UNIVERISDADE DO EXTREMO SUL CATARINENSE REVISTA AMICUS CURIAE - DIREITO El medio ambiente como derecho humano, extensión y transformación de sus alcances The environment as a human right, extension and transformation of its scope MAI. Violeta Mendezcarlo Silva.1 Resumen: La regulación del derecho ambiental inició de manera aislada y teniendo por objeto legislar los elementos naturales con la única finalidad de reglamentar su apropiación, más adelante se hizo necesaria su posterior administración en lo que significó su aprovechamiento público, por lo que se adaptaron dichas figuras al derecho administrativo y finalmente, el reconocimiento de la necesidad colectiva del goce de tales elementos y la necesidad de protección contra el deterioro de los mismos y sus relaciones nos ha llevado a elevarlo a nivel de derecho humano, requiriéndose pues adaptar su juridificación en solo unas cuantas décadas lo que ha generado incongruencias importantes que dificultan su pleno ejercicio, por lo que en el presente documento se busca revisar la evolución de la protección del medio ambiente bajo la perspectiva de derecho humano así como la problemática que encuentra para su concreción cotidiana. Palabras Clave: Derecho humano; Medio ambiente; Evolución. Abstract: The regulation of environmental law began in isolation and with the goal of legislating the natural elements for the sole purpose of regulating its ownership. Later, subsequent administration became neccessary concerning its public use, so those figures were adapted to administrative law. Finally, the acknowledgement of the collective need for the enjoyment of these elements and the need for protection against their deterioration and their relationships has led us to raise it to the level of human rights, requiring it to adapt its legal regulation in only a few decades which has led to major inconsistencies that impede its full exercise. This work seeks to review the evolution of environmental protection from the perspective of human rights and the problems it encounters in its daily realization. Keywords: Human rights; environment; evolution. 1 Obtuvo el título de abogado por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en el año 2002. Realizando estudios de maestría en Administración de Impuestos en la Facultad de Comercio de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (2003-2005), con énfasis en Defensa y Planeación Fiscal. Socia fundadora de la firma BMV & Asociados Grupo de Consultoría Fiscal. Ha sido catedrática en la Licenciatura en Derecho, Contador Público y Comercio Exterior de la Universidad San Pablo en San Luis Potosí en las áreas de derecho administrativo y fiscal. Coordinadora de la Licenciatura en Derecho de la misma institución. Actualmente Profesora investigadora de Tiempo Completo de la Facultad de derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí con cátedra en las asignaturas de derecho administrativo, derecho fiscal y derecho ambiental, con líneas de investigación sobre Análisis sectorial de la administración pública, Fiscalidad ambiental y Seguridad social. En la Maestría en Derecho Constitucional y amparo imparte la cátedra de Mundialización y derechos humanos emergentes. Autora de diversos artículos y ponencias en materia fiscal, ambiental y de seguridad social. Autora del libro los Costos de contaminar y coordinadora de obras colectivas sobre aspectos ambientales. Integrante de la Red de Estudio sobre derecho ambiental y políticas públicas con la Universidad de Guadalajara y la Universidad de Chiapas. Estudiante del Doctorado Interinstitucional en Derecho de la Región Centro Occidente de la ANUIES. Revista Amicus Curiae – Direito – Universidade do Extremo Sul Catarinense. ISSN: 2237-7395. Vol. 12 – N. 2 – Jul./Dez. 2015. http://periodicos.unesc.net/amicus/about 278 Introducción A lo largo de la historia, han existido diferentes posturas doctrinales que han impactado en el reconocimiento de derechos del hombre frente al Estado, lo que se tradujo en la concreción de diversos conceptos afines entre sí: a) El establecimiento de derechos fundamentales del hombre, cuyo origen se encuentra en la Declaración de los derechos del Hombre de 1789 en que se reconocen como inherentes al ser humano, bajo esta racionalidad se creó el Human rigths de la Constitución norteamericana cuya premisa implica la afirmación de estos derechos por la ley, aunque no los considera como una creación de la misma, con lo que el Estado debe reconocerlos y garantizarlos. Esta visión se desprende del iusnaturalismo. b) Los derechos subjetivos públicos por su parte, quedan constituidos por aquellas potestades plasmadas en la norma que el individuo puede ejercer, delimitando el campo de acción de las personas a la vez que constituyen un dique a la actuación autoritaria ya que son oponibles frente al Estado. Dicha postura corresponde a la perspectiva positivista. c) Finalmente, la perspectiva realista, postula la idea de las garantías individuales las cuales son concebidas como las facultades o prerrogativas de las que gozan los habitantes del país, las cuales en el caso mexicano se encuentran contenidas dentro de los primeros 29 artículos de la Constitución. A efectos de satisfacer el contenido de los derechos humanos, los estados se comprometen por virtud de los tratados a establecer garantías sociales, económicas, políticas y jurídicas para lograr su cumplimiento. Así, los derechos humanos: […] el conjunto de prerrogativas inherentes a la naturaleza de la persona, cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral del individuo que vive en una sociedad jurídicamente organizada. Estos derechos, establecidos en la Constitución y en las leyes deben ser reconocidos y garantizados por el Estado2. definición que acepta la incidencia de las perspectivas anteriormente señaladas, en tanto que: a) Los derechos humanos son inherentes a las personas, estatales3 por lo que deben constituir derechos fundamentales que deben ser reconocidos (positivados) y garantizados por las Constituciones4. 2 HUMANOS, Comisión Nacional de Los Derechos. ¿Qué son los derechos humanos? 2015. Disponível em: <http://www.cndh.org.mx/Que_Son_Derechos_Humanos>. Acesso em: 04 maio 2015. 3 BALCÓN, Mirando Al. La personalidad jurídica de la Pachamama II. 2010. Disponível em: <https://mirandoalbalcon.wordpress.com/2010/11/16/la-personalidad-juridica-de-la-pachamama-ii/>. Acesso em: 26 nov. 2014. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 279 b) Los derechos humanos se ejercen frente al Estado (aunque no exclusivamente), aunque bajo la perspectiva positivista de los derechos subjetivos públicos se les sujeta al reconocimiento estatal para su efectivaciòn (NOGUERA ALCALÁ, p. 55-58). c) Finalmente, para propiciar su efectivaciòn, los derechos humanos deben verse reforzados por las garantías que son las obligaciones positivas o negativas que derivan de algún derecho, dichas garantías también están contempladas en la Constitución. Ahora bien, el reconocimiento de los derechos humanos, tal y como se conciben en la actualidad ha resultado de la adopción de diferentes documentos de carácter internacional que han marcado hitos importantes en el desarrollo de esta materia, como consecuencia de diferentes fenómenos sociopolíticos, a saber: a) El 26 de agosto de 1789, se proclamó la Declaración del Hombre y del Ciudadano, estableciendo la concepción de los derechos del hombre como sujeto de derechos. b) El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en París, aprueba la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (en adelante DUDH), c) El 16 de diciembre de 1966, en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, surgen documentos como el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, así como el Pacto de Derechos Sociales, Económicos y Culturales (o PIDESC), que expresan las obligaciones de los diferentes Estados suscriptores en materia de protección de esos derechos humanos de primera y segunda generación. Estos pactos se ocupan, separadamente, de los derechos civiles y políticos y de los derechos económicos, sociales y culturales. En el plano regional, encontramos otros documentos como los siguientes: a) Declaración Americana de los derechos y deberes del hombre del 02 de mayo de 1948. b) Otros documentos como la Carta de las Naciones Unidas de San Francisco, del 24 de octubre de 1945, así como la actividad que genera la OIT, la UNESCO, el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, y el PIDESC, le dan sustento a la aplicación de estos derechos. 4 La doctrina moderna considera que debido a la confluencia de fuentes nacionales como internacionales para determinar el orden jurídico interno de los países, el desarraigo de la costumbre de dividir los derechos humanos en generaciones, así como el frecuente uso del término derechos fundamentales en el ámbito internacional como sinónimo de los derechos humanos permite ya la utilización del término derechos fundamentales fuera del ámbito de la discusión constitucional. Aguilar, Gonzalo, “Derechos Fundamentales-Derechos Humanos. ¿Una distinción Valida en el siglo XXI?”, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado, núm. 127, México D.F., enero-abril de 2010, pp. 15-71. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 280 c) El Protocolo adicional a la Convención americana en materia de DESC o Protocolo de San Salvador, de 1988. De los derechos consignados en los documentos anteriormente señalados, se han elaborado distinciones estableciéndose diferencias entre tales prerrogativas basadas en “generaciones” de derechos humanos, a las que la doctrina de la materia tradicionalmente hace referencia, siguiendo dicha clasificación podemos mencionar lo siguiente: La primera generación queda constituida por los denominados derechos civiles y políticos, como la vida, la libertad (en sus diferentes expresiones), la seguridad y la propiedad privada. Tales derechos constituyen una reivindicación social frente al absolutismo lacerante que la sociedad de la Revolución Francesa debió afrontar. Por ello la exigencia básica en el cumplimiento de este derecho implica un deber de abstención por parte del Estado, es decir de omitir la obstaculización de los derechos humanos conquistados, cuya satisfacción debe ser inmediata. La segunda generación de derechos humanos se integra por los denominados derechos económicos, sociales y culturales, surgidos tras la crisis generada por la revolución industrial, como la propiedad social, el acceso a bienes materiales, de la familia, a la salud, la educación, a la cultura y los derechos laborales. Implican un deber de hacer por parte del Estado y tienden a proteger los derechos de la colectividad, siendo su satisfacción progresiva. Finalmente, los derechos de solidaridad internacional, derechos de los pueblos o de solidaridad y cooperación, constituyen una respuesta a los deseos de mejorar la situación humana tras la segunda guerra mundial y el holocausto, y son denominados derechos humanos de tercera generación. Estos derechos comprenden: el de autodeterminación, independencia económica y política, cooperación internacional y regional, consumo, medioambiente, patrimonio de la humanidad, entre otros. Por su parte, los derechos Económicos, sociales y culturales están consagrados en documentos como: El Pacto de Derechos Civiles y Políticos, así como el Pacto de Derechos Sociales, Económicos y Culturales (ambos de 1966), que expresan las obligaciones de los diferentes Estados suscriptores en materia de protección de esos derechos humanos de primera y segunda generación. Así, los DESC aparecen por primera vez en las constituciones mexicana y de Weimar de 1917 y 1919 respectivamente. De la misma forma los primeros organismos internacionales que incorporan el interés por los derechos sociales en sus actividades son: La Liga de las Naciones, El Tratado de Versalles y la Oficina Internacional del Trabajo. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 281 El reconocimiento de los DESC hace transitar del Estado de derecho al Estado social de derecho aunque su implementación requiere de una mayor erogación por parte del Estado, son más difíciles de incorporar en la legislación, aunque no por ello deben perder preponderancia como es el caso de los derechos humanos de tercera generación. La implementación de los derechos sociales o de “segunda generación” implica una obligación activa por parte del órgano estatal, que consiste en determinar y establecer políticas, bases y lineamientos para hacer efectivo el disfrute de una mejor calidad de vida para diversos grupos o sectores de la población. Para quienes aún son partidarios de la clasificación de los derechos humanos bajo generaciones, encontramos que la tercera generación de estos derechos se encuentra constituida por los llamados derechos de solidaridad, como a la paz, al desarrollo, a la libre determinación de los pueblos, a un medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado . Estos derechos se fueron reconociendo a partir del final de la segunda guerra mundial y hasta la década de los setentas. Los derechos humanos de tercera generación se caracterizan por proteger intereses difusos, y pueden ser reclamados ante el propio Estado o ante otro Estado, por eso también son llamados derechos de colaboración internacional. Entre ellos podemos encontrar, los de autodeterminación, independencia económica y política, identidad nacional y cultural, medio ambiente y la solución de los problemas alimenticios demográficos, educativos y ecológicos (CONTRERAS NIETO, 2003, p. 102), que atañe al presente estudio. Sin embargo, cuestiones sobre el medio ambiente como se ha señalado, han sido abordadas en documentos como el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales5, que se entiende referente a los derechos humanos de segunda generación. Otros documentos que hacen referencia en concreto al derecho humano al medio ambiente sano en el sistema universal de protección de los derechos humanos son: a) Las conferencias para el ambiente y desarrollo, de Estocolmo de 1972, Río de Janeiro de 1992 y Johannesburgo de 2002. b) La declaración de la ONU de los derechos indígenas que señala los conceptos como el de territorio, cultura, existencia y ambiente. c) También son atingentes las resoluciones del Consejo de Derechos humanos de la ONU (antes Comisión), a través de sus observaciones generales como: la No. 4 de 1991 sobre la vivienda adecuada, la No. 7 de 1997 sobre desalojos forzosos, la 12 de 1999 5 Artículo 12 párrafo 2, inciso b) del PIDESC. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 282 sobre alimentación, la 15 de 2002 sobre el derecho al agua y el saneamiento y la Resolución 2003/71 sobre el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Por lo que hace al sistema de protección regional encontramos: a) Carta Democrática Interamericana, artículo 15 en referencia a la democracia como favorecedora del medio ambiente. b) Resoluciones 1819 de 2001 y 1896 de 2002 de la OEA, sobre la promoción pleno goce de los derechos humanos incluido el medio ambiente. Ante las discrepancias señaladas, hay quienes señalan que conviene dejar de hablar de generaciones de derechos y más bien apelar al principio de integralidad reconocido desde la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y luego en el Preámbulo del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC). Lo anterior en virtud de que las últimas dos generaciones de derechos se caracterizan por (SANDOVAL TERAN, 2004): 1. No ser derechos secundarios. 2. El Estado está obligado a respetarlos, promoverlos y realizarlos, tanto como a los demás derechos humanos. 3. Tienen un contenido mínimo y universal bastante definido. 4. Su realización no depende exclusivamente de recursos económicos, pero que una eficiente y justa distribución de los mismos es fundamental. 5. Su carácter progresivo exige que el Estado demuestre avances en su realización y previene de medidas regresivas. 6. Son claramente exigibles y justiciables, aunque todavía no se hayan desarrollado todos los recursos apropiados. A pesar de lo anterior, uno de los principales problemas que representa la justiciabilidad de los derechos que integran la segunda y tercera generación se refiere al ejercicio de los mismos, especialmente los de la tercera generación que bajo la forma de un derecho colectivo, deben tutelarse de una manera distinta a aquella que puede hacerse de manera individual. De esta manera y con las recientes reformas constitucionales, se hace referencia a los medios de control o garantías de los derechos humanos (independientemente de la generación a la que se considere que pertenezcan), a través de los cuales el Estado puede asegurarse de su cumplimiento. Tales garantías no solo se ofrecen hoy en relación con los primeros 29 artículos de la Constitución, sino en todo su texto. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 283 Así, de acuerdo al maestro Hernández (2010) las garantías que el Estado ofrece pueden ser para asegurar la vigencia de los derechos humanos son de diferentes tipos: sociales, económicas, políticas y jurídicas, es decir de naturaleza jurídica y extrajurídica. Entonces, en materia de derechos colectivos, el Estado debe satisfacerlos libremente de acuerdo a los recursos disponibles para lograr su eficacia, aunque no todos los Estados tienen los recursos disponibles para lograr esa viabilidad, y su protección es primordial porque benefician a algún grupo vulnerable. La protección de los diferentes derechos colectivos en relación a su establecimiento en la CPEUM, y los instrumentos internacionales que le dan origen al sistema de protección universal y regional de los derechos humanos es amplia, sin embargo, por ser relacionado con el objeto de estudio de la investigación se abordarán únicamente los instrumentos de protección nacional e internacional del derecho a un medio ambiente sano. 1. En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: el titular del derecho no es la persona, ni un grupo social o la sociedad en su conjunto, sino toda la humanidad, es decir, el conjunto de individuos que habitan el planeta. Las obligaciones correlativas de este derecho que corresponden al Estado consisten en: crear políticas públicas en las leyes secundarias, así como planes y programas y acciones concretas de gobierno, preferentemente en sentido transversal, es decir, que atraviesen el conjunto de políticas generadas para otros aspectos del quehacer público. 2. Por su parte, el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales adoptado en la Asamblea General el 16 de diciembre de 1966 y que entró en vigor el 23 de marzo de 1976 establece el derecho a un medio ambiente sano al señalar: “Artículo 12… 2. Entre las medidas que deberán adoptar los Estados Partes en el Pacto a fin de asegurar la plena efectividad de este derecho, figurarán las necesarias para: b) El mejoramiento en todos sus aspectos de la higiene del trabajo y del medio ambiente...” 3. Finamente, por lo que hace al Protocolo adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales “Protocolo de San Salvador”, el derecho a un medio ambiente sano se expresa de la siguiente manera: “Artículo 11. Derecho a un Medio Ambiente Sano. 1. Toda persona tiene derecho a vivir en un medio ambiente sano y a contar con servicios públicos básicos. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 284 2. Los Estados partes promoverán la protección, preservación y mejora- miento del medio ambiente.” El derecho humano a un medio ambiente sano ha representado algunas dificultades entre los estudiosos de los derechos humanos que se decantan por su clasificación en generaciones, y más recientemente comienza a lograrse consenso en cuanto a su clasificación al lado de los DESC, ya que comparte algunas de sus características y dificultades en su implementación. A más de ello, la obligación de su implementación progresiva y la prohibición de regresividad, representa también un reto para el Estado mexicano a efectos de evitar incurrir en violación a sus principios fundamentales. 1. Principios y documentos ambientales internacionales. La conciencia internacional sobre la problemática ambiental (problemática que se ha extendido a partir de la Revolución industrial), ha llevado a los diferentes países del mundo a adoptar medidas y a establecer lineamientos y principios básicos para enfrentar esta situación. Sin embargo, la propia complejidad de la cuestión medioambiental obliga a las naciones a adoptar también compromisos frente a otros miembros de la comunidad internacional, dado que tales conflictos no se encuentran limitados por las fronteras políticas tradicionales que suelen restringir las acciones humanas en el ámbito de lo jurídico. Desgraciadamente, no todas las naciones tienen la posibilidad de enfrentar los efectos de la contaminación, el agotamiento de recursos naturales, sus consecuencias sociales (planteándose además una perspectiva de desarrollo sustentable), de la misma manera. Asimismo, no en todas las naciones se han asimilado los mencionados compromisos internacionales en su legislación interna, por lo que los avances en la regulación ambiental y el abatimiento de su problemática no son consistentes o simplemente hay retrocesos. En el caso de México, la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos introdujo desde el año de 1999, la protección del derecho a un medio ambiente adecuado (y posteriormente sano, a partir de 2012), para el desarrollo y bienestar de las personas, primero como garantía constitucional y más recientemente por efectos de la reforma al artículo 1ro. Constitucional de junio de 2011, como un derecho humano que compromete al Estado mexicano, no sólo a implementar todo un sistema para la efectivización del mismo sino a la aplicación (por extensión), de los principios establecidos en los tratados internacionales de la materia en que México es parte a través de la revisión de la convencionalidad y la Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 285 interpretación conforme al momento de garantizar el goce de este derecho en la vía jurisdiccional. Es por ello que en esta sección, se pretende hacer en una primera parte, un recuento de los principios internacionales más importantes que implican la materia ambiental, así como su relación expresa o implícita con diversas disposiciones constitucionales, y en una segunda, señalar brevemente la protección constitucional extensiva por vía del análisis de convencionalidad y de interpretación conforme de este derecho en la vía jurisdiccional. Como se ha expresado, durante las últimas décadas del siglo XX, la sociedad se ha visto obligada a tomar especial conciencia sobre las presiones que el modelo de producción, vivienda y consumo ejerce sobre el medio ambiente en que el hombre también se encuentra inmerso, dicha amenaza no sólo representa necesidades a resolver en el corto y mediano plazo, sino que nos lleva a plantearnos disyuntivas (cuyos efectos no siempre son previsibles) y proyectar soluciones propias del largo plazo, lo que agrava la complejidad de su cumplimiento En esa tesitura, diversas circunstancias (desastres ecológicos, la publicación de resultados de investigaciones, obras literarias y acciones de grupos activistas), prepararon el camino para el establecimiento de reuniones internacionales que generaron diversos documentos que han sentado las bases de la protección del derecho ambiental, a través de reuniones que marcaron hitos en la conformación de la disciplina jurídica ambiental, a saber: A. Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medioambiente Humano, celebrada en 1972, bajo los auspicios de la ONU, en la que se generó la Declaración de Estocolmo sobre el medio ambiente humano, y en la que se incluyeron de manera destacada, los principios: 1. Principio de desarrollo sostenible6, el cual fundamentalmente comprende una serie de subprincipios (VALVERDE SOTO), como la equidad intra e intergeneracional (que implica la responsabilidad de cada generación para procurar a las siguientes el disfrute de la riqueza ambiental en las mismas condiciones que la actual, en donde dicho sea de paso el disfrute sea equitativo en la generación presente), el de uso sostenible de los recursos naturales (como obligación a cumplirse mediante políticas de ordenación o planeación), e integración del medio ambiente y el desarrollo (considerar a la naturaleza y sus recursos como parte importante de la planeación económica de un Estado). 2. Principio de cooperación internacional, relacionado con la obligación de los Estados para cooperar para investigar, identificar y evitar daños ambientales, ya sea que 6 Expresado en los principios 1, 2 y 4 de la Declaración de Estocolmo, Organización de las Naciones Unidas, 1972. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 286 los peligros provengan de operación voluntaria entre partes a cuando estos daños se generen en el ejercicio de actividades en territorio de la jurisdicción interna de los Estados pero que puedan generar efectos adversos transnacionales. 3. Principio de prevención, se refiere a las acciones que los Estados deben evitar al interior de sus propios territorios a efectos de impedir que los daños ambientales acumulados puedan afectar los ecosistemas y jurisdicciones extranjeras. B. La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, celebrada en 1992, organizada por la ONU, en la que se produjo la Declaración de Río y la Agenda 21 (esta última parte como una serie de recomendaciones encaminadas al cumplimiento de la propia declaración de Río, en dicha declaración se establecen los siguientes principios: 1. Principio de responsabilidad común pero diferenciada, consiste en el reconocimiento de los Estados de proteger el medio ambiente, pero de acuerdo a sus posibilidades y responsabilidades, ya que no todos cuentan con las mismas posibilidades para hacerlo, ni tienen la misma responsabilidad por el daño acumulado a consecuencia del modelo occidental progresista que se implantó por las grandes potencias desde la industrialización. 2. Principio de precaución, implica la necesidad de establecer medidas contra acciones posiblemente dañinas hacia el medio ambiente, aun y cuando no se disponga en el momento de la información necesaria para establecer los efectos negativos de ciertas actividades contra el medio ambiente. 3. Principio de responsabilidad por daños al ambiente, que se refiere a la obligación que tienen los Estados para desarrollar instrumentos que permitan fincar responsabilidad por el daño ambiental y actualizar el sistema jurídico de tal manera que se identifiquen víctimas para quienes proceda la indemnización por la contaminación y otros daños ambientales que las actividades realizadas dentro de la jurisdicción o bajo el control de tales Estados causen. 4. Otros principios de la Convención de Río, la Participación pública y el acceso a la información ambiental (principio 10), la Prevención contra la reubicación y transferencia de actividades dañinas y substancias dañinas a otros Estados (principio 14), Previa notificación y consulta en el evento de un adverso y dañino efecto al medio ambiente de otros Estados, por virtud de los cuales se pretende complementar, dar certeza y celeridad a la aplicación del derecho medioambiental. C. Otros documentos internacionales de relevancia ambiental, como se ha señalado diversas organizaciones internacionales convocaron durante la mayor parte del siglo XX a reuniones Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 287 internacionales con la finalidad de suscribir acuerdos que impliquen directa o indirectamente cuestiones ambientales, cuyos criterios se han llegado a consolidar como verdaderos principios internacionales en la constitución del derecho ambiental, a saber: 1. Principio del que contamina paga, fue adoptado por la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo en 1972, elevado a principio de la Comunidad Económica Europea a partir de 1986 (CARMONA LARA, 1990, p. 232), implica la necesidad de establecer mecanismos en las economías que reflejen los costos ocultos de la degradación ambiental, que actualmente son repercutidos a la sociedad y financiada su remediación parcial por los Estados, lo que trae como consecuencia una inversión (no siempre cuantificada debidamente) extraordinaria por el sostenimiento de actividades contaminantes. 2. Uso sostenible de los recursos naturales7, en el cual se proclama el interés de realizar un mejor aprovechamiento de los recursos naturales, sin que actualmente exista un acuerdo sobre las características de este uso. El reconocimiento de los principios anteriormente señalados, trajo como consecuencia la actualización de los diferentes sistemas jurídicos de los países firmantes, desde el nivel constitucional (en muchos casos), hasta la creación de diversas disposiciones normativas que van desde normas marco, la tipificación delictiva de conductas ambientalmente indeseables, como atributo de la toma de decisiones políticas entre otras. En el caso de México, algunos ajustes normativos se presentaron de manera muy temprana, y aunque su finalidad no era propiamente ambiental, terminaron facilitando la asimilación congruente de los principios ambientales en el marco normativo mexicano. Tal es el caso de la incorporación en 1917 a la Constitución Política del principio de la conservación de los recursos naturales en general, cuando en el párrafo tercero de su artículo 278 se establece un régimen de propiedad limitable, supeditado al interés público, a la distribución de la riqueza pública y la conservación, tendiendo a evitar la destrucción de los recursos naturales. Como se ha señalado, aún y cuando la inspiración de tal disposición va más 7 Acuñado por primera vez en 1983, en el caso sobre conservación de las focas en el mar de Bering y posteriormente objeto de inserción en diversos convenios sobre conservación. Op. Cit. 11. 8 “La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, para hacer una distribución equitativa de la riqueza pública y para cuidar de su conservación. Con este objeto se dictarán las medidas necesarias para el fraccionamiento de los latifundios; para el desarrollo de la pequeña propiedad; para la creación de nuevos centros de población agrícola con las tierras y aguas que les sean indispensables; para el fomento de la agricultura y para evitar la destrucción de los elementos naturales y los daños que la propiedad pueda sufrir en perjuicio de la sociedad.” Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, D.O.F 05 de febrero de 1917, visible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/dof/CPEUM_ref_116_10ago87_ima.pdf Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 288 encaminada al establecimiento de un status de justicia social y pertenece más a una reivindicación de índole social producto de la revolución que colocó al constituyente en posibilidad de elaborar un documento muy avanzado para su época, también lo es que aporta a un interés del Estado por los recursos naturales, su distribución equitativa y su conservación, colocando en manos de la Nación dicha consideración. Más adelante, a partir del año de 1971, comenzó a actualizarse el marco legal de la materia con la aparición de la Ley federal para prevenir y controlar la contaminación ambiental9, posteriormente en el año de 1982 se emitió el segundo antecedente de la norma marco de la materia bajo la denominación de Ley federal de protección al ambiente. Nuevamente, en 1987 se reforman, a nivel constitucional los artículos 27 y el 73-XXIX en que se incluyen, dentro del primer párrafo los criterios de preservación y restauración del equilibrio ecológico, dotando al mismo tiempo al Congreso de facultades para el establecimiento de la concurrencia de los Estados y los municipios en materia de protección, preservación y de equilibrio ecológico (CARMONA LARA, 1990, p. 233), respectivamente. En 1983 se reformó el artículo 26 Constitucional en donde (tras el término del auge económico denominado “el milagro mexicano”) se sistematizó la intervención estatal en la economía, estableciendo la planeación democrática del desarrollo nacional “tratando así de concertar acciones que sean congruentes entre sí, y de esta forma aprovechar los recursos sustentables del país, evitando su sobreexplotación” (VARGAS HERNÁNDEZ). Hacia 1987, nuevamente el artículo 27 de la Carta Magna se reforma para incluir de manera expresa el enunciado “equilibrio ecológico” como una de las limitantes de la propiedad privada en aras del interés público, de donde se desprende la recién adquirida importancia de la dimensión ambiental en el sistema jurídico mexicano. Posteriormente, el artículo 73 fracción XVI 4a. Constitucional, incorporó a la regulación ambiental la perspectiva salubrista que caracterizó a las primeras fases de las políticas administrativas de cuidado del ambiente, en este caso para la implementación de esquemas de prevención y control de la contaminación ambiental, dentro del ámbito competencial de la Secretaría de Salud. Posteriormente, y como consecuencia de los procesos de formación de una conciencia internacional ambiental sólida, hubo la necesidad de establecer en la parte dogmática del 9 De acuerdo con Carmona Lara, esta reforma aparece en correspondencia con la reforma del 06 de julio de ese mismo año, en que se adiciona la fracción XVI del artículo 73 constitucional mediante la cual se dota de facultades al Consejo de salubridad general para dictar las medidas necesarias para prevenir y controlar contaminación. Carmona Lara, María del Carmen, Análisis de la Ley General del Equilibrio Ecológico y protección al Ambiente, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, p.233. Visible en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/13/pr/pr21.pdf Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 289 máximo cuerpo normativo nacional el derecho a un medio ambiente sano, esto permitiría al Estado mexicano establecer una serie de mecanismos internos que garantizaran su cumplimiento, ya no sólo como una proclama de orientación de las políticas estatales, sino como un atributo propio de todos los habitantes del territorio nacional. Inicialmente, bajo el esquema garantista constitucional que privó en México hasta recientemente, el derecho a un medio ambiente sano se consignó en el artículo 4º de la máxima norma10 el que en aquel momento estableció: “Artículo 4. Toda persona tiene derecho a un medio ambiente adecuado para su desarrollo y bienestar”. Dicho pronunciamiento marcó el inicio de la protección subjetiva del derecho a un medio ambiente sano, aunque por aquellos tiempos resultaba complicado efectivizar su tutela en sede jurisdiccional, en primer lugar porque resultaba complicado acreditar el interés legítimo para solicitar su protección, y al mismo tiempo los parámetros de protección resultaban variables, ya que el término adecuado aún resultaba impreciso. Posteriormente el artículo fue objeto de diversas modificaciones en materias diversas, como la cultura física, y la nutrición, elementos relacionados con el bienestar y sano desarrollo del individuo. Sin embargo, la modificación fundamental se encuentra publicada en el D.O.F. el día 08 de febrero de 2012 en que se agrega también el derecho de acceso al agua potable y saneamiento en correspondencia con los criterios de diversos órganos internacionales11. Art. 4º Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este derecho. El daño y deterioro ambiental generará responsabilidad para quien lo provoque en términos de lo dispuesto por la ley. Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho y la ley definirá las bases, apoyos y modalidades para el acceso y uso 10 Diario Oficial de la Federación, 28 de junio de 1999. Visible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/dof/CPEUM_ref_141_28jun99_ima.pdf 11 El 28 de julio de 2010, a través de la Resolución 64/292, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos. La Resolución exhorta a los Estados y organizaciones internacionales a proporcionar recursos financieros, a propiciar la capacitación y la transferencia de tecnología para ayudar a los países, en particular a los países en vías de desarrollo, a proporcionar un suministro de agua potable y saneamiento saludable, limpio, accesible y asequible para todos. Asimismo, en noviembre de 2002, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales adoptó la Observación General nº 15 sobre el derecho al agua. El artículo I.1 establece que "El derecho humano al agua es indispensable para una vida humana digna". La Observación nº 15 también define el derecho al agua como el derecho de cada uno a disponer de agua suficiente, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible para su uso personal y doméstico. ONU, Departamento de asuntos económicos y sociales, El derecho humano al agua, visible en: http://www.un.org/spanish/waterforlifedecade/human_right_to_water.shtml Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 290 equitativo y sustentable de los recursos hídricos, estableciendo la participación de la Federación, las entidades federativas y los municipios, así como la participación de la ciudadanía para la consecución de dichos fines.” Como puede advertirse, el texto se encuentra enriquecido y al derecho señalado se ha agregado otro fundamental, el derecho al agua potable y el saneamiento, cuya base encuentra su inspiración en el acceso equitativo al goce de los recursos naturales. Sin embargo, el contenido de dicho derecho no se analizará en la presente investigación por no constituir el objeto del mismo y tratarse de un derecho conexo al explorado pero de carácter periférico. Por su parte, el derecho a un medio ambiente sano ha sido perfeccionado en la redacción de los atributos que pretende garantizar, sustituyendo la palabra adecuado por sano, enfatizando el compromiso por parte del Estado de garantizar su cumplimiento, lo cual puede resultar innecesario si consideramos que al tratarse de un sistema basado en la superioridad constitucional así como en el establecimiento de garantías, por la propia naturaleza constitucional en su calidad de pacto social, la simple consignación de este derecho en el texto de mérito sería bastante para obligar al Estado a procurar su cumplimiento, sin agregar expresamente este refrendo. Nuevamente, se hace énfasis en un ángulo de la problemática ambiental que ha encontrado obstáculos para su aplicación práctica: la generación de responsabilidad para quienes ocasionan un daño ambiental. En ese sentido, la determinación de la responsabilidad del daño ambiental presenta una serie de impedimentos multidimensionales que deberá abatirse únicamente a través de la actualización y mejora del sistema normativo de nuestro país, a saber: a) Problemática dimensional, ya que muchos de los daños ambientales no se circunscriben a una temporalidad determinada sino que se sujetan a ciclos e interacciones naturales y determinadas por los ecosistemas que no siempre son del conocimiento de quienes determinan el daño y por lo tanto son continuados. La mayor parte de las veces los daños ambientales también generan daños en el “ecosistema” social que en muchas ocasiones también son incuantificables e irreversibles. Finalmente, los daños pueden resultar de naturaleza extensiva sin que la afectación pueda determinarse de manera directa, ya que nuevamente se sujeta a las interacciones de los elementos naturales que no siempre son estables. b) En cuanto a los sujetos, se han identificado problemas en cuanto a la determinación de los sujetos titulares de los derechos sobre los bienes dañados y por lo tanto legitimados para exigir su reparación fuera de la perspectiva de reparación del daño objetivo propio de la doctrina civilista (que restringe el acceso a la procuración de la justicia ambiental). Actualmente las reformas sobre acciones colectivas del Código civil y de la propia Ley general del equilibrio y protección al ambiente han eliminado en cierta medida la limitación de mérito al permitir a los grupos sociales su intervención en favor del medio ambiente cuya Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 291 titularidad se reconoce de índole colectiva. Por otro lado en ciertos casos existe un problema para la determinación del sujeto activo responsable del daño ambiental y por lo tanto obligados a indemnizar ya que en ocasiones el daño es causado por una multiplicidad de factores que interactúan y producen un resultado específico y por lo tanto existe un concurso de las mismas (es decir una coincidencia de acciones negativas en un mismo espacio y tiempo determinados); además de lo anterior también existen otras situaciones en que el daño ambiental se produce por acumulación, en cuyo caso es difícil determinar quienes contribuyeron a la generación de un daño, en qué medida y por cuánto espacio de tiempo, de la misma forma es difícil señalar cuál es el lapso que debe considerarse para determinar la responsabilidad del daño acumulado. Finalmente, existe una multiplicidad de agentes que pueden ser considerados como responsables, desde los propios miembros de una población en que se ha generado el daño en cuyo caso hablaríamos de una responsabilidad difusa, los titulares de actividades económicas o bien los propios miembros del Estado en sus diferentes niveles al ejecutar proyectos ambientales o de efectos de incidencia indirecta que causan o permiten el daño ambiental. c) Problemática indemnizatoria, se refiere a las complejidades que provoca la posibilidad de reparación del daño in natura, ante lo cual se ha privilegiado la económica desvirtuando el principio de reparación ambiental. La cuantificación del deterioro ambiental también es un reto importante al determinar el monto de los daños, por lo que es necesario establecer métodos efectivos que consideren no sólo el valor intrínseco de los bienes dañados, sino su valor representativo dentro de un ecosistema y de un mercado de bienes ambientales al mismo tiempo que calcular el valor moral y social que el bien dañado representa. En otros casos, cuando es posible la cuantificación ésta es demasiado alta, por lo que difícilmente se logra recuperar en su integridad. d) Dificultades procesales: Una vez determinada la cuantía de la responsabilidad, la reparación requiere de agilidad en la ejecución, ya que la demora puede implicar con frecuencia un agravamiento del daño. Visto lo anterior, se hace evidente la necesidad de establecer mecanismos que aborden de manera integral la problemática que enfrenta la fijación de la responsabilidad por daños ambientales introducida recientemente en la Constitución, con miras a efectivizar los instrumentos de aplicación de este principio internacional del derecho ambiental. Como se ha señalado desde las primeras líneas de este trabajo la generación de los principios internacionales del derecho ambiental nació de la intención de los diferentes estados de hacer un frente común contra los problemas ambientales, que se han descubierto Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 292 globales. También se ha mencionado que la suscripción de tales acuerdos internacionales implica el compromiso (aunque no siempre de cumplimiento obligatorio) de su seguimiento e implementación en su vida jurídica interna. El estado mexicano en este caso no ha sido la excepción y se ha abordado ya la trayectoria que ha seguido en el reconocimiento de esta problemática y en la introducción de sus soluciones a nivel constitucional para permearlas a nivel de legislación ordinaria y de políticas públicas. Sin embargo, la asimilación de tales principios no siempre se ha traducido en instrumentos efectivos y actuales ya que su implementación se encuentra en proceso. La asimilación de tales principios, como se ha señalado se hace expresamente desde el ámbito constitucional y se extiende a través de normas, estándares y acuerdos vigentes para el Estado firmante. Pero por otro lado, la obligatoriedad de su aplicación en los casos nacionales puede ser invocada por virtud de figuras como el control de la convencionalidad y la interpretación conforme. Por cuanto a la asimilación expresa y en relación a los principios ya analizados en la primera parte del trabajo, encontramos lo siguiente: a) El principio de desarrollo sostenible, se caracteriza por el reconocimiento de promover una serie de acciones concertadas y permanentes para el mantenimiento de las relaciones óptimas del medio ambiente en función del bienestar de la población y se encuentra plasmado en los artículos 25 y 26 constitucionales en tanto que la variable de sustentabilidad es considerada como uno de los criterios más importantes para la rectoría del desarrollo nacional, de la cual es titular el Estado; asimismo es un eje fundamental para la Planeación Nacional del Desarrollo de acuerdo al segundo precepto, con lo que se hace patente que las cuestiones ambientales constituyen uno de los ejes orientadores más importantes del desarrollo nacional. b) El principio de cooperación internacional no se señala de manera directa en las disposiciones en estudio del documento constitucional ya que las relaciones con otros Estados no son objeto de regulación de la Carta Magna, salvo lo que se refiere a las formalidades para la realización de acuerdos internacionales y el reconocimiento jerárquico de los tratados dentro del esquema jurídico nacional. c) En cuanto al principio de prevención, que busca provocar la disminución de las actividades que se saben dañinas al medio ambiente, encontramos la base cuarta contenida en la fracción XVI, del artículo 73 constitucional por medio de la cual se dota de facultades extraordinarias al Consejo de salubridad general para dictar medidas emergentes para prevenir y reparar daños de carácter ambiental, que finalmente deberán ser revisadas por el Congreso Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 293 de la Unión, y que le permiten al estado mexicano realizar acciones inmediatas para actuar conforme a este principio. d) El Principio de responsabilidad común pero diferenciada, aunque no cuenta con un señalamiento expreso, puede inferirse en lo expresado por los mencionados artículos 25 y 26 al supeditar, dentro de la misma población un crecimiento democrático y un reparto equitativo de los recursos naturales con efectos no limitantes sobre los diferentes sectores de la población. e) El principio de precaución, no se encuentra señalado de manera expresa en el texto constitucional, sin embargo puede considerarse integrado como una de las causas de limitación de la propiedad privada establecidas en el artículo 27 constitucional siendo el interés público una de las condicionantes. f) El principio de responsabilidad por daños al ambiente es quizá el más evidentemente incorporado la segunda parte en el texto del artículo 4º. constitucional, en el tenor de la misma se hace referencia a la pormenorización del tema a través de una ley reglamentaria, la cual ha iniciado vigencia a partir del 07 de julio de 2013 y se denomina Ley federal de responsabilidad ambiental12, derogando las escasas disposiciones que sobre el particular abordaba la Ley general del equilibrio ecológico y de protección al ambiente. g) Por lo que hace al principio el que contamina paga no se localiza de manera expresa a nivel constitucional, aunque se encuentra estrechamente relacionado con el de responsabilidad por daños ambientales, no debe confundirse ya que este último hace referencia a la existencia de un daño ambiental (cuya definición no está muy clara en la legislación nacional) y que de acuerdo a la legislación secundaria podemos definir como: “Es el que ocurre sobre algún elemento ambiental a consecuencia de un impacto ambiental adverso”13 y por otro lado el principio contaminador pagador alude al pago por la realización de actividades ambientalmente adversas que se encuentran en un rango inferior a la constitución de un daño ambiental. Respecto a este principio puede abrirse una posibilidad de aplicación conforme al artículo 31 fracción IV constitucional por el que se impone a los residentes en el país la obligación de contribuir al gasto público (considerando que los instrumentos más representativos de este principio son las contribuciones de índole ambiental), sin embargo la 12 La ley de mérito tiene por objeto regular la responsabilidad ambiental que nace de los daños ocasionados al ambiente, así como la reparación y compensación de dichos daños cuando sea exigible a través de los procesos judiciales federales previstos por el artículo 17 constitucional, los mecanismos alternativos de solución de controversias, los procedimientos administrativos y aquellos que correspondan a la comisión de delitos contra el ambiente y la gestión ambiental. 13 Art. 3º, f. III, Reglamento de la LGEEPA en materia de Evaluación del Impacto Ambiental. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 294 discusión si la finalidad extrafiscal de estas figuras permite considerarlas en este rubro o se requiere una adecuación del texto constitucional. h) Principio de uso sostenible de los recursos naturales, se encuentra consignado en los artículos 25, 26 y 27 constitucionales, al ser estos susceptibles de valoración sustentable, considerado su explotación como sujeto de planeación nacional democrática, así como limitada su explotación privada a condiciones de aprovechamiento colectivo y sustentabilidad. Los principios complementarios de derecho acceso a la información, participación pública, previa notificación y consulta se encuentran apoyados por otros preceptos constitucionales que asisten a las diferentes materias jurídicas sin hablar especialmente del medio ambiente. Se ha analizado ya la incorporación expresa de los principios de derecho ambiental contenidos en los tratados de mayor importancia en la materia. Como puede verse sin embargo, no todos los principios se encuentran asimilados en el nivel constitucional o bien no en su extensión absoluta de tal manera que el cumplimiento de los compromisos adquiridos a través de documentos internacionales por el estado mexicano pareciera quedar parcializado, deficiente o bien nulo dejando al legislador común su inserción en alguna norma de carácter secundario bajo el riesgo de una implementación afectada por los tiempos políticos o las presiones externas. Puede decirse sin embargo que la aplicación de tales preceptos se encuentra salvada por la aplicación del artículo 133 constitucional que a la letra señala: “Artículo 133. Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados.” Con lo anterior, es posible considerar la aplicación de los multicitados principios a controversias nacionales, aunque dicho precepto se ha visto reforzado actualmente con la reforma constitucional de derechos humanos publicada en el Diario Oficial de la Federación el 06 y 10 de junio de 2011 por virtud de la cual se le otorga una mayor operatividad a la aplicación de los derechos consignados en tratados y documentos internacionales. Con la mencionada reforma el derecho a un medio ambiente sano ha quedado elevado al rango de derecho humano es decir: Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 295 “como parte de los derechos que el hombre posee por su propia naturaleza y dignidad, deben verse como el conjunto de facultades, libertades y pretensiones de carácter civil, político, económico, social y cultural, incluidos los recursos y mecanismos y garantías de todas ellas que se reconocen al ser humano individual o colectivamente ”. (CARPIZO, 2011, p. 1-27). A la par de esta reforma, se ha implementado en el sistema jurídico mexicano dos vías de protección y control de derechos humanos, el control concentrado de constitucionalidad y/o convencionalidad (realizado por órganos del Poder judicial de la Federación, principalmente mediante el juicio de amparo) y el control difuso de constitucionalidad y/o convencionalidad (realizado por las demás autoridades jurisdiccionales del sistema jurídico mexicano, dentro de sus procesos ordinarios). Por virtud de lo anterior y de conformidad con lo dispuesto en el reformado texto del Art. 1º, párrafo tercero de la Constitución se establece que las autoridades “…tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos…”, lo que deriva que todas ellas deberán aplicar las normas correspondientes (incluidos los derechos y principios contenidos en los tratados internacionales, con la interpretación más favorable al individuo), aunque sin tener la facultad de la declaratoria general o de inaplicabilidad, pero que tienda a la protección y respeto los derechos humanos con ellos relacionados mediante la aplicación de la interpretación conforme y principio pro-persona. La interpretación conforme, es la orientación de la sentencia o resolución acorde a lo establecido en las normas internacionales o bien hacia la Constitución (cuando haya más de dos interpretaciones posibles) dándole los efectos de la norma más protectora de los derechos humanos. La interpretación propersona por su parte, cuando se trata de la protección de derechos será eligiendo la norma que amplíe más el derecho referido (en ambos sentidos, de preferencia normativa y preferencia interpretativa), tiene también un sentido negativo, en cuyo caso aplicaría la norma que menos restringe el derecho humano. Dicho sistema es de aplicación extensiva a todos los derechos humanos, incluido el derecho a un medioambiente sano. Por ello, es de considerarse que ante la ausencia de una aplicación expresa o adecuada de los principios internacionales que asisten al derecho humano a un medio ambiente sano pueden estos invocarse por la vía jurisdiccional en tanto que asisten a una mejor aplicación de este derecho y cuya tutela está garantizada por el Estado mexicano. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 296 En el presente capítulo se ha puesto de manifiesto como el ser humano ha abandonado su posición inicial como especie inmersa en la naturaleza para convertirse, como consecuencia de una trasformación “civilizadora” en un ente enfrentado con la naturaleza, transformador y dominante con el resto de las manifestaciones vivientes y el propio hábitat que le da sustento, lo anterior en parte gracias a la formación de la ideología Occidental (que parte de la cultura grecolatina, la religión cristiana, la revolución industrial y un sistema jurídico romanizado o del common law), de ahí que a partir de la generalización de los efectos nocivos de este modo de vida, se fue identificando el surgimiento de una disciplina cuyo objeto de estudio implica lo natural y lo social, la ecología, que más tarde enriqueciéndose epistémicamente e influyendo otras disciplinas de las ciencias, tanto duras como sociales ha constituido la ciencia ambiental. Al mismo tiempo, la ciencia jurídica ha respondido haciendo evolucionar ante estos planteamientos sus diferentes disciplinas, el derecho civil tradicional romanizado (respecto de la tutela de la propiedad individual a la común), el derecho sanitario (como parte de los daños que el medio ambiente puede generar a la salud) e incluso el derecho administrativo (como parte de un tratamiento sectorial del medio ambiente), hasta constituir un corpus más o menos definido y aún en constante evolución que engloba un conjunto de elementos y cuyas relaciones con el hombre constituyen su objeto de tutela. Esta disciplina es el derecho ambiental. Conclusiones Así, a partir de la maduración de esta disciplina jurídica, a la par que la universalización de los principios mínimos de realización humana (los derechos humanos), bajo las diferentes características que los identifican dentro de sus diferentes generaciones, surgió el derecho humano a un medio ambiente sano, como principio universalmente aceptado, que compromete a los Estados a procurar, y establecer normas y políticas que garanticen su vigencia. No debe confundirse sin embargo, el derecho que todos tenemos a la protección del medio ambiente sano (derecho humano) como un sinónimo de derecho ambiental, es decir, el complejo jurídico-administrativo a través del cual se instrumenta este derecho. Sin embargo, de la misma forma en que los derechos humanos y en especial el derecho humano al medio ambiente sano han surgido como consecuencia de la aplicación de ideas filosóficas que versan sobre la felicidad y la dignidad del ser humano, el derecho ambiental también debe nutrirse de perspectivas filosóficas que le fortalezcan y le permitan responder y Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 297 ser congruentes con el derecho humano que instrumentaliza, generando una alineación entre este y el derecho común y entre este último y las políticas públicas. Al respecto, la dispersión y la asincronía con que se han perfeccionado y difundido el derecho humano, la disciplina jurídica y las políticas públicas en la materia, obligan a un análisis y un replanteamiento que permitan buscar una vigencia efectiva y una relación concordante entre estos tres elementos, así como con el resto de las garantías que deben implementarse en atención a estos derechos. Así, el antropocentrismo moderado (en su vertiente kantiana), aporta diversos elementos que debieran considerarse para construir una ética jurídica ambiental que fundamente el marco normativo y de política pública de manera que se asegure el cumplimiento del derecho humano a un medio ambiente sano en México. De lo expuesto, encontramos que una visión antropocéntrica moderada fortalece los principios de responsabilidad por daño ambiental y la participación social y permite justificación de la equidad intra e intergeneracional a los recursos ambientales) susceptibles de ser rescatados para establecer una ética jurídica que pueda dar sustento a la viabilidad jurídica del derecho humano al medio ambiente sano. Asimismo es necesario impulsar, mediante leyes, políticas y la participación social, la equidad en el acceso a los bienes naturales para asegurar el pleno goce del derecho humano al medio ambiente sano, como lo es el derecho al agua, a la salud y la seguridad humanas, así como la protección de la biósfera, con el objetivo de efectivizar el principio de inter e intrageneracionalidad que impone el paradigma de desarrollo sustentable, e incluso el acceso a la justicia ambiental que permitiría dirimir los conflictos de acceso referente de las mayorías a los recursos naturales. Bibliografía AGUILAR, Gonzalo. Derechos Fundamentales-Derechos Humanos. ¿Una distinción Valida en el siglo XXI?”, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado, núm. 127, México D.F. enero-abril de 2010. Revista Amicus Curiae, V.12, N.2, pp. 277-299, Jul./Dez.2015. 298 BALCÓN, Mirando Al. La personalidad jurídica de la Pachamama II. 2010. 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