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TRIBUNAL DE IA ROTA DE LA NUNCIATURA APOSTOLICA
NUUDAD DE MATMMONIO
(EXCLUSIÓN DEL DERECHO AL ACTO CONYUGAL)
Ante el flmo. Sr. D. Santiago Panteo OraUo
Decreto de 11 de octubre de 2000 '
SUMARIO:
I. Hechos de Ia causa: 1-3. Matrimonio y vicisitudes de Ia causa. II. Referencias jurídicas: 4. El derecho al acto conyugal como elemento esencial del matrimonio. 5. Idea general del significado de Ia sexualidad humana. 6. Sexualidad y matrimonio. 7. El contenido
del derecho al acto conyugal. III. Aplicación a los hechos: 8. Los hechos de Ia demanda.
9-11. El proceso de matrimonio rato y no consumado y el de nulidad matrimonial.
IV. Parte dispositiva: 12. Consta Ia nulidad.
I. LOS HECHOS DE LA CAUSA
1. Don V y doña M contrajeron entre sí matrimonio canónico en Ia parroquia
<:le X, de Cl, el 12 de mayo de 1990 (fol. 13). DeI mismo no hay descendencia.
2. El esposo interpuso demanda de nulidad de su matrimonio ante el Tribunal eclesiástico de Cl el 23 de marzo de 1998. Sustancialmente se hace constar en
dicha demanda: el noviazgo de los futuros esposos se inició y mantuvo unos ocho
* La decisión que presentamos recoge un decreto ratificatorio de una sentencia de nulidad matrimonial. Ksta causa se inició después de presentarse solicitud de dispensa de matrimonio ralo y no
consumado, que fue archivada. Lo prirnero que llama Ia atención es que dicha nulidad tenga su causa
en Ia denegación del derecho al acto conyugal, porque son pocas, ciertamente, las causas incoadas
por dicho capítulo. El in iure de este decreto presenta un estudio profundo acerca de Ia sexualidad
humana y su importancia en el matrimonio. Destaca especialmente el análisis referido a Ia personalidad en cuanto sexuada, que caracteriza al ser humano. Todo ello eslá perfectamenle completado con
Ia mejor doctrina, tanto canónica como filosófica y teológica, e igualmente apoyado en Ia jurisprudencia Rotal.
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años antes de Ia fecha de Ia celebración conyugal. De este tiempo se destaca en Ia
demanda el que Ia mujer, cuantas veces el novio quiso llegar con ella a mantener
relaciones sexuales, invariablemente se opuso a ello con Ia manifestación de que
deseaba llegar -virgen» al matrimonio. Esta actitud —se dice— contribuyó ante los
ojos del actor a «agrandar Ia figura y las buenas cualidades de Ia mujer». Pero, una
vez celebrado el matrimonio y desde Ia misma noche de bodas, ella se negó totalmente a consumar su matrimonio («se echó a llorar, manifestó que se arrepentía de
haberse casado», «se negó en absoluto« a Ia consumación y pidió al marido que
«esperara hasta que me vea capacitada»). Y en esta actitud de ella y espera del
marido se mantuvo Ia demandada «todo el tiempo que duró Ia convivencia», dentro
siempre de continuas «largas al asunto» cuando él intentaba ejercer este legítimo
derecho. El matrimonio pasó Ia convivencia primero en una casa en C2, posteriormente en un chalet de Ia misma localidad y finalmente en Ia casa de los padres de
Ia mujer, en Ia que ella ya se negó a que durmieran juntos y «después de un año
en esa convivencia ella Io echó «de Ia casa de sus padres en que vivían». Una vez
separados los esposos, Ia sentencia de separación legal del juzgado de Primera Instancia núm. 28 de los de Cl resolvió a favor de Ia separación legal (cf. folios. 1-11).
Hay que hacer constar que, en fecha de 1 de octubre de 1996, el esposo inició ante el Tribunal eclesiástico de Cl expediente de dispensa de su matrimonio
como rato y no consumado (cf. fols. 1-3 de dicho expediente), el cual, tras diversas
actuaciones del tribunal, terminó con el archivo de Ia causa al hacerse imposible Ia
tramitación del mismo de conformidad con las normas jurídicas a causa de las negativas actitudes tanto de Ia demandada como de Ia persona con Ia que ella, a su propio decir en los autos, había estado manteniendo relaciones sexuales después de Ia
separación de su marido (cf. fols. 82 y 87 del exped. de matrimonio rato y no consumado).
Fue admitida Ia demanda de nulidad conyugal por el Tribunal eclesiástico de
Cl el 31 de marzo de 1998 (fol. 32). Se hicieron varios intentos de citación de Ia
esposa demandada, como consta en los autos (cf. fols. 33-39), sin que ella compareciera ante el Tribunal; por Io que, considerada Ia misma por remitida a Ia justicia,
fue fijado el dubio el 6 de noviembre de 1998 por ERROR DOLOSO pKovocAix> pon LA
ESPOSA (can.
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y POR EXCLUSIÓN DEL DERECHO Al. ACTO CONYUGAL TAMHIÉN POR PARTE DE
LA MujER a tenor del canon 1101, 2 (fol. 40).
Una vez tramitada esta causa de conformidad con el derecho, el Tribunal dictó
Ia sentencia el 9 de septiembre de 1999 y en ella únicamente fue declarada Ia nulidad de dicho matrimonio por el capítulo de Ia exclusión del derecho al acto conyugal (fol. 122). No se produjeron apelaciones y los autos fueron pasados a N. Tribunal el 15 de octubre de 1999 (fol. 124).
3. Ante N. Tribunal fue designado Turno el 9 de enero del año 2000. Al haber
llegado a Ia edad de Ia jubilación el 19 de marzo de dicho año, el juez de Turno,
Mons. García Faílde, el Tribunal no pudo ser completado hasta tiempo posterior a
Ia toma de posesión de nuevos jueces del Tribunal de Ia Rota el 19 de septiembre
de 2000, siendo designado para sustituirle Mons. Martínez Valls. El 26 de septiembre del mismo año emitió su informe el Sr. Defensor del vínculo, el cual parece
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considerar demostrada esta exclusión por Ia esposa del derecho a los actos conyugales en su matrimonio y no opone reparos a Ia confirmación por decreto de Ia
sentencia del Tribunal de Cl.
II. REFERENOASJURTOICAS
4. El derecho al acto conyugal como -elemento esencial del matrimonio»
Aunque tradicionalmente bajo Ia figura de Ia «simulación parcial» las propiedades y elementos esenciales del matrimonio se venían agrupando en torno a los tres
clásicos «bienes conyugales-, que desde san Agustín se designaron como prolesfides-sacramentum, nada impide ahora que, después de las ideas doctrinales que
sobre el matrimonio impuso y proclamó el Concilio Vaticano II en Ia const. Gaudium et spes (núms. 47-52) y de Ia descripción normativa que del mismo matrimonio se contiene en el canon 1055 del Código de Derecho Canónico de 1983, puedan configurarse canónicamente otras propiedades o elementos esenciales que, en
su calidad de verdaderos derechos de los cónyuges y por pertenecer a Ia sustancia
y ser del matrimonio, tengan cabida dentro del párrafo segundo del canon 1101,
que establece que -si uno de los contrayentes, o ambos, con un acto positivo de Ia
voluntad, excluye el matrimonio mismo o un elemento esencial del matrimonio o
una de las propiedades esenciales, contrae inválidamente».
Se puede afirmar que Io esencial de Ia naturaleza y estructura básicas del matrimonio canónico viene en Ia actualidad refundido en Ia descripción que del mismo
nos ofrece ese citado canon 1055, 1, en el que se contienen las bases del matrimonio como institución natural y como sacramento y que viene a ser una síntesis muy
concisa de las actuales enseñanzas conciliares sobre Ia realidad matrimonial: 4a
alianza matrimonial por Ia que el varón y Ia mujer constituyen entre sí un consorcio de toda Ia vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a Ia generación y educación de Ia prole, fue elevada por Cristo N. Señor a
Ia dignidad de sacramento entre bautizados»,
Dentro de esta acabada descripción de Io que es sustancialmente para Ia
Iglesia, en estos momentos, el matrimonio y en Ia línea concretamente del -derecho al acto conyugal' en cuanto "elemento esencial de todo matrimonio», en ese
canon 1055, 1 se encuentran las raíces actuales de una configuración del anterior
"ius in corpus, perpetuum et exclusivum, in ordine ad actus per se aptos ad proHs generationeni' (can. 1081 del Código del 17), como parte o elemento básicamente integrador con otros más del objeto formal del consentimiento conyugal.
Estas raíces evocadoras más o menos directamente de que el llamado -derecho
al acto conyugal» integra y forma parte de Ia sustancia del matrimonio pueden
situarse en alguna o algunas de estas expresiones del dicho canon 1055, 1: -alianza
de varón y mujer», -consorcio de toda Ia vida», ordenado naturalmente al bien de
los cónyuges y a to generación de Ia prole-.
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Varias de estas raíces o grandes coordenadas de Ia conyugalidad canónica
recogidas en este primer canon general del derecho matrimonial de Ia Iglesia nos
muestran con claridad y exactitud sus contenidos y alcances y se levantan, al menos
algunas de ellas, como verdaderos retos ante Ia doctrina y Ia jurisprudencia canónicas en espera de irse configurando progresivamente a través del estudio doctrinal y
de las valoraciones jurisprudenciales.
De todas formas, una cosa parece clara y deducible a simple vista de las citadas expresiones del canon: que todo matrimonio se constituye sobre y a partir de
una especial vinculación o alianza de las dos personas: de varón y de mujer en consorcio de «toda Ia vida>, con todo Io que Ia personalidad humana tiene de conyugable e incluye en los planos físico, psíquico y espiritual-sobrenatural, anotando de
modo especialmente relevante Ia categoría humana de Ia sexualidad o mejor de una
heterosexualidad compartida y complementadora.
El tema de Ia sexualidad humana en su relación con el matrimonio es un tema
siempre tenido en cuenta al conceptuar Io conyugal interhumano y nunca, ni
siquiera en estos tiempos, suficientemente explanado y matizado, dado el misterio
nunca del todo desvelado de Ia condición humana y Ia inmersión de toda Ia antropología del varón y de Ia mujer en tendencias mutuas asentadas en dimensiones
sexuales diferenciadas. El matrimonio, sin duda, es un fenómeno biológico-cultural-ritual-histórico-religioso-social, «mais, sous-jacent au cérémonial nuptial et aux
attitudes réciproques des conjoints, existe unfaitpermanent etgénéral, a savoir
que lafemme et l'homme tendent à s'unirpor vivre des rapports étroits d'une nature spécifique: les rapports conjugaux. Cette tendence nait d'un autrephénoméne
plusfondamental: Ia differentiation des sexes. Une telle differentiation est une loi
générale de Ia nature humaine. Elle est, á lafois, condition première de l'équilibre
des sociétés at base de l'harmonie entre époux- (Louis J. M. Sahuc, «Les psychologies féminine et masculine comparées-, en Études de Sexologie, Paris 1965, p. 29).
Ante dicha temática y en relación con Ia materia de este proceso de nulidad
tan sólo nos permitimos algunas anotaciones y explicaciones.
5. Idea general del significado de Ia sexualidad humana
Una primera idea muy real, y hasta tópica en estos momentos, sobre Ia sexualidad humana viene a expresar que Ia sexualidad es una dimensión fundamental y
categorial de Ia condición de los seres humanos. Ya en las primeras expresiones
del Génesis (1, 27) aparece el hombre saliendo de las manos de Dios en Ia forma
de pareja -varon-mujer-: antropológicamente el hombre-ser humano se predica por
igual de los dos polos de esa pareja: de tal forma que los dos son seres humanos y
tan ser humano es el hombre como Ia mujer, sin que ninguno de los dos aisladamente agote el sentido de Io humano.
Y precisamente Ia clave más sustancialmente o más radicalmente diferenciadora se encuentra en Ia sexualidad, que en el varón es masculina, y en Ia mujer, feme-
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nina. Y se podría afirmar, en líneas generales, que Ia sexualidad está profunda e
íntimamente ligada a Ia misma existencia de Ia vida sobre Ia tierra; siendo Ia sexualidad humana no más que un aspecto o parcela limitada de Ia sexualidad en general de los seres vivos.
Se puede afirmar, por tanto, que los seres humanos son categorialmente sexuados; que Ia condición humana está radicalmente impregnada de sexualidad; que Ia
sexualidad es un elemento básico de Ia personalidad, uno de los modos más propios
de ser, de manifestarse, de comunicarse y de dialogar con los otros; de sentir, expresar y vivir el amor humano. Todas las manifestaciones auténticamente humanas cuentan y son expresiones de Ia sexualidad humana que -si estende, oltre che all'ordine
biologico, a quello sensitivo e psicologico, e perflno al razionate* (G. Bonomi, Sessuologia in progresso, en Centro Studi Pavesi di Sessuologia, p. 5 ss.).
Es Ia sexualidad precisamente Ia que imprime su «carácter esponsal« al cuerpo humano, en el que se hallan inscritas Ia masculinidad y Ia feminidad de las
personas. "El cuerpo humano, con su sexo, y con su masculinidadyfeminidad,
visto en el misterio mismo de Ia creación, es no sólofuente defecundidady de
procreación como en todo el orden natural, sino que incluye desde el 'principio'
el atributo 'esponsalicio', es decir, Ia capacidad de expresar el amor: ese amor
precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don y, mediante ese
don, realiza el sentido mismo de su ser y existir- (cf. Orientaciones educativas
sobre el amor humano, de 1 de noviembre de 1983, de Ia Congregación para Ia
Educación Católica, Lib. Editr. Vaticana, n. 4; Juan Pablo II, «Audiencia general
de 16 de enero de 1980», en L'Osservatore Romano, ed. española, 20 de enero de
1980, n. 1, p. 3; Sexualidad humana: verdadysignificado. Orientaciones educativas en familia, del Consejo Pontificio para Ia Familia, de 8 de diciembre de 1995,
Santiago de Chile 1996).
Es decir, siendo tan estrecha, como puede apreciarse, Ia connotación entre las
categorías sexuadas humanas masculina y femenina y todas las formas de expresión
del amor humano, y especialmente del amor conyugal con su proyección ontológicamente interpersonal, lógico parece concluir que Ia sexualidad y los actos o derechos relacionados y de alguna manera conectados con Ia misma se encuentran en
las mismas bases de Ia sustancia de Ia conyugalidad y del matrimonio (cf. sobre
estas ideas, A. Gutiérrez, Il matrimonio. Essenza, fine, amore coniugale, Napoli
1974, pp. 18 ss.).
De todo Io anteriormente anotado ya se pueden derivar algunas consecuencias y observaciones:
En primer lugar, Ia sexualidad humana es un factor primordial de personalización. La sexualidad contribuye decididamente a Ia configuración personal de hombre y mujer y en ella se apoya Ia predominancia de los rasgos y caracteres psicológicos de cada sexo en cada persona: Ia sexualidad diferenciada de hombre y mujer,
aparte de ser un factor básico de estabilización de los roles masculino y femenino,
contribuye grandemente a provocar una sedimentación y una configuración distinta
de las condiciones psicológicas masculina y femenina.
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En segundo término, esa misma sexualidad humana es un factor fundamental
de inter-personalización. La sexualidad diferenciada e incompleta de cada sexo
incluye naturalmente una tendencia profunda a Ia fusión e intercomunicación de
los sexos y, Io mismo cuando esa fusión se hace estable, permanente e institucionalizada que cuando es ocasional y pasajera, se encuentra en el origen y en las raíces
de verdaderas relaciones interpersonales, en las que radican las bases, entre otras
cosas, del matrimonio y Ia familia.
En otro sentido, Ia sexualidad es, o mejor puede ser, factor importante de
maduración personal y de hecho una de las vías claras del progreso madurativo
se encuentra indudablemente en Ia maduración de Ia sexualidad. La sexualidad
incluye naturalmente exigencias de encuentro por Ia complementariedad de los
seres sexuados: el hombre y Ia mujer se aportan mutuamente, al unirse, y los
intercambian y comparten juntos, elementos de los que son individualmente deficitarios. Los dos sexos, en muchas cosas (no en todas naturalmente), son incompletos y cada uno de ellos, en eso que son incompletos, lleva ínsitas tendencias a
completarse con el otro: en esto radican las mismas y más profundas raíces de Ia
conyugalidad.
Esas aportaciones e intercambios, entre otras cosas, constituyen en sí un indudable progreso en Io humano, cubren Ia vida de alicientes y se hacen fuente de
una plenitud vital a base de experiencias desconocidas individualmente. Como hace
constarJ. Marías (cfer. J. Marías, La mujer en el siglo xx, Madrid 1982, p. 113 ss.), Ia
conexión hombre-mujer produce nivelación en aspectos variados e importantes de
Ia existencia; -Ia relación sexuada, Io sexual, cuando es personal (es decir, cuando
.se trata de varones y mujeres, no de machos y hembras) es el descubrimiento de
otro mundo, de otra manera de Ia realidad, a Ia cual se asoma uno con asombro
y deslumbramiento». Este descubrimiento de ese «otro mundo>, al vivenciarse a través de Ia unión hombre-mujer enmaridados, encauza positivamente hacia el enriquecimiento personal en línea de progreso y de madurez de las dos personas conyugadas (cf. S. Panizo Orallo, La inmadurez de Ia persona y el matrimonio,
Salamanca 1996, pp. 113-114).
La conexión, por tanto, tan estrecha, tan natural, tan profunda y radical de
Ia condición sexuada de los seres humanos con las mismas bases de Ia conyugalidad lleva directamente a pensar que en ello ha de radicar una nueva visión de
Ia sexualidad y del hecho humano incontrastable de que «el hombre y Ia mujer
estén vocacionados, según Ia misma condición humana, a compartir esa realidad
en el encuentro interhumano que, por excelencia, es el lugar privilegiado: Ia
pareja« (cf. AA. W., Sexualidady matrimonio; E. Amezua, Sexualidadypareja:
significadosfundamentales, Misión abierta al servicio de Ia fe, n. 3, junio 1976,
vol. 69, pp. 36-424).
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6. Sexualidad y matrimonio: el derecho al acto conyugal
en Ia estructura del -consorcio- de Ia vida matrimonial
Cuando se habla de «relación conyugal», en el concierto de las restantes relaciones inter-humanas, quizá Io que mayormente y con Ia máxima relevancia destaca
sea ese carácter -heterosexual".
La relación «varón-mujer» en matrimonio muestra una de sus calificaciones más
específicas a partir de Ia sexualidad humana: al contraer matrimonio por Ia «alianza»
de origen son el «varón y Ia mujer» quienes «constituyen entre sí un consorcio de
toda Ia vida» de los mismos.
Con ello se afirma que el matrimonio como tal y en su estructura primaria
encuentra asiento básico en Ia sexualidad humana en cuanto categoría existencial-relacional-dialogante de las personas, que califica y define tanto el cuerpo
como el espíritu y que, cuando es normal, viene a erigirse en uno de los pilares
de Ia constitución y, por lógica consecuencia, del éxito y gratificación de Ia vida
conyugal.
Con ello no estamos situando el matrimonio en el plano de una pura y simple
atracción erótica, que puede ser y quedarse en algo pasajero e intrascendente.
El sexo viene insertado en las personas como tales; pasa de ser Ia mera categoría biológica o fisiológica del animal a ser dimensión totalizadora de Ia persona
humana, que se ve penetrada por todas partes por esa condición sexuada hasta su
fondo más íntimo y trascendente. Por eso los esposos se donan y se entregan mutuamente el uno al otro; y, al hacerse esa donación, no se entregan únicamente sexo
fisiológico, sino Ia propia condición personal que, al ser sexuada por naturaleza, es
apta para generar inmediatamente esa complementariedad que constituye uno de
los componentes esenciales de Ia relación interpersonal conyugal y que es Ia base
de nuevas vidas por Ia procreación y educación de Ia prole.
Esta realidad, naturalmente incuestionable, de Ia conexión entre Ia estructura
del matrimonio y Ia sexualidad de ambos cónyuges lleva con toda lógica a Ia idea,
también incuestionable, de que una verdadera estructura conyugal ha de incluir
por necesidad Ia apertura a una actividad típicamente esponsalicia que, al traducirse por imperativos institucionales en un conjunto de derechos y deberes radicados en exigencias estrictas de justicia, tenga como parte importante del contenido
de Ia entrega mutua de los esposos algunas de las naturales proyecciones de esa
sexualidad que está, como se ha visto, en Ia base de Io sexual auténtico. Con todo
esto, se está abriendo paso Ia conclusión a favor del derecho estricto de los esposos «a los actos conyugales» en cuanto derivación natural del ser y de Ia esencia
del matrimonio. Sin ese derecho reconocido y exigible por justicia, el matrimonio
y Ia vida conyugal se quedarían desnaturalizados y al margen por completo de
uno de los llamados, en el canon 1101, 2, -elementos esenciales del matrimonio-,
cuya exclusión o rechazo positivo por alguno de los contrayentes vendría, por Io
mismo, a implicar Ia invalidez del consentimiento a tenor del ordenamiento matrimonial canónico.
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7. El contenido del "derecho al acto conyugal'
Como anteriormente se ha señalado, el ius ad coniugalem actum contiene
una relación bastante próxima a Io que, en el Código del 17 y en su canon 1081, se
designaba como "derecho perpetuo y exclusivo sobre el cuerpo en orden a los actos
que de suyo con aptos para Ia procreación',
Pero se ha de matizar inmediatamente que entre ambas expresiones se da no
sólo una diferencia de palabras sino también de contenido. En un estudio titulado
«El objeto del consentimiento matrimonial y el ius in corpus- (S. Panizo Orallo, en
Curso de Derecho matrimonial y procesal canónico para profesionales delforo,
Salamanca 1978, pp. 93-119) se hace referencia, en primer lugar, a que el Concilio
Vaticano II abrió el camino hacia una nueva concepción más personalista del matrimonio y de su objeto, que algún autor, como Lener, llama "più riammdernata che
realmente moderna (perché perenne)- («L'oggetto del consenso e l'amore nel matrimonio», en Annali di dottrina e giurisprudenza canonica, I: L'amore coniugale,
Città del Vaticano 1971, p. 173). Dentro del análisis crítico que, a Ia luz de esas nuevas orientaciones, se hace en dicho trabajo de Ia expresión ius in corpus se precisa
que esa vieja fórmula del canon 1081, 2, aun siendo claudicante por varias razones, al venir calificada de alguna manera por Ia expresión posterior in ordine ad
actus per se aptos ad prolis generationem, no señala propiamente un señorío meramente fisiológico-biológico en relación con Ia persona del «otro» sino que apunta
mejor a un señorío sobre una prestación o prestaciones de Ia persona encuadrado
dentro del marco de unos fines naturales de Ia unidad conyugal y a partir de las
bases de una unificación consciente y libre de dos sexualidades o mejor aún de Ia
conjunción de Ia totalidad de los elementos conyugables de las dos existencias
humanas enmaridadas. Y se añade que, siendo Ia persona Ia que se casa, Io que
verdaderamente se compromete con el consentimiento en línea jurídico-moral es Ia
«parte conyugable de Ia personalidad». Y se indicaba que entre los elementos que
forman parte y constituyen el objeto del consentimiento y del mismo matrimonio
está Ia integración en «consorcio de toda Ia vida» de las dos personas de varón y
mujer por Ia puesta en común y el intercambio de los elementos conyugables de
sus vidas, cuya expresión más típica, conyugalmente hablando, podría ser Ia unificación y el intercambio de las sexualidades.
En base a ideas anteriormente esbozadas, el ius ad coniugalem actum, a nuestro juicio, puede considerarse una verdadera cristalización jurídica de todo el contenido del canon 1055, 1 y englobaría Ia aceptación-entrega por ambos cónyuges, al
emitir su consentimiento y en términos de una estricta justicia, de una apertura de
ese consentimiento y del matrimonio mismo a todo Io que se puede contener bajo
Ia expresión central de dicho canon: una «alianza» por Ia que «varón y mujer constituyen entre sí un consorcio de toda Ia vida», que «se ordena por su misma índole
natural al bien de los cónyuges y a Ia generación y educación de los hijos».
Con ello, el antiguo y restrictivo ius in corpus estaría cobrando una nueva
dimensión: Ia de un más abierto y comprensivo ius ad coniugalem actum, que se
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,
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centraría en el señorío del contrayente sobre prestaciones de entrega del «otro» en
el marco de los fines naturales del matrimonio señalados por el canon 1055, 1 y
que jurídicamente se expresarían con las fórmulas ius ad actus ad bonum coniugum apertos y ius ad actus adprocreationem apertos. Corno se dice en Ia sentencia c. Burke, de 26 de marzo de 1998 (en Monitor Eccles., CXXIV [1999-11] 274),
"Similiter ac coniuginm nullum ius ad prolem vel ad procreationem confert sic
nullum ius ad bonum coniugum generat. E contrario, ac cene non minus logico
modo, asseri etiam potest quod, sicut matrimonium ius dat ad actus ad procreationem apertos (etiamsi nulla effectiva procreatio exinde sequatur), ita generat ius ad
actus ad bonum coniugum apertos, etsi ipsum bonum realiter assecutum non sit-.
Es claro que, todavía, ni Ia doctrina ni Ia jurisprudencia han logrado concretar
y precisar con seguridad los alcances del ius ad actus ad bonum coniugum apertos,
puesto que, como se indica en esa misma citada sentencia, c. Burke (cit., p. 276),
4ocutio 'actus ad bonum coniugum apertos'potest respicere illimitatum numerum
actuum, quorum non omnespossunt obiectum esse iuris stricte legalis. Proinde,
invenimur ame problema —adhuc non solutum— determiandi quales ínter huiusmodi actuspossint esse obiectum iuris (quam máxime) moralis, minime aiitem iiiridici; et qualis —inter eos qui iuridica consideralione gaudent— sit reapse essentialis-constitutionalis, ita ut qui sii incapax eum perfciendi, incapax sit conferendi ius
actui qui essentialem ordinationem et aperturam ad bonum coniugum ingreditur».
Esta indeterminación, como señala Ia misma sentencia, no se produce en cambio respecto de los actos conyugales relacionados con Ia procreación, de los que se
puede saber con precisión —sin duda por Ia gran polarización anterior en torno al
ius in corpus— su contenido de acto conyugal in eius indubia specificitate et singularitare.
A nuestro juicio, por tanto, en Ia actualidad y a partir del diseño conceptual
que del matrimonio se ofrece en el canon 1055, 1 el -derecho a los actos conyugales- tiene su objeto en las prestaciones mutuas de los esposos en Ia línea de los
fines expresados por dicho canon con las palabras -consorcio de toda Ia vida ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a Ia generación y
educación de los hijos*. Estas prestaciones obligadas de los esposos, tanto en el
caso del -bien de los cónyuges- como en el de «la generación de los hijos-, presentan líneas ciertas de proyección en los dos casos y entre otras posibles y añadidas,
a partir del intercambio sexual y del hecho incuestionable de que el hombre y Ia
mujer estén vocacionados, por Ia misma condición humana, a compartir esa realidad en el encuentro interhumano de Ia pareja enmaridada.
Y este «derecho a los actos conyugales», de este modo entendido, se constituye en «elemento esencial del matrimonio»: aunque toda realidad ordenada a unos
fines no dependa de los fines para su existencia y por ser los mismos, al menos en
su consecución, algo externo a las esencias de las cosas, sin embargo, por el hecho
mismo de que las realidades «se ordenan a sus fines- y las esencias de las realidades
apuntan naturalmente hacia unos fines cabe deducir que, aunque los fines como
tales no formen parte de Ia esencia, *ipsa essentia stare non potest sine ordinatione
ad fines suos*, como se señala en Ia citada sentencia c. Burke (p. 242). En este
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mismo sentido, santo Tomás enlaza el matrimonio con Ia naturaleza del hombre a
partir de que esa coniunctio et vinculum animorum et relatio coniugum, que es el
matrimonio, arranca de tendencias maximalmente impulsivas de Ia propia naturaleza, -propter bonum prolis et mutiium fidele obsequium» (cf. Summa Theologica,
Supplementum, q. 41, art. 1).
En consecuencia y por todo Io anteriormente señalado, entendemos que un
rechazo positivo por alguno de los contrayentes del derecho a cualesquiera prestaciones conyugales que sustancialmente se impliquen en esas -tendencias maximalmente impulsivas de Ia propia naturaleza humana» en relación con el «bien de los
cónyuges» o con Ia «procreación de los hijos», como pudiera ser el prestarse al intercambio sexual, entrará sin duda dentro de Io que el canon 1101, 2 llama «elementos
esenciales del matrimonio», entre los cuales se integra sin duda «el derecho a los
actos conyugales» en general y más concreta y precisamente el derecho al intercambio sexual por Ia prestación del llamado «débito conyugal».
III. APLICACIÓN A LOS HECHOS
Los infrascritos auditores, habiendo analizado, ponderado y valorado en su
conjunto las pruebas de Ia presente causa, estiman y juzgan que de las mismas se
deduce, con certeza moral, argumento suficiente a favor de una verdadera demostración de Ia nulidad del matrimonio V-M por exclusión y rechazo positivos por
parte de Ia esposa demandada del «derecho al acto conyugal» en cuanto «elemento
esencial del matrimonio» del canon 1101, 2. Y en consecuencia estiman que debe
ser confirmada en sus términos esta sentencia del Tribunal eclesiástico de Cl y
declarada Ia nulidad del citado matrimonio por el indicado capítulo.
Sustancialmente, las bases probatorias de Ia causa, a juicio de este Tribunal, se
podrían condensar en estas anotaciones crítico-valorativas:
8. Primero.—Los hechos-clave de Ia demanda en relación con el mérito fundamental de Ia causa pueden resumirse en que Ia mujer demandada, inmediatamente de celebrarse el matrimonio y en Ia misma noche de bodas, al solicitarle su
marido el intercambio sexual consumando el matrimonio, se negó en rotundo,
echándose a llorar, manifestándole que «se arrepentía de haberse casado- y manifestando a su «recién estrenado marido que esperara» hasta que ella se «viera capacitada». Y en esta espera y en dar largas constantes a los deseos legítimos del marido
ella se mantuvo firme por todo el tiempo de duración de Ia convivencia, que se
rompió cuando Ia esposa, al conseguir que se fueran a vivir a casa de sus padres
de ella, ya «se negó a que durmieran juntos y después de un año en esa convivencia ella Ie echó de casa, de Ia casa de sus padres en que vivían». Ella —según Ia
demanda— y ante las peticiones del marido «llegó a decirle que Ie llevaba a un
prostíbulo y que allí se desahogara». Esta actitud de Ia mujer repercutió negativa y
ostensiblemente sobre Ia estabilidad personal y Ia salud psíquica en general del
esposo y el mismo entró incluso, ya en Ia última etapa de Ia convivencia, en una
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fase sexualmente anómala de compra inmoderada de revistas y vídeos pornográficos, con Io que desahogaba su sexualidad (cf. fols. 2-3 de Ia demanda).
Estos mismos hechos en sustancia fueron llevados ya al proceso incoado y no
terminado de dispensa del matrimonio como rato y no consumado.
9. Segundo.—En dicho proceso de matrimonio rato y no consumado, el marido reproduce en síntesis Io mismo que se dice en Ia demanda, señalando que no
sabe de otros factores que impidieran Ia consumación del matrimonio fuera de Ia
simple negativa de Ia mujer (proc. de rato, fol. 43/3).
En el mismo proceso, Ia declaración primera de Ia esposa se puede sustanciar
en estos puntos: hace referencia ante todo a unas relaciones de noviazgo bastante
normales y sin rupturas especiales. Hablaron, según ella, antes de casarse, de -Ia
posibilidad de tener hijos- y estaban de acuerdo los dos en tenerlos, aunque ella
precisa que -Ia dificultad para tenerlos está en que yo para mis hijos quería Io mejor,
que se educaran en un ambiente adecuado y él era una persona agresiva en su
comportamiento y yo tenía miedo si teníamos hijos a que ellos vieran discusiones
entre nosotros». Y añade: «confirmo que el matrimonio no se llegó a consumar... Era
yo Ia que rechazaba Ia consumación del matrimonio... Nunca Io intentamos... Estuvimos conviviendo durante cuatro años... Al cuarto año de convivencia ya nos separamos y no hemos hecho ningún intento de reanudar Ia convivencia» (proc. de rato,
fol. 49/1-4). Más adelante añade no tener reparo alguno en que se divulgue Io que
ella hizo en su matrimonio ni cree que a ella se Ie siguiera ningún daño si se llegara a saber, «porque yo estoy muy a gusto con Io que hice>. Más adelante anota dos
cosas más: que «la convivencia se había convertido en algo insoportable- y que por
parte suya «hay garantía de que mi nuevo matrimonio podrá ser consumado naturalmente» (fol. 50, proc. de rato). Anteriormente, en una primera comparecencia
ante el Sr. Instructor del proceso de rato, había dicho escuetamente que «no puede
someterse a una prueba ginecológica porque ha mantenido relaciones con otra persona» (fol. 39, proc. de rato). En nueva declaración, Ia esposa se confirma en todo
Io dicho anteriormente y aclara que esas sus «relaciones con otra persona» «tuvieron
lugar después de mi matrimonio pero una vez que estábamos ya separados y en
concreto a los dos años de Ia separación» y esas relaciones «se repitieron de manera
estable«: añade que «llevo saliendo con esa persona durante un año». E insiste de
nuevo en que su matrimonio «no ha sido consumado» (fol. 82 proc. de rato).
En el mismo proceso de rato, Ia comparecencia y audiencia de tres testigos
conocidos y confidenciados por el esposo acerca de su realidad conyugal y problema produce resultados de confirmación especialmente de que el matrimonio no
fue nunca consumado, de que el marido intentó Ia consumación buscando incluso
Ia ayuda infructuosa de los padres de Ia mujer, de que él deseaba Ia consumación
y Ia negativa de ella Ie produjo traumas psicológicos y de que Ia base de conocimiento de los testigos se debe a confidencias hechas a los mismos por el marido
con posterioridad al casamiento (cf. fols. 56-57, 59 y 62 proc. de rato).
Dentro del proceso de nulidad matrimonial instando posteriormente por el
marido, ha de constatarse un primer hecho y es que en el mismo Ia esposa deman-
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dada, a pesar de las llamadas-citaciones que Ie fueron hechas, no hizo acto de presencia (cf. fols. 36 ss.), sin haber dado razón alguna de su ausencia.
En dicho proceso declaró extensamente el esposo actor. Se anotan en su
declaración judicial cosas como éstas: en el noviazgo, no discutían -porque coincidíamos prácticamente en todos los criterios»; nunca tuvieron en esa época -relaciones sexuales íntimas« porque ella me dijo que quería llegar virgen al matrimonio y
yo Ia respetaba»; «yo estaba locamente enamorado de ella»; durante el noviazgo
hablaron del matrimonio y él nada raro notó en Ia mujer y «los padres de ambos»
estaban de acuerdo con sus relaciones (fol. 58/3 causa de nulidad). Sobre el tema
concreto de los hijos se dice que «ella» se mostraba muy reservada y posponía el
asunto diciendo que «ya hablaríamos cuando estuviéramos casados»; los dos se
consideraban aptos para Ia vida conyugal común; se afirma por él que los dos estaban de acuerdo en todo con Ia doctrina de Ia Iglesia sobre el matrimonio. Y ya,
sobre el punto central de Ia cuestión, dice que: «la misma noche de bodas me dijo
que se arrepentía de haberse casado conmigo y Ia única razón que me daba era que
sus padres iban a quedarse solos. En el viaje de novios Io pasé muy mal porque ella
se negaba totalmente a tener relaciones íntimas y las posponía para «cuando regresáramos a España» (fol. 59/6). Se añade que los problemas matrimoniales —en Ia convivencia— se limitaron al problema que ya existía desde Ia noche de bodas, que ella
se negaba a tener relaciones íntimas. Contestando a Ia pos. n. 7, el marido hace una
exposición detallada y muy precisa del comportamiento de Ia mujer en Ia convivencia, dando continuas largas a Ia consumación del matrimonio y ofreciendo fútiles y
nada convincentes razones para ello; y da cuenta asimismo tanto de Ia soledad en
que se desarrolló Ia vida de él en este tiempo, con un práctico abandono de ella
como de Ia situación psico-anímica en que él fue entrando con soledad, frustración,
angustia, abandono de sus trabajos con sorpresa para todos por Io que no sabían
pero sospechaban que estaría pasando en aquel matrimonio: afirma que toda su vida
en todos sus aspectos vitales se fue resintiendo de aquella anormal situación. El marido remata Ia dramática exposición de su declaración judicial con estas frases: «este
matrimonio fracasó porque esta mujer se casó engañándome totalmente de sus intenciones porque en Ia práctica no quiso vivir jamás como mujer, sus obligaciones de
esposa no las cumplió, ni las más elementales. Nada de afecto, nada de amor, nada
de atenciones, ni siquiera de cumplir con obligaciones de justicia como es el débito
matrimonial, por todo eso aquello no pasó de ser un teatro y una apariencia de
matrimonio. M simuló casarse porque como esposa no pasó de eso, porque no llegó
a nada, no hizo nada» (fol. 60, causa de nulidad).
Entre los testimonios obrantes en Ia causa de nulidad, los de los dos primeros testigos —amigos del esposo— se remiten a Io que oyeron decir al propio marido dentro ya del surgir de Ia crisis conyugal y propiamente esos testimonios son
perfectamente referibles y adaptables a los testimonios habidos en el proceso de
rato. Es de más trascendencia, probatoria y procesalmente hablando, el testimonio
de Ia madre del esposo, Ia cual ofrece detalles que pudieran alertar sobre las posibles causas de tan anormal e incomprensible comportamiento de Ia esposa y Io
cual se acorda con referencias anteriores del propio marido: Ia testigo afirma que
no veía con claridad el éxito del futuro matrimonio: no los veía entusiasmados;
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Tribunal de Ui Rota de Ui Nunciatura Apostólica
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observaba que faltaba algo: quizás el mismo amor; incluso no los consideraba aptos
para Ia vida en común: «ella estaba muy enmadrada y poco madura para hacer
frente a una vida matrimonial con sus obligaciones». Señala algo que realmente es
novedoso en Ia causa y se refiere a que «hablarle a M de los hijos es como hablarle de suicidio»: anota que las veces que habló con esta mujer antes del casamiento
vio claro «el rechazo que sentía por los niños», aunque ella ni explicó el porqué de
esta actitud, aunque sí Ie dejó «muy claro que con mi hijo V no quería tener hijos»
y esto Io dijo ya antes de casarse. En Io demás Ia testigo insiste en el rechazo por
Ia mujer de Ia consumación de su matrimonio, en Ia gran dependencia de ella respecto de su madre, de tal modo que llega a afirmar que en este matrimonio «la
madre era más importante que el marido» (cf. fols. 89-90).
Finalmente, Ia declaración testifical del padre del marido, dentro de una mayor
aparente ecuanimidad, se adapta casi plenamente a Ia exposición especialmente del
actor, resaltándose que Ia clave del tema estuvo en Ia negativa de ella a prestarse a
Ia consumación del matrimonio y que las consecuencias de esta realidad afectaron
negativamente a Ia normalidad personal de su hijo (fols. 92-93).
El testimonio de un hermano del esposo, en Ia misma línea del anterior testigo, que viene a ser Ia línea general de las pruebas en esta causa, se centra en su
conocimiento de que Ia negativa de Ia esposa a prestarse a Ia consumación del
matrimonio fue Ia clave y raíz de Ia problematicidad y causa única de Ia crisis convivencial (cf. fols. 95-96).
10. Tercero.—Ante este conjunto de pruebas, este Tribunal —en valoración
crítica de las mismas y ante el punto-capítulo de nulidad presentado en Ia causa y
estimado en Ia sentencia— se permite las siguientes observaciones y anotaciones:
1. Parece por completo demostrado que este matrimonio nuncafue consumado; incluso ni se intentó siquiera Ia consumación. Es conclusión ésta que deriva
con plena claridad de todo el conjunto de las pruebas de los dos procesos analizados y valorados.
2. También aparece del todo comprobado que Ia razón de Ia no consumación estuvo por completo en Ia simple negativa de Ia mujer a prestarse a cualquier forma de cooperación o intercambio sexual con su marido dentro del matrimonio.
3. Parece normalpensar que tal anómalo comportamiento de Ia mujer tuvo
porfuerza que radicarse en algo, en alguna razón o causa. Que tuvo que darse
alguna causa es indudable; y el problema está en precisar cuál pudo ser esa causa
o razón de Ia negativa de Ia mujer.
4. Respecto de Ia negativa en sí de Ia mujer, hay que decir que, tal como se
deduce de las actuaciones probatorias, esa negativa no fue un rotundo «no» al intercambio sexual y a Ia consumación al menos en los principios, sino fue un constante «dar largas» al asunto sin que nunca llegara el momento de acceder a Io que el
marido legítimamente pedía, siendo especialmente expresiva a este respecto Ia detallada y gráfica relación del esposo al contestar a Ia pos. 7 de su declaración judicial
en Ia causa de nulidad (fol. 59).
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5. Lo dicho anteriormente induce a pensar, tanto por el tenor de las declaraciones como por los resultados efectivos de Ia actitud reseñada de Ia esposa, que Ia
realidad fue, de hecho, y cualesquiera que hayan sido las formas de Ia negativa,
que Ia esposa —desde el mismo instante de Ia boda y desde el primer requerimiento del marido hacia Ia consumación debida del matrimonio— mantuvo en el fondo
una actitud radical de oposición a prestarse a todo tipo de intercambio sexual con
su marido.
6. La pregunta de por qué Ia esposa se comportó con su marido de este modo
cuando consta en autos que, con posterioridad a Ia separación, ella se instaló en
una vida de alguna forma estable con otro hombre con el que mantuvo relaciones
sexuales íntimas puede en teoría tener distintas respuestas, aunque ninguna, partiendo de los autos, merezca Ia consideración de válidamente comprobada: está,
por una parte, Io que, a juzgar por los indicios, parece mera excusa de Ia mujer en
Io referente a los posibles futuros hijos; está Ia hipotética dependencia de Ia esposa
respecto de su madre; podrían estar otras cosas. Pero nada de todo parece encontrar en los autos fuerza bastante para determinar un comportamiento tan radical en
Ia realidad (aunque menos como se ha dicho en los planteamientos), tan drástico e
inopinado, tal decididamente llevado a Ia práctica a pesar de todo. Sin embargo,
con todo Io que se quiera aducir en hipótesis, Ia realidad de ese comportamiento
negativo de ella, efectivo desde Ia misma celebración del matrimonio y sostenido
en los cuatro años de convivencia sin marcha atrás y sin ningún tipo de concesiones, es Io que sí aparece en autos como nítido y determinante único de Ia crisis
convivencial de estos esposos.
11. Cuarto.—Ante estas anotaciones y conclusiones, Ia cuestión final no puede
ser más que una: si este comportamiento de Ia mujer encaja o no en el capítulo de
nulidad estimado en Ia sentencia del Tribunal de Cl y que se sitúa en Ia exclusión
por parte de Ia mujer del derecho a los actos conyugales, en el sentido dicho anteriormente.
Y sobre este punto nos permitimos señalar Io siguiente:
— En las causas de simulación por rechazo del contrayente de alguno o algunos de los factores de nulidad mencionados en el canon 1101, 2, las vías de prueba
han de orientarse a descubrir cuál fue Ia verdadera y auténtica voluntad del simulante.
Es siempre el consentimiento interno de Ia voluntad Io que produce el matrimonio (can. 1057) y ese consentimiento se presume conforme con las palabras o
signos empleados al celebrar el matrimonio (can. 1101, 1).
En sistemas matrimoniales como el canónico, el principio de Ia verdad prevalece sobre el principio de Ia seguridad jurídica y de hecho cabe, como establece el
mismo canon 1101, en su párrafo 2, divergencia entre Io que internamente se siente
(Ia verdad) y Io que externamente se manifiesta al declarar el consentimiento (que
puede corresponderse o no con Ia realidad interior).
Si no se produjera esa correspondencia y además se demostrara que Ia misma
no se produjo y que con un acto positivo de Ia voluntad se quiso rechazar uno de
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TrìbunaldefaRotadetoNunciaturaApostólica
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esos factores enumerados en el canon, el matrimonio se habría contraído «inválidamente-.
Siendo como es en estos casos bastante claro el aspecto sustantivo de estas
cuestiones simulatórias, ya no Io es tanto, ni mucho menos, el aspecto o perspectiva probatorio-procesal: ha de superarse Ia presunción legal de Ia lógica correspondencia entre Io que internamente se siente y Io que externamente se manifiesta. Y
esa superación de Ia presunción sólo se hace efectivamente viable llegando a una
demostración cierta del contenido verdadero del acto interno de Ia voluntad del
contrayente.
La vía directa de estas demostraciones tan dificultosas en línea procesal seguiría el camino de las confesiones-declaraciones judiciales o extrajudiciales incluso
del propio simulante: esta vía, en estos momentos de Ia normatividad procesal canónica, habría de seguir los cauces de los cánones 1536, 2 en relación con el l679.
Esta vía de demostración directa de Io internamente sentido por un contrayente al emitir su consentimiento, con sus verdaderos alcances a tono o de acuerdo
con las exigencias jurídicas sobre Ia figura del capítulo invocado, puede no siempre
ser expedita por razones que no es del caso analizar: por ejemplo, si el presunto
simulante se negara a comparecer ante el Tribunal o si se dieran contradicciones
serias entre Io dicho por el simulante mismo y Io referido por testigos de referencia
del propio simulante o por otras posibles razones.
Lo normal, y ante Ia lógica reserva para admitir de plano Io que pueda decir
un litigante en su favor procesal, es que, en estos casos, sea más usual y hasta expedida que Ia anterior Ia vía indirecta de prueba, que llevaría a Ia certeza de Ia demostración por caminos presuntivos y con el apoyo en indicios serios y fuertes, que
sean capaces de llevar al juez a concluir, una vez demostrados suficientemente esos
indicios, una voluntad efectiva y real del contrayente.
En el caso que nos ocupa, aparece plenamente demostrada y prácticamente sin
género alguno de duda una verdad: Ia de que este matrimonio no fue consumado
porque Ia mujer, desde el primer momento, se negó a Ia consumación en sí, al mismo
intento de ello y a todo intercambio sexual propiamente dicho con el marido.
Partiendo de esta realidad procesalmente demostrada, el siguiente y ya definitivo paso demostrativo se encuentra en saber si esa negativa rotunda de Ia esposa
admite encaje en los moldes normativos del canon 1101, 2; es decir, si esta mujer,
al casarse, llevaba una voluntad positiva de excluir y rechazar en el matrimonio con
su marido el mismo derecho a los actos conyugales, cuya exclusión, al ser elemento esencial del matrimonio, invalida el consentimiento conyugal y, por tanto, el
matrimonio.
La mujer no dice en autos que tuviera, al contraer, esa voluntad positiva de
rechazo del derecho del marido a los actos conyugales en general y a los actos
de intercambio sexual en concreto.
La vía de los indicios, antes aludida, en el caso podría de todos modos sustentarse en estos detalles que se pueden considerar demostrados en el proceso:
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— celebrado el matrimonio y desde el primer momento, en Ia misma noche
de bodas, Ia mujer niega a su marido el acto conyugal con el que se consuma el
matrimonio;
— esta actitud negativa de ella se mantiene invariable por todo el tiempo de
Ia convivencia;
— ella, ante las peticiones del esposo, nunca pronuncia el «no- tajante, pero
se comporta de modo equivalente al dar largas, invocando distintas razones, hasta
que ese «dar largas» termina por convertirse en algo más elocuente como el alejarlo
del lecho conyugal o el invitarlo a irse con prostitutas para saciar sus apetencias o
el acabar arrojándolo del domicilio de los padres de ella en el que estaba instalado
al final el matrimonio;
— hay otro dato asimismo suficientemente comprobado: Ia mujer, ya una vez
producida Ia separación de los esposos, no tiene inconveniente en unirse a otro
hombre con el que lleva una vida íntima sexual permanente, Io que pone de relieve que Ia razón de su comportamiento con el marido no era debida ni a posibles
disfunciones o alteraciones psico-sexuales ni a otras razones situadas en ella misma;
— incluso, obran en autos palabras de Ia esposa, en una de sus declaraciones
judiciales en el proceso de rato y no consumado, que alertan sobre una voluntariedad y propósito premeditado de Ia misma: es cuando indica sobre su actitud para
con el esposo y Ia posibilidad de que ello sea conocido y publicado en sus ambientes con detrimento para ella: «estoy muy a gusto con Io que hice« (cf. fol. 50, proc.
de rato). Y un poco más adelante, al mostrar su voluntad de contraer nuevo matrimonio por Ia Iglesia en caso de ser ello posible, señala que «por parte mía hay
garantía de que mi nuevo matrimonio podrá ser consumado naturalmente» (fol. 50).
Valorando todos estos indicios comprobados en los autos a través de pruebas
válidas y conociendo, a tenor del canon 1586, que el juez no debe ni formular ni
apoyarse en presunción alguna que no se encuentre establecida por el derecho, -a
no ser sobre hechos ciertos y determinados que tengan relación directa con Io que
es objeto de Ia controversia» (cf. explicaciones sobre el contenido y alcances de este
canon en S. Panizo Orallo, Temas procesales y nulidad matrimonial, Madrid 1999,
pp. 699, 703, 722 ss.), este Tribunal —ante todos esos hechos e indicios anotados
anteriormente— se ve compelido por Ia fuerza inferencial de todos ellos a admitir y
tener en el caso que concluir que, sobre Ia base de elementales razones de lógica,
resulta demostrado suficientemente que esta mujer acudió al matrimonio con ánimo
y voluntad preconcebidos de oponerse y negarse a todo tipo de prestación conyugal-sexual con su marido. Si como se dice y es natural los hechos de las personas
interpelan con mayor fuerza que las palabras, en este caso los hechos y conducta de
esta mujer, dentro y bajo las circunstancias anotadas anteriormente, se hacen ciertamente elocuentes y expresivos de una voluntad positiva, al menos implícita, de
rechazar el mismo «derecho a los actos conyugales» con su marido. Y en tal sentido,
este Tribunal afirma y concluye Ia demostración de Ia nulidad de dicho matrimonio,
a tenor del canon 1101, 2, por exclusión y rechazo positivos de «un elemento esencial del matrimonio».
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Tribunal de Ia Rota de Ia Nunciatura Apostólica
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Y en tal sentido entiende el Tribunal que debe ser confirmada Ia sentencia del
Tribunal eclesiástico de Cl, de fecha 9 de septiembre de 1999.
IV.
PARTE DISPOSITIVA
12. Por todo Io anteriormente expuesto y motivado; atendidos el derecho y
las pruebas que se han practicado acerca de los hechos alegados; visto el informe
de Ia Defensa del vínculo de N. Tribunal e invocando a Dios en aras de Ia verdad
y de Ia justicia; definitivamente juzgando; DECRETAMOS: coNFiRMAMOs Ia sentencia del
Tribunal eclesiástico de Cl dictada en esta causa el 9 de septiembre de 1999; Y EN
CONSECUENCIA DECLARAMOS LA NULIDAD DEL MATRIMONIO DE DON V Y DOÑA M POR DEFECTO
DE VÁLIDO CONSENTIMIENTO
EN LA ESPOSA DEMANDADA POR EXCLUSIÓN DEL DERECHO AL ACTO
CONYUGAL A TENOR DEL CANON 1101,
2.
La esposa no podrá ser admitida a nuevo matrimonio canónico sin el consentimiento expreso del Ordinario y de este veto habrá de hacerse anotación, para los
efectos oportunos, en los libros parroquiales correspondientes.
No se hace mención de expensas debidas al Tribunal, al haberse concedido al
marido beneficio de justicia gratuita.
ASÍ LO DECRETAMOS.
Notifíquese y ejecútese, a modo de sentencia definitiva, este N. Decreto.
Dado en Madrid, fecha ut supra.
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