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CONTRATOS:
Palabra escrita y suscrita
Conocer la empresa del cliente, su negocio y sus intereses, dominar la normativa
vigente y lograr una redacción excelente. Si el abogado no respeta esta tríada, deja
a su cliente inerme, a merced del fuego… y de las comas.
Sebastián Ramos
[email protected]
ferrere.com/quienes-somos/
abogados/sebastian-ramos
La constructora precisaba
una motoniveladora y visitó varios importadores de las mejores marcas hasta encontrar el
modelo más eficiente. Luego de
negociar y acordar el precio, las
partes firmaron un contrato de
compraventa. Allí identificaron
precisamente la motoniveladora específica, preferida por la
constructora, que se encontraba
en el local de la importadora. La
constructora pagó el precio y la
importadora se obligó a entregar
el producto en 30 días.
Siniestro
En ese plazo de un mes ocurrió un incendio en el local en
que estaba la motoniveladora.
El siniestro, de causas ajenas a
la importadora, destruyó toda la
maquinaria, incluyendo la motoniveladora. La constructora, enterada, solicitó a la importadora
que le entregase una motoniveladora igual a la que había pagado
o que devolviera el dinero. La
sorpresa fue mayúscula cuando
la importadora respondió que,
para adquirir una nueva motoniveladora, debía pagar el precio de
nuevo. Por supuesto, la constructora rechazó esta condición y dijo
que analizaría con su abogado las
medidas correspondientes.
La constructora se reunió con
un abogado y éste analizó el contrato. Concluyó que, si la motoniveladora se destruyó por un
hecho de fuerza mayor, entonces
la constructora no tenía derecho
a recuperar su dinero ni a recibir otro producto igual, ya que el
contrato no la habilitaba.
Ese auto y un auto
Lo que le pasó a la constructora
se conoce como teoría de los riesgos, que establece cuáles son las
consecuencias para las partes, en
caso que la obligación debida no
pueda cumplirse por una causa extraña no imputable (fuerza mayor
o caso fortuito, por ejemplo.) El
Código Civil uruguayo establece
que si una persona vende un bien
identificado precisamente (Toyota Corolla Año 2014, matrícula
SAC 1234, por ejemplo) y éste se
destruye por fuerza mayor antes
de su entrega, el comprador tiene obligación de pagar el precio,
aunque no reciba lo que compró.
Por el contrario, si el vendedor se
obliga a entregar un bien identificado en forma genérica (Toyota
Corolla Año 2014, por ejemplo) y
si un auto de dichas características
se destruye por fuerza mayor, el
vendedor sí está obligado, de todos modos, a entregar otro igual.
Este régimen, no obstante, puede
modificarse por acuerdo de partes.
Confección a medida
¿Cuál fue el problema de la constructora? Un contrato mal redactado. Dicha empresa no hubiera
estado obligada a pagar el precio
de una motoniveladora que nunca
recibió, si el contrato hubiera establecido que la importadora tenía el
riesgo de pérdida del producto.
Un contrato es una forma muy
eficiente de proteger los intereses
de las partes. Traduce el negocio
acordado en términos jurídicos y
protege a ambas partes del incumplimiento u otras causas no queridas (fuerza mayor, caso fortuito).
No obstante, en FERRERE, para
que un contrato esté bien redactado, cumplimos con tres requisitos:
(I) conocer al cliente, sus intereses,
necesidades y el negocio buscado;
(II) dominar a fondo la normativa
aplicable a dicho negocio; (III) y
hacer buen uso de la gramática y la
sintaxis correctas, respetando las
reglas de una redacción clara.
I) El primer requisito es esencial
para que el contrato dé una solución a los intereses del cliente. Un
contrato no es un traje que puede
comprarse prêt-à-porter, listo para
llevar, en una tienda cualquiera.
Por el contrario, es un traje a medida, que debe confeccionarse según
lo que el cliente necesita y quiere.
II) El segundo requisito es imprescindible por dos motivos: (a)
asegurar que el contrato sea válido
(no viole ninguna norma), eficaz
(produzca todos los efectos buscados) y sea ejecutable por un tribu-
nal; (b) recordar que la normativa uruguaya aplica en subsidio
de lo no acordado por las partes.
Así, en el caso de la constructora, dado que ésta no incluyó una
cláusula que modificara el régimen legal de riesgos, éste aplicó
en subsidio, perjudicando sus
intereses.
III) El tercer requisito, demasiado a menudo menospreciado
por abogados y escribanos en
perjuicio de sus clientes, es una
buena redacción. El contrato es
un texto que debe cumplir con
las reglas de gramática, sintaxis
y redacción. Si el redactor no las
conoce o no las usa bien al escribir el contrato, aunque pretenda
decir algo que proteja a su cliente, la otra parte o un tribunal
podría interpretarlo de manera
diferente, y el cliente se verá perjudicado. Para convencerse de
ello, basta leer el recuadro.
La coma que costó un millón de dólares
En Canadá, hubo una disputa
entre Rogers Communications
y Bell Aliant, sobre una coma
en un contrato de 14 páginas.
El reclamo era por un millón de
dólares canadienses, aproximadamente 940.000 dólares americanos. La cláusula en disputa
decía: “Este contrato comenzará
desde su firma y continuará vigente
por un plazo de cinco años, y sucesivamente por periodos de cinco
años, salvo que una parte lo termine con una notificación escrita con
un año de preaviso”. El regulador
entendió que la segunda coma,
que regula el derecho a cancelar
el contrato, aplicaba tanto al plazo inicial de cinco años, como
a las sucesivas prórrogas. Por
tanto, cualquiera de las partes
podía cancelar el contrato luego
de un año de vigencia. El vicepresidente de Rogers, compañía
perjudicada por esta interpretación, reconoció que sus abogados “subestimaron el interés del
regulador por la gramática.”
El New York Times, por su parte, tituló como corresponde. Y
aquí, para este recuadro, nosotros reprodujimos su título.
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