- 50 tanto bueno, aunque muy barrialoso en algunas partes, donde los caballos no podían desatascar el carruaje, obligándonos varias veces 6 desmontarnos y meternos entre el barro... A. las cinco de la tarde del cuatro de Dicembre de 1877 llegamos á la plaza de San Victorino, y nos salieron con la ocurrencia de que no entraban coches 4 la ciudad. Buscados un peón que se echó al hombro la maleta y nos fuimos ¿buscar el hotel. Nuestro equipaje había sido trasladado, en Facatativá, á un carro tirado por bueyes, y debía llegar al día siguiente. Hablamos gastado cuatro días en un viaje de 22 leguas; con todo, nos habíamos adelantado diez días al telegrama que enviamos de Honda á Bogotá para anunciar nuestra llegada." VI. De Sabanilla á Bogotá, distancia, vehSculos y gestos. Veracruz y su puerto. Edificios, coites y plazas--Castillo de Uluá--TÑn para México--La tierra caliente— Atoyac y Córdoba--Barranca de Metite, sus puentes y túneles--Orizaba y el Ingenio--El Encinal,lnfiernillo y Maltrata-Tiposnacionales--Cuesta de Acukingo--Túneles y viaductos--Laco. mida--La altiplanicie del Anáhuac y sus poblaciones--Otumba y 'Peotihuacan--El valle de México- -Llegada á la Capital--El ferrocarril de Girardot y el de Veracruz--Historia del ferrocarril de Veracruz. De Sabanilla 4 Bogotá se emplean en las más ventajosas circunstancias doce días para hacer 202 leguas; cuatro en camino de hierro, setenta y seis en los vapores del rio y 22, en mulas por malos y muy descuidados caminos. 1 Espléndido triunfo de nuestras luchas politicas y de tanto bregar de los partidos en setenta y cuatro años de independencia! Mr. Wilson gastó en solo trasporte lo siguiente: seis fuertes persona y equipaje en el ferrocarril de Sabanilla; cincuenta y dos en loe vapores del Magdalena y veintiseis en las mulas, arriero, - si carro y ómnibus de Honda á Bogotá. Total para las 202 leguas $ 84, sin contar las posadas, hoteles y 4xtras. Con los millones que hemos gastado en matarnos fraternalmente en guerras civiles y en arruinar, desacreditar y desmoralizar el país en ro de un puñado de ambiciosos, habríamos podido ya construir dos ferrocarriles tan largos como el que hoy se propone hacer Mr. Joy con 25 millones do pesos, para trasladarnos desde el Banco á Bogotá en solas doce horas de viaje, cómodo, rápido y barato. Mas, dejemos á un lado estas miserias sonrojosas, y veamos como se viaja desde las Costas é las capitales de las otras repúblicas hispano-americanas, países menos importantes que el nuestro y más nuevos. Este parangón nos serviM de acicate. (4) El 23 de Agosto de 1881 h. las nueve y media de la mañana echamos el anda en el puerto de Veracruz, azotado la mayor parte del año por el vómito negro que no perdona á ningún extranjero y por los ciclones 6 tempestades del inquieto y traicionero Golfo de México. La rada es peligrosa cuando soplan nortes, que son frecuentas, y siempre es necesario un tico para entrar en él. Velanse allí tres grandes vapores de las líneas extranjeras y tres pequeños nacionales rodeados do algunos buques de vela. (*4) La ciudad vista de lejos aparece muy vistosa, aunque pequeña, con grandes edificios do dos y tres pisos, de calicanto y azotea; aseadas, rectas, anchas y bien () Ea Panamá se torna el vapor español que va 4 la Habana en dos días, y en este puerto se trasborda á otro que zarpa para Veracruz & donde llega en tres días. () Cuando el 9 de Noviembre de 1883 sal¡ de Veracruz, haHa ya, ¿ virtud dl creciente progreso de aquifi país, anclados en ci puerto una docena de vapores y otros tantos buques de vela. - 62 enlosadas calles; alumbrado de gas y extensa entabaci6n de hierro; hermosa plaza adornada de árboles, jardines, montee, fanales de luz eMctrioa, y circuida de portales. Llaman en ella especialmente la atención por su mole y elegancia: la Matriz, el Palacio de Gobierno, la Escuela de Artillería, el Teatro, los tres hospitales, el pórtico do la Aduana, el templo de San Francisu, convertido en biblioteca pública, y su elevada torre que sirve de faro bojo al nombre de Juarez. En la Heroica, como llaman á Veracruz los mexicanos por haber hecho frenr.e á un sitio semej ante al de nuesVra igualmente heroica Cartagena, (*) está el castillo de Ulus, que recuerda el Boohica de la última, edificado dentro del mar y á flor de agua. En contorno de Isoindad antigua se levanta otra, construida í la moderna, con edificios de madera y rejas que tanto contrastan con los moles de mampostería de la ciudad española. En lontananza se eleva enhiesto y nevado el majestuoso Orizaba que se destaca en un cielo da purísimo azul. Muchos y buenos son los hoteles de Veracruz, animado su comercio, elegante la sociedad de los porteños, pero el miedo al implacable v6mito negro hace poner luego piés en polvorosa hácia la Siera. En efecto, al otro día muy de waana se lo() En Julio de 1881 visit4 nuestra oélebre Cartagei*, y mi alma quedó amargada cuando vi la ruina, el abandono, la suciedad y la inacción en que se hallaba esa, antes grande y poderosa, ciudad, la cuarta de toda la América en tiempo de la colonia, después de México, Lima y? ohm. Hoy yo es ni la soinbn puedo que mejore con la limpia del dique y aif lo deseo, pues ella bajo lodos aspectos debe ser el primer puerlo de Colombia pan el oometuio interior. Quise visitar la tumba del Beato Claver, grande apostol de los negros y bienhechor de los miserables negros, pero solo hallé un hermoso templo abandonado,lleno de goteras y cubierto de huta, no obstante su airosa y elegante cúpula. -52--ma, por medio real, la ilusa del tranvías que recorre las principales calles para ir á la estación, donde esperan los viajeros que en el trón de las seis marchan 6. la capital de Méxioo. El billete de segunda clase cuesta 116, y se van á 6. p ecorrer 85 leguas con toda la rapidez y comodidades de la civilización; el equipaje de diez arrobas debe pagar $ 8. Los empleados son atentos, los wagones grandes, cómodos y lujosos, y la locomotora, sistema Frairlie de dos chimeneas, so deeliza majestuosa sobre una carrilera de va ancha y de rieles de acero Bessemer. Al principio rodamos por llanuras completamente planas de un clima húmedo y abrasador; parte cubiertas de tupidos matorrales y enanos árboles, y en parto cuajadas de ganados que pasan en sus feraces dehesas, 6 en medio de terrenos anogadisos, donde aparecen de cuando en cuando algunos Jacales (ranchos) de palma y de rudos troncos, habitados por jarochos (indios costeños) 6 por zambos, los únicos que pueden vivir en esos sitios malsanos; (*) morada de las calenturas, de la anemia, que en nuestro Magdalena llaman jechers, y del vómito negro. En las seis leguas y media que mide la sabana solo se () Cuando ci 27 de Julio de 1881 salt de Nueva Orleana ps. rs Chicago y Nueva York, á las siete y media de la mañana, siguió nuestro tSn las orillas del Misisipí por un terreno bajo y cenago. so, en gran parto cubierto de bosques enfermizos, donde no se veían sino algunas raras chozas de madera, plantíos do maíz y de algo. dón y gentes de color, sucias y descalzas. Todo el país es llano y está anegado por los desbordes del río como nuestro bajo Magdalens; la vis es ancha pero de solo un par de rieles, y muy escasas las poblaciones pro se encuentran en las 160 leguas que separan á Nueva Orleana do la confluencia del Ohio con el Miasipi. Las notables son: los pueblos de Jackson, Granada y Trenton. Después de andar todo el día y noche llegamos al Ohio ¡ las seis de la ma. ja - 54 encuentran la ranchería de Purga y la pequeña estación de Tejeria. Al fin del llano está la de la Soledad y siete leguas más adelante la del Paso—del—Macho, separada de la anterior por bosques espesos y achaparrados y por los nos Sordo y Jamap4. Con el fresco de la mañana no molestaba el calor y la blandura de 108 cojines do tos asientes, la gran capacidad del wagon, donde podían sentarse cómodamente ochenta personas, la buena compañía de escogidos pasajeros y las rasgadas ventanas, por las que se gozaba de la hermosa vista de los campos, bosques y pueblos, hacían que el viaje se hiciese no solo con rapidez y comodidad, sino con verdadera delicia. En des horas recorrimos esas 13 leguas y media, que en nuestros caminos hubieramos andado caballeros en lerda 6 resabiada mala en uno 6 do g mortales días, ahogados de calor, molidos los huesos, vacío el est.6mago y medio trasnochados, como le aconteció al señor Wileon, antes citado. En medio de bosques tupidos y de cerros cubiertos de lujosa vegetación nos dirigiamos hácia el c6nico y elevado monte del Ohiquihuite, (canasto, en lengua azteca) pasando antes el rio San Alojo por un puente de hierro. Dos leguas mas arriba vuelven 6 presentarse algunas altas colinas bien arboladas flanqueando el cauce del rio Atoyac, sobre el que se tiende un gran puente de hierro precedido de dos largos túneles. Pasado este, entramos en el valle, un poco menos caliente de Córdova, ciudad situada 827 metros sobre el nivel del mar y á cuatro leguas del Atoyac. Su clima es húmedo y muy expuesto al temible vómito negro, y ella es el último limite 6 donde llega este azote desde las costas del Golfo. La inclinada y extensa llanura de Córdova está 734 metros más alta que la de Veracruz, y mide del Atoyac al Fortín, seis leguas que hicimos en una hora, volando al través de espesos bosques de árboles enanos. Esta comarca por su temperatu rs y vegetación - 55 recuerda el trayecto que va de Sucre á Juntas en las orillas del Dagna; aunque sus bosques son menos frondosos, su situación menos pintoresca y sus habitantes, no los inteligentes y hospitalarios caucanos, Bino indios de pura raza, solapados, astubos y desconfiados. Todo lo que nuestra Vista podía abarcar se presentaba casi sin cultivo y parte cubierto de matorrales entre los que sesteaban algunos ganados. De cuando en cuando se veían pobres chozas de tablas 6 de paja. En Atoyac, notable por su cantera de mármol, hay un trozo de camino que me traía á la memoria los terrenos quebrados de la Mesa, de tTbaque 6 de Machetá con su espléndida vegetación, sus caprichosos contornos y fantásticos riscos. Desde nuestra ventana de vidriera y bien arrellanados en mullidos asientos, veía desfilar como en una fantasmagoría plataneras, cañaverales, maizales, plantíos de café y algunas ranoberías de indios que salían asombrados 6 ver el trén, no obstante los nueve años que ya llevaba de abierto ese ferrocarril Los trajes y fisonomías de esas gentes eran muy parecidos á loe de los indígenas de Centro—America. Tanto la lujosa vegetación de la montaña, poblada de árboles cargados de lianas y bejucos, y adornados con las pintadas flores de las bromelias y orquídeas; como también la deliciosa temperatura, la fragancia de tos campos, las sementeras y la variedad de aves de muchos colores me recordaban con placer las tierras calientes de nuestra querida Colombia; aunque el recuerdo del atraso en que la mantienen los holgazanes sin patriotismo y los ambiciosos políticos, luego me amargaban el alma y me hacían suspirar por mejores días para nuestra noble y generosa nación. Pasada la estaci6n del Fortín, á las nueve y media, nos lanzamos en la profunda y gigantesca barranca de Metlac, arrebatados por nuestra locomotora Popocatépeti. Ibamos en el wagon de segunda clase, trece pasajeros, ingleses y yankees, IMIUM en su mayor parte, pasajeros de los vapores que habían últimamente llegado L Veracruz. (*) Ninguno de los diez mil habit-antes de esa ciudad, nide los cinco ¡ni! de C6rdova, que está unidst 6 la estación por un tranvía, vinieron á acrecentar el número de pasajeros. A poco de entrar en el barranco, cuyo borde oriental seguíamos, pasamos un puente de hierro decinco ojos; luego vino una serie de siete túneles, parte de los quince que tiene todo el camino hasta México, los que fuimos pasando al propio tiempo que nuestro trén serpenteaba humeante y estrepitoso por los dos precipicios que flanquean esa profunda sima, la cual atravesamos sobre un viaducto de hierro altísimo y muy prolongado. Terminada la estrecha cornisa, que corre al borde del abismo llena de puentes y de túneles, entramos en ci valle de Orizaba, 235 metros más elevado que el de C6rdovs, y, atravesando por encima de tres viaductos más, nos paramos en la estación de Orizaba á las diez y media de la mañana. Hablamos recorrido ya 183 kilómetros con toda comodidad en cuatro horas y media, es decir, veinte más que los hechos 6 lomo de nula por Mr. Wilson de Honda £ Bogotá en cuatro días con intolerables desagrados. Al atravesar el pequeño valle de Orizaba, situado 1,227 metros sobre el nivel del mar y con una temperatura media de 20 grados del centígrado, vimos por ambas veras del camino extensos plantíos de caña do azúcar y, 6 lo lejos las humeantes Chimeneas de loe ingenios provistos de aparatos modnos para el azúcar y el aguardiente á la derecha so extiende la ciudad, al pié del célebre cerro del Borrego, (*9 y medio oculta entre (0) Cuando regresé en 1883 venían conmigo seis mejicanos, un francés y trece yankees. (SS) Allí fueron derrotados los liberales mejicanos en 1862, de noche sorprendidos por las tropas francesas del general Forey unidas a las conservadores mejicanos del general Márquez. 'a 57 espesas arboledas que ocultan los tejados de 8US casas bajas, destacándose sólo las cúpulas y torres de los templos. A. la izquierda, tras los vastos edificios de la Maestranza del ferrocarril, se levanta Cocolápan, fábrica montada á. la europea para tejidos de algodón y papel de los señores Escandón y Cl Orizaba tiene treinta mil habitantes, en gran parte atraídos por l comercio de todas partes do la República; generalmente son indios do un color más oscuro que los de la altiplanicie. A pesar de la vida y movimiento comercial de esta ciudad, que se halla en el camino más transitado, y al principio de la ardua repechada que allí se emprende para subir á la altiplanicie, Orizaba es muy creyente, piadosa, aun rozandera y amante de los sacerdotes. Tiene tres líneas de t.ramvlas, dos que recorren la ciudad y una que la une con el vecino pueblo y fábrica del Ingenio; tiene calles aseadas, plazas con árboles y jardines, buenos templos, paseos, hoteles, teatros y además sociedad poco tratable y comunicativa. Esto para ¡os que se imaginan que los ferrocarriles traen la impiedad, la disipación y el materialismo. Después de un cuarto de hora de espora, continuamos el camino para detenernos cuatro kilómetros mü adelante en el Ingenio. Este sitio es doblemente notable, por la gran fábrica de hilados que agrupa en torno suyo una activa población, y por haberse celebrado allí, en 1524, el matrimonio entre la famesa india Doña Marina 6 la Malinche, manceba del conquistador Cortés, y el soldado español Juan Jaramillo. La fábrica está avaluada en 250,000 fuertes en el catastro de contribuyentes; rinde $ 120,000 al año, y emplea 217 operarios. Pasado el Ingenio, sale el tren del valle de Orizaba, que mide tres leguas y medio de largo, por una profunda garganta natural, abierta en medio del Borrego y del vecino monte, y entra en el valle del Encinar, sesenta metros más elevado. Esta es la 8 - 58 cuarta planicie de las cinco que se van escalonando sucesivamente desde Veracruz antes de trepar las cumbres de Aculcingo para llegar, en la Boca del Monte, á la extensa y elevada meseta del Anáhuac. En este corto valle principia 6 desaparecer la excesiva humedad del aire de las planicies inferiores que tanto contrasta con la sequedad de los llanos superiores. Al salir del Encinar HO entra en el primer Infiernillo, abismo horripilante por cuya ceja se desliza estruendoso y ripido el tren para entrar en el túnel décimo, y lanzarse al largo y a!tísiino viaducto de la Joya. Viene luego en la misma garganta el segundo Infiernillo, y después éntrase en el angosto valle do la Joya, situado 6 1,692 metros sobro Veracruz y 400 sobre el valle del Encinar. Aquí ya sintese un fresco z3gradable, y el ojo se deleita con la amenidad y verdura de los prados circunvecinos. El nevado colosal del Orizaba, que teníamos desde Veracruz siempre al frente, iba Itiégo i quedar sobre la derecha., y después, 6 la espalda mientras recoriéramos las llanuras arenosas no Apam. Los valles de Orizaba, del Encinal y do 1a Joya, cubiertos de maizales y de plantíos de cañas, salpicados (le casitas y rodeados de empinados montes, hacían juego con las praderas que íbamos dejando Li derecba é izquierda, ceflidas de cerros, cubiertas de matorrales, separadas por cañadas llenas de olorosas flores y de exquisitas frutas, y pobladas por alegres y pintadas avecillas. En los Infiernillos desaparece toda vegetación y todo sár viviente y una quebrada de escaso caudal cae de roca en roca hacia el abismo haciendo un ronco murmullo en medio (le las sombras 6 donde jamás penetra el sol. A la hora de haber salido de Orizaba, llegamos á la estación de Maltrata, situada en medio de prados risueños que alegran el alma y deleitan la vista, después de las horripilantes escenas del Infiernillo, que inc recordaron l;is cañadas y viscos - 59 de nuestro Pico do la Guaeaulaya, y á donde so lanza el tren hutneant.e y vstruondoso, deapareciendr en las entraüas del túnel décimo y pasando al borde do horripilantes precipicios, por la coja de la roca y encima de pretiles do calicanto. A la derecha de la estación se levanta una alta colina, tapizada do grama, esmaltada de flores y ceñida de espesas arboledas, y á la izquierda se extiende una planicie do esmeralda, donde está sentado el pueblo do Maltrata, regada por un cristalino arroyo que serpentea en medio de ricos plantíos. En esto paraje se presentaron, por la primera voz, en toda su variedad los tipos y trajes de la altiplanicie, los cuales todavía conservan su originalidad y carácter nacionales. Tina multitud de gente acudía al tren para vender plátanos, tunas, piñas, naranjas, etc. Los hombres llevaban al hombro un zarape 6 cobija de laua para abrigaran en las horas do frío; en la cabeza grandes sombreros de fieltro con anchos galones de plata en los bordes de as alas, un grueso cordón de lo mismo y dos chapitas do platx á los lados de la copa; como pantalones, calzoneras largas y estrechas do cuero de cordero, que en México saben muy bien curtir y que tienen abotonaduras da plata á los lados de las piernas ; faja de seda encarnada, en la cintura; zapatos de vaqueta amarilla y una chaqueta, ordinariamente de badana. Entre las mujeres se advertían las ¡lunetas 6 enaguas de bayeta, el tiíi.tttc ó chircate y el rebozo 6 chal do hilo con que se cubren los hombros; los piés calzados con zapatos ordinarios y la cabeza descubierta, pues en ese país DO usau sombrero las mujeres. No faltaban entre los más pobres indios largas y estrechas ruanas de lana, llamadas cotonas, y sombreros de petate ó de cafia. De éstos, nn08 iban arriando raquíticos burros, otros montados en regulares caballos, con sillas sin coraza al uso moieano, de estribos do madera y cuero, de grandes cabezas, sin arretranca ni grupera, i provistas do Lazo 6 rejo para la vaquería. En Maltrata ya teníamos andadas desde Veracruz 30 leguas en cinco horas, y nos disponíamos ¿ trepar la empinada cuesta de oso nombre, que mide 741 metros de altura, para ir á almorzar en la Esperanza, 6 más bien á comer, según la antigua costumbre española todavía allí en neo, á las doce y media. De Maltrata á Esperanza hay cinco leguas y media de sabida que en Colombia haríamos en seis mortales horas, al rayo del sol y con las mayores incomodidades. Pero, en México con menos politicay más trabajo, menos teorías y más juicio, se trepan esos 741 en 53 minutos en grandes y cómodos wagones, donde los pasajeros desde sus mullidos asientos van deleitándose con variados y sorprendentes panoramas. Ya las elevadas cumbres de Aculcingo, ya los prados risueños y esmaltados de Maltrate, ya los oscuros pinares de los vecinos montes, ya la bella lontananza de las costas van presentándose sucesivamente á los ojos del viajero que palpita de emoción y tiembla do miedo al entrar en los oscuros túneles, en el fondo de profundos cortes hechos en las peñas esquistosas, 6 al pasar los puentes de hierro de altura horripilante, tendidos sobre abismos, 6 al serpentear en i epetidas curvas, 6 al pasar sobre estrechas murallas de calicanto, dominadas por elevadas peñas y puestas al borde de hondas y medrosas profundidades. A las once salimos de Maltrata. El tren di6, al principio, una gran vuelta para tomar altura; el pueblo aparecía á nuestros piés como un inmenso tablero de damas, entre matorrales y en medio de sementeras de maíz, habas y garbanzos. A las once y cuarto volvimos á detenernos en la estación de la Bola para dar agua á la locomotora. Desde allí veíase serpentear en el vecino y fronterizo cerro la línea de la carrilera, medio oculta en parte por las desigualdades de la falda y por las nubes — 61 — que bañaban la cumbre del monte. Mientras aguardábamos apareció en la cima un tren procedente de México, que descendía rápidamente coronado de esposo penacho de humo, que se volvía y revolvía en las infractuosidados de la cuesta y que pitaba y atronaba los senos de la montaña. Entre tanto otros dos compuestos de cinco 6 seis grandes carros capaces cada uno de 30 cargas, llegaron de Veracruz con dirección á la Capital. El tren de México traía en grandes jaulas caballos, cerdos y Pellejos llenos de pulque, (4) y el nuestro estaba compuesto, además de la locomotora y su tender con agua y carbón, del furgón 6 carro do equipajes, de cuatro wagones de primera, segunda y tercera clase. En el último iba la escolta que siempre acompaña á los trenes, porque en México no se puede viajar con dinero sin llevar escolta. (*1') () El pulque os una bebida muy común en México, Puebla y demás ciudades comarcanas, en las quo se consume diariamente nna cantidad prodigiosa. En blanco y desabrido, pero capaz de embriagar bebido en mucha cantidad, como nuestra chicha. Se extrae de cierta clase de penos 6 agave, llamada maguey, de grandes y pulposas hojas, y el bueno se cosecha en 108 Uanos de Ópam fabrícase con otras pencas no tan gruesas y jugosas: entonces se llama tlachique y es más dulce. A México entra todas las mañanas un tren de pulque, conduciendo 200 y 300 grandes pipas que se consumen en un día. paz y el progreso han ido acabando ea México con los (') La paz legendarios salteadores de antaño. En tiempo do las guerras civiles, y también en la colonia, no se podia viajar solo, ni en las diligencias 6 huallines, porque era infalible caer en manos de salteadores, especialmente en algunos parajes como Riofrío, entro Puebla y México, y el Monte do las Cruces, entre esta última ciudad y Toluca. Los bandidos mataban 4 los caminantes, si hadan resistencia, les robaban todo sin tocarlos si llevaban dinero 6 joyas, y los golpeaban 6 desnudaban si tenían loe bolsillos limpios. Al~ - 62 Poco después salimos de la Bota, emprendiendo ¡,a y en 53 minutos coronamos la altura. Para efectuarlo fuénos preciso dar antesmuchas vueltas), revueltas, pasar al trav6s de profundos curtes, penetrar en seis largos túneles, salvar abkinos sobro otros tintos pucotes de hierro y correr poi' la Ceja (le liori'ipilantes derrumbos, donde se hiele la sangre con soto la i dea do que el tren se desvíe y llegue 6 precipitarse por aquellas hondas simas coronadas de rocas caprichosas y de pretilesdo canr.eria. (*) Seis minutos paramos en la estación de Boca del Monte, y dedo allí alojo complacido y pasmado apenas se hartaba en contemplar un uspléudido horizonte. A la derecha levautábase medio econdido entre nubes el gigantesco nevado do Orizaba; al frente y en lont.abandidos so han hecho allí famosos como Roca, cuantos, y al presente Chucho (Jesús) el Rolo (el cachaco) quien se pasea en buenos caballos por la población, burlándose con su ligereza de la pulida. Los bandidos no sólo robaban dinero, alhajas y ropa, sino que también j ' ljA'1nin, es decir, arrestaban a los ricos para exigirles después cuantiosos rescates. (') Este ferrocarril que costó 27 millones de fuertes y duró en construcción trece años y en estudio y proyecto 3.3 á causa de la política y de las guerras civiles, tiene 423 kilómetros, sin contar los 4C del ramal de Puebla, 10 viaductos 55 puentes de hierro, 93 de madera y WS alcantarillas. Entre los viaductos llaman más la atención por sus colosales proporciones, el de Wisner cerca de Boca-del--Monte; ci de Metlae que forma una curva de 98 metros de radio, mide 106 metros do largo, está A la altura de 111 metros sobre el nivel del agua, descansa sobro 8 pilares de hierro sostenidas por machones, de piedra y lité vonstruíilo en la fábrica de Crumlcic en Inglaterra; el do Soledad que es el más largo de la línea, el de San Alojo que mide lOO jiietros de largo y el del Cliiquihuite cuya longitud es de 67. - 63 — tanza aparecían las serranías que habíamos atravesado en alas del vapor, lasllanuras cte Voracriz y las azules agias del Seno Mexicano; más cerca se despleg;Wan, uno iras otro, los pintorescos valles de Maltrata y de l:. Joya, y al pie mismo de los wagones tendíauso Las rápidas ÍÇdIFLS del Aculcingo cubiertas de robles, pinos y m&lurrak.<. Do; ' ités 'le atravesar profundo corto y bajar tendida y corta icndí(!nto, effl.c;tiios en ja famosa altiplanicie del AuKit u; y al ci .1-1') de Ii ' na nos detivj iiios en la estación de la E'peraiiza. ira la ulia tu ns cuarto y el frío, á esa altura do 2,1 LS nivro penet.raht y haca tiritar ú los que veníamos *le las abra,;ulas e ' sL:is (kl (olio. La mesa del hotel estaba c;trgada de suc'tlenos tuanjaros servidos con esmero y diii nua , y el btiÇcte del propietario francas ofrecía al viajero eceent:s vino, y lteorc' a'O!i1 dos de cigarros lialj p.rtos Y (le l,uen tabaco (le 'l'iixtia El apetito no escaseaba, excitado con el airc vivifle:';ire tic lrt tierra fría y era mucho el baen humor de los vz:ijoro, pites li;tbíañ recorrido :36 legaas en seis ltor.r y tres ci:trlos, inclusa la hora perdida en las estaciones. ¿ En cuánto tcmpo y con cuántas jncolnodidade5z !:arhunos ('.1S 3G lc;uas en la ilustrarla y rica M. \Vilsoit los cuatro Colombia ? Reenérdese It dc rel:ici'n días empleados en ri'corr.r las 22 lutns que mdc el cawiuo de Honda 6. floçot:i. Yo, al sithir í la nitpinnidc mexicana, traía K la vnewuria in 13oca del 1u:ito, irL tí•rra ealimt . e y la subida del Salto por el traz ' l ' de G ir:trdot, stios jantes á los q te nos acababan de llenar u . u. rcei' i:v ;ri ¼ compa- raba ci prngreo de México con n::eie' \r.:r::osu .iítaso,no obstante la itzteliq'neia de mis cor, iot tan superior 4 la que yo advertía en l;ts g(n.; di n:IÇS r'u ;a'. c 1 nc' la. política y la holgazanería uo 1 .;)iau ;t.ridvs en vergonzoso atraso y miseria con rner'.rua (1i' 'l',i!r.t A. la tina >' mcdi:. Se , ......1.',: ;<le) x:tuta y emprendimcs la marcha al través de la dilatada altiplanicie azteca. La vista descubría una inmensa llanura circuida al poniente por el opocat.épetl y el Iztaccíhuatl, y al levante por el Orizaba y el bifrante Cofre—de—Perote. Distábamos todavía 47 leguas de México ¿ donde llegaríamos It las ocho de la noche. Habíamos andado con solo la velocidad de seis leguas la hora, por haber tenido que subir desde la orilla del mar hasta la altura de 2) 592 metros sobre su nivel; mas, ea la llanura, cuyas oscilaclones apenas llegan á 314 metros, íbamos á correr ocho, debiéndonos parar en otras catorce estaciones. Volábamos al través de la altiplanicie mexicana y nos acercábamos al monte cómico de la Melinche que se levanta casi en su centro, escoltado de varias otras pequeñas colinas dejábamos atrás de nosotros dos largos ferrocarriles de sangro; el que parte de Tejeria hacia Jalapa y Coatepc con 24 leguas de carrilera, y otro, de La Esperanza hacia Tehuacan, con diez, y dos de vapor; el de Alvarado con once y el de MedolUn con diez, 6 íbamos á encontrar It nuestro paso cinco más, uno de tracción animal en Chalchicomula con dos leguas de longitud y cuatro de vapor; el de San Marcos hacia Puebla con ocho, el de Apizaco á Puebla con nueve, el de Irolo 6 Pachuca con doce, y el de Tezcoco, México, Irolo y Calpulálpan con veinticuatro. (*) La vista se paseaba desde las ventanas del wagon por loe (S) Cuando en Agosto de 1881 recorrí, por la primera vez el ferrocarril inglés de Voracnz á México no estaban construí das sine las lineas de Tejería á Coatepec, do Esperanza á Tehuacan y dc Apizaco a Puebla; mas, cuando lo atravesé por la última, en No. viembre de 1883, ya estaban concluidas las demás que he enuncie. do arriba. Asimismo Apizaco era en 1881 una estación pequeña dc madera y en 1883 presentaba el aspecto de un pueblo fabril, llenc de vida, por contener la Maestranza del ferrocarril, y ser lugar & - 65 extensos, desnudos y fríos campos de esa meseta rodeada en contorno de una cadena de serranías, sobre las que levantaban sus nevadas cumbres los cuatro colosos que poco Itá enumeré; ya se fijaba en terrouos pantanosos que recordaban nuestra Sabana; ya, y era lo más común, en campos medio esterilizados por las cenizas del Popocatépeti, y donde nace en prodigiosa abundancia el maguey de que se extrae el pulque; ya en sementeras de maíz, cebada, frijoles negros y habas; ya en poblaciones de tres á cuatro mil almas, como Chalchicomula, San Marcos, Huamantia y Apam ; ya en pequeñas aldeas compuestas de bonita iglesia formada de bóveda y cúpula y do un puñado de jacales de troncos y tablas; ya en potreros donde pacian manadas de toros, de yeguas y do cerdos; ya en las dos altas y desiguales pirámides de 'Peotihuacan, levantadas como teocalis 6 templos al sol y la luna por los desventurados toltecas; ya, finalmente, en los célebres campos do Otnrnba donde Cortés dominó el poder de los aztecas despus do las excenas de horror de Ja noche triste, acaecidas en la calzada de Tacuba. A Ometusco, trece leguas distante de México, llegamos ya oscureciendo, pues los 190 grados do latitud norte de este sitio hacen que en el mes de Agosto se ponga el sol á las siete de la noche. Allí se da vuelta á la cadena do montes que cortan de N. 6 S. la altiplanicie del Auáhuc y sobre los que descuellan el cénico Popocatépetl con su penacho de humo y el cándido Jzt.acíhuatl que semeja, como su nombre lo indica, una mujer blanca recostada. Entrase por un valle estrecho y largo; luego se pasa al frente del pueblo de Otumba, de '1'eotihuacan y San Cristobal, donde los eÑpañoles fusilaron al cura Morelos por insurgente; en seguida, el tren t9ma la orilla del salado Toxcoco, saluda de paso la villa y santuario de la Virgen de (inadalupe y penetra á la capital por el costado de una de las - 66 antiguas calzadas. En OmetuEco principia el pintoresco y famoso valle de México, idéntico en dimensiones 4 nuestra sabana, pero mucho más embellecido con numerosas arboledas de fresnos, ahuehuet les (especie de cipreses) y eucalyptus, no obstante su esterilidad. Al salir de los wagones en la espaciosa, nueva y elegante estación do Buenavista, una multitud de gentes se agolpan 6. recibirá los pasajeros, quienes toman los carros de las lineas de tranvías, que allí convergen, con solo el gasto de medio real, 6 un cocho de sitio en el que se pagan cincuenta centavos. Yo me dejé conquistar por el agente del hotel español Madrileña, uno de los quince más notables que tiene la capital. Durante 29 minutos recorrimos al trote de los caballos las anchas y hermosas calles de esta ciudad. alumbradas con faroles de gas 6 con fanales eléctricos. Muy distantes estamos en Bogotá de la grandiosidad, magnificencia, hermosura, comodidades y adelantos de esa capital que cuanta 250 mil habitantes posee 64 templos católicos, la mayorparte sumptuosos; muchos elegantes paseos, como Bucareli, la Reforma, la Alameda, Chapultepec, Guadalupe, Tacubaya, &, cuatro teatros, 112 jardines públicos, 28 grandes palacios, 5 estatuas, muchos hoteles, varias plazas adornadas con árboles, jardines, fuentes, estatuas y kioscos, 5 plazas de mercado, calles aseadas llenas de coches, de ricos almacenes, de numerosas lineas de tranvías, colegios, imprentas, observatorios y librerías. El trabajo y la paz han trasformado completamente este país, menos rico 6 inteligente que el nuestro y antes arruinado por la pereza y la política. Resumamos los dos capítulos anteriores en cuatro palabras que pongan de bulto á los ojos del patriotismo un parangón sumamente triste. Mr. Wilson en cuatro cuatro días anduvo, en mula con suma incomodidad y gastando 27 por caminos de cabras, 22 leguas de Honda á Bogotá, y yo recorrí en 14 horas r - 67 con un costo de $ 24, en cómodo y lujoso wagon por un camino pintoresco 84 leguas de Veracruz á México. ¿En cuánto tiempo, con qué incomodidades y gasto se va de Bogotá it Buga, que distan entre 5Ç 84 leguas? ¿ cuántos peligros do enfermarse, qué posadas tan detestables, qué estropeo y qué infernales caminos si deben arrostrar en semejante viaje por feraces, ricos y pintorescos campos sí, pero casi abandonados? Esperamos que el contrato que la Nación firmará con el señor Diego de Castro para terminar el ferrocarril de Girarciot, nos redima dentro do cuatro años, como se promete, de tan inmerecida ignominia. Por cuatro millones segiin él, Be hará esa vía que mide 29 leguas, es decir, 55 menos que la de Veracruz á México, la cual costó 27. El nuestro será más pintoresco, más agradable, más sano que o] mexicano. El de Girardot arrancará do la orilla del Magdalena, á 330 metros sobre el nivel del mar y subirá á 2,667 en Tequendama; el do Veracruz parte del nivel del oceáno y sube ti 2,592 en la Boca del Monte; aquel seguirá las encantadoras márgenes del Bogotá, serpenteará por entre los riscos y precipicios del Salto, colocado 1,313 metros sobre el plano do aquel rio; verá su íris encantador, oirá su trueno, correrá por entreS los bosques y huertas de la tierra caliente, y por en medio de las dehesas y feraces campiñas de-la Baba. na; el mexicano atraviesa las abrasadas y malsanas llanuras de Veracruz, los bellos paisajes de Orizaba y Maltrata, trepa una cuesta empinada y recorre larguísima, seca, estéril y monótona altiplanicie, bajo !as r4fagas de helados vientos que soplan do los tres gigantes que la circundan. listonemos, por último las vicisitudes del ferrocarril mexicano, para consolarnos de las interminables que ha sufrido también el nuestro, desde ahora 38 años que Mr. Poncet hizo el primer trazado do un camino de hierro del Magdalena a Be- - 68 got4. La primera concesión para ferrocarril hecha en México se firmó en 1835, en favor del señor Arrillaga, es decir, cuatro años después de construido el primero del mundo, el de Manchester á Liverpool. El soñar Arrillaga presupuso 8018 millones, el ingeniero Mr. Talcot.t y la compañía inglesa 12. Nada se hizo entonces por culpa de las guerras civiles. En 1842, dióse otro decreto, más, ineficaz por causa de la política; en 1862 se lograron construir algunos kilómetros un Veracruz y inedia legua en el Valle, de México á Guadalupe, algo como nuestros retazos de Caracolí y la Sabana. El capitalista señor Escandón compró en $ 750,000 lo poco que so había hecho en 1862 como ahora el señor Castro compra en $ 554,000 las seis leguas do Girardot 4 Tocaima; con su capital y prestigio d16 grande impulso 4 la empresa 4 hizo un contrato en 1863 con los expedicionarios franceses. Estos terminaron su la parLe más fácil una carrilera que media 16 leguas. En 1867, después del triunfo de los liberales, se hicieron modificaciones á la primitiva concesión, hecha en favor de la compañia formada el año de 1865 en Londres por el señor Escandón, y en 1868 e1 Congreso volvió 4 hacer otras nuevas. El 16 de Septiembre de 1869, cuadragésimo octavo aniversario de la independencia mexicana se termi n6 el ramal de Puebla, y el 22 do Enero do 1873 el Presidente Lerdo abrió al público toda la línea. Cuando yo llegué á México, en Agosto de 1881, no había en toda la república sino 173 leguas de caminos de hierro, de vapor y de sangre; nús en Noviembre de 1883 al salir, de aquel paf ya había terminadas 788 inclusas las tranvías, hoy tiene 1,078 y se hallan las principales ciudades de la república mexicana unidas por rinles con Nueva Orloans, San Francisco, San Luis, Chicago, Washingtou, Nueva York, Boston, Monreal, Quebec &'; ¡Cuánto pueden la pa; la unión y el trabajo 1