Reformas tributarias y la política comercial: Veracruz, un puerto en construcción, 1872-1881 Dora Sánchez Hidalgo Hernández1 En esta ponencia estudio la recuperación de los mercados urbanos del puerto de Veracruz en la década de 1870, cuando el tránsito comercial hacia la Ciudad de México empezó a recuperarse. El objetivo es explicar cómo las tensiones entre la reforma tributaria del Ministro de Hacienda Matías Romero y el arancel de 1872 transformaron, por un lado, los mecanismos de recaudación en la ciudad y, por otro, el tráfico comercial más pujante de la región del Golfo de México: el cabotaje. La historiografía sobre el diseño de la política tributaria en el siglo XIX se ha centrado en las dificultades de distintos estados para eliminar los impuestos indirectos al comercio, al mismo tiempo de impulsar sus propias industrias.2 Con base en estas investigaciones, voy explicar los conflictos en los procesos de la comercialización que surgieron entre el gobierno del estado de Veracruz y el Ayuntamiento.3 Esto en el contexto de la legislación federal sobre las contribuciones federales basadas en nuevos mecanismos para recaudar derechos locales y aduanales.4 En este sentido el 1 Candidata a Doctor por la Universidad de Chicago. Esta ponencia es el primer capítulo de mi tesis doctoral por lo que no es definitivo. Favor de no citar sin autorización. Todos los comentarios serán bienvenidos ([email protected]). 2 Aboites, “Alcabalas”, 2001, pp. 363-393, Jáuregui, Riqueza, 2006. Sánchez, Alcabalas, 2009. 3 Las desigualdades en la concentración de la recaudación en el país “… se dan entre las administraciones principales de alcabalas de Veracruz y Guadalajara, que son claramente dispares con el monto de recaudación obtenido. El fenómeno de la presencia de un núcleo urbano o portuario articulador del comercio regional… es la razón básica del desequilibrio y reproduce, en otro nivel, el papel que desempeñaba la Ciudad de México en el centro del país”. En: Sánchez, Alcabalas, 2006, Ibid., p. 81 4 Como discute Marcello Carmagnani, una de las tensiones fundamentales para entender la recodificación de los mecanismos recaudatorios entre estados y federación fue la normalización de éstos tipo de derechos ya que: “… el fundamento de los recursos del Estado central no está constituido por la producción, de exclusiva propiedad de los estados, sino del comercio exterior… no simplemente los derechos aduaneros, sino más bien la internación de derechos aduaneros-préstamos, o sea de la anticipación de fondos sobre fondos a futuro, puede durar bajo la condición de que se establezca una sólida ligazón entre capital mercantil y el Estado central… pueda obtener recursos del estamento mercantil, restituibles por medio de la cesión de la recaudación de los derechos aduaneros…” en Carmagnani, “Finanzas”, 1998, p.142. argumento aquí es que los impuestos indirectos fueron una herramienta fiscal del Ayuntamiento para armonizar los ciclos de comercialización con la operatividad del puerto. Para mostrarlo, en la primera parte de la ponencia analizo un proyecto de ampliación del puerto que buscaba facilitar el tráfico marítimo bajo la nueva lógica de la política comercial. En la segunda parte explico cómo la capacidad del Ayuntamiento para mantener un porcentaje de los derechos municipales ligados al comercio marítimo, se fortaleció cuando los intereses en los mercados urbanos de consumo empezaron a coincidir con aquellos que visualizaron la importancia de la modernización del puerto en la reforma del sistema de alcabalas. En ese momento la legislación del estado de Veracruz y la política tributaria a nivel local quedaron ligadas a los impuestos al comercio dependiendo del tipo de mercancías: de importación, nacionales, nacionalizadas y de tránsito. I. Las primeras propuestas de ampliación del puerto de Veracruz Meses antes de la llegada del ferrocarril a Veracruz, el 27 de agosto de 1872, el Presidente Sebastián Lerdo de Tejada giró una orden al departamento de Ingenieros en la ciudad de Veracruz, para estudiar la posibilidad de utilizar la fortaleza de San Juan de Úlua como “depósito de mercancías nacionales cuya exportación debe facilitar inmediatamente la conclusión de aquella obra”5 (la construcción del ferrocarril). En su respuesta, Carlos Ramírez—ingeniero en jefe de las obras de reparación del muelle de Veracruz—fue tajante: “…la localidad no es apropósito para el fin que se desea.”6 La mala ventilación y alto grado de humedad contenida en las paredes de coral en las bodegas dañaba la mercancías. La fortaleza que durante siglos 5 Carta-proyecto, México, 15 de septiembre 1872, AGN, Fondo Fomento, Puertos y Faros, caja 10, exp. 520, f. 1. 6 Carta-proyecto, f. 1. Ibid, f. 4. 2 había almacenado el oro y plata para salir a la travesía intercontinental resultaba el peor depósito. Esto aunado a la baja profundidad del canal y la estrechez del local de descarga—donde sólo cabían dos lanchas a la vez—hacía imposible un alijo eficiente, sobre todo si se pensaba en las voluminosas pacas de los productos agrícolas. Por lo tanto, “llevar estos efectos a Úlua y de ahí a bordo ocasionaría gastos enormes y diarios en Veracruz, donde es tan caro el trabajo personal.”7 (Ilustración 1). En segundo lugar, tomando en cuenta el desarrollo comercial del Golfo, Ramírez pensaba que la exportación sería aún menos redituable porque las “exportaciones mejicanas serán en gran parte cereales que, como efectos de poco valor, tienen que luchar con la inmensa competencia que les hacen los E.U. en las Antillas, único mercado con el que cuentan”.8 En la nota de Lerdo no era claro a qué se refería con ‘mercancías nacionales’ si a ‘cereales’ o a otro tipo de productos agrícolas más competitivos en la comercialización del Golfo, como café o algodón. Aquí lo interesante es que la construcción del depósito y la tecnología, no sólo era el intento de mantener una balanza comercial favorable a las exportaciones. Lo que se buscaba además era evitar que el incremento de los productos de importación afectara directamente al comercio regional de cabotaje, pues competirían por el espacio en el depósitos de mercancías que esperaban ser embarcadas en buques para su exportación.9 Pero Ramírez era un ingeniero liberal, y como tal, su enfoque apelaba al libre mercado; para él la discusión no era si se debía aumentar el arancel a las importaciones para proteger las exportaciones. Su proyecto buscaba más bien agilizar la descarga y separar los 7 Carta-proyecto, Ibid, f. 6. Loc. Cit., el subrayado es mío. 9 El predominio de las exportaciones en esa época—vainilla, grana y añil—continuaban siendo productos agrícolas bien valorados pero que ocupaban poco espacio. Sin embargo, sí necesitaban de los mejores lugares en los almacenes para proteger dichas mercancías, que empezaban a competir con el café, azúcar, algodón. En: Kuntz, Exportaciones, 2010, pp. 314 y 372. 8 3 espacios donde se realizaría el comercio regional y el internacional. Desde su primer dictamen es posible rastrear cómo la construcción de los almacenes sería uno de los sitios donde surgirían los desacuerdos durante las obras del puerto. Los problemas creados por la aglomeración de mercancías en la Plazuela del Muelle se exacerbaron bajo la presión de la llegada del ferrocarril.10 Ramírez describe cómo a principios de noviembre los productos regionales para exportación “como metales preciosos e industriales, café, tabaco y maderas”11 se acumulaban en la plazuela donde no tenían protección alguna ante los vientos y lluvias propiciados por los nortes.12 Ante el aumento de la circulación de mercancía y la imposibilidad de construir un depósito en San Juan de Úlua (donde fondeaban los buques y algunas embarcaciones medias esperando ser descargadas), Ramírez propuso construir un malecón como primer eslabón del sistema portuario, cuyo objetivo sería facilitar el embarque al ferrocarril directo del mar.13 Este se construiría como una prolongación del muelle fiscal hacia el “muelle que se supone construirá el Ferrocarril Mexicano en ‘La Caleta’, cerca del baluarte de “Concepción” (Plano 1). Debido a su amplitud y profundidad los lancheros se harían cargo de todo el proceso de carga y descarga. Los almacenes se construirían en línea paralela al malecón, para que siempre hubiera suficiente espacio para el ir y venir de lanchas. Del lado de la ciudad dichos almacenes estarían “inmediatos al desembarcadero del ferrocarril… [así] los wagones fácilmente podrían penetrar en ellos… permitirá que muchas veces los efectos vayan directo de los wagones a las lanchas”. A la vez que esto anularía la necesidad de 10 Uno de los tramos más importantes para esta economía en la región central fue aquel que unió en 1873 Veracruz, Tejería, Soledad, Camarones, Paso del Macho, Atoyac, Córdova, Fortín de las Flores y Orizaba. 11 Blázquez, Breve, 2000, p. 170. 12 “Por consecuencia, proporcionar a la industria nacional almacenes secos y ventilados, baratura en los transportes y almacenages [sic] es el punto esencial de que debe partirse”. AGN, Fondo Fomento, Puertos y Faros, caja, 10, exp. 520, f. 6. 13 El problema fue que la construcción del malecón se relegó y no se concretó hasta que la Cía. Pearson & Sons recuperó estas ideas. Ver: Casasola, Apuntes, 2006, p. 144. 4 establecer una estación central del ferrocarril, los “almacenes estarían situados cerca de la Aduana Marítima, para las mercancías de importación que hoy ya reclaman mayor lugar donde colocarse.”14 En el plano de Ramírez la construcción del malecón ahorraba recursos y separaba la descarga del comercio local y el que entraría por los almacenes conectados al ferrocarril. En términos políticos ésta distribución del espacio pretendía dividir las obligaciones de dos autoridades cruciales para la coordinación de la organización del puerto: el Capitán de Puerto y el Jefe de Aduana. La preocupación del Jefe de Aduana era la vigilancia de las mercancías comerciales, pues, al no tener control de la Plazuela, ni almacenes adecuados, dependía de la habilidad del Capitán para controlar a los hombres de mar (marinos, lancheros y estibadores); quienes a final de cuentas podían aprovechar su posición en la organización ocupacional para comerciar en el mar. Por su parte, el Capitán pidió a la jefatura de hacienda los instrumentos para “romper una laja que corre al norte hacia la caleta y avanza hacia la punta del muelle”, pues el bajo de arena que formaba era una trampa para los buques y marineros. Para este trabajo el capitán aseguraba que no sería necesario “pagar jornal alguno, comprometiéndose los prácticos y la matrícula a hacer la operación aprovechando los mares bajos”. Los problemas para regular el tránsito respondían más al incremento del tráfico comercial en la bahía donde se mezclaban mercancías nacionales y de importación, que a un desacuerdo con la política comercial del arancel de 1872. Pero cuando Lerdo de Tejada propuso a San Juan de Ulúa como almacén, los problemas operativos dejan ver otras tensiones en el movimiento comercial regional. Si su intención era preparar el terreno para que cuando llegara el ferrocarril el puerto se 14 AGN, Fondo Fomento, Puertos y Faros, caja 10, exp. 520, f., 8. 5 convirtiera en uno de exportación, en esa época los obstáculos no estaban sólo relacionados a los intereses de importación de bienes terminados vía buques, ya fuera de Europa o Estados Unidos. En realidad si la agro-exportación no pudo penetrar el puerto en este periodo, fue mucho porque el comercio de cabotaje movilizaba la mercancía de importación y los productos regionales. Es cierto que desde centros agrícolas como Orizaba y Córdoba, los comerciantes pudieron haber presionado más vehementemente por sacar sus productos al mercado internacional vía marítima una vez que el ferrocarril permitió llegar a Veracruz.15 Sin embargo, esto no ocurrió debido a que su salida al mar fue el movimiento marítimo de cabotaje. Les costaba más caro llegar al puerto y pagar el almacenaje—que por sus malas condiciones no les aseguraba sus cargamentos—que bajar al mar por ríos como el Papaloapan. No sucedió lo mismo con su demanda de bienes importados, como herramientas y maquinaria industrial ligera que llegaba por el puerto y requería mucha mano de obra para su descarga antes de poder ser embarcada al ferrocarril. Fue este punto donde el proyecto de Ramírez del malecón que facilitaría la descarga y carga directo al ferrocarril era muy tentador para los comerciantes y productores. Además, beneficiaría igual al tránsito de los buques, como al comercio de cabotaje, pues todo el procedimiento se podría realizar con lanchas. Mientras estas posiciones se definían a nivel local la regulación del comercio de cabotaje acentuó los problemas espaciales en el puerto. Esto se debió a la creciente importancia del puerto en el tránsito del Golfo de México como centro de conexión regional y de paso hacia distintos puertos internacionales.16 La contradicción más delicada para el desarrollo de este tipo de comercio y los primeros intentos por 15 16 Schmidt Jr., Social, 1987. Grafenstein, Golfo-Caribe, 2006. 6 agilizar el tránsito, estaba en que el cabotaje—por definición—es el comercio entre puertos de un país pero que llevara mercancías tanto ‘nacionales’ como ‘extranjeras’. Con esto en mente es más claro entender el por qué del primer conflicto hacendario entre la administración federal y la aduana de Veracruz sobre el porcentaje de los impuestos aduanales para cada una. En el año fiscal de 1870-71, el conflicto estuvo relacionado a los bienes que se debían reportar, a los procedimientos administrativos y en la definición de la autoridad que debía supervisar el cobro establecido.17 La confusión se acentuó con el incremento del tráfico marítimo, pues en realidad no se diferenciaban los mecanismos para cobrar los derechos de internación de ésta carga que llegaba principalmente por cabotaje, pero también en pequeñas embarcaciones que venían de la misma manera ‘costeando’ en diferentes puntos del Golfo de México.18 La clave en gran medida estaba en el control de la mercancía de importación desde sus puntos de embarque en el exterior. En el plan de la administración federal las boletas emitidas en los consulados servirían para cotejar la mercancía transportada en los puntos intermedios de las costas del Golfo de México.19 El éxito dependía de regular el comercio de cabotaje; es decir, de la capacidad del gobierno federal para establecer sus límites en una legislación marítima y aduanera, pero sin modificar sus dinámicas, evitando así detener demasiado tiempo a las embarcaciones extranjeras 17 AGN, Fondo Gobernación, Movimiento Marítimo. “Las necesidades locales de comunicación interregional fueron satisfechas por las numerosas y frágiles embarcaciones, movidas por la fuerza de los canoeros y el impulso de las corrientes. Este ir y venir bajo la protección de la cercanía de las costas cumplía de forma complementaria las necesidades de abastecimiento e intercambio de la población ribereña y territorios interiores. El comercio de cabotaje respondía, fundamentalmente, a la demandas internas, pero también contribuía al proceso de concentración, en los grandes puertos, de productos nacionales demandados por el comercio extranjero… Tuxpan, al igual que muchas otras pequeñas radas, tuvo la tarea de alimentar de productos regionales a los almacenes de Veracruz para ser colocados en los mercados nacional e internacional. En: Gómez, “Dominios”, pp. 327-328. 19 En el arancel de 1872, se incluyó una circular para aclarar que aún las mercancías con procedencia distinta al último puerto de embarque en cualquier país extranjero debían contar con la aprobación del cónsul mexicano en dicho puerto, o en caso de ausencia por algún diplomático de país amigo o dos comerciantes mexicanos. (13 de junio de 1873). 18 7 que transportaran mercancías nacionales. Como se haría evidente unos años después el tiempo de alijo era crucial para evitar conflictos entre las autoridades portuarias. Con miras a solucionar la separación de mercancías extranjeras y nacionales, el artículo 100 del arancel de 1872 prohibía a los buques extranjeros realizar comercio de cabotaje. Por lo tanto, los efectos debían llenar los requisitos aduanales en el primer punto—ya fuera de altura o cabotaje—al que arribaran y allí embarcarse en los embarcaciones habilitadas para ello.20 En cuanto a los efectos extranjeros, la aduana marítima expediría los documentos que los amparara, mientras que para los nacionales sería el interesado quien debía acudir al administrador de rentas (en el caso del puerto el Jefe Político) para obtener los documentos que posteriormente presentaría en la aduana. Esa autoridad debería estar presente en la descarga, el despacho e internación de la mercancía.21 Los documentos que avalaran estos procedimientos se entregarían en Veracruz—que era el puerto de altura—y desde allí continuarían su viaje o se internaría por la Plazuela del Muelle. A pesar de todas estas especificaciones, agilizar el tránsito seguía siendo el problema. Por ello el 5 de noviembre de ese mismo año, el Presidente dictó en una circular que todos los buques de cabotaje—fueran de mercancías o de lastre— “verifiquen con toda diligencia a fin de que no se detengan ni se demoren en los referidos puertos, sino el tiempo absolutamente necesario para llenar los requisitos aduanales”. La prioridad era que “embarcaciones que solo vienen al país, usando de la franquicia que les concede el artículo 8 del arancel vigente para cargar metales, ganado, palo de tinte u otros efectos nacionales queden despachados en el día de su arribo para evitarles mayores gastos y prejuicios.”22 20 “Arancel de Aduanas Marítimas y Fronterizas”, Arancel, p. 57. Ibid., 103. “Aduanas de Cabotaje”, p. 103. Ibid., pp. 108-109. 22 Circular del 5 de noviembre, p. 103. Ibid. Anexo. 21 8 Pero en Veracruz el problema del espacio, la ineficiencia, los altos costos del trabajo y el traslape de las autoridades locales encargadas de la descarga, obstaculizaban el procesos de carga y descarga. Al no contar con los almacenes suficientes, ni con un sistema de créditos que sustituyera las fianzas (que se conseguían dejando la mercancía equivalente al costo de lo que ya se hubiera despachado), la aglomeración de mercancías era una razón del contrabando. A pesar de las dificultades, la construcción del malecón y los almacenes a lo largo de su orilla fue un proyecto que quedó fuera de la planificación del puerto por muchos años. De manera que las soluciones a la repartición de los recursos generados por la comercialización, bajo la lógica de la política comercial, quedó en el terreno de las leyes. Con la intención de influir las reglamentaciones con alcance regional el gobierno federal buscaba tener mayor control de la política fiscal. Sin embargo le “fue imposible en el mediano plazo hacer cumplir el artículo que prohibía a los estados imponer cualquier clase de gravámenes a las importaciones”.23 II. La regulación del comercio local: Leyes y Decretos para pago de derechos municipales en el estado de Veracruz la Llave A continuación voy a explicar cómo las leyes que se dictaron en el congreso estatal con miras a desarticular el sistema de alcabalas en su territorio afectaron la lógica tributaria de la ciudad de Veracruz. El mayor reto fue crear los mecanismos de recaudación para los derechos municipales a la importación y a las mercancías nacionales. En un principio, en el Congreso federal se intentó marcar esta diferencia bajo el cobro de patente de giro para los primeros y de derechos de consumo para los últimos. Sin embargo, no se hizo un reglamento para el cobro de patentes sino hasta 23 Kuntz, Comercio, p. 197. 9 1886, cuando se empezó a cobrar en los establecimientos comerciales que vendían ambos tipos de mercancías y se realizó un ‘padrón especial’ para los vendedores ambulantes.24 Fue en los congresos locales donde se ajustó la legislación para regular el tránsito de mercancías. *** Para principios de 1870 la vida en la ciudad amurallada giraba en torno al comercio del puerto, cuya vida se activaba por ciclos a través de rutas—terrestres y marítimas, tanto de ultramar como de cabotaje—bien establecidas donde el circular de gente, mercancías y productos se mantenía latente a lo largo del año, aún cuando el flujo fuera tenue en temporadas de bajo tráfico comercial ultramarino. La comercialización y transacciones mercantiles sustentadas por estos flujos generaba fuertes cantidades de capital mercantil, riqueza que contrastaba con los niveles de urbanización de la ciudad. En realidad, la ciudad no era un centro urbano que impulsara el desarrollo productivo y económico de las poblaciones cercanas; sin embargo, si analizamos el tipo de bienes que los viajeros enlistaban en sus descripciones, es claro que la diversidad de mercancías, bienes de consumo y productos locales que atraía a compradores y vendedores de muchos lugares de la región, hacían a Veracruz un núcleo articulador que abastecía a la región. El paisaje social de este mercado debe visualizarse como un espacio integrado a los vuelcos que daba la ciudad en los momentos en que llegaban los buques. Entonces Veracruz se convertía en una ciudad que hospedaba a viajeros, marinos, comerciantes, arrieros, comisionistas de las casas que regularmente vivían en Xalapa o en la Ciudad de México; además de los consignatarios y capitanes de los buques extranjeros. En este mundo no sólo el comercio mercantil de ultramar aumentaba, 24 Blázquez, Colección, 1997, pp. 268-301. 10 sino también el intercambio y comercialización de todos los bienes y servicios necesarios para esta gente y de quienes les atendían. Estos momentos seguían marcados por ciclos, pero al hacerse más frecuentes acabaron por diversificar las rutas para distribuir estos bienes en los mercados de la ciudad. Un ejemplo claro son las telas que empezaron a venderse tanto en las casas comerciales más grandes de la ciudad, como en los puestos que se instalaban en la Plaza del Mercado de San Antonio. En este contexto, el gran problema para el gobierno local en el día a día fue que la aceleración del flujo de mercancías y productos afectó el ordenamiento espacial de los mercados y plazas comerciales. Esto significó más responsabilidades ante los vecinos y ciudadanos en términos de servicio de limpia, vigilancia y mantenimiento de los edificios públicos en dichas plazas. Para que los recursos del erario pudieran cubrir estos gastos en materia urbana las autoridades locales tenían que redefinir qué porcentaje de los impuestos al comercio serían para el erario de la ciudad y cuánto sería parte de las contribuciones federales. Fue en la redefinición de estos mecanismos de recaudación local (qué autoridad cobraría a los distintos comerciantes; cómo establecerían el monto del impuesto y, cuáles serían las reglas para cobrarlo) donde las reformas tributarias al sistema de alcabalas entraron en conflicto con las problemáticas locales para regular un mercado urbano cada vez más dinámico. En Veracruz los cambios que este proceso implicó fueron particularmente violentos porque alteraron los ritmos y ciclos de circulación de dinero y productos en la ciudad. a) Derechos municipales a mercancías nacionales y derechos de mercados: el efecto de la Ley Hacendaria de 1861 en la ciudad 11 Los productos que entraban por cabotaje directamente a la Aduana Marítima, y aquellos que pagaban derecho de puerta, muchas veces eran el mismo tipo de ‘efectos’ y se mezclaban en el mercado local. Estos flujos comerciales se aceleraron con la llegada del ferrocarril en 1873, cuando la barrera impuesta por los médanos y lagunas pantanosas fue vencida y el tortuoso camino desde ‘Tierra Caliente’ se convirtió tal vez hasta en un viaje placentero. Hacia ese año el ir y venir de vendedores de frutas, verduras y otros productos desde Paso del Macho o desde Córdoba, Orizaba y Puebla también se convertiría en una escena cotidiana.25 Sin embargo, aún con la agilización de estas antiguas rutas comerciales, los pequeños comerciantes que llegaban por tierra debían pagar distintos derechos locales por vender sus productos al igual que las mercancías traídas por cabotaje al puerto.26 Estaban los impuestos que se cobraban desde siempre: los derechos de puerta o portazgo, de mercado y aquellos recaudados en las alcabalas interiores. Una vez introducidas al mercado más grande de la ciudad—el de San Antonio—todas las mercancías debían pagar derechos de consumo y de mercado. No obstante, bajo la distribución de funciones administrativas en el puerto, ninguna oficina del gobierno del estado estaba involucrada en el cobro de derechos relacionados al comercio exterior.27 Su ámbito estaba en la política tributaria del cobro a las mercancías de 25 Ya para 1873 los productos que llegaban desde estas ciudades se transportaban en ferrocarril, y por lo tanto, estaban sobrecargados con el costo del flete. Aún con este aumento, de acuerdo con un cronista de la ciudad, los precios de los “artículos eran bastante módicos y en especial los de las frutas y legumbres”. Estrada, Heroica, p. 58. 26 Debido a que la estación del ferrocarril se encontraba fuera de los límites de la ciudad todos los efectos seguían pagando derecho de puerta. Antes del derrumbe de la muralla en 1880, el único camino férreo que conectaba directamente intramuros era el que llegaba a la Plaza de la Caleta, al norte de la ciudad y su función era introducir mercancía desembarcada de las embarcaciones más grandes. Pacheco, Crónica del Puerto de Veracruz, Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz, 1986. 27 De acuerdo con la ley del 16 de diciembre 1861 los estados asignarían un 25% de su recaudación fiscal como contribución federal en un intento por ‘unificar’ al mercado interno. Esta contribución se recargaba a todo lo cobrado por las oficinas federales y estatales. Aunque tenía el Segundo Imperio tuvo el control de la aduana de Veracruz, y del centro del país, nunca hizo realmente efectivo su poder ni en el norte, ni en la costa del Pacífico y en las zonas ocupadas por la guerrilla republicana. Ver: Pani, “Ministro”, p. 35. 12 tránsito una vez que salían de la ciudad de Veracruz. De esos cobros, debían transferir el 25% a las contribuciones federales. Cuando la ley hacendaria fue aprobada en 1861, la debilidad del gobierno federal en medio de las guerras liberales y las intervenciones extranjeras daba mayor flexibilidad al gobierno estatal para estructurar en sus bases tributarias los ramos administrativos y los impuestos que se gravarían con la contribución federal.28 Pero para 1873, con los ajustes en el equilibrio de competencias entre el gobierno federal y estatal, esta ley cobró otras tonalidades con relación a la distribución de competencias tributarias. La problemática para distribuir ‘los dineros’ en el presupuesto pasó del nivel estatal al local, cuando los gobernadores Francisco Hernández y Hernández, Francisco Landero y Cos y José María Mena buscaron la reunificación fiscal. Los tres eran miembros del grupo liberal local y provenían de familias de las nuevas facciones emergentes de hacendados-empresarios, propietarios e industriales. Con miras a integrar la economía regional bajo la dirección de estos hombres se buscó la reunificación fiscal al dejar en manos de las corporaciones municipales la recaudación, siempre y cuando cumplieran con entregar el 20% al gobierno estatal.29 Esta nueva legislación podría favorecer al Ayuntamiento de Veracruz en sus intentos por reconstruir la ciudad en el periodo de posguerra, pues le daba mayor libertad para aumentar su gasto presupuestal. El problema fue que los cambios políticos en la balanza entre el estado y la federación fueron mucho más lentos. Antes de la rebelión Tuxtepec de 1876 iniciada por Porfirio Díaz contra Sebastian Lerdo de Tejada, los Ayuntamientos no tenían autonomía política para decidir la distribución 28 La Ley de Hacienda de 1861 sustituía el llamado contingente que tenían señalados los estados para atender los gastos a la federación.” En: Pi-Suñer, “José,” p. 35. Ibid., p. 23. 29 Anteriormente, en una ley expedida en 1857 para clasificar las rentas estatales y federales, se estableció que los estados que recaudaban “impuestos de aduanas y caminos internos, y una serie de impuestos indirectos, debían entregar un contingente correspondiente al 20% de sus rentas”. En esa época la federación no tuvo éxito en recaudar dicho contingente. Sánchez, Alcabalas, p. 91. 13 de ese presupuesto. A pesar de la ventaja de este mecanismo de recaudación, aún había otros retos que vencer. Esto porque el poder de dicha corporación estaba restringido por la influencia de los Jefes Políticos, quienes durante los años de guerra ganaron espacios de decisión importantes en el gobierno.30 En este punto fue donde los intentos del gobierno del estado por establecer una política fiscal para impulsar la unificación del mercado nacional empezaron a cambiar los mecanismos para regular el comercio local en la ciudad. Esto porque el incremento del flujo marítimo afectó directamente el cobro de los derechos de mercados, pues la falta de mecanismos para cobrar los derechos municipales de internación a las mercancías nacionales en el puerto puso en desventaja a todo lo que entraba por las puertas de la ciudad. Los Jefes Políticos del municipio llevaban a cabo la recaudación de derechos municipales, sobre de propiedad (fincas rústicas y urbanas); los impuestos personales, de bulto y consumo municipal (a efectos nacionales) que se cobraban a la mercancía llegada por cabotaje e internada por el Capitán de Puerto a la Plazuela del Muelle. Desde ahí era transportada por cargadores y carreteros hacia diferentes puertas de la ciudad y al Mercado de San Antonio. Este era el punto de comercialización más importante, y por ser un edificio público quien tenía la obligación de cobrar los “derechos de mercado” era el Regidor representante del Ayuntamiento. Ante esta división de funciones en medio de las nuevas políticas tributarias diseñadas en el congreso del estado de Veracruz, el éxito del gobierno de la ciudad dependía de la reactivación comercial en el puerto y la recaudación efectiva de impuestos locales. Para ello habría que coordinar a la Tesorería Municipal, el Jefe Político, el Capitán de Aduana y el Jefe de Puerto.31 Era necesario regular el comercio 30 García, Memorias, 1991. Desde 1868, José María Iglesias quien fuere el ministro de hacienda, pensaba que el problema del erario no se debía tanto a la insuficiencia de ingresos, sino “que respondían a su indebida reducción, la 31 14 de mercancías nacionales o ‘nacionalizadas’ en el puerto sin entraran en conflicto con las reglas de tránsito en el estado. Principalmente por el vacío legal para calcular el porcentaje del cobro de servicios portuarios y aduanas de dicha mercancía que sería parte de las contribuciones federales (pero vía derechos adicionales como parte de los derechos de importación). La regulación de la comercialización implicaba cambiar las formas de operar el puerto para así reducir el poder del Jefe Político. Participar de los recursos generados por el comercio exterior era una estrategia para recuperar los recursos estatales vía alcabalas. Paralelo al esfuerzo por reducir el poder del Jefe Político y dejar en manos de las corporaciones municipales la recaudación, en septiembre de 1875 la Ley estatal 173, estableció en el artículo 5º que el porcentaje del cobro de derechos de consumo de bienes nacionales destinado al erario del estado y el municipio sería de 75% y 25%, respectivamente. Para el cobro de derechos de consumo a “los géneros, frutos y efectos nacionales” en el Estado de Veracruz la Llave los administradores y Recaudadores de Rentas del Estado transferirían los porcentajes a los gobiernos correspondientes, después de descontar el 3% por honorarios.32 Esta ley establecía que las mercancías que “se introduzcan en las oficinas de renta con escala” no pagarían ningún derecho por almacenaje durante el primer mes, el segundo se negociaría una tarifa diaria por bulto y, si al concluir éste no se pagaban los derechos de almacenaje, la mercancía se vendería en almoneda pública.33 En el puerto éste procedimiento representaba un adelanto en términos de costos de introducción con relación a la Ordenanza de 1856, por el hecho de no tener cual se derivaba de dos factores o prácticas: en primer lugar, con tal de solucionar emergencias, el gobierno se proporcionaba pronto recursos sin importarle el porvenir de la nación (por ejemplo, reduciendo los derechos aduanales); en segundo, por la costumbre de las “autoridades locales o jefes militares ‘indisciplinados y codiciosos’, que ‘disponían a cada paso de los fondos de la Federación” En: Speckman, “Gestión”, pp. 65-66. 32 Ley de 1875, 173, artículo 5to. En: Blázquez, Colección, p. 170. 33 Blázquez, Colección, p. 170. Ibid., artículos 7º y 8º, p. 171. 15 que pagar costos de almacenaje durante el primer mes. Además favorecía los ingresos al erario municipal vía transacciones mercantiles en el puerto, sobre todo comparado con otras ciudades que no contaban con aduanas. A pesar de ello, la aplicación de ésta ley encontró resistencias entre los comerciantes porteños porque el alto porcentaje para la contribución federal terminaría afectando los precios al consumidor final o reduciría el ingreso fiscal del erario local. La opción del Ayuntamiento fue defender la recaudación de derechos locales en la Plazuela del Muelle, ya que ese espacio le pertenecía a la corporación municipal.34 Desde allí coordinaría con el Jefe Político los procesos de internación. Debido a la falta de almacenes aduanales apropiados, este espacio cobraría cada vez más importancia. En el puerto las autoridades estatales no tuvieron la capacidad para cobrar los derechos de consumo (ley 173, por lo que 1879) y dicha facultad quedó en manos del Jefe Político. Además no especificaba el pago de ‘derechos de almacenaje’, pues buscaba “causarle menos trabas al causante.” Era en las bodegas de la Aduana donde el Jefe Político y los administradores del puerto negociaban las formas de recaudación, aforo y fianzas. Al Ayuntamiento le convenía este arreglo por varias razones. En primer lugar, los cambios en los costos de almacenaje en las aduanas interiores eran un avance que reflejara las reducciones de las tarifas de importación. Dos, si el Jefe Político lograba agilizar la internación de mercancías a los mercados de la ciudad, esto incrementaría los flujos comerciales y, por lo tanto, aumentaría los recursos tributarios del ramo de mercados donde se tasaban las mercancías y productos vendidos en la ciudad. Dicha política benefició a los comerciantes en pequeño de la región, no sólo para vender, 34 Prueba de ello fue que cuando los ingenieros a cargo de las mejoras en el puerto intentaron enrejar el perímetro de dicha área, el gobierno local se opuso con éxito, pues ésta no era parte de la Aduana, sino del gobierno de la ciudad. En este conflicto el Ejecutivo federal reconoció que efectivamente todos los derechos generados en dicha Plazuela pertenecían al Ayuntamiento. Plazuela del Muelle relativo a que se diluciden los derechos que sobre ella tiene la ciudad, Veracruz, 1879-1880, en ABHMV, Archivo Correspondencias, caja, 260, vol. 365, f. 698). 16 sino para abastecerse en el mercado de consumo local. Al quedar el cobro bajo las autoridades de la ciudad podrían negociar la regulación de los procesos de comercialización en los puntos de compra-venta con el gobierno de la ciudad. b) Derechos de importación: comercialización y consumo En respuesta al arancel de julio 1872 (ad valorem, por tarifa y peso) se publicaron tres leyes para gravar las mercancías importadas. De los impuestos al comercio exterior esos derechos, el cobro de almacenaje y carretaje seguirían siendo federales. Además, con tarifas ad valorem, el gobierno federal podría definir los productos que gozarían de protección y aquellos que no. Para alcanzar estos objetivos, las alcabalas de tránsito debían reformarse paulatinamente hasta ser sustituidas por impuestos directos. Así es que, aún cuando el artículo 19 del arancel dictaba que “los derechos establecidos en la tarifa precedente serán los únicos que pagarán las mercancías extranjeras en la República y, en consecuencia, ninguna autoridad de los Estados o municipios podrá recargar o imponer otros derechos a las mercancías extranjeras, sea cual fuere el objeto a que se destinten”. Sin embargo, aclaraba enseguida “a no ser que para esto obtenga el consentimiento del Congreso de la Unión…”35 El reto para el Ayuntamiento y el sector comercial era evitar afectar el crecimiento del comercio local y las redes de comercialización de mercancías importadas a la ciudad. La manera más viable de hacerlo era conciliar los procedimientos de internación en el puerto con la legislación estatal de cobro al tránsito. Para ello, el primer paso fue homologar las alcabalas cobradas a “los efectos 35 Ante la presión de los estados de la República, éste artículo fue derogado por decreto en mayo de ese mismo año. Ver: Arancel de Aduanas Fronterizas y Marítimas de los Estados Unidos Mexicanos, 1 de enero de 1872, Imprenta del gobierno en el Palacio, 1872, p. 57. 17 extranjeros”; de manera que las tarifas ad valorem fijadas en el puerto en un acuerdo federal se respetaran para evitar la variación en los precios finales. Esta intención la podemos inferir con base al artículo 1º de la ley 45 del 7 de julio de 1872, “los efectos extranjeros pagaran en el lugar de su consumo el 10% bajo la base que hoy se cobra el artículo 2º.”36 Este último se refería al impuesto de ‘seguridad pública’ de lo que entonces se cobraba para todos los artículos que transitaban en el Estado como parte del sistema de alcabalas. Pero, en el siguiente artículo se especificaba que “se exceptúa en los puertos porque ahí no es posible cobrarlos.”37 Allí los contribuyentes pagarían el 50% de patente de giro, más las cuotas establecidas y sería cobrado por las Tesorerías Municipales, pero éstas las remitirían a la Tesorería General del Estado. El gobierno estatal pretendía evitar que el puerto tuviera ventaja sobre otras ciudades donde sí se aplicaría esta ley. Sin embargo, en la ciudad de Veracruz dicha ley afectó a los dueños de establecimientos comerciales, desde casas importadoras, hasta los abarroteros. Comercio que al final del día era el más tradicional y que más recursos tributarios generaba al erario local. Asimismo, debido al incremento del 50%, las casas comerciales también pagarían el impuesto sobre giro y consumo. Con ello los precios para los comerciantes regionales que se surtían en esas casas o en establecimientos aumentarían considerablemente. Con ‘lugar de consumo’ este artículo se refería al último punto de venta; es decir, a la población donde el artículo o producto fuera finalmente vendido ‘para su consumo’. Controlar algo así en un mercado como el del puerto era crucial para evitar el contrabando y sacar ventajas tributarias del aumento en el tráfico marítimo. No obstante, sin una infraestructura portuaria que lo permitiera era más fácil cobrar directo a los comerciante y a las casas de comercio. Esto significaba clasificar a los 36 37 Blázquez, Colección, p. 171. Ibid., Ley 45 del 7 de julio. Loc. cit. 18 establecimientos comerciales con base a su negocio (por ejemplo, talleres o tiendas de sastrería, zapatería, o mueblerías; hoteles, cantinas, abarrotes, mercerías o ropa); a su capital y su clase (que dependía de su ubicación, afluencia de clientela y del ‘estado’ del establecimiento). En Veracruz había una larga tradición de pequeños establecimientos, sobre todo en las calles más céntricas de la ciudad; así es que en principio se podría pensar que el cobro de patente o giro era una solución viable. Sin embargo, la complicación para establecer el cobro de ‘giro’ a los dueños de los establecimientos era que podían vender mercancías nacionales, nacionalizadas, importadas y distintos productos de la región.38 De manera que el incremento del movimiento comercial no sólo diversificó el tamaño y capital de las tiendas, sino que también abrió las posibilidades a distintos niveles de compra-venta.39 Por ejemplo, los dueños de las tiendas podían comprar directamente a las casas importadoras alimentos procesados y bebidas, textiles y otros artículos de consumo, para después venderlos a viajeros, arrieros, comerciantes ambulantes, revendedores y al pequeño comercio de tiendas de abarrotes de barrio, cantinas, mercerías y a los habitantes de la ciudad. Asimismo, había pequeños talleres, zapaterías, joyerías y boutiques de ropa o sastrerías, que utilizaban mercancía de importación en su producción. Entre los importadores había consignatarios que no podían colocar sus cargamentos de ultramar en el mercado interno—ya fuera embarcándolo en el 38 Para aproximarnos a los “Padrones de Consumo” hay que aclarar que los derechos de consumo no se cobraban sobre el precio a la mercancías, sino que se le cobraba al propietario del establecimiento comercial con base al ‘tipo’ de mercancías que vendía; a la ‘categoría’ de establecimiento; a la clasificación (si era industrial no pagaba impuestos) y al lugar donde se ubicaban en la ciudad. En el ABHMV se conservan los padrones levantados anualmente para las décadas de 1870 y 1880. 39 Antes de que se ampliaran los ramales ferroviarios, las mercancías y productos regionales que no llegaban por cabotaje, eran vendidas a los representantes de las casas comerciales de Veracruz, quienes las transportaban al puerto, ya fuera para exportar o para consumo en la ciudad. Desde distintos puntos del estado, estos hombres transportaban la mercancía al puerto en caravanas de mulas. Cuando se ampliaron los kilómetros el recorrido terminaba en los puntos donde se paraba el ferrocarril. Sin embargo, los representantes de las casas concentraron su poder para colocar dicha mercancía. 19 ferrocarril hacia la ciudad de México o a otras ciudades de la región—, pero que sí pagaban almacenaje. Para ellos lo importante era “sacar” la mercancía de la aduana porque allí corría muchos riesgos debido a las malas condiciones de las bodegas, falta de vigilancia y a la aglomeración en la Plazuela.40 Una vez afuera no tenían tanta presión para distribuirlas en la ciudad, pues las mercancías de importación no eran por lo regular productos ‘perecederos’ como la fruta, verdura, o carne. Aún los alimentos procesados (aceitunas, caldos, quesos, y fiambres) bajo un buen almacenaje en tiendas más pequeñas podían durar más tiempo en buen estado. En términos prácticos, gran parte de ésta mercancía no se ‘consumía’ en la ciudad, pero tampoco era mercancía de tránsito importada solamente por las casas comerciales. Los mecanismos para tasar las cuotas que pagarían por derechos municipales en la ciudad (que se tasaban como derecho de consumo) se complicaron ante los conflictos por abolir las alcabalas y los mecanismos para cuotizar el cobro al tránsito en el ‘interior’. De manera que el primer paso era definir cómo se cobrarían los ‘derechos de consumo’ a cada producto o mercancía dependiendo de si la mercancía había pagado derechos en las aduanas marítimas o fronterizas. De manera que en Veracruz se estableció que: De las mercancías que sí haya pagado el derecho de consumo en la Administración de Rentas del Estado, no se repetirá el pago del 75% de las cuotas que corresponda su erario en los puntos a que después se dirija, siempre que en los documentos aduanales que las amparen conste que se ha hecho aquel en la oficina que expida éstos.41 Esta ley generó resistencia en otros estados que buscaban proteger ciertas producciones locales más competitivos a través de las alcabalas interiores.42 El 40 Por ejemplo, varios ciudadanos aclararon que si no habían pagado sus libranzas era “para dejar constancia de que los comprometidos no están en la plaza”. ABHMV, Archivo Correspondencias, caja 250, vol. 365, fs 680-688. 41 Blázquez, Colección, p. 171. Ibid., Ley 173, artículo 9º, 1875. 42 Sánchez, Alcabalas, p. 81. 20 segundo problema para hacer cumplir esta disposición estaba directamente ligado al contrabando; si en el puerto no se podía controlar la entrada ilegal de mercancías y era vendidas al menudeo, no pagaban impuestos en la aduana, sólo los de consumo y al ser municipales no incluían la contribución federal. Esta forma de recaudar podía convertirse en un incentivo para la corrupción, tanto para el Jefe Político, como para los recaudadores de impuestos en la ciudad. Para tratar de resolver cómo se cobrarían los derechos de consumo, el 14 de noviembre de ese mismo año se reformó el artículo 2º con relación a su tránsito por el estado, estableciendo que ya no se cobraría con base al impuesto de seguridad pública, sino “el 10% directo sobre las cuotas de importación que señale el arancel federal vigente, cuyo 10% supone que dejen de cobrar los municipios cualquier otro a titulo de consumo…” que sería compensado por los impuestos de giro de patente.43 Al relacionar el derecho de consumo con el pago del arancel ésta ley pretendía asegurar que las cuotas fueran proporcionales a las reducciones o excepciones establecidas por la política comercial federal. A lo largo del estado el problema que quedó en el aire fue cómo establecer los mecanismos de cobro por ‘giro de patente’, que en teoría compensaría los derechos de consumo.44 Esto debido a que este impuesto se cuotizaba con base en el capital del establecimiento para evitar la acumulación mercantil en la ciudad. Pero la captación de los derechos de consumo ante la necesidad de aumentar el flujo de mercancías se complicó aún más en 1873. Ese año, ante la llegada del ferrocarril, la Cámara de Comercio propuso ‘trasladar la aduana’ a la Ciudad de 43 Blázquez, Colección, p. 170. Ibid., Ley no. 60 del 19 de noviembre de 1872, reforma el artículo 2º de la Ley no. 45 del 7 de julio de 1872, 44 El impuesto ideado por el Ministro Matías Romero para incentivar a los estados a eliminar las alcabalas fue el impuesto de timbre. Si los estados implementaban este nuevo impuesto, las ganancias serían para su erario y no tendrían que enviar las contribuciones federales. Sin embargo, la reforma tributaria en este sentido no se instrumento prácticamente hasta mediados de 1890s. Márquez, “Proyecto”, p. 115. 21 México. Pagar las cuotas ad valorem y las tarifas específicas establecidas por el arancel de 1872 hasta llegar a aquella ciudad, les permitiera ahorrarse los ‘derechos’ de internación, plazuela y contrarregistro. Sólo pagarían aquellos de tonelaje, anclaje, pilotaje, faro, alijo en los muelles y los derechos de ‘introducción’, carretaje y de conducción al recién llegado ferrocarril.45 Más allá de la Aduana, con ésta iniciativa los importadores buscaban tener mayor control de la mercancía evitando su comercialización en Veracruz. Si bien ésta iniciativa fue rechazada en el Congreso, ante la amenaza, el Ayuntamiento tenía que encontrar la manera de tasar esos efectos al entrar a la ciudad—y que se consumían allí. Debido a la naturaleza comercial del puerto, y al incremento de los flujos de mercancías—tanto nacionales como extranjeras—era posible ampliar la base tributaria en dos sentidos. Por un lado, si se lograba combatir el contrabando aumentarían los derechos aduanales y, por otro lado, la ampliación del mercado de consumo en la ciudad permitiría recaudar más impuestos de mercados y derechos de consumo. La propuesta de la Cámara de Comercio no sólo era contraria a los intereses fiscales del Ayuntamiento, sino que atacaba la esencia de su ciudad, pues, de concretarse, su “desaparición era sólo cuestión de tiempo.”46 Sin embargo, este órgano de gobierno ya venía tomando cartas en el asunto para resolver los efectos de la política comercial desde finales de enero de ese mismo año. En una carta al Regidor Presidente, encargado del cuerpo de policía, dicha corporación le solicitaba que previniera al Capitán de Policía de exigir a los dueños de establecimientos la constancia de inscripción a la Tesorería Municipal, según lo dispuesto en el artículo 45 46 ABHMV, Archivo de Correspondencias, Veracruz, marzo de 1873, caja, 251, vol. 355, f 36. Caja, 251, vol. 355, f. 36 Ibid., f 39. 22 13 del bando de policía.47 Ante la falta de recursos, reestructurar las obligaciones de cada agencia del Ayuntamiento, en este caso las actividades de los gendarmes de policía, el no sería fácil.48 Para contrarrestar los intereses comerciales de la Ciudad de México en Veracruz, el Ayuntamiento emprendió otra estrategia fiscal respaldada por su legitimidad para solucionar los retos urbanos. En mayo de ese mismo año envió al Presidente de la República una carta exponiendo la urgencia por derribar la muralla de la ciudad. No sólo porque era necesario dejar atrás el carácter militar de la misma, sino para mejorar las condiciones sanitarias urbanas de manera que hubiera “garantías para los dueños de fincas y el terreno se poblará como por encanto…”49 Prueba de ello fue que el Ayuntamiento empezó a recibir cartas donde los vecinos de extramuros expresaban su descontento por la insalubridad.50 Expandir la urbanización de la ciudad también significaba aumentar la base recaudatoria de impuestos municipales por fincas urbanas e impuestos personales y de consumo. 47 En 1873 hubo ciertos roces entre el Cabildo, el Presidente Municipal y el Capitán de policía por delimitar sus funciones con relación al Tesoro Municipal. Cartas de Sesión, Veracruz, enero 1873, en ABHMV, Archivo de Correspondencias, caja, 251, vol. 356, fs 1-51. 48 En los padrones de pago de derechos de consumo pude localizar algunos casos que muestran ciertos problemas enfrentados por los agentes recaudadores. Por ejemplo José F. Pérez justificaba el atraso de sus pagos, porque el agente “faltaba a su deber y no le llevaba los recibos a tiempo” (ABHMV, Archivo Correspondencias, caja, 273, vol. 381, 1875). La Sra. Leocadia Hidalgo se negó a pagar sus deudas pues el agente nunca le especificó el monto de capital a partir del cual debía pagar su cuota de derechos de consumo, por lo tanto, no registró su negocio como establecimiento comercial. (ABHMV, Archivo Correspondencias, caja 258, vol. 363, 1877). El Sr. Francisco Urdapilleta, propietario de una licorería, sí dio de alta su establecimiento en el padrón de consumo, pero tampoco informó sobre el capital de su negocio al Tesorero municipal, pues “no creyó que fuera necesario”. (ABHMV, Archivo Correspondencias, caja 313, vol. 427, 1881). Los Sres. Sturckes & García Cía. alegaban que si no habían pagado en tres años, era porque a pesar de haberse registrado, nunca les habían ido a cobrar. Si el “documento se perdió” el problema era del agente que lo había extraviado, y “no su culpa”. (ABHMV, Archivo Correspondencias, caja 313, vol. 427, 1881). Si bien estos casos no son una constante en los padrones de consumo, sí muestran algunas de las tensiones directas entre los contribuyentes y los agentes encargados del cobro. 49 Solicitado al Supremo Gobierno el derribe de las murallas, ABHMV, Cartas de Sesión, Archivo de Correspondencias, Veracruz, mayo, 1873, cja 254, vol. 359, f. 670. 50 Quejas de vecinos de extramuros sobre el mal olor que despide el Tenoya, Veracruz, 1874, en ABHMV, Archivo de Correspondencias, Cartas de Sesión, caja, 249, vol. 351, fs. 75-78. 23 Sin embargo el derrumbe de la muralla tardaría algunos años, pues en ese momento el presidente de la República consideró que “atendidas las circunstancias en que el país se encuentra dejar de considerarse aquella como una plaza fuerte, no cree prudente se haga por ahora”.51 A pesar de esta negativa, al año siguiente el Ayuntamiento pidió $3,500 para realizar un plano de la ciudad y de extramuros. Además lanzó una convocatoria para “las personas que quieran hacer proposiciones para la construcción de dichas metas (el trazo de la nueva población, calles, cuadras y manzanas).”52 Con la expansión de la jurisdicción urbana, el Ayuntamiento podría ampliar sus bases recaudatorias de impuestos directos (propiedades) y el cobro de impuestos de patente a los establecimiento comerciales en esas áreas de la ciudad. Por un lado, esto significó la expansión de la recaudación vía impuestos de patente y giro comercial y, por otro, creó la necesidad de hacer más eficiente los sistemas de vigilancia en la ciudad para combatir las redes de distribución de mercancía de contrabando.53 Conclusiones En los esfuerzos por normar el tránsito a nivel estatal, tener el control del puerto de Veracruz fue estratégico para la ciudad. El Ayuntamiento era un de los más ricos del país, pues allí se concentraba el capital mercantil y financiero. En este contexto, la política tributaria dictada desde el gobierno estatal fue mucho más 51 Autorización para el gasto de $3,500 en la creación del plano de la ciudad y de extramuros, Veracruz, 1874-1878, en ABHMV, Archivo de Correspondencias,”, caja 249, vol. 352, fs 27-119. 52 En estos documentos no se incluye ningún plano y las discusiones giran sobre todo en cómo establecer la escala para que refleje correctamente la dimensión de los terrenos. 53 “Como parte de la reforma hacendaria más amplia se modernizó el sistema tributario, diversificando las formas de ingreso y liberalizando el comercio exterior. En el primer caso se amplió la base recaudatoria con el establecimiento del impuesto interior del timbre, que fue la innovación fiscal más importante del periodo. Su importancia radicaba no sólo en constituirse como una nueva fuente de ingresos, sino en permitir a la federación ejercer su dominio fiscal de forma consistente y unificada en todo el territorio nacional, ya que, como se sabe esa presencia se veía limitada por la soberanía de los estados.” Uhthoff, “Modernización”, p. 61. 24 agresiva en los intentos por derrocar a quienes controlaban el puerto desde su ciudad. El gobierno estatal debió administrar dos tipos de conflicto. Uno relacionado con la delimitación de funciones del Jefe Político del municipio de Veracruz como autoridad responsable de la recaudación local de derechos de consumo. Con esta política el estado de Veracruz buscó consolidar su participación de los recursos tributarios federales generados en el tránsito, sin aumentar las tarifas que se cobraban en las alcabalas interiores. Su segundo desafío fue cambiar las contribuciones indirectas a directas. Este cambio significó tasar el capital del propietario y no la venta al consumo. Ello con el fin de evitar la acumulación de mercancías en la ciudad que era la base de la especulación. En la operatividad se debía coutizar el capital antes de la venta del producto—con base en la cantidad y valor de la mercancía—en relación al capital fijo del establecimiento. En esta reconfiguración de las dinámicas de comercialización, las tendencias liberales a favor de unificar los mercados regionales de Veracruz presionaron por mantener bajos los impuestos locales llamados Derechos Municipales. Esta demanda respondía a la necesidad de contrarrestar los gastos generados en las alcabalas a la mercancía que entraban por el puerto y se comercializaba en otras ciudades del estado y del país. Una pieza clave en la negociación para regular el ‘libre tránsito’, fue el reordenamiento jurídico administrativo, a través del cual se definiría qué impuestos locales formarían parte de las contribuciones federales. Las estrategias implicaron regular la recaudación de los derechos locales (municipales, de giro y consumo) para no contravenir los objetivos del arancel de 1872. Entre los principales objetivos de este arancel, estaba agilizar la internación y separar los impuestos de importación federales, de aquellos locales ligados al comercio exterior; para ello, la política comercial fusionó los impuestos de importación y los adicionales. A partir de 1872, 25 los importadores pagarían una sola cuota determinada por el tipo y volumen de mercancía, agilizando así el cobro de los impuestos de importación, (que pertenecían al erario federal). Esta política tuvo fuertes efectos en el sistema tributario de las alcabalas que regulaban el tránsito de mercancías en los estados del país. Para contrarrestar las pérdidas en el erario, el gobierno estatal de Veracruz buscó intervenir la recaudación local e impuso una serie de restricciones que limitaron la capacidad del Ayuntamiento para tomar ventaja de las oportunidades abiertas por el comercio exterior. Sobre todo porque afectaban los intereses comerciales que impulsaban el desarrollo del sector comercial emergente en la ciudad. Ante esta situación, el gobierno local tuvo menos posibilidades de conciliar los derechos locales según el ‘tipo’ de mercancía. Entonces buscó diferenciar entre las mercancías de tránsito y de consumo local y establecer su cobro. La discordancia entre los procesos de comercialización locales y las intenciones del gobierno estatal por asegurar la recaudación de contribuciones federales, surgió a partir de dos retos planteados por la instrumentación de la política comercial federal en el puerto. Primero, a nivel local el arancel de 1872 privó al Ayuntamiento no sólo de los derechos municipales ligados al comercio exterior, sino que también le restringió el acceso al capital generado por el comercio exterior. Esto derivó en la pérdida de fuentes de créditos, fianzas y seguros, debilitando su control de las redes de distribución regionales. Para recuperar los desequilibrios en el erario municipal, el gobierno local sustituyó sus pérdidas con el aumento de derechos de consumo e internación a la ciudad. Asimismo, era primordial evitar el aumento de los precios de las mercancías que se comercializaban en su mercado, y que establecían rutas comerciales en la región. Así es que las autoridades de la ciudad buscaron reducir el 26 cobro de derechos de consumo a dichas mercancías; el objetivo era hacerlas más competitivas en su destino final, aún cuando fueran tasadas por las alcabalas interiores. Con esta política, algunos sectores comerciales regionales se verían perjudicados, mientras otros podían verse favorecidos por exenciones o cobros más bajos a sus productos o mercancías. El reto era que la reducción a los derechos municipales de ese tipo de comercio se reflejara en los precios finales a los consumidores. El segundo gran reto para el Ayuntamiento fue transformar los sistemas de almacenaje en el puerto, con el fin de establecer nuevas formas de crédito para internar y distribuir las mercancías. La necesidad de modernizar el sistema de almacenaje, fue resultado del impacto que tuvo el arancel: en el poder de los comisionistas que trabajaban en el puerto; en la diferenciación de los mecanismos de internación de mercancías extranjeras y nacionales, sobre todo las transportadas por cabotaje; la imposibilidad de que los créditos para la internación se sustentaran en otras formas de respaldo al pago que no fueran el valor de las mismas mercancías. Resolver estos problemas permitía romper el monopolio de las redes de distribución. La iniciativa por efectuar estos cambios en el almacenaje y de respaldo al crédito, venía precisamente de los comerciantes ‘emergentes’, así como de los comerciantesbanqueros. Estos últimos ansiaban entrar al negocio del financiamiento local, tanto de los procesos de comercialización, como para expandir sus inversiones a otros sectores industriales y productivos. El Ayuntamiento tendría que armonizar los intereses comerciales de estos inversionistas y el desarrollo del comercio local urbano. En esta reconfiguración de los sectores comerciales, las oportunidades del Ayuntamiento para instrumentar las políticas tributarias que hicieran más fluido el tránsito comercial en la región dependían de su capacidad para tomar ventaja: 1) del 27 impulso de la diversificación comercial en la ciudad (y por lo tanto de importación de insumos para la expansión de las industrias en el estado); 2) de la intervención en la definición de la funcionalidad del puerto; y, 3) de la legislación de cabotaje que hiciera más difícil el contrabando y facilitara la cuotización a las mercancías nacionales llegadas por las rutas marítimas de cabotaje. Pero estas oportunidades abiertas por el comercio exterior al Ayuntamiento, dependían de los cambios en la dirección de los flujos del tráfico de cabotaje y la expansión de los ramales ferroviarios. La tensión en la dirección de dichos flujos, se dio entre los intereses en la exportación de mercancías nacionales (principalmente bienes manufacturados) y, entre los productores agrícolas. Estos últimos buscaban evitar la importación de productos más competitivos en el mercado interno, y facilitar la exportación de aquellos con oportunidad de comercializarse en las redes comerciales internacionales. En este contexto, las limitaciones del gobierno del estado para regular el tránsito comercial bajo el sistema de alcabalas, se desprendieron de los intereses encontrados entre los hacendados-empresarios que querían impulsar la exportación de sus productos, con los de aquellos que transportaban mercancías de la región GolfoCaribe a través del tráfico de cabotaje. Conciliar los intereses comerciales de estas dos rutas a nivel federal era necesario legislar el comercio de cabotaje, pues sólo así podrían combatir el contrabando de mercancías y productos que se embarcaban en otros puertos nacionales de cabotaje, pero que venían desde rutas comerciales internacionales, y competían con los nacionales. Segundo, y relacionado también al cabotaje, desde el centro del país, el entonces Presidente Sebastián Lerdo de Tejada, buscó indagar cuáles eran las posibilidades reales para transformar un puerto tradicionalmente de 28 importación en uno de exportación. En el proyecto realizado por del ingeniero Carlos Ramírez se puede ver cómo la ubicación de los almacenes y la construcción del malecón dependía de la competencia entre dos mercados: 1) los mercados regionales conectados al puerto por vía fluvial y cabotaje y, 2) los mercados conectados con el puerto por los ramales ferroviarios en construcción. Este proyecto constata cómo la decisión de dónde construir los almacenes era una prioridad para mantener el control de los derechos de consumo, municipales y de internación. Si el proyecto de Ramírez se concretaba, la mercancía de importación se embarcaría directo del malecón al ferrocarril y le quitaría al Jefe político el acceso a esos derechos. Además, afectaría a los comisionistas que internaban mercancías al mercado local, pues no podrían competir con la demanda de las casas comerciales de importación de mercancías a la Ciudad de México. Frente a estas problemáticas, el Ayuntamiento tuvo que sortear, por un lado, una serie de intereses creados en los procesos de comercialización en la ciudad, conectados a los canales de distribución hacia el ‘interior’. Por el otro, la ciudad se convirtió en el punto de convergencia de las políticas tributaria y comercial a nivel federal. En esta tensión, el gobierno a nivel federal logró consensos con relación a nuevos mecanismos para regular el comercio exterior. Mientras tanto, el estado de Veracruz, concentró sus esfuerzos en normar los derechos de tránsito y consumo de tal manera que no obstaculizaran al arancel de 1872. Esto implicó adaptar la política comercial diseñada desde el centro con la legislación estatal, para conciliar los distintos intereses en la región representados por las ciudades y los sectores comerciales y productivos. 29 Archivos AGN: Archivo General de la Nación, México D. F. ABHMV: Archivo y Biblioteca Histórica del Municipio de Veracruz, Veracruz. Bibliografía Aboites Aguilar, Luis, “Alcabalas pos-porfirianas. Modernización tributaria y soberanía estatal”, Historia Mexicana, El Colegio de México, vol. 51, núm. 2, octubre-diciembre, 2001, México, pp. 363-393. 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