José Ignacio Hernández G

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BREVE ENSAYO SOBRE EL DESCONOCIMIENTO DEL MANDATO
POPULAR DE ALCADES POR LA SALA CONSTITUCIONAL
José Ignacio Hernández G.
Profesor de Derecho Administrativo en la Universidad Central de Venezuela y de
la Universidad Católica Andrés Bello. Director del Centro de Estudios de Derecho
Público, Universidad Monteávila
Proponemos en este breve ensayo una lectura de las sentencias
de la Sala Constitucional que han derivado en el desconocimiento del
mandato popular de Alcaldes, a partir del derecho a la libre
participación ciudadana (artículo 62). Ese derecho entronca con la
fundamentación liberal de nuestro Derecho Público, que no es otra que la
asunción del principio de representación como técnica de garantía de la
libertad frente a los abusos del poder. En especial, el mandato popular
de los Alcaldes se relaciona con el principio federal, que junto con el
principio de representación, forma parte de esa fundamentación liberal
de nuestro Derecho Público.
Por ello, más que un análisis detenido de las múltiples aristas
jurídicas que este caso presenta1, aquí se asume, como ensayo, la
propuesta de reinterpretar algunas de las normas jurídicas
relacionadas con este caso, precisamente, desde la óptica del principio
constitucional de representación, en el marco de la cláusula del “Estado
federal descentralizado” establecido en los artículos 4 y 158 de la
Constitución.
I.
DE CÓMO LA SALA CONSTITUCIONAL DICTÓ
ÓRDENES DE AMPARO RELACIONADAS CON
PRESUNTAS
OMISIONES
DE
ALCALDES,
EN
MENOSCABO DE LA AUTONOMÍA MUNICIPAL
El caso que se analiza, como es sabido, se inició a propósito de
dos acciones de “defensa de intereses colectivos” presentadas por
personas que alegaban la violación de diversos derechos (como el
1
Análisis, por lo demás, que ya se ha adelantado en las distintas ponencias de este Libro, en
especial, por los aportes del Profesor Brewer-Carías.
2
derecho al libre tránsito, por ejemplo) en ciertos Municipios2. Según los
demandantes, tales violaciones derivaban de la supuesta inactividad
de los Alcaldes en atender a las situaciones de protesta que implicaban
cierres de calles3.
En sentencias Nº 136 y 137, de 17 de marzo de 2014, la Sala
Constitucional admitió las acciones intentadas. Al pronunciarse sobre
las medidas cautelares que habían sido solicitadas, la Sala, de oficio,
consideró que en realidad la medida pertinente era el amparo cautelar,
con base en el artículo 3 de la Ley Orgánica de Amparo. El mandato de
amparo cautelar consistió en cinco órdenes, que por indeterminadas,
son de imposible cumplimiento:
“1. Realicen todas las acciones y utilicen los recursos
materiales y humanos necesarios, a fin de evitar que se
coloquen obstáculos en la vía pública que impidan el libre
tránsito de las personas y vehículos; se proceda a la inmediata
remoción de tales obstáculos y se mantengan las vías y zonas
adyacentes a éstas libres de residuos y escombros y de
cualquier otro elemento que pueda ser utilizado para
obstaculizar la vialidad urbana;
2. Cumplir con su labor de ordenación del tránsito de
vehículos a fin de garantizar un adecuado y seguro
desplazamiento por las vías públicas de sus municipios;
2
La primera acción fue interpuesta el 5 de marzo de 2014, respecto de los Municipios Baruta y El
Hatillo. La segunda acción, ejercida el 7, se relacionó con el Municipio San Diego.
3
En ninguna de las dos demandas la Sala Constitucional era el Tribunal competente, pues no se
trataba de demandas de intereses difusos de alcance nacional. Sin embargo, la Sala
Constitucional concluyó que las pretensiones deducidas “requieren de tutela especial por parte
de la Sala Constitucional”. Por ejemplo, en la sentencia Nº 136, al admitir una de esas acciones,
se señaló que “esta Sala observa la relevancia constitucional que tienen los derechos constitucionales
que se denuncian vulnerados por parte de los presuntos agraviantes, los cuales pueden vincularse, en
este caso, a intereses jurídicos de especial importancia como la alimentación, salud, la vida (en la
demanda se alude expresamente al derecho a la vida) y la libertad de tránsito, por lo que la Sala estima
que el asunto de autos posee la característica a la que se refieren los citados dispositivos contenidos en la
Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, que atribuyen competencia a esta Sala”. La “relevancia
constitucional” no es un parámetro de competencia en la Ley Orgánica del Tribunal Supremo
de Justicia.
3
3. Velar por la protección del ambiente y el saneamiento
ambiental, aseo urbano y domiciliario;
4.
Girar las instrucciones necesarias en sus respectivos
cuerpos de policía municipal, a fin de dar cumplimiento
efectivo a lo previsto en el artículo 44 de la Ley Orgánica del
Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional
Bolivariana; y, en este sentido,
5.
Desplegar las actividades preventivas y de control del
delito, así como, en el ámbito de sus competencias, promover
estrategias y procedimientos de proximidad con las
comunidades de sus espacios territoriales, a fin de lograr la
comunicación e interacción con sus habitantes e instituciones
locales con el propósito de garantizar y asegurar la paz social,
la convivencia, el ejercicio de los derechos y el cumplimiento
de la ley”
Las órdenes son, se insiste, indebidamente amplias. No se indicó
qué específicas conductas debían ser realizadas por los Alcaldes. En
muchos casos, además, las órdenes se limitaron a reproducir
competencias genéricas del Municipio, como por ejemplo, “cumplir
con su labor de ordenación del tránsito” o “velar por la protección del
ambiente y el saneamiento ambiental, aseo urbano y domiciliario”.
Más grave todavía, la orden relacionada con la actuación de la
policía municipal omitió considerar las restricciones existentes para la
intervención de esa policía en prevención de protestas. Así, en el marco
de la Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía
Nacional Bolivariana, se ha establecido que la prevención de
manifestaciones es competencia privativa de ciertos cuerpos de
seguridad, estableciéndose de manera específica que la policía
municipal no puede adquirir equipos destinados a la prevención del
orden público en manifestaciones o protestas. Los estándares globales
de protección de derechos humanos impiden que policías armadas
4
participen en el control de manifestaciones, pues ese control solo
puede ejercerse por medio de armas no letales4.
La imprecisión de esas órdenes implicaba una injerencia indebida
en la autonomía municipal constitucionalmente garantizada (artículo
178 de la Constitución). En suma, calificar el cumplimiento o
incumplimiento de esas órdenes quedaba a la subjetiva valoración de
la Sala Constitucional. Un dato particularmente grave, pues como la
propia Sala recordó al dictar esas órdenes, el incumplimiento a esas
órdenes podía implicar incurrir en el delito de desacato, de acuerdo
con el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo.
En todo caso, el cumplimiento de esas órdenes constituía una
obligación de medios, no de resultados. Así quedaba claro en la
primera orden, de acuerdo con la cual los Alcaldes debían realizar
“todas las acciones (…) a fin de evitar que se coloquen obstáculos en la vía
pública”. La sola existencia de obstáculos en vías derivados de
protestas, era insuficiente por ello para calificar el incumplimiento de
las órdenes de amparo.
El panorama anterior se agravó todavía más, cuando la Sala
Constitucional decidió ampliar los efectos de las órdenes de amparo –y
con ello, del juicio principal en el caso de los Municipios El Hatillo y
Baruta- a otros Municipios, incluyendo el Municipio San Cristóbal. La
sentencia Nº 137/2014, de 17 de marzo, consideró así que “del
planteamiento presentado por los terceros intervinientes, además por hecho
notorio, público y comunicacional esta Sala tiene conocimiento que en los
municipios Chacao del estado Miranda; San Cristóbal del estado Táchira;
Diego Bautista Urbaneja del estado Anzoátegui; y Maracaibo del estado Zulia,
desde hace más de un mes se está dando una situación idéntica a la
denunciada en la presente demanda (…)”.
4 De conformidad con Normas para la adquisición, posesión, uso, registro y control de armamentos,
municiones, equipos y accesorios para los Órganos de Seguridad Ciudadana, Cuerpos de Seguridad del Estado
y demás Órganos y Entes que excepcionalmente ejerzan competencias propias del Servicio de Policía (Gaceta
Oficial Nº 39.627 de 2 de marzo de 2011) y las Normas sobre la actuación de los Cuerpos de Policía en sus
diversos ámbitos políticos territoriales para garantizar el orden público, la paz social y la convivencia
ciudadana en reuniones públicas y manifestaciones (Gaceta Oficial Nº 39.658 de 18 de abril de 2011), el
control de orden público supone el uso de armas y equipos no letales, como las bombas
lacrimógenas. De acuerdo esas Normas, se prohíbe “el uso de equipos y vehículos para control de
orden público, por parte de las Policías Municipales”. Por ello, esos cuerpos “no portarán ni usarán
armas de fuego en el control de reuniones públicas y manifestaciones pacíficas”.
5
II.
LA
INCONSTITUCIONAL
DESACATO
DECLARATORIA
DEL
De acuerdo con el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo, el
incumplimiento del mandamiento de amparo puede constituir un
delito penal, conocido como “desacato”. Pacíficamente desde el año
1995 se venía interpretando que el Juez de amparo no puede calificar
el desacato, pues esa materia solo puede ser conocida por Jueces
penales, en el marco de las normas procesales penales. La Sala
Constitucional había ratificado ese criterio en fecha reciente, como se
desprende de su sentencia N°1013/2012. Allí, reiterando un fallo de
2007, indicó que “al alegarse el incumplimiento del mandamiento de amparo
constitucional dictado por el Juez, conforme al artículo 31 ejusdem, el
Tribunal que actuó en la causa, no es el competente para realizar la
calificación jurídica del mencionado incumplimiento”5.
La Sala Constitucional, sin embargo, decidió separarse de esa
doctrina, creando un trámite contrario, por un lado, al derecho al Juez
penal y, por el otro, al derecho al debido proceso. En efecto, en el caso
de la Alcaldía del Municipio San Diego (cuyas órdenes están
contenidas en la sentencia Nº 136, citada), la Sala, presumiendo el
incumplimiento de las órdenes de amparo, sin explicar con claridad en
qué consistía esa presunción, (i) asumió la competencia para declarar el
delito de desacato y (ii) creó un procedimiento que, en realidad,
consistía en una sola audiencia, dentro de la cual se decidiría si había o
no desacato, incluso, para declarar la pena establecida en el precitado
artículo 31. Así, la sentencia de la Sala Constitucional Nº 138/2014 de
17 de marzo, consideró lo siguiente:
“Visto que en la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías
Constitucionales
no
está
contemplado
procedimiento alguno para la valoración preliminar del
5
El profesor Antonio Silva, a quien debemos el dato de esta sentencia, insiste en la fecha en la
cual el criterio fue mantenido, pues contradice la tesis de la Sala según la cual, la Ley Orgánica
del Tribunal Supremo de Justicia de 2010 había modificado el procedimiento aplicable al
proceso de amparo. Luego volveremos sobre este aspecto.
6
posible incumplimiento de un mandamiento de amparo a
efectos de su remisión al órgano competente.
Visto que, conforme con lo señalado en el artículo 98 de la Ley
Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, cuando en el
ordenamiento jurídico no se preceptúe un proceso especial a
seguir se aplicará el que exclusivamente las Salas de este Alto
Tribunal juzguen más conveniente para la realización de la
justicia, siempre que tenga fundamento legal.
Esta Sala, para determinar el presunto incumplimiento al
mandamiento de amparo cautelar decretado, estima que el
procedimiento que más se adecúa para la consecución de la
justicia en el caso de autos es el estipulado para el amparo
constitucional, por lo que, de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 26 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, se convoca al
ciudadano Vicencio Scarano Spisso, Alcalde del municipio
San Diego del Estado Carabobo; y al ciudadano Salvatore
Lucchese Scaletta, Director General de la Policía Municipal de
San Diego del Estado Carabobo, a una audiencia pública que
se celebrará dentro de las noventa y seis (96) horas siguientes
a que conste en autos su notificación, para que expongan los
argumentos que a bien tuvieren en su defensa”
Tal razonamiento no solo viola antecedentes de la propia Sala y
la Ley Orgánica de Amparo. Además, viola la Constitución. Así, por
un lado, la Sala Constitucional no es el tribunal competente para
conocer del delito de desacato, pues su competencia de circunscribe a
ejecutar la sentencia, como debe hacerlo todo juez, pero nunca a
calificar un delito penal. De otro lado, tampoco puede ser declarado el
delito de desacato en el marco de un procedimiento no establecido en
la Ley, que al margen del derecho a la defensa y a las garantías
mínimas del juicio penal, reduzca toda la defensa a una simple
audiencia, por aplicación del juicio de amparo. Por si fuera poco, es
igualmente falso que este “procedimiento” aplicaba como
consecuencia de los cambios producidos por la Ley Orgánica del
7
Tribunal Supremo de Justicia de 2010, pues como vimos, luego de esa
Ley, la Sala mantenía el criterio conforme al cual no puede el Juez de
amparo calificar el delito penal de desacato (sentencia N°1013/2012).
Si en algo influyó esa Ley, , es que ha debido asumirse la tesis –
favorable a la libertad personal- de acuerdo con la cual el delito de
desacato, para el caso de las órdenes dictadas por el Tribunal Supremo
de Justicia, quedaba desplazado a favor de la aplicación del artículo
122 de esa Ley, que establece el ilícito administrativo por desacato de
decisiones de las Salas.
En todo caso, la Sala Constitucional reiteró su interpretación,
ahora, para el Alcalde del Municipio San Cristóbal. Recodemos que al
Alcalde de ese Municipio se le extendieron las órdenes de amparo por
sentencia Nº 137/2014, del 17 de marzo. Pues bien, mediante sentencia
Nº 150/2014 de 20 de marzo, la Sala presumió el desacato y convocó
una audiencia. Con tal proceder, la Sala Constitucional cometió una
violación adicional a la Constitucional que menoscaba la autonomía
municipal. Para acreditarlo, debe prestarse atención a las fechas.
La extensión de las órdenes de amparo al Alcalde de San
Cristóbal se realizó el 17 de marzo, y el día 18 tal decisión habría sido
notificada. Apenas dos días después, el 20, la Sala presumió–
imprecisamente- el incumplimiento de las órdenes de amparo. El
detalle, que la Sala Constitucional obvia en su decisión Nº 150/2014, es
que el Alcalde de San Cristóbal sólo estuvo en ejercicio directo del
cargo el 18, pues el día siguiente, miércoles 19, viajó a Caracas, siendo
detenido la noche de ese día (por hechos distintos al supuesto
desacato)6. Es decir, que cuando la Sala presumió, el día 20, que el
Alcalde había desacatado las órdenes de amparo, en realidad, el
Alcalde ya se encontraba detenido. Materialmente es imposible que un
Alcalde detenido desacate órdenes de amparo que solo pueden ser
cumplidas por él.
III.
6
EL DESCONOCIMIENTO DEL MANDATO POPULAR DE
LOS ALCALDES AL ACORDERSE SU PRISIÓN Y
El Alcalde de San Cristóbal fue detenido el 19 en la noche por funcionarios del SEBIM. Véase El
Universal, 19 de marzo de 2014. http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/protestasen-venezuela/140319/daniel-ceballos-fue-detenido-por-agentes-del-sebin-en-caracas [Consulta
15.04.14].
8
CALIFICARSE UNA AUSENCIA ABSOLUTA QUE NO
EXISTÍA
Hasta ahora hemos relatado irregularidades que, de por sí,
constituyen violaciones a la Constitución. Tales violaciones, además,
suponen la injerencia indebida de la Sala Constitucional en asuntos
propios de la vida local, que como tal, forman parte de la autonomía
constitucionalmente garantizada de los Municipios en el marco de la
descentralización protegida por la Constitución. Además, ahora
comentaremos cómo la Sala violó el artículo 62 constitucional.
La audiencia en el caso del Municipio San Diego se realizó el 19
de marzo, al término de la cual se acordó el desacato y se impuso pena
de prisión, publicándose luego la sentencia Nº 245/2014 el 9 de abril.
El 25 de marzo se realizó la audiencia en el caso del Municipio San
Cristóbal, adoptándose la misma decisión. La sentencia fue publicada,
bajo el número Nº 263/2014, el 10 de abril. En ambos casos, además, y
de manera inconstitucional, la Sala declaró la ausencia absoluta de los
Alcaldes condenados.
Repasamos las violaciones a la Constitución que derivan de las
sentencias Nº 245 y 263:
.- En primer lugar, la Sala Constitucional, desconociendo su
propia doctrina y en violación al derecho al juez natural, asumió la
competencia para declarar el delito de desacato e imponer penas
privativas de libertad. Para tratar de justificar ello, la Sala
Constitucional, contradictoriamente, consideró que el desacato
“carece” de contenido penal, al tratarse de una figura propia de la
coacción que puede ejercer todo Juez para ejecutar sus decisiones:
“Al respecto, corresponde tener en cuenta que esa norma
sancionatoria (1) está ubicada en una ley de protección de
derechos y garantías constitucionales que carece de carácter
penal, (2) en la que no existe un aparte dedicado a ilícitos
penales, (3) en la que ni esa disposición sancionatoria ni
ningún otro precepto del ordenamiento jurídico la califica
como tal y (4) en la que no se indica la autoridad judicial que
impondría la sanción ni el procedimiento para ello, además
de que (5) existen normas y sanciones similares en el sistema
9
legal patrio que también protegen la correcta marcha de la
administración de justicia (entre otros bienes e intereses
jurídicos) y que aplica directamente el juez o jueza que lleva
el proceso o que ha dictado un mandato (como ocurre en el
presente asunto), con independencia de la competencia
material del mismo (como la prevista en el artículo 28 de la
misma Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, entre otras, vid. infra), además de distintas
características objetivamente comprobables que sustentan lo
aquí afirmado y que serán explicitadas de seguidas”
(destacado en original).
Es decir, para la Sala Constitucional, el desacato de amparo es
una especie de medida disciplinaria, una suerte de “coacción” que no
reviste carácter penal. No compartimos tal conclusión7.
Así, el artículo 31 de la Ley Orgánica de Amparo regula un ilícito
cuya consecuencia es una pena privativa de libertad, en concreto, de
prisión. Por ello, ha sido considerado tradicionalmente como un delito
penal, y no como una falta administrativa. La interpretación de los
artículos 44 y 49 de la Constitución, en el sentido más favorable a la
libertad personal, debe apuntar a que toda pena privativa de libertad,
con independencia de su denominación, es siempre una pena penal,
sujeta por ende a las garantías sustantivas y adjetivas penales.
Con tal novedosa construcción, además, la Sala Constitucional
desdice su reiterada doctrina de acuerdo con la cual existe un solo ius
puniendi separado en órganos judiciales y administrativo, de acuerdo a
la gravedad de la falta, en el sentido que las faltas más graves se
reservan al órgano judicial en tanto suponen penas privativas de
7
La Sala entiende, así, que el desacato es, más bien, una medida disciplinaria que persigue
garantizar el buen funcionamiento del Poder Judicial: “así pues, aun cuando esas normas
contemplan arresto, no quiere decir que por esa razón los anteriores sean tipos penales y, por tanto, deba
intervenir todo el sistema penal (contrariando la voluntad del legislador plasmada en la ley y el principio
de ultima ratio intervención penal), sino que, por el contrario, en tales supuestos, la sanción contenida en
aquellas debe ser impuesta por el juez o jueza correspondiente (no necesariamente penal, así, la prevista
en el artículo 28 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, es
imponible por el juez actuando en ejercicio de la jurisdicción constitucional, mientras que las señaladas
en los artículos 42, 48, 170 y 178 de la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, son aplicables por los jueces
laborales, y las dispuestas en los artículos 92 y 93 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por cualquier
juez o jueza de la República)”.
10
libertad8. La conclusión es simple: toda pena privativa de libertad es
siempre de naturaleza penal.
Hay incluso otra contracción. La Sala Constitucional, pese a
negar el carácter penal del desacato, acude a los artículos 16 y 24 del
Código Penal para declarar –indebidamente- la ausencia absoluta por
inhabilitación9. Si el desacato no es una figura penal, entonces, no
deberían regir esas normas del Código Penal. Si se aplican esas
normas, por el contrario, es por cuanto el desacato es delito penal –
como en efecto lo es- con lo cual, su conocimiento queda reservado al
juez penal.
.- En segundo lugar, como ya anunciamos, estas sentencias violan
el derecho a la defensa al crear un procedimiento distinto al proceso
penal basado, como regla, en el principio acusatorio, como la propia
Sala había establecido, entre otras, en la sentencia Nº 74/2020 de 24 de
enero. La libertad personal, de acuerdo con los artículos 44 y 49
constitucionales, no puede depender de una audiencia como cauce
procesal garantístico.
.- En tercer lugar, la Sala Constitucional, aplicando –como vimoslas normas del Código Penal sobre inhabilitación, consideró que la sola
condena de los Alcaldes implicaba la ausencia absoluta del cargo.
Como argumento adicional, consideró que de conformidad con el
artículo 87 de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, la
sentencia firme es un supuesto de ausencia absoluta. Tales
conclusiones, en nuestra opinión, parten de una interpretación amplia
o extensiva de esas normas, en detrimento del derecho a la libre
participación política.
8
La sentencia de 6 de marzo de 2001, caso Ordenanza sobre Patente de Industria y Comercio del
Municipio San Joaquín del Estado Carabobo, estableció este criterio. Luego ha sido aplicado para
declarar la nulidad de Códigos de Policía. Entre otros, vid. la sentencia Nº 1394/2001 de 7 de
agosto.
9
De acuerdo con el artículo 16.1 del Código Penal, son penas accesorias de la prisión “la
inhabilitación política durante el tiempo de la condena”. Para la Sala, “la referida sanción
principal que corresponde a los sancionados de autos, implica necesariamente la inhabilitación política
durante el tiempo, en este caso, de ejecución de la sanción, cuya aplicación debe respetar este Máximo
Tribunal por mandato de los principios constitucionales de reserva legal y legalidad de las sanciones”.
Invocó también el artículo 24 del Código, según el cual “la inhabilitación política no podrá
imponerse como pena principal sino como accesoria de las de presidio o prisión y produce
como efecto la privación de los cargos o empleos públicos o políticos, que tenga el penado y la
incapacidad durante la condena, para obtener otros y para el goce del derecho activo y pasivo
del sufragio”.
11
En efecto, las normas sobre inhabilitación política, de los artículos
16 y 24 del Código Penal, no deben aplicar en igualdad de condiciones
a funcionarios de elección popular y a funcionarios designados por
nombramiento. Solo en el primer caso la inhabilitación política afecta el
ejercicio del derecho al sufragio, derivado del artículo 62 de la
Constitución. Por su parte, el artículo 65 de la Constitución aclara que
la inhabilitación para optar a cargos de elección popular procede sólo
por delitos con ocasión al ejercicio de sus funciones o por delitos de
patrimonio público, durante el tiempo que dure la condena. Nótese
que la inhabilitación afecta el derecho a optar cargos, pero no el
derecho a ejercer cargos.
La diferencia no es sutil. Antes por el contrario, la extinción del
mandato popular –en este caso, de Alcaldes- es una drástica limitación
al derecho reconocido en el artículo 62 constitucional, con lo cual es de
interpretación restrictiva. El sentido del artículo 65 de la Constitución
es que, para cargos de elección popular, la inhabilitación procede sólo
como restricción al derecho a optar, nunca al derecho a ejercer cargos,
pues para ello debe acudirse al especial régimen de ausencias
absolutas.
Precisamente, la Sala intentó complementar su análisis
interpretando el artículo 87 de la Ley Orgánica del Poder Público
Municipal, que entre los supuestos de ausencia absoluta, a lude a la
sentencia firme10. Ello es contradictorio pues ya la Sala había declarado
esa ausencia absoluta bajo el Código Penal, con lo cual resultaba
redundante acudir, también, al citado artículo 87. Pero además,
consideramos que ese artículo fue mal interpretado.
El citado artículo establece, como ausencia absoluta, las
siguientes: “la muerte, la renuncia, la incapacidad física o mental
permanente, certificada por una junta médica, por sentencia firme
decretada por cualquier tribunal de la República y por revocatoria del
mandato”. Para la Sala, la “sentencia firme decretada por cualquier
tribunal de la República” es, en sí misma, una causa de ausencia
10
Señala la Sala que “pretender negar tal carácter de sentencia firme a la antedicha decisión
judicial, y su cualidad de constituir una causal de falta absoluta, conforme a lo previsto en el
precitado artículo 87 de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, implicaría contrariar
tanto la Constitución como la propia jurisprudencia de esta Sala, asentada en la sentencia N° 6
del 4 de marzo de 2010”.
12
absoluta11. Con lo cual cabe preguntarse, ¿basta la sentencia firme para
que se genere la ausencia absoluta? Si la respuesta es afirmativa –como
parece sostener la Sala Constitucional- entonces, deberíamos concluir
que, por ejemplo, una sentencia firme que condene a un Alcalde por
cobro de sumas de dinero, sería una causal de ausencia absoluta. Lo
absurdo de esa conclusión exige ensayar otra interpretación.
Frente a esta objeción se podrá argumentar que la “sentencia” a
la cual alude el artículo 87 es aquella que condena al Alcalde a penas
privativas de libertad. Varias objeciones tendríamos a esa hipotética
tesis. Por un lado, la norma no exige que se trate de sentencias que
condenan a penas privativas de libertad, siendo que se trata de una
norma de interpretación restrictiva. Además, insistimos, la
inhabilitación política como consecuencia de la pena de prisión no
puede ser suficiente para extinguir el mandato popular. Podemos dar
aquí otro argumento: ¿sería coherente sostener la existencia de una
ausencia absoluta por una pena de presidio de, pongamos, quince
días? La conclusión parece drástica, en especial, si se considera que
está en juego el derecho reconocido en el artículo 62.
Podrá a su vez argumentarse, en relación con estas objeciones,
que la tesis que proponemos crea privilegios que permitirían, por
ejemplo, mantener en el cargo a un Alcalde condenado a treinta años
de prisión por homicidio. Obviamente tal conclusión sería igualmente
excesiva, pues en tal supuesto corresponde al Concejo Municipal
decidir si hay o no falta absoluta.
En nuestra opinión, la privación de libertad solo produce una
ausencia temporal de acuerdo con el artículo 87, que alude en este
punto a la “detención judicial”. Tal ausencia podrá mantenerse hasta
por noventa días máximos, transcurridos los cuales el Concejo
Municipal deberá decidir si la falta puede ser absoluta. Esta solución es
coherente pues sólo los representantes del pueblo pueden decidir, de
acuerdo con la Ley, la extinción del mandato popular.
En el caso examinado, sin embargo, la Sala Constitucional,
violando el derecho al juez natural y al debido proceso, y a partir de
11
La derogada Ley Orgánica de Régimen Municipal regulaba la “pérdida de investidura” por
“sentencia condenatoria definitivamente firme, a pena de presidio o prisión por delitos comunes o por los
cometidos en el desempeño de sus funciones o con ocasión de éstas” (artículo 68.3). La precisión no
está presente en la vigente norma.
13
órdenes de amparo de imposible cumplimiento, ha declarado
inconstitucionalmente la ausencia absoluta de los Alcaldes de los
Municipios San Diego y San Cristóbal, afectando así dos principios
fundacionales, a saber, el régimen representativo y el régimen federal.
La Unión, Municipio El Hatillo, abril 2014
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