vida, obra y pensamiento del libertador simón bolívar

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N° 1
23 MAYO 2014
VIDA, OBRA Y PENSAMIENTO DEL
LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR
SOCIEDAD BOLIVARIANA DEL MAGDALENA
SOCIEDAD BOLIVARIANA DEL MAGDALENA
CONTENIDO
ENCLAVES IRREMPLAZABLES DE LA CULTURA BOLIVARIANA
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HASTA PARA MENTIR TENEMOS QUE SER HONESTOS. _____________________________________ 7
SOCIEDAD BOLIVARIANA DEL MAGDALENA
ENCLAVES IRREMPLAZABLES DE LA
CULTURA BOLIVARIANA
POR RAMON PALACIO BETTER
Presidente de la Sociedad Bolivariana del Magdalena
La evidente y polifacética personalidad del
Libertador cuyo pensamiento social se
encuentra disperso por el mundo, en su
variada y extensa producción Intelectual
afortunada en reflexiones, consideraciones
y recomendaciones sobre el desarrollo y
evolución de la comunidad americana; ha
permitido a los magdalenenses mantener y
conservar vivo en la Quinta de San Pedro
Alejandrino, la Catedral Basílica de Santa
Marta, La Casa de la Aduana y La Casa
Bolivariana, el espíritu del Libertador
Simón Bolívar. Consignas que siempre han
sido para la Sociedad Bolivariana del
Magdalena, desde su fundación, el día 2 de
marzo del año 1896, las primordiales
razones y deseos de las gentes que
habitaron ayer y hoy, en esta histórica
ciudad bolivariana de Santa Marta, hoy
D.T.C.H.
Ciertamente es muy largo y empedrado el
camino y muchas las transformaciones que
este régimen democrático imperante y que
hoy tenemos, debe realizar para alcanzar la
medida de los sueños bolivarianos. El rico
pensamiento del Libertador, sigue siendo
inspiración y fuente de ideas, e
indispensables orientaciones y estímulos al
comienzo de un nuevo milenio. Los
colombianos necesitamos renovar el
compromiso de su empresa por la libertad y
el bienestar de los pueblos como meta
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permanente de vigencia. Hoy como ayer se
impone la innegable exigencia de convocar
el pensamiento y la voluntad de los mejores
colombianos, para construir un mejor
futuro para todos.
Debemos trascender las diferencias que nos
separan y las pugnacidades que nos
convierten, unos a otros, en bandos
irreconciliables, para enfrentar unidos los
retos que arrastramos de los problemas aun
no resueltos del pasado y los desafíos de un
porvenir que se nos viene encima con
avasallante vocación de presente. Tenemos
demasiado tiempo consumido y hemos
agotado
demasiadas
energías
en
destruirnos
y
descalificarnos
recíprocamente.
La
confusión,
el
escepticismo y la desconfianza que
sentimos
contra
las
instituciones
democráticas, tienen origen, en esa manera
tan encarnizada como hemos marcado el
combate civil, en luchas estériles y en la
pretensión de imponerle a la República los
rumbos
parciales
de
corrientes
sucesivamente predominantes, bien con las
armas, bien con el voto.
Nuestro sistema democrático demanda por
igual, de las organizaciones políticas y de la
sociedad civil, instrumentos que permitan
el consenso sobre programas capaces de
alcanzar un rumbo solitario. Es imperativo
desistir de esta siembra de rencores que no
puede producir otro fruto que una cosecha
de violencia y el retorno de un estado de
anarquía que puede devorar las mejores
posibilidades del futuro Colombiano. En
nombre de Simón Bolívar, estamos
obligados a devolverle a la nación un
ambiente social de seguridad y de
prosperidad y una sensación de paz, sosiego
y confianza a los espíritus. Estamos dando
la impresión ante el mundo, que somos una
nación que perdió el norte, incapaz de
administrar con influencia sus numerosos
recursos y de erigir definitivamente las
instituciones jurídicas y sociales que son la
médula de la sociedad democrática
moderna.
Puertas adentro, parecemos ganados por
una sensación de pesimismo que provoca la
subestimación de las aptitudes colectivas
para resolver y superar las crisis
coyunturales. Debemos y podemos derrotar
ese empantanamiento del alma social que
hace ver la crisis como una condenación
ineludible, cuando no es otra cosa que una
oportunidad más, para probar la voluntad,
el esfuerzo nacional y esencialmente la
confianza en nosotros mismos y la
inteligencia para construir y recorrer los
caminos
de
prósperas
realizaciones
colectivas y de desarrollo.
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Los múltiples problemas que imperan
actualmente
en
nuestros
Pueblos
Latinoamericanos y Naciones del Mundo.
La problemática social contemporánea, su
acertada solución al ejercicio de la justicia
social a pesar de la influencia individualista
del enciclopedismo y de la filosofía
racionalista del siglo XVIII y también del
bienestar y progreso de la comunidad por la
acción del Estado en beneficio de la misma
y
del
individuo,
fundamentan
esencialmente
nuestras
pretensiones
continentales para contemporizar estos
preceptos filosóficos de irrepetibles hazañas
ideológicas, de manera oportuna; y nada
más propicio y concomitante que la Quinta
de San Pedro Alejandrino en esta histórica y
Bolivariana Ciudad de Santa Marta.
Es indudable que el Libertador es uno de
los principales gestores de la libertad de los
esclavos en el Continente Americano.
También asombra y conmueve su devoción
por una sociedad igualitaria, que lo ha
convertido desde su época en un adalid de
este
sagrado
principio,
alterado
injustamente hoy en día en las sociedades
especialmente
latinoamericanas
y
americanas de maneras indiscriminadas.
Abominó las diferencias raciales y sociales,
pidió ahincadamente ante los Congresos la
igualdad de los hombres ante la Ley, sin
discriminación de raza, fortuna, religión y
procedencia.
La preocupación por la cultura, el cultivo de
las ciencias, de las artes y de las letras,
preocuparon hondamente su gestión
Gubernativa. Educar al pueblo fue una de
sus obsesiones, crear escuelas, colegios,
universidades, fue uno de sus objetivos
sociales. Siempre en donde estuvo y por
donde pasó se condolió con la situación
ignara y analfabeta de las masas. No podía
comprender que gozaran de la Libertad sin
entenderla, ni apreciarla. Ha sido hasta hoy,
una llaga social heredada del feudalismo
hispánico, que siempre trató de subsanarla
y que advierte en el Congreso de Angostura
" La educación popular debe ser el cuidado
primogénito del amor paternal del
Congreso, moral y luces son los polos de
una República; Moral y luces son nuestra
primera necesidad".
Ante la realidad histórica de los hechos
ocurridos en él pasado no muy lejano y ante
el reto del advenimiento de un nuevo siglo
en curso, es un imperativo impostergable
que los Gobernantes de nuestro país con
verdadero amor patriótico, recojan con
celos sin igual, estos legados del
pensamiento del Libertador Simón Bolívar
para contribuir en el porvenir de todos
nuestros pueblos ansiosos de un seguro
bienestar y anhelado progreso permanente.
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Es aquí en la Quinta de San Pedro
Alejandrino de Santa Marta, en donde el
hidalgo ciudadano español, Joaquín de
Mier y Benítez, alojó en sus últimos días al
Padre de las Naciones Bolivarianas, murió
en nuestras hermosas tierras, enclave
irremplazable de la cultura de un pueblo
que practica las manifestaciones más
sublimes del pensamiento, templo de
literatos, artistas, músicos, historiadores,
académicos,
gobernantes
y
figuras
descollantes, que son el reflejo de una vida
social organizada y siempre ajustada a los
preceptos morales.
La Sociedad Bolivariana del Magdalena,
invita a darles a nuestros pueblos
bolivarianos unos verdaderos impulsos
espirituales
y
reales,
contenidos
principalmente en las agendas de nuestros
mandatarios,
dirigentes,
locales
y
regionales, primordial objetivo de estas
motivaciones
bolivarianas
de
tanta
transcendencia y conveniencia para el
Magdalena.
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HASTA PARA MENTIR TENEMOS QUE SER
HONESTOS.
Por Armando Brugés Dávila.
Decir mentiras a nombre de otros, no es
honesto y desdice mucho de la persona
que lo hace. Pero en este caso no nos
sorprende tratándose de quien se trata. A
fines de la semana pasada, el senador
Álvaro Uribe fue entrevistado desde los
Santanderes por una prestigiosa emisora
de esta Santa Marta querida y durante la
misma llegó un momento en que,
seguramente queriendo impresionar a sus
correligionarios en la ciudad o en un
intento por atraer a nuevos adeptos,
apareció de pronto diciendo que en
alguna oportunidad, en que hablaba con
su amigo García Márquez, le preguntó por
qué no había mencionado en su obra “El
general en su laberinto”, la carta escrita
por Simón Bolívar el 6 de diciembre de
1830. Esto de dar sólo la fecha, le daba
cierto aire de sobrades histórica al
personaje, con lo que seguramente
buscaba impresionar a sus oyentes. Más
adelante aclara que se trata de la carta
escrita y enviada por El Libertador a su
prima Fanny de Villars, para continuar
diciendo que en aquella oportunidad le
inquirió al Nobel, si era que creía que tal
carta era apócrifa y entonces pone en
boca del cataquero, algo que sólo un
oligofrénico podía responderle, esto es,
que la famosa carta sí era de Bolívar, pero
que a él se le había olvidado en el
momento de escribir el libro y por esa
razón no aparecía en la obra.
Poner la anterior declaración en boca de
un investigador tan minucioso como
Gabriel García Márquez, no sólo es un
irrespeto para con el escritor universal,
sino que además se convierte en un
insulto a la inteligencia. Pero no se queda
allí, a continuación pasar a recitar, creo
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que de memoria porque no lo hizo
correctamente, el trozo que en esa carta
aparece de nuestra ciudad, dice: “Ha
llegado la última aurora: tengo al frente el
mar Caribe, azul y plata, agitado como mi
alma, por grandes tempestades; a mis
espaldas se alza gigantesco el macizo de la
Sierra con sus viejos picos coronados de
nieve impoluta como nuestros ensueños
de 1805; por sobre mí, el cielo más bello
de América, la más hermosa sinfonía de
colores y el más grandioso derroche de
luz…”
Un hermoso regalo literario a la ciudad,
pero del que infortunadamente Bolívar
nada tuvo que ver. García Márquez jamás
pudo haber dicho eso, porque para nadie
es un secreto que se trata de una carta
apócrifa y que por esa sencilla razón no la
menciona en su obra. Es más, pudo
haberlo hecho, dado que no se trataba de
una obra histórica sino de una biografía
novelada, lo que permitía ciertas
libertades literarias, pero seguramente no
lo hizo por respeto a sí mismo y a sus
lectores.
La carta se atribuye a Luciano Mendible
Padrón, quien aceptó su autoría, y
aparece publicada por primera vez en un
periódico de Barranquilla en el año de
1925. Por eso, su original nunca pudo
aparecer. Pero lo desconcertante es que la
carta fue publicada con fecha 16 de
diciembre de 1830, la que se cambió
posteriormente a 6 de diciembre para
darle mayor credibilidad. Bolívar no
hubiera podido escribirla de su puño y
letra el 16, pues ya para ese día su estado
era agónico, incluso ni el mismo 6 de
diciembre, para esta época ya sus manos
seguramente no eran capaces de sostener
una pluma. Aquí no se trata de la falsedad
del documento en sí, que no tiene mayor
repercusión histórica; lo que disgusta e
indigna, es que el senador ponga en boca
de otro lo que éste jamás se hubiera
atrevido a decir, sólo para quedar él bien,
ya
que
en
caso
de
cualquier
inconveniente, podría decir que no lo dijo
él sino el difunto, quien entre otras cosas
ya no podría desmentirlo.
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