El Debido Proceso ANÍBAL SALAS CÉSPEDES Magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Panamá I. CONCEPTUALIZACIÓN En términos generales el Debido Proceso ha sido considerado como un principio jurídico procesal o sustantivo que le otorga a toda persona el derecho a un cúmulo de garantías mínimas, encaminadas a proporcionar un resultado objetivo y ecuánime dentro del proceso. Dicho principio resulta común a todo tipo de causas, sea civil, laboral, comercial o disciplinario, aunque en materia penal adquiere una vital importancia por ser la libertad del individuo el valor comprometido. Al respecto, Iñaki Esparza Leibar expresa: “El proceso debido participa en nuestra opinión, ... de la naturaleza de los principios generales informados del derecho, con especial relevancia en relación con el Derecho Jurisdiccional y dentro de él de todas sus manifestaciones jurisdiccionales (de forma distinta en relación a cada una de ellas atendiendo a las diversas naturalezas y peculiaridades de los derechos que originan los procesos que ante sus Tribunales se tramitan y resuelven), con carácter expansivo en la medida en que el desarrollo del estado de derecho implique la incorporación de nuevos contenidos. (Esparza Leibar, Iñaki, EL PRINCIPIO DEL DEBIDO PROCESO, José Maria Bosch Editor, S.A: Barcelona, 1995, pág. 236) El autor panameño, Carlos Muñoz Pope, refiriéndose a las causas penales lo define como “el derecho fundamental más importante de que goza el sujeto en el proceso penal, al tiempo que constituye una forma importante de proteger al individuo y sus derechos del poder del Estado, que no podrá imponer sanción alguna si no se observan las formalidades previstas en la legislación procesal correspondiente. (Muñoz Pope, Carlos Enrique, PROCESO DEBIDO Y JUSTICIA PENAL, Ediciones Panamá Viejo, Panamá, 1999, pág. 24) Esta noción va aparejada de uno de los propósitos fundamentales del Derecho, traducido en la solución de conflictos los cuales demandaban, en principio, una institución y un procedimiento para mediar las pretensiones de las partes. Bajo esta línea de pensamiento se proyecta el carácter instrumental del Debido Proceso. El Debido Proceso es entendido por el jurista panameño, Dr. Arturo Hoyos, como “una institución instrumental en virtud de la cual debe asegurarse a las partes en todo proceso – legalmente establecido y que se desarrolle sin dilaciones injustificadas- oportunidad razonable de ser oídas por un tribunal competente, predeterminado por la ley, independiente e imparcial, de pronunciarse respecto de las pretensiones y manifestaciones de la parte contraria, de aportar pruebas lícitas relacionadas con el objeto del proceso y de contradecir las aportadas por la contraparte, de hacer uso de los medios de impugnación consagrados por la ley contra resoluciones judiciales motivadas y conformes a Derecho, de tal manera que las personas puedan defender efectivamente sus derechos.” (Hoyos, Arturo, DEBIDO PROCESO Y DEMOCRACIA, Editorial Porrúa S.A., México, 2006, pág. 92) Ahora bien, desde una perspectiva formal, la expresión “debido proceso”, no se encuentra regulada taxativamente en nuestra Carta Magna como ocurre en otras legislaciones, sin embargo, emerge del contenido del artículo 32 de la Constitución Política de Panamá, que señala: Artículo 32. Nadie será juzgado, sino por autoridad competente y conforme a los trámites legales, y no más de una vez, por la misma causa penal, administrativa, policiva o disciplinaria. A su vez, la Carta Magna prevé otros elementos que constituyen medios procesales para garantizar su cumplimiento entre los cuales tenemos: 1. Artículo 17. Garantía de Estabilidad y Seguridad, 2. Artículos 22 y 23. Libertad Individual, Presunción de Inocencia y Medios Legales para remediar los prejuicios motivo de su violación, 3. Artículo 25. Protección de la Defensa, 4. Artículo 26. Inviolabilidad del Domicilio, 5. Artículo 29. Inviolabilidad de la correspondencia, documento privado y las comunicaciones telefónicas privadas, 6. Artículo 31. Principio de Legalidad, 7. Artículo 33.Eximición de Juicio Previo, 8. Artículo 207 y 208. La Independencia Judicial, 9. Artículo 212. Economía Procesal, 10. Artículo 214. Igualdad de las Parte ante la Ley, 11. Artículo 215. Juicios de Jurados. Cabe destacar que vía jurisprudencial se ha determinado que el artículo 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos se integra al citado artículo 32 de la Constitución Política, a fin de conformar un paquete de garantías constitucionales que propicien un proceso equitativo. El ordenamiento jurídico nacional contempla ciertas disposiciones al respecto, tales como: los artículos 87 numeral 7 y 469 del Código Judicial que establecen: Artículo 87. También corresponde al Pleno: 1. ... 7. Vigilar que, respetando la garantía del debido proceso, se administre pronta y cumplida justicia, para lo cual adoptará, las medidas que estime necesarias; Artículo 469. ... Las dudas que surjan en la interpretación de las normas de este Código, deberán aclararse mediante la aplicación de los principios constituciones y generales del Derecho Procesal, de manera que se observe el debido proceso, la igualdad procesal de las partes, la economía y la lealtad procesal. Por su parte, la interpretación constitucional ha hecho extensivo este concepto a todos los procesos, a fin de tutelar la amplia variedad de relaciones ponderables en el ámbito legal. De tal suerte, que esta institución resulta un medio eficaz para la defensa y realización de los derechos contemplados en la extensa gama de protecciones que brinda y dentro de la cual se desarrollan diversas interrelaciones. En síntesis, el Debido Proceso busca el bienestar social y personal que hace posible el concepto de Justicia, mediante el respeto acucioso de este conjunto de elementos que lo conforman. Pues la colectividad desea que dicho proceso se ejecute debidamente, a fin de complacer los anhelos de equidad que permitan el orden social. Y las personas, por su parte, aspiran a resguardar debidamente sus pretensiones mediante un adecuado ejercicio de sus derechos. II. LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA REPÚBLICA DE PANAMÁ EN TORNO A LA FIGURA DEL DEBIDO PROCESO. 1. La Conceptualización del Debido Proceso en la Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Republica de Panamá. En la doctrina se identifican diferentes corrientes en cuanto a la figura del Debido Proceso. Así, algunos estiman que se está frente a un principio; otros consideran que se trata de un derecho; mientras que hay quienes son del criterio que es una institución de garantía. La Corte Suprema de Justicia de nuestro país ha identificado al Debido Proceso como una institución de garantía. A partir de la década de 1990, la Corte se ha ocupado del asunto con mayor preponderancia. En este sentido, en fallo de 18 de junio de 1992, proferido dentro de un recurso de amparo sostuvo lo siguiente: “En diversas ocasiones ha señalado la Corte Suprema de Justicia que la garantía constitucional del debido proceso legal es una institución instrumental en virtud de la cual debe asegurarse a las partes en todo proceso – legalmente establecido y que se desarrolle sin dilaciones injustificadas-oportunidad razonable de ser oídas por un tribunal competente, predeterminado por la ley, independiente e imparcial, de pronunciarse respecto a las pretensiones y manifestaciones de la parte contraria, de aportar pruebas lícitas relacionadas con el objeto del proceso y de contradecir las aportaciones de la contraparte, de hacer uso de los medios de impugnación consagrados por la ley contra resoluciones judiciales motivadas y conformes a Derecho, de tal manera que las personas puedan defender efectivamente sus derechos.” (Cfr. Registro Judicial de junio de 1992, página 166) Por otro lado, la sentencia de 29 de julio de 1992 sigue la misma línea, pues con relación al Debido Proceso se pronunció como se indica a continuación: “El Pleno considera conveniente reiterar que la garantía constitucional del debido proceso legal consagrada en el artículo 32 de la Constitución es una institución instrumental....” (Cfr. Registro Judicial de julio de 1992, página 175) Vale acotar que la Corte ha sostenido la línea jurisprudencial anotada en torno a la naturaleza del Debido Proceso. 2. El impacto del Debido Proceso en el Ordenamiento Jurídico Panameño, según la Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República de Panamá. La jurisprudencia en Panamá durante un lapso considerable, estimó que el Debido Proceso sólo tenía aplicación para efectos penales. En este orden, el doctor César Quintero, en su obra Derecho Constitucional, expuso en cuanto a la interpretación del artículo 32 de la Constitución de 1946 que éste sólo tenía aplicación en sede penal, de acuerdo con la tendencia de aquella época. No obstante, en fallo de 12 de septiembre de 1956, la Corte Suprema de Justicia al resolver amparo propuesto por el licenciado Jorge Fábrega P., dentro de un proceso seguido ante el Tribunal Tutelar de Menores, en el cual se discutía el ejercicio de la patria potestad reconoció como infringido el artículo 32 de la Constitución Política, de tal suerte que se concedió el amparo. (cfr. Registro Judicial, No. 25 –1956, julio a diciembre, páginas 130 a 134). El criterio restrictivo fue superado por la jurisprudencia y en la hora actual el Debido Proceso encuentra aplicación en toda causa. En torno a este asunto, el doctor Arturo Hoyos explica lo siguiente: “Hacia finales de la década de los setenta la tesis restrictiva de la Corte Suprema de Justicia fue abandonada en favor de una más amplia, según la cual la garantía constitucional del debido procesal legal prevista en el art. 32 (antes de 1983, art. 31) de la Constitución de 1972 es aplicable a todo tipo de proceso y no solo a los penales. Este desarrollo se debió a varios factores entre los cuales a nuestro juicio puede destacarse la creación en 1975 de las Juntas de Conciliación y Decisión como tribunales tripartidos en materia laboral de única instancia, situación que llevó a la Corte a examinar una serie de procesos laborales desde la perspectiva de la garantía constitucional del debido proceso legal.” (Hoyos, Arturo, El Debido Proceso, Editorial Temis, S.A. Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1996, páginas 59 - 60) 3. Elementos que Involucra el Debido Proceso según la Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República de Panamá. En diferentes fallos la Corte Suprema de Justicia se ha ocupado de los elementos o derechos que integra el Debido Proceso. En esta perspectiva, conviene traer a colación un extracto del fallo de 13 de septiembre de 1996 que dice lo siguiente: “De acuerdo con lo expuesto por el amparista en su demanda, la Resolución Nº 45 del 21 de agosto de 1996 viola la garantía constitucional del debido proceso consagrada en el artículo 32 de la Constitución Política panameña. La referida norma textualmente establece que "Nadie será juzgado sino por autoridad competente y conforme a los trámites legales, ni más de una vez por la misma causa penal, policiva o disciplinaria". Según reiterada jurisprudencia del Pleno de la Corte Suprema de Justicia, la garantía constitucional del debido proceso, en los términos planteados en el artículo 32 constitucional, contiene tres derechos o aspectos fundamentales, a saber: 1) el derecho a ser juzgado por la autoridad competente; 2) el derecho a que ese juzgamiento se lleve a cabo de conformidad con los trámites establecidos en la ley para el tipo de proceso de que se trate; y, 3) el derecho a no ser juzgado más de una vez por la misma causa penal, policiva o disciplinaria.” (www.organojudicial.gob.pa) En sintonía con el precedente mencionado, la Corte en fallo de 21 de marzo de 1997 expuso que: “Los elementos del debido proceso relacionados con la igualdad en el proceso y el derecho de defensa están establecidos, en el caso que nos ocupa, por los artículos 9º y 10º de la Ley 7ª de 1975, cuya correcta y razonable aplicación, brinda a las partes la oportunidad de ser oídas en juicio, de presentar pruebas, contrapruebas y refutar las de la contraparte, así como de proponer excepciones con el fin de defenderse con efectividad.” (www.organojudicial.gob. pa) De lo expuesto, se deduce que comportan la garantía del Debido Proceso: el derecho a ser oído, derecho al tribunal imparcial establecido por la ley, el derecho a la contradicción, prohibición de doble juzgamiento y el derecho a ser juzgado según el trámite previsto en la ley. En consideración a lo expuesto en el inciso superior, se colige que el derecho a ser oído encuentra estrecha relación con el tema de las notificaciones. En esta dirección, importa que las comunicaciones judiciales se realicen con arreglo a lo establecido a la ley, a efecto de que los sujetos procesales cuenten con mecanismos para recurrir las decisiones que estimen pertinentes. Vale anotar que en Panamá, tanto en el proceso civil como en el penal,-los de mayor incidencia por la naturaleza del debate-, la regla es que las notificaciones se verifiquen por edicto. En cuanto al tribunal imparcial, debe tenerse presente que se trata del juez natural, es decir, aquel que ha sido designado luego de haber llenado los requisitos de ley. En torno al derecho a contradicción, involucra aportar pruebas lícitas, refutar la posición de la parte contraria y poder hacer uso de los recursos establecidos en la ley. También se toma en consideración el respeto a la cosa juzgada y la observancia de la legalidad de las formas. Ahora bien, tal como expuse al inicio de este epígrafe, la jurisprudencia está sujeta a cambios, dependiendo de la evolución de las figuras jurídicas estudiadas, así como del entorno correspondiente a cada sociedad, en consecuencia, bien pudieran surgir algunas otras implicaciones en cuanto a los componentes del Debido Proceso. 4. Consecuencias que Acarrea la Infracción al Debido Proceso, en la Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la República de Panamá. La vulneración del Debido Proceso en Panamá ha traído como consecuencia que se decrete la nulidad del acto evacuado en contraposición a la figura jurídica mencionada, lo cual implica dejar sin efecto la diligencia, dado que siguiendo a Véscovi la nulidad se define: “como la sanción que tiende a privar de efectos (eficacia) a un acto (o negocio jurídico) en cuya ejecución no se han guardado ciertas formas.” (Véscovi, Enrique, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa Fe de Bogotá, 1999, página 257) Se observa que la Corte también ha declarado inconstitucionales actuaciones contrarias al Debido Proceso, como se verá más adelante. La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, en los primeros años de la década de 1990, circunscribía las causales de nulidad, en sede penal, a lo normado en los artículos 1950 y 2294 del Código Judicial. En este sentido, en fallo de 13 de febrero de 1995, la Sala Segunda de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia expresó: “las causas de nulidad que reconoce nuestro procedimiento penal por la gravedad de las consecuencias que su reconocimiento implica en materia del principio de la economía procesal, son taxativas, deben encontrarse expresamente autorizadas por una norma legal, cuando no figuran en el catálogo que aparece en el capítulo del código dedicado a las nulidades, como es el caso de los supuestos contemplados en los artículos 1974 y 2231.” (www.organojudicial.gob.pa) En fallo de 1° de agosto de 1997, el Pleno declaró inconstitucionales la resoluciones de 7 de julio de 1995, emitidas por el Juzgado Sexto de lo Penal del Primer Circuito Judicial de Panamá; y de 20 de noviembre de 1996, proferida por el Segundo Tribunal Superior del Primer Distrito Judicial, debido que se infringió el artículo 32 de la Constitución Política, toda vez que se calificó el sumario sin haber realizado la audiencia preliminar. El citado tribunal explicó lo siguiente: “A juicio de la Corte, la pretermisión del juzgador de la causa deviene -tal como afirman tanto el peticionario como el Procurador- en un franco desconocimiento del debido proceso de ley, reconocido en el artículo 32 fundamental, con consecuencias perniciosas en el orden de la libertad individual de los imputados, por lo que estima este tribunal constitucional procedente el reconocimiento de la pretensión anunciada por el demandante.” (www.organojudicial.gob.pa) Otro antecedente importante se trata de la resolución de 17 de julio de 2007, por medio de la cual se declaró inconstitucional la diligencia de 17 de agosto de 2005 emitida por la Procuraduría General de la Nación, por medio de la cual se ordenaron intervenciones telefónicas al fiscal Arquímedes Sáez, dentro del sumario que se le seguía al mencionado funcionario de instrucción por delito contra la Administración Pública. La Corte consideró que la Procuraduría no era la institución competente para autorizar las citadas intervenciones, en atención a las modificaciones introducidas al texto constitucional mediante el Acto Legislativo No. 1 de 2004 que modificó el artículo 29 del referido instrumento jurídico en el sentido de que las comunicaciones privadas son inviolables y no pueden ser interceptadas o grabadas, sino por orden de autoridad judicial. En torno al tema, que también involucró el Debido Proceso, la Corte razonó así: Aunado a lo anterior, podemos decir que las pruebas así obtenidas, es decir, una intervención telefónica llevada a cabo u ordenada por una autoridad distinta que no sea la judicial, además de ser ilícita, como se manifestó, si es en violación de un derecho fundamental la convierte igualmente en inconstitucional y esa situación, es insubsanable. Así se refiere Luis Galvez Muñoz, Profesor de Derecho Constitucional, al indicar que: "En el terreno de la caracterización general y de conjunto de ámbito de la ineficacia derivado de la regla de exclusión, lo primero que hay que poner de manifiesto es que el material probatorio resultante de la violación de un derecho fundamental es manifiestamente insubsanable. La actuación o diligencia contraria a los derechos fundamentales no puede ser convalidada de ninguna manera: ni mediante otra diligencia procesal posterior, ni mediante la aquiescencia explícita o implícita del perjudicado por aquella ilicitud" (Gálvez Muñoz, Luis, "La Ineficacia de la Prueba Obtenida con Violación de Derechos Fundamentales", Editorial Arazandi, España, 2003, págs.148-149). Con base en las consideraciones anteriores, debe concluirse que la Resolución S/N de 17 de agosto de 2005, vulnera tanto el artículo 29 como el 32 de la Constitución Política, toda vez que la Procuradora General de la Nación, Ana Matilde Gómez Ruiloba, no ostenta la condición de autoridad judicial, sino, por el contrario, es una funcionaria de instrucción sumarial y, por lo tanto, no tiene la facultad de ordenar intervenciones telefónicas.” (www.organojudicial.gob.pa) Con vista en lo anterior, se observa que ante la infracción del Debido Proceso, la Corte se ha decantado por invalidar las actuaciones, utilizando como base la figura mencionada. 5. El Debido Proceso y la Tutela Judicial Efectiva Precedentes recientes emitidos por la Corte Suprema de Justicia han abordado el tema de la Tutela Judicial Efectiva y han puntualizado que la referida figura involucra el Debido Proceso. En este sentido, bajo la ponencia del fallecido magistrado Rogelio Fábrega Zarak, la Corte en fallo de 4 de abril de 2003 indicó que: “La tutela judicial efectiva constituye el derecho fundamental que tiene todo ciudadano a acceder a un proceso con todas las garantías constitucionales, que culmine con una decisión de fondo debidamente motivada, lo que desde luego no significa el derecho a obtener una decisión de fondo favorable, sino únicamente un pronunciamiento fundamentado en el que se decida su pretensión. Además, la tutela judicial efectiva implica también el derecho a la efectividad de la sentencia. Este Pleno ya en ocasiones anteriores, valiéndose de los comentarios esbozados por el jurista Joaquín Silguero E., ha expresado en qué consiste el contenido esencial de la tutela judicial efectiva, tal es el caso del fallo de 21 de diciembre de 1998: "El derecho a la tutela judicial efectiva puede ser definido como el derecho fundamental que asiste a toda persona para obtener, como resultado de un proceso sustanciado con todas las garantías previstas en el ordenamiento jurídico, la protección jurisdiccional de sus derechos e intereses legítimos. Se caracteriza por cumplir una función de defensa, en base a la heterocomposición del conflicto a través del poder del Estado, y por su marcado carácter procesal, ya que surge con la incoacción, desarrollo y ulterior resolución de un proceso, manifiesta Joaquín Silguero Estagnan (SILGUERO E., Joaquín. La Tutela Jurisdiccional de los Intereses Colectivos a través de la Legitimación de los Grupos. Edit. Dykinson, Madrid, pág. 8586)". De lo que viene expuesto se colige que la tutela judicial efectiva la integran, en términos generales, el derecho a acceder a los tribunales de justicia, la garantía del debido proceso y el derecho a la ejecución o efectividad de la sentencia.” .” (www.organojudicial.gob.pa) Se deduce que la Corte consideró que la figura del Debido Proceso es uno de los componentes de la Tutela Judicial Efectiva, lo cual compagina con la doctrina sobre el asunto, desarrollada en gran medida por el Tribunal Constitucional Español, tal como lo asegura Francisco Chamorro Bernal quien sostiene que: “En ocasiones el TC considera como una de las partes integrantes de la tutela judicial efectiva el derecho al proceso debido, aunque sin especificar qué garantías podrían incluirse en ese derecho al proceso debido”. (Chamorro Bernal, Francisco, La Tutela Judicial Efectiva, Bosch Casa Editorial, Barcelona, 1994, página 108) III. LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN EL MARCO DEL DEBIDO PROCESO La libertad de expresión remonta sus orígenes en las tradicionales libertades civiles, las cuales se desdoblan fundamentalmente a lo largo de las Constituciones. En este sentido, el artículo 37 de nuestra Carta Magna prevé dicha libertad como un derecho fundamental que poseen los habitantes de nuestra República. Artículo 37. Toda persona puede emitir libremente su pensamiento de palabra por escrito o por cualquier otro medio, sin sujeción a censura previa; pero existen las responsabilidades legales cuando por alguno de estos se atente contra la reputación o la honra de las personas o contra la seguridad social o el orden público. Se evidencia que tal derecho se plantea de manera limitada, no absoluta y el ordenamiento patrio penaliza las conductas derivadas de la divulgación de cierta información privilegiada por ejemplo, la relativa a valores registrados en la Comisión Nacional de Valores (art. 245 del Código Penal) así como aquéllas que violentan el Honor de la Persona Natural (Calumnia e Injuria) (Arts.190 a 196 del Código Penal). Este derecho no consiste solamente en la exteriorización de su pensamiento u opinión, pues abarca también la indagación, recepción y propagación de la información a través de cualquier medio lícito; identificando la doble dimensión de la libertad de expresión, aspecto de singular relevancia en este apartado. Desde esta perspectiva pasamos entonces a contrastar cómo este derecho fundamental bidimensional se avista en el Debido Proceso. Es a través de los medios de comunicación que se proyectan en gran medida ambas dimensiones de la libertad de expresión, pues no solamente hace posible la trasmisión del pensamiento, sino la recepción de la información, mediante el reporte de los hechos sobresalientes acaecidos a nivel nacional, dentro de los cuales se incluyen los de índole judicial. No podemos soslayar que la libertad de expresión debidamente ejercida es un medio coadyuvante del Sistema Judicial, pues en muchas ocasiones ponen en conocimiento situaciones que pueden tener cabida en el mundo judicial, bien sea como noticia criminis o como medios probatorios. De esta manera se satisfacen tanto el interés colectivo, como el personal de quien se siente afectado. Ahora bien, tal compensación puede tener otras connotaciones, especialmente en procesos de alto perfil, en los cuales se espera una cobertura objetiva que vaya de la mano con los preceptos tutelados mediante el debido proceso. De tal suerte que a mayor publicidad se espera la máxima trasparencia en el desarrollo de la causa, pero este planteamiento no siempre se cumple al pie de la letra, sobre todo cuando se incurre en distorsiones sensacionalistas alejadas del solo interés informativo, lo cual conlleva un juicio paralelo de opinión ciudadana que influye de manera negativa en la actividad procesal, trastocando el necesario respeto al Debido Proceso que ambas partes merecen. Por lo general siempre existe una parte que resulta la más perjudicada a quien no solamente se le afecta la honra, sino su situación procesal ante la predisposición y expectativas que crean los comunicadores, sin que necesariamente las constancias procesales le favorezcan en la creada pretensión social. Recordemos que los tiempos de la sociedad, de los medios de comunicación y el de la Administración de Justicia son distintos. Tal situación trasciende en igual medida al juzgador en muchas ocasiones, quien ve afectada su imagen, ante la presión ejercida por los medios, a pesar de que sus actuaciones sean apegadas a Derecho. Con lo antes expuesto, no debe mal entenderse que los comentarios o críticas que se realicen a determinado proceso o administrador de justicia, originan tales efectos, al contrario permiten ejercer el derecho de expresión, siempre y cuando no se realicen con argumentos infundados o información falsa y/o escandalosa que le resten credibilidad, pues es ahí donde estriba el conflicto de intereses protegidos por la libertad de expresión y el Debido Proceso. Al respecto los autores Arturo Hoyos y Carlos Arturo Hoyos exponen: “La administración de justicia es independiente y debe ser imparcial y por ello no debería bajo ninguna circunstancia verse supeditada ni a los órganos políticos del Estado ni a otros poderes sociales o económicos ni a la postura que pueden o no tomar los medios de comunicación social, aunque nadie puede ni debe impedir que se expresen libremente opiniones en torno a un proceso judicial.” (Hoyos Arturo, Hoyos, Carlos Arturo, El DEBIDO PROCESO: Una introducción doctrinal, jurisprudencial y de derecho comparada, Editorial Portobelo, Panamá, 2009, pág.91) Ahora bien, es importante dilucidar cuál es el orden jerárquico de estos derechos, máxime cuando ambos encuentran tutela constitucional en nuestra Carta Magna, como hemos explicado. Certera apreciación realiza el autor Quiroga Lavié, en este sentido: “Lo mismo ocurre con la libertad de prensa. Ella, a priori, debe ser considerada, como superior a los derechos individuales, en virtud de la función política de control que ejerce: lo cual es una garantía para el funcionamiento y el equilibrio del sistema social. Sin embargo, la libertad de prensa no puede invadir la intimidad individual ni aun en el caso de los hombres públicos.” Quiroga Lavié, Humberto, LOS DERECHOS HUMANOS Y SU DEFENSA ANTE LA JUSTICIA, Editorial Temis, Colombia, 1995, pág. 16) De tal suerte que los derechos personalísimos como el nombre, identidad, imagen, se anteponen a la libertad de expresión en materia procesal judicial, particularmente en aquellos casos en los cuales se ven involucrados menores de edad, testigos protegidos o agentes encubiertos; quienes encuentran amparo en la legislación panameña. No podemos dejar de lado el respeto preponderante al derecho a la intimidad que se entrelaza con los derechos personalísimos, regulados en igual medida tanto constitucional como legalmente, otorgándole confidencialidad y secreto a ciertas informaciones de esta índole. Aún cuando nuestra historia patria nos ilustra la existencia de afrentas y duros golpes a la libertad de expresión durante la época dictatorial donde tales vejaciones no sólo pretendieron acallar voces y falsear una triste realidad, sino que irrumpieron incluso en el derecho de propiedad; a diferencia de otros sistemas jurídicos, Panamá no registra antecedentes judiciales de medidas restrictivas específicas a los medios de comunicación o a la libertad de expresión (órdenes para no discutir o comentar ciertos aspectos) además de las señaladas en el párrafo anterior; excepcionalmente el único caso que se ubica es la suspensión de propaganda electoral por parte del Tribunal Electoral. Lo antes dicho no significa que exista una tácita patente de corzo para, como ya dijimos, entorpecer y empañar el Debido Proceso, mediante mal encaminadas intenciones informativas, muy por el contrario ambos derechos deben consolidarse de manera que a través de la libertad de expresión se salvaguarde el debido proceso legal para todos consagrado. IV. LEY N° 63 DE 2008. La transformación jurídica más importante en Panamá en los últimos años surge a partir de la adopción del Código Procesal Penal, que desarrolla un nuevo sistema de juzgamiento en materia penal sobre la base de lo acusatorio. El asunto implica importantes transformaciones, como por ejemplo: una clara división de roles entre jueces y fiscales; la creación del juez de garantías a efecto que controle, por vía jurisdiccional, las actuaciones en la fase de investigación; la oralidad como medio para desarrollar la mayoría de las formas procesales; la preponderancia de los medios alternos de solución de conflictos, por mencionar algunos aspectos. La Ley No. 63 de 2008, en su artículo 3 establece los principios que deben limitar los contornos que seguirá el juez al tiempo de aplicar la ley procesal. Los principios le proporcionarán el sentido e interpretación al nuevo esquema de juzgamiento. En esta dirección, se advierte que el Debido Proceso aparece como enunciado como el primer principio, lo cual a nuestro juicio no se trata de una referencia caprichosa, más bien estimamos que el diputado estimó que el principio en cuestión debía ser atendido en primer término llegado el momento correspondiente. Lo expuesto en el inciso precedente pone de relieve la importancia del Debido Proceso en la estructura del nuevo sistema, lo cual deberá ir aparejado por interpretaciones judiciales que encuentren sintonía con la figura desarrollada. V. BIBLIOGRAFÍA Chamorro Bernal, Francisco, La Tutela Judicial Efectiva, Bosch Casa Editorial, Barcelona, 1994. Esparza Leibar, Iñaki, El Principio del Debido Proceso, José María Bosch Editor, S.A., Barcelona, 1995. Hoyos, Arturo, El Debido Proceso, Editorial Temis, S.A., Santa Fe de Bogotá, Colombia, 1996 Hoyos Arturo, Hoyos Carlos Arturo, El DEBIDO PROCESO: Una introducción doctrinal, jurisprudencial y de derecho comparada, Editorial Portobelo, Panamá, 2009 Muñoz Pope, Carlos Enrique, Proceso Debido y Justicia Penal, Ediciones Panamá Viejo, Panamá, 1999. Quintero, César, Derecho Constitucional, Imprenta y Librería Lehman, Costa Rica, 1967. Rodríguez Muñoz, Omar Cadul y González Montenegro, Rigoberto, Jurisprudencia Penal, Editorial Mizrachi & Puyol, Panamá, 1999. Suárez Sánchez, Alberto, El Debido Proceso Penal, Universidad Externado de Colombia, 2001. Véscovi, Enrique, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa Fe de Bogotá, 1999. VI. LEGISLACIÓN Código Judicial de la República de Panamá, Editorial Mizrachi & Puyol, Panamá, 2004. Constitución Política de la República de Panamá, Editorial Sistemas Jurídicos, Panamá, 2004. Ley No. 63 de 2008, que adopta el Código Procesal Penal VII. REGISTROS JUDICIALES Registro Judicial No. 25 de 1956, Órgano Judicial, República de Panamá Registro Judicial, junio de 1992, Órgano Judicial, República de Panamá Registro Judicial, julio de 1992, Órgano Judicial, República de Panamá Registro Judicial, marzo de 1997, Órgano Judicial, República de Panamá VIII. SITIOS WEB www.boe.es www.órganojudicial.gob.pa