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PRINCIPADO
DE
ASTURIAS
BOLETIN DEL INSTITUTO
DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N.os 105-106
AÑO XXXVI
OVIEDO
Enero
Agosto
1982
S U M A R I O
P aginas
El arte parietal prehistórico de la “Cueva de Llonín”, por Magín Berenguer Alonso .............................................................................................................
Estudio de los macromamíferos del yacimiento prehistórico de “Cueto de
la Mina” (Asturias), por Pedro María Castaños Ugarte .............................
Ensayo de sistematización de la epigrafía romana de Asturias. Las uni­
dades gentilicias, por G. Pereira Menaut y J. Santos Yanguas ............
Introducción al estudio y significado de las villas romanas en Asturias,
por Narciso Santos Yanguas y Pilar Montero Honorato ........................
San Juan de Aboño, por Marcos G. Martínez ......................................................
Escenas cinegéticas en el románico de Villaviciosa (Asturias), por Etelvina Fernández González ........................................................................................
El caudillo constitucional D. Félix María Alvarez Acevedo y su ascenden­
cia asturiana, por José Ramón Tolivar Faes ..................................................
El concejo de Allende (departamento de Berducedo), según el Catastro
de Ensenada, por Antonio García Linares ......................................................
Don Pedro Díaz de Oseja fundador del colegio de San José, de Oviedo,
por Eutimio Martino, S. J........................................................................................
Fernando Villaamil y su frustración política, por José Fernández-Arias
Campoamor ...............................................................................................................
Los procesos consistoriales del cardenal Inguanzo (Zamora, 1814, Toledo,
1824), por José Manuel Cuenca Toribio ...........................................................
3
43
87
111
155
167
181
197
223
231
253
Análisis del sistema de parentesco de los vaqueiros de alzada de Asturias,
por Adolfo García Martínez ................................................................................ 287
Para una bibliografía de Fernando Vela, por Ramón García-Vela ........... 313
Carta inédita de Clarín a Juan Ochoa, por Manuel F. Avello .................... 319
Jovellanos, ministro de Carlos IV, por Florencio Hurtado Rodríguez ... 325
Exequias celebradas en la Universidad de Oviedo a la muerte de Felipe IV
el Grande, por Adita Alio Mañero ................................................................... 353
PRINCIPADO
DE A S T U R I A S
BOLETIN DEL INSTITUTO
DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N.os 105-106
AÑO XXXVI
OVIEDO
Enero
Agosto
1982
Depósito, Legal: O. 43.-1958
1. S. S. N 0020-0384
Imprenta “LA CRUZ”
Mijos de Rogelio Labrador Pedregal
Granda-Siero (Oviedo), 1982
B O L E T I N DE L I N S T I T U T O DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
A ño
xxxvi
E n ero -A g o sto
Núms. 105-106
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA
«CUEVA DE LLONIN».
POR
MAGIN BERENGUER ALONSO
En las proximidades del pueblo de Llonín, concejo de Peñamellera Alta, está ubicada la cueva y, por supuesto, dentro del térmi­
no parroquial de dicho pueblo. De ahí el que me haya parecido
preciso el denominarla con este nombre que siempre será, por otra
parte, fácil de retener y, además, poco dubitativo, máxime cuando
a esta cueva se le ha designado variadamente, tal como «Concha de
la Cova», nombre no relativo a la propia cueva pues en él se le
concede simplemente el papel de adjetivo: «cova», teniendo como
nominativo la «concha», cuya traducción en términos generales se
refiere a paso difícil donde aparece como obstáculo la roca.
Después se la denominó «Cueva del Quexu», nombre que recuer­
da una etapa poco digna para unos antecedentes tan dignos como
los de santuario prehistórico.
NOTA.—Este interesantísimo trabajo constituyó el Discurso de Ingreso co­
mo Miembro de Número en el Instituto de Estudios Asturianos. Oportunamen­
te fue editado por la Caja de Ahorros de Asturias, en una magnífica edición,
como las que suele ofrecer ta’n benemérita Institución, y por el I. D. E. A.
Hoy volvemos a publicar el notable trabajo del señor Berenguer, a peti­
ción de muchos estudiosos que no han podido tener acceso a la mencionada
edición, esperando satisfacer una legítima aspiración, para lo cual obtuvimos
la oportuna colaboración de la misma Caja de Ahorros —que agradecemos—
y Ja aquiescencia de] autor, a quien damos también nuestras gracias.
4
MAGIN BERENGUER ALONSO
Por último, otro de los nombres que se propició por los miem­
bros del Grupo Espeleológico descubridor fue el de «Santoje», com­
binación de Santos —apellido del monitor— y O. J. E., iniciales de
la Organización Juvenil Española, a la cual pertenecía el Grupo de
Espeleología.
Todo ello me decidió por el nombre de «Cueva de Llonín» que,
por lo menos, la vincula a su situación geográfica.
La historia reciente de la «Cueva de Llonín» comienza en el año
1957. Por entonces fue cuando los hermanos don Francisco y don
Manuel Monje localizaron la cueva y la hallaron apropiada para
su utilización como depósito de quesos destinados a fermentación
y a cuya fabricación se dedicaban ambos hermanos. Con tal moti­
vo, al realizar obras de acondicionamiento en el interior, algunos
metros de parietal sufrieron destrucción, pues los ocupantes con­
sideraron preciso el arranque de rocas con las que rellenar el piso
bastante accidentado, para regularizarlo. No se puede asegurar que
todo estuviera decorado, pero algunas de estas rocas sueltas tienen
restos de grabados. Esta destrucción no tendría excusa si no fuera
por la circunstancia de que desconocían totalmente la existencia de
la pintura y grabados en el parietal parcialmente destruido. Tal
existencia se les puso de manifiesto cuando fueron explorando la
Cueva y familiarizándose con ella merced al uso continuado y a
una mejor iluminación. Cerciorados de la decoración del parietal,
decidieron guardar el secreto de su descubrimiento en razón a que
si tal obra fuera hecha por el hombre prehistórico, tendrían que
renunciar a la utilización de la Cueva para sus fines industriales.
A mediados del año 1970, la familia Monje decide la instalación
de medios mecánicos en su industria y la trasladan a la villa de
Panes.
Por ello, el 22 de marzo de 1971, invitaron a don Manuel San­
tos, Monitor del grupo de Espeleología «Polifemo» de la Organi­
zación Juvenil, para que hiciera un reconocimiento de la cueva con
su Grupo, esperando que, con ello, se efectuara el descubrimiento
para el público de algo aue ellos va conocían años antes.
Así fue, en efecto, y el monitor, señor Santos, el día 25 de m ar­
zo me comunicó personalmente el hallazgo realizado por su Grupo
de unas pinturas parietales en una cueva. Deseaba de mí un reco­
nocimiento por si realmente se trataba de arte paleolítico. Así, el
día 28 siguiente, reconocí la Cueva, viéndome sorprendido por la
extraordinaria importancia, del panel decorado dado su interés cien­
tífico y el buen arte de algunos de los grabados. En estos lérminos
lo declaré a varios representantes-de-la -Prensa-que nos aeorapañá-
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
5
ban, destacando la transcendencia de este hallazgo por su autenti­
cidad prehistórica.
Quede claro aquí —pues en algún momento fue motivo de dis­
cordia— que los hermanos Monje conocían las pinturas de la cue­
va, pero por conveniencias personales silenciaron su existencia si
bien las respetaron cuando tuvieron sospecha de su valor.
El Grupo de Espeleología y su monitor señor Santos, descono­
cían la existencia de la decoración parietal cuando entraron en la
cueva, más al descubrirla dieron noticia inmediatamente a la re­
presentación de la Dirección General de Bellas Artes en la Provin­
cia.
Del hallazgo di a mi vez cuenta a dicha Dirección General y a
la Comisaría General de Excavaciones en escritos de 30 de marzo
de 1971 e, inmediatamente, tomé las necesarias medidas de segu­
ridad para salvaguardar la Cueva, medidas tales como la instala­
ción de una puerta metálica, verjas de hierro en una galería apendicular, desalojo de las estanterías de madera de la antigua in­
dustria que, al pudrirse, podrían producir hongos que afectarían
a las pinturas; etc., etc.
Lamentablemente, la puerta ha tratado de ser forzada por tres
veces, aunque sin conseguirlo. Los hierros de la galena apendicular
fueron una vez desguazados y, solamente hace unos meses, —visto
que la puerta no se podía forzar—, han practicado una perforación
en la roca tratando de entrar por el agujero, sin llegar, al parecer,
a conseguirlo, pero, como consecuencia, fue necesario llevar a cabo
nuevas obras para reparar el destrozo.
LA «CUEVA DE LLONIN»
Situada en la base del manto tectónico de la cara Sur de la Sie­
rra de Cuera, frente al Pico de Peñamellera, a un kilómetro, más o
menos, del pueblo de Llonín. Sin embargo su acceso más cómodo
es desde la propia carretera comarcal número 6.312, de Panes a
Cangas de Onís, a unos 9 kilómetros de Panes, en el lugar denomi­
nado La Molinuca. El Cares discurre al pie de la carretera, encajo­
nado y entrepeñado por calizas.
Desde Ja Molinuca a la Cueva hay unos 700 m. por un empina­
do sendero muy angosto y obstaculizado por avellanos y maleza.
No es única en el Conceio la «Cueva de Llonín», pues cerca de
la.VilJa capital,,. Alies,, está la llamada «Cueva de Coimbre» cuyo
primer estudio ha sido realizado por el doctor Alfonso Moure Ro-
6
MAGIN BERENGUER ALONSO
Fig. B .-G ra b a d o
de incisión profunda.
E-1 :3.
manillo y por don Gregorio Gil Alvarez, habiéndose publicado en
el número 82 del Boletín de este Instituto. Aparte de éste, hay otros
pasos subterráneos, algunos ya explorados y sin indicios de habi­
tabilidad prehistórica.
La entrada actual de la «Cueva de Llonín» corresponde a. uno
de los puntos con más facilidades de penetración dentro del. de^-
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
7
rrumbe de la visera que hizo desaparecer a la primitiva abertura,
y que los hermanos Monje acondicionaron para un mejor acceso.
Ostensiblemente debió de coincidir con el utilizado primitivamen­
te por el hombre, dados los muchos restos de cocina allí ubicados.
Flg, A.-Planos de la cueva de Uonín. Planta.
El tal derrumbe de la visera fracturó, también, posiblemente la
continuidad de la galería apendicular a la que anteriormente me
referí, de forma que hoy está separada y con entrada independien­
te. Esta galería es alta de hecho. En alguno de sus tramos mide
unos 17 m. de longitud doblados en ángulo recto a los siete me­
tros de la entrada. Finalmente se estrecha prolongándose en un
sumidero o «gatera» que posiblemente comunique nuevamente con
la Cueva, razón por la cual se preservó este posible acceso con la
verja de hierro que antes mencioné. (Fig. A, sector O).
8
MAGIN BÉRENGUER ALONSO
En esta galería se conservan restos de color rojo en forma de
puntuaciones, líneas, etc., todo ello de carácter abstracto. El cierre
que fue preciso instalar ha dificultado la exploración ya que, para
hacerla, había que desmontar dicho cierre cada vez que se preten­
día acceder.
Flg. A .-Planos Cueva Llonín. Secciones,
Antes de que esta Cueva quede abierta a las visitas, considero
muy necesario una prospección geológica muy metódica realizada
por equipos especializados —por razones obvias a mí me fue impo­
sible llevarla a cabo— pues tengo el convencimiento de que, bajo
el suelo de la Cueva conocida, puede haber otras galerías que de­
paren nuevas y gratas sorpresas pero de peligroso alcance.
Situados en la puerta de ingreso hallamos unos escalones arti­
ficiales construidos por los señores Monje en su etapa de ocupa­
ción. Antes de descenderlos totalmente se sigue la pared de nues­
tra izquierda en la que, hacia los 14 metros de recorrido, se inser­
EL ARTE PARIETAL PREHISTÓRICO DE LA CUEVA DE LLONIN
9
ta una pequeña cavidad donde se conservan unas líneas rojas que
sin duda correspondieron a una figura al parecer de cérvido, y,
cerca de ellas, una muy difinida figura de cierva pintada en líneas
rojas. Tiene una longitud de 0,48 ms. desde el hocico a la cola.
(Fig. A, sector 1).
Al pie mismo de esta cavidad, en una roca del suelo, hay gra­
bado un extraño signo de incisión muy profunda, ancha y única (fig.
B). Tiene una longitud máxima de 0,46 m.
Siguiendo, y a unos ocho metros de distancia aproximadamen­
te de la anterior cavidad, se abre otra, en una de cuyas paredes se
define la cabeza y parte del cuello de un caballo pintado en línea
roja. Su longitud de un extremo a otro es de 0,35 m. El dibujo es
muy simple y de poca calidad artística (fig. A, sector 2).
El aspecto general de la Cueva corresponde a una planta de for­
ma irregular con ejes de 42 por 32 m.
El suelo se desliza en rampa, pero en la parte más alta hay un
bosque de concreciones estalagmítcas y estalactíticas que han lle­
gado a enlazarse formando un bellísimo columnario con alturas en
algún caso de más de 6 m. Las alturas generales de la Cueva, des­
de el nivel inferior hasta la bóveda, alcanzan un máximo de 22 m.
Descendiendo por la rampa, con suelo lleno de enormes casca­
rones de concreción, se llega al nivel más bajo de la cueva, que re­
mata en la pared a lo largo de la cual se extienden las formulacio­
nes artísticas de forma continuada.
Para mayor claridad de las reproducciones, se han planificado
los accidentes rocosos; es decir, si una figura se inscribe en una
oquedad, la representación en la copia se efectúa dándole la longi­
tud real y no la que percibe la vista a través del plegamiento. Así
se producen ciertas pequeñas diferencias de situación, poco apreciables.
Las copias las he realizado en dibujo directo a mano alzada
—sistema que siempre utilizo— reducidas a la mitad del original.
Los calcos, fórmula que habitualmente se emplea, los considero
muy peligrosos para la integridad de los parietales.
Como indico más adelante, no se presenta en este trabajo la to­
talidad del arte parietal de la «Cueva de Llonín», pero sí la mayor
parte.
10
MAGIN BERENGUER ALONSO
DESCRIPCION DE LAS PINTURAS Y GRABADOS
El panel reproducido —aparte de las figuras sueltas ubicadas
hacia la entrada, sectores 1 y 2 del plano (fig. A)— corresponde
sólo a un fragmento del parietal de mayor longitud que hoy se con­
serva con las formulaciones artísticas de la cueva. (Sector A del
plano). De un total de casi 15 m. han sido reproducidos más de 13.
Queda pendiente de reproducción otro fragmento de unos 5 m., dis­
tanciados del anterior por una interrupción de unos 19 m. que co­
rresponden a material destruido en las tareas de explanación y
acondicionamiento de la cueva para la explotación industrial a la
que fue sometida aquélla por los ocupantes señores Monje, duran­
te los años 1957 a 1970; y aún quedan por reproducir otros dos
metros a la izquierda de lo estudiado (sector B del plano, fig. A)
en los que solamente hay trazos o cortas rayas de pintura roja, co­
mo las que en primer lugar describiré, y algún que otro grabado.
El fragmento de parietal reproducido recoge pinturas en rojo,
grabados y pintura negra. Igual tónica preside lo que aún está pen­
diente de estudio.
Pintura roja (Láms. I y II).
Es probablemente la primera expresión artística inscrita en el
parietal. Se trata de una serie de formulaciones de carácter abs­
tracto, de las que trataré de dar una descripción por grupos carac­
terizados.
Fundamento mi convencimiento de que la pintura roja es la
muestra artística primeramente inscrita en el parietal, porque los
grabados se superponen a esta pintura, no haciéndolo así a la de
color negro, salvo en contadas ocasiones en que ésta parece haber­
se llevado a cabo simultáneamente con el grabado.
Situados frente al panel (sector A del plano, fig. A) y comenzan­
do por la izquierda del espectador, hay un conjunto de manchas
alargadas en sentido más o menos vertical, de colocación aparen­
temente ordenada, manchas que a veces adoptan cierta inclinación,
en la mayoría de los casos ligera, pero que, en ocasiones, es muy
pronunciada. Al inscribirse las hiladas en que se agrupan en las
concavidades de la roca que el agua dejó como huella de su paso,
adoptan un sentido ondulante. (Ver láms. I y II-l).
A la izquierda de este grupo (sector B del plano) hay otro frag­
mento de parietal de unos dos metros de longitud, no reproduci-
Lámina II
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
11
do, que, como decía anteriormente, recoge también este tipo de
manchas en color rojo.
Todas estas rayas o manchas tienen un ensanchamiento en la
parte superior y van afinando su trazo hacia la parte inferior. Dan
la impresión de haber sido hechas con las yemas de los dedos em­
badurnadas de color o bien con un instrumento pincelante.
Con formas semejantes, siguen repitiéndose estas machas alar­
gadas de color rojo en la superficie del parietal, aunque no con la
singularidad del primer grupo y sí promiscuamente con grupos dis­
tintos. Así, por ejemplo, las vemos en lám. I y lám. II números 2,
3 y 4, siendo de mayor longitud y más finas de trazo las incluidas
en 3 y 4. En el número 5 de la lám. II, algunas de estas manchas
virguladas llegan a hacerse sumamente alargadas, sobrepasando los
40 cms. de longitud. Asimismo los ensanchamientos de la parte al­
ta se hacen mucho más gruesos. También en esta zona del número
5 aparecen otras manchas disformes y difusas en ocasiones, acaso
adulteradas por haberse sobado el color, ya que se trata de zonas
donde se formulan los grabados abundantemente sobre la pintura.
Después del número 5 vuelven a producirse nuevas manchas
disformes; otros seis trazos virgulados (lám. I y lám. II-6 y 7); un
borde de roca entintado también en rojo (lám. I y lám. II-8); dos
grandes manchas, una de ellas con unos 20 cms. de ancho por unos
60 cms. de alto, y un extraño signo formado por seis trazos cortos
verticales del mismo grueso dispuestos en hilada horizontal, con
otro largo prolongado en vertical y ligeramente curvo, dando la ex­
traña apariencia de una pala de dientes (lám. I y lám. II-9). Un me­
tro más hacia la derecha hay otros cuatro puntos junto a otra man­
cha. A la derecha de ésta otros cinco puntos y más abajo un cres­
tón de roca manchado en rojo y dos gruesos puntos más. Volvien­
do hacia nuestra primitiva posición a la izquierda del panel, habre­
mos de reseñar otros signos más singulares y menos frecuentes en
las formulaciones de la Cueva. Son ellos las filas de puntuaciones.
Hay una serie formando una triple hilada horizontal, poco más o
menos de un metro de longitud (lám. I y lám. 11-10) y otra serie
agrupada en unos cinco puntos en fila horizontal, de unos 25 cms.
de ancho más o menos que discurren por hiladas en sentido verti­
cal formando columna ligeramente curvada, con una longitud apro­
ximada de un metro, siendo la parte inferior muy difusa por con­
creciones y deformada, acaso por haber pasado el agua sobre ella
después de pintada (lám. I y lám. 11-11).
Hacia la parte alta, está una de las formulaciones más intere­
santes de esta pintura roja. A mi juicio se trata de representar un
12
MAGIN BERENGUER ALONSO
antropomorfo femenino. Para mí sería la primera representación
de este tipo conocida en el arte parietal cantábrico (lám. I y lám.
II-12). A la derecha de este antropomorfo hay un haz de líneas con
aspecto ramiforme.
En la parte baja (lám. I y lám. 11-13) hay pintado un serpenti­
forme plegado, con dos acusadas curvas en la parte alta y dos en
la baja y en el que se manifiestan por medio de doble línea los engrosamientos del cuerpo. Aún por debajo hay otro signo que se se­
para en la forma de las demás representaciones (lám. I y lám. 11-14).
Cerca del serpentiforme hay dos grupos de líneas finas formula­
das en arcos semicirculares concéntricos (lám. I y lám. 11-15).
Esto es, resumidamente, la descripción de la decoración en pin­
tura roja.
Observando la reproducción del parietal a color (lám. I) pue­
den comprobarse los lugares en los que la pintura roja recibe en­
cima la huella de los grabados.
Los grabados. (Láms. I y III, figs. del 1 al 33)
Distinguimos en ellos dos tipos de técnica; los que están reali­
zados con un rayado múltiple, débil y discontinuo, tanto en los con­
tornos como en la superficie interior de las figuras, tratando con
ello, evidentemente, de proporcionar claroscuro a la representación
dibujística, y los que se realizan con trazo único y profundo en los
contornos o bien con trazos que, aunque no únicos, conservan esa
misma firmeza y simplicidad.
Los de trazo múltiple y débil se superponen a los otros y a es­
te tipo de técnica responden la mayoría de los ciervos representa­
dos y una cabra. Al otro grupo corresponden el resto de los cápri­
dos, dos cérvidos macho, un bisonte, una cabeza de caballo y otro
fragmento de bisonte bastante incompleto.
La referencia y descripción de estas figuras grabadas es la si­
guiente:
Lám. I y lám. III-l y fig. 1.—Cabeza de cérvido con técnica de
rayado múltiple y débil.
Lám. I y lám. III-2 y fig. 2.—Cabra macho de rayado múltiple.
Lám. I y lám. III-3 y fig. 3.—Cabeza de ciervo, rayado múltiple
y débil.
Lám. I y lám. III-4 y fig. 4.—Fragmento de cabeza de cérvido,
con técnica de rayado múltiple.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
Fig. 1.-C a b e z a de cérvido con técnica de rayado múltiple y débil.
Fig. 2.-C a b ra m acho de rayado múltiple
Fig. 3.-Cab$2» út ciervo, rayado m ú ltiple y débil.
14
MAGIN BERENGUER ALONSO
Fig 4 -Fragm ento de cabeza de cérvido, con técnica de rayado
múltiple.
Fig 6 -C abeza de cérvido macho de rayado múltiple y débil.
Fig 5 -C abeza de cérvido, de rayado múltiple y débil.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE L LO N IN
15
fig . 7.-fragm ento da tronco y eneas da cérvido, en rayado
m últiple y débil,
Fig. 8 -Figura de cérvido, sin la cabeza y parte inferior de
las patas, en rayado múltiple y débil. En la zona del vientre está
cruzado por unas lineas que pudieran interpretarse como instru­
mento hiriente.
Fig. 9 -Lineas de lomo y rabo de un cérvido en rayado múltiple y
nos, casi a modo de un raspado grueso.
16
MAGIN BERENGUER ALONSO
Ffg. 11.—Fragmento da caprino, cubilo, pstas delanteras y pecho.
G rabado m últiple aunque da in tifló n fuerte.
ftg .J2 .-F rag m en to de cabeza de cabra macho, estimada asi por
Is solución dibujística def ojo y pelaje de la cuenca de aouél exac­
tamente igual a la de la fig. 24.
Fig. 10.-Cabe2a de ciervo en líneas de grabado profundas y
simples.
E L ARTE PA R IETA L PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LL O N IN
Fig. 1S.-¿Fragmento de cérvido? Grabado con línea
de incisión profunda.
17
Fig. 16,-C aprino sin cabeza grabado en líneas s lm p li'icadas e incisión profunda.-
Fig. 13,-Cabra macho realizada en grabado
de linea simplificada e incisión profunde.
Fig. 17*-Cabra grabada Con lineas de trazo seguido e incisión
profunda. Tras esta figura parece perfilarse el lomo de otra.
Fig. 14-Fragm ento de cáprido grabado con trazo bastante sim­
plificado e incisión profunda. Tiene también unos trazos alargados
que pueden significar un instrumento hiriente.
MAGIN BERENGUER ALONSO
18
-
Fig. 21.- f igura de cérvido dibu
¡a da en trazo discontinuo, m últi­
ple y débil. También en la zona
del vientre y paletilla hay trazos
rectos que pueden representar
objetos hirientes.
Fig 1 8 -Figura de cabra grabada con linqa de trazo seguido e
incisión profunda Sobre el lomo tiene dos grupos de rayas verticales
que salen fuera del contorno y que parecen indicar, como en casos
anteriores, instrumentos hirientes.
Fig. 19.-Figura de cabra macho grabada C6H líñSSS de trazo
seguido e incisión profunda De la zona del cuello y pecho salen tres
rayas alargadas que parecen indicar, también, instrumentos hirien­
tes.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
Fig. 2 0 -F ig u ra de cabra macho grabada en linea de trazo seguido e incisión profunda. De la paletilla sale un haz de rayas vertica
les que parecen querer representar un instrumento hiriente.
-
Fig. 23.-F ig u ré de cérvido realizado 6n trazo discóntinuo m últiple.
y
19
F'9- 22.-Fragm ento de anca y rabo de cérvido realizado con
trazo discontinuo y múltiple.
20
M AG IN BERENGUER ALONSO
Fig. 2 4.-Flgura de ta b ra macho realizada con trazo único seguldo en el contorno y dibujando con rigo r la crencha del pelaje y
ctros detalles del mismo. La incisión es proíunda.
fig . 25,-Cabeza de ciervo realizada en trazo único y profundo.
F!g. 26 .-C a b tza de reno realizada en trazos
rellenos, casi a m odo de un ¡aspado grueso.
débiles y Tftü y
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
nuo
Flg. 27.-D o s ciervas emparejadas realizadas en trazo disconti­
m últiple.
M ío
y múltiple.
21
y
Flg. 2$.-Tronco y incas de cérvido, realizado en trazo dkco ntl-
Flg. 29,-Cabeza de ciervo en aptitud de bramar. Realizado en
trazo discontinuo múltiple.
y
22
M AG IN BERENGUER ALONSO
Fig. 30,-Figura incompleta de bisonte. En algunas partes se
dibuja con trazo discontinuo y débil (parte del cráneo, giba y lomo)
pero en el resto se emplea trazo único continuo, al, ¡sual que en el
relleno, crencha, barba, etc.
Fig. 32,-Posibie cabeza de bisonte, dibujada con trazo continuo.
Fig. 31,-Cabeza de caballo trazada en linea continua
*
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DÉ LA CUÉVA DE LLONIN
2%
Lám. I y lám. III-5 y fig. 5.—Cabeza de cérvido, de rayado múl­
tiple y débil.
Lám. I y lám. III-6 y fig. 6.—Cabeza de cérvido macho de raya­
do múltiple y débil.
Lám. I y lám. III-7 y fig. 7.—Fragmento tronco y ancas de cér­
vido, en rayado múltiple y débil.
Lám. I y lám. III-8 y fig. 8.—Figura de cérvido, sin la cabeza y
parte inferior de las patas, en rayado múltiple y débil. En la zona
del vientre está cruzado por unas líneas que pudieran interpretarse
como instrumento hiriente.
Lám. I y lám. III-9 y fig. 9.—Líneas de lomo y rabo de un cér­
vido en rayado múltiple y débil.
Lám. I y lám. 111-10 y fig. 10.—Cabeza de ciervo en líneas de
grabado profundas y simples.
Lám. I y lám. III-ll y fig. 11.—Fragmento de caprino, cuello,
patas delanteras y pecho. Grabado múltiple aunque de incisión
fuerte.
Lám. I y lám. II1-12 y fig. 12.—Fragmento de- cabeza de cabra
macho, estimada así por la solución dibujística del ojo y pelaje de
la cuenca de aquél, exactamente igual a la de la fig. 24.
Lám. I y lám. 111-13 y fig. 13.—Cabra macho realizada en gra­
bado de línea simplificada e incisión profunda.
Lám. I y lám. 111-14 y fig. 14.—Fragmento de cáprido grabado
con trazo bastante simplificado e incisión profunda. Tiene también
unos trazos alargados que pueden significar un instrumento hi­
riente.
Lám. I y lám. 111-15 y fig. 15.—¿Fragmento de cérvido? Graba­
do con línea de incisión profunda.
Lám. I y lám. 111-16 y fig. 16.—Caprino sin cabeza grabado en
líneas simplificadas e incisión profunda.
Lám. I y lám. 111-17 y fig. 17.—Cabra grabada con líneas de tra­
zo seguido e incisión profunda. Tras esta figura parece perfilarse
el lomo de otra.
Lám. I y lám. 111-18 y fig. 18.—Figura de cabra grabada con lí­
nea de trazo seguido e incisión profunda. Sobre el lomo tiene dos
grupos de rayas verticales que salen fuera del contorno y que pa­
recen indicar, como en casos anteriores, instrumentos hirientes.
Lám. I y lám. 111-19 y fig. 19.—Figura de cabra macho grabada
con líneas de trazo seguido e incisión profunda. De la zona del cue­
llo y pecho salen tres rayas alargadas que parecen indicar también
instrumentos hirientes.
24
MAGIN BERENGUER ALONSO
Lám. I y lám. 111-20 y fig. 20.—Figura de cabra macho grabada
en línea de trazo seguido e incisión profunda. De la paletilla sale
un haz de rayas verticales que parecen querer representar un ins­
trumento hiriente.
Lám. I y lám. 111-21 y fig. 21.—Figura de cérvido dibujada en
trazo discontinuo, múltiple y débil. También en la zona del vientre
y paletilla hay trazos rectos que pueden representar objetos hi­
rientes.
Lám. I y lám. 111-22 y fig. 22.—Fragmento de anca y rabo de
cérvido realizado con trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-23 y fig. 23.—Figura de cérvido realizado en
trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-24 y fig. 24.—Figura de cabra macho realizada
con trazo único seguido en el contorno y dibujando con rigor la
crencha del pelaje y otros detalles del mismo. La incisión es pro­
funda.
Lám. I y lám. 111-25 y fig. 25.—Cabeza de ciervo realizada en tra­
zo único y profundo.
Lám. I y lám. 111-26 y fig. 26.—Cabeza de reno realizada en tra­
zos débiles y muy rellenos, casi a modo de un raspado grueso.
Lám. I y lám. 111-27 y fig. 27.—Dos ciervas emparejadas realiza­
das en trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-28 y fig. 28.—Tronco y ancas de cérvido, reali­
zado en trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-29 y fig. 29.—Cabeza de ciervo en actitud de
bramar. Realizado en trazo discontinuo y múltiple.
Lám. I y lám. 111-30 y fig. 30.—Figura incompleta de bisonte.
En algunas partes se dibuja con trazo discontinuo y débil (parte
del cráneo, giba y lomo) pero en el resto se emplea trazo único con­
tinuo, al igual que en el relleno, crencha, barba, etc.
Lám. I y lám. 111-31 y fig. 31.—Cabeza de caballo trazada en lí­
nea continua.
Lám. I y lám. 111-32 y fig. 32.—Posible cabeza de bisonte, dibu­
jada con trazo continuo.
Lám. I y fig. 33.—Caballo trazado en línea seguida, con alguna
línea corta en los detalles.
Por último he de referirme a la pintura negra, mucho más esca­
sa que la roja a lo largo del parietal decorado.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DÉ LA CUEVA DÉ LLONIN
25
Fig. 3 3 .-C a b a llo trazado en línea seguida, con alguna línea corta
en los detalles.
Pintura negra (Láms. I y IV).
Comenzando también la descripción de esta pintura por la iz­
quierda del parietal, según el espectador, hallamos en primer lu­
gar dos grupos de puntuaciones sometidos a un ordenamiento. El
grupo de la izquierda en ciertas zonas ha sufrido corrimientos en
la pintura, de tal modo que alguno de sus puntos queda desfigu­
rado por un enlace artificial con el que le sigue. Ello motiva el que
el dibujo de esta puntuación sugiera una cabeza de ciervo y, en la
puntuación enfrentada a ésta, una cabeza de cierva. Por ello en
la copia de la lámina IV-I he puesto los puntos limpios, tal como
debieran ser formulados en su día por el autor, y, al considerar­
los así, desaparece el efecto óptico que les concede fórmulas figu­
rativas. La remodelación artificiosa de estas puntuaciones ha sido
producto, sin duda, de algún visitante anterior al «descubrimiento
26
MAGIN BERENGUER ALONSO
oficial» de esta cueva, que consideró más «acertada» esta fórmula
figurativa entrevista por su imaginación.
En la zona alta de este fragmento de panel hay una línea fina
doblada en forma de gancho.
A poco más de un metro de las puntuaciones, siguiendo hacia
la derecha, sobre un relieve natural de la roca, que en su parte in­
termedia tiene una grieta (lám. I y IV-2), en la superficie compren­
dida en la zona superior de aquélla hay tres líneas paralelas verti­
cales iguales en longitud y, a la derecha de la última, una muy pe­
queña, en comparación con las anteriores. En la superficie com­
prendida en la parte inferior a la grieta, superficie que en su re­
lieve adopta una forma triangular, hay inscritas otras cinco líneas
paralelas, esta vez inclinadas y, a la izquierda de éstas, hay tres,
también paralelas pero más desiguales en longitud.
La especial ubicación de estas líneas dentro del accidente roco­
so, también de especial forma, y el cambio de dirección de dichas
líneas, en dos grupos, las de la parte alta y las de la parte baja de
la grieta, dan una evidente intencionalidad a esta representación
que, como en tantos otros casos, no logramos interpretar. Deján­
donos llevar por su apariencia ante la vista, podría recordar la for­
ma de una máscara de ceremonias, mas esta consideración que su­
giero no quiere decir que esté de acuerdo con ella.
Hasta los dos cincuenta metros de esta figura no vuelven a apa­
recer nuevas pinturas de color negro. A esa distancia se manifies­
ta, en la parte alta, un motivo que a juzgar por las manchas con­
servadas debió de repetirse bastante. Está compuesto de dos para­
lelas con un adorno de pequeños arquitos (lám. IV-3) que se ado­
san a la línea recta de las paralelas; pero tanto en una como en
la otra, es siempre hacia el interior. Este motivo se repite también
al final del panel reproducido, aunque con pequeñas variantes en
los motivos pequeños. Da la impresión de haber sido trazado con
algún medio artificioso. Personalmente me sugirió la posibilidad
de que se tratara de la imprimación de una piel de reptil impreg­
nada de color. Hacia abajo hay la figura de un bisonte, incomple­
ta en la cabeza y patas traseras, cuya pintura está repasada con
grabado en el dibujo del rabo, anca, vientre y patas delanteras así
como en el perfil de la cara. Hay también un punto rojo que pue­
de ser anterior a la figura y acaso aprovechado para ella (ver lá­
mina I y lám. IV-4).
Poco más a la derecha hay otro fragmento de bisonte que co­
rresponde a la giba —o gran morrillo— al lomo, a las ancas, patas
traseras, y parte posterior del vientre. Está contorneado con color
Lám ina III
a
Lám ina IV
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
27
en la parte superior y en mancha todo el fleco de pelo largo, repa­
sándose con grabado fino toda la figura (lám. I y lám. IV-5).
A continuación hay líneas que quizás en su momento corres­
pondieron a alguna figura, pero que, al desaparecer parte de ellas,
quedaron como trazos sueltos.
Hacia la línea de tierra hay una estupenda figura de cabra ma­
cho pintada en negro excepto en las cuatro patas que están defini­
das en grabado de incisión única. También se retoca con grabado
la zona de la cruz y el lomo. Las cuatro patas las tiene plegadas
dando la impresión de estar acostada (ver láminas I y IV-6).
Siguiendo hacia la derecha, definida en línea gruesa hay la fi­
gura de un cérvido (ver lámina I y IV-7) y, más abajo de ella, la
figura de otra cabra? macho con expresión de ataque y, a pesar
de estar perdida toda la parte inferior incluidas las patas, se perci­
be en el animal el movimiento de carrera (ver láminas I y IV-8).
Después de algo más de un metro en blanco, y a más de dos
metros de altura, se encuentra la figura de un bovino pintado en
línea (ver láminas I y IV-9) y, como a un metro por debajo, halla­
mos cuatro cabras macho formando grupo, expuestas así intencio­
nadamente (ver láminas I y IV-10). Tres de ellas están realizadas
en línea y otra rellena totalmente de negro. Un poco más alto, ya
hacia la derecha, hallamos restos del motivo descrito en tercer lu­
gar de esta pintura negra (ver lámina I y IV-11), y, más abajo que
el grupo de cabras, un extraño signo compuesto por dos líneas li­
geramente curvas y enfrentadas que se unen a los dos extremos
formando ángulos agudos. Dos líneas rectas atraviesan el espacio
interior delimitado por las dos líneas primeramente descritas. Pue­
de recordar en su forma a los artefactos usados para andar sobre
la nieve (ver lámina I y IV-12).
Continuando, siempre a la derecha, se encuentra la parte ante­
rior de otra figura de animal cuya filiación resulta difícil. Tiene
dos pequeñas orejitas triangulares y un hocico prominente. Lo que
se ve de las patas delanteras las delata como finas. Acaso pudiera
recordar la figura de un cánido (ver lám. I y IV-13).
Finalmente vuelven a aparecer restos del motivo descrito en
tercer lugar y a los que ya hice referencia en su momento.
28
MAGIN BERENGUER ALONSO
RELACIONES COMPARATIVAS DE LAS FIGURAS EN PINTURA ROJA
DE LA «CUEVA DE LLONIN» CON LAS DE OTRAS CUEVAS.
Como decía anteriormente, la pintura roja del parietal de Llonín
es la primera inscrita. Sobre ella se formulan los grabados y sobre
alguno de éstos la pintura negra.
Hay signaturas de esta pintura roja que se prodigan en muchos
parietales decorados de otras cuevas: Las puntuaciones y man­
chas virguladas son superabundantes en todo el arte cantábrico
y en el de otras cuevas peninsulares tan distantes entre sí, como
p. e. La Pileta (Málaga) y Maltravieso (Cáceres).
Y aquí surgirían una serie de consideraciones sobre la extensión
del poblamiento prehistórico en una etapa auriñaciense que luego
puede quedar reducida, por condicionamiento climatológico, al gran
arte figurativo cantábrico.
Pero volviendo a las formulaciones de Llonín, su relación es
íntima con las puntuaciones de la cueva de Chufín (Riclones-Santander) publicada por Martín Almagro (1) (Ver láminas XIII, XIV
y XV de la obra citada). Incluso las longitudes en los agrupamientos de estas puntuaciones coinciden, más o menos, con las de Llo­
nín (Ver lámina I y lám. 11-10 y 11).
Las puntuaciones —por otra parte frecuentes, como decía an­
teriormente, en los parietales prehistóricos: Pindal (Asturias), La
Pasiega y El Castillo (Santander), Niaux (Ariége), La Cullalvera
(Santander), Maltravieso (Cáceres), etc.— no son lo más interesan­
te de esta Cueva de Llonín, sino que hemos de considerar un signo
tan singular como el de las curvas semicirculares concéntricas
muy próximas al serpentiforme. (Láminas I y 11-15).
En la Cueva de Maltravieso hay un único signo de este tipo
publicado por Almagro (2) y de él dice el ilustre Profesor (3): «las
líneas concéntricas semicirculares pareadas que vemos encima de
los palos rojos citados, son hoy únicas en nuestro Arte Cuater­
nario».
Con el descubrimiento de Llonín son ya tres los signos de este
tipo que se integran dentro del repertorio simbólico prehistórico.
( 1) M a r t in A lm ag ro . “Las pinturas y grabados rupestres de la cueva de
Chufín (Riclones-Santander)”. Instituto Español de Prehistoria. Madrid, 1973.
(2) M a r t in A lm ag ro . “Cueva de Maltravieso. Cáceres". Madrid, 1969.
(3) M a r t in A lm agro . O b. cit., p ág . 60.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO d e
la c u e v a d e
LLONIN
29
La pintura parietal de la Cueva de Maltravieso también nos dá
la figura de un serpentiforme (4) que, aunque en su forma no res­
ponde al ejemplo que tenemos en la Cueva de Llonín, sí pueden
ambos corresponder al ideario de una misma cultura. Fórmulas
serpentiformes, ya grabadas o pintadas, las tenemos en La Pileta;
en Rouffignat; en Gargas, etc.
Igualmente la serie de líneas paralelas rectas de Maltravieso,
tienen contrapunto en la Cueva de Llonín (láminas 1 y II, núms. 3
y 4 y zona siguiente).
Es evidente la relación —en algunos casos única—, entre las
pinturas rojas de Llonín, las de Maltravieso y las de Chufín, de
forma que se compone un curioso triángulo de aparente unidad cul­
tural cuyos vértices se definen en Santander, Cáceres y Asturias.
A las pinturas de Chufín, Almagro se inclina a clasificarlas den­
tro del Estilo II (5).
Articuladas pues dentro de un auriñaco-gravetense muestran
asimismo su correlación con las pinturas de Maltravieso, y de éstas
dice Almagro (6) «su época auriñaciense, o tal vez perigordiense
antiguo, es indudable. Manos, tectiformes, cabeza de cérvido y aún
las puntuaciones evidentemente algo posteriores que hallamos en
la nueva cacereña de Maltravieso, son de lo más antiguo que el
arte cuaternario nos ofrece».
La coincidencia de Almagro al sugerir para las puntuaciones de
Maltravieso un estadio más tardío con su manifestación de «algo
posteriores», nos da a nosotros una determinación para la pintura
roja de Llonín: Una etapa auriñaciense o auriñaco-gravetense con
la que hemos de estar conformes, no sólo por la magistratura del
gran investigador al analizar las obras de Maltravieso, sino por­
que se muestra de acuerdo con el desarrollo del arte parietal de
la Cueva de Llonín, como veremos más adelante al estudiar sus
grabados.
Pero antes de concluir con el análisis de las pinturas rojas de
esta cueva, es preciso llamar la atención sobre una de las figuras
allí incluidas. Se trata del antropomorfo femenino (láms. I y II, 12).
Es un perfil en línea, probablemente realizado a pincel, donde
se determina el contorno de la cabeza con un puntito para señalar
el ojo. Asimismo se perfila con claridad el bulto de la mama, con­
tinuando el vientre y unos rasgos en líneas sueltas indicando las
(4) M a r t in A l m a g r o . Ob. cit. lám. XI, pág. 26.
(5) Obra citada, pág. 44.
(6) Obra citada, pág. 62.
30
MAGIN BERENGUER ALONSO
piernas. La línea de la espalda nace directamente del occipucio,
sin espacio para el cuello, curvándose ligeramente hacia afuera en
la línea dorsal, y rehundiéndose a la altura de los riñones para se­
ñalar después ligeramente la prominencia del glúteo. Toda la su­
perficie comprendida dentro de la delimitación señalada está sin
pintar excepto en el espacio comprendido entre el vientre y el glúteo
donde, por medio de una línea vertical ensanchada hacia el cen­
tro, parece indicarse la vulva.
Esta figura tiene la gran singularidad de ser el único antropo­
morfo femenino que conozco en el arte parietal prehistórico can­
tábrico. Se trata pues de un símbolo más con significado propio,
incorporado al ya amplio repertorio simbólico-abstracto del códi­
go cuaternario.
A la derecha de este antropomorfo hay un haz de líneas que
tratan de unirse en la base cobrando un aspecto ramiforme, y que
acaso pueda ir asociado al antropomorfo.
Por último queda como formulación singular las seis barras pa­
ralelas como un largo vástago ligeramente curvo, (láminas I y II-9)
y para el que no he hallado prototipo exacto, aunque puede estar
comprendido dentro del grupo denominado «signos dentados».
Las formulaciones trazadas con pintura roja en la Cueva de
Llonín, corresponden a un mismo momento. Su ideal abstracto,
sin que haya una sola representación figurativa, le conceden no
sólo unidad de factura, sino también de criterio. Creemos que se
trata de un riquísimo repertorio simbólico que se encuentra en
un estadio auriñacense o auriñaco-gravetense y que además, aporta
la novedad de incorporar el motivo de líneas semicirculares con­
céntricas, hasta hoy sólo conocido en Maltravieso, y del antropo­
morfo femenino, ejemplar único conocido.
RELACIONES COMPARATIVAS DE LOS GRABADOS DE LA
CUEVA DE LLONIN CON LOS DE OTRAS CUEVAS.
He de referirme en primer término a aquellos grabados que
no ofrecen duda alguna en cuanto a la técnica empleada y que
por poseer para ellos tipos comparativos muy exactos y próximos,
pueden aclarar el camino de su identificación estilística y crono­
lógica.
Son los de las figs. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 11, 21, 23, 27, 28 y 29.
No fueron todos trazados por la misma mano, ya que hay dife­
rencias en cuanto a la maestría de ejecución, pero no hay duda
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
31
que obedecen al mismo sentido artístico y a una misma técnica,
no ofreciendo duda tampoco su contemporaneidad.
El rayado múltiple y débil busca una fórmula dibujística de
claroscuro e incluso de modelado anatómico de la figura, inten­
ción ésta que Jordá puso de manifiesto ya en 1957 refiriéndose en
términos generales a las muestras de grabado cuaternario de este
tipo (7). La intencionalidad de claroscuro queda bien manifiesta
pues la viveza de los tonos claros queda resaltada, ya aue la pie­
dra en muchos casos está entintada suavemente de color rojo y,
si no lo está, siempre tiene una pátina más oscura que la parte
que queda virgen por la abundancia del grabado, aumentando esta
riqueza de matices la propia proyección de sombras que produ­
cen las hendiduras o huellas de las finas líneas grabadas. Con
esta técnica se determinan también los movimientos del pelaje,
zonas oscuras de párpados, etc.
Asombra la poderosa fuerza muscular de estos artistas para
manejar con esa soltura y gracia de mano instrumentos tan difi­
cultosos para la eiecución de un dibuio de tan sensible línea so­
bre soporte durísimo. Personalmente he llevado a cabo alguna re­
producción sobre soporte de veso, cierto que bien seco y duro,
pero utilizando puntas de acero, y el esfuerzo físico a desarrollar
es enorme, entorpeciendo de forma radical la habilidad y oficio en
el trazo que. como dibuiante, se posea. Sin embargo el artista p^e>
histórico maneia el buril sobre la dura roca con la misma habili­
dad aue si actuara con lápiz blando de grafito sobre soporte de
papel. Las curvas en ojos, cornamentas, agujeros de la nariz, ex­
presión de la boca, etc., donde cualauier movimiento eauivocado
de fracción de milímitro cambiaría la expresión, son llevados a
cabo con una completa seguridad v destreza dándonos la certeza
de que el hombre eiecutante era joven y que. además de esa ex­
traordinaria fuerza física, estaba en posesión de un largo aprendi­
zaje que necesariamente había de tener sus inicios en la infancia.
Un muv completo repertorio realizado con técnica de grabado
múltiple v fino nos lo da a conocer la colección realizada sobre
fragmentos de omóplatos de la Cueva de «El Castillo» ('Santander'),
recientemente publicados por el profesor Almagro Bach (8) a cuya
obra remito al lector.
• (7) F . J o r d a . ‘ “Altamira, cumbre del Arte Prehistórico” * pág. 86. Inst.
Español de Antropología aplicada. Madrid, 1968.
(8)
M a r t in A lm ag ro B ach . “L os omóplatos decorados de la Cueva de
“El Castillo” Puente Viesgo (Santander)”. Trabajos de Prehistoria, Vol. XXXIII.
Madrid, 1976.
32
MAGIN BERENGUER ALONSO
Las semejanzas con los grabados parietales de la Cueva de
Llonín son evidentes y no cabe duda de que forman parte de una
misma escuela, en la que también coincide la temática, ya que en
la Cueva de Llonín, como se puede observar, preferentemente se
representan ciervas, caso que se repite en los grabados de los omó­
platos y en los parietales a los que más tarde me referiré.
No sólo son los grabados de los omóplatos de la Cueva de «El
Castillo» los que pueden servir de término comparativo a los de
la Cueva de Llonín. Sabido es que en la de Altamira fueron halla­
dos en nivel solutrense superior o solutrense final cantábrico, tam­
bién huesos grabados cuyo dibujo y técnica responden en un todo
a los de la Cueva de «El Castillo». Aunque el hallazgo se debió a
H. Alcalde del Río, Cartailhac y Breuil los publicaron por primera
vez (9) figurando después reproducidos en múltiples obras (fig. 34).
Fig. 34.-G ra b a d o s realizados sobre om óplatos, costillas y asta
de ciervo hallados en nivel solutrense lin a I de A ltam ira, p o r H. A l­
calde del Rio. (Según H. Breuil).
Además del arte mueble, nos dan paralelos de esta escuela de
grabado, que vemos ampliamente representada en la Cueva de
Llonín, los parietales de «El Castillo» y «Altamira». En Altamira
(fig. 35) con paralelismo en los grabados de los huesos, circuns­
tancia que se repite en los parietales de «El Castillo» (fig. 36) y
que evidencian, como una prueba más, la conexión de esta escuela
en las tres Cuevas cantábricas: «Altamira», «El Castillo» y «Llo(9)
E. C artailhac y H. B r e u il . “La Caverne d’Altamira a Santillana prés
en Santander. (Espagne)”. Monaco 1906.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
33
nín», aunque ésta última ofrezca la particularidad de que algunas
de las figuras son casi completas no limitándose sólo a las cabezas,
como generalmente ocurre en las representaciones de «Altamira»
y «El Castillo» salvo excepciones como las recogidas en la fig. 37,
que afirman más aún la similitud de estilo y técnica.
No me extenderé en otros tipos comparativos de más cuevas
cantábricas porque tan semejantes y fechadas con cierta seguridad
no los hallamos. Por otra parte esta técnica —tan repetida en el
arte parietal— si bien responde con afinidad al modo de hacer de
otros ejemplos, no lo hace con el mismo paralelismo respecto al
estilo artístico, y puede tratarse efectivamente de una técnica co­
mún aplicada a composiciones o bien anteriores o, acaso, más tar­
días que los ejemplos que nos ocupan.
Fig. 35,-C ab o zas de cierva grabadas en las paredes de ta cueva
de A ltam ira. El tam año coincide con las de la cueva de Llonin.
(Segú n H. Breuil).
Lo interesante es poder fijar para estos grabados de la Cueva
de Llonin, una etapa de realización en el Solutrense Final Cantá­
brico, articulándolo, si se quiere, con un Magdalenense Inferior
Cantábrico, pues sabido es que si en Altamira el nivel catalogado
para los huesos era el Solutrense Final, en «El Castillo» fue el
Magdalenense Inferior Cantábrico.
He de referirme ahora a otro tipo de grabados de técnica y estilo
presentes también en la Cueva de Llonin. Se trata de los correspon­
dientes a las figuras 10, 24 y 25 —cabeza de ciervo, cabra macho y
cabeza de ciervo, respectivamente. El primero de ellos se superpone
a la figura pintada en rojo del serpentiforme; a los números 24 y
25 se les superpone la figura de cierva en grabado múltiple y fino
núm. 23. Esta superposición indica la anterioridad de ejecución
de las figuras.24 y 25. No sería dato éste definitvo para determinar
una mayor antigüedad si no fuera por la gran diferencia de estilo.
Los números 10 y 25, emplean en su técnica una línea simple y
34
MAGIN BERENGUER ALONSO
muy ligeramente repasada en algún detalle, pero siempre con in­
cisión profunda y seguida. La núm. 24 —figura de cabra macho—
sigue una técnica parecida sobre todo en la definición de las pa­
tas donde la línea se hace fuertemente incisiva y con un solo trazo
se realizan minuciosamen+e los detalles de las pezuñas. Asimismo
una serie de detalles del pelaje, en el que se dibujan con rigor y
minuciosidad el movimiento de las crenchas y en general todo el
pelo del atavío invernal.
El concepto artístico de estos tres grabados mucho más ceñi­
do al modelo del natural, sin las imaginativas licencias planteadas
en los dibujos de trazo múltiple v sombreados de los grabados es­
tudiados en primer término, así como la superposición de estos
últimos, creo que autorizan a dar a estos tres grabados una ma­
yor antigüedad y si los primeros quedan encasillados en una eta­
pa solutreo-magdalenense los segundos, con las lógicas dudas, los
clasificaría dentro de una etapa francamente solutrense.
Leroi Gourhan (10) al comentar la figura 250 de su obra (cabra
de Gargas) fig. 38, de parecido evidente con nuestros grabados, dice
que está mucho más cerca del Estilo III que del II pero agrega
que «los contornos conseguidos por medio de sombreados parale­
los, responden sin embargo a la misma convención de las figuras
de aspecto primitivo que decoran el conjunto del santuario». Aún
hay otro fragmento de figura —patas anteriores de caballo— (fig.
39) con semejanza gemela en el trazo de las patas de cabra de nues­
tra figura 24.
Ello apoya la supuesta filiación solutrense para nuestras figu­
ras 10, 24 y 25.
También Jorda (11) dice al comentar la cronología de los gra­
bados altamirenses: «en primer lugar nos encontramos con una
técnica de grabado simple más o menos continuo que podemos
observar tanto en el gran techo como en las distintas zonas de la
galería».
«En algunos casos la incisión es profunda v ambos pueden con­
siderarse como los tipos de grabados más antiguos de la cueva».
Este tipo de grabados altamirense que Jordá describe y sitúa
entre los más antiguos de la cueva —por supuesto como anteriores
a los del claroscuro rayado— son semejantes a los de Llonín figs.
10, 24 y 25.
(10) A n d r e L e r o i G o u r h a n . “Prehistoria del Arte Occidental”. Edit. Luden
Mazenod. Gustav© Gili, S. A . 1968.
(11) Ob. cit. págs. 98-99.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
35
Fig. 37.-C ie rv a s grabadas en p arie tales de la cueva de El C asti­
llo. (Según H. Breuil)
Fig. 3 6 .-C a b e za s d e cierva grab a d as e n las pare d es de la cueva
d e El Castillo. Su tam año es tam bién sensiblem en te igual a las de la
cueva de Llonín. (S egú n H. B reuil).
Fig. 38 .-C a b ra .
C ourhan).
Gargas. (D ibujo sobre lo to realizada p o r A. L e ro l
36
MAGIN BERENGUER ALONSO
También emparentadas con estas fórmulas artísticas y de téc­
nica están la serie de cabras de la parte inferior del panel de Llonín señaladas con los números 11, 12, 13, 14; la del fragmento de
cérvido?, núm. 15; cabras, 16, 17, 18, 19 y 20, así como el bisonte
número 30, y la cabeza de caballo número 31, dejando como du­
dosa la posible cabeza de bisonte número 32, la cabeza de reno nú­
mero 26 y el caballo número 33.
Fig. 3 9 .-P atas anteriores de caballo. G argas. (Dibujo sobre foto
realizada por A. Leroi Gourhan).
RELACIONES DE LAS PINTURAS NEGRAS DE LA «CUEVA DE
LLONIN», CON LAS DE OTRAS CUEVAS.
Las formulaciones en pintura negra, como he dicho anterior­
mente, se superponen a los grabados figurativos en donde coincide
la ubicación de aquéllas y éstos.
Solamente ocurre lo contrario en el grabado número 32, posible
cabeza de bisonte.
También cuando hay líneas sueltas de grabado inidentificable,
a veces la pintura negra está por debajo de aquéllas.
Esto nos indica, al menos, la prioridad en la ejecución de los
grabados figurativos con respecto a la pintura negra. Pero si se
une a esto la distinta idea artística que preside a unos y a otros,
llegamos también a la conclusión de que están realizados en dife­
rentes etapas.
En la pintura negra de la Cueva de Llonín, vemos reunidas dos
tendencias: la abstracta y la figurativa.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
37
Dentro de la figurativa, a su vez, tenemos figuras definidas en
mancha de color y repasadas con grabado y otras que se dibujan
únicamente con línea de color.
A las primeras corresponden los dos bisontes y la cabra ma­
cho (láms. 1 y IV-4, 5 y 6). Estas figuras tienen mancha de color
aplicada con delicadeza y sabiduría técnica. Las tres tienen graba­
do finísimo y de trazo plural en las partes del tronco y cabeza que
se retocan; en cambio en las patas el trazo se hace en una línea
seguida, aunque si bien en 4 y 5 no es tan clara esta afirmación,
sí lo es en la figura de cabra 6.
Como ejemplos comparativos para los dos bisontes, he de citar
en primer lugar uno de la cueva de Le Portel, (Ariége), (fig. 40).
Fig. 40 .-B is o n te de la cueva de Le P ortel (Ariége). (Dibujo sobre
foto realizada p o r A. Beltrán y colaboradores).
El Profesor Antonio Beltrán y colaboradores (12) lo describen así:
«Es una de las más bellas figuras de Le Portel, representando un
bisonte que mira hacia la izquierda, con el cuerpo parcialmente
pintado en negro unido y perfilado con grafito, quedando la línea
dorsal solamente en trazo lineal grueso y sin pintar el espacio del
flanco; cabeza, pecho, vientre, parte inferior de los cuartos trase­
ros y patas están totalmente pintados, así como un triángulo entre
la giba y el lomo. Los cuernos, también negros, pero visibles por
una línea de vacío en la pintura, están en perspectiva normal y otro
tanto ocurre con las patas, dos por cada par. La totalidad de la
figura fue grabada después de pintada, notándose correcciones en
(12)
A n t o n io B e l t r á n , R om ain R o ber t , J ean V e z ia n . “La Cueva de Le
Portel”, pág. 147. Monografías arqueológicas. Zaragoza, 1966.
38
MAGIN BERENGUER ALONSO
el ojo y repintados en diversos puntos; en el frontal, patas y vien­
tre, el dibujo ha dejado fuera de la silueta un poco de la pintura
negra; y en las patas, la pintura las representa de frente, o al me­
nos sin detalles, mientras que el grabado lo ha hecho de perfil. La
nariz y la boca se acusaron, también, por medio del grabado. El tra­
zo de grabado es fino y múltiple; en algunos puntos doble o triple.
Mide 0,71 ms. de largo y 0,43 de la giba al vientre».
Aunque los bisontes de la Cueva de Llonín solamente alcanzan
60 cms. de longitud, es evidente la similitud no sólo en la técnica
empleada sino en el estilo dibujístico. En el bisonte de Llonín ve­
mos definirse en línea de grabado el triángulo que se produce en­
tre la giba y el lomo, también observamos puntualmente el espa­
cio sin pintar del flanco, manifestándose después con superficie
negra todo el fleco de pelo largo. Asimismo en el otro bisonte si­
guen las manchas de color negro con la misma intención y técnica.
Por otra parte el tipo de grabado se produce también igual que
en el ejemplo de Le Portel. Más aún hay otra circunstancia tan
importante, al menos para nuestro fin comparativo, y es la de la
línea dibujística que posee la misma sensibilidad con soluciones
semejantes, no solamente en los contornos de la giba, lomo, etc.,
sino que donde se acusa más este parecido es en la zona del rabo,
patas traseras y línea del vientre, en la que el ligero movimiento
saliente en la parte delantera de unión con el pecho y papada, se
retrae también ligeramente hacia la mitad, para volver a abultarse
en la zona del bajo vientre.
No cabe duda que tanto la figura de Le Portel y las de Llonín
están viviendo una misma etapa artística y una misma escuela.
Pero tenemos ejemplos locales que permiten establecer nuevas
comparaciones. Se trata de un bisonte de la cueva de «El Buxu»
grabado y contorneado en negro, con manchas del mismo color en
partes del cuerpo.
En esta figura está presente el mismo sentido artístico y de
expresión que en las dos figuras de bisonte de la Cueva de Llonín.
El despiece en mancha para el triángulo entre la giba y el flanco
y el de pelo largo en la zona del vientre, lo tenemos también en
varios bisontes de Santimamiñe (Vizcaya), y varios ejemplos más
podrían citarse en todo el recorrido franco-cantábrico.
Respecto a los bisontes de Le Portel y Santimamiñe opina el
profesor Leroi Gourhan que se trata de dos obras comprendidas
en el estilo IV (13). Asimismo, en relación con los bisontes de Le
(13) A n d r e L er o i -G o u r h a n . O b. cit.
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO dé
la c u ev a
DE LLONIN
39
Portel, el profesor Graziosi (14) los estima comprendidos en el
Magdalenense sugiriendo, acaso, el Magdalenense Medio.
En relación con el bisonte de «El Buxu» el profesor Obermaier
y el Conde de la Vega del Sella opinan que se trata de obra de
Magdalenense Medio (15).
Dada la coincidencia en la apreciación cronológica de los ejem­
plos propuestos, nuestros dos bisontes de la Cueva de Llonín no
dudo en clasificarlos dentro del Magdalenense medio.
En ese mismo período estaría incluida la magnífica figura de
la cabra macho (láminas I y IV-6) por razones obvias, ya que su
técnica y estilo coinciden plenamente con las de los dos bisontes.
Fijada la etapa para las figuras precedentes, queda la cuestión
de determinar el resto de la pintura negra figurativa sin grabado y
con características tan distintas en la técnica, ésta ausente de es­
fumados y, por ende, de modelado con el color. Todas se represen­
tan con los contornos delineados en negro de trazo grueso (láminas
I y IV-7, 8, 9, 10 y 13) todas menos una de las cabras comprendida
en el grupo (láms. I y IV-10) en la que se rellena todo el cuerpo con
el color, y el supuesto cánido (láms. I y IV-13), en el que la parte
anterior de la figura parece destacarse silueteando con color el
fondo. Esta circunstancia parece extraña pues, salvo en las repre­
sentaciones de manos en negativo, no recuerdo haber visto este
sistema de definición pictórica en otros ejemplos, pudiendo por
ello darse la circunstancia de que lo que se ha estimado como color
de fondo sea realmente parte correspondiente a la figura, cuyos
complementos se han perdido.
Son todas estas representaciones muy sumarias, carentes quizá
del arte riguroso, realizado con maestría, que se observa en las fi­
guras de bisontes y cabra comentadas en primer término. En las
que ahora nos ocupan se han despreciado los detalles o no se han
sabido realizar. Nos recuerdan por su aspecto una fórmula dege­
nerativa que más que «gustar» de la recreación naturalista, pare­
cen ir a representar solamente el recuerdo resumido de la figura.
Con esas características pero con mejor arte, se formula también
la cabra? (IV-8). A propósito de ésta hemos de manifestar nuestras
dudas acerca de esta asignación de tipo. En la Cueva de «El Buxu»
hay una figura de gamo pintada en negro en actitud de bram ar
(14) P aolo G r a z io s i . “L’arte dell’antica età della piedra”. Florencia, 1956.
(15) H u g o O b e r m a ie r y El Conde de la Vega del Sella: “La Cueva del
Buxu”. Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas. Memoria
número 20. Madrid 1918.
40
MAGIN BERENGUER ALONSO
(fig. 41) que recuerda la de la cabra de Llonín. Quizá en ésta se ha
producido la desaparición de parte de la cornamenta conservando
sólo el primer tramo. Lo evidente es que la expresión es semejante
así como la solución pictórica. Este podría ser nuestro primer ejem­
plo comparativo con alguna certidumbre.
Flg. 4/.-Gamo efe la cueva de Bf Buxu.
Sin abandonar los ejemplos de la región, buscaríamos quizá
semejanzas para la pintura negra figurativa de Llonín en la misma
cueva de «El Buxu» con los pequeños cérvidos en negro; en la
Peña de Candamo la cabra en negro situada a la izquierda del Ca­
marín. En Santander el reno hembra del Estilo IV reciente de la
cueva de «Las Monedas»; en «Las Chimeneas» dos ciervos del divertículo, más simplificados y acaso más unidos al estilo de las
representaciones de Llonín. En La Pasiega la formulación de una
cabra; las de tres ciervas de Covalanas, etc.
Todo este grupo de tipos comparativos está más o menos encua­
drado dentro de un Magdalenense V ó VI que, personalmente, es­
timo apropiado para la pintura negra figurativa y sin grabado de
Llonín porque, en ella, también se ha abandonado un tanto el
rigor de los perfiles y el grabado de los contornos que acababa de
imprimir carácter a los detalles de línea y expresión en las figuras.
Acaso el grabado tiene su momento estelar en el Solutrense. Hay
una especial dedicación al grabado por parte de los artistas paleolí­
ticos de esta etapa y en ella florecen varias fórmulas evolutivas para
expresarse en este arte del dibujo grabado. En la transición, o vuel­
EL ARTE PARIETAL PREHISTORICO DE LA CUEVA DE LLONIN
41
ta a la pintura como fórmula principal de expresión, parece no
poder desligarse totalmente de ella el grabado y así vemos con­
juntadas las dos técnicas para, más tarde, tenerlas separadas en
algunos ejemplos. Después se produce un cierto retorno en la filo­
sofía representativa con la formulación de modelos abstractos, co­
mo se pone también de manifiesto en el repertorio de la Cueva de
Llonín.
En dicho repertorio hay un motivo bastante repetido. Se trata
del figurado en láminas I y IV-3 que, como vemos, tiene varias re­
peticiones. Este motivo quizá pueda ser comparable con el puesto
para mí de manifiesto por el Profesor Ripoll en una obra de su
autoría (16). Está este signo pintado en negro. Me resulta nuevo el
motivo y tuve satisfacción al ver la posible paridad de las dos re­
presentaciones .
No obstante creo que tipos de expresión parecidos habría que
buscarlos en el arte mobiliar. Es en ellos donde vemos una posi­
ble conexión de este motivo, sobre todo en útiles de formas alar­
gadas, en los que se produce esa composición longitudinal, con
ejes más o menos paralelos. (Véanse las figuras 42 y 43, del Magdalenense final reproducidas en un trabajo de los Profesores Nougier y Robert (17).
También para la supuesta «máscara» (láms. I y IV, 2) podrían
hallarse en el arte mobiliar tipos comparativos. Pero como el fin
de este trabajo no trata de determinar la posible justificación sim­
bólica de estas formulaciones, sino de fijar más o menos las eta­
pas de su ejecución, diré que creo que este motivo está también
dentro del contexto general y contemporaneidad de toda la pin­
tura negra abstracta de la Cueva de Llonín, lo mismo que el ex­
traño signo formulado bajo las cabras pintadas (láms. I, fig. IV-12)
y, con ellos, las puntuaciones y líneas sueltas.
Toda esta pintura —comprendida la figurativa— habría que
situarla en una línea evolutiva que alcanzaría un Magdalenense V
y VI pasando a estadios muy tardíos en las formulaciones abs­
tractas.
(16) E duardo R ipo l l P er ello . “La Cueva de “Las Monedas” en Puente
Viesgo. (Santander)”. Lám. XXXII. Barcelona, 1972.
. .
(17) L o u is -R e n e N o u g ie r y R om ain R o b e r t . “Les décors abstraits dan
l’art Magdalenien'terminal de l a ‘grotte de La Vache (Alliât)”. Estudios dedi­
cados al profesor doctor Luis Pericot. Universidad de Barcelona, Instituto de
Arqueología y Prehistoria, 1973, págs. 150 y 151.
MAGIN BERENGUER ALONSO
42
Fig. 4 2 ,-C a p a 1 * 10.435 años.
Fig. 4 3 .-1 0 .9 0 0 años.
RESUMEN CRONOLOGICO
Pintura roja de formulaciones abstractas: Auriñacense y auriñaco-gravetense.
Grabado figurativo: Solutrense y solutreo-magdalenense.
Pintura negra figurativa y abstracta: Magdalenense V y VI.
CONCLUSION
La Cueva de Llonín supone sin duda un importante hallazgo que
no dudaría en calificar de sensacional.
Su amplio repertorio de arte parietal simbólico-abstracto aporta
un acervo que acaso pudiera abrir camino en las hipótesis maneja­
das para tratar de descubrir ese código que nos dé algún conoci­
miento más sobre los anhelos e inquietudes de nuestros antepasa­
dos prehistóricos* Por otra parte el buen arte manifestado en la
mayoría de los ejemplos figurativos de esta cu«eva, es un auténtico
recreo para el contemplador y nos llena una vez más de admiración
al comprobar la fina sensibilidad de este hombre del paleolítico
que es capaz de realizar tan bellas obras.
ESTUDIO DE LOS MACROMAMIFEROS DEL YACIMIEN­
TO PREHISTORICO DE «CUETO DE LA MINA»
(Asturias)
POR
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Laboratorio de Paleontología
Sociedad de Ciencias «Aranzadi»
ESTUDIO GENERAL DEL YACIMIENTO
YACIMIENTO DE CUETO DE LA MINA
SITUACION Y DESCRIPCION DE LA CUEVA
El abrigo y cueva de Cueto de la Mina se encuentra a unos 600
m. en dirección NE-E del pueblo de Posada, concejo de Llanes (zo­
na oriental de la hoja n.° 31 (Ribadesella) I.G.C.-1944), accediéndose al mismo desde el barrio de Bricia en dirección E. por el borde
meridional de un relieve calcáreo residual conocido por La Llera.
Próximo al mismo se encuentran las cuevas de Bricia al W. y La
Riera unos 100 m. al E. Su altura sobre el nivel del mar es de 35
m. y sobre el nivel del valle de unos 18 m.
Sus coordenadas geográficas son:
Longitud, .Io. 10’ 5” E.
Latitud, 43° 25' 43" N.
44
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
La distancia al mar en línea recta es de unos 2 kms., aunque el
camino no es practicable, siendo los accesos naturales hacia el NW.
por la playa de San Antolín y hacia el NE. bordeando La Llera o
atravesándola hacia las playas de Barro y Miembro.
Este relieve residual aue constituye La Llera está formado por
un macizo de Caliza de Montaña (Namuriense-Carbonífero) con estralificación subvertical en dirección E-W. Se encuentra muy karstificado y degradado; su parte superior conserva algunos restos
de la antigua superficie de abrasión marina de 4- 50-60 m. del Cua­
ternario antiguo, habiéndose desarrollado posteriormente sobre
ella un karst subaéreo impuesto o encajado sobre el karst marino,
degradando las formas de este último, casi por completo y dando
como resultado un campo de dolinas con un lapiaz fuertemente
desarrollado, aunque enmascarado en parte por la vegetación ac­
tual. Sus zonas inferiores constituyen actualmente un karst vivo,
sabiéndose que en su zona meridional se sume el arroyo de la Bola
(Calabres según C. de la Vega del Sella 1921 Paleolítico del Cueto
de la Mina) y parece ser que resurge en la cueva de La Fonfría al
N. del macizo calcáreo ,aunque no se ha comprobado este dato. De
todas formas existe una circulación hipogea actual observable en
el fondo de algunas colinas v pequeñas simas de la parte superior
de La Llera, pero el estudio del aparato kárstico está por realizarse.
El abrigo, como hemos dicho, está situado a unos 15 m. (C.V.
Sella 1921) sobre el nivel del valle. Su formación está favorecida
por el buzamiento de las capas hacia el N. v las diaclasas y fractu­
ras de dirección principal N.NW—S.SE. Sobre una diaclasa se de^
sarrolla la pequeña cueva que forma parte del yacimiento. (Lám. I).
Al pie del cantil se encuentra un cordón de derrubios calcáreos
con una matriz arcillos aprocedente de derrumbes por retroceso
del mismo, en el que han iugado un papel impotante los fenóme­
nos periglaciales cuaternarios. El tramo superior de estos materia­
les contiene el yacimiento, por lo aue, a pesar de las excavaciones
del Conde y de Jordá ('1953'), queda gran par+e del mismo intacto.
No ocurre así en la pequeña cueva, donde sólo existe un pequeño
testigo incompleto.
La boca del abrigo se halla cubierta de vegetación. Antes de la
excavación dicha entrada se encontraba obstruida por un gran conchero postpaleolítico. La primera parte de la cueva consta de una
sala en cuvo techo aún se conservan en la actualidad restos de
dicho conchero. En la pared derecha hay unos grabados aue no
representan figura alguna sino que son un conjunto de incisiones
rectas, oblicuas y curvas. El Conde las atribuye al Magdaleniense
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
45
Lám. I.—Cortes de planta y lateral del yacimiento de “Cueto de la Mina”.
46
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Superior. La cueva sigue en dirección norte por un estrechamiento
que da paso a una sala más pequeña. Por fin se prolonga hacia
el oeste en una pequeña y estrecha gatera.
DESCUBRIMIENTO, EXCAVACIONES Y BIBLIOGRAFIA
El yacimiento de Cueto de la Mina fue descubierto por el Con­
de de la Vega del Sella en noviembre de 1914, tras una exploración
de la zona. La excavación sistemática comenzó el 4 de diciembre del
mismo año bajo la dirección del Conde. Se abrió una cata de son­
deo de dirección E.-W. con el fin de reconocer la disposición de los
estratos. Dicha excavación se realizó en tres secciones.
La primera, por realizarse en invierno, comprendía todo el tra­
mo que va desde la entrada hasta el interior. Las otras dos sec­
ciones se llevaron a cabo en el verano siguiente. La segunda se rea­
lizó frente a la entrada y era transversal a la primera. Por último,
la tercera siguió paralela a la pared del abrigo en dirección W.
La excavación de las tres secciones se llevó a cabo mediante ni­
veles arbitrarios de 10 cms. cuando la coloración de la capa no
ofrecía variación, y adaptándose a los cambios de coloración de
los estratos cuando aquellos existían.
Toda la tierra, según Vega del Sella, fue pasada por cedazo lo
que permitió obtener pequeñas piezas que de lo contrario se hu­
biesen perdido. Este es un dato que nos da ciertas garantías en
cuanto al modo de excavación, siempre con la limitación de medios
y técnicas propios de aquella época.
Posteriormente Jordá Cerdá (1953) realizó una pequeña excava­
ción pero sin cubrir todo el corte. Los materiales excavados son
muy fragmentarios y sólo llegan hasta el Solutrense Superior. Di­
chos materiales óseos se conservan en el Museo de Oviedo y no en­
tran en el presente estudio.
La bibliografía básica sobre Cueto de la Mina consiste en la
Memoria de excavación de Vega del Sella (1916), Cabrera A. (1919),
Obermaier H. (1925), Wernert P. (1956), Jordá F. (1953) y una re­
ciente revisión de la industria Iítica realizada por Chapa T. (1975).
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
47
ESTRATIGRAFIA
Reproducimos en la Lámina II la serie estratigráfica dada por
Vega del Sella. Consta de ocho niveles arqueológicos cuya somera
descripción, siguiendo la publicación del Conde, es la siguiente.
Nivel H.—Tiene un espesor de unos 10 cms. Está situado en una
pequeña bolsada de la segunda sección, aunque se con­
tinúa bajo el derrumbe a unos 6 o 7 metros de profundi­
dad. Formada por ceniza y arcilla ferruginosa que le da­
ba un color muy rojizo. En la parte inferior había una
arcilla más clara que contactaba con un terreno forma­
do por descomposición de la caliza basal.
Corresponde al Auriñaciense.
Nivel G.—Separado del anterior por unos 10 cms. de arcilla. Las
características son semejantes al nivel H. También for­
maba una bolsa en el frente de la cueva aunque no se
continuaba bajo el derrumbe como el anterior.
Corresponde igualmente al Auriñaciense.
Nivel F.—Solutrense antiguo. Separado del anterior por una capa
de arcilla estéril de unos 20 cms. También en forma de
bolsada cortada hacia el W. por el derrumbe. Tiene al­
rededor de 25 cms. de espesor.
Tras una nueva capa de arcilla están los tres niveles siguientes
que se extienden uniformemente por las tres secciones excavadas.
Nivel E.—Solutrense superior. Tenía un espesor de 50 a 60 cms. Se
dividió primero en cuatro tramos y luego en dos.
Nivel D.—Magdaleniense inferior. Separado del anterior por una
fina capa de arcilla rojiza. Tenía un color oscuro y unos
50 cms. de espesor.
Nivel C.—Magdaleniense medio. De color rojo en contraste con las
capas inmediatamente superior e inferior que eran os­
curas. Penetraba en el interior en forma de estrecha cu­
ña. Hacia el exterior se ensanchaba considerablemente.
Nivel B.—Magdaleniense superior. Sólo se conservaba en el inte­
rior. El nivel que estaba a su altura en el exterior se
hallaba removido y contenía industrias de diversas épo­
cas.
48
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTÉ
Lám. II.—Estratigrafía de Cueto de la Mina.
(Reproducida según el esquema del Conde de la Vega del Sella)
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINÁ
40
Nivel A.—En el interior es una mezcla de marisco y útiles azilienses. En el tramo exterior es tierra vegetal con materiales
modernos. De este nivel apenas se pudo separar fauna.
Esto explica el reducido número de piezas sigladas con
este nivel.
ESTUDIO GENERAL DE LOS MACROMAMIFEROS
Las referencias antiguas respecto a la fauna de Macromamíferos que recogemos son las que incluye Vega del Sella en la Me­
moria de Excavación de la cueva (1916). Su resumen es el si­
guiente:
Niveles
A: Caballo, Bóvido, Jabalí, Ciervo, Rebeco, Cabra montes,
Turón, Nutria, Tejón, Zorro, Gato y Liebre.
B: Bisonte, Caballo, Ciervo (abundante), Cabra montés
(abundante), Corzo y Zorro.
C: Bisonte, Caballo (abundante), Ciervo (abundante), Cabra
montés y Rebeco.
D: Bisonte, Caballo, Ciervo (abundante), Cabra montés, Re­
beco y Lobo.
E: Mamut, Caballo, Ciervo (abundante), Corzo, Cabra mon­
tés (abundante), Rebeco (abundante), Hiena y Zorro.
F: Bisonte, Caballo, Ciervo, Rebeco y Zorro.
G: Jabalí, Caballo, Ciervo, Cabra montés y Rebeco.
H: Bisonte (abundante), Caballo (abundante), Ciervo (abun­
dante), Corzo, Cabra y Hiena.
Los materiales óseos excavados han permanecido en el Museo
de Ciencias Naturales de Madrid hasta la actualidad. Todas las
piezas tenían anotado el nivel al que pertenecían. En este momento
se hallan convenientemente sigladas y forman un conjunto de 680
fragmentos determinables. Pertenecen a un mínimo de 129 indivi­
duos. A pesar de su fragmentación, más de la mitad han podido
medirse.
La mayor parte pertenecen a maxilares y extremidades. Hay
muy pocas piezas del neurocráneo y ninguna vértebra ni costilla.
Se conservan completas las piezas dentarias, tarsales y falanges.
50
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Tabla I.—Número de restos de cada especie y en cada nivel
A B
Felis lynx ..............................
Vulpes vulpes ......................
Ursus sp....................................
1
D
2
E
2
2
F G
H Tot.
1
1 4
1
.....
1
10
3
4 2 8
1
Sus scrifa ............................... 1
Cervus elaphus ................... 18 34 102 169 8 35 1 367
1 3
1
1
Rangifer tarandus ...............
7
1
2
Capreolus capreolus ........... 1 3
4
Bison priscus ....................... 1 1 1 1
1 23
Grandes Bóvidos ...................
3 5 13 1
4
2
2
Rupicapra rupicapra ...........
5 1 65
Capra pyrenaica ................... ? 38 2 17
Equus caballus ....................... 1 3 35 44 26 27 48 184
1
1
Mammuthus primigenius ...
Totales ....................... 75 85 147 255 36 77 55 680
En la tabla I damos el número de piezas de cada especie del
yacimiento repartidos por niveles. Cabe destacar que el nivel C
no aparece en esta ni en las restantes tablas porque no hemos en­
contrado pieza alguna de este nivel en el Museo.
A este respecto conviene aclarar desde ahora que, comparando
las citas de la Memoria de excavación sobre la fauna hallada y el
material conservado, nos da la impresión de que ha debido de ex­
traviarse parte del mismo. Y esto se confirma por el hecho si­
guiente. Al citar ciertas especies, el Conde las da como abundan­
tes, siendo así que en la actualidad sólo se conservan un pequeño
número de restos de las mismas en esos niveles.
En la tabla II damos a continuación el número mínimo de in­
dividuos de cada especie representados en cada nivel del yacimien­
to. Recordamos lo dicho anteriormente sobre la relatividad de
este dato.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
51
Tabla II.—Número mínimo de individuos de cada especie en cada
nivel.
A B D E
Felis lynx ................................
Vulpes vulpes .......................
Ursus sp.................................... ...
2
1
Sus scrofa ................................
1
Cervus elaphus .......................
Rangifer tarandus ...............
Capreolus capreolus ........... ... 1
Bison priscus ....................... ... 1
Grandes Bóvidos ...................
Rupicapra rupicapra ...........
Capra pyrenaica ................... ... 1
Equus caballus ....................... ... 1
Mammuthus primigenius ..
Totales ........... ... 15
2
1
F G H Tot.
1
1
1
1
1
7
2
1 1 4
1
17 17 3 3 1 58
1 3
1
4
1
1
4
1 1
1 8
2 3 1
1 2
1
1 1 12
1 3
4 3 5 4 5 23
1
1
19 27 35 10 12 11 129
8
1
1
1
1
1
5
1
A la vista de ambas tablas, podemos afirmar el claro predominio
de los Ungulados sobre los Carnívoros. Este hecho parece tener
estrecha relación con el régimen alimenticio de los hombres de
Cueto de la Mina.
Como la proporción de Carnívoros es tan insignificante a par­
tir de este momento suprimimos en las tablas las tres especies
pertenecientes a este grupo.
A continuación ofrecemos en la tabla III el cálculo del porcen­
taje de cada especie de Ungulados con relación al total de los Un­
gulados. Este cálculo lo hemos hecho a partir del número de res­
tos no del número mínimo de individuos.
Por suponer que existió selección de material óseo no damos
el peso en gramos de los restos óseos. Los métodos de excavación
de la época no nos permiten fiarnos de dicho dato.
En la figura 1 damos una gráfica más visual e intuitiva de los
porcentajes calculados en la tabla III. El reno y el mamut no están
representados ya que su reducido número de restos hace de ellos
meras citas. Como puede observarse en dicha gráfica, conforme
se avanza de niveles más recientes a los más antiguos el ciervo
disminuye mientras que el caballo sufre una evolución inversa.
52
PEDRO MARIA CASTAÑOS tíGARTÉ
Fig. 1.—Gráfica de frecuencias de los Ungulados de Cueto de la Mina.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUËTO DE LA MINA
53
Tabla III.—Porcentaje de cada especie de Ungulados respecto al
total de Ungulados en cada nivel.
A
B
Sus scrofa ........................ 4,17
Cervus elaphus ............... 75
40
Rangifer tarandus ....................1,1
Capreolus capreolus ... 4,17 3,5
Bison priscus ............... 4,17 1,1
Grandes Bóvidos ........................ 35,
Rupicapra rupicapra ...
2,3
Capra pyrenaica ........... 8,34 44,7
Equus caballus ............... 4,17 3,5
Mammuthus primigenius
Totales ............ 100 100
D
E
F
G
H
0,395,52 3,6
70,34 67,33 22,55 48,61 1,85
0,39
1,85
0,78
1,38
0,69 0,39
3,45 5,07 2,85 1,85
0,78
1,48 6,63
6,9 1,85
24,15 17,16 74,25 37,5 88,88
100
100
100
100
100
Para facilitar una comparación visual y rápida entre Cueto de
la Mina y otros yacimientos ya estudiados, recogemos aquí dos
tipos de gráficas que utiliza Delpech F. (1975) en el estudio que
hace de un conjunto de yacimientos franceses en su tesis. Estas
dos gráficas de las que hablamos ya se han dado también en el
estudio general de la cueva de La Paloma.
La figura 3 es una gráfica de frecuencias acumuladas de cada
nivel del yacimiento. Esta gráfica se separa notablemente en los
niveles F y H de las obtenidas en las cuevas de La Paloma y Tito
Bustillo.
Tampoco coincide con las que da la citada autora francesa en
su tesis para los yacimientos del suroeste francés.
La figura 2 es una gráfica que expresa la evolución de cada
especie de Ungulados a lo largo de los distintos niveles del yaci­
miento. Se observa claramente lo dicho sobre la evolución del cier­
vo y caballo. Mientras en los niveles Áuriñacienses y Solutrense
antiguo predomina claramente el caballo, posteriormente el ciervo
pasa a ser la especie predominante y esto coincide con una dismi­
nución del caballo en esos niveles. Hay pues un relevo entre estas
dos especies .
54
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Fig. 2.—Gráfica con la evolución de cada especie de Ungulados de Cueto de
la Mina.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
55
Fig_ 3,—Gráfica de frecuencias acumuladas de los Ungulados de Cueto de la
Mina.
56
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Tabla IV.—Número mínimo de individuos adultos y juveniles.
A B D
E F G H Tot.
_____________________A J A J A J
A J A J AJ AJ A J
Jabalí ....................... 1
1
1 1 4
Ciervo .................... 7 2 6 2 13 4 15 2 3 2 1 1 47 11
Reno .......................
1
1
1
3
1
1
4
Corzo ....................... 1 1
Bisonte ................... 1 1 1 1
4
G. Bóvidos ...........
1 2
211
1
62
Rebeco ...................
11
1
21
Cabra ....................... 1 5
1
2 1
1 1 11 1
Caballo ................... 1 1
2 2 2 1 4 1 3 1 3 2 16 7
Mamut ....................
1
1
Totales ....... 12 2 16 4 19 6 27 5 8 1 8 2 8 2 98 22
En la tabla IV damos también el número de individuos adultos
y juveniles representados en cada nivel del yacimiento y por cada
especie de Ungulados. La proporción de individuos juveniles res­
pecto a los adultos como puede verse por la tabla es muy seme­
jante a la de La Paloma y otros yacimientos cantábricos estudia­
dos. Esta proporción manifiesta una inferioridad clara de las for­
mas jóvenes. Este dato parece confirmar el régimen cazador de
los hombres de Cueto de la Mina. La presencia minoritaria de in­
dividuos juveniles descarta la posibilidad de hábitos domesticadores.
Tabla V.—Resumen, por niveles, del número, edad en meses y fe­
chas de caza del Ciervo en el yacimiento de Cueto de la
Mina.
Número de
Edad a la
Mes del año
Niveles individuos que fué muerto en que fué cazado
1
15 meses
Septiembre
A.
1
16-17 meses
Octubre-Noviembre
1
Neonato
Junio
D
1
8-9 meses
Febrero-Marzo
1
11-12 meses
Mayo-Junio
1
9 meses
Marzo
E
1
10 meses
Abril
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
57
Damos en la tabla V la edad en meses de los individuos juveni­
les y el mes del año en que fueron abatidos. Para el cálculo de
estos datos, hemos seguido el mismo procedimiento que en La Pa­
loma.
Aunque el número de datos sea muy inferior a los del yacimien­
to de La Paloma, a la vista de esta tabla V podemos suponer que
el ciervo era cazado por los hombres de Cueto de la Mina tanto
en las estaciones frías del año como en las templadas.
Finalmente, podemos sintetizar los datos más significativos del
yacimiento por lo que a la fauna de Macromamíferos se refiere, en
los siguientes puntos:
a) Los Ungulados predominan claramente sobre los Carnívo­
ros. Este dato concuerda con los resultados de otros yacimientos
cantábricos y europeos.
b) El Ciervo es la especie más abundantemente representada.
Fenómeno este conocido ya por otros muchos yacimientos y que
demuestra la estrecha relación de esta especie con las costumbres
alimenticias del hombre paleolítico.
c) El caballo es, después del ciervo, el animal más abundante.
Y su presencia es más numerosa en los niveles más antiguos (del
Auriñaciense al Solutrense). A partir del Solutrense superior coin­
cide la disminución de caballo con el aumento y predominio del
ciervo.
d) El Reno, el Oso y el Lince no se hallan citados en la Me­
moria del Conde. Por tanto, respecto a Cueto de la Mina, caben
señalarse como citas nuevas.
ESTUDIO PARTICULAR
DE CADA ESPECIE
Siglas y medidas empleadas en las tablas de medidas dadas a
continuación:
alt. =
an.
anc.
ant.
artic.
d.
dist.
altura
anchura
ancóneo
anterior
articular
derecho
distai
media
M=
M (con subíndice o exponente) molar
máximo
màx.
mesial
mes.
mínimo
min.
número
n
olécranon
oJéc.
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
58
diáfisis
diámetro
epífisis
izquierdo
lateral
longitud
diáf.
diám.
epíf.
I.
lat.
Ion.
P (con subíndice o exponente) premolar
posterior
post.
proceso
proc.
proximal
prox.
desviación típica
s
superficie
superf.
variación
var.
IC95% = intervalo de confianza de la media.
En las piezas dentarias, el grado de desgaste se indica con los
siguientes signos:
sin desgaste
poco desgaste
desgaste medio
muy gastada
*
**
***
En general, en la toma de medidas se sigue el método de la
escuela alemana de Munich.
Para las medidas de caballo, se utiliza el método de F. Prat de
Burdeos. Y en las falanges, después de dar las medidas, se indica
con a. = anterior y p. = posterior.
CARNIVORA Bowdich, 1821.
Familia Canidae GRAY, 1821.
Vulpes vulpes LINNAEUS, 1758.
MATERIAL
Mandíbula
Dien. ais.
Ulna
Tibia
Metapodis
Falanges
Totales
D
NIVELES
G
H
F
E
1
1
1
1
2
2
1
1
1
2
1 4
1
1
Tot.
1
2
1
1
3
2
10
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
MEDIDAS
Mandíbula
Lon.
Lon.
Lon.
Lon.
Lon.
Lon.
59
F
64
60,5
56
34
29
26,2
alveolar C — M3
serie molariformes
P2 — M3
serie premolar
P2 — P4
serie molar
Tibia
An. máx. dist.
An. min. diáf.
15
7,7
Metacarpiano 2
Lon. máx.
An. máx. dist.
An. min. diáf.
45
6,9
4,7
Las pocas medidas que poseemos coinciden fundamentalmente
con las del zorro común. El canino inferior derecho del nivel E
tiene algunos caracteres de Alopex legopus pero no claros. Por es­
ta razón y por la escasez del material no nos atrevemos a relacio­
nar ningún resto con el zorro polar. Esta pieza de la que hablamos
se halla perforada en la base y parece haber servido de colgante.
Familia Ursidae GRAY, 1825.
Ursus arctos LINNEUS, 1758.
Los restos del oso pardo presentes son:
Nivel A: Un M2 izquierdo.
Nivel E: Dos vértebras dorsales muy erosionadas.
60
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Ninguno de los tres restos nos ha permitido diagnosticar clara­
mente si pertenecen al Ursus spelaeus.
Familia Felidae GRAY, 1821.
Felis lynx par dina TEMMINCK, 1824.
Del Lince sólo tenemos un resto en el nivel G. Se trata de una
falange 2.a anterior correspondiente al 4.° dedo.
Sus medidas son:
Lon. máx.
An. máx. prox.
An. máx. dist.
An. min. diáf.
23,6
7,4
6,6
4,6
Con una sola pieza poco o nada se puede decir del Lince. Por
las medidas de esta falange parece tratarse de la forma española
F. lynx pardina ,pero sin demasiada seguridad. Cabe destacar que
esta especie no se hallaba citada en la lista de Macromamíferos
dada por el Conde de la Vega del Sella en la Memoria de Cueto de
la Mina.
ARTIODACTYLA Owen, 1848.
Familia Suidae GRAY, 1821.
Sus seroja LINNAEUS, 1758.
MATERIAL
Mandíbula
Dien. aisl.
Totales
NIVELES
A E
G
H
1
1 1 2
1
1 1 3
1
Tot.
1
5
6
No se ha podido tomar medida alguna de los restos de jabalí,
lo cual hace imposible cualquier comentario al respecto.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
61
Familia Cervidae GRAY, 1821.
Cervus elaphus LINNAEUS, 1758.
MATERIAL
Distribución de los restos de ciervo según las partes del esque­
leto, por yacimientos y por niveles.
A
B
NIVELES
D
E
F G
2 11 31 1
Cuerna ............................
Neurocráne-o ...............
Maxilar ........................
4
1
Mandíbula ................... 12 3 20 23
Dien. aisl.......................
25 45 79
Húmero ........................
5
Ulna ............................
2
Tibia ............................
1 2
1
Calcáneo ........................
3
1
Astràgalo ..................... 1 2
4
8
1
Tarso rest......................
Metapodios ...............
1
4 17
1
Falange 2.a ...............
Falange 3.“ ............... 1
5
2
Sesamoideo ................
TOTALES ................... 18 34 102 172
MEDIDAS
Cuerna
1,—Diám. máx. sobre la roseta .. .
2,—Diám. mín. sobre la roseta . .
3,—Diám. máx. en la roseta ,
4,—Diám. mín. en la roseta ,
5,—Diám. máx. bajo la roseta .
6,—Diám. mín. bajo la roseta .
7. —Perímetro de la roseta........ .
260
2
5
4
3
8
35
NIVELES
D
68,5 64,5 64
54 47 56,5
72 72
64 65,5
51,5 52 54
48
52
230 240
B
67,5
49,5
85,5
77,5
1 1
5 20
H Tot.
45
5
60
182
5
1
3
6
6
20
1
26
1
1 12
1
2 371
E
69 63
48 49
72,5
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
62
Hay cinco fragmentos de cuerna que son de desmogue. Otros
conservan restos de cráneo. Algunos de los fragmentos basales tie­
nen la roseta erosionada y no se han podido obtener medidas. En
algunos se conserva el arranque de los candiles basales. El resto
de las piezas son simples fragmentos de pitón.
Mandíbula
1.—Lon. P2-P 4
2.—Lon. M x~M 3
3.—Lon. oc1. M3
4.—Lon- b. c. M q,
A
52,5 45 47 46
E
52 47 53
B 38 50 49 49
32
35
34,5 !
1
* *
34
j
F
E
47
1 . - ........................................
2. - ...........................
3 . - .........................
4.— .........................
33,5 34 33 34,5 31,5 32,5
34 36 36 39 32 36,5
** ** ** ** ** **
Resumen de la Lon. P2- P *
Nivel
A
D
E
n
4
4
3
M
47,9
49
50,6
var.
45-52,5
48-50
47-53
s
2,9
0,7
2,6
IC 95 °/0
15,4
0,9
21
Ma aislados
B
E
1.—Lon. ocl. .. 33 30,5 36,5 31 30,5 32 30,5 34 32 33 31 31 29,5
2. - Lon. b* c ... 35 35 38 34 34
33,5 38,5 34 37 34 35 35,5
* *$
** sfc'ife
* * ** * $>|i
63
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
E
G
1.— ... 32,5 33 34,5 31,5 33 35,5 31 30,5 34 31
2 .- ... 37 33,5 36,5 35,5 33,5 35,5 34 34 37 37
32
35
Resumen de la longitud en la base de la Corona del M8
Nivel
B
B
n
N
35,2
35,2
5
23
var.
34-38
32-39
s
1,46
1,7
IC 95°/0
3,0
1,3
Número
E
59
5,55 56,5
55,5 5 2 54
1. —An. máx- dist.................
2.—An. tró c le a ...................
57,5 62
52,5 57
Resumen de las medidas de húmero.
Nivel
p
n
M
58,1
58,1
Medidas n
1.
5
2.
í
var.
55,5-52
52-57
s
2,26
1,86
44,5
E
53
IC 95 0/ o
7,14
4,8
Tibia
D
R
An. máx. dist.
53,5
56
Astràgalo
1.—Lon. máx lat...
2 .—Lon.máx. mes..
3.—Esp. lat.............
4.—An. cabeza...
A
54,5
52,5
30
33,5
B
51
48,5
27,5
36
61,5
57,5
33,5
39
56
52,5
29,5
33
D
58
55,5
32
39,5
56,5
53
29,5
33,5
62
57,5
39
39
E
59 57
55,5 55
31,5 30,5
37 34
64
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTÉ
E
1.............. 55,5 54 57 57,5 57,5
2. — . . . . 51,5 50,5 55,5 52 54
3 .- . . . . 31 30 31,5 31,5 31,5
4.............. 35 34 36 31 35
Resumen de la? medidas de astrálagos.
Niveles
n
medidas
1. “
E
c
8
2. -
8
8
8
3. 4—
5
5
5
5
1. - 2. —
3. 4. -
M
57,4
5 3,9
32
35,1
55,9
52,2
31
35,6
G
56,6 55,5 56
53 52,5 52
31 30,5 32
36 34 35,5
var,
54-62
50,5 57,5
30 39
31-39
53,5-58
49 54
29,5-32
34 37,5
s
2,2
2,24
2,67
2,2
1,46
1,8
0,83
2,91
53,5
49
29,5
35
58
54,5
3?
37,5
IC 95
4,38
4,48
6,4
4,33
2,97
4,53
0,97
11,75
Calcáneo
Lon. máx,
120
D
118,5
123,5
Metacarpo
D
E
30,5 30 30 29,5 30
28 30
1. — Esp. arista mes. 31,5 28
44 44 44 43 44 40 46
. —An. máx. dist. 42,5 41,5 43
2
Resumen de las medidas del metacarpo.
Nivel
E
Medidas
1.—
2. —
n
6
7
M
29,5
43,5
v r.
28-30
40 46
s
IC 95 °/0
0,73 0,62
1,67 2,83
65
Yacim iento prehistórico de cueto de la m ina
Matatarso
1.—An. máx. dist. . . .
2. —Esp. arista mes . .
Falange 3. a
B
46,5
31,5
49
31,5
E
46,5
31,5
43
28,5
A
D
E
G
H
1.—Lon. máx. basai.. 60,5 48 51 55,5 48,5 54 51 53 52 52
2.—Lon. máx. dorsal. 54 46
47,5 49 48 45,5 47 47
Resumen de las medidas de la falange 3.a
Nivel
Medidas n M
var.
s 1C 95 °/0
1.—
4 50 48-55,5 3,06 17,22
D
2.—
3 47,5 46-49
1,29
5,06
Por ser la especie más representada y sobre todo por la riqueza
de material determinable que ha proporcionado, vamos a dedicarle
un estudio más detenido comentando algunos aspectos interesantes.
1.—La primera observación que se nos ocurre a la vista de los
restos óseos en conjunto, es la reducida proporción de vértebras y
costillas con respecto al resto del esqueleto. Teniendo en cuenta
que el ciervo constituye, sin ninguna duda y a mucha distancia de
las demás especies, el más abundantemente representado, cabría
esperar una mayor proporción de estas piezas. Más aún si pensa­
mos que la vértebra es una pieza que se conserva bien, al menos en
su cuerpo vertebral.
De 371 restos estudiados no aparece ni una vértebra ni una cos­
tilla. Pensamos que en este caso se ha podido perder material ya
que Vega del Sella dice expresamente en la Memoria de la Exca­
vación que se recogieron todas y cada una de las piezas e incluso
se cribó toda la tierra del yacimiento.
De estos resultados podemos deducir que en el régimen cazador
de los hombres de Cueto de la Mina no era frecuente transportar
a la cueva los animales enteros sino las partes correspondientes
sobre todo a las extremidades y cabeza (al menos los maxilares).
No obstante lo dicho, el estudio del yacimiento de Tito Bustillo,
realizado recientemente por J. Altuna (1976), da una proporción de
324 vértebras y 209 costillas sobre un total de 3.500 fragmentos.
Estos datos nos indican que la anterior conclusión no puede gene­
ralizarse sin más y que de una zona a otra varían algunas costum­
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTÉ
66
bres. El último dato que hemos dado, gana en interés para nosotros
si se tiene en cuenta que Tito Bustillo es un yacimiento también
asturiano.
2.—Un dato de interés es también la escasa proporción de cuer­
na. En Cueto de la Mina de 371 piezas sólo 45 pertenecen a la cuerna.
Además teniendo en cuenta que la mayoría son fragmentos de pitón
que pueden pertenecer al mismo individuo, dicho número puede ser
aún menor. A esto hay que añadir que 5 fragmentos son de desmogue y por tanto no pertenecían a ejemplares cazados, sino que fue­
ron llevados a la cueva con otros fines.
La observación de este mismo dato la hizo J. Altuna en el mate­
rial de Tito Bustillo donde el número de restos de cuerna sobre un
total de unas 3.500 piezas era sólo de 22. En los yacimientos vascos,
sin embargo, de un total de fragmentos análogo, hay 157 de cuerna.
Este autor apunta a partir de este dato una hipótesis que nos pare­
ce sugestiva y que concuerda con nuestros resultados.
Transcribo textualmente su cita y el método seguido por dicho
autor para apoyarla.
«Ello (se refiere a la escasa proporción de cuerna) nos
inclinaría a pensar que los hombres de Tito Bustillo explota­
ban con preferencia los rebaños de ciervas con sus crías, más
numerosos y más fijos a un territorio, que los de machos,
menos estables, menos fijos y más peligrosos.
Para confirmar o dar al menos más verosimilitud a esta
hipótesis hemos comparado algunas medidas de piezas de
Tito Bustillo con las del yacimiento vasco de Urtiaga, escogiendo de éste los restos de ciervo de los niveles magdalenienses: F, E y D.
Hemos querido elegir para tal comparación una pieza de
las extremidades anteriores, pensando que la diferencia bio­
mètrica entre ciervos y ciervas se acusará mejor en el pie
delantero que mejor ha podido ser medida es el extremo dis­
tai del Metacarpo, hemos comparado la anchura del extremo
distal de esta pieza entre los ejemplares de Tito Bustillo y
los de Urtiaga. Para la comparación hemos utilizado el test
de apreciación de la diferencia de medias independientes (1)
y el resultado ha sido que la diferencia de ambas medias es
significativa. Para ser más precisos, el resultado ha sido que
hay más de un 99% de probabilidades de que la diferencia
(1) La fórmula aplicada es:
tin d ----
X—Y
(nx ~ 1) + (ny — 1) Sy
nx -f- ny — 2
i+i
nx
Dy
YACIMIENTOS PREHISTORICOS DÉ CUETO DE LA MINA
67
no se deba al azar sino a otra causa. Esta causa puede ser la
hipótesis enunciada» (2).
Con el mismo método, el autor compara también las anchuras
distales de los metatarsos resultando igualmente significativa pero
sólo con un 90% de probabilidad, resultado que era de esperar por
lo indicado anteriormente respecto de la diferencia sexual.
Parecidos resultados en cuanto a la proporción de cuerna en La
Paloma, nos hizo pensar que esta hipótesis podía ser corroborada
por las medidas de este yacimiento (3). En Cueto de la Mina sin
embargo, la proporción de cuerna es más alta sin llegar a igualarse
con los yacimientos vascos. Por tanto cabía esperar que la prueba
estadística no diera idénticos resultados en ambos yacimientos.
Con intención de comprobarlo y siguiendo el mismo método, he­
mos comparado las medidas de los ejemplares del nivel 6 (que es
el más abundante) de La Paloma con las de Urtiaga (Guipúzcoa),
con las de Tito Bustillo y con las de Cueto de la Mina.
Hemos completado esta prueba comparando también las de Cue­
to de la Mina (en sus niveles würmienses) con Urtiaga y Tito Bustillo.
El resultado de dichas comparaciones queda resumido en la
tabla XI.
Tabla VI.—Test de apreciación de la diferencia de anchuras distales
medias en Metacarpos y Metatarsos de los ciervos de Ur­
tiaga, Tito Bustillo, La Palma y Cueto de la Mina.
Metacarpo. An. máx. dist.
^indep.
n M
var.
s
3,34
Urtiaga F-f-E-|-D 29 45,2
38-51 3,1
21 42,5
La Paloma 6
39,5 50,5 2,6 (más de 99,5 ° /0)
40-49 2,17
0,127
15 42,7
Tito Bustillo 1
(un 50 0/o)
La Paloma 6
21 42,5
39,5-50,5 2,6
2,0
38-51 3,1
Urtiaga F-f-E-j-D 29 45,2
40-46 1,88 (más del 95 °/0)
Cueto de la Mina 10 43,2
0,45
40-49
2,17
42,7
15
Tito Bustillo 1
40-46 1,88 (menos de 7 0°/o)
Cueto de la Mina 10 43,2
42,5
2/6
0,61
39,5-50,5
21
La Paloma 6
40-46 1,88 (menos de 75 ° /0)
Cueto de la Mina 10 43,2
(2) A l t u n a , J., Estudio de los mamíferos del yacimiento de Tito Bustillo
(Asturias). En prensa.
(3) C a st a ñ o s , P., Estudio de los macromamíferos de la cueva de La Pa­
loma (Asturias). En prensa.
68
Pedro
m aria c a st a ñ o s u g a r t è
Metatarso. An max. dist.
Urtiaga F+E-j-D
La Paloma 6
Tito Bustillo 1
La Paloma 6
n
M
var.
16
8
12
8
46,8
43,6
44,5
43,6
42,7-53
42-46
42-49,5
42-46
s
t indep.
3,2
2,725
1,26
(un 99 ü/ 0)
2,4
1,034
1,26 (menos de 90 °/0)
Como puede apreciarse en la tabla, el test para los metacarpos
de Urtiaga y La Paloma indica que la diferencia de medias es signi­
ficativa. Dicho de otra manera, que hay más de un 99,5% de proba­
bilidad de que dicha diferencia no se deba al azar sino a otro factor.
El test entre Urtiaga y Cueto de la Mina señala que la diferencia
es significativa pero con menor probabilidad (sólo un 95%) lo cual
cabía esperar ya que como hemos dicho anteriormente la propor­
ción de cuerna era también mayor y más cercana al yacimiento
vasco.
Para los metatarsos la diferencia entre Urtiaga y La Paloma es
significativa pero en menor grado: solo un 99% de probabilidad.
Era de esperar este resultado según lo dicho en la hipótesis de la
diferencia sexual. Entre Urtiaga y Cueto de la Mina no hemos po­
dido aplicar el test por escasez de datos en este último yacimiento.
3.—Las diferencias específicas y subespecíficas del Género Cervus se han apoyado fundamentalmente en la forma, posición y nú­
mero de los candiles basales de la cuerna. Ahora bien, por el estado
de conservación de los mismos, en nuestros restos es imposible una
sistemática basada en este dato. En algunas piezas se aprecia el
arranque de los candiles basales típicos de Cervus elaphus. No nos
queda otro recurso que acudir al tamaño y esto con mucho tiento,
debido a la gran variabilidad de los ciervos tipo «elaphus» en cuan­
to a tamaño.
YACIMIENTO PREHISTÓRICO DÉ CUETO DÉ LA MINA
69
De todos es conocida la tendencia de algunos autores a com­
parar los grandes ciervos wiirmienses con el wapiti canadiense (Cervus elaphus canadiensis Erxleben). Incluso con el de Asia Menor,
Cáucaso y Persio (Cervus elaphus maral Gray). Muchos autores
españoles antiguos han dado los restos de ciervo de cuevas asturia­
nas como del Cervus elaphus cantabricus creado por Graells (1897).
A este respecto, traemos una cita de E. Hernández Pacheco so­
bre la cueva de La Paloma donde menciona precisamente ejempla­
res de este tipo:
«La faune de mammifères des niveaux paléolithiques est
constituée en plus grande partie par des restes de cheval ou
de cerf; ce dernier est souvent de la taille du wapiti (Cervus
cantabricus, Graells)» (4).
Respecto a este «imaginario» Cervus cantabricus, un poco más
adelante comentaremos su posible justificación a la vista de las
medidas que poseemos. De todas formas, Vega del Sella no cita en
la fauna de este yacimiento ejemplares de Cervus elaphus canta­
bricus.
Ahora resumimos brevemente algunos resultados comparativos
de estas medidas.
a) En primer lugar diremos que las medidas de los ciervos de
Cueto de la Mina coinciden fundamentalmente con las de los res­
tantes yacimientos cantábricos estudiados. Concretamente, hemos
podido compararlas con las de los yacimientos guipuzcoanos (Altuna 1972), Cueva Morín (Altuna 1972), Tito Bustillo (Altuna 1976) y
La Paloma (Castaños 1979). Dicha comparación la hemos realizado
con los medidas más numerosas y fiables: Ms, húmero, tibia, astrà­
galo, calcáneo, centrotarsal, metapodios y falanges.
Lo que no hemos observado en nuestro material es una dismi­
nución tan neta entre los ejemplares wiirmienses y postwürmienses
como la señalada en otros yacimientos de los citados. Como puede
comprobarse en los resúmenes de medidas, las medias de los nive­
les A y B de Cueto de la Mina no son tan claramente inferiores a
las de los niveles más antiguos. Hay que decir no obstante que
existe una tendencia a la disminución de tamaño pero que no es
tan llamativa como en otros yacimientos cantábricos.
b) Un segundo dato biométrico consiste en que las medidas de
(4)
H e r n a n d e z P a c h e c o , E., 1922: “Plaques d’ardoise et os gravés de ca­
verne de La Paloma”, Rev. anthropolgique, N.° 9-10, Paris, 336.
70
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
Fig. 4.—Gráfica de la variabilidad y medias de la lohgitud lateral del astrà­
galo en diversos yacimientos y niveles. (Tomada de J. Altuna).
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
71
Fig. 5.—Gráfica con la variabilidad y medias de la longitud lateral del astrà­
galo en diversos yacimientos y niveles, completada por La Paloma y Cueto
de la Mina.
72
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
nuestro material no superan, e incluso son ligeramente inferiores,
a las de ciervos neolíticos centroeuropeos.
Hemos comparado nuestras medidas con dos series. Una, la da­
da por Jequier (1963) del yacimiento suizo de Burgaschisee-Süd,
así como las de Bialowieza (Polonia) y Siebenbürgen (Rumania).
La otra serie pertenece al yacimiento bávaro de Polling y ha sido
publicada por Blome (1969). En la bibliografía final se hace refe­
rencia exacta de estas dos publicaciones.
La comparación se ha realizado con las mismas medidas usadas
al cotejar estas dos cuevas con el resto de los yacimientos cantá­
bricos citados anteriormente.
Este último dato viene a confirmar de nuevo la gran variabili­
dad de talla aue existe en esta especie y por consiguiente hace poco
probable y aún menos segura la creación de especies o subespecies
nuevas basados en la variación de tamaño.
c)
Para confirmar de algún modo lo dicho anteriormente, demos
dos gráficas (figs. 4 y 5) donde se representan la variabilidad y las
medias de la longitud lateral del astràgalo (medida abundante v
bastante segura) de diversos yacimientos y niveles.
La fisura 4 (tomada de Altura 1976) la traemos como resumen
gráfico de lo dicho. Se observa que entre los niveles würmienses
(TB=Tito Bustillo, MO=Cueva Morín, UR.D=Urtiaea D) v los postwürmienses (UR.C + B = Urtiaga C + B, CV=Cueva de las Vacas
de Granada) hay una clara disminución de tamaño. También se ve
oue los eiemplares magdalenienses de los yacimientos citados no
difieren sustancialmente de los yacimientos centroeuropeos (B-S =
Bureáschisee-Südy Siebendbürgen, POL=Polling).
En la figura 5, hemos representado, sobre el mismo gráfico an­
terior y por el mismo método, nuestros eiemplares de La Paloma
separando también los magdalenienses (PL.8 y PL.4 + 6) de los azilienses (PL.2). También se han intercalado los niveles E y G de Cue­
to de la Mina (CM. E 4- G). Como puede verse, se sitúan en posicio­
nes intermedias pero más cerca de los würmienses de los otros vacimientos cantábricos. Se ve que hav una tendencia a la disminución
de tamaño pero no se observa un hiato tan claro como en la figu­
ra 4.
Respecto a la relación con los eiemplares centroeuropeos aueda
claro también que no hay diferencias entre los ejemplares de nues­
tros yacimientos y éstos.
Todo lo dicho anteriormente nos hace pensar aue las taxonomías
basadas en la diferencia de talla están poco justificadas debido a la
variabilidad del ciervo al respecto. Por tanto, hablar de un Cervus
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
73
del tipo wapiti en estos yacimientos cantábricos no tiene base sóli­
da a partir de meros datos biométricos.
Rangifer tarandus LINNAEUS, 1758
MATERIAL
B
E
H
1
C uerna............................................
Falanges ................................. 1 1
TOTALES
1
1
1
Tot.
1
2
3
MEDIDAS
Falange l*
E
Lon. máx. mitad periférica ............................... .......45,5
An. máx. prox...................................................................18,1
An. dist.............................................................................. (14,2)
An. mín. diáf..................................................................... 13
Falange 2.a
Lon. máx. mitad periférica ...............................
An. máx. prox............................................................
An. dist........................................................................
An. mín. diáf.............................................................
B
33
17
15,3
12,3
La presencia del Reno en los yacimientos cantábricos más oc­
cidentales es muy escasa. En el estudio de los yacimientos guipuzcoanos esta especie ha aparecido claramente. Y los últimos ya­
cimientos estudiados están defectando su presencia, aunque muy
escasa, en varios en los que hasta ahora no se hallaba citado. Así
ocurre en Cueva Morín (Altuna 1972) y Tito Bustillo (Altuna 1976).
Vega del Sella no cita esta especie en Cueto de la Mina. Cabe
suponer que alguna de las piezas de Reno se hubiesen confundido
con ciervo o cabra montés. El estudio detenido del material nos
permite citarlo como seguro.
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
74
El escaso número de restos hace pensar que se trata de ejempla­
res llegados de la zona cantábrica más oriental. Aunque las pocas
citas que hay a este respecto nos impiden por ahora cualquier con­
clusión de este tipo.
Capreolus capreolus LINNAEUS, 1758
MATERIAL
NIVELES
A
Maxilar ........................... 1 1
Mandíbula .......................
2
Dien. ais..............................
Falanges ...........................
TOTALES ....................... 1 3
B
E
2
G
Total
2
2
2
1
1 7
2
1
MEDIDAS
Falange 1.a
An. máx. prox.
An. mín. diáf.
Mandíbula
G
12,5
13,5
Lon. P2-P<
B
31
El corzo es una especie poco abundante en los yacimientos de
la Península Ibérica. Está adaptado a climas templados y por esta
razón aparece sobre todo en las épocas postglaciares.
El escaso número de restos no permite comparación alguna con
los pocos publicados hasta ahora o con los centroeuropeos. Sólo
cabe decir que las escasas medidas que hemos obtenido coinciden
fundamentalmente con las dadas en los yacimientos guipuzcoanos
y en Cueva Morín (Santander) por J. Altuna.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
75
Rupicapra rupicapra LINNAEUS, 1758
MATERIAL
B
Mandíbula
Dien. aisl.
Húmero
Tibia
TOTALES
T otal
1
1
1
1
4
E
1
1
1
1
2
2
MEDIDAS
Húmero
Tibia
B
36,5
34,5
An. máx. dist.
An. tróclea
E
An. máx. dist. 26,5
Con tan escaso material y medidas nada se puede decir respec­
to de esta especie.
Capra pyrenaica SCHINZ, 1838
MATERIAL
NIVELES
Clavija
Maxilar
Mandíbula
Dien. ais.
Húmero
Metapodios
Falanges
TOTALES
A
B
D
1
1
2
30
1
5
2
38
2
2
E
3
2
1
9
2
17
G
H
4
1
1
5
1
Total
3
2
6
44
1
7
2
65
76
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
MEDIDAS
Maxilar
Mandíbula
E__
25,5
Lon. P2-P4
A
20
Lon. P2-P4
Lon. ocl.
Lon. b. c.
B
22
18
23^5
**
M2 aislados
B
Lon. ocl. 19,5
Lon. b. c. 26,5
*
23,5
26,5
*
21
22,5
21,5
25
*
21
23
E
23,5
22
**
***
G
22 27
26 26,5
**
*
Húmero
B
An. màx. dist.................... 35,5
An. tróclea ....................... 34,5
Metacarpo
An. màx. dist........................
Esp. arista mes ................
B
37,5
20
G
32,5
20
35,5
21
Metatarso
An. màx. dist......................
Esp. arista mes ...............
Falange l.a
Lon. máx. mitad periférica ...
An. máx. prox.....................
An. min. diàf.......................
An. dist.................................
33
20,5
B
34,5
21,5
H
23
20
30,5
20
E
46,5
17,2
13
40
14,9
11
12
77
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
Las medidas de nuestros ejemplares de cabra montes coinci­
den fundamentalmente con las dadas en otros yacimientos cantá­
bricos. Parecen pertenecer por tanto a la forma pirenaica. Las me­
didas de cabras fósiles alpinas son mayores.
Familia Bovidae GRAY, 1821
Bos primigenius BOJANUS, 1827 y Bison priscus BOJANUS, 1827
MATERIAL
A B D E F H Total
1
1
2
Clavija ...................
Cráneo ...................
1
1
Maxilar ...................
1
1
Dien. ais.......................
1
8 1 1 11
1
1
Costillas ...................
Radio ........................
1
1
Tibia .......................
1
1
Astràgalo ...............
1
1
Metapodios ...........
2
2
Falanges ...................
2 2 2
6
TOTALES ...............
1 4 6 14 1 1 27
MEDIDAS
La distinción entre ambas especies no es tarea fácil. Más, si
se tiene en cuenta el escaso número de restos que poseemos. Por
esta razón, a la vez que damos las medidas, incluimos algunos co­
mentarios taxonómicos.
Clavija córnea
Poseemos dos restos de clavija procedentes de los niveles B y E.
Ambas pertenecen al Bisonte pero por su estado de fragmentación
ha sido imposible tom ar medida alguna. Uno de dichos restos pre­
senta hacia la mitad un gran orificio que se hunde hasta el hueco
central del asta y que no parece hecho artificialmente.
Mandíbula
M2
E
Mg
E________ H
Lon. ocl.
33
Lon. ocl.
51,5
41
An. máx.
19,2
**
**
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
78
Radio
El único resto que poseemos pertenece al nivel A. Sus medidas
son las siguientes:
1.—An. máx...........................................................
117,5
2.—An. máx. superi, artic..................................
103
3.—Lon. parte mes. superf. artic......................
56
4.—Lon. parte lat. superf. artic......................
36,5
tIndice
j. superi,r artic. prox.
, = f------4 —100
-------- = 65,01
Comparando el valor de este índice con los dados por Lehmann
y Stampili para Bos y Bison, vemos que está más cerca del Bison­
te que del Uro. Si a esto añadimos que la escotadura para albergar
el saliente de la Ulna es obtusa y que la protuberancia lateral es
pequeña, nos inclinamos a pensar que este resto pertenece al Bi­
sonte.
Astràgalo
El único resto pertenece al nivel D. Sus medidas son:
Lon máx. lat.......... ...93,5
Lon. máx. mes. ... 85
Esp. máx. lat.............52.7
Esp. máx. mes. ... 53,5
An. tróclea ....................... ...58
An. cabeza ....................... ...61
An. parte lat. cabeza ... 29.7
An. parte mes. cabeza ... 30
Por las medidas y por ciertas características morfológicas que
no detallamos aquí, nos inclinamos a pensar que ambas piezas
pertenecen al Bisonte.
D
Metacarpo
An. máx. dist.
An. min. límite epíf. diáf.
Falange 2*
Lon. máx..............................................
An. máx. prox....................................
An. dist................................................
An. min. diáf....................................
108
97
........
........
........
........
B
49,5
36
31
28,5
91,5
88
E
53
46,5
40,5
Ya c im ie n t o
p r e h is t ó r ic o d e c u e t o d e l a m in a
Falange 3.a
D
Lon. diagonal ............ . 103
Lon. máx. dorsal .......
78
D
107
77
En definitiva se han podido determinar cuatro piezas como
pertenecientes a Bison priscus. El resto del material pertenece a
Gran Bóvido pero sin poder diagnosticar con seguridad si se trata
de Bisonte o de Uro.
PERISSODACTYLA Owen, 1848.
Familia Equidae- GRAY, 1821.
Equus caballus LINNAEUS, 1758.
Constituye una de las especies mejor representadas del yaci­
miento. Téngase en cuenta que en el presente trabajo sólo se es­
tudian las piezas procedentes de la excavación de Vega de Sella
conservadas en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Exis­
te un estudio en detalle de esta especie realizado por W ernert P.
en 1956 donde se discute la creación del «Equus cazurroi» de Ca­
brera (1919) y su posible sinonimia con el «Equus (Asinus) hydruntinus» de Regalia (1907). La cita completa de este trabajo se da en
la Bibliografía final del presente estudio.
NIVELES
MATERIAL
Mandíbula
Dien. ais.
Húmero
Radio
Ulna
Tibia
Metapodios
Falanges
Sesamoideo
Totales
A
1
B D E
2
2
25 32
2
2
1
1 3
F G
2
23 21
H
46
1
1
1
1
1
1
2
4 6
1 1
36 44 28
T otal
4
150
1
3
1
3
2
4 2
25 48
13
8
185
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
80
MEDIDAS
Molares aislados
1.—Lon. mesio-distal ^
2.—An. vestíbulo-lingual
3.—Lon. del protocono
4.—Indice protocónico
Indice protocónico =_
Molariformes superiores
p2d1
E
D
35,5
31
1,
2,
24,5 24,5 25
3,
4,
** ** **
p8 o 4i.
D E F
1.— 27 31,5 29. 31
2.— 25 26 26,5 28
3.—
13,8 11,5 14,8
4.—
43,8 39,6 47,7
♦♦ *
* *
2.— 26
2.—
3.— 13,1
4.— 50,3
♦♦
25,5
12,3
48,2
♦*
M1 o2d.
G
27,5 28
21,5
14,7
52,5
*♦ 4c
Todas las medidas que siguen
están tomadas siguiendo el mé­
todo de F. Prat de Burdeos cu­
ya tesis doctoral constituye uno
de los trabajos /más completos
sobre Equidos Pleistocenos.
Lon. protocolo x 100
Lon. mesio-distal
p2i
39,5
H
36,5
23,5
**
**
H
D
29
26
13,7
47,2
*
D
32 28 28 26
25 28 27 24
14,4 10,3 10,6 14
45 36,7 37,8 5X8
* *** ** **
p3 o 4d
F
31
26,5
12,2
39,3
**
H
28
28,5
**
M1 o 2d.
28
28,5
14,1
50,3
***
M1 o 2
H
B
E G
29 25 29 29,5 28
24 24
27,5 27,5
11,7 13,1 11,8 13,6 13
40,3 52,1 40,6 42,7 46,4
♦♦ *
**
*
E
26,5
26,5
13,6
51,3
*
29,5
27
13
44
**
H
25,5
26
14,4
56,4
25,5
23,5
10,4
40,7
**
81
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINÁ
M1 o 2i.
M8 d.
H
E G
1.— 24 25,5 25
26 29, 26 27 26
2.— 26 24 25 24,5 27,5 25,5
23
3.— 12,3 13,4 12,8 10,9 11,1 11,2
4.— 51,2 52,5 51,2 41,9 38,2 43
***
íjC*
***
1.—
**
***
M1 o 2i.
F
23
20,5
13,2
57,3
*
2.—
2 .—
4.—
**
27
27
14,2
52,5
***
M3i.
H A
28,5 26
23,5 22,5
14,6 15,5
51,2 59,5
30
23
14,5
48,3
***
H
28
22
12,4
44,2
***
27,5
21,5
12
43,6
**
29
24
12,7
43,7
**
25,5
22,5
12,8
50,1
**
Molariformes inferiores
P2 d.
P2 iH _ D __ E
F
G
_________ E ____F
G
1.—
32 32 35,5 33 34,5 32 32 32 34 33
14,1 14,4 15,5 14,2
2.—
13,9 14 14,8 13,7 13,4
***
Hs
D
29,5
16,1
**
1.—
2.—
29,5
16,3
**
**
**
P3 o
F
30
17,2
**
A
G
30
17,8
**
H
28,5
16,8
**
30
15,7
**
29
_
P3 O 4i.
D ____E________________ F
1—
2 .-
27,5 28 25,5 33,5 28 26,5 26,5 32 30,5 28 29 27 25,5 31 28,5
16 16,1 15,5
16,7 15 15,5 13,3 18,4 16 14,9 17 16,5 16 17,4
iti
¡ÿ*
**
#*
♦*
*>k
G ___H________
***
#**
*#*
**
**
***
*
82
P edro
M i o 2d.
H
30
29
11,7 15,1
**
*
1.—
2.—
ma Ria c a st a ñ o s u g a r t é
25,5
12,7
**
D
26,5
15
**
Mi o 2i.
26,5
16,1
*
E
27 26
15,5 14,5
** **
G
25
15,7
**
1.—
2.—
Mi o 2id.
H
E
F
H
28,5 25,5 25,5 28 25 22 35 32 32,5 31
15 13,4 15,6 15,5 14,9 11 14,2 13,7 12,9 12
1.—
2.—
M3 i.
D
E
F
G
H
32,5 33 31 33,5 33,5 36,5 3228,5 31,5 33
14 13,1 13,8 14,5
13,8 12 11,5 14,3
Falange 1.a
Alt. total ............................................................
An. máx. prox......................................................
An. máx. dist.......................................................
An. máx. superf. artic. dist..............................
An. mín. diáf.......................................................
Esp. prox..............................................................
Alt. axial ............................................................
Indice de robustez............................................
D
88,5
58
49
45,5
35
41,2
78,5
52,4
a. i.
E
80
45
43
32,5
39
70
55,7
p. d.
TIndice de robustez
,
X 100
= —Espesor
---------proximal
---------------------Altura axial
Este índice se ha calculado según F. Prat. J. Altuna y el mismo
Part anteriormente calculaban el índice de robustez como en la fa­
lange 2.a, con la anchura mínima de la diáfisi sy la altura total.
Nosotros hemos seguido el que Part da en su tesis doctoral.
YACIMIENTO PREHISTORICO DE CUETO DE LA MINA
Falange 2.a posterior
Alt. to ta l......................... ......
An. máx. prox................ ......
An. máx. dist................... .....
An. mín. diáf............... .....
Indice de robustez .... ......
B
50,5
57
51,5
48,5
101,9
51
58
53,5
50,5
99
E
46,6
50,5
43,5
43,5
97,8
53
47
44
88,6
83
G
50
52
42
_
.
An. mín. diáf. X 100
Indice de, robustez
= -------------------------------Alt. total
Falange 3.a
E
G
D
An. máx..............................
83,5
44
An. máx. superf. artic. , 47 48
54
Diám. ant-post. máx.
superf. artic......................
27 28,5
28 27 28 29
a. a.
P- a. p. PLas medidas de las piezas dentarias son, en general, menores
que las de los yacimientos guipuzcoanos. Se observa una mezcla de
caracteres arcaicos y evolucionados.
Las medidas correspondientes a las falanges son, sin embargo,
mayores que las de Urtiaga.
PROBOSCIDEA
Familia Elephantidae GRAY, 1821
Mammuthus primigenius BLUMENBACH, 1799
El Mamut ha proporcionado solamente unos fragmentos de mo­
lar en el nivel E de Cueto de la Mina. Con restos tan escasos nos
limitamos a una simple referencia de esta especie.
84
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
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W e rn e rt,
RESUMEN
En el presente trabajo se estudia la fauna de Macromamíferos
de la cueva de Cueto de la Mina (Asturias). Los materiales estu­
diados proceden de la excavación realizada por Vega del Sella en­
tre 1914 y 1915. Este material se conserva en el Museo de Ciencias
Naturales de Madrid. Estos restos pertenecen a varios niveles ar­
queológicos que cubren desde el Magdaleniense Superior al Auriñaciense.
Se han determinado 13 especies distintas, a partir de 680 res­
tos óseos. Se observa predominio de los Ungulados sobre los Car­
nívoros. La especie más representada es el ciervo, seguido del ca­
ballo.
Se citan por primera vez en este yacimiento restos de Reno, Oso
y Lince. Se dan las medidas de los huesos acompañadas de un estu­
dio estadístico básico. Se ofrece en una primera parte el estudio
del yacimiento en conjunto con las especies representadas en cada
nivel y su proporción respecto del conjunto. También se ha cal­
culado el número mínimo de individuos y una serie de gráficas que
permiten realizar comparaciones con otros yacimientos cantábricos
y franceses.
En una segunda parte se ofrece un estudio en detalle de cada
una de las especies presentes.
SUMMARY
In the present work the big Mammals fauna of Cueto de la
Mina Cave (Asturias) is considered. The materials under study co­
me from the excavation made by the «Conde de la Vega de Sella»
between 1914 and 1915. This material is preserved at «Museo de
Ciencias Naturales» in Madrid. These remains belong to several
archeological levels from the Upper Magdalenian to Aurignacian.
86
PEDRO MARIA CASTAÑOS UGARTE
From 680 bones, 13 different species have been determined. The
presence of Ungulates is more frequent than Carnivorous, being the
species more represented the Deer followed by the Horse.
In this site, the remains of Reindeer, Bear and Lynx are men­
tioned for the first time. Measures of bones are given together
with a basic statistical study.
In a first part, a full study of the site is shown with species
represented in each level and their proportion respect to the whole.
Also includes a calculation of the minimum number of population
and a set of graphics which will make possible the comparison
with other French and Cantabric sites.
The second part gathers an additional and detailed study of
each species found.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA
ROMANA DE ASTURIAS. LAS UNIDADES GENTILICIAS.
POR
G. PEREIRA MENAUT — J. SANTOS YANGUAS
(*) Durante los cursos académicos 1978-79 y 1979-80 los autores de este tra­
bajo fueron encargados de la enseñanza de la Epigrafía en el Departamento
de Historia Antigua de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Oviedo. Durante esos dos años, además de las enseñanzas normales, se
inició un trabajo de sistematización de las inscripciones romanas de Astu­
rias, que incluyó sesiones monográficas y numerosos viajes de estudio, ante
todo en el Museo de San Marcos de León. Esta aportación resume los resul­
tados de aquel trabajo en Oviedo.
Del total de las ca. 70 inscripciones romanas encontradas en
Asturias se conserva todavía una buena parte, ante todo en el Mu­
seo Arqueológico Provincial de Oviedo. Estas inscripciones proce­
den de toda la actual provincia de Oviedo, pero no de un territo­
rio históricamente homogéneo; algunas fueron encontradas en lo
que fue territorio de los Gallaici, otras en el de los Astures, otras
en el de los Cantabri (1). Como se verá su sistematización respon­
de a estas diferencias históricas y territoriales.
El número de inscripciones conservadas o conocidas en Astu­
rias es relativamente muy pequeño. Todas las conocidas, incluidas
(1)
Por esta razón carece de sentido publicar conjuntos de inscripciones
definidos según los modernos límites administrativos. Pero esta evidencia no
basta a los investigadores, cfr. la reciente publicación de las Inscripciones
Romaines de la Province de Lugo, París 1979, cuando el conjunto histórica­
mente significativo sería el del Conventus Lucensis, como entendieron los
autores del CIL.
88
G. PEREI RA MENAUT
algunas de existencia dudosa, no llegan a setenta. Es un número
realmente bajo, si comparamos con otras zonas de la Península
ibérica (2). Es por ello digno de destacar que este número no
aumenta de forma apreciable desde la publicación de la excelente
monografía de F. Diego Santos, Epigrafía Romana de Asturias
(aquí abreviado ERA) en 1959. Desde esta fecha hasta ahora los
nuevos hallazgos no llegan a media docena. Esta proporción es
verdaderamente muy baja, dado que las modernas prospecciones
y en general el interés extendido por las antigüedades han hecho
aumentar de forma sensible los hallazgos casi en todas partes, in­
cluso en aquellas donde las inscripciones también son escasas (3).
A pesar de esta falta de homogeneidad en el conjunto de las
inscripciones asturianas, hay algunos rasgos que lo caracterizan
visiblemente, debido sin duda a que todas ellas proceden de áreas
no urbanizadas, marginales, donde la romanización —desde este
punto de vista— es igualmente superficial. En Asturias no hay de­
dicaciones honoríficas a altos magistrados, y la gran inscripción
de Augusto del Cabo Torres no constituye excepción, porque no
es una inscripción asturiana, valga la expresión (4). Las inscrip­
ciones asturianas son ante todo funerarias y votivas, como corres­
ponde a un área de tales características; con ciertas diferencias,
es algo similar a lo que ocurre en algunas áreas de Gallaecia y en
general del Norte de la Península y de las provincias marginales
del Imperio.
Junto a elementos claramente indígenas, en la onomástica, la
organización social y la forma de las piedras, hay también algunos
otros que no lo son, como sucede con el nombre del dedicante de
ERA 9, G. Sulpicius Africanus, o en el caso de Lucius Corona Severus, soldado de la Legión VIL No es posible establecer una línea
divisoria clara entre lo indígena y lo romano, y nada nos obliga a
pensar según tal oposición de términos. Digamos, en fin, que hay
bastates inscripciones con un carácter netamente indígena, en la
forma de las estelas, en su decoración y en la onomástica —origen
y estructura de los nombres—, pero sin olvidar que, antes de la
(2) Este número es muy inferior al de la provincia de Lugo (ca. 100),
con una extensión menor, y al de la provincia de La Coruña (78 con los
nuevos hallazgos pendientes de publicación), también menor en extensión.
En esta provincia tampoco hubo ningún núcleo de población, ni una romani­
zación aparentemente superior a la de Asturias.
(3) En la provincia de La Coruña han aparecido, desde la publicación de
las IRG en 1949-60, 19 inscripciones.
(4) Vid. R. Syme, Epigraphische Studien 8, 1969, pág. 127.
ENRAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
89
llegada de los romanos, los indígenas no conocían la escritura ni
hacían estelas funerarias. Es imposible, pues, pensar en términos
de oposición excluyente, y esto se hace patente de forma brillante
en las inscripciones asturianas.
La sistematización que presentamos tiene dos partes que con­
viene separar. En la primera se establecen unos grupos epigráficos
diferentes entre sí, determinados localmente pero ante todo por
su propia naturaleza: forma externa de las lápidas, formularios,
onomástica e instituciones sociales; todo ello en conjunto justifi­
ca y explica la confección de los grupos. En la segunda parte se
encuentra un análisis de todas aquellas unidades sociales de ca­
rácter gentilicio conocidas en Asturias gracias a las inscripciones.
En ninguno de los dos casos se pretende hacer un análisis históri­
co, sino solamente una ordenación sistemática de los materiales
documentales que, por cierto, aquí como en otras partes, son casi
los únicos que tenemos a nuestra disposición. La conveniencia de
este tipo de trabajos puede verse claramente cuando tópicos tales
como «inscripción vadiniense», por el tipo y decoración de la es­
tela, desaparecen de nuestra consideración. Mejor todavía puede
verse en el trabajo de M.a Cruz González, realizado a partir de es­
tas consideraciones, que le ha permitido conocer algunas muy im­
portantes cuestiones de la historia de esa civitas vadiniensis (5).
La existencia de los grupos epigráficos asturianos no había pa­
sado desapercibida al investigador que mejor conoce sus inscrip­
ciones, F. Diego Santos. Pero una comparación entre lo que este
autor ha publicado y lo que aquí se presenta hará comprender la
conveniencia de este estudio de los materiales (6).
I.
LOS GRUPOS EPIGRAFICOS.
Grupo 1.°
Corresponde a la parte occidental de la actual provincia de As­
turias, pero en realidad territorio de Gallaecia hasta el Navia (7)
(5) M. Cruz González Rodríguez, Los vadinienses en su epigrafía latina.
Memoria de Licenciatura, Vitoria 1981.
(6) F . D ie g o S a n to s , Romanización de Asturias a través de su epigrafía
romana. Oviedo, 1963.
(7) Los límites de los conventus del Noroeste pueden ser vistos en J. S a n ­
t o s Y a n g u a s , Estructuras indígenas del Noroeste Peninsular y los cambios de
las mismas. Del siglo I a.C. al siglo II d.C. Tesis de Doctorado (original dac­
tilografiado). Oviedo, 1977.
90
G. PEREIRA MENAUT
y, más al oriente, todavía dentro de su zona de influencia. Los lí­
mites orientales de este grup opodrían ser atraídos hasta Cornellana, y desde ciertos puntos de vista todavía más (8).
Este grupo está compuesto por ERA 3, 4, 5, 10, 14, 16 y 17. ERA
15 no es asturiana, sino que pertenece a la provincia de Lugo (9).
ERA 3, 4, 5 10 son votivas, lo que hace una proporción muy eleva­
da dentro de este grupo y en general en Asturias; son casi la mi­
tad de las existentes.
Algunas de estas inscripciones tienen un marcado carácter in­
dígena, pero muy distinto a lo que encontramos en otras partes de
Asturias. No es extraño, precisamete, porque la región occidental
participa de las características de Gallaecia, o vive su influencia.
ERA 14 y 17 mencionan el castéllum Cariaca y el castellum Beriso,
pertenecientes a comunidades galaicas, en su particular forma de
organización (10). La estela fragmentada de Castiello, Cornellana
(ERA 18) debe ser también incluida en esta serie; su decoración
presenta motivos exactamente iguales a otros muy frecuentes en
el mundo castreño, como se puede ver en los museos de Santa Te­
cla o de Guimaráes (11), y en cualquier caso muy distinta a aque­
llas otras de carácter indígena procedentes de otras áreas de As­
turias.
Pero la imposibilidad de separar tajantemente lo indígena de
lo romano se puede observar en otras inscripciones de este grupo.
L(ucius) Ser(gius) Secundus, ERA 10, tiene nombre perfectamen­
te latinos, pero hace una dedicación a un dios de carácter indíge­
na, Evedutonius Bardlaecus. Las dedicaciones a Júpiter (ERA 3 y
4) podrían parecer también síntomas de la implantación romana,
extrañas a lo indígena, si no fuera porque sabemos que el culto a
(8) La cuenca de Grado señala la separación entre la cuenca central de
Asturias y el occidente desde el punto de vista geológico y también prehistó­
rico. Para épocas históricas no se puede llevar tan al oriente la zona de in­
fluencia de Gallaecia, pero la cerámica castreña del centro de Asturias, em­
parentada con la de la meseta, es substituida por otra, asimilable a la de los
castros galaicos, a partir de esa zona. En cualquier caso no puede haber sido
una frontera rígida. Agradecemos estas amables indicaciones al Dr. Adolfo
Rodríguez Asensio (Univ. Oviedo).
(9) F. B o u z a B r e y , Reaparición en Galicia de una lápida romana supues­
ta de Asturias, BIDEA 53, 1964, pág. 19 y ss.
(10) G. P e r e i r a M e n a u t, Los castella y las comunidades de Gallaecia. Ac­
tas II Xornadas de Arqueología do Noroeste Peninsular. Santiago de Compos­
tela, sept. 1980 (en prensa) con más bibliografía.
(11) Amable indicación del Dr. F. Acuña Castroviejo (Univ. Santiago de
Compostela).
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
91
Júpiter tiene un papel especial precisamente entre las comunidades
indígenas de la zona menos romanizada de la Península (12). ERA
16, L{ucius) Valerius Postumus ux(amensis) es un extranjero de
Uxama, y no un astur romanizado. El único criterio que podría ser
útil para distinguirlos es el cronológico; una inscripción muy tem­
prana con nombres romanos nos sitúa, probablemente, ante un
personaje venido de fuera, mientras que en las inscripciones tar­
días podemos esperar que también los indígenas hayan recibido ya
nombres romanos y no se distingan unos de otros (13).
La estructura de los textos funerarios de este grupo y las fór­
mulas que los acompañan presentan una notable homogeneidad en
su particular naturaleza. En efecto, en ninguna de ellas aparece
mecionado el dedicante de la inscripción. El nombre del difunto
está siempre en nominativo, y no va precedido de ninguna fórmu­
la; siendo la estela de Castiello (ERA 18) una excepción en parte,
no hay fórmulas antes del nombre del difunto, pero éste aparece
en caso dativo. Del mismo modo, es de notar la brevedad de las
fórmulas finales. Solamente an (norum), h(ic) s(itus) e(st), vix(it)
y s(it) t(ibi) t{erra) l(evis), pero en ningún caso encontramos aque­
llas otras fórmulas más complejas, como marito optimo, filio benemerenti, etc.
No tendría mucho interés señalar estas particularidades del for­
mulario, en un tan pequeño número de inscripciones, si no fuera
porque semejantes particularidades apuntan a una posibilidad de
datación que ya tiene verdadera importancia. Los textos del tipo
recién expuestos son generalmente datables en una época tempra­
na. Aunque no es posible proponer un lapso de tiempo, significa­
tivamente breve, para estos textos, sí podemos asegurar que son
anteriores a aquellos otros donde encontramos al principio la fór­
mula de consagración D(is) M(anibus) y similares. Es en tales tex­
tos, más tardíos, donde normalmente encontramos también las
(12) P. l e Roux — A . T r a n o y , Rome et les indigenes dans le Nord-Ouest
de la Péninsule Iberique. Problèmes d’epigraphie et d’histoire. MCV IX, 1973,
pág. 218 y ss.
(13) Sobre la transición de la onomástica indígena a la latina, en cuanto
a origen y estructura de los nombres v. G. Pereira Menaut — J. Santos Yanguas. Sobre la romanización del Noroeste de la Peninsula Ibérica: Las ins­
cripciones con mención del origo personal, Rv. de Guimaraes 1980, pág. 122
y ss. Sobre las dificultades para conocer el estatus jurídico de las personas a
través de la epgirafía cfr. G. A l f o l d y , Notes sur le droit de cite et la nomen­
clature dans l’Empire Romain. Latomus XXV, 1966, págs. 37-57.
92
G. PEREIRA MENAUT
otras fórmulas mencionadas como benemerenti, carissimo, facien­
dum curavit, etc. (14).
Podemos asegurar para ERA 14 y 17 una datación más bien tem­
prana, por una serie de elementos que, si no permiten una data­
ción absoluta, sí al menos relativa: la naturaleza de los nombres
personales, indígenas en origen y estructura; la forma de las pie­
dras, que son estelas; la mención del castellum —el origo— de los
individuos. Este último hecho permite ya una datación aproxima­
da pero segura, porque sabemos que los castella desaparecen en las
inscripciones a partir del final del siglo I d.C., probablemente des­
de la época flavia y la donación del ius Latíi a las comunidades de
las provincias hispánicas, si bien no sabemos hasta cuándo siguen
apareciendo.
De las inscripciones votivas del Grupo 1 no se puede ensayar
datación alguna, porque casi todas ellas han desaparecido. ERA 3
y 4 eran, sin embargo, textos sencillos, el segundo de ellos al pare­
cer una estela, cronológicamente anterior a las aras que se popu­
larizan más tarde; el grabado publicado en ERA no permite, sin
embargo, más que una mera conjetura. ERA 5 ha desaparecido y
carecemos de noticias sobre su forma. ERA 10 es probablemente
posterior al siglo I, según se ha querido ver para la fórmula final
v(otum) s(olvit) l{ibens) m(erito) (15). Las dedicaciones a dioses
indígenas, hechas por una persona de nombres latinos, son tam­
bién, con frecuencia, posteriores a los primeros tiempos, quizá en
gran parte posteriores al siglo I d.C. (16).
No sería lícito extraer conclusiones de la datación aproximada
de tan pequeño número de incripciones. Es muy chocante que
la mayoría de los textos de este grupo pertenezcan a una época
relativamente temprana, cuyos límites no podemos precisar. Quizá
sea prudente situarla entre la segunda mitad del siglo I y media­
dos del siglo II d.C. No parecen, desde luego, anteriores ni poste­
riores a este largo lapso de tiempo. Pero si no es lícito extraer con­
clusiones tampoco estará de más hacer patente que en las otras
partes de Asturias no hay inscripciones tan tempranas, del mismo
modo que aquí no las hay tardías. En el estado actual de la inves­
tigación, sin embargo, somos incapaces de buscar una explicación
coherente para estas diferencias. Quizá lo más prudente sea pen(14) Sobre la datación v. G. P e r e i r a M e n a u t, o.c. nota 10 con bibliografía.
(15) P . l e Roux — A. T r a n o y , o.c. nota 12, ib íd .
(16) No conocemos ninguna investigación que lo acredite, pero la obser­
vación de la epigrafía del Norte y de Gallaecia permite afirmarlo, con las ló­
gicas reservas.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
93
sar que este pequeño número de inscripciones no representa probablmente nada.
Grupo 2.°
Este es un grupo heterogéneo, que no existe más que por refe­
rencia a los demás. Los restantes grupos tienen una cierta cohe­
rencia interna, mayor o menor, basada en unos u otros elementos.
Las inscripciones del grupo 2.° no encajan dentro de los demás
grupos, de modo que son reunidas aparte, y sin que ello carezca
de sentido, como vamos a ver. Tiene una cierta similitud, por otra
parte, con el grupo 5.°.
El área correspondiente a este grupo es la franja costera des­
de la ría de Pravia a la de Villaviciosa. Por la parte occidental se
diferencia claramente del grupo 1.° por una amplia zona en la que
no se ha conocido, hasta el momento, ninguna inscripción, desde
Pravia hasta Rallón de Meras, en el concejo de Luarca. Por la par­
te oriental queda separada del área del grupo 3.° por claras razo­
nes epigráficas; las inscripciones del grupo 3.° son las de los Orgenomesci, según toda apariencia, y no tienen el menor parecido con
las del grupo 2.°. El límite sur se sitúa aproximadamente en una
línea ideal desde un poco al sur de Pravia hasta el fondo de la ría
de Villaviciosa, incluyendo su ribera oriental.
Esta área tiene un carácter geográficamente muy uniforme y
diferenciado del resto de la provincia. Son tierras de altura muy
inferior a la media provincial, con cotas máximas de 200 metros
salvo pequeños islotes aislados. Tienen por tanto unas posibilida­
des agrarias y un clima más amable que el resto de Asturias, si
exceptuamos los estrechos valles bajos de los principales ríos. Es
posible que esta área haya llamado la atención de modo especial
ya en la época antigua. Las termas de Gijón, único monumento ro­
mano de cierta entidad en Asturias, y numerosas noticias de ha­
llazgos menores ocasionales abonarían esta hipótesis.
El grupo es epigráficamente heterogéneo, como queda dicho.
Hacia el oriente, hacia Villaviciosa, parecen afirmarse más los ca­
racteres indígenas, con ERA 11, 29 y 30, en las que ya aparecen las
típicas gentilitates y un nombre, Doiderus, propio de ese ambiente
(17). Al centro y occidente no ocurre lo mismo: particularmente
(17)
Sobre el nombre Doiderus v. J. S a n to s Y a n g u a s , Contribución al es­
tudio de los restos de formas de dependencia en el área céltica peninsular en
época romana. MHA (Oviedo) II, 1978, págs. 137 y ss.
94
G. PEREIRA MENAUT
llamativa es la dedicación a la Fortuna Balneari de Gijón (ERA 6),
una de las pocas inscripciones asturianas que podrían ser presen­
tadas en otras provincias del Imperio sin llamar la atención. Pero
ERA 7, una dedicación a Mithra, fue hallada por el contrario en la
parte oriental de la ría de Villaviciosa. La misma heterogeneidad
encontramos en la morfología de las piezas, como no podía ser de
otro modo. A pesar de ello no parece inútil establecer sus caracte­
rísticas, por sus diferencias con los demás grupos.
Las inscripciones funerarias son ERA 21, 27, 28, 29 y 30, esta
última sólo un fragmento (18). Sus elementos diferenciadores son
los siguientes: no tienen fórmulas al principio, el nombre del difun­
to está en caso dativo, aunque solamente una de ellas menciona
al dedicante. Las fórmulas finales son más complejas de lo que
habíamos visto en el grupo 1.°, porque además de an(norum) en­
contramos ya possierunt o(b) m(erita) e(ius) en ERA 21 y fi(liae)
ca (rae) en ERA 27. A pesar de la heterogeneidad del grupo existe,
como se ve, una cierta uniformidad. Y por cierto que la estructu­
ra de los textos funerarios nos llevaría, si pudiéramos extraer con­
clusiones fiables, a una datación algo posterior a la del grupo 1.°
pero anterior a la de los grupos 3.° y 4.°. A pesar de los estimulan­
te que resulta esta regularidad y esta gradación cronológica, el gru­
po 2.° es demasiado escaso y demasiado heterogéneo para ser con­
siderado representativo. A lo sumo podemos afirmar que las ins­
cripciones conservadas y agrupadas así son posteriores a las que
componían el grupo 1.°, y anteriores a las de los otros grupos. Pe­
ro nada nos asegura que estas inscripciones, tampoco ahora, re­
presenten fielmente al conjunto de inscripciones que en su día hu­
bo en esta área, ni tampoco, por tanto, a la realidad histórica.
De las inscripciones votivas del grupo 2.° (tan relativamente
abundantes como en el grupo 1.°) debe decirse algo similar. ERA
6, 7 y 11 son tardías. La forma de los monumentos, que son aras
y no estelas, y el formulario así lo indican para ERA 6 y 11, a te­
nor de los aproximativos pero claros criterios de datación presen­
tados más arriba en nota 14. ERA 7 fue ya datada por Hübner en
época tardía (CIL II 2705), y a éste sigue F. Diego Santos (cfr. ERA
págs. 36 y s.). La desaparecida dedicación a Júpiter (ERA 2) debe
ser sin embargo más temprana, en cualquier caso más que la dedi(18)
ERA 28 es una estela discoidea de carácter indígena, pero la lectura
de F. Diego Santos puede ser mejorada. En lín. 1 se lee M (a r c u s ) A u ( r e liu s )
P r u ( d e n s ?), lo que nos lleva una vez más al complejo mundo de asimilación
entre lo indígena y lo romano.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
95
cación a Mithra (ERA 7). Pero las noticias que conservamos son
demasiado fragmentarias.
ERA 12, la dedicación a Augusto del Cabo Torres queda fuera
de consideración, como ya se indicó más arriba.
Grupo 3.°
Este grupo está localizado entre entre una línea formada por
los ríos Piloña y Sella y la ría de Villaviciosa, teniendo en cuenta
que algunas inscripciones del Grupo 2.° procedían también de la
parte derecha de la ría. El Grupo 3.° se diferencia muy claramente
de todos los demás, de modo que las reservas manifestadas al ha­
blar de los dos primeros ya no van a tener lugar aquí. Las inscrip­
ciones del Grupo 3.° tienen un cierto parecido con las del Grupo
4.° en su forma externa, en ciertos elementos del formulario y en
la realidad indígena que dejan manifiesta. Pero también por esas
razones no hay duda ninguna de que son distintas a las de ese gru­
po. Las inscripciones del Grupo 3.° son seguramente las de los Orgenomesci, las del Grupo 4.° son las de los Vadinienses.
El Grupo 3.° está formado por ERA 31, 32, 33 (fragmento no
aprovechable), 35 (desaparecida), 36, 37, 38 y 39, y rodados, o pie­
dras irregulares, aprovechadas directamente para grabar encima
una inscripción muy poco cuidada. Solamente dos excepciones,
ERA 36 y 39, suponen algo de trabajo sobre la piedra, pero muy
poco y muy poco esmerado. ¿Por qué utilizaban estas piedras,
igual que hicieron los Vadinenses del grupo 4.°? Podemos sentir­
nos tentados, en principio, a suponer en estas piedras algún sig­
nificado relativo a la religión o algún uso propio de otra natura­
leza. Pero, en realidad, estas piedras no son exclusivas de los Va­
dinienses del grupo 4.° ni de los Orgenomesci del Grupo 3.°, sino
que fueron usadas también para grabar la estela de Nicer Clutosi,
el princeps de los Albiones (Gallaecia), perteneciente al grupo 1.°,
y aún en alguna otra, como ERA 16 y posiblemente 17. Quizá, por
eso, sea más adecuado pensar que se trata simplemente de un há­
bito originado por consideraciones prácticas: las piedras alisadas
por el río están ya dispuestas para grabar la inscripción, sin ne­
cesidad de más trabajo, de más gasto. Esto sería coherente con la
factura de los textos, en la que también parecen haberse ahorrado
esfuerzo y gasto, pues algunas veces llegan incluso a estar no gra­
bados ,sino más bien rascados con un objeto muy imperfecto, se
diría incluso que de piedra y no de hierro.
La decoración de estas inscripciones es también característica
96
G. PEREIRA MENAUT
del grupo. La más depurada es la de ERA 39, que parcialmente se
escapa a lo recién expuesto sobre las formas de las piedras. Más
compleja es la de ERA 36, que tampoco es un simple canto roda­
do. En el resto de los casos se trata de incisiones superficiales, fi­
gurando pequeños arcos o enmarcando el texto. ERA 38 tiene, mer­
ced a un simple trabajo de acotadura, una forma discoidea en la
parte superior, que junto con un primitivo simulacro de rostro
humano da lugar a una estela antropomorfa (19). Desde este pun­
to de vista, pues, el grupo 3.° se diferencia claramente de las vadinienses del grupo 4.°. En cualquier caso carece de fundamento
la asunción de que las estelas sobre grandes cantos rodados son y
deben ser llamadas inscripciones vadinienses (20). Por el contra­
rio, ese término debe ser reservado exclusivamente para aquellas
cuyos textos lo manifiesten expresamente. No hay, pues, lápidas
vadinienses, sino textos vadinienses.
El formulario de estas inscripciones tiene características pro­
pias completamente distintas a las de los grupos anteriormente
discutidos. Así como aquellos no tenían ninguna fórmula al prin­
cipio de la inscripción, antes del nombre del difunto, éstas tienen
siempre la curiosa fórmula m{onumentum) p(ositum) d(ibus)
m(anibus), con ligeras variantes, y que sólo en un caso se simpli­
fica para reducirse a m(onumentum), ERA 31 (21). Esta fórmula
las acerca a las vadinienses del grupo 4.°; otras las individualizan.
Las fórmulas finales son también más complejas que las de los
grupos precedentes. Además de an(norum) y vi(xit) an(nis) encon­
tramos también, a veces junto a éstas, pater filiae posuit en ERA
33 y fil(ius) p(atri) po(suit) en ERA 32. Las fórmulas finales de las
inscripciones vadinienses son mucho más complejas.
Las estructuras de los textos es también muy característica. En
los cinco textos que se conservan íntegramente, se puede observar
que el nombre del difunto está en dativo, y que algunas hacen men­
ción directa o indirecta del dedicante. Unas veces éste aparece con
su nombre, como ERA 33, pero otras conocemos su existencia sólo
por las fórmulas posuit y sus variantes. Solamente dos de ellas,
(19) Sobre estelas antropomorfas y su significado v. ahora M . P i l a r R o ­
Sincretismo de la religión indígena y la religión romana
visto a través de las estelas antropomorfas. Brigantium (La Coruña) II (en
prensa).
(20) F. D ie g o S a n to s (La romanización
pág. 22) emplea este califica­
tivo tomando como base la forma externa de las lápidas.
(21) D ib (u s ) en ERA 32 y, suplementado, en ERA 33. En el resto siempre
abreviado.
d r íg u e z A lv a re z ,
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
97
ERA 31 y 39 silencian por completo al dedicante y al acto de la
dedicación. Pero su principal diferencia respecto de los grupos an­
teriormente discutidos es la mención, relativamente muy frecuen­
te, de las unidades gentilicias indígenas .Cuatro de esos cinco tex­
tos conservados presentan la fórmula ex gente (Viromenigorum,
Ablaidacorum, etc. ...), indicando la pertenencia del individuo a
uno de esos grupos gentilicios o comunidades indígenas. Solamen­
te una de ellas, ERA 39, carece de la indicación de la gens; ERA 38
tiene un texto demasiado críptico, en el que sin embargo bien pue­
de estar oculta (22). Nótese que ERA 39 es sólo parcialmente se­
mejante al resto del grupo y que es la única que presenta una ono­
mástica completamente latina; el carácter indígena de la onomás­
tica es otra de las características de este grupo. A juzgar por el ca­
rácter de la onomástica, el grupo 3.° se distancia de los grupos 1.°,
2.° y 5.° y se aproxima el 4.°, como podremos ver.
ERA 36 y 37 (desgraciadamente sólo un pequeño fragmento)
expresan claramente que los individuos referidos en sendas ins­
cripciones pertenecían al pueblo de los Orgenomesci. La coheren­
cia interna del grupo 3.° nos induce, así, a pensar que estas ins­
cripciones pueden ser las inscripciones de los Orgenomesci, del
mismo modo que las del grupo 4.° son las de los Vadinienses. Aun­
que no es posible despejar todas las dudas, permanece sin embar­
go el hecho de que las del grupo 3.° son completamente distintas a
las de los otros grupos »exceptuando el 4.°. Con estas últimas tienen
una cierta afinidad, como ya se indicó, pero pertenecen a pueblos
diferentes. Esta afinidad debe ser resaltada todavía de forma im­
portante: en el grupo 3.°, así como en el 4.°, y al contrario de lo
que sucede en todos los otros, no hay ni una sola inscripción vo­
tiva. Todavía otro rasgo importante: entre las inscripciones del
grupo 3.° encontramos ya una datación consular (ERA 33), como
será el caso, con más frecuencia, entre las vadinienses del grupo
4.°. Al discutir este grupo tendremos ocasión de apreciar más jus­
tamente estos hechos.
Grupo 4.°
Este es sin duda el grupo más homogéneo de todos. Está com­
puesto por ERA 40, 41, 46, 47, 48, 51, 52, 55 (fragmento) y 56; C.
Diego, BIDEA 61, 1967, pág. 13 y ss. con dos nuevos hallazgos en
Soto de Cangas y Collada de Zardón. A ellas hay que añadir un
(22) Cfr. ERA pág. 111.
98
G. PEREIRA MENAUT
cierto número de fragmentos inservibles o lápidas desaparecidas,
de cuyas noticias no se puede extraer ningún dato operativo: ERA
42, 43, 49, 50, 53, 54 y 55. ERA 44 y 45 son seguramente cristianas,
y no nos ocuparemos de ellas.
Como quedó dicho al discutir el grupo anterior, algunos ele­
mentos caracterizadores son comunes a ése y al que ahora presen­
tamos, pero esta semejanza no impide que la individualización de
ambos grupos sea extremamente clara. Así, mientras la forma de
las piedras es similar, la decoración que acompaña a las inscripcio­
nes es completamente distinta. Ya vimos cómo era la decoración
en el grupo 3.°. La decoración de las vadinienses del grupo 4.° in­
cluye una variada gama de motivos. El grabado de una domus (23)
es frecuente, así como los caballos, que a veces incluyen una pe­
queña inscripción paralela al texto principal (ERA 40 y 57), las re­
presentaciones de árboles o palmas, la svástica, y el marco inciso
rodeando el texto, a veces con una línea horizontal para cada ren­
glón. Todo ello las diferencia claramente del grupo 3.°, pero con­
viene tener presente que también en la actual provincia de León
hay un buen número de inscripciones vadinienses, con caracterís­
ticas en parte semejantes y en parte diferentes a las que estamos
presentando (24). No todas las inscripciones del grupo 4.°, inclu­
yen aquellas cuyo origen vadiniense es indiscutible, presentan la
misma decoración, ni tan completa. Algunas, incluso, carecen de
ella, como ERA 48.
Las fórmulas iniciales del texto son similares a las del grupo
3.°, pero en cierto modo distintas. La más frecuente es D(ibus)
M(anibus) M(onumentum), que enlaza luego con un posuit inclui­
do en el texto, como por ejemplo sucede en ERA 40. Otras veces
encontramos solamente M(onumentum) o también la fórmula más
convenconal D(is) M(anibus). Las fórmulas dedicatorias del grupo
4.° son más características, y distintas de las del grupo anterior.
Lo más frecuente ahora es marito suo caro, fiiiae suae carae y si­
milares, combinadas con el posuit recién referido. A veces son to­
davía más complejas, como en BIDEA 61, 1967, pág. 13: pió filio
ob merita, o en ERA 48: pater ei pro merita possit (sic).
Junto a las fórmulas dedicatorias encontramos el elemento
esencial de las inscripciones vadinienses, que es precisamente la
indicación de la pertenencia a esta civitas. Fratri suo vadiniensi
(23)
Sobre las domus inscritas y su simbologia v. M. W a e lk e n s , De huisidee in de grafarchitectuur van Klein-Azie. Spiegel Historiael 14, 1979, págs.
338-345.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
99
en ERA 40 presenta el origo integrado en la fórmula dedicatoria,
pero normalmente el término va(diniensis) o vad(iniensis) apare­
ce en aposición al nombre del difunto (ERA 51) o del dedicante
(ERA 52). Este término aparece en seis de las diez inscripciones
cuyo texto se conserva, un fenómeno que hasta ahora carecía de
investigación y explicación pertinente, por su naturaleza tan par­
ticular (24). Algunas de las que carecen de este término son, sin
embargo, muy claramente distinguibles, como sucede con ERA 57,
que tiene un caballo con inscripción en la parte inferior, algo ver­
daderamente característico de este grupo. De todas estas inscrip­
ciones solamente dos hacen indicación de un grupo gentilicio de
categoría inferior a la civitas (ERA 50, 55, quizá 49).
La estructura del texto es también particularmente caracterís­
tica de este grupo. El dedicante de la lápida aparece expresado
prácticamente en todas ellas, siendo ERA 51 la única excepción.
Pero la más notable es la forma de presentación: primero apare­
ce el nombre del dedicante, en nominativo, y después en segundo
lugar, el nombre del difunto en dativo. La única excepción a esta
regla es BIDEA 61, 1967, pág. 13, ya mencionada. Esta extaña for­
ma de estructurar el texto es completamente típica de este grupo,
y lo diferencia totalmente de los demás.
La onomástica es indígena y romana, tanto en origen como en
estructura de los nombres, siendo así este grupo afín al 3.° y dis­
tinto a los demás. También es afín al grupo tercero en la utiliza­
ción de la era consular para datar las inscripciones, pero mientras
en aquel grupo solamente había un caso, ahora encontramos cin­
co en el total de diez inscripciones, lo que llama poderosamente la
atención. La investigación sobre esta forma de datación ha lleva­
do a resultados dispares, de modo que la fijación de la era consu­
lar parece que deberá ser hecha apoyándose en otros criterios de
datación, aplicables a estas inscripciones, es decir, que la propia
era consular deberá ser datada desde fuera. En este contexto es
de notar que algunas inscripciones cristianas tienen una morfolo­
gía prácticamente igual a la de las vadinienses, lo que nos induce a
pensar en una datación tardía (24).
Muy importante es también constatar que en este grupo, como
sucedía en el anterior, no conocemos ni una sola dedicación voti­
va. Esta extraña ausencia, que nos estimula inmediatamente a pen­
sar que estos pueblos tenían una mentalidad religiosa particular,
(24)
Sobre todos los aspectos relativos a las inscripciones vadinienses v.
ahora M. Cruz González Rodríguez, o. c. nota 5.
100
G. PEREIRA MENAUT
e incluso a ponerlo en relación con la pervivencia del paganismo
en ua época ya cristiana —pues eso es la coexistencia de dedicacio­
nes funerarias normales junto a las primeras inscripciones cristia­
nas, algo típico de esta zona— o también con el rico simbolismo de
las vadinienses. Pero desgraciadamente el material epigráfico no
permite porfundizar más en el tema, al menos cuando se trata so­
lamente de una sistematización de los materiales.
Para terminar, una última consideración de otro orden. Ya es
claro que las inscripciones de los grupos 3.° y 4.°, de los Orgenomescos y de los Vadinienses, son completamente distintas a las del
resto de Asturia, incluido el grupo 5.° que aún no hemos discutido.
Son diferentes en todo, incluso en su datación, pues a pesar de to­
das las dificultades para ello resulta evidente que las de estos gru­
pos son posteriores a las de los dos primeros y también a las del
5.° (24). Ahora bien, la comparación entre unos y otros grupos ca­
rece del sentido que en principio puede parecer que tiene, y ello
porque los Orgenomesci y los Vadinienses son pueblos cántabros,
no astures, lo que supone una diferencia fundamental, como ve­
mos. De acuerdo con ello, las inscripciones de unos y otros no apa­
recen solamente en Asturias, con lo que se hace patente que el es­
tudio de las inscripciones según los límites actuales no es más que
un sinsentido. Un hallazgo reciente en Torrevega, cerca de Llanes
(F. Diego Santos, BIDEA 38, 1959, pág. 367 y ss.), es también ins­
cripción orgenomesca CIL II 6301, procedente de Monte Cildá, al
noroeste de la actual provincia de Palencia. Esta situación es ex­
trema en el caso de las vadinienses, pues las que pertenecen a la
actual provincia de Oviedo no son más que una pequeña parte del
total de las conocidas, repartidas entre las provincias de León y
Santander, sobre todo en la primera. Conviene decir, de todas ma­
neras, que las características que hemos establecido aquí para es­
te grupo pueden ser aplicadas al conjunto, con algunas diferencias
muy relevantes históricamente (25).
(25)
Las pertenecientes a Santander han sido publicadas por J. M. Igle­
Onomástica prerromana en la epigrafía cántabra (Santander, 1974).
Las de León han sido estudiadas por M. Cruz González Rodríguez en o.c. no­
ta 5, de pronta publicación. Un estudio previo de F. Diego Santos, presentado
como tesis de doctorado en 1972 en la Universidad de Oviedo, no ha sido, des­
graciadamente, publicado; puede leerse un resumen en Archivum XXII, 1972,
págs. 5 y ss.
s ia s G i l,
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
101
Grupo 5.°
Las inscripciones de este grupo son aquellas aparecidas en una
zona, relativamente pequeña, en torno a la ciudad de Oviedo. Son
ERA 1, 8, 19, 22, 24, 25, 26 y acompañadas de una serie de noticias
inconcretas de las que solamente ERA 23 y 63 tienen cierta enti­
dad. El área que corresponde al conjunto podría ser delimitada,
aproximadamente, por un círculo que alcanzase, por el norte, has­
ta Lugo de Llanera (ERA 36); por el oeste, hasta la cuenca de Gra­
do (ERA 19 de Valduno); por el sur, hasta la confluencia de los
ríos Lena y Aller (ERA 8, 9, 22), prolongándose para incluir ERA
1 de Serrapio (concejo de Aller), algo apartada. Por el este no es
posible establecer un límite, dado que no hay hallazgos que pue­
dan ser adscritos al grupo. Los primeros pertenecen ya al grupo 3.°.
La primera característica que llama nuestra atención es el con­
tenido de algunas de estas inscripciones, completamente distinto
a todo lo que habíamos visto hasta ahora. ERA 9 es una dedicación
religiosa hecha por un soldado de la legión VII Gemina junto con
su esposa, que, como él, tiene nombres perfectamente latinos; la
deidad no está expresada. La forma del ara carece, como la ono­
mástica, de rasgos indígenas, aunque traiciona, igual que la mala
factura de las letras, su ubicación remota, lejos de los centros vi­
tales más romanizados. ERA 9 es una dedicación a una divinidad
de carácter indígena, Nimmedus Seddiagus, pero realizada por un
individuo que se llama Gaius Sulpicius Africanas, sin duda empa­
rentado con el Praefectus Symmachiariorum Asturum Gaius Sul­
picius Ursulus, a quien por cierto le hace la dedicación ERA 22.
Quizá se trate de hermanos, pues la relación paternofilial apare­
cía probablemente expresada en la última inscripción menciona­
da. Quadratus, liberto de Figenus, de ERA 19 es la única mención
de un liberto, y en general la única indicación de estatus social que
encontramos en toda Asturias, y también nos acerca así a un am­
biente más homologable con las áreas de mayor implantación ro­
mana. Si, como dice F. Diego Santos (ERA 63 en comentario c ri­
tico), no debemos dudar de la existencia de una dedicación a Numeriano, en Lugo de Lanera, con ello tendríamos para este grupo
y esta área, junto a los testimonios recién mencionados, un carác­
ter diferente, menos indígena que lo acerca algo al grupo 2.°. El
grupo 5.° es, entre todos, el único que nos deja ver directamente
las huellas de la implantación de la potencia dominadora romana.
La estructura de los textos es similar a la del grupo 2.°. El nom­
bre del difunto está en dativo, y el dedicante, cuando se menciona,
102
G. PERE1RA MENAUT
aparece en segunda posición y en nominativo. Como las del grupo
2.°, también éstas carecen de la fórmula inicial típica de las ins­
cripciones funerarias, siendo las finales más bien escuetas, aunque
en una de ellas encontramos ob merita eius (ERA 19). Dos inscrip­
ciones, de onomástica indígena o indígena-latina carecen de todo
tipo de fórmulas, mencionando solamente el nombre del difunto
en nominativo. ERA 19, 25 y 26, textos con onomástica al menos
parcialmente indígena, son estelas redondeadas por arriba (ERA
24 no se conserva); como ya se indicó al discutir el grupo 1.°, estos
monumentos merecen una datación más bien temprana, y lo mis­
mo debe ser dicho de su onomástica (cfr. nota 14). Las inscripcio­
nes votivas del grupo merecen también una datación no muy tem­
prana, como se indicó más arriba al hablar de otras similares, y
ello es así sobre todo en ERA 1.
Lo recién expuesto nos lleva, inmediatamente, a contemplar
una clara similitud entre el grupo 2.° y el 5.°; incluso podrían ha­
ber sido tratados como un solo grupo. Si a pesar de ello aparecen
separados es debido a razones geográficas y arqueológicas, pues
la zona norte es mucho más rica que la central, aunque aquí tam­
poco falten algunos testimonios, e incluso alguno de cierta cali­
dad, como el mosaico de Valduno (26), y por la naturaleza del con­
tenido.
En cualquier caso, parece imponerse la evidencia de que la epi­
grafía de la actual Asturias se reparte claramente en tres zonas:
la zona occidental del grupo 1.°, que en parte es Gallaecia y en par­
te vive su influencia; la zona oriental, que es Cantabria o son cán­
tabros asentados en el solar de Asturia (grupo 3.° y 4.°), y una zo­
na central que es la propiamente astur. En esta zona encontramos,
a juzgar por la epigrafía, una situación bien diferente de lo que
habitualmente pensamos, y pensamos mal, porque sin querer ha­
cemos caso omiso de la disparidad histórica de la provincia de
Oviedo. Pero no es este el lugar para extraer otro tipo de conse­
cuencias.
(26)
Este mosaico ha sido estudiado recientemente por J. B e l l o n , La ro­
manización de Asturias, Memoria de Licenciatura. Oviedo, 1977, quien además
aporta interesantes datos arqueológicos para el estudio de la romanización
de Asturias.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
II.
103
LAS UNIDADES INDIGENAS.
En el conjunto de inscripciones aparecidas en Asturias y ya pu­
blicadas hay menciones en 24 de ellas a la realidad indígena refle­
jada en las unidades gentilicias suprafamiliares (gens, genitivos en
—um /— orum y nominativos de plural) y a la mención del lugar
de habitación del individuo (castellum = )).
Se trata casi siempre de inscripciones funerarias y en la mayo­
ría de los casos la pertenencia a una unidad indígena está expre­
sada únicamente para el difunto, no faltando, sin embargo, casos
en que también se expresa la unidad gentilicia a que pertenece el
dedicante, e incluso esta circunstancia únicamente sin expresión
de la unidad gentilicia a que pertenece el difunto. Los dos casos
de inscripciones en que aparece mención de unidades gentilicias in­
dígenas y no son fueranas, se trata de inscripciones votivas en que
comunidades indígenas (Arronidaeci et Coliacini ERA 1 y Luggoni
Arganticaeni ERA 11) realizan un vo+o a una divinidad, romana y
oficial en el primer caso (Jovi Optimo et Maxsumo), e indígena,
según todos los indicios, en el segundo.
Mediante la localización en el mapa de los hallazgos de inscrip­
ciones con mención de estas unidades, se descubren una serie de
hechos cuyo análisis posibilita la comprensión de la realidad refle­
jada en estas inscripciones:
1.—Hay dentro de la epigrafía de Asturias, en lo que se refiere
a las unidades indígenas, dos zonas claramente delimitadas:
ía zona llamada de las gentilidades, que se corresponde con
la mitad oriental de la actual provincia de Oviedo, y la zo­
na de los castella, que corresponde a la parte de Asturias
al oeste del Navia, territorio propiamente de Gallaecia, aun­
que haya habido hallazgos de inscripciones con esta formu­
lación fuera del área citada, como luego se verá.
2.—Hay una ausencia casi total en la zona central y occidental
de inscripciones con mención de unidades getilicias supra­
familiares, que, si es compresible para la zona que estaba
enmarcada en Gallaecia y su zona de influencia, no lo es tan­
to para la zona central de Asturias. Quizá la clave de esta
ausencia puede estar en la naturaleza de las inscripciones
halladas hasta el momento en estas zonas, votivas en su
mayoría v sin expresión de la unidad gentilicia a que per­
tenece el individuo que dedica la inscripción.
3.—Máxima concentración de inscripciones con mención de uni­
104
G. PEREIRA MENAUT
dades gentilicias en la zona que corresponde a las márgenes
del Sella y sus afluentes (vadinienses y orgenomescas en su
mayoría). En general se trata de inscripciones con una ti­
pología indígena muy clara.
1.— Gentilidades y castella.
Unicamente hay tres casos en la epigrafía de Asturias de ins­
cripciones con mención de individuos pertenecientes a un castellum, habiéndose perdido una de ellas, sin que se sepa incluso con
seguridad la procedencia de esta inscripción. Se trata de las ins­
cripciones n.° 14, 17 y 59 de la Epigrafía romana de Asturias de
Diego Santos.
La inscripción ERA 14, hallada en Vegadeo, pertenece a Nicer
Clutosi, del castello Cariaca, que es princeps de los Albiones. En
la ERA 17, aparecida en Ablaneda (Salas), el difunto es Flaus Auledi f(ilius) Cabarcus (castello) Befiso. La ERA 59, desaparecida y
de la que únicamente tenemos los datos ofrecidos por Hübner (CIL
II 2711), pertenece a Nigrianus Nigrini Al(bio) ex (castello) Ercoriobri.
Son sin duda un número muy escaso de inscripciones para des­
cubrir el mecanismo utilizado atendiendo al cual se expresa el lu­
gar de habitación únicamente (o ) o el lugar de habitación y la
civitas/ populus de que forma parte este núcleo habitado (Cabar­
cus, Albio), pero, por analogía con lo que sucede en otras áreas
pertenecientes a Gallaecia, al igual que la zona al oeste del río Navia, sabemos que, si el individuo muere fuera de la óivitas/ populus,
mejor de su territorio, o fuera de él dedica una inscripción a una
divinidad, se expresa la civitas/ populus en que está encuadrado
el núcleo en que habita, además de este núcleo o castello en que
él vive o del que es originario; mientras que, si muere dentro del
territorio de su civitas/ populus únicamente se expresa el castello
en que habita (27). Ello explica el que en la inscripción ERA 17 de
Ablaneda (Salas) de un Cabarcus, populus que habitaba al oeste
del río Navia, en territorio de Gallaecia, se exprese, además del
(27)
V e r a l re s p e c to lo s tr a b a jo s d e M . L . A l b e r t o s , O rg a n iz a c io n e s su p r a f a m i li a r e s e n la H is p a n ia a n tig u a . V a lla d o lid , 1975, p á g s . 34 y s s . ; G . P e r e i r a M e n a u t— J . S a n to s Y a n g u a s , S o b re la ro m a n iz a c ió n ..., p á g s . 125 y s s . ;
J . S a n to s Y a n g u a s , L a s c o m u n id a d e s in d íg e n a s y la a d m in is tr a c ió n ro m a n a
e n G a lla e c ia y A s tu r ia s e n é p o c a a lto im p e ria l. S a n tia g o d e C o m p o s te la (E n
p r e n s a ) y G . P e r e i r a M e n a u t, o . c . n o ta 10.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
105
núcleo en que habita el individuo (Beriso), la civitas/populus (Ca­
barcus) de la que este núcleo habitado forma parte, y en la ins­
cripción ERA 59 de Villanueva (Cangas de Onís) de un Albio, po­
pulus también del oeste del río Navia según las noticias de las
fuentes literarias, se expresa además del castello (Ercoriobri) la
civitas/populus (Albio). También este hecho posibilita que realmen­
te esta inscripción desaparecida hubiera sido hallada en el Villanueva de Cangas de Onís, a pesar de lo que piensen Diego Santos
y M. L. Albertos, pues lo que es realmente operativo en este caso
es la referencia a la civitas de que es originario el individuo y ade­
más situaciones de este tipo se dan en la epigrafía referidos a di­
funtos que han muerto fuera de Gallaecia y que pertenecían a una
de sus civitates (28).
Más abundantes son las inscripciones en que hay constancia
de unidades gentilicias suprafamiliares expresadas por los términos
gens, genitivos en -um/-orum y nominativos de plural, aunque este
último caso plantee algunos problemas que comentaremos más
adelante.
Dentro de este relativamente amplio conjunto de inscripciones
se pueden distinguir tres subgrupos:
A.—Inscripciones con mención únicamente de la unidad genti­
licia indígena, a la que pertenece el individuo.
B.—Inscripciones con mención de la civitas en que está encua­
drada la unidad gentilicia, además de la propia unidad gen­
tilicia suprafamiliar.
C.—Inscripciones con mención de la civitas únicamente .
También en el caso de las inscripciones con mención de unida­
des gentilicias suprafamiliares, la doble formulación (A y B) viene
dada con referencia al territorio de la civitas a que pertenece el
individuo, que es lo operativo: si el individuo muere dentro del te­
rritorio de la civitas en que está encuadrada la unidad gentilicia a
(28)
Conocemos hasta el presente los siguientes casos: CIL II 2711. Vi­
llanueva (Asturias). N ig r in ia n u s N ig r in i A l(b io ) e x j E r c o r i o b r i; CIL II 5739
Ablaneda (Salas). F l a u s A u le d i f ( i li u s ) C a b a r c u s j B e r is o . CIL II 5667 ( = 2902).
Astorga. F u s c a C o e d i f ( i li a ) C é ltic a S u p e r t a ( m a r i c a ) j B l a n i o b r e n s i ; CIL II
774. Coria (Cáceres). B a s s u s M e d a m i f ( i li u s ) Grot>[i]tts 'o V e rio \ Huelva
Preh. y Ant., 288, número 17. Aroche. P. P lo u tiu s P . f. G a l. R e b u r r u s In te r a m ( ic u s ) e x j G a . . . \ Arch. Port. 28, 1927/29, p. 213. Cerdeira do Coa (Por­
tugal). F u s c u s S e v e r i f ( i li u s ) L im ( ic u s ) j Arcuce; Huelva, Preh. y Ant., 295,
n.° 38. El Repilado. A n c e itu s Vacc[e]i f( i li u s ) L im ic u s j T a la b r ic .
106
G. PEREIRA MENAUT
la que pertenece y a través de la cual se integra en la civitas, se
expresa únicamente esta unidad gentilicia (subgrupo A). Es el caso
de las inscripciones ERA 24, procedente de Castandiello (Morcín),
presumiblemente de un astur propiamente dicho (Vianeglo Segei
ex gente Abilicorum, etc. ...); ERA 32, aparecida en Borines (Piloña), de un individuo perteneciente a la civitas/ populas Luggonum
por el lugar de hallazgo (Anto(nio) Pateirno) an(norum) IX, ex
gen(te) Ablaidacoru(m); ERA 33, hallada en Cofiño (Parres), en
que hay mención de dos individuos probablemente también Luggones (Scorcia Onnacau{m) y Ammia Caelionica ex gente Penioru(m);
ERA 35, de la falda del Sueve, también posiblemente de un indivi­
duo perteneciente a los Luggones, aunque la lápida esté perdida y
la lectura de la inscripción es dudosa; ERA 38, hallada en Forniellu
(Ribadesella), posiblemente de un orgenomesco, aunque la lectura
e interpretación de la inscripción sea también dudosa, y ERA 41
(Peregrius et Pompe{iá) Arnunimoru(m), etc. ...) y 49 ([Te]r(entia)
Aroniaecivoru{m), etc. ...), halladas en Beleño y Corao, de indivi­
duos pertenecientes casi con seguridad a la civitas Vadiniensis.
En cambio, si el individuo muere fuera del territorio de la ci­
vitas a que pertenece, además de la unidad gentilicia a través de
la cual se integra en la civitas, se expresa también la civitas misma.
Esto nos lleva a afirmar la mayor operatividad dentro de la praxis
político-administrativa romana de la pertenencia a la civitas, pues
fuera de ésta la unidad gentilicia a que pertenece el individuo no
es elemento operativo para expresar el origo de la persona (29).
A este subgrupo pertenecen las inscripciones ERA 36, apareci­
da en Collía (Parres), de un cives orgenomescus: (Bovecio Bode)ri
filius) cives Orgenomescus ex gente Pembelor{um), etc. ...) y ERA
50 (D. M. Antoni(us) Pate(rni) Arreni f(ili) vad(iniensis) Arcaedunu(m), etc. ...), 51 (M(onumentum) Fusci Cabedi{gum) Ambati f(iti)
Vadiniensis, etc. ...) y 55 (M(onumentum) ... Cassio Corrovescum
... ivi fil(io) vadiniensi, etc. ...), todas ellas de vadinienses y hallados
en Corao las dos primeras y en Villaverde la última. Dentro de este
subgrupo hay que incluir también la inscripción ERA 31 hallada en
Villamayor (Piloña), aunque esta lápida está colocada para un in­
dividuo procedente de una zona alejada del lugar de hallazgo de la
inscripción y del propio territorio de la actual Asturias (M(arco)
Oculatio Cangili f(ilio) Segisamo (nensi) gente Viromenigorum, etc.
(29)
Hay numerosos casos en la epigrafía del Norte de Hispania y en la
de otras áreas, pero referida a individuos originarios de esta zona. Hay refe­
rencia expresa a este problema en las obras citadas en nota 27.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
107
...); no obstante hay en ella el mismo esquema —Individuo + fi­
liación + civitas + unidad gentilicia— que en otras inscripciones
vistas del territorio de la actual Asturias.
Mención aparte merecen las dos inscripciones (ERA 1 y 11) don­
de en lugar del término gens aparecen nombres propios en nomina­
tivo de plural, los cuales se ha pensado que están designando tam ­
bién unidades gentilicias suprafamiliares. El carácter votivo de las
inscripciones en que aparecen estos nominativos puede llevar a
pensar en una formulación distinta de la unidad gentilicia (aunque
también podría haberse expresado por el término gens en nomina­
tivo y el nombre de la unidad indígena), siendo en la inscripción
ERÁ 1 los Arronidaeci et Coliacini unidades gentilicias inferiores
que forman parte de otra superior (civitas/ populus) y en la ins­
cripción ERA 11 el término Luggoni la civitas/ populus) y el térmi­
no Arganticaeni la especificación de una de las distintas unidades
menores que componen ésta. Pero no se puede descartar la posibi­
lidad de que se trate de realidades distintas, como sucede en Gallaeóia, donde términos de este tipo designan un estadio distinto
de integración de lo indígena en lo romano con referencia a la eta­
pa anterior. En Gallaecia, cuando los castella no aparecen ya en las
inscripciones para expresar el origo personal, se utiliza otra refe­
rencia que, según los datos de la epigrafía, presenta dos posibili­
dades:
1.—Talabricensis, Valabricensis, Avobrigensis, etc. ... (sería el
sustitutivo de la expresión del castellum).
2.—Limicus, Interamicus, Bibalus, etc. ... Todas ellas civitates (30).
Según esta posibilidad (hipótesis?), no se trataría de unidades
indígenas equiparables a las que aparecen en las dos formulaciones
hasta aquí analizadas (A y B), sino civitates cuya base son una o
varias de estas unidades gentilicias suprafamiliares. De esta for­
ma los romanos establecieron como civitas al conjunto de varias
de estas unidades gentilicias (es el caso de los Zoelas, reflejado cla­
ramente en el Pacto de Hospitalidad que lleva su nombre = CIL II
2633) (31), o a una sola de ellas según las necesidades. De todos mo­
dos son muy pocos los documentos existentes al respecto para po­
der hacer una afirmación de esta magnitud.
G. P e r e i r a M e n a u t, o .c . n o ta 10.
Un estudio detallado se hallará en J.
ral, citada en nota 7. Capítulo I.
(3 0 )
(3 1 )
S a n to s Y an gu as.
Tesis docto­
108
G. PERE1RA MENAUT
Al tercer subgrupo, C (expresión únicamente de la civitas), per­
tenecen siete inscripciones y un fragmento, todas ellas de la zona
oriental (márgenes del Sella y sus afluentes), salvo ERA 16 apare­
cida en Arnosa, cerca de Cangas de Narcea. En estas inscripciones
la civitas a que pertenece el individuo viene expresada por los tér­
minos Vxamensis (esta es la lectura correcta de la abreviatura vx.
de la inscripción ERA 16 por analogía con inscripciones de este tipo
aparecidas en el área astur y galaica y no v(i)x{it), como propone
Diego Santos), Orgenomescus (inscripciones ERA 56 y 37, muy frag­
mentada ésta) y Vadiniensis (ERA 40, 48, 49, 52 y BIDEA, 61 (1976),
13).
A pesar de la dificultad de lectura que ofrecen algunas de estas
inscripciones y de que otras han desaparecido ya hace tiempo, se
puede pensar que la no expresión de la unidad gentilicia, varias de
las cuales formaban en general una civitas, no es debida a la desa­
parición de las unidades suprafamiliares indígenas subsumidas en
la civitas, como sucede en Gallaecia con los castella que únicamen­
te aparecen en la primera fase de la romanización (32), ya que hay
constancia en estas áreas de pervivencia de las unidades indígenas
en época tardía (33), sino más bien que se trata de individuos,
ciudadanos romanos en muchos casos, que se integran en la civitas
sin mediación de unidad gentilicia alguna, es decir, ciudadanos de
una civitas fuera de cuyo territorio mueren y, de ahí, la mención
expresa a su civitas, pero sin pertenecer a la organización gentilicia,
aunque sus estelas funerarias tengan los mismos elementos que
las de los individuos pertenecientes a la misma civitas, pero inte­
grados en ella a través de la organización gentilicia y, más concre­
tamente, de una unidad gentilicia suprafamiliar.
La posible ciudadanía romana de algunos de estos individuos
aparece bastante clara en la epigrafía a partir de su onomástica
perfectamente latina y de los tria nomina de su nomenclatura no­
minal (ERA 16, Lucius Valerius Postumus; ERA 56, Domitius Flavus; ERA 40, Septimius Silo (34); ERA 49, Antoriius Flaccus). Por
(3 2 ) G. P e r e i r a M e n a u t— J . S a n t o s Y a n g u a s , o.c. n o ta 13,
ss., y G. P e r e i r a M e n a u t, o.c. n o ta 10.
págs.
125 y
(33) Circunscribiéndonos al territorio de la actual Asturias hay que citar
la inscripción CIL II 5763 de Cofiño, Parres, fechada por los cónsules del año
en 265 d.C., aparte de las datadas por la era consular, aunque en este proble­
ma no vamos a entrar por no poder aportar nada nuevo.
(34) M . L. A l b e r t o s , La onomástica personal primitiva de Hispania Ta­
rraconense y Bética. Salamanca, 1965, p. 208. Según esta autora, no está muy
claro si se trata de un nombre latino o de la forma asimilada de uno celta.
ENSAYO DE SISTEMATIZACION DE LA EPIGRAFIA ROMANA DE ASTURIAS
109
otra parte esta misma formulación es bastante frecuente en otras
zonas de la Península, donde la expresión de la civitas sin indica­
ción de unidad gentilicia es realizada por individuos, originarios
de zonas donde perviven las gentilidades, según todos los indicios
ciudadanos romanos, aunque en algunos casos no expresen su tribu,
cuando mueren fuera del territorio de esa civitas a la que perte­
necen:
CIL II 5077. Astorga. Procultis Tritalicum L(uci) f(ilius) Vxamensis junto a CIL II 2403. Caldas de Vizella. C(aius) Pompeius
Gal(eria tribu) Caturonis f(iKus) Rectugenus Vxamensis, etc. ... y
CIL II 2731. Segovia. G(aio) Pomveio Mucroni Vxamensi, etc. ... (35).
2.—La ausencia casi total en la zona central y occidental de As­
turias (grupos 1, 2 y 5) de hallazgos de inscripciones con mención
de unidades gentilicias suprafamiliares aparece como inexplicable
hasta el momento. Quizá deba buscarse esta explicación a través
de varias vías de acercamiento al problema:
a) La zona al oeste del Navia pertenecía en la antigüedad a
Gallaecia y, además, la zona de influencia de Gallaecia, reflejada en
la morfología de las inscripciones, llega hasta Cornellana como se
ha indicado anteriormente.
b) La mayoría de las inscripciones aparecidas en la zona cen­
tral, tanto en el interior como en la costa, son votivas y sin expre­
sión de la unidad gentilicia a que pertenece el individuo que hace
la dedicación (36). Tampoco hay constancia en esta zona de las
gentilidades de inscripción votiva alguna en que el dedicante sea
una unidad gentilicia suprafamiliar expresada por el término gevs
o gentilitas seguido del nombre de dicha unidad, al contrario de lo
que sucede en Gallaecia, donde un castello hace dedicatorias a di­
vinidades por sí mismo (37).
c) No se puede descartar, y en esto enlazamos con el punto 3,
la posibilidad apuntada por A. Tovar (38) y recogida por M. L. AJ­
OS) Varios ejemplos más pueden verse en los índices de CIL II Sup., págs.
1.136 y ss., y en J. V iv e s , ILER, págs. 651 y ss. (Indice onomástico y topográ­
fico).
(36 Es lo mismo que sucede en las restantes zonas de Hispania que se en­
cuadran dentro de la zona donde se han hallado referencias a gentilidades.
(37) V e r C. M . L e ó n . p. 3. C a s tr o d e M o n te jo s , c e rc a d e P o n f e r r a d a . Io v i
Q u e le d ia n i . y G. P e r e i r a M e n a u t. o . c ., III a) y n o ta 5. M a lp ic a (L a C o ru ñ a ). I(o v i) O (p tim o ) M (a x im o ) / A v / i l i o b / r i s p r (o ) s (a lu t e ).
(38) A. T o v a r , Lingüística y Arqueología sobre los pueblos de Hispania.
Las Raíces de España. Madrid, 1968, págs. 32 y ss.
110
G. PEREIRA MENAUT
bertos (39) de que las gentilidades correspondan a pueblos de las
primeras oleadas indoeuropeas, pueblos generalmente afincados y
a menudo arrinconados (caso de Vettones y Pelendones, como na­
rran las fuentes de la época la conquista romana) en zonas mon­
tañosas y, por ello, en mejores condiciones para conservar su pro­
pia organización. En el caso de los vadinienses esta posibilidad pa­
rece muy verosímil a juzgar por el trabajo de licenciatura de M. C.
González (40), donde, a partir del análisis comparativo de la epi­
grafía vadiniense del norte y sur de la Cordillera Cantábrica, se
aprecia con bastante claridad el hecho de que pueblos prerromanos
(vacceos) o los mismos romanos han arrinconado a los vadinien­
ses desplazándolos desde la zona sur hacia la zona norte, más abrup­
ta y aislada, siendo las inscripciones vadinienses de la zona norte
(parte oriental de la actual Asturias) más recientes que las de la
zona sur (parte oriental de León y occidental de Palencia).
(39) M. L. A l b e r t o s , o.c. nota 27, pág. 20.
(40) M.a C r u z G o n z á le z , o.c. Memoria de Licenciatura, págs. 149 y ss.
Conclusiones.
—ooOoo—
M C V = M e la n g e s de la C a s a de V e lázq u e z.
I L E R = I n s c r ip c io n e s la t in a s de la E s p a ñ a R o m a n a .
M H A = M e m o r ia s de H is to r ia A n tig u a .
INTRODUCCION AL ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS
VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS*
POR
NARCISO SANTOS YANGUAS y PILAR MONTERO HONORATO
Si dejamos de lado las actividades económicas en conexión con
el laboreo de las minas, cuya importancia ha sido ya puesta de ma­
nifiesto por parte de muchos historiadores de la actualidad, espe­
* Este trabajo constituye una ampliación de la conferencia que con el
título “El sector económico agro-pecuario y la romanización de los astures”
fue pronunciada por D. Narciso Santos Yanguas en Gijón el día 17 de julio
de 1981 dentro del Curso INDIGENISMO Y ROMANIZACION EN EL CONVENTUS ASTURUM.
Abreviaturas utilizadas: AEA: Archivo Español de Arqueología; ANRW:
Aufstieg und Niedergang der Römischen Welt; BCPMoviedo: Boletín de la
Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo; BIDEA: Boletín del Institu­
to de Estudios Asturianos; B J: Bonner Jahrbücher; BRAH: Boletín de la
Real Academia de la Historia; BUSC: Boletín de la Universidad de Sahtiago
de Compostela; CAN: Congresos Arqueológicos Nacionales; CEEC: Congreso
Español de Estudios Clásicos; CEG: Cuadernos de Estudios Gallegos; CHE:
Cuadernos de Historia de España; CIL: Corpus Inscriptionum Latinarum;
CTEEHAR: Cuadernos de Trabajo de la Escuela Española de Historia y Arte
en Roma; EHR: English Historical Review; ERA: F. DIEGO SANTOS:
Epigrafía Romana de Asturias; ES: Epigraphische Studien; HAnt: Hispania
Antiqua; JThs: Jour’n al of Theological Studies; NAH: Noticiario Arqueoló­
gico Hispánico; PLAV: Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia;
P&P: Past and Present; P V : Príncipe de Viana; R A : Revue Archéologique;
RAL: Rendiconti della Classe di Scenze morali, storiche e filologiche dell’Accademia dei Lincei; RG: Revista de Guimaraes; SDHI: Studia et Documenta
Historiae et Iuris; y V D I: Vestnik Drevnej Istorii.
112
NARCISO SANTOS YANGUAS
cialmente por lo que a las explotaciones auríferas se refiere (1),
así como las consecuencias romanizadoras que el reclutamiento mi­
litar y el enrolamiento de elementos indígenas de la región en los
cuerpos de tropas romanas trajeron consigo, ya analizadas igual­
mente en toda su amplitud por la historiografía actual (2), única­
mente las actividades derivadas del sector agrícola contribuirán a
la transformación de las estructuras que eran propias de Hispania
septentrional. En este sentido exclusivamente el medio rural y la
producción agropecuaria se verán afectados desde el siglo II d.n.e.
y, de una manera especial, con motivo de la crisis generalizada en
todo el Imperio a lo largo de la centuria siguiente (3).
De acuerdo con estos postulados se hace necesario realizar unas
puntualizaciones previas con respecto a la exposición de nuestro
análisis:
—en cuanto al espacio geográfico que tendremos en cuenta que­
dará reducido al territorio de los astures transmontanos, es decir
el perteneciente a la Asturias actual, aludiendo también de forma
esporádica al suelo asturiano (Oriente y Occidente de la región) no
incluido durante la Antigüedad en el conventus Asturum:
—en segundo término, la cronología de nuestro estudio com­
prenderá toda la época bajoimperal, tomando como punto de par­
tida los años medios o finales del siglo II e incluyendo, por consi­
guiente, el período conocido como crisis del siglo III en el Impe­
rio; y
—en último lugar, la elección del tema y su concreción en el
sector económico agro-pecuario obedece al hecho de que el sec+or
minero, al parecer, de acuerdo con las conclusiones a que ha llega*
(1) Cf., entre otros, C. D o m e rg u e : “Introduction à l’étude des mines d’or
du Nord^Ouest de la Péninsule Ibérique dans l’Antiquité”, L e g io V II G e m in a ,
León, 1970, pp. 253 y ss. ; “Las minas de oro romanas de la provincia de León :
razones de una excavación arqueológica”, T ie r r a s de L e ó n XIV, 1971, pp. 39
y ss., y “La mise en valeur des gisements d’alluvions aurifères du Nord-Ouest
de l’Espag'ne dans l’antiquité: une technique d’exploitation romaine”, XII
C A N , pp. 563 y ss. ; F . de A lm e id a : “Mineraçao romana em Portugal”, L a
m in e r ía h is p a n a e ib e r o a m e r ic a n a , León, 1970, I, pp. 195 y ss., y C. A. F e r r e i r a : “Aspectos da mineraçao romana de ouro en Jales e Tresminas (Tras-osmontes)”, X I I C A N , pp. 553 y ss.
(2) Cf. J. M. R o ld a n : H is p a n ia y e l e jé r c it o ro m a n o . C o n trib u c ió n a la
h is t o r ia s o c ia l de la E s p a ñ a a n t ig u a , Salamanca, 1974, p a s s im , y más concre­
tamente N. S a n t o s : E l e jé r c it o y la r o m a n iz a c ió n de lo s a s t u r e s , Oviedo, 1981.
(3) Ver, por ejemplo, M. T a r r a d e l l : “La crisis del siglo III d. C. en His­
pania. Algunos aspectos fundamentales”, A c t a s d e l I C E E C , Madrid, 1958, pp.
263 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
113
do Claude Domergue (4), dejó de explotarse en el N.O. hispánico
durante la dinastía de los emperadores Severos (primer tercio del
siglo III), a pesar de que no sepamos a ciencia cierta cuáles fueron
las causas que provocaron esta paralización: agotamiento del mi­
neral, falta de mano de obra, fin de la rentabilidad de las explota­
ciones, crisis general que afligió al Imperio romano desde los mo­
mentos finales del siglo II...
En el transcurso de los años de la centuria precedente el rendi­
miento de las explotaciones mineras de oro del territorio corres­
pondiente a los astures podía ser considerado aún como aceptable
(5), de manera que no es posible pensar en que la escasez de ma­
no de obra esclava constituyese la causa determinante del cese de
dichas extracciones, puesto que a lo largo del siglo II estas tareas
serían realizadas ya en gran medida utilizando mano de obra libre,
según ponen de relieve ,por ejemplo, las lápidas pertenecientes a
mineros originarios del N.O. peninsular ibérico que prestaban su
fuerza de trabajo en las explotaciones de Riotinto o en los centros
mineros de Sierra Morena (6).
Aunque en un principio no podamos afirmar con total seguri­
dad si las minas de oro del N. de Portugal, Galicia y Asturias fue­
ron trabajadas o no con intensidad durante los años que compren­
de la crisis del siglo III y todo el Bajo Imperio, parece afianzarse
cada vez más la hipótesis ya formulada y aceptada por bastantes
investigadores de nuestra época en el sentido de considerar como
una de las causas más sobresalientes de la decadencia del Imperio
romano el debilitamiento o cese de este tipo de explotaciones mi­
neras, que en gran medida habían contribuido a su propia expan­
sión y auge económicos.
Aunque se ha venido creyendo tradicionalmente, sobre todo a
partir de los estudios de C. Domergue, que en las regiones del N.
(4) “Les exploitatiohs aurifères du N. O. de la Péninsula Ibérique sous
l’occupation romaine”, L a m in e r ía h is p a n a e ib e r o a m e r ic a n a , León, 1970, I,
pp. 174. Cf. igualmente “Introduction à l’étude des mines d’or du Nord-Ouest...”,
de época romana de Barbantes (Orense), N A H III-IV, 1954-1955, pp. 118 y ss.
(5) Cf. D. G. Bird: “The Roman Gold Mines of North-West Spain”, B J
CLXXII, 1972. pp. 36 y ss., y E. G a r c i a : “Explotaciones mineras en la Astu­
rias primitiva”, B I D E A , núm. 49, 1963, pp. 293 y ss.
(6) Sobre este punto cf. A. D ’O r s y R. C o n t r e r a s : “Organomescos en las
minas de Sierra Morena”, A E A XXXII, 1959, pp. 167“168; A. B la n c o y J. M.
L u z o n : “Mineros antiguos españoles”, A E A XXXIX. 1966, pp. 73 y ss.. y J. M.
L u z o n y D . Ruiz: “El poblado minero romano de Riotinto”, H a b is I, 1970, pp.
125 y ss.
114
NARCISO SANTOS YANGUAS
de Portugal, es decir en el territorio correspondiente al conventus
bracarense (7), y en Galicia (conventus lucense) las minas aurífe­
ras debieron de continuar explotándose aún con relativa fuerza e
itensidad durante todo el siglo III (8), intensificándose posible­
mente aún más su laboreo y aprovechamiento a lo largo de la eta­
pa bajoimperial, según parecía deducirse de la continua reparación
de las calzadas y vías de comunicación de estas regiones (9), así
como de la presencia masiva de miliarios en las mismas (10), cree­
mos que esto no debió de suceder así, ya que los miliarios hallados
hasta la actualidad no pertenecen a las vías principales del Itinera­
rio de Antonino correspondientes al N.O., sino a ramales secunda­
rios de dicha red viaria. En cuanto a la abundancia de tesorillos
encontrados en estas regiones, aducidos igualmente por algunos
historiadores como prueba de la persistencia de estas explotaciones
auríferas, no creemos que haya que considerarlos como un argu­
mento irrefutable a favor de la continuación de las mismas en to­
do el N.O. Así pues, por lo que respecta a los centros de explota­
ción minera de oro de Asturias, debieron hallarse por aquellas fe­
chas en franca decadencia .coincidiendo además en esto con lo que
sucedería en toda la zona nordoccidental de la Península.
Si tenemos presente, por tanto, este contexto, las palabras que
el poeta Claudiano adjudica a las minas auríferas de Asturias en
su obra Laus Serenae, compuesta en torno al año 404 y dirigida a
la sobrina del emperador Teodosio (11), no constituyen un argu­
mento digno de crédito a favor de su laboreo, ya que se encuen­
tran aplicadas a una época en que su explotación había desapare­
cido por completo y utiliza los mismos términos de que se sirve
Lucano para evocar al minero astur. Del mismo modo, las alusio­
nes de los panegiristas bajoimperiales a las riquezas mineras de la
(7) C f. F. d e A lm e id a : “Mi’nas do ouro na Gallaecia portuguesa”, L e g io
León, 1970, pp. 287 y ss.; y M. C a r d o z o : “ A propósito da lavra
do ouro na provincia de Tras-os-montes durante a época romana”, R G LXIV,
1954, pp. 113 y ss.
(8) C f., como exponente, M. C h a m o so : Excavaciones arqueológicas en la
citania de San Cibrián das Las y en el poblado y explotación minera de oro
de época romana de Barbantes (Orense)”, N A H III-IV, 1954-1955, pp. 118 y ss.
(9) Ver por ejemplo, L. A . B a r r a d a s : “Vías romanas das regioes de Cha­
ves e Braganga”, R G LXVI, 1956, pp. 159 y ss., y M. D. N. E. A l v a r e z : “Vías
romanas de Galicia”, Z e p h y r u s XI, 1960, pp. 5 y ss.
(10) Cf., entre otros, J. M. C a a m a ñ o : “Los miliarios del alto de La Cerdeira (Puebla de Trives, Orense)”, C E G XXVIII, 1973, pp. 212 y ss.
(11) Versos 75-77: ...e f f o s i n e c p a llid u s A s t u r o b e r r a t / m o n t ib u s : o b la tu m s a c r is n a t a lib u s a u r u m / v u lg o v e n a v o m it ...
V II G e m in a ,
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
115
región tampoco nos sirven para probar nada (12), puesto que se
hallan inspiradas igualmente en los autores de los siglos anterio­
res del Impero ,como puede ser el caso de Plinio el Viejo (13).
En este mismo contexto nos parece que es posible comprender
la creación y pronta desaparición de la provincia Hispania nova
Citerior Antoniniana por parte de Caracalla (14): el objetivo de di­
cho emperador estuvo encaminado, sin duda, a revitalizar las ex­
plotaciones auríferas del N.O. mediante la presencia de una orga­
nización administrativa más compleja; sin embargo, el hecho de
que los resultados no fueran satisfactorios y no se lograran bene­
ficios rentables incidiría de forma negativa en este último intento
de intensificar la producción en los centros mineros, dando paso
inmediatamente al debilitamiento de las explotaciones y a la desa­
parición de la nueva unidad administrativa creada. Además, los
procuratores de rango ecuestre de Asturias y Galicia desaparecen
también como fecha más probable en torno al año 222, coincidien­
do por tanto con el momento de reducción de las explotaciones
auríferas y, al mismo tiempo, con la desaparición de la nueva pro­
vincia.
Antes de pasar a analizar la incidencia del sector agro-pecuario
en la romanización de la región asturiana nos parece necesario con­
cretar los períodos a través de los cuales se fue desarrollando y
afianzando ésta, para poder comprender en toda su extensión cuál
fue su significado; estas fases históricas de caracteres bien defi­
nidos y delimitados se pueden concretar así:
—una primera constituida por la ocupación militar de la re­
gión, y en general de todo el N. O. hispánico, que, arrancando de
los años correspondientes a las guerras astur-cántabras, se prolon­
garía hasta mediados del siglo II d. n. e. y en la que hemos de
destacar la participación masiva de elementos astures en los cuer­
(12) Ver por ejemplo, las alusiones al oro de Pacatio Drepanlo en su P a XXVIII, 2.
(13) N.H. XXXIII, 4, 76-80...Cf. C. D o m e r g u e : “La mise en valeur des
gisements d’alluvions aurifères...”, op. c it., y “À propos de Pline, Natur. Hist.
33, 70-78 et pour illustrer sa description des mi'nes d’or romaines d’Espagne”,
A E A XLV-XLVII, 1972-1974, pp. 499 y ss.
(14) CIL II, 2661 y 5680. Cf. F. D ie g o S a n to s : “Provincia Hispania nova
Citerior Antoniniana d’après deux inscriptions de Leon (CIL II, 2661 y 5680)”,
A k te n V I. In te r n . K o n g . G r ie c h . & L a te in . E p ig r a p h ik , Munich, 1973, pp. 472
y ss.
n e g y r ic u s T h e o d o sio d ic tu s
116
NARCISO SANTOS YANGUAS
pos de tropas auxiliares (alas y cohortes) en un primer momento
y en las legiones después (15);
—una segunda etapa, de mayor estabilidad, que abarcaría más
o menos hasta el último tercio del siglo III (época de Diocleciano)
y en la que se irían imponiendo paulatinamente los modelos de
organización romanos, de manera especial a través del estableci­
miento de las primeras explotaciones agrícolas de tipo romano
(16); y,
—por último, los años finales del siglo III, la centuria siguien­
te y la primera mitad del V, época durante la cual se desarrollará
una más intensa colonización agrícola romana, que contribuirá al
mismo tiempo a una romanización más profunda del territorio as­
turiano en toda su extensión, al igual que en otras provincias del
Imperio (17).
En cualquier caso hemos de partir del hecho de que el territo­
rio perteneciente a la Asturias actual en tiempos romanos conserva­
rá en buena medida las estructuras económicas propias de época
prerromana, que se mantendrán incluso con gran intensidad hasta
el Bajo Imperio; en este sentido en ningún momento se llegará
a producir en dicho territorio un cambio profundo y sustancial en
dichas estructuras, a pesar de que en el transcurso de los tiempos
bajoimperiales se dará paso a una más intensa colonización agrí­
cola de la zona (18).
(15) Cf. N. S a n to s : “Las alas astures e'n el ejército romano de época im­
perial”, B I D E A n.° 98, 1979, pp. 643 y ss.; “Las cohortes astures en el ejérci­
to romano”, B I D E A n.° 99, 1980, pp. 295 y ss., y “Las cohortes de astures y
galaicos en el ejército imperial romano”, B o l. A u r . (en prensa). Sobre otras
regiones nordoccidentales cf. N. S a n to s : “Las cohortes de bracaraugustanos
en el ejército imperial romano”, B r a c a r a A u g u s t a XXXIII, 1979, pp. 367 y
ss., y “Las cohortes de los lucenses en el ejército romano”, B r ig a n t iu m 1, 1980,
pp. 107 y ss.
(16) Sobre estos aspectos en el Imperio en general cf., entre otros, J. P e r c e v a l: T h e R o m a n V illa . A n H is to r ic a l In tr o d u c tio n , Londres, 1976 y F . R e u t ­
t i : D ie rö m isc h e V illa , Darmstadt, 1978. Acerca de la organización de estas
unidades económicas ver, por ejemplo, G. E. F u s s e l y A. K e n n y : “L’équipement d’u'ne ferme romaine”, A n n a le s (E S C ) XXI, 1966, pp. 306 y ss., y E. M ar ó t i : “The Villicus and the Villa-System in Ancient Italy”, O ik u m e n e I (Bu­
dapest), 1976, pp. 109 y ss.
(17) Cf. H . H in z : “Zur Bauweise der Villa Rustica”, G e r m a n ia R o m a n a
III, 1970, pp. 15 y ss., y M . M ü ll e r - W il le : “Die Landwertschaftlichen Grund­
lage der Villae Rusticae”, G e r m a n ia R o m a n a III, 1970, pp. 26 y ss.
(18) N. S a n to s : “Organización socio-económica de la Asturias bajoimperial”, H is to r ia d e A s t u r ia s en fascículos, Silverio Cañada Editor, Gijón, 1982.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
117
De esta manera, aunque la lengua latina llegará a ser adoptada
por los astures, de acuerdo con lo que se puede deducir de la
documentación epigráfica de que disponemos en la actualidad, su
utilización no significa una verdadera romanización ni una ro­
manización intensa, puesto que es por medio de dichos testimo­
nios como hemos podido llegar a detectar precisamente la pervivencia en muchos casos de la organización social indígena en épo­
ca romana (19).
Por otra parte, la persistencia de la organización socio-económica indígena traerá consigo que no se extiendan por buena parte
de todo el Norte peninsular los elementos más característicos de
la vida urbana antigua, es decir el empleo masivo de la fuerza
de trabajo esclavo, el afianzamiento de la propiedad privada de
la tierra, la elaboración de mercancías a gran escala, las relacio­
nes comerciales con base en la moneda... (20) o, cuando menos,
lo hicieran de forma muy débil en los centros de población or­
ganizados a la manera romana en algunos de sus aspectos, como
sucederá con las villas, que constituyen además el elemento más
representativo del período histórico a que nos referiremos en las
páginas siguientes.
Según esto, parece probable que en la fase histórica del Bajo
Imperio, y no con anterioridad, la romanización en Asturias lo­
graría un avance notable, y hasta cierto punto espectacular, con
relación a los siglos anteriores mediante el establecimiento y fun­
cionamiento de abundantes fundos o villas, cuya existencia nos
^esulta conocida en parte merced a sus possessores o dueños, que
han perdurado en los nombres de lugar de la región asturiana (21);
además, algunos de estos topónimos perviven igualmente durante
la época visigoda, de donde podemos deducir que el fenómeno de
asentamiento y explotación de colonos agrícolas continuaría vi­
gente durante todo el reino visigodo, preludiando lo que con pos­
terioridad conocemos como sistema o modo de producción feudal
(hay que tener presente que durante esta última fase histórica la
labor romanizadora corresponderá a la Iglesia al haberse conver(19) M. V igil: “Romanización y permanencia de estructuras sociales in­
dígenas en la España septentrional”, B R A H CLII, 1963, pp. 225 y ss.
(20) M. V i g i l : H is to r ia de E s p a ñ a A l f a g u a r a I, Madrid 19752, p. 392.
(21) C. B o b e s : “La toponimia romana de Asturias”, E m é r it a XXVIII,
1960, pp. 241 y ss., y XXIX, 1961, pp. 1 y ss. Para el caso del territorio héti­
co cf. J. P a b ó n : “Sobre los nombres de la villa romana en Andalucía”, E s t u ­
d io s d e d ic a d o s a D . R a m ó n M e n é n d e z P id a l, Madrid, 1953, IV, pp. 87 y ss.
118
NARCISO SANTOS YANGUAS
tido ésta en heredera directa del Imperio romano, de acuerdo con
lo que se rastrea en la obra de San Martín Dumiense por ejemplo).
Teniendo en cuenta todas estas premisas, hemos de añadir
finalmente que nos sentimos plenamente identificados con la hi­
pótesis que sostiene que la región asturiana fue objeto de una
escasa y débil romanización, a pesar de que desde el siglo III po­
damos detectar un proceso romanizador más intenso, concretado
y reducido casi de forma exclusiva a la integración en el campo
económico. En este sentido no resulta difícil admitir que la or­
ganización económica de la región había experimentado notables
variaciones y transformaciones en el Bajo Imperio con respecto
a la época reflejada en la obra de Estrabón por ejemplo (22), aún
cuando las estructuras sociales y políticas permanecieran práctica­
mente inalterables, si exceptuamos los cambios promovidos en la
organización indígena por el modo de explotación de la tierra.
La forma de propiedad y explotación del suelo que será típica
del territorio de la Asturias bajoimperial durante la segunda mi­
tad del siglo III, así como a través del IV y buena parte de la cen­
turia siguiente, la constituyen los fundos o villas, más bien de pe­
queña o mediana extensión, en contraposición con las explotacio­
nes de este mismo tipo existentes en otras regiones peninsulares,
en especial en la Meseta (23). En este sentido la pervivencia de
estas villas en suelo astur no resultará difícil de rastrear en época
visigoda.
Como fenómeno individualizado las villas rústicas habían he­
cho ya su aparición a gran escala en suelo hispano y, en general,
en todas las provincias del Occidente romano desde mediados del
siglo II, siendo sin embargo mucho más abundante su prolifera­
ción durante la segunda mitad de la centuria siguiente y todo el
siglo IV, coincidiendo con el momento en que dichos latifundios
adquieren su máximo apogeo y florecimiento, al tiempo que se
(22) III, 3, 8. Cf. J. M . B l á z q u e z : “L a Iberia de Estrabón”, H A n t I, 1971,
pp. y ss., y N. S a n to s : “Estructuras socio-económicas de la cultura castreña”
(en prensa), y “Economía y sociedad en la Asturias castreña de época pre­
rromana”, B I D E A (en prensa).
(23) P. de P a l o l : “Romanos en la Meseta: el Bajo Imperio y la aristo­
cracia agrícola”, S e g o v ia y la a r q u e o lo g ía ro m a n a , Barcelona, 1977, pp. 297 y
ss. Para las zonas del N.O. cf., por ejemplo, A. S am p aio: “As villas do Nor­
te de Portugal”, P o r t u g a lia I, 1899-1901, pp. 281 y ss. y 549 y ss., en el caso
del c o n v e n tu s bracarense.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
119
dará paso a una cierta transformación en la estructura social y
económica de la Península durante aquellos años (24).
La reconstrucción del sentido y significado de estas explota­
ciones agropecuarias se hace posible por medio de dos tipos de
documentación:
—1) en primer lugar a través de los datos aportados por la
arqueología, cuyos restos nos han permitido analizar y estudiar
las ruinas de lujosas villas del campo (25), en especial en el caso
de la región meseteña, donde han aparecido además abundantes y
bien conservados mosaicos, analizados ya en varios trabajos de
conjunto tanto en sus aspectos artísticos como en su significado
social (26);
—2) junto a estos, contamos con los datos aportados por la
lingüística, sobre todo a través de la conservación de numerosí­
simos topónimos, que en su gran mayoría derivan de nombres de
personas, sin duda los dueños de las villas, y que se fechan casi
todos ellos en el siglo IV, puesto que no aparecen mencionados ni
en los escritores antiguos ni en la documentación epigráfica (27).
En cualquier caso la tarea de comprobar la equivalencia de dichos
topónimos con la existencia de centros de explotación agrícola
de este tipo corresponderá a la arqueología en los años venideros.
Por lo que respecta a la región objeto de nuestro estudio, mien­
tras que las prospecciones arqueológicas no han sido demasiado
abundantes ni completas, la documentación de carácter lingüísti­
co resulta ser mucho más aprovechable, concretada en los nom­
bres de lugar con terminación en -ana, así como en otros topóni­
mos, analizados todos ellos por C. Bobes (28). No obstante, queda
aún un vasto trabajo por realizar, consistente en descifrar si todos
(24) Cf. M. T a r r a d e l l : “Población y propiedad rural en el Este peninsu­
lar durante el Bajo Imperio”, A c t a s d e l I I I C E E C , Madrid, 1968, II, pp. 164
y ss.
(25) Cf. J. H a r m a n d : “Sur la valeur archéologique du mot villa”, R A
XXXVIII, 1951, pp. 155 y ss.
(26) Cf., e n tr e o tr o s, X. B a r r a l y A l t e t : “A n th o lo g ie d e la m o sïq u e im er iq u e ”, L e s d o s s ie r s d e l’a r c h é o lo g ie n.° 15, 1976, pp. 56 y ss. ; A . B a l i l : “E s­
ta d o a c tu a l d e l e stu d io d e la m u siv a r ia rom a n a e n E sp a ñ a ”, P V n ú m s. 106-107,
1967, p p. 15 y ss., y J . M . B lá z q u e z : “A r te y so c ie d a d e n lo s m o sa ic o s h isp a ­
n o s d e l B a jo Im p e r io ” , B e l l a s A r te s 75,6 1975, p p. 18 y ss.
(27) J. M. P i e l : N o m e s d e p o s s e s s o r e s la t in o - c r is t ia o s n a to p o n im ia a s tu r o - g a le g o - p o r t u g u e s a , Coimbra, 1948.
(28) “La toponimia roma’na de Asturias”, E m é r ita XXVIII, 1960, pp. 241
y ss., y XXIX, 1961, pp. 1 y ss.
120
NARCISO SANTOS YANGUAS
ellos se identifican o no con centros de explotación agrícola de
tipo bajoimperial.
VILLAS H1SPANORROMANAS DE ASTURIAS
A lo largo de los años bajoimperiales, así como durante buena
parte de la época visigoda e, incluso, durante la etapa altoimperial,
continuarían pujantes y florecientes en Asturias un número abun­
dante de villas, cuyo origen remonta a los siglos o decenios ante­
riores, especialmente si tenemos presente que el siglo III y el pe­
ríodo del Bajo Imperio en general constituyen la época de más in­
tensa romanización de la región, entendiendo por tal casi exclusi­
vamente la explotación intensiva del campo a la manera romana.
En cuanto al número de centros de aprovechamiento económi­
co de esta naturaleza, de acuerdo con lo que vamos a exponer a
continuación, rebasa con creces las apreciaciones recientes de J. G.
Gorges (29), quien señala como tales villas las de El Pedregal (en
Andallón), las Murias de Beloño (en Cenero), la Isla (en Colunga),
Campo de Valdés (en Gijón), Cabruñana (en Grado), Pauzana (en
Lugo de Llanera), Viella o Monte las Murias (en Lugones), Lillo
o Linio (en el Naranco), Paraxuga, en Buenavista (Oviedo), Boides
(en Puelles, Villaviciosa), La Magdalena de la Llera (en Santianes
de Pravia), las Murias de Ponte (en Soto del Barco), Pumarín (en
Tremañes), Torre Vieja (en Valduno), Mamorana (en Vega del Cie­
go, Lena) y Villarmosén (sin localizar).
A este respecto podemos afirmar que, aunque el nacimiento
de algunas de estas villas arranca ya de los siglos precedentes, su
etapa de mayor apogeo coincide con la época que ahora estamos
analizando. Así, por ejemplo, la villa romana de Campo Valdés,
que contaría con unas termas anejas (30), según se desprende de
los abundantes vestigios arqueológicos (muros estucados y pinta­
dos con colores vivos y variados, sobre todo motivos geométricos
y florales; cerámica común y sigillata hispánica...) descubiertos a
comienzos del siglo actual, a pesar de que sus primeras construc(29) L e s v i l la s h is p a n o r o m a in e s, París, 1979, pp. 330-334.
(30) C. A l v a r g o n z á l e z : T e r m a s r o m a n a s d e l C a m p o d e V a ld é s - G ijó n , Gi­
jón, 1965. En proceso de corrección de pruebas se ha descubierto durante las
excavaciones del mes de junio una muralla roma’na bajoimperial en Gijón, lo
que demuestra que las termas de Campo Valdés serían las propias del centro
urbano que acogerían dichas fortificaciones, no teniendo por tanto el carácter
de edificaciones de una v illa .
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
121
ciones deben de ser fechadas en la segunda mitad del siglo I d. n. e.
(31), tendría una pervivencia de ocupación constatada durante la
etapa a que ahora venimos aludiendo, al menos hasta los años fi­
nales del siglo IV.
Del mismo modo, en los alrededores de la ciudad de Gijón se
han descubierto restos de edificaciones de esta misma naturaleza,
siendo de destacar entre otros los correspondientes a las villas de
Tremañes, en Pumarín, y de Serín y Jove, que, aunque su origen
puede fecharse en los años anteriores, se mostrarán igualmente flo­
recientes a lo largo del Bajo Imperio. En el caso de Tremañes, de
ocupación bastante tardía, se encontraron restos de hipocausto,
estucos pintados, tejas, ladrillos y cerámica en superficie..., todo
lo cual parece indicarnos la presencia de una villa, que dispondría
además de su propio balneario (32).
Por su parte en Las Murias de Beloño, parroquia de Genero,
perteneciente también al concejo de Gijón, fue excavada durante
la década de los 50 una villa romana, cuyo emplazamiento se ha­
llaría cercano a la ruta que, desde Lucus Asturum, marcharía en
dirección a la costa, concretamente hasta el núcleo urbano de
Noega (33). Los tres edificios de que constaba, situados unos frente
a otros, estarían decorados con pinturas polícromas de motivos
geométricos, aunque no se ha hallado ningún resto de mosaico (34).
En cuanto a su cerámica, la rareza de la misma nos lleva a pensar
en que posiblemente sus habitantes utilizaran instrumentos de ma­
dera para la casa, aún cuando contemos también con ciertos restos
de sigillata hispánica fechados en el siglo II d. n. e., así como otros
de cerámica común, provenientes de un enterramiento posterior,
posiblemente ya del siglo IV (35). En todo caso, aunque los pri­
meros síntomas de habitabilidad y vida en dicho centro parecen
remontar a los años finales del siglo I o comienzos del II, dispone­
mos igualmente de tipos de cerámica que nos están indicando su
vigencia en los momentos finales del siglo IV e, incluso, durante
la primera parte de la centuria siguiente.
(31) J. G . G o r g e s : op. c it., p. 331, donde por error aparece el siglo II en
lugar del I (época neroniana).
(32) C. A lv a r g o n z á le z : op. cit., pp. 71-72.
(33)
C f. F . J o r d á C e r d a :
lla r o m a n a e n A s t u r i a s ,
(34)
M.
E sc o r tell:
la s d e c u ltu r a r o m a n a
65 y ss.
(35) J.
G. G o r g e s :
L a s M u r ia s de B e lo ñ o (C e n e r o - G ijó n ) : u n a v i­
Oviedo, 1957.
“Villa de las Murias de Beloño”, C a t á lo g o d e la s s a ­
d e l M u se o A r q u e o ló g ic o d e O v ie d o , Oviedo, 1975, pp.
op.
cit.,
p. 330.
122
NARCISO SANTOS YANGUAS
Además, al O. de la primitiva iglesia de San Pedro de Veranes
se han descubierto ciertos restos arqueológicos, entre ellos un mo­
saico (36), que podemos considerar como indicios demostrativos
de la existencia de una nueva villa romana, cuyo origen pudo coin­
cidir con el momento de intensificación de las explotaciones agrí­
colas de la región a la manera romana. En este sentido su conti­
nuidad y pervivencia aparecen manifiestas en la iglesia de dicha
localidad, a la que se ha venido considerando tradicionalmente co­
mo basílica paleocristiana, quizás perteneciente a época visigoda.
Por otro lado, en el emplazamiento bajoimperial de la actual
iglesia de La Isla, perteneciente al concejo de Colunga, en el trans­
curso de un reconocimiento efectuado en el año 1903, se descubrie­
ron unas termas romanas al borde del mar, restos de hipocausto,
estucos pintados con figuras geométricas e imitación marmórea, y
fragmentos de mosaicos polícromos con decoración geométrica,
así como numerosos materiales que, procedentes de esta villa, fue­
ron reutilizados posteriormente en la construcción de dicha igle­
sia (37); este centro cobraría fuerza como núcleo de explotación
agrícola en los años finales del siglo II y durante toda la época bajoimperial, a pesar de que muy posiblemente su primitiva edifica­
ción arranque de una etapa anterior (38).
Junto a ello, en Puelles, concejo de Villaviciosa ,cerca de la ac­
tual iglesia de San Salvador de Valdediós fue excavada a lo largo
de los años 20 de nuestro siglo una villa romana, la de Boides (39),
de la que se conservan igualmente noticias en época medieval,
pero cuya fase de mayor pujanza parece corresponder a la época
plenamente romana, y más en concreto a tiempos bajoimperiales.
Este centro, dotado de unas termas independientes, presentaría
un tipo de edificación bastante cercano al de Cenero, al tiempo que
su material varía desde algunos restos de vajillas finas del siglo I
hasta otros de sigillata tardía fechables en las últimas décadas del
IV (40).
A su vez en las proximidades de Vega del Ciego, concejo de Le(36) Cf. las reseñas del periódico El Comercio de Gijó’n correspondientes
a los días 20 de octubre de 1954 y 9 de octubre y 18 de diciembre de 1955.
(37) J. G. G o r g e s : op. cit., p. 331.
(38) Cf. C. A lv a r g o n z á le z : op. cit., pp. 73-74.
(39) J. F e r n á n d e z M en én d ez : “La v illa hispano-romana de Boides”, Cov a d o n g a 154, 1928, pp. 503 y ss. ( = V a ld e d ió s 1957, pp. 19 y ss.).
(40) J. G. Gorges: op. cit., p. 332. Cf. F. Jordá: “La cultura de los castros y la tardía romanización de los astures”, A c t a s d e l b im ile n a r io d e L u g o ,
Lugo, 1977, p. 35.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
123
na, en el lugar conocido aún en la actualidad con el nombre de
«ería de Vidríales», unos trabajos agrícolas realizados en el año
1921 permitieron el descubrimiento de un conjunto de restos ar­
queológicos que dejaron al descubierto el plano parcial de una
villa romana, donde sin duda debió de existir un centro de poblamiento, que en la documentación medieval aparece identificado
como castello Memoraría (41); en este sentido, el topónimo, cerca­
no a la mansio Memoriana citada por el Anónimo o Cosmógrafo
de Rávena en esta región, ha permitido llegar a pensar en una
posible identificación (42). El plano de las edificaciones levantado
en el año 1951 nos permite reconocer, a pesar de las destrucciones
ocasionadas por las lluvias y los cultivos, cuatro piezas principales
separadas de dos en dos por un corredor central; la habitación
más cercana al ábside, el tricKnium (?), cuenta con un pavimento
de mosaicos, que constituyen el mejor ejemplo de cuantos tene­
mos conocimiento en la actualidad (43). Dicho mosaico, compues­
to por teselas polícromas, presenta en su ornamentación motivos fi­
gurados (iarros, pájaros, peces y moluscos), geométricos (círcu­
los) y estilizados (flores), mientras que el centro se hallaría ocu­
pado por un emblema desaparecido (44). El emplazamiento no ha
aportado ni documentación numismática, ni restos de cerámica, de
manera que, de acuerdo únicamente con el mosaico, levantado en
el año 1951 y trasladado al Museo Arqueológico de Oviedo, podemos
asegurar que la época de su máximo florecimiento coincide con el
Bajo Imperio, y más concretamente con una etapa bastan+e avan­
zada del mismo (segunda mitad del siglo IV y toda la centuria si­
guiente).
En cuanto al actual casco urbano de Oviedo, en concreto en la
zona de Buenavista, por medio de las excavaciones practicadas en
el lugar denominado Paraxuga, tras el descubrimiento del empla­
zamiento en el año 1957 como consecuencia de una acumulación
de material a causa de trabajos de edificación (45), a pesar de
(41) M. E s c o r t e l l : “Villa de Vega de Ciego”, C a t á lo g o d e la s s a l a s r o ­
, Oviedo, 1975, pp. 56 y ss.
(42) Cf. J. M. G o n z á le z : “Mansiones del trayecto de la vía romana Lucus Asturum—Lucus Agusti”, A r c h iv u m VI, 1957, pp. 287 y ss.
(43) M. J. A r a g o n e s e s : “El mosaico romano de Vega del Ciego (Astu­
rias)”, B I D E A 1954, pp. 3 y ss.
(44) J. G . G o r g e s : op. cit., p. 334.
(45) J. M. G o n z á le z : “Una muria romana en Oviedo (Buenavista)”,
B C P M O v ie d o I, 1957, pp. 198 y ss. = M is c e lá n e a h is t ó r ic a a s t u r i a n a , Oviedo,
1975, pp. 201 y ss.
m a n a s d e l M u se o A r q u e o ló g ic o d e O v ie d o
124
NARCISO SANTOS YANGUAS
qué el yacimiento había sido removido a causa de trincheras abier­
tas durante la guerra civil, se han encontrado algunos restos ar­
queológicos como tejas romanas, ladrillos y pequeños objetos de
bronce (46); todos estos materiales, a los que hay que unir una
moneda de Constantino II, fechada en torno a los años 330-335,
indican la existencia de una posible villa romana, cuya datación
parece corresponderse con la época bajoimperial (47).
En este sentido hemos de tener presente igualmente que en los
alrededores de la capital del Principado contamos con las villas
de Folgueras, en Lugones, así como con las de Liño, Villarmosén,
Villamar y Constante, todas éstas ubicadas en las faldas del mon+e Naranco. En cuanto a la primera de ellas, estaba emplazada en
el territorio de Paredes, perteneciente a la parroquia de Lugones,
en el lugar denominado Folgueras, enclavado en el caserío de Mon­
te de las Murías (48). En el emplazamiento de esta villa, situada a
escasos metros de la margen izquierda del río Nora, se han cons­
truido edificios modernos, por lo que, a pesar de que, tras su des­
cubrimiento en el año 1957, se recogieron tegulae, ladrillos y ci­
mientos romanos, el yacimiento se halla en la actualidad casi to­
talmente perdido (49).
Junto a ello, en la parte meridional del monte Naranco se ha­
llaba la villa de Linio o Liño, que ha aportado ciertos documentos
epigráficos, así como restos de materiales de construcción (50):
dos estelas funerarias romanas proveniente de la necrópolis de la
villa, habiéndose conservado la primera de ellas en la iglesia de
San Miguel de I.illo (51), mientras que la segunda se halla en la de
Santa María del Naranco (52), donde al mismo tiempo una inscrip­
ción grabada en su altar y fechada el 23 de junio del 848 hace alu­
sión a la reconstrucción de una propiedad a causa de su excesiva
antigüedad (53).
(46) M. E s c o r t e l l : “Materiales de Paraxuga”, C a t á lo g o de la s s a l a s ro ­
pp. 63 y ss., y “Materiales romanos de Paraxuga, Oviedo”, M is c e lá ­
I, Barcelona, 1974, pp. 311 y ss.
(47) Cf. J. G. G o r g e s : op. c it., p. 332.
(48) J. M . G o n z á le z : “Localización de una villa romana en Paredes (Lu­
gones)”, B C P M O v ie d o II, 1960, pp. 205-208.
(49) J. G. G o r g e s : op. cit., pp. 331-332.
(50) J. M . G o n z á le z : “La villa romana de Linio, en Naranco (Oviedo)”.
A r c h iv u m XII, 1962, pp. 73 y ss. = M isc e lá n e a h is tó r ic a a s t u r i a n a , pp. 259 y ss.
(51) Su contenido es el siguiente: C a e s / a r o n / i T a b a f li f (ilio ).
(52) En su superficie se lee: Q .V u n d / i r i c u s / A g u d i f ( iliu s ) .
(53) J. G. G o r g e s : op. cit., p. 332.
m a n a s ...,
n e a A r q u e o ló g ic a
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VTLLAS ROMANAS EN ASTURIAS
125
Por otra parte, en el que sería asentamiento primitivo de la ciu­
dad de Oviedo, conocido con el nombre de Ovetao (54), que quizás
deba de ser considerado igualmente como un fundo, existiría po­
blación contemporánea de quienes habitaban las villas anterior­
mente mencionadas, si es que este antiguo centro de población no
constituyó por sí mismo en época bajorromana y visigoda un nú­
cleo autónomo de explotación agrícola.
Al margen de este conjunto de villas, cuya ubicación podemos
situar con relativa precisión, contamos con toda una serie de restos
de edificios pertenecientes a época romana, que muy bien pueden
ser identificados como correspondientes también a centros de ex­
plotación agrícola de esta clase: así, por ejemplo, en Tamañanes
de Abajo, en el concejo de Tineo, se han descubierto restos ar­
queológicos vinculados a una posible villa, e igualmente en Sobrerriba (Cornellana) existió muy posiblemen+e un centro de esta mis­
ma naturaleza, según se desprende de la existencia de restos per­
tenecientes a una construcción de hipocausto. En este mismo con­
texto, en la Cabruñana, a unos 3 kms. al O. de Grado, basándonos
más en testimonios toponímicos que arqueológicos, podemos pen­
sar en la existencia de un nuevo centro de este tipo (55); también
al Norte de Oviedo, en el lugar denominado Pauzana, cercano a
Lugo de Llanera, existen vestigios de dos villas cercanas, aunque
sin corroboración arqueológica alguna (56).
Teniendo en cuenta el contenido y significado de los restos ar­
queológicos que han sido objeto de prospecciones, es muv posible
que en el lugar denominado La Magdalena de la Llera, en Santianes de Pravia (57), así como en Andallón y Llazana (58), estos úl­
timos en el concejo de Las Regueras, hayamos de concretar la ubi­
cación de nuevos centros de explotación agrícola o villas romanas
en el territorio de Asturias, cuya existencia cobraría fuerzas, si es
que no proceden realmente de esta época, en los tiempos bajoim(54) C f. J. M . F e r n á n d e z B u f . l t a :
1948, pp. 77 y ss.
“Ruinas del Oviedo primitivo”, B I D E A
(55) J. M. G o n z á le z : E l lito r a l a s t u r ia n o en la é p o c a r o m a n a , Oviedo,
1954. pp. 77-78. Cf. C. B o b e s : “La toponimia romana de Asturias”, op. cit.. p.
?
66 .
(56) C. B o b e s : op. cit., p. 279.
(57) J. M. G o n z á le z : “Restos romanos de La Magdalena de la Llera (Santianes de Pravia)”, B C P M O v ie d o I, 1957, pp. 201-203.
(58) Cf. J. M. G o n z á le z : “Restos de aspecto romano de La Muría. Llaz?na (Las Regueras)”, V a ld e d ió s 1969. pp. 71 y ss.
126
NARCISO SANTOS YANGUAS
periales, prolongando su apogeo en época visigoda. En cuanto al
emplazamiento de la villa de La Magdalena de la Llera en Santianes de Pravia, es conocido ya desde el año 1777; en el año 1955 se
efectuó una trinchera para el paso de la vía del tren, que puso al
descubierto un muro romano de pequeño aparejo recubierto de
estuco rojo, así como un pavimento de opus signinum y fragmen­
tos de tejas con reborde (59). Al mismo tiempo la proximidad de
numerosos enterramientos posteriores y la toponimia parecen su­
gerirnos igualmente la existencia de una iglesia o de una capilla
medieval (60). Por otro lado, en varios lugares próximos a Santianes ,como en Bances o en Los Cabos, de donde procede la única
lápida de togado romano perteneciente al territorio asturiano que
conocemos en la actualidad, o en la margen derecha del río Nalón,
en los palacios llamados de Doña Palla, se han encontrado restos de
tégula y monedas romanas (61), al igual que edificaciones, todo lo
cual demuestra sin duda una fuerte romanización o explotación
económica de la región (62).
En el caso de Andallón, en el transcurso del año 1958 tuvo lu­
gar, en el emplazamiento denominado El Pedregal, el descubri­
miento de restos de una construcción romana junto con un mo­
saico durate los trabajos de allanamiento de una carretera, en las
proximidades del río Andallón (63); los fragmentos encontrados co­
rresponden a tegulae, imbrices y piedras de construcción. Además,
la carretera corta restos de pavimentos, cuyas teselas se extendían
a lo largo de 7 metros (64). Las características más sobresalientes
del mosaico residen en su composición de estrellas y su decora­
ción de tipo geométrico con policromía, característico de las ela­
boraciones musivarias del siglo IV (65).
A su vez en la zona Sur del lugar denominado La Corrada, en
el concejo de Soto del Barco, parece haber existido igualmente una
villa romana, cuyo emplazamiento se correspondería con Murias
(59) J. G . G o r g e s : op. cit., p. 333.
(60) Cf. J. M. G o n z á le z : “Flavionavia, antigua población de los paésicos”, B I D E A n.° 7, 1953, pp. 40-42.
(61) M . M a llo V ie s c a : “Tesorillo de denarios de Doña Palla”, A r c h iv u m
XIX, 1969, pp. 93 y ss.
(62) Cf. A. J. de B a n c e s y V a ld é s : “Noticias históricas del Co’ncejo de
Pravia”, B R A H L V III, 1911, pp. 262 y ss.
(63) J. G . G o r g e s : op. cit., p. 330.
(64) J. M. G o n z á le z : “Un mosaico romano en Andallón”, B C P M O v ie d o
IT. 1960, pp. 209-210.
(65) M. B e r e n g u e r : L a p in tu r a m u r a l p r e r r o m á n ic a e n A s t u r ia s , Oviedo,
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
127
de Ponte, en la margen derecha de la ría del Nalón (66), y cuya
importancia es posible hacer remontar hasta la época del Bajo
Imperio y los tiempos visigodos. En el emplazamiento de esta villa
se descubrió en el año 1794 un fragmento de mosaico elaborado
con teselas de tierra cocida (67). Además, dicho lugar ha aportado
numerosos vestigios de construcciones romanas, especialmente res­
tos de edificaciones muradas y tegulae (68).
Del mismo modo en Natahoyo, junto a Gijón, parece haber es­
tado ubicado un centro de este tipo, relacionado con la explotación
agrícola del territorio circundante y que, indudablemente, alcan­
zaría su máximo apogeo en los años bajoimperiales. En este mismo
contexto podemos afirmar que es posible que existieran centros de
colonización agrícola de mayor o menor relieve en Baldornón (con­
cejo de Gijón), La Ren (parroquia de San Martín de Cardo, en el
concejo de Gozón), Muros de Nalón, Raíces (concejo de Castrillón),
Bañugues (concejo de Gozón) y Valduno (concejo de Las Regue­
ras). En este último caso, en la vega del río Nalón, concretamente
en su margen derecha, en el lugar denominado Torre Vieja, como
consecuencia de los trabajos realizados en el terreno cercano a la
iglesia en el año 1868, salieron a la superficie fragmentos de tejas
y ladrillos romanos de dimensiones distintas, así como las paredes
de un edificio de grandes dimensiones (69). En la década de los 40
de nuestro siglo se descubrirían también mosaicos, al igual que
una estela funeraria en 1947, desplazada de su antiguo asentamien­
to. Dicha estela, que posiblemente haya que poner en relación con
los vestigios de la villa romana, resulta muy interesante para el es­
tudio de la romanización de los nombres indígenas (70); por sus
características epigráficas se fecha en+re los años finales del siglo
T y los comienzos del III d.n.e.
Además, toda la región central asturiana, es decir el territorio
comprendido entre el lugar en que estuvo asentado Lucus Asturum
1966, pp. 17 y ss. Cf. N A H VI, 1962, p. 371.
(66) No del Narcea, como asegura J. G. G o r g e s : op . cit., p. 333, sin du­
da debido a un error involuntario.
(67) J. M. G o n z á le z : “Restos romanos de la Magdalena de la Llera (Santianes de Pravai)”, op. cit., p. 199.
(68) A. J. de B a n c e s y V a ld e s : “Noticias históricas del concejo de Pravia”. B R A H , LIX, 1911, pp. 98,99.
(69) J. G . G o r g e s : op . cit., p. 333.
(70) Su lectura es como sigue: S e s tio M u n i / g á lic o P r o / g e n e i f ( ilio )
Q u a / d r a t u s F ig e / n i lib ( e n t e r ) ob / (p lu r im a ) m e r it a e iu s. C f. J. M. G o n z á ­
l e z : “La estela de Valduno”, B I D E A 1949, pp. 3 y ss.
128
NARCISO SANTOS YANGUAS
y los actuales centros urbanos de Oviedo y Pola de Siero, ofrecía
unas condiciones excepcionales para los asentamientos romanos
relacionados con la explotación agrícola del territorio. En este as­
pecto, en las donaciones llevadas a cabo por parte de los reyes as­
turianos encontramos con relativa frecuencia alusiones y referencias
a villas, como las de Vellio, Vones, Fozana, Gotos o Arbolies entre
otras, que muy posiblemente no fueran más que la pervivencia de
las ya existentes en tiempos visigodos y cuyo origen arancaría casi
con seguridad absoluta de la etapa bajoimperial romana.
Por otra parte, en el monte Naranco, al Occidente de la villa
de Linio o Liño, se encontraba otro habitat de esta naturaleza, de­
nominado villa Hermosindi, que nos aparece reflejado en el llama­
do Libro Becerro de Corias, correspondiéndose con la actual Villarmosén, aunque su emplazamiento no haya sido localizado aún
con exactitud (71); todos los vestigios romanos encontrados en
ella (restos de construcciones y de cerámica) parecen correspon­
der a una villa romana (72). En este mismo contexto hemos de te­
ner en cuenta que en la parte meridional y oriental de la misma
villa de Liño se realizaron ciertos hallazgos arqueológicos, cuyos
resultados, unidos a la toponimia de la región, nos permiten ase­
gurar la existencia de nuevas villas romanas en Lloriana, Villamar
y Constante; igualmente en Folgueras (Lugones), en la orilla dere­
cha del río Nora, se han encontrado, según hemos visto más arri­
ba, algunos vestigios que corresponden indudablemente a una an­
tigua villa.
A estos hallazgos hemos de añadir, que, en el casco actual de
la ciudad ovetense, en los alrededores de la iglesia de Santullano
(San Julián de los Prados), es muy posible que existiese, como an­
tecedente de la iglesia y los palacios del rey Alfonso II, una villa
romana, que perduraría durante la época visigoda. Por último, los
ladrillos de hipocausto encontrados en las cercanías del antiguo
palacio de Camposagrado nos sirven como indicador de la posible
existencia de una villa, resultando probable igualmente que las dos
inscripciones halladas en Ujo, junto a la estación del ferrocarril
(73), una de ellas perteneciente al prefecto de los svmmaciarios as(71) J. G . G o r g e s : op. cit., p. 334.
(72) J. M a n z a n a r e s : “Vestigios romanos en Villarmosén”, B C P M O v ie d o II,
1960, pp. 219-221.
(73) F. D i e g o S a n t o s : E p ig r a f ía ro m a n a de A s t u r ia s . Oviedo. 1959, núms.
9 y 22. pp. 40-41 y 74-76.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
129
tures, G. Sulpicio Ursulo (74), rodeadas de restos de tégulas roma­
nas, nos estén mostrando el emplazamiento de un nuevo centro de
explotación agrícola de tipo romano. En este sentido no hemos de
olvidar que en el mismo valle del río Lena, aguas arriba, existían
asentamientos constatados de villas romanas, como es el caso de
la Vega del Ciego (75), en el concejo de Lena, denominada villa
Memorana, de la que se nos conserva el mejor exponente de mo­
saico romano en Asturias hasta la actualidad, o como podría ser
el asentamiento antiguo de la actual población de Villallana.
En otra zona de Asturias »concretamente en la ubicada en tor­
no a los ríos Piloña y Sella, se ha descubierto también un buen nú­
mero de restos romanos, como por ejemplo en Vega de Poja (con­
cejo de Siero) o Valdediós, donde estaba emplazada la villa roma­
na de Puelles (76), al igual que en Rodiles (concejo de Villaviciosa) (77) y Puerres, este último en el concejo de Colunga, que pu­
dieron haber sido igualmente centros de colonización agrícola a
la romana durante el Bajo Imperio. Además, en el mismo contexto
geográfico contamos en La Isla con la constancia de la existencia
de una villa romana.
Por su parte, en la zona de Ribadesella se han descubierto res­
tos romanos en las proximidades de Torre, en la parte baja del va­
lle del río Sella, así como restos de construcciones en el fondo de
la ría, la antigua Moega Ucesia, concretamente en el pico denomi­
nado Las Torres, muy cerca del puente de San Román. Finalmen­
te, en el transcurso de la última reconstrucción llevada a cabo du­
rante el año 1977 en la iglesa de Abamia, en el concejo de Cangas
de Onís, se descubrieron algunos fragmentos de tégula que pare­
cen remontar a época romana, lo que nos puede hacer pensar en
el emplazamiento de un nuevo centro de explotación agrícola de
acuerdo con los modelos romanos.
Según esto, podemos afirmar que, en general, los emplazamien­
tos de tipo romano en los que estuvo basada la colonización agrí­
cola de región asturiana hav que situarlos en la región litoral v
en los diferentes valles fluviales, aprovechando las zonas más fér(74) B. D o b s o n : “G. Sulpicius Ursulus, symmachiarii and the Bellum Dacicum”, E S 8, 1969, pp. 122 y ss.. y N. S a n t o s : “ L o s symmachiarii astures en
el ejército romano”, D u r iu s 1979 [1980], pp. 77 y ss.
(75) Cf. M. E s c o r t e l l : “Vega de Vega del Ciego”, op. cit., pp. 56 y ss.
(76) Cf. J. F. M e n e n d e z : “Excavaciones arqueológicas de Puelles (Valdediós). La villa hispano-román a de Boides”, op. c it., pp.. 503 y ss.
(77) J. M. G o n z á l e z : “Los restos arqueológicos de Rodiles”, V a ld e d ió s
1959, pp. 23 y ss.
130
NARCISO SANTOS YANGUAS
tiles del actual territorio asturiano, siendo muy posible que falten
aún por descubrir los indicios de la existencia y pervivencia de al­
gunos cuyo emplazamiento hemos adelantado más arriba a mane
ra de hipótesis.
En cualquier caso, todos estos fundos o villas romanas, en cuan­
to a su origen, o bien arrancaban ya de una etapa anterior, en ca­
si su totalidad del siglo II e, incluso, alguna de ellas de los últi­
mos años del I, en cuyo caso perviven y alcanzan su etapa de má­
ximo florecimiento y esplendor durante el Bajo Imperio, o bien
vieron su nacimiento durante los años bajoimperiales, continuan­
do pujantes en su mayor parte aún durante la época visigoda. A
pesar de todo, la nueva situación planteada, representada por el
afianzamiento y apogeo del tipo de explotación del suelo a la ma­
nera romana, no supondrá un obstáculo insalvable para que con­
tinuase desarrolládose, bien es verdad que de manera constreñida,
las formas de explotación agrícola propias de los indígenas astures
(78), aunque fuesen admitiendo paulatinamente algunos adelantos
técnicos en la misma como consecuencia directa de la asimilación
de los elementos de la formación social romana a través de un pro­
ceso de influencias culturales.
Sabemos que desde los comienzos del reinado de la dinastía de
los Severos entra en crisis, de modo acusado, la vida urbana en
todas las provincias del Imperio romano en que ésta había logra­
do sobreponerse a la organización indígena anterior (79). Como
consecuencia de ello comenzará en estos momentos a ser habita­
do el campo, de acuerdo con lo que se deduce de la gran abundan­
cia de mosaico encontrados en las villas de la Meseta (80), así co­
mo de su gran valor, por sus propios dueños (81), gran parte de
los cuales vivían hasta entonces en los centros urbanos, teniendo
(78) Cf. N. S a n t o s : “Economía y sociedad en la Asturias castreña de épo­
ca prerromana”, B I D E A (e’n prensa).
(79) Cf. E. M . S c h t a j e r m a n : D ie K r i s e d e r S k l a v e n h a lt e r O rdn un g im W es­
te n d e s rö m isc h e n R e ic h e s, Berlin, 1964. Para el funcionamiento de estos nú­
cleos de población en los años anteriores ver J. M a n g a s : “Un capítulo de los
gastos en el municipio romaho de Hispania a través de las informaciones de
la epigrafía”, H A n t I, 1971, pp. 105 y ss., y H. G a l s t e r e r : U n te r s u c h u n g e n
z u m r ö m is c h e n S t ä d t e w e s e n a u f d e r ib e r isc h e n H a lb in s e l, Berlin, 1971.
(80) Cf., por ejemplo, A. B a l i l : “Las escuelas musivarias del conventus
Tarraconensis”. VIII C A N , 1963, pp. 406 y ss.
(81) Cf., entre otros, B. T a r a c e n a : “La villa romana de Liéde'na y el cam­
po español en el Bajo Imperio”, I C A N , 1952, pp. 215 y ss., y M. T a r r a d f l l :
“Población y propiedad rural en el Este peninsular durante el Bajo Imperio”,
A c t a s d e l I I I C E E C , Madrid, II, 1968, pp. 164 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
131
su origen igualmente ahora una vida agrícola intensiva a la manera
romana entre los astures, o más que su nacimiento su etapa de
mayor apogeo, ya que, según hemos visto más arriba, algunas de
estas villas datan ya del siglo II, e incluso del I. En este sentido
los cambios y transformaciones operados en esta agricultura de
caracteres primitivos, que hasta esta época se encontraba básicamnte en manos de las mujeres, por el nuevo tipo de organización y
explotación agrícolas, imbuido de los mecanismos y caracteres ro­
manos, parece haberse producido en primer término entre los astures augustanos, pasando poco tiempo después a enraizarse en el
territorio de la actual Asturias.
Según todos los indicios las reformas de toda clase propugna­
das por el sistema tetrárquico en los años finales del siglo III ha­
brían conducido a la reconstrucción y rehabilitación de un buen
número de centros urbanos arrasados en el transcurso de las inva­
siones de los francos y alemanes en tiempos de Galieno y Aureliano (82); sin embargo, puesto que la incidencia de estos hechos his­
tóricos no debió de ser excesivametne amplia ni notoria en el caso
de Asturias y, por otra parte, los centros urbanos tampoco llegaron
a ser abundantes en dicha región, este tipo de medidas no pudo
contribuir en modo alguno a un resurgimiento de esta naturaleza
a gran escala.
Frente a ello, partiendo de la política de los tetrarcas en un prin­
cipio y de la de Constantino y sus sucesores posteriormente a lo
largo de todo el siglo IV, alcanzaría su desarrollo más intenso una
verdadera colonización agrícola entre los astures transmontanos,
de acuerdo con lo que hemos venido constatando a través de la to­
ponimia y la documentación arqueológica. A esta época histórica
bajoimperial corresponde, por ejemplo, la villa denominada de Las
Murias en Paraxuga (Buenavista, Oviedo), que dominaría gran par­
te del valle en que se encuentra enclavada la capital asturiana (83).
Si tenemos en cuenta los fragmentos de slgillata hispánica tardía
en ella descubiertos, así como de cerámica gris paleocristiana, esta
(82) Cf. A. B a l i l : “Las invasiones germánicas en Hispania”, C T E E H A R
IX, 1957, pp. 95 y ss.; J. M. B l a z q u e z : “La crisis del siglo III en Hispania y
Mauritania Tingita’n a”, H is p a n ia XXVIII, 1968, pp. 5 y ss.; M. T a r r a d e l l :
“Sobre las invasiones germánicas del siglo III d. J. C.”, E s t u d io s C lá s ic o s III,
1955-1956, pp. 95 y ss., y N. S a n t o s : “Las invasiones germanas del siglo III
en Hispania”, H A n t VIII, 1978.
(83) J. M. G o n z á l e z : “Una muria romana en Oviedo (Buenavista)”,
B C P M O v ie d o I, 1957, pp. 198-200. M is c e lá n e a h is tó r ic a a s t u r i a n a , Oviedo, 1975,
pp. 201-204.
132
NARCISO SANTOS YANGUAS
villa puede fecharse en el siglo IV, aún cuando sería reconstruida
con posterioridad en tiempos visigodos (84). Además, ciertos res­
tos arqueológicos hallados en este emplazamiento parecen indicar­
nos la presencia de elementos militares, lo que demostraría un he­
cho ya conocido a través de diversos autores del Bajo Imperio, se­
gún los cuales muchas de estas villas dispondrían de soldados pro­
pios para su defensa (85).
A estos mismos años, más o menos, correspondería la villa de
grandes dimensiones de Campo Valdés en Gijón, cuya excavación
proporcionó restos de sigillata clara y otros tipos de cerámica altomedievales, lo que indicaría la no interrupción del habitat y de
las actividades económicas en el territorio que le estaba adscrito,
del mismo modo que sucedería en el caso anterior, en el momento
de la llegada de los suevos, vándalos y alanos, así como el no verse
envuelta en el grave caos y marasmos económicos provocados por
la presencia de dichas poblaciones en suelo hispano (86). De un
modo similar, a lo largo del siglo IV, lograría su máximo apogeo la
villa de Puelles, ubicada en las proximidades de San Salvador de
Valdediós, de la que tenemos noticias, entre otras construcciones,
al igual que en el caso de las de Campo Valdés o Cenero, de los res­
tos de unas termas, lo que la equipararía con las restantes villas
de la Península Ibérica en dicha época (87); además, un mosaico
geométrico hallado en su emplazamiento confirmaría esta hipóte­
sis.
Finalmente, a esta misma centuria corresponderían igualmente
los nombres de lugar terminados en -ana, cuyos emplazamientos
parecen coincidir plenamente con asentamientos romanos de carác­
ter agrícola (Cornellana, Arcellana, Novellana...). Entre éstos so(84) M. E s c o r t e l l : “Materiales roma'nos de Paraxuga (Oviedo)”, M is c e lá ­
I, Barcelona, 1974, pp. 311 y ss.
(85) Cf. para estos problemas J. M. B l a z q u e z : “La cordillera cántabra,
Vasconia y los Pirineos durante el Bajo Imperio”, A c t a s d e l I I I C E E C , Ma­
drid, 1968, II, pp. 137 y ss., y “Der limes in Spanien des viertes Jahrhunderts”,
A c t e s d u I X e C o n g rè s In te rn . d ’é tu d e s s u r le s fr o n t iè r e s r o m a in e s, Bucarest,
1974, pp. 485 y ss., y A. B a l i l : “La defensa de Hispania e'n el Bajo Imperio.
Amenaza exterior e inquietud interna”, L e g io V II G e m in a , León, 1970, pp.
601 y ss.
(86) Cf. C. T o r r e s : “La invasión del año 406”, B U S C LXIV, 1956, pp. 5
y ss., y “Derrota, escisión y ruina del reino suevo”, B U S C 1963-1964, pp. 35 y
ss., y N. S a n t o s : “Asturias visigoda”, H is to r ia de A s t u r ia s en fascículos, Silverio Cañada Editor, Gijón, 1982. Ver nota 30.
(87) Cf. J. F. M e n e n d e z : “Excavaciones arqueológicas de Puelles (Valde­
diós). La villa hispano-roma’na de Boides”, V a ld e d ió s 1957, pp. 19 y ss.
n e a A r q u e o ló g ic a
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
133
bresale por su significado e importancia el de Memorana, perpetua­
do en Mamorana (Pola de Lena), donde se ha descubierto una villa
fechable a finales del siglo IV o comienzos del V (88). De igual ma­
nera, pertenecen a esta misma época bajomperial los topónimos
romanos de Asturias analizados por C. Bobes, que parecen consti­
tuir la prueba evidente de una gran concentración de explotacio­
nes de carácter agrícola y que son transmitidos a las épocas visi­
goda y altomedieval (89).
La existencia de un gran número de estos fundos, vinculada al
fenómeno de la colonización agrícola, no fue, sin embargo, algo
peculiar ni privativo de la región asturiana, sino que ambos elemen­
tos se extenderían no sólo por todo el Norte peninsular sino prác­
ticamente por toda la Península Ibérica (90), a pesar de ser posi­
blemente en las regiones septentrionales, en las que dichas exten­
siones territoriales alcanzarían dimensiones más reducidas, donde
arraigasen con más intensidad, como indicio de la decadencia de
la organización urbana y de cuanto éste conllevaba en los aspectos
político, económico, social y religioso.
Estos fundos presentarán en su conjunto como característica
más generalzada una tendencia cada vez más acusada hacia el autoabastecimiento y a su conversión en unidades autárquicas y cerra­
das, tanto desde el punto de vista económico como desde las pers­
pectivas sociales o políticas, lo que en una zona eminentemente
montañosa como Asturias resultaría sin duda extremadamente fá­
cil (91). En este sentido no es necesario recalcar de nuevo que di­
chos centros de explotación agrícola pertenecerían con toda segu­
ridad a la época bajoimperial ,puesto que sus nombres no apare­
cen reflejados ni en los escritos de Plinio el Viejo ni en los de Ptolomeo ni en la documentación epigráfica de la región ni, incluso, en
el Itinerario de Antonino.
(88) J. G . G o r g e s : op . ext., p. 334.
(89) E m é r ita XXVIII, 1960, pp. 241 y ss., y XXIX, 1961, pp. 1 y ss.
(90) Cf., por ejemplo, J. M. B l a z q u e z : E s t r u c t u r a e c o n ó m ic a y s o c ia l de
H is p a n ia d u r a n t e la a n a r q u ía m ilit a r y e l B a jo I m p e r io , Madrid, 1964; A. Cor­
z o : “Notas sobre la organización agrícola de la Bética”, S e g o v ia y la a r q u e o ­
lo g ía r o m a n a , Barcelona, 1977, pp. 163 y ss.; G. L a c h i c a : “La estructura
económica de Hispania en el Bajo Imperio”, Z e p h y r u s XII, 1961, pp. 55 y ss.;
M. P o n s i c h : Im p la n ta tio n r u r a le a n tiq u e s u r le B a s - G u a d a lq u iv ir , 2 vols.,
Madrid-París, 1974-1979, y R. S y m e : “La richesse des aristocraties de Bétique
et de Narbonnaise”, K t e m a 2, 1977, pp. 373 y ss.
(91) Cf. sobre estas cuestio'nes de carácter general R. T e j a : “Las villas
de Hispania y Capadocia en el siglo IV y su entorno económico-social”, XII
C A N , 1971, pp. 611 y ss.
134
NARCISO SANTOS YANGUAS
Se comprende así con relativa facilidad que la romanización de
los astures, en especial de los transmontanos, ofrezca unas carac­
terísticas extremadamente débiles, según ha demostrado M. Vigil
(92) con respecto a todas las poblaciones del Norte peninsular, lo
que en modo alguno es aceptado por C. Bobes, quien, basando sus
afirmaciones exclusivamente en el análisis de la toponimia romana
de Asturias (93), cree descubrir una clase especial de romanización
en la región. Se trataría realmente, frente a la opinión generalizada
de la historiografía actual, de una romanización intensa, aunque
no entendida en un sentido cultural, lo que conllevaría la presen­
cia masiva de centros urbanos, edificaciones romanas numerosas,
organización y nivel de vida romanos... (94) sino solamente en el
de explotación económica de la zona.
De acuerdo con esto resulta evidente, pues, que el objetivo pri­
mordial perseguido por los romanos con respecto a Asturias no
fue en ningún momento el de fundar centros urbanos importantes
y de grandes dimensiones (los casos son aislados y poco significa­
tivos: Flavionavia, Lucus Asturum...), en torno a los cuales se or­
ganizaría todo el territorio anexionado ,sino que su llegada y per­
manencia en la región asturiana obedecería a un propósito exclu­
sivo de explotación, en toda su intensidad, de las riquezas mineras
y agropecuarias; además, éstas serán precisamente las actividades
económicas que se pondrán de manifiesto al analizar los distintos
topónimos romanos que han perdurado en suelo asturiano.
LOS DIVERSOS SECTORES ECONOMICOS
No es nuestra intención detenernos ahora en la problemática
planteada por el habitat rural con respecto a la tipología y estruc­
turas propias de cada una de las villas hispanas, a las que se halla
vinculada Asturias, puesto que han sido analizadas ya recientemen­
te en otros trabajos (95), aún cuando existan diferencias notables
(92) “Romanización y permanencia de estructuras sociales indígenas en
la España septentrional”, B R A H CLII, 1963, pp. 225 y ss.
(93) “La toponimia romana de Asturias”, E m é r ita XXVIII, 1960, pp. 241
y ss., y XXIX, 1961, pp. 1 y ss.
(94) Sobre estos aspectos cf. M. P a s t o r : “El urbanismo y los núcleos de
población en el conventus Asturum durante el Imperio romano”, Z e p h y r u s
XXVI-XXVII, 1976-1977, pp. 417 y ss.
(95) Cf., entre otros, J. G. G o r g e s : L e s v i ll a s h is p a n o r o m a in e s , París,
1979, pp. 109 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
135
entre las propias de la región asturiana y las pertenecientes al te­
rritorio meseteño por ejemplo (96); indudablemente en todas es­
tas construcciones rústicas existirían unas dependencias destina­
das a alojar a la mano de obra de tipo semiservil o a las personas
englobadas bajo el término genérico de colonos, así como otras
con una finalidad en conexión evidente con la conservación de los
productos recolectados, aperos de labranza, cuadras para los ani­
males..., a las que muy posiblemente se unirían, especialmente tras
las convulsiones provocadas por las invasiones germánicas del si­
glo III (97) y la aparición del fenómeno de los campesinos bagaudas en el Norte peninsular (98), otra serie de edificaciones vincu­
ladas a necesidades y objetivos eminentemente militares y defen­
sivos.
En cuanto a los objetivos de nuestro análisis en el terreno eco­
nómico, estarán centrados en tres aspectos fundamentales:
—la importancia del sector agropecuario y de los productos que
reportaba;
—la mano de obra y el proceso de producción; y
—finalmente, la comercialización de dichos productos, inclu­
yendo en este apartado las vías de comunicación.
1.— La agricultura y la ganadería
Los fundos, villas o posesiones territoriales de la Asturias ro­
mana recibirían nombres latinos en buena medida a causa de que
los astures, al enrolarse en el mundo romano, habrían tomado tam­
bién antropónimos de esta naturaleza, del mismo modo que en una
(96) Cf. L. A. G a r c í a M o r e n o : “La romanización del valle del Duero y
del Noroeste peninsular, ss. I-VII d. C.: algunos problemas y perspectivas de
su estudio”, H A n t V, 1976, pp. 327 y ss., y C. G a r c í a M e r i n o : P o b la c ió n y
p o b la m ie n t o e n H is p a n ia r o m a n a . E l c o n v e n tu s c lu n ie n s is , Valladolid, 1975.
(97) Cf., entre otros trabajDs, los de M. T a r r a d e l l : “Problemas cronoló­
gicos de las invasiones germánicas del siglo III d. J. C.”, IV C A N , 1957, pp.
281 y ss.; B. T a r a c e n a : “Las invasiones germánicas en España durante la se­
gunda mitad del siglo III d. J. C.”, 1 C o n g re so in te r n a c io n a l d e P ir e n e is t a s ,
Zaragoza, 1950, pp. 5 y ss.
(98) M. V i g i l y A. B a r b e r o : “Algunos problemas sociales del Norte de
la Pe'nínsula a fines del Imperio romano”, P L A V V , 1968, pp. 81 y ss., y N. S a n ­
t o s : “Movimientos sociales en la España del Bajo Imperio”, H is p a n ia XL,
1980, pp. 237 y ss.
136
NARCISO SANTOS YANGUAS
fase histórica posterior los tomarán de los suevos o de los visigo­
dos. Sin embargo, frente a esta forma de comportamiento genera­
lizada, ciertos nombres indígenas de lugar, como por ejemplo Pesgana, Villapendi o Ventillés entre otros, sirven para testimoniar­
nos con claridad la presencia de unos primitivos possessores o due­
ños indígenas (99). Por lo que respecta a la extensión territorial
que alcanzarían dichas propiedades en el suelo de Asturias debió
de ser, en casi todos los casos, de caracteres reducidos, sin contar
con latifundios de dimensiones desproporcionadas, ya porque la
antigua aristocracia indígena de los astures prerromanos no llegó
a ser excesivamente poderosa en ninguna fase de su existencia y
en sus manos se hallaría buena parte de estos fundos, ya porque
tampoco lo serían las nuevas gentes enriquecidas con el trato con
los elementos de organización romanos.
En cuanto a los propietarios de dichas villas, la aristocracia in­
dígena astur llegaría a alcanzar una fuerza mayor en estos momen­
tos que durante los años anteriores hasta el extremo de que un
amplio número de estas posesiones territoriales en conexión con
la explotación agropecuatria se encontrarían en sus manos (100).
Por otra parte, algunos de los propietarios de estos dominios te­
rritoriales se hallarían entre los veteranos de origen astur, quienes
habrían regresado a sus lugares de nacimiento una vez cumplidas
sus obligaciones militares (20 o más años de servicio), muchos de
ellos en la legio VII, y entre sus descendientes, que se servirían,
sin duda de las nuevas circunstancias y adelantos técnicos vincu­
lados a la explotación del suelo y que incidirían en la intensifica­
ción de la colonización agrícola de la región (101). A este respecto
podemos formular la siguiente pregunta: ¿es posible que G. Sulpicio Ursulo, prefecto de los symmachiarios astures, con posteriori­
dad a su licénciamiento se estableciese en Ujo, probablemente su
lugar de origen, donde se mostraría partidario de este sistema de
explotación del territorio plenamente romano, de manera que las
dos lápidas epigráficas dedicadas por G. Sulpicio Africano, así co­
mo la de L. Corona Severo, soldado de la legio VII Genima, encon(99)
Ver J. M. P i e l :
N o m e s de p o s s e s s o r e s la tin o - c r istia o s n a to p o n im ia
Coimbra, 1948.
(100) Cf. para el caso de la cuenca del Duero P . de P a l o l : “Romanos en
la M eseta: el Bajo Imperio y la aristocracia agrícola”, S e g o v ia y la a r q u e o lo ­
g ía r o m a n a , Barcelona, 1977, pp. 297 y ss.
(101) N. S a n t o s : E l e jé r c it o y la r o m a n iz a c ió n d e lo s a s t u r e s , Oviedo,
a s t u r o - g a le g o - p o r t u g u e s a ,
1981, pp. 209 y ss.
(101 bis) ERA núm. 8, pp. 38-39.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
137
trada igualmente en dicho lugar (101 bis), constituyan un indica­
dor de este hecho? (102).
La siembra, cultivo y recolección de cereales, hortalizas y le­
gumbres parecen haber sido predominantes y mayoritarios en la
explotación económica de estos centros agrícolas, pudiendo ser
igualmente quizás ya abundante el cultivo de manzana y, en casos
aislados, las viñas, tanto en la parte oriental como en la occidental
de la zona. En este contexto es muy posible que al desarrollo de la
viticultura contribuyesen en gran parte las disposiciones llevadas a
cabo por el emperador Probo, que aparecen recogidas por los Es­
critores de la Historia Augusta (103), a través de las cuales se per­
mitía a los hispanorromanos plantar nuevamente viñas en todo el
territorio contra lo que había sido legislado con anterioridad, en
el año 92, por parte de Domiciano, según nos ha transmitido Suetonio (104), pasaje que se ha venido considerando de manera tra­
dicional como una concesión encaminada a contrarrestar los ne­
fastos efectos económicos producidos como consecuencia de los
desastres generales que tuvieron como marco temporal la segunda
mitad del siglo III.
En cuanto al sectos ganadero, hay que partir del hecho de que
los prados constituirían por lo general propiedades privadas y pro­
pias de cada una de estas villas, mientras que, frente a ello, se man­
tendrían como propiedades comunales los pastos y bosques de los
lugares elevados. De acuerdo con las noticias constatadas en la do­
cumentación medieval, la ganadería estaría compuesta, en cada una
de las unidades de explotación, por un número no muy amplio de
cabezas de ganado mayor, que en ningún caso puede ser compara­
ble a la cantidad de animales domésticos con que podía contar
cualquiera de las villas de las regiones hispanas o de otras provin­
cias romanas más ricas (105). En este sentido, por ejemplo, la es(102) ERA núms. 9 y 22. Cf. N. S a n t o s : “los symmachiarii astures en el
ejército roma’n o”, D u r iu s 1979 [1980]; pp. 77 y ss.
(103) SHA, Prob. XVIII, 8: G a llis o m n ib u s e t H is p a n iis a c B r i t a n n i s h in c
p e r m is it , u t v ite s h a b e r e n t v in u m q u e c o n fic e re n t.
d e D o m ic ia n o
(104) Vida
VII, 2: “Com'o quiera que un año la cosecha de
vino fue muy abundante y, en contrapartida, muy escasa la de trigo, pensa'ndo que se abandonaban los campos para atender preferentemente al cultivo
de las viñas, decretó que nadie plantase cepas nuevas en Italia y que en las
provincias se arrancasen los sarmientos, dejando como máximo la mitad de
los existentes”.
(105) Cf., entre otros, R. A g a c h e : “La villa gallo-romaine dans les gran­
des plaines du Nord de la France”, A r c h e o lo g ia núm. 55, 1973, pp. 37 y ss. ;
R. C h e v a l l i e r : “Problématique de la villa gallo-romaine”. A c t e s d u 93e C on -
138
NARCISO SANTOS YANGUAS
critura de donación de Obona, que se fecha en el año 780, consti­
tuye para nosotros un buen punto de referencia: en ella se nos
menciona una posesión de 20 vacas, 5 parejas de bueyes, 17 cer­
dos, 30 ovejas y 22 cabras, cifras que, aumentadas un poco en su
cantidad, pueden servirnos como indicador del número de anima­
les (ganado vacuno, ovino y caprino), que podían existir en una de
estas villas romanas de la Asturias bajoimperial. De cualquier mo­
do, no parecen haber existido en ningún momento ni lugar propie­
tarios de yeguadas integradas por centenares de cabezas en el te­
rritorio astur transmontano, lo que sería hasta cierto punto co­
rriente entre los cismontanos o augustanos del N. de León.
Dentro de estas mismas actividades ganaderas hay que destacar
un caso excepcional, el de los vaqueiros, quienes contarían con una
presencia masiva de ganado vacuno entre ellos, lo que será una
constante a lo largo de toda su historia. Por otra parte, el ganado
caprino debió de abundar igualmente, aunque en parte en estado
salvaje, en toda la región montañosa, siendo explotado sin embar­
go como animal doméstico por parte de los pueblos de la costa
(106); de esta manera, tanto las cabras como el ganado vacuno se­
rían aprovechados como alimento. Tampoco hemos de desdeñar
en este aspecto la importancia lograda por las ovejas, puesto que
la lana asturiana aparece mencionada en el Edictum maximum de
pretiis, mediante el cual el emperador Diocleciano trataría de po­
ner freno al alza desmesurada de los precios de los productos en
el año 301 (107); esta referencia del apartado XXV de dicho docu­
mento nos lleva a pensar en la existencia de rebaños de ganado
ovino en el Norte de la Península y más concretamente en la re­
gión asturiana.
Teniendo en cuenta los restos encontrados (astas de ciervo,
colmillos de jabalí...), las actividades cinegéticas debieron de cons­
tituir una gran afición para los astures transmontanos, quienes
cada cierto tiempo hubieron de llevar a cabo cacerías de caballos
Tours, 1968, pp. 451 y ss., y M. B i r o : “Ro­
man Villas i'n Pannonia”, Acta
XXVI, 1974, pp. 23 y ss.
(106) Estrabón alude a hecatombes de este animal por parte de los pue­
blos del N. peninsular en sacrificios dedicados a un dios asimilado a Ares/
Marte: III, 3, 7. Cf. N. S a n t o s : “Economía y sociedad en la Asturias castreña
de época romana”, B ID E A (en prensa).
(107) Cf., entre otros, M. G i a c c h e r ò : “L’illusoria imposizione del giusto
prezzo nell’editto calmiere di Diocleziano”, R A L 1964, pp. 95 y ss.; E. F r e z o u l s : “A propos de la hausse des prix sous Diocletien”, M é la n g e s C a r c o p ino, Paris, 1966, pp. 377 y ss., y S. L a u f f e r : D io k le tic in s P r e is e d ik t, Berlin,
1971.
g r è s n a t io n a l d e s S o c ié té s s a v a n te s ,
A r c h a e o lo g ic a
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
139
salvajes, así como de cabras y osos pardos por toda la Cordillera
Cantábrica. Junto a ello, la pesca representaría igualmente un re­
curso alimenticio de enorme importancia, según se pone de ma­
nifiesto a través de la documentación medieval, por medio de la
cual conocemos que numerosas donaciones de villas incluían tam­
bién entre sus prerrogativas los derechos a pescar en el mar o en
los ríos. Dichas actividades pesqueras estarían centradas funda­
mentalmente en el salmón y la trucha en cuanto a los ríos, exis­
tiendo además una gran variedad de fauna marina.
2.— La mano de obra y el proceso de producción
Al tener que analizar estos elementos hemos de partir de la
consideración general de que la etapa bajoimperial supuso una épo­
ca de transición: en este sentido la solidez aparente en que pare­
cía haberse visto envuelto el Imperio romano desde los primeros
años del reinado de Diocleciano (108) se fue resquebrajando pro­
gresivamente baio los efectos de la crisis, que impidieron adecuar
de una forma coherente las nuevas realidades y situaciones socio­
económicas a las instituciones jurídico-políticas de los siglos ante­
riores, y que no variarán sustancialmente en muchos de sus aspec­
tos. Como resultado de los efectos de esta crisis los elementos eco­
nómicos dominantes cambiarían radicalmente con respecto a los
del Alto Imperio: de este modo, frente a las formas económicas
amparadas en el ámbito de las ciudades, se irán imponiendo pau­
latinamente las grandes propiedades territoriales, que un mismo
v único propietario, tanto si era privado como si pertenecía al
círculo de la familia imperial, podía tener repartidas en distintas
regiones (109); este tipo de propiedades se irá transformando gra­
dualmente en unidades económicas autosuficientes, en las que se
tenderá a producir todo lo necesario desde el punto de vista agrí­
cola y ganadero para el sustento de cuantos trabajaban dichas tie­
rras, así como de sus dueños y familiares, recaudándose al mismo
(108) I. K o e n ig : “Die Berugung des Constantius Chlorus und des Galerius zu Caesarem”, C h ir o n IV , 1974, pp. 567 y ss.
(109) Cf. K . J. N o v i c k a j a : “Algunos problemas acerca de la política agra­
ria a comienzos del Dominado (en ruso)”, V D I 1961, 4 pp. 85 y ss.; y J. P e r c i v a l : “Seigneurial Aspects of Late Román State Management, E H R LXXXIV,
1969, pp. 449 y ss. —
140
NARCISO SANTOS YANGUAS
tiempo los productos que deberían de ser abonados al fisco y los
excedentes utilizados en las actividades comerciales (110).
En todas estas propiedades el tipo de trabajador estaba cons­
tituido en su gran mayoría por el grupo de los campesinos libres,
quienes habían entrado a formar parte de ellas como colonos y al­
gunos de los cuales se habían visto forzados a desprenderse de sus
pequeñas extensiones agrícolas (111). Por lo que respecta a los pro­
pietarios de estos fundos, en las provincias romanas occidentales
pertenecían al orden senatorial, bajo cuya denominación genérica
hay que englobar tanto a los componentes de las antiguas familias
senatoriales como a los grandes propietarios del orden ecuestre y
al grupo de los decuriones municipales, quienes con rela+iva fre­
cuencia y facilidad habían pasado a formar parte del orden sena­
torial, en especial en tiempos de Constantino.
Los emperadores Diocleciano y Constantino habían puesto todo
su esfuerzo en la regulación de la producción, tanto en lo referente
a los centros urbanos como en lo relativo al campo, buscando co­
mo objetivo prioritario el de poder disponer de recursos suficien­
tes y estables para el fisco (112). En este contexto, Constantino lle­
varía aún más lejos la política ya emprendida por Diocleciano, has­
ta el extremo de que llegarán a reglamentarse el trabajo y las car­
gas fiscales de acuerdo con una serie de normas fijas expresadas
a través de un conjunto de leyes: de esta manera, los colonos pa­
sarían a estar unidos a la tierra que trabajaban, heredándose di­
cha situación de padres a hijos, sin poder trasladarse a prestar su
fuerza de trabajo a otras propiedades distintas (113), y en un caso
(110)
Para el caso de otras provi'ncias o regiones del Imperio cf. Ch. M.
: “Les villas romaines du Grand-Duché de Luxembourg”, H e lin iu m
VII, 1967, pp. 121 y ss., y “L’économie des villas romaines de nos régions”.
B a lu x . VII, 1977, pp. 61 y ss. ; y M. Z a n i n o v ic : “The Economy of Roman Dal­
matia”, A N R W II, 6 1977, pp. 767 y ss.
(11)
A. R. K o r s u n s k i j : “Small Landed Property in the Westero Provin­
ces of the Late Roman Empire (en ruso con resumen en i’n glés)”, V D I num. 112.
1970, pp. 167 y ss.
(112) Cf. A. B e r n a r d i : “The Economic Problems of the Roman Empire at
the lime of its Decline”, S D H I XXXI, 1965, pp. 110 y ss., y C. D u p o n t : L a r é ­
g le m e n ta tio n é c o n o m q u e d a n s le s C o n stitu tio n s de C o n s ta n tin . Lille, 1963.
(113) Cf. G. B r a v o : “El estatuto socio-politico del coloho en la genesis de
la sociedad bajoimperial”, M e m o ria s de H is to r ia A n t ig u a II, 1980, Oviedo, pp.
59 y ss.
T ern es
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
141
similar se hallarían las personas dedicadas a los oficios artesana­
les (114).
En este mismo orden de cosas las formas económicas funda­
mentales estarían constituidas por los latifundios o fundos de me­
nor extensión, que a su vez irán absorbiendo progresivamente las
pequeñas propiedades de los agricultores libres, quienes se veían
obligados, además, a pasar irremediablemente a la situación de co­
lonos (115). La ampliación de este nuevo régimen de propiedad
encontrará su arraigo en numerosas regiones peninsulares, no mos­
trándose en este caso Asturias como una excepción a tal proceso.
A consecuencia de ello los propietarios de estas explotaciones agrí­
colas dispondrían de una abundan+e mano de obra, formada tan­
to por algunos esclavos como por antiguos libertos o sus descen­
dientes, así como, fundamentalmente, por campesinos en situación
de colonos, todos los cuales se hallarían inmersos en unas coorde­
nadas muy similares en cuanto a su dependencia y sumisión con
relación a los dueños de estos fundos (116).
La nueva situación económica originada afectará de manera
especial a las regiones peninsulares escasamente romanizadas, en
las que la vida urbana habían logrado extenderse con escasa inten­
sidad; en algunas de dichas regiones, entre las que se encontraba
Asturias, los integrantes de la nobleza indígena local conseguirían
adueñarse con facilidad de las tierras comunitarias, convirtiéndo­
las en fundos de su propiedad y transfiriendo su población al ré­
gimen de colonato. De esta forma se dará paso a la formación de
dos grupos sociales antagónicos entre sí:
a) el conjunto de los propietarios de tierras o latifundis+as,
por una parte;
b) v el formado por el abundante grupo de los campesinos,
sometidos a los primeros y que disfrutaban de las situaciones le­
gales más dispares, desde los que tenían la condición de esclavos
(114) Cf. S. I. K o v a l i o v : “El vuelco social del siglo III al V en el Imperio
romano”, L a t r a n s ic ió n d e l e s c la v is m o a l f e u d a lis m o , Madrid, 1975, pp. 109
y ss.
(115) Cf. E. M . S c h t a j e r m a n : “El campesinado en las provincias occiden­
tales del Imperio Romano (en ruso)”, V D I 1952, pp. 100 y ss.
(116) Cf. A. R. K o r s u n s k i j : “Situación de los esclavos, libertos y colonos
en las provincias occidentales del Imperio Romano dura'nte los siglos IV y V
(en ruso)”, V D I núm. 28, 1954, pp. 47 y ss.
142
NARCISO SANTOS YANGUAS
o cuasi esclavos hasta los libres de derecho, a pesar de que no lo
fueran realmente de hecho (117).
A consecuencia de todo ello asistiremos a un proceso de acer­
camiento, por lo que correspondía a su situación real, entre los po­
bres libres dedicados a las tareas agrícolas y artesanales y, junto
a ello, el grupo de esclavos y libertos, que encontraría su más claro
reflejo en la división jurídica que arranca de tiempos de la dinas­
tía de los Severos entre honestiores y humiliores, que se yuxtapo­
ne a la ya existente entre libres y esclavos (118). La tradicional di­
visión entre libres y no-libres (esclavos), aún cuando las condicio­
nes económicas habían variado sustancialmente, logró mantener­
se gracias a la pervivencia de los elementos jurídico-políticos e ideo­
lógicos de la sociedad romana anterior, de acuerdo con lo que po­
demos deducir del Código de Justiniano, aunque las diferencias no
fueran muy significativas en muchos aspectos.
El empobrecimiento paulatino en que se verán inmersos, no só­
lo la antigua burguesía romana sino también el campesinado a lo
largo del Bajo Imperio, conducirá a la estructuración de la socie­
dad provincial romana en dos grupos antagónicos: así, junto a un
escaso número de dominadores, cuya influencia fue haciéndose ca­
da vez mayor, tanto en el plano político como en el económico, y
que son conocidos con el nombre de honestiones o potentiores, y,
enfrentados a ellos, la gran mayoría de la población, a los que se
conoce con el nombre de humiliores o tenuiores, quienes, bajo la
gravosa opresión económica de los abundantes impuestos o muñe­
ra, se irían empobreciendo cada vez más (119).
Por otro lado, frente a esta situación generalizada, las grandes
extensiones territoriales (latifundios), disfrutando de buen núme­
ro de exacciones impositivas, progresivamente se fueron adueñando de las circunstancias y elementos económicos al lograr concen­
trar no sólo todo el territorio de carácter agrícola disponible sino
también el capital existente en manos de este grupo reducido de
(117) Cf. E. M. S c h t a j e r m a n : “La esclavitud en los siglos II y III d. C. en
las provincias occidentales del Imperio Romano (en ruso)”, V D I núm. 36, 1951,
pp. 84 y ss.
(118) Cf. R. T e j a : “Honestiores y humiliores en el Bajo Imperio: hacia
la configuración e'n clases sociales de una división jurídica”, M e m o r ia s de
H is to r ia A n t ig u a I, Oviedo, 1978, pp. 115 y ss.
(119) Cf. R. G u e n t h e r : “Revolution und Evolution in Weströmischen
Reich zur Zeit des Spätantike”, Z G S o n d e r h e ft 1965, pp. 19 y ss., y R. T e j a :
“Economía y sociedad en el Bajo Imperio”, H is to r ia d e E s p a ñ a A n t ig u a II,
Madrid, 1978, pp. 555 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
1,43
grandes propietarios de tierras (120). Pese a todo esto, las distin­
tas capas o estratos de la sociedad bajoimperial no se presentarán
como homogéneas: por ejemplo sabemos que dentro del término
humiliores se incluían diversas agrupaciones profesionales, mientras
que las diferencias que separaban a los hombres libres empobre­
cidos, colonos y esclavos irían desapareciendo, tanto en sus aspec­
tos jurídicos como económicos, de manera que solamente las ac­
tividades correspondientes a cada uno de ellos y su situación la­
boral determinaban su posición social propia (121).
De esta forma, el proceso de reestructuración operado en la es­
cala social traerá consigo que disminuya igualmente el número de
esclavos y que, al menos, en buena medida pierdan su significado
económico anterior; en consecuencia, el status de los esclavos se
irá acercando a pasos agigantados al de los campesinos semilibres
al verse obligados a ocuparse fundamentalmente de las activida­
des agrícolas (122). Además, en el ámbito del propio campesinado
tendrán lugar cambios profundos, lo que redundará en la reduc­
ción del grupo de campesinos libres, aunque en ningún momento
llegará a ser tan escaso como el de los esclavos: por un lado la po­
lítica estatal les forzaba a perder cada vez más su tradicional in­
dependencia, al tiempo que, por otro, las cargas impositivas v fis­
cales les obligaban a buscar una salida a la nueva situación plan­
teada en las amplias propiedades rurales, donde gozarían de esa
libertad e independencia añoradas, mientras que se daba p^so a
creación progresiva de extensos latifundios (123).
Así, en medio de la decadencia a nivel general por la que atra­
vesaba el Imperio, solamente algunos de sus integrantes, la mayo­
ría de los cuales se hallaban encuadrados en la clase senatorial,
lograrían enriquecerse: estos personajes, al igual que los restantes
terratenientes, abonarían al Estado romano los impuestos a que
se hallaba suieta la tierra de que eran dueños, pero, en contrapar­
tida estarían exentos de los agobiantes cargos municipales, pues­
to que sus propiedades no se encontraban incluidas en el territo(120) N. S a n t o s : “Movimientos sociales en la España del Bajo Imperio”,
p. 263.
(121) Cf. F. G. M a i e r : L a s t r a n s fo r m a c io n e s d e l m u n d o m e d ite r r á n e o , s i­
g lo s III-VIII. Madrid, 1972, pp. 84 y ss.
(122) E. M. S c h t a j e r m a n v M K. T r o f i m o v a : L a e s c la v itu d en la I t a l i a
im p e r ia l, Madrid, 1979, pp. XVI-XVII.
(123) Cf. A. B a lil: “Aspectos sociales del Bajo Imperio”, L a t o m u s XXIV,
1965, pp. 886 y ss.
np. cit.,
144
NARCISO SANTOS YANGUAS
rio perteneciente a las ciudades (124). Si a ello añadimos que el
campesinado libre se iba acercando poco a poco a las condiciones
sociales y laborales del colono, pasando a estar vinculados a la tie­
rra con el transcurso del tiempo, e igualmente que muchos liber­
tos y esclavos, sobre todo los que disponían de una propiedad en­
tregada por sus dueños y de cuya producción podían disfrutar li­
bremente, engrosarían el número de los colonos, en una situación
de dependencia con relación a los grandes propietarios territoria­
les (125), la estructura social se va aclarando. En consecuencia, en
las grandes fincas rústicas existirían algunos esclavos, aunque no
eran ellos quienes desempeñaban el papel más importante en las
mismas; para completar la fuerza de trabajo necesaria para sus
extensiones territoriales los poseedores de estos fundos se sirvie­
ron, desde el siglo III, de todos los medios de que diponían: com­
pra de prisioneros y hombres libres vendidos como esclavos, acep­
tación de los prisioneros en calidad de colonos, atracción a sus tie­
rras de los colonos procedentes de otros latifundios, tanto si eran
imperiales como privados, aceptación de los colonos y campesinos
bajo su patrocinio e, incluso, asentamiento en sus tierras de los
deudores insolventes, a quienes se les condonaban sus deudas me­
diante el trabajo en las tierras de su acreedor... (126).
De manera similar las personas dedicadas a las actividades ar­
tesanales quedarían unidas al mismo tiempo a sus respectivos ofi­
cios, que a lo largo del siglo IV pasarían a ser hereditarios, dándo­
se origen así a una estratificación de la sociedad mucho más rígida
de lo que había venido sucediendo en los siglo precedentes (127).
Teniendo en cuenta este cúmulo de circunstancias, los grupos so­
ciales hispanorromanos y astur-romanos más sobresalientes de épo­
ca bajoimperial serían:
—1) el de los propietarios de las tierras (grandes, medianos o
pequeños), que se convierten en el grupo dominante; y
—2) el integrado por los campesinos, tanto quienes se halla­
ban vinculados al régimen de colonato como los hombres libres
(124) Cf. E l m o d o de p ro d u c c ió n e s c la v is ta , Madrid, 1978, p. 180.
(125) H. J. D i e s n e r : “Der Uebergang vom Sklavenhalter- zum Feudalsys­
tem”, JW G 1971, 2 pp. 193 y ss.
(126) Cf. E. M. S c h t a j e r m a n : “El campesinado en las provincias occiden­
tales del Imperio Romano (en ruso)”, op. cit., pp. 100 y ss.
(127) Cf., por ejemplo, E. M. S c h t a j e r m a n : “On the Class Structure of
Roman Society (en ruso con resumen en inglés), V D I núm. 110, pp. 37 y ss.,
y G . A l f ö l d y : “La sociedad romana: problemas y posibilidades de su defi­
nición”, P L A V IX, 1973, pp. 99 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
145
v esclavos, que poco a poco se verían inmersos en una relación
de dependencia cada vez más fuerte con respecto a los primeros
(128).
Como resultado de todo ello irán perdiendo vitalidad los gru­
pos que durante la etapa altoimperial habían constituido la base
social al disminuir el papel por ellos desempeñado en la vida eco­
nómica, es decir el de los decuriones u oligarquía municipal co­
mo grupo dominante y el de los esclavos como fuerza de trabajo
fundamental y netamente diferenciado del constituido por los hom­
bres libres; en muy parecidas circunstancias se encontrarían los
componentes de la plebe urbana, quienes únicamente podrían sub­
sistir en el caso de que los centros urbanos lograsen recuperar y
mantener la prosperidad que les había caracterizado durante los
siglos pasados (129).
Ante la nueva realidad histórica existente los enfrentamientos
t conflictos sociales que tuvieron como escenario el territorio de
las provincias hispanoromanas en los años correspondientes al fi­
nal del Imperio congregarán a estos dos grupos o clases, origina­
dos como consecuencia de la crisis del siglo III: el grupo de los
latifundistas y el de los campesinos, en el que se incluían tanto
los libres con escasos recursos como los colonos y esclavos (130).
La nueva situación social encontrará su desarrollo más intenso en
las regiones hispanas a las que la organización social propia del
Alto Imperio había afectado en menor escala; de este modo, la
aristocracia indígena de las regiones menos romanizadas (Asturias
entre ellas) llegará a convertirse, como resultado de la nueva si­
tuación, en un grupo social formado por grandes propietarios te­
rritoriales al apoderarse de los territorios correspondientes a las
primitivas comunidades (131). Por otro lado, en dichos territorios
la población quedaría sometida a un régimen de colonato, según
(128) Ver G. S c h r o t : “Die historische Stellung der glebae adscriptio des
Kaisers Constantin vom Jahre 332 u. Z.”, S a v a r i a III. 1965, pp. 85 y ss.
(129) Cf. Ch. P a r a i n : “Le développement des forces productives dans
l’Ouest du Bas-Empire”, S t u d ie n ü b e r d ie R e v o lu tio n , hrsg. von M. HOSSOK,
Berlin, 1971, pp. 5 y ss.
(130) Cf. P. C h a r a n i s : “O'n the Social Structure of the Later Roman Em­
pire”, B y z a n tio n XVII, 1944-1945, pp. 39 y ss., y A. H. M. J o n e s : “The Caste
System in the Later Roman Empire”, E ir e n e VIII, 1970, pp. 79 y ss.
(131) Cf., por ejemplo, R. S y m e : “La richesse des aristocraties de Bétique
et de Narbonnaise”, op. cit.. pp. 373 y ss., y P . de P a l o l : “Romanos en la Meseta: el Bajo Imperio y la aristocracia agricola”, op. cit., pp. 297 y ss.
146
NARCISO SANTOS YANGUAS
podemos deducir de la legislación romana vigente en aquellos
años (132).
En cuanto a las relaciones existentes entre los propietarios de
estos fundos o villas y los campesinos que las trabajaban, se en­
cuadran dentro de la antigua institución romana del patrocinio
o patronato, que desde estos momentos adquirirá nuevos conteni­
dos (133); dicho régimen de patrocinio permitirá a los propieta­
rios de estas grandes o medianas extensiones territoriales mante­
ner relaciones de tipo personal con los colonos y trabajadores de
sus fincas, a quienes podían llegar incluso a liberar de las obliga­
ciones que como hombres libres del campo continuaban mante­
niendo con el Estado romano con respecto al fisco y al ejército
(134); es más, en esta línea de independencia y autarquía políticas
y económicas con relación al gobierno central romano los propieta­
rios de estos fundos llegarán a contar, en buen número de ocasio­
nes, con efectivos militares propios, integrados por los mismos cam­
pesinos.
Aún cuando la legislación imperial tratará de evitar por todos
los medios a su alcance el conjunto de abusos ocasionados con
motivo del funcionamiento de estas relaciones de patronato, no lo­
grará los resultados apetecidos, ya que las personas beneficiarías
de la nueva situación serán precisamente estos possessores de me­
dianos o grandes lotes de tierra, que al mismo tiempo conforma­
ban el grupo social dominante durante el Bajo Imperio (135). Co­
mo consecuencia de todo esto se desembocará en una situación
prefeudal, a pesar de que no podamos hablar de una sociedad feu­
dal bajoimperial, dado que las nuevas relaciones sociales no alcan­
zarán a los elementos propios de la Constitución general del Es­
tado romano ni a las normas jurídico-políticas por las que éste
se regulaba, las únicas capaces por otra parte de continuar man­
teniendo la existencia de un Estado centralizado y altamente bu(132) Cf. G. P h a e c h n e h : “Zur Bedeutung der antiken Sklaven- und K o
lohenwirtschaft für die Niedergang des römischen Reiches (Bemerkungen
zur marxistischen Forschung)”, H is to r ia XXII, 1973, pp. 732 y ss.
(133) Cf. L. H arm an d : U n a s p e c t s o c ia l e t p o litiq u e d u m o n d e r o m a i n :
le p a t r o n a t s u r le s c o lle c tiv ité e p u b liq u e s d e s o r ig in e s a u B a s - E m p ir e , Pa­
ris, 1957.
(134) Cf. I. Hahn: “Das bäuerliche Patrocinium in Ost und West”, K lio L,
1968, pp. 261 y ss.
(135) H. A. C o n s t a n t i n e s c u : “Le but de la réforme agraire et de l’orga­
nisation des castes dans le Bas-Empire”, A c te s d u V ie C o n g r. In t. d ’é tu d e s gy z a n tin e s , París, I, 1948, pp. 59 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
147
rocratizado como había llegado a ser el romano en el transcurso del
Bajo Imperio (136).
En este contexto de circunstancias históricas, caracterizado
por el paso de los campesinos libres a la situación de colonos, de­
bemos de centrar posiblemente las causas que provocaron las re­
vueltas y levantamientos bagáudicos, puesto que este cambio no
pudo dejar de producirse sin una buena dosis de resistencia (137).
De esta manera, las debeliones campesinas bagáudicas, que tuvieron
su campo de actividad fundamentales en las provincias gálicas e
hispánicas, es decir en aquellas regiones en que los fundos habían
pasado a ser predominantes, se manifiestan como un signo evi­
dente de la insurrección y el descontento de este nuevo grupo so­
cial (138). Debido a ello, los colonos, que disfrutarían de una si­
tuación de semilibertad y constituirían una gran parte de los in­
dividuos enrolados en las revueltas bagáudicas, junto con los per­
tenecientes aún al campesinado libre, al igual que las capas socia­
les inferiores que habitaban los centros urbanos y el grupo de los
esclavos, formaban parte del extremo opuesto surgido de la trans­
formación social operada en aquella época (139).
De una forma o de otra, aún cuando las causas de su enfrenta­
miento con los grandes propietarios de tierras fuesen enormemen­
te dispares, sus actuaciones estuvieron encaminadas hacia un mis­
mo y único objetivo: la implantación de nuevas formas políticas y,
en consecuencia, la consolidación de los elementos propios del feu­
dalismo (140). A causa de ello podemos afirmar que el grupo so­
cial de los humiliores, entre quienes se hallaban los campesinos li(136) Cf. E. M. S c h t a j e r m a n : “Progressive und reaktionäre Klassen im
spätrömischen Kaiserreich”, S t u d ie n ü b e r d ie R e v o lu tio n , pp. 19 y ss.
(137) Cf. C. E. Minor: “Bagaudae oder Bacaudae?”, T r a d it io XXXI, 1975,
pp. 318 y ss.
(138) Cf., entre otros, E. A. T h o m p s o n : “Peasant Revolts in Late Roman
Gaul and Spafn”, P & P II, 1952, pp. 13 y ss. C o n flic to s y e s t r u c t u r a s s o c ia le s
en la H is p a n ia a n t ig u a , Madrid, 1977, pp. 61 y ss.; N. N. B e l o v a : “Movimien­
tos sociales en Galia durante los siglos I y II d. n. e. (en ruso)”, VD1 núm. 42,
1952, pp. 45 y ss., y M. V i g i l y A. B a r b e r o : “Algunos problemas sociales del
N. de la Península a fines del Imperio Romano”, op. cit., pp. 81 y ss.
(139) Cf. S. I. K o v a l i o v : “El vuelco social de los siglos III al V en el Im­
perio Romano”, L a tr a n s ic ió n d e l e s c la v is m o a l fe u d a lis m o , Madrid, 1975, pp.
109 y ss.
(140) Cf. Z. V. U d a l t z o v a y E. V. G u t n o v a : “La génesis del feudalismo
en los países de Europa”, L a t r a n s ic ió n d e l e s c la v is m o a l fe u d a lis m o , pp. 195 y
ss., y E. W e r n e r : “De l’esclavage á la féodalité. La periodisation de l’histoire
mondiale”, A n n a le s (E S C ) XVII, 1962, pp. 930 y ss.
148
NARCISO SANTOS YANGUAS
bres, los colonos semilibres y los esclavos agrícolas, no se inte­
grará de buen grado en la estructura social mantenida por el Es­
tado romano, por lo que, siempre que la ocasión les era favorable
(momentos de debilitamiento del poder imperial, usurpaciones al
trono, incursiones de las poblaciones bárbaras...), ponían al des­
cubierto su descontento mediante este tipo de levantamientos y
la constitución de unidades o grupos paramilitares de acción, que
con demasiada frecuencia traerían consigo una serie de trastornos
para el Estado romano tanto en las provincias galas como en el
Norte de Hispania (141).
Todo este conjunto de rebeliones constituye, pues, un exponen­
te claro del enorme descontento social existente entre los humiliores, lo que se traducía en una manifestación de disconformidad
no sólo con el régimen imperante sino también con su precaria sisituación en el marco de la sociedad de la época (142). Frente a
ello, otros grupos de la población bajorromana reaccionarán de
forma diferente, según se disprende de las noticias de Salviano,
quien afirma que los campesinos, al objeto de librarse de la opre­
sión romana, huían de sus propias tierras para buscar alojamien­
to y protección bien entre los bárbaros bien entre los bagaudas,
puesto que preferían no seguir siendo ya ciudadanos romanos (143),
lo que parece haber constituido una situación generalizada en las
provincias del Imperio.
Así pues, frente a una ordenación en clases, cuya división era
clara aparentemente, no existía una estructuración definida y ra­
cional en el marco de las clases inferiores integradas por los humiliores, sino que durante esta época estuvo presente un conflicto
latente, puesto de manifiesto contra el Imperio de manera abierta,
en unos casos bajo la forma de revueltas campesinas y en otros
bajo la de revoluciones de carácter religioso, como el priscilianismo por ejemplo (144). Al mismo tiempo estas revueltas y conflic(141) S. M a z z a r i n o : “¿Se p u e d e h a b l a r d e re v o l u c ió n s o c ia l a l fin d e l
m u n d o a n t i g u o ? ” , L a tra n sic ió n d e l e s c la v is m o a l fe u d a lis m o , p p . 131 y ss.
(142) Cf. M. W e b e r : “La decadencia de la cultura antigua. Sus causas so­
ciales”, L a t r a n s ic ió n d e l
(143) Salv., D e G u b .
pp. 35 y ss.
e s c la v is m o a l f e u d a lis m o ,
D ei
I ta q u e p a s s im v e l a d G o th o s v e l a d B a c a u d a s v e l a d a lio s u b iq u e d o m in a n te s b a r b a r o s m ig r a n t , e t c o m m ig r a s s e n on
p a e n i t e t m a lu n t e n im su b sp e c ie c a p t iv it a t is v iv e r e q u a m s u b s p e c ie lib e r ta t is e s s e c a p tiv i.
;
V, 22:
Cf. también V, 37.
(144) Cf. A. B a r b e r o : “El priscilianismo, ¿herejía o movimiento social?”,
C H E XXXVIII, 1963, pp. 5 y ss.; W. H. C. F r e n d : “Religión and Social Change
in the Late Román Empire”, T h e C a m b r id g e J o u r n a l II, 1949, pp. 492 y ss.,
y A. H. M. J o n e s : “Were A'ncient Heresies National or Social Movements in
Disguise?”, J T h S X, 1959, pp. 280 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
149
tos campesinos de los últimos años del Imperio contribuirán a so­
cavar las bases de la organización política, a lo que se unirán los
continuos ataques de las poblaciones que habitaban más allá de
las fronteras (145).
3.— La comercialización de los productos.
La situación general en este sentido había cambiado profunda
y radicalmente con relación a los tiempos que refleja el geógrafo
Estrabón en el texto siguiente:
«La rudeza y salvajismo de estos pueblos (se refiere a los ga­
laicos, astures y cántabros) no son debidos solamente a sus cos­
tumbres guerreras, sino también a su alejamiento, puesto que los
caminos terrestres y marítimos que conducen a estas tierras son
largos y esta dificultad de comunicación les ha llevado a perder
toda sociabilidad y humanidad. No obstante, en la actualidad el
mal es menor gracias a la paz reinante y a la llegada de los roma­
nos; en los lugares en que no se dan estos dos elementos conser­
van un carácter feroz y brutal, sin contar con que esta disposición
natural entre una parte muy abundante de ellos ha podido verse
aumentada por la aspereza del país y el rigor del clima» (146).
De acuerdo con esto, aunque no contamos con referencia alguna
a los caminos que atravesaban el territorio propio de la actual As­
turias en los grandes itinerarios romanos que se han ocupado de
ello y que estaban referidos a todo el Imperio en general, por me­
dio de las referencias indirectas sobre el trazado de ciertas rutas
en la toponimia o en los escritores tardíos, en especial el Anónimo
de Rávena, podemos deducir las vías de comunicación más im­
portantes en el suelo astur transmontano durante el Bajo Imperio,
cuyo origen y utilización remontan ya a los siglos altoimperiales
(147). Con relación a los pasos de penetración a través de la Cordi­
llera Cantábrica se pueden distinguir las siguientes rutas:
—1) la que, desde la cuenca alta del río Esla y el territorio
ocupado por los vadinienses de la zona de Riaño, llevaba hasta la
(145) Cf. M. B l o c h : “Sur les grandes invasions. Quelques positions de
problèmes” R e v u e d e S y n th è s e XIX, 1940-1945, pp. 55 y ss. ; W. E n s s l i n :
“Germanen in römischen Diemsten”, G y m n a s iu m LII, 1941, pp. 5 y ss., y F.
Lot: L e s in v a s io n s g e r m a n iq u e s , París, 1945.
(146) III, 3, 8.
(147) En cualquier caso esta aún por realizarse un a'nálisis y estudio com­
pletos, tanto arqueológico como toponímico, acerca de cada una de dichas vías.
150
NARCISO SANTOS YANGUAS
región de Cabrales y Llanes tras atravesar Sotres, así como a Can­
gas de Onís por el Pontón y, finalmente, otro de sus ramales des­
cendería, desde los puertos de Tarna, San Isidro o Piedrafita, apro­
vechando las facilidades que representaban el río Nalón o el Aller,
hasta la parte central asturiana;
—2) más importancia alcanzó indudablemente la que desde la
ciudad de Legio (León), siguiendo su curso por el valle del río Bernesga, se introducía en territorio asturiano por lo que después sería
conocido como camino real de La Carisa en dirección a Lucus Asturum (Lugo de Llanera) y que contaría como puntos más desta­
cados de su recorrido con los de Pola de Gordón, Pajares, Campomanes, Memorana y Ujo (148);
—3) de unas características muy similares a ésta se puede con­
siderar la que, desde Asturica Augusta (Astorga), atravesando el
valle del río Tuerto o el del Orbigo, conducía hasta el puerto de
La Mesa y, bajando por la parte alta de los cordales, desembocaría
en el centro urbano de Flavionavia, en el territorio cercano a Santianes de Pravia (149);
—4) por último, el paso de Leitariegos a la cuenca del río Narcea o a las explotaciones de oro de la cuenca del Ibias, en concre­
to en Larón, o a la cuenca del Navia desde las extracciones mine­
ras del Sil, pueden llevarnos a pensar que su utilización se debió
más a las actividades vinculadas con la explotación del oro (por
tanto tendrían su etapa de mayor vigencia hasta el primer tercio
del siglo III) que al tránsito del ganado, finalidad que debió de co­
rresponder en gran medida a los caminos anteriormente enumera­
dos.
Por lo que respecta a las rutas que atravesaban la zona astu­
riana de Este a Oeste, los distintos descubrimientos arqueológicos,
a pesar de no ser aún excesivamente abundantes, junto con los to­
pónimos y documentos medievales contribuyen a la fijación del re­
corrido de una vía, que vería aumentada sin duda su importancia
a lo largo del siglo IV como consecuencia de la inclusión de Can­
tabria en la provincia de Gallaecla y pasar a convertirse Asturias
en paso obligado hacia el territorio de las actuales provincias ga(148) Cf. C. S á n c h e z A l b o r n o z : “Vías de comunicación en el solar del
Reino de Asturias durante la época romana”. El Reino de Asturias, Oviedo,
1972, pp. 107 y ss.
(149) Cf. C. S á n c h e z A l b o r n o z : “Una vía roma’na de Asturias”, A n u a r io
d e l c u e r p o d e a r c h iv e r o s , b ib lio te c a r io s y a r q u e ó lo g o s III, 1935, pp. 119 y ss.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
151
llegas (150). Este camino conduciría desde Posada de Llanes hasta
Corao, continuando posteriormente desde Soto de Cangas a Cangas
de Onís y alcanzando Lucus Asturum, una vez atravesadas las lo­
calidades de Villamayor y Nava; desde Lugo de Llanera seguiría
en dirección al Escamplero buscando el paso del río Nalón (es po­
sible en este sentido que las lápidas de Valduno, Cornellana y Sa­
las no sean más que hitos indicativos de esa misma ruta). Desde
este último centro el camino se desdoblaría en dos a la altura de
La Espina, yendo a desembocar uno de sus ramales, tras atravesar
Tineo y Pola de Allande, a Grandas de Salime con dirección a
Lucus Augusti (151).
En esta misma dirección, aunque mucho más próxima al lito­
ral, discurría también la vía descrita por el Anónimo o Cosmógra­
fo de Rávena, que llevaba desde Brigantia (Betanzos o La Coruña)
hasta Oyarzun (Guipúzcoa), siguiendo en su recorrido toda la costa
cantábrica, coincidiendo en casi todo su recorrido con el llamado
con posterioridad camino medieval francés, que encauzaría las
peregrinaciones de la zona a Santiago de Compostela; en cuanto al
recorrido por el territorio asturiano sería el siguiente: la vía cru­
zaría el río Sella en las proximidades de Llovio (Ribadesella), en
concreto por Ucio, atravesando posteriormente por La Isla, Sales,
La Lloraza, Gijón y Noega, pasando finalmente el cauce del Nalón
a la altura de Soto del Barco, y con posterioridad cruzaría los ríos
Navia y Pacia, para acabar su trayecto saliendo de Asturias por
La Corredoira (Vegadeo).
Es indudable que existieron igualmente toda una serie de rama­
les secundarios, cuyo fin era el de enlazar entre sí todos estos ca­
minos de características más destacadas al igual que los diversos
centros de población por los que discurrían las vías de La Carisa
y la del puerto de La Mesa, habiéndose convertido ya desde la épo­
ca altoimperial Lucus Asturum en el cruce de las vías más impor­
tantes de los astures transmontanos y constituyendo al mismo tiem­
po el territorio próximo a Flavionavia uno de los puntos de con­
fluencia de varias de ellas (152).
Aún cuando los productos de intercambio no serían excesiva­
mente abundantes, puesto que cada una de las unidades económi(150) Cf. C. T o r r e s : “Límites geográficos de Galicia en los siglos IV y V”,
IV, 1949, pp. 367 y ss.
(151) Cf. J. M. G o n z á l e z : “Mansiones del trayecto de la vía romana Lucus
Asturum-Lucus Augusti”, A r c h iv u m VI, 1957, pp. 287 y ss.
(152) Cf. J. M. G o n z á l e z : “Flavionavia, antigua población de los paésicos”,
B 1 D E A 1953, pp. 40 y ss.
CEG
152
NARCISO SANTOS YANGUAS
cas (villas) en que hemos visto que estaba estructurado el suelo
de Asturias tendería a su propia autarquía no sólo desde el punto
de vista del funcionamiento interno o independiente sino también
desde unas perspectivas económicas, de modo que únicamente se­
rían obieto de intercambio algunos objetos muy necesarios para
la vida diaria. Sin embargo, ninguna noticia de las fuentes se refiere
a un comercio de exportación hacia otras regiones hispanas ni del
exterior peninsular, habiendo desaparecido también por completo
envío de minerales o metales a la capital del Imperio, sobre to­
do de oro. Con respecto al sector agropecuario tampoco tenemos
constancia de que continuase vigente la exportación de asturcones
a Roma, animales muy apreciados durante todos los años del Alto
Tmperio (153).
La importación plantea, por su parte, los mismos problemas vin­
culados a la falta de datos. En este sentido no parece que sea posi­
ble pensar en que continuasen importándose materias primas, es­
pecialmente cereales y vino, como se había venido haciendo duran­
te los dos primeros siglos de nuestra era, a pesar de que siguieran
siendo objeto de intercambio ciertos artículos de lujo y, sobre todo,
materiales relacionados con la construcción de los edificios de las
villas, como ladrillos, tejas, teselas para mosaicos, vasijas... e in­
cluso, aunque a menor escala, cerámica de lujo, completamente
distinta a la que venía elaborándose en los recintos castreños y
que era la típica de la región.
Nos queda por aludir a un último aspecto relacionado con estas
unidades económicas: el abandono de numerosos castros asturia­
nos parece coincidir, de acuerdo con la documentación a rq u eo ló ­
gica, con el siglo III, es decir con el momento en que las villas co­
mienzan a adquirir auge y preponderancia en la región. Este he­
cho, que la arqueología se encargará de demostrar en toda su am­
plitud, hav que ponerlo en reación con un cambio en cuanto al
sector económico predominante: mientras que hasta el primer
tercio del siglo III d. n. e. el sector minero vinculado a las explo­
taciones auríferas había acaparado gran parte de la mano de obra
indígena, que con+inuaba habitando los mismos recintos castreños
prerromanos, a los que se habían aplicado las formas de co n stru c­
ción romanas, u otros nuevos, construidos en las proximidades de
los lugares de extracción, especialmente en las zonas occidental v
central asturiana, con el debilitamiento v desaparición de estas
(153)
Cf:, entre otros autores, Plinio, N. H. VIII, 144 y 166; Séneca, Epist.
LXXXVII, 10; Silio Itálico, Pun. III, 334, y Suetonio, N e r. XLVI.
ESTUDIO Y SIGNIFICADO DE LAS VILLAS ROMANAS EN ASTURIAS
153
explotaciones el grueso de la población se ve obligado a dar un
giro en sus actividades, originándose y potenciándose entonces el
sector agro-pecuario en conexión con los centros de explotación
agrícola, y de ahí el abandono, al menos en parte, del hábitat castreño y la ubicación de estos individuos en las villas (154).
(154)
En estos momentos estamos llevando a cabo una catalogación de las
roma’n as de Asturias, que esperamos pueda ver la luz próximamente en
esta misma revista.
v illa s
SAN JUAN DE ABOÑO
POR
MARCOS G. MARTINEZ
Ya dije en mi relato de los «Monasterios medievales asturianos»
(1977) que las conclusiones a que entonces había llegado no podían
considerarse como definitivas a falta de datos concretos sobre mu­
chos de los lugares y de los personajes relacionados con los hechos
a que iba refiriéndome. Tampoco pretendía que aquella publicación
fuese considerada como axiomática.
Eso ocurrió, etre otros, con el monasterio de San Juan de Aboño, del que escribí /op. cit. p. 117/ «del monasterio no quedan ves­
tigios visibles, sólo lejanos recuerdos» y la posesión por parte de
doña Velasquita no implicaba origen y fundación del cenobio. Ig­
norábamos también las vicisitudes por que había pasado hasta
llegar a integrarse en la jurisdicción de S. Pelayo de Oviedo.
Recordemos ahora que una primera mención de Aboño se con­
tiene en el famoso y controvertido testamento de Alfonso III, del
año 905, recogido por el obispo don Pelayo en el «Liber Testamentorum» (f° 20r) donde se dice textualmente: «In Obonio, ecclesias
Sancti Iohannes de Preuera» /ed. García Larragueta, Oviedo, IDEA,
1962/ en que el topónimo, mejor diríamos hidrónimo (sufijo -ona)
parece más bien aludir a una zona territorial en la que estaba si­
tuada la localidad de Preuera, hoy Pervera, concejo de Carreño,
no lejos de la desembocadura de la ría de Aboño.
La escritura siguiente que se refiere a San Juan de Aboño /aquí
está ya omitido definitivamente el Preuera! se nos ofrece ahora
completa en la obra «El monasterio de San Pelayo de Oviedo»
156
MARCOS G. MARTINEZ
/H a y Fuentes. I. Colección Diplomática (996-1325) por Feo. J. Fer­
nández Conde y otros. Oviedo, 1978, p. 23/ y en ella encuentro al­
gunas particularidades que me propongo comentar, sin tener en
cuenta las paleográficas que, naturalmente, no pueden glosarse par­
tiendo de una transcripción impresa. Los editores califican la le­
tra del documento como «minúscula francesa», lo cual podría in­
ducirnos a pensar que se trata de una copia de fecha posterior a
la que consta en el documento.
Comencemos por la fecha. Se transcribe /op. cit. p. 25/: «Era
LXVI post M°», esto es, la era 1066, que corresponde al a.C. 1028.
Suponiendo que la X llevase una tilde (que no consta) usual en la
época, que le confiriera el valor de 40, tendríamos el a.C. 1058,
que tampoco coincide con el que los editores le asignan, pero que
encaja mejor con el reinado de Fernando I de León-Castilla.
El documento fué citado por Vigil en 1887, en su obra «Astu­
rias monumental y epigráfica» /p. 135/ en donde también se le
asigna la fecha 1053, y dice que San Juan de Aboño estaba en Gozón, circunstancia que no especifica este documento, pero sí otro
de 1158, asimismo recogido por Vigil /op. cit. p. 136, D 9.°/ «mo­
nasterio meo proprio, quod est de meo infantatico et vocatur
Sanctus Iohannes de Abono et est ipsum monasterium in loco certo in térra que vocatur Carreno in Alfoz de Gozon, et est situs ip­
sum monasterium et firmatum prope ora maris». /El monasterio
de San Pelayo de Oviedo, p. 62/. También Serrano en el «Cartula­
rio del monasterio de Vega» /1927, p. 147/ lo transcribe. Pero era
ya conocido por Yepes (1609) y por Carballo (1695). Es, pues, un
documento que reclama cierta atención no sólo por su fecha, que
hemos visto, sino por los lugares a que se refiere y los personajes
que con él se relacionan.
Fernando I de León-Castilla (1037-1065) era hijo primogénito
de Sancho Garcés III de Navarra y de doña Mayor, hija del conde
de Castilla Sancho García (995-999) el de los «buenos fueros». En
Fernando I recayó primeramente el Condado de Castilla y después
el reino de León.
En el año 1029, el 13 de mayo, muere asesinado en León el in­
fante García de Castilla, hermano de doña Mayor y pretendiente
de doña Sancha, heredera de su hermano Vermudo III de León
(1027-1037) con quien iba a contraer matrimonio. El hecho san­
griento se reflejó en romances y crónicas de la época. Vermudo
III se encontraba en Oviedo. Sancho Garcés de Navarra se pro­
clama rey de Castilla y lleva los límites del hasta entonces Conda­
do hasta la línea del río Cea. Sin embargo Sancho Garcés ya se
SAN JUAN DE ABONO
157
titulaba «rey» —rex Castellae— ocho meses antes de estos acon­
tecimientos /Bec. Gót. Card. p. 285/.
Sancha, como Vermudo Til, eran hijos de Alfonso V de León
(999-1027) y de la gallega Elvira Menéndez, nietos de Vermudo II
í982-999) y de Elvira de Castilla, sucesora de doña Velasquita en
el matrimonio de Vermudo II, cuando ésta hubo de abandonar la
corte leonesa.
Sánchez Candeira estudió la genealogía de doña Velasquita a
través de documentos conocidos y no pudo llegar a una conclu­
sión satisfactoria respecto a sus ascendientes /Rev. «Hispania»,
t. XL/.
Desde luego, si Ramiro III comenzó a reinar en el año 966, a la
edad de cinco años, según dicen las crónicas, resulta difícil admi­
tir que doña Velasquita, siendo hija suya fuese núbil en 985 cuan­
do aparece casada con Vermudo II. Si Velasquita hubiese sido hi­
ja de Ramiro II, tendría que haber nacido antes del año 951 en
que éste falleció, y como las noticias directas de aquélla llegan por
lo menos hasta el año 1030 /CDCO, p. 148/ la haríamos alcanzar
la edad aproximada de ochenta años, cosa no imposible, ciertamen­
te, pero sí improbable en aquella época.
Si nos atenemos a las suscripciones documentales conocidas,
Velasquita no casó con Vermudo II antes del verano del año 985
—como decimos— ya que hasta noviembre de ese año no aparece
en ellos acompañando a su marido. Por cierto que ese documento
del 8 de noviembre del año 985 (VI Id. Nov. MXXIII) /ACL. Tum­
bo, f° 17v./ es una concesión que ambos reyes hacen a la Iglesia de
León «ecclesiae uocabulo Sancti Christofori qui est fundata subur­
bio Legionensis, in loco predicto Trobalio iusta riuulo Uernisga»,
iglesia que había sido del presbítero Ero. Sin embargo, ya en el
año 991 no figura al lado de su marido y en noviembre del 992
aparece doña Elvira en la donación que el rey hace a la Iglesia
de Oviedo del castillo de Miranda /Lib. Test. f° 49v./. El último
documento en aue doña Velasquita suscribe es la donación que el
Abad Alfonso hace a García Alvarez y Adosinda Ovequiz del «monasterium quos uocitant Sancti Martini... qui est iusta flumen quos
dicunt Annonava» /CDCO, p. 146/.
Ocúrrese sugerir que acaso Velasquita fuera descendiente de
aquel infante Ramiro, hijo de Fruela II, que junto con sus herma­
nos Alfonso v Ordoño, residieron en Asturias hasta que reinando
Ramiro II fueron apresados v cegados, iunto con Alfonso IV, y re­
cluidos en el monasterio leonés de Ruiforco.
158
MARCOS G. MARTINEZ
En el documento de Fernando I, que estamos comentando, hay
un párrafo que dice: «uenimus in hunc sanctum locum cum episcopis et prolis nostri et omnes magnati terre nostre et fecimus
translacionem mirificam ipsius corpori sancti», refiriéndose al
m ártir San Pelayo. No me imagino a Fernando I con toda su corte
y familia atravesando los montes cantábricos en pleno invierno.
Tampoco veo gra diferencia, en lo que toca a seguridad, entre Ovie­
do, ciudad bien protegida, y veinticinco quilómetros más al norte,
de fácil acceso, en un litoral expuesto a depredaciones marítimas.
Sólo la poca importancia del lugar, su casi anonimato, justifica­
rían aquel traslado.
Risco /H a de León, 1792, p. 211/ refiere que el traslado de las
reliquias del m ártir San Pelayo a León se efectuó en el reinado de
Sancho I (955-966) que había estado en Córdoba en busca de cura­
ción para su adiposidad, y en el de Vermudo II (982-999), concre­
tamente en el de 995 de León a Oviedo / «mártir Pelagius cuius
corpus manet iuxta aulam Sancti Saluatoris sedis Oueto»/, donde
el rey leonés hubo de refugiarse huyendo de una incursión manda­
da por Almanzor en que éste no pudo ocupar la capital cristiana,
pero sí Astorga, así como destruyó el monasterio de Santa María
de Carrión, en Palencia.
Se admite generalmente que el martirio de San Pelayo tuvo
que ocurrir hacia el año 924 ó 925, al filo de los reinados de Ordoño II (915-924) y de su hermano Fruela II (924-925) por lo que, en
poco más de medio siglo bien pudo conservarse el recuerdo de su
glorioso martirio, incluso por cristianos salidos de la órbita cor­
dobesa. Sin embargo, hay que pensar que una cosa fué el traslado
de los restos a Oviedo, entonces por innegables razones de segu­
ridad (995) y otra el depósito de las sagradas reliquias en San Juan
de Aboño (1053).
Insisto en que resulta extraño que para depositar aquellas pre­
ciadas reliquias se escogiese un lugar de la costa asturiana, pues
aunque Oviedo no ofreciese suficientes garantías de seguridad, an­
te las incursiones musulmanas, tampoco era muy segura aquella
zona costera —cercana a Oviedo— y visitada por los navegantes
normandos, no siempre amigos.
Para el nuevo peregrinaje de las reliquias «venimos a este lu­
gar santo con obispos, familiares nuestros y magnates de nuestra
tierra», dice el documento. En cuya frase encontramos pie para
subrayar dos observaciones: Primera: «lugar santo», como si qui­
siera decir que aquel era ya lugar consagrado, que existía ante­
riormente una iglesia o un monasterio, como era, en efecto. Según-
SAN JUAN DE ABOÑO
159
da: que todo aquel acompañamiento, en la fecha u ocasión que
fuese, destaca la solemnidad del acto, como el documento especi­
fica: «traslacionem mirificam».
Hay otros datos no menos interesantes: la concesión que el
rey hace a aquel «locum sanctum» para sustento de frailes y mon­
jas que allí residieran y para el hospedaje de los peregrinos que
por allí transitaran, «pro sustentatione fratrum et sororum ibidem
degencium necnon capitum et peregrinorum adueniencium», cir­
cunstancia esta última que considero abundante ya que por Aboño pocos peregrinos pasarían camino de Santiago, menos de Ovie­
do, pocos, ciertamente, para visitar la tumba de San Pelayo, cuyo
depósito escaso eco tuvo incluso en la misma región.
Está también indicada en el documento la forma en que aque­
llos bienes habían sido obtenidos, o mejor, llegaron a manos rea­
les: «secundum eum obtinuit» doña Velasquita, quien los conce­
dió —dice el rey Fernando— a mi abuelo el conde Sancho y éste
al rey Alfonso (padre de su esposa Sancha). Lo cual quiere decir
que la primera poseedora documental de aquel monasterio fué do­
ña Velasquita. Extraño camino el que siguió después: a un conde
castellano y a un rey leonés, aunque en aquella época de intrigas
castellanas, todo andaba muy revuelto y confuso en ambas regio­
nes.
¿Quién era ese conde Sancho? No podía ser otro que Sancho
García de Castilla (995-1015), padre de doña Mayor, la esposa de
Sancho Garcés III de Navarra, padres de Fernando I. Hay una lar­
ga e interesante historia en torno a este conde, rebelde contra su
padre, protegido de los musulmanes y al fin reivindicador de las
pretensiones castellanas. Su vida aventurera transcurre por los
mismos años en que doña Velasquita abandona la corte leonesa.
¿Por qué entregó la ex-reina ese monasterio al conde? ¿Razones
de parentesco? ¿Razones sentimentales?
En la época de Sancho de Castilla brujuleaban en la corte leo­
nesa componentes de la familia Vela, de origen alavés, muchas ve­
ces sublevados contra el rey de Navarra, otras tantas expulsados
de aquel reino. Acogidos a la corte de León, fueron heredados en
las tierras de la Somoza leonesa. Allí estaría, pues, en la época de
las desventuras de doña Velasquita. ¿Relacionada con ellos por al­
gún lazo? Resulta bastante sugerente la similitud de los nombres:
Vela y Velasquita.
El último acto personal que conocemos de la ex-reina es una
permuta que hace el 15 de agosto del año 1028 con Félix Agelaz
/Col. dip. mon. S. Vic. Ov°. Ed. Floriano Llórente, 1968, p. 72/. No
160
MARCOS G. MARTINEZ
obstante las muchas explicaciones que da acerca de propiedades y
personajes, tampoco orienta sobre sus antepasados. ¿Quién era
este Félix Agelaz? ¿Qué ocurrió para que, alejado de la corte, in­
curriese en la ira del rey Alfonso, precisamente él, que era posee­
dor de aquellas propiedades? ¿Qué ascendiente tenía para recupe­
rar la «gracia» del rey y volver a disfrutar los bienes que la ex-reina le cediera «per karta»?
No pasaremos por alto un hecho que, aunque ajeno a nuestra
particular historia, se contiene en este documento e interesa para
Aa historia general de Asturias: «et abia ila uilla Félix ea de nos
per karta, et tenente ila uilla in suo iure uenit ili a Félix iram de
rex domno Adefonso et exibit de térra et fuit ad alias térras in bar­
cas de Lodmanos». El documento, como decimos, lleva fecha del
año 1028. Las incursiones normandas se registran desde época muy
temprana /Uría Ríu: Bol. I.D.E.A. XXVI, p. 356 ss./, pero la cita
del hecho es muy concreta, «rex Adefonso», lo cual nos sitúa en­
tre 999 y 1027. A partir de aquellas primeras arribadas, que fueron
tenidas como depredadoras, parece como si hubieran ido suavizán­
dose y frecuentándose hasta quizá establecer lazos comerciales, o
al menos relaciones pacíficas.
Sabemos que doña Velasquita fué fundadora del monasterio de
San Salvador de Deva, propietaria del de San Martín de Salas y del
de San Juan de Aboño, de la iglesia de Heres (Bañugues), así co­
mo de Candamo y Pravia, posesiones todas ellas que heredara de
sus antepasados, adquiriera ella misma por compra o por cambio.
De todo se habla en el documento del año 1028. Sin embargo es el
acto de la fundación de Deva el que nos la sitúa en un plano pro­
minente.
Otro párrafo del documento: «Et ipsum locum monasterii est
uocitatum Sancti Iohannes, uilla Abonio, in territorio asturiense,
prope ora maris». El lugar de Aboño, en territorio de los asturia­
nos es otra cosa que el monasterio de San Juan, aunque su men­
ción vaya enlazada. Digamos de paso, que la parroquial de Pervera, a que ya no se alude, se encuentra a la orilla del río de su nom­
bre, que, junto con el Reconco, afluyen al estuario de Aboño, de
donde dista apenas un par de km.
Más adelante, y de modo insólito, puesto que va a continuación
de la fecha, se lee: «adicimus eciam ad ipsum locum supra memoratum illos homines de sua criacione, de illo monasterio de Abo­
nio, uocabulo sancti Iohannis», cosa que quiere decir la vincu­
lación de los criados del monasterio, no sólo de aquellos que allí
SAN JUAN DE ABOÑO
161
residiesen ya, sino de los que de cualquier parte «potuerint inueaire».
Firman en primer lugar, como es lógico, el rey Fernando y su
esposa la reina Sancha. Después: Pedro, obispo de Lugo; Froilán,
de Oviedo (1036-1054) y Cipriano de León (1040-1057) /Risco: Ha
de León y monasterios, 1792, p. 18/. Los abades Fernando y Rami­
ro; los presbíteros Martín y Vermudo Ayubándiz; los testigos Anaya Reforquiz, Pedro Ouequiz, Pedro Floréntiz, Diego Ordóñez, Die­
go Sánchez y Juan Ordóñez.
Al fin suscriben los «comités» Gómez Díaz, Fernando Gundemáriz, Gundemaro Ibáñez, Pedro Peláez, Vermudo Ouequiz, Die­
go Peláez, Adega Peláez y Fruela Muñiz. Notario fué el presbítero
Martín. Respeto el orden en que van colocadas las firmas por si
algo pudiera significar.
Un poco someramente, para no incurrir en minuciosidades fa­
rragosas, vamos a comprobar la existencia de alguno de los perso­
najes citados en el documento.
Gómez Díaz confirma una donación de Fernando I al monaste­
rio de San Vicente de Oviedo en el año 1045 /CSVO, p. 44/. A su
lado está Asur Díaz, también conde; el obispo Fruela, de Oviedo;
Cipriano de León, el Abad Fernando. Gómez Díaz de Saldaña figu­
ra en documentos leoneses desde el año 985, en la «curia regia»
convocada por el rey para atender las reclamaciones del obispo de
León, Savarico, y en otro anterior, en el reinado de Ramiro III, del
año 975. En ambos casos, o era muy joven o se trata de otro per­
sonaje homónimo.
En una donación de doña Goto al mismo monasterio de San
Vicente /op. cit., p. 96/ tenemos al obispo Froilán, al abad Fernan­
do, a Pedro Placéntiz, a Anaya Refórquiz y al presbítero Martín.
Doña Gontrodo Gundemáriz, «Christi Ancilla», en presencia del
obispo de Oviedo, Froilán, «puesta en trance de muerte», se dice
hija del conde Gundemaro Pinioliz, siendo su «nouerca» (m adras­
tra) Mumadonna, la esposa del conde, y hermana de Fernando Gun­
demáriz, quien pudo heredar el condado de su padre y por eso fi­
gurar así en nuestro documento. Todo ello bajo el reinado de Al­
fonso VI (1073-1109) /Lib. Test., f° 84r./.
El conde Pedro Peláez será en 1056 «armiger regis», algo así
como alférez real, hombre de confianza, y firma documentos de los
años 1059, 1069 y 1075, próximos a Gontrodo Gundemáriz. Gunde­
maro Ibáñez (o «Godemiro Iohannes») había sido propietario de
la villa de Nembro, en el alfoz de Gozón, villa que vendiera a Ecta
Cid, quizá por las mismas fechas de mediados del siglo /CSVO, n.°
162
MARCOS G. MARTINEZ
110, p. 175/; en el año 1058 /op. cit., p. 189/ dice que casó con Iñiga Díaz, hija de la condesa Elvira, y que el padre de ésta había sido
Oveco Sánchez /ibíd. n.° 60, p. 189/.
Vermudo Ovéquiz pudiera ser hijo de ese Oveco, y hermano de
aquella Elvira. Aparece en documentos de los años 1046, 1068, y
1069 /ibíd. n.° 51, 61 y 66/. Diego Peláez, a quien hemos visto al
lado de Agda Peláez (1069), es, por lo tanto también contemporá­
nea aunque aparece ya en 1035 /op. cit. n.° 45/ junto a Fernando
I y Sancha, y llega hasta 1069 /ibíd. n.° 66/ ya en el reinado de Al­
fonso VI.
En el mencionado año de 1069 Agda Peláez («Adega Peláez»)
hace testamento y en él menciona a sus dos esposas: la primera
Guiña y la otra Gontrodo Osóriz. El mismo se identifica con Ectavida Peláez /op. cit. n.° 56, p. 180/, y estaba en 1052 en la Corte
de Fernando y Sancha /ibíd. n.° 57, p. 181/ y en 1058 junto a Pe­
dro Peláez, Pelayo Peláez, Ordoño Peláez y Diego Peláez, y en 1069
con los mismos reyes.
Fruela Muñiz estaba presente en 1046 como propietario de la
villa de «Arbolies», junto a Noreña (San Martín de Anes) y de «Corrozanes», junto a San Tirso de Gijón, así como de la de Figueredo en Candamo, que había sido de doña Velasquita.
Resumiendo. Que todos los personajes suscriptores del docu­
mento de Fernando y Sancha constan en una época comprendida
entre los reinados del mismo Fernando y su hijo y sucesor Alfon­
so VI, por las fechas que se atribuyen al documento, quizá más
adecuada que la que exhibe.
El rey Fernando dice: «inspirabit Dominus in cordibus nostris
et hunc famulam uernulamque tuam coniuge mea Sanctia... ut in
melius restauraremus ipsius cimiterium ubi ipsum corpusculum
martiris sanctissimi requiescit». Trátase pues de una restauración,
para después («denique») efectuar el traslado de las reliquias.
Se deduce que en el poco tiempo transcurrido entre la dona­
ción de doña Velasquita, 29 de agosto de 1006, hasta 1030, aquel
monasterio habíase poco menos que arruinado. Nada tiene de ex­
traño que San Juan de Pernera se convirtiese en San Juan de
Aboño.
El testamento de doña Velasquita es lo suficiente importante
como para ser incluido en la colección de documentos reales. Es­
tán con ella: el obispo Gudesteo, de Oviedo (a quien se data en­
tre los años 992 y 1012), el conde Gundemaro Pinióliz —padre de
Fernando Gundemáriz—, la condesa Mumadonna, segunda espo­
SAN JUAN DE ABONO
163
sa de lanterior; los abades Mirello y Fortis, a más de otros doce
testigos, presbíteros en su mayoría. Sereniano, presbítero, «notuit».
Aparece aquí Velasquita como propietaria de: monasterio de
Santa Cruz «adherente eccl. Sti. Saluatoris»; del de San Salvador
de Deva, fundado por ella misma y donde fué sepultada; de la vi­
lla de «Sumeo», que me resisto a ubicar en el concejo de Salas
puesto que existe Somió en Gijón (parroquia de San Julián), cua­
tro quilómetros al N. de Deva, y a continuación se cita San Juan
de Aboño (Carreño) y Trasona (Corvera), municipios limítrofes,
en la misma zona y poco distante esta última de Aboño, cuya igle­
sia conserva restos del siglo XII. En la ribera del Nalón tenía a
Santiago de Azes (o Aces), concejo de Candamo, y en Salas el mo­
nasterio de San Martín.
Veintidós años después —15 de agosto de 1028— aún eran su­
yas las heredades de «Bonnuas» (Bañugues, Gozón) «super flumine maris» y la villa que llaman «Erias», hoy Heres (San Jorge),
próxima a Bañugues. Esta villa fué primero de «domna Aliza» —di­
ce el documento—, y después de Ariulfo Gondulfiz y Godina, de
quienes pasó a su hija Jimena en el reparto entre sus hermanos. A
Jimena se la cambió Velasquita por otra villa en «Ripella», en Montelongo (Ribiella, parroquia de San Juan de Villa, concejo de Illas).
Son tres las generaciones transcurridas, que nos colocan sin mu­
cho esfuerzo en el último tercio del siglo X. Velasquita cedió o
arrendó a Félix la villa de Heres. Por este documento sabemos que
también pertenecieron a la ex-reina otras heredades que habían si­
do de siervos suyos («omines meos»), en el mismo Heres, en
«Auxio» un quintanar que había comprado a Ñuño Vermúdez (qnintañar que pudo ser el antecedente del actual lugar de Quintana, no
lejos de Bañugues y de Heres), de quien eran asimismo otras here­
dades en «Valeri», parroquia de Puelles (Villaviciosa), antes pro­
piedad de Fortun Sánchez y de Andrés y Cid Savaríquiz, a quienes
las había comprado Félix y éste, a su vez, las vendió a Velasquita.
Es interesante consignar que las heredades de Quintana esta­
ban deslindadas por «ila karrare que discurrit a mare y per aqua
que discurrit per Eiras so casa de Monello usque rio in monte de
pedra literata». El río que pasa por Heres llámase hoy «de la Ca­
baña», lugar de que procede, y la «karrare» es la que lleva a la pla­
ya de Llum-eres. Aunque uno no pueda fiarse de la terminología
de este latín tan degenerado, me llama la atención que hayan apli­
cado la palabra «karrare» para designar un camino cuya importan­
cia no se correspondía con la designación. Si la carral iba hacia el
164
MARCOS G. MARTINEZ
mar, supongo que alguna razón habría para destacarla de esa for­
ma, aunque se hubiera perdido el valor semántico del vocablo.
La situación del estuario de Aboño, al abrigo del cabo Torres
—donde las Aras Sextianas— en cuyas inmediaciones suenan de
antiguo lugares como Peran, monasterio de San Salvador de Perlora, Albandi, Moniello (de Ñuño o Muño), etc., indican claramen­
te que fué zona de temprana ocupación y visitada, donde los re­
yes y señores no dejarían de tener posesiones privadas, y entre
ellas el monasterio de San Juan de Aboño, antes Pervera.
Entramos en el terreno movedizo de la índole de las posesio­
nes que detentaban monarcas, infantes y señores, aunque no de­
bemos olvidar el dominio supremo del monarca. Cuando Fernan­
do I dice del monasterio de San Juan de Aboño «secundum eum
obtinuit domina Velasquita» está señalando un traspaso de domi­
nio por parte de un anterior propietario que no se cita. Consiguien­
temente la existencia del cenobio es anterior al momento en que
la ex-reina lo «obtuvo», seguramente más antiguo que el de Deva.
Sin embargo, hemos de reiterar dos cosas contenidas en el docu­
mento del año 1006: «que michi pertinet de parentela mea» y que
fué donado a la Iglesia de Oviedo.
Vigil /op. cit., p. 374 y 87/ recoge una cita del año 1117 conte­
nida en un documento de la catedral de Oviedo que menciona el
«yantar de Deva» como patrimonio particular de la mitra ovetense
/ACO. serie A, carp. 2, n.° 17/ que quedaba exento de cuantos com­
promisos pecuniarios contrajese la Iglesia de Oviedo: «ex exceptis his duobus prandiis de Deua et de Sarego, que iure debentur
episcopo» /CDCO, p. 358/.
Cincuenta años después —1158— /El mon. de S. Pelayo de
Oviedo, p. 62/ la reina doña Sancha, hermana de Alfonso VII em­
perador ,dice que Aboño era «de meo infantico», como si se trata­
ra de un territorio jurisdiccional transmitido por línea femenina
de infantas... ¿sin dejar de pertenecer a la Iglesia de Oviedo? Sin
embargo en el momento en que habla doña Sancha, «reinaba» en
Asturias una hija del Emperador, doña Urraca, quien así se titula,
«regina», cuando entrega a la Iglesia de Oviedo «el alfoz de Laneio» /CDCO, p. 424/. Vuelve a aparecer el monasterio en el año
1323, cuando Fernando García lo recibe del monasterio de San
Pelavo como «cillero» o granero que era de aquella comunidad, el
«prandium» de que hablaba don Pelayo en el año 1117.
Cuando a comienzos del siglo XII la Iglesia de Oviedo hace un
censo de sus posesiones, especialmente en la franja costera, no es­
tá San Juan de Aboño, aunque sí figuren localidades inmediatas
SAN JUAN DE ABOÑO
165
como Condres, Bocines, Candás, Peran, Prendes, etc. /CDCO, p.
360/ ¿por qué había pasado a ser patrimonio de San Pelayo?
No se ha podido precisar en qué forma fué propiedad de do­
ña Velasquita el monasterio de Aboño. Conocemos, imprecisamen­
te, el momento en que se originó su dominio, pero no el motivo.
Hemos comprobado una doble trayectoria: una, nos conduce a la
Iglesia de Oviedo; otra, al monasterio de San Pelayo. Con el tras­
lado de la «sede regia» a León, la mayor parte de las posesiones
de la Corona o se perdieron o se enajenaron más o menos legal­
mente. Como quiera que lo de Aboño tenía carácter eclesiástico,
al abandonar el lugar los moradores cenobitas, quedaría converti­
do en mero lugar de culto; en iglesia. Vigil habla de que en sus
tiempos aún se conservaba el recuerdo de donde había estado
construido el monasterio de San Juan de Aboño.
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE
VILLAVICIOSA (ASTURIAS)
POR
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
EL MOTIVO. MODALIDADES Y DIFUSION
La cacería fue desde la remota antigüdad y en las más variadas
culturas, una de las primeras y más apasionantes actividades hu­
manas, sirviendo, al mismo tiempo, de medio de vida y fuente de
inspiración plástica. No es, naturalmente, nuestra intención hacer
aquí una recopilación de sus motivos artísticos a lo largo del trans­
curso de los siglos; pero sí creemos imprescindible mencionar cier­
tas obras, como ejemplo significativo, dentro del amplio marco
que la historia del arte nos ofrece y en especial un aspecto concre­
to: la cacería del jabalí, como pieza de caza mayor, que preferen­
temente motiva el presente trabajo.
Sirvan a modo de ilustración algunas muestras, anteriores en
el tiempo a la fase artística que nos cupa, como las interesantes
versiones, que se conservan del mencionado tema, en la famosa
pintura prehistórica de la Cueva del Charco de Agua Amarga, cier­
tos mosaicos romanos o el fragmento de pintura mural del Mithreo
de Dura-Europos, obra, esta última, del siglo II de nuestra Era, en
la que aparece Mithra a caballo, persiguiendo un grupo de anima­
les ,entre los que destacan un jabalí, de rasgos muy detallados y
naturalistas. Motivos de cacerías sumamente interesantes abundan
también en la cultura persa y en el mundo escandinavo.
168
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
La representación de escenas cinegéticas alcanzó gran difusión
en la Edad Media, sirviendo de motivo ornamental para arquetas,
frisos, capiteles, sarcófagos, etc., en los que se representaron caza­
dores a pie o a caballo, esgrimiendo distintos tipos de armas con­
tra osos, jabalíes y otros animales (1). Esta circunstancia resulta
fácilmente comprensible si se tiene en cuenta que la caza es una
de las actividades más importantes de todos los estamentos socia­
les de la época (2): sirva de distracción, asegura el sustento y man­
tiene al hombre en condiciones adecuadas para la guerra (3). La
caza y el torneo constituyen por eso su gran pasión, al exigir am­
bas un ejercicio constante y de gran provecho, puesto que permi­
ten mantenerse físicamente en forman De este modo la primera se
convierte en uno de los principales quehaceres de la vida cotidia­
na. De ahí, más que sus intrínsecas posibilidades plásticas, el he­
cho de su conversión en frecuente motivo ornamental (4). La no­
bleza medieval y el régimen feudal se apasionaron con dicha ocu­
pación y por ello fue necesario establecer reglas sobre las distintas
maneras de practicarla (5). Este fenómeno estaba en íntima cone­
xión con los ideales caballerescos, con la exaltación que de la figu(1) Recuérdese entre otros ejemplos de interés, la arqueta de Ley re (Mu­
seo de Pamplona), un capitel del claustro de la Colegiata santanderina de Santillana o el correspondiente a otro capitel del claustro de Santa María de
Nieva (Segovia).
(2) Así lo analiza por ejemplo C o s t a L o b o , H is to r ia d a S o c ie d a d e e m P o r ­
t u g a l n o S é c u lo X V , Lisboa, 1930, cap. II.
(3) Junto con las escenas de cacerías, el motivo ornamental del caballero
se encuentra muy repetido en capiteles románicos y a partir del siglo XIII en
la escultura gallega y portuguesa. Véase sobre el tema la obra de R. Dos San­
t o s , A E s c u lt u r a e m P o r t u g a l, t. I, Listíoa, 1948, p. 18.
(4) M. R i b e i r o , en A m o n ta r ía n a e s c u ltu r a tu m u la r , “Panorama”, núm.
20, IV serie, Lisboa, Diciembre, 1966, p. 33, opina que las escenas venatorias
esculpidas en algunos sarcófagos portugueses del siglo XIV, son temas que
apenas tiene’n función ornamental ya que, al inspirarse en costumbres de la
época, probablemente pretenden mostrar una de las actividades ejecutadas
en la vida del yacente. En la misma línea de pensamiento se incluye el traba­
jo de J. M.a C o r d e i r o S o u s a , A M o rte do I n fa n te D. F e r n a o S á n c h e s , “Arqueo­
logía e Historia, 8.a Série das Publicagoes da Associagoes dos Arqueólogos Por­
tugueses”, t. XI, Lisboa, 1964, pp. 179-186.
(5) La Edad Media fue pródiga en tratados que regulaba^ las actividades
relacionadas con la cacería. Recuérdense entre otros el L ib r o d e M o n te ría de
Alfonso XI, editado por Gutiérrez de Vega en “Biblioteca Venatoria” (2 vol.
Madrid, 1877, según dos códices del Escorial y otro de la Cartuja de Sevilla).
D e a r t e v e n a n d i cu m a r ib u s y otros escritos, publicados en 1596, 1788 y 1896,
atribuidos a Federico II, emperador de Alemania, o el L iv r o d a M o n t a r ía fe ito
p o r d. J o a o I, R e í de P o r t u g a l, publicado por Francisco María Esteves Pereira
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
169
ra del caballero se realizaba en los cantares de gesta y al mismo
tiempo, se conectaba con la actividad juglaresca generalizada en
el medievo (6).
Dos tipos de caza son los más frecuentes en la época medieval:
la caza con perro y la caza con halcón (7). Además de estos anima­
les, que intervenían en las cacerías, el caballero que sale de caza
va provisto de armas especiales. Como arma arrojadiza porta la
jabalina, el hacha le sirve para rematar al animal y en su cintura
lleva el cuchillo para las situaciones graves (8). En múltiples oca­
siones participaban en las monterías músicos que sonaban el oli­
fante o cuerno de caza y tocaban algunos instrumentos de percu­
sión para acompañar esta actividad, la cual se convertía así en un
gran festejo lleno de colorido y precisaba además, usualmente, de
caballos para los monteros y de perros y aves rapaces adiestradas
para acosar a las presas.
LA MONTERIA EN ASTURIAS
La montería como deporte es conocida en Asturias desde muy
antiguo y las actividades desarrolladas en este ejercicio se explican
en función de las numerosas montañas que recorren el norte de la
Península, cubiertas de frondosos bosques y surcadas por riachue­
los de agua abundante, al amparo de los cuales se criaban abundan(Coimbra, 1918). Trabajo más reciente con basta'nte interés sobre el tema es
el estudio de M. G o n q a l v e s V i a n a , A C a $ a n a Id a d e -M é d ia , “Boletín do Insti­
tuto Nacional de Educagao Risica”, XI año, núms. 1 e 2, 1950, pp. 5-59.
(6) Escenas juglarescas aparecen también en la ornamentación de algu­
nos capiteles románicos de la zona de Vil! aviciosa, sobre las que hemos tra­
tado en T e m a s ju g l a r e s c o s e n e l r o m á n ic o d e V illa v ic io s a ( A s t u r ia s ) , en “Es­
tudios Humanísticos y Jurídicos, (Homenaje a D. Emilio Hurtado Llamas)”,
Colegio Universitario de León, 1977, pp. 81-106.
(7) La segunda modalidad era la preferida de las damas. Se ejecutaba
ya desde muy antiguo en China, Japón, Persia, Siria y Egipto. Se cree que era
conocida por los bárbaros antes de las invasiones y que se adoptó en Europa
después de la caída del imperio romano. Sobre las prácticas cinegéticas de
esta modalidad, consúltece, C. M i c h a e l i s d e V a s c o n c e l o s , M e s tr e G ir a ld o e
o s s u o s T r a t a d o s d e A lv e i t a r ia y C e tr e r ía , “Lusitahia”, t. XIII, núms. 3-4, Lis­
boa, 1910, p. 420.
(8) El Infante Don Juan Manuel, en el L ib r o de la c a z a , indica el número
de animales que para la caza debía poseer un señor: “para fazer caza complida, debía traer por lo menos dos garifaltes, cuatro neblíes, tres baharías,
tres azores, un borní, un gavilán y un esmerejón”. Se publica esta obra e'n el
t. III de la B ib lio te c a V e n a to r ia de Gutiérrez de Vega, Madrid, 1879.
170
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
tes manadas de jabalíes, osos, ciervos, etc., que fueron el paraíso
de aquellos cazadores medievales.
En el Libro de Montería de Alfonso XI (9) se mencionan las tie­
rras de Asturias, junto con las de aGlicia y otros parajes de la Co­
rona de Castilla, como especialmente indicados para la caza (10).
Por todas estas razones, no es extraño que los temas de montería
y cetrería hayan tenido una fuerte repercusión artística en la re­
gión y que se hayan infiltrado en la iconografía románica primero
y a través de ella, con visos de mayor naturalismo, durante el apo­
geo del gótico.
(9) Favorecida esta zona norteña por dichas circunstancias era un lugar
idóneo para tales esparcimientos, según se atestigua por numerosas mencio­
nes de difere'ntes épocas. En un poema contemporáneo a la conquista de Al-mería (1147), se habla de la gente de Asturias como de hábiles cazadores:
“Venandi facilis venando nec minus apta”. “Prefatio de Almería”, en la C ró ­
n ic a A d e p h o n s is I m p e r a t o r is , “Esp. Sagr.”, t. XXII, p. 401.
El presbítero sajón Osborne, cronista de una expedición de cruzados, que
desembarcó en Gijón, informaba que la tierra asturiana era famosa por sus
monterías: “Provintis montuosa ferarum venatibus et frugum generibus multimodum celeberrima”, (P o r t u g a lia e M o n u m e n ta H is t ó r i c a ..., t. I, p. 405).
En la mencionada obra de Alfonso XI, Libro III, cap. VI, pp. 152-153, al
referirse a los montes de las tierras de Asturias, describe así los parajes pró­
ximos al puerto de Pajares: “Val Grande es muy real monte de oso en vera­
no, et es úno de los grandes montes que ha en nuestro Señorío...”.
Véase también, J. U ria Riu, L a c a z a de la m o n te r ía e n L e ó n y C a s t illa e n
la E d a d M e d ia , “Clavileño”, núm. 35, Madrid, 1955, pp. 1-14, trabajo recogido
en su libro L o s v a q u e ir o s de A lz a d a y o tro s e s tu d io s (D e c a z a y e t n o g r a f í a ),
Oviedo, 1976, pp. 251^321. Temas asturianos cinegéticos son aludidos por J. E.
Casariego, en T r a t a d o de m o n te ría y c a z a m e n u d a , Oviedo, Banca Masaveu,
1976 y M iguel A lvarez B uylla, V o c a b u la r io d e la c e tr e r ía e n la lit e r a t u r a
m e d ie v a l, (Tesis doctoral leída en la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni­
versidad de Oviedo. Inédita).
(10) Muy sugestivo resulta el pasaje de la novela histórica E u ric o , escrita
hacia 1843 por A l e j a n d r o H e r c u l a n o , en la cual relatan los manjares que sur­
tían la mesa de Don Pelayo, entre los que no faltaban el oso, el jabalí y el
corzo (edit. Fortanet, Madrid, 1875, p. 175).
De más concreto interés histórico es la noticia recogida por J. U ria Riu
(ob. cit., pp. 8-9) sobre el hallazgo de gran número de colmillos de jabalí en el
palacio episcopal de Oviedo, que quedaro’n al descubierto en las excavaciones
efectuadas después del incendio acaecido en el año 1934, en el ángulo N.E. del
edificio, en el lugar que probablemente ocuparon la antigua cocina y las de­
pendencias anejas a la misma.
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
171
DESCRIPCION DE LOS TEMAS
Aunque ya existen ciertos precedentes muy significativos de es­
cenas cinegéticas en relieves asturianos del siglo IX (11), la mayor
difusión de estos temas historiados se observa en la fase románi­
ca. Incluimos en este período, en la región, una nutrida e intere­
sante representación de modelos .correspondientes a un conjunto
de iglesias rurales, de fábrica tardía, que surgió en torno a Villaviciosa y su ámbito de difusión artística.
El carácter narrativo de estos temas profanos determina, en
parte, la gran variedad de sus modelos, aunque las motivaciones
estéticas sean las mismas. Los ejemplos que analizaremos son los
siguientes: el relieve que adorna la imposta de la portada de San­
ta María de Narzana (Fig. 1, Lám. I) y las escenas correspondien­
tes a una serie de capiteles de los templos de San Juan de Amandi
(Fig. 2, Lám. II), Santa Eulalia de la Lloraza (Fig. 3, Lám. III), San
Andrés de Ceares (Fig. 4, Lám. IV) y Santa María de la Oliva (Figs.
5, 6, 7, 8, 9 y 10, Láms. VI al X), y en conexión con el tema que nos
ocupa, «la despedida del caballero» del deteriorado relieve de la
portada de Santa María de Villamayor y el correspondiente a una
metopa de Santa María de Narzana (Fig. 11, Lám. XI).
a) La montería del jabalí: La caza con perro.—En los relieves
correspondientes a los citados edificios se observan varios carac­
teres comunes: todos ellos se refieren a la caza del jabalí (12), ani­
mal feroz, de cuerpo robusto, del que se diseñan con precisión y
detalle sus aspectos más peculiares, entre otros, los agudos colmi­
llos y una gran cerviz, como sucede en el friso de Santa María de
Narzana (Fig. 1), en el capitel de San Juan de Amandi (Fig. 2), en
el de Santa Eulalia de la Lloraza (Fig. 3) y en algunos de Santa
María de la Oliva (Figs. 5, 7 y 8). Más torpe es la interpretación del
animal de la parroquial de San Andrés de Ceares (Fig. 4).
En ocasiones la escena representa solamente una presa, alan­
ceada por el montero y acosada por los perros. Así acontece con
el jabalí protagonista del friso de Santa María de Narzana (Fig. 1),
que arremete contra su atacante. Lo mismo sucede en los pasajes
(11) Véase sobre estos aspectos la obra de M a t i l d e E s c o r t e l l P o n s o d a , el
C a t á lo g o d e la s s a l a s d e A r te U r e r r o m á n ic o d e l M u se o A r q u e o ló g ic o d e O v ie ­
do,
Oviedo, 1978, p. 18, lám. XXX.
(12) El jabalí era un animal sagrado para los celtas, motivo por el cual
se representó en varias ocasio'nes en la cultura galo-celta; ct>mo el grupo de
tres animales, hechos en bronce, descubiertos en Nevy-en-Sullias (Orleans),
que hoy se guardan on el Museo de Historia de dicha localidad.
172
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
Fig. 1.— S a n t a M a r ía d e N a r z a n a .
Portada. Relieve en la jamba iz­
quierda.
Fig. 2.— S a n J u a n de A m a n d i. Co­
lumnata interior del ábside. Piso
bajo. Capitel n.° 11.
Fig. 3.— S a n t a E u la lia de la L lo r a Portada occidental. Lado dererecho. Capitel n.° 1.
z a.
Fig. 4.— S a n A n d r é s d e C e a r e s . Ar­
co de triunfo. Lado derecho. Capi­
tel n.° 1.
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
173
Fig. 5.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada sur. Lado derecho. Capitel
n.° 1.
Fig. 6.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada occidental. Lado izquierdo.
Capitel n.° 1.
Fig. 7.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada occidental. Lado izquierdo.
Capiel n.° 2.
Fig. 8.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada occidental. Lado izquierdo.
Capitel n.° 3.
174
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
Fig. 9 .— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada sur. Lado izquierdo. Capi­
tel n.° 1.
Fig. 10.— S a n t a M a r ía d e la O liv a .
Portada bccidental. Lado derecho.
Capitel n.° 3.
Fig. 11.— S a n t a M a r ía de N a r z a n a .
Tejaroz de la portada. Metopa n.° 6.
correspondientes a Santa Eulalia de la Lloraza (Fig. 3), San An­
drés de Ceares (Fig. 4) y en los relieves de tres capiteles de Santa
María de la Oliva (Figs. 5, 7 y 8).
Por el contrario, la escena correspondiente al capitel del pres­
biterio de la parroquial de San Juan de Amandi alude a toda una
piara, lo que parece deducirse del hecho de que en un primer plano
aparezcan dos robustos ejemplares, en actitud pasante y afronta­
dos, mientras que en la parte superior del campo, en la cara fron­
tal se observan las cabezas de otros tres, indicando un segundo
plano, má alejado del espectador.
Dentro de la corriente narrativa del protogótico, en la que se
pueden incluir estos relieves, se intenta m ostrar la escena con el
mayor número de rasgos naturalistas. En esta línea observamos
la presencia del perro, nunca una jauría, como componente de las
referidas escenas cinegéticas de Santa María de Narzana (Fig. 1),
San Andrés de Ceares (Fig. 4) y el capitel del lado derecho de la
portada sur de Santa María de la Oliva (Fig. 5), donde con un ges-
Lám. I .— S a n t a M a r ía d e N a r z a n a .
Portada. Relieve de la importa de
la parte izquierda. Escena de mon­
tería: cazador, perro y jabalí.
Lám. II .— S a n J u a n de A m a n d i. Co­
lumnata interior del ábside. Piso ba­
jo. Capitel núm. 11. Escena de cacería con jabalíes afrontados.
Lám. III.— S a n t a E u la lia de la L io r a z a . Portada occidental. Lado dere­
cho. Capitel núm. 2. Jabalí atacando
un montero.
Lám. IV .— S a n A n d r é s de C e a r e s .
Arco de triunfo. Lado derecho. Capi­
tel núm. 1. Escena de montería con
músicos y lanceros.
Lám. V .— S a n t a M a ría de la O liv a .
Portada sur. Lado derecho. Capitel
núm. 1. Jabalí alanceado por un mon­
tero y atacado por un perro.
Lám. VI.— S a n t a M a r ía de la O liv a
(Villaviciosa). Portada occidental. Ca­
piteles del lado izquierdo. Secuen­
cias de cacería de jabalíes en tres
capiteles yuxtapuestos.
Lám. VII .— S a n t a M a r ía de la O liv a
(Villaviciosa). Portada occidental. La­
do izquierdo. Capiteles núms. 2 y 3.
Cacería de jabalí: músicos y mon­
teros alanceando la pieza.
Lám. VIH .— S a n t a M a r ía d e la O liv a
(Villaviciosa). Portada sur. Lado iz­
quierdo. Capitel núm. 1. Conejo apre­
sado por un halcón.
Lám. IX .— S a n t a M a ría de la O liv a
(Villaviciosa). Portada sur. Lado iz­
quierdo. Capitel núm. 1. Montero y
conejo apreiado por un halcón.
Lám. X .— S a n t a M a r ía de la O liv a
(Villaviciosa). Portada occidental. La­
do derecho. Capitel núm. 3. Visión
de un castillo almenado.
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
175
to sumamente naturalista, el can se lanza con fuerza sobre la cer­
viz de la fiera.
Es preciso señalar que en estos ejemplos de la zona de Villaviciosa falta un elemento muy importante e imprescindible en las
monterías, difundido, por el contrario, en otras áreas geográficas
y presente en los mencionados restos prerrománicos asturianos.
Se trata del caballo, animal de montura, inseparable de la vida
medieval. Desconocemos los motivos por los cuales se prescinde
de su representación en las iglesias de Villaviciosa. Quizá esta omi­
sión, deliberada o no, motive en nuestros relieves un mayor drama­
tismo en la ejecución y composición de las escenas, ya que los
monteros se enfrentan y atacan al animal a pie, con mayor riesgo
de sus vidas, en el momento cumbre de la acción, acosando la pie­
za en el instante preciso de la batida, efecto plenamente consegui­
do en los pasajes correspondientes a Santa María de Narzana (Fig.
1) y Santa Eulalia de la Lloraza (Fig. 3).
Por lo que se refiere a los monteros, es notoria la torpeza con
que están ejecutados. Son figuras expresionistas y muy despropor­
cionadas, que se adaptan al marco según las necesidades de la com­
posición y van en grupo, indicando que se trata de una actividad
colectiva (13). Dos monteros alancean el jabalí en los capiteles de
la portada principal de Santa María de la Oliva (Figs. 7 y 8) y en
otro de la portada sur del mismo edificio (Fig. 5). Sin embargo,
en el friso de Santa María de Narzana, a pesar de la simplificación
de los rasgos del montero y de su fuerte esquematismo, el efecto
expresivo es mayor que en los restantes cazadores, debido, en par­
te, al gesto naturalista, que se logra al flexionar aquél las rodillas.
Completan algunas escenas, con acento de mayor dramatismo
y expresividad, algunos ejemplos en los que se esculpió a uno de
los cazadores tumbado en el suelo, acosado por la fiera, como po­
demos ver en uno de los capiteles de la portada principal de San­
ta María de la Oliva (Fig. 8) y en el capitel de Santa Eulalia de la
Lloraza (Fig. 3). En otras ocasiones se completa el complejo cere­
monial de la cacería con la presencia de monteros que hacen sonar
el olifante o redoblan instrumentos de percusión. Véanse, entre
otros, el relieve de San Juan de Amandi (Fig. 2), en el cual un ca­
zador toca el olifante y porta la lanza; los músicos de San Andrés
de Ceares (Fig. 4), los de la parroquial de Santa Eulalia de la Llo­
raza (Fig. 3), etc.
(13)
J. L o p e s D ía s , E t n o g r a f ía d a B e ir a , t. III, Lisboa, 1955, pp. 159-164.
En esta obra se describe con gran detalle todo el ambiente de la caza.
176
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
En este conjunto de piezas el esquema compositivo más sim­
ple corresponde al relieve del capitel de San Juan de Amandi, su­
jeto a una rígida simetría bilateral, pero sobre todo, habría que se­
ñalar el sentido narrativo que presentan las escenas del lado iz­
quierdo de la portada principal de Santa María de la Oliva, en las
cuales, mediante secuencias sucesivas, en espacios yuxtapuestos,
cuya lectura se efectúa de izquierda a derecha, se señala el comien­
zo de la acción, la continuación de diferentes episodios relaciona­
dos con la cacería y, de forma bastante clara, se ofrece al especta­
dor el ambiente del momento (Figs. 6, 7 y 8).
Dos notas peculiares en estas composiciones, diferenciadoras
respecto a otras áreas geográficas, son el uso reiterado de super­
posición de planos para conseguir los efectos de profundidad y la
ausencia de paisaje o alusión al espacio donde acontece la acción
(14).
b)
La caza con halcón.—La otra modalidad de caza medieval,
que mencionamos al comienzo de este estudio, la caza con halcón,
está presente en un capitel de la portada sur de Santa María de la
Oliva (Fig. 9), donde se interpreta una escena de cetrería con un ca­
zador de rasgos muy similares a la figura del capitel opuesto del
mismo vano (Fig. 5) (15). En el primer relieve ocupa la arista de
unión de las caras un ave rapaz, un halcón que atrapa un conejo
muy bien descrito. Completan la escena tres cabezas de animales
en posición frontal, aludiendo, probablemente, como en otras oca­
siones, a la representación de la manada (Lám. II).
El tema que nos ocupa lo encontramos también en otros monu­
mentos asturianos, fuera del grupo artístico de Villaviciosa. El
ejemplo más interesante desde el punto de vista plástico, es sin
duda el relieve que adorna uno de los ábacos del apostolado de la
Cámara Santa, el correspondiente a las figuras de Santiago el Ma­
yor y San Juan, en el que se esculpió una escena de cacería de ja­
balí. Dos capiteles del interior del ábside de San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís) se adornan también con temas similares.
En una de estas piezas dos personajes luchan contra dos cuadrú­
pedos, de clasificación zoológica difícil. En otro, aparece solamen­
te un hombre que alancea a un animal semejante a los del capitel
anterior (16). En dos canecillos del templo del extinguido monas(14) A p r o p ó sito d e e sto s m o n te ro s y de la s p o s ic io n e s q u e d e b e n o cu p a r
lo s m o'n teros e n la s b a tid a s, v é a s e : M a r g a r ita R ib e ir o , ob. cit., p. 39.
(15) Véase la nota 7.
(16) Probablemente escenas alusivas a la montería son los relieves corres­
pondientes a uno de los capiteles de la nave de la Colegiata de Teverga, en
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
177
terio de San Antolín de Bedón aparecen, una vez más, escenas de
cetrería.
Los temas ornamentales cinegéticos se difundieron por otras
áreas peninsulares. Por su interés merecen un recuerdo los ejem­
plos palentinos de Vallespinoso de Aguilar, los santanderinos de
la parroquial de Villacantid y los relieves burgaleses de dos capi­
teles de las iglesias de Hormaza y Ahedo de Butrón. Una escena de
cacería de jabalí, perseguido por los perros, en los templos sorianos de Termes y Caracena se asemejan estilísticamente al mencio­
nado relieve de la Cámara Santa de la catedral de Oviedo. En Ga­
licia ,donde la caza de la Edad Media fue tan abundante como en
Asturias, la montería sirvió de motivo de inspiración a los toscos
relieves de las parroquiales de Breamo (La Coruña), Eiré y San
Martín de Mondoñedo (Lugo), de tosca interpretación (17).
c) Halconero y castillo.—Otra variante sobre el tema de la ce­
trería corresponde al relieve de un capitel de la portada principal
de Santa María de la Oliva (Fig. 10), en el que aparece, en una de
las caras libres, un jinete con un halcón en la mano. Dicha figura
se completa, en la cara contigua, con un castillo almenado de tra­
zado muy simple y esquemático.
El motivo del castillo en Asturias se esculpió en un capitel de la
portada de San Pedro de Villanueva, donde forma parte de un in­
teresante conjunto ornamental.
d) Escenas afines: «la despedida del caballero».—En íntima
conexión con las escenas de cetrería existen en nuestra zona algu­
nos relieves románicos tardíos con el tema cortesano, de sabor
protogótico, de «la despedida del caballero» (18). En ellos un jinelos que se representó un oso, junto a un jinete y a unas figuras con espada.
Otra escena interesante de personajes alanceando un animal la encontramos
también en otro capitel del pórtico de San Isidoro de León, son motivos empa­
rentabas con los capiteles de San Pedro de Villanueva.
(17) En la zona cantábrica y en la región gallega persisten los motivos
cinegéticos en los albores del gótico, co’n algún ejemplo de cierto interés en el
claustro de la catedral de Oviedo. En Galicia merecen especial atención un
relieve empotrado en el presbiterio de la iglesia de Santiago de Betanzos (La
Coruña) o el famoso sarcófago de Pérez de Andrade (t 1397), en la iglesia de
San Francisco de aquella localidad coruñesa, el cual se eleva sobre las robustas
figuras de un oso y un jabalí, que aparecen en las armas de los A'ndrade.
En las paredes de la urna del sepulcro se esculpió un pasaje de montería
muy expresivo, emparentable con sarcófagos postugueses del siglo XIV, per­
tenecientes a los focos artísticos de Lisboa, Colmbra y Evora.
(18) J. M.a de A z c a r a te y R is t o r i , E l p r o to g ó tic o h is p á n ic o , Madrid, 1974,
p. 58.
178
ETELVINA FERNANDEZ GONZALEZ
te, con un halcón en la mano, se despide cariñosamente de una da­
ma. En el grupo de edificios de la zona de Villaviciosa aparece un
ejemplo en un relieve bastante deteriorado de la portada de Santa
María de Villamayor y en una metopa del tejaroz de la portada de
Santa María de Narzana (Fig. 11).
En ambos casos, la simplicidad de la metopa y en el relieve de
Villamayor, el estado de deterioro en que se encuentran impiden
analizar con más detalle otros aspectos.
Del motivo que nos ocupa en este apartado se encuentra otra
muestra muy bella por su ejecución y perfección formal en los ca­
piteles del lado izquierdo de la portada del monasterio de San Pe­
dro de Villanueva y en una placa empotrada en las inmediaciones
de los mismos. Sobre ellos nos da Quadrado la siguiente y sugesti­
va interpretación: «En la portada del ruinoso templo nos reprodu­
ce en uno de sus carcomidos relieves la popular historia de Favila
saliendo de caza y detenido por las tiernas caricias y por los lúgu­
bres presagios de su esposa» (19).
En aquellas figuras y sobre todo en las diferentes interpretacio­
nes de la dama observamos cierto recuerdo de los capiteles de la
Cámara Santa.
CONCLUSIONES
Después de analizar detenidamente estas escenas ornamentales
en el conjunto de edificios que incluimos en el ámbito artístico de
Villaviciosa, podríamos apuntar una serie de aspectos de interés
que no justifican, en modo alguno, el olvido en que estuvieron su­
midas la mayor parte de estas construcciones, ni tampoco el sen­
tido particularista y estrictamente local que frecuentemente se dio
a los motivos iconográficos analizados. Por el contrario, se deben
considerar estos templos rurales como un grupo artístico bastante
homogéneo, de carácter tardío, fechable a fines del siglo XII o en
la centuria siguiente, con ramificaciones posteriores que se pueden
llevar hasta el siglo XIV.
Estilísticamente, entre otros aspectos de interés, hay que seña­
lar la perduración de una fuerte tradición del prerrománico astu­
riano, a la que habría que añadir, especialmente al estudiar los te­
mas de montería, un contacto pleno con las escuelas del románico
(19)
J. M.a Q u a d ra d o ,
Madrid, 1855, p. 205.
R e c u e r d o s y b e lle z a s de E s p a ñ a . A s t u r i a s y L e ó n ,
ESCENAS CINEGETICAS EN EL ROMANICO DE VILLAVICIOSA
179
de peregrinación, del camino francés, a través de las áreas cultu­
rales más próximas, como son, el norte de la actual provincia de
Palencia y la de Santander. Aspectos que se relacionan a su vez con
los modelos burgaleses y los que circulan por la cornisa cantábri­
ca, con León y, a su través, con la zona del Duero; y finalmente,
los contactos, que por vecindad supone el románico gallego.
Paralelamente a estos contactos se conectan estos modelos or­
namentales asturianos con otras escuelas románicas ultrapirenai­
cas y fundamentalmente, por la cronología tardía de los edificios,
con el espíritu y la pluralidad de motivos iconográficos que aporta
la escultura de la fase protogótica.
Las circunstancias anteriormente expuestas nos permiten con­
siderar estos templos asturianos dentro del ámbito del románico
hispano y de una de las etapas más representativas del estilo en el
norte de Epaña.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA
ALVAREZ ACEVEDO Y SU ASCENDENCIA ASTURIANA
POR
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
Cuando hace ya veinticinco años nos ocupamos en conocer la
razón de los nombres de las calles ovetenses (1) descubrimos con
sorpresa que el de Alvarez Acevedo, puesto a la tradicional Corra­
da del Obispo, no correspondía, como se venía creyendo, al gene­
ral asturiano D. Vicente María Acevedo, asesinado por los france­
ses tras la batalla de Espinosa de los Monteros, sino a D. Félix
María Alvarez Acevedo, coronel leonés que el 21 de febrero de 1820
había proclamado la Constitución en La Coruña, falleciendo días
después (10 de marzo) en una desgraciada escaramuza.
Era cierto que gracias a este Alvarez Acevedo se había salvado
el ya casi agonizante levantamiento iniciado el uno de enero por
el asturiano D. Rafael del Riego en las Cabezas de San Juan, y que
sin él España no habría reconquistado el régimen constitucional,
pero, aún así, llamaba la atención el que Oviedo no sólo hubiera
dedicado a Alvarez Acevedo una importante plaza sino que su So­
ciedad Patriótica celebrase por él extraordinarias honras fúnebres
y, para inmortalizar el acto, diese a la imprenta la Relación de
aquellas exequias con la oración que en ellas pronunció el profe­
sor universitario y Arcediano de Tineo D. Isidro Suárez del Villar
(2), oración en la que se contienen estos párrafos:
(1)
(2)
Oviedo, 1958, p. 49.
N o m b r e s y c o s a s d e l a s c a lle s d e O v ie d o ,
R e la c ió n de la s e x e q u i a s q u e h izo la S o c ie d a d P a t r ió t ic a d e O v ie d o
182
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
«La Galicia repite el eco, y el veinte y uno de Febrero se presen­
tan en La Coruña varones esclarecidos, hombres cuyo mérito era
conocido de toda la nación: tú faltas, virtuoso Acevedo, tú fuiste
víctima de tus nobles sentimientos: tú predicando la paz sin obs­
curecer el denuedo y bizarría con que la sostendrías, pereciste en­
vuelto en tu noble sangre, tu nombre vivirá eternamente: tu nom­
bre irá enlazado siempre con el de la patria, y el año de veinte se­
rá señalado siempre por este suceso».
Alvarez Acevedo, en efecto, después de arrestar a las autorida­
des realistas, había liberado al ex-Regente D. Pedro Agar y, puéstole al frente de una Junta Revolucionaria que formó, se apoderó
de Santiago, atrajo para su causa a las fuerzas de El Ferrol y Vigo, y cuando, triunfante y en persecución del conde de San Román,
se adelantó a arengar a un grupo de soldados realistas, al cruzar­
se unos disparos, cayó herido de muerte. Ocurría esto el diez de
marzo.
El 26 del mismo mes, Oviedo, que desde el 28 de febrero tam­
bién se había adelantado a proclamar la Constitución (el propio
Fernando VII no la sancionaría hasta el 7 de marzo), celebraba
en la iglesia de Santo Domingo las ya aludidas honras fúnebres
por Alvarez Acevedo. Se construyó para ellas «un suntuoso zenotafio de más de cincuenta pies de elevación... Era su cuerpo un
cuadrilátero de diez v ocho pies, con cuatro arcos de siete de diá­
metro... Este grandioso catafalco, a pesar de estar colocado en el
centro de la iglesia, no impedía la vista de los concurrentes por
el arte con que estaban construidos los arcos del templete... Llegó
por fin el día deseado, las vísperas del 25 anunciaron la solemni­
dad del siguiente, y el 26 se abrieron al amanecer las puertas del
santo templo, convidando a todos los ciudadanos a la oración. Des­
de aquella hora hubo misas de réquiem en todos los altares hasta
las diez, en la que ya estaban colocadas en la plazuela las tropas
de esta guarnición con la artillería. Una compañía de este cuerpo
benemérito se colocó competentemente para hacer las descargas
de su arma, el honrado y siempre vigilante regimiento provincial,
y la brillante juventud del distinguido cuerpo literario contribup o r la s v íc t im a s d e l d ie z de M arz o , A c e v e d o y d e m á s d e la lib e r ta d e s p a ñ o ­
la y o ra c ió n q u e d ijo en e lla s e l S r . D . I s id r o S u á r e z d e l V illa r , d e l G r e m io
y C la u s t r o de e s ta U n iv e r s id a d , A r c e d ia n o de T in e o , D ig n id a d u C a n ó n ig o
d e e s t a S a n t a I g le s ia , y V o c al de la D ip u ta c ió n P r o v in c ia l d e A s t u r ia s .
;
Ovie­
do: Oficina de Pedregal y C.—1820”, XXXVII pp. Este raro folleto, no cita­
do por Fuertes ni por Somoza, se halla en la Universidad ovetense, Bibl. “Con­
de de Tore'no” (TM192-12, Anónimos).
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
183
yeron a las honras haciendo los honores militares. El ruido de las
salvas y el de las campanas llamaban a todos a concurrir a tan
solemne acto»...
Era lógico que, en ausencia de víctimas locales, el fervor de los
constitucionales ovetenses enderezara su retórica patriótica a la
memoria y honra del leonés que, sublevando a Galicia, había de­
cidido el definitivo triunfo de Riego. Sin embargo, ninguna otra
cosa parecía relacionar a D. Félix con Asturias (3).
El primer indicio de tal relación lo hallamos al ver a D. Félix
María y a su hermano D. Manuel inscritos, con fecha 21 de octu­
bre de 1794, en el Libro de Recepciones del Colegio de San Pelayo
tíe ’S alamanca (4), pues sabido es que la casi totalidad de los ad­
mitidos en aquella fundación del Arzobispo D. Fernando Valdés,
eran asturianos o pertenecientes a significadas familias del Prin­
cipado. Pero la reseña no deja duda de la naturaleza leonesa de am­
bos hermanos, nacidos los dos en Otero de Curueño. También nos
informa que Manuel falleció en el Colegio el 8 de enero de 1799 y
que D. Félix renunció a su beca y se despidió el 4 de marzo de
1807. Como veremos, poco después Alvarez Acevedo combatía a
los franceses en la guerra de la Independencia y, acabada ésta, si­
guió, sin gran notoriedad, la carrera de las armas. Sus ideas libera­
les y su probable simpatía hacia los alzamientos de Porlier (1814,
1815), es posible que no le hayan permitido brillar más como mi­
litar.
—o—
En el lugar de Otero de Curueño, parroquia de Valdepiélago,
próxima a La Vecilla, se conserva en aparente buen estado el pa­
lacio de los Alvarez Acevedo adosado a la Torre de Ordax. Tiene
una bella fachada renacentista que parece construida sobre el la­
do S-E de una amplia fortaleza cuadrangular. Muy próxima al án­
gulo N-E, pero exenta, se halla, bajo la advocación de la Santísima
Trinidad, la capilla familiar, hijuela de la parroquia de Valdepié(3) Cuando en 1957 nos ocupamos de él no pudimos hallar la inscrip­
ción de su bautismo, pues en ausencia de bibliografía más especializada, si­
guiendo la nota biográfica de E n c ic lo p e d ia S a lv a t , que por error lo da como
nacido en Otero de Escarpizo (Leó'n), lo buscamos inútilmente en dicha pa­
rroquia .
(4) Publicado por Senén Alvarez de la Rivera, Santiago de Chile, s. a.,
[1928], p. 189.
184
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
lago. En esa parroquia hemos podido hallar los documentos (5)
que nos han permitido establecer la genealogía paterna de D. Fé­
lix María Alvarez Acevedo y nos han indicado su ascendencia astu­
riana por línea materna:
Félix María, hijo de D. Baltasar Alvarez Acevedo y de D.a Jose­
fa de la Bárcena, se bautizó el 8 de agosto de 1776. Sus abuelos
paternos fueron D. Antonio Alvarez Acevedo y D.a Alfonsa de Ordás; los maternos: D. Manuel de la Bárcena y D.a Bernarda Argüelles «Vecinos de Verodia, Principado de Asturias» (6).
Aunque nacido en León, era, pues, D. Félix asturiano en un cin­
cuenta por ciento. La inscripción bautismal nos explica también,
mediante la abuela paterna, D.a Alfonsa de Ordás, cómo el palacio,
que aún conserva en su fachada emblemas y letreros que lo acre­
ditan como solar de los Ordás, pasó a ser conocido como Casa de
los Alvarez Acevedo (7).
Los numerosos datos obtenidos de los libros parroquiales de
Valdepiélago, junto con los que personalmente poseíamos de los
Bárcena de Berodia (8), nos han permitido establecer, como ya di­
jimos, las genealogías leonesa y asturiana en la forma que se ex­
presa en los adjuntos cuadros.
(5) Hemos de expresar aquí nuestro agradecimiento al actual cura párro­
co D. Benito González Gómez por la amabilidad con que nos facilitó la con­
sulta de los Libros parroquiales.
(6) L ib r o d e b a p t iz a d o s de la V illa de V a ld e p ié la g o y s u s a n e jo s ... Empie­
za en 12-9-1723 y termina el 6-6-1805. Tiene 164 fols. En el 116 v. se lee: “En
ocho de Agosto de mil seteziehtos setenta y seis en esta Igla Parrochial de la
Villa de Valdepiélago y sus anexos Otero y Ranero, Yo Dn. Pedro Alphonso,
cura Vicario de esta pheligresía puse los Stos. óleos y Baptize solemnemente
según el Ritual Rom0 a un niño que nació el día dos del dicho y se puso por
«nombre F é l i x M a r ía , hijo lexítimo de Dn. Balthasar Alvarez Acevedo y de
Da Josefa de La Bárzana, vecinos de Otero. Nieto por su padre de D. Antonio
Alvarez Acevedo y de D.a Alfonsa de Ordás, y por su madre de Dn. Ma'nuel
de la Bárzana y de D.a Bernarda Argüelles, vezinos de Verodia, Prinzipado
de Asturias. Fueron sus Padrinos Dn. Marzelo Jetino, vecino de Bega Zervera, y su hija D.a Josefa Jetino, soltera. Testigos, Dn. Andrés Canseco, Presvítero, residente en Otero, Juan Diez, veci’no de esta Villa. Fueron los padrinos
advertidos de su obligación y parentesco espiritual, y en fee de ello lo firmo.
Pedro Alph0”.
(7) B e r r u e t a , M a r ia n o D., C a s t illo s de L e ó n , Ed. Nebrija, León (Gráf.
Summa, Oviedo), 1979, p. 114, relaciona las fortalezas próximas a La Vecilla:
Aviados, Montuerto y Otero, donde “se conserva una casa noble que fue de
los Acevedos de Lois”.
(8) Procedentes de los Padrones de 1704, 1717, 1722, 1744, 1759, 1766 y
1776, y de algunos otros documentos del archivo de la Casa de Berodia.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
185
Palacio y Torre de
los Alvarez Acevedo
y Ordax en Otero
de Curueno.
RELACION
DE LAS EXEQUIAS QUE HIZO
JLA SOCIEDAD PATRIÓTICA DE OVIEDO
.PO R LAS V ÍC TIM A S D E L D IE Z D E M ARZO , ACEVED O
H PE M A S
JDE LA Í J E iR T A D ESPAÑOLA í
ORACION QUE DIJO E N É L L A S
E L S . jD. D . T5ID RO SU A R E Z D E L V IL L A R
,
P E L GREMIO -T (LAVSTRO TIE JZSTA U N IVERSID AD ,
ARCEDIANO P E JINEO , DIGNIDAD T CANÓNIGO
P E JSSTA SANTA TGLESIA , T VOCAL P E JUt
P2PUTACION PROVINCIAL
DE ASTURIAS,
Relación de las exe­
quias celebradas en
Oviedo por Alvarez
Acevedo en 1820.
OVIEDO
OFICINA DE PEDREGAL ï C.
1820 .
186
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
d r Se^ramenhe de. los AlvArsz. Ace2 r Heredera d e l¿
C a s a y T o r r e de. O r d a x , en O k v e d o de. L o i s .
ro de C u ru e ñ o . 3 . - Viudo de unpn -"
m er m alrim am o, hwo, de D4 Jar^a N o n e g ^ leone/A y /o llera,
un Iníjo ndl-urdl -A nloniD - que/e enlfrró fn Otero el 2l-É.-!7¿7.
4 . “ De L CaJA de ÉberodíA de C ife rd íe i. 5 " D e. las Acevsdoj» de L o is ; era, prolubtemeinte, hermano de B j l i j í j r
C om ejírO d í In­
en 1756. <Sj hijo Jdan, ru a io en C hile,
tam bién
Pdayo en l ¿ 0 6 . D. T o m ií jdKeció «vi M jd rid el dfío l i o l . 6 r Ma-praigo de \¿0>¡a.¡ y leñor de Llore
dfcOrdúK. ProbdUemtnk d Cdu/a ttó ¿isgusio, jjll?ci¿ cm m duf derpuéf <jue su taimado FéUMdrk. ^ ¡ r Recibido ton fi«<i ¿e Regenta de Cjoon«, puta
c«wu hermano Félitf, en ti Colegio de JSnfeUyo, el M-IO-1794, falleció en el mismo Colegio el & M 7 S r Cuando pn ISO? nace ¿oíobnrtoMdrkJncy*y
jue su
k ífa m e n b r io en I7 9 6 .
H d íú
inoresá en ü n
d ia s en I 7 & 2 .
Deít?mp(?ñ¿ U f r tiír jita s rru g iil-rd lv rd í
C h ile , rien Ao nomfcrddo
macerado covtio co lejjijl del de ílh Peláyo de ídtam anca
túa J< wwírini. tra vecina de León. J , * 5 nuiiriiu ¿e ru /obrino fUJael An/elmo ¡¡ue ¡e Idutíü e! 2.C>-¿H7J7, Rtudía en. O kro . ’j O . " Fdllfíf fl lt Z-t77V.
Era fárvula , Ü r No /e anota su nombre: /¿lo re india<jue era párvulo. ^ Í L r Hip dt Mx+i'n de MiPr Eípnella,. /e ío r de \d Esjrielk, ^ de JuJtiA de
Mioño Bravo de Hoyos, vecinos de ü n Miguel óe 0nh>rij (LI¿«í^( Jjllecidc»; amboi
*^e ISO?. ^ 3 ~ Destacado liberal. diputado a Cortes en
,
Enjreníado «i O1Donnell, en 12,56 hubo de em igrar a fbí+ujw l,
como Diputado en Ijí &ml-ib|eiikc de I¿¿9. FjHcció en I47A.
tnubeio en Lfón la rei/alucion de \í¿2
y ¡ue Pre/idrulf de ru Junb Provinojl a s í
Ella y Ju mnáo, D. FedeiHio Caítaüon ^ e llejaní á Temenlí General) jueron
/íiMrirv»Tfre«Rd|jel¿. Eran vecinos ote. Ve^ímidn. D, fedenes ¡e tritero en Okro el H-S-1237. fr* rtdríi( jillfocíj en Lean, hiwfcien i e tikl<oen
^3'H 8é6^. ^ 5 ” Hiji ieftjbel Acevfdo y VUrú deVílasco, vecinaj ikMc»dfid; j¿\\eááo¡ ¿nlef de. lT-IO'12^0.
dt
0\(ro
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
187
\ - El C ap lin 0. Pedro de l¿B jcteru y su espo u fyurdn en plei­
iM'lóúb. Z -
to de
io fa n n i de Fray tedro de In^uduno, S e n e ral de la OftSen B e rfld id in a . 3 ■ Capitíni. J iia ó d n ie f de I ¿20, a ñ o
en (jue Jue mejorado por íu í pddreí.
y
h:
Hfrowna del (ontejero de 6u «ra O.Joíé.
de A lifr , dd Itiiju u id o r de la Suprema. 0 A n to n io Jerónim o, <)ue ju e C atata'tic o de Prima e n J á b w a n c i.
jV jc id o d n k id e 1 7 0 4 . £1 e x p edien te d e
Á'IkO,
m afrim om o, d n l- fir io ra
viv'ía en I7 S 9 .
de
Miouel jue fa le o u l en el M d jo r d íl
fío1!.
de San
iiJS pruebas de hidalguía [iijt/rd b ?ae( fó l^ io
Pebyode Jdbmawca..El
D¿ Bernarda. vivía en 17
M anuel, Miguel y M elcho r apjfecw» y¿ en e l Padrón
de la Audiencia de L im a .
jve Gle^idl y Ü e d o f enel del
Arzobispo, FiííjI
66. (>.-
Ar¿ot>tS'
AguJhn* en jjU m m a . 8 - L o j once h e rfh a n o i son anotado/ en.
con la letra M . 9 ' En el Padrón de 1766 y=i .j/OL/ra eíte m afrirtionio.
po; Fiiid áíla'ln(juu(cicwtle Jdnhaoo e In ^ m /id o r evi C ue nca, 7 ~
e! Podren de I*? 17. Ofcjérvej'e tjue lodoi jo / «otkUes fvnpieidft
P o ítio i de lai Q ü í í 'j jr i e g j i ’ de b f ta r t e iu , In g iu tu o y M a r , con pelrondl-ctf w ir t o i y
iie s
£1 m a fn m w io Jé ewpadrtiv) también en 1776, - ( O "
hermano prim ooenil-o,
r¿iC€S.
de cm ci/ente w i l ducadoj d e jiie -
Fr^naíCO, fue Qttíi\ero de. idul-ii^ó^
A W iiw l de Campo y Chinde d e J a n Pedro del Alawio, en México. Otro herm ano xuyo, A n d ré /, jue. Gbdlt&ro deJan J iu n y Q p ilá n
de Fraoata.. y un A r te r o , lla m a d o José, fie ¿siMimo Cablero d¿ J á iíiL a n , y fkjedef.M. y A p ila n del R o d e l a C o r o n a .
A \r L o s cinco h e rm a n o i f in o ra n y a ew el Padrón de I V ^ . t n 17 59 no a p a re c e /W /'U n u e la .,
£ re ^n < ¿ ten­
dría. cuando m enos 32. d ñ o i dí n a c e r /o h ijo F é lix M d r i'a . fteciktó jepUlturj. e n Otero el -< -9 -17 98. V L r V e r U . o e n e d lo jH d . le o n e ra de O: FeliX A la r ia . 4 3 .® D am os e n e l te x to n o h a a s ' biooraínaS de eíte p rim o carnal de
ÁM ~
D. Félix
4$-N¿cido en C a ira le f en 1 2 0 1 ,
4 6 r Vec la n o h a ^ del l-e x ta .
A lv a re L /A c e v e d o .
L o i u n c o h e rm a n a í aparecen empadronad o í en 1 7 7 6 .
p i b í \ Sen eral de C anarias, Ver m i.! d a lo i fc io o rjjic o j en U md-a.1<7
Fexlo.
M drú.
jo e ÍA -
M íNBTUIO D I U CUBILA.
m in iste r io d i u q u e r ía .
>.• nvute». Bcur.1 pa te».*
Núm. 29.
E l R sr st ka servido dkigkm «/dtcrtlo siguiente?
Doo F i r m a n d o vn por la gncla de Dios y por la
Constitucioo de la Monarquía Española, R s r de las
Espjfui, i todos los que las presentes vieren y enten­
dieren , sabed : Que tas Cdrtes nao decretado lo siguiente:
„Las Cortes, mando de la facultad que se les coace­
de por la Constirucion, han decretado: Se declara bese*
mérito de la Patria en grado heroico al difunto D. Fé­
lix Alvares Acevedo, Comandante general que ha sido
del Ejército de Galicia en la gloriosa restauración del
sistema constitucional, cuyo nombre se poodri perpe­
tuamente en la Guia miliar del Ejército, coa U ex»
presión de benemérito en grado heroico¿ teniéndotele
presente en las revista del cuerpo i que pertmeria co*
mo si estuviera vivo. Madrid a¡ de Setiembre de i8so¿=
£1 Conde de Toreao, Presidente, s Juan Manoel Subrié,
Diputado Secretaño. Marcial Antonio Lopes, Dij**udo Secretario^"
Por tanto mandamos i todos los Tribunales, Justi­
cias, Geíes, Gobernadores y demas Autoridades, aú ci­
viles como militares y eclesiásticas, de cualquiera dase
dignidad, que guarden y hagan guardar, cumpla1 y
ejecutar el presente decreto es Codas ws partes.Teadrei»'
lo entendido para su cumplimiento, y dispondrás se im­
prima, publique y árcule.~ Rubricado de la Real msnow
— En Palacio & >5 de Setiembre de i8 a o .= A D. Juan
jabat.
Lo <jm traslado d V .^ de ordtn de S. J\L p *ra
su mttligtncia y pvnsmal cwnflammto m U partt fm
lt toTTtsfondt* Z )b i guarde d V .S ' 1
M adrid 2$ d i Setiembre de 18 * 0 .
y
DON
FERNANDO
EL
E l Rey se ha servido dirigirme confecha d* ayer
el Rea/ decreto yguíente:
D
F
por la gracia de Dios y por
on
er n a n d o v ii
'unU la Constitución de la Monarquía Española, R Ír de
las Españas, á todos los que las presentes vieren V en­
1itombr* ¿
9D. F*J<* tendieren,
sabed: <^ue las Córtes han Jecretadolo»guiente:
Las Córtes, usando de la facultad que se leí con­
cede por la Constitución, han decretado lo siguiente:
A r t i c u l o ú n ic o . Se inscribirá en el salón de Córtes
el nombre del benemérito de la patria en grado frcrcSico D. Fclij¿ Alvarez Acevedo. Madrid diez y nueve
de Mayo de mil ochocientos veinte y do».=M igucl
de Alava, Presidente.= Vicente Salvá, Diputado Se«
cretaría= Josef Melchor Prat, Diputado Secretario.
Por tanto mandamos á todos los Tribunales, Jos*
tícías, Gefcs, Gobernadores y demas Autoridades
asi civiles como militares y eclesiásticas, de cualquíc-»
ra clase y dignidad, que guarden y hagan guardar,
cumplir y ejecutar en todas sus partes el presente de«
crcto. Tendreislo entendido para su cum plim iento,y
dispondréis se imprima, publique y circule.ssEstá ru»
bficado de la Real mano. r= En Áranjuez á veinte y*
cinco de Mayo de mil ochocientos veinte y dos.
Lo que traslada á y. para su inteügenciá
y demás efectos correspondientes. Dios guardt é
muchos años. Madrid 26 de MtyQ di 1839«
Luis Batanar , <- ^ >
SEPTIM O
r o a tA GRACIA DE DIOS, REY DS ESPAÑA Y DE LAS INDIAS, Y EN
SU &EAL NOMBRE LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO DE ASTU­
RIAS EN QUIEN RESIDE LA SOBERANIA MIENTRAS NO SBA'RESTI­
TUIDO AL TRONO DICHO SEÍÍOR.
A te n d ie n d o i la aptitud, fidelidad, putriotistmo^y circun*tanciii de w r fD tf
y^4rfy\
»»•#«¿P o tj /t% vc~ < r^ k a o t — r t e C + td a te t, J
Lo)
-»
f
mas •individuos de ¿1 y oíros quaksquiera que goien fuero m iliar obedecerán las órdenes que
por escrito 6 de palabra les diere del serviqo del^Eiército
Asturiano sin réplica ni dilación alguna. Y*admitimos el que
ftry a u r n t .
bal***,y /*íw r'yjM í< »i ¡ omc * -Por tanto manda i los Generales > Gobernadora de Armas,
y deroas Cabos mayores y menores, oficiales y soldado« del •
E icrcito defensivo Asturiano que ha levantado la Junta p»r*
• defensa d e la R alígion, d e e l R í t y de la P a tria , y m al su g e ,
tos ¿ su Jurisd icció n , le hayan y tengan por tal ti»«’
J l n t u a f e ------ y le guarden y hagan g u ardar la i honras,
gracias, preenúncnciaiuy exéociones que por ra te a de dicho
</* C ^ ^ C - ----->« tocan y deben ser guardada
bieo y cumplidamente : que asi es su voluntad. Dado en
Oviedo i -/■/»<-- dias del mes de
de mU octtocientos y ocho.
r j,
jn x U
1.—Alvarez Acevedo, benemérito de la Patria en grado heroico (1820). 2.—Su
nombre se escribirá en el Salón de las Cortes. 3.—La Junta Soberana del Prin­
cipado nombra General a D. Pedro de la Bárcena (Oviedo, 7-7-1808). 4.—El
Ministerio de la Guerra traslada a D. Pedro de la Bárcena su nombramiento
como Capitán General de Galicia (9-9-1820).
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
189
Aunque el principal motivo de nuestro trabajo haya sido poner
de relieve la tan repetida ascendencia asturiana de D. Félix Alvarez Acevedo, habida cuenta de que no conocemos Historia o estu­
dio alguno que, aparte de su alzamiento militar y muerte en 1820,
proporcione el más mínimo dato personal de figura tan influyen­
te en el devenir político de España, vamos a completar las noticias
biográficas ya expuestas con las que pudimos obtener del Archi­
vo General Militar (9).
Ya hemos visto que tendría D. Félix treinta años cuando en
1807 renunció a su beca en el Colegio de San Pelayo de Salamanca.
Por su Hoja de servicios sabemos que el 16 de enero de aquel mis­
mo año había ingresado ya en el Real Cuerpo de Guardias de Corps,
y que en el mes de julio del siguiente año estaba peleando contra
los invasores franceses. Pero, antes de entrar de lleno en esa Hoja
de servicios, hemos de referir cierta injusticia sufrida por él y por
sus oficiales en el segundo año de la Guerra, injusticia que tal vez
haya influido en su ulterior entrega a la causa liberal y constitucionalista.
Creado el Regimiento de Infantería de Línea de León, por or­
den del marqués de la Romana, el 24 de agosto de 1809 recibió
D. Félix de la Junta Superior de Armamento y Defensa de la pro­
vincia y reino de León, de la que era Comandante General D. Luis
de Sosa, los despachos interinos, que en su día habrían de ser con­
firmados por Su Majestad. Consecuentemente, las propuestas para
confirmarle a él y a sus oficiales fueron elevadas por D. Bernardo
de Escobar y Bernaldo de Quirós, como Regidor perpetuo de León
y Presidente de su Junta Superior de Armamento, al marqués de
la Romana, y por medio de éste, al Ministro de la Guerra D. Fran­
cisco Heguico y a su sucesor D. Eusebio Bardaxí, el cual las pasó
al Inspector General D. Joaquín Blake, que las habría aprobado
de no haberse entrometido «los hijos de Baeza [D. José] con otras
propuestas de un Regimiento formado por ellos y hecho entera­
mente a su antojo y al de su padre, para colocar en él sus parientes
y amigos, siendo así que el tal Regimiento para el que se proponía
la oficialidad no tenía ni aún un solo soldado», según consta en
la declaración de D. Bernardo Escobar fechada en La Granja de
Montes el 8 de septiembre de 1810.
(9)
Debo agradecer estos datos a la generosa colaboración del Coronel
del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional D. Pedro de la Llave
Alas.
190
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
Dicha declaración —en la que, por el contrario, se exalta el he­
roísmo con que el auténtico Regimiento de Voluntarios de León
había defendido a la bayoneta la plaza de Astorga— era consecuen­
cia de sendas solicitudes de Alvarez Acevedo al propio D. Bernar­
do Escobar (10) y a la Cuarta División del Ejército de la Izquier­
da (11) y a su Comisario 2.° D. Jacinto Botana (12) para que certi­
ficasen los servicios prestados en ella por el Regimiento a su man­
do y para que se compobase que las Listas de Revista contenían
los nombres de los verdaderos Jefes y Oficiales, y no los de los que
Baeza había introducido fraudulentamente para conseguir, según
expresión de D. Félix, «que el Consejo de Regencia premiase con
nuestro sudor y trabajo a sus amigos y favoritos».
Que la suplantación intentada contra Alvarez Acevedo no pros­
peró, al menos en toda su intención, se deduce del Real Despacho
por el que en 20 de febrero de 1816, siendo primer Jefe en comisión
del extinguido Regimiento de Infantería de Tuy, es declarado «Co­
ronel vivo de Infantería con la antigüedad de veinte y uno de Di­
ciembre de mil ochocientos doce, y goce de sueldo de mil doscien­
tos reales» que en el momento disfrutaba, concediéndole al propio
tiempo «agregación de tal Coronel vivo al de Granada en confor­
midad de lo resuelto en la Real aclaración de ocho de Junio úl­
timo».
Su Hoja de Servicios, cerrada en 15 de agosto de 1819 (seis me­
ses antes de su muerte), le declara natural de Otero de Curueño,
de calidad Noble, de salud quebrantada, valor acreditado, aplica­
ción mucha, conducta buena, estado soltero, y edad 41 años (en
realidad tenía exactamente cuarenta y tres).
Sus servicios —iniciados en 16-1-1807— eran los siguientes, con
expesión de años, meses y días:
En el Real Cuerpo de Guardias de Corps (1 año, 6 meses y 6
dias).
En el 8.° Tercio de Línea Voluntarios de León (0-0-19).
En el Regt0 de Línea 3.° Voluntarios de León (0-3-17).
En el Primer Batallón, 4.a División, Voluntarios de León
(0-3-29).
En el de Línea Voluntarios de León (1-10-4).
(10) Fechada en Torenb a 6-9-1810.
(11) La solicitud a la 4.a División está decretada al margen por Mahy, el
cual cita al Teniente Coronel D. Joaquín San Clemente como Ayudante en
funciones de Mayor General de dicha División.
(12) Fechada en Toreno a 26-8-1810.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
191
En el de Línea de Castilla (0-4-0).
En el de Línea de Benavente (1-1-22).
En el de Línea de Tuy (3-2-8).
En el actual Regt0 Infa Granada 15 de Línea (3-10-19).
Ese total de 12 años y 7 meses, en virtud de R.D. de 20 de abril
y R.O. de 11 de junio de 1815, fue aumentado a 18 años, 11 meses
y 17 días en consideración a los servicios prestados «desde el 2 de
Mayo de 1808 que entró en campaña hasta el 17 de Septiembre de
1814 que fue la paz».
Entre las campañas y acciones de guerra en que se halló, se
citan las siguientes: Durante la guerra con Francia, en la acción
de Rioseco (14-7-1808) y en las del punto avanzado del Cortijo (25
a 28 de octubre). Anteriormente, por ausencia del Comandante Ge­
neral D. Luis de Sosa, en los primeros días de junio de 1808, se
distinguió al mando de la travesía que se hizo, en tres noches con­
secutivas, desde la Puebla de Lillo hasta la Puebla de Sanabria por
los llanos de Castilla. En las acciones de la ciudad de León de 5 y
9 de agosto. En las de la plaza de Astorga de 1 y 2 de septiembre,
en que contrajo el mérito de haberse opuesto a la capitulación pro­
puesta por el general Sacanier. En la de la misma plaza, de 9 de
octubre, y en la de Castrogonzalo, el 8 de noviembre. En el sitio
de Astorga, desde 9 de marzo hasta el 21 de abril de 1810 en que,
al rendirse la plaza, fue hecho prisionero. Durante el sitio había
mandado la salida que se hizo para destruir los parapetos del ene­
migo sobre las Tejeras. Al cuarto día de caer prisionero logró fu­
garse de los franceses en Villalpando (24-4-1810) presentándose dos
días más tarde al General Mahy en .Villafranea del Bierzo. Tomó
patfte asimismo en la acción de Orbigo el 2 de julio de 1811. Por
su actuación en la defensa de Astorga fue condecorado con toda
la guarnición (R.O. de 6-11-10) y, a título personal, fue declarado
Benemérito de la Patria (R.O. 25-7-1811). Desde el 6 de julio de 1811
hasta el 28 de julio de 1812 fue Fiscal del Consejo de Guerra Per­
manente del 6.° Ejército, por designación del General Santocildes.
Cesó como Fiscal para tomar el mando del Regimiento de Tuy. Es­
tuvo en la retirada de Valladolid desde el 17 de agosto, que se in­
corporó en Castronuevo, hasta el Rabanal, retirada por la que las
tropas que la ejecutaron merecieron las gracias de la Orden Gene­
ral del Ejército. En fin, también se halló en la llamada retirada de
Burgos, emprendida el 21 de octubre por Portugal hasta Villaf ran­
ea del Bierzo, y en la acción de Villamuriel de 25 del mismo mes.
Lo que no puede recoger su Hoja de Servicios, cerrada, como
ya hemos dicho, en 15 de agosto de 1819, es la forma en que Ace-
192
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
vedo llevó a cabo seis meses después la sublevación de La Coruña
y la conquista de toda Galicia para la causa de la Constitución, ni
tampoco las detalladas circunstancias de su muerte, acaecida, muy
probablemente, el 10 de marzo de 1820, cerca de una enigmática al­
dea llamada Boruelo o Zabornelo (13).
Las Cortes, reconociéndole como «Comandante general que ha
sido del Ejército de Galicia en la gloriosa restauración del sistema
constitucional», declararon a D. Félix «Benemérito de la Patria en
grado heroico». Este Decreto, que parece ser de 23 de agosto de
1820, fue impreso por el Ministerio de la Guerra el 25 de septiem­
bre. Dos años más tarde, las propias Cortes (19-5-1822), incitadas
probablemente por el primo carnal de Alvarez Acevedo, D. Pedro
de la Bárcena, del que en seguida hablaremos y que a la sazón ocu­
paba la Inspección General de Milicias, decretan lo siguiente: «Se
inscribirá en el Salón de Cortes el nombre del benemérito de la
patria en grado heroico D. Félix Alvarez Acevedo». Este nuevo ho­
nor concedido a nuestro Coronel, también fue difundido por el Mi­
nisterio de la Guerra en impreso de 26 de mayo de 1822; pero el
hecho de que los ejemplares que conocemos de ambos impresos
sean precisamente los conservados en la Capitanía General de la
Isla de Puerto Rico, induce a sospechar que, tras la inmediata vuel­
ta al absolutismo por obra del capricho francés, hayan desapareci­
do los circulados por la Península, a fin de que el nombre de la
Constitución y el de Alvarez Acevedo cayeran más fácilmente en
el olvido.
No terminaremos este artículo sin dedicar alguna atención a la
figura del ilustre asturiano D. Pedro de la Bárcena y Valdevieso,
primo carnal de D. Félix María Alvarez Acevedo y, asimismo, hom­
bre constitucional y figura sobresaliente en la milicia y en la his­
toria española de la primera mitad del siglo XIX.
Nacido en Carreña de Cabrales el año 1768, era, pues, sólo ocho
años mayor que Félix María. Subteniente de Milicias en 1788, pe(13)
El nombre de esta aldea sólo lo hallamos en la nota biográfica que
publica el diccionario enciclopédico Salvat. D. Modesto de la Fuente, que se­
ñala la fatalidad por la que Alvarez Acevedo perdió la vida, nada dice de dón­
de ocurrió la desgraciada acción. Eugenia A stur , en su R ie g o (Oviedo, 1933),
tampoco aclara dónde murió el sublevado de Galicia que hizo triunfar el pro­
nunciamiento de su biografiado. El Diccionario Geográfico de Madoz no in­
cluye ninguna entidad de población llamada Boruelo ni Zabornelo.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
193
leó con el Ejército de Navarra contra la República francesa des­
de 1793 hasta 1795. Al estallar la Guerra de la Independencia, sien­
do Capitán, obtuvo en julio de 1808 el grado de Coronel; fue Bri­
gadier en 1809, y Mariscal de Campo en 1811, llegando a Teniente
General en 1816.
Durante la citada guerra de la Independencia él y el general Lo­
sada, por el occidente asturiano, tuvieron en permanente inquietud
a los imperialistas franceses con el mismo arrojo con que Porlier
los hostigaba por el oriente. Hasta el historiador francés André
Fugier, tan poco inclinado a ver algo más que altercados y deser­
ciones en nuestra resistencia, considera a D. Pedro de la Bárcena
como «uno de los mejores generales asturianos», si bien batido
siempre fácilmente por el francés Bonet (14).
Entre sus innumerables acciones de guerra en Asturias se se­
ñala la de Gera y Puelo (18-3-1811) en la que cayó gravemente he­
rido. Trasladado después a las provincias Vascongadas, destacó
especialmente, el 1 de agosto de 1813, en la acción del Puente de
Yanci (15), y en la celebérrima batalla de San Marcial se distin­
guió asimismo al mando de las tres Divisiones que formaban el
centro del cuarto ejército.
Triunfante en España la Constitución gracias a la sublevación
de Alvarez Acevedo, el 9. de septiembre del mismo año 1820 fue
nombrado Bárcena y Valdivieso Capitán General de Galicia en reconociminto a sus servicios y a «su conocida adhesión al sistema
constitucional». Desde dicho cargo fue elevado el propio año 1820
a la Inspección General de Milicias, llegando, en mayo de 1823, a
desempeñar interinamente el Ministerio de la Guerra.
Con motivo de su exaltación a la Capitanía General de Galicia,
el Ayuntamiento de Cabrales celebró una solemne misa, a la que
asistieron todos los párrocos del concejo, y más tarde «una opípa­
ra comida», al final de la cual se leyeron unas décimas compues­
tas por el Cirujano Valentín Ruiz (16). Ciertamente que ni en di­
chas décimas ni en el resto del diploma que las contiene son men­
cionados el absolutismo ni la Constitución, pero en el centro del
(14) F ugier , L a J u n t a S u p e r io r d e A s t u r i a s y la in v a s ió n f r a n c e s a , vol. I,
p. 44, Oviedo, 1931.
(15) Así figura e’n la Hoja de Servicios que tenemos a la vista. Carrasco
y S ayz, en su I c o n o - b io g r a fía d e l G e n e r a la to e s p a ñ o l (Madrid, 1901), p. 445,
señala “la batalla de Vitoria en 1813 y la de Tolosa de Francia en 1814”.
(16) “Has honori Excellentissimi Domini D. Petri de la Bárcena Ducis
Galetiani Generalis, humillisimus et cordialisimus subditus Balentinus Ruiz
Chirurgus Cabraliensis consecrat”.
194
JOSE RAMON TOLIVAR FAES
escrito, y bajo una espada, aparecen en latín estas intencionadas
palabras, tomadas del libro de Josué (Cap. X, ver. XXV): «No te­
máis y no os acobardéis, sed firmes y valientes, pues así tratará
Yavé a todos vuestros enemigos, contra los cuales combatís».
Pero los enemigos volvieron. La veleidad francesa esta vez era
anticonstitucional, y los Cien mil Hijos de San Luis implantaron
de nuevo, fácilmente, el absolutismo en España. No sabemos de­
talles de cómo el cambio político hubo de repercutir en D. Pedro
de la Bárcena, hombre que, por «su conocida adhesión al sistema
constitucional», acababa de asumir, como ya hemos dicho, el Mi­
nisterio de la Guerra.
Carrasco y Sayz, que en algunos momentos parece confundir
a D. Pedro con su homónimo hijo Bárcena y Ponte (17), dice que
«quedó indefinido de 1823 a 1831» y que «fue purificado en 1826
con destino al Ejército de Castilla la Nueva» (18). También seña­
la que en 1835 cedió al Estado parte de sus sueldos mientras dura­
se la guerra carlista.
—o—
(17) D. Pedro de la Bárcena y Ponte 'nació en Cabrales en 1802. Cadete
supernumerario del Regimiento Prov. de Oviedo (8-8-1808) acompañó, como
tal, a su padre en la campaña. Subteniente de Milicias (Sept. 1816). Teniente
coronel de Milicias y Capitán de Infantería (Enero 1837). Coronel de Milicias
mandando el Provincial de Oviedo (Enero 1838). Coronel de Infantería por
méritos de guerra (Mayo 1839). Coronel de la Guardia Civil (Sept. 1844). Bri­
gadier de Infantería (11-12-1848) y Mariscal de Campo (27-8-1856). Destacó
en Asturias durante la guerra de la Independencia, y én la campaña del Nor­
te en la Carlista (1834-36). Gravemente herido, cayó prisionero en 1835. Can­
jeado, volvió a esta campaña y a la de 1838 y 1839. Fue el primero en entrar,
con su Regimiento, en las trincheras de Guardamino, y peleó en Aragó’n has­
ta la toma de Morella. En 1843 tomó el mando del Provincial de Palencia. Fue
Gobernador Militar de Gerona (1857) y de Barcelona (1859), Gobernador Mi­
litar i’n terino de Madrid en 1859, 1860 y 1863, y Capitán General de Canarias
(1865-1866). Poseía desde 1835 la Cruz de 1.a Clase de San Fernando por sus
méritos en las acciones de Elzaburu y Meseta de las Rameas. Falleció en Cimiano, parroquia de Panes, el 25-10-1873. Con Bárcena y Ponte se extinguió el
apellido de esta rama de los Bárcena, pues tuvo D. Pedro sólo dos hijas: Do­
lores y Arsenia, la primera de las cuales casó con César Canella y Secades,
hermano mayor del insighe D. Fermín.
(18) La aludida confusión es evidente cuando atribuye a D. Pedro hijo la
Inspección General de Milicias en 1821, año éste en que realmente la asumió
su padre. Bárcena Ponte, en aquel momento, era sólo un Subteniente de die­
cinueve años.
EL CAUDILLO CONSTITUCIONAL D. FELIX MARIA ALVAREZ ACEVEDO
195
Todas las circunstancias que dejamos comentadas nos hacen
presumir que en la prontitud y entusiasmo con que Oviedo honró
la memoria de D. Félix María Alvarez Acevedo hayan influido po­
derosamente su ascendencia asturiana (19) y la consideración a
su primo carnal y cabraliego ilustre D. Pedro de la Bárcena y Val­
divieso, militar de alto prestigio y, como él, partidario del régimen
constitucional. Asimismo pensamos que tan cercano parentesco no
habrá dejado de influir en la designación de D. Pedro como Ca­
pitán General, precisamente de Galicia, el 9 de septiembre de 1820,
a los seis meses exactos de haber caído muerto Alvarez Acevedo,
y cuando Fernando VII era ya el primero en conducir a España
«por la senda Constitucional».
(19)
Entra, incluso, dentro de lo probable que el canónigo Suárez del Vi­
llar que pronunció la oración fúnebre por Alvarez Acevedo perteneciese a la
misma Casa de Villar de la que el propio D. Félix descendía por lí'nea ma­
terna.
Madoz da a D. Pedro los apellidos Sánchez de la Bárcena, apellidos que en
ningún documento hemos podido hallar justificados. Asimismo le atribuye un
ilustre hijo, al que llama D. Ramón Sánchez de la Bárcena, coronel “que mu­
rió heroicamente en las calles de Barcelona en diciembre de 1842”. Tuvo, efec­
tivamente, Bárcena y Valdiviso un hijo llamado D. Ramón, que en 16-6-1822
era pretendiente a plaza de Alumno en el Colegio Nacional de Artillería de
Segovia y que en 6-9-1826 había sido nombrado Alférez de la Guardia Real de
Infantería (papeles de la Casa de Berodia). Lo extraño es que Madoz no cite
a D. Pedro de la Bárcena y Ponte, que, precisamente, llegaría a ser años des­
pués (1859) Gobernador Militar de Barcelona, y que al publicarse el Dicciona­
rio (1845-1850) era ya un coronel disti’nguido.
EL CONCEJO DE ALLANDE (DEPARTAMENTO DE
BERDUCEDO), SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
POR
ANTONIO GARCIA LINARES
Hasta las reformas administrativas y judiciales del siglo XIX
el Departamento de Berducedo constituía el segundo partido de
Allande (1) y comprendía la zona conocida por «Tras del Palo» o
«Tras la Sierra».
En la época romana pertenecería al convento lucense (2), como
sigue dependiendo eclesiásticamente al Arciprestazgo de Grandas.
Sus habitantes conservan ciertas peculiaridades, como es el hecho
de practicar el gallego-asturiano (3), o en los aspectos costumbristas
(4) y folklóricos (5), desafortunadamente en franco retroceso.
La importancia del Departamento, en el conjunto del concejo
allandés, es relevante, no solamente por que venía a representar la
mitad superficial del mismo, sino también por su aportación eco­
nómica y humana. Baste anotar que el ganado vacuno lo formaban
(1) Véase: A n t o n io G a r c ía L in a r e s , E l C o n c e jo d e A lla n d e , s e g ú n e l C a ­
en el “Boletín del Instituto de Estudios Asturianos”, Ovie­
do, 1980; número 101, pp. 549-573.
(2) J o s é M a n u e l G o n z á l e z , E l s e c to r lu c e n se d e l lito r a l a s t u r ia n o e n la
a n t ig ü e d a d . En A r c h iv o E s p a ñ o l d e A r q u e o lo g ía . 1952, número 86, pp. 1-9.
t a s tr o d e E n s e n a d a ,
(3) C e l s o M u ñ iz ,
a s t u r ia n o d e A lla n d e
E l H a b la d e l V a lle d o r — E s t u d io d e s c r ip t iv o d e l g a lle g o
(A s t u r i a s — E s p a ñ a ) . Academische Pers. Amsterdam, 1978.
(4) C e l e s t in o V a l l e d o r , C o s tu m b r e s j u r í d i c a s y e c o n ó m ic a s d e l m u n ic i­
En A n a le s d e la U n iv e r s id a d d e O v ie d o , t. III, pp. 29-44.
(5) M a n u e l A l v a r e z R ic o , D e l fo lk lo r e d e A lla n d e . BIDEA, números
XXX, XXXIII y XX XXXVII (1957-58 y 59).
p io d e P o la d e A lla n d e .
198
ANTONIO GARCIA LINARES
3.954 cabezas, 7.009 el lanar, 5.700 el cabrío, 3.332 el de cerda, y que
las colmenas y enjambres sumaban nada menos que 4.485, sin te­
ner en cuenta las habituales ocultaciones.
En este tiempo —año 1753—, según los datos del Catastro, de
una población total para el término municipal de 1.286 vecinos,
que representan aproximadamente 6.430 habitantes, el Departa­
mento de Berducedo con 718 vecinos llegaba al 55,83 por ciento de
la misma. Su número de habitantes andarían por los 4.590, que
contrastan con los que proporciona el Padrón de Habitantes de 1981
(6), que da una población, de hecho, para la zona de 1.005, lo que
supone solamente el 29,33 por ciento del total municipal.
Es interesante contrastar la respuesta que proporciona la pre­
gunta 15 del Real Interrogatorio. Por ella vemos que la dependen­
cia de las Parroquias del Valledor y Santo Millano al Deán y Ca­
bildo, y la de Santa Coloma al Colegio de San Vicente de Oviedo.
Ello tiene su origen, para las primeras, en las donaciones de Fruela, hijo de Alfonso III, del año 912 y Tructinus Veremudez, del 972,
a la iglesia de Oviedo (7); y, en cuanto a Santa Coloma, en el acuer­
do suscrito por María Farfona, pobladora de Santa María de His,
con el abad de San Vicente Don Rodrigo, en 1.118 (8). Por otra par­
te las pertenencias de otras instituciones eclesiásticas eran impor­
tantísimas, como son el Monasterio de San Juan de Corias, mayor
(6) Los datos provisionales del Padrón de Habitantes, con referencia al
1 de marzo de 1981, dan una población de derecho de 3.692 habitantes y 3.426
de hecho (Archivo Municipal de Alla'nde).
(7) S a n t o s G a r c ía L a r r a g u e t a , C o le cc ió n d e d o c u m e n to s d e la C a t e d r a l
d e O v ie d o . Oviedo, 1962. Documentos números 20 y 28.
Sobre el dominio de la iglesia de Oviedo en Allande y su formación, véa­
se: J u a n I g n a c io R u iz de la P eñ a , S o b r e la fu n d a c ió n d e la P o la d e A lla n d e
y s u c a r t a p u e b la , BIDEA, XXIII, pp. 417 y ss.
(8) P ed r o F l o r ia n o L l ó r e n t e ,
C o le c c ió n d ip lo m á tic a d e l M o n a s te r io
de
Oviedo, 1968, p. 541.
En 1202, Lope Sanxiz, hijo de María Petri Farfo'na, pobladora de Santa Ma­
ría de His, dió a Corias su pertenencia de Is e (L ib r o R e g is tr o d e C o r ia s . Ovie­
do, 1950, tomo I, p. 74); y en 1.214 varios parientes reconocen haberse intru­
sado en la tenencia de Santa María de Ys, heredad de San Vicente de Ovie­
do, que tenían de su madre Farfona (Luciano Serrano, C a r t u la r io de S a n V i­
c e n t e ; números 227, p. 298).
Véase también, J u a n I g n a c io R u iz de la P eñ a , F u e r o s a g r a r i o s a s t u r ia n o s
d e l s ig lo X I I I , en A s t u r ie n s ia M e d ie v a lia , 4. Oviedo, 1981, donde se estudia la
Carta de Folguera de Hedrados, de 1.265.
En las Respuestas Particulares del C a t a s t r o , cuyas copias se conservan en
el Archivo Municipal de Allande, se censan como propiedades de Sah Vicen­
te de Oviedo los términos de los lugares de Is y Rebollo; las tres cuartas par­
tes, a monte y villa, de Santa Coloma, y aparece como mayor interesado con
S a n V ic e n te d e O v ie d o .
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
199
hacendado del concejo (9), y los hospitales, en el Camino de San­
tiago, de Fonfaraón, Valparaíso, Montefurado, Lago y Berducedo
(10), que con «unos pocos» particulares amayorados (11) acapara­
ban el dominio directo del territorio allandés.
La transcripción que ofrecemos se contiene en las Respuestas
Generales que se conservan en el Archivo General de Simancas, Di­
rección General de Rentas, en el libro 376, folios 89 al 145 vuelto.
El texto, en castellano actual, es el siguiente:
ocho y media partes o varas de las veinticuatro que comprendía el lugar de
Bustantigo (Segundo Partido, tomo 5.° Eccs, folios 450 y ss.).
Los vecinos de estos pueblos venían pagando cierta cantidad de o'nzas de
cara sin labrar, como pensión inalterable, por el dominio directo, en “los al­
tos y bajos, brevos y mansos, arroto y por arromper, tierras, prados, árboles
de fruto y sin él, a monte, fonte y villa”. En virtud de las leyes desamortizadoras, al considerar esta pensión como canon perpetuo y de carácter foral pa­
saron al Estado y se procedió a la venta del censo, viniendo así a pertenecer la
mencionada pensión a D.a Josefa Antonia Alvarez Arenas. Esta testó en 2 de
noviembre de 1862 a favor de sus sobrinas, redimiendo la pensión los pagado­
res y dueños del dominio útil en 1865 (Protocolos del Notario de Oviedo D.
Angel González Rúa).
(9) Las propiedades de Corias que aparecen en el C a t a s t r o (tomo citado,
folios 462 y ss.) son las siguientes:
Lugar de Villar de Castañedo, entero. Lugar de San Pedro, entero. Santo
Millano, nueve porciones de sese'nta y dos en que se dividían sus términos.
Vallinas, una cuarta parte. Riodevillar, cuatro porciones y una octava de otra.
Herías, mayor interesado con cuatro porciones de las dieciséis en que se di­
vide. Na vedo, mayor interesado con seis de dieciocho. San Salvador, mayor
interesado en veinticuatro de cuarenta y ocho. Collada, meYior interesado con
cinco de treinta y seis. Términos de Valle, incluso en Collada, tenía cinco por­
ciones de treinta. Lugar de Villalaín, cuatro porciones de dieciocho. Villanueva, una de once. Cortiollo, seis y media de veinticinco. Engertal, entero. Ba­
rras, mayor porcionero con quince de veinte. Aguanes, porción a monte y vi­
lla. Monte de la Abadía, entero. Fbnteta, cuatro porciones y tres cuartas par­
tes de otra de veinte en total. Tremado y Villasonte. En la parroquia de Ber­
ducedo, la Braña de Buelle. Y en la de Sa'nta Coloma: Llaneces, con once por­
ciones o varas de veintiocho; Arbeyales y Puentenueva, con cinco de treint?
y siete; Vallinadosa, con una y media de cuatro, y Meres, Sellón y Bustel, ir
tegramente.
(10) Pertenecían a los Hospitales de Fonfaraón y Valparaíso, de'ntro dei
Segundo Partido, el lugar de Paradas, del que era el mayor interesado con
trece porciones y cuarta parte de otra de un total de veintiséis, en que se di­
vidían sus términos. Riolongo, con cuatro porciones y media de las cinco y
media en que se partía y dividía. Así como también poseían bienes en Llane­
ces, Bojo (entero), Beberaso, San Emiliano y Murías (CME, tomo citado; fol.
528 vt° y ss.).
El Apeo de los bienes del Hospital de Montefurado se realizó en 1747 por
D. Juan Antonio Díaz Trelles, Cura de Lago, bajo el testimonio de Juan Sol
ANTONIO GARCIA LINARES
200
DEPARTAMENTO DE BERDUCEDO, EN EL CONCEJO DE
ALLANDE
Copia de las Respuestas Generales.
En el lugar de Berducedo, concejo de Allande, a doce días del
mes de noviembre año de mil setecientos cincuenta y dos años,
juntos con mí escribano comisionado para lo que expresará, don
Antonio Victoria Ladrón de Guebara, Juez por el estado noble en
Queipo, ordenado por auto de visita del Ldo. Vicente García de la Peña. Se
describen los montes, términos y brañas pertenecie'ntes al Hospital, así como
las propiedades de Corondeño, Tamagordas, Villadecabo, Santo Millano, Vi­
llanueva, Fonteta y La Pola (véase testimonio de D. Francisco Cantos Alber­
tos, Notario de Pola de Allande, en 11 de abril de 1958).
En 13 de mayo de 1850, Don Bartolomé Hermida, Gobernador de esta pro­
vincia, a’n te el escribano Don Pedro Suárez Bárcena, de la ciudad de Oviedo,
aforó perpetuamente a D. Fernando López Magadán, D. Juan López Magadán
y D. Juan Menéndez, vecinos de Montefurado, los bienes rústicos y urbanos,
rentas, censos y demás pertenecientes al Hospital Alberguería de Sa’n tiago de
Montefurado. A Don Francisco Collar, vecino de la parroquia de La Pola, los
de la Alberguería de Valparaíso, y a Don Ramón Fernández Ronderos, los del
Hospital de Fonfaraón, con sus casas o edificios y capillas, que respectivamen­
te tenía'n estos tres establecimientos piadosos con la c o n d ic ió n d e q u e h a n d e
s e g u i r d a n d o a l b e r g u e r ía a lo s tr a n s e ú n te s y c a m i n a n t e s ; q u e c a d a d ie z a ñ o s
h a n d e h a c e r n u e v o re c o n o c im ie n to y o b lig a c ió n d e c u m p lir con o t r a s p e n s io ­
n e s y a d e m á s con la o b lig a c ió n d e c o m p o n e r y r e p a r a r lo s c a m in o s e n lo s
t r á n s it o s in m e d ia t o s a lo s H o sp ita le s , m a r c á n d o lo s co n s e ñ a le s q u e s ir v a n de
g u ía , s a l i r p o r la s n o c h e s con lu c e s lla m á n d o lo s e n a l t a s y r e p e t id a s v o c e s a
lo s t r a n s e ú n te s , d e ja r de n o ch e u n f a r o l e n c e n d id o e n la p a r t e d e f u e r a d e lo s
e d ific io s e n lo m á s a lto d e él, s u m in is t r a r to d o e l a u x ilio n e c e s a r io a lo s t r a n ­
s e ú n te s , p a r a c o n d u c irlo s a la A lb e r g u e r ía , a l b e r g a r e n la c a s a a to d o c a m i­
n a n te a c u a lq u ie r h o ra d e l d ía o de la n o ch e q u e lle g u e , d a r le s fu e g o p a r a c a ­
le n ta r s e , lu z, s a l y le c h o p a r a d e s c a n s a r , s in e x i g i r l e s p a g a p o r e s t a s f a t ig a s .
(Registro de Hipotecas de Grandas, libro 3.°, folio 204, y testimo'nio del Nota­
rio de Tineo, D. Mariano Collado Soto, en 31 de octubre de 1960).
(11> rDon Fernando Mathías Mon y Valledor, vecino de San Martín de
Oseos, descendiente de la Casa Solar del Valledor (CME; Pdo. 2.°, tomo 4.°, fol.
2437-2496).
El Conde Marcel de Peñalba, titular del Señorío de Allande, y heredero del
Contador Rodrigo de la Rúa (Id. id. fol. 2496 vto. 2540).
Don Diego de Sierra y Salcedo, vecino de Llamas del Mouro. Titular de los
■después cdnocidos “Bienes de Colón”, por compra que su casa había hecho,
en 1705, a Don Sancho de Miranda, Marqués de Valdecarzana. Estas propieda­
des se había desmembrado de la Casa de Cienfuegos en la dote que, el Corre­
gidor Gutierre González de Cienfuegos y su tercera esposa Doña María de
Miranda, habían dado a su hija Doña Leonor (t 1599), al contraer matrimonio
con Lope de Miranda y Valdés (t 1626). (Id. id. fol, 2541-2558).
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
201
este concejo, don Albaro Fernández Valledor, don Joseph Fernán­
dez Valledor, Electores de Justicia que como tales por razón de su
privilegio gozan el de regidores en él; don Rodrigo García Allande,
procurador por el mismo estado noble; Juan Sol Queipo, escribano
de Ayuntamiento en este dicho concejo, don Joseph Martínez Osorio cura propio de esta parroquia por sí y los demás de este De­
partamento, Domingo Fernández, Antonio Pacho, vecinos de esta
parroquia; Phelipe de la Mesa, de la de Lago, y don Bernardo Fer­
nández Sierra que dijo hallarse ausente de este concejo, Joseph
Sol, Domingo Rodríguez Cuerbo de la parroquia del Valledor; An­
tonio Garzía y Luis de Alba de la de Santa Coloma; Fernando de
Allande y Valledor y Juan de Villanueva de la de Santo Millano;
Ambrosio de la Rúa por sí y Antonio Garzía Valledor ambos de la
de Erías, que dijo no haber podido llegar hasta ahora de su casa
en obedecimiento del precepto que se le impuso; que así dijeron
ser y llamarse y lo confirma por conocimiento de sus personas el
referido escribano de Ayuntamiento, y que unos y otros habían si­
do nombrados por peritos agrimensores para el reconocimiento de
los términos, granjerias, artefactos y demás que incluyen dichas
parroquias por el expresado don Antonio Victoria; e instruidos de
lo que debían ejecutar, de todos los cuales, a excepción de dicho
cura, recibí juram ento en debida forma, bajo del cual prometieron
decir verdad, satisfaciendo a las cuarenta preguntas del Real Inte­
rrogatorio de la letra A, según su leal saber y entender, particular­
mente después de haber reconocido los términos de este Departa­
mento, sus casas, granjerias, artefactos y más que incluye compren­
dido en dicho Real Interrogatorio, y cada una de sus preguntas
con la explicación necesaria, y encargados de todo con la represen­
tación de la grave perpetuidad de la materia y que nuestro Rey y
Señor (que Dios guarde) tiene acción para ser mantenido y armado
con las contribuciones de sus vasallos, según Leyes divinas y hu­
manas. y que en esta cierta inteligencia era materia dos veces gra­
ve perjudicar a sabiendas los derechos de la Real Corona y faltar
a la religión del juramento, de todo lo cual enterados dijeron:
1.a) A la primera pregunta dijeron, que los términos de que se
hace esta operación y lugares que incluyen son y se nombran las
Parroquias de Berduzedo, Lago, el Valledor, Santa Coloma, Santo
Millano v Erías, inclusas en el concejo y jurisdicción de Allande.
2.a v 3.a) A la segunda v tercera preguntas, que en cuanto a lo
que se contienen se remiten a lo que resulta de las respuestas ge­
nerales recibidas por el Subdelegado, don Antonio Albarez Barragaña, que operó en la capital de este concejo y su departamento.
202
ANTONIO GARCIA LINARES
4.a) A la cuarta, que en los términos de las seis parroquias ex­
presadas que comprende esta operación hay trece especies de tie­
rra que son:
1.a—Tierras de labor que sin descanso y alternando producen
escanda, trigo, centeno y nabos en los mismos años que estos tres
frutos, y sucesivamente maíz mezclado con habas blancas y mijo.
2.a—Tierras de labor que por desidia y falta de abono descansan
un año y producen centeno en el que se siembra, y las que son de
esta calidad no producen otro fruto.
3.a—Tierras de labor que descansan diez años, manteniéndose
uno rotas, de las que producen trigo y otras centeno según su cali­
dad.
4.a—Tierras que descansan veinte y fructifican dos años segui­
dos, en el primero trigo o centeno, según su calidad, y en el segun­
do avena.
5.a—Tierras que con descanso de treinta años producen como
las antecedentes.
6.a—Tierras que con descanso de cuarenta solo fructifican uno,
trigo o centeno, según su calidad, quedando todas en los interme­
dios en abertal con el beneficio de pasto a diente y entendiéndose
incultas los años de su producción en los del descanso.
7.a—Prados de regadío de dar yerba y paciones y lo mismo de
secano.
8.a—Tierras de solo pasto en abertal propias de particulares.
9.a—Tierras con plantío de viñas.
10.a—Tierras con plantío de castaños.
11.a—Tierras con plantío de árboles frutales que son nogales, pe­
rales, manzanales, cerezos, higueras, niseros, guindales, pescales.
12.a—Tierras con plantío de robles, horneros, y pládanos en mon­
te alto y orillas de río propias de particulares, a quienes ni a los
habitadores no rinden otra utilidad o frada que el aprovechamien­
to de la leña necesaria para la manutención de sus casas.
13.a—Tierras de peñas innaccesibles y matorrales sin uso ni apro­
vechamiento alguno.
Y se nota que aunque se siembran las especies de lino y cáñamo
no hay tierra alguna destinada para ella ni alternan con otro fruto
de los expresados, solo si el vecino que tiene tierras aparentes para
esta semilla siembra, el año que lo necesita o tiene por convenien­
te, un controzo ya en esta ya en la otra sin que a este modo de
sembrar puedan dar fija costumbre, alternatura o producción, solo
si la regular con la sementera del trigo, en la misma forma pro­
ducción y utilidad que este fruto. Que las tierras que fructifican
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
203
sin descanso es en fuerza del sumo trabajo y abono, con que les
benefician sus dueños o llevadores, sin que haya alguna en el tér­
mino, de dichas seis parroquias, que produzcan al año dos frutos
a no ser las que se siembran a trigo, centeno o escanda que levan­
tados estos tres frutos producen el de nabos como dicho és.
5.a) A la quinta, que las tierras que llevan declaradas son de
primera, mediana e ínfima calidad y que en estas mismas piezas
hay diferencia en su producto en la forma siguiente: En las de
Santo Millano, Santa Coloma, Erías y Berducedo, en la tierra de
buena calidad se siembra el fruto de trigo, escanda y centeno al­
ternando, y en los mismos años, el de nabos levantados los ante­
cedentes expresados, y sucesivamente maíz mezclado con habas;
en las del Valledor y Lago los mismos frutos a excepción de escan­
da. En todas, excepto en las de Berduzedo y Lago, en la tierra de
mediana calidad se siembra en alternativa las especies de trigo, cen­
teno y maíz mezclado con habas y nabos en los dos años que las
primeras; en dichas dos parroquias de Berduzedo y Lago las de
centeno, maíz y habas mezcladas y nabos en los mismos años que
el centeno. En todas dichas seis parroquias, en la tierra de ínfima
calidad se siembra centeno y mijo alternando. En las tierras que
por desidia y falta de abono descansan un año y fructifican otro
se siembra el fruto de centeno. En las que fructifican de diez en
diez, trigo en la de mediana calidad, y centeno en la de ínfima. En
las que fructifican de veinte en veinte y de treinta en treinta, se
siembra en las de mediana calidad trigo en el primer año de su
rotura y avena en el siguiente, en las de ínfima solo centeno como
las antecedentes. En las que producen de cuarenta en cuarenta
años se siembra trigo en la de mediana calidad, y centeno en la
de ínfima. Y se nota que solo en la parroquia de Berduzedo se
siembra el fruto de avena que queda expresado, como también en
las de Lago y Santa Coloma, sin que en ninguna otra de este De­
partamento los bravos que descansan, como dicho es, fructifican
dos años seguidos, todos después quedan para pastos de ganado.
6.a) A la sexta, que en el término de dichas seis parroquias
hay plantío de árboles frutales que son: nogales, perales, manza­
nos, cerezales, higueras, nisales, guinda y pescales, y otros no fru­
tales como son robles, viñedos y pládanos.
7.a) A la séptima, que algunos de los mencionados árboles se
hallan plantados en los cierros de las heredades y prados, por su
mayor defensa y seguro. Otros fuera y en las márgenes y los demás
dispersos por todo el término.
204
ANTONIO GARCIA LINARES
8.a) A la octava que se refiere a las antecedentes, pues aunque
en el término de este Departamento hay diferentes árboles, así fru­
tales como no frutales que se hallan formados en las hileras, no
es que lo estén arreglados a planturías, sí porque lo permite la
situación del terreno que ocupan, que está denotado ser accidental
en este modo de planturía y no a reglamento o planturía.
9.a) A la novena, que la medida de tierra de que usa en el
término es por emina, media emina, cuartas, medias cuartas, chopines y pucheras, y que al territorio o heredad que se siembra con
dicha emina llaman días de bueyes, que consiste en cuarenta va­
ras de frente y ochenta de fondo, y por lo perteneciente a viñas es
la común regulación por hombres de cava, que cada cinco de estos
componen un día de bueyes de la antecedente medida; y que en
los términos que este ocupa se siembra tres cuartas de trigo, cua­
tro y media de centeno, una y media de maíz mezclado con habas
y de estas medio chopín, una cuarta de mijo, seis de avena, seis
de erga que deja en limpio secándola en el pilón, dos de escanda y
un cuartillo o puchera de nabina; y se nota que la medida que lla­
man emina en este Departamento compone seis copines de la ciu­
dad de Oviedo y un choupín más que la fanega castellana, en cuyo
supuesto viene a faltar a esta para componer la emina un chupín.
10.a) A la décima, que en el término que ocupan las seis pa­
rroquias de este Departamento hay treinta y seis mil novecientos
y veinte días y medio de bueyes, de los cuales ciento cuarenta y
ocho son tierras de labor de buena calidad, quinientos noventa y
ocho de mediana, y mil quinientos treinta y dos de ínfima, que
unos y otros fructifican en alternancia y sin descanso; ciento y
diez de tierras que producen con descanso de un año ínfima ca­
lidad; de tierra brava que fructifica con descanso de diez años,
setenta y dos días de mediana calidad y ochenta y siete de ínfima;
de la que fructifica con descanso de veinte años, ciento y cuarenta
y dos días de mediana calidad y ciento setenta y siete de ínfima;
y de la que fructifica con descanso de treinta años, ciento y veinte
y seis de mediana calidad y ciento setenta y siete de ínfima; y de
la que fructifica con descanso de cuarenta años, ciento treinta y
ocho de mediana calidad, y ciento ochenta y siete de ínfima. De
prados de regadío, cincuenta y nueve días de bueyes de buena ca­
lidad; ciento y once de mediana y ciento y quince de ínfima. De
prados de secano sesenta y dos días de buena calidad, ochenta y
tres de mediana y ciento setenta y cuatro de ínfima. De tierra con
plantío de viña, siete días de bueyes de buena calidad, veintidós
de mediana calidad y setenta y tres y medio de ínfima. De tierras
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
205
con plantío de castaños, mil ciento y diez y nueve. De tierras con
plantío de todos árboles frutales, que van mencionados, cincuenta
y dos días y medio de bueyes en esta forma: de pescales uno y tres
cuartas partes; de perales cuatro; de manzanales cinco; de nogales
tres y cuarta parte; de higueras catorce y medio; de cerezales diez
y nueve y cinco octavas partes; de nisares cuatro; de guindales
tres octavas partes. De tierra inculta por naturaleza que solo sirve
para pasto de los ganados, diez mil días de bueyes; de igual cali­
dad y con el mismo aprovechamiento con plantío de robles cha­
parros y otros árboles silbestres seis mil, y de peñas líquidas sin
uso ni aprovechamiento mil ochocientos y cincuenta. Y se nota
que las antecedentes medidas de tierras en la forma que van ex­
presadas son las que su leal saber y entender hay en dicho término,
y a mayor abundamiento y para mejor claridad se remitan el re­
conocimiento particular que de todo él se ha hecho por los peritos
agrimensores nombrados por el Juez Subdelegado y quienes asis­
tieron los oficiales de su oficina, haciendo las correspondientes
anotaciones y medidas con las que se conforman.
11.a) A la once, que en el término de dichas seis parroquias se
cogen las especies de frutos que dejan dicho en la cuarta respuesta,
con más el de castaña verde y de que parte de esta se seca a fuego.
El de pera, manzana, nuez, higos, piescos, cereza, niso y guinda.
12.a) A la doce, que el día de bueyes que en el término de to- *
das las parroquias de este departamento, se siembra y beneficia
como dicho es, produce con una ordinaria cultura en esta forma.
En las de Santo Millano, Erías y Santa Coloma, el día de bueyes
de buena calidad produce, en cada un año, cuatro eminas de trigo,
tres de escanda, cuatro de centeno, nueve de maíz y tres cuartas
de habas mezclado, cuatro carros de nabos y la misma porción
de nabina con que se siembra. En las de Lago y Berduzedo, cuatro
eminas de escanda, cuatro de centeno, cinco de maíz y media emina de habas mezcladas, cuatro de trigo y los mismos nabos y na­
bina que las antecedentes; y en la del Balledor, tres y media de
trigo, cinco de centeno, ocho de maíz con dos cuartas y media de
habas mezclado y los mismos nabos y nabina que las antecedentes.
Las tierras de mediana calidad producen el día de bueyes en las
parroquias de Berduzedo y Lago, tres eminas de centeno, dos de
maíz con una cuarta de habas mezclado, dos carros de nabos y la
misma porción de nabina con que se siembra. En la del Balledor
dos eminas y media de trigo, cuatro de centeno, seis de maíz con
dos cuartas de habas mezclado, y los mismos nabos y nabina que
la antecedente. En las de Santo Millano, Erías y Santa Coloma,
206
ANTONIO GARCIA LINARES
tres eminas de trigo, tres de centeno, seis de maíz con dos cuar­
tas de habas mezclado, y los mismos nabos y nabina que las an­
tecedentes. El día de bueyes de ínfima calidad, en la parroquia
del Valledor, dos eminas de centeno, una y media de mijo. En las
de Berduzedo y Lago, dos de centeno y dos eminas de mijo; y en
las de Santa Coloma, Santo Millano y Erías, dos de centeno y dos
y medio de mijo. En todas las seis parroquias, el día de bueyes que
fructifica con descanso de un año, produce tres eminas de cente­
no. El que fructifica con descanso de diez, cuatro eminas de trigo
en la mediana calidad y tres de centeno en la de ínfima. Los que
fructifican con descanso de veinte o treinta, cuatro eminas de tri­
go en la mediana calidad y al siguiente año cuatro de avena, y el
de ínfima tres de centeno. El que fructifica con descanso de cua­
renta, cuatro eminas de trigo en la de mediana calidad y tres de
centeno en la de ínfima. Un hombre de cava de viña, en todo el
término, produce en la tierra de buena calidad, produce una cán­
tara de vino en la de mediana, media y una cañada en la de ínfi­
ma. El día de bueyes de prado regadío de buena calidad, un carro
de yerba, pación de otoño y primavera; el de mediana, un carro
de yerba y pación de otoño, y el de ínfima calidad, medio carro y
pación de otoño. El día de bueyes de prado secano en tierra de
buena calidad, un carro de yerba y pación de otoño, en la de me­
diana medio carro y pación de otoño, y en la de ínfima cuarta
parte de carro sin pación. Y que en cuanto a la regulación de la
utilidad y producto de las tierras y términos que solo sirve a diente
por consistir esto en pasto general, no hacen su regulación en la
pregunta. Y se nota que la estimación y fruto de vino es igual al
mosto por no aprovecharse de él hasta que cocido en las tinas se
exprime en los lagares, que lo es en todo vino después de encubado.
13.a) A la trece, que los árboles frutales que dejan dicho en
la pregunta sexta y los de los sotos expresados en la décima, se
hallan plantados parte de ellos en las márgenes y cierros de las
heredades y los más dispersos por el término, unos y otros sin
orden ni reglas de planturía por hileras y con la correspondiente
distancia, en cuyo supuesto si se redujesen a ellas, el día de bue­
yes de cuarenta varas de frente y ochenta de fondo o costado le
ocuparían veintiún pies de árboles mayores o de copa y cincuenta
y siete de árbol menor, por lo que considerando a todo árbol fru­
tal plantado en tierra de mediana calidad para fructificar, regulan
su respectivo producto en la forma siguiente: el día de bueyes plan­
tado de castaños cinco eminas y una cuarta en cada un año, y ha­
biendo el estilo de secarlas a fuego para su mejor conservación
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
207
las cinco eminas y cuarta, producto de un día de bueyes, viene a
quedar en una emina, una cuarta y un chupín secas. El día de
bueyes plantado de higueras, en la misma forma, produce en cada
un año dos eminas. El plantado de nogales ocho, y los menciona- *
dos árboles son los que llaman mayores o de copa. El día de bueyes
plantado de pescales rinden a seis eminas en cada un año. El de
perales catorce y media, y el de manzanales veinte y descansando
como descansan entre dos años uno, viene a quedar reducido el
producto del día de bueyes plantado de perales a siete eminas y
cuarta en cada un año, y el plantado de manzanales a diez. El día
de bueyes plantado de cerezos y el plantado de nisos, rinden ocho
eminas cada uno, y el plantado de guindas cuatro. Y mediante a
que los montes de robles no producen frada alguna como ni tam­
poco otro árbol infructífero ni rinden más utilidad que la que
queda dicho en la cuarta respuesta no se le regula producto alguno.
14.a) A la catorce, que el producto que regularmente en las
parroquias de este departamento la emina de trigo, la de escanda,
la de habas y la de castaña seca, son catorce reales cada una, la
de centeno once, la de mijo ocho, la de maíz nueve, la de avena
cinco, el carro de nabos cuatro, el cuartillo de nabina diez y siete
maravedís, la cántara de vino (que es igual a la de Castilla) y una
cañada la cuarta parte de esta, ocho reales. El carro de yerba diez
y ocho reales, y las paciones que produce de primavera y otoño seis
reales cada una. La emina de nuez seis reales. La de higos, dos.
La de manzana, tres. La de pera, cuatro. La de piesco o melotocón,
cuatro. La de cereza, tres. La de guinda, seis. La de nisos o ciruela,
uno. Y se nota que aún en este concejo hay precios de tasa o valía
a los que se cobran los frutos que se dan al fiado, no rigen ni de­
ben regir estos para los comunes y regulares a que van apreciados
las antecedentes especies conforme a lo mismo que expresa la pre­
gunta.
15.a) A la quince, que sobre las tierras y heredades del tér­
mino de las seis parroquias que comprende este departamento se
halla impuesto el derecho del diezmo, que es de diez uno, y co­
rresponde a las respectivas parroquias a los sujetos siguientes:
En esta de Berducedo, la mitad de los frutos de diezmos en los
lugares de Corondeño, Castro y Grandera a su cura, don Joseph
Martínez Osorio, y la otra mitad al cura que fuese de la parroquia
de Santo Millano y dueños de las piezas eclesiásticas de aquella
parroquia, por iguales respectivas porciones, según perciben los
de ellas; en los demás lugares de ésta, corresponden enteramente
a dicho su cura. En la de el Valledor la mitad a su cura, don Mi-
208
ANTONIO GARCIA LINARES
guel Antonio Albarez de Ron, y la otra mitad al Venerable Dean y
Cabildo de la Ciudad de Oviedo, y en su nombre los percibe por
arrendamiento don Lope Alonso Magadán, vecino del concejo de
‘Grandas. En la de Santo Millano, la cuarta parte a su cura (que
no le hay actualmente); otra igual a dicho Venerable Cabildo, por
razón de préstamo, cuyos frutos percibe D.a Magdalena Flórez, viu­
da y vecina del lugar de Erías; otra cuarta parte, por razón de
beneficio simple, a la dignidad de Prior de dicha Santa Iglesia,
cuyos frutos percibe el referido don Lope, y la restante cuarta
parte, también por razón de beneficio simple, servidero al mismo
Venerable Dean y Cabildo, y los frutos a esta correspondiente los
percibe el enunciado don Lope Alonso. En la de Erías, que es hi­
juela de la antecedente, se perciben los frutos en la misma forma
y por las mismas porciones que en esta. En la de Lago y su lugar
de Montefurado, corresponden enteramente al cura don Juan An­
tonio Díaz Trelles; en el de Castañedo, las tres cuartas partes al
mismo cura; en el de Villar de Armenande, las dos terceras; las
demás, en unos y otros, al Hospital de Pobres Peregrinos sito en
el lugar de Lago y su Patrono don Francisco Albarez Sierra, y en
los más lugares de aquella parroquia se reparte por partes iguales
en este y dicho cura. En la de Santa Coloma, la tercera parte a
su cura don Juan Francisco Albarez, y las dos restantes al Colegio
de San Vicente, orden de San Benito, sito en la ciudad de Oviedo,
cuyos frutos percibe Angel Rodríguez, vecino de la misma parro­
quia, por vía de arrendamiento, y que el referido derecho se paga
de los frutos de escanda, trigo y más que llevan expresados en la
respuesta doce, como también de todo género de naciones y de los
enjambres que producen las colmenas, sobre cuyo asunto para
mayor individualidad, de los frutos que se diezman, se remiten a
las certificaciones de los párrocos de dichas parroquias donde cons­
tarán las especies todo a que ascienden.
Que asimismo se halla impuesto en derecho de primicias, que
se paga en la forma siguiente. En esta parroquia de Berducedo, ca­
da casado, viva o nó en unión con otro, una cuarta de mijo y las
viudas media. En la del Valledor todo casado y viudo paga dos
cuartas de mijo, la una colmada, y las viudas por mitad en la mis­
ma forma. En la de Santo Millano igualmente y en la misma forma
que en la de Berducedo. En la de Erías lo mismo, y además pagan
todos los vecinos al escusador que reside en ella, por esta razón
de residencia, diez eminas de trigo en cada un año que reparten
entre sí por partes iguales. En la de Lago todos, casado y viudo,
paga una cuarta de centeno y otra de mijo, y las viudas por mitad.
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
2 09
En la de Santa Coloma, pagan igualmente que la antecedente, cuyo
derecho de primicias se parte por respectivas porciones a corres­
pondencia de los diezmos entre los interesados en estos, lo que
también sucede en los lugares de esta parroquia de Berducedo, en
que perciben diezmos los interesados en los de la de Santo Mijllano que unos y otros los parten y dividen en las porciones que
dicho es.
’
16.a) A la diez y seis, que en cuanto a la cantidad de frutos a
que ascienden dichos diezmos y primicias y sus arrendamientos
anuales, no puede dar específica razón a causa de la multiplicidad
de especies, variedad de arrendamientos anuales y productos de
unas y otras, remitense a las certificaciones de los respectivos
curas.
17.a) A la diez y siete, que en el término de las seis parroquias
de este departamento, hay cuatro batanes de dos mazos para aba­
tanar el sayal que se fabrica en ellas. Uno se halla sobre el río de
Riellos en la parroquia de Santo Millano, perteneciente a don Ma­
nuel Rodríguez, vecino del lugar de Hema y consortes, que tra­
baja ocho meses al año, y regulan su utilidad para el dueño en
ochenta reales. Otro sobre el río de Muriellos, parroquia de Santa
Coloma, perteneciente a Antonio García, vecino del lugar de Bendón, a quien regulan de utilidad sesenta reales al año por seis me­
ses que trabaja. Otro sobre el río de Puentenueva, parroquia de
Santa Coloma, perteneciente a Antonio García, perito agrimensor
que declara, y otro sobre el de Fonteta, en la parroquia de Valledor
a Domingo García, digo, Rodríguez, vecino del lugar de Fonteta,
que cada uno de ellos trabaja cuatro meses al año y regulan la
utilidad de ambos, por iguales partes, en ochenta reales. Que asi­
mismo otro batán deteriorado, que no trabaja, sobre el río de
Villar, parroquia de Lago, perteneciente a don Francisco Albarez
Sierra, vecino de ella. Que también hay en el término de este de­
partamento nueve lagares, cada uno de una viga, y todo el arte­
facto de madera, de los cuales uno pertenece a don José Fernández
Valledor, Elector que presencia estas generales, y consortes. Otro
a don Balthasar Cienfuegos, conde de Peñalva. Otro a doña Magda­
lena Florez, viuda, vecina del lugar de Erías. Otro a Patricio Fer­
nández y consortes, vecino del lugar de Cernías. Otro a don Fer­
nando de Mon y consortes, vecino de Villadecabo. Otro a Pedro
Martínez de la Arna, vecino del lugar de Tamagordas. Otro a Fran­
cisco de Conto y consortes, vecino del lugar de Veveraso. Otro a
Mateo de la Graña, vecino del lugar de Santo Millano, y otro a
Fernando de Allande y consortes, del mismo lugar; a todos los
210
ANTONIO GARCIA LINARES
cuales y a cada uno, sin que en esto haya distinción, regulan el
producto anual de una cántara de vino a cada viga. Que hay en
dicho término ochenta y siete molinos de un molar, sobre los arro­
yos de sus respectivos lugares, que muelen con el agua corriente
de ellos, los treinta todo el año y los cincuenta, seis meses, cuyos
molinos son en la forma siguiente. En la parroquia de Berducedo
uno que muele todo el año, perteneciente a Pedro de Canto y con­
sortes; catorce que muelen seis meses, pertenecientes a don Juan
Sol, don Joseph Martínez Osorio, a Ana Albarez, viuda, Francisco
Fernández Cortón, Angela Queipo, viuda, Mariana López, viuda,
Domingo Fernández, Pedro la Mesa, Domingo Márquez, Antonio
Pacho, Patricio Lozano, Domingo Perez, Manuel Fernández y Joseph
Cuerbo. En la de Erías tres que muelen todo el año, y el uno per­
tenece a doña Magdalena Flórez, otro a Juan Rodríguez, Rodrigo
Fuertes y consortes y otro a Ambrosio de la Rúa; tres que muelen
los seis meses al año, que el uno pertenece a Antonio García, otro
a Ambrosio de Erías, otro a Juan Antonio Fernández de Is, todos
con sus consortes. En la de Santo Millano siete que muelen todo
el año, y perteneciente el año a Lorenzo Rodríguez, otro a Domingo
López, digo Lozano, otro a Antonio Pacho, otro a Balthasar de Is,
otro a don Fernando de Mon, otro a doña Josepha González Cor­
tina, viuda, y otro a Fernando de Allande, todos con sus consortes;
once que muelen seis meses al año y pertenecen el uno a Juan de
Villanueva, otro a don Rodrigo López Castrillón, presbítero, a Lope
Albarez otro, otro a Joseph Fernández de Is, otro a Diego la Mesa,
otro a don Nicolás Allande, otro a Juan López de La Vega, otro a
Gil López, otro a Fernando Rodríguez, y otro a Juan Rodríguez,
unos y otros con sus respectivos consortes. En la de el Valledor
seis que muelen todo el año, uno que pertenece a Melchora Albarez,
otro a Lorenzo Fernández, otro a don Joseph Fernández Valledor,
otro a don Domingo Queypo, otro a Juan de la Regueira, otro a
Alvaro Fernández. Dieciocho que muelen seis meses al año y per­
tenecen el uno a Joseph Sol, otro a Domingo de la Braña, otro a
Pedro López, otro a Juan de Villasonte, otro a Antonio Blanco,
otro a Marcos López, otro a Domingo Fernández, otro a Antonio
Menéndez de la Rúa, otro a Pedro López, otro a Francisco de Vega,
otro a Juan de Valle, otro a Elena Flórez, viuda, otro a Mathias
Blanco, otro a Joseph de Valle, otro a Joseph López del Busto, otro
a Pieiga, otro a Fernando Valle, otro a Bernardo de Valle. En la
de Lago uno que muele seis meses al año y corresponde a Antonio
Fernández Canto y consortes; cinco que muelen todo el año y
pertenecen a don Francisco Alvarez Sierra, Justo Queipo, Juan de
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
211
la Mesa, Bernardo Fernández Sierra y Luis Fernández. En la de
Santa Coloma ocho que muelen todo el año y pertenecen a Ma­
nuel Garzia, Luis de Alba, Pedro de Alba, Domingo Ferrero, Joseph
Fernández, Luis Méndez, Francisco del Canto y Antonio Garzia;
y diez que muelen seis meses al año, cuyos dueños son Domingo
de Alva, Santiago Garzia, Antonio Garzia, Angel Rodríguez, Fran­
cisco Fernández, Manuel Rodríguez, Manuel González, Antonio Al­
barez, Domingo Garzia, Antonio Garzia, todos con sus respectivos
consortes; cuyos molinos muelen las especies de escanda, trigo,
centeno, maíz, mijo y avena, y regulan su utilidad en la forma si­
guiente: a los que muelen todo el año se regula el producto en
dos eminas de pan en cada uno, cuarta y cinco cuartillos de cada
una de las referidas seis especies y un cuartillo más de las de maíz
y centeno, y los que muelen seis la mitad en la propia forma, y
que ninguno de los expresados molinos es de maquila, solo sí sir­
ven para el uso de sus dueños y vecinos de los lugares que con­
curren a ellos. Que asimismo en el término de las seis parroquias
hay seis pisones de desergar que trabajan uno arruinaeo y sin uso,
este perteneciente a Juan (sic) Albarez, viuda, vecina del lugar de
Sarzol, parroquia de Erías, que no es de agua, y los dos que tra­
bajan, el uno se halla puesto sobre el arroyo que llaman de la
Labandera y es propio de Matheo Rodríguez de la Graña, vecino del
lugar de Santo Millano, en cuya parroquia se halla dicho molino
y trabaja con agua del referido arroyo; otro de mano en el lugar
de Sarzól, parroquia de Erías, que pertenece a Ambrosio de Eres,
vecino de él, cuyos molinos por el poco uso que tienen, a causa
de que los más de los vecinos desgranan su pan de escanda en
sus propias casas con artificios que para ello tienen dentro de ellas,
tienen muy poca utilidad, por lo que se le regula a cada uno de
sus dueños media emina de escanda.
18.a) A la diez y ocho, que en el término hay esquilmo de le­
che de vacas, manteca de estas; leche de cabritos y ovejas, las que
solo sirve para manteca, sus crías; el de miel, cera y enjambres; el
de lana, terneros, corderos, cabritos, lechones, potros y potrancas,
aunque de esta especie no hay más que cuatro yeguas en el de­
partamento, y en todo él ningún esquilmo porque cada vecino es­
quila en sus casas sus ganados, correspondiendo los esquilmos que
se dirán a sus dueños y a porciones por mitad, a excepción de le­
che v manteca que todo corresponde al párroco y son en la forma
siguiente: a cada vaca lechera o parida, manteniendo su ternero,
le regulan un cuartillo de leche y este en seis maravedís, que de­
jado para manteca rinde la onza cada dos cuartillos y queda la le­
212
ANTONIO GARCIA LINARES
che sin valor, siendo como es la libra de manteca de veinte onzas
y el valor a cada una real y cuartillo. Un ternero, mientras mama,
le regulan en veinte y seis reales de vellón, y como las vacas, por
ordinario, unos años están paridas y otros no, viene a quedar redu­
cido su esquilmo de leche y manteca, que igual estimación tiene
uno y otro, a tres maravedís diarios, y el de terneros o jatos a tre­
ce reales de vellón en cada un año; y considerando en la propia
conformidad, con el descanso de año, las ovejas y cabras, pues
aunque algunas pacen seguidamente, las más por la esterilidad de
la tierra, su temple frío y debilidad de sus erías en su pequeñez
no llegan a criarse ni aún a tomar alimento de sus madres, regu­
lan el cordero y cabrito a tres reales y medio, viniendo a quedar
reducido este esquilmo a real y tres cuartillos en cada un año, y
siendo anual el de lana regulan a cada oveja y carnero una libra
de diez y seis onzas por lavar, sin que regulen en esta especie el
de los corderos por no serlo hasta que tengan año y medio y en­
tonces lo regulan por cabeza mayor, y cada libra de lana de las on­
zas referidas la regulan en diez cuartos. Un potro mientras mama
lo regulan en cincuenta y siete reales y medio, la potranca en lo
mismo y atendiendo al descanso de las yeguas, que es igual al de
las vacas, queda por mitad su valor anual, que no hay yeguas en
el término de las que llaman de marca o contrario. Las naciones
de una puerca de criar las regulan al año en tres lechoncitos y ca­
da uno en cuatro reales, que hacen doce reales de vellón al año; v
habiendo hecho varias consideraciones acerca del esquilmo de miel
y cera, y atendiendo a la esteridad de la tierra que motiva la esca­
sez de flor para su sustento, el poco tamaño de las cajas y modo
de esquilmo, que es ahumándolas, regulan el producto anual de
cada uno por su esquilmo de dos pucheras de miel de a diez y seis
onzas cada una, un real y cuartillo, que es el precio regular que tie­
ne en este país y dos onzas de cera que vale ocho reales la libra,
incluso lo correspondiente por enjambre, en siete reales. Que a p ^
cian un par de bueyes, de la labranza, en veinte y dos ducados de
vellón. Un carnero en nueve reales. Un macho de cabrío en diez.
Un cerdo, para el San Martín, en veinte y dos. Una gallina ... Y que
así ésta como los machos de cabrío, carneros y lechones los apre­
cian y regulan para el conocimiento de las rentas que en especie
perciben los eclesiásticos y lo mismo la manteca, miel y cera. Que
hay en el término de este departamento tres mil novecientas cin­
cuenta y cuatro cabezas de ganado vacuno, de las cuales mil tres­
cientas noventa v una son vacas mayores, y de estas seiscientas y
ocho propias de los vecinos que las tienen en sus casas, quinien-
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
213
ta ochenta y siete de vecinos que las tienen dado en aparcería y
otras ciento treinta y siete de forasteros que en la misma forma
las tienen dadas a los vecinos. Cuatrocientos y seis bueyes, los cien­
to setenta y siete propios de los vecinos que los tienen en sus ca­
sas, ciento cincuenta y cinco dados en aparcería de unos a otros y
setenta y cuatro dados en la misma forma de forasteros a vecinos
del término. Que además de las yeguas que tienen expresadas hay
tres potros mayores de año dados en aparcería de forasteros a ve­
cinos y que de éstos son propios dichas yeguas. Que hay asimismo
siete mil y nueve cabezas de ganado lanar, y de estas tres mil tres­
cientas noventa y cinco ovejas, las dos mil seiscientas treinta y nue­
ve propias de los vecinos que las tienen en sus casas, setecientas
y cinco dadas en aparcería de unos a otros y cincuenta y una de
forasteros a vecinos; mil quinientos setenta carneros y de estos
mil y trescientos propios de los que los tienen en sus casas, dos­
cientos setenta y uno dados en aparcería de vecinos a vecinos y
catorce de forasteros a vecinos. Cuatrocientos cuarenta y nueve bo­
rregos y de estos doscientos ochenta y seis propios y ciento sesen­
ta y tres de vecinos a vecinos. Mil y seiscientos corderos y de estos
mil trescientos setenta y nueve propios, doscientos dados de veci­
nos a vecinos, y veinte y uno de forasteros a vecinos. Que también
hay cinco mil setecientas cabezas de ganado cabrío y de estas cien­
to cuarenta y ocho cabras son dadas en aparcería de forasteros a
vecinos, mil trescientas y diez de unos vecinos a otros, y mil ocho­
cientas y ochenta de los que las tienen en sus casas, que en todo
componen tres mil trescientas y ocho; ochocientas ochenta y sie­
te machos y de estos quinientos cuarenta y cinco propios, doscien­
tas cincuenta y nueve de vecinos a vecinos, y treinta y tres de ve
cinos recibidos de forasteros. Mil quinientos setenta y cuatro ca
britos y de estos novecientos y ocho de vecinos que los tienen en
sus casas, quinientos ochenta y seis dados en aparcería de unos a
otros ,v de forasteros a vecinos ochenta. Y que también hay tres
mil trescientas treinta y dos cabezas de ganado de cerda, de las
cuales novecientas cincuenta y cinco son puercas de criar y de es­
tas novecientas cuarenta y ocho propios, cuatro dadas de vecinos
a vecinos y tres de forasteros a éstos; ochocientos y cinco cerdos,
setecientos sesenta y siete propios, treinta y seis dados de vecinos
a vecinos y dos de forasteros a éstos. Mil quinientos setenta v dos
lechoncillos, los mil quinientos sesenta y seis propios y los seis da­
dos de vecinos a vecinos. Que son los únicos ganados que pastan
y hay en el término y aunque fuera de él haya algunos dados de
vecinos a los de otros lugares, concejo o jurisdicción en aparcería,
214
ANTONIO GARCIA LINARES
de estos no pueden dar individual razón, la que resultará de las
declaraciones de aquellos que los tengan dados en la forma dicha,
a las que se remiten.
19.a) A la diecinueve, que hay en el término propio de los veci­
nos de él, tres mil trescientos cuarenta y siete colmenas de abejas,
de las que son dadas en aparcería de unos a otros setecientas cua­
renta y tres; mil cincuenta y cinco enjambres, y de estos dados en
aparcería de unos a otros vecinos doscientos y cuarenta; sesenta
colmenas y veinte y tres enjambres dados de forasteros a vecinos,
también en aparcería; y aunque esta individualidad y razón de nú­
mero de colmenas y enjambres la dan como la han dado la de los
ganados, que contiene la antecedente pregunta, por el reconoci­
miento que de uno y otro han hecho, pero que no la pueden dar
individual de los dueños de cada caja de abejas propias de vecinos
por tenerlas éstos como interpoladas en su diversidad, si saben
que los esquilmos pertenecen a dueños y aparceros por mitad.
20.a) A la veinte, que en el término hay cinco especies de ga­
nados »caballar, vacuno, lanar, cabrío y de cerda, que los esquil­
mos de una y otra especie, a excepción de la leche que correspon­
de al aparcero, como también el de manteca corresponde a éste, y
el dueño por mitad respectivamente.
21.a) A la veinte y una, que en el término de este departamen­
to y sus seis parroquias hay el número de setecientas y diez y ocho
vecinos en esta forma: cuatrocientos y noventa casados que lla­
man pueblos o fuegos, cuarenta y uno también casados que viven
en unión de los antecedentes, diez y siete viudos y cuarenta y sie­
te viudas que también constituyen vecindad cada una por si sola,
sesenta y una que viven en unión con casados o con viudos, diez y
nueve menores que por si solos constituyen sus respectivas vecin­
dades y cuarenta y tres que viven en las de otros. Y se nota que
este modo de vivir en unión casados de distintos matrimonios, viu­
dos y viudas con éstos y unos con otros, es por ser padres e hijos
o deudos muy cercanos, y que no hay brañas de alzada, alquerías o
casas de campo.
22.a) A la veinte v dos, que hay en el término quinientas y
quince casas de habitación para los vecinos expresados en la ante­
cedente respuesta; doscientas treinta y dos cuartos separados de
ellas para su servidumbre, recoger ganados, yerbas y otros usos;
ciento y dos cabañas de muy corto hueco y débil artefacto en dife­
rentes sitios de los lugares, y fuera de ellos para recoger ganados
solamente tres casas inhabitables y cuarenta y cinco arruinadas.
Y aunque todo este concejo de Señorío como resultará de la opera­
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
215
ción hecha en su capital, ningún vecino paga por el suelo de casa
alguna al Señor de la jurisdicción. Que hay asimismo veinte y ocho
bodegas para recoger vino. Que también hay nueve paneras de seis
pies y setecientos cuarenta hórreos de cuatro, porque aunque antes
de ahora declararon siete más de esta clase, se arruinaron por ac­
cidente sin haber quedado sin uso alguno, y regulan el arriendo y
utilidad de cada una de las paneras en media emina de centeno y
el de cada hórreo en cuarta y media, sin que puedan dar renta fija
a las casas de habitación, terrados y casas de ganados por ser dis­
tintas sus oficinas y huecos y no admitir tasación ni regla univer­
sal, por lo que se remiten a lo que resulta de las relaciones de sus
dueños y reconocimiento particular.
23.a) A la veinte y tres, que no hay nada en este departamento
de lo que en ella contiene.
24.a) A la veinte y cuatro, que el común de este departamento
disfruta en igualdad con los demás vecinos de este concejo las al­
cabalas de él en cuyo asunto se remiten a la operación hecha en el
capital de este concejo.
25.a) A la veinte y cinco, dijeron que el común de estas parro­
quias de man común de el todo el concejo satisface el salario de
escribano de Ayuntamiento que son ciento veinte reales en cada un
año, gastos de veredas, órdenes reales, testimonios de sus recibos,
depósito y conducción de papel sellado y otras cosas conducentes
al Real servicio que no pueden especificar la cantidad a que ascien­
den, remítense a la operación hecha en la capital; que también pa­
gan diez y ocho maravedís en cada un año cada vecino por la ... de
un niño expósito. Que en la parroquia de Berducedo cada vecino
por la solemnidad de la fiesta del Santísimo Sacramento, la de
uestra Señora del Rosario, la de San Roque y la del Santo Cristo
de la Misericordia, que tienen la obligación de hacer, paga cinco
reales en cada un año. En la de Santa Coloma por la del Santísi­
mo Sacramento y la de Nuestra Señora del Carmen, paga cada ve­
cino anualmente cuatro reales. En la de Santo Millano, por las del
Santísimo Sacramento, Nuestra Señora del Rosario, San Roque y
San Antonio, paga cada vecino cinco reales. En la de Lago, por la
del Santísimo Sacramento paga cada vecino anualmente dos rea­
les. En la de el Valledor, por las festividades del Santísimo Sacra­
mento y Nuestra Señora del Carmen ,paga cada vecino tres reales
y medio, en cada un año. Que asimismo en los lugares de Berdu­
cedo, Castelo, Valdedo, Theijedo y las Cabañas, de dicha parroquia
de Berducedo, tienen los vecinos interesados en sus términos la
obligación de dar siempre que el señor Obispo de este Obispado
216
ANTONIO GARCIA LINARES
pase por esta parroquia de dar al susodicho y a su familia un yan­
tar que no pueden regular por años su importe a causa de la con­
tingencia en el tránsito, pero sí que haciéndole costaría a cada ve­
cino cuatro reales.
26.a) A la veinte y seis, que no hay cosa alguna de lo que ella
contiene.
27.a) A la veinte y siete, que el común está cargado de servi­
cio ordinario y extraordinario como todo el demás de este conce­
jo y pagan en cada un año, según la noticia que conservan los que
deponen, práctica de repartimiento y cobranza de contribuciones,
los vecinos de las seis parroquias de este departamento, por la de
Cientos, cuarto en cántara, sisa y servicio ordinario, dos mil cua­
trocientos treinta y seis reales vellón, que se reparte entre unos
y otros respectivamente, en cuyo asunto se remiten a la operación
de la capital.
28.a) A la veinte y ocho, que en razón a lo que en ella contiene
se remiten a lo que resulta de dicha operación.
29.a) A la veinte y nueve, que en el término de dichas seis pa­
rroquias, hay seis tabernas, una en cada una de ellas, sin casa de­
terminada para la venta de vino, porque cada vecino que la tiene
a su cargo, lo vende y despacha en la de su habitación, las cuales,
al presente, administran los sujetos siguientes: en la parroquia de
Berducedo, Domingo Fernández, quien paga el común de dicha pa­
rroquia, ochenta reales en cada un año, quedándole de utilidad
cincuenta; en la parroquia de Lago, Francisco Albarez Caraduje,
a quien regulan de utilidad cuarenta reales en cada un año, sin que
pague a dicha parroquia cosa alguna. En la de Santo Millano,,
Mathero Rodríguez de la Graña, quien paga cien reales en cada un
año en beneficio a dicha parroquia y le queda de utilidad otros
ciento. En la de Erías, Francisco Albarez, que paga en beneficio
de dicha parroquia veinte y seis reales en cada un año y le quedan
catorce de utilidad. En Santa Coloma, Benigno García, que paga
en beneficio de dicha parroquia ciento y sesenta y ocho reales, en
cada un año, y le quedan de utilidad cien reales, y en la del Valledor, Bartolomé Bravo, que paga en cada un año cuarenta y dos
reales en beneficio de la parroquia y le quedan de utilidad sesen­
ta reales. Que hay siete estanquilleros de tabaco de por menor que
son: Juan López, vecino de Erías, a quien regulan de utilidad se­
senta y seis reales al año. Juan de la Rúa, de Santo Millano, a quien
regulan de utilidad cien reales en cada un año. Antonio Fernán­
dez, de Santa Coloma, a quien regulan sesenta y cuatro reales en
cada un año. Juan de la Mesa, de Lago, a quien regulan cuarenta
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
217
reales, y en la de Berducedo, Diego Rodríguez, a quien regulan de
utilidad cincuenta y cuatro reales. Todos los cuales se mantienen
de sus grangerías y más por las exenciones que utilidad tienen las
antecedentes administraciones que despachan por medio de sus
personas, de sus mujeres y familia. Que hay en el término de Valli­
nas, parroquia de Santo Millano, una barca sobre el río de Salime
para el tránsito de pasajeros, perteneciente a Joseph y Nicolás Ló­
pez, vecinos del mismo lugar de Vallinas, a quienes regulan de uti­
lidad en cada un año, treinta reales, por no ser el tránsito camino
real, ni trabajar dicha barca sino otro meses al año.
30.a) A la treinta, que hay en el término tres hospitales para
pobres peregrinos, con solo la obligación de darles posada con ca­
ma humilde, sal y lumbre. Uno en esta parroquia, que tiene de ren­
ta diez libras de cera, con su casa de hospital y bienes que lleva
en grangería el hospitalero Antonio Martínez de Larne, con la so­
bre dicha asistencia de pobres, cuyo patronato corresponde al mis­
mo. Otro en el lugar de Lago, cuyo patrono es don Francisco An­
tonio Albarez, y como tal administra sus rentas, que consisten en
diferentes bienes raíces que lleva de su casa y grangería y tiene da­
do en renta como también en los frutos y emolumentos del prés­
tamo de la misma parroquia. O+ro en la misma parroquia y sitio
de Montefurado, cuyo patrono es don Balthasar Cienfuegos y Ca­
so, conde de Peñalva, cuyas rentas consisten en pan y cera de ren­
ta con la propiedad de dicho sitio de Montefurado, y estas rentas
administra Francisco Albarez Caraduje, residente en él. Y porque
no pueden dar individual razón del todo a que ascienden dichas
rentas respectivamente se remiten a las relaciones de sus dueños
V administradores y reconocimiento particular del término de don­
de constan.
31.a) A la treinta y una, que de lo que en ella contiene no hay
cosa alguna en el término.
32.a) A la treinta y dos, que hay en el término dos escribanos
de número que el uno es el presente de Ayuntamiento, y el otro
Raphael Antonio Sol, que también es escribano de Su Magestad, y
regulan sus utilidades, al de Ayuntamiento por todas ellas, cuatro­
cientos reales, y al citado Raphael trescientos, cuyas utilidades no
son distintas de las que se les hayan regulado en la capital de este
concejo y su operación, y que no hay otra cosa alguna de lo que la
pregunta contiene.
33.a) A la treinta y tres, que hay en el término de este departa­
mento un tornero de escudillas de madera que trabaja cuatro me­
ses al año, tres carpinteros que trabajan tres meses al año, que el
218
ANTONIO GARCIA LINARES
uno de dichos carpinteros es Pedro de la Mesa, vecino de esta pa­
rroquia, Gerónimo Pérez, vecino del lugar del Caleyo, en la de San­
ta Coloma, que también ejerce el oficio de cantero, y otro Melchor
de Barzia, de la parroquia de Santo Millano, y dicho torneo es
Francisco González, de la parroquia de Lago. Tres canteros, que
el uno es dicho Gerónimo, que a éste trabaja dos meses al año,
Francisco de las Ameigueriras, de la parroquia del Valledor, que
trabaja seis meses al año, y el otro, Andrés Corral, vecino de la pa­
rroquia de Santo Millano, que trabaja cuatro meses al año. Seis
sastres, que el uno es Simón López, de dicha parroquia de Santo
Millano, que trabaja cuatro meses al año, José de Couso, de la pa­
rroquia del Valledor, que trabaja tres meses al año, Antonio Fer­
nández y Joseph Pico, que éste trabaja un mes al año y el otro
tres; Mathias Fernández, de la parroquia de Berducedo, que tra­
baja tres meses al año y Gerónimo García, de la parroquia de San­
ta Coloma, que trabaja tres meses al año. Que todos los sobredi­
chos artistas ganan por jornal diario tres reales y medio, dos en
dinero y uno y medio en que se regula la comida que les da. Ocho
herreros, que el uno es Francisco Martínez, vecino de la parroquia
de Erías, que trabaja dos meses al año. Otro Bernardo Alvarez, de
la misma parroquia, que trabaja cinco meses al año. Francisco de
Canzio, de la parroquia de Santo Millano, que trabaja ocho meses
al año. Elugio Pérez, de la misma parroquia, que trabaja tres me­
ses al año. Pedro de Alva, de la parroquia de Santa Coloma, que
trabaja dos meses al año. Alvaro Fernández, Juan de la Lastra y
Antonio de Valle, de la parroquia del Valledor, que trabaja tres
meses al año, y a cada uno de éstos regulan su utilidad, trabajan­
do como trabajan en sus casas con instrumentos y carbón a su cos­
ta, cuatro reales y medio en cada un día, y que el motivo de tra­
bajar tan poco tiempo los sobredichos es porque todos viven de sus
granjerias del campo y no tienen ocasión de emplearse en sus ofi­
cios diariamente. Que hay asimismo treinta y un tejedoras de pa­
ños bastos que trabajan al año cinco meses, hecho el cómputo por
todas y cada una, se les regula por día real y medio, el real por ra­
zón de comida y el medio por razón de salario. Que no hay ningu­
na cardadora de oficio porque cada vecino en su casa prepara la
lana de su ganado por medio de las personas de ella.
34.a) A la treinta y cuatro, que no hay en el término cosa al­
guna de lo que ella contiene.
35.a) A la treinta y cinco, que no hay en el término jornalero
alguno con el destino de tal, porque aunque la mayor parte de los
vecinos se ayudan unos a otros en sus granjerias no es por salario,
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
219
sí por recíproca correspondencia, y si ganasen salario sería de dos
reales y medio por día, uno en dinero y uno y medio por razón de
comida. Que hay en el término treinta y un sirvientes, y de éstos
tres en edad de diez a catorce años, once de ésta a la de dieciocho
y trece mayores de ella, cuyo vestido, calzado, salario y alimento
regulan en esta forma. A los menores de catorce años le regulan
de alimento diario tres cuartillos del real de vellón, doce reales de
calzado y veintidós de vestido; a uno mayor de catorce y menor
de diez y ocho, un real por razón de alimento diario, diez y ocho
por razón de calzado y treinta y seis por la de vestido; a uno mayor
de diez y ocho años real y medio por razón de comida, veinte y
cuatro por razón de calzado y cuarenta y cinco por la de vestido.
Que hay asimismo setenta y tres sirvientas, cincuenta y cinco de
ellas mayores de diez y ocho años, siete menores de diez y ocho
años y once de esta edad a la de catorce, cuyo alimento, vestido y
calzado lo regulan en esta forma, la comida de una criada mayor
de diez y ocho años, un real y cuartillo al día, el vestido en cuaren­
ta y cuatro reales y el calzado en veinte. La comida de una sirvien­
te menor de catorce años, en tres cuartillos de vellón al día, el
calzado en diez reales al año y el vestido en diez y seis, y la comida
de una sirviente de edad de catorce años hasta los de diez y ocho,
en un real de vellón al día, el vestido en veinte y dos reales y el
calzado en diez y seis, y que no hacen regulación del salario anual
que ganan unos y otros sirvientes porque el de cada uno es con­
forme con el ajuste que hacen a las personas que sirven, de cuyas
respectivas relaciones resultarán, a que se remiten.
36.a) A la treinta y seis, que en este departamento hay ocho
pobres de solemnidad.
37.a) A la treinta y siete, que en este término no hay cosa algu­
na de lo que ella contiene.
38.a) A la treinta y ocho, que además de los curas párrocos de
las parroquias de este departamento hay diez y nueve clérigos pres­
bíteros y tres de orden sacro, digo cuatro, como también siete de
órdenes menores.
39.a y 40.a) A la treinta y nueve y cuarenta preguntas, que de
lo que contienen no hay cosa alguna en el departamento.
Todo lo cual dijeron ser verdad, y lo que pudieron comprender
según las instrucciones que antes de ahora se les han dado y las
que por mí se les dieron, de los términos granjerias y artefactos,
utilidades y esquilmos de este departamento, según su leal saber y
entender y práctica del país, mediante la que en todo este dicho
concejo tiene y regulan por iguales todos los esquilmos que llevan
ANTONIO GARCIA LINARES
220
dicho en la respuesta diez y ocho, tomados por un regular cómpu­
to, pues aunque de unos a otros lugares hay tal cual diferencia de
productos y valores, es leve y nada perjudicial al común, y lo fir­
maron los que supieron, a excepción de dicho procurador del co­
mún que con motivo grave y conformándose con lo que por los
peritos se hiciesen, se retiró a la precisión con que lo hizo. Fue­
ron testigos a todo lo que va expresado, don Joseph Rodríguez
Valledor, presbítero, don Fernández Rodríguez Valledor, presbíte­
ro, y don Joseph Fernández Valledor, todos de las parroquias de
este departamento, que firmaron. = Antonio Victoria Ladrón de
Guevara. = Alvaro Valledor. = Juan de Villanueva. = Antonio
Garzía Valledor. = Juan Sol Queipo. = Joseph Valledor. = Antonio
Pacho. = Luis Albarez. = Domingo González. = Ambrosio Antonio
de la Rúa. = Joseph Sal Bolames. = Domingo Rodríguez Cuervo
Valledor. = Phelipe de la Mesa. = Fernando Allande Valledor. =
Joseph Antonio Rodríguez Valledor. = Fernando Antonio Valledor.
= Ante mí: Mateo Ignacio Villar Llano. = Saavedra (rubricado).
NOTA
Don Bernardo Diez Paniagua, Contador principal por Su Magestad, de la Intendencia de la Provincia de Palencia, y Comisiona­
do por la Real Junta de Unica Contribución, entre otras cosas pa­
ra el arreglo de las Respuestas Generales al interrogatorio practi­
cado en los pueblos de la comprensión de ésta y Principado de As­
turias, deseando ejecutarlo con la más posible brevedad y menor
dispendio de la Real Hacienda, habiendo reconocido la operazión
del concejo de Allande, incluso en aquel, y hallando algunas de
sus respuestas diminutas y sin la correspondiente claridad y cons­
tar de los Autos, asientas, verificaciones, notas y demás diligencias
las equivalentes noticias, para aclararlas y darlas la inteligencia
necesaria a fin de que se venga en conocimiento de los verdaderos
productos, utilidades, esquilmos y sustancia de dicho concejo y
que conforme a ello se tiren y formen los estados particulares de
él, se pasa a hacer las notas y declaraciones siguientes:
16.a) Oue por cuanto en respuesta a la pregunta diez y seis se
remiten los peritos a las certificaciones que sobre el importe de
diezmos y primicias que en cada parroquia de las que comprende
esta operación se causan, diesen sus respectivos párrocos, se declara
que por ellos consta que los diezmos de las de Berducedo, con ex­
clusión de la mitad de los de los lugares de Corondeño, Castro y
EL CONCEJO DE ALLANDE, SEGUN EL CATASTRO DE ENSENADA
221
Grandera, que sin embargo de ser comprendidos en esta contribu­
ción sus vecinos la otra mitad, a la de Santo Millano, ascienden
a cinco eminas de trigo, dos de habas, cincuenta de centeno, seis
de maíz, catorce de mijo, quince de castañas, treinta cuartillos de
manteca, ocho reales de lino, doce libras de lana, ciento y cuatro
reales de naciones (que es de ganados mayores y menores), y siete
reales y medio de enjambres; y las primicias a trece eminas de
mijo. La de la de Valledor a ocho eminas de trigo, ciento sesenta
de centeno, ochenta de mijo, ciento setenta de maíz, diez de habas,
veinte libras de lino, diez y seis cántaras de vino, ciento y veinte
eminas de castañas, ocho enjambres, ocho corderos, otros tantos
cabritos, diez cerdos y cuarenta libras de manteca, y de avenencias
treinta reales, y las primicias ochenta y seis eminas de mijo. Las
de Santo Millano y su hijuela, que todo se hace un cuerpo, a diez
eminas de trigo, tres de escanda, ciento sesenta de centeno, ciento
ochenta de maíz, treinta y nueve de mijo, ocho de habas, treinta y
dos cántaras de vino, doce libras de lino, diez y seis corderos, otros
tantos cabritos, diez y seis libras de lana, treinta y dos de manteca,
seis enjambres y cincuenta y seis eminas de castañas, y las primi­
cias a veintiséis eminas de centeno. Los de la de Lago, (no pudién­
dose expresar con separación los que se adeudan en los lugares que
se citan, en respuesta a la pregunta quince y cuyo importe se divi­
de en distinta forma que los de los restantes de esta parroquia
por no haberla hecho el párroco en su certificación ni el Subdele­
gado en el libro en que se ha puesto la nota correspondiente para
su inteligencia), a dos eminas y media de trigo, tres de habas, vein­
te y cinco de centeno, diez y ocho de mijo, treinta de maíz, veinte
y dos de castañas, diez y ocho cuartillos de manteca, nueve reales
de lino, otros tantos de lana, dos corderos, cuatro cabritos, tres
cerdos y enjambres medio, y las primicias a once eminas de cente­
no y otras tantas de mijo. Y los de la Santa Coloma a ciento y una
eminas y cuarta parte de otra de centeno, ciento y cuarenta y tres
cuartas partes de otra de maíz, ochenta y dos de mijo, dos y dos
cuartas y media de escanda, doce y un copín de trigo, doce y media
y cuarta de habas, catorce de castañas, dos libras de lino, ciento y
veinte y cuatro cuartillos de manteca, sesenta libras de lana, un
real de cerdos, veinte y ocho corderos, otros tantos cabritos, diez
reales y diez maravedís de avenencias y cinco enjambres; y las
primicias a treinta y tres eminas y medio y un copín de centeno y
la misma porción de mijo.
30.a) Mediante remitirse los expresados peritos a las relacio­
nes que presentan los tres administradores de los tres hospitales
222
ANTONIO GARCIA LINARES
que hay en el término de esta operación, en punto a las rentas y
efectos que estos poseen se pasan a declarar por lo que resulta de
aquellas y sus respectivos asientos en esta manera: los correspon­
dientes a el que está sito en la parroquia de Berducedo, importan
por diferentes tierras de labor ciento cuarenta y dos reales y ocho
maravedís de vellón, y ciento y quince de foros, en las que van in­
cluidas el importe de diez libras de cera que se refieren a esta res­
puesta treinta. Las pertenecientes al que se halla en los términos
de Montefurado ochocientos cuarenta y cinco reales y veinticinco
maravedís, de tierras también de labor. Y las que pertenecen al lu­
gar de Lago, cuatrocientos sesenta y uno de prados y tierras, tres
reales de rentas de casas y la parte de diezmos que se cita en la
respuesta quince respecto a la parroquia de este nombre.
León y agosto tres de mil setecientos cincuenta y cuatro.—Ber­
nardo Diez Paniagua.—Francisco de Alvarez (rubricado).
DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO
DE SAN JOSE, DE OVIEDO*
POR
EUTIMIO MARTINO, S. J.
4
ARCEDIANO DE VILLAVICIOSA
En la ciudad eterna.
La nueva perspectiva que se le abre a Pedro Díaz en Roma no
es otra que el arcedianato de Villaviciosa. En Roma justamente y
en febrero de 1621, coincidiendo con la estancia de Pedro Díaz en
Roma, fallece Toribio Arenas de Posada, arcediano de Villaviciosa
desde 1604. Esta vez no había que perder tiempo. Es de suponer
que nuestro personaje pusiera en juego aceleradamente sus influen­
cias para con figuras de la curia romana que habrían pasado por
Madrid, entonces la nunciatura más importante de la Cristiandad.
Y por esta vez acertó en el blanco a la primera. El 1 de marzo
de 1621 Gregorio XV, que sucede también por entonces a Paulo V,
firma las bulas de nombramiento para el arcedianato de Villavicio­
sa a favor de Pedro Díaz de Oseja (101).
Hasta el 11 de enero de 1622 no se notifican las bulas al cabildo
de Oviedo. Juntamente se notifica también la provisión de otras
(*) Véase BIDEA, núm. 104, pág. 677.
(101) Archivo de la catedral de Oviedo.
P o se s io n e s ,
t. 3.
224
EUTIMIO MARTINO, S. J.
dos piezas que habían vacado, un canonicato y una ración. Algunos
miembros del cabildo hacen notar que todas tres piezas habían
sido suprimidas por el obispo antes de que hubieran vacado, por
lo que no se debe dar posesión. El cabildo acuerda que el doctoral
dé su opinión sobre las bulas del arcediano de Villaviciosa. El res­
ponde que ha visto las bulas y que vienen en forma, por lo cual
se deben ejecutar, una vez que se cumpla con el requisito de lim­
pieza (102).
Ni sabemos ni podemos conjeturar por qué razón el obispo ha­
bría podido suprimir el arcedianato de Villaviciosa, aunque ve­
remos enseguida que se trataba por entonces de la supresión de
un buen número de prebendas. Resulta extraño el que se suprima
un arcedianato, quedando en pie los demás, cuando entre todos
cubrían la división territorial de la diócesis. Y aun podemos dudar
de que la presunta supresión hubiera sido un hecho consumado
puesto que no se supo más de ella.
A los pocos días eligen, mitad por sorteo, mitad por elección,
al canónigo que había de realizar el obligatorio expediente de ge­
nealogía y limpieza de sangre del arcediano. Resultó elegido el Sr.
Haro (103). Este habrá de trasladarse a la patria del interesado y
de sus padres, a Sajambre y Cabrales, para llevar a cabo la infor­
mación requerida. Lo hará cuando llegue la estación propicia.
Avanzado el mes de junio de 1622 el canónigo Sr. Haro se puso
en camino para las Peñas de Europa. Le acompaña un escribano de
Oviedo, sin duda un notario apostólico, así como también algún
criado, montando todos en sendas muías o caballos. Por Cangas
de Onís pasarían al concejo de Amieva para luego remontar el va­
lle de Angón hasta ganar el puerto de Beza, balcón del norte sobre
Sajambre. Ni pensar en el camino de Los Veyos o desfiladero del
Sella.
Ya en Oseja, pregunta el Sr. Haro a los testigos uno por uno
si conocen a Pedro Díaz de Oseja, a su padre Diego Díaz y su ma­
dre Juana Fernández, a los padres de Diego Díaz y de Juana Fer­
nández; si les consta que todos ellos y demás ascendientes son y
fueron cristianos viejos, de limpia sangre, sin mácula de judíos,
moros, herejes, etc. Desde luego; no hay aquí peligro de moros ni
judíos (104). Tampoco lo habrá en Bulnes, adonde ahora se dirigen
(102) Archivo de la catedral de Oviedo. A c u e r d o s , t. 22, fol. 267v.
(103) A c u e r d o s , t. 22, fol. 268.
(104) No podemos determinar si aú'n vivía la madre del arcediano. Vivía
en 1620, como hemos visto. No parece que viviera en 1624, cuando su hijo se
DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO DE SAN JOSE
225
desandando el camino por Beza y torciendo por Onís hacia Cabrales.
Para fines de junio están de vuelta en Oviedo. El día 28 el li­
cenciado Haro presenta al cabildo la información del licenciado
Oseja, arcediano de Villaviciosa pero se reúnen de nuevo el día
30 para conocerla. Dice así el acta: «Se juntaron sus mercedes a
ver la información de limpieza del licenciado Oseja, arcediano de
Villaviciosa, residente en Roma, que hizo el Sr. Licenciado Haro
y la entregó en forma que se abrió y leyó y, vista y entendida, sus
mercedes, con el juram ento del informante se votó y aprobó nemine discrepante, y se le mandó dar posesión. Se cometió a los se­
ñores arcediano de Tineo, Sr. Mier, y lie. Madrid, Romero, los cua­
les en virtud y comisión llevaron al lie. Solís, arcediano de Gordón,
con poder y en nombre del lie. Pedro Díaz de Oseja al coro de esta
St.a Iglesia y le sentaron en la última silla traviesa de las Dignida­
des a la parte de la epístola, y allí puesto dijeron en cumplimiento
de su gracia y comisión del cabildo le daban y ponían en la pose­
sión del arcedianato de Villaviciosa y ración aneja, la que vacó en
esta St.a Iglesia por el licenciado Toribio de Arenas, y de allí le
llevaron al cabildo, donde le sentaron en la misma forma, y con
la misma ceremonia le dieron la dicha posesión, y él en nombre de
su parte se dio por puesto y apoderado en ella a su voluntad y lo
pidió por testimonio...» (105).
Entretanto don Pedro se hallaba en Roma, como recordamos,
por lo menos desde la primavera de 1620. Allá permanece hasta el
verano de 1624, es decir, dos años más después de la toma de po­
sesión que acabamos de presenciar. El cabildo de Oviedo le ha co­
misionado para la gestión de varios negocios en Roma, entre otros
la supresión de prebendas (106), pero él se dedica también a sus
asuntos personales. Deducimos que tuvo que ser en estos cuatro
largos años romanos cuando se graduó de doctor, título que osten­
tará en adelante, sin duda doctor en cánones.
Por fin, el 4 de setiembre de 1624, se incorpora personalmente
al cabildo de la catedral de Oviedo haciendo la profesión de fe y
el juram ento de guardar los estatutos y de seguir loables costum­
instala en Oviedo, pues hubiéramos tenido alguna noticia de ella, siquiera de
su muerte. Tal vez murió entre 1620 y 1624. Ello puede tener alguna relación,
al menos conjetural, con la leyenda del arcediano.
(105) A c u e r d o s , t. 22, fol. 279v.
(106) En 1622 recibe comisiones del cabildo en Roma, A c u e r d o s , t. 22,
fols. 282, 286, 287. En 1623 consigue la supresión de veintiséis prebendas.
A c u e r d o s , t. 22, fols. 294, 296, 309.
226
EUTIMIO MARTINO, S. J.
bres (107). Cuenta 41 años de edad y le restan justamente otros
41 de vida. Vuelve así al Oviedo de su infancia y juventud tras una
larga ausencia de veinte años, tormentosa en buena parte, y se aco­
ge definitivamente al puerto seguro de la catedral. Media vida le
ha costado situarse pero lo ha conseguido. Vuelve al Oviedo cono­
cido pero qué distintamente de cuando llegó la vez primera. Ya no
es el niño de 1595 de incierto rumbo y vacilantes pasos; es el hom­
bre seguro de sí, dueño de los medios que le han de permitir dar
forma de realidad a sus aspiraciones íntimas, quizás a una que
otra de sus ilusiones de niño.
El arcediano.
En la Iglesia universal el arcediano, «archidiácono» o jefe de
los diáconos, existe en muchas diócesis a partir del siglo IV. Pos­
teriormente se va configurando como el «otro yo» del obispo en el
gobierno de los clérigos y la administración de los negocios tempo­
rales.
Durante muchos siglos aparece como la primera dignidad en
los cabildos catedralicios. «Presidía el cabildo, era vicario nato del
obispo, juez o provisor, ... administrador de los bienes y visitador
de la diócesis, con jurisdicción en el fuero externo. De ahí que tu­
viera potestad sobre los arciprestes rurales, párrocos y demás pres­
bíteros; convocaba sínodo diocesano, unía y desmembraba bene­
ficios, imponía censuras. Esta potestad, que, en un principio era
delegada, se interpretó más tarde como ordinaria, estable y perpe­
tua, llegando a emanciparse del obispo. Los obispos, aleccionados
por la experiencia, nombraron vicarios y provisores amovibles, de­
cayendo paulatinamente la autoridad de los arcedianos. El Cabilcilio de Trento, ante los abusos de autoridad en que cayeron mu­
chos arcedianos, secundó estas tendencias restrictivas de los obis­
pos, y limitó la jurisdicción de aquéllos, creando en su lugar la fi­
gura del vicario general, con lo que el papel del arcediano quedó
reducido a mera dignidad» (108).
En la diócesis de Oviedo la práctica de dividir la diócesis en
varias demarcaciones con un arcediano al frente, que data en la
Iglesia del siglo XI, se debió de introducir a fines del mismo siglo
de
(107) A c u e r d o s , t. 22, fol. 328v.
(108) Q . A ld ea , T. M a r ín , J. V iv e s , D ic c io n a r io
E s p a ñ a , t. II, “Dignidades eclesiásticas”.
d e H is to r ia E c l e s i á s t ic a
DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO DE SAN JOSE
2 27
y en el siguiente. Comenzando por el arcedianato de Benavente,
parece que se organizan entonces los demás arcedianatos: Ribadeo,
Tineo, Villaviciosa, Grado, Gordón y Babia. Al aparecer el deán co­
mo cargo capitular —en España en el siglo XIV—, el arcedianato
de la zona de Oviedo fue gobernado por éste, por lo que se le llamó
«deanazgo» de Oviedo (109).
El arcedianato de Villaviciosa comprendía los arciprestazgos si­
guientes: Villaviciosa, Nava y Cabranes, Colunga, Ribadesella, Can­
gas de Onís, Piloña y Parres, Ponga y Amieva, Cabrales, Llanes, Ribadedeva y Peñamellera (110). El total de parroquias era de unas
150. Como se ve, abarcaba toda Asturias desde la zona central de
Oviedo hacia el oriente con puertos tan importantes como Villavi­
ciosa, Ribadesella y Llanes.
Desde el principio vemos destacar a don Pedro Díaz de Oseja,
al nuevo arcediano de Villaviciosa, por su actuación en favor de
los derechos de la dignidad arcedianal, aspecto revelador de una
faceta de su personalidad. Siendo recién llegado, pasa inmediata­
mente a figurar a la cabeza del poderoso grupo de los arcedianos
en una contienda que ha de durar doce años, hasta la concordia
de 1636.
Ya los Estatutos de don Diego Aponte de Quiñones, de 1587, alu­
den al pleito existente entre la dignidad episcopal y los arcedianos
(111). Este pleito afecta en particular a la visita del arcedianato,
función primordial del arcediano desde antiguo, pero que ha sido
esencialmente restringida por Trento en favor de los obispos y en
merma de los derechos de los arcedianos. Pero la cuestión se agu­
diza inevitablemente cuando se produce la situación de sede va­
cante. Entonces el cabildo se siente sucesor en la jurisdicción or­
dinaria plena y elige sus visitadores para la diócesis mientras que
por otra parte los arcedianos pretenden que les corresponde a ellos
por derecho propio y desde antiguo el visitar —al menos enton­
ces— los propios arcedianatos.
Se enfrentan, por consiguiente, los arcedianos con el cabildo y
el obispo. Y nuestro arcediano de Villaviciosa figura en cabeza y
llevando la voz cantante de los arcedianos.
Así, en la sede vacante de 1627, no acepta el nombramiento de
visitador de la diócesis en nombre del cabildo, pensando que le
(109) G r a n E n c ic lo p e d ia A s t u r ia n a , “Arcedianato”.
110) T o m a s G o n z á l e z , C e n so d e p o b la c ió n d e l a s P r o v in c ia s y P a r t id o s
d e la o r o n a d e C a s t i lla e n e l s ig lo X V I , Madrid, 1829, p. 288-290.
(111)
A. M a r a ñ o n y E s p in o s a , E s t a t u t o s de d on D ie g o A p o n te d e Q u iñ o ­
n e s , Oviedo, 1587, f. 6.
EUTIMIO MARTINO, S. J.
228
compete por derecho propio la visita de su arcedianato (112). En­
seguida se marcha a Madrid a gestionar la defensa de la dignidad
arcedianal, sin duda comisionado por los arcedianos. Allá perma­
nece más de un año, desde enero de 1628 a marzo de 1629, aunque
despachando a la vez los negocios del cabildo (113).
Apenas vuelto a Oviedo, el obispo le hace prender porque se
le opone al intimarle unos autos de la Sacra Rota según los cua­
les, en sede vacante, no son los arcedianos sino el cabildo el que
sucede al obispo en la jurisdicción ordinaria. Poco duró la prisión
pues el cabildo protesta al obispo de que le ha prendido sin valer­
se de los jueces adjuntos, un privilegio propio de los capitulares,
aunque también a su vez fuente de controversias (114).
La contienda despierta otra vez en la próxima sede vacante. Los
arcedianos esgrimen autos de manutención a su favor dados por
la Sacra Rota mientras el cabildo gestiona ante los tribunales y
se dispone a enviar sus visitadores de la diócesis. Pero los arce­
dianos consiguen del nuncio que prohiba los visitadores del cabil­
do en la sede vacante del año 1632 (115).
El cabildo encarga especialmente a uno de los provisores en
sede vacante, al abad de Teverga, que ejercite la jurisdicción ordi­
naria y la defienda contra las pretensiones de los arcedianos de
ejercer absoluta y privativamente la jurisdicción ordinaria en la
visita del obispado (116). El cabildo intenta enviar sus visitadores,
a pesar de la inhibición dada por el nuncio, pero entonces el arce­
diano de Villaviciosa y el de Gordón «inquietaron» al cabildo, di­
cen las actas, por lo que fueron multados con el descuento de ocho
días de prebenda (117). En otra sesión del cabildo, presidida pre­
cisamente por don Pedro, el secretario requiere al arcediano de
Villaviciosa y al de Gordón que hagan públicos los mandatos que
dicen tener del nuncio acerca del pleito de los arcedianos (118).
En noviembre de 1632 el cabildo acude a la ciudad de Oviedo
en demanda de apoyo frente al agravio de los arcedianos, que quie­
ren despojarle de la jurisdicción ordinaria en sede vacante, así co­
mo al obispo electo. El nuncio por su parte revoca su prohibición
de visitadores del cabildo. Y el arcediano de Ribadeo, enviado a vi­
112)
113)
114)
115)
116)
117)
118)
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
t.
t.
t.
t.
t.
t.
t.
23, fols. 415-415v.
23, 423v., 452v., 458, 481v.
23, fols. 458-459.
23, fols. 644-645, 646v.-647.
23, fols. 656-656v.
23, fol. 665v.
23, fol. 667.
DON PEDRO DIAZ DE OSEJA FUNDADOR DEL COLEGIO DE SAN JOSE
229
sitar por el cabildo, hace constar que lo hace conforme al derecho
del cabildo (119).
El año 1634, un nuevo episodio. Se prepara un plan de concor­
dia consistente en que los arcedianos habían de recibir una com­
pensación económica a cambio de que renunciasen a la jurisdic­
ción de la visita pero el plan fracasa por la oposición general del
cabildo (120).
Asimismo el año 1635 volverá el enfrentamiento. El provisor
denuncia que, sin estar especificado el auto de la Sacra Rota de
manutención de los arcedianos, ellos proceden en actos de jurisdic­
ción que no les corresponden, con perjuicio de la jurisdicción or­
dinaria. Advierte que tiene orden del obispo para proceder contra
algunos de ellos y que, en caso de prenderlos, lo hará sin jueces
adjuntos, ya que los arcedianos no son capitulares en cuanto ar­
cedianos. Pero el arcediano de Villaviciosa y el de Gordón defien­
den ante el cabildo el derecho de los arcedianos al privilegio de
jueces adjuntos, derecho que fue reconocido por el cabildo (121).
Por fin, el 23 de setiembre de 1636 fue aprobada por el cabildo
de Oviedo la concordia elaborada entre los arcedianos y el obispo
( 122).
Aparte de sus actividades como arcediano, especialmente del
gobierno, administración y visita de su arcedianazgo de Villavicio­
sa, debemos contar con su actuación como capitular, o miembro
del cabildo, por más de cuarenta años; desde que se incorpora a
él en 1624 hasta su muerte, ocurrida el 18 de febrero de 1665, a los
82 años de edad, según nuestros cálculos acerca del año de su na­
cimiento. Desde 1654 le asiste como arcediano coadjutor con de­
recho a sucesión su sobrino segundo don Diego de la Caneja. Un
sobrino carnal del mismo nombre le acompaña como capitular
desde 1635. Las actividades del cabildo no podían ser más varia­
das: gobierno, administración, acciones judiciales, cargos capitu­
lares, culto, relaciones públicas, asuntos de la vida rdinaria. Las
cuestiones que se planteaban en cualquiera de esos órdenes eran
encomendadas a una comisión de capitulares elegida por el cabil­
do. En relación con los negocios más arduos vemos figurar cons­
tantemente al doctor Oseja, una de las personalidades más marca­
das de aquel cabildo numeroso. Los cargos principales que desem­
(119)
(120)
(121)
(122)
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
A cu erd o s,
t. 23, fols. 670, 671v.-672.
t. 24, fols. 74v.-75.
t. 24, fols. 137v.-139.
t. 24, fol. 250.
230
EUTIMIO MARTINO, S. J.
peñó fueron los de vicario del deán, juez y contador mayor, a los
que hay que añadir las frecuentes misiones que recibió como pro­
curador o representante de lcabildo (123).
Pero lo más grande del doctor Ose ja era lo que guardaba en su
corazón y que deja traslucir, sólo traslucir, en sus fundaciones. De
ellas nos ocuparemos en un próximo trabajo.
(123)
A cu erd o s,
ts. 22-27.
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
POR
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
LA VOCACION
No es nada infrecuente en las personas, cuando se marcha ya por
la mitad del camino de la vida, al hacer recuento de los hechos pa­
sados, al verse mordido por un amargo convencimiento de frustra­
ción. O se ha emprendido, desde el comienzo, un camino equivoca­
do, o habiendo seguido el conveniente, se topó con circunstancias
subjetivas u objetivas adversas que malbarataron todo afán de pro­
greso.
El capitán de navio Fernando Villaamil tenía, desde luego, una
auténtica vocación de marino, concretamente de marino de guerra,
y la remató con su sacrificio heroico en el combate naval de San­
tiago de Cuba. Sin embargo, no era sólo el heroísmo lo que su des­
tino humano pedía. Quiso ser, además, creador y organizador, y en
este anhelo de pura esencia intelectual, halló barrera infranquea­
ble en un prejuicio político-administrativo del medio en que se
desenvolvió profesionalmente, imponiéndole un compás de espera
que se mantuvo, casi invariable, en la segunda mitad del siglo XIX.
Su trabajó, sus trabajos, fueron múltiples. Su historial es co­
pioso en servicios estimables, en proyectos útiles, en realizaciones
felices, en atractivas sugerencias y en críticas constructivas. Con
todo no es sino parte de lo que pudo ser. Era uno de los hombres
indicados para revolucionar la Marina de Guerra en sus básicas
232
ÍOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
estructuras. No llegó a tiempo para que el derrumbamiento acae­
cido en el 1898 se evitase o, si la caída era inevitable, tuviera un
talante más gallardo. El escalafón fue para él un tremendo freno.
Sus mandos, aunque honrosos, fueron subalternos o, mejor dicho,
subordinados. Para alcanzar el supremo servicio, el que capacita
para organizar y mandar desde la altura ,había que ser contralmi­
rante por lo menos. Y no llegó a este empleo.
Esto se comprende si recorremos las vicisitudes de su carrera.
Se hallan tan próximas a nosotros en el tiempo que están con da­
tos precisos en la memoria de muchos. Fueron recogidas, además,
en una biografía (1).
Nace en Serantes el 12 de noviembre de 1845, aldea pertenecien­
te al municipio de Castropol. Por cierto que el historial que guar­
da el Ministerio de Marina (hoy Cuartel General de la Armada) al
indicar el nacimiento dice que Villaamil nació en San Andrés (Ovie­
do) sin ninguna mención de Serantes ni de Castropol, si bien la
designación completa de Serantes es San Andrés de Serantes. Per­
tenece a una familia hidalga. Su padre es Fermín Villaamil, un ar­
doroso liberal, muy típico del siglo XIX; su madre es Rosario Fer­
nández Cueto, ovetense, también de sangre aristocrática. Poseen
cierta holgura económica sin llegar a ricos. Ella fue madre ejem­
plar; el marido, un trotamundos perdedor del tiempo en aventuras
revolucionarias.
Las circunstancias de la niñez de Fernando le predestinaron pa­
ra la vida de mar. No vió otra cosa tras los cristales de su casona
en el barrio de Villamil de Serantes. A su cuarto de estudio de niño
llegaban tenaces y agresivos el rumor y el olor de la playa, a poca
distancia. Además, en Ribadeo, había una Escuela de Náutica y al
muchacho le gustaban las matemáticas, para las que tenía especial
facilidad.
A los 16 años obtuvo plaza en el Colegio Naval Militar de San
Fernando. Ingresó como aspirante el 12 de julio de 1861, luego hi­
zo con normalidad los estudios teóricos y las prácticas reglamen­
tarias.
En verdad estas prácticas fueron muy cumplidas. Desde el 23
de junio de 1862 al 11 de mayo de 1867 formó parte sucesivamen­
te de la dotación de 15 buques hasta que asciende a Alférez de na­
vio en 1867. Por cierto que coincide su entrada con responsabilidad
en el servicio ya como oficial, con los preparativos que otros están
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
233
haciendo para la Revolución de Septiembre, en la que la Marina
fue protagonista. A él no le roza. No intervino en ella. Tampoco
su padre, que se hallaba en Filipinas deportado por el partido mo­
derado en el Poder. El hijo, entonces vigilaba con mano dura las
costas y canales de aquel archipiélago. Cuando regresa de su cam­
paña lejana trae ya la aureola de marino práctico con don de man­
do. Su perfil de estudioso fue haciéndose después.
Son datos significativos de su trayectoria profesional que en el
año 1874, cuando es teniente de navio de 2.a (hoy teniente de navio,
o sea, capitán) es nombrado profesor de la Escuela Naval en la fra­
gata «Asturias», que en 1875 es vocal de la Junta de exámenes para
ingreso en el Cuerpo, se repite la designación en el año siguiente
y en el 1877, después de haber pasado una temporada en Cuba, vol­
vió a ser nombrado profesor de la Escuela (2).
Entre los marinos de guerra se daban dos tipos distintos: el en­
tregado de lleno a la práctica profesional, duro de temple, dinámi­
co, enérgico, pragmático; y el intelectual, amante del libro, de la
especialización científica. La primera fama de Villaamil, en un prin­
cipio fue del orden primero; pronto se vió que era síntesis afortu­
nada de las dos tendencias.
En los años por mares lejanos no se limitó sólo a navegar y
mandar sino también a estudiar, y por ello, fue seleccionado para
la labor docente del Colegio Naval, en donde realizó labor intere­
sante y elogiada.
Por entonces fue cuando contrajo matrimonio con la hija de
Mariano Cancio. Era éste un personaje de segundo orden en la po­
lítica de la época, que fue intendente de la Isla de Cuba y estuvo
muy relacionado con los altos jefes de Marina. Bien es cierto que
Fernando Villaamil, por los méritos propios, no necesitó que na­
die le recomendase a sus superiores, pero un buen padrino nunca
estorba en los propósitos del adelantamiento.
LA MARINA QUE ENCONTRO
Mala época era, sin embargo, en la Marina, para pensar en pro­
gresos. Epoca de desesperanzas y decadencia la que halló Alfonso
XII cuando comenzó a reinar.
El gran dilapidador de lo que restaba de la Marina del XVIII,
obra de Patiño, Campillo y Ensenada, fue Fernando VII. La histo­
ria liberal trazó los perfiles de este rey con caracteres siniestros.
234
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
Sólo modernamente se le empiezan a reconocer algunas virtudes
privadas.
Lo que continúa cierto, es que no amó a la Marina. A él se le
atribuye la frase socarrona y despectiva:
—Quiero poca Marina y mal pagada.
El exterminio, la destrucción de barcos y paralización de arse­
nales coresponde a su reino. No fue la derrota de Trafalgar la prin­
cipal causa, como se dijo. En este adverso combate se perdieron
pocos buques, relativamente. De los 223 barcos que había se perdie­
ron sólo diez, y hasta esta pérdida fue compensada en parte por
unas presas posteriores que se hicieron (3). La desaparición de na­
da menos de la mitad de los buques existentes se produjo después.
De los 70 grandes buques con que contaba aún España al estallar
la guerra de la Independencia no quedaban en 1814 más que 43 de
los que 18 eran navios y en malísimo estado.
Consta documentalmente que desde 1790 hasta mediados del
siglo XIX se habían perdido en nuestros arsenales por falta de ca­
rena 48 navios y 39 fragatas y en 1850 ya no quedaba de aquel su­
puesto lujo más que 1 navio y 6 fragatas (4).
Hubo entonces miseria de barcos y esta miseria incluso reper­
cutió en los hogares de los propios marinos. El almirante Pavía
contó casos trágicos de jefes y oficiales que tenían que andar des­
calzos por no tener botas que ponerse y que morían de hambre
sobre el suelo de sus casas, sin camas en donde entregar su alma
a Dios (5).
De ministros inoperantes en este largo período hubo una larga
lista. La verdad es que nada pudieron hacer por falta de Tesorería.
Basta decir que en el año 1836 hubo seis ministros de Marina, 5 en
1839, 4 en 1840 y 1843, 6 en 1847... Pasaban como rayos de sol (6).
Hubo, sin embargo, en el trayecto del siglo, uno que dejó huella
perdurable. No era militar ni marino. Era, quizás, antes que nada,
poeta: Mariano Roca de Togores, marqués de Molins (7). Al fren­
te del Ramo organizó las fuerzas navales y construyó en los arse­
nales de Cádiz y El Ferrol algunos buques de hélice. Fue varias ve­
ces ministro de Marina. Gracias a la reviviscencia que promovió
en el 1865 poseía España la fragata «Numancia» y estaban en cons­
trucción otros cinco buques blindados de parecida clase, había ade­
más doce fragatas de hélice (de madera), tres vapores de rueda de
primera clase, quince de segunda, treinta y seis de tercera, tres ve­
leros antiguos ,nueve transportes de vapor, siete de vela, dieciocho
cañoneros de hélice, ocho buques de depósito, buques-escuela y
planeros para comisiones hidrográficas.
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
235
Es impresionante el número de unidades. Su calidad no corres­
pondía al número. De todos modos representó un progreso, un
auge. Lo lamentable fue que este moderado resurgir luego se malo­
gró en movimientos revolucionarios como el alzamiento de Cádiz,
la insurrección cantonal y en exhibición de fuerzas, de obscura ex­
plicación, como la Revolución del 68. A pesar de ser Topete en ella
una figura principal, no trajo consigna alguna para el progreso de
la Marina. Tampoco Amadeo ni la primera República en sus esca­
sos meses de vida, su exhausto tesoro y su masa indisciplinada.
En ese, siempre en aumento, envejecer de buques y arsenales
llega la Restauración.
Cuando Villaamil es promovido a teniente de navio de 1.a (hoy
equivalente a Capitán de Corbeta), en el año 1882, ya es un recuer­
do la relativa pujanza de lo que se llamó marina de Méndez Núñez,
en la que el joven jefe pudiera hacerse ilusiones. El se halla en ple­
nitud, pero ella ha vuelto a plegar sus alas. Ha disminuido conside^
rablemente el número de buques y muchos de los que se conservan
están amenazados de desguace. Pero el nuevo jefe no quiere aban­
donarse a la rutina ni al desaliento. Llega pertrechado de la infor­
mación profesional necesaria. Conocía los elementos existentes y
lo que aún podían dar de sí. Había observado de cerca el problema
de Ultramar en sus conexiones con la Marina. Como adm inistrati­
vo del Ministerio se percató sin duda de que no se estaba actuando
en consonancia con la precisión necesaria. Tuvo la evidencia que
para conservar las colonias ultramarinas era necesaria una Arma­
da poderosa y, consecuentemente, con este objetivo, cuál era su
responsabilidad como individuo del Cuerpo en cuyo escalafón fi­
guraba.
REPRESENTANTE DEL CUERPO GENERAL
La Marina de Guerra, vista desde fuera ,parece un todo en el
que no es aparente su interna complejidad. No obstante es enorme­
mente complicada, con predominio de lo técnico sobre lo adminis­
trativo. Sus servicios son cumplidos por numerosas Corporaciones
(que no siempre se desenvuelven con la autonomía que desean) de
las que hay una que ejerce el supremo mando, el Cuerpo General
de la Armada, y al que correspondió durante la época en que se
mueve nuestra atención, la responsabilidad política.
No siempre fue así, a través de la Historia. En el siglo XVIII
en Jas etapas
fe
Patjño y Ensenada, el marino navegante estuvo su­
236
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
peditado al administrador naval. Al final de aquel siglo la técnica
había vencido a la administración. El barco y la guerra naval exi­
gieron una continua especialización y en este nuevo aspecto corres­
ponde el papel principal al Cuerpo General de la Armada.
Fernando Villaamil estuvo imbuido del espíritu del Cuerpo a
que perteneció. Lo estuvo siempre. Hay un hecho en su vida que
parece trivial y no obstante, es significativo. En 1895 «Clarín» pu­
blicó un artículo injurioso —presuntamente— para la Marina, re­
pitiendo con ello el gesto de otro ilustre asturiano, Campoamor,
que, por motivo parecido, se batió con Topete años antes (8). El
Cuerpo General, lastimado en su honor, mandó a Villaamil a Ovie­
do (acompañado del alférez de navio Armada) en su representación,
a pedir explicaciones a «Clarín» y, en su caso, a batirse con él. To­
do quedó en explicaciones satisfactorias (9). Pues bien, el Cuerpo
General de la Armada no hubiera elegido a Villaamil su represen­
tante si no le considerase inmerso en su espíritu corporativo, más
fuerte que la admiración y devoción que, como asturiano, tendría
por «Clarín».
Su nombramiento de oficial del Ministerio y su destino en el
mismo fue el estimulante que avivó su espíritu creador y organiza­
dor; es cuando mejor comprendió que era su deber dar ideas, pro­
yectar.
SU FACETA PERIODISTICA
Ocasionalmente actuó de periodista, de escritor. Vocación autén­
tica de esto no la tuvo. Limitóse a expresar ideas con la claridad de
exposición suficiente para hacerse entender. Utilizó el periódico
como vía necesaria para exponer sus planes y criticar los de los
demás. Llama por cierto la atención que, dada su carrera y la ín­
dole de sus conocimientos, no haya utilizado la «Revista General
de Marina» para la publicación de sus trabajos. Es esta revista ca­
si centenaria. Ha sido siempre muy útil tanto para el profesional
de la mar como para el simple aficionado. En el siglo XIX tuvo
épocas muy interesantes con las frecuentes colaboraciones de Víc­
tor María Concas, del Marqués de Pilares, de los marinos intelec­
tuales de las últimas décadas de aquel siglo (10).
Sin olvidar alguna de sus colaboraciones en la prensa asturiana,
donde, al parecer, realizó una verdadera campaña periodística fue
a través de un periódico político madrileño, de inspiración castelariana; «El Globo», ¿Son realmente de Villaamil los artículos que
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
¿37
inserta dicho periódico sobre temas navales? Francisco Camba lo
afirma (11) y es de suponer que para esto habrá tenido a la vista
algún elemento de juicio obtenido en el archivo familiar de Villaamil. Pero la verdad es que dichos artículos están sin firmar.
Corresponden, sí, con el estilo de otros escritos del marino. Contie­
nen grandes dosis de crítica agresiva, aunque también, a ratos,
constructiva. El objeto principal de sus ataques es el que en aquel
momento histórico regenta la Marina (1882): el almirante Pavía,
que fue buen historiador y, según el articulista, mal adm inistrador
de los intereses marítimos. Los artículos fueron publicados en di­
versas fechas, 9-82; 14-4-82; 26-4-82; 22-4-82; 2-9-82; 9-6-82; 8-8-82;
29-12-82; 11-7-82 y 8-1-83 (12). Dicen cosas contundentes, algunas
premonitorias. Es posible que se publicasen sin firma porque hay
frases en ellos que caerían bajo las mallas del Código Penal de la
Armada. Uno, con el título «El que asó a la manteca», afirma sin ambajes «que cuanto se viene haciendo en el Departamento de Mari­
na sólo puede conducir a la ruina completa y absoluta de nuestro
poder naval y a la pérdida de nuestras posesiones ultramarinas;
que nuestra fuerza naval es pura apariencia «que huele a podrido».
Parodiando la conocida frase atribuida a Méndez Núñez dice «que
la Marina no tiene barcos ni honra, que los millones se gastan en
remendar trastos viejos y en sostener batallones de infantería in­
necesaria y en mantener unos arsenales que son verdaderas casas
de beneficencia y que cuando llegue un momento de apuro, cuando
sobrevenga el conflicto que es seguro, pediremos a nuestros m ari­
nos que renueven las hazañas de Santa Cruz y Roger de Lauria».
En verdad estas apreciaciones no se cohonestran con su con­
ducta cuando fue a pedir explicaciones a «Clarín».
Poco después el almirante Pavía dejó de ser ministro, el articu­
lista espacia su colaboración y, finalmente, enmudece. Sustituye a
Pavía el almirante Rodríguez Arias (13) que goza de la confianza
del equipo de intelectuales del Ministro, entre los que figura Villaamil.
Pero también Rodríguez Arias fue muy combatido ,no por Villaamil, sino por los diputados y la prensa en general. Uno de los
que más acertadamente le combatieron fue un diputado asturiano,
Celleruelo, quien pronunció en las Cortes un discurso con mucho
alarde de conocimientos de administración naval, demasiados pa­
ra un hombre civil, tanto que era de sospechar no ser de cosecha
propia y sí inspirada.
238
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
EL DESTRUCTOR
El mejor momento para Villaamil, para su proclividad orga­
nizadora, fue cuando estuvo entre los colaboradores del almirante
Juan Bautista Antequera.
Este Almirante, que tuvo gran resonancia por su periplo en la
«Numancia» cuando sucedió a Méndez Núñez en el mando, adqui­
rió después renovada fama en su gestión como Ministro de Mari­
na. Lo fue primero en el año 1876 y en los dieciocho meses que de­
sempeñó la cartera dio ya claras muestras de valía; pero en la se­
gunda etapa (1884-5) es cuando más claramente reveló su potencia
de iniciativa. Elaboró un verdadero plan de escuadra. De haberse
llevado a efecto, la que fue a Cuba bajo el mando de Cervera sería
muy distinta. El plan sólo fue aprobado parcialmente, con gran
disgusto de Antequera, al que, además, se le calumnió considerán­
dole interesado en ganancias compartidas con la industria naval
extranjera. Lo que era solemne mentira. En sus últimos años pasó
desánimos y tristezas (14).
Dentro del equipo de colaboradores de Antequera y Rodríguez
Arias se reflejaban dos tendencias frente a las necesidades de cons­
trucción naval; unos se inclinaban a la preponderancia de las gran­
des unidades; otros por las fuerzas sutiles. Villaamil insertaba su
pensamiento en el segundo grupo y a él aportó la idea del «Des­
tructor». No niega las excelencias del torpedero, pero cree más
aconsejable que con los mismos medios defensivos del torpedero
se logre un tipo de buque menor que tenga mayor velocidad, más
radio de acción y le supera en condiciones militares y marineras;
buque también explorador. El 12-10-85 el ministro Pezuela —tam­
bién almirante— acoge el proyecto favorablemente y comisiona al
autor a Inglaterra (15). El barco fue construido por la Casa Thom­
son bajo la inspección de Villaamil. Formalizado el contrato de
construcción se le nombró comandante del nuevo buque y como
este destino era incompatible con el que tenía de oficial segundo
del Ministerio, cesó en el último.
Luego cambia el Gobierno y con ello la actitud del Departamento
respecto al «Destructor». Son los tiempos agitados y dramáticos
del submarino «Peral», durante los cuales las discrepancias en el
ambiente de la Marina de Guerra fueron enormes. Se dio orden a
la Casa Thomson de suspender los trabajos del «Destructor». Pron­
to otro cambio de Gobierno dio la orden contraria. Al fin se ter­
minó la construcción con pruebas satisfactorias y con ello la fama
del inventor. Es de advertir que, incluso los ingenieron ejecutores
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
2 39
de la Casa Thomson, dudaban de llegar a feliz término en su labor.
Entonces no había ningún buque de la armada inglesa que le
igualase en velocidad. Cuando arribó a España tuvo su comandante
el honor de ser invitado por la Reina María Cristina a saludarla.
La Reina Regente expresó siempre su simpatía al marino asturiano.
Es curioso considerar que siendo sincrónicos los afanes de Isaac
Peral y Villaamil —transcurren en la misma década del siglo— y
habiendo provocado los del primero apasionada polémica, no se
menciona en medio del embrollo la opinión de Villaamil que, segu­
ramente la tuvo y es de adivinar, dada su tendencia, en favor del
incremento de las fuerzas sutiles (16).
El complicado problema administrativo del submarino arranca
de una carta que Peral ,en 1885, dirige al Almirante Pezuela.
En el 1889 fue el submarino terminado y empiezan las pruebas.
Pues bien, en el año 1884 Villaamil formaba parte de la plantilla
del Ministerio; en 1888 (octubre) se le reclama a Madrid para re­
cibir órdenes; en 1888 es comandante del «Destructor»; en 10 de
julio de 1889 asciende a capitán de fragata; en 26 de octubre de
1889 vuelve destinado a Madrid; en 15 de octubre de 1889 se le
nombra segundo comandante del crucero «Reina Regente», rele­
vándole del mando del «Destructor»; en 2 de julio de 1890 pasa a
comandante de la fragata «Almansa»; y en 17 de octubre del mismo
año se dispone su desembarco y retorno a la Corte (17).
No cabe duda que durante todo este tiempo permaneció en la
zona viva del servicio y sorprende su actitud silenciosa.
VIAJE EN LA «NAUTILUS»
El episodio de su vida que más popularidad le dio fue su viaje
de circunavegación en la «Nautilus». Le designó para ello el minis­
tro Beranger, figura político-naval muy discutida que surgió de la
revolución de septiembre ,se afincó mucho entre los dirigentes de
los partidos y con quien se contaba siempre para la cartera de Ma­
rina, la cual desempeñó varias veces. Su recuerdo, no obstante, lo
empaña, de modo principal, su oposición, que algunos calificaron
de manía persecutoria, al inventor del submarino.
El viaje de la «Nautilus» fue estudiado previamente por una
comisión y tenía por objeto la enseñanza práctica de los jóvenes
marinos en navegación de larga travesía por distintos mares y la­
titudes (18).
240
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
La corbeta «Nautilus», en función de escuela de Guardia Mari­
nas, era un barco que cuando se compró mereció palabras despecti­
vas del propio Beranger, que ahora lo destinaba para una experien­
cia extraordinaria. Dijo de ella que no servía para nada. Fue cons­
truida en 1866, en Glasgow, y cuando se compró por España lleva­
ba más de veinte años navegando con el nombre de «Carrick Castle». En la adquisición hay una curiosa anécdota. A Villaamil le
habían encargado que comprase en Londres un velero que sirviera
de escuela de guardias marinas. Pidió precio y le dijeron que 60.000
pesetas .Era más de lo presupuestado, pero se enteró que, casual­
mente, en los muelles de Londres se hallaba depositada cierta can­
tidad de material con destino a España y que el precio del flete as­
cendería a 100.000 pesetas. A Villaamil se le ocurrió transportar
dicho material en el buque recién adquirido, con lo que el negocio
salió redondo para el Estado, ya que el nuevo buque resultó gratis
y con ganancia.
Sin embargo, se le retuvo menospreciado y arrumbado hasta
que, pasado algún tiempo ,se decidió hacerle algunas reformas su­
geridas por Villaamil.
Era mixto, de hierro y madera, con desplazamiento de 1.700 to­
neladas a plena carga.
Comenzó el viaje el 30 de septiembre de 1892 y terminó el 16
de julio de 1894. La primera etapa de El Ferrol a Las Palmas no
fue precisamente cómoda, sobre todo durante las singladuras ini­
ciales. De allí salieron para Bahía el 15 de diciembre, el 1.° de ene­
ro de 1893 estaban a la vista de San Fernando de Noronha y el 5
fondearon en la Bahía de Todos los Santos. Luego de Bahía a Ciu­
dad del Cabo y de Ciudad del Cabo a Adelaida, donde entró el 1 de
abril, siendo el primer barco español que visitaba aquel puerto.
Tras Adelaida a Melbourne, después a Sidney, Newcastle, Wellington y Christchurch.
Cuando navegaba la «Nautilus» de Lytellton a Valparaíso ocu­
rrió el único incidente desgraciado del viaje: un cabo de mar cayó
desde el velacho alto y quedó destrozado su cuerpo sobre cubierta.
Tanto en los puertos de habla inglesa como en los de la América
Latina los marinos españoles fueron recibidos y tratados simpáti­
camente, de modo especial en Montevideo, Buenos Aires y San Juan
de Puerto Rico.
Cuando recalaron a Nueva York, visitó Villaamil las construc­
ciones navales del país. No estaban allí, claro es, todos los buques
de guerra, pero seguramente el comandante de la corbeta española
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
24í
tomó nota de los que había y sus características que fue base de
su pesimismo en los tristes acaecimientos posteriores.
Tras surcar el Atlántico Norte, sin contratiempos, fondearon en
Plymouth y después de detenerse en Cherburgo y Brest se dirigie­
ron al puerto español de Pasajes.
El 11 de agosto entraban en El Ferrol.
La prensa asturiana, singularmente «El Carbayón» (19), corres­
pondiendo al interés especial de la provincia, fue dando noticias
sobre el curso del viaje. Entre la dotación figuraban, aparte del co­
mandante, Claudio Alvargonzález Zarracina teniente de navio; León
Alvargonzález Zarracina, alférez de navio; Joaquín Coello Pardo,
contador de fragata; José María González, capellán de segunda;
Senén Caveda, José Cabanillas, Ramón de la Fuente, Francisco Ca­
no y Demetrio Pérez ,guardias marinas. Entre los marineros iban
dos vecinos de Candás. Seguramente irían otros cuyos nombres no
recoge el periódico astur de donde tomamos estos datos.
Como recuerdo se creó una medalla conmemorativa y hay dos
documentos: la Memoria que el comandante rindió al Ministro y
el relato literario que Villaamil publicó bajo el título «Viaje de cir­
cunnavegación de la corbeta «Nautilus», Madrid, Sucesores de Rivadenira, 1895». Corresponde al expediente número 91 del Ministe­
rio de Marina. Le animó a escribirlo y publicarlo su íntimo amigo
Peña y Goñi y se dijo que también la Reina María Cristina le em­
pujó a ello. Despertó curiosidad su lectura. El relato es ameno, con
abundantes noticias técnicas y copiosas anécdotas, redactado en
un estilo natural, fácil y claro, sin pretensiones retóricas. Aún hoy,
fuera de su actualidad, su lectura produce placer.
NAUFRAGIO DEL «REINA REGENTE»
No fue sólo el viaje en el buque-escuela la única ocasión que
obligó a Villaamil a redactar memorias explicativas de servicios
hechos.
En 30 de agosto de 1894 se le pasaportó para Madrid en uso de
licencia tras la entrega del mando de la «Nautilus» y el 28 de di­
ciembre del mismo año quedó a las órdenes del ministro, quien le
encargó la redacción de un reglamento para maquinistas de la Ar­
mada. El 10 de enero de 1895 se le nombró en comisión, sin per­
juicio de su anterior destino, comandante marítimo de La Coruña.
En 23 de marzo de 1895 parte para estudiar el naufragio del cruce­
ro «Reina Regente» con el ingeniero naval Castellote. Por cierto
142
JOSE FERNANDÉZ-ARIAS CAMPOAMOR
que este ingeniero —que debió de ser un técnico de mucho valor
profesional— estuvo presente en momentos cruciales de la época,
pues fue también el colaborador de Isaac Peral en la construcción
del submarino.
El año 1895 fue especialmente desgraciado para la Marina. Lo
superó, en verdad, el 1898. Durante aquel año tuvo grandes pér­
didas, el fallecimiento del inventor del submarino y el naufragio
del «Reina Regente» (20).
Hecho incomprensible este último y así continúa. El 11 de mar­
zo salió de Tánger y de él nada se supo después. Las autoridades
de Cádiz manifestaron al Gobierno que el mar había arrojado a la
playa algunos efectos que, sin duda alguna, eran del crucero desa­
parecido. Durante muchos días recorrieron la mar el «Alfonso
XIII», el «Isla de Luzón» y otros buques, inútilmente. Se suponía
que, a causa del temporal, se había hundido con cerca de 400 hom­
bres a bordo. Era un crucero de primera clase construido en Ingla­
terra, botado al agua en 1887 con 1.400 toneladas de desplaza­
miento.
Las investigaciones que Villaamil y Castellote hicieron fueron
minuciosas ,apuradoras de todas las hipótesis probables, pero sin
obtener, por desgracia, un resultado seguro.
Las conclusiones probables a que llegaron fueron que el buque
no tenía defecto alguno marinero que le señalase como peligroso
para realizar las navegaciones asignadas a los cruceros de su clase;
que la pérdida debería atribuirse al inesperado y duro temporal;
y que era muy verosímil el supuesto de que fuese el «Reina Regen­
te» el buque que algunos dijeron haber visto naufragar cerca de la
costa (21).
RECONOCIMIENTO DE MERITO
A Villaamil, constantemente ocupado en resolver problemas di­
fíciles, se le acercaba la hora de obtener el fruto maduro de sus
experiencias. Llegaba al empleo de capitán de navio, antesala del
generalato, lleno de elogios y condecoraciones. No era su caso el
de Peral, personaje discutido y nada bien tratado. En su historial
quedó el reflejo de sus méritos, aunque también la constancia de
leves tropiezos con la Administración. Se le concedió la cédula de
primera clase de la Orden del Mérito Naval por méritos de guerra;
la de distintivo blanco por sus trabajos docentes como profesor y
miembro de la Junta de exámenes para ingreso en la Marina; pose­
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
243
yó la cruz y placa de la Orden de San Hermenegildo por servicios
continuados sin tacha; y como oficial segundo del Ministerio obtu­
vo certificado de mucho celo y diligencia.
Sólo una vez fueron discutidos sus trabajos. Pidió una mejora
de recompensa de la cruz de mérito naval concedida en 8-11-92 por
su conducta en accidente de mar de los torpederos «Ariete» y «Ha­
bana». Solicitaba, en cambio, la cruz de San Fernando, que era, a
su juicio, la que le correspondía reglamentariamente. Pero el Con­
sejo Supremo de Guerra y Marina le denegó la solicitud. Lo que
sí se le concedió fue el empleo de coronel de Infantería con todas
sus ventajas y la placa de segunda clase de la Orden de María Cris­
tina; por el éxito de su famoso viaje se le nombró caballero de la
Orden de Carlos III y, cuando ya había muerto gloriosamente, su
viuda doña Julia Cancio en 13-9-98 suplicó se abriese juicio contra­
dictorio a efectos de que se le concediese la Cruz Laureada de San
Fernando. El Consejo Supremo no la acordó entonces por falta de
instrucciones generales para este caso y otros análogos; pero en
8-11-1901, a título postumo, se le concedió la Cruz de San Fernan­
do de 2.° clase (22).
SU VERTIENTE POLITICA
Le esperaba el generalato, disfrutaba de gran prestigio en el
mundo marítimo y era popular en España. Todas estas circunstan­
cias le empujaban a entrar en la política. Quizás en acordancia con
su vago talante liberal se puso a las órdenes del dúctil y persuasi­
vo don Segismundo Moret.
No era la primera vez que se había mostrado inclinado a la po­
lítico. Catorce añor antes se presentó a las elecciones como dipu­
tado por Castropol. No le amparó don Alejandro Pidal ,el gran amo
de Asturias en aquellas fechas, y fracasó en su empeño. Luego, en
octubre de 1886, obtuvo acta de diputado por El Ferrol. En el Con­
greso, en verdad, pasó inadvertido. Carecía de cualidades oratorias;
únicamente se oyó su voz para interesarse por el ferrocarril de la
costa, aspiración regional que aún estaba muy verde.
De todos modos, su aventura política le había colocado en el
sitio adecuado para poner en marcha sus ideales organizadores
en cuanto diera el necesario salto en el escalafón de su Cuerpo.
Mudo en su escaño del Congreso pudo contemplar la ineficacia
en que se debatían sus superiores en la Administración naval. De
244
JOSÉ FÉRNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
1885 a 1895, mientras gobierna Sagasta (23), Beranger es el Minis­
tro constante.
Proyecta cosas que no pasan del período de estudio. En una
crisis parcial le sustituye el vicealmirante Rodríguez Arias, que
también presentó un proyecto de escuadra que tempoco avanzó en
su trámite. Vuelve Beranger —esta vez con Cánovas— y tras él van
pasando por la cartera de Marina todos o casi todos los almirantes
en activo: Montojo (Florencio), Cervera (Pascual), Pasquín (Ma­
nuel). A Cervera —indudable valor desaprovechado— lo había ele­
gido un Gobierno de NOTABLES, presidido por Sagasta. Pero Cer­
vera renunció. Debió de ser imposible la colaboración de un acen­
drado católico con Sagasta, de antecedentes masónicos.
Por aquel entonces hubo un hombre extraordinario, que no era
ministro ni almirante —Joaquín Costa— que dio fuertes aldabonazos sobre la conciencia nacional y, especialmente, sobre la Marina.
Hoy no falta quien dice que aquel pensador era un idealista sin
sentido práctico. Sin embargo, quien lea sus discursos no podrá
negarle el aliento profètico contenido en ellos y de que muchas de
las medidas que proponía eran muy sensatas (24).
EL HEROE Y SU FRUSTRACION
Está Villaamil en plena madurez intelectual para que se cumpla
su destino y éste se le tuerce. Y vio clara la desviación amenazan­
te. En 1897 hace una visita a Oviedo. Ya gravitaba sobre su espíri­
tu la necesidad de tomar una grave decisión. Le preguntan si es­
tallaría la guerra y contesta que sí. Cuando poco después se rom­
pen las hostilidades se ofrece voluntario al puesto que le corres­
ponda por su grado y especialización. Pudo eludir el ofrecimiento
porque siendo diputado no tenía obligación de hacerlo. Pero no
dudó por deber moral y patriótico.
¿Creyó posible el triunfo? ¿Creyó que sería útil su decisión?
¿Creyó que la Marina española sería capaz de vencer?
No pudo creerlo, conocedor como era de la potencia militar y
económica de los Estados Unidos.
Su actitud, cuando le llegó la hora de servir en la guerra, fue
la del jefe disciplinado que elimina de su espíritu toda resistencia
pasiva.
En la fase primera de preparación de la Escuadra que iría a
Cuba es interesante recorrer la abundante correspondencia entre
el almirante Cervera y el ministro Bermejo (25). El primero la pu­
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
245
blicó odenada y comentada tras la derrota. En ella hace alusión
preferente a los acorazados, pero también se refiere, a veces, a los
buques pequeños al mando de Villaamil. Cuenta con el «Destruc­
tor» y los cazatorpederos «Furor» y «Terror» y dice que el primero
podría servir como aviso, por más que su andar resulta insuficien­
te para serlo de aquella Escuadra. En las cartas y oficios no acos­
tum bra a mencionar al marino astur, pero siendo como era el jefe
de la flotilla de buques menores, es de suponer que cambió impre­
siones con él.
Son tantos y tales los defectos que enumera de estos buques el
almirante —Cervera es un caudillo muy reflexivo y minuciosísi­
mo— que por su gusto —dice— no los utilizaría para la campaña.
Al recibir la Escuadra la orden de zarpar para las Antillas ya
estaba preparada en Cádiz la flotilla de los tres destructores y los
tres torpederos. En las instrucciones que el ministro envió hay
unas breves indicaciones para la escuadrilla. Cada acorazado se en­
cargaría de dos de los buques menores. El día 14 de abril fondeó
la Escuadra en Puerto Grande. Villaamil saludó al almirante y le
dio el parte de «Sin novedad» (26).
Primera y única vez que pudo la comunicación de ordenanza
ser así, «Sin novedad», porque después no hay más que malas no­
ticias. Pronto tendrá que dar cuenta que las calderas del «Ariete»
se hallan prácticamente fuera de servicio, de suerte que este tor­
pedero, en vez de ser un elemento útil, es una pesadilla para el
Mando. Además la caldera del «Azor» tiene ya once años y es de
sistema de locomotora. A los cazatorpederos «Furor» y «Terror»
se les cierra la proa cuando trabajan, habiéndose roto a uno las
buzzardas. El almirante comunica al ministro «que el capitán de
navio Villaamil hace cuanto está en sus manos para remediar es­
tas deficiencias, pero no siempre lo consigue».
Debieron ser muy tristes las reflexiones de un hombre que ha­
bía soñado con un conjunto de barcos menores de combate eficien­
tes y dentro de una poderosa organización y verse, por el contrario,
mandando una serie de uidades débiles, renqueantes y anticuadas.
Con todo, su actitud es la del que sólo espera salvar su honor
de militar y de español.
A partir de la escala en Cabo Verde se agudizan las discrepan­
cias entre los jefes de la Escuadra y el Gobierno de la Nación. Es
un avance a contrapelo sin un rayo de ilusión y esperanza. El 20
de abril se reúnen aquéllos bajo la presidencia de Cervera, quien
les plantea la pregunta: «Si conviene continuar rumbo a AmérVn
o si deben limitarse a cubrir las costas de la península y de Cana-
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JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
rías para poder acudir a cualquier contingencia de agresión del ene­
migo». La opinión de la Junta, en general, fue que continuar el via­
je a Cuba sería sacrificio estéril y contraproducente. Villaamil adop­
tó una actitud «especial» —según contó Cervera al ministro— aun­
que pronto cesó en sus vacilaciones». El propio Villaamil redactó
el acta de la sesión, actuando de secretario por ser el capitán de
navio más moderno entre los demás de su grado. El citado escrú­
pulo era nada menos que su profundo sentido de la disciplina al
mando superior representado por el Gobierno. Andando el tiempo
don Víctor María Concas atribuyó la actitud dubitativa de Villaamil
a sus compromisos políticos. No es aceptable esta interpretación
peyorativa. Como tampoco desvirtúa su verdadero sentido el que
a petición de sus compañeros se dirigiese al presidente del Gobier­
no Sagasta haciéndole constar lo inútil de seguir el camino orde­
nado ,a lo que contestó Moret por Sagasta con un telegrama en in­
glés que, traducido al castellano, decía: «Que Dios les bendiga».
La respuesta parecía un sarcasmo.
El 29 de abril parte la Escuadra hacia el Norte. El mando de
la escuadrilla, una vez devueltos a la península los torpederos por
ineficaces, ve estrecharse su ámbito. Quedan los destroyers. El 1.a
de mayo recibe Villaamil orden de destacarse de la Escuadra con
el «Furor» y el «Terror» para dirigirse a Forth France (Martinica)
a fin de adquirir noticias sobre el curso de la guerra. Las que ob­
tiene no son esperanzadoras. Surge, entonces, una situación difícil
en cuanto a la provisión de carbón. Se lo pide Villaamil al Goberador de la Martinica y éste le contesta que no lo tiene. Hay sospe­
cha de que tampoco lo hay en Puerto Rico. Por otra parte, las cal­
deras de los destructores están en mal estado, las del «Terror»
prácticamente inútiles, de tal manera que a las pocas horas de via­
je vio quemadas aquellas, quedando el buque aboyado. En donde
esto tuvo lugar allí quedó hasta que la Escuadra lo recogiera al
pasar.
Las pocas noticias obtenidas en Forth de France fueron las que
le dio el capitán del vapor «Alicante» y que había leído en un pe­
riódico.
El Gobernador quiso detener la salida del destróyer y lo hubiera
logrado si Villaamil, advertido de ello, no levase anclas antes de
recibir la orden de detención.
Efectivamente, al «Terror» lo encontró la Escuadra en la ama­
necida del día 11 y lo tomó a remolque. Luego fueron sus calderas
reparadas.
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
247
En la arribada de la Escuadra a Curasao, en busca de carbón,
los barcos mayores tuvieron que permanecer a cinco millas de dis­
tancia de Curasao chico y los destructores se adelantaron a tomar
el puerto y a recibir noticias sobre la forma de practicar el car­
boneo.
Embotellados en Santiago, Cervera, el 26 de mayo, reúne de
nuevo la Junta de jefes para deliberar sobre la conveniencia de
partir para Puerto Rico aprovechando el mal tiempo reinante. Pre­
guntado Concas y Bustamante optaron por la salida y por la no
salida los demás. Durante aquellos días ocurrió el incidente del
«Merrimac» que dió a los destructores ocasión de probar la efica­
cia de su tiro en colaboración con las defensas submarinas y la
batería de Punta Gorda. El día 8 de junio hay nueva Junta de Jefes
sobre el mismo tema de la salida. Concas y Bustamante optan por
ella de nuevo. Los demás negativamente. Vamos recordando estas
Juntas para seguir la conducta de Villaamil que está en la línea de
su jefe inmediato. La salida de la Escuadra es ordenada finalmente
por el Capitán General Blanco.
Y llega el día del combate. Triste 3 de julio de 1898. De lo que
a Villaamil ocurrió en él, como murió, el mejor documento es el
relato del alférez de navio Francisco Arderíus, que estaba a las
órdenes del comandante del destróyer (27). Este oficial había dado
también la vuelta al mundo en la «Nautilus» y tuvo con su co­
mandante estrecha amistad. Conoció al calor de la confianza amis­
tosa, el juicio que le merecía el estado y organización de nuestra
marina de guerra antes del rompimiento con los Estados Unidos
y afirma que todo lo tenía previsto y profetizado. Confirma, ade­
más, su decidida resolución de no abandonar al Almirante y com­
pañero a pesar de que sabia, con certeza moral, de que marchaban
camino del sacrificio.
Según cuenta Arderíus salió el «Furor» de la bahía de Santiago
ocupando la plataforma de proa el Jefe de la escuadrilla acompa­
ñado del Comandante Carlier, del práctico y los sirvientes del ca­
ñón de 75 milímetros que allí estaba montado. Pronto una grana­
da inutilizó la máquina de babor hiriendo a los maquinistas. Quedó
funcionando una sola máquina. Poco después otro proyectil cortó
el tubo del vapor del servomotor y otro alcanzó la popa y deshizo
ésta dejando al barco sin gobierno. Una vía de agua inundó el com­
partimiento de popa y la cámara de máquinas.
Bajó entonces del puente Villaamil en unión del comandante
Carlier y viendo que el barco se iba a ir rápidamente a pique o r­
denó a toda la tripulación que quedaba viva que todo el que supiera
248
JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
nadar ganara tierra. Mandó armar la canoa para que se salvasen
en ella los que no supiesen.
Los acorazados enemigos no cesaban de lanzarles proyectiles.
El incendio producido por ellos se aproximaba a los pañoles de
pólvora y a los torpedos. La cubierta estaba sembrada de cadá­
veres.
Villaamil, que se hallaba entonces a popa, se dirigió a proa se­
reno y tranquilo como si estuviera en una revista, subió la pequeña
escala que daba a la plataforma y, al llegar a la altura del cañón,
que allí estaba colocado, estalló a sus pies una granada que le cau­
só la muerte.
Al sumergirse luego el destróyer sirvió de féretro a su jefe.
El día 4 de julio Cervera, desde la playa del Este, comunicó en
estilo escueto que los cazatorpederos estaban a pique. El día 5 el
comandante general del apostadero de La Habana, Manterola, pre­
cisó que estaban embarrancados con fuego a bordo. El día 8, en
nuevo comunicado, Manterola expresa al Ministro que el «Furor»
se ha hundido. En el segundo parte del combate los detalles que
Cervera da son más completos. Cuenta que los cazatorpederos
habían recibido la instrucción de mantenerse, si podían, fuera del
fuego y esperar un momento oportuno, si se presentaba, y tratar
de escapar con su mayor velocidad, si el combate se producía des­
favorable.
Durante la permanencia del almirante en el yate enemigo en el
que estuvo prisionero, pidió a los comandantes a él subordinados
que le dieran noticias de la suerte que les hubiera correspondido
y por ello supo que en el «Furor» había encontrado gloriosa muer­
te Villaamil.
Su heroísmo es, pues, indiscutible, reconocido por todos y de
modo singular por Asturias, su tierra natal. En el Occidente as­
turiano, en el Parque de Castropol, cara a la ría del Eo y al mar
Cantábrico, está un monumento descriptivo, en el combate, obra
del escultor ovetense Cipriano Folgueras. Cuando se erigió hubo
solemnes festejos en aquella localidad que presidió el Capitán Ge­
neral del Apostadero de El Ferrol almirante Morgado Pita da Veiga.
Dos barcos de guerra fondearon durante ellos en la ría, el «Río de
la Plata» crucero construido por iniciativa de la colonia española
en Buenos Aires y el cañonero «María de Molina». Pronunció elo­
cuente discurso, en un acto religioso, el párroco de Figueras don
Inocencio Cotarelo, nativo de Castropol. Es de advertir que estas
honras fueron el remate final de una serie de trabajos de benemé­
ritos castropolenses y figuerenses que tuvieron su iniciación eu
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
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la colocación de una lápida en bronce conmemorativa en el 1902
en la iglesia de San Andrés de Serantes. Entonces pronunció un
discurso en elogio del marino don José Ramón Luanco, el famoso
científico y profesor, miembro de la familia Penzol de claro abo­
lengo intelectual. Contribuyó también eficientemente a los traba­
jos preparativos del homenaje un ilustre valenciano don Leopoldo
Trenor, muy vinculado a Asturias, concretamente a Figueras, por
razones de familia.
Villaamil quiso ser héroe y lo fué, ya que voluntariamente dió
su vida por la patria; pero quiso ser un político organizador de
la Marina de Guerra, para lo que poseía entusiasmo y preparación
y en este aspecto fue hombre frustrado.
¿Por qué? Porque mientras vivió y sirvió en la Armada había
en ésta el fetichismo del grado militar de almirante. En la segunda
mitad del XIX —nuestra atención se limita a ella— para ser Mi­
nistro de Marina era necesario ser almirante —contra, vice o al­
mirante—. Dada la complejidad técnica de este Ministerio creemos
lógico que quien hubiera de serlo habría de proceder del Cuerpo
General de la Armada, ya que sus componentes son los que poseen
los conocimientos generales del servicio y a ellos corresponde más
específicamente la experiencia del Mando. Lo que es ilógico es
que sólo los almirantes fueran los elegibles mientras que la ma­
durez intelectual se hallaba, por razón de edad, en los grados in­
termedios de capitán de corbeta a capitán de navio. En cambio
los almirantes, salvo excepciones, llegaban viejos y cansados y más
entonces con una vida muy dura.
Por no haber podido llegar al generalato, Villaamil no dió el
fruto que de él se esperaba. Como hemos visto a través de la cróni­
ca de su vida tuvo una gran preocupación intelectual y sus afanes
los cortó la muerte.
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JOSE FERNANDEZ-ARIAS CAMPOAMOR
NOTAS BIBLIOGRAFICAS
1. “Fernando Villaamil” por Francisco Camba. Breviarios de la Vda. Na­
cional. Editora Nacional MCMXLV.
2. Historial en el Archivo del Cuartel General de la Armada (antes Mi­
nisterio de Marina).
3. José Gella Iturriaga. La Real Armada de 1808. Discurso de recepción.
Real Academia de la Historia. Madrid MCMLXXIV, págs. 20 y 21.
4. “Méndez Núñez o el Honor” por Manuel de Mendivil. Vidas españolas
del siglo XIX, núm. 9. Espasa Calpe, S. A. 1930, páginas 69, 98, 144 y ss.
4. Almira'nte Francisco de Paula Pavía, Galería biográfica de los Genera­
les, jefes y personales notables que figuran en la misma Corporación
desde 1700 a 1868. Madrid. Imprenta José López, 1873-4.
6. Biografía “Méndez Núñez o el Honor” de M. de Mendivil de nota 4.
7. Notas necrológicas en “La Epoca” de 4 de septiembre de 1884 y nota 4.
8. “La Estafeta de Palacio”, por Ildefonro Antonio Bermejo, tomo tercero,
pági'nas 232 y 233. Imprenta de R. Labajos, calle de la Cabeza, 27. Ma­
drid, 1872.
9. Números del “Carbayón” de 30 de septiembre de 1895 y 2 de noviembre
del mismo año. También en “Clarín”, el provinciano universal de J. A.
Cabezas. Colección Austral de Espasa Calpe, S. A. 1962, páginas 152-3.
10. Colecciones en la Biblioteca Nacional y en la Biblioteca Central de Ma­
rina.
11. Femando Villaamil por F. Camba. Nota 1. Página 68.
12. Colección de “El Globo” de la Hemeroteca Municipal de Madrid.
13. Historia Política de la España Contemporánea de Melchor Fernández
Almagro” (1668-1685) Alianza Editorial. Madrid, pág. 378.
14. “La Vuelta al mundo en “La Numancia” y el ataque al Callao” por el
Conde de Santa Pola (apuntes para una biografía del Almirante Ante­
quera. Compañía Ibero-America'na” de publicaciones. Madrid, 1927.
15. Nota del archivo central del Cuartel General de la Armada (antes Minis­
terio de Marina).
16. “Peral, marino de España”, por León Villanúa. Colección Europa. Madrid.
1934. Imprenta Galo Sáez, Mesón de los Paños.
17. Dato recogido en su historial.
18. “Viaje de Circumnavegación de la corbeta “Nautilius” por Ferna'ndo Vi­
llaamil. Madrid. Establecimiento Tipográfico de “Sucesores de Rivadeneyra, 1895, con prólogo de Oeña y Goñi, Ilustración Española y Ameri­
cana de 1895, pág. 290. “La Pequeña Industria”. Revista Popular de Elec­
tricidad, números 23 y 24 de Io de Febrero de 1902. Bajo el título “A la
heroica memoria de Fernando Villaamil”. Dirigida por Leopoldo Trenor.
“El viaje de la Nautilus”. Un buque escuela de aplomo marinero en la “Nueva
España”. Oviedo, 21. 25, XI, 1971. Autor: Luis de Diego. “Villaamil avan­
te, co’n esta cruz delante” de D. A. Lavandera en “Riberas del Eo”, de 11
de Junio de 1960.
19. Números de 22 de junio, 21 de julio y 28 del mismo mes de 1894.
20. Historia de la Regencia de María Cristina de don Juan Ortega y Rubio,
tomo II, capítulo XIII. Imp. y Editorial de Felipe González Mojón. Ma­
drid, 1905.
FERNANDO VILLAAMIL Y SU FRUSTRACION POLITICA
251
21. Informe acerca de las causas probables de la pérdida del “Reina Regen­
te”, ocurrida en marzo de 1895. Madrid, 1896. Un volumen en B. C. M.
22. Datos de su historial.
23. Historia Política de la España Contemporánea 1885-1897. Ed. 1968 y 1969.
24. “Marina Española y la cuestión de la Escuadra” de Joaquín Costa. Esta­
blecimientos Tipográficos de Leandro Pérez. Huesca, 1912.
25. Guerra hispano-americana. Colección de documentos referentes a la Es­
cuadra de Operaciones de las Antillas ordenadas por el Contralmirante
Pascual Cervera y Topete. El Ferrol, imprenta del “Correo Gallego”, 1899.
26. Entre otras obras generales:
“El Desastre Nacional y sus causas”, por Damián Iserti. Imprenta de la
Viuda de Minuesa de los Ríos. Madrid, 1899.
“Compendio histórico de la Marina Militar”, por Ramón de la Fuente He­
rrero. Madrid, imprenta del Ministerio de Marina, 1918.
“Historia de la Marina de Guerra Española” de Carlos Ibáñez de Ibero,
Marqués de Mulhacén. Desde el siglo XIII hasta nuestros días. 2.a Edición.
Espasa Calpe, S. A. 1943, páginas 216 y ss.
“Sobre la enseñanza de la guerra hispano-americana”, por Víctor María
Concas (Capitán de navio). Bilbao. Ezequiel Rodríguez, antes de Juan F.
Delmas. 1900.
“La Escuadra del Almirante Cervera” de Víctor María Concas. 2.a edi­
ción corregida y aumentada. Madrid. Librería de San Martín (Imp. Su­
cesores de Rivadeneyra).
“Historia de la Regencia de María Cristina de Juan Ortega y Rubio. Nota
20. Tomos 3 y 4. Capítulos XVI y 35 y 4 capítulo XIV.
“El Almira'nte Cervera” por José Cervera y Pery. Editorial “Prensa Es­
pañola. 1972.
“La Marina Militar Española” (Compendio Histórico) por Francisco Condeminas Marcaró. Barcelona. Tip. La Academia, 1930.
27. Publicada por Leopoldo Trenor en “Pequeña Industria”. Véase nota 18.
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