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2
El Rector Mayor viene indicado hace tiempo la importancia de
ahondar en la pedagogía de Don Bosco; pues bien esta intuición
debe traducirse en un programa que llevar a efecto en este segundo
año de preparación a la celebración del bicentenario. Escribía así:
«Hoy es necesario profundizar en la pedagogía salesiana. Es decir, hay
que estudiar y realizar la puesta al día del sistema preventivo… Se
trata, por parte de los agentes y de los estudiosos, de desplegar sus
grandes virtualidades, de modernizar sus principios, sus conceptos y
sus orientaciones, de interpretar hoy sus ideas fundamentales»
Esta aproximación a unas poquitas cartas tiene el modesto objetivo
de ilustrar lo que ya conocemos desde las elaboraciones teóricas del
Sistema Preventivo o desde nuestra práctica educativo-pastoral
cotidiana, y a partir de ello fomentar el diálogo y búsquedas
pedagógicas comunes.
La propuesta de trabajo también es sencilla: en el Grupo de
animadores, Equipo de Dirección, Consejo parroquial, Comunidad, o
cualquier otra instancia que reúna educadores y jóvenes, se puede
hacer la lectura-reflexión-celebración con una o dos cartas, según la
extensión, de modo que se propicie el compartir la experiencia
educativa según el Sistema Preventivo.
Se propone un esquema similar para todos los encuentros: breve
celebración inicial, lectura personal y comunitaria de la carta según
algunas claves, compartir de resonancias y cierre.
Las cartas seleccionadas en este folleto son dirigidas a jóvenes
concretos, otras a todos los alumnos del Oratorio o un colegio, y
otras a los salesianos. Más cartas irán siendo publicadas a lo largo del
año en la página web, la mayoría de ellas tomadas de Motto,
Francesco (1994), Juan Bosco, cartas a jóvenes y educadores).
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En la correspondencia escolar, sobre todo en las cartas enviadas a los
jóvenes del Oratorio de Valdocco y de otras casas, a los salesianos y a
los bienhechores que conocía personalmente, es donde Don Bosco
se manifiesta más personal y original.
En sus casi 73 años escribió muchísimas cartas; veinte mil podría ser
un número que no se aleja mucho de la verdad. Naturalmente, no
nos han llegado todas, pero sí una buena parte; en la actualidad se
poseen algunos miles.
No es fácil distinguir en la correspondencia de Don Bosco los temas
puramente pedagógicos de los espirituales. El santo se siente
constantemente sacerdote, vive en su pellejo la urgencia de la misión
evangelizadora. Su vida está movida por una tensión unificadora,
infatigable, entusiasmante, casi obsesiva: la salvación de los jóvenes.
Pues bien, ese papel de educador de la fe, que actúa mediante los
clásicos instrumentos de la catequesis, de la predicación, de las
«prácticas de piedad», de la dirección espiritual, se conjuga en él
admirablemente con el de educador simple y llano.
Las cartas de Don Bosco buscan una eficacia práctica, inmediata; son
mezcla de tacto humano y sacerdotal, síntesis de afecto, sencillez,
audacia y discreción; tienen más el sabor de una colección de
normas, aunque en un contexto pedagógico, que de una
conversación que se lleva hacia colecciones más amplias.
En esta aproximación a unas poquitas cartas no tiene otro objetivo
que ilustrar lo que ya conocemos desde las elaboraciones teóricas del
Sistema Preventivo o desde nuestra práctica educativo-pastoral
cotidiana. Algunas de las cartas seleccionadas son dirigidas a jóvenes
concretos, otras a alumnos del Oratorio o un colegio, y otras a los
salesianos.
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Los contenidos educativos propuestos a los jóvenes
En las cartas dirigidas a los jóvenes, Don Bosco responde de modo
conciso a sus problemas, les aconseja, les invita a que hagan
propósitos en orden a una vida cristiana comprometida y a una
opción vocacional.
La relación de Don Bosco con los jóvenes es profunda en la esfera
humana y en la espiritual, caracterizada por un afecto recíproco y por
amor sobrenatural, que suscita confianza y lleva a establecer una
relación también con Dios. Don Bosco, como educador, se presenta
como amigo del joven, al que aconseja y advierte, sugiriéndole el
camino para alcanzar la felicidad y la salvación. Con plena
conciencia, trata de evitar una educación intelectualista, solo buena
para individuos preocupados por hacer carrera; insiste, además,
sobre el compromiso, sobre la buena conducta moral,
preocupándose de formar el corazón, la mente, las costumbres. En
otras palabras, vive buscando lo que la moderna pedagogía
humanista considera condición previa fundamental para cualquier
proceso formativo: la genuinidad, la autenticidad.
Educador de educadores
En las misivas personales y en las circulares que envía, Don Bosco
apela a su paternidad espiritual, al afecto mutuo como expresión de
consanguinidad vocacional; se preocupa por la salvación de sus
almas, de la fidelidad al compromiso apostólico y al don de la
vocación. Su interés no descuida tampoco la salud, hasta el punto de
recurrir a imperativos de prohibición y mandatos.
(texto elaborado en base a Motto, Francesco (1994), Juan Bosco, cartas a jóvenes y educadores)
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Celebración para la lectura y reflexión de las cartas.
 Se inicia con un canto conocido por todos.
 Rezamos juntos un trozo del Salmo 118 (1-10):
Dichosos los de conducta intachable,
que siguen la voluntad del Señor.
Dichosos los que guardan sus preceptos,
y lo buscan de todo corazón;
los que, sin cometer iniquidad,
andan por sus caminos.
Tú mandaste que tus decretos
se observen exactamente.
Ojalá estén firmes mis caminos
para cumplir tus órdenes.
Entonces no quedaré defraudado
al fijarme en tus mandatos.
Te daré gracias con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero cumplir tus órdenes
¡No me abandones, oh Dios grande e inmortal!
¿Cómo limpiará un joven su sendero?
–Observando tu palabra.
Te busco de todo corazón:
no me desvíes de tus mandatos.
 Proclamamos la Palabra de Dios (1 Juan 2,12-14)
Hijos míos, les escribo a ustedes porque sus pecados han sido
perdonados por el nombre de Jesús. Padres, les escribo a ustedes
porque conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo
a ustedes porque han vencido al Maligno. Hijos, les he escrito
porque ustedes conocen al Padre.
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 Quien preside o alguien de la asamblea proclama la
siguiente oración:
Don Bosco, Padre y Maestros de la juventud,
Intercede por nosotros
Para que los niños, adolescentes
Y jóvenes de nuestra patria
Puedan crecer como personas y como cristianos.
Ayúdanos a comprender y vivir cada vez más
El amor demostrado,
El diálogo razonable,
Y la relación cercana y amistosa con Cristo,
Que nos mostraste en el Sistema Preventivo.
Que en todas las casas salesianas
Esté vivo el mismo Espíritu que Dios te regaló a ti,
Para que seamos capaces
De dar hasta el último aliento
En bien de aquellos que nos necesitan,
Entregando la vida por ellos, como tú lo hiciste.
Regálanos tu misma confianza
En la Auxiliadora que todo lo hizo.
San Juan Bosco
¡Ruega por nosotros!
 Finalizado este espacio de oración, se reparte alguna de las
cartas a reflexionar.
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Leamos las cartas buscando CLAVES EDUCATIVAS
Se puede abordar las cartas en forma personal según este esquema:
RESPECTO AL TRATO CON LA PERSONA

¿Cómo es?

¿Qué se manifiesta de Don Bosco?

¿Qué me sugiere?
RESPECTO AL CONTENIDO EDUCATIVO Y ESPIRITUAL

¿Cuáles son las tres propuestas principales que hace don
Bosco?

¿Cuál de ellas destacarías como imprescindible hoy día?

¿Qué le preguntarías o responderías a Don Bosco?
RESPECTO A TU PROPIA EXPERIENCIA

¿Qué de lo propuesto por don Bosco en esta carta has vivido
con más intensidad como alumno, exalumno o educador?

A partir del contenido de esta carta ¿qué “buena práctica”
educativa concreta puedes proponer o iniciar en tu
comunidad educativa?
 Después de un tiempo acorde para leer cada carta, se
propone un espacio para compartir resonancias personales,
particularmente algo de los últimos dos puntos.
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 Una vez que se haya compartido se finaliza rezando la...
Oración del Bicentenario
Padre y Maestro de la juventud,
San Juan Bosco,
que, dócil a los dones del Espíritu
y abierto a las realidades de tu tiempo
fuiste para los jóvenes, sobre todo para los pequeños y los pobres,
signo del amor y de la predilección de Dios.
Se nuestro guía en el camino de amistad con el Señor Jesús,
de modo que descubramos en Él y en su Evangelio
el sentido de nuestra vida
y la fuente de la verdadera felicidad.
Ayúdanos a responder con generosidad
a la vocación que hemos recibido de Dios,
para ser en la vida cotidiana
constructores de comunión,
y colaborar con entusiasmo,
en comunión con toda la Iglesia,
en la edificación de la civilización del amor.
Concédenos la gracia de la perseverancia
al vivir una vida cristiana intensa,
según el espíritu de las bienaventuranzas;
y haz que, guiados por María Auxiliadora,
podamos encontrarnos un día contigo
en la gran familia del cielo. Amén
 Se finaliza con un canto conocido por todos.
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Carta manuscrita de Don Bosco que se encuentran en el Archivo del Colegio “Don Bosco”
de San Nicolás de los Arroyos (el primer colegio salesiano de América, erigido en 1875).
Escrita en Turín el 3 de enero de 1881, cuando el santo contaba con 65 años.
El nombre del destinatario (Quaranta, clérigo) y el carissimo inicial no es letra de Don
Bosco, sino de su secretario.
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1
Al joven Stefano Rossetti
S. Ignacio presso Lanzo, 25 de julio de 1860
Amadísimo hijo:
La carta que me has escrito me ha producido verdadero
placer. Con ella demuestras que has comprendido cuál es mi
sentimiento hacia ti. Sí, querido mío, yo te quiero con todo el
corazón, y mi amor tiende a hacer lo que puedo para hacerte
progresar en el estudio y en la piedad y llevarte por el camino del
Cielo.
Recuerda los muchos avisos que te he dado en diversas
circunstancias; mantente alegre, pero que tu alegría sea verdadera
como la de una conciencia limpia de pecado.
Procura hacerte muy rico, pero rico de virtud, y la riqueza
más grande es el santo temor de Dios.
Huye de los malos, sé amigo de los buenos; ponte en manos
de tu señor Arcipreste y sigue sus consejos y todo te irá bien.
Saluda a tus padres de mi parte; pide al Señor por mí y
mientras Dios te mantiene lejos de mí, le ruego que te conserve
siempre suyo hasta que estés de nuevo con nosotros, mientras soy
tuyo con paterno afecto
Sac. Bosco Gio.
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2
Al joven Gregorio Cavalchini Garofoli
Turín, 1 junio 1866
Queridísimo Gregorio Garofoli:
He recibido con agrado tu carta y he dado tus noticias a los
jóvenes que formaron parte en la caravana de Tortona. Les agradó
mucho y me dan el grato encargo de agradecértelo y saludarte.
No te quepa duda de que me gustaría entretenerme un rato
contigo, pero lo que me gustaría decirte no se puede confiar al
papel. Si te agradase hacerme una visita en las próximas vacaciones,
te diría todo lo que quería escribirte.
Como amigo de tu alma, no puedo dejar de darte algunos
recuerdos fundamentales y son tres f.f.f. Es decir:
1º. Fuga del ocio.
2º. Fuga de los compañeros que tienen malas conversaciones
o dan consejos malos.
3º. Frecuentar la confesión y la comunión con fervor y con
fruto.
Te ruego que saludes a tus dos hermanos, a Emanuele Callori
y a los otros piamonteses de ahí que encuentres conocidos míos.
Que Dios te bendiga y te conserve en su santa gracia. Pide
por mí que soy tu
Afmo. en el Señor,
Sac. Gio. Bosco
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3
A los jóvenes del colegio de Lanzo
Turín, 26 julio 1867
Queridos hijos del Colegio de Lanzo:
He dejado hasta ahora escribiros, queridísimos hijos, porque
creía que iba a poder hablar personalmente ante de las vacaciones;
pero ahora veo que las necesidades de mis ocupaciones me privan
de este placer que procuraré satisfacer con la pluma.
Os diré, pues, que os agradezco la ayuda que habéis enviado
para la iglesia de María Auxiliadora y las apreciadas cartas que os
habéis complacido en enviarme. No podéis imaginaros con qué
gusto las he leído una a una y me parecía que hablaba con cada uno
de vosotros. Mientras leía, daba con el corazón mi a cada uno, ya
que no lo puedo hacer por escrito.
Estad seguros, queridos míos, de que vosotros me habéis
expresado muchos bonitos pensamientos, pero estos pensamientos
encontraron eco en mi corazón y espero que el vuestro y mi
corazón se harán una sola cosa para amar y servir al Señor. Sed
benditos y premiados por la caridad y benevolencia que me habéis
demostrado.
Mientras tanto, al acercarse las vacaciones, deseo daros mi
adiós con algunas palabras de amigo:
1º. En lo que os sea posible, regresad el día en que
comiencen las clases, que creo será el 16 del próximo agosto; a no
ser que alguna enfermedad os lo impida.
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2º. Saludad a vuestros padres a vuestros párrocos y maestros
de mi parte.
3º. Si encontráis en vuestro pueblo algún compañero
virtuoso, procurad traerlo con vosotros al colegio; pero, a los que no
os parezcan buenos, no les digáis nada de venir a este colegio.
4º. Durante el tiempo que estéis en casa, comulgad al menos
los días de fiesta. A lo largo de la semana, no dejéis de hacer todas
las mañanas vuestra meditación.
5º. Decid todas las mañanas un Pater y un Ave con Gloria
Patri al Sacramento para uniros conmigo que os encomiendo todos
los días en la santa misa, para que ninguno de vosotros sea víctima
del cólera, que se deja sentir terriblemente en vario pueblos
próximos a nosotros.
A propósito de este feo mal, os aconsejaría que los que
tienen esa enfermedad en su pueblo no vayan de vacaciones para
no exponerse al peligro de vida sin necesidad.
Por lo demás, queridos hijos, pedid a Dios por mí y recemos
todos unos por los otros para que podamos evitar la ofensa del
Señor a lo largo de esta vida y, después, nos encontremos todos
juntos un día para alabar, bendecir y glorificar las divinas
misericordias en el cielo. Amén.
Afmo. amigo, padre y hermano,
Sac. Gio. Bosco
P.S . Vivan el director, el prefecto, los maestros, los asistentes y todos
mis queridos hijos de Lanzo.
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4
A los jóvenes del Colegio de Lanzo
Turín, 11 febrero 1871
Queridísimos y amadísimos hijos:
Deseo, queridos hijos en J.C.; ir a celebrar los carnavales con
vosotros. Cosa insólita porque en esos días no suelo alejarme de
Turín. Pero el afecto que me habéis manifestado tantas veces, las
cartas que me habéis escrito han provocado esa decisión. Pero un
motivo mucho más importante me anima. Fue una visita que os
hice hace pocos días. Escuchad qué relato más terrible y doloroso.
Sin que vosotros ni vuestros superiores lo supieseis, os hice una
visita. Una vez en la placita de delante de la iglesia, vi un monstruo
verdaderamente horrible. Los ojos grandes y brillantes la nariz
grande y chata, la boca ancha, el mentón agudo, orejas como un
perro, con dos cuernos que, a modo de macho cabrío, le coronaban
la cabeza. Reía y bromeaba con algunos compañeros suyos saltando
de una parte para otra.
-¿Qué haces tú jeta infernal?- le dije aterrado
-¡Me entretengo!- respondió-, no sé qué hacer
-¡Cómo! ¿No sabes qué hacer? ¿Es que has decidido dejar en
paz a estos queridos jovencitos míos?
-No hace falta que yo me ocupe de ellos, porque tengo
dentro amigos que hacen muy bien mis veces. Una colección de
alumnos que se apuntaron y se mantienen fieles a mi servicio.
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-Tú mientes, ¡padre de la mentira! Tantas prácticas de
piedad, lecturas, meditaciones, confesiones…
Me miró con una risa de burla e, indicándome que le siguiese, me
llevó a la sacristía y me hizo mirar al director que estaba confesando:
Mira, añadió, algunos son mis enemigos, pero muchos me sirven
también aquí y son los que prometen y no cumplen; confiesan
siempre las mismas cosas y a mí me gustan mucha sus confesiones.
Después me condujo a un dormitorio y me hizo observar a algunos
que, durante la misa, piensan mal y no pensaban ir a la iglesia.
Después me señaló a uno diciendo: -Éste estuvo ya a punto de morir
y entonces hizo mil promesas al Creador; ¡pero se hizo peor que
antes!
Me condujo después a otros sitios de la casa y me hizo ver cosas que
me parecían increíbles, y que no quiero escribir, sino contaros de
palabra. Entonces volvió a llevarme al patio, junto a sus compañeros
delante de la iglesia y le pregunté: ¿Qué es lo que mejor servicio te
hace entre estos jovencitos?
- ¡Las conversaciones, las conversaciones las conversaciones!,
todo viene de ahí. Cada palabra es una semilla que produce frutos
maravillosos.
- ¿Quiénes son tus más grandes enemigos?
-Los que frecuentan la comunión.
- ¿Qué es lo que más miedo te da?
-Dos cosas: la devoción a MARÍA…
- ¿Cuál es la segunda?
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Entonces se conmovió, tomó el aspecto de un perro, de un gato, de
un oso, de un lobo. Tenía tres cuernos, después cinco, luego diez;
tres cabezas, cinco, siete. Y esto casi al mismo tiempo; yo temblaba
el otro quería huir, yo quería hacerle hablar, hasta que le dije:
-Quiero que me digas sin más qué es lo que temes más de todas las
cosas que se hacen aquí. Y esto te lo mando en nombre de Dios
Creador, tu dueño y mío, al que todos tenemos que obedecer
En aquel momento, él con todos los suyos se contorsionaron,
tomaron formas que nunca más querría ver en mi vida; después
hicieron un ruido con alaridos terribles que terminaron con estas
palabras: -Lo que nos hace mayor mal, lo que tememos por encima
de todo es la observancia de los propósitos que se hacen en la
confesión.
Pronunciaron estas palabras con gritos tan espantosos y
fuertes, que todos aquellos monstruos desaparecieron como rayos y
yo me encontré sentado en mi habitación junto a la mesa. Lo demás
os lo diré de palabra y os explicaré todo.
Que Dios os bendiga y creedme vuestro
Afmo. en J.C.,
Sac. Gio. Bosco
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5
A los jóvenes del Colegio de Lanzo
Turín, S. Esteban 1872
Mis queridos hijos del colegio-residencia de Lanzo;
He recibido vuestras felicitaciones, con un gran consuelo de
mi parte. Os las agradezco de todo corazón y lo recordaré con
agrado. Que Dios (os) recompense la benevolencia que me habéis
demostrado.
Una palabra para todos.
Que el Sr. Director no deje pasar tiempo, sin daros los
buenos consejos y avisos saludables cuando sea el momento de
hacerlo.
Que los sacerdotes estén unidos los unos con los otros en
todo lo que se refiere a la salvación eterna suya y de los jóvenes del
colegio.
Que los maestros pregunten a todos en la clase y atiendan
especialmente a los más débiles.
Que los asistentes hagan todos los esfuerzos para impedir las
malas conversaciones.
Que los sacerdotes y los clérigos recuerden que son sal térrea
et lux mundi (Mt 5, 13-14).
Que los alumnos amen la virtud de la modestia y de la
sobriedad.
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A todos les recomiendo ilimitada confianza con el Director.
Que Dios os bendiga a todos y a todos haga ricos en la
verdadera riqueza, que es el santo temor de Dios.
Vosotros sois mi consuelo: que nadie me atraviese el corazón
con las espinas de la mala conducta. En todo el año os prometo
cada mañana un memento especial en la santa misa. Vosotros
encomendad también al Señor mi pobre alma, y pedid la
misericordia del Señor para que no me suceda la desgracia
irreparable de perderla.
Que la gracia de N.S.J.C. esté siempre con nosotros. Amén.
Afmo. en J.C.,
Sac. Gio. Bosco
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6
A los artesanos del Oratorio
Roma, 20 enero 1874
Queridísimos D. Lazzero y mis muy queridos artesanos:
Aunque he escrito una carta para todos mis amados hijos del
Oratorio, siendo los artesanos como la niña de mis ojos y más
todavía por haber pedido para ellos una bendición especial al Santo
Padre, por eso creo que os gustará que dé gusto a mi corazón
escribiéndoos una carta.
Que os quiero mucho no hace falta que os lo diga, os he
dado claras pruebas de ello. Que vosotros me queréis mucho no
necesito que me lo digáis, porque me lo habéis demostrado
constantemente. Pero ¿en qué se funda este afecto recíproco
nuestro? ¿Sobre la bolsa? No sobre la mía, porque la gasto por
vosotros; no sobre la vuestra porque, no os ofendáis, no la tenéis.
Por tanto, mi afecto se funda en el deseo que tengo de salvar
vuestras almas, que fueron todas redimidas por la sangre preciosa de
N. S. J. C. y vosotros me amáis porque trato de conduciros por el
camino de la salvación eterna.
Por tanto, el bien de nuestras almas es el fundamento de
nuestro afecto.
Pero cada uno de nosotros, mis queridos hijos, ¿tiene una
conducta que tienda a salvar el alma o a perderla? Si nuestro divino
Salvador nos llamase en este momento a su divino tribunal para
juzgarnos, ¿nos encontraría preparados a todos? Propósitos hechos y
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no cumplidos, escándalos dados y no reparados, conversaciones que
enseñan el mal a otros, son cosas sobre las que deberíamos temer
que senos reprendiese.
Pero mientras que J. C. podría hacer con razón esas
recriminaciones, estoy seguro de que no pocos se presentarían con
la conciencia limpia y con las cuentas del alma bien ajustadas y ése
es mi consuelo.
De todos modos, mis queridos amigos, sentíos animosos; yo
no dejaré de rezar por vosotros, preocuparme de vosotros, pensar
en vosotros, y ayudadme vosotros con vuestra buena voluntad.
Poned en práctica la palabra de S. Pablo que os traduzco aquí:
Exhorta a los jóvenes a que sean sobrios, y que no olviden
que esta establecido que todos mueran y que, después de la muerte,
todos nos presentaremos al tribunal de Jesús. El que no resucita con
J. C. en la tierra no puede ser coronado de gloria en el cielo. Huid
del pecado como del mayor enemigo, y huid de las fuentes del
pecado, es decir, de las malas conversaciones que son la ruina de las
costumbres. Daos buen ejemplo unos a otros en las acciones y en las
palabras, etc. D. Lazzero os dirá el resto.
Mientras tanto, queridos míos, me encomiendo a vuestra
caridad, que recéis de modo especial por mí y los de la Compañía
de S. J osé, que son los más fervorosos, que hagan una santa
comunión por mí.
Que la gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros, y nos
ayude a perseverar en el bien hasta el final de la vida. Amén.
Vuestro Afmo. amigo,
Sac. G. Bosco
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7
A los Salesianos y a los jóvenes del colegio de Lanzo
Turín, víspera de la Epifanía 1875
A mis queridísimos hijos, Director, asistentes, prefecto, catequista,
alumnos y demás del colegio de Lanzo.
Que la gracia de N.S.J.C. esté siempre con nosotros. Amén.
Hasta ahora, hijos míos amadísimos, no he podido satisfacer
un vivo deseo de mi corazón y era haceros una visita. Una serie no
interrumpida de complicaciones ocupaciones, una ligera molestia de
salud me han impedido tal cosa.
Sin embargo, quiero decir algo que os resistiréis a creer:
varias veces al día pienso en vosotros y todas las mañanas en la S.
Misa os encomiendo de modo especial al Señor. Por vuestra parte,
también dais muestras de que os acordáis de mí. Con qué placer
he leído vuestras líneas de felicitación; desde el primero al último
del colegio. Me parecía encontrarme en medio de vosotros, y en mi
corazón repetí varias veces: ¡vivan mis hijos de Lanzo!
Comienzo, pues, dándoos las gracias a todos, y de todo
corazón, por las cristianas y filiales felicitaciones que me enviáis y
pido a Dios que centuplique sobre vosotros y sobre todos vuestros
familiares y amigos esos deseos. Sí, que Dios os conserve a todos
muchos años de vida feliz. Quiero ahora daros una felicitación
especial: os deseo del cielo salud estudio moralidad.
Salud. Éste es un regalo precioso del cielo. Cuidadlo.
Guardaos de las intemperancias, de sudar demasiado, del cansancio
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excesivo, del paso rápido del calor al frío. Éstas son las causas
ordinarias de enfermedad.
Estudio. Estáis en el colegio para haceros con un conjunto de
conocimientos con los que podáis a su debido tiempo ganaros la
vida. Cualquiera que sea vuestra condición, vocación o estado en el
futuro, debéis hacer de modo que, si os faltase toda la ayuda de
vuestra casa y de vuestros padres, pudierais estar en grado de
ganaros un alimento honrado.
Que nunca se diga de nosotros que vivimos de los sudores
ajenos.
Moralidad. El lazo que une la salud y el estudio, el cimiento
sobre el que se levantan es la moralidad. Creedlo, mis queridos
hijos: yo os digo una gran verdad. Si conserváis buena conducta
moral, progresaréis en el estudio, en la salud; os apreciarán vuestros
superiores, vuestros compañeros, vuestros padres, vuestros amigos,
vuestros paisanos, y si queréis que os lo diga, seréis apreciados y
respetados hasta por los malos.
Todos pretenderán estar cerca de vosotros, elogiaros, haceros
favores. Pero dadme algunos de esos seres que no tienen moral.
¡Qué cosa tan desagradable! Serán perezosos y no tendrán más
nombre que el de asno; hablarán mal y se dirá de ellos que son
escandalosos de los que hay que huir. Si se les conoce en el colegio,
todos los rechazan y se canta un Tedeum el día feliz en que se van a
su casa. ¿Y en su casa? Desprecio general. La familia, el pueblo los
detestan, nadie les apoya, todos huyen de
su compañía. ¿Y para
el alma? Si viven, son desgraciados; en caso de que mueran, como
no han sembrado más que mal, no podrán más que frutos funestos.
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Ánimo, pues, queridos hijos: tratad de buscar, estudiar,
conservar y promover los tres grandes tesoros: salud, estudio y
moralidad
Algo más todavía: Yo escucho la voz que viene de lejos y
grita: ¡Hijos, alumnos de Lanzo, venid a salvarnos! Son las voces de
muchas almas, que esperan una mano amiga, que vaya a arrancarlas
del borde de la perdición, y las ponga en el camino de la salvación.
Os digo esto, porque muchos de vosotros estáis llamados a la
vocación sagrada, a ganar almas. Sentíos fuertes: hay muchos que os
esperan. Recordad las palabras de S. Agustín: Animan salvaste,
animan tuan praedestinasti.
Finalmente, hijos, os recomiendo a vuestro Director. Sé que
no tiene muy buena salud; rezad por él, consoladlo con vuestra
buena conducta, queredle mucho, tened confianza ilimitada en él.
Estas cosas le ayudarán mucho a él y os resultarán de gran beneficio
a vosotros mismos.
Mientras os aseguro que todos los días os encomiendo en la
santa misa, me encomiendo también yo a vuestras
buenas
oraciones para que no me suceda la desgracia de predicar a los
demás y después vaya a perder mi pobre alma. Ne cum aliis
praedicaverim ego reprobus efficiar (1 Cor 9,27).
Que Dios os bendiga a todos y creedme en J.C.
Afmo. amigo,
Sac. Gio. Bosco
N.B. Ruego al Sr. Director que explique lo que tal vez no se pueda
comprender bien.
24
8
A los alumnos de 4º y 5º gimnasial del colegio de
Borgo S. Martino
Turín, 17 junio 1879
Mis amados hijos:
Antes de ahora habría deseado responder a algunas cartitas
que me habéis escrito vuestro querido profesor y algunos de
vosotros. Pero como no puedo hacerlo uno a uno, escribo una carta
para todos, reservándome hablar con cada uno en privado para la
fiesta próxima de S. Luis.
Tened, pues, presente que en este mundo los hombres
tienen que caminar por la senda del Cielo en uno de los dos
estados: eclesiástico o secular. Para el estado secular cada uno debe
elegir aquellos estudios, aquellos empleos, aquellas profesiones, que
le permitan el cumplimiento de los deberes del buen cristiano y que
agradan a los propios padres. Para el estado eclesiástico se deben
seguir las
normas establecidas por nuestro divino Salvador:
Renunciad a las comodidades, a la gloria del mundo, a los goces de
la tierra para entregarse al servicio de Dios, y asegurarse así mejor los
goces del cielo que no tendrán fin.
Al hacer esa elección, que cada uno escuche el parecer de
de su confesor y, después, sin preocuparse de los Superiores, ni de
los inferiores, ni de los padres ni de los amigos, decida lo que le
facilite el camino de la salvación y le consuele en el momento de la
muerte. El joven que entra en el estado eclesiástico se deben seguir
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las normas establecidas con esta intención tiene la certeza moral de
que hace un gran bien a su alma y alarma del prójimo.
En el estado eclesiástico, además, hay otras ramificaciones
que deben partir todas del mismo punto y tender al mismo centro,
que es Dios. Sacerdote secular, sacerdote religioso, sacerdote en las
misiones extranjeras son los tres campos en los que los obreros del
Evangelio están llamados para trabajar y promover la gloria de Dios.
Cada uno puede escoger lo que prefiera y esté más de acuerdo con
sus fuerzas físicas y morales, después de pedir consejo a una persona
piadosa, docta y prudente.
Aquí debería resolveros muchas dificultades que se refiere al
mundo, el cual desearía que toda la juventud estuviese a su servicio,
mientras que Dios la querría a toda para él. Procuraré, no obstante,
responder de palabra, o mejor explicar las dificultades a cada uno
de las que se le pueden presentar al tomar alguna de estas
importantes decisiones.
La base de una vida feliz para un joven es la comunión
frecuente y leer todos los sábados la oración a María Santísima para
elegir estado, como se encuentra en el Giovane Provveduto.
Que la gracia de N.S.J.C. esté siempre con todos vosotros y
os conceda el precioso don de la perseverancia en el bien. Os
encomendaré todos los días al Señor y, vosotros, pedid también por
mí que seré en J.C.vuestro.
Afmo.amigo,
Sac. Gio Bosco
26
9
A los jóvenes del Oratorio de Turín- Valdocco
20 abril 1885
Mis queridos hijos:
He ido a Francia y podéis adivinar para qué. Vosotros
deshacéis los panecillos, y si no fuese a buscar cum quipus, el
panadero gritaría que ya no hay más harina y que no tiene nada que
meter en el horno.
Rossi63, el cocinero, se llevaría las manos a la cabeza y gritaría
que no sabe qué echar en el puchero. Como el cocinero y el
panadero tienen razón y vosotros tenéis más razón que ellos, he
tenido que ir a buscar fortuna para que para que nos les falte nada
necesario a mis queridos hijos. Es verdad que me cuesta mucho ir
por ahí, dar audiencias desde la mañana a la noche, visitar a los
bienhechores; algunos días me sentía muy mal por el cansancio o
mis enfermedades, pero pensar en vosotros me hacía dulce
cualquier fatiga.
Porque yo siempre pienso en el Oratorio; y especialmente
por la tarde, cuando puedo tener un poco de descanso, repaso la
lista de los superiores y los jóvenes, hablo de ella al que está más
cerca de mí, y rezo por ellos continuamente. Y vosotros, ¿pensáis en
mí, rezáis por mí? Ya sé que sí, porque me lo ha escrito vuestro
Director. Sus cartas, con las noticias que me daba de la Casa, me
han agradado mucho.
27
Al llegar aquí, tengo que haceros una recomendación. Pronto
empieza el mes de mayo y querría que lo consagraseis de modo
especial a honrar a María SS. Auxiliadora. ¡Si supieseis cuántas
gracias ha hecho María SS. estos días a favor de sus buenos hijos del
Oratorio!
La Virgen se merece que le deis un signo de vuestro
agradecimiento.
¿Cuántas cosas bonitas quisiera contaros si tuviese más
tiempo? Os propongo, por tanto, una flor para cumplir con todo el
mes y deseo que la cumpláis fielmente.
La flor es ésta. Que cada uno haga un esfuerzo en honor a
María para mantener lejos de su alma el pecado mortal, con la fuga
de las ocasiones y la frecuencia de los Sacramentos.
¡El año pasado tuvimos el cólera en Italia! Pero en el futuro
tendremos tal vez algo peor. Por eso, necesitamos que la Virgen
extienda sobre nosotros su manto. Estemos preparados.
Espero estar muy pronto con vosotros y le encargo al Director
que ese día nos haga estar a todos alegres en el comedor. Os gusta
la alegría ¿no es verdad? También me gusta a mí y deseo y pido que
el Señor os conceda a todos vosotros y me conceda a mí la alegría
eterna que ha preparado para los que le aman.
Que el Señor os bendiga y creedme siempre
Vuestro afmo. amigo,
Sac. Giovanni Bosco
28
10
A don Luigi Lasagna
Turín, 30 septiembre 1885
Mi querido D. Lasagna:
Llevo varios meses queriendo escribirte, pero mi vejez y
mano perezosa me han hecho posponer ese placer. Pero ahora me
parece que el sol llega a su ocaso y, por eso, creo conveniente
dejarte algunos pensamientos escritos como testamento de quien
siempre te ha amado y te ama.
Tú has secundado la voz del Señor y te has consagrado a las
Misiones Católicas. Has acertado. María será tu feliz guía. No te
faltarán dificultades ni insidias por parte del mundo, pero no sufras
por ello. María te protegerá. Nosotros queremos almas y nada más.
Haz que eso se oiga el corazón de cada hermano. Oh Señor: darnos
cruces y espinas y persecuciones de toda clase, con tal de que
podamos salvar almas y la nuestras entre ellas.
Se acerca la fecha de nuestros ejercicios en América. Insiste
sobre la caridad y la dulzura de S. Francisco de Sales, al que
debemos imitar; sobre la observancia exacta de nuestras Reglas;
sobre la lectura constante de las deliberaciones capitulares,
meditando atentamente los reglamentos particulares de las casas.
Créeme, querido D. Lasagna, he tenido ocasión de hablar con
algunos de nuestros Hermanos que ignoraban totalmente estas
deliberaciones nuestras y con otros que nunca han leído los
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apartados de reglas o disciplina que se refieren a los deberes que se
les confían.
Nos va amenazando otra plaga y es el olvido o, mejor, el
descuido de las rúbricas del breviario y del misal. Estoy persuadido
de que unos ejercicios espirituales obtendrían óptimos frutos si
llevasen al salesiano a decir con perfección la misa y el breviario.
Lo que he recomendado, además, con calor a los que he
podido escribir estos días, es el cultivo de las vocaciones, tanto de
Salesianos como de Hijas de María Auxiliadora.
Ponte a ello, haz proyectos, no te preocupen los gastos, con
tal de que obtengas algún sacerdote para la Iglesia, especialmente
para las Misiones.
Cuando tengas ocasión de hablar con nuestras Hermanas o
con nuestros Hermanos, diles de mi parte que he recibido con
mucho gusto sus cartas, sus saludos y que experimenté un placer,
más aún, un eficaz estímulo para mi corazón, al saber que todos han
rezado y que siguen rezando por mí.
Sintámonos todos animados. María bendice y protege a
nuestra Congregación. La ayuda del Cielo no faltará: los obreros
aumentan, parece que crece el fervor. los medios materiales no
abundan, pero son suficientes.
Que Dios te bendiga, querido D. Lasagna, y contigo bendiga
a todos nuestros hijos e hijas, religiosos y alumnos, y que María
acompañe y proteja a las familias Buxareo84 y Jackson85 y a nuestros
otros bienhechores; que nos guíe a todos con seguridad por el
camino del cielo.
30
Estoy aquí en Valsalice para los ejercicios espirituales; todos
están bien y te saludan.
Mi salud está un poco floja, pero voy tirando. Que Dios nos
conserve a todos en su santa gracia.
Afmo. amigo
Sac. Gio. Bosco
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Carta de Don Bosco escrita en Turín el 3 de enero de 1881, dirigida a Don Remotti.
32
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A los Salesianos sobre la difusión de los
buenos libros
Turín, 19 de marzo, fiesta de San José, 1885
Amadísimos hijos en Jesucristo:
El Señor es testigo del deseo que siento de veros, de
encontrarme entre vosotros, de hablaros de nuestras cosas, de
consolarnos con la confianza mutua de nuestros corazones. Mas, por
desgracia, queridísimos hijos, mis pocas fuerzas, los restos que me
quedan de mis antiguas enfermedades y los asuntos urgentes que
reclaman mi presencia en Francia me impiden, al menos por ahora,
secundar el impulso de este mi afecto hacia vosotros.
No siendo posible, pues, llegarme hasta cada uno en persona,
voy por carta; estoy seguro de que me agradeceréis el continuo
recuerdo que os dedico a vosotros, quienes, por lo mismo que sois
mi esperanza, sois también mi gloria y mi apoyo.
Es por lo que, deseoso de veros crecer día tras día en celo y
méritos ante el Señor, no he de perder ocasión de sugeriros,
oportunamente, lo que juzgue más eficaz para que vuestro
ministerio dé el mayor fruto.
Entre todos los medios, es el de la difusión de los buenos
libros el que yo intento recomendaros ahora encarecidamente, para
gloria de Dios y salvación de las almas. No dudo en calificarlo de
divino, puesto que Dios mismo lo utilizó en la salvación del hombre.
Fueron los libros que él inspiró los que ofrecieron al mundo la
doctrina verdadera. El dispuso que, copias de los mismos, se
distribuyesen por todas las ciudades y por todos los pueblos de
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Palestina y que cada sábado se leyesen en las asambleas religiosas.
Al principio, estos libros eran patrimonio exclusivo del pueblo
hebreo; mas, conducidas las tribus a cautiverio en Asiria y Caldea,
he aquí que la Sagrada Escritura fue traducida a la correspondiente
lengua, y el Asia entera pudo leerla en su propio idioma.
Cuando la hegemonía griega, los hebreos situaron sus
colonias en todos los rincones de la tierra, y en ellas los libros santos
se multiplicaron hasta el infinito. Y los Setenta, con la traducción que
hicieron, vinieron a enriquecer incluso las bibliotecas de los pueblos
paganos; en consecuencia, los oradores, los poetas y los filósofos de
aquellos tiempos extrajeron no pocas verdades de la Biblia. Dios
preparó al mundo para la venida del Salvador valiéndose,
principalmente, de sus escritos inspirados.
A nosotros nos toca, pues, imitar el modo de obrar del Padre
celestial. Los buenos libros, repartidos entre el pueblo, son uno de
los medios verdaderamente a propósito para mantener el reino de
Dios entre las almas Los pensamientos, los principios y la moral de
un libro católico son, en realidad, sustancia sacada de los libros
sagrados y de la tradición apostólica. Y han venido a ser tanto más
imprescindibles cuanto que cada día la impiedad y la inmoralidad
utilizan esta misma arma para hacer estragos en el rebaño de Cristo,
ya que seducen y arrastran a la perdición a incautos y desobedientes.
Por lo mismo, ha de oponerse arma contra arma.
Añadid a esto que si un buen libro no tiene la fuerza que
emana de la palabra hablada, con todo, presenta otras ventajas que
en ocasiones son mayores. Un libro puede entrar hasta en las casas
en que no entra el sacerdote, y hasta los mismos malos lo toleran
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como recuerdo o regalo. Cuando se ofrece a sí mismo, no se
sonroja, y si se le abandona, no se enfada; enseña la verdad sin
prisas si se lee, y, despreciado, no se queja, sino que suscita el
remordimiento aquel que produce deseos de conocer la verdad: él
siempre está a punto para enseñarla. A lo mejor se está, cubierto de
polvo, sobre el pupitre del estudio o en el anaquel de la biblioteca, y
nadie piensa en él; pero, llega la hora de la soledad, del desánimo,
del dolor, de la tristeza, o simplemente de la necesidad de
distracción o de la angustia por el futuro, y entonces este amigo fiel
se sacude el polvo, abre sus páginas ... y se repiten las prodigiosas
conversiones de San Agustín, del beato Colombino y de San Ignacio
de Loyola.
Comprensivo con los miedosos a causa del respeto humano, se
entretiene a solas con ellos sin levantar la menor sospecha;
familiarizado con los buenos, está pronto a darles conversación y a
acompañarlos siempre y a todas partes. ¡Cuántas almas se salvaron
por los buenos libros; a cuantas preservaron de la corrupción y
espolearon al bien!
Quien regala un libro, aunque no obtenga otro resultado que
el de haber suscitado un pensamiento sobre Dios, ya se apunta ante
éste un mérito incomparable. Pero suele lograrse mucho más. Un
libro regalado a una familia, quizás no lo lea aquél en quien
intencionadamente se pensó, pero lo leerá, en cambio, el hijo o la
hija, el amigo, el vecino. Hasta puede darse el caso de que, en un
pueblo, un mismo ejemplar vaya pasando por las manos de
centenares de personas. ¡Sólo Dios sabe hasta qué punto puede
hacer el bien un libro en una ciudad, en una biblioteca circulante,
en un núcleo obrero, en un hospital; libro que, quizá, sólo fue
entregado como señal de amistad!
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Y no se tenga miedo de que un libro bueno pueda ser
rechazado por alguien precisamente por esto, por ser bueno. Al
contrario: Un hermano nuestro, cada vez que se acercaba a los
muelles de Marsella, iba bien provisto de libros buenos que regalaba
a los mozos de cuerda, a marineros y obreros. Pues bien; estos libros
siempre fueron aceptados con alegría y gratitud, y, en no pocos
casos, se ponían a leerlos con avidez inmediatamente.
Por delante, pues, estas consideraciones, y, omitidas otras
muchas que a vosotros mismos se os alcanzan muy bien, os pondré
a continuación, más en concreto, las razones que os tienen que
animar a difundir los buenos libros por todos los medios y con todas
vuestras fuerzas; no sólo como cristianos, sino de manera particular
como salesianos.
1) Esta fue una de las empresas principales que el Señor me
encomendó; y vosotros sabéis que la tomé con infatigable
empeño a pesar de mil otras ocupaciones. El rabioso odio de los
enemigos del bien y la persecución de que fue objeto
repetidamente mi persona son buen argumento de cómo el error
veía en mis libros un formidable enemigo y, por la razón contraria, de que se trataba de una empresa bendecida por Dios.
2) Efectivamente, la difusión admirable de estos libros ya es
un argumento que prueba una especial ayuda de Dios. Se
acercan a los veinte millones los opúsculos o volúmenes que, en
menos de treinta años, hemos esparcido entre el pueblo. Si bien
es verdad que algunos de estos volúmenes habrán quedado del
todo olvidados, otros, en cambio, han debido ser leídos por
centenares de lectores; y, en cualquier caso, el número de
personas a las que nuestras publicaciones pudieron hacer bien, se
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ha de dar por muy superior al número de volúmenes publicados.
3) La difusión de buenos libros es, precisamente, uno de los
fines más importantes de nuestra Congregación. El artículo siete
del primer capítulo de nuestras reglas se expresa así, acerca de los
salesianos: «Se empeñarán en la difusión de los buenos libros
entre el pueblo, usando todos aquellos medios que la caridad
cristiana inspira. Con la palabra y los escritos se esforzaran en
poner un dique a la impiedad y a la herejía, que de tantas
maneras tratan de insinuarse entre los rudos e ignorantes. A este
objeto se encaminarán los sermones que de cuando en cuando se
predican al pueblo, los triduos, las novenas y la difusión de los
buenos libros».
4) Por lo tanto, entre los libros que hay que difundir, yo digo
que han de tenerse en cuenta aquellos que tienen fama de ser
buenos, morales y religiosos; y aun han de preferirse las obras
salidas de nuestras tipografías: de una parte, porque lo que pueda
haber de ganancia se transforma en caridad al ayudar a mantener
a tantos de nuestros jóvenes pobres; y de otra, porque nuestras
publicaciones intentan constituir un todo ordenado, en una visión
amplia, con que poder llegar a cuantas clases integran la sociedad
humana.
No insisto en esto; únicamente os señalo con complacencia
una de estas clases sociales: la de los jóvenes, a la que siempre
busqué el modo de hacer el bien; no sólo de viva voz, sino además,
de diversas maneras con la letra impresa, como detallo a
continuación.
En efecto: con las mismas Lecturas Católicas, si bien es
verdad que en una primera intención deseaba instruir al pueblo en
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general, desde otro punto de vista mi plan era entrar en las casas
particulares y dar a conocer el espíritu que reinaba en nuestros
colegios y atraer a la virtud a los jóvenes, sobre todo con las
biografías de Domingo Savio, de Besucco y otras obras parecidas.
Con El joven cristiano me propuse conducirlos a la iglesia,
infundir en ellos el espíritu de piedad y enamorarlos de los
sacramentos.
Con la colección de clásicos latinos e italianos expurgados y
con la Historia de Italia, así como con otros libros históricos y
literarios, me las arreglé para sentarme junto a ellos en la clase y
preservarlos de muchos errores y pasiones que les hubieran sido
fatales para esta vida y la otra.
Deseaba también, con ilusión, acompañarlos en sus ratos de
ocio, y he pensado estructurar una serie de libros amenos que,
espero, saldrán pronto a la luz pública. Finalmente, con el Boletín
Salesiano entre otros fines, perseguí también éste: el de mantener en
los jóvenes que vuelven a sus familias el aprecio por el espíritu y las
máximas de San Francisco de Sales, y el de convertirlos a ellos
mismos en salvadores de otros jóvenes.
No es que diga que haya conseguido plenamente mis
objetivos, pero sí que os toca a vosotros coordinarlos de tal modo
que aún se puedan alcanzar enteramente.
Os invito y os conjuro, por consiguiente, a que no
desatendáis esta importantísima parcela de nuestra misión. Y
comenzad por no limitaros a desarrollar este apostolado únicamente
en favor de los jóvenes; sino que, además, habéis de conseguir de
ellos, con vuestras palabras y ejemplos, que se conviertan en otros
tantos apóstoles de la buena prensa.
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A principio de curso, los alumnos, especialmente si son
nuevos, se entusiasman fervorosamente con estas cosas nuestras;
tanto más que es bien poco el dinero que hay que desembolsar.
Procurad, naturalmente, que sus suscripciones sean espontaneas y
no, en modo alguno, impuestas; pero, razonadamente, exhortadles
a que se suscriban, no sólo a la vista del bien que dichos libros
pueden hacerles a ellos mismos, sino también por el bien que con
ellos pueden hacer a otros, enviándolos a sus familias según se van
publicando: al padre, a la madre, a los hermanos y bienhechores.
Hasta los parientes más fríos en religión se conmueven ante este
recuerdo de un hijo o de un hermano lejano, y, muy fácilmente, se
sienten estimulados a su lectura; si no por otra razón, por curiosidad
al menos. Pongan, eso sí, cuidado en que esos obsequios no tengan
apariencia de sermón ni de querer dar lecciones a los suyos, sino,
sencillamente, de regalo y de cariñoso recuerdo. Y cuando, más
tarde, esos alumnos vuelvan a su casa, que pongan empeño en
acrecentar el mérito de sus buenas obras donándolos a sus amigos,
prestándolos a otros parientes, regalándolos como propina por
servicios recibidos, ofreciéndoselos a los párrocos con el ruego de
que los difundan y buscando nuevos suscriptores.
Estad seguros, mis queridos hijos, de que una propaganda
semejante, inteligente, atraerá sobre vosotros y vuestros jóvenes las
mejores bendiciones del Señor
Termino. Las conclusiones de esta carta toca sacarlas a
vosotros: logrando que nuestros jóvenes se impongan en los
principios morales y cristianos, preferentemente a través de nuestra
producción impresa, aunque sin despreciar la de los otros. He de
deciros, empero, que mi corazón experimentó una gran pena al
enterarme de que, en algunas casas, las obras que hemos publicado
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expresamente para la juventud han sido a veces ignoradas o no
tenidas en cuenta. No os entusiasméis, ni entusiasméis a otros con
aquella ciencia de la que el Apóstol dice que infla; recordad, por el
contrario, a San Agustín, el cual, cuando llegó a obispo, aunque
consumado maestro en el bien decir y orador elocuentísimo,
prefería la impropiedad del lenguaje y la inelegancia del estilo antes
de exponerse al riesgo de no ser entendido por el pueblo.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea siempre con
vosotros.
Rogad por mí, afectísimo en Jesucristo,
Sac. Gio. Bosco
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A don Santiago Costamagna
Turín, 10 agosto 1885
Querido y siempre amado D. Costamagna:
La fecha de nuestros ejercicios espirituales se va acercando, y
yo, que me veo ya en edad caduca, querría tener conmigo a todos
mis hijos y a nuestras Hermanas de América. Como esto no es
posible, he decidido escribirte una carta que te pueda servir de
norma a ti y a nuestros otros hermanos para que os hagáis unos
buenos salesianos en vuestros ejercicios, que tampoco están tan lejos
de los nuestros.
Antes de nada, debemos bendecir y agradecer al Señor que
con su sabiduría y poder nos ha ayudado a superar muchas y graves
dificultades que nosotros solo no hubiéramos podido. Te Deum, Ave
Maria.
Por otra parte, querría dirigiros un sermón o mejor una
conferencia sobre el espíritu salesiano que debe animar y guiar
nuestras acciones y todas nuestras palabras. Que el sistema
preventivo sea nuestra característica. Nunca castigos físicos, nunca
palabras humillantes, nunca reprensiones severas delante de otros.
Por el contrario, que en las clases suenen las palabras: dulzura,
caridad y paciencia. Nunca palabras mordaces, nunca un golpe leve
o grave. Hágase uso de los castigos negativos, y siempre de modo
que los que los reciben se conviertan en más amigos nuestros que
antes, y no se alejen de nosotros envilecidos.
Nunca se murmure contra las disposiciones de los superiores,
sino que se lleve con paciencia lo que no es del propio agrado o es
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penoso o desagradable.. Que cada salesiano, se haga amigo de
todos y nunca busque vengarse; que sea fácil al perdón y no evoque
las cosas ya perdonadas.
Que no se critiquen nunca las ordenes de los superiores, y
que cada uno se esfuerce en dar y promover el buen ejemplo.
Incúlquese en todos y recomiéndese constantemente la promoción
de las vocaciones tanto de hermanas como de hermanos.
La dulzura al hablar, al actuar, al avisar, gane todo y a todos.
Esta sería la línea de reflexión para ti y para los que
intervengan en la predicación de los próximos ejercicios.
Dar a todos mucha libertad y mucha confianza. Que el que
quisiese escribir a su superior o recibiese alguna carta de él, no la lea
nadie fuera del que quiera el que la recibe. En los puntos más
difíciles recomiendo calurosamente a los inspectores y directores
que den conferencias a propósito. Más aún: recomiendo que D.
Vespignani hable con mucha claridad de estas cosas y las explique a
sus novicios o a los candidatos con la debida prudencia.
En cuanto me sea posible, deseo dejar a la Congregación sin
dificultades. Por eso estoy decidido a establecer un Vicario General
mío, que sea un alter ego para Europa, y otro para América. Pero,
sobre esto, recibirás a su tiempo instrucciones oportunas.
Es muy oportuno que reúnas alguna vez a lo largo del año a
los directores de tu Insectoría para sugerir las normas practicas
indicadas aquí. Leer e inculcar la lectura y el conocimiento de
nuestras reglas, especialmente el capítulo que habla de las prácticas
de piedad, la introducción que hice a nuestras mismas Reglas y las
deliberaciones tomadas en nuestros capítulos generales o
particulares.
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Ya ves que mis palabras necesitarían mucha explicación, pero
tú estás sin duda capacitado para entender y comunicar a nuestros
hermanos cuanto haga falta.
Apenas puedas, preséntate a M. el Arzob., Mons. Espinosa, a
sus Vic. Generales, D. Carranza, Dr. Terrero y a otros amigos y
preséntales a todos y cada uno mis humildes y afectuosos saludos
como si estuviese hablando a uno solo.
Que Dios te bendiga, querido D. Costamagna, y contigo
bendiga y conserve en buena salud a todos nuestros hermanos y
hermanas, y que María Auxiliadora os conduzca a todos por el
camino del cielo. Amén.
Pedid todos por mí.
Vuestro afmo. amigo en J C.,
Sac. Gio. Bosco
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Inspectoría San José - Uruguay
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