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18 de julio de 2004 – Número 33
¿QUÉ HACER CON EL PLAN JEFAS Y JEFES DE
HOGAR?
El problema “piquetero”, el clientelismo político con fondos asistenciales y las
recurrentes denuncias de las “filtraciones” del Plan Jefas y Jefes de Hogar pone a la
sociedad en la encrucijada de no saber cómo controlar estos flagelos conviviendo
con el 50% de la población en la pobreza. La buena noticia es que hay alternativas.
Una vez más la sociedad se encuentra con evidencias de que los desvíos en el Plan Jefas y
Jefes de Hogar son mas que casos aislados y anecdóticos. Esta semana se conoció la
denuncia de que 2.500 empleados municipales bonaerenses cobran sueldos y subsidios
asistenciales. Más allá de estos casos extremos por su gravedad, la sociedad en su
conjunto tiene la impresión que hay muchos más casos de desviaciones que, si bien
no son tan flagrantes como el doble cobro, conllevan una fuerte carga de inequidad.
Mientras que es frecuente encontrarse con personas que son pobres, están desempleadas y
no reciben el subsidio del Plan Jefas y Jefes de Hogar, por otro lado existen hogares que sin
tener una posición social comprometida están recibiendo la ayuda asistencial.
Los datos estadísticos evidencian que esta difundida percepción es una realidad.
Según la reciente Encuesta Permanente de Hogares del INDEC correspondiente al último
trimestre de 2003:
•
Del total de desempleados en Argentina (2,2 millones), hay 1,5 millones que viven
en la pobreza. Ninguna de estas personas recibe subsidios del Plan Jefas y Jefes de
Hogar y no más 300.000 (20%) convive con una familiar que recibe el subsidio.
•
Por otro lado, hay 1,8 millones de trabajadores asalariados “en negro” que viven
en la pobreza. De éstos, un poco más de 300.000 conviven con un algún familiar
que recibe subsidios del Plan Jefas y Jefes de Hogar.
•
Los trabajadores asalariados “en blanco” que viven en la pobreza son alrededor de
700.000. De éstos, 72.000 conviven con un familiar que recibe subsidios del Plan
Jefas y Jefes de Hogar.
El Plan Jefe tuvo su origen en una situación de extrema emergencia que llevó a más del
50% de la población a situación de pobreza. Sin embargo, es un mecanismo muy imperfecto
porque prioriza el asistencialismo sobre la promoción y porque no llega a quién más lo
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necesita. Hay cerca de 1,2 millones de desempleados que viven en la pobreza y ni ellos
ni ningún familiar conviviente reciben un subsidio. Mientras que hay 372.000
asalariados que, si bien son pobres, tienen un ingreso laboral y además conviven con un
familiar que es beneficiario del plan. La inequidad es más patente si se considera que habría
130.000 asalariados no pobres que conviven con un familiar que recibe el subsidio.
Pero lo que mas preocupa es la percepción de que el asistencialismo tiende a perpetuarse
ya que se ven cada vez mas remotas las posibilidades de que esta gente vuelva a ingresar
al mundo del trabajo.
¿Qué se puede hacer con el Plan Jefas y Jefes de Hogar? Además de mejorar los
mecanismos de gestión, es fundamental priorizar la promoción social. Esto implica no sólo
apoyar al que dice estar buscando trabajo sino al que lo encuentra y se mantiene
trabajando. En la medida que el ciclo expansivo de la economía se sostenga esto es mucho
más racional que persistir en acciones puramente asistenciales.
En esta línea, estableciendo un monto mínimo no imponible a los impuestos a la
seguridad social aumentarían las probabilidades de que los trabajadores pobres consigan
un empleo y sean registrados, dado que el costo no salarial sería nulo o muy bajo. Esto
significa que las personas que hoy ganan menos de 500 pesos (que están “en negro” en
más de un 80% de los casos) y los que hoy son beneficiarios asistenciales y seguramente
solo pueden conseguir empleos por debajo de ese salario, disfrutarían de los beneficios
de la seguridad social: asignaciones familiares, seguro de desempleo, obra social, seguro
contra accidente de trabajo y jubilación.
Lo que la seguridad social deja de percibir por esta medida se compensa por lo que el
Estado deja de gastar en subsidios asistenciales. De esta forma, se deja de dar sin mirar
a quién y se incentiva a que los pobres aprovechen el ciclo expansivo del empleo y se
comience a romper este círculo de perpetuación de la pobreza alimentada por el propio
Estado a través del gasto asistencial.
Gráfico 1. Trabajadores pobres con y sin ayuda asistencial
Ultimo Trimestre 2003
2.000.000
1.800.000
303.443
1.600.000
Personas
1.400.000
282.343
1.200.000
1.000.000
800.000
600.000
1.528.248
72.270
1.189.463
400.000
638.756
200.000
-
Desempleados
Trabajando "en negro"
Trabajando "en blanco"
Trabajadores pobres que conviven con un beneficiario asistencial
Trabajadores pobres sin ayuda asistencial
Fuente: IDESA en base a EPH del INDEC.
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