BREVE ENSAYO SOBRE EL DESCONOCIMIENTO DEL MANDATO POPULAR DE ALCADES POR LA SALA CONSTITUCIONAL José Ignacio Hernández G. Profesor de Derecho Administrativo en la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Católica Andrés Bello. Director del Centro de Estudios de Derecho Público, Universidad Monteávila Proponemos en este breve ensayo una lectura de las sentencias de la Sala Constitucional que han derivado en el desconocimiento del mandato popular de Alcaldes, a partir del derecho a la libre participación ciudadana (artículo 62). Ese derecho entronca con la fundamentación liberal de nuestro Derecho Público, que no es otra que la asunción del principio de representación como técnica de garantía de la libertad frente a los abusos del poder. En especial, el mandato popular de los Alcaldes se relaciona con el principio federal, que junto con el principio de representación, forma parte de esa fundamentación liberal de nuestro Derecho Público. Por ello, más que un análisis detenido de las múltiples aristas jurídicas que este caso presenta1, aquí se asume, como ensayo, la propuesta de reinterpretar algunas de las normas jurídicas relacionadas con este caso, precisamente, desde la óptica del principio constitucional de representación, en el marco de la cláusula del “Estado federal descentralizado” establecido en los artículos 4 y 158 de la Constitución. I. DE CÓMO LA SALA CONSTITUCIONAL DICTÓ ÓRDENES DE AMPARO RELACIONADAS CON PRESUNTAS OMISIONES DE ALCALDES, EN MENOSCABO DE LA AUTONOMÍA MUNICIPAL El caso que se analiza, como es sabido, se inició a propósito de dos acciones de “defensa de intereses colectivos” presentadas por personas que alegaban la violación de diversos derechos (como el 1 Análisis, por lo demás, que ya se ha adelantado en las distintas ponencias de este Libro, en especial, por los aportes del Profesor Brewer-Carías. 2 derecho al libre tránsito, por ejemplo) en ciertos Municipios2. Según los demandantes, tales violaciones derivaban de la supuesta inactividad de los Alcaldes en atender a las situaciones de protesta que implicaban cierres de calles3. En sentencias Nº 136 y 137, de 17 de marzo de 2014, la Sala Constitucional admitió las acciones intentadas. Al pronunciarse sobre las medidas cautelares que habían sido solicitadas, la Sala, de oficio, consideró que en realidad la medida pertinente era el amparo cautelar, con base en el artículo 3 de la Ley Orgánica de Amparo. El mandato de amparo cautelar consistió en cinco órdenes, que por indeterminadas, son de imposible cumplimiento: “1. Realicen todas las acciones y utilicen los recursos materiales y humanos necesarios, a fin de evitar que se coloquen obstáculos en la vía pública que impidan el libre tránsito de las personas y vehículos; se proceda a la inmediata remoción de tales obstáculos y se mantengan las vías y zonas adyacentes a éstas libres de residuos y escombros y de cualquier otro elemento que pueda ser utilizado para obstaculizar la vialidad urbana; 2. Cumplir con su labor de ordenación del tránsito de vehículos a fin de garantizar un adecuado y seguro desplazamiento por las vías públicas de sus municipios; 2 La primera acción fue interpuesta el 5 de marzo de 2014, respecto de los Municipios Baruta y El Hatillo. La segunda acción, ejercida el 7, se relacionó con el Municipio San Diego. 3 En ninguna de las dos demandas la Sala Constitucional era el Tribunal competente, pues no se trataba de demandas de intereses difusos de alcance nacional. Sin embargo, la Sala Constitucional concluyó que las pretensiones deducidas “requieren de tutela especial por parte de la Sala Constitucional”. Por ejemplo, en la sentencia Nº 136, al admitir una de esas acciones, se señaló que “esta Sala observa la relevancia constitucional que tienen los derechos constitucionales que se denuncian vulnerados por parte de los presuntos agraviantes, los cuales pueden vincularse, en este caso, a intereses jurídicos de especial importancia como la alimentación, salud, la vida (en la demanda se alude expresamente al derecho a la vida) y la libertad de tránsito, por lo que la Sala estima que el asunto de autos posee la característica a la que se refieren los citados dispositivos contenidos en la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, que atribuyen competencia a esta Sala”. La “relevancia constitucional” no es un parámetro de competencia en la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia. 3 3. Velar por la protección del ambiente y el saneamiento ambiental, aseo urbano y domiciliario; 4. Girar las instrucciones necesarias en sus respectivos cuerpos de policía municipal, a fin de dar cumplimiento efectivo a lo previsto en el artículo 44 de la Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional Bolivariana; y, en este sentido, 5. Desplegar las actividades preventivas y de control del delito, así como, en el ámbito de sus competencias, promover estrategias y procedimientos de proximidad con las comunidades de sus espacios territoriales, a fin de lograr la comunicación e interacción con sus habitantes e instituciones locales con el propósito de garantizar y asegurar la paz social, la convivencia, el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de la ley” Las órdenes son, se insiste, indebidamente amplias. No se indicó qué específicas conductas debían ser realizadas por los Alcaldes. En muchos casos, además, las órdenes se limitaron a reproducir competencias genéricas del Municipio, como por ejemplo, “cumplir con su labor de ordenación del tránsito” o “velar por la protección del ambiente y el saneamiento ambiental, aseo urbano y domiciliario”. Más grave todavía, la orden relacionada con la actuación de la policía municipal omitió considerar las restricciones existentes para la intervención de esa policía en prevención de protestas. Así, en el marco de la Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional Bolivariana, se ha establecido que la prevención de manifestaciones es competencia privativa de ciertos cuerpos de seguridad, estableciéndose de manera específica que la policía municipal no puede adquirir equipos destinados a la prevención del orden público en manifestaciones o protestas. Los estándares globales de protección de derechos humanos impiden que policías armadas 4 participen en el control de manifestaciones, pues ese control solo puede ejercerse por medio de armas no letales4. La imprecisión de esas órdenes implicaba una injerencia indebida en la autonomía municipal constitucionalmente garantizada (artículo 178 de la Constitución). En suma, calificar el cumplimiento o incumplimiento de esas órdenes quedaba a la subjetiva valoración de la Sala Constitucional. Un dato particularmente grave, pues como la propia Sala recordó al dictar esas órdenes, el incumplimiento a esas órdenes podía implicar incurrir en el delito de desacato, de acuerdo con el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo. En todo caso, el cumplimiento de esas órdenes constituía una obligación de medios, no de resultados. Así quedaba claro en la primera orden, de acuerdo con la cual los Alcaldes debían realizar “todas las acciones (…) a fin de evitar que se coloquen obstáculos en la vía pública”. La sola existencia de obstáculos en vías derivados de protestas, era insuficiente por ello para calificar el incumplimiento de las órdenes de amparo. El panorama anterior se agravó todavía más, cuando la Sala Constitucional decidió ampliar los efectos de las órdenes de amparo –y con ello, del juicio principal en el caso de los Municipios El Hatillo y Baruta- a otros Municipios, incluyendo el Municipio San Cristóbal. La sentencia Nº 137/2014, de 17 de marzo, consideró así que “del planteamiento presentado por los terceros intervinientes, además por hecho notorio, público y comunicacional esta Sala tiene conocimiento que en los municipios Chacao del estado Miranda; San Cristóbal del estado Táchira; Diego Bautista Urbaneja del estado Anzoátegui; y Maracaibo del estado Zulia, desde hace más de un mes se está dando una situación idéntica a la denunciada en la presente demanda (…)”. 4 De conformidad con Normas para la adquisición, posesión, uso, registro y control de armamentos, municiones, equipos y accesorios para los Órganos de Seguridad Ciudadana, Cuerpos de Seguridad del Estado y demás Órganos y Entes que excepcionalmente ejerzan competencias propias del Servicio de Policía (Gaceta Oficial Nº 39.627 de 2 de marzo de 2011) y las Normas sobre la actuación de los Cuerpos de Policía en sus diversos ámbitos políticos territoriales para garantizar el orden público, la paz social y la convivencia ciudadana en reuniones públicas y manifestaciones (Gaceta Oficial Nº 39.658 de 18 de abril de 2011), el control de orden público supone el uso de armas y equipos no letales, como las bombas lacrimógenas. De acuerdo esas Normas, se prohíbe “el uso de equipos y vehículos para control de orden público, por parte de las Policías Municipales”. Por ello, esos cuerpos “no portarán ni usarán armas de fuego en el control de reuniones públicas y manifestaciones pacíficas”. 5 II. LA INCONSTITUCIONAL DESACATO DECLARATORIA DEL De acuerdo con el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo, el incumplimiento del mandamiento de amparo puede constituir un delito penal, conocido como “desacato”. Pacíficamente desde el año 1995 se venía interpretando que el Juez de amparo no puede calificar el desacato, pues esa materia solo puede ser conocida por Jueces penales, en el marco de las normas procesales penales. La Sala Constitucional había ratificado ese criterio en fecha reciente, como se desprende de su sentencia N°1013/2012. Allí, reiterando un fallo de 2007, indicó que “al alegarse el incumplimiento del mandamiento de amparo constitucional dictado por el Juez, conforme al artículo 31 ejusdem, el Tribunal que actuó en la causa, no es el competente para realizar la calificación jurídica del mencionado incumplimiento”5. La Sala Constitucional, sin embargo, decidió separarse de esa doctrina, creando un trámite contrario, por un lado, al derecho al Juez penal y, por el otro, al derecho al debido proceso. En efecto, en el caso de la Alcaldía del Municipio San Diego (cuyas órdenes están contenidas en la sentencia Nº 136, citada), la Sala, presumiendo el incumplimiento de las órdenes de amparo, sin explicar con claridad en qué consistía esa presunción, (i) asumió la competencia para declarar el delito de desacato y (ii) creó un procedimiento que, en realidad, consistía en una sola audiencia, dentro de la cual se decidiría si había o no desacato, incluso, para declarar la pena establecida en el precitado artículo 31. Así, la sentencia de la Sala Constitucional Nº 138/2014 de 17 de marzo, consideró lo siguiente: “Visto que en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales no está contemplado procedimiento alguno para la valoración preliminar del 5 El profesor Antonio Silva, a quien debemos el dato de esta sentencia, insiste en la fecha en la cual el criterio fue mantenido, pues contradice la tesis de la Sala según la cual, la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia de 2010 había modificado el procedimiento aplicable al proceso de amparo. Luego volveremos sobre este aspecto. 6 posible incumplimiento de un mandamiento de amparo a efectos de su remisión al órgano competente. Visto que, conforme con lo señalado en el artículo 98 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, cuando en el ordenamiento jurídico no se preceptúe un proceso especial a seguir se aplicará el que exclusivamente las Salas de este Alto Tribunal juzguen más conveniente para la realización de la justicia, siempre que tenga fundamento legal. Esta Sala, para determinar el presunto incumplimiento al mandamiento de amparo cautelar decretado, estima que el procedimiento que más se adecúa para la consecución de la justicia en el caso de autos es el estipulado para el amparo constitucional, por lo que, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 26 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, se convoca al ciudadano Vicencio Scarano Spisso, Alcalde del municipio San Diego del Estado Carabobo; y al ciudadano Salvatore Lucchese Scaletta, Director General de la Policía Municipal de San Diego del Estado Carabobo, a una audiencia pública que se celebrará dentro de las noventa y seis (96) horas siguientes a que conste en autos su notificación, para que expongan los argumentos que a bien tuvieren en su defensa” Tal razonamiento no solo viola antecedentes de la propia Sala y la Ley Orgánica de Amparo. Además, viola la Constitución. Así, por un lado, la Sala Constitucional no es el tribunal competente para conocer del delito de desacato, pues su competencia de circunscribe a ejecutar la sentencia, como debe hacerlo todo juez, pero nunca a calificar un delito penal. De otro lado, tampoco puede ser declarado el delito de desacato en el marco de un procedimiento no establecido en la Ley, que al margen del derecho a la defensa y a las garantías mínimas del juicio penal, reduzca toda la defensa a una simple audiencia, por aplicación del juicio de amparo. Por si fuera poco, es igualmente falso que este “procedimiento” aplicaba como consecuencia de los cambios producidos por la Ley Orgánica del 7 Tribunal Supremo de Justicia de 2010, pues como vimos, luego de esa Ley, la Sala mantenía el criterio conforme al cual no puede el Juez de amparo calificar el delito penal de desacato (sentencia N°1013/2012). Si en algo influyó esa Ley, , es que ha debido asumirse la tesis – favorable a la libertad personal- de acuerdo con la cual el delito de desacato, para el caso de las órdenes dictadas por el Tribunal Supremo de Justicia, quedaba desplazado a favor de la aplicación del artículo 122 de esa Ley, que establece el ilícito administrativo por desacato de decisiones de las Salas. En todo caso, la Sala Constitucional reiteró su interpretación, ahora, para el Alcalde del Municipio San Cristóbal. Recodemos que al Alcalde de ese Municipio se le extendieron las órdenes de amparo por sentencia Nº 137/2014, del 17 de marzo. Pues bien, mediante sentencia Nº 150/2014 de 20 de marzo, la Sala presumió el desacato y convocó una audiencia. Con tal proceder, la Sala Constitucional cometió una violación adicional a la Constitucional que menoscaba la autonomía municipal. Para acreditarlo, debe prestarse atención a las fechas. La extensión de las órdenes de amparo al Alcalde de San Cristóbal se realizó el 17 de marzo, y el día 18 tal decisión habría sido notificada. Apenas dos días después, el 20, la Sala presumió– imprecisamente- el incumplimiento de las órdenes de amparo. El detalle, que la Sala Constitucional obvia en su decisión Nº 150/2014, es que el Alcalde de San Cristóbal sólo estuvo en ejercicio directo del cargo el 18, pues el día siguiente, miércoles 19, viajó a Caracas, siendo detenido la noche de ese día (por hechos distintos al supuesto desacato)6. Es decir, que cuando la Sala presumió, el día 20, que el Alcalde había desacatado las órdenes de amparo, en realidad, el Alcalde ya se encontraba detenido. Materialmente es imposible que un Alcalde detenido desacate órdenes de amparo que solo pueden ser cumplidas por él. III. 6 EL DESCONOCIMIENTO DEL MANDATO POPULAR DE LOS ALCALDES AL ACORDERSE SU PRISIÓN Y El Alcalde de San Cristóbal fue detenido el 19 en la noche por funcionarios del SEBIM. Véase El Universal, 19 de marzo de 2014. http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/protestasen-venezuela/140319/daniel-ceballos-fue-detenido-por-agentes-del-sebin-en-caracas [Consulta 15.04.14]. 8 CALIFICARSE UNA AUSENCIA ABSOLUTA QUE NO EXISTÍA Hasta ahora hemos relatado irregularidades que, de por sí, constituyen violaciones a la Constitución. Tales violaciones, además, suponen la injerencia indebida de la Sala Constitucional en asuntos propios de la vida local, que como tal, forman parte de la autonomía constitucionalmente garantizada de los Municipios en el marco de la descentralización protegida por la Constitución. Además, ahora comentaremos cómo la Sala violó el artículo 62 constitucional. La audiencia en el caso del Municipio San Diego se realizó el 19 de marzo, al término de la cual se acordó el desacato y se impuso pena de prisión, publicándose luego la sentencia Nº 245/2014 el 9 de abril. El 25 de marzo se realizó la audiencia en el caso del Municipio San Cristóbal, adoptándose la misma decisión. La sentencia fue publicada, bajo el número Nº 263/2014, el 10 de abril. En ambos casos, además, y de manera inconstitucional, la Sala declaró la ausencia absoluta de los Alcaldes condenados. Repasamos las violaciones a la Constitución que derivan de las sentencias Nº 245 y 263: .- En primer lugar, la Sala Constitucional, desconociendo su propia doctrina y en violación al derecho al juez natural, asumió la competencia para declarar el delito de desacato e imponer penas privativas de libertad. Para tratar de justificar ello, la Sala Constitucional, contradictoriamente, consideró que el desacato “carece” de contenido penal, al tratarse de una figura propia de la coacción que puede ejercer todo Juez para ejecutar sus decisiones: “Al respecto, corresponde tener en cuenta que esa norma sancionatoria (1) está ubicada en una ley de protección de derechos y garantías constitucionales que carece de carácter penal, (2) en la que no existe un aparte dedicado a ilícitos penales, (3) en la que ni esa disposición sancionatoria ni ningún otro precepto del ordenamiento jurídico la califica como tal y (4) en la que no se indica la autoridad judicial que impondría la sanción ni el procedimiento para ello, además de que (5) existen normas y sanciones similares en el sistema 9 legal patrio que también protegen la correcta marcha de la administración de justicia (entre otros bienes e intereses jurídicos) y que aplica directamente el juez o jueza que lleva el proceso o que ha dictado un mandato (como ocurre en el presente asunto), con independencia de la competencia material del mismo (como la prevista en el artículo 28 de la misma Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, entre otras, vid. infra), además de distintas características objetivamente comprobables que sustentan lo aquí afirmado y que serán explicitadas de seguidas” (destacado en original). Es decir, para la Sala Constitucional, el desacato de amparo es una especie de medida disciplinaria, una suerte de “coacción” que no reviste carácter penal. No compartimos tal conclusión7. Así, el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo regula un ilícito cuya consecuencia es una pena privativa de libertad, en concreto, de prisión. Por ello, ha sido considerado tradicionalmente como un delito penal, y no como una falta administrativa. La interpretación de los artículos 44 y 49 de la Constitución, en el sentido más favorable a la libertad personal, debe apuntar a que toda pena privativa de libertad, con independencia de su denominación, es siempre una pena penal, sujeta por ende a las garantías sustantivas y adjetivas penales. Con tal novedosa construcción, además, la Sala Constitucional desdice su reiterada doctrina de acuerdo con la cual existe un solo ius puniendi separado en órganos judiciales y administrativo, de acuerdo a la gravedad de la falta, en el sentido que las faltas más graves se reservan al órgano judicial en tanto suponen penas privativas de 7 La Sala entiende, así, que el desacato es, más bien, una medida disciplinaria que persigue garantizar el buen funcionamiento del Poder Judicial: “así pues, aun cuando esas normas contemplan arresto, no quiere decir que por esa razón los anteriores sean tipos penales y, por tanto, deba intervenir todo el sistema penal (contrariando la voluntad del legislador plasmada en la ley y el principio de ultima ratio intervención penal), sino que, por el contrario, en tales supuestos, la sanción contenida en aquellas debe ser impuesta por el juez o jueza correspondiente (no necesariamente penal, así, la prevista en el artículo 28 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, es imponible por el juez actuando en ejercicio de la jurisdicción constitucional, mientras que las señaladas en los artículos 42, 48, 170 y 178 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, son aplicables por los jueces laborales, y las dispuestas en los artículos 92 y 93 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por cualquier juez o jueza de la República)”. 10 libertad8. La conclusión es simple: toda pena privativa de libertad es siempre de naturaleza penal. Hay incluso otra contracción. La Sala Constitucional, pese a negar el carácter penal del desacato, acude a los artículos 16 y 24 del Código Penal para declarar –indebidamente- la ausencia absoluta por inhabilitación9. Si el desacato no es una figura penal, entonces, no deberían regir esas normas del Código Penal. Si se aplican esas normas, por el contrario, es por cuanto el desacato es delito penal – como en efecto lo es- con lo cual, su conocimiento queda reservado al juez penal. .- En segundo lugar, como ya anunciamos, estas sentencias violan el derecho a la defensa al crear un procedimiento distinto al proceso penal basado, como regla, en el principio acusatorio, como la propia Sala había establecido, entre otras, en la sentencia Nº 74/2020 de 24 de enero. La libertad personal, de acuerdo con los artículos 44 y 49 constitucionales, no puede depender de una audiencia como cauce procesal garantístico. .- En tercer lugar, la Sala Constitucional, aplicando –como vimoslas normas del Código Penal sobre inhabilitación, consideró que la sola condena de los Alcaldes implicaba la ausencia absoluta del cargo. Como argumento adicional, consideró que de conformidad con el artículo 87 de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, la sentencia firme es un supuesto de ausencia absoluta. Tales conclusiones, en nuestra opinión, parten de una interpretación amplia o extensiva de esas normas, en detrimento del derecho a la libre participación política. 8 La sentencia de 6 de marzo de 2001, caso Ordenanza sobre Patente de Industria y Comercio del Municipio San Joaquín del Estado Carabobo, estableció este criterio. Luego ha sido aplicado para declarar la nulidad de Códigos de Policía. Entre otros, vid. la sentencia Nº 1394/2001 de 7 de agosto. 9 De acuerdo con el artículo 16.1 del Código Penal, son penas accesorias de la prisión “la inhabilitación política durante el tiempo de la condena”. Para la Sala, “la referida sanción principal que corresponde a los sancionados de autos, implica necesariamente la inhabilitación política durante el tiempo, en este caso, de ejecución de la sanción, cuya aplicación debe respetar este Máximo Tribunal por mandato de los principios constitucionales de reserva legal y legalidad de las sanciones”. Invocó también el artículo 24 del Código, según el cual “la inhabilitación política no podrá imponerse como pena principal sino como accesoria de las de presidio o prisión y produce como efecto la privación de los cargos o empleos públicos o políticos, que tenga el penado y la incapacidad durante la condena, para obtener otros y para el goce del derecho activo y pasivo del sufragio”. 11 En efecto, las normas sobre inhabilitación política, de los artículos 16 y 24 del Código Penal, no deben aplicar en igualdad de condiciones a funcionarios de elección popular y a funcionarios designados por nombramiento. Solo en el primer caso la inhabilitación política afecta el ejercicio del derecho al sufragio, derivado del artículo 62 de la Constitución. Por su parte, el artículo 65 de la Constitución aclara que la inhabilitación para optar a cargos de elección popular procede sólo por delitos con ocasión al ejercicio de sus funciones o por delitos de patrimonio público, durante el tiempo que dure la condena. Nótese que la inhabilitación afecta el derecho a optar cargos, pero no el derecho a ejercer cargos. La diferencia no es sutil. Antes por el contrario, la extinción del mandato popular –en este caso, de Alcaldes- es una drástica limitación al derecho reconocido en el artículo 62 constitucional, con lo cual es de interpretación restrictiva. El sentido del artículo 65 de la Constitución es que, para cargos de elección popular, la inhabilitación procede sólo como restricción al derecho a optar, nunca al derecho a ejercer cargos, pues para ello debe acudirse al especial régimen de ausencias absolutas. Precisamente, la Sala intentó complementar su análisis interpretando el artículo 87 de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, que entre los supuestos de ausencia absoluta, a lude a la sentencia firme10. Ello es contradictorio pues ya la Sala había declarado esa ausencia absoluta bajo el Código Penal, con lo cual resultaba redundante acudir, también, al citado artículo 87. Pero además, consideramos que ese artículo fue mal interpretado. El citado artículo establece, como ausencia absoluta, las siguientes: “la muerte, la renuncia, la incapacidad física o mental permanente, certificada por una junta médica, por sentencia firme decretada por cualquier tribunal de la República y por revocatoria del mandato”. Para la Sala, la “sentencia firme decretada por cualquier tribunal de la República” es, en sí misma, una causa de ausencia 10 Señala la Sala que “pretender negar tal carácter de sentencia firme a la antedicha decisión judicial, y su cualidad de constituir una causal de falta absoluta, conforme a lo previsto en el precitado artículo 87 de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, implicaría contrariar tanto la Constitución como la propia jurisprudencia de esta Sala, asentada en la sentencia N° 6 del 4 de marzo de 2010”. 12 absoluta11. Con lo cual cabe preguntarse, ¿basta la sentencia firme para que se genere la ausencia absoluta? Si la respuesta es afirmativa –como parece sostener la Sala Constitucional- entonces, deberíamos concluir que, por ejemplo, una sentencia firme que condene a un Alcalde por cobro de sumas de dinero, sería una causal de ausencia absoluta. Lo absurdo de esa conclusión exige ensayar otra interpretación. Frente a esta objeción se podrá argumentar que la “sentencia” a la cual alude el artículo 87 es aquella que condena al Alcalde a penas privativas de libertad. Varias objeciones tendríamos a esa hipotética tesis. Por un lado, la norma no exige que se trate de sentencias que condenan a penas privativas de libertad, siendo que se trata de una norma de interpretación restrictiva. Además, insistimos, la inhabilitación política como consecuencia de la pena de prisión no puede ser suficiente para extinguir el mandato popular. Podemos dar aquí otro argumento: ¿sería coherente sostener la existencia de una ausencia absoluta por una pena de presidio de, pongamos, quince días? La conclusión parece drástica, en especial, si se considera que está en juego el derecho reconocido en el artículo 62. Podrá a su vez argumentarse, en relación con estas objeciones, que la tesis que proponemos crea privilegios que permitirían, por ejemplo, mantener en el cargo a un Alcalde condenado a treinta años de prisión por homicidio. Obviamente tal conclusión sería igualmente excesiva, pues en tal supuesto corresponde al Concejo Municipal decidir si hay o no falta absoluta. En nuestra opinión, la privación de libertad solo produce una ausencia temporal de acuerdo con el artículo 87, que alude en este punto a la “detención judicial”. Tal ausencia podrá mantenerse hasta por noventa días máximos, transcurridos los cuales el Concejo Municipal deberá decidir si la falta puede ser absoluta. Esta solución es coherente pues sólo los representantes del pueblo pueden decidir, de acuerdo con la Ley, la extinción del mandato popular. En el caso examinado, sin embargo, la Sala Constitucional, violando el derecho al juez natural y al debido proceso, y a partir de 11 La derogada Ley Orgánica de Régimen Municipal regulaba la “pérdida de investidura” por “sentencia condenatoria definitivamente firme, a pena de presidio o prisión por delitos comunes o por los cometidos en el desempeño de sus funciones o con ocasión de éstas” (artículo 68.3). La precisión no está presente en la vigente norma. 13 órdenes de amparo de imposible cumplimiento, ha declarado inconstitucionalmente la ausencia absoluta de los Alcaldes de los Municipios San Diego y San Cristóbal, afectando así dos principios fundacionales, a saber, el régimen representativo y el régimen federal. La Unión, Municipio El Hatillo, abril 2014