Los movimientos Sociales y Comunitarios ante el Bienestar Social

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Los movimientos Sociales
y Comunitarios ante el
Bienestar Social
Javier Ángulo
José Navarro
Equipo de Investigación Sociológica.
EDIS
INTRODUCCIÓN
Desde hace algún tiempo hay abierta una extensa e intensa
discusión teórica y política en torno al Estado del Bienestar. La
crisis económica que se inicia en los primeros años de la década
de los setenta, propicia un proceso de cuestionamiento del modelo
de pacto social que hizo posible las tres décadas de prosperidad y
de paz social que se vivieron, principalmente, en los países del
norte de América y de la Europa Occidental más desarrollada.
La reconversión tecnológica a nivel mundial y las nuevas necesidades de acumulación de capital, hacen que las fuerzas conservadoras lancen un duro ataque teórico y práctico, especialmente en
Estados Unidos y Gran Bretaña, contra el Estado del Bienestar.
Su argumento principal es la necesidad de reducir la presión fiscal
para liberar los recursos económicos, empleados por el Estado en
la política social, y que actualmente precisa la iniciativa privada.
Esta razón, que expresa exclusivamente las actuales necesidades y la nueva estrategia del capital, se acompaña de otras críticas
más sociales y que ciertamente inciden en las insuficiencias y
defectos reales observados en el Estado del Bienestar; tres de
ellos —los más importantes a efectos del tema del presente artícu-
160
lo— serían los siguientes: excesiva burocratización e ineficacia de
los aparatos de la Administración, la desmovilización de esfuerzos
e iniciativas que puede producir un excesivo proteccionismo en
determinados casos y la aesviación de numerosas ayudas y programas de bienestar hacia individuos y grupos sociales que no son los
más necesitados, es decir, el conocido «efecto Mateo».
La discusión sobre la urgencia y viabilidad del Estado del Bienestar parece estar lejos de ser resuelta; no obstante, además del
desvelamiento de los intereses de clase de los que propugnan el
desmantelamiento o sustantiva reducción del mismo, hay dos sólidos argumentos que abogan por su mantenimiento y perfeccionamiento; en primer lugar, se ha comprobado que la crisis económica de los últimos quince años ha hecho surgir amplios sectores de
pobreza y marginación produciendo una sociedad dual, o sociedad
de los dos tercios, en la que un 60 o 70 por ciento de los ciudadanos vive relativamente bien, con una minoría muy privilegiada, y
un tercio se encuentra en situaciones de necesidad con bolsas cada
vez más amplias de pobreza.
Y en segundo lugar, no hay que perder la perspectiva de que
el Estado de Bienestar, o Estado Social, como también se le denomina (por ejemplo en la Constitución Española), es fruto del pacto
social establecido por las diferentes fuerzas sociales y sus representantes políticos y sindicales, en el que se atenúa el conflicto social
y se desactivan las situaciones potencialmente revolucionarias a
cambio de un mayor acceso al bienestar por parte de las clases
populares (pleno empleo, seguridad social, universalidad de la
educación, programas sociales...). La quiebra de este pacto podría
conllevar, si no situaciones revolucionarias, sí un aumento del conflicto y la anomia social, expresado en mayor marginación, disminución de la cohesión social y, en consecuencia, el incremento de
las conductas desviadas y la inseguridad.
Además de esto hay que tener en cuenta que la crisis del Estado del Bienestar se está produciendo cuando aún los índices de
bienestar alcanzados en nuestro país están muy por debajo de los
obtenidos en los países de nuestro entorno. Todo ello parece conducir a la conclusión de que el Estado del Bienestar, o el Estado
Social, por expresarlo de un modo más omnicomprensivo, sigue
teniendo vigencia, con todas las modificaciones y ajustes que sean
precisos.
El problema básico en estos momentos radica en conseguir un
armonioso equilibrio entre los tres sectores a intervenir en el
161
proceso de desarrollo social. Ciertamente, no todo se puede esperar del Estado, porque no hay recursos suficientes para cubrir todas las demandas y con expectativas crecientes, y porque un excesivo proteccionismo podría desestimular el propio esfuerzo; sin
embargo, sí tiene una importante labor a realizar en un doble frente: por una parte, crear un marco de relaciones entre los individuos y colectivos que permita encontrar unas condiciones más favorables a los que parten de o se encuentran en una situación más
deficitaria; por otra, una actuación directa de apoyo y ayuda a
aquellas cuyas limitaciones nunca les permitirán concurrir con éxito (ancianos, discapacitados, etc.). Sin ningún género de dudas el
mercado y la iniciativa privada es otro sector interviniente en la
creación de riqueza, que, no lo olvidemos, es una condición necesaria para hacer posible la política social.
Finalmente, el tercer sector o elemento imprescindible en la
lucha contra la pobreza y la marginación es la participación
social
y comunitaria: las familias, las asociaciones cívicas de todo tipo, las
instituciones humanitarias y de solidaridad, las iniciativas cooperativas, los sindicatos y los servicios que éstos puedan prestar, etc.,
constituyen un espacio social de mediación con tres importantes
funciones: canalizar las demandas sociales hacia el Estado y el conjunto de la sociedad, movilizar y organizar a los individuos y grupos más desprotegidos y, finalmente, aplicar de forma directa y
eficiente los recursos que por sí mismos sean capaces de generar y
los que les asigne el Estado (es decir, el conjunto de la sociedad)
a través de los programas sociales.
Desde esta perspectiva de relanzamiento del Estado del Bienestar, y dentro de la potenciación de la participación social y comunitaria, hay tres agentes sociales de capital importancia: los movimientos sociales, las organizaciones sindicales y el voluntariado social.
A ellos dedicaremos nuestra atención en las siguientes páginas.
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
El término «movimientos sociales» es, deliberadamente, globalizador e inconcreto. En él se incluyen los movimientos sociales
emergentes —pacifistas, ecologistas, feministas, etc.— pero también los que, sobre todo hace años, se denominaron «movimientos
sociales urbanos» y otros, con objetivos específicos, como la defensa de los derechos humanos, de los valores culturales propios, de
la lengua, etc.
162
Al tratar de este tema, conviene despejar de inmediato todo
intento de confusión de los movimientos sociales con lo que se ha
denominado «el renacimiento del corporativismo». Las prácticas
neocorporativistas consisten en la utilización de medios efe ejercer
influencia sobre la política, con la complicidad, más o menos aceptada, del Estado, pero fuera de los canales institucionales del proceso democrático.
Para algunos, el neocorporativismo tiene indudables ventajas,
tales como la despolitización de los conflictos, permitiendo, a través de la negociación «superar algunos de los defectos del Estado
de Bienestar» (Misrha). Otros, como C. Offe, entienden que las
prácticas neocorporativistas son ventajosas, sí, pero para los intereses de las clases dominantes o de colectivos sociales o profesionales
ue, en un momento dado, se ven amenazados por una decisión
el Estado.
No es infrecuente la acusación de neocorporativismo a movimientos que defienden intereses específicos, pero rigurosa y totalmente asumibles desde una perspectiva de progreso social. Como
tampoco es infrecuente interpretar con un reduccionismo poco
serio la importancia que vienen cobrando algunos movimientos u
organizaciones sociales, desde el hecho de que el Estado esté dispuesto a aportar subvenciones a los mismos desde los presupuestos públicos.
Si bien los nuevos movimientos sociales irrumpen en la escena
política desde determinadas crisis de valores y, como señala
A. Fontaine, todo movimiento social viene precedido por un movimiento cultural previo, ajeno y opuesto, en buena medida, a la
acción política, no es menos cierto que la existencia de un tejido
de organizaciones sociales es absolutamente necesaria para una sociedad democrática avanzada.
Cuando se hace referencia a la consolidación de la democracia,
se piensa en la eliminación de la amenaza del golpismo y en el
grado de afirmación de las instituciones políticas, olvidándose demasiadas veces de que uno de los fundamentos de la misma es el
grado de organización y articulación de la sociedad civil a través
del asociacionismo.
Difícil resulta encuadrar y clasificar los distintos movimientos
sociales existentes a partir de un nexo en común. Tal vez el intento
más logrado haya sido el de Smelser, quien, siguiendo a Parsons,
ha establecido cuatro componentes, propios de la acción social y,
según él, en mayor o menor medida, de los movimientos sociales:
163
los valores o principios orientadores del movimiento u organización social; las normas o modos como los valores se llevan a cabo;
los factores de motivación individual de incorporación al movimiento, y por último, los medios o instrumentos, a través de los
cuales se ejecutan.
Al margen del elemento común existente en los diferentes movimientos sociales, la realidad asociativa actual es mucho más compleja y variada que la que fue hace no demasiados años.
No solamente han cambiado los supuestos políticos (supuestos
que en su día provocaron fuertes índices de asociacionismo), sino
la relación entre los movimientos y organizaciones sociales y sus
socios reales o potenciales. En democracia, la oferta asociativa
debe competir con otras ofertas múltiples, que obliga a resituar
sus objetivos.
A los movimientos y organizaciones sociales «clásicos», han
ido incorporándose otros, de distinto corte y finalidad que, en un
intento elemental de clasificación, pueden agruparse en los tres
bloques siguientes:
1. Asociacionismo de servicios, en muchas ocasiones a partir de
una pequeña secretaría remunerada, dedicados a la promoción de
proyectos individuales o colectivos en sectores específicos: para la
prevención de toxicómanos, para la salud comunitaria, para la renovación pedagógica, para la animación del tiempo libre juvenil, etc.
2. Asociacionismo
de respuesta a nuevas necesidades
sociales:
contra el paro y por el empleo, de padres y familiares de toxicómanos, de servicios ocupacionales, etc.
3. Movimientos de opinión, que se construyen alrededor de
grandes temas en torno a los cuales existe una sensibilidad creciente y responden a nuevas demandas: defensa de los derechos sociales, del patrimonio natural y cultural, etc.
Que la referencia-jurídica de toda esta variopinta trama asociativa siga siendo la ley de 1964, con las modificaciones posteriores,
ley nacida como elemento de control del asociacionismo, es indicativo de la escasa importancia que, en la sociedad política, se ha
concedido a la práctica asociativa.
Es bien cierto que se han favorecido agrupaciones de ciudadanos en sectores específicos (consumo, enseñanza, etc.), pero no es
menos cierto que no ha existido una política global clara para la
articulación de la sociedad civil al mismo nivel que la desarrollada
para la estructuración de la acción política.
164
La falta de reconocimiento social global y de políticas económicas y culturales generales de desarrollo de la vida asociativa, hace
que se pueda caer en todo tipo de defectos, entre los que el clientelismo político no es el menor que, por lo menos, impiden optimizar las posibilidades reales de desarrollo de los movimientos y organizaciones sociales.
Por ello, es fundamental, primero, promover la cultura asociativa. Cualquier intento de democracia participativa se fundamenta
y reside, con carácter previo, en la existencia de una sólida trama
de organización autónoma de los ciudadanos.
No ha de ignorarse, sino todo lo contrario, la importancia creciente del asociacionismo de servicios, que —menos aún en España todavía que en otros países de nuestro entorno— aparecen
como una respuesta (todo lo débil que se quiera, pero respuesta)
a la crisis del Estado de Bienestar, y que son, al mismo tiempo,
tanto las que aparecen con más posibilidades de desarrollo, como
las más necesitadas de condiciones óptimas para el mismo.
La actuación de la Administración, ante la emergencia de esta
concreta realidad asociativa, puede ser doble: de competencia o
de concertación/colaboración. Cuando se producen con tanta
fuerza estos fenómenos asociativos es porque se considera insuficiente o inadecuada la acción pública. Crear asociaciones o movimientos paralelos, que anulen o limiten la vida asociativa, siempre
ha sido una tentación, en la que en no pocas ocasiones han caído
los poderes públicos. Una postura de apoyo decidido a estas iniciativas de asociacionismo, aún puntuales pero con fuertes posibilidades de desarrollo, por parte de las Administraciones Públicas, contribuirá a un incremento de la cultura asociativa en general, de la
que tan necesitado está nuestro país; lo cual a su vez favorecería la
vigorización del Estado del Bienestar, ya que la actualización del
mismo requiere de un tejido social organizado capaz de realizar
una importante labor de mediación.
LAS ORGANIZACIONES SINDICALES
En el proceso de construcción y desarrollo del Estado del Bienestar los sindicatos han jugado un papel histórico muy importante, siendo uno de los elementos claves que hicieron posible el pacla limitaLa
to social sobre el que aquél
ción de las reivindicaciones dentro de un nivelrazonable, a cambio
de una política social que tuviera en cuenta los intereses y necesi-
165
dades de las clases populares, es lo que permitió una mejor redistribución de la riqueza en los años de prosperidad económica en
los países desarrollados de nuestro entorno.
En España, una vez más, la situación fue totalmente atípica;
mientras en Europa se daba una realidad de diálogo y cierta cooperación entre las diversas fuerzas sociales, la sindical entre ellas,
en nuestro país se luchaba duramente por cosas muchos más elementales: las fuerzas democráticas por la libertad en general y las
organizaciones sindicales (entonces ilegales y perseguidas) por la
libertad sindical y por reivindicaciones laborales y sociales básicas.
Es precisamente, con el retorno de la democracia y cuando
por efectos de la crisis económica y las nuevas necesidades de
acumulación de capital el Estado de Bienestar comienza a ser cuestionado desde la derecha, los sindicatos españoles dan un inestimable ejemplo de su responsabilidad y de su deseo de contribuir a la
búsqueda de un marco de negociación y de diálogo. Con los Pactos de la Moncloa (con una inflación de dos dígitos) y los posteriores acuerdos marco (AMI, ANE, AES...) se crean las condiciones
necesarias para el saneamiento de nuestra economía y el relanzamiento en el que en estos momentos nos encontramos.
El aumento de la conflictividad laboral del último año y la no
suscripción por los sindicatos del acuerdo social propuesto por el
Presidente del Gobierno a mitades de 1987, no significa necesariamente que las organizaciones sindicales hayan cambiado radicalmente de posición, sobre todo la Unión General de Trabajadores
que es la que en mayor medida ha propugnado la concertación
social. Lo que está ocurriendo es que ante el aumento de los excedentes empresariales en superior proporción a las rentas salariales
y las expectativas creadas por la mejora de la economía, los sindicatos reclaman —legítimamente— una mayor participación de los
trabajadores y de los sectores sociales menos favorecidos en la distribución del incremento de la renta, en especial después de los
duros años de ajuste económico.
Sin duda que esta mejora social se acabará produciendo en un
plazo de tiempo más bien corto. Esto favorecerá el clima de diálogo entre el gobierno y las organizaciones sindicales, por lo menos
parte de ellas, pues parece ser que el crecimiento económico permite un mayor margen de maniobra en el campo social. Restablecido un cierto nivel de consenso, el siguiente paso ha de ser el reforzamiento del Estado del Bienestar; cuestión en la que, al menos en
teoría, coinciden el Gobierno socialista y las organizaciones sindi-
166
cales sin excepción, frente al propósito de su desmantelamiento o
reducción por parte de la derecha.
Y en este fortalecimiento y desarrollo del Estado del Bienestar
los sindicatos tienen una importante función que realizar; por una
parte, mediante la negociación o concertación social en la que,
además del acuerdo en los temas salariales se participe de algún
modo en la política social: mejora de la sanidad y de las prestacio­
nes sociales, mayor cobertura en el desempleo, educación, servi­
cios sociales... Incluso más, los propios sindicatos, a través de su
estructura y su organización, podrían prestar una serie de servicios
a sus afiliados y a los trabajadores en general.
Esto último sería muy bien acogido, pues cuenta con una am­
plia demanda potencial. En una reciente encuesta realizada por
E D I S a una muestra representativa del conjunto de trabajadores
un 98,5 % de los mismos se mostraban de acuerdo con que los
sindicatos prestarán una serie de servicios, concretamente los si­
guientes:
o/
/o
Asesoramiento laboral y defensa jurídica
Cooperativas de viviendas
Cursos de formación profesional
Escuelas o cursos de formación para adultos
Guarderías para hijos de trabajadores
Servicios para los trabajadores jubilados
Cajas de solidaridad y socorro mutuo en caso de huelgas.
Viajes y residencias cíe vacaciones
Actividades culturales (teatro, deporte, cinefórum)
Medios informáticos (prensa, radio de barrio)
Economatos de consumo
No debe prestar ningún tipo de servicios
Total
57,0
5,6
7,0
5,1
5,1
4,0
7,4
1,1
2,9
1,1
1,7
1,5
100,0
Como puede verse dos servicios eminentemente reivindicativos
(el asesoramiento laboral y defensa jurídica y las cajas de solidari­
dad y socorro mutuo en caso de huelgas) acumulan el 64,4 % de
las respuestas, pero esto hay que entenderlo desde la perspectiva
167
de las consecuencias y secuelas de la crisis económica (desempleo,
reconversiones, economía sumergida, precariedad en el empleo...)
que hacen que estos servicios sean de vital importancia. Y es preci­
samente en este contexto donde cobra gran significación que un
35,6 % de los trabajadores se pronuncie por otros servicios en los
que está muy presente la educación y la cultura, la vivienda, el
ocio y tiempo libre, etc. De hecho algunos sindicatos, aunque de
un modo aun incipiente ya están prestando algunos de estos ser­
vicios.
Sin duda, era a esta participación activa de los sindicatos en el
bienestar social a lo que se refería Nicolás Redondo, en una recien­
te conferencia pronunciada en el club Siglo X X I , cuando contem­
plando la actuación de los sindicatos en la Comunidad Europea
afirmaba que, además de la acción reivindicativa, uno de los obje­
tivos sindicales esenciales era «la calidad de vida».
E L VOLUNTARIADO SOCIAL
Otro colectivo de
lo que venimos denominando el tercer sector sería el voluntariado social. Los movimien­
tos sociales se caracterizan por su sensibilidad hacia los derechos
humanos y la vida asociativa, constituyendo una parte muy rele­
vante del tejido social a través de diversos grupos organizados de
ciudadanos concienciados y comprometidos en una serie de cues­
tiones que afectan a su vida cotidiana o a problemas más básicos
de la sociedad. Las organizaciones sindicales tienen como objeto
de su acción la defensa de los intereses de los trabajadores, tanto
en la vertiente reivindicativa (salarios, condiciones de trabajo, etc.)
frente a otras fuerzas sociales, en especial el capital, como en au­
mento de la calidad de vida y su participación en el bienestar
social.
Junto a estos dos grandes colectivos sociales implicados en el
Estado del Bienestar desde la «participación social y comunitaria»
encontramos al voluntariado social. En cuanto a su objetivo final
de hacer extensivo el bienestar social a todos los ciudadanos no
difiere en absoluto de los movimientos sociales y los sindicatos. Su
particularidad estaría, en todo caso, en el campo principal de su
acción y en las motivaciones de las personas que realizan una «ac­
ción voluntaria».
Los movimientos sociales y los sindicatos actúan en unos cam­
pos en los que los ciudadanos y los grupos afectados tienen en sí
168
mismos un considerable potencial de acción y organización; al
tiempo que sus motivaciones tienen una fuerte connotación de defensa de derechos e intereses sociales no exentos en muchas ocasiones de una dimensión política. El voluntariado social orienta su
acción hacia grupos más desfavorecidos y en la mayoría de los
casos carentes de capacidad organizativa y de defensa propia, tales
como: colectivos poores, ancianos sin recursos, infancia marginada, alcohólicos y toxicómanos, delincuentes y presos, minorías étnicas, disminuidos físicos y psíquicos; es decir, todo un amplio
mundo de pobreza y marginación.
En general, los voluntarios sociales no pertenecen a los grupos
a los que orientan su acción y su situación personal y familiar
suele estar bastante normalizada. Del mismo modo sus motivaciones no son tan concretas como las de los ciudadanos vinculados a
los movimientos sociales y a los sindicatos, son más generales y en
muchos casos carentes de significación política.
En lo concerniente a las motivaciones, en un amplio estudio
realizado por E D I S sobre «El voluntariado en el campo de la marginación social en España», mediante un test proyectivo pudimos
ver que eran las siguientes:
Parámetros estadísticos de la batería de motivaciones
Orden
Humanismo, solidaridad
...
1.°
Religión
...
7.°
No al egoísmo
...
2.°
Política
...
9.°
Asociacionismo
...
3.°
Felicidad personal
...
6.°
Ocio y tiempo libre
...
4.°
Reconocimiento social
... 11.°
Trato de gente
...
5.°
Problemas personales
...
8.°
Experiencia y cualificación ... ... 10.°
X
a
CV%
5,0
3,8
4,8
3,4
4,3
3,9
4,0
2,5
4,0
3,5
3,0
1,0
1,7
1,2
1,8
1,4
1,4
1,4
1,3
1,3
1,6
1,7
20,0
44,7
25,0
52,9
32,6
35,9
35,0
52,0
32,5
45,7
56,7
Mediana Moda
5
4
5
4
4
4
4
2
4
4
3
6
6
6
4
5
4
4
3
4
4
1
De dicha tabla se puede colegir la intensidad de las motivaciones en términos de media o mediana, la unanimidad de las motivaciones en términos de desviación típica, y los grupos mayoritarios
de motivación en términos de moda.
El orden de intensidad ha resultado ser:
169
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
Humanismo, solidaridad.
No al egoísmo.
Asociacionismo.
Tiempo libre.
Trato de gente.
Felicidad personal.
Religiosidad.
Problemas personales.
Política.
Experiencia y cualificación.
Reconocimiento social.
Las dos motivaciones más importantes —humanismo, no al
egoísmo— son muy semejantes, por lo que cabe concluir, sin ninguna duda, que la motivación principal que lleva a los individuos
a ser voluntarios es un altruismo y un sentimiento de ayuda a los
demás. Nótese que tanto los motivos religiosos como, sobre todo,
los políticos, caen mucho más abajo. Dicho de otra forma: a pesar
de que la muestra de voluntarios es sustancialmente más religiosa
que la población española, y ligeramente más de izquierdas que
ésta, ni el cauce institucional-vivencial religioso ni político parecen
estar en la base de las motivaciones más importantes.
Intentando buscar ejes motivaciones básicos sometimos la información obtenida a un Análisis Factorial, cuyos resultados fueron
los siguientes:
Conceptos simples motivacionales
Orden
Número
G. participación
Motivación
Factor 1
(V = 2.88)
1.°
2.°
3.°
4.°
3
2
1
6
0,77
0,76
0,75
0,66
No al egoísmo
Religiosidad
Humanismo, solidaridad
Felicidad personal
Factor 2
(V = 1,86)
1.°
2.°
3.°
4.°
8
11
9
10
0,71
0,67
0,65
0,51
Reconocimiento social
Experiencia y cualificación
Trato de gentes
Problemas personales
1.°
2.°
3.°
4
5
7
0,80
0,71
0,43
Política
Asociacionismo
Tiempo libre
Factor 3
(V = 1,49)
170
La elaboración informática final sobre las motivaciones es de
extrema coherencia, y distingue tres planos de motivaciones.
— El primer plano de motivaciones habla claramente de una
inquietud por los demás, una orientación al otro, de la que no hay
que descartar el subproducto legítimo de la felicidad personal. Religiosidad y humanismo corren, así, parejos, igual que la negación
del egoísmo.
— El segundo plano es un exponente de la orientación al yo
en cuanto que la acción voluntaria es un instrumento, no un fin,
para objetivos tales como el reconocimiento de los demás, la experiencia y cualificación profesional, el trato con la gente y superación de problemas de tipo personal.
— El tercer plano de motivaciones es residual y su grado de
explicación es pequeño (varianza (V) = 1,49). Este plano apunta
hacia una comprensión de la realidad política, en cuanto en él se da
la política como vehículo de transformación social, y la ayuda a los
demás como necesidad de asociarse y como posibilidad de ocupación del tiempo libre.
Para una mejor comprensión de la realidad del voluntariado social
en España, por lo menos en cuanto al amplio campo de la marginación social se refiere, es importante también conocer cuál es la actividad que los voluntarios vienen realizando y cuál es la que les gustaría
o desearían realizar. A tal efecto recogemos a continuación los resultados que sobre esta cuestión obtuvimos en nuestro estudio:
Cambios de prioridad entre la actividad actual y la actividad deseada
Actividad actual
1. Asistencial
2. Asistencia técnica
_
3. Promoción, animación
4. Ocio y tiempo libre
5. Educativa
6. Reivindicativo7. Cultural^
Actividad deseada
-1. Asistencial
2. Promoción animación
3. Cultural
4. Asistencia técnica
5. Educativa
6. Ocio y tiempo libre
7. Reivindicativo
PUESTO
Actividad
Suben: Cultural
Promoción
Igual: Asistencial
Educativa
Bajan: Asistencia técnica
Ocio y tiempo libre
Reivindicativa
De
7
3
1
5
2
4
6
A
3
2
1
5
4
6
7
Diferencia
(+ 4)
(+ 1)
(0)
(0)
( - 2)
( - 2)
( - 1)
171
A la vista de este cuadro podemos ver varias cosas: en primer
lugar que la actividad más realizada en la actualidad por los voluntarios en el campo de la marginación social es la asistencial ante
necesidades y problemas concretos. Y sigue siendo también la más
deseada, seguramente por su carácter de contacto cercano con el
sufrimiento y la necesidad de las personas y la inmediatez de las
soluciones aunque éstas sean muy limitadas o provisionales. Esto
es muy coherente con la motivación principal de los voluntarios:
el humanitarismo. Esta motivación ha sido nuevamente confirmada
como la más importante en una investigación muy reciente de
E D I S entre el voluntariado de la Cruz Roja.
No obstante, esta actividad asistencial viene a ser compensada
con otras tres actividades que apuntan más a las causas de los
problemas: la educativa, la cultural y las actividades de promoción
y animación comunitaria, estas dos últimas, como puede verse en
el cuadro, en claro ascenso.
El voluntariado social se encuentra también ante serios problemas, el primero de ellos derivado de la crisis misma del Estado del
Bienestar y que le obliga a reformular sus espacios de actuación;
otros derivados de su origen, en su mayoría de las clases medias, y
que a veces sesga su visión de los problemas que atienden, o del
conflicto potencial que en ocasiones entraña la acción voluntaria
no remunerada con los intereses laborales legítimos de los trabajadores sociales profesionales.
No obstante, tal como sostiene Ugo Ascoli en un magnífico trabajo publicado por la revista «REÍS» (1987), «...el fenómeno del voluntariado en los países industrializados dista mucho de encontrarse en
vías de extinción, sino que más bien muestra un desarrollo continuo
y constante, sobre todo a partir de los primeros años setenta...».
Su utilización en programas de bienestar financiados por los
poderes públicos y su colaboración en instituciones sociales y humanitarias pueden cubrir una importante función en la acción social, especialmente entre la población marginada, a la que difícilmente llegan los servicios del Estado y que tampoco es objeto de
la atención de los movimientos sociales y de los sindicatos.
A M O D O D E CONCLUSIÓN
La mejor manera de enfrentarse con la crisis innegable en la
que actualmente se encuentra el Estado del Bienestar es discernir
172
clara y distintamente los argumentos espúreos de los reales. Tal como
decíamos en la introducción hay que desvelar que el análisis que se
hace desde las posiciones conservadoras obedece fundamentalmente
a las nuevas necesidades de acumulación de capital y a las perspectivas de negocio que éste tendría si se privatizaran algunas áreas importantes de la política social que hoy realiza el Estado (seguridad social,
sanidad, educación, servicios sociales...). Esto supondría reducir el
bienestar social a aquellos estratos sociales que estuvieran en condiciones de pagarlo, ahondando en la desigualdad social y la marginación de los sectores más desfavorecidos, como así ha ocurrido en los
Estados Unidos e Inglaterra que han aplicado esta doctrina.
Ahora bien, también sería un grave error no saber ver los problemas reales que actualmente experimenta el Estado del Bienestar, entre ellos la incapacidad de la Administración para cubrir por sí misma
y eficientemente todos los espacios de actuación. Sin duda, el Estado
debe de crear —como también hemos indicado al principio— un
marco de relaciones sociales y jurídicas que protejan a los menos
favorecidos, y debe reservarse una actuación y un control directo de
las áreas sociales básicas. Pero al mismo tiempo, precisamente para
optimizar los recursos que obtiene del conjunto de la comunidad, ha
de promover «la participación social y comunitaria» que a través de
los movimientos sociales, los sindicatos y el voluntariado, con diferentes campos de actuación y distintas motivaciones, pero convergiendo
en el objetivo común de «hacer extensivo el bienestar social», pueden
canalizar más adecuadamente ciertos recursos confiados por los poderes públicos y, a su vez, movilizar nuevos recursos propios, en
especial la colaboración voluntaria y la vida asociativa.
BIBLIOGRAFÍA
Algunos de los temas tratados pueden ampliarse consultando la siguiente bibliografía básica:
1. ALBERONI, F.: «Movimiento e institución». Editora Nacional. Madrid, 1984.
2. AjUNTAMENT DE BARCELONA, «Descentralització i Participado Ciutadana», Papers n.° 8, «Situación y perspectivas del movimiento asociativo», Barcelona.
3. ASCOLI, V.: «Estado de Bienestar y acción voluntaria», en «Revista Española de Investigaciones Sociológicas», n.° 38, páginas 119-162. Madrid, 1987.
4. AVES REPORT ( 1 9 6 9 ) : The voluntary Worker in the Social Services,
Londres, The Bedford Square Press of the NCSS, Alien Unwin.
5. BEVERIDGE, W . ( 1 9 4 8 ) : Voluntary Action: A Report on Methods of
Social Advance, Londres, Alien Unwin.
173
6.
a
CABELLOS, ROSA M. : «El voluntariado: una primera aproxima-
ción», en Servicio de Estudios Sociológicos, INSERSO, 1980.
7. «Cambio Social y Servicios Sociales», en Cuadernos de Política
Sectorial, n.° 8, Secretaría Federal de Política Sectorial del PSOE (Madrid,
1981), especialmente tema 8: «La participación ciudadana en los Servicios
Sociales», págs. 427-459.
8. CASADO, D . : Cambio de las Instituciones de Bienestar Social. Colección Bienestar Social, Madrid, Marova, 1977.
9. DESDENTADO et al.: Descentralización de los Servicios Sociales. Madrid, Marsiega, 1979.
10. «El bienestar social y los Servicios Sociales», todo en el número
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