RECENSIONES «ALTO AL TRABAJO FORZOSO» ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DE TRABAJO BIT, mayo 2001, 128 páginas En el año 1998, la OIT hizo publica la célebre DECLARACIÓN sobre Los Principios y los Derechos Fundamentales en el Trabajo, de lógica divulgación universal por el contenido del documento y por el prestigio de la Organización que la avalaba. Muy ambicioso en sus denuncias y objetivos, la citada Declaración, no pudo profundizar en todos los derechos humanos, ni siquiera en aquellos que son habitualmente vulnerados en las tres cuartas partes del mundo, si no todavía en mayores espacios territoriales y políticos. Por ello, en esta ocasión, complementariamente, la OIT ha querido referirse de modo monográfico al tráfico del trabajo humano en la totalidad de sus manifestaciones y ha llevado a la 89ª Sesión ordinaria de la Conferencia Internacional de Trabajo, para su discusión por los representantes de ciento setenta y cinco países, un nuevo Informe de alcance mundial acerca del trabajo forzoso. A través del Informe no sólo estamos en disposición de comprender la gravedad del problema –que es, en definitiva, un problema de todos los tiempos, desde las primeras organizaciones sociales– sino la intensificación de aquél por dos vías convergentes: primera, porque el trabajo forzoso tiende a crecer en lugar de a disminuir, pese a la barrera mental y visual que al respecto acabamos por tener los ciudadanos de las confortables democracias occidentales; y, segunda, porque los medios o núcleos sobre los que el trabajo forzoso se manifiesta son cada vez más numerosos y diversificados. En parte es ello debido a la ampliación de la esfera de las víctimas, que de ser los adultos vencidos por la lucha o por la vida misma, han pasado a ser las «medias fuerzas», es decir, los niños desde muy corta edad, las mujeres, las minorías étnicas, los inmigrantes, los excluidos sociales y, en no pequeña medida, los propios trabajadores incorporados 308 al proceso productivo, en este caso por la conveniencia unilateral de quienes les explotan a la vez que les emplean; poco importa la constatación realizada por el mismo Director General de la OIT, Juan Somavía, poniendo de relieve que estamos en presencia de formas de trabajo «indecente», pues así hay que calificar cualquier control abusivo de la energía laboral de un ser humano por parte de otro. Antes de seguir hay que recordar que esa inquietud por el trabajo forzoso es añeja en la vida de la OIT hasta el punto que de los dos centenares de Convenios aprobados y sometidos a la ratificación de los Estados miembros que componen aquélla, hay que referirse aquí al Convenio núm. 29, aprobado hace ahora tres cuartos de siglo, acerca del trabajo forzoso u obligatorio, que España ratificó durante la II República, siendo publicado el correspondiente Instrumento en la Gaceta del 14 de abril, quizá no por azar en el día que se cumplió el primer aniversario de su proclamación. Por trabajo forzoso u obligatorio se entendía «todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente», adquiriendo los Estados firmantes del Convenio el compromiso de suprimirlo en todas las formas en las que pudiera manifestarse. En el año 1957, la 40ª Conferencia de la OIT aprobó el Convenio núm. 105, sobre la abolición del trabajo forzoso, que España ratificó diez años después, publicándose el Instrumento pertinente en el Boletín Oficial del Estado de 4 de diciembre de 1968. En esta ocasión, el Convenio es más riguroso y la obligación que incumbe a los Estados ratificadores es la de «tomar medidas eficaces para la abolición inmediata y completa del trabajo forzoso u obligatorio», entendido y extendido éste: — a los medios de coerción o de educación políticas o como castigo por tener o expresar determinadas opiniones políticas o por manifestar oposición ideológica al orden político, social o económico establecido. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 37 RECENSIONES — como método de movilización y utilización de la mano de obra con fines de fomento económico. — como medida de disciplina en el trabajo. — como castigo por haber participado en huelgas. — como medida de discriminación racial, social, nacional o religiosa. El Informe distingue, en orden al tráfico humano, entre países de envío y de tránsito y ciudades de destino (Amsterdam, Bruselas, Londres, Nueva York, Roma, Sidney y Tokio), éstos últimos naturalmente los más ricos o poderosos; aunque igualmente se afirma en él que ciertos países, como Albania, Hungría, Nigeria y Tailandia, pueden actuar al mismo tiempo como origen, tránsito y destino de ese tan inhumano tráfico de mercancía humana. Se maneja el dato de que destinos como Nueva York y California absorben anualmente a unas cincuenta mil mujeres y niños dedicados a la prostitución, al servicio doméstico y a las labores de limpieza menos solicitadas y gratificantes. Con la lectura del Informe se confirma, además, la sospecha de que la esclavitud propiamente tal no ha desaparecido en absoluto en el mundo contemporáneo, y que el secuestro masivo de individuos se práctica habitualmente a raíz de las guerras practicadas en países como Liberia, Sierra Leona, Sudán y Mauritania, en las que por cierto el enrolamiento de niños es algo más que una excepción trágica. Más frecuente todavía son las diversas formas de servidumbre en pago de deudas en los continentes africano (Costa de Marfil, Togo, Burkina Faso, Gabón, Ghana, Mali, Benin, etc.) y americano (Haití y República Dominicana). Según datos contrastados, se calcula que unos quince mil niños de Mali trabajan en plantaciones de Costa de Marfil, y que, en un período de cinco años, alrededor de tres mil niños fueron presa de los traficantes en Benin. En algunas regiones de Nigeria es posible comprar por cifras que oscilan entre quinientos y mil dólares niños destinados a realizar trabajos de alto riesgo o prestaciones sexuales. En general la causa última de este tráfico es la necesidad y la extrema pobreza de los padres y familiares de los niños, pero no se excluyen otras causas estrictamente especulativas y egoístas. Por otro lado, los niños realizan sus actividades a cambio de salarios bajísimos y a cambio de nada, puesto que son obligados a amortizar los gastos de compra y de transporte, lo que unido a la dureza de los trabajos que se les encomiendan originan porcentajes espeluznantes de morbilidad y mortalidad. Una reveladora particularidad del tráfico actual de mano de obra se centra en la organización de organizaciones criminales (bandas) de ámbito internacional, nada menos crueles que los negreros de los siglos XVI a XIX, aunque mucho más eficaces en la obtención de recursos millonarios. Tal tráfico humano juega como una alternativa al tráfico de drogas o de armas y sus vinculación a la explotación sexual es, asimismo, una característica definitoria incluso en Europa oriental, siendo los Balcanes, Moldavia, Rumania y Ucrania focos conocidos de la trata de blancas destinadas a los países europeos más atractivos, por las rutas de Bosnia-Herzegovina y Kosovo. Capítulo aparte merece el trabajo obligatorio de los presos o penados, no tanto con finalidad de rehabilitación, sino como modo de obtención de mano de obra dócil y barata, de incomprensible permisividad en ciertos países dotados de un grado de cultura y desarrollo elevados, caso de China y, sobre todo, de los Estados Unidos. Como no recordar el caso español iniciado en los años treinta, a partir del Decreto franquista 281/1937 estableciendo el derecho-obligación de los presos rojos, que daría lugar, en los años sucesivos, a plurales formas de explotación de los mismos en los talleres, colonias, destacamentos y batallones penitenciarios. En su libro «Esclavos REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 37 309 RECENSIONES por la Patria», Isaías Lafuente arriesga la cifra de 23 millones de jornadas y un ahorro para el Estado nacionalsindicalista de 600 millones de euros hasta el año 1946, en buena parte a costa de los presos republicanos. La OIT es muy realista a la hora de medir los medios y las necesidades para afrontar un problema universal de gravedad tan intensa. Moviéndose en un terreno bien conocido, la Organización dice bien a las claras que sin la colaboración de todos los resultados serán irrelevantes, poniendo como ejemplo de aglutinamiento positivo de esfuerzos el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), adoptado en 1999, con intervención de gobiernos, organizaciones 310 profesionales de empresarios y de trabajadores y, en no pequeña medida, organizaciones no gubernamentales y hasta particulares. La propia OIT mantiene una línea de atención constante sobre los casos más sensibles y en esa política no puede silenciarse el reciente Convenio núm. 182, destinado a eliminar las peores formas de trabajo infantil, incluidas todas las formas de esclavitud o las prácticas análogas a ésta, como la venta y el tráfico de niños, la servidumbre por deudas y la condición de siervo, así como el trabajo forzoso u obligatorio de niños para utilizarlos en conflictos armados. PAULA DE LA VILLA DE LA SERNA Abogada REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 37