notas críticas

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LOS LIBROS
NOTAS
CRÍTICAS
EL GOBIERNO DE LA
EMPRESA: UN ENFOQUE
ALTERNATIVO
José Miguel Rodríguez
Fernández
Prólogo de Vicente Salas Fumás
AKAL, Economía Actual, 2003
142 páginas
No es frecuente encontrar una
obra que aúne el rigor de un paper
académico, las propuestas originales de un ensayo socio-económico y
el compromiso ideológico y ético de
un autor. Y este libro es una de esas
rara avis que, precisamente por
todo eso, y en palabras de su prologuista, el profesor Vicente Salas, introduce «una corriente de aire fresco en el debate económico y social
sobre la empresa que queremos a
principios del siglo XXI». Un libro radical, en el estricto sentido de indagar en las propias raíces conceptuales de la empresa, que cuestiona, nada más y nada menos, el que
casi es «pensamiento único» de la
teoría financiera sobre el objetivo
básico de la empresa: la maximización de la riqueza de los accionistas
(o su equivalente de la maximización del valor de mercado de sus
acciones). Tarea que se aborda mediante el análisis crítico de las contradicciones internas que genera en
la propia teoría la aplicación práctica de ese principio maximizador, y
que se proponen solventar mediante el paradigma alternativo de la
creación de riqueza para todos los
partícipes en la empresa. En un, todavía, arriesgado salto desde el gobierno de la empresa por y para los
titulares de la propiedad del capital,
accionistas o shareholders, hasta el
gobierno por y para los grupos de
interés o stakeholders que participan en la empresa.
Se trata, por tanto, de un libro de
lectura casi-obligatoria para cualquier interesado en la empresa, las
finanzas y el gobierno corporativo;
sobre todo para aquellos que quieran contrastar cuán fundamentadas
están sus convicciones sobre el papel actual de la empresa ante la
economía y la sociedad. Una lectura fácil, por otra parte, porque el libro está bien estructurado, bien escrito y evidencia la erudición de su
autor, José Miguel Rodríguez, Pro-
fesor Titular de Finanzas en la Universidad de Valladolid. No sólo por
las citas que, a modo de lemas, encabezan cada uno de sus capítulos
(a destacar que la primera y la última son de Keynes), sino también
por la abundante y pertinente bibliografía que maneja, en la que se encuentran las habituales referencias
en inglés junto a otras, menos habituales en la actual producción científica de economía, en francés, castellano e incluso portugués; tanto de
autores clásicos como actuales, y
sobre trabajos tanto literarios como
formalizados. Lo que muestra, al
propio tiempo, el sólido bagaje conceptual del que dispone el autor, y
con buena parte del cual hay que
armarse para hablar con propiedad
del gobierno corporativo: teorías de
las decisiones financieras, dirección
estratégica, teoría de organización,
ética, sociología y derecho.
Pasando a la estructura de la
obra, ésta se inicia con una reveladora y completa «Introducción» en
la que ya se deja bien claro que no
sólo se pretende discutir sobre el
gobierno corporativo, sino sobre la
propia fundamentación de la empresa, a la luz de una teoría financiera
que da por sentado que la empresa
pertenece a los aportantes del capital financiero y que, por tanto, debe
atender al objetivo de maximizar su
riqueza. Bajo tales supuestos, el gobierno de la empresa no puede ser
otra cosa que implementar los mecanismos que asimilen los objetivos
de los directivos-agentes con los de
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los accionistas-propietarios, a través de una relación de agencia cuyos resultados se someten al juicio
del mercado financiero, como garante de la efectiva creación de valor. Pero la elegante simplicidad y la
general aceptación de este modelo
suelen esconder una aplicación
acrítica del mismo, que minusvalora
tanto lo restrictivo de sus hipótesis
de partida (generación de beneficios extraordinarios para los accionistas, retribución al coste de oportunidad para cualesquiera otros
aportantes de factores y eficiencia
del mercado financiero) como los indeseados corolarios que se deducen de la aplicación práctica del modelo, que induce una permanente
carrera entre la mayor rentabilidad
generada por las empresas y la
consiguiente elevación del coste de
oportunidad de sus accionistas, que
retroalimenta la necesidad de generar beneficios extraordinarios cada
vez mayores para alcanzarlo. Una
carrera en la que, apelando al manido ejemplo narrativo de Lewis Carroll, hay que correr más que los demás para permanecer en el mismo
sitio, espoleados los directivos por
unas expectativas de accionistas,
analistas e inversores institucionales que van siempre por delante del
incremento real del beneficio. Con
la paradoja de que esa búsqueda
desaforada de la rentabilidad se traduce, cada vez más, en efectos espurios para la propia eficiencia del
mercado en su conjunto: ya sea
bajo la forma de la «contabilidad
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creativa», la del «cortoplacismo»
(cuando no la «manipulación») en la
valoración de las acciones, o la de
la retribución de los factores según
el «poder de negociación» de sus titulares frente a la empresa. Con el
correlato final, además, de un no
menor y paradójico distanciamiento
entre la rentabilidad de las inversiones financieras y la de las inversiones reales, que son su estricto fundamento.
El primer capítulo del libro, «El
modelo financiero: la empresa al
servicio de sus propietarios legales», incide precisamente en la secuencia que conduce desde las hipótesis implícitas en el modelo teórico hasta los efectos indeseados
de sus aplicaciones prácticas. Crear
y maximizar el valor para los accionistas, como principio rector, que se
entiende además como el único camino para maximizar los intereses
de todos los partícipes, ya que se
presupone que los accionistas son
los únicos que soportan el riesgo residual de la especificidad y la depreciación de los bienes en los que
comprometen su capital a largo plazo. Un supuesto que se deriva de
un «constructo» teórico en el que
confluyen la teoría de la firma, la
teoría de la utilidad, la teoría de los
mercados financieros y la Nueva
Economía Institucional, basada, a
su vez, en la teoría de los derechos
de propiedad, la teoría contractual y
la teoría de la agencia. Bajo el cual,
sin embargo, la empresa como firma no existe; es una mera «ficción
legal» o un «nexo de contratos»,
bajo la primacía del signado entre
sus propietarios legales y sus agentes, que se sintetiza en el dictum
para los directivos-empleados de
obtener una rentabilidad superior a
la «normal», para sus accionistas-jefes. Aunque esa permanente
búsqueda del beneficio extraordinario para los capitales financieros
aportados por los accionistas sólo
pueda conseguirse, en último término, mediante estrategias y políticas
que primen los resultados a corto
plazo (vinculados cada vez más con
sistemas de incentivos para la dirección); y aunque dichos resultados hayan de obtenerse por la subcontratación de actividades, las escisiones y ventas de líneas de
negocio, la reducción de los gastos
de personal sobre la cifra de negocios (aún con incrementos en ésta)
y la temporalidad del empleo. Haciendo buena, en definitiva, la apreciación de Keynes de que lo que es
bueno para los capitalistas es malo
para los trabajadores (para cualquier duda al respecto, véanse las
generalizadas reacciones al alza de
las cotizaciones de las empresas
que anuncian Expedientes de Regulación de Empleo).
En el segundo capítulo de la obra,
se analizan las posibilidades de
transición «Del modelo financiero a
un enfoque pluralista: algunos argumentos económicos». Apelando, en
este caso, al viejo institucionalismo
y basándose en la teoría de la organización, la dirección estratégica, la
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teoría de recursos y capacidades, y
la teoría evolucionista de la empresa; en la que ésta se reconoce con
una personalidad propia, formada
por una convención de esfuerzos de
todos sus partícipes. Bajo este prisma, la propiedad «privada» de los
accionistas se ve más como una
propiedad «individualizada», dentro
de una «apuesta» común de titulares de transacciones en la que priman la comunidad de intereses y la
asociación entre grupos de interesados-apostantes en los resultados
de la gestión de un negocio común.
Y es que no sólo se precisa capital,
en definitiva, para articular la organización empresarial, sino también
talento o trabajo especializado, infraestructura de proveedores, cartera de clientes, acceso a la tecnología, formas de colaboración y relaciones estratégicas. El capital
financiero ya no es el factor decisorio que «alquila» a los restantes, y
cede su primacía de gobierno al capital «social», que se va acumulando mediante contratos relacionales
e inversiones específicas en activos
especializados de todos los partícipes en la empresa a través del tiempo. Los accionistas, en consecuencia, tampoco son los únicos agentes
que soportan los riesgos residuales
y, de hecho, son los que mayor facilidad tienen para diversificar sus
aportaciones y para salir de la organización. Y de ahí la puesta en
cuestión de que sólo los accionistas
sean los titulares de los derechos
residuales de control. La empresa
se configura como una relación
principal-agente múltiple, y el gobierno de la empresa como la serie
de mecanismos que internalizan
para la dirección los objetivos de
bienestar de todos los partícipes.
«Hacia la empresa como asociación de partícipes» es el título del
tercer apartado de la obra, que define, precisa y analiza ese «nuevo»
capitalismo de los stakeholders. Un
concepto, éste, que surge en los
años sesenta dentro de un modelo
estratégico de empresa, en el que
se reconoce la legitimidad de los intereses de todos los grupos partícipes en la gestión efectiva de la empresa, el valor intrínseco de esos
intereses y la necesidad de atenderlos en pro del equilibrio y la supervivencia de la organización. Un modelo «estratégico» de empresa que
reconoce el complejo entramado de
intereses que existen en la realidad
y que, por ello, no está exento de
complejidad ni en su definición, ni
en sus formas de gobierno, ni en la
misma evaluación de sus resultados. Cómo determinar quiénes son
los stakeholders, cuáles son sus objetivos y cómo resolver los conflictos de intereses entre ellos, son
cuestiones inherentes a la misma
definición del modelo. En tanto que
reconsiderar el papel disciplinario
de los mercados financieros, evaluar la incidencia orientadora o
coercitiva de los códigos de
gobierno y analizar el control sancionador de los mercados reales, de
factores y productos, vienen obliga-
dos por la complejidad del gobierno
de este modelo alternativo de empresa. Sin olvidar que la misma evaluación de sus resultados requiere
utilizar indicadores complementarios al beneficio, como la responsabilidad social, la contabilidad de excedentes o el balance social.
Y aquí es donde hay que recordar
el viejo aforismo de que «nada interesante es fácil», que el libro reproduce en su último capítulo con el título de «Consideraciones finales.
Entre la duda y la esperanza». La
duda de que el «pensamiento oficial» sobre el capitalismo de los
shareholders de la teoría financiera
convencional vaya escorando hacia
la «heterodoxia» estratégica y organizativa de los stakeholders; y que
viene motivada por la desigual lucha entre la unicidad de la «perfección» del modelo teórico y la multiplicidad de las «imperfecciones» de
la realidad. Y la esperanza, sin embargo, de que las propias contradicciones internas del modelo financiero, junto a las posturas discordantes
que se evidencian cada vez más
entre sus mismos seguidores, hagan progresivamente compatible la
jerarquía y autoridad de la empresa
capitalista con el compromiso y cooperación de la organización empresarial. La tarea no es fácil, aunque
bastaría, para acometerla, retomar
la vieja definición mercantil del contrato de sociedad, en el que varios
partícipes acuerdan poner en común dinero, bienes o industria, para
realizar una actividad lucrativa y re-
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partir entre sí las ganancias. Pero
ello supondría entender el poder de
cada partícipe como la capacidad
de obtener lo que desea sin impedir
que los demás obtuvieran lo suyo;
en un juego de suma positiva en el
que todos podrían alcanzar sus objetivos, incluidos el del equilibrio y la
supervivencia de la propia organización. Bien diferente, por cierto, de la
maximización a ultranza de la riqueza de los accionistas, en el juego de
suma nula en el que se ha convertido hoy la empresa por mor de la
apropiación, por parte de aquéllos,
de cualquier beneficio residual. La
tarea, como puede fácilmente entenderse, es tan interesante como
difícil, pero parafraseando a Sartre,
la última esperanza es la cooperación.
Juan Antonio Maroto Acín
Universidad Complutense de Madrid
LES VRAIES LOIS
DE L’ÉCONOMIE
Jacques Généreux
Ed. du Seuil
2001, 192 páginas
Resulta un lugar común referirse
a los autores franceses que escriben sobre economía como unos
magníficos expositores de ideas y
de investigaciones económicas de
otros. Como todo tópico no deja de
tener su parte de realismo. Viene
esta afirmación a iniciar unas reflexiones sobre el trabajo de J. Géné-
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reux que da pie a esta reseña porque, como tendremos ocasión de
señalar, las obras que conocíamos
del autor podían considerarse solamente —y ello en nuestra opinión
es un mérito destacado— como trabajos de divulgación destinados a
poner la economía a un alcance
más amplio que el de los especialistas. Pero también en esta obra se
muestra como un buen polemista,
sobre todo en su discusión sobre la
interrelación política-economía, que
curiosamente se está redescubriendo con ocasión de los debates críticos sobre globalización.
Généreux, junto a sus manuales
(Économie politique) y obras de iniciación (Introduction à l’économie,
Introduction à la politique économique), ha tratado en ese mundo de
realizar críticas constructivas a textos excesivamente jaleados. Así ha
escrito Une raison d’espérer.
L’horreur n’est pas économique, elle
est politique en relación con la obra
de V. Forrester L’horreur économique, hoy traducida al español, y ha
emprendido un camino difícil como
es la creación de una Asociación internacional pro economía humana.
También ha acometido la tarea
compleja de desmitificar las que
buena parte de la opinión pública
considera que son las leyes «inmutables y permanentes» de la economía. Frente a esa idea en el título
Les vraies lois de l’économie el autor aporta, a través de un buen conocimiento del saber de los economistas desde A. Smith, un redescubrimiento del verdadero saber
económico. El libro recoge algunas
de sus contribuciones mensuales al
debate desde diversos medios de
comunicación.
En el texto se llama la atención
sobre once ideas que la opinión común considera casi como artículos
de fe, al menos desde la perspectiva neoliberal que se asocia a las penúltimas fases del último fenómeno
de globalización y que culminan con
los movimientos «anti» que han
acompañado a las reuniones de diversas instituciones internacionales
desde la de la OMC de Seattle (noviembre-diciembre de 1999). El redescubrimiento de los problemas
reales que siempre han existido, siquiera muchas veces no se haya
pensado con prioridad sobre ellos
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(como el tema de la pobreza en primer lugar), ha cambiado, en nuestra
opinión, mucha de la arrogancia
mostrada por los epígonos de la tercera mundialización (al menos según el criterio del Banco Mundial)
del siglo XX.
En esta reseña intentaremos, especialmente, recoger el espíritu de
las contribuciones del autor en su
traslación al español. La vivacidad
del razonamiento y la ironía del
planteamiento bien construido merecen mucho más una buena traducción que las simples citas del
texto que cabe esperar en una reseña. Como libro no excesivamente
grueso (esperamos que pueda conocerse pronto otra obra del autor
con una docena de temas nuevos) y
de lectura fácil, que aconsejamos
vivamente, el lector que aprecie el
francés lo disfrutará plenamente.
Conste finalmente que nos ha parecido digno de elogio encontrar una
línea argumental a lo largo de la
obra, frente a algo que resulta más
fácil como es la simple reunión de
una colección de artículos.
En la presentación inicial del texto, Généreux se pregunta: «¿Quién
no ha oído alguna vez a algún empresario, periodista económico o a
algún político declarar que “sólo las
empresas crean riqueza?”» o expresiones solemnes de ese estilo. Y
es que en las dos últimas décadas
el debate público se ha llenado de
«leyes de la economía». Y prosigue
el autor: «El discurso político moderno, amplificado y normalizado
por los medios de comunicación, ha
difundido una cultura “económicamente correcta”, compuesta por
una serie de máximas sencillas que,
a fuerza de repetirse han podido acceder al estatuto de dichos populares, es decir, de expresiones fundamentadas en el buen sentido común».
Las primeras críticas del autor se
dirigirán a ese discurso dominante
que querría otorgar a las leyes económicas un carácter unidireccional.
En su presentación crítica, Généreux señala que los partidarios de lo
que denomina el credo neoliberal
consideran que la economía está
movida por leyes propias («Las leyes establecidas por la ciencia económica son comparables a las leyes
de la física reflejando realidades que
la voluntad humana no puede modificar»), a la que enumera en su tratamiento operativo como ley número 1.
En segundo lugar, siguiendo una
lógica mercantil absoluta aparecería que la economía de mercado capitalista constituye el mejor de los
sistemas sociales puesto que los individuos nunca resultan tan eficaces como cuando tienen libertad
plena para perseguir su interés personal. Y el resultado de los esfuerzos individuales para producir bienes de esta forma se plasmaría en
la riqueza total (y máxima) de la nación. En los propios términos del autor el enunciado de una segunda ley
neoliberal sería que «el valor reside
únicamente en la producción de bienes y servicios comercializables».
En ese esquema, un orden que
evite que miles de millones de elecciones individuales no coordinadas
degeneren en caos sería asegurado
por el mercado, en el que regirían
como señores las leyes de oferta y
demanda si es que se dan las suficientes condiciones de libertad para
la producción y el intercambio de los
bienes comercializables. Sólo existiría un Estado de dimensión mínima capaz de garantizar la seguridad, la defensa y la justicia. Y, además, la libre negociación y la
flexibilidad de los precios permitiría
alcanzar el equilibrio general de todos los mercados. Como en los casos anteriores reproducimos los términos del autor: «El libre juego de
oferta y demanda asegura el equilibrio general de los mercados» (Ley
número 3 a efectos expositivos).
Pero, además, este funcionamiento de los mercados garantiza el
uso eficaz del trabajo, los capitales
y las materias primas. Los movimientos en los precios proporcionan
informaciones acerca de la mejor
asignación de los medios de producción: (movimientos de mano de
obra y capitales hacia las ocupaciones de mayor demanda), que llevaría a un crecimiento de los precios.
Pero como la presión de los competidores impediría aumentar los beneficios mediante un incremento indefinido de los precios, los empresarios se verían compelidos a
reducir costes. Généreux describe
esta cuarta ley de la economía al
uso de los neoliberales como «el li-
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bre juego de la competencia garantiza el uso más eficaz de los recursos».
Claro está que existen una serie
de bienes en los que no actuaría
esa taumaturgia de los mercados.
Se trata de los bienes públicos de
los que todo el mundo pretende gozar gratuitamente, esperando que
los demás los paguen. La producción de estos bienes públicos se
confía a autoridades públicas con
capacidad para establecer y recaudar impuestos. El Estado debe,
pues, —y eso configura la quinta
ley— «limitarse a la producción de
los bienes públicos». Pero, además,
al carecer éstos de la presión de la
competencia, habría que someter a
los decisores públicos a fórmulas de
gestión similares a las que tienen
las empresas que sí compiten realmente en los mercados.
Prosiguiendo su visión del credo
neoliberal, Généreux señala dos
realidades como respuesta a una
pregunta clave: Si todo marcha
como se ha definido ¿no estaríamos
en el mejor de los mundos posibles?
La primera respuesta es muy sencilla: el juicio sobre un sistema no puede descansar solamente en el uso
eficaz de los recursos. Dado que hay
situaciones de pobreza y de desigualdad habrían de plantearse otros
criterios como es el de justicia. La
segunda realidad que no se confirma
siempre es la eficacia de un modelo
mixto Estado-mercados libres. Ahora bien, aún reconociendo estos hechos, los autores neoclásicos de la
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economía siguen señalando la superioridad del sistema de libre competencia. Las situaciones de injusticia
—que habrán de juzgarse con criterios distintos al económico— podrían
siempre ser corregidas a posteriori.
En otros términos, que configuran
la sexta de las leyes del sistema
que examina Généreux, «la justicia
es un problema estrictamente político, cuya solución resulta independiente de la elección del sistema
económico. Una economía de mercados libres es una condición previa
para una mejor justicia, pues maximiza la riqueza a distribuir».
Si estas leyes —probablemente
esquematizadas en exceso, aunque
reconozcamos en un buen número
de opiniones su vigencia en los términos expresados o en otros similares— se aplican al ámbito de la microeconomía, también cabe señalar
su incidencia en el ámbito de la macroeconomía y en diversos temas
(la imposición, la moneda, el poder
político). Ahora bien, a diferencia de
las seis leyes antes enunciadas Généreux no formula expresiones en
el dominio macroeconómico que
quepa atribuir a la filosofía neoliberal pero sí señala que sus críticas al
respecto las realizará en forma de
leyes.
El autor, una vez definidas las posiciones neoliberales, o lo que es lo
mismo los dogmas sobre economía
que han tenido un amplísimo eco en
el mundo contemporáneo, pasa a
explicar las que él considera —y
evidentemente para los estudiosos
de la economía resultan de interés— las once leyes «verdaderas»
que dan título al libro. Confiamos
también que en el futuro, el autor
presente también temas que en
este volumen no han tenido cabida
(la inflación, el déficit público, el ámbito internacional, etcétera).
Siguiendo fielmente el esquema
del libro, tras el enunciado de cada
una de estas «verdaderas» leyes
llevaremos a cabo algunos comentarios.
· Ley número 1: «Las leyes de la
economía son leyes humanas». En
este ensayo, realmente interesante
por diversos motivos, el autor se
pregunta acerca de la naturaleza de
las leyes en economía, participando
de esta forma en un debate de gran
antigüedad como es precisamente
la cuestión metodológica. Evidentemente, todo está en relación con el
significado que se dé a la palabra
ley y a la identificación de su naturaleza y origen. Cabría distinguir así
en una aproximación muy general
entre leyes de la naturaleza y leyes
humanas históricas y sociales.
Ahora bien, para Généreux dentro de los cultivadores del saber
económico ha de reconocerse la
existencia de una profunda división,
porque al lado de los partidarios de
la consideración de dicho saber
como propio de las ciencias humanas y sociales, otros querrían configurarlo como una ciencia físico-matemática capaz de enunciar leyes
de alcance similar a las leyes que
se aplican en esa materia. Buena
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parte de la explicación de esta actitud proviene, como han señalado
los sociólogos, del reconocimiento
del mayor prestigio del científico en
determinadas sociedades.
En la historia del pensamiento
económico a fines del siglo XIX,
Walras ya había señalado que «la
economía política es, como la astronomía o la mecánica, una ciencia a
la vez experimental y racional». Généreux considera que tal reivindicación walrasiana expresaba, seguramente, una necesidad de reconocimiento, en parte legitimada por la
preocupación de evitar que el debate económico pudiera caer en el relativismo o el oscurantismo. Esta
preocupación se trasladó a los economistas neoclásicos, que eliminaron de su órbita cuanto no se pudiera expresar en forma de ecuaciones
y fundamentaron sus razonamientos en el mismo rigor de los teoremas matemáticos.
El autor, apoyándose en criterios
propios y en el de escritos importantes (curiosamente uno de los principales críticos de la corriente económica llamada «cientifismo» es el liberal Hayek) señala las debilidades
de ese enfoque. Por ejemplo, las leyes de la naturaleza son atemporales e independientes de la acción
humana. La economía no puede
enunciar leyes de ese orden a menos que quede plenamente desconectada de la realidad. La crítica
más feroz la explícita respecto al
homo economicus como agente representativo que «no tiene nada que
ver con los hombres, que se encuentran en la realidad, caracterizados
por sus valores humanos, educación, lazos sociales, cultura, historia
personal y colectiva; que actúan e interactúan en un contexto de información limitada y de incertidumbre radical». Evidentemente todo ello está
en contradicción con la consideración de las actuaciones de los hombres como «centros de cálculo que
actúan según leyes matemáticas».
Généreux señala la paradoja de
que, precisamente en momentos en
que la ciencia económica ha eliminado la asimilación de su objeto a
los de la física o la astronomía, el
discurso dominante expresa unas
sedicentes «leyes» inmutables de la
economía por delante de la política,
cuyos gestores serían víctimas de
esa supuesta inevitabilidad de tales
«leyes». La paradoja tiene su explicación en que el discurso político
«está pocas veces basado en la
ciencia, pero explota e instrumentaliza el discurso científico». Y termina señalando que el orden de la
economía no es mecánico sino humano y reformable. En el campo
metodológico la línea del cientifismo
ha supuesto un parón y la obstinación en seguirlo «bloquearía la elaboración de métodos verdaderamente adaptados al objeto específico de los estudios que realizan los
economistas».
· Ley número 2: «Lo que tiene valor no tiene precio». En su línea de
crítica a las creencias extendidas sobre lo que es la economía Généreux
se refiere a las ideas que hacen coincidir valor con precio. Para ello pasa
revista a algunos de los trabajos y
doctrinas más antiguas del análisis
económico. Recuerda que los clásicos destacaron la controversia entre
naturaleza y medición del valor, señalando que para autores como Condillac y Say el valor se basaría en la utilidad individual, apreciada subjetivamente, que escapa a cualquier
medida objetiva. Por el contrario, la línea que han seguido los autores clásicos ingleses, comenzando por
Smith y Ricardo, es la búsqueda de
una medición objetiva del valor.
Tras recordar las contribuciones
explicativas de Jevons, Menger y
Walras en las que se desarrolló el
concepto de utilidad marginal, que
expresa que el valor no es una propiedad característica de los bienes
sino un juicio que los sujetos tienen
sobre la importancia de los bienes,
sus seguidores propondrán, dentro
de una hipótesis de equilibrio general, una solución a la cuestión: «si el
precio de un bien cualquiera refleja
el equilibrio entre su oferta y su demanda, tal precio es una medida del
valor subjetivo que los individuos
atribuyen a ese bien».
Généreux señala, seguidamente, que una serie de bienes (los de
inversión, los bienes públicos, las
materias primas e incluso los bienes de consumo, cuyos precios
pueden verse afectados por multitud de factores) no reflejan la condición de una negociación libre entre compradores y vendedores.
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En síntesis —y tras considerar
otros aspectos de la teoría como el
valor trabajo— «la confusión entre
valor subjetivo y valor mercantil
puede considerarse como una desviación de la teoría dominante antes
señalada que reflejaba en parte la
preocupación por hacer ciencia (y
que exigía disponer de una medida
del valor) y en parte una ideología
(cerrar los ojos ante la desigualdad). Así pues, la idea neoliberal de
que sólo las empresas crean «verdadera» riqueza no tendría fundamento en la «auténtica» economía,
que además un siglo después del
comienzo del pensamiento neoclásico (en 1973/1974) vendrá a poner
de relieve que no se produce la primera de las condiciones necesarias
para la confusión entre valor y precio, esto es la hipótesis de que pueda existir un equilibrio general.
· La ley número 3 es definida por
Généreux como la «ley del desequilibrio general» en contraposición a
la que se acaba de señalar. Tras recordar, al respecto, la contribución
walrasiana de búsqueda de una
respuesta a las cuestiones de existencia y estabilidad de una situación
de equilibrio (recuérdese su formulación matemática), el autor hace
referencia a los trabajos de Arrow y
Debreu, que muestran que la situación de equilibrio general no puede
darse en el mundo real. A tal efecto,
pone de manifiesto las condiciones
que los autores citados indicaron
eran precisas para la existencia de
equilibrio (competencia pura y per-
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fecta, mercados completos para todos los bienes actuales y futuros,
ausencia de costes fijos de producción, rendimientos de escala constantes, etcétera).
Por otro lado, y respecto a la estabilidad del equilibrio, los estudios de
diversos autores, especialmente Debreu, ponen de manifiesto que no
puede afirmarse que una economía
que respete las condiciones necesarias para la existencia de un equilibrio
general (las ya indicadas condiciones
Arrow-Debreu) pueda llegar a la situación teórica. Généreux indica, en
su línea de oposición a las «verdades» de la economía, otros argumentos respecto al equilibrio general, procedentes de las contribuciones de un
liberal tan característico como Hayek
para quien las imperfecciones de la
información descalificarían la teoría
walrasiana, así como los efectos de
la introducción de una dimensión de
tiempo en el análisis del mercado.
Para nuestro autor, en definitiva, «los
mercados reales no son ecuaciones
de oferta y demanda sino que están
constituidos por convenios, leyes,
instituciones que intentan organizar la
circulación y la revelación de las informaciones precisas para los intercambios». Paradójicamente, la superioridad de la economía de mercado
es proporcionar una respuesta adaptada a las imperfecciones del mismo.
· Ley número 4: El mercado no
proporciona la felicidad. El texto indica que se propone el análisis de la
extendida creencia de que la economía de mercado es el sistema eco-
nómico más eficaz o en términos
neoclásicos que el conjunto de mercados perfectamente competitivos
lleva a una asignación óptima de recursos. En una línea que habría de
calificarse de pedagógica, Généreux indica que se precisa un criterio de referencia para definir con
precisión lo que constituye el uso
óptimo. A tal respecto la economía
ortodoxa ha utilizado el criterio de
Pareto («una situación es óptima
cuando no es posible mejorar el bienestar de un individuo sin deteriorar
el de otro»), criterio que debe entenderse como el de mayor eficacia.
Utilizando este criterio se eliminarían, por parte de una sociedad, las
elecciones que llevan a desperdiciar recursos, pero dejarían una distribución de bienestar diferente.
Se entra así en el análisis de la
economía del bienestar y en los dos
teoremas de la misma. El autor examina especialmente el teorema según el cual a toda situación óptima
en el sentido de Pareto correspondería un equilibrio de mercados competitivos. Con él se garantizaría la independencia de los problemas de
eficacia de los de justicia social.
También con su habitual ironía expresa que «así un sistema de mercados competitivos puede aparecer
como un bien en sí mismo. La superioridad del mismo en la gestión de
recursos tendría la fuerza de un teorema matemático, independiente de
toda preferencia moral o ideológica». Ahora bien, a los argumentos
ya expuestos con la ley número 3
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(simplemente no existen mercados
perfectamente competitivos) se añaden otras consideraciones sobre los
bienes públicos. La teoría económica ha demostrado la necesidad de la
intervención del Estado para producir éstos; pero no ha demostrado la
necesidad de limitar a ese dominio
dichas intervenciones.
· Ley número 5: El Estado tampoco proporciona la felicidad. En este
punto, el volumen pone de manifiesto
los fallos de la economía planificada,
cuyas desventajas respecto a las capitalistas residirían en dos palabras:
estímulo e información. El autor pasa
revista a continuación a las teorías de
Tinbergen y Musgrave en busca de la
construcción de una teoría normativa
de las políticas públicas y señala la
existencia de tres postulados que han
dado origen a una ingente literatura:
a) el Estado es capaz de determinar
elecciones colectivas precisas y
coherentes que corresponden al bienestar colectivo; b) en aquellas situaciones en que el mercado no produce
una asignación óptima de recursos,
el Estado necesariamente las resuelve mejor; c) las decisiones públicas
buscan siempre y únicamente el bienestar colectivo.
Para Généreux, el análisis económico de la vida política, que a lo largo del estudio de las aportaciones
de distintos autores ha llevado a
cabo, mostraría la necesidad de
una «verdadera democracia de ciudadanos que no tendría mucho que
ver con la democracia de mercado
de votos que tenemos en realidad».
· Ley número 6: La verdadera eficacia es la justicia y la verdadera justicia es la igualdad de las libertades.
Bajo este enunciado, Généreux realiza un estudio de diferentes teorías de
la justicia, desde el utilitarismo hasta
las recientes aportaciones de Rawls y
Sen. Para él, en último término, «la
única finalidad legítima es la calidad
de vida de hombres y mujeres, empezando por la de los más desfavorecidos». Entiende por calidad de vida
la satisfacción equitativa de las aspiraciones humanas, que englobaría
no sólo las satisfechas mediante el
consumo, sino las que escapan a
toda valoración monetaria (dignidad,
paz, seguridad, libertad, educación,
bienestar de las futuras generaciones, etcétera).
De esta forma, el criterio de eficacia, propio de los economistas, habría de entenderse en su sentido más
amplio, que implica la adecuación de
los medios al conjunto de la economía. Un sistema económico plenamente eficaz no es sólo el que garantiza la ausencia de un desperdicio de
recursos en la producción de bienes,
sino el que satisface mejor el conjunto de las exigencias de la humanidad,
comenzando por la justicia.
Estos conceptos pueden encontrarse también en el Manifiesto por
una economía humana del propio
Généreux quien, de acuerdo con la
lógica de las verdaderas leyes de la
economía que se han señalado, indica que «la frecuente distinción entre
el uso eficaz de los recursos (que correspondería a un orden puramente
técnico) y la cuestión de una distribución justa (que sería de orden político) es contestable». Pero, además,
de acuerdo con las aportaciones de
Sen, lo esencial de la justicia no reposa ni en la igualdad de medios
(derechos y recursos) ni en la igualdad de resultados (a nivel de bienestar), sino en la capacidad de los individuos para transformar tales medios en resultados conformes a su
concepción de la vida.
Examinadas con cierta extensión
estas «verdaderas leyes de la economía» según la concepción fundamentada del autor que, como hemos subrayado, se oponen a conceptos muy
extendidos, el volumen contiene
otras reflexiones que, en su descripción, no quedan contrapuestas a
otras tantas «leyes» de la economía
neoliberal. Nos limitaremos a su definición, sin entrar siquiera en su descripción mínima porque entendemos
que resulta de mayor interés su lectura completa. Tales leyes serían: a) la
competencia mala expulsa a la buena; b) el impuesto no es una exacción
obligatoria; c) la moneda no es nuestra; d) nada vale lo que una buena
política; e) la anticipación no es la razón. Podemos asegurar que, como
mínimo, el contenido que se encuentra tras esos títulos proporciona una
buena base para el debate de los temas analizados.
Cierra el volumen una reflexión importante. Quizá la lectura del trabajo
—y esta reseña que ha intentado ser
fiel a la exposición de Généreux ha
podido reflejarlo— indique un cierto
HISTORIA EMPRESARIAL
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LOS LIBROS
pesimismo en cuanto al sentido de la
economía. Nosotros consideramos,
por el contrario, que los caminos que
se abren para la investigación y la reflexión son muy grandes y que han
de agradecerse a los iniciadores de la
ciencia económica sus aportaciones,
aunque resulten objeto de críticas. La
expresión española de que se hace
camino al andar resulta de aplicación
una vez más. La reflexión final del autor lleva como título «De la teología
neoliberal a la economía política», lo
que parece bien expresivo de la realidad que ha examinado.
En efecto, con un notable matiz
irónico, Généreux se refiere a la
transformación de la ciencia económica en una teología económica en
la que existirían dogmas a creer,
doctrinas (las no liberales) a condenar, etcétera. Como paradigma de
esta posición se cita la frase atribuida a Stigler: «No es la ciencia económica la que es falsa, sino la que
es falsa es la realidad». Hay una serie de factores culturales, sociales y
psicológicos que justificarían las actitudes neoliberales: carreras académicas, la cercanía o la presencia
al poder político, etcétera.
Généreux indica que «a fuerza de
querer siempre publicar un nuevo
modelo, de fundar una escuela antes que los otros no se toma el tiempo preciso para cuestionar las aportaciones». Pero, además, presenta
un dato bien revelador de la búsqueda del sentido de la economía
política. Cuando algunos de los premios Nobel de economía han llega-
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ICE
HISTORIA EMPRESARIAL
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do al fin de su carrera y al repasar
su vida, cuestionan la utilidad social
de su trabajo reconocen que han
llevado demasiado lejos la abstracción físico-matemática y que la economía es una ciencia humana.
Como está ocurriendo con otros
autores que ponen de manifiesto los
defectos del saber económico al uso
pero que también son optimistas en
cuanto a su futuro, nos parece de
gran interés la forma de contribución
al debate intelectual y político que ha
puesto de relieve esta obra.
Miguel Ángel Díaz Mier
Universidad de Alcalá
Antonio M. Ávila Álvarez
Universidad Autónoma de Madrid,
T.P.G.A.
RESEÑAS
CLAVES DE LA ECONOMÍA
MUNDIAL
Varios autores
ICEI (Instituto Complutense de
Estudios Internacionales) e ICEX
(Instituto Español de Comercio
Exterior),
Madrid, 2003, 475 páginas
Ésta es la tercera edición de Claves de la Economía Mundial, un
proyecto editorial conjunto del ICEX
y el ICEI que va consolidándose
como un informe anual de referencia en el estudio de la situación económica internacional.
Su estructura es similar a la de
ediciones anteriores, constando de
dos partes, la primera dedicada a
los trabajos de análisis y opinión,
mientras la segunda se concreta en
el estudio de regiones y países.
La primera parte se abre con una
sección centrada en el examen de la
situación de la economía mundial,
tanto en el momento actual como en
el futuro, dedicando una especial
atención a las perspectivas de Europa y Estados Unidos, y presentando
estudios pormenorizados del comportamiento de los flujos comerciales,
las inversiones directas y los mercados de capital. En ella se recogen
cinco colaboraciones, agrupadas
bajo el título de «Entorno internacional», entre las que se encuentran la
de Michel Aglietta sobre: «Presente y
perspectivas de la economía europea», Enrique Palazuelos dedicada
a: «Estados Unidos: causas y consecuencias de una recesión duradera»,
LOS LIBROS
Vicente Donoso, referida a: «Comercio internacional: caracterización y
políticas», Juan José Durán, con el título: «La inversión directa exterior:
evolución reciente y perspectivas», y
la de Emilio Ontiveros: «Un sistema
financiero internacional en transición:
integración y vulnerabilidad».
A continuación se presenta el tema
central de este número de Claves,
«Empresas y nuevas tecnologías»,
sobre la adaptación del mundo empresarial al cambio tecnológico. Bajo
este epígrafe se reúnen las contribuciones de Jesús Banegas: «El significado de las nuevas tecnologías para
el presente y el futuro de la economía
internacional», de José Antonio Alonso e Isabel Álvarez: «Tecnología, crecimiento y especialización en el comercio internacional», de José Molero: «Empresas multinacionales y
estrategias internacionales»; de
Christopher Freeman: «Políticas para
el desarrollo de nuevas tecnologías»,
de Juan José Castillo: «Nuevas tecnologías y nuevas formas de organización empresarial»; y, por último, la
de Andreu Lope titulada: «Innovación
tecnológica y cualificación en el trabajo. De lo existente a lo deseable».
Esta primera parte se cierra con la
sección Tribuna empresarial, en la
que se pasa revista a tres empresas
concretas: Gas Natural con el trabajo
de Antonio Llardén, Técnicas Reunidas, a cargo de Miguel Paradinas, y
Pescanova por Manuel Fernández de
Sousa-Faro.
La segunda parte, con el título
«Regiones y países» contiene cier-
tas modificaciones respecto a las
ediciones anteriores, comenzando
por la clasificación de las regiones y
de los países analizados, motivadas
por los procesos de integración económica regional que se desarrollan
en cada área continental, sobre
todo en Europa y América. Se compone, en primer lugar, de unas estadísticas básicas mundiales, y, a
continuación, de una serie de estudios pormenorizados agrupados en
las siguientes áreas geográficas:
«Europa: la Unión Europea ampliada y la Europa no integrada»,
«América: América Latina ante el
Área de Libre Comercio de las Américas», «Asia y Oceanía» y «África».
En cada una de ellas se recogen
unas estadísticas básicas sobre el
continente, un grupo de artículos
sobre temas generales y una sección denominada «Perfiles e Informes» en que se recogen diversos
estudios por países.
Los artículos del apartado dedicado a Europa versan sobre la próxima
ampliación de la Unión Europea, la
situación de los países candidatos,
su impacto sobre las relaciones comerciales, y sus repercusiones para
la economía española. Los países a
los que se consagra un estudio monográfico son Alemania, Francia, Italia, Portugal, Reino Unido, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Polonia,
República Checa, Rusia, Suiza, Turquía y Ucrania.
En cuanto a los trabajos sobre
América Latina, la atención se centra
en las estrategias de integración eco-
nómica entre los países de la región y
sus posibles incidencias en Europa y
España. Los países analizados son
Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos, México y Venezuela. Para Asia y
Oceanía se realiza un análisis de la situación actual de los procesos de integración en la zona de Asia-Pacífico,
se estudia la región de China y Asia
Central como un polo comercial alternativo, y se evalúa la política petrolera
de los países del Golfo. Además, se
adjuntan los estudios pormenorizados
de Arabia Saudí, Australia, China,
India y Japón. En el caso de África los
artículos globales versan sobre el Norte de África y la estrategia de cooperación en el Mediterráneo, y sobre la integración económica regional en África, mientras que Argelia, Egipto,
Marruecos, República Democrática
del Congo y Senegal son objeto de un
examen individual.
Esta obra se completa con unos
Anexos que ofrecen una guía para interpretar los perfiles, las definiciones
de las variables utilizadas y las fuentes de información, así como los centros de información estadística en los
distintos países y un avance de datos
macroeconómicos para 2002. Por último, se adjunta una relación de autores, con una breve nota de cualificaciones académicas para cada uno de
ellos.
Junto a este volumen se proporciona un CD-Rom en el que se encuentra todo el material del libro y
otras direcciones de interés para los
usuarios, así como los perfiles socioeconómicos de todos los países
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LOS LIBROS
y territorios. De este modo, no sólo
es una obra de consulta, sino que
se convierte en un instrumento de
análisis al permitir efectuar cruces,
comparaciones y rankings de países de forma inmediata entre las variables elegidas. Asimismo, en esta
tercera edición se ha realizado un
esfuerzo para simplificar su uso y se
ha incluido una Guía del usuario
que aporta la información necesaria
para agilizar las búsquedas.
Redacción de ICE
NEGOCIACIÓN
INTERNACIONAL.
ESTRATEGIAS Y CASOS
Olegario Llamazares y
Ana Nieto
Ediciones Pirámide, Grupo Anaya
Madrid, 2002
251 páginas
El espectacular incremento de las
relaciones económicas internaciona-
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ICE
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les que han tenido lugar en los últimos años, tanto en lo que se refiere
a comercio exterior como a inversiones extranjeras, significa que, cada
día, se cierran en el mundo miles de
acuerdos de todo tipo. Cualquiera
que haya sido la forma en que se ha
negociado, lo importante es que
cada parte ha tenido que ir acercando sus posiciones a las de la otra.
En este volumen, los autores ponen sus conocimientos y experiencia
al servicio de cualquier persona relacionada con las negociaciones en un
ámbito internacional. Ambos son expertos en comercio exterior y autores
de los libros Marketing internacional y
Marketing internacional: casos y ejercicios prácticos.
La finalidad de esta obra es mejorar las habilidades negociadoras de
aquéllos que en su actividad profesional tratan con clientes, proveedores,
distribuidores, socios, etcétera, de
otros países. En sus páginas se proporcionan las estrategias y técnicas
necesarias para negociar de forma
efectiva en un contexto internacional
y se responde a las principales cuestiones que plantea una negociación
entre empresas de diferentes países,
que se pueden agrupar en las siguientes: ¿Qué se negocia? y ¿cuáles son los tipos de negociaciones internacionales más frecuentes?; ¿cómo se establece el margen de
maniobra en una negociación internacional?; ¿qué etapas componen
un proceso de negociación en mercados exteriores?; ¿cuáles son las tácticas de negociación preferidas por los
ejecutivos internacionales y qué medidas existen para contrarrestarlas?;
¿qué importancia tienen los factores
culturales para el éxito de la negociación?; ¿cómo deben interpretarse los
signos de comunicación no verbal en
países de diferentes culturas?; ¿qué
normas rigen el protocolo en los negocios internacionales?; y, por último,
¿cuál es el perfil del negociador internacional eficaz?
Para responder a todas estas preguntas los autores adoptan, en su
obra, un enfoque eminentemente
práctico, exponiendo al principio de
cada capítulo sus objetivos, utilizando
cuadros que resumen los puntos tratados más importantes y exponiendo
esquemas gráficos de los procesos
analizados. Las explicaciones abarcan todas las etapas y vertientes del
proceso negociador, con una orientación pragmática, que permite obtener
una idea clara y concisa de los aspectos más relevantes.
Con objeto de ilustrar la exposición
se incluyen, en las últimas páginas,
casos de empresas españolas que
han negociado con éxito acuerdos
complejos en diferentes zonas del
mundo, y se explica cómo diseñar las
estrategias de negociación en 30 países que constituyen los principales
mercados mundiales. Se cierra el volumen con 50 direcciones de Internet
consideradas de especial utilidad
para las personas que negocian en
mercados internacionales, y con una
breve y seleccionada bibliografía.
Redacción de ICE
LOS LIBROS
¿EXISTE UNA HORMIGA
DE SEIS PISOS?
CLAVES DE LA
CREATIVIDAD
Ivan Gavriloff y
Bruno Jarrosson
Oberon, Grupo Anaya
Madrid, 240 páginas
La innovación es hoy en día el auténtico motivo de preocupación para
las empresas, pues cada vez resulta
más evidente que las que no innovan
corren el riesgo de desaparecer,
arrastradas por la competencia. Ahora bien, innovar no sólo supone hacer
surgir ideas nuevas, y aquí viene la
dificultad, pues además de propiciar
su nacimiento se debe conseguir su
crecimiento y desarrollo.
Por otra parte, hay que tener
siempre presente la precaución de
evitar las improvisaciones y, para
ello, los autores apuestan por la
preparación, el método y la organización. Y lo hacen apoyándose en
la historia de la ciencia y sirviéndose de los mecanismos del descubrimiento científico y la creación.
Pero no se limitan a la utilización
de un planteamiento riguroso y la ex-
hibición de un estilo elegante, sino
que ilustran su exposición con abundantes ejemplos que sirven a la finalidad última de la obra que es servir de
ayuda para la reflexión a quienes corresponde proponer y tomar decisiones en todo tipo de organizaciones
públicas y privadas.
De los dos autores, Ivan Gavriloff es
especialista en innovación y creatividad y fundador y director de diversas
sociedades relacionadas con la creatividad, como el Grupo Kaos. Por su
parte, Bruno Jarrosson es ingeniero
de la Escuela Superior de Electricidad
y experto en estrategia de empresa y
gestión empresarial. Este volumen
cuenta con un prólogo de Georges
Thies, Presidente de Solvay-France, y
el texto ha sido traducido por Julio Víctor Martín Priego. Esta obra ha obtenido en Francia el premio Manpower
2002 para publicaciones sobre recursos humanos.
HISTORIA EMPRESARIAL
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