietz, -Citizenship with a feminist face: the problem with
material thinking,, en Political Theory, vol. 13, 1985, págs. 19-37, así como su -Context is All:
Feminism and Theories of Citizenship-, en Chantal Mouffe (comp.), Dimensions of Radical Democracy, Londres, Verso, 1995, págs. 63-85; 1. M. Young, «Vida política y diferencia de grupo» (recogido
en la presente compilación); K. B. Jones, «Citizenship in a woman-friendly polity», en Signs, vol. 14,
n° 4, 1990; A. Phillips, -Citizenship and feminist theory- en A. Phillips, Democracy and Difference,
Cambridge, Polity Press, 1993, págs. 75-89.
25. Sobre democracia, pueden destacarse: C. Pateman, Participation and Democratic Theory, Cambridge, Cambridge University Press, 1970, así como -Feminism and Democracy,,, en The Disorder of
Women, Cambridge, Polity Press, 1989, págs. 210-225; Sheila Rowbothani, -Feminism and
Democracy,,, en David Held/Christopher Pollit (comps.), New Forms of Democracy, Londres, Sage,
The Open University Press, 1986, págs. 79-109; A. Phillips, Engendering Democracy, Cambridge,
Polity Press, 1991 y el ya citado Democracy and Difference, Cambridge, Polity Press, 1993; J.
Mansbridge, -Feminism and Democratic Community, recogido en S. M. Okin/J. Mansbridge (comps.),
Feminism, vol. 1, Aldershot, Edward Elgar, 1994, págs. 435-491.
26. Sobre el poder, destacaremos los trabajos siguientes: 1. M. Young, «Five Faces of Oppresiow, en T.
E. Wartenberg (comp.), Rethinking Power, Albany, State University of New York Press, 1992, págs.
174-195; Jean Baker Miller, «Women and Power» en T. E. Wartenberg, op. cit., págs. 240-248; Nancy C.
M. Hartsock, -Gender and Sexuality: Masculinity, Violence and Domination, >, en T. E. Wartenberg
(comp.), op. cit., págs. 249-276.
27. Véanse, por ejemplo: C. Pateman, The Sexual Contract, Cambridge, Polity Press, 1988; S. M.
Okin, -Feminism, the Individual and Contract Theory-, en Ethics, n° 100, 1990; V. Held, «Non Contractual Society: A Feminist View», en S. M. Okin/J. Mansbridge (comps.), op. cit., págs. 405-434.
28. R. Dworkin, Ética privada e igualitarismo politico, Barcelona, Paidós, 1993, pág. 49.
29. R. Dworkin, op. cit., pág. 65.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 11
En efecto, tanto en su A Theory como en Political Liberalism, Rawls considera
que las familias monógamas forman parte de la estructura básica de la sociedad y, si
bien en A Theory no queda totalmente claro que se han de regir por los principios de
justicia, en Political Liberalism afirma explícitamente que no, habida cuenta-dice-que la
familia no pertenece al ámbito político. Concretamente sostiene que Jo político difiere
de lo asociativo, que es voluntaria de forma que no puede atribuirse a lo político; y
difiere también de lo personal y lo familiar, que son de naturaleza afectiva, nuevamente
en una forma que no puede atribuirse a lo político».37 Según Okin, tal aseveración pone
de manifiesto una incoherencia de Rawls, puesto que si las familias pertenecen a la estructura básica de la sociedad, resulta impensable que puedan considerarse no políticas.
Se trata, sostiene Okin, de decidir si se les aplican los principios de justicia, habida
cuenta de que pertenecen a la mencionada estructura básica o si, por el contrario, se
prescinde de los mismos, al estar basadas en el afecto.
Por otro lado, en la tercera parte de A Theory, dedicada al sentido de la justicia,
Rawls afirma (especialmente en los apartados dedicados a la moralidad de la autoridad
y a las leyes psicológicas a partir de las que se produce el desarrollo moral) que la
familia es una institución justa, la primera escuela del desarrollo moral, el lugar en que
los niños/as aprenden la capacidad -esencial para el sentido de justicia- de ver las cosas
no sólo desde la propia perspectiva sino también desde la perspectiva de los demás. En
opinión de Okin, que Rawls pase por alto que las interacciones humanas que se
producen en el seno de la familia no siempre se basan en la igualdad y la reciprocidad
(habida cuenta de que a menudo las familias son instituciones jerarquizadas en las que
los papeles sexuales están rígidamente asignados, donde suele existir dependencia
económica de las mujeres y donde suele darse una desigual distribución de las tareas domésticas) constituye un claro exponente de las dificultades que tiene Rawls para abordar
-o bien para omitir definitivamente- los grandes obstáculos que plantea la distinción
público-privado, una distinción que, recuérdese, impregna todavía hoy gran parte de la
reflexión sobre la política.
En ese punto, como en casi todas las intervenciones explícitas en el debate
contemporáneo, hacen su aparición las cuestiones éticas, el último ámbito temático de la
teoría política feminista.
30. -Politics and the Complex Inequalities of Gender», en D. Miller/M. Walzer, op. cit.
31. E. Fraser/N. Lacey, The Politics of Community. A Feminist Critique of the LiberalCommunitarian Debate, Nueva York, Harvester Wheatsheaf, 1993.
32. S. Benhabib, Situating the Self, Cambridge, Polity Press, 1992.
33. N. Fraser, «What's Critical about Critical Theory? The Case of Habermas and Gender, en M. L.
Shanley/C. Pateman (comps.), Feminist Interpretations and Political Theory, Cambridge, Polity
Press, págs. 253-276. Hay traducción castellana en S. Benhabib/D. Cornell (comps.), Teoría feminista
y teoría crítica, Valencia, Edicions Alfons el Magnánim, 1990, págs. 49-88.
34. Existen otras críticas feministas relevantes de diversos aspectos de la teoría rawlsiana. Hay que
destacar particularmente: Jane English, justice between Generations-, en Philosophical Studies, vol.
31, 1977, pigs. 91-104; Karen Green, -Rawls, Women and the Priority of Liberty», en Australian
Journal of Philosophy, vol. 64, 1986, pags. 26-36; Deborah Kearns, «A Theory of Justice and LoveRawls on the Family», en Politics, vol. 18, 1983, pigs. 36-42.
35. S. M. Okin, Justice, Gender, and the Family, Nueva York, Basic Books, 1989.
36. S. M. Okin, «Political Liberalism, Justice and Gender,, en Ethics, vol. 105, octubre de 1994, pags.
23-43 (recogido en el presente libro).
37. J. Rawls, Political Liberalum. Nueva York, Columbiz Univcrsity Prcss, 1993, pág. 137.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 12
Aportaciones a la elaboración de una ética feminista
También aquí conviene empezar por una acotación terminológica. En efecto, pese
a que se han usado otras expresiones o se ha intentado distinguir entre «ética femenina»
y Hética feminista», se puede afirmar, siguiendo a Alison Jaggar, que la reflexión moral
cuyo objetivo básico es cuestionar cualquier sesgo masculino eventualmente presente en
la ética ha dado en llamarse Hética feminista». Las diversas autoras que se reclaman de
la ética feminista comparten dos asunciones previas y explícitas; a) que la subordinación
de las mujeres no puede defenderse moralmente; y b) que la experiencia moral de las
mujeres ha de tratarse con el mismo respeto que la de los hombres.
La agenda práctica y teórica de la ética feminista debe ocuparse de tareas
como, por decirlo con palabras de Alison Jaggar, «articular, en primer lugar, las
críticas morales de las actuaciones y prácticas que perpetúan la subordinación de las
mujeres; en segundo lugar, de describir formas moralmente justificables de resistirse
a tales actuaciones y prácticas; y en tercer y último lugar, de imaginar alternativas
moralmente deseables capaces de promover la emancipación de las mujeres»,38
Al concretar esas tareas surge la controversia, centrada sobre todo a partir de
los años ochenta en el debate entre las partidarias de la «ética de la justicia» y las
que abogan por la «ética de la atención y el cuidado» (ethies ot tare). Podría decirse
que, a grandes rasgos, la «ética de la justicia» se caracteriza por abordar las
cuestiones morales de forma abstracta, deontológica, lo que provoca que muchas
pensadoras feministas la consideren una forma de razonamiento moral masculinizante. La «ética del cuidado» las aborda, por el contrario, desde una perspectiva «contextual», que concibe a las personas como seres interdependientes y no
independientes, lo que le lleva a sostener que la moralidad ha de ocuparse de
cuestiones relativas a la empatía y las relaciones interpersonales y no de las
decisiones racionales de los agentes morales individuales, al menos de forma prioritaria.
La perspectiva de la «ética del cuidado» ha recibido una fuerte influencia de la
obra de Carol Gilligan, In a Different voice,39 dedicada a criticar las tesis
«piagetianas» de Lawrence Kohlberg sobre el desarrollo moral de la infancia y a
demostrar empíricamente que el desarrollo moral de las mujeres difiere en muchos
aspectos del de los hombres. En síntesis, Gilligan considera que de sus
investigaciones se desprende que así como los hombres suelen regirse por una ética
de la justicia cuyos valores fundamentales son la igualdad y la equidad, las mujeres
tienden a guiarse por una ética del cuidado y la atención. O lo que es lo mismo,
según Gilligan las mujeres actúan impelidas por sus sentimientos de amor y
compasión hacia individuos particulares. Por consiguiente, concluye Gilligan, los
estudios sobre cl desarrollo moral basados exclusivamente en una moralidad de la
justicia no ofrecen pautas adecuadas para medir el desarrollo de las mujeres, lo que
permite concluir que tales estudios, en este aspecto al menos, adolecen de un sesgo
masculino.
38. A. Jaggar, -Feminist Ethics: Projects, Problems, Prospects-, en C. Card (comp.), Feminist Ethics,
Lawrence, University Press of Kansas (págs. 79-104), pág. 98.
39. C. Gilligan, In a Different Voice, Psychological Theory and Women's Development,
Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1982 (existe traducción castellana de Fondo de Cultura
Económica). 40. N. Noddings, A Feminine Approach to Ethics and Moral Education, Berkeley,
University of California Press, 1984.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 13
Aunque las afirmaciones de Gilligan han sido ampliamente contestadas, sobre
todo por falta de evidencias empíricas inequívocas y concluyentes, muchas teóricas
feministas las han considerado un ejemplo de enfoque genuinamente femenino de la
moral, el fundamento de una ética propiamente feminista. A esta línea pertenecen,
entre otras, las obras de Nel Noddings, Caring: A Feminine Approach to Ethics and
Moral Education;40 Eva Kittay y Diana Meyers, Women and Moral Theory;41 Sara
Ruddick, Matenal Thinking: Towards a Politic, of Peace;42 y Virginia Held, Feminist
Morality: Transforming Culture, Society; and Politics.43
Otras feministas, por el contrario, se manifiestan «agnósticas» a la hora de
saber con certeza si la naturaleza -o la socialización- de mujeres y hombres
comporta ineludiblemente un modo diferente de razonamiento moral. Ésta es la línea
de pensamiento de, por ejemplo, S. M. Okin (en «Thinking Like a Woman», y otros
textos).44
Estas pensadoras insisten en el problema que plantea asociar a las mujeres con
un modelo de razonamiento particularista y no centrado en los principios,
recordando que desde Platón a nuestros días dicha asociación ha sido una de las
razones aducidas para excluir a las mujeres de la ciudadanía y de otros papeles y
cometidos importantes de la vida pública. De ahí que parezca más sensato
considerar, como sostiene Jean Grilnshaw,45 que las mujeres tienen probablemente
unas preocupaciones y unas prioridades éticas diferentes y no una forma diferente de
razonamiento moral. Dicho de otra forma, que no hay que confundir contexto de
descubrimiento v contexto de justificación.
Recientemente parecen darse indicios de confluencia entre ambas formas de
entender la ética desde la teoría feminista, como pone de manifiesto el libro
compilado por Virginia Held, Justice and Care. Essential Readings in Feminist
Ethics,46 que recuerda entre otras cosas una crítica compartida: que la forma dominante de entender la justicia en la teoría y filosofías políticas sigue dejando en
lugar muy secundario las preocupaciones y prioridades éticas de las mujeres.
2.2. Tres grandes perspectivas de la teoría política feminista
Desde el punto de vista de las asunciones filosófico-políticas subyacentes,
podemos dividir la teoría política feminista en tres grandes perspectivas o enfoques:
la teoría feminista liberal, la teoría feminista marxista y socialista y la teoría
feminista radical. Nuestra clasificación parte del trabajo seminal de Alison Jaggar,
que en 193347 identificó y caracterizó cuatro tendencias (liberal, marxista,
41. E. Kittay/D. Meyers (comps.), Women and Moral Theory, Savage, Rowman & Littlefield
Publishers, Inc., 1987, una compilación de trabajos sobre las implicaciones filosóficas de la hipótesis
de Carol Gilligan.
42. S. Ruddick, Maternal Thinking: Toward a Politics of Peace, Boston, Beacon Press, 1989.
43. V Held, Feminist Morality.- Transforming Culture, Society and Politics, Chicago,
University of Chicago Press, 1993.
44. S. M. Okin, ,Thinking Like a Woman-, en D. L. Rhode (comp.), Theoretical Perspectives on
Sexual Difference, New Haven, Yale University Press, 1990. Véase también el ya citado Justice,
Gender, and the Family, 1989.
45. J. Grimshaw, Feminist Philosophers, Brighton, Weathsheaf Books, 1986.
46. V Held (comp.), justice and Care. Essential Readings in Feminist Ethics, Boulder, Westview
Press, 1995.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 14
socialista y radical). Si bien seguimos su excelente trabajo en la caracterización de
las tendencias, hemos dejado de lado la distinción entre teoría feminista marxista y
socialista, a nuestro parecer poco clara.
La teoría feminista liberal
De acuerdo con las asunciones liberales más genéricas, la teoría feminista
liberal defiende una concepción individualista de la naturaleza humana, que considera a las personas agentes racionales independientes, no necesariamente conectadas las unas con las otras y que aspiran a realizar los valores de dignidad,
igualdad, autonomía y autorrealización individual. Por consiguiente, la principal
diferencia con la matriz general de pensamiento liberal radica en la crítica de los
rasgos pretendidamente universales pero en realidad basados en la experiencia
masculina con que ésta caracteriza la naturaleza humana. La teoría feminista liberal
sostiene concretamente, bien que existe una única naturaleza humana asexuada, bien
que lo mejor es mostrar un cierto «agnosticismo» al respecto, sobre todo cuando la
cuestión en sí se considera proyectada hacia el futuro y la transformación política.
Como ha sugerido sutilmente Susan M. Okin, «todavía no disponemos de idea
alguna acerca de cuáles serían las diferencias entre los sexos en una sociedad en que
éstos fueran iguales y donde el sexo de una persona no se considerara un rasgo
distintivo de gran visibilidad e importancia social y política».48
Respecto de las causas de la subordinación de las mujeres, la razón principal
es, según las feministas liberales, la injusta discriminación -legal y de otros tipos a
que éstas están sujetas, que las privan del derecho a su autorrealización y a la
búsqueda de su propio interés, un derecho que ha de considerarse idéntico al de los
hombres. De ahí que, como señala Jaggar, al criticar expresiones concretas de dicha
subordinación como las normas y costumbres sexuales contemporáneas, las liberales
se mantengan en el plano político y usen casi exclusivamente los conceptos de
libertad e igualdad.49 Por consiguiente, sus propuestas políticas orientadas a cambiar
la situación de subordinación consisten en lograr la igualdad con los hombres. Si
bien inicialmente dichas propuestas se limitaban esencialmente a perseguir la
igualdad legal, muchas autoras actuales consideran que no basta con la igualdad
formal. De ahí que sostengan que la igualdad auténtica sólo se podrá conseguir con
la reestructuración de la sociedad, es decir, cuando hombres y mujeres compartan,
tanto en el mundo público como en el privado, las responsabilidades hasta el
momento adjudicadas en función del sexo.
Entre las autoras más destacadas hay que citar a Betty Friedan, Karen Gregen,
Geneviéve Lloyd, Jane R. Richards y Susan M. Okin.
47. A. Jaggar, Feminist Politics and Human Nature, Totowa, Rowman & Littlefield Publishers
Ltd., 1988 (primera edición en Rowman & Allanheld Publishers, Totowa, 1983).
48. S. M. Okin, «Afterwords» a la segunda edición de Women in Western Political Thought, op. Cit.,
1992, pág. 316.
49. Véase Jaggar, op. cit., pág. 179 y. sigs.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 15
La teoría feminista marxista y socialista
Tanto las aportaciones feministas inspiradas en el marxismo de la segunda mitad
del siglo diecinueve y principios del veinte como las más recientes50 comparten la
misma noción de la naturaleza humana: algo históricamente creado mediante la
interrelación dialéctica entre la biología, la sociedad humana y el entorno físico, una
interrelación mediada por el trabajo humano o praxis. Es decir, lo que crea los tipos
humanos y psicológicos distintivos de cada sociedad es la forma dominante de praxis
dominante en dicha sociedad.
Las diferencias surgen al analizar las causas de la subordinación de las mujeres.
Las feministas socialistas, fuertemente influidas en el caso estadounidense por el
feminismo radical, sostienen que la opresión de las mujeres procede de dos factores
combinados: el capitalismo y el patriarcado. De ahí que algunas de sus principales
teóricas (Heidi Hartmann, Zillah Eisenstein, Juliet Mitchell, Sheila Rowbotham y
Alison Jaggar)51 se hayan ocupado de temas controvertidos como el papel
habitualmente secundario de las mujeres en las organizaciones revolucionarias o hayan
abogado por propuestas de actuación política poco habituales en la tradición marxista
clásica como la dimensión política de la vida personal o la plena democratización no
sólo de la dimensión económica de la vida social sino también de la esfera de la
procreación.
Teoría feminista radical
A diferencia de la teoría feminista liberal N, la marxista-socialista, entroncadas en
tradiciones centenarias, la teoría feminista radical es un fenómeno contemporáneo con
dos raíces inmediatas: el movimiento de liberación de las mujeres de finales de los años
sesenta y la new left estadounidense, de inspiración parcialmente marxista.
Pese a la gran heterogeneidad constatable en las obras pertenecientes a la perspectiva
radical, se pueden singularizar tres coincidencias respecto de la naturaleza humana: a) la
reflexión sistemática sobre la relevancia política de la biología reproductiva humana; b)
la consideración de que la biología femenina es básica para la división sexual del trabajo
en la que arraiga la subordinación de las mujeres; y c) el papel relevante que se otorga a
la cultura y a la socialización, puesto que «la mujer se hace y no nace». En síntesis, la
biología, entendida bien como problema bien como solución, desempeña un papel clave.
50. Sobre la dificultad de diferenciarlas claramente, véase Valerie V Bryson, Feminist Political
Theory, op. cit., pig. 234. También -Marxist Feminist Perspectives- y -Socialist Feminist Perspectives-,
en N. Tuana/N. Tong (comps.), Feminism and Philosophy, Boulder, Westview Press, 1995, pigs. 6568 y 261-264, respectivamente.
51. Véanse por ejemplo obras como: H. Hartmann, «The Unhappy Marriage of Marxism and
Feminism: Towards a More Progressive Union-, en Lydia Sargent (comp.), Women and Revolution: A
Discussion of the Unhappy Marriage of Marxism and Feminism, Boston, South End Press, 1981,
pigs. 1-41; A. Jaggar, -The Politics of Socialist Feminism-, en Tuana/Tong, op. cit., pigs. 299-324; Zillah
Eisenstem, Capitalist Patriarchy and the Case for Socialist Feminism, Nueva York, Monthly
Review Press, 1979; Sheila Rowbotham, Woman's Consciousness, Man's World, Nueva York,
Penguin, 1973; Juliet Mitchell, Women's Estate, Nueva York, Pantheon Books, 1971.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 16
Frente a los otros enfoques, la teoría feminista radical, si bien reconoce la
importancia de factores como la jerarquía de clase o la etnia/raza, considera que la causa
básica de las mujeres es el patriarcado, un conflicto sexual transhistórico que los
hombres han resuelto hasta el momento a su favor, controlando los cuerpos, la
sexualidad y los procesos reproductivos de las mujeres. Estas ideas, señas de identidad
básica del feminismo radical, se reflejaron a principios de los afros setenta en libros
como: Sexual Politics, de Kate Millett, donde se usaba por vez primera el término
«patriarcado» en sentido diferente al habitual en antropología; The Dialectic of Sex, de
Shulamit Firestone; Patriarchal Attitudes, de Eva Figes; The Female Eunuch, de
Germaine Greer y, por último, GynlEcology. The Metaethics of Radical Feminism, de
Mary Daly.52
La teoría feminista radical se distingue por poner constantemente el acento en el
compromiso feminista y por primar los aspectos prácticos, el activismo, frente a la
reflexión teórica. Por decirlo con palabras de una de las conocidas representantes
actuales de la corriente, Catharine MacKinnon: el «feminismo radical es feminismo, es
feminismo no modificado, metodológicamente posmarxista. Se apresta a resolver la
problemática marxista-feminista a nivel de método. Puesto que su método emerge de las
condiciones concretas de todas las mujeres como sexo, disuelve la estructura
individualista, naturalista, idealista, moralista del liberalismo. (...) Donde el feminismo
liberal ve el sexismo como, básicamente, una ilusión o mito a desvelar, una imprecisión
que se debe corregir, el feminismo auténtico ve el punto de vista del macho como algo
fundamental al poder masculino de crear al mundo a su imagen y semejanza, a imagen
de sus deseos».53
De ahí que las feministas radicales consideren que la opresión de las mujeres no
puede erradicarse reformando las leyes y haciendo que hombres y mujeres compartan
por igual las responsabilidades que antes se adjudicaban en función del sexo (como
postulan las feministas liberales) ni compartiendo en pie de igualdad las instituciones
políticas y económicas (como defienden las marxistas y socialistas), sino mediante una
reconstrucción radical de la sexualidad. Esto explica que muchas de sus aportaciones
pretendan identificar los aspectos de la construcción social de la feminidad que sirven
para perpetuar la dominación masculina: la maternidad forzada y diversas formas de
esclavitud sexual, incluyendo el acoso o la pornografía.
En cuanto a las propuestas de actuación, suelen defender formas de «separatismo» entre
hombres y mujeres para lograr la liberación ele estas últimas. Aunque la defensa de
organizaciones políticas separadas, al menos de forma temporal y en determinados
ámbitos, es algo que comparten todos los feminismos y teorías feministas, algunas
radicales perciben tal cosa como el único camino. Frente a esto, otras teóricas
feministas han aducido que si bien cierto separatismo puede resultar útil para crear
una cultura propiamente de mujeres que prefigure un futuro alternativo alejado del
patriarcado, tales soluciones no pueden cambiar por sí solas de forma profunda la
sociedad y, por tanto, no pueden eliminar las formas de opresión y sus raíces
52. La, referencias bibliográficas completas de las obras mencionadas son: K. Millett, Sexual
Politics, Garden City, Doubleday, 1970; S.Firestone, The Dialectic of Sex, Nueva York, Bantam
Hooks, 1971; E. Figes, Patriarchal Attitudes, Londres, Virago, 1997; G. Greer, The Female Eunuch,
Londres, Paladin, 1979; M. Daly, Gyn/Ecology. The Metaethics of Radical Feminism, Boston,
Beaeon Press, 1978,
53. C.MacKinnon, «Feminism,Marxism,Method and the State», en S.Harding (comp.),Feminism &
Methodology, Indianápolis, Indiana University Press, 1987, págs. 135-156 (pág- 137).
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 17
En los últimos años, las tres perspectivas han evolucionado y sufrido un proceso de convergencia, en el que liberales v socialistas han criticado sus propias
tradiciones y las radicales han prestado más y mejor atención a la dimensión teórica.
El resultado de todo ello es que los tres enfoques consideran, frente a las asunciones
de la teoría política tradicional, que en la reflexión sobre la política ha de incluirse la
familia, la reproducción V la sexualidad. Y trabajan desde hace años en ello. Al
hacerlo, están modificando poco a poco, con independencia de sus presupuestos
filosófico-políticos de partida, la concepción genérica que se tiene de la política y de
la politeia. Así, por ejemplo, la teoría feminista liberal no sólo sostiene que la
igualdad y la justicia exigen cambios en la familia, así como cambios de legislación
y transformaciones de la vida pública. De ahí que finalmente aboguen por una idea
de igualdad que no excluya la consideración de la importancia de la diferencia, por
una noción de autonomía que reconozca e integre la interdependencia entre las seres
humanos y, por último, por un concepto de razón que no se contrapone a emoción.
En suma, sin caer en nuevos universalismos ficticios, la confluencia de las tres
perspectivas permite evitar el riesgo de reduccionismo, de creer que las desigualdades de género tienen una sola causa v una fácil solución, separada de otras
desigualdades. Alienta a reconocer, como ha señalado Valérie Bryson, «la
multiplicidad y la interconexión de las fuerzas que mantienen las actuales desigualdades, la inadecuación de cualquier intento de cambio unidimensional, así como
la imposibilidad de aislar las cuestiones de género de otras desigualdades con base
estructural».54
3. PRESENTACION DE LOS TEXTOS Y AUTORAS SELECCIONADOS
De acuerdo con lo expuesto en los apartados anteriores acerca de la relación
entre feminismo y teoría política y del intento ele sistematizar la teoría política
feminista de las dos últimas décadas, la selección reúne textos pertenecientes a tres
de los cuatro grandes ámbitos temáticos (se ha dejado de lado el más conocido, el
estudio critico de la obrar de los clásicos del pensamiento político) y•, al menos en
parte, a las tres grandes perspectivas filosófico-políticas.
Una visión global
Concretamente, los textos de Carole Pateman, Christine Di Stefano, Anne Phillips
e Iris M. Young pueden considerarse ejemplos del análisis crítico y reconceptualización
de categorías o distinciones clave de la teoría política como, respectivamente, la
dicotomía público/privado, la autonomía, la democracia liberal y la ciudadanía
universal. Por su parte, el primer trabajo de Susan Moller Okin («Liberalismo político,
justicia y género») y el de Marilyn Friedman ilustran la forma en que teóricas feministas
intervienen en los grandes temas de debate de la filosofía y teoría políticas
contemporáneas, concretamente con dos corrientes de peso en el mainstream, las teorías
de la justicia rawlsianas y el comunitarismo. A su vez, el texto de Alison Jaggar
presenta un buen panorama, no exento de visión crítica y de sesgo personal, de los
trabajos, problemas y dilemas de la ética feminista. Por último, el trabajo que cierra el
54. V. Bryson, op. cit., pág 266.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 18
libro, el segundo de Okin, es en cierto modo un compendio de los diversos ámbitos:
reconceptualiza, interviene en el debate contemporáneo y relaciona su reflexión sobre la
justicia con otros temas propios de la reflexión ética, todo ello en el marco de la
polémica con otras autoras feministas acerca de los desafíos derivados del
multiculturalismo.
Respecto de las diversas perspectivas filosófico-políticas acerca de la naturaleza
humana, las causas de la subordinación de las mujeres y las propuestas de actuación
política para superar dicha situación, bastará con decir que algunas autoras están
claramente definidas: Okin con la teoría feminista liberal, Pateman y Jaggar con la
teoría feminista socialista. Otras, como Young o Friedman, muestran a lo largo de su
producción una evolución importante, aunque en ambos casos es posible encontrar
algunos ecos de las tres tradiciones, en particular de la socialista y la radical. Por su
parte, los trabajos de Phillips y Di Stefano resultan difíciles de catalogar. Phillips parece
optar por cierto eclecticismo, aunque su énfasis en la participación y en la importancia
de las formas asamblearias propias de la eclosión del movimiento feminista en los años
sesenta se compadece bien con ciertos rasgos del feminismo radical y del socialista. Por
último, la opción de Di Stefano por las premisas y métodos posmodernos y
desconstruccionistas refuerza su carácter ecléctico e impide atribuir a su articulo
preferencia por una u otra perspectiva.
Breve presentación de los textos
El texto de Carole Pateman, con el que se abre nuestra compilación («Críticas
feministas a la dicotomía público/privado»)55 se publicó inicialmente en 1983 y desde
entonces ha sido reproducido en diversas ocasiones y profusamente citado como
artículo de referencia a propósito de una de las cuestiones que más ocupan a las teóricas
feministas contemporáneas: la ya mencionada división de la vida en dos esferas, la
pública, relacionada con el Estado y la economía e identificada con todo lo que es
político y, por tanto, objeto de reflexión, normativización y legislación; y la privada,
relacionada con la vida doméstica, familiar y sexual, e identificada con lo personal y
como algo ajeno o al margen de la reflexión política.
En su crítica de esta distinción central del pensamiento liberal, Pateman, además
de identificar sus orígenes en el Segundo Tratado de Locke, pone de manifiesto el
carácter patriarcal del liberalismo y hace aflorar lo que se esconde tras la dicotomía: una
realidad silenciada, la subordinación de las mujeres, y un supuesto implícito, que los
sujetos de la teoría política liberal son los cabezas de familia masculinos. Ambas cosas,
realidad y supuesto, son incompatibles con el objetivo de lograr la inclusión de las
mujeres en el mundo político en igualdad de condiciones con los hombres.
La alternativa de Pateman combina una idea de lo político como interrelación de
la vida individual y colectiva y una concepción social de la individualidad que evita que
las diferencias biológicas entre sexos presupongan la desigualdad entre hombres y
mujeres. Una postura que comparten otras muchas autoras, al menos en su formulación
más genérica, la conocida consigna del movimiento feminista que sostiene que «lo
personal es político».
55. Se publicó en la compilación de S. Benn/G. Gaus, Public and Private in Social Life, Londres y Nueva
York, Croom Helm, 1983.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 19
El trabajo de Christine Di Stefano sobre la noción de autonomía ilustra muy bien
dos cosas: las diversas críticas y cuestionamientos del concepto desde la perspectiva
feminista y, también, desde el comunitarismo o los enfoques posmodernos y
desconstruccionistas; las dificultades a que antes aludíamos a la hora de «repensar» los
conceptos básicos que se atribuyen a las personas o sujetos, es decir, los conceptos y
sujetos que articulan las teorizaciones sobre la política.
Sus sistematización de las diversas críticas feministas a la noción de autonomía
nos permite conocer la diversidad de propuestas alternativas y, lo que es más
importante, el carácter polémico y ambivalente de la idea aun en el propio discurso
teórico feminista. En efecto, tan pronto se recurre a la autonomía para crear un
«espacio» que permita lograr la autodeterminación y autosuficiencia de las mujeres,
como, en otros casos, se cuestionan dicha autodeterminación y autosuficiencia
aduciendo que denotan una concepción del yo como algo «separado» y aislado, una
apuesta por el individualismo abstracto, opción a la que algunas autoras contraponen un
yo «relacional» y social.
Ese carácter polémico y ambivalente permite a Di Stefano sugerir que la reflexión
sobre la autonomía constituye no sólo una ocasión para intentar una reconceptualización
satisfactoria o para sostener la definitiva obsolescencia del concepto, sino también una
oportunidad para que las mujeres nos preguntemos cómo nos va y a dónde deberíamos
ir.
El trabajo de Anne Phillips («¿Las feministas deben abandonar la democracia
liberal?») aborda la relación entre la democracia liberal y el valor que las teóricas
feministas conceden a la participación política. Para hacerlo descompone las nociones
de democracia y participación y explora las críticas enunciadas desde cl feminismo a
tres de sus componentes: a) la ciudadanía, noción que se critica fundamentalmente
por la desproporcionalidad de la representación de las mujeres en las instituciones
políticas; b) el carácter limitado de la noción al uso de participación, lo que le
permite exponer la insatisfacción de numerosas autoras con el «minimalismo» de la
democracia liberal y su contraste con formas más activas y profundas de
participación ensayadas por el movimiento feminista; y c) lo iniciativo a los límites
del igualitarismo homogenizante que invoca el pensamiento liberal en nuestras
sociedades heterogéneas y la necesidad de que éste tenga una traducción política,
como, por ejemplo, la que permiten diversos mecanismos formales de representación
en función del grupo.
Phillips, aun compartiendo lo fundamental de esas críticas, sostiene que en la
actualidad ni pueden considerarse auténticas alternativas a la democracia liberal ni
podría lograrse una democracia verdaderamente plena simplemente con su inclusión
en la práctica democrática. De ahí que, ante el peligro de que el fracaso de otros
sistemas políticos aliente un exceso de complacencia de la democracia liberal,
Phillips opte por insistir en que el feminismo no debe prescindir, pese a todos los
problemas que plantea, del tipo de democracia asamblearia de los primeros años del
movimiento. De esa forma, dice, el feminismo seguirá alentando una democracia
más sustancial que la que actualmente se nos ofrece.
El trabajo de Iris M. Young («Vida política y diferencia de grupo: una crítica
del ideal de ciudadanía universal»), enlaza con el recién comentado de Anne
Phillips. Concretamente, Young parte de una perplejidad: por qué la consideración
teórica de que todas las personas poseen idénticos derechos de ciudadanía, al menos
en las sociedades desarrolladas, no ha eliminado la opresión que padecen
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 20
determinados grupos sociales (por ejemplo: las mujeres; las minorías raciales,
étnicas, culturales y lingüísticas; las personas discapacitadas, pobres o ancianas; los
gays; las lesbianas, etcétera) ni ha permitido que se logre de forma universal la
justicia y la igualdad.
Al indagar las razones de esa perplejidad, Young argumenta que las formas al
uso de concebir la universalidad de la ciudadanía expresan un ideal de voluntad
general que acaba homogenizando y diluyendo las diferencias, lo que va en
detrimento de los grupos desfavorecidos. De ahí que sostenga también que para
garantizar la inclusión y la participación de todo el mundo no basta con fomentar la
democracia participativa. Propone, en consecuencia, una ciudadanía diferenciada y
explota una serie de mecanismos que podrían garantizar la representación grupal
necesaria para que los grupos desfavorecidos tengan voz y voto en las decisiones
que les afectan, así como la posible concesión de derechos especiales que
salvaguarden los intereses de las minorías y fomenten la justicia social.
El trabajo de Susan Moller Okin («Liberalismo político, justicia y género»),
critica las insuficiencias de la concepción de la justicia de la Teoría de la justicia
(1971) y El liberalismo político (1993) de John Rawls, ya expuestas sintéticamente
en el apartado 2 de esta introducción.
En su ensayo («El feminismo y la concepción moderna de la amistad: dislocando la comunidad»), Marilyn Friedman revisa las criticas conaunitaristas formuladas por Michael Sandel y Alasdair Maclntvre al pensamiento liberal. Young
pretende mostrar que la teoría comunitarista, al tolerar o pasar por alto normas
comunales de subordinación de género, resulta inaceptable desde cualquier perspectiva inspirada por el análisis feminista. Muestra que tal cosa deriva del hecho de
que la crítica comunitarista a la concepción del yo aislado v asocia (le] liberalismo
se resuelve en la opción del pro de un yo comunitario, definido por vínculos
sociales, que legitima las influencias morales que las comunidades ejercen sobre sus
miembros y, por tanto, prescinde de los problemas relacionados con el género que
tal cosa plantea. Friedman propone una forma de solucionar el problema: distinguir
entre comunidades «de adscripción» y comunidades <de elección» o voluntarias; o
lo que es lo mismo, entre los vínculos que nos transmite o impone nuestra
comunidad v los vínculos de amistad que nosotros/as creamos en función de nuestras
necesidades e intereses. Esto le permite concluir que son precisamente las
comunidades «de elección» las que permiten contrarrestar las normas opresoras de la
comunidad y posibilitan un tipo alternativo de relaciones sociales.
Alisen Jaggar presenta en su texto («Ética feminista: algunos temas pan los
años noventa»), las condiciones mínimas de adecuación que debe reunir toda
aproximación feminista a la ética, para analizar luego los debates en curso entre los
enfoques feministas acerca do cinco cuestiones éticas y metaéticas: igualdad y
diferencia; la imparcialidad; la subjetividad moral; la autonomía, la epistemología
moral y la antiepistemología.
Jaggar afirma que si bien la ética feminista es tan heterogénea que resulta
imposible presentarla en términos de una gama específica de temas, métodos u
ortodoxias, esa misma heterogeneidad y diversidad la convierte en, «un fermento de
ideas» del que pueden esperarse, a medida que se venzan las inercias y los
prejuicios, frutos relevantes para la ética tout court, sin adjetivos que limiten su
aplicación a la mayoría de los seres humanas.
Perspectivas feministas en teoría política
Introducción 21
El artículo que cierra esta compilación («Desigualdad de género y diferencias
culturales»), el segundo de Susan M. Okin, defiende la validez del uso del concepto
de género en contextos interculturales, algo que cuestionan algunas feministas. Para
hacerlo Okin aborda cuestiones diversas: a) la relación entre feminismo, diferencia y
esencialismo; b) las diferencias Y similitudes en la opresión de género en diferentes
situaciones sociales, concretamente la situación de las mujeres pobres en los países
pobres; y c) las implicaciones de todo ello en las teorizaciones sobre la justicia.
Okin sostiene que, ciertamente, no se deben dar soluciones estandarizadas que,
sin tener en cuenta las diferencias, pretendan abarcar sin matices los problemas que
se presentan en países distintos dentro de los que existen situaciones sociales,
económicas y culturales distintas. Pero argumenta también que tal cosa no impide
que se pueda aplicar el enfoque de género a contextos distintos ya que, a pesar de
todas las diferencias, las causas de la opresión de las mujeres tienen características
parcialmente coincidentes o comunes en todos ellos.
Para concluir sólo me restan dos breves comentarios. El primero, relativo a
cuestiones lingüísticas. Concretamente a la conocida dificultad de evitar la
discriminación sexista derivada de los falsos genéricos masculinos o de los llamados
«saltos semánticos» sin cargar a la vez en demasía las frases doblando los adjetivos
o sustantivos o reiterando a menudo expresiones del tipo «o/a». Una dificultad
incrementada porque todos los artículos seleccionados proceden del inglés, una
lengua con mayores recursos para resolver el problema. He optado por diversificar y
alternar las soluciones: genéricos genuinos, adscripción de dos géneros mediante el
uso de «/» bien en el artículo bien en el sustantivo, aceptación en ciertos casos de
genéricos masculinos cuasi «neutros», etcétera. El segundo comentario tiene que ver
con algo ya dicho, la razón última de la presente compilación: fomentar la
interrelación entre teoría feminista y teoría política, con el objetivo final de que ésta
sea tan intensa e intrincada que haga innecesaria la adjetivación, es decir, la «teoría
política feminista». Por decirlo con un ejemplo, en el caso concreto de las teorías de
la justicia, el objetivo a lograr en el futuro sería el establecer las bases de una teoría
de la justicia susceptible de satisfacer a la vez tres supuestos: 1) no ser «ciega» o
«neutral» al género; 2) superar la dicotomía público/privado o, por decirlo de forma
mas ajustada, trazar la demarcación entre ambas esferas de manera que se evite lo
que la teoría feminista ha desafiado y rechazado: la consideración de la familia como
algo privado y, por ende, no político; y 3) dar cabida en la teoría global sin que ésta
pierda, por ello, consistencia, a las preocupaciones y prioridades de las mujeres,
entendidas como un colectivo no homogéneo, con características comunes y
diferencias personales y grupales.
Finalmente, quisiera agradecer a Fina Birulés y a Rosa Rius, del Seminario de
Filosofía y Género de la Universidad de Barcelona, así como a Rafael Grasa, Antoni
Doménech y Félix Ovejero su constante estímulo y ayuda.
Perspectivas feministas en teoría política
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Títulos originales:
1. -Feminist Critiques of the Public/Private Dichotomy-, en The Disorders of Women, Cambridge, Polity
Press, 1989, pags. 118-140.
2. -Trouble with Autonomy: Some Feminist Considerations, en Feminist, Aldershot, Hants, Edward Elgar
Publishing Limited, 1994, pigs. 383-402.
3. -Must Feminists Give up on Liberal Democracy?-, en Democracy and Difference, Cambridge, Polity
Press, 1993, pigs. 103-122.
4. -Polity and Group Difference: A Critique of the Ideal of Universal Citizenship,, en Feminism and
Political Theory, Chicago, The University of Chicago Press, 1994, pigs. 117-141.
5. -Political Liberalism: Justice and Gender-, en Ethics, 105 (octubre de 1994), pigs. 23-43. 6. -Feminism
and Modern Friendship: Dislocating the Community-, en Ethics, 99 (enero de 1989), pigs. 275-290.
7. -Feminist Ethics: Some Issues for the Nineties-, en Journal of Social Philosophy, 20 (1989), pigs. 91107.
8. -Gender Inequality and Cultural Differences,, en Political Theory, 22 (1994), pigs. 5-24.
Traducción de Carme Castells
La presente obra ha sido editada mediante ayuda del Instituto de la Mujer
Cubierta de Víctor Viano
1 ° edición, 1996
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sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares
de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
© de 1: 1989 by Blackwell Publishers
© de 2: 1994 by Edward Elgar Publishing Limited
© de 3: 1993 by Blackwell Publishers
© de 4: 1994 by The University of Chicago Press
© de 5: 1994 by The University of Chicago Press
© de 6: 1989 by The University of Chicago Press
© de 7: 1989 by Journal of Social Philosophy
© de 8: 1994 by Sage Publications, Inc.
© de todas las ediciones en castellano,
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Defensa, 599 - Buenos Aires
ISBN: 84-493-0339-7
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