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DERECHO CONSTITUCIONAL II.
FRANCISCO MANUEL GARCÍA COSTA
DERECHO CONSTITUCIONAL II. ORGANIZACIÓN DE LOS
PODERES DEL ESTADO.
MATERIALES TEMA 2. LA CORONA
1. Análisis de textos: Ley de sucesión en la Jefatura del Estado de 1947
Por cuanto las Cortes Españolas, como órgano superior de la participación del
pueblo en las tareas del Estado, elaboraron la Ley fundamental que, declarando la
Constitución del Reino, crea su Consejo y determina las normas que han de regular la
Sucesión en la Jefatura del Estado, cuyo texto, sometido al Referéndum de la Nación, ha
sido aceptado por el ochenta y dos por ciento del Cuerpo electoral, que representa el
noventa y tres por ciento de los votantes.
De conformidad con la aprobación de las Cortes y con la expresión auténtica y
directa de la voluntad de la Nación,
DISPONGO:
Artículo primero
España, como unidad política, es un Estado católico, social y representativo, que, de
acuerdo con su tradición, se declara constituido en Reino.
Artículo segundo
La Jefatura del Estado corresponde al Caudillo de España y de la Cruzada,
Generalísimo de los Ejércitos, don Francisco Franco Bahamonde.
[…]
Artículo sexto
En cualquier momento el Jefe del Estado podrá proponer a las Cortes la persona que
estime deba ser llamada en su día a sucederle, a título de Rey o de Regente, con las
condiciones exigidas por esta Ley, y podrá, asimismo, someter a la aprobación de
aquéllas la revocación de la que hubiere propuesto, aunque ya hubiese sido aceptada por
las Cortes.
Artículo séptimo.
Cuando, vacante la Jefatura del Estado, fuese llamado a suceder en ella el designado
según el artículo anterior, el Consejo de Regencia asumirá los poderes en su nombre y
convocará conjuntamente a las Cortes y al Consejo del Reino para recibirle el juramente
prescrito en la presente Ley y proclamarle Rey o Regente.
Artículo octavo.
Ocurrida la muerte o declarada la incapacidad del Jefe del Estado sin que hubiese
designado sucesor, el Consejo de Regencia asumirá los poderes en su nombre y
convocará, en el plazo de tres días, a los miembros del Gobierno y del Consejo del
Reino, para que, reunidos en sesión ininterrumpida y secreta, decidan, por dos tercios de
los presentes, la persona de estirpe regia que, poseyendo las condiciones exigidas por la
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presente Ley, y habida cuenta de los supremos intereses de la Patria, deban proponer a
las Cortes a título de Rey.
Cuando, a juicio de los reunidos, no existiera persona de la estirpe que posea dichas
condiciones o la propuesta no hubiese sido aceptada por las Cortes, propondrán a éstas
como Regente, la personalidad que por su prestigio, capacidad y posibles asistencias de
la nación deba ocupar este cargo. Al formular esta propuesta podrán señalar plazo y
condición a la duración de la Regencia, y las Cortes deberán resolver sobre cada uno de
estos extremos.
El Pleno de las Cortes habrá de celebrarse en el plazo máximo de ocho días, y el
sucesor, obtenido el voto favorable de las mismas, prestará el juramento exigido por
esta Ley, en cuya virtud y acto seguido el Consejo de Regencia le transmitirá sus
poderes.
Artículo noveno
Para ejercer la Jefatura del Estado como Rey o Regente se requerirá ser varón y
español, haber cumplido la edad de treinta años, profesar la religión católica, poseer las
cualidades necesarias para el desempeño de su alta misión y jurar las Leyes
fundamentales, así como lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional.
[…]
Artículo décimo
Son Leyes fundamentales de la nación: el Fuero de los Españoles; el Fuero del
Trabajo; la Ley Constitutiva de las Cortes; la presente Ley de Sucesión; la del
Referéndum Nacional; y cualquiera otra que en lo sucesivo se promulgue confiriéndola
tal rango.
Para derogarlas o modificarlas será necesario, además del acuerdo de las Cortes, el
referéndum de la nación.
Artículo undécimo.
Instaurada la Corona en la persona de un Rey, el orden regular de sucesión será el de
primogenitura y representación, con preferencia de la línea anterior a las posteriores; en
la misma línea, del grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, del varón a la
hembra, la cual no podrá reinar, pero sí, en su caso, transmitir a sus herederos varones el
derecho, y, dentro del mismo sexo, de la persona de más edad a la de menos; todo ello
sin perjuicio de las excepciones y requisitos preceptuados en los artículos anteriores.
Artículo duodécimo.Toda cesión de derechos antes de reinar, las abdicaciones cuando estuviere
designado el sucesor, las renuncias en todo caso y los matrimonios regios, así como el
de sus inmediatos sucesores, habrán de ser informados por el Consejo del Reino y
aprobados por las Cortes de la Nación.
Artículo decimotercero.
El Jefe del Estado, oyendo al Consejo del Reino, podrá proponer a las Cortes queden
excluidas de la sucesión aquellas personas reales carentes de la capacidad necesaria para
gobernar o que, por su desvío notorio de los principios fundamentales del Estado o por
sus actos, merezcan perder los derechos de sucesión establecidos en esta Ley.
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[…]
Dada en El Pardo a veintiséis de julio, de mil novecientos cuarenta y siete.
FRANCISCO FRANCO
CUESTIONES:
1º) Sitúe la ley anterior en el conjunto de la evolución del proceso de restauración
de la Monarquía en España.
2º) Señale cuáles son las reglas principales en la sucesión de la Jefatura del Estado
según la ley anterior.
3º) Señale las razones por las que, según la anterior ley, España se constituye en
Reino.
4º) ¿Cuáles son los requisitos que se han de cumplir para ejercer la Jefatura del
Estado?
5º) Enumere las funciones que la anterior ley atribuye a las Cortes
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2. Análisis de textos: Ley de sucesión en la Jefatura del Estado de 1969
Por todo ello, estimo llegado el momento de proponer a las Cortes Españolas como
persona llamada en su día a sucederme, a título de Rey, al Príncipe Don Juan Carlos de
Borbón y Borbón, quien, tras haber recibido la adecuada formación para su alta misión
y formar parte de los tres Ejércitos, ha dado pruebas fehacientes de su acendrado
patriotismo y de su total identificación con los Principios del Movimiento y Leyes
Fundamentales del Reino, y en el que concurren las demás condiciones establecidas en
el artículo noveno de la Ley de Sucesión.
En su virtud, y de conformidad con la Ley aprobada por las Cortes Españolas, vengo
en sancionar:
Artículo primero. Al producirse la vacante en la Jefatura del Estado, se instaurará la
Corona en la persona del Príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, que la
transmitirá según el orden regular de sucesión establecido en el artículo once de la Ley
Fundamental de veintiséis de julio de mil novecientos cuarenta y siete, modificada par
la Ley Orgánica del Estado de diez de enero de mil novecientos sesenta y siete”.
Francisco Franco
CUESTIONES:
1º) Sitúe la ley anterior en el conjunto de la evolución del proceso de restauración
de la Monarquía en España.
2º) Justifique si en 1975 se produce la restauración o la instauración de la
Monarquía.
3º) Compare las normas de sucesión en la Jefatura del Estado y en la Corona de las
leyes de sucesión en la Jefatura del Estado de 1947 y 1969 con las normas establecidas
en la Constitución de 1978 que regulan la misma materia.
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3. Análisis de textos: Discurso de Proclamación de Don Juan Carlos I como Rey
En esta hora cargada de emoción y esperanza, llena de dolor por los acontecimientos
que acabamos de vivir, asumo la Corona del Reino con pleno sentido de mi
responsabilidad ante el pueblo español y de la honrosa obligación que para mí implica
el cumplimiento de las Leyes y el respeto de una tradición centenaria que ahora
coinciden en el Trono.
Como Rey de España, título que me confieren la tradición histórica, las Leyes
Fundamentales del reino y el mandato legítimo de los españoles, me honro en dirigiros
el primer mensaje de la Corona, que brota de lo más profundo de mi corazón.
Una figura excepcional entra en la Historia. El nombre de Francisco Franco será ya
un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para
entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero
recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de
conducir la gobernación del Estado. Su recuerdo constituirá para mí una exigencia de
comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la Patria.
Es de pueblos grandes y nobles el saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio
de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien, como soldado y estadista, ha
consagrado toda la existencia a su servicio.
Yo sé bien que los españoles comprenden mis sentimientos en estos momentos. Pero
el cumplimiento del deber está por encima de cualquier otra circunstancia. Esta norma
me la enseñó mi padre desde niño, y ha sido una constante de mi familia, que ha querido
servir a España con todas sus fuerzas.
Hoy comienza una nueva etapa de la Historia de España. Esta etapa, que hemos de
recorrer juntos, se inicia en la paz, el trabajo y la prosperidad, fruto del esfuerzo común
y de la delicada voluntad colectiva. La Monarquía será fiel guardián de esa herencia, y
procurará en todo momento mantener la más estrecha relación con el pueblo.
La Institución que personifico integra a todos los españoles, y hoy, en esta hora tan
transcendental, os convoco porque a todos nos incumbe por igual el deber de servir a
España. Que todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se
basará en un efectivo consenso de concordia nacional.
El Rey es el primer español obligado a cumplir con su deber y con estos propósitos.
En este momento decisivo de mi vida afirmo solemnemente que todo mi tiempo y todas
las acciones de mi voluntad estarán dirigidos a cumplir con mi deber.
Pido a Dios su ayuda para acertar siempre en las difíciles decisiones que, sin duda, el
destino alzará ante nosotros. Con su gracia y con el ejemplo de tantos predecesores que
unificaron, pacificaron y engrandecieron a todos los pueblos de España, deseo ser capaz
de actuar como moderador, como guardián del sistema constitucional y como promotor
de la justicia. Que nadie tema que su causa sea olvidada; que nadie espere una ventaja o
un privilegio. Juntos podremos hacerlo todo si a todos damos su justa oportunidad.
Guardaré y haré guardar las Leyes, teniendo por norte la justicia y sabiendo que el
servicio del pueblo es el fin que justifica toda mi función.
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Soy plenamente consciente de que un gran pueblo como el nuestro, en pleno período
de desarrollo cultural, de cambio generacional y de crecimiento material, pide
perfeccionamientos profundos. Escuchar, canalizar y estimular estas demandas es para
mí un deber que acepto con decisión.
La Patria es una empresa colectiva que a todos compete; su fortaleza y su grandeza
deben de apoyarse, por ello, en la voluntad manifiesta de cuantos la integramos. Pero las
naciones más grandes y prósperas, donde el orden, la libertad y la justicia han
resplandecido mejor, son aquellas que más profundamente han sabido respetar su propia
Historia.
La justicia es el supuesto para la libertad con dignidad, con prosperidad y con
grandeza. Insistamos en la construcción de un orden justo, un orden donde tanto la
actividad pública como la privada se hallen bajo la salvaguardia jurisdiccional.
Un orden justo, igual para todos, permite reconocer dentro de la unidad del Reino y
del Estado las peculiaridades regionales como expresión de la diversidad de pueblos que
constituyen la sagrada realidad de España. El Rey quiere serlo de todos a un tiempo y de
cada uno en su cultura, en su historia y en su tradición.
Al servicio de esa gran comunidad que es España debemos de estar: la Corona, los
Ejércitos de la nación, los organismos del Estado, el mundo del trabajo, los empresarios,
los profesionales, las instituciones privadas y todos los ciudadanos, constituyendo en su
conjunto un firme entramado de deberes y derechos. Sólo así podremos sentirnos fuertes
y libres al mismo tiempo.
Esta hora dinámica y cambiante exige una capacidad creadora para integrar en
objetivos comunes las distintas y deseables opiniones que dan riqueza y variedad a este
pueblo español, que, lleno de cualidades, se entrega generoso cuando se le convoca a
una tarea realista y ambiciosa.
La Corona entiende como un deber el reconocimiento y la tutela de los valores del
espíritu.
Como primer soldado de la nación, me dedicaré con ahínco a que las Fuerzas
Armadas de España, ejemplo de patriotismo y disciplina, tengan la eficacia y la potencia
que requiere nuestro pueblo.
El mundo del pensamiento, de las ciencias y de las letras, de las artes, y de la técnica,
tienen hoy, como siempre, una gran responsabilidad de compromiso con la sociedad.
Esta sociedad en desarrollo que busca nuevas soluciones, está más necesitada que nunca
de orientación. En tarea tan alta, mi apoyo y estímulo no han de faltar.
La Corona entiende también como deber fundamental el reconocimiento de los
derechos sociales y económicos, cuyo fin es asegurar a todos los españoles las
condiciones de carácter material que les permitan el efectivo ejercicio de todas sus
libertades.
Por lo tanto, hoy queremos proclamar que no queremos ni un español sin trabajo ni
un trabajo que no permita a quien lo ejerce mantener con dignidad su vida personal y
familiar, con acceso a los bienes de la cultura y de la economía para él y para sus hijos.
Una sociedad libre y moderna requiere la participación de todos en los foros de
decisión, en los medios de información, en los diversos niveles educativos y en el
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control de la riqueza nacional. Hacer cada día más cierta y eficaz esa participación debe
ser una empresa comunitaria y una tarea de gobierno.
El Rey, que es y se siente profundamente católico, expresa su más respetuosa
consideración para la Iglesia. La doctrina católica, singularmente enraizada en nuestro
pueblo, conforta a los católicos con la luz de su magisterio. El respeto a la dignidad de
la persona que supone el principio de libertad religiosa es un elemento esencial para la
armoniosa convivencia de nuestra sociedad.
Confío plenamente en las virtudes de la familia española, la primera educadora, y
que siempre ha sido la célula firme y renovadora de la sociedad. Estoy también seguro
de que nuestro futuro es prometedor, porque tengo pruebas de las cualidades de las
nuevas generaciones.
Me es muy grato en estos momentos expresar mi reconocimiento a cuantos enviados
de otras naciones han asistido a esta ceremonia. La Monarquía española, depositaria de
una tradición universalista centenaria, envía a todos los pueblos su deseo de paz y
entendimiento, con respeto siempre para las peculiaridades nacionales y los intereses
políticos con los que todo pueblo tiene derecho a organizarse de acuerdo con su propia
idiosincrasia.
España es el núcleo originario de una gran familia de pueblos hermanos. Cuanto
suponga potenciar la comunidad de intereses, el intercambio de ideales y la cooperación
mutua es un interés común que debe ser estimulado.
La idea de Europa sería incompleta sin una referencia a la presencia del hombre
español y sin una consideración del hacer de muchos de mis predecesores. Europa
deberá contar con España y los españoles somos europeos. Que ambas partes así lo
entiendan y que todos extraigamos las consecuencias que se derivan, es una necesidad
del momento.
No sería fiel a la tradición de mi sangre si ahora no recordase que durante
generaciones los españoles hemos luchado por restaurar la integridad territorial de
nuestro solar patrio. El Rey asume este objetivo con la más plena de las convicciones.
Señores consejeros del Reino, señores procuradores, al dirigirme como Rey, desde
estas Cortes, al pueblo español, pido a Dios ayuda para todos. Os prometo firmeza y
prudencia. Confío en que todos sabremos cumplir la misión en la que estamos
comprometidos.
Si todos permanecemos unidos, habremos ganado el futuro.
¡VIVA ESPAÑA!.
CUESTIONES:
1º) Sitúe la ley anterior en el conjunto de la evolución del proceso de restauración
de la Monarquía en España.
2º) ¿Cuáles son los títulos en virtud de los cuales S.M. el Rey se considera Rey de
España?
3º) ¿Qué decisiones constitucionales fundamentales contenidas en la Constitución de
1978 pueden encontrarse en el discurso anterior?
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4. Análisis de textos: Sucesión a la Corona en las Constituciones españolas de 1876
y 1978
Artículo 57 de la Constitución española de 1978
1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de
Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el
orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea
anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el
mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de
menos.
2. El Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que
origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos
vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona de España.
3. Extinguidas todas las líneas llamadas en derecho, las Cortes Generales proveerán a
la sucesión en la Corona en la forma que más convenga a los intereses de España.
4. Aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión en el trono contrajeren
matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes Generales, quedarán
excluidas en la sucesión a la Corona por sí y sus descendientes.
5. Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra
en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una Ley orgánica.
Título VII de la Constitución de 1876
De la sucesión a la Corona
Artículo 59.- El Rey legítimo de España es Don Alfonso XII de Borbón.
Artículo 60.- La sucesión al Trono de España seguirá el orden regular de
primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las
posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado,
el varón a la hembra, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.
Artículo 61.- Extinguidas las líneas de los descendientes legítimos de Don Alfonso
XII de Borbón, sucederán por el orden que queda establecido sus hermanas; su tía,
hermana de su madre, y sus legítimos descendientes, y los de sus tíos, hermanos de Don
Fernando VII, si no estuviesen excluidos.
Artículo 62.- Si llegaran a extinguirse todas las líneas que se señalan, las Cortes
harán nuevos llamamientos, como más convenga a la Nación.
Artículo 63.- Cualquiera duda de hecho o de derecho que ocurra en orden a la
sucesión de la Corona se resolverá por una ley.
Artículo 64.- Las personas que sean incapaces para gobernar, o hayan hecho cosa
porque merezcan perder el derecho a la Corona, serán excluidas de la sucesión por una
ley.
Artículo 65.- Cuando reine una hembra, el Príncipe consorte no tendrá parte ninguna
en el gobierno del Reino.
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CUESTIONES
1º) Señale los principios informadores de la Constitución de 1876 y compárelos con
los de la Constitución de 1978
2º) Señale las diferencias y coincidencias entre la regulación de ambas
Constituciones.
3º) Analice el artículo 64 de la Constitución de 1876.
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5. Análisis de textos: El Rey como Mando Supremo de las Fuerzas Armadas
Desde los principios que conforman el modelo constitucional de las Fuerzas
Armadas, fundamentalmente el de subordinación del poder militar al poder civil y el de
dependencia al Poder Ejecutivo, ha de ser interpretada toda la regulación constitucional
de las Fuerzas Armadas españolas y, consecuentemente, a partir de ella ha de ser
resuelta la polémica existente, fundamentalmente en los primeros años del régimen
constitucional de 1978 como consecuencia de sus dificultades de asentamiento, en torno
a la atribución del Supremo Mando de las Fuerzas Armadas al Rey, ex. art. 62.h) C.E. y,
en esta línea, la atribución contenida en el 63.3 C.E. en el sentido de que al Rey
corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra y hacer la
paz.
La doctrina se mantuvo entonces dividida entre quienes mantenían posiciones
institucionalistas y quienes, por el contrario, mantenías tesis normativistas,
administrativistas o constitucionalistas.
Desde los planteamientos institucionalistas se propone la interpretación de los
preceptos constitucionales relacionados con las Fuerzas Armadas, y especialmente el
63.3 C.E., en el sentido de que el Rey tiene encomendado un poder material de
dirección de las Fuerzas Armadas. Consiguientemente, en una monarquía parlamentaria
«el mando supremo de las Fuerzas Armadas» el Rey lo ejerce desde un punto de vista
político y desde otro jurídico.
En este sentido se asegura que, “desde el punto de vista político, tiene un mando
«eminente e indirecto» que ejerce con la mediación de otros órganos que tienen el poder
efectivo (Parlamento o Ejecutivo). Desde un punto de vista jurídico, ejerce el mando
como máximo oficial de las FAS. Es cierto que esta faceta de mando es accesoria de la
primera pero puede actuar como garantía en momentos excepcionales, puesto que si el
Rey no puede mandar con el refrendo del Gobierno lo podrá hacer como primer oficial
y de acuerdo con las Reales Ordenanzas en el caso de que el poder político del Gobierno
no pueda expresarse. Como ha señalado Satrústegui, quizás esta fue en las condiciones
en las que el Rey intervino la noche del 23 de febrero de 1981” (E. Aranda Álvarez, “La
Ley de Defensa Nacional…”, en Administración y Ciudadanía).
Más moderadamente dentro de esta primera línea doctrinal, Miguel Herrero
Rodríguez de Miñón, uno de los redactores de la ponencia constitucional, sostiene que
el artículo 56.1 C.E. atribuye al Rey la función arbitral que consiste fundamentalmente
en que el "Rey, en cuanto árbitro, es el Magistrado para la crisis, el Magistrado para el
estado de excepción" (M. Herrero y Rodríguez de Miñón, “La posición constitucional
de la Corona" en. S. Martín Retortillo-Baquer, Estudios sobre la Constitución española.
Homenaje al profesor Eduardo García de Enterría, Tomo III, Cívitas, Madrid, pág.
1936) .
Siendo ello así, continúa Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, todas las
prerrogativas regias reconocidas por la Constitución han de ser así interpretadas y, por
ello, el mando Supremo de las Fuerzas Armadas reconocido al Rey por el art. 62 h) C.E.
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no es de naturaleza semántica y simbólica, sino real y efectiva en supuestos
excepcionales en los que "la subversión o agresión externa ponen en peligro la
existencia misma del aparato del Estado”, y, consiguientemente, la cláusula del art. 62
h) C.E. puede incluir “la dirección efectiva de las fuerzas en combate” (M. Herrero y
Rodríguez de Miñón, “El Rey y las Fuerzas Armadas”, Revista del Departamento de
Derecho Político de la UNED, nº 7, pág. 55).
Por su parte, Ignacio de Otto considera que el artículo en estudio confiere al Rey un
poder de mando en supuestos excepcionales en los que exista “una indisciplina de tal
naturaleza que sólo el Rey pueda eficazmente reprender” (I. de Otto, “El mando
Supremo de las Fuerzas Armadas”, Revista Española de Derecho Constitucional, nº 23,
págs. 43-44).
La segunda posición es aquélla que, al interpretar las funciones del Rey en relación
con las Fuerzas Armadas en general y, en particular, con la declaración de guerra y la
firma de la paz, parte del reconocimiento del carácter normativo de la Constitución
española, tal como consagra el artículo 9.1. Consiguientemente, el mando supremo de
las Fuerzas Armadas ha de interpretarse a la luz de la necesidad de refrendo de los actos
del Rey y de la dirección por el Gobierno de la Administración civil y militar y la
defensa del Estado, de tal manera que el mando supremo de las Fuerzas Armadas que
ostenta el Rey “se ha de interpretar en el sentido de aportación de experiencia y
conocimientos del Monarca, sin que ello implique un poder de mando directo" L. López
Guerra, Derecho Constitucional, Tirant lo Blanch, Valencia, 1992, pág. 174).
Ésta es, en nuestra opinión, la correcta y adecuada interpretación del rey como
Mando supremo de las Fuerzas Armadas.
En cualquier caso, debemos recordar que los partidarios de las tesis institucionalistas
(Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón e Ignacio de Otto) coinciden con los defensores
de la postura normativista en el hecho de que el mando supremo de las Fuerzas
Armadas atribuido al Rey ex 62.h) C.E. no le atribuye el mando político, ni la
preparación estratégica ni la dirección de la guerra en situaciones de normalidad, de tal
manera que en los supuestos de hecho en los que las Cortes Generales hubieran de
autorizar la declaración de guerra el mando de las Fuerzas Armadas que se le
encomienda al Rey sería, en todo caso simbólico, correspondiendo al Gobierno la
dirección de la defensa Nacional ex art. 97 C.E.
La práctica unanimidad por parte de nuestra doctrina científica con respecto a la
normalidad que antecedería a la declaración de guerra y que, consecuentemente, no
justificaría la intervención del Rey en su condición de Magistrado para la crisis, no se
encontraría, sin embargo, con relación a la firma de la paz. En este caso, los supuestos
fácticos que pudieran anteceder la solicitud de la autorización parlamentaria para la
firma de la paz podrían ser interpretados en la mayor parte de las ocasiones como de
crisis, en los que perfectamente se cumplen los parámetros de “puesta en peligro de la
existencia misma del aparato del Estado”, máxime si recurrimos a los ejemplos
históricos de finalización de conflictos bélicos y solicitudes de firma de la paz. En tales
supuestos cabría plantearse si el Rey, como magistrado de la crisis, ostentaría el mando
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supremo de las Fuerzas Armadas para iniciar el procedimiento de autorización
parlamentaria de la firma de la paz contra la decisión del Presidente del Gobierno.
Francisco Manuel García Costa, El Rey como Mando Supremo de las Fuerzas
Armadas. Trabajo inédito.
CUESTIONES:
1º) ¿Cuáles son las distintas interpretaciones que se formulan con respecto al Rey
como mando Supremo de las Fuerzas Armadas?
2º) ¿Considera que el Rey es el Magistrado para la crisis?
3º) ¿Cree que el Rey puede ostentar el Mando Supremo de las Fuerzas Armadas en
situaciones de crisis institucional? Justifique su respuesta
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6. Análisis de textos: posición institucional de la Casa del Rey (STC 112/1984, de 18
de noviembre)
II. Fundamentos jurídicos
2. El art. 43 se ocupa, ciertamente, de las vulneraciones referidas al ejecutivo, y, en
general, de las Administraciones Públicas, tanto en sus manifestaciones territoriales
como en las institucionales y corporativas, y podría decirse en el caso de este recurso,
que el acto que se acusa como lesivo del principio de igualdad tiene su origen en una
decisión de la jefatura de la Guardia Real comprendida en la organización de la Casa del
Rey que es una organización estatal, pero que no se inserta en ninguna de las
Administraciones Públicas. El Real Decreto 310/1979 incluye en la Casa de S. M. la
Guardia Real (arts. 2 y 6) y otras disposiciones (como es el Reglamento de 20 de
noviembre de 1979) establecen la regulación de la Guardia Real. La nítida separación de
la organización de la Casa Real respecto de las Administraciones Públicas, con
fundamento constitucional en el art. 65 de la Constitución, y lo que esto comporta
respecto a la independencia que debe rodear a la gestión de dicha Casa, admite una
regulación del estatuto jurídico de personal de la Casa, y que los actos que en aplicación
de esa regulación procedan de los órganos a los que se encomienda la gestión puedan
someterse al control jurisdiccional, a través de la vía contencioso-administrativa, y, en
el caso de que se acuse la violación de un derecho o libertad fundamental, tengan acceso
al recurso de amparo constitucional. Este es el planteamiento en el caso de que ahora
conocemos, pues el demandante, miembro de la Guardia Real, admitido al curso de
aptitud para Teniente, y superado satisfactoriamente el curso, pero no ascendido a
Teniente, cree que se le ha conculcado el derecho al ascenso, pues lo que era una
expectativa se había consolidado por darse las circunstancias exigidas
reglamentariamente para que el ascenso tuviera lugar. No es la constatación de estas
circunstancias, y, el enjuiciamiento del caso desde la perspectiva de los preceptos
reglamentarios que regulan el ascenso, lo que debemos hacer en el proceso de amparo,
pues ello corresponde en exclusividad -lo dice el artículo 117.3 de la Constitución- a los
Jueces y Tribunales ordinarios, que son, en este orden jurisdiccional, los de la
jurisdicción contencioso-administrativa. Con ello se quiere afirmar que los motivos
distintos de los que arrancan de una fundamentación basada en el art. 14 de la
Constitución no pueden someterse a nuestra decisión.
CUESTIONES:
1º) Señale cuál es la estructura de una Sentencia del Tribunal Constitucional
2º) ¿Puede considerarse que la Casa del Rey se inserta en el conjunto de las
Administraciones Públicas? Justifique su respuesta.
3º)¿Cuál es la posición institucional de la Casa del Rey?
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