Prefacio: el comienzo del final

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Los círculos del destino. “Eterno retorno” y “amor fati” en
Friedrich Nietzsche. Garro Sánchez, Julio Martín Toribio.
Prefacio: el comienzo del final
Difícilmente alguien podría llegar a soportar el silencio y la soledad como lo hizo
Nietzsche. Ni aún acompañándolo imaginariamente en los derroteros de sus libros, de
sus cartas, de sus escritos inéditos, ni aún haciendo un elevado esfuerzo de empatía,
podríamos acercarnos a su soledad. Tan sólo podríamos acompañarlo durante un tramo
de su camino, ser la “sombra” de Nietzsche, acompañarlo, como la sombra acompaña al
viajero, aún sabiendo que al mediodía mueren todas las sombras, aún la nuestra. Pero
antes que eso suceda, antes que tengamos que abandonar a Nietzsche para seguir
nuestro propio camino, intentaremos llegar a él, a sus pensamientos, a sus emociones, a
sus contradicciones, a sus rencores. En suma: buscamos vivir en Nietzsche, aunque esto
implique, por momentos, llevar sobre nuestros propios hombros la cruz del Anticristo,
la cruz del silencio y de la soledad.
Viajemos con la imaginación hacia finales del año 1888. Nietzsche tenía cuarenta y
cuatro años. ¿Qué sabemos de él? Ha escrito muchos libros, algunos bastante
polémicos; que estudió Filología y fue profesor universitario por diez años, aunque hace
once años que se retiró de la docencia. Por otro lado, sabemos que está casi ciego, razón
por la cual requiere con frecuencia que alguien le ayude a escribir sus libros, que sufre
de frecuentes y terribles migrañas y que es, en general, muy enfermizo. También
sabemos que es muy culto, que no conversa con cualquiera y que la gente ordinaria le
fastidia e incomoda, razón por la cual prefiere estar solo la mayor parte del tiempo.
Sabemos, además, que tiempo atrás fue acérrimo defensor de la filosofía de
Schopenhauer, de la que ahora reniega. Por último, hace unos veinte años fue amigo y
entusiasta defensor de Richard Wagner, a quien ahora detesta, desprecio que se extiende
también a los wagnerianos. Lo único que no ha cambiado en él con el paso de los años,
es su pasión por la música. Sin duda hubiera preferido llegar a ser un gran compositor
musical.
Los círculos del destino. “Eterno retorno” y “amor fati” en
Friedrich Nietzsche. Garro Sánchez, Julio Martín Toribio.
Nos encontramos en Turín, ciudad muy apreciada por Nietzsche. Esta será la última
visita que el filósofo haga a Italia. En septiembre la aparición de “El caso Wagner” ha
causado escándalo y provocado la ruptura de Nietzsche con antiguos amigos. Desde
finales de octubre Nietzsche se encuentra enfrascado en la redacción del libro: “Ecce
homo”, al que bien podemos considerar su último libro, puesto que el “Nietzsche contra
Wagner”, escrito a finales de diciembre, es básicamente una selección de textos
previamente publicados.
El “Ecce homo” es parte de la serie de pequeños libros escritos en los últimos meses de
1888, trabajados todos bajo un ritmo intenso y febril, como si Nietzsche presintiera que
su tiempo llegaba a un final. De hecho, era el comienzo de su final ¡y qué manera de
comenzar tal final!, escribiendo “Por qué soy un destino”, el último capítulo del último
libro escrito en su último año de cordura. Con el “Ecce homo” vuelve a hacer aparición
el Nietzsche autobiógrafo, el escritor que nos cuenta su vida, que nos deja oír su voz
directa, como cuando era un adolescente y contaba sobre su niñez. Sin duda un hecho
que enmarca la vida del escritor: comenzar y acabar su carrera literaria escribiendo
autobiografías, con todo lo que esto puede significar, es decir, comenzar y terminar
entre la realidad y la fantasía, entre los hechos reales y los hechos vividos, entre los
recuerdos y la justificación de lo vivido.
Adentrémonos en la obra final: ¿a qué imagen nos remite el título “Ecce homo”?
Recordemos la escena: Pilatos presentando al Nazareno ante las masas y exclamando
“Aquí tenéis al hombre”, un hombre flagelado, coronado de espinas, escarnecido y, por
lo visto, inocente de lo que se le acusa. Inocente, entonces, pero a pesar de eso, unido a
un destino que lo llevará a morir en la cruz, a ser un crucificado, a ser “el Crucificado”.
¿Qué nos quiere decir entonces Nietzsche con esta imagen? “Aquí me tenéis”, diría, “yo
mismo me presento ante Ustedes, yo soy quien será crucificado”. Por esto “Ecce homo”
es sinónimo de “Ecce Nietzsche”: “flagelado”, humillado y, sin embargo, un dios por
debajo de las heridas. Pero no el Dios cristiano sino ¡el dios Dionisos!. Nietzsche está
dispuesto a morir en la cruz para redención de la humanidad pero ¿morirá realmente?.
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Friedrich Nietzsche. Garro Sánchez, Julio Martín Toribio.
Es morir, sí, pero no “para salvar a la humanidad de sus pecados”: es morir para que esa
conexión entre el pecado, la culpa y el hombre no vuelva a darse nunca más. Por eso
Nietzsche se ve ahora como “el Anticristo” (¡justamente el título del libro que acaba de
terminar en septiembre!). Sólo así podría él mismo entender su sacrificio, su entrega, ¡su
destino! ¿Se entiende ahora por qué sus últimas cartas –las cartas de la locura– llevan la
firma de “el Crucificado” o la de “Dionisos”?
Pero ¿por qué el último capítulo del “Ecce homo” tenía que llamarse precisamente «Por
qué soy un destino»? Entender a profundidad lo que nos quiere decir Nietzsche en este
capítulo final es, precisamente, algo que compete al presente prefacio.
Revisemos antes la estructura de los capítulos precedentes del “Ecce homo”. Lo primero
que llama la atención son los títulos empleados para los capítulos de esta obra. Todos
reiteran una fórmula: “Por qué yo” (en alemán: “Warum ich”). Este recurso no es
extraño en Nietzsche, quien ya apeló a la reiteración de ciertas frases en muchas de sus
obras. Recuérdese, por ejemplo, el capítulo “Los siete sellos” del tercer libro de “Así
habló Zaratustra”. Cada uno de sus parágrafos no sólo tiene una estructura reiterativa de
manera que empieza con un “Si...” y termina en un conjunto de frases idénticas que se
repiten sin duda guardando analogía con una oración religiosa (no en vano Nietzsche
subtitula este capítulo como “O: la canción «Sí y Amén»”, en clara alusión al
“Apocalipsis”).
Sin duda en el “Ecce homo” el uso de la reiteración tiene un efecto muy dramático. A
nuestro entender, Nietzsche nos quiere transmitir un estado de ánimo especial, producto
de la reflexión constante sobre un mismo tema, de la búsqueda de una respuesta a una
misma pregunta planteada de muchas manera. La pregunta central es ¿Por qué yo?,
pregunta que se fragmenta de cuatro maneras distintas, como si un mismo rostro se
reflejara en cuatro espejos distintos: el de la sabiduría, el de la inteligencia, el del oficio
(el saber escribir libros), y el del destino. Así, los capítulos llevan los siguientes títulos:
«Por qué [yo] soy tan sabio» (en alemán: «Warum ich so weise bin»)
Los círculos del destino. “Eterno retorno” y “amor fati” en
Friedrich Nietzsche. Garro Sánchez, Julio Martín Toribio.
«Por qué [yo] soy tan inteligente» («Warum ich so klug bin»)
«Por qué [yo] escribo tan buenos libros» («Warum ich so gute Bücher schreibe»)
«Por qué [yo] soy un destino» («Warum ich ein Schicksal bin»)
Estos capítulos imponen la estructura al libro, a pesar de la interrupción que sigue al
capítulo «Por qué escribo tan buenos libros», interrupción constituida por una relación
de breves textos conteniendo comentarios del autor a sus obras ya publicadas. Estos
comentarios hacen un total de diez textos, de diversa extensión cada uno. Sin duda los
comentarios son valiosos, tanto por lo que dicen como por lo que callan, tanto sobre los
escritos como de la vida del autor. Nos interesa ahora centrarnos en el capítulo final, en
la culminación de la obra, en el comienzo del final, es decir, en el capítulo «Por qué soy
un destino».
***
El primer parágrafo empieza con una afirmación contundente: «[Yo] conozco mi
[destino]» 1 (EH; 123). De manera similar ya lo había dicho en “Así habló Zaratustra”:
«[Yo re]conozco mi [destino]» 2 (ZA; 221). En este parágrafo Nietzsche se considera
«dinamita», se sabe portador de una verdad “terrible”: la «transvaloración de todos los
valores» (EH; 124). Pero no quiere fundar religiones, odiaría esa confusión o mala
interpretación de su pensamiento. Nietzsche está hablando a hombres libres, ese es el
contexto fundamental. Sin embargo, es necesario hacer un develamiento de lo que él es:
«un acto de suprema autognosis», acto que se ha hecho en él «carne y genio». La
autognosis (en alemán: “Selbstbesinnung”) o auto-conocimiento es, entonces, el
camino. Se trata de un asunto de “uno consigo mismo”, de un trabajo sobre sí mismo.
Como Nietzsche ha sido el primero en lograrlo, se puede considerar a sí mismo como el
«primer hombre decente», el primero que ha descubierto la verdad: «yo soy el primero
que descubierto la verdad, debido a que he sido el primero en sentir –en oler– la mentira
1
Ich kenne mein Los
[Friedrich Nietzsche: Werke und Briefe: Warum ich ein Schicksal bin, S. 1. Digitale Bibliothek Band 31: Nietzsche, S. 7802 (vgl.
Nietzsche-W Bd. 2, S. 1152) (c) C. Hanser Verlag]
2
Ich erkenne mein Los
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como mentira» 3 (EH; 124). Esta actualidad puede desembocar en una imperturbable
labor de contradecir, de arremeter contra todo aquello que está establecido sobre errores,
arremetiendo sin límite ni pausa. Sin embargo, no se trata simplemente de contradecir
por contradecir. Algo al menos debe quedar sin contradecir: la vida. Por eso Nietzsche
se reconoce como un «alegre mensajero», alegría que no cubrirá el hecho de ser visto
como «el hombre de la fatalidad», pues la llegada de la auténtica “verdad” (la que viene
por detrás del mensajero), es una verdad que entablará lucha, que entrará en guerra.
Sobre esta “guerra” no se nos dice el orden de las batallas venideras pero Nietzsche sí
nos advierte que hasta la vieja forma de hacer política caerá, dando surgimiento a una
nueva forma de hacer política, la «gran política», que por lo ya dicho, es la “política” de
(y para) los individuos que han realizado la autognosis. Esto lo debemos resaltar, pues
debemos entender que Nietzsche le está hablando al individuo que se atreve –y logra–
tal autognosis. Para tal individuo se aplica la dinamita, la guerra, lo cual significa la
aniquilación de lo “bueno”, de la “bondad”, de la “moral de esclavos”, de la
“decadencia” en uno mismo. La dinamita no es algo que se aplique a los otros, el
explosivo se debe aplicar en uno mismo para destruir los prejuicios, las creencias, los
errores que habitan en nosotros mismos. Si no se destruye esto en nosotros ¿qué sentido
tendría hablar de autognosis?
El segundo parágrafo habla del destino «que se hace hombre» (EH; 124). Ya lo había
anticipado en su “Zaratustra” hace más de cinco años (si tenemos en cuenta la fecha de
su redacción, septiembre de 1883). Por eso afirma ahora que la «fórmula» de su destino
ya había sido expresada con anterioridad. Sin embargo al realizar la cita Nietzsche
comete, aparentemente, un error involuntario. En efecto, el texto de 1883 dice:
«Y quien tiene que ser un creador en el bien y en el mal: en verdad ése tiene que ser antes un
aniquilador y quebrantar valores.
Por eso el mal sumo forma parte de la bondad suma: más ésta es la bondad creadora»4 (ZA; 172)
[Friedrich Nietzsche: Werke und Briefe: Dritter Teil. Also sprach Zarathustra, S. 4. Digitale Bibliothek Band 31: Nietzsche, S. 6521
(vgl. Nietzsche-W Bd. 2, S. 404) (c) C. Hanser Verlag]
3
Ich erst habe die Wahrheit entdeckt, dadurch daß ich zuerst die Lüge als Lüge empfand - roch...
[Friedrich Nietzsche: Werke und Briefe: Warum ich ein Schicksal bin, S. 2. Digitale Bibliothek Band 31: Nietzsche, S. 7803 (vgl.
Nietzsche-W Bd. 2, S. 1152) (c) C. Hanser Verlag]
4
Und wer ein Schöpfer sein muß im Guten und Bösen: wahrlich, der muß ein Vernichter erst sein und
Werte zerbrechen.
Also gehört das höchste Böse zur höchsten Güte: diese aber ist die schöpferische. -
Los círculos del destino. “Eterno retorno” y “amor fati” en
Friedrich Nietzsche. Garro Sánchez, Julio Martín Toribio.
Por el contrario, la cita de este mismo párrafo reproducida por Nietzsche en el “Ecce
homo” muestra una variación:
«– y quien quiere ser un creador en el bien y en el mal: en verdad, ése tiene que ser antes un
aniquilador y quebrantar valores.
Por eso el mal sumo forma parte de la bondad suma: más ésta es la bondad creadora»5 (EH;
124).
Obsérvese que, mientras en el “Zaratustra” se dice: «quien tenga que ser un creador […]
tiene que ser antes [...]», en el “Ecce homo” se dice: «quien quiera ser un creador […]
tiene que ser antes [...]». Esta diferencia merece una explicación, pues no creemos que
se trate de un error involuntario, o una cita transcrita de manera inadecuada.
La versión del “Zaratustra” se ajusta más al papel del creador de valores tal como había
sido especificada en “Aurora” (parágrafos 14 y 18), libro que, publicado en 1881 con el
subtítulo “Reflexiones sobre los prejuicios morales”, es, a nuestro entender, el
precedente y referencia anterior y obligada del “Zaratustra”. No se trataría, entonces, de
“querer” ser un creador sino de “tener” que ser un creador, como si uno tuviera ese
“peso” desde que nace. Sin embargo, esta versión del “Zaratustra” del “tener que ser”
amarraría al sujeto creador de valores (a “el loco” al fin y al cabo, como se dice en
“Aurora” y en “La gaya ciencia”) a un destino por encima de él, es decir, a una
“fatalidad” (en alemán: “Fatum”, “Verhängnis”) más que a un “destino” (en alemán:
“Schicksal”, “Los”, “Geschick”, “Bestimmung”). Por el contrario, Nietzsche
seguramente quiso dar mayor relieve en “Ecce homo” a la idea de que es mayor el papel
del “destino” (“quien quiera ser”), que el de la “fatalidad” (“quien tenga que ser”), y así
rescatar la propia visión que sobre él mismo había terminado de formar, es decir, que no
era un destino ciego, una “fatalidad”, quien lo utilizaba a él sino que era él quien, a
través de una formación –física y mental– adecuada, había podido, finalmente, estar
[Friedrich Nietzsche: Werke und Briefe: Zweiter Teil. Also sprach Zarathustra, S. 60. Digitale Bibliothek Band 31: Nietzsche, S.
6463 (vgl. Nietzsche-W Bd. 2, S. 372) (c) C. Hanser Verlag]
5
Will man eine Formel für ein solches Schicksal, das Mensch wird? - Sie steht in meinem Zarathustra.
- und wer ein Schöpfer sein will im Guten und Bösen, der muß ein Vernichter erst sein und Werte
zerbrechen.
Also gehört das höchste Böse zur höchsten Güte: diese aber ist die schöpferische.
[Friedrich Nietzsche: Werke und Briefe: Warum ich ein Schicksal bin, S. 3. Digitale Bibliothek Band 31: Nietzsche, S. 7804 (vgl.
Nietzsche-W Bd. 2, S. 1153) (c) C. Hanser Verlag]
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listo para asumir este “destino”, con lo cual había “permitido” que ese “destino” se haga
hombre, se haga «carne y genio», en él, lo cual se pone a relieve en su privilegiada
posición de ser «el primer inmoralista [...] el aniquilador par excellence» (EH; 125).
El tercer parágrafo está dedicado a la figura de Zaratustra, con objeto de dirimir el por
qué del uso de tal nombre, tratándose como sabemos de un personaje de la tradición
religiosa iraní. Zaratustra (o Zoroastro) encabezó la reforma que reemplazó el
politeísmo y el naturalismo arios o indoarios por un claro monoteísmo (Ahura Mazdâh).
Además propuso un elevado ideal moral: practicar la justicia y la templanza, con plena
sumisión a la divinidad, para prepararse así a la consecución de la felicidad en este
mundo y en el otro. Esto para Nietzsche significa que Zaratustra realizó la «trasposición
de la moral a lo metafísico» (EH; 125), razón por la cual se puede considerar que él
«creó ese error». Sin embargo, Nietzsche percibe una consecuencia que considera
válida partiendo de la propia doctrina de Zaratustra: la «veracidad como virtud
suprema» habría, o tendría que haber llevado a Zaratustra a enfrentarse a la realidad y a
descubrir el error de su doctrina. Para Nietzsche, Zaratustra no habría tenido otra opción
más que ser fiel a la veracidad pues «Zaratustra tiene en su cuerpo más valentía que
todos los demás pensadores juntos». Zaratustra desechó su error inicial pero conservó la
virtud de la veracidad: «decir la verdad y disparar bien con flechas, ésta es la virtud
persa» (EH; 125). No le cabía otra opción que encargarse de su propio error apenas
descubierto, con lo cual lograría la superación de la moral.
El cuarto parágrafo es una aclaración adicional sobre el sentido del término
«inmoralista». Nos explica Nietzsche que ser «el primer inmoralista» implica dos
negaciones. La primera es la negación de un tipo de hombre: los considerados «los
buenos, los benévolos, los benéficos» (EH; 126). La segunda es la negación de «una
especie de moral que ha alcanzado vigencia y dominio de moral en sí, –la moral de la
décadence, hablando de manera más tangible, la moral cristiana». La segunda negación
incluye a la primera. Ahora bien, ¿cuál es el peligro del tipo de hombre “bueno”? Según
Nietzsche, «para estimar lo que vale un tipo de hombre es preciso calcular el precio que
cuesta su conservación, –es necesario conocer sus condiciones de existencia», pero «la
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condición de existencia de los buenos es la mentira [...] el no-querer-ver, a ningún
precio, cómo está constituida en el fondo la realidad». La mentira es lo más costoso, por
que pone en riesgo a la humanidad. La mentira tiene un altísimo costo a largo plazo y su
daño es mayúsculo por que afecta a toda la especie, a su supervivencia. El tipo de
hombre “bueno” considera «las situaciones de peligro de toda especie como objeción,
como algo que hay que eliminar», lo cual para Nietzsche «es la niaiserie par excellence
[máxima estupidez], es, vistas las cosas en conjunto, una verdadera desgracia en sus
consecuencias, un destino de estupidez» 6 (EH; 126), puesto que «en la gran economía
del todo» lo terrible es inconmensurablemente más necesario «que aquella forma de
pequeña felicidad denominada “bondad”». Afortunadamente, piensa Nietzsche no todo
el mundo está «constituido sobre instintos tales que cabalmente sólo el bonachón animal
de rebaño encuentre en él su estrecha felicidad».
El quinto parágrafo retoma el tema del creador de valores, iniciado en el segundo
parágrafo. Esta es una temática que nace antes que “Zaratustra”, específicamente en
“Aurora”. Frente al «animal del rebaño» el creador de valores, «la especie fuerte y
vitalmente segura de hombre» (EH; 128), aparecerá indefectiblemente como categoría
inferior pues frente al brillo de la «virtud más pura» enarbolada por el “rebaño”, el
«hombre de excepción» no puede aparecer más que degradado al nivel de «malvado».
Por esto afirma Nietzsche que «Zaratustra [...] no oculta que su tipo de hombre, un tipo
relativamente sobrehumano, es sobrehumano cabalmente en relación con los buenos,
que los buenos y justos llamarán demonio a su superhombre...».
El sexto parágrafo retoma el tema empezado en el cuarto, pero esta vez explicando un
sentido “positivo” de la palabra «inmoralista». Este sentido es «distintivo, como
emblema de honor» (EH; 128) para Nietzsche, y por el cual se puede sentir distinto de
la humanidad entera, como vencedor de la moral cristiana que yace ahora situada por
debajo de él. Esta victoria la ha logrado empleando cuatro elementos: «altura»,
«perspectiva», «profundidad» y «hondura» psicológica, lo que lleva a concluir a
6
ist die niaiserie par excellence, ins große gerechnet, ein wahres Unheil in seinen Folgen, ein Schicksal
von Dummheit
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Nietzsche que «antes de mí no ha habido en absoluto psicología». Sin embargo, el
hecho de haber obtenido logros inauditos también implica un riesgo: «ser en esto el
primero puede ser una maldición, es en todo caso un destino: pues se es también el
primero en despreciar... La náusea por el hombre es mi peligro...» 7 (EH; 129).
El parágrafo siete ahonda el tema de la separación entre Nietzsche y «el resto de la
humanidad» (EH; 129) en virtud a su logro de «haber descubierto la moral cristiana»,
haberla descubierto en su carácter de error, de «la más grande suciedad que la
humanidad tiene sobre su conciencia», la cual consiste en no haber querido ver en el
cristianismo a «el crimen par excellence, el crimen contra la vida...», pues el
cristianismo «ha sido hasta ahora el “ser moral” [...] y en cuanto “ser moral”, ha sido
más absurdo, más mendaz, más vano, más ligero, más perjudicial a sí mismo que cuanto
podría haber soñado el más grande despreciador de la humanidad» (EH; 129). De ahí
que Nietzsche califique al cristianismo como «la forma más maligna de la volunta de
mentira», como la auténtica corrupción de la humanidad, al punto de sentir espanto, no
sólo ante el error, sino también por lo que la moral cristiana ha propiciado
«¡es la falta de naturaleza, es el hecho absolutamente horripilante de que la antinaturaleza
misma, considerada como moral, haya recibido los máximos honores y haya estado suspendida
sobre la humanidad como ley, como imperativo categórico!... ¡Equivocarse hasta ese punto, no
como individuo, no como pueblo, sino como humanidad!... Que se aprendiese a despreciar los
instintos primerísimos de la vida [...] que se aprendiese a ver una cosa impura en el presupuesto
de la vida, en la sexualidad; que se buscase el principio del mal [...] en el egoísmo riguroso [...];
que, por el contrario, se viese el valor superior [...] en los signos típicos de la decadencia y de la
contradicción de los instintos [...] en la pérdida del centro de gravedad, en la
“despersonalización” y “amor al prójimo” [...] ¡Cómo! ¿La humanidad misma estaría en
décadence? ¿Lo ha estado siempre? –Lo cierto es que se le han enseñado como valores supremos
únicamente valores de décadence» (EH; 130).
Nos queda, sin embargo, una duda. ¿Por qué siente espanto Nietzsche? ¿Acaso la
humanidad misma no “eligió” al cristianismo apoyando su surgimiento y posterior
victoria? ¿No fue la humanidad la que aceptó la nueva moral, la que “necesitaba” esa
nueva moral para sobrevivir? Nietzsche no nos explica aquí es el proceso mediante el
[Friedrich Nietzsche: Werke und Briefe: Warum ich ein Schicksal bin, S. 6. Digitale Bibliothek Band 31: Nietzsche, S. 7807 (vgl.
Nietzsche-W Bd. 2, S. 1154) (c) C. Hanser Verlag]
7
Hier der Erste zu sein kann ein Fluch sein, es ist jedenfalls ein Schicksal: denn man verachtet auch als
der Erste... Der Ekel am Menschen ist meine Gefahr...
Los círculos del destino. “Eterno retorno” y “amor fati” en
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cual el “rebaño”, con su “moral del esclavos”, pudo imponerse a los “señores”. ¿Es que
los “señores” no eran lo suficientemente fuertes para imponer –indefinidamente– su
superioridad sobre el rebaño? ¿Siendo fuertes se dejaron vencer, se agotaron en la
lucha? ¿Será, tal vez, que perdieron fortaleza durante la lucha, o que el cristianismo
también los envenenó a ellos? La cuestión es que los “señores” perdieron la batalla, la
perdieron ante los débiles. La astucia de los “esclavos” pudo más que la fortaleza de los
“señores”. ¿Qué es lo que ambiciona Nietzsche, una nueva batalla de la que salgan
vencedores los “señores”, o que simplemente los “señores” puedan aislarse de la moral
cristiana y vivir de acuerdo a su propia moral? Creemos que propone el aislamiento, la
separación: que los “señores”, los dominadores de sí mismo, tengan derecho a vivir
según sus propias reglas, como una minoría aristocrática aliviada del seguimiento y
sometimiento a una moral de “rebaño”.
El penúltimo parágrafo es el octavo. El “des-cubrimiento” de la moral cristiana «es un
acontecimiento que no tiene igual, una verdadera catástrofe» (EH; 131)
«Quien hace luz sobre ella es una force majeure [fuerza mayor], un destino, –divide en dos
partes la historia de la humanidad. Se vive antes de él, se vive después de él... El rayo de la
verdad cayó precisamente sobre lo que más alto se encontraba hasta ahora: quien entiende qué es
lo que aquí ha sido aniquilado, examine si todavía le queda algo en las manos»8 (EH; 131)
Así pues, todo lo llamado “verdad” «ha sido reconocido como la forma más nociva, más
pérfida, más subterránea de la cultura», ha sido identificado como «el sagrado pretexto»
para mejorar a la humanidad, «el ardid para chupar la sangre a la vida misma, para
volverla anémica. Moral como vampirismo...» (EH; 131). Descubrir en qué consiste la
moral permite descubrir el «no-valor de todos los valores en que se cree o ha creído»,
así como permite descubrir la falsedad de conceptos empleados corrientemente por la
moral
[Friedrich Nietzsche: Werke und Briefe: Warum ich ein Schicksal bin, S. 10. Digitale Bibliothek Band 31: Nietzsche, S. 7811 (vgl.
Nietzsche-W Bd. 2, S. 1156) (c) C. Hanser Verlag]
8
Wer über sie aufklärt, ist eine force majeure, ein Schicksal - er bricht die Geschichte der Menschheit in
zwei Stücke. Man lebt vor ihm, man lebt nach ihm... Der Blitz der Wahrheit traf gerade das, was bisher
am höchsten stand: wer begreift, was da vernichtet wurde, mag zusehn, ob er überhaupt noch etwas in den
Händen hat.
[Friedrich Nietzsche: Werke und Briefe: Warum ich ein Schicksal bin, S. 13. Digitale Bibliothek Band 31: Nietzsche, S. 7814 (vgl.
Nietzsche-W Bd. 2, S. 1158) (c) C. Hanser Verlag]
Los círculos del destino. “Eterno retorno” y “amor fati” en
Friedrich Nietzsche. Garro Sánchez, Julio Martín Toribio.
•
«Dios», «como concepto antitético de la vida» (EH; 131)
•
«más allá», «mundo verdadero», «inventado para desvalorizar el único mundo
que existe» (EH; 131)
•
«alma», «espíritu», «alma inmortal», «inventado para despreciar el cuerpo, para
hacerle enfermar» (EH; 132)
•
«pecado», «inventado, juntamente con el correspondiente instrumento de tortura,
el concepto “voluntad libre”, para extraviar los instintos» (EH; 132)
•
«desinteresado», «negador de sí mismo», «el auténtico indicio de décadence, el
quedar seducido por lo nocivo» (EH; 132)
•
«hombre bueno», «la defensa de todo lo débil, enfermo, mal constituido,
sufriente a causa de sí mismo, de todo aquello que debe perecer» (EH; 132)
Es por esta inversión de valores llevada a cabo por la moral, que ella debe ser
aniquilada. De ahí el grito de guerra nietzscheano: «Ecrasez l’infâme! [Aplastad a la
infame]» (EH; 132).
El último parágrafo es breve y lapidario: «¿Se me ha comprendido? – Dioniso contra el
Crucificado...» (EH; 132), o lo que sería lo mismo: Nietzsche contra el cristianismo. La
guerra está declarada. Es el destino de Nietzsche disparar el primer cañonazo. El joven
artillero que hacía su servicio militar a los veintitrés años es ahora a sus cuarenta y
cuatro años un general seguro de sí mismo, un Napoleón redivivo, un cúmulo de fuerza,
una señal que el tiempo está maduro para emprender las primeras escaramuzas. Atrás
quedó el florete con el que desafiaba a los filisteos de la cultura. Ahora es guerra en
serio, pero ¡ah!, ¡la fatalidad!, el guerrero cae víctima de un disparo certero. Una cuerda
atada en el pasado (¿la enfermedad contraída en Bonn?) no lo dejó andar un paso más,
lo asfixia, lo vuelve loco. La guerra acabó para él apenas hubo detonado el primer
disparo de cañón, ¿también «el rayo de la verdad cayó precisamente» (EH; 131) sobre
Nietzsche?
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