Responsabilidad legal y deontología de los

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Í NDICE
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
RESPONSABILIDAD LEGAL
Y DEONTOLÓGICA
DE LOS PROFESIONALES
DE LA ENFERMERÍA
A NEXOS
Í NDICE
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
© Difusión Avances de Enfermería (DAE)
Responsabilidad legal y deontológica de los profesionales de la Enfermería
Autores: Mª del Pilar Arroyo Gordo, José María Antequera Vinagre,
Rosa Pulido Mendoza.
Primera edición: año 2005.
Editor: DAE. C/ Apolonio Morales 13- local F.
28036 Madrid-España © de la presente edición.
Diseño de portada: Cromotex, S.A.
Diseño y maquetación: Cromotex, S.A.
ISBN: 84-95626--46-2
Depósito legal: M-38639-2005
Prohibida la reproducción total o parcial de la obra. Ninguna parte o elemento del presente
CD puede ser reproducida, transmitida en ninguna forma o medio alguno, incluyendo las
fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de recuperación de almacenaje de información,
sin el permiso explícito de los titulares del Copyright.
EDICIONES DAE (Grupo Paradigma)
www.enfermeria21.com
E-mail: [email protected]
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Í NDICE
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
RESPONSABILIDAD LEGAL
Y DEONTOLÓGICA DE
LOS PROFESIONALES DE LA ENFERMERÍA
AUTORES
Mª del Pilar Arroyo Gordo
Diplomada en Enfermería. Especialista en Bioética y Derecho Sanitario.
Profesora de Legislación y Ética profesional.
Directora de la EUE Puerta de Hierro. Universidad Autónoma de Madrid.
Rosa Pulido Mendoza
Diplomada en Enfermería. Máster en Bioética.
Profesora de Legislación y Ética profesional.
Directora de la EUE Cruz Roja. Universidad Autónoma de Madrid.
José María Antequera Vinagre
Licenciado en Derecho. Diplomado en Enfermería.
Profesor de Derecho Sanitario y Bioética.
Escuela Nacional de Sanidad. Instituto de Salud Carlos III.
3
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
pág.
8
MÓDULO I
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
pág.
9
pág.
10
pág.
10
pág.
pág.
pág.
pág.
10
11
12
13
pág.
16
pág.
pág.
pág.
16
18
20
pág.
20
pág.
20
pág.
21
LA DEONTOLOGÍA Y LOS CÓDIGOS DEONTOLÓGICOS
pág.
22
Aspectos generales sobre los códigos deontológicos
El Código Deontológico de la Enfermería Española
pág.
pág.
22
23
pág.
24
pág.
25
pág.
26
pág.
27
pág.
27
pág.
27
LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LA ENFERMERÍA
pág.
29
EL HOMICIDIO Y LAS LESIONES EN ENFERMERÍA
pág.
29
Objetivos
CONCEPTOS GENERALES DE PROFESIÓN Y DE
RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
El nacimiento de las profesiones
La profesión como acción
Definición y caracteres de las profesiones
Concepto de responsabilidad
LOS DERECHOS DE LOS PACIENTES COMO FUENTE
DE RESPONSABILIDAD PROFESIONAL EN ENFERMERÍA
Los derechos humanos como derechos morales
La Enfermería y los Derechos Humanos
Los derechos de los usuarios
ÁMBITOS Y CONSECUENCIAS DE LA EXIGENCIA
DE RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
Los ámbitos de la responsabilidad profesional
Consecuencias de la exigencia de responsabilidad
profesional
BIBLIOGRAFÍA REFERENCIADA
Otra bibliografía necesaria para el estudio
MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
Objetivos
LA JUDICIALIZACIÓN DE LA ASISTENCIA SANITARIA
ÍNDICE
Impacto en el ámbito de los profesionales sanitarios
4
ÍNDICE
EL DELITO DE OMISIÓN DEL DEBER DE SOCORRO
pág.
30
EL DELITO DE REVELACIÓN DE SECRETOS
pág.
31
pág.
31
pág.
32
pág.
33
pág.
34
pág.
36
pág.
37
pág.
pág.
pág.
37
38
40
DE DERECHO
pág.
40
LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA EN ENFERMERÍA
pág.
46
BIBLIOTECA DE SENTENCIAS
pág.
48
pág.
48
BIBLIOGRAFÍA NECESARIA PARA EL ESTUDIO
pág.
51
MÓDULO III
DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD
LEGAL Y DEONTOLÓGICA
pág.
52
pág.
53
pág.
53
pág.
54
pág.
pág.
54
56
Caso práctico
SENTENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO , SALA DE LO PENAL ,
DE
4
DE ABRIL DE
2001
EL DELITO DE AUXILIO AL SUICIDIO
La Eutanasia. Análisis de las Instrucciones Previas
LA RESPONSABILIDAD DEL EQUIPO SANITARIO
EL DAÑO ENFERMERO COMO DAÑO DEL SER VICIO SANITARIO :
LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LA ADMINISTRACIÓN
SANITARIA
Ámbito legal
Esquema jurídico-legal
Caso práctico
ANTECEDENTES DE HECHO Y FUNDAMENTOS
Pronunciamientos judiciales sobre responsabilidad
penal de los profesionales sanitarios
Objetivos
LOS DERECHOS DE LOS PACIENTES COMO ELEMENTO
DE CALIDAD ASISTENCIAL . LA ENFERMERA / O COMO TUTORA
DE DERECHOS
LOS DERECHOS DE INTIMIDAD Y CONFIDENCIALIDAD .
ÍNDICE
IMPLICACIONES Y OBLIGACIONES DE LOS PROFESIONALES
ENFERMEROS . EL SECRETO PROFESIONAL ENFERMERO
Somero repaso legislativo
Estudio singular del secreto profesional enfermero
5
ÍNDICE
EL DERECHO DE INFORMACIÓN . EL CONSENTIMIENTO
INFORMADO . IMPACTO Y DESARROLLO EN LA PRÁCTICA
pág.
59
pág.
pág.
59
66
pág.
67
pág.
pág.
pág.
68
69
70
pág.
71
pág.
73
pág.
pág.
pág.
73
74
76
pág.
77
pág.
78
pág.
pág.
78
79
BIBLIOGRAFÍA NECESARIA PARA EL ESTUDIO
pág.
81
MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
pág.
83
pág.
84
pág.
84
pág.
pág.
pág.
84
84
84
pág.
87
pág.
pág.
pág.
87
87
87
ASISTENCIAL ENFERMERA
El derecho de información y el consentimiento informado
Consentimiento informado y responsabilidad jurídica
LA HISTORIA CLÍNICA
Definición de Historia Clínica
Contenidos de la Historia Clínica
Análisis singular de los usos de la Historia Clínica
Derechos de acceso a la Historia Clínica.
Las anotaciones subjetivas
Un caso singular.
¿Qué ocurre con ciertos datos psicológicos?
Condiciones para acceder a la Historia Clínica cuando
el paciente ha fallecido
Algunos casos judiciales sobre accesos a la Historia Clínica
El informe de alta y otra documentación clínica
La conservación y la coordinación de
la documentación clínica
LAS ANOTACIONES SUBJETIVAS EN ENFERMERÍA .
LOS REGISTROS Y LAS PRESCRIPCIONES VERBALES
Y ESCRITAS
El plan de cuidados enfermero y las anotaciones
de evolución de los pacientes
Las prescripciones médicas verbales y escritas
Objetivo
PRIMER CASO PRÁCTICO
Supuesto de la importancia de tener protocolos
de actuación
Comentarios de interés a efectos docentes
Sentencia de referencia para el análisis docente
ÍNDICE
SEGUNDO CASO PRÁCTICO
Supuesto sobre una posible imprudencia
de una enfermera ante la caída de una paciente
Comentarios de interés a efectos docentes
Sentencia de referencia para el análisis docente
6
ÍNDICE
pág.
97
Supuesto de falta de protocolo para úlceras
por presión de enfermos con lesión medular y paraplejia.
Fallecimiento por infecciones sobrevenidas
Comentarios de interés a efectos docentes
pág.
pág.
97
97
Sentencia de referencia para el análisis docente
pág.
97
TERCER CASO PRÁCTICO
pág. 102
CUARTO CASO PRÁCTICO
Supuesto de la enfermera que antepone sus convicciones
morales e ideológicas como justificación para negarse
a administrar un tratamiento prescrito
Comentarios de interés a efectos docentes
ANEXOS
pág. 102
pág. 102
pág. 109
LEY BÁSICA REGULADORA DE LA AUTONOMÍA DEL PACIENTE
Y DE DERECHOS Y OBLIGACIONES EN MATERIA DE INFORMACIÓN
pág. 110
Y DOCUMENTACIÓN CLÍNICA
RATIFICACIÓN DEL CONVENIO PARA LA PROTECCIÓN
pág. 117
DE LOS DERECHOS HUMANOS
DEROGACIÓN DE PRECEPTOS CONCRETOS DE LA LEY GENERAL
DE SANIDAD POR LA LEY
41/2002,
DE
14
DE NOVIEMBRE
CÓDIGO DEONTOLÓGICO DE LA ENFERMERÍA ESPAÑOLA
pág. 123
pág. 126
ESTATUTOS GENERALES DE LA ORGANIZACIÓN COLEGIAL
pág. 151
ÍNDICE
DE ENFERMERÍA DE ESPAÑA
7
INTRODUCCIÓN
Í NDICE
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
I NTRODUCCIÓN
En la actualidad, las instituciones sanitarias viven en un contexto de enormes cambios
organizativos, competenciales y del papel que desempeñan tanto los pacientes como los
profesionales. Toda esta realidad exige a los profesionales de la Enfermería un conocimiento y una adaptación al mundo de la Bioética y del Derecho, con el fin de adquirir
un complejo conjunto de habilidades que les permitan solventar con seguridad los conflictos jurídicos y bioéticos que se dan en su praxis profesional.
Del mismo modo, cada vez con más frecuencia los usuarios de los servicios de salud reclaman sus derechos con mayor conocimiento, de ahí que sea fundamental conocer el conjunto de normas que regulan el ejercicio profesional de la Enfermería para poder responder de su comportamiento ante la sociedad, dado que una vez alcanzado el derecho
a desarrollarse en igualdad con otras profesiones sanitarias, ha de responder de sus actos
en la misma medida que cualquier otra.
La profesión de Enfermería tiene como primer objetivo servir a la comunidad a la que
pertenece, desarrollando para ello sus conocimientos y actividades en función del bien
de aquélla, motivo por el cual debe de estar regulada por un conjunto de normas legales y deontológicas que determinen sus cauces de actuación dentro del campo del Derecho y de la Deontología Profesional.
Las enfermeras y enfermeros asumen su responsabilidad a través de la formación, que
se inicia en sus años universitarios y se complementa durante toda su vida profesional,
haciéndola concreta cuando las acciones que emprende, tanto individualmente como
en grupo, tienen a la persona como fin y consideran a la humanidad como un todo. Los
cuidados serán buenos y estarán en el contexto del deber si ofrecen posibilidades apropiadas para las personas a las que se dirigen. Sólo así las acciones enfermeras serán verdaderamente actos responsables.
Por todo ello, con la presente obra los autores quieren ofrecer a los profesionales de la
Enfermería unas bases jurídicas y deontológicas que les sirvan de orientación en su ejercicio profesional y les permitan adquirir una visión actual y comprensiva de las normas
y reglamentaciones legales y deontológicas vigentes que incidan en sus distintos campos de actuación, con el fin de que sean capaces de manejar adecuadamente los principales conceptos y dimensiones del enfoque jurídico, bioético y deontológico para responder a las preguntas y retos que se están planteando en el sector sanitario en la
actualidad.
Deseamos que la realización de este curso sirva para estimular el interés de las enfermeras
y enfermeros tanto en lo que a su propia seguridad en el ejercicio profesional se refiere
como por el máximo respeto de los derechos de los pacientes en el contexto de los procesos asistenciales, no solamente como expresión del deber moral de reconocimiento de
la dignidad y la libertad de las personas, sino por la importancia que tiene esa actitud
como elemento de calidad asistencial.
8
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
MÓDULO II
MÓDULO III
MÓDULO IV
M ÓDULO II
M ÓDULO III
ANEXOS
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
MÓDULO I
M ÓDULO I
M ÓDULO IV
A NEXOS
MÓDULO I
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
Objetivos
•
Describir el concepto de “profesión” y de “responsabilidad profesional”, enunciando sus características más definitorias.
•
Enunciar y explicar los derechos de los pacientes recogidos en las diversas normas legales en vigor, reconociéndolos como fuente de la responsabilidad de
los profesionales sanitarios.
•
•
Describir y analizar el Código Deontológico de la Enfermería Española.
Explicar las diferencias y similitudes entre las normas legales y las éticas o deontológicas, así como sus ámbitos de aplicación.
C ONCEPTOS
GENERALES DE PROFESIÓN Y DE
RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
El nacimiento de las profesiones
El concepto de “profesión” tiene unos claros orígenes religiosos, de hecho, si se acude
al diccionario, la primera acepción de este vocablo es “acción de profesar en una orden
religiosa”. Seguidamente, se define también como “actividad a la que se dedica una persona”. En otros idiomas ocurre algo parecido y, así, la palabra alemana beruf o la inglesa calling, que en castellano se suele traducir como “profesión”, tienen igualmente el significado de “vocación” o de “misión”.
Es a partir de la Reforma protestante (s.XVI) cuando se sientan las bases para que pueda
entenderse que la propia conducta moral consiste en sentir como un deber el cumplimiento de la tarea profesional, siendo esta convicción la que genera el concepto tanto
religioso como ético de las profesiones. Sin embargo, la conciencia de que es un deber
moral ejercer la propia profesión con pleno rendimiento va evolucionando con el tiempo, separándose del sentimiento de que es un deber religioso. De ese modo, es en la
Modernidad cuando la concepción del ejercicio profesional como un deber moral adquiere autonomía, emancipándose del ámbito religioso, y es aceptado por todos independientemente de sus creencias.
En este sentido, Max Weber, en su obra “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”
(1969), indica cómo ese “deber moral” va inspirando el espíritu ético del capitalismo. Como
muy bien explica Cortina, citando a Weber, “tanto quienes desempeñan profesiones liberales como los que tienen por profesión aumentar el capital, interpretan sus tareas como
la misión que deben cumplir en el mundo, es decir, como la vocación a la que han de
responder. De ahí que dediquen todo su esfuerzo a trabajar en ese doble sentido, aunque no buscando un interés egoísta como suele creerse al hablar del capitalismo: tanto
el que ejerce una profesión liberal como el que pretende producir riqueza sienten su tarea
como una misión que deben cumplir al servicio de un interés que les trasciende” (1). Diego Gracia también abunda en esta idea, afirmando que los profesionales son personas
que se encuentran consagradas a una causa de gran trascendencia social y humana (2)
que va más allá de los propios intereses egoístas.
10
MÓDULO I
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
Inicialmente, sólo se les reconocía el carácter de “profesionales” a los sacerdotes, los médicos y los juristas, pues eran aquellos que ejercían un tipo de actividades, es decir, de profesiones, que venían configuradas por unas reglas y valores morales que el principiante
o neófito debía aceptar si pretendía ejercer alguna de ellas y que, en cierto sentido, tenían
un carácter “sagrado” al dedicar su actividad profesional al “cuidado del alma, del cuerpo y de la cosa pública” (1).
Hoy en día, sin embargo, es preciso también entender lo que son las profesiones a partir de su propia etimología, si bien, como se verá a continuación, el origen del término
hace referencia a aspectos parecidos. “Profesión” deriva del latín professio, que significa
“profesar”, es decir, “prometer, proclamar o confesar”, lo que puede llevar a asociar el
término, nuevamente, a un concepto de “compromiso público” o de “entrega” a algo.
Aunque, en la actualidad, este sentido no es reconocido en toda su extensión, es innegable que el “profesional” es la persona que se dedica, al menos en lo que a su modo
de ganarse la vida se refiere, al desempeño de una actividad que conlleva un compromiso y, por tanto, una responsabilidad en lo que a sus actos profesionales se refiere. De
ambos conceptos, compromiso y responsabilidad, se deriva también, inevitablemente,
un sentido moral, ya que, como indica Feito, el hecho de tener que “responder” de la
actividad que se realiza, es decir, de tener que justificar el acto que se lleva a cabo, implica a la conciencia personal y al compromiso moral, el cual se sustenta en la condición
y en la capacidad moral del ser humano (3).
Asociada, igualmente, a esta idea se encuentra el término “vocación”, concepto que
actualmente es criticado por algunos autores cuando hablan de las profesiones al reconocerle un sentido exclusivamente religioso, lo cual, en nuestra opinión, es en exceso
reduccionista. Aunque por “vocación” pueda entenderse, en su aspecto religioso, “llamada espiritual”, no es menos cierto que también hace referencia al compromiso o a la
exigencia personal que cualquier persona que decida ejercer una profesión con plena
responsabilidad, es decir, yendo más allá de la mera ejecución de sus compromisos laborales, va asumir. Es, por ello, que la vocación no puede verse eliminada de modo absoluto del concepto incluso más moderno de “profesión”.
La profesión como acción
En la filosofía de Aristóteles se entiende por praxis (acción) aquel tipo de acción que no
se realiza para obtener un resultado distinto al de sí misma (como sí que ocurre con la
actividad que desarrolla, por ejemplo, un trabajador en una cadena de producción), sino
que tiene incluido en ella misma su propio fin, es decir, lo que ocurre con la actividad
de los que se denominan “profesionales”. Cuando una enfermera actúa no produce
algo, sino que su misma acción es su “producto”: el cuidado. Además, la acción tiene
sentido moral cuando va precedida de elección, lo que viene a diferenciarla de la simple ejecución.
De acuerdo con esto, es posible entender la profesión como un conjunto de acciones
voluntariamente realizadas y previamente deliberadas por quien tiene competencia y conocimientos para llevarlas a cabo.
11
MÓDULO I
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
Para Cortina, “la práctica profesional es una actividad social cooperativa que se caracteriza
por tender a alcanzar unos bienes internos a ella misma y que ninguna otra puede proporcionar. Estos bienes son precisamente los que le dan sentido, constituyen la racionalidad que
le es propia y, a la vez, le prestan legitimidad social” (1).
Definición y caracteres de las profesiones
Muchos han sido los autores que se han dedicado al estudio de las profesiones desde
distintos paradigmas, fundamentalmente sociológicos, si bien la mayoría de ellos suelen
coincidir en considerar “profesión” al conjunto de actividades humanas de carácter social,
también denominadas actividades ocupacionales, que reúnen una serie de elementos
o características comunes.
Asimismo, la mayor parte de los autores suelen llegar a un acuerdo respecto a cuáles
son los caracteres esenciales de una profesión. En este sentido, dejar constancia de los
que cita Cortina (1):
•
Una profesión es una actividad mediante la cual se presta un servicio único,
definido y esencial a la sociedad.
•
La profesión se considera como una suerte de vocación o misión y, por eso,
se espera del profesional que se entregue a ella y se identifique con las pautas ideales de su profesión.
•
Ejercen la profesión un conjunto de personas a las que se les denomina profesionales, los cuales la desempeñan de modo estable, obtienen a través de
ella su medio de vida y se consideran entre sí colegas.
•
Los profesionales forman con sus colegas un colectivo que obtiene, o trata
de obtener, un control monopolístico sobre el ejercicio de la profesión, es decir,
denomina intrusos a los que no poseen los requerimientos legalmente establecidos para desempeñarla, de ahí el término (y el delito, según el Código
Penal) de intrusismo.
•
Se accede al ejercicio profesional a través de un período de preparación o capacitación académica, tanto teórica como práctica, que concluye con un título
que les acredita y les denomina de modo particular.
•
Los profesionales reclaman un amplio campo de autonomía, tanto individual como
para el cuerpo al que pertenecen. Se trata de una autonomía para desempeñar
sus tareas profesionales como expertos en el campo al que pertenezcan.
•
La contrapartida de la autonomía es la responsabilidad personal sobre los juicios emitidos, los actos realizados y las técnicas empleadas en el ejercicio de
la profesión, aspecto especialmente importante dado que si es justo que los
profesionales puedan reclamar sus derechos, no lo es menos el hecho de que
deban de responder de un correcto ejercicio.
•
De los profesionales se espera que no ejerzan su profesión sólo por afán de
lucro, aunque ésta les sirva como medio de vida, dado que se les presupone
una orientación básica encaminada a favorecer a la colectividad. En este sentido, hay que distinguir el fin de una profesión, el cual le confiere su propia
12
MÓDULO I
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
razón de ser y su legitimidad social, y los intereses que persiguen aquéllos que
la ejercen. Desempeñar de modo honesto y cabal una profesión obliga a sus
miembros a asumir el fin, el bien intrínseco, de la misma, siendo necesario, en
consecuencia, relegar a un segundo lugar el interés meramente lucrativo, aunque éste también sea legítimo.
La definición que Edward Gross (4) hace de los profesionales puede servir como resumen:
•
“Personas que poseen un amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de
problemas vitales, recurrentes pero no estandarizables, y que se sienten en la obligación de realizar su trabajo al máximo de sus competencias, al mismo tiempo
que se sienten identificadas con los demás profesionales del ramo”.
Dos características muy importantes destacan en esta definición. La primera es la idea
del dominio de los conocimientos (teoría y práctica), es decir, la capacitación. La segunda
es la idea de un desempeño no estandarizable, es decir, el profesional se enfrenta a situaciones semejantes pero no iguales y tiene que estar en condiciones de resolverlas individualmente. Esto es especialmente importante en el ejercicio de la profesión enfermera, precisamente porque se trabaja con seres humanos y con las respuestas de éstos ante
las alteraciones de su salud, las necesidades de mantenerla y el modo de prevenir su
menoscabo. Cada persona, cada paciente o usuario, es único, diferente al resto, por lo
que requiere cuidados únicos y especialmente diseñados para él.
Antes de terminar este apartado es preciso también conocer lo que dice la Ley 44/2003,
de 21 de noviembre, de Ordenación de las Profesiones Sanitarias, con relación al concepto de profesión. En su Exposición de Motivos cita lo siguiente: “(...) el concepto de
profesión es un concepto elusivo que ha sido desarrollado desde la sociología en función de
una serie de atributos como formación superior, autonomía y capacidad auto-organizativa,
código deontológico y espíritu de servicio, que se dan en mayor o menor medida en los diferentes grupos ocupacionales que se reconocen como profesiones”. Debido a estos argumentos, la Ley considera que sólo reconocerá como “profesión existente” aquélla que
está regulada desde el Estado por una normativa preexistente y que corresponde a dos
ámbitos: el educativo y el que regula las corporaciones colegiales. Por ello, en esta Ley
“(...) se reconocen como profesiones sanitarias aquéllas que la normativa universitaria reconoce como titulaciones del ámbito de la salud y que en la actualidad gozan de una organización colegial reconocida por los poderes públicos”.
Así, de conformidad con el artículo 36 de la Constitución, y a los efectos de esta Ley, se
consideran profesiones sanitarias, tituladas y reguladas, “(...) aquéllas cuya formación pregraduada o especializada se dirige específica y fundamentalmente a dotar a los interesados
de los conocimientos, habilidades y actitudes propias de la atención de salud y que están
organizadas en colegios profesionales oficialmente reconocidos por los poderes públicos, de
acuerdo con lo previsto en la normativa específicamente aplicable”.
Concepto de responsabilidad
El término “responsabilidad” significa responder de lo que se ha hecho o no se ha hecho.
Diferentes autores afirman que la responsabilidad se puede considerar, a la vez, tanto
13
MÓDULO I
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
individual como institucional, es decir, tanto personal como profesional, estando ligada
a los valores, al poder político, a la ética profesional y a los procesos educativos que modelan los valores. En filosofía, el término está a menudo unido a la responsabilidad profesional y personal y a la virtud moral.
La literatura de Enfermería estudia el valor de la responsabilidad ligada a los derechos
del paciente y a la formación de valores morales durante la enseñanza y el aprendizaje
de la misma, relacionándola también con conceptos como “autonomía” y “autoridad”.
No obstante, en todos los textos se concede gran importancia al valor de la responsabilidad social de los cuidados de Enfermería y a las exigencias morales y legales de la
práctica enfermera, aunque también es posible reconocerle, al mismo tiempo, una dimensión económica y política.
En la asunción de responsabilidad se incluyen dos componentes complementarios:
•
Responsabilidad de: conocimiento del terreno de competencia y capacidad de hacer frente salvaguardando la seguridad. Supone la integración activa de normas, valores, actitudes, formas de hacer, estructuras de relación, reacciones con el medio ambiente, etc., adquiridos en la formación como
profesional. La persona responsable actúa de una forma u otra frente a situaciones determinadas y sabe responder a ellas tal y como se espera que lo
haga, pudiendo adoptar comportamientos aceptables en casos imprevistos
y pudiendo dar razón de los mismos, en ambos casos, desde la competencia
profesional.
•
Responsabilidad hacia: conocimiento de las formas de toma de decisiones y
del contexto en el que se desarrolla su labor, identificando los límites de la responsabilidad tanto personales como de la línea jerárquica establecida socialmente.
Ambos aspectos llevan a definir la responsabilidad como “obligación o necesidad
moral o intelectual de cubrir un deber, mandato u obligación”. Esta definición une el concepto de responsabilidad con el de deber, reconociendo la dimensión ética que en sus
orígenes tuvo la palabra. Por tanto, el concepto de “responsabilidad” hace referencia
al orden ético y al orden legal o jurídico que se establece para garantizar la vida en
sociedad.
Parece necesario adentrarse en el concepto de “deber” para poder tener más elementos de comprensión acerca del término “responsabilidad”. Desde el marco ético, “deber”
se define como “obligación moral” o como “lo que uno debe hacer”.
Según Kant, las personas tienen dos grupos de obligaciones evidentes: para consigo mismas y para con sus semejantes, argumentadas de la siguiente forma:
1. Con relación a sí mismos: el ser humano está obligado a liberar sus talentos y capacidades, se debe a sí mismo y a sus semejantes y está obligado a encontrar placer y
felicidad en la liberación de sus talentos y capacidades.
14
MÓDULO I
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
2. Con relación a sus semejantes: todo ser humano ha de experimentar compasión hacia
los demás. Compasión entendida como deseo de ayuda. El hombre debe promover
activamente el bienestar de los demás, siendo ésta la base ética de toda buena terapia y de la comunicación en cualquier situación.
Así, la responsabilidad está presente en cada acto que las personas llevan a cabo. Deber
y, por tanto, responsabilidad, no son sinónimos de obligación, haciéndose preciso comprender que no toda la responsabilidad está vinculada únicamente con el sentimiento
de obligación. La dimensión ética de la responsabilidad se sitúa, en consecuencia, más
allá del mandamiento, más allá de que pueda presentarse como sentimiento de obligación.
A través de la razón y de la conciencia se desarrolla la responsabilidad profesional. Por
ello, es posible asumir responsabilidad y desarrollar el sentido responsable y la capacidad de análisis y valoración de los propios actos profesionales desde el conocimiento y
desde su vertiente ética. Sólo se puede hablar de comportamiento moral cuando la persona es responsable de sus actos, lo que implica que ha podido hacer lo que quería,
elegir entre dos o más alternativas y actuar de acuerdo a su decisión.
Obviamente, de estos conceptos básicos acerca de la responsabilidad desde la propia
razón, derivada de la vida en sociedad, surge la necesidad del Derecho, sin duda la mayor
aportación que han llevado a cabo los seres humanos desde el planteamiento demócrata de vida en comunidad. Los seres humanos son “humanamente” iguales, por lo que
también son iguales ante la Ley, es decir, ante el conjunto de normas y reglas de juego
conocidas públicamente que regulan los intereses de los individuos y la aportación que
del grupo se puede esperar.
Por tanto, al sentido moral o ético del concepto de responsabilidad hay que sumar el
sentido legal. La ética y el derecho responden a la necesidad social de regular las relaciones entre las personas y de delimitar y concretar su responsabilidad individual y social.
La eticidad es un acto conforme con la norma moral, siendo competencia de la ética.
La legalidad de un acto es el ajuste de ese acto a la norma legal, siendo competencia
del derecho. Cuando se habla de responsabilidad tanto ética como legal, siempre se hace
referencia al conjunto de normas éticas y legales que regulan las relaciones entre las personas, si bien unas serán de cumplimiento debido y otras de cumplimiento obligatorio.
La responsabilidad ética es la obligación de responder de los propios actos desde la perspectiva moral. La consecuencia de la exigencia de esta responsabilidad es la sanción ética. La responsabilidad legal es la deuda u obligación de reparar o satisfacer por sí solo
o por otro la consecuencia de un delito, culpa u otra causa legal. Tanto las normas legales como las morales son de carácter imperativo, ya que ambas llevan la exigencia del
cumplimiento mediante una determinada forma de comportamiento.
Atendiendo a las obligaciones postuladas por Kant y teniendo en cuenta la ética, la moral
y la ley, se podría concluir que la profesión enfermera desarrolla su responsabilidad en
tanto que se articula como servicio a la sociedad desde la moralidad o ética implícita en
el cuidado.
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MÓDULO I
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M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
Para cuidar hay que desarrollar la capacidad creadora de la enfermera, que le permite
concretar su capacidad y su experiencia y, desde ella, encontrar respuesta a las necesidades individuales de las personas que atiende. No es posible cuidar sin tener deseos
de ayuda o, en palabras de algunos autores, sin tener compasión. El cuidado, por su
propio contenido, va encaminado en su sentido primordial al bienestar de los demás.
La enfermera asume su responsabilidad a través de su formación, que se inicia en sus
años universitarios y se complementa durante toda su experiencia profesional, haciéndola concreta cuando las acciones que emprende, tanto individualmente como en grupo, tienen a la persona como fin y consideran a la humanidad como un todo. Los cuidados serán buenos y estarán en el contexto del deber si ofrecen posibilidades apropiadas
para las personas a las que se dirigen. Sólo así las acciones enfermeras serán verdaderamente actos responsables.
L OS
DERECHOS DE LOS PACIENTES COMO FUENTE DE
RESPONSABILIDAD PROFESIONAL EN ENFERMERÍA
Los derechos humanos como derechos morales
En el mundo occidental es fácil caer en la tentación de pensar que en la época actual
ya no es necesario hablar de derechos humanos, dado que las sociedades han alcanzado altas cotas de civilización, lo que elude el peligro, o al menos lo mitiga, de un trato injusto y desigual entre las personas. Sin embargo, la realidad es muy diferente y el
ser humano, que ha realizado grandes progresos científicos y conoce sus consecuencias, debería haber efectuado también grandes progresos sociales, pues no hay más que
asomarse a cualquier medio de comunicación para comprobar cómo se están vulnerando
los derechos más fundamentales de las personas.
Los profesionales de la Enfermería tienen la responsabilidad de proteger los derechos de
las personas a las que cuidan, aunque es evidente que el deber de esta protección va
más allá de cualquier profesión. El alcance de esta responsabilidad se ha ampliado en
los últimos tiempos al haberse producido circunstancias tales como los avances tecnológicos, las medidas terapéuticas extraordinarias, mayor número de profesionales en la
atención al enfermo-usuario, escasez de recursos, etc., que hacen que se puedan vulnerar más esos derechos, por lo que hay que tomar conciencia de los problemas sobre
los derechos fundamentales que se pueden presentar en el trabajo y buscar los mecanismos que ayuden a resolver mejor estas situaciones.
Al hablar de los derechos de la persona es preciso mencionar algunas de las declaraciones y normativas más importantes que pueden servir de referencia o de grandes marcos, como pueden ser, entre otros, la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
la Constitución Española, la Declaración de los Derechos del Niño y el Convenio para la
Protección de los Derechos Humanos y la Dignidad del Ser Humano con respecto a las
aplicaciones de la Biología y la Medicina.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Recoge la idea general de la dig16
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nidad, la igualdad y los derechos inalienables de la familia humana y está fundada en
la libertad, la justicia y la paz en el mundo.
La Constitución Española, aprobada el día 31 de octubre de 1978 y refrendada por los
ciudadanos el día 6 de diciembre de ese mismo año, destaca los valores de libertad, justicia e igualdad, al decir, en su artículo 1.1, que “España se constituye en un Estado social
y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”.
Asimismo, reconoce la dignidad de la persona y los derechos que le son inherentes en
su artículo 10, puntos 1 y 2: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son
inherentes, el libre desarrollo de su personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los
demás son fundamento del orden político y de la paz social. Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración de los Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificadas por España”.
De igual modo, en el artículo 14 enuncia el principio de igualdad y de no discriminación: “Los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna
en razón de nacimiento, raza, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social”. Y en los artículos del 15 al 20 se reconocen y se amparan los derechos a la vida, a la libertad ideológica, religiosa y personal, a la intimidad y a la libertad
de expresión.
En lo que a la Declaración de los Derechos del Niño respecta, cabe decir que la primera de esas declaraciones, conocida como la Declaración de Ginebra, data del año 1923
y constituyó la carta fundamental de la Unión Internacional de Protección a la Infancia.
El texto de esta primera Declaración rezaba que, “por la presente Declaración de los Derechos del Niño, los hombres y mujeres de todos los países reconocen que la humanidad debe
darle al niño todo lo que tiene de mejor, afirmar sus deberes y sin consideración de raza,
nacionalidad o creencia:
a) El niño tiene que ser puesto en condición de desarrollarse de una manera material y espiritual normal.
b) El niño hambriento será alimentado; el enfermo, cuidado; el atrasado, animado;
el desviado, corregido; el huérfano y el abandonado, recogidos y socorridos.
c) El niño ha de ser el primero en recibir auxilio en tiempo de miseria.
d) El niño debe ser puesto en condición de ganarse la vida y protegido contra la
explotación.
e) El niño será educado en la idea de que sus mejores cualidades han de ser puestas el servicio de sus hermanos”
La Asamblea de la Sociedad de Naciones dio su adhesión unánime en 1924, recomendando a los Estados basar sus legislaciones en esos principios.
Tras diversas propuestas de modificación del texto original, no fue hasta el 20 de noviembre de 1959 cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas
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aprobó por unanimidad la Declaración de los Derechos del Niño. España ratificó, el 31
de diciembre de 1990, el Convenio sobre los Derechos del Niño adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989.
Muchos de los derechos y libertades proclamadas en ese documento ya están incluidos
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero a nadie se le escapa que
las necesidades especiales de la infancia justifican una protección especial.
En la Constitución Española, artículo 39, se recoge de manera explícita la protección a
la familia y a la infancia, haciendo referencia a que:
•
“Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica a la
familia”.
•
“Los poderes públicos aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos,
iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación, y de las madres,
cualquiera que sea su estado civil. La ley posibilitará la investigación de la paternidad”.
•
“Los padres deben prestar asistencia de todo orden a los hijos habidos dentro o
fuera del matrimonio durante su minoría de edad y en los casos en los que legalmente proceda”.
•
“Los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que
velan por sus derechos”.
De igual modo, en el año 1979, coincidiendo con el Año Internacional del Niño, el Consejo Internacional de Enfermería (CIE) adoptó en la reunión de Representantes Nacionales en Nairobi una declaración sobre políticas del CIE acerca de las Derechos del Niño.
En cuanto al Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y la Dignidad del
Ser Humano con respecto a las aplicaciones de la biología y la medicina, también llamado Convenio de Oviedo, de aplicación en nuestro país como norma legal en los supuestos en que no exista otra norma aplicable, recoge los derechos de las personas, del usuario, las obligaciones profesionales y normas de conducta. Este texto se verá con mayor
amplitud en el tema sobre el Derecho a la Información y el Consentimiento Informado.
La Enfermería y los Derechos Humanos
En lo que respecta a la profesión enfermera, sus características especiales hacen que desde ella se tenga una especial responsabilidad en materia de protección de los Derechos
Humanos. La razón está en los propios avances de las ciencias biomédicas. Las posibilidades técnicas en la actualidad hacen que, en determinadas circunstancias, se pueda
despojar a las personas de su dignidad, instrumentalizándolas y midiendo su valor con
criterios utilitaristas.
Algunas organizaciones internacionales con finalidad humanitaria, como la Cruz Roja,
han elaborado códigos para orientar la actuación de las enfermeras en situación de especial riesgo para el respeto de los Derechos humanos, como pueden ser las situaciones
bélicas.
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Merece una referencia especial la iniciativa del CIE. En julio de 1971 fue adoptada, por
el Consejo de Representantes Nacionales del Consejo Internacional de Enfermaría, en
Dublín, una declaración que insta a las asociaciones miembros a que tomen las medidas necesarias para apoyar la Declaración de los Derechos Humanos, expresándose en
los siguientes términos:
•
“Considerando que los servicios de enfermería son universales y que deben, por
tanto, ser prestados sin distinción alguna de nacionalidad, raza, color, religión,
política, sexo o condición social, y
•
Considerando que las Naciones Unidas han publicado la Declaración Universal de los Derechos Humanos recomendando a todos los Estados miembros
que fuese divulgada, leída y comentada principalmente en las escuelas y demás
establecimientos de enseñanza, sin distinción alguna basada en la situación
política de los países o de los territorios,
•
“Se Resuelve que el Consejo Internacional de Enfermeras ratifique la Declaración Universal de Derechos Humanos y solicite a sus asociaciones miembros
que tomen las disposiciones que sean necesarias para apoyar y poner en práctica los objetivos establecidos en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de las Naciones Unidas“.
Dos años más tarde se realizó una declaración por la que se vino a condenar el empleo
de cualquier tipo de tortura, instando a las enfermeras a reconocer dichos medios, evitarlos y, si es necesario, denunciarlos. Concluye esta declaración afirmando que la responsabilidad primordial de las enfermeras es para con sus pacientes.
Posteriormente, en junio de 1983, el mismo Consejo de Representantes Nacionales del
Consejo Internacional de Enfermería, en Brasil, adoptó una Declaración sobre el papel
de la enfermera en la salvaguarda de los Derechos Humanos, afirmando que ésta no
está restringida a las situaciones de conflictos armados o revoluciones violentas, sino que
en los lugares habituales de trabajo pueden darse situaciones de vulneración de los derechos y que la enfermera debe actuar frente a esos abusos salvaguardando la vida, la
libertad y la dignidad de los pacientes. A la vez que se afirma la responsabilidad profesional individual en esta materia, se establece la necesidad de que las asociaciones profesionales diseñen mecanismos efectivos de denuncia y protección de las situaciones de
vulneración de derechos, sirviendo de guía y asesoramiento legal a las enfermeras cuando se encuentren en situaciones difíciles.
En definitiva, lo que viene a poner de manifiesto el CIE es que “ las enfermeras son responsables de sus propias acciones profesionales y deben estar alerta a la posibilidad de que
se las presione para que usen su conocimiento y calificación profesional de una manera que
no resulte verdaderamente beneficiosa para el paciente u otras personas”.
El Código Deontológico de la Enfermería Española se hace eco de la necesidad de proteger los Derechos Humanos. En cualquier caso, interesa destacar que la profesión enfermera puede y debe cooperar en la salvaguarda de los mismos, no sólo como lo haría
cualquier miembro de la “familia humana”, sino como profesionales que juegan un rol
fundamental en el cuidado de la salud.
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Los derechos de los usuarios
El interés de los profesionales enfermeros por los derechos de los pacientes surge no sólo
de la necesidad de plantear una atención humanizada, necesidad común entre todos
los profesionales de la salud, sino también de la propia propuesta del cuidado enfermero.
En nuestro país, los derechos de los usuarios de los servicios sanitarios quedan reflejados en la Ley 14/1986 General de Sanidad y en la Ley 41/2002 Básica Reguladora de
la Autonomía del paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y
Documentación Clínica, así como en el ya citado Convenio de Oviedo.
En este sentido, en la Ley General de Sanidad (LGS) tienen especial importancia los artículos 9, 10 y 11. De la Ley 41/2002, los artículos más destacados sobre este tema son
el 4, 7 y 8. Se recomienda, para su estudio, la lectura de los artículos citados en los Anexos legislativos del presente texto, presentando especial atención a la derogación que la
Ley 41/2002 hace de algunos puntos de los artículos citados de la LGS.
Las enfermeras y enfermeros han de tomar decisiones y llevar a cabo acciones colectivas para que los derechos humanos de los enfermos/usuarios y de las enfermeras se conviertan en realidad, creando contextos de cuidados en los que los valores de ambas partes sean elementos necesarios e imprescindibles para el proceso de toma de decisiones
profesionales.
Á MBITOS
Y CONSECUENCIAS DE LA EXIGENCIA DE
RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
Los ámbitos de la responsabilidad profesional
En el ejercicio profesional de la Enfermería se confunden con relativa frecuencia los diferentes ámbitos desde los cuales se pueden exigir a las enfermeras y enfermeros responsabilidad por sus acciones e intervenciones profesionales, es decir, que respondan y que
den cuenta ante quien así se lo demande y esté facultado para ello.
En consecuencia, y entendiendo genéricamente por “responsabilidad” la deuda u obligación que se crea como resultado de la realización de determinados actos o la omisión de algún deber, puede decirse que la responsabilidad profesional en Enfermería
es la obligación que toda enfermera o enfermero tiene de responder de sus actos, reparando o satisfaciendo, por sí o por otro, el menoscabo causado voluntaria o involuntariamente en el desempeño de sus funciones profesionales. Hay que aclarar que por
“actos realizados en el ejercicio profesional” se pueden entender tanto las acciones como
las omisiones hechas tanto directamente como de forma mediata, es decir, mediante
mandato o delegación de autoridad en otra persona (por ejemplo, en las/os Auxiliares
de Enfermería).
Es preciso, por tanto, dejar claro cuáles son los ámbitos de exigencia de responsabilidad
profesional. Desde un concepto general puede decirse que son tres: el ámbito de lo ético,
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de lo legal y de lo deontológico. Las normas pertenecientes a cada uno de estos ámbitos,
si bien pueden tener algunas similitudes, son de tipo diferente.
El contenido de lo ético y el de lo legal, es decir, la moralidad y la legalidad de los actos,
es sustancialmente distinto. Las normas éticas, pertenecientes a la esfera de la moralidad
de los hechos, están basadas en principios y valores reconocidos y compartidos por la
comunidad profesional y orientan las conductas individuales de sus miembros. Por este
motivo, las normas éticas se asumen y se compromete cada persona con ellas por una
íntima convicción y la responsabilidad de su cumplimiento o incumplimiento compete,
de forma íntima e individual, como ya se ha dicho, a la propia persona, por lo que la
exigencia de responsabilidad será también de índole personal.
Las normas legales, por el contrario, pertenecen al Derecho, siendo éste quien determina la legalidad de los actos y, por tanto, la legitimación jurídica de los actos profesionales enfermeros.
En lo que a las normas deontológicas se refiere, son aquellas que se ocupan del “deber”,
dejando fuera de su ámbito específico de interés otros aspectos de la ética, y son las que
constituyen la Deontología. Para la Enfermería, el conjunto ordenado de este tipo de
normas determina la Deontología Profesional Enfermera, es decir, los deberes mínimamente exigibles a la enfermera o al enfermero en su ejercicio profesional.
Así, por tanto, si bien a las normas orientadoras de una conducta individual (normas
éticas) se pueden contraponer las normas disciplinarias del Derecho (normas legales), las normas deontológicas enlazan el fin orientativo con el disciplinario, pero sin
quedar por ello confinadas en ninguno de los dos campos. Esto permite conferir a
la Deontología un carácter bidireccional pero con entidad propia, siendo lo que permite a los profesionales definir, mediante normas reguladoras de su ejercicio, sus propios, legítimos y diferenciadores códigos de comportamiento, transportando al plano profesional la simbiosis resultante de lo personal (lo ético) y lo transpersonal (lo
jurídico). Este es el motivo por el que muchos autores denominan a la Deontología
como “la disciplina puente entre lo ético y lo jurídico”.
Consecuencias de la exigencia de responsabilidad
profesional
Como ya se ha dicho, los comportamientos morales, es decir, la observancia de la ética,
en este caso de la ética enfermera, se lleva a cabo por propia convicción, siendo por
tanto su exigencia de índole puramente íntima.
Sin embargo, no sucede lo mismo con las normas legales. De forma esquemática y referido de modo específico al ámbito sanitario, la responsabilidad jurídica puede clasificarse en los siguientes tipos:
•
Responsabilidad penal: siempre es declarada sobre la base de hechos tipificados en el Código Penal. Es la que más graves consecuencias tiene para el profesional sanitario. Es una responsabilidad de tipo personal, es decir, hay que
responder de modo individual ante esa exigencia y su consecuencia jurídica
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es la pena. Asimismo, cuando hay condena penal es habitual establecer una
indemnización en concepto de responsabilidad civil ex delicto. Una consecuencia
de dicha responsabilidad es la inhabilitación profesional.
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•
Responsabilidad civil: se divide en contractual y extracontractual. Se basa en el
concepto de culpa, ya que cuando el profesional sanitario realiza un acto asistencial y genera un daño incurre en responsabilidad civil extracontractual o
aquiliana. La consecuencia de esta responsabilidad es la indemnización. No
genera inhabilitación profesional.
•
Responsabilidad disciplinaria o empresarial: se genera cuando un trabajador realiza hechos o conductas leves o graves que así se insertan en los Convenios
Colectivos o normas funcionariales o estatutarias. Su consecuencia es la sanción disciplinaria, pudiendo revestir diversas formas.
•
Responsabilidad patrimonial: es el tipo de responsabilidad propia de las Administraciones Públicas. Se regula en la Ley 30/1992 del Régimen Jurídico de
las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común. Es
una responsabilidad de tipo objetivo. La acción del paciente perjudicado se
dirige directamente contra la Administración Pública Sanitaria competente. La
jurisdicción conocedora de estas cuestiones litigiosas es la contencioso-administrativa. Esta reclamación/demanda se dirige contra la Consejería respectiva y no contra el profesional de Enfermería. Lo que enjuicia el Tribunal es el
funcionamiento normal o anormal del servicio sanitario como tal. Esta responsabilidad se encuentra cubierta por los seguros que las Administraciones
Públicas tienen concertados.
Con relación a las normas deontológicas, el tipo de responsabilidad que puede exigirse es la denominada Responsabilidad corporativa o colegial y se genera por conductas
que atentan contra los códigos deontológicos que rigen las buenas prácticas de los colegiados. Es una responsabilidad declarada por los órganos competentes de los colegios
profesionales.
LA
DEONTOLOGÍA Y LOS CÓDIGOS DEONTOLÓGICOS
Aspectos generales sobre los códigos deontológicos
Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho sobre las normas deontológicas y sobre la
condición de la Deontología como disciplina puente entre lo ético y lo jurídico, en sentido estricto puede considerarse a ésta como el conjunto de normas de menor grado
de positivación, que no están regidas por sanción estatal, pero que sin ser netamente
jurídicas sí que implican disposiciones disciplinarias, dado que emanan de un órgano de
control profesional (o de autocontrol de la profesión), es decir, de la organización colegial específica de cualquiera de las profesiones existentes. Cabe decir, por tanto, que la
deontología es una ética de mínimos, pues constituye los deberes mínimamente exigibles a cualquier profesional.
Hay quien opina, sin embargo, que no es posible la existencia de un código portador
de ideales éticos cuando sus normas son dictadas bajo condicionamientos sancionado22
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res, pero lo cierto es que, en la actualidad, la profesionalización de los servicios ha determinado que el Estado y los organismos especialmente reconocidos para el control de
las actividades profesionalizadas intervengan e impongan las normas de buen comportamiento. De cualquier modo, es lógico pensar que ese hecho pueda transformar los
códigos deontológicos en normas jurídicas, haciéndoles perder así su función primaria
de ideal ético, pero también es evidente que es un riesgo que es preciso asumir y controlar, dado que la compleja realidad social así lo impone. Como ya advertía Blondeau,
en 1986, hablando de los códigos deontológicos enfermeros, “ya no es posible acoger
el discurso ético como algo puramente desinteresado sin tener en cuenta los múltiples y diversos elementos que conforman el trabajo profesional, pues es preciso asumir que la orientación de la profesión enfermera hacia el bienestar de la colectividad es la base de que el Estado nos reconozca el uso exclusivo de un título y el derecho a ejercerlo profesionalmente”.
Por todo ello, hay que entender que los códigos deontológicos no responden, ni pueden hacerlo, a todas las cuestiones de orden ético que el trabajo profesional puede poner
de manifiesto, pues lo que pretenden es recoger las grandes orientaciones que deban
guiar a los profesionales para el cumplimiento de sus funciones, estableciendo los límites o los mínimos por los que la profesión ha de discurrir. En definitiva, como sigue diciendo Blondeau, “los códigos deontológicos son instrumentos útiles para los profesionales,
pues posibilitan la toma de decisiones morales de manera informada y, evidentemente, libre”.
El Código Deontológico de la Enfermería Española
Mediante la Resolución 32 del año 1989 y conforme al artículo 75, párrafo 16,
de los Estatutos de la Organización Colegial de Enfermería en vigor en ese tiempo,
el Consejo General de Enfermería aprobó el Código Deontológico de la Enfermería
Española.
Tanto en su Preámbulo como en la Norma Adicional Sexta se explicita el carácter obligatorio del citado Código, advirtiendo a los profesionales que “(...) incurrirán en responsabilidad disciplinaria aquéllos que por su comisión, omisión o simple negligencia en el cumplimiento de sus funciones se conduzcan de forma contraria a las disposiciones de este Código”.
El Código Deontológico requiere ser leído detenidamente (Ver Anexos legislativos) pero,
en líneas generales, puede decirse que se sostiene sobre cuatro pilares fundamentales:
•
El primero, citado en el Preámbulo, reconoce al profesional enfermero una
responsabilidad derivada de la naturaleza de su propio trabajo, al indicar que
la enfermera/o, como profesional que es, tiene una función o razón de ser que
sólo ella puede cumplir.
•
Los otros tres pilares, identificables a lo largo del articulado, se corresponden con las distintas obligaciones morales que el profesional debe cumplir para
con el ser humano (el paciente o usuario), la sociedad en general y la propia
profesión.
a. En el seno del grupo de artículos referidos al ser humano se percibe la
presencia de un principio ético general: el profesional debe subordinar sus
intereses personales a los de sus pacientes. Ya se ha hablado de este prin23
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cipio al fundamentar el concepto de “profesión” y al citar los caracteres
que se espera tenga cualquier profesión, lo cual también recoge el Código de manera implícita, si bien hace, asimismo, un llamamiento a que
los profesionales reconozcan los límites de su propia competencia y los
peligros de abuso, muchas veces de superioridad o de paternalismo, que
puede comportar el ejercicio poco cuidadoso de la profesión y procedan de manera que el trabajo promueva plena la dignidad de los destinatarios de los cuidados enfermeros.
b. El grupo de deberes para con la sociedad transmite otro gran principio:
los cuidados enfermeros han de ir más allá de las relaciones individuales con
los pacientes o los usuarios de sus servicios. Es decir, la responsabilidad
profesional es también de orden colectivo, debiendo situar los cuidados
enfermeros en un marco social en el que se valore al ser humano en
toda su magnitud, teniendo en cuenta su entorno y su perspectiva grupal y familiar.
c. Finalmente, el grupo de obligaciones morales para con la profesión indica el estado moral que debe animar a las enfermeras/os en el desempeño
de su actividad profesional cotidiana, así como las actitudes que sobre la
propia competencia, la formación continuada y la investigación estarán presentes a lo largo de toda su vida.
Queda una parte del Código, ya referida, formada por el Preámbulo y las Normas Adicionales, que tiene su razón de ser en el hecho, ya también comentado, de que la Organización Colegial está considerada, legal y socialmente, como garante de la calidad del
trabajo profesional enfermero y, parezca o no oportuno, está presente en todos los códigos de conducta profesional enunciados por las organizaciones estatales y que se refiere a la potestad de los colegios profesionales a imponer sanciones deontológicas a los
colegiados que transgredan esas normas.
En general, puede decirse que aunque el Código no detalla todas las conductas profesionales a seguir, cosa por otro lado imposible, sí se ofrecen principios generales, sencillos pero fundamentales, desde donde orientar las competencias profesionales que han
de sustentar un quehacer ético profesional de la máxima calidad. Pretender que el Código especifique el “cómo” operativizar los deberes que se enuncian en el mismo es hacer
jugar al Código Deontológico un papel que no le corresponde.
B IBLIOGRAFÍA
REFERENCIADA
[1] Cortina A. Ética de las profesiones. En: Arroyo MP, Cortina A, Torralba MJ, Zugasti J. Ética y Legislación en Enfermería. Madrid: McGraw-Hill Interamericana;
1997.
[2] Gracia D. El recto ejercicio profesional. ¿Cuestión personal o institucional? Quadern CAPS 1995: 23.
[3] Feito L. Ética profesional de la enfermería. Filosofía de la enfermería como
ética del cuidado. Madrid: PPC; 2000.
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[4] Gross E. The Workey and Society. Citado por González Anleo J. Las profesiones en la Sociedad Corporativa. En: Fernández JL, Hortal A (comp). La Ética
de las profesiones. Madrid: Universidad de Comillas; 1994.
[5] Medina CD. Ética y Legislación. Madrid: Difusión Avances de Enfermería (DAE);
2000.
Otra bibliografía necesaria para el estudio
— Constitución Española. BOE de 29 de diciembre de 1978.
— Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad. BOE de 29 de abril de 1986.
— Ley 44/2003, de 21 de noviembre, de Ordenación de las Profesiones Sanitarias. BOE de 22 de noviembre de 2002.
— Código Deontológico de la Enfermería Española. Resolución 32/1989 del Consejo General de Enfermería de España; 1989 (texto íntegro en los Anexos legislativos de esta obra).
— Convenio para la protección de los derechos humanos y la protección del ser
humano con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina. En: Instrumento de Ratificación del Convenio relativo a los derechos humanos y la
biomedicina. BOE de 20 de octubre de 1999 (texto íntegro en los Anexos legislativos de esta obra).
— Ley 41/2002, de 14 de noviembre, Básica Reguladora de la Autonomía del
paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica. BOE de 15 de noviembre de 2002 (texto íntegro en los
Anexos legislativos de esta obra).
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RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
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ANEXOS
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Objetivos
LA
•
Analizar las causas que están determinando la judicialización de la asistencia
sanitaria.
•
•
Describir el concepto de responsabilidad penal en Enfermería.
•
Explicar los conceptos de secreto profesional y de la omisión del deber de
socorro.
•
•
Describir y diferenciar la responsabilidad en el Equipo Sanitario.
•
Describir el concepto jurídico de la objeción de conciencia en Enfermería.
Explicar los conceptos de homicidio y lesiones por imprudencia profesional y
del auxilio al suicidio.
Diferenciar el daño enfermero como daño del servicio sanitario y la responsabilidad patrimonial de la Administración Sanitaria.
JUDICIALIZACIÓN DE LA ASISTENCIA SANITARIA
Impacto en el ámbito de los profesionales
sanitarios
En la actualidad, las instituciones sanitarias viven en un contexto de enormes cambios
organizativos, competenciales y del papel que desempeñan tanto los pacientes como los
profesionales. Toda esta realidad exige a los profesionales de la Enfermería un conocimiento y una adaptación al mundo de la bioética y del derecho, con el fin de adquirir
un complejo conjunto de habilidades que les permitan solventar con seguridad los conflictos jurídicos y bioéticos que se dan en su praxis profesional.
La asistencia sanitaria tiene una evidente complejidad y singularidad, entre otros aspectos, por la cantidad de agentes que interactúan:
Usuarios-Pacientes: como sujetos activos de la prestación y asistencia sanitaria. Cabe afirmar que se está en una fase marcada por una concepción usuariocentrista (fenómeno
del usuariocentrismo sanitario) que justifica la evolución al concepto de ciudadanía sanitaria. El 16 de mayo de 2003 entró en vigor la Ley 41/2002 de 14 de noviembre, Básica Reguladora de la Autonomía del Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia
de Información y Documentación Clínica, que se postula como el marco jurídico mínimo indispensable de la carta de derechos de la ciudadanía sanitaria. Asimismo, varias
Comunidades Autónomas han regulado dichos derechos para su ámbito territorial. Existe una realidad relevante: en todos los procesos asistenciales en los que intervenga el
profesional de Enfermería, se debe sin duda insertar todo lo relacionado con los derechos de los pacientes y/o los usuarios.
Profesionales Sanitarios: los profesionales de Enfermería tienen una especial relevancia en
la prestación sanitaria, tanto por el número de profesionales en el conjunto del Sistema
Nacional de Salud como por la trascendencia de su actividad profesional. Los enfermeros y enfermeras interactúan con otros profesionales y en cuyo contextos sin duda, en
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ocasiones podrán surgir conflictos. Éstos serán orientados siempre en interés de la organización y de los pacientes y usuarios.
Gestores y Administradores: gestionando las necesidades y demandas sanitarias, priorizando y asignando recursos. El nuevo entorno del sistema sanitario ha generado que
haya surgido una competencia directiva con perfiles propios: la gestión de los derechos
y de los conflictos biojurídicos en la asistencia sanitaria. Los profesionales de la Enfermería
también interactúan y, en ocasiones, generan conflictos con los gestores y directivos de
las organizaciones sanitarias. Una idea trascendental es aumentar el peso de los profesionales enfermeros en la gestión de los servicios sanitarios.
Sistema Nacional de Salud (SNS): como el conjunto de servicios y acciones en materia sanitaria. Es el ámbito que deriva del artículo 43 de la Constitución y de la configuración del
modelo social y democrático de derecho. Los principios de universalidad, equidad y participación en el acceso a las prestaciones son factores legitimadores del sistema. El SNS
se encuentra en plena fase de descentralización de la gestión de la sanidad: en una intención por mantener la cohesión del SNS, el 29 de mayo de 2003 se publicó en el BOE la
Ley 16/2003, de 28 de mayo, de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud. Asimismo, la financiación de la sanidad es otro de los temas importantes y, en coherencia
con esto, se aprobó la Ley 21/2001, de 27 de diciembre, por la que se regulan las medidas fiscales y administrativas del nuevo sistema de financiación de las Comunidades Autónomas de régimen común y de Ciudades con Estatuto de Autonomía.
La Salud como Política: la salud y la asistencia sanitaria se encuentran en la agenda política, lo cual genera que sea una materia susceptible de una visión política.
Los Proveedores: existe una presión excesiva en la prestación sanitaria, haciendo que el
aumento del gasto crezca de manera constante. Por ello, los proveedores son entes esenciales y, como tal, han de estar en simbiosis con la legitimación social del Sistema Nacional de Salud (compromiso de sostenibilidad).
Lo anterior demuestra la genuina complejidad de la asistencia sanitaria y hace que actualmente se esté hablando del denominado fenómeno de la “judicialización de la asistencia sanitaria”, el cual se caracteriza por:
•
•
•
Un mayor número de quejas y reclamaciones en los servicios sanitarios.
Un número creciente de demanda ante los órganos judiciales.
La generación de conflictos bioéticos y jurídicos en las unidades y servicios
sanitarios.
El presente Módulo trata de llevar a cabo una aproximación a la responsabilidad jurídica en la que puede incurrir el profesional de la Enfermería de forma personal y cuando
genera un daño como mal funcionamiento del servicio sanitario.
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LA
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A NEXOS
RESPONSABILIDAD PENAL DE LA ENFERMERÍA
De las responsabilidades jurídicas, la que más inquieta a los profesionales sanitarios es
la responsabilidad penal, especialmente por la propia configuración legal, dogmática y
jurídica de la misma: la pena siempre es personal con la accesoria de inhabilitación profesional. Las consecuencias personales, familiares y sociales son importantes, pero más
si cabe es el contexto de la judicialización de la asistencia sanitaria, con extensión a la
práctica defensiva, existiendo un claro interés mediático por estos temas.
No obstante, la jurisprudencia penal ha sido sensible a tal situación y ha elaborado un
cuerpo de doctrina sobre la imprudencia médica, parcialmente aplicable a la Enfermería, que se puede resumir en:
•
•
No se incrimina el error científico.
•
Queda fuera del ámbito penal la falta de extraordinaria impericia o cualificada especialización.
•
Sí debe sancionarse la equivocación inexcusable o la incuria sobresaliente, es
decir, la falta de pericia de naturaleza extraordinaria, así como el abandono
de pacientes.
Los errores de diagnóstico no son tipificables como infracción penal, salvo que
por su entidad o dimensiones constituyan una equivocación inexcusable.
Con carácter general, la jurisprudencia indica que los profesionales sanitarios (y por extensión los profesionales de la Enfermería) podrán ser encausados cuando en el tratamiento
efectuado al paciente se incida en conductas descuidadas de las que resulten un proceder irreflexivo, la falta de adopción de cautelas de generalizado uso o la ausencia de
pruebas, investigaciones o verificaciones imprescindibles para seguir el estado del paciente. La cualificación de una imprudencia como grave o leve estará al análisis del deber
de cuidado que se ha obviado o la acción que se ha realizado. Existirá responsabilidad
penal cuando exista descuido grosero.
La entidad del descuido es lo que puede hacer que la actuación de un profesional enfermero derive hacia la responsabilidad penal o hacia la responsabilidad patrimonial por
mal funcionamiento del servicio sanitario.
EL
HOMICIO Y LAS LESIONES EN ENFERMERÍA
El Código Penal de 1995 determina la imprudencia profesional como un tipo delictivo
cualificado de la imprudencia. Es la forma penal más habitual en la práctica asistencial
médica. La imprudencia profesional puede ser grave o leve.
La responsabilidad penal es la forma más dura de exigencia hacia un profesional sanitario y puede revestir la forma de homicidio imprudente o lesiones imprudentes:
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Artículo 142.
1. El que por imprudencia grave causare la muerte de otro, será castigado, como
reo de homicidio imprudente, con la pena de prisión de uno a cuatro años.
(...)
3. Cuando el homicidio fuere cometido por imprudencia profesional se impondrá además la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión,
oficio o cargo por un período de tres a seis años.
En el ámbito de la responsabilidad, en ocasiones es difícil determinar el grado de imprudencia (grave o leve) en la cual incurre un profesional y es por ello que se deba analizar
con detenimiento el comportamiento, por ejemplo, del médico o de la enfermera en la
asistencia profesional que se enjuicia y analizarlo en relación con la lex artis ad hoc o diligencia médica o enfermera exigible en ese momento. Como criterio orientativo (por la gravedad de las consecuencias para el profesional sanitario), la imprudencia profesional grave supone la existencia de un descuido grosero, un manifiesto e irreflexivo actuar, una dejadez
y abandono de los pacientes. No hay que olvidar que la exigencia que se le pide a todo
profesional sanitario es que actúe con diligencia, con sometimiento a la lex artis ad hoc
y siempre con salvaguarda de la vida y la integridad física y psicológica de la persona.
EL
DELITO DE OMISIÓN DEL DEBER DE SOCORRO
Tema polémico y con gran difusión y comentario en los medios de comunicación cuando se han producido hechos que a priori pudieran denotar una falta de asistencia por
profesionales sanitarios o centros asistenciales ante demanda de ayuda por viandantes.
El delito de omisión del deber de socorro tiene las siguientes características y requiere para
su existencia:
1. Una conducta omisiva sobre el deber de socorrer a una persona desamparada y en peligro manifiesto y grave, es decir, cuando necesite protección de
forma patente y conocida y que no existan riesgos propios o de un tercero,
como pueda ser la posibilidad de sufrir lesión o perjuicio desproporcionado
en relación con la ayuda que necesita.
2. Una repulsa por el ente social de la conducta omisiva del agente.
3. Una culpabilidad constituida no solamente por la conciencia del desamparo
de la víctima y la necesidad de auxilio, sino además por la posibilidad del deber
de actuar.
Por lo tanto, el criterio es prestar siempre la máxima ayuda y no dejar a la persona en
el trágico desamparo que supone su situación de riesgo. No obstante, el profesional sanitario ante la petición de ayuda sopesará que su actuación no supone un riesgo para las
personas que ya esté atendiendo.
El principio básico ha de ser siempre el proteger y salvaguardar la vida de las personas, así
como motivar su actuación en el sentido más humanitario posible.
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EL
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DELITO DE REVELACIÓN DE SECRETOS
Entre las figuras delictivas en relación con el secreto profesional, en el Código Penal se
encuentra la divulgación de los secretos de otra persona por profesionales (Artículo 199.2).
En esta figura penal se recoge, por tanto, la protección penal del secreto enfermero. Se
describe así:
“El profesional que, con incumplimiento de una obligación de sigilo o reserva, divulgue secretos de otra persona (...)”.
Obviamente, dentro del concepto de “profesional” quedan encuadrados todos los profesionales de la Enfermería. La pena prevista consiste en prisión de uno a cuatro años,
multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial de dos a seis años.
No obstante, el profesional enfermero, al igual que cualquier otro, puede no cumplir su
obligación de secreto en los siguientes casos:
•
La obligación de denunciar. Así lo establece la Ley de Enjuiciamiento Criminal
al referirse al profesional de la Medicina, la Cirugía o la Farmacia cuando tuviere relación con el ejercicio de una actividad profesional, obligando a denunciar determinados hechos delictivos. Este precepto es extensible a los profesionales de la Enfermería.
•
Obrar en virtud de un estado de necesidad. A modo de ejemplo, cuando un
profesional conoce que una persona tiene una enfermedad infectocontagiosa y éste no se lo quiere comunicar a su cónyuge.
•
Las enfermedades de declaración obligatoria, en cuanto tal actividad es necesaria por razones epidemiológicas y de salud pública.
•
La defensa, por ejemplo, de otro enfermero en un proceso judicial.
Llegado este momento, y dada la trascendencia que tiene la salvaguarda de la relación
de confianza entre la enfermera y el paciente, se expone un caso práctico para la reflexión: el secreto enfermero dignifica y fortalece la labor profesional.
Caso práctico
•
Revelación de datos de salud de una paciente a terceras personas. Delito de
violación del secreto profesional. Un caso aplicable en el supuesto de la actividad de los profesionales de la Enfermería.
•
En dicha sentencia se enjuicia el comportamiento de un facultativo que revela información sobre una paciente. Dicho médico lo hizo dentro de un contexto de relaciones familiares, no obstante, esto no desvirtúa la propia naturaleza del acto ilícito.
•
Hay que tener en cuenta que esta sentencia es anterior a la entrada en vigor
de la Ley 41/2002.
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S ENTENCIA DEL T RIBUNAL S UPREMO ,
DE 4 DE ABRIL DE 2001
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SALA DE LO PENAL ,
Los hechos que se enjuician
“Que la acusada A.I.P.M. prestaba sus servicios como especialista neuróloga y en concepto de médico residente en el Hospital General de XXXX, dependiente de la Diputación Provincial de XXXX, desde 1992. Que en los primeros días del mes de diciembre de
1996 fueron solicitados sus servicios profesionales, a fin de prestar asistencia neurológica a B.B.B., la que estaba ingresada en la sección de Ginecología, dado el estado de
gestación en que se encontraba. Que al visitar la acusada a la paciente, ésta reconoció
a aquélla por razones de proceder sus familias de la pequeña localidad de la provincia
de XXXX. Por la doctora y acusada se tuvo que examinar el historial clínico de la paciente en la que constaba entre otras circunstancias trascendentes, como antecedente quirúrgico, “la existencia de dos interrupciones legales de embarazo”, circunstancia ésta que
comentó a su madre, la que a la primera ocasión, en el pueblo, indicó a la hermana de
la gestante el hecho, ya conocido por ésta, del estado de gravidez actual y la precedente
existencia de dos anteriores interrupciones legales”.
Argumentos de la sentencia
1. La sentencia impugnada absuelve a la acusada del delito de revelación de secretos del art. 199.2 del que había sido acusada por el Ministerio fiscal y la acusación particular. Ambas acusaciones formalizan una oposición que se analiza.
2. El Ministerio fiscal denuncia el error de derecho en el que incurre la sentencia al inaplicar el hecho probado el art. 199.2 del Código Penal, el delito de
revelación de secretos cometido por el profesional que, con incumplimiento
de su deber de sigilo, divulgue los secretos de otra persona.
Se trata de un delito especial propio, con el elemento especial de autoría derivado de la
exigencia de que el autor sea profesional, esto es, que realice una actividad con carácter público y jurídicamente reglamentada. La acción consiste en divulgar secretos de otra
persona con incumplimiento de su obligación de sigilo; tal obligación viene impuesta
por el ordenamiento, Ley General de Sanidad 14/1986, de 25 de abril, cuyo artículo
10.3 establece que los ciudadanos tienen derecho “a la confidencialidad de toda la información relacionada con su proceso y con su estancia en instituciones sanitarias” y concurrente en el historial clínico-sanitario, en el que deben “quedar plenamente garantizados el derecho del enfermo a su intimidad personal y familiar y el deber de guardar
el secreto por quien, en virtud de sus competencias, tenga acceso a la historia clínica”
(art. 6.1). En este sentido, también la sentencia del Tribunal Constitucional (STC) 37/89.
La acción típica consiste en divulgar los secretos de una persona, entendida como la acción
de comunicar por cualquier medio, sin que se requiera que se realice a una pluralidad
de personas, toda vez que la lesión al bien jurídico “intimidad” se produce con independencia del número de personas que tenga el conocimiento. Por secreto ha de entenderse lo concerniente a la esfera de la intimidad, que es sólo conocido por su titular o
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por quien él determine. Para diferenciar la conducta típica de la mera indiscreción es
necesario que lo comunicado afecte a la esfera de la intimidad que el titular quiere defender. Por ello, se ha tratado de reducir el contenido del secreto a aquellos extremos afectantes a la intimidad que tengan cierta relevancia jurídica, relevancia que, sin duda, alcanza el hecho comunicado pues lesiona la existencia de un ámbito propio y reservado frente
a la acción y conocimiento de los demás, necesario –según las pautas de nuestra cultura– para mantener una calidad mínima de vida humana.
La Sala no comparte el criterio que afirma la sentencia impugnada en el que se refiere
que la conducta no tiene relevancia penal al no tratarse “más que de simples cotilleos
propios de lo que en la actualidad se denomina prensa amarilla o del corazón”. Y no se
comparte porque la afirmación frivoliza sobre sentimientos de forma no ajustada a la realidad. La divulgación del hecho, en cuanto perteneciente a la intimidad, lesiona su derecho fundamental precisamente por quien está específicamente obligado a guardar secreto. Es una parte importante de la sentencia que sin duda puede ayudar a reflexionar
sobre ciertas conductas o comportamientos dentro de las organizaciones y los servicios
sanitarios. Consiguientemente, el motivo se estima.
EL
DELITO DE AUXILIO AL SUICIDIO
En el Código Penal se encuentran cuatro tipos delictivos (artículo 143) relacionados con
el ámbito de análisis:
•
Inducción. Ha de tratarse de una inducción directa y eficaz, es decir, que lleve al paciente a quitarse la vida (prisión de cuatro a ocho años).
•
Cooperación al suicidio. En este caso la conducta consiste en cooperar con actos
necesarios al suicidio de una persona, realizando actos que no sean los de
matar (prisión de dos a cinco años).
•
Auxilio ejecutivo al suicidio. Se trata de cooperar hasta el punto de ejecutar la
muerte del que no quiere vivir más. En este caso se condena con una pena
más grave, con prisión de seis a diez años. También es denominado homicidio-suicidio.
•
Sobre este tema existen valoraciones en sentido humanitario en orden a entender que la petición inequívoca de una persona por acabar con su vida
ha de estar al margen del derecho penal. Sin embargo, el Código Penal prescribe que el que causare o cooperare activamente con actos necesarios y directos a la muerte de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de éste, en
el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte o que produjera graves padecimientos permanentes y
difíciles de soportar, será castigado con la pena inferior en uno o dos grados a
lo señalado para la cooperación o el auxilio ejecutivo (dieciocho meses a tres
años), siendo este el cuarto tipo delictivo que se enuncia en el artículo 143.
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La Eutanasia. Análisis de las Instrucciones Previas
Cuando se efectúa una aproximación a este tema surge una primera pregunta: ¿dentro
del derecho a la vida se encuentra el derecho a morir (disponer del derecho)? Los profesionales sanitarios viven constantemente rodeados de sufrimiento y se sabe cuán difícil es mantener un equilibrio o coherencia interna ante el dolor del prójimo. Excede de
este curso realizar una amplia reflexión y análisis sobre este tema, si bien se insertarán
algunos breves comentarios.
En primer lugar, no hay que confundir las Instrucciones Previas o Voluntades Anticipadas con la Eutanasia. Las primeras consisten en un instrumento (documento) que tiene
su virtualidad en el supuesto en el que el paciente no tenga capacidad (por estar imposibilitado por su situación clínica) para prestar válido consentimiento informado. Sin embargo, la eutanasia parte de la plena capacidad de la persona para realizar la opción de
poner fin a su vida.
Por tanto, la cuestión a plantearse podría ser: ¿dentro del derecho a la vida se encuentra insita el derecho a la disponibilidad sobre la vida? En España (caso Sampedro) se dio
un primer debate legal y social sobre la legalización/despenalización de la eutanasia, pero
este fenómeno no es ajeno al entorno sociocultural. Analizar el caso de una ciudadana
británica que solicitó a las autoridades británicas la inmunidad para su marido porque
pretendía que éste la ayudase a morir.
Los hechos y el planteamiento del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos de Estrasburgo
La demandante tiene 43 años de edad. Casada desde hace veinticinco años, vive
con su esposo, su hija y su nieta. Padece una Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA),
enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las neuronas motrices del
interior del sistema nervioso central y que provoca una alteración gradual de las
células que hacen funcionar a los músculos voluntarios del cuerpo. Su evolución
conduce a un grave debilitamiento de los brazos y de las piernas, así como de los
músculos implicados en el control de la respiración. La muerte sobreviene, generalmente, por problemas de insuficiencia respiratoria y de neumonía debidos a la
debilidad de los músculos respiratorios y de aquéllos que controlan la voz y la deglución. Ningún tratamiento puede detener la evolución de la enfermedad.
El estado de la demandante se ha deteriorado rápidamente desde que se le diagnosticó la ELA en noviembre de 1999. La enfermedad se encuentra actualmente
en un estado avanzado. La señora P. está casi paralizada desde el cuello hasta los
pies, no puede prácticamente expresarse de forma comprensible y se le alimenta
por medio de una sonda. Su esperanza de vida es muy limitada y se cuenta en meses
o incluso en semanas. Su intelecto y su capacidad para tomar decisiones están intactos. La fase final de la enfermedad es extremadamente penosa y lleva consigo una
pérdida de dignidad. La señora P. tiene miedo y se lamenta del sufrimiento y de la
indignidad que va a tener que soportar si se deja que la enfermedad se desarrolle
y desea, por tanto, vivamente poder decidir cuándo y cómo morir y escapar así a
dicho sufrimiento y a la indignidad.
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El suicidio no se considera un delito en el derecho británico, pero la demandante
está impedida por su enfermedad para llevar a cabo dicho acto sin ayuda. Ahora
bien, ayudar a alguien a suicidarse cae bajo el peso de la Ley Penal británica (artículo 2.1 de la Ley de 1961 sobre el suicidio).
Con el fin de permitir a su clienta suicidarse con la ayuda de su marido, el solicitor
de la demandante, mediante una carta fechada el 27 de julio de 2001 y escrita
en nombre de la señora P., solicitaba al «Director of Public Prosecutions» que se comprometiera a no instruir diligencias en contra del marido de la demandante si este
último, accediendo a los deseos de su esposa, la ayudara a suicidarse.
Los hechos son lo suficientemente dramáticos y reflejan la trágica tensión entre los férreos
e íntimos sentimientos de una enferma y las reglas del juego jurídico-social de los ordenamientos jurídicos estatales: pedía que no abrieran un procedimiento judicial contra
su marido (solicitar inmunidad) que la ayudaría a morir porque su enfermedad le imposibilitaba hacerlo de forma autónoma.
Como ya se ha dicho, según la legislación británica, ayudar a alguien a suicidarse cae
bajo el efecto de la Ley Penal (artículo 2.1 de la Ley de 1961 sobre el suicidio) –en el
caso de España, es el artículo 147 del Código Penal–. La señora P. consideraba que dentro del derecho a la vida se insertaba el derecho a no seguir viviendo, sin embargo, el
Tribunal de Estrasburgo considera que no es posible deducir del derecho a la vida un
derecho a morir ni de la mano de un tercero, ni con ayuda de una autoridad pública.
¿Cuál es la doctrina sobre esta cuestión tan difícil del Tribunal Constitucional? El mensaje
esencial sobre la Eutanasia puede centrarse en el siguiente principio: el derecho a la vida
no puede configurarse como un derecho a la libertad que incluya entre otras facultades el derecho a morir (Sentencia del Tribunal Constitucional 120/1990, de 27 de junio).
Sin entrar en valoraciones morales, otras de las ideas jurídicas fundamentales que hay
que tener en cuenta en relación con este tema son:
•
El derecho a la vida tiene un contenido de protección positiva que impide
configurarlo como un derecho de libertad que incluya el derecho a la propia muerte.
•
Hay que reconocer que siendo la vida un bien de la persona que se integra
en el círculo de su libertad, pueda aquélla fácticamente disponer sobre su propia muerte, pero esa disposición constituye una manifestación del agere licere,
en cuanto que la privación de la vida propia o la aceptación de la propia muerte es un acto que la ley no prohíbe.
•
En ningún modo el derecho a morir es un derecho subjetivo que implique
la posibilidad de movilizar el apoyo del poder público para vencer la resistencia
que se oponga a la voluntad de morir, ni mucho menos un derecho subjetivo
de carácter fundamental en el que esa posibilidad se extienda incluso frente
a la resistencia del legislador, que no puede reducir el contenido esencial
del derecho.
•
En virtud de ello, no es posible admitir que la Constitución garantice en su
art. 15 el derecho a la propia muerte y, por consiguiente, carece de apoyo
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constitucional la pretensión de que la asistencia médica coactiva es contraria
a ese derecho constitucionalmente inexistente.
Una vez establecido que, desde el punto de vista jurídico, la decisión de arrostrar la propia muerte no es un derecho, sino simplemente una manifestación de libertad genérica, es oportuno señalar la relevancia jurídica que tiene la finalidad que persigue el acto
de libertad de oponerse a la asistencia médica, puesto que no es lo mismo usar la libertad para conseguir fines lícitos que hacerlo con objetivos no amparados por la ley. En
tal sentido, una cosa es la decisión de quien asume el riesgo de morir en un acto de
voluntad que sólo a él afecta, en cuyo caso podría sostenerse la ilicitud de la asistencia
médica obligatoria o de cualquier otro impedimento a la realización de esa voluntad, y
cosa bien distinta es la decisión de quienes, hallándose en el seno de una relación especial penitenciaria (por ejemplo, en los casos de presos en huelga de hambre), arriesgan
su vida con el fin de conseguir que la Administración deje de ejercer o ejerza de distinta forma potestades que le confiere el ordenamiento jurídico. En este caso, la negativa
a recibir asistencia médica sitúa al Estado, en forma arbitraria, ante el injusto de modificar una decisión que es legítima mientras no sea judicialmente anulada o contemplar
pasivamente la muerte de personas que están bajo su custodia y cuya vida está legalmente obligado a preservar y proteger.
Estas consideraciones suponen constatar que el marco jurídico-constitucional y la jurisprudencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos de Estrasburgo limitan la ayuda o cooperación al suicidio.
LA
RESPONSABILIDAD DEL EQUIPO SANITARIO
La realidad actual de la asistencia sanitaria, su complejidad y el aumento de acciones
terapéuticas supone la acción sobre un proceso asistencial de diferentes profesionales
(equipos multidisciplinares): médicos, enfermeras, auxiliares, etc., situación que supone
un plus de complejidad a la hora de delimitar ámbitos de actuación de cada profesional y, por lo tanto, dificultad a la hora de objetivar la responsabilidad de cada uno de
ellos. Esta circunstancia hace necesario extraer y configurar nuevos conceptos que ayuden en sede judicial a extraer actuaciones no diligentes en el seno de los equipos sanitarios. Surge así la figura jurisprudencial definida como “medicina en equipo”, desde el
prisma de exigencia de responsabilidad penal.
Es un concepto que la dogmática jurídica penal intenta definir para conocer, en un contexto de complejidad de acciones, competencias y actos personales, un hilo conductor
coherente para delimitar individualmente responsabilidades.
La medicina en equipo se configura y estructura en dos principios:
•
•
Principio de confianza.
Principio de división del trabajo.
El principio de confianza supone que un profesional sanitario (cirujano, anestesista, enfermera, etc.) puede confiar en que sus colaboradores se comportarán diligentemente sal36
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vo que, en el caso concreto, circunstancias especiales, tales como descuidos graves, ineptitud o falta de cualificación reconocibles, le hagan pensar lo contrario. Dicho principio,
inherente a la complejidad de la asistencia sanitaria y a la Medicina o a la Enfermería en
general, hace razonable dividir el trabajo entre profesionales diversos para una mejor
atención. Es una razonable división de tareas. Tal hecho genera a su vez fuentes de peligro: cualificación de los profesionales sanitarios, fallos en la comunicación entre ellos o
deficiencias de coordinación del propio equipo.
El principio de división del trabajo se subdivide a su vez en:
a. División del trabajo en sentido horizontal: trata de delimitar las responsabilidades entre iguales desde un punto de vista profesional: por ejemplo, cirujano-cirujano, anestesista-anestesista o enfermera-enfermera.
b. División del trabajo en sentido vertical: trata de delimitar las responsabilidades
entre personal con autonomía en sus funciones pero con dependencia jerárquica:
por ejemplo, cirujano-anestesista, cirujano-enfermera o enfermera-auxiliar.
Se han puesto estos ejemplos porque cabe hacer referencia a un caso singular, como es
el del equipo quirúrgico. Al Jefe del mismo la jurisprudencia le cualifica con un plus, es
decir, un deber de garante de la diligencia de todo el personal que integra su equipo,
esencialmente en la relación de división del trabajo en sentido vertical. Es decir, el jefe
del equipo, esto es el cirujano, tiene la obligación de neutralizar las fuentes de peligro
que concurren respecto de su personal auxiliar y provenga de la infracción de sus deberes de vigilancia, control o coordinación de la intervención quirúrgica del caso (Sentencia de la Audiencia Provincial de Alicante, Sección 1ª, de 29 de enero de 1998. Recurso de Apelación núm. 248/1997).
EL
DAÑO ENFERMERO COMO DAÑO DEL SER VICIO SANITARIO :
LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LA ADMINISTRACIÓN
SANITARIA
Uno de los pilares básico de todo funcionamiento de servicio público en un Estado de
Derecho es la exigencia de responsabilidad por el funcionamiento de los servicios públicos cuando ocasionan un daño antijurídico a los particulares. Cuando una enfermera presta una asistencia sanitaria, dinamiza el servicio sanitario y, como tal, puede ser enjuiciado.
Ámbito legal
a. Artículo 106.2 de la Constitución Española: “Los particulares, en los términos
establecidos por la ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión
que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los
servicios públicos”.
b. Artículo 139 y ss de la Ley 30/92 de 26 de noviembre del Régimen Jurídico
de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.
Mediante esta norma se regula la forma de realizar una reclamación por un
paciente frente a una Administración, en este caso, sanitaria.
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c. Artículo 2.3 de la Ley 29/1998 de 13 de julio, reguladora de la jurisdicción
contencioso-administrativa. Es la norma que regula en sede judicial la exigencia
de responsabilidad patrimonial por parte de una Administración Pública.
Esquema jurídico-legal
a. Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por las Administraciones
Públicas correspondientes de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes
y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos.
b. En todo caso, el daño alegado habrá de ser efectivo, evaluable económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas.
c. Sólo serán indemnizables las lesiones producidas al particular provenientes de
daños que éste no tenga el deber jurídico de soportar de acuerdo con la Ley.
La jurisdicción competente es la contencioso-administrativa, de acuerdo con
el artículo 2.e de la Ley 29/1998, de 13 de junio.
d. El plazo para reclamar es de un año desde que se generó el daño. La especial singularidad del daño sanitario ha hecho que los Tribunales interpreten
dicho requisito en un año desde que se ha sabido la extensión real del daño.
Por eso, una reclamación en esta vía puede presentarse incluso pasado algunos años.
El desarrollo normativo de la responsabilidad patrimonial se encuentra en la Ley
30/1992, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento
Administrativo Común.
La responsabilidad de las Administraciones Públicas
Principios de la responsabilidad patrimonial:
1. Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por las Administraciones
Públicas correspondientes de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes
y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos.
2. En todo caso, el daño alegado habrá de ser efectivo, evaluable económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas.
3. Por la aplicación de actos legislativos de naturaleza no expropiatoria de derechos
y que éstos no tengan el deber jurídico de soportar, cuando así se establezca en
los propios actos legislativos y en los términos que especifiquen dichos actos.
Responsabilidad concurrente de las Administraciones Públicas: cuando de la gestión dimanante de fórmulas colegiadas de actuación entre varias Administraciones Públicas se derive responsabilidad en los términos previstos en la presente Ley (Ley 30/1992), las Administraciones intervinientes responderán de forma solidaria.
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Indemnización:
•
Sólo serán indemnizables las lesiones producidas al particular provenientes de
daños que éste no tenga el deber jurídico de soportar de acuerdo con la Ley.
•
La indemnización se calculará con arreglo a los criterios de valoración establecidos en la legislación de expropiación forzosa, legislación fiscal y demás
normas aplicables ponderándose, en su caso, las valoraciones predominantes en el mercado.
•
La cuantía de la indemnización se calculará con referencia al día en que la
lesión efectivamente se produjo.
•
La indemnización procedente podrá sustituirse por una compensación en especie o ser abonada mediante pagos periódicos cuando resulte más adecuado
para lograr la reparación debida y convenga al interés público, siempre que
exista acuerdo con el interesado.
Procedimientos de responsabilidad patrimonial:
•
Los procedimientos de responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas se iniciarán de oficio o por reclamación de los interesados.
•
Se resolverán por el Ministro respectivo, el Consejo de Ministros si una ley así
lo dispone o por los órganos correspondientes de las Comunidades Autónomas o de las entidades que integran la Administración Local.
•
Para la determinación de la responsabilidad patrimonial se establecerá reglamentariamente un procedimiento general con inclusión de un procedimiento abreviado.
•
La anulación en vía administrativa o por el orden jurisdiccional contenciosoadministrativo de los actos o disposiciones administrativas no presupone derecho a la indemnización, pero si la resolución o disposición impugnada lo fuese por razón de su fondo o forma, el derecho a reclamar prescribirá al año
de haberse dictado la sentencia definitiva.
•
En todo caso, el derecho a reclamar prescribe al año de producido el hecho o
el acto que motive la indemnización o de manifestarse su efecto lesivo. En caso
de daños, de carácter físico o psíquico, a las personas, el plazo empezará a computarse desde la curación o la determinación del alcance de las secuelas.
•
La resolución administrativa de los procedimientos de responsabilidad patrimonial, cualquiera que fuese el tipo de relación, pública o privada, de que
derive, pone fin a la vía administrativa.
•
Si no recae resolución expresa se podrá entender desestimada la solicitud de
indemnización.
Responsabilidad de las autoridades y personal al servicio de
las Administraciones Públicas
•
Para hacer efectiva la responsabilidad patrimonial, los particulares exigirán directamente a la Administración Pública correspondiente las indemnizaciones por
los daños y perjuicios causados por las autoridades y personal a su servicio.
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•
La Administración correspondiente, cuando hubiere indemnizado directamente
a los lesionados, podrá exigir de sus autoridades y demás personal a su servicio la responsabilidad en que hubieran incurrido por dolo, culpa o negligencia
grave, previa la instrucción del procedimiento que reglamentariamente se establezca. Para la exigencia de dicha responsabilidad se ponderarán, entre otros,
los siguientes criterios: el resultado dañoso producido, la existencia o no de
intencionalidad, la responsabilidad profesional del personal al servicio de las
Administraciones Públicas y su relación con la producción del resultado dañoso.
•
Asimismo, podrá la Administración instruir igual procedimiento a las autoridades
y demás personal a su servicio por los daños o perjuicios causados en sus bienes
o derechos cuando hubiera concurrido dolo, culpa o negligencia grave.
Caso práctico
Caso de Responsabilidad Patrimonial de los profesionales de Enfermería. Sentencia de la
Audiencia Nacional de 3 de diciembre de 2003. Sala de lo Contencioso-Administrativo.
•
•
Extracción de tapón de cerumen por la enfermera.
La demandante solicitaba indemnización por considerar que existía un daño
por un mal servicio en la atención de la enfermera.
A NTECEDENTES
DE HECHO Y FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- La Constitución Española, artículo 106.2, reconoce a los particulares, en los
términos establecidos por la Ley, el derecho a ser indemnizados por toda lesión que
sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos. Al propio tiempo, el texto constitucional, artículo 149.1.18ª, atribuye al Estado competencia
exclusiva para establecer el sistema de responsabilidad de todas las Administraciones
Públicas.
Dicha previsión constitucional vino a hacerse realidad a través de la Ley 30/1992, artículos 139 y siguientes, al sentar el derecho de los particulares a ser indemnizados por
las Administraciones Públicas correspondientes de toda lesión que sufran en cualquiera
de su bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea
consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, y que se
trate de lesiones provenientes de daños que el particular no tenga el deber jurídico de
soportar de acuerdo con la Ley. En todo caso, el daño alegado habrá de ser efectivo,
evaluable económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de
personas, según puntualiza la expresada Ley en su artículo 139.2.
Así pues, como sucedía bajo la legislación precedente, para que nazca la responsabilidad patrimonial de la Administración es necesaria una actividad administrativa (por acción
u omisión, material o jurídica), un resultado dañoso no justificado, y relación de causaefecto entre aquélla y ésta, incumbiendo su prueba al que reclama, a la vez que es imputable a la Administración la carga referente a la existencia de fuerza mayor, cuando
se alegue como causa de exoneración (sentencias de 14 de julio 1986, 29 de mayo
40
MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
M ÓDULO I
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
de 1987, 14 de septiembre de 1989). También, y como tiene dicho el Tribunal Supremo, para exigir responsabilidad patrimonial por el funcionamiento de los servicios públicos es necesario que concurran los siguientes requisitos:
1º.
Hecho imputable de la Administración.
2º.
Lesión o perjuicio antijurídico, efectivo, económicamente evaluable e individualizado con relación a una persona o grupo de personas.
3º.
Relación de causalidad entre hecho y perjuicio.
4º.
Que no concurra fuerza mayor u otra causa de exclusión de la responsabilidad.
Se trata de una responsabilidad de carácter objetivo y directo. Con ello se pretende significar, tal y como señala la Sentencia del Tribunal Supremo de 28 de noviembre de 1998,
que no se requiere culpa o ilegalidad en el autor del daño, ya que dicha responsabilidad surge al margen de cuál sea el grado de voluntariedad y previsión del agente, incluso cuando la acción originaria es ejercida legalmente, y de ahí la referencia al funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, pues cualquier consecuencia dañosa
derivada de tal funcionamiento debe ser, en principio, indemnizada, porque de otro modo
se produciría un sacrificio individual en favor de una actividad de interés público que,
en algunos casos, debe ser soportada por la comunidad. Es directa por cuanto ha de
mediar una relación de tal naturaleza, inmediata y exclusiva de causa a efecto entre el
actuar de la Administración y el daño producido.
La sentencia anotada, de 28 de noviembre de 1998, precisa, además, a este respecto
que el concepto de relación causal a los efectos de poder apreciar la responsabilidad
patrimonial de las Administraciones Públicas se resiste a ser definido apriorísticamente,
con carácter general, puesto que cualquier acaecimiento lesivo se presenta normalmente
no ya como el efecto de una sola causa, sino más bien como el resultado de un complejo de hechos y condiciones que pueden ser autónomos entre sí o dependientes unos
de otros, dotados sin duda, en su individualidad, en mayor o menor medida, de un cierto poder causal, reduciéndose el problema a fijar entonces qué hecho o condición puede ser considerado como relevante por sí mismo para producir el resultado final y la
doctrina administrativa, tratando de definir que esa relación causal a los efectos de apreciar la existencia o no de responsabilidad para las Administraciones Públicas, se inclina
por la tesis de la causalidad adecuada que consiste en determinar si la concurrencia del
daño era de esperar en la esfera del curso normal de los acontecimientos o si, por el
contrario, queda fuera de este posible cálculo, de tal forma que sólo en el primer caso
si el resultado se corresponde con la actuación que la originó es adecuado a ésta, se
encuentra en relación causal con ella y sirve como fundamento del deber de indemnizar. Esta causa adecuada o causa eficiente exige un presupuesto, una conditio sine qua
non, esto es, un acto o un hecho sin el cual es inconcebible que otro hecho o evento
se considere consecuencia o efecto del primero. Ahora bien, esta condición por sí sola
no basta para definir la causalidad adecuada, sino que es necesario, además, que resulte normalmente idónea para determinar aquel evento o resultado, tomando en consideración todas las circunstancias del caso; esto es, que exista una adecuación objetiva
entre acto y evento, lo que se ha llamado la verosimilitud del nexo y sólo cuando sea
así dicha condición alcanza la categoría de causa adecuada, causa eficiente o causa próxima
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MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
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A NEXOS
y verdadera del daño, quedando así excluidos tanto los actos indiferentes como los inadecuados o idóneos y los absolutamente extraordinarios.
SEGUNDO.- En el caso sometido a la consideración de la Sala, se ejercita la acción de
responsabilidad patrimonial de la Administración para la reparación del daño derivado
de la asistencia sanitaria dispensada en el Centro de Salud XXX, Área XX, del Instituto Nacional de la Salud, con ocasión de la extracción de tapón de cerumen en oído derecho mediante chorro de agua a presión, llevada a cabo el 2/01/2001, con el resultado de perforación timpánica. Cifosis bilateral, hipoacusia unilateral y días de impedimento son los factores
que la parte demandante toma en consideración para la indemnización del daño derivado de la lesión timpánica que atribuye a la extracción practicada. Pretensión a la que
las demás partes se oponen, en atención a los elementos de prueba disponibles. La Comunidad Autónoma demandada opone, además, su falta de legitimación pasiva, al impugnarse una resolución tácita producida antes de que tuviera lugar la efectividad del traspaso de funciones y servicios del INSALUD, mediante el Real Decreto 1474/2001. Objeción,
esta última, que no impide examinar en el fondo la cuestión controvertida, ya que el
interés de dicha Comunidad para comparecer en el proceso deriva del hecho de haber
recibido las competencias que correspondían a la entidad gestora de la prestación asistencial al tiempo de dispensarse la misma y producirse la desestimación presunta de la
reclamación, por más que la responsabilidad patrimonial que eventualmente pudiera declararse corresponda a la Administración General del Estado, por haberse originado dicha
desestimación antes de la efectividad del traspaso (art. 21, Ley 29/1998).
TERCERO.- Como pone de manifiesto la Inspección Médica (F. 27 y siguientes, exp.), la
paciente, fue remitida el 30/01/1998 al ORL por pérdida de audición tras otitis media
aguda. El 17/02/1998 el otorrino encuentra el tímpano izquierdo perforado sin infección y en audiometría realizada el 13/03/1998 hipoacusia neurosensorial bilateral. El
15/12/2000 es atendida por facultativo de atención primaria que aprecia infección de oído
medio y pone tratamiento antibiótico, acudiendo de nuevo a aquél el 27/12/2000 porque
no oye, apreciándose tapón de cerumen en oído derecho e indicando extracción, la que
se realiza por personal de Enfermería el 2/01/2001 mediante agua a presión con jeringa, sin que la paciente sintiera dolor. El 31/01/2001 es remitida al especialista, al persistir pérdida de audición, que el 19/02/2001 aprecia otorrea y perforación subtotal de
tímpano derecho, así como otitis media crónica de oído izquierdo, poniendo tratamiento.
En el mes de marzo continúa control y tratamiento. El 20/04/2001 ambos oídos se presentan sin otorrea y la audiometría muestra hipoacusia neurosensorial bilateral.
CUARTO.- El facultativo que prestó asistencia los días 15 y 27/12/2000 explica que la
paciente ya estaba diagnosticada de hipoacusia sensorial bilateral, que mediante otoscopia apreció tapón de cerumen en oído derecho y que es práctica habitual que la enfermera realice la extracción de los tapones previa exploración del conducto auditivo y que,
efectuado esto, caso de notar anomalía o queja de dolor, se le comunique para ver al
paciente, lo que en este caso no sucedió (F. 5, 6 y 7, exp.).
La enfermera actuante explica que llevó a cabo otoscopia rutinaria, extrajo el tapón mediante agua y jeringa, revisó el resultado y como no encuentró signos de infección no avisó a la doctora. Anota que la paciente no sintió dolor durante la extracción (F. 8, exp.).
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A NEXOS
La especialista ORL que atendió a la paciente apunta que a 17/02/1998 se había apreciado perforación timpánica en oído izquierdo y que en 19/02/2001 apreció perforación subtotal de tímpano derecho, al acudir por hipoacusia tras habérsele practicado lavado para extracción de tapón de cerumen (F. 19 y 20, exp.).
QUINTO.- La Inspección Médica informa:
•
La paciente (68 años) fue diagnosticada en 1998 de presbiacusia (hipoacusia
neurosensorial bilateral por perforación de oído interno) y perforación de tímpano izquierdo.
•
Tras la extracción de tapón de cerumen en oído derecho presentó otitis media
con perforación de tímpano derecho. En el momento actual, la perforación
de tímpano es presumiblemente definitiva.
•
La extracción de cerumen se realiza habitualmente por personal de Enfermería
y aunque es sencilla, no está exenta de complicaciones: lesión del CAE con
dolor e infección, vértigo, perforación de tímpano o producción de otitis media
por perforación de tímpano oculta.
•
La paciente no presentaba signos de infección o de otras patologías al momento de la extracción. Únicamente por los antecedentes hubiera sido más aconsejable hacer la extracción en seco o derivar al otorrino. En todo caso, no puede calificarse la asistencia de negligente.
•
La perforación de tímpano se puede producir dentro de la evolución natural
de una otitis media o por un traumatismo y, en este caso, tiene lugar un dolor
intenso y, a veces, otorragia.
•
La consecuencia de la perforación del tímpano es una hipoacusia leve, de transmisión, afecta a las frecuencias graves, que dependerá del tamaño de la perforación y de su localización. En el audiograma de 13/03/1998 se aprecia una
pérdida auditiva, en OI, de 15-20 dB en las frecuencias graves debido a la
perforación timpánica. En el audiograma de 20/04/2001 aquella pérdida en
OI queda prácticamente oculta por la progresión de su hipoacusia neurosensorial. La perforación timpánica en OD genera una pérdida auditiva en las
frecuencias graves de 10-15 dB, sobre la hipoacusia neurosensorial.
•
La perforación de tímpano OD, presumiblemente definitiva, añade a la presbiacusia de la paciente previa un déficit auditivo leve, de tipo transmisivo. No
puede descartarse que la perforación se originara al extraer el tapón de cerumen. Y aunque la asistencia prestada se considera correcta, hubiera sido más
correcto su extracción en seco.
SEXTO.- El perito judicial médico, especialista en ORL, designado judicialmente a instancia de la parte demandante, informa que la paciente presenta perforaciones similares en ambos oídos de idénticas características, sin actividad otorréica, más congestión
inflamatoria del rodete tubario derecho y algunos restos adenoideos. Y hace los siguientes consideraciones:
•
Dado el tiempo transcurrido, no se puede saber si la perforación se produjo
como consecuencia de la extracción del tapón, sobre todo habiendo cursa43
MÓDULO II
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M ÓDULO I
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do con episodios otorréicos posteriores que ya existiera previamente empeorando en el lavado o que incluso se hubiera ocasionado posteriormente.
•
A juzgar por la historia clínica y las características similares de afectación de
ambos oídos, cabe suponer que la perforación sería anterior al lavado, posiblemente como secuela de la otitis media aguda diagnosticada el 15/12/2000
o anterior y no diagnosticada. Ésta resultaría agravada con el lavado del tapón,
instaurándose una infección con otorrea y posterior ampliación de la perforación, con la consiguiente hipoacusia de transmisión.
•
Por tanto, se puede deducir que no existe relación causa-efecto entre la extracción del tapón y la perforación timpánica, pero sí llegar a la conclusión
de un empeoramiento de una posible perforación ya existente con la consiguiente complicación otorreíca, ampliación de la perforación e incremento de
la hipoacusia. Esta circunstancia habría quedado aclarada con la inspección
otoscópica tras el lavado del oído por el médico responsable, comprobando
el resultado del mismo y la integridad timpánica y, en caso de perforación,
según sus características, saber en un alto porcentaje de certeza su etiología
traumática o su existencia anterior como secuela de un proceso infeccioso.
•
Las perforaciones traumáticas como consecuencia del lavado del conducto auditivo externo se promueven con una mayor incidencia cuando existe falta de
pericia suficiente o si se actúa negligentemente. Pero también pueden producirse en otras circunstancias.
•
Aunque el lavado puede ser practicado por personal de Enfermería adiestrado, debe ser el médico en último término quien comprueba la correcta ejecución de la extracción del tapón mediante la realización de otoscopia posterior. En las circunstancias del caso, hubiera sido recomendable la extracción
instrumental o mediante aspiración por el especialista.
•
Una otoscopia previa a la extracción llevada a cabo por el especialista no hubiera desvelado la existencia de perforación o semiperforación del tímpano porque
la presencia del tapón impide ver en su totalidad la extensión del tímpano y bajo
esas circunstancias se estaría en la misma situación que el médico general.
SÉPTIMO.- Y el perito médico, Jefe de Servicio de ORL, designado por la parte codemandada
informa que:
•
En el presente caso no es posible afirmar ni excluir que la perforación del tímpano se haya producido en la extracción de cerumen. Se considerará la posible presencia de perforaciones o lesiones previas encubiertas y desconocidas,
no detectadas, por el propio paciente. Así, hay que tener en cuenta en este
caso el antecedente de perforación en OI, la patología previa de otitis media
en el oído derecho y la hipoacusia del mismo antes de la extracción.
•
La restauración timpánica puede ser espontánea o quirúrgica, como parece
ser este caso, si bien la naturaleza del proceso no tendría efectos funcionales,
sino sólo reparadores.
•
La simetría de la sordera y su incremento evolutivo sugiere que las lesiones timpánicas coexisten con un proceso involutivo del oído interno, debiéndose determinar la responsabilidad de cada proceso en la pérdida funcional auditiva.
44
MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
M ÓDULO I
•
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
Los estudios audiométricos que constan demuestran valores de pérdida auditiva que se aproximaban en febrero de 1998 al 15% en OI, siendo normal en
OD. Umbrales que el 20/04/2001 correspondían, también de forma aproximada, al 45% en OD y al 50% en OI, en ambos casos de tipo prácticamente neurosensorial.
En el trámite de ratificación del dictamen, el perito aclara que:
•
La paciente presenta dos tipos de lesiones concomitantes: una lesión que data
de la infancia o juventud y otra degenerativa o involutiva, presbiacusia.
•
Un estallido timpánico por hiperpresión debe dar lugar a sintomatología clínica evidente, tanto subjetiva como objetiva.
•
La presbiacusia hubiera conducido razonablemente a sordera total, incluso si
no se hubiera producido perforación timpánica, y ello depende del proceso
evolutivo.
•
En la exploración efectuada a la paciente el 15/12/2000 no se detectó la perforación timpánica, pero tenía que haberse detectado, dado que cuando se
tiene un proceso supurativo crónico hay que pensar que pueda afectar a ambos
lados.
Con su escrito de contestación, la compañía aseguradora codemandada presentó informe facultativo de especialista en Medicina Interna, en el que se establece que la enferma tiene una perforación timpánica derecha presumiblemente realizada tras la extracción
de un tapón de cerumen; que la técnica realizada por la enfermera fue la indicada por
su médico, que tomó la decisión correcta ante la ausencia de síntomas de perforación
previa; que es imposible determinar el momento en que se produjo la perforación.
OCTAVO.- Se tiene, por tanto, que la paciente fue sometida el 2/01/2001 a una extracción
de cerumen en OD mediante agua a presión con jeringa, detectándose al mes siguiente perforación subtotal de tímpano de OD. Y si en febrero de 1998 presentaba pérdida
auditiva del 15% en OI, que no afectaba a OD, en abril de 2001 la pérdida era del 45%
en OD y del 50% en OI.
La Inspección Médica, después de poner de manifiesto que la perforación timpánica se
encuentra entre las complicaciones de la extracción de cerumen de los conductos auditivos y de expresar el parecer de que hubiera sido preferible haber efectuado una extracción
en seco o derivar a la paciente al especialista, establece que la asistencia dispensada no
fue negligente y, aunque no considera descartable que la perforación detectada traiga
causa de dicha extracción, no llega a afirmar que así hubiera sido y, además, apunta
que la perforación puede producirse por evolución de una otitis y que la perforación
traumática cursó con dolor y, a veces, otorragia.
El perito de la parte codemandada hace referencia también a la sintomatología que acaba de mencionarse y concluye que no es posible afirmar ni excluir que la perforación se
originara en la extracción realizada, señalando la posible existencia de perforaciones previas no detectadas, dados los antecedentes de la paciente. Por su parte, el perito designado a instancia de la parte demandante afirma que no existe relación causa-efecto entre
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MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
M ÓDULO I
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A NEXOS
la extracción y la perforación, ante lo cual la suposición que establece de que la perforación fuera anterior a la extracción y que la misma hubiera venido a agravar el cuadro
preexistente no puede tomarse como inferencia probatoria bastante para, a su vez, establecer el nexo causal entre la asistencia sanitaria dispensada y el daño subsiguiente por
el que se reclama.
Tampoco puede establecerse atendiendo a las valoraciones hechas en los informes antes
reseñados. Lo que conduce a la desestimación del recurso planteado, ante la falta de
acreditación de los requisitos constitutivos de responsabilidad patrimonial.
NOVENO.- No se aprecian motivos suficientes para una particular condena en costas.
POR TODO LO EXPUESTO,
FALLAMOS
1. DESESTIMAMOS el recurso contencioso-administrativo interpuesto por Dª C. contra la
desestimación presunta de la reclamación por la misma formulada a través del Instituto Nacional de la Salud con fecha de 22 de febrero de 2001, por venir ajustada a
Derecho la resolución presunta impugnada.
2. Sin imposición de costas.
Así, por esta nuestra Sentencia, lo pronunciamos, mandamos firmamos.
PUBLICACIÓN.- En el mismo día de su fecha, fue leída y publicada la anterior sentencia por
el Ilmo. Sr. Magistrado Ponente, hallándose constituido en Audiencia Pública, de lo que yo,
Secretario, doy fe.
LA
OBJECIÓN DE CONCIENCIA EN ENFERMERÍA
A continuación, se esquematiza el marco jurídico y jurisprudencial sobre el Derecho a la
Objeción de Conciencia:
No existe en el Ordenamiento Jurídico una regulación unitaria general del derecho a la
Objeción de Conciencia. El único supuesto regulado se inserta en el artículo 30.2 de la
Constitución Española, en relación con el derecho a la Objeción de Conciencia ante el
deber constitucional de prestación del servicio militar. La Constitución reconoce expresamente la Objeción de Conciencia, pero ante un concreto deber jurídico: el servicio
militar, aspecto éste que hoy en día carece ya relevancia, dado la desaparición legal de
esa obligación.
Existe otro supuesto en donde el derecho a la Objeción de Conciencia tiene virtualidad
para no realizar un deber legal. Es un supuesto reconocido por el Tribunal Constitucional. Una de las primeras aproximaciones a la Objeción de Conciencia en situación de
conflicto interno tiene su origen en la Sentencia del Tribunal Constitucional de 11-4-1985
con origen en el recurso previo de inconstitucionalidad del Proyecto de Ley Orgánica
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MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
M ÓDULO I
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M ÓDULO IV
A NEXOS
de Reforma del artículo 417 bis del Código Penal en donde de forma muy colateral y
marginal, por no ser objeto del recurso, indica “por lo que se refiere a la objeción de
conciencia, que existe y puede ser ejercido con independencia de que se haya dictado o
no tal regulación. La objeción de conciencia forma parte del contenido del derecho fundamental a la libertad ideológica y religiosa reconocido en el artículo 16.1 de la Constitución ...”. En esta sentencia el conflicto se encuadra en el artículo 16.1 y artículo 15 de
la Carta Magna.
En apoyo de esta tesis, el Auto del Tribunal Constitucional de 8 de junio de 2000, seguido en recurso de amparo contra la Sentencia de 21 de junio de 1999 de la Sala de lo
Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional (sección séptima), confirmatoria de
la sanción disciplinaria impuesta por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias
contra una enfermera por negarse a la dispensación de metadona en un centro penitenciario al amparo de derecho a la libertad ideológica en relación con el derecho a la
objeción de conciencia. Sin duda este supuesto describe y objetiva la quaestio litis: existe un deber laboral de dispensación de la metadona y se niega a tal deber en los derechos fundamentales precitados. En palabras del Alto Tribunal indica que “el derecho a la
libertad ideológica reconocido en el artículo 16 de la Constitución no resulta por sí sólo suficiente para eximir a los ciudadanos por motivos de conciencia del cumplimiento de los deberes legalmente establecidos”.
En esta misma línea van los argumentos del Ministerio Fiscal:
•
Que son los casos de despenalización del aborto (peligro para la salud física y
psíquica de la madre, violación y malformaciones del fet). En los casos de despenalización sí puede oponerse el derecho de Objeción de Conciencia.
•
Fuera de los anteriores supuestos no existe un derecho genérico para el conjunto de los ciudadanos de oponer la libertad ideológica y la objeción de conciencia ante deberes legalmente establecidos. En apoyo de esta tesis, el Auto
del Tribunal Constitucional de 8 de junio de 2000, seguido en recurso de amparo contra la Sentencia de 21 de junio de 1999 de la Sala de lo ContenciosoAdministrativo de la Audiencia Nacional (sección séptima), confirmatoria de la
sanción disciplinaria impuesta por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias contra una enfermera por negarse a la dispensación de metadona
en un centro penitenciario al amparo de derecho a la libertad ideológica en
relación con el derecho a la objeción de conciencia. Sin duda este supuesto
describe y objetiva la quaestio litis: existe un deber laboral de dispensación de
la metadona y se niega a tal deber en los derechos fundamentales precitados. En palabras del Alto Tribunal indica que “el derecho a la libertad ideológica reconocido en el artículo 16 de la Constitución no resulta por sí sólo suficiente para eximir a los ciudadanos por motivos de conciencia del cumplimiento de
los deberes legalmente establecidos”.
•
Si se imaginase que cada ciudadano opusiera sus propias convicciones personales, ¿podría funcionar una sociedad o una organización sanitaria? ¿Cómo
se protege mejor el interés general?
La invocación del artículo 16 de la Constitución Española no es por sí misma
suficiente para eximir a los ciudadanos del cumplimiento de deberes consti47
MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
M ÓDULO I
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M ÓDULO IV
A NEXOS
tucionales o legalmente establecidos: sólo cuando sea admitida la objeción
de conciencia a un deber concreto podrá invocarse válidamente el derecho
a la libertad ideológica como causa de exención al cumplimiento de un deber.
En relación al “aborto”, y por las implicaciones que tiene el ámbito de los profesionales
de la Enfermería, es necesario hacer algunas consideraciones:
•
•
Sólo se puede efectuar la objeción en relación con actos directos.
•
En ciertas circunstancias puede justificar el traslado del personal a otras unidades si de la objeción se deriva una merma de la atención sanitaria.
Sólo antes del aborto y no después. La objetora sí debe atender a la mujer
tras la ejecución del aborto.
B IBLIOTECA
DE SENTENCIAS
Pronunciamientos judiciales sobre responsabilidad penal
de los profesionales sanitarios
Nota: Las referencias hechas a los profesionales de la Medicina son extrapolables al ámbito
de la Enfermería.
Audiencia Provincial de Madrid, s 4ª, S 26-02-2002, núm. 71/2002 (ARP 2002, 438):
«Por último, en esa escalada especializadora que en pura correspondencia con el avance de las previsiones legislativas revela el análisis jurisprudencial, se descubren importantes
precisiones relativas a la denominada “imprudencia médica” que merecen destacarse, como
lo hace la S. 29-02-1996 (RJ 1996, 1339). Respecto de la misma, tiene declarado esta
Sala que “la exigencia de responsabilidad al médico presenta siempre graves dificultades
porque la ciencia que profesan es inexacta por definición, confluyen en ella factores y
variables totalmente imprevisibles que provocan serias dudas sobre la causa determinante
del daño y a ello se añade la necesaria libertad del médico que nunca debe caer en
audacia o aventura. La relatividad científica del arte médico (los criterios inamovibles de
hoy dejan de serlo mañana), la libertad en la medida expuesta y el escaso papel que
juega la previsibilidad, son notas que caracterizan la actuación de estos profesionales.
La profesión en sí misma no constituye en materia de imprudencia un elemento agravatorio ni cualificativo –no quita ni pone imprudencia, se ha dicho–, pero sí puede influir,
y de hecho influye, para determinar no pocas veces la culpa o para graduar su intensidad. La primera modalidad surge cuando se produjere muerte o lesiones a consecuencia de impericia o negligencia profesional, equivalente al desconocimiento inadmisible
de aquello que profesionalmente ha de saberse; esta “imprudencia profesional”, caracterizada por la transgresión de deberes de la técnica médica, por evidente inepcia, constituye un subtipo agravado caracterizado por un “plus” de culpa y no una cualificación
por la condición profesional del sujeto».
Audiencia Provincial de Murcia, S 11-03-2002, núm. 38/2002 (JUR 2002, 128152):
«La jurisprudencia exige no sólo que la conducta del médico se desenvuelva fuera de la
denominada lex artis, sino que exista una adecuada relación de causalidad entre ese
proceder descuidado o acto inicial infractor del deber objetivo de cuidado y el mal o
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MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
M ÓDULO I
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M ÓDULO IV
A NEXOS
resultado antijurídico sobrevenido, lo que impone la traducción del peligro potencial entrevisto o debido prever, en una consecuencialidad real, debiendo hacer hincapié en la relevancia jurídico penal de la relación causal o acción típicamente antijurídica, no bastando la mera acción causal, sino que precisa, dentro ya de la propia relación de antijuridicidad,
que el resultado hubiese podido evitarse con una conducta cuidadosa o, al menos, no
se hubiera incrementado el riesgo preexistente y que, además, la norma infringida se
orientará a impedir el resultado (SS. 24 de noviembre de 1989, 13 de marzo de 1990 y
29 de febrero de 1992).
Audiencia Provincial de Barcelona, 10ª, S 31-01-2002: «Es sabido que la exigencia de
responsabilidad a los profesionales de la medicina presenta siempre graves dificultades
porque la ciencia que ejercen y practican es inexacta por definición, confluyendo en ella
factores variables totalmente imprevisibles que en ocasiones provocan serias dudas sobre
la causa determinante del daño, a lo que ha de sumarse la necesaria libertad del médico en su actuación. Esta relatividad científica de la medicina, la libertad en su ejercicio y
el relativo papel de la previsibilidad en la actuación facultativa, son elementos que caracterizan y configuran singularmente la actuación de este grupo de profesionales. A estos
argumentos justificativos de la presencia de errores en el actuar médico, siempre concurriendo ciertas circunstancias y requisitos que serán analizados, que no deben caer
bajo la órbita del Derecho Penal bajo la amenaza de dejar sin contenido el principio esencial de intervención mínima propio de esta rama del derecho e inadmitir que no toda
culpa tiene relevancia penal, tiene que sumarse la conocida doctrina jurisprudencial en
el sentido de que el error de diagnóstico cometido por el facultativo no es tipificable como
infracción penal, a no ser que por su entidad y dimensiones constituya una equivocación inexcusable; debiendo ser determinada la responsabilidad médica en contemplación de las situaciones concretas y específicas sometidas al enjuiciamiento penal, huyendo de las generalizaciones, habiendo determinado y reiterado la mencionada
jurisprudencia que (...) expresando una vez más la alta consideración que la medicina y
la clase médica merecen por la trascendencia individual y social de su tarea y los sacrificios, muchas veces inmensos, que su correcto ejercicio impone, hay que poner de relieve que la imprudencia nace cuando el tratamiento médico o quirúrgico incide en comportamientos descuidados, de abandono y de omisión del cuidado exigible, atendidas
las circunstancias del lugar, tiempo, personas, naturaleza de la lesión o enfermedad, que
olvidando la lex artis conduzcan a resultados lesivos para las personas».
Audiencia Provincial de Toledo, S 29-01-2002, núm. 10/2002: «No presentando dolor
especial y sí sin embargo otros síntomas, como la sensación de asfixia, la ansiedad y el
nerviosismo y llanto, y no aparentando encontrarse bajo ningún factor de riesgo que
haga previsible una trombosis venosa profunda y observando la doctora que los síntomas remiten rápidamente al suministrarle un simple tranquilizante, hasta el punto de ser
el paciente quien manifiesta sentirse mejor y querer marchar a su casa, se entiende que
sin perjuicio de admitir que en efecto el diagnóstico fue equivocado, ello no significa
que sea relevante en absoluto en la esfera penal en la que nos encontramos, que exige infringir u omitir las más elementales precauciones y cautelas, algo imperdonable o
indisculpable en un facultativo, lo que desde luego no parece que se dé en el caso presente, en el que nos encontramos ante un médico de medicina general, no un especialista en cirugía vascular, que presta sus servicios como interino en un dispensario o
Centro de Salud, que ni siquiera es un hospital, pretendiéndose por la acusación exigir49
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RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
M ÓDULO I
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M ÓDULO IV
A NEXOS
le una diligencia y grado de acierto tan elevado que de prosperar, convertiría en responsable criminal a todo profesional que errara en su diagnóstico».
Audiencia Provincial de Asturias, 7ª, S 09-11-2001: “Porque, en principio y según reiterada jurisprudencia, el error de diagnóstico y la falta de extraordinaria pericia en el tratamiento no son fuente de responsabilidad penal en la actividad médica salvo que ese
error, además de estar debidamente probada su existencia y que fue la causa del resultado dañoso, sea grosero e inexcusable según la lex artis” (o, si se prefiere, infrinja el deber
objetivo de cuidado) y se deba a impericia, descuido o falta de diligencia del acusado
(o, si se prefiere, se infrinja el deber subjetivo de cuidado).
Audiencia Provincial de Cantabria, 1ª, A 18-07-2001): «Muy frecuentemente ocurre en
los supuestos de conductas imprudentes que se incurre en el error de enjuiciarlas desde el presente, esto es, una vez que se sabe lo que ocurrió y por qué, cuando la calificación de la imprudencia exige un juicio ex ante, esto es, teniendo en cuenta las condiciones y circunstancias existentes antes de la acción para desde ellas hacer un juicio
de previsibilidad y de adecuación de la conducta del sujeto, que en aquel momento sólo
conoce esas circunstancias y no otras ni el desenlace final de los acontecimientos, a las
normas de diligencia exigibles y, además, aquí debe considerarse que se está en el campo de lo penal, donde no cabe presunción alguna de culpa y la negligencia típica debe
ser clara, ya sea temeraria o simplemente constitutiva de falta. Pues bien, la actual constatación y conocimiento de que el paciente tenía seguramente ya desde el momento
del accidente aquel derrame cerebral al menos iniciado no debe interferir en el juicio de
previsibilidad y lo cierto es que el criterio del Sr. Médico Forense resulta lógico y aceptable cuando concluye que a la vista de los síntomas que presentaba el paciente cuando
ingresó en el hospital y después, hasta la aparición de síntomas más claros, no era en
absoluto lógico ni exigible pensar en la posibilidad de un derrame cerebral y que el actuar
de los médicos fue conforme a las lex artis ad hoc, esto es, que conforme a las normas
de la ciencia médica y en función de las circunstancias concretas del caso, porque en
razón a esos síntomas no era exigible ni indicada la realización de pruebas médicas especiales tendentes a descartar una mera posibilidad. Sin duda y abstractamente se podía
haber procedido de otro modo; ahora se puede pensar que aquel golpe en la cabeza
y el hematoma podían haber alertado sobre la posibilidad de una hemorragia cerebral,
pero sin duda una conducta así no era razonablemente exigible conforme a la lex artis,
por más que un profesional extremadamente cauto y previsor quizás hubiera realizado
un TAC craneal para descartar tal posibilidad; pero la omisión de una conducta tan extremadamente previsora no constituye un delito de imprudencia, que requeriría la omisión
de las más elementales medidas de cuidado o el más craso error de diagnóstico lo que
no es el caso; ni siquiera de una falta de imprudencia leve, que precisaría cuando menos
una normal previsibilidad del mal y la omisión de medidas normales de diagnóstico o
tratamiento. Por ello, desde el punto de vista del derecho penal, resulta ya suficientemente claro que no hay una conducta delictiva y la causa debe ser archivada sin necesidad de nuevas actuaciones ni de recibir declaración a los médicos que se mencionan
como imputados».
Audiencia Provincial de Murcia, 4ª, S 01-03-2000: «No constituye un mero error científico o de diagnóstico, salvo cuando se trata de un error cuantitativa o cualitativamente
de extrema gravedad, ni cuando no se poseen unos conocimientos de extraordinaria
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MÓDULO II
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
M ÓDULO I
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
A NEXOS
y muy calificada especialización, y para evaluarla se encarece sañaladamente que se
tengan en consideración las circunstancias de cada caso concreto, con lo que se
determinan grandes dificultades, porque la ciencia médica no es una ciencia de exactitudes matemáticas, y los conocimientos diagnósticos y de remedios están sometidos
a cambios constantes, determinados en gran medida por los avances científicos en la
materia».
Audiencia Provincial de Barcelona, 8ª, A 22-02-2000: «Tiene declarado el TS reiteradamente (S 27 de mayo de 1988, entre otras) que los simples errores científicos o de
diagnóstico no pueden ser objeto de sanción penal, a no ser que sean de magnitud tal
que de modo evidente se aparten de lo que hubiera detectado cualquier médico de
nivel y preparación similar y con semejantes medios a su alcance, y lo mismo cabe decir
de la mayor o menor precocidad o rapidez en el diagnóstico de algunas enfermedades
que, como la gangrena gaseosa que aquí se presentó, tan graves consecuencias acarrean si no se detectan en el momento de su aparición inicial». La STS de 5 de julio de
1989, Pte. Ruiz Vadillo, señala que: «existe ya un cuerpo de doctrina jurisprudencial extenso y pormenorizado respecto a la llamada imprudencia médica. En este sentido hay que
recordar lo siguiente: 1º. Que, por regla general, el error de diagnóstico no es tipificable como infracción penal, salvo que por su entidad y dimensiones constituya una equivocación inexcusable. 2º. Queda también fuera del ámbito penal por la misma razón,
la falta de pericia cuando ésta sea de naturaleza extraordinaria o excepcional. 3º. Que
la determinación de la responsabilidad médica ha de hacerse en contemplación de las
situaciones concretas y específicas sometidas al enjuiciamiento penal huyendo de todo
tipo de generalizaciones censurables. Por ello, y expresando una vez más la alta consideración que la Medicina y la clase médica merecen por la trascendencia individual y
social de su tarea y los sacrificios, muchas veces inmensos, que su correcto ejercicio imponen, hay que poner de relieve que la imprudencia nace cuando del tratamiento médico o quirúrgico incide en comportamientos descuidados, de abandono y de omisión del
cuidado exigible, atendidas las circunstancias del lugar, tiempo, personas, naturaleza de
la lesión o enfermedad, que olvidando la lex artis conduzcan a resultados lesivos para
las personas».
B IBLIOGRAFÍA
NECESARIA PARA EL ESTUDIO
— Constitución Española. BOE de 29 de diciembre de 1978.
— Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad. BOE de 29 de abril de 1986.
— Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. BOE de 24
de noviembre de 1995.
— Ley 41/2002, de 14 de noviembre, Básica Reguladora de la Autonomía del
paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica. BOE de 15 de noviembre de 2002.
— Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común. BOE de 27 de
noviembre de 1992.
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RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
MÓDULO II
MÓDULO III
MÓDULO IV
M ÓDULO II
M ÓDULO III
ANEXOS
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
MÓDULO I
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M ÓDULO IV
A NEXOS
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DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO IV
A NEXOS
Objetivos
•
Identificar y razonar la función que los derechos de los pacientes tienen como
criterio de calidad asistencial.
•
Describir la responsabilidad de los profesionales enfermeros como representantes o tutores de los derechos de los pacientes.
•
Analizar las normas legales y deontológicas que regulan y desarrollan los derechos de información, intimidad y confidencialidad, valorando su impacto y eficacia en la práctica asistencial enfermera.
•
Describir, en el contexto de las normativas vigentes, las características de la documentación clínica y de los registros y anotaciones de los profesionales de la
Enfermería.
L OS
DERECHOS DE LOS PACIENTES COMO ELEMENTO
DE CALIDAD ASISTENCIAL . L A ENFERMERA / O COMO TUTORA
DE DERECHOS
El hecho de la preocupación de los profesionales enfermeros por conocer e indagar sobre
su responsabilidad profesional pone de manifiesto la interiorización de un concepto de
profesión en el más profundo sentido de la palabra, pues preguntarse y debatir acerca
de los límites y los grados de responsabilidad profesional es un signo inequívoco de auténtico profesionalismo.
Pues bien, en este sentido, una de las mejores manifestaciones de profesionalidad viene
determinada por el respeto de los derechos de los pacientes en el contexto de los procesos asistenciales, pero no solamente como expresión del deber moral de reconocimiento
de la dignidad y la libertad de las personas, sino por la importancia que tiene esa actitud como elemento de calidad asistencial.
Ya existen en la práctica totalidad de los centros asistenciales planes de calidad asistencial donde varios de los indicadores para la evaluación de dicha calidad están relacionados con los derechos de los pacientes y con criterios referidos a la humanización de
la asistencia, lo cual, evidentemente, pone de manifiesto el interés de los profesionales
y los gestores de servicios sanitarios por difundir y afianzar, dentro de la cultura de la calidad, aspectos especialmente dirigidos a tutelar los derechos de los pacientes y usuarios
de esos servicios y a asegurar la eficacia en el ejercicio legítimo de los mismos.
El interés de los profesionales de la Enfermería por estos aspectos también es relevante,
hasta el punto de que muchas enfermeras y enfermeros se reconocen a sí mismos como
representantes o tutores de los derechos de los pacientes, demandando acciones que
permitan a éstos ejercer eficazmente el disfrute de los mismos cuando ellos no puedan
o no sepan hacerlo, basándose no sólo en su obligación legal y deontológica de proteger a los pacientes mientras estén a su cuidado, como indica expresamente el artículo 5
del Código Deontológico de la Enfermería Española, sino también por entender que una
asistencia y unos cuidados que carezcan de este elemento nunca podrán llegar a ser calificados como de calidad.
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MÓDULO III
DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
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A NEXOS
De cualquier modo, y aunque esta función de representación no siempre es asumida
de modo explícito por los propios profesionales, hay una realidad que se impone y que
viene determinada por lo contenido en el citado Código Deontológico. Así, haciendo
una revisión de su articulado, incluso sin pretender profundizar demasiado en su contenido, pueden enunciarse los artículos del 52 al 55, ambos inclusive, los cuales, integrados en el Capítulo X sobre normas comunes en el ejercicio de la profesión, vienen a
declarar, como responsabilidad profesional primordial, la salvaguarda de los derechos de
los pacientes. De igual modo, el artículo 61 obliga a la enfermera/o a denunciar cuantas actitudes negativas observe hacia el paciente, no pudiéndose hacer cómplice de personas que descuiden sus deberes profesionales. Refiriéndose a un aspecto más concreto, el artículo 74 también indica que es obligación de los profesionales enfermeros vigilar
que la vida, la salud y la intimidad de los pacientes que participen en algún tipo de investigación o ensayo clínico, no estén expuestos a riesgos físicos o morales desproporcionados.
L OS DERECHOS DE INTIMIDAD Y CONFIDENCIALIDAD .
I MPLICACIONES Y OBLIGACIONES DE LOS PROFESIONALES
ENFERMEROS .E L SECRETO PROFESIONAL ENFERMERO
Somero repaso legislativo
Fue la Constitución Española de 1978 la que, sin duda, marcó un antes y un después
en el desarrollo legislativo de los derechos fundamentales de las personas y, dado que
es el tema que ocupa, del derecho a la intimidad en particular, otorgando dicho derecho a los ciudadanos en los artículos 18.1 y 20.4. y calificándolo como un derecho fundamental apoyado en la dignidad de los seres humanos y en los derechos inviolables
que le son inherentes. La evolución de los derechos fundamentales después de la publicación de la Constitución ha supuesto una mayor sensibilidad en la protección, entre
todos los demás, del derecho a la intimidad personal y familiar, si bien ya había un marco ético importantísimo y al que la propia Constitución se somete en su artículo 10.2,
que no es otro que la Declaración Universal de Derechos Humanos la cual, en su artículo 12, dice: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia ni de ataques a su honra o su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.
En el artículo 10 de la Ley General de Sanidad (Ley 14/1986) se establece que los pacientes tienen derecho a la intimidad, a un trato digno y a la confidencialidad de la información clínica relacionada con su proceso. Por otra parte, haciendo referencia a la historia clínica, en el artículo 61 se ordena que ésta ha de estar a disposición de los enfermos
y de los facultativos que estén implicados en el diagnóstico y el tratamiento del enfermo, así como a efectos de inspección médica o para fines científicos, “debiendo quedar
plenamente garantizados el derecho del enfermo a su intimidad personal y familiar y el
deber de guardar secreto por quien, en virtud de sus competencias, tenga acceso a la historia clínica”.
La Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal determina en su artículo 7.3 que “los datos de carácter personal que hagan refe54
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DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
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A NEXOS
rencia, entre otros, a la salud, sólo podrán ser recabados, tratados y cedidos cuando, por
razones de interés general, así lo disponga una ley o el afectado consienta expresamente”.
En los artículos 15 y 16 determina, asimismo, que el afectado debe tener la posibilidad
de ejercer los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición a cualquier fichero informático que contenga datos referidos a su persona; igualmente, debe ser informado de a quién se cederán esos datos y, en su caso, ejercer los antedichos derechos
a la vista de tal cesión.
En el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y la Dignidad del Ser Humano (el llamado Convenio de Oviedo de 1997), ratificado por España en 1999 (Ver
Anexos legislativos), se determina en su artículo 2 que “el interés y el bienestar del ser
humano deberán prevalecer sobre el interés exclusivo de la sociedad o la ciencia”, afirmando
en el artículo 4 que “toda intervención en el ámbito de la sanidad, comprendida la investigación, deberá efectuarse dentro del respeto a las normas y obligaciones profesionales,
así como a las normas de conducta aplicables en cada caso”. En el artículo 10.1 se dice
que “toda persona tiene derecho a que se respete su vida privada cuando se trate de informaciones relativas a su salud” y en el 26.1 se determina que los derechos protegidos
“(...) no podrán ser objeto de otras restricciones que las que, previstas por ley, constituyan
medidas necesarias (...) para la seguridad pública, la prevención de infracciones penales, la
protección de la salud pública o la protección de los derechos y libertades de las demás
personas”.
Dedica la Ley 41/2002 (o Ley de Autonomía del Paciente, como se denominará a lo largo de este texto) el Capítulo III al derecho a la intimidad. Consta dicho capítulo de un
solo artículo, el 7, el cual dice: “Toda persona tiene derecho a que se respete el carácter
confidencial de los datos referentes a su salud y a que nadie pueda acceder a ellos sin previa autorización amparada por la ley. Los centros sanitarios adoptarán las medidas oportunas para garantizar los derechos a que se refiere el apartado anterior y elaborarán, cuando
proceda, las normas y los procedimientos protocolizados que garanticen el acceso legal a
los datos de los pacientes”.
Como se verá en el apartado referido a la Historia Clínica, recogido en este mismo módulo de contenidos, la confidencialidad de los datos y el compromiso de secreto de los mismos son deberes exigidos tanto a los profesionales que dispensan la atención sanitaria
como a los centros donde se lleva a cabo.
Una cuestión muy relacionada con el derecho a la intimidad es el derecho a la confidencialidad, como ya se ha podido apreciar en algunos de los artículos enunciados de
las diversas normas citadas con anterioridad. Consiste, precisamente, en guardar la debida reserva sobre informaciones que afectan a la vida privada de las personas. Entre otros,
en el ámbito sanitario la confidencialidad supone la obligación del profesional de mantener en secreto la información que le proporciona el paciente, salvo que éste lo autorice. Constituye un derecho del paciente a mantener con tal carácter ciertos datos relativos a su intimidad, de ahí que ambos derechos se protejan conjuntamente en el
ordenamiento jurídico español.
Así, por ejemplo, y en referencia al citado artículo 18.1 de la Constitución Española, el
artículo 199.1 del Código Penal establece que: “El que revelare secretos ajenos de los que
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DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
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A NEXOS
tenga conocimiento por razón de su oficio o sus relaciones laborales será castigado con la
pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a doce meses”. En el punto 2 del mismo artículo 199, la norma agrava las penas para los supuestos en que la revelación de
secretos sea realizada por un profesional, diciendo: “El profesional que, con incumplimiento
de su obligación de sigilo o reserva, divulgue secretos de otra persona, será castigado con
la pena de prisión de uno a cuatro años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para dicha profesión de dos a seis años”.
A continuación, se pasa a ver, por tanto, de manera específica el secreto profesional en
los profesionales de la Enfermería, partiendo de lo dicho y de lo referido en el Módulo
II, en el apartado dedicado al delito de revelación de secretos.
Estudio singular del secreto profesional enfermero
Concepto de secreto
La idea y el concepto de “secreto” está presente en la historia de la Enfermería desde sus
comienzos, lo que pone de manifiesto que el hecho de mantener ocultas o reservadas
algunas de las muchas circunstancias a las que las enfermeras podían acceder, ha sido
una necesidad sentida y un compromiso desde siempre.
Con el denominador común que fundamenta el secreto, la preservación de la vida íntima y privada de las personas, es fácil encontrar antecedentes sobre la obligatoriedad de
no revelar verdades conocidas en virtud del ejercicio de algunas profesiones u oficios, si
bien no se van a referenciar ahora dado que excedería a la intención de este texto. Con
carácter general, por tanto, sí decir que el secreto ha sido una de las exigencias sociales, tanto morales como jurídicas, cuyo origen puede encontrarse en la necesidad del
ser humano de reconocerse a sí mismo a través de la afirmación de su propio “yo”, lo
que le lleva a guardar o compartir, según su voluntad, determinados hechos constitutivos de su propia vida. Esto, que sin duda es también un modo de relacionarse con los
demás, puede ser, posiblemente, parte del origen de lo que hoy se entiende por intimidad y por confidencialidad.
Por tanto, el reconocimiento del derecho que el ser humano tiene a que se respete su
intimidad como uno de sus valores más preciados para poder vivir con dignidad y en
libertad, sirve de base a la propia naturaleza del secreto: el pacto tácito al que, reconociéndose como seres humanos, las personas aceptan y se comprometen en el deber de
buscar no sólo el interés por el bien propio, sino también por el bien de los otros y de
la sociedad.
Estos valores éticos confieren la condición moral al secreto y, más concretamente, al secreto profesional, que viene representado por el deber de guardar el hecho conocido durante el desempeño de una actividad profesional cuando su revelación pudiera producir
resultados nocivos o injustos. El compromiso formulado tácitamente por los profesionales,
en este caso, de la Enfermería, desde el mismo momento en que comienzan a ejercer
como tales, forma parte del ámbito de su propia responsabilidad profesional y contri-
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DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
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buye al cumplimiento de la misión de dicha profesión. El fundamento, por tanto, de este
tipo de secreto es el “deber”, cualquiera que sea su perspectiva moral, jurídica o social.
Un componente de la complejidad que tiene el secreto profesional enfermero, al igual
que lo tiene el secreto médico, es la figura del “confidente necesario”. Está claro que,
en la inmensa mayoría de las ocasiones, los pacientes o usuarios de los servicios sanitarios no revelarían datos referidos a su intimidad si no fuera necesario hacerlo por tener
relación con su salud, de modo que esa “confianza necesaria” de los pacientes refuerza aún más la obligación de sigilo de los profesionales. Por tanto, este deber ha de formar parte de la conciencia profesional de las enfermeras y enfermeros como uno de los
deberes más estrictos que han de cumplir, ya que su quebrantamiento supondría un
grave atentado a la buena fe y a la confianza depositada en ellos por los pacientes o
sus familias.
Sin embargo, bien es verdad que esa misma complejidad que en sí mismo tiene el ejercer profesionalmente la Enfermería puede poner a sus profesionales en el dilema de tener
que hacer trascender el hecho conocido a causa de otros intereses individuales o colectivos. Dónde poner el límite entre el bien privado y el bien público es un gran problema y sólo en ocasiones muy concretas se puede invocar el principio bioético de justicia
sin temor a equivocarse. A esto puede también añadírsele el concepto de “secreto compartido” entre profesionales, en aras de una mejor atención sanitaria, amparado claramente por el principio bioético de no maleficencia. Es por ello que la responsabilidad
profesional con la que es preciso, en este caso, ejercer la Enfermería, obliga a guardar
también con sumo sigilo, y a compartirlo sólo cuando sea necesario, cualquier otra información que pueda obtenerse para optimizar los cuidados enfermeros.
La concepción holística que del ser humano tienen las enfermeras y enfermeros permite entender que, en lo que al secreto profesional enfermero se refiere, se reconozca bajo
su ámbito todo aquello que forma parte de las personas y su entorno, en tanto en cuanto éstas no lo quieran revelar o no autoricen su revelación y su divulgación pueda producirles cualquier menoscabo de sus bienes y derechos moral y jurídicamente protegidos. Hay que recordar también que la dignidad de la persona no acaba en sí misma, ni
siquiera con su propia muerte, ya que incluso después de ella sigue siendo preciso mantener la dignidad de aquélla en el recuerdo, así como la de su propia familia.
En resumen, son objeto del secreto enfermero no sólo las enfermedades, sino el resto
de circunstancias, hábitos, costumbres o situaciones de los pacientes y sus familias conocidas durante el desempeño de la profesión, bien por manifestación espontánea o provocada por la necesidad de dar mejores cuidados, y cuya revelación pueda ocasionarles un perjuicio, aunque sea potencial, o simplemente deseen mantenerlo oculto.
Hay un último aspecto que parece oportuno comentar. Afortunadamente, la producción
científica de los profesionales enfermeros es cada día más amplia y frecuente, pero precisamente por ello hay que tener especial cuidado en no dañar los derechos de los pacientes o usuarios de los servicios sanitarios a través del empleo de fotografías o de cualquier
otro medio que pueda posibilitar su identificación, en especial si los trabajos van a ser
publicados o presentados en congresos o cualquier otro tipo de medio de difusión.
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DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
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Regulación deontológica del secreto profesional
El Código Deontológico de la Enfermería Española, de 1989, contempla de forma explícita (Artículo 19) el deber de los profesionales enfermeros de guardar “(...) en secreto toda
la información sobre el paciente que haya llegado a su conocimiento en el ejercicio de su
trabajo”.
Es obvio que esta formulación tan amplia del secreto haya que contemplarla, desde la
perspectiva de la responsabilidad profesional, en el sentido de que la enfermera o el enfermero no puede ni debe someter al secreto “toda” la información que obtenga de las
personas a las que cuida, ya que una parte importante de esa información va a tener
que ser compartida, precisamente, en función de la mejor calidad de esos cuidados y
de la atención en general. De ahí que se insista en la necesidad de ejercer con el mayor
grado de competencia deseable la profesión enfermera, pues el hecho de tener que compartir la información obliga a desarrollar las habilidades necesarias para saber discriminar, siempre en beneficio del paciente, usuario o familia, el tipo y la cantidad de información que se comparta, así como para exigir del resto de personas que participen del
proceso terapéutico, profesionales o no, la observancia del sigilo y la discreción.
Se recogen en el Código dos artículos más en relación con el secreto. El Artículo 20 indica que: “La enfermera/o informará al paciente de los límites del secreto profesional y no adquirirá compromisos bajo secreto que entrañen malicia o dañen a terceros o a un bien público”. Como ya se ha dicho anteriormente, el profesional como confidente necesario es
una de las figuras que pertenecen al secreto, pero dado que en la relación enfermerapaciente se suelen dar las circunstancias idóneas para las confidencias, debido a la cercanía y la presencia constante de estos profesionales con los pacientes y las familias, puede llegar a ser difícil separar el papel profesional de otros papeles que tengan que ver
más con la amistad. Por ello, parece importante destacar la primera parte de lo dicho
en este artículo 20, dando por sentado que en la segunda parte no cabe ninguna duda
en lo que respecta a la malicia.
Sin embargo, ¿sucede lo mismo cuando el compromiso de guardar secreto puede dañar
a terceras personas o a un bien público? ¿Es justificable moral o legalmente advertir de
un riesgo particular o colectivo aunque sea a costa de conculcar el derecho a la confidencialidad? Muchos ejemplos cabrían citarse, y que están en el conocimiento de todos,
donde se pone de manifiesto que los dilemas morales, cuando se trata de conflictos de
derechos, son difíciles de resolver y donde el doble efecto de las decisiones puede acarrear el menoscabo de alguno o varios de ellos. Posiblemente, no competa únicamente al profesional enfermero informar a terceras personas sobre este tipo de problemas,
en especial cuando se trata de un diagnóstico médico, pero tendrá que estar preparado para opinar o hacer valer su buen juicio profesional ante el equipo sanitario con el
que trabaje o ante el propio paciente llegado el caso.
El Artículo 21 dice: “Cuando la enfermera/o se vea obligada a romper el secreto profesional
por motivos legales, no debe olvidar que moralmente su primera preocupación ha de ser la
seguridad del paciente y procurará reducir al mínimo indispensable la cantidad de información revelada y el número de personas que participen del secreto”. En este sentido, es preciso poner de manifiesto que aunque pueda haber supuestos (Ver Módulo II, apartado
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DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
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sobre el delito de revelación de secretos) en los que por imperativo legal se deba romper el secreto, es también muy importante lo dicho en este artículo del Código Deontológico y no olvidar que la colaboración con la justicia puede hacerse, de igual modo,
restringiendo a lo meramente indispensable la información revelada y el número de personas que deban participar de ella.
EL
DERECHO DE INFORMACIÓN . E L CONSENTIMIENTO
INFORMADO . I MPACTO Y DESARROLLO EN LA PRÁCTICA
ASISTENCIAL ENFERMERA
El derecho de información y el consentimiento informado
Ambas figuras se erigen como derechos inherentes de las personas en el contexto del
principio bioético de autonomía. En este sentido, y teniendo como base fundamental
dicho principio, la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, Básica Reguladora de la Autonomía del Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica, denominada usualmente como Ley de Autonomía del Paciente, completa las previsiones que la Ley General de Sanidad (LGS) enunció como principios generales,
dándole un tratamiento singular al derecho a la autonomía de los pacientes. Dicha LGS
otorgó en su día una atención especial a esta materia, lo cual supuso un notable avance que quedó reflejado, entre otros, en sus artículos 9, 10 y 11, donde se recogen tanto las obligaciones como los derechos de los ciudadanos que son objeto de atención
sanitaria. Hay que advertir que la Ley 41/2002 ha derogado algunos puntos contenidos en estos artículos, por lo que se recomienda atender a lo recogido en los Anexos
legislativos.
Aunque el derecho a la autonomía y a la información ya habían sido desarrollados además de por la LGS por otras normas y disposiciones de diverso rango, la Ley de Autonomía del Paciente se ocupa, asimismo, de matizar y mejorar la figura del “consentimiento
informado”, reconociendo el derecho de todos a decidir sobre su propio proceso de salud,
a ser informados y advertidos sobre los beneficios y los riesgos de cualquier tratamiento y a revocar en todo momento el posible consentimiento dado con anterioridad. En
este contexto, y como es lógico, regula también los límites, fundamentalmente por razones de salud pública, a dicho consentimiento informado, recogiendo, asimismo, la figura del consentimiento por representación.
El derecho de información
La citada Ley 41/2002, de Autonomía del Paciente, en su Capítulo II, reconoce a los pacientes y usuarios de los servicios sanitarios su capacidad para conocer toda la información
disponible sobre su salud, así como sobre cualquier actuación en el ámbito de la misma, salvando los supuestos exceptuados por la ley. Este derecho comporta también el
contrario, es decir, el derecho a que se respete su voluntad de no ser informados. No
obstante, hay supuestos en los cuáles, pese a la negativa a saber, dicho derecho tiene
algunas excepciones. La renuncia del paciente a recibir información está limitada por el
interés de la salud del propio paciente, de terceros, de la colectividad y por las exigencias terapéuticas del caso. Cuando el paciente manifieste expresamente su deseo de no
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ser informado, se respetará su voluntad haciendo constar su renuncia documentalmente,
sin perjuicio de la obtención de su consentimiento previo para cualquier tipo de intervención que así lo requiera.
La información, que como regla general se proporcionará verbalmente dejando constancia en la historia clínica, comprende, como mínimo, la finalidad y la naturaleza de
cada intervención, sus riesgos y sus consecuencias. Los profesionales de la Enfermería
han de tener en cuenta la especial relevancia de la información como factor de íntima
unión con el paciente: la comunicación actúa como elemento de calidad en todo el proceso asistencial.
La información clínica, que forma parte de todas las actuaciones asistenciales, será verdadera, se comunicará al paciente de manera comprensible y adecuada a sus necesidades, teniendo siempre como fin el que ésta le ayude a tomar decisiones de acuerdo
con su propia y libre voluntad. Existe algún pronunciamiento judicial en el sentido de
no generar en el paciente un miedo excesivo con información poco pertinente y compleja. Es por todo ello que los profesionales que le atiendan durante el proceso asistencial le apliquen una técnica o lleven a cabo cualquier procedimiento concreto, siendo
responsables de procurar al paciente toda la información que le permita conocer y comprender no sólo el diagnóstico y el pronóstico de su enfermedad, sino la razón y el porqué de cualquier intervención que se realice.
El titular del derecho a la información es el paciente, pero también serán informadas las
personas vinculadas a él por razones familiares o de hecho, en la medida que el paciente lo permita de manera expresa o tácita. En muchas ocasiones, la proximidad de la actuación de las enfermeras hace que los vínculos familiares y/o afectivos del paciente sean
mejor conocidos por éstas. Este conocimiento cercano, tanto del paciente como de sus
allegados, determina una posición privilegiada de las enfermeras, la cual les sitúa como
tutoras de dicho derecho a la información o como representantes del paciente cuando
éste no pueda reclamar su derecho a ejercerlo libremente.
La ley indica que el paciente será informado, incluso en caso de incapacidad, de modo
adecuado a sus posibilidades de comprensión, cumpliendo con el deber de informar también a su representante legal. Una novedad de esta Ley de Autonomía del Paciente consiste en que incluso a un enfermo incapaz o incapacitado judicialmente se le ha de facilitar la información, siempre en función de su situación, indicando la relevancia de los
profesionales de la Enfermería para conocer la situación real de la comprensión de estos
enfermos en situaciones de incapacidad.
Un supuesto singular: el estado de necesidad terapéutica
como límite a saber por parte del paciente
El derecho a la información sanitaria de los pacientes puede limitarse por la existencia
acreditada de un estado de necesidad terapéutica. Se entiende por “necesidad terapéutica”
la facultad del médico para actuar profesionalmente sin informar antes al paciente cuando, por razones objetivas, el conocimiento de su propia situación pueda perjudicar su
salud de manera grave. Llegado este caso, el médico dejará constancia razonada de las
circunstancias en la historia clínica y comunicará su decisión a las personas vinculadas
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DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
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al paciente por razones familiares o de hecho. Esto supone para la enfermera un papel
singular en la limitación de la información, que requiere la coordinación entre médico y
enfermera. Esta limitación de la información tiene su justificación en la especial tutela del
paciente.
Regulación deontológica del derecho a la información
El Código Deontológico de la Enfermería Española también se hace eco de la responsabilidad profesional enfermera en el mantenimiento del derecho a la información de
los pacientes. Cuatro son los artículos que hacen especial referencia al mismo:
•
Artículo 10. Es responsabilidad de la enfermera/o mantener informado al enfermo, tanto en el ejercicio libre de su profesión como cuando ésta se ejerce en las
instituciones sanitarias, empleando un lenguaje claro y adecuado a la capacidad
de comprensión del mismo.
•
Artículo 11. De conformidad con lo indicado en el artículo anterior, la enfermera/o deberá informar verazmente al paciente, dentro del límite de sus atribuciones. Cuando el contenido de esa información excede del nivel de su competencia, se remitirá al miembro del equipo de salud más adecuado.
•
Artículo 12. La enfermera/o tendrá que valorar la situación física y psicológica
del paciente antes de informarle de su real o potencial estado de salud, teniendo en cuenta, en todo momento, que éste se encuentre en condiciones y disposición de entender, aceptar o decidir por sí mismo.
•
Artículo 13. Si la enfermera/o es consciente que el paciente no está preparado
para recibir la información pertinente y requerida, tendrá que dirigirse a los familiares o allegados al mismo.
El Consentimiento Informado
Se configura como un derecho fundamental, dado que el paciente debe otorgar su consentimiento para la realización de actos sanitarios sobre su propio cuerpo. Desde la perspectiva del profesional de Enfermería, el respeto a tales derechos se encuentra depositado en su lex artis y en sus obligaciones como profesionales, estando obligado, por tanto,
no sólo a una correcta praxis profesional, sino también a la tutela de los derechos de los
pacientes y usuarios.
Los recientes desarrollos normativos han hecho que el consentimiento informado no sea
sólo un referente y una obligación médica, sino que también tiene su evidente impacto en las enfermeras y enfermeros. Los referentes normativos en relación con el derecho
de información y el consentimiento informado son las ya citadas Ley General de Sanidad y Ley 41/2002, de Autonomía del Paciente, así como el Convenio para la Protección
de los Derechos Humanos y la Dignidad del Ser Humano con respecto a las aplicaciones
de la Biología y la Medicina, de 1997. Hay que destacar que este Convenio, también
conocido como Convenio de Bioética o Convenio de Oviedo, dado que fue en esta ciudad donde se firmó, aunque en sí mismo no tiene carácter jurídico, al haber sido ratificado por la Jefatura del Estado Español, en 1999, se le ha conferido dicho rango, siendo
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norma de referencia legal cuando exista alguna laguna en el ordenamiento español referente a cualquiera de las disposiciones que el Convenio recoge.
Con relación al consentimiento informado, en este Convenio de Oviedo se recoge un
principio o regla general (artículo 5): “Una intervención en el ámbito de la sanidad
sólo podrá efectuarse después de que la persona afectada haya dado su libre e informado consentimiento. Dicha persona deberá recibir previamente una información adecuada
acerca de la finalidad y la naturaleza de la intervención, así como sobre sus riesgos y
consecuencias. En cualquier momento la persona afectada podrá retirar libremente su consentimiento”.
Esta previsión se ha desarrollado en la Ley de Autonomía del Paciente, donde de forma
más extensa se regulan los requisitos y condiciones de dicho tipo de consentimiento. Es
interesante destacar que dicha Ley es una norma que obliga tanto a centros públicos
como privados y en la que se establecen, además, un conjunto de principios básicos
(artículo 2) que el profesional enfermero debe conocer, ya que le atañen del mismo modo
que a cualquier otro profesional sanitario. Dice así:
1. La dignidad de la persona humana, el respeto a la autonomía de su voluntad y
a su intimidad orientarán toda la actividad encaminada a obtener, utilizar, archivar, custodiar y transmitir la información y la documentación clínica.
2. Toda actuación en el ámbito de la sanidad requiere, con carácter general, el previo consentimiento de los pacientes o usuarios. El consentimiento, que ha de obtenerse después de que el paciente reciba una información adecuada, se hará por
escrito en los supuestos previstos en la Ley.
3. El paciente o usuario tiene derecho a decidir libremente, después de recibir la información adecuada, entre las opciones clínicas disponibles.
4. Todo paciente o usuario tiene derecho a negarse al tratamiento, excepto en los
casos determinados en la Ley. Su negativa al tratamiento constará por escrito.
5. Los pacientes o usuarios tienen el deber de facilitar los datos sobre su estado físico o sobre su salud de manera leal y verdadera, así como el de colaborar en su
obtención, especialmente cuando sean necesarios por razones de interés público o con motivo de la asistencia sanitaria.
6. Todo profesional que interviene en la actividad asistencial está obligado no sólo
a la correcta prestación de sus técnicas, sino al cumplimiento de los deberes de
información y de documentación clínica y al respeto de las decisiones adoptadas
libre y voluntariamente por el paciente.
7. La persona que elabore o tenga acceso a la información y a la documentación
clínica está obligada a guardar la reserva debida.
El “consentimiento informado” se viene a definir como “la conformidad libre, voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en el pleno uso de sus facultades después
de recibir la información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecta a su
salud”.
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Dicho esto, parece interesante hacerse una pregunta: ¿quién debe informar? La Ley de
Autonomía del Paciente dice que es el “(...) médico responsable: el profesional que tiene
a su cargo coordinar la información y la asistencia sanitaria del paciente o del usuario, con
el carácter de interlocutor principal del mismo en todo lo referente a su atención e información durante el proceso asistencial, sin perjuicio de las obligaciones de otros profesionales
que participan en las actuaciones asistenciales”.
De esto se desprende que, aunque la ley designe de modo especial al médico responsable como coordinador de la información, también el resto de profesionales sanitarios
y, entre ellos, como es lógico, los profesionales de la Enfermería, dentro de sus propias
competencias profesionales, deben informar al paciente y, además, en supuestos específicos, solicitar y documentar el consentimiento informado.
Dado que toda actuación en el ámbito de la salud de un paciente necesita el consentimiento libre y voluntario del afectado, la Ley prevé (artículo 8) que éste sea “verbal por
regla general”, si bien se prestará por escrito en los casos de “intervención quirúrgica, procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores y, en general, aplicación de procedimientos que suponen riesgos o inconvenientes de notoria y previsible repercusión negativa sobre
la salud del paciente”.
El consentimiento escrito del paciente será necesario para cada una de las actuaciones
citadas, dejando abierta la posibilidad de incorporar anejos y otros datos de carácter general que puedan contribuir a mejorar o a completar la información sobre los procedimientos
de aplicación y sobre sus riesgos.
Continúa la Ley indicando que “todo paciente o usuario tiene derecho a ser advertido sobre
la posibilidad de utilizar los procedimientos de pronóstico, diagnóstico y terapéuticos que se
le apliquen en un proyecto docente o de investigación, que en ningún caso podrá comportar
riesgo adicional para su salud” y que podrá “revocar libremente por escrito su consentimiento
en cualquier momento”.
Antes de la firma del consentimiento escrito (artículo 10), el facultativo proporcionará al
paciente la información básica siguiente:
a. “Las consecuencias relevantes o de importancia que la intervención origina con
seguridad.
b. Los riesgos relacionados con las circunstancias personales o profesionales del
paciente.
c. Los riesgos probables en condiciones normales, conforme a la experiencia y al estado de la ciencia o directamente relacionados con el tipo de intervención.
d. Las contraindicaciones”.
Matiza, asimismo, la Ley la importancia de ponderar en cada caso, en especial cuanto
más dudoso sea el resultado de una intervención, la necesidad del previo consentimiento
por escrito del paciente. En este sentido, aunque en el texto se haga referencia sólo al
“facultativo”, parece ser que tanto el colectivo jurídico como el sanitario coinciden en
entender que, en coherencia con la totalidad del texto articulado y por el principio de
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analogía, la importancia de valorar en cada caso la pertinencia o necesidad de un consentimiento escrito puede extrapolarse a aquellos supuestos en los que, entre otros, por
ejemplo, los profesionales de la Enfermería lleven a cabo técnicas o procedimientos que
puedan llevar asociados algún tipo de molestias o incertidumbre en su resultado más
allá de las ordinarias. La práctica profesional ya permite ir delimitando algunos de estos
procedimientos como, por ejemplo, la extracción de tapones de cerumen en los oídos,
aunque lo más seguro es que se lleven a cabo, cuando se evidencie esta necesidad, los
acuerdos pertinentes entre el colectivo profesional, el equipo sanitario y las instituciones,
que permitan asegurar el derecho de los pacientes o usuarios a decidir si quieren someterse libremente a un procedimiento realizado por un profesional enfermero (igual que
lo hacen cuando las intervenciones son realizadas por un médico) y para el que, lógicamente, está capacitado y es competente.
Límites del consentimiento informado y consentimiento
por representación
Como ya se ha dicho con anterioridad, aunque la Ley otorga a todas las personas el
derecho tanto a ser informado como a no querer serlo, la renuncia a recibir esa información por parte de los pacientes o usuarios también está limitada por dicha Ley de
Autonomía del Paciente. En ella se prevé que el interés de la salud del propio paciente, de terceros, de la colectividad y de las exigencias terapéuticas del caso, sean
causas que puedan modificar ese derecho: “Cuando el paciente manifieste expresamente
su deseo de no ser informado, se respetará su voluntad haciendo constar su renuncia
documentalmente, sin perjuicio de la obtención de su consentimiento previo para la
intervención”.
Los facultativos, continúa diciendo la Ley, podrán llevar a cabo las intervenciones clínicas indispensables a favor de la salud del paciente, sin necesidad de contar con su consentimiento, “cuando existe riesgo para la salud pública a causa de razones sanitarias establecidas por la Ley”. Para algunos de estos supuestos, la norma indica que, “una vez
adoptadas las medidas pertinentes, se comunicarán a la autoridad judicial en el plazo máximo de 24 horas siempre que dispongan del internamiento obligatorio de personas”, remitiéndose a lo dispuesto en la Ley Orgánica 3/1986, de 14 de abril, de medidas especiales en materia de salud pública. En los artículos 1, 2 y 3 de dicha Ley Orgánica se
explicita lo siguiente:
Artículo 1. Al objeto de proteger la salud pública y prevenir su pérdida o deterioro,
las autoridades sanitarias de las distintas Administraciones Públicas podrán, dentro
del ámbito de sus competencias, adoptar las medidas previstas en la presente Ley
cuando así lo exijan razones sanitarias de urgencia o necesidad.
Artículo 2. Las autoridades sanitarias competentes podrán adoptar medidas de reconocimiento, tratamiento, hospitalización o control cuando se aprecien indicios racionales que permitan suponer la existencia de peligro para la salud de la población
debido a la situación sanitaria concreta de una persona o grupo de personas o por
las condiciones sanitarias en que se desarrolle una actividad.
Artículo 3. Con el fin de controlar las enfermedades transmisibles, la autoridad
sanitaria, además de realizar las acciones preventivas generales, podrá adoptar
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las medidas oportunas para el control de los enfermos, de las personas que
estén o hayan estado en contacto con los mismos y del medio ambiente inmediato, así como las que se consideren necesarias en caso de riesgo de carácter
transmisible.
En estos supuestos concretos cabe incluso el internamiento judicial y policial del paciente.
Continuando con la Ley de Autonomía del Paciente, hay que decir que también regula
la posibilidad de llevar a cabo intervenciones sin el consentimiento del paciente en los
casos en que exista un “riesgo inmediato grave para la integridad física o psíquica del enfermo y no es posible conseguir su autorización, consultando, cuando las circunstancias lo permitan, a sus familiares o a las personas vinculadas de hecho a él”. Es un supuesto basado
en el “estado de necesidad” previsto por el Código Penal como circunstancia que exime
de responsabilidad a aquéllos que, entre otros casos, llevan a cabo intervenciones sobre
las personas sin haber podido obtener su consentimiento previo y en el cual prevalece
el derecho a la vida y a la atención sanitaria.
En cuanto al “consentimiento por representación”, se prevén varios supuestos, los cuales son:
•
“Cuando el paciente no sea capaz de tomar decisiones, a criterio del médico responsable de la asistencia, o su estado físico o psíquico no le permita
hacerse cargo de su situación. Si el paciente carece de representante legal, el
consentimiento lo prestarán las personas vinculadas a él por razones familiares
o de hecho.
•
•
Cuando el paciente esté incapacitado legalmente.
•
La interrupción voluntaria del embarazo, la práctica de ensayos clínicos y la
práctica de técnicas de reproducción humana asistida se rigen por lo establecido con carácter general sobre la mayoría de edad y por las disposiciones especiales de aplicación (en estos casos opera la mayoría de edad a los
18 años).
•
La prestación del consentimiento por representación será adecuada a las circunstancias y proporcionada a las necesidades que haya que atender, siempre
en favor del paciente y con respeto a su dignidad personal. El paciente participará en la medida de lo posible en la toma de decisiones a lo largo del proceso sanitario”.
Cuando el paciente menor de edad no sea capaz intelectual ni emocionalmente de comprender el alcance de la intervención. En este caso, el consentimiento lo dará el representante legal del menor después de haber escuchado
su opinión si tiene doce años cumplidos. Cuando se trate de menores no incapaces ni incapacitados, pero emancipados o con dieciséis años cumplidos, no
cabe prestar el consentimiento por representación. Sin embargo, en caso de
actuación de grave riesgo, según el criterio del facultativo, los padres serán informados y su opinión será tenida en cuenta para la toma de la decisión correspondiente.
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Consentimiento informado y responsabilidad jurídica
Como es lógico, este derecho del paciente se traduce en una obligación para los profesionales sanitarios y, obviamente, para los profesionales de la Enfermería. La lex artis,
como criterio de valoración de una actuación profesional y como el depósito legitimador de la competencia profesional, se inserta dentro de aquélla. El profesional no sólo
está obligado a realizar de forma adecuada la praxis asistencial, pues además ha de cumplir todas las previsiones legales sobre el consentimiento informado y el derecho de información del paciente.
No cumplir con las previsiones legales puede derivar en que una actuación sea considerada falta administrativa e incluso incurrir en responsabilidad patrimonial por mal funcionamiento del servicio público. El menoscabo del consentimiento informado supone
por sí mismo un daño moral que ha de ser indemnizado, independientemente de la valoración de la praxis profesional.
Regulación deontológica del consentimiento
También en esta ocasión el Código Deontológico de la Enfermería Española recoge en
su articulado varios aspectos relativos al consentimiento previo de los pacientes con carácter previo a las intervenciones enfermeras.
En el Capítulo II, dedicado a los deberes de las enfermeras y enfermeros, el Código refleja diversas normas al respecto en cuatro de sus artículos:
•
Artículo 6. En el ejercicio de sus funciones, las enfermeras/os están obligadas/os a respetar la libertad del paciente a elegir y controlar la atención que se
le presta.
•
Artículo 7. El consentimiento del paciente ha de ser obtenido siempre con carácter previo a cualquier intervención de la enfermera/o. Y lo harán en reconocimiento
del derecho moral que cada persona tiene a participar de forma libre y válidamente manifestada sobre la atención que se le preste.
•
Artículo 8. Cuando el enfermo no esté en condiciones físicas y psíquicas de prestar su consentimiento, la enfermera/o tendrá que buscarlo a través de los familiares o allegados a éste.
•
Artículo 9. La enfermera/o nunca empleará ni consentirá que otros empleen medidas de fuerza física o moral para obtener el consentimiento del paciente. En caso
de ocurrir así, deberá ponerlo en conocimiento de las autoridades sanitarias y del
Colegio Profesional respectivo con la mayor urgencia posible.
Asimismo, en el Capítulo III, artículo 17, se hace referencia al caso concreto de los pacientes y la experimentación clínica, diciendo: “La enfermera/o no podrá participar en investigaciones científicas o en tratamientos experimentales, en pacientes que estén a su cuidado, si previamente no se hubiera obtenido de ellos o de sus familiares o responsables el
correspondiente consentimiento libre e informado”.
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HISTORIA CLÍNICA
Sobre la Historia Clínica (HC) de los pacientes, inciden tanto derechos y obligaciones de
los mismos como de los profesionales sanitarios en general y de los enfermeros en particular. En consecuencia, esto hace que sobre la misma se puedan plantear diversas situaciones conflictivas, pues no hay que olvidar que la HC es un instrumento esencial de
prueba en los procedimientos judiciales, habiéndose producido una evolución jurisprudencial hacia la tutela del paciente en el sentido de establecer una presunción de culpabilidad hacia el médico y la institución sanitaria cuando la HC no aparece, se encuentra incompleta o está enmendada. Éste es un claro ejemplo de la tendencia de los órganos
judiciales hacia la tutela de los pacientes. Es necesario, por tanto, buscar la unicidad y
la integridad de la HC.
Con reiterada frecuencia los profesionales de la Enfermería preguntan sobre la conveniencia o no de escribir ampliamente en la HC y la respuesta no puede ser otra que “lo
necesario”. Esto es importante porque cuanto mejor se recojan las intervenciones enfermeras, mejor podrá un Juez, llegado el momento, valorar la pertinencia, corrección y
racionalidad en la toma de una decisión clínica o en la aplicación de un procedimiento,
dado que, con frecuencia, la HC es la prueba del buen actuar profesional.
Además de lo dicho, también los pacientes y usuarios pueden utilizar otros mecanismos
tutelares cuando consideran que su derecho de acceso a su HC ha sido vulnerado. Así,
a modo ilustrativo, en el Informe correspondiente al año 2002 del Defensor del Pueblo
se hace referencia a algunos supuestos relacionados con la solicitud de acceso a la Historia Clínica; esta figura titular indica: “Las actuaciones desarrolladas por esta institución
ponen de manifiesto la existencia de cierta controversia e inseguridad en cuanto al alcance
y extensión del derecho de acceso a la documentación clínica”.
Cierto es que cuando se elaboró dicho Informe no se encontraba vigente la Ley 41/2002,
pero sí el artículo 61 de la Ley General de Sanidad y el Real Decreto 63/1995 de Ordenación de las Profesiones Sanitarias y en ambas normas sí quedaba claro dicho derecho
de acceso y copia de la HC. Algunos de los casos que se relatan son la negativa a obtener copia del parte de lesiones y a dar copia de la HC de un paciente fallecido. En ambas
situaciones, por la intervención del Defensor del Pueblo y de acuerdo con la normativa
vigente, se accedió a lo solicitado.
Una idea esencial a tener en cuenta es que todas las referencias que se hacen a la
HC deben ser entendidas que afectan tanto a los servicios sanitarios públicos como
privados, como así se establece en el artículo 1 de la Ley 41/2002 de Autonomía del
Paciente: “La presente Ley tiene por objeto la regulación de los derechos y obligaciones de los pacientes, usuarios y profesionales, así como de los centros y servicios sanitarios, públicos y privados, en materia de autonomía del paciente y de información y documentación clínica”. Es una previsión legal razonable porque los bienes jurídicos que han
de ser tutelados y que se pretende, por tanto, proteger son de una alta importancia
constitucional.
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Asimismo, la Ley establece derechos y obligaciones para los sujetos activos de la relación clínica (médico/enfermera-paciente) y, en coherencia con ello, indica que “los pacientes o usuarios tienen el deber de facilitar los datos sobre su estado físico o sobre su
salud de manera leal y verdadera, así como colaborar en su obtención, especialmente cuando sean necesarios por razones de interés público o con motivos de la asistencia sanitaria”. Éste es un deber del paciente para con el profesional sanitario y con la institución
sanitaria.
De igual modo, sigue diciendo que “todo profesional que interviene en la actividad asistencial está obligado no sólo a la correcta prestación de sus técnicas, sino al cumplimiento
de los deberes de información y de documentación clínica y al respeto de las decisiones adoptadas libre y voluntariamente por el paciente”, a lo que añade que “la persona que elabore o tenga acceso a la información y la documentación clínica está obligada a guardar la
reserva debida”. Como ya se ha visto en el apartado anterior, este principio intenta preservar el derecho a la intimidad y a la confidencialidad de los datos relacionados con su
proceso asistencial, existiendo la obligación por parte de los centros sanitarios de establecer unos procedimientos reglados y estandarizados para preservar dicho derecho a
la intimidad y que los accesos a esos datos estén legitimados.
Definición de Historia Clínica
Muchas pueden ser las definiciones pero, en la actualidad, ya existe un concepto legal
de Historia Clínica recogido en el artículo 3, párrafo 5, de la Ley de Autonomía del Paciente: “conjunto de documentos que contienen los datos, valoraciones e informaciones de cualquier índole sobre la situación y la evolución clínica de un paciente a lo largo del proceso
asistencial”.
En el mismo artículo 3 de la Ley se enuncian, igualmente, otras definiciones jurídicas
que tienen relación con la documentación clínica:
•
“Certificado médico: la declaración escrita de un médico que da fe del estado de
salud de una persona en un determinado momento.
•
Documentación clínica: el soporte de cualquier tipo o clase que contiene un conjunto de datos e informaciones de carácter asistencial.
•
Informe de alta médica: el documento emitido por el médico responsable en un
centro sanitario al finalizar cada proceso asistencial de un paciente, que especifica los datos de éste, un resumen de su historial clínico, la actividad asistencial
prestada, el diagnóstico y las recomendaciones terapéuticas”.
Con el fin de matizar y aclarar el concepto, los contenidos y el uso, conservación y custodia de la Historia Clínica, la Ley dedica el Capítulo V a estos temas, además de regular los derechos de acceso a la misma. Así, en su artículo 14, amplía la definición de Historia Clínica, diciendo que “comprende el conjunto de los documentos relativos a los procesos
asistenciales de cada paciente, con la identificación de los médicos y de los demás profesionales que han intervenido en ellos, con objeto de obtener la máxima integración posible
de la documentación clínica de cada paciente, al menos, en el ámbito de cada centro”. Continúa dicho artículo, en sus puntos 2, 3 y 4, describiendo el modo en que las historias
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clínicas pueden ser archivadas, indicando a las Administraciones sanitarias y a las Comunidades Autónomas su obligación de facilitar y garantizar las medidas técnicas, organizativas y de seguridad a los centros sanitarios para la protección, conservación y autentificación de las mismas.
Contenidos de la Historia Clínica
En principio, deberá contener todo aquello que “se considere trascendental para el conocimiento veraz y actualizado del estado de salud del paciente”. Además del derecho de los
pacientes y usuarios a que quede recogida cumplida información de todos sus procesos sanitarios, la Ley también prevé que la HC tenga un fin facilitador de la asistencia
sanitaria en su conjunto. De dichas normas se deriva, en consecuencia, la obligación
del profesional sanitario, médicos y enfermeras, de cumplimentar la HC, deber que se
integra dentro de la lex artis y por lo que entra en su esfera de responsabilidad exigible.
El contenido mínimo de la HC será el siguiente:
a. La documentación relativa a la hoja clínico-estadística.
b. La autorización de ingreso.
c. El informe de urgencia.
d. La anamnesis y la exploración física.
e. La evolución.
f. Las órdenes médicas.
g. La hoja de interconsulta.
h. Los informes de exploraciones complementarias.
i. El consentimiento informado.
j. El informe de anestesia.
k. El informe de quirófano o de registro del parto.
l. El informe de anatomía patológica.
m. La evolución y planificación de cuidados de enfermería.
n. La aplicación terapéutica de enfermería.
ñ. El gráfico de constantes.
o. El informe clínico de alta.
Los párrafos b), c), i), j), k), l), ñ) y o) sólo serán exigibles en la cumplimentación de la
historia clínica cuando se trate de procesos de hospitalización o así se disponga.
Además de los aspectos que hacen referencia de manera explícita a los documentos
enfermeros, la Ley insiste en que “la cumplimentación de la historia clínica, en los aspectos relacionados con la asistencia directa al paciente, será responsabilidad de los profesionales que intervengan en ella”, por lo que queda implícita la obligación de recoger y
conservar, en lo que a los cuidados enfermeros se refiere, todo aquello que forme parte
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de los mismos y que sea considerado de interés particular para cada proceso asistencial en su conjunto.
Análisis singular de los usos de la Historia Clínica
Anteriormente se ha indicado que la HC es el conjunto de documentos que contienen
los datos, valoraciones e informaciones de cualquier índole sobre la situación y la evolución clínica de un paciente a lo largo del proceso asistencial y que la Ley establece una
cláusula abierta extensiva en el sentido que debe contener todo aquello que sea necesario y relevante para el conocimiento de la salud del paciente. Es, por tanto, prima facie,
un documento de uso exclusivo de los profesionales sanitarios, si bien, en este sentido,
caben hacerse algunas preguntas: ¿una HC puede ser utilizada por un profesional sanitario en cualquier momento?, ¿puede usar la HC un profesional de la gestión, en toda
su extensión?, ¿puede considerarse desproporcionado que un Inspector de servicios controle el gasto sanitario de un determinado Centro de Salud a través de las historias clínicas?, ¿puede pedir un Juez, en el seno de un procedimiento judicial, la totalidad de
la HC sin ningún tipo de requisito?
La Historia Clínica es un instrumento destinado fundamentalmente a garantizar una asistencia adecuada al paciente, perfilándose así como un claro elemento facilitador de la
propia actividad sanitaria, por lo que, obviamente, los profesionales asistenciales de cualquier centro asistencial que realizan el diagnóstico o el tratamiento del paciente tienen
acceso a la historia clínica de éste como instrumento fundamental para su adecuada asistencia siendo, de hecho, los más interesados en la integridad y unicidad de la HC. Como
regla general, existe un acceso universal del médico a la HC, pero no es patrimonio exclusivo suyo porque existen otros profesionales asistenciales, de gestión, inspección y judicial que también están legitimados para un racional y proporcional acceso a la HC.
Estos supuestos de acceso son los siguientes (Artículo 16, puntos 3, 4 y 5 de la Ley de
Autonomía del Paciente):
1. “El acceso a la historia clínica con fines judiciales, epidemiológicos, de salud pública, de investigación o de docencia, se rige por lo dispuesto en la Ley Orgánica
15/1999, de Protección de Datos de Carácter Personal, y en la Ley 14/1986, General de Sanidad, y demás normas de aplicación en cada caso. El acceso a la historia clínica con estos fines obliga a preservar los datos de identificación personal del
paciente, separados de los de carácter clínico-asistencial, de manera que como regla
general quede asegurado el anonimato, salvo que el propio paciente haya dado
su consentimiento para no separarlos”.
Esta disociación de datos intenta preservar accesos desproporcionados y no
legitimados. Nos obstante, este supuesto no opera en casos sobre los cuales
existe una investigación de la autoridad judicial y se considere relevante la unificación de los datos personales y los puramente asistenciales, aunque habrá
que estar siempre a lo que el juez o el tribunal considere en cada caso.
Con relación a estos supuestos de acceso a contenidos a la HC en procedimientos judiciales, no se pueden obviar ciertas reflexiones: la Constitución Española, así como las diversas leyes que la desarrollan, encargan a los poderes
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públicos la responsabilidad de tutelar los intereses individuales y colectivos de
los ciudadanos. Pues bien, dado que en la HC se pueden recoger elementos
esenciales del derecho fundamental a la intimidad, al honor, a la propia imagen, etc., el acceso a sus contenidos debe ser, en consecuencia, perfecta y
ampliamente justificado. Los jueces y tribunales, sometidos también al conjunto del ordenamiento jurídico español, han de motivar y justificar debidamente sus peticiones y decisiones, tanto durante la instrucción de los sumarios como en los autos o sentencias que adopten. Todo acceso con fines
judiciales estará motivado, a fin de que los centros y servicios sanitarios puedan tutelar mejor los derechos de los pacientes.
2. “El personal de administración y gestión de los centros sanitarios sólo puede acceder a los datos de la historia clínica relacionados con sus propias funciones”, por
lo que no podrán reclamar datos de índole personal que puedan poner en
riesgo los derechos de intimidad y confidencialidad de los pacientes.
3. “El personal sanitario debidamente acreditado que ejerza funciones de inspección, evaluación, acreditación y planificación, tiene acceso a las historias
clínicas en el cumplimiento de sus funciones de comprobación de la calidad de
la asistencia, el respeto de los derechos del paciente o cualquier otra obligación del centro en relación con los pacientes y usuarios o la propia Administración sanitaria”.
Derechos de acceso a la Historia Clínica.
Las anotaciones subjetivas
Hasta hace poco, cuando un paciente acudía a un servicio pidiendo acceder a su HC, con
carácter general se solía generar una tensión relacional entre el profesional sanitario y el
paciente, pero lo cierto es que los pacientes tienen reconocido legalmente (artículo 18 de
la Ley de Autonomía del Paciente) el derecho de acceso a la misma. Varios pueden ser los
motivos por los que un paciente o familiar pueden desear acceder a esa información:
•
•
•
Pedir una segunda opinión facultativa.
•
Para conocer si existe posibilidad de una reclamación judicial, etc.
Ir a otro servicio sanitario para que le vea un especialista.
Cuando se es un paciente transeúnte y se desea llevar la información a su
médico habitual.
Mucho se ha debatido sobre la “propiedad” de la HC, es decir, a quién pertenece la misma. En el asunto de los derechos de acceso a ella, la relación médico-paciente adquiere notoriedad, ya que en la misma se constata la superación del paternalismo médico y
el paso a una nueva relación, en la que prima el principio de autonomía.
Con carácter general, debe posibilitarse el acceso universal a la HC del paciente, con
excepción de aquellos casos en los cuales otros derechos tengan que ser tutelados, pero
teniendo en cuenta que todo acceso debe estar legitimado, ser proporcional, adecuado y en el que se pueda establecer una presunción de buena fe. De esta manera, es
razonable que exista un procedimiento protocolizado y publicitado en todos los centros
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sanitarios para que los pacientes o familiares tengan un contexto procedimental con las
garantías suficientes en el que apoyarse.
La Ley indica que el paciente tiene el derecho de acceso a la documentación de la historia clínica y a obtener copia de los datos que figuran en ella. Se establecen, por lo tanto, dos derechos:
a. Visualización de los datos contenidos en la HC.
b. Obtener copia de los datos: esto habrá que interpretarlo en el sentido lo más
favorecedor para el paciente o sus familiares, siempre teniendo en cuenta las
excepciones del derecho de acceso.
El derecho de acceso del paciente a la historia clínica puede ejercerse también por representación debidamente acreditada.
Sin embargo, “el derecho al acceso del paciente o su familia a la documentación de la
historia clínica no puede ejercitarse en perjuicio del derecho de terceras personas a la confidencialidad de los datos que constan en ella recogidos en interés terapéutico del paciente, ni en perjuicio del derecho de los profesionales participantes en su elaboración, los cuales pueden oponer al derecho de acceso la reserva de sus anotaciones
subjetivas”.
El tema de las “anotaciones subjetivas” puede llegar a ser complicado, por lo que, quizás, conviene hacer algunos comentarios al respecto. El hecho de que los profesionales
puedan oponer al derecho de acceso la reserva de sus anotaciones subjetivas puede
generar una ruptura de la confianza en la relación médico-paciente y con el centro sanitario, dado que el paciente o usuario puede interpretar dicha acción como sustracción
de una parte de la información.
Para evitarlo y para permitir, igualmente, el ejercicio legítimo de ese derecho de reserva
a favor del profesional sanitario, las organizaciones sanitarias deberían desarrollar una
intensa y extensa campaña de información sobre ello, pudiendo elaborarse un documento
normalizado en el que se incluya de forma específica y esencial dicho derecho a favor
de los profesionales sanitarios. De cualquier modo, se ha de tener cuidado en no confundir las anotaciones subjetivas con otros datos sanitarios, pues llegado el caso, por ejemplo, de un procedimiento judicial, podría suponer una conducta ilícita. Sería conveniente
que existiera una hoja propia para las anotaciones subjetivas y que no fuera el propio
médico el que retirara las mismas sino una Comisión de Historias Clínicas, para así garantizar la necesaria pertinencia y neutralidad.
La Agencia Española de Protección de Datos ha tenido la oportunidad de emitir una resolución cuyo origen está en una queja de un paciente por el “acceso parcial a su historia clínica”. La propia Agencia determina que el paciente no puede acceder a las anotaciones subjetivas (www.aepd.es).
Estos derechos de acceso a las historias clínicas deben ser también observados en función de lo indicado en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Protección de Datos de carácter Personal: “Las instituciones y los centros sanitarios públicos y privados y los profesio72
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nales correspondientes podrán proceder al tratamiento de los datos de carácter personal
relativos a la salud de las personas que a ellos acudan o hayan de ser tratados en los mismos de acuerdo con lo dispuesto en la legislación estatal o autonómica sobre sanidad: Ley
41/2002 de Autonomía del Paciente y de las correspondientes Leyes autonómicas sobre la
materia”. Y según lo dicho en el artículo 15 de la misma Ley Orgánica: “El interesado
(el propio paciente o representado) tendrá derecho a solicitar y obtener gratuitamente
información de sus datos de carácter personal sometidos a tratamiento, el origen de dichos
datos, así como las comunicaciones realizadas o que se prevén hacer de los mismos”. Continúa diciendo el artículo que “la información podrá obtenerse mediante la mera consulta de los datos por medio de su visualización o la indicación de los datos que son objeto
de tratamiento mediante escrito, copia, telecopia o fotocopia, certificada o no, en forma
legible e inteligible, sin utilizar claves o códigos que requieran el uso de dispositivos mecánicos específicos”.
El derecho de acceso a que se refiere este artículo sólo podrá ser ejercitado a intervalos
no inferiores a doce meses, salvo que el interesado acredite un interés legítimo, por ejemplo, la petición de una segunda opinión, en cuyo caso podrá ejercitarse antes.
Las personas que consideren que cualquier derecho suyo en relación con la HC ha sido
vulnerado, la Ley Orgánica de Protección de Datos les otorga la posibilidad de acudir a
la Agencia Española de Protección de Datos en tutela del derecho afectado (Artículo 18).
Así, si a un paciente que solicita datos de su HC se le deniega de forma total o parcial
dicha solicitud, tiene la posibilidad de acudir a la Agencia Española de Protección de Datos
o a la Agencia de Protección de Datos de su Comunidad Autónoma, pudiendo, además, interponer un recurso contencioso-administrativo contra las resoluciones de las citadas Agencias.
Un caso singular.
¿Qué ocurre con ciertos datos psicológicos?
Algunos datos relacionados con la salud, pero no estrictamente relativos a la misma como,
por ejemplo, los referidos a aspectos psicológicos (dificultades de aprendizaje, alcoholismo, drogodependencias, ludopatía, conflictos de pareja, síntomas depresivos, conflictos de adaptación al medio familiar o social, desarraigo, etc.), están especialmente protegidos. Según criterio de la Agencia Española de Protección de Datos (Informe del año
2002), desde la perspectiva de la legislación sobre protección de datos deben estar de
conformidad con el artículo 7 de la citada Ley Orgánica de Protección de Datos de carácter personal.
Condiciones para acceder a la Historia Clínica cuando
el paciente ha fallecido
La Ley de Autonomía del Paciente viene, asimismo, a regular un tema siempre difícil y
que generaba no pocos conflictos: el acceso a los datos de la HC cuando el paciente
había fallecido. En este sentido, parece claro que no puede tener la misma calificación
y protección el acceso a los contenidos de la HC cuando lo hace el propio paciente que
cuando lo hacen familiares o allegados una vez que el primero ha fallecido. Por ello, la
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Ley indica que “los centros sanitarios y los facultativos de ejercicio individual sólo facilitarán
el acceso a la Historia Clínica de los pacientes fallecidos a las personas vinculadas a él, por
razones familiares o de hecho, salvo que el fallecido lo hubiese prohibido expresamente y
así se acredite”.
En los supuestos de que la solicitud de acceso de un tercero a la historia clínica fuera
motivada por un riesgo para su salud (enfermedad contagiosa, hereditaria, etc.), los centros o los profesionales en el ejercicio libre de la profesión limitarán la información a transmitir exclusivamente a los datos pertinentes. Es un supuesto pensado para cuando una
persona considere importante que debe acceder a la HC porque en ella se encuentran
datos relevantes para su propia salud, siendo un claro ejemplo de conflicto entre los derechos fundamentales a la protección de la salud y a la intimidad, en el que razonablemente prevalece el primero sobre el segundo. Dado que es un acceso restringido, es
preciso realizar una cuidada labor de análisis de dicha solicitud de acceso. De cualquier
forma, continúa diciendo la Ley que no se facilitará información que afecte a la intimidad del fallecido, si bien esta limitación en el acceso a la HC de enfermos fallecidos es,
en ocasiones, difícil de conjugar, ya que la propia Ley indica que todo lo contenido en
la HC forma parte de la intimidad del paciente.
Con respecto a las anotaciones subjetivas de los profesionales, las consideraciones previas sobre dicha materia son válidas, lógicamente, también en los supuestos de pacientes fallecidos, así como que la información que se provea no perjudique, en ningún caso,
a terceras personas. Decir, asimismo, que se puede remitir copia de la HC entre centros
sanitarios con fines investigadores o en el curso de procedimientos de responsabilidad
sanitaria. Por último, indicar que los profesionales sanitarios están obligados a facilitar
datos de la HC para fines tributarios. La función inspectora de la Hacienda Pública legitima el acceso a dichos datos, pero siempre que la intimidad y la confidencialidad (disociación de datos) del paciente queden garantizadas.
Algunos casos judiciales sobre accesos a
la Historia Clínica
Los siguientes casos fueron juzgados antes de la entrada en vigor de la Ley 41/2002 de
Autonomía del Paciente, pero son ilustrativos sobre la conflictividad de los accesos a la
HC. Los comentarios que se recogen forman parte de las sentencias referidas.
Sentencia de la Audiencia Provincial de Alicante de 6 de julio
de 2001
“(...) porque pudiera ocurrir que el propio paciente fallecido hubiera revelado datos íntimos
al médico que le atendía, que éste los hubiera reflejado en su fichero personal y que aquél
no hubiera querido que trascendieran ni siquiera a sus familiares más allegados. Pensemos
por ejemplo en el caso de los psiquiatras, en el caso de datos personales de índole familiar
que lleven a un paciente a un estado de ánimo, o incluso datos revelados al médico que
supongan una liberalización de su conciencia. Por tanto, tampoco es lo mismo la entrega
del historial médico al propio paciente, que la entrega realizada a un familiar”.
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Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona de 27
de diciembre de 2002
“(...) Debe recordarse en este preciso instante que la necesidad del informe médico valorativo al que se ha lecho referencia venía exigida por la existencia de una reclamación de
índole patrimonial ante la Administración Sanitaria (ICS) a causa de la, al parecer del hoy
demandante, deficiente asistencia sanitaria recibida en el Servicio de Traumatología del Hospital X de Barcelona. No parece descabellado, en cumplimiento de la información que le
había sido solicitada al Director, que éste recabe los datos que pudieran existir del mismo
paciente en otros centros sanitarios de la red hospitalaria pública sanitaria, como el Hospital X, a los efectos de contrastar la existencia o no de la debida atención o el atendimiento del mismo, en relación con la misma o derivada afección, en centro distinto. (...) Lo
que está fuera de toda duda es que la información se transmitió al amparo de la normativa reglamentaria preexistente; la referida información se cursó entre altos responsables
de instituciones relacionadas con la sanidad pública, sobre los cuales pendía el deber de
confidencialidad al que se ha hecho referencia; la petición de información resultaba objetivamente justificada por la necesidad de presentación de un informe a la Asesoría Jurídica del ICS, por la existencia de una previa reclamación de índole patrimonial del mismo paciente, a causa de la asistencia sanitaria recibida en otro centro de la red hospitalaria pública,
la petición de colaboración no pretendía utilizar la información del paciente para un estudio o encuesta puramente experimental, ni para satisfacer una necesidad distinta que la
estrictamente indicada, la cual resulta legítima y aparece objetivamente justificada en aras
a la emisión del dictamen que el Director tenía encomendado por el ICS; la referida información no tuvo difusión o divulgación alguna, más allá de la toma de conocimiento de
la/s persona/s que intervinieron en la redacción del informe, el cual, por formar parte integrante de un expediente administrativo atinente a una “materia reservada”, carece de publicidad frente a terceros, el demandante no ha podido suministrar datos relativos a la “circulación” de su historial clínico, ni demostrar que la referida información haya sido utilizada
con fines espurios o desviada para finalidades ilegítimas, distintas a los que se han indicado más arriba.
Por todo lo expuesto, e insistiendo fundamentalmente en que la actuación denunciada
figura amparada por la normativa reglamentaria que se encontraba vigente en el momento en que ocurrieron los hechos, lo que le reviste de una total apariencia de licitud y legitimidad, y que la misma se desarrolló en el marco del atendimiento de un requerimiento
de información necesaria, desde el punto de vista objetivo, para el cumplimiento de un
encargo dictaminador, y que no existe el más mínimo indicio de que existiera desviación
o apartamiento, por parte de los altos facultativos que intervinieron, de la finalidad proyectada y perseguida, se considera que no existe vulneración del deber de confidencialidad del paciente, no habiéndose acreditado tampoco, más allá de la mera alegación de
éste, rastro o indicio de daño objetivable en las esferas personal, familiar y laboral y menos
que el mismo alcance cotas de irreparabilidad, al no haberse concretado mínimamente en
qué ha padecido la intimidad o la imagen del mismo en esas diferentes esferas, esto es,
dónde ha estado el sacrificio o el precio pagado por el afloramiento de sus datos.”
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Sentencia del Tribunal Superior de Justicia
de Castilla-La Mancha de 2 de junio de 2002
“(...) En consecuencia, el requerimiento realizado ha de considerarse conforme al derecho,
debiendo interpretarse que su ejecución ha de llevarse a cabo con respeto al derecho a la
intimidad y confidencialidad de los pacientes adoptando las garantías expuestas: en el domicilio de la actividad, separando la identidad de los pacientes de los datos contenidos en la
historia o fichas; en presencia del médico de que se trate, recogiendo, con respeto al anonimato, sólo los datos con significación tributaria, sin obtener copias de los documentos y
estando sujeto el personal que actúe al deber de secreto sobre los datos de que conozcan
por razón del ejercicio de sus funciones”.
El informe de alta y otra documentación clínica
El alta del paciente es una de las novedades de la Ley de Autonomía del Paciente, ya
que regula una de las cuestiones siempre conflictivas de la relación médico-paciente y
de la relación Administración Sanitaria-paciente.
Como norma general (Artículo 20), la Ley indica que: “Todo paciente, familiar o persona vinculada a él, en su caso, tendrá el derecho a recibir del centro o servicio sanitario,
una vez finalizado el proceso asistencial, un informe de alta con los contenidos mínimos
que determina el artículo 3. Las características, requisitos y condiciones de los informes de alta se determinarán reglamentariamente por la Administración Sanitaria autonómica”.
El informe de alta se postula así como un derecho del paciente donde se recoge de forma resumida todo el proceso asistencial previo, debiendo contener una serie de recomendaciones que ha de seguir el paciente tanto en relación con las pautas farmacológicas como de estilos de vida. Esta información se inserta dentro del derecho de información
y puede ser reclamada desde el punto de vista de exigencia de responsabilidad jurídica
profesional. De igual modo, el alta clínica tiene sus naturales conexiones con el principio de autonomía, porque otorga al paciente un grado de madurez en la relación médico-paciente: podría definirse como el vínculo de corresponsabilidad con el sistema sanitario, ya que es un derecho del sistema y una obligación del paciente.
Sin embargo, hay ocasiones en que los usuarios y pacientes no quieren abandonar el
centro sanitario por diversas causas, entre las cuales, las más comunes suelen ser porque consideran que la asistencia sanitaria no se ha completado, porque los recursos sanitarios externos no cumplen con las necesidades y expectativas del paciente y de sus familiares o porque lo que subyace tras el rechazo al alta es un problema no sanitario sino social.
Todas estas causas son entendibles desde el íntimo sentimiento humano, pero como los
recursos son limitados y el Sistema Nacional de Salud debe velar por los derechos de
acceso a la atención sanitaria de todos los ciudadanos, parece razonable la posibilidad
que recoge la Ley de la figura del “alta forzosa”, siempre que se ajuste a lo especialmente
indicado (Artículo 21): “En caso de no aceptar el tratamiento prescrito, se propondrá al
paciente o usuario la firma del alta voluntaria. Si no la firmara, la dirección del centro sanitario, a propuesta del médico responsable, podrá disponer el alta forzosa en las condicio76
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nes reguladas por la Ley. El hecho de no aceptar el tratamiento prescrito no dará lugar al
alta forzosa cuando existan tratamientos alternativos, aunque tengan carácter paliativo, siempre que los preste el centro sanitario y el paciente acepte recibirlos. Estas circunstancias quedarán debidamente documentadas. En el caso de que el paciente no acepte el alta, la
dirección del centro, previa comprobación del informe clínico correspondiente, oirá al paciente y, si persiste en su negativa, lo pondrá en conocimiento del juez para que confirme o
revoque la decisión”.
Dicha regulación viene a significarse como un elemento equitativo porque es un instrumento para que el principio de igualdad reconocido en la Constitución no sea vulnerado: un enfermo que rechaza un alta médica genera una insolidaridad sanitaria porque limita el acceso al bien jurídico sanitario a otros pacientes o usuarios.
La conservación y la coordinación de la documentación
clínica
Indica la Ley, en su artículo 17, que “los centros sanitarios tienen la obligación de conservar la documentación clínica en condiciones que garanticen su correcto mantenimiento y
seguridad, aunque no necesariamente en el soporte original, para la debida asistencia al paciente durante el tiempo adecuado a cada caso y, como mínimo, cinco años contados desde la
fecha del alta de cada proceso asistencial”.
Continúa diciendo que la documentación clínica ha de conservarse, igualmente, a efectos judiciales o cuando existan razones epidemiológicas, de investigación o de organización y funcionamiento del Sistema Nacional de Salud, pero teniendo en cuenta que
deberá hacerse evitando, en lo posible, la identificación de las personas afectadas.
Encarga, asimismo, a los profesionales sanitarios el deber de cooperar en la creación y
el mantenimiento de una documentación clínica ordenada y secuencial del proceso asistencial de los pacientes, haciendo una especial referencia a los profesionales sanitarios
que desarrollen su actividad de manera individual, exigiéndoles responder de la gestión
y de la custodia de la documentación asistencial que generen.
La custodia de las historias clínicas estará bajo la responsabilidad de la dirección del centro sanitario donde haya sido visto el paciente, debiéndose llevar a cabo dicha custodia
a través de las unidades de admisión y documentación clínica, encargadas de integrar
en un solo archivo las historias clínicas.
La coordinación de las HC se enuncia como una necesidad del Sistema Nacional de
Salud, dado que es fundamental la coordinación y colaboración entre el Ministerio de
Sanidad y Consumo y los Servicios Autonómicos de Salud para facilitar una mejor calidad asistencial, puesto que la libre circulación de pacientes dentro de todo el territorio
español es una exigencia del principio de igualdad reconocido en la Constitución. En
este sentido, la disposición adicional tercera indica que “el Ministerio de Sanidad y Consumo, en coordinación y con la colaboración de las Comunidades Autónomas competentes en la materia, promoverá, con la participación de todos los interesados, la implantación
de un sistema de compatibilidad que, atendida la evolución y disponibilidad de los recursos técnicos y la diversidad de sistemas y tipos de historias clínicas, posibilite su uso por los
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centros asistenciales de España que atiendan a un mismo paciente, en evitación de que
los atendidos en diversos centros se sometan a exploraciones y procedimientos de innecesaria repetición”.
L AS
ANOTACIONES SUBJETIVAS EN ENFERMERÍA . L OS
REGISTROS Y LAS PRESCRICIONES VERBALES Y ESCRITAS
El plan de cuidados enfermero y las anotaciones
de evolución de los pacientes
Como ya se ha visto anteriormente, entre los contenidos de la historia clínica de los pacientes o usuarios de los servicios sanitarios, tanto públicos como privados, indicados en la
Ley de Autonomía del Paciente, a la que reiteradamente se está haciendo referencia, se
contemplan los documentos relativos a la evolución y planificación de los cuidados enfermeros, lo cual lleva al planteamiento de dos aspectos fundamentales: a la evidente obligación de que dichos documentos se incorporen a las historias clínicas y a que éstos
deban contener y reflejar toda la labor profesional llevada a cabo en la valoración de los
pacientes y en el seguimiento y control de los mismos y sus tratamientos.
Es, por ello, de gran importancia que dichas anotaciones se recojan del modo más riguroso y explícito posible dado que, como ya se ha dicho repetidas veces, toda la documentación de la historia clínica puede ser utilizada como prueba o evidencia ante posibles reclamaciones de responsabilidad jurídica. De ahí, la necesidad de que las anotaciones
subjetivas realizadas por los profesionales enfermeros se consignen cuidadosamente, emitiendo en los denominados “evolutivos”, por ejemplo, solamente juicios de valor profesional y reflejando el marco o contexto procedimental utilizado en las intervenciones llevadas a cabo (protocolos, planes de cuidados estandarizados, programas, técnicas
consensuadas por el servicio o la institución sanitaria, etc.).
¿Cómo se pueden poner elementos de seguridad en el trabajo enfermero? Evidentemente,
realizar el trabajo de forma ordenada, sistemática y sobre la base de una metodología
enfermera y un método propio, es la mejor alternativa, ya que reduce considerablemente
el error, el accidente, al azar o la casualidad. Cuando se trabaja a partir de una planificación, efectuada a su vez sobre la base del conocimiento previo de la situación, está
demostrado que disminuyen las sorpresas. Pero es que, además, la sistematización del
trabajo reduce también el número de decisiones personales que hubieran de tomarse,
lo que a su vez, nuevamente, reduce el riesgo.
Desgraciadamente, en España ya hay sentencias condenatorias no sólo por imprudencias
o negligencias profesionales (por ejemplo, en los casos de lesiones), sino también por
las formas de organizar los servicios de cuidados enfermeros (distribución organizativa
del trabajo por tareas o por reparto de enfermos), por lo que parece estar muy claro que
todo aquello que pueda ser planificado, previsto y protocolizado, además de mejorar la
calidad disminuye, como ya se ha dicho, el riesgo.
De algunos sistemas de salud, como pueden ser los que tienen un modelo liberal o privado, se pueden extraer varias enseñanzas, aunque sólo sea en lo que al trabajo enfer78
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mero se refiere y no de los sistemas en su conjunto, considerados socialmente como poco
solidarios e injustos. Destacar un ejemplo en las enfermeras norteamericanas: como es
sabido, debido a su modelo de sistema de salud están permanentemente expuestas a
reclamaciones y exigencias de responsabilidad que suelen traducirse en indemnizaciones cuantiosas. Pues bien, lo que han hecho ha sido protocolizar los procedimientos de
la mayoría de las denominadas actividades interdependientes o de colaboración y, por
supuesto, de aquellos otros procedimientos o técnicas propias susceptibles de protocolizarse o estandarizarse. Están, asimismo, muy definidos, muy descritos, los puestos de
trabajo y las competencias de cada grupo enfermero, de modo que las responsabilidades y sus diversos grados de obligatoriedad están muy claros, así como los diversos modelos en la organización de los cuidados. No se deja a la libre decisión la organización del
trabajo enfermero, sino que viene determinado explícitamente para cada unidad, división o dirección de Enfermería.
En resumen, puede decirse que una documentación exacta, detallada, que contenga
un plan de cuidados basado en los hallazgos de una valoración inicial completa y que
permita reconocer el trabajo de la enfermera a través de sus registros puede proteger,
llegado el caso, tanto al paciente como al profesional responsable de su cuidado. Aunque las anotaciones y los registros enfermeros están sujetos también a la condición de
confidencialidad de las anotaciones subjetivas recogida en el artículo 18, punto 3, de la
Ley de Autonomía del Paciente, ya se sabe que pueden ser utilizados como documento legal, bien sea para valorar la responsabilidad en un juicio por mala práctica, para
documentar la competencia de un paciente, para determinar el alcance de unas lesiones o para establecer, por ejemplo, una indemnización, de ahí su especial importancia.
Las prescripciones médicas verbales y escritas
Aunque el término “orden médica” está en el vocabulario sanitario en general y en el
de muchas enfermeras y enfermeros en particular, al comenzar a hablar de las “órdenes”
verbales y escritas, parece necesario plantear una primera reflexión acerca del citado vocablo, como conjunto de las prescripciones de los profesionales médicos.
Para el Diccionario de la Real Academia Española, “orden”, entre las múltiples acepciones que esta palabra tiene en castellano, significa “mandato que se debe obedecer, observar y ejecutar”. Ante esta definición quizás cabría preguntarse si, en el contexto socio-profesional en el que se está queriendo desarrollar la profesión enfermera, debe seguir
utilizándose un término en el que se destaca tan principalmente el componente subordinado del citado vocablo.
Si, como profesionales enfermeros, lo que se pretende es actuar en un contexto integral, en el seno de un grupo interprofesional donde todos tienen el mismo objetivo final
de conseguir la recuperación o el mantenimiento de los diversos grados de salud que
puedan alcanzar cada uno de los usuarios de los servicios de salud, ¿no es cierto que
la competencia y la responsabilidad profesional enfermera se ha de extender no sólo al
plano asistencial, sino también, y entre otros, al ámbito de la semántica?
De la misma manera en que ya se está dejando de hablar de acciones “delegadas” al
referirse a las actividades que las enfermeras o enfermeros han de realizar como conse79
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cuencia de las intervenciones médicas, enunciándolas actualmente como “problemas o
actividades de colaboración o interdependientes”, también es preciso intentar cambiar
la palabra “orden” por, por ejemplo, la palabra “prescripción”, cuyo verbo, “prescribir”,
viene a significar “preceptuar o determinar una cosa”, definición mucho más acorde con
la realidad de lo que se hace y con el momento de desarrollo y de autonomía profesional en el que los profesionales de la Enfermería se encuentran.
En un análisis sencillo del proceso histórico y de evolución de la Enfermería pueden
identificarse tres fases, claramente coincidentes con los tres estadios que describe Gilligan cuando habla de la Ética del Cuidado, y es evidente que la profesión se encuentra en el tercer nivel, el postconvencional, donde ya no se reconoce a la Enfermería
como un oficio (fase convencional) ni como una actividad meramente técnica (fase crítica),
sino como una profesión surgida de la superación de las fases anteriores, elevándolas
a un nivel superior, aunque conservando lo mejor de cada una de ellas. Por eso, al
estar la Enfermería constituida, como ya se ha visto en el Módulo I de este texto, con
las características descritas para las profesiones en general, es imprescindible comprometerse con ella en el desarrollo de su cuerpo de conocimientos, su método y su lenguaje propio y riguroso.
El ser profesional conlleva derechos pero también conlleva obligaciones y en este punto quizás conviene recordar lo dicho en el artículo 63 del Código Deontológico de la
Enfermería Española: “Para lograr el mejor servicio a los pacientes, la enfermera/o colaborará diligentemente con los otros miembros del equipo de salud. Respetará siempre las respectivas áreas de competencia, pero no permitirá que se le arrebate su propia autonomía
profesional”.
Iniciando sobre estas bases, por tanto, el tema de las prescripciones médicas, cabe cuestionarse lo siguiente: ¿qué consecuencias legales pueden aparecer cuando como resultado de una acción realizada sobre la base de una prescripción médica aparece un resultado que menoscaba un bien jurídicamente protegido?
En primer lugar, dejar sentada una cuestión: aunque una persona en el ejercicio de su
profesión produzca el menoscabo de un bien jurídicamente protegido, no será responsable de ello mientras que no se demuestre jurídicamente que lo es. Es decir, si una enfermera produce un daño debe haber, en primer lugar, una reclamación formal de responsabilidad legal (con los pasos que ello requiere, bien sea por la vía civil, penal o
administrativa) y luego tiene que demostrarse que el daño se ha ocasionado como consecuencia de su acción u omisión, negligente o mal realizada y que no hay ninguna
causa que, a pesar de ello, le exima de su responsabilidad legal.
Es muy frecuente escuchar la pregunta de: y si yo pongo un suero o una inyección y le
produce una reacción o un daño al enfermo, ¿a mí qué me puede pasar?
Pues bien, una prescripción verbal sólo debe aceptarse cuando sea dada en situación
de urgencia, es decir, ante un riesgo real o potencialmente grave, por ejemplo, en los
supuestos de parada cardiaca y/o respiratoria, shock, emergencias graves o con múltiples víctimas, etc. Cabrían, sin embargo, otras situaciones en las cuales se puede cumplimentar una prescripción verbal, como en el supuesto de dolor intenso, pero, de cual80
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quier forma, siempre con el cuidado posterior de que la prescripción quede registrada
por escrito lo antes posible. La responsabilidad profesional ya indica que eso hay que
hacerlo, pero además hay que hacerlo por la propia seguridad de uno mismo, porque
las palabras “se las lleva el viento”.
En cuanto a las prescripciones escritas, sólo decir que siempre y cuando sean hechas
por la persona responsable o autorizada para hacerlo y se ejecuten o administren de
acuerdo a la lex artis, no cabe esperar responsabilidad legal para el enfermero/a aunque se llegara a derivar algún menoscabo, ya que su acción fácilmente podría inscribirse en la eximente relativa al cumplimiento de un deber o, incluso, en el supuesto de
caso fortuito.
Hay otro tipo de normas que es preciso cumplir y que no tienen que ver con las prescripciones o determinaciones médicas. Son aquéllas que emanan de las propias enfermeras como, por ejemplo, de las directoras/res, supervisoras/res, etc., si bien, en estos
casos, también sirve lo dicho con anterioridad: siempre y cuando sean hechas por la
persona responsable o autorizada para hacerlo y se lleven a cabo de acuerdo a la lex
artis, no cabe esperar responsabilidad legal para el enfermero/a. Es preciso, sin embargo, dejar también sentado que siempre y cuando las normas sean dictadas competentemente, es decir, por quien tiene la responsabilidad o autoridad para hacerlo y se inscriben en dictados profesionales, su incumplimiento podría traer consigo, igualmente,
la exigencia de responsabilidad, si bien quedaría, en principio, sujeta al ámbito de las
sanciones administrativas.
Por último, hacer un somero comentario para la reflexión: hay además otros medios de
protegerse o de “curarse en salud”, como son, por ejemplo, las pólizas de responsabilidad civil, necesarias e imprescindibles al día de hoy, y cuyo ejemplo puede verse en el
colectivo médico, ya que ninguno de ellos ejerce la profesión sin una amplia cobertura
civil. Los Colegios Profesionales son muy conscientes de ello y es de suponer que por
eso cada vez se está aumentado más la cobertura de las pólizas de los colegiados. Llegado el momento de tener que responder profesionalmente ante una exigencia legal,
en cualquiera de sus ámbitos, y justa o injustamente sancionados, las indemnizaciones
a las que habitualmente hay que hacer frente son elevadas, dado que la salud, la integridad física o psicológica y la vida son evidentemente derechos especialmente custodiados por la ley.
B IBLIOGRAFÍA
NECESARIA PARA EL ESTUDIO
— Constitución Española. BOE de 29 de diciembre de 1978.
— Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad. BOE de 29 de abril de 1986.
— Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. BOE de 24
de noviembre de 1995.
— Ley 41/2002, de 14 de noviembre, Básica Reguladora de la Autonomía del
Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica. BOE de 15 de noviembre de 2002 (texto íntegro en los
Anexos legislativos de esta obra).
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DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
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A NEXOS
— Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal. BOE de 14 de diciembre de 1999.
— Código Deontológico de la Enfermería Española. Resolución 32/1989 del Consejo General de Enfermería de España; 1989 (texto íntegro en los Anexos legislativos de esta obra).
— Convenio para la protección de los derechos humanos y la protección del ser
humano con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina. En: Instrumento de Ratificación del Convenio relativo a los derechos humanos y la
biomedicina. BOE de 20 de octubre de 1999 (texto íntegro en los Anexos legislativos de esta obra).
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RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
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ANEXOS
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
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A NEXOS
MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
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A NEXOS
Objetivo
•
Realizar una aproximación a la práctica enfermera mediante el análisis de cuatro sentencias jurídicas, a fin de estimular el razonamiento reflexivo desde un
enfoque jurídico-profesional.
P RIMER
CASO PRÁCTICO
Supuesto de la importancia de tener protocolos
de actuación
Supuesto en el que un paciente agrava su estado de salud con resultado de muerte. El
caso analiza la actuación ante la demanda de los familiares sobre el empeoramiento durante el turno de mañana y tarde. Se está ante un Auto de la Audiencia Provincial porque el Juzgado de Instrucción determinó el archivo de las actuaciones, se revoca dicha decisión y se
obliga al Juzgado a investigar sobre cuestiones que deben estar insertas en un protocolo.
Comentarios de interés a efectos docentes
En los Módulos previos se han analizado diversas cuestiones que en esta sentencia tienen
interés como es la naturaleza de los protocolos, registros y sus anotaciones. En primer lugar,
indicar la necesidad de realizar un completo desarrollo de los protocolos y registrar en las
hojas de Enfermería todas las incidencias relevantes. Esto es un valor de calidad del servicio, de derecho del paciente y una prueba relevante a efectos judiciales.
Se verá de la lectura que el Juez pide las registros de Enfermería tanto para saber lo que
ocurrió como si lo que se hizo es conforme a los protocolos de actuación.
En definitiva, cumplimentar todos los protocolos y procedimientos y anotar toda incidencia que ocurra durante cada turno de trabajo. Al hacer esto, no se hace otra cosa que
cumplir con la exigencia legal de la Ley 41/2002, Básica Reguladora de la Autonomía del
Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica. Es un derecho del paciente y una obligación del profesional sanitario.
Sentencia de referencia para el análisis docente
Sentencia de la Audiencia Provincial de Valladolid de 4 de febrero de 2004.
Hechos
I. En el curso de las Diligencias Previas nº 889/2003, seguidas ante el Juzgado
de Instrucción nº 1 de Valladolid, se dictó Auto de 5-6-2003 que acordaba el
sobreseimiento libre y el archivo de las presentes actuaciones.
Contra esta resolución, la representación de doña XXX formuló recurso de apelación solicitando la continuación del proceso por delito y la práctica de determinadas diligencias.
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CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
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A NEXOS
Del mismo se dio traslado al Ministerio Fiscal que se dio por instruido.
II. Remitidas las actuaciones a la Audiencia Provincial y recibidas en esta Sección
Segunda, se incoó el rollo correspondiente, se turnó la ponencia y quedaron
vistos para resolución, previa deliberación.
Es Ponente el Iltmo. Sr. Magistrado D. MIGUEL ÁNGEL DE LA TORRE APARICIO.
Razonamientos jurídicos
PRIMERO. Frente al auto de sobreseimiento libre de las actuaciones, la representación
de la parte comparecida como acusación particular alza la presente apelación a fin de
que se deje sin efecto dicho archivo y se continúe la instrucción del proceso penal por
delito. Insisten en que la actuación de las enfermeras negando, en primera instancia, la
presencia de un médico ante el requerimiento de la familia y no avisando, luego, al médico de guardia a la vista del estado del paciente, ha constituido un delito, siendo así que,
a su juicio, una pronta actuación médica en este caso era importante para evitar la muerte del paciente. De ahí que interesa la declaración de doña E. G. C. del resto del personal de Enfermería de mañana y tarde que atendieron al fallecido don Francisco, así
como del personal médico, de D. XXX, del Dr. XXX, de XXX, de XXX y la Dra. XXX.
SEGUNDO. De conformidad con lo prevenido en el art. 789-5-1ª (actual 779-1) en relación con el art. 637, todos ellos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, el sobreseimiento
libre procede acordarlo básicamente cuando, una vez practicadas todas aquellas diligencias
de investigación que sean necesarias para el esclarecimiento de los hechos, no existan
indicios racionales de haberse perpetrado el hecho que dio motivo a la formación de la
causa o cuando el hecho no sea constitutivo de delito.
Examinadas las actuaciones, se observa la necesidad de profundizar en la investigación
realizada en torno a los hechos de la denuncia para determinar la naturaleza y circunstancias de los hechos y su eventual trascendencia jurídico-penal, así como las personas
intervinientes. Es preciso averiguar cuál fue la actuación de las enfermeras de mañana
y de tarde encargadas del enfermo, que firman en la hoja de observaciones, desde las 13:30
hasta las 21 horas, sobre si pudieron infringir las normas de su protocolo, siendo de interés
esclarecer si avisaron al médico de guardia, indicando quién era, cuántas veces se le avisó,
a qué horas y quién lo aviso. E, igualmente, ante el informe del médico forense y lo expuesto por don XXX, resulta también procedente que un especialista, no vinculado con el
Hospital donde se produjo el caso, emita informe sobre si una actuación del médico de
guardia prestada a las 13:30 horas o desde esta hora hasta las 21 horas hubiera modificado el desenlace final, así como sobre si, a la vista del protocolo de Enfermería y lo
obrante en las actuaciones, el personal de Enfermería debió llamar inmediatamente al
médico de guardia a las 13:30 horas o en momentos próximos y si estar desde las 13:30
horas hasta las 21 horas sin avisar a un médico resulta o no correcto ante la situación
del paciente, reflejada en su historia clínica.
TERCERO. Así, se consideran pertinentes las siguientes diligencias: 1º) Que por la Dirección
del Hospital XXX se remita el protocolo de actuación de las enfermeras que atendieron
al paciente XXX durante el 9 de febrero de 2003 en la Segunda Planta, Zona Norte, del
Hospital XXX, especificando en informe aparte: A) Si cuando algún familiar requiere a las
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enfermeras la llamada del médico porque ven en mal estado al paciente, es su deber
avisarle. B) En qué ocasiones las enfermeras de este servicio médico en que se encontraba el Sr. XXX deben avisar al médico de guardia para la atención de cualquier paciente. 2º) Que preste declaración en calidad de imputada doña E. G. C. sobre los hechos
denunciados frente a ella. 3º) Que previa identificación por la Dirección del Hospital de
la enfermera que en el turno de tarde y que extendió las anotaciones de tarde en la hoja
de observaciones de Enfermería correspondiente a dicho paciente, el 9-2-2003, y que
firma al parecer como XXX, se le tome declaración en concepto de imputada. 4º) Que
el Juzgado designe especialista en Cirugía torácica-Aparato respiratorio, sin relación con
el Hospital, a fin de que, a la vista de la historia clínica donde constan entre otros extremos las hojas de observaciones de Enfermería, del protocolo de actuación de las enfermeras, de los informes del Médico Forense y del Dr. XXX, emita informe sobre:
A) Si la actuación de las enfermeras que atendieron al paciente don XXXX el día
9-2-2003 se ajustó al protocolo.
B) Si las enfermeras debieron avisar al médico a las 13:30 horas o bien a lo largo de la tarde con anterioridad a las 21 horas dado el estado en que se encontraba el paciente.
C) Si de no haberse esperado desde las 13:30 horas a las 21 horas y de haberse actuado médicamente antes se hubiera evitado la muerte del paciente.
La razón de citar a las dos enfermeras a que se refiere el apartado anterior en concepto de imputadas deriva de los hechos denunciados y de la finalidad de dotar en este
momento de la investigación a dichas personas en sus manifestaciones de mayores garantías legales que las propias de un testigo.
Respecto a las restantes diligencias interesadas, se determinará lo procedente por el Instructor a la vista del resultado de las aquí acordadas.
CUARTO. En consecuencia, se estima el recurso, declarándose de oficio las costas de
esta alzada.
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CASO PRÁCTICO
Supuesto sobre una posible imprudencia
de una enfermera ante la caída de una paciente
Supuesto de la caída de una enferma donde es interesante analizar la conducta que durante todo el turno desarrolló la enfermera. Además de este caso y de los fundamentos jurídicos de la sentencia, se extraen pautas relevantes que debe seguir toda enfermera desde la
perspectiva de tutela de la salud de los pacientes.
Comentarios de interés a efectos docentes
El presente caso tiene mucho interés para transmitir la esencia de la responsabilidad penal,
que tiene un mayor impacto sobre el profesional de Enfermería porque las consecuencias de la realización de una conducta tipificada en el Código Penal pueden ser: pena
privativa de libertad, la inhabilitación profesional y la indemnización de daños y perjuicios. Ya se han citado en el Módulo de Responsabilidad Profesional la entidad y características para que concurra la responsabilidad penal.
El caso que se analiza se refiere a la caída de una paciente en una unidad de hospitalización durante el turno de noche. Finalmente, la enferma falleció como consecuencia
de dicha caída. Indicar, en primer lugar, que lo que es necesario analizar en todo momento es la actuación de la enfermera durante dicho turno y, si de dicho análisis se concluye que se está ante un fallo grosero, habrá que imputarle el resultado de dicha muerte
(sería un homicidio por imprudencia profesional).
De todo el desarrollo de la actuación de la enfermera se sacan las siguientes conclusiones:
•
La enferma estuvo siempre tutelada por la profesional y en ningún caso se
hizo omisión o dejación de las funciones enfermeras.
•
Toda decisión que tomó la enfermera (sujeciones, retirada de sujeción para
que pudiera conciliar el sueño, llamar al médico tras la caída, la evaluación
de la enferma, etc.) se hizo siempre en interés de la enferma, es decir, tutelando en el sentido más humanitario su derecho a la salud (en esencia, derecho fundamental a la vida).
En definitiva, de este caso se puede extraer un paradigma de orientación en la praxis y
competencia habitual enfermera. Siempre las decisiones deben ser de garante y de tutor
sanitario de los pacientes y usuarios de los servicios sanitarios.
Sentencia de referencia para el análisis docente
Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona de 14 de julio de 2000 (Penal)
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Hechos
Son hechos probados, y así se declara, que el día 20 de agosto de 1994, sobre las 18
horas, doña A. S. M. fue trasladada al servicio de Urgencias del Hospital XXXX tras haber
sufrido un ligero accidente de circulación que le produjo una herida con colgajo en el
tobillo del pie derecho que le dejaba al descubierto el talón de Aquiles y presentaba
un cierto riesgo de necrosis debido a la deficiente circulación sanguínea y avanzada
edad de la paciente, de 82 años, siendo atendida de la misma mediante una cura tópica y aconsejándose por el médico traumatólogo de guardia, hoy acusado, L. B. B.,
mayor de edad y sin antecedentes penales, su ingreso en el Centro Hospitalario para
posibilitar su control y observación durante el tiempo preciso para la cicatrización de
la herida.
De conformidad con aquella prescripción facultativa, doña A. S. M. fue ingresada en el
referido centro sobre las 23 horas de ese mismo día, pasando a ocupar la habitación
que se hallaba ubicada en la quinta planta, perteneciente a Cirugía, en lugar de la cuarta, reservada para los pacientes de Traumatología.
En aquella fecha se encontraba de guardia dentro de la planta quinta la enfermera, hoy
acusada, C .H. C., también mayor de edad y sin antecedentes penales quien, al rato del
ingreso de la anciana, observó cómo la misma presentaba un cierto estado de nerviosismo y desorientación, razón por la que avisó al traumatólogo de guardia, doctor B.,
quien prescribió que le fuera suministrada a la paciente una dosis oral de «haloperidol»,
orden a la que aquélla dio cumplimiento, sin que conste que la paciente llegara a ingerir la totalidad de la dosis que le fue suministrada, al haber escupido en varias ocasiones
durante el intervalo de su administración, siendo entonces atada de ambas manos con
unas vendas por la enfermera que le suministró el tranquilizante, a fin de evitar que su
estado de agitación pudiera posibilitar una caída o cualquier otro tipo de contusión.
Tiempo después, a lo largo de la misma noche y viendo C. H. C. que la enferma se había
tranquilizado, aun sin haber llegado a conciliar bien el sueño, la desató de una de sus
manos para favorecer su descanso, abandonando seguidamente la habitación al observar que aquélla se quedaba más tranquila.
Poco después, aproximadamente sobre las 5:15 horas del día 31 de agosto de 1994 y
como consecuencia del elevado estado de excitación que la enferma de nuevo presentaba, cayó de la cama precipitándose sobre el suelo y sufriendo como consecuencia un
golpe en la cabeza con traumatismo craneoencefálico que le provocó un hematoma subdural agudo e intraparenquimatoso y edema cerebral.
Tras el golpe recibido, y una vez colocada de nuevo la anciana en la cama que ocupaba, fue avisado por C. H. C. el traumatólogo L. B. B. quien, tras reconocer a la paciente y observar su estado general, encargó que fueran realizadas a la misma unas radiografías urgentes a fin de descartar una fractura craneal, así como que se procediera a
efectuar un detenido seguimiento y adecuado control de su evolución clínica.
El referido traumatólogo cesó en sus funciones de guardia a las ocho horas de ese mismo día sin que, al momento de abandonar el hospital, le hubieran sido mostradas las
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radiografías craneales previamente encargadas. La evolución de la paciente hasta esa
hora fue ordinaria, sin que presentara mayores evidencias de desorientación de las ya
existentes al momento de su entrada en el centro hospitalario, si bien a partir de ese
momento empezó a evidenciar signos claros de desorientación témporo-espacial, síntoma apreciado por la enfermera que ese día se encontraba de guardia en la quinta planta, la también acusada M. U. V., mayor de edad y sin antecedentes penales, quien llamó a la planta cuarta a fin de que fuera avisado el traumatólogo del centro para que
atendiera a la paciente.
No consta si el aviso fue recibido por el destinatario. Sobre las once horas de ese mismo
día acudieron al hospital la hija de la paciente, P. B., acompañada de dos monjas del
Centro Geriátrico donde aquélla residía, observando las tres el deteriorado estado de la
anciana, lo que les llevó a interesar la presencia del médico, remitiéndoles una empleada de la planta al piso de abajo, donde fueron avisados los traumatólogos presentes,
doctores A. y T., quienes se presentaron de inmediato en la habitación de aquélla, encontrándola en estado de precoma y ordenando el traslado inmediato al Hospital YYYYY, donde se realiza TAC craneal, objetivándose hematoma subdural muy extenso, procediéndose entonces a acometer una intervención quirúrgica urgente tras la cual persistió el
estado de coma, presentando la paciente con posterioridad parada cardiorrespiratoria
irreversible y falleciendo a las once horas del día 1 de septiembre de 1994 como consecuencia del hematoma subdural sufrido.
Fundamentos de derecho
PRIMERO. El Ministerio Fiscal califica los hechos como legalmente constitutivos de un
delito de homicidio por imprudencia grave, previsto y penado en el artículo 142.1º y 3º
del Código Penal de 1995.
Para que pueda condenarse por el delito imputado es necesario demostrar que concurren todos y cada uno de los elementos definidores de la referida infracción penal, según
han sido minuciosamente perfilados por la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Estos
elementos son:
•
Una acción u omisión voluntaria realizada sin ánimo de perjudicar, pero también con infracción del deber de cuidado exigible en la esfera de actuación
de que se trate.
•
Que de tal conducta, por esa falta de previsión y cuidado, derive un riesgo
jurídicamente relevante para el bien jurídico protegido por la norma, en este
caso la vida de un tercero.
•
Que se produzca un resultado lesivo o dañoso, concretado aquí en la muerte de una paciente.
•
Que exista una relación de causalidad típicamente relevante entre la actuación del agente y el resultado producido, de forma que éste no se habría dado
de no mediar aquélla (STS de 10-4-1997 por todas).
Tres son las personas imputadas como autoras del homicidio por imprudencia grave en
el presente procedimiento y tres son las distintas conductas que se les atribuye como
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desencadenante final de la muerte producida. Debido a ello, y a fin de ordenar sistemáticamente el material probatorio desplegado en el proceso y las consecuencias jurídico-penales que pueden derivarse de aquél, procede realizar un análisis diferenciado
de cada uno de los objetos de la imputación.
En primer lugar, la acusación se dirige contra el doctor especialista en Traumatología que
se encontraba de guardia en el momento del ingreso de la paciente en el centro hospitalario, L. B. B. Este médico atendió a doña A. S. M. cuando acudió al Hospital, procediendo a efectuarle una cura tópica de la herida que presentaba en el tobillo derecho
como consecuencia de un accidente de circulación. La conducta desarrollada por el doctor durante esta fase de atención a la paciente se produjo con respeto pleno a la lex
artis, toda vez que fue acompañada de la toma de datos por amnanesis del historial de
la paciente, recabando todos los datos clínicos que pudieran resultar de interés para la
curación de la misma, unos datos entre los que destacaban como fuente adicional de
riesgo la elevada edad de la paciente, que a la sazón contaba con 82 años, así como
su deficiente circulación sanguínea y una alta tasa de glucosa en sangre, lo que podría
favorecer una necrosis de la zona afectada.
A fin de evitar los riesgos que tales extremos podían propiciar, el doctor B. aconsejó el ingreso de la paciente en el centro hospitalario como forma de garantizar un seguimiento riguroso de su evolución clínica, lo que así se hizo, procediéndose al ingreso en una planta diferente de la atribuida en el Hospital para los enfermos de Traumatología (planta cuarta), que
se encontraba llena, lo que motivó su internamiento en la planta quinta, destinada a Cirugía. Así se reconoce por los diferentes intervinientes en el proceso, sin que los extremos fácticos hasta ahora comentados hayan sido en momento alguno objeto de impugnación.
Una vez ingresada, la paciente comenzó a evidenciar signos de desorientación, calificados de frecuentes en personas de esta edad que se trasladan de lugar de ubicación,
según la pericial médica practicada en el procedimiento, lo que motivó que la enfermera
de guardia de la planta quinta donde se encontraba aquélla, C. H. C., avisara al traumatólogo, el doctor B., de tal contingencia, siendo doña A. S. M. asistida de nuevo por
el acusado, quien apreció en ella los referidos signos de desorientación, acompañados
de una cierta agitación, prescribiendo para aliviar tales síntomas que le fuera suministrada una dosis oral de haloperidol. Serían las 23 ó 23:30 horas aproximadamente del
día 30 de agosto de 1994.
A partir de entonces, el doctor B. continuó su guardia, hallándose en situación de localizable para cualquier eventualidad que pudiera presentarse, siendo llamado sobre las
5:15 horas de la madrugada del día 31 de agosto de 1994 por la misma enfermera que
le comunicó que la paciente había caído de la cama, sufriendo un golpe en la frente,
presentándose el mismo de forma inmediata en la habitación y comprobando que doña
A. S. M. se mantenía en un estado de desorientación análogo al que presentaba antes
de la caída, prescribiendo entonces que se le realizaran unas radiografías para excluir la
posibilidad de una fractura craneal, así como que se llevara a cabo un minucioso seguimiento de su evolución clínica, sin el suministro de tranquilizante alguno, a fin de detectar, en su caso, los síntomas de un eventual hematoma subdural. Así deriva de la declaración de los acusados y así se confirma a través de las hojas clínicas que se rellenan por
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los facultativos y personal de Enfermería respecto a los pacientes ingresados, que han
sido debidamente contrastadas en el acto del Juicio Oral.
Una vez que concluyó su guardia, a las 8:30 de la mañana del día 31 de agosto de
1994, el doctor B. abandonó el hospital, sin que las radiografías le hubiesen sido mostradas. Su intervención con la paciente había terminado.
Habida cuenta de que, hasta el momento de la caída de la cama de doña A. S. M., la
conducta del doctor B. con la paciente posteriormente fallecida no presentó rasgo reprochable alguno, procede analizar la actuación del mismo desde el momento en que tuvo
conocimiento de la contusión hasta el fallecimiento de aquélla, intervalo durante el que
el Ministerio Público atribuye la comisión de la infracción penal imputada, una infracción
de naturaleza omisiva a la vista del escrito de acusación.
Y es que no se le imputa al doctor B. que realizara una conducta positiva de la que derivara la muerte de la paciente, ni que ordenara al personal de Enfermería la práctica de
actuaciones que pudieran perjudicar a aquélla hasta el punto de que su muerte se encontrara unida a estas prescripciones previas por indisoluble nexo de causalidad. Lo que se
atribuye al hoy acusado es que omitió practicar a doña A. S. M. una prueba de diagnóstico, conocida por TAC, y que tal omisión provocó finalmente el exitus de aquélla, al
haber imposibilitado una detección precoz del hematoma subdural que le aquejaba y,
con ella, la intervención quirúrgica inmediata del mismo.
Para determinar la necesidad de la prueba diagnóstica omitida, así como de las consecuencias que su falta de realización pudieran conllevar, han resultado especialmente reveladoras en el Plenario las pruebas periciales médicas practicadas sobre este objeto. Por
un lado, se encuentra la pericial forense emitida por la doctora T. V., quien considera
imprescindible en toda contusión, máxime si la ha sufrido una persona de edad avanzada,
la práctica inmediata del TAC como única forma de detectar con prontitud el hematoma
subdural y agilizar así los pasos necesarios para la intervención quirúrgica del mismo,
único tratamiento con el que puede ser atajado.
Asimismo, declara la médico forense que resulta en todo caso adecuado interrumpir cualquier tratamiento con tranquilizantes, como el haloperidol, ya que podría enmascarar la
eventual alteración de la conciencia y realizar un control minucioso de la evolución del
paciente, a fin de detectar posibles modificaciones de aquélla, modificaciones que pueden resultar altamente reveladoras de la dolencia finalmente diagnosticada en el presente caso, conductas ambas estas últimas que fueron ordenadas por el hoy acusado.
Junto a la emitida por la médico forense se encuentra la prueba pericial del doctor R.
M., quien admite, coincidiendo con aquélla, que resulta aconsejable y adecuado en toda
contusión la práctica de un TAC a fin de obtener un pronto diagnóstico de las posibles
consecuencias, como el hematoma subdural, derivables de aquélla. Ello, no obstante,
hay que tener en cuenta y es hecho admitido por todas las partes en el proceso, que
en el día de autos no existían dentro del centro hospitalario donde se encontraba ingresada la paciente los aparatos necesarios para poder llevar a cabo el TAC, lo que supone
que su práctica, de haber sido acordada como necesaria, habría precisado de un nuevo traslado de la paciente a fin de posibilitar la realización de la prueba. Y es que el médi91
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co de guardia tuvo que ponderar todos los elementos concurrentes en el supuesto de
hecho, como la propia edad avanzada de la paciente, el cansancio y las alteraciones orientativas que para ella acarreaba cualquier cambio de ubicación, debiendo aquilatarse en
éste y no en un entorno ideal y abstracto, la decisión adoptada por el facultativo de prescindir de la realización del TAC.
Entiende la Sala que la omisión de esa prueba diagnóstica no constituye una vulneración
inexcusable de los deberes objetivos de cuidado exigibles a una persona media dentro
del ámbito profesional analizado, al haberse suplido su práctica por unas medidas de control minucioso de la evolución de la paciente que podrían haber arrojado suficiente luz
sobre tal extremo sin necesidad de someter a aquélla a un nuevo traslado de ubicación
con las negativas consecuencias que para ella acarreaba cualquier tipo de cambio.
De igual modo, entiende el Tribunal que la conducta analizada no supuso una infracción
del deber subjetivo de cuidado exigible al médico de guardia en atención a las circunstancias de tiempo y lugar, y a la función profesional asumida dentro del centro hospitalario, toda vez que el mismo carecía de los medios adecuados para llevar a cabo la referida prueba diagnóstica en su interior.
Por último, estima el Tribunal que no cabe identificar la omisión de la referida prueba
diagnóstica con un presupuesto inexcusable de la muerte finalmente producida pues,
también con apoyo en las periciales médicas practicadas, ha quedado acreditado que
un hematoma subdural por traumatismo frontal constituye un pronóstico muy malo en
cualquier caso, según manifiesta la médico forense en el Plenario, y que la avanzada
edad de la persona afectada, más que el tiempo efectivo de reacción, juegan de forma
negativa en el resultado que puede derivar de aquél (pericial del doctor R. M.), existiendo
datos estadísticos, introducidos en el Plenario tanto por la forense como por la segunda
de las periciales practicadas en que se pone de manifiesto el escaso porcentaje de éxito
en este tipo de intervención.
En el presente caso no puede atribuirse la muerte de doña A. S. M. a la imprudencia
grave del médico de guardia que la atendió, quien se aseguró de que la misma, lejos
de quedar abandonada a su suerte, fuera asistida dentro de un Centro Hospitalario, acompañada de personal de Medicina y Enfermería con capacidad suficiente para atenderla
en debida forma y con las órdenes de minucioso control de su evolución clínica, las cuales deberían evidenciar, aunque no lo fuera con la misma fidelidad que el TAC, la existencia de síntomas del hematoma subdural sufrido.
La simple omisión de la referida prueba no puede, por las razones antedichas, ser tenida como desencadenante del resultado letal de la paciente ni, por ende, ser objetivamente imputable a quien omitió su realización. En conclusión, estima la Sala que tal conducta no puede ser calificada de ilícito penal, al carecer de entidad suficiente como para
invadir las férreas fronteras del Derecho Punitivo, que viene informado por el principio
de intervención mínima. Con base en estas consideraciones procede declarar la libre absolución del doctor L. B. B. respecto del delito de homicidio por imprudencia grave que
se le imputaba, con todos los pronunciamientos favorables.
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MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
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SEGUNDO. Analizada que ha sido la conducta del primero de los imputados por los hechos
que motivaron el presente procedimiento, así como la transcendencia jurídico-penal que
para el Tribunal sentenciador merece la misma, procede abordar el estudio de la actuación de la enfermera C. H. C., a quien el Ministerio Público atribuye la comisión de la
misma infracción penal que a aquél.
Esta enfermera entró en contacto con la paciente una vez fue ingresada la misma en la
planta quinta, de Cirugía, donde ella se encontraba en funciones de guardia, observando
a aquélla con un cierto grado de agitación y nerviosismo que fue en aumento, hasta
llegar a arrancarse la vía endovenosa, lo que motivó que C. H. C. llamara al traumatólogo de guardia comunicándole este hecho, procediendo aquél, tras observar en la paciente tanto la agitación y nerviosismo descritos como un punto de desorientación, a ordenar que le fuera suministrada a la misma una dosis oral de haloperidol, sustancia
tranquilizante frecuentemente usada en estos casos, según deriva de las periciales médicas practicadas en el Plenario, y se admite por las partes en el proceso.
En cumplimiento de lo prescrito facultativamente, la enfermera C. H. C. suministró a la
paciente el referido medicamento, sin que conste que aquélla ingiriera la totalidad de la
dosis prescrita, al haber escupido varias veces durante su administración, según declarara la propia enfermera que se la facilitó. Lo cierto es que, aun después de la medicación tranquilizante, doña A. S. M. se encontraba inquieta, siendo por esa razón, sobre
las veinticuatro horas del día 30 de agosto de 1994, atada con vendas por ambas manos
a la cama que ocupaba, con el fin de evitar la eventualidad de un accidente derivado
de su propio estado de agitación.
Y así se mantuvo a lo largo de la noche, hasta las cinco horas de la mañana aproximadamente en que la enfermera, viéndola más tranquila, y con la finalidad de favorecer
su descanso, le desató una de las manos, abandonando seguidamente la habitación,
hasta las seis horas aproximadamente, en que oyó un fuerte golpe, penetrando en la
estancia y observando que la paciente había caído de la cama, hecho puesto de inmediato en conocimiento del doctor B. quien, tras entrevistar a la paciente y observar, según
sus propias declaraciones, un estado clínico prácticamente idéntico al descrito con anterioridad, optó por ordenar la realización de unas radiografías para excluir una fractura
craneal, con carácter urgente, así como por ordenar el cese de tranquilizantes, añadiendo
que se procediera a efectuar un riguroso control de la evolución clínica de la paciente.
Durante el intervalo referido dos son las conductas atribuidas a C. H. C. por el Ministerio Público con el fin de asentar sobre ella el contenido de su acusación. La primera
hace referencia a la deficiente atadura de la anciana, reprochando el Ministerio Fiscal a
la enfermera que posibilitara así la caída sufrida por doña A. S. M. al suelo. La segunda,
a que no entregara de inmediato la orden de las radiografías, limitándose a comunicar
a las enfermeras de la mañana la necesidad de su práctica.
Esta última imputación ha sido sobradamente descartada como causa de la muerte que
se está enjuiciando a través de la abundante prueba testifical aportada al proceso sobre
tal extremo a través de los médicos que trabajan en la entidad, quienes son coincidentes al calificar la urgencia de este tipo de actuaciones como de «no inmediata», lo que
significa que pueden practicarse dentro de las veinticuatro horas siguientes a la orden,
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diferenciándose así de las «urgentes inmediatas», en que el propio médico queda a la
espera de su práctica instantánea, y de las «ordinarias», que normalmente pueden tardar entre veinticuatro horas y dos días aproximadamente. Si a ello se une que la prueba así acordada en ningún caso podía reflejar la presencia de un hematoma subdural
como el efectivamente producido, se ha de concluir que ninguna relación tuvo tal conducta con el resultado típico que generó el procedimiento, debiendo por ello respecto
a esta actuación, y sin más argumentaciones, decretarse la absolución de la imputada
con todos los pronunciamientos favorables.
Tampoco estima el Tribunal que la primera actuación llevada a cabo por la enfermera
imputada sea constitutiva de infracción penal. Y es que, como deriva de la prueba testifical practicada en el procedimiento y de forma destacada en el Juicio Oral, C. H. C.
adoptó respecto de la paciente las medidas de prevención de accidentes generalmente
adoptadas con las personas de sus características y en concreto de su edad, las cuales
suelen desorientarse (hecho también admitido por las partes en el proceso) y presentar
debido a ello un grado de nerviosismo superior al normal, razón por la que se procede
a elevar las barreras de sujeción de la cama, y, en casos más extremos, a la atadura de
sus manos al lecho del Hospital.
En el supuesto enjuiciado ambas medidas fueron adoptadas: primero la elevación de
las barreras de sujeción, después no consta si de forma concurrente o sucesiva, la ligadura de las extremidades superiores, como deriva de la prueba testifical practicada. Y
es que el elevado estado de nerviosismo de la paciente exigió que se encontrara atada de ambas manos durante una gran parte de la noche (desde las veinticuatro hasta
las cinco horas aproximadamente) casi sin conciliar el sueño, hecho conocido por la
enfermera que le atendía porque ella misma había decidido la adopción de esta medida de prevención. Sin embargo, sobre las cinco horas de la mañana y tras observar
que aquélla se encontraba más tranquila, decidió soltarle una de las manos para favorecer su comodidad y posibilitar su descanso, un objetivo que no fue alcanzado porque la paciente, contra cualquier tipo de previsión, logró soltarse la otra mano y precipitarse finalmente sobre el suelo.
Aun siendo cierto que esta caída hubiera podido evitarse de haber mantenido a la paciente férreamente ligada a la cama desde el momento mismo de su ingreso, no lo es menos
que para que opere el reproche penal por una determinada conducta se hace preciso
que aquella reacción de la paciente fuera previsible, obligando precisamente esa previsibilidad a la adopción de medidas dirigidas a su evitación.
La prueba practicada en el Plenario no ha servido para demostrar la previsibilidad de tal
reacción por parte de la anciana, pero es que tampoco las teorías referidas al conocimiento de un ciudadano medio o la de los hechos notorios no precisos de demostración sirve en el presente caso para acreditar que tal evento fuera previsible, pues comparte la Sala el razonamiento coherente y el gesto humano que movió a la enfermera a
pensar que la paciente, ya más tranquila y sin haber descansado adecuadamente durante la mayor parte del período nocturno, aprovecharía la reconfortante nueva situación
que le privaba de una de sus ataduras para, finalmente y de forma relajada, poder conciliar el sueño. No lo hizo. Nadie, quizás ni ella misma pudo prever tan desproporcionada reacción que le llevó a precipitarse directamente contra el suelo. En cualquier caso,
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no puede recaer sobre quien le cuidaba el reproche de una conducta propia difícilmente
previsible y, por tanto, de muy difícil evitación. Por estas razones no puede ser atribuida
a la enfermera ahora imputada la infracción de un deber objetivo de cuidado en la prevención de la caída, toda vez que adoptó las medidas ordinarias en estos casos, que
resultaron aquí insuficientes por causas ajenas a su voluntad.
Tampoco vulneró C. H. C. un deber subjetivo de cuidado que le fuera exigible como
enfermera de la unidad, pues actuó en todo momento de forma adecuada a las circunstancias concretas de tiempo y lugar y a la función profesional que tenía atribuida
respecto a la paciente, sin que pueda atribuirse a su conducta la trágica consecuencia
de su muerte en el Hospital. En efecto, el cese de la atadura existente sobre una de las
manos de la anciana no supuso la omisión de los cuidados propios de la actividad profesional que como enfermera tenía atribuida, pues su principal misión es la atención individualizada de los pacientes y precisamente ésta fue la finalidad buscada con la liberación de aquella ligadura con la que intentó garantizar tanto la seguridad de la enferma
como su bienestar durante el ingreso en el centro hospitalario. No se ha creado con tal
acción un riesgo jurídicamente relevante ni se ha incurrido por tanto en conducta que
merezca un reproche penal. En suma, no se ha invadido tampoco en este caso el ámbito punitivo: procede igualmente la absolución.
TERCERO. También M. U. V., enfermera a la sazón de la planta quinta del Hospital de
XXXX se encuentra acusada en este proceso como presunta autora de la muerte por imprudencia grave de doña A. S. M., al atribuirle el Ministerio Público que, una vez inició su
jornada laboral en el Hospital el día 31 de agosto de 1994, sobre las 7:30 horas, y constatado el estado de desorientación en que se encontraba la paciente, no avisó al traumatólogo para que la visitara con la urgencia que requería el caso.
También esta pretensión penal debe decaer. En efecto, M. U. V. sucedió al cargo de la
planta quinta a C. H. C., quien le informó de la presencia en ella de una paciente de
Traumatología que había presentado durante la noche un elevado estado de agitación,
así como una caída desde la cama; que fueron ordenadas por el traumatólogo de guardia unas radiografías y que debía ser debidamente controlado el estado clínico que
presentara.
Así lo reconoce la acusada en versión coincidente con la anterior. También sostiene que
llamó a Radiología sobre las 7:30 horas, al poco de llegar, aunque la paciente no fue
trasladada hasta las 10 horas aproximadamente para que se le efectuaran las pruebas,
y que desde las 8 horas evidenciaba un cierto estado de desorientación que provocó su
llamada a la planta cuarta en demanda del traumatólogo que pudiera atenderla, una
llamada que se repitió según ella en varias ocasiones durante la mañana, extremo que
ha resultado confirmado por la prueba testifical de tres de las auxiliares presentes en la
planta el día de autos, quienes afirman haber presenciado cómo llamó a Traumatología
solicitando la presencia del traumatólogo, llegando a afirmar una de ellas, T. F., que también ella llamó personalmente en demanda del médico por orden de M. U. V.
Los facultativos, sin embargo, no se presentaron a visitar a la paciente, sin que conste la
razón, toda vez que, a pesar de la prueba de las llamadas que se efectuaron, ninguno
de los testigos ha podido confirmar que hablara directamente con los médicos trauma95
MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
A NEXOS
tólogos del Centro, por lo que se desconoce si el mensaje llegó a sus oídos antes de que
se personaran en el Hospital la hija de la paciente acompañada de dos monjas de la
Residencia donde la misma se encontraba internada, quienes acudieron personalmente
a la planta cuarta a solicitar la presencia del médico, una presencia que se produjo escaso tiempo después a través de dos facultativos conjuntamente, los doctores A. y T., quienes observaron a doña A. S. M. en estado de precoma, procediéndose a su inmediato
traslado y posterior intervención quirúrgica que resultó insuficiente para salvar su vida.
La prueba practicada en el procedimiento ha resultado insuficiente también en este caso
para acreditar que concurrieron en la conducta de M. U. V. los elementos de la infracción
penal imputada pues, acreditado como lo es que realizó varias llamadas solicitando la
presencia de los médicos traumatólogos en su planta a fin de que pudiera ser debidamente atendida la paciente, y no constando con claridad quién era la persona encargada de comunicar a los médicos con pacientes fuera de su área esta situación (al haberse entrecruzado en el Plenario informaciones distintas, unas a favor de la enfermera de
la planta donde se encuentra ingresada la enferma y otras a favor de la comunicación
de los facultativos entre sí), ninguna responsabilidad puede predicarse respecto a ella
por la falta de una asistencia facultativa que no derivaba en modo alguno de su voluntad.
Con base en lo expuesto, procede también absolver libremente a M. U. V. del delito de
homicidio por imprudencia grave que se le imputaba, con todos los pronunciamientos
favorables.
CUARTO. A tenor de lo establecido en los artículos 239 y 240 de la LECrim, procede
declarar de oficio el pago de las costas procesales causadas en el procedimiento.
Vistos los preceptos legales citados y demás de general y pertinente aplicación en nombre de SM el Rey y por el poder que confiere la Constitución.
Fallamos
Que se debe absolver y se absuelve a L. B. B., a C. H. C. y a M. U. V. del delito de homicidio por imprudencia grave que se les imputaba en este procedimiento con todos los
pronunciamientos favorables, declarando de oficio las costas procesales causadas.
Cancélense cuantas fianzas, embargos u otras medidas de carácter cautelar se hubieran
adoptado para garantizar el resultado del proceso.
Notifíquese esta sentencia a las partes y hágaseles saber que contra la misma podrán
interponer recurso de casación por infracción de ley o quebrantamiento de forma, dentro del plazo de cinco días.
Así, por esta nuestra sentencia, de la que se unirá certificación al rollo de su razón, lo
pronunciamos, mandamos y firmamos.
PUBLICACIÓN. La anterior sentencia fue leída y publicada en el día de la fecha por el
Ilmo. Sr. Magistrado Ponente constituido en audiencia pública en la sala de vistas de esta
sección, de lo que yo, la Secretaria, certifico y doy fe.
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MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
T ERCER
M ÓDULO II
M ÓDULO III
A NEXOS
CASO PRÁCTICO
Supuesto de falta de protocolo para úlceras por presión
de enfermos con lesión medular y paraplejia.
Fallecimiento por infecciones sobrevenidas
La sentencia que sigue condenó al Servicio Andaluz de Salud al pago de una cantidad a los
herederos de un enfermo inmovilizado porque se declara probado la falta de un protocolo de
Enfermería para mitigar, en la medida de lo posible, la aparición de úlceras por presión y las
consiguientes complicaciones; asimismo, se objetiva la falta e inadecuación de medios materiales y técnicos suficientes para paliar las citadas consecuencias. Es de interés la lectura de la
sentencia en la parte señalada como fundamentos de derecho.
Comentarios de interés a efectos docentes
Es un supuesto de responsabilidad patrimonial de un servicio sanitario público. Lo que
se enjuició en este caso es el funcionamiento del servicio como tal. La consecuencia de
esta responsabilidad es la condena a la Consejería respectiva al pago de una cantidad
de dinero en concepto de indemnización de daños y perjuicios.
En este caso no se les imputa o reprocha a los profesionales de Enfermería y sí se indica la falta de medios materiales y humanos para minimizar en los posibles los efectos
adversos (úlceras por presión) en pacientes inmovilizados. En muchas ocasiones el daño
se produce por cuestiones de limitación del propio servicio. En este caso la responsabilidad no tiene una carga negativa para el profesional sanitario.
Otra de las reflexiones que hay que realizar es la necesidad de establecer protocolos y
que éstos, al ser aprobados por la Dirección, tengan un número suficiente de personas
y medios. Ver lo indicado en el Módulo III sobre las anotaciones, registros y planes de
cuidados enfermeros.
Sentencia de referencia para el análisis docente
Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Granada, núm. 858/2001 (Sala
de lo Contencioso-Administrativo, Sección 1ª), de 10 de diciembre.
Hechos y fundamentos de derecho
PRIMERO. El presente recurso va dirigido a exigir la responsabilidad patrimonial del Servicio Andaluz de Salud por deficiencias en la prestación médico-sanitaria de que fue objeto Don F. S. P., esposo y padre de las recurrentes, que falleció el día 20 de diciembre de
1996 a consecuencia, según entienden las recurrentes, de complicaciones infecciones
debidas al surgimiento y evolución de una escara que, siempre según opinión de las
recurrentes, se debió a la falta de prevención y tratamiento adecuados por parte de los
servicios médico-hospitalarios.
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MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
A NEXOS
SEGUNDO. En la contestación de la demanda, la representación de la Administración
demandada plantea con carácter previo una excepción de inadmisibilidad del recurso,
debido a que las recurrentes no aportaron junto con la demanda la certificación de actos
presuntos por transcurso de seis meses sin resolución del expediente de reclamación de
responsabilidad patrimonial, que fue incoado por solicitud de Doña C. S. P. y Doña YYY
P. P. el día 16 de diciembre de 1996, cuatro días antes de la muerte del primero. La no
aportación del certificado de actos presuntos es una irregularidad que quedó cumplidamente subsanada, pues consta en autos dicha certificación expedida con fecha de 12 de
enero de 1998, en la que se especifican las referencias de tiempo a tener en cuenta, es
decir, la fecha de iniciación del expediente y la fecha en que cumplieron los seis meses
determinantes de la existencia de una denegación por vía presunta, conforme a lo dispuesto en el artículo 13.3 del Reglamento de Responsabilidad Patrimonial, quedando
acreditado que la demanda se ha interpuesto una vez que transcurrieron aquellos seis
meses. Se trata, en definitiva, de una irregularidad procesal que no ha ocasionado indefensión alguna a la Administración demandada, la cual pudo perfectamente, comprobando sus propios archivos, conocer si el efecto jurídico automáticamente anudado al
silencio mantenido durante seis meses (la desestimación por vía presunta) se había producido o no. El derecho constitucionalmente protegido a la tutela judicial efectiva, entendida en sentido material y no puramente formal, autoriza a esta Sala a conocer del fondo del asunto a pesar de esa falta previa de acreditación del acto presunto, una vez
comprobado que se daban objetivamente los requisitos de la reclamación y que tal omisión no ocasionó perjuicio de ningún tipo a la demandada.
TERCERO. La cuestión principal se concreta en la determinación de la causa de la producción de la escara sufrida por Don F. S. P., a efectos de calificarla como consecuencia
ineluctable del propio proceso evolutivo de la enfermedad y estado del mismo, o de imputar responsabilidad al servicio público de salud por identificar hechos, omisiones, deficiencias o modos de proceder de los servicios médico-hospitalarios que hubiese podido
incidir causalmente en la producción de ese resultado.
En relación a este extremo, siempre delicado, no es ocioso recordar las premisas de las
que debe partir el razonamiento.
En primer lugar, ha de quedar claro que no se trata de dilucidar la responsabilidad civil
del personal sanitario (para cuya apreciación es imprescindible la apreciación de una conducta u omisión calificable como negligente, por inobservancia de la lex artis), sino la
responsabilidad de la institución sanitaria, concebida como servicio público, la cual responde a cánones de responsabilidad objetiva, en el sentido de no ser necesario encontrar un reproche culpabilístico que justifique la exigencia de responsabilidad.
No basta, sin embargo, con la mera acreditación de un resultado lesivo producido “con
motivo” de la prestación del servicio sanitario. Es preciso reconstruir un nexo causal que
conduzca al propio funcionamiento (normal o anormal) del servicio público. En definitiva, una vez que el daño se ha originado “con ocasión” de la prestación del servicio (lo
que en este caso es indiscutible), la Administración responderá a menos que acredite la
inevitabilidad del mismo (fuerza mayor) o un agente causal absolutamente ajeno al funcionamiento del servicio público (el propio decurso natural de la enfermedad, la intervención de un tercero o de la víctima, etc.).
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MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
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A NEXOS
Desde este punto de vista, el informe de la Real Academia de Medicina de Granada no
es absolutamente determinante de la solución que haya que dar a este caso. Se dice en
este informe, como conclusión B, que “el tratamiento seguido para la curación de la escara es acorde a la lex artis, siendo atribuible al propio estado del paciente el posible retraso en su desaparición, una vez impuesto el tratamiento de su proceso principal y de la
escara”. Que no se aprecie por la Real Academia de Medicina una inobservancia de la
lex artis no conduce ineluctablemente a la conclusión de que no hay responsabilidad
patrimonial, sino que simplemente queda de manifiesto que no hubo negligencia significativa jurídicamente por parte del personal que atendió al enfermo.
Pero tal responsabilidad puede surgir aun en casos en que nada sea reprochable al personal sanitario: así, como extensa y reiteradamente se ha pronunciado la jurisprudencia,
la Administración sanitaria responderá allí donde se aprecie, objetivamente, un “conjunto
de deficiencias” de intensidad suficiente como para concluir que, habiéndose seguido
otro modo de proceder, el daño no habría tenido lugar o habría sido más eficazmente
mitigado.
CUARTO. En el presente supuesto, aun cuando el material probatorio deja amplias zonas
de duda sin despejar, puede razonablemente concluirse que la aparición y evolución de
la lesión se deben fundamentalmente al riesgo propio de la situación clínica y personal
del enfermo (la producción de escaras es típica en pacientes largamente inmovilizados
con lesión medular). Pero también es razonable añadir que en una medida no despreciable incidió la falta de recursos hospitalarios suficientes (de tipo mecánico y personal)
que hubiesen favorecido la movilidad del enfermo o hubiesen logrado reducir de manera estable la presión corporal, factores éstos de “impacto sobre la prevención” de las escaras, según el informe de la Real Academia de Medicina.
El análisis de la historia clínica y hojas de seguimiento del enfermo dejan entrever que la
corpulencia del enfermo fue invocada como obstáculo para proceder a frecuentes cambios de postura. También se advierte cómo no se utilizaron colchones especiales antiescaras al parecer por escasez de los mismos, pues estarían siendo utilizados por otros enfermos. La atención clínica referida a los cuidados de prevención de la aparición de escaras
no tienen apenas reflejo en la historia clínica hasta que, poco a poco, va apareciendo la
lesión, momento a partir del cual reclama más atención de los cuidadores, llegando incluso finalmente a ser el objeto principal del tratamiento. Cabe deducir de todo ello, pues,
que una mejor y mayor dotación de recursos en las diferentes unidades en las que estuvo hospitalizado (celadores, personal de enfermería, elevadores mecánicos, colchones específicos antiescaras, etc.), o una más eficiente utilización de los mismos, habida cuenta del
riesgo específico de aparición de escaras que por la naturaleza de la enfermedad y las
características del paciente fue después tan destacado por los informes del Servicio Andaluz de Salud, hubiese podido mitigar las posibilidades, ya de por sí grandes, de acaecimiento de ese resultado lesivo, o hubiese permitido una evolución más favorable.
La actuación médica, de manera acorde con la lex artis, concentró su atención en la dolencia principal del paciente, de por sí muy grave, limitando los cuidados y prevenciones
de la aparición eventual de escaras a la observancia de mínimas atenciones, mientras
esa lesión no apareció y evolucionó de la manera en que lo hizo. Pero probablemente
la falta de un Protocolo de Enfermería adecuado para mitigar ese riesgo tan previsible
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MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
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o, como se ha dicho, la insuficiencia de medios o ineficiente utilización de los mismos,
ha tenido algún grado de incidencia causal, concurrente con la causa que puede considerarse principal, que sería la propia lesión medular del enfermo y la paraplejia que lo
tenía inmovilizado.
QUINTO. Lo anteriormente razonado conduce a la conclusión de que debe imputarse
a la Administración demandada una responsabilidad patrimonial por funcionamiento normal o anormal del servicio público de salud. Pero conduce igualmente a calificar de descabellada la cifra indemnizatoria propuesta por las actoras, dado el grado de incidencia
causal del (defectuoso) modo de funcionamiento del servicio público, en comparación
al otro factor causal que, como se ha dicho, no fue sino el decurso natural de la propia
enfermedad con los riesgos típicos e inherentes (aunque no inevitables) de la misma.
Los recurrentes piden 2.361.000 ptas. por 323 días de hospitalización; 30.000.000 ptas.
como herederos de la víctima, por la incapacidad absoluta derivada de las lesiones permanentes invalidantes; 20 millones de ptas. por el daño moral sufrido por las actoras,
así como por la alteración de su vida y actividades motivada por los cuidados y atenciones que debieron prestar a su marido y padre; y una cantidad indeterminada, a fijar
en ejecución de sentencia, debida al fallecimiento del marido y padre, todo ello incrementado con los intereses de demora desde la fecha de formulación de la reclamación
en vía administrativa.
Esos conceptos indemnizatorios son improcedentes en algunos casos y manifiestamente exagerados en otros. Así, en primer lugar, por lo que se refiere a la indemnización por
días de hospitalización, no debe perderse de vista que ésta vino motivada por la operación quirúrgica grave a que se vio sometido inicialmente Don F. S. y la necesidad de
una posterior y larga rehabilitación, siendo la escara producida una complicación colateral que no motivó la hospitalización ni en realidad la prolongó, más que acaso en la
última fase del enfermo, en la que lo principal fue el tratamiento de los procesos infecciosos
más causados por la escara que por la enfermedad de origen. Más clara aún está la improcedencia de pedir indemnización por una incapacidad absoluta sufrida por el propio enfermo: las lesiones permanentes invalidantes fueron las propias de la enfermedad de origen y las derivadas de la intervención quirúrgica y no la escara, por lo que ninguna
responsabilidad cabe atribuir al Servicio Andaluz de Salud por tal concepto; además de
que parece incompatible pedir treinta millones de pesetas por incapacidad absoluta y a
continuación pedir una indemnización por muerte.
Quedan, pues, como únicos conceptos indemnizatorios, de entre los relacionados por
las actoras, el daño moral sufrido por ellas mismas y el resultado de muerte. Aunque en
cuanto a ésta debe reiterarse que, aunque no se ha descartado la incidencia causal de
la escara y su evolución como factor concurrente con otros derivados del decurso natural de la enfermedad de origen, el grado de incidencia es reducido: ha de tenerse en
cuenta que se trataba de un enfermo de setenta y dos años, con un estado de salud,
calidad de vida y expectativas de recuperación francamente bajo mínimos por razones
completamente ajenas al funcionamiento del servicio público. Por lo que se refiere, finalmente, al daño moral, es indudable que lo han sufrido los familiares que, como acreditaron, estuvieron siempre en total cercanía con el enfermo, de donde no es difícil deducir el sufrimiento derivado de la contemplación directa de todo el proceso, así como de
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CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
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la pérdida de un ser querido, aunque de nuevo deba matizarse que de todo ese sufrimiento, tan difícilmente valorable, sólo es indemnizable un “porcentaje”, acorde con el
pequeño porcentaje de participación causal del funcionamiento de los servicios públicos en la producción y evolución de la escara.
Por todo ello, la Sala valora la indemnización debida en la cantidad de 1.000.000 ptas.
Fallo
Estima parcialmente el recurso contencioso administrativo interpuesto contra la resolución presunta del Servicio Andaluz de Salud, desestimatoria de la reclamación de responsabilidad patrimonial por los daños y perjuicios sufridos como consecuencia del anormal funcionamiento de los servicios públicos sanitarios, condenando al Servicio Andaluz
de Salud a indemnizar a los recurrentes en la cuantía de un millón seiscientas mil pesetas, repartidas como se indica en el fundamento de derecho quinto, sin intereses y sin
expreso pronunciamiento en costas.
Intégrese la presente sentencia en el libro de su clase y una vez firme remítase testimonio de la misma junto con el expediente administrativo al lugar de procedencia de éste.
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MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
C UARTO
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M ÓDULO III
A NEXOS
CASO PRÁCTICO
Supuesto de la enfermera que antepone sus convicciones
morales e ideológicas como justificación para negarse
a administrar un tratamiento prescrito
Los hechos que se analizan es la negativa de una enfermera a participar en un programa
de dispensación de metadona en un centro penitenciario. Dicha negativa se basaba en considerar que dicho tratamiento repugnaba a sus valores ideológicos y morales.
Comentarios de interés a efectos docentes
Esta sentencia merece ser leída de forma sosegada porque esclarece de forma clara el
margo legal de la objeción de conciencia en el ámbito sanitario y puede servir de orientación ante dilemas éticos y morales que se pueden plantear en la actualidad.
Auto del Tribunal Constitucional núm. 135/2000 (Sala Segunda, Sección 4ª), de 8 junio.
Recurso de Amparo núm. 3716/1999.
Hechos
Los hechos que dieron lugar a la demanda eran los siguientes:
En abril del año 1997 la recurrente, funcionaria perteneciente al cuerpo de ATS de instituciones penitenciarias, resultó sancionada con una suspensión de funciones de dos
años como consecuencia de haber desobedecido en octubre de 1995 una orden de su
superior, director del centro penitenciario [conducta tipificada en el art. 7.1 a) del Real
Decreto 33/1986, de 10 de enero ]. La orden incumplida consistía en suministrar la sustancia llamada metadona a los reclusos. La sanción, impuesta por la Dirección General
de Instituciones Penitenciarias, fue impugnada ante la Audiencia Nacional.
Dicho órgano jurisdiccional desestimó el recurso mediante la sentencia de 21 de junio
de 1999 frente a la que se dirige la presente demanda de amparo.
La recurrente impugna tanto la resolución judicial como la sanción impuesta por considerar que una u otra vulneraron distintos derechos fundamentales. En primer lugar, afirma que se lesionó su derecho a la libertad ideológica (art. 16.1 de la CE) en relación
con su derecho a la objeción de conciencia (art. 30 de la CE) porque la desobediencia
que resultó sancionada estaba amparada por razones ideológicas o de conciencia (suministrar metadona a los reclusos como sustitutivo de las drogas de las que eran dependientes resulta contrario a sus convicciones) y así se lo manifestó a sus superiores durante la tramitación del expediente disciplinario.
Se habría quebrantado, asimismo, su derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 de
la CE) por una serie de supuestas irregularidades ocurridas en la tramitación de dicho
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MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
A NEXOS
expediente sancionador y en la sustanciación del pleito ante la Audiencia Nacional.
Las irregularidades son las siguientes. La Administración no le habría dado traslado de
ciertos documentos que luego resultarían a su juicio decisivos; por su excesiva duración, el expediente habría caducado; se habría cambiado injustificadamente al instructor
(y sin notificárselo); se le habría aplicado de manera retroactiva determinada normativa reglamentaria; no habría quedado acreditado el daño causado a los intereses públicos ni tampoco a los reclusos; la orden incumplida sería ilegal (además de por otros
factores, porque el tratamiento con metadona estaría previsto sólo de manera excepcional y en cambio, la orden lo convertía en habitual y porque el centro penitenciario
no tendría autorización para tales tratamientos con la citada sustancia); la sanción se
cumplió de manera inmediata (esto es, sin esperar a su firmeza) y, por último, la sentencia habría incurrido en arbitrariedad y en incongruencia omisiva por no haberse
pronunciado sobre algunas de estas irregularidades, en particular sobre la ilegalidad
de la orden. Cada uno de estos supuestos vicios habría vulnerado su derecho a la tutela judicial efectiva.
Dos derechos fundamentales del art. 24.2 de la CE se afirman lesionados. En una alegación bastante confusa, la señora A. G. sostiene que resultaron vulnerados, por un lado,
el derecho a la presunción de inocencia y, por otro, el derecho a la práctica de pruebas.
Lo primero porque el pliego de cargos predeterminaba taxativamente la sanción que luego se impondría y porque ésta no se basó en prueba alguna. Y lo segundo porque no
se habrían tenido en cuenta las pruebas a su instancia practicadas, que a juicio de la
demandante acreditaban que la orden incumplida era ilegal.
Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en este Tribunal el día 8 de septiembre de 1999 doña
A. G., asistida de Letrado y representada por Procurador, interpuso demanda de amparo constitucional contra la Sentencia de la Sección Séptima de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional de 21 de junio de 1999 dictada en el
recurso núm. 426/1997 por considerar que tanto esta resolución como la sanción
administrativa a que se refería lesionaron los arts. 16, 24.1 y 24.2 de la CE.
2. Los hechos que dieron lugar a la demanda eran los siguientes:
En abril del año 1997 la recurrente, funcionaria perteneciente al cuerpo de ATS de
instituciones penitenciarias, resultó sancionada con una suspensión de funciones
de dos años como consecuencia de haber desobedecido en octubre de 1995 una
orden de su superior, director del centro penitenciario [conducta tipificada en el art.
7.1 a) del Real Decreto 33/1986, de 10 de enero ]. La orden incumplida consistía
en suministrar la sustancia llamada metadona a los reclusos. La sanción, impuesta
por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, fue impugnada ante la Audiencia Nacional.
Dicho órgano jurisdiccional desestimó el recurso mediante la sentencia de 21 de junio
de 1999 frente a la que se dirige la presente demanda de amparo.
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MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
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A NEXOS
3. La recurrente impugna tanto la resolución judicial como la sanción impuesta por considerar que una u otra vulneraron distintos derechos fundamentales. En primer lugar,
afirma que se lesionó su derecho a la libertad ideológica (art. 16.1 de la CE) en relación con su derecho a la objeción de conciencia (art. 30 de la CE) porque la desobediencia que resultó sancionada estaba amparada por razones ideológicas o de
conciencia (suministrar metadona a los reclusos como sustitutivo de las drogas de las
que eran dependientes resulta contrario a sus convicciones) y así se lo manifestó a
sus superiores durante la tramitación del expediente disciplinario.
Se habría quebrantado, asimismo, su derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 de
la CE) por una serie de supuestas irregularidades ocurridas en la tramitación de dicho
expediente sancionador y en la sustanciación del pleito ante la Audiencia Nacional.
Las irregularidades son las siguientes. La Administración no le habría dado traslado
de ciertos documentos que luego resultarían a su juicio decisivos; por su excesiva duración, el expediente habría caducado; se habría cambiado injustificadamente al instructor (y sin notificárselo); se le habría aplicado de manera retroactiva determinada
normativa reglamentaria; no habría quedado acreditado el daño causado a los intereses públicos ni tampoco a los reclusos; la orden incumplida sería ilegal (además de
por otros factores, porque el tratamiento con metadona estaría previsto sólo de manera excepcional y, en cambio, la orden lo convertía en habitual y porque el centro penitenciario no tendría autorización para tales tratamientos con la citada sustancia); la
sanción se cumplió de manera inmediata (esto es, sin esperar a su firmeza) y, por último,
la sentencia habría incurrido en arbitrariedad y en incongruencia omisiva por no haberse
pronunciado sobre algunas de estas irregularidades, en particular, sobre la ilegalidad
de la orden. Cada uno de estos supuestos vicios habría vulnerado su derecho a la
tutela judicial efectiva.
Dos derechos fundamentales del art. 24.2 de la CE se afirman lesionados. En una alegación bastante confusa, la señora A. G. sostiene que resultaron vulnerados, por un
lado, el derecho a la presunción de inocencia y, por otro, el derecho a la práctica de
pruebas. Lo primero porque el pliego de cargos predeterminaba taxativamente la sanción que luego se impondría y porque ésta no se basó en prueba alguna. Y lo segundo porque no se habrían tenido en cuenta las pruebas a su instancia practicadas, que
a juicio de la demandante acreditaban que la orden incumplida era ilegal.
4. Por Providencia de 8 de marzo de 2000 la Sección acordó, de acuerdo con el art.
50.3 de la LOTC, conceder a la demandante y al Ministerio Fiscal un plazo de diez
días para que formulasen alegaciones respecto de la posible concurrencia del motivo de inadmisión previsto en el art. 50.1 c) de la LOTC (carencia manifiesta de contenido constitucional).
5. La recurrente, en sus alegaciones, detalló y amplió lo expuesto en el escrito inicial de
demanda, reiterando las razones que a su juicio deberían conducir a la admisión y posterior estimación del recurso. Se hizo de nuevo hincapié en que la orden dada por la
dirección del centro penitenciario de suministrar metadona era ilegal (por no ser el centro penitenciario un establecimiento autorizado para atender a drogodependientes, por
ser dicho suministro habitual en lugar de excepcional, contraviniendo de este modo
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CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
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A NEXOS
una Circular administrativa y, finalmente, por no estar tal actividad entre los cometidos
que legalmente competen a los ATS de instituciones penitenciarias).
6. El Fiscal se mostró favorable a la inadmisión de la demanda por carecer de contenido constitucional. Las siete alegaciones en que a su juicio se desglosa la supuesta vulneración del art. 24.1 de la CE no tienen relevancia constitucional. El no haber tenido acceso a ciertos documentos durante la tramitación del expediente sancionador
no lesionó dicho derecho fundamental porque no contenían hechos nuevos respecto de aquéllos a que se refería el pliego de cargos y porque la sentencia impugnada
justificó debidamente por qué ello no provocó una situación de indefensión material.
En cuanto a la caducidad del procedimiento sancionador, la valoración que sobre ello
(cuestión en todo caso de legalidad ordinaria) hizo la Sala no era arbitraria ni irrazonable, limitándose la recurrente a discrepar de la interpretación realizada en sede jurisdiccional. Tampoco apreció el Fiscal contenido constitucional en la supuesta aplicación retroactiva de dos normas del año 1996 a los hechos sancionados, acaecidos
en 1995. Tratándose de normas no sancionadoras sino organizativas (pues la sanción
no se impuso con arreglo a ellas sino de acuerdo con el Real Decreto 33/1986), la
apreciación de su retroactividad o la determinación de su vigencia y aplicabilidad al
caso concreto es una cuestión de legalidad ordinaria.
Afirma el Ministerio Público que la supuesta ilegalidad de la orden incumplida es igualmente un problema de legalidad ordinaria ajeno a la jurisdicción constitucional: lo que
pretende la recurrente es que este Tribunal vuelva a pronunciarse, como ya hizo la Audiencia Nacional, sobre si la orden incumplida era o no ajustada a Derecho. Siendo la respuesta dada a ello del todo razonable (tal y como argumentó la Sala en el F. 6º de la
Sentencia recurrida), la alegación carece de contenido. Por lo que hace a la inmediata
ejecutividad de la sanción, supuestamente lesiva del art. 24.1 de la CE, constata el Fiscal que en ningún momento se solicitó la suspensión con arreglo al entonces vigente
art. 122 de la LJCA/1956, razón por la cual la ejecutividad de la resolución administrativa sancionadora fue sólo imputable a la propia recurrente. Tampoco se padeció indefensión como consecuencia de no haberse acreditado por medio de pruebas que el
incumplimiento de la orden provocase daños irreparables. Ello debido a que este extremo no era el objeto del debate procesal, centrado en torno no a la demostración de
las consecuencias dañosas de la acción, sino a la acción (desobediencia) en sí misma,
conducta que la demandante de amparo en ningún momento ha negado.
Tampoco apreció el Fiscal incongruencia alguna en la Sentencia de la Audiencia Nacional porque su F. 6º sí dio respuesta a la pretensión anulatoria contenida en el recurso contencioso-administrativo (relativa a la supuesta ilegalidad de la orden de la dirección
del centro). Además, para considerar agotados los recursos de la vía judicial previa y
cumplido el requisito del art. 44.1 a) de la LOTC, la recurrente debería haber acudido al incidente de nulidad de actuaciones del art. 240.3 de la LOPJ.
Para el Ministerio Público la sedicente vulneración del art. 24.2 de la CE tampoco existió. Según se ha dicho, es indiferente para lo que aquí interesa que la legalidad de
la orden quedase o no probada, dado que de lo que se trata es de si la conducta de
la recurrente constituyó o no infracción administrativa de desobediencia. De modo
que no tiene cabida, en opinión del Fiscal, la alegación en el sentido de no haberse
105
MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
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M ÓDULO III
A NEXOS
probado los hechos y, por tanto, de haberse vulnerado el derecho de la recurrente
a la presunción de inocencia.
Finalmente, el Ministerio Público descartó la vulneración del derecho a la libertad ideológica y a la objeción de conciencia. Se trata, a su juicio, de determinar si la imposición de la sanción vulneró estos derechos por haber la recurrente actuado en ejercicio legítimo de ambos a la hora de negarse a cumplir la orden de suministrar
metadona. Con base en la jurisprudencia constitucional sostuvo el Fiscal que la invocación del art. 16 de la CE no es por sí misma suficiente para eximir a los ciudadanos
del cumplimiento de deberes constitucional o legalmente establecidos: sólo cuando
sea admitida la objeción de conciencia a un deber concreto podrá invocarse válidamente el derecho a la libertad ideológica como causa de exención al cumplimiento
de un deber. Desde este planteamiento, no existiendo un derecho genérico a la objeción de conciencia sino que tal objeción se halla en principio limitada al art. 30 de la
CE, y estando los funcionarios públicos en una relación llamada de sujeción especial
(que les obliga a un deber de obediencia a sus superiores), la sanción por desobediencia –debidamente tipificada– no lesionó los dos derechos fundamentales alegados, porque el derecho a objetar en conciencia la orden recibida no queda amparado por el derecho a la libertad ideológica del art. 16 de la CE.
Fundamentos jurídicos
1. En esta demanda de amparo la señora A. G. achaca tanto a la resolución administrativa sancionadora como a la Sentencia de la Audiencia Nacional la vulneración de
diversos derechos fundamentales (los contenidos en los arts. 16 –en relación con el
art. 30–, 24.1 y 24.2 de la CE). El Ministerio Fiscal, en sus alegaciones sobre la posible concurrencia de la causa de inadmisión del art 50.1 c) de la LOTC, se ha manifestado partidario de la inadmisión.
2. A la vista de lo sostenido por la recurrente y por el Fiscal se ha de confirmar lo advertido en la providencia de 8 de marzo de 2000 en el sentido de carecer la demanda
de contenido constitucional.
La principal de las vulneraciones de derechos fundamentales (la de la libertad ideológica) carece de contenido constitucional. En efecto, además de que la demandante no acredita suficientemente y de manera documental haber utilizado los cauces
ordinarios y adecuados para hacer uso reglamentario y en su debido momento de
su derecho a la objeción de conciencia, el caso carece de la relevancia constitucional
pretendida, toda vez que «el derecho a la libertad ideológica reconocido en el art.
16 de la CE no resulta por sí solo suficiente para eximir a los ciudadanos por motivos
de conciencia del cumplimiento de deberes legalmente establecidos (SSTC 15/1982,
101/1983], 160/1987], 161/1987, 321/1994 y ATC 1227/1988)» (STC 55/1996], F.
5º y AATC 214/1996 F. 3º y 319/1996 F. 4º). Por otro lado, y contrariamente a lo que
afirma la demandante de amparo, su negativa a realizar la conducta que se le ordenó no es equiparable a la objeción de conciencia de los médicos a practicar abortos
(abordado, si bien muy tangencialmente, en la STC 53/1985 F. 14º, en la que la demandante basa lo esencial de sus alegaciones al respecto): no existen creencias religiosas
implicadas, ni tampoco la conducta terapéutica o médica a la cual se negó la deman106
MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
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M ÓDULO III
A NEXOS
dante que se refiera a un derecho fundamental de terceras personas (el derecho a la
vida del art. 15 de la CE, que sí está implicado en la objeción de conciencia al aborto), salvo eventualmente el caso excepcional de que los internos a los que se debía
suministrar la sustancia se hallasen en peligro de muerte, cosa que no se argumenta
ni se acredita en ningún momento.
Además, y como señala el Fiscal, el hecho de hallarse la recurrente en lo que se conoce como una relación de sujeción especial tiene algunas implicaciones, que en lo que
aquí importan, y desde el principio constitucional de jerarquía (art. 103.1 de la CE), se
traducen en la tipificación como infracción muy grave de la conducta consistente en
la desobediencia a órdenes dictadas por los superiores en el uso de sus atribuciones.
De modo que la señora A. G. estaba obligada a cumplir lo mandado, máxime cuando la Constitución (o la legislación) no ha reconocido un derecho genérico a la objeción de conciencia aplicable a los deberes, constitucionales y legales –excepto el art.
30.2 de la CE–, que se imponen a los ciudadanos en general y muy especialmente a
quien, cual la recurrente, se halla inmersa en una organización jerárquica como la Administración Pública que determina un régimen especial de derechos y obligaciones.
3. Las alegaciones referidas a supuestas irregularidades de tipo formal en la tramitación
del expediente administrativo sancionador carecen de la relevancia pretendida por no
causar indefensión: se trata de cuestiones que pudieron ser alegadas frente al pliego
de cargos y frente a la propuesta de resolución (y así se reconoce expresamente en la
pág. 5 del escrito de demanda) y que, además, en cuanto al fondo, no produjeron
indefensión (art. 24.1 de la CE) ni vulneraron el derecho a la defensa de la recurrente (art. 24.2 de la CE). Concretamente, la aplicación o no de ciertos preceptos legales
(el art. 43.4 de la LRJ-PAC a la caducidad del procedimiento sancionador seguido contra aquélla es una cuestión de legalidad ordinaria; no se acredita que el no haber tenido acceso a ciertos documentos supuestamente decisivos haya situado a la recurrente en una posición de indefensión; la sedicente retroactividad de la aplicación de ciertas
normas, al no referirse a preceptos sancionadores o restrictivos de derechos, no trasciende el ámbito de la legalidad ordinaria (se trata, de nuevo, de una cuestión de apreciación de la vigencia de unos determinados preceptos legales y de su aplicación al
caso: es doctrina constitucional que la selección de la norma aplicable es una cuestión
de legalidad ordinaria –SSTC 211/1988 o 90/1990 entre otras muchas–).
Del mismo modo, la supuesta ilegalidad de la orden incumplida es una alegación que
no tiene el más mínimo contenido constitucional. Resulta indiferente, a efectos de apreciar la vulneración del art. 24.1 de la CE (y también del art. 16 de la CE), que la sanción se impusiese por haber la recurrente desobedecido una orden legal o, por el
contrario, una orden ilegal. Se trata de una cuestión de legalidad ordinaria que fue
resuelta motivada, no arbitrariamente, por el F. 6º de la Sentencia impugnada. En relación con esto mismo, la supuesta falta de prueba de que la conducta de la recurrente
(negarse a suministrar metadona a los reclusos) provocase daños irreparables no tiene
relevancia alguna para la cuestión a que se ha de ceñir el análisis constitucional que
ahora toca realizar. En efecto, lo que eventualmente podría tener algún tipo de consecuencia respecto de los derechos fundamentales de que es titular la demandante
sería la no tipificación de la conducta, pero no si la conducta en sí misma provocó o
no determinados resultados dañosos. Como señala el Ministerio Fiscal, el planteamiento
107
MÓDULO IV
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
M ÓDULO I
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A NEXOS
de la recurrente es ajeno al debate procesal, pues pretende centrarlo en cuestiones
de calificación jurídica, extrañas al objeto de la demanda constitucional.
En cuanto a la inmediata ejecutividad de la sanción de suspensión de funciones, no
consta que la señora A. G. solicitase en momento alguno su suspensión cautelar, dato
éste exigido por el art. 122.1 de la LJCA de 1956 («a instancias del actor») para que la
Sala pueda pronunciarse sobre ello. De manera que la alegación no resulta atendible.
4. Pasando ya a las vulneraciones de derechos fundamentales producidas no por la resolución sancionadora sino por la Sentencia impugnada, tampoco se aprecia incongruencia omisiva o arbitrariedad alguna sino que, por el contrario, la resolución impugnada en su fundamento jurídico 6º dio una respuesta motivada y fundada en Derecho
a la cuestión planteada (SSTC 20/1982, 55/1987 o 90/1990, entre otras), con la que
la demandante no está de acuerdo. La supuesta arbitrariedad se refería a algo, según
se ha dicho, completamente irrelevante a efectos del amparo como es la interpretación llevada a cabo por la Sala en el sentido de determinar, en relación con la legalidad o no de la orden, si el centro penitenciario estaba o no legalmente habilitado
para llevar a cabo tratamientos con metadona o si estos tratamientos eran habituales o excepcionales.
En cuanto a los derechos a la presunción de inocencia y a la práctica de pruebas (ambos
en el art 24.2 de la CE), ya se ha indicado que carece de relevancia lo relativo tanto
a la probanza de la legalidad o ilegalidad de la orden de suministrar metadona como
a los daños que la negativa a cumplirla hayan podido provocar, razón por la cual no
tiene contenido constitucional la alegación de vulneración del segundo de los dos
derechos fundamentales recién mencionados. El no haber tenido la Sala en cuenta
la prueba practicada (tendente, según reconoce la recurrente, a poner de manifiesto la citada ilegalidad) no tiene que ver con la existencia o no de la infracción. De
manera que, habiendo tenido la recurrente posibilidad de proponer y practicar pruebas y habiendo incluso ella misma reconocido la comisión del comportamiento infractor (la desobediencia a la orden), no existió vulneración del derecho a la presunción
de inocencia del art. 24.2 de la CE.
Todo ello conduce a concluir que ninguna de las alegaciones tiene contenido constitucional, debiendo inadmitirse la demanda.
En virtud de lo expuesto, la Sección
ACUERDA
Inadmitir la demanda de amparo presentada por doña A. G.
Madrid, a ocho de junio de dos mil.
108
RESPONSABILIDAD JURÍDICA DE LA ENFERMERÍA
DERECHOS DE LOS PACIENTES. RESPONSABILIDAD LEGAL Y DEONTOLÓGICA
CASOS PRÁCTICOS PARA EL ANÁLISIS
MÓDULO II
MÓDULO III
MÓDULO IV
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ANEXOS
BASES JURÍDICAS Y DEONTOLÓGICAS
MÓDULO I
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A NEXOS
ANEXOS
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M ÓDULO IV
LEY BÁSICA REGULADORA DE LA AUTONOMÍA DEL PACIENTE
Y DE DERECHOS Y OBLIGACIONES EN MATERIA
DE INFORMACIÓN Y DOCUMENTACIÓN CLÍNICA
40126
Viernes 15 noviembre 2002
22188 LEY 41/2002, de 14 de noviembre, básica
reguladora de la autonomía del paciente y de
derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.
JUAN CARLOS I
REY DE ESPAÑA
A todos los que la presente vieren y entendieren.
Sabed: Que las Cortes Generales han aprobado y Yo
vengo en sancionar la siguiente Ley.
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
La importancia que tienen los derechos de los pacientes como eje básico de las relaciones clínico-asistenciales
se pone de manifiesto al constatar el interés que han
demostrado por los mismos casi todas las organizaciones
internacionales con competencia en la materia. Ya desde
el fin de la Segunda Guerra Mundial, organizaciones
como Naciones Unidas, UNESCO o la Organización Mundial de la Salud, o, más recientemente, la Unión Europea
o el Consejo de Europa, entre muchas otras, han impulsado declaraciones o, en algún caso, han promulgado
normas jurídicas sobre aspectos genéricos o específicos
relacionados con esta cuestión. En este sentido, es necesario mencionar la trascendencia de la Declaración universal de derechos humanos, del año 1948, que ha sido
el punto de referencia obligado para todos los textos
constitucionales promulgados posteriormente o, en el
ámbito más estrictamente sanitario, la Declaración sobre
la promoción de los derechos de los pacientes en Europa,
promovida el año 1994 por la Oficina Regional para
Europa de la Organización Mundial de la Salud, aparte
de múltiples declaraciones internacionales de mayor o
menor alcance e influencia que se han referido a dichas
cuestiones.
Últimamente, cabe subrayar la relevancia especial del
Convenio del Consejo de Europa para la protección de
los derechos humanos y la dignidad del ser humano
respecto de las aplicaciones de la biología y la medicina
(Convenio sobre los derechos del hombre y la biomedicina), suscrito el día 4 de abril de 1997, el cual ha
entrado en vigor en el Reino de España el 1 de enero
de 2000. Dicho Convenio es una iniciativa capital: en
efecto, a diferencia de las distintas declaraciones internacionales que lo han precedido, es el primer instrumento internacional con carácter jurídico vinculante para
los países que lo suscriben. Su especial valía reside en
el hecho de que establece un marco común para la protección de los derechos humanos y la dignidad humana
en la aplicación de la biología y la medicina. El Convenio
trata explícitamente, con detenimiento y extensión, sobre
la necesidad de reconocer los derechos de los pacientes,
entre los cuales resaltan el derecho a la información,
el consentimiento informado y la intimidad de la información relativa a la salud de las personas, persiguiendo
el alcance de una armonización de las legislaciones de
los diversos países en estas materias; en este sentido,
es absolutamente conveniente tener en cuenta el Convenio en el momento de abordar el reto de regular cuestiones tan importantes.
Es preciso decir, sin embargo, que la regulación del
derecho a la protección de la salud, recogido por el
artículo 43 de la Constitución de 1978, desde el punto
de vista de las cuestiones más estrechamente vinculadas
a la condición de sujetos de derechos de las personas
usuarias de los servicios sanitarios, es decir, la plasmación de los derechos relativos a la información clínica
y la autonomía individual de los pacientes en lo relativo
a su salud, ha sido objeto de una regulación básica en
BOE núm. 274
el ámbito del Estado, a través de la Ley 14/1986,
de 25 de abril, General de Sanidad.
De otra parte, esta Ley, a pesar de que fija básicamente su atención en el establecimiento y ordenación
del sistema sanitario desde un punto de vista organizativo, dedica a esta cuestión diversas previsiones, entre
las que destaca la voluntad de humanización de los servicios sanitarios. Así mantiene el máximo respeto a la dignidad de la persona y a la libertad individual, de un lado,
y, del otro, declara que la organización sanitaria debe
permitir garantizar la salud como derecho inalienable
de la población mediante la estructura del Sistema Nacional de Salud, que debe asegurarse en condiciones de
escrupuloso respeto a la intimidad personal y a la libertad
individual del usuario, garantizando la confidencialidad
de la información relacionada con los servicios sanitarios
que se prestan y sin ningún tipo de discriminación.
A partir de dichas premisas, la presente Ley completa
las previsiones que la Ley General de Sanidad enunció
como principios generales. En este sentido, refuerza y
da un trato especial al derecho a la autonomía del paciente. En particular, merece mención especial la regulación
sobre instrucciones previas que contempla, de acuerdo
con el criterio establecido en el Convenio de Oviedo,
los deseos del paciente expresados con anterioridad dentro del ámbito del consentimiento informado. Asimismo,
la Ley trata con profundidad todo lo referente a la documentación clínica generada en los centros asistenciales,
subrayando especialmente la consideración y la concreción de los derechos de los usuarios en este aspecto.
En septiembre de 1997, en desarrollo de un convenio
de colaboración entre el Consejo General del Poder Judicial y el Ministerio de Sanidad y Consumo, tuvo lugar
un seminario conjunto sobre información y documentación clínica, en el que se debatieron los principales
aspectos normativos y judiciales en la materia. Al mismo
tiempo, se constituyó un grupo de expertos a quienes
se encargó la elaboración de unas directrices para el
desarrollo futuro de este tema. Este grupo suscribió un
dictamen el 26 de noviembre de 1997, que ha sido
tenido en cuenta en la elaboración de los principios fundamentales de esta Ley.
La atención que a estas materias otorgó en su día
la Ley General de Sanidad supuso un notable avance
como reflejan, entre otros, sus artículos 9, 10 y 61. Sin
embargo, el derecho a la información, como derecho
del ciudadano cuando demanda la atención sanitaria,
ha sido objeto en los últimos años de diversas matizaciones y ampliaciones por Leyes y disposiciones de
distinto tipo y rango, que ponen de manifiesto la necesidad de una reforma y actualización de la normativa
contenida en la Ley General de Sanidad. Así, la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de
Datos de Carácter Personal, califica a los datos relativos
a la salud de los ciudadanos como datos especialmente
protegidos, estableciendo un régimen singularmente
riguroso para su obtención, custodia y eventual cesión.
Esta defensa de la confidencialidad había sido ya defendida por la Directiva comunitaria 95/46, de 24 de octubre, en la que, además de reafirmarse la defensa de
los derechos y libertades de los ciudadanos europeos,
en especial de su intimidad relativa a la información relacionada con su salud, se apunta la presencia de otros
intereses generales como los estudios epidemiológicos,
las situaciones de riesgo grave para la salud de la colectividad, la investigación y los ensayos clínicos que, cuando estén incluidos en normas de rango de Ley, pueden
justificar una excepción motivada a los derechos del
paciente. Se manifiesta así una concepción comunitaria
del derecho a la salud, en la que, junto al interés singular
de cada individuo, como destinatario por excelencia de
la información relativa a la salud, aparecen también otros
110
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
BOE núm. 274
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Viernes 15 noviembre 2002
agentes y bienes jurídicos referidos a la salud pública,
que deben ser considerados, con la relevancia necesaria,
en una sociedad democrática avanzada. En esta línea,
el Consejo de Europa, en su Recomendación de 13 de
febrero de 1997, relativa a la protección de los datos
médicos, después de afirmar que deben recogerse y procesarse con el consentimiento del afectado, indica que
la información puede restringirse si así lo dispone una
Ley y constituye una medida necesaria por razones de
interés general.
Todas estas circunstancias aconsejan una adaptación
de la Ley General de Sanidad con el objetivo de aclarar
la situación jurídica y los derechos y obligaciones de
los profesionales sanitarios, de los ciudadanos y de las
instituciones sanitarias. Se trata de ofrecer en el terreno
de la información y la documentación clínicas las mismas
garantías a todos los ciudadanos del Estado, fortaleciendo con ello el derecho a la protección de la salud que
reconoce la Constitución.
CAPÍTULO I
Principios generales
Artículo 1. Ámbito de aplicación.
La presente Ley tiene por objeto la regulación de
los derechos y obligaciones de los pacientes, usuarios
y profesionales, así como de los centros y servicios
sanitarios, públicos y privados, en materia de autonomía
del paciente y de información y documentación clínica.
Artículo 2. Principios básicos.
1. La dignidad de la persona humana, el respeto
a la autonomía de su voluntad y a su intimidad orientarán
toda la actividad encaminada a obtener, utilizar, archivar,
custodiar y transmitir la información y la documentación
clínica.
2. Toda actuación en el ámbito de la sanidad requiere, con carácter general, el previo consentimiento de
los pacientes o usuarios. El consentimiento, que debe
obtenerse después de que el paciente reciba una información adecuada, se hará por escrito en los supuestos
previstos en la Ley.
3. El paciente o usuario tiene derecho a decidir libremente, después de recibir la información adecuada, entre
las opciones clínicas disponibles.
4. Todo paciente o usuario tiene derecho a negarse
al tratamiento, excepto en los casos determinados en
la Ley. Su negativa al tratamiento constará por escrito.
5. Los pacientes o usuarios tienen el deber de facilitar los datos sobre su estado físico o sobre su salud
de manera leal y verdadera, así como el de colaborar
en su obtención, especialmente cuando sean necesarios
por razones de interés público o con motivo de la asistencia sanitaria.
6. Todo profesional que interviene en la actividad
asistencial está obligado no sólo a la correcta prestación
de sus técnicas, sino al cumplimiento de los deberes
de información y de documentación clínica, y al respeto
de las decisiones adoptadas libre y voluntariamente por
el paciente.
7. La persona que elabore o tenga acceso a la información y la documentación clínica está obligada a guardar la reserva debida.
Artículo 3. Las definiciones legales.
A efectos de esta Ley se entiende por:
Centro sanitario: el conjunto organizado de profesionales, instalaciones y medios técnicos que realiza acti-
40127
vidades y presta servicios para cuidar la salud de los
pacientes y usuarios.
Certificado médico: la declaración escrita de un médico que da fe del estado de salud de una persona en
un determinado momento.
Consentimiento informado: la conformidad libre,
voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en
el pleno uso de sus facultades después de recibir la
información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecta a su salud.
Documentación clínica: el soporte de cualquier tipo
o clase que contiene un conjunto de datos e informaciones de carácter asistencial.
Historia clínica: el conjunto de documentos que contienen los datos, valoraciones e informaciones de cualquier índole sobre la situación y la evolución clínica de
un paciente a lo largo del proceso asistencial.
Información clínica: todo dato, cualquiera que sea su
forma, clase o tipo, que permite adquirir o ampliar conocimientos sobre el estado físico y la salud de una persona,
o la forma de preservarla, cuidarla, mejorarla o recuperarla.
Informe de alta médica: el documento emitido por
el médico responsable en un centro sanitario al finalizar
cada proceso asistencial de un paciente, que especifica
los datos de éste, un resumen de su historial clínico,
la actividad asistencial prestada, el diagnóstico y las recomendaciones terapéuticas.
Intervención en el ámbito de la sanidad: toda actuación realizada con fines preventivos, diagnósticos, terapéuticos, rehabilitadores o de investigación.
Libre elección: la facultad del paciente o usuario de
optar, libre y voluntariamente, entre dos o más alternativas asistenciales, entre varios facultativos o entre
centros asistenciales, en los términos y condiciones que
establezcan los servicios de salud competentes, en cada
caso.
Médico responsable: el profesional que tiene a su
cargo coordinar la información y la asistencia sanitaria
del paciente o del usuario, con el carácter de interlocutor
principal del mismo en todo lo referente a su atención
e información durante el proceso asistencial, sin perjuicio
de las obligaciones de otros profesionales que participan
en las actuaciones asistenciales.
Paciente: la persona que requiere asistencia sanitaria
y está sometida a cuidados profesionales para el mantenimiento o recuperación de su salud.
Servicio sanitario: la unidad asistencial con organización propia, dotada de los recursos técnicos y del personal cualificado para llevar a cabo actividades sanitarias.
Usuario: la persona que utiliza los servicios sanitarios
de educación y promoción de la salud, de prevención
de enfermedades y de información sanitaria.
CAPÍTULO II
El derecho de información sanitaria
Artículo 4. Derecho a la información asistencial.
1. Los pacientes tienen derecho a conocer, con
motivo de cualquier actuación en el ámbito de su salud,
toda la información disponible sobre la misma, salvando
los supuestos exceptuados por la Ley. Además, toda persona tiene derecho a que se respete su voluntad de
no ser informada. La información, que como regla general se proporcionará verbalmente dejando constancia en
la historia clínica, comprende, como mínimo, la finalidad
y la naturaleza de cada intervención, sus riesgos y sus
consecuencias.
2. La información clínica forma parte de todas las
actuaciones asistenciales, será verdadera, se comunicará
111
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
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M ÓDULO III
Viernes 15 noviembre 2002
al paciente de forma comprensible y adecuada a sus
necesidades y le ayudará a tomar decisiones de acuerdo
con su propia y libre voluntad.
3. El médico responsable del paciente le garantiza
el cumplimiento de su derecho a la información. Los
profesionales que le atiendan durante el proceso asistencial o le apliquen una técnica o un procedimiento
concreto también serán responsables de informarle.
Artículo 5. Titular del derecho a la información asistencial.
1. El titular del derecho a la información es el paciente. También serán informadas las personas vinculadas
a él, por razones familiares o de hecho, en la medida
que el paciente lo permita de manera expresa o tácita.
2. El paciente será informado, incluso en caso de
incapacidad, de modo adecuado a sus posibilidades de
comprensión, cumpliendo con el deber de informar también a su representante legal.
3. Cuando el paciente, según el criterio del médico
que le asiste, carezca de capacidad para entender la
información a causa de su estado físico o psíquico, la
información se pondrá en conocimiento de las personas
vinculadas a él por razones familiares o de hecho.
4. El derecho a la información sanitaria de los
pacientes puede limitarse por la existencia acreditada
de un estado de necesidad terapéutica. Se entenderá
por necesidad terapéutica la facultad del médico para
actuar profesionalmente sin informar antes al paciente,
cuando por razones objetivas el conocimiento de su propia situación pueda perjudicar su salud de manera grave.
Llegado este caso, el médico dejará constancia razonada
de las circunstancias en la historia clínica y comunicará
su decisión a las personas vinculadas al paciente por
razones familiares o de hecho.
Artículo 6. Derecho a la información epidemiológica.
Los ciudadanos tienen derecho a conocer los problemas sanitarios de la colectividad cuando impliquen
un riesgo para la salud pública o para su salud individual,
y el derecho a que esta información se difunda en términos verdaderos, comprensibles y adecuados para la
protección de la salud, de acuerdo con lo establecido
por la Ley.
CAPÍTULO III
Derecho a la intimidad
Artículo 7. El derecho a la intimidad.
1. Toda persona tiene derecho a que se respete
el carácter confidencial de los datos referentes a su salud,
y a que nadie pueda acceder a ellos sin previa autorización amparada por la Ley.
2. Los centros sanitarios adoptarán las medidas
oportunas para garantizar los derechos a que se refiere
el apartado anterior, y elaborarán, cuando proceda, las
normas y los procedimientos protocolizados que garanticen el acceso legal a los datos de los pacientes.
CAPÍTULO IV
El respeto de la autonomía del paciente
Artículo 8. Consentimiento informado.
1. Toda actuación en el ámbito de la salud de un
paciente necesita el consentimiento libre y voluntario
del afectado, una vez que, recibida la información pre-
M ÓDULO IV
BOE núm. 274
vista en el artículo 4, haya valorado las opciones propias
del caso.
2. El consentimiento será verbal por regla general.
Sin embargo, se prestará por escrito en los casos siguientes: intervención quirúrgica, procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores y, en general, aplicación
de procedimientos que suponen riesgos o inconvenientes de notoria y previsible repercusión negativa sobre
la salud del paciente.
3. El consentimiento escrito del paciente será necesario para cada una de las actuaciones especificadas
en el punto anterior de este artículo, dejando a salvo
la posibilidad de incorporar anejos y otros datos de carácter general, y tendrá información suficiente sobre el procedimiento de aplicación y sobre sus riesgos.
4. Todo paciente o usuario tiene derecho a ser
advertido sobre la posibilidad de utilizar los procedimientos de pronóstico, diagnóstico y terapéuticos que se le
apliquen en un proyecto docente o de investigación, que
en ningún caso podrá comportar riesgo adicional para
su salud.
5. El paciente puede revocar libremente por escrito
su consentimiento en cualquier momento.
Artículo 9. Límites del consentimiento informado y consentimiento por representación.
1. La renuncia del paciente a recibir información
está limitada por el interés de la salud del propio paciente, de terceros, de la colectividad y por las exigencias
terapéuticas del caso. Cuando el paciente manifieste
expresamente su deseo de no ser informado, se respetará su voluntad haciendo constar su renuncia documentalmente, sin perjuicio de la obtención de su consentimiento previo para la intervención.
2. Los facultativos podrán llevar a cabo las intervenciones clínicas indispensables en favor de la salud
del paciente, sin necesidad de contar con su consentimiento, en los siguientes casos:
a) Cuando existe riesgo para la salud pública a causa
de razones sanitarias establecidas por la Ley. En todo
caso, una vez adoptadas las medidas pertinentes, de
conformidad con lo establecido en la Ley Orgánica 3/1986, se comunicarán a la autoridad judicial en
el plazo máximo de 24 horas siempre que dispongan
el internamiento obligatorio de personas.
b) Cuando existe riesgo inmediato grave para la integridad física o psíquica del enfermo y no es posible conseguir su autorización, consultando, cuando las circunstancias lo permitan, a sus familiares o a las personas
vinculadas de hecho a él.
3. Se otorgará el consentimiento por representación
en los siguientes supuestos:
a) Cuando el paciente no sea capaz de tomar decisiones, a criterio del médico responsable de la asistencia,
o su estado físico o psíquico no le permita hacerse cargo
de su situación. Si el paciente carece de representante
legal, el consentimiento lo prestarán las personas vinculadas a él por razones familiares o de hecho.
b) Cuando el paciente esté incapacitado legalmente.
c) Cuando el paciente menor de edad no sea capaz
intelectual ni emocionalmente de comprender el alcance
de la intervención. En este caso, el consentimiento lo
dará el representante legal del menor después de haber
escuchado su opinión si tiene doce años cumplidos.
Cuando se trate de menores no incapaces ni incapacitados, pero emancipados o con dieciséis años cumplidos, no cabe prestar el consentimiento por representación. Sin embargo, en caso de actuación de grave
riesgo, según el criterio del facultativo, los padres serán
informados y su opinión será tenida en cuenta para la
toma de la decisión correspondiente.
112
ANEXOS
M ÓDULO I
BOE núm. 274
M ÓDULO II
M ÓDULO III
Viernes 15 noviembre 2002
4. La interrupción voluntaria del embarazo, la práctica de ensayos clínicos y la práctica de técnicas de
reproducción humana asistida se rigen por lo establecido
con carácter general sobre la mayoría de edad y por
las disposiciones especiales de aplicación.
5. La prestación del consentimiento por representación será adecuada a las circunstancias y proporcionada a las necesidades que haya que atender, siempre
en favor del paciente y con respeto a su dignidad personal. El paciente participará en la medida de lo posible
en la toma de decisiones a lo largo del proceso sanitario.
Artículo 10. Condiciones de la información y consentimiento por escrito.
1. El facultativo proporcionará al paciente, antes de
recabar su consentimiento escrito, la información básica
siguiente:
a) Las consecuencias relevantes o de importancia
que la intervención origina con seguridad.
b) Los riesgos relacionados con las circunstancias
personales o profesionales del paciente.
c) Los riesgos probables en condiciones normales,
conforme a la experiencia y al estado de la ciencia o
directamente relacionados con el tipo de intervención.
d) Las contraindicaciones.
2. El médico responsable deberá ponderar en cada
caso que cuanto más dudoso sea el resultado de una
intervención más necesario resulta el previo consentimiento por escrito del paciente.
Artículo 11. Instrucciones previas.
1. Por el documento de instrucciones previas, una
persona mayor de edad, capaz y libre, manifiesta anticipadamente su voluntad, con objeto de que ésta se
cumpla en el momento en que llegue a situaciones en
cuyas circunstancias no sea capaz de expresarlos personalmente, sobre los cuidados y el tratamiento de su
salud o, una vez llegado el fallecimiento, sobre el destino
de su cuerpo o de los órganos del mismo. El otorgante
del documento puede designar, además, un representante para que, llegado el caso, sirva como interlocutor
suyo con el médico o el equipo sanitario para procurar
el cumplimiento de las instrucciones previas.
2. Cada servicio de salud regulará el procedimiento
adecuado para que, llegado el caso, se garantice el cumplimiento de las instrucciones previas de cada persona,
que deberán constar siempre por escrito.
3. No serán aplicadas las instrucciones previas contrarias al ordenamiento jurídico, a la «lex artis», ni las
que no se correspondan con el supuesto de hecho que
el interesado haya previsto en el momento de manifestarlas. En la historia clínica del paciente quedará constancia razonada de las anotaciones relacionadas con
estas previsiones.
4. Las instrucciones previas podrán revocarse libremente en cualquier momento dejando constancia por
escrito.
5. Con el fin de asegurar la eficacia en todo el territorio nacional de las instrucciones previas manifestadas
por los pacientes y formalizadas de acuerdo con lo dispuesto en la legislación de las respectivas Comunidades
Autónomas, se creará en el Ministerio de Sanidad y Consumo el Registro nacional de instrucciones previas que
se regirá por las normas que reglamentariamente se
determinen, previo acuerdo del Consejo Interterritorial
del Sistema Nacional de Salud.
Artículo 12. Información en el Sistema Nacional de
Salud.
1. Además de los derechos reconocidos en los artículos anteriores, los pacientes y los usuarios del Sistema
M ÓDULO IV
40129
Nacional de Salud tendrán derecho a recibir información
sobre los servicios y unidades asistenciales disponibles,
su calidad y los requisitos de acceso a ellos.
2. Los servicios de salud dispondrán en los centros
y servicios sanitarios de una guía o carta de los servicios
en la que se especifiquen los derechos y obligaciones
de los usuarios, las prestaciones disponibles, las características asistenciales del centro o del servicio, y sus
dotaciones de personal, instalaciones y medios técnicos.
Se facilitará a todos los usuarios información sobre las
guías de participación y sobre sugerencias y reclamaciones.
3. Cada servicio de salud regulará los procedimientos y los sistemas para garantizar el efectivo cumplimiento de las previsiones de este artículo.
Artículo 13. Derecho a la información para la elección
de médico y de centro.
Los usuarios y pacientes del Sistema Nacional de
Salud, tanto en la atención primaria como en la especializada, tendrán derecho a la información previa correspondiente para elegir médico, e igualmente centro, con
arreglo a los términos y condiciones que establezcan
los servicios de salud competentes.
CAPÍTULO V
La historia clínica
Artículo 14. Definición y archivo de la historia clínica.
1. La historia clínica comprende el conjunto de los
documentos relativos a los procesos asistenciales de
cada paciente, con la identificación de los médicos y
de los demás profesionales que han intervenido en ellos,
con objeto de obtener la máxima integración posible
de la documentación clínica de cada paciente, al menos,
en el ámbito de cada centro.
2. Cada centro archivará las historias clínicas de sus
pacientes, cualquiera que sea el soporte papel, audiovisual, informático o de otro tipo en el que consten, de
manera que queden garantizadas su seguridad, su
correcta conservación y la recuperación de la información.
3. Las Administraciones sanitarias establecerán los
mecanismos que garanticen la autenticidad del contenido de la historia clínica y de los cambios operados
en ella, así como la posibilidad de su reproducción futura.
4. Las Comunidades Autónomas aprobarán las disposiciones necesarias para que los centros sanitarios
puedan adoptar las medidas técnicas y organizativas adecuadas para archivar y proteger las historias clínicas y
evitar su destrucción o su pérdida accidental.
Artículo 15. Contenido de la historia clínica de cada
paciente.
1. La historia clínica incorporará la información que
se considere trascendental para el conocimiento veraz
y actualizado del estado de salud del paciente. Todo
paciente o usuario tiene derecho a que quede constancia,
por escrito o en el soporte técnico más adecuado, de
la información obtenida en todos sus procesos asistenciales, realizados por el servicio de salud tanto en el
ámbito de atención primaria como de atención especializada.
2. La historia clínica tendrá como fin principal facilitar la asistencia sanitaria, dejando constancia de todos
aquellos datos que, bajo criterio médico, permitan el
conocimiento veraz y actualizado del estado de salud.
El contenido mínimo de la historia clínica será el siguiente:
113
ANEXOS
M ÓDULO I
40130
M ÓDULO II
M ÓDULO III
Viernes 15 noviembre 2002
a) La documentación relativa a la hoja clínicoestadística.
b) La autorización de ingreso.
c) El informe de urgencia.
d) La anamnesis y la exploración física.
e) La evolución.
f) Las órdenes médicas.
g) La hoja de interconsulta.
h) Los informes de exploraciones complementarias.
i) El consentimiento informado.
j) El informe de anestesia.
k) El informe de quirófano o de registro del parto.
l) El informe de anatomía patológica.
m) La evolución y planificación de cuidados de
enfermería.
n) La aplicación terapéutica de enfermería.
ñ) El gráfico de constantes.
o) El informe clínico de alta.
Los párrafos b), c), i), j), k), l), ñ) y o) sólo serán exigibles
en la cumplimentación de la historia clínica cuando se
trate de procesos de hospitalización o así se disponga.
3. La cumplimentación de la historia clínica, en los
aspectos relacionados con la asistencia directa al paciente, será responsabilidad de los profesionales que intervengan en ella.
4. La historia clínica se llevará con criterios de unidad y de integración, en cada institución asistencial como
mínimo, para facilitar el mejor y más oportuno conocimiento por los facultativos de los datos de un determinado paciente en cada proceso asistencial.
Artículo 16. Usos de la historia clínica.
1. La historia clínica es un instrumento destinado
fundamentalmente a garantizar una asistencia adecuada
al paciente. Los profesionales asistenciales del centro
que realizan el diagnóstico o el tratamiento del paciente
tienen acceso a la historia clínica de éste como instrumento fundamental para su adecuada asistencia.
2. Cada centro establecerá los métodos que posibiliten en todo momento el acceso a la historia clínica
de cada paciente por los profesionales que le asisten.
3. El acceso a la historia clínica con fines judiciales,
epidemiológicos, de salud pública, de investigación o
de docencia, se rige por lo dispuesto en la Ley Orgánica 15/1999, de Protección de Datos de Carácter Personal, y en la Ley 14/1986, General de Sanidad, y demás
normas de aplicación en cada caso. El acceso a la historia
clínica con estos fines obliga a preservar los datos de
identificación personal del paciente, separados de los
de carácter clínico-asistencial, de manera que como regla
general quede asegurado el anonimato, salvo que el propio paciente haya dado su consentimiento para no separarlos. Se exceptúan los supuestos de investigación de
la autoridad judicial en los que se considere imprescindible la unificación de los datos identificativos con los
clínico-asistenciales, en los cuales se estará a lo que
dispongan los jueces y tribunales en el proceso correspondiente. El acceso a los datos y documentos de la
historia clínica queda limitado estrictamente a los fines
específicos de cada caso.
4. El personal de administración y gestión de los
centros sanitarios sólo puede acceder a los datos de
la historia clínica relacionados con sus propias funciones.
5. El personal sanitario debidamente acreditado que
ejerza funciones de inspección, evaluación, acreditación
y planificación, tiene acceso a las historias clínicas en
el cumplimiento de sus funciones de comprobación de
la calidad de la asistencia, el respeto de los derechos
del paciente o cualquier otra obligación del centro en
M ÓDULO IV
BOE núm. 274
relación con los pacientes y usuarios o la propia Administración sanitaria.
6. El personal que accede a los datos de la historia
clínica en el ejercicio de sus funciones queda sujeto al
deber de secreto.
7. Las Comunidades Autónomas regularán el procedimiento para que quede constancia del acceso a la
historia clínica y de su uso.
Artículo 17. La conservación de la documentación
clínica.
1. Los centros sanitarios tienen la obligación de conservar la documentación clínica en condiciones que
garanticen su correcto mantenimiento y seguridad, aunque no necesariamente en el soporte original, para la
debida asistencia al paciente durante el tiempo adecuado
a cada caso y, como mínimo, cinco años contados desde
la fecha del alta de cada proceso asistencial.
2. La documentación clínica también se conservará
a efectos judiciales de conformidad con la legislación
vigente. Se conservará, asimismo, cuando existan razones epidemiológicas, de investigación o de organización
y funcionamiento del Sistema Nacional de Salud. Su tratamiento se hará de forma que se evite en lo posible
la identificación de las personas afectadas.
3. Los profesionales sanitarios tienen el deber de
cooperar en la creación y el mantenimiento de una documentación clínica ordenada y secuencial del proceso
asistencial de los pacientes.
4. La gestión de la historia clínica por los centros
con pacientes hospitalizados, o por los que atiendan a
un número suficiente de pacientes bajo cualquier otra
modalidad asistencial, según el criterio de los servicios
de salud, se realizará a través de la unidad de admisión
y documentación clínica, encargada de integrar en un
solo archivo las historias clínicas. La custodia de dichas
historias clínicas estará bajo la responsabilidad de la
dirección del centro sanitario.
5. Los profesionales sanitarios que desarrollen su
actividad de manera individual son responsables de la
gestión y de la custodia de la documentación asistencial
que generen.
6. Son de aplicación a la documentación clínica las
medidas técnicas de seguridad establecidas por la legislación reguladora de la conservación de los ficheros que
contienen datos de carácter personal y, en general, por
la Ley Orgánica 15/1999, de Protección de Datos de
Carácter Personal.
Artículo 18. Derechos de acceso a la historia clínica.
1. El paciente tiene el derecho de acceso, con las
reservas señaladas en el apartado 3 de este artículo,
a la documentación de la historia clínica y a obtener
copia de los datos que figuran en ella. Los centros sanitarios regularán el procedimiento que garantice la observancia de estos derechos.
2. El derecho de acceso del paciente a la historia
clínica puede ejercerse también por representación debidamente acreditada.
3. El derecho al acceso del paciente a la documentación de la historia clínica no puede ejercitarse en perjuicio del derecho de terceras personas a la confidencialidad de los datos que constan en ella recogidos en
interés terapéutico del paciente, ni en perjuicio del derecho de los profesionales participantes en su elaboración,
los cuales pueden oponer al derecho de acceso la reserva
de sus anotaciones subjetivas.
4. Los centros sanitarios y los facultativos de ejercicio individual sólo facilitarán el acceso a la historia
114
ANEXOS
M ÓDULO I
BOE núm. 274
M ÓDULO II
M ÓDULO III
Viernes 15 noviembre 2002
clínica de los pacientes fallecidos a las personas vinculadas a él, por razones familiares o de hecho, salvo que
el fallecido lo hubiese prohibido expresamente y así se
acredite. En cualquier caso el acceso de un tercero a
la historia clínica motivado por un riesgo para su salud
se limitará a los datos pertinentes. No se facilitará información que afecte a la intimidad del fallecido ni a las
anotaciones subjetivas de los profesionales, ni que perjudique a terceros.
Artículo 19. Derechos relacionados con la custodia de
la historia clínica.
El paciente tiene derecho a que los centros sanitarios
establezcan un mecanismo de custodia activa y diligente
de las historias clínicas. Dicha custodia permitirá la recogida, la integración, la recuperación y la comunicación
de la información sometida al principio de confidencialidad con arreglo a lo establecido por el artículo 16 de
la presente Ley.
CAPÍTULO VI
Informe de alta y otra documentación clínica
Artículo 20. Informe de alta.
Todo paciente, familiar o persona vinculada a él, en
su caso, tendrá el derecho a recibir del centro o servicio
sanitario, una vez finalizado el proceso asistencial, un
informe de alta con los contenidos mínimos que determina el artículo 3. Las características, requisitos y
condiciones de los informes de alta se determinarán
reglamentariamente por las Administraciones sanitarias
autonómicas.
Artículo 21. El alta del paciente.
1. En caso de no aceptar el tratamiento prescrito,
se propondrá al paciente o usuario la firma del alta voluntaria. Si no la firmara, la dirección del centro sanitario,
a propuesta del médico responsable, podrá disponer el
alta forzosa en las condiciones reguladas por la Ley.
El hecho de no aceptar el tratamiento prescrito no dará
lugar al alta forzosa cuando existan tratamientos alternativos, aunque tengan carácter paliativo, siempre que
los preste el centro sanitario y el paciente acepte recibirlos. Estas circunstancias quedarán debidamente documentadas.
2. En el caso de que el paciente no acepte el alta,
la dirección del centro, previa comprobación del informe
clínico correspondiente, oirá al paciente y, si persiste
en su negativa, lo pondrá en conocimiento del juez para
que confirme o revoque la decisión.
Artículo 22. Emisión de certificados médicos.
Todo paciente o usuario tiene derecho a que se le
faciliten los certificados acreditativos de su estado de
salud. Éstos serán gratuitos cuando así lo establezca una
disposición legal o reglamentaria.
M ÓDULO IV
40131
los centros o servicios de salud competentes y las autoridades sanitarias, comprendidos los relacionados con
la investigación médica y la información epidemiológica.
Disposición adicional primera. Carácter de legislación
básica.
Esta Ley tiene la condición de básica, de conformidad
con lo establecido en el artículo 149.1.1.a y 16.ade la
Constitución.
El Estado y las Comunidades Autónomas adoptarán,
en el ámbito de sus respectivas competencias, las medidas necesarias para la efectividad de esta Ley.
Disposición adicional segunda. Aplicación supletoria.
Las normas de esta Ley relativas a la información
asistencial, la información para el ejercicio de la libertad
de elección de médico y de centro, el consentimiento
informado del paciente y la documentación clínica, serán
de aplicación supletoria en los proyectos de investigación
médica, en los procesos de extracción y trasplante de
órganos, en los de aplicación de técnicas de reproducción humana asistida y en los que carezcan de regulación
especial.
Disposición adicional tercera. Coordinación de las historias clínicas.
El Ministerio de Sanidad y Consumo, en coordinación
y con la colaboración de las Comunidades Autónomas
competentes en la materia, promoverá, con la participación de todos los interesados, la implantación de un
sistema de compatibilidad que, atendida la evolución
y disponibilidad de los recursos técnicos, y la diversidad
de sistemas y tipos de historias clínicas, posibilite su
uso por los centros asistenciales de España que atiendan
a un mismo paciente, en evitación de que los atendidos
en diversos centros se sometan a exploraciones y procedimientos de innecesaria repetición.
Disposición adicional cuarta. Necesidades asociadas a
la discapacidad.
El Estado y las Comunidades Autónomas, dentro del
ámbito de sus respectivas competencias, dictarán las
disposiciones precisas para garantizar a los pacientes
o usuarios con necesidades especiales, asociadas a la
discapacidad, los derechos en materia de autonomía,
información y documentación clínica regulados en esta
Ley.
Disposición adicional quinta. Información y documentación sobre medicamentos y productos sanitarios.
La información, la documentación y la publicidad relativas a los medicamentos y productos sanitarios, así
como el régimen de las recetas y de las órdenes de
prescripción correspondientes, se regularán por su normativa específica, sin perjuicio de la aplicación de las
reglas establecidas en esta Ley en cuanto a la prescripción y uso de medicamentos o productos sanitarios
durante los procesos asistenciales.
Artículo 23. Obligaciones profesionales de información
técnica, estadística y administrativa.
Disposición adicional sexta. Régimen sancionador.
Los profesionales sanitarios, además de las obligaciones señaladas en materia de información clínica, tienen el deber de cumplimentar los protocolos, registros,
informes, estadísticas y demás documentación asistencial o administrativa, que guarden relación con los procesos clínicos en los que intervienen, y los que requieran
Las infracciones de lo dispuesto por la presente Ley
quedan sometidas al régimen sancionador previsto en
el capítulo VI del Título I de la Ley 14/1986, General
de Sanidad, sin perjuicio de la responsabilidad civil o
penal y de la responsabilidad profesional o estatutaria
procedentes en derecho.
115
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
40132
Viernes 15 noviembre 2002
Disposición transitoria única. Informe de alta.
El informe de alta se regirá por lo dispuesto en la
Orden del Ministerio de Sanidad, de 6 de septiembre
de 1984, mientras no se desarrolle legalmente lo dispuesto en el artículo 20 de esta Ley.
Disposición derogatoria única. Derogación general y de
preceptos concretos.
Quedan derogadas las disposiciones de igual o inferior rango que se opongan a lo dispuesto en la presente
Ley y, concretamente, los apartados 5, 6, 8, 9 y 11
del artículo 10, el apartado 4 del artículo 11 y el artículo 61 de la Ley 14/1986, General de Sanidad.
Disposición final única. Entrada en vigor.
La presente Ley entrará en vigor en el plazo de seis
meses a partir del día siguiente al de su publicación
en el «Boletín Oficial del Estado».
Por tanto,
Mando a todos los españoles, particulares y autoridades, que guarden y hagan guardar esta Ley.
Madrid, 14 de noviembre de 2002.
JUAN CARLOS R.
El Presidente del Gobierno,
JOSÉ MARÍA AZNAR LÓPEZ
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
BOE núm. 274
procedimientos de elaboración de normas susceptibles
de afectar a dicho servicio con carácter general.
En consecuencia, parece pertinente la creación de
un Colegio Oficial de ámbito nacional que, sin perjuicio
de las competencias que en esta materia tienen constitucionalmente reconocidas las Comunidades Autónomas, atienda los fines anteriormente referidos y venga
a llenar un vacío largamente sentido en el ejercicio de
la profesión.
Artículo 1.
Se crea el Colegio Oficial Nacional de Prácticos de
Puerto, que tendrá personalidad jurídica y plena capacidad para el cumplimiento de sus fines con sujeción
a la Ley.
Artículo 2.
1. El Colegio Oficial Nacional de Prácticos de Puerto
agrupará a todos los profesionales con nombramiento
de práctico expedido por las autoridades competentes.
Asimismo, integrará a aquellos prácticos que estén en
posesión del título de Práctico de Número de Puerto
y Práctico de Puerto de España y a todos los prácticos
de atraques otorgados en concesión.
2. Para ejercer legalmente la profesión, será requisito indispensable estar incorporado al Colegio y cumplir
los requisitos legales y estatutarios exigidos por la Ley
de Colegios Profesionales y demás normativa que, como
prácticos profesionales, les fuere de aplicación.
Artículo 3.
116
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
RATIFICACIÓN DEL CONVENIO PARA LA PROTECCIÓN
DE LOS DERECHOS HUMANOS
BOE núm. 251
Miércoles 20 octubre 1999
I.
36825
Disposiciones generales
JEFATURA DEL ESTADO
20638 INSTRUMENTO de Ratificación del Convenio
para la protección de los derechos humanos
y la dignidad del ser humano con respecto
a las aplicaciones de la Biología y la Medicina
(Convenio relativo a los derechos humanos
y la biomedicina), hecho en Oviedo el 4 de
abril de 1997.
JUAN CARLOS I
REY DE ESPAÑA
Por cuanto el día 4 de abril de 1997, el Plenipotenciario de España, nombrado en buena y debida forma
al efecto, firmó en Oviedo el Convenio para la protección
de los derechos humanos y la dignidad del ser humano
con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina (Convenio relativo a los derechos humanos y la biomedicina), hecho en el mismo lugar y fecha,
Vistos y examinados el Preámbulo y los treinta y ocho
artículos de dicho Convenio,
Concedida por las Cortes Generales la autorización
prevista en el artículo 94.1 de la Constitución,
Vengo en aprobar y ratificar cuanto en el mismo se
dispone, como en virtud del presente lo apruebo y ratifico, prometiendo cumplirlo, observarlo y hacer que se
cumpla y observe puntualmente en todas sus partes,
a cuyo fin, para su mayor validación y firmeza,
Mando expedir este Instrumento de Ratificación firmado por Mí, debidamente sellado y refrendado por el
infrascrito Ministro de Asuntos Exteriores.
Dado en Madrid a 23 de julio de 1999.
JUAN CARLOS R.
El Ministro de Asuntos Exteriores,
ABEL MATUTES JUAN
CONVENIO PARA LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS Y LA DIGNIDAD DEL SER HUMANO
CON RESPECTO A LAS APLICACIONES DE LA BIOLOGÍA Y LA MEDICINA
Convenio relativo a los derechos humanos
y la biomedicina
PREÁMBULO
Los Estados miembros del Consejo de Europa, los
demás Estados y la Comunidad Europea, signatarios del
presente Convenio;
Considerando la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General
de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948;
Considerando el Convenio para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales,
de 4 de noviembre de 1950;
Considerando la Carta Social Europea de 18 de octubre de 1961;
Considerando el Pacto Internacional de derechos civiles y políticos y el Pacto Internacional de derechos
económicos, sociales y culturales de 16 de diciembre
de 1966;
Considerando el Convenio para la Protección de las
Personas con respecto al tratamiento automatizado de
datos de carácter personal de 28 de enero de 1981;
Considerando igualmente la Convención sobre los
Derechos del Niño, de 20 de noviembre de 1989;
Considerando que la finalidad del Consejo de Europa
es la de conseguir una unión más estrecha entre sus
miembros y que uno de los medios para lograr dicha
finalidad es la salvaguardia y el fomento de los derechos
humanos y de las libertades fundamentales;
Conscientes de los rápidos avances de la biología
y la medicina,
Convencidos de la necesidad de respetar al ser humano a la vez como persona y como perteneciente a la
especie humana y reconociendo la importancia de garantizar su dignidad;
Conscientes de las acciones que podrían poner en
peligro la dignidad humana mediante una práctica inadecuada de la biología y la medicina;
Afirmando que los progresos en la biología y la medicina deben ser aprovechados en favor de las generaciones presentes y futuras;
Subrayando la necesidad de una cooperación internacional para que toda la Humanidad pueda beneficiarse
de las aportaciones de la biología y la medicina;
Reconociendo la importancia de promover un debate
público sobre las cuestiones planteadas por la aplicación
de la biología y la medicina y sobre las respuestas que
deba darse a las mismas;
Deseosos de recordar a cada miembro del cuerpo
social sus derechos y responsabilidades;
Tomando en consideración los trabajos de la Asamblea Parlamentaria en este ámbito, comprendida la Recomendación 1160(1991) sobre la elaboración de un Convenio de Bioética;
Decididos a adoptar las medidas adecuadas, en el
ámbito de las aplicaciones de la biología y la medicina,
para garantizar la dignidad del ser humano y los derechos
y libertades fundamentales de la persona,
Han convenido en lo siguiente:
CAPÍTULO I
Disposiciones generales
Artículo 1. Objeto y finalidad.
Las Partes en el presente Convenio protegerán al ser
humano en su dignidad y su identidad y garantizarán
a toda persona, sin discriminación alguna, el respeto
a su integridad y a sus demás derechos y libertades
fundamentales con respecto a las aplicaciones de la biología y la medicina.
Cada Parte adoptará en su legislación interna las
medidas necesarias para dar aplicación a lo dispuesto
en el presente Convenio.
117
ANEXOS
M ÓDULO I
36826
M ÓDULO II
M ÓDULO III
Miércoles 20 octubre 1999
Artículo 2. Primacía del ser humano.
El interés y el bienestar del ser humano deberán prevalecer sobre el interés exclusivo de la sociedad o de
la ciencia.
Artículo 3. Acceso equitativo a los beneficios de la
sanidad.
M ÓDULO IV
BOE núm. 251
vención que tenga por objeto tratar dicho trastorno,
cuando la ausencia de este tratamiento conlleve el riesgo
de ser gravemente perjudicial para su salud y a reserva
de las condiciones de protección previstas por la ley,
que comprendan los procedimientos de supervisión y
control, así como los de recurso.
Artículo 8. Situaciones de urgencia.
Las Partes, teniendo en cuenta las necesidades de
la sanidad y los recursos disponibles, adoptarán las medidas adecuadas con el fin de garantizar, dentro de su
ámbito jurisdiccional, un acceso equitativo a una atención sanitaria de calidad apropiada.
Cuando, debido a una situación de urgencia, no pueda
obtenerse el consentimiento adecuado, podrá procederse inmediatamente a cualquier intervención indispensable desde el punto de vista médico a favor de la salud
de la persona afectada.
Artículo 4. Obligaciones profesionales y normas de
conducta.
Artículo 9. Deseos expresados anteriormente.
Toda intervención en el ámbito de la sanidad, comprendida la investigación, deberá efectuarse dentro del
respeto a las normas y obligaciones profesionales, así
como a las normas de conducta aplicables en cada caso.
Serán tomados en consideración los deseos expresados anteriormente con respecto a una intervención
médica por un paciente que, en el momento de la intervención, no se encuentre en situación de expresar su
voluntad.
CAPÍTULO II
Consentimiento
CAPÍTULO III
Artículo 5. Regla general.
Una intervención en el ámbito de la sanidad sólo
podrá efectuarse después de que la persona afectada
haya dado su libre e informado consentimiento.
Dicha persona deberá recibir previamente una información adecuada acerca de la finalidad y la naturaleza
de la intervención, así como sobre sus riesgos y consecuencias.
En cualquier momento la persona afectada podrá retirar libremente su consentimiento.
Artículo 6. Protección de las personas que no tengan
capacidad para expresar su consentimiento.
1. A reserva de lo dispuesto en los artículos 17 y
20, sólo podrá efectuarse una intervención a una persona
que no tenga capacidad para expresar su consentimiento
cuando redunde en su beneficio directo.
2. Cuando, según la ley, un menor no tenga capacidad para expresar su consentimiento para una intervención, ésta sólo podrá efectuarse con autorización de
su representante, de una autoridad o de una persona
o institución designada por la ley.
La opinión del menor será tomada en consideración
como un factor que será tanto más determinante en
función de su edad y su grado de madurez.
3. Cuando, según la ley, una persona mayor de edad
no tenga capacidad, a causa de una disfunción mental,
una enfermedad o un motivo similar, para expresar su
consentimiento para una intervención, ésta no podrá
efectuarse sin la autorización de su representante, una
autoridad o una persona o institución designada por la
Ley.
La persona afectada deberá intervenir, en la medida
de lo posible, en el procedimiento de autorización.
4. El representante, la autoridad, persona o institución indicados en los apartados 2 y 3, recibirán, en
iguales condiciones, la información a que se refiere el
artículo 5.
5. La autorización indicada en los apartados 2 y
3 podrá ser retirada, en cualquier momento, en interés
de la persona afectada.
Artículo 7. Protección de las personas que sufran trastornos mentales.
La persona que sufra un trastorno mental grave sólo
podrá ser sometida, sin su consentimiento, a una inter-
Vida privada y derecho a la información
Artículo 10. Vida privada y derecho a la información.
1. Toda persona tendrá derecho a que se respete
su vida privada cuando se trate de informaciones relativas a su salud.
2. Toda persona tendrá derecho a conocer toda
información obtenida respecto a su salud. No obstante,
deberá respetarse la voluntad de una persona de no
ser informada.
3. De modo excepcional, la ley podrá establecer restricciones, en interés del paciente, con respecto al ejercicio de los derechos mencionados en el apartado 2.
CAPÍTULO IV
Genoma humano
Artículo 11. No discriminación.
Se prohíbe toda forma de discriminación de una persona a causa de su patrimonio genético.
Artículo 12. Pruebas genéticas predictivas.
Sólo podrán hacerse pruebas predictivas de enfermedades genéticas o que permitan identificar al sujeto
como portador de un gen responsable de una enfermedad, o detectar una predisposición o una susceptibilidad genética a una enfermedad, con fines médicos
o de investigación médica y con un asesoramiento genético apropiado.
Artículo 13. Intervenciones sobre el genoma humano.
Únicamente podrá efectuarse una intervención que
tenga por objeto modificar el genoma humano por razones preventivas, diagnósticas o terapéuticas y sólo cuando no tenga por finalidad la introducción de una modificación en el genoma de la descendencia.
Artículo 14. No selección de sexo.
No se admitirá la utilización de técnicas de asistencia
médica a la procreación para elegir el sexo de la persona
que va a nacer, salvo en los casos en que sea preciso
para evitar una enfermedad hereditaria grave vinculada
a sexo.
118
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
BOE núm. 251
M ÓDULO III
Miércoles 20 octubre 1999
CAPÍTULO V
Investigación científica
M ÓDULO IV
36827
edad o que padezcan la misma enfermedad o el mismo
trastorno, o que presenten las mismas características.
ii) el experimento sólo represente para la persona
un riesgo o un inconveniente mínimo.
Artículo 15. Regla general.
Artículo 18. Experimentación con embriones «in vitro».
La investigación científica en el ámbito de la biología
y la medicina se efectuará libremente, a reserva de lo
dispuesto en el presente Convenio y en otras disposiciones jurídicas que garanticen la protección del ser
humano.
1. Cuando la experimentación con embriones «in
vitro» esté admitida por la ley, ésta deberá garantizar
una protección adecuada del embrión.
2. Se prohíbe la constitución de embriones humanos con fines de experimentación.
Artículo 16. Protección de las personas que se presten
a un experimento.
CAPÍTULO VI
No podrá hacerse ningún experimento con una persona, a menos que se den las siguientes condiciones:
i) Que no exista un método alternativo al experimento con seres humanos de eficacia comparable.
ii) Que los riesgos en que pueda incurrir la persona
no sean desproporcionados con respecto a los beneficios
potenciales del experimento.
iii) Que el proyecto de experimento haya sido aprobado por la autoridad competente después de haber
efectuado un estudio independiente acerca de su pertinencia científica, comprendida una evaluación de la
importancia del objeto del experimento, así como un
estudio multidisciplinar de su aceptabilidad en el plano
ético.
iv) Que la persona que se preste a un experimento
esté informada de sus derechos y las garantías que la
ley prevé para su protección.
v) Que el consentimiento a que se refiere el artículo 5 se haya otorgado expresa y específicamente
y esté consignado por escrito. Este consentimiento podrá
ser libremente retirado en cualquier momento.
Artículo 17. Protección de las personas que no tengan
capacidad para expresar su consentimiento a un experimento.
1. Sólo podrá hacerse un experimento con una persona que no tenga, conforme al artículo 5, capacidad
para expresar su consentimiento acerca del mismo, cuando se den las siguientes condiciones:
i) Que se cumplan las condiciones enunciadas en
el artículo 16, párrafos (i) a (iv).
ii) Que los resultados previstos del experimento
supongan un beneficio real y directo para su salud.
iii) Que el experimento no pueda efectuarse con una
eficacia comparable con sujetos capaces de prestar su
consentimiento al mismo.
iv) Que se haya dado específicamente y por escrito
la autorización prevista en el artículo 6.
v) Que la persona no exprese su rechazo al mismo.
Extracción de órganos y de tejidos de donantes vivos
para trasplantes
Artículo 19. Regla general.
1. La extracción de órganos o de tejidos para trasplantes sólo podrá efectuarse de un donante vivo en
interés terapéutico del receptor y cuando no se disponga
del órgano o del tejido apropiados de una persona fallecida ni de un método terapéutico alternativo de eficacia
comparable.
2. El consentimiento a que se refiere el artículo 5
deberá ser expresa y específicamente otorgado, bien por
escrito o ante una autoridad.
Artículo 20. Protección de las personas incapacitadas
para expresar su consentimiento a la extracción de
órganos.
1. No podrá procederse a ninguna extracción de
órganos o de tejidos de una persona que no tenga capacidad para expresar su consentimiento conforme al artículo 5.
2. De modo excepcional y en las condiciones de
protección previstas por la ley, la extracción de tejidos
regenerables de una persona que no tenga capacidad
para expresar su consentimiento podrá autorizarse si se
cumplen las condiciones siguientes:
i) Si no se dispone de un donante compatible capaz
de prestar su consentimiento.
ii) Si el receptor es hermano o hermana del donante.
iii) Si la donación es para preservar la vida del receptor.
iv) Si se ha dado específicamente y por escrito la
autorización prevista en los apartados 2 y 3 del artículo
6, según la ley y de acuerdo con la autoridad competente.
v) si el donante potencial no expresa su rechazo
a la misma.
CAPÍTULO VII
Prohibición del lucro y utilización de una parte
del cuerpo humano
2. De modo excepcional y en las condiciones de
protección previstas por la ley, podrá autorizarse un experimento cuyos resultados previstos no supongan un
beneficio directo para la salud de la persona si se cumplen las condiciones enumeradas en los párrafos (i), (iii),
(iv) y (v) del apartado 1 anterior, así como las condiciones
suplementarias siguientes:
Artículo 21. Prohibición del lucro.
i) El experimento tenga por objeto, mediante una
mejora significativa del conocimiento científico del estado de la persona, de su enfermedad o de su trastorno,
contribuir a lograr en un determinado plazo resultados
que permitan obtener un beneficio para la persona afectada o para otras personas de la misma categoría de
Cuando una parte del cuerpo humano haya sido
extraída en el curso de una intervención, no podrá conservarse ni utilizarse con una finalidad distinta de aquélla
para la que hubiera sido extraída, salvo de conformidad
con los procedimientos de información y de consentimiento adecuados.
El cuerpo humano y sus partes, como tales, no deberán ser objeto de lucro.
Artículo 22. Utilización de una parte extraída del cuerpo
humano.
119
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
36828
M ÓDULO III
Miércoles 20 octubre 1999
CAPÍTULO VIII
Contravención de lo dispuesto en el Convenio
Artículo 23. Contravención de los derechos o principios.
Las Partes garantizarán una protección jurisdiccional
adecuada con el fin de impedir o hacer cesar en breve
plazo cualquier contravención ilícita de los derechos y
principios reconocidos en el presente Convenio.
Artículo 24. Reparación de un daño injustificado.
La persona que haya sufrido un daño injustificado
como resultado de una intervención tendrá derecho a
una reparación equitativa en las condiciones y modalidades previstas por la ley.
Artículo 25. Sanciones.
Las Partes deberán prever sanciones apropiadas para
los casos de incumplimiento de lo dispuesto en el presente Convenio.
CAPÍTULO IX
Relación del presente Convenio con otras
disposiciones
Artículo 26.
Restricciones al ejercicio de los derechos.
1. El ejercicio de los derechos y las disposiciones
de protección contenidos en el presente Convenio no
podrán ser objeto de otras restricciones que las que,
previstas por la ley, constituyan medidas necesarias, en
una sociedad democrática, para la seguridad pública,
la prevención de las infracciones penales, la protección
de la salud pública o la protección de los derechos y
libertades de las demás personas.
2. Las restricciones a que se refiere el párrafo precedente no podrán aplicarse a los artículos 11, 13, 14,
16, 17, 19, 20 y 21.
Artículo 27. Protección más amplia.
Ninguna de las disposiciones del presente Convenio
deberá interpretarse en el sentido de que limite o atente
contra la facultad de cada Parte para conceder una protección más amplia con respecto a las aplicaciones de
la biología y la medicina que la prevista por el presente
Convenio.
CAPÍTULO X
Debate público
Artículo 28. Debate público.
Las Partes en el presente Convenio se encargarán
de que las cuestiones fundamentales planteadas por los
avances de la biología y la medicina sean objeto de un
debate público apropiado, a la luz, en particular, de las
implicaciones médicas, sociales, económicas, éticas y
jurídicas pertinentes, y de que sus posibles aplicaciones
sean objeto de consultas apropiadas.
CAPÍTULO XI
Interpretación y seguimiento del Convenio
Artículo 29. Interpretación del Convenio.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos podrá emitir dictámenes consultivos, con independencia de todo
M ÓDULO IV
BOE núm. 251
litigio concreto que se desarrolle ante un órgano jurisdiccional, sobre cuestiones jurídicas relativas a la interpretación del presente Convenio, a solicitud de:
El Gobierno de una de las Partes, una vez informadas
las demás Partes.
El Comité instituido por el artículo 32, en su composición restringida a los representantes de las Partes
en el presente Convenio, mediante decisión adoptada
por mayoría de dos tercios de los votos emitidos.
Artículo 30. Informes sobre la aplicación del Convenio.
Cualquier Parte, a instancias del Secretario General
del Consejo de Europa, proporcionará las explicaciones
requeridas acerca del modo en que su legislación interna
garantiza la aplicación efectiva de todas las disposiciones
del presente Convenio.
CAPÍTULO XII
Protocolos
Artículo 31. Protocolos.
Podrán redactarse protocolos de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 32, con el fin de desarrollar,
en los ámbitos específicos, los principios contenidos en
el presente Convenio.
Los protocolos quedarán abiertos a la firma de los
signatarios del Convenio. Serán sometidos a ratificación,
aceptación o aprobación. Un signatario no podrá ratificar,
aceptar o aprobar los protocolos sin haber ratificado,
aceptado o aprobado el Convenio con anterioridad o
simultáneamente.
CAPÍTULO XIII
Enmiendas al Convenio
Artículo 32. Enmiendas al Convenio.
1. Las tareas encomendadas al Comité en el presente artículo y en el artículo 29 se llevarán a cabo
por el Comité Director para la Bioética (CDBI) o por cualquier otro Comité designado a este efecto por el Comité
de Ministros.
2. Sin perjuicio de las disposiciones específicas del
artículo 29, todo Estado miembro del Consejo de Europa,
así como toda Parte en el presente Convenio que no
sea miembro del Consejo de Europa, podrá hacerse
representar en el seno del Comité cuando aquél desempeñe las tareas confiadas por el presente Convenio, y
si dispone de voto en el mismo.
3. Todo Estado a que se refiere el artículo 33 o
que haya sido invitado a adherirse al Convenio de conformidad con lo dispuesto en el artículo 34, que no sea
Parte en el presente Convenio, podrá designar un observador ante el Comité. Si la Comunidad Europea no es
Parte, podrá designar un observador ante el Comité.
4. Con el fin de tener en cuenta los avances científicos, el presente Convenio será objeto de un estudio
en el seno del Comité en un plazo máximo de cinco
años a partir de su entrada en vigor, y en lo sucesivo,
a intervalos que determinará el Comité.
5. Toda propuesta de enmienda al presente Convenio, así como toda propuesta de Protocolo o de
enmienda a un Protocolo, presentada por una Parte, el
Comité o el Comité de Ministros, será comunicada al
Secretario general del Consejo de Europa, y se transmitirá por mediación del mismo a los Estados miembros
del Consejo de Europa, a la Comunidad Europea, a todo
Signatario, a toda Parte, a todo Estado invitado a firmar
el presente Convenio conforme a lo dispuesto en el ar-
120
ANEXOS
M ÓDULO I
BOE núm. 251
M ÓDULO II
M ÓDULO III
Miércoles 20 octubre 1999
tículo 33 y a todo Estado invitado a adherirse al mismo
conforme a lo dispuesto en el artículo 34.
6. El Comité examinará la propuesta no antes de
dos meses a partir de que le haya sido transmitida por
el Secretario general, conforme al párrafo 5. El Comité
someterá a la aprobación del Comité de Ministros el
texto adoptado por mayoría de dos tercios de los votos
emitidos. Una vez aprobado, este texto será comunicado
a las Partes para su ratificación, aceptación o aprobación.
7. Toda enmienda entrará en vigor, con respecto a
las Partes que la hayan aceptado, el primer día del mes
siguiente a la expiración de un período de un mes a
partir de la fecha en que hayan comunicado al Secretario
general su aceptación cinco Partes, comprendidos al
menos cuatro Estados miembros del Consejo de Europa.
Para toda Parte que lo acepte posteriormente, la
enmienda entrará en vigor el primer día del mes siguiente
a la expiración de un período de un mes a partir de
la fecha en que la mencionada Parte haya comunicado
al Secretario general su aceptación.
CAPÍTULO XIV
Cláusulas finales
Artículo 33. Firma, ratificación y entrada en vigor.
M ÓDULO IV
36829
ficación, aceptación o aprobación, podrá designar el territorio o territorios a los que se aplicará el presente Convenio. Cualquier otro Estado podrá formular la misma
declaración en el momento de depositar su instrumento
de adhesión.
2. Toda Parte, en cualquier momento posterior,
podrá extender la aplicación del presente Convenio
mediante una declaración dirigida al Secretario general
del Consejo de Europa, a cualquier otro territorio designado en la declaración y del que asuma las relaciones
internacionales o para el que esté habilitado para adoptar
decisiones. El Convenio entrará en vigor con respecto
a este territorio el primer día del mes siguiente a la expiración de un período de tres meses a partir de la fecha
de recepción de la declaración por el Secretario general.
3. Toda declaración hecha en virtud de los dos apartados precedentes podrá ser retirada, en lo que se refiere
a cualquier territorio designado en dicha declaración,
mediante notificación dirigida al Secretario general. La
retirada surtirá efecto el primer día del mes siguiente
a la expiración de un período de tres meses a partir
de la fecha de recepción de la notificación por el Secretario general.
Artículo 36. Reservas.
1. El presente Convenio queda abierto a la firma
de los Estados miembros del Consejo de Europa, de los
Estados no miembros que hayan participado en su elaboración y de la Comunidad Europea.
2. El presente Convenio será sometido a ratificación,
aceptación o aprobación. Los instrumentos de ratificación, aceptación o aprobación se depositarán en poder
del Secretario general del Consejo de Europa.
3. El presente Convenio entrará en vigor el primer
día del mes siguiente a la expiración de un período de
tres meses a partir de la fecha en que cinco Estados,
que incluyan al menos a cuatro Estados miembros del
Consejo de Europa, hayan expresado su consentimiento
en quedar vinculados por el Convenio conforme a lo
dispuesto en el apartado precedente.
4. Para todo Signatario que exprese posteriormente
su consentimiento en quedar vinculado por el Convenio,
el mismo entrará en vigor el primer día del mes siguiente
a la expiración de un período de tres meses a partir
de la fecha del depósito de su instrumento de ratificación,
aceptación o aprobación.
1. Cualquier Estado y la Comunidad Europea podrán
formular, en el momento de la firma del presente Convenio o del depósito del instrumento de ratificación, aceptación, aprobación o adhesión, una reserva con respecto
a una disposición particular del Convenio, en la medida
en que una Ley vigente en su territorio no sea conforme
a dicha disposición. Las reservas de carácter general
no se autorizan según los términos del presente artículo.
2. Toda reserva emitida conforme al presente artículo incluirá un breve informe de la ley pertinente.
3. Toda Parte que extienda la aplicación del presente Convenio a un territorio designado en una declaración prevista en aplicación del apartado 2 del artículo
35, podrá formular una reserva para el territorio de que
se trate, conforme a lo dispuesto en los apartados precedentes.
4. Toda Parte que haya formulado la reserva indicada en el presente artículo podrá retirarla por medio
de una declaración dirigida al Secretario General del Consejo de Europa. La retirada surtirá efecto el primer día
del mes siguiente a la expiración de un período de un
mes a partir de la fecha de recepción por el Secretario
general.
Artículo 34. Estados no miembros.
Artículo 38. Denuncia.
1. Una vez entrado en vigor el presente Convenio,
el Comité de Ministros del Consejo de Europa podrá
invitar a adherirse al presente Convenio, previa consulta
a las Partes, a cualquier Estado no miembro del Consejo
de Europa, mediante una decisión adoptada por la mayoría prevista en el artículo 20, párrafo d) del Estatuto
del Consejo de Europa, y por unanimidad de los votos
de los representantes de los Estados Contratantes que
tengan derecho a estar representados en el Consejo de
Ministros.
2. Para todo Estado adherente, el Convenio entrará
en vigor el primer día del mes siguiente a la expiración
de un período de tres meses a partir de la fecha del
depósito del instrumento de adhesión ante el Secretario
general del Consejo de Europa.
1. Toda Parte podrá denunciar el presente Convenio, en cualquier momento, mediante notificación dirigida al Secretario general del Consejo de Europa.
2. La denuncia surtirá efecto el primer día del mes
siguiente a la expiración de un período de tres meses
a partir de la fecha de recepción de la notificación por
el Secretario General.
Artículo 35. Aplicación territorial.
1. Todo Signatario, en el momento de la firma o
en el momento del depósito de su instrumento de rati-
Artículo 38. Notificaciones.
El Secretario general del Consejo de Europa notificará
a los Estados miembros del Consejo a la Comunidad
Europea, a todo Signatario, a toda Parte y a cualquier
otro Estado que haya sido invitado a adherirse al presente
Convenio:
a) toda firma;
b) el depósito de todo instrumento de ratificación,
aceptación, aprobación o adhesión;
c) toda fecha de entrada en vigor del presente Convenio, conforme a sus artículos 33 ó 34;
121
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
36830
M ÓDULO III
Miércoles 20 octubre 1999
M ÓDULO IV
BOE núm. 251
d) toda enmienda o Protocolo adoptado conforme
al artículo 32, y la fecha en la que dicha enmienda o
protocolo entren en vigor;
e) toda declaración formulada en virtud de lo dispuesto en el artículo 35;
f) toda reserva y toda retirada de reserva formuladas
conforme a lo dispuesto en el artículo 36;
g) cualquier otro acto, notificación o comunicación
que tenga relación con el presente Convenio.
enero de 2000, de conformidad con lo establecido en
su artículo 33 del mismo.
Lo que se hace público para conocimiento general.
Madrid, 5 de octubre de 1999.—El Secretario general
técnico del Ministerio de Asuntos Exteriores, Julio Núñez
Montesinos.
En fe de lo cual, los abajo firmantes, debidamente
autorizados a estos efectos, han firmado el presente
Convenio.
Hecho en Oviedo (Asturias), el 4 de abril de 1997,
en francés y en inglés, siendo ambos textos igualmente
auténticos, en un solo ejemplar que será depositado en
los Archivos del Consejo de Europa. El Secretario general
del Consejo de Europa transmitirá copia certificada conforme del mismo a cada uno de los Estados miembros
del Consejo de Europa, a la Comunidad Europea, a los
Estados no miembros que hayan participado en la elaboración del presente Convenio y a todo Estado invitado
a adherirse al presente Convenio.
MINISTERIO
DE ASUNTOS EXTERIORES
Estados Parte
Fecha firma
Chipre ......................... 30-9-1998
Croacia ........................ 7-5-1999
Dinamarca ................... 4-4-1997
Eslovaquia .................... 4-4-1997
Eslovenia ..................... 4-4-1997
España ........................ 4-4-1997
Estonia ........................ 4-4-1997
Finlandia ...................... 4-4-1997
Francia ........................ 4-4-1997
Grecia ......................... 4-4-1997
Hungría ....................... 7-5-1999
Islandia ........................ 4-4-1997
Italia ............................ 4-4-1997
Letonia ........................ 4-4-1997
Lituania ....................... 4-4-1997
Luxemburgo ................. 4-4-1997
Macedonia, ex República
de Yugoslavia ............ 4-4-1997
República Moldova ........ 6-5-1997
Noruega ...................... 4-4-1997
Países Bajos ................. 4-4-1997
Polonia ........................ 7-5-1999
Portugal ....................... 4-4-1997
Rumania ...................... 4-4-1997
San Marino .................. 4-4-1997
Suecia ......................... 4-4-1997
Suiza ........................... 7-5-1999
Turquía ........................ 4-4-1997 R
Fecha
depósito instrumento
10-8-1999
15-1-1999
5-11-1999
1-9-1999
20639 CORRECCIÓN de errores del Convenio entre
el Gobierno del Reino de España y el Gobierno
de la Federación de Rusia sobre cooperación
en materia de lucha contra la delincuencia,
hecho en Moscú el 17 de mayo de 1999.
En la publicación de la aplicación provisional del Convenio entre el Gobierno del Reino de España y el Gobierno
de la Federación de Rusia sobre cooperación en materia de lucha contra la delincuencia, hecho en Moscú
el 17 de mayo de 1999, insertada en el «Boletín Oficial
del Estado» número 158, de 3 de julio (páginas 25458
y 25459), se ha advertido el siguiente error:
En la página 25459, primera columna, líneas 2 y 3
del artículo 2.3, donde dice: «... a la prestación de asistencia judicial en material y de extradición.», debe decir:
«... a la prestación de asistencia judicial en materia penal
y de extradición.».
6-10-1998
MINISTERIO DE FOMENTO
20640 REAL DECRETO 1566/1999, de 8 de octubre,
sobre los consejeros de seguridad para el
transporte de mercancías peligrosas por carretera, por ferrocarril o por vía navegable.
20-3-1998
R = Reserva.
Conforme al artículo 36 del Convenio, la República
de Turquía se reserva el derecho a no aplicar lo dispuesto
en el apartado 2 del artículo 20 del Convenio, que autoriza, en ciertas condiciones, la extracción de tejidos regenerables de una persona que no tenga capacidad para
dar su consentimiento, ya que esta disposición es contraria a la prohibición establecida en el artículo 5 de
la Ley número 2238, sobre extracción, preservación y
trasplante de órganos y tejidos.
El presente Convenio entrará en vigor de forma general el 1 de diciembre de 1999 y para España el 1 de
La Directiva 96/35/CE, del Consejo, de 3 de junio,
relativa a la designación y cualificación profesional de
consejeros de seguridad para el transporte por carretera,
por ferrocarril o por vía navegable de mercancías peligrosas, exige, como medida de seguridad preventiva,
que las empresas que realicen tales transportes y las
que efectúen operaciones de carga o descarga a ellos
vinculadas habrán de disponer de uno o varios consejeros de seguridad encargados de contribuir a la prevención de los riesgos inherentes al transporte de mercancías peligrosas. Con el fin de que esta obligación
se establezca de una manera homogénea en todos los
Estados miembros, la citada Directiva determina las funciones y tareas que deberán realizar los consejeros de
seguridad, la formación requerida para su desempeño
y el modelo de certificado que acredita su condición.
Este Real Decreto incorpora la Directiva 96/35/CE
al ordenamiento jurídico interno, a cuyo efecto regula
la obligación de las empresas de transporte y de carga
y descarga de mercancías peligrosas de designar consejeros de seguridad, las funciones encomendadas a los
mismos, la cualificación profesional exigida y el procedimiento a seguir para evaluar la formación requerida.
122
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
DEROGACIÓN DE PRECEPTOS CONCRETOS DE LA LEY GENERAL
DE SANIDAD POR LA LEY 41/2002, DE 14 DE NOVIEMBRE
Según la Disposición derogatoria única de la Ley 41/2002, quedan derogadas las disposiciones de igual o inferior rango que se opongan a lo dispuesto en la citada Ley y,
concretamente, los apartados 5, 6, 8, 9 y 11 del artículo 10, el apartado 4 del artículo
11 y el artículo 61 de la Ley 14/1986, General de Sanidad.
Artículo 10
Todos tienen los siguientes derechos con respecto a las distintas Administraciones Públicas sanitarias:
1. Al respeto a su personalidad, dignidad humana e intimidad sin que pueda
ser discriminado por razones de raza, de tipo social, de sexo, moral, económico, ideológico, político o sindical.
2. A la información sobre los servicios sanitarios a que puede acceder y sobre
los requisitos necesarios para su uso.
3. A la confidencialidad de toda la información relacionada con su proceso y
con su estancia en instituciones sanitarias públicas y privadas que colaboren
con el sistema público.
4. A ser advertido de si los procedimientos de pronóstico, diagnóstico y terapéuticos que se le apliquen pueden ser utilizados en función de un proyecto docente o de investigación que, en ningún caso, podrá comportar peligro adicional para su salud. En todo caso, será imprescindible la previa
autorización y por escrito del paciente y la aceptación por parte del médico
y de la Dirección del correspondiente Centro Sanitario.
5. (Derogado) A que se le dé en términos comprensibles, a él y a sus familiares o
allegados, información completa y continuada, verbal y escrita, sobre su proceso, incluyendo diagnóstico, pronóstico y alternativas de tratamiento.
6. (Derogado) A la libre elección entre las opciones que le presente el responsable
médico de su caso, siendo preciso el previo consentimiento escrito del usuario
para la realización de cualquier intervención, excepto en los siguientes casos:
a) Cuando la no intervención suponga un riesgo para la salud pública.
b) Cuando no esté capacitado para tomar decisiones, en cuyo caso, el derecho
corresponderá a sus familiares o personas a él allegadas.
c) Cuando la urgencia no permita demoras por poderse ocasionar lesiones irreversibles o existir peligro de fallecimiento.
7. A que se le asigne un médico, cuyo nombre se le dará a conocer, que será
su interlocutor principal con el equipo asistencial. En caso de ausencia, otro
facultativo del equipo asumirá tal responsabilidad.
123
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
8. (Derogado) A que se le extienda certificado acreditativo de su estado de salud,
cuando su exigencia se establezca por una disposición legal o reglamentaria.
9. (Derogado) A negarse al tratamiento, excepto en los casos señalados en el apartado 6, debiendo, para ello, solicitar el alta voluntaria en los términos que señala el apartado 4 del artículo siguiente.
10. A participar, a través de las instituciones comunitarias, en las actividades sanitarias, en los términos establecidos en esta Ley y en las disposiciones que la
desarrollen.
11. (Derogado) A que quede constancia por escrito de todo su proceso. Al finalizar
la estancia del usuario en una Institución hospitalaria, el paciente, familiar o persona a él allegada recibirá su Informe de Alta.
12. A utilizar las vías de reclamación y de propuesta de sugerencias en los plazos previstos. En uno u otro caso deberá recibir respuesta por escrito en los
plazos que reglamentariamente se establezcan.
13. A elegir el médico y los demás sanitarios titulados de acuerdo con las condiciones contempladas en esta Ley, en las disposiciones que se dicten para
su desarrollo y en las que regulen el trabajo sanitario en los Centros de Salud.
14. A obtener los medicamentos y productos sanitarios que se consideren necesarios para promover, conservar o restablecer su salud, en los términos que
reglamentariamente se establezcan por la Administración del Estado.
15. Respetando el peculiar régimen económico de cada servicio sanitario, los derechos contemplados en los apartados 1, 3, 4, 5, 6, 7, 9 y 11 de este artículo serán ejercidos también con respecto a los servicios sanitarios privados.
(Nota: interpretar en el sentido de los artículos derogados).
Artículo 11
Serán obligaciones de los ciudadanos con las instituciones y organismos del sistema
sanitario:
1. Cumplir las prescripciones generales de naturaleza sanitaria comunes a toda
la población, así como las específicas determinadas por los servicios sanitarios.
2. Cuidar las instalaciones y colaborar en el mantenimiento de la habitabilidad
de las Instituciones Sanitarias.
3. Responsabilizarse del uso adecuado de las prestaciones ofrecidas por el sistema sanitario, fundamentalmente en lo que se refiere a la utilización de servicios, procedimientos de baja laboral o incapacidad permanente y prestaciones terapéuticas y sociales.
4. (Derogado) Firmar el documento de alta voluntaria en los casos de no aceptación del tratamiento. De negarse a ello, la Dirección del correspondiente
Centro Sanitario, a propuesta del facultativo encargado del caso, podrá dar
el alta.
124
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Artículo 61
(Derogado) En cada Área de Salud debe procurarse la máxima integración de la información relativa a cada paciente, por lo que el principio de historia clínico-sanitaria única por
cada uno deberá mantenerse, al menos, dentro de los límites de cada institución asistencial.
Estará a disposición de los enfermos y de los facultativos que directamente estén implicados en el diagnóstico y el tratamiento del enfermo, así como a efectos de inspección
médica o para fines científicos, debiendo quedar plenamente garantizados el derecho del
enfermo a su intimidad personal y familiar y el deber de guardar el secreto por quien, en
virtud de sus competencias, tenga acceso a la historia clínica. Los poderes públicos adoptarán las medidas precisas para garantizar dichos derechos y deberes.
125
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CÓDIGO DEONTOLÓGICO DE LA ENFERMERÍA
ESPAÑOLA
(Nota.- El presente Código Deontológico contiene el texto definitivo resultante
de las Resoluciones 32/1989 y 2/1998 que aprueban las normas deontológicas,
con posterior corrección de errores).
Índice
Introducción.
Prólogo.
Declaración previa.
Capítulo I.
Ámbito de aplicación.
Capítulo II.
La Enfermería y el ser humano. Deberes de las enfermeras/os.
Capítulo III.
Derechos de los enfermos y de los profesionales de Enfermería.
Capítulo IV.
La enfermera/o ante la sociedad.
Capítulo V.
Promoción de la salud y bienestar social.
Capítulo VI.
La Enfermería y los disminuidos físicos, psíquicos e incapacitados.
Capítulo VII. El personal de Enfermería y el derecho del niño a crecer en salud y
dignidad, como obligación ética y responsabilidad social.
Capítulo VIII. La Enfermería ante el derecho a una ancianidad más digna, saludable y feliz como contribución ética y social al desarrollo armonioso de
la sociedad.
Capítulo IX.
El personal de Enfermería ante el derecho que toda persona tiene a
la libertad, seguridad y a ser reconocidos, tratados y respetados como
seres humanos.
Capítulo X.
Normas comunes en el ejercicio de la profesión.
Capítulo XI.
La educación y la investigación de la Enfermería.
Capítulo XII. Condiciones de trabajo.
Capítulo XIII. Participación del personal de Enfermería en la planificación sanitaria.
Normas adicionales.
126
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
INTRODUCCIÓN
La Organización Colegial de Enfermería ha venido asumiendo y recomendando hasta
ahora el Código Deontológico, elaborado en 1973, por el Consejo internacional de Enfermería, como guía para resolver los problemas éticos que el ejercicio de nuestra profesión pudiera plantear.
Sin embargo, la necesidad de disponer de un Código Deontológico especialmente concebido para los Enfermeros y las Enfermeras españoles, se estaba haciendo sentir cada vez
más claramente. Por ello, en el mes de abril de 1988, el Consejo General de Colegios de
Diplomados en Enfermería designó un Comité formado por profesionales, Enfermeros/as,
que ejercían la profesión en diferentes ámbitos, con el fin de elaborar un primer proyecto
que, posteriormente, fuese sometido a la opinión general del colectivo de Enfermería, para
asegurar que el nuevo Código tuviera un alcance verdaderamente estatal.
Ahora, finalizado este proceso, agradecemos las valiosas aportaciones recibas por los Colegiados y Organizaciones de Enfermería, que hemos tenido en cuenta en la elaboración
del presente Código.
Pensamos que nuestro Código Deontológico Nacional es un elemento vivo, basado en
una ética inspirada en el bienestar de las personas, para las que actuamos profesionalmente, y estamos convencidos de que contribuirá a mantener un nivel profesional y un
estatus social digno de nuestra profesión.
Máximo A. González Jurado
Presidente del Consejo General de Enfermería de España
127
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
PRÓLOGO
El establecimiento de un Código Deontológico que sirva de marco para el ejercicio profesional ha de partir, necesariamente, de un marco conceptual que unifique y delimite
los conceptos que sobre el hombre, la sociedad, la salud y la propia Enfermería tengan
los profesionales que la ejerzan.
El hombre como unidad indisoluble compuesto de cuerpo y mente, sujeto a los diferentes efectos que estos elementos producen sobre él, es, a su vez, un ser eminentemente social, inmerso en un medio que le influye positiva o negativamente dependiendo
de múltiples factores, que pueden ser políticos, económicos, geográficos, culturales, etc.,
y estableciéndose una relación entre él y su entorno que determinará su grado de bienestar; de ahí que resulte fundamental contemplarlo desde un punto de vista integral.
Por ello, entendemos que el hombre es un ser bio-psico-social dinámico, que interactúa
dentro del contexto total de su ambiente, y participa como miembro de una comunidad.
La salud se concibe como un proceso de crecimiento y desarrollo humano, que no siempre se sucede sin dificultad y que incluye la totalidad del ser humano. Dicha salud se
relaciona con el estilo de vida de cada persona, y su forma de afrontar ese proceso en
el seno de los patrones culturales en los que vive.
España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
Respecto al papel de los Enfermeros/as en la sociedad, hemos de tener en cuenta su
responsabilidad en el área de:
1. Prevención de las enfermedades.
2. Mantenimiento de la salud.
3. Atención, rehabilitación e integración social del enfermo.
4. Educación para la salud.
5. Formación, administración e investigación en Enfermería.
Debemos estar en disposición de propiciar una respuesta adecuada a los procesos de
cambio que experimente la atención de salud, manteniendo normas de educación, siendo pioneros en la sugerencia de estrategias de puesta en práctica, que tengan en cuenta el contexto social, político y económico del país.
Partiendo de la base que la Enfermería como profesión constituye un servicio encaminado a satisfacer las necesidades de salud de las personas sanas o enfermas, individual
o colectivamente, debemos tener presente que las/os Enfermeras/os, han de enfatizar
de manera prioritaria, dentro de sus programas:
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
a) La adquisición de un compromiso profesional serio y responsable.
b) La participación activa en la sociedad.
c) El Reconocimiento y aplicación, en su ejercicio, de los principios de ética profesional.
d) La adopción de un profundo respeto por los derechos humanos.
Son muchas las ocasiones en las que está en nuestras manos la dignidad de la naturaleza humana y de ahí nuestra mayor responsabilidad como profesionales de Enfermería. Vivimos en una época en la que se hace preciso realizar una profunda reflexión sobre
los aspectos humanos, valores y actitudes de las profesiones sanitarias, en general y de
la profesión de Enfermería en particular.
Por ello, tal vez sea el momento más idóneo para hablar de ética profesional, sin temor
a moralismos trasnochados, sino sencillamente abordando, en el marco de un Código
Deontológico, lo que constituye el armazón de nuestra profesión, más allá de sus elementos técnicos.
De lo anteriormente expuesto, extraemos las siguientes conclusiones:
1. En nuestro Código Deontológico deberán darse la mano continuidad y actualidad. Los valores básicos, permanentes e irrenunciables en Enfermería, han
de ser conservados también en el futuro, pero habrá que examinar una y
otra vez las antiguas concreciones de esos valores fundamentales para ver
si todavía pueden cumplir su función. Si ya no logran asumir y hacer fructíferas las experiencias de la época, si desconocen la progresiva complejidad
de la vida, deberán ser repensadas de nuevo y reformadas en confrontación
con los modos de entender el nuevo tiempo.
2. A la hora de fijar instrucciones concretas, conviene ser discretos; será preferible mostrar el sentido último, total y humano de nuestra profesión. Construir
modelos concretos es competencia de la conciencia individual de cada profesional responsable.
3. La evaluación presente y futura nos pedirá un esfuerzo, un decidido valor,
para emprender experiencias y aceptar lo provisional. A la vista de la complejidad de las condiciones de vida cada vez más diferenciadas, sería utópico que quisiéramos afrontar de antemano soluciones concretas a todos los
problemas que se presentan hoy y se presentarán en el futuro. En suma, debemos ser conscientes de que por muchos Códigos Deontológicos que tengamos, el riesgo de la conciencia aumenta considerablemente.
Con estas reflexiones hemos elaborado un Código Deontológico para la Profesión de Enfermería en España, que sea un instrumento eficaz para aplicar las reglas generales de la ética al trabajo profesional. Insistir en esto parece, no pocas veces, una reiteración innecesaria ya que se da por supuesta
en nuestra profesión; sin embargo, cada vez con mayor fuerza van aumentando las voces que hablan de falta de ética, y de deshumanización. Por
ello, es necesario articular el contenido de nuestra responsabilidad profesional, no sea que con la evolución de la Enfermería como ciencia se nos
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
vaya escapando su esencia fundamental, la de los valores que le sirven de
sostén.
Se equivoca quien piensa que la ciencia nada tiene que ver con los valores;
si la ciencia está hoy en crisis, probablemente sea por esta divergencia antinatural. Ha de correr paralela con esta dimensión humana y, por ello, situarse en el ámbito de lo moral.
Desearíamos que este Código sirviera para tener conciencia de que los valores que manejamos son auténticamente fundamentales: la salud, la libertad,
la dignidad, en una palabra, la vida humana, y nos ayudará a los profesionales de Enfermería a fundamentar con razones de carácter ético las decisiones que tomemos.
Estamos convencidos, por último, de que un Código Deontológico, en cuanto a criterio ético, es estrictamente necesario para el buen desempeño de
nuestra profesión, no sólo para hacer uso de él en situaciones extremas, sino
para reflexionar a través de él en aquellas situaciones diarias en las que se
pueden lesionar o infravalorar los derechos humanos.
Hacer Enfermería es algo que va más allá de la pura técnica; nuestras actitudes han de trascender al limitado marco que nos otorga un Código Deontológico, ya que ser Enfermero/a es gozar de un talante ante la vida, su origen y creación, más allá de los límites del ser humano, para cuyo estímulo
ojalá nos sirva este Código Profesional.
En el presente Código están prácticamente incardinados los tres grandes grupos, correspondientes a la distintas obligaciones morales:
1. La Enfermera/o y ser el humano.
2. La Enfermera/o y la sociedad.
3. La Enfermera/o y el ejercicio profesional.
El Código Deontológico de la Enfermería Española fue aprobado por el Pleno del Consejo General de Enfermería mediante la Resolución nº 32/89, cuyo
texto, actualizado y corregido, se recoge a su vez en la Resolución nº 2/98
del citado Pleno.
Según se dispone en ambas Resoluciones, el cumplimiento del Código Deontológico tendrá carácter obligatorio para todos los profesionales de enfermería
del Estado. Concretamente, cualquier vulneración del mismo dará lugar a la
inmediata exigencia de responsabilidades disciplinarias en los términos previstos en los Estatutos de la Organización Colegial.
Por otro lado, se establece también la obligación del Consejo General de adoptar las medidas necesarias para la publicidad y difusión del mencionado Código entre los profesionales de enfermería.
Al cumplimiento de esa obligación obedece, pues, la publicación de dicho
Código Deontológico en los términos que aquí se recogen.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
DECLARACIÓN PREVIA
La Moral Profesional no es más que una aplicación de las reglas generales de la moral
al trabajo profesional del hombre, como la Ley Natural no es otra cosa que la participación de la Ley Eterna en la criatura racional.
La Deontología es el Conjunto de los deberes de los profesionales de Enfermería que ha
de inspirar su conducta.
CAPÍTULO I
Ámbito de aplicación
Artículo 1
Las disposiciones del presente Código obligan a todos los Enfermeros/as inscritos en los
Colegios, sea cual fuere la modalidad de su ejercicio (libre, al servicio de la Sanidad Pública, Privada, etc.). También serán de aplicación para el resto de los profesionales extranjeros que por convenios o tratados internacionales puedan ejercer ocasionalmente en
España.
Artículo 2
Una de las responsabilidades prioritarias del Consejo General y de los Colegios es la ordenación, en su ámbito respectivo, de la actividad profesional de los colegiados, velando
por la ética y dignidad profesional y por el respeto debido a los derechos y dignidad de
los enfermos.
Artículo 3
De conformidad con los dispuesto en el artículo anterior, será función primordial del Consejo General y de los Colegios favorecer y exigir el cumplimiento de los deberes deontológicos de la profesión, recogidos en el presente código.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO II
La enfermería y el ser humano, deberes de las enfermeras/os
Artículo 4
La Enfermera/o reconoce que la libertad y la igualdad en dignidad y derecho son valores compartidos por todos los seres humanos que se hallan garantizados por la Constitución Española y la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Por ello, la Enfermera/o está obligada/o a tratar con el mismo respeto a todos, sin distinción de raza, sexo, edad, religión, nacionalidad, opinión política, condición social o
estado de salud.
Artículo 5
Consecuentemente las Enfermeras/os deben proteger al paciente, mientras esté a su cuidado, de posibles tratos humillantes, degradantes, o de cualquier otro tipo de afrentas
a su dignidad personal.
Artículo 6
En ejercicio de sus funciones, las Enfermeras/os están obligadas/os a respetar la libertad
del paciente a elegir y controlar la atención que se le presta.
Artículo 7
en el ejercicio libre de la profesión, el consentimiento del paciente ha de ser obtenido,
siempre, con carácter previo a cualquier intervención de la Enfermera/o. Y lo harán en
reconocimiento del derecho moral que cada persona tiene a participar de forma libre y
válidamente manifestada en la atención que se le preste.
Artículo 8
Cuando el enfermo no esté en condiciones físicas o psíquicas de prestar su consentimiento,
la Enfermera/o tendrá que buscarlo a través de los familiares o allegados a éste.
Artículo 9
La Enfermera/o nunca empleará, ni consentirá que otros empleen, medidas de fuerza
física o moral para obtener el consentimiento del paciente. En caso de ocurrir así, deberá ponerlo en conocimiento de las autoridades sanitarias y del Colegio Profesional respectivo con la mayor urgencia posible.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Artículo 10
Es responsabilidad de la enfermera/o mantener informado al enfermo, tanto en el ejercicio libre de su profesión como cuando ésta se ejerce en las instituciones sanitarias, empleando un lenguaje claro y adecuado a la capacidad de comprensión del mismo.
Artículo 11
De conformidad con lo indicado en el Artículo anterior, la Enfermera/o deberá informar
verazmente al paciente dentro del límite de sus atribuciones. Cuando el contenido de
esa información excede del nivel de su competencia, se remitirá al miembro del equipo
de salud más adecuado.
Artículo 12
La Enfermera/o tendrá que valorar la situación física y psicológica del paciente antes de
informarle de su real o potencial estado de salud; teniendo en cuenta, en todo momento, que éste se encuentre en condiciones y disposición de entender, aceptar o decidir
por si mismo.
Artículo 13
Si la Enfermera/o es consciente de que el paciente no está preparado para recibir la información pertinente y requerida, deberá dirigirse a los familiares o allegados del mismo.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO III
Derechos de los enfermos y de los profesionales
de enfermería
Artículo 14
Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la seguridad de su persona y a la protección de la salud. Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, en
su familia o su domicilio.
Artículo 15
La Enfermera/o garantizará y llevará a cabo un tratamiento correcto y adecuado a todas
las personas que lo necesiten, independientemente de cuál pueda ser el padecimiento,
edad o circunstancias de dichas personas.
Artículo 16
En su comportamiento profesional, la Enfermera/o tendrá presente que la vida es un
derecho fundamental del ser humano y por tanto deberá evitar realizar acciones conducentes a su menoscabo o que conduzcan a su destrucción.
Artículo 17
La Enfermera/o no podrá participar en investigaciones científicas o en tratamientos experimentales, en pacientes que estén a su cuidado, si previamente no se hubiera obtenido de ellos, o de sus familiares o responsables, el correspondiente consentimiento libre
e informado.
Artículo 18
Ante un enfermo terminal, la Enfermera/o, consciente de la alta calidad profesional de
los cuidados paliativos, se esforzará por prestarle hasta el final de su vida, con competencia y compasión, los cuidados necesarios para aliviar sus sufrimientos. También proporcionará a la familia la ayuda necesaria para que puedan afrontar la muerte, cuando
ésta ya no pueda evitarse.
Artículo 19
La Enfermera/o guardará en secreto toda la información sobre el paciente que haya llegado a su conocimiento en el ejercicio de su trabajo.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Artículo 20
La Enfermera/o informará al paciente de los límites del secreto profesional y no adquirirá
compromisos bajo secreto que entrañen malicia o dañen a terceros o a un bien público.
Artículo 21
Cuando la Enfermera/o se vea obligada a romper el secreto profesional por motivos legales, no debe olvidar que, moralmente, su primera preocupación ha de ser la seguridad
del paciente y procurará reducir al mínimo indispensable la cantidad de información revelada y el número de personas que participen del secreto.
Artículo 22
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 16.1 de la Constitución Española, la Enfermera/o tiene, en el ejercicio de su profesión, el derecho a la objeción de conciencia que
deberá ser debidamente explicitado ante cada caso concreto. El Consejo General y los
Colegios velarán para que ningún Enfermero/a pueda sufrir discriminación o perjuicio
a causa del uso de ese derecho.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO IV
La enfermera/o ante la sociedad
Artículo 23
Las Enfermeras/os deben ayudar a detectar los efectos adversos que ejerce el medio
ambiente sobre la salud de los hombre.
Artículo 24
Las Enfermeras/os deben mantenerse informados, y en condiciones de poder informar,
sobre las medidas preventivas contra los riesgos de los factores ambientales, así como
acerca de la conservación de los recursos actuales de que se dispone.
Artículo 25
Desde su ejercicio profesional, la Enfermera/o debe conocer, analizar, registrar y comunicar las consecuencias ecológicas de los contaminantes y su efectos nocivos sobre los
seres humanos, con el fin de participar en las medidas preventivas y/o curativas que se
deban adoptar.
Artículo 26
La Enfermera/o, dentro de sus funciones, debe impartir la educación relativa a la salud
de la Comunidad, con el fin de contribuir a la formación de una conciencia sana sobre
los problemas del medio ambiente.
Artículo 27
Las Enfermeras/os deben cooperar con las autoridades de Salud en la planificación de
actividades que permitan controlar el medio ambiente y sean relativas al mejoramiento
de la atención de la salud comunitaria.
Artículo 28
Las Enfermeras/os participarán en las acciones que ejercite o desarrolle la Comunidad
respecto a sus propios problemas de salud.
Artículo 29
La Enfermera/o debe participar en los programas tendentes a reducir la acción nociva
de los elementos químicos, biológicos o físicos causados por la industria y otras actividades humanas con el fin de contribuir a la mejora de calidad de vida de la población.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Artículo 30
La Enfermera/o participará en equipos multiprofesionales que desarrollan investigaciones epidemiológicas y experimentales dirigidas a obtener información sobre los riesgos
ambientales que puedan afectar a la salud, a la mejora de calidad de vida y al trabajo,
determinando las acciones y evaluando los efectos de la intervención de Enfermería.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO V
Promoción de la salud y bienestar social
Artículo 31
El personal de Enfermería deberá colaborar en la promoción de la salud, poniendo al
servicio del logro de esa función social sus conocimientos científicos y conducta ética en
el desarrollo de los diferentes programas que se planifiquen con ese objetivo.
Artículo 32
Los proyectos y programas de promoción de las salud, han de respetar la integridad del
grupo social teniendo en cuenta la gran diversidad de niveles socio-culturales y económicos.
Artículo 33
El personal de Enfermería deberá reconocer y conceder al grupo social el derecho que
le corresponde en la promoción de la salud, permitiéndole una participación real en las
decisiones que le conciernen.
Artículo 34
En el establecimiento de programas de promoción de la salud y en el reparto de los recursos disponibles, la Enfermera/o se guiará por el principio de la justicia social de dar más
al más necesitado. Los conceptos de justicia social son algo más que paternalismo.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO VI
La enfermería y los disminuidos físicos, psíquicos
e incapacitados
Artículo 35
Como consecuencia de los derechos que tienen los disminuidos físicos, psíquicos e incapacitados a ser integrados y readaptados a la Sociedad a la que pertenecen, las Enfermeras/os pondrán a su servicio tanto sus conocimientos profesionales como su capacidad de cuidados para que, individualmente o colaborando con otros profesionales, se
esfuercen en identificar las causas principales de la incapacidad con el fin de prevenirlas, curarlas o rehabilitarlas.
Artículo 36
Asimismo deberá colaborar con organismos, instituciones o asociaciones que tengan como
finalidad la creación y desarrollo de servicios de prevención y atención a minusválidos e
incapacitados.
Artículo 37
Igualmente deberán colaborar en la educación y formación de la Comunidad para que
aquellos miembros que sufran incapacidades o minusvalías puedan ser integrados en la
misma y, a través de ella, en la Sociedad.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO VII
El personal de enfermería y el derecho del niño a crecer
en salud y dignidad, como obligación ética
y responsabilidad social
Artículo 38
Las Enfermeras/os en su ejercicio profesional deben salvaguardar los derechos del niño.
Artículo 39
La Enfermera/o protegerá a los niños de cualquier forma de abuso y denunciará a las
autoridades competentes los casos de los que tenga conocimiento.
Artículo 40
En el ejercicio de su profesión la Enfermera/o promoverá la salud y el bienestar familiar
a fin de que en dicho núcleo los niños sean deseados, protegidos y cuidados de forma
que puedan crecer con salud y dignidad.
Artículo 41
La Enfermera/o deberá contribuir, mediante su trabajo, y en la medida de su capacidad,
a que todos los niños tengan adecuada alimentación, vivienda, educación y reciban los
necesarios cuidados preventivos y curativos de salud.
Artículo 42
La Enfermera/o contribuirá a intensificar las formas de protección y cuidados destinados
a los niños que tienen necesidades especiales, evitando que sean maltratados y explotados en todo su ciclo vital. También procurará la reinserción o adopción de los niños
abandonados.
140
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO VIII
La enfermería ante el derecho a una ancianidad más
digna, saludable y feliz como contribución ética y social
al desarrollo armonioso de la sociedad
Artículo 43
Las Enfermeras/os deben prestar atención de salud tanto al anciano enfermo como sano,
al objeto de mantener su independencia, fomentando su autocuidado para garantizarle un mejoramiento de la calidad de vida.
Artículo 44
En el ámbito de su competencia profesional, la Enfermera será responsable de los programas de educación para la salud dirigidos al anciano.
Artículo 45
Las Enfermeras/os deben influir en la política de salud, para que se ponga a disposición
de todos los ancianos que lo precisen, una atención de salud competente y humana.
Esa atención será integral e incluirá, entre otras medidas, la adaptación material de la
vivienda y el acceso a actividades de tiempo libre.
Artículo 46
La Enfermera/o debe incluir en su programas de educación, la atención integral de Enfermería al anciano.
141
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO IX
El personal de enfermería ante el derecho que toda
persona tiene a la libertad, seguridad y a ser reconocidos,
tratados y respetados como seres humanos
Artículo 47
Las Enfermeras/os deberán rechazar enérgicamente cualquier tipo de presiones que puedan ejercérseles, con la finalidad de utilizar o manipular sus conocimientos o habilidades en perjuicio de los seres humanos.
Artículo 48
Cuando se diera la circunstancia a que alude el artículo anterior, la Enfermera/o deberá, en defensa de los principios éticos de la profesión, denunciar el caso ante su Colegio. En caso necesario, éste, a través del Consejo General, pondrá en conocimiento de
la Autoridad o de la opinión pública, las irregularidades indicadas, y adoptará las acciones necesarias y urgentes que el caso requiera, a fin de restablecer el orden ético alterado y defender la dignidad y libertad de los Colegiados.
Artículo 49
Ninguna Enfermera/o podrá participar en cualquier forma de tortura y métodos que permitan someter a sesiones de sufrimiento a cualquier ser humano.
Artículo 50
En caso de emergencia, la Enfermera/o está obligada/o a prestar su auxilio profesional
al herido o enfermo. En situaciones de catástrofe, deberá ponerse voluntariamente a disposición de quienes coordinan los programas de ayuda sanitaria.
Artículo 51
La Enfermera/o cooperará con los organismos oportunos a solucionar los problemas de
salud de presos y refugiados, ayudando en su adaptación a un nuevo modo de vida.
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ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO X
Normas comunes en el ejercicio de la profesión
Artículo 52
La Enfermera/o ejercerá su profesión con respeto a la dignidad y la singularidad de cada
paciente sin hacer distinción alguna por razones de situación social, económica, características personales o naturaleza del problema de salud que le aqueje. Administrará sus
cuidados en función exclusivamente de las necesidades de sus pacientes.
Artículo 53
La Enfermera/o tendrá como responsabilidad profesional primordial la salvaguarda de
los Derechos Humanos, orientando su atención hacia las personas que requieran sus
cuidados.
Artículo 54
La Enfermera/o debe adoptar las medidas necesarias para proteger al paciente cuando
los cuidados que se le presten sean o puedan ser amenazados por cualquier persona.
Artículo 55
La Enfermera/o tiene la obligación de defender los derechos del paciente ante malos
tratos físicos o mentales, y se opondrá por igual a que se le someta a tratamientos fútiles o a que se le niegue la asistencia sanitaria.
Artículo 56
La Enfermera/o asume la responsabilidad de todas las decisiones que a nivel individual
debe tomar en el ejercicio de su profesión.
Artículo 57
La Enfermera/o debe ejercer su profesión con responsabilidad y eficacia, cualquiera que
sea el ámbito de acción.
Artículo 58
La Enfermera/o no debe aceptar el cumplimiento de una responsabilidad que no sea
de su competencia, en demérito del cumplimiento de sus propias funciones.
143
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Artículo 59
La Enfermera/o nunca deberá delegar en cualquier otro miembro del equipo de salud,
funciones que le son propias y para las cuales no están los demás debidamente capacitados.
Artículo 60
Será responsabilidad de la Enfermera/o actualizar constantemente sus conocimientos personales, con el fin de evitar actuaciones que puedan ocasionar la pérdida de salud o de
vida de las personas que atiende.
Artículo 61
La Enfermera/o está obligada a denunciar cuantas actitudes negativas observe hacia el
paciente en cualquiera de los miembros del equipo de salud. No puede hacerse cómplice de personas que descuidan deliberada y culpablemente sus deberes profesionales.
Artículo 62
Las relaciones de la Enfermera/o con sus colegas y con los restantes profesionales con
quienes coopera deberán basarse en el respeto mutuo de las personas y de las funciones específicas de cada uno.
Artículo 63
Para lograr el mejor servicio a los pacientes, la Enfermera/o colaborará diligentemente
con los otros miembros del equipo de salud. Respetará siempre las respectivas áreas de
competencia, pero no permitirá que se le arrebate su propia autonomía profesional.
Artículo 64
La Enfermera/o debe solicitar, siempre que sea necesario, la colaboración de los miembros de otras profesiones de salud, para asegurar al público un servicio de mejor calidad.
Artículo 65
Es deber de la Enfermera/o compartir con sus colegas aquellos conocimientos y experiencias que puedan contribuir al mejor servicio de los enfermos y al fortalecimiento de
la profesión.
Artículo 66
La Enfermera/o, en el trato con subordinados, superiores, colegas y otros profesionales
sanitarios, se guiará siempre por las reglas de buena educación y cortesía.
144
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Artículo 67
La Enfermera/o en las relaciones con sus colegas nunca practicará la competencia desleal, ni realizará publicidad profesional engañosa para acaparar clientes. La Enfermera/o
considerará como un honor que sus colegas la llamen para que preste cuidados de Enfermería a ellos o a sus familiares más cercanos. Es norma tradicional no exigir en esas circunstancias el pago de los honorarios devengados por los actos profesionales realizados.
Artículo 68
La Enfermera/o no aceptará hacerse cargo de un cliente que está siendo atendido por
otro colega sin el previo consentimiento de éste, excepto por una causa muy justificada
y en caso de urgencia.
145
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO XI
La educación y la investigación de la enfermería
Artículo 69
La Enfermera/o no solamente estará preparada para practicar, sino que deberá poseer
los conocimientos y habilidades científicas que la lex Artis exige en cada momento a la
Enfermera competente.
Artículo 70
La Enfermera/o será consciente de la necesidad de una permanente puesta al día mediante la educación continuada y el desarrollo del conjunto de conocimientos sobre los cuales se basa su ejercicio profesional.
Artículo 71
La Enfermera/o deberá valorar sus propias necesidades de aprendizaje, buscando los recursos apropiados y siendo capaz de autodirigir su propia formación.
Artículo 72
La Enfermera/o debe asumir individual y colectivamente la responsabilidad de la educación en la Enfermería a todos sus niveles.
Artículo 73
La Enfermera/o debe procurar investigar sistemáticamente, en el campo de su actividad
profesional, con el fin de mejorar los cuidados de Enfermería, desechar prácticas incorrectas
y ampliar el cuerpo de conocimientos sobre los que se basa la actividad profesional.
Artículo 74
Es obligación de la Enfermera/o que participe en investigación, vigilar que la vida, la salud
y la intimidad de los seres sometidos a estudio, no estén expuestas a riesgos físicos o
morales desproporcionados en el curso de estas investigaciones.
Artículo 75
La Enfermera/o, al actuar ya sea como investigadora, como asistente de investigación o
como experta que valora críticamente los resultados de la investigación, debe tener presentes los principios promulgados por la Declaración de Helsinki y los que regulan la ética de la publicación científica.
146
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO XII
Condiciones de trabajo
Artículo 76
La Enfermera/o que acceda a puestos de relevancia o responsabilidad en la Administración Sanitaria o en centros sanitarios, deberá tratar en todo momento con corrección a
sus colegas, aun en el caso de surgir discrepancias.
Artículo 77
Las Enfermeras/os deben trabajar para asegurar y mantener unas condiciones laborales
que respeten la atención al paciente y la satisfacción de los profesionales.
Artículo 78
Aun en caso de conflictos laborales y de suspensión organizada de los servicios profesionales, la Enfermera/o tendrá presente que su primera responsabilidad es atender a
los intereses de los enfermos.
Artículo 79
La Enfermera/o que participe en un conflicto laboral, tiene el deber de coordinar y comunicar las medidas adoptadas para garantizar la continuidad de los cuidados que necesitan sus pacientes.
Artículo 80
Cuando la Enfermera/o observare que las deficiencias que se dan en las instituciones
sanitarias, públicas o privadas, en que presta sus servicios, pueden influir negativamente sobre la salud o la rehabilitación de los pacientes que tiene a su cargo, deberá ponerlo en conocimiento del Colegio, para que éste tome las medidas oportunas. El Colegio,
si la gravedad del caso lo requiere, lo comunicará al Consejo General, para que éste, a
nivel de Estado, ejerza las acciones oportunas ante los organismos competentes y dicte
las instrucciones necesarias para la debida protección de los pacientes y del personal de
Enfermería.
147
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
CAPÍTULO XIII
Participación del personal de enfermería en la
planificación sanitaria
Artículo 81
La participación del Personal de Enfermería en la Planificación Sanitaria se ejercerá:
a) A través de los Consejos Generales y Colegios respecto a las normas y disposiciones que se dicten.
b) A través de las Enfermeras/os en la ejecución de los planes o en la elaboración de los programas locales concretos.
Artículo 82
Las Enfermeras/os deben participar plenamente, a través del Consejo General, de las Agrupaciones de Colegios o de los propios Colegios, en las comisiones de planificación y en
los consejos de administración en que se decide las políticas sanitarias a nivel estatal,
autonómico o provincial.
Artículo 83
Los Enfermeros/as forman parte integrante y cualificada de la asistencia sanitaria, siendo responsables de los servicios de Enfermería que dirigen.
Artículo 84
La Enfermera/o procuran estar presentes y participar activamente, a título individual y
con independencia de las actuaciones corporativas, en todo el sistema nacional de salud
y en sus organismos locales autonómicos y estatales.
Artículo final
El Consejo General se obliga a mantener al día el contenido de este Código Deontológico y publicará oportunamente el texto de los artículos nuevos o modificados.
148
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
NORMAS ADICIONALES
Primera
Por medio de la acción colectiva se cumple una más efectiva definición y control de calidad de los Servicios de Enfermería. Por tanto, el Consejo General de Enfermería asume
la responsabilidad de preservar la autonomía profesional y la autorregulación en el control de las condiciones de trabajo, velando porque los estándares éticos de la profesión
se mantengan actualizados.
Segunda
Consejo General y los Colegios Profesionales de Enfermería deben prestar continua atención a los derechos, necesidades e intereses legítimos de los profesionales de Enfermería y de las personas que reciben sus cuidados.
Tercera
Consejo General y los Colegios Profesionales de Enfermería deben adoptar actitud abierta a las diferentes corrientes que circulan en la profesión, siempre que redunde en una
mejor calidad en la atención y cuidados hacia la salud de todos los ciudadanos.
Cuarta
Con el fin de asegurar el respeto y la armonía profesional entre todos sus miembros, es
esencial, que exista una comunicación y colaboración constante entre el Consejo General, los Colegios Profesionales y cualquier otra asociación de Enfermería.
Quinta
Consejo General de Enfermería de España asume la responsabilidad de velar por los valores éticos de la Profesión, arbitrando las acciones pertinentes.
Sexta
Los responsables de la Organización Colegial de Enfermería de España, en cualquiera
de sus niveles, miembros de Juntas de Gobierno u otros órganos de los Colegios Provinciales, de los Consejo Autonómicos u órganos de similar rango que existan o se constituyan en el futuro, Pleno del Consejo General, y en definitiva, cuantas personas ostenten cualquier cargo electivo o de designación en la Organización Colegial, vienen
especialmente obligados a guardar y hacer guardar, en la medida de sus competencias,
las normas recogidas en este Código y en la normativa general de la Enfermería y su
Organización Colegial.
149
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
En consecuencia, y a tenor del artículo 57.a) y c) y 58.a) del R.D. 1856/78, de 29 de
junio, incurrirán en responsabilidad disciplinaria aquellos que por comisión, omisión o
simple negligencia en el cumplimiento de sus funciones, se conduzcan en forma contraria a las disposiciones de este Código o de cualquier otra norma de obligado cumplimiento en materia ética o deontológica o permitan, con su abstención u omisión, que
otros lo hagan sin aplicar las medidas legales a su alcance, en defensa de las reglas y
preceptos éticos y deontológicos de la Enfermería.
150
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
E STATUTOS GENERALES DE LA O RGANIZACIÓN C OLEGIAL
DE E NFERMERÍA DE E SPAÑA
40986
Viernes 9 noviembre 2001
MINISTERIO
DE SANIDAD Y CONSUMO
20934 REAL DECRETO 1231/2001, de 8 de noviembre, por el que se aprueban los Estatutos generales de la Organización Colegial de Enfermería de España, del Consejo General y de
Ordenación de la actividad profesional de
enfermería.
El Consejo General de Colegios de Diplomados en
Enfermería ha remitido al Ministerio de Sanidad y Consumo los nuevos Estatutos Generales de la Organización
Colegial, del Consejo General y de la profesión de Enfermería, a efectos de su aprobación por el Gobierno conforme a lo previsto en los apartados 2 y 5 del artículo
6 de la Ley 2/1974, de 13 de febrero, de Colegios
Profesionales.
Verificada la adecuación a la legalidad de los nuevos
Estatutos procede su aprobación a través de este Real
Decreto, en cuya tramitación han sido oídas las corporaciones profesionales afectadas y las Consejerías correspondientes de las Comunidades Autónomas.
En su virtud, a propuesta de la Ministra de Sanidad
y Consumo, de acuerdo con el Consejo de Estado y previa
deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del
día 8 de noviembre de 2001,
DISPONGO:
Artículo único. Aprobación de los Estatutos.
Se aprueban los Estatutos generales de la Organización Colegial de Enfermería de España, del Consejo
General y de la profesión de Enfermería, que figuran
en el anexo a este Real Decreto.
Disposición derogatoria única. Derogación de normas.
Quedan derogadas cuantas normas de igual o inferior
rango se opongan a lo establecido en el presente Real
Decreto y, expresamente, los Estatutos de la Organización Colegial de Diplomados en Enfermería, aprobados
por Decreto 1856/1978, de 29 de junio, y modificados
por Real Decreto 306/1993, de 26 de febrero.
No obstante, se mantiene expresamente en vigor el
Título I de los Estatutos aprobados por Decreto
1856/1978, en cuanto no se oponga a los presentes
Estatutos y en relación con aquellos Colegios que carezcan de Estatutos propios y en tanto aprueben éstos conforme a las disposiciones aplicables, con la excepción
del artículo 44 relativo a la reelección de cargos colegiales, que se entenderá derogado en todo caso.
Disposición final única. Entrada en vigor.
Este Real Decreto y los Estatutos que se publican
en el anexo entrarán en vigor el día siguiente al de su
publicación en el «Boletín Oficial del Estado».
Dado en Madrid a 8 de noviembre de 2001.
JUAN CARLOS R.
La Ministra de Sanidad y Consumo,
CELIA VILLALOBOS TALERO
BOE núm. 269
ANEXO
Estatutos generales de la Organización Colegial de
Enfermería de España, del Consejo General y de la
Ordenación de la actividad profesional de enfermería
La moderna ordenación normativa de la Organización
Colegial de Enfermería puede decirse que nace de la
vigente Ley de Colegios Profesionales y alcanza su punto
culminante en el Real Decreto 1856/1978, de 29 de
junio, por el que se aprueban los Estatutos de esta Organización Colegial.
Esta norma contribuyó en una gran medida a consolidar los Colegios Oficiales —entonces de Ayudantes
Técnicos Sanitarios, después de Diplomados en Enfermería— y su Consejo General, aunque su carácter
pre-constitucional siempre demandó una modificación
que, en gran medida, debía correr paralela a la que se
llevara a cabo respecto de la también pre-constitucional
Ley de Colegios Profesionales.
El intento de dotar a la Organización Colegial de una
estructura más moderna tropezó siempre con esta falta
de desarrollo legislativo estatal armonizador del nuevo
sistema territorial instaurado tras la Constitución (Estado,
Comunidades Autónomas y provincias) y su traslación
al ámbito corporativo. De esta forma, las modificaciones
introducidas por el Real Decreto 306/1993, de 26 de
febrero, en los mencionados Estatutos, únicamente
pudieron recogerse en torno a la figura del Consejo General, y más concretamente, respecto de su sistema de
elección y su régimen económico.
La aprobación de la Ley 7/1997, de 14 de abril,
parcialmente modificadora de la Ley de Colegios Profesionales 2/1974, de 13 de febrero, abrió la posibilidad
de adaptar los Estatutos de las distintas Organizaciones
Colegiales a las principales novedades introducidas, pero
no parece descabellado pensar que sea posible adaptar
la norma corporativa a las variaciones legislativas producidas en los últimos tiempos.
Esta es la línea que ha optado por seguir el presente
proyecto de Estatutos. En primer lugar, y como consecuencia del desarrollo normativo autonómico, con la consiguiente creación de los Consejos Autonómicos que
empiezan a ver la luz, se ha optado por ofrecer un primer
capítulo regulador de los Colegios de forma que, salvaguardando los contenidos mínimos que impone la
vigente Ley de Colegios Profesionales, respete las competencias autonómicas. Se trata, en todo caso, de ofrecer
una regulación inspiradora de lo que se entiende que
puede ser una Organización Colegial, como conjunto profesional. Teniendo en cuenta la vigencia de la regulación
que cada Comunidad Autónoma ha realizado sobre la
materia, se ha reforzado este carácter con la previsión
contemplada en su disposición adicional primera.
El Título II se dirige a regular el funcionamiento y
competencias del Consejo General, al que se ha dotado
de una nueva estructura en la que destacan varios aspectos. De un lado, la Asamblea General ha aumentado
y reforzado sus competencias; de otro, se dota al Pleno
de una nueva composición con base en dos criterios:
territorial —con la incorporación de los Presidentes de
los Consejos Autonómicos— y profesional —con la presencia de representantes de los distintos sectores profesionales. Estos representantes, junto con el Presidente,
resultan del correspondiente proceso electoral. Dentro
de esta estructuración, la nueva Comisión Ejecutiva queda integrada por miembros designados directamente por
el Presidente electo del Consejo General.
Finalmente, se ha introducido un tercer título dirigido
a establecer, con estricto respeto a las disposiciones
constitucionales y legales en vigor, una definición profesional, dado que la regulación sobre competencias profesionales data de hace más de treinta años y requiere
151
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
BOE núm. 269
M ÓDULO III
Viernes 9 noviembre 2001
su adaptación a las actuales condiciones y necesidades
del sistema sanitario.
En un segundo capítulo dentro del Título III, y teniendo
en cuenta la competencia profesional del enfermero, el
texto articulado reconoce la importancia y trascendencia
de aplicar criterios de calidad en las actuaciones profesionales de enfermería, en el marco del sistema sanitario español, y en consonancia con la potestad legalmente atribuida de ordenar el ejercicio de la profesión
en el ámbito de su competencia.
Siguiendo las consideraciones y recomendaciones
internacionales, principalmente de la Organización Mundial de la Salud y de la Unión Europea, se pretende
propiciar la creación de nuevas estructuras e instrumentos para facilitar la mejora de la calidad en la atención
de enfermería a la población, así como el reconocimiento
del compromiso de los profesionales de enfermería y
las instituciones, que se integran en el sistema sanitario
español.
TÍTULO I
De la Organización Colegial de Enfermería
CAPÍTULO I
De los Colegios Profesionales de Enfermería: fines
y funciones
Artículo 1. Naturaleza de los Colegios Profesionales de
Enfermería.
Los Colegios Profesionales de Enfermería son corporaciones de derecho público, amparadas por la Ley y
reconocidas por el Estado y las Comunidades Autónomas, en el ámbito de sus respectivas competencias, con
personalidad jurídica propia y plena capacidad para el
cumplimiento de sus fines. En consecuencia, y de acuerdo con la legalidad vigente, pueden adquirir, vender, enajenar, poseer, reivindicar, permutar, gravar toda clase
de bienes y derechos, celebrar contratos, obligarse y
ejercitar acciones e interponer recursos en todas las vías
y jurisdicciones para el cumplimiento de sus fines.
Se denominarán Colegios Oficiales de Enfermería de
la delimitación que corresponda a su ámbito territorial.
Los Colegios elaborarán sus propios Estatutos particulares para regular su funcionamiento, con arreglo a
las disposiciones de la Ley de Colegios profesionales
estatal y a la legislación autonómica sobre la materia
y, en todo caso, con respeto a lo establecido en estos
Estatutos Generales en lo relativo a las relaciones de
dichos Colegios con el Consejo General. Una vez aprobados, dichos Estatutos particulares se notificarán al Consejo General.
Artículo 2. Fines de los Colegios Profesionales de Enfermería.
Son fines esenciales de estos Colegios la ordenación
del ejercicio de la profesión de enfermería en el ámbito
de su competencia y en todas sus formas y especialidades, la representación exclusiva de esta profesión
y la defensa de los intereses profesionales de los colegiados, todo ello sin perjuicio de la competencia de la
Administración pública, por razón de la relación funcionarial, ni de las representaciones sindicales en el ámbito
específico de sus funciones.
M ÓDULO IV
40987
Artículo 3. Ámbito funcional.
Los Colegios Oficiales de Enfermería ejercerán en su
ámbito territorial las funciones atribuidas por la legislación estatal y autonómica sobre la materia, especialmente en lo relativo a la ordenación, en el ámbito de
sus competencias, de la actividad profesional de los colegiados, velando por la ética y dignidad profesional.
Artículo 4. Normas sobre honorarios profesionales.
Los Colegios podrán adoptar acuerdos para el establecimiento de normas sobre honorarios profesionales,
las cuales tendrán carácter meramente orientativo. Igualmente podrán establecer servicios de cobros de honorarios profesionales, que serán prestados previa solicitud
libre y expresa del colegiado, así como la obligación
de los colegiados de presentar a sus clientes, cuando
proceda, una nota-encargo o presupuesto que contendrá
como mínimo la determinación del objeto de la prestación y su coste previsible. Los colegiados no tendrán
que comunicar al Colegio esta nota-encargo, salvo requerimiento justificado en el curso de un procedimiento disciplinario o deontológico.
CAPÍTULO II
De los colegiados y sus clases. Adquisición, denegación y pérdida de la condición de colegiado
Artículo 5. Habilitación profesional.
Estarán habilitados para ejercer los actos propios de
la profesión de enfermería, en cualquiera de las modalidades o formas jurídicas públicas o privadas de relación
de servicios profesionales, únicamente quienes se hallen
inscritos en el Colegio Oficial de Enfermería del ámbito
territorial correspondiente, cumplan la legislación profesional vigente y no se encuentren suspendidos, separados o inhabilitados por resolución corporativa o judicial, situación que se acreditará mediante certificación
profesional expedida por el órgano correspondiente.
Artículo 6. Adquisición de la condición de colegiado.
1. Podrán adquirir la condición de colegiado quienes
así lo soliciten preceptivamente al respectivo Colegio
Oficial de Enfermería del ámbito territorial correspondiente al del domicilio profesional, único o principal, se
encuentren en posesión del correspondiente título de
Diplomado/a en Enfermería, A.T.S., Practicante, Enfermeros/as o Matronas.
2. Igualmente podrán adquirir esa condición de colegiado los nacionales de la Unión Europea o Espacio Económico Europeo y de los países con los que el Estado
español mantenga convenios o acuerdos de reciprocidad
y reconocimiento, que acrediten certificado, diploma o
título reconocidos y homologados de enfermero responsable de cuidados generales.
3. También podrán incorporarse voluntariamente
como no ejercientes quienes, ostentando alguno de
aquellos títulos, no estuviesen en el ejercicio de la profesión.
Artículo 7. Colegiación.
Es requisito indispensable para el ejercicio de la profesión de enfermería, en cualquiera de sus ámbitos o
modalidades, hallarse incorporado al Colegio Oficial de
Enfermería del ámbito territorial que corresponda con
el domicilio profesional, único o principal. Bastará la
152
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
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M ÓDULO III
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incorporación a este Colegio profesional para ejercer la
profesión en todo el territorio del Estado.
Los profesionales que ejerzan ocasionalmente en un
territorio diferente al de colegiación deberán comunicar
previamente, a través del Colegio al que pertenezcan
a los Colegios distintos al de su inscripción, las actuaciones que vayan a realizar en sus demarcaciones, a
fin de quedar sujetos a las competencias de ordenación,
control deontológico y potestad disciplinaria por el Colegio de prestación de servicios. El Consejo General establecerá formularios o modelos para estas comunicaciones a efectos de agilizar el procedimiento, así como un
Registro Central de comunicaciones en el que quedará
constancia de las realizadas.
Los Colegios establecerán en sus Estatutos propios
el procedimiento para la adquisición de la cualidad de
colegiado de conformidad con lo previsto en estos Estatutos y en la legislación sobre Colegios profesionales
estatal y autonómica.
Artículo 8. Pérdida de la condición de colegiado.
La condición de colegiado se perderá:
a) Por falta de pago de cuatro cuotas ordinarias o
extraordinarias del Colegio.
b) Por condena firme que lleve consigo la accesoria
de inhabilitación para el ejercicio de la profesión.
c) Por expulsión del Colegio acordada en expediente
disciplinario.
d) Por haber causado baja voluntariamente.
e) Por cambio de domicilio profesional, o ausencia
del mismo por más de cuatro meses, sin comunicación
al Colegio.
En todo caso, la pérdida de la condición de colegiado
por las causas expresadas en los párrafos a), b) y c)
deberá ser comunicada al interesado, momento en que
surtirá efectos, salvo lo dispuesto en los casos de interposición de recursos.
Podrán solicitar la adquisición de la condición de colegiados aquéllos que hubieran estado incursos en alguna
de las causas previstas en los párrafos b) y c) siempre
que hubiera prescrito la falta o se hubiera cumplido la
sanción o inhabilitación.
Aquellos antiguos colegiados que, habiendo perdido
esta condición por impago de cuotas al Colegio, deseen
reincorporarse al mismo, deberán abonar previamente
las cantidades adeudadas, incluyendo los intereses, gastos y costas generados al Colegio.
Artículo 9. Derechos de los colegiados.
Los colegiados tendrán los derechos siguientes:
a) Participar en la gestión corporativa y, por tanto,
ejercer el derecho de petición, el de voto y el de acceso
a los puestos y cargos directivos. Salvo disposición contraria de los Estatutos de cada Colegio, el voto de los
colegiados ejercientes tendrá igual valor que el de los
no ejercientes.
b) Ser defendidos a petición propia por el Colegio,
por los Consejos Autonómicos o por el Consejo General,
cuando sean vejados o perseguidos con motivo del ejercicio profesional.
c) Ser representados y asesorados por el Colegio,
por los Consejos Autonómicos o por el Consejo General,
cuando necesiten presentar reclamaciones fundadas a
las autoridades, Tribunales y Entidades oficiales o particulares.
d) Pertenecer a las Entidades de previsión que para
proteger a los profesionales estuvieran establecidas.
M ÓDULO IV
BOE núm. 269
e) Formular ante las Juntas generales de gobierno
las quejas, peticiones e iniciativas que estimen procedentes.
f) Examinar los libros de contabilidad y de actas del
Colegio, previa solicitud, así como recabar la expedición
de certificación de acuerdos, cuando acrediten la titularidad de un interés legítimo para ello.
g) Al uso de la insignia y del uniforme profesional
que se tenga creado y aprobado.
h) Al uso de las dependencias del Colegio al que
pertenezcan. Cada Colegio establecerá estatutaria o
reglamentariamente las normas que regulen el ejercicio
de este derecho.
i) A la exención del pago de cuotas del Colegio
durante la realización del servicio militar, de la prestación
social sustitutoria o ejercer la profesión en misiones, proyectos, programas y actividades organizadas por entidades no gubernamentales en cualquier país o región
del mundo.
j) Al uso del documento acreditativo de su identidad
profesional, expedido por el órgano colegial correspondiente.
k) A tramitar por conducto del Colegio correspondiente, que le dará curso con su preceptivo informe,
toda petición o reclamación que hayan de formular al
Consejo General o al Consejo Autonómico.
l) A la objeción de conciencia y al secreto profesional, cuyos límites vendrán determinados por el ordenamiento constitucional y por las normas éticas de la
profesión recogidas en el Código Deontológico.
Artículo 10. Deberes de los colegiados.
Los colegiados tienen los deberes siguientes:
a) Ejercer la profesión de enfermería conforme a
las normas de ordenación del ejercicio profesional y
reglas que la gobiernan, ateniéndose a las normas deontológicas establecidas y a las que puedan acordarse con
este mismo objeto por la Organización Colegial.
b) Cumplir lo dispuesto en estos Estatutos, en los
de sus respectivos Colegios y las decisiones de los Colegios, de los Consejos Autonómicos y del Consejo General.
c) Estar al corriente en el pago de las cuotas colegiales y contributivas.
d) Denunciar al Colegio todo acto de intrusismo que
se produzca en la provincia y llegue a su conocimiento,
así como los casos de ejercicio ilegal, tanto por no colegiación como por hallarse suspendido o inhabilitado el
denunciado.
e) Comunicar al Colegio, en un plazo no superior
a treinta días, sus cambios de domicilio o residencia,
así como las ausencias superiores a cuatro meses.
f) Emitir su informe o dar su parecer cuando fueran
convocados para ello por el Colegio a que pertenezcan.
g) Cumplir las prescripciones del Código Deontológico de la Enfermería española.
h) Aceptar, salvo justa causa, y desempeñar fielmente los cargos colegiales para los que fueren elegidos.
i) Exhibir el documento de identidad profesional
cuando legalmente sea requerido para ello.
CAPÍTULO III
De los Colegios Oficiales de Enfermería. Organización
y ámbito territorial
Artículo 11. Organización de los Colegios Oficiales de
Enfermería.
Los órganos de gobierno, unipersonales y colegiados,
de los Colegios, y el procedimiento de su elección serán
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ANEXOS
M ÓDULO I
BOE núm. 269
M ÓDULO II
M ÓDULO III
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los que se determinen en los respectivos Estatutos colegiales, en los que se fijará su composición, funciones
y régimen de convocatoria, sesiones y adopción de
acuerdos, de conformidad con lo previsto en la legislación sobre Colegios profesionales estatal y autonómica,
en estos Estatutos y en la legislación vigente sobre régimen jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, en lo que proceda.
Artículo 12. Ámbito territorial.
1. La jurisdicción profesional y disciplinaria de cada
Colegio Oficial de Enfermería se extenderá a todo su
ámbito territorial.
2. Los procedimientos de constitución, fusión,
segregación y, en general, cualquier modificación de su
ámbito territorial se regirán por lo dispuesto en la Ley
de Colegios Profesionales, en la legislación de la Comunidad Autónoma respectiva y en los propios Estatutos.
Artículo 13. Consejos Autonómicos.
Con arreglo a la correspondiente legislación autonómica, cuando existan varios Colegios Oficiales en el ámbito territorial de una misma Comunidad Autónoma,
podrán constituir un Consejo Autonómico, con la denominación, composición, competencias, funciones y funcionamiento que le corresponda según la legislación
básica del Estado y la legislación autonómica.
En el caso de Comunidades Autónomas con un solo
Colegio Oficial, éste asumirá todas las funciones que
en estos Estatutos se asignan a los Consejos Autonómicos en relación con el Consejo General.
Los Estatutos de los Consejos Autonómicos deberán
someterse a la normativa básica estatal y no contravenir,
en sus disposiciones sobre las relaciones con el Consejo
General, lo establecido en los Estatutos de este último.
Una vez aprobados los Estatutos de los Consejos
Autonómicos, se notificarán por éstos al Consejo General.
Artículo 14. Defensa de las funciones colegiales.
Los Colegios podrán ejercer las acciones que les asistan en Derecho frente a las actuaciones de asociaciones
profesionales que supongan el ejercicio de funciones
propias de la competencia colegial o su finalidad o ejercicio sea impropio o censurable bajo los principios éticos
que inspiran la profesión.
CAPÍTULO IV
Del régimen jurídico de los actos colegiales
y su impugnación
Artículo 15. Ejecutividad e impugnabilidad de acuerdos
colegiales.
1. Los acuerdos de los órganos colegiales serán
inmediatamente ejecutivos, sirviendo de base en aquellos que sea necesaria la certificación del acuerdo que
conste en el acta correspondiente.
2. Los acuerdos de los órganos colegiales que revistan naturaleza administrativa por venir dictados en el
ejercicio de funciones públicas serán impugnables en
alzada ante el correspondiente Consejo Autonómico o,
en su caso, ante el Consejo General, en los términos
establecidos en el artículo 24.5 de estos Estatutos. El
recurso será interpuesto ante el Colegio que dictó el
acuerdo o ante el órgano que deba resolverlo. El Colegio
deberá elevar los antecedentes e informe que proceda
al Consejo Autonómico o, en su caso, al Consejo General,
M ÓDULO IV
40989
dentro de los quince días siguientes a la fecha de presentación del recurso. Transcurridos tres meses desde
la interposición del recurso sin que recaiga resolución,
se podrá entender desestimado, y quedará expedita la
vía procedente. Una vez agotado el recurso de alzada,
los referidos acuerdos serán directamente recurribles
ante el orden jurisdiccional contencioso-administrativo.
No obstante, los actos de los órganos de los Colegios
que pongan fin a la vía administrativa podrán ser recurridos potestativamente en reposición ante el mismo
órgano que los hubiera dictado o ser impugnados directamente ante el citado orden jurisdiccional contencioso-administrativo.
3. Interpuesto el recurso dentro del plazo establecido, el órgano competente para resolverlo podrá
suspender de oficio o a petición de parte interesada la
ejecución del acto recurrido cuando dicha ejecución
pudiera causar perjuicios de imposible o difícil reparación, o cuando la impugnación se fundamente en alguna
causa de nulidad de pleno derecho.
4. Los Colegios, en sus Estatutos propios, podrán
determinar la forma y procedimientos para llevar los
libros de actas correspondientes a sus órganos colegiales, pudiendo incorporar los medios y técnicas avanzadas
admitidas en Derecho, siempre y cuando se garantice
la autenticidad del contenido de dichas actas.
Artículo 16. Nulidad y anulabilidad.
Los actos de los Colegios profesionales sometidos
al Derecho administrativo serán nulos o anulables en
los términos previstos en la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones
Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, o
en la norma que la sustituya.
CAPÍTULO V
Del régimen de distinciones y premios y medidas
disciplinarias
Artículo 17. Premios, recompensas y condecoraciones.
Los Colegios, en sus Estatutos propios, podrán determinar las recompensas y premios a que pueden hacerse
acreedores los colegiados, estableciendo el procedimiento para su concesión. Sin perjuicio de lo anterior, el Consejo General podrá establecer asimismo un reglamento
de condecoraciones para el conjunto de la Organización
Colegial.
Artículo 18. Régimen disciplinario.
1. Los colegiados que infrinjan sus deberes profesionales, el Código Deontológico de la Enfermería española, los presentes Estatutos, los del Consejo General,
los de los Consejos Autonómicos, los particulares de
cada Colegio o los acuerdos adoptados por cualquiera
de las Corporaciones anteriores podrán ser sancionados
disciplinariamente.
2. Se deberá poner en conocimiento de la autoridad
judicial correspondiente las actuaciones de los colegiados que presentasen indicios racionales de conducta
delictiva.
Artículo 19. Faltas.
1. Las faltas que pueden llevar aparejada sanción
disciplinaria se clasifican en muy graves, graves y leves.
A) Son faltas muy graves:
a) Los actos u omisiones que constituyan ofensa
grave a la dignidad de la profesión o a las reglas éticas
154
ANEXOS
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M ÓDULO II
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
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recogidas en el Código Deontológico, que no podrá ir
en contra de lo establecido en el Estatuto o en las normas
reguladoras de los Colegios Profesionales.
b) El atentado contra la dignidad, honestidad u
honor de las personas con ocasión del ejercicio profesional o de cargos corporativos.
c) La comisión de delitos, en cualquier grado de
participación, como consecuencia del uso o ejercicio de
la profesión o de cargos corporativos.
d) La embriaguez y toxicomanía habitual en el ejercicio profesional o de cargos corporativos.
e) La realización de actividades que impidan a los
Colegios alcanzar sus fines o desarrollar sus funciones.
f) La reiteración en las faltas graves cuando no
hubiese sido cancelada la anterior.
g) Encubrir o consentir, sin denunciarlo, el intrusismo profesional.
h) Las infracciones graves en los deberes que tanto
la profesión como el ejercicio de cargos corporativos
imponen.
2. Las sanciones que pueden imponerse por faltas
graves son:
a) Amonestación escrita, con advertencia de suspensión.
b) Suspensión de la condición de colegiado y del
ejercicio profesional por plazo no superior a tres meses.
c) Suspensión para el desempeño de cargos corporativos por un plazo no superior a cinco años.
B) Son infracciones graves:
a) El incumplimiento de las normas estatutarias o
de los acuerdos adoptados por el Consejo General, los
Consejos Autonómicos o por el Colegio, salvo que constituya falta de otra entidad.
b) Los actos de desconsideración hacia cualquiera
de los demás colegiados.
c) La competencia desleal.
d) Negarse a aceptar la designación de instructor
en expedientes disciplinarios sin causa justificada.
e) Los actos u omisiones descritos en los párrafos
a), c) y d) del apartado anterior, cuando no tuviesen
entidad suficiente para ser considerados como muy
graves.
f) La embriaguez con ocasión del ejercicio profesional o de cargos corporativos.
g) La infidelidad en el ejercicio de los cargos corporativos para los que fuesen elegidos.
Artículo 21. Procedimiento disciplinario.
C) Son faltas leves:
a) La negligencia en el cumplimiento de normas
estatutarias.
b) Las infracciones débiles de los deberes que la
profesión y el ejercicio de cargos corporativos imponen.
c) Los actos enumerados en el apartado relativo a
las faltas graves, cuando no tuviesen entidad para ser
consideradas como tales.
2. Las faltas muy graves prescribirán a los tres años,
las graves a los dos años y las leves a los seis meses.
El plazo de prescripción de las infracciones comenzará
a contarse desde el día en que la infracción se hubiese
cometido. No obstante, interrumpirá la prescripción la
iniciación, con conocimiento del interesado, del procedimiento disciplinario, reanudándose el plazo de prescripción si el expediente estuviera paralizado más de
un mes por causa no imputable al presunto responsable.
Artículo 20. Sanciones.
1. Las sanciones que pueden imponerse por faltas
muy graves son:
a) Suspensión de la condición de colegiado y del
ejercicio profesional por plazo de tres meses y no mayor
a un año.
b) Inhabilitación para el desempeño de cargos colegiales directivos por plazo de uno a diez años.
c) Expulsión del Colegio con privación de la condición de colegiado, que llevará aneja la inhabilitación
para incorporarse a otro por plazo no superior a seis
años.
3. Las sanciones que pueden imponerse por faltas
leves son:
a) Amonestación verbal.
b) Amonestación escrita sin constancia en el expediente personal.
4. Las sanciones impuestas por faltas muy graves
prescribirán a los tres años; las impuestas por faltas graves a los dos años y las impuestas por faltas leves al
año.
1. Las faltas leves se sancionarán por el Presidente
del Colegio, previo acuerdo de la Junta de gobierno,
sin necesidad de previo expediente y tras la audiencia
o descargo del inculpado. Las faltas graves y muy graves
se sancionarán por la Junta de gobierno tras la apertura
de expediente disciplinario.
2. Conocida por la Junta de gobierno la comisión
de un hecho que pudiera ser constitutivo de falta grave
o muy grave, y con anterioridad a la iniciación del procedimiento, se podrán realizar actuaciones previas con
objeto de determinar con carácter preliminar si concurren circunstancias que justifiquen tal iniciación.
El expediente disciplinario se iniciará por acuerdo de
la Junta de gobierno, de oficio o a propuesta de la Comisión Deontológica, y en él se respetarán las siguientes
previsiones:
a) En el acuerdo de iniciación del procedimiento se
designará un Instructor entre los colegiados que lleven
más de diez años de ejercicio profesional. Además de
esta designación, el acuerdo de iniciación incluirá la identificación de la persona o personas presuntamente responsables, una mención sucinta de los hechos que motivan la apertura del procedimiento, así como el órgano
competente para imponer sanción, en su caso.
b) De conformidad con lo previsto en la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, la Junta de gobierno
podrá adoptar en cualquier momento, mediante acuerdo
motivado, las medidas de carácter provisional que resulten necesarias para asegurar la eficacia de la resolución
que pudiera recaer, el buen fin del procedimiento, evitar
el mantenimiento de los efectos de la infracción y proteger las exigencias de los intereses generales.
c) El Instructor, en el plazo de tres días hábiles, a
contar desde el siguiente al de la notificación de su nombramiento, podrá manifestar por escrito ante la Junta
de gobierno las causas de excusa o abstención que crea
concurrir en él. La Junta de gobierno resolverá sobre
estas alegaciones en el plazo de diez días. Si las encontrase estimables, procederá a nombrar nuevo Instructor
en la misma forma.
d) El colegiado expedientado, una vez notificado de
la identidad del Instructor, podrá manifestar por escrito
ante la Junta de gobierno, en el plazo de los cuatro
días hábiles siguientes, las causas de recusación que
creyese concurrir en el Instructor. Serán causa de abstención o recusación la amistad íntima o la enemistad
manifiesta con el expedientado; el interés directo o personal en el asunto; el parentesco por consanguinidad
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M ÓDULO I
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dentro del cuarto grado o por afinidad dentro del segundo, y cualquier otra circunstancia análoga.
Planteada la recusación por el expedientado, la Junta
de gobierno dará traslado al instructor para que formule
las alegaciones que estime oportunas en el plazo de
tres días. Cumplimentado este trámite, la Junta de
gobierno resolverá el incidente en el plazo de diez días,
sin que contra su decisión quepa recurso alguno.
e) El procedimiento disciplinario se impulsará de oficio en todas sus actuaciones. El Instructor practicará
cuantas pruebas y actuaciones sean necesarias para la
determinación y comprobación de los hechos y responsabilidades susceptibles de sanción. En todo caso, antes
de la formalización del pliego de cargos, el Instructor
deberá recibir declaración al presunto inculpado.
f) A la vista de las pruebas y actuaciones practicadas, el instructor formulará, si procediere, pliego de
cargos, en el que se expondrán los hechos impugnados,
con expresión, en su caso, de la falta presuntamente
cometida y de las sanciones que puedan ser de aplicación.
g) El pliego de cargos se notificará al interesado
para que, en el plazo de diez días, pueda contestarlo
y proponer la prueba que precise, cuya pertinencia será
calificada por el instructor. La denegación total o parcial
de la prueba propuesta requerirá resolución motivada.
h) Recibido el pliego de descargos, el instructor
determinará en el plazo de diez días las pruebas admitidas, que deberán llevarse a cabo ante dicho Instructor
en el plazo de un mes, a contar a partir de la fecha
del acuerdo de determinación de las pruebas a practicar.
i) Cumplimentadas las precedentes diligencias, el
instructor dará vista del expediente al presunto inculpado
con carácter inmediato, para que en el plazo de diez
días alegue lo que estime pertinente a su defensa y aporte cuantos documentos considere de interés. Se facilitará
copia del expediente al presunto inculpado cuando éste
así lo solicite.
j) Contestado el pliego o transcurrido el plazo sin
hacerlo, y practicadas, en su caso, las pruebas admitidas,
el instructor formulará propuesta de resolución, en la
que fijará con precisión los hechos, hará la valoración
jurídica de los mismos e indicará la sanción que estime
procedente.
Dicha propuesta de resolución se notificará al interesado para que, en el plazo de diez días, alegue lo que
a su derecho convenga.
Evacuado el referido trámite, o transcurrido el plazo
para ello, se remitirá lo actuado a la Junta de gobierno
para que, en el plazo de diez días, resuelva lo que proceda.
k) La Junta de gobierno podrá devolver el expediente al instructor para que comprenda otros hechos en
el pliego de cargos, complete la instrucción o someta
al interesado una propuesta de resolución que incluya
una calificación jurídica de mayor gravedad. En tal caso,
antes de remitir de nuevo el expediente al órgano competente para imponer la sanción, se dará vista de lo
actuado al interesado, a fin de que en el plazo de diez
días alegue cuanto estime conveniente.
l) La resolución que se adopte se notificará al interesado y deberá ser motivada. En ella se especificarán
los recursos que procedan contra la misma, los plazos
de interposición y los órganos ante los que haya de presentarse el recurso que proceda.
m) Para la aplicación de las sanciones, la Junta de
gobierno tendrá en cuenta las pruebas practicadas y
las circunstancias atenuantes o agravantes que pudieran
concurrir, así como la existencia de intencionalidad o
reiteración, la naturaleza de los perjuicios causados o
la reincidencia, por comisión en el término de un año
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de más de una infracción de la misma naturaleza cuando
así haya sido declarado por resolución firme.
3. Las resoluciones que impongan sanción disciplinaria serán recurribles en los términos y en la forma
establecidos en el artículo 15 de los presentes Estatutos.
CAPÍTULO VI
Del régimen económico y financiero
Artículo 22. Régimen económico y financiero.
1. Los Colegios establecerán en sus Estatutos propios los recursos económicos y financieros que les
correspondan de conformidad con lo previsto en estos
Estatutos generales y en la legislación sobre Colegios
Profesionales estatal y autonómica.
2. Las cuotas habrán de ser satisfechas al respectivo
Colegio, el cual extenderá los recibos correspondientes,
remitiendo al Consejo General relación numeraria de los
emitidos, y la aportación que, conforme a los acuerdos
de la Asamblea del Consejo General, el Colegio venga
obligado a satisfacer a este último. Del mismo modo,
los Colegios remitirán sus presupuestos anuales al Consejo General para su conocimiento.
3. No obstante lo anterior, cuando algún colegiado
no abone al Colegio la cuota girada, éste lo notificará
al Consejo General, con mención específica del motivo
que la produjo, así como, en su caso, del número de
cuotas pendientes de abonar, a los efectos de ser excluido de las situaciones reguladas estatutariamente, para,
transcurridos los plazos previstos, proceder a la baja colegial y demanda por las cantidades dejadas de abonar,
con los intereses, gastos y costas que correspondan.
Cuando un colegiado deudor de cuotas colegiales proceda a su regularización, abonándolas, el Colegio remitirá
al Consejo General la parte correspondiente dejada de
percibir.
4. Con carácter excepcional, cuando un Colegio no
cumpla sus obligaciones económicas respecto del Consejo General, al tratarse de fondos económicos pertenecientes a este último, el Consejo General podrá adoptar medidas tendentes a garantizar el cobro efectivo de
las cantidades adeudadas por el Colegio, pudiendo recabar el auxilio judicial para llevar a efecto las medidas
acordadas, o exigir el depósito judicial de las cantidades
adeudadas.
TÍTULO II
Del Consejo General de Colegios Oficiales
de Enfermería de España
CAPÍTULO I
Del Consejo General y sus funciones
Artículo 23. Naturaleza jurídica del Consejo General.
1. El Consejo General de Colegios Oficiales de Enfermería de España es el órgano superior de representación
y coordinación de aquéllos, en los ámbitos nacional e
internacional, teniendo a todos los efectos la cualidad
de corporación de derecho público, con personalidad
jurídica propia y plena capacidad para el cumplimiento
de sus fines. Su domicilio radicará en la capital del Estado, sin perjuicio de poder celebrar reuniones en cualquier
otro lugar del territorio español.
2. El Consejo General es la entidad que agrupa, coordina y representa con carácter exclusivo a la profesión
de enfermería y a todos los Colegios Oficiales de Enfer-
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mería de España en los ámbitos nacional e internacional;
ordena, en el ámbito de su competencia y de acuerdo
con lo establecido en la Constitución y en las leyes, el
ejercicio profesional, y defiende y protege los intereses
de los profesionales y de la enfermería, ejerciendo la
facultad disciplinaria y resolviendo los recursos que se
interpongan, en los términos regulados en estos Estatutos.
Artículo 24. Funciones del Consejo General.
El Consejo General tendrá las siguientes funciones:
1. Las atribuidas a los Colegios por la Ley de Colegios Profesionales, en cuanto tengan ámbito o repercusión nacional.
2. La elaboración de los Estatutos generales de la
profesión y de la Organización Colegial de Enfermería,
así como los suyos propios.
3. Ser informado por los Colegios sobre los Estatutos colegiales aprobados y su contenido.
4. Dirimir los conflictos que se puedan suscitar entre
los distintos Colegios, cuando así lo contemplen los Estatutos particulares de los Colegios o, en todo caso, cuando
la legislación estatal y autonómica sobre la materia no
estableciese lo contrario.
Siempre le corresponderá esta facultad cuando los
Colegios en conflicto pertenezcan a distintas Comunidades Autónomas
5. Resolver los recursos que se interpongan contra
los actos o acuerdos de los Colegios, cuando así lo contemplen los Estatutos particulares de los Colegios o, en
todo caso, cuando la legislación estatal y autonómica
sobre la materia no estableciese lo contrario.
6. Adoptar las medidas necesarias para que los
Colegios cumplan las resoluciones del propio Consejo
General dictadas en materia de su competencia.
7. Ejercer las funciones disciplinarias con respecto
a los miembros de las Juntas de gobierno de los Colegios,
cuando así lo contemplen los Estatutos particulares de
los Colegios o, en todo caso, cuando no se hubiera constituido conforme a la normativa en vigor el correspondiente Consejo Autonómico o cuando los actos enjuiciados se refieran o afecten a competencias que en virtud
de Ley o de estos Estatutos corresponden al Consejo
General o afecten con carácter general a la profesión
o al conjunto de la Organización Colegial. Asimismo, ejercerá funciones disciplinarias respecto de los colegiados,
cuando sus actuaciones afecten con carácter general
a la profesión o al conjunto de la Organización Colegial,
así como respecto de los miembros de los órganos colegiados y comisiones, o de los asesores del propio Consejo
General, siguiendo, en todo caso, el procedimiento establecido en capítulo V del título I de estos Estatutos.
8. Aprobar sus presupuestos, las bases del sistema
presupuestario de la Organización Colegial y regular y
fijar equitativamente las aportaciones de los Colegios.
9. Promover ante las Administraciones públicas, las
autoridades o el Gobierno de la Nación, la mejora y perfeccionamiento de la legislación estatal sobre Colegios
profesionales, e informar todo proyecto de disposición
estatal que afecte a las condiciones generales del ejercicio profesional.
10. Informar los proyectos de disposiciones generales estatales de carácter fiscal que afecten concreta
y directamente a la profesión o intereses corporativos.
11. Asumir con carácter exclusivo la representación
de los profesionales españoles ante las entidades similares en otras naciones.
12. Organizar con carácter nacional instituciones y
servicios de asistencia, previsión, formación o cualesquiera otros de naturaleza análoga y colaborar con la
M ÓDULO IV
BOE núm. 269
Administración para la aplicación a los profesionales
colegiados del sistema de seguridad social más adecuado.
13. Tratar de conseguir el mayor nivel de empleo
de los colegiados, colaborando con las Administraciones
públicas en la medida en que resulte necesario.
14. Adoptar las medidas que estime convenientes
para completar provisionalmente con los colegiados más
antiguos las Juntas de gobierno de los Colegios, cuando
se produzcan vacantes antes de celebrarse elecciones,
siempre que así lo contemplen los Estatutos particulares
de los Colegios o, en todo caso, cuando la legislación
estatal y autonómica sobre la materia no estableciese
lo contrario. Si las vacantes afectaran a la mitad de la
Junta de gobierno de que se trate, el Consejo ordenará
la inmediata convocatoria de elecciones.
La Junta así constituida ejercerá sus funciones hasta
que tomen posesión los designados en virtud de elecciones, que se celebrarán conforme a las disposiciones
estatutarias.
15. Velar por que se cumplan las condiciones exigidas por las Leyes y por los Estatutos para la presentación y proclamación de candidatos para los cargos
de las Juntas de gobierno de los Colegios, siempre que
así lo contemplen los Estatutos particulares de los Colegios o, en todo caso, cuando la legislación estatal y autonómica sobre la materia no estableciese lo contrario.
16. Aprobar las normas deontológicas y las resoluciones que ordenen, en el ámbito de su competencia,
la actividad profesional de los colegiados, las cuales tendrán carácter obligatorio, como forma de tratar de garantizar el derecho a la salud mediante la calidad y la competencia profesional.
17. Colaborar en la función educativa y formativa
de los futuros profesionales de Enfermería, informando
las directrices generales de los planes de estudios.
18. Cooperar, de acuerdo con las disposiciones
vigentes, con los poderes públicos en la formulación de
la política sanitaria, participando en la elaboración de
cuantas disposiciones afecten o se relacionen con el
ámbito profesional de la Enfermería.
19. Fijar con carácter general y obligatorio para
todos los Colegios de España el importe de la cuota
de ingreso, el de la cuota homogénea por colegiado
y mes, así como las aportaciones de los Colegios al Consejo General, y cualesquiera otras cuotas extraordinarias.
20. Velar por que los medios de comunicación de
toda clase y ámbito eviten cualquier tipo de propaganda
o publicidad incierta en relación con la profesión, así
como toda divulgación de avances de la enfermería que
no estén debidamente avalados.
21. Formalizar con cualquier institución, organismo,
corporación u organización, públicos o privados, los convenios, contratos y acuerdos de colaboración necesarios
para el cumplimiento de los fines de la Organización
Colegial.
22. Adoptar las resoluciones y acuerdos necesarios
para llevar a cabo el control de calidad de la competencia
de los profesionales de la enfermería en los términos
establecidos en el capítulo II del título III de estos Estatutos, como medio para tratar de garantizar el derecho
a la salud.
CAPÍTULO II
De los órganos del Consejo General
Artículo 25. Órganos colegiados y órganos unipersonales.
Son órganos colegiados del Consejo General la Asamblea General, el Pleno, la Comisión Ejecutiva, la Comisión
Permanente y el Consejo Interautonómico.
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Son órganos unipersonales el Presidente, los Vicepresidentes, el Secretario general, el Vicesecretario general, el Tesorero, el Vicetesorero y los Vocales.
Artículo 26. La Asamblea General.
1. La Asamblea General, que será el órgano supremo del Consejo, estará constituida por el Presidente del
Consejo, los restantes miembros de la Comisión Ejecutiva
y los Presidentes de los Colegios que se encuentren
al corriente de sus obligaciones respecto del Consejo
General.
2. Serán funciones de la Asamblea:
a) La aprobación de las normas deontológicas y las
resoluciones relativas a la ordenación del ejercicio de
la profesión, de ámbito estatal.
b) El establecimiento de las bases del sistema general presupuestario de la Organización Colegial, que incluyen, entre otras, la fijación anual, con carácter general
y obligatorio para todos los Colegios de la cuota de ingreso al Consejo General o a la Organización Colegial de
Enfermería de España, de las cuotas homogéneas por
colegiado y mes, y de las aportaciones económicas de
los Colegios al Consejo General.
c) La aprobación con carácter anual de los Presupuestos del Consejo General, así como de su balance
de situación y la liquidación de cuentas, o cualesquiera
cuotas extraordinarias que se puedan establecer.
d) Aprobar su propio reglamento interno de funcionamiento.
e) Exigir al Presidente del Consejo General, a los
miembros electivos del Pleno y a los de la Comisión
Ejecutiva la responsabilidad sobre su gestión, mediante
el debate y votación de la correspondiente moción de
censura.
La moción de censura será presentada mediante
escrito dirigido al Presidente del Consejo General firmada
por no menos de quince Presidentes de Colegios que
se hallen al corriente de sus obligaciones respecto del
Consejo General. En dicho escrito deberá constar la identificación de los Colegios que la presenten, la persona
o personas contra las que se dirige la moción, la fundamentación de la misma, indicando los motivos en que
se basa y adjuntando los documentos que la prueben
o solicitando que, por el Consejo General, se aporten
a la sesión para el debate de la moción los documentos
que sean de interés para los censurantes.
No podrá presentarse la moción de censura durante
el primer año de mandato de los cargos de los órganos
del Consejo General.
En el reglamento de funcionamiento interno de la
Asamblea se determinarán los restantes requisitos y el
procedimiento para la tramitación y debate de la moción
de censura, que, en todo caso, requerirá para su aprobación el voto favorable de la mitad más uno de los
miembros de la Asamblea, tanto presentes como ausentes. La aprobación de la moción de censura llevará consigo la celebración, dentro del plazo máximo de dos
meses, de las correspondientes elecciones, permaneciendo los cargos anteriores en funciones hasta la toma
de posesión de los nuevos cargos electos.
f) El nombramiento del Presidente de Honor de la
Organización Colegial.
3. La Asamblea se reunirá preceptivamente al
menos una vez al año, en el último trimestre, para aprobar los presupuestos. Facultativamente, podrá reunirse
dentro de los seis meses siguientes a la finalización del
ejercicio para aprobar la liquidación de cuentas y el balance de situación correspondientes al ejercicio finalizado.
Si no se produjera esta reunión, la liquidación de cuentas
M ÓDULO IV
40993
y el balance de situación se someterán a la siguiente
Asamblea que se celebre.
La Asamblea también se reunirá cuando lo soliciten
el Pleno, la Comisión Ejecutiva o, al menos, un tercio
de los miembros de la Asamblea.
4. La convocatoria de Asamblea se verificará por
acuerdo del Presidente del Consejo General, mediante
escrito dirigido por cualquier medio que permita tener
constancia de su efectiva realización, con siete días de
antelación a todos sus integrantes, indicando lugar, hora
y fecha de la reunión, tanto en primera como en segunda
convocatoria, y el orden de los asuntos a tratar. Podrá
convocarse en casos de urgencia con cuarenta y ocho
horas de antelación mediante telegrama o cualquier otro
medio que permita tener constancia de su realización.
Los acuerdos de la Asamblea serán adoptados por mayoría de los asistentes, salvo lo previsto para la moción
de censura. La Asamblea quedará válidamente constituida, en primera convocatoria, con la asistencia de la
mitad más uno de sus componentes, y en segunda convocatoria, cualquiera que fuera el número de éstos. Serán
Presidente y Secretario de la sesión los que lo sean de
la Comisión Ejecutiva.
Artículo 27. El Pleno.
1. El Pleno del Consejo General estará compuesto
por:
A) El Presidente del Consejo General.
B) Los Presidentes de aquellos Consejos autonómicos respecto de los cuales al menos dos terceras partes
de los Colegios de su ámbito territorial, se encuentren
al corriente de sus obligaciones con el Consejo General.
C) El Presidente de la Comisión Deontológica Nacional.
D) El Presidente del Instituto Superior de Acreditación y Desarrollo Profesional de la Enfermería y otras
Ciencias de la Salud.
E) Los siguientes representantes de los distintos sectores profesionales, como Vocales:
a) Siete miembros en representación de los enfermeros responsables de cuidados generales.
b) Un miembro por cada una de las especialidades
de Enfermería creadas o que se puedan crear en un
futuro.
c) Dos miembros en representación de áreas profesionales específicas de enfermería que no tengan
carácter de especialidad.
d) Un representante de los colegiados jubilados.
e) Un representante para la promoción y estabilidad
del empleo.
f) Dos miembros en representación de la docencia
de Enfermería; uno procedente de centros estatales y
otro, de centros adscritos y/o privados.
g) Un representante de los enfermeros responsables
de terapias alternativas.
2. También formarán parte del Pleno los miembros
de la Comisión Ejecutiva.
Artículo 28. Régimen de elección de los miembros del
Pleno.
1. El Presidente y los representantes de los diversos
sectores de la profesión serán elegidos por votación
directa y secreta en la que participarán el Presidente,
un Vicepresidente y el Secretario de cada Colegio o los
miembros de sus Juntas de gobierno que estatutariamente les sustituyan. No obstante lo anterior, el Presidente será elegido por todos los Presidentes de los
Colegios y por el Presidente del propio Consejo que se
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ANEXOS
M ÓDULO I
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M ÓDULO II
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encuentre en ejercicio del cargo, o, en su defecto, por
quien le sustituya estatutariamente. Serán de aplicación
a los órganos del Consejo General la obligatoriedad del
ejercicio profesional y las incompatibilidades a que se
refiere la Ley de Colegios Profesionales.
2. El Presidente del Consejo General será elegido
entre cualquier colegiado con más de quince años de
ejercicio profesional, sin más requisito que no hallarse
sancionado disciplinariamente por resolución firme del
Colegio, del Consejo Autonómico o del Consejo General,
ni incurso en incompatibilidades previstas en la Ley de
Colegios Profesionales y encontrarse al corriente de sus
obligaciones con el respectivo Colegio.
3. Para los demás cargos del Pleno serán elegibles
los colegiados en ejercicio de todos los Colegios con
más de siete años de ejercicio profesional, que se
encuentren al corriente de sus obligaciones con su respectivo Colegio, y ostenten la titulación, especialidad o
situación específica que corresponda al cargo al que
concurran. No deberán hallarse sancionados disciplinariamente por resolución firme del Colegio, del Consejo
Autonómico o del Consejo General, ni incursos en ninguna de las incompatibilidades previstas en la Ley de
Colegios Profesionales.
4. No obstante lo establecido en los dos apartados
anteriores, no podrán concurrir como candidatos a las
elecciones del Pleno ni votar los miembros de las Juntas
de gobierno de aquellos Colegios que no se encuentren
al corriente de sus obligaciones con el Consejo General.
Artículo 29. Procedimiento electoral.
1. Las elecciones se celebrarán mediante convocatoria de la Comisión Ejecutiva del Consejo General, que
deberá verificarse con quince días naturales de antelación a la celebración de aquéllas. Los candidatos al
cargo de Presidente deberán ser propuestos por al
menos quince Colegios que se encuentren al corriente
de sus obligaciones con el Consejo General. Las candidaturas para los restantes cargos serán seleccionadas,
propuestas y presentadas en relación por cargos y candidatos, así como un suplente para cada cargo, en listas
cerradas y completas, por al menos quince Colegios que
se encuentren al corriente de sus obligaciones respecto
del Consejo General. Las candidaturas habrán de tener
entrada en dicho Consejo dentro de los ocho días naturales siguientes a la comunicación de la convocatoria
de elecciones. No se admitirá el voto por correo.
2. En la convocatoria se señalará la hora de apertura
y cierre de la votación, la cual se realizará mediante
el depósito de las respectivas papeletas en las que figurarán los nombres de los candidatos elegidos para el
cargo de Presidente, y en lista cerrada y completa, para
los restantes cargos electivos del Pleno.
3. La mesa electoral en el Consejo General estará
compuesta por los tres Presidentes de Colegios de mayor
edad y cuyos Colegios estén al corriente de sus obligaciones respecto del Consejo General, realizando el más
joven de ellos las funciones de Secretario, y el mayor,
las de Presidente de la mesa.
4. En la mesa se dispondrán dos urnas cerradas
con una ranura para introducir el voto. En la primera
de ellas se depositarán las papeletas para la elección
del Presidente. En la segunda se depositarán las papeletas para la elección de los restantes cargos vacantes.
5. El acto comenzará haciendo pública el Presidente
de la mesa electoral la relación de candidatos y suplentes
admitidos. Los Presidentes de Colegios y el Presidente
del Consejo General, o quienes les sustituyan estatutariamente, depositarán dos votos: Uno, en la urna destinada a los votos para el cargo de Presidente, y otro,
en la urna destinada a la elección de los restantes cargos
M ÓDULO IV
BOE núm. 269
vacantes. Los Vicepresidentes y Secretarios, o quienes
les sustituyan estatutariamente, sólo votarán en la urna
destinada a la elección de los restantes cargos vacantes.
Finalizada la votación, y sin interrumpir la sesión, se
procederá al escrutinio de los votos, comenzándose por
la urna correspondiente a la elección del Presidente. Terminado el escrutinio, el Presidente de la mesa electoral
proclamará a los candidatos que resulten elegidos para
cubrir las vacantes, y sus suplentes, levantándose acta
a continuación con el resultado del escrutinio.
6. Los votos deberán ser emitidos personalmente,
pero en el supuesto de enfermedad o imposibilidad de
asistencia debidamente justificada emitirán por delegación de los electores en otro miembro de la Junta de
gobierno del Colegio de que se trate, que deberá ser
extendida por escrito y autorizada por el Secretario del
Colegio, con el visto bueno de su Presidente.
7. El mandato de los miembros del Pleno así elegidos tendrá una duración de cinco años, pudiendo ser
reelegidos.
8. Los miembros del Pleno así elegidos cesarán en
sus cargos por expiración del mandato para el que fueron
elegidos; por renuncia justificada del interesado; por falta
de asistencia injustificada a tres sesiones consecutivas
o cinco alternas del Pleno; por imposición de sanción
disciplinaria, excepto por falta leve; y por aceptación de
la moción de censura establecida en estos Estatutos.
El cese del Presidente por renuncia, por moción de censura o por cualquier otra causa acarreará el cese de los
miembros de la Comisión Ejecutiva designados por él.
9. Cuando en un proceso electoral para elegir miembros del Pleno resulte proclamada una sola candidatura
para los respectivos cargos a cuya elección se provea,
no será necesaria la celebración del acto electoral, quedando proclamados electos dichos candidatos y sus
suplentes de forma automática.
Artículo 30. Funciones del Pleno.
Son funciones del Pleno:
a) Elaborar y preparar las normas básicas ordenadoras de la actividad profesional de los colegiados y
de la Organización Colegial, así como los Estatutos de
la Organización Colegial.
b) Elaborar y aprobar, en su caso, el Plan Quinquenal
de la Organización Colegial.
c) Aprobar los Estatutos de los Colegios, cuando
así se prevea en aquéllos o en todo caso, cuando la
legislación estatal y autonómica sobre la materia no estableciese lo contrario.
d) Resolver los expedientes disciplinarios que se
puedan abrir a miembros de los órganos colegiados y
comisiones, o de los asesores del propio Consejo General
o miembros de las Juntas de gobierno de los Colegios,
siempre que, en este último caso, el Consejo tenga atribuida esa competencia.
e) Servir de cauce de participación de las diversas
Comunidades Autónomas y sectores de la profesión en
el Consejo General.
f) Resolver los conflictos que se puedan plantear
entre Colegios que pertenezcan a distintas Comunidades
Autónomas.
g) Aprobar las normas de funcionamiento interno
del Pleno y establecer en su seno las comisiones u otros
órganos que estime adecuados para el ejercicio de sus
funciones.
h) Fijar las cantidades correspondientes a gastos de
locomoción, dietas u otras retribuciones que se determinen para sus integrantes.
i) Las atribuidas al Consejo General por la Ley de
Colegios Profesionales y por estos Estatutos que no estén
conferidas a la Asamblea.
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ANEXOS
M ÓDULO I
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M ÓDULO III
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Artículo 31. Régimen de funcionamiento del Pleno.
1. El Pleno se reunirá al menos dos veces al año,
y siempre que así lo solicite el Presidente, la Comisión
Ejecutiva o un tercio de los integrantes del mismo. Las
convocatorias serán realizadas por el Secretario, a requerimiento del Presidente, por cualquier medio que permita
tener constancia de su verificación, con siete días de
antelación, salvo casos de urgencia, en que podrá realizarse con cuarenta y ocho horas de antelación. En la
convocatoria se expresará el orden de asuntos a tratar,
no pudiéndose adoptar acuerdos sobre extremos que
no consten en el orden del día, salvo que se encuentren
presentes todos sus miembros y sea declarada la urgencia del asunto por el voto favorable de la mayoría.
2. Serán válidas las reuniones del Pleno cuando asistan, en primera convocatoria, la mitad más uno de los
miembros, y en segunda convocatoria, que tendrá lugar
media hora más tarde, cualquiera que sea el número
de asistentes, siempre que asistan un mínimo de siete.
3. Los acuerdos se adoptarán por mayoría de votos
de los asistentes, vinculando a todos los miembros del
Consejo. El Presidente tendrá voto de calidad. Serán Presidente y Secretario del Pleno los que lo sean de la Comisión Ejecutiva.
4. En los casos de que se produzcan vacantes en
los cargos electos del Pleno, se cubrirán por los suplentes
correspondientes. Las vacantes entre los suplentes que
hayan accedido al Pleno serán cubiertas por las personas
que éste designe.
Artículo 32. El Consejo Interautonómico.
Como órgano consultivo y de asesoramiento de la
Asamblea General y del Pleno, se crea el Consejo Interautonómico, integrado por los Presidentes de los Consejos Autonómicos de Colegios de Enfermería y por los
miembros de la Comisión Ejecutiva del Consejo General.
Será Presidente de dicho órgano consultivo el Presidente
del Consejo General.
La convocatoria será cursada por acuerdo del Presidente, de oficio o a propuesta del Pleno, de la Asamblea
o de al menos un tercio de los integrantes del Consejo
Interautonómico.
El Consejo Interautonómico aprobará un reglamento
de régimen interno que regule su funcionamiento.
Artículo 33. Composición y funciones de la Comisión
Ejecutiva.
La Comisión Ejecutiva estará integrada por el Presidente, tres Vicepresidentes, un Secretario general, un
Vicesecretario general, un Tesorero y un Vicetesorero,
que lo serán, a su vez, del Consejo General.
Los miembros de la Comisión Ejecutiva serán designados y cesados por decisión del Presidente, entre los
integrantes del Pleno. En los casos de ausencia o de
enfermedad y, en general, cuando concurra alguna otra
causa justificada, los miembros titulares de la Comisión
Ejecutiva serán sustituidos por los suplentes que designe
el Presidente.
Serán funciones de la Comisión Ejecutiva:
a) La apertura de expedientes disciplinarios a los
miembros de los órganos colegiados y comisiones, o
de los asesores del propio Consejo General o de las
Juntas de gobierno de los Colegios, siempre que, en
este último caso, el Consejo tenga atribuida esa competencia.
b) Ejecutar los acuerdos adoptados por la Asamblea
o el Pleno.
c) Dirigir y administrar el Consejo en beneficio de
la Corporación.
40995
d) Establecer y organizar los servicios necesarios
para el mejor cumplimiento de sus funciones.
e) Recaudar, gestionar y administrar los fondos del
Consejo General, elaborando los presupuestos, el balance y la liquidación de cuentas para someterlos a la aprobación de la Asamblea.
f) Designar y contratar los asesores y el personal
que estime necesarios para el mejor funcionamiento del
Consejo General.
g) Resolver los recursos corporativos que se planteen ante el Consejo General de acuerdo con lo previsto
en estos Estatutos.
h) Aprobar sus normas de funcionamiento interno
y establecer en su seno las comisiones u otros órganos
que estime adecuados para el ejercicio de sus funciones.
i) Fijar las cantidades correspondientes a gastos de
locomoción, dietas u otras retribuciones que se determinen para sus integrantes.
j) Adoptar las medidas previstas en el artículo 22.4
de los presentes Estatutos.
Artículo 34. Régimen de funcionamiento de la Comisión Ejecutiva.
La Comisión Ejecutiva se reunirá como mínimo trimestralmente o cuando así lo requiera el Presidente del
Consejo. La convocatoria se remitirá por el Secretario,
previo mandato del Presidente en la que constará la
fijación del orden del día, con al menos cinco días de
antelación, salvo casos de urgencia que podrá enviarse
con cuarenta y ocho horas de antelación por cualquiera
de los medios que permitan tener constancia de su remisión. No se podrán adoptar acuerdos sobre asuntos no
incluidos en el orden del día, a no ser que estén presentes
todos sus integrantes y sea declarada la urgencia del
asunto por mayoría de todos ellos. Serán válidas las reuniones cuando asistan, en primera convocatoria, la mitad
más uno de los miembros, o, en segunda convocatoria,
cualquiera que sea su número.
Artículo 35. Composición de la Comisión Permanente.
La Comisión Permanente del Consejo General, compuesta por cuatro miembros, entre los que se encontrarán el Presidente y el Secretario de la Comisión Ejecutiva, será designada por esta última entre sus miembros, nombrando también los correspondientes suplentes para los casos de ausencia, enfermedad o cualquier
otra causa justificada. La Comisión Permanente adaptará
su funcionamiento interno al mismo régimen establecido
para la Comisión Ejecutiva, pero sus reuniones deberán
celebrarse al menos una vez al mes.
Artículo 36. Funciones de la Comisión Permanente.
Serán funciones de la Comisión Permanente:
a) Preparar los trabajos del Pleno y de la Comisión
Ejecutiva.
b) Adoptar acuerdos de trámite en los expedientes
disciplinarios a los que el Consejo General dé curso.
c) Ejercer las funciones que le puedan delegar expresamente el Pleno o la Comisión Ejecutiva.
d) Administrar y gestionar el Consejo General con
las limitaciones que determine la Comisión Ejecutiva.
e) Aprobar sus normas de funcionamiento interno
y fijar las cantidades correspondientes a gastos de locomoción, dietas u otras retribuciones que se determinen
para sus integrantes.
160
ANEXOS
M ÓDULO I
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40996
M ÓDULO III
Viernes 9 noviembre 2001
Artículo 37. Régimen de los cargos.
1. El cargo de Presidente, como los de los demás
miembros del Pleno y de la Comisión Ejecutiva, será
gratuito. Sin embargo, en los presupuestos anuales se
fijarán partidas para atender con decoro los gastos de
representación del Presidente y/o de los miembros del
Pleno y de la Comisión Ejecutiva. No obstante, los órganos del Consejo que tengan atribuida la competencia
podrán acordar la fijación de retribuciones con carácter
estable o transitorio a miembros del Pleno, de la Comisión Ejecutiva y de la Comisión Permanente.
2. A propuesta del Pleno, de la Comisión Ejecutiva
o de al menos quince Colegios provinciales, la Asamblea
General podrá nombrar un Presidente de Honor de la
Organización Colegial como reconocimiento a la labor
realizada en favor de dicha organización y de la profesión
de enfermería.
CAPÍTULO III
De los órganos unipersonales
Artículo 38. El Presidente.
Son funciones del Presidente:
a) Ostentar la representación máxima de la Organización Colegial de Enfermería, en todas sus relaciones
con los poderes públicos, centrales, periféricos, autonómicos o locales, entidades, corporaciones y personas
jurídicas o naturales de cualquier orden, siempre que
se trate de materias profesionales de interés general.
b) Ejercitar las acciones que correspondan en defensa de los derechos de los colegiados y de la Organización
Colegial ante los Tribunales de Justicia y autoridades
de todas clases, otorgando y revocando los poderes que
sean necesarios para ello.
c) Coordinar, impulsar y dirigir ejecutivamente la
política, objetivos y desarrollo de la actividad del Consejo
General, y hacer que se ejecuten los acuerdos de los
órganos de aquél, pudiendo conferir las delegaciones
y los apoderamientos necesarios para la gestión y ejecución material de los mismos, previa decisión favorable
de los órganos competentes.
d) Presidir y levantar las sesiones de los órganos
del Consejo, dirigir sus debates y visar las certificaciones
y actas realizadas por el Secretario general.
e) Ordenar los pagos y expedir conjuntamente con
el Tesorero los libramientos para la disposición de
fondos.
f) Autorizar los informes y comunicaciones que
hayan de cursarse y visar los nombramientos y certificaciones del Consejo.
g) Adoptar las resoluciones que procedan por razones de urgencia, dando cuenta al órgano correspondiente del Consejo de las decisiones adoptadas para su ratificación en la sesión siguiente.
h) Nombrar y apartar a los miembros de la Comisión
Ejecutiva y sus suplentes o sustitutos.
Artículo 39. Los Vicepresidentes.
Los Vicepresidentes llevarán a cabo, por su orden,
las funciones del Presidente en caso de ausencia, enfermedad, abstención, recusación o vacante de éste, y las
especiales que se puedan delegar en ellos.
M ÓDULO IV
BOE núm. 269
a) Extender las actas de las sesiones de los órganos
del Consejo General, y las certificaciones de sus acuerdos, con el visto bueno del Presidente. En las actas se
expresará la fecha y hora de la reunión, los asistentes
y los acuerdos adoptados, así como, cuando se solicite
expresamente, los votos u opiniones contrarias que se
emitan a dichos acuerdos. El acta reflejará también si
los acuerdos se adoptaron por asentimiento o por votación, y en este último caso, si lo fue por mayoría o por
unanimidad.
b) Cursar las convocatorias para las sesiones de los
órganos del Consejo General, previo mandato del Presidente.
c) Proponer a los órganos correspondientes del Consejo General el establecimiento de los medios y mecanismos que garanticen la custodia de los libros, sellos,
archivos y documentos del Consejo General.
Artículo 41. El Tesorero y el Vicetesorero.
El Tesorero, o en su caso, el Vicetesorero, expedirá
y cumplimentará, a instancias del Presidente, los libramientos para la inversión de fondos y talones necesarios
para el movimiento de las cuentas abiertas a nombre
del Consejo, con las firmas preceptivas. Propondrá y gestionará cuantos extremos sean conducentes a la buena
marcha contable del Consejo, suscribiendo con el Presidente los libramientos de pago que aquél, como ordenador de pagos, realice; llevará los libros necesarios para
el registro de ingresos y gastos y, en general, el movimiento patrimonial, cobrando las cantidades que por
cualquier concepto deban ingresarse, autorizando con
su firma los recibos correspondientes, dando cuenta al
Presidente, al Pleno y a la Comisión Ejecutiva de las
necesidades observadas y de la situación de Tesorería.
Todos los años formulará la cuenta general y presentará el presupuesto a la Comisión Ejecutiva del Consejo General, efectuando las operaciones contables que
correspondan de una manera regular y periódica, para
lo cual, y dado su carácter no profesional, podrá servirse
de los medios, asesores y empleados necesarios, previo
acuerdo de la Comisión Ejecutiva, al objeto de modernizar y profesionalizar la gestión.
El Vicetesorero desempeñará las funciones del Tesorero en los casos de ausencia, enfermedad, abstención,
recusación o vacante del Tesorero, y colaborará con éste
en todo aquello que sea necesario para la buena marcha
de la Tesorería del Consejo General.
Artículo 42. Otros miembros del Pleno.
También formará parte del Pleno el Presidente de
la Comisión Deontológica Nacional, que será designado
por dicho Pleno entre colegiados con una antigüedad
mínima de doce años, que no estén incursos en expedientes disciplinarios ni hayan sido separados de la profesión, ni sancionado en vía corporativa. Deberá encontrarse al corriente de sus obligaciones con su respectivo
Colegio.
Igualmente, formará parte del Pleno, con voz pero
sin voto, el Presidente del Instituto Superior de Acreditación y Desarrollo de la Enfermería y otras Ciencias
de la Salud.
Artículo 43. Los Vocales del Pleno.
Artículo 40. El Secretario General y el Vicesecretario
general.
Serán funciones del Secretario general y en caso de
ausencia, enfermedad, abstención, recusación o vacante
de éste, del Vicesecretario general, las siguientes:
Los Vocales del Pleno ejercerán las funciones que les
atribuya dicho órgano, y en especial, podrán presidir, por
delegación del Presidente, las comisiones que se creen,
dando cuenta de lo actuado en ellas al Presidente, quien,
a su vez, informará a los órganos correspondientes.
161
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
BOE núm. 269
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Viernes 9 noviembre 2001
Artículo 44. Medios de gestión corporativa.
Al objeto de modernizar y agilizar el funcionamiento
y la gestión corporativa, se podrán incorporar los medios
técnicos y profesionales necesarios, previo acuerdo de
los órganos del Consejo. Igualmente, se podrán designar
asesores jurídicos, económicos y de cualquier otra clase,
que informen y colaboren en las actuaciones a realizar.
CAPÍTULO IV
Del régimen económico
Artículo 45. Aportaciones colegiales y otros ingresos
del Consejo General.
Los fondos del Consejo General serán los procedentes
de las aportaciones que, por colegiado y mes, sean fijadas anualmente por la Asamblea con carácter obligatorio
para todos los Colegios de España. Estas aportaciones
de los Colegios al Consejo General se llevarán a efecto
de acuerdo con el número de colegiados de que disponga cada Colegio. El impago de estas aportaciones
podrá reclamarse ante la jurisdicción civil.
No obstante lo anterior, la falta de pago por los Colegios de las aportaciones relativas a dos o más períodos
trimestrales, o de sus respectivos intereses y gastos ocasionados, dará lugar de forma automática a la suspensión
de la participación del respectivo Colegio en los órganos
del Consejo General o en las actividades y servicios que
dicho Consejo preste en ejercicio de sus funciones, hasta
tanto no sean efectuados los pagos o sea firmado el
correspondiente reconocimiento de deuda y compromiso de pago, en el que habrán de incluirse los intereses
de demora y los gastos ocasionados al Consejo General.
En cualquier caso, los órganos del Consejo General
podrán decidir la prestación de los servicios o realización
de actividades dirigidas a los colegiados pertenecientes
a los Colegios deudores, previo pago por dichos colegiados al Consejo General de las cantidades que éste
tenga establecidas para los servicios y actividades.
Serán también ingresos del Consejo los procedentes
de cuotas extraordinarias, cuotas de ingreso al Consejo
General o a la Organización Colegial, que puedan ser
fijadas por la Asamblea General, certificaciones, dictámenes, sellos autorizados, impresos de carácter profesional y tasas que pueda percibir por los servicios que
establezca, así como los legados, donativos o subvenciones que puedan aceptarse o arbitrarse, y cualesquiera
otros análogos que puedan percibirse por cualquier otro
título. Igualmente, se considerarán ingresos los derivados
de participaciones, mobiliarias o inmobiliarias, en entidades, sociedades o empresas, en los términos previstos
en la legislación vigente.
Artículo 46. Régimen económico del Consejo General.
1. Los presupuestos anuales del Consejo detallarán
los ingresos y gastos previstos para el ejercicio correspondiente, integrando todos sus órganos y actividades.
2. De iniciarse un nuevo ejercicio económico sin
que se hubiera aprobado el presupuesto correspondiente, quedará prorrogado automáticamente el presupuesto
del ejercicio anterior hasta la aprobación del nuevo, adaptándose aquellas partidas que resulten de la aplicación
de disposiciones vigentes en materia laboral u otras.
3. La cuota homogénea de la Organización Colegial
se actualizará de forma automática en función del índice
de precios al consumo que facilite el Instituto Nacional
de Estadística o cualquier otro indicador que en el futuro
pudiera sustituirlo, sin perjuicio de que la Asamblea del
Consejo General pueda adoptar los acuerdos y resolu-
40997
ciones que considere pertinentes respecto de la cuota
que vaya a regir en cada ejercicio anual.
4. Para el cumplimiento de sus fines y el desarrollo
de sus funciones, el Consejo General podrá participar
en inversiones, actividades, sociedades, fundaciones y
otros tipos de entidades siempre que las mismas tengan
relación con los fines legales y estatutarios de dicho
Consejo.
5. Los Colegios que adeuden cantidades al Consejo
General por cualquier concepto deberán abonar además
los intereses generados por las cantidades impagadas,
así como la totalidad de los gastos o perjuicios causados
por el impago o por su reclamación judicial o extrajudicial, hasta su completa satisfacción al Consejo General,
sin perjuicio de lo que se pueda establecer, en su caso,
por los Juzgados y Tribunales
CAPÍTULO V
De la potestad disciplinaria
Artículo 47. Régimen disciplinario.
Los miembros de los órganos colegiados y comisiones, los asesores del Consejo General o los miembros
de las Juntas de gobierno de los Colegios, y los colegiados, siempre que, en estos dos últimos casos, la competencia se encuentre atribuida al Consejo General en
los términos previstos en estos Estatutos, podrán ser
sancionados disciplinariamente cuando, en el ejercicio
de sus cargos, infrinjan los presentes Estatutos, el Código
Deontológico, o los acuerdos de los órganos del Consejo
General, de conformidad con el régimen y el procedimiento establecido en el capítulo V del Título I de estos
Estatutos para los colegiados.
CAPÍTULO VI
Del régimen jurídico de los actos del Consejo General
Artículo 48. Ejecutividad de acuerdos y actas.
Los acuerdos dictados por los órganos colegiados
del Consejo General son inmediatamente ejecutivos, sirviendo de base en aquellos que sea necesaria la certificación del acuerdo que conste en el acta correspondiente, autorizada por el Secretario, con el visto bueno
del Presidente. A dichos acuerdos se les aplicarán las
causas de nulidad y anulabilidad establecidas en estos
Estatutos y en la legislación aplicable para los actos
colegiales.
Las actas podrán ser extendidas en libros debidamente diligenciados, uno para cada órgano colegiado del
Consejo General, o en otros medios informáticos admitidos en Derecho, siempre que, en este último caso, se
adopten las medidas necesarias para garantizar su autenticidad y la del contenido en ellos reflejado. En cualquier
caso, irán firmadas por el Secretario, con el visto bueno
del Presidente.
Artículo 49. Régimen de impugnación de actos del
Consejo General.
Los actos emanados de los órganos colegiados del
Consejo General, en cuanto estén sujetos al Derecho
administrativo, y sean, por tanto, consecuencia del ejercicio de las funciones públicas, ponen fin a la vía corporativa, y serán directamente recurribles ante la jurisdicción contencioso-administrativa. No obstante, cabrá
recurso de reposición con carácter potestativo contra
dichos actos, previo al recurso contencioso-administrativo, en la forma y plazos determinados en la legislación
aplicable.
162
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
40998
M ÓDULO III
Viernes 9 noviembre 2001
Los actos de naturaleza privada emanados de los
órganos colegiados del Consejo General, como manifestación del substrato asociativo de estas Corporaciones, serán recurribles ante la jurisdicción civil o social,
según corresponda. En todo caso, tendrán naturaleza
civil las reclamaciones a los Colegios provinciales que
el Consejo General pueda realizar por impago de las
aportaciones establecidas conforme a los presentes Estatutos.
CAPÍTULO VII
De los actos institucionales, del protocolo
y de la imagen corporativa
Artículo 50. Fiestas y Patrón institucionales.
1. Por razón de su trascendencia en la historia de
la enfermería española y su especial vinculación con la
profesión, se reconoce a San Juan de Dios como Patrono
de la enfermería española, estableciéndose el día de su
celebración como fiesta patronal e institucional.
2. En su cualidad de miembro del Consejo Internacional de Enfermeras, la Organización Colegial establece también como fiesta institucional el Día Internacional de la Enfermería. La utilización de esta denominación requerirá, en todo caso, autorización expresa de
la Organización Colegial a través del Consejo General,
así como estar al corriente de las obligaciones respecto
del Consejo General.
3. El Consejo General aprobará un reglamento de
protocolo y actos institucionales para toda la Organización Colegial.
Artículo 51. Colores y emblemas institucionales.
1. Se establecen los colores azul y gris perla como
colores de la profesión de enfermería, que deberán ser
utilizados en cualquier distintivo o logotipo profesional,
corporativo o educativo.
2. El logotipo o insignia de la Organización Colegial
consiste en una figura formada por dos aros entrelazados
en forma de aspa y coronados por un círculo. Cuando
la figura sea policromada, el exterior de los aros será
de color gris perla y el interior, azul, del mismo tono
que el círculo que corona los aros.
3. El escudo de la Enfermería consiste en la Cruz
de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, conocida
también como Cruz de Malta, sobre la que figura el Escudo nacional. La Cruz estará enmarcada en un círculo
formado por una rama de laurel en la parte izquierda
y una palma en la parte derecha, unidas por un lazo.
4. La bandera de la Organización Colegial será de
color blanco, con el escudo de la Enfermería situado
en el centro de la misma.
5. Por acuerdo de la Asamblea General, podrá modificarse cualquiera de las imágenes corporativas descritas
en los apartados anteriores.
TÍTULO III
De los principios básicos del ejercicio
de la profesión de Enfermería
CAPÍTULO I
De los principios del ejercicio profesional
Artículo 52. Ejercicio profesional y colegiación.
1. Conforme a lo previsto en el artículo 36 de la
Constitución, la ley regulará el ejercicio de la profesión
M ÓDULO IV
BOE núm. 269
de enfermería y las actividades para cuyo ejercicio es
obligatoria la colegiación. Sin perjuicio de ello, se considera que el ejercicio de la profesión de enfermería abarca, a título enunciativo, el desarrollo de funciones asistenciales, investigadoras, de gestión y de docencia, para
cuya práctica, conjunta o separada, en cualquier ámbito
o forma jurídica pública o privada de prestación de servicios profesionales en que se lleven a cabo, es requisito
indispensable hallarse incorporado al Colegio correspondiente.
2. Los enfermeros/as, una vez cumplidos los requisitos establecidos en el ordenamiento jurídico aplicable
y en los presentes Estatutos, tendrán la plenitud de atribuciones y facultades en el ejercicio de su profesión
que la normativa vigente les confiera, cualquiera que
sea el título jurídico en virtud del cual presten sus
servicios.
Artículo 53. Misión de la enfermería.
1. Los servicios de enfermería tienen como misión
prestar atención de salud a los individuos, las familias
y las comunidades en todas las etapas del ciclo vital
y en sus procesos de desarrollo.
Las intervenciones de enfermería están basadas en
principios científicos, humanísticos y éticos, fundamentados en el respeto a la vida y a la dignidad humana.
2. Conforme a lo previsto en la Constitución y en
la legislación sobre Colegios Profesionales, de acuerdo
con la legislación específica sobre obtención, expedición
y homologación de títulos académicos y profesionales
así como de sus efectos académicos y habilitantes, el
enfermero generalista, con independencia de su especialización, es el profesional legalmente habilitado, responsable de sus actos profesionales de enfermero que
ha adquirido los conocimientos y aptitudes suficientes
acerca del ser humano, de sus órganos, de sus funciones
biopsicosociales en estado de bienestar y de enfermedad, del método científico aplicable, sus formas de medirlo, valorarlo y evaluar los hechos científicamente probados, así como el análisis de los resultados obtenidos,
auxiliándose para ello de los medios y recursos clínicos
y tecnológicos adecuados, en orden a detectar las necesidades, desequilibrios y alteraciones del ser humano,
referido a la prevención de la enfermedad, recuperación
de la salud y su rehabilitación, reinserción social y/o
ayuda a una muerte digna.
Artículo 54. Cuidados de enfermería.
1. Las funciones del enfermero/a derivan directamente de la misión de la enfermería en la sociedad,
se llevan a cabo de conformidad con el Código Deontológico de la Enfermería española, de acuerdo con los
criterios de calidad y excelencia profesional, y se mantienen constantes independientemente del lugar o del
momento en que son prestados los cuidados de enfermería, el estado de salud del individuo o del grupo que
vaya a ser atendido o de los recursos disponibles.
2. Incumbe a la profesión de enfermería la responsabilidad de proporcionar de forma individual o, en su
caso, de forma coordinada dentro de un equipo de salud,
los cuidados propios de su competencia, al individuo,
a la familia y a la comunidad, de modo directo, continuo,
integral e individualizado, mediante una formación y una
práctica basada en principios de equidad, accesibilidad,
cobertura y sostenibilidad de la atención.
3. Los cuidados de enfermería comprenden la ayuda
prestada por el enfermero en el ámbito de su competencia profesional a personas, enfermas o sanas, y a
comunidades, en la ejecución de cuantas actividades
163
ANEXOS
M ÓDULO I
M ÓDULO II
BOE núm. 269
M ÓDULO III
M ÓDULO IV
Viernes 9 noviembre 2001
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contribuyan al mantenimiento, promoción y restablecimiento de la salud, prevención de las enfermedades y
accidentes, así como asistencia, rehabilitación y reinserción social en dichos supuestos y/o ayuda a una muerte
digna.
Profesionales autonómica, los Colegios Oficiales de
Enfermería podrán adaptar su estructura interna y funcionamiento, mediante el establecimiento o la reforma
de sus propios Estatutos, siguiendo el modelo establecido para los órganos del Consejo General.
Artículo 55. Ejercicio liberal.
Disposición adicional tercera. Resolución del Consejo
General.
El ejercicio liberal de la profesión de enfermería se
realizará en régimen de libre competencia y estará sujeto,
en cuanto a la oferta de servicios y fijación de su remuneración, a la Ley sobre Defensa de la Competencia y
a la Ley sobre Competencia Desleal.
Los acuerdos, decisiones y recomendaciones de los
Colegios con trascendencia económica observarán inexcusablemente los límites del artículo 1 de la citada Ley
de Defensa de la Competencia.
Sin perjuicio de lo previsto en el artículo 36 de la
Constitución y en los presentes Estatutos, el Consejo
General, en cumplimiento de los fines y funciones reconocidos legalmente, podrá adoptar las resoluciones que
considere oportunas, dirigidas a la ordenación del ejercicio de la profesión, su representación exclusiva en los
ámbitos nacional e internacional y la defensa de los intereses profesionales.
CAPÍTULO II
De la calidad y la excelencia de la práctica profesional
de enfermería
Artículo 56. Ordenación de la actividad profesional
hacia la excelencia de la práctica profesional.
1. Corresponde a la Organización Colegial de Enfermería, en sus respectivos niveles, la ordenación de la
actividad profesional de Enfermería, orientada hacia la
mejora de la calidad y la excelencia de la práctica profesional como instrumento imprescindible para la mejor
atención de las exigencias y necesidades sanitarias de
la población y del sistema sanitario español.
2. En el desarrollo de lo previsto en el apartado anterior, el Consejo General elaborará cuantas normas y
estándares de actuación profesional sean necesarios
para ordenar la profesión de Enfermería.
3. Asimismo, el Consejo General podrá adoptar las
medidas, acuerdos y resoluciones que estime convenientes para crear, desarrollar e implantar, en este ámbito
de competencias, los correspondientes sistemas de acreditación de profesionales, como vía hacia la excelencia
de la práctica profesional de enfermería.
Artículo 57. Calidad sanitaria.
Desde el estricto respeto a las atribuciones que tienen
reconocidas por Ley, el Consejo General y los Colegios,
en sus respectivos ámbitos de competencias, apoyarán
y contribuirán con el sistema sanitario español en la constitución y desarrollo de una necesaria infraestructura
para la calidad.
Disposición adicional primera. Incidencia del régimen
autonómico.
Los presentes Estatutos se entienden sin perjuicio
de las competencias de las Comunidades Autónomas
y, en su virtud, del régimen jurídico de los Consejos
Autonómicos y de los Colegios Oficiales de Enfermería,
que resulte de aquéllas y que se encuentren constituidos
conforme a la normativa aplicable.
Disposición transitoria primera. Cargos del Pleno del
Consejo General.
Los miembros del Pleno del Consejo General cuyos
mandatos finalicen con anterioridad a los de los restantes
integrantes del mismo debido al antiguo sistema de elección por mitades cada dos años, podrán permanecer
en sus cargos hasta la celebración de las elecciones
que tengan lugar, una vez finalizados todos los mandatos,
para los nuevos cargos previstos en estos Estatutos.
Disposición transitoria segunda. Agrupaciones o asociaciones de Colegios de una misma Comunidad
Autónoma.
A los efectos previstos en el artículo 26.1 de estos
Estatutos, se incorporarán al Pleno del Consejo General
como representantes autonómicos los Presidentes de
las Asociaciones o Agrupaciones de Colegios pertenecientes a una misma Comunidad Autónoma constituidas
conforme a las resoluciones del Consejo General, hasta
tanto se creen en dichas Comunidades Autónomas de
acuerdo con la normativa vigente los correspondientes
Consejos Autonómicos como corporaciones de derecho
público.
Disposición transitoria tercera. Expedientes disciplinarios y recursos.
A los expedientes disciplinarios y recursos corporativos iniciados o interpuestos con anterioridad a la entrada en vigor de los presentes Estatutos no les serán de
aplicación estos Estatutos.
COMUNIDAD AUTÓNOMA
DE CANTABRIA
Disposición adicional segunda. Adaptación de la
estructura y del funcionamiento de los Colegios provinciales.
20935 LEY 4/2001, de 15 de octubre, del Consejo
En las Comunidades Autónomas donde no se haya
constituido el correspondiente Consejo Autonómico conforme a la normativa en vigor aplicable o donde no se
haya promulgado la correspondiente Ley de Colegios
Conózcase que el Parlamento de Cantabria ha aprobado y yo, en nombre de Su Majestad el Rey, de acuerdo
con lo dispuesto en el artículo 15.2.o del Estatuto de
Autonomía para Cantabria, promulgo la siguiente Ley
de la Juventud de Cantabria.
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