Galería de Artistas Mendocinos Bolsa de Comercio de Mendoza Directorio Bolsa de Comercio de Mendoza S.A Año 2010 Presidente Jorge Pérez Cuesta Vice-presidente 1º Alberto Díaz Telli Vice-presidente 2º David Luis Crocco Secretario Luís Bonfiglio Pro-Secretario Luis Latour Tesorero Rubén Darío Cano Pro-Tesorero Gustavo Vilches Vocal Julio Allub Vocal Mario Badaloni Vocal Jorge Baldrich Vocal Alberto Goyenechea Vocal Miguel Angel Labiano Vocal Horacio Marchessi Vocal Andrés Peñalva Vocal Luís Pierrini Síndicos Titulares: Carlos A. Schestakow Síndicos Titulares: Juan Carlos Marí Síndicos Titulares: Agustín Orlando STAFF Edición: Bolsa de Comercio de Mendoza S.A Dirección editorial: Carlos Calise Diseño y diagramación: Estudio Bochaca-Mejia Textos: Andrés Cáceres Fotografía: www.carloscalise.com.ar Asistente: Mauricio Navarta Mendoza se ha posicionado, con toda razón, como la tierra del sol y del buen vino, como igualmente se la destaca por el paisaje, el clima, el orden y la cordialidad de sus habitantes. Pero, también, y esto debe resaltarse, es cuna de notables artistas, que nos dan prestigio nacional e internacional. La Bolsa de Comercio de Mendoza, si bién es un ámbito de negocios, también tiene sus puertas abiertas a la cultura y al quehacer mendocino, por eso , ha puesto especial énfasis en apoyar a los artistas locales, llevando a cabo importantes exposiciones. Hoy, podemos comprobar el fruto de uno de los trabajos que comenzó hace diez años, a través de este libro que sintetiza las muestras de artes plásticas y los cuarenta y cinco artistas que pasaron por nuestra casa. El libro que tenemos en nuestras manos es un testimonio de ese esfuerzo pero, sobre todo, es un modo excelente de difundir el “Arte en Mendoza”. ÍNDICE AYERZA, José Ignacio “El bebedero” 13 JOFRÉ, Laura “Transparencias” 36 BASSO, Silvia “Pasión y luna” 14 LAVOISIER, Marita “Paisaje” 37 BLASCO, Manolo “Herramientas de tonelería 15 LITEWKA, Betty “Pastando” 38 BORIO, Marcos, “Paisaje” 16 MARTÍ, José “Otoñal” 40 BRACELI, Adela “Bodegón” 17 MARTINEZ CANO, Adolfo “Flores” 41 CANTINI, Adriana “Sin título” 18 MIRANDA, Elba “Buena pesca” 42 CANTINI, Eli “Sin título” 19 OHANIAN, Verónica “El real Madrid” 43 CHIAPASCO, Alejandro “Sierra del camello” 20 PÉREZ ANSORENA, José “Bolsa de comercio” 44 CHIAVAZZA, Osvaldo “Nube de la lógica” 21 PÉREZ VEGA, Angel “Vendimiadora” 45 CICERI, Luís “Figura” 22 ROBELLO, Patricia “El vuelo” 46 CIVIT, Alejandra “Proyección” 23 ROVELLO SANTAMARINA, Amelia “Caserío” 47 CIVIT, Isabel “Frutería” 24 SABÉZ MICÓ, Gustavo “Cosechadoras” 48 COPPOLETTA, Gustavo “La nueva vendimia II” 25 SAHORES, Alex “Paisaje serrano” 49 DAWBARN, Dora Composto de “Tormenta en Cacheuta” 26 SARELLI, Antonio “Figura” 50 DAY, Roberto “Caballos” 27 SCALZI, Rodrigo “De la serio de las rosas” 51 DE IPOLA, María Elena “Aroma y luz” 28 SERIO, Daniel “Viñedos” 52 DEL AMOR, Liliana “Intuición” 29 SOBISCH, Pablo “Sin título” 53 DELHEZ, Cristian “Tocados” 30 STUMBERGER, Sonia “En lo de Villoda” 54 DELHEZ, Milly Gómez “Sin título” 31 THORMANN, Alberto “Juegos en la nieve” 55 DELL’ISOLA, María Celina “Postal habanera” 32 VILLALONGA, Martín “Sin título” 56 ESCORIZA, Carlos “Mujer de verde” 33 VILLODAS, Francisco “Por siempre lisiantus” 57 GUARNIERI BANYULS, Valeria “Sin título” 34 ZOGBI, Ana María “Naturaleza muerta” 58 JEREB, Fernando “Otoños” 35 GUÍA DE OBRAS 10 AYERZA, José Ignacio “El bebedero” BASSO, Silvia “Pasión y luna” BLASCO, Manolo “Herramientas de tonelería BORIO, Marcos, “Paisaje” BRACELI, Adela “Bodegón” CANTINI, Adriana “Sin título” CANTINI, Eli “Sin título” CHIAPASCO, Alejandro “Sierra del camello” CHIAVAZZA, Osvaldo “Nube de la lógica” CICERI, Luís “Figura” CIVIT, Alejandra “Proyección” CIVIT, Isabel “Frutería” COPPOLETTA, Gustavo “La nueva vendimia II” DAWBARN, Dora Composto de “Tormenta en Cacheuta” DAY, Roberto “Caballos” DE IPOLA, María Elena “Aroma y luz” DEL AMOR, Liliana “Intuición” DELHEZ, Cristian “Tocados” DELHEZ, Milly Gómez “Sin título” DELL’ISOLA, María Celina “Postal habanera” ESCORIZA, Carlos “Mujer de verde” GUARNIERI BANYULS, Valeria “Sin título” JEREB, Fernando “Otoños” JOFRÉ, Laura “Transparencias” LAVOISIER, Marita “Paisaje” LITEWKA, Betty “Pastando” MARTÍ, José “Otoñal” MARTINEZ CANO, Adolfo “Flores” MIRANDA, Elba “Buena pesca” OHANIAN, Verónica “El real Madrid” PÉREZ ANSORENA José “Bolsa de comercio” PÉREZ VEGA, Angel “Vendimiadora” ROBELLO, Patricia “El vuelo” ROVELLO SANTAMARINA, Amelia “Caserío” SABÉZ MICÓ, Gustavo “Cosechadoras” SAHORES, Alex “Paisaje serrano” SARELLI, Antonio “Figura” SCALZI, Rodrigo “De la serio de las rosas” SERIO, Daniel “Viñedos” SOBISCH, Pablo “Sin título” STUMBERGER, Sonia “En lo de Villoda” THORMANN, Alberto “Juegos en la nieve” VILLALONGA, Martín “Sin título” VILLODAS, Francisco “Por siempre lisiantus” ZOGBI, Ana María “Naturaleza muerta” 11 AYERZA, José Ignacio (Buenos Aires). Su obra aspira a la perfección. A la fecha, ha logrado mayor soltura y una materia más carnal, más sensual. Además, le otorga mayor importancia al fondo, sin descuidar la figura, jugando con el claroscuro y las gradaciones lumínicas. Buena parte de su producción es por encargo y durante los últimos años lo han invitado a exponer en museos temáticos de Inglaterra. Lo que más le piden son figuras de caballos campeones. “El mercado -dice- me va llevando un poco al retratismo, pero la pintura necesita también un poco de fantasía. Estoy tratando de soltar más la pintura. En el bodegón ‘Lúcumas’ puse más rústico el fondo, cosa que la pintura no quede tan agarrada, sino que se libere un poco. Quería destacar estos frutos chilenos, que acompaño con un balde de cobre y un cacharro. Su obra está en sintonía con lo que le gusta a sus clientes, pero primero están en sintonía con lo que a él le gusta. Más que dejarse llevar por lo puramente decorativo y pintoresco, busca concentrarse en la vida silenciosa de los objetos hogareños, como igualmente en la mansedumbre de los animales domésticos. Calibra con rigor la introducción de los volúmenes en el espacio, prefiere la sobriedad a la exuberancia de los tonos y capta con estrictez esa luz quieta y envolvente con que rodea tanto a los bodegones, como a los venerados caballos y a los delicados desnudos. “El bebedero”, óleo, 58 x 78 cm., 2004. 13 BASSO, Silvia (Mendoza). Artista vital, temperamental. Le interesa lo espontáneo, el gesto, la mancha, pero que tenga, si es posible, hondura metafísica y un mensaje implícito. Sabe que lo estético es un ámbito infinito y a través de la pintura, a la vez que afina su espíritu, busca espiritualizarnos, hacernos reflexionar, que nos olvidemos por un momento de nuestras apetencias materiales y nos demos cuenta que la vida, en sí misma, es maravillosa. Por eso tiene urgencia de cambiar el mundo, es decir, cambiar la conducta del hombre, haciéndonos ver un camino de reencuentro. “He vuelto a reencontrarme -dice-. Después de un largo camino, encontré eso que uno ha decidido hacer en la vida, el propósito con el que uno viene a este mundo. Hago mucho trabajo interior, medito todos los días y creo que ese trabajo es lo que me ha ayudado a pintar, aunque nunca dejé de hacerlo”. El misticismo de nuestra artista no se traduce ni en parquedad formal ni en pobreza cromática, al contrario, se asienta en una refinada sensualidad. El viaje y la luna son dos motivos constantes. La luna, que reaparece cada tanto, más que un elemento de decoración, es el símbolo de la energía femenina, un ente misterioso que determina flujo y reflujo de las mareas y la fecha más indicada de siembra, floración y cosecha. Su experiencia, pintando en Miami, en ‘Art Basel’, le hizo decir: “Allí, entre cientos de expositores, comprobé la calidad de la plástica de Mendoza”. “Pasión y luna”, óleo, 59 x 79 cm., 2005. 14 BLASCO, Manolo (Mendoza). Pinta y dibuja desde niño y dice que ‘escrachaba’ a toda la familia regalándoles sus retratos. Ya como profesional, lo que más le gusta son las naturalezas muertas, que en sus cuadros aparecen vigorosas, llenas de turgente vitalidad, de serenidad inalterable. Establece un diálogo ininterrumpido con los objetos, que compiten en nitidez, como si una luz inteligente penetrara en su interior, buscando el alma, la esencia, el misterio de la materialidad. Para la noción vulgar, clásico es un imitador del pasado, olvidando que no sólo hubo clásicos en el mundo grecorromano y en la Florencia del siglo XV, sino en todas las épocas. Blasco es un clásico en el sentido profundo del término, vale decir, un ordenador del caos. Con su arte, pretende oponerse a la destrucción, a lo transitorio, a la corrupción, a la ruina, a la muerte. Eso es lo que nos seduce de su pintura: la posibilidad de entrever un mundo perdurablemente bello, que nos acerca a una idea de lo eterno, de lo permanente, del mundo de las ideas de Platón. Evade el mundo de hoy y se inventa otro, perfecto, donde objetos y frutos ofrecen un halago a los ojos. Con ellos establece un apasionado diálogo y las sugestiones que suscitan, son un acotado número de cuadros a lo largo de su vida, cuya ejecución y aplicación artesanal, nos emociona. Es el Juan Lascano mendocino. “Herramientas de tonelería”, óleo, 59 x 49 cm., 2006. 15 BORIO, Marcos (Buenos Aires). Tiene premios importantes. Entre ellos, el del Salón de Artes Plásticas de Encotel, que editó un millón de estampillas con la reproducción de la obra premiada. No hay desborde en su pintura, sino una tensión contenida, un hálito poético, un cromatismo temperado que nos acerca la naturaleza en su expresión más noble. No critica, y no porque le falte sentido social, sino porque su extrema sensibilidad no le permite mostrar llagas ni pobreza. Le interesa evocar un atardecer, un contraluz, un juego de luces y sombras en el campo o un paredón al que se arriman unas macetas con flores. No hay pomposidad en su obra sino grandeza. No aparecen, tampoco, bellos chalets de lustrosos ladrillos, ni acendrados mármoles. Hay viejos caserones, humildes, con galerías, techos de cinc y cenefas. Los lugares que elige son recoletos, rurales, campestres. Casas de principios del siglo XX, compuertas, viñedos con su correspondiente cortina de álamos, aguadas de la pampa, tranqueras, viejos alambrados, cubas de roble al aire libre, el agua de la acequia, la montaña, la inmensidad del horizonte y árboles en todas las estaciones, muchos árboles confundiendo sus ramas por sobre una compuerta, con el esplendor de la hojas tapizando el suelo. Sabe descifrar, en medio de la blanda sombra de una arboleda lejana y en la misma línea del horizonte, la brizna, la mínima cosa, el tibio aire que secretamente, imperceptiblemente, crece al dictado del misterio de la vida. “Paisaje”, óleo, 38 x 29 cm., 2002. 16 BRACELI, Adela (Mendoza). Retoma el tenebrismo español y lo recrea a su manera, incorporando ‘collage’. La apasiona Rembrandt. Es autodidacta. Reconoce, sin embargo, que le debe mucho al maestro Ángel Gil. No fue a Bellas Artes ni a la Universidad. “Todo eso ha sufrido un proceso -dice- que en algún momento se concretó en la obra que hago. Más que plasmar un bodegón, un conjunto de flores o un paisaje, trato de reflejar un clima”. Estamos frente a una pintura climática. El juego de luces y sombras es para ella como una aventura, como un develamiento de lo que está oculto y que la luz va revelando en parte, mientras que, otro tanto, queda a cargo del espectador. Los frutos de la naturaleza, con su aparente simpleza, la llevan a representarlos, como un modo de resaltar la creación misma, en sus expresiones cotidianas. Es, también, -como ella dice- “una antítesis de lo que pasa en el mundo, de lo que nos informan los medios de comunicación masiva y que nos produce dolor, agobio y vergüenza ajena”. Prefiere los colores cálidos, casi con exclusividad. Esquiva los llamados fríos y a la inversa de la mayoría de los pintores, parte de la tela en negro. Además de los frutos, que los coloca sobre una mesa, destaca al objeto mesa, como un símbolo inequívoco de la familia, del hogar. Además del contraste y del realismo figurativo que caracteriza a sus cuadros, su pintura da un paso más allá de lo representado, para situarse en lo simbólico. “Bodegón”, óleo, 100 x 70 cm., 2008. 17 CANTINI, Adriana (Mendoza). Adriana es melliza de Eli. Su pintura es un juego pictórico, un pretexto para encontrarse con los demás y con ella misma, para volcar lo que lleva dentro y revelarlo. Esta idea es la razón social del arte: entregarle al otro lo que se siente y se piensa, a través de parámetros estéticos. Adriana es una soñadora. No ha querido desligarse de esa virtud imponderable que otorga la acuarela y que es la transparencia, y ha sabido encontrarla en el óleo. A diferencia de sus compañeras de ‘Kelü’, llena de pequeñas formas el espacio para conjurar su ‘horror vacui’. A veces, compone como su fuera un paisaje, sobre la línea del horizonte, pero le da importancia a cada fragmento del cuadro y la contraposición fondo-figura desaparece. Le gusta manchar pero, además, prefiere los contrastes y su pintura adquiere cierta severidad, cierto cariz dramático. El uso del óleo incrementa estos valores porque permite una mayor carnadura y resultan notorios sus esfumados y modulados. Adriana dice que el color la vuelve loca, que el color es el sentimiento y lo dice en nombre del grupo: “A las cuatro nos une el color”. “Sin título”, acrílico, 40 x 40 cm., 2009. 18 CANTINI, Eli (Mendoza). Procede a la inversa de Adriana. Antes de ir a la tela, ya tiene idea, mentalmente, de lo que va a figurar. Y al igual que sus compañeras del grupo ‘Kelü’, no hace bocetos, aunque, más racionalmente, dirige su trabajo y el disparador puede ser una música, una palabra o algún tema que le llame la atención. “Eso me moviliza -dice-. Antes, pintaba rostros de chicos indígenas, así como de chicos abandonados, como un modo de dar testimonio, de decir ahí están, existen, hagámonos cargo. Me da muchísima pena el desamparo, que no tengan posibilidades culturales. Es mi granito de arena y lo que puedo hacer, en tanto pintora”. “Ahora -prosigue-, siento algo muy fuerte que me lleva al arte abstracto, que siempre tiene un contenido, a pesar de todo. Busco que en mis cuadros la gente pueda volar, encontrar dentro suyo lo que yo encuentro y que siempre tiene una simbología, de modo que movilice al espectador”. Estilísticamente, se distingue por lograr múltiples matices dentro de la monocromía, así como por recurrir a una paleta más clara. En algunos casos, como en ‘El resplandor’ y ‘La silla de Mary’, surge el espíritu de esa época de Supisiche, que tiene aliento metafísico. “Sin título”, acrílico, 40 x 40 cm., 2009. 19 CHIAPASCO, Alejandro (Italia, 1884 - Buenos Aires, 1970). Recurrió al más puro clasicismo, tanto para su labor pictórica como para abordar la escultura. Su obra mayor es el monumento al Almirante Brown, en la avenida Alem, a metros de la Casa Rosada. Trabajó incansablemente y logró conmovernos con las formas naturales del cuerpo, que disfrutáramos de la sensualidad genuina, primigenia, presentándonos a la Eva del paraíso, pura y bella como Dios la hizo. En cuanto a la pintura, ya se trate de óleos, pasteles o acuarelas, recreó todos los temas y siempre está su impronta determinante: sobriedad, equilibrio, armonía y respeto por las formas naturales, ya se trate de paisaje rural o ciudadano, figura femenina, vestida o desnuda, retratos o composiciones florales. Su obra se puede rotular de realista-impresionista, pero su verdadero estilo es el estilo de lo bello. En todos los casos, hay un lirismo característico, basado en una sutil melancolía, resuelto con un cromatismo suave y un diestro manejo de las sombras y de la profundidad. En los últimos años, cuando no pintaba, escribía sus pensamientos. Dijo: “El tiempo que pasa es un invento de la pereza humana. Si vivimos en plena actividad, el tiempo no existe y nosotros pertenecemos a la eternidad”. “Sierra del Camello”, acuarela, 33 x 23 cm., 1954. 20 CHIAVAZZA, Osvaldo (Mendoza). Se lo ha comparado, muchas veces, con Sarelli, por la tendencia a la pintura metafísica. Fue su alumno, pero mientras Sarelli es, en general, intimista, el joven ama los espacios grandes, y trata de congeniar el aliento épico con una marcada curiosidad por lo esotérico y con su vocación por el muralismo. Más que la expresión, le interesa un contenido múltiple y, para objetivarlo, baja la paleta y recurre a los matices, a la superposición de planos y a un sutil juego de líneas. Se vale, además, de una geometrización libre, de una dosificada perspectiva y un hábil uso de la luz, dando una corporeidad virtual que le permite exorcizar su pasión por la escultura, sin contradecir la idea general. El dominio técnico, tanto del dibujo como de los pigmentos, mezclando óleo y acrílico y recurriendo al esgrafiado, le permite contraponer zonas translúcidas a otras matéricas, con ricos modulados, a lo que se suma la preocupación por una terminación esmerada. Entre sus primeros cuadros, pudimos apreciar tanto al individuo como a la pareja en un estadio larval, al modo de pupas, poniendo de relieve la falta de evolución espiritual del ser humano que, a pesar de los descubrimientos científicos y tecnológicos, no supera sus defectos desde hace más de cinco mil años. Aunque últimamente ha estado recurriendo a un cromatismo más vivo, su paleta es la apropiada para sus criaturas, simbólicas, hieráticas, inquietantes. “Nube de la lógica”, acrílico, 100 x 100 cm., 2008. 21 CICERI, Luís (Mendoza, 1934-2007). Durante años, colaboró en diversos medios como ilustrador y caricaturista. Fue observador sagaz y excelente dibujante. En 1971 obtuvo el tercer premio de Dibujo en el Salón de Artes Plásticas de San Juan y en 1973, Medalla de Oro en la X Bienal de Artes Plásticas de Mendoza. Posteriormente, decidió no presentarse a certámenes. Fue invitado de honor en numerosos salones, así como jurado en otros tantos. Exaltó a los trabajadores más humildes y a la gente sencilla del campo y de la ciudad, así como a los héroes patrios y a los revolucionarios. Su aspiración de lograr la justicia social lo llevó a militar en el expresionismo. Postuló una existencia tranquila y hogareña, así como en otros ensalzó a idealistas políticos como el ‘Che’ y a las figuras religiosas emblemáticas del catolicismo, al realizar los quince misterios del Santo Rosario, ubicado en las ermitas emplazadas a lo largo del camino a El Challao. Desplegó, con la facilidad de su trazo certero, todo una galería de personajes, desde los cosechadores hasta los intérpretes musicales, pasando por la evocación de puesteros y contratistas; la angustia por la mesa vacía; ese estado de extrañeza, ensueño y esperanza que provoca la preñez y que surge en sus parturientas, así como la inefable felicidad de sus numerosas maternidades. También retrató, con cierta ironía y a veces con sarcasmo, a tarotistas, brujas y parcas o con tenso equilibrio a músicos, personajes del circo y de la comedia del arte. “Figura”, acrílico, 56 x 98 cm., 2002. 22 CIVIT, Alejandra (Mendoza). Busca en la abstracción, la posibilidad de expresar el mundo espiritual, de captar ideas, no una paloma volando, no una sugerencia de alas, sino el vuelo mismo, el alma, la esencia de las cosas. Tuvo la suerte de dar con profesores como Elio Ortiz y Vivian Magis, además de haber tenido la guía imponderable de Silvia Hope Grezzi. Le tocó la mejor etapa de la Escuela de Cerámica, cuando el ámbito académico se liberó del cacharro y de los objetos utilitarios para crear formas puramente artísticas. Las formas, en algunas de sus piezas, parecen desperezarse lentamente, así como en otras, particularmente en los murales, se percibe un movimiento que parte del centro hacia el infinito, como una geometría axial. Las reiteraciones circulares simbolizan lo femenino, el origen, la madre tierra. “La idea del óvalo -dice- es porque todos estamos insertos en un óvalo, que es para mí como nosotros: el rostro tiene forma oval, e incluso el cuerpo y también es oval el movimiento de traslación de la Tierra”. Las pátinas de sus obras son delicadas, con tonalidades celestes o verdes grisáceas o levemente ocres, en algunos casos combinando superficies opacas con partes brillantes, siempre con esmaltes realizados por ella misma. “Proyección”, cerámica esmaltada y madera, 35 x 60 cm., 2009. 23 CIVIT, Isabel (Mendoza). Produce y expone con asiduidad. Por eso, sabe que cada muestra es un desafío y que el público exige que, cada vez, se supere técnica y expresivamente, renovando temas. En ‘La peluquería’, nos ofrece una postal del pasado donde supera expresivamente a la fotografía, ya que le pone su cuota de subjetividad y lleva la figuración a un ámbito poético. Se vale de tonos apagados y aprovecha al máximo las posibilidades de la acuarela, para lograr pequeños planos borrosos, atrapando en el color el paso del tiempo. En ‘Frutería’ levanta el cromatismo, lo enciende al pintar las frutas, en rojos, morados y verdes, a la vez que mantiene el clima de nostalgia por el pasado, en esas imágenes que se nos quedaron como ejemplo de un tiempo que se añora porque, como dice el poeta, todo tiempo pasado fue mejor. En la realidad, el pasado de cada uno es la niñez y, al comparar con el presente, creemos haber vivido en el paraíso. Dice: “Apunto a pintar cosas que sean agradables. El dolor debe estar fuera de la obra de arte. Yo no puedo colgar en el living algo que represente el dolor, no va conmigo ni con mi personalidad. Me gusta que la obra ayude a vivir”. “Frutería”, acuarela, 48 x 45 cm., 2009. 24 COPPOLETTA, Gustavo (Mendoza). Cuando recordamos a los artistas locales que nos prestigian en el mundo, solemos olvidar su nombre. Siempre y con toda razón, decimos Carlos Alonso y Julio Le Parc. Pero también debemos mencionar, entre otros, junto a Coppoletta, a Raúl Capitani, Orlando Pardo, Julio Ovejero, Amengual, Nora López Millán, Antonio Sarelli, Ángel Gil, Alfredo Ceverino, José Scacco, Ángel Pérez Vega, Pablo Sobisch, Eduardo Hoffmann, Sergio Roggerone y Egar Murillo. Coppoletta pasó de Guaymallén a mostrar su arte no sólo en Europa, sino en Asia y África. Ha expuesto con éxito en diversas ciudades de Italia y de España y en El Cairo, El Líbano y Beirut. Su vida está marcada por la pintura, los viajes y el cine. Su ‘Vaca foot-ball pinchada’, que es una pelota de fútbol que se pincha y queda como vaca, fue seleccionada para el ‘Cow Parade’ que se realizó en Buenos Aires. A pesar de su éxito, dice no estar satisfecho. “La pintura me va tirando del carro y eso hace que me tenga que nutrir constantemente de otras cosas. La pintura te llama, pero tenés que ir zigzagueando con lo que pasa”. Ha salteado etapas. Todavía adolescente, recorrió el mundo viviendo de su pintura. Es una personalidad obsesiva, que cuida la técnica, por ejemplo, aunque diga que es lo que menos le interesa. En este sentido, sus cuadros son irreprochables y, sobre todo, tienen coherencia interna. “La nueva vendimia II”, óleo, 159 X 119 cm., 1994. 25 DAWBARN, Dora Composto de (Mendoza). Decía Antonio Di Benedetto al comentar el XVIIº Salón de Cuyo, de 1962: “Entre los valores nuevos hay que mencionar a Dora Composto de Dawbarn, que en ‘Industria en la montaña’ sorprende auténticamente con un realismo mágico que se allega bastante al surrealismo, por el clima global al que arriba mediante un cotejo de colores francos y dispuestos de la manera más lacia y categórica”. Crítico perspicaz, percibía en ella a una artista muy particular, de esas que aman el arte como un modo de vida y considera que todo lo demás se dará por añadidura. Es que no le interesa la pintura como un modo de proyectar su yo para insertarlo en la sociedad y sentirse partícipe de ella desde ese sitio privilegiado. Es un modo de ser que consiste en construirse a sí misma cada día, investigando técnicas y estilos. Piensa suficientemente la composición, espera su madurez, rehace, retoca y logra cuadros bien resueltos, armónicos, a veces con predominio del dibujo o del gesto, en ocasiones sobrevalorando el impacto cromático o creando climas evanescentes. No se conformó con pintar paisajes, motivos florales y retratos, sino que buscó el enigmático universo de piedras y vegetales, vistos al microscopio. En este último caso, llena de admiración su serie a partir de la observación minuciosa de la turmalina, gema semipreciosa que se utiliza en instrumentos de polarización de la luz. “Tormenta en Cacheuta”, óleo, 79 x 59 cm., 2004. 26 DAY, Roberto (Mendoza). Del mismo modo que le ocurría a Degas, a quien tanto admira, Roberto Day se deprime luego de cada exposición. Él lo explica diciendo que se debe por pasar del mundo de los sueños y los colores, a la chatura de la realidad. Es un hipersensible y, a la particular sensibilidad de los artistas, le agrega una vuelta de tuerca. Es licenciado en química y su vida está jalonada de viajes y de música. Él dice que ésta es una asignatura pendiente y que le gustaría volver a tener siete años para ingresar al Conservatorio Musical. No sólo que escucha cuando pinta, sino que lo hace todo el tiempo que puede. Cuando sale a caminar va con su ‘dickman’, y no se pierde concierto alguno de la Sinfónica, ni de la Filarmónica, ni de conjuntos o solistas que recreen la gran música universal, la que atraviesa los siglos. Visitó los museos más importantes de Europa y llegó hasta el Hermitage en Moscú. En su memoria quedó una exposición en la Royal Academy, del periodo Edo japonés, cuando el ‘shogunado’ ejerció el poder en Edo, la actual Tokio. Day afirmó que de allí salieron sus gallos, impresionado por los colores de los kimonos y las aves. Siempre figurativo, pinta rostros, barcos, caballos, jaurías, autos antiguos, ranchos y caminos. En toda su obra hay poesía y musicalidad. No se permite el más mínimo dramatismo. Nos quiere comunicar alegría de vivir, una nostalgia gratificante y carretadas de ternura. “Caballos”, óleo, 74 x 49 cm., 1995. 27 DE IPOLA, María Elena (Mendoza). Es profesora de Dibujo y Pintura, egresada de la Escuela Superior de Bellas Artes de Mendoza. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas, tanto en nuestro medio como en Córdoba, Mar del Plata y San Juan. Ejerció la docencia durante veinte años y entre otras técnicas, se decidió abiertamente por la acuarela. Está la obra provocativa, la inquietante, la que levanta el dedo acusador contra la sociedad injusta, la revulsiva, la que establece un concepto, la que emociona, la que produce rechazo, la que abre una incógnita, pero en artes plásticas todo entra por la vista y siempre se debe tener en cuenta lo decorativo, ya sea para agradar o para desagradar. Bernard Berenson, dice: “La decoración abarca todos los elementos que la distinguen de una simple reproducción de los objetos: los valores táctiles, el movimiento, la proporción, la disposición y la composición espacial: todo aquello que en el campo de la representación visual intensifica la vida, por medio de sensaciones ideadas. La decoración no es representativa como la ilustración, sino presentativa”. La obra de arte, nos agrade o nos produzca rechazo, vale por lo que transmite. Y aquí podemos juzgar el interés que pueda tener o no la pintura de De Ipola, que está lograda en cuanto a su propósito y en tanto haya espectadores que la disfruten. “Aroma y luz”, acuarela, 58 x 45 cm., 2004. 28 DEL AMOR, Liliana (Mendoza). “Mi obra nace a partir de lo que me inspira en el momento la tela en blanco -dice- y creo que, en realidad, lo que pongo responde a los sentimientos más íntimos de ese momento. Vivo mi pintura como un modo de expresarme y comunicarme con los demás”. Antes de pasar a la abstracción, pintaba paisajes y figuras, pero aunque en ciertas partes de sus cuadros, aún aparecen figuraciones, lo cierto es que sólo expresan sensaciones, estados de ánimo. Docente de nivel medio, enseña matemáticas a los jóvenes y actualmente es directora de una escuela secundaria, que también es “un ámbito de creación, de desafío y de mucha riqueza”, añade. Hace más de quince años que viene probando soportes y materiales, hasta quedarse con el óleo, incluyendo, cuando viene bien, tintas gráficas, esmalte sintético y algún componente que refuerce la textura. Trabaja capa sobre capa, con pincel, hasta que surgen las transparencias y veladuras que busca. Tiene fuertes contrastes que, a veces, es cierto, puede leerse como un paisaje imaginario y en algunos surge esa mujer apasionada que es, más allá de su profesorado de matemática, física y cosmografía. Libertad, intensidad y refinamiento caracterizan su estilo. Sus manchas son manchas reveladoras que, por momentos, parecen captar la voz del cosmos, con unción religiosa, buscando al Creador Supremo. “Intuición”, óleo, 30 x 40 cm., 2007. 29 DELHEZ, Cristian (Mendoza). Tiene lo que los norteamericanos llaman ‘easiness’, es decir, facilidad, don, lo que brota solo, soltura. Multifacético, prolífico, es uno de los artistas que más presencia tiene en Buenos Aires y en el extranjero, a través de salones internacionales y museos. Desde ‘Corral del caballo’ hasta la alusión sarcástica de la Conquista de América en ‘Vinieron del Norte’, está presente, siempre, el sentido lúdico del arte. El humor es una constante de la que se sirve para criticar y permitir que lo trágico y lo dramático se puedan tomar con filosofía. Por razones de gusto personal, escapa del expresionismo y logra su cometido valiéndose del símbolo, de la reiteración de imágenes, de la geometría y de las combinaciones insólitas. Su explícito nacionalismo es patriotismo genuino, porque se sobreentiende como posibilidad de crecimiento en libertad para todos. Por eso, en sus cuadros está la alerta y el temor de que se siga considerando inacabable a la naturaleza y que los grandes países industriales realicen foros sobre la contaminación del aire y del agua, para no hacer nada. Alegría, amenaza, tensión, humor corrosivo, ironía fina, quietud aparente, sostenido juego de líneas sensibles y sutileza cromática se conjugan en sus trabajos para ofrecer otro universo, semejante al nuestro pero distinto, fantástico pero verosímil, ficticio pero tan real como el de los sueños y las pesadillas. “Tocados”, grabado, 50 x 35 cm., 2007. 30 DELHEZ, Milly Gómez (Valencia, España). Vuelca la pintura en una especie de trance, hasta que plasma lo que siente y luego sigue lo que la mancha le sugiere. A partir de ahí, busca equilibrar la composición. Actualmente, resuelve con mayor soltura, con grandes planos de color, sugiriendo personajes y situaciones con economía de medios. Se crió en una fábrica de cerámica y lo primero que gestó, a los dieciocho años, fue un torso sobre un leño. Sus temas tienen que ver con el misticismo, la inmigración, personajes bíblicos, la defensa de los derechos de la mujer, la libertad y la justicia. Para figurar tópicos tan abstractos, recurre a símbolos y metáforas. Rechaza, a rajatabla, lo obvio, lo consabido. ‘La Rosa Mística’, por ejemplo, más allá de la figura apenas esbozada, posee un fuerte vigor expresivo. Hay sensualidad, la sensualidad entendida en su sentido cabal y, a la vez que nos lo hace entrar por los ojos como una golosina visual, lo propone como un objeto de meditación. En su permanente búsqueda, sigue creando los llamados objetos de arte, considerada, al respecto, por la museóloga Ana María Álvarez, como la más capacitada para emprender esta tarea en la provincia. A ello suma, últimamente, sus esculturas, en las que combina arcilla, hierro y madera, con una figuración personal. Tanto en lo fisonómico como en la habilidad para incorporar el hueco, logra conformar un todo armónico, donde anidan lo ambiguo y lo esotérico. “Sin título”, acrílico, 40 x 40 cm., 2009. 31 DELL’ISOLA, María Celina (Junín, Buenos Aires). Es reconocida por la representación de las poblaciones marginadas, como puede verse en su serie ‘Los dueños de la tierra’, así como en ‘Fiestas patronales’, donde se suma al valor estético, el testimonial, y que le han merecido notas elogiosas de los críticos de Buenos Aires, además de las invitaciones a exponer en el Sívori, en Recoleta, en el Centro Cultural Borges y en el Senado de la Nación. Si miramos con detenimiento, vamos a ver la aplicación exacta del color, la dosificación de la luz, las formas realistas en su justa proporción y la sutileza de los relieves, a pura espátula. Pero no es el virtuosismo de la técnica lo único que la distingue dentro de la plástica de Mendoza. Sus obras tienen presencia, están vivas sin buscar la literalidad ni pretender un ‘tromp-l’oeil’. Produce en forma constante y se destaca por buscar que la materia se vea, que se note que es pintura y, en definitiva, que sea una obra de arte que enfoca desde su materialidad un conjunto de flores, un cactus gigante contra un cielo plomizo, un campo de girasoles que nos está hablando de la abundancia de nuestras pampas y unos trigales que toma de pretexto para darnos a través de la bíblica gramínea, un mensaje de espacialidad y belleza paisajística. “Postal habanera”, óleo, 50 x 80 cm., 2000. 32 ESCORIZA, Carlos (Mendoza). No le interesa el estallido de las formas, sino figurarlas desde su sentir panteísta. Por eso, lo suyo no es naturalismo y por eso nunca pintó nada feo. Por eso, también, en la operación de transcribir la naturaleza, todo pasa por un tamiz selector que idealiza lo visto, iluminando aquí, amortiguando un tono más allá, de modo que la totalidad sea una perfecta armonía de partes, pero nunca al servicio de un preciosismo superficial, sino convocando al espíritu de las cosas. En algunos cuadros, busca el juego de luces y sombras sobre las veredas mendocinas. Aquí, ha experimentado con el color y un granulado hecho a pura espátula y, más allá de la destreza técnica, ofrece espacios abiertos que incitan a vivir la ciudad con alegría. En otros, basados en el dibujo y la mancha, también dentro de una sólida monocromía, propone instantáneas de nuestra ciudad a través de una recreación plástica de imagen completa: la calle con sus autos estacionados, las veredas con peatones, casas y edificios con letreros y los árboles, con las torturadas contorsiones del ramaje, entrelazados en la altura, buscando sobre la calzada, la luz del sol, con la diáfana transparencia de sus formas afiligranadas. Compone escenográficamente, al modo de un regisseur, aun cuando se trata del primer plano de una manzana partida sobre un paño. En toda su obra, desde las imágenes infantiles y los retratos hasta los paisajes urbanos, hay convicción y autenticidad. “Mujer de verde”, acrílico, 100 x 75 cm., 2009. 33 GUARNIERI BANYULS, Valeria (Mendoza. Representa animales y figuras humanas, pero reinventados, bordeando la caricatura a veces y casi constituyendo un bestiario, como en ‘La mona Jacinta’ y ‘Familia Ballena’. Tiene capacidad para abordar lo cómico tanto como lo lírico y lo hace con trazos rápidos, espontáneos, de manera que su pintura es fresca, etérea, evanescente a veces, y a la vez decidora, tal como se aprecia en ‘Crepúsculo en Santa Cruz’ y en ‘La Libertad’. Es la más audaz del grupo ‘Kelü’, en el sentido de arriesgarse y romper con las reglas del academicismo, para poder ser otra, es decir, para poder ser ella misma. Es que ha debido ensamblar dos disciplinas con códigos diferentes: el diseño y la pintura. Es una genuina representante del arte y del vino de Mendoza, con etiquetas premiadas a nivel internacional. Corre con ventaja, porque además de tener voluntad de trabajo y de ser una creativa tenaz, es una buena catadora. Considera que unir el arte con el vino es más que una idea brillante: es haber descubierto algo que estaba dado naturalmente. “En una etiqueta siempre hay un mensaje que transmitir -dice-: la tierra, el sol, la piedra, el aire y acá en Mendoza rescatamos siempre la cordillera, que a los europeos les encanta”. En su pintura hay un fuerte gestualismo, un impulso vital que es su sello distintivo y que, sin duda, constituye un rasgo de su personalidad: extrovertida, frontal, ejecutiva. “Sin título”, acrílico, 40 x 40 cm., 2009. 34 JEREB, Fernando (Mendoza). Sus primeros trabajos presentaban una paleta muy baja y tenían una eficaz dosis de melancolía, de misterio. Luego, pasó del tenebrismo a tonos violáceos utilizando borras de vino combinadas con pintura acrílica, hasta arribar al color local, a través del paisaje. Posteriormente, a la vez que cultivaba un paisaje casi monocromo, denunciando la depredación de la naturaleza y sus consecuencias, dio paso a la temática vitivinícola usando corchos en forma literal. Allí, entre otros cuadros, apareció su célebre ‘Cabeza de alcornoque’. En la muestra de la Bolsa de Comercio, presentó ‘De Vinos’ y ‘El calentamiento global’, que versa sobre la ecología. En la serie ‘De Vinos’, el protagonista es el corcho. A ese objeto tan simple, tan elemental, tan familiar para los mendocinos y hasta juguete de niños, lo coloca en un sitial de preferencia al declararlo guardián del vino. En algunos trabajos lo lleva a simular un barquito que, a la vez, recuerda la inmigración y considera a la vida como un viaje. Las casas de corcho que pinta son tan reales que incitan a mirar de cerca. También, para ver el detalle de puertas, ventanas, banderolas con vitreux y balcones que le abre. En unos casos, a esas hermosas paredes les arrima sillas, con mesa y botella de vino. Les cuelga banderines multicolores, indicando celebración y arriba coloca chimenea humeante y antena de televisión. “Otoños”, acrílico, 70 x 90 cm., 2009. 35 JOFRÉ, Laura (Mendoza). Considera al color como una esencia. Por eso, le otorga todo el protagonismo y desdeña el asunto, el objeto, la anécdota. Al elegir la técnica de la vitrofusión, lo hace instintivamente, porque le resulta más seductora la transparencia que el mensaje y más importante el brillo que el tema, como si quisiera atrapar la luz y sus gradaciones sin reparar en la forma de la superficie. En lugar de mirar por la ventana, fija sus pupilas en el vidrio, esa maravilla que no es más que cuarzo transformado por el fuego. A veces, aparecen como ocultas por el intenso colorido, algunas figuras, pero no son más que resabios de sus comienzos. Se diría que busca y se interesa sólo por la luminosidad cromática, en una agradable concordancia donde la independencia de la forma y del color, si bien es un divorcio del mundo real, conserva lo que éste tiene de más valioso, en tanto categoría artística: la belleza. Le sustrae a su representación la función ilustrativa y la maneja de acuerdo con su personal modo de componer, porque no le complace la búsqueda conceptual, sino el sentimiento, la sensación, eso que no se puede racionalizar porque escapa a los parámetros de la lógica y de toda objetivación. Mientras le da a la pintura relieves reales, le otorga a sus esculturas cualidades propias de aquélla, como el color y las transparencias, de suerte que una está íntimamente penetrada por la otra. “Transparencias”, técnica mixta, 90 x 70 cm., 2006. 36 LAVOISIER, Marita (Mendoza). De sus primeros dibujos, con formas definidas y riqueza gráfica, pasó a una figuración simbólica. La figuración que más se nos ha quedado es la correspondiente a una estructura conceptual con ráfagas surrealistas. Junto a la figura, casi siempre mujeres, aparecía un animal o vegetales y en ocasiones, todo dentro de un paisaje. Las manos tenían dedos largos y muy nudosos y a veces asimilados a garras o patas de animales. Aun cuando saturaba los colores, mantenía un cromatismo apastelado, monocorde, admirable por las variaciones logradas sobre un mismo tono. Muchas veces, le hemos visto proliferación de rosados pálidos, variada gama de ocres y grises y su reconocible destreza para modularlos y fundirlos. En su madurez, ha encontrado la forma más apropiada a su visión del mundo: “Siempre he buscado -dice- la armonía por medio de la reflexión, de la educación, de los impulsos y de la observación. Por eso convierto en imágenes estéticas a una mujer con vegetales, a una joven con un fruto o a una dama duende, como símbolo del alma mágica americana”. Su vida, transcurrida mayormente en el campo, le ha permitido figurar con verosimilitud y con gracia artística toda una galería de personajes que van del paisano al patrón de la estancia, deteniéndose particularmente en la familia. Severidad formal, figuras ascéticas y simbólicas y un clima que puede ser opresivo o distendido, pero siempre inquietante y metafórico, singularizan sus trabajos. “Paisaje”, técnica mixta, 87 x 66 cm., 2001. 37 LITEWKA, Betty (Mendoza). Retomó su oficio en la década del noventa y sin dejar el óleo, actualmente trabaja con tintas gráficas directas, monocromáticas. Al guiar las manchas, va encontrando rostros, figuras humanas y zoomórficas, así como formas vegetales. Pinta hasta cuando duerme, acaso porque comenzó tarde y quiere recuperar el tiempo perdido. Es ordenada y tiene toda su obra fichada y fotografiada. Con respecto de sus prolíferas series de caballos, dice: “Me gusta su figura por la prestancia y la fortaleza del animal, es fuerte y elegante y además le encuentro ternura en la mirada. Acompañó al hombre durante siglos, fue su mano derecha y actualmente se lo utiliza poco, pero es la estrella del hipódromo y se lo cotiza en millones en el polo”. Su estilo se acerca cada vez más a un realismo que fluctúa entre el escenario de un paisaje casi ‘fauvista’ y una figuración que resalta el movimiento, con expresión contenida. La gran escena de la naturaleza se le impone como tema y desarrolla toda una serie rural, de caballos y jinetes tanto en pajonales como en nuestra cordillera, en homenaje al hombre de frontera, a nuestros criollos, campesinos, arrieros y baqueanos. En general, sus caballos aparecen rodeados por los mismos colores, como si fondo y figura fueran continuación uno de la otra, con lo que otorga cierta liviandad, como si se tratara de espectros aparecidos en un sueño. “Pastando”, oleo, 59 x 49 cm., 2008. 38 MARTÍ, José (Mendoza). Es esencialmente paisajista, de resonancia lírica y reconocida trayectoria. Siente un fervor panteísta por la naturaleza y así lo acreditan sus numerosas muestras, como la que presentó hace algunos años en la Bolsa de Comercio. El mismo entusiasmo que brilla en sus ojos cuando habla de pintura, aparece al referirse a sus hijos. “Sandra da clases en la Universidad Nacional de México -dice- y escribe sobre crítica de arte en una revista del Distrito Federal. Hugo está en Buenos Aires y fue elegido para realizar el decorado de un restaurante erótico”. Con el buen humor que lo caracteriza, recordó la siguiente anécdota. Dijo: “Quiero hacer un reconocimiento, muy de corazón, a Enrique Ramponi, quien se interesó por mí y un día, en la calle, me preguntó si había ido a Bellas Artes. Le contesté que sí, pero que debía axonometría. Por esa materia, había dejado la Academia durante ocho años, pero Ramponi me dijo que eso no era un impedimento y que sabía por su esposa, la artista Rosa Stilerman, que yo pintaba mucho y participaba en salones y me envió a ver a Hernán Abal. Ese mismo día recomencé y me recibí”. Tiene una etapa de abstracción geométrica, que le llama ‘Juegos cromáticos’. Sandra escribió sobre su padre: “Observador incansable de la naturaleza, nos evoca y conmina a reencontrarnos con aquellos espacios simples, únicos, en donde el hombre no se atreve a dejar sus huellas”. “Otoñal”, óleo, 110 x 80 cm., 2005. “Proyección”, cerámica esmaltada y madera, 35 x 60 cm., 2009. 39 MARTINEZ CANO, Adolfo (Mendoza, 1922-1999). Se dedicó al comercio durante años. Tenía campos con viñedos y presidió la Comisión Directiva del Hospital Español de San Rafael por cuatro periodos, durante los cuales se construyó la mayor parte del edificio. Tenía planeado volver a Mendoza pero quiso esperar hasta que murieran sus padres para no dejarlos solos, y regresaron en la década del ’80. Tenía curiosidad por el arte desde joven y no llegó a la pintura sino al final de su vida, de modo que fue siempre un pintor potencial. Cuando decidió cambiar, ya en Mendoza, concurrió a la Facultad de Artes. Comenzó con el óleo y luego pasó, definitivamente, a la acuarela. Sereno, con un pasar cómodo y buena salud, no lo movía otro interés que el de regocijarse y regocijarnos con las superficies bellas del mundo, divulgándolas. Logró varios premios. En 1990, el tercero del Salón Cuyano de Acuarelistas; en 1991, la primera mención en ese mismo certamen, el tercero del Salón Municipal de San Rafael y el segundo del Primer Salón de Artes Plásticas de los Municipios. Pintaba del natural, en lo posible al aire libre, despreocupado de modas, corrientes o fórmulas consagratorias. Se guiaba por su gusto y su intuición. Sin ser lo que entendemos, llanamente, por un colorista, le dio al color un rol protagónico a través de una profusa matización, buscando ese ocultamiento que presentimos al mirar con los ojos del espíritu. “Flores”, acuarela, 44 x 64 cm., 1997. 40 MIRANDA, Elba (Mendoza). Pinta con alegría, como si recompusiera la realidad al hacerlo, eliminando defectos y accidentes superfluos. Entusiasmada con las transparencias de la acuarela y su posibilidad de sugerir, se dedicó fervorosamente a esa técnica, tal como lo hizo luego con el óleo, seducida por su carnalidad y su vibración cromática. Su trabajo como asistente social la mantiene en contacto con el paisaje desolador de las villas de emergencia. De allí nos trae, no la tristeza, sino la vida que bulle y la natural energía del existir, que lleva a sobreponerse a las adversidades y encuentra en cada amanecer una promesa de vida digna. Sus rancheríos son evocativos de un pasado que es presente. Suponíamos que al final del milenio desaparecería la pobreza del mundo y, contrariamente, se ha incrementado. Sin embargo, no hace pintura social. Toma el aspecto pintoresco y nos pone en contacto con esa Mendoza de antaño, donde la mayoría habitaba viviendas humildes, usaba ropa modesta y comía abundantemente, como buenos pobres. Con un lenguaje que hace pie en el vigor expresivo de la mancha, nos ofrece la emoción que le provocan los seres desprotegidos y marginados, el paso del tiempo (sus marinas tienen la vibración de un último fulgor) y la nostalgia de esa vida social segura, que nos hacía pensar en una Argentina de progreso ilimitado. “Buena pesca”, técnica mixta, 47 x 32 cm., 2008. 41 OHANIAN, Verónica (Mendoza). Expuso en forma individual, por primera vez, en la Bolsa de Comercio. Pertenece a la clase de artistas que aboceta y controla el dibujo verificando, de antemano, la coherencia de las partes. Sus obras poseen un mensaje claro y cuando hay ambigüedad, se debe a que ha querido dejarnos un interrogante y obligarnos a descubrirlo, mientras observamos las livianas figurillas y el variado cromatismo. El tema del circo, inagotable, es tan antiguo como que nació en el siglo tercero antes de Cristo. La artista nos transmite su magia como fuente de ilusiones, de destreza, y lo hace con frescura, con encanto infantil, pero más que una referencia anecdótica, exhibe la resonancia que le produjo lo que vio en la carpa del ‘Real Madrid’ cuando estuvo en Mendoza en 2005. Aunque la pintura es planimétrica, se puede deslindar fondo y figura y, en general, aparecen planos muy coloridos, mientras que las siluetas son esquemáticas, más simbólicas que reales. De algún modo, nos está diciendo que ese hombre y esa mujer no son solamente determinados equilibristas, sino el hombre y la mujer de hoy, en un mundo muy inestable, con la sensación de bogar en el vacío. A veces, cirqueros y animales están en primer plano, en medio de números, letras y signos, o aparece una mujer haciendo piruetas sobre sillas de diverso estilo, apiladas, mientras en el piso se dibuja el esterillado de las sillas vienesas. “El Real Madrid”, acrílico, 110 x 090 cm., 2005. 42 PÉREZ ANSORENA, José (Córdoba). Debido a las exigencias de su trabajo y a los requerimientos familiares, postergó su vocación artística. Ya radicado en Mendoza, surgió la técnica aprendida en la adolescencia. Es un artista atípico, que vende antes de pintar. También es atípica su producción rápida, ya que utiliza óleo, y no deja de ser una rareza que el noventa por ciento de los cuadros hayan ido a parar al exterior. Cultiva un realismo impresionista que se emparienta con nuestros paisajistas clásicos. Estoy hablando del espíritu que lo guía cuando va a la tela y que es el mismo de Fader, Cascarini, De Lucia, Bravo o José Manuel Gil. No es un parangón con el estilo. Pérez Ansorena debe andar todavía un buen trecho para encontrar la impronta que lo defina cabalmente, pero ya tiene valores sólidos. Por de pronto, una capacidad innata para poner el color y resolver con habilidad el espacio circundante. Sabe pintar el aire, que no es poca cosa. Y lo imbuye de una suave melancolía, trayéndonos al presente y al ámbito ciudadano, por ejemplo, una carreta tirada por una mula, con una familia obrera rumbo al descanso, como en ‘Recuerdo de mi pueblo’; o la apacible quietud de una capilla, como si a través de sus paredes surgiera el fervor religioso que anida en su corazón. Es un hombre de fe, no un beato sino un creyente, que agradece a Dios la posibilidad de poder dedicarse al arte -como él dice- y vivir de su pintura. “Bolsa de Comercio”, óleo, 78 x 89 cm., 2006. 43 PÉREZ VEGA, Angel (San Rafael, 1923 - Mendoza, 2007). Fue el pintor de la vendimia. Vivió para el arte y se mantuvo lúcido y activo hasta los últimos días. Sus exposiciones, que se remontan a 1945, siempre fueron indicativas de su personalidad, caracterizada por entusiasmo juvenil y candor. Su pintura ofrece una superficie cromática de acordes bucólicos, de figuras felices y despreocupadas, ajenas a la fiebre de la época y a la pesadilla de un mundo cada vez más artificial, que desprecia el trabajo manual y desdeña a la cultura. Los ojos de sus paisanos, vendimiadoras y sembradores, son aguados, abiertos -como borrachos de paisaje, de armonías visuales- y espejos de esas almas que por sentirse integrantes de la naturaleza y no ajenas, conforman ese todo que canta armoniosamente en sus cuadros. Fue ‘naif’en el sentido más literal de la palabra, esto es, sincero, candoroso, sin doblez, nacido libre. Obviamente, hablamos de esa libertad que él desplegó en su obra como un remanso para nuestro caos ciudadano, para acercarnos al campo, al hombre por cuyas manos pasan los frutos que consumimos y a esas labores de contacto directo con la naturaleza. Dentro de su amplia producción hay otra vertiente, que se destaca por una fuerte síntesis. Es la que denominó ‘Americana’ y que recrea las civilizaciones precolombinas. “Vendimiadora”, óleo, 52 x 60 cm., 2002. 44 ROBELLO, Patricia (Mendoza). Pinta desde la niñez. Dice que la naturaleza, siempre, se le presentó más que como un tema, como una vocación. “Por eso terminé siendo paisajista. Fui al taller de Pardo. Tiendo a manchar y la primera exposición la hice en casa de mis padres. Todos los cuadros eran sobre jardines”. Su pintura, muy suelta y movida, le lleva mucho tiempo. Dice: “A mí no se me entiende si no se me toma a la vez como pintora y paisajista. Es una unidad. Admiro a Monet. En Francia fui a ver el jardín acuático de Giverny, creado por Monet. Y en el diseño del country del Liceo Rugby Club, por ejemplo, puse un lago. Pongo agua en todas partes, así como me gusta pintarla”. Es una romántica racionalista. Su tarea la lleva a construir donde no hay nada, o armar un juego de colores y contrastes con árboles y plantas que no están naturalmente juntas ni dispuestas de esa manera. Esto requiere paciencia, perseverancia y creatividad. Y es romántica como los impresionistas, que buscaban atrapar el instante fugaz, un trozo de la naturaleza pero transmitirnos las sensaciones, lo que experimentamos ante el espacio abierto. Claude Monet, justamente, dijo: “Pinto como canta un pájaro”. Para la exposición de la Bolsa de Comercio, titulada ‘En vuelo’, se basó en las observaciones que hizo en ese maravilloso humedal que es la laguna de Llancanelo, área protegida de cuarenta mil hectáreas, que alberga a ciento cincuenta mil aves acuáticas. “El vuelo”, óleo, 74 x 89 cm., 2006. 45 ROVELLO SANTAMARINA, Amelia (Mendoza). Sus acuarelas surgen de una idea previa, de la necesidad de plasmar sus recuerdos de viajes, la sensación de soledad que le transmite el campo, el juego de luces y sombras en los objetos cotidianos, el fruto de nuestra tierra, la majestuosidad de la montaña, su aridez, su atmósfera silenciosa y pensativa. El sentimiento de soledad, propio de la poesía lírica, se proyecta en su obra a través de una construcción impecable, que le viene de la disciplina que ejercita: la arquitectura. Logra una resolución admirable de las proporciones, que recuerda a Manolo Blasco, sólo que ella le hace lugar a la mancha, aprovechando las posibilidades de la acuarela y logra introducirnos en un espacio idealizado. Sus composiciones son livianas, aéreas. Cuando el fondo no es neutro, como en las naturalezas muertas o los conjuntos florales, aparecen cielos esfumados, de silencio metafísico. Todas son intimistas, para mirar de cerca. La mayor sensualidad, la mayor carnadura que se permite, está en las uvas, donde le concede más espacio al color, pero en el resto, paisajes, ranchos y figuras, salvo algún cacharro de cobre, vuelve a su ascetismo característico, porque aun cuando pinta flores, semejan mariposas, mientras que los objetos parecen a punto de entonar una armoniosa melodía. “Caserío”, acuarela, 53 x 35 cm., 2004 46 SABÉZ MICÓ, Gustavo (Mendoza). Egresó de la Universidad Nacional de Cuyo en 1992 como Profesor de Artes Plásticas y amplió su formación en fotografía. La muestra en la Bolsa de Comercio está vinculada, intencionalmente, al mundo plástico, en el cual reconoce su formación de base e interés constante. Es el resultado de tres años de trabajo de relevamiento a campo, tal como titula esta muestra y expresa en su texto: “Donde Vive”. “La motivación surgió a partir de querer descubrir un arte milenario y la expresión de nuestro suelo que lo anima, en la magia que guarda el vino, que será compartida en el descorche, ese que invita a la reunión, amistad y encuentros. “Para ello, creí que la mejor manera de entenderlo era acercándome a sus raíces, al viñedo, al lugar donde ello habita y transcurre: ‘Donde Vive’. Una apuesta de cercanía para descubrir su espíritu y su esencia. Para seguir su ciclo, me acerqué a la planta a respirar su aire, mirar sus cielos: ver lo que ven. “Lo retraté dormido, soñando en barricas. Al despertar del brote, pude sentir el sol cuando madura el envero; las manos del cosechador, cuando el vino huele a hombre y el hombre huele a vino. Naturaleza en proceso vital, donde colores, sabores y texturas resultan un mundo fascinante, que por la mano del hombre se convertirá en vino y que a través de una cámara y de una mirada tornará, poéticamente, en imagen y testigo.”/Marcela Furlani “Cosechadores”, fotografía, 120 x 080 cm., 2008. 47 SAHORES, Alex (Bahía Blanca). Reconocido arquitecto de Buenos Aires, desarrolla tareas de proyecto y dirección de obra y se especializa en ‘Facility Management’. En el arte, en cambio, recién comienza, aunque su obra se nos presenta como algo bien terminado, refinado y propio de un artista de largo oficio. Él dice que se inició en la acuarela por casualidad, al encontrar una vieja cajita de pinturas, de su época de la facultad, pero no puede ocultar su entusiasmo. “Lo bueno de la acuarela -señala- es que es rápida, limpia, sin olor, no ocupa lugar y se puede pintar en un rato. Lo malo es que no admite errores y tiene un resultado incierto”. Su tendencia natural a pintar edificios, no resistió a su autocrítica por las limitaciones del acuarelista, de modo que se dedicó intensamente al paisaje. Posee dos méritos notables, que se apoyan armoniosamente. Uno, es la construcción del espacio; el otro, un ansia de libertad que se cifra en símbolo cuando pinta ‘Candados’, que no es un mero ejercicio formal o una simple expresión esteticista. Esos candados representan una limitación, vital y artística, que él no piensa forzar ni destruir con violencia. Las cadenas no están tensas ni los candados son muy fuertes, pero impiden el acceso a un sitio determinado. Más allá de la belleza rústica y nostálgica de esas viejas puertas y del austero cromatismo, el artista insinúa que hay un modo ideal de acceder al otro lado. “Paisaje serrano”, acuarela, 40 x 28 cm., 2004. 48 SARELLI, Antonio (Mendoza). Es uno de los artistas más importantes del país. Le falta el marketing de los que viven en la Capital. Su óleo ‘Símbolos de ofrenda’ fue obsequiado por la Cancillería Argentina al Papa Juan Pablo II en 1997. Su obra, de una riqueza artística y simbólica notables y una factura rayana en la perfección, se ubica en la línea de Morandi y de De Chirico y, entre los argentinos, presenta similitud con ciertas épocas de sus contemporáneos Cañás y Macció. Más de dosmil cuadros, quinientos de ellos ubicados en colecciones públicas y privadas dentro y fuera de la Argentina, avalan una trayectoria de etapas ascendentes. No es posible definir a la belleza como tampoco a la poesía. Sí podemos afirmar, por ejercicio de la sensibilidad, que la belleza y la poesía están en la obra de Sarelli, un pintor que ha sabido asimilar a los grandes maestros del arte, incluso a los latinoamericanos y encontrar su propio estilo. Algo infrecuente ocurre con su pintura: es universal y al mismo tiempo, mendocina, preñada de un voltaje poético sutil, comparable con la de nuestros hacedores clásicos. Reconocemos, en ella, nuestra montaña, nuestro desierto, nuestro esfuerzo por transformar la naturaleza y, a la vez, se inserta en la mejor tradición europea. “Figura”, óleo. 38 x 49 cm., 2003. 49 (Mendoza). Jackson Poloch es el artista que Scalzi más admira. Para tura, a través del Instituto de la Universidad de San Alejandro de defender su pintura, Pollock decía que las nuevas necesidades ex- La Habana. “Fue ahí -dice-, donde aprendí a manejar el asfalto, igían nuevas técnicas. Que los pintores modernos no podían hablar algo que los estudiantes cubanos, a falta de otros materiales, hacen del aeroplano, de la bomba atómica o de la radio, valiéndose de las rendir al máximo”. formas del Renacimiento o de alguna otra cultura del pasado. Para SCALZI, Rodrigo él, cada época tenía que descubrir su propia técnica. Quien inicia a No busca destruir cánones estéticos que, ya están hechos ceniza, ni Scalzi en el arte, es su tío abuelo, Armando Tejada Gómez, un inno- ser el adalid de las nuevas generaciones, que, por otra parte, con- vador del folclore, que dio impulso al Nuevo Cancionero, y a quien sideran que lo suyo ya está perimido. Él siente a la cultura como si estuvo dedicada la Feria del Libro de la Provincia de 2009. fuera un salvoconducto de nuestra civilización. Por eso se ocupó de convertir en galería de arte a la Estación del Ferrocarril, con todos Scalzi vivió cinco años en Nueva York. Una parte de la técnica la los inconvenientes que le causó y que le causa. aprendió allí y la otra en Cuba, donde realizó varios cursos de pin- “De la Serie de las Rosas”, técnica mixta, 153 x 53 cm., 2009. 50 SERIO, Daniel (Mendoza). Profesor titular de las cátedras de Fotografía Documen- Es un activo participante del arte fotográfico de la provincia, a talista, Básica y para la Gráfica de la Facultad de Artes y Diseño de través de conferencias, cursos, muestras y actuación como jurado, la UNC, realizó estudios universitarios de Fotografía en Bellas Artes tanto en diversas provincias del país como en el exterior. en el ‘College of Liberal Arts’, The University of Iowa, Estados Uni- dos; es fotógrafo publicitario e industrial y propietario del estudio Importantes premios acreditan su intensa labor, como los ob- y laboratorio fotográfico Daniel Serio. tenidos en los certámenes Vendimia, en categoría monocromo; el primero del ‘V Salón Otoño en Mendoza’, el Adquisición del salón De su capacidad dan cuenta sus numerosas obras y pedidos con- “Viñas, vino y bodegas, nuestro patrimonio”, organizado por la Di- stantes de trabajo, mientras que la vista de sus fotografías nos co- rección de Patrimonio Histórico-Cultural, el anual de ‘Vinos y Viñe- locan, de inmediato, frente a un artista, que va más allá de lo que dos Argentinos’, etcétera. se puede reproducir por medios mecánicos. Daniel Serio capta eso que escapa a los ojos, pero no a los suyos, porque en ellos él pone el alma, y su alma tiene la sensibilidad del verdadero artista. “Viñedos”, fotografía color, 120 x 60 cm., 2005. 51 SOBISCH, Pablo (Mendoza). Los óleos y técnicas mixtas de Pablo Sobisch son una búsqueda y un culto a la luz. La hace surgir de la materia misma, como Rembrandt lo hacia desde la figura. Este apasionamiento por la luminosidad se hace más explícito a partir de la muerte de Enrique, su padre. “Mi viejo -decía- salió en los ochenta, con cincuenta años y con raíces muy hondas. Hizo un gran esfuerzo para integrarse (a Europa). Estuvimos juntos diez años. Las charlas de sobremesa de mi casa, se repitieron allá: qué había que asumir de lo que España nos brindaba, respetando lo que habíamos traído de la Argentina. “Evidentemente, debimos desprendernos de algunas cosas, pero para poder tener una identidad, no aceptamos todo lo que Europa exigía. No era lo mismo lo que nosotros llevábamos que lo que nos proponían. El día de su muerte, fui a verlo al hospital y estuvo cuatro horas hablándome de la luz, de su persecución lumínica, algo que entonces yo no terminaba de entender”. La suya es una obra de labor lenta y paciente, de superponer capa sobre capa, de hacer surgir la transparencia, de modular con delicadeza extrema hasta que la materia conforme un objeto de belleza despojada. Sigue radicado en España y además de su trabajo artístico, es colaborador permanente del diario ‘El País’. “Sin título”, dibujo, 17 x 27 cm., 2000. 52 STUMBERGER, Sonia (Mendoza). Es diseñadora industrial pero siempre se interesó por la pintura. Como tantas artistas, debió esperar la etapa de los hijos pequeños para dedicarse a lo que su vocación le reclamaba. Fue alumna de María Elena Correa, la mejor acuarelista de Mendoza, y supo aprovechar las enseñanzas. Ella dice con su buen humor: “Cuando entré a diseño, el primer año tenía, en común, la carrera artística. Seguí diseño pero siempre visité los talleres de arte. No soy de la época de la computadora, sino de la letraset, cuando todo se hacía a mano”. Es decididamente figurativa. Sigue la composición áurea, no por academicismo sino por gusto personal. Compone tipo diseño, dentro de la hoja, buscando el equilibrio, la armonía y por eso construye prácticamente todo, dejándole al azar una cuota ínfima. Su paleta es tan personal como ella misma. Detesta los gritos, las exaltaciones, las crispaciones, las disonancias. Todos los trabajos están tamizados por la luz y siempre dentro de gamas suaves, que oscilan entre los grises y los ocres y si hay verdes, azules o rojos, quien dicta su entonación es la luz. La mayor sensualidad que se permite, está en los bodegones, con peroles con brillos, uvas tintas y manzanas rojas, pero siempre con una entonación mesurada, con el silencio suficiente como para poder captar el mensaje de las pequeñas cosas. “En lo de Villoda”, acuarela, 50 x 30 cm., 2009. 53 THORMANN, Alberto (Mendoza). Una alegría profunda caracteriza su obra. Es como una incursión infantil al subconsciente y, a la vez, una invitación a develar misterios. Tiene recursos expresivos de excelencia. Se distingue por la calidad artística y un estilo singular. No recurre a la figura, sino que parte de ella para encontrar un universo esencial, donde la premisa es el juego. De sus comienzos, dijo: “Siempre me gustó el tema de pintar y le tenía miedo al color. Creo que a partir de la propuesta del libro ‘De sueños y mares’ que pinté para la colección Impsat, apareció el color”. Con respecto de las cajas lumínicas que hizo para una Vendimia, señaló: “Ahí tuve que manejar el tamaño. Yo soy muy creyente y veo que el Señor me va dando cosas paso a paso. Al otro día de la fiesta sentí: ‘he dejado el cuadro más grande de mi vida en el anfiteatro y mañana lo van a tirar abajo’. Aunque estaba contento con la imagen que se había logrado, a pesar de desconocer la técnica”. No va a la tela sabiendo qué hacer. “La idea nunca está -aclara-; nunca sé qué va a salir. Hay un contenido inconsciente bastante fuerte, por eso siempre asocio con la técnica surrealista, la técnica de Max Ernst, aunque ahora no tanto. Estoy fusionando impresiones sobre la tela, paso por la prensa de grabado figuras que he armado antes, luego pongo óleo y hago una impresión”. “Juegos en la nieve”, óleo (80 x 80 cm.), 2006. 54 VILLALONGA, Martín (Buenos Aires). Su dibujo, allá por la década del ‘70, se remitía preferentemente a la figura humana, preocupado por ajustarse al estudio anatómico, aun con vestimenta. Marcaba algunos rasgos simiescos, dentro de un expresionismo contenido y ya aparecían la firmeza del trazo, la expresividad, entonces, un tanto parca, pero ya cuestionadora y la capacidad para mostrar una imagen propia. La construcción abstracta estaba en él naturalmente, como una tendencia hacia propuestas más complejas, hacia interrogaciones que no puede despejar la imagen conocida. Aquí surgió una etapa donde expresionismo y surrealismo se aliaron inextricablemente, como en esa serie de construcciones laberínticas, con figuras mínimas, humanoides, inmersas en una geografía hostil y aplastante o ingrávida, proponiendo un tenso desasosiego, la idea de que la naturaleza nos supera y sobrevive. Los mundos que indaga Villalonga tienen la desesperación del caos y la hondura de los abismos metafísicos. La primera impresión que provocan sus dibujos, es la de alguien que juega al laberinto con la línea, buscando entretenernos, pero inmediatamente aparece una propuesta inteligente, organizadora, que nos coloca frente a un cosmos que por algún lado tiene semejanzas al conocido y, por otro, una inventiva que hace de lo extraño y de la simbiosis entre ambos, una incógnita que genera perplejidad. “Sin Titulo”, dibujo, 67 x 48 cm., 2005. 55 VILLODAS, Francisco (Mendoza). Transcribe la naturaleza rescatando el paisaje tradicional, con bello cromatismo y matices incontables. Se vale de un excelente modulado, que da cuenta de un buen oficio, con un estilo donde el color se mueve libremente, no contenido por las formas sino formando parte de ellas. Se diría que la forma es el color y no porque desprecie el dibujo, que aparece con toda su energía en los retratos de su mujer, tan convincentes que ni el mejor fotógrafo la podría haber captado así, con su personalidad característica. Además de hacer que la forma sea el color mismo, busca que la pintura se note, que cada cuadro parezca una obra de arte y no una reproducción. No es, tampoco, una pintura imitativa sino recreativa a partir del mundo real, tanto del paisaje como de la figura. A veces, como un descanso, se ocupa del arte abstracto. Se atiene, generalmente, a lo referencial. En ocasiones, el color se desborda y aparece un ‘fauvismo’ que, en su exceso, lleva la placidez del paisaje a una fiesta de sensación táctil. Pintura vigorosa y optimista la suya, respetuosa de las formas naturales, con un dejo de ternura, como cuando pinta la viña abandonada, pero, casi siempre, con entonación triunfal, como un canto épico. Como lo viene haciendo desde que expone, su técnica se caracteriza por superponer capas de pintura, que obran por transparencia, obteniendo mayor riqueza de tonos y semitonos con una textura contundente. “Por siempre lisiantus”, óleo, 60 x 85 cm., 2006. 56 ZOGBI, Ana María (Mendoza). Se decidió por el arte ya en la primaria, cuando se animó a decírselo a su madre y comenzó a estudiar con Irene Pepa. Fue a la UNC y luego a Bellas Artes, hasta cuarto año, porque el doctor Amado Zogbi la llevó al altar y, después, fue retenida en la casa por cada uno de sus cinco hijos. Siempre pensó en esa vocación frustrada y fue su marido quien la alentó a seguir. Inquieta y ávida de conocimientos, fue a estudiar con Eduardo González, Olga Campassi y Luis Ciceri, hasta que el maestro Ciceri decidió no darle más clases, porque no las necesitaba. Sin embargo, no se quedó con eso, sino que fue al taller de Ángel Gil, ya no para afianzar la técnica, sino para encontrar su estilo. Es una admiradora rendida de van Gogh y Cezanne. Su mayor mérito estético radica en la economía de elementos. Con lo mínimo, logra mostrarnos el paisaje mendocino, manchando apenas la tela. Pertenece a la clase de artistas que imagina primero lo que va a hacer, lo bosqueja y luego lo plasma. No toma del natural ni le interesa la literalidad del paisaje, sino el sentimiento que guarda del lugar que vio y eso es lo que transmite en sus pinturas. Para la muestra en la Bolsa de Comercio, sumó a los paisajes las naturalezas muertas. En esos pequeños cuadros, sorprendió cómo sombrea una parte y deja que el espectador complete el resto, logrando un trabajo sugerente, donde reina la frescura, la espontaneidad y una sobria elegancia. “Naturaleza muerta”, óleo, 35 x 27 cm., 2008. 57 Se termino de imprimir el 3 de Julio de 2010 en Inca Editorial Talleres Gráficos Cooperativa de Trabajo Ltda. Jose Federico Moreno 2164/2188 5500 Mendoza - República Argentina Telefax (0261) 429 0409 - 4259161 E-mail:[email protected] www.incaeditorial.com 59 Galería de Artistas Mendocinos Bolsa de Comercio de Mendoza