1 La interacción entre la Realidad y la Función Simbólica en la constitución del Self Lic.- María Cristina Fraigne El objetivo de este trabajo es establecer algunas correlaciones entre lo externo, lo real, el mundo interno y la constitución de la subjetividad desde la óptica de la teoría psicoanalítica y las ideas que algunos pensadores actuales han desarrollado dentro del ámbito de la filosofía. Lo real, el mundo externo, existe antes de la constitución de la subjetividad y es en sí mismo, en su constitución óptica, independiente de la intencionalidad de éste. Pero ambos, sujeto y objeto, realidad externa y mundo interno, adquieren realidad afectiva y efectiva en el sentido de la significación planteado por Wittgestein, cuando se insertan operativamente como elementos de la estructura simbólica. Por ejemplo, un bebé recién nacido tiene la capacidad orgánica de “ver” y por lo tanto puede mirar, pero esta actividad se constituye en mirada, tanto en el sentido de aprehensión sensorial, como en el de expresión de un sentimiento, por ejemplo comunicación, cuando estas funciones corporales son impregnadas paulatinamente por primitivos vínculos emocionales. En esta concepción, la perspectiva clásica se enriquece con ideas más actuales. En la medida en que el Self va desarrollando su capacidad simbólica, en compleja interacción con una cultura que lo precede así como un mundo que también lo precede y su singular y único desarrollo emocional, se inaugura un mundo externo significativo. Esa cultura precedente, no es solamente facticidad óntica, sino significados de raíces pulsionales, mediatizados, recreados y transmitidos de generación en generación por medio del lenguaje. Así la capacidad simbólica del Self se va desarrollando en la medida en que éste puede trascender lo inmediato de la presentación sensorial, tanto del mundo como de sí, y pasar a operar dentro de una estructura donde los elementos se definen por las relaciones mutuas. De esta manera, pienso la función simbólica del self como eje central de la constitución de la identidad y del sentido de realidad (Freud) y en estrecha relación con la capacidad de pensar. Tributario a esto, los procesos de duelo constituyen la base emocional de la identidad (crecimiento), la que tiene un 2 estatuto fundamentalmente simbólico. Estos duelos consisten en la aceptación y el reconocimiento de la pérdida de la ilusión narcisista de completad, el reconocimiento de la separatidad y diferencia del objeto, la aceptación de su integración (aspectos buenos y malos, persecutorios e idealizados) y la aceptación de su singularidad y de su diferencia con el Self. Estos procesos de duelo acarrean paralelamente la construcción de la singularidad del Self, no como un modo destacado de ser en el mundo, sino como la única forma posible de ser. Así la identidad y la función simbólica son el resultado posible del conflicto entre el dolor mental que inevitablemente brota de este conocimiento y los procesos defensivos que la primitiva organización narcisista implementa para evadirlos. L función simbólica se desarrolla dialécticamente partiendo de una no-presencia, de una no-posición, poniendo en juego la capacidad negativa (Bion, 1970). Por lo tanto, el mundo interno es una red simbólica que sustenta los significados emocionales que caracterizan a las distintas etapas del desarrollo. Dicho en otras palabras el proceso de humanización del cual la constitución del mundo interno forma parte, ni tampoco es el resultado de la introyección de un “mundo externo” que precede al sujeto, sino que son los mecanismos de introyección y proyección en el contexto de los procesos de duelo los que constituyen dialécticamente la red simbólica que sostiene la realidad interna y externa. Estos procesos son autogenéticamente previos a la aparición del lenguaje, símbolo por excelencia en cada individuo éste es una creación-recreación que retoma lo que le antecede y expresa la peculiar constitución del sí mismo. Estas ideas se refieren a un movimiento dialéctico entre cultura, lenguaje, pulsiones y conflictos que a través de las sucesivas tesis, antítesis y síntesis, constituyen el nacimiento de relacione emocionalmente significativas que llamaría protosimbólicas. La cadena simbólica surge de un desplazamiento de sentido (angustia describe Klein en Dick), que ha tenido su origen en experiencias afectivas amalgamadas en la fantasía inconsciente con los objetos primarios y los primitivos fines instintivos. A diferencia de lo que ocurría en los inicios de la vida, que habíamos descripto como ecuaciones simbólicas, donde el objeto y su representación eran homologados, en el apogeo de la capacidad simbólica el símbolo y lo simbolizado están perfectamente diferenciados. El símbolo, producto de la creatividad del self simbólico, es 3 reconocido como absolutamente distinto de los objetos reales. Es mediante la aparición de la capacidad de simbolización que queda a disposición del self la distancia, la diferencia entre él y sus objetos. Es allí donde el símbolo articula esa ausencia como una capacidad de experimentar las pérdidas, de reparar al mundo interno, mediante el reconocimiento, en el inconsciente, de la soledad del self y de la libertad que es posible otorgar a los objetos internos y al self mismo. El estado que resulta de estos procesos inconscientes constituye la base del pensamiento y de la creatividad. Dice Bion (Bion, W, 1962) que si ocurre una experiencia emocional y ésta no es procesada mediante la función de reverie materna, otra mente en posesión de funcionamiento simbólico que contenga las identificaciones proyectivas y las procese, es decir las signifique, dichas experiencias no pueden ser usadas en los procesos de pensamiento. En la función reverie, la mente de la madre con su funcionamiento simbólico, como una emocionalidad provista de significado, es el agente privilegiado de la cultura, del proceso de humanización que precede el advenimiento singular de cada sujeto y que permite la continua construcción y transmisión de lo humano. Voy a presentar algunos fragmentos de material clínico, con el fin de pensar desde nuestro quehacer diario algunas de las ideas mencionadas. El paciente es un niño de 8 años que asistía a la consulta con una frecuencia semanal de tres sesiones. La misma comenzó a pedido del colegio cuando Tommy cursaba preescolar. Éste, a pesar de su gran capacidad intelectual, tenía dificultades para entender y cumplir con las consignas de las tareas. Era muy ansioso y tenía problemas para relacionarse con los otros chicos. Se quejaba de que le pegaban, lo maltrataban y le costaba participar de las tareas grupales. En la primera entrevista conmigo, los padres no señalan nada disruptivo en su desarrollo, lo escriben como un chico muy inteligente, seductor, “habla como los grandes”. Dicen que además es muy fantasioso, mezcla en lo que cuenta fantasía y realidad de una manera que a veces parece un “delirio, miente con frecuencia y a veces saca dinero de la cartera de la mamá. Se queja de dolores corporales, le duele frecuentemente la cabeza, el estómago y vomita bastante seguido. En el momento de comenzar el tratamiento tenía una niñera que lo atendía desde que nació, con la que mantenía una relación muy especial. Dicen los padres que ella jamás le dice 4 que no, no puede ponerle límites. Cuando Tommy quiere algo que no se le puede dar, ella lo “distrae” con una habilidad increíble. Desvía su atención y él se olvida de lo que está tratando de obtener. En las horas de juego diagnósticas me encontré con un niño cuyo carácter llamaba la atención. Divertido, seductor, parecía siempre estar representando un papel, creía yo que no con una intención consciente de engañar, sino como si su sí-mismo consistiera en eso, aparecer como un otro. Causaba una extraña impresión en mí: curiosidad, deseos de entenderlo y por momentos un profundo desaliento. Me parecía muy difícil llegar a él. Pensé que algo en la incipiente constitución de su identidad, estaba tambaleando. En el curso del tratamiento se hicieron visibles para mí dos características de su personalidad. Una de ellas era la diferencia entre el desarrollo de su vocabulario y el de su lenguaje. Hago esta diferencia intencional entre vocabulario y lenguaje, reservando para éste último la capacidad de comunicación intra e interpersonal derivada de la emocionalidad. Tommy decía muchas palabras difíciles, conocía su significado, pero como un diccionario; sólo era una habilidad que no enriquecía ni embellecía la capacidad comunicativa de sus palabras, más aún, a veces la entorpecía, ya que en ocasiones las usaba enredándose con términos difíciles que no significaban nada para él. Otra característica era la diferenci9a entre su desarrollo verbal y su desarrollo, motor. Era torpe en sus movimientos. Poco diestro en los deportes, le costaba mucho cortar, pegar, etc., pero siempre trataba de disimularlo. Durante el tratamiento, el despliegue de la transferencia fue revelando la enorme dificultad y dolor, casi desasosiego que le producían al niño el contacto con sus aspectos infantiles. Las ansiedades de separación eran muy intensas después de los fines de semana, los sentimientos de exclusión ante la escena edípica muy dolorosos y su defensa primordial, identificación proyectiva mediante, era recrear diversos personajes el “sabelotodo”, el “a-mí-qué”, donde lo adulto y lo infantil eran caricaturas y se borraban las diferencias entre adulto y niño. Simplificando, Tommy pensaba que espiaba dentro de la mente de los demás, especialmente de la mamá, la maestra, la niñera y la analista. Y así, entender o apoderarse de su identidad. No toleraba la incertidumbre. Esta maniobra era lo que proporcionaba un aspecto de caricatura a su personalidad. En las sesiones que voy a comentar quiero mostrar lo que ocurría en la 5 transferencia cuando luego de un arduo trabajo analítico podía aparecer lo doloroso e infantil encubierto. Era un día martes, primera sesión de la semana, ya que el lunes fue feriado. Voy a abrir la puerta de entrada del edificio donde está el consultorio y a diferencia a otras veces en que está con la carita pegada al vidrio esperándome, esta vez casi no lo veo, está a un costado gritándole a alguien. Entra y se dirige al consultorio con la cabeza agachada, murmurando algo que no entiendo. Ya en la sala de juegos le pregunto qué estaba pasando antes de entrar. (Me pareció que se estaba peleando con alguien) Pte.: Pasó que me estaba por pelear con un chico, pero Matilde me detuvo. Ata.: ¿Y por qué te estabas por pelear? Pte.: Porque era un asqueroso, e hizo algo que me dio mucha rabia. ¿Sabés? Tiró sus mocos a la calle ¡Puff, qué asco! Mientras me cuenta esto, juguetea con un autito con tres pares de ruedas y una carrocería que imita una boca grande que se abre: se levanta el capot, en el interior en lugar del motor se ven dientes y una lengua. También tiene en sus manos muñequitos de plástico sin diferencia visible. Estos juguetes los sacó de su bolsillo antes de entrar. Continúa jugueteando, deja los juguetes sobre la mesa y va al baño. Tarda unos minutos y desde el baño me avisa que le falta poco, que enseguida viene. Regresa, se sienta a la mesa de juegos y continúa jugueteando en silencio. Ata: Me parece que vos pensaste que ese chico de los mocos salía de mi consultorio, que era un paciente mío. Pte.: Lo pensó Matilde, ella me dijo que era tu paciente. Ata.: Podría ser que vos también pensaste que salía de acá, que estaba conmigo antes que vos y tuvo sesión ayer y la bronca y la tristeza que eso te dio tuviste que ir a dejarlos en el baño. Pte.: Eso que dijiste no me gustó. Pone una expresión triste y sigue jugueteando con los juguetes que trajo. Pte.: ¿Sabés que hoy es el cumpleaños de Julia? (su hermanita). Hace un gesto como si dijese “qué le vamos a hacer”. Ata.: ¿A qué jugás, Tommy? 6 Pte.: A una pelea. Éste es (auto con forma de boca) Attack-Pack. Y éstos (los muñequitos) son el bueno y el malo. Sigue una secuencia donde golpea los tres objetos entre sí, sin argumento aparente. Ata.: No me doy cuanta de quién se pelea con quién, ni quién es el bueno y quién es el malo. Pte.: Hoy no vamos a festejar el cumpleaños de Julia. Ata.: Podría ser que esos muñecos que se pelean sean papá y mamá haciendo una bebita que se llama Julia y vos te sentís como un AttackPack furioso y hambriento porque papá y mamá están ocupados entre ellos haciendo hermanitos y vos te sentís solo. Pte.: Juguemos al ahorcado doble, del nivel más difícil, que es el del cuerpo. Dibuja en la pizarra con dos marcadores a la vez las horcas y las rayitas para las palabras “boca” y “saliva”, que son las que tengo que completar. Pte.: Mientras vos ponés las palabras, yo dibujo. Hace tres monigotes que envuelve con rayas. Mientras los hace, dice que esos trazos son como el huracán que él siente en la panza cuando vomita. Ata.: Parece que el huracán de la panza se arma cuando sentís que yo estoy con otros pacientes o que papá y mamá hacen hermanitos. En lugar de quedarnos con vos, te dejamos solo, celoso y enojado. Pte.: Voy a hacer un experimento. Llena un vaso con agua, plasticota y un poco de témperas, revuelve y señala con entusiasmo los globitos que se forman en el agua por la plasticota no disuelta. Pte.: Mirá Cris, ¡mirá lo que hice! Son “personajes”. Mirá, se mueven, les voy a hablar. Ata.: ¿Y qué les vas a decir? Pte.: (sorprendido y muerto de risa) ¿Sabés que no sé? Ata.: Creo que no sabés porque te das cuenta que esos “personajes” no son chicos como Julia o el nene que pensaste que salía de acá. Es la hora, me ayuda de buen humor a ordenar el consultorio y pide quedarse un ratito más. 7 En el material presentado vemos en la evolución de la transferencia tanto el mocoso excluido durante el fin de semana como los celos hacia su hermana y varios elementos de la configuración de la escena primaria. En la última secuencia aparece su defensa preferida, el usurpar la identidad de sus padres.: si él puede hacer bebés con Agua y plasticola, es igual o superior a ellos porque se las arregla solo, no necesita de otro y entonces no sufre si lo dejan solo y hacen cosas que él no puede hacer porque es un chico. Las facetas de la actividad simbólica que aparecen en este proceso son el juego, el sentido del humor: “¿sabés que no sé qué les voy a decir?” Todo esto está bastante lejos de su vocabulario de adulto, de sus confusos relatos verborrágicos, donde entonces se confundían la fantasía como expresión de su self y la omnipotencia de su organización narcisista. En este material, según mi criterio, hay un inicio de discriminación del self y sus objetos primarios y un uso de la sesión como un continente capaz de poner a prueba y dar sentido a toda la dramática de su mundo interno.Mis interpretaciones tenían el sentido de decirle a mi paciente qué era lo que yo entendía que pasaba entre nosotros en la sesión, y que ese algo podía ser entendido por él si yo lo ponía en palabras. La importancia que tiene esto es la relación que veo entre actividad simbólica, identidad analítica y su resultado, la “actitud analítica”, cuyo efecto en el mundo interno del analista es un encuadre que va más allá de los aspectos meramente formales del mismo. La actitud analítica a la que me refiero (Fraigne de Gallo, M.C., Gallo, a: Mantykow de Sola, B., 1955) es el soporte de un diálogo sincero entre paciente y analista con el fin de que se desarrolle el proceso.-Pienso que “sinceridad” es un término que se adecua muy bien para aludir a la atmósfera emocional en que transcurre el proceso psicoanalítico. Creo que los término “sinceridad”, “verdad” y realidad” están estrechamente relacionados en este punto es donde quisiera mencionar algunas ideas de Richard Rorty. Según éste último (Rorty, R., 1989) “hace unos doscientos años comenzó a adueñarse de la imaginación de Europa la idea de que la verdad es algo que se construye en vez de que algo que se halla. La Revolución Francesa había mostrado que la totalidad del léxico de las relaciones sociales y la totalidad del espectro de las instituciones sociales, podían sustituirse casi de la noche a la mañana (…) Los poetas 8 románticos mostraban qué es lo que ocurre cuando ya no se concibe al arte como una imitación, sino más bien como una creación del artista (…)De acuerdo con esta forma de ver los grandes científicos inventan descripciones del mundo que son útiles para predecir y controlar los acontecimientos, igual que los pensadores y los poetas inventan otras descripciones del mundo con vistas a otros fines. Pero de ningún modo constituye alguna de estas descripciones, una representación exacta de cómo es el mundo en sí mismo”. Siguiendo estas ideas que Rorty propone, es necesario distinguir entre la afirmación de que el mundo está ahí afuera y de que la verdad o la significación del mundo están ahí afuera. “La verdad no puede estar ahí afuera-no puede existir independientemente de la mente humana- porque las proposiciones no pueden tener esa existencia, estar ahí afuera. El mundo está ahí afuera, pero las descripciones del mundo no. sólo las descripciones del mundo pueden ser verdaderas o falsas. El mundo de por sí, sin el auxilio de las actividades descriptivas de los seres humanos, no puede serlo La idea de que la verdad, lo mismo que el mundo, está ahí afuera es legado de una época en la cual se veía al mundo como la creación de un ser que tenía lenguaje propio (Rorty, R.,Ibíd.) …”El mundo no habla, sólo nosotros lo hacemos. La realidad, una vez que nos hemos ajustado al lenguaje, puede hacer que sostengamos determinadas creencias, pero no puede proponernos un lenguaje para que nosotros lo hablemos…La realidad es en su mayor parte, indiferente a las descripciones que hacemos de ella…Los lenguajes son construidos y no hallados y la realidad es una propiedad de las entidades lingüísticas, de las proposiciones”. Por lo tanto, la realidad que le interesa al psicoanalista es la de las significaciones emocionales que el paciente le da, entre otras cosas a lo que está ahí afuera. Esta significación emocional (realidad) funciona en la mente del psicoanalista como algo que éste debe procesar simbólicamente para que se efectúe el despliegue de la transferencia y de este modo el proceso psicoanalítico. 9 Resumen El objetivo de este trabajo es establecer algunas correlaciones entre lo externo, lo real, el mundo interno y la constitución de la subjetividad, desde la óptica de la teoría psicoanalítica y las ideas que algunos pensadores actuales han desarrollado dentro del ámbito de la filosofía. Drescriptores: Realidad, Significado Emocional, Función simbólica, Lenguaje 10 Bibliografía Bion, W. (1962): Lerning from Experience. Londres, Heinemann. (1966: Aprendiendo de la Experiencia. Buenos Aires, Paidos). (1970) : Attention and Interpretation.- .Londres, Tavistock Publ. (1974: Atención e Interpretación. Buenos Aires, Paidos). Ferrater Mora, J. (1965): Diccionario de Filosofía. Buenos Aires, Sudamericana. Fraigne de Gallo, M.C., Gallo,.A. y Mantykow de Sola, B. (1955): Encuadre y Contratransferencia. XVII Simposio y Congreso Interno, APdeBA. Klein, M (1928): Early Stages of the Oedipus Complex, en Love, Guilt and Reparation. 1975, Londres, The Hogart Press. (1930) : The Importance of Symbol-Formation in the Development of the Ego. En Love, Guilt and Reparation. 1975, Londres, The Hogart Press. Laplanche, J. y Pontalis, J. (1971): Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona, Labor Rorty; R. (1989): Contingency, Irony and Solidarity. New York, Cambridge Univ. Press. (1991: Contingencia, Ironía y Solidaridad. Buenos Aires, Paidos. (1979): Philosophy and the Mirror of Nature. Princeton, Princeton Univ. Press. (1989: La Filosofía y el Espejo de la Naturaleza. Madrid, Ed. Cátedra). Segal, H. (1981) : The Work of Hanna Segal. Londres, Maresfield. (1989: La Obra de Hanna Segal. Buenos Aires, Paidos).