Comentarios a las propuestas de Reglamentación del Programa de Trabajo Académico (PTA): sustento y constancia de la Representación Profesoral. Alonso Correa Toro Representante Profesoral- Consejo Académico- Sede Bogotá 1. Razones para solicitar una real socialización y el aplazamiento de la aprobación de la propuesta de PTA. Estatutariamente el profesorado tiene el derecho a participar en la definición de las políticas universitarias. Con mayor razón esa comunidad debe ser oída cuando se definen aspectos reglamentarios que pueden afectar significativamente sus relaciones laborales. La propuesta de reglamentación del programa de trabajo académico (PTA) tiene importantes implicaciones con respecto a lo que hasta hará unos siete años se postuló como la Universidad de investigación, de segundo piso e internacionalizada, objetivos que fueron planteados como pretexto para la realización de las nuevas convocatorias docentes y para establecer un particular Estatuto de Personal Académico. La credibilidad que los docentes convocados dieron a esos argumentos, conllevó a que entre los profesores recientemente vinculados se albergará una especial expectativa acerca de que el nervio de su actividad académica sería la investigación. Empero, lo que en la realidad ha resultado de aquellos propósitos es que por una “adaptación pragmática” a los mandatos gubernamentales y al déficit presupuestal, la UN se consagró a la ampliación de cupos en los pre-grados, a comprimir los programas académicos, a abrir indiscriminadamente programas de post-grado, y aumentar sus sedes. Todo esto se ha hecho contando exactamente con similares recursos a los de hace dos décadas, es decir –según lo rótulo el profesor Orlando Acosta- se considero que se podía “hacer mucho más con lo mismo”. El efecto de estas realizaciones ha sido una importante migración de los profesores a los post-grados, que un significativo componente de los pregrados descanse en profesores de cátedra, auxiliares u ocasionales para quienes últimamente ha sido difícil asegurar los recursos de financiación, que cada día es notoria la dificultad de poder asignar directores de tesis o encontrar jurados de tesis y trabajos de grado y que lo que debería ser la activa y gozosa actividad investigativa se perciba más como la exigencia de una “carga” laboral, dado el apremio por la dedicación a otras actividades. Como efecto de esas reformas adaptativas nos encontramos frente a una nueva situación universitaria, que lleva a intensificar las exigencias de mayor carga docente, a costa de relegar otras actividades misionales. Así, en los considerandos de las propuestas de la dirección universitaria, se acostumbra mencionar únicamente las exigencias normativas, como si esas exigencias legales fueran las que “autónomamente” imponen las nuevas reglamentaciones. Es el motivo para que no se establezca conexiones rápidas entre las propuestas y lo que debe colegirse de lo que esa Dirección infiere de su particular lectura de “Hormigas o avispas? (estudio de la planta docente de la UN)”, dado que casi siempre se omite una “justificación” explícita de los fundamentos de las nuevas propuestas. Es en los escenarios informales, cuando en ocasiones se alude a la necesidad de “equilibrar” las cargas docentes entre los profesores de las diferentes facultades y de superar la enorme disparidad de criterios entre las facultades sobre la forma como se llena la PTA. Es entonces cuando la apelación a la búsqueda de “la equidad” se convierte en la razón de fuerza, pretendidamente legitimadora de las propuestas presentadas, apuntando a que se desaperciba que esa inequidad estriba en hechos estructurales como los Estatutos que últimamente se han implementado o que la falta de profesores ha llevado a sobrecargar a los profesores, según viene ocurriendo con los profesores de cátedra y en las facultades más profesionalizantes. Es un procedimiento que lleva a “nivelar por lo bajo”, según ha sido el expediente “focalizador” de buena parte de las reformas neoliberales, en que se estila acudir a “argumentos perversos” – según lo plantea algún docente de Ciencias Humanas- de, por ejemplo, justificar una mayor carga a docentes ya de suyo sobrecargados, arguyendo simplemente que hay quienes están mucho más sobrecargados. No puede desapercibirse que ante la necesidad de más docentes en muchas facultades se está apelando a sustituir la vacante de docentes pensionados TC o DE por docentes cátedra, a los que inmediatamente se les responsabiliza de dos ó tres asignaturas, tal como lo señalaba algún catedrático de Ciencias Humanas. En fin, en esta lógica de la legitimación de la presente reglamentación se incuba un esencial viraje en lo que otrora se pretendió hacer de la UN. En el momento en que se pudo conocer aspectos del primer borrador de la propuesta, se habló de que “en consecuencia una asignación de TC equivale a 4 asignaturas”, de lo que resulta que el máximo de docencia presencial por asignatura sea del 25%, o que para el caso de los profesores de cátedra “0.1 de dedicación equivale a 1 asignatura”. También se hizo mención a la obligatoriedad de la docencia en el periodo intersemestral para los profesores de cátedra y –por razones de equidad- probablemente sea lo que se argumente para exigirlo a los demás profesores. Así que es fácil concluir que la esencia de la propuesta apunta a sobrecargar laboralmente al profesorado. Pues bien, sobre asuntos sustantivos en la vida universitaria, aparte de la inquietud desatada por la Representación Profesoral, es poca la información y la real oportunidad que de debatir ha tenido el profesorado. Con mayor razón si se tiene de presente que las propuestas apenas son conocidas con dos o tres días de anticipación a la realización de los Consejos Académicos, que las dos últimas versiones apenas se pudieron conocer en días recientes y accidentalmente a través de uno de los miembros de la Comisión y del representante profesoral al CSU, que el proceso se ha adelantado en el contexto preocupante del movimiento desatado por la reforma a la ley 30. Así que existen condiciones objetivas que imposibilitan afirmar que la propuesta ha sido socializada y debatida. Es así, que son muy escasos los directivos de facultad que puedan afirmar que la propuesta ha sido de pleno conocimiento de sus profesores de su facultad y de otra parte los representantes profesorales no hemos contado con los medios para divulgar ampliamente la propuesta. La mera información a través de las páginas Web o las formas rudimentarias del cruce de correos y de chateo, no pueden sustituir las formas efectivas de un debate y la construcción sopesada de una opinión entre la comunidad profesoral respecto a asuntos álgidos. En consecuencia sólo forzosamente se puede pretender que la opinión de los decanos y la de los mismos representantes profesorales sea representativa de la opinión de los profesores. El respeto al derecho a participación de la comunidad, valida la recomendación de ocuparse previamente del procedimiento a seguir con la aprobación de la presente reglamentación, aspecto que debió ser el primero en considerarse antes de proceder a votar la actual propuesta. La alternativa contraria es repetir el expediente seguido con “la congelación de los concursos docentes“, asumido como asunto de exclusiva competencia de la rectoría. Por tal motivo proponemos el aplazamiento de la discusión formal de la presente propuesta de reglamentación de la PTA, hasta que la misma no sea debidamente socializada entre el profesorado. 2. Comparativo de las diferentes propuestas y la esencia de las mismas. En cinco (5) sucesivas versiones, la propuesta de PTA ha tenido algunas matizaciones, probablemente recogiendo observaciones de “la Comisión del CA” mencionada en casi todos los considerandos de la propuesta. Veamos qué modificaciones se han producido: -La propuesta IV recortaba el número de considerandos y de artículos. Pero de sus tres considerandos resulta difícil extraer si ya existen “criterios, directrices o cronogramas” según los acuerdos 035/2002 y 016/2005 (expresado en el primer considerando) ó si esos “criterios, directrices no se han establecido” (como se expresó en el tercer considerando). La versión V abunda en mayores considerandos: recuerda qué son las actividades de docencia; reitera que se trata de “establecer lineamientos generales” y pese a que ya no insiste sobre la reglamentación de la dedicación cátedra vuelve y subraya que “el 1279 distingue a los profesores de cátedra de los demás miembros de planta”. Es decisivo no pasar por alto que según el segundo considerando “la reglamentación de la dedicación a las actividades de docencia” es función del CA, según el A11/2005, lo que significa que una vez se apruebe en el Consejo Académico la reglamentación no tendrá ninguna otra discusión. -En las primeras versiones, al considerar que “para la reglamentación del PTA se debe tener en cuenta las diferentes dedicaciones…o la dedicación TC como unidad estándar de conversión” (prg del art.2) se argumentó que el TC “en consecuencia podría equivaler a 4 asignaturas”. Una vez fue objetada, esa mención desapareció. Aún así, es importante no desapercibir que el intento de aplicar una “unidad estándar de medida”, usada hasta el momento para la liquidación salarial, conlleva a desvirtuar el sentido de lo que se ha venido entendiendo como la dedicación cátedra, la dedicación exclusiva y el sentido de las categorías docentes contempladas por los diferentes Estatutos. Esto, porque ahora se intenta convertir esas dedicaciones y categorías en la justificación para atribuir mayores cargas, obviando el reconocimiento a la experiencia y a la posibilidad de la consagración a actividades de mayor impacto y exigencia académica, caso de la investigación, la evaluación de especiales actividades y trabajos, la postulación a determinados cargos. De continuar con estas lógicas la DE dejará de ser una actividad centrada primordialmente en lo académico, para la propia universidad y no en otras actividades profesionales u otras universidades y como una propensión especial a la investigación. Igualmente hay una lectura equivocada de la dedicación cátedra que en el art 27 del 1279, refiere “al valor de la hora”, “a la remuneración” y no a la asignación de labores académicas específicas, según se pretendió reglamentarla con la asignación única de labores docentes y hasta limitar la cantidad de trabajos de grado que se podían dirigir; también debe recordarse que la dedicación cátedra entraña no meramente una unidad de carga académica pues también apunta al reconocimiento de lo que la experiencia profesional reporta para la formación en algunas profesiones. -En sus primeras versiones se enfatizó la existencia de tres periodos académicos, “el PTA debe ser formulado anualmente y distribuido en tres periodos académicos, dos semestrales y uno inter-semestral” (art.2). Esa mención fue sustituida en la IV versión y reemplazada por “la duración, en semanas, de c/u de los periodos académicos será definida actualmente por la rectoría” (art. 1). La versión final retoma en su art. 2 la mención al periodo inter-semestral e insiste en las atribuciones del rector para “establecer la duración en semanas” de esos periodos, además introduce un elemento que sólo hasta ahora se viene a conocer: “la vicerrectoría académica diseñara un formato específico” con relación al personal no perteneciente a carrera (prgf del art 2). -Se plantearon varias consideraciones respecto a la intención de reglamentar especialmente la DC, por el hecho de que “el D 1279/2002 distingue a los profesores cátedra de los demás miembros de la planta”. Fue la principal preocupación en las tres primeras propuestas y se llegó a señalar que estos profesores debían dedicar “como mínimo las 2/3 partes de su tiempo a actividades de docencia” (prg. 2 del art 6, versión III) y que el máximo por asignatura según dedicación correspondía a: “0.2: 70%, 0.3:45, 0.4:35%, 0.5:30%; 0.6:25%, 0.7:20%” (prg 2, art.5, versión III). Era fácil colegir que un docente 0.5 en esta dedicación debía participar de más de dos asignaturas, con las correspondientes proporciones sobre las demás dedicaciones. Junto con el abandono de la pretensión de señalarles como única actividad la docencia y la obligatoriedad de la docencia en el periodo inter-semestral, finalmente aunque la versión V es muy similar de la versión III, la supresión de los dos artículos arriba señalados es una de las modificaciones sustantivas en la versión V, pese a que en esta vuelva a reiterarse “la condición especial” de la dedicación cátedra. -Con todo, a pesar de las sucesivas modificaciones, cada vez resalta que la preocupación esencial es en todas las propuestas la reglamentación de las actividades de docencia. Así, en la versión III se planteó expresamente que el persona de DE y TC “debe dedicar como mínimo la mitad del tiempo de su dedicación a actividades de docencia…en todo caso deberá hacerlo en programas de pregrado” (prg 1, art 6). La versión IV habla de que “durante los periodos semestrales los miembros del personal docente deben dedicar mínimo el 40% de su PTA a actividades de docencia presencial” (opción 1 del prg del art 4), coligiéndose que se suprime la obligatoriedad de hacerlo en el pregrado y que ese tope ampara también a la dedicación cátedra. Finalmente la versión V retoma lo sugerido en la versión III (50% de docencia que puede sumar docencia presencial y otras actividades docentes y reiterando la obligatoriedad en el pregrado). -En las tres últimas versiones es común el criterio del máximo de docencia presencial por asignatura, el 25% (prg del art 5; y prgf por decidir del art 4; prgf 1 del art 5). Pero en la versión IV se suprimió la excepcionalidad de este tope para los “talleres”, y la versión V retoma la excepcionalidad del tope para “talleres y clínicas”. Es importante destacar que un elemento común en las tres últimas versiones es la caracterización y diferenciación de los cursos, según, “intensidad, número de estudiantes, profesores, monitores que participen de la misma, tipología y nivel de los cursos, dedicación, experiencia y cursos de la misma asignatura a cargo del profesor” ( art 5/3, art.4/3; art 5/3). Se extrae que ese máximo del 25% es una excepcionalidad, pues al aplicar esa tipología difícilmente se sustentará que un profesor inscriba el 25% por asignatura bajo su exclusiva responsabilidad, dado que ha dictado el curso en otras oportunidades, se ha promovido, cuenta con el recurso de un monitor, o simplemente dicta sólo una parte del curso. En consecuencia, para completar aquel 40% de docencia presencial o el actual 50% de las dos formas de docencia, un profesor TC o DE, inevitablemente deberá participar de 2 cursos, cuando no en otros más cursos, si apenas dicta parte de esas asignaturas, contando lo que puede imputar a la docencia presencial y a las otras formas de docencia. Una contradicción que algunos profesores vienen resaltando es el hecho de que pese a los trabajos de grado son considerados como asignatura, la coordinación y dirección de los mismos no se consideran como docencia presencial. -Las consideraciones sobre la “creación, investigación y extensión” (art 7 o art 6, art 7), sobre “actividades académicos administrativas” (art. 8 ó art 7, art 8), “formaciónactualización” (art.10 ó art 9, art 10) y “otros” (art 11 o art 10, art 11), son similares en las tres versiones. Pero, al respecto sobre la investigación persiste el interrogante de lo que significa el “registro de estas actividades y el reconocimiento de las mismas según la reglamentación vigente” (art 6, art 7); valga resaltar el hecho de que actividades que podrían ser comprendidas como docencia presencial, caso de la “contraprestación en servicios de docencia” (art 6, art 7) y “el reemplazo a miembros del personal académico” (art 10, art 11) no podrán ser incluidos en la actividad de docencia presencial. En la versión IV se había llegado a plantear una asimilación entre “otras actividades docentes” y la actividad de investigación, a más de que se intentaba poner un tope a esta labor académica al estipular en la opción 4 del prg del art 5 de esa versión que “no se puede dedicar más del 10% de la jornada a la dirección y evaluación y el tiempo restante debe ser reportado como creación…” -En la versión IV se insistió con detalle en la reglamentación de “otras actividades docentes”, dirección de trabajos, preparación de material didáctico, participación como conferencista (art 5). A esta actividad se le intentó establecer un tope “máximo el 20%” (opción 2 del prg del art 5) y hasta un condicionamiento “no superior al 60% del tiempo que dedica a actividades de docencia presencial” (opción 3 del prg del art 5). Resultaría que se podría inscribir 40% como mínimo de docencia presencial y 24% de ese 60%, sumando 64%, casi 2/3 de la PTA. Finalmente la filigrana en estos aspectos reglamentarios fue obviada en la versión V. Aunque no es evidente la manera como los docentes en especiales actividades académico administrativas atenderían los mínimos de docencia, es probable que esto esté contemplado en las “situaciones especiales” (art 8, art 9) que incluye las “licencias y las comisiones”. Según hemos destacado por el cuidado que se colocó en reglamentar las cargas docentes, se extrae que por vía de esta reglamentación se define la docencia como el centro neurálgico de la actividad misional de la universidad. En cualquier caso todos los docentes mínimamente deberán participar de dos cursos, si es que validan una intensa dedicación a otras actividades docentes; sin embargo la generalidad es que una buena parte de los profesores deban participar de más de dos cursos, particularmente cuando los cursos son compartidos o su actividad investigativa, en extensión o administración académica, no es sustantiva. Los docentes deberán participar de otras actividades misionales básicas como la extensión, la creación e investigación, pero a costa de subrepresentar su incidencia en otras actividades docentes, como la dirección de trabajos, la participación en seminarios; así mismo la vinculación con las actividades académicoadministrativas sólo podrá visibilizarse de una manera aleatoria. En el caso de los profesores de una no completa propensión investigativa -tal como lo interpretaron los profesores de Ciencias Económicas y Administrativas- deberán participar de mínimo tres o más cursos. Para una buena parte del profesorado las actividades investigativas se visibilizaran en esa PTA como secundarias o suplementarias, si es que cumple con los mínimos de docencia presencial, considera importante la dirección de tesis y atribuye importancia al participar en actividades de coordinación y de decisión de la gestión académico administrativa. En el mejor de los casos, muchas veces el registro de algunas de sus actividades, al tener que sub-representarse, deberá hacerse como un relleno 3. Directrices de lo que podría ser una propuesta. 3.1 El riesgo de la rigidez en la reglamentación. Según anotación del profesor Agudelo debe evitarse atribuir demasiada “rigidez” a la actividad académica, según se deriva de los implícitos de la propuesta. Pareciera considerarse que una vez se llena por ocasión primera una jornada de trabajo, sucesivamente, semestre tras semestre, la actividad académica será algo muy próximo a la repetición de esas mismas actividades. Pero ocurre que la actividad académica es por sí misma “dinámica”: porque la preparación de un nuevo curso o un nuevo módulo exige tanto esfuerzo como una tarea investigativa, porque el avance en las tesis de pregrado y las exigencias del trabajo de evaluador en algunos periodos exige más consagración que en otros, porque en los procesos investigativos y de extensión hay fases que exigen casi una completa consagración, porque las comunidades académicas cambian con el tiempo y hay oportunidades de probable gran colaboración u oportunidades en que hay que suplir el trabajo de los colegas. Si se reconocen esos factores dinámicos, es incomprensible el que reiterativamente se mencione las unidades estándar de medida y se señalen unos muy estrictos máximos y mínimos. Por que se entrevé que el asunto puede tener un tratamiento distinto, en alguna de las opciones de la propuesta se llega a contemplar la necesidad de que sean las comunidades académicas las que incidan expresamente en la determinación de las jornadas. Que según sean las exigencias de “oferta académica” para cada unidad básica, sean estas las que colectivamente concierten la asignación de la PTA para sus profesores. De esta manera la reglamentación responderá por la dinámica de la actividad académica y se avendrá con la heterogeneidad de las prácticas docentes, de las labores investigativas y de los compromisos estipulados según los diferentes Estatutos de Personal Académico. Ello es posible, siempre y cuando la reglamentación sólo contemple unas directrices generales y no entre en el detalle que ha caracterizado las presentes propuestas, que estipulan casi matemáticamente los mínimos y máximos de cada actividad. 3.2 El sentido de la trimestralización. Que en algún momento se haya contemplado la obligatoriedad de la docencia para la dedicación cátedra en el periodo inter-semestral, desató justificadas alarmas. Tal vez es la razón para que en las sucesivas versiones de las propuestas se haya omitido o explicitado la mención al “periodo intersemestral”. Del carácter que puede tener el periodo inter-semestral hay distintas versiones. Una, la de algunos miembros de la Dirección, que encuentran en este periodo la oportunidad para incrementar la “cobertura real” (según M Palacios), convirtiéndolo en un pequeño semestre intensificado de 10 semanas, con obligatoriedad de la docencia para los profesores, de tal manera que los estudiantes puedan acelerar la obtención del titulo. Otra, es la versión con que inicialmente se lo justificó, invocando la posibilidad de ampliar los tiempos dedicación a la investigación, de poder participar en pasantías o realizar actividades de extensión, además de la oferta opcional de algunos cursos. Entonces, es enorme el riesgo cuando, como se hace en la propuesta, con la simple mención a la trimestralización, ya se la quiera dar por admitida. La aceptación de la trimestralización, el carácter que esta habrá de tener –si es que es aceptada por la comunidad-, es de los temas que más debate se demanda por la comunidad profesoral. 3.3 La mención a un único régimen de personal docente. Aunque el 016 se justificó porque aparentemente ofrecía mejores oportunidades para definir vivencialmente un destino académico para cada profesor, las interpretaciones de que ha sido objeto y la desvirtuación que ha tenido en las sucesivas reglamentaciones, ha llevado a que ahora sea percibido con prevención, al punto de que en facultades como Ciencias Económicas y Administrativas, de siete doctores vinculados con ese régimen ya se han desvinculado voluntariamente cinco, y algunos docentes terminan enrolándose en universidades como el Rosario o la Sergio Arboleda. Por otra parte, parece que a cuenta de la mentada equidad, parece existir la propensión a establecer un único Estatuto de Personal Académico. Así, se pasa por alto el hecho de que –también de manera voluntaria- hay profesores que han preferido permanecer en sus anteriores EPA a costa de sacrificar expectativas económicas, sin que ello signifique que necesariamente su compromiso universitario y su vocación académica sean menores. Porque esas opciones y esas expectativas también son respetables, hay que tener cuidado de incurrir en la tentación de alterar los regimenes laborales mediante la imposición de un único Estatuto de Personal Académico. Conclusión: en síntesis, centrarse en la estandarización de la dedicación a la docencia no es conveniente, porque niega la diversidad del trabajo docente, no reconoce la dinámica del trabajo académico y marginaliza la investigación. Si existen inequidades entre las facultades no es por la falta de una reglamentación homogénea sino por causas estructurales de desigualdad de recursos, en especial de profesores, entre las facultades. La causa central está en el déficit acumulado de personal académico y en un estatuto de personal académico que genera desigualdades inaceptables entre profesores de cátedra y de dedicación exclusiva, mientras propicia el deterioro de la carrera profesoral. Por esto, no debe aprobarse esta reglamentación y, en cambio, debe entrarse en el debate sobre la reforma del Estatuto de Personal Académico, con base en la propuesta elaborada por la comisión ad hoc, y en la búsqueda de recursos públicos suficientes para superar el déficit acumulado de personal académico que es el núcleo duro de una universidad de excelencia e investigación.