cultural también puede conducir a una descompresión de lo polí­ tico. En un mundo en el que todo se dice ser de índole política, se puede llegar a engendrar una cultura de la indiferencia en la que nada se vea como real o efectivamente político. Para aquellos de nosotros interesados en las problemáticas del desarrollo socioeconómico en el Tercer Mundo e inquietados ante la ausencia de alternativas viables al auge del neoliberalismo, la crítica del autor a la teoría posmodernista resulta ser particular­ mente relevante. Dicha teoría, argumenta el autor, se legitima por su desidentificación con el centro; no por su contra-identificación. Es decir, aunque atraídos hacia la periferia, los adeptos del posmodernismo no han dado muestras de estar preparados para abandonar su posición “al margen de la frontera centro-periferia”. Así, el análisis cultural posmoderno corre el riesgo de hacerse cómplice de las crecientes formas de globalización que buscan aprovechar, explotar, administrar y por ende, restringir a esa diversidad de voces a las que el posmodernismo le ha dado la bienvenida. De aquí que Connor finalice su exposición señalando que la tarea a realizar por el posmodernismo es la de forjar nuevas y más completas formas de colectividad ética y crear un marco general que garantice la continuidad de una diversidad de voces a nivel global. Luz Nereida Pérez-Prado El Colegio de Michoacán HOBSBAWM, Eric y RANGER, Terence (eds.), The invention o f tradition, Cambridge University Press, 1987,322 pp. Es una compilación de siete estudios sobre el tema de la tradición como fenómeno histórico, político y social en la Europa de los siglos XVIII, XIX y principios del XX , así como en las colonias británicas a través de las ópticas de Eric Hobsbawm, Hugh Trevor- Roper, Prys Morgan, David Cannadine, Bernard S. Cohn y Terence Ranger, quienes examinan la tradición como un sistema simbólico que representa la identidad de los galeses, escoceses, indúes y africanos, así como también a los rituales de gobierno en sus formas conservadoras y en su cambio de actitudes sociales que atañen tanto a las monarquías británicas como a las colonias que desarrollaron modelos similares en el ceremonial de representa­ ción de la autoridad, especialmente en Africa y La India, pero que también exponen características muy particulares de entender el ritual y la autoridad. La primera incursión la expone Eric Hobsbawm con un aporte introductorio sobre “La invención de las tradiciones” (Capítulo 1, pp.1-14) en donde propone que el concepto de tradición debe ser entendido como un fenómeno de continuidad, pero también como una tendencia hacia la invención, claramente diferenciada de los conceptos de “costumbre” y “convención”. Hobsbawm sugiere que las tradiciones inventadas debieran entenderse como un proceso de formalización y ritualización, por lo que ofrece un repaso de lo que en materia de tradición se ha entendido en el nacionalismo suizo y alemán, tocando algunos otros aspectos como los de los cantos folklóricos y las fiestas, la institucionalización de la tradición en las iglesias católica, primitiva y metodista, así como en la masonería. Finalmente propone que la invención de la tradición es interdisciplinaria y se ha reconocido como un fenómeno histórico, social y cultural. La segunda aportación es la de Hugh Trevor-Roper sobre “La invención de la tradición en las Tierras Altas de Escocia” (Capí­ tulo 2, pp. 15-41). Aquí el autor propone algunas reflexiones sobre la cultura en las tierras altas de Escocia y sobre la tradición como una invención retrospectiva. Muestra un análisis de la situación cultural de Escocia, examinando por ejemplo que algunas catego­ rías regionales de na tivoy extranjero, cuyos significados hacen ver cómo las tierras altas y las islas de Escocia estuvieron culturalmen­ te deprimidas, de tal suerte que su literatura fue un crudo eco de la literatura irish. El autor nos ilustra en cuanto a entender que se puede hablar de creación de una tradición independiente de las tierras altas y la imposición de una nueva tradición, considerando que ambas son el producto de acontecimientos históricos y políticos de finales del siglo XIX y principios del XX. Esto se explica en tres etapas, primeramente por la revuelta en contra de Irlanda, la usurpación de la cultura irish y la elaboración de una nueva historia escocesa que culminó en la insolente expresión de clamor por Escocia como una tierra celta que se consideró como nación madre, dejando a Irlanda en situación de dependencia cultural. La segunda etapa se refiere a la creación artificial de la tradición de las tierras altas escocesas, mostrada como antigua, original y distinta a las demás. La tercera etapa se caracterizó por el proceso mediante el cual estas nuevas tradiciones forman parte de la historia escocesa de las tierras bajas, es decir la de lospicts, los sajones, y los normandos. Además de estas reflexiones, el autor se refiere a una breve explicación de la vestimenta tradicional de los escoceses, que se muestra actualmente como el símbolo material de su identidad y de su pasado, el cual se mantiene en la actualidad tan sólo como un tipo de emblema, cuya historia tiene mucho que ver con los clanes de las familias escocesas. La tercera contribución corresponde a Prys Morgan con el tema “Desde una muerte hacia una visión: la cacería en el pasado galés, periodo romántico” (Cap. 3, pp.43-100). En esta contribución Prys Morgan ofrece una revisión histórica de los galeses tocando entre los aspectos más importantes: la vida de Merrie Wales, el eisteddfod o competencia poético-musical, los antiguos y modernos druidas, el descubrimiento de los celtas, el Gibberish ofTaphydom o lengua­ je del cielo, la tierra del canto, la Nueva Cambrian Valhalla, los espíritus del lugar, la heráldica de la cultura, el Tratado de los Libros Azules. Todos estos temas se abordan a través de descripciones bien detalladas, iniciando con la vida cultural en la antigua Gales entre los siglos XVIII y XIX, con algunas acotaciones sobre Jorge IV y su historia como músico, además de algunas otras descripciones sobre las iglesias católicas y protestantes, además de una aprecia­ ción de cómo es la tradición galesa, incluyendo sus distintas dimen­ siones, tanto en la lengua como en el espíritu profètico o mesiánico que proyectó al pasado galés en el futuro británico. Prys Morgan expone toda una cátedra sobre el eisteddfod como término que significa sesión y que se refiere al conjunto de eventos de competencia musical y poética de la tradición galesa, que se representa anualmente y cuyos antecedentes se remontan a la Edad Media, para examinar y dar licencia a los músicos ejecutantes galeses con más reputación. A este tipo de eventos se les llamó eventos “bárdicos” y agruparon a poetas y músicos desde el siglo XVIII. Se incluye dentro de estos grupos a los “druidas” como defensores de la nación galesa. Prys Morgan pone como testimonio de ello algunos de los poemas más antiguos que fueron escritos en “cabala”. Se hace aquila reflexión de que el druidismo fue casi una religión y se agrega que la extensa literatura neodruídica publicada por galeses en el periodo romántico tanto en galés como en inglés no ha sido propiamente estudiada, quizá por el hecho de que algunos enfoques históricos modernos han con­ siderado de poco valor testimonios sobre las ciencias antiguas como la magia y la hechicería. Por lo que se refiere al “lenguaje del cielo”, Prys Morgan reconoce que el galés se contrapone al antiguo lenguaje de los Gauls, considerado primitivo. La definición que se da al galés es el de un lenguaje sujeto más intensamente a creencias, mitos y leyendas. Se hace aquí una severa crítica dirigida a libros tales como Origin ofLanguage and Nations que apareció en 1764, The Ctrcle o f Gomery The Ten Triads, en los cuales se abusa del galés, en donde los términos en galés se usan de manera indiscriminada y poco científica, tanto hasta el punto de afirmar que el galés es la raíz de todas las lenguas. En la parte de la “tierra del canto”, el autor descubre que durante el siglo XVIII los académicos galeses no pudieron inter­ pretar el códice musical de Robert Aphuw del 1665. Se estima que fueron cantos basados en el folklore, aunque compuestos en inglés para mofarse de los galeses. Prys Morgan encuentra que en el siglo XIX se adoptó una postura diferente en cuanto al lenguaje, ya que se consideró al territorio galés como la tierra del canto, en donde el sonido musical corría desde las arpas y las gargantas de la gente durante siglos. Como consecuencia surgieron, libros de canto, coros, arpistas, premios, medallas para la música, y una red de sociedades para la creación posterior de la música nacional. Una producción importante en lo musical es la que se menciona en torno a las colecciones de área de cámara, la colección de música antigua británica, y la tradición delpenillion o estrofas acompaña­ das con arpa, que formó toda una tradición típicamente galesa. La cuarta contribución es la de David Cannadine y versa sobre “El contexto, performance y significado del ritual: la monarquía británica y la invención de la tradición c.1820-1977” (Cap. 4, pp.101-164). Esta es una descripción de las actitudes contemporá­ neas hacia los rituales de la monarquía británica, y anota cómo se han dado ciertos cambios en cuanto a las actitudes frente a los ceremoniales de la realeza, desde la presencia de una población mejor educada, el desempeño del ritual casi mágico sobre la base de un conocimiento interior impecable que se centra en el desem­ peño de la monarquía, y que demuestra en realidad un cierta ineptitud más que una grandeza. El cambio en la Inglaterra actual se da por el hecho de que alrededor de la Reina Elizabeth II, existe tan sólo un ritual popular, pero fuera de ella ninguna cabeza de estado se rodea de popularidad ritual. Se explican aquí los cambios sucesivos en el contexto y la naturaleza del ceremonial de la realeza, además de encontrar o redescubrir el significado de tal ceremonial mediante una apreciación comprensiva dentro de su contexto histórico. Se reconoce aquí que la idea central de esta aproximación es que las ocasiones ceremoniales como los trabajos de arte o los de teoría política no deben ser interpretados solamen­ te en términos de su estructura interna. David Cannadine dice que como todas las formas culturales, que deban ser tratadas como textos, o todos los textos que puedan ser tratados como formas culturales, se requiere por lo regular de una descripción densa y no tan somera, en un intento por ver al ceremonial de la realeza desde una descripción geertziana, es decir como texto y como contexto. Se ve por ejemplo, el caso de como el significado de la corona­ ción cambia según las circunstancias y los tiempos. Y así por ejemplo en la etapa estable, el ritual que no cambia es una señal de consenso y estabilidad y aún en periodos de cambio, conflicto o crisis el ritual puede estar deliberadamente inalterable, como para dar la impresión de continuidad, aunque el contexto diga lo contrario. Se comienza así por describir la contextualización del ritual y el ceremonial de la monarquía británica. Los cambios a partir de los 1870 se advirtieron por el giro de una generación conservadora hacia una generación extravagante. Cannadine hace mención de cómo la prensa se mantuvo hostil a la monarquía especialmente entre los 1850 y los 1870, en que la Reina Victoria fue constantemente objeto de crítica y escándalos sensacionalistas. Según Cannadine, el cambio más palpable se da entre 1870 y 1914 en cuanto a la imagen pública de la monarquía británica, ya que ésta se convierte en ritual de apelación privada y limitada, o bien pública y popular, debido al retiro de los monarcas de la vida política. Pero al mismo tiempo la recuperación de la libertad de prensa como resultado del fin del siglo XIX, las grandes ceremo­ nias de la realeza fueron descritas como algo sin precedentes, llenos más que todo de una forma sentimental y emocional. En la dimensión de los cambios aparecen también mencionados los inventos tecnológicos, entre los que se anota en la aparición del primer neumático fabricado por Dunlop en 1888, el cual produjo un efecto impactante en el desarrollo de la monarquía y la vida social. Un ejemplo de ello fue la llegada del automóvil en la vida de la monarquía a principios del siglo XX que induce a cultivar el deseo de posesión, dando un cierto esplendor a la monarquía, con atributos de lujo y prominencia. Así partir del automóvil las tradi­ ciones arcaicas de la Edad Media, se alargaron en su propósito como para darle un moderno esplendor a los imperios. Un tercer periodo de evolución de la monarquía británica se anota entre 1914 a 1953, en donde el ceremonial de la realeza se detiene, para transformarse en un mero aspecto de la inventiva competitiva, y se convierte así en una expresión única de la continuidad, en un periodo de cambio sin precedentes. La imagen dual de la monarquía, por un lado la de la difusión de la Navidad como una celebración institucional en 1932, se cultivó como un evento tradicional, para darle al monarca la imágen del padre de sus propios pueblos. El cuarto periodo concebido por Cannadine, se inicia en 1953 en donde el significado del ceremonial de la realeza entró en una nueva etapa, debido a que muchas de las presuposiciones del periodo previo dejaron de ser válidas. De gran significancia es por ejemplo la manera en que la ceremonia real fue un antídoto para legitimar el cambio social domésticamente. Los efectos de la segunda guerra mundial se dejaron sentir por la visión de una declinación en la conformidad pública de la ética cristiana. Con todo ello comienzan a aparecer los conflictos de raza y color, la violencia, el crimen y la adicción a las drogas. También cambió la legislación y la opinión pública de manera muy marcada, especial­ mente en los aspectos tales como la pena de muerte, el aborto, las relaciones sexuales premaritales y la homosexualidad. Así que el título de “Elizabeth” fue mucho menos importante o grandioso en este cuarto periodo, que en los periodos anteriores. Según Cannadine y haciendo una síntesis de los distintos puntos de vista , en el reino británico como ha sucedido con Europa en general, parecen haber existido dos grandes fases del esplendor del ceremonial de la realeza. El primero fue en los siglos XVI y XVII y se centró en el absolutismo de una sociedad preindustrial. Pero en el siglo XIX esta fase de desarrollo quedó en el pasado y fue continuada o sucedida por un segundo periodo que fue de un nuevo e inventado esplendor ceremonial, que comienza entre 1870 y los 1880, y declinó alrededor de 1914. Un planteamiento interesante que asienta Cannadine, es la teorización del ceremonial de la realeza, al hablar de la descripción de la naturaleza cambiante, del buen desempeño del ritual con sus características de performance y del contexto del ceremonial, en el entendido de que esto ofrece alguna explicación de como es que las ceremonias similares significaron diferentes cosas para diferentes pueblos en tiempos o épocas distintas. Por supuesto, las fases de la evolución son más fácilmente identificadas que la dinámica del cambio explicado. En el nivel de significado, tal aproximación del ritual, independiente de todo sujeto, de todo objeto y de todo contexto o de aquellas opiniones que visualizan al contexto como algo estático y sin cambios. En el estudio de Cannadine que implica en cierto modo lo que sería una “descripción densa” geertziana, el texto de una ceremo­ nia ha desaparecido en ocasiones en el contexto de una circunstan­ cia que solamente sirve para demostrar que tan densa necesita ser tal descripción. Por supuesto formas culturales como el ritual pueden ser tratadas como textos, como formas imaginativas cons­ truidas. El quinto ensayo ha sido escrito por Bernard Cohn y versa sobre “Representación de la autoridad en La India Victoriana” (Cap. 5, pp.165-209) tocando tangencialmente el problema de la influencia cultural británica en La India. Según refiere el autor, en términos conceptuales, lo británico que empezó como algo de fuera, se convirtió en algo de adentro, por medio de un acta del gobierno de India con fecha 1858. Esta nueva relación entre la monarquía británica, sus sujetos Indios y la realeza India nativa se proclamó en todos los principales centros del gobierno británico en La India. Los temas que aborda son, las contradicciones culturales en la construcción de un idioma ritual; el significado de la sublevación de 1857; la formalización y representación del idioma ritual a partir de la Asamblea Imperial de 1877; el Acta de Títulos Reales de 1876; las intenciones de los planificadores de la Asamble Imperial; la sociología colonial y la asamblea; los invitados a la Asamblea Imperial; planificación logística y física sobre los campamentos, el anfiteatro y los motivos decorativos. El principal enfoque del estudio se basa en discutir cómo se dan los rituales de gobierno en La India, de un gobierno que entre 1860 y 1870 parece apuntar desde un orden feudal colonial leal a la Reina Victoria o bien desde una destrucción de tal orden. Cohn explica que el ritual de la monarquía entendido en La India como colonia británica se reconoce como un evento de esplendor en el que se incluyen honores bajo el concepto Indio nazar, o bien posesiones de valor dentro de el conceptopeshkash, que incluyen regalos en joyas y bienes. Como un tipo de ofrendas de honor de tradición árabe-persa, nazar es un término aplicado a las monedas de oro ofrecidas por los subordinados. Otro concepto recogido en la cultura de La India es el de khelat, que incluye a un conjunto específico y ordenado de vestuarios entre turbantes, ornamentos, joyas, armas, escudos, insignias, tambores como parte de las posesiones de los gobernantes llamados mughals. Todo esto implica una tradición de dar y recibir, en donde no parece tratarse de un simple trueque de bienes y valores, sino que cada cosa guarda su significado. Por ejemplo khelat lo entiende Cohn como una idea de conti­ nuidad o sucesión de la monarquía. Nazar junto a Khelat implican actos de obediencia, de lealtad y de aceptación de la superioridad de quien guarda la autoridad. Con la llegada de la corrupción y con el mantenimiento del gobernante como centro simbólico de un orden político en La India, surgieron otras paradojas, tales como el hecho de que la corona británica no fue en realidad una corona. Lo británico en La India fué objeto de sus propios reyes, y así el gobernante indú, mughal, continuó siendo fuente de honor para el pensamiento nativo de La India. Una descripción por demás interesante es la de los campamen­ tos de 1876 que se planificaron para dar cabida a los acomodos físicos de la Asamblea Imperial. Aquí se explica que el campo central imperial aglutinó a los miembros de la corte imperial de La India, incluyendo a sirvientes, asesores, seguidores, visitantes, guardias, servicios de telégrafos y bazares comerciales. La contri­ bución de Cohn para explicar detalles y categorías del gobierno Indio-británico gira en torno a la manera como La India tiende a representar la autoridad, y como a pesar de ciertos movimientos nacionalistas como los de Ghandi, quienes se rebelaron por las vías pacíficas, se concentraron en mantener un idioma británico sobre el ritual de gobierno y la autoridad. El capítulo sexto escrito por Terence Ranger, se refiere a “La invención de la tradición en el Africa Colonial” (Cap. 6, pp.211262) y expone un panorama de los años 1870, 1880 y 1890, en cuanto a una amplia reflexión del florecimiento de una tradición europea inventada, bien sea religiosa, educacional, militar, repu­ blicana y monárquica con alusiones a los casos de Rodhesia, Mozambique y Sudáfrica. Según Ranger, el concepto de imperio fue básico para el proceso de las tradiciones inventadas dentro de la propia Europa, pero los imperios africanos, llegaron tan tardíamente en el día que ellos demuestran los efectos más que las causas de una tradición europea inventada. Desplegadas en Africa, las nuevas tradiciones tomaron un carácter muy particular, distinguiéndose éstas de sus formas europeas o asiáticas imperiales. A diferencia de La India, según lo apunta Ranger, Africa se volvió colonia de asentamiento de blancos, y esto significó que los que se asentaron se autodefinieron como maestros indiscutibles de un vasto número de africanos. A diferencia de La India también lo apunta Ranger, Africa no ofreció a sus conquistadores el marco de un estado imperial nativo, ni tampoco rituales centralizados en el honor y el grado. Las conexiones entre sistemas de gobierno africanos y europeos solamente se dieron al nivel de la monarquía. Según Ranger África poseyó únicamente docenas de reyes y sistemas de gobierno muy primitivos. Aquí la teología de una monarquía omnisciente, omnipotente y omnipresente se volvió el único ingrediente de la ideología imperial, tal y como se dió en África. Entre los aspectos que desarrolla Terence Ranger, en torno a el panorama de una tradi­ ción británica de gobierno inventada en África, explica las tradicio­ nes europeas inventadas y el imperio africano; los africanos en las tradiciones de gobernar; las nuevas tradiciones de la monarquía en la África colonial; intentos africanos para hacer uso de una neotradición europea; los europeos y la tradición en África; la manipulación africana de costumbres inventadas; el uso del con­ cepto de tradición por los ancianos contra la juventud; el uso del concepto de tradición por parte de los hombres hacia las mujeres; la manipulación de la tradición contra sujetos e inmigrantes. Resulta particularmente reveladora la explicación de como se manipula el concepto de tradición en el África colonial. La sección sobre la tradición de los ancianos frente a las aspiraciones de la juventud (p. 254) es una explicación de las tensiones sociales motivadas por el choque entre ancianos yjóvenes, como producto de la migración de los jóvenes africanos hacia zonas urbanas y de su posterior retorno a sus pueblos de origen. Según lo explica Ranger, los jóvenes migrantes se encontraron a su retorno con una sociedad africana fuertemente controlada por los ancianos, quienes no veían con buenos ojos las actitudes y hábitos sociales de los jóvenes migrantes. En la sociedad tradicional africana de aquel tiempo, los ancianos controlaban la tierra y la mujer, manteniendo un papel de patrón monopolizador. Así que todo el control del conocimiento tradicional que se basa en el reclamo de la tierra y sus recursos, fue visto por los jóvenes como una mani­ pulación de la tradición. Otro aspecto de la manipulación es el de la tradición del hombre en contra de la mujer (p.257). Igualmente en el monopolio de las costumbres de los ancianos, por lo que cuando los británicos detectaron la tradición africana, descubrieron más que nada una nueva costumbre inventada que se basó en la información de la sociedad masculina dominante, con una notoria ausencia de los puntos de vista de la mujer. Los testimonios de la sociedad feme­ nina permanecieron sin documentarse. Pero desde luego se inició una rebelión feminista ante el monopolio de la sociedad masculina dominante, y esto se dio según Ranger por dos vías, por el lado del cristianismo y las nociones de los derechos humanos, y por el lado de las contra-propuestas disponibles en las culturas africanas. Por ejemplo, los reencuentros a los rituales femeninos de la iniciación, o bien las formas de asociación de los cultos, y los movimientos macrocósmicos proféticos como para retar las restricciones de una sociedad de costumbres inventadas. El último capítulo ha sido escrito por Eric Hobsbawm y trata sobre “Producción masiva de tradiciones: Europa entre 1870 y 1914” (Cap. 7, pp.263-307), se refiere al periodo de las tradiciones de las tres décadas anteriores a la primera guerra mundial, periodo en el que la creación de tradiciones fue entusiastamente practicada en numerosos países por varios propósitos, pero especialmente los oficiales o políticos y los sociales de grupos no formalmente organizados o que no fueron específicamente de conciencia polí­ tica, entre los que se apuntan las fraternidades y clubs, que también tuvieron funciones políticas. Hobsbawm hace una reflexión crítica sobre las principales tradiciones políticas europeas de fines del XIX y principios del XX. Hace especial mención de que después de 1870 y casi en conexión con el nacimiento de la política masiva, los gobernantes y los observadores de la clase media redescubren la importancia de elementos irracionales en el mantenimiento de la fábrica social y el orden social. Hobsbawm dice que el estudio intelectual de la política y la sociedad se transformó en aquellos años en el reconocimiento de todo lo que tenían las colectividades. Se reconocen diversos pro­ blemas, por ejemplo que fue insuficiente sostener la desaparición del antiguo cemento social que unía Iglesia y monarquía, que fue menos práctico restaurar al rey católico como el monarca preferi­ do, que no se podía sugerir que el hombre que gobernó la tercera república permaneció principalmente en nuevas tradiciones in­ ventadas para lograr una estabilidad social. Sin embargo la invención de las tradiciones fue un fenómeno que jugó un papel escencial en el mantenimiento de la república. Según Hobsbawm, en términos de invención de la tradición, se pueden reconocer tres ¡novaciones relevantes: el desarrollo de un equivalente secular de la iglesia o de alguna institución educativa; la invención de nuevas ceremonias públicas; la producción masiva de monumentos públicos en una especie de estatuomanía. La estatuomanía parece haberse cultivado con mayor tradición durante la Tercera República en Francia. Pero a diferencia de los franceses, el imperio alemán legitimó sus tradiciones por medio de las aspiraciones nacionalistas, por medio de su bandera, a través de la idea de “conquista” de otros pueblos, por la vía de cultivar la idea de una supremacía cultural y militar. Además de mantener la idea de un “enemigo secular nacional”, contra quienes los alemanes han definido su identidad y luchado para lograr una unidad como estado. Al parecer, edificios y monumentos fueron la forma más visible de establecer una nueva interpretación de la historia alemana, o bien una fusión entre la antigua tradición inventada de 1848, del nacionalismo alemán y el nuevo régimen. Hobsbawm dice (p.276) que el primer interés en crear un símbolo nacional fue a través de las estampas, lo que substituyó a la estatuomanía y que motivo el nacimiento de otra tradición inventada. En lo que corresponde a la tradición británica y el caso de los Estados Unidos, Hobsbawm hace una referencia a diferentes casos que hicieron patente la presencia de tradiciones inventadas. Des­ taca entre otros la pasión por las geneaologías, el florecimiento y sobrevivencia de los “Hijos de la Revolución Americana” de los 1890s, el desarrollo del concepto de élite institucional a través de las fraternidades de colegios, y la práctica de los nuevos deportes inventados como tradición, entre ellos el tennis, badminton, hockey, waterpolo y golf. Y algo que parece unir a la mayor parte de Europa, la tradición del deporte olímpico, que no fue sino un renacimiento de una antigua tradición, pero en donde se incrustaron nuevos deportes como parte de una tradición inventada que reforzó ciertos caracteres de identidad en cada nación, tales como el football en Inglaterra, los tours de ciclistas en Francia e Italia, que se convierten en rituales populares con cierto sello político y de identidad nacional. Hobsbawm apunta que la invención de tradiciones en Europa y los Estados Unidos entre 1870 y 1914, encierra tres aspectos fundamentales. Primeramente, la presencia de un discurso simbó­ lico que se representa materialmente y que identifica a toda nación que se confronta internacionalmente. En segundo término las prácticas de ciertas clases sociales, y especialmente entre los sectores trabajadores el renacimiento o invención de otras tradi­ ciones, por último la relación entre invención y generación espon­ tánea. Al parecer el autor de éste último capítulo nos hace ver que en la intención de utilizar, y de adaptar se llevan a la práctica tradiciones que se antojan inventadas por el hecho de reconocerse en su acción un profundo sentido de manipulación. Jorge Arturo Chamorro Escalante El Colegio de Michoacán APPADURAI, Arjun (ed.), La vida social de las cosas. Perspecti­ va cultural de las mercancías. Argelia Castillo Cano (tr.), Méxi­ co, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo. Colección Los Noventa N° 79.1991, 406 pp. Los antropólogos e historiadores autores del libro cuya traduc­ ción reseñamos1participaron en un simposio sobre mercancías y cultura realizado en 1984 en la Universidad de Pensilvania, con la intención de emprender una “revitalizada antropología de las cosas”. De aquel encuentro salieron nueve artículos a los que el editor agregó un trabajo introductorio.