martES 04 de agosto de 2015 Montevideo, Uruguay · martES 04 de agosto de 2015 · Nº 42 o1 día del FUTURO Taller vivencial en el Instituto de Formación Sexológica Integral. / fotos: alessandro maradei El imperio de los sentidos Expertos visualizan una sexualidad cada vez más libre, diversa y tecnológica Las formas de transitar la sexualidad cambian todo el tiempo. Las nuevas prácticas y los discursos oscilan entre el conservadurismo y la liberación, mientras que la balanza parece inclinarse hacia donde está el poder, aunque no sea fácil verlo. En un país que se jacta de ser vanguardista por su nueva agenda de derechos, el discurso políticamente correcto deja en evidencia que aún falta camino para traspasar el tabú. Especialistas vinculados a la temática ponen en tela de juicio conceptos como heteronormatividad, androcentrismo y misoginia. Desde el arte rupestre orientado a genitales y a mujeres que representan la fertilidad han pasado unos 20.000 años. En ese período, los egipcios aceptaron el incesto y los griegos permitieron la homosexualidad mientras los judeocristianos condenaban estas prácticas. La lujuria se convirtió en pecado capital y la masturbación, en una práctica impropia. Pero los tiempos se transforman. El auge de nuevas formas de pensamiento, que cambiaron el orden establecido, empezó a liberar a los cuerpos del encorsetamiento social. Las idas y vueltas de la sexualidad occidental dan cuenta de una construcción cultural que cambia según el contexto histórico y político. Por eso, desde la perspectiva de la psicóloga Alejandra López, coordinadora del programa de Salud Reproductiva, Sexualidad y Género de la Universidad de la República (Udelar), se trata de una práctica social específica que tiene dimensiones erótico-placenteras, ya sea autoeróticas o heteroeróticas (con “un otro”). Para la psicóloga, la sexualidad se produce en contextos sociales específicos y va cambiando según los acuerdos sociales, lo cual determina ciertas expectativas de desempeño. Pero no se trata solamente del acto coital, sino que comprende una trama de símbolos codificada por las personas que se inscribe en la psique desde la socialización más temprana. Para López, la sexualidad ocupa un lugar primordial en la construcción de la identidad. Además, la sexualidad no puede observarse separada de las relaciones de poder que coexisten en una sociedad, como los sistemas de sexo-género, étnico-raciales, generacionales y las relaciones entre clases sociales. De esta forma, la identidad de género se construye en torno a los genitales y da origen a la masculinidad y a la feminidad, ambas “construidas a la fuerza”, ya que “no son naturales en lo absoluto”, especificó Mirta Ascué, sexóloga y confundadora del Instituto de Formación Sexológica Integral (Sexur). Estas dos maneras de transitar el mundo tienen características inherentes a todos los seres humanos. Hombres y mujeres poseen de igual manera ternura, contención, coraje, fuerza, y “pueden echar mano de cualquiera de estas energías cuando las necesiten”, agregó Ascué. Para ella, la concepción de géneros polariza estas características y las coloca en determinados cuerpos. Por su carácter construccionista, según López, la sexualidad no es un instinto humano, sino que las sociedades buscan modos específicos de vivirla que sean funcionales al orden social y por eso cualquier práctica disruptiva es sancionada moralmente. La antropóloga Susana Rostagnol, coordinadora del grupo Género, Cuerpo y Sexualidad de la Udelar, coincide con esta mirada. Si se compara el deseo sexual con el de comer, lo natural es la sensación de hambre, pero comer es un acto cultural, señaló la antropóloga. Sin embargo, tanto el etólogo Fernando Nieto como la presidenta de la Unión Trans del Uruguay, Alejandra Colette Spinetti, relacionan la sexualidad con un instinto: “De la misma manera que funciona el corazón, funciona también la sexualidad”, dijo Spinetti, y agregó que en el caso del ser humano implica también una dimensión psicológica y emocional, donde cambian las opciones sexuales. Desde la etología se estudia el comportamiento animal y el humano es un animal más. En esta disciplina, la sexualidad se aplica a las especies más emparentadas con los humanos, como los primates. Ambos tenemos más sexo del que necesitamos para reproducirnos, remarcó Nieto y explicó que las conductas sexuales en el grupo de los primates se han liberado de la función reproductiva. Por eso la sexualidad humana está separada de los fines reproductivos, aunque muchas veces aparezca una mirada fusionada, señaló López. o2 martES 04 de agosto de 2015 Por ejemplo, hay una perspectiva adultocéntrica, que deja afuera a los niños y a los adultos mayores. Así, la sexualidad, según la psicóloga, es comprendida dentro del período de fertilidad de la mujer. El poder en tu cama La sexualidad está atravesada por la política, la negociación, la dominación, el sometimiento, la religión y el mercado. Así se transforma este espacio sociocultural en un territorio de poder. Para entender más cabalmente la sexualidad y toda su complejidad se necesita una revisión histórica y el lente de género. Actualmente, los expertos coinciden con lo que adelantó Michel Foucault: la sexualidad es un dispositivo de control social. Para Nieto, la sexualidad es un espacio de comunicación muy particular entre los seres humanos, donde se comparte información emocional, psicológica y química, y se accede a un inventario completo del otro. “Establecer un tabú en este sistema de comunicación es una muy buena estrategia que favorece la fragmentación y la incomunicación entre las personas. Cortar el apasionamiento, aquello que te conecta directamente con el instinto y que no requiere del lenguaje verbal [acción que “apaga el instinto”], es una manera de ejercer el control”, sentenció el etólogo. En este sentido, López se basó en la teoría del sociólogo Pierre Bourdieu para explicar que la dominación se reproduce a través de distintas formas de violencia simbólica que son menos perceptibles, que están naturalizadas. De esta forma, actualmente “estamos consintiendo determinadas prácticas de discriminación que ya son parte del repertorio”. No es casual que una de las instituciones religiosas que históricamente colocó a la sexualidad en el plano del pecado y el tabú haya sido la Iglesia católica. Más allá de que la postura laica del Estado uruguayo caló hondo en la sociedad, las concepciones judeocristianas imperan en todo occidente. Según la sexóloga Ascué, a las iglesias concurren las personas más reprimidas y con las concepciones más atravesadas sobre su cuerpo: las mujeres, que a su vez son las que principalmente se encargan de educar sobre sexualidad al interior de sus familias. Para entender mejor las concepciones actuales de la sexualidad, Ascué se refirió a la época del disciplinamiento de la población uruguaya del siglo XIX, que el historiador José Pedro Barrán relata en sus libros. Desde el “encorsetamiento del cuerpo” hasta la prohibición de reírse a carcajadas, hablar con los hombres, los juegos, el carnaval, los baños públicos. La escuela vareliana siguió domesticando al uruguayo y separaba en las aulas a las niñas de los varones. Androcentrada, falocentrada, coitocentrada, heterocentrada, misógina, y, por lo tanto, homofóbica, es la línea conceptual que expone Ascué para explicar los fundamentos principales que sostienen la sexualidad de los uruguayos. Esta lista de “centrados” no hace más que demostrar el perfil reduccionista y de dominación masculina -la masculinidad hegemónica no necesariamente implica a los hombres, explicó Rostagnol- que se le da al tema por estas latitudes. Ascué argumentó que la sexualidad es “totalmente androcentrada”, porque “el punto de referencia y el deseante es el hombre”. De este concepto se desprende naturalmente el de falocentrada: “La idea de una sexualidad genital sin pene es como impensable” aclaró la sexóloga, de ahí viene “el típico chiste que cuestiona qué hacen dos mujeres juntas en la cama”. La imagen mental que se hace la mayoría de los seres humanos cuando se le menciona la palabra sexo es la de un hombre y una mujer realizando el coito, por eso también es heterocentrada -no admite otra forma que no sea la heterosexual- y coitocentrada. Esta última deja nuevamente de lado a la mujer, según Ascué. Para ella, “la respuesta sexual de la mujer tiene poco que ver con el coito”, ya que la investigación sexológica ha demostrado que el 80% de las mujeres no llega al orgasmo de esta forma, sino que necesitan una estimulación externa, más directa con el clítoris. Esta línea decanta inevitablemente en la misoginia. Ascué resaltó que el mito de origen del cristianismo es la máxima violencia contra la mujer: a María no se le consulta si quiere tener un hijo. “Es como una violación divina”, remató. Hasta hoy, siguen llegando mujeres jóvenes a Sexur que confirman la idea de que muchas veces las mujeres se someten a “abrir las piernas cuando el hombre lo desea por temor a que se vaya con otra”, o de que “el hombre tiene que estar siempre satisfecho sin importar qué les pasa a ellas”, relató Ascué. Según la sexóloga, hay un nuevo discurso de que hay que darle placer a la mujer, pero nuevamente es “el hombre el maestro de ceremonia, el que sabe cómo darle un orgasmo”. Las mujeres siguen sin aprender sobre su sexualidad, y mucho menos sobre masturbarse, práctica necesaria para lograr conocerse más y poder llegar al orgasmo, explicó la sexóloga. Esta situación tampoco le hace bien al hombre, porque no se encuentra con una mujer deseante que se haga dueña de su cuerpo. Estos mandatos rigen para ambos sexos, y afectan la vida y cotidianidad de las personas. Al ser el hombre el referente de la sociedad, su masculinidad está “hipervigilada” por su entorno. “Le tiene que gustar las mujeres, si una mujer quiere estar con él tiene que decir que sí, también tiene que defenderla”, relató la sexóloga. A su vez, las mujeres en esta sociedad “son tremendamente machistas; si el hombre se sale del lugar, ellas se encargan de que se vuelva allí. De esta forma, “siguen sosteniendo este sistema”, remató Ascué. Dicho al hecho Si bien en los últimos años se ha dado un discurso inclusivo, en la práctica la sociedad no se manifiesta de manera integradora. En este pensamiento coinciden Spinetti y Karina Núñez, trabajadora sexual oriunda de Young (Río Negro) y activista contra la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes. Según Núñez, el sistema educativo es el primer escalón de discriminación. Ella lo sufrió cuando era niña y sus compañeros se burlaban de su madre por ser trabajadora sexual. Por eso, más tarde optó por no entrar a la escuela de sus hijos para que ellos no vivieran la misma situación. Por su parte, Spinetti, que es profesora de Literatura y directora de la Escuela Nacional de Danza Folclórica del SODRE, vive una estigmatización sutil cuando los inspectores de Secundaria la felicitan por su labor pero le ponen notas bajas, o incluso cuando su médica, al enterarse que era trans, la mandó a hacerse un examen de VIH. “Veo mucho discurso políticamente correcto, pero no acciones reales”, apuntó Núñez, y agregó que no hay propuestas de trabajo que contemplen a las trabajadoras sexuales. Tampoco existe una reglamentación que contemple sus derechos. Como activista de la agrupación Mundo diverso, Núñez reclama mayor organización de los trabajadores sexuales para generar incidencia y monitoreo, sobre todo para que entren en uso varias reglamentaciones que “están encajonadas”, como la reestructura de una Ordenanza Municipal de Río Negro, que reglamenta las zonas de ejercicio del trabajo sexual, así como las condiciones sanitarias y edilicias de las whiskerías. Si bien Uruguay cuenta con leyes de vanguardia en cuanto a sexualidad, “ninguna de estas normativas es lo que las organizaciones de la sociedad civil queríamos”, señaló Spinetti. Para ella, el Estado es un interventor de la vida y del cuerpo que en todo momento hace sentir culpable al individuo, además de “normalizar bajo un pensamiento burgués-capitalista”, sostuvo la docente. Por eso, para las personas trans no es prioridad casarse, sino estar insertos en la sociedad, porque a ella no le interesa ser normal en absoluto. Si de estigmatización se trata, el trabajo sexual tiene una carga moral que no le permite ser una labor como cualquier otra. “Si no fuese así, ¿qué tendría de distinto alguien que vende su sexualidad, con alguien que vende su inteligencia?”, se preguntó Rostagnol, y agregó que hay muchos trabajos que la gente realiza sin elegirlos y la pasa mal, por eso no habría diferencia entre cualquiera de estos oficios y el trabajo sexual. Para Spinetti, la gran demanda del trabajo sexual habla de la sociedad machista en la que vivimos, donde los hombres sólo buscan satisfacerse ellos mismos. “Yo me pregunto en cuál de todos los trabajos que ustedes dicen ‘dignos’ no hay una cuota de sexualidad a la hora de negociar”, reflexionó Núñez. Entre 2009 y 2011 ella realizó un relevamiento en nueve departamentos del litoral y norte del país, y encontró que martES 04 de agosto de 2015 la mayoría de sus compañeras habían empezado cuando eran niñas, por eso, para ella, el trabajo sexual es la cara visible de la explotación sexual comercial. “Cuanto más pequeñas empiezan, más se inhibe su sexualidad”, sentenció, y advirtió que las niñas se inician en el trabajo sexual desde los nueve y 11 años. “No lo veo mal si sos grande y podés elegir hacerlo, lo que sí veo mal es que te tengan que chiflar las tripas y tu cuerpo tenga que ser la salvación”, expresó. Según López, en los últimos años la lucha de los colectivos que sufrieron discriminación ha reivindicado la agenda de derechos sexuales, pero todavía no son derechos apropiados por la ciudadanía. “Hoy la gente te habla del derecho a no sufrir violencia sexual, pero todavía no aparece un discurso afirmativo como el derecho a disfrutar de una vida sexual placentera, a elegir con quién relacionarse y a no ser sancionado por eso”, expresó la psicóloga, y añadió que, si bien hay leyes, se debe seguir trabajando en la construcción de la legitimidad. Para Rostagnol, las idas y vueltas de la sexualidad son difíciles de predecir: a principios del siglo XX las proclamas anarquistas promovían el amor libre, pero luego los fascismos terminaron con esa idea. No obstante, la antropóloga asegura que la aceptación de las nuevas prácticas sexuales o del matrimonio igualitario no tendrá vuelta atrás en la sociedad. Unisex Las formas de transitar la sexualidad conforman un paradigma que se transforma constantemente. Desde su trabajo, Núñez ha observado en este último tiempo cambios en la forma de relacionarse de los varones: mientras que 20 años atrás “los chiquilines llegaban a las whisquerías desesperados por penetrarte y ni se molestaban en sacarte la ropa, ahora hay un sondeo por todo el cuerpo, te miran, te tocan, y no paran de autoestimularse con el pene”, detalló Núñez. La pornografía ha hecho su trabajo fino en la mente y en las prácticas de los más jóvenes: “tienen un culto al pene, a preguntarte qué te parece, si te gusta, qué grande es; al mismo tiempo buscan ponerte en las 109 posiciones del Kamasutra antes de llegar al orgasmo”, relató. Sin embargo, según la trabajadora sexual, en “los hombres medianamente grandes se ven las disfunciones eréctiles por el estrés”, a la vez que “sienten la necesidad de un cambio en la manera de vivir su sexualidad, ya no tan fálica, sino más emocional”. Deja de tener tanta importancia el pene y toman relevancia “la piel y el oído”. A raíz de esta sexualidad centrada en los genitales, la sexóloga Mirta Ascué opinó que es necesaria una “reeducación sexual”, en la que los hombres puedan “despertar su cuerpo” y entiendan que “no tienen sólo un pene”. Para la mujeres, ad- virtió que deben despreocuparse de si están lindas para él o no, “porque esto nos complica”, y “explorar más su sexualidad, conocer sus genitales, disfrutar más y hacerse el bocho”. Necesariamente, hombres y mujeres tienen que aprender “nuevas maneras de emparejarse, mucho más equitativas y dialógicas”, porque “los dispositivos tradicionales de pareja basados en los estereotipos y los celos llevan al fracaso de la pareja seguro”, sentenció Ascué. “Podés amar, desear y erotizarte con muchas personas, independientemente de su sexo. Ya Foucault planteaba que los seres humanos somos todos potencialmente bisexuales, porque te puede atraer determinado tipo de energía que lo puedes encontrar en un hombre o en una mujer”, señaló Ascué. En este sentido, Spinetti cree que la sexualidad avanza progresivamente hacia la “pansexualidad”, una concepción que no se basa en la atracción por el sexo o género del otro, sino que puede ser por su forma de ser. Spinetti, que trabaja con adolescentes, consideró que ya “tienen otra cabeza”. “Vamos camino a una población más integrada”, dijo. El etólogo Nieto opinó que la homosexualidad “existió toda la vida” y así lo resumió: “No hay diversidad en las cosas que importan, el beso es el beso, seas heterosexual, gay o trans. Las caricias, la penetración, la manera de abordar al otro, son señales o3 comunicativas, signos que no pueden tener diversidad. El sexo es uno solo para todos”. Los humanos, a diferencia de los primates, tienen el neocórtex en el lóbulo frontal del cerebro, que hace que evalúe todo el tiempo las consecuencias de sus actos. Además, el sexo transforma los vínculos: “Dos amigos un día tienen sexo y la relación cambia absolutamente”. Por eso, la “evaluación del día después” hace que los individuos eviten las relaciones sexuales con todos sus vínculos, apuntó el etólogo. Si bien la sexualidad actualmente se vive con mayor libertad que antes, para Nieto, las personas siguen teniendo relaciones con sus parejas, ya que el sexo todavía se asocia con lo amoroso, aunque existe una sexualidad no vinculatoria. El etólogo no descarta que se pueda llegar a una “sociedad promiscua” en el futuro, ya que los seres humanos aprenden todo. “Si nos dicen dónde está la belleza y elegimos a la parejas sexuales según lo que nos dicen los medios de comunicación, perfectamente nos pueden enseñar que el incesto está demás”, ejemplificó. Para que esto suceda, la cultura debería cambiar completamente. Por eso, para Nieto, lo más próximo sería que las personas dejen de preguntarse por “el día después”. Florencia Pagola, Natalia Calvello o4 martES 04 de agosto de 2015 Sex in the city Tensiones en el campo de la sexología uruguaya En Uruguay, la formación en sexología no está normativizada ni es oficial. Para ser un especialista en la materia hay que acceder a la educación privada que ofrecen la Sociedad Uruguaya de Sexología (SUS), el Instituto Uruguayo de Capacitación Sexológica (IUCS), la Sociedad de Estudios Superiores de Sexología (Sessex) y el Instituto de Formación Sexológica Integral (Sexur). Además, la Sociedad Uruguaya de Medicina Sexual ofrece cursos de formación para médicos, pero no brinda el título en sexología clínica. Estas instituciones, exceptuando Sexur, conforman la Federación Uruguaya de Sexología e integran la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual (Flasses) y la Asociación Mundial de Salud Sexual (WAS, por su sigla en inglés). Para Agustín Cedrés, médico internista, sexólogo y presidente de la SUS, “el problema que estamos teniendo es que hay gente que se autodefine como sexólogo sin un título que lo acredite”. Por eso, los integrantes de la Flasses se acreditan ante la SUS y luego ante esta organización internacional. Sin dar nombres, la sexóloga Mirta Ascué, cofundadora de Sexur, opinó que “la mediatización de la sexología”, “la valijita en las despedidas de solteras” y “la sexóloga como circo” han generado una “lamentable chabacanización de la disciplina”. Alejandra López prefiere hablar de “mercantilización de la sexualidad y juegos mediáticos”, un fenómeno que, según dijo, reproduce “el carácter heteronormativo y la sexualidad enfocada a la genitalidad”. Para obtener el título de sexólogo, antes es necesario tener el de médico o el de psicólogo. Cedrés entiende que es necesario un trabajo en conjunto entre ambas disciplinas para lograr una “terapia sexual” efectiva. “Un médico puede recetar un fármaco que mejore la erección o un lubricante para la mujer, pero la psicoterapia también debe estar presente”, explicó. Lejos de ese punto de vista, Ascué planteó: “que un sexólogo tenga que ser médico o psicólogo es una deformación de un campo disciplinar que no corresponde” porque “ha generado una medicalización de la sexualidad”. “La mayoría de los sexólogos en Uruguay son autodidactas y médicos; éstas son las tensiones de un campo disciplinar que no es académico”, remató la sexóloga. Para López, esta situación es “un intento de territorializar el campo disciplinar creando la profesión de sexólogo, que tiene su origen fundamentalmente en la medicina. Tiene que ver con territorios de poder”. Con género Este año la SUS cumple 50 años. Cedrés destacó que la formación que brindan es “integral” porque comprende las dos ópticas, la médica y la psicológica. Es más, uno de los referentes es su director académico, Andrés Flores Colombino, médico y psiquiatra de profesión, y uno de los pioneros de la sexología uruguaya. En la SUS imparten la formación en sexología clínica y en educación sexual. Con una perspectiva diferente, en 2003 se fundó Sexur. En ese momento, sus seis fundadores (entre ellos el sexólogo Ruben Campero) trabajaban en la SUS y decidieron crear otra organización para seguir trabajando juntos. Luego se independizaron por discrepancias y Sexur formó su camino. Ascué confesó que tuvieron un “desencanto con la disciplina de la manera en que la estaban desarrollando”. De esta forma, los integrantes de Sexur destacan otro abordaje de la sexología: más “transdisciplinar”, con la intención de “ampliar el campo” y de focalizar su trabajo en el interior del país, no como “el resto, que mira más hacia afuera”, explicó Ascué. De las cuatro ramas a desarrollar en sexología, Sexur profundiza en la educación, la terapia y la orientación, pero deja de lado la investigación por falta de recursos económicos. Ofrecen la formación de educador sexual y cuentan con el curso “Orientación Integral y Abordajes Terapéuticos en Sexualidad”, que equivale al de sexología clínica que imparten en otros centros, pero que, según Ascué, tiene “abordajes terapéuticos más aplicables a las personas de hoy”. Otra diferencia es que a este curso pueden acceder quienes hayan tomado el curso de educador sexual en Sexur, pero sólo “recibirán un certificado y harán pasantía terapéutica aquellos que sean médicos, psicólogos, parteras, fisioterapeutas o enfermeras universitarias”, resaltó la sexóloga. El resto (maestros, profesores, asistentes sociales, entre otros) puede desarrollar la orientación integral, que sirve para trabajar con grupos, pero no para hacer terapia. Según Ascué, en Sexur le dan importancia al involucramiento de la persona durante la formación, a la revisión de sus actitudes personales en torno a las temáticas que se trabajan, y al trabajo con el cuerpo. Realizan talleres vivenciales, dramatizaciones, armonización corporal, danza, música, y todo lo que trabaje el autocuidado y el autoconocimiento de cada persona. Ascué entiende que la “sexología oficial” suele ser mucho más racional y de transmisión de conocimientos “que de un involucramiento real de quien se forma”. Además, consideró que tardaron mucho en darle relevancia a temas de “género, diversidad y derechos”. Cedrés confirmó que Sexur “trabaja más desde la perspectiva de género, mientras que nosotros abordamos la terapia sexual”. Por esto, Sexur no se ha inscripto a la Flasses: “Tenemos fuertes discrepancias en cómo se desarrolla la disciplina en el país y en FP Latinoamérica”, confesó Ascué. Se te fue la mano Sexualidad mediada por las nuevas tecnologías y la tendencia a la autosatisfacción En una escena de El Demoledor, John y Lenina tienen sexo a través de cascos simuladores, evitando el contacto físico. Aunque todavía no se ha llegado al extremo de esta película noventera, es un hecho que el avance de la tecnología está cambiando las formas de relacionamiento. Redes sociales, dispositivos capaces de generar sensaciones a distancia, el cibersexo y robots sexuales son nuevas formas de transitar la sexualidad, que en la mayoría de los casos se orientan a la autosatisfacción. Las redes sociales aparecen como un instrumento clave en el cambio de vínculos y formas de comunicación. Para la sexóloga Mirta Ascué, esta herramienta aumentó la visibilidad de los individuos, favoreció el sex-teen, así como la expansión de la pornografía y el abuso infantil. día del FUTURO Las personas tienen un “mundo paralelo virtual”, como sucede en Japón, comentó Ascué, donde la mitad de la población tiene una escasa vida sexual entre pares, pero además hay un alto consumo de pornografía y fetiches para encontrar la autosatisfacción: “Es una sociedad avanzada en lo tecnológico que empieza a sustituir los encuentros humanos”. El escenario es paradójico. Hay una mayor exhibición, acompañada de una mercantilización de la sexualidad, pero hay cada vez menos encuentros reales, aseguró la sexóloga. “Hoy cosifican tanto el cuerpo que cada vez las personas se tocan menos”, expresó la trabajadora sexual Karina Núñez en una postura similar, y añadió que las personas tienen “temor” a interactuar: “Cibernéticamente son unos capos, pero personalmente no tienen diá- logo. Prefieren masturbarse mirando un videojuego antes que tocarle una teta a una gurisa”. Para el etólogo Fernando Nieto, las nuevas tecnologías ponen un muro más a la sexualidad. “Hay una gran comunicación, pero solamente chateamos, entonces estas formas de comunicación nuevas nos hacen creer que nos facilita un acceso a algo cuando en realidad es todo lo contrario”, reflexionó, a la vez que aseguró que “no hay sexualidad sin piel”, ya que para él se trata de un hecho físico, no intelectual. Pero el avance de la tecnología vinculada a la sexualidad no queda ahí. Aunque la inteligencia artificial no ha llegado al nivel de realismo de Rachael, la robot de Blade Runner, en Japón ya se están diseñando androides sexuales femeninos. “Aunque la piel se sienta verdadera, cuan- do la tocás sabés que no es un ser humano, porque un componente fundamental de la sexualidad es que cuando te acaricio, te produzco algo”, dice Nieto al respecto. Para el etólogo se trata de una industria que concibe la sexualidad con egoísmo, ya que se vincula con lo que la persona recibe y no con lo que tiene para ofrecer. La tecnología se presenta así como un medio para la autosatisfacción. Según Nieto, esta tendencia no sustituirá a la comunicación sexual corpórea: “Hay cosas humanas que son insustituibles, no se puede sustituir una caricia, tu cuerpo lo necesita y te lo va a pedir”. Para él, antes que nada, somos animales, por lo cual el intelecto suma, pero “tenemos bastantes más millones de años de evolución como otra cosa que como humanos, [que son] sólo 150.000 años”. 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