MANUEL OLIMÓN NOLASCO. Academia Mexicana de la Historia. Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica. LA POLÉMICA SOBRE EL JURAMENTO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1857 EN LA DIÓCESIS DE GUADALAJARA. Tepic, Nayarit. 2015. 2 Dedico este trabajo a la memoria del R.P. Fray Luis Ramos Gómez Pérez (1943-2014) dominico, Doctor en Filosofía (Patrística e Historia) por la Universidad de Oxford, colega y amigo, coincidente en el interés por las luces y sombras del siglo XIX mexicano. El 2 de agosto de 1997, al dedicarme el libro que contiene buen número de documentos del Archivo Secreto Vaticano sobre ese siglo1, escribió: "Signo de amistad, de colaboración y de servicio doctrinal a la Iglesia". Con ese mismo ánimo he escrito también las páginas que siguen. 1 Luis Ramos (coord.), Del Archivo Secreto Vaticano. La Iglesia y el Estado mexicano en el siglo XIX, UNAM/Secretaría de Relaciones Exteriores, México 1997. 3 I INTRODUCCIÓN CONVENIENTE.2 2 Dejo constancia de gratitud a la Mtra. Glafira Magaña y a la Lic. Laura Jiménez por su exquisita amabilidad y apoyo en el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara.Este amplio trabajo se publicará en varias partes en el Boletín eclesiástico. Órgano oficial de la Arquidiócesis de Guadalajara a partir del Año IX, Vol. 03, marzo de 2015. 4 En los años 2004 y 2005 elaboré mi tesis para el doctorado en historia centrándome en el obispo de Michoacán Clemente de Jesús Munguía y su polémica con los liberales de su tiempo. El título original que me pareció adecuado para esa investigación fue: Un obispo en la polémica. Clemente de Jesús Munguía y el incipiente liberalismo de Estado en México. Traté, bajo esa guía, de encontrar las raíces de lo que me parecía eran los fundamentos teóricos de las posturas de ambas partes que bien podían calificarse en el caso mexicano como dos intransigencias, la que David Brading había titulado con tino intransigencia ultramontana3 centrada en Munguía y el episcopado mexicano de su tiempo y la que, al seguir la corriente formativa de la intransigencia liberal, pude reconocer como intransigencia regalista o incluso galicana, a causa de la doctrina incubada sobre todo en Francia (Gallia, gallicana), que considera que la potestad eclesiástica es básicamente delegación de la potestad de los reyes o del Estado y por consiguiente, puede ser retirada en áreas sensibles, quizá consideradas inamovibles en una cultura regida por la tradición ultracentenaria o inmemorial. En 2003, en un congreso de extraordinaria importancia celebrado en Bruselas con el título de "Encuentro de liberalismos", presenté un trabajo titulado La libertad y el liberalismo: retos a la conciencia católica en el siglo XIX,4 que hizo alusión sobre todo a las "dicotomías" intelectuales y prácticas de los católicos que vivieron ese tiempo. Álvaro Matute, en una sesuda reseña a la 3 Clemente de Jesús Munguía: intransigencia ultramontana y la reforma mexicana, en: Manuel Ramos (comp.), Memoria del I coloquio de historia de la Iglesia en el siglo XIX, El Colegio de México/ El Colegio de Michoacán/ Instituto Mora/ Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa/ Condumex, México 1998, pp. 13-45. 4 En: Patricia Galeana (coord.), Encuentro de liberalismos, UNAM-Dirección de Publicaciones, México 2004, pp. 105-154. 5 publicación del congreso en que aludió de modo específico a mi escrito, hizo ver la peculiaridad universalista de las concepciones católica y liberal, aportación digna de tomarse en cuenta.5 Para una publicación que el Instituto Nacional de Antropología e Historia hizo en 2006 con motivo del bicentenario del nacimiento del Licenciado Benito Juárez, coordinada por Guadalupe Jiménez Codinach, toqué de nuevo el tema de la conciencia católica en un texto titulado: Las leyes liberales como conflicto de conciencia. Reflexión inicial.6 En él hice un repaso de las objeciones episcopales sobre todo al juramento religioso en materia de leyes y a algunas de las situaciones concretas que generaron y concluí con el paso, dado en 1874, de la sustitución del juramento por la "simple protesta de decir verdad", que no ligó ya la conciencia moral de los ciudadanos. En mi tesis, publicada como libro en 2009 bajo el título El incipiente liberalismo de Estado en México,7 toqué en unas cuantas páginas el tema La prohibición de hacer el juramento a la constitución.8 En ellas aludí principalmente a la postura de Monseñor Munguía y a la polémica sostenida por él contra José Manuel T. Alvires (o Alvírez), Magistrado del Tribunal Superior de Michoacán a ese propósito. Me di cuenta entonces que el asunto del juramento a la constitución de 1857 tenía amplitud e interés y escribí: "[...] Me parece que valdría la pena--éste no es, sin embargo, el lugar--entrar al fondo de las cuestiones implicadas en esta polémica, pues hacerlo nos proporcionaría la plataforma tal vez más completa de los argumentos lógicos y las alusiones a la tradición jurídica eclesiástica que pueden encontrarse".9 5 En su reseña al libro (Cultura y liberalismo) en la Revista de la Universidad de México (2004), opinó lo siguiente: "[...] sólo quiero hacer mención de uno de los trabajos consagrados al tema, el de Manuel Olimón Nolasco, que me parece un trabajo notable, por la manera como está realizado como por lo que implica como expresión de conciencia histórica. En cuanto a lo primero, el artículo...es universal. Trata el conflicto entre catolicismo y liberalismo, lo enuncio así y no utilizando palabras como religión e Iglesia, porque con catolicismo frente a liberalismo englobo a las dos que gravitan. Universal porque eso son catolicismo y liberalismo, por el punto de partida que le sirve para plantear el conflicto, derivado de la última sentencia del Syllabus del pontífice Pío IX. El texto de Olimón recorre temporalidades amplias para caracterizar las oposiciones entre una y otra realidades doctrinarias y sus implicaciones con los contextos históricos que las generan. Y una ez logrado su objetivo contextual general, siempre en tensión, ubica el problema en el ámbito mexicano, con Clemente Munguía y con la correspondencia entre Carlota y la condesa Carolina de Grüne, para después volver a abrir el problema a una temporalidad sin límites. Artículo lúcido y muy bien fundado, es una lección de hermenéutica que expresa lo que su autor establece como compromiso ciceroniano y no como visión petrificada, de acento rankeano, de la historia. Un artículo para la reflexión, para la lectura reiterada". 6 En: El buen ciudadano: Benito Juárez. 1806-2006, INAH, México 2006, pp. 65-80. 7 Editorial Porrúa/ Comisión Nacional de Derechos Humanos, México 2009. 8 Pp. 226-235. 9 Pp. 234s. 6 De manera simultánea a los trabajos aludidos, se gestaban dos investigaciones monumentales que arrojan mucha luz sobre la época que me ha interesado: La constitución de 1857. Catolicismo y liberalismo en México, de Emilio Martínez Albesa 10 y Poder político y religioso. México siglo XIX, de Marta Eugenia García Ugarte.11 Concretamente sobre el obispado de Guadalajara es fundamental el excelente estudio de Jaime Olveda, El obispo y el clero disidente de Guadalajara durante la reforma liberal,12 que presenta el marco contextual adecuado para el presente trabajo. Para el tema que en estas páginas quiero desarrollar en seguimiento a lo que expresé en El incipiente liberalismo de Estado me ha ayudado sobre todo, a causa de su extensión, ubicación doctrinal y profundidad en los análisis textuales, la larga Parte V del tomo II de Martínez Albesa en su capítulo XIII, La oposición católica al regalismo desde la eclesiología societaria y desde el organicismo social en contraste con el liberalismo reformista (II): la polémica de 1857. 13 Si bien para este escrito he tenido como fuentes documentos que, salvo uno, no han sido analizados por él, expreso estar en deuda con su serio trabajo analítico. Entre los escritos de los prelados mexicanos que causaron polémica son más conocidos y estudiados los que hacen referencia a los firmados por los titulares de la arquidiócesis de México y de las diócesis de Puebla y Michoacán (Lázaro de la Garza y Ballesteros, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos y Clemente de Jesús Munguía, respectivamente), el obispo de Guadalajara, don Pedro Espinosa y Dávalos, se pronunció también en contra del juramento religioso a la constitución federal de ese año el 21 de marzo de 185714 y tuvo dos notorias réplicas entre los miembros de su propio clero; una contraria, que apareció anónima en el periódico liberal "El Siglo XIX" el 10 de junio de 1857 bajo el título Impugnación de la protesta del Ilmo. Sr. Obispo de Guadalajara contra la constitución federal de 1857 y fue reproducida en otros medios, por ejemplo en "El Constitucional Zacatecano" 15 y resultó de la autoría del sacerdote del clero jalisciense, prebendado de la catedral Juan José Caserta y una favorable de notable amplitud (62 10 3 tomos, Porrúa, México 2007. 2 tomos, Cámara de Diputados/ UNAM- Instituto de Investigaciones Sociales/ IMDOSOC/ Miguel Ángel Porrúa, México 2010. 12 En: Jaime Olveda (coord.), Los obispados de México frente a la reforma liberal, El Colegio de Jalisco/ UAM/ Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, Guadalajara 2007, pp. 95-130. 13 Pp. 1549-1653. En Poder político y poder religioso, la autora trata el tema de las pp. 656 a 665: La oposición del clero a la constitución. 14 En el presente texto utilizo la versión de carta al Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos. 15 Periódico del gobierno del estado, Tomo I, núm. 25, domingo 21 de junio de1857. Este es el texto que utilizaré en esta investigación. 11 7 páginas), El juramento a la constitución,16 debida al canónigo Agustín de la Rosa, autor de otras obras polémicas, entre ellas, la Contestación al Sr. Alvírez, autor del folleto titulado "Reflexiones sobre los decretos episcopales, etc."17 De los textos citados, emitidos en el ámbito de la diócesis de Guadalajara no incluiré el de De la Rosa, pues tiene una base constitutiva polémica más amplia que la de esa jurisdicción eclesiástica y tendré en cuenta para este estudio la Carta pastoral del Ilmo. Sr. Obispo de Guadalajara a los sacerdotes de la diócesis a la impugnación que se ha hecho de su protesta de 21 de marzo de 1857 firmada el 8 de julio de ese año.18 Esos tres documentos constituirán el círculo hermenéutico de las páginas que siguen. El interés que pueden suscitar, me parece, no es meramente arqueológico ni anacrónicamente apologético. El acercamiento a sus líneas nos permite percibir el espíritu de una época donde la opinión expresada en forma de polémica integró los elementos de una cultura moderna en la que la argumentación lógica y el raciocinio documentado tomaron carta de ciudadanía. Además--y quizá primariamente--este medio nos permite conocer el estado de la comprensión de la historia y, desde luego, el de la exégesis bíblica, pues buena parte de la argumentación utilizada depende de estos filones de conocimiento intelectual. Un aspecto fundamental y a la vez peculiar de los textos que nos ocuparán en estas páginas es que los autores pertenecen todos ellos a la diócesis de Guadalajara lo que le da un color del todo especial al ámbito de la polémica, pues la sitúa dentro del desenvolvimiento de la vida de una Iglesia particular y ayuda a captar la dimensión de una controversia pública de gran magnitud a partir de un ambiente concreto y unas circunstancias particulares. Pedro Espinosa y Dávalos nació en Tepic, entonces dentro del estado mexicano de Jalisco el 29 de junio de 1793 y fue bautizado ese mismo día.19 En 1806 su padre, José Ramón de Espinosa, que se encontraba a cargo de la construcción de la iglesia parroquial de su pueblo y del hospital cercano 16 Tipografía de Rodríguez, Guadalajara 1857. Tipografía de Rodríguez, Guadalajara 1857. Mención en: Rodríguez Albesa, p. 1629. 18 Tipografía de Rodríguez, Guadalajara 1857. En La constitución de 1857. Catolicismo y liberalismo en México, tomo III: De la paz con Estados Unidos a la caída del Segundo Imperio, 1848-1867, pp. 1629-1653, su autor hace una síntesis y una relación pormenorizada excelentes de cada una de las partes del documento firmado por De la Rosa. Remito a ese libro para el conocimiento de esa postura que, por otra parte, es coincidente, salvo en detalles redaccionales, con la asumida por el obispo de Michoacán don Clemente de Jesús Munguía y el de la capital de Jalisco. 19 Transcripción del acta en: José Ignacio Dávila Garibi, Apuntes para la historia de la Iglesia en Guadalajara, 4/2, Editorial Cultura, México 1967, p. 981. 17 8 dio a conocer que a causa de "[sus] escasas facultades y crecida familia", solicitaba una "beca de merced" al obispo diocesano don Juan Cruz Ruiz de Cabañas, para que estudiara su hijo en el Colegio Seminario de Guadalajara, pues aunque en el convento de la Santa Cruz de Etzatlán, según le avisaba Fray Vicente Pesquera, "el niño no pierde tiempo en sus estudios de gramática...no podrá adelantar lo que en un Colegio, no obstante de su aplicación y...potencia"20. Estudió en el Seminario Diocesano y recibió el bachillerato en filosofía en la "Regia Escuela de Ciencias" de Guadalajara (Facultad de filosofía de la Real y Pontificia Universidad) en 181021 y continuó sus estudios hasta recibir el doctorado en teología. En 1816 fue ordenado sacerdote. 22 Durante sus años en el ministerio sacerdotal fue profesor de la Universidad, promotor fiscal, visitador de escuelas y curatos, canónigo lectoral, tesorero, maestrescuelas, arcediano catedralicio, gobernador de la mitra y vicario capitular a la muerte de Monseñor Barajas. Tuvo el cargo civil de vicepresidente de la Cámara de Diputados jalisciense. Fue redactor de El Defensor de la Religión, "bisemanal apologético y polémico que tuvo mucha aceptación" y escribió un elevado número de obras. Resultó elegido obispo de Guadalajara en 1853 y fue su primer arzobispo metropolitano diez años después. "Fundó escuelas gratuitas en las parroquias de su diócesis y promovió mejoras en los hospitales de Belén y San Juan de Dios, que puso bajo cuidado de las Hermanas de la Caridad. Desterrado por Juárez en 1861, regresó en 1863".23 Tomando en cuenta sus antecedentes formativos y experiencia en el difícil ambiente de la época, no puede extrañarnos su capacidad polémica. 20 Carta del 27 de marzo de 1806. Transcrita en: Dávila Garibi, p. 982. La nueva parroquia se terminó de construir en 1811, año en que, iniciado ya el movimiento de independencia, el rey Fernando VII concedió al pueblo el título de ciudad. 21 Regia Guadalaxarensis Scientiarum Schola sub Carolo et Aloysio Augusti [condita] MDCCXCII. La constancia en latín del grado académico: Dávila Garibi, p. 983. 22 El documento de solicitud de órdenes está reproducido en Dávila Garibi, p. 984: "[...] ante V.S.I. con el más profundo respeto parezco y digo: que desde mis más tiernos años he suspirado por alistarme en el Estado Eclesiástico a cuyo efecto he estudiado hasta teología en cuya facultad me gradué de Bachiller hace dos años, y he cursado la cátedra de Elocuencia...a la que estoy asistiendo como también a la de Moral y Sagrados Ritos...Otrosí suplico a V.S.I. se sirva dispensarme los despachos que debían librarse a la ciudad de Tepic y al Sagrario de esta Santa Iglesia para las amonestaciones correspondientes, obligándome a servir a la Iglesia en donde quiera que se me destine, sin exceptuar punto alguno del obispado ni menos presentar causa para excusarme de ir a donde fuere adscrito". 23 Diccionario Porrúa. Historia, geografía y biografía de México, Editorial Porrúa, México (6)1995, p. 1227. 9 II LA CARTA DE MONSEÑOR ESPINOSA AL MINISTRO DE JUSTICIA, LICENCIADO JOSÉ MARÍA IGLESIAS. 10 11 1.- El obispo de Guadalajara plantea el problema. El 21 de marzo de 1857 el obispo Espinosa firmó una carta dirigida al Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, Licenciado José María Iglesias en la que razonó ampliamente el por qué de su negativa a hacer el juramento a la constitución federal promulgada el 11 de ese mes y que un decreto del gobierno central había fijado para el día 20. Esa carta, en formato de documento diocesano se hizo pública en la misma fecha o unos días después.24 Don Pedro comienza su escrito manifestando que desde que conoció el proyecto de ley fundamental tuvo la preocupación de que algunos de sus artículos fueran opuestos "a la doctrina católica y a los dogmas de la Iglesia". Esperaba, sin embargo, que en las discusiones del Congreso 24 Véase Martínez Albesa, p. 1551-1553. Él da la fecha de 26 de marzo. Protesta del Ilmo. Sr. Obispo de Guadalajara contra la nueva Constitución de febrero 5 de 1857, Guadalajara 1857. Para el presente estudio paleografié y agregué notas para su comprensión a la carta dirigida al Ministro en la versión manuscrita asentada en el Libro de Gobierno iniciado en 1816 de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Jala (actualmente en la diócesis de Tepic y en el estado de Nayarit y en 1857 en la de Guadalajara y el estado de Jalisco). Dado que el libro carece de paginación, citaré la página de acuerdo a la transcripción que realicé indicando entre paréntesis el número que le corresponde a la cita en el manuscrito. (Como apéndice a este trabajo incluí la transcripción). 12 "estos fueran desechados o a lo menos modificados en términos que no presentaran dificultad alguna y aun pudieran jurarse sin temor de conciencia." Pero no había sido así y, por consiguiente le manifestaba y pedía que por su conducto se lo hiciera saber al Presidente Ignacio Comonfort, "que no me es lícito en manera alguna prestar el juramento que previene el artículo transitoria de la misma constitución y dejar de protestar contra varios de los otros artículos que ésta contiene". 25 Enseguida cita la doctrina de San Pablo, tradicional en la Iglesia católica, según la cual se debe respeto y obediencia a las autoridades civiles. No obstante, en el caso que se presenta, reconociendo ese deber, reconoce su sentir de que no vaya a ser "que en los últimos días de mi vida añada a mis muchas culpas la mayor que pudiera cometer, que sería la de renegar cobardemente de mi fe, dejar de confesarme hijo de la Iglesia católica, consecuente con la doctrina que ésta me enseña y cuyo sagrado depósito he de conservar intacto". Por consiguiente, afirmó: "No puedo reconocer en la autoridad secular la facultad del artículo 123 [que] declara corresponder exclusivamente a los Poderes Federales, es decir, ejercer en materia del culto religioso y disciplina externa la intervención que designen las leyes".26 Basa su afirmación, palabra de "apostólica libertad" en que la solicitud del gobierno "echa por tierra al dogma de la soberanía e independencia de la Iglesia de que en todos los tiempos se han manifestado tan celosos los Papas, Concilios y Santos Padres, siguiendo el ejemplo que nos dieron los apóstoles".27 Toca el asunto de la distinción entre "disciplina externa e interna" a la que llama "discusión absurda desconocida en los primeros siglos de la Iglesia". En una rápida mirada histórica la atribuye a diversas acciones: "error inventado por los cismáticos griegos para mantenerse en el cisma",28 doctrina sostenida "en el siglo XVI por los protestantes de Alemania e Inglaterra"29 y 25 Carta de Mons. Pedro Espinosa al Ministro de Justicia, p. 1. (1). Carta, p.2. (2s). 27 P. 2. (3). En este punto, considerado de índole dogmática, se sostuvieron las posturas del episcopado mexicano frente al liberalismo ascendente a partir de Ayutla en 1854. Puede conocerse la amplia vertebración de esta doctrina en la obra de Munguía Defensa eclesiástica en el obispado de Michoacán (Imprenta de Vicente Segura, México 1858), en cuyo largo subtítulo se subraya, "contra la soberanía, independencia, inmunidades y derechos de la Santa Iglesia. En mi obra El incipiente liberalismo (Porrúa, México 2009) expresé: "[...] Una reflexión detenida nos lleva a comprender la hondura de la confrontación: no puede reducirse a simple oposición de opiniones partidistas. Se trata en el fondo, de dos comprensiones diferenciadas del orden jurídico y de la configuración de la sociedad y la política, con puntos comunes y puntos divergentes". (P. 168). 28 Un acercamiento documentado y ponderado sobre los acontecimientos entre Roma y Bizancio en el siglo IX y las personalidades en juego: Hans-Georg Beck, La Iglesia bizantina en tiempo del cisma de Focio, en: 26 13 sustentada sobre todo por los revolucionarios franceses y su "jansenismo y filosofismo"30 plasmado en la "constitución civil del clero" declarada por "la Santa Sede herética y cismática".31 Hubert Jedin (ed.), Manual de Historia de la Iglesia, III, Herder, Barcelona 1970, 294-318. En su lectura se percibe sutilmente la inclinación de la Iglesia de Oriente a subordinarse al Imperio. El texto concluye así: "[...] De no ser por el cisma, Focio pudiera haber entrado en la historia no sólo como un gran erudito, sino también como un patriarca de talla. Casi nos sentimos tentados a errar un círculo, en el fondo, vicioso y decir: 'Focio es el bizantino por antonomasia. En todo caso representa válidamente la Iglesia bizantina de su tiempo, su acción y sus sueños, su gloria y su peligro'". (P. 318) 29 La flexión clara en la vida y acciones de Martín Lutero en su rebeldía hacia la Iglesia romana se dio en 1523, cuando él se negó a seguir la invitación de los campesinos rebeldes de Suabia "en nombre del Evangelio" en contra de los príncipes, es decir, de la representación del César. Un escrito clásico sobre Lutero, el de Lucien Fèvre, (Martín Lutero, un destino, FCE, México 1972. (Edición original: Un destin: Martin Luther, Presses Universitaires de France, Paris 1927) refiere: "[...] La guerra de los campesinos: la gran renegación de Lutero. Así lo dice la tradición. Tal vez sí, tal vez no...¿No eran ellos [los campesinos], los verdaderos campeones de Evangelio contra los Príncipes. A la cabeza de sus artículos (el artículo I de los Doce), ¿no reivindicaban el derecho de elegir pastores que, traduciendo claramente la Santa Palabra y predicando sin adulteración, les dieran ocasión de rezar, de alimentar en ellos la verdadera fe? No debe sorprendernos que, a finales de abril de 1525, Lutero, interviniendo por fin, publicara su famosa Exhortación a la paz a propósito de los doce artículos de los campesinos de Suabia y también contra el espíritu de asesinato y de bandidaje de los otros campesinos amotinados. El plan es claro, la tesis simple...¿qué quiere Lutero? ¿Examinar lo que tienen de justas o de injustas las demandas de los campesinos? ¿Arbitrar un desacuerdo políticosocial? De ninguna manera. Tratar un punto de religión, sí.- Los campesinos afirman: 'no somos rebeldes ni amotinados, sino voceros del Evangelio. Lo que reclamamos, el Evangelio justifica que lo reclamemos.' Ésta es la pretensión contra la cual únicamente se levanta Lutero, pero con una pasión, una violencia, una fogosidad incomparables. A los Príncipes les dice pocas cosas y vagas: que hacen mal también los que oprimen a sus pueblos con cargas demasiado pesadas...Pero una vez terminado este pálido discurso en condicional, ¡qué voz tan clara y sonora encuentra Martín Lutero cuando increpa y apabulla a los campesinos! ¿El Evangelio con ellos, de su lado? ¡Qué monstruosa tontería! Mientras le quede aliento, Lutero clamará la verdad: el Evangelio no justifica, sino que condena la rebeldía. Toda rebeldía.- Los campesinos dicen: 'Tenemos razón, y ellos no. Somos oprimidos y ellos injustos.' Posiblemente...¿Lutero ha sacado alguna vez la espada? ¿Ha predicado la rebeldía? No sino la obediencia. Y precisamente por eso, a despecho del Papa y de los tiranos, Dios ha protegido su vida y favorecido los progresos de su Evangelio...Si la autoridad que los oprime es realmente injusta, pueden estar sin temor: Dios le hará expiar duramente su injusticia. Mientras tanto, que se dobleguen, obedezcan y sufran en silencio". (Pp. 223-225) El asunto de la "supremacía real" en Inglaterra, proclamada por Enrique VIII mediante su "Acta de supremacía" de 1534 está tratado magistralmente en: John Guy, The Tudor Age. (1485-1603), en: Kennet Morgan (ed.) The Oxford Illustrated History of Britain, Oxford University Press, Oxford 1993, pp. 223-285: "[...] Enrique VIVII controló la Iglesia de Inglaterra como su cabeza suprema tanto en lo temporal como en lo doctrinal; su estatuto eclesiástico era el de un arzobispo metropolitano laico que negaba la validez de la autoridad externa, papal, en sus territorios. No era sacerdote y no tenía funciones sacerdotales o sacramentales (en algún momento el rey pretendió reclamar esas potestades pero fue rechazado por un episcopado molesto). Sin embargo, Enrique no fue protestante. Hasta su muerte en 1547, creyó en un catolicismo sin el Papa...Como arzobispo laico, Enrique podía hacer leyes eclesiásticas y definir casi todas las doctrinas como le pareciera." (Pp. 247s). (Original en inglés. Traducción mía). 30 De modo magistral y breve, Hermann Tüchle aborda estas temáticas en su capítulo Gérmenes de secularización. El absolutismo regio y el nuevo pensamiento, en: Nueva historia de la Iglesia, III: Reforma y contrarreforma, Cristiandad, Madrid 1966, pp. 339-368. Aportaciones fundamentales para la comprensión de los cambios ideológicos del siglo XVIII se encuentran en: L. J. Rogier, Religión e 'Ilustración', en: Nueva historia de la Iglesia, IV: De la Ilustración a la Restauración, Madrid 1977, pp. 17-42. Escribió Rogier: "[...] Sobre este panorama hemos de proyectar la figura con que se manifestaba la Iglesia". (P. 42). 14 Como refuerzo de la anterior, citó el rechazo de esas doctrinas por "voz de los Obispos de la República Mejicana desde que en Jalisco se trató en el año 1824 del artículo 1° de la constitución y después en muchas ocasiones."32 Y enseguida trajo a colación la cita del evangelio aplicable "al Papa y a los obispos...y no [a] la autoridad civil..." 'Enseñad a todas las gentes; el que os oye me oye a mí, el que os desprecia, me desprecia a mí...'"33 Le hace ver al Ministro la importancia de mantener independiente a la potestad eclesiástica por lo que "[...]importa poco que lo contradigan los teólogos políticos que pretenden erigirse en maestros del pueblo fiel y que por desgracia no faltan en nuestra patria" y sostiene que "[...] los Príncipes, al entrar en el seno de la Iglesia vinieron a ser sus hijos y no sus Señores". 34 2.- De libertades, derechos y tolerancia. Continúa la carta del prelado con una consideración reflexiva a propósito, por una parte, de la hipótesis de que se hubiera aprobado el artículo 15 sobre tolerancia y por otra, al caso histórico, que resultaba favorable a los católicos, de la tolerancia en Estados Unidos de América: "[...] Malo y muy malo habría sido el artículo de tolerancia de cultos, pero al menos nos habría dejado, en el 31 Un excelente estudio sobre el origen, contexto, significado y posteridad de la Constitución civil del clero, proclamada el 12 de julio de 1790: André Latreille, L'Église Catholique et la Révolution Francaise, I: 17751799, Cerf, Paris 1970, pp. 99-116. El Papa Pío VI dio a conocer su parecer sobre la Constitución en su breve Quod aliquantum del 10 de marzo de 1791: "[...] juzgaba que la Constitución civil tenía como objeto y como efecto, la destrucción de la religión católica: ponía en relieve como incompatibles con la constitución jerárquica de la Iglesia las disposiciones relativas a la institución canónica de los obispos, la elección de los párrocos y la función de los consejos episcopales. A partir de las reformas introducidas, fue más adelante e hizo un juicio severo sobre los principios proclamados por la revolución. Le parecía que se trataba de un plan destinado a nulificar la religión católica y con ello la obediencia debida a los reyes". (Latreille, p. 109). 32 P. 2. (4). Resulta muy útil para la comprensión de las relaciones entre el clero y el gobierno en el estado de Jalisco en los últimos años del virreinato y los primeros de vida independiente: Brian Connaughton, Ideología y sociedad en Guadalajara (1788-1853), UNAM/ CONACULTA, México 1992. En particular, el capítulo V: Un hito fundamental: la independencia, la soberanía popular y la libertad de imprenta, pp. 177-210. 33 Pp. 2s. (4). El obispo Espinosa mezcla dos textos que seguramente citó de memoria: Mateo 28, 18b-20: "-Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra. Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautízenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner en obra todo lo que les he mandado" y Lucas 10, 16 (palabras estas últimas pronunciadas ante el rechazo del mensaje en ciudades israelitas como Corazaín y Betsaida: ("...si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ustedes, hace tiempo...se habrían convertido," 13)): "Quien los escucha a ustedes, a mí me escucha; quien los rechaza a ustedes, a mí me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado". (En este caso y en los siguientes las citas bíblicas las he tomado de la Biblia de América, La Casa de la Biblia, Madrid 1994). 34 P. 3. (4). 15 caso de ser verdadera tolerancia, la libertad que disfrutan en Norte América los católicos en su culto y disciplina sin que el gobierno civil pretenda intervenir ni en el uno ni en la otra". 35 Una vez hecha referencia al artículo 123, entra a analizar el 5°: "[...Este] dice que la ley no puede autorizar ningún contrato que tenga por objeto la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad...por causa...de voto religioso". Le parece que existe contradicción entre lo que proclaman los artículos 4° y 9° de la misma constitución en materia de libertades de opción individual y asociación: "[...] El derecho que el art. 4° concede a todos para abrazar la profesión que más les acomode y que el 9° reconoce a todos para asociarse y reunirse con cualquier objeto lícito, no se reconoce en el llamado por Dios. Los votos monásticos que la Iglesia aprueba y recomienda que no son sino la práctica de los consejos evangélicos que en todo tiempo y en todos los siglos se han respetado por los verdaderos católicos y contra los que sólo han declamado los herejes y Filósofos. ¿Estos son los que en la República Mejicana no puede autorizar la Ley?" 36 35 P. 3. (5). La discusión en el Congreso constituyente sobre el artículo 15 la resumí, siguiendo la reseña de Francisco Zarco, en El incipiente liberalismo, pp. 209-217. En varias ocasiones Monseñor Espinosa hizo referencia a la situación en Estados Unidos. Primeramente--como en la presente cita--lo hizo en forma teórica pero después de su destierro en Nueva York en 1861, aludiendo a su experiencia. En el Archivo Histórico del Arzobispado de México (Sección: secretaría Arzobispal. Serie: Correspondencia, caja 103, expediente 18) se encuentran dos cartas dirigidas al arzobispo Lázaro de la Garza (la primera de mayo y la segunda de junio de 1861) en referencia a la situación de la Iglesia católica en Estados Unidos y a su auge dentro de un régimen de tolerancia. En apéndice a la segunda carta da a conocer la estadística comparativa de la Iglesia entre 1808 y 1861. (Documentos publicados con una breve introducción por Pablo Mijangos bajo el título: Dos cartas, Istor 41 (2010) pp. 90-98). Una buena síntesis de "la nueva experiencia de la Iglesia en Norteamérica": G. de Bertier de Sauvigny, La restauración (1800-1848), en: Nueva historia de la Iglesia, IV, pp. 349-363, así como: John Tracy Ellis, La Iglesia en Estados Unidos, en: Nueva historia de la Iglesia, V, pp. 253-308. (Ellis es el historiador de la Iglesia en Estados Unidos. Sus obras principales son: A Guide to American Catholic History, Milwaukee 1959 , Documents of American Catholic History, 2 vols., Chicago 1967. Su biografía del cardenal Gibbons es una reseña definitiva sobre los tiempos de maduración de la Iglesia estadounidense: The Life of James Cardinal Gibbons, Archbishop of Baltimore, 1834-1921, 2 vols., Milwaukee 1952. Tiene interés, desde una perspectiva no eclesial: George M. Mardsen, Religion and American Culture, Harcourt, Fort Worth 1990. Harold Bloom, La religión en los Estados Unidos. El surgimiento de la nación poscristiana, FCE, México 1994. En este punto sigue siendo valiosa la reflexión del agudo observador francés de la sociedad estadounidense en el siglo XIX, Alexis de Tocqueville: "[...] Ahora más que nunca vemos católicos que se hacen incrédulos y protestantes que se hacen católicos. Si se considera interiormente el catolicismo, parece que pierde, y si miramos fuera de él, se observa, por el contrario, que gana. Los hombres en este siglo están poco dispuestos a creer; pero desde que tienen una religión, encuentran en sí mismos un instinto oculto que, sin saberlo, los impele hacia el catolicismo.- Muchas de las doctrinas y usos de la Iglesia romana les causan extrañeza, pero admiran en secreto su gobierno y los atrae su grande unidad. Si el catolicismo consiguiese sustraerse a los odios políticos que hace nacer, no dudo que el mismo espíritu del siglo que le parece tan contrario, vendría a serle muy favorable, y aun haría de repente grandes conquistas". (La democracia en América, FCE, México 1996, p. 411. (La edición original en francés se imprimió en París en 1835). 36 Pp. 3s. (5s). 16 A propósito del artículo 6°, en el que se indica que "la manifestación de las ideas no puede ser objeto de ninguna inquisición judicial" expone que, aunque se hacen algunas excepciones, entre éstas no se comprende "atacar a la religión católica". Menciona también que "el [artículo] 4° declara inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia sin que ninguna ley ni autoridad pueda establecer la previa censura ni pone a la libertad de imprenta más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública."37 En esta parte de su carta, como puede colegirse, hace referencia tácita a la doctrina de los "derechos del hombre", naturalmente sustentada por el liberalismo. Se detiene con algunas consideraciones interpretativas y de posibilidades a la hora de darle vida al fondo de la ley. En cuanto a estas últimas, no cabe duda que fue demasiado lejos. Expuso : "[...Ésta habla] de la manifestación de las ideas, de la libertad de publicarlas por escrito y por la prensa sobre cualquiera materia." Y de modo directo increpa al Licenciado Iglesias: "[...] No sé cómo, Excmo. Sr., los representantes de nuestro pueblo católico pueden reconocer y declarar como derecho del hombre el atacar la verdadera religión. No es ni puede ser derecho rebelarse contra Dios, hacer lo que prohíbe la Ley Divina bajo la pena de condenación eterna, intentar destruir la fe católica. Darle el nombre de derecho es desconocer la verdad y Divinidad de la religión de Jesucristo, es confundir la libertad con el abuso. Nadie tiene derecho para insultar a sus semejantes, ¿y lo ha de tener para insultar a Dios? Emitir opiniones contrarias a la buena moral es y se llama libertinaje, ¿el publicar errores opuestos a la fe cómo se llamará entre católicos? Dar a la prensa doctrinas que puedan 37 P. 4. (6). En este punto, el manual de don Clemente de Jesús Munguía, Del derecho natural en sus principios comunes y en sus diversas ramificaciones o sea, Curso elemental de derecho natural y de gentes, público, político, constitucional y Principios de Legislación, (4 tomos), Imprenta de la Voz de la Religión, México 1849 (Edición facsimilar: Suprema Corte de Justicia de la Nación/ Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México 2005), tomo 3, pp. 68s, afirmaba: "[...] Sus dificultades y espinas brotan en el terreno de lo político y no son tan embarazosas cuando solo se trata del orden civil...no consideramos la prensa sino como representante de la palabra escrita; de otra suerte nunca pudiera pertenecer ninguna de sus prerrogativas a la categoría de los derechos naturales, anteriores con mucho al descubrimiento de la imprenta. Considerada la cuestión bajo este aspecto debe reducirse a la expresión de un solo principio. Todo lo que el ciudadano tiene derecho a exponer, tiene la libertad de escribir. Y pues que aquel derecho está restringido por la religión, por la moral y por la justicia, la libertad de prensa gira dentro del gran círculo que puede trazarse sobre la línea de estas restricciones". La discusión al respecto en los últimos años del virreinato y los primeros de la independencia está tratado de manera magistral en: Miguel Ángel Hernández Fuentes, Discusión religiosa en el espacio público mexicano, 1812-1827, (tesis de doctorado en historia), Instituto Mora, México 2007. 17 alterar la paz pública se enumera entre los delitos y ¿hacer circular papeles que puedan seducir a los fieles en materias religiosas se considera entre los derechos?" 38 Vuelve a lo que considera la tradición apostólica y por consiguiente inmóvil. Expone que la Iglesia primitiva vivió en medio de un ambiente pagano pero que "[...] lejos de reconocer en el hombre el derecho de publicar doctrinas opuestas a la religión, prohibieron a los fieles recibir en casa y aun saludar a quienes tal hicieran; pronunciaban anatema contra los que publicaran dogmas que no estuvieran en consonancia con el evangelio, entregaban al poder de Satanás a los herejes para que aprendieran a no blasfemar. Si alguno trató de apartar [a] algún procónsul de la fe, San Pablo hizo el milagro de cegarlo después de reprenderlo llamándolo hijo del diablo, enemigo de toda justicia, hombre lleno de todo engaño y falacia que no cesaba de trastornar los caminos rectos del Señor. ¿Era esto reconocer en el hombre ese derecho que se proclama en la nueva constitución?, ¿quién es castigado porque use de sus derechos?, ¿quién lo tiene para seducir a los incautos y arrastrarlos al error?"39 Enseguida el prelado alude a que en el país no se ha permitido que circulen opiniones que puedan alterar el orden establecido "porque se conoce la cuasi instrucción de la mayoría en materias políticas y la facilidad con que se les puede seducir. Esa condición es la mejor prueba de que ni el mismo actual Gobierno conoce esa omnímoda libertad..." Y presenta una difícil disyuntiva: "[...]¿Y qué, Sr. Excmo., son más sagrados los intereses políticos que los religiosos? ¿Más respetable el César, que Dios?, ¿la administración actual que la Divina Religión de Jesucristo?"40 Volvió a insistir en los usos de la época apostólica y en su necesario apego a ellos: "a mí no me es lícito desviarme un ápice de esos principios secundados y confesados por los mismos patriarcas de la reforma protestante que tanto se empeñaban en publicar sus pensamientos".41 3.- Sobre el fuero eclesiástico y los bienes para la congrua sustentación. En esta sección de la carta de Espinosa el firmante reitera sin repetirlo lo que él y otros miembros del episcopado habían manifestado cuando el 22 de noviembre de 1855 se promulgó la "Ley sobre administración de justicia y orgánica de los tribunales de la nación, del distrito y territorios", mejor 38 Pp. 4s. (7s). P. 5. (8). Los subrayados son de Monseñor Espinosa. No he podido encontrar la cita atribuida a San Pablo. 40 P. 5. (8s). 41 P.6. (P. 10). 39 18 conocida como "Ley Juárez" por su firmante, en ese año Ministro de Justicia.42 Es bueno recordar que a fines de 1855 fue intensa la polémica en torno a ella y tanto el arzobispo de México don Lázaro de la Garza como el obispo michoacano Munguía presentaron a Juárez argumentaciones al respecto. Don Pedro Espinosa hizo lo propio. Observado el fenómeno a la distancia aparece con claridad que se trató de la primera palestra polémica a la hora de aplicar los acuerdos de Ayutla pero que, al mismo tiempo, la posición de quienes detentaban el gobierno y convocarían al Congreso constituyente era y continuaría siendo inflexible.43 42 El tema lo traté en El incipiente liberalismo, pp. 168-179. Martínez Albesa (pp. 1230-1236) hace una amplia reseña del caso aludiendo además a la postura liberal representada en una serie de artículos de Carlos María Saavedra (Fueros) publicados en el periódico "La luz de la libertad" de Colima en diciembre de 1855 y enero de 1856. De acuerdo a esta postura, se dio una evolución histórica que fue justificando los fueros, pero no había sido así en el principio. Cito algunas líneas de Martínez Albesa en las que da una versión parafrástica del artículo, considerado por él "lectura históricoeclesiológica jansenista": "[...] Jesucristo...'se prestó a ser juzgado por los tribunales seculares' de la justicia romana, para hacer ver que los obispos, al protestar, se estarían distanciando del Hijo de Dios y se olvidarían que la potestad de la Iglesia es 'puramente espiritual'...Cuando cesaron las persecuciones y los emperadores comenzaron a estimar a la Iglesia, empezaron a hacerle donaciones de bienes, de territorios y exenciones de impuestos, y también le concedieron el privilegio de que los clérigos no fueran juzgados en los tribunales comunes. El fuero habría nacido, por tanto, de las concesiones civiles. Con el tiempo, el fuero se habría ampliado, pasando a tener jurisdicción también sobre los laicos en asuntos de algún modo relacionados con lo religioso, como sería el caso de incumplimiento de los juramentos. Por la ampliación abusiva del fuero en los tiempos medievales, 'la autoridad temporal había llegado a ser nada'"...A los abusos del pasado corresponderían los abusos del presente, en los que, en los tribunales eclesiásticos se habrían aunado la ineficiencia y la parcialidad y, como todas las personas tendrían algo que ver con ellos, frenarían la aplicación de la justicia (se mencionan las separaciones matrimoniales, el cobro de obvenciones parroquiales y la impunidad de delincuentes eclesiásticos". (Pp. 1231s). 43 La documentación "de ida y vuelta" entre De la Garza y Juárez y la emitida por Munguía, la publicó este ultimo en su Defensa eclesiástica en el obispado de Michoacán, México 1858, pp. 1-16. La Protesta de Espinosa: Imprenta de Tomás Gardida, ¿Guadalajara? 1855. Este texto se encuentra transcrito en: José Ignacio Dávila Garibi, Apuntes para la historia de la Iglesia en Guadalajara, IV/ 2, Editorial Cultura, México 1967, pp. 1015-1019. Con amplitud traté el tema en: La diócesis de Guadalajara frente al embate liberal, (ponencia en el Coloquio "La Iglesia en 1864", Guadalajara, 4 de noviembre de 2014, pp. 4-8). (Puede consultarse en tanto se publica en impreso, en mi página electrónica: www.olimon.org). Tal vez convenga en este punto tener en cuenta el balance que hice en El incipiente liberalismo: "[...] Son [estos documentos], por su contenido y su forma, de especial importancia y permiten ver de un golpe la profundidad del enfrentamiento, ya no entre personas de la época, sino entre el Estado y la Iglesia desde el interior de sus propias formas de autocomprenderse. Del lado gubernamental se nota una inclinación a desechar si comentarios ni negociaciones los puntos de vista eclesiásticos, muy propia, en el caso, de don Benito Juárez quien, como se aprecia, aprovechó el corto tiempo en el que fue ministro, para dejar huella. A fin de captar cabalmente los términos y el sentido de estos escritos episcopales, el lector contemporáneo no puede prescindir de la comprensión del ambiente en el que fueron emitidos, donde la doble dimensión de la Iglesia, como entidad de origen religioso y a la vez sociopolítica y jurídica, y la vigencia de la legislación canónica en ámbitos que hoy son comúnmente considerados como civiles o 'mixtos' (por ejemplo, el caso del matrimonio y la familia) sólo era puesto en duda por los sostenedores de las 'nuevas ideas' que impulsaban la secularización del ámbito civil.- En el desarrollo de este primer enfrentamiento entre Munguía 19 Monseñor Espinosa se detiene a propósito del párrafo del artículo 13 constitucional que "previene que ninguna persona ni corporación puede gozar emolumentos que no sean compensación de un servicio público y estén fijados por la Ley". De modo contundente afirma: "[...] El derecho que tiene el sacerdote para exigir de los fieles su subsistencia no le viene de las potestades del siglo ni lo tiene como empleado del Estado. Jesucristo, sin contar para nada con el consentimiento y aprobación de los Príncipes se lo han dado como operario evangélico y no como ciudadano. Es un derecho consignado en el Evangelio, del que habla San Mateo al cap. 10, v. 10 44 que se registra también en San Lucas cap. 10, v. 7". 45 Cita además a San Pablo en sus epístolas a Timoteo, a los corintios y a los romanos. 46 Basado en las citas escriturísticas traídas a colación, sostuvo el derecho divino del sustento del clero: "[...] Es, pues, evidentísimo que se trata aquí del derecho divino, de cosa que es de Dios y no del César, que no está sujeta de manera alguna al poder temporal, y que si bien éste puede de hecho, y valiéndose de la fuerza, impedir al sacerdote que use de él, no es porque tenga autoridad para ello".47 A manera de refuerzo, expone las resoluciones de Estados no católicos de Europa oriental y central en el siglo XIX en materia de bienes eclesiásticos: "[...] el Emperador de Rusia en la comunicación que en 1815 dio a la Polonia, declaró que los bienes de la Iglesia católica serían tenidos por propiedades inenajenables. El Rey de Prusia en 1821 promete respetar las antiguas usanzas, las constituciones de Baviera y de Baden en 1819, la de Würtenberg y la del Gran Ducado de Hesse [en 1819], en 1820 la de Sajonia Coburgo, en 1821 la de Sajonia Heinengen, en 1829 la de Hesse Electoral de Altemburgo y del Reino de Sajonia, en 1829 la de Hanover; en 1833 todas establecen que bajo ningún motivo ni pretexto podrán ser declarados nacionales los bienes de la Iglesia. Hasta el Gran Sultán mandó en 1831 que nadie se mezclase con los bienes eclesiásticos".48 y Juárez, asoma la tensión extrema, el autoritarismo del gobierno y la impotencia del episcopado y, como consecuencia, la inutilidad de la argumentación expuesta". (P. 169). 44 "No lleven oro ni plata en el bolsillo; ni morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón; porque el obrero tiene derecho a su sustento". 45 Amplío un poco la cita: "Cuando entren a una casa, digan primero: Paz a esta casa. Si hay allí gente de paz, su paz recaerá sobre ellos; si no, regresará a ustedes. Quédense en esa casa, y coman y beban de lo que tengan, porque el obrero tiene derecho a su salario". (Lc 10, 5-7). 46 Véase la nota 13 del texto de la carta en el apéndice al presente estudio. 47 P. 6. (P. 11). 48 Pp. 6s. (P. 11). 20 Vuelve a poner el ejemplo de Estados Unidos de América: "[...] sin ir tan lejos, hoy tenemos al [Estado de] Norte América, cuyo gobierno no se mezcla por nada en estos asuntos ni impide a los sacerdotes el que perciban de los fieles su subsistencia".49 En este punto señala las disposiciones del Primer Concilio Plenario de Baltimore reunido en 1852 que, además de dar a conocer, por ejemplo, los aranceles parroquiales y los honorarios debidos a quienes trabajan en la Iglesia, subrayó que: "Al sapientísimo Concilio y a sus estatutos públicos le ha parecido cierto que la potestad secular no debe usurpar el derecho de inmiscuirse en los asuntos sagrados". 50 Concluye esta parte con una pregunta: "¿Ha de ser en la católica República Mejicana menos libre la Iglesia que lo es en Norte América? ¿Se desconocerá aquí un derecho...que ahí se respeta?".51 Continúa su razonamiento don Pedro aludiendo a la constitución en su artículo 120, en el que se estipula que todos los funcionarios "de nombramiento popular" recibirán una compensación "irrenunciable".52 Esta compensación, como es natural, "la tiene cualquiera que se emplea en servir a otro, ¿y sólo ha de carecer de ella aquel a quien Jesucristo la dio, aquel que a cualquier hora del día o de la noche debe estar dispuesto a ejercer en beneficio de los fieles su ministerio?" "El ministro de Jesucristo necesita alimentarse y vestirse, está sujeto a las necesidades de los demás y para servirlos ha menester que le proporcionen recursos o que desenvolviéndose de su ministerio, se los proporcione él mismo".53 Sale adelante a la propuesta que en diversos medios se hizo en la época no sólo en México sino en todos los países de tradición católica en el sentido de que, a modo de compensación por la (en 1857 todavía hipotética en el país) nacionalización de los bienes eclesiásticos, se asignara un sueldo a los obispos y sacerdotes católicos. De hecho en la documentación de los obispos mexicanos y en la correspondencia con la Santa Sede, además de la correspondencia diplomática con varias potencias, se habló varias veces de la condición raquítica del tesoro nacional54: "[...] Porque pretender como dicen algunos de nuestros innovadores que el erario público los mantenga, es proyecto inadmisible, sujeto a mil inconvenientes gravísimos y 49 50 Pp. 7. (Pp. 11s). P. 7. (P. 12). El texto original en latín se encuentra en la Carta transcrita en el apéndice de este estudio, p. 7. 51 Ib. Artículo 120: "El Presidente de la República, los individuos de la Suprema Corte de Justicia, los diputados y demás funcionarios públicos de la federación, de nombramiento popular, recibirán una compensación por sus servicios, que será determinada por la ley y pagada por el tesoro federal. Esta compensación no es renunciable..." 53 P. 7. (P.13). 54 Cito únicamente, a manera de muestra, los documentos recopilados por Carlos Bosch García: Documentos de la relación de México con los Estados Unidos, III: El endeudamiento de México (abril de 1836-noviembre de 1843), UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, México 1984. 52 21 sobre todo irrealizable; en todas partes ha dado resultados pésimos y en Méjico los daría mucho peores. La Hacienda Pública cada vez está más escasa y cargada de deudas y no hay para qué hacernos ilusiones figurándonos que dentro de breve se pondrá en estado floreciente".55 Concluye de la siguiente manera su escrito en la parte que alude a la manutención de los ministros de la Iglesia: "[...] No me es lícito dejar de protestar por este artículo. No me es lícito renunciar el derecho que el clero tiene y que le fue concedido por el Divino fundador de la Iglesia y no por la potestad temporal y cuya renuncia importaría el desentenderse de su ministerio con gravísimo perjuicio de las almas que me están encomendadas". 56 El artículo 27 en su segundo párrafo declaró, en seguimiento estricto de la doctrina liberal, la extinción de la propiedad comunitaria lo cual no solamente afectaba a la Iglesia en sus diferentes entidades sino a las comunidades indígenas y a los ayuntamientos. La redacción, sin embargo, parece destinada sobre todo a los ambientes urbanos, pues, ¿cuáles serían los edificios "destinados inmediata y directamente" a las comunidades indígenas? : "[...] Ninguna corporación civil o eclesiástica, cualquiera que sea su carácter, denominación u objeto, tendrá capacidad legal para adquirir en propiedad o administrar por sí bienes raíces, con la única escepcion [sic] de los edificios destinados inmediata y directamente al servicio y objeto de la institución". 4.- Digresión sobre la "Ley Lerdo". Monseñor Espinosa hace alusión a la protesta que envió al Ministerio el 21 de julio de 1856, en referencia al Decreto de desamortización de las fincas rústicas y urbanas de las corporaciones civiles o eclesiásticas, más conocido como "Ley Lerdo" del 25 de junio del citado año y a una segunda misiva enviada por él mismo el 20 de octubre en la que manifestó no estar complacido con la explicación que el Ministro Ezequiel Montes dio al arzobispo de la Garza y envió como justificación al resto de los miembros del episcopado. Como lo hizo notar el obispo de Michoacán, Clemente de Jesús Munguía, aceptar la desamortización, si bien capitalizaría a las instituciones eclesiásticas, significaría contravenir directamente la legislación de la Iglesia sobre todo en cuanto a las disposiciones del Concilio de Trento, abriría la puerta a acciones de intromisión de los gobiernos y sobre todo sería "[...] nada menos que la abolición del derecho de propiedad, pues 55 56 Pp. 7s. (P. 13). P. 8. (P. 14). 22 convierte a la Iglesia, de propietaria que es, en simple usufructuaria".57 La argumentación del michoacano, que abarcó una amplia gama de temas, sin dejar a un lado los de economía política, da la impresión de ser exhaustiva. El obispo de Guadalajara, en unión con el Cabildo catedralicio había dirigido al Ministro Montes en la fecha antes indicada, una "viril protesta"58 a propósito del decreto de desamortización. En ella no dejó dudas respecto a su posición, conforme a la tradicional en la Iglesia católica. Subraya primeramente: "[...] la Iglesia es soberana y sin su consentimiento no puede ser privada por ninguna autoridad de sus bienes ni de ninguno de los derechos que como a verdadera propietaria le corresponde".59 Enseguida razonó su protesta e indicó la conducta que observará la diócesis a su cargo: "[...] es nulo y de ningún valor ni efecto cualquier acto de cualquier autoridad que sea que tienda directa o indirectamente a enajenar cualesquiera bienes de la Iglesia sin el libre y espontáneo consentimiento de ésta". "Protesto que en ningún tiempo reconoceré ni consentiré las ventas que se hicieren por cualquiera autoridad que no sea la eclesiástica, ya sea a favor de la nación o del extranjero, o de los particulares; y que aunque de hecho se enajenen, el derecho y dominio y posesión legal lo conserva la Iglesia". Agregó: "[...] no prestaré ningún acto positivo de los que se exijan a la Iglesia para la ejecución de esta ley o de otra semejante, que en cualquier tiempo he de reclamar y de hacer valer los derechos de la Iglesia, que no reconoceré ni consentiré en pagar ningunos gastos, reparaciones o mejoras que se hicieren por los que, a virtud de la ley de 25 de 57 Exposición al Supremo Gobierno con motivo del decreto del 25 de junio de 1856, pidiendo su revocación y protestando contra él, en: Defensa eclesiástica en el obispado de Michoacán, p. 24. La amplia argumentación de Munguía puede seguirse en mi libro El incipiente liberalismo, pp. 188-197. El fondo de la negativa, como se aprecia de la observación detenida tanto del texto como del contexto de la emisión de la "exposición", no está en la "obstinación" (Silvestre Villegas, El liberalismo moderado en México, 1852-1864, UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, México 1997, p. 148) o en "una enorme inteligencia, sobre todo la maliciosa y artera" (Daniel Cosío Villegas, La constitución de 1857 y sus críticos, FCE, 3a ed., México 1998, p. 77) sino en que: "[...] la administración de los bienes eclesiásticos...no cae bajo el derecho pleno de los obispos ni puede ser atacada por una ley civil sin que hiera en su fundamento la disciplina canónica y los derechos propios de la Santa Sede". (Defensa, p. 35. Cita en: El incipiente liberalismo, p. 193). Situación en realidad dramática fue ésta para el episcopado mexicano: sostenerse con firmeza ante la postura galicana o "episcopalista" de los funcionarios liberales, obstinados en no acudir a las instancias vaticanas. 58 Dávila Garibi, Apuntes para la historia de la Iglesia en Guadalajara, IV/2, p. 1026. 59 Cito de acuerdo a la transcripción no completa de Dávila Garibi, p. 1026. El da la referencia de un folleto impreso: Protesta del Ylmo. Sr. Obispo de Guadalajara contra la ley de 25 de junio de 1856). Se dio al público también un folleto de 48 páginas con el título: Comunicaciones cambiadas entre el Excmo. Sr. Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos y el Ilmo. Sr. Obispo de Guadalajara, con motivo de la Ley de Desamortización sancionada en 25 de junio de 1856, Tipografía de Dionisio Rodríguez, Guadalajara 1857. (Dávila Garibi, p. 1032). 23 junio, adquieran tales bienes; que tampoco reconoceré ni consentiré las hipotecas o gravámenes que se impongan sobre ellos". Y concluyó: "Protesto en fin, que es sólo la fuerza la que priva a la Iglesia de sus bienes y contra esa fuerza la Iglesia misma protesta del modo más solemne y positivo".60 5.-El silencio de la constitución sobre la religión de los mexicanos. Es sabido que uno de los puntos que más controversia levantó tanto dentro como fuera del Congreso constituyente, fue el relativo a la religión.61 Si habría de conservarse la exclusividad católica y México continuaría siendo "nación católica"; si habría de abrirse de manera completa la "tolerancia de cultos" o si, en el término medio, al estilo francés napoleónico, se aceptaría la pluralidad con una cláusula de especial apoyo a la religión católica a causa de ser "la de la mayoría de los mexicanos". De hecho el proyecto del artículo 15 decía lo siguiente: "No se expedirá en la república ninguna ley ni orden de autoridad que prohíba o impida el ejercicio de ningún culto religioso; pero habiendo sido la religión exclusiva del pueblo mejicano la católica, apostólica, romana, el Congreso de la Unión cuidará, por medio de leyes justas y prudentes, de protegerla en cuanto no se perjudiquen los intereses del pueblo ni la soberanía nacional".62De manera tajante, don Pedro afirmó: "Por la nueva constitución no se sabe cuál es la religión del pueblo mejicano". Y enseguida realizó un recuento histórico del asunto, a partir de los movimientos para la emancipación: "[...] EL primero que en Méjico dio el grito de independencia en mil ochocientos diez decía en su manifiesto que quería se estableciese un Congreso que tuviera por objeto principal mantener nuestra Santa Religión Católica. Morelos declaraba que esos eran los sentimientos de la Nación, que la Religión Católica fuese la única sin tolerancia de otra; sentimientos declarados por el Congreso de Apatzingán en la constitución que da a Méjico en 22 de octubre de 1814, cuyo art. 1° decía: La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la única que se debe profesar en el Estado, y después, en el art. 3° exige de los extranjeros para obtener carta de ciudadanía, la calidad precisa de ser católicos...Iturbide en 24 de febrero de 1821 presentó un plan en cuyo primer artículo se dice que la religión de la Nueva Espala es y será la Católica...y el 16 60 Dávila Garibi, ib. El vol. XIV de la Historia de Méjico de Niceto de Zamacois J.F. Parres y Comp.,(Barcelona/México 1880, pp. 1025-1060), presenta los nombres de miles de firmantes solicitando la exclusividad católica por medio de "representaciones" al Congreso. Véase mi ponencia: La diócesis de Guadalajara frente al embate liberal, pp. 9s). También mi libro El incipiente liberalismo, pp. 212-216. 62 El texto está tomado de: Francisco Zarco (ed.) Historia del Congreso extraordinario Constituyente de 1856 y 1857, Imprenta de Ignacio Cumplido, México 1857, vol. I, p. 469. 61 24 decía que la primera obligación del ejército de las tres garantías había de ser la conservación de esta religión divina...Cayó el Imperio y el Congreso de 1822...declaró...que quedaban vigentes por libre voluntad de la nación las tres garantías de religión, independencia y unión y en 18 del mismo autorizó al gobierno para el nombramiento de un agente en la corte de Roma...Esto mismo declararon a nombre de la Nación sus apoderados en el art. 7° de la Acta Constitutiva de 31 de enero de 1824. Lo repitieron en el art. 3° de la Constitución Federal de 4 de octubre del mismo año añadiendo en el 171 que jamás podrá reformarse el que habla de religión. Y al hacerlo así, confesaban leal y sinceramente que no decretaban la tolerancia de cultos porque sabía el voto general de la Nación...[En 1847] el Excmo. Sr. Ministro D. Luis de la Rosa se vio obligado a confesarlo quejándose del excesivo apego del pueblo a la intolerancia y diciendo que Méjico ha sido demasiado fiel al compromiso contraído en su primera Constitución de conservar el catolicismo como religión única y exclusiva del país...Y todavía ahora, cuando se publicó el proyecto de la nueva constitución se han repetido las representaciones contra la tolerancia, que manifiestan cuáles son los deseos de la inmensa mayoría de los mejicanos".63 Concluyó su larga exposición histórica en estos términos: "[...] Esta es la primera vez que se publica en Méjico una constitución que guarda silencio sobre artículo tan interesante como si nada importara que haya religión o que no la haya, como si esta no fuera de primera base de un Gobierno y la que más eficazmente coadyuva en el bien temporal de las Naciones y aun de los individuos. No dice la constitución cuál es la religión de los mejicanos, si la verdadera es la única o se han de tolerar las falsas".64 En la carta al Ministro Montes hace el prelado de Guadalajara, casi al final, una especie de resumen en el cual incluye además el tema de la "enseñanza libre" sostenido en el artículo 3° constitucional: "[...] Ninguna protección se ofrece a la Iglesia, antes bien, se le quitan los medios de subsistencia; se quiere igualar al clero con las demás clases de la sociedad y para ello se le priva enteramente del fuero que siempre ha logrado en Méjico y siempre por eso no quedarán impunes los delitos y al mismo tiempo se olvida con igualdad en el año 56 privando a todos los eclesiásticos del derecho de ser Diputados, del que gozan las otras clases. Se quiere en el art. 3°que la 63 Carta al Ministro de Justicia, pp. 8-10. (Pp. 15-18). P. 10. (P. 19). Los adjetivos única verdadera, aplicado a la religión católica se encuentra en la Constitución de la Monarquía Española de 1812 en su artículo n. 12; no así en la Federal mexicana de 1824 en el 3°, a pesar de que el resto de la redacción del mismo es idéntico a la de Cádiz. 64 25 enseñanza sea libre, por consiguiente, el que guste enseñar el protestantismo, el judaísmo, el mahometanismo, la idolatría y hasta el ateísmo sin que nadie tenga facultad de impedirlo..."65 A modo de conclusión afirmó: "[...] Quiere [la constitución] que los Poderes Federales ejerzan el materias de culto religioso y disciplina externa la intervención que designen las leyes. ¿Se ha menester para dar al clero una constitución civil y aun peor que la que dio en Francia una Asamblea impía a fines del siglo pasado? ¿Necesitó otra cosa Enrique VIII para descatolizar a la Inglaterra? La Iglesia de Jesucristo no es una institución humana, no está sujeta a la voluntad de Príncipes; [son] los obispos los que han de regir y gobernar: Vos Spiritus Sanctus posuit Episcopus regere Ecclesiam Dei".66 65 P. 10. (P. 19). A vosotros os puso el Espíritu Santo como obispos para regir la Iglesia de Dios. P. 10s. (Pp. 19s). Las cursivas finales de la cita (excepto las de las palabras latinas, son mías). Sobre los temas de Enrique VIII y la Constitución Civil del Clero francesa, véanse las notas 21 y 23 del presente escrito. 66 26 III ¿UN BALDE DE AGUA FRÍA? LA IMPUGNACIÓN AL OBISPO DEL PBRO. JUAN JOSÉ CASERTA. 27 28 1.- Tristeza e imposibilidad de callar. Tal vez como "balde de agua fría" y escribo tal vez porque no sería raro que en el ambiente de la vida diocesana tapatía del tiempo se conociera el modo de pensar y se esperara su intervención, llegó desde las páginas de El Siglo XIX y otros medios impresos como El Constitucional Zacatecano. Periódico del gobierno del estado, un opúsculo anónimo titulado Impugnación de la protesta del Ilmo. Sr. obispo de Guadalajara, contra la constitución federal de 1857. 67 Por lo que parece, no fue demasiado difícil dar con el autor, identificado como el sacerdote Juan José Caserta, miembro del clero de Guadalajara y prebendado de la catedral.68 67 Para el presente estudio he utilizado la transcripción publicada en El Constitucional Zacatecano , Tomo 1°, núm. 25, Zacatecas, domingo 21 de junio de 1857 que cita como fuente: El Siglo XIX. He utilizado el ejemplar que se encuentra en el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara. Son cuatro pliegos. Citaré de acuerdo al número de éste y de la columna correspondiente, tres en cada pliego. Martínez Albesa señala que esta publicación recibió originalmente el título de Caso de conciencia sobre el Juramento Constitucional. Carta de un párroco jalisciense que disipa las dudas de otro sacerdote con motivo de la pastoral expedida por el Ilmo. Sr. Obispo de Guadalajara, en 8 de julio de este año, Tipografía de Vicente G. Torres, México 1857, 32 pp. Y que se hicieron otras tres ediciones con el nombre de Caso de Conciencia. La cuestión del juramento (dos en Guadalajara (Tipografía de Ignacio Brambila y Tipografía del Gobierno, 1857) y la del periódico El Siglo XIX (cita la fecha del 1 de septiembre de 1857. El Constitucional Zacatecano la refiere al 10 de junio). Además, después de que se publicó el folleto Juramento de la Constitución del canónigo tapatío Agustín de la Rosa (Tipografía de Rodríguez, Guadalajara 1857, 62 pp.) y la Carta pastoral...a los sacerdotes del obispo Espinosa del 8 de julio, (Tipografía de Rodríguez, Guadalajara 1857, 56 pp.) apunta que se dieron a conocer dos "defensas" del "cura de Jalisco": Apéndice al "Caso de conciencia sobre el juramento constitucional", en la que se confirma la doctrina anteriormente sostenida, y se contesta a una carta del Sr. Cura Lic. D. Jesús Ortiz, publicada en el periódico "La Cruz" del 13 de agosto de 1857, Tipografía del Gobierno, Guadalajara 1857, 20 pp. y Defensa de sus opiniones emitidas en el opúsculo "El Caso de Conciencia", subscrita en Guadalajara, por El Cura de un pueblo de Jalisco, s.p.i. [Guadalajara] 1858, 102 pp. (Martínez Albesa, p. 1630, nota 213). 68 Nació en Guadalajara en 1806 y murió allí mismo en 1875. Fue estudiante del Seminario diocesano y fue profesor fundador del Colegio Guadalupano-Josefino de San Luis Potosí en 1826 del que llegó a ser vicerrector. Al carecer México de episcopado, fue ordenado sacerdote en Nueva Orléans en 1829. Regresó a Guadalajara y fue profesor del Seminario. Fue párroco de Zapotlanejo y a partir de 1844, secretario del obispo Aranda y Carpinteiro. "Desde joven militó en la política, distinguiéndose por sus ideas liberales...en 1845 fue electo para ocupar una curul en el Congreso General. Fue uno de los propagandistas más eficaces de las ideas de la reforma." Siendo prebendado en la catedral de Guadalajara fue director de Instrucción Pública, cargo que siguió ocupando durante el Imperio. (Diccionario Porrúa. Historia, geografía y biografía 29 A modo de introducción de su anónima Impugnación--publicada en otra forma como Caso de conciencia, título adecuado al sentir que manifiesta--69su autor expone cómo "[...] En medio de las agitaciones más crueles de conciencia que han venido a amargar los últimos años de mi vida, y después de mil vacilaciones en que me tienen, por una parte el hábito de obedecer siempre a mi pastor y por otra el temor de ofender a Dios y hacerme acreedor a las penas terribles con que ha de castigar a aquellos de sus ministros que, guiados de un falso celo, dejen perecer a las almas cuya salvación les ha encomendado". Expone que su "espíritu comenzó a contristarse" a la hora de que fue promulgada la Ley de Administración de Justicia, "porque vi iniciada la interrupción de la armonía entre la potestad civil y la eclesiástica, indispensable para la paz de los Estados". 70 Insiste en el peso que siente en su conciencia y da a entender que se trata de "un medio para tranquilizar mi espíritu, pues al menos el Señor no me tomará cuenta de haber callado cuando debía hablar".71 Entre líneas, el autor de este documento alude casi al comienzo a que "[...] la historia nos enseña que en tiempos de discordias religiosas suele la contradicción exaltar el celo de los superiores eclesiásticos y aconsejarles providencias perjudiciales a la salud de las almas inocentes".72 Una vez escrito esta especie de exordio, pasa a tratar ordenadamente los artículos constitucionales que, de acuerdo al documento episcopal, no pueden ser jurados. 2.- La cuestión de la soberanía. Comienza con la alusión al 123 acerca de la "intervención" en la disciplina externa del culto. Afirma: "[...] Los soberanos de todos los pueblos deben intervenir y de hecho han intervenido siempre en cuanto dice relación al orden público, pues de otra manera no se comprende el ejercicio de la soberanía, pues así como la autoridad eclesiástica debe por su misma naturaleza de México, 6a. ed., México 1995, p. 643). Pronto se publicará la ponencia Clérigos partidarios de las doctrinas liberales: José Luis Verdía, Juan José Caserta y Agustín Rivera, presentada por Arturo Camacho Becerra en el coloquio La Iglesia en México. 1864, Guadalajara, 4 de noviembre de 2014. Sin embargo, también se pensó que el autor fuera el párroco del Sagrario, José de Jesús Ortiz: "[...Él] tuvo que publicar un documento extenso para negar la autoría y para explicar cuál era su postura al respecto [del juramento a la constitución]...aclaró: 'Soy liberal y quiero libertad para la Iglesia; soy católico y no la comprendo sin la independencia; soy sacerdote y reconozco al obispo por maestro...[El juramento es] un acto de conciencia, cuyo fin es poner a Dios por testigo de su observancia y cumplimiento; por lo mismo, está sometido a la inspección de la autoridad espiritual; ella es la única, como juez de las conciencias y de las acciones morales, que puede aclarar cuándo y por qué causas es viciosa la invocación divina". (Jaime Olveda, El obispo y el clero disidente de Guadalajara, pp. 111s. 69 Véase: Martínez Albesa, p. 1630, nota 213. 70 Impugnación, pl. 1, col. 1. 71 Ib. 72 Ib. 30 entender en cuanto diga relación a la salvación de las almas, así la secular, establecida para conservar el orden público, necesita intervenir en cuanto haga relación a él..."73 Para corroborar su afirmación, cita a un autor de Derecho Público--Rehneval--"que ponemos en manos de nuestros jóvenes" que enseña: "'La creencia es ciertamente una simple operación intelectual y por esto es independiente de todo poder humano; pero desde que produce acciones, está sometida a la autoridad pública. En esta razón se funda la inspección que el gobierno debe ejercer acerca de los libros dogmáticos y del culto exterior'".74 Por consiguiente, le parece que la facultad de intervención no sólo no es nueva, sino que es independiente y anterior al texto constitucional, pues "por derecho natural es atributo inherente a su soberanía".75 Leída esta cita y la conclusión que deriva de ella, no puede escaparse lo lejos que con esa doctrina puede llegarse, pues deja el orden de las ideas, expresadas de modo oral o escrito y, más adelante, ciertos actos "externos" como la colación de cargos y beneficios, dentro de la esfera estatal. Más adelante, explica el sentido del adverbio exclusivamente, aplicado a los poderes federales: "[...] significa que aquella facultad no se ejercerá por los poderes de los estados, como ha sucedido hasta hoy en la exclusiva que ejercen para la provisión de curatos y otros actos semejantes, sino únicamente por los poderes de la Unión...Se ve...que la disposición de este artículo era necesaria no para conceder a la potestad secular una facultad que tendría aun cuando la constitución no la expresara, sino porque omitido, los poderes de los estados serían los que únicamente ejercerían la intervención, supuesta la resolución del artículo 117, y esto seguramente no convenía ni a la Iglesia ni al Estado".76 A manera de "satisfacción no pedida", sale el autor de la Impugnación a responder la objeción de "algunos [que]repugnan el artículo porque deja a cargo de las leyes secundarias designar la intervención que los poderes generales han de ejercer...y temen que se les concedan más facultades que las que les competen por derecho público". Pues bien, ante la posibilidad de abusos, dice: "[...]Cuando el soberano se exceda en su intervención le negaremos la obediencia; mas entretanto, no le neguemos el derecho inconcuso de intervenir". Y pone un ejemplo tomado 73 Pl. 1, cols. 1 y 2. Col. 2. 75 Ib. 76 Ib. El artículo 117 expresa: "Las facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los Estados". 74 31 de la vida familiar: "[...] ¿Acaso porque un hijo puede ser injustamente castigado por su padre, sostendremos que los padres no tienen derecho de castigar a sus hijos?"77 Enseguida sostiene, restándole importancia a la doctrina galicana sobre la potestad civil y a la resistencia histórica en el momento que vivía, a acudir a la Santa Sede no tanto por razones de impracticidad sino por condicionamientos ideológicos. Da paso a una extraña postura "de equilibrio" entre la potestad episcopal y la papal y éstas y la del gobierno: "El Romano Pontífice y los obispos son directores o rectores del culto y de la disciplina, no interventores en ella": "[...] El espíritu de partido que oscurece y desfigura las cosas más claras, ha hecho decir a muchos que por el artículo 123 el gobierno se erige en jefe de la Iglesia, puesto que debiendo intervenir él exclusivamente en el culto y la disciplina externa, quita toda intervención al Santo Padre y a los obispos. Inteligencia más absurda no podía darse a las palabras de la constitución, tanto porque...el adverbio exclusivamente se refiere a los poderes de los estados, como porque esa interpretación supone que el Sumo Pontífice y los obispos son interventores en el culto y la disciplina, lo cual es otro absurdo, pues la palabra intervenir sólo puede explicarse a una persona extraña y ni Su Santidad ni los obispos son extraños al culto...El Romano Pontífice y los obispos son directores o rectores del culto y de la disciplina, no interventores en ella".78 Cuida dejar fuera de la voluntad del prelado el "espíritu de partido", si bien refiere que "[...] ha habido empeño por descubrir herejías en la constitución y...el espíritu de partido abusa de la religiosidad de los fieles".79 Ante la posible objeción de que no todos los autores de derecho público sostienen la división entre disciplina interna y externa, sale al frente del modo siguiente: "[...] Aunque he visto que varios autores reprueban la división de la disciplina eclesiástica en interna y externa, ignoro que sobre ella haya recaído la formal reprobación de la Iglesia. Pero es fácil conocer que el congreso, al usar la frase disciplina externa, no quiso introducir o sancionar esa división en el derecho canónico...sino significar únicamente que la intervención del soberano se ejercería sólo en los puntos de disciplina que digan relación al orden público". Concluye excluyendo en este punto la desobediencia a la ley y dando una sugerencia que aunque en teoría podría ser válida, difícilmente podría ser discutida en las instancias correspondientes, pues requeriría una modificación de la ley fundamental apenas promulgada: "[...] Creo que no tenemos un derecho a la desobediencia, sino 77 Col. 2. Cols. 2 y 3. 79 Col. 3. 78 32 sólo a representar contra el artículo, a pedir su reforma. No dudo que el legislador viendo en esto una cuestión de voces, accediera a sustituir las palabras disciplina externa con estas otras: actos de disciplina que hagan relación al orden público".80 3.- Las libertades y los votos religiosos. A propósito del art. 5° de la nueva constitución que dice: "La ley no autoriza ningún contrato que tenga por objeto la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre por...voto religioso", el anónimo impugnador afirmó: "[...] Vuestra Señoría Ilustrísima asegura que esta disposición es la misma de los cánones reprobados del concilio de Pistoya...81 El público juzgará acaso que Su Señoría se propone calumniar a los autores y defensores de la constitución haciéndoles una falsa imputación. La diferencia, enorme distancia que media entre el artículo constitucional y los cánones de Pistoya, no puede ser más clara. Aquél dispone que la ley civil no autorice el voto de clausura, y éstos que por nadie se tolere. ¿Quién no palpa la diferencia entre autorizar y tolerar, entre la prevención dictada a las autoridades seculares por la constitución y la obligación impuesta a los superiores eclesiásticos por el concilio de Pistoya?" Y entrado en el camino de la interpretación y quizá del deseo de no pocos que desde los últimos años del virreinato criticaban el estilo de vida de los religiosos,82 insinuó, sin decirlo, que tal vez muchos estarían en sus conventos sin haberlo deseado libremente y que por ello los dejarían al no intervenir el gobierno en el cuidado de la clausura: "[...] El que la ley civil no autorice el voto monástico, importa el que los monjes vivan en sus conventos mientras ellos quieran o respeten al menos las censuras eclesiásticas, y el que el obispo no lo permita o que nadie deba tolerarlo, trae consigo la consecuencia necesaria de que sean arrojados de sus conventos. Si fuera cierto que el artículo...sancionaba el canon reprobado del concilio de Pistoya, ya nuestros religiosos habrían sido lanzados de sus claustros; el simple hecho de que no haya sucedido, debe convencernos de que no se ha hecho tal sanción. El artículo constitucional sólo quiere que el voto de clausura no se haga guardar por las autoridades seculares mediante la fuerza física; pero en manera alguna prohíbe que la autoridad eclesiástica lo haga cumplir por medio de excomuniones y censuras".83 80 Ib. Véase p. 10 del presente texto y especialmente las notas 9 y 10. 82 Claro ejemplo de esta postura fue Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), polígrafo mexicano que dejó esta crítica aquí y allá en sus novelas y escritos periodísticos. 83 Pl. 1, col. 3-pl. 2, col. 1. 81 33 Una vez dicho lo anterior, el autor de este escrito solicita que "por el honor de la mitra", el prelado "[...] se digne rectificar su protesta...pues la acusación que Su Señoría hace...de haber incurrido en herejía es demasiado grave, y no siendo fundada, parecerá que el pastor calumnia a las ovejas que debe amar y sobre las cuales ya pesan bastantes culpas sin necesidad de que se les supongan otras que no han cometido".84 Enseguida hizo memoria de que hacía ya tiempo que se había retirado la coacción civil para el cumplimiento de los votos monásticos desde 1833 y "[...] los señores Obispos no solamente no privaron de los sacramentos a los gobiernos que se sucedieron en tantos años y a los que obedecieron la ley, sino que guardaron silencio entonces y últimamente que el presidente actual la restableció".85 Reflexionó más adelante acerca del desprestigio que podría caer sobre el episcopado y la eficacia de las "armas espirituales": "[...] Los que sostienen que la coacción civil es necesaria para la conservación del dogma o de la disciplina...profieren a mi ver principios muy ajenos a la doctrina de la Iglesia, desconocen la naturaleza de esta divina institución y llegan a ponerse en contradicción con el mismo Evangelio...Al hacerlo habría desconocido la eficacia de...armas que por sí solas la sacaron sana, salva y gloriosa de la persecución de todas las potestades de a tierra y doblegaron bajo su yugo la cerviz de sus más acérrimos enemigos".86 A manera de ejemplo de comportamiento de grandes prelados de la antigüedad, el impugnador trae a colación a San Gregorio Magno,87 quien "[...] recibió para que la publicase una ley del emperador Mauricio en que prohibía a todos los militares abrazar la vida monástica; ley verdaderamente injusta, porque no solamente quitaba la coacción civil, como ha hecho el gobierno mexicano, sino que coartaba la libertad personal de toda una clase...Al santo no se ocultó la injusticia de la ley, pero muy lejos de de desobedecerla él mismo o de prohibir a los fieles 84 Pl. 2, col. 1. Ib. Se trató de una de los decretos sancionados por Valentín Gómez Farías, vicepresidente de la República en ausencia de Santa Anna, el 6 de noviembre del año citado. El contexto puede conocerse en: Michael P. Costeloe, La primera república federal de México (1824-1835), FCE, México 1996, capítulo XIV: La reforma de los liberales (1833), pp. 371-411. Una visión acrítica y descontextualizada de la postura de Gómez Farías en el año citado: Vicente Fuentes Díaz, Valentín Gómez Farías. Padre de la Reforma, Comité de actos conmemorativos del bicentenario del natalicio del Dr. Valentín Gómez Farías, México 1981, pp. 95-133. La referencia al "presidente" es respecto a Antonio López de Santa Anna en su último período. 86 Pl. 2, cols. 1 y 2. 87 Nacido aproximadamente en 540. Fallecido en 604. Papa: 590-604, primer pontífice con antecedentes monacales y reformador. 85 34 que la obedecieran, la publicó para su observancia y representó al emperador en términos muy sumisos".88 El autor de la Impugnación, al término de esta parte manifiesta su "extrañeza" a causa de lo que califica de contradicción en la actitud del obispo: "[...] No debo ocultar...la extrañeza que me causa ver que se niega la obediencia al art. 123...porque concede al poder secular la intervención en el culto y disciplina externa y se niega también al 5° porque no da esa misma intervención para mantener a viva fuerza a los religiosos en sus conventos, cosa que a la verdad nada influye en el orden público encomendado al poder civil".89 Cabe, antes de pasar a otro tema, hacer un breve comentario: Se nota en el crítico a la posición episcopal un cierto optimismo con rasgos de exageración en cuanto a la confianza en el gobierno y en su prometedora inacción en materia de exclaustración de los miembros de las comunidades religiosas. Una acción violenta se veía venir desde tiempo atrás; tendría lugar en 1861, cuatro años después del escrito de Caserta. 4.- A propósito de la libertad de imprenta. El tema de la libertad de imprenta, de la circulación de escritos sin previa censura, llevaba ya varias décadas de presentarse en México y, más ampliamente, en el extenso ámbito hispánico. Basta mencionar e invitar a acercarse a los textos las publicaciones de Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano al intervenir en esta polémica de larga duración, entreverada a la pertinencia de lo legislado en la constitución gaditana de 1812 y a la suspensión más de una vez de su vigencia. De hecho, sin embargo, la libertad de imprenta queda acotada a "las ideas políticas" y se remite a leyes secundarias sus "restricciones y responsabilidad".90 Conviene--me parece--citar en toda su amplitud los artículos de 1857 que se refieren a la manifestación de las ideas y a su expresión (6° y 7°) y que están ubicados en la sección relativa a 88 Pl. 2, col. 2. Ib. 90 El artículo 371 de la constitución de Cádiz dice: "Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes". El tema del liberalismo gaditano específicamente en relación con Hispanoamérica ha sido tratado con amplitud en: Roberto Breña, El primer liberalismo español y los procesos de emancipación de América, 1808-1824. Una revisión historiográfica del liberalismo hispánico, El Colegio de México-Centro de Estudios Internacionales, México 2006 y: Manuel Camacho Higareda/ María Cristina Torales Pacheco, Los novohispanos en las Cortes de Cádiz y su impacto en el México nacional, Universidad Autónoma de Tlaxcala, México 2013. 89 35 los "derechos del hombre", sitio novedoso en relación con las constituciones española de 1812 y federal mexicana de 1824 que, desde luego, influye en el modo de asumir e interpretar todo el texto constitucional: " Art. 6° La manifestación de las ideas no puede sr objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa sino en el caso de que ataque la moral, los derechos de tercero, provoque a algún crimen o delito o perturbe el orden público. Art. 7° Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tienen más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. Los delitos de imprenta serán juzgados por un jurado que califique el hecho, y por otro que aplique la ley y designe la pena". En pocos párrafos despachó el asunto. Le parece que hay que tratarlo de idéntico modo al caso del cumplimiento de los votos religiosos: "[...] Al interpretar V.S.I. el artículo relativo...entiende que en lo sucesivo la ley prohíbe castigar al que publique doctrinas contrarias al dogma católico. En primer lugar, aun cuando así fuera, la Iglesia queda expedita para aplicar a quien tal haga la excomunión prevenida por el apóstol San Pablo en el texto que V. S. cita y esa libertad es la única que podemos exigir, pues los castigos de la autoridad civil, por justos, por convenientes que sean, no podemos reclamarlos, mucho menos so pena de privación de los sacramentos".91 Hace alusión enseguida a que se encuentran vigentes leyes secundarias que prohíben la difusión de ideas y escritos "contra la moral", lo que le parece suficiente, aunque incluye una condición de fragilidad: "mientras ellas no se deroguen": "[...] En segundo lugar, el artículo constitucional prohíbe publicar escritos contra la moral: la moral veda lo ilícito; ilícito es lo que prohíbe la ley, y leyes tiene muchas la República que vedan escribir contra la religión: mientras ellas no se deroguen, existe la prohibición que V.S.I. echa de menos." Y propone una interpretación favorable: "[...] No se diga que la constitución ha derogado aquellas leyes, porque al decir que no se publiquen escritos contrarios a la moral, es decir ilícitos, prohibidos por la ley, deja a cargo de ésta designar cuáles son los prohibidos. Cuando se deroguen, pues, las leyes que no permiten escribir contra la religión, será cuando tengan lugar nuestras protestas".92 91 92 Col. 2. Ib. 36 Concluye esta parte con una reflexión acerca de lo que "parecería mejor" y lo que está asentado en el texto de la constitución: "[...] según la constitución, las leyes que prohíban escribir contra la religión no han de ser fundamentales sino secundarias. Supongo que lo contrario fuera mucho más conveniente, mucho más conforme al espíritu religioso de los mexicanos; pero no existiendo, como no existe, disposición alguna de la Iglesia que así lo exija, nuestra desobediencia viene a ser un acto punible de rebelión, que Dios nos ha de tomar en cuenta". 93 5.- Acerca de la supresión del fuero eclesiástico. Don Juan José Caserta pasa adelante en su escrito tocando el punto del fuero eclesiástico. Citó primeramente, la protesta de Espinosa del 7 de febrero de 1855, fecha según parece, equivocada, pues la "Ley Juárez" sobre la reforma en la administración de justicia fue emitida el 22 de noviembre del año citado.94 No obstante, más que la fecha, nos interesa el contenido de la Impugnación en este particular. El autor se inclina preferentemente por la teoría que hace del fuero una concesión del soberano civil y desliza un severo juicio respecto de la postura de las autoridades eclesiásticas mexicanas: "[...] Mucho se ha escrito ya sobre el particular y...me permitiré solamente dos reflexiones. 1a. Jamás se ha citado, porque no existe, resolución alguna de la Iglesia que se infrinja al suprimir el fuero. Se ha traído a colación el canon del Santo Concilio de Trento que prohíbe renunciarlo, como puede hacerlo respecto de cualquiera otra concesión de la autoridad civil; pero ni el canon dice ni se infiere de él, que dicha autoridad no pueda retirar sus concesiones cuando lo juzgue conveniente, aun cuando su juicio fuera erróneo, porque obra dentro del círculo de sus atribuciones" "Concedido por la autoridad secular fue aceptado por la Iglesia, quien prohibió renunciarlo y fulminó excomunión contra los que atentaran al derecho que se le había concedido. Llegó el día en que la autoridad secular creyó conveniente recobrar sus derechos y nosotros le oponemos las palabras de la Iglesia, que no se dirigen a él. Este sofisma, ajeno de la gravedad del asunto y del carácter de las personas que lo vierten, es el único argumento con el que se defiende el fuero".95 A pesar de esa postura, pasa a realizar una "segunda reflexión", que parte de otra hipótesis: "[...] Si efectivamente el fuero eclesiástico no es una concesión de la autoridad civil, sino una institución de derecho divino o eclesiástico, ¿por qué la Iglesia no ha condenado la multitud de autores que 93 Pl. 2, col. 3. El subrayado es mío. Véase mi estudio La diócesis de Guadalajara frente al embate liberal, (ed. electrónica), pp. 4-8. 95 Col. 3. Véase la nota 34 con algunos rasgos de la posición liberal en México en ese tiempo. 94 37 defienden lo contrario? ¿Por qué los Ilmos. Sres. obispos los han dejado circular libremente en manos de todo el mundo?, ¿por qué permiten que a ciencia y paciencia suya se defienda lo contrario, como tesis en los colegios? ¡Inculcamos a la juventud ciertas doctrinas, y después nos escandalizamos, la privamos de los sacramentos si las sostiene!"96 Caserta se detiene más adelante en una exhortación moralista, a modo de resignación ante la legislación promulgada: "[...] Nos queda un recurso para nulificar el artículo relativo de la constitución: conducirnos de manera que jamás se nos lleve ante los jueces seculares. Así evitaremos, del modo más grato a los ojos del Altísimo, que el artículo llegue a tener cumplimiento. Y si a pesar de la buena conducta de los eclesiásticos, si por calumnia o por odio a nuestra clase, alguno de nosotros fuese arrastrado ante los magistrados seculares, como lo fueron los apóstoles y tantos otros Príncipes de la Iglesia, mi humilde opinión sería que siguiendo su ejemplo y el del mismo Salvador, no declináramos su jurisdicción, sino que revistiéndonos de mansedumbre evangélica, diéramos a nuestra clase por medio de la humildad, aquellos triunfos gloriosos que atraían a la Iglesia mil neófitos por cada mártir".97 Reflexionó enseguida en esa línea--"me duelen" escribió--a propósito de "[...] las quejas que algunos eclesiásticos exhalan porque se nos ha privado de voto activo y pasivo en las elecciones, pues ellas prueban a la vez el empeño con que nos mezclamos en las cosas humanas, que distraen de las divinas y el olvido en que echamos las prevenciones de los cánones". 98 Añadió: "[...] no hay una prohibición expresa [en el derecho canónico] de que los clérigos sean diputados; pero en primer lugar es fácil conocer cuán conforme sería esa prohibición al espíritu de los cánones y, en segundo, esa omisión proviene de que no se ha reunido ningún concilio desde que se introdujo el sistema representativo en Europa".99 Da un breve repaso a algunos concilios particulares (los españoles de Compostela y Tarragona) que prohibieron "administrar negocios de los particulares y encargarse de los niños" y citó al concilio de Letrán que "[...] lo mismo que las constituciones apostólicas, [prohibieron] ser procuradores y abogados". Concluyó: "[...] El ejemplo de los cardenales y obispos que han sido ministros de Estado, y el de otros eclesiásticos que en todo tiempo se han consagrado a los asuntos públicos, no prueba que no existe la prohibición, ni tampoco una infracción del canon, pues por el bien público puede hacerse una excepción respecto 96 Ib. Ib. 98 Pl. 3, col. 1. 99 Ib. 97 38 de determinadas personas de capacidad privilegiada; pero la misma excepción no cabe respecto de una clase entera". 100 6.- Propuesta de sustitución de las obvenciones parroquiales. El artículo 13 de la ley fundamental de 1857 mencionaba además de que "[...] ninguna persona ni corporación puede tener fueros", lo siguiente: "ni gozar emolumentos que no sean compensación de un servicio público, y estén fijados por la ley". Como lo hemos anotado en su sitio, Monseñor Espinosa hizo sobre esa parte un comentario puntual. La Impugnación a ese propósito dice: "[...] Al protestar V.S.I...ha entendido que el clero no puede percibir las obvenciones ni las rentas de que subsiste; y en verdad no me parece que debamos sacar esa consecuencia...[más bien] el culto y la administración de los sacramentos están ya reconocidos como un servicio público y su retribución está ya fijada por la ley, pues por leyes se han mandado siempre observar los aranceles".101 Interpreta que la disposición constitucional "[...] se limita a retirar la coacción civil para el pago de las obvenciones cuando los aranceles no hayan sido aprobados por la potestad secular".102 No obstante, va más adelante y hace una interesante propuesta: "[...] No lleve V.S.I. a mal le manifieste que solamente la expresa autorización del Tercer Concilio Mexicano y de la Sede Apostólica vencen mi repugnancia a que se cobre una cantidad determinada por la administración de ciertos sacramentos y que estemos autorizados aun a que se niegue el sacramento mientras no se nos pague. Mi repugnancia proviene del horror con que la Iglesia vio desde sus primitivos tiempos que se exigiera dinero u otro bien temporal por el bautismo, el matrimonio y la sepultura de cadáveres...Cediendo a una imperiosa necesidad, se permitieron por autoridad competente los derechos parroquiales que hoy se cobran en la República, mas hoy creo que podría subvenirse a esa misma necesidad de un modo más conforme al espíritu de la Iglesia y al precepto del Apóstol que impone a los fieles la obligación de sostener a los ministros del culto...Así si en una parroquia que tuviera diez mil feligreses se pidiera a cada uno 100 Ib. Considerando la fecha del escrito de Caserta, es posible que para redactar estos párrafos haya tenido en cuenta la "Ley de derechos y obvenciones parroquiales" del 11 de abril de 1857, que no fue del conocimiento del obispo Espinosa, quien escribió en el mes de marzo. Téngase en cuenta lo que escribí en El incipiente liberalismo: "[...] La materia se consideraba mixta entre el Estado y la Iglesia desde la época virreinal y los aranceles de hecho no se habían revisado desde la época de la independencia. De ahí que por esta razón y desde luego porque convenía en medio de la exaltación política hablar de la condición de los pobres, en los círculos liberales y dentro del mismo congreso constituyente, el tema dio mucho qué hablar y quedó en el tintero la emisión de una ley, la cual podía esperarse en cualquier momento". (P. 235). 102 Pl. 3, col. 1. 101 39 un peso anual, podrían exceptuarse ocho mil pobres, y con los dos o tres mil pesos que se reunieran, se sostendría el culto, el párroco y un ministro, con más decencia que hoy...La Iglesia católica es una sociedad, y la esencia de toda asociación consiste en que sean comunes no solamente las ventajas, sino también los gravámenes, lo cual no se verifica mientras cada uno expense únicamente los sacramentos que reciba...Para colectar la limosna de obvención general, no juzgo necesaria la coacción civil, sino que bastaría instruir a los fieles del pecado que cometían infringiendo un precepto de derecho divino, como hacemos hoy respecto de los diezmos". 103 7.- La problemática en torno a la desamortización de los bienes comunitarios. El prelado de Guadalajara tenía en mente la posibilidad--que se haría realidad en 1859--de la nacionalización de los bienes eclesiásticos mediante una operación autoritaria. Al autor del documento que citamos le parecía remoto el caso. Escribió: "[...] En cuanto a las razones, ejemplos y doctrinas con que Vuestra Señoría prueba que no se deben declarar nacionales los bienes de la Iglesia, me abstengo de hablar, por cuanto Dios Nuestro Señor no ha querido sujetar a esa nueva prueba a la Iglesia mexicana y ha iluminado la mente del gobierno quien felizmente hasta hoy no ha pretendido adjudicar sus bienes a la nación".104 Caserta alude en primer lugar a que Espinosa ha reiterado, en el caso del artículo 27 que retira la "capacidad legal para adquirir en propiedad o administrar por sí bienes raíces" su protesta dirigida a la Ley Lerdo de 1856. En ésta prácticamente se obligaba a las "corporaciones" a desamortizar por sí mismas los bienes raíces y transformarlas en capitales útiles. En el fondo, dado que hacia el futuro se prohibía la adquisición de los mismos, se negaba el derecho de propiedad, considerado irrenunciable por la Iglesia, se negaba la capacidad de poseer: "[...] Espinosa no admite que exista una necesidad económica o social para la desamortización y considera falaces los motivos alegados para la misma. La vinculación de las propiedades, por la que no podrían ser objeto de circulación con desaprovechamiento de su utilidad y en perjuicio del arreglo de la hacienda pública, no sería tal, pues 'la Iglesia vende siempre que hay necesidad o evidente utilidad, lo mismo que hace todo propietario que obra con prudencia y no trata de disipar su fortuna' y bienes amortizados había más 'en la época de la dominación española; sin embargo, la hacienda estaba entonces sistemada, cubría todos los gastos y quedaba un sobrante'...no secundará la ley 103 Col. 2. La coacción civil para el pago de los diezmos, que en sí misma se encontraba decaída, fue retirada legalmente en México en 1833. 104 Col. 2. 40 'mientras el Supremo Gobierno mejicano no solicite y obtenga el consentimiento y aprobación de la Iglesia como verdadera propietaria, ocurriendo a la Santa Sede, como a su vez lo hizo Carlos IV y antes y después otros soberanos católicos". 105 Además, "[...] reconoce expresamente el derecho de la autoridad civil a imponer contribuciones e incluso a disponer de la propiedad de particulares y corporaciones cuando lo exige la autoridad pública; pero considera que estos derechos deben actuarse en los límites de la justicia y no despóticamente. La Iglesia tendría derecho a ser tratada como a todo propietario y no peor". 106 En el cuerpo de su texto, el autor de la Impugnación se dirige al obispo de Guadalajara de esta manera: "[...] Dígnese Su Señoría comparar con atención ambas disposiciones y verá que no solo no son idénticas, sino que ni semejanza guardan entre sí. La ley de junio no mandaba a la Iglesia que enajenaran sus fincas, sino que las vendiera por sí fijando el precio y condiciones de la venta y designando el comprador, mientras que el artículo constitucional sólo prohíbe que las corporaciones tengan fincas, dejándolas en plena libertad para que se deshagan de ellas como a bien tengan. Esta diferencia es esencial, porque pugna con los derechos que da el dominio y lo segundo ha sido hecho por príncipes muy católicos sin contradicción de la Iglesia fundándose en el derecho inconcuso que tiene el soberano para dictar en lo temporal las condiciones de existencia de todas las corporaciones admitidas en el Estado. Los códigos españoles contienen multitud de disposiciones semejantes a la del artículo 27...y nunca se ha dicho que los monarcas que las dictaron debieran ser privados de los sacramentos, desobedecidos, ni aunque se excedieran de sus facultades legislativas".107 Da a conocer que, según sus indagaciones, la disposición constitucional mexicana no responde a "[...]odio a la Iglesia pues [de] lo contrario nos convence la generalidad de su resolución, que comprende aun a las corporaciones civiles dependientes del gobierno". Más bien, afirma, "[...] el origen de esa disposición se encuentra en la multitud de escritos sobre economía política que hemos dejado circular en la república, pues todos, sin excepción de uno solo que yo conozca, 105 Martínez Albesa, p. 1281. Este autor trata ampliamente las objeciones episcopales a la Ley Lerdo. Toca las comunicaciones del arzobispo De la Garza y de Monseñor Munguía y se detiene también con amplitud respecto a la protesta del obispo Espinosa. (Pp.1279-1283).Cita en sus líneas: Protesta contra la Ley de 25 de junio de 1856 (Guadalajara, 21 de julio de 1856), en: Comunicaciones cambiadas entre el Excmo. Sr. Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos y el Ilmo. Sr. Obispo de Guadalajara, con motivo de la ley de desamortización sancionada en 25 de junio de 1856, Guadalajara 1857, pp. 5-9. Respecto a Don Clemente de Jesús Munguía, véase mi libro El incipiente liberalismo, pp. 188-196. 106 Martínez Albesa, p. 1283. (Citas de las pp. 46-48 del documento de Espinosa). 107 Pl. 3, col. 3. 41 inculcan como un axioma de la ciencia, la necesidad de evitar la amortización de bienes raíces y de desamortizar los que ya la hubiesen sufrido".108 Alude al Concilio de Trento, citado a favor de la intangibilidad de la propiedad eclesiástica afirmando: "[...] El Concilio, con la previsión propia de la infalibilidad, con la sabiduría propia del Espíritu Santo que le inspiraba, prohibió usurpar e invertir en usos propios los bienes de la Iglesia...pero en ninguna parte dijo que no se ocuparan por causa de utilidad pública, ni mucho menos prohibió que la Iglesia vendiera sus fincas, que es lo que dispone la constitución." Y apostrofó con energía: "[...] ¡Cuán errados caminan los que creen agradar a Dios haciendo interpretaciones falsas y absurdas aplicaciones de sus santas doctrinas! ¡Cuánto desacreditan a la Iglesia los que para defender sus intereses recurren a la impostura y a la calumnia! Nada hay que empañe tanto la verdad, como el querer realzar con la mentira su brillo refulgente".109 8.- La libertad de enseñanza y la "religión del país". De longitud mucho menor, en comparación con los temas que hasta aquí hemos referido en el documento del padre Caserta son las líneas que dedicó a las temáticas de la libertad de enseñanza y al silencio constitucional respecto de la religión católica como oficial o al menos como sociológicamente mayoritaria en la población mexicana. Quizá a causa de la cercanía de tema de la enseñanza y el de la libertad de expresión y prensa, fueron solo unos pocos renglones los que dedicados al artículo 3° constitucional. Expuso su peculiar interpretación de la letra del texto legislativo: "[...] Por el artículo 3° en que la enseñanza 108 Col. 3. Es indudable que en México se conocía el modo de pensar de los economistas políticos de la primera generación (William Petty, Adam Smith, David Ricardo y otros) y de la segunda (Jean-Baptiste Say, Thomas R. Malthus, J. Stuart Mill, John Ramsey y otros) a través sobre todo de ediciones impresas en Filadelfia o en París. He comprobado la existencia en bibliotecas eclesiásticas de la época de los volúmenes del Tratado de economía política o simple exposición del modo con que se forman y consumen las riquezas de Juan Bautista Say, traducidos al castellano, (Imprenta de Collado, Madrid 1816). El ejemplo de la desamortización de los bienes comunales en España sobre todo por medio de la Ley Mendizábal de 1836 y la Ley Madoz de 1855 influyó sin duda en la legislación liberal mexicana. Madoz, al igual que Lerdo, pensó de modo idealista en que por este medio se crearía una nueva clase de pequeños propietarios productivos que, además de ayudar a la economía general, en el renglón político favorecerían a los gobiernos liberales. En el caso mexicano se ha dicho también que se tuvo en mente a los prósperos granjeros estadounidenses. La realidad fue otra. Respecto a España (y podemos parangonar el caso mexicano): "[...] la desamortización significó el mantenimiento de la misma estructura latifundista de la propiedad agraria...Sus víctimas fueron, además de la Iglesia y los municipios, grandes masas de campesinos proletarizados...En ello se ha visto parte del origen de las rebeliones campesinas, de su acercamiento al carlismo en unas zonas y al anarquismo en otras". (Texto de la página electrónica Scribd. Consulta: 3 de enero de 2015). 109 Pl. 3, col. 3. 42 se declara libre, se ha creído que pueden enseñarse cuantas doctrinas se quiera contrarias al dogma católico. La segunda parte de este artículo que dice: 'La Ley determinará qué profesiones necesitan título para su ejercicio y con qué requisitos se deben expedir', prueba evidentemente que la libertad de enseñanza se refiere a las personas que han de darla, no a las materias que se enseñen. ¿Quién de buena fe puede creer que esa libertad se extendiera hasta enseñar a los niños el robo, el asesinato y la blasfemia? Para interpretar así una ley se necesita una maligna prevención." Y continuó: "Como están vigentes muchas leyes que prohíben enseñar doctrinas contrarias a la religión, nuestra conciencia debe estar tranquila con respecto al artículo 3°. Si alguna vez se derogaren esas leyes, entonces será cuando debamos hacer nuestras protestas".110 A modo de continuidad entre lo expresado sobre la enseñanza, el texto que tenemos delante expresó: "[...] Otro tanto debe decirse respecto de la omisión que se nota en cuanto a la religión del país. En la constitución no se expresa cuál es ni si ha de ser exclusiva; pero uno y otro se explica muy clara y terminantemente en muchas leyes de los códigos. Por manera que la novedad que hoy se ha hecho consiste en que la ley que adopta para el país la religión católica y declara exclusivo el ejercicio de su culto, no es fundamental sino secundaria. ¿Se opone esto a la disposiciones de la Iglesia? Enséñeseme la que se infringe".111 Al detenerme en estos párrafos no puedo dejar de contrastarlos con los que se han referido a otras materias. Tal parece que el autor de la Impugnación mostró aquí cierta ingenuidad, excesivo optimismo en los legisladores de 1857 o cansancio reflexivo, pues, ¿en qué se fundamentarían leyes secundarias que estuviesen en contraste o que fueran más allá del texto constitucional y de sus líneas inspiradoras? Es cierto que en el Congreso Constituyente se debatió entre la aceptación de "proteger" el catolicismo y la libertad de cultos sin más y que la gama de opiniones fue tan amplia y el calor de la controversia tan subido que se prefirió silenciar el punto, pero desde el punto de vista que hoy nos favorece y teniendo conocimiento de lo que pasó después, la postura de Caserta resulta demasiado débil.112 Es más, aun sin cometer anacronismo alguno, podemos 110 Pl. 4, col. 1. Ib. 112 Francisco Zarco escribió en la Historia del Congreso Extraordinario Constituyente: "La indecisión...a no decidirse por consignar ni por la libertad de cultos ni la confesionalidad del Estado lo ha dejado sin brújula, sin guía, sin plan, en las cuestiones religiosas, en las eclesiásticas y en las que se refieren a la intervención del Estado en el culto y en la disciplina externa. Los espíritus se pierden ya en contradictorias interpretaciones; quién entiende que existe el patronato, que el poder federal reasume las regalías de la corona y que la religión católica usa el exclusivismo que antes tenía; quién supone que el silencio de la Constitución es la declaración del indiferentismo del Estado; quién cree, en fin, que como la Ley 111 43 decir que era relativamente sencillo en su tiempo pulsar que la opinión dominante en los legisladores era favorable a la libertad de cultos y que tarde o temprano ese régimen se aprobaría. Además, como que el "pulso de los tiempos" apuntaba hacia allá. Sería más sencillo derogar la legislación secundaria existente en la materia que redactar nuevos textos legislativos. 9.- ¿Obedecer o no a los obispos? Aunque parece que la materia ya hubiese sido agotada, el polemista continuó exponiendo sus sentimientos y junto a ellos, sus puntos de vista. Le hace ver al prelado "el tormento de su espíritu" a causa del "juicio que se ha formado de la constitución", sobre todo "[...] cuando me veo precisado a denegar los sacramentos a los que la han jurado, siendo así que estoy en la persuasión de que pecarían gravemente si no lo hicieran" y agrega: "[...] Para normar mi conducta he procurado inquirir la verdad hasta donde mis escasas luces me lo han permitido, con la imparcialidad propia de mi estado y el ahínco del que con sinceridad desea conocer sus obligaciones para responder ante Dios de su cumplimiento..."113 Poco más adelante hace una reflexión acerca de lo que considera abuso en materia de excomuniones: "[...] Ya desde la guerra de independencia, los prelados mexicanos, al fulminar excomuniones contra los independientes, dieron prueba de que no siempre saben sobreponerse a las preocupaciones de su época...Abusando del poder que les concedió la Iglesia, sólo consiguieron hacer sangrienta y prolongar aquella guerra de exterminio, a la vez que quitar todo su prestigio a las penas eclesiásticas". Y teniendo sin duda en cuenta la experiencia de su propia vida, expuso lo siguiente: "[...] Tal vez, como entonces sucedió, dentro de algunos años bendecirán la constitución los que hoy han prohibido que se jure. Tales son las consecuencias de un celo excesivo e impremeditado".114 En el párrafo siguiente hace ver que a excepción del obispo de Guadalajara y de Monseñor de la Garza, metropolitano de México, "[...] los demás diocesanos han declarado ilícito jurar la Fundamental no lo prohíbe, es libre el ejercicio de todos los cultos". (P. 1265 de la edición de 1956. Cita en: Martínez Albesa, p. 1324.) 113 Pl.4, col. 1. 114 Ib. De manera magistral ha sido estudiado el tema de los sermones tanto antiinsurgentes como laudatorios a los personajes que intervinieron en la lucha por la independencia en: Carlos Herrejón Peredo, Del sermón al discurso cívico. México, 1760-1834, El Colegio de Michoacán/ El Colegio de México, Zamora/México 2003, en especial la Tercera Parte: Del púlpito político a la tribuna, pp. 283-366. 44 constitución sin explicar absolutamente los motivos"115. Hace de inmediato una reflexión a partir de la doctrina teológica sobre la infalibilidad de la Iglesia, tal como se encontraba en el año en el que escribió. De hecho--explicó--los obispos particulares tendrían que explicar los motivos de la exigencia de obediencia y el hecho de no hacerlo "basta para que no deban ser obedecidos". Pues, "[...] la Iglesia, única a quien Dios concedió la infalibilidad, no tiene necesidad de explicar nunca la razón de sus resoluciones, porque no puede errar; mas los prelados separadamente, como que no recibieron aquel don, deben fundar sus determinaciones, pues no tienen más fuerza que la de las razones en que las apoyan".116 Compara el "precepto divino" de obedecer a las autoridades legítimamente constituidas con la fuerza de la motivación para desobedecerlas en el caso preciso en el que se ha pedido esa acción: "[...] Ahora...se trata de infringir un precepto divino, el que nos manda obedecer a las autoridades superiores, y como a ese precepto solo en un caso es permitido faltar, cuando la autoridad manda algo contra la ley de Dios, se hace indispensable saber si la constitución contiene algo contra ella".117 Una vez asentado el principio general, baja al caso concreto de lo que el arzobispo de México ha dicho a este propósito y a la situación que, según él, han provocado sus palabras: "[...] El Señor arzobispo asegura que [la constitución] contiene principios contrarios a los de la Iglesia; mas, ¿qué garantía tenemos de que no se haya engañado, cuando Dios no le ha concedido la infalibilidad? Para infringir un precepto divino no basta que un metropolitano nos lo mande; es necesario que se nos demuestre haber llegado el único caso de excepción". De esa actitud le parece que ha surgido una confusión muy difundida y riesgosa: "[...]El silencio del Sr. arzobispo ha causado además otro perjuicio. Cada uno, queriendo encontrar en la constitución las herejías que él indica, se fija en diferente artículo, inventando los argumentos más ridículos para probar que todos son heréticos. Y a la verdad son disculpables los que así discurren, pues Su Señoría, no limitando su reprobación a ciertos artículos, da a entender que todos, desde el primero hasta el último, son contrarios a las doctrinas de la Iglesia".118 115 Pl. 4, cols. 1s. Col. 2. 117 Ib. 118 Ib. A propósito de esta postura de Caserta (pues él no fue el único en sostenerla), Monseñor Munguía escribió en Coyoacán el 16 de mayo de 1857 un documento: Circular explicando el sentido de sus circulares expedidas con motivo del juramento de la Constitución contra la falsa inteligencia que se les ha pretendido dar en algunos impresos. En él dice, por ejemplo, estableciendo la distinción entre el orden moral y el jurídico: "[...] Puede haber oposición y de hecho la ha habido en diversos tiempos entre las leyes humanas y las leyes divinas. Si en este punto no hay más que obedecer al César, porque a él y sólo a él le toca fijar la licitud de la ley, la Iglesia no vale nada, la Iglesia está por demás; todo el orden moral está intervenido por el poder civil". (n 28) (Cita en: Martínez Albesa, p. 1616.) 116 45 Y pone dos ejemplos de confusión en esta materia: "[...] Párroco ha habido que ha protestado no obedecer la ley de registro civil por ser contraria a la religión. V. S. Ilma., arrebatado por ese celo religioso que lo distingue, por ese celo infatigable en defender los derechos de la Iglesia, reconvino a un gobernador porque no procedía contra un orador que había proferido algunas herejías, olvidando que la herejía es delito eclesiástico, cuyo conocimiento corresponde exclusivamente a los obispos".119 Continuó su crítica a la posición del arzobispo De la Garza con extraordinario vigor. Considera que, "[...] como solamente declaró ilícito jurar la constitución, muchos empleados y ciudadanos han creído que pueden obedecerla, cumplirla y hacerla cumplir, con tal de no jurarla...Parece que el Sr. arzobispo solo quiso que se omitiera la superflua ceremonia del juramento prevenido a ciertos funcionarios y que está conforme en que se obedezca y cumpla la constitución por todos los ciudadanos. Entre ambas cosas hay una manifiesta contradicción, que hace inexplicable la conducta del metropolitano".120 Ya el autor de la Impugnación había hecho referencia al "espíritu de partido" aplicado a miembros del episcopado. Acercándose al final de su escrito recrudeció su crítica aludiendo además a situaciones inherentes a la agitación de los tiempos vividos por el país y sus instituciones: "[...] La guerra civil, las disputas religiosas, los ataques dados a la Iglesia mexicana y el combate continuo de intereses y tendencias opuestos ha hecho que el celo religioso de algunos prelados se exalte al extremo de extraviarlos en sus acciones y doctrinas". 121 Trajo de nuevo a colación las excomuniones en la etapa del movimiento de independencia y "[...] los obsequios que el Ilmo. Sr. Vázquez [obispo de Puebla]hizo y recibió del enemigo de la patria que lo era también de la religión".122 De mayor actualidad fue el asunto de la "revolución de Zacapoaxtla", sobre la 119 Pl. 4, col. 3. En atención a la lógica, adelanté esta cita. Col. 2. 121 Ib. 122 Ib. Sin duda esta referencia es a la entrada del general Worth a la ciudad de Puebla el 15 de mayo de 1847. Se ha difundido sin comprobarse, que Monseñor Francisco Pablo Vázquez ofreció un "Te Deum" a los invasores y que el clero apoyó la ocupación. Esta difusión la hizo principalmente el conocido México a través de los siglos (4° tomo), Ballescá/Espasa Editores, Barcelona/México 1888, p. 639: 2[...] Los antiguos mexicanos que tenían mayor fe en Huitzilopoxtli que nosotros en Jesucristo, se defendieron de los denodados conquistadores de una manera que nos hacia avergonzar en una guerra que manteníamos con aventureros americanos. sus sacerdotes, más patriotas que los nuestros, tomaron las armas y perecieron bajo las ruinas del gran Teocalli...Nuestro sacerdocio, nunca tan dueño de su pueblo como el sacerdocio mexica se distraía, quizá por eso, en menos levantadas empresas".Sin embargo, José María Roa Bárcenas en sus Recuerdos de la invasión norteamericana (1846-1848), tomo II (Editorial Porrúa, México (2) 1971, dice solamente: "[...] Las campanas guardaban silencio y los templos permanecían cerrados por disposición del 120 46 que hasta la fecha permanece la duda del apoyo del obispo Labastida de Puebla y de la reacción del presidente Comonfort de intervenir los bienes eclesiásticos de la diócesis y posteriormente de expulsarlo del país. La energía con la que redactó estas líneas es extraordinaria y hace eco de la opinión más común en los ambientes liberales del momento: "[...] El Sr. Labastida...suministra recursos para una revolución apenas iniciada y en vez de excusarse de su yerro, asienta para defenderse una doctrina subversiva y reprobada. Sostuvo que había obrado bien porque había prestado dinero a un gobierno establecido. ¡Gobierno establecido el que no había triunfado todavía! ¿Quién que haya leído algún moralista no sabe que a todo gobierno se le debe obediencia mientras no sea derrocado aunque mil revoluciones proclamen su caída? Con la doctrina del Sr. Labastida cualquiera puede favorecer clara y abiertamente con gente, armas o dinero, el motín más insignificante que se apodere de algún pueblecillo, con solo llamar gobierno establecido a sus autores. No, ese principio justifica la traición y es subversivo de todo orden y moralidad. A nadie puede ocultarse que mientras la revolución de Puebla no habría triunfado del presidente Comonfort, él era el gobierno establecido y legítimo y cuantos favorecieran a los revolucionarios eran sus cómplices, cometían el crimen de traición y se hacían reos de muerte". 123 Una vez desahogado ese asunto, el autor de las líneas que nos han ocupado se dirige a concluir, no sin antes escribir una especie de miniprólogo: "[...] Del fruto de mis estudios, que tan extensamente he expuesto a V.S., he venido a deducir lo siguiente: El derecho divino nos previene obedecer a la autoridad secular en cuanto nos mande y no sea contrario a la ley de Dios. "La constitución publicada este año nada contiene que sea contrario a ella; por consiguiente, debe ser obedecida y en tal caso no solamente es lícito jurarla, sino que infringen la ley divina cuantos se nieguen a ello. "Los prelados de la república, sin decir unos la razón y otros alegando razones que no convencen o notoriamente equivocadas, declaran ilícito el juramento y avanzan a prohibir que se den los sacramentos a los que lo presten, si antes no se retractaren. obispo...A otro día de la entrada se abrieron las iglesias por excitativa de Worth, quien con su estado mayor visitó al obispo (I.S. Vázquez); y al pagarle la visita media hora después el prelado, recibió de la guardia honores de general, acompañándole a su regreso el jefe y sus ayudantes hasta la puerta del obispado". (Pp. 140.141). En el Diccionario Porrúa se lee: "[...] El sentimiento que le causó la invasión americana agravó su enfermedad". (P. 3688). Casi casualmente llegó a mis manos un artículo sobre el asunto: R. A. Tapia, El clero y la derrota de 1847, Montezuma (Revista del Pontificio Seminario Nacional Mexicano) 203 (mayo de 1960), pp. 281-292. 123 Pl. 4, col. 3. 47 "El precepto del derecho divino se halla pues en contradicción con el de los obispos mexicanos".124 Presenta su caso de conciencia perpleja:125 "[...] ¿Cuál deberá ser en tal conflicto la conducta de nosotros los simples sacerdotes?..¿Cuál será nuestra responsabilidad ante Dios?" Y hace una alusión personal sintiéndose más infeliz que quienes viven en "ignorancia invencible": "[...] Felices los sacerdotes que viven en una ignorancia invencible acerca de sus deberes en la ocasión presente! Por primera vez me arrepiento de haber hecho extensivos mis estudios a más de lo estrictamente necesario para el desempeño de mi ministerio".126 Da fin a la larga Impugnación exhortando al obispo a reconsiderar su postura y dejando caer una invectiva con caracteres dramáticos al estilo de los profetas veterotestamentarios: "[...] No sea que en un exceso de celo nos extravíe porque todo el que se aparta del camino recto perecerá. Si no hemos tenido razón para desobedecer a las autoridades que Dios ha establecido; si injustamente negamos a las almas el pasto espiritual que para su alimento puso en nuestras manos, si imprudentemente encendemos una guerra civil con todos los horrores y desastres propios de las contiendas religiosas; si por ostentar una firmeza imprudente en puntos en que lícitamente podemos ceder, amos lugar a que la Iglesia católica pierda para siempre la república mexicana; si por fin somos nosotros mismos la causa de que avance sobre la nación ese protestantismo próximo a invadirnos por el Norte, ¿qué descargo daremos en el día terrible en que se nos pida estrecha cuenta del uso que hayamos hecho del poder de atar y desatar que se nos ha confiado?127 En vano los súbditos querríamos disculparnos con los superiores; en vano estos alegarían las preocupaciones de la época, la exaltación de las disputas y el exceso de celo religioso. Todas esas excusas se convertirán en cargos y la sangre que por nuestra culpa se haya derramado y las almas que por nuestra causa se hayan perdido, clamarán contra nosotros y sus clamores serán escuchados". 124 Pl. 4, col. 3. De acuerdo a la teología moral tradicional, cuando existe la perplejidad entre realizar un acto u omitirlo o bien entre realizarlo de una manera o de la contraria. 126 Col. 3. 127 Caserta alude al texto evangélico sobre la potestad espiritual de atar y desatar otorgado a Pedro: "Jesús le dijo:...Yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no podrá con ella. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo". (Mt 18, 18s). 125 48 Concluye su escrito al modo de una carta personal: "[...] Dios Nuestro Señor guarde a V.S. Ilma. muchos años, ilumine su entendimiento y le conceda su divina gracia para el gobierno de la Iglesia en tan difíciles circunstancias".128 128 Pl. 4, col. 3. 49 IV EL OBISPO DE GUADALAJARA VUELVE A LA PALESTRA. LA CARTA PASTORAL A LOS SACERDOTES DEL 8 DE JULIO DE 1857. 50 51 1.- Motivación fundamental. No cabe duda que la difusión que recibió al ser publicada en medios oficiales la Impugnación dirigida a Monseñor Pedro Espinosa hizo mella en el ambiente público y también entre el mismo clero. Según datos recabados de la prensa del tiempo, había sacerdotes en distintas partes del país dispuestos a absolver sacramentalmente sin solicitarles la retractación a quienes se presentaran exponiendo que habían hecho el juramento a la constitución: "[...] Tal es el caso, por ejemplo, del presbítero Plácido Anaya, que se anunció en 'El Horóscopo de México' como dispuesto a dar los sacramentos...[aunque] se retractaría el 13 de abril de 1859; asimismo, en el 'Trait d'Union' se hablaba de sacerdotes 'de ésos que no pertenecen a la aristocracia de la Iglesia', dispuestos a absolver a juramentados y, por su parte, 'La Luz de la Libertad' de Colima subrayaba, bajo el titular 'Anarquía', que existía división en el clero respecto a la constitución...[Por otra parte], como voz de alerta para los católicos, el periódico católico 'La Cruz' reunió las críticas fundamentales contra la constitución en los números publicados entre el 23 de abril y el 4 de junio del mismo 1857". 129 El asunto, pues, se presentaba apremiante y la lógica conducía a que don Pedro Espinosa, que había sido aludido de manera personal por el "cura de Jalisco" tomara cartas en el asunto. Por medio de un documento titulado Carta pastoral del Ilmo. Señor Obispo de Guadalajara a los sacerdotes de su diócesis relativa a la impugnación que se ha hecho de su protesta de 21 de marzo de 1857130, entró en la lid. Después de nombrar genéricamente a los miembros del clero de su diócesis y formular un deseo de "salud y paz en Nuestro Señor Jesucristo," puso como modelo a seguir y "reglas para normar [la] conducta en el desempeño de su oficio pastoral" una larga cita de la carta de San Pablo a 129 Martínez Albesa, pp. 1553s. Dice en la nota 7 de la p. 1554: "Las tres referencias se publicaron en 'La Luz de la Libertad', I, n. 89 (Colima, 25 de abril de 1857), p. 4...La noticia de Anaya se publica bajo el título 'Un verdadero sacerdote'". 130 Tipografía de Rodríguez, Guadalajara 1857, 56 pp. (En su página 2 se lee: Responsable: Dr. Francisco Arias y Cárdenas. Se trata del Secretario de la Mitra.) He utilizado para el presente trabajo un folleto original, facilitado por la Licenciada Glafira Magaña del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara. 52 Timoteo: "'Predica la divina palabra; insta oportuna e importunamente; reprende, ruega, amonesta...Porque llegará tiempo en que los hombres no sufrirán la doctrina sana...antes bien, amontonarán maestros conforme a sus deseos; y con el empeño de que suenen en sus oídos doctrinas favorables, los apartarán de la verdad y los aplicarán a las fábulas' (2 ad Tim. 4)".131 Con dramatismo anuncia: "[...] Estos tiempos han llegado ya."132 Y pone como prueba que a la hora que los obispos del país han hablado en cumplimiento de su deber a propósito de "[...] la ilicitud del juramento general que se prescribe en el artículo transitorio de la nueva constitución, no falta quien pretenda que, no explicando los Prelados los motivos de sus resoluciones, eso basta por sí solo para que no deban ser obedecidos: ¡como si la Escritura santa, o los Concilios, o los Sumos Pontífices o los santos Padres, o el sentir común de los fieles hubiese hecho depender de esa manifestación la obligación de obedecer a los pastores en sus respectivas Diócesis! Se dice también que las determinaciones de estos no tienen más fuerza que las de las razones en que se funden, lo mismo que pudiera decirse de las del último de los fieles y aun de las de cualquier hereje y hasta del ateo...[olvidando] que no los sabios del mundo, no los cuerpos científicos por más ilustres que sean, no las asambleas legislativas sino los obispos, son los que Dios ha establecido para examinar y vigilar la doctrina y advertir a los fieles de cualquier error".133 De inmediato asume el asunto de la infalibilidad y su relación con la autoridad y la obediencia: "[...] Se quiere hacer como dependiente la autoridad de la infalibilidad, para que de esa manera desaparezca la de cada Prelado en su Diócesis y acabe junto con ella la obligación que tienen los fieles de escucharlo con docilidad como a su pastor..."134 Una vez hecho ese exordio va directamente, con un argumento ad hominem, al encuentro de quien escribió la Impugnación: "[...] Habréis visto ya...estampada tan perversa doctrina en una carta anónima que se supone dirigida a Nos por un sacerdote de esta diócesis y de la que hasta la fecha no hemos tenido más noticia que la que da el periódico El Siglo XIX, publicándola en su núm. 3161". 135 Se queja de que no se haya acercado el sacerdote de modo personal, sobre todo porque en su texto habla de que necesita tranquilizar su conciencia: "[...] Nada más natural que procurar 131 P. 3. Cito de acuerdo a la versión usada por el obispo Espinosa. P. 4. 133 Pp. 4s. La enumeración: "Escritura Santa, Concilios, Sumos Pontífices, Santos Padres y el sentir común de los fieles" es la de las fuentes básicas de la autoridad reconocida de la Iglesia por su propia autoconciencia dogmática e histórica. 134 P. 5. 135 Pp. 5s. 132 53 una conferencia con su Prelado, quien a nadie se niega y mucho menos tratándose de negocio de tanto interés para el bien de su propia alma y de las que le ha encomendado la Divina Providencia; o bien dirigirle en lo particular esa misma carta y por supuesto firmada, como hace cualquiera que si presumir de sus propias luces aspira al descubrimiento de la verdad y desea con tal motivo entrar en discusión".136 El obispo, dirigiéndose a su impugnador, le hace ver que la posición del episcopado no le acarrea "ningún bien temporal", que siendo la mayor parte de la prensa de línea liberal, recibe de ella insultos "y que en alguna parte les amenazan persecuciones y destierros". De ahí debería comprender que "el no esperar nada que les halague da y no puede menos que dar mucho peso a su sentencia. Esto debía llamarle la atención y no fiarse tanto de su propio juicio ni creerlo tan seguro".137 Le reclamó el hecho de que haya dado a la prensa su escrito para su circulación "por toda la República...sin cuidarse siquiera de enviar uno de los ejemplares...a ese mismo Pastor a quien quiere convencer..."138 Basándose en esa manera de actuar consideró que convenía usar "la misma publicidad" para dirigirse al clero de la diócesis conforme "lo exige nuestro ministerio". Exhorta a advertir "a los fieles que no escuchen a esos hombres sin misión que quieren ahora colocarse en lugar de los legítimos pastores"139 2.- Los argumentos sobre las áreas de autoridad. Concluido ese exordio, entró de lleno a la materia de la polémica aludiendo al caso del artículo 123 sobre la intervención en la "disciplina y el culto externo". Aunque no lo afirma de modo expreso, late en el fondo, junto con otras áreas de preocupación, que la capacidad de adquirir y administrar bienes temporales se encuentre entre los elementos de la "disciplina externa": "[...] Para sostener este artículo contra lo que dijimos al Supremo Gobierno nacional...asienta el autor...que por derecho natural es atributo inherente a la soberanía la facultad de intervenir..." Considera erróneo ese aserto que "la fe católica repugna y desecha", pues "echa por tierra el dogma católico de la soberanía e independencia del reino que Jesucristo vino a establecer sobre la tierra" y lo ve "del gusto del hipócrita jansenismo", de los seguidores de "los errores de Lutero y 136 P.6. Ib. 138 Pp. 6s. 139 Pp. 7s. 137 54 Calvino...[y] de los incrédulos y filósofos".140 Le parece especialmente repugnante la referencia que a modo de prueba hizo el autor del documento de Reyneval, que considera "la creencia [como] simplemente una operación intelectual". Escribió el obispo: "[...] El primer acto de la fe, desde que deja de limitarse a una simple operación intelectual, es el de confesar a Jesucristo delante de los hombres (Mt 10,32), la profesión exterior de nuestra fe, el símbolo de ella o lo que llamamos el Credo".141 En forma directa critica al que considera ciego y "presumiendo de sus propias luces y de haber hecho extensivos sus estudios a más de lo estrictamente necesario para el desempeño de su ministerio" y calificó al citado autor Reyneval como un "publicista, y publicista que está muy lejos de figurar en primera línea".142 Admite--y es una noticia de interés--que Reyneval fue "por mucho tiempo el texto de asignatura en nuestras aulas, [pero] para adoptarlo no se contó con la aprobación del Ordinario, cuando en ellas había servido antes y por muchos años de texto la Teología Lugdunense prohibida por decreto de 17 de diciembre de 1792 y cuando no ha muchos días servía el Ahrens, proscrito igualmente por decreto de 9 de febrero de 1842, lo que prueba que no siempre ha sido muy acertada la elección de textos de asignatura en nuestras aulas".143 140 P. 8. P. 9. 142 Ib. En la época se consideraban "publicistas" quienes, sin ser propiamente filósofos, teólogos o pensadores originales, escribían en forma más o menos sencilla y difundían teorías y doctrinas en línea de modernidad. De modo especial existieron dentro de la corriente galicana (por ejemplo el abate Grégoire o De Pradt) pero también en la corriente ultramontana, favorecida en los ambientes hispanoamericanos en los pontificados de Gregorio XVI y Pío IX y el embate de los liberalismos, como Jaime Balmes y sin duda Clemente Munguía. 143 Ib. Gérard de Reyneval (1736-1812) fue autor, entre otras obras, de Instituciones del derecho natural y de gentes, Masson e hijo, París 1825 (Edición original en francés: Institutions du droit de la nature et de gens, Rey & Cravier, Paris 1803) que tuvieron mucha difusión como textos académicos. (Los ejemplares de la Universidad de Michigan y de la de Princeton, respectivamente, pueden consultarse completos en formato electrónico en: Halhi Trust Digital Library). Acerca de las Instituciones Teológicas Lugdunenses, originalmente suscritas por el arzobispado de León (España), está a la mano completo en formato electrónico (Google eBooks) el Examen del Curso de Instituciones Teológicas del Arzobispado de León, conocidas bajo el nombre de Teología Lugdunense, Oficina de Francisco Martínez Dávila, Madrid 1825. En la "Advertencia del editor" leemos: "[...Es] una teología solemnemente condenada por la Silla Apostólica y los obispos de Francia, Italia y Alemania...y muy alabada por los Protestantes y sabios del día, no puede engañar ya más que a los que quieren el engaño y se obstinan en él". En la bibliotecavirtualmadrid.org se encuentran por lo menos 8 páginas de la revista mensual La censura de Madrid (año II, n. 20, febrero de 1846) que reproducen párrafos del Examen antes citado. En este Examen se critica, por ejemplo, la manera como por exceso o por defecto se utiliza la autoridad de San Agustín, Santo Tomás o el Concilio de Trento. Transcribo dos elementos: "[...]Argumento de su poca sinceridad que convence que no se ha propuesto...la sólida instrucción de la juventud sino otros fines peligrosos, es la desigualdad con que instruye en unas materias y en otras no". (N. 19). "[...] La biblioteca que propone a sus discípulos...convence también de poca ingenuidad, por no decir de conocida y refinada malicia. Propone...más de cien obras cuyo veneno es conocido y así en España muchas de ellas están enteramente condenadas, otras tachadas y otras detenidas hasta ser examinadas con diligencia". (N. 23). Heinrich Ahrens (1808-1874), filósofo fichteano y jurista, publicó un Cours de droit 141 55 En continuidad con su crítica a aquello de "simple operación intelectual", interroga: "[...¿Es...]la consagración? ¿lo son los ritos y ceremonias, las oraciones, el altar, la imagen de Jesús crucificado..?¿...la Sagrada Biblia y su lectura...el símbolo y ´profesión de nuestra fe..? ¿o porque...no son cosas y operaciones simplemente intelectuales, están sometidas a la autoridad pública?...Si tal fuera, el príncipe sería cabeza de la Iglesia, ésta dejaría de ser la congregación de los fieles regida por Cristo y el Papa su Vicario...sería Iglesia ministerial, Iglesia nacional, sería todo lo que se quiera, mas no Iglesia católica que es la que confesamos en el Credo y la que reconocimos como única verdadera cuando fuimos bautizados...Desde que una sociedad cualquiera que sea llega a ser intervenida por otra autoridad, deja por el mismo hecho de ser independiente...¿Qué dijera el impugnador de nuestra protesta...si la Iglesia a su vez pretendiera ejercer igual intervención en las cosas del Estado?".144 Para reforzar su aserto, el prelado refiere el dicho del obispo Jerónimo Bossuet, preceptor del delfín de Luis XIV, "[...] precisamente en la Defensa de la declaración del clero galicano" acerca de la superioridad de la dignidad del sacerdocio a la misma dignidad real y afirmó: "[...] Si pues la potestad más sublime y excelente no puede arrogarse ese derecho sobre la menos digna, ¿cómo o por qué se lo ha de arrogar ésta sobre aquella?...Solamente en una época en que no se quiere pensar más que en el interés político...se le puede decir a un obispo que desde que la creencia naturel, Paris 1839. Su importancia es tal que se han hecho ediciones facsimilares recientes (p. e.: Bilio Bazaar, 2009. Kessinger Legacy Reprints, 2010 (en francés)). En Google eBooks puede leerse completo el volumen II de: Curso de Derecho natural o de Filosofía del Derecho formado con arreglo al estado de esta ciencia en Alemania, Boix Editor, Madrid 1841. Transcribo algo que puede haber motivado su prohibición eclesiástica: "[...] Esta teoría [la teológica sobre el origen de la sociedad, de Meistre y Bonald, entre otros] no sólo se pone en abierta oposición con los acontecimientos más importantes ocurridos en los tres últimos siglos y cuya influencia ha penetrado ya la vida de los usos y costumbres de muchos pueblos, sino que por sí misma es incapaz de comprender las vías de la divina Providencia a quien debería acusar de impotencia, pues no ha podido hacer que sean respetadas las leyes eternas e inmutables que ella dio a la sociedad, las cuales precisamente han sido desatendidas por las naciones que más se han adelantado en la cultura humana. Todo por el contrario, se explica y se encadena en la historia, cuando se considera la vida de los pueblos como un proceso gradual hacia la razón y la libertad, bajo la dirección y conforme a la voluntad de la Providencia divina". (Pp. 22s). Este punto, en el que descubrimos las divergencias entre doctrinas nacidas en el ambiente católico y sustentadas por católicos, nos invita enterarnos del contenido de los textos que se llevaban en ese tiempo de efervescencia de pensamiento para la formación en los seminarios y universidades sobre todo en España e Hispanoamérica. Meistre y Bonald, por ejemplo, formaron ideológicamente a Munguía. (Habrá, que leer con cuidado y haciendo comparaciones el Derecho natural de su autoría). Aunque hemos vislumbrado algo aquí y antes en El incipiente liberalismo (sobre todo en el capítulo III, Protohistoria del liberalismo mexicano en materia eclesiástica, pp. 109-151), la tarea está por hacerse y ayudará mucho a comprender aún más esta época fascinante de nuestra historia ideológica. 144 P. 10. 56 deja de limitarse a una simple operación intelectual, está sometida a la autoridad pública, que ésta debe ejercer inspección acerca de los libros dogmáticos y del culto externo..."145 Concluye definiendo a la Iglesia siguiendo estrictamente la línea de la contrarreforma, subrayando su visibilidad y su carácter de sociedad perfecta desde el punto de vista jurídico: "[...] La de católica nos obliga a confesar la visibilidad de la Iglesia: no es ésta una sociedad de puras almas, así como ni la civil es de puros cuerpos: hombres son los fieles lo mismo que los ciudadanos; y cuando se trata de buena fe de establecer la distinción entre lo temporal y lo espiritual, nadie piensa en dar a estas palabras un sentido demasiado literal...Para fijar...los límites de ambas potestades otra debe ser la regla, y como nota oportunamente George Philips,146hemos de considerar el objeto y fin de cada cosa: ¿Cuál es el objeto de los sacramentos..? Es la salud de las almas, purificarlas, darles aumento de gracia; por lo mismo, corresponden al poder espiritual por más materiales y sensibles que sean sus materias y sus formas. ¿Cuál es el objeto de las leyes civiles?147 Es el bien de la sociedad secular, mantener en ella el orden y la paz, promover la felicidad temporal de los súbditos: pertenecen pues a la autoridad civil, aunque digan relación a la conciencia y le impongan una obligación".148 De manera vehemente arremetió enseguida con los sustentantes de la teoría regalista, a quienes denominó "la turba de aduladores empeñados en levantar hasta las nubes la potestad secular", en especial los franceses y "[...los] que llegaron a persuadir al [rey] de Espala, que por la bula de Alejandro VI era vicario y delegado de la Silla Apostólica y en esa virtud competía a su real potestad intervenir en todo lo concerniente al gobierno espiritual de las Indias con tal amplitud que...solo le faltaba la potestad de orden de que no son capaces los seculares".149 A modo de 145 P. 11. Cita de Espinosa: "Tomo 2 de su Derecho eclesiástico, Délimitation precise de la sphère de chacun des deus pouvoirs." 147 Nota de Espinosa: "Ya se entiende que éstas no han de ser opuestas a la religión o a la moral, pues si lo fueren, por el mismo hecho no son leyes". 148 Pp. 13s. 149 P. 15. Cita de Espinosa: "(Real cédula de 14 de julio de 1765)". Una obra fundamental sobre el tema del vicariato: Antonio de Egaña, La teoría del regio vicariato en Indias, Pontificia Università Gregoriana, Roma 1958. A fin de comprender algo más que las oposiciones teóricas, conviene conocer el ambiente que se vivía en la Nueva España hacia el fin del virreinato. Documentación básica para este conocimiento es la del IV Concilio Provincial Mexicano de 1771, publicada apenas hace unos pocos años: Luisa Zahín Peñafort (recopiladora), El Cardenal Lorenzana y el IV Concilio Provincial Mexicano, UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas/ Universidad de Castilla-La Mancha/ Cortes de Castilla-La Mancha/ Miguel Ángel Porrúa, México 1999. Presento estas líneas de la recopiladora: "[...] En Nueva España, desde mediados del siglo XVIII se habían ido aplicando, con una intensidad variable según las diócesis, un conjunto de medidas 146 57 contraste refirió: "[...] Por fortuna la opinión de tales regalistas no ha hallado tanta cabida en el ánimo de los gobernantes de la república vecina, por lo que los treinta y dos prelados que en 1852 formaron el concilio plenario de Baltimore, pudieron decir que por las leyes y estatutos de aquellos Estados Unidos se previene sapientísimamente que la potestad secular no se arrogue derecho alguno de mezclarse en las cosas sagradas". Y formuló un deseo: "[...] ¡Ojalá y los que se empeñan en que en México imite a la nación vecina en tantas otras cosas, se empeñasen en que la imite en dejar libre a la Iglesia!"150 A modo de conclusión de este punto, Monseñor Espinosa escribió: "[...] Diremos que la división de la disciplina eclesiástica en interna y externa, aunque chocante en razón de que toda disciplina es y no puede menos de ser exterior, sin embargo, de suyo es indiferente ni es lo que llama la atención de los Prelados: lo que se opone a la doctrina de la Iglesia es la pretensión que a la potestad secular corresponde establecer, variar, reformar o tener intervención en lo que han querido llamar externa..."151 Con bastante profusión aludió a autores antiguos y modernos ("Marsilio de Padua, Antonio de Dominis, [Solórzano] Pereira, Laborde, la Asamblea Nacional de Francia") que han sostenido la postura galicana o regalista y, desde luego, al "pseudo synodo de Pystoya" [sic] que decía "[...]que la autoridad de la Iglesia debía ceñirse a los límites de la doctrina y costumbres y que sería abuso extenderla a las cosas exteriores; la Santa Sede nos ha dicho que esa proposición, al notar como abuso de la autoridad de la Iglesia el uso de su potestad recibida de Dios, de la que usaron los mismos apóstoles estableciendo y sancionando la disciplina exterior, ES HERÉTICA".152 Así pues, consideró que el asunto no está ceñido a discusión entre autores o teorías, sino que "[...] es la Iglesia docente, es el Episcopado católico, que unido a la Cabeza visible de la Iglesia, al máximo Vicario de Cristo y su Lugarteniente en la tierra, nos enseña que la Iglesia tiene potestad no solo para declarar el dogma...administrar sacramentos y establecer ritos y ceremonias, sino también de carácter reformador que incidían de manera muy directa unas sobre los usos costumbres y formación del cuerpo eclesiástico y otras sobre las instituciones, su organización y sus finanzas...Hay...una necesidad real de cambio, pero esto no era nuevo...Lo que hace que desde mediados de esta centuria dieciochesca se empiece a abordar con decisión un proyecto reformador de carácter global, es el hecho de que el Estado, movido por intereses políticos, fiscales, de control social, de dirigismo cultural...es decir, intereses que quedan al margen de la espiritualidad, está verdaderamente interesado en el cambio y se convierte en motor del mismo". (Introducción, p. 30) 150 Ib. 151 Pp. 15s. (El subrayado es mío). 152 Pp. 16s. (El subrayado y las letras mayúsculas son del autor del texto). 58 para establecer y sancionar la disciplina externa...que es herético afirmar lo contrario." Sin perder de vista que su carta está dirigida a los sacerdotes, los exhortó: "[...] Instruid...a los pueblos en esta doctrina...hacedles entender la soberanía de esta sociedad espiritual, su independencia de todo poder civil, las facultades que ha recibido de Jesucristo y no de los hombres, y que no se las dio subordinadas al César y para que éste pudiese ejercer intervención. Esta es la doctrina católica y no la particular del Obispo de Guadalajara".153 3.- La compleja cuestión de los votos monásticos. Subrayo al comenzar este apartado el adjetivo compleja aplicado al asunto de los votos monásticos que, en la polémica que nos ocupa no llega al meollo de la cuestión que es la reforma de la vida religiosa que se veía como algo conveniente y posteriormente necesario desde finales de la época del virreinato. Al continuar su respuesta al escrito del Padre Caserta, don Pedro, después de lo antes dicho, pasó al tema del artículo 5° constitucional referente a la libertad y la emisión de votos religiosos (monásticos los llama el texto legal). Advirtió primeramente que la Impugnación parece equiparar el artículo de 1857 con el retiro de la coacción civil realizada desde 1833 y la acusación al episcopado de haber callado entonces y--dice--"de haber faltado a sus deberes, de haber querido engañar [y en este caso] lo que si en cualquier otro sería un delito, en todo el Episcopado mexicano sería un crimen imperdonable, que los haría indignos de la alta dignidad con que se hallan investidos".154 Explica las diferencias entre ambas acciones: "[...] La ley de noviembre de 1833 se limitaba a levantar la coacción civil que había habido, y sin anunciarse que no se podía restablecer, decía: Se derogan las leyes civiles que imponen cualquier género de coacción...para el cumplimiento de los votos monásticos. La ley de 1857 no solo dice que no hay coacción civil, sino que no puede haberla. El Supremo Gobierno, al publicar la ley de 1833, decía que los que se resolviesen a quedar en los conventos y monasterios, deberían observar su instituto y sujetarse a la autoridad de los prelados...[y] que el mismo gobierno auxiliaría a los prelados en los casos en que sus súbditos que se resolvieran a seguir la comunidad les faltasen al respeto o desconociesen su autoridad...¿Dice esto la ley de 1857? No. Lo que hace es juntar en una sola proposición el sacrificio que de su libertad puede hacer el hombre en obsequio del Creador, comprometiéndose por su propia elección y voluntad a la perpetua observancia de los consejos evangélicos...poniendo 153 154 Pp. 17s. Pp. 18s. 59 de algún modo en paralelo el sublime estado religioso con el repugnantísimo de la esclavitud, la más ilustre porción del rebaño de Jesucristo con la clase más abyecta que pueda darse en una sociedad. Lo que hace la ley de 1857 es decir que ni autoriza ni puede autorizarse por las potestades civiles el voto religioso".155 Además, subrayó que la ley de 1833 no debía ser acatada bajo juramento, lo que en 1857 sí se pide, al entrar en el conjunto constitucional. Citó unas líneas del obispo Vázquez de Puebla en las que reflexionó los efectos de la primera disposición: "'[...] Al promulgarse el decreto...decía...en su edicto de 18 de febrero de 1834, entendió la filosofía del siglo que todos nuestros conventos iban a quedar vacíos y que los religiosos de uno y otro sexo, sacudiendo con sumo gozo aquel yugo insoportable, que en su concepto llevaban a su pesar, saldrían todos en tropel a respirar fuera del claustro los aires de la libertad que nunca habían conocido'"156 Trajo a la memoria un suceso de Guadalajara en el cual, en lugar de verse el éxodo de los conventuales, más bien se contempló la renovación de los votos de quienes los tenían: "[.. La]vio también Guadalajara en todos sus monasterios, y la vio al mismo tiempo que un decreto del estado los privaba de sus fincas y reducía a las monjas a la mendicidad".157 De lo expresado, concluye: "[...] Véase ahí la necesidad en que ahora, y no antes, se hallan los Obispos de hablar y hacer que su voz llegue a todas partes, aun las más pequeñas y remotas. Su conducta debe ser ahora otra, por lo mismo que no son idénticas las circunstancias". 158 A manera de complemento respondió a lo que le pareció que Caserta le echaba en cara: que el legislador había incurrido en herejía por exponer lo que el sínodo de Pistoya, condenado desde mucho antes:"[...] El autor de la carta dice que el Prelado de Guadalajara acusa al legislador de haber sancionado un canon reprobado, es decir, de haber incurrido en herejía. 159 No hemos hablado una palabra que indique o que insinúe siquiera que el legislador al sancionar el artículo 5° haya incurrido en herejía".160 Y aprovecha la ocasión para argumentar ad hominem y con evidente ironía a su diocesano: "[...] Es muy extraño que un sacerdote que no tiene embarazo en decir que 155 Pp. 19s. Pp. 20s. 157 P. 21. 158 Ib. 159 Pliego 2, columna 1 de la edición de El Constitucional Zacatecano que hemos utilizado. Véase la p. 24 de este escrito. 160 P. 22. En una nota al pie de página cita in extenso su dicho. En el documento que transcribí y utilicé se encuentran esas palabras en la p. 3s (5s). (P. 24 del presente escrito) 156 60 ha hecho extensivos sus estudios a más de lo estrictamente necesario para el desempeño de su ministerio, no sepa ni siquiera lo que significa herejía y confunda una proposición herética con los que solo merecen la nota de erróneas, escandalosas, sapentem haeresim [con sabor a herejía] etc. ¿Nunca leyó en los Lugares Teológicos de Melchor Cano el Lib. 12, cap. 6..? ¿Ni siquiera leyó en el Padre Lárraga el 'catálogo de las proposiciones condenadas' y lo que advierte desde el principio en razón de que al confesor le pertenece discernir entre veneno y veneno, lepra y lepra, para que sepa aplicar los remedios oportunos y seguir la sana doctrina?"161 El prelado subrayó que no fueron calificadas negativamente proposiciones concebidas "en estos o los otros términos, sino un sistema...en que se quiere que nunca se permita el voto de perpetua estabilidad...que por eso es subversiva de la disciplina...perniciosa...opuesta e injuriosa a los decretos de los Papas y Concilios y [que]...finalmente favorece las calumnias e injurias de los herejes contra los votos monásticos". Y continúa: "[...] el artículo 5° de la constitución no se contenta...con no querer autorizar estos votos, declara formalmente que no puede autorizarlos la ley y esta declaración la hace en el código fundamental...Todo se dirige al intento...para allanar el camino que conduce al fin que se propuso el pseudo-Synodo...Lo que no puede autorizarse se desconoce y del desconocimiento a la no tolerancia no hay más que un paso". 162 A propósito de la alusión a la actitud de aceptación de una disposición del emperador Mauricio prohibiendo a los militares hacerse monjes por parte de San Gregorio Magno papa,163 Espinosa acude a una erudición amplia. Citó al historiador eclesiástico Berault quien afirmaba que el papa únicamente había "[...remitido] a los obispos de diversas provincias [el decreto imperial] habiéndoles al mismo tiempo participado su desaprobación; no les pudo servir de regla en este negocio, sino de una pura noticia".164 También escribió: "[...] Nos advierte el Cardenal Orsi en su Historia Eclesiástica: 'Consta que de hecho anuló la ley de Mauricio'165 y Tomasino...166 El mismo 161 Pp. 22s. No me fue posible encontrar datos acerca del Catálogo de Lárraga. Sin embargo, considero que se trata de un vademécum en la línea del Index Librorum Prohibitorum que estuvo vigente de 1559 a 1948 y fue abolido en 1966 por el Papa Paulo VI. (Puede consultarse en línea en la página Beacon for freedom of expression de la Biblioteca Nacional de Noruega). En 1689 se publicó en Sevilla bajo la coordinación del jesuita Diego de la Fuente el libro Theologia reformata qua plures enodatur morales difficultates ex mente SS.D.N. Innocentii Papae XI. Tengo noticias de que en 1948 se publicó en México un libro titulado El Index de la Iglesia. 162 Pp. 23s. 163 Lo expuesto por Caserta: pliego 2, columnas 1 y 2 de El Constitucional Zacatecano. Véase la p. 25 del presente escrito. 164 Cita: "los anotadores de Berault, tomo 8, libro 20, n. 93). Pp. 24s. (No he obtenido datos sobre ese libro). 165 Cita: Tomo 22, libro 45. 61 San Gregorio asegura en una de sus epístolas que el decreto imperial no tuvo efecto por ser contra las leyes y cánones sagrados. En el Concilio romano de 595 suscrito por el mismo Papa, veintidós obispos y además por todos los de las cercanías de Roma y todo el continente de Italia a excepción de cuatro, no se hizo aprecio de la ley..."167 "[...] Añade el autor del anónimo, que el santo Pontífice representó al emperador en términos muy sumisos. Lo hizo en efecto así, pero advirtiendo que no escribía aquella carta como Sumo Pontífice (neque ut Episcopus[ni como obispo]) sino como persona particular (sed jure privato loquor. [hablo[ en términos ]de derecho privado)".168 Y después de dar algunos otros elementos tomados de la historia antigua, lanzó el obispo una pregunta: "[...] ¿Qué puede inferirse de todo esto contra la conducta observada por los obispos 166 Cita: De Beneficiis, p.1, libro 3. Pp. 24s. En español existe la traducción de la Historia Eclesiástica del Cardenal Orsi (dominico), a costa de don Juan Francisco de Casares, Madrid 1755. Puede consultarse completa en Google e-Books: Fray Felipe Angélico Becchetti, O.P., Continuación de la Historia Eclesiástica del Emmo. Cardenal Joseph Agustín Orsi, tomo XXIV , II de la Continuación, Imprenta de D. Benito Cano, Madrid 1803. El traductor anónimo de esta obra parece que tiene ciertas sospechas sobre el regalismo de Beccheti y dedica una larga Nota al comienzo de la edición citada discutiendo acerca de la infalibilidad, tema que ocupó bastantes décadas de los siglos XVIII y XIX en ambientes eclesiásticos, como puede notarse también en la disputa entre Espinosa y Caserta. Como muestra cito unas líneas: "[...No] es necesario disputar sobre el grado de certeza que tienen las decisiones, sea de los Concilios Generales, sea de los Pontífices Romanos sobre los que solemos llamar hechos dogmáticos. Suponemos no sean infalibles, ¿pero no puede ser cierto lo que no es infalible y tan cierto que no pueda negarse sin temeridad? Si para tales decisiones no tienen la prerrogativa de infalibilidad de los Concilios, será porque la materia no es susceptible de una decisión de esa clase; pero si tiene toda la certeza que puede tener en su línea, ¿qué arbitrio querer disputar sobre ella?" (P. 10). 168 Pp. 25s. En una nota de la p. 26 cita a "Natal Alejandro (Historia Eclesiástica del siglo VI) confiesa que San Gregorio al promulgar esta ley imperial la moderó un poco...[y] Pedro de Marca dice en el segundo prefacio de su obra, en uso de la facultad que tenía conforme a una Novela de Justiniano, mandó observar la parte de la ley que no tenía relación con los militares, mas la segunda parte en que se prohibía a estos el ingreso en los monasterios, la suspendió en carta que dirigió a los Metropolitanos. En 1852 se publicó en México la Historia de la Iglesia desde su fundación hasta el pontificado de N.SS.P. Gregorio XVI por Mr. Receveur (5 volúmenes). (Publícala M. Galván) Imprenta de la Voz de la Religión, Mégico [sic] 1852. Sin duda tuvo bastante difusión y estuvo en los anaqueles de las bibliotecas eclesiásticas. (Poseo una colección original). Ahí se lee a propósito del tema que nos ha ocupado: "[...]Había promulgado el emperador Mauricio una ley prohibiendo que los que hubiesen ejercido cargos públicos entrasen en el clero o en los monasterios, y que abrazasen la vida monástica los que estaban marcados en la mano como soldados enganchados. Enérgicas fueron las representaciones que hizo San Gregorio sobre este punto. Comienza su carta manifestando que es culpable el que no dice la verdad a los príncipes: luego alaba la primera disposición...porque más bien quieren mudar de empleo que renunciar al mundo, y añade: 'Pero me admiro de que se les prohíba retirarse a los monasterios y la prohibición de abrazar la vida monástica que se impone a los soldados, me atemoriza por vos. Esto es cerrar el camino del cielo a muchos, y aunque se pueda vivir santamente en el mundo...hay muchas personas que necesitan el asilo de un monasterio. No puedo menos que deciros que eta ley es opuesta a la ley divina, y que la potestad que se os ha dado de lo alto sobre los hombres no debe emplearse en poner obstáculos a su salvación'". (Tomo 2, p. 495). 167 62 mexicanos...que han hecho sus protestas incluyendo en ella la parte del artículo 5° que se refiere a los votos monásticos?"169 El tema de los votos estaba ligado, en cuanto a las leyes, al de la coacción civil para su cumplimiento. Apunta primeramente los términos en los que se ha expresado el anónimo, que le parecen exagerados: "[...] La desfigura para poder combatirla mejor...Bien saben [los católicos] que el divino Salvador ha prometido su asistencia a la Iglesia, y que jamás prevalecerán contra ella las puertas del infierno...saben que, si bien no se ha prometido a México el que se conservará perpetuamente aquí la religión católica y tal vez [sucederá] como ha sucedido a tantas otras naciones que fueron en otro tiempo muy católicas, no por eso desaparecerá de todo el mundo esta religión divina. ¿Pero qué se infiere de todo esto?¿ de que a la Iglesia santa le baste el auxilio de Dios omnipotente, de que no haya menester la protección de los príncipes? ¿Se sigue que éstos no están obligados a prestársela? Tan absurda consecuencia sería semejante a ésta otra: Dios no necesita nuestros cultos, luego, no tenemos obligación de tributárselos; no necesita nuestro amor, no ha menester que le sirvamos; luego, no estamos obligados a servirlo ni debe exigirnos que le amemos".170 Don Pedro abundó en la línea precedente tocando el asunto del culto divino no únicamente como hecho individual sino de las naciones, de acuerdo a la doctrina común en el ámbito católico: "[...] Nada importa que los bienes que tiene o a que aspira la sociedad civil sean del orden temporal; Dios es quien da esos bienes lo mismo que los del orden espiritual...Luego, las naciones y no solo los particulares deben reconocer a Dios y rendirle adoraciones...¿Y este culto ha de ser el que se le antoje a la nación, o el único agradable a Dios y que tiene mandado se le dé? Si México, por ejemplo, se ve afligido con alguna grave calamidad, si sufre los males de una desastrosa guerra, si la división de partidos la consume y aniquila, si los terremotos o la peste, o el hambre la atormentan...¿podrá a título y soberana de sí misma, apelar a los sacrificios de la antigua ley para con ellos aplacar la justicia divina o invocar a Dios por medio del falso profeta Mahoma o escoger cualquier otro culto que no sea mandado por Dios?... "Esta dependencia que tienen de Dios las sociedades, el deberle a Su Majestad su existencia y cuantos bienes disfrutan...hace que estas tengan la indispensable obligación de darle culto y culto que sea del agrado de Dios...'¿Y de qué modo, dice San Agustín, sirven a Dios los reyes sino 169 170 P. 26. Pp. 26s. 63 prohibiendo y castigando con religiosa severidad lo que se hace contra los mandamientos divinos?"171 Las citas de autores eclesiásticos antiguos se prolongó por varias páginas y a modo de conclusión de esa parte en estos términos: "[...] Extraña el impugnador de nuestra protesta que no se admita el artículo 123...porque concede al poder secular intervención en el culto y disciplina externa y al mismo tiempo se impugne el 5° porque no da esa misma intervención para mantener a viva fuerza a los religiosos en sus conventos...¿Pero quién le ha dicho que es lo mismo intervención que protección? Cuando alguno pide a su vecino protección contra los ladrones, no le pide que intervenga su casa y sus bienes; ni es intervención la que una nación solicita cuando pude la protección de otra contra alguna invasión que la amenaza; ni el autor del anónimo, al querer que la autoridad pública lo proteja en sus bienes, desearía jamás la intervención a la que están sujetos los de la Diócesis de Puebla".172 Reiteró que la protección que se puede solicitar se encuentra entre los deberes del Estado y los obispos "[...] lo que piden, lo que desean es la defensa, el auxilio, la protección del brazo secular en favor de las leyes divinas y eclesiásticas. Mas no piden ni pueden pedir la esclavitud de la Iglesia, que se la prive de la libertad que le concedió su divino fundador: saben muy bien que por grande que sea la necesidad que tenga de un pronto socorro...la tiene mucho mayor de conservar su independencia".173 4.- La libertad de imprenta, su extensión y sus límites. Monseñor Espinosa sigue su alegato defensivo desmenuzando el artículo constitucional relativo a la libertad de imprenta. Explica que no ha interpretado el contenido de dicho artículo sino que se ha atenido a su letra que refiere que "es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia". El propio legislador--continúa--ha expuesto las restricciones: "no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública." Por consiguiente sus objeciones tienen como referente el que sigue: "[...] Cuantas veces se había hablado antes de libertad de imprenta, a todas esas excepciones se añadía la de escritos que ataque el dogma y ahora se omite. Esta omisión algo significa y mucho más en un código en que muy de intento se suprimió el artículo de religión; esto es evidente por más interpretaciones benignas que se empeñen en dar los que quieren defender el artículo...interpretaciones que no siendo auténticas, 171 Pp. 27-29. P. 32. La cursivas de la última línea son mías. 173 P. 33. 172 64 no pueden aquietar a los Prelados mexicanos ni a ninguno de los que desean no se conceda a los ciudadanos el derecho de escribir contra el dogma católico".174 Sin sutilezas se refiere a la argumentación de Caserta que considera sofística y, desde luego, parcial puesto que le parece que el término moral no es incluyente sino exclusivo y particular: "' La moral veda lo ilícito; ilícito es lo que prohíbe la ley y leyes muchas tiene la República que vedan escribir contra la religión'"175 de este modo: "[...] Precisamente el no haberse limitado el legislador a exceptuar los escritos contra la moral, está demostrando que bajo ese nombre no quiso comprender todo lo prohibido por leyes anteriores".176 Y explica el sentido de la solicitud de la Iglesia al Estado en esta materia: "[...] Dice también el impugnador que aun en el caso de darse por la Constitución libertad de escribir contra el dogma, la Iglesia queda expedita para castigar con penas espirituales a quien lo haga". Sin embargo, continúa exponiendo que en el artículo constitucional, "[...] después de concederse la libertad de escribir y publicar escritos...se añade inmediatamente: Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura. ¿Cómo se compone esta prohibición con lo que tiene dispuesto la Iglesia en la sesión 4a del [Concilio]Tridentino?...Ningún católico duda que un Concilio, y especialmente si es ecuménico, es una verdadera autoridad...Si el artículo...se limitase a hablar de leyes y autoridades civiles, malo sería...pero mucho peor es todavía hablar con esa generalidad "Ninguna ley", "ninguna autoridad", como suele hacerse cuando se quiere comprender a las eclesiásticas".177 Enseguida el obispo Espinosa volvió sobre el tema de la supresión del fuero eclesiástico a partir de la afirmación del impugnador de que "[...] jamás se ha citado, porque no existe, resolución alguna de la Iglesia que infrinja al suprimir el fuero".178 Se refirió al Concilio de Trento y sus disposiciones y, a modo de explicación más ligada a los sistemas del derecho internacional o "de gentes", subrayó la condición soberana de la Iglesia católica: "[...] En nuestra contestación de 28 de diciembre de 1855, dada al E. S. Ministro de justicia..., hacíamos valer la enorme diferencia entre los privilegios que un soberano concede a sus súbditos y los que concede a otro soberano: estos segundos no se revocan al arbitrio del concedente, es necesario el acuerdo de ambos. Libre es un soberano para conceder o no conceder alguna gracia a otros soberano; pero una vez 174 Pp. 33s. P. 34. La referencia a la Impugnación lleva al pliego 2, col. 2 de la edición de El Constitucional Zacatecano. Véase la p. 27 del presente escrito. 176 Ib. 177 P. 35. 178 Pp. 35s. 175 65 acordada, no está en su mano quitarla. Conceda México cualquier privilegio a Francia o Inglaterra: ¿podrá sin acuerdo del agraciado despojarlo de él, y le valdrá el ejemplito del propietario, de que se hace mérito en el anónimo? No, y mil veces no...La Iglesia...es una sociedad soberana e independiente; el privilegio del fuero se ha concedido a ella en sus ministros y no a los individuos del clero mexicano; y prueba de ello es que lo gozaba cualquier eclesiástico aun extranjero por el solo hecho de constar que era clérigo católico, lo que no sucedía con los extranjeros militares. Luego, sin consentimiento de la misma Iglesia no se podía revocar".179 A propósito de la argumentación impugnadora acerca de que se priva de los sacramentos a quien no sostiene rígidamente la cuestión del fuero, expone don Pedro: "[...] ¿A quién se ha privado de los sacramentos porque defienda que el fuero debe su origen a la autoridad civil? No es eso por lo que se niegan los sacramentos, no es eso lo que han reclamado los obispos, sino el que la potestad secular quiera por sí misma, y sin el consentimiento de la Iglesia, revocar una gracia (en suposición de que lo sea) que pudo conceder o no conceder, pero una vez concedida y aceptada, no está en su arbitrio quitarla".180 Considera que el asunto del origen del fuero es opinable y, por consiguiente, no existe una sanción específica. Para ello acude a la autoridad de don Juan 179 Pp. 37s. Son míos los subrayados. "El ejemplito del propietario": "[...] Supongamos que un propietario concede por el tiempo de su voluntad el usufructo de una tierra a un padre de familia. Éste la reparte entre sus hijos y les dice: 'cultivad esa tierra y disfrutad el beneficio que se nos ha hecho, al cual os prohíbo renunciar...Viene después de tiempo el propietario a recoger su tierra...y los hijos usufructuarios le responden: no os la entregamos porque nuestro padre nos ha prohibido renunciar el derecho que nos concedisteis y vos, al reclamar la tierra, incurrís en su indignación. Esto es exactamente lo que ha pasado con el fuero eclesiástico. Concedido por la autoridad secular, fue aceptado por la Iglesia, quien prohibió renunciarlo y fulminó excomunión contra los que atentaran al derecho que se le había concedido. Llegó el día en que la autoridad secular creyó conveniente recobrar sus derechos y nosotros le oponemos las palabras de la Iglesia, que no se dirigen a él. Este sofisma, ajeno a la gravedad del asunto y del carácter de las personas que lo vierten, es el único argumento con el que se defiende el fuero". (El Constitucional Zacatecano, pliego 2, col. 3). Hay que tener en cuenta, a propósito del asunto de los súbditos, la idea de Juárez, compartida sin duda por muchos mexicanos liberales, expresada en la respuesta a la protesta de Monseñor Munguía sobre la ley de administración de justicia, aludida por Espinosa: "[...] Fácil sería desvanecer, aun con las mismas doctrinas que cita V.S.I., los fundamentos en que apoya sus protestas, si dada la Ley...el decoro y la dignidad del gobierno...[le impiden] entrar en discusión con algunos de sus súbditos sobre el cumplimiento o desobedecimiento de ella". (Cita en Munguía, Defensa eclesiástica, pp. 17s). En mi libro El incipiente liberalismo, comenté: "[...] La contestación...es modelo de una figura de Estado que se erige en regulador moral y civil de la sociedad, con derecho exclusivo a legislar y toma la forma de contundencia autoritaria...Juárez evadió la discusión aunque, al hablar de 'las mismas doctrinas que cita...', insinuó su postura regalista". (Pp. 175 y 176). 180 P. 40. La respuesta del Lic. Juárez a Munguía contiene esta afirmación que explica la actitud referente al retiro de los Ministros en Roma, Larráinzar primero y posteriormente Montes: "[...] V.S.I. se propone demostrar que la supresión del fuero en materia civil no es del resorte del Supremo Gobierno de la Nación, al menos sin el previo acuerdo del Sumo Pontífice". ( Defensa Eclesiástica, p. 17. El incipiente liberalismo, p. 175). 66 Nepomuceno Rodríguez de San Miguel, uno de los más reputados juristas mexicanos del siglo XIX, en un "opúsculo titulado Apuntamientos sobre derecho público eclesiástico".181 También en esta parte de su largo escrito, el obispo de Guadalajara se refirió a la consideración del ejercicio del sacerdocio católico como un servicio público y, por consiguiente, al hecho de que, por esa causa, quedaba dentro de la ley que instituía el elenco de aranceles para estos servicios. Escribió a este propósito: "[...] Se ha querido emancipar al Estado de la Religión, sin embargo de ser ésta una necesidad imprescindible del pueblo mexicano. Y no declarándose religión nacional, no ofreciéndosele como otras veces que se le protegerá por leyes sabias y justas, no dándosele lugar en el nuevo código, echándola de intento en olvido, ¿se podrá decir que se le reconoce? Y si no se reconoce y mucho menos como nacional, ¿se reconocerá como servicio público su culto?...¿Pero cómo sin reconocerla se la interviene? Del mismo modo que se hace con los votos monásticos: la ley no puede autorizarlos y por lo mismo ni reconocerlos; sin embargo, la del registro civil fija en las mujeres la edad para unos votos que no puede autorizar la ley' ...Una constitución en que se olvida de intento la religión, jamás podrá decirse que califica de servicio público el culto que esta prescribe".182 5.- El derecho de propiedad y el pago por los servicios de parte de los fieles. 181 P. 40. Trátase de Juan Nepomuceno Rodríguez...,(1808-1877), autor de las Pandectas hispano-megicanas, o sea Código general comprensivo de las leyes generales útiles y vivas...hasta el año 1820, Oficina de Mariano Galván Rivera, (3 vols.) Mégico 1839 y del editor del Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia, de Escriche, publicado en español en París en 1831 y en México en 1837. De las Pandectas se han realizado ediciones facsimilares (UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1980 y 1991 (esta última a cargo de María del Refugio González)). El abogado Rodríguez de San Miguel gozó de alta estima ente sus colegas y el ambiente académico sobre todo católico e "[...] hizo el esfuerzo por poner al alcance de los nuevos ciudadanos los instrumentos que permitieran conocer el derecho aplicable...No es la suya la obra de un teórico del derecho sino la de un jurista erudito y cuidadoso que dedica su esfuerzo a elaborar herramientas para el bien de todos". (María del refugio González Domínguez, Juan N. Rodríguez de San Miguel, jurista conservador mexicano, página electrónica bibliojuridicas.unam.mex, p.9. Consulta: 16 de enero de 2015). Su labor fue preparar la codificación del derecho vigente en la República Mexicana. En 1855 se le encomendó junto a José Bernardo Couto y José María Cuevas el trabajo de formar los códigos. Se negó a jurar la constitución de 1857 y cuando Maximiliano, mediante dos decretos en diciembre de 1863 sancionó la enajenación de los bienes eclesiásticos, renunció al cargo de magistrado de la Suprema Corte de Justicia que había recibido dentro del emperador. 182 P. 41s. Bajo el subtítulo, Un extraño caso: la ley orgánica del registro civil del 27 de enero de 1857, toqué este punto: "[...] La ley introduce un novedoso registro--que ha de hacerse también mediante la comparecencia 'en la oficina del estado civil'--de '...las personas que quieran dedicarse al sacerdocio o consagrarse al estado religioso...'(artículo 79), cuyo principal objeto es la manifestación de '...su explícita voluntad para adoptar el estado en que van a entrar...' Para el ingreso al noviciado de las mujeres se estipula la edad de 25 años y '...los registros de las profesiones de las religiosas se harán en su mismo convento, debiendo declarar la interesada solamente en presencia del oficial y de los testigos, a fin de que quede garantida la libertad de su declaración'. (artículo 80)..." (El incipiente liberalismo, pp. 222s.) 67 El prelado continuó su argumentación, ahora a propósito del pago de las obvenciones a la Iglesia, tema que el Padre Caserta había tocado también en su Impugnación. Como sabemos, este punto se había considerado durante la época virreinal, asunto mixto entre el Estado y la Iglesia y los aranceles se fijaban en común siguiendo un sistema de mayor amplitud que apelaba a acuerdos antiguos. A partir de la independencia ni se habían renovado los acuerdos ni se habían revisado los aranceles. En el tiempo de ascenso del liberalismo se recordó este asunto "mixto" y fue foco de atención y discusión. El gobierno de Comonfort decidió unilateralmente tocar este tema y formular una ley al respecto. Sin duda se encontraba entre las motivaciones el interés de carácter propagandístico de los liberales de tomar en cuenta a los pobres que quizá no pudieran afrontar las cargas económicas respectivas. Subrayo interés propagandístico, pues la extinción de los derechos de las corporaciones y de la propiedad comunitaria aumentó el índice de pobreza. La ley respectiva, que se emitió poco después que la constitución, citaba la legislación española y algunos decretos episcopales de fines del siglo XVIII, definía la pobreza y solicitaba a los gobernadores y jefes políticos que la cuantificaran en sus respectivas áreas de jurisdicción. En lo que podía parecer interés del gobierno de sostener los gastos del culto, en una circular anexa, se prometía compensar con el apoyo gubernamental a aquellos curatos que, "a causa de la estricta observancia de la ley...queden incongruos".183 En referencia al artículo 13 constitucional en una de sus partes, "[...] el impugnador de nuestra protesta no duda asegurar que esa parte...se limita a retirar la coacción civil para el pago de obvenciones. No dice eso...sino que ninguna persona ni corporación puede gozar emolumentos que no sean compensación de un servicio público. Esa expresión 'No puede' significa mucho más 183 Es interesante el contenido de una circular del Ministerio de Justicia a los gobernadores en la que se decía, entre otros puntos: "[...] Declarado está por el fundador de nuestra Santa Religión que todo operario debe ser indemnizado de su trabajo y mandado que quien sirva al altar coma del altar; pero si este precepto da derecho a todos los ministros del Señor para recibir de los fieles su congrua sustentación, no se lo da ni puede dárselo para que la saquen de los infelices que apenas cuentan con lo muy necesario para atender su propia subsistencia y la de sus familias...La administración gratuita de los sacramentos a favor de los menesterosos será una verdad de hoy en adelante...Podrá suceder muy bien que la estricta observancia de la ley dé por resultado que algunos curatos queden incongruos. Si así sucediere, el gobierno cuidará con especial empeño de dotarlos convenientemente. No es esta una vana promesa. El gobierno conoce cuán necesario es que no disminuya el culto ni falte en parte alguna la administración de los sacramentos. Cristiano por convicción y encargado de regir los destinos de un pueblo cristiano, atenderá a la subsistencia de los encargados de la cura de almas". (Circular. Cita en: Munguía, Defensa eclesiástica, p. 292). Con alguna amplitud me refería a esta ley, a la circular y a su contexto en: El incipiente liberalismo, pp. 235-240, bajo el subtítulo: Una ley que nació como letra muerta: la de Derechos y Obvenciones Parroquiales del 11 de abril de 1857. 68 que retirar la coacción civil...la expresión 'No puede'...quiere decir 'No se permite'--'No se tolera'-No hay libertad para hacer o no hacer...Luego, según el artículo no puede ya el clero percibir las obvenciones no las rentas de que subsiste en recompensa de servicio prestado a una religión que la Constitución no ha querido declarar nacional".184 El 17 de abril el arzobispo de México, don Lázaro de la Garza y Ballesteros, envió a su clero una circular en la que de manera diplomática evitó una confrontación con el gobierno sobre todo en cuanto a la disposición de éste de que se colocara el texto de la ley en lugares visibles de "[...] los cuadrantes o curatos de todas las parroquias [y] en la sala municipal de los ayuntamientos" insertándola en su propia circular.185 No era difícil interpretar el documento arzobispal como una aceptación de la jurisdicción del gobierno. Zamacois lo comentó así: "[...] si con respecto al asunto de obvenciones parroquiales encontró el gobierno algún disimulo, no le sucedió lo mismo con referencia al juramento de la constitución". 186 Escribió Espinosa: "[...] Se nos citan unas palabras de la circular del Ilmo. Sr. Arzobispo...dirigida, no a aprobar de manera alguna el art. 13..., no a desconocer el derecho de los ministros del Señor y la obligación que los fieles tienen de proveer a su subsistencia, no a convenir en que la potestad secular no esté obligada a prestar su protección a la Iglesia, sino a arreglar la conducta de los párrocos sobre el cobro de derechos de arancel. Pero una cosa es esto y otra muy distinta declarar que no pueden gozar emolumentos... "Manifiesta el impugnador su repugnancia a que se cobre (por supuesto a los que pueden satisfacer los derechos asignados...y no a los demás) una cantidad determinada por la administración de ciertos sacramentos. Esa repugnancia proviene del horror con que la Iglesia vio desde sus primitivos tiempos que se exigiera dinero u otro bien temporal por el bautismo, el matrimonio y la sepultura de los cadáveres. Pero un buen católico no puede ver con repugnancia lo que está sellado con la aprobación de la Iglesia, lo que han calificado de costumbre laudable multitud de Concilios".187 184 P. 42. Artículo 11. Citado en Minguía, Defensa eclesiástica, p. 283. (El incipiente liberalismo, p. 236). 186 Niceto de Zamacois, Historia de Méjico, tomo XV, J.F. Parres y Comp., Barcelona/Méjico 1880, p. 556. 187 P. 43. Las palabras de Caserta: El Constitucional Zacatecano, pl. 3, col. 2. Cita en la p. 31 del presente texto. 185 69 Sigue el documento episcopal con alusiones y respuestas a la Impugnación del que permaneciendo anónimo se sabe es miembro del clero tapatío. Ahora la referencia es al artículo 27 que visto en horizonte histórico se liga a la Ley de desamortización (o "Ley Lerdo") de 1856 y a la protesta que envió el 21 de julio de ese año: "[...] El autor del anónimo se empeña en probar que no son idénticas ambas disposiciones ni guardan semejanza entre sí; porque [en] la primera [la ley] vende por sí, fija el precio y condiciones de la venta, y designa al comprador; mientras que la segunda solo prohíbe que las corporaciones tengan fincas, dejándolas en plena libertad para que se deshagan de ellas como a bien tengan. En efecto, el artículo constitucional se limita a declarar la incapacidad legal de la Iglesia para adquirir en propiedad o administrar por sí bienes raíces, sin entrar en pormenores de cómo, por quién, a quién y en qué precio deben verificarse las enajenaciones de los que ya poseía. Pero en lo principal, esto es declarar la incapacidad, ambas leyes están conformes. Y como este era el punto que nos propusimos combatir muy especialmente en nuestras referidas comunicaciones, de ahí es que pudimos y debimos reproducirlas al protestar contra la constitución". 188 Caserta veía en las disposiciones liberales una inclinación favorable a los decretos tridentinos que fulminaban penas eclesiásticas a los que "[.. convirtieran para uso propio] las jurisdicciones, bienes, censos y derechos,...frutos, emolumentos o cualesquiera obvenciones pertenecientes a alguna iglesia o beneficio secular o regular, montes de piedad u otros piadosos lugares...o impidan...que los perciban aquellos a quienes pertenecen por derecho, quede excomulgado mientras no restituya íntegramente a la Iglesia, administrador, o beneficiado, etc." 189 Espinosa, no sin afirmar con cierta ironía que "[...] ya ha muchos años que en la República mexicana apareció alguno que pretendiendo también dar lecciones a los que por derecho divino son maestros del pueblo cristiano, quiso interpretar el citado decreto del Tridentino empeñándose en sostener que solo comprende a los que invierten en usos propios los bienes eclesiásticos. Pero ya desde 188 Pp. 45s. La ley (o más bien decreto) que imponía la desamortización decía: "[...las fincas tenían que ser ofrecidas en venta] a los arrendatarios o inquilinos que las tienen, o de otro postor en el caso de no tomarlas ellos dentro del término de tres meses contados desde la publicación del decreto en la cabecera de cada partido". Resumí además: "[...] El decreto...restringía el derecho de propiedad hacia el futuro en el caso de las corporaciones a las que se alude--civiles y eclesiásticas--aunque no en relación con el usufructo capitalista del que podrían gozar aquéllas y se ampliaba en cuanto a que los extranjeros puedan adquirir propiedades". (El incipiente liberalismo, pp. 188s.) 189 Espinosa, pp. 46s. 70 entonces se le hizo ver que el Santo Concilio no se limita a fulminar anatema contra [estos, sino]...a los que procuran estorbar los reciban aquellos a quienes de derecho pertenecen".190 Y continuó su alegato: "[...] Si pues el decreto del Concilio no se limita a excomulgar a los que usurpen e inviertan en usos propios los bienes de la Iglesia, ¿con qué razón, con qué justicia puede decir el autor del anónimo que al presentarlo como opuesto a la constitución, damos por cierto que los diputados por el art. 27 usurparon los bienes de la Iglesia y los destinaron a su uso particular, añadiendo enseguida: ¡mentira, calumnia atroz que debe ruborizarnos!? Ruborícese quien, sin hacerse cargo de lo que se lee en el citado decreto, da por supuesto que no se excomulga en él sino a los que usurpan e invierten en uso propio tales bienes, para acusarnos de mentira y de calumnia".191 Dando un paso adelante en la discusión, el obispo trae a colación el asunto de la expropiación "por utilidad pública", alegado por Caserta quien afirmó: "[...] por causa de utilidad y necesidad pública, la Iglesia siempre ha permitido que se vendan no solamente las cosas eclesiásticas sino las sagradas, sin exceptuar cálices y custodias".192 Comentó: "[...] Y bien, ¿cuál es la utilidad y necesidad publica de privar a la Iglesia de todas y cada una de sus fincas urbanas y rústicas y declararla incapaz de adquirir otras en lo sucesivo? ¿qué utilidad y necesidad pública hay de que no se respeten las adquisiciones hechas legítimamente, y por las que, a más de la alcabala común que todos pagan, se satisfizo el gravosísimo derecho del quince por ciento de amortización?" 193 Una vez planteados esos interrogantes, se remontó a la historia de la amortización de los vales reales en tiempos de Carlos III y Carlos IV, la opinión de Campomanes en materia de retroactividad, hizo mención de que éste hizo relación de hechos históricos solamente y la solución del caso sólo después de haber acudido a la Santa Sede: "[...] El mismo Campomanes,194 190 P. 47. Pp. 48s. La exposición de Caserta se encuentra en El Constitucional Zacatecano, pl. 3, col. 3. En el presente texto se alude a ella en la p. 33. 192 Pl. 3, col. 3 en El Constitucional. Cita de Espinosa: p. 49. 193 Ib. 194 Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez, primer conde de Campomanes (1723-1802), ministro de Hacienda de Carlos III. Su doctrina acerca de la desamortización de los bienes "de manos muertas" se encuentra principalmente en su: Tratado de la regalía de amortización en el qual se demuestra por la serie de las varias edades, desde el nacimiento de la Iglesia en todos los siglos y países católicos, el uso constante de la autoridad civil para impedir las ilimitadas enagenaciones de bienes raíces en iglesias, comunidades y otras manos-muertas: con una noticia de las leyes fundamentales de la monarquía española sobre este punto...Imprenta de la Real Gazeta, Madrid 1765. (Pueden consultarse ejemplares digitalizados en: Biblioteca virtual del Principado de Asturias y en Google e-books. (Este último tomado del ejemplar de la Biblioteca del Ateneu Barcelonès)). 191 71 tan decidido por las regalías y tan poco afecto a los derechos de la Iglesia, hace distinción entre las adquisiciones ya hechas y las ulteriores...[sin embargo], no todos los fiscales y hombres distinguidos del tiempo de Carlos III estuvieron por él, pues decían que los hechos que se alegaban de haberse expedido ya en otras partes no justificaban la ley. Que en derecho no tienen fuerza los hechos mientras no se presenten sus fundamentos y que si se llegaba a justificarse la necesidad de dar la ley, no se expidiera sin solicitar previamente el asenso del Sumo Pontífice". 195 Como lo había hecho antes, el prelado de Guadalajara, además de presentar el ejemplo de los monarcas españoles del absolutismo borbónico "que se llamaban dueños de vidas y haciendas", acudió al de territorios europeos protestantes: "[...] Los príncipes y ciudades libres protestantes de la Confederación Germánica en su negociación con el Santo Padre sobre erección de cinco obispados católicos propusieron...lo siguiente: 'Todos y cualesquiera bienes de las iglesias, los bienes de todos los beneficios, seminarios, fábricas y en general todos los fondos eclesiásticos generales y locales, tanto los que existan al presente como los que en lo sucesivo se adquieran, sean siempre conservados en su integridad...' ¡qué contraste...con el artículo 27 de nuestra constitución! Allá unos protestantes entregándole su libre administración; acá el art. 27 declarando que ni siquiera puede administrarlos por sí. Allá unos protestantes cediendo de sus ideas de secta por consuelo de unos cuantos súbditos católicos; acá unos católicos desconsolando a un pueblo eminentemente religioso por llevar adelante sus ideas".196 Y enseguida hizo referencia al concordato de la Santa Sede con Austria firmado en 1855, quizá pensando en la posibilidad de que en México se hiciera uno en términos semejantes.197 195 Pp. 49s. Espinosa agregó esta nota: "[...] El Sr. Rodríguez de San Miguel en la sétima de sus observaciones contra los Apuntamientos de derecho público eclesiástico habla de esto y es muy digno de leerse. 196 Pp. 50s. 197 En México se intentó varias veces establecer un concordato con la Santa Sede ya desde los primeros años de la independencia. No obstante, esto no resultó posible por muy diversas circunstancias entre las que no fueron las menores la desconfianza en la estabilidad de los gobiernos. En el Archivo Histórico del Arzobispado de Guadalajara existe una interesante documentación acerca de un frustrado concordato del año 1854. Sobre el régimen concordatario dice Giacomo Martina: "[...] El Vaticano ha preferido siempre la solución concordataria a la separatista, sosteniendo que la primera responde mejor a sus principios sobre la naturaleza de la Iglesia, sociedad independiente y soberana y ofrece mayor garantía jurídica contra el peligro de injerencias estatales, asegurándole a la vez el apoyo del cual dice tener necesidad, al menos en cierta medida. Esta es la razón por la que en la época liberal siguen multiplicándose los concordatos y a un ritmo superior a la época precedente. Entre Pío VII y Pío IX se estipularon treinta concordatos. Algunos de ellos como los de Toscana (1851), reino de las Dos Sicilias (1858), Austria (1855), Ecuador (1862) y otros países de Latinoamérica constituyen una clara afirmación de los principios tradicionales en neta oposición a las tendencias liberales...Otros concordatos, por el contrario, significan un compromiso entre lo viejo y lo nuevo. En esta serie pueden incluirse los concordatos estipulados con algunos Estados alemanes, como 72 6.- A propósito de la enseñanza libre y la religión de la nación. La Impugnación tocó más adelante el asunto de la enseñanza libre. A ese respecto, Espinosa menciona en primer lugar que "[...] nuestro impugnador pretende que, porque la segunda parte del artículo se refiere a las personas que han de enseñar, la libertad de enseñanza no se refiere a las materias. Pero no advierte que esta proposición 'La enseñanza es libre' abraza dos cosas: las materias que se enseñan y los sujetos que las enseñan, que por lo mismo, si la limitación que a continuación se pone no se refiere más que a los sujetos, la libertad respecto de las primeras es absoluta, no queda coartada por la ley... "Pero hay otras muchas leyes...que prohíben enseñar doctrinas contrarias a la religión. ¿qué importa que las haya, cuando todas ellas presuponen que la enseñanza no es libre? Las leyes anteriores se derogan por las posteriores y con mucha mayor razón siendo constitucionales. Desde que la constitución declara libre la enseñanza sin poner restricciones en cuanto a las materias, nada valen mil y mil leyes anteriores que la contradigan, pues todas ellas quedan derogadas por la constitución: es pues llegado el caso en que debemos hacer nuestras protestas".198 El asunto de la religión nacional, presente con extrema nitidez en la legislación de Cádiz y en la constitución federal de 1824, resultó ausente en el código fundamental de 1857. Fue causa de mucha controversia no únicamente de parte del episcopado sino de manifestaciones populares, Baden-Würtemberg, Holanda y algunos cantones suizos. Objeto de estos tratados solían ser las delimitaciones eclesiásticas, la fórmula del nombramiento de los obispos y la administración de los bienes de la Iglesia. En la medida de lo posible, reivindicaba la Curia no sólo la libertad de la Iglesia, sino también el apoyo del gobierno; renunciaba, en cambio, en la práctica, aunque evitando declaraciones de principios, a las inmunidades tradicionales. Resulta interesante desde este punto de vista, comparar los concordatos del siglo XVIII, dedicados en sus tres cuartas partes a defender las inmunidades, con los del XIX, en los que las cuestiones sustanciales ocupan un puesto mucho más importante". (La Iglesia de Lutero a nuestros días, III: Época del liberalismo, Cristiandad, Madrid 1974, pp. 83s). El P. Alfonso Alcalá Alvarado ha escrito sobre algunos de los primeros intentos mexicanos y sus escritos, basados en documentación original, son también indispensables para contextualizar las accidentadas relaciones Iglesia-Estado en México sobre todo en la primera parte del siglo XIX: El proyecto de un concordato con la Santa Sede en dos misiones diplomáticas mexicanas (1835-1845), Miscellanea Historiae Pontificiae 50(1983), pp. 371-387, La Iglesia en México en los primeros años de su independencia (1826-1845). Algunos asuntos estudiados por la Santa sede durante los pontificados de León XII, Pío VIII y Gregorio XVI, Historia Desconocida. Libro anual 2007, Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica/Minos III Milenio, México 2008, pp. 141-162, Los primeros 15 años del pontificado de Pío IX (1846-1861), Historia Desconocida. Libro Anual 2008, SMHE/Minos, México 2008, pp. 83-153. El último proyecto de concordato intentado con Maximiliano y objeto de varias redacciones, se encuentra estudiado en: José Raúl Soto Vázquez, Las relaciones entre la Santa Sede y el Segundo Imperio Mexicano, Pontificia Università Lateranense, Roma 1971. Puede ser útil mi artículo: El Padre Agustín Fischer y su misión en el Vaticano (1865-1866), en mi página electrónica: www.olimon.org. 198 Pp. 52s. 73 como ya se ha asentado. Hacia el final de la carta circular de Monseñor Espinosa a los sacerdotes jaliscienses lo subrayó con especial énfasis en controversia con el prebendado Caserta: "[...] En orden a la omisión que todos los prelados mexicanos con tanta razón notan en el nuevo código, sobre la religión nacional, confiesa el anónimo que no se expresa cual es (esta) ni si ha de ser exclusiva; pero cree que el vacío se llena con otras leyes que declaran lo uno y lo otro por manera que la novedad que hoy se ha hecho consiste en que la ley que adopta para el país la religión católica y declara exclusivo el ejercicio de su culto, no es fundamental, sino secundaria".199 En este punto el prelado hizo referencia a un escrito que circuló profusamente en el tiempo de esta controversia, debido a la pluma del Licenciado José Manuel Alvírez, magistrado de la Suprema Corte de Michoacán, considerando que, a pesar de que ambos tenían el mismo propósito tienen divergencias fundamentales:200 "[...] Notaréis desde luego...que en cuanto a esto no están muy acordes el impugnador de nuestra protesta y el Sr. Alvírez, queriendo el uno que ese vacío quede lleno con el art. 123 y llenándolo el otro con leyes que no son fundamentales".201 Con vehemencia reclama el obispo la ausencia de definición en esta materia, sin ahorrar exclamaciones: "[...] La ley que adopta para el país la religión católica y declara exclusivo el ejercicio de su culto no es fundamental sino secundaria. Esta es la novedad que hoy se ha hecho. ¡Pequeña, insignificante cosa! ¡Nada es, nada quiere decir ese descenso que expedita y allana el camino para borrarla más fácilmente de toda nuestra legislación!...La religión no figura entre las leyes fundamentales...mientras se trate de declararla nacional y prestarle protección. Pero tratándose de intervenir en su culto y disciplina, de declarar a la Iglesia incapaz legalmente de adquirir bienes raíces, de privar al clero de su fuero, etc., etc., bajo ese respecto sí debe dársele lugar en el código y cuantas veces sea necesario".202 199 P. 53. Caserta expresa sus puntos de vista en El Constitucional, pl. 4, col. 1. El asunto está referido en las pp. 34 y s. del presente estudio. 200 Se trata de un folleto titulado: Reflexiones sobre decretos episcopales que prohíben el juramento de la constitución, Morelia 1857. Una amplísima síntesis, ubicación contextual y crítica: Martínez Albesa, pp. 1582-1599. Dice: "[...Ahí] se negaba a los obispos competencia para juzgar de la licitud de las leyes civiles y, en consecuencia, se les acusaba de haber sobrepasado sus facultades faltando al derecho canónico al declarar ilícito el juramento constitucional". (P. 1582). Espinosa en la carta circular que nos ocupa escribió: "Desentendiéndonos de la opinión del Sr. Magistrado moreliano, a quien se ha contestado ya en varios impresos que circulan por todas partes, nos limitamos a lo que dice el anónimo". (P. 53). En mi libro El incipiente liberalismo hice referencia al caso en cuanto la polémica sostenida por el magistrado con don Clemente de Jesús Munguía, pp. 233-235. 201 P. 53. 202 P. 54. 74 Como una nota de importancia, hacia el final de la carta circular, su autor subraya: "[...] Aunque el impugnador...toca otros puntos, nos parece conveniente limitarnos a los que dicen relación a los artículos de la nueva carta". No obstante, dejó también asentado: "[...] Cuando...se trata...de la ilicitud del juramento...poco o nada importa examinar si hicimos bien o mal en ocurrir al supremo Gobierno...no para que calificase la perversidad de una doctrina, sino para que prestando protección a la Iglesia no permitiera la publicación de ella y otras semejantes. Tampoco es necesario examinar si el Ilmo. Sr. Arzobispo, declarando ilícito el juramento...sin designar los artículos que son opuestos a la doctrina católica, será culpable porque algunos hayan creído que pueden cumplir y hacer cumplir lo contenido en el código con tal que no lo juren. Mucho menos viene a cuento lo que hicieron en Puebla los Ilmos. Sres. Vázquez y Labastida y que ninguna relación tiene con la constitución actual, así como ni las excomuniones fulminadas contra los llamados insurgentes ni lo que un párroco dijo contra la ley del registro civil".203 El documento de don Pedro concluyó, en consonancia con su género literario, de modo exhortativo hacia los miembros de su clero y zanjando su autoridad episcopal en cuanto al sostenimiento de la decisión de negar la absolución a quien no se retractara de haber jurado la constitución de 1857: "[...] Haced entender a los fieles que el juramento, aunque sea para asegurar la obediencia a las leyes civiles o sobre cualquier otro negocio, siempre es una invocación del santo nombre de Dios, un acto de religión, importa el cumplimiento o la infracción del segundo mandamiento de la ley de Dios; que por lo mismo, el declarar si es pecado o no es pecado jurar en tal o cual caso, corresponde a la Iglesia, y en cada diócesis al respectivo obispo; que la autoridad de cada uno de ellos, aunque no sean infalibles, no por eso deja de ser verdadera autoridad, así como no deja de serlo la de un padre de familias ni la de los gobernantes civiles sin embargo de no ser infalibles; que la de los obispos viene de Dios y aun más inmediatamente que la de los príncipes. Advertirles que las ovejas están obligadas a escuchar la voz de su pastor, a quien deben oír antes que a los que si misión alguna se les presentan, queriéndoles persuadir que no escuchen al que Jesucristo les ha dado por maestro y por guía... "Nunca jamás se ha creído en la Iglesia de Dios que esta obligación de obedecer los fieles a sus obispos y que está impuesta por el derecho divino, sea únicamente en el caso de que el prelado explique los motivos que ha tenido para mandar o prohibir alguna cosa... 203 Pp. 54s. Las afirmaciones de Caserta: El Constitucional Zacatecano, pl. 4., cols. 2 y 3. En el presente texto me referí a ellas en las pp. 36-38. Son de especial interés las notas 112-120 en esas páginas. 75 "Sepa el autor del anónimo y sepa también el que ha publicado por los periódicos un aviso de que absolverá a los que no hayan retractado el juramento de la constitución sin limitación alguna, que ningún simple sacerdote tiene dentro de nuestra diócesis otra jurisdicción que la que el prelado le delegue...sepan asimismo que ninguna les delegamos para que absuelvan a los que no hayan hecho la retractación exigida por Nos: que por lo mismo si se atrevieren a absolverlos, la absolución es nula y de ningún valor".204 204 Pp. 55s. Sin embargo, en cuanto al juramento "aunque sea para asegurar la obediencia a las leyes civiles", habrá que tomar en cuenta lo asentado por Paolo Prodi a propósito de "la metamorfosis del juramento y la sacralización de la política" ya desde el siglo XVIII: Il sacramento del potere. Il giuramento politico nella storia costituzionale dell'Occidente, Il Mulino, Bologna 1992, pp. 441-487. (En italiano). 76 V RASGOS AMBIENTALES EN TORNO A LA POLÉMICA. 77 1.- Ampliación del espacio. A lo largo de un número de páginas nada despreciable, hemos navegado en "barcos de papel": dos documentos del obispo Pedro Espinosa y uno, en medio de ellos, de un "anónimo" que resultó ser un sacerdotes de Guadalajara, Juan José Caserta. Los papeles, viejos ya de 158 años, a pesar de su frialdad, que es solo aparente, dejan traslucir un ambiente caldeado en el que no parecía posible llegar a puntos de entendimiento y en donde la ebullición social atravesaba espacios, partidos y clases sociales. Niceto de Zamacois, observador primero y a cierta distancia escritor en los años en que comenzaba a integrarse la "paz porfiriana", tomó el pulso de esa ebullición social y de los sentimientos y emociones entrecruzadas en esos difíciles momentos. Conviene, creo, releer a Zamacois y sus puntos de vista suficientemente sensatos, pues sus páginas no han tenido la suerte de los volúmenes de redacción "oficial" de México a través de los siglos,205 e incluso del panegírico de Benito Juárez escrito por Justo Sierra, Juárez, su obra y su tiempo.206 Los catorce volúmenes de don Niceto esperan una evaluación de conjunto que bien merecen. Los comienzos de 1857--lo seguimos en el volumen 15--pedían paz y orden: "[...] Se debía esperar que los pilotos que tenían la dirección de la nave del Estado procurarían llevarla por el rumbo en que menos oleaje encontrase la embarcación, calmando la zozobra de los gobernados y tomando providencias que les volviesen por completo la calma. Pero no fue así. El primer acto del gobierno, lejos de servir para restablecer la calma, llevó a la mayor parte de las familias la inquietud y el sobresalto. Dicho dejo ya que la constitución de 1857 a muy pocos había satisfecho y que ni el mismo congreso ni en presidente Comonfort tenían fe en ella...Pues bien, a pesar de que tenían la convicción de que la obra encerraba grandes defectos; a pesar de las manifestaciones de la prensa independiente, así como de la de oposición; a pesar del disgusto que había producido en los pueblos, el gobierno expidió un decreto el 17 de marzo para el juramento de esa constitución que él mismo consideraba defectuosa. En ese decreto se ordenaba que todas las autoridades y 205 5 vols. Vicente Riva Palacio, director general, Ballescá y Comp./ Espasa y Comp., Barcelona/México 1884. Existen ediciones posteriores, algunas divididas en 10 volúmenes. 206 J. Ballescá y Cía. Sucesores, Barcelona/México 1905-1906. (Edición facsimilar: Centro de Estudios de Historia de México Condumex, México 1990). Véase mi artículo: Justo Sierra y la consolidación del anticlericalismo mexicano (2007) en mi página electrónica: www.olimon.org. 78 empleados, así civiles como militares, jurasen la constitución y se disponía que a las personas que no prestasen el juramento exigido, se les privase de su empleo para que no continuaran en el ejercicio de sus funciones. Lo que encierra un contrasentido notable es que no hablándose en el nuevo código ni la más leve palabra de religión, se exigiese un juramento religioso".207 Respecto a la negativa de muchos al juramento, Zamacois rememora y reflexiona: "[...] Como...existían...artículos que los católicos creían contrarios a sus creencias religiosas, muchos y respetables empleados se negaron a jurar el nuevo código. Entonces, la mayor parte de los hombres de todos los partidos políticos profesaban, como el país entero, salvo algunas excepciones, la religión católica y no titubearon en preferir la tranquilidad de su conciencia al sueldo que disfrutaban por su empleo, aceptando la miseria antes que faltar a sus creencias religiosas. Esto, sin meterme a analizar si era o no acertado, es un timbre de honra para los mejicanos, pues nada enaltece más a un hombre, que sacrificar su bienestar en aras de lo que juzga un deber sagrado".208 Más adelante reiteró el valor de sus palabras con nueva afirmación: "[...] La resistencia...a jurar la constitución nacía no de un capricho, sino de lo que la sociedad creía un deber sagrado de conciencia...La negativa al juramento continuó siendo una manifestación de lo mal que había sido recibido el nuevo código".209 El autor de la Historia de Méjico, con los pies sobre la tierra en el "siglo de la opinión", no dejó de tocar el punto de la polémica impresa al respecto del juramento y de la constitución misma y de manera específica al énfasis con que la prensa liberal culpó al clero del malestar, de las protestas y de la rebeldía e inobediencia que se percibía en el ambiente. Aludió al periódico el Eco Nacional de Morelia, que, ateniéndose a la "Ley Lafragua" del 28 de diciembre de 1855 sobre libertad de imprenta, publicó un razonado documento solicitando al presidente Comonfort que "[...] por sí y ante sí, reformase y corrigiese la constitución manifestando que no había más religión que la católica, en uso de sus facultades extraordinarias".210 Decía el manifiesto no sin ironía, "que esta clase de manifestaciones, lejos de alarmar a los periódicos liberales, serán muy de si gusto; como que no quebrantan ley alguna, son indicio claro de que el pueblo mejicano no es tan indiferente como se había creído respecto de sus destinos y son, por último, uno de los medios que la 207 Zamacois, XIV, p. 514. El subrayado es mío. Ib. 209 P. 522. 210 P. 523. 208 79 democracia aconseja y pone en práctica en todos tiempos y circunstancias para conocer la verdadera voluntad nacional".211 Contrariamente a lo que podía esperarse--o más bien en la muy utilizada "ley del embudo" por los liberales radicales--la respuesta, de la que El Siglo XIX fue vocero, se formuló de manera descalificatoria y contradictoria a los mismos principios liberales de expresión y prensa. Airadamente el periódico liberal contestó: "[...] 'Que los que firman la manifestación la hubieran dirigido simplemente a la autoridad respectiva, siempre habría importado un proceder punible, porque en ese documento no se nota otra cosa que la desobediencia a la ley, que manda que la constitución sea jurada, que la negativa de la misma constitución. Pero que firmada la manifestación se haya impreso y circulado; que circulada la haya producido un periódico tan patriótico, tan amante de la paz, del orden y del gobierno actual, cuanto lo es el Eco, no es necesario mucho para conocer lo que estos hechos importan y lo que con ellos se desea alcanzar. La prensa liberal no se alarma con estos manejos: los reprueba altamente. Los reprueba porque en su origen, en sus medios y en su fin son delincuentes; importan infracciones claras de las leyes, desobediencias imperdonables'".212 En la misma obra encontramos una consideración interesante que bien puede llevar a comprender propósitos de mayor alcance en la cerrazón del gobierno ante la modificación de la nueva ley fundamental: "[...] Se ha creído y se decía entonces, que la disposición del gobierno de hacer jurar la constitución no reconocía otro objeto que un capricho y un orgullo vanos. No; el objeto de exigir ese juramento era de importancia trascendental para las miras del gobierno. Éste se había propuesto llevar a cabo las innovaciones dictadas respecto de la Iglesia, proyectaba otras y necesitaba preparar el terreno. Comprendía lo arraigadas que se hallaban en la sociedad las ideas católicas y que toda novedad que apareciese en pugna con ellas, le atraería enemigos. ¿Cómo realizar, pues, su deseo? Aumentando el número de los amantes a la reforma con los que dejasen de ser celosos defensores de las ideas religiosas dominantes. Puestos los empleados en la terrible disyuntiva de optar entre su empleo y la miseria, preciso era que muchos jurasen la constitución, por duro que a su conciencia les pareciese el sacrificio. Una vez consumado éste, lógico era que buscasen entre su familia y sus amigos, disculpa a aquel acto, presentando la 211 212 Ib. P. 524. 80 disposición de la Iglesia como demasiado exigente y la aceptación del juramento como compatible con la religión".213 El acelerado paso de los acontecimientos, el malestar creciente manifestado en muchas partes del país donde incluso hubo levantamientos populares, penas punitivas a quienes se atrevían a publicar los documentos de los obispos, amenazas de destierro o la efectiva prisión domiciliaria para el obispo de Michoacán,214condujo a una medida que resultó extemporánea: el envío a Roma de un representante mexicano que pudiese tratar los asuntos pendientes y tal vez obtener algunos acuerdos. Era tarde no sólo porque se habían precipitado decisiones que parecían difíciles de retrotraer sino porque la presencia en Roma de Monseñor Labastida, desterrado por las acusaciones que se le habían hecho a propósito de la "revolución" de Zacapoaxtla, influía personalmente en el ánimo del Secretario de Estado, cardenal Antonelli y del mismo pontífice Pío IX. Leemos a Zamacois: "[...En mayo de 1857] el gobierno de Comonfort tenía ante sí [un]cuidado que le afectaba sobremanera: la cuestión interior que había tomado un carácter políticoreligioso alarmante. El presidente veía el disgusto causado por el juramento religioso de la constitución,; escuchaba el clamor que se había levantado contra aquella providencia; recibía las representaciones elevadas por los vecinos de los pueblos; comprendía la falta de facultades de los obispos para obrar sin autorización del Papa, y deseando zanjar aquella delicada cuestión de una manera que tranquilizase las conciencias, nombró a D. Ezequiel Montes enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Méjico cerca de la Santa Sede, para que arreglase con el jefe de la Iglesia todos los puntos concernientes a ésta...Salió inmediatamente de la capital y en los primeros días de mayo se embarcó en el paquete inglés con dirección a Roma. Este paso lo debía haber 213 Pp. 527s. El ministro de Gobernación, José María Lafragua el 12 de septiembre de 1856 ordenó al gobernador de Guanajuato, Manuel Doblado, el traslado de Munguía "sin excusa ni pretexto" a la Ciudad de México y al día siguiente el gobernador emitió un bando solemne en el que, también por disposiciones del ministro de Gobernación, "[...] se prohibía la publicación...'ni por la prensa ni de otro modo' o la lectura en las iglesias de 'pastorales y circulares de los Prelados eclesiásticos...'en que de una manera positiva se ataca al Supremo Gobierno y se incita abiertamente a la desobediencia'". Ahí mismo se ordenaba a los gobernadores: "[...] Recoja las que se hubieren impreso y que si los eclesiásticos turbasen el orden o incitasen a la desobediencia de este modo o de otro cualquiera, los sujete Vuestra Excelencia a las autoridades competentes, y si esto no fuere posible, los haga salir del lugar de su residencia señalándole otros en que su influencia no sea perniciosa, pudiendo en caso necesario hacerles venir a esta capital y avisando inmediatamente de cuanto ocurra para que el gobierno determine lo conveniente". (El incipiente liberalismo, p. 205. El relato más amplio: pp. 203-209. La fuente: Munguía, Defensa eclesiástica, p. 105). 214 81 dado Comonfort desde que dictó sus primeras providencias, y así se hubieran evitado los males que por espacio de un año se venían repitiendo".215 La misión de Montes estuvo desde sus comienzos rodeada de malos augurios. Algunos en México y otros--quizá los más negros--en Roma. Fueron muchos y en diferentes direcciones los rumores que hablaban desde fácil arreglo hasta imposibilidad del mismo o que señalaban que el gobierno conseguiría la sanción pontificia de lo hecho y avanzado. La revisión de los papeles relativos a esta misión hecha en el Archivo Vaticano por Marta Eugenia García Ugarte muestra con claridad cómo se trataba de un empeño fallido desde sus raíces: "[...] Montes fue recibido casi inmediatamente después de su llegada por el Secretario de Estado...En su entrevista, Montes trató de aclararle al cardenal Antonelli que las disposiciones de la constitución no eran tan radicales: ni se habían enajenado los bienes de la Iglesia y la limitación del foro eclesiástico sólo lo era en las causas civiles y en cuanto al matrimonio civil, sólo se pretendía su registro para efectos civiles y de ninguna manera se pretendía eliminar el sacramento. Pero el cardenal estaba predispuesto contra el Ministro mexicano tanto por los informes de Labastida como por los de Clementi [el delegado apostólico]. La reunión tuvo que ser muy ríspida puesto que Montes preguntó si debería, en virtud de que parecería que no lograría nada, marcharse de Roma. Pero el cardenal...le dijo que podrían tratarse algunos asuntos". 216 Por un folleto publicado en 1861 que contiene un informe dado al Congreso Nacional de la pluma del Licenciado Manuel F. Ruiz, "Ministro que fue de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública", fue el arzobispo De la Garza quien le propuso al presidente Comonfort el envío de Montes y que el Papa "[...] extremando su espíritu conciliador admitía la Ley Juárez, la caja de derechos parroquiales, la misma extinción de los religiosos salo los Colegios de Propaganda Fide, las comunidades de oratorianos y de camilos; y aceptaba también las posibles adquisiciones hechas de acuerdo con la Ley Lerdo; pero sí exigía a cambio 'que se devolviera al clero su capacidad de adquirir' y que se reconocieran los 'derechos políticos' de sus integrantes. Nada pudo obtenerse, porque Montes abandonó Roma como consecuencia del golpe de Estado de Comonfort [diciembre de 1857/ enero de 1858]". 217 215 P. 569. Poder político y religioso, I, p. 693. Lo dicho por Montes: Antonelli a Clementi, Roma, 29 de junio de 1857. (ASV. SE. Rúbrica 279, 1857). 217 Exposición que el C. Lic. Manuel F. Ruiz, Ministro que fue...presentó al Soberano Congreso de Méjico, Imprenta de Nicolás Pizarro, México 1861. (Véase mi libro El incipiente liberalismo, p. 221) Ruiz (1822-1871) 216 82 Dada la índole e inserción política de Ruiz, no es fácil aceptar esas afirmaciones tan contundentes en apariencia. No obstante, habría sido posible, aunque no probable, llegar a algunos acuerdos. A propósito de la Ley Lerdo y en analogía con leyes de Piemonte y la aplicación del liberalismo en España en detrimento del patrimonio eclesiástico, asuntos sobre los que se negoció en Roma, Alfonso Alcalá escribió: "[...] En términos generales y atendiéndose puramente a las reglas de justicia, era patente que no era lícito entrar de ningún modo en los tratos prescritos por el gobierno de Comonfort para la enajenación de los bienes eclesiásticos. Pero la violencia de hecho ejercida por otros gobiernos de Europa en años no tan remotos, habían sentado algunos precedentes que convendría no olvidar, puesto que la Santa Sede, aunque renuente, se había visto obligada a transigir...ahí estaban los ejemplos recientes de las leyes usurpadoras de Piemonte (1850) y de España (1854-1855)... Bajo el punto de vista pastoral, la ejecución de la ley...dejaba a la Iglesia envilecida y pobre y dejaba una secuela de personas con la conciencia cargada y con la nota infame de ladrones de bienes eclesiásticos. Pero para aquellos que se arrepentían, no era fácil determinar a cuáles condiciones deberían ser sometidos. Tal vez el modo más fácil sería seguir las normas ya dadas por la Penitenciaría Apostólica a los obispos de Piemonte que se habían encontrado en circunstancias parecidas".218 2.- Las ideas de fondo. Podemos en el estado actual de las investigaciones sobre la etapa histórica de la implantación del liberalismo en México, delinear más de alguna reflexión. Abogado oaxaqueño cercano a Juárez. Sólo fue Ministro de Justicia del 20 de septiembre al 16 de diciembre de 1857, precisamente durante la ausencia de Montes. Siguió a Juárez a Veracruz donde redactó en 1859 dos de las "leyes de reforma": la relativa a la nacionalización de los bienes eclesiásticos y la exclaustración de los religiosos del 12 de julio y la de la institución del matrimonio civil del 23 de ese mes. Durante la intervención francesa recibió de Juárez el nombramiento de gobernador de Tamaulipas, cargo que no pudo asumir. En el conflicto Juárez-González Ortega apoyó a este último; fue por lo mismo procesado y absuelto. Se retiró a la vida privada. (Diccionario Porrúa, p. 3031). En la página electrónica de la Embajada de México ante la Santa Sede se reproducen, en la sección Representantes, los rasgos biográficos del Licenciado Montes tomados del libro Cancilleres de México, Secretaría de Relaciones Exteriores, México 1992. A mi modo de ver requieren importantes matizaciones, sobre todo por el enfoque de enfrentamiento partidista entre un liberalismo lúcido y un "conservadurismo" eclesiástico irredento. (Consulta, 27 de enero de 2015). 218 Los primeros quince años del pontificado de Pío IX... Historia Desconocida. Libro Anual 2008, pp. 148 y 153. Amplio tratamiento de la cuestión eclesiástica en Piemonte y otros reinos italianos previos a la unificación: Giacomo Martina, Pio IX (1851- 1866), Pontificia Università Gregoriana, Roma 1986, pp. 48-61. El caso español: F. Díaz de Cerio SJ/M.F. Núñez y Muñoz, Instrucciones secretas a los Nuncios de España en el siglo XIX (1847-1907), Pontificia Università Gtegoriana, Roma 1989. 83 Es posible conocer los rasgos de la personalidad de los obispos mexicanos del tiempo, sobre todo don Lázaro de la Garza, Munguía y Labastida. El primero, sin duda por su experiencia pastoral en la lejana Sonora mostró clara sensibilidad pastoral, tendencia al diálogo y flexibilidad en la aplicación de los principios. Munguía, el de mayor capacidad intelectual y liderazgo en cuanto a la sutileza jurídica, carecía de experiencia directa en el trato con la feligresía y su misma formación jurídica y condición de letrado lo hacía inflexible en los principios. Labastida, el más romano de ellos--David Brading calificó su actuación como "Intransigencia ultramontana"219--no dejó de presentar rasgos de ambición durante su larga estancia en el Vaticano y se identificó con la intransigencia de Pío IX como muy pocos. No obstante, fue al que la vida le permitió, dada su longevidad, pasar todavía largos años en los que la cercanía con el pueblo lo llegaron a caracterizar y su convicción jamás negada en la libertad de la Iglesia se inclinó más al fomento de la vida cristiana de un pueblo devoto pero poco ilustrado que en la reivindicación de los derechos ancestrales de la institución. Escribió Marta Eugenia García Ugarte, la mejor conocedora del personaje: "[...] Labastida pudo regresar a México. Ingresó a la capital el 15 de mayo de 1871 y a partir del 22, cuando tomó posesión de nueva cuenta de su diócesis, se inició el primer período de gobierno desde su regreso hasta la muerte del pontífice Pío IX en 1878. En ese período de siete años, el arzobispo había recorrido la diócesis, conocía a sus párrocos, había establecido un buen sistema de relación con su cabildo y mantenía estrechas relacione con los obispos del país. Además, por la expansión del protestantismo y de la masonería, integró un programa de trabajo que daba prioridad a la educación católica formal e informal y la cultura cristiana. También procuró multiplicar las misiones, que fueron un excelente recurso para fortalecer la fe; renovó el cabildo colocando primero a los hombres mayores, enfermos y cansados que habían servido a la Iglesia en los años difíciles de la guerra civil, y desde 1875 a elemento jóvenes con visiones diferentes que le permitieran modernizar la vida capitular y la administración eclesiástica de la curia". 220 La personalidad de don Pedro Espinosa se me escapa y esconde todavía detrás de sus líneas escritas. No obstante, su particular actitud frente a la aplicación de la ley de desamortización y sus "[...]providencias para aprobar particulares contratos con todos los requisitos del caso necesarios para tutelar el interés y la utilidad de la Iglesia",221 así como el trato, en realidad suave y "paterno" 219 Clemente de Jesús Munguía: intransigencia ultramontana y la reforma mexicana, en: Manuel Ramos (comp.), Memoria del primer coloquio de Historia de la Iglesia en el siglo XIX, El Colegio de México/ El Colegio de Michoacán/Instituto Mora/UAM-Iztapalapa/Condumex, México 1998, pp. 13-45. 220 Poder político y religioso, II, pp. 1571s. 221 Alcalá, p. 151. 84 hacia su "impugnador", Juan José Caserta, apuntan a una personalidad con evidentes cualidades pastorales. Las personalidades eclesiásticas y también las que formaron parte de los gobiernos liberales tenían--como ha quedado claro en las investigaciones históricas más recientes--una formación recia en materias relacionadas con el derecho público, el internacional y el "de gentes" así como con el derecho canónico. De igual manera, estaban abiertos, aunque con diferentes niveles de aceptación, a la codificación del derecho y a que en cada nación hubiese una ley fundamental, una constitución. No obstante, existían--y conforme avanzaba el siglo XIX--se alejaban más una de otra, dos corrientes que podemos identificar como galicana o regalista, que sostenía la supremacía del Estado sobre las demás sociedades presentes en un ámbito político determinado, incluida la Iglesia tanto por razones históricas como de presente y futuro y la ultramontana, que sostenía la independencia y la autonomía de la Iglesia, aun dentro de los esquemas nacionales y su dependencia de la autoridad del Romano Pontífice. Como ha quedado claro por algunos estudios, entre otros mi libro El incipiente liberalismo de Estado en México, este fue el ámbito de las controversias y de las intransigencias mexicanas que fueron más allá de las que se vivieron en otros países de tradición católica, pues de ambos lados se sostuvo un maximalismo que atendiendo al cúmulo de circunstancias históricas determinantes del ambiente, eran irreales y sólo podrían conducir a una lucha prolongada sin resultados de acuerdos posibles. En la argumentación de Caserta encontramos la formación galicana y en la de Espinosa los rasgos claros del ultramontanismo. Lo anterior nos conduce a preguntar acerca de las raíces formativas de ambas posturas, tema que aún está por explorarse pero que ya nos presenta ciertas intuiciones, gracias a las citas de autores principalmente franceses que conocemos en los textos de las controversias. Sin duda que muchos autores galicanos fueron textos en los seminarios para la formación de los sacerdotes y en las facultades de derecho, muchas veces ligadas a ellos en la que se formaron también abogados que fueron funcionarios públicos en distintos regímenes y legisladores. En 1849 el abogado Munguía publicó, "[...] por disposición del Ilmo. Sr. D. Juan Cayetano Portugal, dignísimo obispo [de Michoacán], para el uso de los cursantes de Derecho del..Colegio Seminario," cuatro volúmenes bajo el título general de: Del derecho natural en sus principios comunes y en sus diversas ramificaciones, o sea, Curso elemental de derecho natural y de gentes, público, político, 85 constitucional y Principios de legislación.222 También este texto influyó en la toma de posición de muchos a la hora de las manifestaciones que indicaban el avance de la corriente supremacista. 3.- ¿Iglesia dependiente o independiente? Lugar y destino del juramento. No obstante, quizá el elemento más novedoso de la constitución de 1857, la mención dinámica de los derechos del hombre como base de las instituciones sociales, no aparece en estas discusiones. Está claro que existe un evidente avance entre las constituciones de 1812 y 1824 gracias a este enfoque que valdría la pena estudiar con detenimiento. Un apunte lo dio el Doctor Manuel González Oropeza del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM: "[...] El artículo primero constitucional hizo de los derechos del hombre la base de las instituciones sociales. El Congreso Constituyente adoptó una tesis totalmente jusnaturalista, al afirmar a través de León Guzmán: 'El hombre es un ser eminentemente libre y eminentemente social; al reunirse los hombres en sociedad, convienen en sacrificar un poco de su libertad natural para asegurar la restante; esta parte de la libertad que se reúna de todos los individuos, es lo que constituye el derecho del hombre en sociedad. Asegurar este mismo derecho, debe ser el fin de las constituciones y de todas las leyes".223 Sin embargo, la cuestión que nos ha ocupado en estas páginas y que es una de las pequeñas dimensiones de un gran tema tuvo dentro del drama mexicano del siglo XIX muchos filos ásperos que se han descubierto y se seguirán descubriendo a través de la investigación acuciosa. La historiografía sobre nuestros siglo XIX no ha acabado de declarar, al menos en el uso de las palabras, su distancia de viejas ideologías y de la escisión partidista entre "liberales" y "conservadores", con especial carga peyorativa para estos últimos y también continúa identificando toda postura eclesiástica sobre todo del episcopado mexicano alineada con el partido conservador. Creo que obras monumentales como los tres volúmenes de Emilio Martínez Albesa, La constitución de 1857. Catolicismo y liberalismo en México224 y algunas modestas contribuciones que me ha correspondido hacer, así como la continuada revisión archivística, 222 Imprenta de la Voz de la Religión, México 1849. Existe una valiosa edición facsimilar con un Estudio introductorio de Faustino Martínez Martínez, Suprema Corte de Justicia de la Nación/Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México 2005. 223 Manuel González Oropeza, Prólogo, en: Colección de las leyes fundamentales que han regido en la República Mexicana y de los planes que han tenido el mismo carácter, Imprenta de Ignacio N. Cumplido, México 1857. (Edición facsimilar: Miguel Ángel Porrúa, México 2009, pp. LXIVs.) 224 Porrúa, México 2007. 86 contribuyen a deslindar campos agregando perspectivas, detalles y matices surgidos del paso de la vida. Entre los asuntos teóricos que afectan la época a que nos referimos, se encuentra la sutil frontera entre lo público y lo privado y entre el orden externo y el de la conciencia. Entre los atrasos históricos se presenta la necesidad de reformar a los regulares (órdenes masculinas y femeninas), viejo empeño de los Pontífices, de los episcopados y de las autoridades civiles tanto españolas como independientes. En medio--teórico y práctico a la vez--está el anacronismo, ya a mediados del siglo XIX, del juramento religioso sobre materia política. Paolo Prodi, en su voluminoso estudio acerca del "juramento político en la historia constitucional de Occidente", afirmó al respecto: "[...Existe] una disputa que conduce, de la última fase del juramento confesional a la secularización. Un recorrido todo menos que simple porque incluye la separación entre el juramento político y el contrato, o mejor dicho, la expulsión del juramento de la esfera del contrato y su transformación en una especie de voto secularizado: tal vez es éste el último de los procesos de asimilación de los conceptos y de la praxis teológica de parte del Estado moderno. El hombre, llegado a su madurez como individuo, separándose de la Iglesia, se consagra al Estado para poder rehacer su propia identidad; más acá de esta adhesión-voto, queda solamente el juramento de oficio como compromiso para respetar determinadas leyes, deberes, leyes o constituciones, con la desaparición absoluta de cualquier hipótesis contractual". 225 Pongo punto final a este estudio, que ha mirado al drama que vivieron los mexicanos, no sólo los obispos o los gobernantes, con dos citas relacionadas con el largo pontificado del Papa Pío IX (1846-1878),que engloban el drama en sus dimensiones mundiales y que, junto con las de González Oropeza y de Prodi, pueden servirnos de ancla reflexiva: Pío IX escribió a Francisco José, emperador de Austria en 1868: "[...] Tal vez en los secretos consejos de la Providencia se preparan los medios que conduzcan a hacer libre a la Iglesia; cuando al desatarse las ataduras con las que las manos humanas le han impuesto, pueda ejercitar su saludable influencia sobre la sociedad inspirándole la idea de los rectos y sanos principios de los que se ha alejado".226 Y el jesuita Giacomo Martina, biógrafo egregio de Pío IX, acuñó estas frases, que aunque en concreto se refieren al caso austriaco, pueden ampliar su significado:"[...]Ahí 225 Il sacramento del potere. Il giuramento politico nella storia costituzionale dell'Occidente, p. 441. Pio IX a Francesco Giuseppe, 21 maggio 1868. Cita en: Giacomo Martina S.J., Pio IX (1867-1878), Pontificia Università Gregoriana, Roma 1990, p. III. (Original en italiano. Traducción mía). 226 87 donde prevalecía la visión de una Iglesia sujeta al Estado, de un clero funcionario del Estado, se desarrolló--mérito de Pío IX y de sus colaboradores...-- la conciencia de una Iglesia independiente, de un clero no ligado por doble nudo al gobierno".227 Uno de estos nudos era el juramento. 227 Martina, pp. 535s. 88 APÉNDICE. Carta de Monseñor Pedro Espinosa y Dávalos, Obispo de Guadalajara al Lic. José María Iglesias, Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos. Guadalajara, 21 de marzo de 1857. 89 Carta de Mons. Pedro Espinosa al Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, Lic. José María Iglesias. sobre el juramento a la constitución federal de 1857. 228 ..1.. Excmo. Sr.: Desde que se publicó el proyecto de la nueva constitución que iba a discutirse en el Soberano Congreso Nacional, entendí cuál debía ser mi conducta llegado el caso de aprobarse algunos artículos que se oponían a la doctrina católica y a los dogmas de la Iglesia. Me cabía la esperanza de que serían enteramente desechados o a lo menos modificados en términos que no presentaran dificultad alguna y aun pudieran jurarse sin temor de conciencia. Por desgracia mi esperanza se frustró y me veo en la triste pero indispensable necesidad de manifestar a V(uestra) E(xcelencia) y por su respetable conducto al Supremo Magistrado de la República y a toda la Nación, que no me es lícito en manera alguna prestar el juramento que previene el artículo transitorio de la misma constitución y dejar de protestar contra varios de los otros artículos que ésta contiene. Nunca he olvidado ni olvidaré que la Religión santa que profeso me enseña ser un deber estrecho de conciencia el respeto y obediencia a las autoridades civiles. Pero esa misma Religión Divina me dice que sobre todo y antes que todo, se debe obediencia a Dios y a su Iglesia: que dé al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios ./. 2. que si se me exige algo que se oponga a esa primera y preferente obligación, mi respuesta sea la que a su vez dieran los Apóstoles: "Si es justo delante de Dios, oírlos229 a vosotros, antes que a Su Majestad, juzgadlo vosotros." Esa ha sido siempre la doctrina de Jesucristo desde el primer siglo hasta nuestros días, desde San Pedro hasta el Señor Pío IX que en su encíclica de 9 de noviembre de 1846 encarga a todos los obispos del Orbe Católico a inculcar en el pueblo católico el deber de la sumisión a los príncipes y gobiernos, que les enseñemos según el precepto del Apóstol, "que toda potestad dimana de Dios y que 228 Texto paleografiado del manuscrito inserto en el Libro de Gobierno iniciado en 1816 de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en Jala, actualmente perteneciente a la diócesis de Tepic y al estado de Nayarit y en 1857 a la diócesis de Guadalajara (aún no arquidiócesis) y al estado de Jalisco. (La paginación no corresponde al Libro pues sus páginas se encuentran sin numerar e incluso tiene hojas en blanco). Paleografía y notas: Manuel Olimón Nolasco. (Tepic, 3 de diciembre de 2014). Omití la referencia a algunas de las citas bíblicas. El paso de las páginas en el original está señalado con el signo ./. 229 En el texto manuscrito dice: oídlos. Por el contexto, sin embargo, debe decir: oírlos. 90 [¿resistan?] a las órdenes divinas y son condenables los que atacan los poderes establecidos y que no se viole impunemente este deber de conciencia a la Ley de Dios y de la Iglesia". No permita Dios que el obispo de Guadalajara tenga la desgracia de faltar a la más sagrada de sus obligaciones. Soy el más indigno de los obispos, pero ruego al Dios de las Misericordias me sostenga con su omnipotente gracia y no permita que en los últimos días de mi vida añada a mis muchas culpas la mayor que pudiera cometer, que sería la de renegar cobardemente de mi fe, dejar de confesarme hijo de la Iglesia Católica, consecuente con la Doctrina que ./.3. ésta me enseña y cuyo sagrado depósito he de conservar intacto. No puedo reconocer en la autoridad secular la facultad del artículo 123 [que] declara corresponder exclusivamente a los Poderes Federales, es decir, ejercer en materia del culto religioso y disciplina externa la intervención que designen las leyes. (Entonces) permítase a un prelado católico hablar con aquella Apostólica libertad que le incumbe por su oficio aunque [parezca] faltar a las consideraciones que [por] el juramento se merece esta potestad temporal. Esta es una doctrina que echa por tierra al Dogma de la soberanía e independencia de la Iglesia y de que en todos [los] tiempos se han manifestado tan celosos los Papas, los Concilios y los Santos Padres, siguiendo el ejemplo que nos dieron los Apóstoles quienes nunca reconocieron tales en los Príncipes del siglo.230 El mismo nombre de culto religioso está indicando que es de las cosas que se deben a Dios y en que no puede ni debe intervenir el César. ¡Disciplina externa e interna! Discusión absurda desconocida en los primeros siglos de la Iglesia, error inventado por los cismáticos griegos para mantenerse en el cisma seguido en el siglo XVI por los protestantes de Alemania e Inglaterra y tanto, que la misma Reina Isabel231 declaraba solemnemente estar muy distante de querer administrar las cosas santas, y que la supremacía no se extendía más que a las materias de disciplina exterior adoptado en Francia en los últimos años del siglo pasado con el ob- ./. 4. jeto de descatolizarla y dar la constitución civil del Clero 232, que declaró la Santa Sede herética y cismática, sostenida ardientemente por el Jansenismo y el Filosofismo con la detestable mira de destruir si posible fuera la obra de Dios. Es un error 230 Tachado de los y entre paréntesis (pueblos). Reina de Inglaterra de 1558 a 1603. Su política religiosa consistió sobre todo en establecer firmemente en anglicanismo frente a los modelos católico y protestante. (Es útil: John Guy, The Tudor Age (1485-1603), en: The Oxford Illustrated History of Britain, Oxford University Press, Oxford 1983, pp. 264-285.) 232 La Constitución Civil del Clero se votó el 12 de julio de 1790 (a un año del inicio de la revolución francesa) y pretendió "desromanizar" a la Iglesia católica en Francia suplantando el galicanismo tradicional por una Iglesia nacional. En ella se solicitaba el juramento a los miembros del clero. Los detalles: André Latreille, L'Église Catholique et la Révolution Francaise, I: 1775-1799, Cerf, Paris 1970, pp. 99-116. 231 91 condenado repetidas veces por el Máximo Vicario de Jesucristo y contra el que han levantado su voz los obispos de la República Mejicana desde que en Jalisco se trató en el año 1824 del artículo 1° de la constitución y después en otras muchas ocasiones; y hago mérito del modo de pensar del Papa y los obispos porque ellos y no la autoridad civil son a quienes les dijo Jesucristo: "Enseñad a todas las gentes; el que os oye me oye a mí, el que os desprecia, me desprecia a mí." Así es que importa poco que los contradigan los teólogos políticos que pretenden erigirse en maestros del pueblo fiel y que por desgracia no faltan en nuestra patria. Los Príncipes al entrar en el seno de la Iglesia vinieron a ser sus hijos y no sus Señores; la religión no aumenta sus facultades ni la falta de ella las disminuye, derechos que no reconocieron los apóstoles en Calígula, Claudio, Nerón y demás emperadores gentiles tan soberanos como el Príncipe más católico no pueden reconocerse ni decirse propios de los Superiores Gobernantes en el XIX. La independencia que aun en ./. 5. medio de las persecuciones tuvo la Iglesia en aquella época debe continuarla hasta el fin de los siglos y bajo el imperio de los más religiosos gobernantes, pues como dice San Ambrosio, el buen Emperador está en la Iglesia. Sr. Excmo.: Malo y muy malo habría sido el artículo de tolerancia de cultos que se leía en el proyecto de constitución,233 pero al menos nos habría dejado, en el caso de ser verdadera tolerancia, la libertad que disfrutan en Norte América los católicos en su culto y disciplina sin que el gobierno civil pretenda intervenir ni en el uno ni en la otra. Yo siempre repetiré con el ilustre Fenelon234: "Por grande que sea la necesidad que tenga la Iglesia de mi pronto socorro contra la herejía y contra los abusos, la tiene mucho mayor todavía de conservar su independencia". Por lo que acabo de exponer se convencerá V. E. de que no puedo dejar de protestar contra el art. 123. Mas no es éste el único que se opone a la Doctrina Católica: el 5° dice que la ley no puede autorizar ningún contrato que tenga por objeto la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad...por causa...de voto religioso".235 El derecho que el art. 4° concede a todos para abrazar la profesión que más les acomode y que el 9° reconoce a todos para asociarse y reunirse con 233 Se trata del proyectado artículo 15 que no se presentó a debate en el Congreso Constituyente. Véase mi libro, El incipiente liberalismo de Estado en México, Porrúa, México 2009, pp. 209-217. 234 Francois Fenelon, obispo de Cambrai en Francia en el s. XVII. Hombre de carácter afable, fuerte espiritualidad, erudición y notable elocuencia. Se dedicó a servir a los pobres y, al suprimirse el Edicto de Nantes que protegía la presencia de los protestantes en territorio francés, se dedicó al diálogo con ellos para evitar la persecución. Es autor de varias obras de carácter espiritual y ético en que mostró su interés en la reforma evangélica de la Iglesia católica. Se le llamó "la primera mente moderna". Nota basada en el texto de la página electrónica misticavita.worldpress, ad vocem. (Consulta, 1 dic. 2014). 235 Subrayado en el original. 92 cualquier objeto lícito, no se reconoce en el llamado por Dios. Los votos monásticos que la Iglesia aprueba y recomienda que no son sino la práctica de los ./. 6. consejos evangélicos que en todo tiempo y en todo los siglos se han respetado por los verdaderos católicos y contra los que sólo han declamado los herejes y Filósofos. ¿Estos son los que en la República Mejicana no pueden autorizar la Ley? Este incuestionable derecho que los fieles tienen de prometer a Dios la práctica de los consejos que nos dio su Divino Hijo y prometerlo con voto perpetuo se respeta aun en el Norte América [sic] que se dice la República modelo, el país clásico de la libertad: desconocer tal derecho es incidir en el error del pseudo Sínodo de Pistoya: votum perpetuum stabilitatis nunquam tolerandum...votum castitatis, paupertatis et obedientiae nunquam permittit (episcopus), uti perpetua sint,236 de error condenado por la Santa Sede en la bula Auctorem fidei y aun por el mismo Scipione Ricci que lo había asentado.237 El art. 6° que la manifestación de las ideas no puede ser objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, aunque exceptúa algunos casos no comprende en ellos el atacar la doctrina católica. El 4° declara inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia sin que ninguna ley ni autoridad pueda establecer la previa censura, ni pone a la libertad de imprenta más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. Si trata de asuntos puramente [¿inocuos?] y mentales que por más criminales que sean no quedan al alcance de la potestad humana y cuyo castigo se reserva a Dios, aunque nunca los contaría yo entre los derechos del hombre, pues nadie los tiene ./. 7. para los ilícitos; sin embargo, nada podrá decirse por ser de las cosas que no puede impedir la autoridad; mas no es eso de lo que hablan dichos artículos, sino es de la manifestación de las ideas, de la libertad de publicarlas por escrito y por la prensa sobre cualquiera materia. No sé cómo, Excmo. Sr., los representantes de nuestro pueblo católico puedan reconocer y declarar como derecho del hombre el de atacar la verdadera religión. No es ni puede ser derecho rebelarse contra Dios, hacer lo que prohíbe la Ley Divina bajo la pena de condenación eterna, intentar destruir la fe católica, darle el nombre de derecho es desconocer la verdad y Divinidad de la religión de Jesucristo, es confundir la libertad con el abuso. Nadie tiene 236 Subrayado en el original. Traducción al español: "Nunca se tolerará el voto de perpetua estabilidad. (El obispo) no permitirá que el voto de castidad, el de pobreza y el de obediencia sean perpetuos". La encíclica Auctorem Fidei es del Papa Pío VI y se firmó el 28 de agosto de 1794. 237 Este sínodo, celebrado en Pistoya en la Toscana en 1786, llevó al extremo la intervención del gobierno civil en la organización de la Iglesia incluso en detalles litúrgicos. Se habló de la diferencia entre los aspectos "Internos" y "externos" de la religión y de la potestad del Papa y de la de los obispos. Ahí se trataron también asuntos relacionados con la liturgia y la vida religiosa. (Puede consultarse el texto en italiano en la página electrónica libero.it.magistero.) Una mirada al contexto y al surgimiento del asunto en Austria, de donde se derivó a Italia: Latreille, o.c., pp. 19-36 y 59-69. 93 derecho para insultar a sus semejantes, ¿y lo ha de tener para insultar a Dios? Emitir opiniones contrarias a la buena moral es y se llama libertinaje, ¿el publicar errores opuestos a la fe cómo se llamará entre católicos? Dar a la prensa doctrinas que puedan alterar la paz pública se enumera entre los delitos y ¿hacer circular papeles que puedan seducir a los fieles en materias religiosas se considera entre los derechos? Yo no puedo tener ni enseñar otra doctrina que la que enseña la Iglesia Católica, la que enseñaron los apóstoles. Vivían en medio de un pueblo gentil y bajo el imperio de Príncipes que habían jurado el exterminio y total destrucción de la ./. 8. Iglesia de Jesucristo, mas esto no les impedía hacer cuanto les era dado en tan tristes circunstancias a fin de preservar de la seducción al pueblo fiel. Lejos de reconocer en el hombre el derecho de publicar doctrinas opuestas a la religión, prohibieron a los fieles recibir en casa y aun saludar a quienes tal hicieran; pronunciaban anatema contra los que publicaran dogmas que no estuvieran en consonancia con el evangelio, entregaban al poder de Satanás a los herejes para que aprendieran a no blasfemar. Si alguno trató de apartar algún procónsul de la fe, San Pablo hizo el milagro de cegarlo después de reprenderlo, llamándolo hijo del Diablo, enemigo de toda justicia, hombre lleno de todo engaño y falacia, que no cesaba de trastornar los caminos rectos del Señor. ¿Era esto reconocer en el hombre ese derecho que se proclama en la nueva constitución?, ¿quién es castigado porque use de sus derechos? ¿quién lo tiene para seducir a los incautos y arrastrarlos al error? Nunca en Méjico se ha tolerado la publicación de papeles subversivos; estamos viendo que se cuida mucho sobre el particular, sin permitirse a nadie la publicación de opiniones que atacan el orden establecido. ¿Y por qué tan severa prohibición? Porque se conoce la cuasi instrucción de la mayoría en materias políticas y la facilidad con que se les puede seducir. Esa condición es la mejor prueba de que ni el mismo actual Gobierno re- ./. 9. conoce esa omnímoda libertad, ese ilimitado derecho de publicar toda clase de opiniones y pensamientos. ¿Y qué, Sr. Excmo., son más sagrados los intereses políticos que los religiosos? ¿Más respetable el César, que Dios?, ¿la administración actual que la Divina Religión de Jesucristo? No puede decirse que la verdad no teme ser discutida, bien sabían esto los Apóstoles, pero sabían igualmente que todo es de temer de la fragilidad humana y por eso no cesaban de exhortar a los fieles a que no prestaran oído a los seductores, quienes con sus discursos arrastran al error, trastornan la fe de algunos; sus pláticas cunden como la gangrena. Sabían que aunque la firmeza de la verdad es incontrastable, no es la maestra [?], que la fe es un don de Dios lo mismo que las 94 otras virtudes, que el que ha permitido la perpetuidad de la Iglesia y que jamás prevalecerán contra ella las puertas del infierno, no ha prometido su gracia a quien no evita los peligros. Persuadidos de esto los fieles de aquella época entregaban al fuego los libros de perversa doctrina y de este modo, añade el sagrado historiador, progresaba más la palabra de Dios y tomaba nuevas formas, lo que en el primer siglo enseñaron los Apóstoles, lo que después han repetido los Santos Padres, lo que constantemente nos ./. 10. recuerda la Iglesia eso mismo debe decir y confesar todo el que se gloríe de católico. A mí no me es lícito desviarme un ápice de esos principios secundados y confesados por los mismos patriarcas de la reforma protestante que tanto se empeñaban en publicar sus pensamientos. Tampoco puedo dejar de protestar contra el total desafuero del clero de que habla el art. 123 reproducido en la que hice en 7 de diciembre de 1855 y repetida en 28 del mismo. Igualmente protesto contra la parte del mismo artículo , el que previene que ninguna persona ni corporación puede gozar emolumentos que no sean compensación de un servicio público y estén fijados por la Ley. Sr. Excmo.: el derecho que tiene el sacerdote para exigir de los fieles su subsistencia no le viene de las potestades del siglo ni lo tiene como empleado del Estado. Jesucristo, sin contar para nada con el consentimiento y aprobación de los Príncipes se lo han dado como a operario evangélico y no como ciudadano. Es un derecho consignado en el Evangelio, del que habla San Mateo al cap. 10, v. 10238 que se registra también en San Lucas cap. 10, v. 7; que repite San Pablo en su Epístola 1a. a San Timoteo de que habla el mismo más detenidamente escribiendo su primera a los de Corinto y advirtiéndoles que tal facultad en sacerdotes es por mandato divino, Dominus ordinavit,239 de que también se ocupa escribiendo a los romanos y anunciándoles ./. 11. ser ésta su obligación de los fieles: Debent in carnalibus ministrare illis.240 Es, pues, evidentísimo que se trata aquí del derecho divino, de cosa que es de Dios y no del César, que no está sujeta de manera alguna al poder temporal, y que si bien éste puede de hecho y valiéndose de la fuerza, impedir al sacerdote que use de él, no es porque tenga autoridad para ello. Este derecho ha sido respetado aun por los príncipes que no son católicos y en este mismo 238 "No lleven oro ni plata en el bolsillo; ni morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón; porque el obrero tiene derecho a su sustento." (Mt 10, 9s). 239 El Señor lo ordenó. 240 Deben ayudarlos en las cosas temporales. Esta cita y la anterior pueden referirse a lo contenido en el capítulo 9 de la 1a. carta a los Corintios: "¿No saben que los que ejercen funciones sagradas viven de ese ministerio, y que los que sirven al altar participan de lo que se ofrece en el altar?" (1Cor 9, 13). No obstante, enseguida San Pablo dice: "Pero yo no he hecho uso de esos derechos, ni les escribo estas líneas para reclamarlos." (9, 15). 95 siglo el Emperador de Rusia en la comunicación que en 1815 dio a la Polonia declaró que los bienes de la Iglesia católica serían tenidos por propiedades inenajenables. El Rey de Prusia en 1821 promete respetar las antiguas usanzas, las constituciones de Baviera y de Baden en 1819, la de Wurtemberg, en 1819 la del Gran Ducado de Hesse, en 1820 la de Sajonia Coburgo,241 en 1821 la de Sajonia Heinengen, en 1829 la de Hesse Electoral de Altemburgo y del Reino de Sajonia, en 1829 la de Hanober [sic]; en 1833 todas establecen que bajo ningún motivo ni pretexto podrán ser declarados nacionales los bienes de la Iglesia. Hasta el Gran Sultán mandó en 1831 que nadie se mezclase con los bienes eclesiásticos. Pero sin ir tan lejos hoy tenemos al Norte América cuyo gobierno no se mezcla por ./. 12. nada en estos asuntos ni impide a los sacerdotes el que perciban de los fieles su subsistencia; ellos y no el gobierno [son] quienes han tasado el estipendio por una misa rezada, ellos hablan de los estipendios o subsidios que allí acostumbran dar los fieles, vel ob loco quae in Ecclesia occupant vel ob servitium quod titulis seu missionibus sacerdotes impendent;242 ellos disponen en los concilios que sean frecuentemente amonestados los fieles y advertidos de la obligación que tienen por precepto divino, de alimentar a los ministros del Señor; ellos finalmente [son] los que arreglan la distribución y cuidan de los bienes que tienen aquellas diócesis sin que intervengan para nada las autoridades civiles, pues como dice el Concilio Plenario celebrado en 1852243, sapientissime Concilio partages ac statuta [rerum?] publicarum certum est ne potestas saecularis ullum usurpet jus in rebus sacris immiscendi.244 ¿Ha de ser en la católica República Mejicana menos libre la Iglesia que lo es en Norte América? ¿Se desconocerá aquí un derecho...que allí se respeta?245 Ninguno milita a sus expensas, dice San Pablo: el jornalero tiene derecho a su jornal, lo tiene a su honorario el abogado, el escribano, el médico, lo tienen a su sueldo o renta los empleados que sirven al público y en el art. 120 de esta constitución ./. 13. se declara que esta compensación no es renunciable por el presidente de la República ni por los individuos de la Suprema Corte de la Nación ni por los Diputados públicos de la Federación de nombramiento popular; lo tiene en fin cualquiera que se emplea en servir a otro, ¿y sólo ha de carecer de él aquel a quien Jesucristo lo dio, aquel que a cualquier hora del día o de la noche debe estar dispuesto a ejercer en beneficio de los fieles su ministerio? El mismo autor de las cuestiones sobre la Enciclopedia confiesa que el sacerdote en todo país debe ser mantenido por aquellos a 241 Tachado: y en 1831 la de Hanober [sic]. O por el lugar o el servicio que los sacerdotes ocupan en la Iglesia o los títulos o misiones que realizan. 243 El Primer Concilio Plenario de Estados Unidos celebrado en Baltimore en mayo del año citado. 244 Al sapientísimo Concilio y a sus estatutos públicos le ha parecido cierto que la potestad secular no debe usurpar el derecho de inmiscuirse en los asuntos sagrados. 245 Tachado: a su formal. 242 96 quienes sirve. El ministro de Jesucristo necesita alimentarse y vestirse, está sujeto a las necesidades de los demás y para servirlos ha menester que le proporcionen recursos o que desenvolviéndose de su ministerio se los proporcione él mismo. Porque pretender como dicen algunos de nuestros innovadores que el erario público los mantenga, es proyecto inadmisible, sujeto a mil inconvenientes gravísimos y sobre todo irrealizable; en todas partes ha dado resultados pésimos y en Méjico los daría mucho peores. La Hacienda Pública cada día está más escasa y cargada de deudas y no hay para qué hacernos ilusiones figurándonos que dentro de breve se pondrá en estado floreciente. Si los eclesiásticos no contaran sino con ese recurso ./. 14. perderían una gran parte del tiempo que deben consagrar a su ministerio en estar dando vueltas a la tesorería para no lograr nada o cuando bien les fuera, tener parte en un miserable prorrateo: el resultado habrá de ser cargarse de deudas, que no tendrían con qué pagar y al fin abandonar el ministerio para dedicarse a trabajar en alguna otra cosa para conseguir la subsistencia que es el recurso al que apelan multitud de empleados, y sin que el Obispo pudiera impedirlo porque nadie está obligado a morir de hambre. Sr. Excmo.: No me es lícito dejar de protestar por ese artículo, no me es lícito renunciar el derecho que el clero tiene y que le fue concedido por el Divino fundador de la Iglesia y no por la potestad temporal y cuya renuncia importaría el desentenderse de su ministerio con gravísimo perjuicio de las almas que me están encomendadas. En cuanto a la parte del art. 27° en que se declara que ninguna corporación eclesiástica tendrá capacidad legal para adquirir propiedad o administrar por sí bienes raíces, reproduzco la protesta que tengo hecha en 21 de julio del año pasado, pues aunque en un oficio de 25 de septiembre se me dijo por el Ministerio del digno cargo de V. E. que las razones en las que me fundaba quedaban victoriosamente satisfechas en el cuaderno de comunicaciones habidas con el Ilmo. ./. 15 Sr. Arzobispo, mi contestación de 20 de octubre manifiesta (en) que en mi concepto hasta la evidencia que no hay esa victoriosa impugnación que se supone. Me refiero, pues, a todo lo que tengo dicho en julio y en octubre. Por la nueva constitución no se sabe cuál es la religión del pueblo mejicano. Ese artículo se omite enteramente. El primero que en Méjico dio el grito de independencia en mil ochocientos diez decía en su manifiesto que quería se estableciese un Congreso que tuviera por objeto principal mantener nuestra Santa Religión Católica. Morelos declaraba que esos eran los sentimientos de la Nación, que la Religión Católica fuese la única sin tolerancia de otra; sentimientos declarados por 97 el Congreso de Apatzingán en la constitución que da a Méjico en 22 de octubre de 1814, cuyo art. 1° decía: La Religión Católica, Apostólica, Romana es la única que se debe profesar en el Estado, y después, en el art. 3° exige de los extranjeros para obtener carta de ciudadanía, la calidad precisa de ser católicos, ni ofrece su protección y seguridad a los transeúntes sino bajo la condición de respetar la religión del país y comprende entre los crímenes por los cuales se debía perder la ciudadanía, los de herejía y apostasía. Iturbide en 24 de febrero de 1821 presentó un plan en cuyo pri- ./. 16. mer artículo se dice que la religión de Nueva España es y será la Católica, Apostólica, Romana sin tolerancia de otra alguna y el 16 decía que la primera obligación del ejército de las tres garantías había de ser la conservación de esta religión divina y que no hubiese mezcla de otra secta. Ese mismo deseo de conservarla intacta manifestaron la Junta Soberana Gubernativa instalada desde luego en Méjico y las provincias y los pueblos todos y las divisiones militares. Era que recibían el Plan de Iguala con cordialidad y entusiasmo notorio a todo el mundo y prometiendo sostener con su sangre la Santa Religión de nuestros padres. Y durante el gobierno imperial hubo un ministro que osara proponer la tolerancia de cultos. Eso sólo bastó para que al momento se le retirara del Ministerio. Cayó el Imperio y el Congreso de 1822 declaró en 8 de abril insuficiente el Plan de Iguala, pero declaró al mismo tiempo que quedaban vigentes por libre voluntad de la Nación las tres garantías de Religión, Independencia y Unión y en 18 del mismo autorizó al Gobierno para el nombramiento de un agente en la Corte de Roma con el objeto de manifestar a Su Santidad que la Religión Católica, Apostólica, Romana, era la ./. 17. única del Estado. Eso mismo declararon solemnemente a nombre de la Nación sus apoderados en el art. 7° de la Acta Constitutiva de 31 de enero de 1824. Lo repitieron en el art. 3° de la Constitución Federal de 4 de octubre del mismo año añadiendo en el 171 que jamás podrá reformarse el que habla de religión. Y al hacerlo así confesaban leal y sinceramente que no decretaban la tolerancia de cultos porque sabían el voto general de la Nación. En esa misma época daban los estados sus constituciones particulares y no hubo una sola que no expresase el mismo artículo. Pasados algunos años cambió la forma de gobierno a la constitución federal. se sustituyeron las leyes constitucionales, mas en orden a religión ellas declaraban que la Nación Mexicana no profesa ni protege otra que la Católica, Apostólica, Romana ni tolera el ejercicio de otra alguna. A ellas siguieron las Bases Orgánicas en las que se hizo la misma declaración. En esto no hacían los legisladores más que obsequiar la voluntad de sus concurrentes, y el Excmo. Sr. Ministro D. Luis de la Rosa se vio obligado a confesarlo a su pesar en su circular del 19 de mayo de 1847. ./. 18. quejándose del excesivo apego del pueblo a la intolerancia y diciendo que Méjico ha sido 98 demasiado fiel al compromiso contraído en su primera Constitución de conservar al catolicismo como religión única y exclusiva del país. Si Su Excelencia tuvo deseos opuestos a los de la Nación, no se explicaba así el Excmo. Sr. Presidente en el manifiesto que dio cuatro días después ni se explicaba el Sr. Romero que le sucedió en el Ministerio en la contestación dada al Ilmo. Prelado de Durango a 21 del siguiente mes. En el último tercio de 1848 y principios de 49 se trató en el Soberano Congreso del mismo asunto y eso dio ocasión a las innumerables presentaciones de las ciudades, villas y pueblos aun los más pequeños que hicieron creer que la voluntad de la Nación no había cambiado. Y todavía ahora, cuando se publicó el proyecto de nueva constitución se han repetido las representaciones contra la tolerancia que manifiestan cuáles son los deseos de la inmensa mayoría de los mejicanos.246 En estos puntos no ha habido variación, (en este no ha habido) por más que se haya pro- ./. 19 clamado. Esta es la vez primera que se publica en Méjico una constitución que guarda silencio sobre artículo tan interesante como si nada importara que haya religión o que no la haya, como si esta no fuera de primera base de un Gobierno y la que más eficazmente coadyuva en el bien temporal de las Naciones y aun de los individuos. No dice la constitución cuál es la religión de los mejicanos, si la verdadera es la única o si se han de tolerar las falsas. Ninguna protección se ofrece a la Iglesia, antes bien, se le quitan los medios de subsistencia; se quiere igualar al clero con las demás clases de la sociedad y para ello se le priva enteramente del fuero que siempre ha logrado en Méjico y siempre por eso no quedarán impunes los delitos y al mismo tiempo se olvida con igualdad en el año 56 privando a todos los eclesiásticos del derecho de ser Diputados que gozan las otras clases. Se quiere en el art. 3° que la enseñanza sea libre, por consiguiente, el que guste enseñar el protestantismo, el judaísmo, el mahometanismo, la idolatría y hasta el ateísmo sin que nadie tenga la facultad de impedirlo; y como si no fuera eso bastante se ./. 20. quiere que los Poderes Federales ejerzan en materias de culto religioso y disciplina externa la intervención que designen las leyes. ¿Se ha menester para dar al clero una constitución civil y aun peor que la que dio en Francia una Asamblea impía a fines del siglo pasado?247 ¿Necesitó otra cosa Enrique VIII para descatolizar a la Inglaterra? La Iglesia de Jesucristo no es una institución humana, no está sujeta a la voluntad de Príncipes; [son] los 246 Ejemplos de estas representaciones: Niceto de Zamacois, Historia de Méjico, tomo XIV, J.F. Parres y Comp., Barcelona/Méjico 1880, pp. 1025-1040. Véase mi ensayo: La diócesis de Guadalajara ante el embate liberal. Tres protestas de Monseñor Espinosa y Dávalos, 1855, 1857 y 1859, p. 9, en mi página electrónica www.olimon.org. (De próxima publicación en impreso dentro de los textos del Coloquio "La Iglesia en México en 1864". Guadalajara, 3 y 4 de noviembre de 2014). 247 Véase la nota n. 5 de este escrito. 99 obispos los que han de regir y gobernar: Vos Spiritus Sanctus posuit Episcopus regere Ecclesiam Dei.248 No quiero molestar más la atención del Excmo. Sr. Presidente exponiendo otras razones que me ocurren, pues me parece suficiente lo que llevo dicho para que se vea que no es lícito a un obispo católico callar en la presente ocasión y mucho menos jurar los artículos de que he hecho mérito. Me lo prohíbe mi conciencia, me lo prohíbe la Religión Santa que profeso, me lo prohíbe Dios que es la fuente de toda autoridad y el Soberano de los Soberanos. Repito a V. E. lo que decía el Príncipe de los Apóstoles: "Es menester a Dios obedecer antes que a los hombres."249 Mándeseme ./. 21. otra cosa y estaré pronto a obedecer. Sírvase V. E. admitir las protestas de mi justa consideración. Dios Nuestro Señor guarde a V. E. muchos años. Guadalajara, Marzo 21 de 1857. Pedro. Obispo de Guadalajara. (Es copia de la manuscrita que de orden de Su Señoría Ilustrísima me transcribió el Sr. Cura de Ahuacatlán.- Jala, Mayo 1° de 1857.- José de Mesa. (Rúbrica.)) 248 A vosotros os puso el Espíritu Santo como obispos para regir la Iglesia de Dios. Frase pronunciada en el contexto de la comparecencia de los apóstoles ante el Consejo de Ancianos: "...el sumo sacerdote les preguntó: --¿No les prohibimos terminantemente enseñar en nombre de ése?...Pedro y los apóstoles respondieron: --Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". (Hechos 5, 27b. 28a. 29). 249