documento en pdf - Centro de Memoria, Paz y Reconciliación

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Capítulo 1
LA MEMORIA EN SUS JUSTAS
PROPORCIONES.
A PROPÓSITO DEL PARADISCURSO
EN LA JUSTIFICACIÓN Y MORALIZACIÓN
DEL PARAMILITARISMO EN COLOMBIA1
Tatiana Escobar Montes
Comunicadora Social de la Universidad Central.
Mauricio Naranjo Velandia
Comunicador Social y Periodista de la Universidad Central. Especialista en Resolución de Conflictos de la Pontificia
Universidad Javeriana.
Jaime Andrés Wilches Tinjacá
Comunicador Social y Periodista de la Universidad Central. Politólogo Grado de Honor de la Universidad Nacional de
Colombia. Magíster en Estudios Políticos del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia. Coordinador de la Línea de Investigación en Memoria y Conflicto del Instituto para la
Pedagogía, la Paz y el Conflicto Urbano de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Introducción
El objetivo de este texto es elaborar una aproximación crítica de la articulación y
empatía entre las prácticas comunicativas -justificadoras y moralizantes- del paramilitarismo y las construidas por la sociedad colombiana, como parte no única, pero
sí fundamental de las dificultades que ha implicado la construcción de procesos de
memoria histórica en Colombia.
Si bien la justificación y moralización no son estrategias discursivas exclusivas de
los paramilitares, este trabajo pretende comprender la manera cómo estos actores
1 Estas reflexiones hacen parte del proceso de investigación realizado por los autores en la tesis de grado para optar al título
de Comunicadores Sociales y Periodistas de la Universidad Central.
PARTE V - MEMORIA Y PRÁCTICAS COMUNICATIVAS
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ilegales, a la par de la violencia armada que desplegaron y de su contundente efecto
represivo, construyeron un modelo comunicativo (más allá de la oposición o afinidad
que encontraron en los medios masivos de comunicación) que les permitió ser partícipes de las dinámicas económicas, políticas y culturales del sistema social.
No obstante, identificar la responsabilidad social en la concepción represiva y discursiva de los paramilitares no es suficiente. Por eso aunque se corra el riesgo de
omitir variables, la parte propositiva de este trabajo involucra a la sociedad como
parte de la solución y transformación en la desmovilización física, pero también
comunicativa de un fenómeno que en el caso del paramilitarismo no ha logrado
trascender de un asunto de política gubernamental para convertirse en una problemática de reflexión social, donde la memoria deje de ser el campo de batalla
de oportunismos políticos, para ocupar un rol protagónico en la transformación de
nuestras formas de vivir y pensar.
I.
Sin más preámbulos
La primera pregunta que puede generar la presentación de esta reflexión es: ¿Por qué
un trabajo de comunicación social en un libro de memoria? La respuesta es sencilla,
presentar esta propuesta tiene como fin establecer diálogos que permitan revelar la
multidimensionalidad del fenómeno paramilitar y su gran influencia en la forma cómo
se han construido procesos de memoria en nuestro país. No nos remitiremos a un
inventario que dé cuenta de la relación construcción de memoria –paramilitarismo
en Colombia. En la parte 2 de este libro, Jefferson Jaramillo explica con lucidez las
comisiones de violencia que se han destacado en el momento de trazar una política de
construcción de memoria de los hechos violentos que han acompañado la historia de
Colombia. Y en el rastreo hecho por Jaramillo, no hay ninguna duda sobre el interés
de estas comisiones por esclarecer, entre otras manifestaciones, los usos y abusos
del fenómeno paramilitar en las últimas tres décadas.
No obstante, no se trata de hacer de los estudios en comunicación otro campo autista
de reflexión. Todo lo contrario, la comunicación se nutre de los aportes de la Economía, que ha estudiado las relaciones del paramilitarismo con el narcotráfico y una
organización criminal que administra diversos sectores del mercado; la Ciencia Política, que brinda un panorama de las relaciones de los paramilitares con el trinomio poder–estado–sistema político; el Derecho, que aporta las limitaciones y posibilidades
jurídicas del proceso de desmovilización y los retos de los procesos de verdad, justicia
y reparación; la Psicología, que ha explorado los estragos de la guerra y sus efectos
en la reconstrucción de tejido social tanto para víctimas como para victimarios, entre
otras disciplinas que han puesto su grano de arena en el reto complejo que encarna
salir del denuncismo facilista, para entrar en la reflexión propositiva.
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
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II.
El quiz del asunto
Durante la última década, el paramilitarismo ha adquirido inusitada relevancia,pues
es un caso inédito el hecho que un grupo de derecha entrara a un proceso de desmovilización y reinserción a la vida civil en un país que históricamente había llevado a cabo
negociaciones de paz con grupos de izquierda (Orozco, 2005). El gobierno de Álvaro
Uribe (2002-2010) fue el encargado de llevar a cabo este proceso y el impacto de sus
resultados todavía es objeto de debate.
Aunque pareciera obvio, es pertinente anotar que el paramilitarismo no empieza con
la visibilización de sus estructuras organizativas ni terminará con su proceso de desmovilización y reinserción a la sociedad civil. Para el momento de las negociaciones
el fenómeno paramilitar ya estaba bastante desarrollado y sus principales dinámicas
se encontraban enraizadas en los ámbitos locales de amplias regiones del país, en
sus concepciones ideológicas y sus comportamientos cotidianos, con complejas trayectorias históricas, muchas veces desafiando la causalidad de los hechos y más bien
fortaleciendo las perspectivas de un conflicto armado complejo y de orígenes aún con
insuficiencia argumentados.
Entonces, ¿Cuáles son las condiciones que favorecieron que un proceso ilegal tomara
tanta fuerza e, incluso, fuera el punto de partida para construir nuevos símbolos y
significados sobre lo legítimo y lo ilegítimo, sobre lo que se debe recordar y olvidar?
Para entenderlo habrá que reconocer, en primera medida, que las prácticas organizacionales del fenómeno paramilitar no están inscritas exclusivamente en el campo
coercitivo, sino que se extienden a formas de comunicación social, lugar donde la
memoria adquiere el cuerpo de una narrativa-y una forma particular de expresión.
Por esa razón las prácticas comunicativas y la delimitación del paramilitarismo como
un actor discursivo, serán fundamentales para entender los avances y retrocesos de
la memoria histórica en Colombia. Más allá de llegar a una demostración– lo que
se busca es la caracterización del paramilitarismo como un actor que construye estrategias comunicativas que le permiten ir ganando legitimidad social, no siempre
reflejada en una aceptación explícita de su expresión armada, sino muchas veces manifestada con el silencio y la aprobación tácita a su forma de interpretar los conflictos
del país.Esta ruta de trabajo conlleva a preguntarse:
¿Qué prácticas comunicativas contribuyeron a que los paramilitares lograran articular y socializar sus justificaciones - moralizaciones, no sólo
con sus amigos y enemigos inmediatos, sino también con las formas de
vivir y pensar de la sociedad colombiana?
¿En qué medida esta articulación influyó en una particular forma de determinar que se debe recordar y olvidar en el momento de dar cuenta de
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los hechos históricos que han marcado el rumbo político, social, económico y
cultural de nuestro país?
Este documento no resuelve las preguntas, pero propone pistas teórico-conceptuales
que aportarían a la comprensión de los paramilitares como actores discursivos e influyentes en la construcción de memoria histórica. En palabras de los autores:
Esta investigación se aleja de idea del lenguaje como un instrumento que impone realidades. Por el contrario, se plantea cómo las acciones cotidianas y las
dinámicas socioculturales, son las que construyen el discurso y van dotando a la
práctica comunicativa de elementos propicios para el anclaje en la esfera social.
Los paramilitares, y en especial las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC),
aunque no lograron imponer ni materializar todos sus intereses comunicativos,
encontraron comportamientos propicios para desplegar el reconocimiento a sus
formas de actuar y propagar la construcción social del binomio memoria-olvido.
Para el desarrollo de esta ruta de trabajo, la primera parte, define de manera básica
-según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE)- lo que se
entiende por práctica, justificación y moralización.
En la segunda sección, se profundiza la relación de estos conceptos con el sustento
teórico de dos textos: 1. Análisis de Discurso: Hacia una semiótica de la interacción
social, en el que se recopilan los aportes de teóricos como Austin, Searle, Girce,
Pierce y Wittgenstein, quienes superan el modelo funcionalista de la comunicación
como transmisión de información para pensarlo como una dinámica en el que los actores sociales pasan de ser emisores-receptores a participantes activos de los actos
comunicativos; y 2. La construcción social de la realidad, de Tomas Berger y Peter
Luckmann, texto que interpreta la realidad como un proceso intersubjetivo, en el que
los seres humanos deciden pautas de comportamientos que servirán de base para su
comprensión y sobrevivencia en la vida cotidiana.
Para finalizar, se sugiere pasar de la categoría “Paramilitarización del país” a “La
socialización del paradiscurso”, esta última, como una perspectiva que en vez de asignar culpas, invita a la sociedad a tener un papel activo y crucial en la desmovilización
de los combatientes, pero también de los discursos y las prácticas que sostienen al
paramilitarismo como una forma autoritaria, pero implícitamente aceptada (en distintas zonas del país) de organización de la memoria social, política, económica y
cultural de buena parte de la sociedad colombiana.
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
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III. Definiciones básicas
Práctica
La palabra práctica proviene del latín practicus y es clasificada en la categoría gramatical de un adjetivo, relacionándose con calificativos como adiestrado, versado y experimentado en algo. La práctica, según el diccionario de la RAE, es una característica
de aquel que piensa o actúa ajustándose a la realidad y persiguiendo normalmente
un fin útil.
Aunque hacer teoría implica la ejecución de una acción y de una práctica de lectura,
la RAE remite la práctica a ejercicios visibles y de experimentación (práctica es el
contraste experimental de una teoría) o como lo señala Pierce: “Toda la función del
pensamiento es producir hábitos de acción” (Pierce, 1878, citado en Ferrater, 1944,
p. 340).
En ese sentido se podría entender que la práctica comunicativa de los paramilitares
cuenta con la experticia del elemento formal y si se quiere retórico del lenguaje, pero
que no es simplemente una construcción manipulada y propagandística de la realidad,
sino que es concretada a través de acciones de coerción-consenso, que fueron construidas, transformadas y consolidadas en el quehacer cotidiano de buena parte del
territorio colombiano y que les fue dando una experiencia y si se quiere una capacidad
de responder a las incertidumbres sociales, políticas, económicas y culturales de un
proyecto de nación centralista, clientelista e indiferente a la diversidad y complejidad
de las realidad(es) social(es).
Justificación: El constante argumento del ¿por qué? y porque…
La justificación es una estrategia discursiva que se utiliza para explicar las acciones,
atribuyéndoles causas morales, políticas, religiosas, culturales, económicas, familiares, éticas, ambientales, etc. No en vano, la RAE atribuye la acción o efecto de justificar a “una conformidad con lo justo o probanza que se hace de la inocencia o bondad,
de un acto o de una cosa - prueba convincente”.
Justificar para mi individuo y/o para mi colectivo no es un resultado causa – efecto
que se presenta de manera indiscriminada, ni que es aceptado ciegamente por los
receptores. La justificación encuentra en el poder de los argumentos el arma propicia
para seducir, impulsar, comprobar o simplemente imponer las acciones, ya sea como
las mejores o por lo menos como las pertinentes para un momento determinado.
Weston va más allá y ubica la justificación como un recurso para la buena argumentación, la cual puede ser retórica, pero no necesariamente, pues muchas veces
PARTE V - MEMORIA Y PRÁCTICAS COMUNICATIVAS
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puede estar sustentada en recursos bibliográficos, estadísticos, empíricos que dan
estructura a una idea que, por desatinada que sea, resiste a los embates de posibles
incoherencias. En ese sentido Weston (2001) dice:
Dar un argumento significa ofrecer un conjunto de razones o pruebas en apoyo de una conclusión. Aquí, un argumento no es simplemente la afirmación de
ciertas opiniones, ni se trata simplemente de una disputa. Los argumentos son
intentos de apoyar ciertas opiniones con razones. En ese sentido los argumentos
no son inútiles, son, en efecto, esenciales. (p. 13)
En su trabajo sobre violencia en la televisión, Quiñones (2009) analiza cómo los actores que encarnaron la violencia en distintas épocas de la década de los 90´s tenían
un hilo conductor. Éste era la repetición constante y excesiva de la palabra porque
para reflexionar sobre sus acciones. En la serie Cuando quiero llorar no lloro (Los
Victorinos), por ejemplo, para Victorino Umaña (clase alta) la atribución de la violencia
se explicaba porque sus padres no le prestaban atención; Victorino Perdomo (clase
media) justificaba la violencia porque había necesidad de cambiar las condiciones
materiales de la sociedad y Victorino Moya (clase baja) asumía su carácter violento
porque la pobreza no le había brindado oportunidades.
Por esa razón, comprender una justificación, habla mucho del emisor y de los recursos
que utiliza para inyectarle a la acción dramatismo y excepcionalidad (entendida como
la única decisión posible), pero habla también del papel del receptor en el proceso de
asimilación y aprobación de los argumentos para aprobar o rechazar una valoración
sobre algún hecho social, situación que genera la pregunta de cómo los paramilitares
justifican sus acciones y cuáles recursos discursivos han utilizado para moralizar sus
acciones.
Moralización y crisis
Antes de abordar lo que se puede entender por moralidad, es preciso entender las
motivaciones que generan la dinámica de asignar adjetivos a objetos y personas, en
especial, en circunstancias políticas que exigen la producción de códigos de comunicación. En Colombia no ha de sorprender que los paramilitares pensaran “refundar la
Patria”, basados en las categorías cristianas–morales de lo permitido y lo prohibido,
de buenos y malos, de patriotas y apátridas, situación no muy lejana de algunos gobernantes que exhortan a refundar los valores, y otra serie de calificativos que llevan
a la toma de decisiones de carácter excepcional ante la amenaza de las crisis, donde
el lema es “o yo o el caos” (Rodríguez, 1999, p. 78).
William Ospina y Gustavo Gardeazábal (2000), plantearon la necesidad de cambiar
los destinos del país con la transformación de sus estructuras políticas bajo el rótulo
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
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“hay que refundar a Colombia”, lo que hace que pensar que el problema no está en la
ingenuidad del adjetivo, sino en el sujeto que la predica.
Se ha vuelto costumbre que el mundo esté en crisis: la crisis del dólar, la crisis de
valores, la crisis de la educación, la crisis de la juventud, etc. Más que un problema,
esta constante sensación de incertidumbre implica, según Morin, una potencia de
creatividad, recursividad y decisión (etimológicamente Krisis significa decisión). Sin
embargo, existen limitaciones para pensar la Krisis como momento de decisión, pues,
explica Morin (1995):
…no hay dominio o problema que no se encuentre frecuentado por la idea de la
crisis: el capitalismo, la sociedad, la pareja la familia, los valores, la juventud,
la ciencia, el derecho, la civilización, la humanidad… pero este concepto, al
generalizarse, en cierto modo, se ha vaciado de contenido. (pp. 160-161)
Estas crisis vaciadas de contenido y de su constante moralización son analizadas por
Torre (1998, pp. 39-40) en tres aspectos:
1. El efecto de desacreditar las posturas y las ideas de la administración anterior
y predisponer a la opinión pública a conceder a quienes acceden al gobierno
un amplio mandato para actuar sobre la emergencia.
2. Las crisis instalan un sentido de urgencia que fortalece la creencia de que la
falta de iniciativas solo puede agravar las cosas; en estas circunstancias, los
escrúpulos acerca de los procedimientos más apropiados para tomar decisiones dan paso a una aceptación de decisiones extraordinarias.
3. Las crisis no sólo agudizan los problemas colectivos sino que generan además
un extendido temor por el alza de los conflictos sociales y amenazas al orden
institucional. Todo ello amplía los márgenes para la acción de los líderes de
gobierno e intimida a las fuerzas de oposición.
En el caso de los paramilitares, nunca han sido un factor central para la formulación
de las “crisis”, pero se han tomado la atribución de nombrar las crisis del país; en un
primer momento, atribuyendo la acción guerrillera como el motor de su lucha; luego
estigmatizando y eliminando de manera física y simbólica una alternativa política
como la Unión Patriótica (UP) ; seguido de una resistencia a los cambios emprendidos
con la Constitución de 1991; más tarde saboteando los diálogos de paz del Caguán
(aunque el gobierno Pastrana y las FARC tienen una buena cuota de responsabilidad);
lo que les llevó a capitalizar la desazón de la sociedad colombiana por las FARC, para
decir que emprendían un proceso de desmovilización porque había un gobierno que
había eliminado la crisis de la amenaza subversiva; y ahora poniendo al país en jaque
con las incertidumbres del proceso de desmovilización y su mimetización en las ahora
llamadas Bandas Criminales (BACRIM).
PARTE V - MEMORIA Y PRÁCTICAS COMUNICATIVAS
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No se puede negar que a partir de 2002, el Estado tuvo éxito en recuperar el control
del territorio y obtener el consenso social de atribuir a las FARC como la causa de los
problemas del país. Sin embargo, esta situación fue aprovechada por las AUC para
engranar su lucha en el conjunto social e influir en los procesos de construcciónindiferente y fragmentada de memoria histórica. Como lo señala Orozco (2006):
La base poblacional de la democracia colombiana son sobre todo las capas medias y altas de las grandes ciudades. Bajo esa premisa, acaso resulta razonable
pensar que mientras la identificación de esos grupos sociales con las víctimas
del secuestro—delito atribuido a las guerrillas como marca de fábrica—es muy
alta, su identificación con las víctimas de las masacres, los desplazamientos
y demás crímenes perpetrados por los paramilitares es, en cambio, comparativamente, muy baja. Al fin y al cabo, la distancia geográfica, social, cultural
y hasta étnica y racial de los grupos que sostienen la democracia frente a los
grupos mayoritariamente campesinos marginales y periféricos que han sufrido
la barbarie paramilitar ha sido y sigue siendo enorme, a pesar de haber pasado
de una fase de conquista a una fase colonial de su dominación sociopolítica de
algunas regiones. Bajo esta premisa, no es de extrañar que la democracia colombiana presente una cierta disposición a tratar con alguna benevolencia a los
paramilitares en el contexto de las negociaciones que los mismos adelantan en
la actualidad con el gobierno nacional. No está por demás recordar, en tal sentido, una encuesta reciente y cuyos resultados decían que un 40 por ciento de
los entrevistados estaba de acuerdo con que se les ofreciera impunidad. (p.196)
Orozco acierta al asegurar que unos problemas han sido atendidos con más vehemencia que otros y que los paramilitares consolidaron una justificación-moralizante de sus
acciones, traducida en extradiciones y juzgamientos, pero con pocas repercusiones en
las formas de vida y lenguaje que establecieron en las regiones donde influyeron. De
esta manera, se sostiene en la sociedad colombiana la preponderancia de unos males
y la reafirmación de, como diría Ungar (2008, Mayo 28), de un talante “anti–liberal de
los colombianos”, reflejado en la elevación de una figura autoritaria para conducir un
modelo pacificador de la sociedad.
IV. El discurso como acción, la acción como discurso
Cristiana Peña, Jorge Lozano y Gonzalo Abril (1986) cuestionan el adagio popular “del
dicho al hecho hay mucho trecho”, pues no conciben el lenguaje como un elemento
externo al mundo social y creador de imaginarios sin corresponsabilidad en la realidad, porque:
Se tiene la impresión de que primero está el lenguaje (con palabras que tienen
un significado y enunciados capaces de ser verdaderos o falsos), y que luego,
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
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dado esto, se introduce aquél en las relaciones humanas y se modifica según
las particulares relaciones humanas de las que haya llegado a formar parte. Lo
que se pasa por alto es que esas mismas categorías de significado, etcétera,
dependen lógicamente respecto de su sentido, de la interacción social de los
hombres (…). Nunca se analiza cómo la existencia misma de los conceptos, depende de la vida del grupo (Winch, 1972, p.45). La interacción social no debe, en
fin, entenderse como un hecho puramente externo al lenguaje, de tal modo que
la explicación de las relaciones entre discurso y sociedad opere exclusivamente
entre datos de ambos dominios. El lenguaje inscribe en su propia naturaleza las
coordenadas del mundo intersubjetivo; orienta, regula y transforma los modos
de correspondencia entre los sujetos, además de servir a la objetivación de las
distintas experiencias de la realidad y a la creación y actualización de mundos.
(Berger y Luckmann, 1968, citado en Peña, Lozano y Abril, 1986, p. 171)
Un lenguaje (no sólo verbal) que tiene un papel activo en la interacción social, lleva
a Austin a plantear la teoría de la performatividad, al considerar que el decir algo es
hacer algo, y por ende el lenguaje siempre indicará una acción (describir) que se cumple (realizar). Austin es audaz en defender que la construcción de realidad no significa
que el lenguaje ordene una acción que es ciegamente obedecida. Lo que explica es
que el hecho de enunciar implica un compromiso de la acción por parte del enunciador, por lo cual los performativos carecen de valor lógico al ser planteados como
falsos o verdaderos (Peña, Lozano y Abril, 1986, pp. 177-179). Así lo ejemplificaría
esta carta de las AUC dirigida a la opinión pública:
El MOVIMIENTO NACIONAL DE PRESOS POLÍTICOS Y DESMOVILIZADOS DE LAS AUTODEFENSAS CAMPESINAS, ante la gran encuesta publicada por la Revista Semana2,
se permite hacer algunas reflexiones de este sondeo nacional de opinión.
s
Las incisivas críticas de algunos sectores de opinión contra el proceso de paz
con la organización de Autodefensas Campesinas, quedaron aisladas de la
mayoritaria aceptación y apoyo del pueblo colombiano, que nos acompaña con
sus voces de aliento en la búsqueda de la verdad, la rectificación del camino y
la reconciliación nacional.
s
Los resultados de la encuesta revelan la reacción efusiva del pueblo colombiano, que guarda buena memoria y estima en su justo valor nuestro papel,
2 Gran Encuesta sobre parapolítica. En Revista Semana, Ed. 1305, 2007. La Revista Semana opina sobre la encuesta “Los resultados son sorprendentes. Ni el paramilitarismo ni la para-política han generado una gran preocupación entre los ciudadanos de las
ciudades investigadas. Se aprecia también un grupo, cercano al 25 por ciento, que tiene una evidente inclinación pro-paramilitar.
O que, al menos, tiene una sorprendente tolerancia frente a ese fenómeno delictivo. Como si se considerara que frente a las atrocidades de la guerrilla no hay que ser muy riguroso con los desmanes que cometieron quienes la atacaron. O como si se quisiera
evitar a toda costa que el destape de la para-política dañe el buen curso que lleva el país o la popularidad del presidente Álvaro
Uribe.” El comunicado de las autodefensas fue publicado en distintos medios de comunicación el día 28 de mayo de 2007
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tanto en la guerra, como en los procesos de desarme y desmovilización, cuya
magnitud y trascendencia no tienes antecedentes en los fastos de la historia.
El comunicado emitido no se puede reducir a la interpretación de una información
manipulada, pues la encuesta (con sus aciertos y desaciertos) logra poner en evidencia el silencio que la sociedad colombiana guarda frente al tema del paramilitarismo
en Colombia y su intención de llevar a cabo procesos de memoria selectivas para no
tener mayores confrontaciones éticas y morales.
Para Austin, el comunicado citado significaría el cumplimiento de performativos
(agradecimiento y fortalecimiento de sus discursos justificatorios) que aparecen respaldados y orientados por instituciones y/o sistemas de reglas o convenciones no
lingüísticas comúnmente aceptadas por una determinada comunidad (tolerancia a las
acciones paramilitares). En el siguiente cuadro (Peña, Lozano y Abril, 1986, p. 180) se
presenta un esquema de los tipos de performativos que se generan desde emisores
con autoridad de nombrar determinadas acciones e influir en el cumplimiento de ellas:
Tipo de
performativo
Institución que respalda la
acción
Requisito
Posición actancial
esencial exigido
al agente
Actos de autoridad (Declaraciones y mandatos)
Una institución jurídica, un
“poder reconocido”
Legitimidad
dimanada de la
institución
Compromisos
Reglas cooperativas y otras
Sinceridad,
que sancionan lacoherencia del asunción abierta
comportamiento, la responsabi- de tales reglas.
lidad de los sujetos, etc.
Fórmulas
Códigos de etiqueta y de
cortesía
El sujeto se presenta en su
acto como portavoz o instrumento de la institución
El sujeto se presenta como
origen o remitente del acto
que ejecuta, como persona
social.
Corrección en el El sujeto aparece como un
uso de las expre- actor comprometido con
siones diferentes ciertos deberes sociales.
Ejecuta un rol relativo a una
posición interaccional
Vale aclarar, que no se entienden las instituciones necesariamente desde el ámbito
legal. Austin es muy claro al decir que se habla de una institución reconocida o “un
poder jurídico”. Los paramilitares no juegan su rol como un actor legal. De hecho,
poco les importa jugar a ser legales de manera directa; pues en muchas zonas del país
fueron/son poder ilegal, pero legítimo que moldea el lenguaje y adapta su discurso a
la importancia de la seguridad militar y la normalización social.
Si se habla del segundo y tercer tipo de performativos, es decir, los compromisos y las
fórmulas, se encuentra un sistema social que junto a las reglas de juego (privativas)
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
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impuestas por los paramilitares crearon pautas cooperativas que intentaron convivir
entre el espíritu legal de las instituciones estatales. Sin embargo, pueden existir críticas porque, siguiendo a Austin, los paramilitares no todo lo que decían lo cumplieron,
lo que se ajustaría a un performativo que no se cumple por falta de sinceridad o
una promesa no cumplida. Dicho presupuesto se aplicaría en el caso del proceso de
desmovilización. Los líderes paramilitares y el gobierno dicen que la desmovilización
ya culminó y que se acabaron las acciones armadas. Con el lenguaje no han logrado
construir ninguna realidad, pues es claro que las acciones armadas continúan y que el
conflicto ha degradado en expresiones más criminales y en un proceso fragmentado e
insuficiente de recuperación de la memoria y lucha contra el olvido.
Incluso puede ser que la sociedad no diga nada, lo cual conduce a la errónea conclusión de que la gente no tiene el poder del lenguaje para descifrar una acción. Lozano,
Peña y Abril (1986) denominan esta situación el hacer de lo no dicho o las presuposiciones (pp. 207-220), es decir, aquellas reglas lingüísticas que sin estar explícitas
todos los días, hacen que la acción instituya formas de comportamiento como saludar,
despedirse, pedir un favor, etc. Esta opción de no – decisión (Bachrach y Baratz, citado
en Múnera, 1997, p. 60) es también una acción en la que circula lo que todo el mundo
sabe, pero calla, aquello que no necesita del lenguaje verbal para mantener el orden
de las cosas.
Los paramilitares han utilizado con éxito este hacer de lo no dicho, cultivando un
sistema de reglas en el que todos sabían (y saben) cómo deben comportarse. Es por
eso que la desmovilización es un paso importante, pero no definitivo, pues algunos
cuerpos combatientes deciden dejar las armas, pero esto no es causa directa para
que las prácticas y discursos construidos por los paramilitares durante más de tres
décadas, no sean cooptados o simplemente reproducidos por otros grupos sociales
que terminaran por aceptar que no existe otro tipo de orden social distinto al que
están acostumbrados.
Siguiendo la doble correspondencia hablar es hacer y hacer es hablar, es pertinente
retomar la teoría de los actos de habla de Austin, que se explicarán a continuación y
tomando una parte del comunicado de las AUC como ejemplo:
Acto Locutivo
El principio de todo acto comunicativo es decir algo. Incluso al no decir algo, se dice
algo (ya sabes lo que tienes que hacer, no tengo que repetírtelo). El acto locutivo tiene
la función de decir ese algo y buscar los medios para expresarlo. Veamos el ejemplo
con el comunicado de las AUC, después de la encuesta sobre parapolítica publicada
por la revista semana:
PARTE V - MEMORIA Y PRÁCTICAS COMUNICATIVAS
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Los resultados de la encuesta revelan la reacción efusiva del pueblo colombiano, que guarda buena memoria y estima en su justo valor nuestro papel, tanto
en la guerra, como en los procesos de desarme y desmovilización, cuya magnitud y trascendencia no tiene antecedentes en los fastos de la historia.
Emisión de sonidos
(acto fonético)
Se emite a través de una carta
Emisión de ciertas palabras
(acto fáctico)
Es una frase compuesta por cuatro oraciones
Frase con sentido y referencia
(acto rético)
El sentido de la frase obedece a un comunicado y se
refiere a una encuesta publicada de la Revista Semana
Acto Ilocutivo
En este acto de habla se encuentra el performativo y la finalidad del enunciado, es
decir, la acción que intenta generar (Grice, 1977; Searle, 1994).
El acto ilocucionario es la intención
expresada a través de una acción
El enunciado reseñado tiene como
intención tres acciones: Agradecer,
legitimar y minimizar al detractor
Grice dice que el acto ilocucionario se logra si el alocutario (receptor)
reconoce las expresiones intencionalmente producidas de producir
la acción y si el locutor intenta producir algún efecto en la audiencia
mediante la significación del reconocimiento de esta intención
Searle propone cuatro reglas constitutivas
del acto ilocucionario.
1. Regla proposicional: diferencia del
contenido y la expresión
2. Reglas preparatorias: Supuestos
que han de darse para la realización
efectiva del acto
3. Regla de sinceridad; Compromiso
del locutor de cumplir lo que dice
4. Regla esencial: El locutor asume
las responsabilidades sociales de su
enunciado
En el ejemplo
1. Regla proposicional: El contenido
agradece la expresión legítima y
rechaza a los contradictores
2. Reglas preparatorias: El comunicado
no es posible si no se hubiera
publicado la encuesta.
3. Regla de sinceridad; El locutor se
basa en los hechos de la encuesta
4. Regla esencial: El locutor asume que
es la sociedad la que respalda su lucha
y por consiguiente toma las banderas
de la causa paramilitar
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
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Acto Perlocutivo
Este acto refiere a los efectos que produce la puesta en marcha de una acción, lo
que a su vez genera la producción de otras acciones, actitudes y comportamientos.
La novedad y potencialidad de este acto radica en el hecho de que el efecto perlocutorio tiene un papel activo del receptor, quien no solo recibe el mensaje, sino que lo
transforma, lo asume, lo cuestiona o simplemente lo deja por fuera de su interacción
cotidiana al no ser sincero o no ajustado a la realidad. Por eso Lozano, Peña y Abril
(1986) concluyen que:
Al dar mayor importancia a la intervención del `polo receptor´ que en la teoría
clásica, prevemos la definición retrospectiva de los actos y postulamos que el
locutor anticipa estratégicamente las respuestas al acto que propone; correlativamente, sólo la sanción implícita en la respuesta del interlocutor autoriza a
considerar que el acto se ha cumplido o no. Puesto que el juego de intenciones
comunicativas es reconocido y legitimado en el interior de la propia situación
interactiva, ha de corresponder a un actante observador la actividad de discriminar posibles intenciones ilocucionarias no cumplidas… Tal territorio teórico
ofrecerá la posibilidad de abordar las estructuras interaccionales con la perspectiva del sujeto en cuanto paciente, perspectiva complementaria de la del
sujeto como actuante. (p. 206)
Así pues, el término construcción de la realidad obedece a una expresión de
interactividad y no de imposición, pues cuando la primera no se cumple, el
enunciado carece de validez. El análisis del perlocucionario en el enunciadoejemplo se podría interpretar así:
En los emisores del
Comunicado el efecto
perlocucionario intenta
con las acciones agradecer,
legitimar y rechazar…
reafirmar el apoyo social
a sus justificaciones
represivas y discursivas
V.
M
O
R
A
L
I
Z
A
R
En el receptor el efecto
perlocucionario se ubica
en el sentido de creer
que las acciones de los
paramilitares no son
justificadas,
pero comparativamente
sus acciones son menos
reprochables que las
de la guerrilla
El discurso como práctica mediática, pero también social
El núcleo de este texto cuestiona o más bien reformula el lugar común que ubica“el
lenguaje como un constructor de realidad”. Dicho planteamiento, como se ha insistido, alimenta una visión funcionalista y causalista de la comunicación, pues pone en el
PARTE V - MEMORIA Y PRÁCTICAS COMUNICATIVAS
360
emisor todo el peso del acto comunicativo, siendo el mensaje, sus contextos y canales
de difusión, simples mecanismos instrumentales que se deben limitar a un receptor
que se supone racional o sin tener otra alternativa que recibir el mensaje y adaptarlo
a su realidad. Dicho planteamiento contradice las posturas de Berger y Luckmann
(1999), quienes sostenían:
El lenguaje se origina en la vida cotidiana a la que toma como referencia primordial por sobre todo a la realidad que experimento en la conciencia en vigilia,
dominada por el motivo pragmático (vale decir, el grupo de significados que
corresponden directamente a acciones presentes o futuras) y que comparto con
otros de manera establecida. Si bien el lenguaje puede usarse para referirse a
otras realidades, que se examinarán más adelante conserva su arraigo en la
realidad del sentido común de la vida cotidiana. (p. 57)
Lo anterior, reafirma el interés de Berger y Luckmann en una teoría–práctica de la realidad cotidiana construida socialmente y objetivada, abstraída y simbolizada hacia un
lenguaje que no se inserta en una realidad inmóvil y estática que sigue enceguecida
unas arengas mediáticas.
Siguiendo las categorías utilizadas por Berger y Luckmann, en lo referente a la construcción social de la realidad y su objetivación y tipificación en el lenguaje, los medios
masivos de comunicación son unos receptores de las formas de vivir y pensar de la sociedad, así como de los hábitos que son susceptibles a ser cambiados por otros patrones de comportamientos. Entender los medios masivos de comunicación no significa
comprender la totalidad, pero si rasgos fundamentales de las prácticas culturales de
la sociedad, pues éstos tienen el poder de objetivar, representar y abstraer el lenguaje
de lo que estamos dispuestos a aceptar y lo que preferimos omitir. En los argumentos
de Berger y Luckmann (1999):
La acumulación es, por supuesto, selectiva, ya que por los campos semánticos
determinan qué habrá que retener y qué habrá que `olvidar´de la experiencia
total tanto del individuo como de la sociedad. En virtud de esta acumulación
se forma un acopio social de conocimiento, que se transmite de generación en
generación y está al alcance del individuo en la vida cotidiana… Mi interacción
con los otros en la vida cotidiana resulta, pues, afectada constantemente por
nuestra participación común en este acopio social de conocimiento que está a
nuestro alcance. (p. 60)
Los mass media son un actor influyente en la vida cotidiana de los individuos, pero no
actúan como árbitros autoritarios para ordenar lo que debe o no debe hacerse. Esto
simplemente, porque los seres humanos son agentes de comunicación que a través de
sus formas de vivir y pensar también realizan sus propios procesos de internalización
de la realidad y de acuerdo a las experiencias de su vida cotidiana. En otras palabras:
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
361
El lenguaje se me presenta como una facticidad externa a mí mismo y su efecto
es coercitivo. El lenguaje me obliga a adaptarme a sus pautas. No puedo emplear las reglas sintácticas del alemán cuando hablo en inglés…Dicho de otra
forma, el lenguaje tiene una expansividad tan flexible como para permitirme
objetivar una gran variedad de experiencias que me salen al paso en el curso de
mi vida. (Berger y Luckmann, 1999, p. 57)
Siguiendo a Wittgenstein (1954), el lenguaje y la comunicación tienen unos agentes
con gran influencia, pero este poder no es construido de manera espontánea, sino
que hace parte de una de las tantas formas culturales en las que los seres humanos
determinan su forma de comunicar, de acuerdo a su modo de percibir y afrontar la
realidad. Por esa razón propone:
Considerar el lenguaje como una actividad inmersa en un sistema de prácticas,
que contribuyen una `forma de vida´ que tienen un carácter regulado, comprensible a partir de la observación de las diversas reglas sustentadas en las prácticas mismas. El seguimiento de reglas implica el uso consistente, es decir, la
costumbre. En ese punto, cobran importancia las creencias como trasfondo de
las prácticas, en tanto las sustentan y rigen la acción. El sistema de creencias se
establece como una suerte de mitología conocida como `imagen del mundo´, sin
bases sólidas y sobre las que se constituye y de las que forma parte el lenguaje.
Las creencias, en tanto sustento de los juegos de lenguaje, son certezas prácticas a la manera de reglas que gobiernan el actuar. Con el término creencias
no se hace alusión a entidades mentales y subjetivas, sino a algo compartido
que supone una conducta regular….Adicionalmente, las creencias y las reglas
se relacionan con un sistema que subyace a las prácticas. (Wittgenstein, 1954,
citado en Pardo, 2007, p. 19)
VI. El paramilitarismo y la construcción de memoria
en esta discusión
En los últimos años los medios han publicado (con todo y los intereses que manejen)
los desfases del fenómeno paramilitar y sus cómplices. Como evidencia de que los
medios ni el lenguaje construyen realidad, la publicación (en cantidad relevante, en
calidad aceptable) de las distintas acciones de los paramilitares no ha generado mayor impacto social y, por el contrario, ha producido una tolerancia que se ha reflejado
en la reacción frente al proceso de desmovilización de las AUC. En el caso del discurso
de los paramilitares, éste no tendría éxito si no hubiese replicado en sectores estratégicos de la sociedad. Por el contrario, las FARC con su lenguaje no construyeron
realidades en espacios clave de poder, su discurso se volvió obsoleto, olvidaron la
justificación de la realidad social que los sostenía y perdieron la batalla de la per-
PARTE V - MEMORIA Y PRÁCTICAS COMUNICATIVAS
362
cepción, paralelo a una sociedad que comenzó a ser afín o pasivamente tolerante al
discurso contrasubversivo.
En este sentido, los aportes de Hallyday (1982) son claves para entender que el lenguaje se juega sus posibilidades de anclaje en lo social cuando se enfrenta a cuatro
variables: 1. Los participantes en la situación, su acción, 2. Su acción verbal y no
verbal, 3. Efectos de la acción verbal, 4. El contexto espacio – temporal. El texto no
se instala sin ninguna explicación en la sociedad, por el contrario, son los seres humanos los que reciben, aceptan, transforman, resisten y neutralizan un discurso, que
les puede ser o no ajeno a sus dinámicas de comportamiento. Según Sbisa y Fabbri:
El contexto no es un dato previo y exterior al discurso. Los participantes, a través
de su interacción discursiva, definen o redefinen la situación, su propia relación,
el marco en que se interpretan y adquieren sentido las expresiones, etc. (Sbisa
y Fabbri, citado en Lozano, Peña y Abril, 1986, p. 52)
Los efectos comunicativos no son los mismos en todas las regiones, pues si se afirmara esto de manera contundente, contradeciría totalmente la propuesta del papel
activo que tiene la sociedad en la construcción del lenguaje y en los medios que
dispone para transmitirlos.
En síntesis, el estudio de las prácticas comunicativas de los paramilitares no
encuentra, en la causalidad explicativa de un discurso propagandístico y manipulado por los medios de comunicación, los catalizadores de su justificación y
moralización.
Por el contrario, los paramilitares hacen parte de un proceso intersubjetivo en
el que dotaron sus intereses de las necesidades y temores de la sociedad, tanto
para protegerlos, como para chantajearlos. Esto no significa desconocer que se
valieron de las armas, para complementar el poder del discurso -justificado en
las realidades cotidianas- y para moralizar las prácticas sociales alternativas
-apáticas al grueso de la sociedad.
Práctica comunicativa, que no depende exclusivamente del poder de información o desinformación de los medios y práctica represiva, que desborda las causas de la guerra; son entonces, catalizadores, no definitivos, pero si reveladores
para entender la naturalización de sus prácticas discursivas en articulación con
el acto violento y de su influencia en la forma cómo se construye olvido y se
ignoran memorias que van más allá del dato histórico.
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
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VII. ¿Paramilitarización de la Sociedad o Socialización
del paradiscurso?
El 13 de agosto de 2003, el investigador Daniel Pécaut concedió una entrevista al
diario El Colombiano. Entre las preguntas realizadas por la periodista Natalia Orozco
llama la atención la siguiente:
s
Natalia Orozco: ¿Eso es lo que usted llama “paramilitarización de la sociedad colombiana”?
s
Daniel Pecaut: “Cuando hablo de paramilitarización de franjas de la sociedad quiero aludir al hecho de que el fenómeno paramilitar ya no se reduce a
la existencia de grupos en armas. Se manifiesta a través de múltiples formas
de vigilancia sobre la sociedad. Lo que trato de explicar en mi trabajo es que
Uribe tenía que llegar a un acuerdo con los paramilitares en armas. No podía
mantener su imagen si este grupo continuaba haciendo masacres. Por otro
lado los paramilitares nunca escondieron, en las elecciones, su apoyo a Uribe.
Pero esto pone al gobierno en una situación difícil. La desmovilización ya no
basta. Es necesario que se elimine la influencia política y social de los paramilitares. De lo contrario, la paramilitarización impediría cualquier proceso de
democratización. Hay un autoritarismo que nace de muchos sectores sociales.
En la línea de Pécaut, Luis Jorge Garay concedió una entrevista el 29 de marzo de
2008 a la revista Semana, donde afirma que la “Captura del Estado por parte de
poderes ilegales”, se debe en gran parte a un proceso social que se sintetiza en la
siguiente frase: “A los colombianos se nos corrió la frontera moral”.
Garay se olvida de las moralizaciones y es consecuente en afirmar que no toda la
sociedad ni los grupos poderosos son mafiosos, pero tampoco que la “Captura del
Estado por parte de poderes ilegales” se limita al juzgamiento de personajes particulares, sino a procesos socioculturales, en los cuales valdría la pena pensar si hemos
acomodado la frontera moral de acuerdo a la situación del momento. Al respecto es
importante destacar su respuesta cuando se le pregunta en la entrevista referenciada
cuáles son las posibles soluciones:
Es un tema de moral pública, no de moralismo. Me refiero a un sistema de
comportamientos sociales aceptables. Por ejemplo, en un régimen de derecho
esta moral está regida por la igualdad, los principios y valores democráticos.
Tenemos ámbitos del Estado donde hay prácticas mafiosas que están en riesgo
de que se profundicen. El gran reto no es retroceder. Lo que hay que hacer es
recomponer socialmente. Hay nuevas formas del quehacer público que siguen
vivas, mientras no las cambiemos son inviables los cambios.
PARTE V - MEMORIA Y PRÁCTICAS COMUNICATIVAS
364
Las intervenciones expuestas por parte de los dos investigadores revelan un debate
que aún tiene desarrollos incipientes en campos disciplinares como la cultura política
colombiana y es la forma cómo se incluye la responsabilidad social en el fenómeno
del paramilitarismo en Colombia y en los caminos que se están eligiendo para dar
cuenta de una historia de guerras, silencios y dolor(es).
Ahora bien, lo que se busca problematizar en esta sección es la idea de que la “Paramilitarización del país” supone un fenómeno “monstruoso y excepcional” que ha
llegado a alterar las estructuras sociales y políticas de Colombia.El planteamiento que
se propone es el siguiente: Añadir la categoría “Socialización del Paradiscurso” como
el conjunto de dinámicas en las que la sociedad y los paramilitares han construido
prácticas de consenso-coerción, que contribuyen en parte a orientar y normalizar la
actitud indiferente de las nuevas generaciones frente a la necesidad de construir
procesos de memorias históricas, sociales y éticas.
“Paramilitarización del país”
El Grupo de Cultura Política de la Universidad Nacional de Colombia considera que
la Ley de Justicia y Paz de 2005 (marco jurídico para reglamentar la desmovilización,
deserción, reinserción y reinserción de los grupos para los paramilitares) tuvo un impacto negativo porque:
La democracia fue la más afectada, no sólo por el duro golpe que se le asestó a
la legitimidad de las instituciones, incapaz de hacerle justicia a las deliberaciones y comunicaciones que venían de parte de la sociedad civil, sino porque la
misma LJP fue el resultado de acuerdos políticos entre congresistas que habían
resultado electos gracias al apoyo del paramilitarismo y miembros de estos grupos que prometían volver a apoyarles en próximas elecciones, personas que se
dedicaron a garantizar la impunidad de sus crímenes y el no esclarecimiento de
la verdad. (Mejía y Henao, 2008, p. 243)
Esta afirmación asume – La Institucionalización del paramilitarismo-como un fenómeno que llega a afectar los paradigmas de la cultura, la democracia y la ciudadanía, y se pregunta ¿Qué impactos ha tenido la Ley de Justicia y Paz sobre la cultura
política, la ciudadanía y la democracia? De ser cierta la anterior tesis, entonces, ¿es
consecuente afirmar que la LJP es la culminación del proceso político de captura del
Estado por parte de los líderes de las autodefensas? o ¿es necesario reconsiderar
que, si bien no se puede negar que la LJP es el producto de pequeños pactos entre
grupos políticos (no todos repudiados socialmente), esto no es condición suficiente y
necesaria para señalarla como el “factor” que impacta la democracia, la ciudadanía
y la cultura política?
Capítulo 1. La memoria en sus justas proporciones. A propósito del paradiscurso en la justificación y moralización del paramilitarismo en Colombia
365
Si se resuelve la primera pregunta de manera afirmativa, se estarían desconociendo
los demás procesos políticos que, pese a estar inscritos en la legalidad, han impactado negativamente las instituciones estatales; y los procesos ilegales que, sin buscar
la cooptación del Estado, regulan la vida cotidiana de la ciudadanía, la cultura política
y la democracia.
Por esa razón, sería interesante replantear la pregunta y formularla así: ¿Qué impactos ha tenido la cultura política, la ciudadanía y la democracia sobre la Ley de
Justicia y Paz?, lo cual motivaría la exploración sobre la capacidad de adaptación y de
protagonismo constante en la construcción de la realidad y definición de los criterios
lingüísticos para denominar lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo permitido y lo
prohibido, lo que en la perspectiva de Garay (2008) ha permitido que:
Solamente cuando las organizaciones aumentan la efectividad de sus prácticas,
a partir de la acumulación de aprendizaje, alcanzan cierto nivel de éxito en sus
objetivos (De León-Beltrán y Salcedo-Albarán, 2007) y, al parecer, este ha sido el
caso de organizaciones delictivas en Colombia… Por esto, en muchos casos es
necesario referirse a prácticas ilegítimas que no son necesariamente ilegales.
La participación de organizaciones ilegítimas o ilegales y el recurso a distintos
procedimientos para lograr el poder de cooptación, como es el caso de acuerdos
poco transparentes pero legales, permite suponer una capacidad de aprendizaje
en los actores captores, que puede redundar en una mejora de los mecanismos
para disminuir la exposición penal con mayor efectividad. (p. 63)
El debate está abierto. La categorización de “La paramilitarización del país”, aunque
pueda tener argumentos sólidos y elaborados, debería evitar caer en una perspectiva
que tiene un interesante esfuerzo por realizar un análisis crítico del paramilitarismo,
pero que da por sentado valores fundacionales que, como democracia, cultura y ciudadanía, han estado debilitados antes, durante y después del surgimiento de concepciones de autodefensa. Con la misma preocupación Cubides (2005) indica:
Por todo ello es que tiene mucho de fariseo el tono sensacionalista, de novedad
absoluta o de hallazgo de última hora que le han dado varios medios al tema
de “la paramilitarización del país”: no sin cierta perplejidad en un comienzo y
tras derrochar una buena cantidad de energías en una actitud nominalista, en
una suerte de orgía semántica (“¿ Qué nombre le pondremos? “) a partir de las
evidencias accesibles, la investigación social la ha venido registrando, las bases
de datos que se han venido construyendo la señalan con nitidez; así mismo la
propia investigación social encendió las alertas acerca de los diversos nexos
locales, regionales y nacionales y las redes más o menos tácitas con las que los
paramilitares han contado, y sobre el papel fundamental del narcotráfico en su
expansión. (p. 91)
PARTE V - MEMORIA Y PRÁCTICAS COMUNICATIVAS
366
“Socialización del Paradiscurso”
Es posible que esta categoría tenga los mismos problemas de impacto semántico y
pobreza pragmática, pero el intento puede valer la pena. Hablar de la socialización
del Paradiscurso, es decir, de la forma cómo estos actores han estado en constante diálogo y adaptación con la vida cotidiana de muchas comunidades a las que no
les llega siempre la Constitución del 91, ayudaría a desafiar la visión que reduce el
paramilitarismo a un fenómeno que tuvo manifestaciones rurales, con una que otra
expresión urbana, lo que a su vez significa un mal menor que ya está erradicado con
la desmovilización de 30.000 combatientes, como lo afirmaba José Obdulio Gaviria:
Paramilitarismo no existe hoy. No se dejen ‘engrupir’ con los sectores que vienen a echar el cuento de que el paramilitarismo dizque se camufló, que hubo un
acuerdo de ‘yo con yo’, o que fue una fórmula espuria para la impunidad. No,
el paramilitarismo se acabó. (...) Esa noche terrible terminó. (2008, Agosto 14)
Decir que el paramilitarismo se acabó o hacer repudios éticos por sus crímenes, sin
generar un profundo proceso de reflexión social, encaja en lo que Arendt (1999) llamaría la “Banalidad del Mal”, expresión que la autora incorporó para cuestionar la
normalización de los crímenes del holocausto nazi, como productos excepcionales
que no afectaban en lo fundamental el curso natural de la historia y en los cuales la
responsabilidad política queda relegada a una orden que era obligatoria cumplir.
Un estudio de la Socialización del Paradiscurso y de la “Banalidad del mal”, pero
también de la “Banalidad del bien” (si se entiende esa división discursiva y estratégicamente efectiva de proclamar “Que somos más los buenos que los malos”) requiere
de una actitud política con pensamiento activo y trascendente para entrar en una actividad reflexiva en procura de desmitificar la justificación y moralización del accionar
paramilitar.
Profundizar las dinámicas socioculturales que han nutrido al Paradiscurso o que por
valentía y resistencia han tratado de evitar su reproducción, implica estudiar los ethos
culturales de la sociedad colombiana con sus elementos diferenciales, pero también
con sus rasgos generalizadores. Así como suena poco propositivo el denuncismo que
aboga por la enajenación social, tampoco ayudara mucho la creencia ingenua de acabar el paramilitarismo con el desmonte de algunas estructuras organizativas, porque
además de desconocer su poder de adaptación en los últimos treinta años, ignora las
retroalimentaciones que ha recibido de la sociedad. Por eso, la propuesta de De Zubiría (1998) al reflexionar sobre nuestro ethos cultural es utópica, pero no irrealizable si
se establecen metas de corto, mediano y largo plazo:
Quisiéramos sostener la tesis de que la construcción de una ética civil, en Colombia, sólo es posible relacionando Ética, Cultura y Educación. Las éticas hu-
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