Observaciones sobre la constitucionalidad de algunas normas de la Ley de Tránsito Terrestre del año 1997 Edgar Darío Núñez Alcántara Abogado Especialista en Derecho Agrario y Derecho Procesal Valencia, septiembre de 1998 DEDICO A los doctores Juan Vicente Vadell Graterol, Maritza Josefina Quintero Herrera y Nobis Felicia Rodríguez Ramones, magníficos cultores del derecho de tránsito. Introducción al tópico en análisis-justificación El 9 de agosto del año 1996 el ciudadano Presidente de la República, Dr. Rafael Caldera, puso el ejecútese a la Ley de reforma de la Ley de Tránsito Terrestre, que entró en vigencia en el mes de febrero de 1997. Este instrumento legal contiene un conjunto importante de innovaciones con respecto a la ley reformada, que estuvo vigente desde el año 1986 hasta el mes indicado en último término. Sin menoscabo de tales mejoramientos hemos realizado el estudio de dos de sus normas, las cuales por intuición nos dieron la idea -prima facie- de ser contradictorias con el actual régimen legal y jurisprudencia del país. Por ello este trabajo es una investigación documental que analiza los artículos 84 y 100 de la mencionada ley y pretende establecer su vinculación y correspondencia con la carta magna y en general con la conceptualización del orden jurídico en estos momentos. Así el artículo 84 de marras nos señala un sistema de indemnización por daños causados a bienes propiedad de entes públicos territoriales, derivados aquellos de accidentes de tránsito; por su parte el artículo 100 contiene una disposición en materia de sanciones administrativas que impone la aplicación del Principio solve et repete. En nuestra opinión ambas disposiciones deben ser analizadas tomando como norte el derecho a la defensa y tratar de establecer si ellas obran en sincronización con éste o, por el contrario, le contrarían. Nos corresponde a los hombres de leyes realizar la crítica, sana y científica tanto de la obra de los legisladores como la de los jueces. En este caso es la labor del parlamentario la que es objeto de averiguación y conclusiones. Ello, aunado a la cotidianidad de la aplicación de la normativa del derecho del tránsito, justifica la investigación realizar. Sistema de indemnización por daños causados a bienes propiedad de entes públicos territoriales, derivados aquellos de accidentes de tránsito En el ámbito procesal venezolano existe una norma que implica una excepción a los principios básicos del proceso jurisdiccional, entre otros, al de la cosa juzgada (artículos 1395 del Código Civil), a los de la ejecución de sentencias (artículos 1929 y 1930 ejusdem), los cuales enseñan que sólo las partes pueden ser afectadas por las resultas del proceso, bien sea en lo positivo o negativo que éste pueda significar para ellas. Nos referimos, en este caso, al artículo 84 de la novísima Ley de Tránsito Terrestre, que entró en vigencia los primeros días del mes de febrero de 1977. Dicha previsión legal establece: "Cuando en accidentes de tránsito resultares daños a bienes de propiedad nacional, estadal o municipal, bastará que el representante legal respectivo, presente oficio razonado adjunto a la correspondiente planilla de liquidación de los daños en cualquier estado o grado de la causa, antes de la sentencia definitiva, para que el Juez, si hubiere de acordar con lugar la indemnización pertinente, la aprecie como avalúo de los mismos". Es una disposición que contraría el modo normal como se desarrollan y extienden los efectos del proceso sobre los litigantes y terceros. Se crea un régimen especial el cual permite que una persona que no participó en el proceso judicial sea beneficiaria de los resultados de éste; y en el mismo proceso y con motivo del accidente de tránsito antes dicho, una parte deberá pagar la indemnización del daño causado sin haber contendido, en el juicio, con quien ahora le reclama el pago del daño causado. Quiere esto decir que la ley permite como un sistema extraordinario que un ente público, que ha sido lesionado en su patrimonio económico como consecuencia de un accidente de tránsito, puede obtener una decisión indemnizatoria para él en un procedimiento, en el cual no interviene como parte, ni ha tenido sobre sí la carga procesal alegatoria y/o probatoria; de acuerdo con ello estamos hablando de un bien propiedad de la República, de un Estado Federal o de un Municipio, que como consecuencia de un accidente de tránsito sufre un daño en el patrimonio y el titular de la pretensión judicial obtiene su satisfacción sin haber litigado en la causa jurisdiccional. Como ejemplo de ello supongamos que, con motivo de un accidente de tránsito, se rompe la defensa de una autopista, se dañe un poste o se tumba el cableado. En estos casos la ley permite que la parte. afectada pueda presentar por ante el Juez de causa, antes de la sentencia definitiva de primera o segunda instancia, las probanzas, básicamente documentales, que comprueben la ocurrencia del daño y el monto de los mismos; y el tribunal, si llega la convicción que efectivamente hay responsabilidad de alguno de los participantes en el accidente, condena a éste al pago del daño material causado en el accidente de tránsito. La motivación de este trabajo de investigación y reflexión estriba en lo anormal del régimen en materia de: forma de participación del tercero en el proceso, control de las pruebas, sujeto activo, bien material amparado por la norma, modo de reclamo de la indemnización, sistema de establecimiento del valor real de los daños, oportunidad para el reclamo: ello justifica el análisis que se realiza. Forma de participación del tercero en el proceso. Lo extraordinario se presenta porque normalmente, para alguien que obtenga los beneficios de un proceso, deberá intervenir el mismo; para ello tendrá que hacerse parte. Y esto significa, sujetarse a las contingencias del proceso, someterse eventualmente al riesgo de una sentencia en contra e incluso a una condenatoria en costas. Entonces, en este caso, se permite que un ente que no ha litigado en el proceso, que no va a litigar nunca; simplemente acreditando ante el Juez, que él es propietario de un bien de titularidad pública, que ha sufrido daño como consecuencia de un accidente de tránsito, va a lograr que le indemnicen sin intervenir en el procedimiento, sin redactar el libelo contentivo de la demanda, sin promover o evacuar pruebas, simplemente acreditando ente el Juez que él es propietario de ese bien, que éste sufrió tales daños y acompañando un avalúo comprobatorio de los daños. Es pues anormal el modo cómo el sujeto activo, víctima de los daños ocasionados a un bien de su propiedad, obtiene el beneficio procesal derivado de una sentencia, sin haber litigado ni sujetado a las contingencias del proceso. Control de pruebas. Si se analiza con detalle que la comprobación de los daños llega al expediente sin que el juzgador ni las partes hayan controlado su creación y veracidad. Aquí se violenta el principio del derecho a la defensa, cuando se le impide al afectado por el fallo judicial controlar la creación, promoción y evacuación de la prueba con fundamento a la cual se le condena. Así las cosas, pensamos que aunque la Ley no lo dice, evidentemente que la otra parte, la parte afectada por la decisión del Tribunal, debería tener algún medio de control sobre la probanza de marras, tanto en su origen como en su trámite y desarrollo. Sujeto activo. Fijémonos en la circunstancia que el sujeto reclamante es calificado, se refiere la ley a un órgano público de naturaleza territorial (la república, Estado Federado e el Municipio). Por ello es menester definir qué se entiende por "...bienes de propiedad nacional, estada¡ o municipal...", por cuanto el titular de la pretensión es propietario de un bien de estas características. Pensamos que la ley se refiere sólo a bienes propiedad de estos entes, por cuanto aunque la expresión legal en análisis es vaga no podemos extender la titularidad activa a los entes descentralizados. Y debe ser así, porque crea un régimen de excepción y como tal sólo es posible interpretarlo en forma restringida, no amplia. Y ha de ser así porque enseña la hermenéutica jurídica que los sistemas de excepción, bien sean de preferencia o punitivos, por salirse de los cauces normales sólo admiten interpretación restringida, para evitar odiosos privilegios o discriminaciones. Lo que diferencia a los órganos públicos territoriales de los órganos públicos descentralizados, es que éstos no tienen como elemento calificador de su competencia un territorio previamente determinado, no se corresponden con una concepción física inmobiliaria; así, cuando uno dice municipio, estado federado o república, sabe que se refiere a un ente público que desarrolla su gestión dentro de unos determinados linderos. Al ente descentralizado se le identifica por la actividad, no por una porción geográfica. En conclusión, el sujeto activo sería la república, el estado federado o el municipio, no incluyendo a otros entes públicos, tales como institutos autónomos, fundaciones, empresas públicas, sociedades o asociaciones públicas. Bien material amparado por la norma: Por este análisis entendemos que la expresión normativa ciando se refiere a bienes propiedad de entes públicos territoriales, se deberá distinguir que estos órganos tienen regímenes distintos si se habla de bienes del dominio público o del dominio privado del órgano. Podemos distinguir entre bienes de dominio público o bienes del dominio privado del ente público. El elemento diferenciador está en la capacidad de disposición sobre el bien. Cuando el bien es del dominio público, el órgano público no lo puede disponer si no es desafectado, sacado del tratamiento especial que como dominio público tiene, como ocurre en el caso de los ejidos. El terreno ejido es por su naturaleza misma un bien afectado al régimen de servicio público, y como tal es un bien del dominio público del Municipio. No puede éste disponer de los ejidos cuando él quiera, sino que tiene que hacer un proceso de desafectación para sacarlo del carácter de bien del dominio público, y una vez desafectado el bien, es cuando él puede enajenarlo. En principio, los bienes del dominio público son no alienables, no son enajenables, o sea, no se pueden vender, no se pueden alienar, a menos que se les sustraiga del mundo del patrimonio del dominio público y se los lleve al del dominio privado. Por cuanto la ley no distingue, entendemos que el régimen del privilegio se hace extensivo a cualquier tipo de bien; calificando para ello sólo por el carácter del sujeto titular de la propiedad sobre el bien que ha sido dañado, con motivo de un accidente de tránsito. Modo de reclamo de la indemnización: La ley permite que el tercer pretensor de la indemnización entre al proceso cuando éste esté en su fase agónica. Así dispone: "...bastará que el representante legal (que sería el Síndico Procurador Municipal en el caso del Municipio, el Procurador del Estado, si nos referimos al Estado Federal y el Procurador General de la República en el caso de ésta) presente oficio razonado..."; (paréntesis nuestro) en la práctica sería como llevar al Juez un documento u oficio donde se le diga: Reclamo los siguientes daños, y que en un escrito razonado exprese: Mi representado reclama se le indemnice por un accidente que ocurrió en tal fecha y tal lugar, y hoy día en este tribunal está esa causa. Si se analiza con cuidado veríamos que ésta sería una reclamación que los abogados presentarían previa comprobación del requisito de la Litisdispencia, es decir, que haya un proceso judicial pendiente. Si no existe el proceso litispendiente no se podría reclamar el hecho dañoso. Sistema de establecimiento del valor real de los daños. Vinculado con el problema del control de la prueba está el modo como se lleva al juzgador la convicción sobre el monto real de los daños sufridos por el bien tutelado por el derecho. Es por lo antes referido, que pensamos que al conseguir el reclamado en juicio -sujeto pasivo de la pretensión del ente público- una reclamación de un monto determinado sólo por el reclamante, y que éste le está pidiendo un valor que estima exagerado, se le pudiera coartar su derecho a la defensa, por no poder establecer el valor real a su satisfacción, o por lo menos con su participación. La Ley no dice que esta valoración sobre el bien la hará el Juzgador o tribunal. Ante ese vacío se permite que se convierta en decisor y parte a la administración Pública, ya que es ella misma la que va a decir cuál es el monto del daño. Por ello, como esa prueba la leva al proceso la parte reclamante (en este caso: el Estado, la República o el Municipio) y no ha sido controlada por la otra parte, tenemos la convicción que, aunque el artículo no lo diga, se puede impugnar el avalúo, se puede negar su certeza y justeza, se impugnaría para que se determine realmente cuál es el valor del daño. Ello sería posible, en base al principio de la Contradicción Probatoria. Si ello no fuera posible, si no se pudiera contradecir tal valoración y la probatoria que le contiene, significaría que estar sujetos a que los organismos públicos demandaran las exorbitantes y no se pudiera lograr el pronunciamiento justo del órgano jurisdiccional. No obstante, llama bastante la atención, que el legislador no hubiere tomado algunas previsiones fundamentales, en estos casos. Por ejemplo, al legislador se le olvidó permitir expresamente el control de la prueba. Lo que debemos tener siempre presente, en estos casos, es el principio de la contradicción de la prueba, o sea, el derecho que tenemos de controlar la prueba. Y también el derecho que tenemos de impugnar una prueba que está relacionada con el derecho a la defensa. Si el Juez lo negare, apelaríamos; y si el superior lo negare, iríamos a casación y denunciaríamos la violación del artículo 15 del Código de Procedimiento Civil, con fundamento al ordinal 1 ° del Art. 313 ejusdem. Es decir, por menoscabo del derecho a la defensa, toda vez que no se nos permitió controlar la prueba. Ahora bien, aunque no lo dijo expresamente el legislador, debemos entender que este principio procesal está allí presente, y que en todo caso tenemos el derecho de hacer la contraprueba. Es necesario que esta norma se interprete según el sentido lógico de permitir que el eventual condenado al pago puede contradecir el monto reclamado. Oportunidad para el reclamo: Asimismo creemos que debe haber un límite temporal para el reclamo del ente público. Para poder garantizar el derecho a la defensa, al control de la prueba, ello debe ser así. Eso en razón de que si se hace la reclamación, verbigracia, en las conclusiones escritas, el reclamado quedará sin oportunidad para alegar y probar. Pensemos que los informes (conclusiones escritas, en el lenguaje de la Ley de Tránsito Terrestre) son la última etapa alegatoria y probatoria de las partes. Incluso Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia en su artículo 96 señala que los informes son: "...la última actuación de las partes en relación con la materia litigiosa que sea objeto del juicio...". Agréguese a ello que en el juicio de tránsito, no hay observaciones a los informes de la contraparte, como hay en el procedimiento ordinario. Como otra conclusión proponemos que la jurisprudencia conlleve al establecimiento de una oportunidad preclusiva para la presentación del reclamo de daños. Problemas probatorios que presentaría el derecho de impugnación al monto reclamado. Número de peritos que practicarían el nuevo peritaje. Cómo se contradice el documento que sirve de prueba a la reclamante. Partiendo del supuesto de ser cierta nuestra tesis de la impugnabilidad del monto reclamado, desembocaría el proceso en la apertura de una incidencia propia del artículo 607 del Código de Procedimiento Civil y la comprobación de los daños a través de su articulación probatoria. Aceptando este segundo supuesto, tendríamos un nuevo elemento para la interpretación: ¿Cuántos peritos realizarían la nueva pericia? Si aceptamos, para el supuesto', la aplicación de la ley especial o del código procesal general, la conclusión sería distinta. Por ello es interesante plantearse lo establecido en el Art. 81 de la Ley de Tránsito: "Las experticias se practicarán por un solo perito nombrado por el Juez, quien, al recibir el juramento de Ley le señalará el término dentro del cual deberá rendir su informe". Si hacemos prevalecer esta disposición, el nuevo avalúo lo realizará un solo perito; si por el contrario entendemos que se debería aplicar el código procesal, serían tres los peritos según dispone el artículo 556 del Código de Procedimiento civil. La razón de esta interrogante obedece a la siguiente forma de razonar: la norma está inscrita sobre un concepto de que las experticias se hacen sobre los vehículos. Si esto fuera verdad, si lo que dio a entender el legislador con esta norma fue que las experticias se pueden hacer por un solo perito cuando se trate de periciar a los vehículos, entonces tendríamos el derecho a decir que son tres, por cuanto el objeto dañado no es un vehículo: diríamos que éste no es el caso. Aquí el accidente de tránsito originó daños a bienes que son bienes vehiculares. En cambio, del otro lado existe otro razonamiento: No. Eso no es así. La norma está colocada allí por razones del principio de la brevedad procesal y para garantizar la celeridad en la experticia, se pide un solo perito. Ambas formas de razonamiento son lógicos. Como los principios procesales son ideas que acompañan al proceso desde su inicio hasta su conclusión, entendemos que la interpretación que hace prevalecer el principio de la economía y celeridad procesal es el acogible. Por ello creemos que sólo se designa un perito. Excepciones al control de la prueba. La aplicación del derecho permanente a la defensa nos puede conducir a escenarios como éste: el Procurador del Estado Carabobo presentó un oficio pidiendo que se le pague al valor de los daños causados por nuestro cliente a la autopista, en un accidente de tránsito. Los apoderados del demandado en la causa señalan que impugnan el valor reclamado, porque es exagerado, o porque la persona que está haciendo la experticia no es técnicamente capaz; o alegan que no pudieron controlar esa prueba, ésta está fuera de su control, y plantean que un principio básico de la probanza es que haya la contradicción, el derecho al control. Este principio admite algunas excepciones. Veamos: en el caso de las inspecciones extralitem, pruebas anticipadas, como en los justificados de testigo, si uno no la ratifica en el juicio esa prueba no tiene ningún valor. La excepción está prevista en el Art. 1.429 del Código Civil, cuando las circunstancias pueden cambiar por el transcurso del tiempo. Si una casa está a punto de caerse, y practicamos una inspección judicial ocular para dejar constancia del estado de deterioro que tiene, y la cosa después se cae, la inspección puede o podrá ser hecha de manera anticipada. Esto constituye un régimen de excepción porque normalmente las pruebas extralitem no tienen ningún valor en el proceso. Y decimos que existe la excepción cuando podemos acreditar que, si efectivamente no lo hacía en ese momento, después nos sería imposible por razones temporales. Por ejemplo: queremos demostrar que no hay siembra, y tengo que hacerlo con una inspección ahora, porque luego puede haber siembra. Entonces cuando el Juez recibe la prueba y expresa: no había siembra el primero de agosto, pero en este momento hay porque han transcurrido tres meses. Entonces, el Juez tiene que expresar su valoración. Para ello está facultado, según el artículo 1.430 del Código Civil. Entonces podrá decir: LO VALORO O NO VALORO, según su sana crítica. La otra excepción es el retardo perjudicial, que es la evacuación de una prueba anticipada, extralitem mediante un proceso judicial contencioso. La otra parte asiste en forma a la evacuación de la prueba No es en verdad una excepción al control, sino una prueba controlada. El retardo permite la evacuación de todo tipo de prueba, con la excepción de la confesión. Podemos promover la evacuación de la prueba antes del juicio, a través de esta figura, prevista en el Código de Procedimiento Civil, en su artículo 813. Formas de la contraprueba. Ahora bien, volviendo al caso anterior del Procurador, si él demanda eso, y el contestamos: impugnamos ese valor, debemos analizar que lo que él está llevando al proceso es un documento privado, y en consecuencia, los documentos privados (procesalmente hablando), simplemente se les puede hacerla contraprueba o se les tacha de falsedad. En otras palabras, se puede probar lo contrario con una prueba igual o distinta. En cambio, un documento público sólo puedo atacarlo por la vía de la tacha (Arts. 1.380 y 1.381 C = Código Civil). En el caso del documento que acredita el Procurador del Estado, es un documento privado, impugnable de manera simple. Preguntemos: ¿Estará el Juez obligado a aplicar el Art. 81 de la Ley de Tránsito? Es decir, esa norma que establece que se practicará por un solo perito. Nos preguntamos: ¿El simple hecho de comprobar mediante otra prueba que no es cierto el valor dinerario reclamado, cómo una declaración de un perito testigo haría innecesaria la prueba pericial? Pensamos que el Juez puede decidir con cualquier medio probatorio. Es decir, no es impretermitible la prueba pericial. Se resuelve la duda dando cabida a la libertad probatoria del 'proceso civil venezolano. (Artículo 395 del Código de Procedimiento Civil) Recursos jurisdiccionales contra la decisión judicial. Contra el fallo judicial de la primera instancia procede el recurso de apelación, según el artículo 288 del código procesal, y de la sentencia del tribunal a quem procedería, dados sus supuestos de apertinencia, el recurso de casación. El principio solve et repete previsto en la Ley de Transito Terrestre-aspecto crítico en la labor legislativa y en el aspecto sustantivo El artículo 100 de la vigente Ley de Tránsito Terrestre prevé: "Ningún trámite ante las autoridades administrativas del tránsito podrá ser realizado sin la previa cancelación de las multas y derechos pendientes". (Negrillas nuestras) Tal disposición contiene el principio jurídico conocido como "solve et repete", según el cual el administrado no podrá impugnar ni recurrir de alguna resolución administrativa que le haya sancionado con el pago de suma de dinero, bien sea por concepto de multas, recargos y/e intereses. Sobre el principio en análisis existen algunas zonas obscuras. Se le confunde, a veces con la problemática de la suspensión de los efectos del acto administrativo, como se prevé en el artículo 87 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos. En tal sentido, y con el objeto de precisar la función y características de la figura, transcribimos parte del trabajo de postgrado de la Abogado Yasseida Gabriela Moreno Bastidas, denominado: "Investigación sobre algunos aspectos del proceso contencioso-administrativo: La suspensión de efectos de los actos administrativos. El principio `solve et repete'. "Análisis jurisprudencial", quien en su investigación documental expone: ..."Del estudio de la misma norma legal se deducen las características y los requisitos exigidos para decretar la suspensión de efectos del acto administrativo que se impugna, de allí que se califica como una consecuencia de la admisión; por lo que, desarrollando la distinción entre la 'suspensión de efectos' y el llamado 'solee et repete', se encuentra que la suspensión de efectos puede considerarse en forma genérica, como una consecuencia de la admisión del recurso contencioso-administrativo de nulidad, en tanto que, en principio, el 'solve et repete' constituye un requisito de admisibilidad de las acciones contencioso-administrativas. "En efecto, cierta categoría de actos administrativos (como veremos más adelante) ante la variedad de efectos de los que son susceptibles, se hacen potencialmente acreedores dula medida de suspensión de efectos, que no constituye sino una excepción al principio `favor acti' según el cual el acto administrativo obliga por sí y la administración puede ejecutarlo directamente o con independencia de cualquier decisión o intervención de autoridad judicial, salvo en este último caso que una disposición legal especialmente lo estableciera, ello con base a la presunción de validez y fuerza obligatoria que tienen los actos administrativos, produciendo todos sus efectos desde el momento de su emisión o desde que él mismo lo disponga. "Entonces, como consecuencia de la admisión de un recurso contencioso o administrativo y cumpliendo con las exigencias legales previstas, puede decretarse la suspensión de efectos del acto impugnado. Que es una excepción al principio no suspensivo' del que gozan los actos administrativos con fundamento a la ejecutividad y ejecutoriedad que tienen los mismos conforme a las normas legales y a la presunción de legalidad y legitimidad que poseen. El 'solve et repete', señalé anteriormente que 'en principio' constituye un requisito de admisibilidad ...omissis... Retomando el punto a considerarse en esta oportunidad, puedo concluir que entre la Suspensión de Efectos y el Solve et Repete existen diferencias como: "Genéricamente la Suspensión de Efectos es una consecuencia de la admisibilidad del recurso de nulidad, mientras que, el principio Solee et Repete está calificado como un requisito de admisibilidad que aún cuando hoy día su aplicación no dependerá de la interpretación que el juez haga en el caso concreto que esté sujeto a su consideración, ello no descalifica su naturaleza jurídica. En este mismo orden de ideas se puede decir que es perfectamente posible que se solicite y consecuencialmente se decrete la suspensión de efectos del acto administrativo impugnado en un juicio de nulidad, lo que es discutido en la actualidad es la negativa del juez contencioso •administrativo de admitir un recurso de nulidad por incumplimiento del requisito 'Solee et Repete", ya que aún cuando está vigente la norma legal que lo consagra, la Sala Político administrativa de la Corte Suprema de Justicia ha resuelto en distintas ocasiones, no exigir el cumplimiento de 'Solee et Repete' por considera inconstitucional tal exigencia, ya que es violatoria del derecho a la defensa consagrado en el artículo 68 de la Constitución Nacional." Aún cuando diferentes decisiones son tomadas en virtud del control difuso de la constitucionalidad que realiza el juez al aplicar con preferencia la norma constitucional, absteniéndose de aplicar las normas legales o reglamentarias que considera violatorias de la constitución, es decir, son decisiones particulares, y como tales, sólo surten efectos entre las partes, por no ser el resultado de una acción de inconstitucionalidad, carece de efectos 'ergs omnes', ello no desestima que tal decisión sea invocada en otros casos similares que se sigan ante los demás tribunales contencioso-administrativos como doctrina para fundamentar la no aplicación del solve et repete como requisito de admisibilidad del recurso contencioso de nulidad". Desde hace cierto tiempo la doctrina y la jurisprudencia europea, concretamente la española e italiana, han venido destacando que tal principio afecta el derecho de la defensa. En nuestro país, la Corte Suprema de Justicia se ha inclinado sobre la improcedencia de la aplicación de tal principio, en sentencia del 24 de octubre de 1990, en la cual la Sala Político Administrativa estableció: "El artículo 137 de la Ley Orgánica de Aduanas consagra, ciertamente, el principio "solve et repete"; condiciona. en efecto, la posibilidad de apelación, al afianzamiento previo. En tanto, observa la Corte, que el artículo 68 de la Carga Magna postula, con ejemplar criterio de amplitud, el derecho universal a la defensa, cuando confiere rango constitucional al acceso sin limitaciones económicas, de los justiciables ante los órganos de la administración judicial para lograr la tutela de sus derechos e intereses; garantía fundamental que pretendiera limitarla o desvirtuarla en su propia esencia. Los términos de la norma de rango superior son, sin lugar a dudas, contundentes: "Todos pueden utilizar los órganos de la administración de justicia para la defensa de sus derechos e intereses, en los términos y condiciones establecidas por la ley, la cual fijará normas que aseguren el ejercicio de este derecho a quienes no dispongan de medios suficientes. Y añade en párrafo separado: "La defensa es derecho inviolable en todo estado y grado del proceso". En tales circunstancias, observa la Sala, la inmotivada restricción (derivada del principio solve et repete), constituiría una declaración precaria del legislador que debe ser desatendida por el Juez vista su inconstitucionalidad. Parece sin embargo este criterio, contrario a jurisprudencia anterior de la propia Corte, en Pleno (sentencia del 15-10-85 y del 26-10-88). Se refieren empero, estos precedentes, a leyes distintas de la que es objeto del presente análisis y, al menos por ello, ciertamente no atan hoy a la Sala en virtud de la cosa juzgada que, como es sabido, se extiende sólo al dispositivo y no a la parte motiva de la sentencia, salvo en cuanto ésta se encuentre esencialmente ligada aquél, en el caso decidido. En efecto: La primera de las sentencias citadas, decidió un recurso de inconstitucionalidad intentado por C.A. Dianamen exclusivamente contra el artículo 221 del Código Orgánico Tributario (parágrafos Segundo, Tercero y Cuarto), una disposición transitoria que impone sólo la carga, en los recursos intentados antes de la fecha de entrada en vigencia del Código, de mantener las garantías ya otorgadas. Resulta obvio entonces que tal exigencia no hiere el contenido constitucional del derecho de defensa en cuanto no restringe el acceso a la justicia: exige el mantenimiento de las garantías a quienes ya las han otorgado, es decir, a aquellos a quienes la exigencia del "solve et repete" declara contraria a la Constitución por el legislador, no les impidió sin embargo ejercer el recurso administrativo. Y la segunda de las señaladas sentencias, también puso fin a un proceso de inconstitucionalidad, dirigido contra la misma disposición del Código Orgánico Tributario (artículo 22), Parágrafo Segundo); el numeral 16 del artículo 136 de la Ley Orgánica de Régimen Municipal (corresponde al Concejo Municipal: "16. Conocer en apelación, previo depósito a fianza, de acuerdo con las disposiciones legales respectivas, de las decisiones que en ejercicio de sus atribuciones legales dicten el Administrador y demás funcionarios municipales)"; y sobre sendas disposiciones de un conjunto de ordenanzas emanadas de diversos Concejos Municipales. En cuanto al artículo 136, numeral 16, de la Ley Orgánica citada, observa la Corte que fue derogado, y que la vigente Ley no prevé ya el "solve et repete" ("Artículo 74. Corresponden al Alcalde, como jefe de la rama ejecutiva del Municipio, las funciones siguientes: ...omissis... 10°. Conocer en apelación las decisiones que en ejercicio de sus atribuciones, dicten los Directores y demás funcionarios, según los procedimientos establecidos en las ordenanzas"), lo cual denota la mayor y progresiva acomodación del legislador a las exigencias del artículo 68 de la Constitución y a la real naturaleza del principio auto tutela de la Administración, en el cual se ha pretendido sustentar el "solve et repete ". Se revela, en efecto, el principio como una indebida restricción legal al derecho constitucional de la defensa, consagrado en el artículo 68 de la carga magna, que si bien remite al legislador la regulación y concreción de la garantía, no deja en sus manos la esencia de la misma, pues eso sería desnaturalizar la consagración directa por nuestra ley fundamental de un conjunto de derechos (que lo son en la medida en que pueden exigirse a un sujeto concreto -obligadoacudiendo a la autoridad de un Juez u "órgano de la administración de justicia") intangibles, y destruir de esta manera nuestro peculiar sistema constitucional en el que incluso cada Juez (control difuso) puede declarar, en un caso concreto, que ha de atenderse preferentemente a la exigencia que la propia Constitución consagra y no a las exigencias que la propia Constitución consagra y no a la contraria que una ley pretenda imponer. Tal es, asimismo, la enseñanza de la doctrina más autorizada e igualmente lo ha dejado sentado la jurisprudencia extranjera: "Con vista de todo lo expuesto y analizado, dado que en Venezuela el control difuso de la constitucionalidad es un principio general de Derecho (por lo demás, recogido en el artículo 20 del Código de Procedimiento Civil), este supremo tribunal, en la Sala Político-Administrativa, reconoce expresamente -y así lo declara formalmente- la preferente aplicación del artículo 68 de la Constitución sobre los artículos 137 de la Ley Orgánica de Aduanas y 462 de su Reglamento; texto - legal y reglamentario- que, en cuanto condicionan económicamente el acceso de los particulares al Poder Judicial, constituyen una violación flagrante del derecho a la defensa, garantizado por la transcrita norma constitucional. En virtud de la cual, se abstiene la Sala de aplicar los señalados artículos al caso de autos, y así lo declara igualmente. En esa oportunidad, los doctores Cecilia Sosa Gómez y Pedro Alid Zoppi, salvaron su voto, haciendo argumentación sobre el carácter no inconstitucional del principio en análisis. Así el último de los magistrados mencionados expuso: ... "El Magistrado Pedro Alid Zoppi, disiente del criterio sustentado por sus colegas de la mayoría y, como consecuencia, salva su voto por los motivos que, a continuación, pasa a exponer, así: "En la sentencia de la que disiento, se ordena no aplicar el artículo 137 de la Ley Orgánica de Aduanas por considerar que contraría la garantía constitucional del derecho a la defensa establecido en el artículo 68 de la Constitución, todo ello en virtud del control difuso establecido en el artículo 20 del Código de Procedimiento Civil, por lo que considera aplicable la norma constitucional. `Ahora bien, ya la Corte en Pleno (sentencia del 15-5-85 y 26-1088) tuvo la oportunidad de decidir expresamente que el principio conocido como salve et repete no atenta contra el derecho a la defensa establecido en el artículo 68 de la Constitución, y aun cuando esos fallos se contraen a leyes distintas, constituyen un criterio sentado por este Alto Tribunal y que, para el disidente, ha debido seguirse en el presente caso de la Ley Orgánica de Aduanas y su Reglamento, por lo que acogiendo este criterio -que me permito ratificar- la solución era no negar la aplicación a las normas que convienen al caso de autos; y si bien es cierto que la tendencia legislativa es eliminar tal principio, pues debe aplicarse mientras el mismo legislador no lo derogue expresamente, tal como ya lo hizo en otras materias. `Además, conforme al artículo 68 de la Constitución, todos pueden utilizar los órganos de la administración de justicia `en los términos y condiciones establecidas por la Ley', por lo cual no se trata de una garantía absoluta, sino que se haya limitado por las restricciones o salvedades legales; una de las cuales es -precisamente- el llamado solve et repete que se impone como requisito para poder recurrir, en cuya virtud estima que no existe la colisión establecida en el fallo. Y es que no se trata de la defensa `como derecho inviolable en todo estado y grado del proceso', sino de condiciones para la admisibilidad de una acción o recurso, perfectamente establecidos porque así lo permite el propio artículo 68"... Como se observa, la Corte desde la fecha indicada se ha hecho partícipe del criterio de ser inconstitucional cualquier norma que en el país limite la posibilidad de alegatos, pruebas y de acceso a instancias superiores, so pretexto de la necesidad de pagar el concepto dinerario mismo impugnado por la parte a la cual se le niega el ejercicio del derecho. Pese a que la sentencia ha sido reiterada, y que supone la tendencia jurisdiccional, se observa cómo la nueva Ley de Tránsito Terrestre, puesta en vigencia en febrero de 1997, prevé este principio, declarado inconstitucional por el máximo órgano de la administración de la justicia y contralor de la legalidad de los actos legislativos. Pareciera ser, que no existe en el país conocimiento por parte del Congreso de la República de la jurisprudencia del máximo Tribunal de la misma ni de las tendencias doctrinarias sobre los tópicos que se plantean. En la forma como está redactada la norma, no deja lugar a dudas que los recurrentes en el área administrativa del tránsito, son constreñidos al pago, y de no dar cumplimiento a esta obligación se les cierra el acceso a alegato, pruebas y recursos. El carácter general de la redacción al expresar "ningún trámite", implica la voluntad legislativa que se supone se inicia con el primer acto en el cual interviene el sancionado, el cual es, entre otros, el previsto en el artículo 98 de la misma ley, que establece: "Las multas a que se refiere esta Ley, deberán ser canceladas en la respectiva oficina receptora de fondo dentro del plazo establecido de treinta (30) días hábiles contados a partir de la notificación; vencido el plazo se causarán intereses de mora, sin necesidad de requerimiento previo de las autoridades administrativas de tránsito desde la fecha de su exigibilidad hasta la extinción total de la deuda. La fijación de la tasa de interés de mora, se hará conforme al Código Orgánico Tributario". La misma ley, cuando se refiere a las sanciones administrativas, derivadas de accidentes de tránsito, señala que en los casos que el accidente de tránsito produzca daños materiales, se deberá notificar al presunto infractor, y éste deberá comparecer al tercer día hábil siguiente, oportunidad en la cual se le exigirá el cumplimiento de la obligación del artículo 100, para que pudiese ejercer sus derechos en sede administrativa. Los artículos 68 y 69 de la citada ley, prevén: Artículo 68: El acto de imposición de la sanción, deberá contener la citación del infractor para que comparezca al tercer día hábil siguiente a su citación ante la autoridad administrativa del tránsito terrestre que le impuso la sanción. Si la citación personal no fuere posible, será suficiente que la boleta sea entregada en la dirección que consta en el Registro de Conductores, lo cual se comprobará con el recibo firmado por quien la haya recibido, de conformidad con el artículo 73 de esta ley. En este caso, el lapso para la comparencia comenzará a correr una vez que conste en el expediente administrativo las diligencias practicadas. Artículo 69: Una vez citado el presunto infractor y que éste compruebe el pago de la multa antes o en la oportunidad fijada para la comparecencia, se dará por concluido el procedimiento administrativo. Se desprende del último artículo trascrito, la voluntad de la ley de obligar al pago previo al ejercicio de los derechos del ciudadano. En conclusión, en nuestra opinión, la norma contenida en el artículo 100 de la ley de marras, es violatoria del derecho a la defensa, contenido en el artículo 68 de la Constitución Nacional, y debería el funcionario administrativo abstenerse de dar aplicación a la disposición, por cuanto viola un principio fundamental del proceso administrativo y judicial de rango constitucional. En tal sentido proponemos que se interprete que el artículo 20 del Código de Procedimiento Civil (control difuso de la Constitución), tiene un radio de acción que se extiende hasta los funcionarios administrativos, no solamente a las jurisdiccionales, y en consecuencia podrán aquellos aplicar preferentemente la norma constitucional y desaplicar la que en nuestra opinión viola normas constitucionales, específicamente el derecho a la defensa. Esto no es extraño que tenga efectiva aplicación en la administración pública; así ocurrió cuando regentamos la Dirección de Hacienda de la Alcaldía del Municipio Valencia, donde practicábamos la eliminación del principio solve et repete, en cumplimiento de nuestro deber como funcionarios públicos y estudiosos del derecho. Bibliografía consultada ⇒ ARAUJO J., José: Principios Generales del Derecho Procesal Administrativo. Editorial Vadell Hermanos. 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