Bolsa de Comercio Tapa (29 x 20 cm)negrooo

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Galería de
Artistas Mendocinos
Bolsa de Comercio de Mendoza
Directorio Bolsa de
Comercio de Mendoza S.A
Año 2010
Presidente
Jorge Pérez Cuesta
Vice-presidente 1º Alberto Díaz Telli
Vice-presidente 2º David Luis Crocco
Secretario
Luís Bonfiglio
Pro-Secretario
Luis Latour
Tesorero Rubén Darío Cano
Pro-Tesorero
Gustavo Vilches
Vocal Julio Allub
Vocal Mario Badaloni
Vocal Jorge Baldrich
Vocal Alberto Goyenechea
Vocal Miguel Angel Labiano
Vocal Horacio Marchessi
Vocal Andrés Peñalva
Vocal Luís Pierrini
Síndicos Titulares: Carlos A. Schestakow
Síndicos Titulares: Juan Carlos Marí
Síndicos Titulares: Agustín Orlando
STAFF
Edición: Bolsa de Comercio de Mendoza S.A
Dirección editorial: Carlos Calise
Diseño y diagramación: Estudio Bochaca-Mejia
Textos: Andrés Cáceres
Fotografía: www.carloscalise.com.ar
Asistente: Mauricio Navarta
Mendoza se ha posicionado, con toda razón, como la tierra del sol y del buen vino,
como igualmente se la destaca por el paisaje, el clima, el orden y la cordialidad de sus
habitantes.
Pero, también, y esto debe resaltarse, es cuna de notables artistas, que nos dan prestigio
nacional e internacional.
La Bolsa de Comercio de Mendoza, si bién es un ámbito de negocios, también tiene sus
puertas abiertas a la cultura y al quehacer mendocino, por eso , ha puesto especial énfasis en apoyar a los artistas locales, llevando a cabo importantes exposiciones.
Hoy, podemos comprobar el fruto de uno de los trabajos que comenzó hace diez años,
a través de este libro que sintetiza las muestras de artes plásticas y los cuarenta y cinco
artistas que pasaron por nuestra casa.
El libro que tenemos en nuestras manos es un testimonio de ese esfuerzo pero, sobre
todo, es un modo excelente de difundir el “Arte en Mendoza”.
ÍNDICE
AYERZA, José Ignacio “El bebedero”
13
JOFRÉ, Laura “Transparencias”
36
BASSO, Silvia “Pasión y luna”
14
LAVOISIER, Marita “Paisaje”
37
BLASCO, Manolo “Herramientas de tonelería
15
LITEWKA, Betty “Pastando”
38
BORIO, Marcos, “Paisaje”
16
MARTÍ, José “Otoñal”
40
BRACELI, Adela “Bodegón”
17
MARTINEZ CANO, Adolfo “Flores”
41
CANTINI, Adriana “Sin título”
18
MIRANDA, Elba “Buena pesca”
42
CANTINI, Eli “Sin título”
19
OHANIAN, Verónica “El real Madrid”
43
CHIAPASCO, Alejandro “Sierra del camello”
20
PÉREZ ANSORENA, José “Bolsa de comercio”
44
CHIAVAZZA, Osvaldo “Nube de la lógica”
21
PÉREZ VEGA, Angel “Vendimiadora”
45
CICERI, Luís “Figura”
22
ROBELLO, Patricia “El vuelo”
46
CIVIT, Alejandra “Proyección”
23
ROVELLO SANTAMARINA, Amelia “Caserío”
47
CIVIT, Isabel “Frutería”
24
SABÉZ MICÓ, Gustavo “Cosechadoras”
48
COPPOLETTA, Gustavo “La nueva vendimia II”
25
SAHORES, Alex “Paisaje serrano”
49
DAWBARN, Dora Composto de “Tormenta en Cacheuta”
26
SARELLI, Antonio “Figura”
50
DAY, Roberto “Caballos”
27
SCALZI, Rodrigo “De la serio de las rosas”
51
DE IPOLA, María Elena “Aroma y luz”
28
SERIO, Daniel “Viñedos”
52
DEL AMOR, Liliana “Intuición”
29
SOBISCH, Pablo “Sin título”
53
DELHEZ, Cristian “Tocados”
30
STUMBERGER, Sonia “En lo de Villoda”
54
DELHEZ, Milly Gómez “Sin título”
31
THORMANN, Alberto “Juegos en la nieve”
55
DELL’ISOLA, María Celina “Postal habanera”
32
VILLALONGA, Martín “Sin título”
56
ESCORIZA, Carlos “Mujer de verde”
33
VILLODAS, Francisco “Por siempre lisiantus”
57
GUARNIERI BANYULS, Valeria “Sin título”
34
ZOGBI, Ana María “Naturaleza muerta”
58
JEREB, Fernando “Otoños”
35
GUÍA DE OBRAS
10
AYERZA, José Ignacio
“El bebedero”
BASSO, Silvia
“Pasión y luna”
BLASCO, Manolo
“Herramientas de tonelería
BORIO, Marcos,
“Paisaje”
BRACELI, Adela
“Bodegón”
CANTINI, Adriana
“Sin título”
CANTINI, Eli
“Sin título”
CHIAPASCO, Alejandro
“Sierra del camello”
CHIAVAZZA, Osvaldo
“Nube de la lógica”
CICERI, Luís
“Figura”
CIVIT, Alejandra
“Proyección”
CIVIT, Isabel
“Frutería”
COPPOLETTA, Gustavo
“La nueva vendimia II”
DAWBARN, Dora Composto de
“Tormenta en Cacheuta”
DAY, Roberto
“Caballos”
DE IPOLA, María Elena
“Aroma y luz”
DEL AMOR, Liliana
“Intuición”
DELHEZ, Cristian
“Tocados”
DELHEZ, Milly Gómez
“Sin título”
DELL’ISOLA, María Celina
“Postal habanera”
ESCORIZA, Carlos
“Mujer de verde”
GUARNIERI BANYULS, Valeria
“Sin título”
JEREB, Fernando
“Otoños”
JOFRÉ, Laura
“Transparencias”
LAVOISIER, Marita
“Paisaje”
LITEWKA, Betty
“Pastando”
MARTÍ, José
“Otoñal”
MARTINEZ CANO, Adolfo
“Flores”
MIRANDA, Elba
“Buena pesca”
OHANIAN, Verónica
“El real Madrid”
PÉREZ ANSORENA José
“Bolsa de comercio”
PÉREZ VEGA, Angel
“Vendimiadora”
ROBELLO, Patricia
“El vuelo”
ROVELLO SANTAMARINA,
Amelia “Caserío”
SABÉZ MICÓ, Gustavo
“Cosechadoras”
SAHORES, Alex
“Paisaje serrano”
SARELLI, Antonio
“Figura”
SCALZI, Rodrigo
“De la serio de las rosas”
SERIO, Daniel
“Viñedos”
SOBISCH, Pablo
“Sin título”
STUMBERGER, Sonia
“En lo de Villoda”
THORMANN, Alberto
“Juegos en la nieve”
VILLALONGA, Martín
“Sin título”
VILLODAS, Francisco
“Por siempre lisiantus”
ZOGBI, Ana María
“Naturaleza muerta”
11
AYERZA, José Ignacio
(Buenos Aires). Su obra aspira a la perfección. A la fecha, ha logrado
mayor soltura y una materia más carnal, más sensual. Además, le
otorga mayor importancia al fondo, sin descuidar la figura, jugando con el claroscuro y las gradaciones lumínicas. Buena parte de
su producción es por encargo y durante los últimos años lo han
invitado a exponer en museos temáticos de Inglaterra. Lo que más
le piden son figuras de caballos campeones. “El mercado -dice- me
va llevando un poco al retratismo, pero la pintura necesita también
un poco de fantasía. Estoy tratando de soltar más la pintura. En el
bodegón ‘Lúcumas’ puse más rústico el fondo, cosa que la pintura
no quede tan agarrada, sino que se libere un poco. Quería destacar
estos frutos chilenos, que acompaño con un balde de cobre y un
cacharro. Su obra está en sintonía con lo que le gusta a sus clientes, pero primero están en sintonía con lo que a él le gusta. Más
que dejarse llevar por lo puramente decorativo y pintoresco, busca
concentrarse en la vida silenciosa de los objetos hogareños, como
igualmente en la mansedumbre de los animales domésticos.
Calibra con rigor la introducción de los volúmenes en el espacio,
prefiere la sobriedad a la exuberancia de los tonos y capta con estrictez esa luz quieta y envolvente con que rodea tanto a los bodegones, como a los venerados caballos y a los delicados desnudos.
“El bebedero”, óleo, 58 x 78 cm., 2004.
13
BASSO, Silvia
(Mendoza). Artista vital, temperamental. Le interesa lo espontáneo,
el gesto, la mancha, pero que tenga, si es posible, hondura metafísica y un mensaje implícito.
Sabe que lo estético es un ámbito infinito y a través de la pintura,
a la vez que afina su espíritu, busca espiritualizarnos, hacernos reflexionar, que nos olvidemos por un momento de nuestras apetencias materiales y nos demos cuenta que la vida, en sí misma,
es maravillosa.
Por eso tiene urgencia de cambiar el mundo, es decir, cambiar la
conducta del hombre, haciéndonos ver un camino de reencuentro.
“He vuelto a reencontrarme -dice-. Después de un largo camino,
encontré eso que uno ha decidido hacer en la vida, el propósito
con el que uno viene a este mundo. Hago mucho trabajo interior,
medito todos los días y creo que ese trabajo es lo que me ha ayudado a pintar, aunque nunca dejé de hacerlo”.
El misticismo de nuestra artista no se traduce ni en parquedad
formal ni en pobreza cromática, al contrario, se asienta en una refinada sensualidad. El viaje y la luna son dos motivos constantes.
La luna, que reaparece cada tanto, más que un elemento de decoración, es el símbolo de la energía femenina, un ente misterioso
que determina flujo y reflujo de las mareas y la fecha más indicada
de siembra, floración y cosecha. Su experiencia, pintando en Miami,
en ‘Art Basel’, le hizo decir: “Allí, entre cientos de expositores, comprobé la calidad de la plástica de Mendoza”.
“Pasión y luna”, óleo, 59 x 79 cm., 2005.
14
BLASCO, Manolo
(Mendoza). Pinta y dibuja desde niño y dice que ‘escrachaba’ a
toda la familia regalándoles sus retratos. Ya como profesional, lo
que más le gusta son las naturalezas muertas, que en sus cuadros
aparecen vigorosas, llenas de turgente vitalidad, de serenidad inalterable.
Establece un diálogo ininterrumpido con los objetos, que compiten
en nitidez, como si una luz inteligente penetrara en su interior, buscando el alma, la esencia, el misterio de la materialidad.
Para la noción vulgar, clásico es un imitador del pasado, olvidando
que no sólo hubo clásicos en el mundo grecorromano y en la Florencia del siglo XV, sino en todas las épocas. Blasco es un clásico
en el sentido profundo del término, vale decir, un ordenador del
caos.
Con su arte, pretende oponerse a la destrucción, a lo transitorio, a
la corrupción, a la ruina, a la muerte. Eso es lo que nos seduce de
su pintura: la posibilidad de entrever un mundo perdurablemente
bello, que nos acerca a una idea de lo eterno, de lo permanente, del
mundo de las ideas de Platón.
Evade el mundo de hoy y se inventa otro, perfecto, donde objetos
y frutos ofrecen un halago a los ojos. Con ellos establece un apasionado diálogo y las sugestiones que suscitan, son un acotado
número de cuadros a lo largo de su vida, cuya ejecución y aplicación artesanal, nos emociona.
Es el Juan Lascano mendocino.
“Herramientas de tonelería”, óleo, 59 x 49 cm., 2006.
15
BORIO, Marcos
(Buenos Aires). Tiene premios importantes. Entre ellos, el del Salón
de Artes Plásticas de Encotel, que editó un millón de estampillas
con la reproducción de la obra premiada. No hay desborde en su
pintura, sino una tensión contenida, un hálito poético, un cromatismo temperado que nos acerca la naturaleza en su expresión más
noble.
No critica, y no porque le falte sentido social, sino porque su extrema sensibilidad no le permite mostrar llagas ni pobreza. Le interesa evocar un atardecer, un contraluz, un juego de luces y sombras
en el campo o un paredón al que se arriman unas macetas con
flores.
No hay pomposidad en su obra sino grandeza. No aparecen, tampoco, bellos chalets de lustrosos ladrillos, ni acendrados mármoles.
Hay viejos caserones, humildes, con galerías, techos de cinc y cenefas. Los lugares que elige son recoletos, rurales, campestres. Casas
de principios del siglo XX, compuertas, viñedos con su correspondiente cortina de álamos, aguadas de la pampa, tranqueras, viejos
alambrados, cubas de roble al aire libre, el agua de la acequia,
la montaña, la inmensidad del horizonte y árboles en todas las
estaciones, muchos árboles confundiendo sus ramas por sobre una
compuerta, con el esplendor de la hojas tapizando el suelo.
Sabe descifrar, en medio de la blanda sombra de una arboleda
lejana y en la misma línea del horizonte, la brizna, la mínima cosa,
el tibio aire que secretamente, imperceptiblemente, crece al dictado del misterio de la vida.
“Paisaje”, óleo, 38 x 29 cm., 2002.
16
BRACELI, Adela
(Mendoza). Retoma el tenebrismo español y lo recrea a su manera,
incorporando ‘collage’. La apasiona Rembrandt. Es autodidacta.
Reconoce, sin embargo, que le debe mucho al maestro Ángel Gil.
No fue a Bellas Artes ni a la Universidad.
“Todo eso ha sufrido un proceso -dice- que en algún momento se
concretó en la obra que hago. Más que plasmar un bodegón, un
conjunto de flores o un paisaje, trato de reflejar un clima”.
Estamos frente a una pintura climática. El juego de luces y sombras
es para ella como una aventura, como un develamiento de lo que
está oculto y que la luz va revelando en parte, mientras que, otro
tanto, queda a cargo del espectador.
Los frutos de la naturaleza, con su aparente simpleza, la llevan a
representarlos, como un modo de resaltar la creación misma, en
sus expresiones cotidianas. Es, también, -como ella dice- “una
antítesis de lo que pasa en el mundo, de lo que nos informan los
medios de comunicación masiva y que nos produce dolor, agobio
y vergüenza ajena”.
Prefiere los colores cálidos, casi con exclusividad. Esquiva los llamados fríos y a la inversa de la mayoría de los pintores, parte de
la tela en negro. Además de los frutos, que los coloca sobre una
mesa, destaca al objeto mesa, como un símbolo inequívoco de la
familia, del hogar. Además del contraste y del realismo figurativo
que caracteriza a sus cuadros, su pintura da un paso más allá de lo
representado, para situarse en lo simbólico.
“Bodegón”, óleo, 100 x 70 cm., 2008.
17
CANTINI, Adriana
(Mendoza). Adriana es melliza de Eli. Su pintura es un juego pictórico, un pretexto para encontrarse con los demás y con ella misma,
para volcar lo que lleva dentro y revelarlo.
Esta idea es la razón social del arte: entregarle al otro lo que se
siente y se piensa, a través de parámetros estéticos. Adriana es una
soñadora. No ha querido desligarse de esa virtud imponderable
que otorga la acuarela y que es la transparencia, y ha sabido encontrarla en el óleo.
A diferencia de sus compañeras de ‘Kelü’, llena de pequeñas formas el espacio para conjurar su ‘horror vacui’. A veces, compone
como su fuera un paisaje, sobre la línea del horizonte, pero le da
importancia a cada fragmento del cuadro y la contraposición fondo-figura desaparece.
Le gusta manchar pero, además, prefiere los contrastes y su pintura
adquiere cierta severidad, cierto cariz dramático. El uso del óleo
incrementa estos valores porque permite una mayor carnadura y
resultan notorios sus esfumados y modulados.
Adriana dice que el color la vuelve loca, que el color es el sentimiento y lo dice en nombre del grupo: “A las cuatro nos une el
color”.
“Sin título”, acrílico, 40 x 40 cm., 2009.
18
CANTINI, Eli
(Mendoza). Procede a la inversa de Adriana. Antes de ir a la tela, ya
tiene idea, mentalmente, de lo que va a figurar. Y al igual que sus
compañeras del grupo ‘Kelü’, no hace bocetos, aunque, más racionalmente, dirige su trabajo y el disparador puede ser una música,
una palabra o algún tema que le llame la atención.
“Eso me moviliza -dice-. Antes, pintaba rostros de chicos indígenas,
así como de chicos abandonados, como un modo de dar testimonio, de decir ahí están, existen, hagámonos cargo. Me da muchísima
pena el desamparo, que no tengan posibilidades culturales. Es mi
granito de arena y lo que puedo hacer, en tanto pintora”.
“Ahora -prosigue-, siento algo muy fuerte que me lleva al arte
abstracto, que siempre tiene un contenido, a pesar de todo. Busco
que en mis cuadros la gente pueda volar, encontrar dentro suyo lo
que yo encuentro y que siempre tiene una simbología, de modo
que movilice al espectador”.
Estilísticamente, se distingue por lograr múltiples matices dentro
de la monocromía, así como por recurrir a una paleta más clara. En
algunos casos, como en ‘El resplandor’ y ‘La silla de Mary’, surge el
espíritu de esa época de Supisiche, que tiene aliento metafísico.
“Sin título”, acrílico, 40 x 40 cm., 2009.
19
CHIAPASCO, Alejandro
(Italia, 1884 - Buenos Aires, 1970). Recurrió al más puro clasicismo,
tanto para su labor pictórica como para abordar la escultura. Su
obra mayor es el monumento al Almirante Brown, en la avenida
Alem, a metros de la Casa Rosada. Trabajó incansablemente y logró
conmovernos con las formas naturales del cuerpo, que disfrutáramos de la sensualidad genuina, primigenia, presentándonos a la
Eva del paraíso, pura y bella como Dios la hizo.
En cuanto a la pintura, ya se trate de óleos, pasteles o acuarelas,
recreó todos los temas y siempre está su impronta determinante:
sobriedad, equilibrio, armonía y respeto por las formas naturales,
ya se trate de paisaje rural o ciudadano, figura femenina, vestida o
desnuda, retratos o composiciones florales.
Su obra se puede rotular de realista-impresionista, pero su verdadero estilo es el estilo de lo bello. En todos los casos, hay un
lirismo característico, basado en una sutil melancolía, resuelto con
un cromatismo suave y un diestro manejo de las sombras y de la
profundidad.
En los últimos años, cuando no pintaba, escribía sus pensamientos.
Dijo: “El tiempo que pasa es un invento de la pereza humana. Si vivimos en plena actividad, el tiempo no existe y nosotros pertenecemos a la eternidad”.
“Sierra del Camello”, acuarela, 33 x 23 cm., 1954.
20
CHIAVAZZA, Osvaldo
(Mendoza). Se lo ha comparado, muchas veces, con Sarelli, por la
tendencia a la pintura metafísica. Fue su alumno, pero mientras
Sarelli es, en general, intimista, el joven ama los espacios grandes,
y trata de congeniar el aliento épico con una marcada curiosidad
por lo esotérico y con su vocación por el muralismo.
Más que la expresión, le interesa un contenido múltiple y, para
objetivarlo, baja la paleta y recurre a los matices, a la superposición
de planos y a un sutil juego de líneas.
Se vale, además, de una geometrización libre, de una dosificada
perspectiva y un hábil uso de la luz, dando una corporeidad virtual
que le permite exorcizar su pasión por la escultura, sin contradecir
la idea general.
El dominio técnico, tanto del dibujo como de los pigmentos, mezclando óleo y acrílico y recurriendo al esgrafiado, le permite contraponer zonas translúcidas a otras matéricas, con ricos modulados,
a lo que se suma la preocupación por una terminación esmerada.
Entre sus primeros cuadros, pudimos apreciar tanto al individuo
como a la pareja en un estadio larval, al modo de pupas, poniendo
de relieve la falta de evolución espiritual del ser humano que, a
pesar de los descubrimientos científicos y tecnológicos, no supera
sus defectos desde hace más de cinco mil años.
Aunque últimamente ha estado recurriendo a un cromatismo más
vivo, su paleta es la apropiada para sus criaturas, simbólicas, hieráticas, inquietantes.
“Nube de la lógica”, acrílico, 100 x 100 cm., 2008.
21
CICERI, Luís
(Mendoza, 1934-2007). Durante años, colaboró en diversos medios
como ilustrador y caricaturista. Fue observador sagaz y excelente
dibujante. En 1971 obtuvo el tercer premio de Dibujo en el Salón de Artes
Plásticas de San Juan y en 1973, Medalla de Oro en la X Bienal de
Artes Plásticas de Mendoza. Posteriormente, decidió no presentarse
a certámenes.
Fue invitado de honor en numerosos salones, así como jurado en
otros tantos. Exaltó a los trabajadores más humildes y a la gente
sencilla del campo y de la ciudad, así como a los héroes patrios y a
los revolucionarios. Su aspiración de lograr la justicia social lo llevó
a militar en el expresionismo. Postuló una existencia tranquila y
hogareña, así como en otros ensalzó a idealistas políticos como el
‘Che’ y a las figuras religiosas emblemáticas del catolicismo, al realizar los quince misterios del Santo Rosario, ubicado en las ermitas
emplazadas a lo largo del camino a El Challao.
Desplegó, con la facilidad de su trazo certero, todo una galería de
personajes, desde los cosechadores hasta los intérpretes musicales,
pasando por la evocación de puesteros y contratistas; la angustia
por la mesa vacía; ese estado de extrañeza, ensueño y esperanza
que provoca la preñez y que surge en sus parturientas, así como la
inefable felicidad de sus numerosas maternidades.
También retrató, con cierta ironía y a veces con sarcasmo, a tarotistas, brujas y parcas o con tenso equilibrio a músicos, personajes del
circo y de la comedia del arte.
“Figura”, acrílico, 56 x 98 cm., 2002.
22
CIVIT, Alejandra
(Mendoza). Busca en la abstracción, la posibilidad de expresar el
mundo espiritual, de captar ideas, no una paloma volando, no una
sugerencia de alas, sino el vuelo mismo, el alma, la esencia de las
cosas.
Tuvo la suerte de dar con profesores como Elio Ortiz y Vivian Magis, además de haber tenido la guía imponderable de Silvia Hope
Grezzi. Le tocó la mejor etapa de la Escuela de Cerámica, cuando el
ámbito académico se liberó del cacharro y de los objetos utilitarios
para crear formas puramente artísticas.
Las formas, en algunas de sus piezas, parecen desperezarse lentamente, así como en otras, particularmente en los murales, se percibe un movimiento que parte del centro hacia el infinito, como una
geometría axial.
Las reiteraciones circulares simbolizan lo femenino, el origen, la
madre tierra. “La idea del óvalo -dice- es porque todos estamos
insertos en un óvalo, que es para mí como nosotros: el rostro tiene
forma oval, e incluso el cuerpo y también es oval el movimiento de
traslación de la Tierra”.
Las pátinas de sus obras son delicadas, con tonalidades celestes o
verdes grisáceas o levemente ocres, en algunos casos combinando
superficies opacas con partes brillantes, siempre con esmaltes realizados por ella misma.
“Proyección”, cerámica esmaltada y madera, 35 x 60 cm., 2009.
23
CIVIT, Isabel
(Mendoza). Produce y expone con asiduidad. Por eso, sabe que
cada muestra es un desafío y que el público exige que, cada vez, se
supere técnica y expresivamente, renovando temas.
En ‘La peluquería’, nos ofrece una postal del pasado donde supera
expresivamente a la fotografía, ya que le pone su cuota de subjetividad y lleva la figuración a un ámbito poético. Se vale de tonos
apagados y aprovecha al máximo las posibilidades de la acuarela,
para lograr pequeños planos borrosos, atrapando en el color el
paso del tiempo.
En ‘Frutería’ levanta el cromatismo, lo enciende al pintar las frutas, en rojos, morados y verdes, a la vez que mantiene el clima de
nostalgia por el pasado, en esas imágenes que se nos quedaron
como ejemplo de un tiempo que se añora porque, como dice el
poeta, todo tiempo pasado fue mejor. En la realidad, el pasado de
cada uno es la niñez y, al comparar con el presente, creemos haber
vivido en el paraíso.
Dice: “Apunto a pintar cosas que sean agradables. El dolor debe
estar fuera de la obra de arte. Yo no puedo colgar en el living algo
que represente el dolor, no va conmigo ni con mi personalidad. Me
gusta que la obra ayude a vivir”.
“Frutería”, acuarela, 48 x 45 cm., 2009.
24
COPPOLETTA, Gustavo
(Mendoza). Cuando recordamos a los artistas locales que nos prestigian en el mundo, solemos olvidar su nombre. Siempre y con toda
razón, decimos Carlos Alonso y Julio Le Parc. Pero también debemos mencionar, entre otros, junto a Coppoletta, a Raúl Capitani,
Orlando Pardo, Julio Ovejero, Amengual, Nora López Millán, Antonio Sarelli, Ángel Gil, Alfredo Ceverino, José Scacco, Ángel Pérez
Vega, Pablo Sobisch, Eduardo Hoffmann, Sergio Roggerone y Egar
Murillo.
Coppoletta pasó de Guaymallén a mostrar su arte no sólo en Europa, sino en Asia y África. Ha expuesto con éxito en diversas ciudades de Italia y de España y en El Cairo, El Líbano y Beirut.
Su vida está marcada por la pintura, los viajes y el cine. Su ‘Vaca
foot-ball pinchada’, que es una pelota de fútbol que se pincha y
queda como vaca, fue seleccionada para el ‘Cow Parade’ que se
realizó en Buenos Aires.
A pesar de su éxito, dice no estar satisfecho. “La pintura me va
tirando del carro y eso hace que me tenga que nutrir constantemente de otras cosas. La pintura te llama, pero tenés que ir zigzagueando con lo que pasa”.
Ha salteado etapas. Todavía adolescente, recorrió el mundo viviendo de su pintura. Es una personalidad obsesiva, que cuida la técnica, por ejemplo, aunque diga que es lo que menos le interesa. En
este sentido, sus cuadros son irreprochables y, sobre todo, tienen
coherencia interna.
“La nueva vendimia II”, óleo, 159 X 119 cm., 1994.
25
DAWBARN, Dora Composto de
(Mendoza). Decía Antonio Di Benedetto al comentar el XVIIº Salón
de Cuyo, de 1962: “Entre los valores nuevos hay que mencionar
a Dora Composto de Dawbarn, que en ‘Industria en la montaña’
sorprende auténticamente con un realismo mágico que se allega
bastante al surrealismo, por el clima global al que arriba mediante
un cotejo de colores francos y dispuestos de la manera más lacia
y categórica”.
Crítico perspicaz, percibía en ella a una artista muy particular, de
esas que aman el arte como un modo de vida y considera que todo
lo demás se dará por añadidura. Es que no le interesa la pintura
como un modo de proyectar su yo para insertarlo en la sociedad y
sentirse partícipe de ella desde ese sitio privilegiado. Es un modo
de ser que consiste en construirse a sí misma cada día, investigando técnicas y estilos.
Piensa suficientemente la composición, espera su madurez, rehace,
retoca y logra cuadros bien resueltos, armónicos, a veces con predominio del dibujo o del gesto, en ocasiones sobrevalorando el
impacto cromático o creando climas evanescentes. No se conformó
con pintar paisajes, motivos florales y retratos, sino que buscó el
enigmático universo de piedras y vegetales, vistos al microscopio.
En este último caso, llena de admiración su serie a partir de la
observación minuciosa de la turmalina, gema semipreciosa que se
utiliza en instrumentos de polarización de la luz.
“Tormenta en Cacheuta”, óleo, 79 x 59 cm., 2004.
26
DAY, Roberto
(Mendoza). Del mismo modo que le ocurría a Degas, a quien tanto
admira, Roberto Day se deprime luego de cada exposición. Él lo
explica diciendo que se debe por pasar del mundo de los sueños
y los colores, a la chatura de la realidad. Es un hipersensible y, a
la particular sensibilidad de los artistas, le agrega una vuelta de
tuerca. Es licenciado en química y su vida está jalonada de viajes
y de música. Él dice que ésta es una asignatura pendiente y que le
gustaría volver a tener siete años para ingresar al Conservatorio
Musical.
No sólo que escucha cuando pinta, sino que lo hace todo el tiempo
que puede. Cuando sale a caminar va con su ‘dickman’, y no se
pierde concierto alguno de la Sinfónica, ni de la Filarmónica, ni de
conjuntos o solistas que recreen la gran música universal, la que
atraviesa los siglos.
Visitó los museos más importantes de Europa y llegó hasta el Hermitage en Moscú. En su memoria quedó una exposición en la Royal
Academy, del periodo Edo japonés, cuando el ‘shogunado’ ejerció
el poder en Edo, la actual Tokio. Day afirmó que de allí salieron sus
gallos, impresionado por los colores de los kimonos y las aves.
Siempre figurativo, pinta rostros, barcos, caballos, jaurías, autos
antiguos, ranchos y caminos. En toda su obra hay poesía y musicalidad. No se permite el más mínimo dramatismo. Nos quiere
comunicar alegría de vivir, una nostalgia gratificante y carretadas
de ternura.
“Caballos”, óleo, 74 x 49 cm., 1995.
27
DE IPOLA, María Elena
(Mendoza). Es profesora de Dibujo y Pintura, egresada de la Escuela
Superior de Bellas Artes de Mendoza. Ha participado en numerosas
exposiciones colectivas, tanto en nuestro medio como en Córdoba,
Mar del Plata y San Juan. Ejerció la docencia durante veinte años y
entre otras técnicas, se decidió abiertamente por la acuarela.
Está la obra provocativa, la inquietante, la que levanta el dedo
acusador contra la sociedad injusta, la revulsiva, la que establece
un concepto, la que emociona, la que produce rechazo, la que abre
una incógnita, pero en artes plásticas todo entra por la vista y siempre se debe tener en cuenta lo decorativo, ya sea para agradar o
para desagradar.
Bernard Berenson, dice: “La decoración abarca todos los elementos
que la distinguen de una simple reproducción de los objetos: los
valores táctiles, el movimiento, la proporción, la disposición y la
composición espacial: todo aquello que en el campo de la representación visual intensifica la vida, por medio de sensaciones ideadas. La decoración no es representativa como la ilustración, sino
presentativa”.
La obra de arte, nos agrade o nos produzca rechazo, vale por lo que
transmite. Y aquí podemos juzgar el interés que pueda tener o no
la pintura de De Ipola, que está lograda en cuanto a su propósito y
en tanto haya espectadores que la disfruten.
“Aroma y luz”, acuarela, 58 x 45 cm., 2004.
28
DEL AMOR, Liliana
(Mendoza). “Mi obra nace a partir de lo que me inspira en el momento la tela en blanco -dice- y creo que, en realidad, lo que pongo
responde a los sentimientos más íntimos de ese momento. Vivo
mi pintura como un modo de expresarme y comunicarme con los
demás”.
Antes de pasar a la abstracción, pintaba paisajes y figuras, pero
aunque en ciertas partes de sus cuadros, aún aparecen figuraciones, lo cierto es que sólo expresan sensaciones, estados de ánimo. Docente de nivel medio, enseña matemáticas a los jóvenes y
actualmente es directora de una escuela secundaria, que también
es “un ámbito de creación, de desafío y de mucha riqueza”, añade.
Hace más de quince años que viene probando soportes y materiales, hasta quedarse con el óleo, incluyendo, cuando viene bien,
tintas gráficas, esmalte sintético y algún componente que refuerce
la textura. Trabaja capa sobre capa, con pincel, hasta que surgen las
transparencias y veladuras que busca.
Tiene fuertes contrastes que, a veces, es cierto, puede leerse como
un paisaje imaginario y en algunos surge esa mujer apasionada
que es, más allá de su profesorado de matemática, física y cosmografía.
Libertad, intensidad y refinamiento caracterizan su estilo. Sus manchas son manchas reveladoras que, por momentos, parecen captar
la voz del cosmos, con unción religiosa, buscando al Creador Supremo.
“Intuición”, óleo, 30 x 40 cm., 2007.
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DELHEZ, Cristian
(Mendoza). Tiene lo que los norteamericanos llaman ‘easiness’, es
decir, facilidad, don, lo que brota solo, soltura. Multifacético, prolífico, es uno de los artistas que más presencia tiene en Buenos Aires
y en el extranjero, a través de salones internacionales y museos.
Desde ‘Corral del caballo’ hasta la alusión sarcástica de la Conquista de América en ‘Vinieron del Norte’, está presente, siempre,
el sentido lúdico del arte. El humor es una constante de la que
se sirve para criticar y permitir que lo trágico y lo dramático se
puedan tomar con filosofía. Por razones de gusto personal, escapa
del expresionismo y logra su cometido valiéndose del símbolo, de
la reiteración de imágenes, de la geometría y de las combinaciones
insólitas.
Su explícito nacionalismo es patriotismo genuino, porque se sobreentiende como posibilidad de crecimiento en libertad para todos. Por eso, en sus cuadros está la alerta y el temor de que se siga
considerando inacabable a la naturaleza y que los grandes países
industriales realicen foros sobre la contaminación del aire y del
agua, para no hacer nada.
Alegría, amenaza, tensión, humor corrosivo, ironía fina, quietud
aparente, sostenido juego de líneas sensibles y sutileza cromática
se conjugan en sus trabajos para ofrecer otro universo, semejante
al nuestro pero distinto, fantástico pero verosímil, ficticio pero tan
real como el de los sueños y las pesadillas.
“Tocados”, grabado, 50 x 35 cm., 2007.
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DELHEZ, Milly Gómez
(Valencia, España). Vuelca la pintura en una especie de trance,
hasta que plasma lo que siente y luego sigue lo que la mancha le
sugiere. A partir de ahí, busca equilibrar la composición. Actualmente, resuelve con mayor soltura, con grandes planos de color,
sugiriendo personajes y situaciones con economía de medios. Se
crió en una fábrica de cerámica y lo primero que gestó, a los dieciocho años, fue un torso sobre un leño. Sus temas tienen que ver con
el misticismo, la inmigración, personajes bíblicos, la defensa de los
derechos de la mujer, la libertad y la justicia. Para figurar tópicos
tan abstractos, recurre a símbolos y metáforas. Rechaza, a rajatabla,
lo obvio, lo consabido.
‘La Rosa Mística’, por ejemplo, más allá de la figura apenas esbozada, posee un fuerte vigor expresivo. Hay sensualidad, la sensualidad entendida en su sentido cabal y, a la vez que nos lo hace
entrar por los ojos como una golosina visual, lo propone como un
objeto de meditación.
En su permanente búsqueda, sigue creando los llamados objetos
de arte, considerada, al respecto, por la museóloga Ana María Álvarez, como la más capacitada para emprender esta tarea en la
provincia.
A ello suma, últimamente, sus esculturas, en las que combina arcilla,
hierro y madera, con una figuración personal. Tanto en lo fisonómico como en la habilidad para incorporar el hueco, logra conformar
un todo armónico, donde anidan lo ambiguo y lo esotérico.
“Sin título”, acrílico, 40 x 40 cm., 2009.
31
DELL’ISOLA, María Celina
(Junín, Buenos Aires). Es reconocida por la representación de las
poblaciones marginadas, como puede verse en su serie ‘Los dueños de la tierra’, así como en ‘Fiestas patronales’, donde se suma al
valor estético, el testimonial, y que le han merecido notas elogiosas
de los críticos de Buenos Aires, además de las invitaciones a exponer en el Sívori, en Recoleta, en el Centro Cultural Borges y en el
Senado de la Nación.
Si miramos con detenimiento, vamos a ver la aplicación exacta
del color, la dosificación de la luz, las formas realistas en su justa
proporción y la sutileza de los relieves, a pura espátula. Pero no es
el virtuosismo de la técnica lo único que la distingue dentro de la
plástica de Mendoza. Sus obras tienen presencia, están vivas sin
buscar la literalidad ni pretender un ‘tromp-l’oeil’.
Produce en forma constante y se destaca por buscar que la materia
se vea, que se note que es pintura y, en definitiva, que sea una obra
de arte que enfoca desde su materialidad un conjunto de flores, un
cactus gigante contra un cielo plomizo, un campo de girasoles que
nos está hablando de la abundancia de nuestras pampas y unos
trigales que toma de pretexto para darnos a través de la bíblica
gramínea, un mensaje de espacialidad y belleza paisajística.
“Postal habanera”, óleo, 50 x 80 cm., 2000.
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ESCORIZA, Carlos
(Mendoza). No le interesa el estallido de las formas, sino figurarlas
desde su sentir panteísta. Por eso, lo suyo no es naturalismo y por
eso nunca pintó nada feo. Por eso, también, en la operación de
transcribir la naturaleza, todo pasa por un tamiz selector que idealiza lo visto, iluminando aquí, amortiguando un tono más allá, de
modo que la totalidad sea una perfecta armonía de partes, pero
nunca al servicio de un preciosismo superficial, sino convocando
al espíritu de las cosas.
En algunos cuadros, busca el juego de luces y sombras sobre las
veredas mendocinas. Aquí, ha experimentado con el color y un
granulado hecho a pura espátula y, más allá de la destreza técnica,
ofrece espacios abiertos que incitan a vivir la ciudad con alegría.
En otros, basados en el dibujo y la mancha, también dentro de
una sólida monocromía, propone instantáneas de nuestra ciudad
a través de una recreación plástica de imagen completa: la calle
con sus autos estacionados, las veredas con peatones, casas y edificios con letreros y los árboles, con las torturadas contorsiones del
ramaje, entrelazados en la altura, buscando sobre la calzada, la luz
del sol, con la diáfana transparencia de sus formas afiligranadas.
Compone escenográficamente, al modo de un regisseur, aun cuando se trata del primer plano de una manzana partida sobre un
paño. En toda su obra, desde las imágenes infantiles y los retratos
hasta los paisajes urbanos, hay convicción y autenticidad.
“Mujer de verde”, acrílico, 100 x 75 cm., 2009.
33
GUARNIERI BANYULS, Valeria
(Mendoza. Representa animales y figuras humanas, pero reinventados, bordeando la caricatura a veces y casi constituyendo un bestiario, como en ‘La mona Jacinta’ y ‘Familia Ballena’. Tiene capacidad
para abordar lo cómico tanto como lo lírico y lo hace con trazos
rápidos, espontáneos, de manera que su pintura es fresca, etérea,
evanescente a veces, y a la vez decidora, tal como se aprecia en
‘Crepúsculo en Santa Cruz’ y en ‘La Libertad’. Es la más audaz del
grupo ‘Kelü’, en el sentido de arriesgarse y romper con las reglas
del academicismo, para poder ser otra, es decir, para poder ser ella
misma. Es que ha debido ensamblar dos disciplinas con códigos
diferentes: el diseño y la pintura.
Es una genuina representante del arte y del vino de Mendoza,
con etiquetas premiadas a nivel internacional. Corre con ventaja,
porque además de tener voluntad de trabajo y de ser una creativa
tenaz, es una buena catadora. Considera que unir el arte con el
vino es más que una idea brillante: es haber descubierto algo que
estaba dado naturalmente. “En una etiqueta siempre hay un mensaje que transmitir -dice-: la tierra, el sol, la piedra, el aire y acá en
Mendoza rescatamos siempre la cordillera, que a los europeos les
encanta”.
En su pintura hay un fuerte gestualismo, un impulso vital que es su
sello distintivo y que, sin duda, constituye un rasgo de su personalidad: extrovertida, frontal, ejecutiva.
“Sin título”, acrílico, 40 x 40 cm., 2009.
34
JEREB, Fernando
(Mendoza). Sus primeros trabajos presentaban una paleta muy
baja y tenían una eficaz dosis de melancolía, de misterio. Luego,
pasó del tenebrismo a tonos violáceos utilizando borras de vino
combinadas con pintura acrílica, hasta arribar al color local, a
través del paisaje. Posteriormente, a la vez que cultivaba un paisaje
casi monocromo, denunciando la depredación de la naturaleza y
sus consecuencias, dio paso a la temática vitivinícola usando corchos en forma literal. Allí, entre otros cuadros, apareció su célebre
‘Cabeza de alcornoque’.
En la muestra de la Bolsa de Comercio, presentó ‘De Vinos’ y ‘El
calentamiento global’, que versa sobre la ecología. En la serie ‘De
Vinos’, el protagonista es el corcho. A ese objeto tan simple, tan
elemental, tan familiar para los mendocinos y hasta juguete de
niños, lo coloca en un sitial de preferencia al declararlo guardián
del vino. En algunos trabajos lo lleva a simular un barquito que, a la
vez, recuerda la inmigración y considera a la vida como un viaje.
Las casas de corcho que pinta son tan reales que incitan a mirar de
cerca. También, para ver el detalle de puertas, ventanas, banderolas
con vitreux y balcones que le abre. En unos casos, a esas hermosas
paredes les arrima sillas, con mesa y botella de vino. Les cuelga
banderines multicolores, indicando celebración y arriba coloca
chimenea humeante y antena de televisión.
“Otoños”, acrílico, 70 x 90 cm., 2009.
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JOFRÉ, Laura
(Mendoza). Considera al color como una esencia. Por eso, le otorga
todo el protagonismo y desdeña el asunto, el objeto, la anécdota. Al
elegir la técnica de la vitrofusión, lo hace instintivamente, porque
le resulta más seductora la transparencia que el mensaje y más
importante el brillo que el tema, como si quisiera atrapar la luz y
sus gradaciones sin reparar en la forma de la superficie.
En lugar de mirar por la ventana, fija sus pupilas en el vidrio, esa
maravilla que no es más que cuarzo transformado por el fuego.
A veces, aparecen como ocultas por el intenso colorido, algunas
figuras, pero no son más que resabios de sus comienzos.
Se diría que busca y se interesa sólo por la luminosidad cromática,
en una agradable concordancia donde la independencia de la
forma y del color, si bien es un divorcio del mundo real, conserva
lo que éste tiene de más valioso, en tanto categoría artística: la
belleza.
Le sustrae a su representación la función ilustrativa y la maneja de
acuerdo con su personal modo de componer, porque no le complace la búsqueda conceptual, sino el sentimiento, la sensación,
eso que no se puede racionalizar porque escapa a los parámetros
de la lógica y de toda objetivación.
Mientras le da a la pintura relieves reales, le otorga a sus esculturas
cualidades propias de aquélla, como el color y las transparencias,
de suerte que una está íntimamente penetrada por la otra.
“Transparencias”, técnica mixta, 90 x 70 cm., 2006.
36
LAVOISIER, Marita
(Mendoza). De sus primeros dibujos, con formas definidas y riqueza
gráfica, pasó a una figuración simbólica. La figuración que más se
nos ha quedado es la correspondiente a una estructura conceptual
con ráfagas surrealistas. Junto a la figura, casi siempre mujeres,
aparecía un animal o vegetales y en ocasiones, todo dentro de un
paisaje. Las manos tenían dedos largos y muy nudosos y a veces
asimilados a garras o patas de animales.
Aun cuando saturaba los colores, mantenía un cromatismo apastelado, monocorde, admirable por las variaciones logradas sobre un
mismo tono. Muchas veces, le hemos visto proliferación de rosados
pálidos, variada gama de ocres y grises y su reconocible destreza
para modularlos y fundirlos.
En su madurez, ha encontrado la forma más apropiada a su visión
del mundo: “Siempre he buscado -dice- la armonía por medio de
la reflexión, de la educación, de los impulsos y de la observación.
Por eso convierto en imágenes estéticas a una mujer con vegetales,
a una joven con un fruto o a una dama duende, como símbolo del
alma mágica americana”.
Su vida, transcurrida mayormente en el campo, le ha permitido
figurar con verosimilitud y con gracia artística toda una galería de
personajes que van del paisano al patrón de la estancia, deteniéndose particularmente en la familia. Severidad formal, figuras ascéticas y simbólicas y un clima que puede ser opresivo o distendido,
pero siempre inquietante y metafórico, singularizan sus trabajos.
“Paisaje”, técnica mixta, 87 x 66 cm., 2001.
37
LITEWKA, Betty
(Mendoza). Retomó su oficio en la década del noventa y sin dejar
el óleo, actualmente trabaja con tintas gráficas directas, monocromáticas. Al guiar las manchas, va encontrando rostros, figuras
humanas y zoomórficas, así como formas vegetales.
Pinta hasta cuando duerme, acaso porque comenzó tarde y quiere recuperar el tiempo perdido. Es ordenada y tiene toda su obra
fichada y fotografiada. Con respecto de sus prolíferas series de caballos, dice: “Me gusta su figura por la prestancia y la fortaleza del
animal, es fuerte y elegante y además le encuentro ternura en la
mirada. Acompañó al hombre durante siglos, fue su mano derecha
y actualmente se lo utiliza poco, pero es la estrella del hipódromo
y se lo cotiza en millones en el polo”.
Su estilo se acerca cada vez más a un realismo que fluctúa entre el
escenario de un paisaje casi ‘fauvista’ y una figuración que resalta
el movimiento, con expresión contenida. La gran escena de la naturaleza se le impone como tema y desarrolla toda una serie rural, de
caballos y jinetes tanto en pajonales como en nuestra cordillera, en
homenaje al hombre de frontera, a nuestros criollos, campesinos,
arrieros y baqueanos.
En general, sus caballos aparecen rodeados por los mismos colores,
como si fondo y figura fueran continuación uno de la otra, con lo
que otorga cierta liviandad, como si se tratara de espectros aparecidos en un sueño.
“Pastando”, oleo, 59 x 49 cm., 2008.
38
MARTÍ, José
(Mendoza). Es esencialmente paisajista, de resonancia lírica y reconocida trayectoria. Siente un fervor panteísta por la naturaleza
y así lo acreditan sus numerosas muestras, como la que presentó
hace algunos años en la Bolsa de Comercio.
El mismo entusiasmo que brilla en sus ojos cuando habla de pintura, aparece al referirse a sus hijos. “Sandra da clases en la Universidad Nacional de México -dice- y escribe sobre crítica de arte
en una revista del Distrito Federal. Hugo está en Buenos Aires y fue
elegido para realizar el decorado de un restaurante erótico”.
Con el buen humor que lo caracteriza, recordó la siguiente anécdota. Dijo: “Quiero hacer un reconocimiento, muy de corazón, a
Enrique Ramponi, quien se interesó por mí y un día, en la calle,
me preguntó si había ido a Bellas Artes. Le contesté que sí, pero
que debía axonometría. Por esa materia, había dejado la Academia
durante ocho años, pero Ramponi me dijo que eso no era un impedimento y que sabía por su esposa, la artista Rosa Stilerman,
que yo pintaba mucho y participaba en salones y me envió a ver a
Hernán Abal. Ese mismo día recomencé y me recibí”.
Tiene una etapa de abstracción geométrica, que le llama ‘Juegos
cromáticos’. Sandra escribió sobre su padre: “Observador incansable de la naturaleza, nos evoca y conmina a reencontrarnos con
aquellos espacios simples, únicos, en donde el hombre no se atreve
a dejar sus huellas”.
“Otoñal”, óleo, 110 x 80 cm., 2005.
“Proyección”, cerámica esmaltada y madera, 35 x 60 cm., 2009.
39
MARTINEZ CANO, Adolfo
(Mendoza, 1922-1999). Se dedicó al comercio durante años. Tenía
campos con viñedos y presidió la Comisión Directiva del Hospital
Español de San Rafael por cuatro periodos, durante los cuales se
construyó la mayor parte del edificio.
Tenía planeado volver a Mendoza pero quiso esperar hasta que
murieran sus padres para no dejarlos solos, y regresaron en la década del ’80.
Tenía curiosidad por el arte desde joven y no llegó a la pintura sino
al final de su vida, de modo que fue siempre un pintor potencial.
Cuando decidió cambiar, ya en Mendoza, concurrió a la Facultad
de Artes.
Comenzó con el óleo y luego pasó, definitivamente, a la acuarela.
Sereno, con un pasar cómodo y buena salud, no lo movía otro interés que el de regocijarse y regocijarnos con las superficies bellas
del mundo, divulgándolas.
Logró varios premios. En 1990, el tercero del Salón Cuyano de Acuarelistas; en 1991, la primera mención en ese mismo certamen, el
tercero del Salón Municipal de San Rafael y el segundo del Primer
Salón de Artes Plásticas de los Municipios.
Pintaba del natural, en lo posible al aire libre, despreocupado de
modas, corrientes o fórmulas consagratorias. Se guiaba por su
gusto y su intuición. Sin ser lo que entendemos, llanamente, por un
colorista, le dio al color un rol protagónico a través de una profusa
matización, buscando ese ocultamiento que presentimos al mirar
con los ojos del espíritu.
“Flores”, acuarela, 44 x 64 cm., 1997.
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MIRANDA, Elba
(Mendoza). Pinta con alegría, como si recompusiera la realidad al
hacerlo, eliminando defectos y accidentes superfluos.
Entusiasmada con las transparencias de la acuarela y su posibilidad de sugerir, se dedicó fervorosamente a esa técnica, tal como
lo hizo luego con el óleo, seducida por su carnalidad y su vibración
cromática.
Su trabajo como asistente social la mantiene en contacto con el
paisaje desolador de las villas de emergencia. De allí nos trae, no
la tristeza, sino la vida que bulle y la natural energía del existir,
que lleva a sobreponerse a las adversidades y encuentra en cada
amanecer una promesa de vida digna.
Sus rancheríos son evocativos de un pasado que es presente.
Suponíamos que al final del milenio desaparecería la pobreza del
mundo y, contrariamente, se ha incrementado. Sin embargo, no
hace pintura social. Toma el aspecto pintoresco y nos pone en contacto con esa Mendoza de antaño, donde la mayoría habitaba viviendas humildes, usaba ropa modesta y comía abundantemente,
como buenos pobres.
Con un lenguaje que hace pie en el vigor expresivo de la mancha,
nos ofrece la emoción que le provocan los seres desprotegidos y
marginados, el paso del tiempo (sus marinas tienen la vibración de
un último fulgor) y la nostalgia de esa vida social segura, que nos
hacía pensar en una Argentina de progreso ilimitado.
“Buena pesca”, técnica mixta, 47 x 32 cm., 2008.
41
OHANIAN, Verónica
(Mendoza). Expuso en forma individual, por primera vez, en la
Bolsa de Comercio. Pertenece a la clase de artistas que aboceta y
controla el dibujo verificando, de antemano, la coherencia de las
partes. Sus obras poseen un mensaje claro y cuando hay ambigüedad, se debe a que ha querido dejarnos un interrogante y obligarnos a descubrirlo, mientras observamos las livianas figurillas y el
variado cromatismo.
El tema del circo, inagotable, es tan antiguo como que nació en
el siglo tercero antes de Cristo. La artista nos transmite su magia
como fuente de ilusiones, de destreza, y lo hace con frescura, con
encanto infantil, pero más que una referencia anecdótica, exhibe la
resonancia que le produjo lo que vio en la carpa del ‘Real Madrid’
cuando estuvo en Mendoza en 2005.
Aunque la pintura es planimétrica, se puede deslindar fondo y
figura y, en general, aparecen planos muy coloridos, mientras que
las siluetas son esquemáticas, más simbólicas que reales. De algún
modo, nos está diciendo que ese hombre y esa mujer no son solamente determinados equilibristas, sino el hombre y la mujer de
hoy, en un mundo muy inestable, con la sensación de bogar en el
vacío.
A veces, cirqueros y animales están en primer plano, en medio de
números, letras y signos, o aparece una mujer haciendo piruetas
sobre sillas de diverso estilo, apiladas, mientras en el piso se dibuja
el esterillado de las sillas vienesas.
“El Real Madrid”, acrílico, 110 x 090 cm., 2005.
42
PÉREZ ANSORENA, José
(Córdoba). Debido a las exigencias de su trabajo y a los requerimientos familiares, postergó su vocación artística. Ya radicado en
Mendoza, surgió la técnica aprendida en la adolescencia. Es un artista atípico, que vende antes de pintar. También es atípica su producción rápida, ya que utiliza óleo, y no deja de ser una rareza que
el noventa por ciento de los cuadros hayan ido a parar al exterior.
Cultiva un realismo impresionista que se emparienta con nuestros
paisajistas clásicos. Estoy hablando del espíritu que lo guía cuando
va a la tela y que es el mismo de Fader, Cascarini, De Lucia, Bravo
o José Manuel Gil.
No es un parangón con el estilo. Pérez Ansorena debe andar todavía un buen trecho para encontrar la impronta que lo defina
cabalmente, pero ya tiene valores sólidos. Por de pronto, una
capacidad innata para poner el color y resolver con habilidad el
espacio circundante. Sabe pintar el aire, que no es poca cosa. Y
lo imbuye de una suave melancolía, trayéndonos al presente y al
ámbito ciudadano, por ejemplo, una carreta tirada por una mula,
con una familia obrera rumbo al descanso, como en ‘Recuerdo de
mi pueblo’; o la apacible quietud de una capilla, como si a través de
sus paredes surgiera el fervor religioso que anida en su corazón.
Es un hombre de fe, no un beato sino un creyente, que agradece
a Dios la posibilidad de poder dedicarse al arte -como él dice- y
vivir de su pintura.
“Bolsa de Comercio”, óleo, 78 x 89 cm., 2006.
43
PÉREZ VEGA, Angel
(San Rafael, 1923 - Mendoza, 2007). Fue el pintor de la vendimia.
Vivió para el arte y se mantuvo lúcido y activo hasta los últimos
días. Sus exposiciones, que se remontan a 1945, siempre fueron
indicativas de su personalidad, caracterizada por entusiasmo juvenil y candor. Su pintura ofrece una superficie cromática de acordes
bucólicos, de figuras felices y despreocupadas, ajenas a la fiebre de
la época y a la pesadilla de un mundo cada vez más artificial, que
desprecia el trabajo manual y desdeña a la cultura.
Los ojos de sus paisanos, vendimiadoras y sembradores, son aguados, abiertos -como borrachos de paisaje, de armonías visuales- y
espejos de esas almas que por sentirse integrantes de la naturaleza
y no ajenas, conforman ese todo que canta armoniosamente en
sus cuadros.
Fue ‘naif’en el sentido más literal de la palabra, esto es, sincero,
candoroso, sin doblez, nacido libre. Obviamente, hablamos de esa
libertad que él desplegó en su obra como un remanso para nuestro
caos ciudadano, para acercarnos al campo, al hombre por cuyas
manos pasan los frutos que consumimos y a esas labores de contacto directo con la naturaleza.
Dentro de su amplia producción hay otra vertiente, que se destaca
por una fuerte síntesis. Es la que denominó ‘Americana’ y que recrea las civilizaciones precolombinas.
“Vendimiadora”, óleo, 52 x 60 cm., 2002.
44
ROBELLO, Patricia
(Mendoza). Pinta desde la niñez. Dice que la naturaleza, siempre, se
le presentó más que como un tema, como una vocación. “Por eso
terminé siendo paisajista. Fui al taller de Pardo. Tiendo a manchar
y la primera exposición la hice en casa de mis padres. Todos los
cuadros eran sobre jardines”.
Su pintura, muy suelta y movida, le lleva mucho tiempo. Dice: “A mí
no se me entiende si no se me toma a la vez como pintora y paisajista. Es una unidad. Admiro a Monet. En Francia fui a ver el jardín
acuático de Giverny, creado por Monet. Y en el diseño del country
del Liceo Rugby Club, por ejemplo, puse un lago. Pongo agua en
todas partes, así como me gusta pintarla”.
Es una romántica racionalista. Su tarea la lleva a construir donde
no hay nada, o armar un juego de colores y contrastes con árboles y plantas que no están naturalmente juntas ni dispuestas de
esa manera. Esto requiere paciencia, perseverancia y creatividad.
Y es romántica como los impresionistas, que buscaban atrapar el
instante fugaz, un trozo de la naturaleza pero transmitirnos las sensaciones, lo que experimentamos ante el espacio abierto. Claude
Monet, justamente, dijo: “Pinto como canta un pájaro”.
Para la exposición de la Bolsa de Comercio, titulada ‘En vuelo’, se
basó en las observaciones que hizo en ese maravilloso humedal
que es la laguna de Llancanelo, área protegida de cuarenta mil
hectáreas, que alberga a ciento cincuenta mil aves acuáticas.
“El vuelo”, óleo, 74 x 89 cm., 2006.
45
ROVELLO SANTAMARINA, Amelia
(Mendoza). Sus acuarelas surgen de una idea previa, de la necesidad de plasmar sus recuerdos de viajes, la sensación de soledad
que le transmite el campo, el juego de luces y sombras en los objetos cotidianos, el fruto de nuestra tierra, la majestuosidad de la
montaña, su aridez, su atmósfera silenciosa y pensativa.
El sentimiento de soledad, propio de la poesía lírica, se proyecta
en su obra a través de una construcción impecable, que le viene
de la disciplina que ejercita: la arquitectura. Logra una resolución
admirable de las proporciones, que recuerda a Manolo Blasco, sólo
que ella le hace lugar a la mancha, aprovechando las posibilidades
de la acuarela y logra introducirnos en un espacio idealizado.
Sus composiciones son livianas, aéreas. Cuando el fondo no es neutro, como en las naturalezas muertas o los conjuntos florales, aparecen cielos esfumados, de silencio metafísico. Todas son intimistas,
para mirar de cerca. La mayor sensualidad, la mayor carnadura que
se permite, está en las uvas, donde le concede más espacio al color,
pero en el resto, paisajes, ranchos y figuras, salvo algún cacharro
de cobre, vuelve a su ascetismo característico, porque aun cuando
pinta flores, semejan mariposas, mientras que los objetos parecen
a punto de entonar una armoniosa melodía.
“Caserío”, acuarela, 53 x 35 cm., 2004
46
SABÉZ MICÓ, Gustavo
(Mendoza). Egresó de la Universidad Nacional de Cuyo en 1992
como Profesor de Artes Plásticas y amplió su formación en fotografía. La muestra en la Bolsa de Comercio está vinculada, intencionalmente, al mundo plástico, en el cual reconoce su formación
de base e interés constante. Es el resultado de tres años de trabajo
de relevamiento a campo, tal como titula esta muestra y expresa
en su texto: “Donde Vive”.
“La motivación surgió a partir de querer descubrir un arte milenario y la expresión de nuestro suelo que lo anima, en la magia
que guarda el vino, que será compartida en el descorche, ese que
invita a la reunión, amistad y encuentros.
“Para ello, creí que la mejor manera de entenderlo era acercándome a sus raíces, al viñedo, al lugar donde ello habita y transcurre: ‘Donde Vive’. Una apuesta de cercanía para descubrir su
espíritu y su esencia. Para seguir su ciclo, me acerqué a la planta a
respirar su aire, mirar sus cielos: ver lo que ven.
“Lo retraté dormido, soñando en barricas. Al despertar del brote,
pude sentir el sol cuando madura el envero; las manos del cosechador, cuando el vino huele a hombre y el hombre huele a vino.
Naturaleza en proceso vital, donde colores, sabores y texturas
resultan un mundo fascinante, que por la mano del hombre se
convertirá en vino y que a través de una cámara y de una mirada
tornará, poéticamente, en imagen y testigo.”/Marcela Furlani
“Cosechadores”, fotografía, 120 x 080 cm., 2008.
47
SAHORES, Alex
(Bahía Blanca). Reconocido arquitecto de Buenos Aires, desarrolla
tareas de proyecto y dirección de obra y se especializa en ‘Facility
Management’. En el arte, en cambio, recién comienza, aunque su
obra se nos presenta como algo bien terminado, refinado y propio
de un artista de largo oficio. Él dice que se inició en la acuarela por
casualidad, al encontrar una vieja cajita de pinturas, de su época de
la facultad, pero no puede ocultar su entusiasmo. “Lo bueno de la
acuarela -señala- es que es rápida, limpia, sin olor, no ocupa lugar
y se puede pintar en un rato. Lo malo es que no admite errores y
tiene un resultado incierto”.
Su tendencia natural a pintar edificios, no resistió a su autocrítica
por las limitaciones del acuarelista, de modo que se dedicó intensamente al paisaje. Posee dos méritos notables, que se apoyan
armoniosamente. Uno, es la construcción del espacio; el otro, un
ansia de libertad que se cifra en símbolo cuando pinta ‘Candados’,
que no es un mero ejercicio formal o una simple expresión esteticista. Esos candados representan una limitación, vital y artística,
que él no piensa forzar ni destruir con violencia. Las cadenas no están tensas ni los candados son muy fuertes, pero impiden el acceso
a un sitio determinado. Más allá de la belleza rústica y nostálgica
de esas viejas puertas y del austero cromatismo, el artista insinúa
que hay un modo ideal de acceder al otro lado.
“Paisaje serrano”, acuarela, 40 x 28 cm., 2004.
48
SARELLI, Antonio
(Mendoza). Es uno de los artistas más importantes del país. Le falta
el marketing de los que viven en la Capital. Su óleo ‘Símbolos de
ofrenda’ fue obsequiado por la Cancillería Argentina al Papa Juan
Pablo II en 1997. Su obra, de una riqueza artística y simbólica notables y una factura rayana en la perfección, se ubica en la línea de
Morandi y de De Chirico y, entre los argentinos, presenta similitud
con ciertas épocas de sus contemporáneos Cañás y Macció.
Más de dosmil cuadros, quinientos de ellos ubicados en colecciones públicas y privadas dentro y fuera de la Argentina, avalan
una trayectoria de etapas ascendentes. No es posible definir a la
belleza como tampoco a la poesía. Sí podemos afirmar, por ejercicio de la sensibilidad, que la belleza y la poesía están en la obra de
Sarelli, un pintor que ha sabido asimilar a los grandes maestros del
arte, incluso a los latinoamericanos y encontrar su propio estilo.
Algo infrecuente ocurre con su pintura: es universal y al mismo tiempo, mendocina, preñada de un voltaje poético sutil, comparable
con la de nuestros hacedores clásicos. Reconocemos, en ella, nuestra montaña, nuestro desierto, nuestro esfuerzo por transformar la
naturaleza y, a la vez, se inserta en la mejor tradición europea.
“Figura”, óleo. 38 x 49 cm., 2003.
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(Mendoza). Jackson Poloch es el artista que Scalzi más admira. Para
tura, a través del Instituto de la Universidad de San Alejandro de
defender su pintura, Pollock decía que las nuevas necesidades ex-
La Habana. “Fue ahí -dice-, donde aprendí a manejar el asfalto,
igían nuevas técnicas. Que los pintores modernos no podían hablar
algo que los estudiantes cubanos, a falta de otros materiales, hacen
del aeroplano, de la bomba atómica o de la radio, valiéndose de las
rendir al máximo”.
formas del Renacimiento o de alguna otra cultura del pasado. Para
SCALZI, Rodrigo
él, cada época tenía que descubrir su propia técnica. Quien inicia a
No busca destruir cánones estéticos que, ya están hechos ceniza, ni
Scalzi en el arte, es su tío abuelo, Armando Tejada Gómez, un inno-
ser el adalid de las nuevas generaciones, que, por otra parte, con-
vador del folclore, que dio impulso al Nuevo Cancionero, y a quien
sideran que lo suyo ya está perimido. Él siente a la cultura como si
estuvo dedicada la Feria del Libro de la Provincia de 2009.
fuera un salvoconducto de nuestra civilización. Por eso se ocupó de
convertir en galería de arte a la Estación del Ferrocarril, con todos
Scalzi vivió cinco años en Nueva York. Una parte de la técnica la
los inconvenientes que le causó y que le causa.
aprendió allí y la otra en Cuba, donde realizó varios cursos de pin-
“De la Serie de las Rosas”, técnica mixta, 153 x 53 cm., 2009.
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SERIO, Daniel
(Mendoza). Profesor titular de las cátedras de Fotografía Documen-
Es un activo participante del arte fotográfico de la provincia, a
talista, Básica y para la Gráfica de la Facultad de Artes y Diseño de
través de conferencias, cursos, muestras y actuación como jurado,
la UNC, realizó estudios universitarios de Fotografía en Bellas Artes
tanto en diversas provincias del país como en el exterior.
en el ‘College of Liberal Arts’, The University of Iowa, Estados Uni-
dos; es fotógrafo publicitario e industrial y propietario del estudio
Importantes premios acreditan su intensa labor, como los ob-
y laboratorio fotográfico Daniel Serio.
tenidos en los certámenes Vendimia, en categoría monocromo; el
primero del ‘V Salón Otoño en Mendoza’, el Adquisición del salón
De su capacidad dan cuenta sus numerosas obras y pedidos con-
“Viñas, vino y bodegas, nuestro patrimonio”, organizado por la Di-
stantes de trabajo, mientras que la vista de sus fotografías nos co-
rección de Patrimonio Histórico-Cultural, el anual de ‘Vinos y Viñe-
locan, de inmediato, frente a un artista, que va más allá de lo que
dos Argentinos’, etcétera.
se puede reproducir por medios mecánicos. Daniel Serio capta eso
que escapa a los ojos, pero no a los suyos, porque en ellos él pone
el alma, y su alma tiene la sensibilidad del verdadero artista.
“Viñedos”, fotografía color, 120 x 60 cm., 2005.
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SOBISCH, Pablo
(Mendoza). Los óleos y técnicas mixtas de Pablo Sobisch son una
búsqueda y un culto a la luz. La hace surgir de la materia misma,
como Rembrandt lo hacia desde la figura. Este apasionamiento por
la luminosidad se hace más explícito a partir de la muerte de Enrique, su padre.
“Mi viejo -decía- salió en los ochenta, con cincuenta años y con
raíces muy hondas. Hizo un gran esfuerzo para integrarse (a Europa). Estuvimos juntos diez años. Las charlas de sobremesa de mi
casa, se repitieron allá: qué había que asumir de lo que España nos
brindaba, respetando lo que habíamos traído de la Argentina.
“Evidentemente, debimos desprendernos de algunas cosas, pero
para poder tener una identidad, no aceptamos todo lo que Europa
exigía. No era lo mismo lo que nosotros llevábamos que lo que nos
proponían. El día de su muerte, fui a verlo al hospital y estuvo cuatro horas hablándome de la luz, de su persecución lumínica, algo
que entonces yo no terminaba de entender”.
La suya es una obra de labor lenta y paciente, de superponer capa
sobre capa, de hacer surgir la transparencia, de modular con delicadeza extrema hasta que la materia conforme un objeto de belleza despojada. Sigue radicado en España y además de su trabajo
artístico, es colaborador permanente del diario ‘El País’.
“Sin título”, dibujo, 17 x 27 cm., 2000.
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STUMBERGER, Sonia
(Mendoza). Es diseñadora industrial pero siempre se interesó por
la pintura. Como tantas artistas, debió esperar la etapa de los hijos
pequeños para dedicarse a lo que su vocación le reclamaba.
Fue alumna de María Elena Correa, la mejor acuarelista de Mendoza, y supo aprovechar las enseñanzas. Ella dice con su buen humor:
“Cuando entré a diseño, el primer año tenía, en común, la carrera
artística. Seguí diseño pero siempre visité los talleres de arte. No
soy de la época de la computadora, sino de la letraset, cuando todo
se hacía a mano”.
Es decididamente figurativa. Sigue la composición áurea, no por
academicismo sino por gusto personal. Compone tipo diseño, dentro de la hoja, buscando el equilibrio, la armonía y por eso construye prácticamente todo, dejándole al azar una cuota ínfima.
Su paleta es tan personal como ella misma. Detesta los gritos, las
exaltaciones, las crispaciones, las disonancias. Todos los trabajos
están tamizados por la luz y siempre dentro de gamas suaves, que
oscilan entre los grises y los ocres y si hay verdes, azules o rojos,
quien dicta su entonación es la luz.
La mayor sensualidad que se permite, está en los bodegones, con
peroles con brillos, uvas tintas y manzanas rojas, pero siempre con
una entonación mesurada, con el silencio suficiente como para
poder captar el mensaje de las pequeñas cosas.
“En lo de Villoda”, acuarela, 50 x 30 cm., 2009.
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THORMANN, Alberto
(Mendoza). Una alegría profunda caracteriza su obra. Es como una
incursión infantil al subconsciente y, a la vez, una invitación a develar misterios. Tiene recursos expresivos de excelencia. Se distingue
por la calidad artística y un estilo singular. No recurre a la figura,
sino que parte de ella para encontrar un universo esencial, donde
la premisa es el juego.
De sus comienzos, dijo: “Siempre me gustó el tema de pintar y le
tenía miedo al color. Creo que a partir de la propuesta del libro
‘De sueños y mares’ que pinté para la colección Impsat, apareció
el color”.
Con respecto de las cajas lumínicas que hizo para una Vendimia,
señaló: “Ahí tuve que manejar el tamaño. Yo soy muy creyente y
veo que el Señor me va dando cosas paso a paso. Al otro día de la
fiesta sentí: ‘he dejado el cuadro más grande de mi vida en el anfiteatro y mañana lo van a tirar abajo’. Aunque estaba contento con
la imagen que se había logrado, a pesar de desconocer la técnica”.
No va a la tela sabiendo qué hacer. “La idea nunca está -aclara-;
nunca sé qué va a salir. Hay un contenido inconsciente bastante
fuerte, por eso siempre asocio con la técnica surrealista, la técnica
de Max Ernst, aunque ahora no tanto. Estoy fusionando impresiones sobre la tela, paso por la prensa de grabado figuras que he
armado antes, luego pongo óleo y hago una impresión”.
“Juegos en la nieve”, óleo (80 x 80 cm.), 2006.
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VILLALONGA, Martín
(Buenos Aires). Su dibujo, allá por la década del ‘70, se remitía
preferentemente a la figura humana, preocupado por ajustarse al
estudio anatómico, aun con vestimenta. Marcaba algunos rasgos
simiescos, dentro de un expresionismo contenido y ya aparecían la
firmeza del trazo, la expresividad, entonces, un tanto parca, pero ya
cuestionadora y la capacidad para mostrar una imagen propia.
La construcción abstracta estaba en él naturalmente, como una
tendencia hacia propuestas más complejas, hacia interrogaciones
que no puede despejar la imagen conocida. Aquí surgió una etapa
donde expresionismo y surrealismo se aliaron inextricablemente,
como en esa serie de construcciones laberínticas, con figuras mínimas, humanoides, inmersas en una geografía hostil y aplastante
o ingrávida, proponiendo un tenso desasosiego, la idea de que la
naturaleza nos supera y sobrevive.
Los mundos que indaga Villalonga tienen la desesperación del caos
y la hondura de los abismos metafísicos. La primera impresión que
provocan sus dibujos, es la de alguien que juega al laberinto con
la línea, buscando entretenernos, pero inmediatamente aparece
una propuesta inteligente, organizadora, que nos coloca frente a
un cosmos que por algún lado tiene semejanzas al conocido y, por
otro, una inventiva que hace de lo extraño y de la simbiosis entre
ambos, una incógnita que genera perplejidad.
“Sin Titulo”, dibujo, 67 x 48 cm., 2005.
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VILLODAS, Francisco
(Mendoza). Transcribe la naturaleza rescatando el paisaje tradicional, con bello cromatismo y matices incontables. Se vale de un
excelente modulado, que da cuenta de un buen oficio, con un estilo
donde el color se mueve libremente, no contenido por las formas
sino formando parte de ellas.
Se diría que la forma es el color y no porque desprecie el dibujo,
que aparece con toda su energía en los retratos de su mujer, tan
convincentes que ni el mejor fotógrafo la podría haber captado así,
con su personalidad característica.
Además de hacer que la forma sea el color mismo, busca que la
pintura se note, que cada cuadro parezca una obra de arte y no
una reproducción. No es, tampoco, una pintura imitativa sino recreativa a partir del mundo real, tanto del paisaje como de la figura.
A veces, como un descanso, se ocupa del arte abstracto.
Se atiene, generalmente, a lo referencial. En ocasiones, el color se
desborda y aparece un ‘fauvismo’ que, en su exceso, lleva la placidez del paisaje a una fiesta de sensación táctil.
Pintura vigorosa y optimista la suya, respetuosa de las formas naturales, con un dejo de ternura, como cuando pinta la viña abandonada, pero, casi siempre, con entonación triunfal, como un canto
épico.
Como lo viene haciendo desde que expone, su técnica se caracteriza por superponer capas de pintura, que obran por transparencia,
obteniendo mayor riqueza de tonos y semitonos con una textura
contundente.
“Por siempre lisiantus”, óleo, 60 x 85 cm., 2006.
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ZOGBI, Ana María
(Mendoza). Se decidió por el arte ya en la primaria, cuando se animó a decírselo a su madre y comenzó a estudiar con Irene Pepa.
Fue a la UNC y luego a Bellas Artes, hasta cuarto año, porque el
doctor Amado Zogbi la llevó al altar y, después, fue retenida en la
casa por cada uno de sus cinco hijos.
Siempre pensó en esa vocación frustrada y fue su marido quien la
alentó a seguir. Inquieta y ávida de conocimientos, fue a estudiar
con Eduardo González, Olga Campassi y Luis Ciceri, hasta que el
maestro Ciceri decidió no darle más clases, porque no las necesitaba. Sin embargo, no se quedó con eso, sino que fue al taller de
Ángel Gil, ya no para afianzar la técnica, sino para encontrar su
estilo.
Es una admiradora rendida de van Gogh y Cezanne. Su mayor
mérito estético radica en la economía de elementos. Con lo mínimo, logra mostrarnos el paisaje mendocino, manchando apenas
la tela.
Pertenece a la clase de artistas que imagina primero lo que va a
hacer, lo bosqueja y luego lo plasma. No toma del natural ni le interesa la literalidad del paisaje, sino el sentimiento que guarda del
lugar que vio y eso es lo que transmite en sus pinturas.
Para la muestra en la Bolsa de Comercio, sumó a los paisajes las
naturalezas muertas. En esos pequeños cuadros, sorprendió cómo
sombrea una parte y deja que el espectador complete el resto, logrando un trabajo sugerente, donde reina la frescura, la espontaneidad y una sobria elegancia.
“Naturaleza muerta”, óleo, 35 x 27 cm., 2008.
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Se termino de imprimir
el 3 de Julio de 2010 en
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Galería de
Artistas Mendocinos
Bolsa de Comercio de Mendoza
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